Está en la página 1de 280

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene
costo. Si el libro llega a tu país, te animamos a adquirirlo.

No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus


redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e
incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.

¡No subas la historia a Wattpad ni pantallazos del libro a las redes


sociales! Los autores y editoriales también están allí. No solo nos
veremos afectados nosotros, sino también tu usuario.

2
Índice

3
Sinopsis
No es un

príncipe azul...
Callum Griffin es el heredero de la mafia irlandesa. Es despiadado, arrogante
y quiere matarme.

Empezamos con el pie izquierdo cuando prendí un fuego (muy pequeño) en su


casa.

Nuestras familias creen que un pacto matrimonial es lo único que evitará una
guerra total.

Creo que podría necesitar asesinarlo mientras duerme.

Todo esto sería mucho más fácil si Callum no fuera tan malditamente guapo.

Pero tengo una caja fuerte alrededor de mi corazón. Porque incluso si me veo
obligada a casarme con él...

Nunca podría amar a un príncipe brutal.

4
1

Los fuegos artificiales estallan en la floración por encima del lago, colgando en
suspenso en el aire de la clara noche, luego desviándose hacia abajo en brillantes
nubes que se asientan en el agua.

Mi padre se estremece ante la primera explosión. A él no le gustan las cosas


ruidosas o inesperadas. Lo cual es la razón por la que consigo alterarlo a veces, puedo
ser ambas cosas, incluso cuando estoy tratando de comportarme.

Veo su ceño fruncido iluminado por la luz azul y oro. Sí, definitivamente la
misma expresión que tiene cuando me mira.

—¿Quieres comer en el interior? —le pregunta Dante.

Debido a que es una noche cálida, estamos todos sentados en la cubierta exterior.
Chicago no es como Sicilia, tienes que tomar la oportunidad de comer al aire libre
cada vez que puedes. Aun así, si no fuera por el sonido del tráfico abajo, podrías
pensar que estabas en un viñedo italiano. La mesa está puesta con una vajilla rústica
traída desde el viejo país hace tres generaciones y la pérgola encima de nuestras
cabezas está densamente cubierta por labrusca que Papa plantó para dar sombra. No
puedes hacer vino de labrusca, pero al menos son buenas para hacer mermelada.

Mi padre niega con la cabeza.


5
—Está bien aquí —dice brevemente.

Dante gruñe y regresa a meter el pollo en su boca. Él es tan grande que el tenedor
parece cómicamente pequeño en su mano. Siempre come como si se estuviera
muriendo de hambre, encorvado sobre su plato.

Dante es el mayor, por lo que se sienta a la derecha de mi padre. Nero a la


izquierda, con Sebastian junto a él. Yo estoy en la otra cabecera de la mesa, donde
mi madre se sentaría si siguiera con vida.

—¿Qué festividad es? —dice Sebastian cuando otra ronda de fuegos artificiales
se alza hasta el cielo.
—No es una festividad. Es el cumpleaños de Nessa Griffin —le digo.

La finca palaciega de los Griffin se encuentra sobre la orilla del lago, en el


corazón de Gold Coast. Están lanzando fuegos artificiales para asegurarse que
absolutamente todo el mundo en la ciudad sepa que su pequeña princesa está
teniendo una fiesta, como si ella no hubiera sido promovida como los Juegos
Olímpicos y los Oscar combinados.

Sebastian no lo sabe porque él no le presta la atención a otra cosa que no sea el


baloncesto. Es el menor de mis hermanos y el más alto. Obtuvo un pase completo
para la Estatal de Chicago y es lo suficiente bueno que cuando voy a visitarlo al
campus, las chicas miran y se ríen por donde quiera que él pasa, y en ocasiones toman
el valor para pedirle que firme sus camisetas.

—¿Cómo llegamos a no ser invitados? —dice Nero sarcásticamente.

No fuimos invitados porque jodidamente odiamos a los Griffin, y viceversa.

La lista de invitados será cuidadosamente seleccionada, llena con la alta


sociedad, políticos y cualquier otra persona elegida por su utilidad o su caché. Dudo
que Nessa conozca a alguno de ellos.

No que esté llorando ninguna lágrima por ella. Escuché que su padre contrató a
Demi Lovato para actuar. Quiero decir, no es Halsey, pero sigue siendo bastante
buena.

—¿Cuál es la actualización de la Torre de la calle Oak? —le dice Papa a Dante,


mientras que lenta y meticulosamente corta su pollo parmesano.

Él ya sabe condenadamente bien cómo están las cosas en la Torre de la calle Oak
ya que rastrea absolutamente todo lo hecho por la Constructora Gallo. Simplemente
está cambiando el tema, porque el pensamiento de los Griffin bebiendo champán y
6 la intermediación de ofertas con la alta monde de Chicago es irritante para él.

A mí me importa una mierda lo que los Griffin están haciendo. Excepto que no
me gusta que nadie se divierta sin mí.

Así, mientras que mi padre y Dante están hablando sobre la torre, yo le murmuro
a Sebastian:

—Deberíamos ir allí.

—¿A dónde? —dice perdido, bebiendo un gran vaso de leche. El resto de


nosotros estamos bebiendo vino. Sebastian está tratando de mantenerse en óptima
forma para driblear y hacer sentadillas, o cualquiera que sea la mierda que su equipo
de ogros desgarbados hace para entrenarse.

—Nosotros deberíamos ir a la fiesta —digo, manteniendo mi voz baja.

Nero se anima de inmediato. Él está siempre interesado en meterse en


problemas.

—¿Cuándo? —dice.

—Justo después de la cena.

—No estamos en la lista —protesta Sebastian.

—Jesús. —Pongo los ojos en blanco—. A veces me pregunto si incluso eres un


Gallo. ¿Te da miedo cruzar imprudentemente también?

Mis dos hermanos mayores son unos auténticos gánsteres. Ellos manejan las
partes más desordenadas de los negocios de la familia. Pero Sebastian cree que irá a
la NBA. Él está viviendo en una realidad completamente diferente que el resto de
nosotros. Tratando de ser un buen chico, un ciudadano respetuoso de la ley.

Aun así, él es el más cercano a mí en edad y probablemente mi mejor amigo,


aunque amo a todos mis hermanos. Por lo tanto, él solo me sonríe y dice:

—¿Estoy yendo, verdad?

Dante nos lanza una mirada severa. Él está todavía hablando a nuestro padre,
pero sabe que estamos tramando algo.

Dado que todos hemos terminado nuestro pollo, Greta nos trae la panna cotta.
Ella ha sido nuestra ama de llaves por alrededor de un centenar de años. Ella es mi
7 segunda persona favorita, después de Sebastian. Es robusta y bonita, con más canas
en el cabello que rojo.

Ella hizo mi panna cotta sin frambuesas porque sabe que no me gustan las
semillas y no le importa que yo sea una mocosa malcriada. Agarro su cabeza y le doy
un beso en la mejilla cuando lo coloca enfrente de mí.

—Vas a hacer que deje caer mi bandeja —dice, tratando de soltarse de mí.

—Nunca has dejado caer una bandeja en tu vida —le digo.

A mi padre le toma una eternidad comer su postre. Él está bebiendo su vino y


sigue y sigue hablando sobre la unión de trabajadores eléctricos. Juro que Dante lo
está haciendo alargarse a propósito para enfurecernos al resto. Cuando tenemos estas
cenas formales Papa espera que todos permanezcamos hasta el amargo final.
Tampoco están permitidos los teléfonos en la mesa, lo que es básicamente una tortura
porque puedo sentir mi celular zumbando una y otra vez en mi bolsillo, con mensajes
de quién sabe quién. Ojalá no sean de Oliver.

Terminé con Oliver Castillo hace tres meses, pero él no está tomando la pista.
Podría necesitar darle un mazazo en la cabeza en su lugar si no deja de molestarme.

Finalmente, Papa acaba de comer y todos reunimos tantos platos y platillos


como podemos llevar a apilar en el fregadero de Greta.

Entonces Papa va a su oficina a tener su segunda copa, mientras que Sebastian,


Nero, y yo, nos escabullimos abajo.

Se nos permite salir un sábado por la noche. Somos adultos, después de todo,
apenas, en mi caso. Aun así, no queremos que Papa nos pregunte a dónde estamos
yendo.

Nos amontonamos en el coche de Nero, ya que es un jefe Chevy Bel Air ‘57 que
será el más divertido paseo con el capo abajo.

Nero enciende el coche, y en el destello de los faros, vemos la silueta descomunal


de Dante de pie justo enfrente de nosotros, brazos cruzados, viéndose como Michael
Myers a punto de asesinarnos.

Sebastian salta y yo dejo escapar un pequeño chillido.

—Estás bloqueando el coche —dice Nero secamente.

—Esta es una mala idea —dice Dante.

8 —¿Por qué? —dice Nero inocentemente—. Solo estamos saliendo a pasear.

—¿Sí? —dice Dante, sin moverse—. Justo al final de Lake Shore Drive.

Nero cambia de táctica.

—¿Y qué si lo estamos? —dice—. Es solo una fiesta de Dulces Dieciséis.

—Nessa tiene diecinueve —lo corrijo.

—¿Diecinueve? —Nero niega con disgusto—. ¿Por qué están ellos incluso…? No
importa. Probablemente alguna estúpida cosa irlandesa. O simplemente cualquier
excusa para presumir.
—¿Podemos irnos? —dice Sebastian—. No quiero estar afuera hasta demasiado
tarde.

—Entra o sal del camino —le digo a Dante.

Él nos mira un minuto más, entonces se encoge de hombros.

—Bien —dice—, pero iré de copiloto.

Me paso sobre el asiento sin discutir, dejando que Dante tenga la parte delantera.
Un pequeño precio a pagar para que mi hermano mayor se una al equipo de Intrusos.

Navegamos hacia LaSalle Drive, disfrutando del cálido aire de principios de


verano entrando en el coche. Nero tiene un negro corazón y un temperamento feroz,
pero nunca lo sabrías por la forma en que conduce. En el coche, es tan suave como
el culo de un bebé, calmado y cuidadoso.

Tal vez es porque él ama el Chevy y ha puesto cerca de unas mil horas de trabajo
en este. O tal vez la conducción es en la única cosa en la que él se relaja. De cualquier
manera, siempre me gusta verlo con su brazo estirado hacia el volante, el viento
soplando hacia atrás su elegante cabello oscuro, sus ojos medio cerrados, como un
gato.

Ir a Gold Coast no lleva mucho. En realidad, somos prácticamente vecinos, ya


que vivimos en Old Town, el cual está directamente al norte. Aun así, los dos
vecindarios no se parecen mucho. Son elegantes de manera diferente, nuestra casa
da directamente a Lincoln Park, la suya directamente al lago. Pero Old Town es,
bueno, el solo nombre lo implica, bastante viejo. Nuestra casa fue construida en la
época victoriana. Nuestra calle es tranquila, llena de enormes árboles de roble viejos.
Estamos cerca de la Iglesia St. Michael, que mi padre cree genuinamente que se salvó
del incendio de Chicago por un acto de Dios directo.
9 El Gold Coast es la nueva moda. Es todo compras pijas, cafeterías y las
mansiones de los hijos de puta más ricos en Chicago. Siento como que me adelanté
unos treinta años solo conduciendo por aquí.

Sebastian, Nero, y yo pensábamos que podríamos colarnos por la parte trasera


de la propiedad Griffin, tal vez robar algunos uniformes de los meseros. Dante, por
supuesto, no participa en ninguna de esas tonterías. Él simplemente desliza al guardia
de seguridad quinientos dólares para “encontrar” nuestro nombre en la lista y el tipo
nos deja entrar.

Yo ya sé cómo se ve la casa de los Griffin incluso antes de verla, debido a que


fue gran noticia cuando la compraron hace unos pocos años. En ese momento, era
la pieza residencial más costosa de bienes raíces en Chicago. Cuatro mil quinientos
cuadrados por unos geniales veintiocho millones de dólares.

Mi padre se burló y dijo que era simplemente que los irlandeses presumían su
dinero.

—Un irlandés usará un traje de mil doscientos dólares sin el dinero en su bolsillo
para comprar una cerveza —dijo.

Cierto o no como una generalidad, los Griffin pueden comprar un montón de


cervezas si quieren. Han conseguido el dinero para quemarlo y literalmente lo están
quemando justo ahora, en la forma en que sus fuegos artificiales todavía están
estallando, tratando de poner Disneyworld a la vergüenza.

No me importa eso, aunque, lo primero que quiero es un poco del costoso


champán que los meseros están transportando, seguido por lo que sea que esté
apilado en una torre en la mesa de buffet. Voy a hacer mi mejor esfuerzo para llevar
a la quiebra a estos presumidos cabrones al comer mi peso en patas de cangrejo y
caviar antes de dejar este lugar.

La fiesta es al aire libre en el extenso césped verde. Es la noche perfecta para eso,
una prueba más de la suerte de los irlandeses. Todo el mundo se ríe y habla, se llena
la cara e incluso baila un poco, aunque todavía no ha actuado Demi Lovato, solo es
un DJ común.

Supongo que probablemente debería haber cambiado mis ropas. No veo una sola
chica sin un brillante vestido de fiesta y zapatos de tacón. Pero eso habría sido tan
molesto en la suave hierba, así que estoy contenta de llevar sandalias y pantalones
cortos.

Veo a Nessa Griffin, rodeada por personas que felicitan su monumental logro de
10 mantenerse con vida durante diecinueve años. Ella lleva un bonito vestido veraniego,
de color crema, simple y bohemio. Su cabello castaño claro cae suelto alrededor de
sus hombros y está un poco bronceada y unas cuantas pecas adicionales a través de
su nariz, como si hubiera estado en el lago toda la mañana. Está sonrojada por toda
la atención y se ve dulce y feliz.

Honestamente, fuera de todos los Griffin, Nessa es la mejor. Fuimos a la misma


preparatoria. No éramos exactamente amigas, ya que ella iba un año detrás de mí y
un poco mojigata. Pero ella parecía lo suficientemente agradable.

Su hermana por otro lado…

Puedo ver a Riona justo ahora, regañando a alguna camarera hasta que la pobre
chica está llorando. Riona Griffin está usando uno de esos vestidos rígidos, y
apretados que parece pertenecer a una sala de juntas, no a una fiesta al aire libre. Su
cabello está peinado hacia atrás, incluso más apretado que su vestir. Nunca nadie
encajó menos en su ardiente cabello rojo, es como si la genética trató de hacerla
divertida, y Riona era como: ‘Nunca voy a tener un maldito momento de diversión en mi
vida, muchas gracias’.

Ella está escaneando los invitados como si quisiera embolsar y etiquetar a los
importantes. Me giro para rellenar mi plato antes de que me vea.

Mis hermanos ya se separaron en el momento en que llegamos. Puedo ver a Nero


coquetear con alguna linda rubia en la pista de baile. Dante ha hecho su camino a la
barra, porque él no va a beber champaña. Sebastian ha desaparecido por completo,
no es fácil de hacer cuando tienes un metro ochenta. Estoy adivinando que vio
algunas personas que conoce; Sebastian le cae bien a todo el mundo y tiene amigos
en todas partes.

En lo que a mí respecta, tengo que orinar.

Puedo ver que los Griffin trajeron algunos baños portátiles, discretamente
situados detrás de lado más alejado de la propiedad, enmarcados por un vaporoso
dosel. Pero estoy no haciendo pis en un insignificante baño portátil, incluso si es uno
elegante. Voy a orinar en un baño adecuado Griffin, justo donde se sientan sus culos
blancos como lirios. Además, me dará la oportunidad de husmear en su casa.

Ahora, esto necesita un poco de maniobras. Han conseguido un montón más de


seguridad en torno a la entrada de la casa, y estoy sin dinero en efectivo para los
sobornos. Pero una vez que lanzo una servilleta sobre mi hombro y robo la bandeja
abandonada por la camarera sollozando, todo lo que tengo que hacer es cargar con
unas pocas copas vacías y colarme a la derecha en el servicio de cocina.

Dejo caer los platos en el fregadero como una buena empleada, entonces me
11 cuelo en la casa.

Pepito Grillo, es una jodida casa bonita. Es decir, sé que se supone somos rivales
a muerte y todo, pero puedo apreciar un lugar mejor que cualquier cosa que he nunca
visto en House Hunters. Incluso House Hunters International.

Es más sencilla de lo que habría esperado, con lisas y cremosas paredes y madera
natural, modernos muebles bajos y artefactos de iluminación que lucen como arte
industrial.

Hay una gran cantidad de arte actual alrededor también; pinturas que parecen
bloques de color, y esculturas hechas de montones de formas. No soy una total
filistea, sé que la pintura es ya sea un Rothko o debe verse como uno. Pero también
sé que no podría hacer que una casa se viera así de bonita incluso si tuviera un
centenar de años y un presupuesto ilimitado para hacerlo.

Ahora estoy definitivamente contenta de haberme colado aquí para orinar.

Encuentro el baño más cercano por el pasillo. Seguro, es un estudio de lujo,


precioso jabón de lavanda, suaves y esponjosas toallas, el agua que sale del grifo a la
perfecta temperatura, no demasiado fresca y no demasiado caliente. Quién sabe, en
un lugar así de grande, podría ser la primera persona que incluso puso su pie aquí.
Probablemente cada uno de los Griffin tiene su propio baño privado. En realidad,
probablemente se mareen y pierdan en este laberinto.

Una vez que termino, sé que debería regresar afuera. Tuve mi pequeña aventura
y no hay ningún punto en presionar mi suerte.

En lugar de ello, me encuentro colándome por la amplia y curvada escalera a la


parte superior.

El nivel principal era demasiado formal y antiséptico, como una casa de


exhibición. Quiero a ver dónde viven realmente estas personas.

A la izquierda de la escalera, encuentro un dormitorio que debe pertenecer a


Nessa. Es suave y femenino, lleno de libros, peluches de animales y suministros de
arte. Hay un ukelele en la mesita de noche y varios pares de zapatillas de deporte que
fueron pateados debajo de la cama apresuradamente. Las únicas cosas no limpias y
nuevas son las zapatillas de ballet colgadas sobre su pomo de la puerta por sus cintas.
Esas están completamente maltratadas, con agujeros en los dedos de los pies de satén.

Al otro lado de la habitación de Nessa hay una que probablemente pertenece a


Riona. Es más grande y está impecablemente ordenada. Yo no veo ninguna
evidencia de aficiones de aquí, solamente algunas hermosas acuarelas asiáticas
12 colgadas en las paredes. Me decepciona que Riona no haya guardado estanterías de
trofeos y medallas antiguos. Ella sin duda parece de ese tipo.

Más allá de las habitaciones de las chicas está la suite principal. No entraré allí.
Me parece mal en un diferente nivel. Tiene que haber algún tipo de línea que no
cruzaré cuando estoy husmeando en la casa de alguien.

Así qué giro en la dirección opuesta y en su lugar me encuentro en una gran


biblioteca.

Ahora, este es el tipo de misteriosa mierda por la que vine aquí.

¿Qué leen los Griffin? ¿Es todo clásicos encuadernados en cuero, o son fanáticos
secretos de Anne Rice? Solo hay una manera de averiguarlo…
Parece que les gustan biografías, tomos arquitectónicos, y sí, todos los clásicos.
Incluso consiguieron una sección dedicada a los famosos autores irlandeses de
antaño como James Joyce, Jonathan Swift, Yeats, y George Bernard Shaw. Sin Anne
Rice, pero tienen a Bram Stoker al menos.

Oh, mira, ellos incluso han conseguido una copia firmada de Dubliners. No me
importa lo que digan, nadie entiende ese puto libro. Los irlandeses están todos locos
por él, pretendiendo que es una obra maestra de la literatura cuando estoy bastante
segura de que son puras galimatías.

Además de los estantes de libros del piso al techo, la biblioteca está llena de
sillones de cuero mullidos, tres de los cuales se han dispuesto alrededor de una gran
chimenea de piedra. A pesar del cálido clima, hay un pequeño fuego en el hogar. No
es fuego a gas, son troncos reales abedul ardiendo, lo que huele bien. Encima de la
chimenea cuelga un cuadro de una mujer bonita, con varios objetos dispuestos a lo
largo del manto debajo, incluido un reloj de sobremesa y un reloj de arena. Entre
ellos, un viejo reloj de bolsillo.

Lo tomo de la repisa. Es sorprendentemente pesado en mi mano, el metal


caliente al tacto en lugar de fresco. No puedo decir si es de bronce o de oro. Parte de
la cadena está todavía unida, aunque se ve como se rompió aproximadamente la
mitad de su original de longitud. La cubierta está tallada y tiene una inscripción, tan
desgastada que no puedo decir lo que la imagen solía ser. Tampoco sé cómo a abrirlo.

Estoy jugando con el mecanismo cuando escucho un ruido en el pasillo, el


sonido de un leve tintineo. Rápidamente, deslizo el reloj en mi bolsillo y me agacho
detrás de uno de los sillones, el más cercano al fuego.

Un hombre entra en la biblioteca. Alto, cabello castaño, de unos de treinta años.


Está llevando un perfecto traje a la medida y él está muy bien cuidado. Guapo, pero
en un tipo de forma cruda, como si te empujaría fuera un bote salvavidas si no hay
13 suficientes asientos. O tal vez incluso si olvidaste cepillar tus dientes.

En realidad, no he conocido a este tipo antes, pero estoy bastante segura de que
es Callum Griffin, el mayor de los hermanos Griffin. Lo cual significa que es
simplemente la peor persona para atraparme en la biblioteca.

Por desgracia, parece que planea quedarse un rato. Él se sienta en un sillón casi
directamente frente a mí y comienza a leer mensajes de correo electrónico en su
teléfono. Tiene un vaso de whiskey en la mano del cual está bebiendo. Ese es el
sonido que escucho, los cubos de hielo golpeándose.

Es extremadamente estrecho e incómodo detrás del sillón. La alfombra sobre el


piso de madera no es demasiado cómoda y tengo que encorvarme así ni mi cabeza
ni pies se asoman por cualquiera de los dos lados. Además, está caliente por la
cercanía con el fuego.

¿Cómo demonios iba a conseguir salir de aquí?

Callum todavía está bebiendo y leyendo. Sorbo. Leer. Sorbo. Leer. El único otro
sonido es el crepitar de los troncos de abedul.

¿Cuánto tiempo se va a sentar aquí?

No puedo quedarme para siempre. Mis hermanos van a empezar a buscarme en


un minuto.

No me gusta estar estancada. Estoy empezando a sudar, por el calor y el estrés.

El hielo en el vaso de Callum suena tan fresco y refrescante.

Dios, quiero una copa y quiero irme.

¡¿Cuántos putos mensajes de correo electrónico tiene?!

Nerviosa y molesta, tramo un plan. Posiblemente el plan más estúpido que jamás
haya elaborado.

Alcanzo detrás de mí y agarro la borla colgando de las cortinas. Es una borla de


oro gruesa, unida a cortinas de terciopelo verde.

Tirando de esta a toda su longitud, puedo simplemente empujarla en torno al


borde del fuego, directamente en las brasas.

Mi plan de es comenzar humo, el cual va a distraer a Callum, permitiéndome


escabullirme al lado opuesto de la silla y fuera de la puerta. Ese es el genial plan.
14
Pero debido a que esta no es una puta novela de Nancy Drew, esto es lo que
sucede en su lugar:

Las llamas llegan hasta el cordón como si estuviera sumergido en gasolina,


quemando mi mano. Dejo caer el cordón, el cual oscila de regreso a la cortina.
Entonces esa cortina se enciende como si fuera papel. Fuego líquido ruge hasta el
techo en un instante.

Esto en realidad cumple el objetivo de distraer Callum Griffin. Él grita y salta a


sus pies, derribando su silla. Sin embargo, mi distracción se produce en el costo de
toda sutileza, porque yo también tengo que abandonar mi escondite y correr fuera de
la habitación. No sé si Callum me vio o no, y no me importa.
Estoy pensando que debería buscar un extintor de fuego, agua o algo. Estoy
también pensando que debería huir de aquí inmediatamente.

Esa es la idea que gana, corro a toda velocidad por las escaleras.

En la parte inferior de la escalera, choco contra alguien más, casi


derrumbándolo. Es Nero, con la linda rubia justo detrás de él. Su cabello está todo
despeinado y tiene lápiz labial en su cuello.

—Jesús —digo—. ¿Eso es un nuevo récord?

Estoy bastante segura de que él solamente la conoció por cerca de ocho


segundos.

Nero se encoge de hombros, un atisbo de una sonrisa en su hermoso rostro.

—Probablemente —dice.

El humo se desplaza hacia abajo sobre la barandilla. Callum Griffin está gritando
en la biblioteca. Nero mira hacia la escalera, confundido.

—¿Qué está pasando en…

—No importa —le digo, agarrando su brazo—. Debemos salir de aquí.

Comienzo a arrastrarlo en la dirección de la cocina de servicio, pero no puedo


tomar mi propio consejo. Echo una mirada hacia atrás sobre mi hombro. Y veo a
Callum Griffin de pie en la cabeza de las escaleras, mirando detrás de nosotros con
una expresión asesina en su rostro.

Corremos a través de la cocina, golpeando sobre una bandeja de canapés,


entonces estamos fuera de la puerta, de vuelta en el césped.
15
—Encuentra a Sebastian, buscaré a Dante —dice Nero. Abandona la rubia sin
una palabra, trotando a través del patio.

Corro en la dirección opuesta, buscando la forma alta y desgarbada de mi joven


hermano.

En el interior de la mansión, la alarma de incendios comienza a sonar.


2

La fiesta de Nessa comienza en menos de una hora, pero todavía estoy oculto
con mis padres en la oficina de mi padre. Su oficina es una de las habitaciones más
grandes de la casa, más grande que la suite principal o la biblioteca. Lo cual encaja,
porque los negocios son el centro de nuestra familia, el propósito central del clan
Griffin. Estoy bastante seguro que mis padres solamente tuvieron hijos para
moldearnos en nuestros diferentes roles dentro de su imperio.

Con certeza, tenían la intención de tener más. Hay cuatro años entre Riona y yo,
seis entre Riona y Nessa. Esas brechas contienen siete embarazos fallidos, cada uno
terminando en aborto espontaneo o partos de un feto muerto.

El peso de todos esos hijos faltantes descansa sobre mis hombros. Soy el mayor
y el único varón. El trabajo de los hombres Griffin solamente puede ser realizado por
mí. Soy el que carga nuestro nombre y legado.

Riona estaría irritada de escucharme decir eso. Ella se enfurece por cualquier
insinuación de que hay una diferencia entre nosotros porque soy mayor y hombre.
Ella jura que nunca se casará o cambiará su nombre. Tampoco tendrá hijos. Esa parte
realmente molesta a mis padres.

Nessa es mucho más dócil. A ella le gusta complacer a la gente, y no hará nada
para molestar a nuestros queridos mamá y papá. Desafortunadamente, vive en un
16 puto mundo de fantasía. Ella es tan dulce y con el corazón suave que no tiene ni la
más ligera pista de lo que se necesita para mantener a esta familia en poder. Así que
es bastante inservible.

Sin embargo, eso no quiere decir que ella no me importe. Es tan genuinamente
buena que es imposible no amarla.

Estoy tan complacido de verla tan feliz hoy. Ella está tocando el cielo con las
manos por esta fiesta, a pesar de que apenas tiene algo que ver con ella. Está
correteando probando todos los postres, admirando las decoraciones, sin tener idea
de que la única razón para este evento es asegurar el apoyo a mi campaña para
convertirme en el Concejal del Distrito 43.
La elección tiene lugar en un mes. El Distrito 43 incluye todo Lakefront: Lincoln
Park, Gold Coast, Old Town. Seguida de la alcaldía, es la posición más poderosa en
la ciudad de Chicago.

Durante los últimos doce años, el puesto ha sido retenido por Patrick Ryan, hasta
que él estúpidamente consiguió ser lanzado a prisión. Antes de eso, su madre, Saoirse
Ryan sirvió por dieciséis años. Ella era mucho mejor en su trabajo, y
demostrablemente mejor en no ser atrapada con sus manos en el tarro de galletas.

De muchas maneras, es mejor ser un Concejal que un alcalde. Es como ser un


emperador de tu distrito. Gracias a los Privilegios de Concejal, tienes la última
palabra en zonificar y desarrollo de propiedades, préstamos y subvenciones,
legislación e infraestructura. Puedes ganar dinero al principio, al final y en el medio.
Todo pasa por ti y todos te deben favores. Es casi imposible que te atrapen.

Y, sin embargo, estos cabrones codiciosos son tan descarados en su gritería que
todavía se las arreglan para golpear el martillo sobre sí mismos. Tres de los últimos
cuatro Concejales del vecino Distrito 20 han ido a prisión, incluido el actual titular.

Pero ese no seré yo. Voy a asegurar el puesto. Voy a tomar el control del distrito
más rico y poderoso de Chicago. Y luego voy a convertir eso en alcalde de toda la
maldita ciudad.

Porque eso es lo que hacen los Griffin. Crecemos y construimos. Nunca


paramos. Y nunca nos atrapan.

El único problema es que la posición de Concejal no viene sin oposición. Por


supuesto que no lo es, es la joya de la corona del poder en esta ciudad.

Los otros dos candidatos principales son Kelly Hopkins y Bobby La Spata.

Hopkins no debería ser un problema. Ella es una candidata anticorrupción,


17 haciendo un montón de promesas estúpidas de limpiar el Ayuntamiento. Es joven,
idealista y no tiene idea de que está nadando en un tanque de tiburones con un traje
de carne. La diezmaré fácilmente.

La Spata, por otro lado, es un desafío.

Tiene mucho apoyo, incluidos los sindicatos de trabajadores eléctricos y de


bomberos, además de los italianos. En realidad, a nadie le agrada: es un gordo cabrón
fanfarrón, borracho la mitad del tiempo y atrapado con una nueva amante la otra
mitad. Pero sabe cómo engrasar las palmas correctas. Y ha existido por mucho
tiempo. Mucha gente le debe favores.
Paradójicamente, será más difícil deshacerse de él que de Hopkins. Hopkins
confía en su imagen impecable: una vez que le echo un poco de suciedad (o le invento
algo), se hunde.

Por el contrario, todo el mundo ya conoce los defectos de La Spata. Son noticias
viejas. Es tan libertino que nadie espera nada mejor de él. Tendré que encontrar otro
ángulo para derribarlo.

Esto es lo que estoy discutiendo con mis padres.

Mi padre está inclinado sobre el escritorio, con los brazos cruzados sobre su
pecho. Es alto, en forma, con cabello cano cortado de forma estilizada, lentes con
armazón de carey dándole un aire intelectual. Nunca adivinarías que comenzó como
un matón, rompiendo rótulas en el Horseshoe cuando la gente no pagaba sus deudas.

Mi madre es delgada y menuda, con una elegante melena rubia. Ella está junto
a la ventana, mirando a los servicios de catering instalados en el césped. Sé que está
ansiosa por salir lo más rápido posible, aunque no dirá nada hasta que termine
nuestra reunión. Puede parecer una socialité consumada, pero está tan interesada en
los aspectos prácticos de nuestro negocio como yo.

—Asegúrate de hablar con Cárdenas —dice mi padre—. Controla el sindicato de


bomberos. Para obtener su apoyo, básicamente necesitaremos sobornarlo. Aunque
sé sutil al respecto, le gusta fingir que está por encima de ese tipo de cosas. Marty
Rico necesitará promesas de que cambiaremos la zonificación de Wells Street para
que pueda instalar sus condominios. Obviamente, renunciaremos al requisito de
vivienda asequible. Leslie Dowell también estará aquí, pero no estoy seguro de qué...

—Quiere una expansión de las escuelas autónomas —responde mi madre de


inmediato—. Dale eso y ella se asegurará de que todas las mujeres de la junta de
educación te apoyen.
18
Sabía que estaba escuchando desde allí.

—Riona puede manejar a William Callahan —digo—. Él ha tenido algo por ella
durante años.

Los labios de mi madre se tensan. Cree que está por debajo de nosotros usar el
atractivo sexual como palanca. Pero ella se equivoca. Nada está por debajo de
nosotros si funciona.

Una vez que hemos revisado la lista de personas con las que tendremos que
codearnos en la fiesta, estamos listos para descansar y ponernos manos a la obra.

—¿Algo más? —le digo a mi padre.


—No sobre esta noche —dice—. Pero en algún momento pronto tendremos que
hablar de los Braterstwo.

Hago una mueca.

Como si no tuviera suficiente de qué preocuparme, la mafia polaca también se


está convirtiendo en una espina cada vez más agresiva en mi costado. Son unos
malditos salvajes. No entienden cómo se hacen las cosas en la era moderna. Todavía
viven en una época en la que se resuelven disputas cortando las manos de un hombre
y arrojándolo al río.

Quiero decir, lo haré si es necesario, pero al menos trato de llegar a un acuerdo


antes de que llegue a ese punto.

—¿Qué hay de ellos? —digo.

—Tymon Zajac quiere reunirse contigo.

Dudo. Eso es serio. Zajac es el gran jefe. El Carnicero de Bogotá. Pero no quiero
que venga a mi oficina.

—Vamos a resolver eso mañana —le digo a mi padre.

No puedo tenerlo en mi mente esta noche.

—Bien —dice, enderezándose y tirando del dobladillo de su chaqueta de nuevo


en su lugar.

Mi madre le echa un vistazo para asegurarse de que se vea bien, luego vuelve los
ojos hacia mí.

—¿Es eso lo que usarás? —dice, levantando una ceja perfectamente cuidada.
19
—¿Qué pasa con eso? —digo.

—Es un poco formal.

—Papá lleva traje.

—Quiere decir que pareces un empresario de pompas fúnebres —comenta mi


padre.

—Soy joven. Quiero parecer maduro.

—Todavía necesitas estilo —dice.


Suspiro. Soy muy consciente de la importancia de la imagen. Recientemente
comencé a usar un poco de vello facial muy recortado, por consejo de mi asistente.
Aun así, es agotador cambiarse de ropa tres veces al día para adaptar perfectamente
tu apariencia a la ocasión.

—Lo arreglaré —les prometo.

Al salir de la oficina, veo a Riona en el pasillo. Ella ya está vestida para la fiesta.
Me mira con los ojos entrecerrados.

—¿Qué estabas haciendo ahí? —dice con sospecha.

Odia quedarse fuera de cualquier cosa.

—Estábamos repasando la estrategia para esta noche.

—¿Por qué no fui invitada?

—Porque soy yo el que se postula para Concejal, no tú.

Dos puntos brillantes de color aparecen en sus mejillas, la señal desde la infancia
de que está ofendida.

—Necesito que hables con Callahan por mí —le digo, para suavizar las cosas.
Para hacerle saber que es necesitada—. Él me apoyará si lo pides.

—Sí, lo hará —dice Riona con altivez. Ella sabe que tiene al jefe de policía
envuelto alrededor de su dedo—. En realidad, no tiene mal aspecto —dice—.
Lástima por su aliento.

—Entonces, no te acerques demasiado.

20 Asiente. Riona es una buen soldado. Ella nunca me deja caer.

—¿Dónde está Nessa? —le pregunto.

Ella se encoge de hombros.

—Por ahí, Dios sabe dónde. Deberíamos ponerle un cencerro.

—Bueno, si la ves, mándamela.

De hecho no le he deseado un feliz cumpleaños a Nessa todavía o dado mi


regalo. He estado tan malditamente ocupado.
Troto por las escaleras, y luego por el pasillo hasta mi habitación. No me encanta
el hecho de seguir viviendo con mi familia con mis treinta años, pero el trabajar
juntos lo hace más conveniente. Además, debes vivir en el distrito para ser un
Consejal, y no tengo tiempo para buscar casa.

Al menos mi habitación está al lado opuesto de la casa de la habitación principal.


Y es grande y cómoda, tumbamos una pared cuando regresé de la universidad,
dándome mi propia suite con una oficina contigua. Es casi como un apartamento,
separado de las habitaciones de todos los demás por la inmensa biblioteca en medio.

Puedo escuchar a los invitados abajo comenzando a llegar. Me cambio a mi


nuevo traje Zenya, luego bajo las escaleras para mezclarme.

Todo va sin complicaciones, como siempre lo hace cuando mi madre está a


cargo. Puedo ver su elegante melena rubia a través del césped, y escuchar su risa
ligera y culta mientras circula entre los invitados más aburridos e importantes.

Estoy trabajando en mi propia lista de Cárdenas, Rico y Dowell a medida que


llega cada persona.

Después de aproximadamente una hora, comienzan los fuegos artificiales. Se


han programado para que coincidan con la puesta de sol, por lo que las brillantes
explosiones se destacan contra el cielo recién oscurecido. Es una noche tranquila, el
lago tan calmo como un cristal. Los fuegos artificiales se reflejan por partida doble
en el agua de abajo.

La mayoría de los invitados se vuelven para ver el espectáculo, sus rostros


iluminados y sus bocas abiertas por la sorpresa.

No me molesto en mirar, aprovechando la oportunidad para escanear la multitud


en busca de alguien con quien se suponía que debía hablar y que podría haberme
21 pasado.

En cambio, veo a alguien que definitivamente no fue invitado: un chico alto de


cabello oscuro de pie con un grupo de amigos de Nessa. Elevándose sobre ellos, en
realidad, tiene que medir al menos un metro ochenta. Estoy bastante seguro de que
es un maldito Gallo. El más joven.

Pero al minuto siguiente me distrae Leslie Dowell que viene a hablar conmigo
de nuevo, y cuando miro al grupo, el chico alto se ha ido. Tendré que hablar con
seguridad, decirles que estén atentos.

Primero, comida. Hoy apenas he tenido tiempo de comer. Agarro unos


camarones del buffet, luego miro a mi alrededor en busca de una bebida adecuada.
Los camareros circulan entre la multitud con copas de champán burbujeante, pero
no quiero esa mierda. La fila de la barra es demasiado larga. Lo que realmente quiero
es mi Single Malt de diez años de Egan, en mi oficina.

Bueno, ¿por qué diablos no? Ya hice las rondas de las personas más importantes.
Puedo escabullirme por un minuto. Volveré cuando llegue esa cantante de pop. Eso
fue un derroche de papá. No sé si fue para hacer feliz a Nessa porque ella es su
angelito, o si fue solo para lucirse. De cualquier manera, a los invitados les encantará.

Regresaré aquí con un montón de tiempo.

Regreso al interior, subiendo las escaleras hasta mi extremo de la casa. Tengo un


pequeño bar en mi oficina personal, nada llamativo, solo unas pocas botellas de licor
de alta gama y una mini nevera. Saco un buen vaso pesado, echo tres cubitos de hielo
gigantes y pongo una gran medida de whisky encima. Aspiro el embriagador aroma
a pera, madera y humo. Luego lo trago, saboreando el ardor en mi garganta.

Sé que debería volver a la fiesta, pero honestamente, ahora que estoy aquí en paz
y tranquilidad, estoy disfrutando el descanso. Tienes que tener cierto nivel de
narcisismo para ser político. Tienes que alimentarte de la alegría, la atención.

Nada de eso me importa un carajo. Soy impulsado solo por la ambición. Quiero
control. Poder. Influencia. Quiero ser intocable.

Pero eso significa que el acto físico de hacer campaña puede ser agotador.

Así que mientras camino de regreso al pasillo, en lugar de dirigirme a las


escaleras como pretendía, entro en la biblioteca.

Esta es una de mis habitaciones favoritas de la casa. Casi nadie entra aquí,
excepto yo. Es tranquilo. El olor a papel, cuero y troncos de abedul es reconfortante.
Mi madre mantiene el fuego encendido por las noches para mi beneficio. El resto de
la casa tiene tanto aire acondicionado que nunca hace demasiado calor para tener un
22 pequeño fuego en el hogar.

Sobre la repisa de la chimenea está la pintura de mi tatarabuela, Catriona. Llegó


a Chicago en medio de la hambruna de la papa, como tantos otros inmigrantes
irlandeses. Con solo quince años, cruzó el océano sola con tres libros en su maleta y
dos dólares en su bota. Trabajó como empleada doméstica para un hombre rico en
Irving Park. Cuando murió, le dejó la casa y casi tres mil dólares en efectivo y bonos.
Algunas personas dijeron que debían haber tenido una relación en secreto. Otras
personas dijeron que ella lo envenenó y falsificó el testamento. Sea cual sea la verdad,
convirtió la casa en un salón.

Ella fue la primera Griffin en Estados Unidos. A mis padres les gusta decir que
somos descendientes de los príncipes irlandeses del mismo nombre, pero yo prefiero
la verdad. Personificamos el sueño americano: una familia que pasa de ser sirviente
de casa a alcalde de Chicago. O eso espero.

Me siento en silencio por un minuto, tomando un sorbo de mi bebida, luego


comienzo a hojear mis correos electrónicos. Nunca puedo estar inactivo por mucho
tiempo.

Creo escuchar un sonido y me detengo un momento, pensando que debe ser uno
de los miembros del personal en el pasillo. Cuando no escucho nada más, vuelvo a
mi teléfono.

Entonces, suceden dos cosas al mismo tiempo:

Primero, huelo algo que hace que se me erice los vellos de la nuca. Humo, pero
no el humo limpio del fuego. Un fuerte olor a quemado químico.

Al mismo tiempo, escucho un sonido como una inhalación repentina, pero diez
veces más fuerte. Luego hay un destello de calor y luz cuando las cortinas se
encienden.

Salto de mi silla, gritando Dios sabe qué.

Me gusta pensar que sé cómo mantener la calma en una emergencia, pero por
un momento estoy confundido y en pánico, preguntándome qué diablos está pasando
y qué debo hacer al respecto.

Entonces, la racionalidad se impone.

Las cortinas se están incendiando, probablemente por una chispa que saltó del
hogar.

Tengo que conseguir un extintor antes de que toda la casa se incendie.


23
Eso tiene sentido.

Hasta que alguien sale detrás de una silla y se lanza fuera de la oficina.

Eso me sobresalta aun más que el fuego.

Darme cuenta de que no estaba solo en la biblioteca es un violento shock. Estoy


tan sorprendido que ni siquiera obtengo una buena vista del intruso. Todo lo que
registro es que es de estatura media, con cabello oscuro.
Luego mi atención es atraída de nuevo a las rápidas llamas multiplicándose. Ya
se están esparciendo por el techo y la alfombra. En minutos, toda la biblioteca estará
ardiendo.

Corro por el pasillo al armario, donde sé se mantiene un extinguidor. Luego


corro de vuelta a la biblioteca, quitando el seguro y esparciendo todo el lado de la
habitación con espuma hasta que la última brasa está extinta.

Cuando termino, la chimenea, las sillas, y el retrato de Catriona, todo está


cubierto con la espuma química. Mi madre va a estar realmente furiosa.

Lo que me recuerda, alguien más estuvo involucrado en este debacle. Corro de


vuelta a la cima de las escaleras, solo a tiempo para ver a tres personas haciendo su
escape: una chica rubia que se ve muy parecida a Nora Albright. Una chica con
cabello castaño. Y el puto Nero Gallo.

Lo sabía. Sabía que los Gallos se habían colado.

La pregunta es, ¿por qué?

La rivalidad entre nuestras dos familias se remonta casi hasta Catriona. Durante
la Prohibición, nuestros bisabuelos lucharon por el control de las destilerías ilegales
en el extremo norte. Fue Conor Griffin quien ganó, y ese dinero ha alimentado a
nuestra familia desde entonces.

Pero los italianos nunca se dan por vencidos. Por cada envío de alcohol que
cocinaba Conor, Salvator Gallo estaba esperando para secuestrar sus camiones, robar
el licor e intentar vendérselo al doble de precio.

Más tarde, los Griffin tomaron el control del juego en el hipódromo de Garden
City, mientras que los Gallo realizaban un juego de números ilegal dentro de la
ciudad. Cuando el licor volvió a ser legal, nuestras familias dirigían pubs, clubes
24 nocturnos, locales de striptease y burdeles rivales. Mientras continuaban
suministrando drogas, armas y bienes robados a fiestas menos legales.

Hoy en día, los Gallo se han introducido en la industria de la construcción. Lo


han hecho bastante bien por sí mismos. Pero, lamentablemente, nuestros intereses
siempre parecen estar en conflicto con los de ellos. Como ahora mismo. Apoyan a
Bobby La Spata para mi puesto de Concejal. Quizás porque les gusta. Tal vez porque
solo quieren meterme el pulgar en el ojo una vez más.

¿Vinieron aquí esta noche para hablar con algunos de los invitados que son voto
indeciso?
Me gustaría tener en mis manos sobre alguno de ellos para preguntar. Pero para
cuando localizo al personal de seguridad que hemos contratado para pasar la noche,
hace mucho que los Gallo se han ido, incluido el chico alto.

Dios, MALDITA SEA.

Regreso a la biblioteca para reevaluar el daño. Es un puto desastre, un desastre


humeante, apestoso y empapado. Destruyeron mi parte favorita de la casa.

¿Y por qué estaban aquí, de todos modos?

Empiezo a mirar a mi alrededor, tratando de averiguar qué buscaban.

No hay nada de importancia en la biblioteca; cualquier documento o registro


valioso estaría en la oficina de mi padre o en la mía. El dinero en efectivo y las joyas
se almacenan en las distintas cajas fuertes esparcidas por la casa.

Entonces, ¿qué fue?

Es entonces cuando mi mirada cae sobre el manto, salpicado de espuma


desaceleradora.

Veo el reloj de mesa y el reloj de arena.

Pero falta el reloj de bolsillo de mi abuelo.

Busco en el suelo e incluso en las brasas de los troncos de abedul, por si de alguna
manera ha caído dentro de la reja.

Nada. No está por ninguna parte.

Esos jodidos se lo robaron.


25
Regreso a la planta baja, donde la fiesta comienza de nuevo después de la
interrupción de la alarma de incendios. Veo a Nessa riéndose con algunos de sus
amigos. Podría preguntarle si invitó a Sebastian Gallo, pero no hay forma de que sea
tan despistada para hacer eso. Además, se ve tan feliz a pesar de la conmoción, no
quiero interrumpirla.

No le extiendo la misma cortesía al resto de sus amigas. Al ver a Sienna Porter,


la agarro del brazo y la alejo un poco de Nessa.

Sienna es una pequeña pelirroja delgada de la universidad de Nessa. La he


pillado mirándome furtivamente una o dos veces antes. Más importante aún, estoy
bastante seguro de que ella era una de las chicas que hablaba con Sebastian más
temprano en la noche.

Sienna no se queja de que me la lleve, solo se sonroja como un tomate y dice:

—H-hola Callum.

—¿Estabas hablando con Sebastian Gallo antes? —le pregunto.

—Uh, bueno, me estaba hablando. Quiero decir, a todos. No a mí


específicamente.

—¿Acerca de qué?

—Sobre March Madness, sobre todo. Sabes que su equipo jugó en la primera
ronda...

Niego con la cabeza, interrumpiéndola.

—¿Sabes quién lo invitó esta noche?

—N-no —balbucea, con los ojos muy abiertos—. Pero si quieres, puedo
preguntarle…

—¿Qué quieres decir?

—Creo que se reunirá con nosotros en casa de Dave y Buster más tarde.

—¿A qué hora? —digo, apretando su brazo un poco demasiado fuerte.

—Uh, ¿a las diez, creo? —dice, haciendo una mueca.

26 Bingo.

La dejo ir. Se frota el brazo con la mano opuesta.

—Gracias, Sienna —le digo.

—No hay problema —dice ella, totalmente confundida.

Saco mi teléfono y llamo a Jack Du Pont. Hemos sido amigos desde la


universidad, y él trabaja como mi guardaespaldas y ejecutor cuando lo necesito.
Como contratamos a todo un equipo de seguridad para la fiesta, no vino esta noche.
Pero han demostrado ser bastante inútiles. Así que es a Jack a quien quiero ahora.

Contesta después de un timbre.


—Hola, jefe —dice.

—Ven a recogerme —le digo—. Ahora mismo.

27
3

Nos apiñamos en el coche de Nero, saliendo disparados de la casa de los Griffin


tan rápido como podemos sin pasar sobre ningún rezagado. Nero y yo nos estamos
riendo, Dante nos está fulminando con la mirada, y Sebastian parece ligeramente
curioso.

—¿Qué mierda hicieron? —demanda Dante.

—¡Nada! —digo.

—Entonces, ¿por qué estamos huyendo como si estuviéramos a punto de tener


diez policías detrás de nosotros?

—No los vamos a tener —digo—. Solo fuimos atrapados en la casa. Por Callum
Griffin.

—¿Qué dijo? —preguntó Dante con sospecha.

—Nada. Ni siquiera hablamos.

Dante nos mira fijamente a Nero y a mí, las cejas gruesas están tan contraídas
que parecen una línea recta que cuelga sobre sus ojos. Nero está tratando de parecer
indiferente, sin apartar la vista de la calle. Sebastian se ve completamente inocente
28 porque es inocente; estaba bebiendo una Coca-Cola Light con una pelirroja cuando
lo agarramos.

Creo que Dante dejará el tema.

Luego se lanza hacia adelante y agarra un puñado de mi cabello, tirándolo hacia


él. Debido a que mi cabello está pegado a mi cabeza, esto me tira hacia adelante a
través de los asientos.

Dante inhala, luego me empuja hacia atrás, disgustado.

—¿Por qué hueles a humo? —exige.

—No lo sé.
—Estás mintiendo. Escuché sonar una alarma en la casa. Dime la verdad ahora
mismo, o llamaré a papá.

Frunzo el ceño, deseando ser tan grande como Dante, con brazos de gorila que
parecen poder hacerte pedazos. Entonces sería mucho más intimidante.

—Bien —digo al fin—. Estaba en la biblioteca de arriba. Se inició un pequeño


incendio...

—¿UN PEQUEÑO INCENDIO?

—Sí. Deja de gritar o no te diré nada más.

—¿Cómo empezó este incendio?

Me retuerzo en mi asiento.

—Puede que haya… accidentalmente... dejado que las cortinas se metieran un


poco en la chimenea.

—Porca miseria, Aida —maldice Dante—. ¡Simplemente fuimos allí para beber
su licor y ver sus fuegos artificiales, no para quemar su maldita casa!

—No se va a quemar —digo, sin estar completamente segura de mi


declaración—. Te lo dije, Callum estaba justo ahí.

—¡Eso no es mejor! —Dante explota—. ¡Ahora sabe que lo hiciste!

—Puede que no. Puede que ni siquiera sepa quién soy.

—Lo dudo mucho. No es tan estúpido como el resto de ustedes.

29 —¿Por qué estoy incluido en esto? —dice Sebastian.

—Porque eres estúpido —responde Dante—. Incluso si no hiciste nada esta


noche, específicamente.

Sebastian se ríe. Es imposible ofenderlo.

—¿Dónde estabas? —dice Dante, redondeando a Nero.

—Estaba en el nivel principal —dice Nero con calma—. Con Nora Albright. Su
padre es dueño del Fairmont en Millennium Park. Él una vez me llamó un pequeño
criminal grasiento. Así que me follé a su hija en el comedor formal de los Griffin.
Más o menos maté dos pájaros de un tiro, en términos de venganza.
Dante niega con la cabeza con incredulidad.

—No puedo creerlo, chicos. Actúan como niños. Nunca debí haberlos dejado ir
allí.

—Oh, déjalo —dice Nero. Él no es de los que aceptan la mierda de Dante,


incluso si eso significa llegar a los golpes—. ¿Desde cuándo eres un buen chico? Odias
a esos malditos irlandeses tanto como nosotros. ¿A quién le importa si arruinamos
su fiesta?

—Te va a importar si Callum Griffin obtiene ese asiento de Concejal. Nos va a


atar en la burocracia y cerrará cada uno de nuestros proyectos. Nos enterrará.

—¿Sí? —dice Nero, con los ojos oscuros entrecerrados—. Entonces lo


visitaremos con una picana y unas tenazas. Trabajaremos en él hasta que sea más
cooperativo. No tengo miedo de los Griffin ni de nadie más.

Dante simplemente niega con la cabeza, demasiado irritado para siquiera


intentar razonar con nosotros.

Estoy conflictuada. Por un lado, Dante tiene razón en que todos fuimos un poco
imprudentes. Por otro lado, la expresión del rostro de Callum Griffin cuando su
biblioteca se incendió no tuvo precio.

—Gira aquí —le dice Sebastian a Nero, señalando.

Nero gira a la derecha en la calle Division.

—¿A dónde crees que vas? —dice Dante.

—Algunos de los chicos van a pasar el rato después de la fiesta. Dije que me
encontraría con ellos —dice Sebastian.
30
—Al diablo con eso. Todos deben ir a casa —dice Dante.

Nero ya ha aparcado el coche en la acera. Sebastian salta del convertible,


balanceando sus largas piernas por el costado con tanta facilidad como levantarse de
la cama.

—Lo siento, hermano mayor —dice afablemente—. Pero no tengo toque de


queda. Y tú no eres mi mamá.

Nero luce con ganas de hacer lo mismo, pero está atrapado conduciendo a Dante
de regreso a casa. Enfrentado a mi hermano mayor enojado y la perspectiva de que
él me delatara con papá, creo que Sebastian tiene la idea correcta. Me arrastro por el
asiento y salto del coche también.

—¡Regresa aquí! —grita Dante.

Ya estoy corriendo detrás de Sebastian, gritando por encima del hombro:

—¡Estaré en casa en un par de horas! ¡No me esperen despiertos!

Sebastian reduce la velocidad cuando escucha que voy detrás de él. Incluso
cuando solo está deambulando, tengo que trotar para mantener el ritmo. Esas
malditas piernas largas suyas.

—¿Fue el incendio realmente un accidente? —pregunta.

—Más o menos.

Me encojo de hombros.

Él se ríe.

—Ni siquiera pude ver el interior de la casa. Apuesto a que es agradable.

—Sí. Si te gustan los colores pastel.

Sebastian se mete las manos en los bolsillos y camina. Su cabello oscuro y rizado
le cae sobre los ojos. Tiene el pelo más rizado de todos nosotros. Probablemente
podría convertirlo en un afro si quisiera.

—Nessa se veía bien —dice.

—Sí, es bonita —concuerdo—. Sin embargo, no te hagas ninguna idea. A Papa


31 se le rompería un vaso sanguíneo.

—No lo hago —dice Sebastian—. Sabes lo que mamá siempre decía: ‘El agua
tranquila no necesita más agua, necesitas viento para mover tu vela’. Probablemente
necesito encontrar un pequeño maníaco como tú.

Le sonrío.

—Si me caso, definitivamente será con alguien que no me moleste. ¿Te imaginas
pasar de ser mandado por Dante a ser mandado por alguien más? A la mierda eso.
Prefiero estar soltera para siempre. De hecho, eso no me importaría en absoluto.

Acabamos de llegar a casa de Dave y Buster, pero ya puedo ver a través de la


ventana que los amigos de Sebastian aún no han entrado.
—¿Qué debemos hacer mientras esperamos? —me pregunta Sebastian.

—¿Hay algún lugar de helados cerca?

—¿No comiste en la fiesta?

—Sí. —Me encojo de hombros—. Pero eso fue hace mucho tiempo.

Seb se ríe.

—Está bien, no voy a rechazar el helado.

Caminamos un poco más hacia el lago hasta encontrar un lugar que tiene
servicio de helado suave. Sebastian toma un vaso y yo un cono. Lo llevamos al
malecón para comer, caminando por el muelle para poder mirar el agua.

El lago es tan grande que parece un océano. Tiene olas como el mar y tormentas
que soplan. Sin embargo, no ahora. En este momento, el agua está más tranquila que
nunca. Caminamos hasta el final del muelle, hasta el punto que sobresale más sobre
el lago.

Sebastian termina su helado, tirando el vaso al bote de basura más cercano.


Todavía estoy trabajando en mi cono.

Charlamos sobre sus clases en la escuela y sobre las mías. Estoy tomando cursos
en Loyola, un poco de todo. Psicología, poli-ciencia, finanzas, mercadotecnia,
historia. Me gusta tomar lo que me interesa en este momento. Desafortunadamente,
no estoy segura de cómo se sumará todo hasta un título.

Creo que Papa se está molestando conmigo. Sé que quiere que termine y trabaje
con él a tiempo completo. Pero no me dejará hacer las cosas interesantes o difíciles,
ya tiene a Dante y Nero para eso. Intentará desviarme en alguna oficina aburrida
32 haciendo un trabajo atareado. Y eso me suena como una maldita pesadilla.

Soy el bebé de la familia y la única niña. Nunca ha habido muchas expectativas


puestas en mí. Quizás si mi madre estuviera viva, sería diferente. Pero básicamente
he actuado sin control toda mi vida. Mientras no me metiera en muchos problemas,
mi padre tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

Mis hermanos son buenos amigos para mí, pero tienen sus propias vidas.

Nadie me necesita, no en realidad.


Aunque está bien. No me quejo por eso. Me gusta ser libre y fácil. En este
momento, estoy saliendo con Seb, comiendo helado y disfrutando de una noche de
verano. ¿Qué más necesito?

Ese sentimiento de satisfacción dura unos cinco segundos. Luego levanto la


mirada y veo a dos hombres caminando hacia nosotros. Uno lleva un traje, el otro
una sudadera con capucha y jeans. El tipo del traje tiene el pelo castaño, recién
cortado y las manos en puños a los lados. La expresión de furia en su rostro me
resulta demasiado familiar, desde la última vez que la vi hace unos cuarenta minutos.

—Seb —le susurro, haciendo que mi hermano se ponga de pie.

—¿Es ese Callum Griffin? —murmura.

—Sip.

—Mira quién es —dice Callum. Su voz es baja, fría y llena de rabia. Tiene ojos
extremadamente azules, pero no hay nada bonito en ellos. Son dolorosamente
intensos, el único color en su persona.

No sé quién está parado al lado de Callum. Parece cruel como el infierno. Tiene
la constitución de un boxeador, la cabeza rapada y la nariz ligeramente aplastada,
como si hubiera recibido un golpe o dos. Apuesto a que ha repartido mucho más.

Inconscientemente, Sebastian se ha acercado a mí y un poco más adelante de mí,


protegiéndome con su cuerpo.

—¿Qué quieres? —le dice a Callum.

Sebastian no es tan intimidante como Dante, ni tan cruel como Nero. Aun así,
es más alto que Callum y su matón, y su voz es más severa que nunca.

33 Callum solo se burla. Su rostro es guapo, o al menos, debería serlo. Pero nunca
he visto una expresión tan fría. Parece que odia todo. Más especialmente a mí.

No que pueda culparlo completamente por eso.

—¿Qué sucede con ustedes los italianos? —sisea—. ¿Dónde aprendieron sus
modales? Vienen a una fiesta donde no están invitados. Comen mi comida, beben mi
licor. Luego irrumpen en mi casa. Intentan incendiar la mierda. Y me roban…

Siento que Sebastian se tensa ligeramente. No me mira, pero sé que quiere


hacerlo.
También estoy confundida acerca de qué diablos está hablando Callum.
Entonces recuerdo el reloj de bolsillo, todavía metido en el bolsillo delantero de mis
pantalones cortos. Lo había olvidado por completo.

—Mira —dice Sebastian—, el incendio fue un accidente. No queremos


problemas.

—Bueno, eso es una mierda, ¿no? —dice Callum en voz baja—. Viniste
buscando problemas. Y ahora lo tienes.

No es fácil irritar a Sebastian. Amenazar a su hermana pequeña es una buena


forma de hacerlo. Ahora está erizado, cerrando los puños a cambio y dando un paso
completamente frente a mí.

—¿Crees que eres un tipo duro y traes a tu novio? —dice Sebastian, señalando
con la cabeza al todavía silencioso boxeador—. Yo también tengo hermanos. Será
mejor que te vayas a la mierda antes de que los llame para que te quiten la piel blanca
como un lirio.

No está mal, Seb. Para alguien que no amenaza mucho, eso resultó bastante
amenazante.

Sin embargo, no necesito protección. Me lanzo hacia adelante, así que estoy
justo al lado de Sebastian y le digo:

—Sí, vete a la mierda a tu pequeña y elegante mansión. ¿Quieres jugar a ser un


gánster? Eres solo un político idiota. ¿Qué vas a hacer, darnos un sello de goma hasta
la muerte?

Callum Griffin me fija con su mirada gélida. Tiene cejas espesas y oscuras sobre
sus ojos pálidos. El efecto es inhumano y desagradable.
34 —Ese es un buen punto —dice en voz baja—. Tengo una imagen que proteger.
Pero es gracioso... No creo que haya nadie alrededor en este momento.

Es verdad. El muelle está vacío en toda su longitud. Hay gente en las tiendas de
la calle Division. Pero nadie lo suficientemente cerca como para escucharnos si
gritamos.

Mi garganta se aprieta.

No siento miedo muy a menudo. Ahora estoy asustada. A pesar de lo que dije,
no creo que Callum sea débil. Es alto, de complexión fuerte. Y, sobre todo, me está
mirando sin una pizca de miedo. No se pregunta qué debería hacer. Ya está decidido.
Asiente con la cabeza a su ejecutor. El boxeador da un paso adelante con los
puños en alto. Antes de que pueda hablar o moverme, golpeó a Sebastian cuatro
veces, dos en la cara y dos en el cuerpo.

La sangre brota de la nariz de Sebastian. Se dobla, gimiendo. Intenta defenderse,


todos mis hermanos han sido entrenados para luchar de una forma u otra. Pero
donde Dante y Nero llevaron su práctica a las calles, el interés de Sebastian siempre
ha sido atlético, no violento. Aun así, se las arregla para conseguir un par de golpes
gracias a su altura y alcance superiores. Uno de sus golpes hace que el boxeador
retroceda un paso. Pero el maldito matón desagradable bloquea los otros golpes de
Sebastian, antes de golpear a mi hermano en el riñón con un puñetazo que lo hace
desmoronarse y caer al suelo.

Toda la pelea dura quizás diez segundos. No solo estoy ahí parada, trato de
golpear al tipo desde el costado y, de hecho, consigo hacerlo una vez en la oreja. Me
empuja hacia atrás con una mano, con tanta fuerza que casi me caigo.

Así que me lanzo a Callum en su lugar. Me las arreglo para golpearlo una vez
justo en la mandíbula, luego me empuja con fuerza en el pecho, y esta vez caigo hacia
atrás, golpeando la parte de atrás de mi cráneo contra la barandilla del muelle.

Callum parece un poco sorprendido, como si no quisiera hacer eso. Luego su


rostro se endurece y dice:

—¿Dónde está el reloj, malditos degenerados?

—No tenemos su reloj —dice Sebastian, escupiendo sangre sobre las tablas de
madera del muelle.

Tengo el reloj. Pero no se lo voy a dar a este idiota boquiabierto.

El boxeador agarra a Sebastian por el cabello y lo vuelve a golpear en la


35 mandíbula. El golpe es tan fuerte que por un segundo la luz se apaga de los ojos de
Seb. Sacude la cabeza para aclararlo, pero parece aturdido.

—¡Aléjate de él! —grito, tratando de ponerme de pie. Mi cabeza da vueltas y mi


estómago da un vuelco. La parte de atrás de mi cráneo palpita. Apuesto a que ahí
atrás hay un bulto del tamaño de un huevo.

—Dame el reloj —dice Callum de nuevo.

El boxeador patea a mi hermano en las costillas para animarlo. Sebastian gime


y se agarra el costado. La vista de este monstruo golpeando a mi hermano más joven
y amable me está volviendo loca. Quiero asesinar a estos dos hombres. Quiero
mojarlos con gasolina y prenderles fuego como esas jodidas cortinas.
Pero no tengo gasolina. Así que busco en mi bolsillo y saco el reloj en su lugar.

Pesa en mi palma. Mis dedos se aprietan con fuerza a su alrededor. Lo sostengo


sobre mi cabeza.

—¿Es esto lo que estás buscando? —le digo a Callum.

Sus ojos se mueven hacia mi puño, atrapado allí, y por un momento su rostro se
suaviza con alivio.

Luego levanto mi brazo y arrojo ese maldito reloj al lago como si estuviera
lanzando el primer lanzamiento en Wrigley Field.

El efecto en Callum Griffin es increíble. Su rostro se vuelve blanco como el


mármol.

—¡NOOOO! —grita.

Y luego hace la cosa más loca de todas.

Se lanza por encima de la barandilla y se sumerge en el agua, con traje y todo.

El boxeador mira a su jefe con asombro. Está confundido, no está seguro de qué
hacer sin instrucciones.

Luego baja la mirada a Seb. Está calzando botas y levanta uno de sus pies y lo
estampa contra la rodilla de Sebastian tan fuerte como puede.

Sebastian grita.

Arremeto contra el boxeador. Soy más pequeña que él y peso mucho menos.
Pero agachándome y dirigiéndome a sus rodillas, con el elemento sorpresa de mi
36 lado, de hecho, logro tumbarlo. Ayuda que tropiece con las piernas extendidas de
Sebastian en su camino hacia abajo.

Cae con fuerza sobre el muelle. Estoy golpeando y golpeando cada centímetro
de él que puedo alcanzar. Con su pierna sana, Sebastian retrocede y patea al
boxeador en la cara. Salto y lo pateo varias veces más por si acaso.

Pero este tipo es el puto Terminator. Eso no lo va a detener por mucho tiempo.
Entonces, agarro el brazo de Seb y lo levanto, haciéndolo gritar de nuevo mientras
accidentalmente pone peso sobre su pierna mala.

Pongo el brazo de Sebastian alrededor de mi hombro. Apoyándose pesadamente


en mí, medio salta, medio cojea por el muelle. Es como una carrera de pesadilla a
tres patas, donde el premio no es ser asesinado por ese boxeador, o por Callum
Griffin una vez que se da cuenta de que no hay forma en el infierno de que encuentre
ese reloj en el lago helado y negro como la boca del lobo.

Todavía me duele la cabeza y el muelle parece tener más de un kilómetro de


largo. Sigo arrastrando a Sebastian conmigo, deseando que no fuera tan alto y tan
malditamente pesado.

Cuando por fin nos acercamos a la calle, me arriesgo a mirar hacia atrás por
encima del hombro. El boxeador está inclinado sobre la barandilla, probablemente
buscando a su jefe. Parece que podría estar gritando algo, pero no puedo decirlo
desde aquí.

Espero que Callum se haya ahogado.

Porque si no lo hizo, tengo la sensación que voy a estar viéndolo de nuevo muy
pronto.

37
4

No sé en qué estaba pensando, saltando detrás de ese reloj.

En el momento en que golpeo el agua, todavía congelando, apenas calentado por


el clima previo al verano, el frío es como una cachetada, despertándome.

Estoy tan desesperado que sigo buceando, mis ojos abiertos, buscando un
destello de oro en el agua negra.

Por supuesto, no hay nada que ver, nada en absoluto. El agua debajo del muelle
está agitada, llena de arena y contaminantes. Incluso el sol de mediodía sería difícil
que penetrara. En la noche, podría muy bien ser aceite de motor.

Mi traje restringe mis brazos y piernas, mis zapatos de vestir me están hundiendo
más. Si no fuera un nadador fuerte, podría estar en problemas serios. Las olas están
intentando aplastarme contra los pilotes, los pilares afilados con moluscos y percebes.

Tengo que alejarme del muelle nadando antes de poder regresar a la orilla. Todo
eso lleva suficiente tiempo como para que Jack se esté volviendo loco cuando me
arrastro sobre la arena, sucio, empapado y más enojado que nunca en mi vida.

¡Esa maldita PERRA!

38 Nunca supe mucho de la Gallo más joven. Su padre la mantiene fuera del centro
de atención y, hasta donde yo sé, no está involucrada en el negocio familiar.

A primera vista, cuando nos acercamos a ella y a su hermano en el muelle, casi


me sentí culpable. Parecía joven, apenas mayor que Nessa. Y ella es hermosa, lo que
no debería haber tenido ningún impacto en mi resolución, pero lo hizo. Tiene la piel
de color moreno claro, cabello oscuro y ojos grises estrechos, ligeramente inclinados
hacia arriba en las esquinas exteriores. Ella se puso rígida tan pronto como nos
acercamos, notándonos incluso antes de que Sebastian lo hiciera.

Sentí una punzada de culpa amenazándolos, al ver cómo Sebastian trató de


ponerse delante de ella para protegerla. Eso es lo que haría por mis hermanas, en la
misma posición.
Pero al ver la altura y el cabello oscuro de la niña, recordé mi vislumbre de la
persona que huía de la biblioteca y comencé a sospechar que fue ella quien prendió
el fuego.

Luego dio un paso adelante y empezó a gritarme, con el temperamento y el


vocabulario de un marinero curtido por el mar, y estaba seguro de que fue ella quien
irrumpió en nuestra casa.

Luego, en lugar de entregar el reloj, lo arrojó por la barandilla como una maldita
psicópata. Y me di cuenta de que ese lindo rostro disfrazaba el alma de un demonio.
Esa chica es pura maldad, la peor de toda la familia. Ella se merece todo lo que recibe.

La pregunta es, ¿qué voy a hacer al respecto?

Ahora mismo, quiero asesinar a cada uno de ellos.

Pero no puedo permitirme ese tipo de baño de sangre justo antes de las
elecciones.

Entonces, supongo que tendré que hacer la siguiente mejor opción: arruinar a los
bastardos.

Intentaron quemar mi casa, voy a quemar la torre que están construyendo en la


calle Oak.

Ese será el aperitivo. La comida principal también acabará con todos los
restaurantes y clubes nocturnos que estén bajo su control.

Las fantasías del fuego del infierno que voy a reinar sobre sus cabezas es lo único
que me mantiene caliente mientras camino por la calle con mis zapatos de vestir
empapados y mi traje empapado.

39 Jack trota a mi lado, avergonzado de haber dejado que un niño y su hermana


pequeña se llevaran lo mejor de nosotros. Él puede decir que estoy de humor asesino,
por lo que no quiere decir nada para empeorar las cosas. Me doy cuenta de que él
mismo tiene la nariz ensangrentada y un corte sobre la ceja derecha. Bastante
humillante para alguien que ganó un campeonato de UFC hace un par de años.

Mis zapatos hacen un repugnante sonido de chapoteo.

Mi traje a medida huele a estrella de mar moribunda.

¡QUE SE JODA ESA CHICA!

Tengo que cambiarme de ropa antes de perder la cabeza, literalmente.


Regreso a la casa, donde la fiesta está empezando a terminar. Me perdí a la
cantante, no es que me importara, excepto por ver la expresión de alegría en el rostro
de Nessa. Solo otro engreído más en este espectáculo de mierda de la noche.

Apenas he puesto un pie en la puerta cuando me recibe mi padre de aspecto


furioso.

—¿Dónde diablos has estado? —gruñe—. ¿Por qué no me dijiste que había
Gallos en nuestra fiesta?

Él mira mi ropa, goteando agua sucia del lago sobre las baldosas impecables de
la entrada.

—¿Y por qué estás mojado? —dice rotundamente.

—Tuvimos un asunto en el muelle, pero lo estoy manejando —le digo con los
dientes apretados.

—Inaceptable —dice—. Entra en mi oficina. Cuéntamelo todo.

Estoy desesperado por volver a salir y lanzar una feroz venganza sobre esos
grasientos italianos, pero marcho a la oficina para darle un reporte. No estará
complacido por ni una sola palabra.

—¿Qué mierda estabas pensando? —grita, tan cerca de mi cara que su saliva
golpea mi mejilla—. ¿Por qué estás comenzando una guerra de pandillas en medio
de tu campaña?

—¡Ellos la comenzaron! —le grito de vuelta—. Intentaron quemar nuestra puta


casa. ¡Robaron el reloj del abuelo y lo lanzaron al lago! ¿Qué quieres que haga, que
les hornee un maldito pastel?

40 —Baja tu voz —me sisea mi padre—. La gente te escuchará.

Como si él no acabara de gritarme fuerte en dos ocasiones.

Inhalo profundamente, intentando controlar la ira amenazando girar fuera de


control.

—Te dije —digo, en voz baja y estrangulada—. Yo. Me. Encargaré. De. Esto.

—Absolutamente no —dice mi padre, negando con su cabeza—. Ya has probado


tu incompetencia. ¿Dejando lisiado al más joven de los hijos? Enloqueciste. ¿Sabes
que es algún tipo de atleta estrella? Bien podrías haberlo matado.
—La próxima vez lo haré —siseo.

—Has terminado —dice, negando.

—¡Esa no es tu decisión!

Él me empuja fuerte en el pecho.

Eso dispara más mi adrenalina. Respeto a mi padre. Podría lucir como un


profesor, pero ha matado hombres con sus manos limpias. Lo he visto hacerlo.

Pero él no es el único en la habitación que puede romper huesos. No soy el hijo


obediente que una vez fui. Estamos ojo a ojo en estos días.

—Mientras yo sea la cabeza de esta familia, harás lo que yo diga —dice mi padre.

Hay demasiadas cosas que me gustaría decir a eso. Pero las trago. Justo apenas.

—Y, ¿qué propones… padre? —murmuro.

—Las cosas se están saliendo de control —dice mi padre—. Voy a llamar a Enzo
Gallo.

—¡Tienes que estar bromeando!

—Cierra tu boca —chasquea—. Has hecho suficiente daño. Veré que puedo
hacer para reparar esto antes de que ambas familias terminen muertas en las calles.

No puedo creer esto. Después de que nos escupieron en la cara en nuestra propia
casa, quiere llamarlos y negociar. Es una locura. Es cobarde.

Mi padre puede ver el motín en mis ojos.


41
—Dame tu teléfono —dice. Espera, con la mano extendida, hasta que se lo doy.
Estaba en mi bolsillo cuando salté al lago, así que es inútil de todos modos.

—Me voy a poner en contacto con Enzo Gallo —repite—. Te quedarás aquí
hasta que envíe por ti. No hablarás con nadie. No llamarás a nadie. No pondrás un
pie fuera de esta casa. ¿Me entiendes?

—¿Me estás castigando? —me burlo—. Soy un hombre adulto, padre. No seas
ridículo.

Se quita las gafas para que sus ojos azul pálido puedan perforar hasta el fondo
de mi alma.
—Eres mi hijo mayor y mi único hijo, Callum —dice—. Pero te prometo que, si
me desobedeces, te cortaré raíz y rama. No tengo ningún uso para ti si no se puede
confiar en ti. Te derribaré como Ícaro si tu ambición supera tus órdenes. ¿Lo
entiendes?

Cada célula de mi cuerpo quiere decirle que tome su puto dinero, sus conexiones
y su supuesto genio y que se lo meta en el culo.

Pero este hombre es mi padre. Mi familia lo es todo para mí; sin ellos, sería un
barco sin timón ni vela. No soy nada si no soy un Griffin.

Así que tengo que asentir con la cabeza, sometiéndome a sus órdenes.

Por dentro todavía estoy hirviendo, el calor y la presión aumentan.

No sé cuándo ni cómo. Pero si algo no cambia entre nosotros pronto, voy a


explotar.

42
5

Mis hermanos están abajo en el sótano, vistiéndose. O al menos, Dante y Nero


lo están. Sebastian todavía está en el hospital con mi padre. Su rodilla está jodida,
eso es seguro. Las costillas también están rotas. No puedo soportar la expresión de
miseria en su rostro. Su temporada está arruinada. Posiblemente el resto de su
carrera. Dios, puede que ni siquiera camine inmediatamente después de esto.

Y todo es culpa mía.

La culpa es como una mortaja, envolviéndose alrededor y alrededor y alrededor


de mi cabeza. Cada mirada a Sebastian, cada recuerdo de mi idiotez, es como otra
capa que envuelve mi rostro. Pronto me asfixiará.

Quería quedarme con Sebastian, pero Papa me gritó que me fuera a casa.

Allí encontré a Dante y Nero atados con chalecos antibalas y cinturones de


munición, armándose con la mitad de las armas de la casa.

—¿A dónde van? —les pregunto nerviosamente.

—Vamos a matar a Callum Griffin, obviamente —dice Nero—. Quizás al resto


de su familia también. Aún no lo he decidido.

43 —No puedes lastimar a Nessa —le digo rápidamente—. Ella no hizo nada malo.

Riona tampoco, pero no tengo el mismo sentido de caridad hacia ella.

—Tal vez simplemente le rompa su rodilla, entonces —dice Nero


descuidadamente.

—No le estamos haciendo nada a Nessa —gruñe Dante—. Esto es entre nosotros
y Callum.

Para cuando están listos para irse, parecen un cruce entre Rambo y Arnold
Schwarzenegger en Predator.

—Déjenme ir con ustedes —les ruego.


—De ninguna maldita manera —dice Nero.

—¡Vamos! —grito—. Yo también soy parte de esta familia. Yo fui quien ayudó
a Sebastian a escapar, ¿recuerdas?

—Tú eres quien lo metió en ese lío para empezar —me susurra Nero—. Ahora
vamos a limpiarlo. Y te vas a quedar aquí.

Me controla con el hombro en su camino, golpeándome con rudeza contra la


pared.

Dante es un poco más amable, pero igualmente serio.

—Quédate aquí —dice—. No empeores esto.

Me importa una mierda lo que digan. En el momento en que se van, yo también


salgo por la puerta. Así que los sigo escaleras arriba, sin saber exactamente qué voy
a hacer, pero sabiendo que no me voy a quedar aquí esperando como un cachorro
travieso.

Pero antes de que Dante esté a la mitad de las escaleras, su teléfono suena en su
bolsillo.

Él contesta.

—¿Qué es? —dice en un tono que me asegura que es Papa al otro lado de la línea.

Dante espera, escuchando, durante mucho tiempo. Luego dice:

—Entiendo.

Cuelga. Me mira con la expresión más extraña en su rostro.


44
—¿Qué es? —dice Nero.

—Quítate ese chaleco —le dice Dante a Nero—. Aida, ve a cambiarte de ropa.

—¿Por qué? ¿En qué?

—Algo limpio que no luzca como una mierda —me espeta—. ¿Tienes algo así?

Quizás. Posiblemente no, según los estándares de Dante.

—Bien —digo—. Pero, ¿a dónde vamos?

—Nos vamos a encontrar con los Griffin. Papa dijo que te llevara.
Bien. Mierda.

No disfruté mucho mi último encuentro con Callum Griffin.

Realmente no tengo ganas de un segundo. Dudo que su temperamento mejorara


nadando en el lago.

¿Y qué ponerse para tal evento?

Creo que el único vestido que tengo es el disfraz de Merlina de los Locos Adams
que usé el pasado Halloween.

Me quedo con un suéter de cuello alto gris y pantalones de vestir, a pesar de


hacer demasiado calor para eso, porque es lo único que tengo que es sobrio y limpio.

Cuando me saco la camisa por la cabeza, el nudo en la parte posterior de mi


cráneo vuelve a palpitar, recordándome cómo Callum Griffin me empujó a un lado
como una muñeca de trapo. Es fuerte debajo de ese traje. Me gustaría verlo
enfrentarse a Dante o a Nero, cuando no tiene a su guardaespaldas para que haga el
trabajo.

Eso es lo que deberíamos hacer: decirles que queremos una reunión y luego
emboscar a los hijos de puta. Callum no tuvo ningún problema en atacarnos en el
muelle. Deberíamos devolver el favor.

Mientras me visto, siento la energía acumularse, por lo que prácticamente estoy


vibrando de tensión cuando me deslizo en la parte trasera del Escalade de Dante.

—¿Dónde nos encontraremos con ellos? —le pregunto.

—En The Brass Anchor —dice Dante en breve—. Terreno neutral.

45 Solo toma algunos minutos conducir al restaurante en la calle Eugenie. Es


pasada medianoche ahora, y el edificio está oscuro, la cocina cerrada. Como sea, veo
a Fergus Griffin esperando al frente, junto con dos matones. Sabiamente, no trajo a
la mierda que pisoteó la pierna de Sebastian.

No veo a Callum por ningún lado. Parece que su papi lo castigó.

Esperamos en la camioneta hasta que Papa también llega. Luego los cuatro
bajamos al mismo tiempo. Cuando Dante sale del asiento delantero, veo el bulto
debajo de su chaqueta que muestra que todavía está portando. Bien. Estoy segura
que Nero, también.
Mientras caminamos hacia Fergus Griffin, sus ojos están fijos en mí, y solamente
en mí. Me está mirando de arriba a abajo, como si estuviera evaluando cada aspecto
de mi apariencia y porte en algún tipo de tabla dentro de su cabeza. No parece muy
impresionado.

Eso está bien, porque para mí, él se ve tan frío y arrogante como su hijo
falsamente gentil. Me rehúso a bajar mi mirada, tercamente regresándole la mirada
fija sin una muestra de remordimiento.

—Así que esta es la pequeña pirómana —dice Fergus.

Podría decirle que fue un accidente, pero eso no es estrictamente cierto. Y no me


disculpo con estos bastardos.

En lugar de eso, digo:

—¿Dónde está Callum? ¿Se ahogó?

—Por suerte para ti, no lo hizo —responde Fergus.

Papa, Dante y Nero se alinean a mi alrededor. Pueden estar enojados como el


infierno porque nos metí en este lío, pero no van a tolerar que nadie me amenace.

—No hables con ella —dice Dante con brusquedad.

Con un poco más de tacto, papá dice:

—Querías una reunión. Entremos y tengamos una.

Fergus asiente. Sus dos hombres entran primero al restaurante, asegurándose de


que realmente esté vacío por dentro. Este lugar pertenece a Ellis Foster, un
restaurador y corredor que tiene conexiones tanto con los irlandeses como con
46 nuestra familia. Por eso es terreno neutral.

Una vez que estamos todos dentro, Fergus le dice a mi padre:

—Creo que es mejor si hablamos solos.

Papa asiente lentamente.

—Esperen aquí —les dice a mis hermanos.

Papa y Fergus desaparecen en uno de los comedores privados, cerrado por


puertas de doble cristal. Puedo ver sus contornos mientras se sientan juntos, pero no
puedo distinguir ningún detalle de sus expresiones. Y no puedo escuchar una palabra
de lo que están diciendo.
Dante y Nero sacan un par de sillas de la mesa más cercana. Los hombres de
Fergus hacen lo mismo en una mesa a tres metros de distancia. Mis hermanos y yo
nos sentamos en el mismo lado, así podemos mirar a los matones de Fergus mientras
esperamos.

Eso nos mantiene ocupados durante unos diez minutos. Pero mirar sus feas jetas
es bastante aburrido. Esperar en general es aburrido. Me gustaría tomar una copa en
el bar, o incluso meterme en la cocina para tomar un aperitivo.

En el segundo en que empiezo a levantarme de mi asiento, sin mirarme Dante


dice:

—Ni siquiera lo pienses.

—Tengo hambre —le digo.

Nero saca su navaja y está jugando con esta. Puede hacer todo tipo de trucos. La
hoja es tan afilada que, si cometiera un error, le cortaría un dedo. Pero aún no lo ha
hecho.

Puede parecer que está tratando de intimidar a los hombres de Griffin, pero no
es para su beneficio. Lo hace todo el tiempo.

—No entiendo cómo eres tú quien más come de nosotros —dice Nero, sin
levantar la vista de su navaja.

—¡No lo hago!

—¿Cuántas veces has comido hoy? Di la verdad.

—Cuatro —miento.

47 —Mentira —se burla Nero.

—No estoy tan preocupada por mi figura como tú —bromeo.

Nerón es vanidoso con su apariencia. Con buena razón, todos mis hermanos son
guapos, pero Nero tiene esa belleza de modelo masculino que parece hacer que las
bragas de las niñas se quemen espontáneamente. No conozco a una sola chica que
no se haya acostado con él, o que no lo haya intentado.

Es extraño saber eso sobre tu propio hermano, pero todos somos bastante
abiertos entre nosotros. Eso es lo que resulta de vivir en la misma casa durante tanto
tiempo, sin una mamá cerca que les impida tratarme como a un hermano pequeño
más.
Y así es como me gusta. No soy anti-mujer, no tengo ningún problema con las
chicas que quieren ser bonitas o femeninas o sexys o lo que sea. Simplemente no
quiero que me ‘traten como una niña’, si eso tiene sentido. Quiero que me traten
como a mí misma, para bien o para mal. Nada más ni nada menos. Solo Aida.

Aida que está loca de aburrimiento.

Aida que empieza a tener sueño.

Aida, que se arrepiente de todo corazón de haber molestado a los Griffin, aunque
solo sea porque voy a quedar atrapada aquí hasta el final de los tiempos mientras
Fergus y Papa hablan y hablan y hablan por siempre…

Y finalmente, casi tres horas después, los dos patriarcas salen del comedor
privado, ambos luciendo sombríos y resignados.

—¿Bien? —dice Dante.

—Está decidido —responde Papa.

Suena como un juez pronunciando una sentencia. No me gusta su tono ni un


poco, ni la expresión de su rostro. Me mira con tristeza.

Cuando salimos, le dice a Nero:

—Ve en mi coche. Voy a conducir a casa con Aida.

Nero asiente y se sube al Mercedes de papá. Dante se sube al lado del conductor
de la camioneta y Papa se sienta en la parte de atrás conmigo.

Definitivamente no me gusta esto en absoluto.

48 Me vuelvo para mirarlo, sin molestarme con mi cinturón de seguridad.

—¿Qué es? —digo—. ¿Qué decidieron?

—Te vas a casar con Callum Griffin en dos semanas —dice Papa.

Eso es tan ridículo que en realidad me río, un sonido raro y ladrado que se
desvanece en el coche silencioso.

Papa me está observando, las líneas de su rostro más profundamente marcadas


que nunca. Sus ojos se ven completamente negros en la penumbra del coche.

—No puedes hablar en serio —digo.


—Estoy siendo absolutamente serio. Eso no está en debate. Está pactado con los
Griffin.

—¡No me estoy casando! —digo—. Especialmente no con ese psicópata.

Miro al asiento del conductor buscando el apoyo de Dante. Él está mirando


directamente al frente de la calle, sus manos apretadas en el volante.

Mi padre se ve exhausto.

—Esta enemistad heredada ha durado demasiado tiempo —dice él—. Es una


brasa que arde y arde y estalla continuamente en llamas, quemando todo por lo que
hemos trabajado. La última vez que tuvimos una erupción, perdiste a dos de tus tíos.
Nuestra familia es más pequeña de lo que debería ser, debido a los Griffin. Lo mismo
es cierto para ellos. Demasiadas personas perdieron en ambos lados, a lo largo de las
generaciones. Es hora de que eso cambie. Es hora de que suceda lo contrario. Nos
alinearemos juntos. Prosperaremos juntos.

—¿Por qué tengo que casarme para que eso suceda? —grito—. ¡Eso no ayudará
en nada! ¡Porque voy a asesinar a ese bastardo en el momento en que lo vea!

—¡Harás lo que te digan! —dice mi padre.

Veo que se le acaba la paciencia. Son las 3:00 de la mañana. Está cansado y
parece viejo. Realmente es viejo. Tenía cuarenta y ocho años cuando me tuvo. Ahora
tiene casi setenta años.

—Te he malcriado —dice, mirándome con esos ojos negros—. Te dejé sin
control. Nunca has tenido que afrontar las consecuencias de tus acciones. Ahora lo
harás. Encendiste el fósforo que inició este incendio en particular. Eres quien tendrá
que apagarlo de nuevo. No por violencia, sino por tu propio sacrificio. Te casarás
con Callum Griffin. Darás a luz a los hijos que serán la próxima generación de
49 nuestro linaje mutuo. Ese es el acuerdo. Y lo sostendrás.

Esto es una especie de maldita pesadilla.

¿Me voy a casar?

¡¿Voy a tener jodidos bebés?!

¿Y se supone que debo hacerlo con el hombre al que odio más que a nadie en
este planeta?

—¡Ha lisiado a Sebastian! —grito, mi último esfuerzo por expresar lo


absolutamente repugnante que es este hombre para mí.
—Eso está tanto en tu cabeza como en la de él —dice Papa con frialdad.

No hay nada que pueda decir en respuesta a eso.

Porque en el fondo, sé que es verdad.

50
6

Estoy sentado en la cubierta trasera, observando al personal contratado para


limpiar los remanentes de basura y suministros de la fiesta. Han estado trabajando
toda la noche. Mi madre insistió que todo debía ser limpiado inmediatamente, así
ninguno de nuestros vecinos vería rastro de desorden en nuestros terrenos de camino
a su trabajo en la mañana.

Mis hermanas ya se fueron a la cama, Nessa sonrojada y feliz de la emoción de


la noche, Riona haciendo pucheros porque me negué a decirle en donde desapareció
nuestro padre.

Mi madre sigue despierta, supervisando los esfuerzos de limpieza, aunque en


realidad no está tocando nada por sí misma.

Cuando el auto blindado de mi padre llega a la entrada, ella abandona a los


trabajadores y se une a nosotros de vuelta en la oficina. Siento como si he pasado
demasiadas horas aquí últimamente. Y no me gusta el semblante en el rostro de mi
padre.

—¿Y? —digo de inmediato—. ¿Cuál fue el acuerdo?

Estoy esperando que diga que llegamos a algún acuerdo financiero o un acuerdo
estrechando manos, tal vez que ellos nos darán su apoyo con el voto italiano en las
51 elecciones de Consejal, y que nosotros le prometeremos cualquier permiso o
zonificación que quieran en su próximo proyecto de construcción.

Así que cuando mi padre explica el acuerdo real, lo miro fijamente como si le
acabaran de brotar dos cabezas.

—Te casarás con Aida Gallo en dos semanas —dice.

—¿La pequeña mocosa? —exploto—. De ninguna jodida manera.

—Ya está pactado.


Mi madre interviene, viéndose alarmada. Ella coloca su mano sobre el brazo de
mi padre.

—Fergus —dice ella en tono bajo—. ¿Eso es sabio? Estaremos atados a los Gallo
a perpetuidad.

—Ese es exactamente el punto —dice mi padre.

—¡Ellos son unos putos gánsteres asquerosos! —escupo—. No podemos tener su


nombre asociado al de nosotros. Especialmente no con la elección acercándose.

—La elección será el primer beneficio de esta alianza —dice mi padre,


quitándose sus lentes y limpiándolos con el pañuelo que mantiene en el bolsillo de
su pecho—. Tu éxito no está asegurado de ninguna manera cuando te enfrentas a La
Spata. Los Gallo tienen la clave del voto italiano. Si estás casado con Aida cuando
salga la boleta, todos y cada uno de ellos en este distrito votarán por ti. Abandonarán
a La Spata sin dudarlo.

—¡No la necesito para ganar! —gruño.

—No estés tan seguro —dice mi padre—. Tienes demasiada confianza, Callum.
Eres arrogante, incluso. Si la votación tuviera lugar hoy, los resultados podrían ser
un lanzamiento de moneda. Siempre debes asegurar su victoria con anticipación,
dada la oportunidad.

—Bien —le digo, tratando de mantener mi temperamento—. Pero, ¿qué pasa


después de este mes? ¿De verdad esperas que permanezca con ella para siempre?

—Sí, lo hago —dice mi padre con seriedad—. Los Gallo son católicos, al igual
que nosotros. Te casarás con ella, le serás fiel y tendrás hijos con ella.

Niego con la cabeza con incredulidad.


52
—Madre, seguro que tienes algo que decir sobre esto.

Mira de un lado a otro entre el rostro de mi padre y el mío. Luego se coloca un


mechón de suave cabello rubio detrás de la oreja y suspira.

—Si se llegó al acuerdo, lo cumpliremos.

Debería haberlo sabido. Ella siempre está del lado del padre.

Aun así, farfullo:

—¡¿Qué?! No puedes...
Ella me interrumpe con una mirada.

—Callum, es hora de que te conviertas en el hombre que profesas ser. Te he visto


jugar con estas chicas con las que sales: modelos y miembros de la alta sociedad.
Pareces elegir deliberadamente a las chicas más superficiales y vacías.

Frunzo el ceño y cruzo los brazos sobre el pecho. Nunca importó con quién
saliera, siempre que se vieran bien en mi brazo y no me avergonzaran en las fiestas.
Como nunca quise nada serio, tenía sentido encontrar chicas que solo buscaran
diversión, al igual que yo.

—No sabía que se suponía que debía encontrar una yegua de cría —digo con
sarcasmo—. Pensé que querrías que encontrara a la chica adecuada y me enamorara,
como una persona normal.

—¿Es eso lo que crees que hicimos? —dice mi madre en voz baja.

Hago una pausa. De hecho, no tengo idea de cómo se conocieron mis padres.
Nunca les pregunté.

—Eso es correcto —dice mi madre—. Fergus y yo tuvimos un ‘matrimonio


arreglado’, si quieres llamarlo así. Más exactamente, nuestros padres, que eran
mayores y más sabios que nosotros, y que nos conocían mejor que nosotros mismos,
arreglaron la pareja. Porque sabían que seríamos buenos socios el uno para el otro, y
porque era una alianza que beneficiaba a nuestras dos familias. Al principio hubo
desafíos.

Una mirada significativa pasa entre mis padres. Un poco de tristeza y diversión
por parte de ambos.

—Pero al final, nuestra unión es lo que nos convirtió en las personas que somos
hoy —dice mi padre.
53
Esto es una puta locura. Nunca había escuchado esto antes.

—¡Eso es completamente diferente! —les digo—. Eran de la misma cultura, del


mismo origen. Los Gallo son mafiosos. Son de la vieja escuela, en el peor sentido de
la palabra.

—Eso es parte del valor que proporcionarán —dice mi padre sin rodeos—. A
medida que crecemos en riqueza e influencia, hemos perdido nuestra ventaja. Eres
mi único hijo. Tu madre perdió a sus dos hermanos. Hay muy pocos preciados
hombres en mi lado de la familia. En puro músculo, solo tenemos lo que pagamos.
Nunca se puede estar seguro de la lealtad de los pistoleros a sueldo; siempre hay
alguien dispuesto a pagar más. Desde que Zajac asumió el control, los Braterstwo se
están convirtiendo en una seria amenaza para nosotros, algo con lo que no
necesariamente podemos lidiar por nuestra cuenta. Los italianos tienen el mismo
problema. Con nuestras dos familias alineadas, el Carnicero no se atreverá a atacar
a ninguno de nosotros.

—Genial —digo—. Pero, ¿quién me va a proteger de mi prometida? Esa chica


es un animal salvaje. ¿Te la imaginas como la esposa de un político? Dudo que sepa
siquiera caminar con tacones.

—Entonces le enseñarás —dice mi madre.

—Yo tampoco sé cómo caminar con tacones —digo con sarcasmo—. ¿Cómo se
supone que debo enseñarle exactamente a ser una dama, madre?

—Es joven y maleable —dice mi padre—. La entrenarás, la moldearás en lo que


necesita ser para estar a tu lado y apoyar tu carrera.

¿Joven y maleable?

Realmente no creo que mi padre haya dado un buen vistazo a esta chica.

Joven podría ser, pero es tan maleable como un hierro fundido.

—Que emocionante desafío —digo con dientes apretados—. No puedo esperar


para que comience.

—Bien —dice mi padre—. Tendrás tu oportunidad en tu fiesta de compromiso


la próxima semana.

—¿Fiesta de compromiso? —Esto es una puta broma. Acabo de enterarme de esto


hace como cinco minutos, y aparentemente, ellos ya están planeando el anuncio
público.
54
—Tendrán que estar de acuerdo en su historia con Aida —dice mi madre—. Algo
como ‘ustedes comenzaron a salir por casualidad hace como dieciocho meses. Se
volvió serio el otoño pasado. Planearon esperar hasta después de la elección para
casarse, pero decidieron que no podían seguir esperando’.

—Tal vez es mejor si escribes el comunicado de prensa, madre. Y mis votos


matrimoniales también, mientras estás en eso.

—No seas irrespetuoso —espeta mi padre.

—No lo soñaría —le digo.


Dudo que pueda decirse lo mismo de mi futura esposa. De hecho, ese podría ser
el único lado positivo de esta jodida vorágine: ver a mis padres tener que lidiar con
el pequeño gato infernal que están trayendo a esta familia.

55
7

Mis hermanos están haciendo un escándalo sobre el loco plan de mi padre.

Dante no dice nada en el camino a casa, pero lo escuché discutiendo con Papa
por horas después de que llegamos mientras se encerraron en el estudio.

No tiene caso. Papa es terco como una mula. Una mula siciliana que solamente
come cardos y te dará una patada en los dientes si te acercas demasiado. Una vez
que ha tomado una decisión, ni siquiera la trompeta del día del juicio final podría
cambiarlo.

Honestamente, Armageddon sería un bienvenido respiro de lo que realmente


está a punto de suceder.

El primer día después de que se cierra el trato, recibo un mensaje de Imogen


Griffin diciéndome sobre una fiesta de compromiso el miércoles por la noche. ¡Una
fiesta de compromiso! Como si hubiera algo que celebrar aquí, y no solo un choque
de trenes en cámara lenta en proceso.

También me envió un anillo en una caja.

Lo odio, por supuesto. Es un gran y viejo diamante cuadrado en una banda


deslumbrante, grueso y seguro que chocará contra todo. Lo mantengo encerrado en
56 su caja en mi mesita de noche, porque no tengo ninguna intención de usarlo antes de
que sea absolutamente necesario.

Lo único bueno en esta montaña de mierda es que al menos Sebastian lo está


llevando un poco mejor. Tuvieron que operarlo para reconstruir su ligamento
cruzado anterior, pero contratamos al mejor médico de la ciudad, el mismo que le
arregló la rodilla a Derrick Rose. Por lo tanto, esperamos que esté recuperado de
nuevo en poco tiempo.

Mientras tanto, he ido al hospital a visitarlo todos los días. Le traje todos sus
bocadillos favoritos: chocolates con mantequilla de maní de Reese, queso en tiras y
anacardos salados, y también sus libros de texto.
—¿Has abierto estos antes? —me burlo de él, poniendo los libros de texto en su
mesita de noche.

—Una o dos veces —dice, sonriendo desde la cama del hospital.

La bata que le dieron para que se pusiera es ridículamente diminuta en su cuerpo


gigante. Sus largas piernas se estiran debajo de él, su rodilla vendada apoyada en una
almohada.

—No andas con esa cosa, ¿verdad? —le pregunto.

—Solo cuando la sexy enfermera está de guardia.

Él guiña un ojo.

—Asqueroso —digo.

—Es mejor que te acostumbres a todas las cosas románticas —dice Sebastian—.
Ya que estás a punto de ser una novia ruborizada…

—No bromees sobre eso —le ladro.

Seb me mira con simpatía.

—¿Estás preocupada? —dice.

—¡No! —digo enseguida, aunque es una completa mentira—. Ellos son los que
deberían estar preocupados. Callum, especialmente. Lo estrangularé mientras
duerme en la primera oportunidad que tenga.

—No hagas nada estúpido —me advierte Sebastian—. Esto es serio, Aida. No
es como tu semestre en España o esa pasantía que hiciste con Pepsi. No puedes
57 simplemente saltarte esto si no te gusta.

—Lo sé —le digo—. Sé exactamente lo atrapada que estoy a punto de estar.

Sebastian frunce el ceño, odia verme molesta.

—¿Has hablado con Papa? —dice—. Tal vez si le dices...

—No tiene sentido —le interrumpo—. Dante discutió con él toda la noche. No
va a escuchar nada de lo que tengo que decir.

Miro la rodilla de Sebastian, vendada al doble de su tamaño normal y magullada


hasta el muslo.
—De todos modos —digo en voz baja—, yo me provoque esto. Papa tiene razón,
hice este lío y ahora tengo que arreglarlo.

—No seas una mártir solo porque me jodieron la pierna —dice Sebastian—. Que
te cases con ese psicópata no va a solucionarlo.

—No te arreglará la rodilla —digo—, pero podría evitar que suceda cualquier
otra cosa.

Hay un silencio entre nosotros durante un minuto, y luego digo:

—Lamento mucho que...

—No te disculpes de nuevo —dice—. Lo digo en serio. En primer lugar, no fue


tu culpa.

—Sí, lo fue.

—No, no lo fue. Todos decidimos ir a la fiesta. No hiciste que ese idiota me


pisoteara. Y segundo, incluso si fuera tu culpa, no me importaría. Tengo dos rodillas,
pero solo una hermana.

No puedo evitar resoplar por eso.

—Eso es muy dulce, Seb.

—Es cierto. Así que ven aquí.

Me acerco a la cama para que Sebastian pueda darme un abrazo lateral. Apoyo
la barbilla en su cabello, que está más desordenado y rizado que nunca. Se siente
como lana de cordero contra mi piel.

58 —Deja de castigarte por eso. Estaré bien. Solo encuentra una manera de llevarte
bien con los Griffin. Porque entrar en esto como si estuvieras yendo a la batalla solo
hará las cosas más difíciles —dice Seb.

Sin embargo, esa es la única forma en que sé cómo hacerlo: con la cabeza gacha,
cubierta con una armadura. Me acerco a todo como una pelea.

—¿Cuándo puedes irte? —le pregunto a Sebastian—. Porque al parecer se supone


que tengo que tener una fiesta de compromiso mañana en la noche…

—Desearía poder ir —dice Sebastian con nostalgia—. Ellos y nosotros, todos


obligados a vestirnos elegantemente y ser agradables entre nosotros. Me encantaría
ver eso. Al menos, toma fotos por mí.
—No creo que aparezcan en una foto —le digo—. El montón de vampiros chupa
sangre.

Sebastian solo sacude su cabeza hacia mí.

—¿Puedo conseguirte algo de agua o lo que sea antes de irme? —le pregunto.

—Nah —dice—. Pero si la sexy enfermera peliroja está ahí afuera, dile que me
veo muy pálido y sudoroso y probablemente necesite un baño de esponja.

—De ninguna forma —le digo—. Y además, sigue siendo asqueroso.

—No puedes culpar a un chico por intentarlo —dice, inclinándose de vuelta en


su almohada con los brazos detrás de su cabeza.

Demasiado pronto, es hora de la estúpida fiesta de compromiso de los Griffin.


Siento que estas personas harían una fiesta por la apertura de un sobre. Son tan
ridículos y llamativos.

Aun así, sé que se supone que debo comportarme y poner buena cara. Esta será
la primera prueba de mi cumplimiento.

Ojalá tuviera a alguien con quien prepararme. Me encantaba crecer con todos
los hermanos, pero en momentos como este, una pequeña compañía femenina no
estaría mal.

Sería bueno si tuviera a alguien que me asegurara que no parezco un sorbete


medio derretido con este estúpido vestido que compré. Es amarillo con festones a lo
59 largo del dobladillo. Se veía bien en el maniquí, pero ahora que me lo estoy probando
en casa, me siento como una pequeña niña disfrazada para Pascua. Todo lo que
necesito es una canasta de paja sobre mi brazo.

Al menos Papa asiente con aprobación cuando lo ve.

—Bien —dice.

Lleva un traje. Dante tiene puesta una camiseta negra y jeans, y Nero lleva una
chaqueta de cuero.

Mis hermanos se niegan a vestirse por principio. Una protesta silenciosa. Ojalá
pudiera hacer lo mismo.
Conducimos juntos hasta Shoreside, donde los Griffin son los anfitriones de la
fiesta. El restaurante ya está lleno de invitados. Reconozco a más personas de las que
esperaba; nuestras familias pertenecen a algunos de los mismos círculos, y fui a la
misma escuela que Nessa y Riona, aunque estaba entre las dos y no en el mismo
grado.

Me pregunto por un momento si Callum también fue allí. Luego aplasto ese
pensamiento. No me importa adónde fue Callum. No siento curiosidad por él en lo
más mínimo.

Nuestras próximas nupcias no me parecen reales en absoluto. Siento que el


castigo es el preámbulo, la pretensión de que esto realmente va a suceder.
Seguramente una de nuestras familias o ambas lo cancelarán en el último minuto,
cuando vean que hemos aprendido nuestra lección.

Hasta que eso suceda, solo tengo que sonreír y soportarlo. Poner una cara falsa
de cooperación para que puedan ver que me han abofeteado con éxito.

Lo único que me mantiene en movimiento es mi mórbida diversión de que


Callum Griffin tenga que fingir estar enamorado de mí esta noche, al igual que yo
voy a tener que hacer con él.

Para mí es una broma, pero tengo la impresión de que, para un bastardo engreído
como él, donde la imagen lo es todo, esto será una tortura pura. Probablemente pensó
que se iba a casar con alguna perfecta heredera remilgada Hilton o Rockefeller. En
cambio, me tiene a mí aferrada a su brazo. Tiene que fingir que me adora, mientras
todo el tiempo se muere por retorcerme el cuello.

En realidad, esta podría ser la oportunidad perfecta para forzarlo. No podrá


hacer nada frente a toda esta gente. Debería ver hasta dónde puedo empujarlo antes
de que se rompa.
60
Primero, necesito un pequeño refrigerio para superar este espectáculo de ponis.

Me deshago de mi padre y mis hermanos y me dirijo directamente al bar.


Shoreside puede ser un poco presumido, pero tiene un ambiente de centro turístico
divertido, y son famosos por sus cócteles veraniegos. Especialmente el Kentucky
Kiss, que es bourbon, limón, puré de fresas frescas y un chorrito de sirope de arce,
vertido sobre hielo con un tonto paraguas de papel encima.

Pero cuando lo ordeno, el camarero niega con la cabeza con pesar.

—Lo siento, nada de Kentucky Kisses.

—¿Qué tal un daiquiri de fresa?


—No se puede hacer. No podemos hacer nada con fresas.

—¿Su camión fue secuestrado en el camino desde México?

—No. —Llena una coctelera con hielo y comienza a preparar un martini para
otra persona mientras examino el menú de bebidas—. Es solo para esta fiesta,
¿supongo que el tipo es alérgico?

—¿Qué tipo?

—El que se va a casar.

Dejo mi menú, encendida de interés.

—¿Lo es?

—Sí, su mamá estaba haciendo un gran asunto de ello. Diciendo que no debía
haber fresas para nadie en todo el lugar. Como si alguien intentara esconder una en
su bebida.

Bueno, ahora podrían hacerlo…

—Muy interesante —digo—. Entonces, tomaré uno de esos martinis.

Vierte el vodka frío en un vaso y lo desliza hacia mí.

—Ten, toma este. Puedo hacer otro.

—Gracias —le digo, sosteniéndolo en un movimiento de vítores.

Le dejo un billete de cinco dólares como propina, divertida al pensar que el robot
político tiene una debilidad después de todo. Kriptonita roja brillante. Otra cosa por
61 la que molestarlo.

Ese es mi plan, hasta que realmente veo a Callum.

Realmente me recuerda a un vampiro. Esbelto, pálido, traje oscuro, ojos


inhumanamente azules. Una expresión a la vez aguda y desdeñosa. Debe ser difícil
para él intentar ser encantador por su trabajo. Me pregunto si observa a humanos
reales y trata de emularlos. Si lo hace, está fallando miserablemente. Todos a su
alrededor están charlando y riendo, mientras él toma su bebida como si quisiera
aplastarla en su mano. Tiene manos grandes, dedos largos y delgados.

Cuando me ve, muestra por fin alguna emoción: odio puro y sin adulterar. Arde
fuera de él, en línea recta directamente dentro de mí.
Me acerco a él, audaz como el bronce, para que sepa que no puede intimidarme.

—Mejor ten cuidado, mi amor —le susurro—. Se supone que debemos celebrar
nuestro compromiso. Sin embargo, te ves completamente miserable.

—Aida Gallo —sisea—. Estoy aliviado de ver que al menos eres consciente del
concepto de arreglarte, incluso si tu ejecución es basura.

Mantengo mi sonrisa firmemente pegada en su lugar, sin dejar que él vea que me
dolió un poco. Hasta que me acerqué a él, no me había dado cuenta de lo mucho que
iba a superarme, incluso con estos estúpidos tacones puestos. Me hubiera gustado no
estar tan cerca. Pero no voy a dar un paso atrás ahora. Eso mostraría debilidad.

Y de todos modos, estoy acostumbrada a los hombres de aspecto aterrador,


gracias a mis hermanos. De hecho, Callum Griffin no tiene ninguna de las cicatrices
o nudillos permanentemente hinchados que insinúan lo que hacen mis hermanos.
Sus manos son perfectamente suaves. Después de todo, es solo un niño rico. Tengo
que recordar eso.

Su mirada se dirige al llamativo anillo de mi mano izquierda. Me lo puse por


primera vez esta noche y ya me siento estrangulada por él. Odio lo que significa y
odio cómo llama la atención. Los labios de Callum casi desaparecen cuando se
tensan y palidecen al verlo. Parece un poco mareado.

Bien. Me alegro de que a él también le haga sufrir.

Sin previo aviso, Callum envuelve su brazo alrededor de mi cintura y me acerca


de un tirón. Es tan repentino e inesperado que casi me aparto y lo abofeteo, pensando
que me está atacando. Es solo después de que una chica rubia chillando corre hacia
nosotros que me doy cuenta de su juego.

62 Mide alrededor de metro cincuenta y cinco y lleva un vestido de verano rosa con
un pañuelo de seda a juego alrededor del cuello. La sigue un hombre barbudo que
lleva un bolso grande de Hermès que solo puedo asumir que no le pertenece, ya que
en realidad no coincide con su polo.

—¡Cal! —grita, agarrando sus brazos y estirándose de puntillas para besar su


mejilla.

Todo esto es parte del curso en Shoreside. Es la reacción de Callum lo que me


asombra.

Su expresión fría se transforma en una sonrisa encantadora y dice:


—¡Ahí están! Mis recién casados favoritos. ¿Algún consejo para nosotros ahora
que estás del otro lado?

Realmente es increíble, cómo la máscara del político se desliza en su lugar en su


hermoso rostro. Parece totalmente natural, excepto por la rigidez de su sonrisa. No
tenía idea de que fuera tan bueno en esto.

Tiene sentido, supongo. Pero es inquietante la facilidad con la que adquiere la


alegría y el encanto. Nunca había visto nada igual.

La mujer se ríe, apoyando suavemente su mano cuidada en el brazo de Callum.


Puedo ver su anillo de compromiso, la piedra casi inclinando su mano hacia un lado.
Dios mío, creo que acabo de encontrar el iceberg que hundió el Titanic.

—¡Oh, Cal! —dice con una risa tintineante—. Solo ha pasado un mes para
nosotros, así que todo lo que he aprendido hasta ahora es que no debes registrarte en
Kneen & Co. Qué pesadilla intentar devolver las cosas que no queríamos. Pedí la
vajilla personalizada Marie Daage Aloe, pero inmediatamente me arrepentí una vez
que vi el nuevo patrón de primavera. Por supuesto, eso no te importa; probablemente
lo dejarás todo en manos de tu prometida.

Ahora me echa una mirada, y las líneas más pequeñas luchan por aparecer entre
sus cejas, luchando valientemente contra las cantidades masivas de Botox que
intentan suavizarlo nuevamente.

—No creo que nos hayamos conocido nunca —dice—. Soy Christina Huntley-
Hart. Este es mi esposo, Geoffrey Hart.

Extiende la mano de esa manera flácida que siempre me confunde. Tengo que
luchar contra el impulso de inclinarme y besarla como un conde en una película
antigua. En su lugar, solo le doy un extraño apretón lateral, dejándolo ir lo más
63 rápido posible.

—Aida —respondo.

—¿Aida…?

—Aida Gallo —informa Callum.

Esa línea de la frente lucha por reaparecer de nuevo.

—No creo que conozca a los Gallo… —dice ella—. ¿Son miembros del North
Shore Country Club?
—¡No! —digo, igualando su voz en tono de falsedad—. ¿Deberíamos unirnos?
Me temo que mi juego de tenis ha estado sufriendo mucho últimamente…

Me mira como si tuviera una ligera sospecha de que me estoy burlando de ella,
pero no cree que eso pueda ser cierto.

La mano de Callum se aprieta dolorosamente alrededor de mi cintura. Es difícil


no hacer una mueca.

—A Aida le encanta el tenis —dice—. Ella es tan atlética.

Christina sonríe con incertidumbre.

—Yo también —dice. Luego, volviendo a Callum—, ¿recuerdas cuando jugamos


juntos en Florencia? Fuiste mi compañero de dobles favorito de ese viaje.

Es gracioso. Me importa una mierda si Christina Cuntley-Hart quiere coquetear


con Callum. Podrían haber follado la semana pasada, por lo que sé. Pero me parece
bastante irrespetuoso que lo esté haciendo frente a mi cara.

Miro al pobre Geoffrey Hart para ver qué piensa al respecto. No ha dicho ni una
palabra hasta ahora. Tiene el ojo puesto en la televisión sobre la barra, que está
reproduciendo momentos destacados del juego de los Cubs. Sujeta el bolso de
Christina con ambas manos, con una expresión en el rostro como si este mes de
matrimonio hubieran sido los treinta días más largos de su vida.

—Oye, Geoff —le digo—, ¿te dejaron jugar también o simplemente les llevaste
las raquetas?

Geoffrey levanta una ceja y resopla un poco.

—No estaba en ese viaje en particular.


64
—Hm —digo—. Muy mal. Te perdiste ver a Cal anotar con Christina.

Ahora Christina definitivamente está enojada. Ella me mira con los ojos
entrecerrados y las fosas nasales ensanchadas.

—Bueno —dice rotundamente—. Felicidades de nuevo. Parece que tienes un


buen premio, Cal.

Tan pronto como se aleja con Geoffrey a su paso, Callum suelta mi cintura y
agarra mi brazo en su lugar, sus dedos se clavan en mi carne.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —me gruñe.


—¿Esos son tus verdaderos amigos? —le pregunto—. Debería haber comprado
uno de esos perritos para su bolso. Geoff es un accesorio incómodo…

—Madura de una vez —dice Callum, sacudiendo la cabeza con disgusto—. Los
Huntley organizaron una recaudación de fondos masiva para mí el año pasado.
Conozco a Christina desde la escuela primaria.

—¿La conoces? —digo—. ¿O la follaste? Porque si aún no lo has hecho, será


mejor que lo hagas antes de que empiece a follarte la pierna en público.

—Oh, Dios mío —dice Callum, presionando sus dedos contra el puente de su
nariz—. No puedo creer esto. Me voy a casar con un niño. Y no un niño normal, un
demonio engendro del infierno, como Chucky, o los Hijos del Maíz…

Intento apartar mi brazo de él, pero su agarre es más duro que el acero. Voy a
tener que hacer una escena para soltarme, y todavía no estoy lista para hacer estallar
esta cosa.

Entonces, en cambio, le hago una señal al camarero más cercano y tomo una
copa de champán de su bandeja. Luego tomo un sorbo y le digo a Callum, en voz
baja y tranquila:

—Si no me sueltas, te arrojaré esta bebida en la cara.

Me libera, su rostro más pálido que nunca por la ira.

Pero se inclina directamente hacia mi cara y dice:

—¿Crees que eres la única que puede joder mis planes? No olvides que te vas a
mudar a mi casa. Puedo hacer de tu vida una pesadilla viviente desde el momento en
que te despiertas por la mañana hasta que te permito recostar la cabeza de nuevo por
la noche. Realmente no creo que quieras empezar una guerra conmigo.
65
Mi mano está ansiosa por arrojarle ese champán directamente a la cara, para
mostrarle exactamente lo que pienso de eso.

Pero me las arreglo para contenerme. Apenas.

Me contento con sonreírle y decirle:

—En medio del caos, también hay oportunidades.

Callum me mira sin comprender.


—¿Qué... de que carajo estás hablando? ¿Eso significa que vas a intentar sacar el
mejor partido de este lío?

—Claro —digo—. ¿Qué más puedo hacer?

En realidad, es una cita de El Arte de la Guerra. Aquí hay otra que me gusta:

Deja que tus planes sean oscuros e impenetrables como la noche, y cuando te muevas, cae
como un rayo.

66
8

Después de esa pequeña demostración de Aida siendo malcriada, se tranquiliza


y comienza a comportarse. O al menos, hace un esfuerzo. Planta una sonrisa y platica
con una civilidad razonable con la fila de invitados que se acercan para felicitarnos.

Es demasiado incómodo explicarle a mis amigos y familia que estoy a punto de


casarme con esta chica de la cual nunca han escuchado, mucho menos conocido.
Una y otra vez les digo: “Mantuve las cosas privadas. Fue romántico, mantenerlo
entre nosotros dos. Pero ahora ya no podemos esperar: queremos casarnos”.

Veo a más de unas pocas personas mirar el estómago de Aida para ver si esa es
la razón en particular por las prisas.

Aida calla esos rumores, bebiéndose su peso en champaña.

Cuando toma otra copa, se la quito y me la bebo.

—Has tenido suficiente —le digo.

—Yo decido cuando he tenido suficiente —dice tercamente—. Toma más que
un poco de ginger ale glorificado para emborracharme.

Pero puedo decir que ya se encuentra menos estable en sus tacones altos, y no
67 que lo fuera mucho para empezar.

Me alivia que llevara un vestido, aunque el que eligió parece barato y demasiado
brillante. ¿Qué les pasa a estas personas? ¿No tienen dinero para comprar ropa
decente? Sus hermanos parecen unos matones completos. Uno lleva una puta
camiseta y unos jeans, el otro está vestido como James Dean. Dante está merodeando
por la habitación como si esperara que una bomba estallara en cualquier momento,
y Nero conversando con la cantinera como si planeara llevarla arriba. Tal vez lo
haga, esa mierda sórdida. Estoy bastante seguro de que se folló a Nora Albright en
mi casa.

Al menos Enzo Gallo está vestido adecuadamente para la ocasión y tiene los
modales adecuados. Parece conocer casi tanta gente aquí como yo. No a los
miembros de la alta sociedad del dinero nuevo, sino a cualquiera que esté
profundamente conectado con el viejo Chicago. Puedo verlos estrechar su mano con
respeto. Quizás mi padre no estaba del todo equivocado acerca de los beneficios de
esta alianza.

Mis padres vienen a ver cómo estamos, con Madeline Breck junto a ellos.
Madeline tiene casi setenta años, es negra, tiene el cabello gris muy corto, traje
sencillo y zapatos cómodos. Tiene un rostro tranquilo e inteligente. Si fueras
estúpido, podrías pensar que ella es un tipo de abuela amigable. En realidad, es una
de las personas más poderosas de Chicago.

Como presidenta de la Junta del Comisionado del Condado de Cook, controla


los fondos de proyectos masivos financiados con fondos públicos, desde parques
hasta infraestructura. También tiene un férreo control sobre los demócratas liberales
de Chicago. Sin siquiera dar la impresión de meter el dedo en el pastel, se las arregla
para conseguir que quien quiera sea designado para puestos clave como tesorero de
la ciudad o fiscal del estado.

Ella es astuta y sutil, y en absoluto alguien a quien quiera poner de mi lado malo.
Así que casi me enferma la idea de que Aida diga algo desagradable frente a ella.

Cuando ella se acerca, le susurro a Aida:

—Compórtate. Esa es Madeline...

—Sé quién es —interrumpe, poniendo los ojos en blanco.

—Madeline —dice mi padre—, conoces a nuestro hijo Callum. Se postulará para


el puesto de Concejal en el Distrito 43 en unas pocas semanas.

—Excelente —dice Madeline—. Ya es hora de que tengamos a alguien allí con


alguna visión.
68
—¿Qué tipo de visión esperas? —le pregunto—. ¿Quizás alguien que pueda
mantener Lincoln Park en una sola pieza?

Ella me sonríe.

—¿Quién te dijo que estaba en contra de la reasignación?

—Un pajarito —digo—. Si me convierto en Concejal, no querría que Lincoln


Park fuera cortado y dividido. Afortunadamente, soy muy amigo del director del
Comité de Reglas.
—Jeremy Ross es terco —dice Madeline, mirándome por encima de sus gafas
como si pensara que en realidad no tengo ninguna influencia sobre él.

—Es terco como el infierno, pero me debe un favor. Y tampoco uno pequeño.

—Bueno, solo quiero lo mejor para el vecindario —dice magnánimamente.

—Por supuesto. Siento exactamente lo mismo. Lincoln Park tiene historia. No


podemos permitir que se distribuya en otros distritos que no lo verán como una
prioridad-

—Ese es el espíritu —dice, acariciando mi brazo.

»Encantada de conocerte, querida —le dice a Aida.

Estoy un poco confundido acerca de por qué terminó nuestra conversación tan
abruptamente. Estoy bastante seguro de que ambos queremos lo mismo.

Mientras se aleja, Aida toma otro trago de la bebida que tomó de algún lugar y
dice:

—Sabes que a ella no le importa un carajo Lincoln Park.

Mi padre gira bruscamente la cabeza.

—¿De qué estás hablando?

—Ella recibe sobornos en el servicio de basura en los distritos 44 y 32 —dice


Aida, como si fuera obvio—. A eso le agregas la mitad de Lincoln Park y duplicas el
valor. Ella simplemente se opone a la re-cartografía en público porque es impopular.

Una mirada pasa entre mis padres.


69
—Será mejor que hable con Marty Rico —dice mi madre.

Mientras se separan para confirmar, Aida se ríe suavemente.

—¿Cómo lo supiste? —le pregunto.

—Parece que los Griffin no están tan bien conectados después de todo —dice—
. Supongo que nadie hablaba de eso en el North Shore Country Club.

—¿Cómo conseguirías que ella estuviera a bordo, si eres tan inteligente? —


solicito.
—¿Por qué debería decírtelo? —dice Aida, entrecerrando sus ojos grises hacia mí
y tomando otro sorbo de su bebida.

Se ve astuta y maliciosa cuando hace eso, como una especie de gato de la jungla
en lo alto de las ramas, a punto de caer sobre mi cabeza.

—Bueno —digo—, dentro de una semana, lo que es mío es tuyo. Lo que significa
mis éxitos... y mis fracasos... todo estará sobre tus hombros también. Así que tiene
sentido que me ayudes.

Deja su copa vacía en la maceta más cercana, el color le llega a las mejillas.

—¿Crees que voy a ser una mujercita parada detrás de ti, trabajando detrás de
escena para ayudar a lanzar tu estrella brillante? —chasquea.

—No necesito tu ayuda —le digo—, pero si vamos a estar atrapados juntos,
podríamos bien trabajar juntos.

—¡No soy tu accesorio! —dice caldeada.

—Oh, ¿tienes algo mejor que hacer con tu tiempo? —le siseo—. Por lo que puedo
decir, no haces ni mierda en los negocios de tu propia familia, y simplemente jodes
tomando clases en Loyola. ¿Qué te importa, además de colarte en las fiestas de otras
personas?

Ella me mira, enojada, y por una vez, callada.

—No tengo que explicarme ante ti —dice al fin.

Una réplica débil, comparada con la habitual. Debo haber tocado un nervio.

Así que la presiono un poco más.


70
—De todos modos, dudo que tengas algo útil que decir.

Casi tiembla de ira. Aida tiene mal genio, realmente no debería pincharla así,
especialmente no en un lugar público donde tengo más que perder si ella se sale de
control.

Pero finalmente dice:

—Sé que estás tratando de incitarme. Te diré la respuesta de todos modos, solo
porque no importa y no podrás hacerlo de todos modos. Madeline Breck se preocupa
por ganar dinero, fin de la historia. Se beneficia de un centenar de acuerdos de
construcción y servicios públicos diferentes. Pero si algo le apasiona son los policías
disparando a la gente. Si puedes convencerla de que vas a hacer algo al respecto, es
posible que la subas a bordo. Pero no puedes, porque entonces perderás el apoyo del
sindicato de policías y probablemente también de los bomberos.

Esa es... en realidad no es la peor idea del mundo. Aida probablemente tenga
razón. Pero también tiene razón en que sería difícil impresionar a Madeline sin
cabrear al sindicato de policías.

—Eso es bastante inteligente —digo.

—¡Oh gracias! —responde sarcásticamente—. Me siento muy honrada.

Entonces, justo cuando está en medio de poner los ojos en blanco, Aida ve a
alguien que viene hacia nosotros y se da la vuelta como si fuera a poder encontrar un
lugar para esconderse, a pesar del hecho de que esta fiesta es en nuestro honor, y ella
está vestida tan sutilmente como un girasol.

Es Oliver Castle acercándose, con las manos en los bolsillos y una gran sonrisa
estúpida en el rostro. Lo conozco desde la universidad, pero nunca he sido fan. Era
una estrella del fútbol y, obviamente, todavía come como tal, a pesar de que ahora
trabaja en la empresa de inversiones de su padre. Su cuerpo grande y fornido está
empezando a ablandarse, aunque todavía se ve fuerte. Está muy bronceado,
probablemente por algún viaje reciente del que seguro me contará todo.

Pero a medida que se acerca, veo que su atención está completamente fija en
Aida.

—No podía creerlo cuando lo escuché —dice.

—Hola, Ollie —dice, dándose la vuelta sin entusiasmo.

¿Ollie?
71
—Estoy herido, Aida. ¿Te comprometes y ni siquiera me llamas para decírmelo?

—¿Por qué debería llamarte? —dice ella rotundamente—. Pasé tres meses
ignorando tus mensajes y llamadas. Cuando intentas adiestrar a un perro, no puedes
darle ni una golosina, o seguirá ladrándote y babeándote para siempre.

Espero que Oliver se ofenda, pero él solo sonríe y se acerca sigilosamente a Aida,
por lo que se eleva sobre ella. Me está cabreando lo cerca que está y cómo ni siquiera
me ha reconocido todavía.

—Ahí está el bocado que me encanta —dice Oliver—. Nunca cambies, Aida.
—No sabía que ustedes dos se conocían —digo.

—Oh, hace tiempo —arrastra Oliver, sin dejar de mirar a Aida.

Me interpongo entre los dos, así que le estoy cortando parcialmente la vista.

—Bueno, supongo que nos veremos en la boda, entonces —le digo, sin
molestarme en ocultar la irritación en mi voz.

—Supongo que sí —dice Oliver, finalmente dándome una mirada—. Es curioso,


nunca los imaginé juntos. Aida es tan salvaje. No pensé que dejaría que una de las
celebridades le pusiera un anillo en el dedo.

—Solo porque no lo lograste, no significa que nadie más pueda —gruño.

Aida nos interrumpe.

—Por muy emocionante que sea, creo que voy a ir a buscar algo de comida.

Ella pasa a nuestro lado, dejándonos solos juntos.

Sin Aida, la tensión se disipa, y me molesta que incluso esté hablando con Oliver,
y mucho menos irritarme por el hecho de que aparentemente solía salir con mi
prometida falsa. ¿Por qué debería importarme un carajo con quién salió Aida antes
que yo? Ella podría haber estado con toda la alineación inicial de los Bears, ¿y qué
importaría? Nuestro arreglo es un negocio, nada más.

Aun así, me enoja cuando Oliver dice:

—Buena suerte, Griffin. Ella es incontrolable.

—Dudo que sepas una puta cosa sobre lo que ella es o no —le chasqueo.
72
Oliver alza sus manos en una disculpa burlona.

—Seguro, seguro —dice—. Apuesto a que lo tienes todo bajo control.

Él me da una sonrisa malvada, como si no pudiera esperar como Aida va a joder


mi vida.

Desafortunadamente, creo que podría tener la razón.


Voy a buscar a Riona, ella sabrá la primicia sobre esto.

—¿Conoces a Oliver Castle? —le pregunto.

—Sí —dice, echando hacia atrás un mechón de su cabello rojo brillante.

Ella tiene su teléfono afuera, revisando los correos electrónicos del trabajo en los
intervalos entre socialización. Riona obtuvo su título de abogada, sobre todo para
demostrar que podía, creo. Ahora trabaja para la firma que maneja todos nuestros
intereses comerciales.

—¿Castle solía salir con Aida? —le pregunto.

Riona me mira enarcando las cejas. Son tan rojos como su cabello.

—Sí —dice, como si le preguntara si el sushi está hecho de arroz—. Salieron


durante más de un año. Él estaba obsesionado con ella. Totalmente loco, haciendo el
ridículo, apenas funcionando, persiguiéndola a todos lados. Ella se fue a Malta de
vacaciones, él abandonó su trabajo en medio de una gran adquisición y la persiguió.
Su padre estaba furioso.

—¿Entonces qué pasó?

—Ella lo dejó de la nada. Nadie pudo entenderlo. Oliver es un buen partido: es


hijo único, heredará todo Keystone Capital. Además, es bastante guapo y
encantador... y ella simplemente lo tiró de culo, no le diría a nadie la razón.

—Bueno, él es un maldito idiota, para empezar —digo.

Riona me mira fijamente.

—¿Eso son celos? —dice, con incredulidad.


73
—No —le frunzo el ceño—. Simplemente no me gusta descubrir que mi
prometida salió con ese simio. ¡Este es el problema de casarse con un maldito extraño!

—Baja la voz —dice Riona con frialdad—. A ninguno de nosotros nos gusta
esto, pero dado que nuestros padres aparentemente se han vuelto locos, tenemos que
sacar el máximo provecho.

Al menos Riona está de mi lado.

Es una pena que mi padre siempre nos enfrente, porque la respeto. Es


disciplinada, trabajadora, inteligente. Pero ella siempre me pisa los talones,
esperando que falle para poder ocupar mi lugar.
Bueno, eso no está sucediendo. Estoy superando esto, no importa con cuántos
idiotas de fondos fiduciarios haya salido Aida antes que yo.

—Escucha —le digo a Riona—. Tengo que estar bien con Madeline Breck.
¿Puedes hacer algún tipo de trato con Callahan?

Le explico todo.

William Callahan es el jefe de policía de mi distrito. Sería mejor si pudiera poner


de mi lado al superintendente de toda la ciudad, pero al menos es un comienzo. Para
demostrarle a Madeline Breck que tengo influencia sobre la policía.

Riona escucha con expresión escéptica.

—Eso es difícil de vender —dice.

—Intenta, al menos —le pido.

Riona asiente, resuelta. Ese es el perfeccionista en ella. No puede rechazar una


tarea.

Ella se va a hablar con Callahan de nuevo, y Dante Gallo toma su lugar a mi


lado. Tiene uno de esos rostros que siempre se ve sin afeitar, sombras oscuras
alrededor de sus labios y mandíbula ancha. Tiene una especie de mirada brutal y sin
cortes en su rostro y una figura voluminosa. Encorvado y a la defensiva, como un
luchador. Él no me intimida, nadie me intimida. Pero si tuviera que enfrentarme a
uno de los hermanos de Aida, no querría que fuera Dante.

Ya sé por qué vino aquí para hablar conmigo.

Efectivamente, Dante me mira a los ojos y dice:

74 —Mi padre puede estar entregándoles a Aida, pero no piensen ni por un segundo
que nos estamos olvidando de ella. Ella es mi hermana pequeña. Y si pones un dedo
sobre ella de una manera que a ella no le gusta...

—Guárdalo —lo interrumpí—. No tengo ninguna intención de abusar de Aida.

—Bien —gruñe Dante.

Pero ahora soy yo quien da un paso más hacia él.

—Pero déjame decirte algo. Cuando ella me diga esos votos, se convierte en mi
esposa. Ella me pertenecerá. Y lo que le pase a ella ya no es de tu incumbencia. Ella
me responde. Lo que suceda entre nosotros es asunto mío, no tuyo.
Los hombros de Dante se encorvan aún más. Aprieta dos puños del tamaño de
toronjas.

—Ella siempre será asunto mío —gruñe.

—No sé qué te preocupa. Estoy bastante seguro de que puede cuidarse sola.

Dante frunce el ceño.

—Sí, ella puede —dice—. Pero eso no significa que sea inquebrantable.

Miro a través de la habitación, donde Aida está hablando con Nero.


Aparentemente él no cerró el trato con la cantinera, y Aida parece estar burlándose
de él por eso. Mientras miro, echa la cabeza hacia atrás y se ríe, tan fuerte que puedo
escucharlo todo el camino. Nero frunce el ceño y la golpea con fuerza en el hombro.
Aida se ríe más fuerte, sin inmutarse.

—Ella estará bien —le digo a Dante.

Sacude la cabeza hacia mí, ojos oscuros y serios.

—Trátala con respeto —dice amenazadoramente.

—Preocúpate por tu propio lado de la familia —le digo con frialdad—. Si


estamos encadenados, ustedes, malditos salvajes, deben aprender a actuar de manera
civilizada. Mataré a todos y cada uno de ustedes antes de dejar que nos arrastren.

—Siempre y cuando nos entendamos —dice Dante.

Se da vuelta y se aleja pisando fuerte. Miro a mi alrededor en busca de otro trago.

En la última semana, he tenido suficientes Gallo para toda la vida. Y apenas


75 estamos comenzando en nuestra nueva relación ‘unida’.

Dante puede tomar su protección de hermano mayor y metérsela por el culo.

¿Cree que Aida tiene algún lado vulnerable?

Lo dudo.

Ella es un animal, como sus hermanos.

Lo que significa que necesita ser rota.

Oliver no pudo domesticarla, ella lo atropelló. Se burló de él públicamente.


Bueno, ella no me está haciendo eso. Si Aida es una roca, entonces yo soy el maldito
océano. Y voy a golpearla una y otra vez, desgastándola un guijarro a la vez. Hasta
que la rompa y me la trague entera.

76
9

Toda la siguiente semana fue desperdiciada en la planificación de la idiota boda.


Imogen Griffin está manejando la mayor parte de esta, porque los Griffin son
fanáticos del control y a mi familia no le importa una mierda como sea la boda. Aun
así, ella espera que yo apruebe la disposición de los asientos, flores y planes de
comida como si me importara algo de esto.

Pasar tiempo con la familia de Callum es extraño. Yo todavía no puedo sacudir


la sensación de que van a saltarme en cualquier momento que estoy sola con ellos.
Sin embargo, hay que hacerlo creíble, donde se pretenda que todo esto es genuino, y
se supone que yo actúe también, como si en realidad fuésemos una futura novia
buena y su nuera.

No puedo entender a Imogen. Desde el exterior, se ve como la típica rica de la


alta sociedad: rubia, perfectamente peinada, siempre hablando en tonos cultos. Pero
puedo decir que ella es inteligente y sospecho que está mucho más fuertemente
involucrada en los negocios de los Griffin de lo que deja saber.

La boda será pequeña, ya que está teniendo lugar tan rápidamente, pero ella
todavía insiste en que necesito un vestido adecuado. Así que esa es la razón por que
estoy en Bella Bianca, probándome vestidos de novia en frente de Nessa, Riona e
Imogen.
77 No tengo ningún miembro femenino en mi familia a quien invitar, no que quiera
involucrar en esta farsa de todos modos.

Nessa es la más emocionada, sacando vestido tras vestido para mí para que me
pruebe, luego aplaudiendo y chillando sobre cada uno. Todos son vestidos de
princesa esponjados y vestidos de baile, ridículamente exagerados como una
caricatura traída a la vida. La mitad del tiempo me pierdo entre el tul, y Nessa tiene
que tirar hacia abajo las diversas capas y girarlo completamente para acomodarlo en
posición vertical.

Incluso aunque odio cada uno de ellos, no puedo evitar reír ante su infecciosa
energía. Es tan dulce con sus grandes ojos marrones y sus mejillas rosadas.
—¿Por qué no te pruebas uno también? —le pregunto.

—Oh, no. —Niega con su cabeza, sonrojándose con fuerza suficiente como para
mostrar sus pecas—. No podría hacer eso.

—¿Por qué no? Hay un millón de ellos. Será más rápido si me ayudas.

—Bueno…

Puedo ver que está muriendo por hacerlo. Coloco los vestidos más esponjados
en sus brazos.

—Vamos, veámoslos.

Nessa se va a cambiar. Suspirando con resignación, agarro el vestido número


sesenta y siete. Pesa alrededor de unos cincuenta kilos y tiene la caída más larga que
la de la princesa Diana.

Nessa sale viéndose como la bailarina que es, su delgado cuello alzándose desde
el escote del vestido, la falda tan esponjada como un tutú.

—¿Qué te parece? —dice girando en la tarima elevada. Ahora se ve como una


de esas bailarinas de caja de música.

—Creo que es el que debes usar cuando te cases —le digo—. Te queda mejor a
ti.

Estiro mis manos así podemos bailar alrededor juntas. Nuestras faldas son tan
enormes que tenemos que inclinarnos para incluso llegar una a la otra. Nessa cae
fuera de la tarima, aterrizando sana y salva en la masiva falda esponjada. Ambas nos
echamos a reír.

78 Riona nos observa, sin sonreír.

—Apúrense —espeta—. No he conseguido todo el día para desperdiciarlo en


esto.

—Entonces, solo elije uno —le digo cortante—. No me importa una mierda que
vestido me pongo.

—Es tu vestido de novia —dice Imogen, con su voz tranquila y culta—. Tiene
que hablarte. Tiene que resonar. Entonces, algún día puedes pasarlo a tu propia hija.

Mi estómago da un vuelco. Está hablando de una hija ficticia que se supone que
tenga con Callum Griffin. La idea de caminar alrededor embarazada con su bebé
hace que quiera rasgar esta falda y correr fuera de la tienda. Este lugar está lleno por
tanto tul blanco-puro, abalorios, lentejuelas y encajes que apenas puedo respirar.

—Realmente no me importa —le digo a Imogen—. No me interesan los vestidos.


O ropa en general.

—Eso es obvio —dice Riona con aspereza.

—Sí —chasqueo—, No me visto como una Barbie Corporativa. Por cierto,


¿cómo funciona eso para ti? ¿Tu papá te deja tomar notas en sus juntas, o solo te
quedas ahí de pie viéndote linda?

El rostro de Riona se pone tan rojo como su cabello. Imogen interrumpe antes
de que Riona pueda replicar.

—Tal vez algo un poco más simple te gustaría, Aida.

Imogen le hace señas a la dependienta, solicitando varios vestidos por número y


nombre de diseñador. Obviamente, hizo su investigación antes de venir. No importa
lo que elija. Solamente quiero que esto termine. Nunca me he abrochado tantas
cremalleras en mi vida.

No sé qué le sucedió al vestido de mi madre. Pero sé cómo se veía, tengo una


foto de ella del día de su boda. Ella está sentada en una góndola en Venecia, justo en
la proa de la embarcación, el largo encaje de la cauda arrastrándose sobre la proa,
casi tocando la pálida agua verde. Está mirando directamente a la cámara, altiva y
elegante.

En realidad, uno de los vestidos que seleccionó Imogen se parece un poco al de


mi madre: mangas caplet que caen por los hombros. El corpiño tiene un escote de
corazón. Encaje anticuado, pero sin estar esponjado. Solo líneas suaves y simples.
79 —Me gusta ese —digo vacilante.

—Sí —concuerda Imogen—. El blanco apagado te queda bien.

—Te ves IMPRESIONANTE —dice Nessa.

Incluso Riona no tiene nada despectivo que decir. Ella simplemente inclina su
barbilla hacia arriba y asiente con la cabeza.

—Entonces, envuélvanlo —digo.

La asistente toma el vestido, preocupándose sobre el hecho de que no tenemos


tiempo para conseguir los ajustes del vestido antes de la boda.
—Queda bien —le aseguro a ella.

—Sí, pero si le toman un poco al busto…

—No me importa —le digo, empujándolo en sus brazos—. Es lo suficientemente


bueno.

—He contratado a chicas para que te peinen y maquillen la mañana de la boda


—me dice Imogen.

Suena más alboroto del que es necesario, pero me obligo a sonreír y asentir. No
vale la pena pelear por ello, habrá un montón de cosas por las cuales pelear más
adelante tarde.

—Callum ha reservado un día de spa para ti también, el día anterior a la boda —


dice Imogen.

—Eso realmente no es necesario —le digo.

—¡Por supuesto que lo es! Querrás relajarte y ser mimada.

No me gusta relajarme ni que me mimen.

Esta es la forma en que Imogen Griffin consigue las cosas a su manera, estoy
segura, diciéndote cómo va ser con un tono de voz ligero y educado y una sonrisa en
su rostro. Actuando como si cualquier resistencia sería la más alta tosquedad, por lo
que estás avergonzada y estás de acuerdo.

—Estoy ocupada —le digo.

—Ya está reservado —dice Imogen—. Voy a mandar un coche alrededor de las
nueve para recogerte.
80
Estoy acerca a decir, no voy a estar allí, pero me obligo a tomar una profunda
respiración y tragarme la instintiva rebeldía. Es solo un día de spa. Están tratando de
ser agradables, en su propia forma agresiva.

—Gracias —le digo entre dientes apretados.

Imogen me da una sonrisa tensa.

—Vas a ser la perfecta esposa —dice ella.

Lo que suena más como una amenaza que un cumplido.


Cada día se azotaba por más rápido que el anterior. Cuando la boda estaba a dos
semanas de distancia, parecía como en una vida entera. Como si cualquier cosa
podría suceder para suspenderla.

Pero ahora estaba a solo de tres días de distancia. Luego dos. Después, realmente
es mañana y estoy esperando fuera de mi casa para que me recoja el estúpido auto
de Imogen, para llevarme a un día de spa que ni quiero ni necesito.

Sé que quieren depilarme, exfoliarme, frotarme todos mis bordes ásperos,


haciéndome una esposa lisa y suave para el vástago de su familia. El gran Callum
Griffin. Es su JFK, y se supone que yo sea su Jackie Kennedy.

Más bien quiero ser Lee Harvey Oswald.

Aun así, bajo toda mi irritación y dejo que el conductor me lleve a un lujoso spa
en la calle Walton.

No es tan malo para comenzar. Callum realmente reservó. Los esteticistas me


empapan los pies y me pintan las uñas de los dedos de las manos y los pies. Me
sientan en un gigante baño de barro con un tipo de barro completamente diferente
sobre mi cara. Después, ponen algunos acondicionadores envolviendo mi cabello, y
luego de que todo tuvo tiempo para filtrarse, lo enjuagan, a continuación, me llenan
de aceite como un pavo de Acción de Gracias. Me cubren en piedras calientes, a
continuación, las quitan de nuevo y empiezan a frotar y golpear cada centímetro de
mi cuerpo.

Ya que no me importa estar desnuda, esta es mi parte favorita. Tengo dos


señoritas con sus cuatro manos sobre mí, frotando, masajeando y trabajando cada
nudo por estrés en los músculos de mi cuello, mi espalda e incluso mis brazos y
piernas. Viendo como Callum es el causante de la tensión en el primer lugar, supongo
que es adecuado que pague para eliminarlo.
81 Es tan deliciosamente relajante que me empiezo a dormirme, arrullada por las
manos de las mujeres sobre mi piel, y los falsos sonidos del océano a través de los
altavoces.

Me despierto ante el fuerte dolor en la región de mi entrepierna. La esteticista


está sobre mí, quitando la tira con cera depiladora que se lleva los pequeños vellos
que solían estar unidos a mi cuerpo.

—¿Qué mierda? —chillo.

—Puede picar un poco —dice en un tono completamente indiferente.


Miro hacia abajo a mis partes de dama, las cuales están ahora completamente
lisas del lado izquierdo.

—¿Qué demonios estás haciendo? —le grito.

—Su depilación brasileña —dice, colocando otra tira de cera del lado derecho.

—¡Oye! —Golpeo su mano para alejarla—. ¡No quiero una puta depilación
brasileña! No quiero ser depilada.

—Bueno, estaba en la lista de servicio.

Ella recoge su portapapeles y me lo entrega, como si fuera a aliviar el ardor del


fuego en el área recién depilada y las partes de mi entrepierna terriblemente sensibles.

—¡Yo no acordé la puta lista de servicio! —le grito, lanzando el portapapeles—.


Y no quiero que practiques tus técnicas de tortura en mi entrepierna.

—La cera está ya colocada —dice señalando la tira de ella acaba de colocar—.
Se tiene que desprender, de una forma o de otra.

Trato de hacer tirar lentamente del borde de la tela de la tira, pero ella tiene
razón. Está bien y adherida al poco vello que había dejado yo. La esteticista me mira
hacia abajo con cero simpatía en su fríos ojos azules. Creo que estas mujeres se corren
con infligir dolor. Fácilmente podía ver su cambio debajo de su bata blanca, un corsé
cuero y fusta.

—Entonces, quítalo —digo con mal humor.

Con un rápido tirón, la esteticista rasga fuera de la franja, dejando otra franja de
piel suave color rosa.

82 Chillo y dejo salir una cadena de improperios, algunos en inglés y algunos en


italiano. La esteticista ni siquiera se inmuta. Estoy segura de que ha oído que todo.

—¡Muy bien, eso es suficiente! —digo.

—No puede irse así —dice, arrugando la nariz.

¡Cazzo! Tengo como dos tercios de mi coño depilado, con pequeños parches de
vello en extraños lugares. Me hace verme jodidamente horrible. No me importa por
Callum, pero no quiero tener que verme así mientras espero una semana a que crezca
de nuevo.
No puedo creer su puto valor, reservando una depilación de bikini junto con todo
lo demás. ¿Piensa que ya es dueño de mi coño? ¿Piensa que puede decidir cómo se
ve?

Debería esperar hasta que él esté dormido, luego colocar una tira de cera caliente
en sus bolas. Darle una probada de su propia medicina.

Con tristeza, digo:

—Bien. Termina.

Toma tres tiras más y muchas más maldiciones quitar el resto del vello. Cuando
están terminados, estoy completamente lisa, el fresco aire tocándome como nunca
antes.

Es jodidamente humillante. Es... sería cualquiera que sea la femenina versión de


“castrar”. Soy como Sansón. Callum me robó el pelo y me despojó de mi poder.

Lo haré pagar por esto, ese jodido intrigante y pervertido. ¿Cree que puede
depilarme el coño sin consentimiento? Él ni siquiera sabe lo que está comenzando.

Las esteticistas regresan a masajearme, pero estoy jodidamente furiosa.

Ya estoy planificando todas las maneras en cómo va a hacer de la vida de Callum


un infierno.

83
10

Es el día de mi boda.

Nada como me imaginaba, pero, no pasé mucho tiempo imaginando casarme.


Esperaba que sucediera con el tiempo, pero realmente no me importaba.

He salido con un montón de mujeres, cuando era conveniente. Siempre tuve mis
propios planes, mis propios objetivos. Cualquier mujer debía adaptarse a eso, o lo
terminaba en el minuto que se convertía en más problemas de lo que valía la pena.

De hecho, estaba saliendo con alguien cuando mi padre organizó toda esta cosa
con los Gallo. Charlotte Harper y yo habíamos estado juntos por cerca de tres meses.
Tan pronto como me enteré que estaba “comprometido”, le llamé para terminar con
ella. Y sentí... nada. Realmente no me importaba si veía a Charlotte de nuevo o no.
No hay nada malo con ella, es linda, lograda, bien conectada. Pero cuando termino
con una mujer, siento lo mismo que cuando desecho un viejo par de zapatos. Sé que
tendré otro lo suficientemente pronto.

Esta vez, la nueva es Aida Gallo. Y se supone que la ame, mime y la proteja
hasta el fin de sus días. No estoy seguro de que pueda hacer ninguna de esas cosas,
excepto tal vez mantenerla a salvo.

Aquí hay algo que sé: no voy a aguantar su puto sin sentido una vez que estemos
84 casados. Es como mi padre dice: ella necesita ser entrenada. No voy a tener una
esposa salvaje y rebelde. Ella va a aprender a obedecerme de una manera o de otra.
Incluso si tengo a molerla para que sea polvo bajo mis pies.

Sonreí un poco, pensando acerca de su “día de spa” de ayer. El punto,


obviamente era tenerla lista para esta noche. Donde se supone consumo el
matrimonio y no voy a follar a una harapienta en sandalias y pantalones cortos de
jean. Espero que esté adecuadamente preparada, de la cabeza a los pies.

Me encanta la idea de que sea arreglada, limpiada y depilada con mis


especificaciones. Al igual que una muñeca, construida simplemente de la forma en
que me gusta.
Ya me he duchado y afeitado, por lo que ahora es la hora de ponerme mi
esmoquin. Pero cuando verifico el gancho en el armario donde me esperaba que
estuviera colgado, no hay nada allí.

Le llamo a Marta, un personal de nuestra casa.

—¿Dónde está mi esmoquin?

—Lo siento, Sr. Griffin —dice nerviosamente—. Fui a la tienda a recogerlo


como usted dijo, pero dijeron que la orden había sido cancelada. En su lugar, se envió
una caja aquí, de la Sra. Gallo.

—¿Una caja?

—Sí, ¿debería traérsela?

Espero con impaciencia en la puerta, mientras que Marta trota en las escaleras,
con una gran caja de prendas de vestir en sus manos.

¿Qué demonios es esto? ¿Por qué Aida está jodiendo con mi esmoquin?

—Déjalo —le digo a Marta.

Ella coloca la caja cuadrada con cuidado en mi sofá.

Espero hasta que desaparece, entonces la abro.

En la parte superior hay un sobre, con la letra desordenada que solo puedo
asumir que pertenece a mi prometida.

Lo abro, sacando una nota:

85 Querido prometido,

Fue tan amable de tu parte supervisar mi arreglo de ayer previa a la boda. ¡Fue una
experiencia tan estimulante e inesperada!

He decidido devolverte el favor con un regalo de mi parte, una pequeña pieza de mi cultura
para el día de tu boda.

Estoy segura de que me harás el honor de usar esto para nuestra ceremonia de boda. Me
temo que no podría decir mis votos sin este recordatorio de mi hogar.

Para siempre tuya,

Aida.
No puedo evitar reírme de la descripción del spa. Pero mi sonrisa se congela en
mi cara cuando quito el papel y veo el esmoquin que está esperando que use.

Se ve como un puto traje de payaso. Hecho de satén marrón brillante, está


cubierto con bordados llamativos en los hombros, solapas e incluso en la parte
posterior de la chaqueta. Es un traje de tres piezas completo con chaleco, sin
mencionar un bolsillo de encaje y la corbata. La única persona que puedo
imaginarme vistiendo esto es Liberace.

Mi madre entra apresuradamente en la habitación, luciendo nerviosa. Puedo ver


que ya está vestida con un elegante vestido de cóctel verde salvia, su cabello es suave
y pálido y pendientes de oro de buen gusto colgando de sus lóbulos.

—¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no estás vestido? —dice, cuando me ve parado
allí con una toalla atada alrededor de mi cintura.

—Porque no tengo mi esmoquin —le digo.

—¿Qué es eso?

Me hago a un lado para que pueda ver. Ella levanta la corbata de encaje,
sosteniéndolo con desagrado entre su dedo índice y el pulgar.

—Un regalo de mi futura esposa —digo, mostrándole la tarjeta.

Mi madre lo lee de un vistazo. Frunce el ceño, y luego dice:

—Póntelo.

Suelto una carcajada.

—Tienes que estar bromeando.


86
—¡Hazlo! —dice—. No tenemos tiempo para conseguir otro esmoquin. Y no
vale la pena echar a perder toda esta cosa por un traje.

—Esto no es un traje. Es una puta vergüenza.

—¡No me importa! —dice ella bruscamente—. Es una boda pequeña. Casi nadie
lo verá.

—No va a pasar.

—Callum —espeta—. Suficiente. Vas a tener un centenar de más batallas para


luchar con Aida. Necesitas elegir las que son importantes. Ahora, muévete,
necesitamos irnos en seis minutos.
Increíble. Pensé que estaría furiosa sobre esto, solamente por la forma en la que
el marrón chocará con su esquema de color cuidadosamente cuidado de crema, oliva,
y gris.

Me pongo el ridículo traje, casi me asfixia el olor de la naftalina. Ni siquiera


quiero a saber de dónde lo sacó Aida. Es probable que su bisabuelo fuese enterrado
con él.

Lo importante es la forma en que la castigaré por esto.

Ha cometido un grave error, pinchando al oso una y otra vez. Es tiempo de


despertar y darle una buena bofetada.

Tendrá merecido lo que recibirá esta noche.

Tan pronto como me visto, me apresuro a bajar las escaleras hacia la limusina
que me espera. La que lleva a mi madre y mis hermanas ya se fue, sólo somos mi
padre y yo.

Levanta una ceja ante mi traje, pero no dice nada. Probablemente mi madre ya
le informó.

—¿Cómo te estás sintiendo? —pregunta de manera cortante.

—Fantástico —digo—. ¿No puedes notarlo?

—El sarcasmo es la forma más baja de humor —me informa.

—Pensé que eran juegos de palabras.

—Esto va a ser bueno para ti, Cal. Puede que no lo veas ahora, pero lo será.

87 Aprieto mis dientes, imaginando sacar cada una de mis frustraciones en el


apretado pequeño culo de Aida esta noche.

Me siento sacrílego caminar en la iglesia, como si Dios podría golpearnos por


esta nefasta unión. Si Aida me enoja lo suficiente, la mojaré en agua bendita y veré
si estalla en llamas.

Es fácil ver qué lado del altar es mío y cuál de Aida, todos esos altos italianos de
cabello oscuro y rizado, frente a los irlandeses de melena de caballo con tonos rubios,
pelirrojos, grises y castaños.

Los padrinos de boda son los hermanos de Aida, las damas de honor son mis
hermanas. Tenemos la misma cantidad porque solamente Dante y Nero están de pie,
Sebastian está sentado en la parte delantera de la primera fila en una silla de ruedas,
su rodilla todavía voluminosa por el vendaje bajo sus pantalones.

No sé si realmente necesita la silla de ruedas, o es simplemente un ‘jódete’ a mi


lado de la familia, pero independientemente, siento una punzada de culpabilidad. La
alejo, pensando que los Gallo tienen suerte de haber conseguido salir de ello
fácilmente.

Los vestidos de las damas de honor verde salvia le queda muy bien a Riona, pero
no a Nessa, que resalta su aspecto pálido y un poco enfermizo. A ella no parece
importarle. Es la única sonriendo cerca del altar. Dante y Riona se están fulminando
con la mirada y Nero está mirando a Nessa con una expresión de interés que me tiene
a punto de envolver mis dedos alrededor de su garganta. Si le dice una palabra, voy
a golpear su bonita cara.

La iglesia está llena de la pesada fragancia de las peonías de color crema. El


sacerdote ya está de pie en el altar. Estamos simplemente esperando a Aida.

La música comienza y después de unos momentos de pausa, mi novia viene


caminando por el pasillo.

Ella llevaba un velo y un simple vestido de encaje que flota detrás de ella. Lleva
un ramo de flores en una mano, pero deja que cuelgue por su muslo, usando su otra
mano para sostener la falda de su vestido. No puedo ver su rostro detrás del velo, lo
que me hace pensar más que nunca que me voy a casar con una extraña. Podía ser
cualquiera debajo de él.

Mi novia se detiene en frente de mí.

Levanto el velo.

Veo su suave piel bronceada y sus claros ojos grises, muy marcados. Tengo que
88 admitirlo, se ve hermosa. La revelación de su rostro me muestra cuan hermosas son
esas facciones realmente, cuando no está echándola a perder con alguna expresión
demoníaca.

No dura mucho, tan pronto como ve sin obstáculos a mi traje, su rostro se


ilumina hasta con maliciosa alegría.

—Te ves increíble —susurra, riendo.

—Te la devolveré —le informo con calma.

—Yo ya te la estaba devolviendo por la mierda del spa —me susurra.


El sacerdote aclara su garganta, con ganas de comenzar el servicio.

—Cuando estés casada conmigo espero que te mantengas así siempre —le
informo.

—CARAJO si lo haré —chasquea Aida, lo suficientemente alto para hacer saltar


al sacerdote.

—¿Hay algún problema? —dice él, con el ceño fruncido hacia nosotros.

—Ningún problema en absoluto. Empiece la ceremonia —le ordeno.

Aida y yo seguimos discutiendo en tonos murmurados, mientras avanza por los


votos.

—Si piensas que seré algún tipo pequeña estrella porno para ti…

—Eso es simplemente parla los estándares mínimos de desnudez…

—Sí, sin duda era desnuda…

Nos detenemos cuando nos damos cuenta de que el sacerdote nos está mirando.

—Callum Griffin y Aida Gallo, ¿vienen aquí libremente y sin reservas para
entregarse en matrimonio? —dice él.

—Sí —respondo enojado.

—Oh, sí —dice Aida, en el tono de la voz que mi padre clasificaría como ‘la más
baja forma de humor’.

—¿Van a honrarse el uno al otro como marido y mujer para el resto de sus vidas?
89
—Sí —digo, después de un momento de vacilación.

El resto de nuestras vidas es jodidamente mucho tiempo. No quiero imaginarlo


en este momento.

—Sí —dice Aida, mirándome como si está planeando hacer el resto de MI vida
tan corta como sea posible.

—¿Aceptarán los niños que amorosamente les mande Dios, y los traerán de
acuerdo a la ley de Cristo y de su Iglesia?

—Sí —digo.
Embarazaría a Aida en este mismo segundo, puramente por cuán furiosa se
podría. Esa sería una manera de dominar a la salvaje bestia.

Aida ya se ve tan molesta que no creo que responda a la pregunta. Finalmente,


a través rígidos labios, ella murmura:

—Sí.

—Entonces di tus votos —instruye el sacerdote.

Agarro las manos de Aida y las aprieto tan fuerte como puedo, tratando de
hacerla estremecer. Ella tercamente controla su rostro, negándose a reconocer la
presión en sus dedos.

—Yo, Callum, te tomo a ti, Aida, para que seas mi esposa. Me comprometo a
serte fiel en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad. Amarte y
respetarte todos los días de mi vida.

Suelto las palabras rápidamente, habiéndolas memorizado en el coche de camino


aquí.

Aida me mira por un momento, sus ojos grises más serios que de costumbre.
Entonces, en un tono plano, me repite los votos.

—Los declaro marido y mujer —dice el sacerdote.

Eso es todo. Estamos casados.

Aida inclina sus labios hacia arriba para un casto beso.

Para mostrarle quién es el jefe, la tomo por los hombros y la beso bruscamente,
forzando mi lengua en su boca. Sus labios y lengua tienen un sabor dulce. Ácido y
90 fresco. Como algo que no he probado en un muy largo tiempo…

Fresas.

Puedo ya sentir mi lengua entumeciéndose. Mi garganta comienza a hincharse,


mi aliento saliendo en un silbido.

La iglesia gira alrededor de mí en un calidoscopio de colores, mientras me


desplomo en el suelo.

¡Esa maldita PERRA!


11

Mi esposo pasa la noche en la sala de emergencias. Supongo que esa alergia a las
fresas era bastante grave después de todo. No compensa las semanas que Sebastian
pasó en el hospital, o los meses de rehabilitación y la pérdida de su temporada de
baloncesto, pero es algo por lo menos.

Eso también permite saltarme la farsa de las fotos de boda, la cena, el baile y
todos los otros sin sentido en los que no quería formar parte. Era suficientemente
malo tener que decir todas esas mentiras en una iglesia, en frente de un sacerdote.
No soy religiosa, pero no hacen que sea mejor. La piadosa sin sentido fue la cereza
en el helado.

Se suponía que Callum y yo iríamos al Four Seasons a consumar nuestra unión,


pero eso es otra cosa que no termina sucediendo. En su lugar, voy sola a la suite de
la luna de miel, me quito mis zapatos, el vestido de encaje que pica y ordeno
suficiente al servicio a la habitación que la conserje suena preocupada cuando le dijo
que solamente necesito un tenedor.

A pesar de todo, es una muy gloriosa noche. Pruebo cada tipo de pastel en el
menú, mientras veo viejos episodios de La Ley y el Orden y Project Runway.

La mañana no es tan alegre. Tengo a empacar mi maleta y conducir a la mansión


Griffin cerca del lago. Debido a que es donde voy a estar viviendo ahora. Ese es mi
91 nuevo hogar.

Me siento profundamente resentida con mi padre y mis hermanos mientras subo


al taxi. Están en casa, en la casa donde nací, el lugar en el que he vivido todos los
días de mi vida. Ellos logran permanecer allí, rodeados por la familia, mientras que
yo tengo que marchar directo a la guarida del león. Tengo que vivir en el medio de
mis enemigos por el resto de mi vida. Rodeada de gente que me odia y desconfía de
mí. Nunca realmente cómoda. Nunca realmente segura.

La mansión de los Griffin luce brillante y formidable cuando me acerco a la


entrada. Odio el césped perfectamente cuidado y las brillantes ventanas. Odio la
forma en que todo en sus vidas tiene que ser tan perfecto, tan sin alma. ¿Dónde están
los árboles crecidos o los arbustos que plantas porque te encanta la forma en que
huelen las flores?

Si me dijeras que su jardín está lleno de plantas de plástico, no estaría


sorprendida. Todo lo que hacen tiene que ver con la apariencia, nada más.

Como la forma en que Imogen Griffin se para en la puerta para recibirme. Sé


que no les importo una mierda, excepto por la forma en que voy a ayudar a promover
la carrera de su hijo y tal vez proporcionarle nietos.

Suficientemente segura, que tan pronto como esté dentro, las máscaras caen.

—Ese fue un truco el que sacaste —dice a través pálidos labios—. Supongo que
sabías que era alérgico.

—No sé de qué estás hablando —le digo.

—No me insultes. —Sus ojos perforan los míos, posándose con fuego azul—.
Podrías haberlo matado.

—Mira —le digo—, no sabía que era alérgico. No sé nada acerca de él. Somos
extraños, ¿recuerdas? Nos podríamos haber casado hoy, pero me siento igual que
ayer, como que apenas los conozco.

—Pues aquí algo que deberías saber sobre mí —dice Imogen, su voz más aguda
de lo que han escuchado jamás las señoras del Country Club—. Mientras seas parte
de esta familia, te ayudaré y protegeré. Pero todo el mundo aquí tira de su peso.
Nosotros trabajamos en conjunto, para el mejoramiento de nuestro imperio. Si
amenazas lo que estamos construyendo, o si pones en peligro a alguien de la familia,
cuando poses tu cabeza en la noche, nunca la volverás a levantar. ¿Me entendiste?

Ja. Esa es la Imogen Griffin que estaba buscando. El acero detrás de la socialité.
92
—Entiendo el concepto de lealtad familiar —le digo.

Verme a mí misma como parte de la familia Griffin, eso es otra cosa


completamente diferente.

Imogen me mira fijamente un minuto más, luego asiente con la cabeza.

—Voy a mostrarte tu habitación —dice ella.

La sigo hasta la amplia escalera curva a la parte superior.


He estado aquí una vez antes. Sé que se encuentra a la izquierda: las habitaciones
de las chicas, y la habitación principal que le pertenece a Imogen y Fergus.

Imogen gira a la derecha en su lugar. Pasamos por la biblioteca, que no da


indicios de ruinas llenas de humo. No puedo resistirme a mirar adentro. Parece que
Imogen ya la renovó, reemplazando la alfombra y repintando las paredes. Son de
color azul pálido ahora, con persianas en las ventanas en lugar de cortinas. Incluso
la chimenea tiene una cubierta, con una nueva fachada de piedra blanca y un vidrio
encerrando el hogar.

—No más accidentes —dice Imogen secamente.

—Mucho más seguro —concuerdo, sin estar segura si reír o estar avergonzada.

Caminamos por un largo pasillo a otra suite privada, similar en tamaño a la


principal. Cuando Imogen abre las puertas, me doy cuenta de que estamos en la
habitación de Callum. Tiene exactamente el tipo de decoración y atención oscura y
masculina que esperarías de él. Huele completamente a hombre; colonia, loción para
después del afeitado, jabón y una pizca de su piel desde la cama en la que no se ha
dormido. Eso provoca que un poco de piel de gallina suba por mis antebrazos.

Estaba esperando que los Griffin me dieran mi propia habitación. Parecido a los
miembros de la realeza en los antiguos días, que viven en sus distintas suites.
Pensaba, que, en el peor de los casos, Callum podría tener que visitarme en la noche
de vez en cuando.

Pero, al parecer, en realidad esperan que nosotros compartamos una habitación.


Que durmamos lado a lado en esa cama amplia y baja. Lavarnos los dientes en el
mismo lavabo por la mañana.

Esto es tan jodidamente extraño.


93 Callum y yo no hemos tenido una sola conversación que no fuera furiosa o
amenazante. ¿Cómo es que voy a cerrar mis ojos en la noche?

—Estoy segura de que hay un montón de espacio para tus ropas —dice Imogen,
mirando a mi pequeña maleta—. ¿Tu padre te enviará el resto de tus cosas?

—Sí —digo.

Son solo un par de cajas. No tengo muchas cosas. Además, no quería traer nada
personal aquí. Mi diminuto vestido de bautizo, el anillo de bodas de mi madre, viejos
álbumes de fotografías, todo puede quedarse en el ático de la casa de mi padre. No
hay ninguna razón para moverlas.
—¿Cuándo... regresará Callum? —le pregunto a Imogen vacilante.

—Él ya está aquí —dice ella—. Descansando junto a la piscina.

—Oh. Está bien.

Mierda.

Estaba esperando un largo respiro antes de verlo.

—Te dejaré para que te asientes —dice Imogen.

No toma mucho tiempo guardar mis artículos de tocador y ropa. Callum vació
el espacio debajo de uno de los lavabos en el baño, y la mitad del enorme armario-
vestidor.

Él realmente no necesita dejarme vacío un lado completo. Mi ropa se ve


ridículamente solitaria, colgando en el espacio.

No que Callum tenga mucha ropa por sí mismo. Él tiene una docena de camisas
blancas idénticas, tres azules, trajes que van desde el carbón al negro y un uniforme
guardarropa informal similar. Su ropa está colgada con precisión robótica.

—Oh, Dios mío —susurro, mientras toco la manga de uno de los tres suéteres
de cachemira grises idénticos—. Me casé con un psicópata.

Una vez que desempaqué, no hay realmente nada que quede por hacer excepto
buscar a Callum.

Me escabullo de la planta baja, preguntándome, si tal vez, debería disculparme.


Por un lado, totalmente se lo merecía. Por el otro, me sentí un poco culpable cuando
toda su cara comenzó a hincharse y él estaba agarrando y arañando su garganta.
94
Comí fresas toda la mañana, pensando que iba a darle urticaria. Quizás arruinar
algunas de nuestras estúpidas fotos de boda.

El efecto real fue mucho más dramático. Si Imogen Griffin no hubiera tenido
una epi-pen escondida en su bolsa Birkin, podría ser una viuda justo ahora en lugar
de una esposa. Ella corrió a su hijo, enterrando la aguja destapada en su muslo,
mientras Fergus llamó una ambulancia.

Sin embargo, cuando llego a la cubierta de la piscina, veo que Callum parece
completamente recuperado. Él no está descansando, sino está nadando dando
vueltas. Sus brazos cortan a través del agua como un cuchillo, brillantes gotas sobre
su oscuro cabello. Su cuerpo se ve delgado y poderoso cuando se sumerge bajo el
agua, empuja fuera de la pared y se impulsa a la mitad de la piscina antes de tener
que salir por aire.

Me siento en una de las sillas de la cubierta, viéndolo nadar.

De hecho, es bastante sorprendente cuánto tiempo puede contener la respiración


bajo el agua. Supongo que los Griffin deben ser parte delfines.

Lo observo nadar una docena vueltas más, solo dándome cuenta el mucho
tiempo que ha pasado cuando se detiene bruscamente, apoyando sus brazos en el
borde de la piscina y agitando el agua fuera de sus ojos. Él me mira, fijándome con
una desagradable expresión.

—Ahí estás.

—Sí. Aquí estoy. Puse mis cosas en tu habitación.

No la llamo “nuestra” habitación. No se siente así, para nada.

Callum se ve igualmente irritado ante la perspectiva de compartir aposentos


cerrados.

—No tenemos que permanecer aquí para siempre —dice con rebeldía—.
Después de la elección, podemos empezar a buscar nuestro propio lugar. Entonces,
podemos tener distintas habitaciones, si lo prefieres.

Asiento.

—Eso podría ser mejor.

—Voy a terminar —dice Callum dice, preparándose a sí mismo a empujarse


fuera de la pared de nuevo.
95
—Está bien.

—Oh, pero una cosa primero.

—¿Qué?

Me hace señas para que me acerque.

Camino al lado de la piscina, todavía distraída por la pregunta de si debería


disculparme o no.

La mano de Callum se dispara y se cierra alrededor de mi muñeca. Con un tirón,


me jala hacia abajo en el agua, y envuelve sus férreos brazos alrededor de mí.
Estoy tan sorprendida que grito, dejando salir el aire en lugar de inhalar. El agua
se cierra sobre mi cabeza, más fría de lo que esperaba. Los brazos de Callum me
aprietan fuerte, fijando mis brazos a mis costados, así que no puedo moverlos.

La piscina es demasiado profunda para que mis pies toquen el fondo. El peso de
Callum me arrastra hacia abajo como un yunque. Está apretándome como una
serpiente, aplastándome contra su cuerpo.

Estoy tratando de retorcerme y luchar, pero no hay nada para que pueda patear,
y mis brazos están inmovilizados. Mis pulmones están quemando, jadeantes,
tratando de obligarme a inhalar, incluso a pesar de que sé que voy a tomar una
bocanada de agua con cloro.

Mis ojos se abren involuntariamente. Todo lo que puedo ver es un verde azulado
brillante, turbulento por mis luchas inútiles. Callum va a matarme. Él me va a ahogar
justo ahora. Esta es la última cosa que veré, lo último de aire, subiendo a la superficie
en burbujas plateadas.

Teniendo espasmos, sacudidas, empezando a ponerme flácida viendo puntos de


tinta en frente de mis ojos.

Entonces él finalmente me libera.

Salgo a la superficie, jadeando y tosiendo. Estoy exhausta de pelear con él. Es


difícil salir del agua con mis jeans empapados y mi camiseta arrastrándome hacia
abajo.

Él se levanta junto a mí, justo fuera del alcance de mis brazos agitándose.

—¡Tú… tú CABRÓN! —grito, tratando de golpearlo.

—¿Qué te parece que te corten tu suministro de aire? —dice, mirándome.


96
—Te voy a alimentar con cada puta fresa en el estado! —chillo hacia él, todavía
atragantándome con el agua de la piscina.

—Sí, intenta eso. Y la próxima vez voy a atar un puto de piano a tus piernas
antes de tirarte

Él nada a la otra parte y sale antes de que incluso yo llegue a la orilla.

Espero hasta que él se ha ido para salir de la piscina, empapada y temblando.

Y pensar que iba a pedirle disculpas.


Bueno, aprendí mi lección.

Callum no sabe con quién está jugando. ¿Pensó que jodí su casa antes? Bueno,
ahora vivo aquí. Voy a ver todo lo que hace, oír todo. Y voy a usar lo que aprenda
para destruirlo.

97
12

Pisoteo fuerte dentro de la casa, mi cuerpo entero tiembla de rabia.

El valor de esa maldita chica, apareciendo aquí con su maleta como si no acabara
de intentar matarme. Como si no hubiera pasado mi noche de bodas en el hospital
con un maldito tubo enterrado en mi garganta.

Me humilló en frente de todo el mundo, primero con el traje y luego haciéndome


parecer débil, frágil, completamente patético.

Esa alergia es la cosa más embarazosa sobre mí. Me hace sentir como un niño
pequeño con lentes de fondo de botella y un moco en la nariz. Odio que sea tan
irracional. Odio no poder controlarla. Odio tener una vulnerabilidad tan ridícula.

No sé cómo la averiguó, pero el hecho de que lo haya hecho y usado contra mí


me pone jodidamente furioso.

Así que tiré de ella bajo el agua para darle una probada de su propia medicina.
Ver cómo le gusta arañar y jadear en busca de aire, impotente ante la necesidad de
respirar.

Me hizo sentir mejor. Por un minuto.

98 Pero también me hizo sentir algo más.

Su cuerpo, retorciéndose y moliéndose contra mí.

No se suponía que fuera sexy. Y, sin embargo, mi corazón está acelerado por
más de una razón…

—Cal —llama mi padre cuando paso por la puerta de la cocina.

—¿Qué?

Miro dentro de la cocina, viéndolo sentado en el mostrador, comiendo una de


las comidas que el cocinero mantiene preparado en el refrigerador.
—¿Dónde está Aida? —dice.

—Afuera cerca de la piscina —le digo, cruzando mis brazos sobre mi pecho
desnudo. No me molesté en agarrar una toalla, por lo que estoy goteando todo sobre
los azulejos.

—Debes sacarla a algún lado esta noche. Una buena cena. Tal vez un
espectáculo.

—¿Con qué propósito?

—Porque por tu... accidente... ayer, ustedes no lograron usar la suite de luna de
miel.

—Soy consciente de eso —le digo, tratando de mantener el sarcasmo fuera de mi


voz.

—Necesitas sellar el acuerdo, por decirlo de algún modo. Sabes que un


matrimonio no está finalizado hasta que se consuma.

—¿Así que quieres que la folle esta noche, ese es tu punto?

Él baja su tenedor junto a su plato, fijándome con una fría mirada.

—No hay necesidad de ser grosero.

—Vamos a llamar las cosas por su nombre. Quieres que folle a esta chica, a pesar
del hecho que nos odiamos, a pesar del hecho de que ella intentó matarme ayer,
porque no quieres que tu preciosa alianza se deshaga.

—Exactamente —dice él, recogiendo a su tenedor una vez más y ensartando una
uva fuera de su ensalada Waldorf—. Y no lo olvides, esta no es mi alianza. Te
99 beneficia a ti más que a nadie.

—Correcto —digo con amargura—. Ha sido una verdadera alegría hasta ahora.

Me dirijo escaleras arriba, quitándome mi traje de baño y abriendo el agua de la


ducha tan caliente como puedo soportarla. Me tomo un largo buen tiempo
enjabonándome, lavándome mi cabello, dejando que el agua aligere mis hombros.

Soy consciente de que se supone que debo “hacer a Aida mi esposa” en cada
sentido de la palabra, pero dudo que ella vaya a estar en el estado de ánimo para eso
después de que la medio ahogué. Nunca he sido alguien de grandes detalles
románticos, pero incluso bajo las interpretaciones más liberales no creo que hundirla
cuente como juegos previos.
En realidad, dudo que incluso vaya a estar de acuerdo con ir a cenar conmigo.
Lo cual está bien para mí. Probablemente ella coma con sus manos. Solo me
avergonzará si la llevo a algún lugar agradable.

Incluso después de escuchar a Aida entrar en la habitación, me quedo


exactamente en donde estoy, disfrutando de la ducha caliente. Ella puede estar
parada ahí afuera y temblar por lo que me importa.

Puedo oír su movimiento alrededor, pero no puedo ver lo que está haciendo ya
que he estado en que aquí tanto tiempo que el vidrio de la ducha se opacó con vapor.

Así que estoy sorprendido cuando Aida empuja su camino en el interior,


completamente desnuda.

—¡Oye! —digo—. ¿Qué mierda estás haciendo?

—Ducharme, obviamente —dice—. Un imbécil me tiró a la piscina.

—Ya estoy yo aquí.

—¿De verdad? —dice, fijándome con una mirada poco impresionada—. Gracias
por informarme de ese hecho. Esa es la clase de observación afilada e información
infiltrada que de seguro te conseguirá el asiento de Consejal.

—El sarcasmo es la forma de humor más baja —le digo, en el más insufrible tono
de mi padre.

—Tomar lecciones de humor de ti, sería como preguntarle a un perro cómo


realizar una apendicectomía —responde.

Sus codos me pasan para agarrar el champú.

100 Su brazo desnudo roza mi estómago y me vuelvo agudamente consciente de que


de hecho no nos hemos visto desnudos antes.

Estoy acostumbrado a las chicas que mantienen sus cuerpos tortuosamente


delgados por cualquier medio necesario: dieta, pastillas, pilates e incluso una
intervención quirúrgica. Aida, obviamente, no se molesta en nada de eso. De lo que
he visto, come y bebe lo que le gusta y probablemente no ha visto unas zapatillas
para correr en años. Como resultado, es curvilínea, con un estómago blando y un
gran culo.

Pero tengo que admitir... su figura es muy atractiva. Ella probablemente odiaría
escucharme decir esto, pero tiene un poco del tipo clásica bomba como si pudiera
ponerle un bikini de piel y sería Raquel Welch en Un Millón de Años Antes de Cristo.
Eso hace que tenga curiosidad por cómo se sentiría agarrar un puñado de esa
suave carne, verla montarme. Lanzarla y maltratarla, sin preocuparme que se vaya a
romper como una figura de palos.

Su suave piel morena se ve incluso mejor cuando puedes ver más de ella. La
ducha caliente está sacando un sonrojo sobre esta, particularmente sobre su pecho.
Estoy intentando no ver fijamente sus pechos llenos y redondos, pero la forma en que
la espuma del jabón se desliza por el abismo entre ellos es tan distractor…

El agua tibia corre por su cuerpo, hasta el delta entre sus muslos, donde puedo
ver su coño recién depilado, completamente desnudo, luciendo más suave que el
terciopelo. El hecho de que esté depilado para mí, bajo mis instrucciones, es
increíblemente erótico para mí.

Aida es tan salvaje y rebelde. Hacer que ella haga algo es una hazaña increíble.
Ella está determinada a fastidiarme, a hacer el contrario de lo que digo.

Mientras más rebelde ella es, más la quiero controlar. Quiero inclinarla a mi
voluntad. Quiero hacerla hacer lo que digo, para mi placer…

Mi pene se está poniendo hinchado y pesado entre mis piernas. Veo un aleteo de
las pestañas negras de Aida cuando ella mira involuntariamente hacia abajo.

Rápidamente aleja la mirada de nuevo, enjuagando el champú fuera de su


cabello. Pero lo suficientemente pronto, sus ojos regresan a mi cuerpo.

Sé que estoy en buena forma. Me ejercito cada mañana, sesenta minutos de


intenso entrenamiento de pesas, seguido por treinta minutos de cardio. Tengo el chef
que me prepara comidas de macro-raciones así que aseguro la perfecta ingesta de
proteínas, carbohidratos y grasas. Todo eso ha dado lugar a un musculoso cuerpo
con un sólido six-pack.
101 Los ojos de Aida permanecen sobre mis abdominales, y el miembro continúa
hinchándose bajo su mirada. Está alzado fuera de mi cuerpo ahora.

—¿Ves algo que te guste? —le pregunto.

—No —dice, obstinada como siempre.

—Eres una maldita mentirosa.

Doy un paso más cerca de ella, así mi pene erecto roza contra su cadera desnuda.
Mi muslo se desliza entre los de ella, resbaladizos por el jabón. Meto una mano en
su espeso y oscuro cabello, agarrando la húmeda cuerda de cabello alrededor de la
palma de mi mano y luego tirando de su cabeza hacia atrás, por lo que tiene que alzar
la vista.

—Arruinaste nuestra noche de boda —le digo—. Sabes que no estamos


realmente casados hasta que durmamos juntos.

—Sé eso —dice.

—No has estado comiendo nada más que sea venenoso, ¿verdad?

Antes de que pueda responder, presiono mis labios con fuerza contra los suyos
una vez más.

Cuando Aida me besó en la iglesia, fue solo para terminar esa estúpida
ceremonia. Ahora la estoy besando porque quiero saborear su boca de nuevo. Quiero
presionar todo mi cuerpo contra el suyo y recorrer mis manos sobre esa sedosa piel
bronceada.

Ella es increíblemente suave. No sé cómo alguien con la personalidad de un


cactus puede tener los labios, hombros y pechos más suaves que jamás he tocado.
Quiero pasar mis manos sobre cada centímetro de ella.

Al principio, ella se pone rígida e inflexible, sin querer corresponder. Pero


cuando mi muslo comienza a molerse contra su pequeño coño desnudo, y agarro sus
pechos en mis manos, ella jadea y abre sus labios, permitiéndome deslizar mi lengua
dentro de su boca.

Ahora ella también se está presionando contra mí, frotando su coño contra mi
pierna. También me está besando, lo suficientemente profundo que puedo saborear
el persistente olor a cloro en sus labios.

Deslizo mi mano por su vientre, todo el camino hacia abajo a su coño depilado.
102 Froto mis dedos sobre la suavidad perfecta de sus labios, amando lo desnuda y
expuesta que está. Luego separo sus pliegues y encuentro la pequeña protuberancia
de su clítoris, hinchado por el calor de la ducha. Muevo mi dedo medio en círculos
alrededor de ella, hacia abajo, para probar cuán mojada se está poniendo, luego
regresando de nuevo al punto más sensible.

Se le corta la respiración cuando la toco allí y aprieta su muslo alrededor del mío,
frotando y presionando mi palma contra su coño.

Deslizo un dedo dentro de ella, provocando su gemido. Gime directamente en


mi boca, un sonido profundo e impotente.

Lo sabía. Ella es una pequeña puta cachonda. Le gusta el sexo tanto como a mí.
Eso es perfecto. Porque si lo quiere, si lo necesita, entonces, tiene que venir a mí.
Y eso es una forma más en la que puedo controlarla.

La froto y meto el dedo hasta que puedo sentir sus piernas empezando a temblar.
Su respiración se acelera y sus muslos se aprietan con fuerza a medida que se acerca
más y más al clímax.

Justo cuando ella está en el borde, dejo de tocarla y retiro mi mano.

—¡No pares! —jadea, abriendo sus ojos y mirándome.

—Si quieres venirte, entonces tienes que chupar mi pene primero —demando.

Ella baja la mirada hacia mi pene, tan duro que está derecho fuera de mi cuerpo.

—Joder, no —dice ella—. Terminaré sola.

Ella se inclina hacia atrás, contra la pared de la ducha, poniendo su mano entre
sus muslos. Sus dedos se deslizan entre los labios de su coño, y exhala suavemente.
Agarro su muñeca y doy un tirón su mano, alejándola.

—¡Oye! —grita, sus ojos abriéndose de nuevo.

—Chúpame, o no estoy dejando que te vengas —le digo.

Ella me fulmina con su mirada, sus mejillas sonrojadas por el calor y por el
orgasmo denegado. Sé que está hirviendo por dentro, girando como un ciclón. Estoy
seguro de que la está molestando, haciéndola doler y latir, y espero, haciéndola sentir
lo suficientemente desesperada para hacer lo que le pido.

Pongo mi mano su hombro y la empujo hacia sus rodillas.

103 De mala gana, ella agarra la base de mi pene.

Sus labios se abren y veo el brillo de sus dientes. Me pregunto por un momento
si he cometido un horrible error. Realmente preferiría no perder mi pene por el
temperamento de mi nueva esposa.

Pero luego su boca cálida y húmeda se cierra alrededor de mi polla y mi cerebro


hace un cortocircuito. Si pensaba que sus labios eran suaves antes, no tenía la menor
idea de cómo se podrían sentir en la dolorosamente sensible cabeza de mi pene. Se
deslizan sobre y alrededor, envolviéndome completamente. Su lengua chasquea
contra la parte inferior mientras suavemente lame y chupa.
Maldiiiiito infierno, es buena en esto. No es de extrañar que Oliver Castillo
estuviera obsesionado con ella. Si ella chupó su polla así solo una vez, podía
imaginarlo siguiéndola a los extremos de la tierra para conseguirlo de nuevo.

Ella desliza su mano hacia arriba y hacia abajo del eje, su boca y dedos
trabajando al tándem. Su otra mano estirándose debajo para acunar suavemente mis
bolas, acariciando la parte inferior de la bolsa.

Todas estas sensaciones juntas me están disparando hacia el orgasmo…

Hasta que suelta mi polla y se pone de pie de nuevo.

—Eso es todo lo que obtienes —dice.

Dios, su obstinación es exasperante. Si yo dijera el césped era verde, ella diría


que es morado solo para echármelo en cara. Realmente debería tomar esta
oportunidad para enseñarle una lección.

Pero tanto ella como yo queremos lo mismo en este momento. Un caso raro de
alineación de nuestros impulsos. Y lo queremos tanto que el deseo es mayor que la
malicia.

Aida pone un brazo alrededor de mi cuello, estabilizándose a sí misma, mientras


alinea la cabeza de mi pene con su entrada. Luego envuelve ambas piernas alrededor
de mi cintura mientras mi verga se desliza todo el camino dentro de ella.

Agarro su culo relleno con ambas manos, mis dedos cavando en sus nalgas. La
sostengo mientras ella comienza a montarme, sus brazos envueltos alrededor de mi
cuello, su cuerpo resbaladizo por el jabón comienza a molerse contra el mío.

Por más caliente que pueda estar la ducha, su coño es aún más caliente. Se
aprieta alrededor de mi pene, apretándome en el movimiento de entrada y salida en
104 cada empuje.

Estaba equivocado en mi suposición de que Aida no es atlética. Ella me está


montando con el vigor y el entusiasmo de un olímpico sexual. Estoy acostumbrado
a las chicas que se acomodan en la posición más atractiva posible y luego se recuestan
para dejarte que las folles. Nunca he estado con alguien así de… ansiosa.

Mientras se acerca más al borde, comienza a montarme incluso más duro, su


coño apretando fuerte contra mi pene. Se está estrellando sobre mí más y más. La
intensidad de los embistes y el calor de la ducha está haciendo que me maree.
Pero no hay ninguna puta manera que esté dejando esto. Presiono su espalda
contra la pared de vidrio y la follo más duro, determinado en probar que puedo
devolverle lo doble de duro.

Cuando sus ojos comienzan a girar hacia atrás, siento una oleada de triunfo.

—Oh, Dios mío... oh, Dios mío... Oh... Cal...

Estoy retorciendo el clímax fuera de ella. Sigue y sigue, extraído por cada embiste
de mi pene. Es tan jodidamente atractivo de ver que la expresión rebelde abandona
su rostro, observándola someterse al placer surgiendo a través de su cuerpo.

Le estoy haciendo esto. Estoy haciéndola sentir esto. Ya sea que me odie o no,
ya sea si desea que fuera cualquiera salvo yo, ella es impotente para resistirse. A ella
le encanta la forma en que la estoy follando.

Con ese pensamiento, exploto dentro de ella.

Quiero decir, realmente exploto. El orgasmo es como una bomba atómica,


golpeándome y sin advertencia. Mis bolas son de una zona de impacto, y las ondas
de choque cohetes a través de toda la última neurona, todo el camino hasta la punta
de mis dedos de manos y pies. En la estela de esa sensación, mi cerebro no puede
enviar cualquier otra señal. Mi cuerpo pierde fuerza y tengo que bajar a Aida antes
de que la deje caer.

Me derrumbo contra la otra pared de la ducha, ambos estamos jadeando y


enrojecidos.

Aida se niega a encontrarse con mis ojos.

Es la primera vez que no ha sido capaz de mirarme. No importa la forma en que


he intentado hacerla que baje su mirada, ella siempre ha aceptado el reto.
105
Pero ahora se enjuaga lentamente, simulando ser totalmente absorbida por la
rutina de limpieza.

Ella me llamó Cal. Nunca antes lo hizo. Excepto para burlarse de mí en la fiesta
de compromiso.

—Así que ahí está —le digo—. Es oficial.

—Correcto —dice, sin mirarme todavía.

Me gusta su vergüenza. Me gusta haber encontrado esta grieta en su armadura.


—Es bueno saber que no eres totalmente horrible en el sexo —le digo
groseramente.

Ahora ella me mira, sus ojos brillantes y feroces una vez más.

—Desearía poder devolverte el elogio —dice.

Sonrío.

Aida, tú, pequeña mentirosa. Mantenlo y voy a lavar tu boca con jabón. O quizás algo
más…

106
13

Vivir con los Griffin es raro, por decir lo menos.

La única persona que parece feliz de tenerme aquí es Nessa. No éramos


exactamente amigas en la escuela, pero somos lo suficientemente cordiales, desde
una distancia. Conocemos algunas personas en común, así que ahora podemos
hablar sobre la mierda extraña en la que se metieron desde la graduación.

Creo que a Nessa le gusta tenerme ahí porque soy la única persona que no se
comporta como un Bot Ambicioso. Estoy dispuesta a realmente hablar en el
desayuno, no solo trabajar y comer en silencio. Además, ambas estamos tomando
clases en Loyola, así que podemos ir juntas a la escuela en el Jeep de Nessa.

Nessa es genuinamente una buena persona, algo que no ves muy a menudo en
el mundo. Montones de personas actúan agradables, pero solo en el trato. Nessa le
da todo su dinero de su bolsillo a la gente sin hogar, cada día. Ella nunca habla mal
de nadie, incluso de personas que totalmente se lo merecen, como sus hermanos, y
sus amigos más insípidos. Ella escucha cuando la gente habla, quiero decir,
realmente escucha. Ella está más interesada en ti que en sí misma.

No sé cómo un montón de sociópatas se las arreglaron para criar a una chica


como esa. De hecho, es algo trágico, porque los Griffin ven su amabilidad como un
fallo, como una leve discapacidad. Bromean sobre cuan suave e inocente es.
107
Sé que Callum se preocupa por ella, pero es como una mascota para él, no una
igual.

Nessa me dio la bienvenida con brazos abiertos, feliz de tener otra hermana.
Especialmente una que es ligeramente menos una imbécil que Riona.

No sé ni mierda sobre tener una hermana. Todo lo que sé es lo que he visto en


las películas: trenzarse el cabello entre sí, robarse la ropa, algunas veces odiándose,
algunas veces llorando en el hombro de la otra. No sé si puedo hacer alguna de esas
cosas sin sentirme idiota.
Pero estoy contenta de tener a Nessa como amiga. Hay una paz en su
personalidad que ayuda a suavizar algunos de mis bordes ásperos.

De hecho, paso más tiempo con ella que con mi nuevo esposo. Callum está
trabajando horas locamente largas en camino a la elección, y por lo general ya estoy
dormida en nuestra cama compartida para el momento en que él llega.

Tal vez es a propósito. No hemos tenido relaciones de nuevo desde la


“consumación” de nuestra boda oficial.

Eso me tomó por sorpresa. Irrumpí en la ducha porque tenía frío y estaba
cansada de esperar, y quería demostrarle que no podía intimidarme, no por medio
ahogarme, y con certeza no con un poco de desnudez.

No esperé que él me besara. Y definitivamente no esperé que me tocara de esa


forma…

Aquí está el problema. Me gusta el sexo. Mucho. Y estoy acostumbrada a tenerlo


muy frecuentemente.

Así que, a menos que comience a serle infiel a mi nuevo esposo, lo cual es
realmente una mala idea por una variedad de razones, entonces solo hay un lugar
para obtener mi dosis.

Y no es exactamente como si tuviera que sonreír y pedirlo. Callum es sexy. Es


frío, arrogante y un loco total por el control, él ya me ha regañado cinco veces esta
semana por dejar ropa en el suelo, salpicar el espejo cuando me estoy lavando los
dientes y por no tender la cama cuando me levanto una hora después que él. Pero
ninguna de esas cosas cambia el hecho que el hombre está bendecido genéticamente.
Su rostro, cuerpo y pene… nada de ello es difícil de mirar.

Y también tiene algunas habilidades. No folla como un robot. Puede ser gentil,
108 duro, y por encima de todo, extremadamente perceptivo. Me lee como a un libro.

Así que no me importaría explorar un poco más toda esta cosa del sexo en el
matrimonio. Pero él ha estado demasiado ocupado, o evadiéndome.

Por supuesto, cuando finalmente necesita mi ayuda, la pide de la manera más


desagradable posible, que no es preguntar en absoluto.

Me acorrala en la cocina, donde estoy tratando de tostar un bagel. La tostadora


de los Griffin sigue aventándolo, porque probablemente no se ha usado en diez años
ya que soy la única esta casa familiarizada con el concepto de carbohidratos.
—Tengo una recaudación de fondos esta noche —dice Callum—. Estate lista a
las siete.

—Lo siento —digo, bajando la palanca de la tostadora y manteniéndola en su


lugar—, ya tengo planes.

—¿Haciendo qué?

—Maratón del Señor de los Anillos. Las tres películas, versión extendida. No
terminaré hasta mañana alrededor del mediodía.

La tostadora hace un clic enojado, pero mantengo la palanca en su lugar,


decidida a dorar mi bagel incluso si hace que la máquina explote.

—Muy graciosa —dice Callum, entrecerrando sus ojos azul pálido hacia mí—.
A las siete en punto, y asegúrate de no llegar tarde. Espero un peinado y un
maquillaje adecuados. Ya he dejado un vestido sobre la cama.

Dejé que saliera el bagel, al fin bien dorado. Empiezo a esparcir una buena capa
gruesa de queso crema, y me enorgullezco aún más cuando veo la expresión de
disgusto de Callum.

—¿También tienes mis líneas listas para mí? —le pregunto—. Tal vez deberías
colgar un cartel alrededor de mi cuello, con lo que esperas que diga.

Doy un gran bocado a mi bagel, disfrutándolo aún más porque sé que


probablemente Callum no se ha permitido comer uno en años.

—Si pudieras abstenerte de maldecir cada tres palabras, sería un comienzo —


dice, moviendo los dedos involuntariamente.

Estoy bastante segura de que se muere por arrebatarme el bagel de la boca. Se


109 está conteniendo porque no quiere enemistarse conmigo antes de la recaudación de
fondos.

—Lo intentaré, cariño —digo con la boca llena de bagel.

Me mira y se aleja, dejándome sola en la cocina. Bueno, no del todo, todavía


tengo muchos bocadillos.

Preparo un tazón de palomitas de maíz para poder al menos comenzar La


Comunidad del Anillo.

Mientras me dirijo hacia la sala de cine, veo a Riona que viene de la dirección
opuesta, con una pila de carpetas. Luce nerviosa y estresada, como de costumbre.
No sé por qué siempre se está exigiendo en exceso a sí misma tratando de impresionar
a estas personas; está bastante claro que sus padres ven a Callum como la estrella de
la familia y, en el mejor de los casos, a ella como un personaje secundario. Sin
embargo, cuanto más la empujan hacia un lado, más lucha por que la noten. Verlo
me agota.

No es que tenga mucha simpatía. Riona era una perra de grado-A en la escuela.
La reina de las chicas malas. La única razón por la que no recibí más mierda de ella
es porque era más joven y, por lo tanto, estaba por debajo de ella notarme.

Así es como actúa teniendo que vivir en la misma casa que yo. Así que no puedo
resistirme a pincharla de vez en cuando.

—¿Quieres unirte a mí? —le pregunto, sosteniendo el tazón de palomitas de


maíz—. Estoy a punto de ver El Señor de los Anillos. ¿La has visto alguna vez? Hay
algunos personajes con los que creo que te puedes identificar.

Específicamente, los que comen carne humana y nacen de sacos de huevos


embarrados.

Riona da un suspiro dramático, molesta porque incluso estoy hablando con ella.

—No —dice—. No quiero ver una película a las tres de la tarde, porque no soy
un puto niño. Tengo trabajo que hacer.

—Bien —digo, asintiendo con la cabeza—. Olvidé que eres la secretaria de toda
tu familia. Cosas realmente importantes.

—Soy abogada —dice Riona con gélida dignidad.

—Oh. —Doy una mueca falsa—. Lo siento por eso. Bueno, no te preocupes, no
se lo diré a nadie.
110
Riona mueve las pesadas carpetas contra una cadera, inclinando la cabeza hacia
un lado para poder mirarme de arriba abajo con esa mirada patentada de chica mala.

—Eso es correcto —dice en voz baja—. Todo es una broma para ti. Te cambian
como una tarjeta de béisbol y no te importa, ¿verdad? No te importa que tu familia
te haya abandonado. Que te vendieran a nosotros.

Eso me pone un nudo enfermo en el estómago, pero no voy a dejar que Riona lo
vea. Me obligo a seguir sonriendo e incluso a meterme una palomita en la boca. Se
siente tan seca como un cartón contra mi lengua.
—Al menos soy un Topps Mickey Mantle —le digo—. Dudo que seas un José
Canseco del 86.

Riona me mira fijamente, sacudiendo la cabeza.

—Eres tan jodidamente rara —dice.

Eh... probablemente sea cierto.

Me empuja al pasar a mi lado, corriendo por el pasillo.

Entro en la sala de cine, sentándome en mi asiento favorito en la fila de en medio.

Riona es una perra. Su opinión significa menos que nada para mí.

Pero de todas formas me sigue molestando. Ni siquiera puedo prestar atención


al melodioso tono de Sir Ian McKellen, mi favorito enamoramiento de alguien
mayor.

La verdad es que me siento abandonada. Extraño a mi padre. Extraño a mis


hermanos. Extraño mi propia casa, la cual está vieja, maltratada y llena de muebles
antiguos, pero conozco cada uno de ellos. Era seguro y cómodo, con recuerdos
unidos a cada superficie.

Como mis palomitas de maíz sin saborearlas, hasta que puedo perderme en el
mundo de fantasía de duendes, enanos y Hobbits de buen corazón.

Alrededor de las 6:30 de la tarde, me imagino que debería comenzar a alistarme.


Apago la película y subo para ver qué monstruosidad dejó Callum en la cama para
mí.

Efectivamente, cuando abro la cremallera de la bolsa de ropa, veo un vestido


111 ajustado con cuentas plateadas que se ve rígido, desaliñado y jodidamente horrible.
Justo cuando arrugo la nariz, Callum entra en la habitación, ya vestido con un
esmoquin impecable, su cabello oscuro peinado hacia atrás y todavía húmedo por la
ducha.

—¿Por qué no estás vestida? —dice enojado—. Se supone que nos vamos en
veinticinco minutos. Jesucristo, ni siquiera te has peinado todavía.

—No me estoy poniendo esto —le digo rotundamente.

—Sí, lo harás. —Me frunce el ceño—. Póntelo. Inmediatamente.

—¿Robaste esto del armario de Imogen?


—No —gruñe—. Lo compré específicamente para ti.

—Bien. Entonces puedes devolverlo.

—No hasta después de que lo uses esta noche.

—No va a pasar —le digo con un movimiento de cabeza.

—Métete en la ducha —ladra—. Vamos a llegar tarde.

Camino hacia la ducha, moviéndome deliberadamente lento solo para


molestarlo. No necesito más de media hora para prepararme; no soy una maldita
reina de los concursos.

Aun así, estoy tentada a quedarme bajo el agua tibia para siempre solo para
dejarlo cocerse. Definitivamente no voy a usar ese vestido, puedo usar el amarillo
que usé en la fiesta de compromiso. Aunque a Callum probablemente le saltará un
vaso sanguíneo ante la idea de que una persona use el mismo atuendo dos veces.

Cuando salgo de la ducha, veo que recogió la ropa que dejé en un montón
arrugado en el piso del baño. Lindo.

Me envuelvo con una toalla grande y esponjosa (di lo que quieras sobre los
Griffin, al menos tienen un gusto excelente en ropa de cama) y luego entro en el
armario para buscar mi vestido.

En cambio, veo que todo mi lado del armario se ha limpiado por completo. Las
perchas vacías cuelgan en ángulos extraños, algunas todavía se balancean por el
salvaje despojo que ocurrió aquí.

Abro los cajones, vacíos también. Ha tomado hasta la última puntada de mi


ropa, hasta mi ropa interior.
112
Cuando me doy la vuelta, los anchos hombros de Callum están llenando la
puerta, los brazos cruzados sobre su pecho y una sonrisa burlona en su hermoso
rostro.

—Supongo que es el vestido o nada —dice.

—Entonces no escojo nada —respondo, dejando caer la toalla en un charco


alrededor de mis pies y cruzando los brazos sobre mi pecho imitando el suyo.

—Entiende esto —dice Callum en voz baja—. Vas a venir a esa cena esta noche,
incluso si tengo que echarte sobre mi hombro y llevarte como un hombre de las
cavernas. Puedes estar usando el vestido cuando haga eso, o lo juro por Dios, Aida,
te llevaré allí desnuda y te haré sentar en tu asiento frente a todos. No me pongas a
prueba.

—Eso te avergonzará más a ti que a mí —digo bruscamente, pero puedo sentir


el color subiendo a mis mejillas.

Los ojos de Callum se ven más salvajes de lo que nunca los había visto. De
hecho, creo que habla en serio. Así de decidido está a someterme a su voluntad por
este estúpido vestido.

Los segundos pasan entre nosotros. Segundos que nos hacen cada vez más tarde
para esta recaudación de fondos, pero Callum no se está moviendo fuera de la puerta.
Esta es la colina en la que está eligiendo morir: ese feo vestido de cuentas.

—¡Bien! —ladro al fin—. Me pondré el estúpido vestido.

La sonrisa de suficiencia en su rostro me hace querer retractarme de inmediato.


O darle un puñetazo en el ojo. Si tengo que ir a la cena con ese vestido tonto, entonces
él puede ir allí con un bonito jodido moretón.

Estoy tan enojada que casi tiemblo. Me pongo el vestido rígido y áspero y me
quedo allí mientras Callum cierra la cremallera de la espalda. Se siente como si
estuviera atando un corsé. Tengo que succionar mi barriga y luego, una vez que está
cerrado, no puedo soltarla de nuevo. Lo que me hace arrepentirme de todas esas
palomitas de maíz que comí.

—¿Dónde escondiste mi ropa interior? —solicito.

Siento que los dedos de Callum se detienen en la parte superior de la cremallera.

—No necesitas ropa interior —dice.

113 Ese hijo de puta. ¡Se está volviendo loco con esto! ¡Lo sabía!

Efectivamente, cuando me doy la vuelta hay una mirada hambrienta en su


rostro, como si quisiera arrancarme el vestido de nuevo. Pero no lo hará. Va a
disfrutar viéndome caminar con él toda la noche. Sabiendo que me está obligando a
hacerlo. Sabiendo que no llevo bragas debajo.

Estoy tan enfurecida que podría gritar. Especialmente una vez que levanta los
zapatos que espera que use.

—¿Cómo me los voy a poner? —grito—. No puedo sentarme con esta puta
camisa de fuerza.
Callum pone los ojos en blanco.

Luego hace algo que me sorprende.

Se pone de rodillas frente a mí y coloca mi mano en su hombro para mantener


el equilibrio. Levanta mi pie y desliza el zapato de tacón alto sobre este, como si él
fuera el Príncipe Azul y yo Cenicienta. Sus manos son sorprendentemente suaves
cuando sus dedos tocan el arco de mi pie. Abrocha la correa y luego pone el otro
zapato en mi pie opuesto.

Cuando se pone de pie de nuevo, estamos cerca el uno del otro, tanto que tengo
que inclinar la cabeza para mirarlo.

—Ahí —dice con brusquedad—. Enviaré a Marta para que te ayude a prepararte.

Marta es una asistente personal integral de la familia, y resulta que también es


buena con el cabello y el maquillaje, por lo que con frecuencia ayuda a Riona y Nessa
a prepararse para los eventos. Imogen se maquilla ella misma o va a un salón.

—Lo que sea —digo.

Callum se dirige abajo para encontrar a Marta, y comienzo cojear hacia el baño
sobre los altísimos zapatos de tacón.

No sé si es la falta de ropa interior o algo más, pero puedo sentir una humedad
incómoda entre mis piernas. Cada paso que doy en el apretado vestido está
provocando que los labios de mi coño se froten. Estoy cálida y latiendo, y me
mantengo pensando en esa mirada excitada en el rostro de Callum. Lo severo que
fue cuando me ordenó que me pusiera el vestido.

¿Qué carajo me está pasando?

114 Debe ser solo el hecho de que no me he liado en una semana.

Porque no hay forma de que me excite Callum dándome órdenes. Eso es una
locura. Odio que me den órdenes.

—¿Aida? —dice una voz detrás de mí.

Grito y me doy la vuelta.

Solo es Marta, sosteniendo su neceser de maquillaje. Tiene unos treinta años,


grandes ojos marrones, flequillo oscuro y voz suave.

—¿Callum dijo que necesitabas un poco de ayuda para prepararte?


—Correcto. Sí —tartamudeo.

—Toma asiento —dice, colocando una silla frente al espejo—. Te tendremos


lista en poco tiempo.

115
14

Aida baja de la escalera, con cautela y agarrándose al pasamanos, veinte minutos


tarde pero, francamente, luciendo deslumbrante. Marta tiró del cabello de Aida hacia
arriba en un peinado ligeramente retro que resalta ese look clásico de bomba. Sus
ojos están delineados con kohl, que resalta su forma exótica y los hace lucir casi tan
plateados como el vestido.

Me gusta el hecho de que Aida apenas puede caminar con los tacones de aguja.
Le da un aire vulnerable y hace que se aferre a mi brazo para caminar hasta el coche.

Está más callada que de costumbre. No sé si está molesta porque le robara la


ropa o si está nerviosa por la noche que tenemos por delante.

Me siento tranquilo y más concentrado de lo que he estado en semanas. Tal


como lo predijo mi padre, los italianos están dando todo su apoyo ahora que Aida y
yo estamos oficialmente casados. La Spata está hundido, y ya he desenterrado algo
fantástico sobre Kelly Hopkins de sus años universitarios, cuando estaba metida
hasta el cuello en un círculo de engaños, vendiendo trabajos de tesis confeccionados
a estudiantes más ricos y más holgazanes. Pobre estudiante becada, obligada a
comprometer su moral para obtener su título.

Eso es lo que siempre encuentras al final, no importa cuán puras pretendan ser
las personas, cuando el tornillo se aprieta, siempre hay algún lugar donde se rompen.
116
Eso disparará una flecha a través de sus pretensiones de superioridad moral. Lo
que deja el campo libre para un solo candidato: yo.

Solo falta una semana para las elecciones. Casi nada puede joderme esto ahora.

Mientras pueda mantener a mi esposa a raya.

La veo sentada frente a mí en la parte trasera del coche. Se ve lo suficientemente


tranquila, mirando los edificios fluir por la ventana. Pero ella no me engaña. Sé lo
rebelde que es. Podría haberle puesto una brida en la cabeza por el momento, pero
ella va a intentar soltarse de nuevo en el momento en que tenga la oportunidad.
Lo crucial es mantenerla a raya durante esta fiesta. Después de eso, puede
amotinarse tanto como quiera. Varios empresarios italianos, directores ejecutivos,
inversores y representantes sindicales estarán aquí esta noche. Necesitan ver a mi
esposa a mi lado: obediente. Apoyando.

Conducimos hasta el distrito del mercado de Fulton, que solía estar lleno de
plantas empacadoras de carne y almacenes y ahora se ha aburguesado en hoteles,
bares, restaurantes y empresas de tecnología de moda. La recaudación de fondos se
lleva a cabo en la casa de Morgan en Fulton, en el pent-house en la parte superior del
edificio.

Nos dirigimos hacia el ascensor a través de la galería de arte en el piso principal.


Está relleno del piso al techo con pinturas de varios estilos, en diferentes niveles de
habilidad. Aida se detiene junto a una pieza moderna particularmente espantosa en
tonos melocotón, gris pardo y marrón.

—Oh, mira —dice ella—. Ahora sé qué regalarle a tu madre en Navidad.

—Supongo que prefieres ese —digo, señalando con la cabeza una pintura al óleo
oscura y de mal humor de Cronos devorando a sus hijos.

—Oh, sí —dice Aida, asintiendo sombríamente—. Retrato familiar. Ese es Papa


cuando dejamos los armarios abiertos o nos olvidamos de apagar las luces.

Doy un pequeño resoplido y Aida parece sorprendida, como si nunca antes me


hubiera escuchado reír. Probablemente no lo ha hecho.

Cuando por fin llegamos al ascensor, alguien grita:

—¡Sostenga la puerta!

Extiendo el brazo para evitar que se cierre.


117
Luego me arrepiento de inmediato cuando veo a Oliver Castle abrirse camino
hacia adentro.

—Oh —dice, viéndonos y dando un arrogante movimiento de cabeza.

Su cabello es largo, espeso y con mechas de sol. Tiene un bronceado y una pizca
de quemadura, como si hubiera estado en un barco todo el día. Cuando sonríe, sus
dientes se ven demasiado blancos en comparación.

Él mira a Aida de arriba abajo, dejando que sus ojos recorran su cuerpo, que luce
deliciosamente en forma de reloj de arena con el ajustado vestido de pedrería. Me
cabrea lo descarado que está siendo. Puede que mi arreglo con Aida no sea
romántico, pero ella sigue siendo mi esposa. Ella me pertenece a mí y solo a mí. No
a este niño rico demasiado grande.

—Realmente te esmeraste, Aida —dice—. No recuerdo que te vistieras así para


mí.

—Supongo que no valió la pena el esfuerzo —le digo, mirándolo con el ceño
fruncido.

Oliver bufa.

—No sé. Supongo que Aida solo estaba usando su esfuerzo para otras cosas…

Tengo una imagen vívida de Aida deslizando su lengua hacia arriba y hacia
abajo por la polla de Oliver como lo hizo con la mía. Me golpean los celos como un
saco de barro húmedo. Me deja sin aire.

Se necesita todo lo que tengo para no agarrar a Castle por las solapas de su
esmoquin de terciopelo y arrojarlo contra la pared del ascensor.

Podría haberlo hecho si el ascensor no se tambaleara exactamente en ese


momento, deteniéndose en el último piso. Las puertas se abren y Oliver sale
tranquilamente sin mirarnos.

Aida me mira con sus fríos ojos grises.

No me gusta esta nueva Aida tranquila. Me pone nervioso preguntarme qué está
tramando. Me gusta más cuando deja escapar lo que está pensando tan pronto como
se le viene a la cabeza. Incluso si realmente me cabrea en el momento.

El pent-house es una habitación grande y abierta, actualmente repleta de posibles


donantes que se emborrachan con licor gratis. Por supuesto, no es realmente gratis;
118 voy a tratar de ordeñar a cada uno de estos cabrones para obtener el último apoyo
que pueda obtener de ellos. Pero mientras tanto, son bienvenidos a atiborrarse de
cócteles de alta gama y deliciosos bocadillos.

Todo un lado de la habitación está compuesto por puertas corredizas de vidrio,


actualmente abiertas a la terraza de la azotea. Los invitados pueden mezclarse de un
lado a otro, disfrutando del aire cálido de la noche y la brisa del lago. La cubierta al
aire libre está adornada con linternas brillantes y ofrece una vista impresionante de
las luces de la ciudad que se encuentran debajo.

En este momento, ni la impecable configuración ni la excelente asistencia de


invitados me están dando ningún placer. Me acerco a la barra y pido un trago doble
de whiskey, puro. Aida me mira tomarlo de un trago.
—¿Qué? —chasqueo, golpeando el vaso vacío contra la barra.

—Nada —dice, encogiéndose de hombros desnudos y alejándose de mí para


pedir su propia bebida.

Tratando de sacar de mi mente el pensamiento de Oliver y Aida, escaneo a la


multitud en busca de mi primer objetivo. Tengo que hablar con Calibrese y Montez.
Veo a mi madre junto a la comida, hablando con el tesorero del estado. Ha estado
aquí durante horas, supervisando el montaje y saludando a los primeros invitados a
medida que llegaban.

Luego veo a alguien que definitivamente no fue invitado: Tymon Zajac, más
conocido como el Carnicero. Jefe de la mafia polaca y un gran dolor de cabeza.

Los Braterstwo controlan la mayor parte del Lower West Side, hasta Chinatown,
Little Italy y los barrios más ricos del noreste que están controlados por los irlandeses,
también conocidos como, yo.

Si hay una jerarquía para los gánsteres, es algo como esto: en la parte superior
están sus gánsteres gentrificados y de cuello blanco que usan las palancas de los
negocios y la política para mantener su control. Esos son los irlandeses de Chicago.
Dirigimos esta ciudad. Tenemos más oro que un maldito duende. Y ganamos tanto
dinero de forma legal como ilegal, o al menos, en esa bonita zona gris de lagunas y
tratos clandestinos.

Lo que no significa que tenga miedo de ensuciarme las manos. He hecho


desaparecer para siempre a más de una persona en esta ciudad. Pero lo hago en
silencio y solo cuando es necesario.

En el siguiente peldaño de la escalera, tienes gánsteres con un pie en ambos


mundos, como los italianos. Todavía tienen muchos clubes de striptease, clubes
119 nocturnos, juegos de azar ilegales y chantaje de protección. Pero también participan
en proyectos de construcción que constituyen la mayor parte de sus ingresos. Tienen
una gran influencia en los sindicatos de carpinteros, trabajadores eléctricos, vidrieros,
operadores de maquinaria pesada, trabajadores del hierro, albañiles, plomeros,
trabajadores del metal y más. Si deseas que se construya algo en Chicago y no quieres
que se queme a la mitad, que se ‘demore’ o que te roben los materiales, entonces
debes contratar a los italianos como capataces o, de lo contrario, pagarles.

Luego, aún más abajo, tienes a la mafia polaca. Todavía están participando en
crímenes violentos, en una mierda ruidosa, obvia y que llama la atención y que causa
problemas a aquellos de nosotros que queremos mantener la percepción de una
ciudad segura.
Los Braterstwo siguen administrando drogas y armas, robando autos, bancos y
vehículos blindados, extorsionando e incluso secuestrando. Consiguen que sus sucias
acciones se publiquen en las noticias y están constantemente empujando los límites
de su territorio. No quieren quedarse en Garfield, Lawndale y el pueblo ucraniano.
Quieren empujar hacia las áreas donde está el dinero. Las áreas que poseo.

De hecho, que Tymon Zajac se presente aquí en mi recaudación de fondos es un


problema en sí mismo. No lo quiero aquí como enemigo o amigo. No quiero estar
asociado con él.

No es exactamente el tipo de chico que se mezcla. Es casi tan ancho como alto,
con el cabello color trigo que empieza a encanecer y una cara maltratada que podría
tener cicatrices de acné o algo peor. Tiene pómulos en forma de hacha con nariz
romana. Viste cuidadosamente con un traje de raya diplomática, con una flor blanca
en la solapa. De alguna manera esos detalles elegantes solo sirven para enfatizar la
aspereza de su rostro y manos.

Zajac tiene un mito a su alrededor. Aunque su familia ha estado en Chicago


durante un siglo, él mismo salió a las calles de Polonia, operando una sofisticada red
de robo de autos desde que era un adolescente. Él solo triplicó el número de robos de
autos exóticos en el país, hasta que los ricos polacos apenas se atrevieron a comprar
un auto importado, porque sabían que desaparecería de las calles o incluso de sus
propios garajes en una semana.

Ascendió en las filas de los Wolomin en Varsovia, hasta que esa banda se vio
envuelta en una sangrienta guerra territorial con la policía polaca. Casi al mismo
tiempo, su medio hermano Kasper fue asesinado por los capos de la droga
colombianos que ayudaban a contrabandear cocaína, heroína y anfetaminas a
Chicago. Los colombianos pensaron que podían empezar a negociar directamente
en la ciudad. En cambio, Zajac voló a Chicago para el funeral de su hermano, luego
organizó una represalia en dos partes que dejó ocho colombianos muertos en
120 Chicago y doce más en Bogotá.

Zajac cometió los asesinatos él mismo, sosteniendo un cuchillo en una mano y


un machete en la otra. Eso le valió el apodo de “El Carnicero de Bogotá”.

El Carnicero ocupó el lugar de su hermano al frente del Braterstwo de Chicago.


Y desde entonces, no ha pasado un mes sin que él haya minado los bordes de mi
imperio. Es de la vieja escuela. Tiene hambre. Y sé que está aquí por una razón esta
noche.

Por eso tengo que ir a hablar con él, aunque prefiero que no nos vean en público.
Espero hasta que se mueve a una parte menos llena de la habitación y luego me uno
a él.
—¿Estás interesado en la política ahora, Zajac? —le pregunto.

—Es el verdadero sindicato de Chicago, ¿no? —dice con su voz baja y grave.

Parece que lleva cien años fumando, aunque no lo huelo en su ropa.

—¿Estás aquí para donar o tienes una tarjeta de comentarios para el buzón de
sugerencias? —le digo.

—Sabes tan bien como yo que los hombres ricos nunca dan su dinero por nada
—dice.

Saca un cigarro del bolsillo e inhala el aroma tostado.

—¿Te importaría fumar uno conmigo? —dice él.

—Ojalá pudiera. Pero no se puede fumar en el edificio.

—A los estadounidenses les encanta establecer reglas para otras personas que
ellos mismos nunca cumplen. Si estuvieras aquí solo, fumarías esto conmigo.

—Claro —digo, preguntándome a qué se dirige.

Aida ha aparecido a mi lado, silenciosa como una sombra.

—Hola, Tymon —dice ella.

La mafia polaca tiene una historia larga y complicada tanto con mi familia como
con la de Aida. Durante la Prohibición, cuando los irlandeses e italianos lucharon
por el control de las destilerías, había polacos en ambos lados. De hecho, fue un
polaco el que llevó a cabo la masacre del día de San Valentín.

121 Más recientemente, sé que Zajac ha hecho negocios con Enzo Gallo, en su
mayoría con éxito, aunque escuché rumores de un conflicto en la Torre de la calle
Oak, con informes de disparos y una apresurada colocación de los cimientos,
posiblemente con uno o dos cuerpos ocultos debajo del cemento.

—Escuché la feliz noticia —dice Zajac. Da una mirada significativa al anillo en


el dedo de Aida—. Me decepcionó no recibir una invitación. O una consulta de tu
padre de antemano. Sabes que tengo dos hijos, Aida. Los polacos y los italianos
funcionan bien juntos. No veo que aprendas a amar la carne en conserva y el repollo.

—Ten cuidado con cómo le hablas a mi esposa —le corté—. El trato está hecho,
y dudo que cualquier oferta que hayas hecho entonces o ahora le interese. De hecho,
dudo que tengas algo que decirnos a ninguno de los dos.
—Puede que te sorprendas —dice Zajac, mirándome con su mirada feroz.

—No es probable —digo con desdén.

Para mi sorpresa, es Aida quien mantiene su temperamento.

—Tymon no es un hombre que pierda su tiempo —dice—. ¿Por qué no nos dices
qué tienes en mente?

—El político es grosero, y la apasionada italiana es la diplomática —reflexiona


Zajac—. Qué cambio tan extraño. ¿Llevará el esmoquin y tú te pondrás el vestido
más tarde esta noche?

—Este esmoquin se empapará en tu sangre después de que te corte la puta lengua


de la boca, viejo —le gruño.

—Los jóvenes hacen amenazas. Los viejos hacen promesas —responde.

—Ahórrate la mierda de la galleta de la fortuna —dice Aida, levantando la mano


para detenerme—. ¿Qué quieres, Tymon? Callum tiene mucha gente con la que
hablar esta noche y no creo que te hayan invitado.

—Quiero la propiedad de Chicago Transit —dice, yendo al fin al grano.

—No va a pasar —le digo.

—¿Porque ya planeas vendérselo a Marty Rico?

Eso me da un momento de pausa. Ese trato ni siquiera está cerrado todavía, así
que no sé cómo diablos se enteró Zajac.

—No estoy planeando nada todavía —miento—. Pero puedo decirte que no va
122 a ser tuyo. No, a menos que tengas una arandela mágica para tu reputación para que
todo vuelva a ser nuevo y brillante.

La verdad es que no se lo vendería al Carnicero de ninguna manera. Ya tengo


que portarme bien con los italianos. No voy a invitar a los polacos directamente a mi
patio trasero. Si Zajac quiere jugar a ser un legítimo hombre de negocios, puede
hacerlo en otro lugar de la ciudad. No en medio de mi territorio.

El Carnicero entrecierra los ojos. Todavía sostiene el puro entre sus gruesos
dedos, haciéndolo girar una y otra vez.

—Ustedes los irlandeses son tan codiciosos —dice—. Nadie los quería aquí
cuando vinieron a Estados Unidos. Fue lo mismo para nosotros. Colocaron carteles
que nos decían que no solicitáramos trabajo. Intentaron impedir que emigráramos.
Ahora que crees que estás seguro en la cabecera de la mesa, no quiere que nadie más
se una a ti. No quieres compartir ni las migajas de tu banquete.

—Siempre estoy dispuesto a hacer tratos —le digo—. Pero no puedes exigir que
te entreguen un pedazo de propiedad pública. ¿Y para qué? ¿Qué tienes que
ofrecerme a cambio?

—Dinero —sisea.

—Tengo dinero.

—Protección.

Dejo escapar una risa grosera. A Zajac no le gusta eso en absoluto. Su rostro se
sonroja de ira, pero no me importa. Su oferta es insultante.

—No necesito tu protección. Ya estabas superado cuando solo estaba mi familia


contra la tuya. Ahora que me he aliado con los italianos, ¿qué crees que tienes que
ofrecernos? ¿Cómo te atreves a amenazarnos?

—Sé razonable, Tymon —dice Aida—. Hemos trabajado juntos en el pasado.


Lo haremos de nuevo en el futuro. Pero la leche antes que la carne.

Me sorprende lo tranquila que puede estar Aida cuando conversa con alguien de
su propio mundo. Nunca había visto este lado de ella. No tuvo paciencia con
Christina Huntley-Hart, quien sacó a relucir la actitud más indignante y desdeñosa
de Aida. Pero con Tymon, que es infinitamente más peligroso y volátil, Aida ha
logrado mantenerse más tranquila que yo.

La miro con verdadero respeto. Ella lo ve y me pone los ojos en blanco, más
molesta que satisfecha.
123
—Siempre me gustaste, Aida —gruñe Zajac—. Espero que no hayas cometido
un error al casarte con este Mick1 engreído.

—El único error sería subestimarlo —responde ella con frialdad.

Ahora estoy realmente sorprendido. ¿Aida defendiéndome? Las maravillas


nunca cesan.

1
Mick: Forma degradante de llamar a un irlandés.
El Carnicero asiente con rigidez, que podría significar cualquier cosa, se vuelve
y se aleja. Me alivia ver que parece que se marcha de la fiesta sin montar una escena.

Miro de vuelta a Aida.

—Lo manejaste muy bien —le digo.

—Sí, impactante, lo sé —dice, sacudiendo la cabeza—. Sabes que crecí con esta
gente. Me senté debajo de la mesa mientras mi padre negociaba acuerdos con los
polacos, los ucranianos, los alemanes, los armenios, cuando yo tenía solo cuatro
años. No siempre estoy corriendo por ahí robando relojes.

—Tiene bolas para venir aquí —digo, frunciendo el ceño en dirección a la puerta
donde Zajac acaba de desaparecer.

—Ciertamente lo hace —dice Aida.

Frunce el ceño, gira el anillo en su dedo mientras está perdida en sus


pensamientos.

Mi madre eligió ese anillo y se lo envió por correo a Aida. Mirándolo en su


mano, me doy cuenta de que realmente no le sienta bien. Aida habría elegido algo
más cómodo y casual. Tal vez debería haberla dejado elegir el suyo o llevarla a
Tiffany. Eso hubiera sido fácil de hacer.

Estaba tan enojado con ella después de las circunstancias de nuestro primer
encuentro que nunca consideré realmente lo que ella preferiría. ¿Qué podría hacerla
sentir más cómoda con este arreglo o mudarse a mi casa?

Quiero preguntarle qué más sabe sobre Zajac. Qué trato ha hecho con Enzo.
Pero me interrumpe mi padre, que quiere escuchar lo que dijo Zajac. Antes de que
pueda incluir a Aida en la conversación, ella se aleja.
124
Mi padre sigue y sigue, interrogándome sobre el Carnicero, queriendo una
explicación palabra por palabra de todos los demás con los que hablé esta noche y lo
que dijeron.

Por lo general, lo repasaría con él punto por punto. Pero no puedo evitar mirar
furtivamente por encima de su hombro, tratando de ver dónde está Aida en la
habitación. Qué está haciendo. Con quién está hablando.

Finalmente la veo en la cubierta, hablando con Alan Mitts, el tesorero. Es un


viejo bastardo cascarrabias. No creo que lo haya visto sonreír una vez en todas las
veces que le he hablado. Sin embargo, con Aida, está perdido en alguna anécdota,
agita las manos y Aida se ríe y lo incita. Cuando se ríe, echa la cabeza hacia atrás,
cierra los ojos y tiemblan los hombros, y no tiene nada de cortés. Ella está feliz.

Quiero escuchar lo que la hace reír tanto.

—¿Me estás escuchando? —dice mi padre con brusquedad.

Giro mi cabeza hacia atrás.

—¿Qué? Sí. Estoy escuchando.

—¿Qué estás mirando? —dice, entrecerrando los ojos en dirección a la cubierta.

—Mitts. Tengo que hablar con él a continuación.

—Parece que ya está hablando con Aida —dice mi padre en su tono más
inescrutable.

—Oh. Sí.

—¿Cómo se ha desempeñado?

—Bien. Sorprendentemente bien —respondo.

Mi padre la mira y asiente con la cabeza en señal de aprobación.

—Ella ciertamente se ve mejor. Aunque el vestido es demasiado revelador.

Sabía que diría eso. Había opciones más conservadoras en la pila de vestidos que
Marta trajo para mi aprobación, pero elegí este. Porque sabía que abrazaría las curvas
de Aida como si estuviera hecho para ella.

125 Mi padre sigue parloteando, a pesar de mis esfuerzos por terminar la


conversación.

—El alcalde ha invertido treinta mil dólares en tu campaña y te ha respaldado,


pero hizo lo mismo con otros veinticinco aliados del consejo, así que no creo que su
declaración sea tan fuerte como…

Oliver Castle ha reaparecido, animado por el coraje líquido. Puedo decir que está
medio borracho por el rubor en su rostro quemado por el sol y la forma en que se
interpone entre Aida y Mitts. Aida intenta deshacerse de él, dirigiéndose al lado
opuesto de la cubierta, pero Castle la sigue, tratando de que hable con él.

—Entonces, creo que será más eficiente y más efectivo si nosotros…


—Aguanta ese pensamiento, papá —le digo.

Dejo mi bebida y salgo a través de las puertas correderas abiertas. Esta parte del
lugar solo está tenuemente iluminada por las linternas del techo, la música es más
tranquila y los asientos son más privados. Oliver está tratando de llevar a Aida al
rincón más oscuro y distante, escondido detrás de una pantalla de arces japoneses en
macetas.

Tenía la intención de interrumpirlos de inmediato, pero a medida que me acerco,


escucho la voz baja y urgente de Oliver suplicando a Aida. Mi curiosidad se
despierta. Me arrastro en un ángulo, queriendo escuchar de qué están hablando.

—Sé que me extrañas, Aida. Sé que piensas en mí, como yo pienso en ti…

—Realmente no —dice ella.

—Pasamos buenos momentos juntos. Recuerda la noche en que todos hicimos


esa hoguera en la playa, y tú y yo caminamos por las dunas, y tú tenías ese bikini
blanco y te quité la parte de arriba con los dientes…

Estoy de pie en mi lugar, lleno de celos calientes y fundidos que se agitan en mis
entrañas. Quiero interrumpirlos, pero también tengo esta curiosidad enfermiza.
Quiero saber exactamente qué pasó entre Oliver y Aida. Era obvio que estaba
encaprichado con ella. ¿Pero ella sintió lo mismo? ¿Ella lo amaba?

—Claro, recuerdo ese fin de semana —dice con pereza—. Te emborrachaste y


chocaste tu auto en la calle Cermak. Y casi te rompiste la mano al pelear con Joshua
Dean. Buenos tiempos, de acuerdo.

—Eso fue tu culpa —gruñe Oliver, tratando de inmovilizarla contra la barandilla


de la terraza—. Me enloqueces, Aida. Me vuelves loco. Solo hice toda esa mierda
después de que me dejaste en el Oriole.
126
—¿Sí? —dice ella, mirando las calles de la ciudad debajo del patio—. ¿Recuerdas
por qué te dejé allí?

Oliver duda. Puedo decir que lo recuerda, pero no quiere decirlo.

—Nos encontramos con tu tío. Y me preguntó quién era yo. Y dijiste: ‘Solo una
amiga’. Porque te gustaba ser rebelde y salir con la hija de Enzo Gallo. Pero no
querías arriesgar tu fondo fiduciario o tu lugar en la empresa de papá. No tuviste los
huevos para admitir lo que realmente querías.

—Cometí un error.
La voz de Oliver es baja y urgente, y puedo ver que sigue tratando de tomar la
mano de Aida, pero ella la mueve fuera de su alcance.

—Aida, aprendí mi lección, te lo prometo. Te he echado tanto de menos que


podría haberme tirado del techo de Keystone Capital cien veces. Me siento en esa
oficina y soy jodidamente miserable. Tengo esa foto de nosotros en mi escritorio, la
de la rueda de la fortuna donde te estás riendo y aferrándote a mi brazo. Ese fue el
mejor día de mi vida, Aida. Si me das otra oportunidad, te demostraré lo que
significas para mí. Pondré un anillo en tu dedo y te mostraré al mundo.

—Ya tengo un anillo en mi dedo —dice Aida con voz apagada, levantando la
mano para mostrárselo—. Me casé, ¿recuerdas?

—Ese matrimonio fue una mierda. Sé que solo hiciste eso para lastimarme. No
te importa el maldito Callum Griffin, ¡él es todo lo que odias! No puedes soportar a
las personas que son engreídas, falsas y muestran su dinero. ¿Cuánto tiempo saliste
con él? Puedo decir que eres miserable.

—No soy miserable —dice Aida.

No suena muy convincente.

Sé que debería interrumpirlos, pero estoy clavado en mi lugar. Furioso por las
bolas de Oliver Castle, tratando de seducir a mi esposa en mi propia jodida
recaudación de fondos, pero también perversamente curioso por saber cómo
responderá Aida.

—Acompáñame a cenar mañana por la noche —le ruega Oliver.

—No.

Aida niega con la cabeza.


127
—Entonces, ven a mi apartamento. Sé que él no te toca como yo solía hacerlo.

¿Ella va a estar de acuerdo? ¿Todavía quiere follárselo?

Oliver está tratando de envolver sus brazos alrededor de ella, tratando de besar
su cuello. Aida está golpeando sus manos, pero él la tiene acorralada en un rincón, y
ella se ve obstaculizada por el vestido ajustado y los tacones.

—Ya basta, Oliver, alguien te va a ver…

—Sé que extrañas esto.


—Hablo en serio, detente o voy a...

Oliver la aprieta contra la barandilla, intentando meterle la mano por la falda. Sé


con certeza que no tiene bragas porque la vestí yo mismo. La idea de Oliver tocando
sus labios desnudos es lo que finalmente me hace estallar.

He oído que la rabia ciega a la gente. Nunca me había pasado antes, incluso en
mi peor momento, siempre he mantenido el control.

Ahora, en un instante, paso de estar detrás de los arces japoneses a agarrar a


Oliver Castle por la garganta, apretando tan fuerte como puedo con mi mano
izquierda. Mientras tanto, mi puño derecho se estrella contra su rostro una y otra
vez. Escucho este loco rugido y me doy cuenta de que soy yo, soy yo el que aúlla de
rabia mientras golpeo al hombre que puso sus manos sobre mi esposa. Incluso
empiezo a levantarlo como si fuera a tirarlo por la maldita barandilla.

De hecho, podría haberlo hecho si mi padre, Aida, y varias otras personas no me


agarraran de los brazos y me sacaran de Castle.

La cara de Castle es un desastre de sangre, su labio partido y su camisa de vestir


salpicada. También la mía, ahora que la miro.

La fiesta se ha detenido en seco. Todos dentro y fuera nos están mirando.

—Llama a seguridad —ladra mi padre—. Este hombre intentó atacar a la Sra.


Griffin.

—Qué carajo hice —gruñe Oliver—. Él…

Mi padre lo silencia con otro golpe en la cara. Fergus Griffin no ha perdido su


toque: la cabeza de Castle se echa hacia atrás y se desploma en el suelo del patio. Dos
guardias de seguridad se apresuran a subir a la cubierta para recogerlo.
128
—Váyanse. Ahora —me sisea mi padre en voz baja.

—Voy a llevar a mi esposa a casa —digo, lo suficientemente alto para que todos
lo escuchen.

Me quito la chaqueta y la envuelvo alrededor de los hombros de Aida como si


acabara de sufrir un shock.

Aida lo permite porque está conmocionada. Impresionado por cómo ataqué a


Oliver Castle como un perro rabioso.
Con mi brazo alrededor de sus hombros, nos abrimos paso entre la multitud,
tomando el ascensor de regreso a la planta baja.

La empujo a la limusina que espera.

129
15

Tan pronto como estamos en la limusina, Callum ladra:

—Conduce. —Y eleva la partición así estamos solos en la parte trasera, alejados


del chofer.

Sus manos están cubiertas de sangre, lo mismo que su blanca camisa de vestir.
Incluso tiene sangre en su rostro, su cabello se ha despeinado, cayendo sobre su
frente. Sus ojos están salvajes, las pupilas muy negras contra el azul pálido. Un anillo
negro rodea el iris azul, lo que lo hace parecer un ave de presa cuando me mira, como
lo está haciendo ahora mismo.

Puedo ver los músculos de su mandíbula contraerse y los tendones sobresaliendo


de su cuello.

—¡Estás loco! —grito, mientras la limusina se aleja de la acera.

Sacudo la chaqueta de Callum, molesta porque le dejé ponerla sobre mis


hombros como si fuera una especie de víctima.

—Ese cabrón grasiento te puso las manos encima —dice Callum.

Hay un tono en su voz. Lo he escuchado enojado antes. Pero no a este nivel. Le


130 tiemblan las manos salpicadas de sangre. Lo vi intentar levantar a Oliver y arrojarlo
por la barandilla. Iba a hacerlo. Iba a matarlo.

Podría haber subestimado a Callum Griffin.

—Podría haberlo manejado yo misma —espeto—. Estaba borracho. Podría


haberme alejado de él sin montar una escena.

—Estaba tratando de seducirte, justo en frente de mí —gruñe Callum.

—¡Me estabas espiando!

—Tienes toda la maldita razón. Eres mi esposa. No tienes secretos para mí.
Me burlo.

—Sin embargo, eso solo va en una dirección, ¿no es así? Estás todo el día fuera,
teniendo reuniones y citas secretas. Escondido en la oficina de papá haciendo planes.

—Estoy trabajando —dice Callum con los labios rígidos.

Puedo decir que todavía está al máximo, miles de voltios de energía pura y
vengativa corriendo por su cuerpo. Fue interrumpido, descargando su agresión sobre
Oliver. Ahora no tiene a dónde ir, y parece que va a explotar al más mínimo toque.

Yo también estoy bastante jodidamente cabreada. ¿De dónde sale escuchando


mi conversación privada? ¿Actuando como si fuera de su propiedad, como si tuviera
algún derecho a estar celoso?

Oliver me amaba al menos, a su propia manera estúpida e inmadura. Callum no


me ama. ¿Por qué debería importarle si un tipo intenta meter la mano por debajo de
mi falda?

—Sigue trabajando —le siseo—. Y mantente fuera de mi vida personal. ¿Quieres


un bonito accesorio en tu brazo? Lo hice. Vine a tu estúpida fiesta, usé este feo
vestido. Le dije a Mitts que debería apoyarte. Estoy cumpliendo mi parte del trato.
Con quien salí antes no es asunto tuyo.

—¿Lo amaste? —exige Callum.

—¡No es asunto tuyo! —le grito—. ¡Acabo jodidamente de decir eso!

—Dime —ordena Callum—. ¿Amabas a ese arrogante pedazo de mierda?

Tiene esa mirada loca de hambre de nuevo. Como si lo estuviera volviendo loco
y tuviera que saberlo.
131
Bueno, no le voy a contar una mierda. Me cabrea que haya estado escuchando a
escondidas, y me cabrea que crea que tiene derecho a mis pensamientos y
sentimientos cuando no se ha ganado la más mínima pizca de confianza.

—¿Qué te importa? —pregunto—. ¿Qué importa?

—Necesito saber. ¿Te gustó cómo te tocó? ¿Cómo te folló?

Sin parecer darse cuenta, ha puesto su mano sobre mi muslo desnudo. Sus dedos
se deslizan hacia arriba, debajo de la rígida falda de cuentas del vestido que me hizo
usar.
Aparto su mano de una palmada, empujándolo en el pecho por si acaso.

—Tal vez lo hice —digo.

—¿Quién te folla mejor? ¿Él o yo? —exige Callum.

Su mano está en mi muslo de nuevo, y su otra mano alcanza la parte de atrás de


mi cuello, tratando de acercarme más. Me está presionando contra el asiento,
subiéndose encima de mí.

Esta vez le doy una bofetada en la cara, lo suficientemente fuerte como para
partirle el labio.

La bofetada resuena en la parte trasera de la limusina, fuerte en el silencio porque


no hay música.

Por un segundo, parece despertarlo.

Luego parpadea y sus ojos están más lujuriosos que nunca. Hambriento como
un lobo.

Me besa, aplastando sus labios contra los míos y metiendo su lengua en mi boca.
Puedo saborear la sangre de su labio partido, salada y caliente.

Su peso me aplasta contra el asiento de cuero profundo. Su temperatura corporal


parece ser de doscientos grados.

Odio más a Callum cuando es frío, rígido, robótico. Cuando pasa junto a mí en
el pasillo como si ni siquiera estuviera allí. Cuando duerme a mi lado en la cama sin
abrazarme, sin siquiera tocarme.

Cuando lo llevo a una rabia como esta, cuando finalmente se resquebraja y


132 pierde el control... ahí es cuando no lo odio. De hecho, casi me agrada un poco.
Porque ahí es cuando veo un poco más a mí misma.

Cuando tiene mal genio. Cuando está enojado. Cuando quiere matar a alguien.

Ahí es cuando lo entiendo.

Ahí es cuando finalmente tenemos puntos en común.

Le devuelvo el beso, agarrando su rostro entre mis manos. Mis dedos se meten
en su cabello que está húmedo de sudor y su cuero cabelludo irradia calor. También
su cuello.

Quiero sentir el resto de su cuerpo.


Caigo sobre los botones de su camisa de vestir, la cual es del tipo estúpido que
tiene los botones cubiertos, el tipo que nunca se desabrochan incluso cuando puedes
verlos a todas luces.

Rasgo su camisa para abrirla en su lugar, como si él fuera Superman y hay un


asteroide dirigiéndose justo hacia nosotros. Recorro mis manos sobre su carne
ardiendo, sintiendo sus músculos moverse con excitación.

Su lengua ahonda en mi boca, tan profundamente que casi me atraganto. El


rastrojo muy corto en su rostro raspa mi mejilla. Él está intentando quitarme el
vestido, pero está tan rígido y apretado que ni siquiera puedo subir la falda alrededor
de mi cintura.

Siseando con frustración, agarra el saco de su traje del suelo y saca una navaja
del bolsillo del pecho. Presiona un pequeño botón y la navaja sale, ágil y brutalmente
afilada. Es muy parecida a la que Nero siempre trae consigo. Y al igual que Nero,
puedo decir por la forma en que la agarra Callum que sabe cómo usar una navaja.

—Quédate quieta —gruñe, manteniéndome contra el asiento.

Me quedo perfectamente quieta. Con cinco o seis rápidos movimientos, corta el


vestido de mi cuerpo, dejando las piezas en el suelo de la limusina.

Estoy completamente desnuda debajo.

Callum se toma un segundo para devorar mi cuerpo con sus ojos. Luego
desabrocha sus pantalones, dejando salir libre su pene.

Nunca se lo admitiré, pero Callum tiene una impresionante polla. Nunca he visto
nada parecido. Los cortes profundos de su cinturón de Adonis conducen
directamente al eje, que es demasiado grueso para que cierre mi mano a su alrededor.
Su piel es pálida y cremosa, y su polla es casi exactamente del mismo color, con solo
133 un toque de rosa en la cabeza.

Disfruté bastante tenerlo en mi boca esa vez en la ducha. Fue increíblemente


suave, deslizándose dentro y fuera de mis labios con facilidad.

De hecho, estaría dispuesta a hacerlo de nuevo ahora mismo. Pero Callum está
demasiado impaciente.

Me coloca encima de él, así que me siento a horcajadas sobre su regazo. Su pene
se levanta entre nosotros, llegando casi hasta mi ombligo. Deslizo los labios de mi
vagina hacia adelante y hacia atrás a lo largo del eje, humedeciéndolo. Luego bajo
sobre la cabeza gorda, dejándola deslizarse dentro de mí.
Callum inclina la cabeza hacia atrás contra el asiento, dejando escapar un
gemido profundo y gutural cuando mi coño se traga su pene. Sus manos están
envueltas alrededor de mi cintura, tirándome hacia abajo.

Oh, Dios mío, se siente tan bien…

He estado mojada toda la noche por la enloquecedora fricción de mi coño


desnudo debajo de ese vestido. Estaba cachonda y frustrada, preguntándome cuándo
diablos iba a tener sexo de nuevo.

Debo admitir que, por un segundo, la oferta de Oliver no sonó tan mal. Es
arrogante, inmaduro y un poco idiota, pero al menos adoraba mi cuerpo.

Pero cuando estaba hablando de la noche en que follamos en las dunas de arena,
una imagen diferente apareció en mi cabeza: Callum, empujándome contra la pared
de vidrio de la ducha y deslizando ese grueso y hermoso pene dentro de mí. Pensaba
en las manos de mi marido sobre mí en el calor húmedo, no en mi exnovio.

No he podido dejar de pensar en eso.

Y ahora que lo estoy experimentando de nuevo, se siente incluso mejor que la


primera vez. Callum es aún más salvaje y hambriento que antes. Está tomando mis
pechos en su boca, chupándolos como si se muriera de hambre y es lo único que lo
mantiene vivo. Cuando suelta mi pezón, empieza a chuparme el cuello, tan duro y
tan hambriento que sé que mañana estaré cubierta de marcas.

Salto arriba y abajo en su regazo, montando su miembro. El movimiento de la


limusina al pasar por partes irregulares de la carretera o al girar en una esquina solo
aumenta la fricción del viaje. Incluso la vibración del motor aumenta la sensación.
Puedo oler el rico cuero de los asientos, el alcohol en la barra lateral, la sangre en la
camisa de Callum y el sudor en su piel.
134 Agarra un puñado de mi cabello, mordiendo un lado de mi cuello como el
vampiro que imagino que es. Envía escalofríos por mi cuerpo; me hace aferrarme a
su cuello y apretar alrededor de su pene.

—Aida —gime en mi oído—, eres tan jodidamente hermosa.

Me congelo por un segundo.

Callum nunca me ha dado un cumplido antes. Pensé que le gustaban las chicas
como Christina Huntley-Hart: delgadas, rubias, a la moda, populares. Bien educada
como un caniche para mostrar.
Cuando atacó a Oliver, pensé que era por orgullo. Molestia porque Oliver llegó
su recaudación de fondos y trató de poner las manos en su propiedad.

Nunca imaginé que Callum pudiera estar celoso.

Mi marido perfeccionista, engreído y tenso… ¿realmente está interesado en mí?

Empiezo a montarlo de nuevo, deslizando mis caderas para que mi coño se


deslice hacia arriba y hacia abajo a lo largo de su eje.

Callum gime, sus brazos me rodean con tanta fuerza que apenas puedo respirar.

Pongo mis labios contra su oído y le susurro:

—¿Me deseas, Cal?

—No te deseo —gime, su voz ronca y áspera—. Te necesito.

Sus palabras liberan algo dentro de mí. Esa parte de mí que estaba tratando de
contener mi propia atracción desesperada, porque era demasiado intensa, demasiado
peligrosa para complacerla. No podía permitirme desear a este hombre porque no
tenía sentido. Pensé que no tenía poder sobre él.

Pero ahora me doy cuenta de que él necesita esto tanto como yo. Y empiezo a
correrme tan fuerte que todo mi cuerpo tiembla en el marco de sus brazos. Se siente
como una cascada, tronando a través de mí. Unas jodidas cataratas del Niágara de
placer, golpeando hacia abajo y hacia abajo y hacia abajo. Imparable. Desinhibido.

Sin embargo, incluso después de que termine de alcanzar el clímax, todavía


quiero más. El orgasmo fue increíble, pero estoy satisfecha por completo. Necesito
más.

135 Callum me acuesta de espaldas y se sube encima de mí, empujando dentro de mí


de nuevo. Ahora me mira directamente a los ojos, su azul claro en mi gris ahumado.

Por lo general, cuando lo miro a los ojos, es porque estoy furiosa, tratando de
mirarlo fijamente. Nunca antes nos habíamos mirado así: abiertos, curiosos,
interrogantes.

Callum no es un robot. Siente las cosas con tanta agudeza como yo. Quizás
incluso más, porque siempre está tratando de meterlo dentro.

Por primera vez, él presiona sus labios contra los míos gentilmente. Su lengua
probando y explorando.
Le devuelvo el beso, mis caderas todavía deslizándose debajo de las suyas. Puedo
sentir otro orgasmo construyéndose, la otra mitad del que acaba de venir. ¿Por qué
encajan nuestros cuerpos tan perfectamente cuando todo lo demás de nosotros es
completamente opuesto?

—Eres mía, Aida —gruñe Callum en mi oído—. Mataré a cualquiera que intente
tocarte.

Con eso erupciona dentro de mí. Y me estoy corriendo también, un segundo


orgasmo incluso más fuerte que el primero. De hecho, el más fuerte que he sentido
alguna vez. No estoy segura que estaré viva cuando termine.

136
16

Afortunadamente, Aida y yo somos los primeros en regresar a la casa, porque


los trozos de su vestido están desparramados en el suelo de la limusina, y no tiene
nada más que usar excepto el saco de mi traje.

A ella no le importa. Siempre un espíritu libre, solo se envuelve mi saco alrededor


de su cuerpo y corre dentro descalza, dándole al chofer un alegre saludo de camino.

Me gustaría seguirla, pero puedo sentir mi teléfono vibrando en mi bolsillo, mi


padre está llamándome para regañarme.

—¿Qué mierda estabas pensando? —dice en el momento en que contesto la


llamada.

—Ese pedazo de mierda intentó sobrepasarse con mi esposa.

—Te metiste en una pelea en tu propio evento de recaudación de fondos. ¡Con


Oliver Castle! ¿Sabes cómo se ve?

—Afortunadamente no esparcí sus sesos por el concreto.

—Si lo hicieras, estarías en la cárcel en este momento —sisea mi padre—. No


fue un chico de fraternidad al que golpeaste, Henry Castle es uno de los hombres más
137 ricos de Chicago. ¡Donó cincuenta mil a tu campaña!

—No va a recibir un reembolso —le digo.

—Vas a tener que darle mucho más que un reembolso para evitar que entorpezca
tu carrera.

Aprieto los dientes con tanta fuerza que siento como si mis molares estuvieran a
punto de partirse por la mitad.

—¿Qué quiere? —le digo.

—Lo descubrirás mañana por la mañana. 8:00 a.m., en Keystone Capital. No


llegues tarde.
Maldito infierno. Henry Castle es peor que su hijo: hinchado, arrogante y muy
exigente. Querrá que me humille y bese su anillo. Mientras que yo quiero castrarlo
para evitar que engendre más hijos idiotas.

—Estaré allí —digo.

—Perdiste el control esta noche —dice mi padre—. ¿Qué diablos está pasando
contigo y esa chica?

—Nada.

—Se supone que ella es un activo, no un pasivo.

—Ella no hizo nada. Te lo dije, fue Castle.

—Bueno, cálmate. No puedes permitir que ella te distraiga de tu objetivo.

Cuelgo, hirviendo sin decir nada de lo que quería gritar en el teléfono.

¿Él es quien me obligó a casarme con Aida, y ahora está cabreado porque ella no
es una pequeña pieza de ajedrez que pueda barajar por el tablero, como hace con
todos los demás?

Eso es lo que admiro de ella. Es salvaje y feroz. Se necesita todo lo que tengo
para que se ponga un maldito vestido. Ella nunca se humillaría frente a Henry Castle.
Y yo tampoco.

Subo a nuestro dormitorio, esperando que ella haya cepillado sus dientes y se
haya preparado para ir a la cama.

En cambio, se abalanza sobre mí en el momento en que entro en la habitación.


Me besa profundamente, jalándome hacia la cama.
138
—¿No estás cansada? —le pregunto.

—Ni siquiera es medianoche. —Se ríe—. Pero si prefieres ir a dormir, viejo…

—Veamos qué se necesita para cansarte, maldita lunática —le digo, tirándola
sobre el colchón.

Aida todavía está profundamente dormida cuando tengo que levantarme para
mi reunión con Henry Castle a la mañana siguiente. Le levanto las mantas sobre los
hombros desnudos, aunque me parece una lástima cubrir toda esa piel suave y
brillante.

Parece exhausta después de los retozos que tuvimos anoche. Pasamos una hora
haciendo algo que estaba tan cerca de luchar como follar. Me estaba probando,
probando si la dejaría tomar el control, probando mi energía y mi resistencia.

No había manera de que me rindiera primero. Cada vez que intentaba


dominarme, la inmovilizaba de nuevo y la follé sin piedad, hasta que ambos
estábamos jadeando y empapados de sudor.

Pude ver cómo la excitaba, sentir mi fuerza contra la de ella, sabiendo que no le
daría tregua. A ella le gusta empujarme, para ver hasta dónde puede llegar antes de
que me rompa. Lo hace dentro y fuera del dormitorio.

Bueno, soy una puta montaña que no puede empujarse. Lo aprenderá muy
pronto.

Y también Henry Castle. Sé que cree que he venido a su oficina para humillarme,
pero eso no está sucediendo.

De hecho, cuando su recepcionista me dice que me siente y espere fuera de su


puerta, le digo:

—Nuestra reunión es a las ocho. —Y entro.

Tal como sospechaba, Henry está sentado detrás de su escritorio, haciendo un


lío en este momento.

Es un hombre grande, completamente calvo, musculoso, pero también gordo.


Viste trajes holgados con hombros anchos, lo que realza la impresión de su
corpulencia. Sus cejas se ven muy negras y bastante fuera de lugar en su cabeza sin
139 cabello.

—Griffin —dice con un asentimiento severo.

Está tratando de establecer un tono autoritario.

De hecho, me hace un gesto para que me siente frente a su escritorio. La silla es


baja y estrecha, deliberadamente inferior a la que ocupa el propio Henry.

—No, gracias —digo, permaneciendo de pie y apoyándome casualmente contra


el costado de su escritorio.
Ahora soy yo quien lo mira con desprecio. Puedo decir que le molesta. Casi de
inmediato se pone de pie, con el pretexto de mirar algunas de las fotografías de su
estantería.

—Sabes que Oliver es mi único hijo —dice él, agarrando una fotografía
enmarcada de un niño en una playa. El niño está corriendo al agua. Hay una casa
detrás de él, pequeña, azul, más como una cabaña. La arena llega a los escalones.

—Mm —digo, asintiendo evasivamente—. ¿Dónde es?

—Chesterton —dice Henry.

Quiere girar la conversación de vuelta al tema. Yo me salgo por la tangente, para


incrementar su irritación.

—¿Vas allí muy a menudo? —digo.

—Solía hacerlo. Cada verano. Sin embargo, acabo de venderla. Lo habría hecho
antes, pero Oliver hizo un alboroto. Él es más sentimental que yo.

Henry coloca firmemente de nuevo la foto a la repisa, girándose para verme de


nuevo. Sus tupidas y oscuras cejas están más bajas sobre sus ojos.

—Atacaste a mi hijo anoche —dice.

—Él atacó a mi esposa.

—¿Aida Gallo? —dice Henry con un ligero siseo—. Sin ofender, pero no le
creería a ella.

—Eso es extremadamente ofensivo —digo, sosteniendo su mirada—. Sin


mencionar, que lo vi con mis propios ojos.
140
—Hiciste que seguridad lo sacara —dice Henry lacónicamente—. Esperaba que
trataras mejor a uno de tus mayores donadores.

Doy un pequeño resoplido.

—Por favor. Tengo un montón de dinero. No voy a prostituir a mi esposa por


cincuenta mil. Y, en cualquier caso, mi relación es contigo, no con Oliver. Dudo que
el hecho de que sea un borracho hábil te sorprenda. Así que vayamos al grano de lo
que realmente te molesta.
—Bien —espeta Henry. Su rostro se enrojece, haciendo que su calva luzca más
brillante que nunca—. Escuché que estás vendiendo la propiedad de Transit
Authotity a Marty Rico. La quiero.

Jesucristo. Ni siquiera soy Concejal todavía, la propiedad no está a la venta y la


mitad de los hombres de Chicago están tratando de cerrar sus puños sucios a su
alrededor.

—Tengo varias partes interesadas —digo, dando golpecitos con los dedos en la
parte superior de su escritorio—. Estaré tomando en cuenta todas las ofertas.

—Pero me lo darás a mí —dice Castle amenazadoramente.

Puede amenazar todo lo que quiera. No voy a regalar nada gratis.

—Si el precio es correcto —le digo.

—No quieres convertirte en un enemigo.

Henry está de nuevo detrás de su escritorio, de pie porque quiere inclinarse sobre
mí. Desafortunadamente para él, eso no funciona cuando no eres el hombre más alto
de la habitación.

—Estoy seguro de que se te ocurrirá algo bueno —comento—. Después de todo,


dice ‘principal’ en la puerta.

Su rostro se está volviendo cada vez más oscuro. Parece que está a punto de
reventársele un vaso sanguíneo.

—Me pondré en contacto con tu padre sobre esto —sisea.

—No te molestes —le digo—. A diferencia de tu hijo, hablo por mí mismo.


141
17

Callum se levanta temprano, deslizándose de forma silenciosa en el baño y


cerrando la puerta así no me despierta con el sonido de la ducha.

Cuando me despierto completamente, hace mucho que se ha ido, probablemente


dirigido a alguna reunión. Todavía puedo oler su champú y loción para después del
afeitado en el aire. Un aroma que se está convirtiendo cada vez más erótico para mí.

Estoy disfrutando de la satisfacción de la noche anterior.

Nunca hubiera creído que Callum Griffin tuviera la capacidad de ser tan
apasionado o sensual. Francamente, es el mejor sexo que he tenido, con la persona
que menos me gusta. Qué acertijo. Porque casi me hace sentir amigable hacia él, y
no estaba planeando eso en absoluto.

Mi cabeza da vueltas. ¿Qué diablos está pasando? ¿Es esto el síndrome de


Estocolmo porque he estado involucrado con los Griffin durante demasiado tiempo?

Afortunadamente, hoy voy a casa, así puedo recuperar un poco la cordura.

Ojalá fuera por una razón más feliz. Es el aniversario de la muerte de mi madre,
un día que siempre paso con mi padre y mis hermanos.

142 Estoy deseando que llegue. No he vuelto desde que me casé. Me pregunto si se
sentirá diferente ahora que técnicamente vivo en otro lugar.

La mansión de los Griffin seguro que no se siente como un hogar. Hay un par
de cosas que me gustan de ella, principalmente la sala de cine y la piscina. Todo lo
demás siempre está fastidiosamente ordenado, como si alguien viniera a tomar
fotografías para una revista en cualquier momento. La mayoría de los sofás lucen
como si no debieras sentarte en ellos, atrincherados con cojines rígidos y sin
accesorios cómodos, como libros o mantas.

Además, el personal de su casa es enorme. Señoras de la limpieza, cocineras,


asistentes, conductores, guardias de seguridad... es difícil sentirse cómodo cuando
sabes que alguien podría entrar sigilosamente en la habitación en cualquier
momento, siempre retirándose cortésmente si ven que el espacio está ocupado, pero
todavía recordándote que no estás solo y que formas parte de una extraña clase por
encima de ellos.

Intento hablar con “la ayuda”, especialmente con Marta, ya que la veo más a
menudo. Tiene una hija de siete años, escucha reguetón y es el Miguel Ángel del
maquillaje. Parece genial, como si pudiéramos ser amigas. Excepto que se supone
que debe esperarme de pies y manos, como si yo fuera un Griffin.

Es curioso, porque los Gallo tampoco son precisamente pobres. Pero hay niveles
de rico, como todo lo demás.

De todos modos, estaré feliz de volver a la realidad por un día.

Nessa amablemente me presta su Jeep para ir a casa. En realidad, no tengo mi


propio coche. En la casa de Papa, siempre había suficientes vehículos aleatorios en
el garaje para que pudiera tomar lo que quisiera, suponiendo que Nero no hubiera
quitado el motor para sus propios y extraños propósitos. Supongo que podría
conseguir uno ahora. Tengo mucho dinero en el banco. Pero odio la idea de rogarles
a los Griffin un lugar para estacionar.

Me dirijo a Old Town, sintiendo que han pasado meses en lugar de solo semanas
desde la última vez que estuve aquí.

Conducir por estas calles familiares es como volver a ser yo misma. Veo las
tiendas y panaderías que conozco tan bien, y pienso en lo gracioso que es que Callum
y yo viviéramos a pocos kilómetros de distancia el uno del otro todo este tiempo,
pero que nuestros mundos sean tan diferentes.

Todo tipo de personas han vivido en Old Town a lo largo de los años; cuando
estaba lleno de granjas alemanas, lo llamaban “The Cabbage Patch”. Más tarde,
143 llegaron puertorriqueños y un ejército de artistas. Y también muchos italianos.

Mi abuelo compró nuestra casa en los años 50. Es de un gran estilo victoriano
antiguo, con énfasis en lo ‘antiguo’. Tiene cuatro niveles de altura, tan oscura y
empinada como una casa encantada, a la sombra de robles cubiertos de maleza y
respaldada por un jardín amurallado.

Mi padre ahuecó un estacionamiento subterráneo para todos los proyectos en


curso de Nero, así que conduzco por debajo del nivel de la calle para estacionar, y
subo las escaleras hasta la cocina, donde sorprendo a Greta lanzando mis brazos
alrededor de su cintura gruesa.
—¡Minchia! —grita, dando vueltas con una cuchara en la mano, salpicándome
con salsa de tomate—. ¡Aida! ¿Por qué no me dijiste que ibas a volver a casa? ¡Habría
hecho la cena!

—Estás preparando la cena —señalo.

—Hubiera hecho una mejor cena.

—Me encanta todo lo que haces —le digo, tratando de quitarle la cuchara de la
mano para poder probar la salsa.

En su lugar, lo usa para golpearme los nudillos.

—¡No! Todavía no está lista.

La agarro por la cintura y la vuelvo a abrazar, apretándola con fuerza y tratando


de levantarla del suelo.

—¡Smettila! —chasquea—. Detén eso antes de romperte la espalda. ¡O romper la


mía!

En cambio, me contento con besarla en la mejilla.

—Te extraño. El cocinero de los Griffin hace la comida más horrible.

—¿No tienen una buena cocinera, con todo ese dinero? —dice con asombro.

—Todo es comida sana. Lo odio.

Greta se estremece como le dije que estaban sirviendo ratas vivas.

—No hay nada más saludable que el aceite de oliva y el vino tinto. Come como
144 un italiano y vivirás para siempre. No es bueno estar demasiado delgado.

Reprimo una risa. No creo que Greta haya estado nunca a veinticinco kilos de
estar delgada y, francamente, yo tampoco he sido una varita. Entonces no estamos
hablando exactamente por experiencia. Pero parece miserable.

—¿Dónde está Papa? —le pregunto.

—Está en la habitación de tu madre.

Ella se refiere a la sala de música. Mi madre se formó como pianista clásica antes
de conocer a mi padre. Su piano de cola todavía se encuentra en la habitación más
soleada del piso más alto, junto con todos sus libros de composición y partituras.
Subo los dos tramos de escaleras para encontrar a Papa. Las escaleras son
estrechas y crujen, las contrahuellas de madera apenas lo suficientemente anchas
para que Dante ascienda sin que sus hombros rocen las paredes a ambos lados.

Él está sentado en el banco del piano de mi madre, mirando las teclas. Afina y
repara el piano todos los años, a pesar de que mamá era la única que tocaba el piano
de cola.

La recuerdo claramente, sentada en ese lugar exacto. Me asombró lo rápido que


sus manos podían volar sobre las teclas, considerando que era pequeña y sus manos
apenas eran más grandes que las mías.

No tengo muchos otros recuerdos de ella. Estoy celosa de que mis hermanos la
conocieran mucho más tiempo que yo. Solo tenía seis años cuando ella murió.

Ella pensó que era una gripe. Se escondió en su habitación, sin querer
contagiarnos al resto de nosotros. Cuando mi padre se dio cuenta de lo enferma que
estaba, ya era demasiado tarde. Murió de meningitis después de estar enferma solo
dos días.

Mi padre se sintió terriblemente culpable. Todavía lo hace.

En nuestro mundo, sabes que podrías perder a un familiar de forma violenta. Los
Gallo han perdido más de lo que nos corresponde. Pero no esperas que el ladrón
silencioso, alguna enfermedad golpee a una mujer tan joven y saludable.

Papa estaba devastado. Amaba intensamente a mi madre.

La vio actuar en el Teatro Riviera. Le envió flores, perfumes y joyas durante


semanas antes de que ella aceptara cenar con él. Él era doce años mayor que ella y
ya era infame.
145 La cortejó durante dos años más antes de que ella aceptara casarse con él.

No sé qué pensaba de su trabajo o de su familia. Sé que adoraba a sus hijos, al


menos. Siempre hablaba de sus tres chicos guapos y de mí, su última pequeña
sorpresa.

Dante tiene su enfoque. Nero tiene su talento. Sebastian tiene su amabilidad. No


sé lo que tengo, sus ojos, supongo.

Puedo tocar un poco el piano. Sin embargo, no como ella.

Veo los hombros anchos y vestidos de traje de Papa, encorvados sobre las teclas.
Toca el Do central con un dedo casi demasiado grueso para mantenerse dentro de
los límites de la tecla. Él tiene una cabeza enorme que descansa casi directamente
sobre sus hombros. Cabello oscuro y rizado con impactantes mechas blancas. Sus
cejas son tan gruesas como mi pulgar. Todavía son negras, al igual que su bigote.
Pero su barba es gris.

—Ven a tocar conmigo, Aida —dice sin volverse.

Es imposible acercarse sigilosamente a él. Y no solo en nuestra casa, donde


crujen las escaleras.

Me siento a su lado en el banco. Se desliza para dejarme espacio.

—Toca la canción de tu madre —dice.

Extiendo mis dedos sobre las teclas. Cada vez, creo que la voy a olvidar. No
podría decirte cómo comienza, ni siquiera tararearla correctamente. Pero el cuerpo
recuerda mucho más que el cerebro.

Tocó esta canción una y otra vez. No fue la más difícil, ni siquiera la más
hermosa. Solo la que se le quedó grabada en mi cabeza.

Gnossienne No. 1 de Erik Satie. Una pieza extraña e inquietante.

Comienza rítmica, misteriosa. Como una pregunta. Entonces parece responder


con enojo, dramáticamente. Luego se repite, aunque no exactamente igual.

No hay compases ni divisiones de compás. Puedes tocarla como quieras. Mama


a veces la tocaba más rápido o más lento, más fuerte o más suave según su estado de
ánimo. Después de la segunda vez, se convierte en una especie de puente, la parte
más melancólica de todas. Luego, de vuelta al principio una vez más.

—¿Qué significa? —le pregunté cuando era pequeña—. ¿Qué es una gnossienne?
146
—Nadie lo sabe —dijo ella—. Satie lo inventó.

La toco para Papa.

Cierra los ojos y sé que se está imaginando sus manos sobre las teclas,
moviéndose con mucha más sensibilidad que las mías.

Veo su delgada figura meciéndose con el movimiento de la música, sus ojos


grises cerrados. Puedo oler las lilas frescas que guardaba en un jarrón junto a la
ventana.
Cuando abro mis propios ojos, la habitación está más oscura de lo que ella la
mantenía. Los robles se han vuelto más gruesos y altos desde entonces, llenando la
ventana. Ya no hay jarrón, no hay flores frescas.

Nero está de pie en la puerta: alto, delgado, cabello negro cayendo sobre un ojo,
rostro tan hermoso y cruel como un ángel vengador.

—Deberías tocarla —le digo—. Tú eres mejor que yo.

Él da un rápido movimiento de cabeza y baja las escaleras. Me sorprende que


haya venido aquí para empezar. No le gusta recordar el pasado. O las muestras de
emoción. O aniversarios.

Papa está mirando el anillo en mi mano izquierda. Me pesa la mano y hace que
sea difícil tocar.

—¿Son buenos contigo, Aida? —pregunta.

Dudo, pensando en cómo Callum robó mi ropa anoche, cómo se abalanzó sobre
mí en el auto y me cortó el vestido. Cómo sabía su boca. Cómo le respondió mi
cuerpo.

—Sabes que puedo cuidarme sola, Papa —digo al fin.

Él asiente.

—Lo sé.

—Tymon Zajac vino a la recaudación de fondos de Callum anoche —le digo.

Papa toma aire con fuerza. Si estuviéramos afuera, podría haber escupido en el
suelo.
147
—El Carnicero —dice—. ¿Qué quería?

—Dijo que quería una propiedad de Transit Authority que está a punto de ser
subastada. Pero no creo que fuera eso, en realidad no; creo que estaba probando a
Callum. Y tal vez a mí también. Para ver cómo reaccionamos ante una demanda.

—¿Qué dijo Callum?

—Le dijo que se fuera a la mierda.

—¿Cómo se lo tomó Zajac?

—Se fue.
Mi padre frunce el ceño.

—Ten cuidado, Aida. Eso no quedará sin respuesta.

—Lo sé. Sin embargo, no te preocupes, los Griffin tienen seguridad en todas
partes.

Él asiente, pero no parece satisfecho.

Escucho un sonido de traqueteo en la cocina de la planta baja. Esta casa no tiene


aislamiento, el ruido viaja por todas partes.

Luego viene el sonido retumbante de la voz de Dante y una risa que suena a
Sebastian.

—Tus hermanos están en casa —dice.

—Vamos.

Descanso mi mano en su hombro mientras me levanto del banco del piano.

—Bajaré en un minuto —dice Papa.

Me dirijo a la planta baja. Efectivamente, mis tres hermanos están hacinados en


la pequeña cocina con Greta. Dante está tratando de limpiar los fragmentos de los
platos rotos que Sebastian tiró al suelo con una de sus muletas. La rodilla de Seb
todavía está encerrada en un aparato ortopédico de alta tecnología que se supone que
es útil, pero en cambio lo ha convertido en un desastre para caminar aún más de lo
habitual.

Al menos está caminando. Algo así.

148 —Hola, torpe —le digo, dándole un abrazo.

—¿Estabas tocando ahí arriba? —dice Sebastian, devolviéndome el abrazo.

—Sí.

—Suenas como ella.

—No, no lo hago.

Niego con la cabeza.

—Definitivamente no —coincide Nero.


—Dame la escoba —le pide Greta a Dante—. Solo estás esparciendo el lío.

Mientras está de espaldas, Nero roba uno de sus rollos de naranja y se lo mete
en la boca.

Sintiendo el mal comportamiento, ella se gira de nuevo y le da una mirada dura.


Nero intenta mantener su rostro perfectamente quieto, a pesar de que sus mejillas
están hinchadas como las de una ardilla.

—¡Esos son para el almuerzo! —grita Greta.

—Eh esh almuezo —dice Nero, alrededor de un rollo de naranja entero.

—¡No, no lo es! Y no comas sin tu padre.

Nero traga con fuerza.

—No va a comer. Sabes cómo está hoy.

—¡Bueno, no lo empeores! —dice Greta—. Y tú —Señala con el dedo a


Sebastian—, sal de aquí antes de que rompas algo importante.

—Está bien, está bien.

Sebastian se vuelve a colocar las muletas debajo de las axilas y se dirige a la sala
de estar, apenas librando la tetera de Greta, mientras tira la escoba.

Nero agarra el mango con cuidado con la mano derecha y se roba otro rollo de
naranja con la izquierda. Le pasa la escoba a Greta, manteniendo el rollo escondido
detrás de su espalda.

—Aquí, Greta —dice—. Sabes que solo quiero ayudar.


149
—Me ayudarías si te quitas la camisa de mi espalda, diablo.

—Depende. ¿Qué talla es?

Ella trata de azotarlo con un paño de cocina, y él sale corriendo de la cocina,


empujando a Sebastian, quien casi se cae.

Dante los sigue a un ritmo más pausado. Soy la última en salir, mirando los
panecillos de naranja recién glaseados, pero sin querer arriesgarme a la ira de Greta.

Finalmente, atraemos a Papa abajo, sacando su viejo juego de mahjong y


abriendo la botella de vino que trajo Dante. Jugamos un torneo rotativo, en el que
Nero finalmente sale victorioso, pero no sin acusaciones de hacer trampa y exige
contar todas las piezas en caso de que algunas se “extravíen” en el transcurso del
juego.

Cuando el almuerzo está listo, forzamos físicamente a Greta a sentarse y comer


con nosotros, en lugar de trabajar todo el tiempo. Nero la convence de beber una y
luego varias copas de vino, momento en el que comienza a contarnos historias sobre
un escritor famoso que solía conocer, con quien podría haberse acostado “una o dos
veces”, hasta que él escribió un personaje basado en sobre ella que la ofendió
terriblemente.

—¿Fue Kurt Vonnegut? —dice Sebastian.

—No. —Greta niega con la cabeza—. Y no te voy a decir su nombre, estuvo


casado parte del tiempo.

—¿Fue Steinbeck? —dice Nero, sonriendo maliciosamente.

—¡No! ¿Cuántos años crees que tengo? —le dice Greta, indignada.

—Maya Angelou —digo, con una expresión de inocencia.

—¡No! Dejen de adivinar, pequeñas bestias irrespetuosas.

—Eso no es una falta de respeto —dice Dante—. Esos son todos excelentes
autores. Ahora, si dijéramos Dan Brown…

Greta, que ama El Código Da Vinci, ha tenido suficiente de todos nosotros.

—¡Eso es todo! —dice, levantándose amenazadoramente de su asiento—. Estoy


tirando su postre a la basura.

Nero me hace una señal frenética para que vaya a rescatar el semifreddo del
150 congelador antes de que Greta pueda vengarse.

Considerándolo todo, el día es tan alegre como podía esperar, dada la ocasión.
La única persona que no está tan de buen humor como de costumbre es Sebastian.
Está haciendo todo lo posible por sonreír y participar en juegos y conversaciones con
el resto de nosotros, pero puedo decir que las semanas de inactividad y la pérdida de
su cosa favorita en el mundo lo están desgastando. Se ve delgado y cansado. Su rostro
está pálido, como si no hubiera dormido mucho.

Sé que no quiere que me disculpe de nuevo. Pero verlo intentar navegar por los
estrechos pasillos y las numerosas escaleras de la casa con esas malditas muletas me
está matando.
Incluso con ese triste recordatorio, la tarde termina demasiado pronto. Una vez
que todos hemos comido y despejado la mesa, Dante y Nero tienen que volver al
proyecto de la Torre en la calle Oak, y Sebastian tiene una clase de Biología.

Podría quedarme con Papa, pero sé que se terminará el vino mientras mira viejos
álbumes de fotos. No tengo el corazón para eso. Todas esas fotos de Papa, Mama y
mis hermanos viajando por Sicilia, Roma, París y Barcelona, mientras yo todavía no
existo, o en el mejor de los casos, un bebé en una carreola. Simplemente me recuerda
lo que me perdí.

Entonces, le doy un beso a mi padre y me ofrezco a ayudar a Greta con los platos,
sabiendo que no me dejará, luego vuelvo al garaje para recuperar el Jeep de Nessa.

Regreso a la mansión de los Griffin a las 3:00 de la tarde.

No espero encontrar a nadie en casa que no sea el personal. Cuando Imogen no


está trabajando en un negocio familiar, está extendiendo su influencia sobre docenas
de organizaciones benéficas y juntas, o socializando estratégicamente con las esposas
ricas e influyentes de los principales ciudadanos de Chicago. Fergus, Callum y Riona
trabajan muchas horas y Nessa tiene clases casi todos los días, ya sea en Loyola o en
Lake City Ballet.

Sin embargo, cuando entro por la puerta lateral a la cocina, escucho dos voces
masculinas.

Son Callum y su guardaespaldas, sentados en los taburetes de la barra en mangas


de camisa, con los sacos colgados en el respaldo de las sillas.

No sé de qué están hablando, pero inmediatamente me enfurece ver al brutal


boxeador, que ahora sé que se llama Jackson Howell Du Pont. Callum lo conoció en
la escuela, en sus días de Lakeside Academy. Jack es uno de los muchos, muchos
151 descendientes de la familia Du Pont, que primero hicieron su fortuna con la pólvora
y luego inventaron el nailon, el kevlar y el teflón.

Desafortunadamente para el chico de Jackie, los Du Ponts tuvieron demasiado


éxito en difundir su nombre y su semilla, porque ahora hay alrededor de cuatro mil
de ellos, y la sucursal particular de Jack apenas tenía suficientes rasguños para pagar
su elegante educación en la escuela privada, sin el habitual fondo fiduciario adjunto.
Así que el pobre Jack se reduce a conducir a Callum, hacer sus recados, cuidar su
espalda y ocasionalmente romper algunas rótulas por él. Como le hizo a mi hermano.

Fresca de la vista de las ojeras de Sebastian y su sonrisa infeliz, quiero agarrar la


cuerda de piano más cercana y envolverla alrededor de la puta garganta de Jack.
Callum ha mantenido sabiamente a su guardaespaldas en un segundo plano, lejos de
la casa Griffin y fuera de mi vista. Pero supongo que no esperaba que estuviera en
casa tan temprano.

—¿Qué diablos está haciendo aquí? —gruño.

Callum y Jack ya se han levantado, sorprendidos por mi repentina aparición.

—Ahora, Aida —dice Callum, levantando las manos en señal de advertencia—


. Eso es agua debajo del puente.

—¿Lo es? —gruño—. Porque Sebastian todavía está cojeando. Mientras que este
hijo de puta borracho de ponche aparentemente todavía está en tu nómina.

Jack pone los ojos en blanco, se acerca al frutero del mostrador y escoge una
manzana jugosa y agradable.

—Ponle a tu perra una correa —le dice a Callum.

Para mi sorpresa, Callum deja caer sus manos y se vuelve hacia Jack, su rostro
quieto pero sus ojos llameantes.

—¿Qué dijiste? —exige.

Veo el brillo apagado del metal dentro de la chaqueta del traje de Jack. Una
Ruger LC9 en el bolsillo interior, colgando sobre el respaldo de su silla, en lugar de
estar firmemente sujeta a su cuerpo. Qué jodido aficionado.

En dos pasos alcanzo la chaqueta y saco el arma. Verifico que esté cargada, luego
quito el seguro y cargo la recámara.

Tanto Callum como Jack se congelan como ciervos ante el sonido de la bala
deslizándose dentro de la recámara.
152
—¡Aida! —dice Callum bruscamente—. No…

Ya estoy apuntando con el arma a Jack.

—Dejar tu arma desatendida. —Hago chasquido con la lengua y sacudo la


cabeza con fingida desaprobación—. Muy descuidado, chico Jackie. ¿Dónde
obtuviste tu formación, la Academia de Policía de Chicago? ¿O fue la universidad de
payasos?

—Vete a la mierda, coño —gruñe Jack, su cara maciza enrojecida de rabia, y sus
dientes al descubierto—. Si no estuvieras casada con él…

—¿Harías qué? ¿Que tus dientes sean pateados como la última vez? —resoplo.
Jack está tan enojado que sé que ya estaría cargando contra mí, si no tuviera el
arma apuntando directamente a su pecho.

Callum se encuentra en una posición más ambivalente. Por un lado, puedo decir
que está enojado porque saqué un arma en su cocina y apunté a su guardaespaldas.
Por otro lado, no le gusta la forma en que Jack me habla. Ni un poco.

—Baja el arma, Aida —me ordena.

Pero es a Jack a quien mira con fría furia en los ojos.

—Lo haré —digo, bajando el arma para que el cañón apunte directamente a la
rodilla de Jack—. Después de que pague por lo que le hizo a mi hermano.

En realidad, no le había disparado a nadie antes. He estado en el campo muchas


veces con mis hermanos. Hemos colocado esos recortes de papel, a veces una silueta
humana en blanco, a veces un zombi o un ladrón. Sé apuntar al centro de la masa,
cómo agrupar mis tiros. Cómo apretar el gatillo en lugar de sacudirlo, cómo controlar
el tiro por la culata.

Es extraño apuntar a una persona real. Puedo ver las gotas de sudor a lo largo de
la línea del cabello de Jack, la forma en que su ojo derecho se mueve levemente
mientras me mira. Puedo ver su pecho subiendo y bajando. Es una persona real, a
pesar de ser un idiota furioso. ¿Realmente voy a meterle una bala?

Jack decide que la mejor manera de salir de esto es intentar intimidarme. Quizás
piensa que es psicología inversa. O tal vez solo sea tonto.

—No me vas a disparar —se burla—. Solo eres una pequeña mocosa malcriada
de la mafia, una aspirante a chica dura como tu hermano cobarde.

Callum, más perspicaz que Jack, ve mi intención incluso antes de que me mueva.
153
Se lanza hacia el arma, golpeando mis manos hacia arriba mientras aprieto el
gatillo.

El ruido es sorprendentemente fuerte en el recinto de la cocina. Parece resonar


una y otra vez, ensordeciéndonos.

No le atino a Jack, gracias a la intervención de Callum. Sin embargo, la bala


cava un surco a lo largo del exterior del brazo izquierdo de Callum, antes de
enterrarse en la puerta de uno de los gabinetes de cedro personalizados de Imogen.
Como tinta escarlata sobre papel blanco, la sangre empapa la manga de la camisa
de Callum. Él mira hacia abajo, examinando estoicamente el daño, antes de torcer
mi brazo detrás de mi espalda y sujetarlo con fuerza.

—Dije que no —gruñe en mi oído, furioso.

—¡Intentó dispararme! —grita Jack incrédulo—. ¡Ella apretó el gatillo! ¡Perra


sucia! Voy a…

—Cierra la puta boca y mantenla cerrada —ladra Callum.

Jack se detiene en su lugar, congelado en el acto de avanzar hacia mí. Su rostro


grande y cuadrado parece confundido.

—Si ALGUNA VEZ le hablas así a mi esposa otra vez, voy a vaciar ese clip en
tu pecho.

Jack abre la boca como si fuera a protestar, solo para volver a cerrarla cuando ve
la expresión del rostro de Callum.

Realmente no puedo verla yo misma, ya que Callum todavía tiene mi brazo


torcido detrás de mi espalda, de manera dolorosa. Pero puedo sentir el calor
irradiando de su cuerpo. Puedo escuchar la gravedad mortal de su amenaza. Lo dice
en serio. Cada palabra.

—Estás... estás sangrando en el suelo, jefe —dice Jack con humildad.

Efectivamente, se está formando un pequeño charco en el lado izquierdo de


Callum. Filtrándose en la lechada impecable entre las baldosas de Imogen. Otra cosa
que realmente la va a cabrear.

—Limpien eso, por favor —dice Callum en dirección a la puerta.


154
Me doy cuenta de que al menos tres miembros del personal de la casa están
mirando, tratando de averiguar qué diablos está pasando sin meterse en problemas.
Una de las empleadas domésticas, Linda, parece particularmente alarmada por el
hecho de que Callum me tiene en un brazo. Martino, el paisajista, que mira por la
ventana, parece mareado al ver la sangre en el suelo.

—Vete a casa —le ordena Callum a Jack—. Te llamaré por la mañana.

Jack asiente, reprendido. No hace contacto visual conmigo mientras se apresura.

Espero que Callum me suelte una vez que Jack se haya ido. Asumí que me estaba
sujetando así para asegurarme de que no atacaría a su guardaespaldas de nuevo.
En cambio, comienza a sacarme de la cocina, por el pasillo.

—¿A dónde vamos? —exijo, tratando de soltar mi muñeca de su agarre.

Callum solo me abraza más fuerte. El dolor me sube por el brazo derecho hasta
el hombro y mi mano se ha adormecido. Su brazo izquierdo está envuelto alrededor
de mi cuerpo, su mano aprieta un puñado de la parte delantera de mi blusa. Mi
espalda está presionada contra su pecho. Puedo sentir su corazón latiendo, rápido y
furioso como un tambor de guerra.

—Puedes soltarme, yo no... ¡AUCH!

Me está empujando escaleras arriba, empujándome tan fuerte y rápido que mis
pies apenas tocan el suelo. Me sigue disparando hasta que estamos todo el camino
por el pasillo y atravesamos la puerta de nuestra habitación. Solo entonces me libera,
cerrando la puerta detrás de él.

Se da la vuelta para mirarme, sus pupilas se contraen como pinchazos, por lo


que sus ojos se ven más azules y fríos que nunca. Ya no tiene una palidez vampírica,
su piel está sonrojada de color, su mandíbula prácticamente vibra por la fuerza con
la que la aprieta.

—Mira —digo—. Sé que se puso un poco...

Cruza el espacio entre nosotros de una zancada, agarrando un puñado de mi


cabello. Echa mi cabeza hacia atrás y me besa ferozmente.

Es lo último que esperaba. Todo el desafío desaparece de mi cuerpo y me hundo


contra él, inerte de alivio. Creo que me ha perdonado, o que al menos entiende por
qué lo hice.

Pero de inmediato me doy cuenta de que estaba muy equivocada en esa


155 suposición. Tan pronto como nuestros pechos se tocan, puedo sentir que su cuerpo
todavía está ardiendo y temblando, cada músculo palpitando con el esfuerzo de
contener la emoción dentro de él.

Su lengua llena mi boca y sus labios se mueven contra los míos, tan fuerte que
puedo sentir mis propios labios comenzando a hincharse. Me está aplastando contra
él, todavía decidido a someterme, aunque ya me sometí. Solo cuando mis rodillas se
doblan literalmente debajo de mí, él me levanta y me lleva a la cama.

Él saca mi camiseta por encima de mi cabeza. Como un niño, levanto mis brazos
cooperativamente, pero una vez que la camiseta está sobre mi cabeza, tira de mis
muñecas hacia abajo detrás de mí, la camiseta de algodón todavía envuelta alrededor
de un brazo. Rápidamente, Callum cruza mis muñecas, usando la camiseta retorcida
como una cuerda para anudarlas.

Luego desabotona mis pantalones cortos, y con un tirón fuerte, tira de mis
pantalones cortos y mis bragas bajo mis rodillas.

Me siento muy estúpida allí de pie, con los brazos atados a la espalda y los
tobillos atados de manera efectiva también, a menos que quiera intentar quitarme los
pantalones cortos sin caerme de cara.

—Callum —digo vacilante—. Puedes…

Callum está en proceso de desabrocharse la corbata. Se la quita del cuello y se


acerca con la tela tensa entre las dos manos, como un garrote. Me preocupa un poco
que esté a punto de estrangularme. En cambio, me amordaza con la corbata,
cortándome a mitad de la oración y anudando la corbata con fuerza detrás de mi
cabeza.

Puedo saborear la seda cruda contra mi lengua. Debe ser cara.

Tengo la vaga idea de que Callum planea atarme y dejarme aquí, como castigo
por dispararle a su empleado. Pero pronto me doy cuenta de que Callum no tiene
intención de irse. Se sienta en el borde de la cama y me tira bruscamente a su regazo.
Me arroja sobre sus muslos, por lo que mi cara está junto a sus espinillas y mi trasero
desnudo está en el aire.

En un instante, me doy cuenta de lo que está planeando, y empiezo a retorcerme


salvajemente, tratando de liberarme de mis pantalones cortos de una patada y
gritando a través de la mordaza “No te atrevas”, aunque me sale más bien:

—Do te ate…
156 Callum levanta una mano grande y fuerte y la lleva silbando hacia mi trasero.
Hay un sonido agudo y crujiente, casi tan fuerte como el disparo de la cocina, y luego,
un instante después, el dolor punzante y caliente me golpea.

—¡Erggg! —grito a través de la mordaza.

¡NALGADA!

Ni siquiera sabía que había vuelto a levantar la mano y ya me había azotado de


nuevo en el mismo lugar, esta vez incluso más fuerte.

¡NALGADA!
¡NALGADA!

¡NALGADA!

Su precisión es viciosa. Cada golpe está aterrizando exactamente en el mismo


lugar en mi nalga derecha, haciéndolo sentir como si lo hubieran sumergido en
gasolina y se hubiera incendiado.

Estoy pateando y tratando de caer de su regazo, gritando todo tipo de


maldiciones. Callum me tiene inmovilizada con fuerza, su mano izquierda
presionando hacia abajo entre mis omóplatos mientras su mano derecha administra
el castigo.

Doy una lucha particularmente vigorosa y Callum ladra:

—¡Quédate quieta! ¡U obtendrás el doble!

Eso solo me hace patear aún más fuerte. ¡Cómo se atreve a intentar azotarme!
¡Cómo se atreve a amenazarme! Cuando me libere, lo golpearé justo donde le
disparé, y luego lo patearé en un lugar peor.

¡NALGADA!

Callum ha dejado caer palma de su mano en el lado izquierdo ahora. ¡MIERDA!


¿Por qué duele aún más? ¿Cómo me nalguea tan fuerte? ¡Es como un jinete azotando
a un caballo!

¡NALGADA!

¡NALGADA!

¡NALGADA!
157
En realidad, nunca antes me habían pegado. No puedo creer cómo hace que mi
trasero arda y palpite.

Callum me dijo que me quedara quieta, pero no puedo. No puedo evitar


estremecerme ante el siguiente golpe, apretar mis piernas juntas y retorcerme sobre
la dura superficie de sus muslos con pantalones.

Esto está teniendo su propio efecto embarazoso.

Después de todo, estoy desnuda. El apretar y retorcer mi carne desnuda contra


la fina lana de los pantalones de Callum crea mucha fricción en lugares muy
inconvenientes…
Mis pezones están duros como una roca dentro de mi sostén. Puedo sentir calor
y humedad entre mis muslos. No puedo verlo, pero sospecho que mis mejillas están
tan rojas como mi trasero.

Dejo de luchar, sobre todo porque no quiero excitarme más inadvertidamente de


lo que ya estoy. Tampoco quiero que Callum se dé cuenta. Es jodidamente
humillante. Si se da cuenta del efecto que esto está teniendo en mí, nunca más podré
mirarlo a la cara.

Pero él ya lo sabe. Es tan malditamente perceptivo. En el momento en que dejo


de pelear con él, en el momento en que mi respiración cambia y me pongo tensa,
detiene los azotes. Hace una pausa por un momento, su pesada palma descansando
sobre mis nalgas palpitantes.

Luego comienza a amasar mi trasero, suavemente.

El roce se siente indeciblemente bien. Es como la vez que robé uno de los
brownies especiales de Dante y me comí todo antes de recibir un masaje. Cada
apretón de la mano de Callum envía pulsos de placer recorriendo mis neuronas,
haciéndolas brillar como una cadena de luces navideñas.

Sin querer, gimo y presiono mis muslos contra la parte exterior de la pierna de
Callum.

—¿Te gusta eso? —gruñe, su voz más baja y áspera que nunca.

Sus dedos bailan por la hendidura de mi trasero, deslizándose entre mis muslos
para encontrar la confirmación de lo que ya sospecha. Efectivamente, sus dedos se
deslizan fácilmente por la resbaladiza superficie de mi coño.

—Eso pensé —dice sin aliento.


158 Sin previo aviso, hunde dos dedos dentro de mí. Dejo escapar un gemido
profundo y desesperado. El interior de mi coño está tan hinchado y caliente que esos
dedos son la cosa más placentera que jamás haya estado dentro de mí. Se sienten
hechos a medida, superpoderosos, tan personalizados como uno de los jodidos
gabinetes de Imogen.

Callum desliza los dedos hacia adentro y hacia afuera, disfrutando de los sonidos
ansiosos y suplicantes que hago sobre de la mordaza.

Dios mío, quiero que me follen.

Lo quiero tanto que siento que podría estar dispuesta a morir después, si tan solo
pudiera conseguir lo que necesito durante cinco minutos seguidos.
—Mira lo que has hecho.

Callum toca la herida de su brazo izquierdo. Cuando pone las yemas de sus
dedos frente a mi cara, puedo ver que están brillando con sangre fresca.

—Ya tuve suficiente de que te volvieras loca —dice Callum—. Se termina esta
noche. De ahora en adelante, serás la esposa que me prometieron. Servicial. Útil.
Obediente.

Enganchando sus brazos debajo de mi cuerpo, Callum se pone de pie,


levantándome de sus rodillas. Me arroja boca abajo en la cama, con las muñecas aún
atadas a la espalda y las rodillas dobladas debajo de mí, por lo que mi trasero está
apuntando hacia arriba en el aire.

Escucho que abre su botón y el deslizamiento de una cremallera. Las manos


fuertes y cálidas de Callum agarran mis caderas, la derecha desaparece
momentáneamente cuando Callum alinea su pene con mi entrada, luego regresa de
nuevo.

Él embiste dentro de mí con un empujón de sus caderas. Entra hasta el fondo,


tocando fondo con la parte delantera de sus muslos pegada a la parte posterior de los
míos. Agarra mis caderas con fuerza, dejando que su polla permanezca
completamente envainada, tan profundamente que siento la cabeza palpitando
contra mi cuello uterino.

Solo entonces vuelve a salir, casi por completo, antes de empujar completamente
hacia adentro.

Lo hace varias veces, dejándome apreciar la longitud completa de su miembro.


Luego comienza a follarme duro. Cada vez más fuerte y rápido, nuestros cuerpos
chocan con un sonido no tan agudo como los azotes, pero mucho más rápido e
159 insistente.

Ser desesperadamente excitada y luego ser atendida agresivamente así es tan...


satisfactorio. Al nivel de paletas heladas en un día caluroso, o un niño malcriado
cayéndose de bruces. Estoy en la cima de la felicidad. No solo quiero esto.
Jodidamente lo necesito.

Pero entonces Callum realmente comienza a torturarme.

Él alcanza alrededor de mi cadera y encuentra mi clítoris con sus dedos. Se burla


ligeramente de mí con las yemas de los dedos y luego, gradualmente, comienza a
aumentar la presión.
Estoy jadeando y gimiendo en la mordaza, tratando de mover mis caderas para
ejercer más presión en el lugar correcto.

Callum no me lo da. Sabe lo que quiero, pero lo niega.

Su brazo me rodea con fuerza. Todavía está empujando dentro de mí, más y más
profundamente. Se inclina y me gruñe al oído:

—¿Vas a ser una buena chica, Aida? ¿Mi buena esposa?

Estoy lloriqueando, casi suplicando. Pero no quiero decirlo. ¡Maldito sea, no


quiero decirlo!

—Dime —canturreó Callum—. Dime que serás una buena chica.

De ninguna manera.

No lo voy a hacer.

Lo voy a hacer totalmente.

Apretando los ojos con fuerza, asiento con la cabeza.

Callum presiona con fuerza contra mi clítoris. Me frota al tiempo con sus
embestidas, justo en el lugar correcto, de la manera correcta para hacerme acelerar a
través de la estratosfera.

Despegue. Dejamos el planeta, damas y caballeros, aquí arriba son puras


estrellas llameantes.

Estoy flotando, volando, zumbando a un millón de kilómetros de distancia,


experimentando una especie de placer que nunca antes había imaginado. Duro,
160 rápido, interminable.

Pierdo todo sentido de lo que está haciendo Callum. Me acabo de ir.

No vuelvo a la tierra hasta que Callum me toma en sus brazos, envolviéndolos


con fuerza alrededor de mi cuerpo.

Quita la mordaza y las esposas improvisadas.

Estoy acostada desnuda sobre su pecho, toda su ropa también despojada.

Mi cuerpo sube y baja con el ritmo de su respiración. Su barbilla se apoya en mi


sien.
Su respiración es constante y pacífica. Sus brazos son cálidos y gentiles a mi
alrededor. No sé si alguna vez sentí su cuerpo tan relajado. Lo he visto rígido y
controlado, pero nunca calmado.

—¿Llegaste allí también? —le pregunto, después de un minuto.

Besa un lado de mi cabeza.

—Por supuesto.

—Eso fue…

¿Qué exactamente? ¿Loco? ¿Impactante? ¿Confuso? ¿Asombroso? ¿Inolvidable?

—Lo sé —dice Callum.

Hay una pausa larga y luego no puedo evitar preguntar:

—¿Has hecho eso antes?

Otra pausa larga, en la que creo que no responderá.

Luego, finalmente, dice:

—No así.

Querido Señor.

Soy una chica bastante testaruda. Pensé que sabía lo que me gustaba y lo que no
me gustaba.

Pero podría haber descubierto una categoría completamente nueva…


161
18

Aida está en mis brazos. Puedo sentir lo sonrojada y cálida que aún está. Y vi lo
duro que se corrió. Pero me preocuparía cómo se sentía ella después, si no estuviera
tan distraído con mi propio asombro absoluto.

He atado mujeres y las he follado brusco antes. Algunas lo piden, y otras veces
solo estaba experimentando. Algunas chicas son tan aburridas de follar que es mejor
que las ate, porque de cualquier manera se van a quedar ahí tumbadas.

En todos esos casos, sentí que estaba siguiendo los movimientos.

Con Aida fue totalmente diferente.

El sexo con ella siempre lo es.

Follar solía ser una liberación para mí. Un acto manual, que podía ser bueno,
malo o indiferente.

Nunca imaginé que se sentiría tan bien que se apoderara de mí, cuerpo y mente.
El puro placer físico es increíblemente intenso. Extrañamente más fuerte de lo que
estoy acostumbrado.

Y luego están los factores psicológicos. Aida me atrae de una manera que no
162 puedo entender. Es como si cada uno de sus rasgos estuviera formado por algún tipo
de código secreto diseñado para penetrar en mi cerebro. La forma alargada y
almendrada de sus ojos grises y ahumados. Las locas curvas de su cuerpo. Su piel
suave, de color cedro. La forma en que sus dientes me destellan cuando sonríe. La
forma en que se muerde el borde del labio inferior cuando está excitada o tratando
de no reír.

¿No es lo mismo con ella? Ama la pasión de cualquier tipo. Le encanta estar
enojada, obstinada, alegre o traviesa. Lo único que no le gusta es la falta de
sentimiento.

Desafortunadamente, eso es lo que soy. Frío. Contenido. Con falta de placer.


Hasta que estoy cerca de ella.

Entonces mis sentidos se aceleran hasta un grado febril. Huelo, saboreo y veo
más agudamente. Casi puede ser demasiado.

Me asusta cómo pierdo el control a su alrededor. En las pocas semanas que


conozco a Aida, he perdido la paciencia más veces que en todos los años anteriores.

Sin embargo, no quiero que se detenga. No me puedo imaginar volver a la


aburrida indiferencia. Aida es la puerta a otro mundo. Quiero quedarme a su lado
para siempre.

Jesús, ¿qué estoy diciendo?

Nunca antes había tenido estos pensamientos, y mucho menos permití que se
formaran en palabras.

¿Cómo estoy tan envuelto en esta chica, que francamente está loca? ¡Intentó
dispararle a Jack! ¡En mi cocina! Si ella hiciera eso en un evento de campaña, estaría
realmente jodido. Y yo tampoco lo dejaría pasar.

Tengo que calmarme y mantener la cabeza firme.

Esa resolución dura unos cinco segundos, hasta que presiono mi nariz contra su
cabello e inhalo ese aroma salvaje suyo, como sol y sal marina, café oscuro, pimienta
y solo un toque de dulzura melosa. Entonces vuelvo a sentir esa sacudida, esa
descarga de adrenalina, que apaga a los gobernadores en cada uno de mis impulsos.

Cuando suena el teléfono de Aida, casi salgo de mi piel.

Aida se despierta de un sobresalto, habiéndose quedado dormida sobre mi


hombro.
163
—¿Quién es? —murmura.

—Es tu teléfono —le digo.

Ella rueda fuera de la cama, graciosamente torpe. Ni siquiera busca la gracia,


cayendo del borde del colchón como un oso panda. Luego busca el teléfono y
finalmente lo ubica a la mitad debajo de la cama.

—¿Dante? —dice, sosteniéndolo contra su oído.

Ella escucha por un momento, las cejas juntas en un ceño fruncido como la
expresión predeterminada de la persona con la que está hablando.
—¡Cavalo! —exclama—. ¿Sei serio? ¡Che palle!

Nunca escuché a Aida hablar más de una palabra o dos en italiano. Me pregunto
si eso es lo que ella habla en casa con su familia. Ella obviamente habla con fluidez.

Aida tiene muchos talentos ocultos.

La subestimé cuando nos conocimos. Pensé que era malcriada, joven, salvaje,
descuidada, sin educación, desmotivada.

Sin embargo, ahora me ha mostrado varias veces que ha absorbido mucho más
de los negocios de su padre de lo que yo creía. Es astuta, observadora, persuasiva
cuando quiere. Inteligente e ingeniosa. Sabe cómo manejar un arma, mi bíceps
palpitante puede dar fe de eso. Y es valiente como el infierno. La forma en que me
miró fijamente cuando arrojó el reloj de mi abuelo por encima de la barandilla... Fue
un movimiento de idiota, pero en realidad bastante inteligente.

Sebastian y ella fueron superados. Si me hubiera entregado el reloj, posiblemente


podría haberles disparado a ambos y alejarme. Al arrojarlo al lago, me incitó a actuar
impulsivamente. Creó el caos y dividió a sus oponentes.

Aida puede ser precipitada y furiosa, pero no entra en pánico. Incluso ahora
hablando por teléfono con su hermano, aunque obviamente algo anda mal, no ha
perdido la cabeza. Está obteniendo la información, respondiendo rápida y
concisamente.

—Capisco. Si. Sarò lì presto.

Cuelga la llamada y se vuelve hacia mí.

Brilla como una diosa bronceada a la luz acuosa que entra por las
contraventanas. No se da cuenta ni le importa estar completamente desnuda.
164
—Dante dice que alguien quemó el equipo en el sitio de la Torre en la calle Oak.
Hemos perdido alrededor de dos millones en maquinaria pesada, más cualquier daño
al edificio en sí.

—Vamos allí —le digo, saliendo de la cama.

—No tienes que… yo iba a ir, pero tú no tienes que hacerlo —dice ella.

—¿No quieres que vaya? —pregunto, de pie en la puerta entre el dormitorio y el


baño.
—No. Quiero decir que sí, puedes, pero tú no… —Se mueve incómoda de un
pie a otro.

Mi pequeña Aida, no avergonzada por la desnudez, sino sonrojada por una


pregunta directa sobre el tema de lo que quiere.

—Voy —digo con firmeza—. Estamos en el mismo equipo ahora, ¿verdad?

—Sí… —dice ella, poco convencida.

Luego, pareciendo estar comprometida con la idea, me sigue hasta el vestidor,


donde he vuelto a poner toda su ropa. Un trabajo que me llevó cinco minutos.

Le he ordenado a Marta que le compre a Aida un guardarropa adecuado de ropa


profesional. Para el final de esta semana, Aida debería tener un complemento entero
de vestidos y vestidos de cóctel, pantalones y vestidos de verano, cárdigans, blusas,
faldas, sandalias, tacones altos, botas y chaquetas. Si ella realmente aceptará usarlo
o no es una cuestión diferente.

Por ahora, se pone un par de pantalones cortos de mezclilla y una camiseta vieja
de los Cubbies. Luego se sienta en la alfombra para atarse las zapatillas.

Me pongo mi propia ropa.

Aida levanta una ceja sorprendida.

—¿Jeans? —dice, ocultando una sonrisa.

—¿Y qué?

—Nunca te he visto usar jeans. Por supuesto que serían Balenciaga —agrega,
poniendo los ojos en blanco.
165
—Aida —le digo con calma—. No selecciono ninguna de mis prendas, incluidos
estos jeans. Ni siquiera sé qué es Balan… lo que sea esa marca.

—¿Qué? —dice Aida, con los ojos muy abiertos y solo una zapatilla en el pie—.
¿No compras tu propia ropa?

—No.

—¿Quién lo hace?

—Ahora mismo, Marta. Antes de eso, era un asistente diferente llamado


Andrew. Acordamos una estética y luego...
—¿Así que nunca vas al centro comercial?

—No.

—¿Por qué no?

—¿No se supone que nos vamos a ir? —le digo.

—¡Correcto!

Aida se pone su otra zapatilla y salta.

Mientras nos apresuramos a bajar las escaleras, ella todavía me molesta.

—Pero, ¿y si no te gusta el color o...?

La empujo al auto y le digo:

—Aida. Trabajo literalmente todo el tiempo. Ya sea en proyectos de campaña o


en uno de nuestros numerosos negocios. Algunos de las cuales, como bien sabes, son
más difíciles y peligrosos que otros. Cuando socializo, es en eventos en los que
necesito relacionarme. No recuerdo la última vez que hice un recado o hice algo para
entretenerme.

Aida se sienta en silencio durante un minuto. Mucho más tiempo del que
normalmente permanece callada. Luego dice:

—Eso es triste.

Resoplo, negando con la cabeza hacia ella.

—Me gusta estar ocupado. No es triste, tiene un propósito.


166
—Sin embargo, ¿cuál es el punto? Si no te estás divirtiendo en el camino.

—Bueno —le digo, dándole una mirada de soslayo—. No considero que los
maratones de El Señor de los Anillos sean tan divertidos.

No puedo evitar provocarla un poco, porque sé muy bien que Aida a menudo se
aburre o se siente poco estimulada. Por eso siempre se mete en problemas.

Efectivamente, ella no responde con la habitual respuesta frívola. En cambio, se


muerde el borde de la uña, pensativa en lugar de molesta.

—Puedo hacer más que esto, ya sabes —dice.


—De hecho, lo sé —respondo.

Ella me mira, comprobando si me estoy burlando de ella.

No lo estoy.

—Veo lo inteligente que eres. Leíste mejor Madeline Breck que yo —le digo.

—Tengo muchas buenas ideas —dice—. Papa siempre tuvo tanto miedo de que
me lastimara. Pero soy tan inteligente como Dante o Nero. O Seb. Soy lo
suficientemente inteligente como para no dejar que me maten.

—Mientras puedas controlar tu temperamento —le digo, medio sonriendo.

—Yo no… —dice Aida acaloradamente, interrumpiéndose cuando ve que le


estoy tomando el pelo. En su mayoría—. No tengo mal genio —dice con dignidad—
. No sabes lo que es ser siempre el perro más pequeño en la pelea. Tengo que atacar
primero y más fuerte. Nunca tuve mucha dulzura en mí. Nunca lo hice, y nunca
podría.

No puedo imaginarla suave. Arruinaría todo sobre ella.

—De todos modos —dice Aida rápidamente—. Todavía no sé por qué quieres
ser Concejal. Los Griffin son más ricos que Dios. Tienes amigos por toda la ciudad.
Tu territorio está seguro. ¿Por qué diablos quieres sentarte en una oficina y lidiar con
toda esa mierda?

—¿Por qué crees que la gente gasta medio millón de dólares haciendo campaña
por un puesto de Concejal, cuando el salario es de 122.304 dólares? —le pregunto.

—Bueno, obviamente puedes jugar con las leyes fiscales y de zonificación y


satisfacer tus intereses comerciales, así como dar favores a todos los demás.
167
—Bien —le digo, animándola a seguir adivinando.

—Simplemente no parece que valga la pena. Puedes conseguir toda esa mierda
con sobornos y favores comerciales. O la buena violencia a la antigua.

—Pero siempre estás a merced de alguien más —le digo—. El detective


incorruptible o el político codicioso que recibió una oferta mejor de otra persona. El
poder real no hace funcionar el sistema. Está ejecutando el sistema. Incluso
construyéndolo tú mismo.

Hago una pausa, recordando un poco de nuestra historia familiar superpuesta.


—¿Recuerdas cuando los italianos dirigían esta ciudad? —le digo a ella—.
Capone tenía al alcalde en su nómina. Imagina si Capone fuera el alcalde. O el
gobernador. O el maldito presidente.

—No me gusta cómo usas el tiempo pasado para referirte a nuestros días de
gloria —dice Aida a la ligera—. Pero entiendo tu punto. Supongo que tiene sentido
por qué tu padre estaba tan interesado en llegar a un acuerdo entre nuestras familias.
No se trata de esta elección. Se trata de la siguiente. Si quieres gobernar toda la
ciudad, realmente nos necesitas.

—Sí —digo en voz baja.

Nos hemos acercado a la torre, su estructura esquelética a medio construir


sobresale hacia el cielo. Solo se han completado los pocos pisos inferiores. El lote es
un revoltijo de maquinaria pesada, pilas de materiales de construcción, oficinas
improvisadas, baños portátiles y camiones estacionados.

El sitio estaría oscuro y desierto si todo el lado norte no estuviera iluminado por
luces y sirenas. Veo un camión de bomberos, dos ambulancias y varios coches de
policía. Dante está hablando con un oficial uniformado, mientras otro policía toma
notas de un guardia de seguridad maltratado y vendado. Supongo que es el guardia
que estaba de servicio cuando alguien prendió fuego a las máquinas.

El aire apesta a gasolina y metal chamuscado. Al menos cuatro piezas de


maquinaria pesada son insalvables, incluidas dos excavadoras, una retroexcavadora
y una grúa completa. Los cascos ennegrecidos todavía humean, el suelo debajo está
embarrado por las mangueras de los bomberos.

—Fue ese maldito polaco, lo sé —dice una voz en el lado opuesto de Aida.

Es Nero, que aparece en la oscuridad tan silencioso como un murciélago.


168 Es rápido y jodidamente astuto. Probablemente podría robar el arma del cinturón
del policía más cercano sin que el tipo se dé cuenta hasta que intente desarmarse al
final de la noche.

—¿Como puedes estar seguro? —murmura Aida en respuesta.

Mantiene la voz baja porque no queremos llamar la atención sobre nosotros


mismos. Yo, porque no quiero que se adjunte mi nombre a esto, y Nero porque tiene,
como mínimo, un montón de multas de estacionamiento sin pagar.

—Esta es su tarjeta de presentación —dice Nero—. Son como los rusos, pero
más locos. Les encanta hacer una escena y les encanta el simbolismo. Además —
Señala con la cabeza hacia la grúa, donde un bulto ennegrecido arde contra la base—
, dejaron eso.

—¿Qué es? —dice Aida sin aliento.

Su rostro se ha puesto pálido. Sé que está pensando lo mismo que yo: el objeto
tiene el aspecto crudo y agrietado de la carne quemada.

—Es la cabeza de un jabalí —dice Nero—. La tarjeta de visita del Carnicero.

Dante se une a nosotros, su piel más oscura que nunca por todo el humo en el
aire. El sudor ha dejado huellas pálidas a los lados de sus erizadas mejillas. Sus ojos
se ven negros y brillantes, reflejando las luces intermitentes sobre los coches de
policía.

—El guardia de seguridad les está diciendo que eran un grupo de chicos punk.
Conseguimos la historia clara antes de que llegara la policía. Afortunadamente, el
camión de bomberos fue más rápido que la policía, o también hubiéramos perdido la
mitad del edificio.

—¿No quieres que sepan que es Zajac? —le digo.

—No los queremos en nuestro negocio, punto —responde Dante.

De hecho, le lanza una mirada interrogativa a Aida sobre por qué estoy aquí.

—Pedí venir —le digo—. Me siento responsable, ya que fui yo quien agravió a
Zajac en la recaudación de fondos.

—Ya nos lo veíamos venir —dice Nero con un rápido movimiento de cabeza—
. Ya nos hemos metido en esto con él dos veces porque sus hombres invaden nuestro
territorio. Estafan a nuestros proveedores y roban bancos en nuestros vecindarios.
169
—Está decidido a iniciar un conflicto, eso es obvio —dice Dante, su voz
profunda y retumbante como un motor al ralentí—. Deberíamos…

Lo que propone es interrumpido por los rápidos chasquidos y grietas de una


semiautomática. Suena como una cadena de petardos pero cien veces más fuerte. Un
Land Rover negro pasa rugiendo, tres hombres asomados por las ventanillas abatibles,
las armas sobresalen y los fogonazos iluminan sus rostros enmascarados.

En el momento en que comienzan los disparos, los hermanos de Aida intentan


rodearla. Pero ya he envuelto mis brazos alrededor de sus hombros, empujándola al
volante del camión más cercano.
Los policías restantes gritan y también se lanzan en busca de refugio, usando sus
radios para pedir refuerzos. Agachados detrás de sus vehículos, algunos incluso
intentan devolver el fuego, pero la camioneta ya ha rociado el lote con una lluvia de
balas y ha desaparecido en la esquina.

Uno de los agentes recibió un disparo en el pecho. Gracias a su chaleco, solo lo


golpea hacia atrás contra el parachoques de su patrulla. Otro oficial, menos
afortunado, recibió un balazo en el muslo. Su compañero lo arrastra detrás de una
pila de pilotes, gritando por un técnico de emergencias médicas.

—¿Les dieron? —Dante nos gruñe al resto de nosotros.

—No —dice Nero de inmediato.

—¿A ti? —le pregunto a Aida, frotando manualmente mis manos por sus brazos
y piernas desnudos para asegurarme de que no estén lastimados.

—Estoy bien —dice con firmeza.

Intento prestar atención a mi cuerpo, por encima del ruido sordo de la sangre en
mis oídos y el disparo frenético de mis neuronas. No creo que me dispararan
tampoco.

—Estamos bien —le digo a Dante.

—¿Viste a alguno de los tiradores? —pregunta Dante.

—Tenían la cara cubierta —digo—. Creo que vi un reloj de oro en una de sus
muñecas. Nada útil.

—El final de la matrícula era 48996 —dice Aida.

170 —¿Cómo viste eso? —exige Dante.

Aida se encoge de hombros.

—Soy más baja.

—¡Ese loco hijo de puta! —dice Nero, sacudiendo la cabeza con asombro—. Él
realmente quiere que lo destruyamos, ¿no es así?

—Está tratando de provocar una respuesta —dice Dante, frunciendo el ceño.

—¡No te levantes! —digo con brusquedad, al ver a Nero a punto de levantarse—


. No sabemos si ese fue el único auto. Podría haber otro. U otros tiradores.
Asiento con la cabeza hacia las innumerables ventanas en los rascacielos que
rodean el sitio.

—No podemos quedarnos aquí —murmura Aida—. La policía va a revisar todo.


A menos que sean lo suficientemente tontos como para descartar eso como una
coincidencia, ahora se tomarán esto mucho más en serio.

Moviéndonos lentamente, nos escabullimos por el lado opuesto del sitio,


haciendo nuestro camino de regreso hacia la camioneta de Nero. Es el vehículo más
cercano y el que se encuentra en la zona menos iluminada.

Todos nos apiñamos en la cabina para que Nero nos lleve a Aida y a mí a la
vuelta de la esquina hasta el lugar donde dejamos mi coche.

—No podemos hacer nada precipitado —dice Dante—. Zajac podría estar
tratando de atraernos a una represalia inmediata. Necesitamos escondernos para
pasar la noche. Averiguar cómo vamos a responder. Aida, deberías venir a casa con
nosotros.

—Ella se queda conmigo —digo de inmediato.

Dante frunce el ceño.

—No sabemos exactamente a quién se dirige el Carnicero. Llegó a nuestro sitio


de construcción, pero fue a tu recaudación de fondos. No sabemos si fue por Aida o
por ti. O por ambos.

—Exactamente. —Asiento—. Por eso Aida debería quedarse conmigo. Si resulta


que él está apuntando sus ataques a tu familia, ella estará más segura con la mía.

—¿Qué les dijo exactamente Zajac a ustedes dos? —pregunta Dante.

171 Resumo la conversación.

—No sé si realmente quiere esa propiedad de CTA, o si solo me estaba probando.


En realidad, parecía en su mayor parte molesto por la boda. Creo que está tratando
de rompernos antes de que la alianza se solidifique.

—Podría ser —dice Dante, con la frente arrugada al pensar—. El Carnicero es


susceptible. Increíblemente orgulloso, se ofende fácilmente. Probablemente esté
enojado porque no le hemos ofrecido a Aida primero.

—Malditamente asqueroso —interviene Aida—. Por un lado, es viejo. Por otro,


no soy un maldito juego.
—De cualquier manera, es demasiado tarde —gruño—. Eres mía. Y lo que sea
que quiera como premio de consolación, no lo obtendrá.

—Sigo pensando que debería venir con nosotros —dice Dante—. Conocemos al
Carnicero mejor que tú.

—No va a pasar —digo rotundamente—. No voy a perder a Aida de mi vista.

Dante frunce el ceño, no acostumbrado a que nadie contradiga sus órdenes. Pero
no todo es ego, puedo ver la preocupación en su rostro, su miedo por Aida. Suaviza
mi tono, solo un poco.

—Yo la protegeré —le prometo.

Dante asiente con la cabeza. Me cree.

—Pasaremos la noche —dice Dante de nuevo—. Luego, por la mañana,


averiguaremos dónde se esconde Zajac y planificaremos nuestra respuesta.

—Una respuesta coordinada —digo.

—Sí —concuerda Dante.

Aida y yo salimos de la camioneta y nos trasladamos a mi Audi.

Puedo ver que Dante todavía se resiste a dejar que su hermana se vaya conmigo.

Es Aida quien lo convence.

—Estaré a salvo con Callum —dice.

Ella le da a su hermano mayor un abrazo rápido y aprieta el brazo de Nero.


172
—Los veré a los dos, pronto —dice.

Mientras aparto el coche de la acera, sin mirarla le digo:

—Me alegro de que te hayas quedado conmigo.

Aida inclina la cabeza, mirando mi perfil mientras conduzco.

—Quiero que seamos socios —dice—. No solo... compañeros de cuarto


renuentes.

—Yo también quiero eso —le digo.


Es más fácil decirlo que hacerlo. Pero ya no parece imposible. Empiezo a creer
que Aida y yo realmente podríamos trabajar juntos. Podríamos ser más fuertes juntos
que separados.

Aida suspira.

—Ciertamente nos golpeó donde más duele —dice ella.

—¿Porque la torre es un proyecto tan grande? —le pregunto.

—No. No es el dinero, exactamente. Es el trabajo: tenemos que proporcionar un


flujo constante de contratos a los distintos gremios y sindicatos para mantenerlos
leales. Los materiales, los trabajos, si no puedes alimentar la máquina, entonces todo
se detiene. Y, por supuesto —Me lanza una mirada de reojo—, están las otras capas
de la máquina. Los envíos que llevan más que madera. Los negocios que lavan dinero
para otros negocios. Es una red, todo interconectado, todo dependiente del buen
funcionamiento de las partes individuales.

Asiento con la cabeza.

—Trabajamos igual.

Nuestros negocios pueden diferir, pero las estrategias son similares.

—Faltan solo un par de días para las elecciones —reflexiona Aida—. Me


pregunto si Zajac intentará hacer estallar eso también.

Mis manos se aprietan alrededor del volante.

—Si lo intenta, el Carnicero se encontrará en el lado equivocado de la cuchilla


esta vez.

173
19

Tengo que irme temprano a la mañana siguiente, porque tengo una clase de
Literatura que no quiero perderme. He estado descuidando este semestre, de hecho,
salteando mis clases. Creo que es hora de dejar de joder y terminar mi carrera.

Callum no quiere que vaya a ningún lado hasta que esto con Zajac haya llegado
a un punto crítico, pero finalmente cede bajo la condición de que Nessa y yo hagamos
que uno de sus hombres nos lleve a la escuela.

Desafortunadamente, la única persona disponible es Jack.

Siguiendo las órdenes de Callum, me abre la puerta del coche con una cortesía
forzada, pero oleadas de odio nos bañan a él y a mí. La tensión en el coche es tan
densa que la pobre Nessa está con los ojos muy abiertos y confundida, demasiado
incómoda para entablar su habitual corriente de conversación alegre.

—Entonces, uh, ¿vieron que se supone que habrá algún tipo de lluvia de
meteoritos esta noche? —nos pregunta ella.

Jack gruñe desde el asiento del conductor.

Estoy mirando la parte de atrás de su cabeza, preguntándome si valdría la pena


otra pelea con Callum por golpear a Jack una vez en la oreja cuando lleguemos al
174 campus.

—¿Qué? —le digo a Nessa.

—Dije, oh, no importa.

Jack nos deja frente a la biblioteca de Cudahy, sus ojos fijos rígidamente hacia
adelante mientras espera que salgamos del auto.

—Gracias, Jack —dice Nessa cortésmente mientras baja.


—Sí, gracias Jeeves2 —le murmuro mientras salgo por la puerta.

Puedo ver sus nudillos blanquearse en el volante y prácticamente escuchar sus


molares rechinando.

Cierro fuerte la puerta detrás de mí solo para molestarlo aún más, y luego me
dirijo a clase, esperando que Jack esté demasiado irritado para volver a recogerme
después.

Sigo sacando mi teléfono a escondidas durante la clase, para ver si mis hermanos
me han enviado mensajes de texto. O Cal. Sé que están cazando al Carnicero.

Espero que estén todos juntos, sea lo que sea que estén haciendo. Zajac me
asusta. Sé de dónde vino. Hay una diferencia entre crecer en una familia criminal y
abrirse camino en el mundo criminal. El Carnicero está jugando a este juego para
ganar o morir. No hay término medio para él.

Así que me alegro de que mis hermanos no estén solos en esto.

Pero me molesta que, una vez más, esté fuera de la acción. Esta mañana, le pedí
a Cal que me llevara con él, pero se negó antes de que las palabras salieran de mi
boca.

—No, Aida. No tenemos idea de dónde está el Carnicero o qué tan lejos planea
llevar esto. Podríamos estar cayendo en una emboscada dondequiera que vayamos.

—Entonces, ¿por qué vas? Envía a alguien más. Como Jack —dije esperanzada.

—Este no es un tipo de trabajo para el chico de los recados. Zajac no está


jodiendo. No solo nos disparó anoche, le dio a dos policías. No tenemos idea de hasta
dónde planea llevar esto.

175 —Conozco gente que conoce a su gente. Puedo ayudar —insistí.

Callum me agarró del brazo, lo suficientemente fuerte como para lastimarme.


Sus ojos azules me cortaron, entrecerrados y sin pestañear.

—No te vas a acercar a esto Aida. Así que ayúdame Dios, te encerraré en ese
armario durante un mes antes de dejarte vagar por la Pequeña Ucrania, hablando
con camareros y strippers.

Siempre que alguien me dice lo que no puedo hacer, me siento cien veces más
decidida.

2
Jeeves: Forma grosera de llamar a un empleado, o un mayordomo.
Callum vio el destello de rebelión en mis ojos y suspiró, aflojando un poco su
agarre en mi brazo.

—Te lo prometo, tan pronto como escuche algo, te llamaré.

—O mensaje de texto —exigí.

Callum asintió.

—Lo prometo —dijo.

Así que lo dejé ir y no abandoné inmediatamente mis clases para dirigirme a la


Pequeña Ucrania. De todos modos, no iría allí si quisiera información sobre el
Carnicero. Tengo una pista mucho mejor que esa.

Pero por ahora, estoy atrapada en la Literatura Comparativa, ignorando por


completo el análisis de los personajes feministas en las novelas de Austen. En cambio,
me pregunto qué quiso decir Nero cuando me envió un mensaje de texto:

Encontramos al tirador. También tengo una pista sobre el viejo bastardo.

Le devuelvo el mensaje de texto, pero no me envía nada más.

La clase termina abruptamente, o eso me parece a mí mientras miro por la


ventana totalmente distraída.

Agarro un montón de libros, sin molestarme en guardarlos en mi bolso, luego


salgo, trotando por el campus en dirección al estacionamiento oeste donde se supone
que debo encontrarme con Nessa y nuestro detestable chófer.

Cuando estoy casi en el lugar correcto, escucho una voz masculina que dice:

176 —¿Necesita ayuda para llevar todos esos libros, señorita?

Por un segundo, creo que es Callum. No sé por qué, no hace impresiones cursis,
como un vaquero servicial. Cuando me doy la vuelta, me encuentro con la cara
bronceada y sonriente de Oliver. Está magullado donde Callum lo golpeó. Una línea
oscura en el centro de su labio marca el lugar donde se dividió.

—Oh —digo, molesta—. Eres tú.

—No es exactamente el saludo entusiasta que esperaba —dice Oliver,


manteniendo el paso a mi lado.

—¿Qué estás haciendo aquí? —solicito.


Lleva años fuera de la escuela, no hay razón para que ande por aquí.

—Vine a hablar contigo.

Doy un paso en falso sobre una piedra escondida en la hierba, mi tobillo se dobla
incómodamente debajo de mí.

—¡Ay! ¡Mierda! —siseo, tropezando un poco.

—Cuidado —dice Oliver, agarrándome del codo.

—Estoy bien —digo, tratando de alejar mi brazo.

Pero ahora cojeo un poco. No creo que esté torcido, es solo esa cosa en la que
está sensible y torcido, y tienes que cuidarlo un minuto.

—Ven aquí —dice Oliver—. Siéntate un segundo.

Me lleva lejos del estacionamiento, hacia una pasarela subterránea, en la


cabecera de la cual hay un banco de piedra, parcialmente escondido debajo de un
saliente.

Oliver es tan grande y autoritario que realmente no puedo alejarme, no sin


lastimarme. Me hundo en el banco. Oliver se sienta a mi lado, casi obligado a
rodearme con el brazo debido a lo estrecho del espacio. Puedo oler esa colonia que
siempre usa, agradable pero un poco abrumadora.

—No puedo quedarme —le digo—. Alguien me va a recoger.

Me quito la zapatilla y me masajeo el tobillo, tratando de aliviar la torcedura.

—Pueden esperar un minuto —dice Oliver.


177
Toma mi pie con calcetín y lo coloca en su regazo, amasando y masajeando mi
tobillo. Se siente bien, pero no quiero que se haga una idea equivocada. Así que
después de un minuto digo:

—Eso está bien, gracias. —Y retrocedo el pie.

Oliver me mira con sus grandes ojos marrones, su expresión de reproche.

—Aida, lo que hiciste me cortó hasta los huesos. ¿Sabes lo doloroso que fue ver
una foto tuya en el puto Facebook, con un maldito vestido de novia? ¿De pie junto a
él?

Respiro profundamente, tratando de ser paciente.


—Lo siento, Oliver. Fue repentino. Yo misma estaba jodidamente sorprendida.
—No sé cómo explicarlo sin contarle demasiado. Todo lo que realmente puedo decir,
sin convicción, es—: No lo hice para lastimarte.

—Pero me hiciste daño. Todavía me estás lastimando. Me estás matando todos


los días.

Dejo escapar un suspiro, tanto culpable como molesto. Oliver puede ser un
poco… dramático.

—¡Ni siquiera sabía que estabas saliendo con él! —grita.

Presiono los nudillos en mi frente. Me duele el tobillo. En realidad, hace un poco


de frío aquí, fuera del sol y cerca del frío túnel de cemento.

Me siento mal por la forma en que dejé a Oliver, de verdad. Fue la cosa más
extraña. Nunca hizo nada malo, exactamente. Me llevó de viaje, me compró unos
mil regalos, me dijo lo desesperadamente enamorado que estaba de mí.

Comenzó como una aventura casual. No pensé que algún chico de club
campestre, con fideicomiso súper capitalista me perseguiría tan agresivamente.
Supuse que Oliver solo quería ser follado por una chica mala. Cansado de que las
Madison y las Harpers del mundo se nieguen a hacer contacto visual durante una
mamada.

Estuvimos en la misma fiesta, hace dos veranos. Nos besamos borrachos en el


cobertizo para botes, luego trató de poner su mano en mi bikini y lo empujé al lago.

Un par de semanas después, nos volvimos a encontrar en una fiesta en Wicker


Park. Me dio una mierda por lo del lago, le dije que tenía suerte de que estuviéramos
nadando, no escalando montañas.
178 Al día siguiente envió un ramo de trescientas rosas rosadas a la casa de mi padre.

Así fue a partir de entonces. Siguió persiguiéndome con estos grandes y exóticos
gestos, y yo lo seguí por un tiempo. Cenas, bailes, viajes de fin de semana. Pero no
me lo tomé en serio. Dudaba que quisiera llevar a la hija de un gánster a casa para
conocer al Sr. y la Sra. Castle. Incluso con sus amigos, me di cuenta de que a veces
estaba orgulloso de presumir de mí, a veces nervioso, como si yo pudiera sacar una
navaja y golpear a alguien.

Estuve tentada, una o dos veces. Ya conocía a algunos de los amigos de Oliver,
por encontrarnos en los círculos superpuestos del grupo de fiesta, criminal y los
herederos adinerados de Chicago.
No eran del todo malos. Pero algo la capa superior me hizo querer perforar mis
propios tímpanos solo para evitar el sonido de su idiotez.

Además, me asustó un poco cómo Oliver me dijo que me amaba después de un


par de semanas. Me llamó diosa, ángel, la única persona real en la tierra.

Fue extraño, porque no soy un ángel.

Dijo que éramos almas gemelas, pero para mí él era solo otro chico, a veces
divertido, a veces bueno en la cama, pero apenas un novio y mucho menos un mejor
amigo o alma gemela.

Sentí que Oliver realmente no me conocía en absoluto. Como si le encantara


alguna versión exagerada de mí en su mente.

Traté de terminar con él un par de veces, pero él me seguía, me encontraba en


cada fiesta y me rogaba que lo aceptara. Una vez incluso voló hasta Malta para
sorprenderme en un viaje. Podría ser persuasivo. Es guapo, considerado, un amante
decente. Cuando estaba pasando por un período de sequía, hizo que fuera muy fácil
volver a caer en sus brazos.

Pero sabía que tenía que romper con él para siempre. Porque si realmente me
amaba, no podría alargarlo, no sin sentir lo mismo a cambio.

Así que finalmente lo dejé, tan brutal y finalmente como pude. Tratando de
hacerle entender por fin el mensaje.

Luego, después de eso, tuve que convertirme en una ermitaña durante unos
meses. Nada de fiestas, cenas, bailes o incluso ir al jodido boliche, porque sabía que
Oliver estaría mirando, tratando de encontrar una manera de ‘toparse conmigo’ de
nuevo.
179 Tuve que bloquearlo en todas partes, cambiar mi número. Y finalmente,
finalmente, después de meses de mensajes, flores, llamadas perdidas e incluso jodidas
cartas, Oliver se detuvo. Se detuvo durante casi dos meses enteros. Así que fue
bastante desagradable volver a verlo en la fiesta de compromiso. Y luego de nuevo
en la recaudación de fondos.

Esta es la reunión más incómoda de todas. Porque, ¿cómo, exactamente, sabía


Oliver que estaba aquí? ¿Tiene mi horario de clases?

—Oliver —le interrumpo—, corta la mierda. Tienes que dejar de acosarme.

Hace ese rostro herido. Como si fuera un cachorro gigante y sigo pateándolo.
—No te estoy acosando, Aida. Estoy visitando a la hermana pequeña de Marcus.
Prometí llevarla a almorzar en su cumpleaños.

Hm. Posible. Sin embargo, el intento de ponerme celosa está equivocado.

—Está bien, te creo, pero es mejor que dejes de intentar entablar una
conversación donde quiera que vaya. Mi esposo es un poco celoso, si no te diste
cuenta.

—Sé exactamente cómo es Callum Griffin —dice Oliver con los dientes
apretados—. Ese pedazo de mierda engreído, arrogante y de dinero sucio. Sin
ofender —agrega, recordando que mi dinero es tan “sucio” como el de Callum. Y
también que estoy casada con el chico.

—No puedo creer que ponga sus manos frías y muertas sobre ti todas las noches
—dice Oliver, sus ojos febrilmente brillantes—. ¿Cómo diablos sucedió esto, Aida?
¿Cómo hizo que te enamoraras de él cuando yo no podía?

Eso en realidad me hace sentir mal, al menos un poco. No me enamoré de


Callum. Es cruel dejar que Oliver piense que lo hice.

—No lo fue... no es... —Me lamo los labios—. No se trata de amor, exactamente.

—Lo sabía —dice Oliver—. Lo supe tan pronto como me di cuenta de lo que es
su familia. Son una puta mafia, como la tuya.

Me estremezco. Nunca le conté ningún secreto a Oliver. Pero no es exactamente


información clasificada que los Gallo hayan sido gánsteres de Chicago durante las
últimas seis generaciones.

—Nuestras familias tienen una... relación. Creo que estarás de acuerdo en que
Callum y yo somos una pareja mejor, culturalmente, de lo que hubiéramos sido tú y
180 yo. Así que no tiene sentido...

—Eso es una mierda —interrumpe Oliver, su voz baja y urgente. Está tratando
de tomar mis manos y yo las aparto como si estuviéramos jugando a Manos Rojas—
. Sé que te obligaron a hacer esto. Sé que habrías vuelto a mí, Aida...

—No —digo bruscamente—. No íbamos a volver a estar juntos, Oliver. Nunca


lo haremos. Con o sin Callum en la imagen.

—Ya veremos —dice Oliver, mirándome intensamente.


Estoy a punto de ponerme de pie. Definitivamente llego tarde, Nessa habrá
estado esperando al menos diez minutos. Pero Oliver agarra mi muñeca, tirando de
mí hacia abajo en el banco. Me abraza fuerte, mirándome a los ojos.

—Sé lo que sientes por mí, Aida —dice—. Ya sea que puedas admitirlo o no.

Él mira mi pecho, donde mis pezones asoman a través de mi camiseta.

—Eso no es, ¡este banco es jodidamente frío! —empiezo a gritar.

Oliver me calla con su boca, besándome fuerte y húmedo.

Lo empujo lo más rápido posible, saltando del banco e inmediatamente


tropezando de nuevo con ese estúpido tobillo.

—¡No lo hagas! —digo, extendiendo mi mano para detenerlo mientras él trata


de ponerse de pie también—. Tengo que volver. No me sigas. No me llames. Y
definitivamente no me beses nunca más.

Oliver no responde. Se queda ahí parado, con el ceño fruncido y las manos
metidas en los bolsillos.

Vuelvo cojeando en dirección al coche, pisoteando mi único pie sano y furiosa


por ese encuentro.

¡Estoy enojada porque me besó! Puede que mi matrimonio con Callum no sea
exactamente real, pero no estoy lista para ser infiel. Especialmente no con Oliver,
quien realmente está empezando a asustarme.

Cuando llego al estacionamiento, veo a Nessa parada en la acera con su bolso al


hombro.

181 —¿Dónde está Jack? —le pregunto.

—El coche está ahí. —Nessa señala un estacionamiento cercano—. Pero está
cerrado y vacío.

Saco mi teléfono, planeando enviarle un mensaje de texto al teléfono de Jack con


algo educado y simple, como tal vez uno de esos emojis amarillos del dedo medio.
Luego aparece a mi lado y me dice:

—¿Están listas para irse?

—¡Sí! —dice Nessa dulcemente.


—Hemos estado listas para irnos durante veinte minutos —miento—. ¿Dónde
estabas?

—Echándome un meo —dice Jack.

Mantiene abierta la puerta trasera para que Ness y yo podamos entrar.

Me recuesto en el asiento de cuero, sin realmente creerle.

Estoy en silencio en el camino de regreso a la mansión de los Griffin,


preguntándome cómo diablos voy a evitar a Oliver Castle en el futuro. A mitad de
camino a casa, recibo un mensaje de texto de Callum que dice:

Ven a verme a la biblioteca cuando regreses.

Salgo del coche tan pronto como deja de moverse, me apresuro a entrar en la
casa agradablemente fresca y me dirijo directamente a las escaleras de la biblioteca.

Callum está sentado en uno de los sillones nuevos, esta vez de cuero color crema,
en lugar de marrón. Tomo asiento en la silla de enfrente.

Se ve pálido y sereno con su traje oscuro. Ya puedo decir que encontró algo, por
la firme postura de sus hombros.

Antes de que diga algo, quiero contarle que Oliver apareció en el campus. El
problema es que Oliver me tocó a tientas la otra noche fue la única vez que vi a
Callum perder los estribos. Es un tema delicado entre nosotros. No tengo muchas
ganas de sacar el tema. Especialmente cuando hemos trabajado tan bien juntos.

Antes de que pueda empezar, Callum dice:

—Encontramos a uno de los tiradores. Pero no el Carnicero. Tus hermanos


182 piensan que deberíamos destrozar el casino de Zajac esta noche. Intentar expulsarlo.

—¿Vas con ellos? —pregunto.

Se endurece y dice:

—Sí. Y tú también podrías venir. Si quisieras.

Puedo decir que no es lo que quiere en absoluto, pero lo está ofreciendo, ni


siquiera esperando a que yo haga la demanda.

Ahora definitivamente no quiero hablarle de Oliver.

En cambio, digo:
—Sí, quiero ir.

Callum parece un poco dolido, pero no retira su oferta.

Es gracioso que me invitara a la biblioteca. No he puesto un pie aquí desde la


primera noche que nos conocimos.

El retrato restaurado de su tátara-tatarabuela, sin embargo, está de vuelta sobre


la repisa de la chimenea. También el reloj de mesa y el reloj de arena. Pero ya no hay
reloj de bolsillo.

Callum ya sabe lo que estoy mirando.

—El reloj era mío, el reloj de mesa es de Riona y el reloj de arena es de Nessa —
dice.

—¿Qué significan? —le pregunto, no estoy segura de si siquiera quiero saberlo.

—Mi abuelo nos los pasó cuando nacimos. Dijo: ‘Todo lo que tenemos es
tiempo’.

—¿Eras cercano a él? —pregunto.

—Sí. —Callum asiente—. Más cercano que nadie.

Joder, odio sentirme culpable. ¿Por qué agarré ese maldito reloj? Si nunca lo
hubiera tocado…

No estaría aquí ahora mismo, supongo. Mirando la cara delgada y hermosa de


Callum.

—Yo... lo siento —digo.


183
Callum niega con la cabeza, como si hubiera olvidado que incluso se había
perdido.

—Eso es cosa del pasado, Aida. Preocupémonos por esta noche.


20

Ahora que empezamos a cazar al Carnicero, tengo que admitir que estoy
jodidamente feliz de tener a los hermanos de Aida de mi lado. Mi padre podría haber
tenido razón en que yo era demasiado arrogante, demasiado seguro de nuestro
dominio. Estoy disperso, tratando de asegurar acuerdos, generar votos y ponerle una
tapa a Zajac, todo al mismo tiempo.

Curiosamente, también estoy disfrutando mucho de tener a Aida en mi equipo.


Cuando no está incendiando nuestra biblioteca o tirando mi posesión más querida
por la barandilla, en realidad es muy jodidamente útil. Utilizo el número de matrícula
que vio para localizar a uno de los hombres de Zajac, el propietario del Land Rover
usado en el tiroteo desde un auto en movimiento. Su nombre es Jan Kowalski, pero
todos lo llaman Rollie.

Llamo a Dante y Nero para que podamos perseguirlo juntos.

Lo encontramos en un concesionario de autos usados en East Garfield. El


Carnicero posee varios concesionarios de automóviles y talleres de reparación. Puede
matar dos pájaros de un tiro, lavar dinero a través de la venta de autos, mientras corta
y revende los autos robados por sus secuaces.

Nero da la vuelta mientras Dante y yo atravesamos la puerta principal buscando


a Rollie. Ya sé cómo se ve, habiendo tenido tratos menores con él en el pasado.
184 Gracias a sus redes sociales estúpidamente públicas, Dante y Nero también han
tenido el placer de ver fotos de Rollie destrozado en el pub, Rollie mostrando el nuevo
par de Yeezys que probablemente robó y Rollie recibiendo el peor tatuaje de un par
del mundo de manos rezando.

Entonces, lo reconocemos con bastante facilidad en el área de servicio del


concesionario. Lleva un mono. Un pañuelo sucio le ata hacia atrás el pelo largo,
color arena. Tan pronto como ve el volumen de Dante en la puerta, tira el cárter de
aceite del F150 que está reparando y trata de salir corriendo por las puertas de la
bodega como una maldita liebre.

Desafortunadamente para él, Nero ya está al acecho detrás de una pila de


neumáticos. Si Rollie es un conejo, Nero es un galgo: delgado, rápido y
absolutamente despiadado. Engancha las piernas de Rollie con una llanta de hierro,
luego se abalanza sobre su espalda, inmovilizándolo contra el suelo.

Mientras tanto, Dante noquea al gerente con un brutal derechazo cruzado, y yo


hago un rápido recorrido de la tienda para asegurarme de que no hemos pasado por
alto a ningún otro empleado.

Encuentro a un mecánico agachado detrás de un BMW. Es mayor y carece de


los signos habituales de la mafia polaca (tatuajes, cadenas de oro y anillos
llamativos), así que supongo que solo trabaja en los coches y no es uno de los
soldados del Carnicero.

Lo palpo de todos modos, luego lo encierro en la oficina después de arrancar el


cable telefónico de la pared.

Dante y Nero ya están poniendo a punto a Rollie. No hace falta mucho para que
hable. Nos da el teléfono que usa el Carnicero para contactarlo, así como varios
lugares donde “podría” estar Zajac.

—No me importa dónde pueda estar —sisea Nero—. Dinos dónde está ahora
mismo.

—¡No sé! —grita Rollie, pasando el dorso de su mano por la nariz ensangrentada
que Nero ya le había dado—. No soy, como, uno de sus mejores muchachos.

—Sin embargo, él te envió a disparar el sitio de construcción anoche —digo.

Rollie lanza sus ojos entre Nero y yo, lamiéndose los labios con nerviosismo.

—No sabía quién estaba allí —dice—. No sabía que les estaba disparando a
ustedes. Nos dijo que rociáramos el lote, que le diéramos a la policía y armamos un
escándalo.
185
—Mierda —gruñe Dante, su voz áspera como la grava—. Sabías que ese lugar
de trabajo era nuestro.

—No sabes cómo es —balbucea Rollie—. No es como con otros jefes donde
puedes aceptar un trabajo o no. Él da una orden y tú tienes que hacerlo. Si la cagas,
recibirás una advertencia. Jódelo de nuevo, y eso es todo.

—¿Cuál es la advertencia? —pregunta Dante.

Rollie levanta su mano derecha. Le falta el dedo meñique, cortado limpiamente


en la base. La piel rosada y estirada muestra que se trata de una lesión relativamente
reciente.
—No me importa si él es el puto hombre del saco —dice Nero, agarrando la parte
delantera del mono de Rollie y tirándolo más cerca—. Solo hay un nombre al que
debes temer en esta ciudad. Lo que sea que Zajac te haga, lo haré diez veces peor. Si
te dispara en la cara, arrastraré tu alma que grita de regreso del infierno solo para
matarte de nuevo.

Los ojos de Nero se ven planos y oscuros en las sombras del compartimiento del
automóvil. De alguna manera, es el “más bonito” de los hermanos de Aida: pómulos
altos, labios carnosos. Hace que la crueldad de su expresión sea aún más inquietante.

Nero saca un cuchillo de su bolsillo y levanta la hoja, tan rápido que parece
aparecer de la nada. Presiona la punta contra el pulso que salta en la garganta de
Rollie.

—Dime dónde está Zajac o cortaré esta arteria. Entonces tendrás unos doce
segundos para responderme, antes de que te desangres por todo el suelo.

No está amenazando a Rollie. Su expresión es esperanzada, esperando que


Rollie no hable, para que Nero pueda dejar que su mano haga lo que obviamente
está ansioso por hacer.

—¡No sé! Lo juro…

Con un rápido corte, Nero corta la longitud del antebrazo de Rollie, desde la
manga remangada de su mono, hasta su muñeca. La hoja es terriblemente afilada.
La sangre corre en una sábana, golpeando el piso de cemento desnudo.

—¡Aghh, jódeme! ¡Ya basta! —aúlla Rollie, tratando de cubrir la herida con su
mano manchada de grasa.

—Última advertencia —dice Nero, preparando su navaja de nuevo.


186 —¡No sé! ¡Espera espera! —aúlla Rollie, cuando la navaja de Nero llega a su
cuello—. Sé una cosa... una chica con la que ha estado saliendo.

—Continúa —le digo.

—Ella trabaja en el Polo. Ella tiene un apartamento en algún lugar de Lawndale


que él paga. ¡Eso es todo lo que sé, lo juro!

—Te creo —dice Nero.

De todos modos envía la hoja hacia la garganta de Rollie. Lo habría abierto de


par en par si no fuera porque Dante le agarró la muñeca. La punta de la navaja
tiembla a un milímetro del cuello de Rollie.
—Eso no es necesario —dice Dante—. Nos dijo lo que sabe.

—También trató de dispararnos, en caso de que lo hayas olvidado —dice Nero,


echándose hacia atrás el cabello que le cae sobre los ojos.

—Lo recuerdo —dice Dante, soltando la muñeca de su hermano.

Tan pronto como Dante suelta su mano, Nero ataca de nuevo, cortando la
mejilla de Rollie en lugar de su garganta.

Rollie grita, dando una palmada sobre el largo corte de la oreja a la mandíbula.

—Eso es un recordatorio para ti —dice Nero—. La próxima vez que quieras


dispararle a alguien, mejora tu puntería o quédate en casa.

Dante frunce el ceño, pero deja pasar esto.

Estamos a punto de irnos cuando escucho un estruendo. Cristales rotos, y luego


un aullido cuando alguien corre directamente hacia mí, balanceando un bate de
béisbol.

Me agacho, el bate silba por encima de mi cabeza. Instintivamente, le doy un


puñetazo al hombre en el estómago. Cuando se dobla, le arranco el bate de la mano
y le vuelvo a golpear en la mandíbula.

Es el mecánico. Tiene algo envuelto alrededor de sus nudillos, una especie de


trapo, que no le impidió coger un puñado de vidrios cuando golpeó la ventana de la
oficina. Todo su brazo está sangrando, y toda la pelea se ha ido de él ahora que no
tiene su bate de béisbol. Supongo que, para empezar, solo lo impulsó la
desesperación, ya que no tenía ninguna posibilidad de superarnos a mí, a Dante y a
Nero en una pelea.

187 Ahora está jadeando y sin aliento, tratando de decidir si tiene que oponer más
resistencia.

—Quédate ahí abajo —dice Nero, empujándolo al suelo junto a Rollie—. De


hecho, acuéstate boca abajo y cuenta hasta cien antes de que te levantes, o te meteré
una bala en la nuca.

No sé si Nero realmente tiene un arma en él, pero los dos hombres se acostaron
obedientemente boca abajo y Rollie comienza a contar. Los dejamos allí, trotando
de regreso hacia nuestros autos.

—No sabía que podías pelear, chico rico —dice Nero, mirándome con una leve
sorpresa.
—Eso no fue un gran desafío —digo—. El mecánico tiene que tener por lo menos
cincuenta años y es unos quince centímetros más bajo que yo.

Muestra lo aterrorizado que debe estar de Zajac. Prefería enfrentarse a nosotros


tres en lugar de tener que dar explicaciones al Carnicero.

—Aun así —dice Dante—, eso fue bastante rápido.

—Estrechar la mano y dar palmadas en la espalda es algo nuevo para mí. —Me
encojo de hombros—. Todavía recuerdo cómo ensuciarme las manos.

—Fergus sabe pelear —dice Dante—. Solían llamarlo el Doctor de Huesos, ¿no?

Se refiere al período de mi padre como cobrador de deudas y ejecutor, antes de


tomar el control de lo que quedaba de la familia Griffin.

—Eso es —digo.

Mi padre podría hacer una fractura en espiral en el brazo de un hombre con un


giro de muñeca, si eso es lo que se requiere para hacer cumplir el plan de pago.

Definitivamente me enseñó algunas cosas. Lo primero que me enseñó es a no


pelear nunca cuando puedes negociar. Porque el resultado de una pelea nunca es
seguro.

El problema es que no creo que Zajac quiera negociar. No sin derramar un poco
de sangre en el suelo, primero.

Aida llega a casa poco después que yo. Viene a la biblioteca y le cuento lo que
hemos estado haciendo.

Puedo decir que está molesta por quedar fuera de las actividades de la mañana,
188 pero cumpliré mi promesa y la llevaré esta noche, si eso es lo que realmente quiere.

Cuando se dirige a nuestro dormitorio para dejar sus libros, Jack asoma la cabeza
a la biblioteca.

—¿Puedo hablar contigo un minuto, jefe? —dice.

Jack y yo somos amigos desde hace mucho tiempo. Se metió en problemas en


nuestra época universitaria. Estaba vendiendo Molly en fiestas para pagar el estilo de
vida de los fondos fiduciarios, sin tener realmente el fondo fiduciario. Cuando la
policía allanó su dormitorio, tuvo que tirar alrededor de $ 28 mil de producto. Le
pagué a su proveedor y luego hice que Jack viniera a trabajar para mí.
Ha sido un buen empleado y un buen amigo, aunque a veces un poco exagerado.
Como con el hermano de Aida en el muelle. Y a veces con la propia Aida. Puede que
Aida me lleve hasta el puto muro, pero sigue siendo mi esposa. Si Jack no aprendió
la lección en la cocina, lo educaré rápidamente de nuevo.

—Recogí a las chicas en la escuela —dice.

—Bien.

—Aida estaba hablando con alguien.

Le doy una mirada penetrante en caso de que esté intentando empezar a cagar
de nuevo.

—Ella tiene permitido hacer eso —digo.

—Era Oliver Castle.

Mi estómago se contrae en un nudo. Si hubiera dicho cualquier otro nombre, lo


habría ignorado. Pero no puedo evitar sentirme celoso de ese aspirante a playboy de
mierda por cerebro. Hasta donde yo sé, es el único novio real que Aida ha tenido, y
por alguna razón eso me devora vivo. La idea de nadar juntos en alguna playa
tropical, riendo y hablando, Aida en bikini con la piel más bronceada que nunca…

Me dan ganas de arrancarle la cara a Castle del cráneo.

Además, sé muy bien que no va a Loyola. Así que estaba en el campus por una
sola razón.

—¿Que dijo él? —solicito.

—No lo sé —dice Jack—. No pude acercarme lo suficiente para escuchar. Pero


189 estuvieron hablando un rato.

Puedo sentir mi ojo temblar. Aida no mencionó nada sobre Oliver. No mencionó
haberlo visto.

—¿Estás seguro de que era Castle?

—Cien por ciento. Se fue justo después de que hablaron, y lo seguí de regreso a
su auto. El Maserati gris.

Asiento con la cabeza. Definitivamente es él.

—Y hay algo más —dice Jack.


—¿Qué? —ladro.

—Se besaron.

El suelo parece caerse debajo de mí.

Me olvido por completo de Zajac. Toda mi ira, todo mi deseo de violencia y


venganza se dirige a Castle en su lugar. Si estuviera en la habitación ahora mismo, le
dispararía en la cara.

—Gracias por decírmelo —digo con los labios rígidos.

Ella lo besó. Luego volvió a casa conmigo, alegre como siempre, como si nada
hubiera pasado.

Quizás para ella no sea nada.

Después de todo, nunca hablamos de esto. Nunca prometimos ser fieles el uno
al otro. Nuestro matrimonio es un arreglo comercial, no puedo olvidar eso. Los votos
que pronunciamos no significan nada, no realmente. Las únicas promesas reales
fueron las que hicieron mi padre y el de ella.

Aun así, me roe.

¿Se está reuniendo con él en secreto? ¿Están follando? ¿Ella todavía lo ama?

Le voy a preguntar.

Camino por el pasillo hacia nuestro dormitorio, decidido a enfrentarme a ella.

Cuando me abro paso por la puerta, ella está escribiendo algo en su teléfono. Lo
cierra abruptamente, desliza el dedo hacia arriba para cambiar de aplicación, luego
190 gira su teléfono y lo coloca boca abajo en la cama.

—¿Qué pasa? —dice.

—¿Que estabas haciendo? —digo.

—¿Qué quieres decir?

—En este momento. En tu teléfono.

—Oh —dice ella, con las mejillas ligeramente rosadas—. Solo agrego algunas
canciones nuevas en Spotify. Tengo que hacer una lista de reproducción de la victoria
para después de las elecciones.
Ella está mintiendo. Estaba escribiendo un mensaje, estoy seguro.

Debería agarrar su teléfono, exigir ver qué estaba haciendo.

Sin embargo, tiene una contraseña, y Aida es terca como la mierda. Ella no me
lo dará. Se convertirá en una batalla.

Mejor esperar. Robaré su contraseña, luego revisaré su teléfono


ininterrumpidamente, sin avisarla.

Así que obligo a mi rostro a estar tranquilo e inexpresivo, y digo:

—Está bien. Deberíamos comer algo antes de salir.

—¿Qué quieres comer? —pregunta, aliviada de haber dejado el tema.

—No me importa —digo.

191
21

Cal me interrumpió en medio de algo que preferiría no mostrarle, al menos no


todavía. Pero ahora está actuando raro. Estamos abajo, comiendo dos de las comidas
que el chef dejó en el refrigerador. Cal está masticando su carne como si ni siquiera
pudiera saborearla, mirando malhumorado por la ventana de la cocina hacia la
piscina exterior.

—¿Qué está pasando? —le pregunto, tomando un bocado de costilla estofada y


zanahoria asada.

Esto es tan decadente como se puede en la casa Griffin, así que estoy tratando
de disfrutar mi comida. Pero eso es difícil de hacer con Callum sentado junto a mí
con la cara de piedra.

—Nada —dice brevemente.

—¿Por qué están todos preocupados? ¿Metiendo un palo en el nido de avispas?

Soy consciente de que alguien llamado “el Carnicero” no es el mejor objetivo


para antagonizar. Aun así, estoy emocionada ante la perspectiva de cazar a Zajac.
He estado jugando a la chica buena durante semanas. Es hora de meterse en un
pequeño lío.

192 —Sí —dice Callum con irritación—. Me preocupa enfrentarme a un gánster


desquiciado. Especialmente dos días antes de las elecciones.

—Quizás deberíamos esperar, entonces —le digo—. Espera hasta después para
devolverle la bofetada.

—Si no lo encontramos esta noche, eso es lo que haré —dice Callum—. Pero
prefiero lidiar con eso más temprano que tarde.

El teléfono de Callum suena con un mensaje. Lo mira y dice:

—Tus hermanos están aquí.


Un minuto después, se detienen frente a la casa, se estacionan y salen de la
Escalade de Dante con cautela. No han estado aquí desde la fiesta de Nessa. Puedo
decir que se sienten incómodos al entrar por la puerta de la cocina.

—Bonita casa —dice Dante cortésmente, como si no la hubiera visto antes.

—Sí, muy agradable —dice Nero, metiendo las manos en los bolsillos y mirando
alrededor de la reluciente y moderna cocina. Su mirada se fija en la única cosa fuera
de lugar. Se inclina para mirar más de cerca y dice—: ¿Es eso una...?

—Sí —lo interrumpo—. Y no es necesario que hablemos de eso.

Imogen ya me leyó el acto antidisturbios sobre el agujero de bala en la puerta de


su gabinete. Creo que estaba más enojada que cuando intenté envenenar a su hijo.
Esta casa es su hijo favorito real. Se habría puesto feo si Callum no me hubiera
cubierto, diciéndole que fue un accidente.

Ella no parecía convencida.

—¿Cómo voy a conseguir que alguien lo arregle? —preguntó ella, con los ojos
encendidos—. ¿Cómo le voy a explicar a un carpintero que necesita sacar una bala antes de
poder llenar el agujero?

—Podrías actuar totalmente sorprendida —le dije amablemente.

Callum me lanzó una mirada, diciéndome que me callara, inmediatamente.

—Podría sacar la bala primero —dijo él.

—¡No! —espetó Imogen—. No lo toques. Ustedes dos han hecho suficiente.

Todavía no se ha solucionado, y es otro tema delicado que no necesito que Nero


193 mencione justo antes de que se suponga que salgamos.

Pero entonces, el Tema Doloroso Número Tres entra caminando a la cocina.

—El coche está en el frente —dice Jack, sosteniendo las llaves.

—No me digas que él viene —le digo a Callum.

—Sí. Lo hace —responde Callum.

—No necesitamos...

Me interrumpe.
—No vamos con escasez de personal. Tus hermanos también trajeron a alguien.

—Gabriel está en el coche —confirma Dante.

Gabriel es nuestro primo y uno de los ejecutores de mis hermanos. Parece un


gran oso de peluche brusco, pero puede ser un asesino cuando tiene que serlo.

—Bien —le digo, con solo una pizca de molestia—. ¿Y cuál es el plan?

—Bueno —dice Callum, intercambiando una mirada con mis hermanos—, hay
dos opciones. Uno, tratamos de seguir esta pista sobre la chica con la que Zajac se
ha estado follando.

—Pero no tenemos su dirección —dice Nero, obviamente no es un fanático de


esta opción—. Y no sabemos con qué frecuencia la ve.

—O —continúa Callum, como si no lo hubieran interrumpido—, podríamos


atacar uno de sus negocios. Romper su mierda, tal vez tomar algo, luego esperar a
que él nos llame.

—Nos inclinamos hacia su casino, porque es remoto y tiene mucho dinero en


efectivo —dice Dante.

—¿Por qué no los dos? —digo—. ¿Estás hablando de Francie Ross? Ella trabaja
en Pole, ¿verdad?

—¿La conoces? —pregunta Callum rápidamente.

—No. Pero conozco a una chica que la conoce —digo—. Eso es lo que estaba
tratando de decirte, antes.

Callum me mira, medio molesto y medio curioso.


194
—¿Tu amiga sabe dónde vive Francie?

—Quizás —digo—. Deberíamos preguntarle a ella.

—¡Por qué molestarse! —chasquea Nero—. ¿A quién le importa encontrar a


Zajac? Necesitamos devolverle el golpe por lo que le hizo a nuestro lugar de trabajo.
No necesitamos mirarlo a los ojos para darle una patada en las pelotas.

Dante parece que podría ir de cualquier manera.

—El casino parece una apuesta más segura —dice.


—Bien... —Callum me mira—. Hagamos ambas cosas. Ustedes pueden ir al
casino, mientras Aida y yo hablamos con su amiga.

—¿Crees que tres personas son suficientes? —le dice Dante a Nero.

—Por supuesto —le dice Nero, moviendo la cabeza.

—Llévate a Jack también —dice Callum.

—Entonces serán solamente Aida y tú... —dice Dante.

—No necesitamos un ejército —digo—. Solo estamos hablando con una mesera.

Dante frunce el ceño y mete la mano en el interior de su chaqueta. Me pasa una


Glock cargada.

—¿Es eso sabio? —dice Jack, mirando el arma mientras Dante la pone en mi
mano.

—No te preocupes —le digo dulcemente—. No la dejaré por ahí como un idiota.

Jack parece que quiere replicar, pero lo deja, ya que Callum está parado allí.

—¿Todos los demás tienen lo que necesitan? —pregunta Dante.

Todos asentimos.

—Salgamos, entonces.

Dante y Nero vuelven a la Escalade. Saludo a Gabriel a través de la ventana. Él


sonríe y me saluda un poco. Jack se sube al asiento trasero junto a él, presentándose
con un gruñido y un asentimiento brusco.
195
Estoy muy contenta de no tener que pasar más tiempo encerrada en un auto con
él, y aún más contenta de que Cal y yo estemos revisando mi idea. Bueno, una especie
de suya también, pero yo pensé en ello primero.

De todos modos, me gusta cuando Cal conduce. Me permite echarle miradas


furtivas mientras su atención está fija en la calle.

Cada vez que estamos solos, la energía parece cambiar. Hay una gran tensión en
el aire, y mi mente comienza inevitablemente a divagar hacia lo que hicimos la última
vez que estuvimos solos.

Como estoy pensando en cosas tan agradables, me sorprende cuando Callum


dice:
—¿Por qué rompiste con Oliver Castle?

Me sobresalta y me hace recordar, incómodo, cómo Oliver me abordó en el


campus antes. ¿Cómo sigue encontrándose conmigo así? Al principio, cuando me
encontraba en cada fiesta, asumí que mis amigos le estaban enviando mensajes de
texto. Pero incluso más tarde...

—¿Bien? —interrumpe Callum.

Suspiro, molesta por estar hablando de esto de nuevo. Y sin la posibilidad de


tener sexo excitado por los celos después.

—Simplemente nunca se sintió bien —digo—. Fue como ponerse un zapato en


el pie izquierdo. De inmediato fue incómodo, y cuanto más se prolongó, peor se
puso.

—¿Entonces no estabas enamorada de él? ¿Cuando nos conocimos? —pregunta


Callum.

Hay un mínimo indicio de vulnerabilidad en su pregunta.

Nunca escuché a Callum ser vulnerable. Ni siquiera el uno por ciento. Quiero
desesperadamente mirarlo, pero uso toda mi fuerza de voluntad para mantener mis
ojos apuntando hacia adelante. Siento que en realidad estamos siendo honestos por
un minuto y no quiero arruinarlo.

—Nunca lo amé —le digo a Cal, mi voz firme y segura.

Él exhala, y lo sé, solo sé, hay alivio en ese suspiro.

Tengo que sonreír pensando en algo poético.

196 —¿Qué? —pregunta Callum.

—Bueno, irónicamente, cuando rompí con Oliver, pensé que debería encontrar
a alguien más compatible. Alguien más como yo.

Cal también tiene que reír.

—En cambio, obtuviste exactamente lo contrario —dice.

—Correcto —digo.

Los opuestos tienen una especie de simetría. Fuego y hielo. Severo y juguetón.
Impulsivo y comedido. En cierto modo, pertenecen juntos.
Oliver y yo éramos más como dos objetos seleccionados al azar: un bolígrafo y
un búho. Una galleta y una pala.

Por eso no había emoción de mi lado, solo indiferencia.

Necesitas empujar y tirar para sentir amor. O al odio.

Nos detenemos frente a Pole. Es un club de cabaret en el extremo oeste de la


ciudad. Oscuro, de techo bajo, extenso y cutre. Pero también tremendamente
popular, porque no es tu club de striptease común y corriente. Las actuaciones son
oscuras, pervertidas y basadas en fetiches. Algunos de los bailarines son semi-
famosos en Chicago, incluida Francie Ross, quien es una de las cabezas de cartel. No
me sorprende que haya llamado la atención de Zajac.

—¿Has estado aquí antes? —le pregunto a Callum.

—No —dice descuidadamente—. ¿Es bueno?

—Lo verás.

Yo sonrío.

Los guardias de la entrada comprueban nuestras identificaciones y entramos.

El bajo contundente hace que el aire se sienta denso. Huelo el fuerte aroma del
alcohol y los tonos terrosos de los vape pen. La luz es de color rojo intenso, lo que
hace que todo lo demás parezca tonos de negro y gris.

El interior se siente como una casa de muñecas gótica. Cabinas de felpa, papel
tapiz botánico, espejos ornamentados. Las camareras están vestidas con arneses de
cuero con tiras, algunas con orejas de animales de cuero y colas de piel a juego:
conejitos, zorros y gatos, en su mayoría.
197
Veo una mesa que se vacía cerca del escenario y arrastro a Callum antes de que
alguien más pueda ganarla.

—¿No deberíamos estar buscando a tu amiga? —dice.

—Podríamos estar en su sección. Si no, iré a buscarla.

Mira a su alrededor a las camareras tetonas y a los cantineros que llevan monos
ajustados de piel sintética, desabrochados hasta el ombligo.

—Así que esto es lo que le gusta a Zajac, ¿eh? —dice.


—Creo que todo el mundo está metido en esto, en un grado u otro —respondo,
mordiéndome el borde del labio y sonriendo un poco.

—Oh, ¿sí? —dice Callum. Me está mirando, curioso y más que un poco
distraído—. Dime más.

Asiento con la cabeza hacia la esquina de nuestro reservado, donde un par de


esposas plateadas cuelgan de un gancho.

—Podría verte haciendo un buen uso de esas —digo.

—Depende —gruñe Callum, con los ojos oscuros—. De cómo te comportes esta
noche…

Antes de que pueda responder, nuestra camarera viene a tomar nuestro pedido.
No es mi amiga Jada. Pero ella dice que Jada está trabajando.

—¿Puedes enviarla? —pregunto.

—Claro.

La chica asiente.

Mientras esperamos, las luces bajan aún más y el DJ deja caer la música.

—Damas y caballeros —canturrea—. Por favor, denle la bienvenida al


escenario... el único... ¡Eduardo!

—Oh, esto te va a gustar —le susurro a Callum.

—¿Quién es Eduardo? —murmura en respuesta.

198 —¡Shh! —le digo.

Un foco sigue a un joven delgado que posa por un momento a la luz y luego baja
tranquilamente al escenario. Lleva un fedora y un traje zoot, bien confeccionado, con
hombros exagerados. Tiene bigote y un cigarrillo colgando de su boca.

Su presencia es magnética. Todos los ojos de la sala están fijos en él y en su


escandalosa arrogancia.

Justo antes de subir al escenario, se detiene junto a una chica rubia hermosa y
delgada en la primera fila. Él la agarra de la mano y la arrastra al escenario, a pesar
de sus protestas y evidente timidez.
Luego pasa por una pequeña rutina de comedia en la que le indica a la chica que
le sostenga una flor. La parte superior de la flor se cae inmediatamente, cayendo por
la parte delantera de la blusa de la chica. Eduardo la saca de nuevo antes de que ella
pueda moverse, haciéndola chillar. Luego le enseña una rutina de baile, un tango
muy seductor, que ejecuta magistralmente, azotándola como un maniquí.

Todo el tiempo mantiene una serie de bromas e insultos, haciendo que la


audiencia aúlle de risa. Tiene una voz baja, suave, con un ligero acento.

Finalmente, le dice a la chica que ha terminado y le pide un beso en la mejilla.


Cuando ella frunce los labios a regañadientes, él le tiende la mejilla, luego gira la
cabeza en el último minuto y la besa en la boca.

Por supuesto que la multitud se lo come. Están vitoreando y cantando:

—¡Eduardo! ¡Eduardo!

—Gracias amigos. Pero antes de irme, ¡un último baile! —grita.

Mientras suena la música, baila por el escenario, rápido y afilado. Agarra su


sombrero de fieltro y se lo quita de la cabeza, dejando caer un mechón de cabello
rubio blanquecino. Se arranca el bigote, luego abre la parte delantera de su traje para
revelar dos pechos absolutamente espectaculares, llenos y desnudos, excepto por un
par de borlas rojas que cubren los pezones. “Eduardo” salta y se balancea para hacer
girar las borlas, luego lanza un beso a la multitud, hace una reverencia y abandona
el escenario.

Parece que Callum recibió una bofetada en la cara. Me río con tanta fuerza que
las lágrimas corren por mis mejillas. He visto el programa de Francie tres veces y
todavía me sorprende. Su habilidad para caminar, bailar y hablar como un hombre,
incluso reír como uno, es simplemente increíble. Ella nunca rompe el personaje por
199 un segundo, no hasta el final.

—Esa es Francie Ross —le digo a Callum, en caso de que todavía no se haya
dado cuenta.

—¿Esa es la novia del Carnicero? —dice asombrado.

—Sí. Si los rumores son ciertos.

Tengo la oportunidad de preguntarle a Jada cuándo traerá nuestras bebidas. Le


pasa un whiskey con hielo a Callum, un vodka de arándanos para mí.

—¡Oye! —dice ella—. No te he visto en mucho tiempo.


—¡Lo sé! —Le sonrío—. Ha sido una locura.

—Eso escuché —dice Jada, lanzando una mirada significativa en dirección a


Callum. Jada tiene el cabello teñido de negro, multitud de piercings y labios color
ciruela. Su padre solía trabajar para el mío, hasta que lo enviaron a prisión por una
travesura no relacionada. Específicamente, intentó estafar a la lotería estatal. Iba muy
bien hasta que accidentalmente ganó dos veces seguidas, lo que los puso en alerta.

—¿Viste el programa? —me pregunta Jada.

—¡Sí! Francie es la mejor. —Me inclino un poco más cerca, manteniendo mi voz
baja para que esté cubierta por la música—. ¿Es cierto que está saliendo con ese
gánster polaco?

—No lo sé —dice Jada, levantando un vaso vacío de la mesa contigua a la


nuestra y colocándolo en su bandeja. Ella ya no me mira a los ojos.

—Vamos —la convenzo—. Sé que ustedes dos son unidas.

—Podrían serlo —dice sin comprometerse.

—¿Viene aquí a verla? —pregunto.

—No —dice Jada—. No que yo haya visto.

Obviamente, a ella no le gusta esta línea de preguntas. Pero no quiero dejarlo


todavía.

Callum mete la mano debajo de la mesa, presionando suavemente un billete


doblado en la palma de Jada.

—¿Dónde vive? —dice él.


200
Jada duda. Ella echa un vistazo a su palma para ver la denominación.

—El edificio amarillo de la calle Cherry —dice al fin—. Tercer piso sin ascensor.
Va allí los martes por la noche. Ahí es cuando ella está fuera del trabajo.

—Ahí tienes —le murmuro a Callum después de que Jada se va—. Si no se pone
en contacto después de que arruinemos su casino, lo atraparemos el martes.

—Sí —coincide Callum—. Todavía es temprano, envía un mensaje de texto a


tus hermanos y averigua si nos necesitan en el casino.

Estoy a punto de hacerlo cuando Jada nos trae otra ronda de bebidas.
—A mi cuenta —dice, más amigable ahora que dejé de interrogarla—. No
desaparezcas tanto tiempo la próxima vez.

Me desliza un vodka con arándanos fresco hacia mí.

Realmente no quería un segundo, pero si es gratis…

—Gracias —le digo, levantándolo en un movimiento de vítores.

—Roxy Rotten es la siguiente —dice Jada—. Quieres quedarte para ese.

Mientras me llevo la pajita a los labios, veo un brillo extraño en la superficie de


mi bebida. La dejo de nuevo, mirando el cóctel. Tal vez sea solo la luz roja de mi
bebida roja. Pero la superficie parece un poco aceitosa. Como si el vidrio no se
hubiera lavado lo suficientemente bien.

—¿Qué? —dice Callum.

No estoy segura de que deba beberlo.

Estoy a punto de decirle a Callum que revise su propia bebida, pero ya se la ha


bebido de un trago.

Las luces bajan de nuevo y el DJ presenta a Roxy Rotten. Roxy realiza su


striptease con maquillaje de zombi, bajo luces negras que dan la ilusión de que pierde
varias extremidades en el transcurso de su rutina. Entonces, finalmente, su cabeza
parece caerse. Las luces se encienden de nuevo y Roxy se encuentra en el centro del
escenario, milagrosamente completa de nuevo, y muestra su encantadora figura
pintada de verde a la multitud.

—¿Deberíamos irnos? —le digo a Callum.

201 —¿Tus hermanos respondieron?

Reviso mi teléfono.

—Aún no.

—Entonces, pongámonos la correa. Me refiero a irnos. —El niega con la


cabeza—. ¿Vas a terminarte eso primero? —Señala mi segundo trago.

—Oh... No. —Vierto la mitad de la nueva bebida en mi vaso viejo para que Jada
no se ofenda—. Vamos.

Me levanto primero y me cuelgo el bolso del brazo. Cuando Callum se pone de


pie, se tambalea levemente.
—¿Estás bien? —le pregunto.

—Sí —gruñe—. Solo un dolor de cabeza.

Puedo ver lo inestable que está de pie. No es el whiskey, solo tomó dos tragos, y
sé por experiencia que Callum puede beber mucho más sin emborracharse.

Veo a Jada de pie junto a la barra, con los brazos cruzados. Parece una gárgola
malévola con sus orejas de zorro de cuero y sus labios pintados de color púrpura
oscuro.

—Salgamos de aquí —le murmuro a Callum, pasando su brazo por encima de


mi hombro.

Recuerdo horriblemente el día en que nos conocimos, cuando tuve que llevar a
Sebastian por el muelle así. Callum es igual de pesado y se desploma cada vez más
con cada paso. Está tratando de decir algo, pero sus ojos están puestos hacia atrás,
su voz blanda e incoherente.

Si puedo meterlo en el auto, puedo llevarnos a un lugar seguro y llamar a mis


hermanos.

Pero al igual que en el muelle, la puerta parece estar a un millón de kilómetros


de distancia. Estoy vadeando arena y nunca lo lograré.

Cuando por fin llego a la salida, los gorilas me rodean.

—¿Hay algún problema, señorita?

Estoy a punto de decirles que necesito que alguien me ayude a llevar a Callum
al coche. Pero luego me doy cuenta de que no vienen a ayudarnos. Están bloqueando
la puerta.
202
Miro alrededor al semicírculo de hombres corpulentos y amenazantes.

No hay tiempo para llamar a mis hermanos.

Hago lo único que se me ocurre.

Me dejo caer como si me estuviera desmayando, esperando que no me duela


demasiado cuando me golpee contra el suelo.
22

Me despierto con las manos atadas sobre la cabeza, suspendido de un gancho


para carne.

Esta no es una buena posición para mí. Soy un tipo grande, y todo ese peso que
cuelga de mis brazos durante Dios sabe cuánto tiempo los hace sentir como si
estuvieran a punto de ser arrancados de las cuencas.

Además, mi cabeza está jodidamente latiendo.

Lo último que recuerdo es un tipo que en realidad no era un tipo que hacía el
tango en el escenario.

Ahora estoy en un almacén que apesta a óxido y suciedad. Debajo, un olor frío,
húmedo y podrido.

Y hace mucho frío. Incluso con la chaqueta de mi traje, estoy temblando.

Quizás sean las secuelas de las drogas. Mis músculos se sienten débiles y
temblorosos. Mi visión cambia continuamente de borrosa a clara, como un par de
binoculares entrando y saliendo de foco.

Drogas. Alguien drogó mi bebida. Cuando estaba sentado con…


203
¡AIDA!

Giro mi cabeza lado a lado, buscándola.

Afortunadamente, ella no está colgada de un gancho junto a mí. Pero no la veo


en ningún lugar del espacio desierto. Todo lo que veo es una mesa, cubierta con un
paño blanco manchado. Lo que, en general, no es una buena señal.

Quiero gritar por Aida. Pero tampoco quiero llamar la atención sobre el hecho
de que no está. No sé cómo llegué aquí, y no sé si ella estaba conmigo o no.

Mis hombros gritan. Mis pies casi pueden tocar el suelo, pero no del todo.
Intento torcer mis muñecas, girándolas contra la cuerda áspera para ver si hay
alguna posibilidad de liberarme. El movimiento me hace girar un poco, como un
pájaro en un asador. Pero no parece aflojar el nudo.

Lo único bueno es que no tengo que esperar mucho.

El Carnicero entra en el almacén, flanqueado por dos de sus soldados. Uno es


delgado, con cabello rubio blanquecino y tatuajes en ambos brazos. El otro resulta
familiar: podría haber sido uno de los gorilas de Pole. Oh, carajo. Probablemente lo
era.

Pero es el Carnicero quien me llama la atención. Me fija con su mirada furiosa,


una ceja permanentemente arqueada un poco más alta que la otra. Su nariz parece
más puntiaguda que nunca bajo la hosca luz, sus mejillas más hundidas. Las
cicatrices perforadas a los lados de su rostro parecen demasiado profundas para ser
de acné; podrían ser heridas de metralla de alguna explosión hace mucho tiempo.

Zajac se detiene frente a mí, casi directamente bajo la única luz del techo.
Levanta un dedo y toca mi pecho. Empuja, haciéndome balancearme impotente de
un lado a otro del gancho.

No puedo evitar gruñir ante el aumento de presión en mis brazos. El Carnicero


da una pequeña sonrisa. Le divierte mi malestar.

Da un paso atrás de nuevo, asintiendo con la cabeza al portero del club. El gorila
le quita el abrigo a Zajac.

Zajac parece más pequeño sin él. Pero cuando se arremanga las mangas de su
camisa de vestir a rayas, puedo ver que sus antebrazos están gruesos con el tipo de
músculo que se construye al hacer cosas prácticas.

Mientras se remanga la manga izquierda con movimientos hábiles y seguros,


204 dice:

—La gente cree que obtuve mi apodo por Bogotá. Pero no es cierto. Me llamaron
el Carnicero mucho antes de eso.

También se enrolla la manga derecha, hasta que coincide exactamente con la


izquierda. Luego se acerca a la mesa cubierta. Retira la tela, revelando exactamente
lo que esperaba ver: un juego de cuchillos de carnicero recién afilados, con las hojas
ordenadas por forma y tamaño. Cuchillas, cimitarras y cuchillos de chef, hojas para
deshuesar, filetear, trinchar, rebanar y picar.

—Antes de que fuéramos criminales, los Zajac tenían un oficio familiar. Lo que
aprendimos, lo transmitimos. Puedo cortar un cerdo en cuarenta y dos minutos. —
Levanta un cuchillo largo y delgado, tocando la hoja con la yema del pulgar. Sin
ninguna presión en absoluto, la piel se parte y una gota de sangre brota contra el
acero—. ¿Qué crees que podría hacerte en una hora? —reflexiona, mirando arriba y
abajo de mi cuerpo estirado.

—Tal vez podrías explicar qué diablos quieres, para empezar —le digo—. Esto
no puede ser por la propiedad Transit.

—No —dice Zajac en voz baja, sus ojos incoloros en la luz cruda.

—¿Entonces que es? —pregunto.

—Se trata de respeto, por supuesto —responde—. He vivido en esta ciudad


durante doce años. Mi familia ha estado aquí durante tres generaciones. Pero no lo
sabe, ¿verdad, Sr. Griffin? Porque ni siquiera me has hecho el cumplido de la
curiosidad.

Deja el cuchillo que sostiene y elige otro. Aunque sus dedos son gruesos y
rechonchos, maneja su arma con tanta destreza como Nero.

—Los Griffin y los Gallo… —dice, acercándose a mí con una cuchilla en la


mano—. Ambos son iguales en su arrogancia. Los Gallo entierran a dos de mis
hombres bajo cemento y creen que se acabó todo. Aceptas mi donación y luego te
niegas a reunirte conmigo cara a cara. Entonces ambos hacen un acuerdo de
matrimonio, sin siquiera considerar a mis hijos. O emitir una invitación.

—La boda fue con poca antelación —digo con los dientes apretados. Mis
hombros están en llamas y no me gusta lo cerca que se está acercando Zajac con ese
cuchillo.

—Sé exactamente por qué ocurrió la boda —dice—. Lo sé todo…


205 Quiero preguntar dónde está Aida ahora mismo si sabe tanto. Pero todavía
desconfío de delatarla. Podría haber logrado escapar. Si es así, espero por Dios que
llame a la policía o a sus hermanos.

Desafortunadamente, no creo que nadie llegue a tiempo. Si siquiera supieran


dónde encontrarme.

—Esto era un matadero —dice Zajac, señalando el almacén vacío con la punta
de su cuchillo—. Solían matar mil cerdos al día aquí. La sangre corría allí. —Señala
a lo largo de una rejilla de metal que corre debajo de mis pies—. Por esa tubería,
directamente al río. El agua estaba roja a un kilómetro y medio río abajo de las
plantas.
En realidad, no puedo ver la tubería a la que hace referencia, pero puedo oler el
hedor húmedo del agua sucia.

—Un poco más abajo, la gente nadaba en el agua —dice, con los ojos fijos en la
hoja de su cuchillo—. Se veía lo suficientemente limpio, para entonces.

—¿Tiene sentido esta metáfora? —digo con impaciencia. Mis hombros están
jodidamente ardiendo, y si Zajac me va a matar, prefiero que lo haga ya—. ¿Se
supone que soy yo la persona que nada en el agua sucia?

—¡No! —chasquea, ojos en mi cara ahora—. Eso es todo en Chicago, que quiere
pensar que su ciudad está limpia. Eres la persona que se come el tocino, pensando
que eres mejor que el hombre que lo masacró.

Suspiro, tratando de fingir estar interesado, mientras escaneo la habitación.


Estoy mirando a los dos guardaespaldas, buscando una forma de salir de este lío.
Todo el tiempo estoy metiendo mis muñecas dentro de la cuerda, tratando de
soltarlas poco a poco. O simplemente frotándome la piel, es difícil saberlo.

Zajac ha terminado su monólogo. Corta la chaqueta y la camisa de mi traje con


una docena de cortes rápidos. Partes de las mangas todavía cuelgan de mis brazos,
pero mi torso está desnudo, sangrando por cinco o seis cortes superficiales. El
Carnicero es lo suficientemente hábil como para haberlo hecho sin tocar mi piel, pero
me cortó a propósito. Está afilando su cuchillo.

Presiona la punta contra la parte inferior derecha de mi abdomen.

—¿Sabes lo que hay ahí? —dice.

No quiero jugar a este juego con él.

—No —digo.
206
—Tu apéndice. Un pequeño tubo de tejido de nueve centímetros, que se extiende
desde el intestino grueso. Probable vestigio para el ser humano moderno, pero a veces
se destaca cuando se infecta o se inflama. No veo ninguna cicatriz de laparoscopia,
así que supongo que el tuyo aún está intacto.

Me quedo obstinadamente en silencio, negándome a seguir el juego.

El Carnicero apoya la parte plana de la hoja en la palma de su mano.

—Tenía la intención de esperar hasta después de las elecciones para esto, pero
tuvieron que molestarse, destrozando mi casino y molestando a mi amante en su
lugar de trabajo. Así que esto es lo que haremos. Los Gallo van a devolver el dinero
que robaron de mi casino.

No sé cuánto obtuvieron, pero espero que sea un montón de dinero en efectivo.

—Vas a venderme la propiedad de Transit, con un gran descuento.

No. Tampoco está sucediendo.

—Y me proporcionarás un puesto en el ayuntamiento de mi elección, después


de tu elección.

Cuando los putos cerdos vuelen.

—Como pago inicial de estos servicios, voy a tomar tu apéndice —dice Zajac—
. No lo extrañarás. La cirugía, aunque dolorosa en ausencia de anestesia, no será
fatal.

Levanta la punta del cuchillo una vez más, colocándolo directamente sobre la
parte aparentemente no esencial de mis entrañas. Toma aire, preparándose para
cortar mi carne. Luego comienza a presionar el cuchillo en mi vientre.

Lo empuja con una lentitud agonizante.

Aprieto los dientes tan fuerte como puedo, con los ojos cerrados, pero no puedo
evitar dejar escapar un grito ahogado.

Realmente duele mucho. Escuché que ser apuñalado es más doloroso que recibir
un disparo. Habiendo sido recientemente rozado en el brazo por mi amada esposa,
definitivamente puedo dar fe de que tener un cuchillo lenta y tortuosamente
enterrado en tus entrañas es unas cien veces peor. Mi cara está sudando y mis
músculos tiemblan más fuerte que nunca. Y el cuchillo está solo unos centímetros en
207 mi carne.

—No te preocupes —sisea el Carnicero—. Debería terminar en una hora más o


menos…

—Espera un segundo, espera un segundo… —jadeo.

Hace una pausa, sin sacar el cuchillo de mi estómago.

—¿Podrías tomarte un descanso por un segundo y rascarme la nariz? Tengo


picazón y me está volviendo loco.
Zajac da un bufido irritado y tensa el brazo para clavar el cuchillo más
profundamente en mi cuerpo.

En ese momento, una botella entra volando por la puerta, con un trapo humeante
metido en el cuello. La botella se rompe en el piso de cemento, el licor en llamas se
esparce en un charco y los fragmentos de vidrio ardiente se dispersan. Uno agarra la
manga del gorila. Comienza a girar, tratando de quitárselo de encima.

Hay otro sonido de aplastamiento y luego una explosión, fuerte y cercana.

—Ocúpense de eso —les sisea Zajac a sus hombres.

El rubio se separa de inmediato, esquivando los restos del cóctel Molotov y


atravesando una puerta lateral. El gorila se dirige directamente a la puerta principal,
solo para recibir una bala en el hombro en el segundo en que entra.

—¡Pierdolić! —sisea el Carnicero. Salta detrás de mí, en caso de que el tirador


esté a punto de atravesar la puerta.

Pero mientras esperamos, nadie las atraviesa. Y sé que Zajac está conflictuado:
por un lado, no quiere dejarme aquí solo. Por el otro, ahora él mismo está
desprotegido. No tiene idea de cuántas personas están asaltando el almacén. No
quiere que lo atrapen aquí si son mis hombres los que entran por la puerta.

A medida que pasan los segundos, escuchamos los confusos sonidos de gritos,
corridas y algo más estrellándose, pero es imposible saber qué está pasando. El
Molotov todavía está ardiendo; de hecho, las llamas se están extendiendo por el piso
de cemento de alguna manera. Quizás la pintura se esté quemando. Crea nubes de
humo negro acre que nos hacen sudar y toser.

Finalmente, Zajac maldice de nuevo. Se acerca a la mesa, agarrando un cuchillo


208 en una mano y un machete en la otra. Luego se apresura a salir por la misma puerta
lateral donde desapareció su teniente rubio.

En el momento en que estoy solo, empiezo a desgarrar y trabajar con esas


cuerdas. Mi brazo izquierdo está casi totalmente entumecido ahora, pero aún puedo
mover el derecho. Tiro tan fuerte como puedo. Mis manos, muñecas, brazos y
hombros están gritando. Se siente como si me fuera a dislocar el pulgar. Pero
finalmente, libero la mano derecha.

En ese momento, una figura entra corriendo descalza por la puerta, saltando por
encima del cuerpo caído del portero que recibió un disparo en el hombro.
Es Aida. Su cabello oscuro fluye detrás de ella como un estandarte mientras
vuela sobre el cemento. Ella esquiva ágilmente las llamas y los cristales rotos,
deteniéndose solo para agarrar un cuchillo de la mesa. Ella lo presiona en mi palma.

—¡Corta la cuerda! —grita—. ¡Es demasiado alto para que lo alcance!

Tiene sangre corriendo por el lado derecho de su cara. Su mano izquierda está
envuelta en un trapo.

—¿Estás bien? —le pregunto, extendiendo la mano hacia arriba para cortar la
cuerda que todavía sostiene mi mano izquierda en su lugar—. ¿Dónde están tus
hermanos?

—¡No tengo idea! —dice ella—. Esos matones se llevaron mi teléfono. También
tomaron mi arma, Dante se va a enojar. ¡Soy la única aquí!

—¡Qué! —digo—. ¿Qué diablos fue todo ese ruido, entonces?

—¡Una diversión! —dice Aida alegremente—. Ahora date prisa, antes de...

En ese momento la cuerda se rompe y caigo sobre el cemento. Mis brazos se


sienten como si no estuvieran unidos a mi cuerpo. También me duelen las piernas.
Sin mencionar el pinchazo en mi lado derecho.

—¿Que te hicieron? —pregunta Aida, con la voz temblorosa.

—Estoy bien —le digo—. Pero será mejor que...

En ese momento regresa el soldado rubio, con otro de los hombres de Zajac.
Ambos están armados, de pie en la puerta con sus armas apuntándonos directamente
a nosotros.

209 —No se muevan —dice el rubio.

El aire está cargado de humo. No estoy seguro de qué tan bien puede vernos
realmente, lo suficientemente bien como para dispararnos, estoy seguro. Agarro el
brazo de Aida y empiezo a retroceder poco a poco.

Seguimos la rejilla de metal por el suelo, de regreso al vertedero donde los


carniceros solían descargar la sangre y las vísceras al río.

—¡Deténganse! —grita el rubio, avanzando hacia nosotros a través del humo.


Levanta su rifle automático, ajustándolo contra su costado.

Escucho un ruido sordo cuando paso sobre una rejilla con bisagras.
Manteniendo mi ojo en los hombres de Zajac, presiono la punta de mi zapato
contra la esquina de la rejilla, tratando de levantarla sin usar mis manos.

Es pesada, pero comienza a moverse hacia arriba, lo suficiente como para que
pueda meter todo el pie debajo.

—Quédate ahí y mantén las manos en alto —ladra el soldado rubio, acercándose
a nosotros.

Pateo la rejilla para abrirla del todo.

Luego envuelvo a Aida con mis brazos y le digo:

—Respira hondo.

Siento que su cuerpo se tensa.

La levanto en brazos y salto a través de la rejilla, hacia una tubería de metro y


cuarto de ancho, que lleva Dios sabe adónde.

Nos sumergimos en el agua helada y sucia.

La corriente es rápida y nos arrastra.

Está oscuro, tan oscuro que no importa si mis ojos están abiertos o cerrados.
Manteniendo un agarre férreo sobre Aida, levanto una mano para ver si hay aire
sobre nuestras cabezas. Mi mano desliza la tubería, sin ningún espacio entre el agua
y el metal.

Eso significa que tenemos que pasar lo más rápido posible. La corriente nos está
moviendo, pero pateo con los pies, impulsándonos más rápido.

210 Probablemente llevamos aquí treinta segundos hasta ahora. Puedo contener la
respiración durante más de dos minutos y medio. No puedo esperar que Aida se las
arregle más de un minuto.

Ella no está luchando en mis brazos, no lucha conmigo. Pero puedo sentir lo
rígida y aterrorizada que está. Ella confía en mí. Dios, espero no haber cometido el
peor error.

Avanzamos como un cohete, yo pateando con más fuerza. Y luego salimos


disparados a una tubería de salida, cayendo un metro y medio hacia el río Chicago.

La corriente nos arrastra hacia el centro del río, a unos seis metros de cada orilla.
No es donde quiero estar, en caso de que llegue algún barco, pero no estoy seguro de
hacia dónde debería llevarnos. Miro a mi alrededor, tratando de averiguar
exactamente dónde estamos.

Aida se aferra a mi cuello, solo remando con una mano. No es una nadadora
muy fuerte y la corriente es poderosa. Ella está temblando. Yo también.

—¿Cómo sabías que podíamos salir? —me pregunta, castañeteando los dientes.

—No lo hice —digo—. ¿Cómo diablos viniste a buscarme?

—¡Oh, estuve contigo todo el tiempo! —dice Aida alegremente—. Esa puta de
Jada, me apuñaló por la espalda, drogó nuestras bebidas, pero en realidad no bebí la
mía porque se veía rara.

—¿Por qué no me dijiste eso?

—¡Iba a hacerlo! —dice—. Ya te la habías bebido. No quiero hacer de esto una


crítica cultural, pero los irlandeses podrían aprender a tomar de a sorbos de vez en
cuando. No todo es un chupito.

Pongo los ojos en blanco.

—De todos modos —dice—, traté de llevarte al auto, pero estabas tropezando y
arrastrando las palabras, y los gorilas me encerraron. Así que cuando te desmayaste,
fingí que me desmayé también. Estaba tan floja que te habría sorprendido mi
actuación. Incluso cuando el grande me estrelló la mano en la cajuela, no rompí el
personaje.

La estoy mirando con asombro. Mientras yo estaba inconsciente,


aparentemente, ella estaba conspirando y planeando.

—Así que nos llevaron al almacén. Luego nos llevaron adentro. Te llevaron y
211 me pusieron en una especie de despacho. El tipo no me había atado porque pensaba
que todavía estaba inconsciente. Me dejó sola por un segundo. Sin embargo, cerró la
puerta. Y yo no tenía teléfono, se llevó mi bolso y la pistola de Dante. Así que, en
lugar de eso, subí al respiradero...

—¿Tú qué?

—Sí. —Ella sonríe—. Usé mi uña para girar el tornillo, quité la tapa. Subí de
inmediato. También recordé volver a poner la tapa. Ojalá pudiera haberme quedado
para ver la cara del guardia cuando regresara; probablemente pensó que hice algún
tipo de movimiento de Houdini. Perdí mis zapatos en el camino, porque hacían
demasiado ruido en la ventilación. Luego me dejé caer en una pequeña cocina: tenía
refrigerador, congelador, armario para licores lleno. Así es como hice los Molotov.
Había todo tipo de cosas allí, Zajac debe trabajar mucho en este edificio, no solo
cuando está torturando a la gente.

Hace una pausa, frunciendo las cejas con preocupación.

—¿Te cortó? Estabas sangrando…

—Estoy bien —le aseguro—. Solo me pinchó un poco.

—De todos modos —dice ella—. Escuché a los guardias enloqueciendo. No


querían decirle que escapé, porque todos están aterrorizados de él. Así que eso me
dio algo de tiempo extra para correr y armar un escándalo. Robé una pistola y disparé
a uno de ellos. Luego, uno diferente me agarró por detrás, empujó mi cabeza contra
la pared y tuve que dispararle a su pie como nueve veces antes de darle. Entonces no
tuve más balas. ¡Pero te encontré justo después!

La estoy mirando con asombro absoluto. Sus ojos brillan de emoción, su rostro
se ilumina con la emoción de lo que logró.

Es una locura y agitación y podría habernos matado.

Pero nunca me he sentido más vivo. El agua helada. El aire de la noche. Las
estrellas en lo alto. La luz reflejada en los ojos grises de Aida. Lo siento todo con
dolorosa agudeza. Es absolutamente hermoso.

Agarro la cara de Aida y la beso. La beso durante tanto tiempo y con tanta fuerza
que nos hundimos bajo el agua, luego salimos a la superficie de nuevo, nuestras bocas
todavía juntas.

—Eres increíble —le digo—. Además, completamente loca. ¡Deberías haber


huido!

212 Aida me fija con su expresión más seria.

—Yo nunca te abandonaría —dice ella.

Estamos girando ligeramente en la corriente, las luces de la ciudad giran a


nuestro alrededor. Nos abrazamos, mirándonos a los ojos, mientras nuestros pies
pisan el agua.

—Yo tampoco —le prometo—. Siempre te encontraré, Aida.

Me besa de nuevo, sus labios están fríos y temblorosos, pero sigue siendo la cosa
más suave que he tocado.
23

La elección tiene lugar dos días después.

Cal está arreglado. Necesitó puntos de sutura para un par de cortes, pero ahora
difícilmente sabrías que había estado en una pelea. Yo, en cambio, tengo que llevar
una escayola gigante, ya que aparentemente ese gorila idiota me rompió dos dedos
cuando me golpeó la mano con la cajuela. Ahora estoy muy contenta de haberle
disparado.

Es muy difícil escribir cualquier cosa en mi teléfono, lo cual es molesto, porque


tengo un proyecto muy importante en proceso, y no quiero que se arruine todo
porque no puedo revisar mi correo electrónico.

—Puedo ayudarte con eso —dice Cal, extendiendo la mano para tomar mi
teléfono—. Puedes dictar y yo tecleo.

—¡No! —digo, arrebatándoselo—. No necesito ayuda.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta con sospecha.

—No es de tu incumbencia —le digo, guardando el teléfono en mi bolsillo.

Él frunce el ceño. Ya está nervioso porque se supone que obtendremos los


213 resultados de las elecciones en cualquier momento. Realmente no debería
provocarlo.

Su teléfono suena y casi se sale de su piel. Se lo lleva al oído, escuchando.

Puedo ver visiblemente cómo el alivio se derrama sobre él. Cuelga la llamada
sonriendo.

—¡Felicidades! —grito.

Me levanta y me hace girar, hasta que cierro mis piernas alrededor de su cintura
y lo beso durante mucho tiempo.

—Lo hiciste —digo.


Me baja de nuevo, sus brillantes ojos azules clavados en los míos.

—Lo hicimos juntos, Aida. Realmente lo hicimos. Me conseguiste el apoyo


adicional que necesitaba de los italianos. Me ayudaste a conquistar a las personas
adecuadas. Quiero que vengas a trabajar conmigo. A diario. Una vez que te gradúes,
quiero decir.

Mi corazón da un pequeño aleteo divertido.

Eso es una locura. Hace un par de semanas, apenas pensé que Callum y yo
podríamos compartir una habitación sin asesinarnos.

—¿Compañeros de cuarto y compañeros de trabajo? —digo en broma.

—¿Por qué no? —Callum frunce el ceño—. ¿Te cansarías de mí?

—No. No eres exactamente del tipo hablador. —Me río—. En realidad, es muy...
relajante estar alrededor de ti.

Es cierto. Cuando Cal no me pone furiosa, me tranquiliza. Me siento segura a


su alrededor.

—Pero, ¿qué vamos a hacer con Zajac? —le pregunto.

Dante y Nero se llevaron alrededor de $ 500 mil en efectivo del casino del
Carnicero, además de destrozar un montón de sus máquinas. No hemos sabido nada
desde entonces. Lo que parece que debe ser la calma antes de la tormenta.

—Bueno, Nero cree que deberíamos…

En ese momento nos interrumpen Fergus e Imogen, que han escuchado la


noticia. Irrumpieron en la oficina de Cal, queriendo celebrar con champán.
214
Intento escabullirme para dejarlos solos, pero Imogen me rodea los hombros con
el brazo y me empuja de nuevo hacia adentro.

—¿No quieres un trago? —me pregunta—. También te estamos celebrando,


Aida. El logro de un esposo pertenece a la esposa y viceversa.

Al parecer, Imogen me ha perdonado por asesinar a su gabinete. De hecho,


insiste en que vayamos todos a cenar para celebrarlo, incluidas Nessa y Riona. Noto
que nuestra reserva en el Everest ya está establecida. Tengo que sonreír ante la
confianza de Imogen en su hijo.

—Entonces, supongo que quieres que me cambie —le digo a Callum.


Mira mi camiseta y mis pantalones cortos.

—No lo sé —dice, dándome una media sonrisa—. Te ves muy linda tal como
estás.

Alzo las cejas con asombro.

—¿Quién eres y qué has hecho con mi marido?

Cal se encoge de hombros.

—Te ves hermosa en todo. No te voy a dar órdenes sobre eso.

Le doy una pequeña sonrisa de lado y le susurro:

—Pero, ¿qué pasa si me gusta cuando me mandas?

Me agarra del brazo y me gruñe al oído.

—Entonces ve a ponerte ese pequeño vestido azul de verano que te compré y


mira cómo te recompenso.

Tan pronto como usa ese tono controlador, los pequeños vellos de mis brazos se
erizan y tengo esa sensación cálida, palpitante y nerviosa.

Una parte de mí quiere desobedecerlo.

La otra parte quiere ver qué pasará si sigo el juego.

Así que entro en el vestidor, busco el vestido solicitado y me lo pongo. Luego me


cepillo el cabello, me lo recojo con un broche, me pongo unos pendientes con forma
de margaritas blancas y me pongo unas sandalias.
215
Para cuando termino, Callum me está esperando abajo. Bajo las escaleras como
una reina del baile, pasando mi mano por la barandilla y tratando de lucir elegante.

Callum me sonríe, luciendo extremadamente guapo él mismo con su camisa de


vestir azul pálido y pantalones de vestir. Se ha afeitado la cara para que su mandíbula
parezca más afilada que nunca. Ahora puedo ver la forma impecable de sus labios, y
la forma en que sonríen un poco, incluso cuando sus ojos se ven severos.

—¿Dónde están todos los demás? —le pregunto.

—Les dije que se adelantaran en el otro auto. Jack nos está conduciendo.

Toma mi mano, acercándome.


—Nada debajo de esa falda, espero —murmura.

—Por supuesto que no —digo remilgadamente.

Jack ya está esperando junto al coche, sosteniendo la puerta. Ha sido un poco


más amable conmigo desde que robó el casino con mis hermanos y mi primo. No sé
si es porque le agrada mi familia o porque les tiene miedo. Pero no ha hecho un solo
comentario grosero desde entonces. Y no he tenido que dispararle en absoluto.

Callum y yo nos sentamos en el asiento trasero. Puedo ver que Cal ya puso la
partición. Enciende la música también, más fuerte de lo habitual.

—¿Qué tan lejos está el restaurante? —le pregunto.

—Creo que tendré el tiempo suficiente —dice.

Sin molestarse en abrocharse el cinturón, se agacha frente a mí y mete la cabeza


debajo de la falda de mi vestido de verano. Jadeo y subo la música un poco más.
Luego me recuesto contra el asiento.

Callum está lamiendo mi coño con movimientos largos y lentos. Su boca se


siente increíblemente suave con el recién afeitado. Sus labios acarician mi piel y su
lengua se desliza entre mis pliegues, cálida, húmeda y sensual.

Me encanta follar con él en el coche. Nunca supe por qué la gente tenía chóferes,
y ahora me doy cuenta de que es al cien por cien por esta razón, para que puedas
convertir un viaje aburrido en la mejor parte de tu día. Algún día, cuando todos
tengamos autos robot, mirarás por las otras ventanas y eso es lo que verás: todos
follando.

Estoy empezando a tener una respuesta pavloviana al olor del acondicionador


de cuero. De repente es la fragancia más erótica del mundo.
216
Me encanta la sensación de los asientos contra mi piel desnuda y la forma en que
el movimiento del coche me mece y me presiona con más fuerza contra la lengua de
Callum. Es tan jodidamente bueno en esto. Se ve tan frío y rígido, pero en realidad
sus manos y boca son como mantequilla tibia. Él puede decir exactamente lo duro
que debe lamer y chupar, por lo que es una estimulación máxima sin caer demasiado.

Estoy balanceando mis caderas, montando su rostro, esforzándome por no hacer


ningún ruido. Puede que haya renunciado a mi venganza con Jack, pero eso no
significa que quiera montar un espectáculo para él.
Pero es difícil quedarse callada cuando Cal desliza sus dedos dentro de mí.
Suavemente los retuerce y los desliza en movimiento con su lengua, encontrando
todos los puntos más sensibles.

Aprieto alrededor de sus dedos, mi respiración se acelera y mi piel hormiguea.


El calor sale en espiral de mi vientre. Mi coño está empapado y muy sensible.

Con su otra mano, Callum levanta la mano y baja la parte delantera de mi


vestido. Liberando uno de mis senos, lo acaricia con la mano, pellizcando y tirando
suavemente del pezón.

Gradualmente aumenta la presión, hasta que aprieta mis tetas con fuerza,
pellizcando y tirando de los pezones. Por alguna razón, esto se siente jodidamente
fantástico. Tal vez sea porque ya estoy muy excitada, o tal vez sea solo porque me
gusta cuando Cal es un poco rudo en la cama. Hay tanta tensión entre nosotros que
alivia la agresión. Nos da un lugar para canalizarlo.

Nunca he tenido una relación como esta. Siempre había gente que odiaba y gente
que me gustaba, y esas dos categorías eran polos opuestos. Mis novios siempre
cayeron en la categoría de ‘dulces y divertidos’, no en la categoría de ‘volverme
jodidamente loca’.

Callum se está convirtiendo en un poco de ambos. Y de alguna manera eso hace


que mi atracción por él sea diez veces más fuerte. Captura todas mis emociones:
resentimiento. Celos. Rebeldía. Deseo. Temperamento. Curiosidad. Alegría. E
incluso respeto. Lo agrupa todo en un solo paquete. El resultado es absolutamente
irresistible. Me cautiva por completo.

Cal sigue lamiendo mi coño, tocándome con los dedos y apretando mis tetas al
mismo tiempo. Estimulando cada parte de mí hasta que me retuerzo y me muevo
contra él, lista para explotar.
217
Puedo sentir el coche girando, comenzando a reducir la velocidad.

Es ahora o nunca.

Me libero, corriéndome una y otra vez en la parte plana de la lengua de Cal. Las
olas ondulantes de placer chocan contra mí. Tengo que morderme el labio y cerrar
los ojos con fuerza para no gritar.

Entonces el coche se detiene y Cal se sienta y se seca la boca con el dorso de la


mano.

—Justo a tiempo —dice.


Estoy jadeando como si hubiera corrido más de un kilómetro.

—Tu cabello despeinado —le digo.

Lo alisa con la palma de su mano, sonriéndome.

—Sí, sí, hiciste un gran trabajo —le digo, riendo.

—Lo sé —dice.

Toma mi mano para ayudarme a salir del auto.

Subimos en elevador hasta el piso cuarenta del Edificio de la Bolsa. En realidad,


no he estado aquí antes, aunque sé que se supone que el restaurante es agradable.

La vista es realmente impresionante. Imogen, naturalmente, ha conseguido la


mejor mesa del lugar. Tenemos una vista panorámica de la ciudad debajo nuestro, y
también parte del lago.

Los demás ya están sentados. Nessa lleva un traje de flores, su cabello castaño
claro recogido en una coleta alta. Tiene más pecas ahora que hace más calor. Riona
tiene el pelo suelto, algo inusual en ella. Realmente tiene el cabello más deslumbrante
que he visto en mi vida. Grueso, ondulado, de tonos profundos. Creo que a ella no
le gusta lo vívido que se ve. Cuánta atención roba.

Esta noche, sin embargo, está casi de tan buen humor como los demás. Todos
estamos hablando y riendo, ordenando cosas decadentes del menú. Miro a mi
alrededor a la familia de Cal y por primera vez no me siento como una extraña. Me
siento cómoda en la mesa. Feliz de estar allí, incluso.

Estamos hablando del libro más largo que hemos leído.

218 —¡Leí Guerra y Paz! —les digo—. Soy la única persona que lo hizo, creo. Estaba
atrapada en esta cabaña y era el único libro en el estante.

—Creo que The Stand podría ser mi más largo —reflexiona Riona—. Versión
íntegra, obviamente.

—¿Leíste Stephen King? —le pregunto con asombro.

—He leído todos —dice Riona—. Hasta el más reciente, porque no he tenido
tiempo...

—Ella le tenía tanto miedo a It —interrumpe Callum—. Aún está aterrorizada


de los payasos.
—No les tengo miedo —dice Riona con altivez—. Simplemente no me gustan.
Hay una diferencia…

—¿Quieres más vino? —me pregunta Cal, sosteniendo la botella.

Asiento con la cabeza y vuelve a llenar mi copa.

Cuando deja la botella, deja caer su mano sobre mi regazo. Encuentra mi mano,
la que no está enyesada, y entrelaza sus dedos con los míos.

Su mano es cálida y fuerte, apretando la cantidad justa. Su pulgar acaricia


suavemente el mío, luego se queda quieto de nuevo.

Cal y yo hemos follado muchas veces. Nosotros también nos besamos. Pero esta
es la primera vez que nos tomamos de la mano. No lo hace para lucirse porque
estamos en un evento. Y no me está agarrando para acercarme. Me toma de la mano
porque quiere.

Nuestra relación ha transcurrido de una manera tan divertida y de reversa.


Primero el matrimonio. Luego sexo. Luego conocernos. Y finalmente... sea lo que
sea esto. Un sentimiento de calidez, deseo, afecto y conexión se esparce por mi
pecho, un sentimiento que arde y se hace más fuerte por el momento, especialmente
cuando miro al hombre sentado a mi lado.

No lo puedo creer.

Creo que me estoy enamorando.

219
24

Estoy sentado a la mesa, rodeado de mi familia, disfrutando del resplandor de la


victoria. Mis padres se ven más felices y orgullosos de lo que los había visto antes.
Mis hermanas están de buen humor, riendo y bromeando sobre un tipo que ha estado
persiguiendo a Nessa.

Es una escena en la que he estado trabajando durante meses.


Y, sin embargo, me desconecto de la conversación porque quiero mirar a Aida
en su lugar.

No puedo creer que se haya quedado en el almacén de Zajac buscándome.

Pudo haber sido asesinada, o al menos, capturada y retenida como rehén hasta
que sus hermanos devolvieran el dinero que robaron.

Ella podría haber huido en el momento en que escapó de la oficina. Pero no lo


hizo. Porque sabía que yo estaba en algún lugar del edificio, probablemente siendo
torturado, posiblemente asesinado.

Esa habría sido una manera fácil para ella de salir de nuestro contrato
matrimonial.

Pero no creo que ella quiera seguir saliendo de eso.

O al menos, no tanto como antes.

Sé que no quiero perderla.

He llegado a respetar a Aida y también me gusta. Me gusta el efecto que tiene en


mí. Ella me hace más imprudente, pero también más concentrado. Antes de
conocerla, estaba haciendo los movimientos. Haciendo lo que se suponía que debía
hacer sin importarme realmente.

Ahora quiero lograr las mismas cosas, pero lo quiero mucho más. Porque quiero
hacerlo con Aida a mi lado, dando vida a toda la empresa.

Tomo la mano de Aida y la sostengo, pasando suavemente mi pulgar sobre el de


ella. Ella mira hacia arriba, sorprendida, pero no molesta. Me sonríe, apretándome
la mano a cambio.
220
Entonces su teléfono suena y lo saca de su bolso para leer el mensaje. Ella lo está
mirando debajo de la mesa, así que no puedo ver la pantalla. Pero noto el cambio
inmediato en su expresión, cómo inhala un poco de emoción, sus mejillas
enrojecidas.

—¿Qué es? —le pregunto.

—Oh, nada —dice ella—. Solo un mensaje de texto de mi hermano.

Rápidamente guarda el teléfono. Pero puedo decir que está iluminada por la
emoción, apenas puede sentarse quieta ahora.
Retiro mi mano y bebo mi vino, tratando de no mostrar mi irritación.

¿Qué haría falta para que Aida fuera completamente honesta conmigo? ¿Cuándo
se abrirá conmigo y dejará de tratarme como a un supervisor molesto?

Está demasiado feliz para notar el cambio en mi estado de ánimo.

—¡Deberíamos pedir postre! —dice ella—. ¿Cuál es tu favorito?

—No como dulces —digo malhumorado.

—Tienen un helado de toronja —bromea—. Eso es bastante comida sana.

—Tal vez tenga un poco del tuyo —digo, cediendo.

—No voy a comer eso. —Se ríe Aida—. Voy a pedir soufflé de chocolate.

La siguiente tarde, se supone que iré a ver mi nueva oficina en el Ayuntamiento.


Paso por la casa para ver si Aida quiere acompañarme. Para mi sorpresa, ella ya está
vestida y subiendo al Jeep de Nessa.

—¿A dónde vas? —le pregunto.

—Tengo algunos recados que hacer —dice vagamente.

—¿Qué tipo de recados?

—De todo tipo —dice, subiendo al coche y cerrando la puerta.


221
Lleva un pequeño top corto y pantalones cortos, con el pelo recogido en una cola
de caballo y gafas de sol en forma de corazón en la parte superior de la cabeza. Para
los estándares de Aida, esto está bastante arreglado. Mi curiosidad está inflamada.

Me apoyo en el borde de la ventana, molesto porque ella no viene conmigo.


Quería mostrarle todo el Ayuntamiento y tal vez ir juntos a almorzar tarde.

—¿No puede esperar? —le pregunto.

—No —dice con pesar—. En realidad, tengo que irme…

Doy un paso atrás, dejándola arrancar el motor.


—¿Cuál es la prisa? —le digo.

—No hay prisa. ¡Te veo esta noche! —grita ella, poniendo el auto en reversa.

Aida se vuelve jodidamente enloquecedora cuando no responde a mis preguntas.

No puedo evitar pensar que se ve demasiado linda solo para estar corriendo a la
oficina de correos o lo que sea. ¿Y qué tipo de recados podría tener que sean urgentes?

¿Y quién le envió un mensaje anoche?

¿Podría ser Oliver Castle?

¿Podría reunirse con él ahora mismo?

Estoy ardiendo de celos.

Sé que debería hablar con ella cuando vuelva a casa esta noche, pero no quiero
esperar hasta entonces.

Ojalá hubiera recordado robar su teléfono. Descubrí su contraseña mirando por


encima del hombro mientras la ingresaba; es 1799, no es difícil de recordar. Pero en
la locura de nuestro encuentro con Zajac y las elecciones que siguieron, me olvidé de
revisarlo.

Debería haberlo hecho anoche mientras ella dormía.

Ahora me está comiendo vivo.

Saco mi propio teléfono del bolsillo y llamo a Jack. Contesta de inmediato.

—¿Qué pasa, jefe? —pregunta.


222
—¿Dónde estás ahora mismo?

—Ravenswood.

—¿Hay un rastreador GPS en el Jeep de Nessa?

—Sí. Tu papá los tiene en todos los vehículos.

Dejo escapar un suspiro de alivio.

—Bien. Quiero que lo sigas. Aida está haciendo recados, quiero que veas lo que
está haciendo, a dónde va.
—Lo tienes —dice Jack.

No pregunta por qué, pero estoy seguro de que puede adivinarlo.

—Mantenme informado. Cuéntame todo lo que hace. Y no la pierdas de vista.

—Entendido.

Cuelgo el teléfono.

No me siento muy bien por poner a Jack en Aida, especialmente sabiendo lo que
ella siente por él. Pero tengo que saber lo que está haciendo. Tengo que saber, de una
vez por todas, si el corazón de Aida pertenece a otra persona o si podría estar
disponible. Quizás incluso para mí.

Todavía tengo que ir al Ayuntamiento, así que me llevo a mi padre. Ya está


hablando de cómo convertiremos esto en una campaña para la alcaldía en un par de
años. Además, todas las formas en que podemos usar la Concejalía para
enriquecernos mientras tanto.

Apenas puedo prestar atención a nada de eso. Mi mano sigue escabulléndose en


el bolsillo, apretando mi teléfono para poder levantarlo en el momento en que Jack
llama.

Después de unos cuarenta minutos, me envía un mensaje de texto para decir:

Ella está en algún lugar de Jackson Park. Veo el auto, pero aún no la he encontrado.
Buscando en las tiendas y cafés.

Estoy más atado que un cable.

¿Qué hay en Jackson Park? ¿Con quién se está reuniendo? Sé que está
223 encontrando con alguien, puedo sentirlo.

Mi padre me pone la mano en el hombro y me sorprende.

—No te ves complacido —dice—. ¿Qué pasa, no te gusta la oficina?

—No. —Niego con la cabeza—. Es genial.

—¿Entonces qué es?

Dudo. Mi relación con mi padre se basa en el trabajo. Todas nuestras


conversaciones se centran en el negocio familiar. Problemas que debemos solucionar,
acuerdos que debemos hacer, formas en las que podemos expandirnos. No hablamos
de cosas personales. Emociones. Sentimientos.
Aun así, necesito un consejo.

—Creo que podría haber cometido un error con Aida —le digo.

Me mira a través de sus lentes, desequilibrado. Eso no es lo que esperaba que


dijera.

—¿Qué quieres decir?

—Fui frío y exigente. Cruel, incluso. Ahora puede que sea demasiado tarde para
empezar de nuevo…

Mi padre se cruza de brazos, apoyado en el escritorio. Probablemente no quiera


hablar de esto. Yo tampoco quiero hablar de eso. Pero me está comiendo vivo.

—Ella no parecía guardar rencor anoche —dice.

Suspiro, mirando por la ventana los rascacielos de enfrente.

Aida siempre rueda con los golpes. Eso no significa que no esté herida. Y eso no
significa que será fácil conquistarla. Ella es una nuez dura. ¿Qué se necesita para
abrirla de verdad, para encontrar ese núcleo vulnerable en su interior?

—¿Cuándo te enamoraste de mamá? —pregunto, recordando que el matrimonio


de mis padres tampoco era exactamente tradicional.

—No soy una persona sentimental —dice mi padre—. Creo que somos iguales
en eso, tú y yo. No pienso mucho en el amor, o lo que significa. Pero puedo decirte
que llegué a confiar en tu madre. Ella me mostró que podía confiar en ella, sin
importar qué. Y eso es lo que nos unió. Fue entonces cuando supe que ya no estaba
solo. Porque podía contar con una persona, al menos.

224 Confianza como esencia del amor.

No suena romántico, no superficialmente.

Pero tiene sentido, especialmente en nuestro mundo. Cualquier gánster sabe que
tus amigos pueden ponerte una bala en la espalda con la misma facilidad que tus
enemigos, incluso más fácil, de hecho.

La confianza es más rara que el amor.

Es poner tu destino, tu felicidad, tu vida en manos de alguien. Esperando que la


mantengan a salvo.

Mi teléfono vibra de nuevo.


—Dame un minuto —le digo a mi padre, saliendo al pasillo para atender la
llamada.

—La vi por un segundo —dice Jack—. Estaba en un restaurante con un chico.


Le dio algo, una cajita. Ella la puso en su bolso.

—¿Quién era el chico? —pregunto, con la boca seca y la mano apretada


alrededor del teléfono.

—No lo sé —dice Jack en tono de disculpa—. Solo vi la parte de atrás de su


cabeza. Tenía el pelo oscuro.

—¿Era Castle?

—No sé. Estaban sentados en el patio. Entré al restaurante, iba a tratar de


conseguir una mesa para poder acercarme y escuchar. Pero mientras estaba adentro,
se fueron. Y no he podido encontrarla de nuevo.

—¿Dónde está su coche? —solicito.

—Bueno, eso es lo extraño —puedo escuchar a Jack respirar con dificultad,


como si caminara y hablara al mismo tiempo—. El Jeep todavía está en el mismo
estacionamiento. Pero Aida se ha ido.

Ella debe haberse ido con el chico.

¡MIERDA!

Mi corazón está acelerado y me siento mal.

¿Está ella con él ahora mismo?

225 ¿A dónde van?

—Sigue buscándola —le grito al teléfono.

—Lo haré —dice Jack—. Solo hay otra cosa…

—¿Qué?

—Encontré un zapato.

Estoy a punto de explotar y Jack no tiene ningún sentido.

—¿De qué carajo estás hablando? —le digo.


—Había una zapatilla de deporte en el estacionamiento, cerca del Jeep. Es un
zapato de mujer, Converse slip-on, talla ocho, color crema. El pie izquierdo.

Me destrozo los sesos, tratando de recordar qué vestía Aida cuando entró en el
Jeep. Un top corto de color lavanda. Shorts de jean. Piernas desnudas. Y luego, se
puso de pie... zapatillas, como de costumbre. Del tipo que se puede poner sin
cordones. Blanco o crema, estoy casi seguro.

—Quédate ahí —le digo al teléfono—. Quédate junto al Jeep. Quédate con el
zapato.

Cuelgo el teléfono y me apresuro a regresar a la oficina.

—Tengo que irme —le digo a mi padre—. ¿Te importa si tomo el coche?

—Adelante —dice—. Tomaré un taxi de regreso a la casa.

Me apresuro a bajar al nivel principal de nuevo, mi mente corriendo.

¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Con quién se estaba reuniendo Aida? ¿Y cómo
perdió un zapato?

Mientras conduzco para encontrarme con Jack, intento llamar a Aida una y otra
vez. Suena su teléfono, pero no contesta.

La cuarta vez que llamo, va directamente al correo de voz sin siquiera sonar. Lo
que significa que su teléfono está apagado.

Me estoy empezando a preocupar.

Tal vez soy un tonto y Aida está en una habitación de hotel ahora mismo,
rasgando la ropa de otro hombre.
226
Pero no lo creo.

Sé cómo se ven las pruebas, pero no las creo. No creo que me esté engañando.

Creo que está en problemas.


25

Estoy sentada al otro lado de la mesa de mi nuevo mejor amigo, Jeremy Parker.
Me pasa la cajita que he estado esperando y deseando durante toda la semana, y abro
la tapa para mirar dentro.

—Oh, Dios mío, no puedo creerlo —digo sin aliento.

—Lo sé. —Se ríe—. Este fue el más difícil que he hecho en mi vida. Me tomó
tres días enteros.

—Eres un hacedor de milagros. Honestamente.

Él sonríe, casi tan alegre como yo.

—¿Te importa si pongo todo en mi canal de YouTube? —dice—. Estuve usando


mi GoPro todo el tiempo, obtuve excelentes imágenes.

—¡Por supuesto! —le digo.

Cierro la caja, todavía sin apenas creer lo que tengo en la mano, y la guardo en
mi bolso. Le doy a Jeremy un pequeño sobre de dinero en efectivo a cambio, la
cantidad que acordamos, más una bonificación por salvarme el puto culo.

227 —Bueno, llámame si alguna vez me necesitas de nuevo —dice, dándome un


pequeño saludo.

—Espero no necesitarte. —Me río—. Sin ofender.

—No me ofendo. —Se ríe.

Levanta la mano para hacer una señal a la camarera.

—Ya pagué las comidas —le digo.

—¡Oh gracias! No tenías que hacerlo.

—Era lo mínimo que podía hacer.


—Está bien, me voy entonces.

Me saluda con la mano y se va por el restaurante. Atravieso directamente el patio


y luego cruzo la calle, porque esa es la ruta más rápida hacia el lote donde dejé el
Jeep.

Siento que mis pies apenas tocan la acera.

Esto es tan jodidamente fantástico, tiene que ser algún tipo de señal. Un milagro
genuino.

También es un día magnífico. El sol brilla, la brisa más pequeña que sopla desde
el lago, las nubes tan hinchadas y uniformes que parecen un cuadro infantil.

Estoy tan emocionada de ver a Cal. Me sentí mal por no ir a ver su nueva oficina,
pero esto no podía esperar. No podía arriesgarme a que algo más saliera mal. No se
enojará por eso cuando vea lo que tengo.

El Jeep de Nessa luce de un blanco brillante bajo el sol. Lo lavé y lo llené de


gasolina en el camino, como agradecimiento a Nessa por dejarme tomarlo prestado
tantas veces. Incluso aspiré los asientos y tiré todas sus botellas de agua vacías.

Aun así, el Jeep es eclipsado por el auto estacionado junto a él. Un auto muy
familiar.

Me detengo a medio paso, frunciendo el ceño.

No veo a nadie alrededor. Probablemente lo mejor que puedo hacer es subir al


Jeep y alejarme lo más rápido posible.

Tan pronto como mis dedos tocan la manija de la puerta, siento que algo duro y
afilado se clava entre mis costillas.
228
—Oye, niña —susurra una voz profunda en mi oído.

Me quedo perfectamente quieta, repasando mis opciones en mi mente.

Luchar. Correr. Gritar. Intentar marcar mi teléfono.

—Lo que sea que estés pensando, simplemente no lo hagas —gruñe—. No quiero
tener que hacerte daño.

—Está bien —le digo, tratando de mantener mi voz lo más casual posible.

—Te subirás a mi coche.


—Bien.

—En la cajuela.

Mierda.

Estoy cooperando porque parece la mejor opción en este momento, la que más
probablemente lo mantenga calmado.

Pero tengo que hacer algo.

Presiona el botón de su llavero y abre la cajuela.

Intento mirar a mi alrededor sin que él se dé cuenta. El lote está desordenado y


medio vacío. No hay nadie en las inmediaciones que pueda verme siendo metida en
la parte trasera del coche.

Así que hago lo único que se me ocurre. Me quito una de mis zapatillas, la
izquierda. Mientras me siento en la cajuela abierta, muevo el pie para quitarme el
zapato debajo del Jeep. Luego levanto las rodillas y escondo el pie descalzo debajo
de mí, para que no se dé cuenta.

—Acuéstate —dice—. No quiero golpearte la cabeza.

Hago lo que dice. Cierra la cajuela de golpe, encerrándome en la oscuridad.

229
26

Estoy parado frente al Jeep de Nessa, dando vueltas a la zapatilla en mi mano.

Es de Aida, estoy seguro.

¿Cómo perdió su zapato?

Ha pasado más de una hora desde que Jack la perdió de vista, pero no ha vuelto
al Jeep. He llamado a su teléfono veinte veces. Sigue yendo directamente al correo
de voz.

Dante y Nero se detienen en un Mustang clásico. Saltan del coche sin molestarse
en cerrar las puertas tras ellos.

—¿Dónde estaba ella? —dice Dante de inmediato.

—En ese restaurante de allí —señalo el patio al otro lado de la calle—. Se


encontraba con un amigo. Después de que comieron, ella desapareció.

—¿Qué amigo? —pregunta Dante.

—No lo sé —digo.

230 Me lanza una mirada extraña.

—Tal vez se fue con el amigo misterioso —dice Nero.

—Quizás —concuerdo—. Pero perdió un zapato.

Lo sostengo para que puedan mirarlo. Obviamente lo reconocen, porque Nero


frunce el ceño y Dante comienza a mirar a su alrededor como si Aida hubiera dejado
caer algo más.

—Eso es extraño —dice Nero.

—Sí, lo es —estoy de acuerdo—. Por eso te llamé.


—¿Crees que el Carnicero se la llevó? —dice Dante, su voz baja y retumbante.

—Entonces, ¿por qué diablos estamos aquí? —dice Nero. Parece una corriente
que acaba de atravesar su cuerpo. Está agitado, ansioso por la acción.

—No sé si fue Zajac —digo.

—¿Quién más podría ser?

Dante frunce el ceño.

—Bien… —Suena loco, pero tengo que decirlo—. Podría ser Oliver Castle.

—¿Ollie? —se burla Nero, las cejas tan altas que se pierden bajo su cabello—. No
es jodidamente probable.

—¿Por qué no?

—Uno, es una pequeña perra. Dos, Aida ha terminado con él —dice Nero.

Incluso dadas las circunstancias, sus palabras me dan un brillo de felicidad. Si


Aida todavía sentía algo por su ex, sus hermanos lo sabrían.

—No dije que ella fuera con él. Dije que podría habérsela llevado —digo.

—¿Qué te hace pensar eso? —pregunta Dante, frunciendo el ceño.

—El zapato —lo sostengo—. Creo que lo dejó como señal. Basado en algo que
me dijo una vez.

Oliver y yo no encajábamos. Como un zapato con el pie izquierdo.

231 Suena loco, me doy cuenta de eso. No tengo que mirar las caras de sus hermanos
para saber que no están convencidos.

—Todo es posible —dice Dante—. Pero primero tenemos que centrarnos en el


mayor peligro, que es Zajac.

—Es martes —dice Nero.

—¿Entonces?

—Eso significa que el Carnicero está visitando a su novia.

—Suponiendo que se apegó a su horario normal y no se tomará una noche libre


para asesinar a nuestra hermana —dice Dante, sombrío.
—La amiga de Aida nos dio la dirección —digo—. Suponiendo que estuviera
diciendo la verdad. Ella nos drogó justo después…

—Iré al apartamento —dice Dante—. Nero, puedes revisar las casas de empeño
y las tiendas de desguace de Zajac. Cal…

—Voy a buscar a Castle —digo.

Puedo decir que Dante piensa que es una pérdida de tiempo. Mira a Jack con
expresión cautelosa. Sospecha que envié a Jack a seguir a Aida. Cree que soy celoso
e irracional.

Puede que tenga razón.

Pero no puedo evitar la sensación de que Aida intentaba decirme algo con este
zapato.

—Voy al apartamento de Castle —digo con firmeza.

Pero luego hago una pausa, realmente tratando de pensar en esto. Oliver vive en
un rascacielos en medio de la ciudad. ¿Secuestraría a Aida y la llevaría allí? Un grito
y sus vecinos llamarían a la policía.

—Jack, ve a su apartamento —le digo, cambiando de opinión—. Voy a


comprobar un lugar diferente.

—Todos, permanezcan en contacto —dice Dante—. Sigan intentando llamar a


Aida también. Tan pronto como alguien la encuentre, avísele a los demás y
entraremos todos juntos.

Todos asentimos con la cabeza.

232 Pero sé que ahora mismo, si encuentro a Aida, no esperaré un momento a nadie
más. Voy a entrar y recuperar a mi esposa.

—Ten, toma mi auto —le digo a Dante, arrojándole las llaves—. Yo tomaré el
Jeep.

Dante y Nero se separan y Jack regresa a su camioneta. Subo al Jeep, oliendo el


familiar y femenino aroma de mi hermana pequeña: vainilla, lila, limón. Y luego,
más tenue pero perfectamente claro, el aroma a canela y especias de la propia Aida.

Salgo de la ciudad y me dirijo al sur por la autopista 90. Espero no estar


cometiendo un error horrible. El lugar al que voy está a más de una hora de distancia.
Si me equivoco, estaré demasiado lejos de donde esté Aida para ayudarla. Pero me
siento impulsado en esta dirección, atraído por un imán invisible.

Aida me está llamando.

Ella me dejó una señal.

Oliver Castle se la llevó, lo sé.

Y creo que sé exactamente hacia dónde se dirige: la casita en la playa que acaba
de vender Henry Castle. La que amaba Oliver. La que está completamente vacía en
este momento, sin nadie alrededor.

233
27

No habría entrado en la maldita cajuela si hubiera sabido cuán lejos iba a


conducir Oliver. Siento que he estado aquí desde siempre. Además, bebí mucha agua
con el almuerzo y realmente tengo que orinar. Y me preocupa lo que Oliver podría
haber hecho con mi bolso. No fue tan estúpido como para ponerlo aquí conmigo,
desafortunadamente. Estoy ansiosa porque lo haya tirado por la ventana o algo así,
lo que significa que mi pequeño paquete precioso ya se ha perdido de nuevo.

Durante mucho tiempo, puedo sentir que estamos en la autopista: un progreso


suave y constante en la misma dirección. Con el tiempo, nos desviamos y
comenzamos a conducir lenta y erráticamente por carreteras que obviamente son
más estrechas y con menos mantenimiento. Un par de veces, el coche se sacude con
tanta fuerza que me golpeo la cabeza con el techo de la cajuela.

He estado tanteando en la oscuridad, buscando algo útil. Si hubiera una palanca


aquí atrás, la usaría para golpear a Oliver en el momento en que abriera la cajuela.

Por fin, el coche reduce la velocidad. Creo que hemos llegado a donde diablos
íbamos. No he encontrado armas, pero eso no me va a detener. Espero, agachada y
lista, a que Oliver abra la cajuela.

Los neumáticos crujen sobre la grava y se detienen. Oigo abrirse la puerta del
coche y siento que la suspensión se levanta cuando Oliver retira su considerable
234 volumen del asiento delantero. Luego lo escucho caminar hacia la parte trasera del
auto.

La cajuela se abre de golpe.

Aunque el sol se pone, la luz sigue siendo brillante en comparación con la


oscuridad del lugar. Mis ojos están deslumbrados. Aun así, pateo con ambos pies,
tan fuerte como puedo, directamente hacia la entrepierna de Oliver.

Salta hacia atrás, mis pies apenas hacen contacto con su muslo. Esos malditos
reflejos de atleta.

—Tan predecible, Aida. —Suspira—. Siempre peleando.


Agarra mi pie y me tira hasta la mitad de la cajuela. Hace una pausa cuando nota
la falta de una zapatilla en un pie.

—¿Qué le pasó a tu zapato? —dice.

—¿Cómo debería saberlo? —le digo—. Estaba ocupada siendo secuestrada y


metida en una cajuela. Será mejor que no hayas perdido mi bolso también.

—No lo hice —dice Oliver.

Me suelta el pie y me pongo de pie, mirando a mi alrededor.

Estamos estacionados frente a una casita de playa azul. El agua está a solo cien
metros de distancia, a través de arena suave de color crema. La casa está rodeada de
gruesos árboles a ambos lados, pero la vista hacia el agua es clara desde la parte
trasera.

Nunca había estado aquí antes. Aun así, sé exactamente dónde estamos. Oliver
hablaba de eso todo el tiempo. Es la cabaña de su familia.

Quería traerme aquí. Habíamos estado en otra cabaña, justo en el borde del
Parque Estatal Indiana Dunes. Esa fue la noche de la que Oliver estaba hablando en
la recaudación de fondos, cuando me puse el bikini blanco y tuvimos sexo en la
arena.

Aparentemente, piensa que fue una noche mágica. Para mí, hacía frío, fue
incómodo, y me picaron un montón de mosquitos.

Ahora estamos de vuelta aquí, esta vez en la residencia Castle. Oliver venía aquí
cuando era niño. Dijo que fue la única vez que pudo ver a sus padres durante más de
diez minutos seguidos. Lo cual es triste, pero no lo suficiente como para hacerme
olvidar la parte del secuestro.
235
—¿Qué opinas? —dice Oliver, su expresión esperanzada.

—Es, eh.... exactamente como lo describiste —digo.

—¡Lo sé! —dice Oliver felizmente, ignorando mi falta de entusiasmo.

—No olvides mi bolso —le digo.

Abre la puerta del lado del conductor de nuevo, para poder recuperar mi bolso
del asiento delantero.

En el momento en que se inclina, corro lejos de él, hacia el agua.


Hubiera sido más fácil correr hacia la carretera, pero luego me encontraría en
dos segundos. Espero poder esconderme en algún lugar entre los árboles o las dunas.

Tan pronto como mis pies tocan la arena, me doy cuenta de lo estúpido que era
este plan. No corro en absoluto, y mucho menos a través de arena blanda y mullida.
Es como una pesadilla en la que corres tan fuerte como puedes, pero apenas te
mueves.

Mientras tanto, Oliver solía correr los cuarenta en 4.55. Puede que haya
engordado algunos kilos desde sus días de gloria, pero cuando agacha la cabeza y
mueve los brazos, todavía corre a través de la arena como un apoyador.

Me ataca con tanta fuerza que saca hasta la última molécula de oxígeno de mis
pulmones. Están tan desinflados que solo puedo hacer un horrible sonido de náuseas
antes de que finalmente pueda inhalar una dulce bocanada de aire.

Me palpita la cabeza. Estoy cubierta de arena, está en mi cabello y en mi boca.


Y lo peor de todo, en mi escayola, lo que me va a volver loca.

Oliver ya está de pie de nuevo, mirándome con ojos despiadados.

—No sé por qué te haces esto, Aida —dice—. Eres tan autodestructiva.

Quiero decirle que no me tacleé a mí misma, pero apenas respiro, y mucho


menos puedo hablar.

Mientras estoy jadeando y con arcadas, Oliver hurga en mi bolso. Encuentra mi


teléfono. Arrodillándose en la arena, toma una piedra del tamaño de su puño y rompe
la pantalla. Su rostro está rojo por el esfuerzo, los músculos de su brazo y hombro se
tensan. Mi teléfono prácticamente explota bajo la roca, mientras Oliver lo golpea una
y otra vez.
236 Luego recoge el metal y el vidrio rotos y los arroja al agua.

—¿Era esto realmente necesario? —le pregunto una vez que he recuperado el
aliento.

—No quiero que nadie te rastree —dice.

—Nadie… —Me interrumpo, mi boca colgando abierta.

Estaba a punto de decir: “Nadie tiene un rastreador en mi teléfono", pero me doy


cuenta de que no es cierto.
Oliver puso un rastreador en mi teléfono. Debe haberlo hecho cuando estábamos
saliendo. Así es como siempre supo dónde encontrarme. En restaurantes, en fiestas.
Y luego, en la recaudación de fondos de Callum.

Probablemente así es como me encontró hoy. Ha estado observando a dónde


voy. La mayoría de las veces son lugares completamente aburridos como la escuela.
Pero todavía me da una sensación de malestar, saber que yo era un puntito en una
pantalla, siempre bajo su ojo.

Oliver deja mi bolso tirado en la arena.

—Vamos —dice—. De vuelta a la casa.

No quiero levantarme, pero tampoco quiero que él me cargue. Así que me


levanto y me arrastro detrás de él, con un solo zapato y un yeso lleno de arena que
me pica y que ya me está volviendo loca.

Intento sacudirla.

Oliver dice:

—¿Qué te pasó?

—Me golpearon la mano con una cajuela —digo.

Una risa perversa sale de mí, cuando me doy cuenta de que me han metido en
un baúl dos veces esta semana. Un nuevo récord, más de las cero veces que había
sucedido en toda mi vida antes de esto.

Oliver me mira sin sonreír.

—Sabía que esto pasaría —dice—. Sabía que no podría cuidarte.


237
Frunzo el ceño, pisando fuerte por la arena. Nunca quise que nadie me
“cuidara”. Oliver siempre estaba tratando de hacerlo, y esa es una de las cosas que
me molestaban de él. Una vez jugamos pickleball con otra pareja, y Oliver casi se
pelea a puñetazos porque el tipo me golpeó con la pelota. Oliver quería un juego
caballeroso. Yo quería un desafío.

Siempre me llamaba "princesa" y "ángel". Y siempre pensé, “¿De quién carajos


estás hablando? Porque seguro que no soy yo”.

Pero supongo que también leí mal a Oliver. Porque nunca pensé que haría algo
tan loco como esto.
Lo sigo hasta la parte trasera de la casa de playa. Subimos los escalones gastados
por la intemperie. Oliver me abre la puerta.

Me sorprende encontrar la casa casi completamente vacía por dentro. Estamos


en la sala de estar / comedor / cocina, pero no hay mesa, sillas ni sofás. Solo un
colchón desnudo en el suelo, con una manta encima.

No puedo decir que me guste más el aspecto de eso.

—¿Por qué está tan vacío aquí? —le pregunto a Oliver.

Mira a su alrededor con resentimiento, como si estuviera contando todas las


cosas que faltan.

—Mi padre vendió la casa —dice enojado—. Le pedí que no lo hiciera, pero dijo
que el valor es lo más alto posible y que ahora es el momento de vender, antes de que
construyan más propiedades en Chesterton. ¡Como si necesitara el dinero!

Da una risa áspera y ladrada.

—Este lugar no significó nada para él —dice sombríamente—. Yo era el único


al que le importaba venir aquí.

Estoy muy familiarizado con la crianza de hijo único malcriado pero descuidado
de Oliver. Me dijo lo celoso que estaba de que tuviera hermanos. No tenía hermanos,
ni amigos de verdad, solo los compañeros de escuela con los que “se suponía” que
debía asociarse. Me dijo lo celoso que estaba de que tuviera hermanos. Sin embargo,
nunca conoció los conoció. No podía verlos llevarse bien.

—Bueno —le digo, tratando de apaciguarlo—. Me alegro de haber podido verlo,


finalmente.

238 Se vuelve para mirarme, sus ojos muy oscuros en la penumbra. Su rostro parece
una máscara. Probablemente ha ganado quince kilos desde que salimos, lo que ha
hecho que su rostro parezca más grande y más viejo. Más como el de su padre.
Todavía es grande y musculoso; de hecho, el peso extra hace que sea más fácil para
él dominarme, como lo demuestra nuestra breve lucha en la playa. No estoy segura
de cómo diablos voy a alejarme de él cuando es más fuerte y más rápido que yo.

—Ojalá hubieras podido verlo como solía ser —dice Oliver—. Con todas las
fotografías y libros. Y sofás. Aunque está bien. Traje esto aquí, así que al menos
tenemos un lugar para sentarnos.

Se sienta en el colchón, que cruje bajo su peso.


—Vamos. Siéntate —dice, palmeando el espacio a su lado.

—Uh, en realidad, tengo muchas ganas de orinar —digo.

Es cierto. Mi vejiga se siente como si estuviera a punto de estallar, especialmente


después de que Oliver me golpeó en la playa.

Por un momento me mira con sospecha, como si no me creyera. Cambio mi peso


de mi pie descalzo al que tiene el zapato, sin exagerar mi incomodidad.

—El baño está por aquí —dice Oliver por fin, levantándose de nuevo.

Me lleva por el pasillo hasta un baño pequeño y bonito con revestimientos de


madera en todas las paredes y un lavabo en forma de concha. Estoy segura de que
había jabón y toallas de temática náutica cuando se amuebló la casa.

Cuando trato de cerrar la puerta, Oliver la detiene con una mano carnosa.

—No lo creo —dice.

—Necesito orinar —le digo de nuevo, como si se hubiera olvidado.

—Puedes hacerlo con la puerta abierta —dice.

Lo miro, en un enfrentamiento entre su terquedad y mi vejiga palpitante.

Solo puedo durar unos segundos. Dejo caer mis pantalones cortos y me siento
en el inodoro, soltándome. El pis sale tronando, con más dolor que alivio.

Oliver está en la puerta, mirándome. Hay una pequeña sonrisa en la esquina de


su boca. Sus ojos lucen entrecerrados y complacidos.

239 Ojalá se diera la vuelta y me diera un poco de privacidad. O al menos, desearía


no haber estado orinando tanto tiempo. Parece durar una eternidad, y es jodidamente
humillante.

Sin embargo, tiene razón: si me hubiera dejado sola en el baño, habría salido por
la ventana en cinco segundos.

Cuando por fin termino, me subo los pantalones cortos y me lavo las manos,
volviéndome a secar en la ropa, ya que no hay toallas.

Oliver también mira esto, con una expresión ceñuda. Creo que está mirando la
escayola de nuevo. Entonces me doy cuenta de que en realidad está mirando mi
mano izquierda, mi anillo de compromiso.
Empecé a usarlo con más frecuencia, no solo cuando voy a un evento con Cal.

Puedo decir que Oliver odia verlo. De hecho, tan pronto como volvemos a la
sala de estar, ladra:

—Quítate eso.

—¿Esto? —digo, levantando mi mano izquierda.

—Sí —sisea.

De mala gana, lo deslizo de mi dedo.

Odié ese anillo cuando lo recibí por primera vez. Ya no me importa tanto. Es
bastante bonito cómo brilla bajo el sol. Y no me parece tan extraño y falso como al
principio.

Estoy a punto de guardarlo en mi bolsillo para guardarlo, pero Oliver dice:

—No. Dámelo.

No quiero entregárselo. Se siente como una traición. Pero si me niego, no es


como si pudiera evitar que me lo arranque de la mano. Así que se lo paso en silencio.

Hay una bolsa de herramientas en el piso de la cocina, junto a un parche de pared


un poco más pálido que probablemente sufrió daños por agua, hasta que alguien lo
arregló.

Oliver abre la bolsa y saca un martillo. Deja mi anillo en la encimera de la cocina.


Luego, como hizo con mi teléfono, lo rompe una y otra vez con el martillo.

El metal se dobla, las garras se sueltan alrededor de los diamantes y las piedras
240 se dispersan. Aun así, sigue golpeándola, hasta que la banda se retuerce y se arruina,
y la piedra principal se aleja rodando.

Duele más de lo que esperaba, ver ese anillo destruido.

Pero lo que realmente me molesta es cómo el martillo está sacando trozos


enormes de la encimera del bloque de carnicero. A Oliver le importa un bledo el daño
que está haciendo. Sabiendo lo que siente por esta casa, eso no puede ser algo bueno.

Mientras balancea el martillo, su furia es aterradora. Sus ojos brillan, su rostro


está sonrojado. Está sudando, manchas oscuras en el pecho, la espalda y las axilas
de su camiseta. Golpea el anillo unas cien veces.
Finalmente, se detiene. Está allí de pie, jadeando, mirándome. Todavía
sosteniendo el martillo.

Él da un paso hacia mí y yo doy un paso atrás, con el corazón acelerado.

Realmente creo que lo está perdiendo.

Cuando conocí a Oliver antes, parecía un tipo bastante agradable. A veces un


poco superficial. A veces un poco pegajoso. Pero sobre todo normal, con solo
pequeños cambios en la rareza.

Ahora, es todo lo contrario: parece estar colgando en el precipicio de la locura,


solo colgando de un hilo. Pero no estoy segura de cuál es ese hilo, ¿es esta casa? ¿Es
su cariño por mí? ¿O es solo la apariencia de calma, frágil y fácil de romper?

Da un paso más, luego parece recordar que está sosteniendo el martillo. Lo deja
en el mostrador, sacando el teléfono de su bolsillo en su lugar.

—Pongamos un poco de música —dice.

Se desplaza por su lista de reproducción, selecciona una canción y deja el


teléfono sobre el mostrador para que suene.

El sonido metálico de “Make You Feel My Love” llena la pequeña habitación.

When the rain is blowing in you face

Cuando la lluvia está soplando en tu cara

And the whole world is on your case.

Y el mundo entero te regaña


241
I could offer you a warm embrace

Podría ofrecerte un cálido abrazo

To make you feel my love

Para hacerte sentir mi amor

Oliver avanza hacia mí. Realmente no hay forma de negarse. Toma mi yeso en
su mano izquierda, poniendo su otra mano alrededor de mi cintura. Luego nos
balancea de un lado a otro, un poco fuera del ritmo.
Puedo sentir el calor irradiando su cuerpo. Su mano está sudada, envuelta
alrededor de la mía. Hay un ligero sabor metálico en su sudor. No sé si siempre fue
así o si esto es nuevo.

En marcado contraste con nuestra posición aparentemente romántica, cada


músculo de mi cuerpo está tenso, cada nervio grita que estoy en peligro, que necesito
alejarme de este hombre.

No hay nada romántico en esto en absoluto. Estoy luchando por entender cómo
salí con Oliver. Supongo que nunca le presté tanta atención. Buscaba diversión; él
estaba solo para el viaje. Ahora que realmente lo estoy mirando a los ojos, no me
gusta lo que veo allí: necesidad. Resentimiento. Y un poco de locura.

—Nunca fuimos a bailar juntos —dice Oliver malhumorado—. Siempre quisiste


ir con tus amigos.

—Oliver, lamento que…

Me interrumpe.

—Solías llamarme ‘Ollie’. Me gusta mucho más que Oliver.

Trago incómoda.

—Todo el mundo te llama así —digo.

—Pero sonaba tan hermoso cuando lo decías tú…

Me está acercando más a su cuerpo. Intento mantener el espacio entre nosotros,


pero es como nadar contra corriente. Es mucho más fuerte que yo.

Me empuja contra su pecho, así que tengo que estirar el cuello para mirarlo.
242
—Dilo —ordena—. Llámame Ollie.

—Bien… Ollie... —digo.

—Perfecto. —Suspira.

Agacha la cabeza para besarme.

Sus labios se sienten gruesos y gomosos contra los míos. Están demasiado
húmedos y esa nota metálica también está en su saliva.

No puedo hacerlo. No puedo besarlo.


Lo empujo lejos de mí, limpiándome la boca con el dorso de mi brazo
atávicamente.

Oliver cruza los brazos sobre su amplio pecho, frunciendo el ceño.

—¿Por qué siempre tienes que ser tan difícil? —dice—. Sé que eres miserable con
los Griffin. Te alejé de eso. En cambio, te traje aquí, al lugar más hermoso del estado.
¡Mira esa vista!

Señala por la ventana la pálida arena iluminada por la luna y el agua oscura más
allá.

—No me besarás, pero lo besas a él, ¿no? —dice, entrecerrando los ojos—.
Probablemente también lo hayas follado. ¿No es así? ¿VERDAD?

Sé que solo lo va a enojar más, pero no tiene sentido mentir al respecto.

—Estamos casados —le recuerdo.

—Pero no lo amas —dice Oliver, con los ojos brillantes—. Di que no lo amas.

Debería seguirle la corriente. El martillo todavía está sobre el mostrador, a solo


un poco más de medio metro de distancia. Oliver podría agarrarlo de nuevo en
cualquier momento. Podría hacer que cayera sobre mi cráneo con la misma furia que
aplicaba al anillo.

Debo decir lo que quiera. Hacer lo que quiera. Nunca le dije a Callum que lo
amaba. No debería ser difícil decir que no lo hago.

Abro mi boca. Pero no sale nada.

—No —dice Oliver, sacudiendo la cabeza lentamente—. No, eso no es verdad.


243 No lo amas. Solo te casaste con él porque tenías que hacerlo. No te preocupas por él,
en realidad no.

Aprieto mis labios con fuerza.

Estoy pensando en Callum empujándome contra los asientos de cuero y


poniendo su cara entre mis muslos en la parte trasera del auto. Estoy pensando en
cómo me rodeó con sus brazos y saltó por esa tubería sin dudarlo cuando los hombres
del Carnicero nos apuntaron con sus armas. Estoy pensando en cómo dijo que
deberíamos trabajar juntos todos los días. Y cómo me tomó de la mano en la cena
anoche.

—En realidad… —digo despacio—. Lo hago. Lo amo.


—¡NO, NO LO HACES! —ruge Oliver.

Me da un revés en la cara, tirándome al suelo. Es como ser golpeada por una


pata de oso. Hay tanta fuerza detrás de él que todo mi cuerpo se afloja, y apenas me
agarro antes de golpear el suelo.

Puedo sentir el sabor del hierro en la boca. Me zumban los oídos.

Escupo un poco de sangre en el suelo.

—Solo llévame a casa —murmuro—. No vas a conseguir lo que quieres.

—No vas a ir a casa —dice rotundamente—. Son todos iguales. Tú, mi padre, el
puto Callum Griffin... crees que puedes simplemente darle algo a alguien y dejar que
lo tenga y usarlo y creer que es de ellos para siempre. Luego se lo arrancas de las
manos de nuevo, solo porque te apetece. Bueno, eso no está sucediendo.

Oliver vuelve a su bolsa de herramientas y saca una cuerda enrollada.

No creo que sea una bolsa de herramientas, en realidad no. Porque ¿por qué
diablos tiene una cuerda?

Creo que Oliver ha estado planeando mucho más que una reparación de la casa
desde hace bastante tiempo.

Intento correr, pero apenas puedo estar de pie. Es fácil para Oliver atarme como
a un pollo y meterme un trapo en la boca.

Se agacha frente a mí, su rostro a centímetros del mío.

—Esto es lo que tienes que entender, Aida —dice en voz baja y canturreando—
. No puedo hacerte ser mía. Pero puedo evitar que pertenezcas a nadie más.
244
Murmuro algo alrededor de la mordaza.

—¿Qué? —dice Oliver.

Lo digo de nuevo, no más fuerte que antes.

Oliver se inclina aún más cerca.

Echo la cabeza hacia atrás y golpeo mi frente contra su nariz, tan fuerte como
puedo.

—¡Auch, Mierda! —aúlla Oliver, ahuecando la mano sobre su nariz mientras la


sangre fluye por sus dedos—. ¡Mierda, Aida, PERRA!
Oliver me golpea de nuevo. Esta vez, cuando me caigo, me hundo sobre el suelo
hacia una oscuridad espesa y silenciosa.

245
28

No tengo la dirección exacta de la cabaña de los Castle, pero sé que está en las
afueras de Chesterton y sé su posición aproximada al lago. Entonces, estoy pensando
que podré detectarla, según el color y la ubicación general.

Desafortunadamente, hay un montón de pequeñas casas de playa azules a lo


largo de este tramo del lago. Además, está oscureciendo y no hay muchas farolas a
lo largo de esta ruta. Apenas puedo decir qué casas son azules y cuáles son grises o
verdes.

Estoy buscando el Maserati de Oliver, pero no puedo contar con eso, ya que
podría haber estado conduciendo otra cosa.

Al menos puedo pasar por alto los lugares que están iluminados con ruido y risas
y los asistentes a la fiesta; donde sea que esté Aida, la casa estará tranquila y
relativamente aislada, de eso estoy seguro.

Bajo la ventanilla para tratar de ver mejor algunas de las cabañas que están
apartadas de la carretera, medio escondidas entre los árboles.

Algunas de las entradas son tan tenues que apenas puedo verlas. De hecho, casi
paso junto a una, sin ver las tenues huellas a través de la hierba. Hasta que huelo una
pizca de humo.
246
Es tan suave que apenas sé qué olor capté. Entonces siento la reacción
automática: se me eriza el vello de la nuca y se me acelera el corazón. Es un olor
primitivo y aterrador. Una advertencia de peligro.

Aprieto el freno y giro el volante hacia la izquierda. Sigo el camino largo y


sinuoso hacia un grupo doble de árboles. Entre esos árboles se encuentra una
pequeña casa de playa azul que he visto una vez antes en una fotografía estropeada.

Efectivamente, el Maserati plateado de Oliver está estacionado junto a la casa.


La cajuela está abierta.

Joder, lo sabía.
Detengo mi auto, esperando que Oliver no haya escuchado el motor ni me haya
visto conduciendo por la carretera. Salgo del lado del conductor y me agacho detrás
del auto, tratando de mirar alrededor de la casa.

Envío un mensaje de texto rápido a los hermanos de Aida. Estoy a una hora de
Chicago. No llegarán aquí pronto.

Ahora puedo oler el humo con certeza. De hecho, sobre el sonido del viento en
los árboles, creo que escucho el chisporroteo de la madera quemándose. Todas las
luces están apagadas, pero un alarmante resplandor naranja emana de la parte trasera
de la casa.

A la mierda, no puedo esperar. Si Aida está ahí, tengo que sacarla ahora.

Corro hacia la casa, tratando de mantenerme agachado. Tengo mi Beretta


conmigo y la saco. Estoy receloso de usarla en la oscuridad, sin saber dónde está
Aida. Incluso una bala perdida a través de una pared podría golpearla
accidentalmente.

Doy la vuelta a la parte trasera de la casa, tratando de mirar por las ventanas. No
puedo ver una mierda. Entonces, pruebo la puerta trasera y la encuentro abierta. En
el momento en que la abro, sale una nube de humo negro y espeso, y tengo que bajar
aún más, sofocando la tos en el hueco de mi brazo.

La infusión de aire fresco vigoriza el fuego. Lo escucho chupando el oxígeno,


expandiéndose en calor y tamaño. La cocina está en llamas, los gabinetes, las
encimeras, el piso y el techo, todo quemándose.

Mientras trato de esquivar el fuego, tropiezo con algo en el suelo. Es


relativamente suave. Por un segundo, espero que sea Aida, pero luego me doy cuenta
de que es solo un colchón viejo.
247 Quiero llamarla, pero no puedo arriesgarme a alertar a Oliver, esté donde esté.
Intento buscar en el nivel principal lo mejor que puedo en el humo y la oscuridad.
No puedo acercarme a la cocina ni al pasillo más allá.

Ella tiene que estar arriba. Tiene que estarlo, porque de lo contrario todo este
lugar se quemará antes de que la encuentre, y no puedo pensar en eso.

De modo que me cubro la cara con la camisa y corro escaleras arriba, pensando
solo en Aida.

Bajé la guardia. No estoy apuntando mi arma.


En cuanto llego a lo alto de las escaleras, Oliver me ataca de costado, con toda
la velocidad y técnica del atleta que alguna vez fue. Se lanza contra mí con tanta
fuerza que chocamos contra la pared opuesta, chocando contra el panel de yeso. Mi
arma sale disparada por el pasillo, golpea la jamba de la puerta y desaparece en una
de las habitaciones.

Oliver me está golpeando con ambos puños, lanzándome frenéticos golpes al


cuerpo. Por mala suerte, uno de ellos aterriza directamente en mi apendicectomía de
aficionado, rasga los puntos y me hace rugir de dolor.

Es un par de centímetros más bajo que yo, pero probablemente quince kilos más
pesado. Además, ha estado en muchas peleas de chicos de fraternidad.

Sin embargo, no es un luchador entrenado. Después de la conmoción inicial y el


ataque salvaje, levanto mis manos y bloqueo varios de sus golpes, antes de golpearlo
en el estómago y la mandíbula.

Los golpes apenas parecen perturbarlo. Su rostro es casi irreconocible, su cabello


es un lío enredado, tiene un brillo maníaco en sus ojos y sangre seca ha corrido desde
su nariz hacia abajo alrededor de su boca y barbilla, como una perilla macabra.

—¿Dónde está, maldito psicópata? —grito, levanta los puños.

Oliver se pasa el dorso de la mano por la cara mientras sangre fresca brota de su
nariz.

—Ella me pertenecía primero, y me pertenecerá al último —gruñe.

—¡Ella nunca fue tuya! —le grito.

Oliver se lanza hacia mí de nuevo, agarrándome por las rodillas. Es tan


imprudente e inflamado que me tira hacia atrás por las escaleras. Vamos dando
248 tumbos de un lado a otro, el lado de mi cabeza golpeando contra uno de los escalones
de madera desnudos.

Sin embargo, Oliver se lleva la peor parte. Está abajo cuando chocamos contra
el rellano. Lo deja inconsciente, o eso parece.

El humo en el aire es más denso que nunca y respiro con dificultad por la pelea.
Me doblo con un ataque de tos, tan fuerte que siento un dolor agudo en las costillas,
como si acabara de sacar una de su lugar. U Oliver la rompió cuando me arrojó su
cuerpo gigante.

Me arrastro escaleras arriba, gritando:


—¡AIDA! Aida, ¿dónde estás?

Los gritos rascan mi garganta llena de humo. Toso más fuerte que nunca, las
lágrimas brotan de mis ojos.

Oliver me agarra el tobillo y tira de él, deslizando mis pies de debajo de mí. Caigo
hacia abajo en la escalera superior, mi mandíbula golpea contra el borde de madera.
Pateo con fuerza con el pie, sacándolo del agarre de Castle y golpeando con el tacón
de mi zapato de vestir directamente en su ojo. Oliver cae hacia atrás, de regreso al
rellano.

Estoy subiendo los escalones de nuevo. La parte superior de la casa se está


llenando de humo y puedo sentir el calor que sube desde la cocina. El fuego debe
estar en todo el primer piso ahora. Ni siquiera sé si podremos volver a bajar las
escaleras. Suponiendo que Aida esté incluso aquí.

Ella tiene que estar aquí arriba. Porque si está en cualquier otro lugar de la casa,
ya está muerta.

Corro por el pasillo, abro todas las puertas y miro en todas las habitaciones al
pasar. Baño. Armario de la ropa. Dormitorio vacío. Luego, por fin, al final del
pasillo, encuentro la suite principal. Está desprovista de muebles como todas las
habitaciones, la casa despejada para la venta. Pero hay una figura tendida en medio
del suelo, con las manos atadas frente a ella, los pies atados con una cuerda y la
cabeza apoyada en una almohada. Lindo. Me alegro de que se asegurara de que
estuviera cómoda antes de intentar quemarla viva.

Corro hacia Aida, levantando la cabeza y volviendo la cara para asegurarme de


que está bien.

Presiono mis dedos contra el costado de su garganta. Puedo sentir su pulso al


249 menos. Mientras inclino su rostro hacia arriba, sus pestañas revolotean contra su
mejilla.

—¡Aida! —lloro, acariciando su mejilla con mi pulgar—. ¡Estoy aquí!

Sus ojos se abren, nublados y aturdidos, pero definitivamente vivos.

—¿Cal? —croa.

No hay tiempo para desatarla. La levanto y la tiro sobre mi hombro. Cuando me


giro hacia la puerta, veo una forma descomunal bloqueando nuestro camino.

Suavemente, dejo a Aida en el suelo desnudo. Puedo sentir el calor irradiando


hacia arriba, y puedo escuchar el fuego cada vez más fuerte. Debemos estar justo
encima de la cocina. El papel tapiz comienza a ennegrecerse y rizarse. El fuego
también está en las paredes.

—Es suficiente, Oliver —le digo, levantando mis manos—. Tenemos que salir
de aquí antes de que toda la casa se derrumbe.

Oliver le da a su cabeza una extraña sacudida, como si hubiera una mosca


zumbando alrededor de su oreja. Está encorvado, cojeando un poco en una pierna.
Aun así, sus ojos están fijos en mí y sus puños están cerrados a los costados.

—Ninguno de nosotros se va —dice.

Me ataca por última vez. Su hombro golpea mi pecho como un yunque. Estamos
luchando y arañándonos el uno al otro. Le estoy golpeando la cara, la oreja, los
riñones, cualquier parte de él que pueda alcanzar.

Por el rabillo del ojo, veo a Aida golpeando sus manos contra el alféizar de la
ventana. No, no sus manos, su yeso. Ella está tratando de romper el yeso de su mano
derecha. Gruñendo de dolor, golpea el yeso una vez más, rompiéndolo. Ahora puede
soltar su mano de la cuerda y comienza a manipular las ataduras alrededor de sus
tobillos, sus dedos rotos son torpes y los nudos demasiado apretados.

La pierdo de vista cuando Oliver y yo nos volvemos a dar la vuelta, cada uno de
nosotros luchando con todas nuestras fuerzas. Los dos somos hombres grandes,
puedo sentir el suelo gimiendo peligrosamente debajo de nosotros. Cada minuto hace
más calor, el aire es tan negro y denso que apenas puedo ver a Aida.

Se pone de pie de un salto y le grito:

—¡Coge el arma, Aida! Está en una de las habitaciones…

Sin embargo, no podrá encontrarla. Antes no podía verla y ahora hay diez veces
250 más humo.

De verdad, solo la quiero fuera de aquí. Porque el fuego arde debajo de nosotros
y tengo la sensación de que estoy a punto de hundirme en el infierno.

Pongo mis manos alrededor de la garganta de Castle y lo inmovilizo, apretando


tan fuerte como puedo. Sus ojos están estallando. Él está arañando mis brazos,
reinando golpes en mi cara y cuerpo, cada vez más y más débiles. Aprieto mi agarre,
incluso cuando siento que el piso comienza a moverse y a gemir debajo de nosotros.

Todo el rincón de la habitación cede. El suelo se convierte en una plataforma


titulada, un tobogán que va desde la puerta hasta el foso ardiente que se abre debajo
de nosotros. Nos deslizamos hacia abajo, Oliver Castle y yo encima de él,
deslizándonos y cayendo en la hoguera que una vez fue una cocina.

Dejo ir a Castle e intento retroceder, pero es demasiado tarde. Me deslizo más


rápido de lo que puedo escalar. No hay forma de salvarme. Hasta que algo se apodera
de mi manga. Veo a Aida, aferrada al marco de la puerta con una mano y mi muñeca
con la otra. Sus dientes están expuestos por el esfuerzo, su rostro un rictus de dolor
mientras trata de agarrarse al marco con su mano rota.

No la agarro del brazo, porque puedo ver lo débil que es su agarre. No la voy a
arrastrar conmigo.

—Te amo, Aida —le digo.

—¡No te atrevas! —me grita—. ¡Agarra mi brazo, o saltaré detrás de ti!

Con cualquier otra persona, sería una amenaza vana.

Aida es la única persona que conozco que es lo suficientemente terca como para
hacerlo.

Así que la agarro del brazo y me levanto, justo cuando las vigas ceden y toda la
habitación se derrumba. Oliver aúlla mientras cae a las llamas. Aida y yo nos
arrojamos a través de la puerta, trepando por el pasillo de la mano. No hay que volver
a bajar las escaleras, eso es obvio. En cambio, corremos hacia el extremo opuesto de
la casa, y encontramos la habitación de un niño con calcomanías de veleros aún
pegadas a las paredes. La antigua habitación de Oliver.

Arranco el alféizar de la ventana y salgo, dejando escapar una nueva columna


de humo oscuro. Me cuelgo del marco de la ventana y luego me dejo caer. Luego
alzo las manos para atrapar a Aida.
251 Salta a mis brazos, todavía con un solo zapato.

Mientras nos alejamos de la casa, puedo escuchar el distante aullido de las


sirenas.

Llevo a Aida por el camino hacia el Jeep. Aida tira de su mano fuera de mi
agarre, gritando.

—¡Espera!

Ella corre en la dirección opuesta, más allá del infierno de la casa, en la arena
hacia el agua.
Hace una pausa y se agacha para recoger algo: su bolso.

Luego vuelve corriendo hacia mí, sus dientes blancos brillan contra su rostro
sucio mientras me sonríe.

—¡Lo tengo! —dice triunfante.

—Puedo comprarte un bolso nuevo —le digo.

—Lo sé —dice ella.

Estoy a punto de arrancar el motor, pero hay algo que tampoco puedo esperar
un segundo más.

Agarro a Aida y la beso, saboreando sangre y humo en sus labios.

La beso como si nunca la dejara ir.

Porque no lo haré. Jamás.

252
29

Callum y yo viramos en la carretera principal mientras el camión de bomberos


pasa rugiendo por la calle, dirigiéndose a la casa de playa de los Castle, o lo que
queda, de todas formas.

Puedo ver la cara de los bomberos mientras nuestro coche pasa su camión, ellos
nos están mirando, con las cejas alzadas, pero incapaces de detenernos de alejarnos
de la escena.

—¡Qué jodido viaje! —grito mi corazón sigue galopando como una carrera de
caballos—. ¿Sabías que Ollie estaba así de loco? Pensé que solo era loco normal, ‘No
quiero que mi comida se toque’ o ‘hablo conmigo mismo en la ducha’, no como
totalmente salido de El Resplandor.

Callum está conduciendo demasiado rápido, las manos cerradas en el volante.


Es improbable que esté sonriendo casi tanto como yo. ¿Es posible que mi marido
tenso esté empezando a disfrutar de nuestras aventuras?

—No puedo creer que te encontré —dice.

—¡Sí, mierda! ¿Encontraste mi zapato?

—¡Sí, lo encontré! Y lo recordé.


253
Me mira, sus ojos azules brillantes contra su piel ahumada. No sé cómo pensé
que sus ojos eran fríos. Son jodidamente hermosos. Los ojos más impresionantes que
he visto en mi vida.

Aún más sorprendente es el hecho de que me entendió, que recordó nuestra


conversación. Casi significa más para mí que el hecho de que viniera a rescatarme.

—En realidad, tengo el otro aquí en alguna parte —dice Cal, girando para buscar
en el asiento trasero.

—¡Ojos en la carretera! —le digo.


Encuentro la zapatilla un minuto después, y la vuelvo a poner en mi pie. Está
cómicamente más limpio que la otra ahora, por lo que ya no se ven como un par a
juego.

—Ahí —digo—. Completamente vestida de nuevo.

Los ojos de Cal se posan en mi mano izquierda desnuda.

—No del todo —dice.

—Oh, joder —digo con enojo—. Me olvidé de eso.

—¿Está en la casa? —pregunta Cal.

—Sí. Pero Oliver lo rompió.

—No creo que hubiera sobrevivido de ninguna manera —dice Cal. Aprieta mi
muslo con la mano—. No te preocupes por eso. Quería conseguirte otro de todos
modos. Sabes que yo no elegí ese.

—Lo sé. —Sonrío—. Estoy conociendo bastante bien el gusto de Imogen.

Cal gira hacia la autopista, en dirección norte hacia la ciudad nuevamente.

—Será mejor que llames a tus hermanos —dice—. Pensaron que Zajac te había
secuestrado.

—Podría haber estado mejor si lo hiciera —digo, arrugando la nariz—.


Honestamente, creo que sus discursos de villano fueron mejores. Es un tipo rudo,
¿sabes? Mientras que Oliver era tan quejumbroso, haciendo viajes de culpa... como
Jesús amigo, ve a Tinder, supéralo.

254 Callum me mira fijamente por un segundo, luego comienza a reír con tanta
fuerza que sus hombros tiemblan.

—Aida, estás loca, maldita sea —dice.

Me encojo de hombros.

—Solo una crítica útil.

Marco el teléfono de Dante, pero es Nero quien contesta.

—¿Aida? —dice.

—Sí, soy yo.


—Gracias al diablo. Pensé que iba a tener que conducir hasta allí en un segundo.

—¿Por dónde estás?

—En el hospital. A Dante le han disparado. ¡Aunque está bien! —se apresura a
añadir—. Zajac le dio en el costado, no golpeó nada crucial.

—¡Esa mierda asquerosa! —siseo—. Él pagará por eso.

—Ya lo hizo —dice Nero con suavidad—. Él está muerto. Dante tiene mejor
puntería que el Carnicero.

—¿Muerto? ¿Estás seguro?

Cal me mira, siguiendo mi lado de la conversación, pero igualmente incrédulo.

—Totalmente seguro —dice Nero con firmeza—. A menos que tenga una cabeza
libre por ahí, está acabado.

—Bueno, mierda —digo, recostándome en mi asiento. Esta fue realmente una


noche llena de acontecimientos.

Miro a Callum, cuyo rostro se ve pálido bajo el hollín. Tiene un corte feo sobre
la ceja derecha y hace una mueca de dolor cada vez que respira hondo.

Ahora que lo pienso, no estoy exactamente en plena forma. Mi mano palpita al


ritmo de los latidos de mi corazón, y mis dedos anular y meñique se han hinchado
de nuevo. Probablemente voy a necesitar otro yeso.

—¿En qué hospital estás? —le pregunto a Nero—. Podríamos necesitar unirnos
a ustedes.

255

A Callum y a mí nos toma horas ser limpiados y arreglados en St. Joseph. Dante
estará ahí unos días al menos, tuvieron que suministrarle tres dosis de sangre. Jack y
Nero le están haciendo compañía. Estoy sorprendida de ver sus rostros llenos de
moretones y lastimados.

—¿Qué demonios les pasó? —les pregunto.


—Mientras Dante estaba siendo disparado en el apartamento de la amante, Jack
y yo estábamos NO encontrando al Carnicero y logrando que su lugarteniente nos
pateara nuestros culos en su lugar.

—No solo su lugarteniente —dice Jack. Tiene un ojo morado tanto que ni
siquiera puede ver el lado izquierdo—. Había al menos cuatro de ellos.

—Jack aquí es un luchador serio —dice Nero, en un tono impresionado—. Él les


dio la tierra vieja y la machacada, ¿no es así, chico Jackie?

—Supongo que no es tan malo cuando está de nuestro lado —digo.

Jack me da una media sonrisa, solo la mitad porque el otro lado de su cara está
demasiado hinchado para moverse.

—¿Eso fue un cumplido? —dice.

—No dejes que se te suba a la cabeza —le digo.

—Ustedes dos tampoco se ven tan calientes —me informa Nero.

—Bueno, ahí es donde te equivocas. —Me rio—. Si tuviéramos más calor,


habríamos sido briquetas de carbón.

Fergus Griffin viene a recogernos, aunque tenemos el Jeep estacionado afuera.

—Dos visitas al hospital en una semana —dice, dándonos a Cal y a mí una


mirada severa a través de sus anteojos con montura de carey—. Espero que esto no
se convierta en un pasatiempo para ustedes dos.

—No —dice Cal, envolviendo su brazo alrededor de mis hombros en el asiento


trasero del Beamer—. No creo que vayamos a hacer nada demasiado loco la semana
256 que viene. Excepto tal vez buscar un apartamento.

—¿Oh? —Fergus hace una pausa antes de poner el coche en marcha de reversa.
Nos mira por el espejo retrovisor—. ¿Quieren tener su propio lugar juntos?

Callum me mira.

—Sí —dice—. Creo que es el momento.

Mi corazón se siente pesado y cálido en mi pecho. Me encanta la idea de


encontrar un lugar con Cal, no mi casa ni la suya, sino una que elegimos juntos.

—Eso es bueno —dice Fergus, asintiendo—. Me alegra escucharlo, hijo.


Curiosamente, cuando nos detenemos frente a la mansión Griffin, por primera
vez se siente como mi hogar. Recibo ese toque de comodidad. Sé que es un lugar
seguro para descansar. Y maldita sea, estoy exhausta de repente.

Tropiezo un poco al salir del coche. Me he vuelto rígida y adolorida por estar
sentada. Aunque sé que está tan agotado y probablemente más herido que yo, Cal
me toma en brazos y me lleva a la casa, como un novio que lleva a la novia por el
umbral.

—¿No deberías guardar eso para nuestro nuevo apartamento? —me burlo de él.

—Voy a llevarte a todas partes así —dice Cal—. Por un lado, me gusta. Y por
otro, evitará que nadie más te atrape.

—A ti también te secuestraron, una de esas veces —le recuerdo.

Me lleva hasta las escaleras.

—¡Te vas a romper las costillas otra vez! —le digo.

—Oh, todavía están rotas en este momento —me asegura—. No hicieron mucho
al respecto en el hospital. Ni siquiera me vendaron. Solo me dieron un par de Tylenol.

—¿Eso ayudó?

—Ni un poco —dice, resoplando y gimiendo cuando finalmente llegamos a la


parte superior de las escaleras.

Luego me baja. Me pongo de puntillas para besarlo suavemente en los labios.

—Gracias —le digo.

257 —Aún no he terminado de cuidarte —dice—. Aún necesitas limpiarte.

—Oh, nooooo —me quejo, recordando que estoy completamente sucia—.


Déjame ir a la cama. Dormiré en el suelo.

—Ve a cepillarte los dientes —dice—. O te odiarás a ti misma por la mañana.

Gruñendo, me dirijo al baño para cepillarme y usar hilo dental. Para cuando he
terminado, Cal tiene la ducha abierta y toallas frescas y suaves esperándonos.

Enjabona todo mi cuerpo, hasta que la espuma corre por el desagüe cambia de
negro a gris luego de un rato. Sus dedos amasan mi cuello y hombros rígidos. Junto
con el agua caliente, resuelve todos los trozos tensos y anudados, hasta que me siento
como un fideo de espagueti húmedo en lugar de un pretzel doblado.
Para cuando ambos estamos completamente limpios, ya no estoy cansada. De
hecho, partes de mí están muy despiertas.

—Mi turno —digo, frotando a Cal con su toalla. Lo paso por la curva de su
ancha espalda, por su perfecto trasero, los bultos de sus isquiotibiales y pantorrillas.

Está cubierto de magulladuras, rasguños, ronchas, así como los cortes más
profundos del Carnicero. Sin embargo, nunca había visto un cuerpo más impecable.
Este hombre es perfecto, perfecto para mí. Me encanta su forma, su olor, la forma en
que se sienten sus brazos envueltos a mi alrededor.

Le doy la vuelta y empiezo a secarle la parte delantera, empezando por los pies
y avanzando hacia arriba. Al pasar los muslos, llego a ese pene grueso e hinchado,
tibio y limpio de la ducha. Lo tomo en mi mano, sintiendo que se expande dentro de
mi agarre. La piel es extraordinariamente suave. Acaricio la punta de mis dedos a lo
largo. Su polla se estira hacia mi mano, casi como si tuviera mente propia. Aprieto
el eje justo debajo de la cabeza, haciendo que Cal gima.

Me atrae hacia sí.

—Se supone que debo cuidar de ti —gruñe.

—Puedes hacerlo en un minuto —digo.

Tomo su pene en mi boca, chupando suavemente la cabeza. Su polla se llena al


máximo, con tanta fuerza que la piel se tensa. Paso mi lengua arriba y abajo a lo
largo, en movimientos largos y suaves, y luego en ligeros movimientos burlones.
Luego vuelvo a tomar todo lo que puedo en la boca y trato de forzar la cabeza hacia
atrás, hacia la garganta.

Es muy difícil lidiar con una polla de este tamaño. Estoy desarrollando un nuevo
respeto por las estrellas del porno. ¿Cómo diablos hacen que todo esté ahí, hasta la
258 base? Tendría que ser un maldito traga espadas.

Llego a la mitad de eje antes de sentir náuseas y tener que volver a subir.

A Callum no parece importarle. Creo que me dejaría practicar con él toda la


noche. Ya he aprendido algunas cosas, sé que le encanta cuando tiro y acaricio
suavemente sus bolas mientras deslizo mis labios hacia arriba y hacia abajo por su
eje. Lo hace gemir tan profundo que es casi un retumbar en su pecho.

Realmente podría hacer esto toda la noche. No hay nada más íntimo y confiado
que tener la parte más vulnerable de ti en la boca de la otra persona. Nunca quise
hacer que alguien se sintiera más bien que ahora, en este momento. Callum me salvó
la vida esta noche. Me habría quemado hasta morir, tal vez sin siquiera despertarme.
Lo mínimo que puedo hacer es darle la mejor liberación que jamás haya conocido.

Cal me encontró, tal como prometió. No fue mi padre ni mis hermanos. Fue mi
marido. Este hombre al que ni siquiera quería. Y ahora no puedo imaginar estar sin
él.

Debería adorar su cuerpo toda la noche. Besar cada rasguño y moretón.

Pero, como de costumbre, Cal tiene sus propios planes. Me tira hacia abajo en
la cama para que estemos acostados uno al lado del otro, de la cabeza a los pies.
Luego pone su cabeza entre mis muslos y comienza a comerme el coño como si
estuviera hambriento y eso es lo único que lo mantiene vivo.

Vuelvo a trabajar en su polla al mismo tiempo. En todo caso, es aún más difícil
atenderlo desde este ángulo al revés, pero no importa. Lo estoy complaciendo, y él
me está complaciendo a mí, paso mi lengua por su piel suave y tersa, sintiendo la
misma calidez y humedad en mí. Es íntimo y está conectado. Y, sobre todo, se siente
como si fuéramos iguales. Que ambos estamos aprendiendo a dar y ambos
aprendiendo a recibir.

No pensé que Cal me encontraría. No pensé que nadie lo haría. Parecía


imposible.

Pero en el futuro, si alguna vez me meto en problemas nuevamente, sabré que


mi esposo vendrá por mí.

Dios, es tan bueno en esto. Ya puedo sentir los pulsos de placer que me
atraviesan, haciéndose más fuertes a cada minuto.

Sin embargo, no quiero correrme así. Quiero sentirlo dentro de mí.


259 Así que me doy la vuelta y me subo encima de él, a horcajadas sobre sus caderas,
bajándome sobre su eje. Se desliza dentro de mí fácilmente, humedecido por mi
propia saliva, como yo por la suya.

Miro su rostro severo y hermoso. La intensidad de esos ojos azules solía


asustarme. Ahora anhelo la sensación de ellos fijos en mi cara. La forma en que
ilumina mis neuronas, me hace sentir ansiosa, salvaje y atrevida. Siento que haría
cualquier cosa para mantener su atención, para despertar esa mirada de hambre en
sus ojos.

Pone sus manos en mis caderas, agarrándome con esos dedos largos y fuertes.
Me estoy sonrojando y quiero montarlo más fuerte y más rápido. Me obliga a reducir
la velocidad, a mantener el mismo ritmo constante.
Mi clímax está aumentando de nuevo, mi coño se aprieta alrededor de su pene.
Mi cuerpo exige aumentar la presión, empujarme al límite. Callum empuja sus
caderas hacia arriba, follándome profundamente. Tengo las palmas de las manos
sobre su pecho, mis brazos rígidos por el esfuerzo de montarlo.

Cal cambia sus manos de mis caderas a mis pechos. Los amasa en sus manos.
Ahora puedo acelerar un poco, moviendo mis caderas para deslizar mi coño hacia
arriba y hacia abajo sobre su polla.

Sus manos siguen el ritmo de mi movimiento. Está apretando mis pechos,


deslizando sus dedos hasta mis pezones con cada apretón. Empiezo a correrme,
echando la cabeza hacia atrás y apretando mi clítoris con fuerza contra su cuerpo.

Callum pellizca mis pezones, un apretón largo y prolongado que envía una
sacudida de placer que rebota de un lado a otro desde el pecho hasta la entrepierna.
Intensifica el orgasmo mientras lo hace rebotar una y otra vez.

Es tan fuerte que ya ni siquiera puedo estar encima de él. Mi coño palpita con
las secuelas de ese clímax.

Pero aún no he terminado. Quiero terminar lo que comencé antes.

Me bajo de Callum y me arrodillo entre sus piernas. Pongo su polla de nuevo en


mi boca, saboreándome en su piel. Es un sabor cálido, almizclado y ligeramente
dulce, que se mezcla bien con el aroma de su piel y el ligero sabor salado del líquido
transparente que se escapa de la cabeza de su pene.

Quiero más.

Empiezo a chupárselo, incluso con más entusiasmo que antes. Mis labios están
hinchados y sensibles por mi clímax. Siento cada pequeña cresta y vena de su
miembro contra mi lengua. Puedo sentir su pulso y cómo su polla se tensa y palpita
260 a medida que se acerca más y más al borde.

Agarrando la base de su pene, chupo con fuerza la cabeza, volcándolo.

—¡Oh, Dios, Aida! —grita, mientras explota en mi boca.

Su semen es espeso, resbaladizo y cálido. Me encanta cómo sabe, mezclado con


mi propia humedad. Se supone que debemos estar juntos, él y yo. Salado y dulce.

Cuando le he drenado hasta la última gota, me envuelve en sus brazos de nuevo,


nuestras piernas entrelazadas bajo las sábanas. Creo que incluso puedo sentir
nuestros corazones latiendo al mismo tiempo.
261
30

Al día siguiente, llevo a Aida a buscar casa por toda la Gold Coast y también por
Old Town, en caso de que prefiera estar en su antiguo barrio. Buscamos casas
adosadas, pent-houses, walk-ups, elegantes apartamentos en elegantes edificios y
modernos lofts convertidos. Cualquier cosa y todo lo que creo que le gustará.

Al final elegimos algo en el medio: una antigua iglesia que se ha convertido en


pisos. Nuestro apartamento está en el último piso, por lo que incluye un rosetón
completo dentro de un arco apuntado, que constituye casi la totalidad de la pared del
salón.

A Aida le encanta tanto que depositamos un depósito en el acto.

Después de eso, arreglamos la otra cosa que faltaba en nuestro matrimonio: llevo
a Aida a elegir un anillo adecuado. Uno que ella misma elige, para adaptarse a sus
propios gustos y preferencias. Espero que vaya con una banda sencilla, pero me
sorprende al elegir una pequeña piedra central de talla esmeralda con baguettes de
filigrana. Tiene líneas limpias y un toque del viejo mundo al respecto. Le queda
perfectamente.

Cuando se lo pongo en el dedo, repito los votos que pronuncié tan


descuidadamente la primera vez.

262 Ahora saboreo cada palabra, hablando desde el corazón.

—Yo, Callum, te tomo a ti, Aida, para que seas mi esposa. Prometo ser fiel en
lo próspero y en lo adverso. En la salud y en la enfermedad. Te amaré y te honraré
todos los días de mi vida. Te lo prometo, Aida. Siempre estaré ahí para ti. Nunca te
dejaré caer.

—Lo sé —dice, mirándome—. Sé exactamente lo que harías por mí.

Para celebrar el comienzo de nuestra nueva vida juntos, la llevo a almorzar en


Blackbird.
Cuando nos sentamos, Aida deja su bolso sobre la mesa entre nosotros,
sonriendo alegremente.

—De hecho, también tengo algo para ti —dice.

—¿Qué es? —le pregunto, sin tener la más mínima conjetura en mi mente.

No sé si alguna vez he recibido un regalo que realmente me haya emocionado.


Estoy acostumbrado a poner una sonrisa falsa para los regalos de gemelos o colonia.

—Casi me da una estupidez dártelo —dice Aida, pasándome una caja pequeña
y plana—. Dado que ya es tuyo.

Levanto la caja, que es sorprendentemente pesada. Cuando abro la tapa, veo un


reloj de bolsillo dorado. Se ve exactamente como el reloj de mi abuelo, pero sé que
no puede ser. Ella debe haber hecho una réplica de alguna manera.

—¿Cómo lo hiciste? —le pregunto con asombro—. Se ve exactamente igual.


Incluso un poco gastado…

—Más gastado de lo que estaba, probablemente —dice Aida, culpable—. Ha


estado en el fondo del lago durante semanas.

—¿Qué? —digo con incredulidad—. Este no es el mismo reloj.

—Absolutamente lo es —dice Aida triunfalmente.

—¿Cómo?

—¿Alguna vez has visto a Cameron Bell?

—No. ¿Quién es ese?


263
—Hace estos videos de YouTube sobre cómo encontrar un tesoro hundido. Es
un buceador. De todos modos, vi este video donde encontró el pendiente de una
dama que se le había caído al río. Y pensé, si él puede hacer eso…

—¿Así que lo llamaste?

—Así es —dice Aida triunfalmente—. Quiero decir, le pagué, obviamente. Y lo


usa para su canal. Le tomó tres días completos y dos detectores de metales diferentes,
¡pero lo encontró!

Doy la vuelta al reloj en mis manos, incapaz de creerlo incluso mientras lo


sostengo.
Miro el rostro esperanzado y culpable de Aida.

Solo Aida creería que podría recuperar el reloj. Ni siquiera consideré si sería
posible. Podrías también drenar todo el maldito lago antes de conseguir que ella se
rindiera.

Amo a esta mujer. El día que prendió fuego a mi casa fue el día más afortunado
de mi vida. Realmente es la suerte de los irlandeses: perversa. Inexplicable. Y
absolutamente fantástica.

—¿Me perdonas por perderlo en primer lugar? —me pregunta, deslizando su


pequeña mano delgada en la mía.

—No debería decirte lo mucho que podrías salirte con la tuya, Aida —digo,
negando con la cabeza—. Pero ya sabes que te perdonaría todo lo que hagas.

—¿Cualquier cosa? —dice, sonriendo con picardía.

—Sí —digo—. Pero, por favor, no pruebes esa teoría.

Aida se inclina sobre la mesa para besarme. Ella se echa hacia atrás solo un poco
para que su nariz toque la mía.

—Te amo —dice ella—. ¿Ya te dije eso?

—No. —Sonrío—. Dímelo de nuevo.

264
Epílogo

Halloween

Se supone estoy llevando a Aida a un evento de caridad en Six Flags esta noche.
Pero todavía no nos hemos puesto de acuerdo sobre nuestros disfraces.

Ella se inclina en que seamos Frodo y Gandalf. Yo digo que no hay una maldita
forma en que este usando una barba y un vestido toda la noche.

—¡No es un vestido! ¡Es una túnica! —grita, con una expresión escandalizada de
incredulidad de que pueda estar casada con alguien que no entienda los matices de
la moda de la Edad Media. Aunque ella debería estar impresionada que sepa que es
‘Edad Media’. Seguro que no lo sabía hace seis meses.

—¿Por qué no podemos hacer algo clásico? —le pregunto—. ¿Qué tal Danny y
Sandy de Vascelina?

Aida hace una mueca.

—¿Qué tal Marilyn Monroe y Joe DiMaggio?

—No puedes usar un uniforme de los Yankees —dice ella—, es sacrílego.


265 —Entonces, ¿qué? —le pregunto—. Por favor, no digas Harry Potter.

—No iba a decir Harry Potter.

Ella me da un asentimiento desdeñoso, pero puedo decir por el color en sus


mejillas que absolutamente, cien por ciento seguro, que iba a sugerir Harry Potter
como su siguiente idea.

—Vamos —la engatuso—. Solo tenemos que ponernos algo para ir al evento,
tomarnos un par de fotos. Luego tener algo de tiempo a solas, solo nosotros dos…
Estiro un mechón brillante de cabello oscuro detrás de su oído. Dejo que mis
dedos bajen por su mandíbula, hasta llegar a su pequeña barbilla, delicadamente
afilada y obstinada.

He estado trabajando mucho esta semana, y también Aida. Siento como si


apenas hemos tenido cinco minutos juntos. De hecho, mientras mi pulgar acaricia su
labio inferior, puedo sentir mi pene engrosándose dentro de mis pantalones,
presionando incómodamente contra mi cremallera. Necesito a mi esposa. Mucho.

—Tal vez solo debamos solo dejarlos plantados… —ofrezco. Estoy a punto de
agarrarla y acercarla, así puedo estrellar mis labios en los suyos, y probar la dulzura
de su boca.

—¡No podemos! —dice Aida—. Es para Second Start.

Le doy una mirada en blanco. Ella rueda sus ojos, aclarando:

—Es una fundación de caridad para estudiantes maduros, ¿recuerdas? Tu mamá


revisó por cerca de cien veces que vamos. Ella enloquecerá si la dejas plantada.

Suspiro.

—Bien. Solo elige algo. Pero, por favor, Aida, nada raro, no quiero ninguna
situación como la de Justin Trudeau que venga a morderme el culo.

—Puedes confiar en mí —dice Aida, levantando su mirada para verme con su


sonrisa más picante y menos confiable—. Encontraré algo perfecto.

Ella se pone de puntillas para besarme. Realmente ha pasado mucho tiempo


desde que la besé apropiadamente. Casi olvido lo bien que huele, especialmente
cuando ha estado corriendo afuera la mitad del día. Huele a jabón, aire fresco y hojas
ardiendo. Ese indicio de humo en su cabello que hace que mi corazón se acelere al
266 triple. Siempre asociaré a Aida con el olor al fuego.

Intento envolverla en mis brazos, pero ella se desliza fuera de mi agarre,


dándome una nalgada cuando se libera.

—Conseguiré los disfraces —promete—. No te preocupes por nada.

Hmm. Nunca es un buen signo que cite letras de canciones.

No hay tiempo para preocuparse, de todas formas. Tengo una montaña de


jodidas tonterías burocráticas que revisar.
No puedo decir que esté disfrutando particularmente mi trabajo actual de ser
Concejal. Es tedioso e interminable. Pero también abre todas las puertas que estaba
esperando, y más. Estoy metiendo mis dedos en cada negocio grande en Chicago, de
una forma u otra. Las personas que se alejaron de mi familia gracias a la mancha de
nuestro pasado criminal ahora se ven obligadas a trabajar conmigo si quieren hacer
algo. Mi sello de goma bien podría ser un garrote.

Así que con las reuniones y las llamadas telefónicas y la entrega de una canasta
ridículamente grande de whiskey y chocolate amargo de Cardenas, (que mejor será
solo la salva inicial de favores que planea hacer por mí, si realmente quiere que se
cambie la zonificación para su próxima propiedad), la tarde pasa.

Alrededor de las seis en punto, mi secretaria llama a la puerta con una gran caja
blanca. Es tan grande que apenas puede empujar la puerta para abrirla con la cadera,
tambaleándose sobre sus tacones. Garantizado, Evangeline solo pesa alrededor de
cuarenta y cinco kilos incluyendo sus cárdigan de gran tamaño, así que supongo que
todo le parece pesado.

—Su esposa hizo que le entregaran esto —dice, jadeando un poco mientras deja
caer la caja sobre mi escritorio—. Ella me dijo que le ayudara a cerrar la cremallera.
Y que me asegure que esté listo a las 6:15.

Se coloca las gafas con montura de plástico en la nariz y mira el reloj.

—Eso es en solo doce minutos a partir de ahora —agrega, amablemente.

Intento prepararme para lo que sea que me encuentre dentro. Es como si Aida
me enviara el disfraz en el último momento para que yo no tenga tiempo para
discutir.

Abro la tapa. Y me encuentro con el olor picante del hule, y una pila de tela
267 negra.

Saco el pesado disfraz, sosteniendo para la mirada encantada de Evangeline.

—¡Ooo! —grita—. ¡Batman! Es perfecto, Sr. Griffin. Puedo verlo como el


Caballero Oscuro.

Yo no me veo como el tipo de héroe en absoluto. Pero supongo que Batman es


una buena opción en ese aspecto. Es estratégico, calculado, utilitario. No un Boy
Scout como Superman.

No puedo evitar sonreír un poco ante lo juguetona que es Aida. Supongo que
soy el rico hombre de negocios que actúa un rol de día y otro por la noche.
Será perfecto para el evento de caridad. Ahora tengo que preocuparme de cómo
planea Aida vestirse para combinar. Puedo verla viniendo como el Pingüino solo
para joder conmigo.

—¿Necesita ayuda para colocárselo? —pregunta Evangeline con esperanza.

Evangeline tiene el doble de mi edad, y es abuela de tres, pero eso no le impide


involucrarse en algún tipo de acoso leve en el lugar de trabajo.

Aida encuentra esto absolutamente divertido. Se ha convertido en la mejor


amiga de Evangeline, como parece hacer con la mayoría de las personas, con el
tiempo suficiente. Aida le trae a mi secretaria un mochaccino helado cada vez que
viene a visitarme, y las escucho riéndose durante veinte minutos o más antes de que
Aida entre a mi oficina.

—No, gracias —le digo a Evangeline, firmemente—. Puedo hacerlo solo.

Es más fácil decirlo que hacerlo. Paso los doce minutos completos luchando con
el traje, capa y capucha, solo logrando poner todo a tiempo para correr al coche
esperando.

Aida está de pie junto a un Lincoln negro, usando un traje completo verde
brillante, botas hasta la rodilla, y una capa hecha de hojas. Ella puso un tipo de
enjuague en su cabello que le da un tono rojizo. Se ve un poco impresionante contra
su piel morena. Ella pintó sus labios de color rojo cereza para que combine.

El traje está abrazando sus curvas como pintura en su cuerpo. Tengo de dejar de
mirarla fijamente, antes de que siquiera pueda pensar en hablar.

—¿Cómo demonios voy a mantener mis manos alejadas de ti? —le pregunto.

—No lo harás.
268
Sonríe.

—Nunca supe que podías verte tan bien de pelirroja.

—Di eso de nuevo con voz de Batman.

—Absolutamente no. No estoy haciendo esa voz toda la noche.

—Solo una vez. ¿Por favor?

Doy un vistazo al asiento del conductor para asegurarme que Jack no está
escuchando. Luego bajo mi voz en un tono casi grave y digo:
—¡RACHELLLL!

Aida se ríe tan fuerte que creo que se va a orinar en su nuevo disfraz.

—Eso es todo —le advierto—. No la voy a hacer de nuevo.

—Fue perfecta —dice ella.

Inclina sus gruesos y rojos labios para besarme. Nuestras bocas se encuentran,
desliza su cálida y suave lengua contra la mía, bailando ligeramente contra mis
labios. Le correspondo el beso el doble de profundo, probando ese rico y dulce sabor
que pertenece solamente a ella.

—Cuidado —susurra—. Tengo un beso venenoso.

—Lo sé —gruño—. Recuerdo el día de nuestra boda.

Ella se ríe, sin lamentar nada.

Tampoco yo. Cada lucha, cada riña, cada loca cosa que ella o yo hicimos nos
trajeron aquí, a este momento. No lo cambiaría por nada, porque no puedo arriesgar
a cambiarlo en otra dirección. Tengo a Aida, esta chica que me reta y me completa
en formas que nunca podría haber imaginado. Cualquier cosa que hiciera falta para
traernos aquí, lo haría cien veces.

La beso una vez más y luego subimos a la parte posterior del auto, Aida
grácilmente y yo con gran dificultad, ya que el traje de hule apenas se estira en mis
rodillas. Asegurándome de no atrapar mi capa con la puerta, estamos de camino.

Jack nos lleva a Six Flags. Todo el parque se ha alquilado para pasar la noche,
por lo que los estudiantes adultos patrocinados por la organización benéfica pueden
traer a sus hijos y montar en las montañas rusas durante toda la noche, mientras se
269 deleitan con conos de nieve, palomitas de maíz, pretzels y perros calientes.

Tan pronto como llegamos, encuentro a mi madre. Está vestida como Medusa
con un traje griego con una cabeza gloriosa llena de serpientes. Me pone en la ronda,
estrechando la mano de todos los demás miembros de la junta, así como de varios
graduados recientes.

Tiene representantes de los medios de comunicación por todas partes tomando


fotos, así que tengo que posar durante cada apretón de manos, con mi mejor sonrisa
de político.
—Eso es perfecto —dice mi madre, feliz—. Pondremos las mejores fotos en el
sitio web. Estamos en una tasa de ejecución para duplicar nuestras donaciones del
año pasado.

Ella no puede evitarlo. Ya sea una organización benéfica, una cena o la


despiadada adquisición de otra empresa, mi madre tiene que superar las expectativas
en todo momento.

El fotógrafo toma algunas fotos más y luego hace una pausa.

—Sabes —dice él—. Deberíamos tenerlos a usted y su esposa montando la nueva


montaña rusa. Es perfecta con sus disfraces.

—Seguro, lo que sea —digo.

Aida se mueve inquieta a mi lado.

—¿Qué montaña rusa? —dice ella.

—Es la montaña rusa de vuelo libre El Guasón. Ellos la acaban de poner. Es


perfecta para Batman y Hiedra Venenosa.

Él sonríe.

—¿Qué, um… que significa ‘vuelo libre’? —dice Aida.

Nunca antes he escuchado este tono en su voz. Si no lo supiera bien, casi podría
pensar que mi temeraria y aventurera esposa está asustada.

Sin notar que Aida se está poniendo tan verde como su traje, el fotógrafo
alegremente responde:

270 —¡Oh, le va a encantar! No estás en la cima de las vías, los asientos están a ambos
lados, ¡así que básicamente estás girando y dando vueltas en el aire!

—¿Girando y dando vueltas? —repite Aida, tragando saliva.

—¡Sí! —dice el fotógrafo, cargando su bolso al hombro y preparándose para


llevarnos—. Son doce pisos de altura, colinas de 90 grados, mucha caída libre... cosas
realmente de vanguardia. Me sorprende que no hayas leído sobre eso. La tecnología
magnética es completamente nueva, nunca antes se había utilizado...

Es como si él estuviera leyendo un paso a paso de las cosas que suenan más allá
de horrorosas. Los ojos de Aida se han vuelto tan grandes que ocupan la mitad de su
rostro.
—No tienes que subir —le digo—. Puedo ir solo, si tienes miedo.

Aida gira su cabeza para fulminarme con su mirada.

—No estoy asustada —dice, mordazmente—. Es solo un paseo.

Aun así, sus rodillas se ven un poco mas que ligeramente temblorosas mientras
marcha detrás del fotógrafo, dirigiéndose hacia la enorme estructura verde y morada.

Sacudiendo mi cabeza ante su terquedad, hago fila con Aida. Con el parque
mucho menos lleno que lo que está normalmente, solo tenemos cerca de tres minutos
para prepararnos antes de que seamos atados en los arneses.

—¡Está bien! —dice el fotógrafo, alzando sus pulgares hacia nosotros—. Estaré
aquí abajo. ¡Intenten verse superemocionados! Los atraparé cuando vengan
alrededor de la curva.

Señala uno de las primeras paradas del paseo.

Aida está silenciosa y pálida, viéndose como si estuviera a punto de ser


ejecutada.

—Todavía puedes salir de esto —le digo.

—Nunca —dice ella, cerrando sus ojos con resignación.

Los coches dan una sacudida cuando el elevador de cadena se pone en


movimiento dando bandazos y hace el primer ascenso.

Debo admitir que estoy fascinado por esta grieta en la armadura de Aida. Nunca
la había visto tener miedo de nada antes. Ni siquiera cosas que realmente pudieran
matarla.
271
Respira rápida y superficialmente, su pecho se esfuerza contra el delgado
material de su traje. Puedo ver las puntas de sus pezones y sus manos rígidas
agarrando las correas de su arnés de seguridad.

Tal vez solo muestre lo retorcido que me he vuelto, pero algo en toda esta
situación es extrañamente... excitante. Tal vez sea porque la Aida teniendo miedo se
parece mucho a la Aida excitada. Sus pupilas están dilatadas, su respiración pesada,
incluso su piel está sudando ligeramente.

Los carros se elevan más y más. Imposiblemente alto, hasta que lo único por
encima de nosotros es el negro cielo salpicado de estrellas. La anticipación es
dolorosa, sabiendo que mientras más subimos, más caeremos.
—No te preocupes —le digo a Aida, poniendo mi mano encima de la de ella—.
Estoy justo aquí.

—Lo sé —murmura, con sus ojos todavía cerrados.

Los carros hacen una pausa en la cima de la primera colina. Hay un segundo de
expectativa tortuosa, luego la montaña rusa se hunde.

Aida grita.

Mientras avanzamos rápidamente por el primer bucle, trato de pegar una sonrisa
en mi rostro, consciente de que el fotógrafo está tomando fotos. Estoy seguro de que
mi sonrisa se parece más a una mueca. Aida sigue gritando mientras se disparan los
flashes, cinco o seis seguidos. Luego dejamos atrás al fotógrafo, pero seguimos en el
camino, sin disminuir la velocidad en absoluto, solo cogiendo vapor.

Muevo mi mano al muslo de Aida, dándole un apretón reconfortante.

Sus músculos están tensos bajo mis dedos. Puedo sentirla apretarse y retorcerse,
sus ojos aún cerrados con fuerza.

La montaña rusa es realmente una locura, la más rápida que he montado. Aun
así, es sorprendentemente suave, tal vez debido a la tecnología magnética de la que
hablaba el fotógrafo. Volamos a través de los bucles y curvas a un ritmo frenético, sin
embargo, no es espasmódico ni con sacudidas. Realmente se siente como volar.

Mi mano se desliza un poco más arriba del muslo de Aida. Mis dedos están justo
en el borde de su traje. Mi frecuencia cardíaca aumenta, y no por el viaje.

Deslizo mis dedos bajo el elástico, sintiendo la piel suave y tersa de los labios de
la vagina de Aida. Sus ojos se abren por fin, su iris es de un gris ahumado profundo
que me recuerda todas las cosas sensuales y peligrosas. Aida me mira, su miedo se
272 convierte en otra cosa.

Froto mis dedos índice y medio a través de sus suaves y húmedos pliegues,
encontrando su clítoris. Provoco el pequeño nudo hasta que la escucho jadear y luego
empujo mis dedos completamente dentro de ella, convirtiendo ese jadeo en un
gemido.

Seguimos volando a través del paseo, algunas veces hacia arriba, algunas hacia
abajo. Porque nuestros asientos están bloqueados en tándem, de cualquier manera
que nos movamos, mi mano permanece apretada contra su coño, mis dedos entrando
y saliendo de ella.
Aida inclina la cabeza hacia atrás contra el reposacabezas, vuelve a cerrar los
ojos, pero esta vez por placer más que por terror. Con el rugido del viaje y los gritos
de los otros pasajeros, nadie puede escuchar los ruidos que ella hace.

Ella ya estaba en un estado frenético cuando comencé, su adrenalina subió por


completo. Ahora toda esa tensión se está convirtiendo en excitación. En lugar de
tener que construir su clímax desde el principio, ella ya está a medio camino, e
incluso tres cuartos. Puedo sentir su coño apretando alrededor de mis dedos, sus
caderas moliéndose contra el arnés y contra mi mano.

Sus pezones están tan duros que casi puedo ver cada detalle a través de su traje,
como si estuviera completamente desnuda de la cintura hacia arriba. Desearía poder
cerrar mi boca alrededor de uno de esas perfectas tetas, pero estoy amarrado a mi
asiento. Todo lo que puedo hacer es meter mis dedos, incluso más fuerte, frotando
mi pulgar contra su clítoris al mismo tiempo.

Nunca la he sentido tan mojada. Nunca he visto su pecho subiendo así de fuerte.
Sus muslos están temblando, todo su cuerpo sacudiéndose. Subimos la última colina
antes de terminar el paseo.

La montaña rusa se hunde una vez más, y meto mis dedos más profundo dentro
de ella. Aida grita, un grito que sigue y sigue, sonando justo como los gritos de las
personas alrededor de nosotros, pero proveniente de una diferente causa. Mientras
estamos en caída libre, puedo sentir su coño pulsando alrededor de mis dedos, su
cabeza echada hacia atrás, su garganta apretada con placer, sus manos apretadas
alrededor de las correas de su arnés.

Luego estamos de nuevo en el suelo, los carros siendo tirados hacia la plataforma
una vez más. Justo a tiempo, saco mi mano.

La montaña rusa se detiene. Nuestros arneses de seguridad desbloqueándose con


273 el sonido silbante, alzándose para liberarnos.

Aida sigue jadeando y tomando aire, su rostro está sonrojado y sudoroso. Tengo
que ayudarla a ponerse de pie en sus piernas inestables que parecen querer ir en dos
direcciones diferentes.

—¿Ella está bien? —pregunta el encargado del paseo.

—Oh, ella está genial —le aseguro—. A ella le encantan las montañas rusas.

Aida hace un sonido estrangulado, algo entre una risa y un gemido. El encargado
del paseo parece alarmado.

La apresuro colocando un brazo alrededor de sus hombros, pasándolo de largo.


Una vez que estamos de vuelta entre las cabinas, le digo:

—¿Estás bien?

Aida se recarga contra mi costado, todavía con sus rodillas débiles.

—¿Estás intentando asesinarme de nuevo, mi amor? —dice ella—. Porque casi


tuve un ataque cardiaco.

—Podría matarte con este pene por accidente —gruño en su oído—. Podría
follarte hasta que te rompas en este momento.

Aida me mira, sus ojos aún nublados por la lujuria, no satisfecha en lo más
mínimo.

—¿Lo prometes? —dice.

Agarrando mi brazo, tira de mi dentro de la casa de espejos. Esta no es una


atracción popular. Somos los únicos dentro.

Ella me guía a través del laberinto de espejos, hasta que estamos rodeados por
todos los costados por nuestros propios reflejos. Entonces me besa. Su boca es cálida
y hambrienta, el tenue remanente de adrenalina en su aliento.

Ahora puedo hacer por lo que me estaba muriendo por hacer antes, bajo el frente
de su traje, tomando su pecho lleno y suave dentro de mi boca. Chupo su pezón hasta
que está justo tan duro como lo estaba en la montaña rusa, hasta que ruega que haga
lo mismo con el otro lado, prácticamente alimentándome con este.

Succiono sus pezones hasta que están mojados y latiendo, luego deslizo mis
dedos dentro de ella de nuevo. Ella está empapada. Tan sensible que apenas puede
soportar mi toque, pero queriéndolo desesperadamente.
274
Y yo la quiero. Quiero hundir mi polla dentro de su coño húmedo más de lo que
he querido algo en mi vida. Pero estoy atrapado en este maldito traje de hule, el cual
es peor que una camisa de fuerza.

Afortunadamente, Aida tiene la misma intención de quitármelo de encima. Sin


ningún respeto por mantenerlo en una sola pieza, tira y rasga y tira hasta que se forma
un charco alrededor de mis pies y mi polla está libre, sobresaliendo de mi cuerpo
como un ariete.

No tengo paciencia para hacer lo mismo con su disfraz. En cambio, tiro de la


entrepierna de su traje hacia un lado y empujo dentro de ella, levantándola para que
sus piernas estén envueltas alrededor de mi cintura, sus brazos alrededor de mi cuello.
Al igual que en la montaña rusa, siento que ya estoy a mitad de camino. No hay
juego previo, ningún calentamiento. Estoy follándola duro y rápido, rebotando en
sus brazos, casi delirante con alivio de cuán bien se siente estar dentro de ella.

Estamos rodeados por nuestros propios reflejos, cada uno ligeramente diferente
en forma y tamaño. Veo cientos de diferentes versiones de mi esposa, aun así, cada
una es Aida: Aida orgullosa, feliz, lujuriosa, terca, jubilosa, maliciosa, salvaje.

Esta es la prefecta forma de ver a mi esposa. Aida es cambiante como el viento,


y aun así siempre ella misma.

Justo cada una de ella es tan sexy que casi puedo soportarlo. Estando rodeado
de todos estos lados es más de lo que puedo tomar. Puedo ver cada ángulo de su
delicioso cuerpo, rebotando y moviéndose en un efecto de caleidoscopio. Es
abrumador.

Quiero que esto siga por siempre, pero no puedo retenerme. Estoy acelerando
hacia el orgasmo, como la irrevocable caída de la montaña rusa. Estoy cayendo, más
y más en Aida, y no quiero regresar jamás.

Envuelvo mis brazos alrededor de ella, apretándola tan fuerte que apenas puedo
respirar. Erupciono dentro de ella, mi rostro enterrado en su cuello para ahogar mi
grito.

Cuando regreso a la vida, estoy sentado en el suelo, sudoroso y rodeado por


pedazos de mi traje de Batman. Todavía sigo usando la máscara y la capa, así como
las botas, no me di cuenta que los tenía puestos todo el tiempo. Confrontado por la
vista de esos accesorios contra mi cuerpo desnudo, me revuelvo para ponerme el resto
del traje, mientras Aida se ríe de mí.

—¿Quieres algo de ayuda? —resopla.


275 —Será agradable.

—Tal vez deberías poner una señal del murciélago…

Ella colapsa en risas, incapaz de mirarme.

—Ríete —digo, colocándome una vez más el traje—. No creo haber terminado
todavía contigo. Cuando te lleve a casa, vas a pagar por cada una de esas bromas…

Aida se asoma.

—Oh, ¿sí? —dice—. Cuéntame más, Sr. Wayne…


—Hiedra Venenosa no sabe la identidad secreta de Batman —le informo.

—Pero yo conozco la tuya —dice Aida.

Es verdad. Aida me conoce. Todas las diferentes partes de mí. No solo el hijo, o
el hermano, o el gánster, o el Concejal. Ella sabe quién soy realmente.

Soy el hombre que está completamente enamorado de ella.

276
277
Sobre la Autora

Sophie Lark es una de las autoras mejores vendidas según Amazon quien escribe
romances intensos e inteligentes con heroínas quienes son fuertes y capaces, y
hombres que harán cualquier cosa para atrapar sus corazones.

Ella vive con su esposo, dos hijos y una bebé al oeste de las Montañas Rocasas.

Tiene una ligera obsesión con el senderismo, fisicoculturismo y los programas


de comedia en vivo. Su día perfecto sería llevar a sus hijos a Harry Potter World, ir
a bailar con el Sr. Lark, luego relajarse con un buen libro y una inmensa bolsa de
papás fritas con sal y vinagre.

278
Próximo Libro

Ellos asesinaron a mi padre,

así que yo les robé a su hija…


Ella es mi cautiva, mi pequeña bailarina quien baila solamente para mí.

Nessa es dulce e inocente. Ella no merece nada de esto. Pero así es como nuestro
279 mundo funciona, los lobos se comen a las ovejas, no importa cuán buenas puedan
ser.

La usaré para obtener mi venganza.

A menos que ceda a mi hambre primero…


280

También podría gustarte