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Содержание

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Содержание

¡ANTES DE LEER!

Apocalipsis ©

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10/1

Capítulo 10/2

Capítulo 11

Capítulo 12
Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capitulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32/1
Capítulo 32/2

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 53

Extra 1: obsesión

Capítulo 54

Capítulo 55

Capítulo 56

Capítulo 57

Capítulo 58

Capítulo 59

Extra 2: chocolate

Capítulo 60

Capítulo 61

Capítulo 62

Capítulo 63

Capítulo 64

Capítulo 65/1

Capítulo 65/2

Capítulo 66

Capítulo 67

Capítulo 68
Capítulo 69

Capítulo 70

Capítulo 71

Capítulo 72

Capítulo 73

Capítulo 74

Capítulo 75

Capítulo 76

Capítulo 77

Capítulo 78

Capítulo 79

Capítulo 80

Epílogo

ARMAGEDÓN (libro 2)
Apocalipsis ¹
Osly Careo
¡ANTES DE LEER!

Trilogía Pecados Capitales


⚜ APOCALIPSIS ⚜
Libro:1 Pleceres Destructivos.
Apocalipsis: Fin catastrófico o violento que conlleva la desaparición
de una cosa.
Esta novela no es apta para todo público y mucho menos para menores
de 18 años (Si decides leer y eres menor: lo haces bajo tu responsabilidad)
así que te recomiendo no leer si lo siguiente no te agrada.
Esta obra contiene:
• +21.
• Erotismo y Algo de BSDM.
• Vocabulario obsceno.
• Secretos, misterios y mentiras.
• Personajes tóxicos.
• Mafias, políticos, policías.
• Famosos, escándalos.
• Mercenarios, guardaespaldas, espías.
• Escenas gráficas de asesinatos, tortura, manipulación.
• Acción y enfrentamientos.
•Algo de comedia.
• Una trama algo complicada pero que te gustará. (Se recomienda tener
mente abierta y estar preparado para lo que leerás).
• Ciencia ficción y suspenso.....
Los personajes pueden llegar a ser las peores alimañas que tal vez
odies con tu vida, pero todo tiene un por qué, y sin ellos no habría trama.
Mis personajes no son ángeles o santos, son demonios malvados con
sonrisas que embrujan y ojos capaces de tumbar un imperio y ponerlo a
arder.
Cabe recalcar que la novela es +21: limítate a leer si eres una persona
sensible, ve y busca lo que es de tu agrado y cohíbete de comentar o criticar
el trabajo que a otros sí les gustará.
Aquí entras con estabilidad emocional y saldrás sin ella. (No escribo
cliché o libros suaves).
Repito.... ¡NO ESCRIBO LIBROS SUAVES, Y PUEDA QUE
SALGAS SIN ESTABILIDAD!..... Retírate si no te sientes lo
suficientemente preparado(a).
¡BIENVENIDO(A) A MI MUNDO! Si decides quedarte solo espero
que te guste esta trama y quedes con ganas de esperar con ansias el segundo
libro.
Amo demasiado leer y ahora escribir porque me quita el estrés diario y
me teletransporta a un mundo diferente. (Soy una persona encantada con las
tramas eróticas, de acción, y sin mucha cursilería) esas en donde el mundo
arde con constancia y te pone a querer seguir leyendo para ver qué sucede o
de lo contrario no podrás dormir.
Todo lo plasmado aquí es totalmente ficción, por ende todas las
situaciones y personajes son producto de mi imaginación, absténgase de
intentar poner en practica alguna escena escrita aquí.
Este es un borrador, por ende, te podrás encontrar con algunos
errores ortográficos y demás.
Esta obra es de mi total creatividad, no acepto copias ni adaptaciones!
¡NO AL PLAGIO!, respeta la imaginación de los nuevos escritores que
quieren crecer en este mundo. Prohibido cualquier tipo de reproducción,
mejoración, adaptación o toma de personajes, situaciones, trama o hecho
escrito aquí porque será denunciado y perseguido por la ley de derechos de
autor.
© Obra registrada en Safe Creative bajo el código 2110279647795
Mi Instagram: oslyortega14.
Twitter: OslyOrtega14.
Solo pido de tu parte que dejes tu votito y comentarios. Serían de gran
ayuda, además de que me motiva saber que les gusta esto que tanto amo y
en donde dejo una parte de mí, pese a contar con poco tiempo. Evitemos
hacer Spam, por favor.
No seas un lector fantasma, pínchale a la estrellita, no cuesta nada :).
(Si eres Releyente, evita hacer spoilers, por favor)
Copyright © 2021.
Apocalipsis ©

La felicidad es poca, el mundo cruel, el destino injusto y Venus Adler


lo sabe desde que sus padres murieron frente a ella cuando apenas tenía 9
años.
Desde tiempos inmemoriales la mafia más sangrienta y poderosa de
todas ha reclutado niños, matando a sus padres en frente de ellos para crear
el trauma que agranda el lema de la organización "Sin sentimientos no
habrá debilidad". En el recóndito bosque de uno de los pueblos de Pakistán,
se encuentra "La fortaleza": una prisión de preparación para entrenar a los
reclutados.
Los cuerpos de seguridad de la familia mayor son entrenados en el
mismo lugar, pero el grupo más capacitado y peligroso será: EL
ESCUADRÓN ALFA; compuesto por los hombres y las mujeres que
velarán por la seguridad personal del gran jefe. Serán sus hombres de
confianza y quienes morían por él si es necesario.
Este grupo con habilidades impresionantes, sin sentimientos, miedo o
piedad. Asesinos altamente peligrosos e inteligentes. Tendrán que arriesgar
sus vidas en desmantelamientos, contraataques, combates y misiones con el
fin de conseguir información, todo lo que su jefe requiera y cuando lo
quiera.
Las mujeres son entrenadas para seducir y conseguir información
confidencial, todas hermosas y despiadadas, la pesadilla de cualquier
hombre que caiga en sus encantos, porque lo hacen, nadie se escapa de sus
embrujos.
Venus tendrá que crecer por medio de un entrenamiento inhumano que
la volverá la alfa más sanguinaria y astuta de todas. Un arma mortal y
sensual la cual tendrá a hombres peligrosos a sus pies. Conseguir
información no le será difícil, su hermosura, y curvas provocadoras, le dan
ventaja pero su inteligencia y métodos la vuelven una mujer de temer; se
propondrá enamorar y matar al líder de la organización que mató a sus
únicos familiares, dejándola sola y con un odio que la volvió insensible y
fría.
¿Podrá matar a su jefe Herodes Blackwood?; uno de los hombres más
poderosos y peligrosos de todos, distinto a todo lo que ella ha conocido e
igual de insensible, frío y astuto: con muchos secretos oscuros, calculador,
egocéntrico e inteligente, malditamente apuesto e irreal, capaz de obtener
todo lo que quiere y en esto estará "tener el poder absoluto a cualquier
costo".
--Ella es experta en combate, él también.
--Ella será dependiente del sexo, él será quien le mostrará el verdadero
placer.
--Ella es astuta, él es cauteloso.
--Ambos están destinados a Arder y el sadismo de él lo hará saber.
--Ambos acostumbrados a tener el control. ¿Pero quién lo tendrá en
realidad?
Del odio nacerá un Ardiente y Prohibido deseo que los sumirá en un
placer destructivo de donde solo uno saldrá ileso a pesar de lidiar con
escándalos, farándulas, problemas, secretos y mentiras perturbadoras.
¿Nacerá algo más que eso?
¿Ambos podrían llegar a sentir lo que no quieren?, el amor. Tal vez ese
término estará muy lejos de conocerse y solo predominará "la muerte y el
odio".
Dos polos opuestos y sin sentimientos. El sexo se volverá peligroso, en
donde se quemarán con la adicción enfermiza que despertarán arrasando y
rompiendo con las reglas.
Los actos traerán consecuencias y estas acarrearán conflictos,
infidelidades, traiciones y pactos de muerte.
¿Qué sucederá si un tercero aparece volviendo todo en un triángulo
amoroso apocalíptico?
En una guerra entre los grandes solo uno se mantendrá de pie. ¿Quién
será?.
Todos tienen una regla, no están dispuestos a cambiarla y es:
"El amor solo te hace débil así que no lo sientas y destrúyelo".
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Prólogo

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La luz de la luna hace contraste con los árboles de lo profundo del bosque
de Salónica, el clima no augura nada bueno, la tempestad en cualquier
momento llegará arrasando con todo lo que esté a su paso, pero por el
momento, la fusión de estos dos fenómenos traerán consigo una bendición
Las contracciones no se hacen esperar en la mujer que yace dentro de
la pequeña casa en donde se encuentra sola, pues su esposo salió y no ha
regresado. El sudor se adueña de su frente. Al borde del desespero, posa las
manos detrás de sus caderas, antes de echar a caminar en dirección a la
puerta por donde sale queriendo buscar ayuda pero no lo conseguirá ya que
vive muy alejada del pueblo más cercano.
El dolor le recorre toda la espina dorsal posicionándose en ese punto
exacto que la hace jadear y respirar hondo. Camina por el césped del
pequeño jardín, pero cae de rodillas con el dolor agobiante que la hace
acostarse boca arriba y doblar las piernas dejándose llevar por lo que su
cuerpo le pide y es: Traer al mundo a la felicidad ha anhelando después de
tanto.
Saca fuerzas y empieza el trabajo de parto que la hace chillar sacando
el dolor que amenaza con desgarrarla, pero eso no es impedimento a la hora
de pujar sin ningúna pizca de miedo. La luz de la luna cubre todo el lugar.
Respira hondo cuando debe estirar los brazos y tomar al bebé que no
articula ningún tipo de llanto haciéndola pensar que nació sin vida.
—No. ¡No!— solloza queriendo que reaccione.
Una sonrisa llena de felicidad, toma sus labios cuando nota que tiene
vida, solo que no lloró. La estrecha contra su pecho queriendo darle calor,
sin dejar de mirar a la hermosa niña que tiene entre sus brazos y que no
querrá que viva un infierno pero sabe que en algún momento se desatará la
tempestad.
Suspira profundamente mirando al cielo, la luna grande y roja lo
adorna. Toma fuerzas y...
—Imploro, te Imploro que llenes a mi hija de mucha fuerza. Oh mi
diosa, Afrodita, que su belleza no sea una maldición. Fórjala con un manto
de acero que venga de esta luna que es testigo del nacimiento de este
pequeño ser que no tiene porqué soportar el peso de mis errores— las
lágrimas salen deslizándose por sus mejillas y cayendo sobre el pecho de su
pequeña—, Tú que eres considerada la diosa del amor y la belleza, te pido
que la bendigas sin ese sentimiento que solo la romperá, que su corazón se
mantenga intacto a pesar de todo lo que pase...
La mira con dulzura; la nariz pequeña, la piel marfileña y esos rasgos
que gritan lo hermosa que será.
—La bautizo debajo de la luz de esta luna sangrienta con el nombre;
Venus, en honor a ti mi diosa, alabada seas y te ruego porque la bendigas,
protejas y cuides— solloza y las plegarias continúan en su mente
Abraza a su hija queriendo que se llene de la sensación de felicidad
que le transmite el tenerla entre sus brazos.
Los años pasan y el peligro cada vez está más cerca, 9 años transcurren
y en una tarde fría llega esa tragedia que arrebata la vida de los padres de
Venus, poniendo en marcha todo lo que el destino tiene preparado.
El sufrimiento y el odio solo forjarán a una mujer con un escudo de
acero y con todo lo que su madre aquella noche le rogó a la diosa Afrodita.
La luna sangrienta fue testigo de la belleza que respiró el aire de este
mundo podrido y lleno de maldad, pero nada será impedimento para todo lo
que le espera.
"Tendrá un escudo que se reflejará en unos ojos grises capaces de
soportar los más duros golpes y aún así no llegaría a romperse"
"El cabello rojo reflejará la llamarada más ardiente y capaz de quemar
todo aquello que la quiera dañar"
"Los labios rosados reflejarán la manzana de la discordia y el más
incitante pecado que muchos querrán probar y que será una maldición"
"El rostro hermoso como el placer más exótico de todos"
"El cuerpo esbelto adornado con un delicado tatuaje en la espalda
referente al sueño que la atormenta y solo le deja algo claro (El fuego que
siempre quemará aunque esté en medio de tinieblas)"
Afrodita se conoce como la diosa del amor y la belleza.
Pero Venus se conocerá como una diosa humana portadora de una
belleza irreal y un odio inmenso que desapareció el sentimiento del amor.
Un arma mortal para destruir a quienes intenten dañarla. (Tal vez la villana
y la peor de todos, sea ella).
"Ella será la Venganza que desatará el Apocalipsis que está escrito
desde tiempos inmemoriales"
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Capítulo 1

____✧✧ Profecía ✧✧_______

Venus

El sabor de mi propia sangre es lo único que puedo saborear en mi


boca, el corazón me bombea demasiado rápido. Tengo las manos
picándome ansiosas por querer sostener el arma que le vuele la cabeza de
una vez por todas, pero el agarre de su mano en mi nuca me tiene
inmovilizada y su rodilla haciendo presión en mi espalda en tanto me
entierra en la mejilla la Glow dorada que sostiene con firmeza haciendo que
el rostro me quede contra la madera del suelo.

No puedo moverme, un movimiento de su parte y quebraría ese punto


exacto que me sacaría todo el aire y dejaría sin poder caminar el resto de
mis días.

—¿Ya te cansaste? Dime y te acabo de una buena vez, ya no me


apetece seguir con esta maraña de cables que no se terminan de unir—
habla con la respiración agitada.

Suelto una carcajada sonora que me remueve el pecho. Molesto,


intensifica la presión de la rodilla haciéndome temblar.
—¡Oh, no!, tengo más energía de la que crees, puedo matarte de una
buena vez también, pero no sería divertido, señor— murmuro con
sarcasmo.

—Eres una maldita desgraciada— susurra con ese tono coqueto muy
propio de él.

—Prefieres que te diga ¿cómo? ¿Daddy?, Yo sé que sí...

—¡Cállate!. Mejor abre esas piernas que te quiero follar antes de


cortarte el cuello y poner tu cabeza en una repisa en donde te tendré como
recuerdo— se burla.

Arroja el arma haciendo que mi cabeza se prepare para todo lo que


vendrá. Me levanto rápido cuando me toma del brazo. Me tambaleo por el
dolor en el muslo debido al corte que recibí de su parte, pero no me quedo
corta al momento de estrellar la mano en su rostro, logrando que barra con
todo lo que yace sobre la mesa de madera. Su fuerza sobrepasa la mía y es
rápido en subirme haciéndome enredar las piernas en su cintura en tanto
busca mi boca.

—Sé más de lo que crees, y tengo que matarte después de esto. Se


acabó el sexo fortuito y las cogidas sádicas que nos damos.
Me sostiene las manos por detrás de la espalda, con la otra mano,
sujeta mi mentón, sus uñas me lastiman pero no le muestro debilidad y
menos cuando el azul de sus ojos se encuentran con el gris de los míos.

—Mátame, pero morirás de abstinencia cuando ya no puedas estar


entre mis piernas —susurro mirando sus labios y detallando las facciones
duras y perfectas de su rostro—. Solo yo te caliento y solo yo podré
matarte.

Se humecta los labios y me muestra una sonrisa demoníaca de esas que


solo él sabe dar.

—¿Crees que eres la única que me mata las ganas de tirar?— se ríe
amargamente y ese sonido que sale de su garganta es como música para mis
oídos—. Se vale soñar, pero cuando te despiertan, ya no es lo mismo.

Pasa la lengua por mis labios y me olvido del desastre de habitación en


donde estamos y acabamos de tener un combate del que aún seguimos de
pie «Pero no por mucho».

—Di lo que quieras, al sabio entendedor, pocas palabras, daddy— me


inclino en busca de sus labios, los acerca dejando que nuestras respiraciones
choquen.
—Te odio y te mataré de la manera que menos te imaginas— asegura.

—No sabes el odio que guardo hacia ti, es más grande que tu ego,
pero... Lo apartaré hasta que me corra sobre tu miembro.

—Desataste el Apocalipsis con la persona menos indicada...

—Y no me quejo, eres el indicado y lo estoy disfrutando, siempre seré


la peor pesadilla de tu vida— le aseguro.

Nuestras bocas no tardan en unirse con un beso efusivo que me acelera


más la respiración, las manos me las sostiene con firmeza, me libera del
agarre de la mandíbula buscando terminar de romper el bralett que se
vuelve nada cuando lo destroza hallando una mini navaja la cual sostiene
rompiendo el beso.

—Con esta misma navaja te mataré— susurra.

—No si yo lo hago primero.


Sé que esto está mal, pero tengo mi objetivo trazado y no puedo
dejarlo de lado, se que él me dará batalla y solo uno se mantendrá de pie al
final de la noche. «Y debo ser yo».

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Venus

Meses antes. Londres, Inglaterra.

Las mujeres se pavonean alardeando sobre quién tiene el sombrero


más llamativo y elegante, pero yo solo los veo como un montón de plumas
que les va a causar una lesión en el cuello por el peso excesivo de
accesorios. «Se ven ridículas, como si tuvieran un pavo en la cabeza».

Me mantengo sentada en el brazo del sofá de terciopelo mientras dejo


que el político «Cesaer Collins» me acaricie el muslo en un acto de
insinuación. Mi vista viaja a la pista de carrera del gran Hipódromo de
Ascot en donde se están llevando a cabo las carreras que son la distracción
perfecta para muchos ricachones que apuestan dando a relucir los pares de
millones que tienen en las cuentas de banco.

—Estoy seguro que ganaré, y mi premio será esta hermosa jovencita.


—le alardea a varios sujetos que tiene a los lados.
Intento no rodar los ojos, sé cómo se maneja esto.

Me cruzo de piernas antes de acomodarme el crop top que hace parte


del uniforme de empleada, sirvienta o lo que sea «Fantasías de estos
morbosos». Recibo la copa de champagne que me ofrece una chica.

—Tienes uno de los mejores corredores, sin duda alguna esa victoria
es tuya, aunque mi corredor es muy bueno.— le comenta un inversionista
de bienes raíces.

—Ya veremos. ¿Cincuenta mil más?— Cesaer dobla la apuesta, le


sostengo la copa cuando me la entrega, se dispone a sacar el maletín que
tiene a un lado, lo abre y muestra los fajos de euros.

—Acepto, solo porque confío en mi competidor.— saca también su


dinero.

Tanto dinero me hace doler la cabeza. Me concentro en la carrera


cuando da inicio. El kiosco es grande; con un aire imperial, los sofás son
largos y cómodos, las mesas están llenas de bocadillos. Para que todo sea
mejor, hay chicas con bandejas llenas de tragos de todo tipo para que nadie
esté sin un vaso.
La mayoría de los hombres están sin sus esposas y los que sí, tratan de
no ojear a las putas que tienen los demás; algunos se besan, manosean o se
van a las habitaciones en donde se las follan "para pasar el rato".

Me levanto cuando el hombre que tengo al lado lo hace para apoyarse


en las barandas de metal, me pide que me pose a su lado dejando que sujete
mi cintura, me mira y dejo la mano sobre su hombro sonriendo con
coquetería.

—No sé mucho sobre estas carreras, pero me resultan algo interesantes


— comento ganando que empiece a explicarme y lo escucho sin dudarlo.

La brisa fresca choca contra la piel de mi rostro. Me mantengo a la


espera de que al menos termine la carrera. Mi mente piensa mil cosas por
minutos, pero no me queda de otra que mirar la carrera cuando se toman
una pausa y a pesar de estar rodeada de adinerados que gritan y doblan las
apuestas cuando sus competidores van a la par, yo no le voy a ninguno pero
me gusta el color negro así que no aparto los ojos del jinete.

La vuelta está por terminar, todos se concentran en la línea de meta.


Me acomodo el cabello antes de acariciar el brazo del político (42 años,
casado, 3 hijos y un jugoso puesto en la gobernación de Londres) pero aquí
está con una "puta" la cual piensa llevarse a la cama.
Los guardaespaldas rondan con disimulo pero no son muy discretos,
menos con la mirada llena de morbo que le dedican a las chicas que
sostienen las bandejas. La carrera termina y los parloteos de victoria no se
hacen esperar.

El político me besa el cuello descargando la emoción de haber ganado.

—¿No quisieras celebrar esto en privado?— susurro en su oído, con la


mano le acaricio la nuca haciendo que me mire sonriente antes de tomar el
maletín que le extiende el hombre.

—Nos vemos en unos minutos, iré a celebrar— se despide.

Dos de sus guardaespaldas lo siguen cuando nos adentramos al pasillo


que tiene algunas puertas, abre una y le indica a sus hombres que no lo
molesten, me deja entrar de primera y me paseo por la habitación jugando
con los pliegues de la estúpida falda que llevo puesta. La cama es grande y
opto por tomar asiento en el pequeño sofá, estiro la mano hasta la mesita de
en frente, cojo una botella de whisky que está casi terminada y la destapo.

—¿Puedo? —pregunto.

No está mal, para su edad está bien conservado y queda demostrado


cuando se deshace de la camisa dando a mostrar su torso levemente
marcado.

—Por supuesto, pero mejor, mandaré a traer un poco de champagne.—


contesta, abre la puerta un momento y escucho cuando le habla en francés a
sus hombres.

Se sube en la cama invitándome a que lo acompañe, me deshago de la


falda, me echo el cabello detrás de los hombros y humecto mis labios.

—¿Tienes un preservativo?— juego con el borde de mi panty.

—En el baño debe haber, ve por uno— hace un ademán con la mano.

Entro, me miro en el espejo y tomo un preservativo de una de las


gavetas antes de volver. Una chica está dejando una bandeja con una botella
de champagne que sirve en dos copas. Sonrío volviendo a mi modo
simpática, la chica se va y tomo dos copas, le ofrezco una al hombre que me
espera acostado, dejo la mía sobre la mesita de noche antes de subirme
sobre su regazo.

—Nos vamos a divertir.— susurro moviendo la pelvis sobre su


erección. Echo la cabeza hacia atrás dejando que me toque los muslos
desnudos.
—Eres tan sexy, toda una hembra— susurra despacio.

Lo miro cuando se termina de tomar la copa de vino, estiro la mano y


cojo la mía sin dejar de refregarme sobre él.

—Y dígame señor senador...—muevo la copa en mi mano mirando el


líquido rosa que burbujea un poco, no dejo de refregarme sobre el hombre
que sonríe pasándose el dorso de la mano por la frente quitando la capa de
sudor que vuelve a aparecer—... ¿Qué diría su esposa si sabe que la engaña
con la primera que se le atraviese?

Me mira con el ceño fruncido, parpadea con los labios entreabiertos.

—¿Qué dirían sus hijos y los medios de comunicación?— paseo la


mano por los pectorales hasta la clavícula izquierda, froto con delicadeza en
tanto empieza a sudar intentando hablar, y sonrío con ironía mirando el
cuadro que yace sobre la cabecera de la cama—. Es intrigante como los
pintores expresan tanto en tan solo una pintura en la que ponen mucho
esfuerzo y dedicación, mientras que los políticos dicen unas cuantas
mierdas y los ilusos se la creen porque solo prometen lo mismo de siempre,
al final nunca cumplen, ¿Cierto?.

Acaricio de nuevo, subiendo los dedos hasta el collar que le adorna el


cuello. Lo enrollo entre mis dedos haciendo que la carne se contraiga y
empiece a enrojecer por el agarre.

—Solo son falsas promesas hacia las personas que confían en un


nuevo político que les asegura una nueva vida y derechos, ¿Pero los
cumplen?...

Muevo la copa con la otra mano, sin dejar de apretar el collar que
sostengo. No se mueve, el pecho le sube y baja con una rapidez satisfactoria

—No te molestes en intentar moverte, estás drogado y no es una droga


cualquiera, es un tipo de paralizante que te hace soltar las verdades, jugando
con tu cerebro y volviéndote un juguete que solo sabrá responder lo que yo
demande, así que dime; ¿Cuál es la contraseña de la caja fuerte en donde
guardaste lo que busco?

Espero que hable pero al parecer la droga le cayó con más fuerza
porque se le dificulta respirar bien y eso no hace más que exasperarme,
muevo la copa que tengo en la mano antes de olerla y comprobar que no
tenga nada, le doy un sorbo y dejo el cristal de lado. Me sostengo con la
mano en la cama y lo miro directo a los ojos.

—Dime la contraseña o te mato con esta estúpida cadena la cual me


llevaré como recuerdo de haber librado al mundo de un mentiroso como tú.
Hago presión y suelto por unos segundos cuando abre los labios.

Me dicta la contraseña y me levanto dejando los pies a ambos lados de


su cara, quito el cuadro que tengo en frente y lo dejo de lado antes de mirar
desde arriba al hombre que tengo debajo.

—¡No me mires las bragas!, estás al borde de la muerte y aún así me


estás mirando la panocha, que asco, señor Collins.— suspiro negando con
la cabeza.

Reparo la pequeña caja fuerte antes de ingresar los dígitos que hacen
que se abra mostrándome lo que necesito y saco. Me subo de nuevo sobre el
senador y le dejo un pequeño beso de gratitud en la frente.

—Dulces sueños, señor senador— me levanto —¡Upss! Si es una


droga letal, así que no te han de quedar si no como,—finjo pensar y calcular
— De 10 a 15 minutos.

Me carcajeo con amargura encogiéndome de hombros. Creo que


calculé mal y me doy cuenta cuando empieza a convulsionar, me muevo
rápido sacándome del cabello el pequeño intercomunicador.

—Voy saliendo, preparados.— aviso.


Me voy al baño, abro la pequeña ventanilla del ducto por el que entro
antes de que los guardaespaldas llenen la habitación en donde encontrarán
muerto a su jefe. Me deslizo lo más rápido que puedo, cuidando no romper
los documentos que llevo, empieza a hacer calor y me muevo por la
izquierda que me manda a una ventanilla que abro dejándome caer dentro
del cuarto lleno de implementos de limpieza.

Busco lo que encuentro en una esquina, me visto con los pantalones


ajustados y la camisa de tirantes antes de ponerme la chaqueta y guardarme
en la espalda la Glow, haciendo lo mismo con los documentos. Me ato el
cabello en una coleta alta que me empieza acalorar pero lo soporto.

Me cuelgo la mochila en un hombro y salgo con disimulo,


adentrándome en el baño de mujeres en donde me lavo las manos.

Salgo y camino con la mayor tranquilidad posible, hay mucha gente


caminando de aquí para allá y mujeres con los estúpidos sombreros. Bajo
las escaleras tarareando una canción de Maneskin «Beggin». Necesito una
noche de descanso y alcohol aunque eso está más difícil que soportar a la
rubia que me espera apoyada en una pared «Enola».

—¿Y los demás?— pregunto intentado no olvidar que la detesto.

Comenzamos a caminar, fingiendo que estamos juntas.


—En sus posiciones, tenemos que regresar a Pakistán, así que olvídate
de la noche de alcohol— me dice y ruedo los ojos.

—Nunca tenemos una.— me quejo.

Todo es lo mismo de siempre.

—Las chicas ya bajaron, se formó un desmadre.

Sigo caminando y no le presto atención a los agentes que nos pasan


por el lado caminando de prisa tal vez en dirección al kiosko donde está
muerto el senador.

Salimos rápido, abordamos la camioneta que espera por nosotros, la


cual es conducida por el consejero de la mafia para la que trabajos y
estamos obligados a servir el resto de nuestros días «Giovanny Hannover».

—El Alpha los quiere en Pakistán. En unos días tendrán que viajar con
él, como sus guardaespaldas. Se asegurará de llevarse a quienes sirvan —
nos pone al tanto de todo, con ese tono ronco y lleno de autoridad.
Todos asentimos. En menos de nada estamos abordando el jet en el que
pasamos unas cuantas horas antes de descender en la fortaleza en donde nos
preparan desde que somos niños para servir a uno de los mafiosos más
grandes y poderosos de todos, con entrenamientos inhumanos que te sacan
todo gramo de debilidad.

Aquí tienes que ver cosas que no te imaginas, aunque seas mujer te
tienes que enfrentar a los hombres en combates cuerpo a cuerpo, combates
de espadas, navajas, y todo lo que puedas usar en un ataque. Las armas las
conozco como la palma de mi mano y puedo diferenciarlas con mucha
facilidad, armarlas y desarmarlas.

Aquí te tratan por igual y el machismo queda demostrado por todos los
hombres que se burlan de las mujeres a las que vencen, somos pocas, pero
puedo decir que soy una de las mejores.

Me mantengo entrenando sin descanso en varias de las áreas de


entrenamiento en donde me enfrento a varios hombres corpulentos y más
grandes, pero no tan ágiles y rápidos como yo, que me valgo de su peso
para derribarlos rápido, debo ser una de esas, quedar para ser una
guardaespaldas. Soy una de las mejores de mi escuadrón; he entrenado y
preparado más que cualquier otra persona.

Debo entrenar y estar preparada porque mañana por fin veré de frente
al hombre que lidera todo el imperio que mató a mis padres dejándome sola
en un mundo que nadie hubiera podido soportar a esa edad, torturas, juegos
mentales y todo lo que me llevó a ser como soy.
¿Estoy lista para verlo?

Por supuesto que sí.

Venus Adler, siempre está lista para enfrentarse al peligro y salir


invicta.

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Bienvenidos al mundo de Pecados Capitales.

Aviso importante: Yo me considero una persona que no escribe


relleno, para eso, estarán los extras. Lo digo porque aquí cada capítulo
tiene algo importante que se conecta más adelante. Si se saltan
CAPÍTULOS, van a estar perdidos y más en el segundo libro. Están
avisados. No solo narran personajes principales. Yo no escribo cliché o
cosas que no aportan nada a la trama.

Suerte y que tengan un buen viaje durante esta primera travesía


apocalíptica no apta para sensibles o menores de 21 años.
Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 2

_______✧✧Arma letal ✧✧________

Venus
Entro al baño en donde varios se están duchando. Aquí no existe un
lugar privado para que no te vean desnuda por ser mujer, aquí te duchas
estilo jugadores de fútbol profesional, todos te ven y no te queda de otra que
ignorar los comentarios llenos de morbo que sueltan los asquerosos que se
hacen llamar hombres.
Abro la regadera, dejo que el agua me empape, hago uso del shampoo
y el jabón. Al menos eso si es personal y he sabido conseguirlo en la casa
donde se quedan los integrantes de la familia del mafioso cuando vienen.
Con los dedos me desenredo el cabello, el largo no es un problema
pero sí el color que tengo de nacimiento, por ello debo usar pelucas cada
vez que salgo a una misión. Me froto los ojos que arden por la falta de horas
que llevo sin dormir. Debería tomar un descanso, pero no hay tiempo para
eso.
Suspiro queriendo sacar el cansancio que me llena el cuerpo, no puedo
irme a descansar aún, en una hora tengo entrenamiento de armas.
Hoy llega el hombre al que debo llamar jefe o Alpha, «Que jodido
estrés».
Cierro el grifo, cojo una toalla, me voy secando el cabello mientras
avanzo a la salida, pero me tengo que detener cuando un moreno
sumamente alto se me atraviesa en el camino.
—Quisiera saber si eres tan ardiente como el rojo de tu cabello y tan
resistente como el gris de tus ojos— murmura con una sonrisa malévola.
Mis ojos viajan hacia las personas que nos están mirando y cuchichean
entre ellos queriendo saber que pasará, «Algunos creen que soy de las que
juega». Elevo la vista, mirando de nuevo a la montaña de excremento que
tengo en frente.
—¿Y me hablas por...?— frunzo el seño queriendo comprender.
—¿Está prohibido hacerlo?— su mano hace el intento de tocarme
pero la aparto de un manotón.
—Aleja tus asquerosas manos de mí, hazlo si no quieres que te las
corte.
Puedo soportar que me miren con morbo, se fijen en mi cuerpo. Soy
consciente de los atributos que Dios me brindó y que muchos no pueden
dejar pasar cuando me ven. Aquí tuve que acostumbrarme, pero no dejaré
que me toquen sin mi consentimiento, eso jamás.
—Veo que eres valiente, ¿Pero será solo de boca o lo demuestras?—
merma el espacio tomándome del brazo con brusquedad.
Me safo intentando irme y no armar un escándalo, pero vuelve a
tomarme empujándome al suelo; en el proceso me arranca la toalla y la
cerámica del piso me lastima cuando caigo.
Todos se ríen y el sonido de la burla impacta en mis tímpanos
haciéndome sonreír de lado. Me levanto rápido, con la adrenalina por los
cielos maniobro la patada en su estómago, logrando que se contraiga; preso
del dolor. Tenso los músculos y me olvido de mi desnudez, atacando de
nuevo, alzando la pierna y mandando el pie que le impacta en el rostro: el
golpe causa ese sonido excitante antes de que termine en el suelo sangrando
por la nariz.
—¡Intentas tocarme de nuevo, y juro que te mato, a mi nadie me jode y
mucho menos los hombres!— le arrebato la toalla que alzo para que los
demás la vean—.Que esté desnuda no significa que sea una invitación para
que me vengan a morbosear o querer obligar a nada, controlen las hormonas
de perros o tendré que castrar al que vuelva a querer hacer lo mismo que
esta pila de excremento que se cree hombre.
Lo señalo sin dejar de pasear la mirada por los demás, quienes guardan
silencio; todos son asesinos, peleadores y de las peores alimañas, pero a mí
se me conoce por no tener compasión. Puedo matarlos mientras duermen o
en el momento que menos piensen.
—¡¿Quedó claro?!— le grito al hombre que yace en el suelo
limpiándose la sangre de la boca.
Asiente, me cubro con la toalla y me recojo el cabello antes de salir de
las duchas en busca de la habitación en donde me espera la persona que
menos esperaba ver, pensé que estaba en entrenamiento, viene sin camisa y
un poco sudado, el tatuaje que le cubre todo el cuerpo, resalta los pectorales
y los brazos marcados.
—¿Qué haces aquí, Julián? Se supone que deberías estar en el área de
armas— paso por su lado yéndome a la cama, dejo la toalla y cojo las
bragas.
—Terminé y vine a verte, estuviste por fuera una semana y ayer no
pude estar aquí, tuve que pasar el día diseñando armas y preparando todo
para más tarde.— me explica.
Uso las bragas y me quedo mirándolo con las manos en la cintura.
—¿Me quieres matar?— pregunta antes de suspirar profundo y pasarse
las manos por el cabello.
Entiendo a que se refiere cuando veo el bulto que se le marca en el
pantalón.
—¿Tienes esa erección desde ayer o recién te la estoy causando?.—
bromeo acercándome, estiro las manos hacia la pretina del vaquero que
lleva puesto y miro sus ojos verde claro.
Julián Adams, es un moreno sumamente apuesto, con una sonrisa
hermosa que se ensancha cuando nota mis intensiones.
—¿Me está tentando señorita?— ladea la cabeza mirando mis labios.
—Me gusta ese "señorita"— tengo 23 años y le gusta llamarme así—.
Y por supuesto que lo estoy tentando, sabes que soy la mejor en estas cosas,
no es difícil hacerte correr con solo hablarte al oído y frotar mi mano aquí.
Adentro los dedos por el borde del vaquero hasta llegar al miembro
duro que acaricio con cuidado, me sostengo en puntitas con los pies y
alcanzo sus labios dándole un casto beso antes de alejarme a terminar de
vestirme.
—Eres cruel, Venus— se queja con un suspiro cansado.
—Y mala, lo sé, nene, lo sé— sonrío con picardía— Ve a ducharte, no
tenemos tiempo para follar, debo ir a entrenar antes de que llegue el "jefe".
Menciono lo último con un poco de pereza.
—A partir de mañana todo cambiará y nos veremos solo cuando sea
necesario, tu serás guardaespaldas y yo tendré que viajar a la fábrica las
armas.— me recuerda lo que ya sé.
Se va y me termino de vestir con el pantalón negro, camiseta del
mismo color y botas trenzadas, me ato el cabello en una coleta alta y salgo
de la habitación en donde se supone que duermo con una compañera la cual
no sé en dónde rayos se metió.
En esta fortaleza he pasado muchos años, no es fácil, puesto que debes
entrenar sin descanso, soportar de todo y valerte de la supervivencia para
seguir con vida, te preparan para ser un asesino de los mejores y trabajar
para la mafia más peligrosa de todas, yendo a investigar información
clasificada, asesinar a traidores, políticos o seducir para sacar información
(parte que normalmente nos toca a las pocas mujeres que integramos el
escuadrón principal).
Aquí pueden matarte en cualquier momento, si sigues con vida es
porque tienes los cojones de seguir y pertenecer a este grupo de
mercenarios que darían la vida por la organización. Lo cual es ilógico ya
que estamos aquí desde pequeños y tuvimos que presenciar la muerte de
nuestros padres.
Aquí todos se preparan para servir y cuidar a la familia Blackwood,
pero solo algunos somos los más entrenados ya que se nos encomienda todo
tipo de tarea, desde desmantelar clanes a matar políticos. En conclusión:
solo los mejores pueden conformar el escuadrón alfa.
Cruzo las puertas que me mandan a la sala de armas, un lugar amplio,
varias mesas en cada esquina y un campo de práctica en frente, con
muñecos a los que tienes que derribar antes de que aparezcan personas
adictas a drogas las cuales ya no saben ni sus nombres y están aquí para ser
juguetes de prueba que reciban todo tipo de golpes, torturas....
Rodeo una de las mesas de metal, miro las armas que debo terminar de
armar antes de empezar. Me decido por un rifle de largo alcance, lo armo
rápido asegurándome de que no me falte nada, me acerco a los controles
que mueven el muñeco hasta la última parte en donde no se puede ver bien
pero el lente del arma me lo facilitará.
Abro las piernas, minimizo la respiración y me preparo apuntado hasta
que....
—¡Con que aquí estás. Llevo horas buscándote! —la voz chillona de
Yasmín es lo que escucho cuando estoy por apretar el gatillo— Te necesitan
en la sala de combate...
Me centro en el objetivo, me humecto los labios antes de apretar el
gatillo y soltar las dos balas que impactan en la frente del muñeco, dejando
un agujero con los bordes rojos. Bajo el arma, la dejo en la mesa poniendo
mi atención en la pelinegra que me mira de brazos cruzados.
—¿Qué sucede?
Aún no llega el consejero y es él quien debe evaluar mi práctica.
—El Alpha ya llegó y ordenó ver a todos en diferentes combates, todos
están reunidos, faltas tú —se da la vuelta para irse.
—Espérame —la abordo por la espalda rodeando su cuello con mi
brazo, es mi compañera de habitación y lo más cercano a una hermana.
La suelto cuando salimos al pasillo. Aquí, el sentimentalismo no está
permitido ya que es una muestra de vulnerabilidad y debilidad. Y en ningún
momento se nos enseña a ser débiles ante el afecto. El amor no es algo que
terminé viendo a medida que me entrenaban.
Cruzamos el pasillo de paredes hechas de metal, las grandes puertas se
ven al fondo, las cruzamos adentrándonos en la enorme sala de combate con
aire de terror, el ambiente huele a sangre y sudor, hay un gran ring de
combate en el centro, a los lados varias máquinas para ejercitarse como
también algunas que ponen a prueba tu resistencia, corriendo durante largos
minutos, mientras te calcula hasta el momento en que desfallecerás.
Aquí te entrenan por completo y también te estudian de manera
detallada.
Muchos notan mi llegada. Me detengo al lado de las dos mujeres que
se mantienen rectas a la espera de indicaciones. Dejo las manos detrás de
mi espalda y mis ojos viajan a la segunda planta desde donde se puede tener
una mejor vista del ring, y lo capto cuando se mueve acercándose algo a la
boca, se detiene cerca de las barandas. La poca luz lo hace ver como un
demonio sumido en la oscuridad. Inevitablemente las manos se me vuelven
puños firmes cuando por fin veo en persona al Alpha de la mafia.
«Herodes Blackwood».
—¡Vamos a comenzarr con combates cuerpo a cuerpo!.
Informa Giovanny captando la atención de todos e incluso la mía que
se había perdido mirando al hombre que se fuma un puro mientras habla por
teléfono «Es muy apuesto, no estoy ciega, desde aquí puedo detallar algo de
su rostro a pesar de la distancia».
—¡Llamaré de dos en dos, así que estén atentos a sus nombres, no
pienso llamar dos veces!— revisa la carpeta que tiene en las manos—.
¡Danilo y Kilian!
Mis ojos buscan a los que llamó, solo conozco al segundo; sobresale
entre la multitud y ha de ser por provenir de África. Su cuerpo y expresión
le dan un aire aterrador, además de los tatuajes que le cubren hasta el cuello,
a excepción de su torso, aún así, son notorios a pesar de que tenga la piel
algo oscura. Sube al ring sin apartar la mirada de su rival y me preparo para
ver como lo vuelve trizas.
El combate termina y si hubiera apostado, habría ganado, Kilian dejó
casi muerto a su contrincante.
—¡Helen y Zenda!— llama el consejero.
Ambas mujeres suben y mis ojos se quedan sobre Helen. Fui su
compañera de práctica y supervivencia los días que nos tocó sobrevivir en
la selva del Amazonas. La primera gana como lo supuse, se limpia la sangre
de la boca y baja del ring.
—¡Fátima y Brais!
Este enfrentamiento si estará bueno, ya que Fátima puede ser una
mujer pero parece un hombre por la forma de actuar a veces. Tiene el
cabello hasta la altura del cuello, la contextura grande y fuerte sin verse
menos femenina, puede infundir terror con solo mirarla. Sube confiada a
pesar de haberle tocado pelear con un hombre que se asemeja a su estatura.
Brais es uno de los tantos machistas que hay aquí, es tan estúpido que
solo ruego le den una paliza.
La mujer gana y solo sonrío por lo bajo al ver como dejo a Brais «Por
idiota». Los combates siguen y me mantengo a la espera de que anuncien
mi nombre.
—¡Taeyang y Zendiam!— llaman.
Aquí no hace falta deducir ya que el asiático es quien le gana a la chica
la cual queda con un brazo roto, y es que la piedad se deja de lado y más
cuando quieres que te escojan para lo que tanto tiempo te han preparado.
—¡Samay y Yasmín!
En este, sí presto atención cuando la pelinegra sube, no dudo de sus
habilidades, «Si estás en el Escuadrón Alfa, es porque estás capacitada»,
pero Samay es buena y siempre busca romperte una parte importante del
cuerpo. Ambas se preparan, mi amiga queda con la nariz rota pero se
declara la ganadora.
Empiezo a aburrirme y nada que me llaman a mí. La estúpida de Enola
se declara ganadora al igual que Brett y es que ambos son un dolor en el
trasero, además de que se comen cada que pueden. Aún quedan algunos y
Giovanny vuelve a ver la lista.
—¡Venus y French!
«Y ese es el llamado para divertirme un poco»
Yasmín me mira al igual que todos, avanzo entre los que están en el
medio y me acomodo la coleta antes de subir al ring. Muevo el cuello como
un pre-calentamiento, camino de espacio agilizando las piernas. Una sonrisa
coqueta invade mi rostro cuando French sube mirándome de pies a cabeza.
—No te cohíbas y ataca como si fuera un hombre— le guiño un ojo.
No por ser mujer dejaré que me crean menos.
—No iba hacerlo.
Lo señalo, moviendo el dedo para que ataque primero. Espero paciente
cuando se me viene encima con golpes que esquivo rápido, giro en el suelo
y le barro los pies haciendo que caiga pero se levanta.
Vuelvo a mermar el espacio poniéndome alerta, mis ojos solo están en
mi presa y es que me gusta demostrarles que no me importa nada más que
esto.
El calor me empieza a hacer latir el corazón muy rápido. Me deslizo en
el suelo mandando el golpe a uno de sus muslos, me levanto con una mano,
se devuelve viniendo por mí y me gusta su resistencia, pero no está dando
todo y eso me exaspera, así que de un salto me subo sobre sus hombros,
maniobro el giro mortal que me hace dar la vuelta y llevarlo al suelo donde
el golpe lo deja unos minutos, pero eso como que le molestó ya que me
toma del cabello, la boca se me llena de sangre con el golpe del puño que
me manda y me deja atónita unos segundos.
Me separo rápido, muevo el cuello sonriendo por el favor que me hizo
y es que una herida solo me sube la adrenalina que saca más a la asesina
capaz de atacar esos puntos exactos que por un momento lo dejan frío y con
eso aprovecho y pongo en práctica la patada de Kung fu que aprendí e
impacta en su yugular, haciendo que escupa sangre.
Me limpio la boca con el dorso de la mano y dejo el pie sobre su
pecho, haciendo presión para que no se levante en lo que me paso la lengua
por el labio inferior comprobando la mínima rotura debido al golpe, estoy
tan agitada pero no me preocupa, estos son efectos que me gustan.
—No sirves para nada.— escupo la sangre que me sabe asquerosa de
un momento a otro.
—Bien, la ganadora es Venus.
Me muevo hasta la cuerda del ring, bajo sin mirar a nadie a pesar de
sentir un peso en la espalda, la sensación es tan extraña que antes no la
había sentido y solo me acaricio el cuello cuando me detengo en donde
estaba antes del combate.
Mis ojos viajan a la segunda planta en donde está el hombre que
curiosamente tiene sus ojos puestos sobre mí o así me doy de cuenta.
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Aviso mega importante: quiero avisar que aquí muchas de las armas tienen
sus nombres propios ya que son diseños únicos de la organización Alpha.
Aclaro para que no digan que escribo mal los nombres o que no sé de
armas, porque sé lo necesario o de no ser así, no tocaría un tema como ese
en un libro.
Por favor no hacer Spoiler de ningún tipo para no dañarle la lectura a
los nuevos lectores.
Capítulo 3

_____✧✧ Ignición ✧✧__________

Venus
No es por ser arrogante pero, sabía que me escogerían, o sea, soy la
mejor de mi escuadrón y creo que no hay nadie igual que yo al momento de
una misión de donde se tenga que conseguir información.
«Controla la arrogancia» pide mi subconsciente.
Ayer fueron los combates y hoy me encuentro en el área de medicina,
me revisarán el chip de rastreo que tengo en el cuello; un mini detonador
con la capacidad y potencia para volverme trizas si en algún momento
intento sacarlo sin los instrumentos necesarios que usan aquí.
Normalmente cada mes, nos hacen un estudio completo para saber si
tenemos algún problema de salud, sin contar que a las mujeres nos colocan
un aparato para no salir embarazadas ya que normalmente algunos se ven a
escondidas cuando ven la oportunidad, además que cuando nos dan una
semana libre «Casi nunca sucede, al menos que completemos una misión
muy importante», la aprovechamos en un pueblo que queda cerca, aunque
por mi parte, yo prefiero estar aquí entrenando sin descanso.
No es como si me interesara ir a ese pueblo, allí no se hace nada más
que estar al pendiente de que no te maten o roben. Aunque algunos van para
hacer lo antes mencionado. Somos prisioneros, sí, pero no nos privan de
querer divertimos cada que lo permiten. Aunque las excepciones siempre
están, sobre todo para el escuadrón.
Tomo asiento en la silla reclinable, me atan las manos, pies y torso; así
evitan que me mueva ya que el procedimiento duele como la mierda y no se
usa anestesia. El cabello me lo sujeté en un moño alto dejando a la vista la
nuca.
—Vamos a comenzar— habla la mujer de cabello corto y lentes
grandes.
Una experta a la hora de saber manipular la mente humana.
Tomo una bocana de aire intentando no pensar en lo que hará pero es
inevitable cuando la máquina posiciona el frío metal que se aferra a mi
cuello como un collar, quitándome aire porque es como si me fuese ahorcar.
Los controles los maneja con facilidad. Me humecto los labios a la
espera de la aguja que entra en ese lugar exacto en donde hace contacto con
el chip que rápidamente manda la descarga de electricidad, haciendo que se
me tense el cuerpo y apriete los dientes tan fuerte que la mandíbula me
duela.
«Rehabilitación y manejo psicológico»
Son unos largos minutos los que duro siendo víctima de la sensación
agobiante que me envuelve el cerebro en una burbuja; revivo cada uno de
mis temores, intento no recordar, pero el procedimiento es tan difícil que las
percepciones se vuelven intensas con cada flashback que llega.
El corazón me bombea muy rápido, pero no me molesto en lo
absoluto, simplemente me relajo cuando el metal suelta mi carne y termina
la revisión que me deja agitada y algo temblorosa.
—Bien, tómatela después de una hora—me entrega la dichosa píldora
que tanto odio— Puedes retirarte.
Salgo sobandome la nuca a medida que avanzo por el frío pasillo con
bombillas blancas, en todos lados hay cámaras y ya estoy tan acostumbrada
que solo me detengo en la puerta que da a uno de los pequeños baños, entro
a lavarme la cara y a respirar hondo.
Siento cada músculo tenso y palpitando de dolor.
Me siento igual que cada vez que me revisan el rastreador e intento
tomar una bocanada de aire pero la arcada de vómito me contrae el
estómago soltando el desayuno de esta mañana. Dejo que salga como me lo
pide mi cuerpo y aprovecho para dejar que la píldora se vaya por el
desagüe. Me lavo la boca y acomodo el cabello antes de salir, yéndome al
comedor.
El área es completamente cerrada, con aire acondicionado y cámaras
por todos lados, las mesas son largas, pueden sentarse 10 personas. El
estómago me ruge de hambre, me detengo en el área de la comida, pido lo
que comeré, al menos tienen comida buena y no del asco. El pollo me agua
la boca y la ración de arroz con salsa. Me entregan un jugo natural de no sé
qué, pero me voy a una mesa que veo sola.
Me atiborro de todo pensando que después de esta tarde ya no estaré
aquí, pero sí cuidando el trasero del mafioso. Nos informaron de un ataque
en la madrugada y es que cuando no estoy entrenando, tengo que estar
arriesgando mi vida o haciendo de espía. Aunque nada de eso me importa,
es para lo que vivo.
Termino de comer, no veo a nadie que conozca, así que me voy a la
habitación, preparo lo que usaré; pantalones ajustados, botas trenzadas, y
camisa mangas largas. Busco los ajustadores de las armas y tomo asiento en
la cama revisando que sean los discretos. Aunque no creo usarlos, nos darán
el uniforme.
—Al menos saldremos de este encierro, no serán unas vacaciones o
algo así, pero podremos ver cosas nuevas aunque tengamos que estar de
guardaespaldas —comenta Yasmín, entrando con la ropa sucia y sudada.
—¿En dónde estabas?
—Entrenamiento de campo, me corté con un alambre de púas.— me
señala la herida.
—Ve a la enfermería, aunque no se ve profunda.
Me levanto y la examino unos minutos. Sé algo sobre esto, me tocó
aprender cuando estuve en aquella selva.
—Iré, debo revisarme el rastreador. Por cierto, el Alpha no está para
nada mal, creo que es el ser más hermoso que nos ojos han presenciado.—
susurra en voz baja.
Hablar de él no es algo que tengamos permitido y nos lo han hecho
saber muchas veces.
—No deberías comentar nada sobre él, sabes que no podemos.
—Pfff, ¡Por Dios!, No soy ciega y obviamente no lo he comentado con
alguien más, aunque las demás mujeres no lo pasaron por alto —rueda los
ojos— En fin, no será una tortura y menos viendo de cerca a semejante
hombre.
No niego lo que me dice, he visto tantos y seducido a hombres
poderosos pero ninguno como este, definitivamente, es diferente. No lo vi
tan de cerca, pero no estoy ciega, pude notar lo guapo que es.
—Dúchate y ve a la enfermería en vez de estar babeando por nuestro
jefe— espeto cansada.
—Aburrida —murmura.
—Gracias.
Se comienza a desvestir y me mira con curiosidad como si al parecer
acabara de recordar algo.
—¿Crees que se atreva a coger con una guardaespaldas?
Suelto a reír por lo que acaba de preguntar. Sacudo la cabeza
controlando la risa que me hace doler el estómago, debo sostenerlo antes de
hacerme pipí.
«¿Qué ridiculez acaba de preguntar?»
—¿Es broma?. Un hombre así, debe tener a las putas más finas de
todas, mujeres de todo tipo detrás de él, no creo que pierda el tiempo
cogiendo con una guardaespaldas, ¿Qué ganaría con eso? —pregunto con
obviedad.
—No lo sé, ¿Recuerdas aquel sotopaco de México?.
Asiento, lo recuerdo muy bien, un sujeto de unos 39 años, casado y
con más mujeres que hombres a su mando.
—¿Qué con él?
—Se acostaba con una de sus sirvientas.
Ruedo los ojos, sé lo que me está diciendo, ese sujeto fue a un bar en
donde teníamos que fingir ser prostitutas, se embriagó y drogó más de la
cuenta, tanto, que terminó confesando todo antes de quedarse dormido. Ese
día no tuve que jugar con su mente para sacar lo que necesitaba.
—Quieres decir que tal vez nuestro jefe sea así de rompe reglas.
Asiente decidida y sin una pizca de duda.
—Los hombres son así— contesta.
—Ajam, no diré si o no, porque no es como si hubiera estado con
muchos.
Sigue y sigue comentando lo bueno que le pareció el jefe e intento no
recordar su rostro, no lo ví de cerca pero si pude detallar como es. Las horas
pasan, quisiera estar con Julián antes de irme pero eso será imposible ya
que se fue a Ucrania; donde se fabrican las armas de la organización.
La tarde llega y me visto con el uniforme negro que solemos usar para
cosas como la que haremos. Me ato bien el cabello en una coleta alta antes
de abrocharme el cinturón del muslo y el torso. Yasmín se alista y salimos
de la habitación cuando informan en los altavoces que debemos estar en el
campo de despegue. Las puertas de la fortaleza se abren dándonos paso al
campo enorme con otras áreas de práctica al aire libre.
Camino por el césped hasta que mis botas tocan el asfalto en donde
está una avioneta negra.
Algunos hombres suben cajas y me acerco a ponerme en órbita con
todo, uso un chaleco antibalas ligero, me entregan dos Glow que me guardo
en los cinturones, par de navajas y me acomodo el intercomunicador. No sé
cuántas horas serán de vuelo pero nos alistamos como nos ordena un
castaño alto y de tez olivasea «Es muy apuesto y por lo visto
malhumorado».
—¡La orden será matar a todos y destruir el área dónde fabrican las
armas, cojer la cocaína y llevarla a Canadá! —explica paseándose con una
tablet en la mano— ¡Mi nombre es Mario Russo y soy el hombre principal
del Alpha, así que todos siguen mis órdenes y se mantienen a la espera de
indicaciones!. ¡¿Entendido?!.
—¡Sí, señor!— contestamos al unísono.
—Grupo 4 se encarga de cuidarle la espalda al Alpha, mientras que los
demás me siguen a mí, en caso de algún problema; todos deben velar por la
seguridad del jefe. ¡¿Entendido?!
Respondemos con un rotundo sí.
Es la primera vez que haremos un ataque así (estar al pendiente de
cuidar a alguien a parte de matar y cumplir el objetivo), no estoy nerviosa
ya que me acostumbré a llevar al miedo conmigo, por el contrario, esta
misión solo me hace sentir energizada y queriendo apretar el gatillo que
vuele varias cabezas.
«Eso se oyó como una demente» lo sé, pero no saben lo bien que se
siente cuando lo hago. La organización cumplió su meta y fue hacerme una
asesina sin piedad o debilidad mental.
Nos seguimos organizando y no intercambio palabra con nadie, no se
puede y no está permitido al menos que sea de suma importancia, es como
si fuéramos robots que están para matar y seguir órdenes.
Me toca conformar el grupo 4 y ser un escudo que reciba las balas que
quieran matar a mi espectacular jefe, se supone que debería cuidarme a mí,
pero puedo hacerlo y salir ilesa. Estamos los del escuadrón alfa pero nos
toca integrarnos con los sujetos que ya tienen tiempo en esto y según Mario;
son más confiables.
A cada nada nos recuerdan el chip de rastreo que puede matarnos, ya
que ahora, sí podemos tener oportunidad de escapar pero no sería fácil,
estamos tratando con la mafia más poderosa de todas y nos encontrarían
hasta debajo de las rocas del Atlántico.
Una camioneta negra llega y mis ojos se quedan en el hombre que baja
vistiendo el mismo atuendo que nosotros: pantalones negros, botas
trenzadas, camisa mangas largas y un chaleco igual. Nunca había visto que
el negro le quede tan bien a alguien.
Mario se le acerca diciéndole varias cosas que no entiendo desde
dónde estoy, Enola se mueve cuando le ordenan que le dé las armas
especiales al Alpha quien no se molesta en mirar a sus hombres,
simplemente se prepara al igual que los demás.
Aparto la mirada cuando siento que me perdí por unos segundos, pero
es imposible no mirarlo por qué; tiene una espesa y lisa cabellera negra
azabache que se mueve con la brisa haciéndola brillar con los rayos del sol
que hacen contraste con la piel blanca en termino bronceada que da la
impresión de ser caribeño, pero sus ojos «Virgen purísima» no estoy tan
cerca pero el azul eléctrico que lleva por iris puede verse desde lejos, es un
color que jamás había visto.
Su porte es otra cosa que me hace apretar los dientes, debe medir 1.90
o no sé, es alto de hombros anchos, brazos fuertes y la manera en que se le
ajustan los pantalones a las piernas, y no solo eso; la manera tan sexy que se
le ven las armas en los cinturones que abrazan esos muslos de infarto.
Creo que está haciendo mucho calor.
Estoy rodeada de hombres en forma, corpulentos, tatuados y
atractivos, pero mi jefe; este hombre parece haber salido del inframundo
para recalcarle al cielo que los seres sexys y guapos son malos y peligrosos
como él, parece un semental irreal digno de representar la belleza
masculina. El prototipo perfecto para una mujer que busque un hombre
malo, sexy, poderoso, peligroso y.....
—Quiero que me pegue me embarace y abandone— comenta Yasmín
a mi lado, con un tono de excitación que me hace mirarla mal a pesar de
que pienso igual— Eso si es un hombre, digno de darme en todas las
posiciones que quiera, a él si le doy y no consejos, dejaría que me suba en
una mesa, me amarré, alce las piernas y.......
—Shhhhh, te escuchan y te cortan la lengua.— la regaño con disimulo.
—Te apoyo, Yasmín, es lo más bello que he visto, mis ojos han sido
bendecidos— comenta Helen a mi lado y ni cuenta me dí cuando se nos
acercó.
—¿También tú?— la miro mal.
De momento estamos en un círculo donde las dos mujeres que tengo al
lado finjen revisar las armas pero es una excusa para admirar al hombre que
revisa los planos que yacen sobre una mesa.
—¿Qué?, ¿Acaso los guardaespaldas no tenemos derecho de opinar
con disimulo?
—Si pero...
—Pero nada, a ese yo le cuido hasta la manera de respirar.— suspira.
—Le...cuidamos— la apoya Yasmín.
—¡Bueno ya! —me exaspero maldiciendo para mis adentros, no niego
que está bueno y rico pero tenemos que estar con la cabeza en esta
operación —Pónganse serías y dejen de lado las hormonas.
—Tengo días sin follar, así que no me digas eso cuando con ver a ese
hombre me está dando un orgasmo visual —me replica la pelinegra y Helen
asiente dándole la razón.
—Mejor me voy a ayudar con las cajas— me doy la vuelta y avanzo
con pasos firmes.
Ayudo a subir las cajas con las balas y armas, me equipo también con
algunas mini granadas y me acerco a la mesa con los planos cuando Mario
lo requiere
—Usaremos los paracaídas para descender unos metros antes de la
guarida, después avanzaremos sin detenernos, el equipo 5 a mi orden
atacaremos los puntos de vigilancias antes de que los demás avancen,
cuando despejemos todo, debemos sacar las cajas y subirlas a los
helicópteros que descenderán en la parte trasera, un navío nos esperará al
norte —explica y mi mente se graba todo con una tinta indeleble..
Subimos al jet, me mantengo callada en el camino y con la vista en la
ventanilla que tengo al lado, las nubes nos cubren y el sueño llega pero
estamos a unos minutos de camino y espero que en el navío se nos permita
dormir un poco.
Tengo a Yasmín al lado, después le sigue Helen y ambas intentan no
mirar al hombre que yace a unos cuantos metros de nosotras, pero se les
hace imposible y aunque el man sea un imán, ruedo los ojos intentando no
hacer lo mismo que ellas.
—¡Prepárense, descenderemos en 5 minutos!—avisa Mario.
Me quito el cinturón de seguridad, rápido me preparo con el
paracaídas y espero en mi posición cuando la compuerta empieza a abrirse,
la brisa entra y me humecto los labios con el frío que toca mi rostro
haciéndome erizar los brazos. Aparte de tener frío, no es fácil tener en
frente, al hombre que debo cuidar, no lo he escuchado hablar y mi mente se
queda pensando en la voz cruda que ha de tener.
No sé que hago imaginando cosas. Debo centrarme y dejar de querer
saber locuras.
Empiezan a saltar y mis ojos se van cuando el Alpha lo hace, paso
saliva tratando de no entrar en pánico ni nada parecido, he estado en
situaciones peores y me mentalizo cuando me dejo caer al vacío, apretando
los labios, dejando que la brisa impacte en cada parte de mi cuerpo y la
noche me envuelva. No hay luz de luna pero aún así, puedo ver como se
abren los paracaídas de los primeros que saltaron.
Mi cuerpo va impulsado como una bala. Los lentes ayudan a que el
aire no me dificulte la visibilidad o me límite al saber que hacer.
Calculo cuando veo los árboles y tiro del seguro que abre el paracaídas
frenando la trayectoria y haciendo que se me suba la sangre a la cabeza con
la tensión, maniobro para no caer sobre un árbol pero el muy jodido e inútil
seguro, lo hace y quedo guindando sobre un par de ramas «Genial».
Busco la navaja dentro de mi bolsillo pero la rama cruje y me quedo
quieta cuando siento que cortan los cables, caigo al suelo con las manos
sobre las hojas secas y el desconcierto llega cuando veo a la persona que se
adelanta pero se detiene mirándome por encima de sul hombro.
—Si no sirves, pégate un tiro de una vez, no tolero guardaespaldas
buenos para nada.
«El Alpha» la incredulidad me deja en shock. Algunos pasan por mi
lado y no me miran muy bien que digamos, por suerte el grupo en donde
estoy, son de los hombres que ya estaban.
Me reincorporo como si nada, desabrocho el arma y me termino de
quitar el paracaídas antes de avanzar entre los árboles y las ramas que me
dificultan el paso pero no le presto atención, simplemente me ubico en mi
puesto quedando en el anillo de seguridad que cubre al pelinegro quien
revisa la tablet que lleva en las manos. Los lentes los guardo en mi bolsillo
y ahora sí puedo verlo mejor.
Su altura es algo que no puedo obviar y aunque estoy en una misión, es
imposible no echarle una miradita rápida, su espalda es super ancha y hasta
aquí puedo oler una fuerte fragancia, tal vez su perfume.
Me mantengo alerta en todo momento, a pocos metros se ven los
hombres que resguardan el campamento estilo fortaleza. Me detengo
cuando debo y espero que los primeros se adelanten bajando a los que
vigilan los alrededores.
Son varios segundos sin seguir, pero cuando se puede, soy rápida al
avanzar con la orden.
Pasamos por el lado de varios camiones y lo peor no es la cantidad de
hombres que empiezan a dispararnos, eso no es nada comparado con los
perros de casería que corren hacia nosotros.
Disparo sin piedad derribando y matando a diestra y siniestra sin
apartarme del hombre que se mueve como si nada «Claro, somos su escudo
y primero mis matan antes que a él», va tranquilo, pero también dispara
cuando le toca y nos mantenemos a su paso cuando nos adentramos dentro
de la casa con aires robustos.
Las paredes son altas, al fondo está una gran escalera, todo es muy
lindo, pero ahora quedó en un completo desorden por culpa del ataque.
Enola y Taeyang traen a un hombre al que lanzan al frente del
pelinegro quien recibe el cigarrillo que le entregan. Me mantengo alerta a
pesar de que la zona ya se despejó. Intento no mirar cuando se detiene, pero
su aura es tan pesada que hasta aquí siento los aires de superioridad que
emana.
—¿Querías robarme? —pregunta y por fin escucho bien su voz, ronca
y grave, como mi mente se la imaginó, pero compruebo que es más perfecta
— ¿Desde cuándo te volviste uno de mis enemigos?
El hombre que yace en el suelo no dice nada. No le gusta que no le
respondan porque alza la glow, apunta y suelta los disparos que le abren la
frente, el cuerpo cae al suelo esparciendo la sangre, y me muevo con la
indicación en el intercomunicador.
Salgo por donde entré, me aseguro de que no haya moros en la costa y
espero que salga el hombre que se encamina a la parte trasera, llegan los
helicópteros, las cajas las sacan y ayudo a subirlas, tengo calor y las manos
me duelen por el peso.
La cuestión no es tan rápida que digamos, pero subo cuando acabamos,
los demás celebran que el ataque fue un éxito y yo solo quiero descansar un
par de minutos. El trayecto hasta el navío no es muy rápido y el frío
empieza a incomodarme, sin embargo, me mantengo quieta.
Bajo rápido, por suerte hay una tripulación que se encarga de las cajas
y no sé para dónde caminar, pero sigo a Mario cuando nos pide que nos
reunamos en la cabina de controles.
Nos informa y explica que estaremos 14 horas de camino a una isla y
es que mi mente está tan agotada que todo se lo graba antes de salir en
busca de una de las habitaciones, cruzo la esquina y me detengo con el
hombre con el que casi choco. Su altura me rebasa y tengo que elevar un
poco la mirada para poder ver su rostro compuesto por el seño fruncido.
«No lo mires», repite mi subconsciente pero no puedo, estoy perdida.
Creo que sus padres hicieron algún pacto con Satanás y Dios. Sus
facciones, su mirada, sus cejas y pestañas pobladas, su cabello, OMG, debo
estar imaginando un estimulante o algo parecido, porque no parece real.
—¿Te piensas quitar o debo pasarte por encima?.— Inquiere tajante.
Intento no rodar los ojos, pero no apretar la mandíbula, le abro paso
pero no sigue su camino ya que me mira como intentado descifrar algo y
reitero que sus ojos son tan eléctricos que es imposible no querer mirarlos y
es que es demasiado guapo para ser verdad.
—Señor, lo solicitan en el área de carga.— hablan detrás de mí,
haciendo que se mueva dejándome con la mirada en su espalda cuando se
va por el pasillo.
Las manos me duelen y no sé en qué momento las volví puños que
hasta las venas se me marcaron, me siento acalorada y avanzo intentando
sacarme su rostro de la cabeza, pero se vuelve tedioso cuando mi mente lo
trae de nuevo.
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Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly.
Capítulo 4

______✧✧ Hierro y Metal ✧✧________

Venus
Son horas las que llevamos en el mar con rumbo a la dichosa Isla y
durante eso, me toca hacer guardia a pesar de estar en medio de la nada. Al
menos ya se puede ver tierra a lo no muy lejos.
Hace calor, me limpio el sudor de la frente con un pañuelo que
conseguí y respiro hondo. Por suerte el navío tiene un área para comer y eso
me tiene con energía.
El barco es enorme y fácilmente podría confundirse con un barco naval
o algo parecido. Aunque las cosas así no me sorprenden, la mafia tiene
tantas cosas impresionantes que toca acostumbrase cuando eres la
guardaespaldas de un mafioso, que para colmo, está bueno y no puedo
negarlo.
La brisa marina me refresca, me paseo de aquí para allá sosteniendo la
Glow que tengo en el muslo, el mar es hermoso y no recuerdo cuando fue la
última vez que probé estas aguas.
—¿Disfrutando del sol? —me preguntan y me giro quedando
sorprendida con la persona que desliza el dedo en el aparato que tiene entre
las manos.
«Mario»
—Está muy lindo el día, pero no me desconcentro de mi labor.—
contesto tranquila.
Me mira por un par de segundos que se envuelven eternos. Vuelve a
mirar el aparato.
—Bien. Enola, Yasmín, Helen y tú tendrán que infiltrarse como
prostitutas en un bar donde el jefe tendrá que asistir por asuntos de
negocios. Tendrán que seducir a los hombres que estarán con un traficante,
sacarle información a la dueña del local y saber si la droga que venden es de
la mafia Rusa —me explica y asiento.
—¿Cuándo será eso?
—Mañana en la noche, las mantendré al tanto, ya todo está preparado
para el ingreso en el bar, solo deben poner en acción lo aprendido en las
clases que recibieron —me dice— Buscarán la manera de llegar al hotel
más cercano cuando acaben , una camioneta las pasará recogiendo.
Asiento. Termina de darme las indicaciones antes de irse.
Suspiro profundo apoyándome en las barandas, con la vista fija en el
agua; se ve tan azul que aveces pienso que no tiene fondo. Definitivamente,
si quisiera vivir sola y en paz, quisiera hacerlo en una isla en donde tenga
una casita cómoda, pueda relajarme y disfrutar en completa calma.
Ya ni siquiera sé qué se siente estar sin hacer nada, mi vida no es como
la de los demás, a veces quisiera ser una chica normal como todas las demás
que a sus 23 años; terminan la universidad, salen a fiestas, tienen novios
normales. Pero heme aquí, siendo la guardaespaldas de un mafioso y una
asesina que cada noche sueña con todas las víctimas que ha tenido que
matar para poder sobrevivir en este mundo en el que desgraciadamente me
tocó estar.
—No piensas tirarte por la borda ¿O si? —preguntan a mi lado.
—Sería buena idea, quiero probar el agua así que...— bromeo en el
mismo tono tranquilo.
—Entiendo, probablemente no haya tiburones, aunque si los hubiera
serían muy dichosos de comerse semejante mujerón —bromea con ese
tonito de coqueteo acompañado de una voz demasiado ronca.
No suele ser así, es raro que no ande modo serio y Anti social.
—Creo que eso sería lo único que podría matarme, Kilian —aseguro.
Se ríe apoyándose de la baranda, con la mano rebusca algo en el
bolsillo del pantalón.
—Julián me pidió que te lo entregara. Lo había olvidado así que...
Disculpa la tardanza— Me extiende un pedazo de papel.
—Gracias —lo recibo de buena manera, puede ser un matón de los
peores pero nunca se sobrepaso conmigo o me hizo la vida imposible.
—De nada, no te tires al mar, si quieres que te coman, espera a Julián
—me guiña un ojo antes de irse y sacudo la cabeza.
Me paseo por babor mientras leo el papel que tengo entre las manos, lo
vuelvo trizas en pequeños cuadritos y dejo que la brisa me lo arrebate de la
mano llevándoselos lejos con rumbo al agua donde se van a deshacer.
De momento no sé porque mierdas pero termino recordando cuando
me cruce con mi jefe esta madrugada, no lo he visto de nuevo pero el azul
de sus ojos sigue en mi cabeza como la repetición de un cede.
Agradezco que mi turno termine, me voy al área de controles en dónde
está Fátima, Kilian, y dos hombres más, se encargan de revisar el radar y
estar al pendiente de que no haya una emboscada.
—Avísale a Mario que llegamos en 20 minutos— me ordena un sujeto.
Salgo de la sala de control, me encamino en busca de la sala en la que
pueda estar y no me equivoco cuando atravieso la puerta de metal, está
sentado en una mesa revisando un holograma pero no está solo.
—Llegaremos en 20 minutos— aviso.
Mario asiente haciendo un ademán con la mano para que me acerque,
lo hago sin titubear e ignorando al sujeto que observa el holograma con una
concentración absoluta. Se cambió la ropa, esta vez tiene un vaquero
marrón, camisa blanca que le resalta sus brazos y dejan a la vista los
tatuajes en cada antebrazo. Su cabello es un desorden bien hecho, se le ve
genial.
—En todo momento te encargarás de esto —me dice Mario
mostrándome un maletín— Cada que el jefe te lo pida, debes tenerlo a la
mano y no perderlo ¿Entendido?.
Asiento.
—Siempre estarás en mi grupo, eso significa que te adentrarás en
cualquier lugar en donde lo haga el jefe. Los demás, aparte tendrán que
asegurar zonas y vigilar desde la distancia.— concluye.
Me explica quienes estarán en su grupo y asiento. No creí que me
tocara algo tan importante pero es mejor así. Al menos no estará alguien de
los que conozco. Es difícil que me hayan elegido por el simple hecho de
que recién estamos de guardaespaldas y no podemos poner en peligro la
seguridad del hombre que toma asiento dignándose a mirarme.
—¿Su cabello no llama mucho la atención?— hasta que habla.
Mario frunce el seño mirándome fijamente.
—Sí, pero... En las investigaciones normalmente lo cambia por
pelucas, así que todo bien.— le resta importancia.
Me mantengo con las manos detrás de la espalda. No me muevo y
debo calarme el que me reparé de pies a cabeza antes de sacar un puro de
un estuche de oro blanco, lo enciende dándole una calada y en ningún
momento mis ojos se apartan de los suyos «Error, ahora no se cómo
apartarlos». El humo lo exhala y me muerdo el labio inferior rodando los
ojos hasta el holograma.
—Explícale todo de nuevo por si se le olvida —habla de nuevo, no lo
miro ni cuando el sonido de una silla es lo único que se oye, tal vez se
levantó— Recoge todo y guárdalo en el maletín.
Hago lo que me ordena, porque al parecer no pide las cosas si no es
con molestia en el tono que emplea. Por suerte no grita o atropella con las
palabras al igual que lo hacen muchos estúpidos que creen que les queda
bien.
Salgo del área, subo las escaleras que me mandan a la cubierta, espero
que el barco se termine de detener, ya llegamos a la isla, solo se ve bosque y
más bosque, pero hay un muelle con algunas lanchas, dos grandes yates
lujosos y hombres esperando seguramente para bajar la mercancía.
Puedo divisar una casa playera a lo lejos. Bajo del barco cuando se
termina de detener, sé cuál es mi puesto así que en todo momento me
mantengo entre el anillo de seguridad que rodea al hombre que avanza
poniéndose unas gafas de sol y pegándose el teléfono en la oreja.
Hace calor, avanzo hasta que la arena de la playa toca mis botas y es
reemplazada por un camino de rocas cuando nos encaminamos a la casa que
tienen varios hombres cuidando alrededor.
—¡El Escuadrón Alfa, reúnanse en el área trasera de la piscina, pueden
beber y disfrutar de las putas que trajeron, después les avisaré que deben
hacer!— vocifera Mario.
Entro por las grandes puertas que nos adentran en una enorme casa
hecha con madera de caoba, el techo es alto y la decoración tiene un aire de
Hawaii, los muebles y todo es de madera lo que hace que el olor sea
notorio.
—Trae el maletín, los demás piérdanse a la piscina— me habla el
hombre que sigue al teléfono.
Los demás se van sin decir nada y lo sigo subiendo las grandes
escaleras. Algunas empleadas se pasean de aquí para allá y me detengo en
el umbral de una habitación cuando entra, se quita la camisa dejando a la
vista su espalda ancha y perfecta.
«No respiro, aiudaaaaaa»
—Déjalo sobre la mesita de noche.
Me muevo con la orden dejando el maletín dónde me acaba de pedir.
Desde aquí escucho música y el cerebro me pide que me vaya de una vez
pero mis piernas no se mueven cuando se saca el cinturón y los zapatos con
el punta pie.
—¿Algo más?— me atrevo a preguntar, mantengo las manos detrás y
no sé porque me siento agitada y.... ¿Nerviosa? No lo creo, no....
—Rectifica que la ducha esté en buen estado, abre la regadera y calibra
que el agua este fría— me dice sin mirarme.
¿Me ve cara de mucama?. Me muevo hacerlo, el baño es inmenso y me
dan unas ganas de ducharme y olvidarme de todo por un momento. Estiro la
mano probando el agua antes de salir pero me detengo cuando lo veo en el
umbral, es tan grande que no podría salir con el allí parado luciendo tan
imponente y poderoso.
Los brazos gruesos me sacan de esta tierra y el cabello negro se le
pega a la frente por lo sudado que está, la piel le brilla y por un momento
mis ojos le recorren el pecho, abdomen marcado, deteniéndose en... ¡Virgen
santísima de la Trinidad, los abdominales y cualquier santo capaz de
bendecir algo así! Ese boxer debería ser ilegal y tapar bien la erección de
mierda que me hace doler los pezones cuando me quedo mirándola por más
tiempo del debido.
Es grande, gruesa....
El que carraspeé me baja de la nube y lo miro a los ojos en donde es
peor.
—Con su permiso, señor— intento que suene firme pero la saliva
desapareció de mi boca y sonó ronco, tengo que carraspear— Si desea algo
más, puede avisarme con alguna empleada.
—¿Tan nerviosa te pongo?— se cruza de brazos recostándose en el
marco.
«¿No se piensa quitar?».
—Lo siento, señor. No es eso... Es solo que...— las palabras se me
cortan cuando estira la mano, la acerca hasta mi rostro y....
—Creo que has estado olvidando una regla muy importante y es; al
jefe no se le mira a los ojos y mucho menos cuando no te lo pide, siempre
debes estar con la mirada al suelo o en otro punto por donde pueda aparecer
un enemigo.
Susurra pasando la mano de largo, coge una toalla de no sé de donde,
esta tan cerca de mí que me quedo perdida mirando la ligera barba que
adorna su perfecta mandíbula, los labios finos acordes a su rostro, la nariz
pincelada, las pestañas largas y las cejas oscuras que se vuelven una
perfecta jaula en dónde están atrapados esos ojos tan hechizantes que
podrían verse en la más profunda oscuridad.
Algo me recorre la nuca y el cabello me estorba haciendo que me dé
calor por el aura que emana y siento que consume la mía uniéndose como el
hierro y metal.
—Con su permiso señor, llámeme si necesita algo— rompo el contacto
visual intentado salir pero no se mueve y mis manos dudan a la hora de
querer abrirse paso como debería hacerlo.
Pero es el Alpha de la mafia, mi jefe y una de las cosas que he
escuchado es; no le gusta que lo toquen, exasperen o llenen de preguntas.
—¿Te dije que te puedes ir?— Inquiere en tono íntimo.
—No.
—Entonces no te vas si no te digo que lo hagas— dictamina.
Frunzo las cejas, ¿Pretende que me quede a mirar como se baña y
limpia la polla?
—¿Quiere que lo duche?— pregunto con sarcasmo.
«Error dos» sus manos se aferran a mi garganta cuando me estrella
contra el vidrio de la ducha, el crujido me dice que tal vez se agrietó y
puedo safarme del agarre pero.... Acerca los labios muy cerca de los míos,
dejando que su respiración impacte con la mía y el olor de su boca me
embriague «Puro habano y chicle».
No sé si es por la falta de aire pero mis labios se entre abren y mis ojos
viajan a los suyos cuando se los saborea con la lengua antes de ladear la
cabeza y mi mente se vuelve una especie de laberinto sin salida. El corazón
se me detiene cuando se acerca más y sus labios se posan muy cerca los
míos pero.... una sonrisa malévola es lo que me da.
—Puedes irte, y recuerda las reglas que te acabo de recalcar— me
suelta, se da la vuelta y suspiro por lo bajo recuperando aire.
—Como ordene, señor— salgo del baño y de la habitación antes de
que las hormonas hagan de las suyas y mi cuerpo vuelva a colapsar, la
cabeza se me llena de preguntas y muchas de esas son;
¿Me iba a besar? ¿Qué fue eso? ¿Impulso de puto?
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Mil gracias por leer, loviuuuuuuu


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Los amo.
Besitos.
Osly.
Capítulo 5

______✧✧ Jamás ✧✧__________

Venus
Son las 2 de la mañana y sigo en la piscina de la casa playera, mirando
como todos beben, bailan, algunos se manosean con las putas que trajeron y
otros platican.
Las mujeres simplemente hablan entre ellas o están en la piscina.
Sonará sorprendente, pero nos facilitaron trajes de baño y ropa playera.
Deberíamos estar vigilando, pero la casa ya tiene hombres en los
alrededores y estamos en una isla con un campo magnético que detecta
barcos y lo que sea que se acerque «La tecnología de Mario es
impresionante».
Quería entrar a la piscina, pero no estoy de ánimos, prefiero disfrutar
del aire fresco y por ello me mantengo en la tumbona con la vista en las
estrellas. Estoy cansada, dormí solo por 3 horas, aunque mi sueño se vió
frustrado por lo que ocurrió en el baño de la habitación del mafioso.
Aún sigo sin entender qué rayos fue eso.
No intento pensar en lo sucedido, nada gano con eso, solo consigo
desviarme de lo que realmente debo hacer.
—Aprovecha a divertirte antes de mañana —me dice Yasmín, tiene
dos vasos de vodka, uno en cada mano.
Recibo uno y le doy un sorbo; es el primer trago que pruebo desde que
llegué. Todos parecen tener energía de sobra ya que están aquí disfrutando
desde que se les dió el permiso.
Sigo bebiendo, recibo vaso tras vaso que en el... Número 20 ya me
siento mareada cuando intento levantarme para acercarme a la piscina.
Trato de quitarme la bata para quedarme solo con el traje de baño, pero me
tambaleo unos segundos «Joder, el mareo es horrible».
—¿Necesitas ayuda? —me pregunta Helen, está igual o más ebria que
yo.
—No... yo sola puedo —sacudo las manos para que se vaya pero se
queda.
—Pero...
—Quédate quieta, Helen, yo puedo.
—Déjame.. Ayudarte.—murmura arrastrando las palabras, intenta
ayudarme pero no la dejo.
Sin embargo, es tan terca que tira de mi bata de baño, la saca de golpe,
ambas nos tambaleamos y caigo. El agua fría entra en mi nariz y envuelve
cada parte de mi cuerpo estremeciéndome los músculos «¿Cómo rayos
llegué al borde?».
El mareo empeora y para completar mi suerte, el frío me quiere
paralizar haciéndome temblar sin control. Como puedo, subo a la superficie
tomando aire, pero vuelvo a tragar agua cuando unas manos tiran de mi
tobillo llevándome al fondo, los tirones comienzan a hundirme, con
desespero, pero las aparto de mala gana y trato de darle una patada.
Subo consiguiendo aire, apartándome el cabello del rostro. La nariz me
arde y a causa del agua que tragué, comienzo a toser a tal punto de que la
garganta me arde. Busco respirar y consigo calmarme.
Molesta, me giro en busca la mujer que se ríe como loca quitándose el
cabello del rostro. «Debería ahogarla»
—¡Eso estuvo de lujo! —exclama, lanzándome agua.
—¡Estás loca, Helen! —sacudo la cabeza y a pesar de esta ebria puedo
nadar hasta las escaleras, me sostengo tomando una bocana de aire y salgo,
me aparto el cabello del rostro y mis ojos se aclaran captando al hombre
que está en una tumbona con una mujer al lado.
El humo del puro lo hace ver siniestro; sus ojos brillan como dos luces
entre las sombras. Le da otra calada mirándome por unos segundos que me
marean de nuevo, pero como puedo, camino hasta una mesa que justamente
está cerca de él, tomo una toalla y la envuelvo en mi cuerpo yéndome a la
casa.
No pienso seguir tragando alcohol, mañana vuelvo a mi puesto de
guardaespaldas y así me esté muriendo no dejarán que duerma como lo
amerita una resaca.
Entro a la habitación y aunque no dormiré sola, me decido por
ducharme como puedo a pesar de estar más mareada que viva, me seco con
una toalla y me lanzo en la cama envolviendo mi cuerpecito con las sábanas
suaves y calentitas que me abrazan dejando que el sueño llegue en menos
de lo que canta un gallo.
Frío, noche y oscuridad, es lo único que mi cuerpo siente a medida que
avanzo por el sendero lleno de árboles. No se escucha nada aparte de mi
respiración pesada y el de las ramas secas que mis pies pisan, haciendo que
crujan. La luz de la luna me permite ver con claridad; el rojo intenso cubre
todo el lugar y aunque siento que camino entre sangre y fuego, no me
detengo.
Me abrazo a mí misma intentando darme calor , solo llevo puesta una
camisa de tirantes, estoy descalza pero al menos llevo vaqueros. Apresuro
el paso queriendo encontrar un refugio, con las manos aparto algunas ramas
hasta que visualizo algo como un hospital o no sé que sea, pero se ve tan
siniestro que aún así, salgo del bosque mirando a todos lados, mis pies
tocan una carretera de asfalto y no muy lejos veo una especie de cabaña y...
Algo palpita y no sé si es mi cabeza, estómago o cerebro, pero el dolor
en la sien me está matando y como puedo me levanto rápido yéndome al
baño, me arrodillo en frente del retrete y vómito todo el alcohol que me
bebí anoche. Al menos no me duele el estómago y le agradezco a mi
razonamiento por mandarme a dormir temprano.
Me ducho con agua fría consiguiendo que mi cuerpo se active, hago
uso de los productos de aseo personal y disfruto del jacuzzi por un par de
minutos antes de pararme en frente del espejo a peinarme el cabello, me
lavo de nuevo los dientes y consigo un brillo hidratante para los labios.
«Por suerte los dioses se apiadaron y me dieron un rostro que no
necesita maquillaje para verse bien».
Busco la ropa que tenía ayer y me sorprendo al ver una parecida en el
sofá de la habitación; son vaqueros azul marino, camisa negra y botas del
mismo color. Me visto rápido y me guardo una glow a cada lado de los
muslos, la navaja en el cinturón y me aseguro de que verme bien.
Mi compañera de habitación aún está dormida y debe ser porque
apenas son las 6 de la mañana. Yo normalmente me levanto temprano,
aunque el mundo se derrumbe en miles de fragmentos. Rodeo la cama y
recojo el collar que había dejado sobre la mesita de noche, me lo pongo en
el cuello, «siempre lo llevo conmigo» Antes de salir le doy una última
mirada a Yasmín.
«Ronca como cafetera vieja.»
Camino por el gran pasillo lleno de puertas, en una de ellas están dos
sujetos vigilando, lo que me avisa que es la habitación de mi jefe. Paso de
largo y bajo las grandes escaleras en busca de la cocina, en donde una
empleada está preparando algo. Es súper temprano. Mentalmente me
pregunto si no durmió: no se ve descansada y parece afanada.
—Hola —saludo, intentando que note que no vengo en mal plan.
Se regresa a la estufa e ignora mi presencia cuando me voy al
refrigerador. Saco un jugo y tomo asiento en uno de los taburetes, no sé
cómo es esto aquí, pero tengo hambre y quiero irme a vigilar en el jardín,
necesito aire fresco.
La chica saca jamón, queso, tomate picado y lechuga de la nevera.
—¿Deseas un sándwich? —me pregunta.
Creí que no hablaba. Asiento con amabilidad, mis ojos reparan sus
brazos y entiendo por qué se ve tan tensa: tiene algunos hematomas (no tan
notorios) como si la hubieran sujetado bruscamente, quisiera preguntarle si
está bien pero no alza la mirada en ningún momento y eso me dice una sola
cosa.
—Gracias. —le digo cuando me entrega el plato con dos sándwiches,
se va al refrigerador y saca fruta, la pica y sirve en una taza pequeña antes
de ofrecerme— Gracias.
Solo gano un asentimiento de cabeza. Opto por comer en tanto miro
cada detalle de la amplia cocina; todo es de madera y el olor a vegetación
entra por la puerta cuando la abren y dos empleadas entran con bandejas
vacías. Las vuelven a llenar con comida y salen por donde entraron.
Termino la comida y disfruto del jugo hasta que Mario entra con una
mujer de las que trajeron para los hombres, es tetona y con cuerpo de
modelo. Rodea la mesa y espera paciente cuando el castaño empieza a darle
indicaciones a la empleada. Al parecer, el Alpha se levantará dentro de una
hora y es muy estricto a la hora de comer.
A la última que mira es a mí.
—Cuida la puerta del Alpha, en lo que se despierte pregúntale si desea
que armemos una junta estratégica en el jardín, si te dice que sí, trae el
maletín que dejaste en su habitación, ve al jardín y prepara con las
empleadas un sitio cómodo en dónde se pueda respirar con calma, después
del medio día volaremos a Londres así que alista a las chicas que harán de
prostitutas, tenlas organizadas, volarán en un jet aparte, deben llegar antes
de nosotros y prepararse.— me informa y asiento.
Subo las escaleras de nuevo y relevo a uno de los hombres que ya
estaban cuidando, se va y me mantengo mirando un cuadro que tengo en
frente, que consiste en una playa paradisíaca, un cielo hermoso cubierto por
algunas nubes y entre ellas, el sol ardiente.
Y esta es una de las cosas que hacemos los guardaespaldas de
mafiosos, estar aquí parados, atentos a cualquier cosa y mirando algo para
no caer en el aburrimiento ¿Buena vida, eh?.
Que pereza.
Creo que ya pasó una hora y lo sé cuando la puerta se abre y tengo que
pararme firme, no quisiera pero debo mirar al hombre que viste camisa
suelta y shorts cortos.
—Señor, se me pidió preparar un lugar en donde pueda planificar y
organizar junto con mi superior, ¿Desea descansar o preparo el sitio? —le
pregunto.
Un teléfono suena, se mete la mano en el bolsillo sacando el aparato
que mira con el seño fruncido.
—Prepara el sitio,—no me mira— Procura que no sea en el sol,
también consígueme una de las putas de anoche, preferiblemente una que
sepa estar callada y dar un buen masaje -me ordena antes de irse con el
teléfono en la oreja.
Entro en la habitación en busca del maletín que está cerrado como si
fuese una caja fuerte que puedes llevar de paseo. Ignoro la cama y salgo
rápido, bajo las escaleras, le pido a una de las empleadas que me siga, me
voy al otro lado de la piscina. Hay algunos techos de madera con mesas y
sillas que dan una perfecta vista del mar.
—Consigue una ramera que sea buena para estar callada, o que esté
sorda y muda, también que sepa dar masajes- le pido en tanto me ayuda
acomodar el desayuno..
—¿Algo más?
—Trae algo de agua o jugo y déjalo sobre aquella mesa —le señalo
una de al lado.
Asiente y se va. Me paseo por el borde del piso de madera gruesa y
dejo que el olor a naturaleza me llene los pulmones. Mario llega con el
mafioso y toman asiento desplegando el holograma que muestra una clase
de de casa con una seguridad exagerada, revisan varias veces e intento no
mirar pero mis ojos se clavan en los labios del mafioso cuando habla por
teléfono en un idioma que entiendo perfectamente.
Pude estarme preparando para ser una asesina, pero en momentos de
sacar información a gente peligrosa, debo saber otros idiomas y por ello
domino; Inglés, italiano, francés, Ruso, Urdu,, Coreano, Algo de japonés,
Español...
No estudié en una universidad,pero en la fortaleza nos prepararon con
lo necesario y no somos los tipos de asesinos que solo saben apretar un
gatillo y matar. El éxito de un mercenario también se debe a su inteligencia
y a nosotros nos la hacen ponen a trabajar siempre.
Las horas pasan y con las chicas, espero que todo esté listo antes de
subir al jet en compañía de dos matones y uno de ellos es Kilian, al otro no
lo conozco y solo sé que es un guardaespaldas de los que ya estaban, por
ende, nos acompañará.
Mario revisa algo en la tablet y han de ser los rastreadores. El mafioso
se encuentra a unos cuantos pasos mientras habla por teléfono y se fuma un
cigarrillo. Inevitablemente mis ojos se encuentran con los suyos y me
regaño mentalmente porque no sé qué mierdas hago mirándolo tanto, y lo
peor es que no rompe el contacto visual, simplemente me mira y capto lo
que quiere decir su rostro «Recuerda tus reglas o te mato».
El jet se alza en vuelo y me mentalizo en lo que tengo que hacer, pero
es un jodido problema cuando las mujeres que llevo a los lados no hacen
más que hablar del hombre que tenemos como jefe y es que no entiendo
cómo puede atraer tanto la atención, osea está bueno y es... pero es como si
desprendiera un imán que atrae a las mujeres.
Pero no a mí que tal vez soy igual o peor que él, por ello, mi mente se
centra y todo me queda organizado.
Puede ser el Alpha de la mafia, empresario y probablemente uno de los
hombres más poderosos y peligrosos, pero yo solo lo veré como mi jefe y la
persona que lidera la organización que mató a mis padres y eso no se me
olvidará jamás.
Pueden intentar lavarme el cerebro y todo lo que quieran, pero no
olvidaré quien es.
[...]
Estoy en el asiento de copiloto mientras Arturo conduce, Kilian y las
chicas van atrás. Ambos saben lo que tienen que hacer y es "Vendernos" en
el bar en donde nos vamos a "prostituir".
Mantengo la vista en la ventana observando las finas calles de la
ciudad de Londres; el clima está frío y al parecer llovió antes de que el jet
aterrizara. No nos dieron un descanso o algo parecido "obviamente no",
simplemente subimos a esta camioneta y vamos rumbo al sitio al que
llegamos a las 5 de la tarde.
Es una calle llena de establecimientos de fiestas, algunos automóviles
están en las aceras y bajo cuando el auto se estaciona. En la pista de
aterrizaje había una carpa en donde nos prepararon con un cambio de
identidad, mi cabello rojo fue cubierto por una espesa cabellera rubia y mis
ojos grises por unos marrones, llevo un maquillaje cargado que cambia las
facciones de mi rostro.
Estoy tan acostumbrada a esto que simplemente, opto el papel que
siempre me toca y que me encanta. Aunque casi siempre lo tengo que usar,
es el de una mujer seductora y coqueta.
Me mantengo detrás de los hombres que se adentran al local cuando
les abren paso, Las chicas van a mis lados y me preocupo por avanzar a
pasos de modelo empoderada. Hay algunos clientes en las mesas, beben,
manosean a las chicas que visten sexy y se dejan consentir con bailes, pajas
o besos que a simple vista parece que se traspasarán las gargantas.
Un sujeto alto y rubio nos recibe hablando en francés y por unos
minutos se va hasta que regresa con una mujer alta, cabello negro y nariz de
bruja, los ojos se le ven exagerados a causa del delineado extravagante que
lleva, es sumamente delgada y no entiendo cómo no le pesan las enormes
tetas y el trasero gigante.
Le va a dar dolor de espalda.
Mueve la mano para que los hombres se aparten y poder mirarnos de
pies a cabeza.
—Dense la vuelta— ordena con una acento extraño y agudo como si
fuera un travestí.
Hago lo que me pide, me detengo mirando como eleva una ceja con las
manos cruzadas en el estómago.
—Son perfectas, al parecer se mantienen en forma y son lindas, pero la
rubia ¿De dónde la sacaron?— Inquiere, intentando tocarme el cabello pero
aleja la mano como si recordara algo.
—¿Las aceptas o no? Necesito el dinero— le habla Arturo, en tono
afanado.
La mujer carraspea y mueve la mano. El sujeto que tiene al lado se va
y vuelve con un maletín que Kilian recibe.
—Un placer hacer negocios contigo, estás me darán mucho dinero y
solo espero que se porten bien o tendrán su castigo— les dice mirándonos
de reojo.
—Ya estás advertidas, y no te preocupes, necesitan trabajar y harán lo
que les digas, aquí tienes los exámenes médicos.— le extiende un sobre, la
mujer deja que el rubio lo reciba y solo se esfuerza por pedirnos que nos
vayamos a preparar.
Nos guían a camerinos y deben haber unas 20 chicas, todas tienen
cuerpos voluctuosos y 0 imperfecciones en la piel, la nacionalidad varía y
ves desde asiáticas hasta africanas, latinas.... Todas preparándose con trajes
sexys que parecen disfraces.
Sé cómo es esto, así que dejo que me entreguen el traje de bombero
que usaré, consiste en una mini falda que deja a la vista la mitad de mi
trasero y el semi hilo que debo usar debajo, un crop top de tirantes que para
colmo es transparente y solo me cubre los pezones. Los tacones son unas
botas de cuero que me llegan hasta más arriba de la rodilla, el atuendo es
completamente rojo con negro.
Me acomodo el maquillaje mirándome en el espejo y poniendo en
práctica a la rubia que soy en estos momentos «Dulce», que nombre más
cringe.
Me ato el cabello en una coleta alta, Yasmín me ayuda a retocar el
maquillaje de la parte baja de mi nuca y yo la ayudo ajustar los botones de
su traje de enfermera.
—Esto será como ir a una fiesta, solo necesito conseguir un sujeto que
no sea tan baboso y den ganas de besarlo-susurra solo para las dos.
—Recuerda que no puedes ingerir alcohol
—Lo sé, pero no soy tonta como para que me droguen, sé cómo
detectar alguna sustancia en la bebida —comenta con obviedad.
—Bueno, tu sabrás, solo te estoy recordando, no quiero que el
ambiente te desconcentre—me limito a decir.
—Despreocúpate.
Sacudo la cabeza rodando los ojos.
—¡A trabajar!— grita el rubio desde la puerta.
Me doy un último vistazo en el espejo antes de salir.
La música está alta, las luces de colores son lo único que adorna el
ambiente y la vibración en todo el lugar es como si estuviera en una
discoteca, mi cuerpo se convierte en un contenedor de energía que necesita
sacar los voltios antes de que me acaloren.
Me voy a la barra siguiendo las indicaciones de Leo, me entregan una
bandeja con tragos y me voy a caminar entre las mesas con sillas de madera
que están al frente del escenario en dónde chicas se desnudan, tocan y
bailan de la manera más sucia y sexy posible.
El lugar es inmenso y cerca de las paredes yacen sofás en forma de
media luna, con colchones de terciopelo y mesas pequeñas, en frente
también se puede bailar pool dance en las plataformas que dan shows solo
para este sitio. Me acerco a una y dejo que los sujetos de traje escojan de los
vasos que tengo en la bandeja.
La música cada vez está mejor y David Guetta se mantiene sonando en
los altavoces que hacen difícil el poder escuchar algo cuando debes
acercarte a las mesas en dónde encuentras hombres y mujeres que no
parecen ser tan adinerados como los que están en los sofás, pero aún así se
nota que tienen dinero.
Hey mama suena y mis ojos captan a Yasmín bailando para un hombre
de tal vez unos 59 años, sostiene un vaso de licor y deja que mi amiga le
toque los muslos, se le suba en el regazo moviendo el trasero de atrás hacia
delante.
Enola está bailando en uno de los tubos y mi macabra mente se
imagina su cuerpo tropezar y caer sobre las mesas. No la soporto.
Helen se mantiene sobre una mesa dejando que un hombre la observe
desde la silla que está en frente y debo moverme cuando un sujeto mueve la
mano para que me acerque, dejo la bandeja en la barra y camino hasta
donde esta, le brindo una sonrisa, está solo así que tomo asiento a su lado
cruzándome de piernas.
Sus ojos viajan a la vista provocadora que da mi trasero y muslos.
—Eres hermosa— me dice, le da un sorbo a su vaso y me mantengo
platicando con él por un par de minutos hasta que su mano viaja a mi muslo
en dónde acaricia con leves apretones— ¿Bailas para mí?
Pregunta en mi oído y asiento. Me levanto con cuidado antes de apoyar
las manos detrás del espaldar del sofá y acercarme hasta su oído. El trasero
me queda a la vista y lo muevo de espacio.
—Por supuesto, solo obsérvame- susurro casi en un gemido.
Subo a la plataforma, alzo las manos al aire y balanceo las caderas
como en un de los bailes árabes que me tocó hacer para un traficante
libanés. Buss it es lo que está sonando pero en un ritmo más rápido y sexy,
me dejó llevar sin apartar la mirada del castaño que tengo en frente
mirándome, no está mal, es lindo.
Me muevo como sé y se me entrenó, los movimientos son
coordinados, me toco dándole un toque más íntimo y candente al baile.
Juego con la coleta de mi cabello, me agachó saltando en cuclillas y
moviendo las caderas para que el trasero se me alce cada que subo y bajo.
Me giro quedando de frente y capto a cuatro hombres, tres vestidos de
negro, uno de ellos resalta entre todos (vestido con vaqueros ajustados y
camisa ceñida negra) y más cuando se despega el puro de los labios, la otra
mano la mantiene en el bolsillo y suelta la bocana de aire que se pierde
cuando avanza despacio dejando que le muestren la mesa en dónde varios
hombres lo reciben.
Sigo mi baile apegandome a lo que debo hacer y es seducir, bajo con
cuidado, uso mis técnicas para despedirme del sujeto que recibe una de las
putas que le presento, no se nota muy convencido pero no puedo quedarme
aquí, tengo órdenes, las pongo en marcha cuando el rubio encargado me
hace señas y a otras chicas, entre ellas a Enola «Justamente».
—Señores, aquí tienen de la mejor mercancía y algunas son recién
llegadas así que podrán estrenarlas—habla el rubio presentándonos con los
nombres estúpidos que tenemos, son 4 hombre en la mesa y todos
pertenecen al mundo maleante.
Pero el más peligroso es el hombre que me mira de pies a cabeza y
más cuando los sujetos me piden que lo complazca.
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Mil gracias por leer, recuerden votar y dejar sus comentarios.

Los amo.

Besitos.
Osly Ortega.
Capítulo 6

_______✧✧Insolente✧✧_______

Herodes
Reviso la MacBook que tengo sobre las piernas. Ya estamos por
aterrizar y me mantengo trabajando mientras disfruto de un trago de coñac.
Tengo una rara sensación en la garganta, trato de desaparecerla a toda
costa pero no lo consigo ni siquiera con el chicle que comienzo a masticar.
La mitad de mis guardaespaldas regresaron a Canadá y conmigo van
los que restan, entre esos algunos nuevos y los de confianza que me sirven
desde que tomé el mando.
Dejo que la azafata se lleve el aparato, recuesto la espalda en el sofá y
cierro los ojos queriendo bajar el sofoque que tengo desde ayer. ¿Y todo por
qué?: porque tengo una estúpida guardaespaldas que al parecer no se le
graba en la cabeza las reglas que debe cumplir. Aún siento como si sus ojos
estuvieran sobre mí y es muy incómodo, es como si tuviera una mirada
maldita.
Detesto que me miren más de lo necesario, es algo que no tolero y
sobre todo en las personas que siempre estarán conmigo por cuestión de
seguridad, no pienso seguir soportando estupideces así que esto debe
acomodarse o la rotare por alguien más.
Me acaricio la sien cuando el dolor de cabeza quiere hacerse presente.
No he tenido un descanso como tal, llevo una semana resolviendo asuntos
importantes que requieren de mi presencia, precisamente a eso voy de
camino a Londres.
«Que estrés» vivo de trabajo en trabajo.
Bajo del jet y me acomodo el blazer. Quiero fumar pero me contengo y
subo a la camioneta que espera por mí, resguardan el perímetro y me
concentro en el teléfono a medida que nos adentramos en las calles de
Londres.
Bajo en frente de una de las tiendas de marca, haciendo una parada
para equiparme con algo y desestresarme un poco. Dos de mis hombres me
siguen cuando me adentro en busca de algo casual que no me de calor o
incomode a la hora de tener que matar a alguien.
La comodidad es primordial.
—Ya está listo el probador, señor — me avisa una emplead.
Mi presencia la pone nerviosa, tanto así, que tiene las mejillas
acaloradas y la mirada gacha.
Avanzo por donde me indica y entro al probador, elijo lo que me gusta,
y no es mucho tiempo el que duro ya que en menos de nada estoy en el
hotel, como algo, tomo una ducha y me visto con los vaqueros, camisa
ceñida a juego con las botas. Veo la hora en el Rolex que tengo en la mano
y salgo.
Me paso las manos por el cabello cuando bajo en frente del enorme
establecimiento con función de bar y burdel. Enciendo un puro, me abren
las puertas y la música es lo primero que captan mis oídos a medida que
avanzo por el pasillo con luz tenue de color morada y roja. Sigo el camino
hasta que el sitio se expande mostrando un lugar enorme y lleno de mesas,
mujeres sexys, alcohol y buena música.
Exhalo el humo antes de avanzar en dirección a los sofás dónde me
espera el dueño del establecimiento y dos líderes de bandas criminales de la
zona.
—Alpha, bienvenido —me dice el dueño del local «Mahat Hamil».
Pide que me traigan licor y tomo asiento en el sofá que me guardaron.
—Bien, A lo que vine— me apresuro a decir.
Se asegura de que me traten de lo mejor.
—Primero vamos a traer algo de diversión— se adelanta, llama a no sé
quién y un rubio se nos acerca indicándoles a varias mujeres que vengan.
Recibo un vaso de whisky, le doy una calada al puro que está por
terminarse y por una fracción de minutos reparo a las mujeres que comienza
a presentarnos; putas con cuerpos voluptuosos y entre ellas deben estar
algunas de las mujeres que trabajan para mí. Es difícil diferenciarlas, están
maquilladas en exceso y con trajes que embelesan a cualquiera menos a mí
que ya estoy acostumbrado a ver hasta modelos desfilarme desnudas y en
privado.
—¡Dulce, ven aquí!— llama a otra la cual se acerca y a esta si la
reconocería hasta a tres metros de distancia.
«La estúpida guardaespaldas» lleva puesto un traje de bombera que
resalta sus tetas redondas, el trasero y la cintura en forma de reloj de arena;
no es tan extravagante pero su cuerpo tiene las proporciones perfectas, las
botas de cuero abrazan sus piernas y el rojo intenso que viste se ve tan
provocativo en la piel marfil que tiene.
Lleva el cabello rubio y eso es bueno, su color natural podría mirarse
de aquí a Egipto. Los ojos no puedo detallarlos muy bien desde donde estoy
pero también los reemplazaron con lentes de contactos. El sitio está lleno de
mujeres hermosas pero ella... Ella resulta un tipo de espécimen especial,
tiene un aura del demonio que atrae la mirada de los hombres que tengo al
frente y quienes empiezan a debatir quién se la lleva a la cama.
Su seguridad y confianza son arrolladoras, eso la hace sobresalir hasta
en la forma de pararse con las manos sobre su cintura y el mentón en alto.
—Creo que deberíamos dejarla para el Alpha, ¿No le parece señor? —
me pregunta Mahat.
—No tengo intensiones de acostarme con ninguna esta noche— le doy
un sorbo al vaso.
—Al menos deja que te haga compañía —insiste— Ven, Dulce,
siéntate al lado del Alpha, trátalo bien.
«¿No podía darme otra»
La mujer que se acerca, sonriendo feliz, sé que está en su papel, pero
no me agrada la idea cuando toma asiento y deja una mano sobre mi muslo.
Intento ignorarla, pero su fragancia impacta en mis fosas nasales
haciéndome palpitar la sien como si se aproximara un dolor de cabeza o un
estrés tremendo, de esos que detesto.
—¿Te di permiso para que me tocaras? —increpo sin mirarla.
—Solo hago mi trabajo, señor— murmura, con confusión, como si no
supiera que detesto tener a alguien así de cerca si no lo autorizo.
Intento no partirle el cuello pero la música cambia, las mujeres se
mantienen sobre las piernas de los hombres que me ponen al tanto de todo
lo que requiero. Dejo que me sirvan más licor y ofrezcan un tabaco de
marihuana. No soy de meterme nada de drogas pero lo recibo queriendo
bajar el estrés que me surgió desde que estoy sentado aquí. No sé si los aires
acondicionados sirven, parece que no, porque el maldito calor me envuelve
llevándose la poca relajación que había adquirido en el jet.
Las horas pasan y la mujer que tengo al lado se levanta moviéndose
con una sensualidad arrolladora que aumenta cuando me da la espalda, veo
su trasero sin disimular. Se encamina con pasos de modelo hasta la
plataforma en donde empieza a bailar mostrando que domina el pool dance
tanto como las putas que bailan en los otros sitios.
No debo mirarla, estoy hablando con estos sujetos y es a lo que vine,
pero la muy astuta se sigue movimiento, mirándome en el proceso.
El lugar está lleno, pero ella es quien se gana los gritos y halagos de
todos los hombres, pero en especial del castaño que la observa de cerca en
otra mesa. Muevo la mano y le pido a uno de mis hombres lo que no duda
en hacer.
Me llenan el vaso que sostengo en la mano y el cual queda vacío
después de unos minutos en los que me intento concentrar en lo que me
dicen los cabecillas de las bandas, pero la mujer que baila es como una
clase de truco para desestabilizar la mente del hombre. Se mueve tan
jodidamente bien, cada toqueteo o movimiento, me empieza a dar más
calor.
Deberían comprar aires acondicionados de mejor rendimiento.
—Entonces, ¿Quedamos así? —me pregunta «Max Chernus», uno de
los cabecillas.
Asiento dándole un sorbo al vaso.
Traen dos maletines con mi dinero, dejo que mis hombres se ocupen
mientras sigo bebiendo y dejando que el alcohol entre a mi sistema, pero sin
hacer estragos. Sigo mirando a la mujer que baila y no sé cómo apartar los
ojos, esto solo hace que me duela el miembro que está duro desde que tomé
asiento en este jodido sofá.
Por unos minutos pienso en levantarme e irme pero el intento queda de
lado cuando se me acerca sin dejar de bailar, estira la mano hasta la mesa de
donde coge un trago que se toma de un solo sorbo, nuestros ojos se
encuentran por unos minutos y no sé que pasa por su cabeza que de pronto
deja las manos sobre mis rodillas antes de inclinarse y quedar a escasos
centímetros de mi boca.
—¿Cómo la está pasando, señor?— susurra mirándome los labios.
El mero contacto de su manos en mis rodillas es como si me pegarán
hierro caliente que hace que la piel me arda aclamando que se aleje. Sin
embargo no lo hace y se acerca aún más haciendo que mi mano se aferre a
su cuello haciendo presión, no flaquea, saca fuerzas de no sé dónde, pero
termina de acercarse dejando sus labios sobre los míos.
—Solo sigo mi papel— musita pasándome la lengua.
Su insolencia solo me hace doler la cabeza y no sé en que momento
pero la atraigo a mi boca, no tarda en subirse sobre mi regazo intentado
posar las manos en mis hombros a medida que nos damos un beso salvaje
que acelera el calor, una de mis manos sostienen las suyas por detrás de su
espalda y con la otra la tomo del mentón haciendo presión y rompiendo el
jodido beso.
—Esto te puede costar la vida ¿Estás dispuesta a perderla por un
momento de insolencia?.
Se pasa la lengua por los labios, encogiéndose de hombros como si no
supiera de lo que estoy hablando.
—Solo sigo mi papel— me dice y sacudo la cabeza.
Acerco su oído hasta mi boca, para que nadie me oiga a excepción de
ella.
—Tu papel es controlarte ante mí, no tocarme o mirarme a la cara,
¿Entiendes?, O aún no te queda claro quién soy, ¿Te lo recuerdo?. Tus
aprendizajes no los pones a prueba conmigo. Estás para servirme y hacer lo
que se te diga, siempre y cuando recuerdes que solo trabajas para mí, y
cuando no lo hagas, es porque estás muerta.
Suspira profundamente, se aparta un poco mirándome sin ningún
rastro de doblegación en sus ojos.
—Como usted diga, Daddy Alpha— las últimas palabras las menciona
con cierto coqueteo y solo hace que la suelte de mala gana y me levante
yéndome por el pasillo para salir lugar.
Nadie puede decir lo que yo haga y menos mis hombres , así que no
tengo que preocuparme por lo que vieron, sino por lo que puedo hacerles si
lo comentan o dicen. Podría haberla matado, pero todo habría salido mal y
por eso prefiero irme antes de cometer una locura.
Me paso las manos por el cabello controlando la adrenalina que me
recorre cada fibra muscular y que me pone tenso.
Una puta se me atraviesa pero mis hombres la apartan y estoy por salir
hasta que me toman del brazo con brusquedad, la acción me toma con la
molestia ardiendo y me giro dispuesto a mandar el puño que derribe a la
persona que tuvo la grandiosa idea de tocarme, se mueve rápido esquivando
y la llevo contra la pared dispuesto ahorcarla y librarme de esto.
—¿Qué mierdas pretendes?
—Según tus amigos...pagaron para que esté contigo y... no quiero
volver a la mesa, las chicas están haciendo su trabajo y eso sería dañar el
momento— musita con dificultad por la falta de aire.
Puede librarse pero mi fuerza siempre será mayor.
—¿Y crees que pretendo acostarme contigo? ¿Me ves cara de playboy
promiscuo o qué? ¿Crees que follo a cualquiera que me la ponga dura?—
inquiero molesto— Pienso con la cabeza, no con la polla, así que ve y busca
otro cliente.
Se ríe despacio acariciándome el brazo, y a pesar de estar tensa por la
falta de aire, puede abrir la boca y...
—Pues no has de ser muy duro, porque por muy hijo de puta que seas,
logré que se te pusiera como una piedra y si que la sentí cuando estuve
sobre tus piernas, por cierto... Tienes un jugoso paqueton, señor Alpha—
suelta con tranquilidad.
La estrello contra la pared sin importar si le quiebro las costillas, me
está hartando su insolencia y actos de provocación.
—No juegues conmigo, te saldrá caro.
—Solo sigo mi papel— vuelve con lo mismo.
—¿Ah, sí?. Entonces vamos a seguirlo.— la hago que me siga cuando
me devuelvo por donde venía, subo las escaleras hasta la segunda planta,
abro una de las puertas y la empujo al interior.
Toma asiento en la cama sosteniéndose hacia atrás con las manos,
cruza las piernas e intenta comenzar con el juego de miradas seductoras que
me hace dar un paso dejando libre la puerta por dónde adentran al mismo
sujeto que la estaba viendo cuando bailaba.
Me mira, confundida.
—¿Quieres seguir tu papel? —le pregunto— Pues síguelo y acuéstate
con este. Estás en hora laboral y no pienso dejarme llevar por la tentación.
Estás equivocada si crees que tus encantos tienen algún hechizo sobre mí.
No sé qué intentas, pero mantente alejada y en tus obligaciones o me veré
en la tarea de matarte antes de tiempo.
Me doy la vuelta para irme pero un estruendo me hace girarme y notar
que tiene al hombre contra el piso, sujetando un brazo en posición de
quiebre haciendo que se me seque la garganta.
—No me pienso acostar con un agente secreto porqué eso es lo que es
este hombre— me dice dejando que el brazo se quiebre causando que el
sujeto se retuerza cuando lo suelta, maniobra y es rápida rompiéndole el
cuello antes de reincorporarse con una macabra sonrisa en el rostro— Y no
pienso acostarme contigo, solo te quería dar esa información.
Se sacude la mini falda antes de pasar por mi lado y salir por la puerta
caminando como una modelo. «Maldita».
En la primera planta se escuchan varios disparos y salgo rápido
evadiendo a las personas que corren. De un momento a otro, algo explota y
el fuego no se hace esperar saliendo de la barra.
Empujo a todo el que se me atraviesa, salgo rápido en busca de la
camioneta a la que subo pegándome el teléfono a la oreja pero de un
momento a otro todo se mueve con una agite brusco y comprendo lo que
pasa cuando veo por la ventana del auto.
Un helicóptero sobrevuela la zona soltando disparos contra todo. Me
entregan un arma, el auto avanza pero a pesar de tener dos camionetas
escoltándome, otros autos nos comienzan a seguir y empieza la
confrontación por una de las calles de Londres.
Esto no parece terminar bien, el instinto me gana y termino
subiéndome las mangas de la camisa. Los alfas deben estar atacando desde
atrás pero no pienso quedarme de brazos cruzados y perderme la diversión.
Esta vida esta llena de riesgos y peligros; algo que suelo disfrutar y ya
es parte de mí.
Las balas impactan en el vidrio blindado, me lleno de rabia ordenando
que abran el techo antes de sacar debajo del asiento una ametralladora con
la que me asomo disparándole a todo lo que se acerque. Los oídos me
retumban con el sonido de los disparos y todo el desmadre de mi alrededor.
Las demás camionetas disparan y lo que me llena de impaciencia es el
helicóptero que vuelve acercarse, obligándome a dispararle aunque me esté
arriesgando.
—¡Señor ya los refuerzos llegarán! ¡No se ponga en peligro y entre!—
me pide el sujeto que va en el asiento del copiloto.
Como si fuera tan fácil estar recibiendo disparos y quedarse como si
nada.
—¡Sigan conduciendo y asegúrense de esquivar toda mierda!—
demando.
«Ni un momento de tranquilidad puedo tener»
No dejaré que me bombardeen el trasero. Las camionetas se enfrentan
a los demás autos y sigo disparándole al helicóptero que intenta darse la
vuelta pero termina estallando sobre nosotros, los escombros caen y me
cubro los ojos con el antebrazo. El sudor me tiene la camisa pegada al torso
y saco la Glow con la que le disparo a varios autos pequeños.
Los vidrios se rompen y pierden el control estrellándose con los demás
o algún obstáculo. La brisa fría no apaga mis sentidos y sigo apuntando.
Una motocicleta se acerca por unos costados y sigo disparando antes
de dirigir el arma y dispararle también pero frunzo el seño al reconocer a la
mujer con traje de bombero quien conduce con otra detrás, ambas llevan
cascos y se adelantan haciéndole señas a la camioneta. «Buscando que la
llenen de balas»
Toma la delantera acelerando, no lleva ni siquiera un arma y...
—¡Busquen como perderlos!— ordeno, molesto.
Vuelvo al asiento de la camioneta, el calor me tiene agobiado, aún así,
cargo la ametralladora de nuevo. El matón que iba en el copiloto, está
disparando y salgo yo también haciendo lo mismo por unos minutos hasta
que no sé por dónde mierda nos metemos que perdemos a quienes nos
seguían.
El auto sigue en marcha por unos minutos que se vuelven eternos hasta
que se detiene en la pista privada.
Azoto la puerta cuando bajo y no lo pienso dos veces, simplemente
encuello a unos de los sujetos que se supone quedaba a cargo por orden de
Mario.
—¡¿Qué mierdas fue eso?! —enfurezco de nuevo.
Todos nos miran, sin intervenir, lo mando al suelo con un puño en la
boca.
Escupe intentado hablar pero las palabras se le cortan con el miedo que
le veo en los ojos.
—Señor, teníamos todo bajo control... pero no sé qué pasó y...
—¡Me importa una mierda cómo pasó! ¡Se supone que tienes una
inútil tablet que muestra si se acerca un maldito helicóptero o algo con
armas así de mortales! ¡¿Dónde mierda estabas mientras intentaban
matarme adentro del bar?!...
—Yo...
Le quito el seguro al arma y le disparo diez veces por todos lados
intentando bajar la presión que me hace palpitar la cabeza. El cuerpo cae
inerte, lleno de agujeros y sangrando
—¡Aquí se muere todo el que no sirva! ¡Se supone que la tecnología
que tienen es para prevenir estás malditas cosas!, ¡¿O acaso ya no podré
salir a tomarme una puta botella de licor?! —inquiero, molesto, mirando a
todos y cada uno— .Quiero saber quién mierda me atacó y por qué carajos
había un agente en el bar.
Me entregan una toalla que recibo de mala gana antes de limpiarme la
frente con ella. La azafata se va y un moreno que hace parte del escuadrón
se me acerca.
—Ya tenemos todo preparado para su regreso a Canadá, estamos
averiguando lo que nos pidió, solo sabemos que el ataque fue hecho por el
comando de inteligencia de USA —me informa.
Le lanzo la toalla en la cara antes de darme la vuelta e irme al jet
ignorando el maldito traje de bombera que tiene la mujer que está a unos
cuántos pasos. «Verla solo me hace doler la cabeza».
Aunque no quiera, me detengo cuando paso por su lado.
—Encárgate de lo que se supone debía hacer ese bueno para nada, y
comunícate con Mario, necesito que les dé un nuevo equipo de
comunicación.—le ordeno.
—Como ordene, señor— su voz solo me hace doler más la cabeza con
ese tono que..
Subo al jet, entro al baño y me cambio la camisa en la parte privada
queriendo olvidar que estoy en el mismo sitio donde está la misma mujer
que debo matar si no se deja de estupideces.
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¿Qué les parece el Alpha?


Mil gracias por leer.
Recuerden votar y dejar sus comentarios.
0 Spoiler o Spam, por favor. Eviten las comparaciones innecesarias e
incómodas.
Besitos.
Osly.
Capítulo 7

______✧✧Ganas✧✧_______

Venus
Montreal, Miércoles 07 de abril del 2021
Todo lo que pasó hace unas horas, fue una completa locura, casi salgo
muerta de ese enfrentamiento, pero... es el pan de cada día; siempre tendré
que estar en el corazón del peligro y en medio de las contiendas.
«Esto gano por ser la guardaespaldas de un mafioso» vaya vida.
Muchos creen que es fácil, pero, pues no mi ciela, no lo es.
No fue tan difícil averiguar quién intentó matar al Alpha. Tiene tantos
enemigos que ni se puede anticipar de donde provienen los ataques. Pero el
haberme dado cuenta que había un agente, lo hizo más fácil, todo gracias a
mis métodos de seducción; son tan peligrosos que cuando menos se dió
cuenta: le saqué información, y pues, supe que estaban rondando el bar
desde hace una semana, y no por mi jefe, sino por el dueño del
establecimiento. Lo están investigando desde hace tiempo, todo porque
vende mujeres a hombres que las follan muertas «Si que es enfermizo».
Pero en este mundo nada es sano o normal.
Claro que corrieron con la suerte de que uno de los mafiosos más
grandes estuviese allí en ese mismo instante (Así que aprovecharon), pero
obviamente no les sería fácil capturarlo, no tienen pruebas contundentes
para enviarlo a la prisión y solo tendrían que matarlo para librarse de él,
aunque eso no se los permitirá.
Mantengo en mis piernas el maletín del hombre que va en el asiento
trasero hablando en ruso al teléfono. El estrellón contra la pared, me dejó
doliendo la espalda y la molestia no deja de rondarme por haberme
cohíbido de romperle una mano. Creo que es la única persona a la que le
permito hacerme menos y amenazarme «no tengo de otra».
Aún recuerdo el beso que nos dimos, y juro por Dios que quiero
lavarme la boca miles de veces hasta borrar el sabor a chicle que tienen sus
labios, no niego que besa de puta madre, osea; te succiona hasta el alma
haciendo que la vagina te tiemble cuando intentas controlarte pero te resulta
imposible. Quería partirle la cara al sujeto que me hizo ser la que lo
consintiera. ¿No podría darle a otra?.
Pero no me quejo, no estuvo mal tocar al hombre que muchas matarían
por tenerlo tan cerca como lo tuve yo. Aunque me quedó claro que detesta
tener a alguien a menos de un metro de él, que lo toquen o miren por mucho
rato «Es algo extraño» o tal vez se cree un Dios que no merece ser tocado
por simples mortales.
Es un antipático de los mil demonios.
Miro la tablet que tengo en una mano; me muestra el camino
despejado de uno de los tantos bosques de Montreal. Ya quiero llegar, a
ducharme y comer algo.
Cuento los minutos y los segundos hasta que...
Cruzamos unas enormes verjas con un gran portón de acero que se
abre mostrando un camino con estatuas a los lados, arbustos bien podados
en formas de capullos, muchos árboles floreados y enormes, todos
hermosos y a de ser porque está entrando primavera después de tantos
meses de nieve. Todo se ve como un bosque de ensueño que resguarda lo
que veo más adelante.
«Por el padre del dinero, el lujo y el poder» mentalmente me quedo
boquiabierta.
Una enorme casa moderna pero con aire real es lo que nos espera;
tiene muchas ventanas de vidrios enormes que reflejan la vejetación y los
autos que se acercan y rodean la gran fuente que cada cierto tiempo se
adorna con los chorros de agua que dibujan formas en el aire, haciéndote
sentir en otro mundo, uno que es dirigido por el gran Rottweiler de
cerámica que está en el centro y que se ve como Poseidón dominando las
corrientes, pero en versión más, salvaje.
El auto se estaciona, bajo rápido cuando el Alpha lo hace, camino
pasos detrás de él en lo que le abren la puerta y entra a pasos apresurados.
—Lleva el maletín a mi estudio. Quiero en 10 minutos a las que
estuvieron en el bar. Despliega a los demás; que se organicen con los que
vigilan la casa —me ordena rápido antes de subir las escaleras de madera.
Sus pasos resuenan en toda la sala y no sé en dónde carajos queda su
estudio pero salgo a buscar al encargado de la vigilancia antes de salir
afuera y ver que ya todos esperan indicaciones.
—Yasmín, Enola y Helen, el jefe nos quiere en su estudio. Así que
andando —les informo. Asienten encaminándose hasta la puerta—. Los
demás deberán empezar a vigilar alrededor de la casa, así que presten
atención a lo que les diga este sujeto.
Lo señalo.
Aquí no existe descanso, y por ello busco el estudio en donde entro
dándome cuenta de lo enorme que es; las paredes son de los mismos
ventanales que ya ví al llegar y que dan la maravillosa vista de uno de los
jardines. Mi lado de detallista, me pone a estudiarlo unos segundos y me
doy de cuenta de algo, no se puede ver de afuera hacia adentro y es Anti
balas. Todo el lugar es moderno pero con algo decoración rústica y antigua.
Una combinación vanguardista y sofisticada.
Me acerco a una mesa, dejo el maletín, y cuando me la vuelta, entra el
hombre que toma asiento detrás del escritorio. Tiene el cabello húmedo,
huele demasiado bien y eso solo me hace hormiguear las manos. Supongo
que se duchó ya que trae una camisa mangas largas, algo suelta, pero que
aún así, no lo hace ver menos rico «Debo de dejar de mirarlo».
Saca algo de una gaveta y enciende un puro.
—Tú, sírveme un trago —le pide a Enola quien trata de no mirarlo con
expresión de estúpida— Las demás díganme qué averiguaron.
Podemos saber reprimir los instintos hormonales, pero este hombre es
una tentación andante que ninguna puede pasar desaparecida, es imposible.
Dejo las manos detrás de mí trasero, jugando con mis dedos y
esperando que las demás den sus reportes de primero. Enola le entrega el
trago y se posa a mi lado, optando la misma posición.
—La droga si es de la mafia rusa,—comienza Yasmín— Pero no la
venden a los clientes, solo la distribuyen a los demás clubes en donde se la
meten a las putas para que aguanten con varios hombres a la misma vez, sin
resistirse.
Aquí el problema no es a quién se las metan o qué hacen. El problema
radica en que se supone que esa es zona del Alpha, y por ende, no pueden
dejar entrar drogas de otros traficantes.
El hombre detrás del escritorio no destila más que descontento y lo
noto por la manera en la que aprieta la mandíbula cuando da la vuelta a la
silla quedando con la mirada hacia el jardín.
«Es mejor así, verlo no ayuda a mi abstinencia»
—Los cabecillas se encargan de hacerla llegar a los bares —continúa
Helen.
Seguimos soltando lo que averiguamos, se mantiene fumando el puro
que se le termina, pasa a tomarse el vaso de licor escuchando o tal vez
pensando en otra cosa mientras que cumplimos con nuestro trabajo.
Intento no mirarlo, pero desde mi punto, puedo ver perfectamente el
perfil de su rostro y su mandíbula adornada por una fina barba con
apariencia de hace unos cuantos días, pero que se le ve tan bien. «Oh
vamos, puedo odiarlo, pero no niego lo apuesto que es» no estoy ciega.
—Pueden retirarse — mueve la mano en un gesto de "lárguense".
Espero que las chicas salgan y estoy por hacer lo mismo pero...
—Cualquier cosa puede llamarme, estaré al pendiente, señor. Iré a
verificar que todos estén haciendo su trabajo —le hago saber.
No dice nada y eso es más claro como un "si, sí, como sea, sal de mi
presencia".
Algunos se rotan mientras que otros descansan en la parte trasera de la
casa en donde hay habitaciones con literas. Al menos tendremos
comodidad, eso es bueno. Me mantengo alerta un par de minutos antes de
irme a descansar por dos horas.
La espalda me duele, pero por suerte consigo una empleada amable
que me facilita una pastilla y comida. Claramente también se encargan de
darle de comer a los que vigilan la casa y a nosotros que recién llegamos.
Ya después veré si voy de compras.
El lugar es inmenso, el jardín sumamente hermoso. La casa gigantesca,
por lo que hace eterno tener que rondarla desde afuera ya que adentro no
debe haber nadie al menos que lo solicite el Alpha a quien no he visto desde
hace 3 horas. Tampoco me a llamado para ordenarme algo, tal vez debe
estar trabajando asuntos externos a la mafia.
—Me duelen los pies pero agradezco el que tenemos algunas horas de
descanso, al menos hasta que tengamos que ir quien sabe a donde —se
queja Helen a mi lado.
—Entonces trata de tomar todo el aire que puedas —le aconsejo.
—Eso haré.
—Anoche casi muero por tu culpa,—me reclama Yasmín— ¿Quién te
enseñó a manejar una motocicleta?
—Agradece que conseguimos algo para salir de allí, ¿Qué esperabas?
Un auto hubiera costado más trabajo —me defiendo.
Salimos lo más rápido que pudimos. Solo había una motocicleta cerca,
y para colmo, aún estábamos con los trajes de prepago, me tocó conducir a
toda velocidad y asegurándome de no recibir una bala en el intento de
alcanzar las camionetas.
—La próxima vez conduzco yo, tú no sabes la palabra "cuidado" —
rueda los ojos.
—Si sabes que nos podían matar si no aceleraba para lograr ventaja
¿Lo sabes? —inquiero, con obviedad.
—Hubieras tomado otro camino que no fuese tratar de estar en medio
de la balacera. No teníamos siquiera un arma... Eres una suicida psicópata.
—Si sabes que Venus no le teme al peligro ¿Para qué te subiste con
ella? —le pregunta Helen, estresada por tanto drama.
—Como sino hubiéramos estado en situaciones más peligrosas —
murmuro.
—Lo sé, pero... Podíamos evitar eso por un momento... ¿Es mucho
pedir? —se levanta de la mesa en donde estamos— Iré a dar una vuelta, nos
vemos al rato.
Se va por el jardín y me miro con Helen quien se encoge de hombros
mirando por donde fue la dramática.
—Está modo inestable; la menstruación la pone así— me comenta.
—Lo supuse —juego con el arma que tengo entre las manos.
La tarde está muy bonita y la piscina que tenemos en frente, me dan
ganas de lanzarme desnuda hasta que anochezca.
—Por cierto, Dime que te dió un orgasmo visual como a mí, juro que
no quería salir de ese estudio —suspira recostando el peso en el espaldar de
la silla— ¿Por qué tenemos que pasar por esta tortura?.
—¿Tortura? —aveces no entiendo lo que quiere decir
—Sí, tortura... Ver a semejante hombre y no poder lamerle el pecho,
eso es una tortura atroz para una mujer ¿No podía tocarnos un jefe viejo,
panzón y calvo? —sacude la cabeza.
—No deberíamos...— susurro, mirando alrededor.
—¡No! Justamente nos tocó un Dios del Olimpo —me interrumpe
como si pudiéramos hablar de él—, Un semental de la belleza masculina,
que para colmo, se ve tan sexy dando órdenes y matando. ¿Es normal que
me excite lo peligroso que es?
—Creo que deberíamos hablar otra cosa, Helen...
—Respóndeme, Venus, sé que no eres ciega y también admiras la
belleza masculina aunque tú seas una diosa que fácilmente tiene al que se
proponga ¿Qué tal te parece el Alpha? —indaga en modo chismosa.
Sacudo la cabeza porque esta mujer no tiene remedio para lo morbosa
que es. Aunque yo tampoco.
Me mira a la espera de que responda, frunce el seño y mueve las
manos para que suelte...
—Está bueno sí, creo que es la primera vez que mis ojos son
bendecidos de tal forma —soy sincera.
—Que no te escuche Julián, porque se muere —se ríe
—En ningún momento he dicho que sea mejor que él.
Julián es apuesto, aunque admito que Herodes Blackwood es otra cosa.
Pero soy tan mierda que recién me acuerdo del hombre que se supone siente
algo por mí a pesar de que nos lavaron tanto la cabeza para no sentir ese
sentimiento, pero él está tan aferrado que aveces creo que no lo merezco.
Sabemos que es solo sexo, pero siempre me cuida y vela por mi
seguridad, pese a que nuestros trabajos nos maten en cualquier momento.
En realidad no merezco a nadie que me quiera y ponga su corazón en
mis manos, fácilmente lo destruiría y le mostraría la belleza del sufrimiento,
porque eso soy yo; un desastre apocalíptico que arrasa con lo más mínimo.
Debo levantarme cuando una empleada me avisa que el Alpha me
requiere en su estudio. Sin pereza, me levanto a hacer mi trabajo. Avanzo y
entro por la salida que da hasta el jardín en donde estaba. Dos sujetos
resguardan la puerta del estudio y me dejan entrar en lo que me acerco.
Dejo las manos detrás de mi trasero y doy varios pasos hasta quedar a
una distancia prudente del escritorio.
—Señor —hablo para que note que entré yo.
Está mirando hacia el jardín y no entiendo si es que el cigarrillo lo
relaja ya que cuando tiene uno en la mano, no se ve tan detestable como en
este momento que no desprende lo mismo de estos días en los que llevo
estando cerca de su entorno «Esta vez tiene uno en vez de un puro», el
ambiente está impregnado a ese olor mezclado con chicle. Es algo tedioso,
pero soportable.
La puerta vuelve abrirse y me quedo en mi sitio cuando entra una chica
de al parecer mi edad; tiene un cuerpo divino, viste elegante y su cabello es
de un rubio resaltante, pese a que lo lleva recogido en un moño alto.
Se detiene a mi lado mirándome con el seño fruncido, como si fuera la
primera vez que ve a una mujer aquí adentro o tal vez siendo
guardaespaldas del hombre que se da la vuelta y la mira con mala cara «Ya
volvió el modo amargado».
—¿Olvidaste como tocar? —deja el cigarrillo en el cenicero
—Lo siento pero... Necesito hablar con...
—Sal y toca la puerta —le dice y hago acopio de mi cordura para no
soltar una risita.
—¿Qué?
La estúpida no se lo cree.
—Que salgas y toques la puerta. Sabes que detesto que entren sin mi
permiso, estás en mi casa y hablando con la persona que no tolera la osadía
— espeta.
—Es urgente...
—¿Y? No estoy afanado, así que sal...—suelta el humo— Toca y yo
veré si te quiero aquí adentro en medio de algo importante— apoya las
manos en la madera mirando los documentos que tiene ahí.
La mujer que tengo al lado, se mueve y se detiene como si no
coordinara los pies que hacen el amago de avanzar hasta quedar en frente
del escritorio del hombre que levanta la mirada sombría, de esa que doblega
sin necesidad de palabras, pero ella parece que acaba de olvidar eso.
«Está buscando un tiro»
—Megan, no estoy para estupideces, así que sal y esperas a que se me
de la gana de que entre —lo hace molestar.
El chisme está bueno, pero estoy a punto de soltar una risita ahogada.
«Dios mío ayúdame para no cargarla» la chica mueve el pie con rapidez y
eso indica que no le gustan las órdenes pero debe obedecer las de él. Sin
querer, se va dejando el ambiente más incómodo de lo que ya estaba, o tal
vez yo lo siento así.
—Necesito que te grabes el holograma que está en la mesa, no pierdas
ni un solo lugar o espacio. Procura no olvidar nada—me ordena.
—Como ordene, señor —me muevo hasta la mesa que está en frente
del otro ventanal.
Me mantengo de pie observando cada parte del holograma; es la
estructura de al parecer algún búnker estilo casa. Tiene muchas puertas
aseguradas, ventanas, pasillos... Quiero creer que no lo haremos, pero
deduzco que sí, nos meteremos en un sitio altamente resguardado y de
algún traficante de armas militares.
Hay un espacio que no puedo mirar bien y debo apoyar la mejilla en la
madera, dejar las manos sobre mis rodillas e intentar analizar el punto por
donde se llega desde un pasillo al parecer una especie de sala con detector
de movimiento.
Frunzo el seño intentando comprender rápidamente, no tardar y verme
como una inexperta, pero de momento el cuerpo se me eriza con el calor
que siento sobre mí, hasta que me doy porque esa sensación de pronto.
Tengo al Alpha detrás de mí, mirando lo que hago.
Y lo peor es que tengo el trasero básicamente ofreciéndole que me
embista en cuatro y eso solo hace que mis curiosos ojos bajen hasta su
vaquero en donde... Virgen purísima de lo grande.
—Es la casa de un traficante árabe, tiene armas militares de alto
calibre que yo quiero, por ende se las quitarás con los demás del escuadrón,
estás a cargo de esto así que espero no me falles...— empieza.
Merma el espacio y lo peor es que mi cuerpo no reacciona y me quedo
en la misma posición que me deja helada cuando sus manos se posan al
lado de mi cuerpo, pegando sus piernas a las mías, y por lo menos,
agradezco que sea tan alto que sus caderas queden más arriba y no pueda
sentir el...
—O las consecuencias serán para ti. —termina, con esa voz grave y
sexy que tiene «Jesucristo»—, Pero si lo haces bien, serás la segunda al
mando después de Mario.
¿Por qué no me muevo? Mis pies están inmóviles y mis piernas se
acaloran queriendo que sus manos las recorran con caricias excitantes. No
debería estar dejando que surja ese deseo frenético que desata su cercanía,
pero...
Suelto el labio inferior y ni siquiera noté en qué momento me lo mordí,
solo sé que mi cabeza se vuelve un caos que empeora cuando se inclina un
poco, estira la mano y mis ojos deberían seguirla pero prefieren perderse en
la electricidad que desprende su iris y la manera en que su cabello cubre su
frente.
—¿Estás prestándome atención? —su pregunta interrumpe mi viaje
astral.
Dejo de estar mirándolo y paso la vista al punto que estaba
esforzándome por comprender y el cual ahora me quiere explicar.
—Lo siento, ¿Me decías?— presto atención, ignorando que lo tengo
pegado a mi trasero y envolviéndome con su calor.
Es súper alto, sus brazos grandes y su torso impotente.
—Para llegar a éste punto, debes pasar por este conducto —señala—
Después saldrás cerca de los controles que apagan el detector de
movimientos. Asegúrate de que los sensores térmicos no queden
funcionando o habrás perdido el tiempo apagandolo. Llevarás a alguien que
sabe de tecnología, así que deja que se encargue de maniobrar los controles.
Asiento, mi cabeza quiere sumergirse en pensamientos sucios pero me
reprendo mentalmente.
—Señor, ¿Podría? —me muevo un poco para que entienda que lo
quiero separar, pero el muy maldito deja las manos en el mismo sitio, esta
vez mirándome a los ojos.
—¿Qué?
—A usted no le gusta que lo toquen y... Debería darme un espacio para
separarme...
Sus ojos se ven más azules y brillantes, una mezcla del color de lo
profundo del mar, y el gris del cielo cuando se acerca una tormenta.
—Eso sucederá cuando yo lo diga, y si estoy así,—repara lo que hizo
antes de volver a mirarme como si detallara mi rostro— Es por que quiero
¿Algún problema con eso?
Sacudo la cabeza, no puedo ni debo llevarle la contraria, pero esto no
saldrá nada bien si no se aparta; no quiero acostarme con una mierda de
persona como lo es él, sé que soy una de las peores, pero.... No puedo
hacerle esto a Julián y tampoco a mis convicciones.
«A la mierda, Julián» me grita mi subconsciente.
—¿En qué piensas? —pregunta de repente, mirándome el cabello.
Su olor me tiene mareada y con el pulso alterado, pero nada que mi
cuerpo no controle pese a que sus labios se ven de un rosáceo provocador.
—En nada, solo en que debería estar a dos metros lejos de ti—
contesto.
Levanta una mano y con sumo cuidado se acaricia el mentón con los
dedos, como si pensara algo interesante, su rostro se adorna con un poco de
picardía ligada con seriedad.
—Entonces déjate de miradas seductoras, de salirte de tu papel de
guardaespaldas y de mirarme el miembro —enreda mi coleta en su mano,
tirando con fuerza, haciéndome arquear la espalda. Su respiración queda en
mi oído y me reprimo por dentro cuando eso me eriza el cuello—, No
busques lo que no se te a perdido, porque si te tomo, no te suelto hasta que
me canse, y no querrás eso. Yo no aflojo cadenas, mucho menos las libero.
El calor me hace abrir un poco los labios, soltando el aire que se
alojaba en mis pulmones. No digo nada, la saliva se atascó en mi garganta y
el silencio no le gusta, eso lo hace tirar nuevamente de mi colega y
chasquear la lengua a modo de negación.
—Dime, Adler ¿Quieres eso?— pregunta y tira del lóbulo de mi oreja
con los dientes.
No soy de piedra y claramente me esta matando de ganas. «Me dará un
paro panochal»
—Tú no querrás estar conmigo —hablo— Dime, Herodes, ¿Te
arriesgarás? Yo sé por qué te lo digo.
Tira de nuevo haciéndome apretar los dientes con el dolor que me
recorre la espina dorsal. La otra mano me la ancla en el cuello con un agarre
firme que no hace más que mojarme y cortarme la respiración.
—¿Desde cuándo un empleado puede llamarme por mi nombre?—
Inquiere, más que molesto.
Me humecto los labios.
—Pues... Me gusta, es tan... No sé. Excitante tal vez— musito.
Intento girarme para verlo pero tocan la puerta logrando que gruña
molesto antes de soltarme.
—Mantén la lengua quieta si no quieres perderla— me advierte y
ruedo los ojos— ¡Adelante!
La puerta se abre y Mario entra haciéndome seguir mirando el
holograma, pero ahora con una molestia horrible en las bragas «Genial».
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____________________________
Capítulo 8

_______✧✧Efímero✧✧______

Venus
Mi cabeza sigue esforzándose por recordar cada puerta, pasillo o
conducto de ventilación que posee la propiedad en la que debo entrar a
petición de mí jefe «¡UN JODIDO BÚNKER!».
¿Sabían qué esas casas son cómo una bóveda?
Un paso en falso y las alarmas se activarían y quedaría encerrada ahí
dentro «Esto debe salir perfecto» por suerte me facilitaron el plano en una
tablet, al menos Mario es condescendiente, pero el Alpha... Él cree que mi
cabeza es una copiadora como para grabarse semejante propiedad en menos
de tres días.
Puede que con mucho esfuerzo, lo consiga, pero no puedo
apresurarme, todo debe ser bien organizado y estudiado.
Mientras ellos hablaban sobre no sé qué, me mantuve en la mesa
mirando el holograma, pero no resultó para nada fácil, no lo es cuando estás
con ganas de follar y sientes que tu canal incómoda a causa de la humedad
«Las mujeres también la pasamos mal cuando quedamos con ganas».
Intento no recordar lo de hace unas horas, son las 9 de la noche y heme
aquí al lado del auto que espera por el Alpha quien irá a una cena de
negocios en un restaurante privado. Obviamente debe llevar escoltas y esta
vez debemos asegurarnos de resguardar y vigilar el área para evitar posibles
ataques.
Mando a todos a sus posiciones cuando sale acompañado de la misma
chica de la tarde; camina dos pasos detrás de él como si no pudiera ir a su
lado. Mario se fue y por ende, trato de ayudar al sujeto «Dan Theron»
encargado de la seguridad del jefe, la cuál también me corresponderá si sale
bien el robo al búnker, aunque él siempre será el de confianza, obvio.
Las dos primeras camionetas se ponen en marcha y subo al asiento del
copiloto cuando también lo hace el antipático que ordena que arranquemos
porque no quiere llegar tarde. El otro vehículo, asegura la retaguardia y me
mantengo pegada en a la tablet que me muestra si algún auto nos sigue o si
algún helicóptero aparece.
Es mi primera vez en Canadá y a decir verdad; me gusta mucho esta
ciudad «Montreal».
Las calles son una mezcla de lo antiguo y lo nuevo, con una gran
variedad de estilos arquitectónicos en las casas, edificios y
establecimientos. Me recuerdan mucho a Londres, aunque no fueron
muchas las veces que estuve allí. Normalmente me la pasaba metida en La
Fortaleza de Pakistán, llena de entrenamiento. Salía solo cuando
comenzaron las pruebas de espionaje, asesinatos y ataques.
El auto se estaciona en frente del restaurante y bajo rápido, abro la
puerta por donde baja el Dios insuperable que no mira ni para los lados; se
apresura a entrar, llamando la atención de las mujeres que lo notan, y no es
para menos, lleva un jodido traje que lo hace lucir como un magnate,
elegante y sexy. Porque a pesar de tener 27 años, parece de unos 25, pero
sin menos madurez física.
La mujer que vino con él, lo sigue y juro que me provoca decirle que
tenga tantito de valor por ella misma, o sea, es ”la novia” o ”ligue”, no lo
sé', pero a él parece importarle un quintal de mierda, pues ni siquiera la
mira o se molesta en ver si bajó del auto para entrar también.
Ya veo que ni siquiera siendo la hija del ministro de defensa del país,
consigue que el Alpha la trate más o menos bien. Aún no he visto a la
primera persona que consiga un buen trato de su parte.
«Típico de hombres como él, solo se preocupan por ellos y por
conservar la imagen de poder y grandeza con la imparten terror y doblegan
a los demás»
Entro al estableciendo, me quedo en un sitio con buena vista
panorámica, para poder mirar hacia la mesa en donde toman asiento. Varios
sujetos y mujeres, se levantan a recibir al hombre que solo se sienta y deja
que le llenen la copa que le ofrecen.
No llevo ni 20 minutos aquí y ya empiezo a aburrirme, pero no me
queda de otra que estar al pendiente de todo, sin parpadear o dejar pasar la
mínima cosa. Los rostros, las actitudes, todo importa cuando se trata de
seguridad.
Pido un vaso de agua, me mantengo alerta con la vista en el aparato
que sostengo. Al menos tengo botas trenzadas y no me duelen los pies por
lo mucho que he tenido que caminar y estar como una estatua. Antes de
acabe el año, posiblemente tendrán que ponerme en el jardín de la casa,
haciéndole compañía a las demás que adornan el área.
Los minutos pasan, pero los siento como si fueran horas.
Mis ojos curiosos no se controlan y por un momento me quedo
mirando al pelinegro que se mantiene serio dejando que le hablen, él solo
asiente y contesta cuando básicamente le da la gana ya que su expresión es
de un profundo aburriendo y no sé quién de los dos tenga más pereza, si él o
yo. Solo sé que la mía se debe a estar cansada, no he tocado una cama desde
hace horas.
Me olvido de que tengo que estar como un ventilador que gira, por un
momento solo me centro en él.
No entiendo que tan hechizante puede ser el que se acaricie el mentón
mientras se relame los labios de una manera tan... no sé. Pero su expresión
de odiosidad lo complementa perfectamente y más cuando frunce los labios
en cierto descontento dejando en la sien, los dos dedos que jugaban en su
barbilla.
No sé si mi mirada tiene mucha fuerza, pero de un momento a otro,
con cuidado gira el rostro y sus ojos se encuentran con los míos, intento no
mirarlo ya que no le gusta, pero Venus es así de retadora y no le bajo la
mirada. Le dicen algo y se concentra en uno de los sujetos que le habla,
rompiendo con lo que se estaba formando, algo parecido a los UE se creó
en su estudio hace unas horas.
—Prepárense para partir —avisa Dan por medio del intercomunicador
cuando termina la cena.
Me muevo afuera del establecimiento, miro a ambos lados de la calle,
el clima está fresco y sería perfecto para salir a caminar por un par de
minutos, hay tantas cosas que no he hecho, como por ejemplo;
Sentarme en un restaurante de comida rápida a charlar con mis
amigas...
Ir al cine en plan amoroso con alguien...
Planear una fiesta de cumpleaños... nunca je tenido una, bueno en
realidad si, cuando estaba pequeña mi madre hizo un pequeño pastel con
dinero que tenía ahorrado, papá había salido y solo ella pudo cantarme el
feliz cumpleaños ¿Eso cuenta? Supongo que sí.
«Son cosas que tal vez nunca me pasen»
Subo al auto e intento no recordar que no estoy solo con Dan quien
conduce.
—Esta noche me quedaré en la mansión, mañana pienso invitarte a un
evento importante, así qué, espero que no estés ocupado —le comenta
Megan.
—No sé si tenga tiempo...
—Será en la noche.
Un pequeño silencio se forma y mantengo la vista en el camino.
—Bien. Todo sea porque no me sigas insistiendo. Pero te voy
advirtiendo que al más mínimo disgusto, me regreso. No estoy para eventos
en donde se habla más de chismes que de otra cosa— contesta, con un
tonito de cansancio.
—Ok, no te preocupes —le dice, sin poder ocultar la nota de emoción.
No sé qué clase de relación mantengan, pero solo sé que él no le da
mucha importancia o sentido.
Su forma de ser no parece de la que se lleve bien con la cursilería y el
afecto. Me atrevería a decir que se toma las cosas pasajeras y no pretende
tener una persona sobre de él, y eso se nota nada más con ver que le molesta
socializar, no le gusta, no por muy bien que se le pueda dar.
Aveces me sorprendo por la capacidad que tengo para estudiar el
comportamiento de los demás, no siempre acierto, pero no es como si fuera
muy difícil deducir a este hombre tan prepotente, un tanto arrogante pero
sumamente odioso y soberbio. Sus aires son contagiosos, tanto así que te
sientes realizada por solo ir en el mismo auto que él.
No sé si tengo calor, cansancio o sueño, pero por un momento recuesto
la cabeza en el cojín suave, suspiro por lo bajo y me centro en la carreta por
la que vamos; no hay mas que oscuridad, solo las luces de una de las
camionetas que va delante.
Miro la tablet que tengo entre las manos. Las grandes puertas de la
propiedad se abren, el auto se estaciona y bajo.
Los guardaespaldas nos quedamos con Dan, despliega a los que se
quedarán vigilando con los demás y por suerte me toca descansar, al igual
que a Yasmín, Kilian también tiene descanso.
Avanzo por el sendero que me lleva a las habitaciones de la parte
trasera de la casa.
—Supe que Julián estará en la misión —comenta el africano.
—No sabía, pero me emociona probar las nuevas armas —comento.
—Y tal vez, también el arma de carne que tiene entre las piernas —
bromea Yasmín, dándome una palmada en la espalda.
—Siempre tan bromista —le dice Kilian, rodando los ojos.
Entro a la habitación, me saco la ropa antes de meterme a la ducha.
Cuando salgo me acuesto en ropa interior y dejo que las sábanas suaves me
envuelvan hasta que me quedo dormida.
[...]
El frío de la noche se cala por mis huesos erizandome la piel. Solo
consigo darme calor al acomodarme la chaqueta, a medida que avanzo por
el jardín de la casa. Son las 4 de las mañana y recién comienza mi turno de
patrullar.
Me detengo al lado de un gran arbusto, me recuesto en la madera
dirigiendo la vista al cielo; una gran luna brilla en medio de esa capa oscura
cubierta por algunas estrellas y nubes grises, pero no de esas que anticipan
la lluvia. Mis pulmones necesitan aire fresco, de este que inhalo varias
veces, disfrutando de la noche.
Aveces me pregunto qué sería del cielo sin ningúna de esas estrellas lo
adornarán al igual que siempre; tal vez no se viera tan hermoso como ahora.
Suspiro un par de veces más, respirando el aire fresco del bosque que
nos rodea. La casa es básicamente rodeada por montañas, la ciudad está a
unos 20 minutos de carretera, aunque hay otras casas no muy lejos, supongo
que de personas importantes o adineradas.
Es bueno tener privacidad, vivir así de lejos en donde los vecinos no
molestarán y tampoco oirás ruidos. La gran vida, y más si se está en
semejante casa.
Muevo la cabeza mirando a mi alrededor, a pesar de haber grandes
muros electrificados que rodean la casa; debemos mantenernos al
pendiente. A unos cuantos metros, puedo ver algunos sujetos que se pasean
con armas a la vista, yo por mi parte solo tengo dos Glows en los cinturones
de cada muslo, balas y uno que otro mini detonador.
El jardín está sumamente iluminado por los faroles, aparte de que aquí
también hay otra fuente, pero no tan llamativa como la que está en la
entrada principal, esa si es un espectáculo que no me cansaría de ver.
Camino hasta un banco y tomo asiento, guardando las manos en los
bolsillos de la chaqueta.
Desde mi punto, puedo ver la parte sur de la casa; uno de los laterales.
Inspecciono lo que tengo en frente; las luces de las habitaciones están
apagadas, casi todas tienen grandes ventanales sin balcones a excepción de
dos, una de ellas tiene los vidrios abiertos y se debe a que su huésped está
afuera «Completamente desnudo, como si no tuviera frío o el clima fuera el
de verano» apoyado en las barandas con un antebrazo mientras que con el
otro sostiene el teléfono por el que al parecer está teniendo una llamada en
plena madrugada.
¿No duerme?
No ha notado mi presencia, «Gracias al cielo», me levanto con cautela
antes de que me vea, pero me quedo quieta cuando siento que fallé y sus
ojos ya deben estar sobre mí. Es como si desprendiera algo que se
intensifica cuando su electrizante iris me mira y aunque no me de cuenta,
siento que me está observando. Volteo y, en definitiva, si notó mi presencia
«¡Mierda!».
¿Debería correr o aventarme en la fuente y ver si me succiona y escupe
en el medio del océano Pacífico?
Me quedo mirándolo como una estúpida, ¿Y cómo no hacerlo? El muy
idiota está desnudo ¡DESNUDO! y obviamente tiene un cuerpo de infarto.
Sigue hablando por teléfono sin dejar de mirarme, se endereza dejando
la mano apoyada en la baranda de vidrio y puedo decir que tiene un
paquetón de los mil demonios, no sé si el cristal hace que se vea grande,
pero mi mente trae el recuerdo de cuando me subí sobre él en el bar y... No
es producto mi imaginación.
Me muerdo el labio inferior conteniendo mi lado... pero mis sentidos
se apagan cuando mueve la mano en señal de que vaya hasta donde está.
¿No está durmiendo con su novia, ligue o lo que sea Megan?
—Estoy patrullando, señor —me excuso y no sé si me oiga
No puedo dejar de mirar cada parte de su cuerpo a pesar de no estar tan
cerca, Su habitación está en el segundo piso y la casa solo tiene dos, pero
bien altos.
—¿Y?. Mueve ese culo y ven aquí, necesito algo y no tengo ánimos de
bajar —espeta.
Se da la vuelta y.... ¡ESE TRASERO DADDY!, ¿Por qué tiene que
parecer un jodido dios del Olimpo?, ¡Lo odio!.
Entro por la parte trasera de la casa, subo las grandes escaleras y
camino por el largo pasillo. No tiene guardaespaldas en la puerta. Me
detengo y respiro al tocar con los nudillos.
«Que no abra, que no abra»
La puerta se abre y clavo los ojos en los suyos porque ni siquiera se
puso un jodido boxer, ¿Es muy difícil ponerse uno? ¿O acaso le gusta
presumir lo que tiene?
Frunce el seño mirándome y entiendo el por qué, mueve la cabeza para
que entre y así lo hago sobresaltándome mentalmente cuando cierra la
puerta con pestillo «Está buscando lo que no se le ha perdido».
Me detengo en medio de la enorme y moderna habitación «Parece otra
casa» En la cama fácilmente pueden dormir 10 personas, en frente, un gran
pantalla plana y debajo de este, una mesita de vidrio con algunos
decorativos rústicos que se complementan con las paredes de color gris
claro. Todo tiene un pequeño aire imperial ya que del techo, cuelga un
candelabro modificado que está hecho con el mismo material de las
lámparas la que están a los lados de la cama.
No me da tiempo de detallar mucho, porque para mi suerte, está solo.
Al parecer no duerme con nadie, ni siquiera con su novia que está aquí. Es
una pena que tan gran espacio no lo comparta. Yo con una habitación así,
sería feliz y no saldría a ningún lado, menos si tengo un buen ligue para
disfrutarla.
Pasa por mi lado yéndose hasta la licorera de la esquina del gran
ventanal, destapa una botella y se sirve en un vaso antes de darle un sorbo.
Mis ojos no pueden evitar reparar su piel y los tatuajes de los antebrazos.
Las piernas grandes, el torso, los brazos y los pectorales que me
quedan a la vista cuando me mira, se acerca lentamente ocasionando la
colisión entre mis dos yo interiores. Sus ojos recorren cada parte de mi
cuerpo como si necesitará ver qué no soy algo de otro mundo, pero soy yo
quien quiere saber si él no lo es.
Extiende la mano, ofreciéndome el vaso, miro lo que me está
entregando y después sus ojos oscurecidos.
—¿No me piensas envenenar?— inquiero, burlona.
Frunce el seño y sacude la cabeza. Acepto el vaso y le doy un pequeño
sorbo, el licor baja por mi garganta incendiando todo a su paso y
desencadenando un torbellino en mi estómago.
—No tengo porque hacerlo, al menos que deba matarte por alguna
circunstancia extraña, ¿Hay alguna?— se cruza de brazos.
Niego intentado concentrarme en su cara, la espesa cabellera negra le
da un aire sombrío y sexy por el desorden tan perfecto que le cae sobre las
cejas oscuras, acompasándose perfectamente con los ojos azules que
parecen ser un relámpago en medio de nubes grises.
—Para nada— contesto tranquila.
Aunque ganas de matarte no me faltan.
Se acaricia el mentón, humectándose los labios y no sé si es una manía
pero el muy astuto se ve demasiado provocador.
—Ujum. Eso pensé.
«No mires debajo de su abdomen» Me repito, pero mi otro lado me
grita lo que tanto he pensado y que tiene sus pro y contras.
—¿Para qué me llamabas?— le pregunto.
Abre la boca y sus labios forman una "O", como si recién recordara
para que era y se ríe por lo bajo viéndose como un demonio capaz de
destruir un imperio con tan solo esa sonrisa perfecta y malvada.
—Necesito... bajar la erección que me causaste esta tarde — confiesa,
con voz ronca.
—¿Disculpe? ¿Y yo tengo qué...— enarco una ceja, sin entender bien.
—Chupar o tragar: una de esas dos opciones me gustaría que
emplearas cuando te me arrodilles.
Merma el espacio, me quita el vaso dándole un sorbo largo y
terminando con el líquido.
—No creo que necesite palabras, ambos somos adultos y sabemos que
después de un acostón haremos como si no paso, eso debes hacer, sabes que
no soy de los que aceptan que comenten sobre él, ¿Lo sabes no?, Sabes con
quién estas tratando, no hace falta tantos rodeos y amenazas— explica con
cansancio.
Asiento, entiendo a lo que se refiere.
—Se supone que tienes novia o lo que sea esa chica— comento.
—¿Megan?. Mmmm.. ¿Desde cuándo un mafioso es fiel?, Creo que no
me conoces,— eleva una ceja, sin desvanecer el aire demoníaco— En
realidad nadie lo hace... no soy fiel, ni mucho menos prometo nada. Pero no
hablemos de eso, solo necesito sexo, no preguntas.
Se me acerca y obviamente no pienso retroceder, debo alzar la mirada
para poder ver la suya y tan solo su altura me calienta hasta el más mínimo
rincón que nunca antes había ardido y que ahora se quiere incinerar.
¿Con el mafioso que odio? Sí.
—Ni siquiera sé que hago hablando más de la cuenta, ven aquí— su
mano tira de mi brazo terminando de cortar el poco espacio que quedaba
entre ambos.
Mis labios se estrellan con los suyos en un beso salvaje que me saca el
más mínimo pensamiento de lo que no debo hacer, pero soy Venus y..... Mis
manos se aferran a su nuca profundizando el beso con sabor a chicle y
cigarrillo que desprende su deliciosa boca, la sincronía se rompe de un
momento a otro cuando tira de mi labio y deja el beso.
El pecho me sube y baja y no hace falta mirarme las bragas para saber
que estoy tan empapada que fácilmente entraría su Herodesconda.
—Quítate la ropa— ordena.
Se da la vuelta yéndose a no sé dónde, entra por una puerta y mi mente
me grita que cumpla su demanda, pero mis manos ya están haciendo el
trabajo ignorando a mi subconsciente cuerda y dejando salir a la mujer que
es capaz de poner todo a sus pies. Si mi amable jefe quiere sexo, vamos a
dárselo y a darle inicio a todo.
Quedo en ropa interior y captando la mirada del hombre que sale del
armario con un juego de esposas en una de sus manos. No son esposas
cualquieras, estas son diferentes y más difíciles de quitar que unas
normales. Me rodea quedando detrás de mí y cierro los ojos con el sonido
de su respiración en mi oído.
—Manos en la espalda— su suave lengua se desliza por mi mejilla y
me daría asco pero su calor hace que el morbo lo pueda todo.
Me esposa las manos detrás antes de tirarme en la cama, mis rodillas
quedan enterradas en el colchón, mi mejilla también cuando me alza el
trasero y baja la espalda dándole una vista de como el mini panty se cuela
por mi trasero.
—Que ganas de dejarte rojo ese culo.
Una fuerte palmada me hace soltar un jadeo ahogado y cerrar los ojos
por el ardor, vuelve a sonar una y otra vez más hasta que no siento más que
el ardor y hormigueo insoportable, pero la tensión es tanta que estoy
destilando fluidos en cantidades, siento como mi canal se lubrica de una
forma sorprendente.
—Esto no está bien, pero me gusta el peligro y tú representas eso.
Me quita las bragas de un solo tirón haciendo que la piel se me marque
con la rigidez en la que la tela me rozó, las manos me las entierra en la
carne del trasero hundiendo la cara en medio de mis glúteos, inhala y juro
por dios que esto es tan sucio pero me moja como un grifo roto. me gusta,
no debería pero, me gusta.
La piel me arde y los pliegues me cosquillean por culpa de su lengua
cuando la desliza despacio, limpiando la humedad que se traga como si
fuese algo de lo más normal y a mi me encanta que chupe varias veces
devorando mi palpitante clítoris, poniendo mi cuerpo ansioso de más
porque lo hace exquisito y todo es mejor cuando siento su lengua meterse
en mi coño, jugando dentro de mi canal con una premura tan asfixiante que
me hace morderme los labios sin importar si me los rompo.
Los jadeos escapan de mi garganta como si no tuviera control de ni
una sola fibra de mi cuerpo y menos cuando tira de mi coleta haciendo que
su pecho quedé contra mi espalda cuando me sube. No puedo tocarlo y me
desespero cuando desliza la mano disponible por la abertura de mis pechos
con una lentitud agobiante que solo me hace querer sacarme las esposas y
subirme sobre él y demostrarle de que soy capaz, porque se nota que es un
sádico, no hace falta deducirlo.
—Tu piel merece tantas marcas como mi boca desee hacerlas— jadea
en mi oído y en el centro de la espalda siento su tentadora y dura erección.
Tengo las rodillas entre las suyas, ambos estamos arrodillados cerca de
la orilla de la cama. Su mano desciende por mi abdomen haciéndome arder
la piel, el contacto me acalora en menos de dos segundos, el trayecto me
hace alzar el culo y refregarme contra él.
—No pares— jadeo cuando llega a mi pelvis.
—¿Estás segura de qué me dejarás seguir?
Siento que soy una burbuja llena de lava.
—Sí...
Sus dedos se pierden en mi interior con círculos concisos que me
hacen jadear y cerrar los ojos dejando que las sensaciones desaten el
orgasmo, dejando mi garganta seca y anhelando lo que siento
maltratándome la espalda pero no creo que sea posible, pues me lanza y mi
rostro me impacta entre las sábanas.
Dos sonoras palmadas me dejan el trasero adolorido y me pone peor,
parece que activa de nuevo mis ganas, como si no me hubiera corrido, no sé
que me sucede pero quiero más, no estoy satisfecha. Me acomodo cuando
posiciona la punta en mi entrada.
Necesitaré una silla de ruedas.
No me da tiempo de nada, apoya las manos en mi cadera hundiéndose
ni tan rápido o lento pero en un momento empuja por completo dejando que
mis paredes sufran con el tamaño cuando se queda quieto enterrando las
uñas en mi carne.
—¡Mierda! Estás tan estrecha y rica— suspira.
—Despacio...— la voz me sale tan baja que no sé si me escuchó...
Solo he estado con Julián, pues no es como si me apeteciera acostarme
con los otros matones del escuadrón. Y en las misiones de espionaje no me
acuesto con nadie, mis habilidades me ayudan a no tener que recurrir a ello.
Empieza a moverse despacio como si disfrutara de la presión que mi
canal ejerce en su tallo, y es que lo tiene tan grande que duele, duele como
si me estuvieran metiendo un tubo. Algo me dice que no soportare y ese
algo es mi subconsciente cuerda, pese a estar tan caliente como yo, le aterra
ver semejante gruesa polla que se carga el pelinegro que la tiene tan rica
que... se siente calentita, suave... pero no deja de doler y debo abrir la boca
sacando el aire de mis pulmones.
Las arremetidas empiezan y acomodo el rostro queriendo verlo
«Error» sus expresiones desvanecen mágicamente una parte del dolor que
siento, dándole paso otra cosa por la manera en la que se muerde el labio y
frunce el seño cada que se hunde con una fuerza descomunal que extiende
mis paredes acostumbrándolas al tamaño.
—Me gusta como se siente tu húmeda y pequeña vagina, es tan...
El placer me produce esas ganas de cerrar los ojos pero... una nalgada
me hace abrirlos de nuevo.
—Mírame, mira como te embisto y lo que te causa— ruge con voz
ronca y grave.
No dejo de jadear, transpirar y mirarlo, sus ojos siempre impactan con
los míos y la mirada sombría que me dedica me grita que estoy follando con
el ser más peligroso y el peor de todos los que he conocido.
El dolor va desapareciendo dándole a las sensaciones que me vuelven
una hoguera.
Se siente tan bien, el placer es tan excitante que de un momento a otro
todo se va y no hago más que mojarme, disfrutar y admirar al semental que
me embiste duro, nuestras pieles chocan y eso más nuestras respiraciones
son lo único que se escucha además de nuestros jadeos y palabras sucias.
Las piernas se me erizan, el abdomen se me contrae y suelto el
orgasmo que me deja las piernas untadas de mis fluidos y los suyos cuando
se corre llenándome de él y... virgen santísima de los cielos mas lejanos en
donde no entraré por pecadora... se siente tan bien sentir su semen dentro de
mi y deslizándose por mi entrada. No puedo respirar bien, tengo un nudo en
la garganta y los labios me arden tanto que debo aflojar la mordida que no
sé ni en que momento sucedió.
—Espero que olvides lo que acaba de pasar, no se repetirá y tampoco
verás la luz del día si abres la boca para contarlo— me advierte con la voz
ronca.
Sale de mí y me reincorporo, adolorida, con mi sexo palpitando y mi
canal en peores condiciones que me hacen sentir muy incomoda porque es
la primera vez que tengo sexo y quedo así de sensible. Ni idea de como voy
a caminar mañana, pero no me importa, aun estoy con la cabeza perdida por
culpa del orgasmo. No puedo quitarme tan fácil las esposas y espero a que
él lo haga.
Estoy segura de que si tenemos otro roung, me parte en 4 y mi vagina
dejaría de funcionar por el resto de mis días.
El silencio se apodera del lugar y me visto rápido ignorando el desastre
en mi intimidad, pero aún así lo detallo cuando sale del baño limpiándose
con una toalla, mis ojos se clavan en su erección y es que se ve igual o más
dura que hace unos minutos, como si tuviera igual o más ganas.
—Gracias por los orgasmos, señor— me termino de poner la chaqueta
—. A sus órdenes.
Busco la puerta, la abro y salgo con una sonrisa maliciosa que hace
que mi subconsciente cuerda se esconda detrás de un sillón.
«Todo a su tiempo, esto apenas comienza»
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Capítulo 9

_______✧✧ Cima ✧✧________

Herodes
Nunca me arrepiento de lo que hago, lo hecho, hecho está y el
arrepentimiento no devolverá el tiempo ¿O si?.
Todo lo que hago es porque quiero y me da la gana. Pero lo de esta
madrugada, no estuvo en mis planes, sin embargo, lo disfruté. Tenía días
queriendo enrojecer ese trasero con unas buenas palmadas, tirar de ese
cabello largo mientras la embestía duro, mirar esos ojos grises cuando se
corriera gimiendo gracias a mí.
«¿Quién no quisiera probar a semejante hembra?».
Pero ya pasó y no puede volver a suceder, fue un momento de impulso
y no pienso volver a hacer tal estúpides, menos con alguien como ella.
Me paseo por la sala dándole caladas al cigarrillo que está por
acabarse. Megan yace en el sofá hablando con Amber de quién sabe qué. La
última llegó esta mañana y piensa ir al dichoso evento.
—Pienso usar un vestido beige, pero no estoy muy segura —le
comenta Amber.
—Preferiría que usaras un rojo, pero es lo que gustes
—Usaré el beige, tengo unos tacones de infarto que salieron en la
nueva colección de Gucci— se emociona.
Normalmente le gusta estar comprando todo lo que ve, ser la
administradora de algunas de mis empresas le deja una gran cantidad de
dinero para mantenerse sin tener que necesitar un hombre.
—Amo tu gusto por el calzado, creo que deberías firmar acuerdos con
alguna marca y ser socia— le recomienda la rubia
—Tengo mucho trabajo con las empresas y ahora las finanzas de la
organización, es mucho para mí, pensaré luego en ello— asegura.
El teléfono me vibra en el bolsillo y lo saco.
—¿Cuándo llegan mis padres?— me pregunta Amber.
Ni siquiera lo sé, no es como si me interesará saber qué hacen o
cuándo regresan a estresarme.
—Pregúntales, para eso cambias de teléfono como de uñas.
—Siempre tan odioso...— masculla y le lanzo una mirada envenenada
que la hace bajar la cabeza— Lo siento.
Puede ser mi hermana, pero a mí, todos me deben respeto, incluso ella
y los que se hacen llamar mis padres. Desde que tomé el mando, todo
cambió; las reglas son para todos por igual. Al Alpha no se le contradice,
reclama o dice que hacer, esa es la ley y el que no la cumpla, se muere.
Me muevo en busca de una de las puertas corredizas, salgo al jardín y
contesto los mensajes que requieren mi aprobación. Dejo que el sol me
relaje por unos minutos antes de tomar asiento en una de las mesas debajo
de un árbol.
Los alfas rondan al igual que mis hombres de confianza y los
vigilantes de la casa.
—¿Desea algo de tomar?— me pregunta una empleada.
—Un café y tráeme un puro, también pídele a mi guardaespaldas de
confianza que venga— respondo con la mirada en el aparato.
Junto las manos apoyando los codos en la madera. La cabeza comienza
a dolerme y así solo me empeora el genio con los palpitos frecuentes que
me martillan la sien.
—Dígame, señor— llega el guardaespaldas.
—¿Alguna novedad?
Guarda silencio un momento, seguramente revisando la tablet que
tiene.
—Mario regresa mañana, según me indica, usted debe viajar a las 6 de
la mañana a Venecia por cuestiones de una de las empresas —me pone al
tanto de todo y dejo que se vaya cuando me traen el café y el puro que
enciendo.
Respiro hondo, dejando que el aire me refresque el calor que toman
mis manos cuando recuerdo lo de anoche. Intento evitar la incomodidad
pero no lo logro y debo levantarme a caminar cuando me entra una llamada.
Por un momento mis ojos captan a la pelirroja que camina por la
piscina mirando una tablet, seguramente organizando lo del robo «Más le
vale que me traiga esas armas», tengo entendido que es la primera vez que
el nuevo escuadrón hará algo tan importante, esto me demostrará si están
listos o no para cosas más grandes.
Mantengo la atención en la persona que me habla al otro lado del
teléfono, me recuesto con el hombro en uno de los árboles que me da una
mejor vista sin que me note la mujer que se pasea de aquí para allá
moviendo una mano como si tratara de grabarse algo difícil; la coleta alta y
larga se mueve con cada movimiento de su cuerpo y los rayos del sol hacen
que se vea como una especie de rojo ardiente.
El pantalón se le ajusta a las piernas y se ve tan provocativa con las
armas que sostienen los broches de los muslos a cada lado, lleva una camisa
negra de tirantes que complementa el atuendo y las botas trenzadas que le
dan un aire poderoso por el tomo marfil de su piel y eso solo hace que me
muerda el labio al recordar lo de hace unas horas.
—¿Señor?— me hablan.
Me alejo para seguir con lo mío en vez de estar mirando a mi
guardaespaldas y futura difunta si no cumple con su trabajo. Después de
una hora cuelgo el teléfono y me voy adentro de la casa, Amber y Megan
no se que se hicieron y puedo tomar asiento en la sala sin que nadie me
moleste.
Cojo uno de las revistas de la mesita que tengo en frente y me
mantengo leyendo hasta que me avisan que el almuerzo está servido, me
levanto pero debo detenerme por la persona que viene con las dos mujeres
que caminan como modelos pero eso no se compara al andar de la pelirroja
que intenta no repararme pero lo hace «No aprende nada».
—Necesito salir a comprar algunas cosas, iré con Megan y me llevaré
a unas de tus mejores guardaespaldas. Tu hombre de confianza me dijo que
ella es la mejor de ellas. Por cierto, no sabía que ahora tendrás mujeres
cuidándote a toda hora —me dice Amber, mirándola.
—¿Por qué tendrías que llevarte a uno de los míos si tienes los tuyos?
— inquiero, el teléfono me vibra y concentro la mirada en el aparato.
—Solo tengo 4 guardaespaldas, solo será un momento, no será por
mucho —insiste.
—Pues no —la miro mal y luego a la pelirroja— Esa mujer que te
quieres llevar, básicamente para que te vea derrochar dinero, está
organizando algo importante y la necesito centrada.
Abre la boca pero Megan la toma del brazo para que no diga algo que
le cueste la lengua.
—Bien, iré con los míos —responde.
No estaría pidiendo estupideces si hubiera pensado bien antes de viajar
a donde no debía y ser atacada por unos sujetos. Eso la dejó sin escoltas, y
ahora pretende llevarse a uno de los míos.
Ambas se dan la vuelta y se van hasta que salen por la puerta principal
dejándome solo con ella, me moría unos segundos y se da la vuelta para
irse.
—¿Te di permiso para retirarte?— inquiero, reviso el teléfono.
No dice nada y la miro encontrándome con el gris de sus ojos.
—¿Puedo retirarme, señor?, ¿O desea otro acostón?— sonríe, coqueta.
—Esa sonrisa te la puedo dejar así igual, solo te la cocería y ya —
rueda los ojos y frunzo el seño— Retírate, y espero que ya tengas todo
organizado para mañana. Ponte de acuerdo con Mario por si necesitas algo,
aunque tendrás refuerzos y armas nuevas.
Me doy la vuelta para irme al comedor pero...
—Siento pena por tu novia, mira que tener a semejante hombre como
novio y dormir en una habitación aparte, eso sí es no valorarse— hace que
me gire pero solo veo su trasero cuando se aleja por uno de los lados de la
escalera.
Los músculos se me tensan y prefiero caminar antes de que el vaquero
me incomode. Después me las cobro, está buscando mi lado malo y no creo
que quiera conocerlo.
Dejo que me sirvan el almuerzo y vino, normalmente prefiero comer
solo, en realidad prefiero hacer todo solo, detesto tener a las personas
encima y preguntándome cualquier cosa.
—Señor..—entra una de las guardaespaldas, «Enola», creo que así se
llama o no lo recuerdo, ni me interesa hacerlo.
La miro para que entienda que prosiga, pero por un momento se queda
muda como si no creyera lo que está viendo. Debo chasquear los dedos para
que se baje de la nube.
—Lo siento, señor... iba a decirle que ya llegaron las prendas que
pidió, ¿Las hago llegar a su habitación o...
—Se supone, ¿O acaso se guardan en los estantes de la cocina? —
replico, con obviedad.
Asiente, sin dejar de mirarme, abre la boca para hablar, pero balbucea
por unos segundos que me parecen eternos.
—¿Tienes problemas de habla? —niega a mi pregunta— Entonces
lárgate si no tienes más nada que comunicarme.
Le doy un sorbo a la copa.
—Con permiso...
Gira sobre su propio eje y se va a pasos apresurados. Por un momento
la reparo y... no está nada mal, pero no pienso acostarme con otra
guardaespaldas. Creo que debería tener solo hombres que me respalden,
pero ellas son de gran importancia para el espionaje.
Creo que debería pedir unas putas para mañana en la noche, así no
estaré estresado por como marche lo del robo.
Termino de comer, las horas pasan y me voy a la habitación para
alistarme, son las 8 y según Megan, debemos salir antes de las nueve. No
tengo absolutamente nada de ánimos, pero es mejor que quedarme aquí
pensando en el cuerpo de la pelirroja. Ni siquiera sé qué hace mi mente
perversa recordando ese momento y pensando en todo lo que puedo hacerle
en toda una noche.
Me termino de abotonar la camisa antes de ponerme un blazer negro
en donde guardo el teléfono, me rocío perfume y ajusto el reloj en mi
muñeca.
Bajo las escaleras y llego a la sala. Megan me espera vistiendo un
vestido hasta los muslos y el cabello suelto detrás de los hombros. Unos
tacones resuenan en las escaleras y no tengo que girarme para saber quién
es.
—Estoy lista, andando —avisa Amber, apresurándose a la puerta.
Me encamino al auto que espera e ignoro a la mujer que viste un traje
femenino de color negro; no necesita un jodido vestido para verse sensual,
el rostro, el cabello y los ojos ya dan el toque justo.
El camino no es muy cómodo que digamos, por suerte las habladoras
van platicando entre ellas y prefiero concentrarme en el teléfono.
El auto se estaciona en frente de un establecimiento lleno de
paparazzis esperando en la entrada y no sé si es un evento normal o uno en
donde la prensa espera sacar la primicia del año. Bajo y me acomodo las
solapas del blazer antes de humectarme los labios y avanzar cuando mis
guardaespaldas me abren paso. Los flash no se hacen esperar, pero no me
interesa posar o contestar preguntas, las mujeres con las que llegué, si se
detienen pero yo las dejo atrás.
Me guardo una mano en el bolsillo y camino hasta la barra. Pido un
trago, me lo tomo de un sorbo y dejo que me sirvan otro.
—Señor, un empresario requiere su presencia —me hace saber la
pelirroja.
Me tomo el trago y no la miro, simplemente me encamino hasta el
sitio. Dos personas que conozco, me están esperando.
—El gran Herodes Blackwood, el hombre de las más grandes
empresas tecnológicas —me saluda Grinberg.
Recibo su mano, estrechandola.
—¿Para qué soy bueno?
—Teníamos días sin verte, hombre. Vaya que eres un ser muy
ocupado.—bromea.
—Normalmente, prefiero estar ocupado y no en eventos como estos,
no le veo la diversión.
—Se nota —habla su esposa, mirándome.
—A tu padre sáludalo de mi parte, solo sé que está en Seúl— me
comenta.
Nos traen champagne. Las mujeres que vinieron conmigo, se unen a la
plática hablando babosadas con la esposa del hombre que me comenta sobre
un negocio.
—Depende —contesto a una de sus preguntas.
—¿Qué les parece si vamos a una de las mesas?— nos pregunta
Megan, por tercera vez.
—Concuerdo contigo —la secunda la esposa de Grinberg— Vamos,
quisiera que me platiques sobre cómo está tu madre. Sé que tu padre está
muy ocupado con eso de ser el ministro de defensa.
Las tres se van y Amber trata de preguntarme si las seguiré con
Grinberg pero el calvo prefiere quedarse aquí de pie y yo las prefiero lejos
de mí.
—Supongo que supiste sobre el escándalo de los Gelbero, no entiendo
como Megan puede estar tan tranquila —me comenta como si no lo supiera
ya— No pensé que su madre confirmara el divorcio—
Lo único que hago es darle un sorbo a mi copa.
—Temas que no me interesan en lo absoluto —grazno, con educación,
tal como siempre lo hago en momentos así.
—Por cierto, ¿esa pelirroja es tu guardaespaldas?...—señala a la mujer
que vigila desde unos cuantos metros.
Tiene a la mayoría de los hombres con los ojos sobre ella.
—¿Qué con eso?
—Es muy hermosa. Quisiera una guardaespaldas así. Cuando no la
necesites, me avisas.
—Ajá.
—Pero no hablemos de eso, sé que eres cerrado, es un gran avance
tenerte aquí sin que me trates como menos —confiesa.
—Si estás buscando información, soy la persona menos indicada, no
pretendo chismear como una vieja que no tiene nada que hacer, ve y habla
eso con Megan— espeto dándole la espalda para irme a la barra.
Me harta tener que fingir que quiero platicar cuando solo quiero estar
en paz y con una mujer que me dé lo que quiero hasta que me canse.
Me acomodo el arma que tengo en el costado de la costilla antes de
tomar asiento en la barra y pedir algo fuerte. Necesito bajar la presión y el
calor que tengo. No es mucho lo que duro, en menos de nada estoy en el
auto, dejo uno para que Amber y Megan regresen cuando les plazca.
Yo necesito descansar, mañana debo viajar y tengo un montón de cosas
que hacer.
Una vez que llego, no lo pienso dos veces para subir a mi habitación.
Sé que no sucederá de nuevo lo de esta madrugada, pero no puedo evitar
sentirme extraño y por ello mermo la cercanía, ya mañana será diferente y
el robo durará tres días debido a la organización, planificación y ejecución.
Ya cuando nos volvamos a ver será como la primera vez, seremos solo jefe
y empleada, pero esta vez con algo olvidado.
Esa mujer puede ser tan peligrosa como provocadora y algo me dice
que la debo tener en vigilancia sin perder de vista sus pasos.
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Capítulo 10/1

____✧✧ Escuadrón Alfa: Fase I✧✧___

Venus
Bahrein, Sábado 10 de abril del 2021.
El bosque del río Yalu de la ciudad de Bahrein, es una belleza, y más
con el atardecer que se refleja en las aguas cristalinas en donde me termino
de lavar el rostro antes de ponerme de pie queriendo volver al pequeño
campamento en el cual ya llevamos más de 10 horas terminando de
organizar el robo.
La casa búnker queda a unos 10 minutos desde nuestro punto, por una
hora estarán solo los empleados y matones que la resguardan, el dueño está
en Dubai y eso nos facilitará entrar.
Tenemos que ser cuidadosos y manipular el sistema de seguridad desde
adentro. En nuestras manos, Mario dejó con un interruptor de energía, pero
no podemos usarlo, puesto que los de seguridad se pondrían alertas si el
sistema se les cae de un momento a otro, por ello debemos hacerlo a la
manera difícil y deshacernos del personal poco a poco.
Lo haremos en la madrugada, aún nos quedan unas horas para terminar
de preparar todo.
—Te estaba buscando —hablan detrás de mí.
—Estaba refrescándome el rostro, hace algo de calor o tal vez sea por
el enterizo.
Sus manos se posan sobre mis hombros, se inclina y deja un beso en
mi cuello.
—No sabes las ganas que tengo de estar contigo, pero debemos hacer
esto y después ya veremos. Según Mario: podremos tomar un descanso de
un día en las Maldivas en dónde dejaremos las armas —me explica y
suspiro.
Necesito un respiro, no sé lo que es estar sin un arma y en medio del
peligro.
—Eso sería genial.
—Lo sé. Supieras que no iba a venir, pero supe que estarías a cargo y
no podía dejarte sola, no es fácil hacer algo como esto y menos cuando todo
el peso te caerá encima si algo sale mal...
—Sé a lo que te refieres, y estoy más que preparada —aseguro, no me
gusta que me subestimen.
—Y no lo dudo, linda. Solo mantente enfocada, y no te preocupes por
mí, sé cuidarme solo— bromea, girandome— Déjame probar esos labios
tan deliciosos que tienes.
Sonríe haciéndome sacudir la cabeza y aceptar. Su boca se acerca y
empieza un beso húmedo en busca de mi lengua que accede cuando las
hormonas empiezan a discutir entre ellas por querer esto o estar deseando lo
que pasó en Montreal. «Jodido martirio».
—¿Sucede algo?—me pregunta preocupado cuando corto el beso.
—No, es solo que estoy haciendo un estudio mental sobre lo que
haremos.— miento.
—Todo saldrá perfecto, sólo mantente enfocada en todo —se separa,
acomodándose la camisa— Vamos, debemos terminar de organizar todo.
Hay algo gracioso de Julián y es que a simple vista parece de esos
hombres de temer y obviamente es por su cuerpo tatuado, expresión fría y
el hecho de ser un asesino de los peores que e conocido, pero a pesar de eso
conmigo es distinto.
Aunque con todos los demás actúa como se le exige; serio y capaz de
tajarte la garganta con un puñal si lo ofendes a él o la organización. Aún así,
cuando estamos solos, es distinto, deja de lado la sed de sangre y el hombre
entrenado para crear armas mortales.
Regreso a la carpa, tomo asiento en la mesa que tiene el holograma de
la casa y por unos minutos le doy otro vistazo aunque ya me lo grabé de
memoria
Tendremos una nueva tecnología que consiste en un brazalete estilo
reloj que detecta el movimiento de personas a varios metros, ¿Genial no?.
También nos incorporaron el holograma a todos para que cada quien sepa
con exactitud en donde queda todo.
Observo cada detalle que no haya visto bien y me detengo en ese punto
exacto que... Sacudo la cabeza levantándome, no se que hago pensando en
ese acostón con el Alpha.
«Fue la cogida de mi vida» grita mi subconsciente morbosa.
¡Cállate!, Por tu culpa estamos así, pero bueno, también es mi culpa en
parte.
Mi subconsciente cuerda está en el baño y en momentos como estos
pienso que debería ponerles un apodo a cada una cuando tenga que
mandarlas al carajo. ¿Qué tal; Per y San? Bien, serán Pervertida y Santa.
—Ya cada quien tiene su equipo preparado— me avisa Enola.
—Perfecto, andando.
Paso por su lado terminado de abrocharme el brazalete. Dan se me
acerca y me extiende un teléfono que recibo pegandolo en la oreja para
contestar.
—¿Sí?
—¿Cómo va todo? —me pregunta Mario y por un momento no sé por
qué se me revolvió el estómago pensando que era...
Lo pongo al tanto de todo antes de colgar y organizar mi equipo. La
camioneta que debo abordar ya esta llegando y termino de dar las
instrucciones a los que se quedarán.
—Brett, Flavio, Julián, Helen y Fátima; terminen de alistarse.
Debemos partir, tenemos justamente una hora. Ni un minuto más o menos...
—El jet esta listo —me avisa Brett y asiento.
—Ya sabes, matén todo y esperen mi señal.—le ordeno a Dan.
Se da la vuelta mirando a los demás del escuadrón, entre ellos: Enola,
Yasmín, Taeyang, Kilian.
—¡Recojan todo y manténganse alertas!
—¡Esto debe salir a la perfección, cero errores, maten a todo el que
vean y asegurense de no ponernos en aviso o me veré en la obligación de
pegarles un tiro, de esto depende ganarnos la confianza del Alpha y ser de
sus guardaespaldas principales!— les hago saber a todos y cada uno.
Asienten, seguros. Guardo el pasamontañas, alisto los broches del
pantalón con las armas y todo lo que necesito y subo al auto. Debería tener
miedo o ansias, pero tengo una combinación de ambos, algo así como estrés
al pensar que una mínima cosa salga mal «Eso no puede pasar».
Son 20 minutos de carretera hasta una pista escondida en donde
abordamos una aeronave de color negro.
Subo y abrocho el cinturón del asiento. Al lado tengo a Julián e intento
no pensar en otra cosa que no sea el robo, no me dice nada y entiende que
solo quiero estar concentrada. Los demás se mantienen en silencio y la nave
se pone en vuelo.
—Asegurénse de que los intercomunicadores estén encendidos— les
pido a todos
—Los demás ya están en el perímetro —me hace saber el castaño
«Brett, ligue de Enola».
Me pongo el pasamontañas, ajusto los lentes especiales y los configuro
para que me muestren el holograma del búnker.
Cada vez me sorprendo más con la capacidad de Mario para estas
cosas, según sé; era un ex militar especializado en la tecnología. Pero algo
pasó y ahora está con la mafia, lo cual es de gran ventaja para la
organización; tener un hacker como él, es beneficioso.
Me acomodo los guantes de las manos, odio tirar del gatillo sin tener
puesto unos, creo que me siento menos asesina con ellos. ¿Qué ilógico
cierto?, No puedo negar que también me gusta matar con mis propias
manos. En momentos como estos, es cuando Per(mi subconsciente perversa
y mala) aparece para acompañarme en cada paso y disfrutar de esto.
«¡Aquí vamos bitch, hagamos lo que tanto nos gusta ¡QUE VIVA LA
ADRENALINA!» festeja Pero.
—5 minutos para abrir la compuerta— avisa el conductor.
—Prepárense, descenderemos en el orden que dí —me pongo de pie
—. ¡Ya saben. Calculen y planeen cuando estén a una distancia prudente.
Eviten romperse una pierna!
Algunos se ríen, y es que podemos ser asesinos pero puedo decir que
las bromas no se hacen esperar por parte de algunos, sobre todo de Brett y
Helen. Ambos son tan sarcásticos al igual que Taeyang, si Mario estuviera
aquí o él consejero, ni siquiera tuvieran una sonrisa como la que ponen
cuando la compuerta se abre y la brisa entra.
—¡Aquí vamos perras, Yijaaaa! —grita Taeyang antes de lanzarse en
conjunto con Helen y Fátima.
Espero antes de aventarme al vacío con Julián y Flavio. La brisa
impacta contra mi cuerpo, dejo las manos a los lados de mis caderas
impulsándme como una bala, y si no fuera por el amor a la adrenalina, ya
estaría muerta de un paro cardíaco y más al ver la altura que estamos
bajando con una velocidad sorprendete que me hace sentir imparable y más
cuando observo la propiedad a la que nos acercamos con el objetivo de
aterrizar en la azotea con un gran espacio para un helicóptero.
—¡Bajando!— van avisando a medida que abren los paracaídas y
descienden.
La mano izquierda intento llevarla hasta el liberador del paracaídas,
pero la brisa está tan fría que se me eriza la piel aunque esté cubierta con
una camisa mangas largas negra y arriba el chaleco. Me muerdo el labio
dejando que mi cuerpo se llene de la energía que calcina cualquier miedo
que intente surgir cuando logro tirar del broche.
Estoy atenta al intercomunicador a medida que los metros se hacen
menos. El frío es una tortura, pero aún así, me enderezo como puedo
cuando el paracaídas se abre, disminuyo la velocidad y saco el arma
disparando a los sujetos que notan nuestra llegada.
Los demás los derriban, cálculo y me libero del paracaidas, mis pies
tocan el suelo y maniobro quedando apoyada con una rodilla antes de
levantarme y ver el brazalete.
—Ya saben que hacer, ¡muevánse! — habla Julián.
Avanzo con todos, me cubro a un lado de la puerta que nos da paso
gracias a los conocimientos de Flavio «Es experto en esto y por lo que
entendí, se quedará con nosotros por mucho tiempo».
Caminamos por una especie de pasillo reducido, avanzo detrás de
Julián quien va al frente y dispara a los primeros que se nos atraviesan. El
ambiente se impregna de ese olor a sangre fresca, esa que mancha la
hermosa y costosa cerámica blanca.
Con los sentidos alertas y las extremidades ansiosas:
Recogemos los cuerpos muertos dejándolos en una esquina poco
visible antes de seguir, los tres primeros se van en busca de la sala de
control, a despejar el área de los que vigilan, buscando dejar el sistema en
nuestras manos. La propiedad es enorme; con muchos cuadros, jarrones,
puertas y decoración con colores opacos. El techo es extremadamente alto y
con bombillas de cristal.
Me sigo moviendo por los pasillos, Flavio va detrás y tomo la
delantera revisando el holograma.
Atravesamos una especie de sala de estar, la casa es completamente
moderna y con aires del pentágono de Estados Unidos; sin dejar de lado la
excesiva seguridad que tiene.
Seguimos en la última planta, el descenso no es tan rápido debido a la
intromisión de los empleados que terminan en el suelo y no me preocupo
por esconder los cuerpos «No puedo perder tiempo» simplemente seguimos
hasta que tomamos unas escaleras que nos manda a la planta principal; nos
escabullimos detrás de una pared que divide la enorme sala de la cocina que
nos facilita el poder derribar a los que rondan.
—Abriendo la puerta trasera— avisa Enola y reviso su posición
notando que están en la sala de mando que les da control de las puertas
principales y traseras.
—Avanzando— avisa Dan.
El grupo que había quedado en tierra, está entrando por la parte trasera
y se irán dispersando hasta acabar con todo el personal que cuida ese punto.
Desde un principio el plan fué entrar solo 6 y manipular el sistema desde
adentro hasta dar paso.
—Enola, necesito que vayan siguiendo mi posición, deja a Fátima con
alguien más, los demás encarguense del resto— aviso para que todos
escuchen.
Me sigo moviendo con pasos cautelosos, atravesamos unas grandes
puertas y avanzamos por el pasillo lleno de cuadros y bombillas blancas. Al
final están unas escaleras en forma de caracol y bajamos por ellas hasta
llegar hasta ese punto que me había costado entender.
Nos detenemos y reviso el brazalete hasta que consigo el conducto,
quito la ventanilla con ayuda de la navaja multiuso.
—Rápido —le ordeno a Flavio, entra por el conducto y agradezco a los
cielos que su contextura no es demasiada.
Con Julián me mantengo alerta, dos sujetos aparecen de no sé dónde y
me escondo detrás de una soporte. Saco otra Glow y salgo disparando pero
mis tiros impactan en la pared en donde alcanzan a cubrirse.
—Yo iré, espera aquí y cruza la puerta cuando se abra —le digo.
—Yo iré —intenta salir pero lo detengo.
—Soy más rápida y menos notable a la hora de cubrirme— bromeo y
asiente.
Me lanzo en el suelo, maniobrando quedar de espaldas en la pared de
adelante, busco algún sitio por donde atacar y estar cerca, pero uno de los
sujetos sale haciéndome mover rápido.
Disparo con éxito y corro cuando el otro se queda sin balas, puedo
matarlo con disparos pero necesito esto y por ello me deslizo en el suelo
atacando los testículos con un golpe certero, activando mis músculos con la
potencia en la que impacta mi puño.
Intenta darse la vuelta pero me muevo y soy más rápida al tirarle una
patada en el centro del pecho y caer sobre él soltando el disparo que le
atraviesa un ojo.
«Es apuesto, lastima que necesitará ir a ver a un oftalmólogo»
No estoy satisfecha cuando me reincorporo cargando de nuevo el
arma. No la guardo en el ajustador, no se sabe si vendrán otros más.De
momento hace calor, comienzo a sudar a pesar de que la casa tiene aire
acondicionado, el olor a sangre ya inunda el ambiente de manera más
notoria.
Vuelvo a donde están los chicos, caminando con cautela, me detengo
al ver que no hay nadie. La puerta se abrió y Julián la cruzó, me lo avisa por
el intercomunicador. No le doy largas al asunto y me apresuro pero me
toman del brazo y estoy por girarme a atacar, pero me detengo al ver que es
Dan.
—Estás alerta, así me gusta —susurra— Nunca se debe bajar la
guardia.
Ni siquiera lo había notado, es muy rápido y sigiloso. Me acomodo los
guantes, mirándolo de arriba abajo, no está mal, tiene un buen cuerpo y
altura, debe tener unos 32 o algo así; es mayor que el Alpha, de eso no
tengo duda.
—Normalmente me gusta aconsejarle a mis compañeros que no me
sorprenden así, no a mí que suelo girarme y matar sin ver quién es —le
digo.
—A nadie le gusta que lo sorprendan en momentos así —le quita el
seguro al arma— Tampoco a mí. Creo que nos llevaremos bien.
—Puede ser.
Me extiende la mano y la recibo.
—Dan Theron —la estrecha—. Un placer...
No sonríe, es muy serio y se ve que también malhumorado, pero de ese
tipo que no le gusta hablar mucho si no tiene la confianza.
—Venus Adler —le guiño un ojo—. El placer es mío.
Me suelta y señala la entrada por donde pasaremos.
—Primero las damas.
—Creí que los caballeros ya no existían —finjo sopresa— Ya me caes
bien.
Avanzamos cruzando la puerta. Flavio intenta abrir la siguiente pero
no lo consigue y debo acercarme para no entrar en el exasperamiento que
traerá mi ansiedad.
—¿Puedes abrirla o no? —me impaciento.
—Estoy en eso, pero algo pasó con el sistema y...
No alcanza a terminar la frase porque la puerta se abre y paso sin
dejarlo terminar. Las puertas más grandes están al final y paso el umbral
que nos deja en un espacio más grande y con paredes de metal que me dan
la sensación de que en cualquier momento se comenzarán a cerrar y nos
aplastarán.
Por suerte no sufro de claustrofobia.
—Aquí es en donde nos esforzamos —saco del bolsillo de mi
pantalón, un tubo compactado, lo manejo como sé y se abre, rocio a los
lados de la puerta de la bóveda, es como un ácido que contrae el hierro,
dejándolo expuesto pero no tanto ya que se necesita el tubo que Julián saca
para encargarse.
Le doy espacio cuando enciende la mecha morada que quema todo lo
que acabo de rociar, el hierro cruje y la puerta se viene abajo sin necesidad
de intentar abrirla por otros medios.
El sonido del golpe queda rebotando en las paredes, hasta que solo se
oye un profundo eco que va disminuyendo.
Entramos y me quedo mirando el interior por unos minutos.
—Esta es una de las cosas por la que me gusta ser un mercenario —
habla Julián y lo entiendo.
En frente y a los lados no tenemos más que oro, fajos de dinero de
todo tipo y al final, tres grandes cajas que contienen lo que buscamos; una
bóveda digna de un traficante árabe con contactos en la política y algunos
militares corruptos.
—Grupo 3, ¡Vengan aquí, ya!— ordeno a través intercomunicador.
Me muevo a rectificar que sean las armas y sí, lo son, nos apresuramos
cuando me avisan que algunos autos se acercan «Maldición» .
Llegan con los grandes bolsos que se despliegan, se guardan las armas
y quemamos el dinero a petición de lo que me había dicho Mario. Y es una
pena, con esto podría vivir toda mi vida, pero no me queda de otra. Me toca
quedarme con lo que me pagarán de ahora en adelante por ser oficialmente
parte de la mafia del Alpha.
Todos van saliendo rápido porque ya llegarán los autos, pero un mal
presentimiento me hace detenerme cuando estoy por salir y...
—¿Sucede algo? —me pregunta Julián, deteniéndose después de la
entrada de la bóveda.
Mis ojos viajan a todos lados en busca de ese punto y...
—Co...
Intento decir pero la luz roja se activa, una alarma suena y mi cuerpo
reacciona con el grito de mi subconsciente y con ello salgo disparada
cuando una capa gris empieza a salir por todas partes «Gas venenoso».

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Capítulo 10/2

_____✧✧ Escuadrón Alfa: Fase II✧✧_____

Venus
Algo salió mal, o alguien no mató a unos de los vigilantes y ese activó
alguna alarma «No puede ser». O tal vez la bóveda tiene algún sistema
detector de movimiento que se activa cuando están por salir del lugar sin
mover algunos controles antes de tomar cualquier cosa de las que
resguardan aquí y ahora todo arde en llamas.
«El fuego»
Mi subconsciente me regaña mentalmente pero no es mi jodida culpa,
no soy adivina para saber que la bóveda es más segura de lo que pensé.
Debimos revisar antes de tocar.
Un error tan estúpido.
Las piernas me arden por la velocidad que llevo atravesando los
pasillos; corriendo lo más rápido que puedo, sin detenerme a ver nada. El
maldito gas comienza a salir de todos lados, sigo corriendo sin detenerme
«Si lo llego a oler, será una desgracia».
Julián corre delante de mí, con todas sus fuerzas, a toda velocidad,
gritándome que siga y mire por donde piso.
En vez de ir pendiente de él, también se preocupa de que le siga el
paso, pese a que el camino se siente eterno, como si se hubiera alargado
durante los minutos que estuvimos allí. Voy sudando, agitada y con la
presión arterial alterada.
Cuando siento que no lo lograremos...
Las escaleras aparecen, subo los escalones de dos en dos aunque las
piernas me ardan. Todo sea por salir de aquí.
Los demás ya deben estar saliendo y debo apresurarme si no quiero
quedarme atrapada y morir como una estúpida que no se dió cuenta de algo
tan simple. Se supone que estudié sobre bóvedas, no soy tan experta, pero
eso no era complicado de ver. Pero ya no hay tiempo para regañarme, aún
no termino la misión.
La sala principal aparece en mi campo de visión y sigo corriendo
aunque la respiración esté por dejarme con los pulmones en la mano, a
causa del retumbe que siento en el pecho.
«Corre, ¡CORRE!»
Las puertas traseras están abiertas, me apresuro y salgo rápido.
Tomando varias bocanadas de aire, buscando recomponerme lo más rápido
posible, es necesario. Los del resto del escuadrón, están subiendo los
bolsos, sin detenerse o perder el tiempo.
Con un horrible punzada en la frente, reviso el brazalete que me
muestra los autos enemigos que están llegando por la entrada.
Debo hacer algo, no pueden emboscarnos en territorio enemigo, eso
sería una tragedia que no estoy dispuesta a pasar. Mi mente trabaja rápido,
presa del ajetreo que tienen los latidos de mi corazón, las manos me pican
pero me muevo rápido, terminando de pensar lo que debo hacer.
Tomo dos ametralladoras y dos rifles, entregándole las armas a los que
me llevaré.
—¡Kilian y Fátima, vengan conmigo! —les grito antes de ordenarle lo
mismo a otros dos.
Los pongo al tanto de lo que haremos, le pido a Julián y a Dan que se
lleven los autos. El objetivo es que salgan primero, es lo primordial «No
pueden emboscarlos». Recibo varias bombas, me las guardo en el bolso que
me llevo antes de avanzar a pasos rápidos. El plan ya lo tracé, sólo me
queda ponerlo en marcha.
En el garaje trasero hay motocicletas y autos deportivos. Busco la
manera de abrir dos y por suerte sé manejar el sistema de reconocimiento
que tienen. Con Kilian y Fátima, subo a un Porsche, lo pongo en marcha
tomando el sendero de un lado de la casa el cual me manda a salir por la
entrada que se están tomando varias camionetas negras.
Esto es un acto suicida, pero no me queda de otra, hacerlo por mi
cuenta sería cerciorarme de que funcione. No dejaré esto en manos de
alguien más pudiendo hacerlo yo misma.
Acelero el auto dejando que las llantas quemen el asfalto, el motor
ruge poniéndome a sentir los caballos de potencia que se carga, la
adrenalina que me genera en menos de nada cuando arranco a toda
velocidad. Respiro hondo, manteniendo la calma, los disparos no se hacen
esperar impactando en el material antibalas que nos permite pasar sin un
sólo rasguño por medio de las camionetas.
Miro por el retrovisor, esperando que suceda lo que quiero y... nos
empiezan a seguir como lo supuse «Aquí vamos».
Bajo el techo del auto sin dejar de mirar por el retrovisor.
—¡Eviten recibir un tiro! —les ordeno.
Se arrodillan en el asiento trasero, preparándose para disparar.
—Tu solo conduce como si no hubiera un mañana —me dice Kilian.
Me centro en el camino, conduciendo como me lo enseñaron,
esquivando los disparos que puedo, la carreta es sola y amplia, los cruces
cerrados y tengo que tomar un giro mortal y tratar de no salirme del carril
en varias ocasiones.
El aire frío impacta en los lentes que me muestran la posición de los
demás. La oscuridad nos absorbe y solo se ven las luces de los autos, la
tierra que derrapan las llantas y las chispas que causan las balas en el suelo.
Estilo película de acción.
Momentos de estos son como probar la muerte por unos minutos: no
sabes si saldrás con vida, pero para esto vives y es lo que te llena por
completo.
«Me van a venir matando por andar en estas cosas, ¡Pero es
fantástico!» exclama mi subconsciente, brincando como niña con
sobredosis de azúcar.
El auto que llevo al lado, es conducido por otros dos alfas y uno de
ellos suelta disparos a diestra y siniestra. Los lentes me muestran la
radiación exagerada e intento dar el aviso pero en frente algo estalla, el
asfalto se alza haciéndome girar el volante, el otro auto impacta con los
fragmentos del suelo, pero no me da tiempo de mirar con exactitud,
solamente conduzco fuera del carril esquivando el polvo y los pedazos del
suelo que pasan por encima de nosotros, amenazando con aplastarnos.
«¿Qué fue eso»
El polvo nos cubre y pequeñas rocas nos caen encima. Mi cuerpo se
llena de tierra e intento no respirar unos segundos para no aspirar el polvo y
comenzar a toser, pero...
—¡Rápido! —me grita Fátima.
—¡Dispara y olvídate que estoy conduciendo! —me esfuerzo por
mantener el control.
Este auto obviamente no está hecho para una persecución. Sería más
fácil si fuera uno deportivo.
—¡Tú sigue!
Sus gritos no me ayudan pero sigo conduciendo, mi sexto sentido me
hace mirar por el retrovisor y... noto que detrás viene una camioneta con un
sujeto apuntando con una maldita bazuca.
—¡Dale en la cabeza, joder! —me estreso.
—¡Conduce y déjanos trabajar! —se exaspera Fátima.
—¡¿Cómo me voy a quedar quieta?! ¡Tiene una maldita bazuca, nos va
a mandar a volar si nos da! —chillo.
Sería más fácil si yo disparo, pero claramente no puedo y eso es lo que
más me molesta.
—¡Cálmate y solo mira hacia el frente!— me grita Kilian.
Vuelvo a mirar por el retrovisor y capto el disparo que impacta a un
lado levantando el auto, intento ponerlo estable pero caemos en el asfalto
con un golpe abrupto que me hace doler cada hueso del cuerpo, y si esto no
me mata, mañana lo hará un entumecimiento. Las llantas se descontrolan
pero me esfuerzo al máximo hasta que lo consigo mantener.
No creo que otro disparo nos favorezca.
Sigo conduciendo, mi cabeza piensa, los disparos siguen y no creo que
nos queden muchas balas, por ello, rebusco en el bolso que tengo al lado,
tomando las bombas que les entrego, queriendo acabar con esto.
—¡Lanza esta mierda y mándalos al infierno!
—Esto si me gusta —exclama Kilian, quitándome las bombas.
—Eres espectacular —se queja Fátima—, ¿Hasta ahora se te ocurre
sacarlas?
—¡Lánzalas y ya! —trueno.
Los oídos me retumban, esto no parece tener fin y no ayuda a mi
tranquilidad, peor si un poco cuando noto que sale a volar el auto del sujeto
de la bazuca. Otros nos siguen pero se van desapareciendo con los disparos
certeros que ambos lanzan. La respiración agitada me está matando pero
puedo respirar tranquila cuando pasa el peligro y logramos perder a los que
quedan.
Reviso el brazalete, tomo un atajo, saliendo a una carretera con
algunos autos civiles, subo el techo y me quito el pasamontañas con los
lentes.
Hace calor y tengo un dolor de cabeza de los mil demonios, las luces
de la ciudad se ven a unos cuantos kilómetros y mis ganas de un descanso
se incrementan.
—¡Eso estuvo intenso! —habla el moreno.
—Espero que nos den siquiera tres días de descanso. Las Maldivas
merecen que mi cuerpo se libere de muertos en la playa —comenta Fátima.
—Yo sólo quiero tomarme un shot de algo, quitarme toda esta mierda
y lanzarme desnuda en el mar —me paso las manos por el rostro.
El corazón me late tan rápido haciéndome sentir más energizada y con
la sangre ardiendo. Esto si es adrenalina, tanto que me provoca hacerlo de
nuevo pero creo que ya es suficiente por hoy. Un día a la vez, no sería
bueno estar al borde de la muerta tantas veces en un solo día.
Conduzco hasta el punto que marca el brazalete, la pista privada nos
recibe y es que tenemos que salir de aquí antes de que las cosas se pongan
peores.
Bajo del auto yéndome hasta donde están subiendo las cajas, Julián
nota mi llegada y se me acerca, sus labios impactan con los míos dándome
un beso salvaje, terminando de sacarme el poco aire que me quedaba
después de esa persecución. Está igual o más energizado que yo, o de lo
contrario, no me besaría así en frente de todo mundo.
—¡Cojones de acero!— Yasmín me palmea el trasero cuando pasa por
mi lado.
«La puta diosa» festeja Per.
—Bien hecho. Gracias a eso, evitamos poner en riesgo la mercancía —
me felicita Dan— Sigue así.
—Sólo hago mi trabajo— y evito que el Alpha me saque la tráquea.
Julián vuelve a besarme y dejo que sus manos presionen mi trasero por
un par de minutos hasta que mi mente se vuelve un caos y debo separarme
para tomar aire.
—Estoy semi muerta, eso fue tan agotador—dejo la frente en su pecho.
—Ya no serán las Maldivas, irán a Tailandia, fue lo que avisó
Giovanny ....
Resoplo por un par de minutos, no hay mucha diferencia, con tal haya
una playa yo me conformo. Necesito probar una, sentir que se siente estar
de descanso aunque sea por dos días antes de volver de nuevo al infierno
lleno de peligro y mi jefe.
—Por cierto.. solo estaré un día con ustedes, creo que debo viajar a
Pakistán— me dice y lo miro.
¿Es enserio? ¿Qué haré sin sexo?
—Me debes estar jodiendo, Julián— frunzo los labios.
—Quisiera que no fuera cierto pero....
—¡Nos vamos!— grita Dan.
Sacudo la cabeza, le digo a Julián que no se preocupe, solo necesito un
respiro y no importa si debo esperar para estar con él, ya me estoy
acostumbrando y siempre será así.
Me dirijo hacia el jet y subo, busco el baño en donde entro a lavarme
el rostro y acomodarme el cabello. Me saco el chaleco y me arremango las
mangas de la camisa. Me siento sucia y debo enjuagarme las manos varias
veces y la boca haciendo uso de la crema dental que hallo en una gaveta.
Reviso cuántas balas le quedan a las Glow que tengo en los muslos
antes de ajustarlas y salir.
Enola está sobre Brett comiéndole la boca como si no fueran a tener
tiempo para eso, y a decir verdad no entiendo porque esa perra me
desagrada tanto, ¡Oh si! Ya recuerdo por qué.
La muy maldita me hizo la vida imposible cuando recién llegué a la
fortaleza, ella era la mejor en ese entonces, muchos chicos quedaban
encantados conmigo y decían que parecía una especie de sirena hermosa o
no sé a qué se referían.
Pero Enola puso a muchos en mi contra y en las horas de práctica me
atacaban sin ningún tipo de piedad, por las noches me llenaban de barro que
conseguían en el campo del aire libre y como no podía andar por los
pasillos a esas horas, tenía que quedarme toda sucia hasta que amaneciera y
pudiera hacer uso de la ducha en dónde me acosaban también.
Mi preparación no fue fácil, pero gracias a ella, viví un infierno en
donde supe florecer y dejé claro que conmigo nadie se mete.
No la mato de la manera más dolorosa solo porque no puedo, entre
nosotros no podemos hacerlo al menos que nos lo permitan y la muy perra
corría con la suerte de siempre evitar ser mi contrincante. No es como si no
supiera defenderse, obviamente lo sabe, pero no me hace justicia a mí qué
me ciego y no dejo de atacar hasta que me siento satisfecha.
—Ven—Julián me señala un asiento a su lado y me dejo caer en el sofá
dejando la cabeza en su hombro.
—Tengo sueño— musito cerrando los ojos
Dejo que por un momento me acaricie el cabello hasta quedarme
dormida por no sé cuánto tiempo pero su voz me despierta cuando el jet ya
no está en vuelo. ¿Dormí tanto así?
Me levanto y bajo, en la pista esperan dos camionetas, cada una con
capacidad para 6 personas. Se deben dejar las armas y los chalecos en la
caja que está al lado del consejero quien me saluda con un asentimiento de
cabeza cuando avanzó a su sitio.
—Ya estoy al tanto de todo lo que hiciste y déjame decirte que mereces
el puesto secundario de Mario —me dice
—Gracias
—Sigue así y tendrás la confianza necesaria para ser una parte
importante de la organización— mueve la mano y un sujeto se me acerca
con un maletín que recibo—. Aquí tienes información necesaria para
órdenes precisas del Alpha, así que estudialas después del descanso, y ten
en cuenta que esto me costó mucho conseguirlo pero se lo ganaron.
Asiento. No es como si los matones de la mafiosos puedan tomar días
así, sé que el consejero tiene mucho que ver al igual que Mario y por ello
disfrutaré todo lo que pueda antes de volver a mi rol.
Giovanny me explica que estará con nosotros por órdenes y solo
espero que no diga que el Alpha vendrá en cualquier momento. Necesito
este descanso y pensar en muchas cosas antes de volver a sumirme en tanto
estrés y peligro, tenerlo a él cerca representa todo esto.
Subo al auto, ya quiero llegar al resort, quitarme esta ropa y
remplazarla por algo cómodo. Según Giovanny, como parte de nuestro
pago, en las habitaciones que tendremos habrá ropa y de ahí escogeremos la
que vayamos a utilizar, además nos darán identificaciones con nuestros
nombres y tarjetas con el pago por el robo.
Nada de eso representa peligro ya que nadie nos conoce, y nuestros
nombres no es como si alguien los sepa, osea, desde la niñez estuvimos
encerrados y cuando salíamos utilizabamos identificaciones falsas en
cualquier misión.
El auto se estaciona en frente del establecimiento y bajo, todos
seguimos con el uniforme que utilizamos en el robo pero eso no es
problema ya que es de madrugada y Giovanny preparo todo. Nos asignan
las habitaciones y obviamente dormiré sola, no es como si el consejero sepa
que me acuesto con Julián.
Lo primero que hago es ducharme antes de tirarme en la cama, no veo
o admiro lo hermoso que es todo, simplemente dejo que los ojos se me
cierren y aunque batallo no puedo evitar soñar con ese momento en el que
le abrí las piernas al hombre que odio.
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Capítulo 11

______✧✧ Sin preocupaciones✧✧_____

Venus
Poco a poco, comienzo a abrir los ojos, pero las sábanas son tan suaves
que no me provoca salir de la cama, solo quiero pasar el día acostada,
disfrutando de varias siestas seguidas aunque deba pedir servicio a la
habitación.
Es la primera vez que despierto sin tener que estar con la pendencia de
algo más que no sea relajarme y disfrutar de mi día libre.
¿Desde hace cuánto no sé lo que es estar sin hacer nada? «Hace
siglos».
Abrazo la almohada que tengo debajo del rostro y aprieto con las
piernas la que tengo debajo de la rodilla, creo que es una manía el dormir
con una ahí, lo siento más cómodo.
La luz del sol se cuela por el ventanal que tengo en frente y por un
costado puedo ver el azul del mar, y lo único que pasa por mi cabeza es
irme a la playa después del medio día, aunque no sé que horas son. Con
algo de suelo aún, levanto el rostro y veo en dirección hasta la mesita que
tengo al lado y veo el reloj «9:15 am».
Mi estómago me exige comida gourmet que normalmente no pruebo,
anoche comí enlatado y después fueron horas de vuelo hasta que llegamos y
no hice otra cosa que lanzarme en la cama a dormir como una perezosa.
Estaba sumamente cansada, suelo ser muy energética, pero cuando mi
cuerpo llega a ese punto de cansancio, debo darle lo que me pide o estaré
con el genio descompuesto y nadie querrá a esa Venus.
Literalmente, me vuelvo un ovillo en la cama, abrazando las
almohadas y sábanas.
—Nos vemos al rato hermosa y deliciosa camita— susurro antes de
levantarme con toda la pereza del mundo.
Mi cerebro exige abrir las ventanas y grabarme el azul del mar, y es lo
que hago; ruedo las cortinas, el cristal del ventanal, dejando que la brisa
marina y el sol mañanero, sean lo primero que sienta mi piel. Estiro los
brazos y cierro los ojos tomando una bocana de aire.
Esto es lo mejor. Necesito vivir a la orilla del mar.
—¡Buenos días, vecina! —gritan y bajo los brazos, abriendo los ojos,
en busca de la persona que veo en la habitación de al lado.
Sostiene una taza de probablemente café, tiene un mero boxer puesto,
del resto está desnudo y los rayos solares hacen que se noten los tatuajes
que cubren mucha de su piel.
«Ya entiendo porque dicen que los africanos la tienen grande» comenta
mi subconsciente pervertida al borde de atragantarse con la saliva y por mi
parte trato de no mirar esa parte tan resaltante.
—Buenos días, Kilian —lo saludo con la mano— ¿Quién duerme en
esté lado?
Señalo la habitación.
Se encoje de hombros dándole un sorbo a la taza .
—Tal vez Enola —se pasa las manos por el cabello, es de un negro
oscuro, al igual que sus ojos— Me iré a vestir, muero de hambre.
—Por dos.
Entro de nuevo. Sobre el sofá de la habitación están algunas bolsas de
ropa, rebusco algo cómodo encontrándome con un vestido corto de tirantes,
es de color cereza, saco un par de bragas y me decido por no usar brasier, la
vida es mejor sin el.
El hotel no es un solo edificio, son varias habitaciones estilo cabañas
sobre una montaña no muy grande desde donde se puede ver el mar y los
árboles que nos rodean. El piso es madera pulida al igual que todo lo demás
y eso hace que el olor sea tan fresco y relajante para mis pulmones.
El paraíso en una habitación con vista de ensueño.
Hago uso de la ducha, me lavo el cabello con los implementos de
higiene, me aplico varias cremas, exfoliantes faciales, me depilo con un
envase de cera que dejaron en la cesta equipada, me lavo los dientes varias
veces y me seco el cabello con el secador antes de hacerme una coleta alta.
Los empleados fueron tan generosos en dejar un bálsamo labial, huele
bien, para completar mi atuendo, me aplico un poco, tengo los labios algo
resecos de tanto que me los muerdo «Tengo esa manía cuando me estreso».
Por suerte no tengo que usar maquillaje para verme bien, eso es algo bueno.
Salgo del baño y me visto, con la mirada fija en la vista del mar, tal
vez sea porque no siempre puedo tenerla y quiero grabarla en mi mente para
recordarla cuando quiera sentirme libre.
La habitación tiene una mini nevera y un televisor pantalla plana; es un
espacio acogedor, nada exagerado o muy costoso. No me importan los
lujos, solo quiero disfrutar de esto que muy poco puedo hacer, en realidad
casi nunca lo hago.
Por un momento recuerdo el maletín que Giovanny me entregó, lo
busco en donde lo dejé, me siento en la cama, abriéndolo para checar el
contenido: una tablet, documentos con información de personajes
peligrosos, la agenda del Alpha «Ahora resulta que seré su reloj», ojeo lo
demás y lo cierro antes de guardarlo debajo de la cama.
Estoy libre y no quiero saber de trabajo.
Busco en las bolsas de las compras y saco unas gafas de sol, me las
coloco en la cabeza, me doy una última ojeada en frente del espejo, mirando
como me veo «Rica y despampanante» perfecto.
Salgo, suspirando hondo.
La fresca mañana cubre mi cuerpo con el aire del mar a medida que
camino por el sendero con piso de madera, a los lados, grandes e inmensas
palmeras; son enormes y pese a tener hambre, me detengo por un momento
admirando la vista espectacular del mar con diferentes tonos de azul y
verde. Es hermoso.
Si mi estómago no estuviera entrando en etapa de ansiedad, me
quedaría admirando todo, pero no puedo estar una horas más sin probar
algo.
Avanzo y cruzo las puertas de cristal que un empleado abre
mostrándome el enorme restaurante; con techo de madera, las mesas son
para varias personas y el ambiente está decorado con flores silvestres,
algunas peceras enormes y dos barras con todo tipo de botellas. Las paredes
son ventanales que dan la vista del jardín de ambos lados, las fuentes y las
personas que comen al aire libre.
Busco en donde sentarme y tener una bonita vista, pero alguien agita
una mano en una mesa y me acerco cuando veo a Julián y a Yasmín. El
primero tiene una camisa hawaiana suelta y shorts cortos, la segunda trae
una falda corta y un top azul, el cabello suelto y un sombrero.
—Hola —saludo.
Julián me señala la silla a su lado y tomo asiento, dejando la mano
sobre su muslo.
—¿Qué tal dormiste?
—Bien, de maravilla —contesto, mirando el verde de sus ojos —Pero
hubiera sido mejor si me hubieras visitado esta mañana.
—El sexo mañanero es bueno para andar súper feliz y con energía —
menciona Yasmín.
—Eso todos lo saben, ya veo por qué tú estás con cara de amargada —
bromeo.
—Tonta —me muestra el dedo del medio.
—Ya nosostros ordenamos, ¿Qué querrás?— me pregunta él, dejando
el brazo detrás del espaldar de mi silla.
—Déjame pensar...— tomo el menú y reviso en busca de algo que me
apetezca.
No entiendo porque en los hoteles playeros lo que más tienen en el
restaurante son platillos de mar. Se entiende pero... no todos comemos solo
eso; buscamos pollo, carne, cerdo «Mi hambre no se quitará con pescados»
Por suerte encuentro platillos de mi antojo.
Pido lo que pienso comer, quiero probar de todo.
—¿Qué haremos después de comer? —pregunta Yasmín.
—Yo pienso cambiarme y luego ir al spa, necesito un mega masaje, me
siento tensa...
—Yo puedo hacerte uno —me dice Julián, con una sonrisa coqueta en
sus labios.
—¡Ah no! —exclama Yas, paseando la vista por ambos— A mi no me
van a dejar sola para irse a follar. Tenen la noche para eso. Yo quiero estar
con ustedes... convivir y pasarla bien.
—Tranquila, no te dejaremos sola, puedes acompañarnos y hacemos
un trío —bromeo, guiñándole un ojo.
Sacude la cabeza dándole un sorbo al vaso con agua.
—Por mí mente no pasa hacer tal cosa, puedo ser una asesina
peligrosa, pero no tengo la mente morbosa para llegar a ese nivel —se
defiende.
—Dice la que fantasea con el miembro de Kilian —murmura Julián.
Reprimo una risa y me remuevo en la silla.
—¡Shhhh! ¿Estás loco?—lo mira mal, coje el tenedor y lo apunta con
decisión— Esto no será un arma, pero es tan letal como una y puede sacarte
los ojos, así que, cállate.
—¿Dije algo malo?
—Obviamente, no podés andar diciendo eso, ¿Qué tal si te escucha?.
Por si se te olvidó, somos espías también, y tenemos oídos hasta en este
tenedor — espeta.
—¿Y qué con eso?. Pídele que te la muestre y ya está, estamos libres y
no te dirán nada por acostarte con él...
—Mejor hablemos de otra cosa, la curiosidad no significa que quiera
matarla también. Solo es eso, curiosidad —rueda los ojos.
—¿Desde cuándo que no follas? —indaga, como si eso fuera de su
incumbencia. Lo miro mal— Vale, sólo digo que te des el gusto, no
sabemos en qué momento nos llegue la muerte, es mejor hacer lo que
alcancemos.
—Tú alcanzarás una muerte dolorosa si no dejas de hablar estupideces
—se molesta.
—¡Bueno ya!. Mejor hablemos sobre otra cosa— propongo.
Traen la comida, no espero, todo se ve delicioso y son muchos
platillos. La tensión baja por parte de estos dos y solo espero no vuelvan a
discutir o no disfrutaré la comida y me harán echarlos de aquí.
—¿Y qué les pareció la misión? —ella cambia de tema.
Por fin.
—Aún me sigo regañando por no haber notado lo de la bóveda —soy
sincera.
—No es tu culpa. Flavio debió notarlo pero tampoco lo hizo. Entonces
no es culpa de nadie. Claro que podía echar todo a perder, pero no pasó.
—Venus a veces es muy perfeccionista —dice Julián—. Eso te causa
mucho estrés y ansiedad. Respira, todo salió bien.
Me muerdo el labio.
—Por poco.
—Giovanny te felicitó, eso significa que salió mejor de lo que se
esperaba —alega mi amiga— ¿Qué más quieres para ver que acabamos y
sin graves errores?
—Quizás que mi cabeza entienda que estoy de descanso.
—La mía sigue sin entender, no es fácil, fueron meses de ocupaciones
y nada de libertad.
—Pero ya podemos respirar —me guiña un ojo y Julián la apoya— No
pienses en trabajo.
Eso es difícil, soy muy entregada y dedicada.
Terminamos de comer, me levanto para ir a cambiarme pero es lo que
menos hago cuando Julián entra conmigo, besándome con afán.
Nos movemos, mi espalda toca la cama y mis manos se aferran a su
nuca, profundizando el beso húmedo que empieza a mojarme las bragas que
se deslizan por mis piernas cuando me las saca y se arrodilla entre ellas,
bajandose el short.
—Estás lento, Julián —miro como se saca el miembro antes de
deslizar un preservativo sobre el.
—Y tú estás muy ansiosa, Venus —se ríe.
Ruedo los ojos, maniobro dejándolo debajo y subo sobre él,
moviéndome en círculos sobre su erección mientras me toco los senos,
dejándolo apretarme los muslos.
—Te gusta tentarme así, eres más mala de lo que muchos conocen.
Echo la cabeza hacia atrás, sonriendo por sus palabras.
—No sé ser diferente, ser buena no va conmigo y es un término que
murió hace muchísimo tiempo—aseguro, dejando las manos sobre su
pecho.
Mis fluidos hacen que me sienta mojada sobre el preservativo y vuelvo
a su boca con un beso efusivo dejando que nuestras lenguas se saboreen en
una danza sincronizada hasta que lo siento ansioso, lo termino de notar
cuando tira de mi labio con los dientes.
—Salta sobre mí, muévete como sabes —me pide, con voz ronca.
Sus ojos oscurecidos me tientan, ese verde tan hermoso que me gusta
mirar. Dejo una mano sobre su pecho, me levanto un poco y en mi entrada,
posiciono la punta de su falo, pero no me dejo caer por completo, solo me
muevo lento, para que solo entre la punta y salga despacio logrando que sus
manos se claven en mis caderas.
—Estás conmigo, no uses tu tortura para volverme loco —jadea
cerrando, los ojos.
Muevo las caderas de adelante hacia atrás, ignorando sus suplicas,
entre abro los labios con la respiración descontrolada, me dejo caer cuando
estoy en el punto máximo de excite, empiezo a moverme de arriba abajo
con una frecuencia tan rápida que me hace enterrar las uñas en las sábanas.
—Si, así...
Sus gemidos me impulsan, no me detengo, aferro las manos en el
espaldar de la cama y me muevo causando el sonido del choque de nuestras
pieles.
El pecho me sube y baja con una intensidad que me corta la
respiración pero el subidón de adrenalina no me detiene y dejo las manos en
sus brazos fuertes, escondo el rostro en su cuello, lo muerdo varias veces
succionando y dando lametazos.
Sus dedos se mueven y quedo debajo de él antes de atacar con
empeñones acelerados golpeando con dureza mi canal. Mis paredes se
extienden aún más, las piernas se me contraen y me dejo llevar por el
orgasmo cuando llega.
Unas arremetidas más y también se corre.
—Una ducha y vamos al Spa— sale de mí y se saca el preservativo.
—Ok, pero primero pasamos por dos cervezas por el bar propongo...
Nos duchamos pero no me mojo el cabello, Julián termina y sale en
busca de las cervezas mientras me coloco un traje de baño y sobre este el
vestido que ya tenía, busco un sombrero y los lentes antes de salir.
Avanzo por el sendero, le doy un sorbo a la cerveza que llevo en la
mano en tanto escucho la plática de Yasmín y Helen que se nos unió.
Julián se fue no sé a dónde y supongo que esto será un día de chicas
por los momentos, es la primera vez que haré algo así y no tengo idea de
cómo será. Simplemente me dejo llevar por la nueva sensación que invade
mi cuerpo a medida que rio y me uno a la plática.
—Espero que haya un sexy masajista, eso sería muy relajante —
comenta Helen.
—¿Creen que pueda recibir masajes de dos?— pregunta Yasmín.
No les digo nada, se las fantasías locas que ambas tienen aveces y ya
estoy acostumbrada a escucharlas decir cosas así. Yo aveces las pienso.
—Pregunta. Supongo que harán todo lo que al huésped le apetezca
para el disfrute —me termino la cerveza, buscando con la mirada la basura.
—Eso haré, necesito unas manos fuertes sobre mis músculos rígidos,
tanto saltar y estar en combate me tiene agotada —se queja Helen.
—No hables por ti sola...
—Por cierto... Adivinen quien no durmió porque dos se encontraron en
una habitación y probablemente rompieron la cama...— comenta con
fastidio
—No es muy difícil de descifrar... ¿Enola y Brett?
—Sí, exactamente esos dos —resopla unos segundos y se pasa las
manos por la cara— Esa maldita jadea como si tuviera un megáfono en la
garganta... ¡Uyyyy, es que no dormí una mierda!.
Yasmín y yo soltamos a reír y recién recuerdo que tal vez no sean ellos
quienes duermen en la habitación de al lado.
—Pide un cambio, no te dejarán descansar— me atrevo a bromear.
—Juro que saltaré desde mi balcón hasta el suyo y les daré una paliza
dolorosa... ¡Se supone que vinimos para descansar...
—Eso también es descansar— la interrumpe la pelinegra.
—¡Pero descansan solo ellos!. Acaso ¿crees que me gusta estar
acostada y pensar en lo que hacen cada que gimen y sueltan sus palabras
sucias?...
—Cámbiate de habitación o duerme conmigo, no tengo problemas con
eso.
Llegamos al Spa y entramos, no hace falta registrarnos, solo
mostramos las membresías que tenemos y nos indican la sala de masajes
por separado.
—Bueno... seguimos ests plática después— me voy por la puerta que
me señala una chica.
El masaje es la cosa más relajante del mundo, es la primera vez que
recibo uno y estoy encantada con las manos de la chica. Es muy buena.
Tengo un sorbete entre mis labios, le doy un sorbo y dejo que la bebida
caliente me quite lo tensa. Hago uso de la bañera con una especie de arcilla
especial para el cuidado de la piel, no se siente mal pero burbujea a tal
grado de erizarme los vellos de la nuca.
Suspiro y cierro los ojos. Dejo que todo salga de mi cuerpo dejándome
solo con el disfrute de esto, aunque surjan algunos recuerdos amargos que
intento borrar pero estos siempre vivirán conmigo.
De un momento a otro, un grito me desconcierta e intento levantarme
pero la chica me explica que no es nada malo, al lado está la sala de ducha
vaginal y ésta consiste en recibir calor en esa zona y muchas suelen tener
orgasmos. «Interesante, debería probar eso» .
Vuelvo a relajarme pero los gritos de al lado no me estan gustando y
termino con el ceño fruncido y anonadada mirando la pared.
—¡Virgen de los orgasmos! —vuelven a gritar, «¡Helen!».
Y sí, mi instinto no me falla, no está teniendo un orgasmo gracias al
procedimiento.
—¡Uy si, así machote!...
«Esa pendeja» abandono de la bañera cuando la incomodidad me
toma, la chica me muestra la puerta de la ducha y entro a quitarme los
rastros de arcilla. Me recojo el cabello antes de ponerme el vestido sobre el
traje de baño, calzo las sandalias bajas y salgo, en frente de la puerta de al
lado está un sofá, tomo asiento y recibo una revista.
Espero unos segundos hasta que la puerta de en frente se abre y sale un
sujeto rubio vestido de blanco, más atrás viene Helen acomodamosé la bata
blanca. Ni siquiera se vistió.
—¿Qué tal el masaje?— pregunto, cruzándome de brazos.
Se ríe con picardía, mirando a ambos lados del pasillo.
—El mejor de mi vida.
—Me imagino, supongo fue un masaje vaginal— comento con
sarcasmo.
Se lleva el dedo índice a la boca antes de devolverse adentro, sacudo la
cabeza soltando un suspiro cansado. Mis amigas no son normales.
Salimos del Spa en dirección a la playa, lo que tanto e querido hacer
desde que ví el azul del mar y es lo primero que hago cuando mis pies tocan
la arena, sostengo las sandalias con una mano y con la otra me aparto de los
ojos el cabello que se escapa del moño. Respiro hondo grabandome el olor
y dejando que mi cuerpo libere parte de la carga que me agobia a diario.
Dos sujetos nos muestran las tumbonas, me saco el vestido dejando
que el sol me cubra por completo cuando me acuesto en la arena apoyando
los codos y dejando el trasero al sol. Necesito broncearme un poco,
cualquiera que me viera pensaría que estoy pálida, no entiendo porque mi
piel es tan blanca.
Dejo que la luz solar, me marque el bikini mientras disfruto de una
bolsa de papas fritas.
—Esto si es vida —exclama Helen desde la tumbona.
—Ruego para que las horas pasen lo más lento posible...
Asiente, estando de acuerdo. Se levanta y deja de lado el sombrero.
—¿En dónde se metió Yasmín?
Me meto otra papa en la boca encogiéndome de hombros, me levanto y
tomo asiento en la tumbonas dejando la bolsa sobre la mesita de donde cojo
un cóctel dándole un sorbo.
—Creo que iba a cambiarse el traje de baño, ya sabes lo indecisa que
puede llegar a ser.
—Ni me lo recuerdes. Solo espero que llegue pronto o se perderá de
las motos acuáticas— se ata el cabello en una coleta.
Me levanto.
—Mal por ella, ¿Hacemos una carrera?
—Sólo si estás lista para perder...
Nos encaminamos hasta la orilla en donde los empleados nos facilitan
chalecos, pero no necesito uno, en cambio Helen si lo acepta y solo me
concentro en subirme.
Algunos sujetos tienen sus ojos puestos en nosotras, pero no les presto
atención. No los culpo, estamos buenas y no me gusta ser arrogante, pero,
no todo el tiempo vez a mujeres con cuerpos semi perfectos, abdomen
planos senos y traseros redondos productos de los entrenamientos y el
cuidado.
—¡Vamos Helen, prepárate para perder!
Suelta una carcajada y termina de ajustarse el chaleco, con ayuda de un
chico.
—Calma mujer, ¿Estás muy apurada por perder? — bromea.
Sacudo la cabeza, dejando las manos sobre mis muslos, la playa no
tiene olas, el agua está deliciosa y definitivamente no pienso salirme hasta
que anochezca.
Sube y quedamos en cual será la distancia. No muy lejos se ve un yate
y la idea es rodearlo, gana quién llegue primero al punto de partida. Los
sujetos se emocionan por lo que haremos y uno de ellos nos da la salida,
acelero y dejo que la velocidad me agite la coleta. Helen va un poco más
atrás de mí y volteo sacándole la lengua antes de ponerme de pie a la hora
de rodear el gran yate.
Algunos nos miran desde la cubierta delantera e ignoro los silbidos de
los hombres, acelero y Helen me alcanza por un momento, le paso por
detrás, le doy puño al acelerador quedando en frente de ella y alzando el
trasero para que lo vea, dejo una rodilla en el asiento y le muestro el dedo
de la mano que suelto manteniendo el equilibrio con la otra.
—¡Perra!— grita y aunque me alcanza de nuevo soy yo la que gana.
Giro rápido y detengo la marcha, me paso las manos por el rostro y me
lanzo al agua de un chapuzón dejando que mi cuerpo se empape. Nado por
unos segundos hasta que debo subir a la superficie por aire, Helen se me
acerca nadando y nos quedamos así por un buen rato, disfrutando del agua y
viviendo el momento como dos amigas que viajan en busca de unas buenas
vacaciones.
Pero la verdad es que somos asesinas y guardaespaldas de un mafioso,
completamos con éxito un robo importante y por ello se nos permitió estar
aquí en un mini descanso antes de volver a lo mismo de siempre; estar en
medio del peligro y derramar sangre.
Son horas que pasamos en la playa, entre martinis, cócteles, comida,
risas y anécdotas absurdas sobre cuando estábamos recién inexpertos en la
fortaleza. Estoy mareada y recién está anocheciendo y seguimos aquí con
Julián, Yasmín, Kilian y Fátima, quienes se unieron. No sé en dónde están
los demás, pero es lo menos que me importa.
Sorbo el resto del cóctel de mi vaso antes de dejarlo sobre la mesita.
Un dj está tocando debajo de una carpa y dejo que mi cuerpo me pida lo
que quiera así que me levanto a bailarle al hombre que está en una silla,
mirándome. Tengo el trasero lleno de arena por haber estado en el suelo
pero me lo sacudo sin dejar de moverme.
Helen y Yasmín se unen moviéndose en conjunto como muchas veces
se nos enseñó en las clases de seducción. Me paso las manos por el torso
bailando para Julián quien se ríe sacudiendo la cabeza.
—¿El trago tiene hormonas o algo así?— pregunta Fátima
—Eso creo— murmura Kilian mirando a Yasmín moviéndose cerca de
su brazo.
—¡Esto se llama divertirse entre amigos! ¿Acaso ya lo habían hecho?
¡Obviamente no! ¡Nunca hacíamos nada así, es hora de liberarnos un rato!
—anima Helen, agitando las manos en el aire.
Muchos hombres nos empiezan a mirar pero no les presto atención,
Dark house está sonando y eso es todo lo bueno. Dejo el pie entre las
piernas de Julián y muevo las caderas mordiéndome el labio inferior. El
alcohol empieza hacer efecto y son pocas las veces que he tomado hasta
estar así, solo sé que esta noche no me iré a dormir temprano.
Nos traen botellas y destapo una vaciandósela encima al moreno de
sonrisa perfecta y torso músculoso cubierto por tatuajes. No es un secreto lo
apuesto que es Julián «El alcohol es un peligro para mí», muchas mujeres
no dejan de mirarlo pero me contoneo sobre él demostrando que soy yo
quien me lo disfruto cuando y como quiero.
Y eso queda demostrando cuando le paso la lengua por el centro del
pecho, probando el sabor del whisky.
«Ya se te salió lo diva» murmura mi subconsciente cuerda sacudiendo
la cabeza en desacuerdo. La otra está bailando sobre una mesa y me anima
para que siga disfrutando.
—Definitivamente ese trago tenía hormonas— comenta Fátima
mirando perpleja el espectáculo que estamos dando, muchos nos miran y a
de ser por qué Yasmín se quitó la parte de arriba del bikini y está sobre
Kilian bailando mientras el intentan cubrirla con una toalla.
Estallo en risas, por un momento el mundo me da vueltas y no sé pero
me tambaleo, Julián me toma a tiempo sentándome sobre sus piernas.
—No deberías tomar más —intenta quitarme la botella pero no lo dejo
Le estampo un beso fugaz y húmedo; metiendo la lengua en su boca,
comiendo sus labios con chupetones que no le dan chance de reaccionar ya
que me separo, relamiendo la comisura de los míos.
Mareada, me levanto y vuelvo a bailar dejando que mi cuerpo se libere
un poco de la mierda que vivo. Yo no decidí vivir así; ser la guardaespaldas
de un mafioso, matar y no tener piedad. Yo no decidí ser un arma mortal de
seducción en busca de redención de todos los que pasan por mis manos.
Pero es la vida en la que me tocó sobrevivir y ya no hay vuelta atrás.
No sé qué hora es pero seguimos aquí, el único cuerdo es Julián y
Kilian, aunque el segundo está semi ebrio, el primero debe irse mañana y
por ello no prueba demasiado alcohol. Mis amigas y yo lo tragamos como si
fuese agua, no dejamos de bailar, Boss bitch suena, sigo moviéndome
despacio acariciándome y logrando que las ganas surjan, pero no quiero
irme a follar porque después no habrá quien me levante de la cama cuando
me corra.
Mi cuerpo quiere seguir, mi mente liberarse de todo por un largo rato
en la que el agua me empapa y no sé en qué momento llegué a la playa pero
aquí estoy besándome con... Helen, ¡¿Qué mierdas!?.
Nos separamos, estallando en risas y señalándonos la una a la otra.
—¿Qué fue eso? —pregunta, riendo como loca.
Me encojo de hombros soltado una carcajada.
—No sé, pero... eso no pasó ¿Estamos?
—Olvidado —promete.
Me sumerjo por unos segundos dejando que el agua me relaje los
músculos «Error» de un momento a otro estamos en el bar del hotel, la luz
tenue me resta cordura y las luces de colores me energizan el cuerpo con la
conexión que traspasa barreras en mi cabeza; no dejo de bailar y pensar en
cosas que no quiero pero el alcohol es un traicionero y mi garganta no deja
de recibirlo sin acojonarse.
Salto y muevo como quiero, sin restricciones o preocupaciones, Julián
de vez en vez me insiste en que me vaya a dormir pero lo mando a callar,
¡A mí nadie me da órdenes! Las únicas personas que podían eran mis
padres y...
—Vete tú, déjame en paz —me exaspero, maldiciendo cuando me
toma del brazo pero mi instinto está muy alterado y lo hago retroceder con
una bofetada— ¡Déjame en paz, joder!
Me voy caminando rápido entre las personas que bailan, la cabeza me
da vueltas pero solo quiero estar sola, no quiero que me digan que hacer, no
hoy o mañana; son mis días de descanso y necesito esto antes de volver a
tanta mierda ¿Es mucho pedir que me dejen hacer lo que quiero?.
Me detengo por unos momentos pasándome las manos por el rostro,
estoy demasiado mareada y eso empeora cuando alguien se me posa en
frente, no quiero pero debo hacer lo que me pide y no sé por donde estoy
caminando pero cruzo un sendero y termino en una especie de pieza de
madera. Al adentrarnos, puedo ver una mesa, dos sillas y desde aquí se
puede divisar el mar por los ventanales de en frente.
Siento que todo gira, estoy muy mareada, tengo ganas de dormir, pero
estoy algo temblorosa.
Estoy tan perdida y ebria, pero aún así mis ojos se quedan en la
espalda del hombre que mira por el ventanal, trae una camisa blanca ceñida,
un vaquero marrón que se ajusta perfectamente a sus piernas.
«Nos trajeron a la cueva del lobo» Rico.
Por esto detesto el alcohol, porque me nubla la poca cordura que tiene
mi cabeza, las hormonas empiezan a discutir hasta que mis piernas se
mueven con decisión y mis manos tiran de su brazo y de un salto me subo
sobre su cintura en busca de sus labios, pero me estrella contra un vidrio,
dejando una mano sobre mi cuello, haciendo presión.
—¿Qué demonios haces? —inquiere, con tono de desagrado.
—Buscando ser tuya de nuevo, necesito que me folles sobre aquella
mesa —señalo detrás del él— ¿O para que me llama? estoy en mi merecido
descanso.
—¿Cuántas botellas te tomaste? Seguramente medio bar.
Frunzo el seño intentado contener las ganas que me están matando por
dentro. Esto es incorrecto pero el alcohol no me deja pensar bien.
—Estás ebria... por eso dices estupideces— se ríe con odiosidad.
—¿Entonces qué haces aquí? ¿para qué me llamas? —replico, con el
mismo tono agrio.
Presiona mi cintura y aferra el agarre en mi cuello, cortándome el paso
del aire; me mareo en un dos por tres, sintiendo que caigo de golpe y se me
sube presión a la frente.
—Estás buscando tu muerte...
Me aferro bien a su espalda.
—No te tengo miedo, solo quiero sexo ¿O te da miedo dármelo y
enamorarte de mí?
—¿Enamorarme? Esa palabra no existe en mi vocabulario...—asegura.
Ajá.
—En el mío tampoco, así que no te preocupes, podemos follar todo lo
que queramos y eso no sucederá de mi parte —soy sincera.
Sigue sin dejar de ahorcarme, no emplea mucha fuerza, pero si se me
dificulta respirar.
—¿Me estás proponiendo ser amantes? —enarca una ceja.
Me siento masoquista, porque no puedo respirar y aún así, me muerdo
el labio, mi cuerpo está tan caliente que suelto un jadeo al sentir la fuerza
debajo de mi trasero. Es como un botón que apacigua todo, menos el deseo
caótico que emano y...
—Sí, ¿O te da miedo?, Dime Herodes, ¿Qué te impide follarme cada
que quieras? No somos de piedra y se que nunca volverás a probar una
hembra como yo, solo déjame mostrarte el poder de hacerte sentir igual que
alguien, porque tú y yo lo somos. Eso te lo aseguro.
Por un momento creo que no dirá nada pero... Se lo piensa unos
segundos, sin dejar de mirar mis labios, acerca su rostro hasta el mío e
inhala el olor que emana mi respiración.
—Eres peligrosa; eso me la pone dura. Solo te advierto una cosa, si te
enamoras, te saco el corazón y se lo doy a las pirañas de la pecera de mi
estudio...
Suelto a reír, divertida por eso.
—¿Tienes una pecera? No me había fijado, creo que necesito lentes...
—En esa misma pecera te meteré si te quieres pasar de lista. —grazna
— Te aconsejo que vayas a ver a un oftalmólogo, te hace falta...
—Lo tomaré en cuenta.
—Y también cómprate un bozal o tendré que ahogarte con la mitad de
mi polla, para que dejes de hablar con esa insolencia que detesto.
—Ja. Cuando la metas en mi boca, no querrás sacarla.
—Ya lo veremos.
Mira mis labios y después mis ojos, por un momento me pierdo en el
azul eléctrico de su mirada y dejo que mi cuerpo se deje llevar «Desde aquí
todo comienza» muevo la pelvis tentando su dureza, mis manos presionan
su brazo y aferra el agarre, ahorcándome de nuevo, logrando que de mi
coño salga una oleada de fluidos.
En otras circunstancias, esto me daría ganas de matar, pero es
completamente lo contrario y por eso, medio abro los labios.
—Mátame o fóllame. Tú decides que hacer— musito, tratando de
respirar.
Todo sucede tan rápido que el alcohol se me sube a la cabeza cuando
termina con los labios sobre los míos, sujetándome las manos detrás de la
espalda, mi trasero toca la mesa y el ardor se me centra en los labios con el
beso ardiente que nos damos dejando que su lengua busque la mía.
Si antes estaba ebria y mareada, ahora estoy caliente y sintiendo que el
corazón se me va a salir por culpa de lo experto que es a la hora de besarme
con maestría y ganas, de esas que te erizan cada vello.
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Capítulo 12

_______✧✧ Maldición ✧✧_________

Herodes
Un día completo sin descanso, metido en una de las empresas y
resolviendo lo que nadie más puede hacer por mí «Mucho estrés y ganas de
mandar todo a la mierda» ¿Y qué pasó? Las traicioneras ganas de follar me
bloquearon el cerebro y heme aquí en Tailandia buscando el coño de la
mujer que se queda dormida en mi brazos después de actuar como una
necesitada.
Debo sostenerla bien para que no se caiga. Entierra el rostro en mi
cuello y se aferra como una garrapata con hambre «Esto es el colmo».
Todo se apaga y la incomodidad llega haciéndome hervir la piel por
tener su cuerpo contra el mío y sus brazos alrededor de mi cuello. Debería
lanzarla al suelo, pero en vez de eso, camino cruzando la puerta, sobre la
cama y me paso las manos por el cabello, controlando las malditas ganas de
romperle ese coño.
Debo controlarme ¿Qué mierdas me pasa?. La boca me sigue ardiendo.
No dejo de pensar en el beso, tenerla aquí, a mi merced, no ayuda a mis
pensamientos.
Salgo de la habitación, me sirvo un trago de una de las botellas que
están sobre la mesa. De momento hace más calor del esperado y debo
quitarme la camisa dejándola de lado.
Debería regresar allá y echarla. Esta cabaña es para mí uso, nadie sabe
que estoy aquí, llegué hace unos minutos, los del escuadrón deben de estar
demasiado ebrios como para hacer uso de la razón, eso me quedó claro con
la maniática que tengo a unos pocos metros y al ver a Giovanny en el bar
con dos putas. «Disfruten mientras puedan» ¿Desde cuándo los
guardaespaldas tienen este tipo de beneficios?.
No debí mandarla a llamar, mala idea.
Sacudo la cabeza, me dejo caer en el sofá empinandome la botella de
whisky, necesito un respiro, olvidarme de todo por un rato; quiero zurrar,
azotar y follar, pero no me apetece una puta por ahorita, ya suficiente tengo
con la ebria que está durmiendo en la habitación que se supone es mía.
Tendré que quemar las sábanas para borrar su olor, también la ropa que
llevo puesta, huele a ella y a playa.
«Vaya noche»
Debería hospedarme en otro hotel, pero normalmente venía a este
cuando era niño; conozco al dueño, tanto que no me fue difícil conseguir la
mejor cabaña sin excusas por parte de nadie, aunque no debo mover un
dedo, mis hombres de confianza se encargan de todo hasta de traerme el
maletín de la habitación en donde se queda la maniática.
Tantas son sus ganas de descansar que lo dejó mal guardado.
Las horas pasan y me mantengo mirando la playa, mi cuerpo pide aire
fresco pero estoy tan tenso que no me queda de otra que seguir aquí,
tomando y revisando el teléfono; buscando distraer mi cabeza para no pesar
e ir a hacer lo que no debo.
Amber está en Tokio y me insiste en despejar mi agenda para estar en
Montreal cuando lleguen Dwayne y Lucinda; eso es lo que menos quiero.
Mejor me mantendré alejado durante una semana si es posible, tengo cosas
más importantes que hacer como para estar viéndoles las caras a esos dos.
«Los prefiero lejos como acostumbran a estar».
Veo la hora en le reloj de mi muñeca, son las 4 de la mañana y parece
que pasaré otra noche en vela; normalmente no descanso o concilio el sueño
como se debe. No sé que me sucede, voy de mal en peor.
—¡Auxilio! —chillan, haciéndome girar la cabeza en dirección a la
habitación «Se despertó la maniática»— ¡Auxilio me quiere matar!
Los gritos siguen, rebotando en las paredes, aturdiendo mi poca
paciencia, esa que se va cuando suspiro y dejo el teléfono y la botella de
lado, antes de levantarme a ver que le sucede a esa loca. Vuelve a gritar en
ruso como si pensara que tal vez nadie entiende lo que está chillando como
cabra loca, en varios idiomas y por último en italiano.
No está en la cama y me voy al baño en donde frunzo el ceño cuando
la veo en la tina intentando subirse por la pared intentado salir por... ¿La
ventanilla será?
—¿Por qué tantos gritos? —me paso las manos por el rostro, la cabeza
me duele y sus gritos no hacen más que exasperarme— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué
gritas!?
Intento entender pero sigue moviéndose, saltando como niña chiquita
hasta que señala un punto al lado del retrete.
—¡¿Mátala, mátala?! —vuelve a gritar «Una tarántula».
Sacudo la cabeza, respirando hondo para no torcerle el cuello ¿Tanto
escándalo por una simple araña?.
—¡Qué la mates, joder! ¡No te quedes ahí parado y haz algo! —me
grita, en pánico.
Tan valiente que se cree y mírala asustada por una araña.
—¿Le tienes miedo? —indago, inclinándome a ver a la araña.
—Obviamente ¡Mátala! Detesto esos bichos, son tan, mírale las
patas...
—No te pregunté a ti, le pregunté a la araña —la molesto.
El rostro se le enrojece, presa del descontento.
—Imbécil —murmura entre dientes.
—¿Qué? —la miro mal y me saca la lengua intentado traspasar la
pared.
Tomo la araña entre mis manos, sé lidiar con ellas al igual que con las
serpientes, lo aprendí cuando era niño.
—¿Qué dijiste? —me levanto, mostrándosela logrando que se vuelva
loca gritando cuando intento arrojarsela encima.
—¡Mátala y aléjala de mí!
—No seas cobarde, no hace nada —la sigo molestando.
—¡Maldito hijo de...—busca la manera de salir del baño, en el intento
se tambalea logrando que se me caiga la araña y me vaya al suelo donde
caigo con ella encima de mí.
Intento apartarla, pero se aferra a mis brazos, quedándose fría.
¿Se le explotó el cerebro?
Busco como quitarla, pero los labios le tiemblan y entiendo por qué se
quedó como tiesa, mis ojos captan la bola peluda que le recorre la espalda e
intento quitársela pero hunde la cara en mi pecho temblando como una
asustada niña.
—Mátala... ¡Mátala!— me pide temblando, viste solo el mero traje de
baño y yo sin camisa, nuestras pieles están tan juntas que la ola de calor me
recorre cada parte del cuerpo, hace tensar mis brazos.
De golpe, busca conseguir protección cuando me abraza, quedándose
quieta y susurrando que la mate.
—No te muevas...—digo.
Estiro la mano como puedo la tomo. De un salto, se levanta rápido y
sale corriendo no sé a dónde. Me deshago del problema y vuelvo adentro
hallando a la pelirroja sentada sobre el sofá temblando y con la mirada
perdida en el suelo ¿Tanto miedo les tiene?.
En ese estado, no parece la asesina que ví por primera vez en los
combates de selección. Ahora parece una mujer con traumas y un miedo
que no debería tener «Si salió de La Fortaleza, no debería temerle a simples
cosas».
Me voy a la mesa en donde me sirvo un trago de whisky, dejando que
me calme la sed que tengo por culpa del calor.
—Ya sé lo que meteré en tu ataúd cuando te mate— comento, pero no
dice nada.
Me quedo mirándola por un momento; tiene las brazos alrededor de las
piernas y los ojos rojos como si fuera a llorar pero no lo hace.
—Cuando era niña estaba recién llegada a la fortaleza, nos tocó
entrenamiento en el bosque, había un baño viejo y entré por un momento,
cuando intenté salir, no pude, me habían encerrado y duré 5 horas ahí
dentro; habían arañas y todo tipo de insectos horribles. La práctica terminó
y gracias al rastreador me encontraron, —suspira profundamente, cerrando
los ojos y tensando la mandíbula— Es la única cosa a la cual le tengo
miedo.
Las mejillas enrojecidas la hacen ver tan vulnerable que en este estado
cualquiera que no la conozca diría que no es una asesina y una mujer muy
peligrosa.
Le doy un doble sorbo al vaso, dejando que el alcohol me refresque
aunque con ella aquí siento que estoy dentro de un horno gigante.
—Les seguirás teniendo miedo si no las afrontas, no es fácil pero es
mejor intentarlo a vivir con miedo toda tu vida —le digo.
Resopla, humectándose los labios, me mira y esta vez con el mismo
odio de siempre, porque sé lo mucho que me odia.
—Todos tenemos derecho a tenerle miedo a algo— se excusa, como si
ya no la ví gritando como loca.
—Como digas— ruedo los ojos.
Saco un puro del estuche y lo enciendo.
—¿Nunca le has tenido miedo a algo? —indaga, curiosa.
Sacudo la cabeza en señal de negación, suelto el humo y me relamo los
labios.
—El miedo es solo eso, aprendes a no tenerlo cuando te das cuenta que
solo pierdes el tiempo pensando en algo que no te hará nada si no le
demuestras lo mucho que te afecta.
—Entonces sí sientes miedo pero no lo demuestras para hacerte ver
como un macho pecho peludo— bromea.
Ruedo los ojos, yéndome al ventanal. No estoy para estupideces.
—Me duele mucho la cabeza —la escucho decir— Tengo hambre,
pídeme algo para comer.
Me giro, mirándola mal.
—¿Qué?
—Soy tu amante, no me puedes dejar morir de hambre
¿En qué mierdas me metí?
—Déjate de estupideces y mejor vete a tu habitación, quiero estar solo
—sentencio.
—Pero... tengo hambre... Me duele la cabeza y si me voy así, pueda
que muera en el camino —se acuesta en el sofá en señal de no querer irse—
¿Qué quieres hacer primero? ¿Follar o pedir algo y esperar que coma y se
me pase la resaca?
Dejo el vaso de lado, pasándome las manos por el cabello.
—¿Acaso tú crees que haré lo que me digas, te consentiré, dejaré que
me trates de tú como si no fuera tu jefe? ¿Acaso estás cuerda o sigues ebria?
—increpo, conteniendo las ganas de amarrarla y lanzarla en el medio del
océano pacífico.
Es una fastidiosa.
—Terminarás así, no tengo pruebas pero tampoco dudas —contesta
tranquila.
No suelo reír, pero sus incoherencias me sacan una carcajada amarga.
Me está hartando.
—Mejor hagamos algo —se levanta y mis ojos recorren cada parte de
su cuerpo «Ese bikini debería quemarlo» odio que sea tan...— Vamos a
pasarla bien, eso es lo que hacen los amantes ¿O no es así?
Deja las manos sobre su cintura, los nudos los deshace y la prenda cae
al suelo mostrando lo que tanto he querido comerme hasta que se corra en
mi boca, desliza las manos por el abdomen y se detiene en los pechos
frotándoselos en un intento de seducción que me hincha la polla en la
manera que sonríe mirándome con hambre; como si ella fuera el depredador
y yo la presa.
—Te quieres quemar en mi infierno, y no saldrás ilesa —le digo.
La capa de ozono se contamina inmediatamente, con la carga de
veneno y adrenalina que generamos los dos, entre miradas retadoras. Mis
manos pican, el pecho se me hincha con brusquedad y me libero un poco de
la presión cuando me muerdo el labio y avanzo.
No dejo de mirar su marfileña piel, el contraste que hace con su
cabello, dándole más fuerza a ese rojo que aparta de sus hombros,
mostrándome mejor como le queda la parte de arriba del traje de baño.
—Con esa mirada, arrodillas a cualquier mujer —susurra, de manera
despectiva—, Eso buscas hacer conmigo.
—Te quiero arrodillada por mí, pero sabes para qué.
—¿Para qué? —se para en puntillas, llegando a mis labios— Dímelo,
quiero saber.
Acaricio su labio, imaginando miles de escenas.
—Para meterte mi polla en la boca, ahogarte y ver como esos ojitos
que tienes; se llenan de lágrimas mientras que tu lengua me la empapa de
saliva...
Dejo las manos detrás de su espalda, en busca de quitarle la parte de
arriba la cual cede dejando a la vista sus redondos pechos; igual de blancos
que el resto de su piel, solo adornados con la marca del traje de baño, esa
que le dejó el sol. Me pierdo mirando las pequeñas y delicadas areolas, no
son grandes y oscuras, por el contrario, son pequeñas y de un color rosaceo
opaco.
Embelesado, me olvido de responderle y dejo que mi boca vaya a su
pezones, chupando con una fuerza descomunal, buscando meterme una gran
parte en la boca; para que mi paladar sienta lo calientita que es y lo buen
que se siente lamerla como lo hago. El pezón se endurece rápidamente y
tiro de el sin dejar de pellizcar el otro, logrando que entierre las manos en
mi cabello, tirando con brusquedad y...me separo tomando sus muñecas,
dejándolas detrás de su espalda.
El acero de sus ojos grises impacta con el relámpagos de mis azules y
es una colisión de la tempestad y la tormenta, de un escudo y una espada.
—Detesto que me toquen —confieso e intenta hablar pero la beso
dejando que la consciencia me recrimine varias veces, pero no me importa.
Ya lo había dicho, no me arrepiento de lo que hago porque si lo hago
es porque quiero y me da la gana. Y con arrepentirme solo gasto tiempo.
La subo sobre la mesa, tiro de sus piernas dejando que la espalda le
quede contra la madera, me deshago de los zapatos con un punta pie antes
de quitarme el vaquero y rodear la mesa quedando al lado de su rostro.
Sujeto sus manos, dejándolas sobre su cabeza.
—Manténlas ahí.
Quedo entre sus piernas, con las manos debajo de sus muslos y
trayendo su sexo a mi boca dejando que el morbo me vuelva un adicto a ese
coño dulce que me devoro con lametazos, chupetones y mordidas en los
pliegues. La mente se me llena de las cosas más sucias y está mal, pero no
puedo parar de chupar y tragar los fluidos de la mujer que jadea moviendo
la pelvis en mi boca.
Sabe mejor de lo que mi cabeza fantasea. Es igual de caliente que sus
tetas, igual de suave que su piel e igual de afrodisíaco que sus labios.
Sus gemidos me empeoran pero no me detengo, mi garganta ansía que
se corra y probarla como la última vez. Lamo la cara de sus muslos,
disfrutando de la piel suave la cual queda marcada por los chupetones y
mordisco que no me aguanto en hacer. Es lo que más me gusta.
—Joder... no te detengas —jadea, aferrando las manos en mis
hombros, pero las tomo dejándolas a los costados sin apartar la boca hasta
que se corre, dejándome saciar mi sed de ella.
Detesto que sea como mi whisky favorito; tan embriagadora y
deliciosa.
No dejo rastros de fluidos, todos los lamo y mi garganta los pasa con
gusto antes de reincorporarme con la boca y el pecho bañado de lo que le
saqué antes de que se corriera.
Estoy peor, me siento peor y con más ganas que hace unos minutos.
No puedo esperar más, y ella tampoco, su expresión corporal me lo
demuestra y la manera en la que se sostiene con los antebrazos, encoje las
piernas y se acomoda.
—¿Te desvistes o te desvisto?
Me saco el boxer, impaciente por penetrarla, no sé qué mierdas me
pasa, no suelo tener tantas ansias, pero con ella no me aguanto, la atraigo a
mi pelvis, pero maniobra, quedo en el sofá con ella arrodillada entre mis
piernas, dejando las manos en mis muslos y pasando la lengua por los
testículos haciéndome tensar las piernas.
—No me vas a joder esta vez, déjame probarte...
Pasa la lengua por la punta dejando una capa de saliva antes de meterlo
en su boca y empezar con un movimiento de arriba hacia abajo y succión en
la punta cuando sube, aferra las manos en mis muslos e intento quitarlas
pero no sé que mierdas hace que el estómago se me contrae con la succión
que da antes de meterlo y dejarlo tocar ese punto profundo, sacándome un
jadeo ahogado llevándose todo.
La boca se me vuelve agua y echo la cabeza hacia atrás, disfrutando de
las sensaciones inexplicables que me recorren las piernas y se intensifican
en mis manos.
Dejo los dedos en sus mejillas tocando la suave piel de su rostro, la
miro tirando de su cabello y logrando que sus ojos oscurecidos impacten
con los míos sacándome una sonrisa ladina con lo indefensa que se ve
lamiendo mi gran miembro como si fuera lo mejor que ha probado su boca.
—Me gusta como me la chupas — paso un dedo por la comisura de
sus labios.
Se ve tan sexy mirándome con esas ojos grises, son en un tono algo
transparente que asimila un espejo capaz de reflejarte pero a la misma vez
te envuelve.
—Sigue así y te romperé ese coño de la manera más rica que jamás
hayas sentido —miro como entra y sale de sus rosados labios.
—¿Después me pides algo de comer, Daddy?— musita bajito agitando
la mano.
Después de esto podría bajarle la luna con tal de tenerla así arrodillada
y dándome los orales que yo quiera.
—lo que tú quieras, preciosa— aseguro.
Frunce el seño.
—No me digas Preciosa y yo no te diré Daddy.
—Ok, no usaremos estúpidos apodos.
Sonríe y sigue con más afán, echo la cabeza hacia atrás respirando por
la boca, tengo el pecho subiéndome con brusquedad y bajando con la
misma.
Incrementa los movimientos y estoy por estallar en mil pedazos e
intento detenerla pero su boca es tan estupenda que logra que me quede sin
saber cómo mover las manos hasta que me hace correr recibiendo todo y
tragando cada pizca, lo que queda en sus labios lo relame y se intenta poner
de pie.
—Ven, no te acojones, odio eso —la dejo de espaldas sobre mi regazo.
—No lo haré, ni hoy, ni nunca.
Sostengo sus manos detrás de su espalda, se levanta un poco y
posiciono la punta en su entrada y se deja caer sobre mi miembro echando
la cabeza hacia atrás.
Me encanta su estrechez. Me la aprieta demasiado rico y de mi duro
que estoy, duele un poco, pero de ese dolor placentero que te hace querer
más.
—Muévete —le pido y así lo hace.
No sé en que clase de mundo me siento pero no dejo de disfrutar lo
que estoy haciendo con la que se supone es mi guardaespaldas. Pero henos
aquí, follando como si no fuéramos jefe y empleada, mafioso y asesina,
fuego y agua, hierro y metal, relámpago y acero.
Los jadeos no cesan y pasamos de estar sentados a la cama en donde la
pongo en cuatro dándole con una fuerza abrupta y enrojeciendo el marfil de
su trasero con azotes dominantes que me hacen perder señales de
inteligencia, simplemente disfruto de su coño, magrear sus tetas, tirar del
fuego que tiene como melena y el cual no hace más que llenarme de placer.
—Herodes...—jadea con la respiración agitada y la voz entre cortada.
Ejerzo presión en sus caderas tirando de su cabello arremetiendo con
todo, el choque de nuestras pieles colisionando es demasiado exquisito, se
siente trifasico que no se como me controlo en parte, se corre soltando el
chorro de fluidos que me bañan la verga y se deslizan por sus piernas y las
mías.
Aferra las manos en las sábanas, intentando mantenerse arrodillada,
pero el agotamiento se le nota y arremeto varias veces hasta que me corro
dentro de ella dejando que la presión salga y el cuerpo se me relaje
dejándome caer a su lado.
Cierro los ojos queriendo encontrar paz mental y disfrutar de el
momento sin presión pero... La mujer que tengo al lado se reincorpora de
golpe haciéndome abrir los ojos
—Creo que me oriné, ¿Qué mierdas fue eso?— se revisa.
Me levanto, pasándome las manos por el cabello.
—Eso fue el mejor orgasmo que has tenido, por eso no sabes cómo se
sentía, soy la primera persona que te lo da, y eso me lo acabas de
comprobar —le guiño un ojo antes de irme al baño pero me detengo en el
umbral— Después que te pida la comida quiero que te vayas, no duermo
con nadie y necesito tomar una siesta.
Se levanta y pasa por mi lado entrando al baño como si fuera suyo.
—Ok, no es como si fuera a sentirme como una puta, para eso no me
hubiera acostado contigo y mejor habría controlado mi panocha, pero lo
hice y no hay tiempo para arrepentimientos, la vida es muy corta para ello
— entra en la ducha y hace uso mientras la miro desde el umbral.
Termina y usa una toalla para secarse. Desnuda pasa por mi lado y se
detiene en la puerta que da a la sala.
—Por cierto, no tengo hambre, solo quería joderte la paciencia y ver si
me consentías gracias a mis habilidades de seducción, y veo que funcionó,
hasta luego, DADDY— me guiña un ojo y sale rápido.
«Maldita loca»
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Seguiré el consejo de Daddy Herodes para no tenerle miedo a las


serpientes .
Uy, el capítulo que viene promete jajaja.
Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu ❤
Lo siento si en algunos capítulos, los párrafos salen muy separados, es
porque la aplicación no funciona muy bien en mi teléfono y es súper lenta.
Intentaré arreglarlo a su tiempo.
Bestos, Osly.
Capítulo 13

___✧✧A prueba de todo✧✧_____

Venus
«¡Eres una maniática!»
«¿Cómo se te ocurre lanzarte encima de ese hijo de perra?»
«¿Te volviste loca, Venus Adler?»
«¡¿Qué diablos te sucede?!»
«¡Esto es el colmo, ahora resulta que serás su amante! Puffff
definitivamente tu sed no hay quien la sacie».
Mi subconsciente cuerda lleva horas dándome sermones que no me
molesto por escuchar, sé lo que haré y nadie me lo va sacar de la cabeza, mi
subconsciente pervertida y sádica me apoya y eso es lo único que me
importa.
La cabeza me duele y los gritos de la mini yo tranquila, no cesan
aunque le diga que no me interesa lo que piense. Llevo una hora en el
restaurante intentando que mi garganta pase la sopa que me estoy
comiendo, tengo una resaca de mierda y todo por tomar licor como si fuese
agua ¿Desde cuándo bebo así?.
Ya no vuelvo a beber más.
Solo me dió tiempo de ir a ducharme, ponerme hielo en los chupetones
y venir a darle algo a mi pobre estómago. Un mesero me consiguió un
analgésico y por el momento empieza hacerme efecto hasta que veo al
hombre que se acerca. Mis ojos reparan sus movimientos cuando rueda una
silla y toma asiento en plan de venir a regañarme.
—¿Vienes a darme órdenes de nuevo? —juego con la cuchara.
Me muestra una sonrisa forzada.
—Trataba de que no sufrierás un coma etílico —se excusa,
desatándome una risa irónica
—Eso no iba a pasar.
—Sí, estabas bebiendo como si no hubiera un mañana, ¿Tanto te afecta
lo de...
Guarda silencio cuando frunzo el ceño.
—Solo digo que deberías alejarte del licor. Esa no es la única manera
de disfrutar del descanso— me explica, preocupado.
—¿Ya te vas? —cambio el tema.
Suspira como si no hubiera remedio y asiente.
—Ya sabes cómo es esto, nunca estás libre o disponible para ti mismo.
—Lo sé, pero no queda de otra —me levanto—. Espero que te vaya
bien, nos vemos cuando se de la oportunidad.
Paso por su lado para irme pero me me toma del brazo levantándose.
—¿Seguirás molesta?
—No estoy molesta —finjo demencia— Si lo estuviera ya te habría
roto la boca.
Se ríe negando con la cabeza.
—Eso no lo dudo —me da un beso rápido, tomándome desprevenida
— Nos vemos luego, cualquier cosa le diré a Mario que te avise.
—Uju.
Se va y cojo mi rumbo en busca de la habitación de Yasmín. Llego y
toco la puerta con los nudillos, nadie abre y vuelvo a tocar.
—¡Voy! —grita y espero un momento hasta que abre y su fachada me
deja atonita, tiene el cabello negro en un desorden horrible, chupetones en
el cuello y una toalla mal cubriéndola— Tú...
Intenta salir para que yo no entre pero mi nivel de chismosa me gana y
termino entrando topándome con la primera sorpresa del día.
«No fui la única que cometió locuras, baia baia»
—¡Se acostaron! —susurro en un grito poco audible, mi cara no
muestra más que asombro, señalo la cama y luego a la mujer que intenta
cubrirse bien antes de intentar cellar mi boca.
Pero no me muevo, la escena de Kilian desnudo durmiendo no me
resta el nivel de asombro «Y la tremenda bestia que se marca en las sábanas
blancas» quiero saber cómo pasó esto pero mi mente trae lo de anoche y...
Yasmín seduciendo al africano, bebidas y más bebidas, ella bailando
sensualmente insitándolo y el intentando no ser el mismo asesino de
siempre...
—Te contaré después, pero vete y cuando me aliste, te busco —intenta
sacarme pero mis ojos se quedan en el desastre de habitación en dónde
estoy para hasta que llegó al umbral por los empujes de mi amiga
—Hasta que te comiste la Kilianconda —bromeo, mirando por encima
de su hombro intentado ver hacia la cama pero no me deja.
—Shhhhhh... después te cuento, pero vete antes de que se despierte y
te vea aquí.
Me empuja de nuevo.
—Ok ok ok pero... ya entiendo porque caminas así, ¿Necesitas una
silla de ruedas? —bromeo, soltando una risita burlona.
—¡Venus! —me regaña, entre dientes.
Elevo las manos rindiéndome
—Bueno me voy, entra y deja que la Kilianconda te coma —intento
reírme pero me empuja y cierra la puerta.
Vaya sorpresa, no fui la única en follar.
Mi subconsciente traicionera empieza a recordarme lo que hice con el
Alpha de la mafia y no entiendo porque de solo recordarlo siento cosquillas
en los pliegues. Pero basta, ese orgasmo del final fue una cosa fenomenal
¿Qué rayos fue eso?.
Juro por la virgen de los abdominales que mataría por volver a sentir
uno de esos, quede más agotada que nunca antes, eso se llevó hasta mis
respetos, con Julián no había tenido uno así, literalmente solté líquidos
como cuando un hombre se corre.
¡No puede ser qué a mis 23 años no había tenido una cosa colosal
como esa! Qué desgracia, Venus.
Pero es entendible, solo he estado con dos hombres y este último fue el
causante de tan sensacional orgasmo. Cualquiera pensaría que me acuesto
con muchos, pero no, en las misiones me valgo de mis tácticas para no tener
que llegar a ese extremo, cuando estuve en la fortaleza no es como si
tuviera tiempo o los hombres no fueran tan animales como lo son.
Muchos violan a sus víctimas, se acuestan con las putas que
encuentran a donde van... No todos tienen un poco de humanidad en sus
venas, no es como si Julián la tuviera, pero conmigo no es el mismo asesino
de siempre. Aunque yo tampoco lo soy con él, creo que se debe a qué lo
veo como un amigo además de pareja de acostones. No puedo decir que
somos novios, nunca e tenido uno y no se lo que se siente.
Termino de rebuscar lo que usaré, saco un bikini amarillo de dos pies y
un vestido tejido sin tirantes, no sé en donde quedó el sombrero que tenía
ayer pero por suerte tengo dos más, uso uno antes de calzar las zapatillas
bajas y mirarme en el espejo.
Rezo para que el Alpha se haya ido, creo que merezco disfrutar de mi
descanso y con el aquí lo siento como trabajo. Pero tenerlo aquí también es
mucha tentación para mis pobres hormonas. A estas alturas de la vida no se
porque tiene que ser una tentación andante, un jodido contenedor de belleza
masculina... ese estúpido es colirio para los ojos.
Solo disfrutaré de su hermoso cuerpo y manera de follar. No solo los
hombres tienen derecho a ser playboys y jugar con nosotras, las mujeres
también y a nosotras se nos da mejor. Basta de esas historias en dónde el
hombre siempre es el odioso, frío, promiscuo y sin sentimientos, las
mujeres también podemos y dejaré que mis hormonas disfruten hasta que
llegue la hora. «Con semejante hombre me doy el gusto con gusto»
Me termino de alistar, dejo mi cabello suelto y me lo echo detrás de los
hombros antes de salir en dirección a la playa. No me provoca piscina,
quiero disfrutar del mar, el sol, la arena y el agua. Mañana vuelvo a lo
mismo de siempre, debo terminar de disfrutar mi descanso, tal vez sea el
último.
Camino por el sendero; es muy hermosa la manera en la que las
palmeras contrastan con la luz del sol, te sientes en el paraíso, la brisa
marina es lo mejor que he podido oler. El calor es demasiado fresco, y más
cuando mis pies tocan la arena dándome un momento de meditación
máxima. Vacío mi mente y despejo la sucia alma que tengo.
—Ya se me arruinó el día —hablan detrás de mí y no tengo que
girarme para saber quién es.
—Lo mismo digo, no es bueno ver perras a estas horas —comento,
con una sonrisa burlona.
—Siempre tan graciosa...
—Y tú siempre tan fastidiosa—ruedo los ojos, girándome —¿No te
cansas?
—¿Por qué debería?
Paz mental, eso es lo que necesito.
—Oh vamos, Enola, deja de buscarme y te ahorras una patada en el
trasero— espeto.
La rubia se ríe y me vale un pepino cuando Brett intenta calmar la
situación, pues sabe que no saldrá nada bueno y por ello se la lleva en
dirección a la playa. Echo andar asegurándome de no quedar cerca de la
rubia, así que pido una tumbona lejos y apartada de todos y todas.
Dejo caer mi trasero en los cojines de la tumbona, me acomodo los
lentes disfrutando del sol y la fresquedad, me aplico algo de bloqueador
dejando que mi cuerpo se broncee un poco.
—¿Algo de tomar, señorita? —me pregunta un chico
—Una gaseosa, y tráigame unas papas fritas con ketchup, y
consígueme una hamburguesa de cerdo, sin cebolla.
Una vez probé una y quedé fascinada, así que aprovecharé para volver
a deleitar mi paladar.
Me quedo mirando hacia el mar por unos minutos en que disfruto del
sol, muero de hambre y aunque sigo con una mini resaca, tomo asiento
debajo de la sombrilla, el chico regresa con mi pedido y literalmente lo
echo cuando se queda mirándome por más tiempo del necesario, solo quiero
comer y disfrutar de esto.
Me atiborro las papas, la hamburguesa y paso todo con la soda. Podría
comer esto todos los días, pero probablemente engorde, aunque no creo que
suceda, mi sistema digestivo no me permite ganar peso tan rápido y esa es
una de las ventajas a la hora de comer.
Me limpio las manos con una servilleta y me quedo mirando una de las
mesas debajo de una gran carpa, es como un restaurante al aire libre pero es
lo que menos llama mi atención, mis ojos se quedan en esa mesa en donde
toma asiento probablemente el hombre más sexy de este lugar; lleva una
camisa negra, algo suelta, dando una perfecta vista a los tatuajes de los
antebrazos, unos shorts grises y gafas, el cabello negro se le mueve con la
brisa logrando que se vea aún más apuesto.
El condenado está bueno y lo sabe cuando se gana la atención de casi
todas las mujeres de alrededor al tomar asiento encendiendo un puro,
haciendo como si el mundo estuviera bajo sus pies y fuese la octava y la
novena maravilla.
Devuelvo mi atención a mi descanso, yéndome a la tumbona debajo
del sol. No vine a ver lo cojible que está el mafioso, así qué haré de cuenta
que no está a pocos metros de mí, aunque lo sienta como un campo
magnético tangible.
—¡Buenas buenas! —exclama Helen, emocionada llegando con
Yasmín, Kilian y Taeyang, ni siquiera recordaba que el asiático también está
de descanso.
Todos lo están.
—Hola —los saludo, sentándome para poder verlos.
—Vinimos a tomar sol, pero por mi parte, no pienso probar nada de
licor —asevera Yasmín, sentándose al lado del africano.
De solo verlos recuerdo lo de hace unas horas y me sigo preguntando
cómo es qué mi pequeña amiga sigue intacta, osea, ella mide unos 1.68 o
algo así, mientras que el africano parece medir dos metros y su gran cuerpo
la cubre exageradamente.
—Solo pediré una soda —le dice Taeyang al mesero, los demás optan
por lo mismo y algunos bocadillos.
—Mañana se acaba el descanso —comenta Yasmín.
—Sí, seguramente tendremos mucho por hacer— se queja Helen
—Disfrutemos hoy —propongo.
—No será fácil teniendo en cuenta que el Alpha está a pocos metros,
es nuestro descanso pero...
—Olvídate de él, estamos en nuestro descanso, y por lo que se ve él
también lo está. O de lo contrario no estaría aquí— me levanto, quitándome
los lentes
—El verde y el rojo te sientan de maravilla— me halaga el asiático con
una sonrisa pícara y le guiño un ojo.
—¿Una carrera en las motos de agua? Podemos hacerlo estilo relevo
—explico, animando el ambiente.
Las chicas se levantan y Yasmín se quita el sombrero. Trae un traje de
una sola pieza en color negro haciendo un buena combinación con su
cabello azabache.
—Hagámoslo...
—Las reglas serán las siguientes: irán dos en la moto, al llegar hasta
aquel yate, —señalo un yate algo lejos— Deben cambiar de posición, lo
más rápido que puedan y seguir el camino de regreso. Los que lleguen de
primeros, ganan, los últimos tendrán que ir hasta la carpa en donde está el
Alpha y buscar comida en la barra, además deberán pagar lo que
consumamos desde que sigamos aquí.
Todos aceptan, me ato el cabello en una coleta, me acerco hasta el
asiático, le quitó la gorra que tiene y la uso yo.
—Tú irás conmigo, así que andando— me adelanto.
—Yo seré la juez, así que los veré desde la orilla— avisa Helen.
Kilian duda pero mi amiga lo convence y se ve tan gracioso que se
deje dar órdenes por ella que parece una pulguita delante de él.
Taeyang conducirá de ida, así que debo ser rápida cuando nos debamos
cambiar de regreso. No será fácil, puesto que no podemos bajarnos en ese
intento.
Subimos a la moto, no usaremos chalecos y por eso me aferro a la
cintura del asiático.
Esperamos la señal de salida hasta que Helen chilla y salimos a toda
velocidad, el oleaje está un poco mas fuerte hoy pero eso no es
impedimento, el agua me salpica el cuerpo con las subidas e intento no
estresarme cuando nos repasan, las manos las mantengo quietas aunque me
provoque ahorcar al idiota que conduce.
La boca se me seca, el trasero me duele con las subidas y bajas y es
qué el oleaje se pone cada vez peor, como si fuese a venir una tormenta.
Pero si hace ratos el clima no estaba así, el cielo comienza a teñirse de un
gris claro y el frío no se hace esperar.
—¡Es hora! —me avisa Taeyang, detiene la moto e intento pasarme
hacia delante pero gira el cuerpo para tomarme de la cintura y pienso que
nos caeremos.
—Quédate quieto —pido, deja los brazos hacia atrás y me pasó con su
ayuda, por suerte me da tiempo de arrancar pero ya vamos muy retrasados y
nada nos salva de tener que ir por la comida además de pagar.
Mi subconsciente competitiva está molesta y reprimo el estrés cuando
me acerco hacia la gran carpa, no se hace esperar el peso de unos ojos e
ignoro la mirada de relámpago del pelinegro quien deja que le sirvan
whisky exclusivo que solo él tiene para desechar y pagar como si nada.
Está sentado con Giovanny. El consejero parece tener una resaca
mundial porque tiene una bolsa de hielo en la frente mientras una mujer le
hace un masaje que disfruta con los ojos cerrados.
El pelinegro me mira cuando paso cerca guiñándole un ojo, su
expresión neutra no me demuestra nada y a pesar de mis habilidades en
saber que piensan; él es un espejo indescifrable.
«Idiota, aún recuerdo lo de la araña, lo odio»
Tomo asiento en unos taburetes de la barra.
—¿Se podría saber el nombre de tan sensacional espécimen? —
preguntan a mi lado, un hombre de barba espesa, cabello grisáceo y ojos
avellanas.
—¿Mi nombre?— me señalo a mi misma.
Sus ojos siguen mi dedo pero se quedan en mis senos.
—Sí, tan hermosa mujer debería tener un nombre igual de bello —
comenta, dándole un sorbo a su cerveza.
—No creo que mi nombre sea importante, no acostumbro a dárselo a
desconocidos, ya sabes, cuestiones de seguridad —respondo, tranquila.
Abre la boca con una sonrisa antes de tomar asiento a mi lado. No
lleva camisa y a decir verdad está bueno.
—No soy peligroso, despreocúpate por ello, solo.. tengo ratos viéndote
y no me atreví acercarme, no sé si el chico que subió contigo a la moto
acuática es tu novio...
Bufo, moviendo la mano con diversión.
—¿Novio?, Creo que no tengo uno.
—¡Oh!, ¿Cómo una mujer tan hermosa no tiene un novio? —pregunta,
sorprendido.
Tal vez porque no pienso tomar una relación enserio. La mayoría de
los hombres mienten.
—No lo sé —me encojo de hombros, mirando por encima de su
hombro «El pelinegro desapareció, pero sus guardaespaldas siguen
esparcidos en el mismo sitio»—Tal vez el amor no sea para mí.
—O tal vez aún no conoces a un hombre que te merezca —me
contradice.
—Tal vez —miro sus ojos pero los suyos van desde mis senos, cabello,
ojos...
Me ofrecen la carta del menú y no sé que pedirán los demás, pero
ordeno lo que se ve más apetecible, un chico delgado me dice que en unos
segundos llevan el pedido.
—Iré al baño, buena plática— me levanto.
—¿Quieres que te invite un trago cuando regreses?
Sonrió con malicia ladeando la cabeza, creo que lo intimído cuando
mis ojos se quedan traspasando los suyos, sus expresiones corporales son
muy obvias y sé qué tiene esposa, en el meñique de una mano lleva una
sortija que intenta tapar cuando sostiene la botella de cerveza, sus ojos
recorren el sitio varias veces y no muy cerca de la mandíbula tiene un
chupetón.
—No lo creo, tal vez tú esposa este por ahí y no quiero problemas —se
queda mudo con mis palabras y le guiño un ojo deteniendomé detrás de él
— Cuida a tu esposa y deja de coquetear con otras.
Le palmeo el hombro antes de perderme al baño a desaguar la vejiga.
Me gusta poner a la gente en su lugar aunque duela y demuestre lo
insensible que puedo llegar a ser.
El pasillo del baño es amplio, las paredes de maderas al igual que el
piso, sigo avanzando hasta el final pero me detengo cuando llego al umbral.
—Con qué aquí te habías metido —me adentro, yéndome a uno de los
cubículos, dejo la puerta abierta y tomó asiento haciendo lo mío hasta que
sus pasos resuenan en la madera y se detiene en frente de mí— ¿Puedo
orinar en paz?
Rebusca en su bolsillo sacando un puro, mis ojos viajan a su
mandíbula cuando se mueve sin parar y al parecer está mascando chicle, ya
entiendo el por qué ese sabor en sus deliciosos labios.
Una calada sin dejar de mirarme y básicamente es como si me
desnudara el alma sin importarle si estoy sentada en el retrete orinando,
podría estar cagando y probablemente seguiría allí mirandomé como un
enfermo. Suelta el humo y pasándose las manos por la espesa cabellera
negra y se humecta los labios rosáceos.
Un momento como este equivale a mil paros conchales.
—Solo venía a decirte que te quiero en mi habitación en 10 minutos,
no me gusta esperar, así que mueve ese culo cuando termines.
Se da la vuelta para irse y termino lo mío, me lavo las manos y seco
antes de salir del cubículo abordándolo por el brazo. Repara el agarré como
si fuera un error tocarlo y recuerdo que lo detesta, no sé porqué.
—Estoy en mi descanso y si entro a tu habitación te aseguro que no
saldré hasta la madrugada, así que, déjame disfrutar las horas que me
quedan aquí, ¿Es mucho pedir? —imploro.
Abre los labios llevándose el puro hasta ellos, dándole una calada sin
perder el contacto visual; haciendo que las piernas me tiemblen y los
pliegues me hormigueen «Si que sabe cómo provocar» mueve el brazo de
mala gana haciendo que lo suelte, el humo impacta en mi cara cuando lo
deja salir y...
—Seremos amantes pero aquí los momentos de follar los decido yo,
recuerda en frente de quién estás...
Ruedo los ojos frunciendo los labios, dejo una mano en la pared y la
otra en mi cintura.
—Pues... Ok —es lo único que digo, no debo ponerme modo terca.
Mira mis senos por unos segundos y no tarda en dolerme la espalda
con la estrellada que me da en la pared dejando la mano en mi cuello,
estampando los labios suaves y húmedos en los míos, separando con la
lengua en busca de la mía. Su sabor a chicle y tabaco es una cosa estupenda
que hace que mis ganas se incrementen y no pierdo tiempo a la hora de
seguirle el candente beso que me acelera la respiración, se lleva mi cordura
y me enciende cada poro.
Intento tocarlo pero no me lo permite, suelta mi cuello
inmovilizandome las manos por encima de la cabeza con una de las suyas,
la otra desciende por mi abdomen con un roce que se siente como fuego
metiéndose por debajo de la tela del traje de baño, haciéndome abrir las
piernas, dándole paso a sus toques insistentes; logran mojarme como una
maldita adicta que tiembla como una inexperta cría virgen.
Muevo la pelvis queriendo más atención pero saca la mano y rompe el
beso clavando sus ojos oscurecidos en los míos.
Estoy mojada y sus dedos también deben de estarlo. Hace que mis
sentidos se estremezcan cuando me quedo observando la mano que eleva y
el dedo que lame bañado de mi humedad, sin dejar de mirarme los labios.
—El sexo es cuando yo diga, así que mueve ese trasero a mi
habitación, espérame allá, nos iremos de aquí.
Me suelta e intento preguntar pero se pierde por el pasillo y las
contracciones en la vagina no hacen más que mojarme como loca, dejo la
espalda apoyada en la pared y me paso las manos por el rostro.
¿Nos vamos de aquí?
¡¿Qué demonios?!
¿Y por qué me sigo mojando si ya no me está tocando?
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Capítulo 14

_______✧✧ Odioso ✧✧_______

Venus

Pues, no follé porque desde que salimos del hotel, recibió una llamada que
al parecer le esfumó las ganas que supongo tenía y ahora solo tiene un
genio horrible y por ello nadie se le acerca. Parece que está apunto de
incendiar un continente con la expresión de ira y desacuerdo que muestra
mientras habla por teléfono, manteniéndose alejado de su jet.
Estamos en una pista de despegue, esperando por el hombre que sigue
caminando de aquí para allá. Solo escucho como suelta amenazas en ruso.
Se oye tan sexy hablando otros idiomas.
Me mantengo recostada en la puerta de una de las camionetas, en la
mano tengo el maletín que me había entregado Giovanny y que
mágicamente tenía el pelinegro.
No sé a dónde iremos, pero a de ser a algún encuentro importante ya
que la ropa que encontré en su habitación: es de la típica que uso para mi
trabajo; vaqueros negros, botines altos (casi siempre son botas trenzadas,
pero esta vez no), camisa de tirantes y chaqueta de cuero, en uno de los
costados del torso tengo un arma y otra en la correa del muslo izquierdo.
Los guardaespaldas están en puntos específicos, algunos esperando en
frente del jet, siempre son los mismos de confianza; no los conozco o
siguiera sus nombres, pero no me preocupo, estoy básicamente a cargo
antes de Dan quien también está aquí, Mario tal vez está en otro lado o no
sé.
Reviso la tablet que muestra la localización del escuadrón alfa, aún
siguen en el hotel, hasta mañana en la mañana.
—¡En sus posiciones! —aviso, cuando se acerca a pasos apresurados,
sube al jet ignorando todo, organizo a los hombres y subimos de últimos.
Me quedo en la cabina principal, tomo asiento y por suerte el
malhumorado está en la privada.
Las horas restantes del viaje, me mantengo revisando la información
que tengo en el maletín, no es muy compleja, así que trato de que todo se
grabe en mi fotocopiadora mental. Aunque no es fácil cuando tienes unas
ganas enormes por estar sobre el hombre que tal vez sigue botando humos
por todos lados, sigue en la cabina privada y nadie a tomado valentía de ir a
ver si está con vida o murió de una sobre carga de ira.
Tal vez nadie quiere acercarse cuando está en ese estado, son
preventivos y ya conocen lo que le gusta y no.
La azafata me entrega un jugo y agradezco; es muy linda, aunque eso
atrae la mirada cochina de casi todos los sujetos que tengo a los lados, me
miran de vez en vez pero prefiero concentrarme en la tablet que tengo en
una mano.
Duermo por unos minutos aunque básicamente no es mucho lo que
descanso.
Guardo todo en el maletín antes de bajar, no sé qué hacemos en Venecia,
pero aquí estamos y me preparo cuando el pelinegro sube a una de las
camionetas, me deslizo en el asiento de copiloto y me pongo en contacto
con los demás autos por el intercomunicador. No quiero pero la ansiedad
por verlo me están matando y me muerdo el labio para intentar no mirarlo
por el espejo retrovisor, aunque no creo que me lo permita, está más
inclinado hacia el piloto.
La tablet me muestra lo agendado para hoy y evito no mirar al asiento
detrás cuando recién me fijo lo que haremos. Preparo todo y de la cartera
saco un labial, aplicándome una pequeña cantidad sobre mis labios.
Casi media hora de camino por un bosque desierto y lleno de inmensos
árboles, el sol brilla con intensidad y a los alrededores, no se ve ningúna
otra propiedad. Sigo con los ojos en frente, hasta que el auto frena en frente
de un enorme portón de madera. Tres sujetos salen y no hace falta bajar el
vidrio para que vean quién es, ellos ya lo saben y por eso nos dan paso de
inmediato.
La carretera por donde vamos, es de césped, la vegetación abunda
muchísimo como también los hombres armados que ven los autos y
siembran el terror en los jardineros que solo siguen su trabajo, sin detenerse
o elevar la mirada.
En la entrada principal, hay más de 20 autos blindados, de color negro
y cada uno siendo cuidado por dos hombres los cuales nos miran cuando los
nuestros se detienen en frente de la gran casa del líder de la mafia italiana.
Bajo del auto dejando el maletín, me acomodo la chaqueta y mantengo
la mano sobre el arma que tengo en el muslo, antes de posicionarme dos
pasos detrás del hombre que se guarda el teléfono en el bolsillo y avanza sin
mirar nada, como si estuviera llegando a una de sus propiedades y no fuese
a una reunión entre mafias.
Dos empleadas abren la puerta de la majestuosa mansión con aires
robustos, decoración rústica y suelo de cerámica pulida. En cada espacio se
puede ver un jarrón con alguna planta decorativa, en el techo también
cuelgan guirnaldas que resaltan las lámparas costosas, hechas con
diamantes y cristalería.
Nos guían hasta dos grandes puertas de madera que dan a una sala con
una gran mesa llena de gente peligrosa y guardaespaldas detrás de cada uno.
La iluminación es proporcionada por el ventanal de la derecha, ese que da
una perfecta vista de las montañas y el jardín de quizás la parte trasera de la
casa.
Sintiendo muchos ojos sobre nosotros, avanzo.
El Alpha toma asiento en el puesto vacío de una de las cabezas
principales de la mesa ya que en la otra, reconozco al jefe de la mafia
italiana; lo he visto en fotos pero en persona es otra cosa: cabello castaño
oscuro, ojos de un quizás un gris oscuro, su rostro, sin ningún rastro de
barba, sus cejas pobladas, y la nariz acorde a sus maduras, pero fuertes
facciones.
Su porte es imponente y algo relajado, eso no le quita el aire de
cauteloso que desprende cuando sonríe en señal de recibimiento «Su sonrisa
es hermosa y de esas que seducen».
—Tarde como siempre, Alpha. Pero al menos llegaste.
Su voz es ronca, pero igual de tranquila como sus gestos y vibras.
Mueve una mano, una empleada aparece con una bandeja dejando un trago
a la derecha del pelinegro quien no inmuta palabra, simplemente se acaricia
la sien, mirando al italiano «Judas Rinaldi» hasta el nombre da mucho en
que pensar.
—La puntualidad a veces no suele ser mi fuerte, menos cuando se
tocarán temas que me disgustan —responde, con un aire de fastidio.
Sexy y maduro italiano, me mira y se humecta los labios, precediendo
a dejar ambas manos sobre la mesa, uniéndolas en una acción de
concentración y elegancia.
—Como bien sabemos, cada quién distribuye su mercancía en donde le
corresponde, pero últimamente me he enterado de algunas discusiones y/o
quejas —empieza, su semblante cambia por uno más serio— Alguien
menos importante que nosotros, está vendiendo mercancía que no le
corresponde en uno de los bares ajenos.
Algunos se miran entre ellos y es como si la tensión pudiera cortarse
con una hojilla. Aquí todos son amenazas latentes; la mafia Yakuza,
Suramericana, Israelí, Albanesa, Irlandesa, Árabe y otras más que hacen
presencia y entre esas está la Pakistaní liderada por Jeremías Vasone, el
mismo que carraspea y todos miran.
—Se están tomando muy enserio eso de “Las reglas se hicieron para
romperlas”.
—Se nota que les gusta estar en guerra —habla el líder del clan
Colombiano «Duke Bontate»— Estamos bien distribuyendo en las zonas
que nos corresponde. No entiendo qué ganan con saltarse las normas.
Los murmullos entre todos, no se hacen esperar y me mantengo en mi
papel, pero me resulta incómodo por la mirada curiosa que me dedica el
italiano quien parece pensar que es más importante mirarme y no tener que
solucionar nada con los presentes. Es apuesto, sí, no es tan musculoso, pero
su contextura es la ideal, se nota que hace ejercicios y le gusta la moda.
—Creo que deberíamos llegar a un nuevo acuerdo.. —interviene la
jefa de la mafia rusa «Malikha Marakova»— Así evitamos contiendas...
Siguen hablando sobre lo mismo y al parecer no llegarán a un acuerdo,
el Alpha se mantiene en silencio y solo responde o asiente cuando le parece
necesario o simplemente le da la gana.
Es un jodido odioso de mierda.
Al lado de la rusa yace parado un sujeto parecido a ella, tal vez su hijo,
lo sabría si mi mente pudiera recordar con exactitud la información que me
debo aprender, pero todo se me revuelve en el cerebro por culpa del castaño
de ojos grises que no deja de observarme con disimulo y no sé de dónde,
pero la extraña sensación de haberlo visto antes, me invade por un momento
hasta que la desecho por completo.
Es la primera vez que lo veo en persona ¿De dónde podría conocerlo?.
—Yo sólo diré algo —mi jefe toma la palabra, con ese tono que
muestra su molestia—, Si descubro algún clan vendiendo en mis zonas, que
se vaya dando por desterrado y masacrado. Nadie me verá la cara de
estúpido, aquí todos saben de lo que soy capaz.
Enciende un puro, mientras los demás se quedan en silencio por unos
minutos como si el tuviera la palabra por ahora.
—Aquí nadie quiere meterse en territorio suyo, así que despreocúpese
de ello— garantiza la rusa de cabello castaño claro y ojos negros. Su hijo se
le parece.
—Pues... yo no estaría tan seguro, y sé por qué lo digo.
La mujer se mueve incómoda bajo la mirada del pelinegro. Puede ser
mayor, pero sabe que el Alpha es una cosa sorprendente cuando de poder y
falta de piedad se trata.
Siguen hablando sobre las reglas y el hecho de que algunos no las
están cumpliendo y por ellos el Alpha decide deshacerse de los que rompan
los límites de tráfico.
—Aquí lo primordial es mantener el pacto de lo tuyo es tuyo y lo mío
es mío —objeta Judas, dándole un sorbo a su bebida— Pero se deberán
tomar medidas drásticas para quien esté rompiendo ese acuerdo.
Entre los que están aquí, tienen un acuerdo para no estar en contiendas,
y es que cada quien vende en dónde le corresponde sin querer pasarse de
listo y venderle a socios de otros. Pero al parecer alguien está rompiendo
ese acuerdo y no es ninguno de los que están presentes, sino conexiones
externas con gran peso en el mundo del tráfico, o eso se cree.
—Entonces ¿cada quién se deshace de su problema aunque eso
empiece una contienda?— Inquiere Duke.
—No me molestaría en lo absoluto el tener que masacrar a una
organización —menciona el Alpha— Lo haría las veces que sea necesario.
El italiano se levanta.
—Entonces ya no se puede hacer nada. Cada quien resuelve su
problema siempre y cuando tenga teorías ciertas y no se confunda.
Todos quedan así, y yo solo intento que Judas se canse de mirarme
pero con disimulo lo hace a medida que los traficantes, capos y delincuentes
van dejando la sala. El Alpha se levanta, entregándole un sobre a un sujeto
y me muevo un poco para que pueda dejar la silla pero su mirada
oscurecida me eriza la piel y más cuando pasa por mi lado y se detiene.
—Aquí no vienes a coquetear con otros mafiosos, así que no los mires
y no lo harán contigo —espeta.
Intento moverme, algo indignada, porque no sé a qué se debe eso
«¿Acaso estaba coqueteando? Obviamente no. ¡Imbécil!».
Judas se acerca, con algunos de sus hombres detrás y eso hace que el
pelinegro se aparte un poco.
—Alpha, ¿me recibirías un trago? Necesito hablar un par de cosas
contigo, al menos que tengas que irte —habla tranquilo y su expresión es
como si la vida fuese insignificante y los minutos lentos como para no
disfrutarlos— Solo será un par de minutos, pero si no puedes lo entiendo.
No es como si el Alpha de la mafia tuviera tiempo para socializar con los de
categoría menor.
Habla con una nota de sarcasmo y amargura ácida que se oye tan bien
con su voz ronca.
—Ajá —contesta el Alpha, como si no le importara.
«Es la persona más odiosa que he conocido después de mí».
—Perfecto— sonríe, con malicia, mirándome por un par de segundos
hasta que se da la vuelta y empieza a caminar.
Trae una camisa mangas largas blanca y una bufanda que cae en los
pectorales, es imposible no echarle una reparadita, el man está como quiere,
su piel es blanca, sus cejas oscuras, los ojos son grises oscuros (casi negros)
y los labios finos pero provocables, debe tener unos 35 o más.
—Regrésate al auto y organiza mi salida —me ordena mi jefe, antes de
irse con el italiano.
Idiota.
Algunos se quedan con él y yo salgo organizando la ida, me mantengo
mirando la fachada de la enorme fortaleza, su jefe tiene buen gusto; es una
buena casa para un mafioso. Debe tener 100 habitaciones, cada una con
baños y decoración costosa, en definitiva es una propiedad digna de un
criminal de alta categoría.
En el mundo siempre habrá una mafia italiana y rusa, aparte de otras,
pero siempre deberá y abra una ajena a ellas la cual tendrá más peso,
normalmente siempre estará liderada por un empresario como otros, pero
este tiene dos caras, la que ve la prensa y la que conoce el mundo criminal,
vendría siendo así como las dos caras de la moneda, limpio y sucio.
Pero la sociedad siempre escucha es sobre la mafia rusa y italiana. Más
no de que entre esos demonios y delincuentes, hay alguien peor que no
necesita decir que pertenece a una de esas ya que tiene la suya y está
compuesta por gente importante. Ese hombre, es mi jefe y aparece después
de unos minutos.
Su malhumor puedo sentirlo hasta acá cuando viene bajando las
escaleras de la entrada. No me mira, tal vez me está ignorando; sube al auto
como si nada, ordenando que nos movamos.
Es como si tuviera un supositorio en el culo y eso le descompone el
genio cada cierto minuto. Es un jodido estrés trabajar para él y estar detrás
de su tan provocativo trasero.
Los demás criminales se fueron hace ratos y solo quedan algunos autos
aparcados y las camionetas del Alpha las cuales se ponen en marcha cuando
doy la orden, puedo suspirar cuando salimos por las grandes puertas, la
lejanía va desapareciendo la extraña sensación que me estaba agobiando
mientras estaba en esa sala con los ojos del italiano sobre mí.
Con la mirada en la ventana, disfruto de la vista de la ciudad; es
hermosa, es la primera vez que vengo, suena difícil de creer, pero solo
estuve en Milán, por menos de un día. La arquitectura, las calles, las
personas, todo me da ganas de bajarme e ir de compras, comer, respirar,
pero no puedo porque estoy trabajando y llegando a la siguiente parada.
Abro la puerta y bajo en frente de un enorme rascacielos. Rodeo el
auto y camino en mi posición de siempre, cuando avanza mi jefe avanza en
busca del ascensor. Me quedo en la recepción, planificando y organizando
su llegada a una junta importante. Espero unos minutos antes de subir y
detenerme en frente de unas grandes puertas en donde tres de los
guardaespaldas cuidan.
Opto por quedarme afuera, la junta ya comenzó y no quiero ser
inoportuna y entrar en plena conversación. Veo la hora en el reloj de mi
muñeca, estoy atesorando mi primera vez en Venecia y a decir verdad es
una hermosa ciudad, los grandes ventanales proporcionan una vista
espectacular desde los últimos pisos desde donde todo se ve tan pequeño.
Pasan alrededor de 20 minutos y las piernas me duelen del tiempo que
llevo de pie, recuesto el peso en el ventanal y no me queda de otra que
intentar conversar con los matones que no conozco y que al parecer no
tienen lengua, porque no hablan ni nada.
—¿Les prohíben entablar conversación entre ustedes?
No responden, los miro uno por uno y parecen salidos de algún
catálogo de presentables asesinos; todos tienen el cabello bajo, expresiones
de malotes, cuerpos grandes y aires de "háblame y te saco la lengua".
Los minutos se extienden y empiezo a hiperventilar.
—Oh, vamos, nenes, soy la encargada aquí y les ordeno que hablen y
me distraigan mientras esperamos —me molesto.
La calentura me pone mal. Debería ir al baño y...
—¿Qué quieres oír? ¿Cómo matamos todos los días a los enemigos del
jefe?— Inquiere uno de ellos sin ninguna pinta de que le agrade mi
presencia y menos que una mujer esté por encima de cada uno.
Me encojo de hombros, moviendo la mano para que suelte algo
interesante.
—Un día le corté el pene a alguien y se lo metí por el culo antes de
llenarle la boca de plomo— comenta, sin parpadear o moverse.
Da algo de terror, parece un muerto viviente que solo sirve para mover
la boca y sacar respuestas.
—Bonito, pero ¿Te lavaste las manos al terminar? Mira que la
enfermedades de transmisión sexual no son un juego— le digo.
Sacudo la cabeza mirando a otro pero la puerta se abre.
—El jefe te solicita —me avisa Dan.
—Ahora vuelvo muchachones— palmeo el hombro del corta penes,
antes de entrar.
Dentro de la gran sala de juntas, me mantengo dos pasos detrás del
nombre que ignora mi presencia en todo momento, menos cuando me
entregan varias carpetas. Según él, son documentos importantes y debo
tenerlos a la mano para cuando me los pida en cualquier momento.
En la mesa no hay más que vejetes y uno que otro sujeto de la edad del
pelinegro, solo una mujer de al parecer unos 40 años y Dan que está sentado
a la derecha, con una MacBook en frente. De golpe quisiera saber qué hacía
antes de ser guardaespaldas, pero la incertidumbre se va al sentirme siendo
desnudada
Quiero saber por qué me miran como si fuese un fantasma, pero debo
ignorar la incomodidad que me surge «Ya estoy acostumbrada».
Fueron exactamente tres horas en esa reunión, y cuando abandonamos
la gran empresa, siento que los pies dejarán de funcionarme por culpa de los
botines que no son muy excelentes para estar de pie por mucho rato y
menos para estar caminando de aquí para allá al llegar a un hotel en donde
debo organizar todo, asegurarme de que los guardaespaldas estén en sus
lugares y el room service no se tarde ya que el odioso de mi jefe tiene
hambre y está con el genio peor que hace unas horas.
Son las 8 de la noche y de verdad que necesito un respiro por un
momento, pero al parecer eso está lejos, ser la encargada de todo, no es un
trabajo fácil. Muchos pensarán que puedo dormir y ellos cuidar, pero no,
cada cosa que surja, debo resolverla de inmediato y antes de que me den un
tiro.
El carrito con la comida llega, le echo un ojo a todo antes de dejarlo
pasar. Me mantengo en el umbral esperando que la chica deje todo, pero se
tarda más de la cuenta ya que está nerviosa y entiendo el por qué: el
malhumorado está en el balcón y su apariencia es de esas que da derrames
cerebrales.
No me queda de otra que pedirle a la mujer que se vaya. Espero por un
momento que mi jefe termine la llamada en la que está, y se de vuelta, pero
eso no sucede durante 20 minutos y debo cerrar la puerta detrás y
acercarme.
Está desnudo de la cintura para arriba y con una toalla al rededor del
cuello, el cabello húmedo le brilla con las luces del balcón y la piel se le ve
tan perfecta y limpia, de nota que se cuida al máximo y también que hace
ejercicios pese a su ocupada vida. Lleva unos short de esos que son
cómodos para dormir y hasta acá me llega su loción varonil y el aroma a
recién duchado.
Carraspeo para que note mi presencia pero no lo hace así que vuelvo a
carraspear aunque la garganta ya me arda. Cuando creo que no me dirá
nada, se gira. «Los brazos, los tatuajes y el abdomen... ¡Oh My god!».
Me centro en sus ojos y trato de que la saliva no me ahogue.
—¿Necesita algo más? Ya todo está listo y no debe preocuparse por
nada, solo venía para avisarle que ya me iré a descansar las horas que me
corresponden, cualquier cosa tendrá dos guardaespaldas en la puerta—le
informo.
—¿Dónde están las dos mujeres que pedí?
Frunzo el ceño, intentando procesar lo que me acaba de preguntar
pero... «A mí no me pidió un par de mujeres».
Abro la boca para hablar pero tocan la puerta y él da paso para que
Dan entre, y detrás, dos mujeres altas; una rubia y la otra pelinegra, ambas
con cuerpos exuberantes y vestidos ajustados de cuero, tacones altos y caras
llenas de botox pero eso no les quita lo lindas que son.
Me vuelvo hacia el hombre que cuelga la llamada antes de pasar por
mi lado a reparar a la mujeres que lo miran con expresión de querer
lanzarse encima a devorarlo completo.
—Lo que pidió, señor —Dan me mira con cara de ¿Qué haces aquí?.
El Alpha mueve la mano para que se retire y así lo hace en lo que él
camina, despacio, rondando a los mujeres que entraron.
—Se ven bien, espero sepan hacer lo que se les dice —se detiene
detrás de ellas, mirándome— ¿Qué haces ahí parada? Ve a trabajar.
Las mujeres sueltan una risita burlona, mirándome y las aniquilo con
la mirada antes de encaminarme hasta la puerta pero me detengo cerca del
pelinegro.
—Disfrute, señor —el tono agrio no lo oculto y tampoco la sonrisa
malévola.
La rubia me mira con insuficiencia y él tira del cabello de ella,
respirando sobre su cuello, sin dejar de mirarme.
—Así será —susurra, mordiéndole el lóbulo de la oreja.
Ella se sobresalta, pero mi vista está en el pelinegro que me mira con
aires de estarme demostrando que tiene quienes lo complazcan en donde
sea. Sus ojos están llenos de morbo, los cuales me gritan lo hijo de perra
que puede ser.
Como si me fuese a amargar la existencia con esto, Ja.
No me importa, no me afecta, simplemente salgo de la habitación
cerrando la puerta detrás y yéndome a donde podré descansar hasta que me
toque la ronda de vigilancia.
____________✧✧____________
____________________________

Mil gracias por leer.

Recuerden votar y dejar sus comentarios.

A los Releyente les pido que se abstengan y no dejen Spoiler, plis.


Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 15

________✧✧ Sigue ✧✧ ______

Venus

Mis pies tocan el suave césped del sendero por donde avanzo en busca
de ese punto exacto que suelo ver siempre que vuelvo al mismo sitio, la luz
de la luna es lo único que me da visibilidad, no tengo miedo a la oscuridad
pero en momentos como estos necesito saber si voy por el camino correcto.

Los grandes árboles se mueven con la brisa fría que sopla helándome
la piel, me abrazo a mí misma, en busca de calor, apresurando el paso, pero
no es fácil cuando estás caminando descalza y solo vistes una bata blanca
que no te cubre muy bien.

La espesa neblina empieza a cubrir el ambiente así que echo andar más
rápido deteniéndome detrás de un arbusto enorme desde donde puedo
divisar lo que tanto busco, doy dos pasos, cruzando la alambrada que rodea
el jardín, pero me detengo al pisar la carretera de asfalto...

El pecho se me agita con la respiración entre cortada que empeora


cada segundo que intento abrir bien los ojos, desorientada...
—¿Teniendo pesadillas?

Mi mente sigue en el insomnio pero mi cuerpo reacciona


perfectamente a la ola de calor que me moja la entrepierna con cada embate
bestial que me proporciona dejando que su falo entre con una fuerza
sorprende; extendiendo mis paredes y erizándome los vellos de la nuca.

Mis manos reaccionan por completo, pero mis sentidos siguen algo
adormilados aunque mis hormonas ya estén hirviendo con los jadeos roncos
que salen de la boca del hombre que tengo encima dándome con una
brutalidad que no hace más que mojarme y sacarme jadeos, dejándome
llevar y aterrizar del sueño en donde estaba.

—¿Te gusta?

Su palma se cierra en mi nuca, llenándome del calor que desprende su


cuerpo, volviéndome una hoguera cuando me calibra al compás de sus
embates, alzo la pelvis buscando más placer, se medio levanta subiendo mis
piernas sobre sus hombros, abrazando mis muslos con los brazos. Debo
aferrarme a las suaves sábanas, soportando la penetración deliciosa que toca
ese punto exacto que manda esas sensaciones inexplicables y....

—Herodes...—su nombre sale de mis labios con el bajón que me


arranca todo tipo de negación a lo que está haciendo.
Sigue arremetiendo, dando círculos abrumadores que ponen mi
corazón a bombear aún más, la piel me arde añorando sus manos pero está
tan concentrado dándome y mi cuerpo tan extasiado que así no logro
articular nada que no sea palabras sucias y pedirle más y más. Encantada al
sentir como entra y sale, apretándose con mi lubricada entrada.

—Dios... sí, así— jadeo, apretando los labios, conteniendo las ganas
de gritar.

La poca luz que se filtra de la ventana me deja ver su imponente figura


sobre mí, el cabello pegado a la frente por el calor que lo envuelve, los
labios entreabiertos, soltado gruñidos roncos que son como melodía para
mojar bragas. Sus fragancia es tan adictiva que podría decir que no me la
saco de la cabeza cada que lo tengo cerca y puedo oler su loción costosa.

Sus brazos ¡Oh por dios!, esos pectorales grandes e incitadores, los
tatuajes de los antebrazos... Este hombre es la perfección masculina, la
representación de la belleza varonil... en pocas palabras; Herodes es un
afrodisíaco imposible de no excitar con solo dedicar una pequeña mirada de
esos ojos azules como el relámpago más potente de todos y que causa
estruendos dentro de mí.

—Joder, me encanta como me la aprietas, eres tan estrecha...

Esa voz... su voz lo es todo, tanto que... Todo explota en mi cabeza y


las ansias me ganan.
—Quiero besarte —confieso, mirando sus labios.

Sigue con los embates, mostrándome una sonrisa maliciosa que


estremece lo profundo de mi ser. «Odio que sea tan apuesto»

Me está torturando y probablemente tenga que quedarme con las ganas


del beso, sigue y sigue dando embestidas feroces; haciéndome jadear como
una loca. El frenesí se vuelve tan agobiante, que debo llevarme la mano a la
boca conteniendo los gemidos que amenazan con salir con la fuerza de un
chillido.

—Déjalos salir...

Me niego a lo que pide pero es tan astuto que de un momento a otro


paso a estar en cuatro, recibiendo golpes más fuertes que causan ese sonido
excitante que producen muestras pieles al chocar y cuando menos lo espero,
su mano impacta no una, ni dos, sino mas de tres veces en mi trasero,
dejándolo ardido y más adolorido con el apretón que da en la zona que debo
tener roja.

—Vamos... jadea para Daddy...


Aprieto los labios conteniendo el grito, pero las arremetidas queman
mi lado cuerdo y termino dejándome llevar, como mi garganta me lo pide,
clavando las uñas en las sábanas, sintiendo como los fluidos nos empapan
cuando me corro antes que él, dos empujes con fuerza y se corre
llenándome de su tibieza excesiva porque es mucha, se escapa deslizándose
por mis muslos y me gusta, vuelve a encenderme pero...

No dice nada, y yo tampoco, estoy tan agitada y desorientada que todo


se acomoda cuando mi cabeza vuelve del viaje astral y caigo en cuenta de
que no sé qué mierdas hace aquí cuando debería estar con sus dos putas.

—¿Te comiste a tus putas y ahora viniste por mí?...

Suelto una risita ahogada. Siempre será un hijo de perra.

—Bien hecho, Herodes. No me sorprende, para nada... Estás dando a


relucir ese lado playboy que dices no tener— termino.

Su risa ronca, impacta en mis oídos como un misil en un búnker ya que


son escasas las veces que lo hace.

—Nunca estoy completamente saciado, y vine a desquitar lo que


quedaba, agradece que no te dejé con las ganas.
—Ja Ja ¡JA! —ruedo los ojos, levantándome. Empieza a vestirse y me
quedo al lado de la cama mirándolo por unos minutos, está como para
lamerlo con crema— ¿Debo agradecer entonces?

Se encoje de hombros subiendo la cremallera del short.

—Supongo que sí, no todos los días te folla un sujeto como yo,
muchas matarían por tener ese
privilegio —contesta, airoso sonriendo con insuficiencia—. Muchas
querrían ser mis amantes y estar conmigo todo el tiempo en que tú lo estás
bien sea por trabajo o no.

Suelto un suspiro cansado. «Odio su arrogancia».

—Quiero seguir durmiendo, así que...—le señalo la puerta, aunque mis


hormonas me griten que no están satisfechas—, Buenas noches.

Desnuda como estoy, me encamino hacia la puerta, escuchando lo que


dice mi subconsciente pervertida «¡Nos quitó la ropa!».

Y recién caigo en cuenta de que es verdad, y ni siquiera sentí. Detesto


que a veces no suelo sea pesado.
Abro la puerta, mirando como avanza para salir. Solo tiene el short,
osea que se metió aquí de lo más excitado posible. Maldito puto. Se detiene
en frente de mí, mirando mis pechos como si tuvieran algo...

—¿Cómo te verías sin uno de ellos? Deja de provocarme porque no


respondo, creo que me subestimas por el simple hecho de acostarme
contigo, pero eso cambiará y me conocerás en realidad —me toma del
mentón lastimándome, sus ojos oscurecidos me muestran un abismo
infernal y sus labios se curvan en una sonrisa—. Toma este consejo por tu
bien: No te quieras pasar de lista y llévala con calma, eres la amante del
Alpha de la mafia y aún no me has visto en esa faceta como tal.

Sus palabras mandan un mensaje de alerta, pero, no le muestro nada.


Simplemente dejo que se vaya y cierro la puerta.

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Trabajar con un hombre como Herodes Blackwood, no es fácil. Un día


eres la guardaespaldas de un mafioso peligroso y otro lo eres de un
empresario exitoso e importante en el mundo de las empresas de seguridad,
hotelería y otras cosas en las que el pelinegro se desempeña demostrando
que maneja muy bien cualquier área que un hombre rico y poderoso deba
manejar.
En pocas palabras, Herodes hace de todo un poco, porque también es
bueno en el área de espionaje y cuando de balas se trata.

Recién aterrizamos en Seattle, vamos de camino a una de sus más


grandes empresas y debo encargarme de cada llegada a cualquier sitio. El
resto del escuadrón ya se reincorporó de nuevo y deben encargarse de la
vigilancia a distancia, vistiendo de civil pero preparados para cualquier
cosa, los únicos que no están son Kilian, Helen y Enola, según sé;
regresaron a la fortaleza para la revisión de rutina.

Me acomodo el intercomunicador del oído, poniéndome en contacto


con las demás camionetas que se distribuyen para asegurar el perímetro.
Cambié la tablet por el brazalete que me envió Mario, es más fácil así, es
como llevar en la muñeca un teléfono sumamente avanzado capaz de
mostrarme lo que pido «Modificado y perfecto para mi puesto».

Mantengo en las piernas el maletín que siempre debo tener a la mano


cuando me lo pidan. El auto se estaciona y bajo poniéndome en marcha
detrás del Alpha, el anillo de seguridad toma sus posiciones y subimos al
ascensor.

Si algo define el apellido Blackwood, son los lujos exuberantes en


cada una de sus pertenencias, como por ejemplo esta empresa: es un enorme
rascacielos con tecnología moderna, decoración elegante y a la vanguardia,
dando a relucir la supremacía de mi jefe quien viste un traje Gucci color
azul marino.
Al menos, agradezco que traiga una corbata y ningún botón suelto de
su camisa negra, arriba del saco porta un blazer gris que me queda en el
brazo cuando se lo quita. Inmediatamente, las empleadas clavan sus ojos
sobre él, y como no, se ve apetecible y muy elegante, además de que su
caminar desprende confianza y sensualidad masculina, de esa que tienen los
modelos.

Pueden estarlo viendo, no sé si lo nota, pero siempre anda con


expresión de molestia y seriedad; más cuando alguien se le acerca
demasiado. Tenemos que caminar dos pasos detrás de él y guardar una
distancia prudente que no lo estrese u asfixie. Estoy comenzando a pensar
que detesta la cercanía, pero eso es bueno, su loción es una droga matadora
y tenerlo cerca solo equivale a mojamiento de bragas en menos de 3
segundos.

Puedo decir que siempre me han llamado la atención los sujetos de


más de 30 años, y aunque el Alpha tenga 27, se ve lo más maduro posible.
Sus actitudes y forma de ser, le quedan bien, porque su porte e supremo al
igual que su manera de moverse.

Lleva el cabello perfectamente peinado; sin ningún mechón sobre su


frente, aunque no sería un problema verlo con un desorden en ese
abundante azabache, se ve bien de las dos formas, puede estar sin peinarse
durante un mes y aún así se vería igual de apuesto, detesto eso. Se ve bien
con lo que sea y como sea.

Aquí, sus empleados lo respetan y lo miran como si fuera un Dios, y


no es por miedo, nadie sabe que aparte de empresario, es un criminal de los
más peligrosos.

Es muy obvio que es la primera vez que tiene una guardaespaldas


femenina, porque muchos me miran con expresión de curiosidad pero no les
presto atención, al menos no creo que sea porque me veo mal, estoy vestida
acorde a como lo debería hacer la guardaespaldas de un empresario;
pantalón negro de cuero, gafas, botines altos, chaqueta y camisa de tirantes
no muy corta pero si muestra algo de mi abdomen y eso se debe a que no
me dio chance de comprar ropa nueva, esta es la que me facilitaron en
Venecia.

Cabe recalcar mi amor por el color negro y la ropa ajustada. Creo que
esta labor amerita que siempre vista así, ¿Qué sería de mí si tuviera que
estar en una persecución con vestido y tacones de punta? Ay no, sería
horrible, mínimo se me parte un tacón cuando tenga que correr o estar en
combate.

«Y te vas de bruses al piso sacándote un diente» se burlan mis


subconscientes imitando el momento.

Tontas.

Debo estar detrás del Alpha cada que necesite algo o le de la gana de
mandar a matar a alguien.
—Nadie entra sin permiso —dispone, cuando entramos a su enorme
oficina con vista a la ciudad —Estaremos aquí por dos días.

Los demás salen y quedó a solas con el cuando la puerta se cierra «La
soledad así no me gusta».

Me quedo de pie, en medio del gran espacio con ventanales enormes,


sofás de terciopelo blanco con algunos cojines redondos, una licorera en
una de las esquinas, un pantalla plana; debajo una pequeña cajonera y sobre
está algunas reliquias que al parecer cuestan un dineral, el escritorio es
largo, con dos sillas en frente. El suelo es de una cerámica pulida muy a la
vanguardia y en todo el centro una alfombra...

—No te quedes ahí parada —me regaña— Tráeme el maletín.

Me muevo dejando el maletín en frente de él, me cruzo de brazos


dando un paso atrás para que no opte por tener esa expresión corporal de
asfixiado cuando alguien invade su espacio personal.

Intento no mirarlo y ver si algún pájaro se estrella en el ventanal, pero


odio ese extraño campo magnético que siento cada que está cerca de mí; esa
necesidad de mirarlo y observarlo sin detenerme.

—Ordena esas carpetas por color y tráeme las amarillas —señala una
encimera en una esquina.
«¿Acaso no tiene una secretaria para hacer esto?» Son como cien
carpetas. Esto me llevará una hora.

—Como diga, señor —me muevo antes de que me grite.

Aunque por muy impresionante que se escuche: no es del típico hijo de


perra que le gusta estar gritando o diciendo sandeces con tal de hacerte
sentir inferior.

Él prefiere espantarte con su porte e imponente figura, además de que


sus ojos doblegan sin necesidad de utilizar palabras, con solo mirarte
fijamente ya te tiemblan las piernas y el miedo surge haciéndote rogar por
clemencia y sentirte una escoria, él emana tanta grandeza, con solo caminar
lo puedes sentir.

Pero obviamente no a mí, no le tengo miedo... no como él quisiera, tal


vez sea porque muy en el fondo... como sea, eso no quiere decir que me
guste estar cerca cuando sale el Alpha de la mafia, ese si hace temblar a
quien sea. No pretendo morir tan joven.

Ordenar las carpetas, no es trabajo fácil, son un montón y tengo que


quitarme la chaqueta para sentirme cómoda, mantengo el sujetador de las
armas del torso, siento que si me lo quito, puede suceder cualquier cosa y
no tendré algo para defenderme, aunque el combate se me da perfecto, pero
en algunas circunstancias, son necesarias mis bebés.

—¿Qué tanto haces? —su pregunta me molestas de golpe— Tráeme


las carpetas.

«Que ganas de darle con una silla en la cabeza»

Tiene dos MacBook sobre el escritorio y las revisa ambas, además de


otras carpetas en una esquina y algunos papeles en frente, que al parecer,
está comparando.

Dejo las carpetas en un lado disponible antes de apartarme, tocan la


puerta, una sonriente chica entra; viste una falda de tubo y camisa negra, es
de baja estatura e ignora mi presencia cuando le extiende un sobre.

—Señor, aquí le traigo el historial de transacciones que mando a pedir


—le dice.

Recibe el sobre, sin mirarla, mueve la mano en un gesto odioso y la


chica se va caminando rápido. Me quedo mirando lo que hace, no entiendo
por qué mis ojos son tan descarados, pero eso solo alborota mis hormonas
cuando detallo la barba que adorna su rostro, antes no la tenía pero al
parecer se la dejará.
Como sea se ve cogíble, apetecible...

—Tengo hambre, ve y consígueme algo, trata de que no tenga exceso


de grasa y sabor a dulce —me ordena.

Debería comer dulce, para que se le quite lo amargado.

—O mejor tráeme comida china —termina.

—¿Algo más?

—Algún jugo natural, sin azúcar.

—Ya entiendo porque eres tan ácido..— murmuro, en voz baja,


pensando que no me escuchó, pero me mira, dándome una mirada
envenenada.

—Cuida esa lengua —me aconseja, de mala gana.


—Lo siento...—en realidad no, eres despreciable, estúpido.

Mantengo los brazos cruzados ante su mirada enfurecida, puedo notar


perfectamente como aprieta la mandíbula, recuesta la espalda en la silla
acariciándose el mentón bajando la vista por mis labios, cuello y... se queda
mirándome las tetas logrando que ruede los ojos.

—Iré por lo que me pidió...

—Te quedas aquí —sentencia, coge el teléfono que está sobre el


escritorio, poniéndoselo en la oreja, sin dejar de mirarme.

Un pequeño silencio se forma y solo se oye el sonido de sus dedos


tamborileando sobre el hierro. Quiero mirar hacia otro lado, pero no lo
hago. Dejo que mis grises ojos se enfrenten al azul de los suyos.

—Tráeme algo para comer, en porción doble, que sea comida china —
pide al teléfono.

Sus ojos recorren mi cuerpo con sumo detalle y es como si intentara


adivinar lo que pienso en este momento. «Odio mojarme así» sus labios
forman una pequeña sonrisa torcida cuando deja el teléfono en su sitio, esa
misma mano la baja no sé a dónde, pero entiendo el trayecto cuando se
acomoda y su cinturón queda a la vista al quitárselo.
—Por hacerte la graciosa, me la vas a chupar hasta que me corra —
dictamina.

Desde aquí no puedo ver la erección que debe tener en la mano y


batallo con mis subconscientes, quiero acercarme y lamerla, mi garganta lo
aclama como si necesitara probar su sabor, pero mi lado pervertido no se
quiere quedar tranquilo.

—¿Qué esperas? Acostúmbrate a esperar los castigos que te ganes.


Conmigo recibirás muchos cada que hagas algo mal... así que ven. Necesito
terminar de trabajar y no lo haré con la verga dura...—se pasa una mano por
el cabello, desordenándolo con una movimiento suave.

¿Por qué tiene que ser tan sexy? Lo odio.

—Te detesto tanto —murmuro, dejando que mis pies se muevan como
quieren.

—El sentimiento es mutuo, linda...—se lo deja sobre el abdomen


mientras se saca la corbata— De rodillas.

Cumplo con su orden, la boca se me vuelve agua al verla; es tan


grande, las venas marcadas por la presión que debe tener dentro, la corona
reluce con el líquido que desprende consiguiendo que un torbellino de
sensaciones me remueven casa fibra del cuerpo.

Me gusta molestarlo, aunque esté incitándolo a matarme, pero en un


momento como este, debo poner muchas cosas aprueba y lo miro dejando
las manos sobre sus grandes muslos en donde aprieto, inclinándome hasta
pasar la lengua, limpiando los fluidos previos a la eyaculación «Sabe tan
bien».

Lo tomo entre mi mano jugando con ella durante unos minutos sin
dejar de mirar como no pierde el contacto visual. Lo meto en mi boca y
quiero detallar sus expresiones, la luz del día que entra por el ventanal me
lo permite, pero en lo que mi sentido del gusto entra en contacto con el
sabor tan excitante que desprende... miles de planetas estallan en mi
ecosistema, las estrellas se agrandan emanando una luz tan brillante
haciéndome cerrar los ojos y disfrutar.

Sus gruñidos son como música para mis oídos y no quiero dejar de
escucharlos, por eso me esmero por hacerlo bien, no e experimentando
como se debe y ahora siento que después de esto, no volveré a ver otro pene
con los mismos ojos. Este es sensacional, gustoso, grande, cálido, suave y...
mi garganta me pide sentirlo aunque me ahogue

Mis objetivos son claros y aunque deba manejar muy bien todo, así lo
pienso hacer, no dejo de chupar, lamer mientras acaricio los testículos. No
me están tocando pero estoy tan mojada que puedo correrme con solo estar
dándole un oral.
Estoy tan extasiada por su sabor que mi sentido de orientación se
esfuma y me olvidó de todo. Paso la lengua antes de meterlo y...

Tocan la puerta haciéndome espabilar, miro al Alpha pero sigue con


los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el espaldar de la silla.

—Sigue...—ordena con voz ronca.

Vuelven a tocar e intento levantarme pero me toma de los hombros


dejándome en el mismo sitio.

—Sigue —me ordena, con molestia, se pasa las manos por el cabello
— ¡Adelante!

¿Acaba de darle paso a quién sea que esté detrás de la puerta?


¿Justamente cuando estoy chupándosela?

—¿Qué haces?— susurro, horrorizada.

Unos tacones resuenan en el piso cuando la persona entra.


—Señor...— habla la chica de hace ratos e intento meterme debajo del
escrito, pero me sujeta y... «Esto no está en los planes».

—Sigue..

No sé si me lo dice a mí o a ella pero el que se sujete el miembro me


dice que es a mí.

—Déjalo sobre la mesita del sofá —le pide, tomándome del mentón
haciendo que lo mire—. Sigue —me susurra despacio.

No sé qué hace la chica, pero vuelvo a lo que estaba haciendo, es una


locura pero mi boca se niega a dejar de probar y mis manos a dejar de
tocarlo aunque sea por encima del pantalón.

—Cualquier cosa, puede avisarme— habla la chica y espero que ya se


vaya.

El pelinegro simplemente mira en su dirección, sin ningún tipo de


expresión y eso me hace pensar que tal vez le está mirando el trasero.
Se corre llenándome la boca, haciéndome tragar cada gota antes de
levantarme, me relamo los labios mirándolo, se guarda el miembro y se
levanta, rodeándome para irse al sofá

Imbécil.

Se acomoda la ropa y toma asiento en el sofá. Saca los envases de las


bolsas y comienza a comer, sin mirarme. De momento es como si recordara
que sigo aquí.

Frunce el ceño cuando me ve.

—Tómate un descanso, ve y come —mueve la mano como si estuviera


echando a un perro.

Reprimo las ganas de pegarle un tiro, simplemente me acomodo la


coleta sin dejar de mirarlo a los ojos, me voy por la chaqueta y con el
mentón en alto vuelvo a mirarlo.

—Gracias, señor —digo con una sonrisa coqueta.

Maldito hija de la...


Giro en mi propio eje y me voy a la puerta, abro y salgo pudiendo
liberarme de la jodida sensación que tengo cada que está cerca.

—¿Ya comieron? —le pregunto a los hombres que cuidan la puerta.

Me dicen que sí. Yo tengo hambre así que me voy a la sala de espera
de la entrada a esperar que alguien del escuadrón me traiga lo que pedí, no
puedo salir de aquí.

Como y con la mayor tranquilidad del mundo vuelvo a subir pero ya


nos vamos y eso se lo agradezco a los cielos. Tengo unas ganas horribles y
lo menos que quiero sería estar a solas con el estúpido del pelinegro.

—Quiero volver a Canadá, alista todo— demanda.

Organizo todo y en menos de nada, estamos abordando el jet privado.


Tengo entendido que todos los Blackwood están en la mansión y eso
equivale a ver a los padres del Alpha.

Muero por conocer al gran Dwayne Blackwood y a cada arrogante que


lleve su apellido.
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Capítulo 16

______✧✧ Polos ✧✧_______

Venus
Recuerdo perfectamente el día que llegué a La Fortaleza en Pakistán,
fue probablemente uno de los peores días de mi vida, aunque no se compara
con todo lo que tuve que pasar después de eso.
Solo sé que el peor día, fue cuando presencié la muerte de mis padres;
fue algo horripilante, sucedió junto en frente de mí. Dos sujetos me
sostenían mientras yo veía el rostro asustado de mi madre, papá fue el
primero en recibir un disparo en la cabeza, mamá en la espalda y en una
fracción de segundos ví como su cuerpo cayó en mis pies antes de que mi
mundo se nublara por completo.
Cuando desperté, ya estaba en un espacio de paredes grises, con
muchos niños y niñas a mi alrededor.
El adoctrinamiento no fue nada humano; me negaban la comida cada
que fallaba en un entrenamiento, las torturas son otra cosa que odiaba al
igual que el estar sentada en una silla recibiendo uno de los procedimientos
de manipulación mental.
Cada día era un maldito infierno y solo algo rondaba mi cabeza
negándose a marcharse aunque me sometieran a técnicas dolorosas para
darle más resistencia a mi cuerpo.
Todo lo que pasé, no fue fácil, cosas así siempre suelen dejarte un daño
colateral que jamás se irá: el mío se divide en dos partes; Tranquilidad al
asesinar a escorias y la más importante es la capacidad de no sentir afecto.
Suena loco y tal vez difícil de creer pero...
A veces, creo que toda mi vida está escrita en algún libro con alguna
profecía, porque de no ser así ¿Por qué tuve que vivir algo tan horrendo
siendo solo una niña? ¿Por qué siento que soy especial? Eso lo he notado
muchas veces aunque hago caso omiso.
Tengo muchos sentimientos encontrados a medida que vamos de
camino a la mansión, este es uno de esos momentos en donde no sé a dónde
me llevará esta vida, pero no me queda de otra más que seguirla. Aún tengo
en la cabeza lo de hace unas horas, intento olvidarlo pero no es para nada
fácil cuando tengo en el mismo sitio al hombre responsable de la
incomodidad en mi entrepierna.
Necesito correrme. Es lo único que mi mente repite a cada rato.
Tengo los labios resecos y me estoy comenzando agobiar, ni
relamerlos sirve. Aire, creo que podría ayudar un poco, pero..
Debería pedir un mini permiso para irme a comprar ropa, y algo de
maquillaje, necesito tener mis cosas a la mano cada que tenga que viajar
¿Debería decirle a Mario o a él?.
Carraspeo mirando la carretera.
—Señor... disculpe la molestia, pero solicito permiso para ir a comprar
algunas cosas personales —me muerdo la lengua, rogando para que no me
ignore.
No responde. Lo miro por el retrovisor, está metido en su teléfono,
tecleando, con el ceño fruncido. Debe estar molesto.
—Dejaré todo organizado —hablo de nuevo—; Alguien que esté al
pendiente por si necesita algo. No me voy a demorar, tampoco iré sola, haré
uso una de las camionetas, será rápido.
Mantengo los ojos en el retrovisor, mirándolo.
—Ajá.
¿Eso es un sí o un no? Supongo que es un sí.
—No se preocupe por nada, estaré en contacto en todo momento —
aseguro, esperando que me confirme pero vuelve a su modo "ignorar a todo
el mundo".
Calma, Venus, no debes caer en la locura.
Llegamos y bajo rápido tomando el maletín. La mitad de los alfas se
dispersan y los demás pueden ir a descansar por un rato. Yo camino detrás
del iman sensual cuando le abren la puerta, en la sala principal no hay
nadie, se quita el saco y me lo entrega sin mirarme.
—Lleva todo a mi habitación —dispone, antes de perderse.
Cumplo su orden, subiendo las escaleras, lo que llevo en el brazo no
desprende otra cosa que no sea su loción, detesto su olor, es tan, adictivo.
Una de las puertas se abre y me detengo por el hombre que sale; es una
versión mayor del Alpha, con el mismo cabello, los ojos y el porte
imponente, pero sin barba. Se alisa las solapas del traje, deteniéndose
cuando me ve, una sonrisa se forma en sus labios y frunce el seño antes de
detenerse algo cerca.
—La mejor del escuadrón alfa. Vaya, y al parecer la más hermosa,
debes ser buena en las misiones, un buen espécimen para conseguir
información —su voz es igual de gruesa y ronca, solo que en su mirada no
veo lo mismo que en la de su hijo.
Se parecen, pero el gran Dwayne Blackwood es distinto.
—Espero que la seguridad de mi hijo esté en buenas manos, no me
molestaría en matar yo mismo a quienes le fallen —comenta, tranquilo con
un tono amenazador o así se oye.
Se guarda las manos en la bolsillo y no lo voy a negar, es un buen
partido, es apuesto como su apellido lo demuestra, está bien conservado y
no aparenta tener más de 40.
Me repara de arriba abajo con ojos de curiosidad y es inevitable no
erizarme la piel. Efecto Blackwood.
—No te quedes ahí parada y sigue tu camino, no puedo pasar si estás
en frente de mí, no pienso rodearte siendo tú una empleada —asevera.
Me muevo dándole paso y se va con mis ojos sobre su ancha espalda.
Entro a la habitación de mi jefe, dejo el saco en la cama y el maletín
sobre la mesita de noche, no quiero demorarme así que bajo rápido, cruzo
una puerta adentrándome en una sala con vista a uno de los jardines, la
familia está reunida aquí y los reparo durante unos minutos, con disimulo.
Herodes está en un sofá individual dejando que su padre le hable desde
una distancia prudente. Se nota el respeto que le muestran todos. Su madre
es una mujer con buenas curvas, cabello castaño largo al igual que su
hermana Amber, las dos se asemejan en la manera tan sofisticada que
visten.
En los demás sofás están el resto de los Blackwood con sus parejas e
hijos, no los detallo ya que tengo prisa y no quiero perder el tiempo.
Pero uno en especial me mira cuando me acerco hasta donde mi jefe.
Creo que es su primo; Jayden Blackwood, tiene el mismo color de cabello
que los caracteriza, los ojos azules y la belleza única. Es menos llamativo
que el dúo de padre e hijo, pero aún así, se nota que pertenece a la familia.
No le veo tatuaje en la piel pero si un par de aretes pequeños en las orejas,
además de un piercing en la ceja. Debe tener más o menos mi edad.
—Creo que iré a Pakistán, necesito guardaespaldas así de sexys como
la tuya —le habla a su primo cuando me termino de acercar.
El Alpha ignora su comentario, todos los demás me miran con mala
cara e ignoro eso.
—Ya todo está listo, señor. Me retiro —le aviso a mi jefe.
Mueve la mano en señal de que me marche y así lo hago. Siento la
mirada de Jayden sobre mi espalda, pero no le presto atención a eso, ya
tengo suficiente con el Alpha quien es el mayor dolor de cabeza y el peor de
todos.
En el camino me consigo a Megan, debo ignorarla cuando noto que me
repara de pies a cabeza. Aquí se nota que no saben disimular y menos
cuando les desagrada un empleado, eso recalcan los soberbios y altivos que
todos pueden llegar a ser, aunque no es para menos, son una familia
poderosa y deben emanar tanto control.
Ya está anocheciendo, abordo una de las camionetas poniéndome al
volante, mi acompañante sube emocionada abrochándose el cinturón.
—Necesito esto, quiero saber que se siente salir de compras con una
amiga, nunca antes lo había echo — exclama Yasmín, al borde de un
colapso.
—Pero cálmate, te dará un paro cardíaco antes de llegar a la ciudad.
Pongo el auto en marcha. Cualquiera pensaría que somos un par de
millonarias viendo que bajamos de una camioneta como esta.
—No lo puedo evitar, no sé si antes lo había hecho. Odio tener lagunas
mentales y no poder recordar nada cuando lo intento —suspira.
—Algún día podrás recordar.
—Cada vez es más difícil ¿Cómo no puedo recordar ni siquiera de
dónde vengo? Eso es siniestro, pero olvidemos ese tema. ¿Qué comprarás
para ti?.
Me encojo de hombros.
—Vaqueros, botines, chaquetas.. lo que sea cómodo para trabajar, no
es como si pudiera hacerlo en shorts o vestidos...
—Cierto... yo solo sé que quiero comerme algo delicioso...
—Todo debe ser rápido, no quiero problemas con mi jefe —miro el
GPS por un momento.
—Nuestro sexy jefe, ese man está bueno y lo sabe, ¿Qué se sentirá
estar follando con él?.
«La gloria divina»
—Supongo que lo mismo que se sentiría follar con alguien más—
respondo, con indiferencia aunque quiera gritarle que es lo mejor del
mundo.
Nadie puede saber que me he acostado con él.
—Esa será mi gran duda existencial, te lo aseguro.
—No hablemos de él, olvidemos por un momento que somos un par de
asesinas y que pertenecemos a un escuadrón encargado de velar por la
seguridad del mafioso mayor, hagamos de cuenta que en este momento solo
somos un par de chicas que van de compras como cualquier otras —
propongo.
—Cierto, después babeo mentalmente por él Alpha.
«Al fin»
Solo quiero saber qué se siente esto, no dejaré que mis sucios
pensamientos me torturen con él.
Nos adentramos en la calle repleta de tiendas de ropa, llenas de
personas y de momento quiero caminar así igual que ellos, sin ningún tipo
de preocupación que no sea sobre mi trabajo, y mi vida normal.
—¿Qué te parece aquella? —señala— Tiene un espacio para el auto,
los demás están llenos.
—Entonces déjame aparcar Aquí. deja las armas en el asiento trasero
—le pido.
Estaciono la camioneta ajustando el sistema de seguridad, me quito el
cinturón y reviso que el brazalete me esté mostrando lo que pido. Dejo las
armas en la parte de atrás al igual que el ajustador, hace calor así que
también me quito la chaqueta y me pongo los lentes.
—Aquí vamos, después comemos —baja.
Salgo del auto, metiéndome las llaves en el bolsillo.
Tenemos en frente, una gran tienda de Balenciaga y a los costados
otras, entramos en la primera, bajo la mirada de algunas mujeres, están
vestidas elegantes, y si algo detesto de esta sociedad, es el hecho de que te
hacen menos cuando no vistes tan femenina como ellas; vestido, tacones,
maquillaje y bolsos de mano.
Es obvio que nos miran, llevamos ropa ajustada, Yasmín va vestida
casi igual que yo, pero ella en vez de una camisa de tirantes usa una mangas
largas, botas trenzadas y vaqueros. Pero una de las cosas por las que nos
miran mal es por el hecho de que sus esposos no pueden apartar la atención
de ambas.
No es para menos, mi amiga tiene un cuerpo hermoso; tetas redondas,
trasero grande y cintura pequeña, nada exagerado, ella es muy hermosa y
amo el negro de su cabello. Sus ojos son oscuros como la noche, labios
carnosos y cara de malota sexy. No sabría como más definir a Yasmín
Bakhash.
Su actitud al caminar es muy sensual y no es nada discreta cuando se
aparece un sujeto apuesto, ella si le ofrece miradas seductoras dando a
relucir su lado hechizante.
—Espero que esas mujeres amarren a sus maridos, no me hago
responsable de nada —me susurra, tomándome del brazo.
—Pueden meterlos en una cajita —bromeo— Así no se les escapa.
Soltamos algunas risitas de complicidad. Una chica se nos acerca,
mirándonos como si estuvieramos en el lugar menos apropiado.
—¿Puedo ayudarlas en algo?
—Obviamente, si estamos aquí es porque vinimos de compras—
contesto, con obviedad.
Pasamos por su lado ignorando su actitud, no entiendo porque nos
miran así ¿Tenemos algo en la cara?.
—Mira aquellas camisas, están divinas
Camino hasta donde Yasmín me señala. Son camisas con mangas tres
cuarto, algunas son negras y la tela es muy suave.
—Creo que llevaré dos de esas, también chaquetas, ¿Vistes vaqueros?.
Me muevo en busca de ellos, mi atención se queda en los pares de
bragas y brasieres que están en una esquina, cojo algunos de distintos
colores, pero sin obviar los de color negro y gris. Me aparto el cabello de
los hombros subiéndome los lentes a la cabeza, detallo varios conjuntos de
encaje que serían perfectos para dormir.
—A Julián le va a encantar esa tanguita —bromea mi amiga tocando la
tela— Y es cómoda.
Suelto a reír, estas bragas no son precisamente para mostrarselas a él,
además no sé cuándo lo vea y ahorita soy la amante de mi jefe. Qué
estúpido suena eso.
—¿Y tú le mostrarás las tuyas a Kilian?
Frunce los labios endureciendo la expresión
—No quiero quedarme en sillas de ruedas amiga, muy jugoso y todo,
pero mi vagina no aguantará otra vez con esa basuca.
Suelto a reír hasta que tengo que sujetarme el estómago.
—Ah, pero bien que te la disfrutaste, hasta le bailaste y todo. ¿Te vas a
hacer la cobarde? Me decepcionas amiga— sacudo la cabeza reprimiendo
una risa.
—No es eso, es solo que ese man parece tener un apetito sexual muy
cargado, no me dejó dormir y tú sabes que mi belleza necesita descanso,
además.... me da como cajonera vieja; duro y sin piedad.— cierra los ojos
mordiéndose el labio.
—Cuando te acostumbres, será mejor —le aseguro, así fue la segunda
vez que probé la Herodesconda, no dolió tanto pero igual no es fácil— ¿O
prefieres alguien diferente? ¿Tú? Me sorprende que te acojones...
—¿Acojonarme? Eso sí jamás... me seguiré comiendo esa anaconda, es
lo más sensacional que he podido ver en mi vida.
Le palmeo el hombro.
—Ánimo, Yas, sé qué tú puedes —la ánimo.
—Sí, yo puedo. Qué el altísimo este conmigo.
Y conmigo. Estoy jugando con fuego y espero no quemarme. Eso de
ser una amante es una ridiculez, pero...
¿Qué hago con las ganas que me genera ese hombre?
Quiero derrumbar sus paredes, ver su lado vulnerable, saber de él y
acabarlo cuando llegue el momento, y para ello debo volverme su droga,
eso que no pueda dejar de pensar y anhelar, quiero ser su antídoto, que si no
está dentro de mí sienta que no tiene sentido nada más. Ser la mujer que lo
haga correrse con solo verme. Y cuando llegue el momento lo acabaré de la
manera mas dolorosa de todas.
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Herodes
Dejo que el cigarrillo haga su trabajo, no estoy de ánimos, llevo una
hora aquí sentado, ordenando que me pongan al tanto de todo sobre la
organización y las finanzas.
A cada quien le corresponde hacerce cargo de algo y no desaprovechar
las ganancias. Tienen sus negocios aparte pero eso no debe ser
impedimento para que se mantengan al día con la organización.
—En resumen, creo que deberías dejarme hacer cargo de los bares de
Europa, puedo garantizarte mejores resultados —me habla Jayden.
—Pero eso me corresponde a mí, tú no te metas en mis
responsabilidades —le replica su hermana Ksel.
—Creo que mi experiencia es más necesaria que la tuya, así que pido
hacerme cargo.
—¡No entren en contiendas, ambos pueden hacerse cargo siempre y
cuando no dejes tus deberes, Jayden! —lo regaña Kaleb, su padre.
—Solo digo que soy mayor que Ksel, por ende tengo algunos años más
de experiencia, y si ella no a podido lidiar con este problema, yo lo haré y
así le minimizo el trabajo, tal vez la universidad le está dando mucho
trabajo...
Se levanta, paseándose por la sala. Las mujeres se fueron no se a
dónde y solo quedó Ksel intentado disculparse conmigo.
—Lleguen a un acuerdo y déjense de peleas, por el amor a dios, son
hermanos— les dice Dwayne.
—Yo no entiendo porque se pelean como perros y gatos —secunda
Kaleb.
Vuelvo a servirme whisky, tengo una sed insoportable que no se me
quita con nada.
—Yo sólo sé que este problema debe resolverse— agrega Elyana, la
hermana menor de Kaleb y Dwayne.
—Eso espero, ya me cansé de inconvenientes, ya me tienen hasta la
médula, ¡completamente harto! —me levanto pasándome las manos por el
cabello «Paciencia»— Aquí cada quien es responsable de lo que suceda en
su área y quiero soluciones, ya bastante tengo con la ruptura de reglas entre
clanes.
Eso es otra cuestión que me tiene estresado.
—Así será, solo dame tiempo, resolveré esto en menos de dos días —
me asegura la pelinegra poniéndose de pie—. Me iré de una vez, tengo
cosas que hacer y debo encargarme.
Se despide de su padre y hermano antes de abandonar la sala. Me quedo en
frente del ventanal terminando el trago de mi vaso antes de hablar.
—De ahora en adelante no quiero malas noticias, arreglen las
situaciones antes de venir a informarme, porque de no ser así, váyanse a la
mierda y yo mismo me encargo de los asuntos, ¿Tan grande les queda? cada
error solo me dan ganas de relevarlos, y saben a qué me refiero con eso —
espeto.
—Tenemos muy claro eso —interviene Dwayne— por eso agradezco
ya estar absorto de muchas cosas.
Gracias al cielo.
—Ajá —me doy la vuelta, mirando a todos y cada uno— Quiero
informes de todo, no en dos semanas ni un mes, es para esta misma semana.
Dejo el vaso de lado. La empleada se acerca y le pido que me suba
algo de comer al estudio, tengo cosas que hacer como para quedarme
jugando a la familia que más socializa entre ellos.
—No quiero molestias, estaré en mi estudio. Pueden hacer lo que les
plazca, menos invitar putas sin avisarme, de ser así, quiero dos, que mis
hombres las revisen antes de subir— dispongo, yéndome a la puerta.
—Como digas, solo necesito hablar contigo, algo en privado —me
dice Jayden.
—Después, necesito hacer algo.
Salgo y pido las mental cuando Megan se me atraviesa con Amber, la
segunda sigue su camino pero la rubia se me queda plantada en frente.
—Necesito hablar contigo ¿Vas a tu estudio?.
—Sí, pero no me apetece hablar con nadie, espérate unas dos horas y
subes, ponte algo sexy, tal vez te quiera follar —paso por su lado.
—Siempre tan odioso —murmura.
—Siempre, querida —aseguro siguiendo mi camino.
Llego al estudio, buscando mi maletín pero recién recuerdo que la
estúpida de mi guardaespaldas lo dejaría en mi habitación. Ya pasó media
hora y no sé en dónde carajos se metió.
—Contacta a Adler, la necesito aquí en 10 minutos —le ordeno a uno
de los que cuida el pasillo.
—De inmediato, mi señor.
Me voy a la habitación, estando aquí me surgen las ganas de ducharme
así que me voy al baño. Cuando termino me visto con un vaquero y camisa
ceñida, me echo el cabello hacia atrás con las manos cuando estoy en el
armario.
Entro al estudio en donde me espera la pelirroja con el mismo atuendo
de hace unas horas, aún no entiendo cómo puede verse tan bien en esa ropa,
se quitó la chaqueta y la camisa de tirantes que lleva solo resalta los pechos
redondos y acordes a su torso moldeando la pequeña cintura «Se vería
mejor sin ropa» .
—Comunícate con Mario y dile que mañana lo necesito aquí —tomo
asiento abriendo el maletín e intentando no mirarle las tetas— Y busca
maneras de usar una camisa que no sea de tirantes.
—¿Cómo?
La miro mal ¿Está sorda?.
—Lo que escuchaste, fuiste de compras, espero que hayas comprado
ropa acordé y no exhibicionista.
No dice nada pero a juzgar por sus ojos sé que no está muy contenta
con mi orden.
Tocan la puerta y dejo pasar a la persona que tocó y al entrar no hace
otra cosa que mirar a la pelirroja como si no creyera que es real.
—Ya estoy aquí —me dice Megan cubierta en un blazer largo, desde
aquí puedo ver las medias pantys que trae.
—Puedes retirarte, —le digo a la pelirroja— No quiero que me
molesten, así que largo.
Le veo intensiones de rodar los ojos pero no lo hace, simplemente me
mira antes de darse la vuelta e irse caminando como una modelo sensual y
haciendo que me estorbe la ropa «La detesto».
Megan empieza con sus métodos de seducción que me dan risa pero
quiero follar y no lo haré con la pelirroja, eso de ser amantes debo sacarlo
de mis cosas que hacer, es una locura.
—Comencemos, señor— habla megan, quitándose el blazer dejándolo
caer y mostrándome el conjunto de encaje.
Sus senos son gloriosos, al igual que las tetas, toda una mujer capaz de
levantar hasta la polla de un anciano, su piel es perfecta, su sonrisa coqueta
aparece cuando se acerca hacia mí pero se detiene al levantarme y rodearla.
—¿Te agradaste las tetas?
—No, las tengo iguales, es solo que hace tiempo no estamos y tal vez
la última vez la olvidaste— contesta.
Puede ser, suelo olvidar los atributos de las mujeres que no me
interesan.
—Con las piernas abiertas sobre la mesa — dispongo yéndome a una
cajonera.
Busco un preservativo y enciendo un puro dándole varias caladas
mientras observo los pantys cubriendo esa pequeña vagina.
—Bien, tócate para mí —me apoyo del escritorio—. Sin mirarme
Cumple mi orden empezando a tocarse por encima de la tela, me
mantengo mirando lo que hace pero me es imposible concentrarme si de
momento mi cabeza atrae el recuerdo de la mujer que detesto. Es un jodido
fastidio.
Pero no dejo que su recuerdo me torture, me follo a la rubia como me
gusta, duro y a mi manera sin dejar que sus manos me toquen, los azotes le
dejan el trasero ardiendo y disfruto cada arremetida, cada estocada que
avivan las ganas cada vez más, me corro, después de una hora mi sed sigue
intacta y no sé cuántas horas pasan pero me mantengo mirando por el
ventanal mientras las botellas de licor se van acabando.
Tocan la puerta varias veces pero no estoy de ánimos.
—¡Quién quiera que sea, se ganará un tiro en la cabeza! ¡Quiero estar
solo!.
No me interesa si se está quemando el mundo.
Nadie entra a molestarme o hacerme doler la cabeza, disfruto de la
soledad y un momento de liberación, no me es fácil controlar el instinto
pero lo hago, después veré como lo descargo, por ahora solo me apetece
dejar que el licor haga de las suyas.
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Gracias por seguir aquí. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Mil gracias por leer.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 17

_______✧✧ Deseo ✧✧________

Venus
Han pasado varias horas y no le he vuelto a ver la cara a mi odioso
jefe. Quizás, debió habérselo tragado el estudio o su habitación ya que no lo
veo desde que me echó.
Obviamente iba a follar con su novia, por eso lo hizo. La muy
estúpida, no sé porque me ve cada que puede ¿Acaso tengo algo en la cara?
Siempre me observa con una nota de asco o tal vez sea porque no se
imaginó que su sexy novio tendría guardaespaldas femeninas.
Como sea. No me preocuparé por nada, seguiré aquí ayudando a Mario
con lo que me pidió; llegó anoche, llevamos horas en una parte de la casa
con función de sala de juntas, tenemos varios planos sobre la mesa de
vidrio; algunos son de armas y otros de algunos perímetros.
Eso significa que pronto tendré que trabajar de encubierto. Al menos
eso servirá para que mi vagina se concentre en otra cosa que no sea anhelar
la polla del Alpha.
—Consígueme algo de tomar —me pide.
Me agrada, no es tan estricto como aparenta o a de ser porque le caigo
bien y no lo he decepcionado. Giovanny entra cuando estoy por salir,
anoche llegó junto con Mario, ambos intentaron hablar con el Alpha pero
no lo consiguieron porque según; no quería ser molestado.
«Nunca está de buen humor»
Le pido a una empleada que lleve algo de tomar a la sala, también unos
bocadillos por si les da hambre al consejero y a la mano derecha de mi jefe.
Me devuelvo por donde venía pero me detengo con la persona que me
intercepta cuando estoy por cruzar. «Jayden Blackwood»; Sus ojos azules
me miran con mucho cuidado y algo de detalle, sus labios forman una
coqueta sonrisa acompañada de una relamida que resulta estimulante por la
manera en la que se enrojecen un poco, añadiendo algo de intimidad al
momento.
El cabello negro semi largo le cae sobre las orejas; medio cubriendo
los aretes de oro blanco. Dejo la mirada en sus ojos azules y no la aparto ni
siquiera cuando se pasa las manos por el cabello echándolo hacia atrás,
logrando que se devuelva de manera sexy por lo liso que es.
—Definitivamente, necesito una guardaespaldas disponible —
pregunta, con algo de coquetería— ¿Crees que consiga una tan sexy como
tú?.
Es inevitable no sonreír de igual forma.
Si algo caracteriza a Jayden, es su coquetería y manera de socializar.
Creo que cada Blackwood tiene métodos de envolver y diferente
personalidad, pero sin quitarles la arrogancia y la altivez que los caracteriza.
—Soy única, así que no lo creo —contesto, algo airosa.
—Oh, ya lo creo. Es difícil encontrar una mujer con el cabello tan rojo
como el tuyo; parece que es natural —ladea la cabeza, queriendo mirar mi
coleta— Sexy, candente y excitante. Ya quisiera yo tener alguien así en mi
anillo de seguridad.
—Quisiera, pero no, así que, con su permiso, señor Jayden. No estoy
desocupada.
Intento pasar por su lado pero se atraviesa.
—Ya veremos, siempre me salgo con la mía así que...
—Buena suerte entonces. Me retiro.
Vuelve a negarme el paso, tomándome del brazo, acercando sus labios
a mi oído. La respiración lenta y tranquila chica con mi piel, erizando mi
nuca, pero no me muevo ni siquiera cuando suelta una pequeña carcajada,
tranquila, suave y divertida.
—Tienes algo que curiosamente despierta mi incertidumbre —susurra
—. No me desagradaría una plática privada ¿Puedes?.
Sus ojos no dejan de mirarme y sus labios de sonreír con coquetería, es
muy apuesto y sus perforaciones le dan un aire de Rockstar maduro que
sabe lo que quiere y como obtenerlo con solo un chasquido de dedos.
—No creo que a mi jefe le guste que esté aquí, hablando con usted en
vez de cumplir con mi trabajo —me safo de su agarre.
—¿Mi primo?, oh, sí, no le gustaría, pero solo eres una empleada y no
creo que le moleste verte hablar con alguien más...
—Que no me moleste ¿Qué no me molestaría? —una tercera voz
interrumpe, haciéndonos mirar hacia las escaleras.
El mismísimo Herodes Blackwood viene bajando a pasos lentos, viste
pantalones deportivos y sudadera negra, el cabello húmedo y desordenado
le da un aire más rebelde, resaltando sus ojos; los cuáles son la cosa más
fenomenal que he visto en mi vida, sin duda puede ser algo que solo tengan
los Blackwood, pero los de él son distintos, su mirada es más sombría y es
capaz de hacer que te tiemblen las piernas de diferentes formas
inexplicables.
—¿Qué no debe molestarme? —Inquiere de nuevo cuando queda en
frente de nosotros.
Y aquí es cuando estoy entre dos seres bellos, peligrosos y
enigmáticos.
No me mira, su atención está sobre su primo, y teniéndolos en frente
puedo ver qué el Alpha es totalmente más imponente, su aura es tan pesada
que la de su Jayden no se compara aunque sean la misma sangre y tengan
rasgos parecidos, viéndolos así, el coqueto, es menos llamativo, su estilo es
más rockero, en estos momentos lleva una camisa negra y unos jogger del
mismo color.
Eso no le quita ni un poquito de lo que desprende por tan solo ser un
Blackwood.
El Alpha puede variar, pero creo que lo distingue la diferencia de edad,
es más maduro y obviamente con más experiencia y arrogancia.
—Estamos hablando de que no te molestaría si tu guardaespaldas da
un paseo conmigo —le explica.
No sé cómo pararme, estar en frente de estos sementales no es fácil, en
momentos como estos no sabes si quieres hacer un trío o... Matarlos a los
dos.
—¿Y por qué tendría "MÍ" guardaespaldas que dar un paseo contigo?
—inquiere.
—Ya sabes...
El odioso me mira por unos segundos, con el ceño fruncido y me
pregunto si no tiene resaca.
—Te la regalo si quieres, solo no por mucho, la necesito centrada en su
trabajo —responde.
Se va en dirección a la cocina y me provoca tirarle uno de mis botines
y abrirle un hueco en el cráneo por idiota. Su primo me mira, con una
sonrisa más notoria y satisfactoria en sus labios, de esa que demuestra lo
que quiere dar a entender, y es: yo siempre me salgo con la mía.
—Bien. Te espero entonces, dentro una hora tengo que salir a hacer
unas cosas , puedes venir conmigo y almorzar en un restaurante, ya sabes,
no creo que hagas muchas cosas siendo guardaespaldas, así que piénsalo —
me guiña un ojo, antes de seguir su camino.
Tentadora propuesta pero... mi jefe es medio bipolar así que no vaya a
ser que me vaya a comer con el coqueto y tenga que venirme volando si le
da por salir.
Sigo mi camino, entro a la sala de juntas, Giovanny revisa unos planos
mientras que Mario está hablando al teléfono en Italiano.
—El Alpha ya se despertó, supongo iba a comer y luego hacer
ejercicios —les aviso.
—Bien, esperemos que venga por su cuenta, detesta que lo
interrumpan en su entrenamiento —comenta el consejero.
Pruebo algunos de los bocadillos que están en el plato, los pongo al
tanto de todo lo que me piden y debo organizar el escuadrón para volver a
Pakistán a revisarnos los rastreadores y para un chequeo de rutina.
Volver no es para nada cómodo, pero debo hacerlo aunque eso
conlleve recordar muchas cosas y ver el ambiente en donde terminé de
crecer con una preparación traumática. La piel se me eriza y disperso de mi
mente la idea, nada gano con pensar en el regreso si de igual manera debo
hacerlo, solo me estoy agobiando yo misma.
Me centro en lo que realidad importa y es la información que Mario
me proporcionó.
—Ya me voy, díganle a mi hijo que probablemente vuelva este fin de
semana— entra Dwayne.
—Como diga, señor —Giovanny se le acerca— Lo mantendré
informado acerca de lo que me pidió.
La incomodidad me surge de repente cuando me mira sin perder el
contacto visual, me muevo en la silla apartando la vista y volviendo a lo
mío. Controlo la picazón en las palmas de las manos, el corazón me bombea
rápido y puedo soltar el aire cuando se va.
Ese señor es un arma de doble filo y la persona que menos quiero en
mi mismo entorno.
—Necesito al jefe aquí, así que ve y tráelo— me pide Mario.
¿No puedes pedírselo al consejero? Se nota que sabe la cara que tiene
el Alpha, es muy temprano como para aguantar su modo odioso ligado con
irritable y amargado.
A regaña dientes, me levanto de la silla, ruego por no encontrarme a
Jayden en el camino o alguno de los integrantes de la familia, no todos se
han ido y menos Megan quien debe estar con Amber. Cruzo la esquina,
entrando a un pasillo de la parte baja de la casa, las paredes son ventanales
y a través de ellos puedo ver hacia uno de los jardines.
Recorrí la casa cuando me tocó vigilar en la primera madrugada aquí;
sé en donde queda cada sitio. Sigo un amplio pasillo con algunos cuadros
en las paredes, las puertas son bien separadas la una de la otra y llego al
final. Me detengo en frente de la única puerta de metal pulido con detalles
elegantes.
Suelto aire por la boca y giro el pomo adentrándome en el amplio lugar
invadido por la melodía de las canciones de Eminem.
Camino en busca de mi jefe, el sitio tiene muchas máquinas modernas
para ejercitarse, un ring de pelea en todo el centro, las paredes son espejos y
el olor a tabaco y menta impregna mi olfato cuando doblo y el panorama
cambia totalmente.
«Jesucristo, virgen de los abdominales, santos de los seres sexys...»
Lo único que se roba mi intelecto y atención, es el hombre que esta
sobre una pequeña colchoneta, haciendo lagartijas. Sus brazos grandes se
tensan con cada subida y bajada, se quitó la sudadera y su torso se lleva mis
deseos más profundos por no sé cuánto tiempo, pero me quedo mirandólo
sin dejar de admirar lo bien trabajo que tiene el trasero, las piernas son
largas y gruesas...
Justamente under influence es lo que está sonando y... Esto se vuelve
más excitante e hipnótico. La pista es tan él...
La espalda ¡dios santo! esa espalda es lo más sexy que mis ojos han
visto, es grande, marcada y su piel brilla por el sudor que lo cubre, el
cabello lo tiene en un completo desorden desestabilizando mi mundo
cuando se pasa las manos por él. Coje una toalla y empieza a pasarla por su
cuerpo «Quisiera secarlo yo».
He visto a muchos hombres hermosos, pero él, él no sé que tiene que
logra acelerarme el corazón y ponerme las manos a sudar frío, como su
estuviera nerviosa y... Mis subconscientes están apunto de un derrame
cerebral y mi coño está a nada de correrse; estoy húmeda y eso hace que las
bragas me estorben.
Sus manos quedan en la barra anclada de la máquina de donde se
sostiene cruzando los pies debajo antes de comenzar a subir y bajar,
trabajando los antebrazos.
Sus tatuajes lo hacen ver más deseable y es que solo tiene en los
antebrazos, lo demás es solo su piel limpia y perfecta, y eso me gusta más
que solo tener que ver tinta opacando el color semi bronceado de su tono.
El labio me duele de tanto que me lo he mordido, inconscientemente
mis manos se aferran a la chaqueta que llevo puesta, queriendo quitarla por
culpa del calor que me cala por toda la espalda. No dejo de mirarlo, no
quiero, solo deseo seguir aquí, viéndolo.
Me humecto los labios mirando su trasero, ese trasero tan... un hombre
así merece el cielo y todo lo que le dé la gana, y Herodes Blackwood tiene
todo lo que quiere como y cuando lo desee haciendo que mi cabeza se
vuelva un lío cuando se gira, mirándome.
—¿Qué haces ahí parada? —enarca una ceja—El acoso no es bueno,
menos cuando se lo haces a un hombre que no tolera la insolencia y el
descaro.
—Fóllame...— el tono de súplica se apodera de mí y no pienso.
Camino hasta su sitio, quitándome la chaqueta dejando que caiga al
suelo, me deshago de la camisa de tirantes quedando en brasier. No se
mueve y soy yo la que lo besa dejando que sus manos se anclen en mi
cuello sujetándome a centímetros de sus labios, rompiendo el beso, el olor a
chicle y tabaco es tan excitante que desprende un provocadora aura.
—¿Qué haces?
—Dejando que mi cuerpo se prenda del tuyo, oh, vamos, después de
verte así no me pidas que controle las ganas.
Me desconozco, pero en momentos como estos es imposible no
dejarme llevar por el deseo y el pecado. Además de que sus ojos son todo el
energizante que necesito.
—No me apetece comer de ti —su modo hijo de perra me da una
bofetada cuando me suelta— Si estás aquí es por algo importante ¿Qué es?
Paso saliva conteniendo las ganas de ahorcarlo, estoy tan prendida y
caliente que no pienso, la ira se apodera de mis sentidos como una llamará
que me quema hasta que sale por mi nariz.
—Mario te necesita en la sala de juntas..— contengo el impulso—
Solo venía a decirte eso, cualquier cosa dejaré todo organizado antes de
aceptar la salida que me propuso Jayden y la cual tu aceptaste.
Recojo mi camisa, me visto y cojo la chaqueta, poniéndomela también.
Malditas hormonas. No dice nada, simplemente me mira sin expresión
alguna, antes de tomar un envase y beber de el.
—Ok, lárgate entonces —mueve la mano antes de darse la vuelta e
ignorarme.
—Con permiso, señor.
Es un ser despreciable.
Salgo cerrando la puerta antes de seguir mi camino, me pasó las manos
por el cabello queriendo quitarme el sofoque tan exasperante que me
carcome cada parte de mi cuerpo.
«Todo lo duro suele hablandarse en cualquier momento» me anima
Per.
«Pero este parece ser una roca difícil de hablandar, deberíamos
cambiar de estrategia» sugiere San
Solo sé que necesito bajar esta calentura antes de seguir con esta
estúpida vida, Herodes es tan irritante que... Hahahahahaha, lo detesto, se
cree el muy astuto, sé que me tiene ganas, estaba duro y pude sentirlo y
notarlo, no es como si esos shorts deportivos cubrieran mucho. Pero el muy
idiota sabe controlar las ganas y no es de esos que se dejan dominar por el
deseo.
Todo eso cambiará.
No me voy a desestabilizar, todo a su tiempo, apenas estamos
conviviendo y tengo muchas cartas bajo la manga. Ja, esto será divertido y
algo estresante pero... trataré de disfrutarlo.
Veo la hora en el brazalete de mi muñeca, rápido organizo todo antes
de irme a la habitación detrás de la casa, me alisto bajo la mirada de Yasmín
y solo le digo que saldré por algo de mi jefe.
Me termino de ajustar los botines rojos, acomodo los vaqueros negros
y en el espejo me miro la camisa ombliguera con escote de corazón, uso una
chaqueta hasta la altura del ombligo antes de guardarme una mini Glow en
la carteta que había comprado. Meto la identificación y la tarjeta.
Me echo el cabello detrás de los hombros y aplico algo de maquillaje
ligero y labial rojo cerveza.
—Toda una potra —me halaga mi amiga desde la cama en donde
descansa mientras ve la tv.
—Siempre, baby— le guiño un ojo antes de salir.
Camino por la parte trasera hasta el garaje de la casa, un deportivo está
afuera y me acerco hasta el sujeto que está recostado en la puerta, viste a su
estilo; vaqueros negros, botas trenzadas, camisa gris y chaqueta de cuero.
Se aparta el cabello de la frente y sonríe complacido.
—Pensé que no vendrías —me repara de pies a cabeza —Ya veo
porque tardaste, te ves genial, sexy y provocativa.
—Gracias —sonrío, mostrándole que también puedo coquetear.
Se da la vuelta y sube al auto. Hago lo mismo sintiendo una sensación
extraña pero la dejo de lado y termino de subir.
Primera vez que subo a uno de estos, es lujoso, con olor a poder y
asiento cómodo, el interior se ve pequeño pero te sientes grande cuando el
motor ruge y comienza la marcha veloz por la carretera desolada.
Me dan ganas de conducirlo en una persecución.
Por el retrovisor noto que nadie nos sigue y es sorprendete lo que se
siente salir con un Blackwood que prefiere sentir el peligro de estar solo
pero aún así lo disfruta. Aunque tiene sus razones, no es como si el mundo
criminal lo conociera mucho, es más conocido en el mundo de los negocios
y la moda, varias veces ví su cara en anuncios de Vogue, Louis Vuitton, y
otras marcas.
Dichosas marcas que tuvieron la dicha de exhibir al miembro de una
de las familias más poderosas y con los hombres más apuestos de todos, sin
contar que son peligrosos.
—Y dime, Venus, ¿Te gusta tu trabajo?— pregunta, sin perder la vista
del camino
—Sí, no soy una persona normal, pero ya me acostumbré.
—Entiendo, es gracioso como tú nombre es completamente diferente a
tu personalidad, aunque solo acierta en tu belleza.
Frunzo el ceño, pero entiendo a lo que se refiere.
—Sé que Venus hace referencia a Afrodita; diosa del amor y la belleza.
Pero no creo que el término "amor" vaya conmigo, creo que mi nombre es
todo lo contrario a lo que soy.
—Eso se nota. Cuando eres un asesino y has matado tanto, creo que el
término "amor" se vuelve algo que no tenemos derecho a tener en nuestro
vocabulario, ya sabes, matar personas no está bien, y eso es todo lo
contrario al amor, pero cada quien piensa como quiere —me explica y
asiento.
Cada que derramo la sangre de alguien es como si se creará una brecha
entre el remordimiento y los prejuicios, lo primero es lo que siempre
atormenta en algún punto, y si no es así, entonces no sabes el significado de
la palabra "amor" porque quién no siente remordimiento no es capaz de
tener los sentimientos que el ser humano debería.
Estás bien si al menos sientes remordimiento por solo una cosa, por
mínima que sea.
—Sé que todos merecen un perdón o algo así de cursi, pero ya mataste
y eso nadie lo cambiará —me asegura tranquilo.
Este tema se queda dándome vueltas en la cabeza, pero lo desecho
cuando entramos en la avenida de la ciudad, el sol está en su punto máximo
y por suerte el aire acondicionado nos refresca más de la cuenta.
—Aún no entiendo por quéue voy contigo quién sabe a dónde —
comento a modo de chiste.
—Oh, pues.. iremos a comer algo y luego hacer algunas cosas que
tengo pendientes —se ríe— Además, quería socializar contigo aunque sea
un poco, y asegurarme de que no seas una especie de fantasma irreal, no
pareces humana.
Me carcajeo.
—Pues si lo soy, no entiendo porque dices eso.
—Yo sé porque lo digo.
Su voz es ronca pero con un tono relajado como si le causara
cansancio hablar más rápido o fuerte, y eso hace que mi cuerpo entre en un
momento de relajación, en donde no siento mucha tensión.
—¿Has probado el sushi?
No recuerdo haberlo hecho.
—No, pero suena rico ¿Qué es? —pregunto, mirando el brazalete que
me avisa que nadie se a movido de la mansión.
—Son rollos de pescado y otras cosas más que los asiáticos suelen
hacer, es muy delicioso, pero podemos comer otra cosa si quieres.
Lo pienso por un momento, tengo hambre y eso de sushi suena bien.
—El sushi está bien —me decido.
Conduce un par de minutos más recorriendo una calle amplia y llena
de restaurantes grandes, no veo más que autos costosos y comprendo que
sea una zona para gente adinerada. Estaciona y el Vallet parking me abre la
puerta mirándome, con disimulo, cuando me acomodo la cartera.
—Bienvenida a uno de los restaurantes de mi patrimonio —me dice
Jayden dejando que lo tome del brazo.
No puedo desaprovechar saber más sobre él.
—Es muy elegante y grande —detallo el sitio.
La decoración es lujosa, mesas con manteles vinotintos, el área el
bastante grande y las personas visten acordé al sitio. Algunos nos miran y
eso incómoda pero ya estoy acostumbrada a que lo hagan como si tuviera
algo en la cara.
—Ellos tampoco creen que seas real —bromea al darse cuenta que me
miran— Ahora entiendo que es un efecto que causas, el no dejar que
despeguen sus ojos de ti.
—Tan coqueto —sonrío, despacio, sacudiendo la cabeza— Haces que
me sienta como la mujer más hermosa que hayas visto antes.
—Lo eres —contesta, causándome una sensación extraña en el
estómago.
—Gracias por decirlo, pensé que tenía algo en la cara y por eso miran
tanto —tomo asiento.
—Me gusta ser sincero.
La mesa es para dos personas, es alejada de las demás y quedamos
frente a frente, mueve la mano para que una empleada se acerque.
—Trae una botella del mejor vino y algo para mientras tanto —le
termina de pedir.
—Ok señor.
La chica se va y quedo sola con él quien no me quita la mirada de
encima. Detesto que sus ojos sean los mismos que siempre tengo que ver.
—Tengo una gran curiosidad ¿Cuántos años tienes? —le pregunto.
—25, supongo que tienes unos 23 o 24...
— 23 —respondo.
—Acerté, en parte —sonríe despacio, mostrándome su perfecta
dentadura.
—Cuéntame sobre ti, lo que desees, claro está— intento no presionar.
—Pues... ¿Qué quieres saber? No tengo novia, por si eso va en una de
tus preguntas, solo ligues y ya sabes, no es como si en estos tiempos las
personas sean sinceras, prefiero follar sin compromiso y sin segundas
veces.
—Típico de los hombres sexys y adinerados, pero no los culpo, yo no
soy de tu mundo y prefiero estar así como tú, el amor es una bazofia que no
está en mi diccionario mental.
Nos sirven vino y nos quedamos en silencio por un momento, al
parecer está procesado lo que dije y no le aparto la mirada, simplemente
dejo que nuestros ojos choquen viendo cual tiene más intensidad.
—Interesante, tu personalidad, me gusta, es: sexy, hermosa, peligrosa,
astuta y capaz de defenderse, —mueve la copa disfrutando del olor del vino
antes de darle un sorbo— Interesante, Venus.
Nos traen la comida y batallo con los palillos, Jayden es tan amable en
enseñarme, aprendo rápido y al final de la comida me quedo con la
enseñanza. Platicamos sobre algunas cosas que no van al caso pero es buen
acompañante.
Subimos al auto y son unos cuantos minutos de carretera hasta que
aparca en el estacionamiento de al parecer un bar, son las 5 de la tarde y
tanto recorrido se llevó varias horas en las que estuvimos en sitios donde
según él, debía resolver algunos asuntos como lo hará aquí, puede no ser de
noche aún pero el establecimiento está lleno.
Camino detrás de él, intento no tropezar a los que bailan en la pista, la
barra está llena y nos detenemos.
—Pide lo que quieras, ahora vuelvo —me dice antes de irse.
Tomo asiento pidiendo un cóctel sin alcohol, me quedo mirando el
brazalete y asegurándome de qué todo esté bien en la mansión. Ni siquiera
en este momento puedo estar sin trabajar. Jayden se tarda y me bebo tres
cócteles más antes de levantarme en busca del baño.
Vuelvo a la barra pero un sujeto está en mi silla con una mujer
hablándole al oído. Optó le sentarme en otro lado pero me toman del brazo
tirando y llevándome a la pista.
Me toman de la cintura y el desconcierto llega al ver al sujeto ebrio y
al parecer drogado, que, me sostiene con firmeza, lo empujo pero vuelve a
tomarme. El olor a ron lo desprende de manera exagerada como si se lo
hubiera vaciado encima.
Trato de no usar mis técnicas de defensa y consigo librarme, me doy la
vuelta para irme pero tira de mi cabello con una fuerza descomunal que me
hace doler el cráneo.
Con la ira por los cielos, me doy la vuelta para derribarlo pero los
oídos me suban y el alboroto llega con el disparo que impacta en su cráneo.
El cuerpo cae cerca de mis pies, haciéndome retroceder, viéndome la sangre
que me salpicó la ropa.
Genial, ahora tendré que estar oliendo a sangre.
—Estos sujetos buscan su propia muerte —Jayden se guarda el arma y
me toma del brazo sacándome del establecimiento.
La gente está como loca y el personal de seguridad intenta calmar a la
multitud, subimos al auto y me saco la chaqueta, la camisa también está
salpicada y no me da más que asco.
—Lo siento, regresaremos a la mansión y podrás ducharte —me dice.
—Matarlo no era necesario, podía noquearlo, solo no quería armar un
alboroto —soy sincera.
—Cualquiera que se atreva a maltratarté, merece eso y mucho más —
asevera, serio.
Suspiro sin decirle nada, con solo saber que vamos a la mansión, es
como si me quitarán el chip de ánimos.
Las rejas se abren y las luces de la mansión brillan con más intensidad
que la de los jardines, los autos siguen aquí así que supongo que están los
mismos de esta mañana.
Bajo cerrando la puerta y sostengo la chaqueta junto a la cartera.
—Entrégale esto al Alpha, dile que en unos minutos lo buscaré —me
dice, entregándome un sobre.
—Ok, gracias por el paseo.
Sonríe con coquetería antes de guiñarme un ojo y adelantarse, paso
detrás de él, me informan la ubicación de mi jefe y toco la puerta de su
estudio recibiendo uno pase como respuesta.
No quiero verlo porque eso equivale a mojarme de nuevo y dolor en
los pliegues. Pero aún así entro quedándome dos pasos antes del escritorio
en dónde está tecleando en su MacBook.
Viste una camisa suelta de botones, mangas largas, el cabello
desordenado y el olor de su perfume impacta en mi nariz volviéndome agua
la boca pero paso saliva e ignoró su apariencia.
—Su primo me pidió entregarle estos documentos —le digo
consiguiendo la mirada fría y sombría de sus ojos de relámpago.
Repara mi aspecto, frunciendo el ceño, extiende la mano y procedo a
entregarle el sobre teniendo que inclinarme, mira mis tetas y recién
recuerdo cuando me ordenó no usar más camisas como esta.
—¿Y esa sangre?
No recordaba que aún estoy sucia.
—Un sujeto intentó maltratarme y su primo le disparó en la cabeza —
contesto.
Suspira, rodando los ojos.
—Que lindo de su parte, bien por ustedes. Ahora sí no me dirás algo
importante, puedes retirarte, estoy ocupado —vuelve la atención al aparato.
—Con su permiso.
Odio los momentos como estos donde la incomodidad y las ganas se
mezclan haciendomé sudar las manos y doler los pezones.
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Ya el coqueto y sexy Jayden debe tener admiradoras.

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu, recuerden votar y dejar sus


comentarios.

Aquí les dejo una foto de Jayden.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 18

_______✧✧Estatus✧✧_______

Megan
Tantas cosas no me dejan tiempo libre, pero aún así, logro sacarlo de
donde no tengo para venir a Montreal.
Solo hay un cosa que me encanta de esta ciudad; tiene un genio fácil
de alterar, ojos capaces de doblegar y porte imponente. Esas son algunas de
las cosas que caracterizan a mi novio Herodes Blackwood.
Ya son cinco meses de relación, aunque casi no nos vemos,
normalmente los dos tenemos que estar viajando por cuestiones de trabajo.
Nos conocemos desde hace varios años aproximadamente, gracias a
nuestros padres.
Los Blackwood siempre han sido amigos de los Gelbero, y no es para
poco, mi padre es el ministro de defensa del país, mamá una gran abogada y
ambos se han esmerado por engrandecer nuestro apellido.
Todos esperan que ambos apellidos se unan en cualquier momento y
solo me centro en eso, por suerte no tengo que casarme con un hombre que
no amo.
Herodes puede ser muy antipático, detesta que lo abrumen, pero
cuando lo conocí, yo estaba en la preparatoria y él apenas en la universidad,
después de graduarse, cambió rotundamente volviéndose un ser.. aveces no
encuentro las palabras para describirlo, pero desde que tomó su puesto en la
mafia, todo cambió y lo empecé a ver con menos frecuencia.
Me termino de desenredar el cabello antes de aplicarme labial, me
cercioro de tener todo en la maleta y espero a que una de las empleadas
entre por mi equipaje, cojo la cartera y abandono la habitación en donde me
quedo cada que puedo venir.
La casa es gigantesca, moderna y con vista hacia el inmenso jardín,
digna de un hombre como el Alpha, detesto ese termino, pero no le gusta
que lo llamen por su nombre, todo debe ser "señor'' o "Alpha".
En fin, la casa es suya, como miles de propiedades en todas partes del
mundo, sus padres se mudaron a Londres y normalmente vienen de vez en
cuando, así que la casa siempre está sola a excepción de las empleadas, los
guardaespaldas y él cuando viene.
Bajo a la primera planta buscando su estudio, no tiene nadie en la
puerta así que toco con los nudillos recibiendo un "pase".
—Ya me voy, recuerda que papá te espera para lo acordado —le aviso
al entrar.
Está con Giovanny,al parecer Mario ya se fue. Estuvo aquí ayer y no
fue mucho lo qué lo ví, pasó el día en el estudio haciendo quién sabe qué.
—Buen viaje, señorita —me dice el consejero de mi novio.
—Gracias.
Me centro en el pelinegro que está hablando por teléfono con la vista
en el ventanal que da al jardín. Espero por un momento y me adentro más
cuando cuelga.
—¿Qué sucede?
—Ya me voy, vengo a despedirme —no sé si acercarme y besarlo,
aveces no se sabe cómo reaccione.
Camina hasta donde estoy y me entrega una carpeta.
—Ok.
Se da la vuelta yéndose al escritorio y toma asiento.
—No habrá nada cursi de despedida, Megan, ya puedes marcharte,
avísame cuando llegues— me pide, sin mirarme.
Paciencia, Dios mío.
—Está bien, cuídate, y recuerda lo acordado.
Salgo del estudio, camino hasta la puerta principal en el momento que
se abre y me detengo por la pelirroja que entra.
Me quedo mirando sus ojos grises semi transparentes y después la
reparo de arriba abajo «¿Cómo puede ser tan.. irreal» no entiendo, cada que
la veo siento algo extraño y sobrenatural, como si estuviera en frente de
algún ser terrorífico, desprende un aura extraña que me eriza la nuca
posicionándome una horrible sensación en el pecho.
Las ganas de tenerla lejos surgen de inmediato.
Aún no sé por qué Herodes decidió tener guardaespaldas femeninas, al
menos debería elegirlas diferentes, esta parece salida de alguna revista de
las mujeres más exóticas por su largo cabello; es tan llamativo que podría
verlo hasta en la oscuridad, sin contar sus ojos. Tiene las proporciones
perfectas, ni tan grandes o exageradas, siempre viste colores oscuros y eso
resalta su cara.
Pasa por mi lado yéndose y llevándose consigo esa sensación extraña
que siento. No la miro, simplemente salgo y subo a la camioneta. No sé que
hago mirando a seres insignificantes, osea es hermosa sí, pero solo es eso, y
me da pena por ella.
Aún no estoy de acuerdo con que sea una guardaespaldas principal,
normalmente mi novio es un imán para mujeres. Puedo notar cómo ella lo
mira cada que lo tiene cerca, creo que se moja con solo mirarlo.
«Tiene ese efecto en todas»
Aveces detesto lo apuesto que puede llegar a ser Herodes, siempre diré
y aseguraré que es el Blackwood más resaltante y poderoso.
Definitivamente su familia está en la cima por él, antes tenían fama y toda
la cosa, pero desde que tomó las riendas; todo mejoró más y ahora puedo
decir que su fortuna es 20 veces más grande que la del presidente de
Estados Unidos, si contamos las ganancias que le da el ser mafioso.
Para la hija de un político no es nada pulcro estar con un hombre como
él pero... oh vamos, en este mundo nadie está limpio y la política aveces se
rige de la delincuencia, y mi novio puede mover un dedo y ya muchos
generales, alcaldes o lo que sea, caerían.
Subo al jet familiar, en menos de nada aterriza en Toronto y estoy de
camino al bufete de abogados en donde me reuniré con mi madre.
Últimamente el entorno familiar está pasando por muchos problemas, pero
nada que no podamos resolver.
—Mami —la llamo cuando entro a su gran oficina, no está así que
tomo asiento para esperarla.
Le pido un café a su asistente mientras reviso las redes sociales y
espero. Tengo que asistir a él lanzamiento de una marca muy importante así
que me comunico con Jayden para saber si estará.
Herodes no deja de darme vueltas en la cabeza y el hecho de que sus
guardaespaldas femeninas quieran incitarlo, aunque no lo creo, si algo sé; es
que él no está con seres insignificantes. Y no sería muy lógico que en su
puesto cometa tal falla.
—Cariño, que bueno que ya estés de vuelta— mamá me saluda con un
beso en la mejilla.
—Sí, aunque si es por mí, me quedo en Montreal, ya sabes cómo es
Herodes .
Toma asiento en su escritorio, se ve agitada y la entiendo, mi hermana
se ha vuelto algo impredecible.
—Siempre, pero ya debes estar acostumbrada. Solo debes saber cómo
llevar las cosas, seguramente cambiará más adelante, dale tiempo, es un
hombre ocupado y no es para menos siendo dos caras en el mundo —me
pide, tranquila.
—Lo sé, pero aveces me exaspera su manera de ser, es tan, —suspiro
cansada— Amargo y para nada sociable.
—Un Blackwood en todo su esplendor. Dwayne era igual cuando lo
conocí gracias a tu papá, aún recuerdo ese día, pensé que no me agradaría
pero su esposa me hizo cambiar de opinión.
—Lucinda es una buena suegra, aunque no esté nunca en casa de su
hijo. Creo que vivir en Londres no le es fácil, normalmente viaja más de lo
normal, pero está vez no la ví muy relajada, estaba metida de lleno en el
teléfono, hablando y ordenando cosas sobre moda —le comento al recordar
que ni siquiera pudo disfrutar con Amber y conmigo.
—Ya la invitaremos a un viaje familiar, o tal vez una salida de chicas,
ya sabes, para recuperar el tiempo —me propone, ansiosa.
—Me parece bien ¿En dónde está Tracy? Quedé con ella en ir a un
partido de basket.
—Creo que en la universidad, escríbele para ver si es así o no,
últimamente está saliendo más de lo normal —se preocupada.
—Las fiestas y las pasarelas la están consumiendo. Creo que deberías
hablar con ella.
Mi hermana está descontrolada.
—Es lo que quiero, pero tengo un juicio muy importante y no puedo
despegarme de aquí, tu padre quedó en hablar con ella.
Papá siempre está de viaje y casi nunca duerme en casa.
—No creo que tenga tiempo, él no es capaz de tomarse un fin de
semana para venir a vernos —me acaricio los pómulos— Definitivamente
me arrepiento del día en que se posicionó como ministro.
Fue el peor error para esta familia, aunque uno de los mejores, gracias
a eso somos lo que somos.
—No me hables de él, estamos peleados, me a llamado pero no le
contesto.
—A mí me llamó ayer pero estaba ocupada y solo le respondí con un
mensaje —le hago saber.
La puerta se abre y la secretaria entra con una carpeta.
—Señora Susan, ya llegaron los señores Bustamante.
Mamá se acomoda en el asiento, mirándome y entiendo a qué viene
eso así que me levanto y cojo la cartera.
—Nos vemos en la casa, pasaré por la universidad de Tracy; necesito
saber si iremos o no al dichoso partido, o de lo contrario quiero llegar y
dormir —me voy a la puerta— Nos vemos luego.
—Ok, dile a tu hermana que me llame —dispone, antes de que salga.
Subo a la camioneta que espera por mí, le envío un mensaje a Herodes
y espero que me responda, dura unos minutos pero lo hace.
—Ajá, dile a tu padre que me llame, llevo una hora intentando
contactarlo.
Suspiro profundamente, sé lo que conlleva hacer molestar a ese
hombre cuando no le contestas. Papá se está pasando de la raya e ir a la
central no me apetece, casi nunca lo encuentro o siempre está ocupado.
El auto se detiene en frente de la universidad y bajo marcando el
número de mi hermana, no me contesta y debo entrar, caminando por los
amplios pasillos. Sé cuál es uno de los salones que frecuenta y entro
hallándola; fumando con sus amigos y amigas: Simples adinerados con
vicios, amantes de fiestas y gastar dinero sin pensar.
—¿Qué hacés aquí? —me pregunta cuando me ve.
Las ojeras se notan debajo de la bolsa de sus ojos «No sé cómo piensa
subir así a una pasarela» la cojo del brazo, llevándola hasta un sitio donde
no nos vayan a escuchar.
—¿Qué mierdas haces? Me dijiste —la regaño— Pensé que iríamos al
partido de tu amigo, me vine para acompañarte y estar en el desfile, Jayden
también estará...
Suelta a reír.
—¿Jayden?
Ruedo los ojos y asiento. Es su crush desde los 18 y ahorita tiene 20.
—¡Oh por Dios! —exclama, tapándose la boca con una mano.
El olor a marihuana me exaspera pero más el que siga con esa mala
compañía que suele llamar amigos.
—Deja de fumar esa mierda y concéntrate en atrapar a Jayden, ¿Crees
que quiere una drogadicta? ¿Alguien que está echando a la basura su carrera
de modelaje cuando él es uno de los más famosos en ese mundo? Por Dios,
Tracy, recapacita hermana.
La sacudo del brazo logrando que me aleje de mala gana.
—Déjame en paz, es mi problema si me meto marihuana, además él
también lo hace cuando quiere, no es mi asunto si el desfile se lleva acabo
sin mí, puedo conseguir fácilmente otro contrato, no me cuesta nada —
contraataca.
Suspiro, intentando guardar la calma. No tiene caso.
—Bien, no dije nada, simplemente vamos y ya, nos queda una hora
para llegar al comienzo.
Mira a sus amigos antes de pedirme que la espere.
Me mantengo impaciente, mirando el reloj de mi muñeca. Sus amigos
pueden estar vestidos como ameritan sus estatus sociales, pero sus rostros
dan mucho en que pensar; ojeras, ojos rojos achinados, oliendo a hierva,
sonriendo sin necesidad o besándose entre ellos.
Esto es de lo peor. No entiendo cómo Tracy quiere que Jayden la pille
si no hace más que perder la cabeza como si mamá debería pagarle todo,
mientras ella toma lo del modelaje como un pasatiempo mientras estudia
diseño ¿Y para qué? ¿De qué le sirve eso sí no piensa con lógica? Pretende
tener algo un Blackwood y no piensa con más astucia.
—Vamos —me toma del brazo, sacándome.
—A veces no te entiendo.
—Nadie lo hace, y por eso soy como soy, nadie lo cambiará, ni
siquiera tú.
Su respuesta seca me hace rodar los ojos, actúa como una estúpida, y
eso que papá dice que la malcriada soy yo.
—Mejor háblame de cómo te fue en casa de tu sexy novio, nunca voy
a superar a esa familia, tienes tanta suerte de tener a ese hombre, muchas
mueren por él.
Lo sé, eso no es nada nuevo
—Tendrías a Jayden si te tomas enserio lo del modelaje y dejas las
drogas y a los perezosos de tus amigos— le aconsejo.
Rueda los ojos, balbuceando.
—¿De nuevo? Basta con eso, mejor disfrutemos de la compañía de la
otra y del partido—se molesta.
El camino al partido no es tan largo, estoy casada pero quería venir y
henos aquí, las fotos no faltan y disfrutamos del juego mientras trato de que
mi hermana toque tierra, no quiero que meta la pata el día del desfile, esto
es muy importante, tuve horas convenciendo a Jayden para que aceptará ir,
obviamente lo hago por mi hermana, para ella sería muy alentador verlo
allí.
Por ahora el pelinegro no tiene novia y es el momento perfecto para
que Tracy comparta con él. No es muy santo que digamos pero cabe la
posibilidad de que sea por el tiempo que lleva legalmente sin una chica, las
anteriores solo fueron pasatiempos, modelos soberbias y con aires de
perfectas, todas con algo en común y es mantenerse en el mundo de la moda
o trabajar para la marca de mi suegra.
Lucinda Blackwood es una gran influencer en el mundo de la moda,
marcas y cosméticos de belleza, podría decir que la mayoría de los y las
modelos quieren estar en sus pasarelas o caerle encima a sus hijos o
sobrinos.
«Por suerte Herodes y Jayden están apartados»
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Mil gracias por leer, por favor, eviten dejar Spoiler si son Releyentes,
no le dañemos la lectura a los nuevos.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 19

______✧✧Temperatura✧✧______

Herodes
Tantos problemas que resolver, pero solo puedo estar personalmente en
uno. No me he sentido con muy buen humor y todo tiene nombre «Venus»
detesto que crea que puede coquetearme y saltarme encima como una
jodida desquicia con falta de sexo.
Ahora resulta que también me acosa cada que puede. No me saco de la
cabeza ese momento en el gimnasio de la casa en Montreal, ella cree que no
la noté desde que entró y como me folló con los ojos.
Odio que me mire así, siento sue me clava puñales en la espalda, pero
también que quisiera enterrar sus uñas en mi carne mientras la penetro duro
y sin piedad. La lujuria la desprende como un imán, hinchándome la polla,
aún me duele y ni siquiera Megan pudo quitarme las ganas.
«Necesito un par de putas o tal vez unas cuatro»
Aveces no sé cómo puedo soportar no estarla embistiendo cuando la
veo, si por mi fuese, la tuviera siempre desnuda y dándome placer, pero ese
es un pecado que no puedo comerte tan seguido, ni porque me lo proponga.
—¿Desea algo de tomar? —me pregunta la empleada de servicio
—No.
Mira sus pies antes de irse. Y vuelvo la atención a lo que me está
platicando Giovanny mientras esperamos.
—Te mantendré informado de todo, ya estoy en contacto con Mario.
—Ajá. Necesito saber cada detalle. Tantas cosas me tienen de malas y
a nadie le gusta que esté así, mucho menos a mí que no puedo desquitarme
con tanto trabajo que tengo— suspiro.
—Ya te preparé unas horas de descanso. Hay un bar muy bueno cerca
del hotel, lo inauguraron hace días y es la sensación para personas
importantes —me informa.
Muevo el cuello pensando por un momento, hace tiempo no hago algo
así y mi paz mental lo amerita.
—Señor Blackwood, bienvenido a mi humilde casa —Charles entra,
vestido el traje de ministro
—Te salvas de que no perdí la paciencia tan rápido —asevero,
mirándolo— Creí que casualmente el tráfico estaba pesado cuando venías,
eso o que te extraviaste en el camino.
—Pero aquí estoy, disculpa la tardanza, tenía una junta muy
importante, ya sabes...
—Solo quiero saber por qué no me contestabas las llamadas —me
levanto y camino por la sala— Tuve que venir hasta aquí, perder mi valioso
tiempo y molestarme en el proceso.
El espacio es grande, una mansión digna de una familia como la suya,
su esposa abogada, su hija también, la otra es modelo y el un ministro.
—No podía contestar llamadas, estaba con el presidente y algunos
senadores...
—Ninguno de ellos es más importante que yo —lo corto—. Y pues, no
le encuentro lógica a tu excusa.
Me muevo hasta un cuadro con la foto de todos.
—No volverá a pasar, ¿Quieres algo de tomar? Tengo un whisky muy
bueno en mi colección, déjame y lo traigo.
—No es necesario, no tengo sed —lo miro por encima de mi hombro
— Pero si los nervios te secaron la garganta, ve y búscate algo antes de
informarme lo que deseo.
Se va y sigo caminando de aquí para allá, observando los cuadros
pintados por grandes artistas, algunos cuestan millones y es entendible, soy
un fiel admirador del arte y en mi casa también tengo muchos cuadros con
diferentes significados.
—Hola —me saluda Megan, viene bajando las escaleras—. ¿Cómo te
tratan las empleadas?
—Solo quiero que tú padre no se demoré y acabemos rápido.
—¿No te quedarás a cenar?
—No.
La decepción invade su sexy rostro, pero sabe cómo soy y ya a de estar
acostumbrada.
—Hola, Giovanny —saluda al consejero, comienzan a platicar y me
mantengo absorto, mirando los cuadros.
Charles vuelve con la botella de whisky, detrás de él, una empleada
con vasos y hielo.
—Ahora sí, ¿Pasamos a mí despacho?
—Aquí estamos bien —tomo asiento de nuevo.
—Los dejo, no quiero interrumpir— Megan se levanta.
Su padre espera que se vaya antes de empezar.
—Bueno, no le demos largas al asunto— se pone cómodo, dejando que
le sirvan—. El ministerio planea crear un nuevo cargo de alto nivel; un
puesto de jefe de conducta y cultura profesional, esto a fin de poder hacer
frente a los abusos sexuales y el racismo en las filas del ejército...
—Entonces, ¿habrán cambios en algunos puestos importantes?—
indaga Giovanny.
Charles asiente.
—Esto será muy conveniente para deshacerme de los supuestos
soplones. Últimamente se está perdiendo información importante con
respecto a los pasos fronterizos e información clasificada —le da un sorbo a
su vaso antes de proseguir—; Todo se debe a que algunos mayores están en
el negocio de la trata de blancas y niños, esto repercute mucho, me ha
tocado estar en muchas reuniones, se sospecha de la mafia rusa y el cartel
de Sinaloa.
—La mafia rusa ha estado rompiendo algunas reglas —comento,
recordando todo lo que ya sé.
—Siempre lo hacen, solo que tienen muchos contactos que los
respaldan, así hacen creer que son otros quienes andan en esos
movimientos —agrega Charles
—No creo que sea la jefa, su hijo también maneja muchos de sus
negocios, tengo entendido que dentro de un año tomará el puesto como líder
—interviene el consejero.
—No llegará si sigue metiendo droga en mis límites —aseguro.
—Matarlo sería desatar una guerra, y de nuevo, la enemistad.
—No pienso dejarme coger las pelotas, aquí las cosas se resuelven así,
¿Para que tenemos un acuerdo si no lo cumplen? Quieren morir y lo harán
si descubro que en realidad son ellos—impongo.
El ministro me secunda cuando asiente.
—Eso me parece bien. El gobierno ha estado investigando esos casos,
he dado varias autorizaciones para investigar, en lo que tenga información
te la enviaré. —me asegura— El cuerpo de investigaciones también se esta
metiendo en muchas cosas, supe que sacaron a la DEA de todo y son ellos
quienes se están encargando de meterse en la búsqueda de información. Un
capo cayó hace dos días.
—Esa central me está despertando las ganas de exterminarlos. Tendré
que hacer algo con la basura que tienen dirigiéndolos.—me levanto,
buscando aire fresco.
Es como si una corriente de calor me avasallará el cuerpo. Enciendo un
puro dejando que el efecto me calme por unos segundos para luego
continuar con la conversación.
Nada de esto me causa tranquilidad, no entiendo que está pasando con
los clanes, todo se está volviendo un poco tedioso, el acuerdo lo están
rompiendo como sí yo no tuviera las fuentes de investigación para saber
quién es.
Terminamos y no pierdo tiempo, subo al auto quitándome el blazer,
dejándolo de lado, me arremango las mangas de la camisa y saco la corbata,
despuntando algunos botones queriendo frescura.
Apago el teléfono dejándolo en el maletín debajo del asiento, me paso
las manos por el cabello y bajo cuando me abren la puerta, mis hombres
aseguran el perímetro en lo que me adentro al bar seguido por Giovanny.
Una mesa privada me espera y en menos de nada me atienden como
me lo merezco, botellas del mejor whisky, vodka y coñac, un par de
mujeres voluptuosas con buen cuerpos, sexys y lindas. La música está alta,
las luces de colores dan hasta aquí y me mantengo dejando que me la
chupen sin tocarme, el consejero se deja tocar por varias y me absorto del
entorno, recuperando algo de relajación.
Hace mucho que no estaba en un lugar así, ya me hacía falta algo de
aire pese a que no soy muy fan del desorden
Los tragos van y vienen, el calor me envuelve por completo
poniéndome más cachondo que antes. El sitio en donde estoy es privado y
no es raro que a mí alrededor las proxenetas circulen atendiendo a los
clientes.
El olor a sexo y sudor invade mis fosas nasales y de repente estoy tan
cabreado que no entiendo de a dónde viene tanta ira acumulada, nada me
ayuda, intentan hacerme correr pero no lo consiguen y debo levantarme y
encender un puro pero eso no me basta, no soy de drogas pero en momentos
como estos es cuando intento que la marihuana me ayude, pero tampoco
sucede y la dejo de lado tomando la botella y llenándome el vaso.
—Mario me está llamando— me avisa Giovanny, mostrándome su
teléfono
—No estoy para nadie, quiero irme al hotel, consígueme otras dos
mujeres —ordeno.
Estoy mareado, pensando en lo que no debo, y no puedo quitarme su
cuerpo de mis pupilas, frustrado me froto el rostro queriendo apagar las
ganas de azotarla, odio arrepentirme de lo que hago pero... Tenía que
haberla puesto a chuparmela cuando me estaba acosando en el gimnasio.
«Debo matarla si sigue con la insolencia» esto no puede seguir así, su
coño debe tener algún maldito embrujo, se me hincha cada que recuerdo
cómo se le enrojece con mi miembro, su piel es tan blanca que mis
chupetones se ven jodidamente bien en ella.
Tanto mierda solo me pone ansioso y con ganas de... No dejo de pasar
algo que me da vueltas en la cabeza, una punzada en la sien lleva días sin
dejarme estar, pero desecharé todo y me concentraré en lo que de verdad
importa.
El hotel me recibe al igual que dos mujeres vestidas de cuero, ambas
se arrodillan quedando en cuatro patas mientras me saco la camisa y el
cinturón que envuelvo en mi mano dejando un extremo libre.
—¿Listas para darme placer?
—Sí señor —contestan al unísono.
Los traseros grandes quedan enrojecidos con los azotes cargados de
intensidad, me sobo la erección a cada nada dejando que la tensión de libere
en cada palmada.
Lleno un vaso de vodka y enciendo un puro disfrutando de ambas
cosas mientras me mantengo en la silla dejando que amabas mujeres me
complazcan metiendo todo lo que pueden hasta sus gargantas, me la bañan
de saliva; lamiendo en conjunto mientras se tocan y masturban entre ellas.
Dejo que el humo impregne el ambiente y el alcohol se apodere de mi
sistema mientras disfruto de la música.
No sé cuántas horas pasan, pero sigo aquí recibiendo mamadas
continuas que me hinchan más de lo que ya estaba, los testículos me duelen
y siento una presión que intento eliminar tirando del cabello de ambas,
follando la boca de una con una fuerza brutal que le saca las lágrimas pero
aún así jadea demostrando porque es un experta. La otra mueve la lengua
queriendo probar y me voy por ella.
Me corro después de tanto pero no es suficiente, saco un preservativo
antes de comenzar a embestir a una mientras la otra me sostiene el vaso de
licor, estoy mareado pero no me detengo hasta volver a correrme y termino
echándolas antes de meterme al baño dejando que el agua me empape por
varios minutos, me duele la cabeza y espabilo varias veces hasta que mi
cuerpo toca la cama.
Cierro los ojos, la luz del amanecer entra por el ventanal y tengo que
levantarme a cerrar las cortinas queriendo estar entre las tinieblas en donde
puedo conciliar el sueño por un par de horas, camino por un largo pasillo
dejando que el calor me haga sudar, las manos me pican pero termino de
acercarme hasta la mesa en donde cojo un puñal y un par de pinzas.
Mis hombres dejan caer en el suelo al sujeto que se retuerce pidiendo
piedad, «Algo que nunca tengo con nadie».
Clavo el pie sobre su abdomen enterrando la punta en su tráquea, el
crujido me eriza la piel y bajo la cortada, sacando el hueso que queda en las
pinzas, el subidón de adrenalina es algo que me gusta sentir, el cuerpo se
me relaja de una manera impresionante y dejo que la sangre salga
avivándome los instintos enfermizos por descuartizar.
En el centro del pecho clavo la hoja filosa, dejando que se deslicé
abriendo la piel y dejando salir el rojo carmesí que me tiñe los guantes.
Muevo el cuello controlando el estruendo que siento en el pecho antes de
incorporarme, mis pupilas se dilatan con lo que tengo en frente y la imagen
del tatuaje que una vez bien con detalle y que se me a grabado en el cerebro
como una especie de maldición.
El rojo con el gris, el rojo de su cabello y el gris de sus ojos. Ese
maldito tatuaje es tan ella que no sé por qué mierdas no me lo saco de la
cabeza.
Despierto sudoroso y con una erección de campeonato como si no me
hubiera corrido hace unas horas, ya se me está hartando la paciencia,
necesito deshacerme de esto, por ello estiro la mano hasta la mesita de
noche y cojo el teléfono que no deja de vibrar.
Al terminar la llamada cuelgo, yéndome al baño, una ducha fría y
aprovecho para intentar masturbarme, cosa que no hago, no necesito
recurrir a ello, pero heme aquí haciéndolo o terminaré quemando este
jodido edificio.
Me visto cómodo con: vaqueros, sudadera y zapatos deportivos. Me
aplico fijador para el cabello, me lo remuevo con la mano antes de salir de
la habitación. Uno de mis hombres se encarga del maletín y abordo el auto
queriendo apagar toda esta mierda que me tiene así.
—¿A dónde vamos?— me pregunta Giovanny desde el asiento del
copiloto.
—A Londres, necesito matar y lo haré con los que me están jodiendo
—declaro.
[...]
En las horas de camino no hago más que estar pegado al teléfono por
asuntos importantes, poco a poco iré resolviendo todo, no es como si
tuviera mucha paciencia pero en este caso es mejor ser calculador y esperar
el momento correcto para atacar.
Bajo del auto, guardándome el arma en el bajo de la espalda, me paso
las manos por el cabello, avanzando por el sendero con arbustos. El sitio
está lleno de hombres con armas, en otros casos las tendrían en alto pero
está vez las bajan cuando notan a quien están mirando y de lo que soy
capaz.
A unos cuantos pasos veo una pequeña mesa en donde me espera
Jayden con Max Chernus. El pelinegro se saca las manos del bolsillo
pasándoselas por el cabello, mirándome y entiendo lo que me quiere decir.
—Que grata sorpresa tenerte aquí Alpha, ¿Desde cuándo vienes sin
avisar?— se me acerca Max, sorprendido.
—Desde que necesito que me expliques por qué estás metiendo droga
rusa en mis fronteras.—soy directo, no tengo tiempo para estarlo perdiendo.
Sus hombres se acercan con armas, mermo el espacio entre ambos.
—Habla.
Balbucea mirando a Jayden.
—No sé de qué me estás...
Alzo la mano para que cierre la boca.
—¿Tienes el descaro de mentirme? Vaya, quisiera saber quién vende
esas pastillitas de valentía que muchos se están tomando para tener los
cojones que les hacen falta para intentar verme la cara de pendejo, porque
sin ellas ni son capaces de decirme que van a trabajar para alguien más y
que por ello ya no serán mis socios.
Jayden sonríe con burla y sacudo la cabeza sacando el arma que le
entierro en el pecho a Max.
Sus hombres le apuntan a los míos pero no son más rápidos y la
balacera empieza derribando a los que intenten llevarme la contraria.
—¿Te tomaste las pastillas esas?
—Señor, yo...
—No sé que hago preguntando estupideces si ya sé— bramo y suelto
la tanda de disparos que lo dejan en el piso.
Mis hombres terminan con los que tienen la osadía de revelarse ante
mí. Cosas como esas me demuestran que debo matar y no dar
oportunidades, en este mundo no se dan.
—Un problema menos, confirmar que fue él no me resultó difícil—
me hace saber Jayden —. No creo que Almi sea confiable, pero lo
descubriré y te avisaré, debo viajar a Toronto, tu novia me invitó al desfile
de su loca hermana.
—Ajá, que no se te olvide.
—Tranquilo, confía en mí.
—¿Cómo va la cuestión de Ksel?
—Nos estamos ocupando de ello, sabes que es terca y me lleva la
contraria.
Me pellizco el puente de la nariz.
—Encárgate.
Guardo el arma deteniéndome en la mesa con varios documentos.
—¿Y tú sexy guardaespaldas ?— me pregunta
—¿Qué con ella?—no entiendo a que viene su pregunta, aunque sé sus
intenciones.
—Solo quiero saber, me dejó con mucha curiosidad, aunque gracias a
ti pude conocerla un poco.
—Ajá. Bien por ti. Si quieres saber de ella, ponte en contacto con
Mario, a mi no me preguntes sobre lo que no me interesa—espeto.
—Ok, ¿Te molestas si ya sabes...
Lo miro, frunciendo el seño.
—Charlo con ella cada que vaya? Sé que tiene obligaciones pero... No
pasará nada más, se nota que la condenada es bien difícil.
Con mi polla no se hace la difícil ni cuando me ve como una jodida
acosadora.
—Haz lo que te dé la gana, siempre y cuando no interfierás en lo que
tiene que hacer—dictamino.
Todo iba bien hasta que me la recordó y ahora el día se me termina de
amargar por culpa del sabor que me invade la boca e intento persuadirlo
mascando cliche y fumando, pero su coño y boca debe tener una clase de
embrujo, pese a tener días sin probarla, siento que fue hace unas horas la
última vez y eso me genera tensión.
¿Quiero follarla? Sí, pero está a kilómetros de distancia y tal vez al
borde de la muerte.
«Debería morirse, así no fantaseo con su cuerpo»
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Capítulo 20

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Venus
Pakistán, Miércoles 22 de abril del 2021
Volver conlleva a revivir todas y cada una de las cosas que pase aquí,
pero es necesario, esto me ayudará a saber si ya lo sé sobrellevar o aún me
afecta críticamente.
Mantengo el trote por el amplio campo de entrenamiento, el perímetro
es vigilando por algunos matones aunque no hay nada más seguro que los
muros de metal electrificados; son extremadamente altos y abarcan muchos
metros haciendo que el tamaño de campo sea gigantesco, cualquier ataque
sería irrelevante, la fortaleza es como una prisión de alta seguridad.
El sol brilla con su máximo esplendor, tanto que, el sudor me recorre
cada parte del cuerpo a medida que me ejercito, esperando la hora para mi
revisión completa.
Eso significa: agujas, pastilla, chequeo y revisión detallada de cada
parte de mi cuerpo.
Desde mi punto, puedo divisar como entrenan los niños que llevan
aquí dos años, ya están por entrar en la etapa de adolescencia; lo cual les
será de ayuda para todo lo que tendrán que hacer. Se mantienen corriendo
con el sujeto que los guía, gritándoles cosas horrendas que les pueden
suceder si no cumplen órdenes o piensan pasarse de listos.
Desde ese edad, ya debemos saber el significado de redención, o de lo
contrario, no lo emplearíamos con los entrenadores, y no obstante, tampoco
sabríamos hacer con los altos mandos y eso sería una ejecución segura y
dolorosa.
Aquí debemos aceptar órdenes, seguir las reglas y actuar bajo
obligaciones y responsabilidades.
Recuerdos pasados invaden mi cabeza y me detengo, sentándome
sobre una pequeña roca, apoyando las manos y exhalando en busca de aire.
Llevo dos horas entrenando y se debe al hecho de no querer estar allá
adentro; me siento encerrada y asfixiada, no sufro de claustrofobia, pero
aquí hace que sí.
Solo espero que llegue el momento de mi revisión, acabar de
organizarnos e irnos finalmente.
—¡Sigan corriendo pilas de excrementos! —la vos del entrenador llega
a mis oídos nuevamente.
Con algo de curiosidad, veo lo que hace el pequeño grupo que está
siendo entrenado.
Tres niñas tratan de mantenerle el paso por el camino de piedras
puntiagudas, dos niños las alcanzan tropezando con una de ellas la cual cae
al piso, golpeándose. Mi cabeza sufre un gran palpito doloroso que trae
consigo el recuerdo de mi yo antigua, siendo castigada por quedar detrás de
todos en pleno entrenamiento.
Mi mandíbula se tensa, mis piernas reaccionan e inconscientemente,
me levanto rápido al saber lo que le espera. El sujeto se devuelve por ella
alzando el látigo que impacta en mi mano cuando lo detengo de manera
rápida, evitando que lo estrelle en su piel.
El dolor es molesto, la carne se me abre y la sangre se me desliza por
el codo cayendo al suelo.
—¡¿Qué mierdas haces!? —truena en un chillido agudo.
Suelto el cuero con espinas y aprieto la mano, frenando un poco el
sangrado.
—Sigue haciendo tu trabajo y déjame un momento con ella —me
impongo.
—¡Es mi trabajo!
—¡Sigue haciéndolo si no quieres que te golpee ese rostro de maricón!
Tensa la mandíbula, mirándome y después a la niña que yace entre las
rocas. Suspira con molestia y se va.
Ya aquí se sabe que soy una alfa principal y por ende, me deben
respeto incluso si interfiero en algo como esto. No debería hacerlo ya que
conllevaría un castigo, pero Mario no está en campo de visión, y aprovecho
para acunclillarme en frente de la pequeña rubia con ojos llenos de miedo.
Intenta levantarse, pero dejo la mano sobre su hombro, queriendo que
entienda que no le haré nada malo. Sus pequeños labios tiemblan con el
llanto que quiere salir pero no podrá y se debe al bloqueo que impone una
de las torturas mentales de aquí; primero mueres de impotencia, pero el
llanto no saldrá mientras que sigas recibiéndola.
—Tranquila, no te haré nada malo —susurro, calmada.
Mira a su alrededor, como en busca de algo, vuelve a mirarme, con
temor alza una mano la cual sigo con mi mirada cuando la posa sobre mi
mejilla dando una leve caricia. Se reincorpora sentándose y con la mano
disponible se lleva un dedo a la boca haciendo una especie de cruz, abre la
boca señalando y niega haciéndome sonreír al entender.
—No puedes hablar —susurro y asiente—. No pasa nada. Ven te
ayudo a levantarte.
La tomo de la mano pero insiste en quedarse sentada mirándome con
detalle y reparando cada parte de mi rostro, sostiene mi mano lastimada
reparando la cicatriz que aún sangra. Sus ojos me muestran más de lo
necesario, no puede hablar pero puedo percibir el miedo que ronda sus
pensamientos.
Tiene hematomas notorios en ambos brazos, una pequeña raja en el
labio inferior y un aspecto deteriorado.
«Tal vez no es buena en los entrenamientos y la castigan sin comida»
Sé perfectamente por lo que está pasando y no es fácil tener que venir
a entrenar durante horas y no tener nada en el estómago.
—No tengas miedo —tomo una bocanada de aire, queriendo darle
ánimos —, Eres fuerte, lo sé, yo también pasé por todo esto y sigo de pie.
Sonrío con amabilidad.
—No te preocupes, tú solo confía en ti, tal como yo lo hice en mí. La
fuerza está en la confianza que te tengas. No dejes que esos niños te hagan
menos y sigue entrenando aunque no tengas fuerzas, aunque te sientas
derrotada y sola... ¿Me estás entendiendo, pequeña?
Asiente intentando sonreír pero el intento se ve frustrado cuando
empieza a temblarle el labio sin dejar de mirar mi mano. Está traumatizada.
—Serás mejor que todos ellos —los señalo—, solo tienes que confiar
en ti. No importa si llegas de última, la perseverancia es la clave, entrena
siempre que puedas, no dejes que los traumas te hagan daño, olvídalos
corriendo todo eso —miro la pista y luego a ella— ¿Confiarás en ti?
Asiente, poniéndose de pie con mucho entusiasmo y ánimos, tal como
me hubiera gustado haber comenzado aquí.
—Eso mamona, serás la mejor si te crees la mejor. El autoestima es
muy importante y todo esto lo logras si te mantienes centrada —me
reincorporo— ¿Corres conmigo?
Asiente, regalándome una gran sonrisa y sacándome una a mí también.
—No seré condescendiente, así que,— echo a correr, esquivando las
rocas— ¡Vamos. la pereza resta mejoría!
Me sigue y pese a que ya corrí, lo vuelvo a hacer. Sigo corriendo con
ella, dejando que supere los obstáculos por si sola, se agota fácilmente
debido a la falta de proteínas en su sistema, pero eso no la priva
demostrarme que puede; atraviesa el campo de charcos y alambres de púas,
lo hago con ella, sudamos, saltamos y damos todo en cada obstáculo.
Nos unimos a los demás y me mantengo mirando como les da batalla
en el ring que está en medio del campo, el sol está fuerte y aún así todos
siguen, algunos se ganan latigazos y golpes, eso me enardece pero no puedo
ayudarlos a todos, intervengo cuando puedo o veo que el entrenador se
sobrepasa.
Sé que es para sus mejorías, pero eso no dice que esté de acuerdo, ya
suficiente tienen con los juegos mentales y el trato.
Aquí las peleas son a puño limpio, solo usas guantes cuando entrenas
adentro de La Fortaleza, pero estar aquí afuera es más fuerte y necesario.
—Me mandaron a llamarte —se me acerca Yasmín.
—Ok, dame unos segundos.
Le hago señas a la rubia que está a un lado del ring, sonriente se acerca
corriendo y dicha sonrisa se desvanece cuando ve a mi amiga.
—No te preocupes, es mi amiga también —le digo.
—Hola, hermosa —la saluda la pelinegra, dándole la mano.
—Debo volver adentro, pero te veré en un rato, ya sabes, sigue
entrenando y confía en ti —le recuerdo y asiente.
Mi amiga se despide con la mano y hago lo mismo antes de volver. La
sangre que gotea llama su atención, sacude a cabeza tomando mi muñeca,
detallando la herida.
—¿Qué te sucedió?
—Interferí en el castigo de esa niña y tuve que parar el látigo —
contesto.
—Ese jodido látigo si que duele, yo recibí muchos golpes y no se
curan con facilidad, además que te quedan espinas adentro —me explica y
ya lo sé.
Las espinas son para que te duela cada que intentes mover la mano o
simplemente limpiar la herida. Es una tortura horrible y difícil de soportar
para quien no la ha recibido.
—Esa pequeña me recordó cuando te conocí — me comenta
—¿Por qué?
—A todos les tenías desconfianza, no hablabas, siempre te mantenías
alejada, llorando.
Suelta a reír y hago lo mismo, recuerdo muy bien todo eso.
—El mejor combate fue el que tuve con Enola.
—Ese día creí que la dejarías sin dientes, nadie se esperaba eso —
asegura, conteniendo la risa
—Debí haberle sacado unos cuantos, pero el entrenador fue muy
inoportuno.
Cruzamos la esquina encontrándonos a Mario, es tan detallista que
nota la sangre en la mano que aprieto queriendo apagar el ardor.
—Ve a revisarte y búscame después —me dice antes de irse.
Yasmín se lo ojea cuando se va y la entiendo, Mario es un buen
partido.
—Definitivamente estamos rodeadas de hombres apuestos, mira ese
manganzo —susurra bajito— Está como quiere.
—Ajá —la corto— Está bueno pero mejor no hablemos tan fuerte, las
paredes tienen oídos.
—Cierto, después puedo perder la Kilianconda y no me conviene.
Sacudo la cabeza por lo que acaba de decir. Yasmín siendo Yasmín.
Entro al consultorio, la misma mujer de anteojos es la que atiende, el
cabello lo tiene a la misma altura de la última vez, tal vez no le crece o lo
prefiere así, su apariencia da la impresión de alguna científica del mal.
Nunca me ha llegado a agradar y yo a ella tampoco.
Se mantiene en silencio,brevisando mi historial. Tomo asiento antes de
que me lo pida. Odio esto pero no me queda de otra, me preparo
mentalmente para todo lo que hará, la primera aguja entra en mi piel
extrayendo la sangre que será estudiada.
Se encarga de mi mano, limpia y aplica una especie de crema
refrescante antes de envolverla con vendas.
Me mantengo mirando la luz del techo de metal, las paredes son grises
y recuerdo perfectamente la primera vez que entré aquí. Antes, tuve que
pasar por una especie de psicóloga «manipuladora» .
La primera vez que me sometí a esto fue la peor sensación que mi
cuerpo recibió, mi cabeza dolió durante una semana, sentía una horrible
punzada en la sien, cada que intentaba dormir no hacia más que soñar las
mismas cosas, tragedias y acontecimientos.
Aún así, debía entrenar, podía estarme muriendo pero igual me hacían
hacerlo. Una de las ventajas de esto es la inmunidad que el cuerpo adquiere,
enfermarte resulta casi imposible, los estudios muestran cada cosa que la
doctora va estudiando, chequea el aparato anticonceptivo preguntándome
cosas que no debería saber pero es esencial.
—El aparato está en orden, aunque pronto se tendrá un procedimiento
anticonceptivo que repercute en el sistema como las pastillas pero dejará un
daño permanente.
Entiendo porque me lo dice, estamos para ser guardaespaldas y morir
por la organización, lo menos que quieren es que alguna de nosotras quede
embarazada en algún momento. Si es por ellos, prefieren librarnos de tener
hijos.
—Por ahora, tendrás el aparato, para la próxima te someteras al
procedimiento —termina.
Sus palabras no causan nada en mí, nunca pensé lo que puede sentirse
tener hijos, un esposo, una casa y ser feliz, no me arriesgaría a traer un bebe
a este mundo tan podrido y cruel, sería inconsciente de mi parte hacerlo y
que pase por lo mismo que yo. Me niego, así que esos pensamientos son
vagos en mi cabeza.
La revisión del chip no es tan rápido como quisiera y debo aguantarme
las sensaciones que se calan por cada nervio y parte de mi cuerpo, siento la
cabeza a punto de explotarme. Quiero mover las manos pero estoy
completamente atada a la silla de metal.
Termina, me entrega la misma pastilla de siempre y entro al baño a
lavarme el rostro y desechar lo que debería tomarme. Salgo en busca de mi
antigua habitación en donde me ducho y visto con la ropa interior que había
comprado antes de ponerme la de aquí: pantalones, botas trenzadas y
camisa mangas largas para evitar quemarme la piel.
Me ato el cabello en una coleta y salgo. Supongo que ya los demás
están en una de las salas especiales así que entro encontrándome con todos
sentados en una larga mesa con un holograma que proyecta un mapa de
alguna zona.
—Pasaremos dos días en el campamento de un grupo de mercenarios
—nos informa Mario— Tenemos que confirmar un tratado referente a la
información robada al senador Cesar Collins. Por ende, iremos por tierra.
Necesito que pongan de su parte.
Mueve la posición del holograma que muestra la zona del
campamento; queda entre montañas y es bastante amplio.
—Drogas y dinero, es lo que llevaremos, esperaremos las armas y al
jefe...
Nos sigue poniendo al tanto de todo, mi cabeza se centra y grava cada
plan y estrategia que armamos. Como su ayudante debo hacer cálculos y
quedarme en la mesa cuando los demás se van a organizar las camionetas a
todo terreno, el cargamento y el arsenal. Llevaremos el mismo uniforme de
entrenamiento aparte de las armas.
—¿Crees que deberíamos guardar nuestras identidades? —le pregunto.
—No hará falta...
Trabajar con él, no resulta difícil, estamos de acuerdo en muchas cosas
y las opiniones suelen ser parecidas, no chocamos con contras.
Abre un gran maletín, sacando los brazaletes, por ahora solo él y yo
tenemos los nuestros, no podemos llevar un equipo tan sobrecargado, se
supone que el grupo de mercenarios ya ha hecho tratos con el Alpha, por
ende, existe la confianza de cada vez que intercambiaron mercancías.
Seguimos trabajando y me surge la duda por saber cuánto tiempo lleva
siendo parte importante del personal del Alpha, ¿Tendrá confianza con él?
¿Cuántos secretos sabrá sobre su jefe?.
«Ponte medio vieja chismosa» me animan mis subconscientes.
Me quedo mirándolo por un momento; es lindo, su rostro sin ningún
rastro de barba, los ojos claros al igual que el cabello lacio, los brazos
grandes y sin ningún rastro de tinta, a excepción de su cuello, en una lado
tiene una especie de rosa entre llamas de fuego. Su porte es grande y la
manera de hablar demuestra que estuvo en el ejército. Tiene el tono estricto
y ronco.
¿Algún problema?: no lo he visto sonreír desde que lo ví por primera
vez. Siempre parece estar infeliz o sin motivos para mostrar una pequeña
sonrisa. Quizás en sus años de miliciano le sucedió algo y...
No puedo dejar de mirar como revisa la tablet mientras frunce el ceño.
Creo que mis ojos son muy pesados porque de repente sonríe por primera
vez y me mira.
—¿Algún problema?
—No —le resto importancia, volviendo a lo mío.
—Creí que tenía algo en la cara, de no ser así, no me mires fijamente,
me desconcentras con esos ojos de víbora calculadora.
Suelto una risita divertida.
—Ok.
—Bien, ¿Terminaste con eso? —pregunta, rodeando la mesa, se
posiciona a mi lado apoyando una mano en el metal haciendo que el brazo
se le tense.
Ojea lo que estoy haciendo en la laptop y me es inevitable no moverme
en el asiento, su aura es algo fría y con un magnetismo extraño, como si
supiera que debe estar a la defensiva, no lo demuestra pero se siente. Es
algo así como sentirlo tenso y a la vez a la espera de algo.
—¿Tienes mucho tiempo trabajando en esta organización? —suelto la
pregunta que me daba vueltas en la cabeza.
Se aleja, yéndose a una de las demás mesas.
—Sé qué no puedo estar preguntando, pero solo es una simple
pregunta —le digo.
Se regresa, con un arma en cada mano.
—Llevo 3 años aquí —responde, sin ánimos.
—Entiendo.
Me muerdo el labio, apoyando el codo en la mesa y la mandíbula en
mi mano.
—Tengo hambre, ¿Quieres que te traiga algo del comedor?
Suspira, mirándome por segunda vez.
—Estamos trabajando, podemos hacer eso cuando acabemos y antes
de irnos —contesta.
Un teléfono suena y veo como rebusca en su bolsillo sacándolo.
—Dígame, señor —se aleja.
Mi cabeza se pierde en los vagos pensamientos sobre el hombre con el
que está hablando, mi cabeza recuerda la voz tan sexy que tiene y de
momento la última vez que lo ví antes de venir aquí. No fue nada
gratificante, se comportó igual que siempre y no lo entiendo en lo absoluto,
es un gilipollas de la mierda.
Pero haberlo visto en el gimnasio, eso fue como si ni generador de
deseos se hubiera dañado por su culpa, aún tengo las ganas intactas, no
puedo masturbarme en el baño, tampoco en la habitación, alguien podría
entrar y verme, Julián sigue en la fábrica de armas y mis ganas por sexo
incrementan por culpa de mis recuerdos.
Y tocarme, creo que no sería suficiente. Es un estrés con el que tengo
que estar ahora.
Termino levantándome, no quiero seguir pensando en el físico tan
perfecto de mi jefe, ojalá fuera solo eso lo que me excita, pero no, el idiota
parece tener todo lo que me gusta o pienso, y eso es otra de las desventajas
para mis pobres hormonas.
Mario vuelve, recoge el maletín, lo ayudo con el reflector del
holograma y los demás instrumentos tecnológicos. No entiendo como puede
manejar todas estas cosas, se nota que no es fácil ser un hacker. Flavio entra
con una tablet e informa que todo está listo.
Es poco el tiempo que tengo, así que me voy a duchar y a cambiarme.
Entrené, fui a la revisión y no me dio tiempo de una ducha. Lo hago rápido,
me termino de atar el cabello y salgo abrochándome la pretina del pantalón.
Casi todos están reunidos en el comedor. Voy por mi comida antes de irme a
la mesa.
—Esto será como meternos en la selva Amazónica, no le encuentro
diferencia —objeta Taeyang cuando me siento a su lado.
—Pero con ropa y sin tener que cazar lo que comeremos —secunda
Kilian.
Ese entrenamiento fue uno de los más fuertes que he tenido, casi una
semana sin una ducha decente, cazando e intentando que los mosquitos no
me comieran o algún animal me viera como su bocadillo.
—Aprovecharé la comida de aquí, no sé qué nos intenten ofrecer esos
mercenarios, no es como si comieran gourmet —bromea Brett— Mi
estómago es muy delicado, debería llevar mi comida.
—¿En dónde dejaste a tú novia? —le pregunta Yasmín.
—Supongo que duchándose.
—Que bien. Ojalá se la trague el desagüe...
Los demás soltamos una risita burlona y no me detengo aunque la
susodicha llegue tomando asiento en frente de mí, aniquilandome con su
mirada de arpía fastidiosa.
—¿Interrumpo?
«Desgraciadamente sí, cariño»
—Para nada —asegura mi Yas— Hablábamos sobre ti, pero, cosas
buenas, cosas buenas.
Taeyang sacude la cabeza, intentado abrir la boca pero hablo.
—Puedes cambiarte de mesa si no estás cómoda. Al fin y al cabo, no
eres muy tratable que digamos.
—Vete tú si no te agrada mi presencia —espeta, sonriendo con
insuficiencia.
—No tengo porque irme, estaba aquí primero que tú.
—Entonces, te aguantas el tener que verme, no es tan malo, cualquiera
quisiera ver mi belleza.
Suelto una risa amarga dejando la cuchara en el plato «Todos tenemos
un ego enorme, se nos entrenó para vernos y ser mejores». El hambre sigue
intacta pero esta perra me quita el apetito.
—Yo no soy cualquiera —elevo el mentón—, Y te aseguro que eres
tan hermosa por fuera pero una mierda por dentro, y eso es peor que
cualquier otra cosa, intentas tapar ese hecho, yo no tengo que hacerlo, me
considero una mierda y tú eres la peor por creerte mejor que yo ¿Quieres ir
a ring? Oh vamos, te gustará —la invito.
—¿Quién dijo miedo? Vamos entonces —se levanta.
Hago el amago de levantarme también pero Taeyang me toma del
brazo.
—Tranquila, vaquera. N podemos desgastarnos, tenemos una misión.
Miro a la rubia.
—Tengo energía de sobra, puedo enfrentarme a todos y aún así puedo
ir a todas las misiones a las que me envíen.
Su expresión me calienta más pero no puedo romperle la nariz, aquí
no. Termino mi comida, ya está llegando la hora y debemos partir, no
perderé mi tiempo con Enola, no me gusta tenerla cerca pero no me queda
de otra.
En la pista nos terminamos de organizar, me guardo dos Glow en los
cinturones de los muslos, una Beretta en el pecho además de una navaja.
Ayudo a subir las cajas con las mercancías, descargamos el jet que está en la
pista y saco el maletín dejándolo en la camioneta.
Hace calor, empiezo a sudar pero debo ser rápida, no nos puede agarrar
la noche de camino aunque no sería mala idea, es menos probable
encontrarnos policías federales.
Son cuatro camionetas, nos distribuimos de la siguiente forma:
Yasmín, Kilian, Brais y Yo.
Karol, Taeyang, Flavio y Enola.
Mark, Fátima, Zenda y Mario.
Danilo, Helen, Martin y Brett.
Cabe recalcar que llevaremos algunos de los que serían alfas pero no
lo lograron en el combate cuerpo a cuerpo que se llevó acabó el día que
vino el Alpha. Soy la encargada de mi grupo así que terminamos de
organizar la camioneta, subimos la comida enlatada, los chalecos quedan
escondidos estratégicamente al igual que las demás armas.
Me encanta conducir así que soy la que lo hace cuando nos ponemos
en marcha, son alrededor de las dos de la tarde, el sol está más caliente que
antes y no sé qué es peor; si eso o la tierra que se alza por la camioneta que
va adelante. A mí lado llevo a Brais y quisiera cambiarlo por alguien más,
este es un idiota, pero no me queda de otra que soportarlo.
Tengo entendido que los que van de extras serán parte de los
guardaespaldas de Jayden Blackwood, será una prueba estudiada por Mario.
Se nota que es el encargado de los cuerpos de seguridad de los Blackwood o
eso parece, además de trabajar de hacker y diseñador de armas.
Son dos horas de carretera entre árboles y maleza, el espacio no es tan
amplio y las ramas chocan con el vehículo que intento llevar a pesar de los
hoyos en el suelo. El agite es estresante, estoy sudada, los árboles frenan la
brisa y la camioneta que va delante, parece una tortuga «Enola».
Quisiera tomar la delantera, pero no puedo, reviso el brazalete viendo
el mapa, estamos cerca del campamento y me siento apresada, elevar la
vista es una tortura porque solo puedo ver las montañas entre las que nos
estamos adentrando.
La mano me duele un poco y debo conducir con la otra evitando
presionar las vendas y empeorar la herida.
El olor a vegetación invade mis fosas nasales, el sonido de una cascada
es lo que se puede oír a un lado, sigo manejando sin perder la vista de la
montaña de donde emana gran cantidad de agua cayendo en una especie de
río. El calor es horrible y quisiera aparcar y correr a darme un chapuzón.
Hace tiempo que no hago algo así.
—Espero encontrar un momento para venir y lanzarme en ese río —
comenta Yasmín.
—Te puedo acompañar si quieres —se ofrece Brais.
—No, solita puedo venir.
—Ándale, un poco de compañía no le hace mal a nadie.
—Y un tiro en la frente sería bueno para ti —zanja.
—Así me gustan, rudas y valientes— se ríe amargamente.
—También te puede gustar mi polla, ¿Gustas?— se mete Kilian.
El castaño se gira mirando al moreno, evito reír porque seguramente
no sabe que mi amiga está con Kilian aunque sea solo por sexo, su cara es
sorpresa y asombro.
—¿Ustedes?
—Sí, cojemos y no necesitamos un tercero, así que cuida esa boca
antes de que meta mi arma en ella y la llene de balas —lo amenaza.
—Ya lo escuchaste —agrega mi amiga y no retengo la risa.
—Cálmense, estamos por llegar —intervengo—. Déjate de babosadas,
Brais, mantente centrado si quieres pertenecer al cuerpo de seguridad de un
Blackwood.
Entramos por una cerca de alambrado perimetral, la primera camioneta
se detiene y variados sujetados van a supervisar si somos nosotros, nos
dejan avanzar. Aparco al lado de Enola y bajo echándome en la espalda una
mochila con mis cosas.
—¡Los nombres del Alpha! —saluda el encargado, hablando en Urdu,
idioma que todos sabemos «Adil Bux».
Un sujeto de tez oscura, ojos grandes, dientes chuecos y un parche en
el ojo derecho, viste solo vaqueros rotos y zapatos. En el pecho trae una
escopeta y en la mano una ametralladora que alza para que la veamos.
—¡Bienvenidos amigos míos! —pasea la vista por todos y me
mantengo quieta mirando la cantidad de hombres que se pasea por todos
lados.
—Llama a tus hombre para que descarguen la droga —le pide Mario
caminando hasta donde está.
—Enseguida —se da la vuelta, ordena que bajen la mercancía.
Me apoyo en el auto. Hace calor y este ambiente resulta hostigante.
—Pasaremos la noche aquí, disculpa por llegar sin avisar, debía ser
mañana pero mi jefe me envió hoy, no nos molesta esperar —explica.
—No te preocupes, ¿Algo de tomar? Tengo ron, cerveza y agua para
las sexis mujeres que trajiste.
Pasea la vista por nosotras y me cruzo de brazos cuando me mira
sonriendo, mostrando los dientes amarillos.
—¿Esa hermosura es parte de los hombres del Alpha? —le pregunta.
—Sí, evita faltarle el respeto, es más letal que 20 hombres tuyos.
Se ríe amargamente, sin dejar de mirarme.
—¿Puedes pelear esta noche? Será un tipo de distracción, haremos una
celebración por la mercancía que acaban de traer.
—No hace falta, no quieres perder hombres y yo no quiero que se
derrame sangre —lo corta Mario.
¿Me subestima?
—Ok, lo haré, y te aseguro que saldré sin un solo rasguño —le digo al
Pakistaní.
—Venus..— me reprende mi superior.
—Cálmate, estaremos aquí hasta mañana, no quiero aburrirme,
prometo no matar a nadie, solo les daré distracción —lo tranquilizo.
Sacude la cabeza antes de avanzar, siguen bajando las armas y con
disimulo ojean las camionetas. Estamos entre mercenarios, terroristas y
asesinos que pueden disparar sin piedad, pero nosostros somos iguales o
peores así que no hay problema a la hora de recorrer los senderos en busca
de distracción.
Nos indican la carpa que armaron para nosotros y me apresuro hacer lo
que Mario me encomendó.
«De nuevo en medio del peligro y cerca de la muerte»
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Mil gracias por leer.

Recuerden votar y dejar sus comentarios. Aquí les dejo una foto de
Mario.

Besitos.

Osly Ortega.
Capitulo 21

_____✧✧ Mercenarios ✧✧______

Venus
No puedo decir que no disfruto de esta vida llena de adrenalina,
peligros y retos, porque sin duda alguna es lo que más me gusta; vivir al
límite, ponerme a prueba en cada confrontación, misión o combate.
Demostrarme que puedo con esto y mucho más. Que los límites solo
están cuando piensas que no puedes atravesar cualquier circunstancia que la
vida te ponga.
A mi me puso esta y la voy atravesar porque sé que puedo.
El campamento es amplio, en todos lados yacen hombres con armas
mientras que otros se encargan de traer niños y enseñarles a matar. Es algo
normal por estos lados, y creo que sé de dónde la organización sacó la idea
o mejor dicho; la familia Blackwood.
Esto es crueldad pura. Les gritan sin ningún tipo de piedad, les pegan
si se resisten o simplemente para hacerles la vida imposible. Intento no
mirar, he visto muchas cosas en este mundo, pero nunca me será fácil ver
cómo esclavizan a un niño inocente que no tiene porque pasar por esto.
No veo la diferencia de aquí a la fortaleza, la segunda es más difícil y
la preparación más detallada; no solo te enseñan a matar, se les enseña a
hablar diferentes idiomas, ensamblar armas y diferenciarlas, el arte de la
seducción y espionaje, además que te vuelven un mercenario con muchos
tipos de conocimientos «Armas letales»
Me mantengo sentada debajo de un árbol, dejando que Helen me hable
sobre lo pesado del clima, el calor es horrible, en la fortaleza pasaba tiempo
en el campo, pero podía respirar cuando entraba a ducharme, siempre y
cuando terminara con mis deberes.
Llegamos hace unas horas. Ya anocheció. Los matones que rondan
empiezan a encender fogatas y a traer mujeres que preparan mesas con ron
y pan, arman un sitio en donde ponen a azar un cerdo grande. Mario está
hablando con Adil y los demás alfas se mantienen dispersos, hablando o
dejando que los Pakistanís les muestren como se adoctrina aquí.
—¿Enserio te enfrentarás a uno de ellos?—me pregunta Helen.
Me encojo de hombros, espantando los mosquitos que amenazan con
extraerme toda la sangre.
—No deben saber ni una cuarta parte del combate que usamos
nosotros —aseguro.
—Solo trata de no matar a nadie...
—Tranquila. Sé lo que haré.
Yasmín se nos acerca con el cabello húmedo y acomodándose el
cinturón del pantalón.
—Disculpen la tardanza, Kilian me llevó a la cascada y no quería
salirme.
—Di que follaron y por eso tardaste, ¿Para qué tanto rodeo —la
molesta.
—Porque no siempre debo confesar eso. Se supone que es algo íntimo,
y aunque sea fortuito, lo sigue siendo —se defiende.
Me sigo espantando los mosquitos, tengo camisa mangas largas pero
aún así me atacan.
—¡Assss! Los mosquitos me están matando —me levanto, sacudiendo
los brazos.
—No seas mala, dales de comer, tal vez no les guste la sangre de los de
aquí, al parecer no se bañan —susurra Helen, haciendo reír a la pelinegra.
Sacudo la cabeza reprendiendola con la mirada.
—Habla bajito si no quieres que te peguen un tiro.
—¡Ay yaaaaa!... que falta de humor, Venus —rueda los ojos.
—Falta de sexo. Volverá a ser virgen de aquí que Julián pueda estar
con nosotros —bromea Yasmín.
¿Virgen? Supieran que... mejor no lo pienso.
—Recurriré a mis dedos para que eso no suceda —me uno a bromear.
—Te regalaré un vibrador aunque no puedas usarlo con mucha
frecuencia.
—Te apoyo, Yasmín, puedo ayudarte a comprarlo —le ofrece Helen.
Estas dos son un caso perdido.
—Mejor vamos a comer algo, ese cerdo se ve delicioso pero me
provocan los postres enlatados que trajimos —cambio de tema.
—Yo si quiero cerdo, así que las espero en donde está Kilian —me
dice Yasmín.
Nos ofrecen ron pero no lo aceptamos, me voy a la carpa, busco la
mochila que traje y comienzo destapar dos latas. Me atiborro del delicioso
contenido mientras espanto los mosquitos que se empeñan con dejarme
llena de picadas. No sé cómo mierdas hay tantos si encendienron fogatas
para espantarlos.
Yasmín me extiende un frasco.
—Ten, úsalo, me lo facilitó la enfermera de la fortaleza, es bueno
como repelente —sigue masticado lo que está comiendo y quiero darle una
bofetada.
—Esperaste que los mosquitos me quitaran una litro de sangre ¿Ahora
sí me darás repelente?
Esto es el colmo.
—Se me había olvidado, yo me apliqué hace horas y por eso no me
pican, así que anda, después lo guardas en mi mochila.
Sacudo la cabeza intentando no abofetearla. ¿Hasta ahora me dará
repelente? ¿Después que me sacaron casi toda la sangre? «Venus la
exagerada, Je»
Me saco la camisa, aplico la crema por todo mi cuerpo, estoy ardida y
no quiero rascarme, mi piel es muy blanca y por nada se enrojece, aveces
quisiera tener tez morena o algo bronceada, pero no, tenía que nacer como
un papel.
—Te llaman allá afuera, creo que ya quieren divertirse con el dichoso
combate —me avisa Fátima
—Un segundo...
Me termino de poner la camisa y ajustarme la coleta. Helen ya se
adelantó, me termino de comer lo que queda en la lata, guardo el repelente
en su sitio y salgo de la carpa pero me detengo abruptamente con la persona
que me corta el paso.
Una mujer de cabello blanco, piel arrugada y colgando, tez oscura y
ojos negros me mira sin siquiera parpadear y causando que se me ericen los
vellos de la nuca. Viste de negro y sostiene una taza con un líquido de no sé
qué, pero no me aparta los ojos y se ve tan sombría que debo dar un paso
atrás pero da uno hacia adelante mirándome como si fuera un espectro o
algo así y...
—Siempre he escuchado que el diablo es una mujer y no lo quise
creer, pero tú,—la voz ronca y sin fuerzas me acelera el corazón— Tú lo
eres y viniste a este mundo para hacerlo arder en llamas.
—¿Disculpe?
—Hay una antigua profecía que dice; un día el diablo llegará a este
mundo para quemarlo y librarlo de la codicia y vanidad; entre el fuego y
tinieblas, los demonios deberán arrodillarse pero no lo harán, puesto que
son iguales o peores... la batalla será sangrienta y poderosa, solo se
mantendrá de pie...
—No estoy entendiendo, señora.
—El mundo necesita a Dios, pero el diablo será quien pueda contra los
mismos de su mundo....
—Debo irme —intento pasar por su lado, pero me toma del brazo
haciendo presión, no parpadea, sus ojos bien abiertos me estudian.
Se hablar su idioma, el primero que aprendí fue el de este país, pero no
sé qué me quiere decir con eso.
—Eres desgracias y sangre, así que vete de estas tierras y llévate tu
malvada aura.
Me suelta yéndose rápido y dejándome desconcertada. ¿Tan mierda me
veo? No puede ser, ¿Qué le sucede a esa viejita?
Regreso a la gran fogata, todos beben, festejan no sé qué, los
Pakistanís prueban la droga fumando y riendo como locos. Los niños
reclutados se mantienen en calabozos aparte, solo algunos rondan con
armas y dejan que los demás les den licor.
Ignoro todo eso, simplemente dejo que Yasmín y Mario se me
acerquen, el segundo me mira con el seño fruncido y los brazos cruzados
viéndose más lindo de lo que es.
«Las hormonas te están haciendo efecto»
—El Pakistaní insiste en divertirnos viendo el combate entre tú y el
mejor de los suyos, prométeme que no lo vas a matar —me pide.
Asiento, dejando la mano sobre su hombro, es un poco más alto que yo
así que debo medio elevarla mirada.
—Me sé controlar. Solo dile que se abstenga también, si me ataca más
de la cuenta, obviamente voy a defenderme —aseguro.
—Bien, hablaré con Adil, que alguien te sostenga las armas —me
pide, antes de irse.
Dudo pero se las entrego a Yasmín y a Helen, ambas me susurran lo
que ya sé, pero me insisten en que tenga cuidado y entiendo porque lo
dicen, mi vista viaja al mastodonte que está al lado de Adil, un sujeto de
unos dos metros, parece estar hecho de esteroides y venir de otro sitio, es
demasiado grande para mí que no soy como Fátima.
No hace falta comparar, es más grande y aterrador que Kilian, mi
subconsciente cuerda está encerrándose en un armario mientras que Per se
prepara con un saco de boxeo.
«A darle duro, bitch» me partirá en dos si le doy ventaja «Eso no
sucederá mi diosa»
—¡Le apuesto al grandulón!— exclama Brais, causando que los demás
armen un escándalo apoyando al suyo.
«Debería darle diarrea con tos»
—Yo te voy a ti, cualquier alfa sabe que eres letal— me anima
Yasmín.
Me centro en el sujeto de dos metros, si me manda al suelo me llenaré
de tierra y las piedras me lastimarán aunque sean pequeñas, además aún me
duele la mano y no creo que sea prudente usarla. Capaz me arroje en la
fogata y adiós Venus.
—¿Lista?—me pregunta Mario
Asiento, dándole una palmada en el hombro.
—Tranquilo, Russo, solo observa—paso por su lado.
Todos hacen un círculo no tan cerca de nosotros, siguen bebiendo, la
música está alta, la fogata le da calor al ambiente y la noche se ve igual que
las demás pero me siento extraña al ver a la mujer que está al lado de unos
niños «La viejita de hace ratos» me mira fijamente y me pregunto si tiene
algún problema y no puede parpadear.
Se ve tan terrorífica que debo dejar de verla y centrarme en el enorme
sujeto que me ronda mirándome como un pervertido. Los gritos siguen y mi
energía se incrementa considerablemente.
—¡Vamos, bombón! —«Taeyang» su grito me anima al igual que los
de otros.
—Rómpete una pierna —«Enola» esa perra.
Todos gritan, chillan y la ovación va para mi contrincante quien sonríe
mostrándome que le faltan varios dientes. Tiene el cabello rapado, una gran
cicatriz desde la sien hasta la mandíbula. Algunas en el torso y los brazos,
al parecer aquí les gusta andar sin camisa.
—Este mundo no es para una mujer como tú —me dice, haciéndome
reír.
—Siempre los hombres subestimando a las mujeres —respondo.
—Ya verás porque lo digo...
Se me viene encima con golpes los cuales esquivo retrocediendo, su
velocidad es sorprendente pero emplea mucha voluntad y lo noto en las dos
tandas que siguen, me muevo rápido intentando no llenarme de tierra pero
me barre los pies y caigo sobre pierdas lastimándome los codos a pesar de
tener camisa mangas largas, el ardor llega y la corriente incomoda al sentir
que la carne se raspó.
Los gritos siguen y puedo escuchar a Brais y Enola apoyando al
grandulón. Detengo su puño, comprobando la fuerza que tiene. Ataco su
abdomen enterrando los puños pero parece que tiene un torso de roca y los
nudillos me terminan doliendo, no le hacen nada. No parece dolerle mis
golpes y por ello me esmero por cansarlo esquivando sus ataques con
facilidad.
El corazón me bombea rápido, el calor empieza hacerme efecto pero
no bajo la guardia, me acabaría si eso llega a pasar.
—¡Deja de jugar y acábalo! —grita Helen.
Respiro por la boca aguardando un momento, evado sus puños dejando
que se canse antes de atacar su rostro con una patada antes de darle otra
logrando que retroceda bajando la guardía.
Un segundo... Patada en la boca
Dos segundos... Patada en el estómago y... me toma del pie tirando y
llevándome al suelo haciéndome golpear el muslo derecho con una roca
más grande que las demás, el dolor me hace sacar el aire que estaba
guardando, me levanto rápido con las manos aporreadas, la venda se
ensucia y la herida empieza a picarme, todos siguen gritando y
vanagloriando al sujeto pero no es fácil derrumbarlo, parece que se inyecta
cada que puede.
—Todavía no he visto una mujer con la fuerza para estar en este
mundo y vencerme...
Me toma del cabello, apuntándome con el puño que detengo antes de
que impacte en mi rostro, soy rápida atacando sus testículos y dejando que
la ola de calor me envuelva, llevándose cualquier dolor, aprovecho su
rigidez y subo sobre sus hombros, maniobro la vuelta mortal dejándolo
contra el suelo e inconsciente.
Me levanto sacudiéndome las manos y el pantalón. Todos se quedaron
mudos a excepción de mis amigas y algunos de los alfas quienes gritan
festejando mi triunfo. Enola está sobre Brett y ambos quedaron mudos
haciéndose los sorprendidos como si no supieran de lo que soy capaz.
Brais me mira con una sonrisa y le saco el dedo del medio mirándolo
mal. Enola me mira con asco, intensifico la potencia de mi mirada y la veo
fijamente.
—¿Quieres ser mi siguiente contrincante? —le pregunto.
—Suficiente por hoy —Mario me corta—. Ve a limpiarte y cura las
heridas que debes tener.
Yasmín me palmea el trasero antes de abordarme por la espalda.
—Esta mujer me llena de orgullo, carajo.
El Pakistaní se acerca y ordena que recojan a su secuaz, sonríe y me
mira.
—Felicitaciones pelirroja, buena pelea, al principio creí que solo eras
un bonito rostro pero ahora veo que no —eleva el arma soltando varios
disparos sin dejar de sonreír— ¡Que siga la fiesta, ron y comida para los
hombres del Alpha!
Todos arman un escándalo festejando. Rechazo el trago que me
ofrecen, la misma mujer de hace rato se me intenta acercar pero dos
mujeres la llaman logrando que se vaya.
—Vamos a revisarte los raspones —Yasmín me lleva con ella y Helen.
En la carpa me limpio la herida en la mano, un pequeño raspón en los
codos, en el muslo derecho tengo un hematoma horrible y debo tomarme
una pastilla para la inflamación además de aplicarme pomada.
«Siempre prevenida»
—Nunca dudé de ti, aunque ese sujeto me hizo creer que te partiría en
dos —se burla Helen, ayudándome con la pomada
—No la conoces si pensaste que la derribaría —le asegura la pelinegra.
—No digo lo contrario, es solo que... mejor me callo.
—Sí, es lo mejor, necesitamos estar concentradas y con tu sarcasmo no
es muy fácil que digamos.
—Mejor salgamos y disfrutemos de la noche, no quiero quedarme aquí
metida y no debemos— intervengo poniéndome de pie.
—Tengo hambre, así que veré si como algo de lo que están haciendo
allá afuera —habla Yasmín.
—El cerdo está rico, ya lo probé y no me pareció nada mal —le hace
saber Helen.
—Te veo bien, eso significa que quizás no me dé una indigestión. Ok,
lo probaré, esperemos que no me caiga mal.
—Estás muy delicada, Yasmín ¿En dónde quedó la asesina que debería
rebuscar y tratar de no morir de hambre en un misión?
Le golpea el brazo.
—Cierra la boca, Helen.
No quiero comer, pero no me queda de otra que salir y sentarme en una
banca de madera viendo como sigue la celebración,
Enola sigue con Brett, Fátima habla con Samay y Brais. Yo me
mantengo con mis amigas y Kilian.
Las horas pasan y no pego un ojo en lo que resta de la noche, los
mosquitos se calmaron, los Pakistanís siguen la fiesta e ignoro la mirada de
la viejita, al parecer no tiene nada que hacer sino más mirarme como si
fuera la peor de las basuras del mundo.
Los hombres siguen rondando la zona pero sin dejar de tomar, estamos
entre montañas y eso dificulta ser encontrados al menos que un helicóptero
sobrevuele desde lo muy alto y detallen cada parte, pero estamos entre
grandes árboles los cuales cubren las carpas y a todos los que seguimos aquí
afuera.
Avivan las fogatas, cocinan otro cerdo y no sé de dónde sacan tanto
animal pero lo entiendo cuando me levanto a dar un paseo y noto la mini
granja que tienen a unos cuantos metros. No puedo decir que no recibo
miradas de los hombres que me encuentro, algunos sueltan frases
asquerosas y me contengo de sacarles los testículos y dárselos a los perros
carnívoros que tienen amarrados en una pequeña jaula.
El olor a humedad se intensifica y al parecer va a llover pero eso no
sucede al pasar las horas, tengo sueño y no quiero dormir, el sol ya está
saliendo y me mantengo caminando con Yasmín y Taeyang.
Mario me pide hablar a solas y lo acompaño a una pequeña caminata
por el costado de un tanque de cemento. La luz del amanecer resalta su
cabello haciéndolo ver más claro, lleva camisa mangas cortas dejando a la
vista sus brazos marcados, el olor que emana es algo curioso, podría ser...
no lo sé, pero huele bien.
Se hacen las 9 de la mañana, me mantengo sentada sobre una caja de
madera con Yasmín y Danilo. Los Pakistanís se preparan caminando de
aquí para allá y esperando la camioneta que llega con el líder: un sujeto
menudo, cabello bajo, expresiones serias y un gran cicatriz en la comisura
derecha del labio, viste ropa oscura y manchada de sangre.
Mario se le acerca con Adil y empiezan a hablar sobre la mercancía
que trajimos. Las raspones me arden por el calor y la mano es peor, quiero
quitarme las vendas pero no sería prudente, aparte de que me arden las
heridas productos del combate.
Miro a mi alrededor, dejando que todo surja, el Alpha se me viene a la
mente y lo dejo de lado cuando miro detrás de mí y veo a la viejita, el susto
me lo reservo para mis adentros, el corazón me da un volco quedando
acelerado cuando noto que tiene una taza entre las manos, sus ojos no
parpadean y los tiene de un rojo atemorizante, dos niños están a sus
costados mirándome igual o peor.
Debo concentrarme pero todo se me olvida cuando vacía la taza y el
contenido se derrama en el suelo «¿Sangre?», vuelvo la atención a su
rostro, pero ahora todo queda de lado, Yasmín tira de mi manga y me
concentro en lo que en realidad importa.
Mario sigue hablando con el Pakistaní «Bilal Aslam» jefe de este clan
compuestos por ladrones, asesinos y desmanteladores de propiedades de
políticos del país.
Bajo de la caja y me posiciono al lado de Danilo, un nudo se me forma
en el pecho y este se contrae quitándome los ánimos al sentir la mirada de la
viejita y... Todo cambia de golpe cuando Mario alza el arma, soltando el
disparo en la cabeza de Bilal, sus nombres se ponen alerta y hago lo mismo
sacando las dos Glow y disparando en la cabeza de Adil.
El desmadre empeora y debo cubrirme detrás de la caja de madera,
Danilo y Yasmín están disparando sin piedad y hago lo mismo bajando a
todo el que se me atraviesa, cargando las armas, evitando quedarme sin
balas y tener que salir a patear traseros.
En la mafia estas cosas son normales y más cuando tus compradores se
vuelven más ambiciosos y estafan a políticos. El Alpha les provee drogas y
dinero, los Pakistanís las armas, y trato cerrado. Pero la ambición les ganó y
estaban aceptando dinero de César Collins y otros políticos más ¿Para qué?
A cambio de información sobre las rutas de tráfico y movimiento que mi
jefe usa aquí en Pakistán.
Una locura si tenemos en cuenta que esta zona le pertenece al Alpha y
por ende, se entera de cualquier cosa, y más si es un traición la cual cobra
con masacre y sangre.
Las balas impactan en la madera que empieza a volverse trizas con los
proyectiles. Empiezan a salir hombres de todos lados y van cayendo sin
vida a manos de Kilian, Enola y Samay.
Me muevo rápido con Yasmín a mi lado, el calor se toma mi frente, me
muerdo el labio disparando a medida que busco como movilizarme para
entrar a la casa, corro cubriéndome detrás de un árbol, los disparos salen de
todos lados y no tengo un chaleco así que no puedo volverme loca y salir
como si nada.
No quiero morir aún.
—Usa la derecha y yo la izquierda —me recomienda.
Me aseguro de que en frente no venga nadie.
—Muévete entonces.
Salgo por la derecha tomando un costado de la casa, desde mi punto
observo a varios disparando detrás de una pared así que corro y disparo
siendo más rápida que ellos, despejando esta parte, sin morir en el intento y
dándome más vía libre. Los sentidos los pongo alerta, valiéndome de mi
agilidad.
Me guardo un arma y disparo con la otra, a medida que me tomo la
entrada de la casa, caminando rápido, viendo a varios lados. Las balas se
acaban y maldigo por lo bajo cuando debo recargar y unos idiotas me
mandan a esconderme detrás de un umbral. Siento los pasos acercarse, saco
los cargadores, pero no me dará tiempo, tendré que salir y matarlos con las
manos pero...
Brais aparece, cubriéndome detrás de él mientras meto el peine en el
arma y saco el seguro, volviendo a disparar, apartándolo para que se quite.
—Me debes un beso por ser tu escudo.
—Busca tu muerte natural —lo empujo.
—Siempre tan odiosa, Venus.
Nos adentramos, me bajo a los hombres y a las mujeres que intentan
tomar armas y disparar también, aquí no debemos dejar a nadie con vida,
todos son asesinos y tengo una orden clara.
Mi cabeza se niega a fallar.
Reviso el brazalete a medida que me adentro en las habitaciones de la
casa, dejo nano detonadores en lugares específicos antes de salir y continuar
por otros puntos claves. Salgo encontrándome a Mario, estoy agitada y
quiero respirar pero debemos ser rápidos y más cuando 10 sujetos nos
acorralan.
Nos ven como si nosotros fuéramos los corderos, pero no lo somos y
por ello no solo disparo, sino que también peleo y uso mis técnicas
especiales, cubriendo a mi superior y él a mí. Pateo la cabeza de uno, alzo
el arma y mato al último.
—Rápido —se va por su lado.
Los demás están haciendo lo suyo, no quedan muchos hombres, mato
al que se me atraviesa y corro hasta las camionetas en las que llegamos,
intento abrir la puerta pero un disparo impacta en el vidrio haciéndome
rodar en el suelo y meterme debajo. Llenándome de tierra, me arrastro hasta
salir y quedar del otro lado, notando que ya estoy sin balas. Como último
recurso, saco el pequeño estuche con navajas que tengo en una de las botas.
Los disparos siguen y espero, calculo y respiro antes de asomarme,
arriesgándome a recibir un disparo, pero siendo precavida y precisa,
lanzando las hojas filosas que impactan en puntos claves, matando a dos de
los que estaban por cerca, los restantes, disparan y debo esconderme. Es
esto o dejar que me maten por no ganar ventaja.
Mi cabeza calcula la cantidad de balas que disparan y vuelvo a salir,
matando a los que quedan. Me levanto rápido pero me empujan,
golpeándome contra el auto, mandando dos rodillazos a mi estómago,
sacándome el aire y logrando que mi cuerpo se arquee unos segundos en los
que me arroja al suelo, intenta dispararme pero paso de estar boca abajo, a
estar de lado y lanzar la última navaja que me quedaba; esa impacta en su
frente, matándolo en seco y debo rodar cuando el cuerpo me va a caer
encima.
—Suerte para la próxima —me sacudo las manos cuando me levanto
—. Oh, espera, no habrá una próxima.
Me muevo a la puerta del copiloto y la abro, metiéndome adentro,
pongo seguro a las puertas maniobrando debajo del asiento en donde
rebusco y encuentro el botón que aprieto; el capó se desliza y abre sacando
una ametralladora con balas detonadoras, los disparos me hacen arder la
garganta. Los vidrios están resistiendo pero empiezan a agrietarse y debo
ponerme en marcha rápido.
Piso el acelerador, comenzando con la marcha, atropello a todo lo que
se me atraviesa, sin dejar de disparar, freno detrás de un camión, dejando
que Yasmín, Kilian y Brais suban las cajas con las armas, mi amiga me
entrega el maletín con el dinero que trajimos y los apuro para que se den
prisa.
La droga que trajimos es lo de menos para el Alpha.
Las demás camionetas se preparan también, los que van conmigo
disparan por las ventanas. Empiezo a deslizar el dedo en la pantalla del
brazalete, los oídos se me preparan y las detonaciones empiezan volando la
casa, el fuego consume todo, la madera se rompe y sale esparciéndose por
todos lados, las otras detonaciones son más que siguen por los sitios por
donde caminé con Yasmín y Mario, «Con precaución dejamos los nano
detonadores en lugares específicos, al igual que lo tenían que hacer los
demás»
—¡Los quiero en movimiento, rápido, ya saben que hacer! —avisa
Mario por el intercomunicador de la camioneta.
Aquí se vino a masacrar y matar a todos los de este clan, por ello
acabamos mandando a la mierda todo. Las camionetas son diseños de
Mario y por ende las detonaciones son lo menos que nos preocupa.
Acabamos con todos, conduzco en busca de la salida, los niños salen
intentando huir y hago lo mismo manejando por el sendero que nos manda
fuera del campamento que dejamos en llamas y destruído.
___________✧✧_____________
____________________________

Quedé traumada por culpa de mi imaginación al crear a la viejita de mal


agüero.
Mil gracias por leer.
Recuerden votar y dejar sus comentarios, y sobre todo, evitar hacer
Spoiler.
Besitos mis Chiqui chiquis ❤
Osly
Capítulo 22

___✧✧¿Monstruos o Demonios?✧✧___

Herodes
Ucrania/Kiev, Sábado 25 de abril
Poco a poco me voy deshaciendo de la peste y los traidores.
Últimamente todo se está descontrolando, haciendo parecer que no tengo el
control de las cosas. Pero eso va a cambiar aunque deba masacrar a los
clanes.
Lo de Pakistán fue un éxito y eso me tiene con menos estrés del
normal, puedo respirar tranquilo mientras tanto, aunque me sienta más
incómodo de costumbre, llevo dos días sin detenerme a tomar un respiro, y
después de esto es necesario que lo haga o me volveré loco.
Una pequeña pausa no me hace mal.
Cansa venir desde Montreal hasta Kiev, pero es necesario antes de
empezar a distribuir las nuevas armas y la droga. La casa es grande, no
tanto como la de Canadá, pero tiene sus lujos y comodidades. Llegué hace
unas cuantas horas y aproveché para tomar una pequeña siesta y comer.
Me termino de subir la bragueta del pantalón y suspiro.
—No estuvo como quería, pero la dejaré pasar —le digo a la mujer
que me la estaba chupando— Vete y cierra la puerta antes de salir.
—Entendido, mi señor —baja la mirada, levantándose.
Sale cerrando la puerta, me apresuro al baño, me lavo las manos con
jabón y me refresco la cara antes de secarme, rocío perfume y me paso las
manos por el cabello. Recojo el teléfono metiéndolo en el bolsillo del
vaquero, enciendo un cigarro dándole una calada cuando salgo avanzando
por el amplio pasillo.
La casa es de dos plantas por lo que debo bajar a la primera. No estoy
de ganas como para usar la entrada de la parte de afuera, así que recorro
otro pasillo, abriendo la puerta que me da paso hasta el estacionamiento
trasero, rodeo el auto, y me detengo en frente de un cuadro, presiono una de
las esquinas dando un paso atrás con el Clip que suena antes de comenzar a
reflejarse las orillas de la puerta secreta.
Se abre como un ascensor y entro sacando el humo del cigarrillo, el
sistema me escanea confirmando mi identidad, las puertas se cierran, me
recuesto en la pared esperando el descenso que me manda varios metros
abajo de la casa en dirección al búnker donde fabrico las armas que tráfico
y usan mis hombres.
Dejo que la nicotina calme mis ansias a medida que sigue el descenso.
Miro hacia la nada, pensando muchas cosas hasta que las puertas se abren,
salgo botando el cigarrillo en el suelo antes de pisarlo y avanzar.
El olor a pólvora y dinamita es lo que me gusta de este sitio, además
de las grandes máquinas que funden el material del arsenal que se está
armando. Los hombres se pasean de aquí para allá, cargando cajas,
moviendo máquinas y cumpliendo con sus deberes dejando que algunas
putas les ofrezcan agua y comida.
Me dirijo hacia la mesa en donde dos sujetos están revisando planos
que me ofrecen cuando llego, me explican los problemas o cosas que
piensan agregar y reviso, calculo y calibro todo lo que me están mostrando.
Las piezas quedan sobre la mesa de al lado y me muevo a revisarlas.
Hago uso de los guantes que me entrega una de las mujeres con ropa
ajustada, están aquí para entretener y no estoy para estupideces, me corrí
hace ratos y ya no me apetece tener a nadie encima «Solo haría una
excepción».
Desecho lo que no sirva, ordeno lo que deben hacer y me mantengo así
por unas cuantas horas, dejando que este ambiente me envuelva. Esta fue
una de las cosas que aprendí cuando estaba en mis años de preparación, el
diseño y armamento de arsenal. Puedo estar aquí siempre que quiera, pero
tengo otras cosas que hacer y por ello no puedo solo enfocarme en esta
parte, aunque sea excelente haciéndolo.
—Señor, ya está por llegar el escuadrón —me avisan.
La cabeza se me llena de lo que no debe con el recuerdo de la pelirroja
que me atormenta recordando lo bien que se ve ensaltada en mi falo. De
solo recordarlo me estorba la ropa y la polla empieza a tomar grosor al
saber que en cualquier momento la veré y querré subirla en la mesa, para
alimentarme de su coño con un oral que llevo horas fantaseando.
Sigo con lo mío, una de las mujeres me sostiene las herramientas
cuando me muevo hasta la camioneta con arsenal incorporado, reviso la
ametralladora que posee, me aseguro de ajustar los tornillos del cañón y
revisar el detector de humedad de los vidrios blindados.
Estoy sudando y debo quitarme la camisa, con el dorso de la mano me
seco el sudor de la frente y recibo una botella con agua. El teléfono
comienza a vibrarme en el bolsillo, lo ignoro volviendo a terminar de armar
la ametralladora. No estoy para hablar con nadie, y menos con la persona
que sé qué me está llamando.
—Ya están llegando —me avisa el aprendiz de Mario «Julián Adams».
Se está especializando en el diseño de las armas y lo que he visto me
hace saber que va por buen camino, es parte del escuadrón pero sus
conocimientos me sirven más aquí.
—Organiza las municiones de las berettas, probaré una en el área de
tiro, quiero revisar los planos del tanque blindado y los misiles de largo
alcance— dictamino, quitándome los guantes.
—Enseguida.
Se va rápido, tomo asiento revisando los planos de hace rato, los
altavoces avisan del aterrizaje del jet, al fondo una parte del techo se desliza
dejando entrar la luz del día, dos camiones suben por la rampa que da
acceso a la superficie y enciendo un puro subiendo los pies a la mesa.
Recuesto la espalda en la silla dejando un brazo detrás de la nuca.
Como ya lo dije: el búnker estay en el subsuelo debajo de la mansión,
un ataque nuclear no podría destruir lo que hago aquí dentro y es más
seguro que La Fortaleza de Pakistán. La casa tiene una pista privada en la
que se abre la compuerta y pueden salir los camiones con la mercancía que
se trafica dependiendo a donde será llevada.
El lugar es enorme y cuenta con mini habitaciones para que descansen
los hombres que pasan la mayor parte del tiempo aquí. No tengo que estar
comprando armas, bien puedo fabricarlas, pero aveces suelo rediseñar las
que compro. Solo por menos estudios y demostrar que puedo mejorar lo que
sea.
Las camionetas llegan y no pierdo de vista a la mujer que baja, viste el
uniforme de La Fortaleza, el cabello rojo lo lleva recojido y luce cansada
como si hubiera pasado noches en vela, pero aún así emana superioridad
ante las mujeres que bajan también, ella resulta un espécimen diferente y se
nota aleguas en la manera sensual con la que camina.
Puede estar completamente tapada pero mi mente se la imagina con
unas bragas diminutas, brasier sexy o tal vez desnuda y esposada en mi
cama. Sus ojos se encuentran con los míos y dejo de mirarla cuando me
comienzo a sentir acalorado. «Ya se me amargó el día, la tarde y la noche»
El aprendiz de Mario se le acerca mirándola con... ella simplemente
sonríe dejando la mano sobre su pecho, le dice algo al oído y vuelve a
sonreírle con coquetería antes de moverse a buscar algo dentro del camión.
Mario se me acerca dejando que todos se dispersen.
—Señor, todos tomarán un pequeño descanso antes de salir a cualquier
lugar que usted requiera.
Le doy una calada al puro antes de dejarlo de lado, asiento a modo de
aceptación, no pienso salir, al menos no con mis guardaespaldas. El
teléfono vuelve a sonarme, suspiro cansado y rechazo la llamada.
—Saldré sin escoltas, iré alistarme —me levanto— Me llevaré solo a
Adler. Ponla al tanto, sabes que no me gusta esperar.
—No creo que sea buena idea...
—¿Acaso te pedí una opinión? —lo miro mal— Te estoy dando una
orden así que la cumples, no quiero a nadie siguiéndome.
—Como desee —se aleja, dando órdenes a los alfas.
Termino lo que estaba haciendo, armo lo que me llevaré y lo meto en
un bolso antes de devolverme a la casa. Necesito acabar con esto y sacarme
peso de encima.
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_____________________________

Venus
No sé qué mierdas me pasa, estoy tan tensa que parece que llevara días
pasando molestia y recibiendo estrés, no dejo de pensar cosas que no
debería pero un así, no me detengo, debo ser rápida.
—Será rápido —aseguro, intentado sacarle la camisa pero no se deja y
debo besarlo nuevamente acariciando la erección inminente que se esconde
detrás de su pantalón.
La espalda se la estrello contra la pared de metal apoderandome del
momento y tomando el control.
—No podemos...
—Cállate y Fóllame —ordeno.
Vuelvo atacar sus labios con succiones mojadas, dejando que mis
manos palpen la dureza de sus brazos y pectolares. ¡Por Dios! Estoy
demasiado caliente y mis bragas lo comprueban, estoy tan mojada desde
que pisé el búnker y...
—Fóllame, Julián, ahora mismo —le pido, al borde del colapso.
Sigo besándolo, intentando que ceda pero no lo hace. Me toma de los
hombros mirándome.
—Debo trabajar y no podemos hacer eso con el Alpha aquí.
Suspiro cansada, todo es El Alpha, Alpha, Alpha... Que se coma una
caravana de pene el maldito Alpha ¡Estoy harta!.
—Me importa un quintal de mierda y pepino— asevero, mirándolo,
intento tocarlo pero detiene mis manos con dureza.
—No podemos, linda.
—Será rápido ¿Sí?
Me arrodillo intentando sacarle el falo del pantalón, se siente tan duro,
y yo tan ansiosa que... necesito chuparlo aunque sea por un momento, luego
que me embista y acabe con mi martirio sexual.
—Venus...— intenta resistirse.
—Shhhhhh, será rápido, —lo saco, pasándole la lengua, probando el
líquido que ya está botando y que me trago antes de chupar dos veces la
punta.
Gruñe tomándome del cabello, estamos en una de las habitaciones del
búnker y no esperé nada, simplemente me lo traje hasta aquí y solo quiero
estar con él, tengo días sin sexo y con unas ganas horrendas.
Lo saboreo, huntándolo de mi saliva antes de dejarlo entrar en mi boca
con chupetones lentos y succiones mojadas. Mi garganta aclama más y sé lo
que es pero me concentro en lo que estoy haciendo, dejando que mi lengua
lo pruebe y su sabor me calme las ansias.
—Santo cielos, Venus, la falta de sexo te volvió una experta...— jadea.
Deslizo una mano por mi vientre adentrándola dentro de mis
pantalones, dejando que se pierda en mis pliegues. Me toco con lentitud, sin
perder la sincronía que lleva mi boca, la calentura sube y mis pensamientos
viajan hasta que el sonido de toques en la puerta me dejan con la boca
abierta y la punta en mi lengua, Julián mira hacia la puerta y...
—¡Venus, el jefe te necesita en la casa, así que muevete y alístate que
saldrás! —«Mario».
El moreno me aparta y caigo en el suelo cuando empieza acomodarse
la ropa, con rapidez.
—¡Venus! —insiste Mario.
—Ok, unos segundos y salgo —me levanto, de mala gana.
—No te tardes.
Julián me mira mal, sacude la cabeza.
—Esto no se queda así —lo señalo con el dedo.
—Casi me violas, Venus...
—No te hagas el santo, querías eso tanto como yo, y ahora quedamos
así de ansiosos —me quejo, yéndome al baño pero me detengo en el umbral
— Cierra cuando salgas, te buscaré cuando regrese.
—No tardes, sabes como es el jefe —me dice.
Se me acerca a darme un beso pero lo detengo tomándolo del cuello de
la camisa.
—Esta me la debes —aseguro, antes de darle un verdadero beso
húmedo. Separo nuestras bocas volviendo a señalarlo— Seguramente no
tienes ganas porque te acuestas con algunas de las putas esas que hay allá
afuera.
Lo suelto y se ríe despacio, acariciándome el brazo.
—¿Celos?
¿Qué es eso? ¿Se come?
—Por supuesto que no, cariño, sé que no eres loco como para firmar tu
castrada de pene. Pero recuerda, —Paseo el dedo por sus labios, trazando
una cruz — No somos nada serio, puedes acostarte con quién tú quieras,
siempre y cuando dejes muchas ganas para mí, o de lo contrario, tendré que
sacártelas de donde las tengas escondidas.
—Es bueno que tengamos claras las cosas, no tenemos nada serio pero
podríamos, pero claro está que no eres de esas chicas y entiendo.
—Nunca lo seré, el amor y el sentimentalismo es algo que nos
eliminaron, así que siempre será solo sexo y placer ¿Lo sabes no?.
—Perfectamente —contesta, dándose la vuelta, abre la puerta y sale
dejándome con ganas.
Me gusta que lo nuestro sea así, no podemos sentir más allá que amor
por lo que hacemos en este mundo, sobre todo yo, no puedo atarlo a mis
cadenas de sufrimiento y tortura, lo que toco, lo destruyo, porque cuando
algo se queda a mi lado: termina mal y eso me quedó claro con la muerte de
mis padres
Me ducho rápido, haciendo uso de lo que tengo en mi bolso, debíamos
llegar ayer pero henos aquí hoy. Salgo secándome con la toalla antes de
comenzar a vestirme con vaqueros ajustados, camisa de tirantes, chaqueta
corta y botines de tacones, ajusto los broches de los muslos y guardo las dos
Glow.
Me termino de atar el cabello en una coleta cuando Yasmín entra con
unos papeles entre las manos.
—Me toca ayudar a armar una basuca —me dice dejándose caer en la
cama de abajo de la litera.
—¿Complicado?
—No, Kilian me ayudará. —contesta— Que mal que tengas que salir y
no descansar un poquito. Estás de mala suerte, Venus.
Lo sé.
—Pero no me queda de otra. Descansa por las dos— bromeo
acomodándome el cuello de la chaqueta.
—Eso haré, aunque no será mucho. Mario ya nos dió instrucciones de
lo que haremos mientras estamos aquí. Pero quisiera ser tú e ir sola con él
Alpha....
—Como si fuera divertido—ruedo los ojos «Es una tortura».
—Ver a semejante hombre es mejor que cualquier cosa, eso te lo
aseguro, Querida.
En parte tiene razón.
—Bueno, ya me voy.
Me rocío un poco del perfume del que tengo en el bolso. Quisiera
quedarme para la hora de comer pero no me da tiempo, Mario me recalca
que debo estar al pendiente del Alpha ya que el muy idiota no quiere
escoltas, solo que yo vaya con él y por ende es más trabajo para mí.
«Si algo le sucede nos matarán de la manera más dolorosa»
—Acabo de sobre actualizar el sistema, comunícate conmigo en
cualquier momento que sea necesario —me entrega un teléfono del mismo
color que el brazalete— Tecnología avanzada y mía, así que no necesitas
nada más, con esto puedes detectar un misil a miles de kilómetros, llévalo
contigo siempre y mantenme informado.
—Entendido —termino de cargar las nuevas armas que me entrega;
son más livianas y de diferente modelo.
Él mismo me guía para salir del búnker. Estamos bajo de la tierra y
siento que en cualquier momento nos hundiremos. Ingresa una código en
una puerta de metal, esta se abre como un ascensor y entramos. Es mi
primera vez aquí y por ende no conozco nada.
Cuando llegue lo primero que ví fue una enorme casa no muy lejos de
donde había bajado de la aeronave, luego la amplia y larga pista de
aterrizaje, dos camiones esperaban en el asfalto y quede perpleja al ver que
la entrada era en el mismo, estilo una rampa subterránea por donde
conducimos y está se cerró cuando nos terminamos de adentrar, es como si
estuviera dentro de otro mundo, paredes grises, tecnología avanzada, una
fábrica de armas subterránea.
«Supremacía de la mafia Blackwood» esto grita que fue construido a
petición del Alpha, todo grita su grandeza y poder. Además que el tamaño
es otra cosa, juro que me recuerda al pentágono de Estados Unidos, una
cosa así pero debajo de la tierra la cual resguarda arsenal peligroso, droga y
dinero.
El ascensor se abre y entramos a un especie de garaje con un deportivo
dentro. Cruzamos un amplio pasillo, la casa es completamente diferente a la
de Montreal, esta tiene un aire de antigüedad real, el piso es de cerámica
pulida, las paredes decoradas con pequeñas rocas y detalles sofisticados.
Nos detenemos en una enorme sala con chimenea, sofás de terciopelo
rojo con blanco, la arquitectura es muy diferente, puesto que las paredes no
son de ventanales y se siente un aire más reservado, las escaleras son de
madera y piedras que se asemejan a vidrios blancos, los barandales se
extienden por el segundo piso para dar una mejor vista desde allá hacia acá.
—Espera aquí —me pide Mario antes de irse dejando el ambiente
impregnado con su aroma curioso pero rico.
Quisiera tomar asiento pero cuando estoy por moverme siento los
pasos de alguien y una voz que conozco, viene bajando las escaleras con
uno de sus guardaespaldas principales, le sostiene el maletín y un bolso a
medida que el pelinegro baja dando órdenes en inglés y yo solo me quedo
quieta mirando su look tan casual y es primera vez que lo veo así, eso
creo...
«Madre santísima no me tortures así»
Viste vaqueros y camisa negra, chaqueta marrón y una gorra negra que
esconde su sedosa cabellera oscura. La manera en que la ropa le sienta es
tan sexy que... controlo morderme el labio pero es tanto éxtasis que no
contengo la mirada hasta que sus ojos se encuentran con los míos, frunce el
seño y sigue dejando que le abran la puerta principal.
El olor de su loción queda en el ambiente y no respiro, las bragas se
me mojan sin saber porque y.... «Paro cardíaco en...¡Me muero!».
—Anda— Dan me entrega el maletín.
Dios mío te pido que bendigas mi vagina para que no sufra un paro
conchal o se seque por la abstinencia que tendré que cagar apartir de ahora.
Salgo también, el frente de la mansión es hermoso, tiene una fuente en
el medio la cual se debe rodear para llegar a la puerta principal, arbustos por
todos lados y ningún jardinero a la vista, solo algunos guardaespaldas
rondando.
Una Cadillac escalade nos espera y el color me hace sonreír
levemente, «amo el negro», esta preciosura debe costar unos par de
millones, es material blindado, vidrios completamente ahumados y parece
recién fabricada.
—Súbete —me ordena el pelinegro, rodeando el auto, sube, abro la
puerta y me deslizo en el asiento de cuero blanco, el olor me rectifica que es
nueva.
El sistema que tiene es otro nivel y grita Mario por todos lados. Quiero
hechar un vistazo hacia atrás pero no quiero verme tan ansiosa, he subido a
autos lujosos pero este... Inevitablemente lo hago y la impresión es triple.
Ahí atrás parece una sala de controles; un televisor pantalla plana al fondo,
cuatro asientos, monitores que muestran las cámaras de afuera y dentro.
«Fácilmente podría vivir aquí dentro y no me molestaría»
Mantengo el maletín en mis piernas y me concentro en el camino
cuando mi jefe comienza a manejar, el tono de su celular es lo único que se
escucha por unos segundos, puedo deducir que no contesta ya que no habla.
Mi ojo izquierdo quiere dar ese vistazo disimulado pero me aguanto, aún así
no paro de imaginarme lo sexy que debe verse con una mano sobre el
volante y la otra en su mandíbula.
—Anoche me desperté después de soñar que te estaba azotando ese
culo —rompe el silencio.
La boca se me agua y mis subconscientes se desmayan «Muy poético».
—¿Qué?
—No repito lo que digo. Si no escuchaste no es mi problema.
Ruedo los ojos. No le contesto, simplemente me termino imaginando
como sería eso y es peor para mis hormonas. Su teléfono vuelve a sonar por
menos tiempo, y tampoco contesta.
El silencio se apodera del ambiente, me mantengo mirando por la
ventana, la avenida está llena de carros y tontamente me pongo a contar los
pósters de luces que pasan por el lado. «Incomodidad al 1000%» recuesto la
cabeza en el asiento cerrando los ojos y.....
—Es un milagro que no estés como hablando como locutora intensa —
comenta con sarcasmo.
Muy gracioso, guapo. Nótese el sarcasmo.
—No me apetece hablar, además odias que te exasperen o dirijan la
palabra al menos que lo órdenes —intento no mirarlo, no lo he hecho y su
perfume me está pasando factura.
Me remuevo en el asiento, queriendo bajar la incomodidad que surge
en mis bragas.
—Es un milagro que te estés aferrando a las reglas de tu trabajo,
disminuyes mis ganas de matarte— confiesa.
Sonrío con amargura, cruzandome de brazos y esta vez si lo miro. Su
teléfono vuelve a sonar pero no lo toma o mira, tiene una mano en el
volante, se apoya de la puerta con el otro brazo mientras se acaricia la sien,
mueve la mandíbula y recién noto que está mascando chicle.
—Simplemente no quiero fastidiarte, no hoy— respondo a la
defensiva.
— Ajá.
—¿A dónde vamos?
«Idiota, deja de preguntar, mira con quién estás» me regaña San.
—A un lugar.
—¿Qué lugar?
—A donde pueda sacarte la lengua y cosertela en la frente —zanja.
—Gracias por el aviso.
Dobla en una calle adentrándonos a un edificio no tan grande. Unos
sujetos se acercan. El Alpha baja el vidrio y sin decir nada lo dejan pasar a
un gran estacionamiento lleno de carros, el ambiente se ve rudo y frío, los
graffitis en las paredes lo demuestran y los hombres tatuados con
expresiones de matones psicópatas.
Inevitablemente mi mano viaja al arma de uno de mis muslos y miro al
pelinegro.
—Bájate, me vine a divertir —apaga el auto— llévate solo un arma.
Sale, dejándome sola.
¿Qué lugar es esté? ¿Me matará de una vez?. Mis sentidos se
encienden y saco una de las armas, dejándola debajo del asiento al igual que
los sujetadores, la otra la sostengo en la mano y cojo el pequeño bolso con
el teléfono que me dió Mario, guardo el arma y respiro hondo.
Bajo y me voy a la parte trasera en donde busca algo en el bolso que
trajo, saca una Glow dorada cargando el peine, la guarda detrás de su
espalda. Presiona un botón y la compuerta se cierra.
—¿Preparada?
—¿Para qué?
—Tu descenso —contesta tomándome del brazo y llevándome con él.
«Hola Diosito, soy yo de nuevo, ¿Estás ahí?»
_____________✧✧_____________
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Que en paz descanse Venus Adler.

Hagamos una recolecta para comprar el cofre.

Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios, y sobre
todo, no hacer Spoiler, esto va para los Releyentes.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 23

________✧✧El desfile✧✧___________

Megan

La New York Fashion Week: siempre transmite ese aire de ajetreo y


movimiento de aquí para allá. Sobre todo el primer día de apertura de la
semana, ese en donde buscan la perfección y que todo salga mejor de lo que
quieren.
Siempre que puedo, estoy en estos eventos, tratando de apoyar a mi
hermana; tiene mucho trabajo por hacer y una semana repleta de pasarela.
Por lo que necesita aliento y alguien que le diga lo bien que lo hará, pese a
no haber dudas de eso.
Tracy Gelbero es una de las modelos más reconocidas a nivel mundial,
su don para la pasarela y el espectáculo la han posicionado en la cima como
la más joven y destacada, llenándome de orgullo y alegría siempre que la
veo caminar con confianza, siendo la más fotografiada.
Apareciendo en vallas publicitarias, como la que veo a lo lejos,
mientras disfruto la gran vista que tengo en frente; playa, arena y el calor
del sol. La ciudad de Miami es hermosa y emblemática, sus playas tan
refrescantes y sobre todo los hoteles que están cerca del Releigh en donde
se llevará a cabo el desfile.
En la zona hay discotecas buenísimas que siempre visito cada que
puedo, además que una de ellas es propiedad del hombre que se pasea por la
sala hablando por teléfono «Jayden».
—No estoy de acuerdo. ¡Encárgate!.
Lleva una hora dando órdenes y advertencias a la persona que lo
escucha al otro lado «Pobre». Llegó hace unas cuantas horas y se negó
rotundamente a participar en el desfile, la prensa moriría si apareciera.
Siempre de preguntan y esperan que suba a la pasarela, verlo es
extraordinario, pero no lo hace con frecuencia.
Me quedo mirándolo, preguntándome por qué todos los Blackwood
son así de... Multifuncionales y talentosos. Creo que es sus días de
preparación, los hacen centrarse en lo que quieren y cómo harán para
mantenerse en la cima.
A veces es impresionante como puede Jayden ser modelo y parte de la
mafia; casi siempre los hombres así suelen mantenerse alejados de las
cámaras, para evitar desatar sospechas. Su reputación puede dañarse si
alguien lo intenta, pero no es fácil, él sabe como hacer sus cosas, o eso creo.
—¡¿No puedo tener un maldito descanso!? ¡Te cortaré los dedos de los
pies si no me tienes respuestas en una hora!— establece antes de colgar.
Regreso adentro, dejándome caer en el sofá.
—¿Es normal que los Blackwood tengan ese genio?.
Casi todos son así, a excepción de Amber, aunque no puedo asegurarlo
al 100%.
—Soy más pacífico que tú novio, eso te lo aseguro —se sirve un trago
de vodka.
—Eso es cierto, es el peor.
—¿Lo llamastes? —me pregunta y toma asiento en el sofá de en
frente.
—Llevo horas en eso, pero la llamada se va al buzón.
Odio cuando hace eso.
—Tal vez esté ocupado.
—Siempre está de aquí para allá. Obviamente no vendrá. Para él no es
importante y lo entiendo.
—Yo estoy aquí, eso es lo que importa. —se pasa las manos por el
cabello— Tu hermana debería agradecer que acepté acompañarlas, aunque
mi tía ya me lo había pedido.
Mi suegra es patrocinadora y organizadora del evento, por ende, debe
estar también.
—Ya me voy —avisa Tracy, saliendo del pasillo .
—Nos vemos ahora —le digo.
Un guardaespaldas se acerca a ayudarla con la maleta mientras ella me
ignora y mira al pelinegro.
—Espero no te vayas por cualquier contratiempo, me alegra que estes
aquí.
—Debería estar en otro sitio, pero heme aquí aún. Iré solo porque mi
madre me está volviendo loco. No fallo a mi palabra —responde, tranquilo.
—Está bien, nos vemos más tarde—busca la puerta.
—Ya sabes lo que hablamos —le recuerdo, mirándola, con suspicacia.
Rueda los ojos acomodándose la sudadera.
—Relájate ¿Sí?.
—No me voy a relajar nada, Tracy
—Deja el estrés. Ya me voy. Me van a explotar el teléfono de tantas
llamadas —se queja.
Va retrasada, puesto que cuando llegamos anoche, se le ocurrió la
brillante idea de ir a una discoteca, beber y fumar hierba. Es un milagro que
esté despierta y con ánimos de subir a una pasarela y soportar a los
paparazzis.
Quedo sola con Jayden, pedimos algo para cenar mientras platicamos
sobre moda. No le veo intensiones de querer algo con mi hermana, pero,
cómo lo haría si ella no pone de su parte y se olvida del pelinegro cuando
sus amiguitos la invitan a algún viaje o estúpides que aprovechan para
beber y fumar sin que sus padres se den cuenta.
Son personas ocupadas, tienen que estar siempre de viaje, entiendo que
dejen a sus hijos de lado y más cuando son irresponsables y no les importa
nada más que ellos mismos.
Tanto pensar en eso, me hace tomar el teléfono. Intento comunicarme
con Herodes, pero no lo consigo.
Aprovecho para ponerme al día con algunas de las cosas de una de las
empresas de mi papá; la cual me toca administrar aparte de mantener todo
en orden. La administración es algo que me encanta y pude haber estudiado
para ser abogada, pero me gusta más esto y agradezco que mis padres me
apoyaran al igual que a Tracy en su insistencia por moda y diseño.
—Iré a ducharme —le aviso a Jayden.
—Avísame si necesitas una mano con eso —me guiña un ojo.
Sacudo la cabeza, riéndome.
—Siempre tan tú, ya me extrañaba que no habías dicho algo así —me
levanto.
—No siempre soy así.
Es coqueto por naturaleza, con todo el mundo.
—Si claro —rio con sarcasmo.
Me voy a la habitación, nos quedamos en la suit presidencial; es
bastante grande y cómoda. Jayden había insistido en hospedarse en otro
sitio pero lo convencí para que se quedará aquí, eso beneficia a Tracy, las
habitaciones son grandes y claramente le dí la que está al lado de la de mi
hermana.
Entro a la mía. Un último intento por comunicarme con Don ocupado,
no da resultado así que opto por ducharme y hacer uso de los implementos
que pedí antes de llegar. Estoy cansada de tener que vivir a miles de
kilómetros, así que debo hacer que eso se termine.
Salgo secándome el cabello con una toalla, tocan la puerta, abro y dejo
que entren las dos estilistas que también pedí. Se apresuran a organizar lo
que utilizarán y me voy al armario, busco el vestido que traje, me lo pongo
con ayuda, un perfecto diseño para la ocasión, es un poco corto, azul coral,
cuello de tortuga y sin mangas, calzo los tacones y tomo asiento frente al
tocador dejando que las estilistas hagan su trabajo.
Reviso el teléfono mientras me maquillan, puedo hacerlo yo misma
pero no tengo ánimos de otra cosa que no sea hablar con Herodes. Pero no
sé nada sobre él, Mario me dice que está ocupado y eso no quita mi
molestia.
Opto por llamar a mi madre, no podrán venir al desfile, están en una
reunión importante de papá «Como siempre» el trabajo es primero. Hace
muchísimo tiempo que no estamos todos juntos en algo mío o de Tracy.
Me siguen maquillando, dando los últimos toques.
—¿Labial cereza volumen 1 o volumen 2?
—2 —contesto.
Aplican el labial como toque final, me miró en el espejo y les pido que
se retiren, preparo el bolso de mano que llevaré, me rocío perfume y ajusto
el brazalete en mi mano, uso los pendientes de diamantes que me regaló
Herodes cuando cumplí años el año pasado «Mis favoritos».
Salgo de la habitación, me mantengo en la sala revisando mis redes
sociales en espera del pelinegro que aparece vistiendo un traje gris con
camisa negra sin corbata, su cabello cae a los lados, cubriéndole un poco las
orejas adornadas con dos aretes pequeños de oro blanco.
Sonríe acomodándose las solapas.
Sabe que se ve demasiado bien.
—Te vez bien, sexy y reservada.
—Siempre tan expresivo, Jayden—cojo el bolso del sofá.
—Al menos agradece que te doy un cumplido, sabes que no lo hago
con cualquiera— espeta, sonriendo.
Hermoso como cualquier Blackwood.
—Gracias entonces, y vámonos, ya es tarde— subo las pequeñas
escaleras yéndome a la puerta que abre dejándome salir primero.
—¿Tú auto o el mío?
—El tuyo, después mis escoltas pueden recogerme si pretendes salir o
algo por el estilo— contesto.
—No creo que sea necesario, pero no prometo nada, tal vez alguna
modelo quiera platicar conmigo y deba desaparecer por unas horas— me
comenta.
Siempre tan coqueto y promiscuo. Tracy deberá usar sus armas y
atraparlo hoy.
Salimos del hotel y subimos a la camioneta. Reviso el teléfono
mientras vamos de camino, él hace lo mismo, el silencio se apodera del
lugar hasta que el auto se detiene en frente del Releigh, hay autos en la
entrada y debemos esperar que se vayan moviendo, los paparazzis están por
todos lados y es normal, adentro solo están los de revistas importantes.
—El flash te dejará ciego un día de estos— comento con sarcasmo
mirando la cantidad de gente que espera afuera.
—Estoy acostumbrado a eso— contesta, soberbio y arrogante— Es mi
mundo.
—No lo dudo.
Nos abren la puerta y bajo, Jayden se adelanta caminando como todo
un experto, las cámaras lo adoran, las mujeres empiezan a gritar, las
preguntas llueven, pero él no se molesta por detenerse, sigue la alfombra
roja y hago lo mismo, dejando que me fotografíen y pregunten cosas,
respondo solo algunas antes de seguir mi camino y saludar a los que
conozco; actores, modelos, socialites y críticos de moda... Todas personas
importantes, tal como yo.
—Por aquí, señorita —me indica el encargado de ubicar los invitados.
Dejo que me guíen a los asientos de primera fila en donde quedo en la
misma mesa que Jayden, en la de al lado está una crítica de modas la cual
me saluda dejando que los fotógrafos nos saquen fotos, el pelinegro deja
que lo saluden, no se levanta, se concentra en su teléfono y aún así llama la
atención de muchas mujeres de alrededor, inclusive de las celebridades que
también están presentes.
—Pensé que tú hermana no estaría en el desfile, pero me emocioné
cuando me lo confirmaron— me comenta la mujer.
—Ya sabes como es el mundo de las modelos, siempre están ocupadas
en cientos de cosas— contesto.
—Si lo sé, pero este desfile será un top, espero con ansias ver esta
colección y tener buenas impresiones.
—Lo mismo espero, necesito ropa nueva en mi closet y por eso vine—
reímos por mi comentario.
Nos siguen sacando fotos pero eso no es problema para nosotras.
—Me mantendré concentrada en tu hermana, es una diosa en la
pasarela.
—Vine solo por ella y porque mi suegra es una de las organizadoras y
patrocinadoras —aclaro.
—Lucinda Blackwood, la grande en este mundo, amo su colección de
cosméticos para esta temporada, es un top en lo que hace.
Seguimos platicando por un rato, se presenta el primer cantante de la
noche avivando las vibras del lugar. La pasarela es una forma de X y estoy
en uno de los lados, desde aquí se puede ver mejor, los paparazzis están
dispersos por todos lados, las paredes están compuestas por grandes
pantallas planas que reflejan a las modelos en sesiones de fotos.
Las luces son blancas y negras dando una decoración fría, tal vez la
colección tenga muchos colores para resaltar. Los reflectores enfocan al
cantante, la gente estalla en aplausos y los diseñadores se presentan antes de
dar las gracias a todos por estar aquí.
—Sin mucho preámbulo, presentamos la colección primavera 2021—
terminan.
Se van, las luces cambian; enfocando la pantalla de atrás por donde
sale la primer modelo, los reflectores la siguen, los paparazzis se vuelven
locos y por mi parte admiro el traje de falda de tubo, camisa de tirantes y
chaqueta de mezclilla, los colores pálidos en la falda y llamativo en la
chaqueta: viéndose como un carnaval elegante y casual.
Siguen desfilando una por una, la energía se siente en cada momento y
más cuando una nueva cantante anima el ambiente vistiendo prendas de la
colección al ritmo de Womanizer de Britney Spears.
Los flash centellan y me levanto con la modelo empoderada que sale
vistiendo short cortos, camisa suelta y un abrigo transparente que se arrastra
en el suelo cuando camina por la pasarela demostrando el poder del apellido
Gelbero, las cámaras la adornan y ella se luce mostrando sus expresiones
sexys y coquetas dejando que el público la observé perdidos en su andar.
—No esta nada mal —comenta Jayden, mirando.
—Es la mejor —aseguro, sin dejar de mirarla cuando llega al final y
posa.
Da la vuelta moviéndose como una experta y avanza de regreso
lanzando una mirada rápida y coqueta al hombre que tengo al lado que
sonríe con picardía dándole un sorbo al vaso de agua que tiene al lado.
—Muy coqueta la niña.
—Contigo siempre lo es —respondo, sacudiendo la cabeza.
El desfile sigue, observo cada prenda y tomo foto de la que me gustan,
Tracy impacta cada vez que sale y el desfile se va poniendo mejor cada vez
más, estás cosas me gustan solo cuando ella está, la apoyo siempre que
puedo, se que la droga la puede destruir y es algo que no quiero que suceda,
somos hermanas y a pesar de nuestras diferencias, solo quiero su bien y que
levante un imperio en este mundo.
Mi teléfono comienza a sonar y la emoción me recorre el pecho
cuando lo tomo pero se desvanece al ver que no es la persona que espero.
Cuelgo dejándolo en el bolso. Jayden sigue mirando su celular y
empiezo a aburrirme pero todo mejora al ver la mujer que se acerca dejando
que la fotografíen cuando saluda a su hijo.
—Querida— me saluda.
—Suegra, espectacular desfile, nunca me decepcionas— le digo.
Mira a varios sitios antes de dejar su atención en mí.
—Eso es buena señal, pensé que vendría Herodes, ¿En dónde está?.
—No lo sé, no he podido comunicarme con él— contesto.
—A mí ni me preguntes, solo sé qué está en Ucrania, Amber tampoco
vino; se nota lo mucho que les interesa esto a tus hijos— interviene Jayden.
—Amber está en los camerinos con Tracy, así que no opines de lo que
no sabes— contraataca con disimulo.
Me muevo incómoda.
—Dile a Amber que venga a sentarse con nosotros, tengo que
comentarle algunas cosas— le digo intentando calmar las cosas.
Jayden sigue mirando su teléfono y fingiendo que su tía no está aquí
parada, mi suegra asiente antes de saludar con la mano a no sé quién.
—Ya le digo, disfruten y avísame si sabes de mi hijo —me pide antes
de irse.
Intento llamar a Herodes pero me salta al buzón, no me queda de otra
que insistirle a Mario y lo que me dice no hace más que amargarme el resto
de la noche.
«Herodes salió y solo se llevó a su guardaespaldas principal».
Respiro hondo, él siempre se desaparece por cuestiones de trabajo, no
debería preocuparme que solo se haya llevado a esa guardaespaldas, es por
cuestiones de seguridad ¿Cierto?.
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Capítulo 24

____✧✧La bofetada del siglo✧✧____

Venus
Tal vez debería estar muerta. Pero no, y todo por dos simples razones:
Soy indestructible «No le darías el privilegio a nadie».
Mi jefe no tiene intención de matarme aún «O eso crees».
Luego de bajar de su flamante camioneta, nos adentramos en una
especie de sitio con el objetivo de ofrecer shows sobre peleas de boxeo
«Algo privado para gente adinerada, ajenos a la mafia, pero todos
delincuentes». Por todos lados hay hombres y mujeres con maletines de
dinero, bebiendo o apostando. Hay un gran ring en donde se están peleando
dos morenos.
Sigo caminando detrás del pelinegro, mirarlo es algo que no puedo
evitar, pero este sitio no me agrada y debo estar atenta, estamos solo los dos
y nunca se sabe lo que pueda ocurrir. El olor a sangre, sudor, hierva y
cigarrillo es lo único que entra por mis fosas nasales, y hasta las ganas de
follar se me quitan al ver la cantidad de mujeres que se pasean por todos
lados vistiendo ropa de marca y mostrando sus cuerpos voluptuosos de una
manera reservada, pero no tan discreta.
Tengo lo mío, pero ellas me ganan con las grandes tetas y trasero «¿No
les pesan las siliconas?».
Por un momento me siento insípida, pero recuerdo lo diosa que soy, o
eso me gritan mis subconscientes cada que pueden, aún así, mantengo el
autoestima como debería. Quitándoles el privilegio de hacerme sentir
menos.
Algunos sujetos me miran con sonrisas coquetas, pero los ignoro
siguiendo mi camino. Algunas mujeres notan mi presencia y no pueden
evitar susurrarse cosas entre ellas. El pelinegro parece notarlo así que se
detiene mirándome por encima del hombro, con los ojos oscurecidos.
—Si vas a coquetear, hazlo lejos de mí.
Sigue caminando haciendo que el cólera me hierva la sangre. Un
sujeto lo saluda con un asentimiento de cabeza, mostrándole una mesa con
dos taburetes de madera pulida. Toma asiento y no sé si pueda hacer lo
mismo, pero me siento, apoyando los codos en la mesa.
Traen algunas botellas y vasos. Siguen peleando en el ring y de
momento me siento incómoda y entiendo por qué, el Alpha me está
mirando con mala cara.
—Busca otro sitio en donde sentarte, ese está ocupado —me dice.
—Estaba vacío cuando me senté.
—Obviamente, sino, no estuvieras ahí —resopla, como si fuera obvio
— Levántate y vete a otra mesa, no te vayas muy lejos y evita faltarle el
respeto a alguien.
Vergüenza y molestia es lo único que tengo en estos momentos.
¿Cómo se sentiría darle un bofetón? «Debería averiguarlo». Con la mirada
busco otra mesa no muy lejos, justamente detrás de esta. Me levanto de
mala gana, sin mirarlo. Tomo siento y reprimo el disgusto de que muchos
me miren como si se les perdió una igualita a mí.
Una mujer me deja un botella de vodka, hielo y un vaso. No puedo
tomar, pero tengo calor y no creo que me faciliten agua. Las prepagos le
desfilan al hombre que tengo en frente y solo me dan risa, ni siquiera las
mira, tampoco a mí, pero al menos no estoy tratando de llamar su atención
y ser rechazada en el intento, solo puedo mirar su espalda ancha, con eso
basta.
Un sujeto toma asiento en el taburete de la misma mesa, deja que dos
mujeres se le posen a los lados y si mal no lo recuerdo: es un hombre con
dinero, creo que lo he visto en la televisión, pero en persona es otra
impresión, cabello castaño, ojos negros, estatura Igual a la de mi jefe.
Debe tener unos 35 años, y por lo visto es el dueño de todo este lugar
ya que no creo que el Alpha se vaya a sentar con cualquiera.
Siento la garganta seca, sorbo más vodka, intentando mojarme los
labios pero los siento agrietados y a cada nada tengo que estarme pasando la
lengua.
Suspiro cansada, me está consumiendo el aburrimiento, apoyo la
mejilla en la mano, me concentro en la pelea de dos sujetos con tatuajes, se
alzan las apuestas, el alboroto me hace doler los oídos pero mentalmente
apuesto al que llevo ratos estudiando para la próxima, las manos me pican y
termino levantándome.
Rodeo las mesas, ignorando la mirada de muchos, me humecto los
labios, el sujeto me mira extrañado cuando rebusco en mi bolso, sacando
los billetes que tengo.
—Cinco mil a pantera —los deslizo sobre la madera, haciendo mi
apuesta.
Suelta una risita burlona y los toma mirándome como si estuviera loca.
—¿Cinco mil?. Muñeca, aquí se apuestan más de cincuenta mil o cien
mil —me hace saber.
Ruedo los ojos. Sus amiguitos no dejan de mirarme los pechos y darme
ganas de romperles la nariz. Pero debo ser pacífica hoy.
—Pues, quiero apostar eso.
—Con eso que quieres apostar, se limpian las mesas de aquí, no vale
nada ¿Entiendes?—se burla.
Suspiro profundamente, apoyo las manos en la madera y me inclino un
poco, sonrío de lado mirándolo directamente a los ojos.
—Quiero apostar eso, ¿Es mucho pedir?.
Lo noto pasar saliva sin dejar de mirarme, se rasca la nuca y sonrío aún
más cuando pide que le faciliten el talonario con los recibos.
—No era muy difícil ¿Ves? —miro a los hombres que tiene detrás—
¿Cierto, chicos?
Asienten automáticamente sonriendo y mirándose entre ellos. Reciben
mi dinero y me entrega el pedazo de papel. Agradezco por el servicio y me
regreso a la mesa.
Observo como se preparan los peleadores, me lleno el vaso de vodka y
me mantengo de pie para poder mirar mejor, intento olvidarme del hombre
que tengo en frente, hago como si estoy aquí para lo mismo que los demás
quienes apuestan y sueltan gritos de animación para los sujetos que
empiezan el combate.
La sangre se esparce y los puños se estrellan en los cuerpos, con la
pelea sin piedad, aprieto el cristal que tengo entre las manos, el lugar esta
casi lleno y por ende se siente la vibra de cada grito, cada que uno cae o se
levanta del suelo, los segundos pasan y no contengo la emoción cuando mi
peleador gana.
«Eso es bitch» doy un saltito de emoción.
Un mareo me nubla la vista y debería dejar de tomar, pero solo optó
por sentarme y cerrar los ojos por un momento. Dejo que el sujeto de hace
unos ratos se me acerque dejando sobre la mesa un malentín.
—Tú recompensa por la apuesta —lo abre, dejándome ver los fajos de
dólares.
¿Tanto así gané?
—¿Todo eso?
—Medio millón por haber apostado cien mil— me hace saber.
Frunzo el seño extrañada y sin entender.
—Pero si yo solo aposté...
—Los apostó el Alpha— me interrumpe.
—Entonces son suyos.
—No, la apuesta la hiciste tú, así que son tuyos.
Se va y me sostengo la cabeza conteniendo el mareo que vuelve peor
que hace unos segundos. «¡Tienes medio millón de dólares!» gritan mis
subconscientes, haciéndome sentir peor, estoy ebria y así no puedo pensar
con claridad.
No estoy acostumbrada a tomar, no lo hago casi nunca, no es como si
se me permitiera, pero está vez no me importó y ahora debo calarme las
ganas de hacer pipí que me surgen, cojo el malentín y busco el baño que
encuentro después de atravesar un amplio pasillo con luz tenue y entiendo
el porqué cuando entro, tres parejas follan en distintos sitios, una sobre el
lavamanos, otra en un cubículo y la última en una esquina.
Los gemidos se apoderan del lugar y me siento peor porque ellos
disfrutan mientras yo me estoy muriendo con la calentura y mi pobre
panocha se está llenando de tela de arañas y probablemente sea virgen de
nuevo.
Debería unirme a una y formar un trío, la abstinencia me matará si no
me corro.
Entro a hacer lo que vine, abro la puerta y el mareo vuelve haciéndome
sostener de la puerta antes de irme de bruses al piso y desatar las risas de las
parejas que siguen en lo suyo como si no estuvieran a la vista de cualquiera
que entre.
«Acabo de conocer la envidia»
Me lavo las manos, el teléfono me timbra en el bolsillo y recién
recuerdo que llevo dos horas sin informarle novedad a Mario, saco el
aparato y debo cerrar los ojos cuando veo tres teléfonos en mi mano.
Como puedo, escribo el mensaje y lo envío antes de salir del baño, el
pasillo se mueve como si fuese un remolino y por suerte llego a la mesa en
donde tomo asiento de nuevo.
Debería estar preocupada por el regaño que me dará mi jefe por estar
abría estando con él o tal vez el tiro que me debe esperar, pero en vez de
eso, me preocupa más el tener tantas ganas y terminar tocándome aquí
mismo. Es algo horrible, nunca antes había sentido tantas ganas así, es
como si la impotencia se mezclará con las ansias. Una cosa torturosa.
Los minutos pasan y dejo que soledad me acompañe, la botella se
termina y me importa un pepino si esto no le agrada al pelinegro que deja
que algunas le coquetean cada que le pasan por el frente, lo único normal en
él, es el hecho de que no deja que se le acerquen demasiado.
Detallo su ancha y gran espalda, sigue hablando con el mismo sujeto y
yo mirándolo, detallando como le queda la gorra y queriendo que se gire y
me mire con esos relámpagos que tiene de iris.
De momento hace más calor del necesario «¿O soy solo yo?» me saco
la chaqueta dejándola sobre el malentín antes de apoyar los brazos y la
mandíbula. Intentando que los mareos se disipen.
—No sé si te agrade, pero espero que no te moleste que te haga
compañía —hablan a mi lado y recién noto que un sujeto está muy cerca de
mí.
—¿No había más mesas?
¿En qué momento pedí un acompañante? No me dejan mirar y
fantasear a mi jefe.
—No con una linda chica como tú, no pareces de estos lares— deja el
brazo en el espaldar de mi silla.
¿Y esa confianza mor?
—No lo soy.
—Yo tampoco. Vivo en Milán, estoy aquí por lo mismo que todos ellos
—observa a su alrededor sin quitar el brazo de atrás.
Calma, Venus, respira y dile que se vaya. Desecha la idea de sacarle
los ojos.
—Y estás aquí en mi mesa, por lo mismo que quisieran todos ellos—
observo una de las mesas llenas de sujetos que me miran coqueteando.
Se ríe antes de inclinarse el vaso y darle un sorbo.
—No los culpo, eres muy hermosa y estás solita, así qué,—duda— Al
parecer no tienes compañía, pero no me malinterpretes, solo quiero charlar.
Asiento despacio sin dejar de mirarlo con los ojos entre cerrados.
Tengo ganas y tal vez...
—Pues, no me hace falta compañía— aclaro cortante.
—Yo creo que sí, destilas aburrimiento por donde se te mire —
contraataca.
—Quiero estar sola —me acomodo cruzándome de brazos.
Sigo igual o peor de mareada. Veo tres sujetos en vez de uno ¿O son
trillizos?.
—No seas antipática y mejor dime ¿Cómo te llamas?
Me sostengo la cabeza, conteniendo las ganas de abofetearlo. Abro la
boca para mandarlo a la mierda, pero...
—Se llama "lárgate de aquí y déjala en paz"— intervienen y esa voz
podría reconocerla entre miles— Claramente te está diciendo que tú
presencia le molesta.
No lo miro, simplemente veo el movimiento del sujeto que se levanta
como si nada.
—Estamos hablando.
—Se nota que la plática está muy buena —espeta, con sarcasmo—
Tanto que la tienes con una sonrisa de felicidad, escuchando tus patéticos
intentos de ligar y llevártela al baño para follarla y ya.
—Y quién demonios te invitó a...
Otro sujeto se acerca, diciéndole algo al oído, el insistente se pone
pálido y balbucea mirando a la hombre que tengo al lado.
—Lo siento, señor. Yo...
Las explicaciones quedan en el olvido cuando con una rápida
maniobra, saca su arma, disparándole en la cara. El sonido de los disparos,
me hacen doler más la cabeza, tanto que debo cubrirme los oídos.
Suspiro intentando no mirarlo cuando le pone el seguro al arma y me
toma del brazo para que lo mire. Su expresión no es muy buena que
digamos, el disgusto es más que notorio, frunce sus sexys labios y juro por
Dios que estoy necesitada de un beso húmedo, suyo y... debería
preocuparme por su molestia y no por querer probarlo de nuevo.
—¿Estás ebria? —ejerce precisión, lastimándome.
—Obviamente, ¿no se nota? —señalo mi cara, soltando una risita.
Estoy firmando mi condena de muerte.
—¿Con permiso de quién?
—El mío —zanjo—. Tú estás ocupado con tus putas y ese sujeto, yo
estoy aburrida y por si no te diste cuenta, —arrastro las palabras, señalando
el malentín— Gané una apuesta y soledad me ofreció compañía y
brindamos por mi espectacular vida.
Me cubro la boca cuando el hipo aparece.
—Estás trabajando, no de descanso, por ende no puedes beber ni estar
coqueteando —sentencia apoyándose en la mesa, no me suelta el brazo.
Debo tener sus dedos marcados en mi piel.
Miro el agarre, riendo, lo que hace que mire peor. Pero no me importa,
el alcohol me vuelve más loca de lo que ya estaba.
—Mejor dame las llaves de la camioneta, me acuesto en la parte
trasera y tú sigues aquí. Estoy mareada y aburrida. O mejor no me espantes
los ligues y déjame encontrar uno para follar —le digo, logrando que me
suelte
El dueño del establecimiento se acerca, mirándome extrañado y luego
a mi jefe quien parece que estallara de ira.
—Quisiera guardaespaldas así de sexy— le comenta y sonrío con
coquetería— Siempre teniendo buenas mujeres, Alpha.
Lo último me hace carcajearme.
—Mujeres sin calibre o voltaje —respondo.
—Yo quisiera lanzarla de un puente —asevera mi jefe,bpasándose las
manos por el rostro.
Frunzo el ceño y me levanto de mala gana.
—¿Qué haces?
—Me voy a la camioneta, señor. Estoy ebria y solo dañaré su imagen
— recojo el maletín y la chaqueta.
—No creo que sea prudente que salgas sola, algunos hombres son...—
intenta opinar el sujeto.
—Estoy ebria, más no incapacitada, aún así, puedo subirme al ring y
pagarle una golpiza a cualquiera de tus boxeadores —aseguro con firmeza.
—Me gusta —se ríe.
—Con su permiso, señor— le digo a mi jefe.
Rodeo la mesa, echo a andar intentando no tropezar con nadie, estoy
mareada y debo pensar que no, para poder caminar normal. O eso creo. Tal
vez voy caminando de extremo a extremo, «Pero como una diva,
claramente» ebria pero nunca indiva.
Ignoro las miradas llenas de morbo, algunos intentan acercarse pero
retroceden con mi expresión de sed de sangre, embriagarme conlleva a:
ganas de matar o de follar. Salgo adentrándome al estacionamiento, veo
todo moviéndose y no sé, pero se me olvidó en donde está la camioneta.
«¡Mierda!»
Ahora me toca andar en nómada buscando el jodido vehículo, y para
colmo, este estacionamiento es enorme. Me llevará toda la noche y el mareo
no ayuda en nada. ¡No veo bien! ¡Aiudaaaaaaaaaa!.
Apoyo una mano en una columna, intento mirar a todos lado pero no
veo más que todo sacudiéndose con brusquedad. La cabeza me duele y
tengo ganas de vomitar.
Sigo caminando sin saber a dónde. Debería tragarme la tierra.
—Hey muñequita —me llaman desde no sé donde.
Simplemente sigo avanzando entre autos y sintiendo miradas, aprieto
los ojos y los abro, distingo sombras venir hacia mi. Los señalo para que no
se acerquen pero lo hacen tomándome del brazo, me quitan el malentín e
intento derribar al que me sujeta pero el mareo me toma, todo da vueltas y
me siento entre nubes, no siento tocar el suelo.
Todo es confuso e intento librarme, me sueltan y vuelve a tomarme
uno de ellos, mis sentidos reaccionan, mi instinto se pone alerta y mando la
bofetada sin duda, la mano me queda ardiendo, me safo de su agarre y doy
un paso atrás cuando el mareo se va, quiero derribarlo pero intento no
tambaelarme y miro al sujeto que se acaricia la mejilla mirándome con
ganas de matarme.
«Acabo de abofetear al Alpha de la mafia principal» ¡Acabo de
abofetear a Herodes!.
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Capítulo 25

_____✧✧ Euforia ✧✧________

Herodes
Definitivamente no entiendo a las mujeres ¿Quién lo hace?.
Sigo caminando detrás de la ebria que busca en dirección contraria la
camioneta que se encuentra del otro lado, pero está tan pasada de tragos que
no sabe ni siquiera para dónde está caminando.
No sabe tomar, ni siquiera fue más de una botella y ya está borracha.
Se detiene un par de veces, mirando hacia todos lados como un
cachorro perdido, se pasa las manos por el cabello mientras que con la otra
sostiene el dinero, el pequeño bolso le cuelga en un brazo y lleva la
chaqueta en la mano junto con el malentín. No sé que me estresa más, si el
que esté ebria o la camisa de tirantes que lleva puesta.
Recuerdo claramente haberle ordenado no usarlas.
Me pellizco el puente de la nariz mirando como camina a tropezones,
en cualquier momento se irá de bruses al piso. No entiendo cómo puede
seguir de pie y caminando como una modelo. Suspiro cansado,
manteniendo la distancia para que no note mi presencia y poderme seguir
riendo mentalmente de como sigue buscando y maldiciendo por lo bajo.
Me guardo las manos en los bolsillos de la chaqueta, la observo sin
perderla de vista. Debería estar allá adentro y no aquí cuidando a una ebria
loca, porque eso es, además de ser insolente y desobediente; el combo
completo tiene esta mujer: para ser un dolor de cabeza.
Dos sujetos se le acercan y los señala como si eso los fuera a detener.
Aquí pueden haber personas con dinero, pero algunos son violadores
que esperan el momento de ver a una mujer sola y sin escoltas. La pelirroja
es letal, sí, se sabe defender y fácilmente puede acabarlos, pero en sus
condiciones no creo que sea capaz de mucho. Aún así, me mantengo a raya
mirando lo que pasa hasta que uno la toma del brazo, dejando que otro le
arrebate el malentín y la chaqueta.
Ella se mueve, eufórica, tratando de soltarse pero la sacuden,
mirándola con ganas y encendiendo mi molestia. Me paso las manos por el
cabello acercándome.
«¿Qué mierdas estoy haciendo? Yo no la mandé a embriagarse».
—Lárguense —espeto mirando al que la sujeta.
—Oblíganos.
Se ríen, el otro sostiene el malentín con la chaqueta, y quiero creer que
sufren de alzaimer algo parecido. Ella vuelve a moverse alejando al sujeto,
se tambalea y soy rápido sacando el arma, soltando varios disparos...
El que sujetaba el malentín, cae y tomo a su compañero poniéndolo
contra el suelo clavándole el arma en la boca, el disparo esparce la sangre, y
con asco limpo el arma en su camisa antes de levantarme y guardarla.
Tomo del brazo a la loca, parece volver a la realidad, se mueve rápido
y no sé de dónde sacó los reflejos cusndo... el rostro me queda de lado con
la mejilla ardiendo por el impacto de la bofetada que me acaba de dar y
enciende mis ganas de matarla.
La suelto y retrocede mirándome con la boca abierta, me acaricio la
zona afectada y reprimo las ganas cuando estalla en risas, se tambalea otra
vez alejándose de los cuerpos muertos y dejándose caer de rodillas riendo
como loca.
—Tenía días queriendo hacer eso, ¡OH POR DIOS SANTÍSIMO!
acabo de abofetear a Herodes Blackwood —estalla en risas.
Suspiro profundamente, dos hombres de seguridad se acercan y miran
a la mujer que se ríe como retrasada mental, me aseguran que ese
encargarán de los cuerpos y solamente quiero irme y más cuando la veo que
se acuesta en el piso, riendo como si estuviera en una cama y no en un
estacionamiento.
—¿Quiere que nos encarguemos de ella? —me preguntan y niego.
—Recoje el malentín y la chaqueta.
Me acerco, se sigue riendo, la tomo del brazo para que se levante, pero
no me lo permite.
—Si me tocas, querré follar y no creo que tú quieras hacerlo —hace un
puchero.
Ruedo los ojos, levántandola a las malas.
Se queja, patalea como niña chiquita pero tengo más fuerza y la pongo
de pie, se ríe de nuevo pero se calla de golpe mirando al vacío «Quizás le
dio un derrame cerebral», muevo la mano para sostenerla del brazo pero se
lleva una mano a la boca inclinandose hacia delante y...
La suelto cuando hace el amago de vomitar, retrocedo para que no me
llene de vómito pero no sucede, se ríe de nuevo antes de señalarme con el
dedo.
—Caíste...—se burla.
Me acaricio la sien, volviendo a tomarla a las malas, se niega y no me
queda de otra que subirmela en el hombro pero maniobra y se suelta antes
de salir corriendo como desquiciada «Enloqueció», capta la atención de los
que salen en busca de sus autos.
—¡DÓMAME SI PUEDES! —me grita.
La primera vergüenza de mi vida. Debería dejarla pero la sangre se me
sube a la cabeza cuando se detiene no muy lejos, se ríe amargamente, se
lleva las manos al borde de la camisa y se la saca por encima de la
cabeza,mostrando el brasier de encaje.
Aprieto la mandíbula viendo como los hombres la miran. Me encargo
del malentín y su chaqueta dejando que los de seguridad la tomen a las
malas en tanto avanzo a la camioneta, la meten en la parte trasera y cierro
con seguro antes de encargarme de lo que acaba de pasar.
—No se preocupe, señor— me tranquilizan entes de irse.
Rodeo la camioneta, subo y dejo el maletín en el asiento de copiloto, la
chaqueta se la lanzó a la loca quien se está sacando la ropa en la parte de
atrás como si estuviera en una habitación a punto de ir a dormir.
—¡Vístete o te dejo en medio de la nada!— enfurezco, mirándola por
el retrovisor.
—Tengo calor, estoy cachonda y con hambre de sexo duro, así que
déjame dónde quieras, todo sea por no estar en el mismo lugar que tú —se
saca los botines.
—Eres una jodida molestia.
Jamás en mi vida había estado tan enfurecido como ahora.
—Solo conduce y déjame en donde quieras, Daddy —susurra.
El calor me recorre la nuca haciéndome engordar la polla. Enciendo el
motor, conduciendo fuera de la zona, son las 2 de la mañana, no son
muchos los autos que me encuentro a medida que me adentro en la avenida
oscura y solitaria, a los lados no hay más que árboles y es el lugar perfecto
para dejar un cuerpo sin vida.
Pero en vez de matarla, bajo del auto, abro la puerta trasera y entro
cerrando los seguros, los vidrios permiten privacidad y no podrían intentar
robarnos aunque lo quieran, el auto es más seguro que un tanque militar.
—¿Follaremos? —pregunta sacándose la única prenda que le queda y
dejándome ver su rosado sexo cuando abre las piernas tocándose con
premura y jadeando.
Son tantas las formas en las que quiero matarla pero en vez de eso la
pongo de rodillas en frente de mí, me saco la polla dejándola cerca de su
boca, le suelto el cabello enredando mis manos en el antes de tirar y hacerla
mirarme «Me las va a pagar».
—Me la vas a chupar, y no vas a parar hasta que me corra y te tragues
mi leche —establezco, metiéndolo en su boca.
Sé que está fingiendo, no está tan ebria, no ahora.
Aferra las manos en sus pechos y no se queja, empieza a chupar como
si no hubiera otra cosa que quisiera hacer.
Jadea complaciendo mis oídos con el tono de sensual con que lo hace,
me la baña en saliva dejando de su lengua la limpie antes de chupar con
succiones violentas que me arrancan el aire y me encierran en una burbuja
de deseo por la mujer que tengo entre las piernas dándome un oral
descomunal.
Su boca se mueve con maestría, haciendo que mis ojos se concentren
en mi que hacen y lo bien que se ve entre mis piernas, chupando lo que
muere por clavarse en su pequeño y rosaceo coño.
He estado con muchas mujeres capaces de hacerme correr rápido, pero
ninguna la disfrute como ahora, sus labios rosados se abren y la lengua
desciende hasta mis testículos dándoles atención con lametazos y
chupetones que me hacen jadear, no quiero correrme aún, pero ella se
empeña en seguir devorando como una necesitada por mi eyaculación.
—¿Te gusta? —el tono suave me hace doler los testículos y puedo
torserle el cuello, pero mis manos no dan para otra cosa que no sea tirar de
su cabello y sostener una de sus tibias tetas.
Joder, está tan caliente y suave. La aprieto apoderándome de ella sin
dejar de mirar como sus ojos me gritan todo lo que quiere que le haga en
ese pequeño sexo que tiene entre las piernas y que mi lengua quiere
saborear hasta que se corra alimentando mi lado dominante.
—Vamos, Daddy, dame de comer —susurra, volviendo a meterla.
Aferra las uñas en mi vaquero dejando que mi falo se deslice por su
boca, tocando ese punto exacto que me contrae las piernas y me hace
apretar la mandíbula, abrir la boca en busca de aire y echar la cabeza hacia
atrás soltando la eyaculación que se recibe gustosa y tica su garganta.
—¿Tú también quieres de comer? —pregunta cuando traga todo, y se
chupa los dedos.
El corazón me cabalga con una brusquedad sorprendente que no puedo
describir, pero siento la garganta seca y anhelando sus fluidos.
Mis sentidos quieren hacerme entrar en razón pero las ganas son más
fuertes y termino estrellándola en el asiento de en frente, dejando las manos
debajo de sus rodillas subiéndole las piernas y arrojándome a chupar su
sexo.
Quedo de rodillas entre sus piernas ,dejando que la sed se adueñe de
mi cuerpo arrasando con ese lado que tanto quise esconder desde hace
muchos años pero que ahora emerge con más fuerza y descontrol. «Esto
está mal» repite mi subconsciente pero mi cuerpo y control se deja envolver
por las sensaciones inexplicables que me azotan el tórax con una potencia
increíble el: odio, molestia, deseo, sed...
—Mierda, Daddy... —jadea aferrándose a mi cabello impulsándome
más.
Sabe muy rica.
Todo se revuelve y solo algunas y específicas palabras me da vueltas
en la cabeza a medida que me sigo embriagando de su dulce y jugoso coño
«Mía hasta que la muerte nos llegue a uno de los dos». No puedo pensar y
anhelar otra cosa que no sea su sabor, me las apaño chupando y robándole
jadeos roncos que empeoran la situación y toda esta mierda.
No puedo evitar saciarme y sacar respuestas a mis preguntas
inconclusas, pero desvío todo y solo me concentro en ella, en este momento
incorrecto que estamos disfrutando y que sólo es la sentencia de algo que
está mal y al final se convertirá en una catástrofe que acabará con muchas
cosas y solo sé que debo salir ileso aunque llegue a ser una travesía
apocalíptica.
Es mi guardaespaldas y yo el Alpha de la mafia más poderosa, no
deberíamos estar haciendo nada de ésto, tengo códigos que cumplir y leyes
que mantener si quiero que todo siga como lo tengo planeado desde hace
mucho tiempo, pero ahora me estoy metiendo entre las piernas de la mujer
que tal vez quiera acabarme si doy un paso en falso «Traería muchos
problemas si abre la boca y dice lo que hemos hecho».
Sigue jadeando como una loca llenando el lugar con su voz, el calor
me toma de manera agobiante pero es lo que menos me interesa, solo quiero
que se corra y por ello la masturbo dejando que mi lengua acaricie sus
pliegues, chupo y succiono ese punto rosado y suave que la hace jadear aún
más, suelta mi cabello, aferrándose al asiento cuando está apunto de
correrse y...
—Me vengo, para..
Aprieto sus muslos, negandome a soltarla, sigo chupando y robándole
la energía cuando se corre llenándome la boca fluidos; semi salado, tibio y
cremoso, así sabe. me trago todo disfrutando del néctar que le emana del
coño dándome de comer y avivándome las ganas nuevamente.
No dice nada, destensa el cuerpo dejando caer las piernas, me
acomodo mirándola, me limpio la boca con el dorso de la mano y sonrío
viendo como respira con dificultad.
Sus senos están rojos por los apretones de mis manos y no sé qué
mierdas, pero termino con las manos en el asiento y mi boca sobre sus tetas,
chupando y lamiendo sus pezones endurecidos. Mi polla roza su intimidad
mojada y tomo su cuello con una mano mientras que la otra la bajo hasta su
sexo metiendo los dedos, hurgando en su canal, logrando que se moje más.
—¿Quieres que te lo meta? —pregunto bajito, mirando sus labios.
—Por favor...—usa el mismo tono.
Estoy agitado, más excitado que antes y se lo demuestro jugando en su
canal, moviendo los dedos despacio, dejando que jadee sobre mis labios
cuando quedo con mi nariz a centímetros de la suya, respirando igual. El
olor a licor es un golpe a la realidad haciéndome mover los dedos más
rápido.
Gimotea, aferrándose a mi camisa y la dejo porque no es un contacto
directo.
—Prométeme que no volverás a embriagarte y hacer otro espectáculo
como el de hace media hora —le pido.
«No soportaría otra cosa como esa».
abre la boca, respirando rápido y luego los ojos dejándome detallar el
iris indescriptible que me hace doler la polla con más intensidad.
—No me gusta prometer cosas que tal vez no cumpla, además...
—¿Además qué? ¿Quieres que te deje con las ganas de follarte? Puedo
hacerlo, Preciosa, sabes que sí —muerdo su labio inferior, tirando de el.
—No pares...—echa la cabeza hacia atrás.
Disminuyo la intensidad de mis dedos, haciendo que me mire de
nuevo.
—Lo prometo...¿Pero... qué sucede si fallo?—indaga, entre jadeos
entre cortados.
—Odio a las personas que no cumplen con su palabra. Haya tú si
quieres averiguar qué te sucederá si no me cumples a mí.
Asiente con un poco de dudas. Me lleva hasta el asiento de hace unos
minutos, sube sobre mí, quedando metiendo mi miembro, antes de intentar
sacarme la camisa pero la detengo sujetándole las manos detrás de la
espalda.
—Odio que me toquen, ya te lo había dejado claro, así que grábatelo y
no intentes hacerlo.
—Ok —mueve los hombros logrando que el cabello le quede detrás de
los hombros.
Estoy a punto de llegar con solo tenerla sobre mi, sus tetas cerca de mi
rostro, su coño rozando mi polla. La penetro dejando que se mueva como
ella sabe y eso basta para que las ganas incrementen y el cuerpo se me
estremezca preso de placer.
Mantengo sus manos detrás, sostengo su cadera con fuerza dejando
que suba y baje, moviéndose. Echa la cabeza hacia atrás, dándome vía libre
para prenderme de su cuello, dejando que mi lengua lo recorra haciendo
marcas que se notan fácilmente y me gustan, sobre su piel se ven como una
obra de arte sobre el mejor lienzo.
Desciendo por la abertura de sus tetas, prendiéndome de una,
mordiendo el pezón y lamiendo. Son redondas, no tan grandes, pero está
bien, en ella se ven perfectas y demasiado provocativas tal y como es.
Quiero quitarme la ropa y sentir lo que surge cuando estamos piel con
piel, su calor con el mío, deseo sentirla más, pero las ganas no me dejan
pensar en otra cosa que no sea disfrutar de su canal. Es tan estrecha que eso
me hace olvidarme de la hora y el que debo buscar un hotel porque ella
seguramente se quedará dormida después de esto, pero descarto la idea y
prefiero que nos quedemos aquí adentro, no tengo sueño, bien puedo
quedarme afuera, fumando o mirándola dormir.
Me da la batalla como me gusta, no se cansa y se corre antes que yo,
sin embargo, sube y baja dejando que el orgasmo acabe y en ese preciso
instante me lo aprieta tan delicioso que me corro dentro de su coño,
marcando mi territorio. Sintiendo como me derramo en su canal; la cantidad
es tanta que se derrama y se sale, ensuciandonos más.
Con las manos picando, no puedo controlar lo que taladra mi pecho,
despertando esa posesividad macabra.
Esto no es bueno para ella, no sabe en lo que se metió, pero se me me
insinuó y hora que se atenga a las consecuencias, será sexo, y triste para ella
si abre la boca y lo cuenta, porque no me temblará la mano para
despellejarla yo mismo.
_____________✧✧____________
_____________________________

Estos dos me hacen dudar de mi sexualidad, lo juro.


Mil gracias por leer.
Recuerden votar y dejar sus comentarios, y sobre todo, no dejar
Spoiler, esto va para los Releyentes.
Besitos.
Osly Ortega.
Capítulo 26

▪_✧✧¿ Insoportable o irremplazable?✧✧_

Venus
Ya no volveré a ingerir ni una sola gota de licor. Me siento demasiado
mal, no puedo con mi arrepentida alma.
Probablemente me encuentre de camino al más allá, no lo sé, solo sé
que de ser así; me voy con una resaca de mierda y uno de los peores
malestares de todos.
No puedo abrir los ojos, todo está a oscuras, no sé en dónde estoy, ni lo
que ocurrió después de perder la ubicación de la camioneta. ¿Estoy muerta?
¿Herodes, me mató por plantarle una descomunal bofetada? ¡Le di una
bofetada! Eso sí lo recuerdo y no me llena de satisfacción.
«En parte sí me llena, estaba esperando por eso desde hace mucho
tiempo».
Esto debería celebrarlo con bombos y platillos, pero no creo que en el
infierno me dejen armar tremenda parranda, oh, claro que sí, llegaré
liderando a todos los demonios que no me hacen justicia, así que puedo
hacer la fiesta que sea y decirle a Satanás que el diablo es una mujer, y esa
soy yo.
Con todos los ánimos, mor. Aunque me sienta de lo peor.
Me paso las manos por el rostro, la oscuridad se toma el lugar en
donde estoy y recién caigo en cuenta que es dentro de la camioneta,
desnuda y con la entrepierna húmeda y pegajosa.
Miro por las ventanas de los lados, solo distingo árboles y desolación.
¿Qué hacemos en medio de la nada? Y para colmo estoy sola. Eso me hace
pensar que tal vez me abandonó tal como dijo, pero, no.
¿Pero qué hago desnuda?
«Seguramente te vomitaste y tubo que quitarte la ropa»
Vergüenza es poco para describir lo que siento, pero se desvanece
cuando tanteo el suelo y toco mi ropa, no sé cómo funciona la tecnología
del vehículo pero rebusco en mi bolso, sacando el teléfono y alumbrando
con la linterna, mi ropa está intacta, yo desnuda y con el cabello un
desorden.
La cabeza se me llena de conclusiones, subo las piernas, me reviso el
coño; lo tengo semi hinchado y eso me grita que follé. Sigo revisando,
intentando mirar bien pero la puerta se abre y me quedo fría mirando al
hombre que reparara mi posición de revisión panochal.
—¿Qué mierdas estás haciendo?
Su pregunta me llena de vergüenza pero me quedo tiesa mirando sus
ojos, el ambiente está a oscuras pero los veo claramente por la manera en
que resaltan.
—No me digas que el alcohol te causó un daño cerebral y ahora no
hablas.
—Fóllame... que digo ¿Follamos? —«Estúpida»
Se pellizca el puente de la nariz.
—Sí, Follamos y me la chupaste.
Siempre tan sincero y directo.
Abro la boca para contestar pero el estómago me ruge, me quedo
mirando al vacío sintiendo el estruendo que sufre mi sistema digestivo
cuando el vómito se me sube a la garganta; las alertas se me encienden
como una emergencia catastrófica y salgo... Suelto el teléfono y salgo
dispara del auto sin importarme si empujé al pelinegro.
Cruzo la carreta, llegó apoyándome en las barandas de cemento e
inclinándome para vaciar el contenido de mi estómago que cae tal vez en un
río, no lo sé, el estómago me arde, la garganta tal vez se me salga y mi
mundo se nubla por una fracción de segundos en donde solo siento unas
manos recogerme el cabello y sostenerlo para que no se empape de lo
asqueroso que sale de mí boca.
Las arcadas no se detienen y me siento peor, como si recién el alcohol
estuviera haciendo efecto, oro para mis adentros, esto es horrible, aferro las
manos en las barandas sin negarme a lo que mi cuerpo pide.
Dios mío, señor sálvame, invoco angeles sangrados ¡Sálvenme de
perder el estómago y la garganta!.
—Esto es asqueroso, —comienza a regañarme— Y todo por andar
bebiendo. Ni siquiera soportas una botella y aún así te la bebes,
precisamente en horas de trabajo. Te mereces un castigo y más por haber
tenido la osadía de abofetearme.
Respiro hondo, manteniendo la calma. Estoy agitada y con ganas de
lavarme la boca.
—Agua...—musito, cerrando los ojos.
—¿Agua? —tira de mi cabello, haciéndome temblar— Si te lanzo de
aquí caerás en ella, ¿Preparada para nadar?.
Me suelta de mala gana, mostrándome una botella de agua, se la quito
rápido, me lavo la boca varias veces y bebo queriendo que mi cuerpo se
sienta mejor.
No beberé más nunca en mi vida.
—El espectáculo que hiciste te va a costar y sabes cuanto.
No lo miro, me siento extraña y para colmo, estoy desnuda en medio
de la nada, vomitando por haberme embriagado y siendo regañada por el
Alpha de la mafia.
—Mátame pero no me regañes —detesto eso y más cuando mi cabeza
divaga.
—Debería matarte, pero no sería divertido ahorita ¿O sí?.
No lo soporto.
—No, no creo que te agrade matarte, te quedarías sin una de tus
mejores guardaespaldas.
—Siempre puedo conseguir una mejor.
—Soy irremplazable, Daddy —aseguro con detenimiento.
Se pasa las manos por el cabello, mirándome, como si intentara
descifrar algo...
—Eres insoportable, eso es lo que eres —contesta.
Echa andar hacia la camioneta, pero lo detengo, tomándolo del brazo.
Repara el agarre y luego mis pechos. Estoy desnuda y ya se me había
olvidado.
—¿Qué te dije del contacto? —inquiere.
Lo suelto, cruzándome de brazos.
—lo detestas.
—¿Entonces por qué lo olvidas?.
Me palmeo la frente, deslizo la mano por mi rostro intentando
calmarme; tenerlo cerca no me resulta fácil.
Me termino de beber el agua, para recobrar energías.
—Mejor vámonos si no piensas matarme por ser insoportable. Tú lo
eres y hasta más.
Paso por su lado, queriendo irme a la camioneta a vestirme, pero me
detiene, tira de mi brazo, poniéndome con el estómago contra las barandas,
tira de mi cabello haciéndome mirar hacia abajo y puede soltarme, pero el
sonido de su bragueta me genera un cosquilleo en los pliegues y no
coacciono cuando roza la punta en mi humedad.
—Aprenderás a quedarte callada y a hacer lo que se te diga. Conmigo
es así o no lo es, y para que no lo sea, mejor te mato y me ahorro malos
ratos...
El empeñon duele, mis paredes lo aprietan y la boca se me agua
dejándome sacar el aire alojado en los pulmones. Con una mano sostiene mi
cadera sincronizando los choques feroces que me hacen arden la carne de
los glúteos.
La botella se me cae de la mano y solo doy para sostenerme, los
embates me taladran como un martillo en la pared; duro y sin piedad
llevándose mis ganas de apartarlo, solo disfruto de su mástil en mi canal,
saliendo y entrando con una potencia increíble.
No entiendo cómo puede moverse tan bien, tiene un no sé qué que me
vuelve loca en la manera de nalguearme y enterrar los dedos en mi carne.
Las tetas se me mueven con el estremecimiento, la boca la tengo abierta
intentando respirar bien, pero los jadeos no me lo permiten.
Tira de mi cabello haciéndome doler el cuero cabelludo, está siendo
muy brusco y aunque me guste, se esta sobrepasando con las nalgadas que
me hacen picar los ojos, me muerdo el labio tan fuerte que la boca se me
lleva de mi propia sangre, las manos las aprieto soportando el oleaje de
calor que me arranca todo cuando me corro, sin embargo, siguen los
embates, no se cansa y tampoco se corre.
—Mis demonios no se comparan con los tuyos , y ahora me los tienes
que saciar.
La voz ronca y cruel no se compara con los tirones de cabello,
nalgadas fuertes y mordidas en el lóbulo de mi oreja; me está matando en
todos los sentidos, duele pero se siente jodidamente bien, una tortura muy
diferente pero que me hace sentir masoquista.
Puedo apartarlo pero....
—Vamos, correte de nuevo y demuéstrame que te gusta esto —susurra
con voz grave.
Suelta mi cabello, se sostiene de mis hombros trayendome hasta su
pelvis, buscando más profundidad y la consigue, toca ese punto sensible
que me hace abrir la boca y...
—Detente...
El cuerpo se me adormece, las piernas me tiemblan y el abdomen se
me contrae nublándome la vista.
—¿Qué me detenga? No le pidas eso a alguien a quien provocas con
solo mirarlo a los ojos.
Presiona mis hombros con una fuerza extrema, intento girarme y
apartarlo pero todo sucede muy rápido, la cabeza se vuelve un caos, la vista
se me nubla por una fracción de segundos en que mi cuerpo intenta procesar
la ola de fluidos que sale de mí y baña mis piernas. El corazón me late tan
deprisa que no puedo respirar bien y debo abrir la boca.
Las embestidas se detienen y mis ojos se quedan perdidos por un
momento hasta que caigo, las piernas se me duermen y el cuerpo se me
alivia cuando me voy de lado, espero el golpe pero no sucede, un calor
extraño me envuelve, me siento entre nubes reconfortantes que me erizan la
piel.
los brazos me cuelgan, las piernas igual, intento procesar y solo caigo
en cuenta de algo «Me está cargando entre sus brazos». Mi piel se calienta
con la tela de su chaqueta y...
—No sabes con quién te estás metiendo, Adler.
Sus palabras se oyen lejos, la razón se desvanece y me dejo llevar por
el desmayo a causa del orgasmo.
[....]
Siento que me pasó un camión por encima, estoy agotada y con dolor
en la entrepierna, las últimas imágenes siguen dando vuelta en mi cabeza e
intento no mirar al hombre que va delante conduciendo como si nada.
Salimos de aquella calle desierta y ahora nos vamos adentrando en la
ciudad.
Desperté unos minutos después de que me torturara con placer y me
subiera al auto.
intento vestirme aunque sienta los pies sucios por haber salido a
vomitar, la cabeza me duele, estoy fatal, los efectos del alcohol no se han
ido del todo y las ganas de dormir se intensifican, son las tres de la mañana,
y seguimos en carretera hasta que se detiene en el estacionamiento de un
hotel lujoso.
Termino de ponerme los botines, recojo el bolso y mi chaqueta. Dejo el
malentín de dinero, aquí dentro no le pasará nada.
—Dejaré el malentín aquí —le aviso antes de que baje.
Me ignora y sale cerrando la puerta. «Idiota, me las va a pagar».
No me queda más de otra que salir del auto, caminar es horrible, y
siento que estoy acalorada y sucia.
Lo sigo, subiendo al mismo ascensor, presiona un par de botones antes
de hacer en cuenta que no existo.
M apoyo en la pared mirando el brazalete, reviso también el teléfono,
encontrándome con dos mensajes de Mario, no sé si debo arreglar el
hospedaje pero me queda claro que no cuando las puertas se abren
mostrando un enorme departamento con vista a la ciudad.
—¿Conviviremos en el mismo sitio?— pregunto mirando la amplia y
moderna sala.
—Sí.
Me niego a verlo durante lo que queda de la noche. Se va por un
pasillo y lo sigo, entra en la cocina yéndose a la nevera sacando un envase
de jugo.
—Quiero dormir en otro sitio, no quiero estar cerca de tí, así que me
iré a pedir una habitación o no sé... Así que me voy. —me doy la vuelta y
salgo de la cocina.
No pienso estar en el mismo lugar que él, seguramente dormiré aparte,
pero me da igual.
Intento abrir el ascensor pero requiere huella dactilar y la puerta igual.
—Te quedas aquí— dictamina y me giro para verlo— ¿No querías ser
mi amante? ya lo eres, así que sube, dúchate y espérame desnuda.
Suspiro tratando de no lanzarle el bolso.
—Ya lo hicimos, y casi me rompes la vagina— me quejo.
—Eso se llama sexo duro. Así que acostúmbrate, tendremos mucho de
eso— se va por las escaleras.
Intento abrir una de las dos vías de salida, pero el sistema es imposible
para manejarlo o interrumpirlo, solo acepta su huella, básicamente estoy
encerrada en un lugar de donde saldré sin vagina si me vuelve a tomar
como hace una hora.
Todavía me duele el labio de lo fuerte que me lo tuve que morder. No
pienso volver a follar, no por esta noche, aunque me muera de ganas por él,
de solo verlo ya me siento húmeda, pero debo mantener el control.
Suspiro cansada, no puedo andar de aquí para allá intentando buscar
una vía de salida, la única que veo es el balcón, pero salir por allí a esta
hora y sin fuerzas, no sería buena idea. Subo las escaleras, reparando la
exclusividad del sitio, el pasillo es largo con varias puertas y abro una sin
saber si es la suya o otra.
Entro a la habitación desocupada, es grande.
Dejo sobre la cama la cartera junto a la chaqueta, me saco el brazalete
y sin dudarlo me voy al baño, no sin antes cerrar la puerta con pestillo.
Me deshago de la ropa, entro a la ducha dejando que el agua se lleve el
olor a él y sus manos sobre mi carne. Muchas cosas me dan vuelta en la
cabeza pero no le presto atención a otra cosa que no sea querer volver a
Canadá, estar en el búnker es mucho más trabajo, y sinceramente necesito
un descanso.
Salgo envuelta en un albornoz, me seco el cabello con una toalla y
rebusco en las gavetas hallando un secador, tengo marcas en el cuello y eso
es un problema que debo tapar con maquillaje que no encuentro. Por lo
menos ya la resaca se a desvanecido un poco y solo me quedan unas ganas
de comer y beber algo ácido que me caiga bien en el estómago.
Recojo la ropa del suelo, está sucia y no sé qué usaré cuando
amanezca, tampoco sé en dónde encontrar una lavadora, y preguntarle a mi
jefe, eso no lo haré. Por ello salgo de la habitación, camino a pasos lentos
por el pasillo, bajo las escaleras y busco por todos lados hallando el cuarto
de lavado, no sé cómo usar éstas máquinas, nunca antes lo había hecho.
Leo las instrucciones en los controles, no es fácil, la tecnología
también es avanzada pero por suerte lo hago y solo termino de aplicar el
detergente antes de irme, entro en la cocina, rebuscó en el refrigerador
sacando pan, jamón, queso y lechuga, a parte de una salsa que me
encuentro.
Armo el emparedado, me lo voy comiendo mientras pienso que puedo
tomar, saco un jugo de naranja y tomo asiento en uno de los taburetes con
asiento de terciopelo.
Lavo lo que ensucie, no me detengo a mirar cuánto lujo veo por todos
lados, tengo sueño y subo rápido, abro la puerta y me provoca
desvanecerme por arte de magia cuando veo al Alpha mirando por el
ventanal, viste solo un mero boxer de color blanco que resalta su exquisito
trasero firme.
«Repararlo solo me dan ganas»
Sé qué hace aquí, y por ello carraspeo cruzándome de brazos,
intentando no reparar su cuerpo desnudo, contengo la picazón en las manoa
y es que no lo e tocado como quisiera y eso incrementa mis ganas.
—Esta es mi habitación, por ende, puedes irte a dormir a la tuya —
hablo.
—¿Tuya? Muy graciosa, Adler, no sabía que aparte de asesina, eres
comediante— se da la vuelta mirándome de arriba abajo.
Sus ojos...
—Si seré tu amante, lo mínimo que debería tener sería una habitación
propia, con "privacidad" y sin molestias —contesto.
—Las amantes normalmente no se quedan en las casas, solo follan y se
van, pero tu eres aparte, por ende, no hay términos específicos con esto.
Haces lo que yo diga, así que mueve ese culo y ven hasta aquí.
Me gusta cuando se pone mandón y dominante .
Pero ¿Qué mierdas estoy diciendo?.
—Sabes que —finjo un bostezo exagerado, cubriéndome la boca
«Deberías ser actriz»—, Me duele la cabeza y tengo sueño.
—¿Te duele la cabeza?
Se me acerca, mirándome con cautela y siento que me derrito con la
mirada oscurecida que se encierra en esas jaulas que lleva por pestañas.
Asiento automáticamente.
—¿Tienes sueño?
Se detiene en frente de mí y asiento sin perder el contacto visual.
—Eso podemos, —quita el nudo del albornoz deslizandolo por mis
hombros rozando mi piel con sus dedos y causándome estragos en el
estómago— Resolverlo con una buena tanda de embestidas en ese rico
canal que tienes entre las piernas.
Inevitablemente abro la boca mirando la manera en que sus labios
forman una sonrisa ladina parecida a la de un demonio sexy pero demasiado
peligroso. Me clavo las uñas en los muslos, queriendo reaccionar pero
acerca el rostro mirándome de una manera que me desnuda y de no ser por
ser buena ocultando cosas...
—Pide lo que sé qué quieres —susurra con voz ronca.
Veo el cabello que tiene pegado a la frente, eso me deja en el limbo.
Sus labios rosáceos y semi carnosos me avivan los más profundos deseos
carnales.
—Bésame..—pido tomándolo del cuello.
Con los dedos de los pies me impulso y llegó hasta su boca con un
beso que se niega a recibir tomándome del cuello.
—Te gusta firmar pactos de muerte, Adler, ¿Estás segura de firmar
otro?.
No entiendo a qué viene eso pero quiero, quiero besarlo, me muero por
hacerlo.
—Que más da —me encojo de hombros— La muerte es algo de lo que
nadie puede escapar y tus labios son una condena que muchas quisieran
probar, pero...
Me humecto los labios dejando la mano sobre su brazo, alzó más el
mentón mirándolo.
—Tú también estás firmando tú pacto, no eres invencible y eso lo sé
—termino.
Sonríe de nuevo ladeando la cabeza, ambos tenemos claro lo que
conlleva esto, pero yo sé que ya no hay vuelta atrás. Es todo o nada, y
ahorita solo quiero besarlo.
—Quisiera saber a qué sabe un beso con sabor a muerte —comento
logrando que me estrelle contra la pared sacándome el aire, el dolor me
recorre toda la espalda, suelto un jadeo apretando su antebrazo.
—Así sabe...—me besa.
Me besa como nunca antes nadie lo había hecho, un beso húmedo y
fuerte que me hace doler los labios; succiona, muerde y vuelve a besarme
con vehemencia, avivándome las ganas que surgen como un torrente de
fuego y deseo.
Me quiero refregar contra su cuerpo, me gusta su calor y la sensación
de fricción que causan nuestras pieles, por ello bajo la mano hasta la
elástica del boxer sin importarme si no le gusta el contacto, el mero toque lo
aterriza y suelta el beso pero soy rápida atacando sus brazos cuando intenta
sostenerme las manos, lo estrello contra la pared, alzando la barbilla cuando
quedo de rodillas, sosteniendo el miembro duro y grande que me meto en la
boca antes de que su ira me cueste la vida.
No sé cuánto tiempo pasa, pero el cansancio empieza a surgir y no es
para menos, ya perdí la cuenta de cuántas veces me e corrido sobre él y
cuántas veces e probado el sabor de su miembro.
La luz comienza a entrar por el ventanal avisando que ya esta
amaneciendo, eso me confirma y recuerda que no he dormido y llevo horas
en la cama dejando que mi jefe siga arremetiendo contra mi canal, no me
deja tocarlo y lo detesto por ello, pero el éxtasis es tanto que se me olvida
cuando me corro por... No sé cuántas veces ya lo he hecho, pero está vez el
cansancio es demasiado y me quedo dormida sin saber lo que sucede de
nuevo.
La luz del la mañana me despierta, estiro la mano hasta la mesita de
noche y miro la hora en el brazalete, todavía no son las 9 pero aún así me
levanto, dormí demasiado y tengo hambre, las piernas me duelen al igual
que mi pobre panocha. Intento no mirar la cama pero lo hago antes de entrar
al baño.
Salgo envuelta en una toalla y recién recuerdo que había dejado
lavando mi ropa, salgo corriendo como tiro al blanco, las escaleras las bajo
de dos en dos, me apresuro por el pasillo y quiero morirme cuando veo la
espuma que sale de la puerta del cuarto de lavado «No puede ser».
Los pies se me empapan cuando me detengo en el umbral y veo que
todo el lugar está lleno de espuma la cual sale de la lavadora que
probablemente esté dañada y por eso causó este desastre que me costará
todo el día limpiarlo si es que mi jefe no me da el regaño del siglo.
Entro queriendo apagar la máquina porque sigue encendida y
seguramente no se detuvo cuando debía «O tal vez no le pusiste
temporizador, estúpida» mis subconscientes me siguen regañando y es lo
que menos necesito, apago la máquina e intento buscar algún desague en el
suelo, debería haber uno.
Tanteo con los pies, agudizo los oídos por si alguien viene, todo esta
resbaloso y el aire se me va cuando intento sostenerme de algo pero no lo
logro y me voy de bruses al piso llenándome de espuma de detergente, los
ojos los cierro e intento levantarme pero vuelvo a caer golpeándome con
más fuerza y...
—¿Tratas de innundarme el departamento?
Contengo la respiración con la pregunta. No quiero levantarme, solo
espero que la espuma me deshaga o tal vez me transporte a otro mundo.
—¿Qué mierdas haces? ¿Intentabas lavar algo?— insiste y hasta aquí
siento su molestia.
Suspiro tratando de levantarme.
—Obviamente, no tengo ropa limpia —grazno de mala gana.
—Ajá, y no se te ocurrió revisar el armario de la habitación en donde
claramente encontrarás ropa de mujer —comenta con obviedad sin faltar el
tono ácido.
«Venus rompiendo el recor de vergüenza, y todo en menos de 24 horas,
bravo, aplausos para ella» se burla mi subconsciente San.
¡Cállate!
—Sal de aquí y ve a alistarte, debería ponerte a limpiar este desastre,
pero debemos irnos— espeta.
Me logro levantar y con cuidado me apresuro a la puerta
sosteniéndome del umbral. Estoy llena de espuma y el pelinegro intenta
reprimir el enojo pero...
—De guardaespaldas, comediante y ahora ¿Muñeco de espuma? Esto
es el colmo, Adler, muévete y sal. —sigue— Me provoca azotarte hasta que
te desmayes del dolor, pero es tarde y no tengo tiempo para esto.
Ruedo los ojos, avanza por el pasillo y le saco la lengua. Salgo, estoy
empapada y me termino cayendo logrando que se detenga y me mire.
—Ahora también la diosa de la torpeza —se pellizca el puente de la
nariz —El paquete completo me gané contigo, que estrés.
Suspira cansado antes de terminarse de ir.
Me arrastro por el suelo, si me levanto puedo caerme y romperme
algo, por ello sigo como un gusano hasta que llego a un punto en el que
puedo levantarme y seguir.
«Que buena manera de iniciar un domingo, ¿cierto?»
«Siendo un ser torpe y que sólo pasa vergüenza en frente de Herodes,
si claro, buena manera»
¡Cállense, ya me tienen harta ustedes y sus bla, bla, bla...! Estúpidas
subconscientes.
Quiero que la tierra me trague.
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Capítulo 27

_________✧✧ Cursi ✧✧__________

Venus
El domingo pasé mucha vergüenza, sí, y mi jefe me dijo que me
costaría bien caro, y ahora me arrepiento de haberle dado una bofetada y
casi inundarle el departamento en Kiev.
Todo eso lo disfruté, pero ahora la estoy pagando. Estoy desde la
mañana aquí en su estudio. Regresamos el mismo domingo y ya hoy es
martes, no he parado de trabajar, organizar y analizar las miles de carpetas y
archivos sobre una cadena hotelera que recién compró, le falta filmar
algunos contratos y por ende, tuvo que viajar con sus hombres de confianza
y algunos de los alfas.
A excepción de Mario que se quedó aquí, ayudándome.
Eso significa que estoy a cargo de su casa y estar al pendiente de todo
mientras regresa. Por suerte no ha venido ningún integrante de su familia.
Tengo entendido que Jayden, Amber y Megan están en Miami al igual que
Lucinda, pero los demás no han aparecido hasta ahora, y lo prefiero así.
—Ahora vuelvo, iré al baño —me avisa Helen.
Me detengo por unos segundos, me duele la cabeza y no tengo ánimos
de salir a buscar una pastilla.
Me quedo observando la pecera que instalaron y definitivamente el
Alpha no mentía al decir que tiene pirañas. Son unos peces horribles y
agradezco que estén ahí encerrados. No sé con qué los alimenta, tal vez con
carne de algún animal o prefiere matar a sus enemigos y dárselos de comer.
Pobres las empleadas que tengan que encargarse del mantenimiento.
Mario entra con dos vasos de jugo. Más atrás viene una empleada con
dos charolas con el almuerzo, y eso es lo que estaba esperando, muero de
hambre desde hace una hora.
—¿Cómo vas? —me ofrece un vaso.
Le doy un sorbo al jugo, dejando que mi garganta se refresque.
—Bien, más cansada que viva, pero bien.
—Así es la vida del mercenario de una organización. Imagínate que yo
llevo tres años aquí, y cada vez es más trabajo —me ofrece la charola con
mi comida.
Lo siento menos estricto, no sé si solo son ideas mías.
—Gracias, no conocía ésta faceta de ti; tan amable y platicador, ya
sabes...
Sonríe, por mi comentario.
—Me agradas, Venus, agradece que no te trato como a los demás,
estamos casi en la misma escala, así que debemos convivir más amenudo —
comienza a comer de su comida.
—Por eso lo digo, eres algo estricto con los demás, muchas veces
llegué a pensar que serías un grano en el trasero, dando órdenes y sin
ayudarnos en nada —comento.
—Antes lo era, pero porque las traiciones eran más continuas en el
personal de seguridad, entonces tenía que tomar medidas drásticas.
Me lleno la boca con los vegetales que completan el filete.
—Entiendo, osea que ¿No te preparaste en Pakistán? —le pregunto.
Mastica lo que tiene en la boca y lo pasa con agua antes de negar.
—¿Cómo te preparaste? Tengo entendido que estabas en la milicia,
¿Por qué cambiaste de bando? —indago.
«Mood chismosa activado»
—Muchas preguntas que no puedo ni debo responder, solo te diré una
cosa,— deja el plato de lado— A las chismosas no les va bien en este
mundo.
Paso la comida, sin dejarlo de mirarlo con suspicacia.
—Pero somos amigos, y no estoy siendo chismosa, solo quiero saber
sobre ti, al menos si, —dudo por un momento— Olvídalo.
Muevo el tenedor, picando el filete y pensando el porque de repente
siento la necesidad de... Sacudo la cabeza suspirando.
—¿Sucede algo? —me pregunta.
—Ya se me quitó el hambre.
Me levanto con sus ojos sobre mí, rodeo la mesa con el vaso en la
mano, me detengo en frente de la pecera; observando las pirañas y dándole
varios sorbos al jugo.
—Julián, tiene buena suerte —comenta de repente— Supongo que es
solo sexo, no te ves de las chicas que buscan algo serio, además...
—Los sentimientos los eliminaron en la fortaleza, así que... claramente
no busco nada serio —lo interrumpo.
Lo escucho suspirar y soltar una risita tranquila.
—De su parte lo sé...
No termina lo que iba a decir, siento sus pasos detrás de mí, me giro
para verlo pero sale del estudio, Helen entra en ese momento y toma
asiento.
—Necesito un ligue, ¿Mario tendrá perra que le ladre o alguien con
quién fornicar? —me pregunta, jugando con un bolígrafo.
—No lo sé, pero no creo que quiera follar con alguna de nosotras...
—¿Por qué tan segura de eso?
Me encojo de hombros.
—Ves, no lo sabes. Entonces existen muchas probabilidades de que si
pueda— afirma.
Me recuesto en la pecera, mirando por el ventanal, afuera algunos se
pasean cuidando la casa. El ielo avisa que lloverá.
—Suerte con eso —me muevo hasta el escritorio.
—Por cierto, cada que veo esa pecera recuerdo que no debo meter la
pata o mi jefe podría meterme ahí.
La puerta se abre una empleada entra por los platos y vasos. Helen se
levanta con el aviso de Mario en el intercomunicador.
Dejo todo ordenado antes de salir con ella de camino hasta la sala de
juntas, al entrar Mario no está solo; Elyana Blackwood lo acompaña al igual
que su hermano Kaleb. Son tíos de lo jefe, hermanos de Dwayne. Ambos
están sentados en la mesa, revisando algunos papeles.
—Ellas son parte del escuadrón del Alpha, pueden encargarse junto
conmigo —Mario nos presenta.
Los pelinegros nos miran con curiosidad, ambos tienen los rasgos de la
familia. Auguran poder, belleza y supremacía.
—¿Cuando regresa mi sobrino? —pregunta la mujer.
Cabello hasta los hombros, facciones perfectas y aire sensual y
refinado.
—Mañana, aunque no estoy muy seguro— contesta Mario.
—Entonces no queda de otra. Háganlo ustedes.
—No te preocupes, me haré cargo también, no tengo nada que hacer
por hoy —le dice Kaleb.
Cabello decorte bajo, barba semi larga, un prototipo perfecto para un
sugar daddy sexy, con dinero y apuesto. Además se nota que está bien
conservado y le gusta hacer ejercicios. Se ve fresco.
Él y su hermana deben ser tres o cuatro años menores que Dwayne.
Aún así ninguno aparenta tener más de 40 .
—Bien, llamaré al Alpha y lo pondré al tanto de esto— Elyana se
levanta.
Rodea la mesa mirándome con detalle. Frunce el ceño y mueve la
mano, un sujeto se acerca con un malentín.
—Ya sabes que hacer —le dice a Mario.
El sujeto me entrega el malentín. Ella se va y tomo aasiento a petición
de Mario. Helen se ubica a mi lado y nos explican lo que haremos, Kaleb
recalca lo importante de esto como si no fuéramos capaces de cumplirlo.
Lo entiendo solo porque es un Blackwood y ellos siempre buscan que
todo salga bien o mejor de lo que esperan. Son muy exigentes.
Para cumplir con la orden, nos preparamos para salir. Antes de eso,
dejo organizado a los hombres que cuidan, dejándoles claras indicaciones
que por sus bien, espero que se graben o los mataré.
Subo a la camioneta con Mario de piloto y Helen en la parte de atrás,
los autos de Kaleb se ponen en marcha y los seguimos, adentradónos a la
ciudad. Me comunico con Dan para saber cómo va la protección del Alpha,
me dice que todo bien y por un momento mi cabeza se pierde a divagar.
No niego que sigo pensando en lo del sábado, ese momento en el auto
y en su departamento; sexo rudo y delicioso. De solo recordarlo, siento que
me rocían algún tipo de loción alborota hormonas. Mis pupilas se grabaron
el azul de sus ojos y su hermoso rostro, además de su cuerpo tan
provocativo... Lo llevo imaginando desde que se fue.
De golpe surge esa sensación de... Extraño colmarle y jugar con su
malhumorada paciencia.
No debería estar fantaseando con él, pero es inevitable, su miembro es
una cosa colosal de la cual no te puedes olvidar, jamás.
«Ahora estamos adictas a ese Man, tu culpa» me reclama San.
—Necesito que se encarguen de conseguirme informes y reportes
sobre el personal de seguridad —nos pide Mario.
—Entendido —reviso el teléfono que me había entregado.
Por suerte no me pide que me comunique con mi jefe. Su número de
teléfono solo lo tiene el castaño y es mejor así. No es como si quisiera
llamar al Alpha y escuchar su voz «No te hagas la santa, sabes que no
quieres solo porque se te ensucian las pantaletas cuando te habla» se burla
Per.
Tonta.
Tomo mi cartera antes de bajar del auto, solo llevo las armas del torso,
las cuales no se ven gracias a la chaqueta.
—Iré a aparcar el auto. Pasen por la entrada y busquen al encargado —
nos entrega dos colgantes con nuestros nombres y una especie de código
que seguramente nos dará acceso a las áreas.
—No te desaparezcan —le dice Helen, guiñándole un ojo.
Ruedo los ojos terminando de cerrar la puerta, rodeo el auto y la tomo
de brazo. El vidrio de la ventana del piloto baja y Mario apoya el antebrazo,
viéndose sexy.
Helen me pellizca la espalda y la entiendo.
—Hagan su trabajo y obvien a los que se les acerquen, sé que atraerán
la atención de los empleados —nos dice.
—Solo me interesaría atraer la tuya —coquetea ella.
Sacudo la cabeza, llevándola conmigo.
—¿Qué haces?
—Es inevitable no mojarme cuando lo veo, es tan guapo.
—Estás buscando que te mande a cuidarle el culo al Alpha y no a estar
con nosotros— la regaño
—Las dos cosas me gustan, no es un martirio ver a un hombre tan sexy
como el jefe ¿Lo consideras como una tortura?.
Sacudo la cabeza, en realidad me gusta.
«¿A quién no?»
Mejor me concentro en lo que haré. No es difícil, menos cuando quedo
en frente del sitio.
La empresa es un enorme rascacielos como el de Seattle. Tengo
entendido que las sedes principales son esa y esta, además de una en
Londres. Todas se centran en el diseño, desarrollo y fabricación de
tecnologías en sistemas de seguridad para autos, casas, locales...
Avanzamos hasta la puerta de entrada, a los lados dos grandes
ventanales con el logo; La palabra "Supremacy" , debajo una H y una B
entrelazadas dentro de un círculo: Supremacía Herodes Blackwood. Todo
grita él. el vidrio de los ventanales es un azul grisáceo, la decoración es
moderna y poderosa al igual que la sede de Seattle, solo que esta tiene un
aire distinto.
No encuentro palabras para describir la imponente sensación que
emanan hasta las paredes, las plantas decorativas y todo.
Sé que su padre fundó una parte de esto, pero Herodes lo transformó
completamente, tanto que no necesita socios, su fortuna le da para mantener
todo así como está. Dwayne por ahora solo vive de su incontable fortuna y
de algunos otras empresas que tiene, ya que esto fue la herencia del Alpha y
por lo tanto son suyas por parte de su padre.
Su hermana heredará la empresa de cosméticos de su madre, aunque
no estoy muy familiarizada con el tema «Solo sé lo que dicen los
noticiarios».
En conclusiones; Herodes Blackwood es dueño de unas de las más
grandes multinacionales en Canadá, y quizás del continente... Aparte, de
uno de los empresarios más jóvenes y ricos, eso sin contar las ganancias
que recibe por ser el Alpha de la mafia. Y ahora eso de que compró una
cadena hotelera «Más dinero que tal vez no le interese».
El personal de seguridad no nos permite el paso, pero solo basta
mostrar el colgante que nos facilitó Mario, con eso es más que suficiente
para que nos guíen y llamen al encargado.
Las mujeres visten elegante; faldas de tubo, camisas mangas largas y
tacones. Los hombres usan trajes, llevan cabello perfectamente peinado y
barbas cuidadas.
Se notan las políticas a los trabajadores, todos se ven centrados y
dispuestos a darlo todo.
No nos toma mucho tiempo llegar al departamento de seguridad, es
amplio y con varios cubículos donde yacen hombres tecleando en
computadoras o caminando de aquí para allá, algunos con las chaquetas que
los distinguen como vigilantes y otros con trajes.
—Esperen un segundo —nos pide el gerente.
Acepto, tomamos asiento en un sofá, una chica nos ofrece café pero lo
rechazo, mi amiga si lo acepta y se lo toma cuando lo traen.
—¿Qué se sentirá trabajar en un lugar así?
—No lo sé, pero seria divertido estar aquí— contesto.
Algunos nos miran pero lo ignoro, me cruzo de brazos intentando
dispersar de mi cabeza los recuerdos tan necios que me dan vuelta y solo
me producen ese molesto cosquilleo en los pezones.
—Te noto algo distraída, y no es por ser insistente pero ¿Qué tal ese
día que saliste tú sola con él Alpha? —me codea, haciéndome ojitos de
cordero, buscando mi mirada.
Ladeo la cabezaz mirándola con intensión de que entienda que no me
apetece hablar de ello. Lo mismo me preguntó Yasmín cuando regresamos
al búnker.
—Oh, vamos, ¿A dónde tuviste que ir con él?—insiste.
—A un lugar.
—¿Qué lugar?
—Uno en la ciudad —contesto con obviedad.
Rueda los ojos balbuceando.
—Al menos dime si te tocó estar como ventilador y ver a todos lados
cuando se bajó del carro— bromea.
Suspiro guardando la calma.
—Sí. No es fácil estar sola cuidándole la espalda, un paso en falso y
firmo mi sentencia de muerte.
—Entendible. Aún no supero que seamos sus guardaespaldas, aunque
no me quejo si lo fuera de su primo, el condenado está bueno, se nota lo
diferentes que son en estilo, apariencia y arrogancia —posa la barbilla en
mi hombro, todo esto solo me recuerda al Alpha y no es muy bueno que
digamos— En esa jodida famila todos los manes están buenos, veo al
antiguo Alpha y me provoca un sugar daddy.
Dwayne sería la fantasía de cualquiera que quiera un sugar daddy, sin
dejar de lado a Kaleb. Ambos están como para comérselos. «Pero te
comiste al más sexy y apuesto, así que, estamos bien» tiene novia y
probablemente se case «Para lo que nos importa».
Conoces a esta familia y no sabes para que bando tirar.
—Cambiemos el tema, el mundo no gira al rededor de ellos —aclaro.
—Parece que sí.
La miro mal, alza las manos dándose por vencida, el gerente se acerca
y me levanto a recibir las carpetas que me entrega.
—La información que me pidió, todo está detallado y actualizado —
me dice.
—Bien, gracias por la eficiencia.
Helen le guiña un ojo antes de que nos vayamos. Tomamos el ascensor
y no se han cerrado las puertas cuando el gerente entra, haciéndonos
compañía en el trayecto, son muchos pisos y debo aguantarme el coqueteo
que empiezan como si yo no estuviera aquí.
Me cruzo de brazos recostandome en la pared fría, reviso el teléfono
poniéndome en contacto con Mario quien está en una junta con Kaleb. Nos
toca esperar y por ello opto por quedarme en la recepción, el gerente sigue
aquí como si no tuviera trabajo por hacer.
Me acaricio la sien, sin dejar de mirar una maceta con plantas, está
muy bonita y es perfecta para llevarse mi atención e ignorar los piropos
horribles.
—Eres una flor muy hermosa la cual quisiera tener en mi jardín todos
los días.
Mi amiga suelta a reír despacio y mis subconscientes se revuelcan en
el piso intentado no morir de risa. Yo me cubro la boca con una mano,
intentando no reír.
—Eres tan adorable, Antonio, ¿Cómo no tienes novia? Es un delito
que un hombre así no tenga a alguien— le dice ella.
—Pues... no ha llegado un ser tan hermoso como tú.
—¿Enserio? ayyy, eres muy adorable —suspira.
—Gracias, lo soy cuando conozco a alguien tan maravillosa como tú.
¿Se puede ser tan cursi en la vida?
—Muchos halagos me hacen creer que soy hermosa.
Ruedo los ojos.
—Lo eres, tú y tu amiga lo son, dos especímenes muy exóticos—
recalca
—Voy por agua —me levanto, exasperada.
Tanta cursilería me da ganas de vomitar. Tantas palabras lindas que
aveces son solo mentiras.
Camino por muchos sitios hasta que llego al área de la cafetería que
tiene la empresa. Me tomo un jugo, como algo antes de regresar a donde
dejé a Helen, pero esta vez no está sola, y no lo digo por el gerente, este ya
se fue y solo veo al pelinegro que me observa cuando me acerco.
Me repara de pies a cabeza, con ojos llenos de incertidumbre, la piel se
me eriza y no es para menos, su belleza opaca hasta la poderosa estructura
de la empresa, sobre todo sus ojos..
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¿Con cuál Blackwood se quedarían ustedes? Todos están para


comerselos.
Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios y sobre
todo, no dejar Spoiler, esto es para los Releyentes, plis.

Los amo.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 28

___✧✧Presa y depredadores✧✧____

Venus
Muchos dicen que al miedo y el peligro; hay que hacerles frente. Pero
tener en frente a un Blackwood, conlleva a afrontar esos dos términos.
Me humecto los labios a media que me acerco hasta donde está Helen,
y a su lado, nada más y nada menos que Dwayne Blackwood: una de las
personas más peligrosas a nivel mundial, pero pacífica y exitosa ante los
ojos de las personas normales, la revistas, noticiarios y para Forbes.
Su aura no pasa desapercibida e incrementa cuando quedo en frente de
él. Uno de sus hombres me entrega un malentín, lo recibo, el contenido es
algo pesado.
—Sosténle esto a tu jefe —me ordena el pelinegro con un tono
autoritario.
—Como diga, señor.
Helen parece embelesada, mirándolo y por mi parte hago lo mismo, no
está nada mal. Además me recuerda a su hijo.
—¿Ya llegó?
Un sujeto le susurra algo y se gira captando la otra persona que llega
con los aires de suficiencia y poder, se acomoda las solapas del blazer gris y
no quiero pero mis ojos se quedan en los botones sueltos de su camisa.
—Creí que ya estabas aquí —le habla su padre.
—Recién llego ¿No se nota? —pasa de largo, dejando que Dan y
Enola sean los únicos que caminen detrás de él.
Helen parece tocar tierra y quita la cara de mensa. Ambos se van y no
me afecta la ignorada que me dio mi jefe, ni siquiera me miró. Pero eso es
normal en él, siempre tan antipático.
Quedamos solas y codeo a la morena que se queda viendo el camino
por donde ambos se fueron.
—No sé si quiero ser nuera o madrastra —bromea, mordiéndose una
uña.
—Yo no quisiera ser ninguna.
—Ya dijiste ya. Eso no te lo cree nadie, puedes ser un témpano de
hielo, Venus, pero ambos están buenos y no pasan desapercibido por los
ojos de ninguna mujer, ni siquiera los tuyos, he visto como miras al Alpha,
con ganas de matarlo, pero también de saber que tal se mueve en el apojeo.
Entre cierra los ojos buscando alguna expresión que le confirme su
suposición.
—No soy ciega, ambos están buenos, pero no es para tanto —eso ni yo
misma me lo creo— como sea, mejor vamos afuera, necesito aire.
—Bien pensado, necesito oxigenar mis hormonas—se adelanta.
Sacudo la cabeza, aveces deja que las hormonas le ganen.
Salimos, las camionetas ya se movieron, los demás deben estar en
puntos estratégicos, aprovecho para comunicarme con ellos. Dan esta a
cargo, pero ya están en mi mismo perímetro, así que me toca ponerme en
órbita. Reviso la hora, llevamos dos horas aquí y aún nadie a salido de la
dichosa junta, no sé qué temas estarán tratando, pues es raro tener en el
mismo sitio a esos tres, sobre todo cuando no tienen nada que ver con esta
cede..
Solo faltó Jayden, de momento me acuerdo de él y lo tranquilo que
puede llegar a ser, aunque eso no quita su... como sea, me agrada, además
de que es espectacular verlo en persona, en las revistas se ve exactamente
igual.
Modelo y criminal, eso es él, sus profesiones.
No digo que no le siente bien, es solo queno lo he visto caminando en
una pasarela, no más la idea me recuerda cuando mató aquel sujeto y mi
cabeza se niega a creer que sea un súper modelo. Aunque es lógico, ¿Quién
no lo querría modelando su ropa? Es muy, apuesto.
Helen aparece con una bolsa de papas, tengo hambre y no lo pienso
dos veces antes de robarle algunas, están deliciosas, no siempre puedo
comer algo así, y en estos momentos sientan bien.
Me muevo con el aviso de Mario en el intercomunicador, el castaño
sale primero en busca del auto en el estacionamiento mientras que nosotras
nos quedamos alertas cuando el Alpha sale, los autos llegan y sube
dándome otra ignorada trifásica. Dan le cierra la puerta y me muevo a la
camioneta en donde llegué.
—Espera mis indicaciones, mantén a todos en sus posiciones pero que
también descansen un poco— me ordena Mario.
Aparca en la mansión y bajo rápido, el trío dinámico se quedará aquí
esta noche y por ende la seguridad debe ser más pesada. Intento darle el
malentín a Mario pero se va a ponerse de acuerdo con los guardaespaldas
principales de Dwayne y Kaleb «Mierda».
No me queda de otra que entrar, mi jefe se va al comedor junto con los
otros, me muevo a su habitación, subo las escaleras de dos en dos, abro la
puerta, dejo el maletín sobre la mesita intentando salir rápido pero me
detengo con la presencia que yace debajo del umbral.
—Solo vine a traer el maletín que su padre me entregó —le hago
saber.
No dice nada, cierra la puerta con pestillo antes de quitarse el blazer
«Se viene lo bueno, perra» , la camisa me tienta a romperla y así poder
admirar el torso perfectamente esculpido. Pero no lo haré, me ignoró desde
que llegó y eso me tiene molesta.
Se mueve hasta la cama, pasándome por el lado, no me cuesta nada
oler su loción masculina que hace que la piel se me erice y los pliegues me
cosquilleen de golpe.
No debería, pero termino girándome para poder mirarlo «Error» se está
sacando la camisa y siento que me muero al ver la espada ancha y grande,
se inclina dejando la camisa sobre uno de los sofás y no dejo de repararlo
mientras me muerdo una uña.
Laddo la cabeza, viendo como el pantalón se le ciñe a las piernas y nalgas.
Es un monumento masculino, no queda duda de ello.
—Deja de comerme con los ojos y anda quitándote la ropa, estoy
agotado y hacerlo yo sería más trabajo—habla sin mirarme.
Suspiro, guardando la calma, quiero pero no quiero y... debo ir a
trabajar, se preguntarán qué tanto hago y no quiero estar diciendo más
mentiras. Los que están allá afuera pueden ser guardaespaldas, pero no
mudos o menos curiosos.
—Tengo mucho trabajo, y si no lo hago podrían intentar algo contra ti,
tú padre y tu tío— le recuerdo,
—¿Desde cuándo puedes tutearme? —me mira desordenándose el
cabello con los dedos.
—Desde que somos amantes.
—¿Enserio? Bueno, eso debe cambiar, que seamos amantes no te da
derecho a tutearme, soy tu jefe ¿y tú?.
Alza una ceja, esperando mi respuesta.
—Empleada —contesto con cansancio— Una a la que ves solo cuando
te la quieres coger.
Desteto que siempre me lo quiera recordar como si ya no lo supiera.
—Somos distintos estándares, por ende, me debes respeto, así que
muévete, no tengo tiempo para perderlo —se da la vuelta yéndose al baño.
No tarda mucho, regresa en menos de nada— Tampoco tengo tiempo para
tus regaños por la falta de atención que quieres que te dé.
—La atención ya me la das siempre que prefieres venir hasta mí y
dejar de lado lo importante que debes hacer. Como por ejemplo en este
momento, —zanjo— Deberías estar allá y no aquí.
—Veo que las horas sin verme te volvieron más falta de respeto —me
regaña— ¿Buscas un castigo? Puedo dártelo y te aseguro que no te podrás
sentar durante una semana.
Mi cerebro manda la respuesta, pero mi cuerpo no quiere moverse y
mis subconscientes se pelean cuando me muerdo la lengua, pasándome las
manos por el cabello, me acerco hasta la cama y...
—Herodes...— llaman afuera.
Su molestia la siento hasta aquí cuando me muevo hacia la puerta pero
me toma del brazo, estrellándome contra su torso. Me arrebaza en altura y
debo alzar la mirada, su mano se posa en mi nuca, haciendo presión a la vez
que su boca se apodera de la mía con un beso efusivo que me hace relajar el
cuerpo y aferrarme a su cintura.
Parece no importarle quien lo llama, por un momento mi lado sexoso
lo celebra y me centro en seguir disfrutando de sus labios sobre los míos,
sus dientes tirar de mi labio inferior y de su lengua tocarse con la mía.
«Sabe a chicle y cigarrillo»
Nuestras lenguas danzan en vehemencia y siento que me falta el aire
hasta que me suelta y quedo con la boca abierta y los ojos cerrados
deseando más pero...
—Herodes... te estamos esperando en el comedor, no te tardes —
insiste su padre.
El pelinegro rueda los ojos y se concentra en mí.
No puedo dejar de mirar el color de su iris, verlo de cerca es una cosa
magníficamente colosal. Acerca su boca hacia la mía, su respiración agitada
toca mis labios pero no me besa, simplemente los huele antes de pasar la
lengua, dar un pequeño mordisco y tirar del inferior haciéndome jadear
«Yisus, Mátame mejor».
Tiene ganas, lo sé.
—No me quiero quedar así —ejerzo presión en su cintura.
Ya me mojé y los palpitos en mis pliegues me tienen muy ansiosa.
—¿Cómo?
—Con ganas, así qué... Fóllame, azótame, ahógame...
Corto las palabras por la sensación de sus dedos acariciando mi
mejilla, el contacto es tan extraño que subo las manos hasta sus pectolares,
palpando la dureza pero... Me toma de las muñecas, deteniéndome.
—Me cansa que olvides una de las cosas que tantas veces ya te he
dicho —espeta.
—No puedo cumplir con eso, las ganas no me lo permiten —soy
sincera regalándole una sonrisa de medio lado, frunce los labios mirando la
acción y luego mis ojos como si intentara descifrar algo «Siempre lo
hace»— Solo déjame...
Intento hacerlo de nuevo pero no me lo permite y debo usar medidas
drásticas haciéndolo retroceder hasta la cama, no pierdo el contacto visual,
me sigue sosteniendo hasta cuando toma asiento dejando que me suba sobre
su regazo, me siento sobre sus piernas echándome hacia delante logrando
que se acueste y mire mis pechos.
Su calle siempre va a duplicar el mío, porque él es tan grande que me
siento sobre un monstruo que tiene la capacidad de romperme los huesos
con tan solo un abrazo.
—Puedo ser una chica buena si me dejas tocarte...—susurro bajito.
—¿Buena?
Asiento, me sigue sosteniendo y me apoyo de eso para quedar
inclinada dándole una vista provocadora de mis tetas. Me contoneo sobre su
miembro disfrutando de su potente dureza.
—Puedo serlo, ¿O prefieres que sea mala?
Se ríe despacio, mostrándome su perfecta dentadura, la barba le da un
aire más sexy y juro por dios que sus labios son tan tentadores en esta
posición.
—Me excita la maldad.
Paro cardíaco en 3...2...1...
—Nos excita entonces.
—Pero no por eso voy a dejar que cruces límites, preciosa, así que, —
invierte los papeles dejándome debajo de él y dándome una arrolladora
vista de sus pectolares— Dejemos esto para más tarde, ve a hacer tu
trabajo....
—Pero —reniego.
—Ve, Adler, no me hagas cargarte ahora mismo.
Me suelta poniéndose de pie y no puedo dejar de mirar el bulto que se
le marca en el pantalón.
—Más tarde me la chuparas, no te preocupes por ello, que la tenga
dura no significa que me este muriendo de abstinencia, no pierdo los
estribos así como así, y menos contigo —termina.
Ruedo los ojos apoyándome en los codos.
—Eso que acabas de decir me lo grabaré en la cabeza y el día que no
sea así, te recordaré esas mismas palabras.
—Como quieras. Termina de irte y consigue unas cuantas putas en la
discoteca de Jayden —me ordena antes de irse al baño.
¿Putas? Me dejará con ganas para estar con putas, que lindo.
—Como ordene, "señor" —me levanto.
Busco la puerta, pero me toma del brazo ejerciendo presión.
—Te estoy vigilando, así que ándate con cuidado. No sabes de lo que
soy capaz cuando me traicionan.
—No te preocupes por mí. Te buscaré tus putas y ya.
Su amenaza me la paso por el culo. Sonrío con coqueteria, safandome
de su agarre. Lo detesto en cantidades industriales
—No se preocupe, mi señor.
Le guiño un ojo antes de salir y cerrar la puerta pero me detengo al ver
a Dwayne apoyado en la pared. Mis subconscientes se asustan pero
conservo la calma, los ruidos en habitaciones no se escuchan hasta aquí
afuera.
—¿Era muy importante lo que hacían como para no abrir? —Inquiere
intentando intimidarme.
—No creo que sea prudente decirle lo que hacía o no en esa
habitación.
«Estúpida ¡cállate!»
—Supongo que cosas de trabajos— se me acerca.
—Por supuesto, señor. ¿Qué más si no eso?.
Se encoje de hombros mirando detrás de él, vuelve a mirarme y se me
termina de acercar.
—Quiero que tengas algo claro... Acuéstate con quién quieras menos
con el Alpha ¿Estamos?.
—No es lo que usted cree, ¿Que necesidad tendría él de hacer eso?
—No lo sé...
Intento pasar por su lado pero se me atraviesa tomándome del brazo,
intento safarme pero me lleva contra la pared.
—Eres muy hermosa ¿Sabías eso?.
Me muevo incómoda, queriendo apartarlo.
—¿Te incómoda tenerme tan cerca? ¿O hay algo más? —indaga
mirándome a los ojos.
Su loción impacta en mis fosas nasales, tenerlo cerca es algo
tan....Pero no me suelta y menos cuando intento quitármelo por las buenas.
—Cuida lo que haces, estás en la jaula del depredador, y las presas no
salen muy bien que digamos —asegura.
Me suelta yéndose por el pasillo, intento no mirarlo, muchas
sensaciones ya e sentido hoy, primero al Alpha y ahora la cercanía con su
padre.
No sé cuál es peor.
Sigo mi camino y bajo las escaleras centrándome en mis deberes
aunque mi cabeza se haya grabado sus fragancias.
____________✧✧______________
______________________________

Esos Blackwood son como el vino, mientras más añejo más buenos. No sé si
ser nuera o madrastra (difícil y compleja decisión) ¿Qué quieren ser
ustedes)
Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios y sobre
todo, no dejar Spoiler, esto va para los Releyentes.
Besitos
Osly Ortega.
Capítulo 29

___✧✧¿Qué demonios haces?✧✧_____

Herodes
El whisky va y viene, como también los bailes de las mejores prepagos
que tiene la ciudad; mujeres profesionales haciendo estriper y consintiendo
a sus clientes preferidos.
Llevamos horas viendo cómo bailan, se tocan e intentan darnos los
mejores shows privados mientras nosotros platicamos sobre trabajo y más
trabajo, son aproximadamente las tres de la mañana o no lo sé, no llevo
reloj puesto y el teléfono lo dejé en la habitación.
Los hombres que tengo en frente, siguen hablando y me levanto a
servirme un trago.
—Se supone que tú deberías estar en Miami por la semana de la moda
en la que tu esposa es patrocinadora —le habla Kaleb a Dwayne..
—Sí, pero es durante una semana, además ya estoy cansado de tanta
moda, veré si voy el último día— le responde, cansado.
Ambos tienen putas a los lados, mientras que algunas les bailan en
frente, por mi parte deje una para mí la cual se mantiene arrodillada en
frente del sofá en donde me dejo caer dejando que vuelva a acariciarme las
piernas por encima del pantalón.
Capto a Mario cuando sale del pasillo con dos mujeres, ambas visten
sexys prendas íntimas y por lo visto ya lo consintieron.
—No está mal un pequeño descanso —comenta y ellas se ríen— No
me quejo.
—Y ambas están como Dios manda —le dice Dwayne— hembras
dignas de estar aquí.
Kaleb lo apoya y es que ambos no saben ser fieles, ningún Blackwood
sabe el significado de la palabra y tampoco la ponemos a prueba.
—Terminé las llamadas sobre el tratado —me hace saber Kaleb.
—¿Qué te dijo Jayden?
—Regresa pasado mañana, pero tú madre lo tiene básicamente entre la
espada y la pared, sabes cómo se pone con eso de los desfiles.
Lo sé perfectamente.
—Ksel me envió un mensaje, ya se termino de encargar de los
problemas —termina.
—¿Tiene los informes?
—Esos se los di a tu sexy guardaespaldas, todo esta en un malentín —
me informa Dwayne.
Que me la mencione no me ayuda con las ganas que tengo desde que
la ví al llegar a la empresa.
— Por cierto, esa mujer debe ser temerosa para seducir en los trabajos
encubiertos —comenta Kaleb— ¿Es buena?
—Es la mejor, no es para menos con ese cuerpo y ese rostro, es mi
aprendiz estrella, tiene bien ganado el puesto de segunda al mando cuando
no estoy —sigue Mario..
Dwayne se ríe antes de darle un sorbo a su vaso.
—Con que un arma mortal, eh.
—Además de ser letal...
—Excitante, muy excitante diría yo —se ríe Kaleb.
Bebo de mi vaso, ignorando los comentarios que sueltan y que solo me
hacen llenar la cabeza de pensamientos impuros por la mujer que debería
estarme follando, pero no tengo ánimos de nada.
Ya está muy insolente, debo mantenerla alejada o la mataré.
Todos disfrutan de las mujeres que tienen encima, en la casa solo
estamos nosotros además de algunas empleadas las cuales se mantienen al
pendiente de cualquier pedido u orden. Tengo cosas que hacer el resto de la
semana y de solo pensarlo me da jaqueca, además de qué mañana debo
encargarme de algunas cosas antes de ir a Seattle.
Nunca tengo un jodido descanso, debería tomarme una semana
completa y desaparecer, pero al regresar tendría mucho trabajo acumulado y
tal vez consiga muchas cosas mal hechas. No me puedo arriesgar, he
trabajado mucho para estar en donde estoy, mis empresas no me las dio la
mafia, por ende, tuve que hacerlas crecer y mantenerlas en los rankings de
las mejores a nivel mundial.
Ahora me voy por la cadena hotelera, pienso hacer muchas cosas con
esto así que debo tener en cuenta que debe ser una de las más grandes. Es
eso o nada.
Enciendo un puro, me acomodo en la silla dejando que la mujer me
saque la polla, aquí no existe el pudor, no soy un santo y menos los
hombres que me rodean quienes se besan y manosean a las tetonas. Mis
empleadas tienen ley de silencio y saben que lo que ven u oyen no pueden
dejarlo salir o les costará muy caro.
Cierro los ojos, dejando que el licor me aliviane el cuerpo, hace calor
pero me concentro en las mamadas que me proporciona la rubia con cuerpo
de infarto y rostro de muñeca sádica. Es linda y eso me gusta, pues soy de
mujeres despampanantes y que saben lo que hacer, sin sobrepasarse en
confianza, claro está.
—¿Quisiera mi Alpha llevar esto a un lugar más privado? —pregunta
sin dejar de lamerme los testículos.
—Solo quiero que sigas y no hables.
Me acaricio la sien tomando aire por la boca. Estoy demasiado
sensible en el sentido de que me hablan y ya quiero explotarles la cabeza,
aunque es normal, casi siempre estoy así.
No consigue que me corra, me levanto hastiado, me sirvo un trago
paseándome por la sala viendo cómo otras bailan y se me insinúan, los
cuerpos que tienen solo me la hacen poner más dura pero solo quiero
mantenerme así, mirando y dejando que Mario me hable sobre los planes
que tiene en Croacia.
—¡Más Whisky, joder!— pide Kaleb poniéndose de pie.
Una empleada reemplaza las botellas vacías por nuevas, el pelinegro
cambia de música en el estéreo y se queda de pie dejando que varias le
bailen mientras las nalguea o llena de comentar sucios.
Las horas pasan y optó por irme a la habitación cuando me da sueño,
los tragos solo me dieron dolor de cabeza y aparte el dolor más hostigante
es el del miembro que está tan duro que podría partir algo con el. Pude
haberme traído una puta de las que siguen allá abajo, pero no creo que mi
humor me de para follar.
Me lanzo en la cama sacándome el miembro y dejándolo sobre mi
abdomen, me duele como la mierda, pero los ojos se me cierran y solo doy
para acariciarlo por un par de segundos hasta quedarme dormido con la
tortura que aparece en mis pensamientos por unos segundos hasta que es
reemplazada por algo mucho peor.
_______________⚜______________
_______________________________
Megan
La modelo es mi hermana y me siento más agotada que ella, esta
semana es la más dura que he tenido.
Entro a la tienda, los paparazzis están por todos lados y ya me tienen
harta, desde ayer no me dejan respirar, alguien me vió llegar al hotel y
ahora me vigilan, ya he salido en las revistas. Lo peor es que muchos dicen
que tengo algo con Jayden, solo porque nos capturaron bajando del mismo
auto, Tracy se demoraba y por ello tuvimos que llegar solo los dos.
Me paseo por las enormes vitrinas, observando lo que posiblemente
pueda gustarme, algo que sea único, de talla y demuestre lujo y elegancia.
—Ya tenemos listos los modelos que pidió— me hace saber la
encargada.
Tomo asiento en un sofá, debo esperar que los traigan, me concentro
en el teléfono viendo algunos anuncios sobre la cadena hotelera que el
Alpha compro, ahora esta siendo un fenómeno en las redes sociales,
muchos ya se están preguntando cual será el hotel principal y si habrán
remodelaciones.
Cruzo las piernas marcando su número, ya casi una semana que no lo
veo y siento que a sido una eternidad, desde ayer no se nada sobre él y
aveces me preocupa.
La llamada se va a buzón, termino dejándole un mensaje, son las 11 de
la mañana, ya debería estar despierto desde hace dos horas.
—Sígame, señorita —me pide la encargada.
Guardo el teléfono poniéndome de pie, me acomodo la falta antes de
seguirla, me muestra lo que vine a comprar y quedaron tal y como los
imaginé. Pago con la tarjeta, me los envuelve retirando que están a mi orden
cada que quiera.
Subo al auto, reviso el mensaje con la dirección del lugar en donde
almorzaré con el pelinegro quien sonríe cuando nota mi llegada, repara mi
aspecto y sacudo la cabeza sonriendo por su manera de mirar a las mujeres,
es muy detallista y aveces me da miedo que me dé clases de moda, pero soy
buena con la ropa, así que puedo estar tranquila.
—Te tardaste más de lo acordado —me dice revisando su reloj.
Tomo asiento dejando la cartera en la silla desocupada.
—Tardó más de lo esperado, pero ya estoy aquí.
—¿Vino? —toma la botella.
Sonrío porque su copa está completamente limpia y por lo visto estaba
esperando por mi para comenzar.
—Muy generoso —sostengo la copa para que me sirva.
—Eso es por la falta de adrenalina debido a estar aquí cumpliendo con
mi palabra.
—¿Regresarás hoy?
—Sí, en unas dos horas, ¿Quieres un aventón? A menos que prefieras
irte sola.
Reviso el menú.
—Bien, le avisaré a Tracy, le había prometido estar la semana
completa, pero ya estoy llena de estrés y necesito ir a ver a mi novio, siento
que a pasado una eternidad desde la última vez —sorbo un trago.
—Eres extremadamente exagerada— se ríe.
Sacudo la cabeza mirándolo.
—Cuando te enamores, lo entenderás, ya lo verás.
—Entonces nunca lo entenderé.
—Nunca digas nunca, Jayden.
—Solo digo lo que tengo claro y decidido— afirma.
—¿No piensas darte una oportunidad con alguien?— inquiero.
Abre la boca para responder pero el mesero llega a pedir nuestras
órdenes, espero que pida lo suyo, el hombre se va y me mantengo a la
espera de su respuesta.
—¿No te la darás?— insisto.
Se sirve más vino, encoje los hombros mirandomé con decisión.
—No lo creo, por ahora solo...
—Vivirás la vida solitaria —completo la frase que siempre utiliza para
excusarse.
—Exacto.
Bebo de mi vaso dejando una mano sobre la mesa, buscando la manera
correcta de hacerlo entrar en razón o por lo menos que se decida un poco.
—Yo solo opino que.... podrías.. ya sabes... mi hermana... tú...
—¿Qué tenga algo con Tracy? —me interrumpe y asiento.
—No algo sentimental, pero ya sabes... salgan y compartan, después
ven si puede surgir algo, así como lo hice con tu primo.
—Lo de ustedes fue diferente y...
—Sé lo que vas a decir, pero solo quiero ayudar ¿No te agrada?
Asiente.
—Entonces no veo el porque no salir con ella, se nota que le gustas...
—Eso se nota de aquí a Egipto— responde.
Chasqueo los dedos sonriendo. Lo señalo y hago la expresión que
muchas veces lo convence.
—Date una oportunidad, al menos de ligue, claro está, por ahora.— le
digo.
Se acaricia la barbilla, el mesero llega con la comida y se toma unos
segundos en dejar todo antes de irse.
—¿Y? —le insisto.
—Ahorita no tengo una respuesta, pero tengo a alguien en mente...
Es el colmo que tenga que hacer esto, pero Tracy nunca tiene tiempo,
debería estar aquí comiendo con nosotros, pero está ocupada por el desfile
de esta noche.
Espera. ¿Qué acaba de decir?
—¿Qué?
—Olvídalo, saldré con tu hermana.. Que me llame cuando terminen los
desfiles.
Celebro para mis adentros. «Tracy me debe muchas»
—No te arrepentirás— le aseguro.
—Eso espero.
Sigo comiendo mi almuerzo, todo está delicioso y este restaurante es
uno de mis favoritos. Tracy no deja de darme vueltas en la cabeza pero ya
me comunicaré con ella más tarde, sin duda alguna, esto compensará el
hecho de tener que irme, por suerte mamá la acompañará hoy en el desfile.
Momento perfecto para que mi suegra y mi madre platiquen.
Mi equipaje ya está hecho, no es mucho lo que duramos en el hotel, en
menos de nada estamos volando a Montreal y llegando a casa de mi novio
quién debe estar aquí ya que los autos de sus escoltas están aparcados en la
entrada y mis ojos captan a la pelirroja dando órdenes no muy lejos.
Jayden la nota también y se la queda mirando por unos segundos, no lo
culpo, ella es una mujer que atrae las miradas con solo estar de pie vistiendo
vaqueros de cuero, camisa de tirantes y botas trenzadas, un estilo
completamente rudo y oscuro, lo único que resulta es el rojo de su cabello
el cual no es cobrizo como muchas veces se ven en algunas mujeres, el de
ella es rojo, rojo fuego, y su piel blanca como la nieve.
De momento recuerdo algo y me apresuro a entrar a la casa, todo está
como siempre, callado, en orden y solo las empleadas rondan haciendo sus
quehaceres.
—El equipaje a mi habitación —ordeno antes de irme de camino al
estudio.
Toco la puerta, no obtengo respuesta y decido ir a su habitación pero
tampoco está. Una empleada me avisa que se fue hacer ejercicios así que
bajo a la primera planta, camino por el pasillo con vista al jardín y todo la
puerta del gimnasio obteniendo un pase como respuesta.
Abro adentrándome, en el gran espacio. La música es baja y mi novio
está atestando de puños a uno de los tantos sacos de boxeo que tiene. No
lleva camisa y no puedo describir lo que siento al verlo sudado, tenso y con
esos shorts deportivos que le sientan de maravilla.
A veces no creo que Herodes exista, es tan apuesto que es imposible
creerlo, su cabello negro se mueve con cada golpe que manda, está semi
cubierto de sudor y debo tomar una bocanada de aire cuando comienzo a
hiperventilar.
Se detiene, quitándose las vendas, se gira mirandomé de pies a cabeza
y sé lo que se viene cuando se me acerca despacio respirando agitado y mis
ojos viajan al bulto que se le marca en el pantalón.
No digo nada, siento los palpitos del corazón en los oídos y las manos
sudando a medida que me rodea ubicándose detrás de mí, cierro los ojos
deseando sus toques, me termino de mojar con la respiración agitada que
toca mi cuello, sube hasta mi oreja lamiendo hasta los aretes que llevo
puestos.
—Me gusta que uses solo esos —susurra despacio, acariciándome la
cintura.
—Son mis favoritos, tu me los regalaste en mi cumpleaños —
respondo.
—Lo sé —desliza los dedos subiéndome la falda hasta la cintura.
El contacto de sus dedos es lo mejor del mundo y eso me hace alzar el
culo, queriendo que me toque, la respiración se me vuelve pesada cuando
sus dedos se pierden por las caras de mis muslos hasta llegar a mis pantys,
con los dedos las hace aún lado y comienza con la secuencia de círculos que
me mojan.
No me penetra, sigue tocándome con afán, sin dejar de morderme y
lamerme el cuello logrando que la piel se me erice con el contacto de sus
labios. Quisiera tocarlo, pero no le gusta y sus toques me quitan las ganas
de todo menos de que me haga suya
Camina, llevándome hasta una de las máquinas de ejercitar brazos, las
manos me quedan sobre el colchón, con las rodillas me separa las piernas
antes de bajarme un poco la tanga, muevo el trasero queriendo que me
toque, es agobiante como hace que mi cuerpo lo aclame y más cuando se
toma su tiempo paseando los dedos por mi espalda, me sujeta el cabello y
rosa el pulgar en mi clítoris.
Un jadeo se me escapa y no puedo evitar subir una pierna al colchón,
con él es inevitable no actuar así, llevo una mano hacia mi trasero
presionando y mostrándole que estoy excitada, sigue frotando, me muerdo
el labio, dos de sus dedos se pierden en mi canal con movimientos fuertes y
los gemidos no tardan por mi parte.
—Estás mojadita —me dice con voz ronca, presionando su erección en
mi glúteo
Abro la boca y cierro los ojos, los fluidos me empapan con el sonido
encharcado de sus dedos entrando y saliendo con afán y fuerza. Me centro
en como deben verse mis pliegues huntandos de mi humedad y sus dedos
moviéndose.
Quiero correrme, estoy a punto de hacerlo pero él lo nota y disminuye
los movimientos, abro los ojos mirándolo, no digo nada, sus ojos me dan la
advertencia y festejo para mis adentros al ver cómo se saca el miembro, las
venas marcadas lo hacen ver deseable, la punta brilla por el líquido que
brota cuando agita la mano acariciando la corona y regando los fluidos que
se le escapan.
—¿Quieres?
—Sí...— musito, tratando de no correrme.
Mi cabeza se vuelve un caos con la felicidad que siento al saber que lo
haremos sin preservativo, nunca lo habíamos hecho y quiero sentirlo por
completo. Clavo las uñas en el colchón esperando la embestida, sus dedos
siguen hurgando en mi canal y mojándome aún más.
Me muerdo el labio cuando saca los dedos pero la felicidad se
desvanece al sentir como arrastra mis fluidos hacia mi ano, frota y adentra
un dedo haciéndome temblar, ya lo hemos echo por ahí.
—Te voy a dar por detrás.
Su aviso me pone alerta los sentidos, abro la boca para hablar pero
todo pasa demasiado rápido, se inclina y.... deja caer su saliva tibia antes de
frotar la corona, empuja un poco y contraigo el abdomen, me muerdo el
labio cerrando los ojos por la presión que se cala en mi trasero pero que
disminuye cuando sus dedos frotan mi clítoris dilatando mi culo para él.
No solo se concentra en sentir placer solo él, me toca y arremete dando
a relucir que puede hacer dos cosas a la vez, darse placer y dármelo a mí, y
eso es mejor que cualquier otra cosa.
Estoy por correrme, sus azotes me dejan ardiendo la piel pero no me
importa, los dedos los sacó hace un momento y ahora solo me moja el que
arremeta en mi culo.
Alzo el trasero cerrando los ojos, me corro y se corre llenandomé de él,
hubiera querido que fuese en mi vagina, pues me cuido y siempre voy a un
ginecólogo, pero aún así él no lo hace sin el puto condón. Me azota el
trasero tirando de mi cabello, sigue dentro de mí y si no sale me boy a
excitar de nuevo.
—Esta noche iré a tu habitación, ya sabes las bragas que me gusta que
uses— me dice.
Asiento automáticamente. Es como un milagro que esté de buenas y
eso me vaya a beneficiar. Sonrió mirándolo, sus ojos son como un calvario
pero eso me encanta de él.
—Como ordene...
Corto las palabras con los golpes que se oyen en la puerta y la mujer
que entra sin permiso y nos mira. No aparta la mirada, simplemente se
centra en el hombre que sale de mí y me reincorporo tratando de
acomodarme la ropa.
—¿Qué sucede?
—Su primo lo solicita en la piscina —le hace saber.
Abro la boca pero se da la vuelta yéndose a pasos empoderados.
—¿Y ese descaro? ¿No se supone que los empleados deben tocar y
esperar una respuesta?— inquiero de repente.
El pelinegro me mira con fastidio y entiendo la cagada que acabo de
cometer. ¿Pero cómo debo reaccionar? Eso fue una insolencia por parte de
esa mujer. Toca y entra como si nada.
Recoje su camisa y el teléfono antes de encaminarse a la puerta, me
apresuro a acomodarme el cabello para seguirlo no muy de cerca. No le
digo nada.
Ya me encargaré de poner en su lugar a esa guardaespaldas.
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Eviten dejar Spoiler por favor, sé que es difícil, pero, hagan un
esfuerzo.

Mil gracias por leer, recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 30

______✧✧Opciones✧✧_______

Venus
Voy a morir de abstinencia y el causante de ese problema tiene nombre
y apellido.
Ayer llegó su novia y mi cogida se fue a la mierda, además que verlo
follando con ella fue mi respuesta para saber que me quedaré con los
dolorcitos en los pliegues.
La chica no me desagrada, pero desde ayer me mira raro cada que
debo entrar a la casa por cualquier cosa importante; lo cual no suele
suceder.
Algo le dice que será un dolor de cabeza con el que tendré que lidiar.
Suspiro hondo.
Mario no se ha ido, supongo que se está encargando de ayudar a mi
jefe para que yo no deba intervenir, lo que conlleva a quedarme caminando
de aquí para allá, rotando al personal y calándome las ganas que tengo de
follar las cuales incrementan cuando Jayden sale con la excusa de caminar
por donde yo lo hago.
«Ayer llegó y no tardó mucho en ir a saludarme»
No me molesta su compañía, al contrario; me ayuda a despejar la
mente y centrarme en otras cosas como escucharlo hablarme sobre el desfile
de modas en donde estaba, pero prefirió venir a no sé qué, pues, su primo lo
necesitaba pero supongo que ya no, pero aún sigue aquí.
Cree que no sé lo que hace.
Es súper coqueto y sabe que sus atributos son para matar a cualquier
chica con ganas como las que tengo yo y debo morderme la lengua cuando
regresa vistiendo shorts cortos, trae una toalla al rededor del cuello, sostiene
el teléfono en la oreja hablando en francés, se pasa las manos por el cabello
haciendo que la mujer que tengo al lado sufra de un shock total.
—Mis ojos han sido bendecidos. ¿Morí? ¿Este es el cielo?—murmura.
—El infierno. Allí son más guapos —susurro.
Es la primera vez que lo veo sin camisa «No me decepciona para
nada» es más menudo que el Alpha, pero aún así se nota que le gusta el
gym. No tiene rastros de tatuajes en su piel, su caminata es digna de un
modelo resaltando la V debajo del abdomen. Las piernas marcadas y
tonificadas, sus brazos igual, los pectolares relucientes y merecedores de
marcas de uñas en ellos.
Desde que estoy aquí, nadie a usado la piscina, Jayden es el primero,
entrando de un chapuzón.
La transparencia deja ver como nada por un largo rato, no me muevo,
me mantengo con los brazos cruzados sentada en una silla debajo de un
parasol e intentado no tener un orgasmo visual cuando se apoya del borde
en dirección a nosotras, repara a Yasmín y sonríe, cruzandose de brazos.
El cabello se le pega a la frente, pero lo aparta dejando a la vista el
piercing que tiene en la ceja. El azul de sus ojos, se ennegrece por unos
segundos que parecen eternos porque nadie habla y nosotras solo lo estamos
mirando como si fuera una cosa de otro mundo.
—¿Podrías retirarte? —le pregunta a mi amiga, rompiendo el silencio.
—Por supuesto, señor.
—Ese "señor" me hace sentir viejo, pero me excita cuando me llaman
así —sonríe.
Mi amiga se levanta de golpe para cumplir su orden pero la tomo del
brazo cuando intenta irse por el lado contrario, sonríe con nerviosísmo antes
de irse por el camino correcto, mira al pelinegro por última vez, vuelve su
vista al frente pero choca con una silla, lastimándose la rodilla.
—¡Joder!..—exclama, acariándose la zona afectada.
—¿Estás bien? —intento levantarme, pero asiente restándole
importancia.
—Ahora vuelvo —se va cojeando.
Me acomodo en la silla, notando que el pelinegro ya salió del agua y
está en frente de mí, secándose los bíceps sin dejar de mirarme.
—Hace calor ¿No lo crees?.
Asiento automáticamente, me paso la mano por el cuello antes de
empezar a abanicarme queriendo aire. «Dile que se vaya o nos dará un
infarto» me piden mis subconscientes al borde de un colapso.
—Mucho calor, y cada vez hace más..—contesto, mirándolo de pies a
cabeza.
No debería ser tan obvia, lo nota, no es estúpido.
Se seca la nuca y la acción solo hace que el brazo se le tense y los
abdominales, viéndose más deseable.
Me voy a morir y...
—Ojalá pudieras entrar a la piscina, te verías demasiado rica con un
traje de baño de tanga y encaje —suelta haciéndome palpitar hasta el alma.
No sé que decir, solamente me sale una pequeña risa y niego con la
cabeza.
—¿Siempre eres tan directo y sincero con lo que piensas?
Sonríe, ladeando la cabeza.
—Siempre. Si todos fueran sinceros y directos el mundo sería más...
predecible —contesta tranquilo.
—Tienes razón.
—No pretendo tenerla, solo opino lo que pienso.
Toma asiento, un sujeto se acerca con un pequeño malentín y él lo
recibe abriéndolo. Saca un especie de estuche y de adentro un tabaco
pequeño de.... marihuana tal vez, y sí, lo es.
Lo enciende y el olor me lo confirma.
Intento no mirarlo. Nunca en mi vida he probado nada de eso y
tampoco un simple cigarrillo. El olor se intensifica y me siento extraña pero
solo reviso el brazalete dejando que el silencio se vuelva más tenso hasta
que no aguanto y lo miro.
—¿Eso te relaja? ¿Qué sientes cuando entra en tu sistema? —le
pregunto.
Siempre quise preguntarle eso a alguien que la consuma. Suelta el
humo y no dejo de ver el azul de su iris entre el rojo que lo rodea.
—Que los problemas son solo eso y me amargan más si les doy una
exagerada importancia —se oye más relajado.
—A veces no te entiendo, pero... eso me genera mucha curiosidad—
soy sincera.
—Solo quiero decir que, —apoya un brazo en la mesa, manteniendo la
mano disponible cerca de su boca— Drogarme no los resolverá, pero al
menos me hace sobrellevarlo y no agobiarme demasiado, es una especie de
relajante en situaciones de estrés.
—Igual te está matando por dentro y más si lo fumas a diario —le
aseguro.
Se encoje de hombros, como si le diera igual.
—Quién tenga miedo a morir que no nazca. —hace una mueca— No
lo fumo a diario, solo cuando tengo mucho estrés.
—Aún así no disminuyes su letalidad...
—Hay cosas más letales que ésto —me lo muestra, frunciendo los
labios— A veces puede matarte lo que menos consideras dañino.
Sus palabras se quedan dando vuelta en mi cabeza y mi subconsciente
cuerda la respalda pero en desacuerdo.
—De vez en cuando me siento muy agotada mentalmente —confieso,
mirando en dirección a la piscina y en busca de palabras adecuadas—
Quisiera algo para apaciguar muchas cosas, pero... no sé qué podría
ayudarme con eso.
—No necesariamente necesitas algo.
—¿Y por qué tú si necesitas fumar hierba?— inquiero, mirando como
vuelve a hacerlo.
Una sonrisa maligna invade su rostro y algo se me cuela por la espina
dorsal con la mirada malévola que me dedica.
—No la necesito. Es solo que mi vida no me da para mantenerme sin
nada que hacer, menos tiempo para buscar un profesor de yoga o irme de
viaje por un mes a recibir masajes y todo tipo de terapias Anti estrés, de
esas que los modelos suelen hacerce para poder sobrellevar la mierda que se
vive en este mundo lleno de chismes, drama...
—Creo que por eso no gustaría ser el centro de atención para la
prensa...
Suspira cansado y ríe.
—Solo te diré algo —duda por unos segundos — Evita los problemas
si no deseas tenerlos y más si las acciones te los acarrean. Cuida tus
acciones porque la mayoría traen problemas.
Se levanta. Termina de fumar mirando hacia la nada y me quedo
pensando en todo lo que dijo pero mi cabeza simplemente desecha muchas
cosas y no puedo hacer nada.
—¿Si pruebo una sola vez me volveré adicta?
Mi pregunta lo hace mirarme curioso, se me acerca mermando el
espacio, su mirada me pregunta si estoy segura de hacerlo y asiento
haciendo que estire la mano, ofreciéndome el tabaco que está por acabarse.
Estiro la mano para, cojerlo pero aparta la suya mirándome con los
ojos entre cerrados.
—¿Te sentirás mejor si fumas?
—Tal vez, quiero probar y ver si en realidad siento que los problemas
ya no me torturan— contesto.
—¿Cuáles problemas te pueden estar torturando como dices?
Me encojo de hombros.
—Muchos... y quiero probar y ver si logro olvidarlos por un momento.
Se inclina dándole otra calada, me mira y suelta el humo dejando que
choque en mi rostro haciéndome picar los ojos.
—Tienes tiempo para pensar y buscar otras alternativas —me dice y
sacudo la cabeza.
—Ser guardaespaldas solo me da para pensar en lo que me sucederá si
algo le sucede a tu primo...
—Pero no quisieras estar drogada como yo —replica, acercando su
rostro al mío, como si quisiera besarme— Nunca recurras a fumar o ingerir
alguna droga, ya tú eres una y no creo que sea necesario que pruebes alguna
que apague tu exitante letalidad.
Sus susurros solo me ponen peor que lo que estaba y no puedo cometer
una locura, ya demasiado tengo con el Alpha, dejo las manos sobre sus
hombros comprobando la suavidad y calidad de su piel, me concentro en
sus ojos achinados y el olor a marihuana que emana su boca cuando abre
los labios pasándose la lengua.
—No sabes las cosas que me provocan tus ojos —musita despacio.
Sonrío, pero lo aparto despacio.
—Lo noté desde la primera vez que me viste —le dejo claro.
No se lo toma a mal, simplemente se pone una mano en la cintura,
termina el tabaco dejándolo en el cenicero de la mesa.
Tengo calor.
Reviso la hora en el brazalete, me toca patrullar y es una buena excusa
para levantarme, no puedo seguir mirándole el cuerpo al primo del hombre
que debe ser mi prioridad y él único que debe tener mi atención.
—Debo trabajar, nos vemos más tarde, si sigues aquí, claro está— le
digo.
Recoje el malentín listo para irse a la casa. Se me acerca pero unos
tacones resuenan en el piso y la rubia despampanante se nos acerca mirando
al pelinegro.
—El Alpha te espera en la sala —le dice.
El pelinegro me pasa por un lado, guiñándome un ojo antes de seguir y
perderse.
La rubia me mira mal y no estoy para estupideces así que me doy la
vuelta pero me intercepta, obstruyendo mi paso
—Necesito hablar contigo, así que te quedas aquí hasta que eso suceda
—se impone.
—Dígame.
Su aura me genera incomodidad pero lo paso por alto, algo debe querer
y su expresión me dice que tal vez me trate de lo peor y tal vez sea por
haber interrumpido su lindo momento con el Alpha.
—Que sea la última vez que tú entras a algún sitio sin esperar que te
den permiso. —empieza— No eres ni la virgen santísima, Dios o el santo
poderoso. Solo eres una simple guardaespaldas y debes comportarte como
tal...
Le duele que entrara así y su novio no me haya dicho nada al respecto.
—Y cuida en dónde pones los ojos, soy mujer igual que tú y se que
esas miradas que dedicas no son de alguien que tiene claro el estatus que
tiene y que no se compara con el de sus superiores, así qué ya sabes y
andate acostumbrado a mis órdenes, recibirás mucha cuando me mudé aquí
— termina, pasa por mi lado golpeándome con el hombro.
Las manos me tiemblan presas de la ira, pero me contengo, debo
hacerlo y sé qué no debo perder los estribos aunque no me guste que me
hagan sentir como una basura que solo sirve para seguir órdenes y ser
menos que nadie.
«Esto debo arreglarlo»
Pasan las horas, me mantengo trabajando pero pensando en lo que
haré. Enola está con Fátima y debo acercarme y rotarlas a otra parte de la
casa. Mario se fue hace una hora y junto con él también Jayden, Megan
sigue aquí y el Alpha no ha salido, sigue en la casa pero tengo horas que no
lo veo porque no a solicitado mi presencia o algo que hacer, y todo esta en
orden y por ello no tengo nada que hacer allá adentro.
La cabeza se me llena de la imagen que ví ayer y que solo me produce
asco y estrés extremo, además de ganas por pagarle un tiro a la rubia con
aires de suficiencia y creerse mejor que las demás.
Estoy en mi descanso y por ende me doy mi tiempo en ducharme,
Yasmín está durmiendo y puedo vestirme sin tener que aguantar sus
preguntas.
Uso un conjunto de bragas de las que compré aquella vez que salí con
mi amiga. Ambas piezas son transparentes pero con encaje solo en el sitio
que tapa los pezones y mi intimidad. Por todo el cuerpo me aplico crema
hidrante. Uso los vaqueros de cuero y camisa de tirantes, me dejó suelto el
cabello y ajusto las armas en los muslos antes de salir abrochándome el
brazalete.
La casa ya se desocupó, las pocas empleadas deben estar durmiendo
así que entró yéndome a la cocina por algo de tomar.
Tengo hambre pero solo consigo un envase con algún tipo de ensalada
cesaer que me como antes de lavar lo que ensucie, regreso al refrigerador
por un poco de agua, cierro la puerta queriendo avanzar pero me detengo
por la presencia sombría que me mira de brazos cruzados y completamente
desnudo a excepción de la boxers que trae puestos.
—¿Qué haces?
Su pregunta me corta las ganas de querer detallarlo.
—Tomando algo ¿No es obvio? —respondo.
Paso por su lado, pero me acorrala contra el mesón, dejando las manos
a mis costados, haciéndome echar el torso hacia atrás por la proximidad de
nuestros rostros. Algo duro toca mi abdomen y bajo los ojos mirando el
bulto grande que se le marca «No lo tenía así hace unos segundos».
—¿Por qué te vas? —me pregunta.
Miro sus labios.
—Me iba —dejo el vaso de lado, apoyo los codos en el mesón sin
dejar de morderme el labio—, Pero ya no.
Ladea la cabeza, mirándome las tetas. Su cabello huele muy bien al
igual que todo él y eso me encanta, me moja, me excita y me...
—No te voy a follar si eso es lo que quieres.
Suspiro cansada. Odio entrar en eso de no o sí.
—Tú dureza me dice lo contrario...
—Siempre estoy duro.
—Hace unos segundos no lo tenías como una roca— intento tocarlo,
pero detiene mi mano.
—Hace unos segundos no tenía ganas de matarte...
Me humecto los labios mirándolo fijamente.
—¿Te excita querer matarme?
—Me excita matar y pensarlo.— contesta con voz ronca.
Abro las piernas, sigue presionando su dureza contra mi abdomen y
eso me hace temblar el vientre.
—A mí excita que digas que me matarás, pero más me excita cuando
no lo cumples y terminas follándome o chupándome el coño —susurro.
Mira mis tetas de nuevo y lo entiendo, los pezones se me marcan sobre
la tela y no ayuda tocarmelos logrando que me siga mirando.
—No siempre no lo cumpliré, estás equivocada si crees que el deseo
puede quitarme ese pensamiento —me contradice.
—Eso lo sé, y para cuando llegue ese momento verás que no seremos
iguales, al menos no tú...
Atrapa uno de mis senos haciendo presión, echo la cabeza hacia atrás
disfrutando del trayecto de su mano subiendo hasta quedarse en mi cuello.
Su cuerpo emana tanto calor que cierro los ojos disfrutando de la mano
que busca despuntarme el vaquero, no me muevo, me quedo quieta dejando
que la adentre, el calor de sus manos me enciende por completo y sé que no
es lógico sentir deseo por él, pero la atracción es algo tan sorprendente que
me moja con solo sentir su tacto en mi piel logrando que sienta que estoy
siendo quemada por un ser que me marca cada vez que me toca, besa o hace
suya.
Pero sé lo que hago, y quiero disfrutarlo mientras todo va
ejecutándose. Es peligroso y estoy jugando con fuego, pero me gusta arder
y sentir la adrenalina de todo esto.
No es lógico, moral o sano que estemos haciendo esto o yo disfrutando
de la masturbación efusiva que esta recibiendo mi canal, los mordiscos
lentos que tiran de la piel de mis senos y la lengua que se desliza por mi
clavícula hasta llegar a mis labios hasta que le doy paso para que empiece el
beso vehemente que me recalca que estoy haciendo algo incorrecto con el
jefe de la organización que...
Me aferro a los bordes del mesón, abro los ojos mirando el techo y
sintiendo que el orgasmo está por arrancarme el aire que tienen mis
pulmones y.... unos pasos resuenan no muy lejos y me quedo mirando la
puerta hasta que me aparta de mala gana, me acomodo la ropa justo a
tiempo que la persona entra, me mira mal y luego a su novio quién actúa
como si nada yéndose al refrigerador.
—¡Largo! —espeta ella, señalando la puerta para que me vaya.
Él no dice nada, simplemente se empina un vaso con jugo mirándome
de arriba abajo.
Me siento acalorada, no quiero quedarme así pero me voy con la
cabeza vuelta un lío y el corazón latiéndome como loco.
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No dejen Spoiler por favor.

Mil gracias por leer.

Besitos

Osly Ortega.
Capítulo 31

________✧✧Bitch✧✧________

Venus
Ruego a Dios para que nadie venga a querer dárselas de chistoso
conmigo; ando estresada a niveles cósmicos y galácticos, llena de
frustración y no encuentro un lugar a solas para descargarme, mi jodido
trabajo no me lo permite.
Quisiera tener a Julián cerca o al menos tener que viajar a Kiev, pero
por los momentos no me lo han pedido y eso me genera más obstinación.
Sinceramente estoy que agarro a golpes cualquier cosa pero debo reprimir
los impulsos y concentrarme en organizar al personal antes de entrar a la
casa.
Cruzo el pasillo, suspiro antes de tocar la puerta, entro quedándome un
poco lejos del escritorio en donde yace el martirio de mi vida, el causante
de los palpitos agobiantes que avasallan mi vientre y mandan la descarga
estimulante que me hace mojarme las bragas cuando reparo su aspecto y su
loción invade mis fosas nasales.
Es como un campo magnético en donde entro cada que me acerco o él
lo hace; me siento acalorada, ansiosa y llena de tensa.
La camisa ceñida me muestra perfectamente sus brazos gruesos, el
cabello desordenado me hace respirar por la boca controlando las ganas de
correr y subirmele encima hasta que me haga suya.
Debo respirar, calmarme y no caer.
Sin mirarme, rebusca en un cajón, sacando una tarjeta, me la extiende
y me acerco para tomarla.
—Ve a esta dirección y recoje lo que me enviarán —me ordena,
despectivo— Asegúrate de no morir en el intento y conserva la calma.
Su advertencia me da igual, reviso el papel con la dirección y doy un
paso atrás queriendo mermar el aura, pero me muerdo el interior de la
mejilla cuando noto que se levantó y ahora lo tengo en frente, mirándome el
escote de la camisa y en momentos como estos, odio no traer una chaqueta.
Consideraré sus órdenes de que deje de usar este tipo de camisas.
Sonará loco, pero su mirada me quema, me siento más acalorada que
hace unos segundos. Detesto que la proximidad juegue en mi contra
siempre y el que su imponente porte me haga dudar mentalmente.
—Anoche me quedé con las ganas de coger contigo,—confiesa,
haciéndome apretar la tarjeta que tengo en las manos— Hoy no pienso
quedarme con las mismas.
Me toma de la cintura, la otra mano la cierra en mi nuca, acercando
mis labios a los suyos. Su altura me hace sentir inferior pero al mismo
tiempo me encanta.
«Me estoy volviendo loca».
—No creo que tus ganas superen las mías —hablo mirando sus labios
—. Tu novia te debió haber calmado las tuyas, y no lo niegues, que no se te
olvide que los ví en el gimnasio.
Intento apartarlo pero no me lo permite y ya estoy tan molesta que
podría golpearlo, no sé qué me sucede.
—¿Celos? —indaga.
—¿Celos? —repito, comprimiendo la carcajada— Sólo digo lo que ví,
y a diferencia de ti, yo no tengo a un segundo para que me dé orgasmos, y si
lo tengo, está al otro lado del mundo y quizás cuando lo vea ya estará
cogiendo con alguien más.
Se humecta los labios mirándome fijamente, detecto desagrado y algo
más que tal vez no sea eso y...
—Jayden en cualquier momento te las quitará. Solo trata de ser tan
fácil como lo fuiste conmigo —susurra.
—¿Jayden?
Asiente, presionando mi nuca, poniéndome aún más tensa. Poso las
manos sobre sus hombros y sonrío dejando que la molestia me vaya
poseyendo.
—Entonces; tú también fuiste fácil —espeto, rabiosa
Lo aparto, intenta tomarme de nuevo pero soy rápida atacando su
rostro con una bofetada que me deja la mano ardiendo y la ira por los
cielos. Queda con el rostro de lado y una sonrisa en sus labios pero yo solo
quiero arrancarle los testículos por llamarme ramera, no lo dijo
directamente, pero así sonó.
—¡A mí me respetas! —bravo—. Me vale madres si eres el Alpha de
la mafia, mátame, pero no me vas a hacer sentir menos.
Busco la puerta, saliendo rápido. Estoy furiosa, sus palabras siguen
rebotando en mi cabeza, haciendo eco y trayendo consigo recuerdos
pasados que intento olvidar porque me remueven fibras que trato de
eliminar en todo esto, pero ese idiota vino a llamarme como menos me
gusta.
La primera vez no disfruté mucho haberlo abofeteado; estaba ebria,
pero ahora se siente satisfactoriamente bien. Tal vez firmé un pacto
definitivo con la muerte, pero no iba a quedarme con eso.
Eso si jamás.
Puede ser peligroso y la peor persona del mundo, pero no lo tengo
miedo, y el día que eso suceda, le demostraré que puedo con él.
Cruzo la sala. Debo cumplir la orden que me dió, eso me dará tiempo
para bajar la molestia, oxigenar mis pulmones con un ambiente distinto a
esta casa que solo destila su aura.
Y como si fuera poco, para arruinarme más mi día...
Megan se cruza en mi camino. Viste casual y eso solo me calienta la
sangre porque tiene pinta de no irse hoy tampoco. Hace de cuenta que no
me vió, sigue su camino ignorando cuando sigo el mío.
Organizo al escuadrón y el resto de los guardaespaldas. Conmigo se
embarcan solo Kilian y Yasmín. El moreno conduce por mí, mientras me
encargo de poner la ubicación en el GPS de la camioneta.
—¿A dónde vamos? —me pregunta mi amiga.
—Buscaremos algo del Alpha. Me dijo que no murieramos en el
proceso, así que supongo que tal vez es algo importante y peligroso.
—Ya necesitaba salir de la mansión. De tanto encierro, ya me sé hasta
la cantidad de arbustos del jardín —comenta el moreno.
—Necesitamos una misión o algo así.
—Lo mismo pienso —me secunda Yas.
No es mucho lo que duramos en llegar al sitio; un edificio no tan
grande pero extenso y sin ningún tipo de establecimiento a los costados.
Bajo, adentrándome por las puertas de cristal, me recibe una chica vestida
acorde al sitio; con un uniforme verde oscuro.
—¿Desea algo?
Asiento, le entrego la tarjeta y se va a un mostrador, me quedo a la
espera cuando tarda unos minutos escaneando el chip.
Observando el entorno, espero, termina y me hace seguirla, saliendo a
la parte trasera, camino detrás de ella hasta que se detiene.
—Espere un momento —me pide.
Por el intercomunicador, le aviso a mis acompañantes que no me
tardaré mucho, para que estén al pendiente por si necesito que entren.
Hace calor, pero me mantengo esperando a la chica que regresa, pero
no sola.
Detrás de ella, viene un sujeto alto y corpulento, sosteniendo la correa
que trae a un majestuoso e imponente Rottweiler de pelaje negro azabache,
sus patas son gruesas, la postura recta y el tamaño me hacen pasar saliva
por lo asombroso que se ve. En su cuello tiene un costoso collar, adornado
con detalles hechos en diamantes que brillan con la luz del sol.
Intento agacharme, para tocarlo, pero enfurece, desequilibrando al
sujeto que intenta sostener con fuerza la correa para que no se le suelte,
pero ni siquiera su tamaño basta, el perro es una furia difícil de controlar.
—Es peligroso y solo lo doma su dueño. No pienses quitarle el bozal si
no está él presente —me avisa, agitado.
No puedo dejar de ver al animal, su pelaje es una cosa fenomenal que
quisiera tocar y ver si es tan suave como se ve, pero sus ojos rabiosos me
dicen que profe quitarme la mano si me descuido y aunque tenga el bozal.
Vuelve a moverse y el sujeto aferra el agarre.
—¿Cómo se llama? —le pregunto, enamorada.
—Dimitri.
Puedo estar loca, pero el peligro es algo que me llama y este perro
emana tanto como su amo. Nunca había visto uno tan grande y solo sé qué
son una de las razas más temerarias.
Me acerco, sin dudarlo, recuerdo las palabras del Alpha y por ello no
le muestro miedo o afán.
—Odia la cercanía y odiará más una desconocida.—me dice.
Acerco la mano, ruge rabioso, pero no dejo de mirarlo fijamente a los
ojos y sentir la presencia sombría que emana llena de recelo.
Me inclino, dejando la mano sobre su cabeza; dando leves caricias que
lo hacen tensarse y...
—Señorita, no creo que...
Su ladrido retumba mis oídos, mis reflejos fallan por poco, pero llego a
sostenerlo del collar cuando enfurece, queriendo darse la vuelta. Siento su
desconfianza, su fuerza es sorprendente y fácilmente puede derribarme e
irse corriendo, pero no lo hace, se queda quieto y me mira.
—Dimitri, no te haré nada —acaricio sus orejas.
Es muy sedoso y huele a loción costosa.
El sujeto se pone pálido, pero respira hondo cuando el Rottweiler se
sienta, dejando que lo acaricie y le hable bajito, ganándome su confianza.
—¿Quién es un buen, perro?—sonrío
Saca la lengua y se me viene encima como intentado olerme, su
tamaño me cubre casi por completo e intento apartarlo con cuidado, pero el
sujeto tira de su correa, haciendo que enfurezca nuevamente, más que hace
unos segundos.
Me levanto rápido, intentado tomarlo, pero se le sube encima y soy
rápida en tirar de su correa, haciendo que retroceda, su fuerza es más que la
mía pero lo jalo y la chica se asusta sin saber que hacer.
—¡Dimitri! —lo regaño, pero es más su rabia y creo saber qué le pasa.
Como puedo, lo calmo, se queda a mi lado y firmo su salida antes de
buscar la puerta, tirando de su correa para que me siga y agradezco que no
ponga resistencia. Kilian sale del auto, pero le hago señales para que no se
acerque y solo abra la puerta trasera.
—Conduce y Yasmín que suba en el otro asiento. Iré atrás.
Subo en la parte de atrás, sosteniendo el collar a Dimitri, quien
muestra desconfianza por los que van delante de nosotros. Mi amiga parece
que se la va a tragar el vidrio delantero y Kilian conduce, queriendo llegar
rápido a la mansión.
—Hasta aquí le siento las ganas de comerme — murmura mi amiga.
—Tal vez solo come comida para perros —le digo.
Kilian se carcajea, mirando por el retrovisor.
—Lo menos que debe darle el Alpha, es perra harina. Seguramente
come la carne de los enemigos de su dueño. Su raza es más carnívora que
pacífica —asegura.
—Ésta preciosura solo tiene hambre —miro la placa del collar con su
nombre, acaricio su cuello logrando que se me pegue al torso— ¿Cierto,
Dimitri? Tiene hambre, el fortachón solo quiere comer.
Canturreo sin dejar de tocarlo. Su pelaje se siente como seda,
almohadas suaves o una cama con el mejor colchón de todos, tanto que no
leído dejar de abrazarlo, como si fuese un inmenso peluche que por poco
entró en el asiento.
—Definitivamente que a ti te encanta el peligro —me dice el moreno.
—Me fascina, ¿Cierto, bebé? —no dejo de jugar con la cosita hermosa
que no se molesta con mis caricias.
Mis subconscientes intentan hacerme entrar en razón de que tal vez el
perro quiere hacerme creer que le agrado, pero para después comerme
cuando le quiten el bozal.
«Pero es extremadamente lindo y peligroso que nos encanta» .
Es del Alpha, pero yo no lo había visto, tal vez lo tenían en algún sitio
y después lo pasaron llevando a ese veterinario en donde se encargaron de
sus vacunas y salud. Huele tan bien que no dejo de abrazarlo, no lo niego,
aún me sorprende que le agradé tan rápido.
Peligro y peligro son tal para cual. Quisiera quedarmelo.
El camino es rápido, al llegar me abren la puerta, el perro baja antes
que yo y alcanzo a sostenerle la correa cuando intenta irse contra los que
cuidan la puerta principal. Lo llamo y consigo su atención atravesando la
puerta, una empleada se apresura a llamar a su dueño y no me agrada
mucho la idea, menos después de haberle dado un bofetón e irme.
Seguramente hará que su perro me coma viva.
La espera me llena de impaciencia y detesto lo que siento cuando sale
de uno de los lados de la escaleras, con un cigarro en la mano y caminando
con ese estilo que tiene e inmediatamente, el perro se levanta, yéndose a
donde él; su fuerza hace que la correa se me salga de las manos y me
lastime.
Se apoya en dos patas, dejando las otras sobre el abdomen de su dueño
quien lo acaricia con una sonrisa que jamás le había visto y que me eriza la
piel; se ve hermoso, tan... Esto no se borrará de mis pensamientos, es
icónica la imagen que tengo en frente.
Aparta el cigarro y sus ojos se conectan con los míos hasta que Dimitri
se pone en cuatro patas, le quita el bozal y...
No retrocedo al ver que el perro corre en mi dirección; con la lengua
afuera y mirándome fijamente. El golpe me lleva al suelo, sacándome el
aire de los pulmones.
Su lengua se pasea por mi pecho, rostro y cabello, olfateando como
loco antes de lamerme, histérico. Intento apartarlo, pero su tamaño no me lo
permite y su fuerza tampoco.
—Dimitri, basta —lo regaña, logrando que se me quite de encima,
guardando distancia.
Me reincorporo, tratando de limpiarme la saliva del animal, pero su
jefe me mira mal y hasta aquí detecto la molestia que tiene.
—Me debes algo —se me acerca.
—¿Yo? —me señalo, haciéndome la desentendida.
—Sí. Me las pienso cobrar...
Unos pasos resuenan en las escaleras y aparto la vista del pelinegro,
mirando a su novia quien viste distinto; con un vestido corto, pero
reservado. Sus curvas la hacen ver sensual y su cabello, poderosa, más
elaura de seguridad que muestra en cada paso que da.
—¿Nos vamos? —le pregunta, ignorando mi presencia.
—Dame unos minutos.
Se va por donde salió hace unos segundos, dejándome con la rubia que
nota al perro que yace sentado en el mismo sitio acatando la orden de su
dueño.
—Dimitri... Que bueno verte..— intenta acercarse.
Puedo acercarme y ayudar pero como soy mala y ella no me agrada,
dejo que el perro le muestre las fauces e intente atacarla, pero para mi mala
suerte, la presencia del Alpha lo hace calmarse y venir a mi sitio,
rozándome la pierna cuando me acaricia.
La rubia me mira mal y su estado de asustada solo me da risa, su
novio me ignora, buscando la puerta, dejando la mano detrás de la espalda
de ella.
Están por salir pero él se detiene, mirándome.
—Quedas a cargo de él, que le den comida y que no se coma a nadie.
Se van y quedo con el perro. Tomo la correa llevándomelo a la cocina,
las empleadas ya tienen su plato con un jugoso filete crudo que se devora
queriendo otro y hago que se lo den, no quiero que su amo me ofrezca de
comida si cuido mal a su peligrosa mascota.
Las empleadas se mantienen alejadas y con miedo en sus rostros,
aprovecho para comer algo también. No me siento bien y tal vez voy a
enfermar aunque no creo, los tratamientos en la fortaleza son de ayuda para
estar muy sana, pero me siento extraña y tal vez se deba a la impotencia de
tener ganas y no poder sacarlas.
Debo salir a asegurarme que los que quedaron, estén haciendo su
trabajo, los que estaban en la entrada se fueron con el Alpha y me
mantienen informada a través del intercomunicador, van de camino al
aeropuerto y supongo que moriré de abstinencia si se le ocurre irse con su
novia.
Suspiro mirando la tv de la sala, las horas pasan, estoy aburrida.
Dimitri se mantiene a mis pies, nadie se acerca o entra a la casa. Intento no
cerrar los ojos pero el cansancio me vence hasta quedarme dormida en el
sofá.
Un calor inmenso, va subiendo desde los muslos hasta mi sien, la cual
suda, presa de esos palpitos impredecibles que aparecen y todo por culpa de
la calidez que se desliza por mi piel...
Es una lengua, y sigue el trayecto, desde mi rodilla, por la cara interior
de mis muslos, haciendo que mi intimidad se encharque y anhele la lengua
del hombre que ingresa sus dedos en mí, dando círculos dentro de mi canal,
sacándome jadeos y súplicas bajas.
Hace demasiado calor, estoy agitada y tengo un nudo en la garganta,
sin saber cómo mover las piernas por el dolor que se posiciona en mi pecho,
es horrible, pero placentero y extraño.
Los dedos, los mueve despacio y siento como la fricción expande los
labios de mi entrada, lubricando en todo momento y esa cantidad de
humedad que sale, me seca también la boca y con el corazón acelerado,
abro las piernas y muevo la pelvis, queriendo que su boca chupe, pero no lo
hace, prefiere torturarme con la masturbación que me da.
Necesito más, es todo lo que mi cabeza repite, encerrandome en esa
jaula en la que quiero correrme, pero él no parece buscar hacerlo.
Entierro las manos en las suaves sábanas soportando, la descarga
estimulante que avasalla mi canal, cuando el climax quiere llegar y siento
que ardo por completo hasta que...
Despierto de golpe, respirando mal y sumiéndome en ese azul que
tanto me excita y que es lo primero que capta mi atención.vno veo más nada
sino al hombre que está inclinado en frente de mí, con una mano dentro de
mi vaquero, volviendo a encenderme con el movimiento de sus dedos
urgando, rebuscando quizás volverme a penetrar.
No sé, siento que ya lo estaba haciendo, pero no sé si solo haya sido un
sueño y ahora...
—¿Qué haces? —me horrorizo mirando a todos lados cuidando que
nadie nos vea.
Estamos en la sala. Sigue moviendo los dedos.
—Escuchando como dices mi nombre mientras duermes y te masturbo.
—No dije...
—Oh, sí que lo hiciste, y déjame decirte que me satisface saber que
soy el protagonista de tus sueños húmedos.
Las tetas me duelen y entiendo el porqué cuando se inclina aún más,
llevándose una a la boca, dando chupadas y mordiendome el pezón «Me
está manoseando desde hace ratos y recién me despierto».
—Eres un abusador —le reclamo.
—Ajá.
Reanuda la masturbación que acaricia mis pliegues, volviendo a
encenderme. Por desgraciado, sigo adormilada, tanto que mi mente se
pierde y olvido que estaba soñando con él a causa de estar jugando en mi
canal como si se lo hubiera pedido.
El entorno desaparece y cierro los ojos, dejándome llevar, pero se
detiene, haciéndome mirarlo.
—¿Qué haces? —quiero más.
Saca la mano, lamiéndose los dedos empapados de mi humedad, abro
la boca sintiéndome, sofocada pero se reincorpora antes de que pueda
decirle algo más, dejándome así, sin correrme.
—Podría follarte, pero tu insolencia me hizo cambiar de opinión.
Frunzo los labios, acomodándome la camisa.
—¿Te gusta dejarme así? Que bonito, esto es lo máximo —me levanto
de mala gana.
Suspiro, harta de todo esto y de no poder descargar las miles de cosas
que me estresan y una de esas es él y todo él. Hecha una furia, acomodo
mis vaqueros, intentando no mirarlo o de nuevo le soltaré otra bofetada y
adiós a mi vida.
—Si no necesita nada —acomodo las armas de mis muslos— Me
retiro.
Paso por su lado, pero se me atraviesa.
Intento rodearlo, y solo consigo que me tome de la nuca, llevando mis
labios a su boca, dándome un beso salvaje, con sabor a chicle y tabaco. El
cuerpo se me relaja, las piernas me flaquean y me dejo llevar hacia su
cuerpo, disfrutando de la cercanía de su torso y el calor de su mano cuando
presiona mi trasero.
Me refriego contra él, rodeándole el cuello con los brazos, pero me
aparta tomándome de las muñecas, deteniendo el beso «Esa manía se la
tengo que quitar».
—Detesto que no me dejes tocarte ¿Eres dominante o qué? —me
molesto.
Sinceramente no lo entiendo y tampoco cuando no me responde y es
rápido volviéndome a besar como si eso respondiera a mi pregunta y saciara
mi sed, ¡PERO NO! eso empeora todo y solo me quema por dentro,
anhelando querer estar sobre él y el dentro de mí.
Lo alejo con las fuerzas que consigo, mi cerebro no procesa nada y me
encamino en busca de irme a masturbar o que sé yo, pero todo sucede
demasiado rápido, maniobra dejándome sobre su hombro y con las manos
golpeando su espalda queriendo que me baje. No grito porque no quiero que
nadie vea y eso lo hace aprovechar al momento de sube las escaleras.
Busco la manera de como bajarme,pero sus manos se clavan en mi
trasero con una presión torturosa. Sabe como hacer que no lo lleve contra el
piso. Se mueve rápido, entra y me lanza sobre la cama.
No le voy a dar el gusto de tratarme como un juguete y que sea cuando
se le venga en gana. La adrenalina me toma al igual que la ira cuando giro
en el colchón, cayendo al suelo antes de correr a la puerta que cierra de
golpe antes de tomarme del cabello; tirando con fuerza, haciéndome arquear
la espalda. Su mano impacta en mi entrepierna y reprimo el jadeo de dolor
con el apretón que me propina y el mordisco que me da en el cuello,
chupando.
Intento apartarlo pero se afinca, recalcando que no me dejara ir y no
me queda de otra que torserle la mano, retrocede, me voy hacia la puerta
pero tira de mi brazo, los pies se me enredan y caigo, se me viene encima
subiéndose sobre mí. No me pienso dejar llevar. Invierto los papeles aunque
el corazón me retumbe en el pecho y las ganas se sumen en el deseo que se
intensifica con la dureza que lastima mi intimidad cuando las manos me
quedan a ambos lados, sus brazos alrededor de mi torso haciendo presión y
sacándome el aire.
Abro la boca para hablar, pero ejerce más presión, poniéndome en
apuros y dejando claro que puede partirme la columna si aprieta con más
fuerza de la que empieza a emplear, lastimándome.
—¿Por qué te gusta hacer pataletas?
No puedo contestar, la falta de oxígeno no me lo permite y siento que
las costillas se me quebrarán.
—Ebria me gritaste que te domara si podía y eso estoy haciendo... ¿O
no recuerdas haberlo dicho? Fue el día que te embriagaste estando en horas
de trabajo, a mí no se me olvida nada, no se me escapa nada y no dejo nada
sin cobrar.
Mi cerebro no procesa nada de lo que dice y...
—Te voy a domar como me lo pediste y no me importan tus pataletas,
sólo me hacen querer darte hasta que te desmayes como aquel día.
El corazón se me acelera, intento respirar por la boca pero no lo
consigo. Afloja el agarre y me dejo caer sobre su pecho, la tos me toma, el
aire entra en mis pulmones con mucha rapidez aliviando mis extremidades
pero desvaneciendo mis fuerzas.
Sus manos viajan a mi trasero, moviéndome sobre su miembro duro y
firme. Se está dando placer con la fricción y quisiera levantarme, sin
embargo, no puedo y tampoco quiero, muy en el fondo me sienta bien estar
así aunque no puedo evitar mojarme, pero me siento débil. Su pecho es tan
cálido que prefiero hacerme la desmayada y disfrutar del sonido de los
latidos de su corazón, además del calor que reconforta mi molestia, como
un apaciguador de muchas cosas pero....
—No creo que eso te haya matado. Siento como se te va salir el
corazón del pecho.
Suspiro, guardando la calma.
—No es para nada, casi me rompes las costillas, imbécil —espeto.
Me separa tomándome de los hombros y lo miro fijamente. Somos tan
desiguales que, sus ojos, sus facciones y todo de él me recuerda que no
deberíamos estar así de cerca.
—¿Qué te he dicho de la insolencia y faltas de respeto? —comienza
con lo mismo.
Me encojo de hombros, fingiendo demencia.
—Que puedo llamarte así por ser tu consentida.
—¿Te metiste algo antes de quedarte dormida?
Ruedo los ojos, intentando levantarme, pero no me lo permite.
—Deja la malcriades, Adler. Cuando estás conmigo, actúas así y hasta
llego a olvidar que estoy en frente de una mujer igual de letal que los
asesinos de allá afuera —me regaña.
—Eres mi daddy, así que puedo actuar así, ¿O no?.
Me toma del cuello, alza una ceja y sonrío con la molestia que adorna
su rostro.
—Vuelve a llamarme así y no te quedarán ganas de volver hacerlo —
amenaza.
Me muerdo el labio preparando mi lado Insolente al 100000000%.
—Mi....daddy —susurro, acentuando ambas palabras.
El hijo de perra es rápido y no veo el momento en el que actúa, tanto
así que termino en cuatro patas, con sus manos quitando las armas que se
sostienen en los ajustadores de mis muslos, las arroja a un lado, baja mi
vaquero y quiero levantarme pero me toma de las manos, sujetándolas
detrás de mi espalda.
—Quieta, fiera. Llegó tu domador.
Las rodillas me duelen pero no me deja ir, los azotes me dejan la piel
del trasero ardiendo, no se detiene, mis jadeos no cesan y el ambiente se
llena de eso y el sonido de su mano impactando varias veces.
El torbellino en mi interior, me dice que me gusta así de rudo, pero mi
cabeza intenta hacerme entrar en razón; mis subconscientes están
discutiendo y yo no sé qué toma mi razón, pero no doy para quitarme y
parar lo que me causa y gusta.
El dolor es molesto pero me sigo mojando, deseando que pare y entre
en mí, pero eso no sucede y salgo del trance placentero entrando en ese
doloroso a causa del ardor que de un momento a otro se cuela por mi
espalda. Cierro los ojos soportando, cuando pierdo la noción del tiempo, se
detiene, me suelta y mi mejilla impacta en la cerámica del suelo
rompiéndome la boca.
Recobro la compostura pero para entonces ya me está embistiendo
como un poseso con sobredosis de excitación.
La mejilla se me arrastra en el piso, mi canal duele por la profundidad
y como siempre hasta adaptarse a su tamaño, me apoyo de las manos
cerrando los ojos dejando que mi cuerpo disfrute de las sensaciones que me
encienden cada esquina, parte y lugar del cuerpo pese a que mi boca sabe al
hierro de la sangre, no hago nada, me dejó llevar.
Estoy tan extasiada y necesitada, que no tardo en correrme y quedar
con el cuerpo vuelto una hoguera. No es mucho lo que continúa, se corre
quedando en la misma posición y no lo miro, cierro los ojos pensando en
todo esto y el temple que debo mantener a pesar disfrutar cada vez que me
demuestra que hasta ahora es el único que me ha dado los orgasmos que no
había tenido nunca antes.
Sale de mí, solo doy para levantarme y tumbarme en su cama. Tal vez
me eche cuando salga del baño pero necesito cerrar los ojos por un
momento y es lo que hago hasta que escucho sus pasos no muy cerca de la
cama y elevo la vista viendo que se quitó la camisa.
—¿Qué tanto haces que no te has ido?
Entierro la mejilla en la almohada.
—Disfrutando de la cama del Alpha de la mafia y gran empresario,
Herodes Blackwood...futuro enamorado de esta mujer que dices que
matarás pero terminarás deseando por encima de todo —contesto tranquila.
Su risa agria me levanta queriendo admirar su hermosa dentadura y esa
sonrisa que es capaz de derretir hasta a el iceberg más grande y frío del polo
norte. Como a mí que me saca una sonrisa que no oculto.
—Te reíste con ganas —lo señalo.
Vuelve a su modo serio y sonrío de nuevo.
—Lo hiciste...
—¿Qué con eso?
—Nada —me levanto, acomodo mi ropa y recojo las armas—. Me
voy antes de que me eches como una perra.
Se me acerca con las manos en los bolsillos. Su mirada me penetra y
no me dice nada bueno.
—Te voy a decir una cosa —empieza— Déjate de coquetear con
Jayden si no quieres que las consecuencias las pagues tú. No me gusta
compartir y mientras seas mi amante, eres mía, por ende, esperás que yo te
lo dé. Cohíbete de estar con alguien más, sobre todo con la basura con
quién cogías antes ¿Entiendes?— termina.
—¿Tú si puedes coger con las demás? —chasqueo la lengua—
¿Siempre eres tan posesivo y egoísta?
Asiente, sujetando mi mentón, escanea mis tetas y no pierdo de vista
su espesa cabellera negro azabache.
—Sólo cuando no me gusta compartir...
—Entonces dile a tu primo que me deje en paz o mátalo, es él quién
me coquetea— dejo claro.
—Y tú le sigues el juego...
—No puedo tratar mal a un miembro de tu familia, soy una simple
empleada y bien puede meterme un tiro.
—Entonces dime cada que te insista y yo lo resuelvo—responde.
Sonrío, acomodándome el cabello.
—Vamos bien...
Ladea la cabeza, su mano baja hacia mi cuello, desciende por mi pecho
y se adentra por el escote de mi camisa.
—No te hagas la lista, Adler, ten en cuenta que no tratas con
cualquiera y a mí nada se me escapa —me dice.
Se aparta, ordenando que me vaya y así lo hago, con sus palabras
rebotando en mis pensamientos, pero más confiada y decidida que nunca a
romper sus reglas.
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Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Plis, no hacer ningún tipo de Spoiler.

Besitos.

Osly
Capítulo 32/1

_____✧✧Río de Janeiro, Parte I✧✧____

Herodes
Dos días después
Arrojo el cigarrillo en el suelo y lo piso. Me paseo mirando a cada uno
de los que se supone son mis escoltas. Las mujeres intentan no fijarse en
mis ojos, mi genio los mantiene rectos a todos, con la manos detrás de la
espalda y esperando indicaciones claras.
No estoy de ánimos para decir algo que no sea lo que deben hacer, a
dónde iremos y con qué propósito.
La pelirroja anota todo en la tablet que sostiene e intento no mirarla,
pero su camisa de tirantes me hace sentir sudoroso y con unas ganas
devoradoras de destrozarla por tentarme así. Se le ve muy bien y le encanta
llevarme la contraria.
«Ya olvidé la cuenta de cuántas veces le dije que no las use». Tomo
una bocanada de aire, enderezandome.
—Quiero un hotel con vista a la playa, fuera del alcance de los
reporteros o cualquier cosa que me amargue —dictamino, el otro hacker se
mantiene a la espera de indicaciones— Mario no estará. Encárgate de sus
deberes.
—Entendido, mi Alpha.
—Aquí todo se resume en el desempeño de lo que hagan, no estaré de
ánimos, sin embargo, no tendré problemas en matar a cualquiera y dejarlo
en el Amazonas ¿Entienden?.
Asienten.
—Organicen todo, debo partir en una hora.
Se dispersan a cumplir con sus obligaciones y me voy adentro,
ignorando a la mujer que me sigue como si no tuviera que planificar mi
viaje o se hiciera solo todo.
Entro al estudio, buscando mi teléfono, lo hallo sobre el escritorio,
respondo los mensajes que tengo antes de tomar asiento queriendo terminar
de revisar unos ingresos. Ella se mantiene caminando de aquí para allá,
mirando el aparato en tanto mis ojos la siguen sin mi consentimiento. El
pantalón me estorba, me acomodo la erección que toma potencia al
repararle el trasero y el abdomen semi descubierto por la camisa mangas
largas que lleva puesta.
El negro le sienta bien, se ve sensual, atrevida. Lo candente se lo da el
cabello y ojos. No me gusta que resalte tanto, porque me distrae, pero debo
controlarme, no puedo estar follando cada minuto, la mataré si lo hago.
Soy un fiel amante de la adrenalina y el peligro, siempre me ayudan
cuando estoy estresado o tenso y verla a ella así de preparada y alertar, con
armas en los ajustadores de los muslos y vestida de colores oscuros, es más
que un disfrute para mi vista. Desprende peligro y también sensualidad, la
mezcla perfecta para darme las suficientes ganas como para recargarla sobre
el escritorio y azotarla.
Debo respirar y no dejar que los pensamientos impuros se adueñen de
mi cabeza. Debo terminar de revisar esto antes de irnos y no lo haré si me
distraigo.
—Según mis fuentes confiables, el perímetro del hotel es alejado de la
ubicación en donde se llevará a cabo la convención—me informa y se
detiene mirándome fijamente y después sus pechos— Te estoy hablando de
algo importante y tú solo me estás comiendo con los ojos. Tuvimos sexo
esta mañana ¿Quieres más?.
Me acaricio el mentón, humectándome los labios.
—Siempre quiero más. Y sé que tú también.
—Pues... ahorita no se puede, debemos partir en menos de una hora y
aún no termino de organizar los autos que debe esperar —se excusa.
Sé lo que hace, quiere frustrarme y volverme dependiente de ella, pero
eso no sucederá.
Me levanto, recogiendo los documentos que firmé.
Me mira, pensando que la abordaré por algún lado pero camino hasta
la pecera, dejo la mano sobre una de las esquinas del cristal, logrando que
se abra, mostrándome la caja fuerte. Cede con mi huella dactilar y deposito
lo que tengo en la mano antes de cerrar.
—Estoy pensando seriamente en dejarte afuera del hotel cuando deba
entrar a la convención —le digo.
Frunce el ceño, sin entender.
—¿Y eso por qué? —indaga, de momento parece comprender y se ríe,
caminando de aquí para allá, se detiene y me señala—. Te la pondré dura
cuando me veas y no podrás correrte estando en tu momento de Alpha
perfecto. Ya sabía que en algún momento ibas a caer en eso.
—No digas estupideces.
—Soy objetiva, ¿por qué otra cosa me dejarías afuera?.
Me pellizco la nariz. «Necesito paciencia».
—Olvídalo. Sólo trata de no vestirte como una exhibicionista y
recuerda que estarás en hora laboral.
Resopla, tomando asiento, se cruza de piernas, mirándome de arriba
abajo.
—No me pienso embriagar si es lo que te preocupa, hice una promesa
y no está en mis planes saber qué sucederá si la rompo —contesta.
—Buena chica, así me gusta, Adler, y mucho —me le acerco.
No pierde el contacto visual y en sus ojos veo un chispa inmensa de
deseo que intenta contener a pesar de que dejo los dedos sobre su mejilla y
la acaricio.
Es impresionante como no tiene ni una sola peca a pesar de tener el
cabello rojo y la piel marfileña. Sus ojos son un gris único y casi
transparente como el agua, pero intenso cada que se molesta o está deseosa
como en este momento en el que dejo las manos en los brazos de la silla,
acercando el rostro y detallando sus facciones suaves y sexis, una
combinación que le favorece para cualquier ocasión en donde desee ser una
chica caprichosa y dulce, o una atrevida y descarada.
Una chica multifacética que con esos dones puede manipular a quien
ella quiera...
—¿Tengo algo en la cara? ¿Por qué me miras así? — se toca las
mejillas buscando alguna imperfección que no encontrará porque no tiene
ningúna.
—Me aseguro de que seas real y no un producto estimulante que mi
mente creó —respondo sus preguntas.
Sonríe y en sus mejillas se marcan unos pequeños hoyuelos que no
había tenido la oportunidad de detallar tan cerca.
—Oh... entonces soy tu fantasía sexual —exclama.
—No dije eso.
—Eso das a entender, y sé que algún día me lo dirás.
—Lloverán rocas cuando eso suceda —me separo.
—Nunca digas nunca —entra en modo terca.
—Pues eso nunca sucederá.
—Apostemos...
Me paso las manos por el cabello.
—¿Siempre eres tan terca?
Niega. Duda unos segundos y asiente riéndose.
—Sólo por momentos.
—Momentos eternos. Casi siempre eres o cabra loca o cabra terca —
replico.
Rueda los ojos, poniéndose de pie.
—¿Por qué eres tan cortante y odioso? —me reclama.
—Mira quien habla —busco la puerta —. Mejor ve alistar todo. Iré a
prepararme, no quiero retrasos.
La escucho quejarse a regaña dientes, pero salgo, ignorando su modo
fastidiosa. Sinceramente, me estresa cada que se pone así.
A veces ni siquiera sé qué mierdas hago aguantando tanto y no la mato
de una vez por todas, ya me está hartando. El único problema radica en que
me olvido de eso cada que la hago mía o le demuestro que nadie como yo.
«Porque nadie le dará el placer que yo le doy». Es como una droga que
me gusta pero sé que me hace daño. Ya he roto algunos límites y eso debe
parar, pero por los momentos no puedo hacerlo, no me he saciado por
completo y a medias nunca me quedo.
Entro a la habitación, ya la empleada hizo mi equipaje y lo llevó al
auto. Me alisto rápido, en el maletín guardo lo que necesito y solo espero a
la pelirroja que entra por él.
Salgo, acomodándome las mangas de la camisa. El teléfono me timbra
en el bolsillo y esta vez le contesto a Megan; lleva la mañana insistiendo,
me va a reventar el teléfono si no lo hago. Su obsequió brilla en mi muñeca
y me gusta, al menos tuvo buenos gustos y es algo que está a mi altura.
Me abren la puerta de la camioneta que abordo mientras hablo por
teléfono, la copiloto se mantiene mirando hacia el frente, pero hasta aquí
siento lo tensa que está, y noto como aprieta la mandíbula dejándome, claro
que se le descompuso el genio.
Bajo del auto, quiere llover y eso solo me hace sentir más acalorado,
subo al jet yéndome a la parte privada, la azafata me ofrece bocadillos
gourmet y vino, acepto ambas cosas dejando que se vaya. La peliroja entra
con mi malentín, me inclino la copa mirando como saca mi MacBook antes
de extendermela.
—Estás muy eficiente y concentrada en tu trabajo— le digo.
—Estoy para servirle, mi señor.
—Así me gusta. Lo deficiente no me sirve, Adler.
—No puedo evitar sentirme extraña cuando me llamas por mi apellido
—confiesa.
—Acostúmbrate, no te llamaré de otra forma.
—¿Y el "preciosa" en dónde quedó?.
Me acaricio la parte trasera del cuello y muevo la mano para que se
vaya.
—Mejor retírate.
Tengo trabajo del cual debo encargarme y ella aquí solo es una
distracción que debo tratar de mantener al margen antes de bajarle el
pantalón y ponerla a jadear arriesgándome a que los que están en la otra
cabina nos escuchen.
Se retira y puedo sacar el aire de mis pulmones, poniéndome cómodo.
No tengo cabeza para revisar el aparato que tengo entre las piernas, pero
debo hacerlo y me mantengo en ello las siguientes horas de vuelo hasta que
aterrizamos en Río de Janeiro.
El clima tropical es lo primero que siento al bajar, me libero de
algunos botones en busca de aire fresco, camino hasta uno de los autos que
espera por mí, organizan el perímetro y en menos de nada estoy recorriendo
las calles llenas de personas, música y aire brasilero. Es bueno cambiar de
ambiente de vez en cuando, ayuda a mis pensamientos y la presión de
muchas cosas.
El hotel me recibe como me gusta, la habitación es grande y costosa, el
servicio está bien y la comida no me decepcionada cuando ceno en el
balcón, revisando el teléfono y atendiendo un par de llamadas antes de
empezar a alistarme con un traje negro, camisa blanca sin corbata, uso el
reloj que traía puesto, me aplico loción y fijador en el cabello.
La calefacción no sé si se dañó, pero hace algo de calor cuando me
miro en el espejo, respondo varios mensajes de Mario quien me avisa y
comunica un par de cosas y planes para la semana que viene.
Tocan la puerta, eso me avisa que ya todo está listo para partir. Me
guardo el teléfono en el bolsillo y el arma en el costado del torso, llevando
también una navaja en el mismo cinturón, recordando que hace mucho no
estoy en combate o liberando algo de adrenalina.
Salgo de la habitación, la rubia (Enola Saldada) y el moreno (Kilian
Gill), me siguen varios pasos detrás; ambos visten como se los ordené:
trajes y vestidos en donde puedan llevar las armas, además de los
intercomunicadores. Pueden ser mis guardaespaldas nada más, pero deben
estar presentables, al menos los que entrarán conmigo al sitio
Por suerte, ningún paparazzi se enteró de mi estancia aquí, eso quiere
decir que Adler está haciendo un buen trabajo pero recalco que se le olvidan
mis advertencias cuando la veo esperando que aborde el auto que esta
detrás de ella.
Su vestimenta me hace apretar los puños adentro de los bolsillos del
pantalón y no quiero pero me quedo mirando el escote profundo del vestido
negro que lleva puesto, es largo, de hombros caídos, detalles en las mangas
y la sensualidad queda remarcada en la coleta baja que la cae en uno de los
hombros, el maquillaje la hace ver...
¿Por qué tiene que vestirse así? ¿No hay ropa que la haga ver menos
provocativa? Definitivamente, esta será una noche poco agradable.
Nunca había visto que a alguien le quedara tan bien el negro como le
queda a ella, eso hace que el cabello y los ojos le resalten de manera
sorprendente. Lleva una cartera pequeña guindando en el hombro
disponible, no sé en dónde llevará las armas o las navajas, pero la
curiosidad me gana y las ganas de querer quitarle ese vestido y acabar con
la zozobra.
Subo al auto, no la miro durante todo el camino, su aroma es algo que
me está mareando y debo bajar el vidrio de la ventana queriendo aire fresco.
Las discotecas son algo que quiero visitar, pero la convención
comenzó hace una hora y no puedo faltar.
El auto se detiene en frente del edificio consignado. Hombres
resguardan la entrada, carros últimos modelos llegan; de ellos bajan
personas poderosas y que no tardan en reconocerme cuando bajo de la
camioneta, acomodándome las solapas del traje. La brisa me relaja y avanzo
cruzando las puertas.
Comida, bebida, música y drogas de la mejor calidad. Además de un
área de lucha libre para presenciar y apostar por peleas a muerte súbita.
Entretenimiento de todo tipo para no aburrirse.
Es un evento para reforzar los lazos entre mafiosos, políticos corruptos
y todo aquel que tenga nexos en este mundo. Ofrecen shows con las
mejores mujeres en el mundo del stripper, prostitución, dominatrix, estrellas
del pool dance o cualquier shows que le guste a algún cabecilla importante
tanto como para pagar miles de dólares por una noche con ellas y no solo
eso, también hay hombres para el disfrute de las mujeres.
Muchos siempre me esperan para hacer negocios o alardear que
pueden mantener una buena plática conmigo. «Hipócritas» todos con la
misma intención y es esperar que mis negocios bajen para ellos intentar
adelantarse.
Me saludan con miradas y sonrisas.
Avanzo, siendo el centro de atención de todo mundo, lo cual se vuelve
algo molesto y entiendo el porqué cuando noto que miran a mi derecha,
volteo con disimulo y es la pelirroja quien viene en esa dirección,
guardando la distancia, pero caminando como siempre lo hace y
demostrando que no le falta autoestima; sabe que pondría a babear hasta el
traficante más pesado, tal como lo está haciendo, despertando los
murmullos y la ambición de muchos.
Se mantiene seria, emanando peligro y logrando que los hombres se la
coman con los ojos sin ningún tipo de respeto. No parece importarle, pero a
mí se me está subiendo la presión porque mientras que ellos quieren
profanarla, yo lo haré cuando esto acabe.
No puedo decir nada, es una de mis escoltas y aquí sólo respetan a una
mujer si es tu pareja. Como el mafioso mayor, nunca he llegado con una
mujer a estos eventos, lo cual si llamaría la atención intensamente, pero en
este momento, ella se vuelve el centro de atención, sobre todo para los
hombres que esperan en la mesa principal en donde solo están el jefe de la
mafia Italiana, el hijo de la jefa de la mafia rusa y otras caras importantes
que tienen la dicha de conocerme y hablarme.
—Dispersa y sin cometer locuras —le advierto a la causante del dolor
de cabeza que está surgiendo.
Asiente, poniéndose en comunicación con los que entraron, se
dispersan, tomo asiento recibiendo un vaso de vodka y un puro de los
mejores de esta zona.
—Una mujer como esa es digna de estar en esta mesa —comenta
Duke, mirándola buscar un sitio desde donde pueda mirarme.
—Concuerdo totalmente —lo secunda Judas—. Es una diosa en todo
el sentido de la palabra; algo nunca antes visto.
Dejo el vaso de lado, acomodándome las solapas del traje.
—¿Y tú esposa?
—Está incapacitada por hoy, nos acompañará otro día —responde
tranquilo.
—Al parecer siempre lo está, y más cuando se trata de un evento con
mujeres como las que veremos.
Se ríe dándome la razón, inclinándose la copa de vino.
—Para qué ocultar las cosas si en la mafia nadie es fiel —hace que
todos lo apoyen— Ella es mi esposa y tiene su puesto, ningúna puta se lo
quitará y eso la tiene más que tranquila.—aclara.
—Así se habla —lo apoya Jeremías Vasone, jefe del clan Pakistaní.
—Por cierto, ¿Pensaste en mi propuesta? —me pregunta el italiano.
—Sí, te envié una respuesta.
Frunce las cejas, mueve la mano y uno de sus hombres se acerca, le
dice algo en su idioma natal y se retira.
—Mira la incompetencia de algunos, recién me avisan que aceptaste,
—suspira— Pero bueno... Eso es lo que me importa. Me organizaré para
recibirlo la semana que viene o antes, sino es muy pronto o tarde.
—Me parece bien. Te mantendré en contacto.
El ruso no interviene por largo rato en los que hablamos sobre
negocios. Las mujeres nos rondan a la espera de saciar cualquier necesidad
que tengamos y mantenernos contentos en todo momento, como por
ejemplo a mí que me encienden un puro y sirven más bebida, sin dejar que
el vaso esté vacío.
—Para los grandes, —se levanta Duke— Planifiqué bailes de las
mejores mujeres; sexys, ardientes y dignas de intentar complacernos.
Mueve la mano, la música está alta y varias se nos acercan, vistiendo
atuendos pequeños, grandes tacones y luciendo sus despampanantes
cuerpos logrando llamar mi atención cuando se pasean entre nosotros, no
nos tocan sin consentimiento, pero la osadía no falta por momentos en el
que dos me bailan, sus tetas quedan cerca de mi rostro y reparo lo bien que
se mueven.
Se alzan las compras, los tragos van y vienen pero me mantengo
sobrio, no quiero beber más de la cuenta, aquí no. Duke se retira con una de
las mujeres y es que ninguno trajo a su esposa, simplemente vinieron solos.
De momento la mesa queda casi sola a diferencia del italiano y el ruso
quienes empiezan una plática sobre el tráfico de mujeres. Intervengo
cuando es necesario, pero no por mucho, esos temas no me conciernen y
prefiero mirar los bailes de las mujeres que están sobre las plataformas
dejando que la música las vuelva expertas en el pool dance que tiene a
muchos embelesados.
Aquí muchos se odian pero no se aceptan contiendas o escándalos
porque se pagan con muerte, seas quien seas. Por ello, muchos prefieren no
venir y evitarse problemas o ganar más enemigos. Que yo esté aquí, no
significa que todos puedan hablarme y lo aceptaré, no, a algunos los tengo
en la mira pero ya después resuelvo esos asuntos.
Por un momento me levanto a mirar la pelea que se alza en el ring,
muchos apuestan y hago lo mismo, gano varias veces dejando que la rubia
se encargue del dinero, me repara con disimulo y cree que no me doy
cuenta, pero no digo nada, no quiero amargura por esta noche.
No veo cerca a la peliroja por ningún lado y al menos eso servirá para
mantenerme lúcido, verla de cerca equivale a erección en menos de nada y
prefiero estar deseoso pero no a niveles extremos. Se supone que debería
estar a una distancia prudente pero no la veo aunque disimulo hablando con
algunos asesinos seriales que vienen a socializar o esperar que algún capo
los contrate para trabajos sucios.
No los necesito, para eso tengo al escuadrón, pero vine y debo
bancarme las pláticas.
—Daría lo que fuera por pertenecer a la organización del Alpha de la
mafia —comenta uno.
—Sería un privilegio pero no todo el mundo puede — le responde
otro.
Me inclino el vaso de licor, captando la mirada de la jefa de un clan
importante de Chicago; viste de rojo, su cabello castaño cae a los lados de
su hombros, en ondas que se mueven cada que avanza entre las mesas,
saludando y dándome miradas efusivas que me mueven para ir hasta su
puesto, pero me detengo al ver a Judas hablando con la mujer que debería
estar haciendo su trabajo y no correspondiendo a las sonrisas coquetas.
La morena se queda a la espera de mi presencia, porque me encamino
hasta donde está uno de mis hombres y le doy la orden que cumple sin
dudarlo.
Ya se arruinó mi noche.
Hace calor, en busca de aire, debo salir por las puertas que dan al
jardín en donde tambien hay gente importante, fumando o manoseando a
varias prepagos reconocidas. Los meseros se mueven con bandejas de
comida, bebida y cigarrillos, surtiendo las mesas de cóctel que hay en
varios puntos.
Recibo un trago y me acomodo el cuello de la camisa, respirando
hondo y controlando la presión que viaja por mis arterias, volviendo mi
sangre más caliente. Aprieto los puños soltando el aire, logrando calmar los
instintos internos que tanto detesto y que poco a poco merman,
devolviéndome la tranquilidad que al menos tenía.
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Venus
Minutos antes.
Peligro y poder, es lo único que se puede respirar en este ambiente
lleno de los criminales con más influencia en el mundo. Personas sin
escrúpulos y capaces de matar a quien sea con tal de mantenerse en ésto.
Mantengo la compostura y el mentón en alto mientras sigo mirando al
hombre que yace en la mesa ocupada por las peores alimañas que de todas;
son distintos, pero iguales en una sola cosa; el poder es lo único que les
importa y el puesto del Alpha lo quisieran a como diera lugar, para
posicionar sus clanes en la cima.
Aquí si te descuidas, te sacan la cabeza o te despellejan en el momento
que menos esperes.
El pelinegro se lleva mi atención, no es para menos con ese atuendo
tan costoso que viste, el negro le queda como anillo al dedo, se ve más
maduro y sexy de lo que es. El cabello le combina perfectamente y es uno
de sus atributos más fuertes a la hora de llamar la atención, desde aquí
puedo ver el azul de sus ojos y la manera tan sensual en que sus labios se
mueven cuando habla. No se ríe, simplemente se mantiene serio como
acostumbra, demostrando que es más odioso que cualquiera.
El italiano me mira de vez en cuando y quisiera rotarme de sitio pero
el gris de sus ojos es una cosa que me escanea llena de intriga y rectifica la
sensanción de familiaridad que sentí aquella primera vez que lo ví en
persona. Viste un traje beige con corbata.
En la misma mesa está el colombiano Duke Bontate al igual que el
Pakistaní Jeremías Vasone, ambos visten dos grises diferentes, no tienen
barba y sus tonos de piel son los típicos de los hombres caribeños con un
toque boricuo. Nadie tiene una mujer al lado.
Platican con sus demás acompañantes y me quedo detallando al ruso
heredero del puesto de su madre y futuro líder de la mafia rusa «Braden
Marakov»: debe tener unos años más que yo, se ve que es más joven que
los demás que están a su alrededor y por lo visto no es muy platicador, solo
asiente y habla de vez en vez hasta que las putas no se hacen esperar,
algunos se van a satisfacer sus necesidades y él se queda.
El Alpha deja que le bailen durante un buen rato, haciendo que me
muerda la lengua, molesta, aunque cuando se levanta dejando solos al ruso
y al italiano.
Cada 20 minutos me mantengo en contacto con los que vigilan el
perímetro, solo entramos; Kilian, Enola, Taeyang y algunos de los hombres
del Alpha. La rubia se mueve detrás del pelinegro quien se mantiene cerca
del ring. Se pasea de aquí para allá, haciendo cortas paradas en algunos
grupos de personas que se alegran con su presencia hasta que queda con
unos sujetos con pinta de asesinos.
Sus ignoradas son lo que menos me importa, lo prefiero así, a actuado
como un Imbécil desde que salimos de la mansión. Tuvimos sexo en la
mañana y al parecer eso le bastó para estar tranquilo por el resto de la
noche. «No puedo decir lo mismo de mí».
Reviso el brazalete, Mario me deja un mensaje y se lo respondo.
Recién recuerdo que Giovanny no a aparecido y me pregunto en dónde se
habrá metido después de la última vez que lo ví.
Respiro hondo, llevo ratos de pie y ya me duelen los dedos, maldigo
haberme vestido así pero no podía venir como una mamarracha, todos los
escoltas de los demás están presentables. Los del Alpha no podían ser la
excepción. Solo llevo un arma en la cartera, mini detonadores y mi labial,
en un muslo tuve que camuflar un ajustador con navajas.
«Por se debe degollar a alguien».
Tengo sed, no puedo ingerir alcohol pero no quiero morir deshidratada
y por ello recibo una copa de champagne, me la tomo rápido dejándola de
lado y captando la mirada de desaprobación de Kilian a unos cuantos
metros. Sonrío para que se relaje pero me enserio al ver al hombre que se
me acerca con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un vaso de
licor.
Tres sujetos lo respaldan pero no se apartan cuando se detiene en
frente de mí, me repara de arriba abajo, deteniéndose en mi cabello y al
final en mis ojos. Es apuesto, y siento lo mismo de cuando lo ví
—Sei molto bella, ¿puoi accettarmi un drink? —su voz es un poco
seductora y tranquila.
«Sei molto bella, ¿Puoi accettarmi un drinks= Eres muy hermosa, ¿me
aceptas un trago?»
Sonrío, dejando el teléfono dentro de la cartera.
—Scusa, forse non parli la mia lingua — vuelve hablar.
«Scusa, forse non parli la mia lingua= Lo siento, tal vez no hables mi
idioma.»
—Grazie, ma non posso, sto lavorando —contesto.
«Grazie ma non posso, sto lavorando= Gracias, pero no puedo, estoy
trabajando.»
Sus labios forman una sonrisa ladina y de complacencia.
—Aún más sexy por dominar otros idiomas.—me dice, sonriente.
Su manejo del inglés es perfecto. No deja de mirarme igual de curioso
que siempre. Algunos nos miran y él ni siquiera se inmuta, y yo solo me
siento siendo desnudada por sus integrantes ojos.
—Puede sonar loco pero... me resultas curiosamente familiar ¿Nos
hemos visto antes?— pregunta.
Sonrío, frunciendo las cejas.
—Claramente, en la reunión a la que fui con mi jefe— soy obvia.
Sacude la cabeza, se inclina el trago y sonríe, pensando.
—Creo que te he visto mucho antes, pero no lo sé...
Muchos no dejan de mirarnos y eso me hace morderme el labio.
—No creo que deba estar aquí hablando conmigo, señor Judas Rinaldi
—le digo.
—¿Algo me lo impide?
Conservo la calma, pero su manera de mirarme es muy intensa y me
siento extraña en una forma que...
—No creo que sea bien visto que el jefe de la mafia italiana esté
platicando con una simple guardaespaldas de alguien más.
—Simple solo por tu cargo —mira alrededor— Porque en apariencia
eres mucho más que cualquier mujer de las que veas aquí y hagan parte de
alguna organización importante —responde.
—¿Debo tomar eso como un cumplido y halago?
Asiente de espacio.
—Consíderate afortunada, es difícil que una mujer supere mis
expectativas sobre la belleza femenina como lo estás haciendo tú.
Definitivamente, tu cara no se me va a olvidar y tampoco tu cabello.
Algo se me posiciona en la garganta pero no paso saliva. Sonrío por
sus palabras y me cruzo de brazos.
—Ya veo. Entonces, sino fuese hermosa, no estaría aquí hablando
conmigo y tratando de conocerme —me muerdo el interior de la mejilla—
Los tiempos siguen volviendo a las personas más superficiales.
Niega despacio.
—Eres hermosa, pero no solo por eso estoy aquí.
—Gracias entonces. Afortunada de recibir un cumplido de uno de los
mafiosos más importantes de todos —exagero un suspiro alegre— ¿Por qué
está aquí hablando conmigo?
Le da un sorbo al vaso, su loción y mirada intensa me hace olvidarme
por un momento del entorno.
—Si fueras una de esas mujeres —con el vaso señala algunas de las
que bailan y reciben la atención de muchos — Ya habría pagado lo que
fuera por tenerte durante toda una semana o un mes.
Halaga, lo miro intensamente por lo que acaba de decir, algo extraño
me recorre la espina dorsa,l posicionándose en mi cuello, causándome un
calorcito exasperante y sonrío, incómoda pero no tanto que..
—No es para que te sonrojes, sólo soy directo —me dice.
¿Me sonrojé?. Alcanzo una copa de la bandeja que sostiene un sujeto,
sorbo todo dejando que mi garganta lo pase y me baje la sensación de
sofoque.
—Es porque hace calor... ¿No tienes calor?
Muevo la mano buscando echarme aire. «Tierra tráganos». No
entiendo porque me siento así, no soy de ponerme nerviosa y él, me hace
querer aire o moriré de un ataque.
—Detesto el calor —sigo.
—Viéndote a ti, sí, siento algo de calor, tal vez se debe a las ganas que
me surgen mientras más te veo.—suelta.
Rio despacio, queriendo creer que está jugando.
—Eres muy gracioso...
—Un poco, pero esta vez no pretendo serlo.
Le ofrecen otro trago, abre la boca para hablar pero me toman del
brazo y es Kilian quien me habla al oído, haciéndome temblar las manos, no
me despido ni mierdas, dejo solo al italiano candente y simplemente me voy
en dirección al jardín del enorme establecimiento.
«Se te quiso mi diosa» me dicen mis subconscientes.
Sudo a medida que camino por el césped en busca del hombre que
yace de espaldas y alejado de los que están dispersos hablando. Sus
advertencias me rebotan en la cabeza y mi subconsciente cuerda se esconde
gritándome que no debo colmarle la paciencia al pelinegro que se gira y sus
ojos ennegrecidos ya dicen más que mil palabras.
—¿Me mandó a llamar, señor? —hablo.
Su postura de indiferencia me eriza la piel y la expresión llena de
molestia. Es la primera vez que veo que emana tanta furia que me quedo
fría cuando me toma del cuello, estampando su boca contra la mía. Está
molesto, y mucho, me lo demuestra con el beso salvaje que me eleva a esa
nube que subo cada que saca su lado posesivo como ahora que me magrea
el trasero separando nuestros labios y dejándolos ardiendo de dolor.
—¿Qué te digo siempre? —inquiere, con la mandíbula tensa y los
labios rojos a causa del beso.
—Que no vengo para coquetear...
Se ríe despacio, ejerciendo presión en mi trasero, refregándome contra
la dureza de su miembro y lastimándome el abdomen.
—Entonces ¿qué carajos hacías con el italiano?
—Él se me acercó y no tengo culpa de eso.
La explicación sale sola y sin mi consentimiento, con eso, consigo que
me suelte, se pasa las manos por el cabello, me mira, pero no retrocedo ni
con la mirada asesina que me dedica.
—Ándate con cuidado, Adler, es la última vez que te lo digo —se da la
vuelta— No me gusta compartir y no querrás verme modo egoísta posesivo.
Abro la boca para defenderme, pero otra presencia no se hace esperar y
es la del italiano que aparece detrás de mí con una sonrisa ladina, se inclina
el trago y mi jefe lo mira sin expresión alguna, fingiendo tal como yo lo
hago.
—¿Interrumpo? —pregunta Judas.
—Nada que interrumpir —espeta mi jefe, pasando por mi lado.
Su molestia me hace suspirar y caminar detrás de él cuando me avisa
que quiere irse. El Italiano me mira por última vez y no sé por qué siento
que será otro problema que agregar a mi lista.
____________✧✧____________
____________________________

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

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Para los Releyentes, (no hacer Spoiler) por favor.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 32/2

__✧✧Río de Janeiro, Parte II✧✧__

Venus
Ustedes no saben lo pesado que puede llegar a ser Herodes
Blackwood, y más cuando quiere aplicarte la ley del hielo e ignoradas del
siglo.
Me siento como un cero a la izquierda, llena de estrés y frustrada a
medida que bajo en dirección al restaurante del hotel.
El malhumorado se despertó hace un rato, ya es medio día y al parecer
no me va a dirigir la palabra al menos que sea por algo netamente laboral. Y
todo por qué según él: anoche estuve coqueteando después que me había
dicho que debo estar centrada en mi trabajo.
Es eso o detesta que otros se me acerquen cuando me ha dejado claro
que "soy suya" «Maldito egoísta».
Un empleado se me acerca y le pido que organice una mesa; con vista
a la playa, comida libre de grasa, pero con pollo, ensaladas y verduras,
además de algunas salsas.
Me cercioro de que mis indicaciones se cumplan y me siento en la
barra, con la vista hacia la mesa que ocupa mi jefe, dejando que los
empleados le sirvan como le gusta.
Veo como comienza a comer sin la más mínima idea de que estoy
mirándolo, aunque ya debe suponerlo o sentirlo.
Pellizco los panes con salsa que pedí. Tengo hambre y desde anoche
no pruebo bocado de nada, llegamos al hotel, me ignoró y simplemente se
metió a su habitación, sólo tuve que revisar el carrito con comida que había
pedido a esa hora.
Del resto no lo ví hasta ahorita. No me tocó cuidar su puerta, era mi
hora de descanso pero ya no y por ende debo estar detrás de él por si se le
ofrece algo, se quedará hoy aquí, supongo que para desestresarse.
—Ese hombre pone mal a todas las mujeres que tenga cerca—
comenta Yasmín, sentándose a mi lado.
Vislumbro a varias mujeres murmurando sin dejar de mirar al
pelinegro que come mientras revisa su teléfono, ignorando su entorno,
sabiendo que está bueno y siendo el centro de atención para las solteras y
acompañadas.
—Efecto Blackwood —digo.
—Sin duda alguna. Sabes, últimamente te noto diferente...—me hace
mirarla por la manera en que lo dice— ¿Algo que quieras decirme?.
Niego, dándole un sorbo al vaso de jugo.
—Nada. ¿Debería tener algo para decirte?
Se encoje de hombros,mirando hacia la mesa.
—Si necesitas hablar sobre algo... sabes que puedes contar conmigo—
me dice.
—Lo sé, pero no tengo nada que contar —dejo claro— Y menos en un
sitio en donde hasta las paredes tienen oídos.
Mira varios puntos, asintiendo.
—Entiendo.
—Platícame sobre cómo va tu relación sexosa con Kilian—le pido.
La cara se le ilumina y sonríe.
—Bien, dentro de lo que cabe, el sexo es muy delicioso y no puedo
negarme o quejarme aunque lo hagamos en los lugares menos esperamos,
como ayer en el baño del jet —confiesa.
Abro los ojos como platos.
—¿Qué hubieran hecho si el Alpha iba al baño? .
Se encoje de hombros.
—Irme por el retrete. ¿Qué más podría hacer? nos mataría por eso, las
relaciones no es como si podamos tenerlas en hora laboral y menos en el
mismo entorno en el que esté él.
—Ajam, ves...— la señalo— ten cuidado con eso.
—No te preocupes...
Nos movemos cuando el jefe se levanta, yéndose en dirección a la
piscina del hotel. Conservamos la distancia, los demás hacen lo mismo y lo
observo acostarse en una tumbona con vista a la playa. Un empleado se le
acerca a atenderlo, enciende un puro y se mantiene así por un buen rato en
el que habla por teléfono o teclea respondiendo mensajes.
El entorno es relajante, por todos lados te encuentras hombres apuestos
y sin camisa, lo que resulta un estímulo para la vista, pero ni eso llama mi
atención.
Yasmín se rota hacia otra parte, pero solo sé que aprovechará su
descanso para estar con Kilian.
«Que suerte la de otros» mientras que a mí me toca estar cuidando al
espécimen que es vanagloriado por casi todas las mujeres que pasan por su
lado, y como no, el muy arrogante se sacó la camisa y está comiendo fruta
picada mientras habla por teléfono. Los rayos del sol resaltan su hermosa
piel termino bronceada y los tatuajes de los antebrazos.
Su belleza no se cuestiona, tampoco la quebrantan los hombres que se
solean cerca o está en la piscina.
Mi cabeza tiene una enfermedad y se resume en querer detallarlo cada
que lo veo. Y como no hacerlo si es una obra de arte digna de ser admirada
y considerarse única.
Quiero moverme, dejar de mirarlo, pero Taeyang se encuentra en su
campo de visión y termina diciéndole algo a lo que el asiático se mueve
hasta mi dirección.
—El Alpha te requiere, bombóm.
—Ok, vigilia desde este punto.
Toma asiento en donde yo estaba y me apresuro a ver qué es lo quiere
el pelinegro. Me detengo al lado de la tumbona, está acostado con el brazo
debajo de la nuca y con el otro sostiene un cóctel, no me mira y carraspeo
para que note mi presencia.
—Quiero salir esta noche —me dice— A una discoteca estaría bien,
claramente que no cualquiera, procura que tenga buenas mujeres. —me
comienza a arder el colera— No quiero a nadie adentro a excepción de dos
de mis hombres más cercanos. El escuadrón que vigile el perímetro,
ayúdalos en eso.
Me muerdo la lengua «Sus ignoradas me las voy a cobrar».
—¿Algo más?
—Trata de no coquetear con nadie. Últimamente sirves solo para eso y
no para concentrarte en lo que en realidad importa—espeta, serio —Ya me
tienes harto, estoy pensando en mandarte a Kiev o Ángola.
La garganta se me comprime y algo estalla en el fondo.
—¿Qué importa en realidad? ¿Qué seas un egoísta que decide por mí?
—escupo— Waoo, tu sí puedes hacer lo que te venga en gana, pero tu
amante no puede ni siquiera mirar a otra dirección sin la intención de
coquetear... No tengo culpa que el 70% de los hombres solo se fijen en el
físico y tampoco que mis atributos sean tan llamativos. —me desahogo, no
dice nada y el subidón de aire me tensa los brazos— No se preocupe, no
estaré cerca y tampoco lo voy asfixiar, sígame ignorando, no pasa nada. Así
puedo buscar otro desquite que sea menos imbécil.
Giro en mi propio eje para irme pero...
—No todos mis castigos son con sexo duro. No me conoces y no
querrás hacerlo, Adler —su amenaza no me causa nada.
Suspiro guardando la calma. «Lo odio demasiado»
—Usted tampoco me conoce y no querrá hacerlo, Blackwood —
aseguro.
Me vale un quintal de mierda si mis palabras no le gustaron. A mí no
me va a pisotear así sea el mismísimo Satanás. Que sea mi amante no le da
derecho a básicamente llamarme fácil, puta o lo que sea que haya querido
decir con eso de que "coqueteo" cuando solo no quise mandar a la mierda al
italiano. Obviamente no quería un tiro en ese momento, y era el lugar
menos indicado para defenderme en dado caso.
Algo extraño me recorre todo el cuerpo, una sensación de ira que
jamás había sentido y no solo eso, algo más me molesta, me siento no sé...
¿Decepcionada? no tendría porque, pero no sé qué carajos me pasa.
Subo al ascensor, queriendo que me trague cuando las puertas
comienzan a cerrarse pero se frenan con la mano que lo detiene y el hombre
que entra con el disgusto por los cielos.
Las puertas se cierran y antes de eso ya lo tengo con su mano cerrada
en mi cuello, la otra sujetándome el mentón y sus ojos oscurecidos
haciéndome aguar la boca con el olor a chicle y cigarrillo que desprende y
me incita a besarlo pero lo único que quiero es patearle los testículos.
—Vuelve a pasarte de insolente y te demostraré que a mí me vas a
respetar como tu jefe y también como tu amante.
No puedo responder y defenderme porque sella mis labios con los
suyos, un beso húmedo y cargado de rudeza.
La espalda me duele, pero me sigue refregando contra esta y no me
muevo, dejo que su dureza me lastime el abdomen y su lengua dance con la
mía en un baile efusivo y mojado que causa ese sonido tan delicioso que
rebota entre las paredes de metal que nos encierran en un mundo
completamente diferente al de siempre, uno lleno de toxicidad y
posesividad hasta que corta el beso y rosa mis labios con el pulgar.
—No me gustaría tener que coser esa boquita, así que cuida lo que sale
de ella o tendré que hacerlo —brama—. No repetiré lo mismo.
—Entonces deja los celos y deja de pisotearme haciéndome sentir
como la puta que no soy...
Vuelve a besarme, diferente y con más intensidad, pegándome contra
su cuerpo y magreando mi trasero. Cuento los segundos, el tiempo se
vuelve eterno y con eso llega la necesidad de que las puertas no se abran y
tengamos que separarnos, pero ese momento llega y no puedo evitar
molestarme cuando me suelta.
—Saldré y no quiero espectáculos de tu parte.
—¿Qué? —me ofendo.
Se limpia la boca con el dorso de la mano como si le quemara el beso
que me dió, sus ojos me ponen arder la entrepierna y reprimo las ganas de
soltarle varios insultos. Las puertas se abren y salgo detrás de él. Nadie nos
sigue y estoy por entrar a su habitación pero me detiene.
—Fue un beso, no vamos a terminar follando, Adler. Ve a trabajar. Iré
a la playa antes de salir esta noche —me dice.
«Lo odio más que hace unos minutos»
Exhalo, llena de frustración, voy a insultarlo pero me cierra la puerta
en la cara y quedo como una estúpida mirando la madera. Mis
subconscientes se ríen a carcajadas pero están igual o peores que yo en el
término de calentura, solo que ellas intentan disimular y yo no puedo.
Termino soltando un gritito lleno de ira y resoplidos, logrando que la cabeza
me duela.
No me queda de otra que irme a la habitación que comparto con
Yasmín y Helen, ambas están en sus puestos de vigilancia y aprovecho para
dejar que la cama me absorba y con suerte me transporte a Pekín o al Polo
Norte, algún lugar lejos, en donde mi jefe no me encuentre.
Muchas cosas pasan por mi cabeza, deseos carnales que se tornan
agobiantes porque todos son por culpa del hombre que se supone debo odiar
el resto de mis días pero heme aquí sintiéndome sofocada cada que lo veo y
sin poder controlar los pensamientos sucios que me rondan por la cabeza
sin dejarme en paz.
Debo odiarlo, es una mierda y con esto de hoy ya no debería volver a
verlo, pero me toca y solo debo aguantarme las ganas de torcerle el cuello.
Helen entra y se va al baño, me hago la dormida, no quiero preguntas o
que si quiera me hable alguien. Talvez pronto estaré en mis días y por eso
ando modo sensible.
Nadie me dice nada o se me acerca, mi cara los aleja en lo que salgo,
me aseguro de que estén en sus puestos cerca de la tumbona en donde mi
jefe está mirando hacia el mar, tiene el cabello húmedo y me maldigo
porque me hubiera encantado verlo salir del agua así tipo un dios griego,
jugoso y todo mojado. Pero otras tuvieron esa dicha y yo no por haberme
quedado en la habitación pasando mi molestia.
Respiro hondo, estoy muy alterada aún.
Juro por Dios que me sorprende el autocontrol que tiene con su cuerpo.
No pierde los estribos cuando se trata de ganas, pero a veces no suele ser así
y debo enfocarme en volverme su punto débil. Pero estar en hora laboral no
me ayuda y tampoco que el escuadrón esté aquí.
Mario me llama para ponerme al tanto de lo que debemos hacer al
volver a Montreal, y eso es mi señal para saber que pasaré días encubierta
en medio del peligro y la adrenalina. Pero algo me dice que eso no es lo
único que mantendrá ocupada.
Camino cerca del puesto de cócteles, quisiera entrar a la playa pero no
vine para descansar o lo mismo que hace el pelinegro y es dejar que las
mujeres pasen cerca mirándolo y lanzando frases coquetas que él ignora
pero aún así las mira.
Sigo siendo ignorada pero esta vez me siento peor. Él me hace sentir
así; frustrada, caliente, molesta... Tantas cosas que aveces no sé ni siquiera
lo que significa porque son una mezcla tan extraña que se revuelve cada vez
más y no puedo identificar con exactitud lo que es.
Se levanta, supongo que para irse, porque toma el camino de vuelta al
hotel. Va tan concentrado en su teléfono que no se fija en las mujeres que le
abren paso sin dejar de mirarlo, se detienen y aprieto la mandíbula,
tropezándolas cuando paso el medio.
—Avancen y no obstaculicen el paso— bramo de mala gana.
—Oye, fíjate.. se dice permi...
—Permiso a mis nalgas, singan sus caminos, morbosas estúpidas.
—Ay, pero que mal educada— murmuran.
Me giro sacándoles el dedo del medio, se ofenden pero me importa
nada, simplemente sigo mi camino unos pasos detrás del pelinegro que sube
al ascensor. No lo quiero cerca y por ello prefiero tomar el otro.
Organizo al personal, los que conducirán las camionetas y los que
vigilarán el perímetro. Los roto para que puedan alistarse y estar listos para
cuando debamos partir. Taeyang y Helen se mantienen custodiando la
puerta del Alpha y avanzo a prepararme.
No me tardo mucho. En menos de nada estoy casi lista.
Me ato el cabello en una coleta, aplico algo de perfume y ajusto el
cierre de los botines. Guardo las armas en los costados del torso antes de
ponerme la chaqueta de cuero y salir.
Helen se pone en marcha y me quedo con el asiático. Toco la puerta de
mi jefe y entro cuando me lo permite. Se está terminando de ajustar los
zapatos bajos, viste pantalones ceñidos, camisa mangas cortas y en la mano
el mismo reloj que al parecer es nuevo y ahora es su favorito porque anoche
también lo llevaba.
—Ya todo está listo —le hago saber.
—¿Buscaste una buena disco?
—Por supuesto, mujeres no le harán falta.
Me centro en no mostrarme disgustada.
—Perfecto.
Su perfume es lo primero que detecto y reprimo lo que mi cuerpo
siente cuando pasa por mi lado y sale sin decir más.
Saco el aire por la boca, me doy la vuelta y lo sigo con Taeyang.
Entramos al ascensor con él, guardamos la distancia sobre todo cuando baja
. Las camionetas ya están listas y el perímetro asegurado.
Sube y doy la orden de avanzar.
Flavio se encarga de la vigilancia aérea para que no suceda lo de
aquella vez en Londres. La discoteca es grande y ya está llena, los carros
cubren toda la calle y no es fácil conseguir en donde aparcar pero por suerte
reservé el estacionamiento y Fátima se encarga cuando bajo
posicionándome detrás del pelinegro. Kilian me hace compañía y entramos
solo asegurar el perímetro ya que debemos salir porque solo dos de sus
hombres son los que se quedarán con él (Dan y Arturo).
No me queda de otra que quedarme afuera, de pie y platicando con el
moreno quien me empieza a contar sobre como hizo cuando estuvimos de
supervivencia en el Amazonas.
La música se escucha perfectamente aquí afuera y mi cuerpo quiere
moverse pero me muerdo la lengua para no hacerlo. Algunos nos miran
pero nos mantenemos platicando y asegurandonos de que el perímetro esté
bien vigilado.
—¿No tienes hambre?— me pregunta de repente.
Me acaricio el estómago, no almorcé y fue poco lo que cené.
—En realidad, sí.
Mira detrás de mí y sigo el trayecto, notando un puesto de hot dog no
muy lejos.
—¿Quieres?
—¿Vas tú o yo? —ya me dió más hambre.
—Voy yo, espérame aquí.
Asiento, se va y desde aquí veo cuando ordena.
Somos guardaespaldas pero lo menos que queremos es morir de
hambre, además el Alpha está allá adentro y no tiene pinta de querer irse o
eso me avisan quienes lo cuidan «Como si lo necesitara»
—Ten — Kilian me entrega el mío.
—Muero de hambre.
Comienzo a comer rápido, haciendo que me mire preocupado.
—No deberías descuidar las comidas, en este trabajo se requiere
bastante resistencia y más en ti que eres la encargada de todos nosotros—
me dice.
Puede ser algo serio y a veces sus expresiones te hacen querer tenerlo
lejos, pero es una buena persona y eso lo he notado desde que comencé a
socializar más con él y está con Yasmín.
Vuelvo a morder, mastico disfrutando del sabor y la jugosa salchicha.
—No me gusta comer cuando estoy estresada o llena de trabajo.— soy
sincera.
Frunce el ceño, mirándome mal.
—Mal. No pareces de las que les gusta pasar hambre.
—Lo sé, pero...
—Te necesitamos aquí adentro— me dicen por el intercomunicador.
—Ya vuelvo —le digo a Kilian.
Me termino el hot dog, desecho las servilletas en la basura antes de
entrar. La luz tenue me resta visibilidad y la cantidad de personas bailando
tecno. El olor a licor es demasiado fuerte, también huele a marihuana y
cigarrillos. Me adentro entre las personas en busca de los sujetos que diviso
en la segunda planta. Uno me mira y subo las escaleras hasta llegar a sus
puestos.
—Te está llamando.—me dice Dan.
Con la mirada, busco al pelinegro y lo veo en un sofá con dos mujeres
a ambos lados, las dos lo manosean sin ningún tipo de pudor y algo me arde
por dentro cuando noto que se deja tocar por esas dos y no por mí.
—Largo —las echo, pero no se van y eso me hace acercarme más—
No quiero tener que volver a repetirlo.
Debe estar ebrio y su mirada me lo demuestra. Mueve la mano y
ambas mujeres se levantan, me miran mal y hago lo mismo con ellas.
Tienen pinta de todo menos de buenas.
Mis ojos viajan a las 6 botellas de licor que veo sobre la mesita que
tiene en frente; sólo una tiene y la toma, sirviéndose en el vaso. Por lo visto
estaba bailando o eso me hace creer su camisa semi sudada y el cabello
desordenado y húmedo.
No parecen cosas suyas esto de estar en lugares así. Casi nunca lo
hace. Nunca lo he visto ebrio o en modo de playboy fiestero. No es algo
muy propio de su parte.
Se levanta, no digo nada, rodea la mesa y queda en frente de mí,
mirándome fijamente como si no creyera que estoy aquí. Huele a licor, pero
no demasiado.
—Es gracioso como mi amante es justamente la encargada de
cuidarme la espalda —su aliento es una mezcla de licor, cigarro y chicle
que me hace pasar saliva.
—Estás algo ebrio, deberíamos irnos —tomo su mano y por primera
vez, no me aparta, eso hace que por mi cuerpo viaje una ráfaga de calor—
Vamos.
El azul eléctrico de sus ojos con una pizca de oscuridad, se conectan
con los míos y el entorno desaparece porque lo miro solo a él y su aura
llena la burbuja que nos encierra.
Me toma del mentón.
—Esto me recuerda a mi pasado, pero, más intenso y...—corta las
palabras de golpe— No me falles o me conocerás...
Sus dedos se clavan en mi mejilla, para que no deje de mirarlo, y en
realidad no pretendo hacerlo.
—¿Seguirás coqueteando?
Niego, dándole más fuerza a su modo posesivo y egoísta.
—¿Serás sólo mía?
Asiento a modo de respuesta, presa en el hechizo de sus ojos. No
puedo apartarme y menos cuando su rostro se acerca aún más,
automáticamente mis labios se entreabren, su lengua despacio se desliza por
la comisura de los míos hasta meterse dentro de mi boca y besarme como
un poseso adicto al salvajismo.
Mis manos se aferran a su camisa y por primera vez, puedo tocarlo sin
impedimento, palpo la dureza de su abdomen, la firmeza de sus pectolares y
lo marcado de sus brazos hasta llegar a su cuello, rodeándolo con mis
brazos, pegándome a su cuerpo y sintiendo su dureza contra mi abdomen.
Me alzo con la punta de los pies, profundizando el beso que me hace
olvidarme del entorno y solo nos envuelve la música que está sonando en
los altavoces.
El sabor a licor se cuela por mi paladar, el calor me envuelve como si
estuviera en frente de una hoguera que poco a poco me enciende hasta
llegar al punto máximo que termino tomada de su mano y avanzando detrás
de él en dirección a los baños. Su agarre no me da para soltarme y quiero
saber qué sensanción es esta que me recorre y remueve por dentro a medida
que camino, mirando su imponente altura y aferrándome a su mano, como
si fuese un salvavidas.
Se siente extraño, pero no de eso molesto, sino algo que jamás había
sentido y hace que mi cabeza explote.
Entramos al baño, una de las puertas cede y no le importan las mujeres
que nos ven al entrar, me empuja dentro de un cubículo y se me viene
encima, comiendo mi boca con besos efusivos, agarrando mi trasero y con
desespero, tocándome por encima de la ropa.
Me subo sobre su cintura, dejando que mi cuerpo se pegue más al
suyo, para disfrutar de eso que está mal pero me aviva porque es eso..
Antes me sentía sin vida por dentro... solo una asesina sin nada que
sentir. Pero con él me siento viva, deseosa y capaz de... Algo hace click en
mi cerebro y me detengo con el corazón latiéndome como loco.
—Detente...—pido y bajo la mirada, apretando los ojos.
—¿Qué? —me toma del mentón para que lo mire, pero no lo hago, no
puedo— ¿Qué sucede?
Me sostiene con un brazo alrededor de mi espalda baja. Me toma del
mentón, haciendo que abra los ojos y lo mire.
—¿Estás llorando?
Niego, en realidad no lo estoy es solo que... Frunce el ceño, abre la
boca pero me lanzo a besarlo de nuevo queriendo que mi garganta ahogue
lo que quiere salir y no puedo permitirlo. Tengo trazado mi futuro y no
puedo dejar que se vaya a la mierda, esa no sería yo.
Su boca cede pero pierde fuerza cuando algo vibra y no es mi
brazalete. Me baja y quedo confundida, rebusca en su bolsillo y saca su
celular que en definitiva era lo que vibraba. Rechaza la llamada y me quedo
mirando el reloj de su mano. Es muy lindo, intento tocarlo pero me mira y
las ganas se me esfuman..
Su teléfono se ilumina de nuevo y mis reflejos son rápidos al ver quién
es.
—Contéstale, debe ser algo importante —lo ánimo con un tono
amargo.
Guarda el aparato.
—Esto es más importante —me dice.
Vuelve a tomarme y a besarme, pero ya no es lo mismo y lo aparto.
Tengo ganas, sí, pero su novia se me viene a la cabeza y algo me bloquea
completamente.
—Mejor vámonos, ya no quiero esto —le digo.
—¿Qué?
—Me quiero ir, o al menos no estar cerca de ti —suelto.
Intento apartarlo para salir pero me toma del brazo.
—¿Qué sucede, Venus?
El que diga mi nombre es algo nuevo y me genera muchas cosas pero
debo salir de aquí.
—Ya no quiero hacerlo, hoy no— miento.
No me suelta.
—¿Segura?
—Sí, ¿Puedes soltarme?
Me suelta y abro la puerta. No me detiene y salgo.
Son muchas cosas las que he sentido hoy y no quiero nuevas. Quiero
estar con él, pero mi cabeza está bloqueada y no quiero ponerme peor.
Regreso afuera. No veo cuantas horas sigo aquí esperando pero en un
momento me toca organizar la ida y aguantarme el mal genio de mi jefe
cuando sale y ordena que lo lleven al hotel. Me ignora como de costumbre y
al llegar no me mira ni nada, simplemente habla con Dan quien me informa
que a las 11 am partiremos a Montreal.
La cama me recibe en mis horas de descanso y solo le pido e imploró
que me trague y escupa en otra vida en donde no tenga que estar pensando
en el hombre que odio y es el responsable de toda esta mierda en la que
estoy metida hasta la madre.
Quiero ser fuerte pero a veces todo me cae como un balde de agua fría.
Los recuerdos amargos me invaden recordándome porque sigo muerta en
vida.

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Mil gracias por leer.

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Besitos..

Osly Ortega.
Capítulo 33

______✧✧Negación✧✧_______

Herodes
Un día después, Montreal; 06 de mayo.
Son tantas las cosas que me pasan por la cabeza a medida que termino
de fumarme el cigarrillo que tengo entre los dedos. El humo se pierde con el
viento del jardín que sopla en el balcón en donde estoy; la vista panorámica
me da para observar a la mujer que está sentada en un banco, mirando hacia
la nada, como si los problemas de la vida se resolvieran intentando no
cruzarse conmigo al menos que sea netamente necesario.
«Está así desde que llegamos de Brasil» trata de no estar a menos de
dos metros cerca, me quiere ignorar pero yo sé que se muere porque le
demuestre que le gusta tanto esto como a mí, solo que yo si tengo claras las
cosas y al parecer a ella se le están olvidando y no puede suceder eso.
—¿Desayunamos juntos? —Megan sale envuelta en una toalla.
Queda en frente de mí y me apoyo en las barandas, mirando como la
toalla casi no la cubre. Está demasiado buena como para no notarse.
—Está bien. Espérame en el comedor, voy a ducharme —le acaricio el
cuello.
Cierra los ojos, dejando que mi tacto siga descendiendo por sus tetas,
pero me detengo.
—Ve.
—No te tardes —me pide.
Llegó anoche, esta mañana vino a mi habitación a "consentirme". No
la rechacé, tenía ganas y debía descargarme aunque me siento casi igual. De
todas formas no es como si no me gustara estar con ella; la conozco muy
bien como para saber que ya quiere venirse a vivir aquí.
Recoje su ropa antes de salir. Tomo el encendedor y el estuche. Doy un
último vistazo al jardín y para mi sorpresa: la pelirroja ya no está por
ningún lado.
Me ducho y alisto. Hoy tengo muchas cosas que hacer, una de esa es
planificar mi negocio con Judas Rinaldi. No fue fácil, no quería hacer esto,
pero necesito de lo que el trafica y para ello era necesario llegar a un
acuerdo.
La mesa está servida. Tomo asiento en la cabeza. Giovanny viene
llegando, no con muy buena cara, lo que me dice que lo de África no está
resultando, eso es para comenzar a amargarme el día. Toma asiento a
pedido de Megan, nos terminan de servir la comida y así transcurre un buen
rato en que hablo con él mientras que la rubia no deja de mirarme y
demostrar que cada vez está más enamorada de mí.
—Mis fuentes de información me llevan a la conclusión de que el clan
está desviando información y no querrán acceder.—me informa cuando
entramos a mi estudio
—Toca masacrarlos y tomar esa área entonces —miro por el ventanal.
—No necesariamente, la zona se nos vendría encima. El gobierno es
muy meticuloso con eso.
Otro problema que agregar a mi paciencia.
—Compra a quien sea, o mata al que debas matar. Pero eso se empieza
a hacer porque sí...
— Creo que pretenden que des la cara, no hablo el idioma, pero el
traductor me dijo que muchas veces comentaban entre ellos sobre no saber
si en realidad es para ti el nuevo proyecto. Quieren conocerte.
—Obviamente es para mí, no puedo parar mis ocupaciones para ir a
que me vean la cara ¿No querrán una foto también? —es el colmo.
—Se los dije. Pero conmigo no es suficiente y talvez piensan que soy
de alguna otra mafia, sabes que detestan a los rusos y no quieren tener nada
que ver con ellos.
Me pellizco el puente de la nariz. Esto es importante y por lo visto
tendré que ir. No necesito más problemas y causar uno sería una falta de
planificación estratégica.
—Bien. Partiré mañana y necesito que tu lo hagas con el escuadrón,
irán a Italia —le hago saber.
—¿Ya estás de buenas con el italiano?
Ruedo los ojos.
—En los negocios se vale fingir y más si se es para algo importante —
contesto.
Asiente, mirando la pecera.
—¿Desde cuándo tienes pirañas?
—Hace unos días.. ¿Te gustan? meteré ahí al que no pueda cumplir
con sus obligaciones —le comento y palidece.
—Por suerte yo cumplo con lo mío.
—Más te vale. De no hacerlo, serías una jugosa comida para ellas.
—Por lo visto te encantan animales peligrosos. Mira que Dimitri casi
me quita una mano, por suerte tu guardaespaldas se lleva bien con él, es
raro, ese perro detesta a todo el mundo y si te quiere es para comerte, pero
ella.. se lo ganó ¿y quién no se dejaría cuidar por semejante mujer?.
—En cualquier momento dejaré que se la coma —le digo.
—No creo que lo haga, ni siquiera dejó que me le acercara. Podrás
deducir que le agrada más de lo necesario ¿olfateó alguna de sus bragas?
Ruedo los ojos, siguiendo con mi trabajo.
—Mejor haz algo, ve y dile que la necesito aquí, debo ponerla al día
sobre lo que se hará mañana ya que Mario no podrá venir.
—Ok, iré rápido.
Se va y puedo respirar profundo. Que me la mencionen solo me
recuerda lo que sucedió en la disco. Aún intento procesar qué rayos fue eso.
Todo iba tan bien hasta que las ganas pudieron conmigo y la ví llegar.
Tocan la puerta, Megan entra y segundos después la pelirroja. La
tensión entre ambas se siente y no sé por qué justamente debo tenerlas a las
dos aquí.
La rubia me mira, entre las manos sostiene un sobre.
—Necesito hablar contigo, será rápido.
—Podemos hacerlo dentro de un rato. Te aviso cuando termine aquí —
respondo.
Asiente, se da la vuelta, ambas se miran y quedo solo con la pelirroja
cuando Megan sale.
—Organiza al escuadrón, mañana deben partir a Italia con Giovanny
—la pongo al tanto— Debo ir a África, vendrás conmigo, así que alista
todo, cualquier cosa pregúntale al consejero.
No dice nada. Se mantiene con los brazos cruzados y por lo visto no
está muy cómoda con mi orden.
—Con su debido respeto, señor... pido ir con el escuadrón... Si no es
mucho pedir.
Frunzo las cejas.
—¿Acaso escuchaste lo que te dije? ¿Te mandas sola?
—Sí, y le pido que me deje ir a Italia. No es como si quisiera estar en
el mismo sitio en donde estará su novia —ataca—.Ya suficiente tengo con
que me llamarás una cualquiera; no se me olvida eso, menos ahora que deba
ir contigo a ver cómo te la follas a ella y yo quedo de lado. Dan puede ir y
hacer un buen trabajo. Creo que el escuadrón necesita de mis estrategias —
sugiere y el tono que emplea me demuestra que está molesta.
Me levanto, no sé qué pensará, pero aquí se hace lo que yo diga.
—O mejor aún, el consejero puede ir con usted y Dan conmigo al fin y
al cabo el consejero conoce más el tema de África que yo, no sé ni siquiera
que haremos allá —sigue.
—Tienes razón... pero te quiero conmigo y no cerca del perímetro de
Judas ¿entiendes?.
—Perfectamente...pero ya quedamos en algo y no estoy loca como
para coquetear con el enemigo ¿Qué ganaría con eso? con eso buscaría la
ira de su organización y la de él.
—Eres muy lista, Adler. Pero no. Vas conmigo y punto.
Suspira cansada. Me le acerco y me mira con odio, algo que no había
visto desde hace días.
—Entendería si tu novia no estuviera aquí o no fuera contigo, pero la
muy idiota sabe que soy tu simple guardaespaldas y por ende cree que
puede amenazarme cada que se le dé la gana. Me aguanto las ganas de
matarla solo porque estoy sola y debo hacer lo que tu maldita organización
me diga....
Tensa la mandíbula, cierra los ojos y se aparta, pasándose las manos
por el cabello
—Nadie daría la cara por mí, estoy atada a este mundo en donde debo
dejar que todos me traten como basura por no ser alguien más. Y siendo tu
amante no es como si eso ayudara ¿o sí? —termina.
Exasperada, busca la puerta pero la tomo del brazo. Tiembla presa de
la ira y ni siquiera me mira cuando la tomo del mentón buscando sus ojos.
Muchas de las cosas que dijo son ciertas pero está equivocada en una.
—Déjame ir... necesito estar alejada de ti, sólo por unos días.
—Cuidado con lo que haces. Tengo ojos en donde menos crees —le
doy el permiso.
Intenta safarse, pero no se lo permito, a mí no me dejará sin saber que
le sucede y por eso hago que me mire aunque no quiera y definitivamente
no esperaba ver sus ojos enrojecidos, vacíos, llenos de decepción y...¿Algo
más?
—No te preocupes, no voy a llorar si es lo que quieres ver. De ira no
paso y de ojos enrojecidos menos, primero exploto por dentro antes de
derramar una lágrima— asegura, liberándose de mi agarre.
—Cuando regresemos, tendrás que decirme muchas cosas, así que
espero que estés preparada —le informo— No me quedaré esperando por
respuestas.
Sale sin decir nada y tomo asiento organizando lo que es inevitable en
llegar, pero que este año será diferente y me encargaré de ello.
Megan entra, me pone al tanto de lo que quería hablar conmigo y que
conlleva a más estrés pero aún no me preocuparé por ello, tengo otras cosas
que hacer y en eso me iré concentrando después.
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Megan
Soy consciente de que me siento mejor aquí que en Toronto. Aunque
cada que vengo, trato de poner en orden a las empleadas que limpian la
casa. Es tan grande que debo asegurarme de que hagan bien el trabajo y por
ello las superviso mientras limpian una de las salas de estar.
Mañana debo viajar con Herodes, no sé a dónde, pero es una gran
oportunidad para exhibirme como su novia, no la voy a desaprovechar. Cojo
el teléfono, marcándole a mi padre, pero no me contesta y debo dejarle un
audio.
Tengo trabajo de la empresa, pero por suerte traje mi laptop, sólo debo
desocuparme aquí y buscar un lugar para ponerme al día con una junta que
era para hoy pero preferí venir y no estar presente. Debo acostumbrarme a
estar aquí aunque deba hacer mi trabajo mediante vía virtual. Después veré
como me organizo mejor.
—Ese ventanal, está sucio —les hago saber a las mujeres.
La casa es digna de mi novio, pero tantos ventanales me agobian
aunque no se pueda ver de afuera hacia adentro. Aún así no puedo evitar esa
sensación de que me observan cada que camino. Sobre todo los ojos de la
mujer que veo caminando por uno de los tantos jardines, al parecer está en
su hora de guardia y es algo que no me gusta.
Siento que debo tener cuidado con ella y eso no me tiene muy quieta
que digamos. Antes no me sentía así de extraña, pero cada que la veo siento
algo muy raro, como si el ambiente se tornara....¿Terrorífico?.
—Señorita, ya acabamos el ventanal —me informan.
Me muevo a verificar que sea cierto. Todo se ve en orden y más con la
felicidad que me invade haciéndome sonreir al ver al hombre que entra
reparando el entorno.
—¿Ya estás en modo limpiadora compulsiva?
Sacudo la cabeza.
—Cerrección, esto es dar un toque femenino y asegurarme de que todo
esté como te gusta. Es lógico que quiera ver qué tus empleadas hagan su
trabajo.Tú a duras penas tienes tiempo para estar aquí —contesto.
Rueda los ojos.
—Mañana te quedas aquí, no creo que sea seguro que viajes conmigo
—me dice, borrándome la sonrisa.
—Pero... ¿Cuántos días te irás? ya viene tu cumpleaños y quiero pasar
estos días contigo...
—Sólo será por el día de mañana.
—Entonces, llévame contigo, juro que no te molestaré, ni siquiera me
notarás —le suplico.
Casi siempre estamos distanciados, ya es hora de que eso cambie si
queremos formalizar algo.
—Ya dije que...
—Por favor, no me notarás, me quedo en el auto o en el hotel que te
vayas a hospedar pero llévame contigo —le insisto.
—Megan....
—Por favorrr, no te vuelvo a insistir —le hago ojitos.
Rueda los ojos, riéndose. Sacude la cabeza como si estuviera pensando
y vuelvo hacerle ojitos esperando un sí.
—Ok, pero te regresas si te vuelves insoportable— me advierte.
Asiento varias veces. No sé si me lo permita, pero me acerco despacio
queriendo tocarlo, pero me toma de las manos y él mismo me besa sin que
se lo pida. Mi cuello se acalora y mis pies no tocan el suelo cuando viajo en
ese éxtasis que suelo estar cada que me besa «Sus labios son la octava
maravilla del mundo»..
Se separa, quedo con la energía por los cielos y todo lo que se revuelve
en mi estómago por su culpa. ¿Algún día dejará de gustarme este hombre?
No lo creo, me gusta demasiado como para que se me acabe lo que me
genera «Además, lo amo».
—¿Quieres ir a un restaurante?
La pregunta me toma por sorpresa pero lo miro contenta.
—Por supuesto, ¿Hace cuanto no lo hacemos?— pregunto.
—Hace un buen tiempo.
—Entonces, en una hora.
Asiento automáticamente. Hace tiempo quería esto y ahora lo tendré.
—Señor —una voz nos interrumpe.
Aprovecho para acercarme a mi novio cuando veo quién lo acaba de
llamar.
—¿Qué sucede? —Inquiere él
—Necesito hablar con usted sobre lo de Italia.
No me mira, sólo se concentra en el hombre que tengo al lado quien se
mueve en dirección a donde ella está, pero se detiene, mirándome.
—Dejemos la cena para otro día, tengo que resolver algo —me dice.
—Pero...
—Ya di la última palabra, déjalo ¿Vale? —se molesta.
Ruedo los ojos aprovechando que no me ve. Se va y la pelirroja me
mira por una fracción de segundos en las que sus ojos me mandan una
advertencia que mi cerebro quiere tomar pero se va y respiro hondo
pensando que ahora no iré a comer con Herodes.
Para desviar mi enojo me mantengo supervisando el trabajo de las
empleadas. Ya están por terminar. Me voy a la piscina para cerciorarme de
que ya la están limpiando. Y en definitiva ya está casi terminada.
En una de las mesas veo a dos guardaespaldas, una rubia y la otra
morena. Ambas me miran y mi cabeza ata cabos por unos momentos en que
decido acercarme sin importarme nada. Ambas me miran cuando llego, la
morena se va cumpliendo mi orden y solo queda la rubia de cabello semi
largo y expresión de mala.
—Te he observado desde que llegué y por lo visto no te agrada mucho
tu superior —le digo tomando asiento.
Frunce las cejas confundida.
—No creo que tenga permiso de hablar con la novia de mi jefe.
—Prometida —la corrijo—, Y te lo estoy dando. Tengo más peso que
tu encargada, así que no andaré con muchos rodeos.
Sonríe, con malicia, mirándome fijamente. Entrecierra los ojos,
dejando los brazos sobre la mesa y acercándose hacia adelante.
—Por qué algo me dice que quiere algo, mi señora, de no ser así no
creo que tan elegante mujer venga a perder su tiempo en hablar con la
guardaespaldas de su novio.. prometido.
—Estás en lo correcto, deduce que es algo importante lo que te pediré
y me encargaré que después tengas tus recompensas.
Alza una ceja.
—Esto se está poniendo interesante. ¿Qué quiere? —pregunta.
—Tu encargada no me gusta, te seré sincera, necesito que la vigiles,
necesito saber si hace su trabajo o piensa andar de coqueta con mi novio.
—¿La ha visto en algo raro?
Suspiro. Aún no pero tengo sospechas.
—Sólo cumple lo que te estoy pidiendo, no la pierdas de vista y
asegúrate de averiguar si quiere algo laboral o piensa abrirle las piernas.
Conozco el efecto que tiene mi novio en las mujeres y por ello no estoy
segura de que tengas guardaespaldas femeninas, y sobre todo ella —
confieso.
Junta las manos apoyando la barbilla.
—No hay problema. Haré lo que me pide, y no se equivoca en deducir
que no me agrada mi superior. Sería excelente que su cargo pasará a mí y
ella no estuviera aquí —me dice y por el tono me asegura que hay rivalidad
entre amabas.
—Tu has lo que te pido y yo veré como hago para que mi novio te
suba de cargo. Pero primero cumple con lo que te pedí y déjame lo demás a
mí.
Asiente decidida y me levanto, ofreciéndole mi mano.
—¿Trato?
La estrecha con firmeza, poniéndose de pie.
—Completamente. Confíe y yo confío en usted.
Me doy la vuelta para irme y capto a la pelirroja que nos mira desde
lejos. La ignoro, volviendo adentro, sé que algo trama, me encargaré de
averiguarlo y que ya no pertenezca al cuerpo de seguridad del Alpha.
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________________________
OMG ¿Qué fue eso de Enola y Megan?

Recuerden no dejar Spoiler, por favor

Mil gracias por leer.

Besitos.

Osly.
Capítulo 34

______✧✧ Sensación✧✧________

Venus
Todos necesitamos un momento para oxigenar el cerebro de las rutinas
diarias que normalmente empiezan a cansarte y te preguntas ¿Podré seguir
con esto? Mi cerebro me grita las respuestas y mi subconsciente "Per" me
abofetea mentalmente para que reaccione y me deje de pendejadas.
«No quiero que te caigas del pedestal en donde te tengo, así que
respira y vuelve con más fuerza».
Recuerdo claramente que en una misión sonó una canción muy buena
y una parte ella decía «"Quiero cogerme a todos los que envidio"» me gustó
tanto esa frase que cuando estaba tras camerinos me las apañe para buscar
el vídeo y superó mis expectativas porque me ví reflejada en muchas cosas
y por ello cada que me sienta cansada; recordaré que debo estar entre los
grandes para poder cumplir muchas cosas. No debo detenerme, ya no hay
vuelta atrás.
Estoy liada con el peligro y la adrenalina, no me queda nada como
para no jugarme mis armas haciendo caso omiso de que entro en la boca del
lobo.
El avión se alza en vuelo de camino a Italia y me mentalizo en todo lo
que conlleva seguramente ver al hombre que me produce esa sensación de
familiaridad de no sé dónde, pero solo sé que debo descubrirlo. Creo que ya
lo había visto antes, no recuerdo bien en dónde.
Tengo mucho trabajo por hacer, de mí depende regresar con lo que
buscaremos y Dan será el segundo al mando ya que el Alpha accedió a mi
sugerencia de no querer ir con él a África ¿Qué iba a hacer? ¿Ver cómo su
novia no se le despega mientras yo los tengo cerca? Está idiota si cree que
iba hacer eso después de aquel momento en la discoteca de Río de Janeiro.
«Esa sensación no se me quiere olvidar».
Respiro hondo. Son muchas cosas que debo hacer y no me resulta fácil
estar pensando en lo que no debo. Enola no deja de mirarme y esa es otra
cosa que me tiene tensa; porque la ví hablando con Megan y esas dos no me
generan buenas vibras.
—¿Te regalo una foto mía, querida? —le pregunto, alzando una ceja.
Se ríe, recostando la cabeza en el asiento. Cierra los ojos y se cruza de
brazos.
—Nada voy hacer con una foto tuya, ni que fueras tan bonita—
contesta.
—Debo serlo, o de lo contrario no me mirarías tanto. ¿Algún
problema? ¿o la próxima vez prefieres quedarte en Montreal?.
—Sería mejor a tener que soportar tus vibras de "soy la mejor y la
encargada, deben cumplir mis órdenes"— se burla.
Suelto a reír. Sé a dónde va esto.
—Hasta aquí me llega tu envidia, mami, pero tranquila, no me afecta si
eso es lo que pretendes. Sólo espero que te mantengas centrada en tu trabajo
y no en lo que no te incumbe.
—Me tienes harta, pero un día te desvanecere ese ego que te cargas.
«Sueñas mi ciela»
—Bien por ti —contesto, restandole importancia.
—Mejor no empiecen. No es nada profesional —Interviene Dan.
—Mejor cierra la boca —suelto sin pensarlo.
—¿Qué?
—Olvídalo. No estoy de humor y si algo sale mal denlo por hecho que
no estaré contenta. No dejaré que las consecuencias me caigan solo a mí, así
que borren la idea de ponerse como Enola y concéntrense en lo que les toca.
—le digo a todos.
No me contestan y lo prefiero así. Enola se ríe por lo bajo pero lo paso
por alto. Tendré más cuidado con ella y si no me sirve la próxima vez, la
dejo en Montreal o hago algo para que la cambien a Kiev.
Las horas pasan y puedo conciliar el sueño por un par de minutos hasta
que despierto acalorada y con la garganta seca como si no hubiera probado
una sola gota de agua desde hace días. La turbulencia no me permite
quitarme el cinturón y como puedo, estiro la mano al sitio de Yasmín
quitándole la botella de las manos.
Todos están dormidos a excepción de Enola quien sigue mirándome y
estoy pensando seriamente en regalarle un álbum con fotos mías.
—Una hora para llegar —avisa el piloto.
Deben ser las 4 de la mañana en Italia y el cambio de horario me esta
afectando. Tengo hambre y debo meter la mano debajo del asiento y sacar
mi mochila con provisiones. Destapo una lata con una especie de puré y
pollo, me la devoro mientras pienso en lo que debemos hacer.
Pensar en el Alpha sólo me quitaría la concentración en esto. La idea
es hacerlo bien y volver de nuevo. Miro las cajas que están al fondo, son
grandes, solo espero que el italiano tenga gente para que las bajen. Subirlas
fue un proceso y no pienso bajarlas.
—Muero por ver de frente al tal jefe de la mafia italiana, tú lo viste dos
veces ¿Cómo es? —me pregunta Yasmín, con los ojos cerrados.
—Normal.
No quiero hablar de él y sé que mi amiga me piensa bombardear con
preguntas que no quisiera responder.
—¿Normal? ¿normal cogíble o normal viejo panzón sin pelo?
Suelto a reír. Judas es todo menos feo o viejo panzón.
—¿Y? dime, ¿cómo es?
—Lo verás, ¿Para qué decirte?
Suspira cansada
—Para irme haciendo una idea.
Miro a varios lados antes de acercarme a su rostro.
—Está bueno, no es un viejo panzón. Debe tener unos cuantos añitos
más que el Alpha, pero no los aparenta.
—Entonces promete darme un orgasmo visual — comenta.
—No lo sé— a quien engaño, si está como para dar unos cuantos
orgasmos visuales.
—Espero que no decepcione mis expectativas.
Sacudo la cabeza mirando al moreno que duerme con una Glow entre
las manos.
—El único que debe superar tus expectativas es ese—lo señalo para
que lo vea— Así que déjate de pensar con el coño y concéntrate.
—No es mi culpa que me excite el peligro y los mafiosos son eso, no
es como si quiera estar con uno, es solo que me gana la curiosidad por saber
si algunos son como el Alpha, ya hemos investigado varios políticos y no
están nada mal pero tampoco es como su estuvieran muy bien —comenta.
—Me tienes cansada de tanto mencionarme al Alpha. —soy sincera—
¿Podrías no hacerlo por una vez?.
—Grítalo amiga, que el mundo te escuche— susurra Helen, alzando
los pulgares..
«Aquí vamos»
—¿No estabas dormida?— le pregunta la pelinegra.
—Estaba, pero automáticamente mi cabeza se despertó al escuchar la
mención del jefe y un posible Italiano sexy y apuesto.
—No deberíamos estar hablando de esos dos —las reprendo.
Una risa irónica llama nuestras atención y es Enola quien nos mira con
una sonrisa de boca cerrada.
—Cierto, pero no tiene nada de malo. ¿No compartes el pensamiento
de tus amigas?
—¿Por qué lo haría? ¿Es algo malo que acepte que un hombre está
bueno?
—No estoy diciendo lo contrario.
Ruedo los ojos, volviendo mi vista al frente.
—Tengo ganas de lanzarla al vacío.
—Te ayudo —se ofrece Yasmín.
—Deberían eliminar esa enemistad y así tendríamos un mejor
ambiente laboral en el escuadrón— comenta Helen.
—Sería mejor si ella acepta que Venus tiene ganado su puesto y no es
una mala encargada. Pero la envidia no la deja .
La morena opta por dormir y no entrar en discusión. No la culpo, a ella
si le agrada Enola y no tengo problema con ello. Me conviene que todos se
lleven bien aunque la excepción seamos nosotras dos.
Todos van despertando poco a poco, me aseguro de revisar que los
intercomunicadores funcionen perfectamente y que la recepción no sea tan
mala. El avión va descendiendo y por la ventanilla veo los rayos solares del
comienzo de la mañana.
—Ya saben a lo que venimos, 0 pláticas con cualquiera, eviten alejarse
y cualquier cosa me informar a mí o a Dan.— hablo.
—Ya la escucharon.— me secunda él.
Somos 10, aparte de los dos pilotos, pero eso no significa que estemos
en desventaja. Uno de nosotros equivale a diez asesinos cualquiera.
—Sólo espero que nos ofrezcan comida, tengo hambre— comenta
Brett.
—Tenemos— lo apoya Helen.
—¿Cuándo no? —bromea Fátima.
En el brazalete despliego el holograma digital que me muestra la zona
en la que estamos aterrizando en medio de la nada; Una pista privada de
tantas que tiene la mafia italiana para traficar. Muevo el dedo queriendo
observar la propiedad a unos cuantos metros de distancia.
El aterrizaje es tranquilo. Me desabrocho el cinturón cuando la
compuerta comienza abrirse, busco los dos maletines y tomo uno dejándole
el otro a Dan quien baja primero que yo.
Kilian, Taeyang y Helen se quedan en la rampa de la compuerta, Enola
y Brett unos pasos más adelante mientras que yo avanzo con los demás
hacia donde está una mesa en la que yace sentado uno de los hombres más
peligrosos y poderosos de Europa.
Se levanta cuando nos terminamos de acercar, dejamos los maletines
sobre la madera, le doy la vuelta al mío mostrándole los fajos de billetes de
alta denominación. Su sonrisa se ensancha pero no es mucho lo que ve el
contenido ya que sus grises ojos prefieren mirarme.
—Excelente servicio, no creo que sea necesario contarlos pero ya mis
hombres se encargarán de eso— me dice.
Un sujeto calvo se acerca y el italiano se levanta con la llega de dos
camiones que se estacionan no muy lejos de la eronave en la que llegamos.
—Revisemos las mercancías que si son de importancia—pide,
mirándome.
«Esto será muy incómodo»
No avanza y debo hacerlo yo logrando que esta vez si se encamine al
avión. Dos hombres lo siguen y se apresuran a bajar una caja. Quedo
esperando que la traigan y abran inspeccionando el contenido de armas de
la organización del Alpha. Diseños únicos y que sólo mi jefe trafica y no
cualquiera puede llegar a comprar al menos que tenga una gran cantidad de
dinero o sea un trueque por algo igual de costoso.
—Esto es justamente por lo que muchos quieren tener dinero.—
vocífera uno de los sujetos que acompañan al Italiano.
El castaño tomo una makarov; modificada con calibre doble y balas
expansivas. Le saca el seguro detallando cada parte y me mantengo
mirando lo que hacen a medida que bajan todas las demás cajas hasta que
nos movemos a uno de los camiones que llegó.
Hay hombres por todos lados y el frío de la noche es lo que le da aire a
mi cuello que se acalora cada vez que el italiano me mira con esos mismos
ojos de incertidumbre que buscan desnudarme o ver a través de mí. Bajan
una de las cajas y debo acercarme con Dan. Le quitan la tapa y es la primera
vez que veo los envases con el elemento nuclear y atómico que fábrica la
mafia italiana, el contenido es una especie de mercurio líquido pero en color
azul fosforescente.
Tengo entendido que esto es muy peligroso si se usa en armas. Es un
compuesto extremadamente extraño que de la nada maneja solo esta
organización. No estoy muy familiarizada con el tema, pero solo sé que
volaré en un avión cargado de un elemento sumamente peligroso a la
radiación.
—No te matará si eso piensas —habla Judas a mi lado— Los envases
son de mi fabricación y son los únicos que pueden contener los efectos.
Me muevo hacia otro lado de la caja, Dan sabe cómo es esto y por ello
ojea con mucho cuidado. Los envases son de un vidrio talvez y tapas de lo
que puede ser un tipo de hierro o plomo especial. Las cajas no son tan
grandes pero fácilmente entran 9 frascos en cada una.
—Un envase de mi creación cuesta unos 20 millones —comenta Judas
moviéndose hasta donde estoy— Peligroso y costoso ¿Te gusta?
—No puedo mentir, me gusta el peligro y tu creación representa
muchos.
Lo miro y al parecer le gusta ya que puede incendiarse nuestro
alrededor pero se mantiene así, sin dejar de mirarme y siento su aura de
maldad con peligro que me hace morderme el labio. No es intencional, ya
dije que tengo un grave problema respecto a que me encanta el peligro y la
adrenalina.
—Te ves peligrosa y te gusta el peligro. Interesante, muy interesante.
Sigo esperando que premies mis oídos con tu nombre.— me dice.
Sonrío de lado. Algunos del escuadrón nos miran y debo moverme
cuando empiezan a cargar las cajas. Yasmín se mantiene vigilando que las
ordenen bien y Taeyang junto con los demás ayudan a meterlas en el avión
mientras que yo intento que nadie piense que coqueteo con el italiano sexy
que me sigue hasta donde me muevo.
—Si sigues moviéndote a donde yo lo haga, pensaré que eres un
acosador—le digoa modo de bgeona.
Se encoje de hombros, mirando detrás de mí.
—Puede ser, pero solo cuando tengo muchas dudas o quiero saber
algo.
—Vale. Entonces, supongo que tienes muchas ganas de saber mi
nombre y de dónde me conoces.—comento.
Su postura demuestra superioridad y elegancia oscura.
—Ambas cosas.
—Me llamo Venus —digo finalmente— No sé de dónde crees
conocerme, pero no recuerdo haberte visto en algún lugar que no sea por
reuniones de la mafia.
Se acaricia el mentón, humectándose los labios y quiero que un
camión me arrolle cuando recuerdo la advertencia de mi jefe.
«Ah la mierda, Herodes, ¿Desde cuándo nos dominan?»
—Venus...— repite y asiento — ¿Te molesta si me masturbo a tu
nombre cada que te recuerde?
Suelto a reír con nerviosísmo. ¿Que acaba de preguntar?
—Eso es extraño. Ni siquiera me conoces...
—No es necesario, desde que te ví no hago más que pensarte y tal vez
esté mal pero, muchas de mis erecciones son causadas por tu recuerdo.
Ok, esto es demasiado loco y extraño.
—Te necesitamos—me avisa Helen.
La sigo dejando al italiano. Mis subconscientes están mudas e
intentado procesar lo que me dijo Judas, pero se vuelve extraño cada que lo
recuerdo y debo dispersar los pensamientos cuando subo al jet.
—Ten —Dan me ofrece un teléfono que cojo con el corazón acelerado
cuando pienso quién puede ser.
Me lo pego a la oreja y hablo esperando hasta que...
—Sólo espero que no estés coqueteando o verás lo que te pasará
cuando nos veamos —el tono de advertencia, me hace mirar hacia afuera y
ver a Judas hablando por teléfono mientras Yasmín y Helen no dejan de
mirarlo.
—Quédate tranquilo, no estoy haciendo eso —le digo— Tienes un
serio problema en confundir coqueteo con plática, ¿o estás celoso?
—Ni la una ni la otra, déjate de estupideces y cuida lo que haces,
Adler, tengo ojos en todos lados y sé que el italiano te tiene bajo su radar.
«Nos rifamos un amante posesivo y egoísta, que maravilla» nótese la
emoción fingida.
—Estoy trabajando ¿Para esto querías hablarme?
Escucho como suspira cansado y me lo imagino frunciendo el ceño
mientras se pellizca el puente de la nariz.
—Llamo para algo importante...—espeta.
Me mantengo escuchando lo que me dice o más bien ordena y hasta
aquí siento la molestia que debe tener como si su novia no lograra quitarle
un poquito. Supongo que siguen en África y talvez follando cada que
pueden mientras yo...«Ni siquiera sé qué hago pensando en eso»
Suspiro cuando cuelga. Definitivamente solo sirve para llenarme de
estrés y más trabajo porque sabía que debemos llevar esto a Kiev, pero no
que debemos quedarnos allí para una misión importante.
Ya terminaron de subir las cajas y Dan termina de hablar con el
italiano mientras que sus hombres suben a los camiones las que trajimos.
Me quedo en la rampa esperando que terminen para poder largarnos se aquí,
debería estar pensando en la advertencia de mi jefe pero mi cabeza está
concentrada en procesar lo que me había dicho Judas...
Ese man está loco o algún amarre tuve que haberle hecho cuando lo ví
por primera vez.
—Ven aquí — me llama Dan y debo acercarme bajo la mirada del
Italiano.
Mantengo las manos en los bolsillos. La tensión se puede sentir en el
aire pero me relajo aunque Judas me miré como si quisiera...
—Pueden quedarse si quieren, la casa queda a unos cuantos metros y
está desocupada — nos dice.
—No es por despreciarlo, señor Judas, pero debemos partir— me
adelanto.
Dan me apoya antes de irse por el llamado de Taeyang. Quedo sola con
Judas y en momentos como estos quisiera tener una bolsa en la cabeza para
que sus ojos no me penetren cómo lo hacen. Siento que estoy teniendo una
clase sensanción extraña que no desaparece ni siquiera cuando merma el
espacio quedando muy cerca.
Mantiene una expresión neutral y fría. Mira detrás de mí, luego mis
ojos y capto ese destello sombrío en su brillante y oscurecido iris.
—Nos vemos más pronto de lo que crees, mi diosa— susurra, casi en
un tono íntimo.
Se aparta, dos de sus hombres lo siguen cuando se va en dirección a las
camionetas que esperan.
Antes de abordar me mira por última vez y sube dejando que le cierran
la puerta llevándose una parte de mí que debo recuperar y para ello debo
volver a verlo.
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Capítulo 35

______✧✧Actos✧✧________
Judas
«Venus» El nombre se sigue repitiendo en mi cabeza a medida que
trato de recordar en dónde había visto su rostro antes de verla siendo la
guardaespaldas del jefe de la mafia Alpha.
Siento que tengo un laberinto en la cabeza, busco la salida, esa que me
lleve si quiera a deducir de dónde le encuentro parecido, pero nada
concuerda con lo que pienso y debo dispersar los pensamientos cuando el
auto se estaciona y bajo en la mansión.
Me abren la puerta y entro, ya está amaneciendo, hace unas horas que
recibí el cargamento de armas que necesitaba y que firmó el tratado con
Herodes Blackwood. Todo sea por mantener la paz que tanto nos costó
alcanzar después de esos años en que nuestros padres estaban en el poder.
No he desayunado. Me voy a la cocina, encontrándome con los
miembros importantes de la familia. Ocupo mi puesto a la cabeza de la
mesa, Adeline se levanta a dejar un beso en mis labios y vuelve a sentarse a
mi derecha.
—Supongo que ya cerraste el trato con el Alpha —me habla Alessia,
mi tía y hermana de mi difunto padre.
—Sí, y espero que respeten mi decisión de seguir en paz con él—
espeto.
—Tú sabrás lo que haces, al fin y al cabo, eres el jefe de la
organización y nosotros solo tu familia.
Santino carraspea, pero su hermana ni siquiera le hace caso.
—Sólo digo que nunca estaré de acuerdo y todos saben el por qué.
—Entonces reservate los comentarios, nada ganas con recalcarlo cada
que tienes la oportunidad —le recomienda.
—Muérete.
Empiezan a discutir sobre lo mismo, los ignoro pero debo intervenir
cuando me empieza a dar dolor de cabeza. Termino el desayuno, reviso el
teléfono dejando que me pongan al tanto de algunas cosas importantes.
Hoy estaré ocupado y no obstante, debo intentar dispersar las cosas en
las que mi cabeza se quiere concentrar «Venus». Aún recuerdo
perfectamente ese momento en que la ví bajar de ese avión a pasos seguros
y confiados. Su manera de caminar es tan sensual que cualquiera pensaría
que lo hace para seducir, pero no. Nada es intencional y me he dado cuenta
muchas veces; su andar y manera de hablar es algo propio de ella y capaz
de incitar aunque no tenga intensiones de ello.
—Judas.. ¿Me estás prestando atención?.— me pregunta Arthur «Mi
primo, hijo de Alessia» ni siquiera noté que había llegado
—Dime.
—Te decía que he estado hablando con un político muy importante que
pretende comprarte mercancía— me hace saber.
—Espero no haya errores y sepas como estoy trabajando esta vez.—
soy directo.
Asiente, me ofrece una carpeta y la reviso.
—El 30 de abril se hará un show de ópera en Sidney y pretende hablar
contigo.
—No le veo la necesidad, puede hacer negocios contigo, tengo otras
cosas que hacer.
Se pasa las manos por el cabello.
—Despeja tu agenda, esto te interesa, ganarás otro socio en el gobierno
de Australia— me insiste.
—Mientras más socios, mejor.— lo secunda Santino.
Su madre no dice nada y por la expresión que invade su rostro, puedo
darme cuenta que sigue molesta y en desacuerdo por mi trato con Herodes
Blackwood.
—Bien. Despejaré mi agenda —llamo a Naigel, pidiéndole que
organice todo.
—Iré a despertar a Lena —me avisa Adeline.
—¿Aún duerme? ¿No tiene clases? —indaga Alessia.
—Sí, pero su papá la tiene tan malcriada que le paga las clases en casa
—contesta, mirándome— Es muy sobreprotector.
—Precaución. —objeto, poniéndome de pie—. Si no tienen más nada
por decirme, me retiraré. Agradezco la presencia de todos, pero debo
atender algunos asuntos importantes, estaré fuera de la ciudad, talvez
durante dos días.
—Me mantendré en contacto por si surge algún contratiempo—me
avisa Arthur.
Su madre lo sigue cuando se va y por mi parte subo a la habitación
dejando que mi esposa prepare lo que me llevaré.
Tomo una ducha, dejando que el agua fría me ponga en órbita y me
aleje el recuerdo de la diosa con la que mis ojos fueron bendecidos esta
madrugada. Ya son tres veces la que la he visto y en ningúna me llevo una
mala impresión. Todas me han alegrado el día.
—Te noto algo distraído—me habla Adeline, ayudándome con el saco.
—Pensando en el trabajo. Ya sabes — reparo el escote de la camisa
que le cubre las grandes tetas— Sabes... nunca me arrepentiré de que te las
hayas operado.
Sonríe, sosteniendo mi cara entre sus manos.
—Lo sé, te encantan porque te doy las pajas rusas que tanto te gustan.
—me da un beso.
—Eso y porque me gusta lo grande que se ven en mis manos.—
confieso.
Adeline Mcgregor, es una morena voluptuosa con muy buenos
atributos y así me gusta. Cuando la conocí, ya estaba operada y no le hizo
falta volver a hacerlo, aunque mi fortuna de para hacerse lo que quiera, no
lo necesita; es hermosa y digna de ser mi esposa ya que nació en una
familia de terroristas que mis padres conocían.
Nuestra relación es muy abierta. Tanto que me encanta cuando
innovamos. Cuando recién nos conocimos no me ponía peros a la hora de
proponerle un trío o algo parecido. Sabe lo que me gusta y le fascina
complacerme en todos los sentidos. Y creo que por eso me casé con ella, es
el prototipo que siempre busqué.
Es capaz de vivir en este mundo y cuidar lo que ambos creamos y que
a futuro deberá seguir los pasos que la organización tiene por reglas y es
tomar el puesto que yo tengo.
—Esta noche iré a una cena con amigas, Lena se quedará con su nana
— me informa.
—¿Cuándo pensabas decirme que saldrías?
—Te lo estoy diciendo. ¿Te molesta?
Niego. No tengo necesidad y tampoco es como si ella estuviera mal de
la cabeza como para pensar engañarme.
—Te amo.—me dice, dándome otro beso.
Tomo su barbilla, haciendo que me mire.
—Yo igual. Cuando regrese te haré un oral que te volverá loca.—le
digo.
—Entonces, contaré las horas para tu regreso.
Vuelvo a besarla, dejando que nuestras lenguas choquen y mis manos
se aferren a su trasero mientras que las suyas intentan bajarme el pantalón
pero tocan la puerta y se queja.
—Termina de alístarte, le diré a Naigel que ya estás casi listo.
Se apresura abrir la puerta y unos brazos rodean mi cintura
haciéndome girar y ver a mi hija. El gris de sus ojos se clava en los míos y
no tengo que deducir mucho para saber que algo quiere. Sostiene mi corbata
en un intento por ajustarla pero la detengo.
—Algo quieres, ¿Qué es?
Vacila, mirando como me acomodo la corbata.
—Lena...
—Que me lleves contigo.—suelta— Mamá dice que...
—Cariño. Papá debe irse, despídete y baja a comer.—la interrumpe.
No se va. Por el contrario, se queda mirándome a la espera de una
respuesta o señal afirmativa.
—Después —le pellizco el puente de la nariz , logrando que se queje y
se vaya algo molesta.
Detesta que le haga eso, pero es la mejor forma para que no siga
insistiendo. A su corta edad ya quiere meterse en mis negocios y aprender
sobre ellos, pero la necesito estudiando y ya después empezará su
preparación.
Normalmente va al colegio pero no a diario, la mafia siempre tiene
enemigos y debo proteger lo único que no quiero que me jodan y por ello
tengo que estar reforzando su seguridad aunque eso conlleve a tenerla aquí
la mayoría del tiempo, siempre y cuando yo deba estar de viaje. Podría
llevarla conmigo pero por ahora no necesito que se empape de lo que hago.
Salgo de la habitación. Santino está en la sala y no entiendo qué hace
aquí, se supone que debería haberse ido o estar de camino a su casa. Me
explica que había olvidado darme algo y recibo los papeles antes de abordar
la camioneta que espera por mí.
La cabeza se me vuelve a llenar con lo que no debe y termino
ordenando que me investiguen a la mujer que no dejo de pensar. Mi mente
se apaña para decirme que la había visto antes pero no lo recuerdo, la
sensación de vaiven me estresa cada vez más que no puedo dejar de pensar
en ella y esa sensación extraña que me produce.
Naigel me abre la puerta y bajo en la fábrica. Los autos se mueven de
aquí para allá, los hombres vigilan desde sus puestos a medida que me
adentro por las grandes puertas de metal que me dan paso al enorme lugar
en donde se fabrica uno los elementos más peligrosos que se hayan visto y
que sólo está bajo mi poder.
El azul brilla en el gran contenedor del vidrio especial que lo resguarda
a medida que se van llenando los envases que venderé.
—Bienvenido, señor —me dice mi asistente, entregándome la bata, los
guantes y los anteojos.
Me ayuda a colocarme todo, antes de adentrarnos en mi laboratorio
privado a fabricar la muestra que servirá para poder mezclar el plutonio con
el plomo. Todo esto es una locura si se oye así como así, pero mi elemento
sorpresa lo estudié desde que lo encontré y ahora me resulta fácil poder unir
los tres sin causar una explosión en el intento o salir muerto.
Hago uso de un cubrebocas especial. El olor resulta fatal para el
sistema respiratorio humano, oler un poco sería exponer las vías
respiratorias a un ácido que desintegra rápidamente los pulmones.
El elemento es sumamente necesario para crear armas, siempre y
cuando lo sepan usar y por ello no se lo vendo a cualquiera ya que su poder
arrebasa las estadísticas y por ello me arriesgué al venderle al Alpha, pero
sé que lo sabrá usar, es uno de los mejores en lo que se trata de armas y por
ello me conviene.
Necesito armas, no las fabrico porque me llevo mejor con esto y la
heroína que trato que sea mejor que la de la mafia rusa pero aún no lo
consigo y sigo trabajando en ello.
Antes de salir me aseguro de dejar todo en orden y vertir la muestra en
la máquina. Calibro los controles y maniobro dejando todo listo y no más a
la espera de que pasen las 10 horas que se necesitan para que este listo.
—Quedas a cargo.— le aviso a mi asistente; una mujer alta, temeraria
y capaz de estar al pendiente de todo por pertenecer a la organización desde
que tengo memoria.
Debo dejar a alguien a cargo. Aquí tengo a científicos importantes que
están bajo mi mando y no salen al menos que sea muertos o quieran que sus
familias les lleguen en bolsas negras.
El trayecto hasta la pista privada no es muy lejos pero si las horas que
debo volar de camino a Corea del Norte, y durante el trayecto no hago más
que pensar en la pelirroja de ojos grises como un cristal semi transparente.
—Te noto muy pensativo—me dice Naigel.
—¿Enserio? Creí que no se notaba— ruedo los ojos sacudiendo la
cabeza.
—Tú siempre con el sarcasmo. Me recuerdas a tu padre.
—No seas tan chistoso. Compara pero no ofendas, Naigel— espeto.
Suelta una carcajada dejando de lado la laptop.
—Ya organicé una salida después de la junta..—me pone al tanto de
todo.
Debería concentrarme en lo que voy hacer. Pero es lo que menos hago
y termino en el baño lavándome la cara queriendo bajar el calor que me
recorre cada fibra del cuerpo, se centra en mis pupilas recordando el pasado
y cosas absurdas que mi mente máquina y no pueden ser porque sería una
locura.
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Y hacía falta un capítulo narrado por este papucho Italiano ¿Cuántas


admiradoras tiene ya?

Mil gracias por leer.

Recuerden votar y dejar sus comentarios. 0 Spoiler por favor.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 36

____✧✧Consecuencias ✧✧_______

Venus
Kiev, Sábado 08 de Mayo del 2021.
Bien elaborado, poderoso y resaltante: son unas de las pocas palabras
que se me ocurren para describir el elemento que sacaron de las cajas y
ahora está estratégicamente ordenado en una parte de la fábrica búnker. El
azul es algo que no se puede pasar desapercibido, brilla de manera
extraordinaria.
Llegamos ayer, después de entregar la mercancía, y hasta ahora
seguimos aquí, supuestamente porque tendremos una misión de la cual aún
Mario no me pone al tanto y debe ser porque el Alpha debe seguir en África
y sin su consentimiento no se puede hacer nada.
Obligo a mi cabeza a centrarse en lo que hago y no a pensar en lo que
no beso, solo me torturaría a mí misma. Debo aprovechar que estoy aquí y
despejar mi mente.
Puedo parecer una acosadora, pero tengo mis necesidades, aunque por
orden y amenazas deba abstenerme. Aún así, no dejo de reparar el trasero
redondo, los brazos llenos de tatuajes y la forma en que le quedan los
guantes, la camisa ceñida y los lentes «Julián», Llevo horas mirándolo con
disimulo, está liado de trabajo y no puedo decir lo contrario de mí; Tengo
que armar una bazuca y un cañón compacto, aparte, revisar unas partes.
Pero la tarea se me hace cada vez más tardía por estar pensando en
cómo bajaré mi calentura. Debo terminar aquí, pero mi atención no se
aparta del moreno de ojos verdes que se voltea, dándose de cuenta que lo
estoy viendo como una acosadora sexual.
Se mantiene en la misma área que Mario y dos sujetos más. Todos son
aprendices del primero y por ende, deben tener su atención en lo que les
explica a medida que diseñan armas nuevas.
Reviso el cañón de la bazuca, me hace falta una llave para ajustar
varias tuercas. Debo moverme a la mesa ocupada por dos mujeres que
ordenan todo, dejando que los trabajadores las vean y las traten como lo que
son mientras están aquí «Juguetes para el disfrute sexual y visual» o mejor
dicho, inspiración.
No niego que me ven igual que a ellas. Son hombres y no hacen el más
mínimo intento por pasarme desapercibida, sin embargo, no les presto
atención porque si lo hago, solo terminaré encargándome de desaparecer
varios cuerpos y limpiar el desastre que cause.
Tomo una bocana de aire.
Recojo lo que necesito, hago un pequeño repaso y estoy por
devolverme a la mesa, pero me doy cuenta que me faltan piezas que había
dejado aquí. Busco debajo de la mesa, sobre la silla de al lado y de nuevo
sobre la mesa, pero no hallo nada y comienzo a despotricar y maldecir a la
torpeza cuando no recuerdo si estaban aquí o no las tomé de la caja cuando
saqué las demás.
«Doble trabajo: buscar y atrasarte».
Busco la caja, pero tampoco las encuentro, opto por preguntarle a las
mujeres que organizan todo, pero me ignoran, fingiendo que están muy
ocupadas organizando una de las mesas. Siguen hablando entre ellas,
parloteando cosas que no me importan, pero si me desesperan.
—¿Me están escuchando? — siento la cabeza palpitándome y para
colml, me ignoran. No conozco la paciencia, sé perderla pero no
conservarla— ¡¿Están sordas o se hacen?!
Se vuelven hacia mi, con rostros llenos de desagrado y desprecio,
fingiendo incredulidad y desconcierto.
—Tal vez la olvidaste en otro lado y no lo recuerdas por estar mirando
a Julián en vez de terminar de armar lo que te ordenaron— me habla la
albina, riéndose.
Alzo una ceja, aprentando los puños a los costados.
—Creo que ni siquiera sabe armar ambas cosas en menos de una hora,
lleva dos en eso.—se burla la otra.
—No se ve muy inútil, pero quizás sí lo es —siguen.
Suelto un suspiro, sin ocultar la risa que ambas me causan. Las dejo,
no me interesa si creen que me acojoné. Simplemente termino de buscar la
jodida caja y la encuentro cerca de las que ellas estaban ordenando
«Malditas mentirosas». Las llamo, ambas miran la caja que pateo y llega
hasta sus pies.
—Seguramente la dejaste aquí, pero eres tan inútil que ni siquiera lo
recuerdas —estallan en risas.
Con la mirada las reto y me voy hasta la mesa. No me detengo a ver si
me miran o no, simplemente empiezo a trabajar. En la fortaleza se me
enseñó sobre esto y pueda que no sea la mejor, pero sé defenderme y en
menos de nada armo el cañón compacto, saco el seguro detallando el
trabajo y mis ojos viajan hacia las mujeres que notan cuando alzo el arma y
apunto en dirección a ellas que retroceden con caras pálidas.
Acaricio el gatillo y sonrío, apuntando.
—Vamos a probarla —acaricio el gatillo y sonrío, apuntando— Según
ustedes, no sé, tal vez no esté bien armada y con suerte no las mande a
volar...
—¿Qué haces? —me preguntan.
—¡Son un par de perras mentirosas!
—¡Venus!
Ignoro el regaño, me acerco hasta las mujeres que retroceden
quedando contra las cajas que tienen detrás.
—¡Venus! ¡¿Qué demonios haces?!
No le presto atención a nadie, estoy demasiado molesta como para
detenerme. La sangre se me sube a la cabeza y la nariz me arde con la
cantidad de aire que tengo en los pulmones y debo sacar hasta que..
Me toman del brazo, Julián me quita el arma y me arrastra hacia la
mesa en donde estaba. Todos me miran, pero es lo que menos me importa,
estoy alterada y el moreno solo consigue que lo empuje de mala gana, antes
de irme en dirección al baño.
Tengo demasiado estrés encima y el culpable de eso es el hombre que
tengo ganas de montar pero a la misma vez lo quiero matar y... No sé qué
mierdas me sucede.
El agua no apaga el dolor de cabeza que me hace cerrar los ojos.
Estoy tan desorientada que por primera vez después de mucho tiempo,
comienzo a viajar en ese bucle de recuerdos y de vaiven que me hacen
sudar, apretar la mandíbula y soltar golpes que impactan en la pared de
metal que me rompe los nudillos pero el dolor es lo que menos me detiene,
me rodean unos brazos y solo consigo apartar a la persona antes encestarle
un golpe que le rompe la nariz y lo hace retroceder, mirándome como si no
me conociera.
Mi pecho sube y baja con brusquedad, el pecho me duele y siento que
de mi nariz solo sale aire caliente.
—¿Qué te sucede? — pregunta y por primera vez, veo horror en su
rostro.
—¡Sal y déjame sola!
—Cómo me vas a pedir eso, mírate, te ves irreconocible.— me señala.
La sangre le brota de la nariz y alcanza a limpiarsela con el dorso de la
mano, haciéndome soltar una carcajada sacudiendo la cabeza.
—Vete antes de que termines con algo más que la nariz ensangrentada
— le recomiendo
—Habla conmigo, si te sucede algo...
—¡No quiero hablar, quiero estar sola! —enfurezco.
Varios se quedan en la puerta, mirando lo que sucede y juro por Dios
que lo que recorre mi cuerpo no me tiene más que tensa, emocional y
físicamente.
—Respira, mejor vamos a la enfermería.—intenta calmarme.
Saco el arma, apuntándole a la cabeza, alza las manos, pidiéndome que
me calme, saco el seguro detallando cada uno de sus movimientos por si
quiere detenerme, pero alguien se detiene en el umbral de la puerta, viendo
mi estado y ni eso me calma, empeora las cosas.
Los recuerdos son tan fuertes, la ira me consume, haciéndome temblar
la barbilla y arder las manos. Siento que la cabeza me va a estallar y debo
cubrirmela con las manos dándole chance a Julián de quitarme el arma.
Varias manos se aferran a mis brazos y batallo queriendo soltarme pero me
sacan a las malas, el pinchazo en el brazo me quita las fuerzas y me deja
insconciente por un par de minutos que puedo escuchar, ver, pero mi cuerpo
se mantiene inerte bajo el efecto del sedante psicológico que mi cuerpo
detesta y que hace mucho tiempo no entraba en mi sistema.
—Tal vez pueda deberse a la falta de aire y el estrés, aunque creo que
sería prudente enviarla a Pakistan.— la voz de una mujer llega a mis oídos,
pero no la reconozco.
—No será necesario.—contesta la otra persona.
Estoy tan mareada que veo borroso y la luz sobre la techo me hace
doler aún más la cabeza y dificulta mi sentido de la percepción.
Quiero volver en si, pero mi cuerpo está dormido y no me dejarán de
pasar el sedante hasta que mi pulso se calme y mi cabeza asimile que es la
única opción y que no debo volver a caer en los recuerdos. Me humecto los
labios resecos, tengo un nudo en la garganta siento que la sien se me va a
explotar.
No sé cuántas horas pasan, pero después de un buen rato, me doy
cuenta que ya puedo moverme a mi antojo, la intravenosa desapareció de mi
brazo dejando solo una pequeña marca enrojecida. Me reincorporo poco a
poco pese a tener los músculos entumecidos y la cabeza vuelta un caos.
Estoy en la enfermería: con una decoración familiar a la fortaleza en
Pakistan a diferencia de que la doctora es una especie de modelo
empoderada que tiene más pinta de prepago que de doctora; Estatura baja,
cabello corto y curvas bien proporcionadas.
—Al fin despiertas, eso es bueno. Te solicitan allá afuera— me dice.
—¿Cuántas horas estuve aquí?
—Tres. El ataque no cesaba, tuve que ponerte una doble dosis.—
contesta, no digo nada y se me acerca— Deberías apegarte a los
tratamientos que seguramente te dieron en la fortaleza
Ruedo los ojos, sacando los pies de la camilla.
—Eso hago, no es mi culpa que no sirvan para una mierda— espeto.
—O talvez no te tomas las pastillas obligatorias.
—Me dieran más seguido si no lo hiciera— zanjo.
Me reviso el pantalón, notando que me quitaron las armas y las
navajas.
—Por seguridad te quitaron todo— me señala una mesa donde reposan
mis bebés.
—Me tratan como si fuera un peligro para la sociedad.—bramo,
poniéndome de pie.
La mujer me mira raro cuando recojo mis armas, diciéndoles que son
mis más preciados tesoro después de las navajas.
—Al parecer tienes una obsesión con las armas.
—Con el peligro y la adrenalina.— la corrijo.
Sacude la cabeza, yéndose no sé a dónde.
Llevo horas aquí, así que debo estar atrasada con las armas que debía
armar. Muchos me miran a medida que avanzo por el pasillo saliendo al
área de ensamblaje. El escuadrón está alrededor de una gran mesa y desde
aquí puedo medio escuchar las órdenes que Mario da y que por lo visto
serán para la misión de infiltración que se llevará acabo.
Algunos me miran cuando me posiciono detrás del castaño, quien deja
de hablar en lo que nota mi presencia.
—Lista para lo que sea— le aseguro.
Enola suelta una risita burlona y me la como con la mirada, dándole a
entender que no estoy para juegos. Algunos se mueven incómodos y la cara
de Mario no me dice buenas cosas.
—Después de lo de hace unas horas, creo que lo mejor será enviarte a
Pakistan —me informa— Necesitas una revisión detallada, y quizás,
realizarte el procedimiento de rutina.
—Pero...
—Es una orden, ve a alistar tus cosas. Te irás en el cargamento de
provisiones.
Aprieto la mandíbula, intentando no abofetearlo.
—Pero ¿Quién se encargará de mi trabajo?— indago.
Espero no diga...
—Enola. Se irá está tarde con el Alpha. Los demás tenemos una
misión— me explica.
El descontento no lo escondo y menos al mirar la cara de satisfacción
de la perra que me mira como gritándome "te dije que te bajaría el ego"
«Cuanto la odiamos» dice Per, molesta y San asiente.
—Ve a prepararte, Venus— me pide Mario.
Yasmín y Helen me miran, no muy contentas con la decisión, pero no
pueden abogar por mí, qquí se hace lo que el Alpha diga, y como no está,
las órdenes las da Mario y sin irrefutables.
—De inmediato.—respondo.
Me siento apaleada y con ganas de tirarme por un barranco. Me han
quitado de mi puesto y ahora debo volver al infierno de donde tanto quise
salir, ahora debo cumplir órdenes, someterme quién sabe a qué
procedimientos y sin saber si podré volver y ser parte del escuadrón. «Todo
por un ataque de descontrol»
Entro a la habitación que me designaron ayer. Estoy con una
impotencia de los mil demonios y con ganas de mandar todo a la mierda
pero no, no llegué hasta aquí para que mi pasado me baje de a donde tanto
me costó subir. Tengo claros mis objetivos y lo que debo hacer pese a que
todo se vuelve un caos en mi cabeza a medida que alisto mi bolso, las cosas
las ordeno de mala gana y termino acostada con la cabeza hundida en la
almohada con olor a mi loción.
—Siento que debas volver a la fortaleza— la voz de Julián me levanta.
Tiene el labio hinchado y la nariz con una especie de alcohol. Se cruza
de brazos, terminando de adentrarse y sonríe.
—Eres una fiera indomable— bromea.
—¿Por qué quisiste calmarme? Se supone que yo debería decir que
siento haberte golpeado, pero nadie te pidió que te metieras; en un ataque
como esos no es prudente que alguien quiera ayudar o interferir...
—No es como para que me trates así, sólo intentaba ayudar.
—¡Pues no lo hagas!— me pongo de pie.
—Veo que aún no te calmas. No estoy de acuerdo con que te vayas
pero creo que será lo más seguro para tí.
¿Qué?
—¿Seguro?— suelto una carcajada amarga, dejando las manos en la
cintura, mermo el espacio, quedando en frente de él y lo miro— ¿Seguro es
estar en ese horrible sitio de torturas?.
Asiente
—Es mejor a que te ganes un tiro por armar un escándalo en otro
momento así... A ninguno nos has ocurrido desde hace muchísimo tiempo.
Obviamente no. Yo soy distinta.
—Entonces es mejor que vuelva a la fortaleza, reciba las torturas de
rutina y tal vez.. solo tal vez, pueda estar capacitada para regresar, eso sí no
prefieren dejarme allá.
—Regresarás, lo verás. Eres la mejor y te necesitan.
—Me acaban de cambiar por la estúpida de Enola. ¿La degradarán
cuando yo regrese?
Abre la boca para hablar pero la cierra, tomándome de la cintura.
Nuestros cuerpos se conectan cuando me apega hacia él, dejándome sentir
la dureza que se esconde detrás de su pantalón.
—Mejor vamos a respirar y veamos el lado positivo. Será por tu bien y
ya no tendrás más ataques.— me dice.
Quiero concentrarme en su erección, pero mi cuerpo no se acompasa
con las ganas que desprende el suyo y lo que hago es dejar las manos sobre
su pecho.
—Mejor ve a trabajar y déjame maldecir la vida de mierda que me
tocó—le pido.
Sacude la cabeza, tomándome del mentón. El verde de sus ojos se
conecta con el gris de los míos y detallo sus labios antes de que me bese,
adentrando su lengua en mi boca, dándome a probar su sabor peculiar y
único, pero que me hace anhelar más, ese sabor que mi paladar disfruta
como si fuera lo mejor del mundo «Chicle y tabaco».
Mi cabeza se niega a eso pero mi instinto lo añora y termino
rompiendo el beso al sentir la presencia pesada que sólo emana una sola
persona y esa está debajo del umbral de la puerta, mirándonos, con los ojos
oscurecidos, esos que solo aparecen cuando algo le molesta más de lo que
puede soportar.
—No sabía que se podía estar follando en vez de estar trabajando en
conjunto con los demás —habla, moviéndome lejos de Julián quien se
queda frío mirando a su jefe— ¿Desde cuándo se puede hacer eso?.
No respondemos y debería moverme, pero mis reflejos son nulos por
culpa de la sensación que me produce su presencia y soy lenta a la hora de
ver que saca el arma, le dispara al hombre que yace a mi lado, este cae al
suelo, sujetándose el muslo y debería ayudarlo pero me quedo estática y
acatando la orden que me dan los ojos azules que tanto me estudian cada
que estoy en su campo visual.
Guarda el arma, mirando a Julián quien se sostiene la herida, sin dejar
de mirarlo.
—La próxima vez no te dejaré vivo —se impone—. No te quiero en
reposo, ni mucho menos. Herido: así mismo vas a trabajar porque hay
armas que debo vender y aún no están listas y no lo llegarán a estar si tú
sigues haciendo de todo menos lo que te corresponde.
—En seguida, señor. No volverá a pasar— contesta, intentando
ponerse de pie pero vuelve a caer e intento ayudar pero...
—No te atrevas o te juro que a ti no te irá igual que a él— me regaña y
me quedo quieta, mirando como el moreno se levanta como puede y busca
la puerta con total lentitud, colmando la paciencia del pelinegro— ¡Muévete
que no te quiero aquí!.
El grito me alerta los sentidos de supervivencia y más cuando
quedamos solos. No sé si salir o quedarme a recibir el regaño, pero me
quedo.
—Debería dejar que te vayas a Pakistan y con suerte, que no vuelva —
empieza, acercándose— Pero me debes muchas y esta se va a sumar a la
lista, Adler. Te gusta jugar con fuego y te vas a quemar por no cumplir con
tu palabra.
—Él me besó.
—¿Tú me ves cara de ciego o qué? —me toma del mentón— No
llegué en el momento que rompiste el beso, así que no me des patéticas
excusas, sólo me terminas de hartar y te aseguro que tuve un día de mierda
y esto se volvió la cereza del pastel.
—Me besó y corrí con la mala suerte de no poder apartarlo como debía
— me defiendo.
—Aún así dejaste que te besara, pudiendo defenderte o reaccionar a
tiempo ¿Qué otra excusa me darás? ¿Te gusta?.
Alza el mentón, invitandome a responder y niego logrando que me
entierre los dedos en la mandíbula.
—Deja de mentirme porque no me gusta y lo sabes.
—No te estoy mintiendo—le repito.
—Yo creo que sí.
Niego, dándole un manotón en el brazo. Me está encendiendo la irá y
no creo que me reprima.
—Te dije que no. ¿Por qué tanta insistencia?
—No te creo.
—¡Entonces mátame y despojaté de la fastidiosa, mentirosa e irritante
de Venus Adler!—me exalto.
—Debería hacerlo, pero con eso no me las pagarías y créeme...quiero
cobrarmelas.
—Lastima. Debo irme a Pakistán. Ahora debes quedarte con las ganas
de azotarme y hacer lo ya tengas pensado.—lo aparto.
Me voy a terminar de ordenar mi bolso.
—Te ibas. La última palabra la tengo yo y te vas conmigo, que bueno
que ya tengas tus cosas listas, llévalas al auto que nos vamos en menos de
una hora— me dice.
Me giro para verlo pero cruza el umbral yéndose. «Al menos no me
voy, y estaré con él» Como si eso fuera bueno, en realidad sí, lo es.
Recojo mi bolso con los ánimos recompuestos. El escuadrón sigue en
la misma mesa y al parecer están organizando todo lo que harán. Enola me
mira y recuerdo lo que Mario me dijo sobre ella así que me apresuro a
alcanzar al hombre que busca la puerta del ascensor que lo transporta hasta
la mansión. Las puertas están por cerrarse pero entro rápido, quedando en
frente de él.
—Mario dijo que Enola tomará mi cargo hasta que yo regrese de la
rehabilitación.—le hago saber, sin evitar el estúpido gesto de desacuerdo
que forman mis labios.
Saca su teléfono, ignorando lo que le dije y ladeo la cabeza buscando
su mirada.
—¿Tomará mi puesto? ¿Puedes hacer que no?— le ruego.
Alza las cejas, mirándome.
—¿Qué parte de que no te vas no entendiste? Significa que tampoco
perderás tu puesto. Te irás conmigo y no estarás en la misión ¿Algo más
que no entiendas? ¿O sigues pensando en el beso que te diste hace rato?.
Ruedo los ojos.
—Al parecer eso no se te olvidará jamás.
—No. Y estoy pensando seriamente en lavarte la boca con azufre o
cloro— me dice.
Suelto a reír amargamente por el "chiste" que acaba de decir. Debería
tenerle respeto y no hablarle como si no fuera mi jefe pero... necesito que
me vea como algo más que su empleada y debe ser así si quiere que siga en
plan de amantes con él.
—Quisiera estar en la misión pero supongo que es mejor estar contigo
a donde sea que vayamos.
No responde y menos cuando salimos del ascensor. Se encamina
primero y recién puedo detallar el vaquero gris que lleva y la camisa suelta
que se mueve cuando camina por la sala. No veo a nadie por el perímetro
pero si cuando salimos de la casa y subimos a una de las camionetas. No sé
cómo haré mi trabajo ya que no tengo brazalete, ni el teléfono que me había
dado Mario, nada.
Dan es quien maneja y se asegura de todo cuando bajamos en la pista
privada. Dos guardaespaldas sacan dos maletas y mi bolso, suben todo al jet
y no espero nada, subo yéndome a la cabina privada sin importarme si mi
jefe me regaña o algo. Pero eso no sucede ya que el jet se alza en vuelo y no
hace más que hablar por teléfono y revisar la MacBook que le entregan
dándome las ignoradas del siglo.
«Mejor me hubiera ido a Pakistán»
____________✧✧____________
____________________________

Julián casi no la cuenta.


Mil gracias por leer.

Recuerden dejas sus votos, comentarios y nada de spoiler.

Besitos.

Osly
Capítulo 37

___✧✧Disfrutando del placer✧✧_____

Herodes
Ya cerrado el trato de África puedo respirar con más tranquilidad y
quitarme un gran peso de encima.
Sin embargo, no tengo ni un solo momento de descanso en las horas
que paso en el jet. No me queda de otra que atender varios asuntos
importantes, eso sin dejar de mirar a la mujer que se quedó dormida en el
sofá de en frente como si no hubiera una cama también.
Mantiene un brazo cubriéndole los ojos y el otro sobre el abdomen. No
dejo de mirar sus rosados labios y la forma tan delicada de sus facciones.
Lleva puesta una de esas camisas de tirantes que tanto detesto porque puedo
ver más piel y me dan más ganas de mirarle las tetas; son redondas pero no
tan exageradas, eso me gusta, que no aparente tener ningún tipo de cirugías
porque sus atributos son naturales y su trasero aún más.
Me siguen hablando al otro lado del teléfono, pero es poca la atención
que presto y todo por estar queriendo sentir la sensación de mis dedos
dentro del coño de la pelirroja que comieza a quejarse, moviéndose
despacio como si estuviera teniendo un mal sueño que yo tengo la
necesidad de alejar ya que me pongo de pie dando por terminada la
llamada.
Me acerco y la vuelvo a mirar antes de acunclillarme, apoyando los
codos en las rodillas.
—Herodes...—musita casi en un susurro poco entendible, sacándome
una sonrisa perversa.
«Al parecer todos sus sueños son relacionados conmigo»
Sigue musitando mi nombre mientras se mueve y llevo la mano hasta
su labios, acaricio lentamente disfrutando de la fricción que provee la
resequedad que los cubre y me hace inclinarme a pasarle la lengua varias
veces consiguiendo que se mojen y vuelvan a esa textura tan provocativa
que suele tener cuando ella se los relame en un intento por provocarme.
Su sabor es algo peculiar y suave, ese que despierta mi sed por besarla,
pero no controlo las manos y termino tocando su cuello, bajando hasta los
pechos y sacando uno, deleitándome de su sabor con lametazos y
chupetones que la hacen moverse más pero se queda quieta con el descenso
de mi mano palpando su abdomen marcado a pesar de que come como
desquiciada.
Su piel el suave y cumple con las necesidades que quiere sentir la mía
que por mucho frío que haga en la cabina, ya siento el calor absorbiendo el
fresco, y trayendo esa presión calurosa cuando despunto el vaquero,
adentrando la mano por su pelvis hasta llegar al comienzo de los pliegues;
es tan calidad y suave, rica y provocativa.
—No sabes lo mal que me pone esta pequeña vagina —muerdo el
pezón, rápidamente se endurece bajo el agarre de mis dientes y la caricia
empleada por mi mojada lengua— Eres solo mía...
Froto dejando que mis dedos jueguen sobre sus pliegues, cuando siento
que se lubrica, paso a tocar el botón rosado que tanto le gusta a mi garganta.
Mis dedos se empapen de la humedad que hace contacto al penetrarla
y comenzar con los círculos sutiles que me arrojan a sentir ganas; me gusta
tocarla y mirar los gestos que forma su rostro a pesar de estar dormida.
Poco a poco, abre los labios, respirando agita, sacando pequeños jadeos
acompañados de frases son sentido, solo entiendo una y esa ya es más que
suficiente para avivarme.
Aprovecho para besarla, logrando que se vaya despertando y
confundide me tome de los hombros.
—Herodes... ¿Qué haces?
Su voz adormilada me la pone más dura pero no ceso la masturbación
que la hace jadear y encojer las piernas, buscando más profundidad,
dejándose caer en el efecto que deja su cuerpo a mi merced.
—Espera... —se sujeta de la tela de mi camisa, aferrándome más a no
dejar de sentir la piel de su canal y lo mojadita que está— Mierda... no te
detengas, sigue...
Me gusta que me pida, que su voz me implore por algo que ambos
queremos y eso le doy, la estimulo mientras le chupo las tetas y mi erección
toma más potencia, duele y se hincha, palpitando ansiosa, pero me debo
controlar porque no la pienso coger aún, no ahorita, pero sus manos se
posan sobre la mía en un intento por impulsarme a la vez que arquea la
espalda y se pasa la lengua por los labios.
Parece un charco y no sabe lo mucho que me gusta cuando se pone así
de mojada y sensible. Sus paredes se contraen en cada momento, robándole
las fuerzas que yo tomo para mí, bordeando sus pliegues con el pulgar,
tocándola a mi antojo.
Con la mano disponible, la tomo de la nuca, elevando su rostro para
que jadee sobre mi boca y poder pasarle la lengua.
—Hazlo, preciosa; córrete para mí —demando.
Me clava las uñas en el brazo pero no me detengo cuando sé que está
por correrse y lo hace tensándose y gimoteando como me gusta que lo haga,
siempre y cuando sea solo conmigo.
Su aliento me tiene la boca agua y la garganta reseca, tanto que no me
contento y la beso, robándole las últimas fuerzas que le quedan,
succionando sus labios, comiéndome lo que es mío y muero por tener sobre
mis testículos y la corona de mi miembro. Las ganas son demasiadas.
Saco la mano, trayendo los dedos a mi boca, probando el sabor salado
de sus fluidos y disfrutando de lo bien que saben y el efecto que causa en
mi polla que está a punto de correrse con solo verle las mejillas acaloradas
y los ojos perdidos mientras sonríe con picardía como si hubiera hecho algo
que esperaba ella pero yo no.
—¿Se volverá costumbre que me masturbes mientras duermo? —
pregunta, tocándose las tetas que no dejo de mirar y termino apretando
antes de pasar la lengua haciendo que jadee— Dios...
—Sé volvió mi fetiche favorito.—confieso, repitiendo la acción—
Acostúmbrate, estás muy rica y mojada cuando duermes.
Se muerde el labio.
—Corrección, me volví tu fetiche favorito.
Me levanto por culpa de la estúpides que acaba de decir.
—Sueñas —le doy un vistazo de pies a cabeza—, Y me he dado
cuenta que es conmigo
Frunce las cejas, confundida. Se reincorpora acomodándose la ropa.
—No sueño contigo— miente, porque sé que lo hace.
—Entonces aclárame por qué dices mi nombre cada que duermes —la
invito.
Se pone de pie, mirándome mal. Sale su modo caprichosa y se va al
baño talvez esperando que me vaya tras de ella y la embista como
reprimenda.
«Pero las cosas conmigo no son así»
Hago uso del otro baño antes de tomar asiento a esperar el aterrizaje
que está por suceder. La pelirroja vuelve queriendo ignorarme y su actitud
solo me hace tomarla del brazo y sentarla sobre mi regazo.
—¿Serás una buena chica?
Niega y se cruza de brazos.
—Prefiero ser mala.—contesta con odiosidad.
—Al típico Playboy le excitaría eso, pero a mí no tanto. No tolero los
espectáculos y menos las insolencías. Aunque está demás mencionar lo que
ya sabes ¿Cierto?.
Sus ojos desafiantes y llenos de malicia, me retan. No puedo decir que
no me gusta su lado capaz de matar con tal de mantenerse de pie y no
dejarse dominar. Pero conmigo no tiene que ser así y cuando lo es, me
confirma lo que tanto pienso.
—No seré de las típicas sumisas que debes estar acostumbrado a tener.
No soy solo un juguete sexual. Debes aguantarte mi personalidad, así que
no seré; buena ni mala, pero si algo intermedio— afirma.
El avión aterriza y la ventanilla de atrás se lleva su atención al darse
cuenta que es de noche y no sabe en dónde estamos.
—¿En dónde...
—Menos preguntas y más silencio —pido, antes de que comience.
—Al menos dime a dónde vamos, se nota que es media noche.—y no
se abstiene de hacer preguntas que ignoro hasta cuando subimos a la
camioneta y nos adentramos a la ciudad.
Se mantiene mirando por la ventana, sin dejar de conservar su postura
laboral aunque no esté trabajando como ella piensa. Deja que le acaricie el
cuello en tanto los minutos pasan y nos recibe el hotel en donde pasaremos
lo que resta de la noche, eso sí no amanecemos en la disco a la que le aviso
que iremos y me molesta cuando se aparece en mi habitación vistiendo
vaqueros, camisa mangas largas y con armas.
—¿No tienes más atuendos?—onquiero, al menos los botines si me
gustan
—No. Ésta es mi ropa de trabajo.
—No estás trabajando —me molesto— Deja las armas y ponte otra
cosa.
A regaña dientes sale cerrando de un portazo. Termino de peinarme y
me decido en apagar el teléfono para no recibir más mensajes o llamadas
inoportunas.
—¿Mejor? —regresa.
Esta vez, viste un un atuendo de shorts altos de jeans con una correa a
juego, camisa de tirantes y los botines. El trasero se le ve de infarto y la
manera en que sus curvas completan el conjunto casual y cómodo que por
primera vez le veo puesto; se ve mejor con el cabello suelto que le cae sobre
los hombros.
Molesta, se aparta los mechones, echándolos dejas de sus hombros.
—Llevo un arma por si acaso—me dice y deduzco que tal vez la lleva
en la cartera que sostiene.
Me acerco, con las manos en los bolsillos.
—Conmigo no necesitas armas, lo sabes.
—Soy consciente, pero me gusta estar prevenida— se da la vuelta—
vámonos
—¿Por qué tan apurada? — la detengo.
—Son la 1 de la mañana y no sé qué haremos a esta hora en una
discoteca —reprocha.
—Acostumbro ir a la discoteca precisamente cuando comienza este día
— respondo de igual forma: seco y cortante.
—¿Qué tiene este día?
«No sé cuántas veces he pedido paciencia»
—Mejor vamos.
Salgo primero que ella. El olor a oriente es lo primero que me refresca
y subo al auto que en menos de nada se adentra en una de las calles llenas
de los bares más exclusivos y lujosos de la ciudad. Las calles están repletas
de gente que baila y disfruta de los diferentes tipos de músicas que se oyen
hasta acá afuera, y entran por el vidrio que dejo abajo hasta cuando se me
termina el cigarrillo.
La mujer que llevo al lado saca la cabeza como un cachorro y se nota
que no ha disfrutado como una persona normal y todo por haber tenido la
suerte de caer en el mundo que le tocó. Pero nadie elije su camino, no
cuando el destino lo hace primero y debes seguirlo hasta que te sientas
completamente preparado para cambiarlo.
Al bajar del auto, guardo el teléfono en el bolsillo. Aseguran el
perímetro sin llamar demasiado la atención y debo arrastrar a la mujer que
parece estar en shock cuando entramos al establecimiento repleto de gente:
ebria, fumada y bailando al ritmo de David Guetta.
Hablar sería imposible al menos que grite en el oído de la pelirroja que
atrae miradas cuando nos adentramos en busca de la mesa privada que nos
espera con un mesero, nos sirve vodka y enciende un puro ofreciéndomelo,
tomo asiento ignorando los coqueteos de las mujeres que tengo cerca. No
estoy para nada que no sea referente al espécimen sensual que se despoja de
la cartera y empieza a moverse al ritmo de la música.
—¡Me voy a embriagar y no quiero regaños!—me señala
Asiento, dándole el permiso.
Esta noche será una excepción y puede volverse loca si quiere. Lo
importante es que yo siga sobrio y no deje que el alcohol disfrute de mí.
Los tragos van y vienen, como también los bailes que me ofrece como si
fuera una de las mujeres que se mueven en los tubos de las áreas normales.
Pero ella lo hace para mí y cuando no está bailando, la tengo sobre mi
regazo, besándome e intentado tocarme; se lo permito porque el alcohol no
me cae mal como otras veces, trato de relajarme y me olvido de todo, de mi
cargo, de mi vida y de lo que soy.
Necesito un respiro y lo consigo con la persona que menos debería
estar aquí compartiendo mordiscos, toqueteos y palabras sucias que
encienden mis ganas pero me contengo por los momentos pese a que la
tengo sobre mis piernas, contándome cosas que ha hecho en misiones,
inspirandose en el proceso y airosa de mi comprensión y atención para ella.
Somos el centro de atención y no es para menos, sé quién soy y la
belleza que me cargo y que impacta como la de ella que se levanta saliendo
del área privada, algunos intentan acercarse pero no lo hacen porque notan
mi presencia y marco territorio tomándola de la cintura dejando que mueva
las caderas refregandome su trasero.
Las manos las deja sobre mi nuca y ladea la cabeza, dándome vía libre
para besar su cuello. Ya está llegando el calor, siento como baja por mi
espalda en lo que me muevo al compás de su ritmo, cosa que no se esperaba
ya se se ríe, girándose entre mis brazos, dejando las manos sobre mis
hombros.
—Baila muy bien, señor Blackwood. —susurra
La tomo del mentón, acercando nuestros rostros.
—Lo mismo digo, señorita Adler.
Su insolencia es algo que no me gusta desde que la conocí, pero en
momentos como estos, me dejo llevar y solo le permito sostenerse de mi
cuello cuando se medio alza alcanzando mis labios, espero el beso que
firme las tandas de sexo que quiero pero no llega porque solo pasa la lengua
haciéndome cosquillear las manos por la manera tan atrevida en la que su
mano llega hasta mi erección y no se detiene, presiona lentamente a la
misma vez que me muerde el labio, tirando y robándome las ganas de
querer esperar llegar al hotel.
—Estás muy duro —me dice, sin dejar de moverse despacio, al ritmo
de la música.
«Sabe como calentar en menos de nada» repite mi cabeza y me
concentro en el momento en que su mano despunta mi vaquero y se adentra
despacio acariciándome la polla sobre la tela del boxer, con apretones
deliciosos que me hacen aferrarme a su trasero.
—Duro y ansioso —se ríe, mordiéndose el labio, fingiendo que
disfruta de la música y no me está tocando en plena pista.
Todos al alrededor están absortos por el ambiente lleno de licor, olor a
cigarrillo, tabaco y marihuana que venden en el establecimiento. Nadie nos
nota y la falta de luz es un punto a nuestro favor. Comenzamos con besos
mojados y manoseos urgidos que quieren desatarme el orgasmo pero me
contengo y la detengo.
—Suficiente.
—Quiero que te corras por mí.— se aferra a mi camisa buscando mis
labios— Por favor...
Detesto cuando se pone mimada.
—Cuando lleguemos al hotel.
—Oh, vamos, daddy. En el baño podemos hacerlo. No te quiero dejar
así y mi vagina no está muy tranquila que digamos.— insiste.
—No lo haremos en un vil baño.
—Eso no dijiste en aquella disco cuando me llevaste a uno.
—Fue culpa del alcohol de ese día —no sé qué hago dando
explicaciones—. No iremos a un baño. Contrólate.
Me acomodo el vaquero pero insiste en desvestirme y debo sostenerle
las manos.
—¡Consiénteme! —me chilla «Ya está entrando en modo
maniática»— Anda, no seas...
—Relájate —la tomo de la mano, llevándola hasta el área privada—
No follaremos aquí.
No alcanzo a sentarla porque en menos de nada y no sé cómo, pero se
empina una botella y se la arrebato dándole un trago antes de tomar asiento
y dejar que mis piernas sean el único lugar en donde se mantendrá hasta que
yo quiera. Y no me molesta su cercanía, es algo que empieza a preocuparme
porque sus labios se vuelven un placer que quiero probar y mi erección
duele tanto que no sé si alcance a llegar al hotel o termine follando en el
carro.
Veo la hora en mi reloj, son las 6 de la mañana y mi cuerpo lo sabe ya
que tengo días sin descansar como se debe y no creo que lo haga hasta el
martes.
—¿Nos vamos? Tengo sueño— hunde la cara en mi cuello, respirando
profundo— Me gusta tu aroma... es tan... Tú.
«Ya esta ebria». Sus brazos rodean mi cuello pegándose mi cuerpo y
causándome un ataque de claustrofobia que en cualquier momento debería
hartarme pero eso no sucede y la dejo tranquila mientras que me fumo un
cigarrillo y el ambiente de la discoteca cada vez se vuelve mejor hasta que
suena una canción y el sobresalto se lo lleva ella que se levanta como si le
hubieran recargado las baterías.
—¡Amo esa canción!— chilla, alzando los brazos.
Baila, dando vueltas y moviéndose en sincronía a pesar de estar ebria,
porque lo está y su risa sin control me lo demuestra. Creo que tiene algún
problema y por eso se vuelve loca, entrando en descontrol.
Juega con el cabello, se toca y es como si estuviera teniendo un
orgasmo que controla con la siguiente música que la vuelve más
incontrolable ya que se empina la botella dejando que el alcohol entre en su
sistema.
Llega un momento en el que mi cabeza disperse los efectos de lo que
me he tomado porque sé que en cualquier momento tendré que lidiar con la
mujer que sale de la zona privada y se va no sé a dónde y tampoco sé
cuántas veces ya he tenido que salir detrás de ella, cuidando de que no mate
a nadie en defensa propia.
—Voy por ella —se ofrece Dan y niego.
Así no debe tocarla nadie.
—Yo lo haré. Prepara los autos.
—Enseguida, señor.
De momento se desaparece de mi campo de visión y no la encuentro,
tampoco quiero que mis hombres intervengan porque mientras más lejos,
mejor, aunque no hace falta ya que tienen ley de silencio y de sus bocas no
debe salir nada que no deba.
Desde donde estoy, puedo ver el reflejo rojo que se mueve por la otra
acera en dirección a un carrito de hot dog, un sujeto la atiende y recién
recuerdo que no hemos comido en varias horas pero mi estómago no se ha
preocupado por eso ya que el estrés me desvanece todo pero no en este
momento que debo acercarme hasta la ebria que rebusca en su bolso, se
tambalea, saca la Glow metiéndosela entre las piernas para poder seguir
hurgando.
El hombre la mira extraño. Ella lo señala y sigue buscando.
—Tengo dinero por aquí... Espere señor salchicha...
Se va de lado, debo sostenerla antes de que el piso la reciba y pase
vergüenza «Como siempre que se embriaga» El arma se le cae y debo
recogerla, metiéndomela en la parte baja de la espalda. El sujeto nos mira
asustado y con prisa prepara lo que pidió.
—Creo que tengo el bolso de la chica que sale en la película de... los
magos... NO recuerdo cómo se llama......—arrastra las palabras.
—Hermione Granger —le recuerda el sujeto.
—¡Esa... mismaaaa!— se ríe.
El hombre intenta no mirarla más de la cuenta y por mi parte debo
morderme la lengua para no estresarme cuando comienzan a comer como si
su vida dependiera de ello, hasta que...
—No tengo dinero en el bolso... ¿Me prestas?— me pregunta.
Suspiro, guardando la calma que con ella normalmente no tengo.
—¿Cómo me vas a pagar después?— la molesto, rebuscando en mi
bolsillo.
Saco un fajo de billetes de gran denominación y pago. No tienen
cambio y no pienso esperar así que lo dejo así.
—Una buena tanda de mamadas y ya está.— contesta, con sarcasmo
Debería darme ganas pero en vez de eso, me molesta que aunque esté
ebria se vea tan provocativa y llame la atención de los hombres que están a
un lado.
—Mejor come, ya me quiero ir —mi mirada los hace dejar de buscar
lo que no se les ha perdido— No quiero causar una masacre.
—No es necesario que mates a nadie. El señor sabe hacer los hot dog
—le sonríe—. Están deliciosos.
—Gracias, señorita.
Me pellizco el puente de la nariz.
Me sorprende todo lo que se puede comer: 6 hot dog y dos refrescos y
aún así, queda con hambre. Al parecer tiene una trituradora en el fondo del
estómago.
—¿Tú no piensas comer algo? —se detiene de golpe cuando le digo
para irnos.
—No.
—Debes comer...
—Luego.
—¿Luego cuándo?
La tomo del brazo cuando cruzamos la calle, lo menos que quiero sería
que un carro la arrolle y con eso se vayan mis folladas. Se queja por todo y
no pienso aguantarme sus pataletas así que ordeno que nos lleven al hotel y
a las malas debo subirla al auto aunque me intente convencer de ir a otra
discoteca «No me arriesgaré a un espectáculo».
—Tengo calor— se queja, sacándose la camisa, intenta hacer lo mismo
con el brasier pero la detengo— Hace calor...
No la voy la follar así ebria y menos dejaré que me seduzca con su
"tengo calor".
—Tengo ganas de vomitar —sigue.
—Te mato si lo haces— advierto.
El carro va en movimiento y está tan loca que baja la ventana y saca la
cabeza soltando la harcada que me hace sostenerme la cabeza antes de
tomarla de la cintura evitando que salga volando. Mi molestia arrebasa los
niveles cósmicos y me desconozco porque nunca antes me habían sucedido
cosas así y ahora con ella me las tengo que calar porque simplemente y
llanamente no sabe controlar la bebida y aún así pasa el licor como si fuese
agua.
—¿Nos detenemos, señor?— pregunta Dan desde el asiento de
copiloto.
—Claramente, no pienso dar una caravana de lluvia de vómito— me
hartan las preguntas estúpidas.
Aparca el auto y en menos de nada sale disparada hacia el desagüe de
la acera, debería ahogarla en el agua sucia, pero me contengo mirando
como suelta todo lo que tiene en el estómago antes de darle un envase con
agua. Se enjuaga la boca varias veces y esto no hace más que recordarme la
última vez que me hizo algo tan bajo como esto y ahora se repite de igual
forma. «Este no soy yo»
Vaya forma de intentar divertirme: terminando en medio de la calle,
viendo como alguien está a punto de perder el estómago por la boca.
Por suerte, se queda dormida con la cabeza sobre mis piernas y ya esto
es sobrepasar los límites de mi tolerancia, pero cada que intento apartarla,
se mueve y si se despierta sería peor, ya amaneció como para empezar el día
con lo mismo de hace un rato.
«Me estoy arrepintiendo de haberla traído»
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Venus
«Te embriagas y para colmo, no te controlas»
«Vergüenza es poco para describir lo que sentimos en este momento»
«¡No deberías probar más alcohol en el resto de tu vida!»
Quiero soñar algo bueno, pero mis subconscientes aparecen a cada
nada para regañarme y no sé por qué, no recuerdo haber hecho nada malo.
Mi cabeza trae lo último que sucedió antes de salir del bar y comer esa
tanda de hot dog, del resto: no recuerdo absolutamente nada.
Mi cuerpo se siente entre suaves nubes que me abrazan y no sé cómo
llegué a la cama, cada que intento recordar es como si me martillaran la
cabeza con puñal. «Siento que muero» la boca me sabe amarga y no puedo
abrir los ojos.
La oscuridad le sienta bien a mis párpados, mi cabeza me pide más
descanso pero intento moverme queriendo comprobar que no estoy
convaleciente pero un estruendo se forma en mi estómago, la garganta se
me comprime encendiéndome las alertas avisando que voy a empeorar.
Como flash, me levanto corriendo, la oscuridad no es mucho problema
y por suerte no choco con la puerta del baño cuando entro. El vómito por
suerte no es mucho pero aun me siento horrible y debo lavarme la boca
varias veces, recordando la última vez que me dije que no probaría otra gota
de licor «Ahora toca aguantarme el malestar».
Tomo una ducha dejando que el agua fría me espabile por completo,
aún así, tengo sueño, rápido me seco el cabello y lo desenredo antes de
hacerme una trenza baja. Me enjuago la boca con enjuague de menta, hhago
uso de la crema hidratante que encuentro en la cesta repleta de muchas
cosas personales. Mi piel queda suave y la sensación me gusta creo que
demasiado porque mi entrepierna se moja y no recuerdo haberle dado
acción ayer.
Aunque no puedo obviar lo que me hizo mi jefe en el jet. Se está
haciendo costumbre y no me molesta.
Uso un albornoz seco, salgo del baño, la oscuridad vuelve a
envolverme, tanto que quiero dormir todo el día, no sé qué hora es, si puedo
o si debo pero me lanzo en la cama, cayendo sobre algo o mejor dicho...
Sobre alguien. Rápido me levanto, asustada por el quejido molesto que
suelta el hombre que enciende la lámpara de la mesita.
Se pasa las manos por el cabello y mi cabeza se vuelve un caos con las
preguntas que se revuelven y no se organizan para preguntarle si durmió
conmigo. «Eso es obvio, está aquí».
—¿Sigues ebria o estás en modo loca 2?
—¿Dormiste conmigo?— la pregunta sale en un hilo de voz
Frunce las cejas, apoyándose de los codos. Está sin camisa y... Por la
madre santísima que bendijo el vientre de la mujer que tuvo a este
espécimen tan hermoso, bueno y... Mis ojos se pierden en el prominente
bulto que se marca en las sábanas blancas «La Herodesconda».
Chasquea los dedos, devolviéndome a la realidad.
—Tú dormiste conmigo; te entró la locura y te viniste de tu habitación
para acá, claramente no iba a irme para otra y menos con el dolor de cabeza
que tenía por TÚ..— me señala, molesto— ...culpa.
Mis ojos escanean la habitación y recién me doy cuenta que no es la
mía.
—¿Qué hora es?— es lo único que sale de mi boca porque de repente
me siento acalorada y con ganas de subirme sobre él.
—Hora de que te vayas para tu habitación y me dejes dormir.
Estira la mano, buscando su teléfono sobre la mesita de al lado y no
dejo de mirar despampanante que se ve entre las sábanas, pero sobre todo lo
grande que se ve su mostruosa erección que se mueve cuando intenta
reincorporarse y...
Los cables se me cruzan, el cuerpo me traiciona y mando todo a la
mierda subiéndome sobre su regazo, la sorpresa lo toma pero soy rápida a la
hora de tomarlo del cuello y traer su boca hasta la mía.
Mi lengua toma la delantera y lo pruebo como si nada se comparara
con su sabor tan excitante y delicioso, porque en realidad es único y una
clase de droga para mis pobres hormonas que gritan llenas de deseo y
ganas. Sus manos se posan sobre mi trasero y me refriego sobre su erección
aunque las sábanas sean la única barrera que separa nuestras pieles.
Acaricio su nuca y entierro las manos en su sedoso cabello. Me gusta
mucho la cercanía que siento estando así y pudiendo tocarlo. La carne de
los glúteos me arde pero disfruto de las palmadas que me proporcionan sus
manos.
Sus hombros me gustan y no me contengo al pasar la lengua por su
piel. Sus pectolares me llaman y conduzco las manos hacia ellos pero en un
rápido movimiento me deja contra la cama y su cuerpo sobre el mío.
—Agarras confianza muy rápido, Adler.— susurra con voz ronca
Sonrío, dejando las manos sobre ellos.
—Un día la tendré por completo y lo voy a disfrutar.
—A veces me pregunto por quéue piensas tantas cosas absurdas—se
levanta y, oh, sopresa, está desnudo.
Rico.
—No son absurdas, ¿no has pensado que algún día llegues a
enamorarte de mí?
Suelta a reír y no me responde. Se va al baño pero se detiene en el
umbral y ladeo la cabeza, reparando las gruesas piernas y el trasero
redondo.
—Después de comer nos iremos, así que anda alistándote.— es todo lo
que me dice.
Me meto debajo de las sábanas disfrutando del olor de su fragancia.
Aún no entiendo cómo puede estar tan tranquilo cuando tiene una erección
tan dura, se nota que no es un hombre fácil y destesto eso pero a la vez me
gusta en parte. Eso dice que no se acuesta con cualquiera aunque tenga
ganas.
Sólo sé que cuando se descargué, me dará como cajonera vieja.
—Amén— susurro elevando las manos.
Me levanto, intento abrir las persianas de los ventanales pero resulta
que necesito un control y lo encuentro dentro de la cajonera. La luz de la
mañana entra en cantidades y la vista del mar es lo que me hace sentir como
una persona normal porque por primera vez me siento fuera de todo y...
—Estamos en las Bahamas.— habla el pelinegro, saliendo con una
toalla al rededor de la cintura y otra secándose el cabello.
No sé de dónde surge la ola extraña que me hace sonreír y salir al
balcón en busca de aire y sol. Desde aquí escucho las olas del mar, en la
parte de abajo visualizo una enorme piscina y una especie de gimnasio al
aire libre.
Anoche no estuve en hora laboral y por lo visto hoy tampoco y eso
solo dice que... ¡VACACIONES!
Tocan la puerta y entra una mujer con un carrito de comida que me
llama porque tengo demasiada hambre y la sopa que veo es lo que necesita
mi estómago en estos momentos.
—En el balcón— le indica mi jefe a la mujer que intenta no mirarlo
pero es imposible hasta para mí que me quedo viendo como le queda la
toalla y eso no evita que se le esconda la erección que aún tiene.
El balcón tiene una especie de techo y tomo asiento en la mesa, la
mujer acomoda la comida y me apresuro a devorar todo lo que mi estómago
aclama. Y momentos como estos, son los que necesito todos los días, viajar,
comer sin preocupaciones, no tener que estar al pendiente de la seguridad
porque he viajado por el trabajo y no tengo un solo descanso cada que eso
sucede. No es lo mismo venir en plan de amante que en plan
guardaespaldas.
El pelinegro sale a comer y mis ojos se quedan en el reloj que tiene en
la muñeca y que al parecer no se quita. Su atención se la lleva el teléfono y
no me preocupo por hablar, la vista del paisaje se roba la mía y así nos
mantenemos por un rato hasta que noto que me esta mirando y sigo el
trayecto de su mirada hacia la abertura que el albornoz le proporciona de
mis pechos.
—No son lo que acostumbro a ver, pero su firmeza y tamaño me excita
— confiesa. acalorándome más.
Siempre tan directo, es una de sus cualidades.
—¿Alguna otra cosa que te guste?
Se encoje de hombros mirando hacia el mar.
—Son pocas las cosas que me gustan y entre esas están: follar, matar,
tener poder, dinero...
—Y yo— aseguro, llevándome la taza de té a los labios
—Tú no estás en esa lista.
—Pero lo estaré.
—Cuando lluevan rocas.
Ruedo los ojos.
—¿Por qué eres tan distante, seco y odioso?— indago paseando los
dedos por el borde de la taza.
—Pregunta que no responderé.
No será fácil nada de esto.
—Al menos dime por qué no simplemente follamos y te liberas de la
leche que ya debes tener añejada desde hace días.
—¿Nunca te cansas de preguntar o hablar sin parar?.
—Cuando contestes no tendré porqué seguir preguntando— contesto
con obviedad.
Es tan pesado que. Asssss.
—Buen punto, pero eres tan terca que seguirás preguntando y
preguntando más cosas que quieras saber, por eso no quiero darte alas,
prefiero que te quedes con la intriga, son cosas que a nadie le interesan.
—A mi sí— confieso.
Sonríe sin ganas. Apoya el codo en la mesa y con los dedos juega con
el cuchillo que tiene cerca.
—¿Por qué te interesaría algo que a nadie más?— pregunta curioso.
Me encojo de hombros, suspirando.
—Porque a mí si me importaría— soy sincera
No dice nada y el silencio se vuelve pesado haciéndome pensar en la
cantidad de secretos que seguramentedebe tener y que quiero saber. Se
levanta y me manda alistar porque nos vamos. En albornoz regreso a mi
habitación, acomodo mi bolso al igual que me visto con algo cómodo
porque si son vacaciones y lo lógico sería disfrutar.
No tengo mucha ropa como la de anoche y eso es un problema, al
menos que le pida a mi jefe que pasemos por un centro comercial o no lo sé
pero la idea se desvanece al ver que en una de las camionetas están
subiendo unas cuantas bolsas de distintas marcas importantes y entre esas,
algunas de prendas femeninas.
Dan me mira y es algo que me incómoda porque debe estar pensando
que soy la peor persona y una ramera que está haciendo de juguete sexual y
por ello me gane el puesto que tengo hasta ahora. Lo cual no es así, pero no
puedo estar dándole explicaciones a nadie, la dignidad me la trago y me
centro en todo lo que debo hacer y el porque.
«Tengo mis razones» me repito al subir al auto del que bajamos en
frente de un muelle con muchos barcos y lanchas lujosas, camino detrás del
hombre que luce shorts playeros y camisa suelta atrayendo toda mi
atención.
Un yate nos espera y abordamos en conjunto con los guardaespaldas.
Dan conduce y me voy a la parte superior tomando asiento en los sofás al
lado de un jacuzzi y disfrutando del olor del mar, la brisa y el trayecto que
poco a poco me muestra una isla a la que bajamos en otro muelle.
Son muchas islas pequeñas y en todas se ven complejos hoteleros y
todo tipo de estacionamientos para hospedarse como el que tenemos en
frente que consta de grandes y cómodas cabañas privadas. No se ve mucha
gente caminando de aquí para allá y es algo que me gusta porque puedo
nadar desnuda y nadie me verá.
No ayudo en nada, simplemente camino detrás del pelinegro que entra
por el sendero de piedras de una cabaña grande, decoración playera y
grandes ventanales. La puerta sede, entramos a una gran sala con chimenea,
sofás, el olor a caoba es delicioso y se intensifica a medida que me adentro
mirando la majestuosidad de lugar en donde nos dejan solos y dos mujeres
se acercan a encargarse del equipaje.
—Ve a prepararte, iremos a navegar— me dice antes de perderse
subiendo las escaleras
Una de la mujeres me guía hasta mi habitación con vista al bosque y
hacia otras cabañas a unos cuantos metros. Las sábanas de la cama son de
un amarillo pálido y no se quién dormirá aquí porque yo pienso hacerlo en
la misma cama del hombre que entra justamente cuando termino de
quitarme la ropa.
Sus ojos escanean mi cuerpo y se quedan en mis ojos. No me muevo y
él lo hace, cogiendo una de las bolsas, rebusca y saca un bikini que si me
tapará los pezones, será un milagro.
—Usa éste, me gusta el negro y el rojo ya lo tienes en el cabello— me
dice.
—Te gusta el rojo y el negro, a mi me gusta el negro y el azul—
confieso.
Suspira profundamente paseándose por la alcoba.
—Mi habitación es la de al lado, así que no ronques mucho.
—Nuestra habitación, porque voy a dormir contigo.— esclarezco— y
no digas que ronco, yo no hago eso.
—Ajá. Cuéntame otro chiste.
—No soy payaso.
—Parece que sí— responde de mala gana.
Ruedo los ojos, le saco la lengua cuando se va.
No lo soporto, y creo que más que vacaciones, esto será una tortura por
su culpa.
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Besitos.
Osly.
Capítulo 38

___✧✧Jugando con fuego✧✧_______

Herodes
Al parecer estoy con una persona que nunca en su vida había
experimentado lo que se siente estar en plan de descanso, porque se me
adelanta y deduzco que se va a la cubierta del yate.
Estamos solo nosotros dos, además de dos tripulantes encargados de la
comida y la limpieza. Organizo todo antes de irme en su búsqueda, en el
borde jacuzzi, se saca las zapatillas y reparo su trasero cuando entra al agua
y mueve la mano, invitándome a que haga lo mismo y no dudo ni lo pienso
dos veces.
Tengo un dolor insoportable en los testículos, necesito que el agua me
calme la calentura que incrementa con la vista que tengo en frente; ella
esparciendo agua por sus hombros y pecho, sin dejar de mirar alrededor, la
vista tan exótica que nos rodea de mar, montañas y cielo despejado.
Mis músculos de relajan bajo el agua, recordando el largo tiempo que
tenía sin hacer algo así, no solo yo, ella está en las mismas, posando sus
ojos sobre mí, tentandome.
—Te seré sincera al decirte que me gusta estar aquí en plan de
descanso —se acerca, despacio, atando su cabello, sin dejar ningún mechón
suelto— Este yate es magnífico. Muy bien podría ser un crucero, es gigante.
—Mientras más espacioso, mejor. Me gusta la comodidad —veo sus
tetas.
Ese traje de baño le queda muy bien.
—¿A cuántas has traído aquí en plan de amantes disfrutando de un
descanso? ¿O solo a tu novia?
—Unas 20 mujeres —contesto con arrogancia— Tu eres la 21.
Enarca una ceja.
—Vaya, no me sorprende, tu cara grita lo promiscuo y Playboy que
eres —se regresa al otro extremo, molesta—. Asco, estoy bañándome en
donde se metieron 20 vaginas más. Estoy corriendo el riesgo de contraer
una enfermedad en la piel.
—¿Celos?
Deja los brazos en el borde, mirándome con suficiencia.
—No ¿Sabes por qué? —alardea— Porque ningúna de esas ha hecho
ni la cuarta parte de lo que yo...
Suelto una carcajada ronca y burlona.
—Tan soberbia y arrogante, Adler ¿Qué te garantiza eso?
—Tu sabrás.
Mi cabeza se imagina miles de cosas que puedo hacerle y no me
contengo, la atraigo hacia mi, dejando que siente en el borde antes de
deshacerme de la prenda que cubre su entrepierna. Los dedos los paseo por
sus muslos y esta tan rica que ansio pasar la lengua por ese exquisitez que
tiene.
—Yupii, seré la número 21 en follar aquí contigo —comenta con
desprecio—. Se siente horrible, Herodes.
Ruedo los ojos.
—¿Puedes dejar el sarcasmo? —me levanto, tomándola del mentón,
batallando con su lado mimado.
—No.
—Eres la primera que está aquí conmigo. Este yate es nuevo. Además
—la tomo del cabello para que me miré aunque se resista— No debería
estarte dando explicaciones.
—¿No? —me aparta y busca irse pero la tomo entre brazos—
Suéltame.
—¿Quieres que te lance al mar y dejé que con suerte te coma un
tiburón? Deja los caprichos y celos.
—No son celos. Simplemente es...
—Mejor no hablemos de ligues, putas o sumisas. No vinimos para eso.
—¿Entonces para qué? —me mira con fiereza.
La vuelvo a dejar en el borde, abriéndole las piernas y tocando su
entrepierna mientras que con la otra mano, masajeo uno de sus muslos.
—No hace falta una respuesta a esa pregunta —miro como se resiste,
pero la penetro con dos dedos, debilitando su autocontrol— Confórmate
con saber que no soy de dar mi tiempo así como lo estoy haciendo solo
porque necesito un descanso y el sexo contigo no puede faltar.
Arquea la espalda y jadea. El agua me cubre del abdomen para abajo y
me mantengo arrodillado con las manos sobre sus rodillas.
—Abre más— le pido.
Sube las piernas, apoyando los pies en el borde y la tomo de la cintura,
atrayendo su sexo a mi boca. Disfruto de su embriagador sabor sin
importante si estamos al aire libre. El yate ya va de camino y no me importa
otra cosa que no sea seguirme comiendo el coño de la pelirroja que entierra
en mi cabello los dedos de una mano.
—Mierda...— los jadeos los deja salir y eso me vuelve un manojo de
ganas.
Se corre y no la dejo respirar porque me pongo de pie, sacándome la
polla y penetrándola de una sola estocada. Las tetas se las saco y me
apodero de ellas con chupetones que dejan marcas que me prenden porque
su piel es tan blanca que me provoca enrojecerla a mi antojo.
No dejo de embestirla duro y con ganas, le gusta, sus gemidos me lo
confirman y más el que mencione mi nombre o ese apodo que suele decir
con un tono de placer absoluto y que me vuelve una bestia que se aferra a
sus hombros buscando más profundidad porque me encanta la manera en
que su sexo se enrojece y me la aprieta cada que me hundo y salgo rápido.
El sol empieza a esconderse con la llegada de la noche y no sé cuantas
veces ya he estado dentro de la mujer que ahora se aferra al sofá mientras la
embisto y disfruto de la brisa del mar, no sé qué es mejor, si haber venido
con ella o estármela cogiendo a pesar de incumplir muchas de mis reglas.
No nos cansamos y en cada sitio nos detenemos para besarnos y
tocarnos. Hoy es hoy y no la quiero soltar ni siquiera para comer porque la
siento sobre mis piernas dejando que pique el filete que se devora sin
olvidarse de mí ya que lo único que sostengo es el vino y con la otra mano
su cintura.
—Me gusta este tú— comenta, pinchando un trozo de carne que me
ofrece y recibo.
Mastico y lo paso con vino.
—¿Qué tiene este yo?
—Es menos... mandón y más predecible.
—¿Predecible?
Asiente, riéndose.
—Dejas que te toque, no tanto pero al menos me lo permites—
contesta triunfante.
—Entonces aprovecha, después de estas semi vacaciones te aseguro
que no seré este yo que al parecer te gusta.
—Me gusta solo que no seas tan Alpha o tan Herodes.
Frunzo las cejas.
—Entonces, define ambos.
Se acomoda sobre mis piernas. Pica queso y come, el vaso de jugo lo
deja vacío e intenta tomar vino pero no la dejo. No dejaré que pruebe más
licor y menos cuando esté conmigo.
—El Alpha es más mandón, temerario, ocupado y sobre todo no le
gusta ni siquiera que le dirijan la palabra cuando no es netamente necesario
— comienza—. Herodes es más odioso, no le gusta que lo toquen y
tampoco que lo vean como cualquiera porque él es "único y el mejor de su
especie". Aunque sinceramente no sé con cual de los dos estoy en este
momento ya que tienes algo de ambas facetas además de cosas distintas.
—Cosas distintas —repito, intentado saber a qué se refiere.
—Sí. Este tú es más romántico y no controla las ganas, creo que esta
faceta es la que dices no tener— responde.
—¿Romántico?— suelto a reír por lo que acaba de insinuar —Nada de
lo que hago es con la intensión de que sea "romántico" esa palabra no existe
en mi vocabulario desde hace muchísimo tiempo.
Me mira con los ojos algo cerrados. Con lentitud se lleva un pedazo de
filete a la boca y es como si me estuviera analizando.
—Espérate, entonces son dos palabras que no están en tu vocabulario:
el romanticismo y el enamoramiento.—deduce y asiento.
—Me sorprende que recuerdes la segunda.
—¿Por qué no lo haría? —me encojo de hombros en una señal de no
sé— Lo que me dices yo siempre lo recuerdo porque te presto atención y
me importa —confiesa.
La miro alzando una ceja y al parecer no se esperaba decir eso ya que
se cubre la boca y las mejillas se le acaloran en un gesto que jamás le había
visto y solo me devuelve al pasado con una patada en el tórax.
—Te veo mal, Adler.—le digo.
Se ríe nerviosa, intenta bajarse de mis piernas pero la retengo.
—Voy al baño— me dice.
—¿Por qué te pones así? Eso no es de amantes —le hago saber.
Mueve la mano, restándole importancia y suelto a reír sin poder
reprimirlo.
—Tú dices que en estos momentos no soy yo, básicamente soy un
desconocido. Ajá, pero tú tampoco estás siendo tan Adler. Creo que...
—No lo digas....—me amenaza, señalándome.
—Estás siendo muy Venus —termino la frase y creo que la cabeza le
va a estallar porque tiene la cara tan roja que me causa gracia esta faceta de
ella—: Eres menos seductora, Insolente y peligrosa.
—¡Cierra la boca!
«Se está volviendo loca»
Me pongo de pie y retrocede por primera vez desde que la conozco y
es algo que me hace reír porque nunca antes lo había hecho, siempre me
demuestra poder y lo que es ella. Pero esta vez la noto más... Y eso solo me
dice mucha cosas que me hacen tomarla cuando intenta salir corriendo.
El bofetón me deja ardiendo la mejilla pero no la suelto, mi fuerza
sobrepasa la suya y la subo sobre mi hombro ignorando las pataletas que
empieza a hacer, los puños me los entierra en la espalda pero no me
importa.
—Ya te estás acostumbrando a abofetearme— la azoto de camino a la
parte trasera del yate.
—¡Bájame!
—No entiendo por qué te pones modo sincera y después intentas
volver al modo psicóloga que intenta meterse en mi cabeza para saber más
sobre mí.
—¡Bájame, no es así!
«Mentirosa»
—Tus excusas me importan nada— espeto.
—¡No son excusas! ¡Herodes, bájame, joder!
—¿Ahora no soy un desconocido?
Me detengo en mi destino, sostengo su cintura y no deja de maldecir
de todo.
—¡Qué me bajes! ¡AHORA!— grita .
—Como quieras— la lanzo a la playa.
Emerge. furiosa se aparta el cabello del rostro y hasta acá siento sus
ganas de torcerme el cuello. Intenta salirse pero no se lo permito y eso la
termina de molestar.
—Ok, ¡regresaré nadando!— emprende la ida y de aquí a que llegue a
la orilla tal vez se seque el mar «Estamos lejos».
—Bien. Nos vemos allá— le digo.
Sigue nadando, va bastante lejos que por un momento se hunde y no
sale a la superficie «Si se muere sería deshacerme del mayor problema de
mi vida» debería meterme al yate pero termino lanzándome al agua en
busca de la tal vez ahogada pelirroja. «Se puede morir pero no hoy»
Salgo en busca de aire, el agua no está tan fría pero aún así se me
dificulta buscarla porque estamos en medio del mar y la luna está cubierta
por las nubes. El desespero empieza a tomarme y... De repente me hundo
con el tirón a mi pie. Intento safarme pero unos brazos se envuelven en mi
cuello sus piernas en mi cintura a la vez que subo con ella encima riéndose
como cabra loca.
El agua quizáz le llegó al cerebro y causó un daño porque me toma del
rostro plantándome un castro beso.
—Como rescatas a tu fetiche favorito— vocífera.
Intento apartarla pero se aferra como garrapata.
—Suéltame.
—Tengo frío, llévame al yate y después a la cabaña me provoca
sentarme en frente de la chimenea— me dice.
—¿Desde cuándo me das ordenes?
—Desde que te preocupaste porque "me estaba ahogando" y por eso te
lanzaste a rescatarme.
Ruedo los ojos. La luz de la luna aparece y gracias a eso puedo detallar
su rostro, los labios rosados y la nariz pequeña y acorde a sus suaves
facciones. Se ve tan inhumana que pude lograr que se me olvidé lo
fastidiosa que puede llegar a ser.
El silencio nos toma y me repara igual que yo a ella, con la diferencia
de que...
—Mejor vámonos— nado hacia el yate.
Uno de los tripulantes la ayuda a subir y facilita dos toallas, recibo la
mía yéndome adentro en busca de un trago de vodka.
—Pido uno— me sigue.
—Tu puedes tomar agua o jugo, pero no nada que contenga licor.
—Ajá. Porque tú me mandas como si yo no tuviera voz ni voto —
espeta.
Busca en la licorera sacando una botella de coñac, la abre y la detengo
quitándosela.
—No lo harás.
Refunfuñando se va y hasta la sed se me quita porque destesto cuando
opta por ponerse así.
Pretende ignorarme y lo hace hasta cuando regresamos a la cabaña, a
grandes zancadas se adelanta entrando y subiendo las escaleras pero se
detiene volviéndose hacia mí.
—Te detesto— me dice con determinación.
—Eso no es lo que parece cuando te tengo ensaltada en mi miembro—
contraataco.
Furiosa se pierde por un momento hasta que regresa con una botella de
vino y dos copas.
—Mejor hagamos algo...—se va hacia los sofás, la chimenea está
encendida y toma asiento sacándose las sandalias— Vamos a quitarnos el
estrés, ven aquí.
Es bipolar y loca, todo lo que me va a hacer matarla.
Sirve en ambas copas y sacudo la cabeza porque es tan insistente que
termino sentándome a su lado. El calor me toma y no puedo contener las
ganas que me surgen al ver como las luces del fuego resaltan su cabello.
Rodeo el sofá y tomo asiento consiguiendo que sonría.
—Sólo beberé una copa.— me ofrece una, toma la otra y se la lleva a
la boca pero se detiene exaltada —Falta música para el apojeo.
¿Para qué? Ahora sí está más loca.
Rápido se levanta, sobre la chimenea está el tv y también un gran
estéreo en el que rebusca hasta que la música comienza con una melodía
que perfectamente recuerdo porque sonó anoche en la discoteca y
justamente en ese momento en que bailé con ella.
—Pillowtalk de Zayn— comenta, subiéndole un poco al volumen.
Reparo el semi hilo que resalta su trasero y me dan más ganas de
embestirla sobre la alfombra que tiene bajo los pies.
Se regresa al sofá, ests vez toma asiento, mirándome con las piernas
cruzadas mientras sostiene la copa que tocan sus labios cuando bebe del
contenido sin perder el contacto visual. No dice nada y yo tampoco, ni
siquiera entiendo qué hacemos así en vez de estar en mi habitación o la
suya.
Mira mi muñeca y toca lo que la adorna. Sus dedos acarician el reloj y
sus ojos me miran intentado persuadirme cuando intenta quitarlo pero la
detengo.
—¿Qué haces?
—Está muy bonito. Últimamente lo utilizas mucho, ¿Un regalo
especial o...?
Bebo de mi copa mirando el contorno del lado del rostro que le
iluminan las llamas del fuego.
—Un regalo— contesto restándole importancia.
—¿De quién?
Alzo una ceja.
—¿Importa?
—Sí, seguramente fue...
—Megan, se supone que hoy es mi cumpleaños pero me lo dió antes—
contesto antes de que se ponga insistente.
Guarda silencio sin decir nada, deja la copa de lado y observa la
chimenea como intentado descifrar algo pero su acción me toma
desprevenido y en menos de nada la tengo sobre mis piernas buscando mis
labios y aferrándose a mi camisa.
Dejo la copa de lado en busca de libertad en las manos para poder
quitarle la prenda de arriba la cual cede dándome vía libre para prenderme
de sus tetas. Mi cuerpo se enciende, me saca la camisa besándome el cuello
y pasando la lengua por esa área que me la pone dura en menos de un
minuto en el que tiro de su cabello y me mira con la lujuria latente en ese
gris que tanto busca meterse en mi cabeza.
—¿Puedo darte un regalo? —pregunta bajito.
Tiro de su labio asintiendo. Desliza las manos por mis brazos hasta
llegar a la mano que sostiene su cintura, la quita y es rápida sacando el reloj
que sostiene para que lo mire.
—Está muy bonito pero...—se da la vuelta, arrojándolo a las llamas de
la chimenea— No me gusta en tu mano y me vale cuanto haya costado.
—No significa nada.
—Bien, te daré el mejor regalo de cumpleaños que hayas recibido,
espero que te guste.
No alcanzo a preguntar porque me besa y claramente sé a qué se
refiere y no me molesta. Ese reloj me importa una mierda y nada en
comparación con lo que voy a disfrutar estar haciemdo jadear a la mujer
que me deja chuparle el cuello aunque le deje marcas. Se refriega sobre mi
erección llevándome a un viaje que no debería pero me envuelve y me
olvidó de todo el entorno y solo me concentro en ella y las líneas de la
canción que vuelve a repetirse y...
—Feliz cumpleaños, Herodes —susurra contra mis labios.
Un día sin importancia que me estoy disfrutando porque está fecha no
representa nada para mí, pero si el estar así complaciendo mis demonios
internos con los de la mujer que me hunde en un obsesivo placer que en
cualquier momento se volverá destructivo.
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Venus
Correrme no me quitará las ganas que vuelven a encenderse cuando
sube las escaleras conmigo sobre su cintura. La puerta la abre rápido y en
menos de nada me deja en la cama, subiéndose sobre mí.
Sus manos buscan tocarme de nuevo y me dejo, tuve dos orgasmos en
la sala pero estoy como si no hubiera sucedido. Enterarme de que es su
cumpleaños solo me causó una sensación extraña que quisiera quitarme
pero en vez de eso dejo que vuelta a estar dentro de mí dándome como solo
él sabe.
Mi cabeza me reprocha el no haber sabido pero ¿Cómo iba hacerlo?
Ayer llegamos justamente a la media noche y no soy adivina para haber
sabido y por lo visto no es como si a él le causará felicidad estar
cumpliendo años. De todas formas ya lo sé y al menos aún no se termina el
día, quedan dos horas y disfruto de su salvajismo ligado a la ardiente sed de
sexo que me demuestra poniéndome en cuatro.
Mis paredes lo reciben, me voy acostumbrando al tamaño, aún tengo la
canción dándome vueltas en la cabeza desde anoche en la discoteca.
El cansancio llega después de un rato y caigo a su lado, acomodo la
almohada y dejo los brazos debajo de mi mejilla. Las persianas del ventanal
están abiertas y desde aquí puedo ver la hermosa vista de la luna
reflejándose también en la lejanía del mar, haciendo que mi cuerpo se sienta
como nunca antes.
—Es impresionante lo infinito del mar— comento con el cuerpo
envuelto en un calma gigantesco que se rompe cuando noto que se quedó
dormido.
Es la primera vez que lo veo así tan tranquilo y destilando calma.
Podría hacer lo que mi instinto me grita, sin embargo no lo hago y me
quedo mirando sus facciones por un largo rato en el que quiero dormir pero
me preocupa la situación en la que mi cuerpo se encuentra y la tranquilidad
que siento al estar al lado de un hombre como él.
Es impresionante como puede estar dormido y aún así se verse igual o
más apuesto que siempre. Estoy inquieta por tocarlo pero sé que no le
gustará y algo me dice que se despertará.
Mi cabeza me intenta convencer de que me vaya a mi habitación pero
mi cuerpo se niega a moverse y termino dejando que el sueño me venza
hasta quedarme dormida al lado del hombre que en algún momento tendré
que destruir aunque me cueste la vida.
[...]
Algo suena pero estoy tan feliz entre las sábanas de la cama en la que
sigo acostada al lado del hombre que duerme dándome la espalda que
quisiera tocar pero el sonido insistente vuelve de nuevo haciéndome
levantar con cuidado.
El sol entra por el ventanal, y para que no sea un molestia, opto por
cerrar las persianas antes de buscar el aparato del pelinegro que duerme.
Alguien debe estar intentando comunicarse con él porque vuelven a insistir
hasta que lo consigo en la cajonera de al lado.
La pantalla me muestra el nombre de su novia y cuelgo pero insiste, el
sonido lo despierta a él que me toma de la mano, tira mandándome a la
cama y me arranca el aparato colgando antes de subirse sobre mí,
sosteniendo mis muñecas, dejándome inmóvil.
—No vuelvas a hacer eso— me regaña.
Su voz mañanera es la mejor sinfonía mañaners para mis oídos.
—Lo hubieras apagado, llevaba ratos sonando y me despertó— me
quejo.
—¿Te despertó?
Asiento automáticamente.
—Lo apagaré para la próxima.
—Es lo mejor. Tu novia no me agrada y...—corto las palabras con un
suspiro cansado— Mejor no hablaré de ella, solo te diré que como novia no
tienes un pan de Dios.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Nada. Sólo bésame y ya.
Busco sus labios pero me quedo tiesa al sentir la erección mañanera
tocar mi abdomen cuando merma el espacio dejando sus labios muy cerca
de mí oído causándome contracciones en la parte baja del vientre.
—Eres mejor que cualquier cosa costosa que intenten regalarme en un
día como el de ayer, pero que eso no te llene el ego o la confianza porque
sabes que no pretendo que eso suceda —susurra.
El tirón al lobulo me eriza los vellos del cuello haciéndo click en ese
botón que me hace abrir las piernas invitándolo pero eso no sucede, se
levanta rápido y no me queda de otra que mirarlo irse al baño.
—¡Necesito que tu lado desconocido vuelva aunque sea por este
momento!— exclamo.
«Te estás volviendo adicta y eso no nos gusta» me dicen mis
subconscientes.
Me levanto como alma que lleva el diablo, no me va a dejar así, eso si
no. Cruzo el umbral, se esta cepillando los dientes y lo abordo por detrás
tomando las manos en la carne tan suave de su firme trasero estilo pelotero.
Se da la vuelta tomándome de las manos y no hace falta que me diga
que no lo hará, sus ojos me lo gritan y la manera en la que me mira.
—Nos vamos, tengo que viajar y tú vendrás conmigo.— dictamina.
—Pero...
—Pero nada, Adler. Ve a vestirte.— me ordena.
Me cepillo los dientes mientras se ducha.
Salgo del baño rebuscando que usaré pero vuelve a sonar su teléfono,
hastiada voy por el y sin querer leo el mensaje que queda en la pantalla de
bloqueo.
El aura de siempre nos envuelve cuando sale, revisa el teléfono, lo ojea
sin decir nada. Nos alistamos, se muestra igual o peor de odioso y distante
que antes lo que me hace saber que volveré a empezar desde el comienzo,
después que había avanzado mucho.
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Besitos.

Osly
Capítulo 39

______✧✧Sobredosis✧✧_______

Megan
El divorcio es algo que en algún punto tiene que suceder en una
relación y si no: es porque ambos polos usan la comunicación y el tiempo
juntos. Claramente lo que no hacen mis padres debido a sus vidas tan
ocupadas. Ni siquiera tienen tiempo para sus hijas, pero a mamá no la culpo
por obvias razones.
Llevo aproximadamente una hora dando vueltas en la silla del
escritorio de la oficina de la empresa de papá.
Tengo que revisar y elaborar algunos formularios importantes antes de
irme, no tengo los ánimos suficientes debido a todo lo que tendré que pasar
hoy y al menos quisiera un sustento para que me relaje un poco.
Vuelvo a tomar el teléfono intentando comunicarme con mi novio,
llevo la mañana en eso y no se digna a responderme, es normal. Sé que en
sus cumpleaños suele desaparecer por dos o más días. No estoy de acuerdo
porque en parte quisiera estar con él, pero no acepta que nadie, ni siquiera
su familia le haga compañía.
—Señorita, ya llegaron sus amigas— me avisa la secretaria.
—Diles que pueden pasar.
Dejo el teléfono de lado apoyando los codos en el escritorio. Mis
amigas entran y me sorprende lo bien que se ven, tenía casi un mes sin
verlas y se debe a que prefieren estar de viaje por sus trabajos sobre
mercadeo de empresas.
—Si no es así, entonces no te vemos —me reclama Cira, tomando
asiento.
—Tan graciosa. No sabía que estaban en la ciudad, ni siquiera se
preocuparon por avisarme —me defiendo.
—Lo hice, pero talvez estabas tan ocupada que no lo notaste.
—Yo pasé por tu casa, pero como de costumbre, no había nadie —
Cleo se defiende.
—Lo siento. He estado con muchas cosas por hacer y...
—El divorcio de tus padres. De verdad que lo siento por eso—me dice
Cira.
Sonrío sin ánimos. Es algo que se veía venir.
—No te preocupes, estoy bien.
—¿Segura? —pregunta Cleo.
—Por supuesto. No tengo 10 años y entiendo el por qué de todo.
Amabas se miran, optan por mejorar el ambiente con anécdotas sobre
sus viajes. Me cuentan que estarán aquí esta semana y que quieren que
vayamos de fiesta, a comer, de compras y quizás que hagamos una de esas
pillamadas que desde hace tiempo no disfrutamos.
Las conozco desde que estaba en la preparatoria. Son mis amigas más
cercanas y considero que las mejores, de hecho les tengo mucha confianza y
los primeros días del divorcio estuvieron conmigo aunque luego tuvieron
que irse a Hamburgo.
—¿Cómo vas con tu novio?— indaga Cleo.
—Supongo que bien, nada nuevo que contar. ¿Ustedes como van?
—De maravilla. Para nuestro aniversario, Cleo tuvo la maravillosa
idea de hacernos un tatuaje de pareja, se me había olvidado decirte .
Ambas me muestran sus muñecas y quedo encantada con los
corazones invertidos sobre una especie de rosa con hojas en un costado. Sus
pieles blancas los hacen ver mejor y de momento quisiera hacerme uno pero
recuerdo que los antebrazos de mi novio ya están llenos.
—Admiro su relación— soy sincera— Siempre tan juntas y
prefiriendo trabajar en conjunto para que suceda.
—Por lo visto tu relación no va muy bien, la nostalgia se te sintió en
esas palabras— Cleo me toma la mano— ¿Qué sucede?
En realidad nada, pero...
—No lo sé, últimamente me siento extraña, con una sensación de mal
presentimiento en el pecho. — confieso.
—¿Por qué crees que sea?
Mi cabeza manda la respuesta pero me la reservo porque aún no estoy
segura.
—Tal vez porque no he pasado tiempo con Herodes.
—Tu novio se desaparece todo el tiempo, la última vez que lo ví fue en
la revista de Forbes. Siempre lo están vanagloriando y no lo culpo, su rostro
debería estar valorado en un par de millones, sin contar su físico. —me dice
Cira.
—Prefiero a mi Cleo, pero no niego que tú novio podría sacarle de este
lado si se lo propone.— contesta la castaña, su novia la mira mal y suelta a
reír dándole un beso— Mentira, cosita.
—Ustedes y sus cosas— bromeo.
Quedamos en salir en la noche. Las dos se van y me apresuro a un
junta importantes antes de cumplir con mi presencia en la reunión en donde
mis padres se van a terminar de separar. Llego y no me sorprende ver solo a
mi madre, luce normal con un traje a la medida y el cabello recojido.
Aunque quiera demostrar que no le afecta, yo sé que sí y por ello la abrazo
cuando me acerco a su puesto.
—Todo estará bien— le susurro.
—Lo sé. ¿Y tú hermana?
Me separo dejando la cartera sobre mi puesto.
—Creí que estaba aquí.
—Ni siquiera me ha avisado si vendrá.
Tracy es a la que más le ha pegado esta separación, no me sorprende si
no viene y prefiere quedarse fumando.
—Ya vendrá— la ánimo aunque mis esperanzas sean nulas.
El abogado que lleva el caso, aparece y los minutos pasan trayendo
consigo la ausencia de los dos impuntuales Gelbero. Intento llamar a mi
hermana pero tiene el teléfono ocupado y uno de sus escoltas me dice que
está en una sesión de fotos y no quiere que la molesten.
«Cree que llenandosé de trabajo logrará sentirse mejor»
Papá tampoco me contesta pero me envía un mensaje con la típica
excusa de que estaba en una reunión importante y ahora lo cojió el tráfico
de la ciudad.
—Disculpe la irresponsabilidad de mi ex esposo— habla mamá,
apenada.
—No se preocupe. Comprendo la situación del país y la cantidad de
trabajo que ha de tener el ministro.
—Podía hacer una excepción al menos hoy.— murmura con disimulo.
—Ya viene en camino— le informo.
—Aleluya.
El abogado organiza los papeles pertinentes para todo e intenta verse
poco afectado a pesar de la hora que llevamos esperando.
—Entonces no nos hará daño esperar un par de minutos más, ¿No
crees, Susan?
—Si no viene puede proceder, no me importa lo que eso conlleve. Lo
sé y no pienso esperar más, tengo cosas por hacer y aún así me tome la
molestia de estar aquí— se molesta, paseándose de aquí para allá
El hombre intenta calmarla, pues se conocen y mamá puede ser
abogada pero alguien más debe llevar el caso. Reviso mi teléfono, papá
llega y le resto importancia a beso que me da en la frente.
—¿En dónde está Tracy?
—No quiso venir y no me preguntes. Dígnate a llamarla aunque sea
tres veces a la semana cuando estés fuera de casa.—le reclamo.
—No empieces.
Se va a su puesto y lo ignoro. Por su culpa nuestra familia se fue a la
basura y Tracy está destruyendo su vida con la mierda que fuma para
intentar olvidar las peleas continuas, los engaños y los problemas que
surgían cada que su ausencia repercutía en la tranquilidad de mi madre que
no tardó en atar cabos.
Me duele y no contengo la molestia de verlos juntos pero a punto de
firmar ese estúpido papel que los terminará de alejar a ellos y a nosotras que
ya no seremos las mismas, eso lo sé.
Los sucesos del año pasado se me repiten en la cabeza y esa última
cena navideña en que viajamos a Londres a casa de los Blackwood.
Después pasamos año nuevo en Tailandia, esas si eran reuniones familiares.
Pero después que papá tomó ese cargo, todo cambió y ahora ser ministro es
más importante que su familia.
Según él "no es asi'', pero no hace el más mínimo intento por pasar
tiempo con nosotras y eso es lo que más me molesta porque al menos mi
madre hace el intento. Pero la cereza del pastel no fue esa, fue la falla que
tuvo y de hay deriva su "estoy ocupado, debo viajar". En veces puedo
tolerarla, pero eso no dice que la voy aceptar.
—Legalmente ya están separados, ¿Cómo van a proceder?— pregunta
el abogado.
Mamá se acomoda en la silla y papá ni siquiera la mira.
—Allá afuera están varios reporteros, saben que vengo a terminar con
este matrimonio, no creo que tenga tiempo para darles detalles que no
necesitan— contesta.
—Y yo no estoy de ánimos para cámaras.— espeta mi madre.
El abogado se levanta, acomodando los documentos.
—Bien, entonces no creo que sea necesario.
Ambos concuerdan y me pongo de pie esperando que terminen. El
matrimonio no tenía capitulaciones y por ende, todo se dividió a la mitad,
papá no tuvo problema con dejarle la casa a mamá, él se mudará tal vez con
su nueva familia y nos terminará de dejar en el abandono.
Las lágrimas se me salen pero las limpio rápido, no pienso
derrumbarme por esto. No lo haré, no dejaré que mi hermana se hunda en
un pozo sin fondo y por eso intento comunicarme con ella, al tercer intento
me contesta, lo que me dice no me gusta y por suerte ya aquí terminan, el
abogado se despide y mamá se me acerca.
—Debo ir al bufete, ¿Irás a la empresa o...
—Ve tranquila, iré a buscar algo.— le digo.
—Bien. Llámame cualquier cosa.— me besa la mejilla antes de irse.
Quedo de frente mirando al hombre que suspira profundamente antes
de acercarse tomándome de los hombros.
—Esto no significa que tú y tu hermana dejarán de ser mis hijas—me
dice— Siempre estaré para ustedes.
—Ese "estaré" me suena a "una vez al año", porque tienes tiempo para
todo menos para nosotras— le reclamo.
—No hables demás, Megan...
Lo aparto de mala gana.
—Digo lo que pienso.
—No quiero que la separación con tu madre sea motivo para disputas
entre ustedes y yo. Ella es ella y puede hacer con su vida lo que quiera, pero
ustedes son mis hijas, siempre por el bienestar y la seguridad de ambas...
—Nada de eso vale si no nos das el amor fraternal que teníamos antes,
sé qué somos adultas, o eso nos dejas claro, pero Tracy apenas tiene 20, es
quien más confiaba en ti, eras sus ojos, felicidad y esa persona por la que se
decidió a ser la modelo que muchas veces te comentó cuando era niña, pero
ahora ni siquiera estás en sus desfiles....
Se me corta la voz con el nudo que se me forma en la garganta, paso
saliva y suspiro, intentando no perder la calma.
—Por tu culpa ya no es la misma, hay veces en las que... Y todo por...
— el llanto me toma y no puedo hablar.
Mi hermana se me viene a la cabeza y las veces que me ha dicho lo
mucho que detesta el apellido que lleva.
—Hablaré con ella, estaré más con ustedes.
—¿Cómo? Antes no estabas 24/7 y ahora menos que resulta que tienes
otra familia— replico.
Intenta abrazarme pero no lo dejo.
—Mejor me voy, esto no me hace bien, solo espero seas feliz y no
abandones a tu nueva familia como lo hiciste con nosotras— le digo aunque
por dentro me este desmoronando.
—Hija....
—Era tu hija cuando eras un buen padre, ahora solo soy una
desconocida y lo prefiero así— sentencio.
—Estás siendo muy dura...
—Tú lo fuiste y ahora es egoísta que digas que yo lo soy solo porque
te estoy diciendo lo mal que hiciste.
Mi hermana me necesita, no le doy más largas a esta plática tan
dolorosa que debe morir aquí porque no quiero saber más nada sobre esto.
Me despido como una persona cualquiera e ignoro a la prensa que me rodea
cuando salgo, las preguntas no faltan y es algo a lo que debo
acostumbrarme de ahora en adelante.
Quiero dormir y con suerte despertar en otro mundo sin problemas,
divorcios, estrés...
Llamo a Herodes, me contesta y no contengo las lágrimas cuando
escucho su voz. Me pregunta si estoy bien y le explicó lo que acaba de
suceder, me dice que es algo normal y llorar no soluciona nada «Siempre
tan frío».
—Quiero verte— le digo.
—Recién llego a Montreal, voy de camino a la mansión, estaré aquí
hasta mañana en la noche, debo viajar de nuevo y no sé cuántos días me
demore...
—Veré si puedo ir, talvez salga ests noche con unas amigas, no pienso
acostarme tarde para poder ir en la mañana y con suerte pasar el día
contigo.
Alguien lo llama al fondo y ruego para que no cuelgue.
—Ajá. Debo colgar, Megan.
Abro la boca para hablar pero cuelga sin decir más nada. El teléfono
me vibra en la mano y sonríol ver el nombre de la persona que me está
llamando.
—Espero que me llames para decirme que saldrás con mi hermana, en
verdad sería muy oportuno— me adelanto.
Escucho su risa tranquila.
—Te llamo para hablarte al respecto de eso y que no podré esta
semana, tengo cosas importante que hacer con tu novio y me mata si no lo
acompaño.
—¿Adónde irán?
—Cosas de la mafia. Así que dile a tu hermana que quedamos para
después, estoy intentado comunicarme con ella pero no me contesta— me
dice.
Esa estúpida.
—Yo le explico, nos vemos mañana, creo que iré a ver a tu primo antes
de que se vayan quien sabe a que lugar.
—Termina de irte a vivir con él, ¿No te cansa tener que estar viajando?
Durante el transcurso de camino sigo hablando con él, intentando
averiguar sobre lo que harán pero no me dice nada y termino colgando al
llegar a mi destino.
Todavía no anochece, no sé qué hago en un lugar como este, ni
siquiera es de mi categoría o clase, aún así se ve decente y cómodo. La
música se escucha hasta aquí afuera y prefiero entrar sola cuando veo a los
escoltas de mi hermana.
Me adentro a la discoteca diurna llena de gente, el humo me hace toser
por el olor excesivo a marihuana y cigarrillos. El alcohol se reparte como
agua y esquivo a los cuerpos que pasan por mi lado e intentan bailarme pero
los apartó. Sé defenderme, siempre estoy preparada para eso aunque no
parezca.
Los gritos en hacen doler la cabeza, mis ojos captan mi objetivo
bailando sobre un sofá mientras sostiene un tabaco que se lleva a la boca.
Tiene una enterizo corto, botas hasta las rodillas, el cabello recojido en un
moño. Un look completamente diferente al de sus amigos quienes visten
como su estuvieran en sus casas.
Su espectáculo me hace sacudir la cabeza y rápido me acerco
tomándola del brazo.
—¡Vámonos!
—¡No, mejor quédate y disfrutamos en un día tan horrible como el de
hoy!
—Estás ebria, drogada y deberías estar en cualquier lugar menos aquí
— la regaño.
Su abrazo me toma desprevenida y correspondo al sentirla llorar. Sus
brazos se aferran y me rompe el corazón todo lo que comienza a decirme al
oído. Intenta reírse buscando una solución pero no la haya.
Quiero sacarla de aquí pero no me lo permite, bebe licor, fuma sin
parar y toma asiento en frente de la mesita en la que tienen especies de
jeringas, el contenido es un rosado extraño y mis alertas me hacen intentar
tomar a mi hermana pero el impulso se congela al ver la jeringa que le
clavan en la pierna.
—¡¿Qué demonios haces?!— enfurezco.
El chico me ignora vaciando el contenido, los demás sueltan a reír y
los aparto de mala gana tomando a mi hermana quien se ríe poniéndose de
pie, me abraza y entierra el rostro en mi cuello.
—Eres la persona que más amo en este mundo— me dice sacándome
las lágrimas
Los dedos me los entierra en la espalda y la siento tensa.
—¿Estaremos bien, cierto?— me pregunta con la voz entre cortada.
—Lo prometo...— le digo.
La abrazo también, se mueve sobresaltada y la acción no me agrada
porque me lastima su agarre. La intento apartar pero...
Se desploma cayendo al suelo como si convulsionará, el miedo me
recorre el cuerpo y me lanzo a tomarla pero me quedo fría con la espuma
que comienza a salir de su boca a la vez que se estremece poniendo los ojos
en blanco.
—¡Ayuda!— grito viviendo uno de los peores momentos de mi vida—
¡Ayudaaaaa!
Los escoltas intervienen, la sacan subiéndola al auto. No sé que hacer,
estoy vuelta un mar de lágrimas y no controlo los nerviosos que me
carcomen al ver el estado de Tracy. Intentan calmarme pero me desespero
pidiendo que nos lleven al hospital porque está sufriendo una sobredosis y
nunca antes le había pasado.
—Estarás bien... Te lo prometo.— le digo llorando.
Su piel palidece y no deja de temblar. Al llegar al hospital la bajan
rápido, un camillero la recibe y corro por el pasillo atrás cuando dicen que
tiene el pulso débil. Se la llevan a través de las puertas de urgencia y un
escolta me toma diciéndome que no puedo avanzar.
Con el corazón en la mano llamo a mi madre quien en menos de nada
llega y se pone igual o peor que yo que termino sentándome, controlando
las ganas de morirme que me surgen al pensar que algo malo le suceda a
Tracy.
Papá llega preguntado y gritándole a los escoltas de mi hermana. La
sangre se me sube a la cabeza, mamá me toma pero la aparto y lo abordo
por el brazo.
—¡Si algo le sucede juro por Dios que no te lo perdonaré!.— le grito.
No dejo que nadie me hable, mamá me abraza y yo solo quiero aquí al
hombre al que llamo y...
—Hola, ¿Si?— contestan.
La impresión me deja fría porque no es él, nadie más toma su teléfono
y solo sé de dos personas que podrían hacerlo.
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____________________________

Por favor, aunque no les agrade un personaje, eviten soltar Spoiler


sobre cualquier cosa. Se los pido.

Mil gracias por leer.


Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly.
Capítulo 40

______✧✧ Cayendo✧✧_______

Herodes
A la mierda, a la mierda debería mandar todo esto y evitarme más
trabajo, estrés y molestias. Pero es la vida que me tocó, me gustó y ahora no
hay vuelta atrás.
El escuadrón se mantiene en comunicación cada que pueden. La falta
de señal es otro problema que complica las cosas y amerita mi presencia al
otro lado del mundo «No tengo tiempo para esto, pero no queda de otra»
Mis hombres se organizan, con ayuda de Dan, acomodan las cosas que
llevaremos. Debemos ser cautelosos, no quiero fallas porque no pienso
aguantar más estrés.
Recibo el holograma que me facilitan, ideo un plan estratégico
mientras me encamino hasta el estudio en donde se encuentra la pelirroja
«Entre nosotros siempre hay esa tensión sexual cargada».
Organiza las carpetas que revisé al llegar. No llevo ni 4 horas aquí y
aún no he subido a cambiarme de ropa, sin contar que tampoco he cenado.
Tuve que bancarme la llamada de Megan hace un rato con eso del
divorcio de sus padres la está volviendo más impredecible y no entiendo
por qué tanto drama. Su padre engañó a su madre; es suficiente motivo para
hacer de cuenta que no es su progenitor. Pero ella se deja caer en la
melancolía como si eso fuera de ayuda «Patética».
—Ya busqué tu teléfono —me lo entrega—. Voy por algo de tomar.
Desde que llegamos, no se me despega de encima y es raro que lo haga
en este momento. Creo que el sexo en el avión le bastó, pero no a mí que
necesito más antes de embarcarnos en lo que debemos hacer.
—Los autos están listos, señor.—me avisan.
El teléfono lo empaco en el bolso que la pelirroja se cuelga en el brazo
antes de salir conmigo en dirección al gimnasio. El fin de semana fue de mi
agrado, es algo que no puedo sacarme de la cabeza y al menos dispersa el
montón de cosas que se me van a venir encima con esto y lo demás.
Cruzamos el camino hacia el pasillo, en el trayecto nos encontramos al
perro que corre en mi dirección pero lo regaño «No tengo tiempo para
perderlo»
—¡Dimitri, precioso animalito!— ella si le hace caso.
Sigo avanzando y no me sorprende que sea solo. Me detengo viendo
que se quedó jugando con el perro.
—Deja al perro y muévete. No tenemos tiempo.
De mala gana se levanta y me sigue.
—¿Haremos ejercicio?
—Sí, el sexo es considerado un ejercicio, así que calienta para
empezar.
—Siempre estoy caliente.
Me voy hacia la pared del fondo, tratando de controlar la calentura que
se aloja en mis testículos. No tengo tiempo y el poco que tengo lo utilizo
manejando los controles de la máquina de correr que se despliega aun lado
antes de que la pared se abra en dos; mostrándome parte de las armas que
tengo en puntos estratégicos.
—No sé qué me prende más, si está pared llena de tus armas o tú.—
comenta, tomando un rifle.
Me toma del brazo como si tuviera mi permiso para hacerlo, el
contacto me acelera la respiración y la estrello contra la pared, su boca me
llama y no tardo nada en besarla adentrando mi lengua hasta que consigo la
dulzura de la suya. Las manos las aprieta en mi camisa y me aferro a su
entrepierna, haciéndola jadear.
De solo pensar lo mojada que debe estar, me lleno de ganas.
—Deja de intentar ponermela dura, no estamos para retrasos.—la
regaño.
—Tendremos menos para esto, ¿Por qué no aprovechar?
Sacudo la cabeza, ignoro el puchero malicioso empezando a coger lo
que considero necesario, lleno el primer bolso antes de irme a la esquina
con granadas, mini detonadores y navajas de todo tipo y tamaño.
Le lanzo algunas cosas que se apresura a guardar. Recojo ambos
bolsos metiéndolos en la camioneta que conduzco con ella en el asiento de
copiloto. Bajan todo y lo suben al jet, Jayden llegó hace una hora y también
trajo las armas con las que trabaja mejor.
Pongo oídos sordos a lo que mi primo comienza a decirle a la pelirroja
que se ríe olvidando mis advertencias. «Después no quiero
arrepentimientos, porque se está ganando un castigo». El jet se alza en
vuelo y sigo revisando los planos que tengo en el holograma del brazalete
que llevo en la muñeca.
Dan propone, Jayden objeta, Adler opina y yo termino de calcular y
decidir como lo haremos.
Son horas de camino con rumbo a nuestro destino, al llegar subimos a
autos normales, dos horas más se suman de carretera hasta el primer pueblo
en el que nos la arreglamos para conseguir camionetas a todo terreno y
capaces de atravesar la carretera que tomamos durante una hora más en la
que me comunico con Mario.
Comienza anochecer, el clima húmedo me hace ameritar recibir calor
para no pescar un resfriado, pero mi cabeza piensa en otra manera más...
placentera de no sentir el frío que incrementa a medida que nos adentramos
por las montañas desiertas.
La neblina dificulta la visibilidad pero sé qué rumbo llevo gracias al
brazalete.
La señal se esfuma por un momento en que cruzamos un pequeño
puente sobre un antiguo río que ahora no es más que rocas y desperdicios.
La espesa neblina cada vez es peor y caigo en toda clase de huecos de la
deteriorada carretera.
—Debería conducir yo— propone la mujer que llevo al lado, cada
bache la hace quejarse.
—Debería dejarte por aquí botada.
—Prefiero eso a calarme tu mal humor— masculla.
—Mántente callada y es mejor o me veré en la obligación de
amordazarte.
Dan va con nosotros pero es lo menos que me preocupa. Es uno de mis
hombres más leales y sabe lo que le sucedería a él y su familia si abre la
boca sobre lo que hago. En la otra camioneta viene Jayden con tres más, no
podemos ser un batallón, ya suficiente con el resto del escuadrón.
—0 comunicación —me avisa Dan.
Manejo durante unos minutos más hasta que veo el destello gris que
me obliga a bajar la velocidad, girar y entrar entre varios matorrales
cubiertos por las ramas de algunos enormes árboles. Detengo el auto en el
punto programado. Sacamos la lona con la que los cubrimos, ajusto los
broches y me aseguro de que no se caiga.
Todos hacen lo mismo antes de cojer sus cosas.
—Llevaremos las provisiones.— me avisan los dos del escuadrón que
nos esperaban; Fátima y Brett.
Desde aquí debemos caminar un par de metros entre árboles, maleza y
cualquier otra cosa que tenga este jodido bosque en el que la neblina no
cambia en ningún momento.
La peliroja se cuelga un bolso en la espalda y el otro en la mano. Yo
estoy igual a diferencia que llevo las dos manos ocupadas por los bolsos de
las armas que traje.
—Mántente detrás de mí— le ordeno cuando paso por su lado.
—Puedo cuidarme sola y caminar por donde quiera— se molesta.
Siempre malinterpreta las cosas. No le digo nada, dejo que avance
delante de mí y la ignoro. Lo menos que necesito es molestias. No pretendo
que me cuiden la espalda hoy, venimos hacer algo importante y a todos los
quiero centrados. Estoy capacitado para esto, ellos pudieron haberse
preparado en Pakistán, pero para llegar a lo que soy pase por peores
entrenamientos que no se comparan con los que recibieron.
No recibí mi puesto por estar sentado y ser el hijo de Dwayne, me
correspondía a mí, sí, pero desde que cumplí los tres años ya me preparaban
psicológicamente para todo lo que tendría que pasar. Estudié en las mejores
universidades, aún casi siempre debía hacerlo online; tenía que estar
viajando recibiendo distintos tipos de entrenamientos que normalmente eran
en los peores lugares del mundo.
Avanzo entre árboles, hace frío, el panorama no transmite nada bueno
pero aún así me sorprende la resistencia de la mujer que camina dos pasos
delante de mí. No por nada es una de las mejores del escuadrón y eso me
recalca que se puede cuidar sola, hasta de mí. Pero aún así la alcanzo,
caminando a su lado.
—No te confíes y no dejes de estar centrada— sigo avanzando.
La luz de una pequeña fogata sobresale a pesar de la neblina en donde
el escuadrón nos recibe cuando llegamos.
Amaron una especie de campamento no muy llamativo. Una carpa de
buen tamaño en la que me adentro con las dos personas que venían conmigo
y Jayden. Mario despliega un holograma en la mesa y comenzamos a
debatir como lo haremos.
—El área es peligrosa; no es una base terrorista cualquiera, la
investigación nos llevó a comprobar que en el robo que sufrió no
encontraron otra de las áreas escondidas.— empieza Mario.
El otro hacker toma la palabra.
—El sistema de seguridad interfiere con la absorción de información
que cualquiera intenté robar mediante un hackeo común, no fue fácil y por
ello debemos estar lo suficientemente cerca como para poder lograrlo.
—Exacto, ahora estamos completos para desplegarnos, puesto que el
sitio puede verse solo pero alzaron algunas casas de "personas pobres" lo
cual nos llevó a infiltrarnos en busca de más información detallada, no son
gente cualquiera, están allí para cuidar el área que quedó intacta, tienen
armas y son alrededor de 20 personas, además de que aparte mujeres y
niños.
—¿Alguna ruta alternativa que no sea por medio de las casas?.—
indaga Jayden.
—No. El área es subterránea,se encuentra de bajo de una antigua
Iglesia que ahora está desolada y casi en ruinas— le contesta el Hacker.
—No nos queda de otra que llegar matando.— supone la pelirroja.
—Eso y que quizás la base no esté sola como pensamos y tenga
seguridad adentro— intervengo.
—Exacto, es algo de lo que no estamos seguros —me secunda Mario
—. La falta de señal es un problema a la hora de utilizar los
intercomunicadores, tuve que crear un aparato que absorba la señal del
satélite más cercano y así pude mantener la comunicación— me informa.
Me acaricio el mentón pensando en los pro y los contras de esto. Pero
debemos hacerlo, no pienso retirarme, no es algo que me guste hacer
cuando ya estoy en la hoguera.
—¿Desde siempre esta área es básicamente fantasma? —indago.
—Desde hace aproximadamente.. 2 años o no sé —me muestra Mario.
Me paso las manos por el cabello.
—En dado caso— Muevo el holograma, agrandando la parte que
muestra la iglesia — La falta de señal puede deberse a un campo
electrónico en el área o un bloqueador de señal multiface...
—Eso puede ser —susurra Jayden.
—Tentendido que bajaron los sistemas, pero si hay gente cuidando, se
supone que los mejoraron y la señal es algo que no se arriesgarán a que los
delate con hackeo. Se puede hacer que una zona de gran magnitud, quede
incomunicada con tal de mantenerse oculta de rastreadores aéreos.
—¡Bingo, eso es! —exclama Flavio.
—Entonces debemos intentar el hackeo, pero cuando estemos cerca;
Para eso necesitamos tiempo —explica Mario— no estamos hablando de
robar algo simple; esto es un antiguo búnker militar del gobierno, la mafia
italiana tuvo ventaja cuando vino hace un año, pero ahora no es lo mismo.
—Se supone que no —digo con obviedad— Para eso llegaremos por
tierra, sin autos, sin llamar la atención aunque sea más trabajo y después
tengamos que ver como nos movilizamos.
—Bien. Entonces organicemos los grupos y las tareas.
—Señor, propongo que usted debe ir con Mario y Flavio, además de
otra persona —me habla Adler— Sería más lógico así puede entrar al
búnker cuando el hackeo lo permita.
—Comparto la idea —Jayden la secunda «No pierde tiempo»— Yo
puedo ir con ella y dos más del escuadrón, mínimo deberíamos de ser 4 o 5
grupos, son muchas personas las que debemos matar.
—Venus sabe de esto, en la fortaleza se me informó que tiene buenas
habilidades y la necesito en ese momento.—me dice Mario.
La pelirroja me aparta la mirada pero la ignoro. No me molesta que
vaya en mi grupo, así la tengo cerca y no coquetea con el pelinegro que le
dice algo al oído, haciéndola reír.
—Otra cosa...—Mario se reincorpora— Corremos con el riesgo de que
los intercomunicadores no funcionen, por ello trataremos de hacer rápido el
hackeo, aún así al terminar de despejar el área los demás que rodeen la
iglesia desde puntos estratégicos, no sabemos si nos intenten atacar o
detener.
Organizar no toma mucho tiempo, lo haremos una hora antes que
amanezca y mientras tanto me voy afuera a fumarme un cigarro. Hace frío
pero al menos estoy acostumbrado a eso, pasé un año en la Antártida
aprendiendo con un grupo de mercenarios rusos que pertenecen a la
organización, en esos momentos me enseñaron muchas cosas y una de esas
es controlar el cuerpo en distintas temperaturas.
El olor a humedad es demasiado y solo espero que no llueva o será un
problema. La neblina sigue igual a cuando llegamos y en el bosque no se
escuchan más que los sonidos que emiten los animales entren árboles, hojas
secas o lo que sea que estén haciendo.
—Señor, le preparamos algo para que coma.— me avisa la rubia que
hace parte del escuadrón.
Su cabello es un poco más claro que el de Megan, de momento la
recuerdo y frunzo el ceño al ver a la mujer que me observa desde el tronco
de un árbol. No puedo verla bien pero sé que es ella y lo confirmo cuando la
rubia se va y ella sale, cuidando que nadie ronde cerca.
—Tu primo está muy insistente.—me dice, mirando el cigarro que me
llevo a los labios— ¿Me das?.
Suelto el humo.
—¿Desde cuándo fumas?
—Desde ahorita, dame para probar.
Extiende la mano y niego.
—Es un mal vicio, no tolero amantes con alguno.—le confieso, el
cigarro lo desecho en un charco que veo cerca.
—¿Tú si puedes tenerlo? —Inquiere, cruzandose de brazos.
Me encojo de hombros.
—Sólo confórmate con saber que tu no.
—Como sea. Solo venía a decirte que me gusta como te queda el
uniforme del escuadrón, te ves sexy...—«Opino lo mismo de ti».— No
pareces el Alpha de la mafia, si no un mercenario como cualquiera de los
que estamos aquí —me repara.
Ni siquiera la neblina apaga el color tan resaltante de sus ojos o el
cabello.
—No me engañas, tu vienes a que te folle. En los ojos se te ve y en la
manera de apretar las manos en tus brazos— mermo el espacio.
Repara sus manos y sonríe.
—¿Qué comes que adivinas?, Eso quiero pero.. Nos podrían ver y
sería un problema. Sobre todo después de que...
El sonido de unos pasos me hacen moverme un poco y...
—Señor....—la rubia reaparece interrumpiendo el momento.
—¿Qué?
—Su comida está lista, se enfriará y...
—Deja de joder, Enola, ¿no ves que estamos hablando sobre lo que
haremos en unas horas? —la reprende la mujer que tengo en frente. La
rubia aprieta la mandíbula y molesta se va— Quería que nos adentraramos
al bosque y tal vez poder ver una anaconda, pero mejor no.
—Aquí no hay anacondas.
—Eso es lo que tu crees.— se muerde el labio dándose la vuelta y se
va.
Verla en el uniforme solo me la pone dura porque el negro le queda tan
bien que el enterizo solo le resalta la figura y las botas le brindan más poder
a la forma tan particular que tiene a la hora de caminar.
Enciendo otro cigarro, dejando que mi cuerpo se relaje a la vez que me
apoyo de un árbol. Debería ir a comer, pero no tengo cabeza para eso y
menos por culpa de la incomodidad que siento en los pantalones. Me
acaricio la erección queriendo que baje, porque de no ser así, andaré con ese
dolorcito molesto y moverme será una jodida tortura.
Cierro los ojos, respirando profundo y pensando en todo lo que hice el
fin de semana: la discoteca, el yate, la cabaña...
Son momentos en los que me corrí hasta decir basta y eso me tiene
ahora en una obsesión por el coño de la mujer que debería matar por ser una
de las cosas que me liberan por un momento de lo que soy.
Y solo sé que a ella también, porque este fin de semana no fue la
misma mujer de siempre y eso no fue algo muy difícil de notar ahora que
poco a poco la estudio y me deja entrar en sus paredes.
[...]
Son alrededor de las cuatro de la mañana. A solo menos de una hora
para comenzar, no he pegado un ojo a pesar de que alguno montan guarda,
y es que en momentos como estos mi cabeza de centra en que todo salga
perfecto y sin errores.
Me mantengo dentro de la carpa, me he fumando una caja de
cigarrillos y desgraciadamente no tengo más. Cargo las armas que me
guardo en los sujetadores de los muslos, otras dos en el chaleco Antibalas y
limpio la ametralladora que llevaré en las manos.
Me aseguro de que no me falten las navajas, algunos nano explosivos y
detonadores.
—Señor, ¿Desea algo? —entra la rubia.
—No.
—Avíseme cualquier cosa.
—Cuando necesite algo simplemente debo pedírselo a Adler, para eso
tiene el segundo puesto al mando en el escuadrón —dejo el arma de lado.
Pasa el peso de un pie al otro. Asiente, se mira los pies y se va en el
momento que Mario entra.
—No debo ni puedo contradecir tus órdenes, pero considero que Venus
debería ir a Pakistán— comienza.
—Ya di mi última palabra, se queda aquí y nadie decidirá lo contrario.
—No estoy decidiendo, señor. Sólo es un pequeño comentario, pero
hagamos como que no dije nada. Es solo que a veces se me olvida su puesto
y se me sale el lado de amigo— se ríe.
—Ese lado que deberías meter en una caja y lanzarla al vacío de una
fosa subterránea— tomo asiento sobre la mesa, terminando de cargar el
arma.
—Eso trato. A ti te resulta fácil, a mí no. Te veo y recuerdo aquellos
tiempos y...
Lo miro mal y se calla.
—Tiempos que deben olvidarse— le dejo claro.
—Completamente —afirma.
Se mueve, terminando de organizar todo y hago lo mismo dejando que
la hora llegue.
—Preparados y a la espera de la señal—avisa Bank Taeyang
—¡Todos a sus posiciones!— salgo de la carpa, poniéndome el
pasamontañas y los lentes que abrocho detrás y que hacen función de una
máscara.
—¡Equipo uno, ya saben que hacer!— les dice Mario.
Muevo el cuello, liberándome del calorcito que me toma al sentir a mi
lado ese aura que emana una sola persona.
—No quiero errores —advierto—, Y menos si estoy aquí. No se
concentren en mí. Quiero lo que vinimos a buscar y no me iré sin ello.
Quien falle, no regresará a Montreal porque lo mataré— muevo los
hombros— ¡En marcha!.
—¡Ya lo oyeron! —exclama mi mano derecha.
El grupo de Jayden va a mi lado. Tenemos que caminar durante unos
20 minutos y así lo hacemos. La neblina sigue igual que cuando llegué y el
frío empeora con cada segundo en el que nos adentramos en el bosque.
Las hojas crujen debajo de mis pies, las ramas chocan con mi cuerpo a
medida que sigo avanzando entre arbustos, intentando no dar un paso en
falso, pero hay más huecos que árboles lo que amerita tener cuidado. A
tropezones, la pelirroja camina a pasos lentos delante de mí y me está
estresando porque no dejo de verle el trasero con ayuda de los lentes.
Con una mano sostengo el arma y con la otra la tomo del brazo
aprovechando que vamos detrás de Mario y el otro hacker.
—Te vas a lastimar un tobillo si no caminas con cuidado ¿Estas
huyendo de mí? ¿O no quieres tenerme tan cerca?— susurro solo para los
dos.
Se zafa de mala gana.
—No me siento bien y no estoy de muy buen humor.
—Excusas como siempre— sacudo la cabeza.
—Es enserio... acabo de empezar.... los cólicos son una molestia, sabía
que estaba a punto de entrar en esos días pero corrí con la mala suerte de
que fuera hoy — se queja.
Avanza, alejándose de mí. Los guantes de las manos me los acomodo
antes de volverla a tomar.
—Herodes.. no me siento bien, evita tratarme mal o cualquier cosa que
se te ocurra.— espeta.
—Te iba a decir que te quedes a mi lado si en algún momento intentan
matarte y no puedes hacer mucho— le digo.
No puedo ver sus ojos bien pero sé que me mira confundida y yo
tampoco entiendo qué vergas acabo de decir.
—¿Te estás preocupando?— inquiere, quedando a mi lado.
No le respondo. No quiero que empiece y por ello dejo que siga su
camino mientras que mi cabeza me reclama.
¿Importa si la matan? ¿Qué mierdas hago diciéndole eso? Es mi
guardaespaldas, debe cuidarme el culo, no yo a ella.
Ya es la hora, quedamos entre unos arbustos con vista al intento de
pueblo que tenemos en frente: algunas casas pobres, en algunos puntos
fogatas apagadas y por lo visto nadie rondando por el lugar lo que nos da
vía libre para avanzar intentando no hacer ruido.
La señal sigue sin llegar y no podemos usar los intercomunicadores, lo
que nos hace movernos rápido antes de que amanezca del todo. Hace frío,
cruzamos una casa aleñada en dirección hacia la iglesia. El lugar es de mala
muerte y pobreza extrema, una falsa fachada en intento de no llamar la
atención.
Mantengo el arma en alto sin perder de vista el frente, seguimos
avanzando acercándonos a la iglesia, algo corre por la parte de atrás y me
giro pero es demasiado tarde porque un enorme perro se me viene encima
intentado arrancarme la cabeza. Con el arma intento apartarlo y lo logro, le
lanzo una patada, los disparos lo dejan en el suelo y me sacudo los guantes
mirando a la mujer que baja el arma.
—¿Y mi agradecimiento?
—Nunca en mi vida he agradecido, no lo haré ahora —dejo claro.
Ruidos se toman el lugar y el forsejeo solo despertó a varios hombres
que nos intentan derribar pero somos rápidos atacando mientras vamos en
busca de la parte trasera de la propiedad. No muy lejos se escuchan los
disparos y es una señal para movernos con más prisa.
Derribamos una de las puertas de madera, buscamos como bajar al
sótano pero para nuestra sorpresa; adentro también hay hombres que salen
como cucarachas dispuestos a matarnos.
El lugar se vuelve una especie de infierno lleno de sangre, disparos y
un enfrentamiento que me mantiene disparando, buscando cómo avanzar,
pero nos acorralan y debemos quedarnos detrás de un enorme pared que
cada vez se agrieta más con el impacto de las balas del enemigo.
—¡Necesitamos movernos, desde aquí no detecto ningún sistema!—
habla el Hacker, sosteniendo una tablet.
Mario sigue disparando e intento buscar otra ruta pero solo veo una
especie de pasadizo oscuro. La pelirroja se mueve a comprobar que sea
seguro pero cae al piso con la detonación que impacta arriba, me quedo
quieto enterrando el dedo en el gatillo y volando la cabeza de los que
aparecen en las barandas del segundo piso..
—¡Muévete!— le grito.
—¡Sé lo que hago!
Mira hacia arriba, palpa la pared de piedras y mueve la mano
indicándome que esperemos, como si tuviéramos tiempo para eso. Sigo
disparando pero salen de todos lados y la única vía para avanzar es por la
ella empieza a subir con ayuda de un puñal que clava y saca mientras se
ayuda con las rocas que sobresalen.
—¡Date prisa!— el grito de Mario solo la hace resbalar pero termina
de llegar y desde ahí comienza a disparar logrando derribar a los que nos
atacan.
Empiezan a caer pero aún así son demasiados, el siguiente en subir es
el Hacker, seguido de Mario y por último lo hago yo. Los primeros se
adelantan, sigo despejando el área con ayuda de ella. Es muy buena en lo
que hace, sus disparos son certeros y se mueve con agilidad cada que
recarga las balas.
El calor me toma, pero no es impedimento, recargo el arma dejando
que ella dispare. Nos empezamos a mover en dirección a las escaleras, la
oscuridad no es un problema pero la humedad y el polvo resultan tediosos a
medida que nos adentramos en pasillos angostos con ratas por todos lados.
Parece que nadie a venido por aquí y no entiendo si solo nosotros hemos
tomado esta ruta y no es la correcta.
—Creo que vamos por mal camino —comenta, avanzando delante de
mí.
—¿Segura que bajaron por aquí?
—¡Cómo iba a saberlo, la comunicación no sirve y estaba ocupada
disparando al igual que tú!
—¡Tú y tus excusas, Adler, tenías que estar al pendiente de eso!
Se gira, deteniéndome, no puedo mirarla por la máscara pero siento el
peso de sus ojos.
—¡No son malditas excusas, estoy harta de que me digas que soy
mentirosa o solo doy "excusas"! —se molesta, empujándome— ¡Me tienes
harta, señor perfecto! ¡Tú si no mientes, tú eres el gran Herodes Blackwood
y no tienes defectos! .
Vuelve a empujarme con fuerza a pesar de hacerlo con una sola mano.
Intento sujetarla pero los disparos nos toman desprevenidos, algo retumba
no muy lejos y pierdo el control de mi cuerpo cayendo por las escaleras. El
cuerpo de ella, gira con el miro y los golpes me sacan el aire sobre todo
cuando aterrizo con dicha mujer sobre mi cuerpo y al parecer mal herida.
—¡Malditos! —temblorosa se pone de pie, mi vista capta los cuerpos
que vienen bajando y la aparto alzando el arma.
Soy rápido a pesar de estar entumecido, la empujo avanzando más
abajo y ya no es un pasillo, entramos a una especie de sala con dos puertas
abiertas. Escombros nos caen encima y alzo la vista al techo que empieza
agrietarse con las detonaciones qué no sé de dónde provienen.
Aún nada de señal y perdimos el rastro de los que harán el hackeo.
—Busca una salida, tú por la derecha y yo por la izquierda— ordeno.
Me muevo rápido, la puerta me manda a un especie de habitación
deteriorada sin salida, debo devolverme pero me acorralan y debo correr a
ocultarme detrás de uns especie de estatua. La ametralladora se queda sin
balas y debo sacar las armas del chaleco.
Los disparos no me dejan salir, en frente algo cruje y alzo el arma
cuando veo que intentan abrir la ventana desde el otro lado, pero es dura, no
se vendrá abajo así como así.
Guardo las armas , recojo la ametralladora usándola para romper los
restos de la madera que caen y la abertura me deja verla a ella que entra,
hace haciéndome retroceder.
Se percata de que estoy acorralado y saca sus armas.
—Tú por la izquierda y yo por la derecha— me dice.
Asiento, me muevo saliendo y soltando disparos, hay demasiados
hombres que se nos vienen encima y debo pelear, le rompo el brazo a uno
mandándolo al suelo antes de dispararle en la cabeza. Esquivo el cuerpo de
otro y es ella quien le dispara, alza el arma en dirección a mí, giro dejando
que suelte el disparo contra el sujeto que tenía detrás.
Mi pie impacta en la garganta del que intentaba sujetarla, cae y le piso
la tráquea dejando que mi pie sienta el crujido que me hace mover el cuello
conteniendo las ganas que surgen al verla moverse con agilidad mientras
ambos matamos a los que aparecen. Nuestros cuerpos se conectan de una
manera sorprendete que no hace falta avisos cuando intercepta a uno y soy
yo quien termina de darle de baja.
Mi cuerpo se vuelve un contenedor de deseo por matar y por follar,
estoy saciando uno pero no podré con el otro y menos cuando salimos,
cruzamos otra puerta, tomamos las escaleras que nos mandan a
probablemente el sótano o uno de tantos ya que parece un laberinto sin
salida y solo veo puertas en cualquier dirección que me muevo.
Optamos por separarnos, revisando, por un momento creo que
encuentro la correcta pero los disparos vuelven y es como si estos hijos de
perra supieran por dónde nos movemos.
Detengo la búsqueda disparando, me muevo rápido.
No dejaré que esto no salga como espero y tampoco que me retrasen
los pordioseros que intentan matarme con sus propias manos cuando me
quedo sin balas, no me dan tiempo de recargar y debo defenderme a puños
y patadas que los dejan sin vida.
Me levanto rápido partiendo el cuello de uno y diviso la mujer que
dispara hacia el hecho, alzo la vista y...
—¡MUÉVETE!— la garganta se me desgarra con el grito pero no me
escucha.
Corro hacia su puesto, la tomo entre brazos aunque caigamos a unos
cuantos metros, la bomba cae cerca de nosotros, los oidos me quedan con
ese sonido que me aturde y hace doler la cabeza, la vista se me dificulta
pero me arrastro con ayuda de ella quien intenta levantarse.
Mareado, me pongo de pie, ayudándola.
—¡¿En dónde mierdas tienes los ojos?!— la regaño.
El ajetreo es inminente, el polvo nos cubre y la tomo del brazo pero me
empuja al tiempo que los disparos vuelven. Me tropiezo con algo detrás
pero me logro sostener, en cambio ella cae, los disparos siguen y debo
revisarla a ver si la hirieron, pero no me da tiempo y tengo que seguir
disparando para despejar el área.
Algo tira de mi chaleco y dejo de disparar al verla sujetarse el muslo,
mi vista capta la sangre que sale y la tomo antes de que caiga de nuevo. No
podrá avanzar así y debo hacer algo pero por un momento la cabeza se me
vuelve un caos y no me queda de otra que planear rápido y furioso, la tomo
entre brazos.
—¿Lista?
—Puedo sola...— intenta bajarse pero no se lo permito.
No necesito su modo testaruda. Nos matarán si nos ponemos a discutir.
—¡Estás herida y debemos salir de aquí!— trueno molesto.
—¡No quiero que pienses que no sirvo, yo puedo sola, déjame!
La pongo en el suelo, se queja y sin piedad le aprieto la herida, chilla
pero no me importa. La matarán si sale así.
—¡Maldito eso duele!— me empuja.
—Entonces quédate quieta y cumple mi orden, nos matarán por tu
culpa.
La tomo entre brazos de nuevo. Molesta acepta y salgo con ella
dejando que disparé a medida que me abro paso en busca de una salida. Su
peso no es problema pero aún así no es fácil subir escaleras. De momento a
otro llega la señal en el intercomunicador y el aviso de Mario.
Encontramos un área despejada y la bajo, reviso la herida , me grita de
todo pero con el dedo intento rebuscar la bala, la sangre sale en cantidades,
saco una navaja del chaleco, rebusco en el bolsillo sacando el encendedor y
me sujeta la mano al ver mis intensiones.
—¿Qué haces?
—Sacaré la bala, es obvio. Estamos a mucho de que te atienda un
experto y si te la dejo ahí, será mucho peor.
Intento de nuevo pero me sujeta y el estrés me llega como cuando
llenas un vaso hasta derramarse
—No...
—¡Cállate la boca y déjame sacar la puta bala! —trueno,
desconociendo lo que surge y me hace doler la cabeza— ¡Me estás
hartando!
—¡Me dolerá!— se le corta la voz.
Respiro hondo. Se sujeta la herida echando la cabeza hacia atrás y la
tomo de la nuca para que me mire.
—Debo hacerlo... Tengo que hacerlo.
Sacude la cabeza. Rebusco en uno de los bolsillos y saco la jeringa
para casos de emergencias en que tengamos una herida o alguna bala en un
área no tan peligrosa.
Intenta refutar pero sabe lo que es y no se niega cuando alzo la mano,
la clavo cerca de la herida y vacío el contenido.
—¡Ya no es necesario que la saques!— sigue.
Quiere aparentar que no le duele, pero se aprieta la pierna.
—No hará efecto si no saco la bala.
—¡Me vale, dolerá más cuando la vayas a sacar!
«Paciencia» suspiro hondo, me sujeta el brazo y se saca la máscara
mirándome con esos ojos que pueden hacerme arder cada parte del cuerpo y
más cuando se le enrojecen pero no llora y debo sacarme la mía, mirándola
fijamente.
—¿Confías en mí?
Cierra los ojos, apretando los labios. Afuera siguen los disparos y...
—Adler, ¿Confías en mí?— repito la pregunta.
—Sí...
—¿Sí, qué?
Duda pero me mira decidida y ejerce presión en mi brazo.
—Confío en ti.
La respuesta manda un golpe duro y firme que me recorre el tórax.
Aprieta los ojos y la beso, la acción me toma desprevenido a mi
también pero dejo que mis labios prueben los suyos y que mi mente se
incendie por un momento en el que colisionamos como nunca antes hasta
que me aparto y la miro queriendo entender qué acabo de decir y hacer.
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Pues...
Mil gracias por leer, recuerden vota, dejar sus comentarios y sobre
todo, no dejar dejar spoiler, por favor.

Besitos..

Osly Ortega.
Capítulo 41

________✧✧Abismo✧✧________

Venus
El dolor físico es algo a lo que tuve que acostumbrarme en Pakistán y
en el pasado. Por lo que soy fuerte cuando me intentan sacar la bala que
tengo en el muslo, me duele y el puñal se sigue clavando intentado
encontrarla, a la vez que aprieto los ojos y me muerdo la lengua para no
gritar. Mi piel cosquillea, la sangre sale poco gracias a la presión ejercida
por mis manos.
Tengo resistencia, pero no fue un disparo cualquiera y siento que voy a
desfallecer por culpa del dolor, esto es algo que me debilita el cuerpo, estoy
demasiado inestable y creo que la menstruación es la culpable.
Contengo la respiración y cierro los ojos, pensando en algo ajeno al
dolor, buscando distraer mi mente y disiparlo, pero es casi imposible porque
estamos propensos a ser atacados y ahora que estoy herida, será más difícil
moverme y odio sentirme inútil.
La bala por fin es sacada de mi carne, mis pulmones recuperan el aire
y pierdo soltar la dolorosa mordida en mi labio, respirando profundo. Me
dejo caer en el suelo. Tengo la frente llena de sudor y los labios
temblorosos, intento levantarme pero no puedo.
—Con calma, terca.—me insiste después de que no tuvo ni un solo
gramo de delicadeza conmigo— No sabía que eras algo cobarde.
Ni siquiera debe saber el significado de la palabra piedad o cuidado.
Tampoco las aplica.
—¿Disfrutaste eso? —aparto sus manos— Oh, claro que sí. No debí
haberme metido cuando soltaron ese disparo.
No tenía que haberlo hecho. ¿Nací para pendeja o qué?.
—No, no lo disfruté, lo que si disfruté fue tu cara cuando te la estaba
sacando, quien iba a decir que en tus días tan sensible —se ríe, una sonrisa
genuina y burlona que me eriza el cuerpo a pesar de estar agitada.
«Cálmate pendeja»
—Burlarte más —ruedo los ojos, poniéndome de pie, intenta ayudarme
pero lo aparto—. Puedo sola, no soy una buena para nada.
—No dije que lo fueras. Pero si quieres caminar...—se arranca una
manga de la camisa—No puedes hacerlo así.
La ata un poco más arriba de la herida, el contenido de la jeringa ya
está haciendo efecto y el dolor se disipa un poco aunque no es muy fácil
caminar, aún así, me trago el dolor y alisto las armas. Aún no terminamos lo
que vinimos a hacer, no me dejaré matar.
Se alista, pasa por mi lado, tomando la delantera, acelerando el paso y
me cuesta seguirle el ritmo.
Debo tomar aire y continuar caminando aunque sienta que me están
metiendo una aguja que toca mi hueso. «Tu puedes bitch, no te dejes ver
débil y mucho menos en frente de él»
La comunicación se restableció, gracias a la tecnología que tenemos
podemos encontrar a Mario y a Flavio, bajamos un par de escaleras que se
me hacen eternas y por un momento debo detenerme a tomar aire.
Llega un pequeño mareo y me aparto cuando se acerca.
—¿Puedes o necesitas que te cargue de nuevo?.
Lo ignoro, me muerdo el labio y sigo bajando sin dejar que me
sostenga, me adelanto y puedo oír su risita burlona cuando piso mal y casi
me caigo de bruces.
—Deja de reírte o te juro que...
—¿Qué? —me sostiene de la nuca, poniéndome contra la pared—
¿Qué harás?
Mi Glow se entierra en su abdomen y suelto a reír pero el dolor me
invade con la presión que ejerce en mi herida.
—¿Me matarás? —vuelve a apretar.
—Suéltame...—musito con el cuerpo estremecido por dentro y el dolor
calándome por cada músculo.
—¿Por qué? Acabas de amenazarme ¿o no era lo que ibas a hacer?
El vientre se me contrae y no siento que esté tocando el piso con mis
pies.
—Me lastimas...
—¿Te lastimo?
Asiento con la vista nublada y el dolor haciéndome temblar cada fibra
muscular.
—Manten quieta esa lengua si no quieres que te cosa la boca
ganándome la desventaja de no volver a probar tus labios.
La advertencia se oye lejos porque siento que el frío me envuelve y las
pocas fuerzas se desvanecen hasta que...
Me suelta y me sujeta de los hombros.
—Si te desmayas tendré que dejarte aquí botada —zanja algo risueño
— Y en tu condición, no creo que sea mucho lo que puedas hacer.
—Puedo cuidarme aún estando así —lo aparto.
—Eso espero.
Apoyo el peso en la pared y él avanza dejándome atrás. Respiro
hondo, tengo que movilizarme antes de que alguien llegue a intentar
matarnos.
El pasillo es recto, se hace eterno por culpa del dolor que me resta
movilidad. Mordiéndome el interior de la mejilla, sigo, sosteniendo un arma
y apoyándome de la pared con la mano disponible.
Cuando por fin llegamos, puedo respirar más tranquila. Mario y Flavio
tratan de hacer su trabajo, sin desconcentrarse.
El espacio es gigantesco y sin ningún tipo de salida; La única puerta
parece una especie de bóveda de máxima seguridad, con la diferencia de
que no tiene ningún tipo de cerradura digital, es una extraña que nunca
antes había visto y en la cual Flavio tiene conectado una especie de
extractor de información.
Por otro lado, Mario se pasa las manos por el cabello, está sudado y se
ve molesto y estresado al notar mi pierna.
—Herida pero no indispuesta. Ven, ayúdame.
El pelinegro yace recostado en una de las columnas con la vista en lo
que hacen y la siento sobre mí cuando me acerco y recibo la tablet de
Mario.
—Necesito resetear el sistema de respaldo, la linea de códigos es la
primera de las cifras cyber porcientos.—me explica.
Los números se mueven con rapidez, las letras saltan y reconozco
algunas cosas pero otras no y... "Código de respaldo detectado" avisa el
sistema y comienzo a maniobrar lo que aprendí, me meto en el sistema, no
es sorprenda la dificultad pero Mario me termina de ayudar y Flavio es
quien lo manda abajo.
El sonido de las puertas nos alertan, nos preparamos para entrar y así
lo hacemos al abrirse.
Doy el aviso al escuadrón de que estén al pendiente. Todos siguen
matando gente; sin darle importancia a las mujeres y a los niños,. Aquí
seguimos órdenes y por suerte me toca estar aquí adentro y no con ellos. De
solo imaginarme el panorama que causaron, me siento la peor persona del
mundo por trabaje en esto, pero me gusta y es lo que hago.
El sitio es abovedado por todos lados, con mesas, armarios y un
amplio espacio que alberga una zona de computación militarizada, con
tecnología no tan nueva, pero que se puede usar para cualquier cosa.
Nos movemos con cautela, sin bajar las armas, apuntando en varias
direcciones y cuidándonos la espalda en todo momento. Por los momentos,
no hemos visto a nadie, pero debe haber gente cuidando y no tardan en
aparecer cuando nos adentramos en el área que resguarda dos grandes
containers asegurados e impenetrables.
—¡No me iré sin lo que vine a buscar! —nos dice Herodes, ordenando
que nos movamos.
—Respalda y avísale al escuadrón.— me pide Mario.
Cumplo la orden, no puedo moverme mucho, desde un punto
estratégico disparo y puedo ver al hombre que apunta sobre varias cajas de
metal. Se ve tan sexy vestido así, disparando y... Hago lo mismo si no
quiero que me maten por distraerme por su culpa.
Algunos se esconden de los disparos, no puedo moverme, me duele
mucho la pierna y desde mi punto no es mucho lo que puedo hacer.
—Necesitamos refuerzos, ahora mismo— aviso por el
intercomunicador.
El grupo de Jayden llega a sernos de ayuda, no queda nadie, matamos
a todo mundo y nos quedamos rodeando el container a la espera de que los
hacker derriben el sistema. Enola no deja de mirarme y menos porque a un
lado tengo al Alpha y en el otro a Jayden quien no deja de coquetear desde
que subí al jet.
—La única herida fuiste tú— me habla bajito— Las desventajas de ir
en el grupo del Alpha.
—Eso rectifica mi mala suerte.
Se ríe despacio y sin ganas.
El ambiente se torna incómodo y no sé si es por los hombres que tengo
a los lados o por la mirada de la rubia. «Quiere una foto mía» me muevo
hacia otro lado pero eso no soluciona nada, aún así me quedo junto a
Taeyang.
Logran abrir uno de los container y me voy adentro a petición de
Mario quien se mueve hasta el otro. El interior se ilumina y no hay más
nada más que una mesa y sobre ella, una especie de maletín grande de
metal.
La luz es calurosa, las paredes son de un metal especial y creo el saber
par qué.
Mi jefe quita los seguros y abre el dichoso maletín, desde mi punto
puedo ver algunas especies de diamantes, piedras o no sé qué son. Jayden
toma una y sonríe.
—¿Es lo que creo?
—No hace falta que te responda si sabes qué vinimos a buscar.—
espeta el Alpha.
Mermo el espacio y las veo más de cerca. No son muchas y tampoco
brillan como para ser diamantes, estás son de un color negro oscuro y en
formas de rectángulos.
—Sácalas— le ordena a Jayden.
Salimos del container en dirección al otro que también se abrió. Mario
trae un malentín igual y nos apresuramos en busca de la salida; una especie
de ascensor que debemos tomar en partes y lo hago en la primera. Las
puertas se abren por y subimos unas escaleras que nos mandan a una puerta
que desde afuera se vería como un ático o algo parecido.
La pierna me duele más que hace un rato y con ayuda de Jayden logro
avanzar aunque debo apartarlo cuando veo los ojos acusatorios del hombre
que se encamina hacia uno de los autos que trajimos. La zona la despejaron,
no hay más que muertos y fuego saliendo de adentro de la iglesia y las
cabañas.
—Tenemos menos de 10 minutos para dejar la zona —avisa Kilian,
revisando su brazalete.
—Es tiempo suficiente —asegura Mario.
Debemos irnos, abordo el mismo auto sin dejar que nadie me ayude.
Fui la única herida y me siento como una estúpida por eso. Son horas de
camino al punto acordado en el que nos espera una aeronave a la que
subimos y no es mucho tiempo el que duramos en el aire, aterrizamos en
Katmandú y nos terminamos de mover en otros autos.
Es mi primera vez en esta ciudad y quiera sorprenderme pero el dolor
no me deja; siento que desfalleceré en cualquier momento por culpa de la
cantidad de sangre que he perdido durante todo el camino.
—Necesitas que te revisen esa pierna, el arma que te hirió no fue una
cualquiera. Puedes tener un grave daño en el músculo.— me habla Dan
desde el asiento del piloto.
Cierro los ojos. A su lado va mi jefe y en el mío, Jayden. No podría
sentirme más incómoda.
—Ir a un hospital no sería buena idea. Me encargaré de que la revise
un médico.— habla Jayden.
—Ya sabes que hacer. No nos quedaremos mucho tiempo— le
recuerda el Alpha.
—Tranquilo, la necesitamos y así no será de mucha ayuda, antes de la
media noche estará mejor— le recalca.
Mi jefe no dice nada, el trayecto que queda es un jodido calvario para
mí. El tráfico es horrible y eso nos retrasa cada vez más, además que el
calor es exasperante, tengo que sostenerme la herida cada que la siento
palpitar. Tengo mi jeringa intacta pero no puedo usarla.
Las calles están llenas de gente, nos adentramos en una zona no tan
poblada; con algunas casas no tan lujosas. Los autos se detienen en el área
del estacionamiento, bajamos rápido, adentrándonos al lugar.
—Vamos a desplegarnos por turnos...— comienzo a ordenar pero
Mario se me atraviesa
—Las órdenes las daré yo, tú ve a resolver esa herida. Te necesito en
unas horas.
—Entiendo.
Dejo la sala en busca de una de las habitaciones de la parte baja de la
casa. El lugar es cómodo y en menos de nada se vuelve una especie de
centro operacional para descansar y organizarnos para lo de esta noche «No
tengo descanso».
Mi bolso de provisiones lo bajé antes de entrar y rápido me saco la
ropa. Ducharme no me resulta fácil pero aún así me lavo la herida y salgo
en busca de algo cómodo que me permita tratarla.
Tocan la puerta y no alcanzo a cubrirme con una toalla porque Jayden
entra y sus ojos no pierden chance en pasearse por mi cuerpo y el conjunto
de brasier y tanga.
—Podría disculparme por entrar así, pero no lo haré —me dice, no
menos complacido por la vista—. Conseguí un médico, ponte algo rápido y
lo hago pasar.
—Gracias —sonrío.
Soy consciente de que no se saldrá mientras me visto y debo hacerlo
mientras espera en el umbral. No deja de repararme y a decir verdad; parece
un acosador, uno muy apuesto y sexy. Sigue con el uniforme del escuadrón
y eso empeora la situación de mis hormonas.
No soy ciega, y menos cuando un Blackwood está cerca.
Uso una camisa de mangas cortas y unos shorts de cuero. Después me
cambiaré, por ahora necesito que me revisen la pierna, el área la tengo roja
y algo amoratada lo que no me parece normal.
—¿Lista?— me pregunta y asiento.
Termino de recojer mis cosas, me acuesto con la llegada del doctor y
dejo que me examine aunque no sea para nada cuidadoso. Palpa con dureza
y frunce el seño.
—La bala la pudieron extraer— le hago saber.
Me inyecta, desinfecta... aplica algo para la cicatrización y al menos
eso me calma el dolor. Siento una presión en toda la pierna pero a la vez la
sensación del efecto que va haciendo.
Puedo respirar más tranquila y creo que también levantarme sin
quejarme tanto.
—Reposo y tomarme las medicinas, es todo lo que necesitas.— me
explica el doctor con algo de afán y miedo.
Jayden se ríe despacio y no me parece gracioso.
—Gracias doctor, hizo un buen trabajo.— le sonrío en un intento por
no verme tan siniestra y peligrosa como el pelinegro que se acerca con las
manos en los bolsillos del pantalón
—Sí, gracias doctor, muy efectivo su trabajo.
¿Un Blackwood dando las gracias? Que sorpresa.
—Cualquier cosa pueden buscarme de nuevo, aunque no se ve mal—
se pone de pie— Estarás bien, solo sigue el tratamiento al pie de la letra.
—Ya lo sabe —grazna Jayden— Ahora puede retirarse.
El doctor asiente, le sonrío antes de que salga.
Suspiro y cierro los ojos al escuchar el disparo no muy lejos de donde
estoy. «En la mafia es así» no se puede dejar testigos de nada y menos un
doctor que pueda divulgar que vio a un Blackwood cerca de las zonas de un
clan enemigo. Jayden pertenece a la mafia alfa como al mundo de la moda,
es lógico que lo conozcan en distintos rincones del mundo.
Quedo sola con él, apoya los codos en sus rodillas y junta las manos
girando un poco el rostro para verme y... Huele a sudor y sangre, pero no
nada asqueroso, es más bien de eso que te hace pensar en la adrenalina y la
balas.
No lo he visto en acción, me hubiera gustado, pero al menos puedo
verlo en el uniforme y no le queda nada mal.
—¿No crees que merezco un premio por cuidarte así? —indaga.
Sonrío por su pregunta. Eso es algo muy propio de él; ser muy directo
y no andarse con rodeos.
—¿Premio? —asiente afirmando— Un gracias es más que suficiente,
señor Jayden.
Se pasa las manos por el cabello. Esta vez lleva unos aretes pequeños
en forma de reloj de arena.
—Para mí no.
—¿Seguro?
—Suelo ser algo inconformista. Me gusta lo arriesgado.
Sacudo la cabeza, riéndome divertida.
—Uju. Creo que estoy captando pero talvez solo malinterpreto.
—¿A qué crees que me refiero con algo que sea suficiente como
premio?
Me encojo de hombros, mirando hacia el frente.
—Eres un Blackwood, para ustedes nada es suficiente.— respondo.
Asiente despacio. Vuelvo a mirarlo pero está vez me toma por sorpresa
que deje una mano al otro extremo de mi cuerpo, la otra en el borde de la
cama y se apoya quedando más cerca de mí. Sus ojos se clavan en los míos
y quiero decir que me repugna la cercanía pero no, es muy apuesto y su
malicia me causa una especie de curiosidad.
—Sería más que suficiente...—susurra acercando sus labios a los míos,
el olor a sangre y sudor es una mezcla ligera pero no me molesta, se
humecta los labios y me pierdo en la acción— Un beso de tus labios. Con
eso me conformo, Venus.
Mi nombre lo susurra en una especie de jadeo que me toca en la parte
baja del abdomen haciéndome secar la boca porque está tan cerca, se
aproxima cada vez más y no debería hacerlo, alzo la mano para apartarlo
pero la detiene y me besa.
Todo pasa demasiado rápido, mi mano queda congelada ante su tacto
pero mi cabeza no lo acepta del todo y...
—Señor...— una voz se toma la habitación y no hace falta adivinar
quién es.
Solo doy para tomar al pelinegro del hombro y apartarlo despacio.
Enola nos mira, yo la miro y Jayden simplemente se separa clavando la
vista en ella.
—¿Si?
—El Alpha lo solicita— le avisa.
—Voy.
La rubia se va no sin antes mirarme con ojos de acusación y algo más
que no me gusta pero tampoco me importa.
—Eso era todo lo que quería. No se repetirá si no quieres, ya tuve la
dicha de probarlos, aunque eso no fue un beso del que quisiera darte.—me
dice antes de irse hacia la puerta, se detiene y me mira con una sonrisa
amplia en sus labios— Eres como la manzana del pecado, exquisita y
deliciosa.
Me guiña un ojo y sale. Mi cabeza explota, mis subconscientes me
regañan y solo quedo pensando en que me acaba de besar el primo del
hombre que se supone es mi amante y me advirtió que no me quería cerca
de él.
____________✧✧____________
____________________________

R.I.P mi Diosa. Estoy recaudando fondos para el sepelio de Venus


Adler.

Mil gracias por leer.

Recuerden votar y dejar sus comentarios. 0 SPOILER POR FAVOR.

Besitos.
Osly
Capítulo 42

_______✧✧Decisión ✧✧_________

Enola
Vivo en un mundo en el que me tocó la vida que llevo. No tuve ni voz
ni voto para elegir hacer algo diferente, no lo permitieron. Me acostumbré a
ella y debo hacer lo que sea para mantenerme como estoy porque no se sabe
en qué momento quieran matarme, por ahora es preferible que siga en el
escuadrón y sirviéndole a la organización más poderosa y sangrienta de
todas.
Avanzo por el pasillo de las habitaciones, mi cabeza sigue repitiendo la
imagen de lo que acabo de ver y la cual perdura al llegar a la sala «Esa
maldita manipuladora y puta». Mi jefe está reunido con Dan, Mario y
Flavio. El hombre al que fui a llamar llega y se posa al lado de su primo
quien lo mira mal.
—¿Qué tanto hacías?
—Te diría pero no es el momento...
—Habla antes de que...
—Besándome con tu guardaespaldas.— responde como si fuera algo
normal
Estudio la expresión de mi jefe pero no nuestra nada, solo indiferencia
y 0 importancia a lo que le acaba de decir.
—Te felicito, ahora te quiero aquí centrado.
El tono amargo siempre lo usa y no sé si es por molestia o
simplemente le da igual. Tantas cosas por hacer y debo andar de psicóloga
estudiando el comportamiento de la puta de Venus y de mi jefe. No sé ni
para qué pacté con esa tal Megan.
Ese beso con Jayden Blackwood no sé si es porque anda de puta con él
o con el hombre que nos da órdenes sobre lo que debemos hacer esta noche.
Estoy cansada, tengo sueño y hambre. Llevo días sin saber lo que es un
respiro y ahora solo viene más y más trabajo.
Los demás entran y nos organizamos para lo de esta noche. Me queda
la tarea de conseguir comida para el escuadrón, la casa no tiene si no más
que una empleada que prepara la comida para los Blackwood y Mario.
Aprovecho para ducharme y cambiarme el uniforme. Lo empaco en mi
bolso y salgo de la habitación, me topo con Helen en el camino quien me
pregunta por su amiguita como si yo supiera en dónde está. Por suerte la
herida tal vez la mantenga en esa habitación y no tendré que calarme sus
aires de superioridad «Me cae de lo peor».
Desde que la ví por primera vez, supe que sería un dolor de cabeza.
Esa carita de niña buena que no rompe un plato «rompe la vajilla
completa». Recuerdo perfectamente todo esos días en que la reclutaron y
me tocó aguantar muchas cosas por su culpa.
No la envidio, nunca me ha impresionado en nada y mucho menos en
aquella pelea en la que me hizo frente y se salvó de todo lo que tenía
planeado para ella. No es fácil ser la más importante en la fortaleza, la
mejor en combate, la más hermosa y peligrosa, pero llegó ella y muchos
quisieron hacerme menos.
Pero son recuerdos que trato de borrar al igual que mi mente no
recuerda lo que era de mi vida antes de llegar a Pakistán.
Los recuerdos son confusos, solo puedo medio recordar el rostro de mi
madre, pero no nada más y cada vez que lo intento es como si me golpearan
en la cabeza y todo por los miles de procedimientos que tuve que pasar
antes de todos los entrenamientos que me pusieron a recibir para llegar
hacer lo que soy; una mujer sin alma para matar, seducir y servirle a la
mafia.
—Te necesito— le digo a Brett cuando cruzo el umbral de la
habitación en donde está con Kilian.
—¿Pasa algo, meloncito?
Kilian se ríe por el apodo y blanqueo los ojos.
—Apúrate.
—Ya salgo.
Me recuesto en la pared del pasillo en espera del hombre que no pierde
tiempo abordandome por la cintura. Su lengua se adentra en mi boca y la
succiono probando como me gusta. Tiro de sus labios con mordidas suaves
y palpo la dureza que se esconde detrás del pantalón.
—Cógeme— le ordeno.
No hemos tenido tiempo desde que nos fuimos de Kiev y es lo que
más necesito en este momento.
Me lleva a uno de los baños que están cerca, por suerte no debemos
vigilar demasiado y por ello voy aprovechar. Le saco la camisa, mi boca se
apodera de sus pectorales pasando la lengua y mordiendo como me place.
Sus manos se aferran a mi trasero a la vez que me sube al lavado en donde
me saco los zapatos y el me ayuda con el vaquero.
Anhelo tocar su dureza y no pierdo tiempo en sacarla, la masturbo por
un momento mientras dejo que nuestras bocas se coman con hambre y mi
sexo se moje cada vez más.
—Te siento urgida, meloncito— susurra.
Suelto sus labios enterando las manos en su cabello y conduciéndolo a
mi cuello.
—Bésame, chúpame, haz los quieras...
Obedece, me sube la camisa y saca ambas de mis tetas del brasier, los
pezones me duelen y se los chupa como si fuera lo más rico que ha probado
en su vida y me gusta que sea así. Entierro las manos en su cintura,
atrayendo su erección hasta mi entrada, muevo la pelvis buscando fricción y
empapándolo de mi humedad.
—¿Lo quieres?...— jadea, tomándome de la cintura.
—Hazlo...
Apoyo el codo en el lavado, la cabeza me queda contra el espejo y alzo
la pelvis, moviéndome más hacia el borde. Se sujeta el miembro, frotando
suavemente causándome una convulsión interna porque me encanta lo
caliente que puede sentirse en mis pliegues.
—Déjame tocarte— pido tomándolo con la mano, lo froto en mi
entrada, huntándolo y excitándome más.
Podría correrme así, se siente tan bien que jadeo apretando y logrando
que se tense y gruña por dolor.
Sube mi pierna sobre su brazo y lo dejo en la entrada hasta que se
entierra con una embestida que me hace dar un pequeño respingo por lo
dura que se pone cada vez.
—Oh, sí.. así..— su voz ronca me excita más y me toco las tetas
viendo como sale y entra.
Siento que estoy ardiendo de deseo, nuestros cuerpos encajan a la
perfección y me gusta, nadie más que él puede causarme sensaciones como
las que siento siempre que lo hacemos, nos besamos o nos comemos cuando
no nos ven. Su miembro es mío y mi vagina es suya, no hay mejor sincronía
que la de sus embestidas duras y que me taladran el canal como una
metralleta a una pared de hierro.
Mi sed por matar es igual a la suya y es lo que más nos excita, siempre
nos envuelve lo que somos y lo calmamos con esto. Me sigue sosteniendo
de la pierna y mandando arremetidas salvajes que me hacen jadear y cerrar
los ojos dejando que sus besos sean lo único que calme la sed que se
apodera de mi boca y anhela su sabor.
No dejo de ver como me da, acaricio mi pelvis buscando más placer,
tengo demasiado pero llego a un punto en qué no sé que hacer y termino
con una mano buscando mi trasero. Lo detengo y se separa un poco, no
hacen falta palabras, con solo una mirada nos entendemos y sale de mi
alzando el miembro al que acaricio y escupo en la punta dejando que mi
saliva lo empape antes de que lo posicione en mi recto.
—Me gusta que seas tu la que tome esta iniciativa.— jadea y sonrío.
—Porque quiero más..
Apoyo la cabeza en el espejo y con ambas manos me abro para él.
Frota despacio en mi coño y luego en mi recto trasladando mis fluidos antes
de hundirse.
—Por Dios, que rico...— la mete toda, abre la boca dejando salir el
aire y hago lo mismo antes de que comience con los embates que me mojan
más y son sus dedos los que se adentran en mi coño mientras que me taladra
el culo.
Son tantas cosas que siento y no puedo descifrar pero si sentir y dejo
que eso sea lo que me saque las ganas que tengo adentro. Me corro, se
corre, quedo sudando, agitada y con ambos orificios untados
Tomo asiento en el retrete, estoy tan mojada que debo lavarme y así lo
hago. Él también lo hace y nos acomodamos la ropa antes de besarnos
como finalización de un momento de sexo candente.
—Eso me encantó.— susurra contra mis labios.
—A mi también.
Sus ojos siempre me van a gustar, son de un color negro profundo, sus
facciones varoniles y hermosas. No es para menos, en el escuadrón nadie
carece de belleza ya que es un elemento importante para misiones de
espionaje y seducción.
Nos movemos hacia la puerta pero antes de que salga lo tomo del
brazo y mi expresión lo detiene porque no hace falta decirle que no he
terminado de hablar.
—Dime.
La necesidad por querer contarle me están matando y...
—Ví a Venus besándose con el primo del Alpha— le suelto.
Frunce las cejas, mirándome con algo de asombro.
—¿Con Jayden?
Asiento rápido.
—Esa puta no pierde tiempo. Se las quiere dar de la mejor y ahorita de
herida...
—Eso no nos incumbe, Enola.— me corta.
—Es un Blackwood, ellos no tienen nada si no es con mujeres
importantes o que hagan parte de clanes igual de importantes.— le digo
algo de lo que ya sabe.
—Eso no es nuestro problema si ella quiere que la maten por intentar
seducir a un miembro de la familia del Alpha. Que yo sepa, Jayden no tiene
pareja y por ahora no se ha rumorado que deba contraer lazos con nadie...
—Pero la organización tiene reglas y...
—El sabrá que hace.—me interrumpe— Cada quien busca sus
problemas y tal vez solo quiera follarsela y luego matarla. No sería extraño,
¿Para qué más querría a una guardaespaldas?.
Suspiro guardando la calma. Tiene razón, puede tomarla de puta pero...
—Con tal no sea el Alpha, todo bien. Su primo es su primo, el Alpha
es el jefe y quien debe cumplir reglas y mantener su nombre en alto—
continúa.
Tal vez solo quiera verla como una puta pero no sé, esto no me gusta
para nada. ¿Entonces por qué Megan me pidió que vigilara a Venus y a su
novio? No entiendo, al parecer tiene algo es con Jayden. Creo que esa tipa
se está enloqueciendo o tiene serios problemas de celos.
Suelto un suspiro cansado. Esto me volverá loca.
—Mejor vamos a trabajar, esta noche tenemos mucho por hacer y no
deberíamos estar hablando de nada que tenga que ver con un Blackwood,
solo somos guardaespaldas y mercenarios de la organización.— no me deja
decir más nada porque me saca y el trabajo nos absorve por un par de horas
hasta que llega la noche.
Nos organizamos en tres autos, subo en el mismo que mi jefe, su
primo, Mario y Taeyang. El segundo auto se alista con el grupo que
asegurará el perímetro mientras que el tercero se adelanta de camino a la
pista privada ya que lo abordó la estúpida herida en conjunto con otros más.
Debemos hacer algo último antes de irnos y por ello el auto se
estaciona en frente del bar, bajo formando el anillo de seguridad que
respalda a los sexys pelinegros que se adentran en el lugar llamando la
atención de casi todas las mujeres aunque estas estén con sus parejas. Y no
las culpo, hasta yo me embeleso con la belleza de estos dos hombres que
avanzan por un pasillo resguardado por algunos vigías del hombre que nos
recibe al cruzar el umbral.
Toman asiento en una gran mesa redonda dejando que dos sujetos más
los pongan al tanto de lo que mi jefe requiere.
Mario se mantiene a mi lado sosteniendo el malentín que luego deja
sobre la mesa cuando el Alpha lo pide.
Su primo juega con la navaja que tiene en la mano y aún no me cabe
en la cabeza cómo esa perra pudo haberlo besado, yo mataría por probar los
labios de alguno de los dos, son jodidamente apuestos, poderosos, sexys y
peligrosos. Todo lo que una mujer como yo busca pero no por ahora, con
Brett me basta aunque mis superiores sean dos estimulantes andantes.
Me mantengo en mi puesto, ojeo a los hombres que yacen en las
esquinas sosteniendo armas en tanto los que siguen en la mesa hablan.
—Estoy esperando una respuesta sobre lo que pregunté —sentencia mi
jefe, soltando el humo del puro que sostiene con la mano que apoya en la
mesa.
—No sé qué tan difícil puede ser hablar sobre lo que el Alpha pide.—
comenta Jayden con algo de fastidio.
Hasta aquí siento su molestia y la de mi jefe, no es para menos; le
ocultaron información que pidió, gente que se supone le rinde pleitesía,
pero esta vez fallaron y es algo que no se perdona y por ello el pelinegro
deja que Mario abra el maletín, los hombres se levantan a mirar el
contenido mientras que el cabecilla se queda estático, pálido y sin saber qué
hacer.
—Las tenías tú. No te las habían robado como me dijiste que lo había
hecho la mafia italiana— espeta el Alpha.
—Señor, yo...
No alcanza hablar más porque mi jefe saca el arma disparando las dos
balas que se entierran en la frente, matándolo y soy rápida haciendo mi
trabajo, bajándome a varios de los que se ponen alerta.
Hay veces en las que el diálogo no sirve y debes poner mano dura
matando para que niveles las cosas, las mentiras no se toleran en la
organización, como tampoco a los traidores.
—Ustedes terminarán igual si no piensan con la cabeza cuerda.—
asegura, mirando a los que quedaron, no dicen nada, saben que no pueden
hacer otra cosa que no sea cumplir órdenes del hombre que molesto sale
ordenando irnos de esta porquería de ciudad.
Son horas de vuelo en la aeronave que nos deja en Kiev, luego
abordamos otra hasta la pista privada de Montreal. Estoy sumamente
cansada, con hambre y no ayuda ver a Megan cuando llegamos a la
mansión.
La pongo al tanto de lo que sé, ví y mis suposiciones. Quiero ganarme
su confianza porque no tengo dudas de que será la esposa del Alpha y me
conviene tenerla cerca, confiando en mí y pagando como me prometió.
_____________✧✧_____________
______________________________

Les daré un útil consejo: no se salten capítulos o no entenderán más


adelante lo que pueda surgir o el por qué de muchas cosas.

Pdt: No escribo relleno, aquí todo se completa con algo hasta la más
mínima cosa.

Besitos.

Osly.
Capítulo 43

__________✧✧ Castigo ✧✧__________

Venus
No sé qué es peor, si la molestia que denota mi jefe o el que su novia
esté aquí y a cada nada me observe mal, con ganas de que mi presencia no
sea real o simplemente me desvanezca por arte de magia.
Llegamos antes de ayer, las horas pasan igual; trabajo, ser ignorada,
cuidarme la pierna y bancarme los regaños de mi jefe. Jayden no me deja
respirar y a cada nada busca las maneras para estar cerca de mí, para
platicar, según él. No sé si no tiene nada que hacer, o está de vacaciones;
porque sigue aquí y no se ha ido.
No estoy totalmente capacitada pero aún así me encargo del escuadrón
«Solo fue un disparo, no me amputaron la pierna ni nada del otro mundo».
No creo que tengamos que salir por hoy tampoco y agradezco eso,
todos necesitan un descanso; organicé los turno para que puedan tenerlo y
recuperen la energía que perdieron en esos días que estuvieron en Nepal
mientras que yo disfruté de la playa y estuve de "vacaciones" con el
prepotente de Herodes.
Ahora hace como si yo no existo, casi no me necesita, Mario se fue a
Kiev, Dan se quedó cubriendo su puesto y a de ser porque no me quieren
adentro de la casa o mi jefe está muy ocupado con su novia.
Juego con la carne que tiene el plato del almuerzo. No tengo ni
siquiera hambre, Yasmín tiene ratos hablándome y sinceramente no quiero
escuchar a nadie pero ella insiste y Helen la apoya para que siga.
—Te siento en otro mundo.
—Lo está— alega Helen, mirándome.
—Sólo... estoy cansada.— miento.
—Y como no vas a estarlo, últimamente prefieres hacer guardia en vez
de ir a dormir un rato, ya todos descansamos gracias a tu flexibilidad, es tu
turno— me regaña Yasmín.
—Estoy bien.
—Deja de mentirme. No te creo nada. Estás rara desde que llegamos
de Nepal ¿Dejaste tus ánimos allá?.
Ruedo los ojos. Me siguen insistiendo que vaya a descansar pero no
quiero, debería, pero no lo haré, el cansancio físico no es nada comparado
con el mental y por ahora mi cabeza está bien despierta pero pensando en
una inmensa cantidad de cosas que no deberían tener sentido pero como soy
yo: sigo buscándoles respuesta y eso me tiene en la luna.
—¿Lo ves? —Yasmín me señala— deberías descansar, te estamos
hablando y ni siquiera nos escuchas ¿O si lo hiciste?.
Respiro hondo, poniéndome de pie.
—Necesito aire y con ustedes me siento asfixiada.
—Excusas, siempre excusas— murmura Helen.
Algo estalla en mí y no me contengo.
—¡No son excusas, maldición!— ya me harta que me digan que solo
doy excusas, primero el Alpha y ahora mis amigas.
—Pero cálmate, Venus... respira— se preocupa Yas
—¡Que respire mi culo!
Me alejo, adentrándome al gran jardín de la casa.
Me siento asfixiada, acalorada y como si estuviera llena de presión la
cual en algún momento explotará como una bomba nuclear; arrasando con
todo a su paso.
A pasos lentos camino entre arbustos bien podados, las nubes cubren
el sol y al parecer lloverá en una hora o menos. La brisa refresca mi rostro,
no hago más que dejar que mis pies marchen todo lo que quieran mientras
pienso una y otra vez, en lo mismo.
Ignoro la incomodidad de la pierna, he tenido que andar con shorts
porque con vaqueros no me fue muy bien, empecé a sangrar y lo estoy
haciendo de nuevo. Para revisarme, me termino sentando en una banqueta y
reviso las vendas.
—Por aquí no debe haber nadie que nos escuche— la voz de Enola se
oye no muy lejos e intento levantarme pero el aviso en el intercomunicador
me obliga a levantarme y caminar en dirección a la casa.
Tengo la venda machada de sangre pero no me detengo, Dan me
espera en la sala de juntas y no está solo; Giovanny está con él y tiene pinta
de acabar de llegar. Últimamente no se la pasa mucho aquí, todo por
cuestiones de negocios del Alpha y Dwayne.
—Deberías cambiarte esas vendas— me sugiere Dan.
—Se acaban de manchar, hace unos segundos no estaban así.
Me pide que tome asiento y lo hago. Distribuye algunos documentos,
tomo los míos ojeando lo que acaba de entregar. Unos pasos resuenan y no
me interesa mirar al hombre que toma asiento, la voz de su novia me hace
doler la cabeza y los ignoro.
—Giovanny, ¿Cómo estás?
—Bien, ¿Cómo sigue tu hermana?— le pregunta el consejero.
¿Qué le pasaría a su hermana? No la conozco en persona pero solo sé
que es una modelo al igual que Jayden.
—Mejor.
¿Sólo eso?
—Espero que se mejore pronto.
—Empezaron sin mí— la voz de Jayden invade el lugar y no me
sorprende que tome asiento a mi lado
—¿Qué hace Adler aquí?— pregunta el Alpha y esta vez si lo miro.
Su mirada de molestia no la cambia y no sé si está en sus días de idiota
o la amargura lo poseyó desde que estuvimos en Nepal.
Su escolta principal se acerca.
—Es la segunda al mando del escuadrón y...
—Contigo es más que suficiente— sentencia.
Dan asiente y me levanto antes de que me corran. La rubia sonríe por
lo bajo y tal vez cree que no me doy cuenta. Las ganas de pegarle un
puñetazo me las ahorro, el pelinegro deja de mirarme y no tengo más nada
que a hacer aquí.
Salgo, me consigo a Dimitri en el camino, no lo había visto, solo lo
acaricio antes de seguir con intensiones de ir a descansar, pero esta vez con
más molestia que hace un rato.
Intento dormir pero no puedo, cierro los ojos e inmediatamente mi
cabeza trae tantas cosas que son el motivo del exasperamiento que me
invade y termino cubriéndome la cara con la almohada, presiono con fuerza
y suelto el grito lleno de frustración que me estaba matando por dentro. Si
no lo dejaba salir no me quedaría en paz.
La garganta me queda ardiendo pero no importa. Siento un peso menos
encima. Tomo una ducha, no sé qué hora es pero debo estar al pendiente de
la seguridad.
Salgo y me voy acomodando el cabello.
—El Alpha saldrá, pidió solo que fuéramos tú y yo— Dan me
intercepta antes de que salga al jardín.
No creo que sea prudente que lo haga en shorts, pero su afán no me
permite nada y debo salir así.
La camioneta ya está lista, espero que salga el hombre que sube y es
Dan quien conduce.
El recuerdo del beso con Jayden es algo que no se me sale de la cabeza
y empeora la sosobra que me va a volver loca «Algo me dice que sabe»
¿Pero cómo? «Enola» No creo, no puede llegar y decirle así como así, ni
que ella supiera que es problema del Alpha.
«Déjate de mamadas y ponte las pilas triple carga, estúpida, andas
como una ridícula, perdiendo tiempo, te desconozco» me regañan mis
subconscientes.
Como si fuera tan fácil no pensar en nada y hacer como si todo
estuviera de maravilla. Si claro.
«Antes lo hacías y no era muy difícil, así que déjate de excusas y ponte
a trabajar»
¡¿Ustedes también me dirán que solo doy excusas?!
«Entonces deja de darlas y aterriza, ¿ese disparó te fundió el cerebro o
que carajo?»
Fastidiosas.
«Si, si, a la mierda, Venus Adler, ponte a trabajar»
El auto se estaciona y bajo, no sé qué hará mi jefe pero nos adentramos
en un edificio lujoso, la gerente nos recibe, Dan se queda en recepción y me
pide que acompañe al hombre que me hace la ley del hielo, no me mira, no
me habla y al parecer no estoy en el mismo mundo que él porque el
ascensor se abre y sale sin decir nada.
Por inercia camino detrás hasta que se detiene en una puerta, la abre
y....
Nos adentramos en un departamento. ¿Qué hacemos aquí si tiene una
casa gigantesca? Oh claro, no quiere que su novia lo vea conmigo y prefiere
traerme aquí a desquitarse las ganas.
—No sé qué hacemos aquí pero el sexo no va a pasar— le digo.
La ignorada me abofetea y furiosa lo sigo cuando sube las escaleras, se
detiene en una puerta y la abre, me detengo, pero me toma del brazo
empujándo dentro. La puerta no la cierra, la deja así y no pierde tiempo al
tomarme del mentón con una fuerza que me dice que no está de buen
humor.
—Tengo muchas ganas.— susurra y me pierdo en el azul de sus ojos.
Mi corazón se desboca latiendo rápido, mi furia merma, los sentidos se
me nublan y como un necesitada, lo beso, dejo que mis labios busquen los
suyos y el sabor que me gusta me impregne la boca.
La camisa me la saca al igual que la arma que tengo en la espalda, el
brasier lo destroza como si no tuviéramos tiempo y todo debiera ser rápido.
Mi sexo cosquillea, desliza las manos por mi trasero presionandome contra
su dura erección que tanto me gusta porque es tan grande, gruesa y... Mi
boca la aclama como si tuviera una sed tan grande que solo la saciará su
eyaculación y el sabor de su carne.
Despunta mi shorts y cae al suelo, muevo los pies terminando de
sacarlo, sus manos se aferran a mis muslos y me alza subiéndome sobre su
cintura, no lo dudo al envolver mis brazos en su cuello. Es un milagro que
se deje tocar, no puedo desaprovechar y por ello entierro las manos en su
sedoso cabello, profundizo el beso dejando que mi lengua acaricie la suya.
Camina conmigo sobre él, se detiene y creo que me dejará en la cama
o sobre algo pero me estrella contra algo frío y el sonido de cadenas me
alerta pero su boca sigue con afán llevándose mi razón y avivando la
hoguera que me consume haciéndome temblar el cuerpo porque la cercanía
que tenemos siempre me hace sentir extraña pero la disfruto.
—¿Sabes que es un dominante?— pregunta contra mis labios y asiento
— ¿Haz estado con uno?
Niego. Suelta mi cintura y podría caerme pero la pared me sirve de
soporte en lo que sus manos toman mis muñecas y vuelvo a la realidad,
escaneo el lugar en donde estamos y debería ser rápida pero mi cuerpo no
reacciona, mi cabeza piensa un sinfín de cosas que quiero procesar pero
cuando lo intento ya tengo las manos atadas a los grilletes que me dejan los
brazos hacia arriba.
Las tetas me las palmea haciendo que la piel me arda y mi boca se
seque por la fricción que ejercen sus manos, los apretones son tan fuertes
que causan un estruendo dentro de mi cuerpo y jadeo apretando los labios.
—Te voy a enseñar como son algunos de mis castigos.
El jadeo de dolor se escapa de mis labios con los mordiscos lentos que
tiran de mis pezones, los chupa con fuerza y termina pasando la lengua,
dejándolos untados de saliva. Se separa de mala gana, mis piernas caen y el
impacto me remueve el dolor de la herida que se agacha a mirar, me erizo
con el tacto de sus dedos al rededor de las vendas.
No digo nada, creo que mi cerebro está en otro universo y solo mis
hormonas están consientes en este momento en el que presiona y me muevo
rápido aguantando el dolor.
—¡¿Qué haces?! ¡Me duele!— Vocífero, agitada.
El dolor me recorre hasta el vientre y me debilito por un segundo en el
que aprovecha para sujetarme del cuello. Mirarlo es un martirio porque la
ira la desprende fácilmente y mi cabeza repite solo una cosa:
Me las va a hacer pagar.
—Tengo muchas caras y no te alcanzará la vida para conocerlas todas
— asegura con voz ronca.
«Hola Diosito, soy yo de nuevo»
Se va por un momento en el que puedo detallar la habitación, en frente
hay una cama con grilletes en el cabezal. Veo dos sillas probablemente para
dominar y azotar, reparo el lugar en donde estoy inmóvil y es una especie
de pared igual o peor de aterradora que el resto de la habitación que
seguramente es la que utiliza para liberar su faceta de pervertido dominante.
Suspiro tratando de pensar. Inspecciono los grilletes que me atan, no
me lastiman pero tampoco serán fáciles de abrir, el idiota sabe como
mantener a su merced, por suerte no me sujetó los tobillos.
Elevo un poco la pierna revisando la herida y... Estoy sangrando.
—No perdamos tiempo— regresa con solo el mero vaquero y un
frasco en la mano.
Se me acerca y no le muestro más que desconfianza porque puede
verse jodidamente sensual con el cabello desordenado y el torso expuesto.
Pero sé que no tiene buenas intenciones y no soy estúpida como para no
saber que viene en plan cobrador de deudas.
—Nos vamos a divertir. Verás lo rico que es pagar por algo que haces
aunque te digan que no puedes y que estás buscando lo que no se te ha
perdido. Pero como eres terca, te gusta desafiarme ¿O no?.
—No sé de qué me hablas— espeto.
Rueda los ojos, abriendo el frasco. El olor a chicle llega a mis fosas
nasales y me recuerda el sabor de su boca cuando me besa.
—No le daré más largas al asunto— se acerca, unta los dedos y los
desliza por mi hombro descendiendo hasta mis pechos, lo riega en mis
pezones no sin antes pellizcarlos, haciéndome reprimir los jadeos que se
atascan en mi garganta— No te comprimas, ya los soltarás para mí.
Sigue moviendo la mano hasta mi abdomen, vuelve a untarlos, me
mira a los ojos y hago lo mismo sin dejar de sentir como sus dedos siguen
bajando hasta quedarse en mis pliegues.
Me muerdo la lengua con la tentadora sensanción que me producen los
círculos suaves que recibe mi clítoris, mojándome al instante y no quiero
que me vea caliente, vulnerable o que deseo esto, pero su sonrisa aparece
y...
—Adelante, no te comprimas, preciosa, jadea para mí y seré un
poquito condescendiente.
Sus palabras son tan llenas de excitación que intento contenerme los
más que puedo, como muchas veces lo hice antes las torturas psicológicas
que recibí, con los golpes que resistí en aquellos días, pero nada de eso se
compara con el juego rápido que empiezan sus dedos en mi húmedo canal.
Alzo el trasero, pegándolo a la pared, queriendo que pare, pero hunde
más los dedos y no deja de masturbar aunque trato de apretar las piernas,
pero tira de mi pezón y estas flaquean poniéndome entre la espada y la
pared.
—Jadea, déjame escucharte, di mi nombre.
Mi garganta se atasca como si tuviera un nudo que me la desgarrará si
no saco la presión.
—Te los sacaré si tú no lo haces por tu propia voluntad.
El frasco cae al suelo, su mano sigue la tanda de movimientos que me
siguen quitando resistencia mientras que la otra se cierra en uno de mis
glúteos, desliza los dedos por la separación y quiero moverme, parar, que no
lo haga pero es rápido hundiendo un dedo en mi recto y llevándome al
abismo de perversión en donde solo está él y yo.
No sé qué hace, pero los dedos los mueve al compás en ambos
orificios y los jadeos salen solos de mi garganta. El corazón amenaza con
salirse de mi pecho, mi boca se vuelve agua con las miles de emociones que
recorren mi cuerpo y se detienen en mi tórax, dándome azotes con una
fuerza frenética que me hace pedir más, que no pare porque el orgasmo se
acerca y...
—¿Quieres correrte?
Las palabras no salen de mi boca. Mi cabeza parece estar en otro
mundo y...
—¿Quieres correrte? —repite.
Su pregunta es cargada de molestia, tanto que mis neuronas despierta y
asiento automáticamente.
—Sí...— musito, tratando de no ahogarme con mi propia saliva.
Muevo la pelvis buscando la exquisitez que me da, moviendo más
rápido y haciendo no sé qué, pero abro la boca, las piernas se me erizan y el
vientre se me contrae anunciando que el orgasmo va a llegar pero....
Se detiene dejándome así, el aire se sale de mis pulmones y quiero
quejarme, pero se arrodilla, me sube las piernas sobre sus hombros y mi
sexo queda en su boca mientras sus manos se aferran a mi trasero,
trayendome más hasta que su lengua se pierde en mi coño y sus labios se
mueven con decisión, hambre y ganas.
—¡Maldición!— el grito sale solo, succiona de una manera violenta
que calcina mis sentidos y me deja al borde de un colapso mental porque el
orgasmo amenaza con llegar y...
Desliza las manos hasta que llega a mis muslos y presiona, vuelve a
hacerlo dándome dolor y me olvido de lo que hace en mi canal porque la
pierna se me adormece y el chillido agudo me hace doler la garganta presa
de la molestia que incrementa cuando se levanta, dejándome adolorida y sin
correrme.
—¿Qué haces? ¿Por qué me lastimas así?— mi boca intenta que suene
fuerte pero no tengo fuerzas y de no ser por los grilletes, ya me hubiera ido
de bruses al piso
—Me estoy cobrando todas las que me debes.
Quiero refutar pero me siento extraña, sin fuerzas y acalorada, mi vista
viaja hasta la herida que sangra, tengo la venda machada exageradamente
pero a él parece no importarle porque se inclina, mis muslos quedan sobre
sus antebrazos y mi cabeza contra la pared a medida que como puede
desliza una mano hasta mi coño, palpa y no sé si estoy perdida en el dolor
pero se hundió en mí y recién me doy cuenta de eso.
Los empeños son salvajes y llenos de adrenalina, mi canal lo recibe y
duele porque estoy en un posición que le ofrece más profundidad y le gusta
porque muerde mis tetas, lame, jadea y me susurra que estoy siendo una
decepción de mujer porque se enteró de que me besé con Jayden.
Le musito que no lo besé porque quise, él lo hizo pero obviamente no
me cree y me castiga con embestidas que me llevan a la locura porque el
orgasmo se acerca, no me deja correr porque se detiene respirando agitado y
sonriendo de medio lado mirándome como un demonio mira a un simple
mortal que está recibiendo un castigo leve y nada comparado con todo lo
que podría hacerme.
—¿Te gusta andar de coqueta con los demás?— vuelve con la
secuencia de arremetidas que me ponen peor y más ansiosa por correrme—
¿Dime?
No respondo, tengo un montón de cosas en la cabeza y no estoy siendo
yo porque es la primera vez que me tienen tan vulnerable y no puedo hacer
nada, se vale de mi herida para hacerme sufrir, de mi canal para
desesperarme y de su boca para soltar cosas que me golpean en la moral
porque es un jodido egoísta que me hace querer...
Lo odio.
—Me gusta tu canal— susurra.
No sé cuánto tiempo llevamos así pero estoy cansada mental y
físicamente lo que es extraño, suelo tener mucha energía pero este hombre
sabe como jugar con mi cuerpo y que sea placenteramente doloroso.
Me sostiene firmemente por debajo de los muslos, es más grande que
yo y su fuerza le permite cagarme como una muñeca porque se separa un
poco y me da más duro haciendo que mi cuerpo se estremezca con el
impacto en mi entrada. El sonido del choque se toma la habitación al igual
que sus jadeos y mis gemidos.
El calor me envuelve y tiro de los grilletes en un intento por soltarme,
pero no puedo, solo quiero correrme y...
—Déjame correr, por favor, Herodes...
Mi cabeza se vuelve un contenedor de caos y mi súplica fue en vano
porque siente cuando estoy apunto de llegar, sale de golpe y sin dejar de
sostenerme siento como su eyaculación se derrama y un poco toca mi
trasero. «Se acaba de correr fuera de mí»
—Eso estuvo delicioso ¿no crees?
Mi cabeza no sabe cómo armar las palabras para responder y mandarlo
a la mierda porque me quedo con los ojos cerrados y controlando el dolor
que se toma mis pliegues.
Me suelta de mala gana, la pierna me duele, quisiera que al menos me
desate para caer al suelo y dejar que mi cuerpo se reponga pero no lo hará
porque se acaricia el miembro y con el dedo se limpia la punta, vuelve
acercarse y ese mismo dedo me lo pasa por los labios dejando su leche para
que la pruebe.
Instintivamente, mi lengua limpia mis labios y pruebo su sabor,
dándole algo de humedad a mi seca y adolorida garganta.
—¿Quieres correrte?— me toma del cuello.
Asiento, no puedo responder, estoy demasiado agitada y cansada.
—Eso no sucederá— espeta —¿Sabes por qué? Porque te comportaste
como una puta que no tiene las hormonas quietas y tiene que estar dándole
sonrisas a los demás, y para colmo te besas con Jayden y ¿Sabes cómo lo
sé?
Paso saliva queriendo que mi garganta saque algo para defenderme
pero el dolor vuelve con el apretón que me propina en la pierna.
—Él me lo alardeó, ¡Te dije que te alejarás de él! —explota como
nunca lo había hecho— Pero eres una maldita desobediente que no cumple
órdenes y por eso te voy a dejar aquí hasta que me dé la gana de volver de
Londres y venir a desatarte. Ruega porque ese día que venga no te mate de
una vez por todas.
Me suelta de mala gana, demostrando lo inhumano que puede llegar a
ser y...
—Desde ahora te trataré como debía hacerlo desde un principio; como
una vil ramera que cree que puede andar coqueteando con todo mundo y su
dueño no le dirá nada.— termina.
Mi boca se abre y...
—Eres un...
—¿Un qué?
—Un maldito egoísta que no ve más allá de su posesividad —escupo
— No tengo culpa de que tu primo me quiera coger. Mátalo a él, yo no le he
seducido en ningún momento y tampoco le hablo por intentar algo, ¡lo hago
porque es un maldito Blackwood y a ustedes se les debe respeto o si no me
matarán! ¡Puedo ser tu guardaespaldas pero eso no me asegura que alguien
más no me quiera dar de baja!
La garganta se me contrae, los ojos me pican pero nada sale porque no
lo hará y tampoco por esta estúpides.
—No me vas a convencer, Adler. Ya bastantes te dejé pasar, pero no
esta.— impone.
Se va por un momento y quedo con una horribles ganas de liberarme y
matarlo pero no puedo, tengo la pierna temblando, el coño excitando y la
moral por el suelo porque al único que intento ganarme es al él, pero es un
maldito bipolar que malinterpreta todo y...
—¡Te odio, maldita sea!.— trueno.
Pataleo aunque la pierna se me ponga peor, tengo una especie de
tensión encima que debo liberar porque no acarrea nada bueno.
El pelinegro regresa pero esta vez vestido y por lo visto si me dejará
aquí, sola, amarrada, con la pierna mal y las ganas intactas.
—Ya me voy. Espero que te guste la soledad, es lo que tendrás, tal vez
eso te ayude.
—¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Cómo me vas a dejar aquí?! ¡estoy herida y moriré
de hambre!
Busca la puerta, toma el pomo pero se detiene.
—No me conoces y esto no es nada con todo lo que puedo hacerte si
sigues haciendo lo que no debes.
La puerta la azota cuando sale dejándome sola en esta habitación de
sadismo y con olor a sexo que me empeora porque me cogió por una hora y
no me permitió correrme, solo me lastimó más la pierna y me demostró lo
hijo de puta que es y el peligro al que me estoy enfrentando.
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Besitos.
Osly.
Capítulo 44

______✧✧Sacando las garras✧✧_______

Megan
La ciudad de Londres siempre me va a gustar. Muchas veces he
pensando en mudarme y tener tal vez un departamento aquí. Pero por ahora
solo me conformo con venir con el hombre que habla por teléfono a medida
que vamos de camino a casa de mis suegros.
Viven aquí desde hace mucho tiempo, desde diciembre no los visito y
me alegra hacerlo en compañía de Herodes. Al menos tiene un respiro, ya lo
extrañaba.
Me siento mucho más calmada y el motivo se debe a que la
guardaespaldas no vino con nosotros y su puesto lo cubre el consejero quien
ocupa el asiento de copiloto. No sé el por qué de su ausencia, pero tampoco
me interesa. Por los momentos tengo muchos problemas y uno de ellos es la
preocupación que siento por mi hermana, está mejorando, pero no desiste
de su idea de seguir fumando marihuana.
Recuesto la cabeza en el asiento y cierro los ojos, solo necesito
conseguir un poco de paz, nada de problemas o preocupaciones.
—Mi padre nos quiere en la convención del lunes, muchos magnates y
políticos asistirán, tal vez te interese— le comento.
—Me gusta cuando eres una especie de itinerario, si no me dices, no
me acuerdo de que había pensado ir.
Su sarcasmo muchas veces suele ser del que hiere o te hace sentir mal.
—Que bonito que me veas como solo eso, al menos es algo.
—Piensa lo que quieras y lo que tú cabeza se imagine. Si te viera solo
como eso no estarías en el mismo auto que yo.
Una sonrisa se me escapa porque no sonó lindo, pero lo pienso como
una especie de "te veo como mi novia" y es mejor.
—No diré nada respecto a eso, no quiero dañar lo que mi cabeza está
pensando— me cruzo de brazos, mirando por la ventana.
—Ajá.
El auto se adentra en la urbanización con casas lujosas habitadas por
figuras adineradas, entre esos; famosos, políticos...
El auto se estaciona y bajo, detallando la gran casa que tanto me gusta.
Una empleada abre la puerta dándonos la bienvenida, Herodes entra como
si la casa fuera suya, pide algo de tomar y toma asiento en los sofás de la
sala. Hago lo mismo y en menos de nada mi suegro aparece bajando las
escaleras, viste casual, pero elegante.
—Qué sorpresa tener en mis aposentos al Alpha de la Mafia y a mi
hijo—vocífera sonriendo, termina de acercarse y con una sonrisa lo saludo
— Megan, estás linda como siempre. Doble sopresa verte aquí.
A diferencia de mi novio, mi suegro es un tanto menos irritable.
—Tus empleadas son unas incompetentes, pedí algo de tomar y aún
espero por eso— Herodes comienza a quejarse
«Detesta esperar»
—Disculpe usted porque en mi casa no sea suficiente nada para usted,
mi señor— le dice su padre con un tono de tristeza fingida.
—Prepárame una habitación, vine para hablar de negocios no a
vacacionar— espeta.
Me cruzo de piernas revisando mi teléfono. Estos dos cuando hablan
no hacen más que tratarse así ya que Dwayne puede ser el antiguo Alpha
pero es su padre y creo que por eso le tolera una conducta diferente que a
los demás.
—En seguida pido que lo hagan.
Mi suegro toma asiento, la sirvienta ofrece jugos y le doy un sorbo al
mío poniéndome de pie cuando Lucinda aparece caminando como la mujer
empoderada y segura de si misma que es. Se aparta el teléfono de la oreja,
se acerca hacia su hijo, pero este solo la mira sin ningún tipo de expresión
ni siquiera por ser su madre.
—Verte se ha vuelto casi imposible. Ya ni recordaba la cara de mi hijo.
Se acaricia la sien, como si le doliera la cabeza.
—Deberías ser actriz, eres bien exagerada— espeta con fastidio
—Más respeto que soy tu madre.
—Ajá.
Se levanta dejando el vaso de lado. Se saca el teléfono del bolsillo y
todos lo miramos porque es tan frío que el ambiente se vuelve pesado por
él. Su padre puede ser igual de prepotente, pero su hijo lo es mil veces más.
—Definitivamente ese puesto lo volvió peor que antes.— comenta
Lucinda viendo como se pierde hacia el jardín de la casa en busca de
privacidad para fumar
Dwayne suspira hondo poniéndose de pie.
—Hijo mío tenía que ser.
—Demasiado, es peor que tú.
—Y eso me llena de orgullo— asegura con detenimiento
Se va y quedo con sola con la mujer que toma asiento dejando que le
sirvan jugo.
—¿Cómo sigue tu hermana? Supe que se enfermó.
—Está mejorando.— sorbo un trago de jugo.
—Espero que se recupere. La necesito para una sesión de fotos.
—Estará bien lo antes posible No se la perderá.
—Eso espero. Ella y Jayden son los principales y no quisiera tener que
reemplazarla.— sus ojos me estudian.
—Eso no sucederá, ama su trabajo y más cuando trabaja para ti.— le
aseguro.
Nadie sabe que Tracy sufrió una sobredosis, solo la familia conoce
sobre su adicción.
Por un momento nos quedamos en silencio y no sé qué decir, temo
porque mi postura le muestre que algo no está bien y tenga que responder
preguntas. Si algo caracteriza a Lucinda Lucier es el hecho de que te
psicoanálisa y estudia tus expresiones aunque no sea una experta.
—Y... Cuéntame, Megan, ¿Cómo vas con mi hijo? ¿Alguna novedad
que deba saber?.— empieza.
—Lo mismo de siempre, ya lo conoces, siempre cerrado, distante, frío,
irritable...
—Aún así debes aprender a vivir con ello, no cambiará y no creo que
nadie pueda hacerlo; tal vez si saber manejarlo y no suicidarse en el
camino.
—No creo que su forma de ser sea motivo para intentar suicidarme.
—Sólo digo, no quiero una nuera con falta de cojones, y eso es lo que
necesitarás si pretendes entrar de lleno en su vida.— me explica.
Asiento, aunque ser igual que él solo conllevaría malas cosas, el
detesta que alguien intente pasarle por encima, le gustan las sumisas
obedientes, no las insolentes antipáticas que no se acoplen a su vida.
—Tengo los cojones, pero demostrarlos no creo que me resulte bien
desde el punto de vista de él.
—Buen punto, desventajas de que sea el Alpha de la mafia y para
colmo un hombre tan...—mira hacia arriba, intentando buscar la palabra
correcta—: Impredecible e indescifrable, poco fácil de tratar.
—Dímelo a mi que no sé lo que significa dormir en la misma cama
que él.
—Creí que eso había cambiado, pero por lo que veo sigue con eso
desde la universidad.
—¿Le sucedió algo en la universidad para que sea tan frío?
Asiente despacio, me mira como si quisiera contarme pero a juzgar por
su expresión sé que no me dirá nada.
—No me molestaría saberlo, tal vez pueda...
—Si no te lo ha dicho, no creo que yo deba, es su vida y lo que más
detesta es que se metan en ella— me aclara.
—Pero seré parte de ella en algún momento, es lógico que la conozca
y él la mía igual.
—Hay cosas que son mejor no contarlas y guardarlas solo para uno
mismo, así que no te recomiendo preguntarle sobre esto, te aseguro que no
te irá bien— se pone de pie— ¿Gustas acompañarme a mi estudio? Tengo
trabajo por hacer y no creo que quieras quedarte aquí sola, Amber no
vendrá si no hasta el lunes.
Estoy por ponerme de pie, pero me detengo al ver la entrada de los
pelinegros, no dicen nada, toman el camino hacia el bar de la casa y como
no pienso quedarme sola no me queda de otra que acompañar a mi suegra.
Su estudio es una mezcla de centro de diseño, fotografía, oficina y sitio en
donde tienes todo lo necesario para estar 24/7 encargándote de moda,
cosméticos...
Tomo asiento, dejando que me muestre un nuevo proyecto que tiene
pensado. Amber debe heredar todo lo de su madre y está en eso, pero la
empresa de su hermano la tiene de aquí para allá. No me quiero imaginar
todo lo que tendré que hacer yo cuando me case con él, la cantidad de
negocios me volverán loca y aparte la empresa de mi padre.
—Para tu boda tengo la mejor diseñadora— me comenta, revisando
uno de los catálogos.
—Aún falta para eso y ...
—Ya sé que me dirás, "aún no me lo ha propuesto", debe hacerlo, no te
afanes.
No lo hago, es solo que... No quiero que sea forzado y por ello no
apresuro las cosas. Todo debe ser a su tiempo y esperaré lo que sea
necesario.
[...]
Londres, no hay mejor manera de recorrerla si no es con los
Blackwood. Salimos a comer a un buen restaurante, asistimos al estreno de
una galería de arte y cenamos con una familia importante que quería hacer
negocios con Dwayne.
La estamos pasando bien, pero mi novio parece estar de lleno en sus
pensamientos, casi no habla, socializa o quiere estar con nosotros «Aunque
eso es normal en él».
Siento que vine sola, lo único bueno es el sexo que hemos tenido y por
suerte eso si no lo ha dejado de lado, el problema más grande es su irritable
genio y el hecho de que no me deje ni siquiera estar en su cama, el sexo
debe ser en mi habitación, después me deja y se va a la suya.
Lo siento tenso y peor que cuando llegamos.
Solo llevamos un día aquí y no quita la atención de su teléfono, fuma a
cada nada, Dan se lleva la mayoría de los regaños y también Giovanny
quien nos acompaña hoy; normalmente está con Dwayne por cosas de la
organización y hoy no será la excepción ya que los tres se van y me deja
con Lucinda en una tienda de sus cosméticos.
Me paseo cerca de las vitrinas, observando algunas sombras de ojos.
Mi suegra sigue platicando con las encargadas así que aprovecho para
llamar a mi madre para saber de ella. Cuando estoy lejos de casa me es
inevitable no extrañarla a ella y a Tracy, sobre todo ahora que la segunda
debe tener cuidado con lo que hace o nos matará de un infarto a nosotras.
—Iremos a comer algo— me avisa Lucinda.
Eso es perfecto, muero de hambre. Salimos de la tienda, abordamos el
auto que espera por nosotras, el cual nos moviliza hasta uno de los mejores
restaurantes de la ciudad. Dos mujeres nos esperan y las reconozco de
inmediato, la pelinegra una es presentadora de un programa de modas, La
castaña es una socialite y diseñadora.
Tomamos asiento, nos facilitan los menus, pido algo sin grasa o
colesterol, buen vino y pan francés para comer con la salsa que nos traen.
—Los desfiles fueron un rotundo éxito, aún no los supero— comenta
la presentadora «Giselle Spears», en su programa siempre halagan el trabajo
de Lucinda.
—Eso se nota, siempre los vives transmitiendo en tu programa—
comenta la castaña «Lizeth Stein».
—La calidad siempre debe recordarse, querida.
—En eso tienes razón, es lo más sensato después de que asistes a
todos. No te los pierdes.
—Ventajas de que mi amiga sea una de la patrocinadora— le guiña un
ojo a mi suegra.
—No se cansan de halagarme— tan airosa mi suegra.
—Un brindis por tu vida, como quisiera que la mía fuese asi— Giselle
alza su copa.
Las demás acompañamos su brindis, mientras ellas hablan, yo solo las
escucho y reviso mis redes sociales.
—Estás muy callada, Megan— me dice Lizeth.
—Me gusta escuchar sobre lo que hablan.
—Eso o piensas en el apuesto hombre que tienes por novio. Lucinda,
déjame decirte que tú hijo está como quiere, discúlpame si sueno muy
osada. Lo siento, Megan, pero la verdad se dice.
Sonrío encogiéndome de hombros y hago un ademán con la mano para
que se despreocupe.
—Estoy cansada de oír eso. Es normal— responde mi suegra, dándole
un sorbo a su copa.
—Jayden tampoco está nada mal.— agrega Giselle— Ya lo extraño en
una pasarela, pero entiendo que quiera darse una pausa, el mundo del
espectáculo es tan agotador.
Lucinda suspira cansada.
—Dímelo a mí que tengo que estar evitando reporteros y citas para
revistas.
Disfrutamos de la comida. Ambas mujeres se despiden y nosotras
hacemos lo mismo ya que debo acompañar a mi suegra a una conferencia
de prensa.
Subimos al auto cuando salimos.
—Me gusta tu reloj ¿Edición especial?.— toma mi muñeca, reparando
el accesorio.
—Sí, edición de pareja, tu hijo tiene uno igual, los compre por su
cumpleaños— respondo.
—No se lo he visto, son tantos los que tiene, tal vez sería un milagro
que se acuerde de usarlo.
Ahora que lo pienso, no se lo he visto. Las últimas veces lo llevaba
puesto, pero desde que regrese a Montreal no. Tal vez lo tenga guardado.
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Herodes
Bajamos del auto que queda rodeado de varios container en uno de los
muelles. Avanzo con los hombres que me acompañan y que no se habían
dignado en ponerme al tanto de esto.
La puerta de uno de los container está abierta y me adentro viendo al
hombre que yace amarrado en la vase de madera que taladraron en el suelo
de forma que los brazos y las piernas, le queden extendidas.
—Era quien nos proveía información clasificada del CEICC, pero
ahora el nuevo coronel nos quiere hacer la vida imposible y no sé cómo lo
hizo, pero compró a este bueno para nada y le saco información valiosa—
Dwayne me pone al tanto de todo.
—Temo decir que nos quedamos sin un espía dentro del cuartel— me
avisa Giovanny.
Me giro, mirándolo con los ojos entornados.
—¿Y por qué no me había enterado?
—Intentamos solucionarlo para no tener que darte malas noticias— me
dice mi padre.
—Pésima idea, si me hubieran avisado no tendría porque ensuciarme
las manos—desfundo la navaja que tengo en el bolsillo del blazer antes de
sacarmelo al igual que el saco, las mangas me las arremango en el
antebrazo y me acunclillo al lado del sargento.
—Intentamos sacarle información pero al parecer le lavaron el cerebro
— me dice el consejero.
El sujeto está tan golpeado que con dificultad puede medio abrir un
solo ojo para mirarme.
—Herodes Blackwood...
—Para ti soy el Alpha de la mafia, el hombre que no perdona
traiciones o da segundas oportunidades.
—Eres un asco...
—¿Y tú no?, Déjame recordarte que aceptaste ser parte de mi gente
cuando te di los 10 millones de euros, ahora me traicionas— ladeo la
cabeza, la navaja la poso el su pecho deslizandola hacia abajo, abriendo la
camisa y una pequeña capa de la piel que comienza a brotar el líquido
carmesí — Eso eres; un traicionero que le hizo lo mismo a su entidad y
ahora quiere enmendar el error dando información mía. ¿Qué tanto dijiste?
Se estremece con la cortada que va bajando hasta el ombligo.
—No voy a...
Ladeó la cabeza.
—Te escucho.
Tose, aprieta la mandíbula e intenta no mirarme a los ojos.
—¿Qué más podría decir?— se ríe amargamente, tratando de ignorar
el dolor— Que tú eres el Alpha de la mafia y el peor narcotraficante, por
eso te hicieron aquel atentado cuando viniste, te comenzarán a casar
maldito hijo de las mil putas.
Estalla en risas, como un lunático.
—Ya lo dije, le lavaron el cerebro—habla Dwayne.
Un teléfono suena, es el del consejero quien se va por un momento a
contestar.
—Te vas a pudrir en la cárcel y el mundo sabrá quién eres, las
atrocidades que haces tú y tu familia quienes también son parte de....—
calla cuando le clavo la puñalada en el estómago.
—El día que el mundo sepa quién soy es porque yo mismo lo haré
saber y se desatará la mayor catástrofe de todas— afinco la navaja
ascendiendo hasta el medio del pecho, tocando el hueso.
La sangre me empapa la mano pero no me interesa. Me gusta como se
siente y el color que se parece tanto al del cabello de la mujer que me carga
furioso.
—Mátalo, ya no...— llega Giovanny viendo lo que hago— Olvídalo,
ya lo estás haciendo.
Sigo subiendo la cortada, abriendo la piel como si de un animal se
tratase, desantando más sangre, sacando los quejidos del hombre que
escupe salpicandome la cara y sonrío chequeando la lengua varias veces.
—Ve a pudrirte a donde mandaré a tu familia a hacerte compañía.
Abro la piel del cuello tocando la tráquea que cede ante el filo, me
aferro al cabello y tiro a medida que sigo cortando, sumergiéndome en esa
sensación perversa y enfermiza que me hace suspirar liberando estrés al ver
que la cabeza se desprende y queda en mi mano.
Me pongo de pie, alzandola para que ambos hombres la vean.
—La quiero en las puertas del cuartel, que tomen una foto para ver si
cumplieron con mi orden— dictamino.
—Bien, tus deseos son órdenes— me garantiza el consejero, pidiendo
algo en donde meterla.
Quedé sucio de sangre, me la limpio con un trapo pero eso no elimina
el olor que no me asquea ni causa nada en mí que ya estoy acostumbrado a
verla o desatarla de cualquier manera para sentirme estable.
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Les recomiendo que no se salten capítulos si son Nuevos lectores. No


entenderán más adelante.

Mil gracias por leer.

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Besitos.

Osly.
Capítulo 45

__________✧✧Calvario✧✧__________

Venus
Sigo atada, inmóvil, cansada, adolorida, con ganas y con una molestia
que me tiene pensando las miles de formas en las que me voy a cobrar esto.
Debo respirar, tengo mis planes trazados y no puedo irme tan rápido,
pero es inevitable controlar todo lo que me avasalla desde que estoy aquí
siendo básicamente una esclava vulnerable.
No sé qué hora es pero solo sé que llevo más de un día aquí. Nadie
entra ni siquiera a darme agua o comida. Parece que estoy pagando un
castigo por haber cometido una gran atrocidad cuando en realidad no fue mi
culpa y tampoco quise que sucediera.
Tendré que hablar seriamente con Jayden o hará que Herodes me mate
antes de tiempo.
No he dormido, de pie no es como si pueda hacerlo, las muñecas me
duelen de tanto que he tirado de los grilletes en un intento por liberarme
pero las caderas son resistentes y mis técnicas no funcionan. El frío es otra
cosa que me exaspera porque estoy desnuda y anhelando acostarme en la
cama que tengo en frente.
Tengo la boca reseca, el estómago me gruñe por la falta de alimentos
que no he probado. Mi resistencia es algo que admiro de mí y gracias a ella
no desfallezco en ningún momento aunque sigan pasando los minutos y las
horas. Mi cabeza trata de no entrar en ese nivel de desespero pero las
piernas me tiemblan y ni eso me derriba porque eso es lo que él quiere.
Me mentalizo en que estoy en esos días en los que en la fortaleza no
me permitían comer por haber fallado en algún entrenamiento. Prefiero que
mi cabeza me lleve a aquellos tiempos en los que sacaba todo y me
obligaba a tener fuerzas a pesar de no estar en las condiciones aptas.
Sigo corriendo bajo el candente sol, mis pies se maltratan cada vez
más con las rocas que conforman el camino de una de las áreas de
entrenamiento. Por suerte el uniforme me ayuda a cubrir mi piel de las
ramas con espinas y hojas venenosas que trato de esquivar.
No puedo detenerme, la meta queda a unos cuantos metros, debo si o si
llegar de primera o tampoco me dejarán comer esta noche. Me siento sin
mucha energía pero no me detengo «Me van a torturar si no lo logro hoy»
Giovanny tiene los ojos puestos en mí, y no me dejará pasar una más.
—Esfuerzo o Tortura, Lo logras o Lo lamentarás.
Sus típicas palabras se siguen repitiendo en mi cabeza, haciéndome
apresurar el paso.
Mis reflejos fallan por un momento y no soy veloz para esquivar un
tronco caído, tropiezo, caigo raspandome las manos y las rodillas. Me
levanto rápido e intento limpiarme pero la fricción solo me hace arder las
cortadas. No me queda de otra que continuar aunque mi cuerpo quiera
descanso y mi mente lo obligue a seguir.
Abro los ojos, intentar dormir en la posición que estoy solo me causo
un horrible dolor en las muñecas y creo que me lastimé la izquierda porque
el dolor me recorre hasta el codo y no puedo mover los dedos «Mierda»,
pataleo, maldigo, me quejo y grito sacando la frustración.
No dejo de pensar en mi maldito jefe y todo lo que quiero hacerle por
haberme dejado aquí, ¿Y todo por qué? Porque es un jodido egoísta que no
ve más allá de su posesividad, y me molesta demasiado que se porte como
un celopata de la mierda.
¿Cómo me va a dejar aquí sin comida, agua, amarrada, herida y
desnuda? Solo un maniático haría tal cosa. Lo odio más que antes.
La pierna me duele, debería haberme limpiado la herida pero ni
siquiera eso, lastimarla fue una pésima idea porque no la siento más sana,
creo que la tengo peor y la hinchazón lo demuestra. Sería el colmo que me
la tengan que amputar por su culpa. Las vendas siguen sucias de la sangre
pasada y empeora mi afán por querer soltarme.
Las horas siguen pasando, sin comer o darle descanso a mis piernas
que por un momento flaquean y quedo sostenida solo por las muñecas las
cuales me duelen, la izquierda no la siento del todo, creo que en cualquier
momento me voy a desmayar de nuevo y lo hago sumiéndome en los
recuerdos de esos días de supervivencia.
El helicóptero que nos trajo se alza en vuelo y tomo mi bolso que
alberga el cuchillo, algo para darme calor y una cantinplora vacía porque ni
siquiera tiene agua.
Todos se dispersan y quedo sola con Yasmín quien me hace avanzar
adentrándonos del todo a la espesa selva Amazónica.
—Debemos soportar varios días aquí. Algunos querrán deshacerse de
los que no les agradan y te aseguro que Brais y Enola serán los primeros en
querer matarte— me recuerda.
Ambos me caen de la patada, no los soporto y por ello debo dormir y
estar con los ojos bien abiertos porque primero me los cargo yo que ellos a
mí.
—Busquemos un lugar cerca del río, el agua es la prioridad por ahora,
después veremos que comemos.
Me codea y señala un árbol no muy lejos.
—Mangos, son perfectos.
—Recojamos algunos, mira allá hay una de plátanos— señalo el punto
— Tú ve por aquellos que yo voy por estos.
Asiente, me muevo rápido, los mosquitos son una tortura, el calor es
horrible al igual que la cantidad de plantas que debo rodear o atravesar. El
uniforme se me llena de espinas, las botas de lodo pero no me importa,
llego hasta la planta y como puedo tomo algunos plátanos maduros.
Me dirijo hacia donde está Yas trepando el árbol. Llega a una rama y
coge algunos dejándolos caer, los tomo guardándolos en el bolso. Hacemos
un gran equipo, desde que llegué a la fortaleza a sido la única que no me
ignora como tal y eso lo agradezco, me agrada, nos apoyamos en los
entrenamientos y estos días no serán la excepción.
—¿Suficientes?
Reviso la cantidad y asiento. Baja, toma el bolso y seguimos en busca
de un río, lo hallamos a unos cuantos metros, arovechamos para llenar los
envases y deshacernos del lodo antes de seguro cuesta arriba en busca de la
cascada.
—Saldré quemada, picada por completo y probablemente con la piel
reseca en exceso —empieza.
—Todo sea por salir de esto, es la última prueba así, ya pasamos la de
Irak. Esta será más fácil.
Afirma. Comemos unos mangos mientras avanzamos sin bajar la
guardia. No sé que animales podríamos encontrar y no quisiera ser tragada
por una anaconda, o peor aún, picada por arañas «Eso si debo evitarlo».
Llegamos a la cascada, buscamos un lugar cómodo debajo de un árbol,
quitamos algunas ramas y tomamos asiento, ya la noche cayó, el frío no se
hace esperar y tampoco los zancudos fastidiosos. Decidimos turnarnos, ella
es la primera en descansar dejando la mejilla apoyada en mi hombro,
mientras veo las llamas que surgen de la pequeña fogata que armamos.
Morir de frío no es una opción como tampoco quedarnos dormida ambas.
No sé qué hora es, los ojos me pesan y solo frutas no me mantienen del
todo energizada.
Amanece y optamos por pescar con un anzuelo que creamos; hacerlo
no fue fácil, y pescar nos resulta agitador porque solo conseguimos dos
peces, al menos son grandes y nos quitan el hambre cuando los comemos
después de cocinarlos sobre una capa de hojas específicas.
Pongo en práctica lo que aprendí en Irak, hago un nudo con algunas
ramas, las anclo al suelo y me aseguro de que quede bien para que un
conejo sea lo que atrapemos o con suerte un pequeño ciervo.
—¿Funcionará eso?— Indaga Yasmín, mirándome con atención.
—Reza para que sí.
—Padre nuestro que estás en los cielos, santi...
—¿Qué haces?— la corto.
—Me dijiste que rezara, estúpida.
Sacudo la cabeza, poniéndome de pie.
—Lo revisaremos en la mañana, vamos a descansar un poco.
—Por fin. Me duele la cabeza, toma la primera ronda, yo haré la
siguiente— me pide.
Amanece, vamos a revisar la trampa y evito gritar de emoción al ver el
pequeño conejo que atrapé. Lo toma, yo me aseguro de dejar la trampa lista.
En frente del río, nos disponemos a quitarle la piel al animal, busco algunas
especies de plantas que puedan servir para sazonar, armamos una fogata y
lo cocinamos mientras nos bañamos en el río, tengo el cabello sucio y con
los dedos me lo desenredo.
Me friego bien hasta que...
—Las estaba buscando— la voz de Helen se oye cerca y me giro
notando que viene con Kilian.
—Que hermosa cascada..— habla el moreno y mi amiga se cubre las
tetas, hundiéndose hasta el cuello.
—¡Deja de mirarnos o te pateo las bolas!
—No te estoy mirando, veo el agua que voy a probar ahora mismo—se
saca la camisa mostrando su cuerpo bien trabajado y lleno de tatuajes bien
hechos.
Está bueno y él lo sabe.
—¿Qué huele tan bien?— Indaga Helen, mirando la fogata— ¡Conejo,
lo que quiero comer!
Corre hacia la comida que tenemos lista pero la pelinegra sale
empapada y corriendo evitando que se robe una presa. Discuten, Kilian se
ríe y propone cocinar el ciervo que ellos tienen en uno de los bolsos. No
estamos para disputas, ninguno me caen mal, al final decidimos comer
juntos.
Vuelvo a vestirme, pico fruta y disfruto de la comida hasta que
anochece y debemos turnarnos. Kilian se queda despierto, luego lo hago yo
y...
Unas voces se oyen cerca, luces empiezan a aparecer como si de
linternas se tratara y... Los disparos nos ponen alerta a todos. No tenemos
armas, solo los cuchillos y nos dispersamos, apago la fogata y me vuelvo
una con la naturaleza dejando que la maleza me sirva de camuflaje para
irme deshaciendo de los sujetos con traje militar que van apareciendo
intentando casarnos.
Un disparo roza mi brazo y desde mi punto capto a Helen peleando a
puños con tres sujetos, intento ayudarla pero debo retroceder y defenderme
cuando dos más aparecen. Tomo a uno del cuello enterrando el cuchillo en
su yugular, la sangre me empapa las manos y deslizo el filo cortando el
cuello por completo, cae y el otro intenta dispararme pero me le voy encima
mandándolo al suelo, le entierro el filo en la cabeza varias veces antes de
coger su ametralladora y la Glow que tenía.
Voy en ayuda de Helen pero la veo mirando los cuerpos sin vida en sus
pies, me mira, intenta venir a mi sitio pero se desploma en el piso con el
disparo que atraviesa su hombro y soy rápida dándome la vuelta, alzando el
arma y disparando a la cabeza del hijo de perra que la hirió. Me voy contra
él aunque esté muerto, le saco el casco, con el cuchillo le saco los ojos, le
abro la boca y se los meto antes de clavarle el filo en la garganta desantando
más sangre.
No me da asco, no me da lastima, no tengo piedad porque me hicieron
una asesina mortal que mata a todo lo que considere una amenaza.
Son días de más mierda, lidiando con los que intentan casarnos como
perros y los animales que intentan devorarnos a cada nada.
No me dejé vencer en el Amazonas, no lo haré ahora porque no soy
una perra débil, peores cosas he pasado, esto no es nada y por eso debo
mantenerme despierta aunque mi energía merme cada vez más. Tengo
mucho tiempo para pensar, planificar y montar una buena estrategia aunque
el hambre no me permita estar totalmente cuerda, espabilo varias veces
esforzándome por pensar.
Mis subconscientes intentan hacerme entrar en razón sobre lo que
conlleva jugar con el fuego que representa Herodes, pero yo solo sé lo que
pienso hacer aunque me queme y arda también.
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Judas
El teléfono lo lanzo en el sofá que tengo en frente, la corbata me la
saco de mala gana intentando no perder la calma.
—¡No tienen un día, dije que 10 horas!— dictamino.
—Pero señor...
—¡Es una maldita orden!
Naigel asiente antes de salir. Me tumbo en la silla detrás del escritorio,
tengo calor y el vaso con agua no apaga la sed que surge en mi garganta.
—Ya lo tenemos, mi señor— avisan en la puerta.
—Tráelo.
Me pongo de pie, acomodándome las mangas de la camisa. Adentra al
sujeto que lanza en frente de mí, lo tomo del cuello poniéndolo de pie. Sus
ojos me demuestran lo que supuse y no pierdo tiempo, saco el arma que
tengo en la espalda, se la clavo en el estómago soltando los cuatro disparos
que me salpican la camisa pero es lo que menos me importa en este
momento.
Sacan el cuerpo sin vida y me sirvo un trago. Naigel se me acerca con
una carpeta en la mano.
—Ya tengo todo organizado para el viaje a Sidney, tú me dirás si
también asistirás a la convención en Toronto.
Cierro los ojos evocando lo que estos días no dejo de pensar.
—¿Irá?
—Sí.
—Entonces prepara todo. No falta mucho para el lunes y no quiero
tener horarios que choquen— le pido.
—Perfecto, señor. Ahora mismo me encargo de todo.
Me limpio las manos con una toalla. Reviso la carpeta admirando el
contenido que me pone la respiración pesada y el cuerpo tenso.
—Señor, ya las trajeron— me avisan desde la puerta.
La carpeta la mantengo en la mano al salir. El bar en donde estoy se
abrirá mañana, es una nueva inversión con un importante propósito que a su
tiempo será de mucha utilidad.
Los empleados ultiman algunos detalles en la decoración, terminan de
ajustar las persianas del escenario en donde esperan las mujeres que
muestran estar conformes cuando me miran acercarme. Me saludan en mi
idioma natal y sonrío porque todas parecen modelos y actrices pornos;
buenos cuerpos, rostros hermosos, tetas y culo redondo.
—Las mejores de Italia— me informa Naigel igual o más encantado
que yo.
Una rubia juega con su cabello y mis ojos viajan hasta su cintura de
avispa adornada con el tatuaje de un cinturón de espinas. Su cara me grita
que quiere chuparmela y es que todas me provocan muchas cosas, pero
están aquí para trabajar y no para complacerme a mí.
—¿Cómo se llama ella?— pregunto mirando a una curvilínea pelirroja
de piel bronceada y ojos negros.
—¿Cómo te llamas, muñeca?— le pregunta Naigel
Da un paso adelante dejando las manos sobre sus caderas.
—Fanny— contesta con una voz seductora y suave.
Sonrío porque mi cabeza me está jugando malas pasadas, debería estar
centrado y no buscando un polvo con alguien que se parezca a la
guardaespaldas de uno de mis socios.
Tomo asiento en la barra y el mesero me atiende.
—Búscame algo de tomar, me duele la cabeza—ordeno.
El vodka me lo tomo como si fuera agua. Reviso la carpeta y no puedo
dejar de ver nada de lo que hay adentro. Adeline me llama para ponerme al
tanto sobre Lena, rápido me levanto, los carros los alistan y en menos de
nada estoy en la mansión.
Los guardaespaldas de mi hija están dispersos en la sala y me apresuro
hasta su sitio, tiene las manos temblorosas, llorando se apresura a mi sitio
cuando nota mi llegada. No le digo nada, dejo que me abrace y le acaricio el
cabello.
—No fue mi culpa..—solloza con la voz entre cortada— Papi... No...
—Tranquila.—la abrazo— ¿Qué sucedió?
Me acunclillo, la tomo de los hombros dándole ánimos para que me
cuente, pero el llanto no la deja. Con la mirada echo a los que están a
nuestro alrededor, Adeline me pide quedarse pero no la quiero aquí
tampoco y a regaña dientes, se va.
Quedamos solos, la tomo dejándola en el sofá, permanezco en frente
de ella con las manos sobre las suyas.
—Yo no quise...— intenta contarme.
—El gen sádico lo llevas en tus venas, es normal que no te dejes
humillar y te defiendas cariño, pero... Podrías haberle dicho a tus escoltas—
acaricio su mejilla— No pasará de nuevo ¿Estamos?.
Dudosa asiente y la abrazo.
—Iremos de compras, ve y alístate, te espero aquí.
Saca energía de no sé dónde pero se levanta como flash, una sonrisa
aparece en sus labios y se seca las lágrimas antes de irse corriendo.
—¡Adeline!— la llamo.
Me levanto paseándome de aquí para allá.
—¿Qué sucede? ¿Hablaste con ella?
—Me la llevaré de compras, soluciona todo con ayuda de Naigel, al
regresar no quiero saber que faltó algo y debo hacerlo yo.— sentencio.
Suspira profundamente. En su cara se nota la preocupación y no la
culpo, a mi también me afecta y por eso tomaré cartas en el asunto.
—¡Estoy lista!— aparece Lena, no se cambió el uniforme del colegio,
pero no le digo nada.
Tengo tiempo sin compartir con ella y eso repercute en su
personalidad, soy crucial y el único que sabe como hacerla sentir bien.
El trayecto al centro comercial es rápido, caminamos de tienda en
tienda y dejo que escoja todo lo que quiera, es buena estudiante, inteligente
y buena hija, por ende merece el mundo entero si así lo desea. Trabajo para
darle los mejores lujos y poderle heredar un imperio digno de la hija del
jefe de la mafia italiana, una Rinaldi en todo su esplendor y sus aires de
suficiencia lo hacen saber.
—¿Cuándo me comprarás un teléfono?— Inquiere, intentando
intimidarme.
Es tan insistente que me sigue preguntando lo mismo cuando entramos
a una tienda de zapatos.
—¡¿Papá?!— exclama molesta.
—Nunca, un teléfono no lo necesitas a tu edad, tal vez cuando cumplas
los 18 y aún falta para eso.
—Pero quiero uno— se queja.
Refunfuña como una viejita molesta y solo me causa risa porque le
gusta insistir sabiendo que no se lo voy a comprar. Se antoja de un helado y
se lo compro aunque no pueda comer mucha azúcar.
La consiento durante varias horas, me pide ir al cine, no me queda de
otra que alquilarlo hasta que se cansa de ver algunos estrenos, comemos de
nuevo, no me deja contestar llamadas y me recalca que en este momento
solo ella es mi prioridad, no hace que me lo recuerde, siempre será así.
Naigel me llama, Adeline hace lo mismo y tampoco me molesto en
contestar porque no quiero noticias inoportunas que me dañen el paseo con
mi hija.
En la última parada bajo primero y le pido que me siga, entramos al
acuario que siempre visitabamos, tuve que comprarlo para ella porque ama
los peces, sobre todo los delfines que se queda observando por un buen rato.
Me recuesto en una columna, rebuscó en el bolsillo de mi chaqueta y
saco la carpeta que tiene fotos e información de la mujer que tantas veces a
rondado por mi cabeza:
«Venus Adler»
La sensación de familiaridad no se va en ningún momento, trato de
recordar en dónde la pude haber visto pero nada concuerda, mi cabeza
quiere seguir procesando todo pero mi lado sexoso se la imagina sin ropa y
la magia se acaba porque no debería estar deseando a la guardaespaldas de
uno de los mafiosos más importantes y con quién tuve que afianzar los
lazos que hace años no existían y ahora deben seguir como están.
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Eviten dejar Spoiler por favor.

Mil gracias por leer, recuerden votar y dejar sus comentarios.


Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 46

______▪▪Bienvenida a mi Infierno▪▪_____

Herodes

Sigo mirando el teléfono que me permite observar a la mujer que yace


sujeta a los grilletes de la pared de mi cuarto de juegos en Montreal; Sitio
que uso especialmente para desquitarme o simplemente castigar
comportamientos como los que ha tenido últimamente olvidando todo lo
que le he advertido.

Las palabras no sirvieron, por ello no me quedo de otra que tomar


medidas drásticas y demostrarle un poco de lo que soy capaz cuando me
desobedecen.

Soy posesivo y egoísta con lo que me pertenece, ella es mía desde la


primera vez que se lo metí, hora se tiene que hacer de la idea que nadie más
la puede tocar y menos con su consentimiento porque la que lo pagará caro
será ella si no se da a respetar.

Jayden es capaz de todo por tener a la mujer que le hinche la polla y la


peliroja está en su lista de opciones. «Esto es un problema» los Blackwood
estamos acostumbrados a tener lo que queramos y que sea mi
guardaespaldas no le asegura mucho pero tal vez si.....
—Nos vemos en la mansión, tengo cosas que hacer y no puedes venir
conmigo— le digo a Megan cuando bajamos del jet

—Entiendo, me parece bien, pediré que preparen una buena cena para
los dos.— sonriente se acerca y dejo que me bese la mejilla antes de
encaminarse al auto— No te tardes mucho.

Subo al auto, parte del escuadrón se regresa a la mansión y los que


quedan aseguran el perímetro. Estos tres días en Londres no fueron de mi
agrado, detesto visitar a los que se hacen llamar mis padres, pero tenía que
ir si quería dejar en claro muchas cosas y organizar planes futuros.

El lunes tengo que viajar a Toronto, después organizar lo que tiene que
hacer parte del escuadrón. Mario se comunica conmigo poniéndome al tanto
de las nuevas armas que necesita que pruebe pero aún no pienso viajar a
Kiev, ahora solo tengo una cosa que hacer, no voy a perder el tiempo.

Aseguran el perímetro y bajo adentrándome en el edificio, el ascensor


se abre y camino hasta el departamento, la puerta cede, me quito el saco y
lo dejo en el sofá de la sala al igual que el reloj, subo las escaleras mientras
reviso el teléfono, entro al mini bar, me sirvo un trago que disfruto yéndome
hacia la habitación que abro y entro recibiendo el impacto de esos ojos
grises que tanto me ponen a arder las articulaciones.
El cansancio lo denotan las ojeras que tiene debajo de los ojos, tiembla
ligeramente y mantiene la boca abierta intentando respirar bien, su
expresión corporal me dice que en lo que la libere puede intentar cobrarse el
haberla dejado aquí encerrada. Me acerco despacio, sus ojos no pierden el
movimiento de mi mano cuando sorbo un trago de coñac.

—¿Tienes sed? ¿Hambre? ¿Sueño?— tomo asiento en la cama de en


frente.

No responde y sé qué mentalmente debe estar pensando como


matarme dolorosamente, y curiosamente eso me excita.

—Te ves fatal. La soledad no te sienta bien.— reparo su pierna; las


vendas están manchadas de sangre y los temblores me dejan claro que mi
método de sufrimiento sirvió— ¿Te quedaron ganas de seguir actuando
como una ramera?

No dice nada.

—Debería dejarte aquí por el día de hoy.

—Agua —pronuncia con voz ronca y casi forzada


—¿Agua?— suelto una carcajada— Conmigo no mereces nada, ni
siquiera un trago de agua, Adler.

—Por favor....

Me pongo de pie metiéndome una mano en el bolsillo.

—¿Por qué debería tener piedad en este momento?.

Sus ojos son una mezcla de irá y arrepentimiento que debería hacerme
entrar en razón, pero conmigo nada de eso funciona.

No contesta y me muevo a verificar que la pierna no este en mal


estado, dejo el trago de lado y me acunclillo para quitar las vendas pero
como lo predije se pone alerta e intenta derribarme solo con patadas y llaves
que perfectamente aprendí en Asia cuando fui por varios años en mi
adolescencia. Si no puedes usar las manos puedes optar por las piernas y
eso lo enseñan en Pakistán.

Su rapidez es sorprendente pero claro esta que en su condición no es


mucho lo que pueda hacer y termina peor porque me aseguro de anclar sus
tobillos con los grilletes que la dejan totalmente inmovilizada y sin
escapatoria.
—Admiro tu resistencia, llevas tres días sin comer, beber agua o
dormir bien y aún tienes energía para luchar, bravo, no dejas de
sorprenderme— confieso.

—Te odio.

—Lo sé, no es necesario que me lo recuerdes.

No pone resistencia cuando me deshago de la venda machada de


sangre, detallo la herida y no esta mal. Me voy al baño por el botiquín de
primeros auxilios y pongo en práctica lo que aprendí cuando fui herido
varias veces en los combates a los que me tuve que enfrentar muchas veces.
Se queja, me dice hasta del mal que me voy a morir pero no me importa
porque sigo limpiando aunque tengo claro que no soy nada delicado y
nunca lo seré.

—Sigue de mafioso, porque como médico te mueres de hambre.—


murmura.

—Y tú sigue de insolente y verás de lo que soy capaz, ve que mi


paciencia tiene un límite y no queda mucha de ella— espeto.
—¿Tienes paciencia? Pues no parece....

Dejo el frasco de lado, abro el de alcohol, empapo un trozo de algodón


y lo aplico reprimiendo la risa que me causa su dolor.

—¡¿Es mucho pedir que seas menos brusco?!, ¡Desatamé y lo hago yo


si me seguirás tratando como si no sintiera!— brama.

—No seas chillona, aguanta como la mercenaria y asesina que eres.

Balbucea un montón de cosas que paso por alto. Guardo todo lo que
usé y me pongo de pie notando que ahora suda en exceso y respira agitada.

—No te vayas a morir— le digo a modo de chiste.

—¡Cállate y desatame!

Regreso el botiquín al baño. Me lavo las manos, abro la llave de la


bañera dejando que se llene con agua tibia. Me saco la camisa dejándola en
el perchero de al lado del espejo.
La loca sigue temblando, tiene las mejillas enrojecidas y no deja de
respirar agitada, dejo la mano sobre su cuello asegurándome que sus signos
vitales estén bien pero....«Tiene fiebre». Habla incoherencias, tiembla cada
vez más y me lamentaré después pero no me queda de otra que liberarla.

Me la echo en el hombro yéndome con ella al baño y metiéndola en la


bañera dejando que el agua le baje la fiebre, duro unos minutos frotando la
esponja por su cuerpo pero no da resultado, cierra los ojos pero no se queda
insconciente del todo, aún así debo sacarla, lavarle los dientes, aplicarle
crema en el cuerpo aunque me sienta como un estúpido pendejo.«Siento
vergüenza de mi mismo».

Nunca antes había hecho tal estúpides y con ella ya son varias. La
odio.

La dejo sobre la cama, me voy al armario en busca de una de mis


camisas, refuta pero a las malas la visto y le echo la sábana encima, vuelvo
a revisar que tal va la fiebre, empeoró. Busco el botiquín, saco algunas
píldoras, bajo por algo de agua y debo regañarla para que se las tomé o
deberé calarme que le dé una convulsión.

Se queda dormida, me aseguro de cubrir con vendas la herida, recojo


todo lo que usé y me paseo por la habitación esperando que hagan efecto
los analgésicos. Dos horas después veo resultados y puedo dejarme caer en
la silla de al lado. Enciendo un cigarro dándole una calada e intentando
procesar todo lo que hice actuando como un pendejo.
Debí haberla dejado así aunque fuera peor. Eso se gana por no
obedecerme, pero heme aquí cuidando el sueño del peor tormento de mi
vida.

Frustrado me paso las manos por el rostro. No sé qué estoy haciendo y


por dónde va esto.

—¿Qué mierdas haces, Herodes?.— me reprendo.

Apoyo los codos en las rodillas. Suspiro sacando el aire que tenía
atascado en los pulmones. Reparo al espécimen que tengo en frente e
inevitablemente mi mano viaja hasta su mejilla. Le aparto el cabello del
rostro y...

—Tan hermosa como peligrosamente letal.

Las palabras salen solas y la acción pasa de caricias a detallar su


rostro. Es hermosa y algo casi irreal, no entiendo cómo puede existir algo
así, parece salida de la fantasía de un hombre con sueños imposibles.

Mi cabeza reniega lo que en el fondo pienso y que aveces me recuerda


al pasado pero esto es distinto y.... Disperso los pensamientos que me
aturden cuando algo me agobia.
El teléfono me vibra en el bolsillo «Megan», recién noto que se acerca
la media noche y sigo aquí en la habitación que se supone es para castigar y
tener sexo, pero que en este momento es el lugar de descanso de la mujer
que hoy se volvió una de mis prioridades porque de lo contrario no seguiría
aquí.

Esto está mal. Todo saldrá malditamente mal si no lo detengo.

Termino en la sala, me traen la comida que pedí y aprovecho para


comer dejando que la madrugada se me vaya sentado en el sofá con vista al
ventanal que tengo en frente. Cigarro tras cigarro y uno que otro trago de
coñac. Me siento extraño, mi cuerpo anhela sexo o matar, no tengo ningúna
de las dos porque simplemente no quiero.

Megan lleva horas llamándome como si no se cansará, le contesto, la


mando a la mierda y cuelgo. Detesto tanta insistencia, si no contesto es
obvio que no quiero hablar, pero sigue y sigue, se busca que la trate mal.

El departamento tiene dos habitaciones más pero no quiero ir a otra


que no sea la que tiene a la mujer que aún duerme con la mejilla sobre sus
brazos y los pies fuera de la sábana. «Hasta durmiendo es hermosa» verla
solo me agranda el ego porque una mujer como ella es digna de estar en la
cama de un hombre poderoso.
Tomo asiento en el borde de la cama, dejo la mano sobre su trasero
palpando lo firme que lo tiene, el pantalón me estorba y las ganas surgen
como un manantial que se desborda sin parar inundando todo a su paso. Me
humecto los labios mirando sus largas pestañas y....

—Bienvenida a mi infierno..— musito acercando mi rostro al suyo,


aspiro el olor de su piel dejando mi nariz contra su mejilla «Es mi jodida
droga» cierro los ojos y aferro el agarre—..Eres mía.

Su cuerpo, belleza, habilidades e inteligencia la hacen un arma mortal


que puede acabar con lo que quiera pero no conmigo que sé lo qué pretende
y aún así no dejo de desearla y querer poseerla.

Esta obsesión solo se acabará cuando el placer nos destruya, solo


sobrevivirá quién pueda con todo esto y sé qué si no me ha matado mi vida
no lo hará ella. «Que comience el juego»

[..]

Algo frío se posiciona en mi cuello y no tengo que abrir los ojos para
ver el arma que sujeta la mujer que tengo sobre el regazo. El calor que
emana lo reconozco sin dudar, sonrio porque no aprende nada y esto le
saldrá bien caro.
—Te gusta deberme.— sacudo la cabeza.

Entierra el arma, su mano se posa sobre mi hombro y me quedo quieto


sintiendo su desnudes sobre mis vaqueros, no necesito estar desnudo para
sentir su piel, este mínimo contacto es suficiente para prenderme sabiendo
que solo viste mi camisa.

—No te voy a matar, solo quiero tenerte así por unos segundos
mientras escuchas lo que te voy a decir.— asevera.

Me acomodo esperando lo que tenga por decir. Aunque nada va a


quitarme las ganas de castigarla por estar haciéndo esto como si no me lo
afuera a cobrar.

—Habla, aprovecha que tengo algo de paciencia.

Escucho como saca aire por la nariz como un toro enfurecido.

—Tu maldito primo fue quién me besó y no te lo vuelvo a decir más.


Espero no me llames ramera porque prefiero la muerte a estarme acostando
contigo y que pienses que soy una de las putas con las que te acuestas
cuando quieres un polvo, no soy Megan, no soy una sumisa, soy Venus y a
mi me respetas si quieres que lo haga contigo ¿Capichi, baby?.
Abro los ojos mirando el gris de acero transparente que me muestra su
iris.

—¿Respeto?

—Si. Es lo menos que pido si quieres que siga siendo una especie de
juguete sexual.

—¿Qué te hace creer que seguiremos acostándonos después de que te


dejarás besar por él?

—Vuelve la burra al trigo— la exaspero, suspira profundamente como


si intentará contenerse y no soltar un disparo—.Para la próxima le daré una
paliza entonces ¿Puedo? Obviamente no, no soy quien para hacerlo, tu
familia me empalaría en frente de todos los miembros de la organización y
todo por tocar a un Blackwood. La última vez me dijiste que te dijera y eso
hice, te lo dije cuando estábamos en Nepal, ¿Hiciste algo? No, entonces
vienes a regañarme y llamarme ramera como si yo fuera una. ¿Lo soy?

Furiosa me vuelve a preguntar si lo es. Presiona mi hombro, el arma la


lanza sobre la cama e intenta tomarme el rostro pero la detengo.
—¡La puta mierda, Herodes! ¡Estoy harta de que yo sea la que hace
todo mal! Mátalo y ya, o ve que haces porque no puedo hacerlo yo y él
seguirá intentando cogerme, porque eso quiere, no se quedará quieto hasta
que lo consiga y te juro por mis cojones que no dejaré que se sobrepase
conmigo, primero lo castro aunque deba hacerle frente a tu familia y esperar
mi muerte.

Los ojos le brillan enrojecidos, presos de la irá pero no se derrumba o


deja que una sola lágrima salga de ellos.

Tiembla, baja el rostro como si fuera a estallar en algún momento, no


digo nada, tenerla sobre mí es algo que me tiene la cabeza en un mundo
sexoso en el que no me importa otra cosa que no sea cogerla. Pero en su
estado no sería prudente, aunque si excitante.

—Lo mínimo que debería hacer sería terminar con esto, volver a ser
solo tu guardaespaldas pero te juro que cuando te veo... no puedo evitar las
ganas que me surgen de abrirme de piernas e invitarte a entrar en mi...—
habla sin mirarme.

Se safa de mi agarre dejando las manos sobre mis brazos y la dejo, no


sé porque pero no me molesta, me quedo en silencio dejando que continúe.

—...pero es difícil cuando me pides que sea exclusivamente tuya


mientras que tú tienes novia, probablemente te cases y ahora tu primo
quiera cogerme.
Echa la cabeza hacia atrás soltando aire por la boca, se cruza de brazos
volviéndome a mirar y no puedo evitar sentirme extraño, sus ojos son tan
intensos que me estremecen por dentro avivando mi ser como el fuego que
quema todo a su paso y arde con más intensidad en ese punto específico.

—Sé qué esto es solo sexo.— prosigue—Pero no seas tan egoísta,


¿Cuándo te cases también seguiremos así? ¿Cuándo tengas hijos también
seguiremos así? Dime, ¿Toda la vida estaremos así?; Tú con una vida echa,
yo siendo tu guardaespaldas y amante que se esconde en las sombras a la
espera de que tú dispongas o propongas.

Mi lado posesivo se adueña de mi cabeza máquinando muchas cosas


que tienen sus pro y contras. La razón quiere batallar con mi otro lado pero
no ganará por el simple hecho de que ya lo había pensado muchas veces,
solo debo.....

—¿No dirás nada?— Inquiere.

Me paso las manos por el cabello mirando sus labios. La tentación es


tanta que debería estar cantando pero su cuerpo, sus ojos, sus labios, toda
ella es un maldito estimulante sexual que me lleva al borde del abismo, no
pienso caer pero...

Alza las cejas esperando mi respuesta. Mi mano se mueve hacia su


rostro, sigue el movimiento con sus ojos cuando la dejo sobre su mejilla, no
sé que mierdas hago pero no puedo controlarme y la acción se completa con
mi dedo trazando una línea en su labio inferior, entre abre los labios
disfrutando de la caricia y yo de la mano que dejo sobre su muslo
acariciando la herida por encima de la venda.

Nuestros ojos se conectan como si de un imán o alguna clase de


magnetismo se tratará.

—Tú sólo déjate llevar, no tenemos porque darnos mala vida,


simplemente deja que la lujuria se apodere de nosotros, disfrutemos del
deseo y el placer que destruye la esfera ajena a la que nos envuelve cuando
colisionamos y te hago mía, porque lo eres.....

Jadea despacio con la mínima caricia, deslizo el dedo hasta su cuello


transando un camino por sus pechos y abdomen hasta llegar al borde de la
camisa con el que juego alzando despacio dejando a la vista su rosado sexo.
La mano la dejo sobre sus pliegues, frotando despacio y tocando su
humedad.

—Siempre serás mía. Lo eres desde la primera vez, ahora y después de


que nos vayamos al infierno en dónde no habrá obstáculos y podremos
arder sin tener que enfrentar nada, porque desde ahora debemos hacerlo y
espero que estés preparada para eso— le digo.

Sonríe mordiéndose el labio. Deja las manos sobre mis hombros


moviéndose sobre mi mano en busca de más toques.
—Estoy preparada para lo que venga, siempre y cuando me pongas
como prioridad y notes que yo solo me mojo, me prendo y quiero es
contigo.— confiesa acalorándome en el acto.

Con ambas manos la tomo del rostro atrayendo su boca hasta mía.
Respiro el olor de sus labios y sonrió pensando en todo lo que se vendrá por
un estúpido capricho sexoso que estoy dispuesto a tener por un buen
tiempo.

—Buena chica, así me gusta, Adler.

Besa mis labios despacio aunque sabe que no soy de esperar, por eso le
doy un beso de verdad, de esos que te hacen cosquillear cada parte del
cuerpo, encender cada rincón trayendo consigo a la bestia insaciable que
dormía plenamente pero que ahora despierta con sed y solo una persona me
la puede calmar.

________________________⚜_______________________________
__________________________________________

Oh por Dios, todo lo que se viene con esto.


¿Preparadas? Ajusten los cinturones que nos vamos con todo.

Deben estar molestas con Venus, pero no olviden a lo que ella va


desde que entró a este mundo (no dejen pasar los pequeños detalles).

Recuerden votar y dejar sus comentarios

Mil gracias por leer, loviuuuuuuuuu.

Besitos ❤
Capítulo 47

________✧✧Secretos✧✧__________

Venus
Hace unas horas pude haber matado a Herodes, sin embargo, me
contuve solo porque no podía quedarme con las ganas que tenía desde que
me dejó encerrada, aparte de que no podía ser impredecible y cometer una
locura.
Claro está que mi cuerpo no estaba en suficientes condiciones para un
par de tantas (o muchas) de sexo con el bestial hombre que quiso enseñarme
su lado dominante y sádico.
¿Tuvimos un rato de placer y chiqui chiqui? ¡NO! Vuelvo a repetir: mi
cuerpo no estaba en condiciones aptas para eso y me desmayé en el primer
orgasmo ¿Y eso por qué?: Pues seguía con la zozobra de la fiebre que me
dió y el dolor en la pierna no me dejó, aparte de que me estaba muriendo de
hambre y si veía doble, era poquito para lo mal que me sentía por su culpa.
Uno de los mejores momentos de mi vida es justamente este en el que
estoy disfrutando de un desayuno exquisito para mi solita. Son las 7 de la
mañana, el Alpha se fue hace una hora y me dejó aquí sola, con la
diferencia de que no estoy encerrada y debo esperar que Dan venga por mí.
Una mujer llegó hace unos minutos, se encarga de la limpieza aunque
no lo veo necesario, nadie vive aquí y mi jefe viene solo cuando le da la
gana. No es como si la soledad fuese a ensuciar el lugar.
El departamento es grande, moderno, lujoso. Siempre a la altura de un
hombre poderoso, aunque nada se compara con su casa, eso sí es una
construcción de millones de dólares; con dos piscinas, hipódromo,
Gimnasio, cancha de tenis, fútbol, una sala de cine... Y muchas cosas más
que cualquier anhelaría para su casa de ensueño.
A parte de una casa, Herodes, siempre tiene un departamento en la
misma ciudad como en Kiev, tal vez sea por más privacidad o simplemente
porque su fortuna es inagotable y puede tener lo que se le antoje como los
autos que tiene en sus garajes y que casi nunca conduce porque prefiere
salir escoltado.
Sorbo lo que queda de jugo en el vaso, la empleada recoje todo sin
dejar de mirarme como si fuese un fantasma o algo parecido. Es una mujer
baja, piel bronceada, cabello castaño con algunas canas y de talla robusta.
—¿Desea algo más?
Niego. Termina de recojer todo y quedo sola por un rato hasta que Dan
llega con una bolsa que me entrega dejándome claro que tenemos trabajo
por hacer y no podemos tardarnos.
Uso una de las habitaciones normales, me ducho y me visto con la
ropa; vaqueros, camisa mangas cortas y zapatillas. El pantalón lastima la
herida, pero debo soportarlo. Al menos Dan tuvo buen gusto. Debo entrar al
cuarto del sadismo por mi arma que encuentro sobre la mesita de noche.
De camino a la mansión no pienso otra cosa que no sea en lo de
anoche, al menos ya me siento mejor y la pierna no me duele tanto. No sé
qué bala era esa que me hirió, pero no fue cualquiera.
Las muñecas las tengo marcadas por culpa de los grilletes, parece que
me arrolló un camión porque tengo unas ojeras horribles que quisiera
ocultar con maquillaje pero no creo que sea posible porque bajo del auto y
todos me miran como si hubiera vuelto de la muerte.
La mirada de Yasmín es de las que hacen muchas preguntas que espero
no me haga porque me voy poniendo al día con todo y tengo demasiado
trabajo por hacer. Aparte de que la novia de mi jefe no se ha ido y cada que
me la topo me mira con desagrado.
—Los ticketes ya están, tengo los pasaportes organizados— Enola me
entrega una carpeta.
Saco los tickets, supervisando. Ya debemos ponernos a trabajar.
—Ya me ocupé del hospedaje— me avisa Yasmín
—Me voy a comunicar con algunos miembros de la organización.
Necesitamos arsenal fácil de movilizar y disponible para cuando lleguemos.
— me levanto.
Tenemos una semana para prepararnos y no podemos perder tiempo.
Mañana debemos movernos a Toronto por cosas de mi jefe, después quedo
a cargo del próximo movimiento que estará totalmente bajo mis manos y
que debe salir a la perfección o las consecuencias serán para mí.
Mario sigue en Kiev, Dan en el estudio del Alpha y junto con los que
estoy, nos movemos hacia el jardín en donde reúno a los que van a viajar
conmigo. Las horas se van, terminando de planificar todo, he intentado
ignorar las preguntas de Yasmín, pero es muy astuta y aprovecha cuando
quedo sola para me bombardea.
—Creí que te habían enviado a Pakistán, ¿Estabas allá?— sigue.
—Sí. No fue fácil pero Mario convenció al jefe— miento.
Nos movemos por la cancha de tennis, cumpliendo con nuestro turno.
—Pensé que no te vería de nuevo y que te dejarían entrenando niños o
tal vez limpiando —me repara— ¿Cuáles tratamientos te hicieron? Te ves
fatal.
—Pero ya estoy aquí y no me iré— dejo que me abrace— Los mismos
tratamientos de siempre.
Sinceramente, la considero como a una hermana, no sé qué se siente
tener una, pero creo que la sensación es la misma que me recorre el tórax
con el calor de sus brazos. Yasmín y Helen son las personas más cercanas
que tengo y hasta ahora algo como "familia".
—Me preocupa que de nuevo pases por una subida de adrenalina, hace
tiempo no te daba.
—No hablemos de eso, me mortifica y no es muy bueno para mí paz
mental— confieso.
Asiente, frunciendo los labios, me toma de los hombros mirándome
con curiosidad y sé lo que me va a preguntar, no hace falta que lo diga
porque la conozco. Su preocupación es desde siempre y la entiendo.
A veces quisiera contarle lo que hago, que me acuesto con nuestro
jefe, que no soy lo que todos creen o lo que esperan que sea. «Pero nadie
sabe lo que soy en realidad y todo lo que llevo por dentro» y es mejor así,
me odiarián si conocen mi yo interior.
—Estoy bien, nada de que preocuparse— le digo con una sonrisa
fingida
Me mira con los ojos entornados buscando falsedad en mi expresión
pero no se la doy. Sabe que estoy actuando, pero también que no quiero
hablar. Me entiende, siempre lo hace.
—Si te sucede algo solo dime ¿Vale?
Asiento, tranquilizándola.
—Vamos a seguir trabajando— propongo.
La noche se va volviendo más sombría, sigo en mi turno
asegurándome de vigilar el área de la piscina y el hipódromo antes de irme
a duchar. Comí hace dos horas pero no como hubiera querido, rápido
termino de cepillarme el cabello, me visto con algo menos laboral, me
guardo un arma en la espalda y salgo de camino a la cocina de la casa.
Las luces están bajas, adentro nadie merodea y con cuidado me
escabullo rezando para no encontrarme con Megan, aunque tal vez se
encuentre entre las sábanas de su novio ya que no me lo he topado desde
hace horas y tampoco he podido descargar las ganas que tengo desde que
me dejó encerrada en el departamento.
Abro el refrigerador, saco pan, jamón y queso, me preparo un
sándwich, me sirvo jugo del que encuentro y tomo asiento. Estar aquí
adentro solo me hace pensar en el hombre que me tiene el sexo húmedo con
solo imaginarme su cuerpo desnudo o simplemente sus ojos intensos. La
curiosidad me abarca, pero la desecho porque aún sigo molesta con él.
No entiendo porque no me tocó un jefe menos apuesto y bueno como
el que tengo. ¿Era mucho pedir un viejo verde? Pero tuvo que tocarme un
dios del Olimpo con nombre de malo. Eso me hace las cosas más difíciles
porque con solo verlo ya tengo un orgasmo, es inevitable no querer mirarlo
cuando está cerca.
—Que bueno que etés aquí, me ahorras tener que ir por ti— hablan y
mis ojos viajan al umbral de la puerta en donde yace apoyado, con los
brazos cruzados.
No tiene nada de ropa, solo un boxer azul marino como si fuera bueno
para una mujer verlo en semejantes condiciones porque no se ve menos
sexy que antes, por el contrario, sus tatuajes son una de las cosas que me
prenden de él, el cabello negro azabache que le cae sobre las cejas oscuras y
resalta el azul eléctrico de sus ojos.
—¿Ir por mí?— frunzo los labios— Creí que estabas con tu novia.
—¿Me ves con ella?
Idiota.
—Estoy comiendo y no quiero quedarme con ganas, así que....— me
levanto queriendo irme no sin antes tomar el sándwich que sobra y pienso
comerme en el camino— Con su permiso, señor.
Intento pasar por su lado pero su porte me obstáculiza el paso, dejando
claro que no se moverá.
—¿Huyendo de nuevo?
—No estoy huyendo, solo pienso ir a descansar.
—Excu...
—No lo digas— lo señalo con la mano que sostengo el sándwich— No
uses esa palabra porque...
—¿Por qué? ¿Qué harás?
—Te voy a...
—¿A qué? —se me acerca, le da una mordida al sandwich que
sostengo y se me descuelga la mandíbula porque tengo hambre, no quiero
prepararme otro y.... Me lo mordió ¡ME LO MORDIÓ!.
—Ladrón de sandwich, era mío, tengo hambre y...
Me toma de la cintura pegándome a su cuerpo.
—Te preparo uno si quieres, déjate de lloriquear, estás en mi casa y por
lo tanto puedes hacerte un banquete— susurra.
—¿Sabes cocinar? No te creo.
—Por supuesto que sé, si no lo hago es porque no tengo la necesidad.
Pero eso no quiere decir que no sepa— espeta.
Abro la boca, sorprendida.
—Bueno.. entonces— acerco el sándwich a su boca, dándole de comer,
propina un mordisco y sonrío porque me recuerda cuando estuvimos en las
Bahamas y cenamos en el yate— Prepárame uno, demuéstrame que no solo
eres bueno en la cama y siendo un peligro para la sociedad.
Ladea la cabeza, sonriendo de medio lado «Se ve más hermoso de lo
normal».
—Soy bueno en muchas cosas, solo que no me gusta perder el tiempo
dándolas a relucir sino es necesario— se va hasta el refrigerador.
Tomo asiento en un taburete, mirando como saca lo que usará y siento
que estoy soñando.
El Alpha de la mafia me está preparando un sándwich, sabe cocinar, se
ve sexy cocinando y no dejo de mirarle el trasero «Debo estar soñando».
—Deja de mirarme así o no terminaré esto, lo que haré será subirte
sobre la mesa y cogerte aquí mismo— dictamina.
—No te estoy mirando.— miento mirando sus brazos moverse cuando
corta el tomate.
—Estoy de espaldas y no es muy difícil sentir tu pesada mirada.
Resoplo, rodando los ojos.
—Ponte ropa si no quieres que te mire.
—Y tú deberías ponerte camisas más tapadas y no de tirantes, se te ven
mucho las tetas.
Otra vez con eso.
—¿Algún problema?— inquiero con fastidio.
Se encoje de hombros dándose la vuelta.
—Te las voy a destrozar todas y te compraré mangas largas.
—Deduzco que tienes un serio problema con la posesividad y los
celos.— le digo y se ríe.
—Piensa lo que quieras, Adler.
Sigue preparando mi bocadillo y yo mirando cada movimiento que
hace. No puedo apartar los ojos y... Debería ir a dormir y no estar aquí con
él, su novia podría aparecer.
Deja un plato en frente de mí, apoyando los codos en el mesón. Sus
ojos me escanean con detalle y miro lo que me acaba de preparar, debería
tener cuidado, tal vez le agregó veneno y no lo noté por estar pensando
estupideces.
Se ve bien y mejor que el que yo había hecho.
—¿Cómo me vas a pagar por haberte preparado algo?— increpa con
voz seductora y suave.
Tomo el plato, ojeo el sándwich asegurándome de que no tenga algo
extraño.
—No tengo nada que pagar— comienzo a comer y... está delicioso.
—¿No?, Yo creo que sí.
—¿Cómo tendría que pagarte?
—Sexo duro en la habitación.
Un pedazo de lechuga se me atasca en la garganta, haciéndome ahogar.
La tos me toma y debo beber jugo para pasar la mala sensación que me
provocó.
—Tú hablas tan directo, nunca con rodeos, ni siquiera te detienes a
pensar si alguien te escucha y esa persona pueda ser tu novia.—le digo
Toma la otra mitad del sándwich que quedaba en el plato. Muerde y
miro su mandíbula moverse mientras come. El silencio nos toma hasta que
termina, saca una cerveza del refrigerador, la abre y se la toma de un solo
sorbo.
Deja la botella de lado, apoyándose del mesón se cruza de brazos y no
sé si mirar sus pectolares o la protuberancia que se le marca en el bóxer.
—Nadie tiene que reclamarme nada, sé sacar lenguas y muchos saben
eso— asevera, respondiendo mi comentario
—¿Se la sacarías a tu novia?
—A cualquiera...
—¿Hasta a mí?
—No hago excepciones, aunque por ahora... No tengo pensado hacerte
algo que te deje indispuesta para mí— confiesa como si eso fuera
tranquilizador.
Su tono frío y cruel es algo que me pone a pensar por qué no parece un
ser con sentimientos más allá del sexo.
—Algún día quisiera descifrarte, eres tentadoramente curioso y lleno
de secretos ¿O me equivoco.
Niega despacio, sus ojos me penetran, me estudian, me excitan y me
hacen caer en una clase de embrujo que no me deja mirar a otro lado que no
sea su iris.
—Tengo más secretos y ninguno se debería saber. Sé que no soy el
único que los tiene ¿O sí?
—En este vida todos tenemos secretos, unos más oscuros que otros,
pero los tenemos. Y sí, desgraciadamente no soy la excepción —sorbo un
trago de jugo, alejo el plato y el vaso, apoyo las manos en el mesón y me
inclino un poco— ¿Quieres conocer uno?
Me toma del mentón, mirando mis labios.
—¿A cambio de qué?
Me los humecto finalizando con una mordida lenta.
—De que me digas uno de los tuyos.
—¿Uno de los míos?— se ríe despacio como si hubiera dicho una
gracia.
¡Dios mío, me derrite cada que sonríe!, Casi nunca lo hace.
—¿No puedes? Soy buena guardándolos.
—No querrás saber uno de mis tantos secretos, no dormirás en días
pensando en ellos.
—Me arriesgaré, no soy una perra débil y sea lo que sea; podré
procesarlo.
Alza una ceja. Su sonrisa se ensanchaz, mostrándome su perfecta
dentadura y...
—¿Segura?
Asiento decidida. Quiero saber más sobre él y la mejor forma es esta.
—Segurísima, más qué segura, decidida y modo curiosa activada—
bromeo.
Me suelta, encaminandose a la puerta.
—Siempre tan tú. Sígueme— me pide antes de cruzar el umbral,
Como flash me bajo del taburete y lo sigo. La luz del pasillo es tenue
pero eso no me impide embelesarme mirando la manera de caminar del
semental que abre la puerta dándome paso. Mi cabeza se prepara y entro
dejándome caer en su cama aunque no sé si pueda o no. La comodidad de
las sábanas hacen sus me meta debajo de ellas y suspire, relajándome y
recordando la vez que desperté a su lado.
—Cierra con pestillo, tu novia puede entrar.— le digo.
No me arriesgaré a qué nos interrumpan.
—Nadie entra sin tocar.
—De todas formas y para prevenir, cierra con pestillo.
Me mira, enarcando una ceja y mirándome como si quisiera regañarme
por acostarme, pero no lo hace.
—Aquí a la única que le importa poco su vida es a ti, y más cuando
entras sin tocar o me desobedeces —replica.
—Aprenderé a tocar antes de entrar.
—Lo dudo.
Ruedo los ojos
Toma asiento en el sofá de en frente, mueve los hombros y me mira
haciendo un leve asentimiento de cabeza en señal de que me acerque. Me
levanto, me saco el arma de la parte de atrás de la espalda y la dejo sobre la
mesita de noche, yéndome hasta su puesto.
—Quítate la ropa.
Hago lo que me pide, bajo sus intensos ojos me deshago de cada
prenda y me muerdo el labio, quedando en ropa interior y con las manos en
la cintura.
—¿Cuánto falta para que me digas que nadie como yo? —juego con su
genio de amargado.
Se acaricia el mentón.
—Sácate solo la tanga.
—¿Responderías mi pregunta?
—¿Sacaremos los secretos o vamos a confesar cosas que no debemos?
—lo exaspero.
La deslizo por mis muslos, dejándola en el suelo. Palmea sus piernas
para que me acerque, lo hago, me toma de la cintura sentándome sobre su
regazo con mi vagina encima de su erección. Las manos las dejo sobre mis
muslos aunque quisiera tocarlo pero no quiero dañar el momento, mi lado
chismosa anhela escuchar lo que me dirá y por ello actuo como una chica
obediente y miro sus ojos, disfrutando el tenerlo tan cerca.
—¿Lista?— pregunta y asiento afirmando
—Ya puedes contarme tu secreto y yo te diré el mío.
—Dime el tuyo primero, ¿Qué me garantiza que me lo dirás cuando te
diga el mío? Oh, ya sé, de todas formas tendrás que decirme o te ganarás un
castigo si o si.
Ruedo los ojos, cruzándome de brazos.
—¿Por qué me amenazas tanto? Eso de los castigos no puede repetirse,
no soy una sumisa.
—Solo habla, Adler.
Suspiro guardando la calma. Relajo el cuerpo, ignorando la dureza que
siento debajo, no es fácil pero me centro, mi cabeza trae los recuerdos.
—Cuando era niña, solía quedarme sola en casa. Mamá tenía que
trabajar, papá también y eran horas la que me quedaba leyendo un libro de
cuentos que me habían regalado del pueblo más cercano. Vivíamos cerca de
las montañas; alejados de la civilización, nunca entablé conversión con
nadie...—me humecto los labios cuando siento que estoy por hiperventilar
—. Una noche quise salir al jardín, ese día había un lindo conejo
comiéndose la cosecha que mamá había sembrado, yo quería jugar con él,
solo era una ingenua que no tenía un amigo o algo parecido....
Acaricia mis hombros, mirándome y eso me da fuerzas para seguir.
—En fin... Me adentro al bosque, me perdí y el conejo escapó hasta
que lo encontré en una pequeña madriguera; estaba con sus pequeñas crías
y les tomé mucho cariño, tanto que siempre iba, memoricé el camino y ya
no me perdía. Una tarde de lluvias me dió por ir, las nubes se iluminaban
con los rayos que anunciaban la tormenta pero yo de estúpida me quedé por
más tiempo, viendo la madriguera hasta que apareció un jodido lobo, sí, un
lobo. Presencié como se comió a las crías y dejó solo a la mamá, luego,
cuando notó mi presencia, quiso atacarme..
Cierro los ojos apretando la mandíbula.
—No sé cómo lo hice ni en que momento pero el ajetreo me envió a un
mundo extraño y cuando reaccioné, estaba llena de sangre, el lobo muerto a
mi lado y el conejo mirándome como si yo fuera un depredador que se lo
iba a comer o algo así, no sé por qué pero siempre regresaba al mismo
lugar, un día lo hice y encontré a un hombre cortando la cabeza de la mamá
conejo que quedaba, sonará loco pero lo maté, solo era una niña y no sé
cómo lo hice pero nadie se enteró, el sitio estaba bastante alejado de mi casa
y nunca se lo dije a mis padres.
Froto mis brazos, eliminando la incomodidad que me surge al recordar
eso y el que me estoy exponiendo porque ya él está notando que recuerdo
cosas indebidas, pero no me dice nada.
—Creo que siempre he sido una asesina después de todo.— agrego.
Deja sus manos sobre mi cintura, haciendo una leve presión que
manda corrientes por todo mi cuerpo «Debo concentrarme»
—Sería tonto que creas que no.
—Ahora cuéntame uno de tus tantos secretos — le pido.
—Bien, solo escucha con atención.
Con las manos presiona mis hombros dando un lento masaje que me
destensa cada músculo que tenía contraído, mis fibras se dejan consentir por
su tacto y abro la boca sacando el aire sin querer desconcentrarme.
—En mi mundo no debes tener piedad, sentimientos o intensiones de
dar oportunidades, son cosas que no se inculcan en la preparación de un
hombre como yo o cualquiera que sea heredero del liderazgo de la
organización.
Sigue masajeando mis hombros con una sincronía demasiado relajante.
—Desde pequeño, siempre tenía que estar solo, preparándome para
esto. Mi compañía diaria siempre fue una niñera, pero no cualquiera, era
una mujer perteneciente a la organización; era peligrosa, letal, se encargó de
que mi niñez no fuera normal y a mis 12 años ya supiera más que lo básico,
"una mujer sexy y capaz de tener a los hombres a sus pies", en un
entrenamiento importante tuvimos que viajar a Egipto, tuve que estar
encerrado por 12 horas en una habitación llena de serpientes, siempre
fueron mi mayor miedo y el único hasta el momento en que las tuve que
matar a todas y solo dejé una la cual conservé cuando regresé a Montreal.
Masajea mi cuello dando círculos, suspira y abre la boca para seguir.
Se ve tranquilo y sereno.
—La preparación cada día se volvía más fuerte y una de esas me
exigió matar al ser que le tenía admiración y un poco de "cariño"...
Empieza a emplear un tono frío, mi cabeza lo va tomando como
advertencias o amenazas y...
—Tenía 14 años cuando perdí mi virginidad con mi niñera quien
resultó más ramera de lo que pensé, su pecho recibió un puñal de mi parte,
su cuerpo muchas cortadas y la serpiente que tenía la use para meterla por
su vagina y dejar que se la comiera desde adentro ...
Abro los ojos como platos por la confesión, miro su rostro neutro sin
ningún tipo de expresión. Me mira serio sin dejar de masajear, una sonrisa
malévola aparece en sus jugosos labios y...
—Eso es perturbador— confieso y por primera vez en la vida siento
algo de recelo hacia él.
—Lo que hago cuando me traicionan o hacen algo que no me gusta—
susurra.
—¿Por qué lo dices como si debo tomarlo como una amenaza?
Se encoje de hombros deslizando las manos por el contorno mis
pechos, trazando círculos sobre mis pezones y pellizcando, logrando que se
pongan duros.
—Porque sé que quieres matarme, en tus ojos lo ví desde la primera
vez que te tuve de frente, y aún puedo verlo— contesta, encendiendo mis
alertas.
_____________✧✧____________
_____________________________

Pequeños y suaves secretos de Venus y Herodes. Aquí todo el mundo


tiene, así que....

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

0 Spoiler por favor

Besitos.
Osly Ortega.
Capítulo 48

________✧✧ Proposición✧✧__________

Venus
“Porque sé qué quieres matarme, en tus ojos lo ví desde la primera vez
que te tuve de frente, y aún puedo verlo”
Sus palabras se siguen repitiendo en mi cabeza como también las que
soltó después.
“Pudiste haberlo hecho, me pregunto por qué te has tardado y no lo
has intentado”
Mi cabeza repetía las respuestas, pero es obvio que no se las dije «No
se equivoca». No siguió abordando el tema, solo se dispuso a tocarme,
lamer mis pechos y penetrarme en la misma posición en la que estábamos,
hasta que su teléfono sonó, después tocaron la puerta y todo se fue a la
mierda porque tuve que irme a preparar el viaje a Toronto.
Definitivamente no podemos coger cuando estamos en su propia casa,
todo es un impedimento, más ahora que su novia no se ha ido y al parecer
irá al viaje. «Más abstinencia para mí», pero es obvio, ella es de Toronto y
su padre una de las figuras importantes de las tantas que estarán presente.
Me banco toda la mañana organizando aunque el genio se me
descomponga porque no nos quedaremos en un hotel; lo haremos en la casa
de Megan. Ya quiero que esta semana termine para irme y distraerme en
otras cosas.
—Camionetas cargadas y listas— me avisan por el intercomunicador.
—Todos a movilizarse, el personal de la casa cubra sus puestos.—
ordeno.
Uso la chaqueta, recojo mi bolso y salgo de la habitación. Todos se
están alistando, las empleadas bajan el equipaje de la pareja de novios e
ignoro a la rubia que sale con el pelinegro. Ambos suben a la misma
camioneta que yo, dejo mis cosas en la cajuela antes de subir al asiento de
copiloto.
Aseguran el perímetro, llegamos a la pista de despegue y no es mucho
el tiempo que nos mantenemos en el aire porque en menos de nada estamos
aterrizando en el aeropuerto privado de la ciudad. Son las 3 de la tarde.
20 minutos más de camino a la mansión Gelbero, al llegar nos recibe
una chica rubia, se parece un poco a su hermana solo con la diferencia de su
altura y menudo cuerpo ya que es una modelo. Se ve algo cansada, con
ojeras debajo de sus ojos pero aún así sonríe feliz al ver a su "cuñis".
—Bendecidos mis ojos por ver en persona a mi cuñado— exclama,
dándonos paso.
—No puedo decir lo mismo —le dice él.
—Siempre tan sociable.
—¿Mamá llegó?— le pregunta su hermana.
La chica niega. Herodes se pierde a hablar por teléfono y al parecer no
es la primera vez que viene porque se le ve cómodo y como si estuviera en
su casa.
Disperso al personal, tendré que hablar con el encargado de la
seguridad de aquí para poder organizar todo. Dan me ayuda, se nota que
antes había asegurado este perímetro aunque la casa tenga seguridad para
resguardar a las hijas de un ministro y a su ex esposa.
La casa es grande y bonita, por todos lados yacen cuadros de las
hermanas Gelbero, son hermosas, no puedo negarlo. La menor se ve más
tratable que su hermana quien a cada nada me ve mal y no pienso
aguantarme su veneno, no hace falta que me insulte para saber que me
detesta, en su mirada se ve.
Decido irme al jardín, el escuadrón se mantiene alerta, a la espera de
indicaciones, todos se alistaron, yo me puse un vestido plateado de falda de
tubo y tirantes, dentro de las medias pantys ajuste el sujetador de la mini
Glow que me guardo estratégicamente al igual que una navaja
multifuncional.
El cabello me lo dejo suelto, me lo echo detrás de la hombros porque
se ve mejor así «Y cubre el intercomunicador» me acomodo la falda
maldiciendo que la tela sea una especie de cuero elástico que se amolda a
mi cuerpo pero se siente extraño. Las bragas se me marcaban en la tela,
tuve que quitarmelas, ando sin nada debajo y siento el frío entrar.
Los demás visten elegante y eso resalta los rasgos de cada uno sobre
todo los de Dan que puede verse malote pero aún así es un hombre apuesto,
cabello bajo, ojos cafés y mirada fría pero seductoramente sexy. Todos
llevan traje, Kilian luce deseable y de repente no sé porque mi mente
intenta.... «Ey, te va a joder Yasmín».
Platico con los que se quedarán en el perímetro, una de ellas es Enola,
no la quiero adentro y menos porque sé que últimamente me anda siguiendo
los pasos; para nada bueno. La veo hablando mucho con Megan y no hace
falta saber para qué, no soy ciega y no es como si ellas fueran muy
cuidadosas.
Intento tenerla alejada de mí, pero es como una maldita cucaracha a la
que encuentro mirándome desde lejos cuando nos toca el mismo turno o
deja de descansar para vigilarme. Esto es un problema que me tiene
pensando que hacer porque no quiero escándalos de novias celosas, no
estoy para algo así y sé qué a Herodes no le interesa, pero a mí sí, no voy a
dejar que me insulten aunque lo tenga merecido.
Sé que no debería meterme con un hombre que tenga novia, pero él
tampoco debería y henos aquí follando cada que podemos y rompiendo
reglas. Porque yo lo estoy haciendo, no debería revolcarme con él, es el jefe
de la organización que mató a mis padres y me volvió una mercenaria capaz
de matar a todo el que considere un obstáculo.
Paciencia, ser meticulosa y esperar, es todo lo que debo hacer aunque
no haga más que perder mi dignidad la cual en estos momentos no me
importa más que mi paz mental.
Es una tortura ir en el mismo auto que la persona que huele
malditamente delicioso y viste como un dios griego: pantalones ceñidos,
camisa negra y blazer gris oscuro. Su cabello brilla y juro por Dios que
tengo unas horribles ganas de tirar de el mientras aguanto embestidas
potentes del pelinegro que baja del auto al llegar al hotel en donde se
llevará a cabo la convención.
Megan viste de rojo, el cabello se lo ató en una coleta alta y la abertura
en la falda deja a la vista su pierna viéndose sensual y recatada. Tracy vino
también y viste una braga elegante de mangas caídas.
Con disimulo, conformo el anillo de seguridad de 4, Dan va a mi lado,
luego Kilian, Helen y Arturo que por ser un guardaespaldas de los antiguos
y confianza, no debe faltar.
Me concentro en mi trabajo a medida que atravesamos una gran
cantidad de gente importante; políticos, líderes de entes judiciales,
empresarios... Todos visten elegante, hablan entre ellos, los empleados
reparten champagne del caro, al fondo toca una banda de música de jazz y
algunos bailan en la pista.
Los reporteros no faltan y Megan aprovecha la oportunidad para tomar
del brazo al hombre que posa para las cámaras dejando que las mujeres se
deleiten al verlo y los reporteros le pregunten cosas sobre sus empresas...
Juntos caminan de aquí para allá dándome asco y haciendo que el cólera me
hierva porque ella seguramente está disfrutando el momento y sus miradas
me lo dicen cada que me mira con disimulo como queriendo restregarme
"sé lo que haces, perra, pero no lograrás nada".
Por un momento me quedo en un punto específico, los minutos
transcurren y debería sentirme grande por estar rodeada de las personas más
importantes del país como también políticos de otros continentes.
El Alpha queda en la misma mesa que el ministro quien saluda a su
hija aunque esta no se vea muy feliz con su presencia, su hermana se
mantiene alejada hablando con otras personas y yo al lado de Dan aunque
deba hacerle frente a la mirada que siento sobre mí pero no sé de dónde
proviene hasta que diviso al hombre que entra, vistiendo de azul marino con
un traje a la medida y una pequeña bufanda a juego.
Si antes estaba incomoda por culpa de la pareja feliz, ahora lo estoy
más y la culpa es del italiano que toma asiento no muy lejos de donde estoy,
no deja de mirarme aunque los minutos pasen y muchos se acerquen a
hablarle.
Ignoro la mirada que tengo sobre mí, debo hacerlo o Herodes entrará
en modo posesivo egoísta «No quiero volver a ser encerrada». Cada que
puede y con disimulo me mira con ojos que no me dicen si no cosas como:
Te estoy vigilando.
No entres en modo coqueta o te arrepentirás
Como si quisiera hacerlo. Mientras yo trabajo, él está hablando y
dejando que su novia lo sostenga del brazo a medida que se mueven de aquí
para allá y no me queda de otra que medio moverme cuidando que nadie
extraño se le acerque aunque aquí no haya más que gente importante,
también he visto alguno que otro miembro de la organización como también
corruptos ajenos.
Desde mi punto puedo divisar bien al padre de las mujeres que se
levantan yéndose no sé a dónde pero lo dejan con unos sujetos y con el
Alpha quien con un gesto leve me pide acercarme hasta la mesa. Charles
Gelbero quita la atención del hombre con que hablaba y la fija en mí
dándome un vistazo con disimulo.
Acato la orden, me muevo, encuentro a Dan, Kilian nos respalda y
rápido nos dispersamos en la otra sala de eventos que tiene el hotel, no hay
nadie por aquí a diferencia de un fotógrafo que guarda algo en un bolso. Me
acomodo el cabello en una coleta alta antes de terminar de acercarme.
Los fortachones que tengo a los lados lo sujetan plantándole la cabeza
en el suelo a la vez que saco la navaja del ajustador de mi muslo. La acción
incómoda a ambos aunque quieran disimularlo.
—No los culpo, la única culpable soy yo, no debí sacarla así— sonrío
volviendo a bajarme el vestido.
—No...no pasa nada— Dan nervioso se pasa las manos por el cabello a
pesar de tenerlo bajo.
—Yo no ví nada de nada— asevera el moreno.
Me acunclillo, mirando al reportero. Tiembla asustado y balbucea que
lo soltemos.
—Los sujetos como tú, son una completa molestia, mira que meterte
aquí de acosador no es muy lógico que digamos, teniendo en cuenta que
puedes ir preso por ser un evento privado, y no tienes pinta de ser los
reportes que están invitados ¿O si?— ladeo la cabeza.
Desfundo la navaja dejándola entre sus cejas.
—Yo... Yo...— tartamudea, horrorizado.
—Yo....Yo.....— repito riendo «Nací para ser mala»— Me vas a
entregar tu cámara, puedo quitártela si quiero, pero me apetece negociar
contigo; me la darás amablemente, por hoy no serás un paparazzi acosador
y dejarás en paz a las Gelbero ¿Nos entendemos?
—Pero es mi trabajo....
—Creo que no me estás entendiendo— lo interrumpo, lo levantan, lo
tomo del cuello del smooking dejando el filo sobre su yugular, hago presión
cortando un poco sin dejar de mirarlo— Te estoy dando la oportunidad de
irte sin un solito rasguño, solo déjame tu cámara y por hoy olvídate de tu
trabajo o tendré que rebanarte el cuello e ir por la familia que debes tener
¿Ahora sí entiendes?
Asiente automáticamente, preso del miedo.
Kilian se asegura de tomar las cámaras y la evidencia que el sujeto
había conseguido y al parecer daría la primicia durante una semana. El
teléfono que tengo en la cartera, suena, evito poner cara de asombro con el
mensaje que leo porque es la primera vez que mi jefe me escribe sin darme
órdenes.
—Encárgate de que se vaya, no lo quiero aquí— le ordeno al moreno.
Se pierde con el reportero. Dan vuelve a la convención y yo me muevo
en busca del lugar que me acaba de citar el pelinegro que hallo en el vacío
restaurante del hotel, no hay nadie, solo nosotros, casi todas las luces están
apagadas.
Me acerco, se quitó el blazer, la camisa no es como si le quedará mal,
no puedo evitar apretar la cartera que llevo en el brazo «Necesito tenerlo
dentro de mí» cada vez esto empeora, cada vez lo necesito tocándome,
besándome, follándome.
No sé qué mierdas es esta que nos envuelve pero es imposible alejarla
porque estando tan cerca nadie dice nada, nuestros cuerpos son los que
reaccionan para otra cosa que no sea juntarse para lo que tengo horas
esperando con desespero.
Me sube sobre la mesa, sus palmas recorren mis muslos a medida que
me sube el vestido hasta la cintura antes de acariciar mis medias pantys en
tanto mira el sujetador con el arma y la navaja.
—Me gusta tanto verte en modo peligrosa, no sabes cuanto me excita
un arma, y ahora más el verla sujeta a esta zona que quiero lamer— susurra.
Apoyo las manos en la madera, echándome un poco hacia atrás
queriendo que su boca me pruebe porque me gusta tanto que me siento
vacía cuando no lo hace.
No hace falta decir nada, mi expresión corporal le dice todo y no
pierde tiempo, acaricia mis muslos, pasa lentamente el dedo por mi clítoris
robándome un jadeo que me saca el aire cuando su lengua comienza la
danza lenta y deliciosa que me moja pero...
—¿Por qué no llevas bragas? —se molesta.
—Se marcaban en la tela.
—No me gusta que andes así, menos cuando debes estar a metros lejos
de mí.
—No me digas cómo debo vestirme.
—Te lo digo porque en plena persecusión te pueden ver lo que es mío,
y me voy a molestar, no querrás eso, preciosa.
—Relájate.
—Te compraré ropa en la que no se te marquen las bragas, sólo para
que no tengas que andar con el coño al aire.
Me hace reír y sacudo la cabeza.
—Cada vez te gusta mimarme más y más.
—Puede ser.
Una mano la cierra sobre mi seno, mientras que se vuelve a chupar ahí
abajo, comiendo mi zona sensible dejándome en un estado de limerencia
que no me deja recapacitar, me arroja a un bucle de deseo y sensaciones
inexplicables que me hacen sentir jodidamente bien pero sé qué está mal,
sin embargo lo disfruto porque no lo había sentido.
Los minutos pasan, ahora lo tengo dentro de mí, subiéndome sobre su
cintura buscando la posición que complemento dejando las manos detrás de
su nuca, echando la cabeza hacia atrás a la vez que se prende de mi cuello
llevándome al abismo que me quema, me destruye y llena de dudas que
debo dispersar pero en este momento no puedo, se me olvida hasta lo que
debo hacer, lo que soy, de donde vengo y a lo que vengo...
Sujeta mi nuca haciendo presión, devolviéndome a la realidad en la
que sigo ensaltada en su majestuosa erección que se hunde en mi canal
dándome un placer infinito que me hace sentir extraña pero tan llena que....
—Me gusta...— mi boca se mueve sola.
—¿Qué te gusta?— roza su nariz en mis labios, erizándome en el acto.
—Esto... me gusta esto y....
—¿Te gusta el sexo o...
Mis sentidos se pierden por un momento dejándome en el momento.
—Me gusta el sexo y me gustas tú.
Mi cabeza se vuelve una maraña de cables sueltos que mandan
distintas corrientes que chocan entre sí formando una llamarada de fuego
que arrasa con todo, con nosotros y sobretodo conmigo que comienzo a
quemarme hasta que...
Los empellones se vuelven más salvajes, su agarre me lastima pero lo
soporto porque el placer me está destruyendo por dentro, pero de una
manera que disfruto hasta que el orgasmo estalla, me rompo en miles de
fragmentos que tal vez no sepa cómo reparar y menos con todo lo que mi
cabeza trae.
—¿Te gusto?— su voz se escucha lejos y ha de ser por lo mal que me
siento de un momento a otro debido a su excesivo agarre en mi cuello y la
falta de aire que me acelera la respiración pero no puedo moverme— Te
hice una pregunta...
—Sí...
—¿Sí, qué?
Dejo las manos sobre su brazo, logrando que ceda por un momento en
el que puedo apartarlo pero no por mucho, me toma de los brazos
clavándome a las malas en la mesa.
—¿Sí, qué?— repite la pregunta con un tono frío y para nada parecido
al de hace unos minutos
—Me gustas, eso no quiere decir que estoy enamorada, eso no
sucederá, son términos completamente distintos.— contesto de mala gana—
Me gusta el sexo y como me lo haces. Solo eso.
—¿Sólo eso?
Asiento. Obviamente es un gusto culposo, no enamoramiento, estoy
lejos de sentir eso, no puedo.
—Te veo mal, Adler.— me suelta.
Se acomoda la ropa, está por tomar el blazer pero lo detengo,
sosteniendo su muñeca.
—¿Mal, por qué?
—Tú sabrás.— espeta con voz fría y cortante.
—Esto no cambia nada ¿O ahora dejaremos de hacerlo?
Niega, se safa del agarre poniéndose el blazer.
—Nada cambia, no tendría porqué, ambos tenemos claras las cosas y
un gusto no tiene porque ser un problema. También me gusta el sexo que
tenemos...
—Es bueno saberlo— me acomodo la ropa.
Mis subconscientes me regañan de todas las maneras posibles pero no
pude evitarlo, eso salió solo y por una parte estuvo bien aunque... Ahora no
dejaré de pensar en este momento porque fue tan extraño que aun no sé
cómo describirlo.
Frustrada, me acomodo el cabello, estoy acalorada, debo tener el rostro
rojo como un tómate al igual que las marcas que seguramente tendré en el
cuello y no sé cómo me las cubriré, no tengo maquillaje aquí y decirle a
Helen no lo veo conveniente.
—Saldré primero.
No me dice nada, tiene la atención en su teléfono y por ello opto en
adelantarme.
—No tienes chupetones si es lo que te preocupa— me habla cuando
voy algo alejada.
Me detengo, giro en mi propio eje para mirarlo.
—Es bueno saberlo— respondo con hastío.
Sigo mi camino, por el perímetro no hay nadie, solo veo a Dan pero no
me detengo, ya debe saber que follo con su jefe y debe verme como una
ramera que busca poder. «Me vale vergas»
Suspiro, guardando la calma y cuando pensé que nada podía ser peor
me encuentro al hombre que se aparta de la pared, descruzándose de brazos,
se mete las manos en los bolsillos mostrándome una sonrisa amplia,
coqueta y llena de malicia.
—Te estaba buscando— me dice.
—¿A mí?
Asiente, rebusca en su bolsillo y saca una especie de tarjeta que me
extiende.
—Llámame algún día que tengas tiempo.
Frunzo el ceño.
—No creo que...
—No es para lo que crees— me interrumpe.
—¿Entonces para qué?
Sonríe divertido, merma el espacio, sus ojos no se apartan de los míos,
su aura me envuelve y....
—Judas, ¿No deberías estar en la convención? —la voz de mi jefe nos
interrumpe, el castaño se aparta y siento que al regresar a Montreal me van
a encerrar de nuevo.
—Lo mismo digo, Herodes.
Las miradas que se dedican me incomodan y no estoy para esto, hago
el amago de moverme pero Judas lo hace primero y...
—Nos vemos, un placer haberte visto, Venus— me dice.
Se da la vuelta y se va, intento hacer lo mismo pero el odioso me toma
del brazo, estrellándome contra la pared, dándome un casto beso a la mala
gana.
—No diré lo que ya sabes. Manténte centrada y en un lugar desde
donde pueda verte— espeta.
—Vigilarme querrás decir— ruedo los ojos.
—Da lo mismo, lo que es de mi propiedad, me gusta tenerlo vigilado
porque los buitres siempre quieren lo del mejor y tú eres un espécimen que
muchos aquí se quieren llevar pero eres mía y eso no sucederá— se aparta
yéndose molesto y suspiro.
«Posesivo de mierda». Tengo tantas cosas en la cabeza que debo
dispersar sino me quiero desconcentrar, pero no es fácil eliminar las ganas
de matar a la rubia que a cada nada actúa como sanguijuela, no se aparta de
encima del hombre que me mira de vez en cuando encendiendo todo lo que
me quema por dentro y recalcando que no debo acercarme a nadie.
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Esos son celos o posesividad qué opinan?

Mil gracias por leer, loviu. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 49

__________✧✧Jauría ✧✧___________

Herodes
No sé qué me tiene peor, si la evidencia que me entregó Charles o las
ganas que tengo por la mujer que no debería estar metida en mi cabeza pero
lo está «Las ganas son perturbadoras».
Intento concentrarme, necesito tomar una decisión para que se pueda
hacer lo que ya se estaba planeando, pero me siento presionado, con algo en
el pecho y la inquietud martillándome la cabeza a pesar de haberme fumado
media caja de cigarrillos en busca de relajación que no tengo en ningún
momento.
—A la espera de su orden para terminar de proceder estos días.— me
habla Dan.
Releo la evidencia, detallo las fotos y no me queda duda, esto ya lo
veía venir desde que supe que se estaban rompiendo los límites en el
acuerdo entre mafias.
—No quiero fallas— espeto, dando la orden que necesitan.
—No las habrá —asegura la pelirroja.
Ambos se van y Charles toma asiento en frente de mí.
—Es necesario, ya se hicieron los cambios en el gobierno y los nuevos
vienen con intensiones de expandir sus horizontes.
Sé a lo que se refiere. Cuando alguien adquiere poder, es cuando afila
las garras en busca de más, el dinero y el poder son adictivos, una vez que
subes no quieres bajar.
—Lo sé, tomaré medidas drásticas desde ahora.— sentencio.
Parto en unas horas, debo regresar Montreal, después que el escuadrón
se vaya, debo convocar una reunión con los cabecillas de algunas pandillas
de la organización; necesito dejar cosas claras y no pienso perder tiempo.
Megan entra con su hermana quien al parecer se está volviendo una
zombie; tiene ojeras, la piel algo pálida, al parecer todo se debe a la
abstinencia por la cual debe estar pasando y por ello su hermana quiere
actuar de niñera llevándola con nosotros a mi casa «Lo que me faltaba».
—Mamá no vendrá hasta mañana, dejó dicho que no te quedes aquí,
tienes una casa— le dice Tracy al ministro.
—No pienso quedarme, tengo cosas que hacer, solo espero no recibir
malas noticias.
—Ahora si te preocupas —masculla.
—Siempre lo he hecho, pero claro está que eres mayor de edad y no
puedo amarrarte para que no te drogues —le dice con severidad.
«Ya van a comenzar» detesto la confianza que me tienen y por la cual
sé del vicio de la hija de Charles, nadie más lo sabe o eso quieren creer.
Discuten por un rato en el que no les presto atención, mi cabeza se
llena de lo que no debe a pesar de saber todo el mierdero que viene y que
debería tratar de solucionar, pero pese a eso no tengo cabeza para otra cosa
que no sea pensar en el coño de la mujer que me avisa que todo está listo
para cuando yo lo requiera.
Dwayne me llama para avisarme que me espera en Montreal con
Giovanny y Mario. Con Charles me pongo de acuerdo en lo que se requiere,
mis hombres preparan el viaje en el que uso la laptop encargándome de
asuntos importantes.
Al llegar me voy directo a mi estudio encontrándome con Dimitri en el
pasillo, eufórico corre de aquí para allá y no estoy para estupideces, llamo a
la pelirroja para que se encargue de llevarlo a pasear, comer, matar o lo que
sea que el perro quiera en este momento.
Se va con ella y por mi parte dejo que el trabajo me absorba por varias
horas en las que no como, duermo, descanso o me despego de las dos
laptops que tengo sobre la mesa. Mario me hace compañía poniéndome al
tanto de todo mientras que el consejero y Dwayne me explican lo que han
venido haciendo desde que fui a Londres.
Subo a ducharme, como algo ligero, vuelvo la estudio y me pego el
teléfono a la oreja dando inicio a la llamada que consume dos horas de mi
tiempo en los que me siento acalorado y ansioso por coger con la mujer que
también se mantiene ocupada organizando todo. El tiempo no nos da un
momento para oxigenar el cerebro y quizás, correrme, pero todos siguen
encima de mí y para colmo Megan no se me despega.
—Ve a ver si los caballos pusieron huevos, estoy ocupado y no estás
haciendo nada productivo como para estar ahí parada mirándome como una
vigía— le digo.
Rueda los ojos y cree que no me doy cuenta.
—Consígueme dos mujeres, y luego ve a encargarte de algo— le
propone Dwayne.
—Suegro, no voy a buscar a nadie, mi suegra no merece que yo la
traicione así...
—Entonces sal de aquí.
A regaña dientes se va. Vuelvo a lo mío, lo menos que necesito sería
tener molestias encima.
—Señor..—entra la pelirroja, haciéndome doler la cabeza— Todo listo
y organizado.
Giovanny asiente complacido por la noticia, Dwayne se levanta
mirándola sin evitar repararle el trasero cuando se acerca dejando sobre el
escritorio la tablet que Mario le pidió.
—Ya distribuí los teléfonos y nuevos intercomunicadores.— me
informa.
—Cuando Mario llegue, dile que confirme con sus contactos— le
ordeno.
Termino el traspaso de dinero que será de mucha importancia.
—Esto debe salir perfecto, Nada de errores— habla Dwayne
encendiendo un puro.
—Mis encargos siempre salen a la perfección —se le sale el tono de
airosa.
—Más te vale, o las consecuencias serán para ti— la amenaza.
—¿Pueden callarse? Intento revisar algo— me impongo.
—Me retiro— me dice ella, mirándome a los ojos y entiendo esa
mirada.
Se va. Mario regresa y me concentro en lo que estoy haciendo pero
llega un punto que me siento peor que antes, la abstinencia se intensifica
poniéndome en un estado de molestia que no cesa y debo levantarme, son
las dos de la mañana, todos se fueron a sus habitaciones, hago lo mismo
aunque no voy con intensiones de dormir.
Tomo una ducha dejando que el agua fría me apague por un momento
en el que espero a la mujer que entra. Es tan necia que no le diré que no va
con el escuadrón; porque me dará excusas que no estoy para escuchar, sé
que con ella las posibilidades serán más altas y confío en sus capacidades
de liderazgo y astucia.
—Podría dejarte aquí y así me matas las ganas —mermo el espacio,
detallando sus facciones—. Pero confío en ti y necesito que no falles ¿Me
entiendes?
Sonríe tras mis palabras. Se aparta el cabello de los hombros, ladeando
la cabeza, mirándome de esa manera que me remueve fibras.
—¿Confías en mí?
Su voz, esa maldita voz que me excita tanto porque es dulce, sensual y
provocadora.
—Sí, y sé que será un éxito si te dejo ir, por ello no te voy aguantar,
solo espero no me decepciones, porque sabes que no lo tolero.
Se muerde el labio, las manos se las lleva atrás atándose el cabello en
una coleta, mostrándome su cuello, invitándome a marcarlo.
—¿Qué ganaré si no fallo?
El aura íntima se sobrecarga de una manera jodidamente excitante y
por ello no me retraigo, la tomo de la cintura, dejándola de espaldas,
pegando su trasero a mi erección, presionando para que sienta todo lo que
se va a hundir en su rico coño.
—¿Qué quieres?— pregunto, preso en el magnetismo que nos
envuelve.
Alza el culo dejando las manos sobre las mías, caminando hacia la
cama, guiándome hasta quedar en el borde.
Echa la cabeza hacia atrás, apoyándola en mi pecho dejando, sus labios
cerca de los míos, avivándome los demonios internos que quieren
desatarme pero...
—A ti— susurra— Te quiero a ti, completa y enteramente ¿Puedes
darme eso?
—¿Eres capaz de poder conmigo si me tienes como lo pides?
Se gira quedando de frente, sus manos se pasean por la pretina de mi
pantalón, bajándola; la prenda y el boxer, quedan en el suelo a la vez que
sus rodillas también preparándose para chupármela.
—Puedo contigo y te lo voy a demostrar.
La verga se me hincha con la tibieza de su saliva que cae cubriendo la
punta, masajea de arriba abajo, endureciendo mis músculos a la vez que
tenso las piernas disfrutando de lo caliente que se siente su paladar
chupando con furor sin dejar de masturbarme y mirarme a los ojos.
Muchas estuvieron así, arrodilladas, queriendo complacerme en todos
los sentidos pero ningúna pudo, desde hace mucho tiempo nadie lo había
hecho y ahora siento que soy un crío recibiendo su primer oral el cual le
acelera el corazón, le nubla los sentidos haciéndolo jadear y decir cosas
sucias que salen sin mi consentimiento porque el placer es tanto que me
envuelve, llevándose todo el peso con el que cargo, quemando tantas cosas
y reviviendo nuevas que no sé cómo llevarlas pero...
Dejo las manos en su cabeza, cierro los ojos y abro la boca intentando
no ahogarme con la saliva que aparece al igual que mis ganas por querer
más, no me contengo, la empujo queriendo sentir más pero no soporta
demasiado y cuando quiero reaccionar me doy cuenta que estoy siendo
brusco y la estoy ahogando con más de la mitad.
Tosiendo me aparta de mala gana, cae en el piso intentando tomar aire,
y el solo verla así, me molesta, las manos me tiemblan, la cabeza se me
llena de muchas cosas que creí haber olvidado pero que ahora regresan con
la imagen de ella mirándome como si fuera la peor mierda del mundo,
porque lo soy.
Intenta levantarse, no deja de toser, me paso las manos por el cabello
antes de acunclillarme, acuno su rostro entre mis manos, tomándola por
sorpresa al igual que a mí que no sé qué mierdas estoy haciendo por su
culpa.
Solo doy para tomar una bocanada de aire y acarcuae su labio.
—Mutuamente nos estamos destruyendo, por ahora no es como
debería, pero eso no quiere decir que no lo estemos haciendo —uno
nuestras frentes e inhal profundamente el olor de su aroma único y
exquisito— Tengo muchas sombras que me siguen, pasados que me
atormentan y demonios que se apodera de mi cuando algo me gusta, porque
me gustas, Adler, al igual que yo a ti.
La confesión la hace mirarme fijamente. El gris de sus ojos es algo
magnífico que resalta pese a estar entre la luz tenue de las lámparas. Detallo
el rosa de sus carnosos labios, las pestañas largas...
—Eres jodida y únicamente hermosa. Destinada a estar entre los
brazos del peor demonio que habrás conocido — le aseguro—; de cualquier
manera.
—¿Te gusto?
Sonrío despacio, acariciando sus labios.
—No es nada "amoroso" es lo mismo que me dijiste tú, gustar de sexo
— le aclaro.
No pretendo que se haga una idea diferente.
—Entonces controla ese instinto y no me mates ahogada por tu gran
polla— bromea.
La pongo de pie, quitándole la camisa, el brasier y pasando la lengua
por sus duros pezones que tanto me gustan. Su piel siempre llamará a la
mía, pidiendo que se toquen tal como no dejo de hacerlo.
—Haré lo que pueda, no prometo nada.
—¿Puedo seguirla chupando?
Asiento dejando que se arrodille de nuevo pero los toques en la puerta
la ponen de pie.
—¡Señor, tenemos problemas!— me avisa Mario.
No me queda de otra que vestirme. Ella hace lo mismo pasándome la
camisa que tomó de la cama.
—¿Quedaremos así?
—Cuando regreses serás completamente mía, así que espero que no
falles porque no quiero posponer nada— le advierto.
Suspira cansada, frustrada y con molestia. Sé que no le gusta quedarse
así, a mi tampoco, pero el deber llama y Mario no iba a molestarme de no
ser urgentemente necesario.
—Seguramente follarás con tu novia, y no es algo que me tranquilice,
somos solo sexo pero no me gusta compartir— murmura, mirando como me
termino de vestir.
—A mí tampoco me gusta, eso se va a solucionar en algún momento.
—¿De que hablas?
—Menos preguntas, Adler. Sabes que no me gustan.
Salimos de la habitación, nadie nos ve, todos siguen durmiendo a
excepción de Mario y el consejero que me ponen al tanto de lo que ya
suponía y que me quita toda duda sobre lo que se hará.
Pido que convoquen la reunión con los cabecillas miembros de la
organización, necesito tener todo alerta a la espera de órdenes en las
próximas semanas. Mientras tanto debo enfocarme en lo que debo hacer
mientras que el escuadrón se va cumplir con mi orden.
Algo que debe salir bien, no debería estresarme pero lo hago y todo
por el simple hecho de que ella tendrá que encargarse de todo además de
cuidar que no la maten porque confío en ella y lo que harán no tiene nada
de fácil.
«No debería dejarla ir» repite mi subconsciente pero no puedo hacer
nada. Le dije que sí y yo debo encargarme de otras cosas que lo ameritan.
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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 50

_______✧✧Infalible✧✧_________

Venus
Sídney, Australia: 27 de mayo del 2021.
Avanzo por la sala de espera del aeropuerto, arrastrando la maleta que
resguarda mis cosas personales como las dos laptops. En mi cartera llevo el
teléfono y en la mano el brazalete que configuro para que empiece hacer su
trabajo.
Acabamos de llegar después de horas de vuelo las cuales me dejaron
con un horrible genio y el trasero adolorido pese a que veníamos en primera
clase y con todas las comodidades que un grupo de mercenarios podría
pedir ya el dinero no falta.
—Tengo el trasero dormido—se queja Helen caminando a mi lado.
—Ni que lo digas. Dormí y siento que no lo hice.—comenta Yasmín.
—Dejen de quejarse.—espeta Enola.
Ruedo los ojos, manteniendo la compostura. Vinimos a trabajar, pero
todos se comportan como si fuera un viaje cualquiera, vacaciones pequeñas
en las que tendremos que actuar como personas normales, turistas en busca
de diversión.
Quisiera hacer lo mismo, pero no puedo, estoy completamente a cargo
y esto debe salir a la perfección o mi jefe me va a castigar o peor aún; quién
sabe qué me hará. En días como estos no soy la misma y el escuadrón lo
sabe ya que se centran en lo importante y en conseguir taxis que nos dejan
en la casa que rentamos.
Nosotras somos las primeras en llegar, después los chicos, nos
dispersamos en busca de habitaciones para cambiarnos, alistarnos y
comenzar a preparar todo.
—¡Montada del sistema de hackeo e información!— aviso desde la
sala de estar.
La casa es acogedora, no tan grande pero con cuartos suficientes para
dormir cómodos aunque tengamos que hacerlo en pareja.
Flavio aparece con sus juguetes y le entrego las dos laptops que tuve
que meter en mi equipaje. Cabe recalcar que no tenemos ni una sola arma,
tuvimos que venir en un avión normal y ahora tenemos que conseguirlas en
menos dos horas.
—¡Taeyang y Helen, marquen el perímetro!—pide.
Me muevo a ayudarlo a armar todo, tardamos alrededor de una hora en
la que Enola, Kilian y Fátima salen a buscar las armas que nos
proporcionará un miembro de la organización.
—Perímetro marcado, revisa.—le pide Helen.
—Demuéstrame que no necesito a Mario—le susurro.
Me posiciono detrás de él, observando como se apodera de las cámaras
de las casas del vecindario como de las calles en un radio de 1 kilómetro.
Entra en el sistema que necesitamos y sonrío porque es tan bueno
como Mario, hace magia, no tarda mucho y en menos de nada se apodera de
la información que necesitamos para actuar mañana temprano.
—Buen trabajo, Flavio— le palmeo el hombro, logrando que me
sonría
—Que comience lo bueno.— propone con malicia.
—Pediré algo para comer —entra Yasmín— Tengo hambre y no creo
que nadie quiera ir a cocinar.
—Preferiblemente pizza, pollo o cualquier cosa que tenga fritura, salsa
o aderezo— le recomienda Flavio.
—¿Esta casa tendrá algún teléfono?
Tomo asiento en uno de los sofás.
—Ví uno en la sala.
—Ahora vuelvo— nos dice.
Me saco el teléfono del bolsillo informándole a mi jefe que ya estamos
operando, no sé si me responda pero le dejo el mensaje.
—Muchas veces creí que no ibas a durar— habla, sacándome de mis
pensamientos impuros.
—¿Cómo?
Lo escucho reírse, sigue tecleando sin girarse a verme.
—Antes de que el escuadrón tomar su puesto en el cuerpo de
seguridad del Alpha, normalmente las misiones eran un fracaso y Mario
mataba a todos los que fallaban, pero desde que estás a cargo, todo sale
bien, tanto que él no está aquí, eres admirablemente eficaz —me halaga.
—Gracias. Debo serlo, y no solo yo. También todos los que estamos
aquí o de lo contrario nos matan— respondo.
—De eso no tengo duda. No puede ser que llevamos tiempo trabajando
juntos y no habíamos hablado así —sacude la cabeza— Creí que eras una
mandona nada más, pero me complace descubrir que mis pensamientos
estaban mal.
Suelto una carcajada por lo último. ¿Yo? ¿Mandona? ¿Por qué muchos
creen eso?
—¿Enserio soy una mandona insoportable?
Se encoje de hombros.
—Insoportable no, pero mandona si, es bueno que seas así, o de lo
contrario no estaríamos tan bien organizados.
—Ya pedí la comida —vuelve Yasmín.
—Espero que bastante. No somos pocos y todos comeremos —
bromea.
—Cierto, tengo hambre también— bloqueo el teléfono después de que
me dejaran esperando como una estúpida.
Debe estar muy ocupado con su novia como para responderle a su
insípida amante. «Debería darle menos importancia» pero no puedo, quiero
ser su prioridad, lo necesito así como el día que me curó la herida que ya
está casi sana. Recuerdo todo lo que hizo ese día. Tenía fiebre, no estaba
muy cuerda pero no perdí la consciencia del todo y...
Suspiro poniéndome de pie. De solo recordar su confesión ayer, me da
mucho para pensar, si dice que voy por buen camino ¿Pero...
—¿A dónde vas?— inquiere Flavio interrumpiendo mis pensamientos
—Por un poco de agua.
—Tráeme un jugo de la nevera.
Lo miro mal, sonríe en un intento por convencerme y no puedo
negarme, me agrada, es de mi equipo y su carita de niño bueno es muy
hermosa. «Todos tienen lo suyo». El hacker no carece de encantos y sus
ojos color miel son muy lindos, además de su sonrisa compuesta por un
hoyuelo.
Entro a la cocina, la nevera está llena de cualquier cosa que
necesitemos pero yo no pretendo cocinar, sé hacer lo básico, aunque casi
nunca tengo la oportunidad. Me tomo un vaso de agua, recuesto el peso en
la isla de la cocina dejando que mi cabeza divage por un rato.
—Ya llegó la comida— entra Yasmín con dos sujetos.
Dejan tres cajas de pizzas, dos bolsas de comida rápida y aparte tres de
pollo con papas, gaseosa, arepitas y ensaladas.
—Iré a avisarle a Flavio y los demás—le digo.
Se queda organizando la comida y me muevo a la sala de estar. Nos
reunimos en la cocina para comer mientras esperamos a los que fueron por
las armas, no tardan en llegar y con una rebanada de pizza me concentro en
limpiar las que serán para mí.
—Aquí los bolsos— me avisa Kilian dejándolos sobre la mesa.
—Deberíamos intentar descansar, mañana tenemos trabajo desde
temprano, sin contar toda la preparación.—comenta Taeyang.
Sorbo un trago de la gaseosa. Termino de comerme la rebanada antes
de seguir con las armas pero el teléfono me suena en el bolsillo y no sé de
dónde me sale el afán que contesto rápido esperando que sea él y... Falsa
alarma, es Mario.
La molestia llega como una ola fría, tanto que debo debo esperar y me
concentro en lo que me dice.
Cuando acabamos, algunos se van a descansar y quedo con el moreno,
Yasmín, Flavio y Taeyang.
Deberíamos turnarnos pero no tenemos necesidad de ello gracias a
Flavio quien se pone a contar anécdotas sobre la última misión que tuvimos
y en la que un perro casi le quita los testículos.
—Aún así nadie salió herido a excepción de nuestra sexy superior.—
bromea haciendo referencia a mí.
—Es lógico, le toco estar en el grupo del jefe, y si o si le toca recibir
un disparo por él.— agrega Yasmín.
—Esos diamantes tan extraños que robamos, nunca había visto algo asi
— comenta Kilian sin dejar de acariciar las piernas que tiene sobre su
regazo y que son de mi amiga.
—Tienen algo que ver con aquel viaje del jefe a África— interviene
Flavio—. Solo les diré que son extremadamente peligrosas, podría decir
que igual o peor que lo que produce la mafia italiana.
—¿Radioactivas?
Asiente confirmando.
—Radioactivas y nucleares. La nueva era vendrá gracias a ellas.
—Entonces, se acercarán los tiempos de catástrofes y desastres—
murmuro, pensando en el poder que tendrá el Alpha gracias a esos
diamantes—. Más poder para la organización...
—Sin duda alguna, y me alegra pertenecer a ella y no a las demás.
Me acaricio el mentón pensando en lo que acabamos de hablar. Por un
momento se apodera el silencio pero Yasmín saca otro tema en el que nos
adentramos por dos horas hasta que se hacen las dos de la mañana.
En momentos como estos, me siento bien, desestresada a pesar de estar
aquí por trabajo, aún así disfruto de la compañía de los que me rodean
porque son como un grupo de amigos que nunca tuve.
Terminamos viendo las noticias japonesas, de Israel y Alemania;
empapandonos de lo que nos tenemos que mantener informados y con
conocimientos. Podríamos ver una película, pero esto es más interesante.
[...]
Me acomodo el cabello mientras me veo en el espejo retrovisor del
auto. Son las 8 de la mañana y comenzaremos con el trabajo que nos llevará
aproximadamente 4 días apartir de hoy.
—5 minutos —avisa Flavio por el intercomunicador
Me concentro en la puerta de salida por donde salen las 5 mujeres que
dejan que Brett les ayude con el equipaje, todas suben a la parte trasera, se
cierran las puertas, me acomodo en el asiento y oprimo el botón que le da
paso al gas que las deja insconcientes el resto del camino.
—Todas están buenas. No por nada son las flores del infierno; las
mejores prepagos que se presentan en las Vegas— comenta Brett sin perder
de vista el camino— ¿A cuántos políticos se la habrán chupado?
—Concentrado Brett, no podrás follátelas si es lo que tienes pensado
—ruedo los ojos.
—Tal vez luego pueda pagar por estar con alguna, aunque Enola me
quiera dejar sin testículos.
—Tenías que ser hombre.
—¿A qué te refieres? No tengo nada con ella, somos seres sin corazón,
todos lo sabemos.
Lo sé. Pero si folla con la rubia no debería buscar otra sabiendo que la
que tiene es capaz de cualquier cosa. La conozco lo necesario, no le gusta
compartir.
—No dije nada, mejor sigue conduciendo— no quiero entrar en
detalles.
—¿Por qué se odian tanto? Dejen el pasado atrás, no es muy difícil.
—Habla quien mató siendo un niño y todo porque "confío" en alguien
que al final no le guardo un pedazo de pollo de la cena. —sacudo la cabeza.
—Prometer y no cumplir es algo serio, a nadie le gustan los mentirosos
¿A ti si?
Niego. Brett me agrada, pero no su compañera de sexo y placer.
—Una promesa es algo delicado, detesto que las rompan o no las
cumplan— concuerdo.
—Pensamos igual.
Eso me recuerda a la que mi jefe me hizo hacerle cuando me
descontrolé por culpa del licor.
Helen y Enola me ponen al tanto de lo que tenían que hacer junto con
Taeyang. Les ordeno que no se demoren tanto, debemos empezar la
segunda fase y nada debe faltar.
Al llegar bajo, la puerta se abre, Kilian, Brett y Flavio bajan la
mercancía mientras que me encargo del equipaje que trajeron, las maletas
pesan como la mierda pero Yasmín me ayuda a dejar todo en la habitación
grande en donde espero que se despierten las inquilinas que tendremos.
Me encargo de vendarles los ojos, mi amiga me ayuda a atarlas y
revisamos los equipajes ordenando todo.
—Ya llegaron— avisa Kilian.
Preparan la sala con todo lo necesario, los estilistas se organizan con lo
que usarán y con las chicas me regreso a la habitación, las mujeres ya
despertaron y Enola procede.
—Chantae, Soraya, Ava, Alba y París: las flores del infierno. —
empieza— Viajaron hasta aquí para ofrecer un show exclusivo para
personas importantes, pero sus servicios ya no serán requeridos, tienen un
trabajo que hacer y es; no entrar en pánico, estar calladas, no preguntar más
de la cuenta y soltar todo lo que les preguntemos ¿Entendido?...
Abro la carpeta con el informe detallado de todas. Siguen
desorientadas pero no se alteran y podemos proceder.
Quedo en frente de ellas.
—París, eres la líder, coreógrafa y directora del grupo, tendrás ciertas
libertades que te saldrán caras si no haces lo que te digamos —la tomo del
cabello.
—¿Quiénes son? —pregunta asustada.
Es una mujer despampanante, cabello rubio corto y curvas de infarto.
—Eso no tiene importancia. Tú solo concéntrate en el trabajo al que
venías, porque irás, tus amigas se quedarán aquí como niñas buenas, y tú no
te pasarás de lista porque no querrás que las matemos ¿O si?...
Niega rápidamente. La suelto y reparto las fotos que tenía en la mano.
—Que comience la transformación —exclama Yasmín, riéndose— Mi
parte favorita.
—La mejor parte —alega Helen.
Salimos de la habitación. Regresamos a la sala y con foto en mano
tomo asiento dejando que el estilista cambie mi apariencia por la de
Chantae, una pelinegra con ojos azules y cuerpo parecido al mío, a
diferencia de que ella tiene un piercing en la nariz el cual dejo que me
coloquen aunque la perforación deba conservarla si quiero.
Yasmín será Soraya, una rubia despampanante con personalidad
atrevida y alegre. Helen será Ava, una morena con cabello rubio y
mechones naranjas, toda una ardiente. Enola será Alba, una pelirroja de
ojos verdes y actitud atrevida y sádica.
La transformación se tarda tres horas en las que cambiamos
completamente nuestras imágenes y nos volvemos esas mujeres que fueron
entrenadas para seducir, matar e infiltrarse donde sea.
Con el teléfono me saco una foto, no sé qué demonios hago pero se la
envio a mi jefe y esta vez si se digna a responderme con algo que me hace
morderme el labio.
—Harás que vuele hasta allá solo para follarte —me dice—. Te ves
bien, pero tu verdadera apariencia es todo lo que prefiero
No respondo, no sé cómo porque mi cabeza se vuelve una locura
recordando lo bien que me embiste y...
—Te ves sorprendete, querida—me elogia el estilista.
—El negro se te ve bien, pareces mi gemela —me dice Yasmín,
sentándose sobre las piernas de Kilian quien no deja de mirar su cambio de
look
—A él no parece gustarle el tuyo.—lo señalo, soltando una risita
El moreno me apoya.
—De rubia se ve extraña.
Todos se ríen y ella se molesta.
—No critiquen mi trabajo, se ve candente y exactamente igual a la foto
—asegura el estilista.
La verdad es que han hecho un gran trabajo. Yo me veo irreconocible,
y podría acostumbrarme a tener ojos azules pero mis grises no los cambiaría
por nada. Prefiero ver el azul de los ojos del hombre que envía otro mensaje
exasperado por haberlo dejado en visto.
—Estoy trabajando, señor —texteo—. Todo debe salir perfectamente
bien y no será así si sigo chateando con usted.
—No estaría chateando contigo si no me huevutss enviado esa foto y
avivado las ganas que tengo— responde.
Releo varias veces el mensaje que me hace cosquillear la entrepierna.
De momento me da calor y las ganas surgen como un huracán dispuesto a
arrasar con todo
—Estoy trabajando y no es justo hacerlo con las ganas que me dejaste
— le digo.
Espero unos minutos en los que me doy cuenta que estoy al otro lado
del mundo y la diferencia horaria es bastante, pero aquí estamos, y me sigue
respondiendo.
El teléfono vibra y abro el mensaje.
—Cumple con tu trabajo y tendrás muchas recompensas.
—Sabes cuál es la única recompensa que quiero— contesto.
Tarda unos minutos en responder, el estilista da los últimos toques,
Flavio me pide que vaya a la sala de estar pero yo solo quiero esperar el
mensaje que llega, lo abro y...
—La tendrás.
Cierro los ojos imaginando la una y mil formas que quiero tenerlo
cuando regrese, porque esta misión será un éxito y querré mi recompensa.
—Ya saben que hacer al terminar— hablo, poniéndome de pie.
Entro a la sala de estar, Flavio me pone al tanto de todo, la ubicación
que tendrán todos y doy la orden de avanzar. Me muevo hasta la habitación
que tiene a las mujeres, desato a la líder, le quito la venda de los ojos y
asustada me mira de arriba abajo, ve a Chantae y de nuevo a mí.
—No hace falta explicarlo de nuevo, tú solo coopera o no respondo. —
mermo el espacio— Alístate, haremos presencia en el bar y harás como si
tus chicas no quedan aquí, tendrás nuevas y mejoradas, cada una con los
ojos puestos en ti y entrenadas para ser las prepagos que son ustedes.
Asiente despacio. El único equipaje que dejamos es el suyo y bajo mi
supervisión se alista, la dejo con Taeyang a quien ya le hicieron su cambio.
Brett sigue en proceso de transformación, el único problema es que se negó
a su papel pero no le queda de otra.
—¡No voy a besar a ningún hombre!— se niega, molesto.
—No lo harás, solo compórtate como un maricón coreógrafo.—le dice
Kilian con un tono de burla.
—¡¿Por qué no lo haces tú?!
Suspiro, guardando la calma.
—Porque soy más voluctuoso que tú, y no parezco de los que saben de
eso —se excusa.
—¡Me niego!
Enola intenta convencerlo, después de un buen rato acepta, no le queda
de otra, los demás ya saben que tienen encargado y nosotras entraremos
solo con él y Taeyang.
Nosotras subimos a alistarnos, rebusco en el equipaje de Chantae y
saco lo necesario, entre eso su identificación, pasaporte, tres atuendos y
algunos productos de maquillaje. Todo es de marca, la ropa interior súper
pequeña y sexy.
—París, todo estará bien, tú solo concéntrate en tu profesión y actúa
normal— me le acerco cuando llego a la sala.
—Todo sea por la seguridad de mis chicas.
—Bien, nada les pasará su tú haces como si nada.
Enola llega, París la mira a ella y a las demás, tal vez buscándoles
diferencias que no haya porque sonríe complacida por lo que ve.
—No podría saber sus verdaderos rostros ni siquiera porque intentara
averiguarlo. Se ven idénticas a mis chicas, sobre todo tú —se centra en mí
—Debes ser la que está a cargo.
—Y la que te puede cortar el cuello si haces algo que no debes.—
llamo a Brett y Taeyang— Ellos serán, un coreógrafo y el otro tal vez tu
novio, no lo sé, tú verás.
—Yo no tengo novios.
—Entonces que ambos sean coreógrafos y estilistas —habla Yasmín.
—Eso está mejor, espero todas sepan bailar, seducir y complacer,
porque mis show son estilo Hollywood y nada nos queda grande— asevera
con arrogancia.
Las chicas se ríen por lo que acaban de escuchar y me cruzo de brazos
dejando que Yasmín se le acerque.
—No me gusta ser soberbia, pero yo te aconsejaría que no nos
subestimaras, quizás vez seamos mejores que ustedes— le dice con una
amplia sonrisa malévola.
—Lo dudo.
—Listos para partir—avisa Brett.
Uso el brazalete como intercomunicador para avisar que vamos
saliendo. París solo verá a los que irán con ella y por ello nadie más está
cerca cuando subimos a la camioneta estilo limosina. Debemos llegar como
tal, son mujeres de la mejor calidad y sus show son muy pedidos en eventos
exclusivos tanto como para famosos, políticos o delincuentes que tengan
una buena suma de dinero para pagar lo que estas mujeres cobran por follar
y bailar.
Llegamos al bar, está cerrado por hoy y mañana mientras que preparan
todo. No fue fácil saber que sería aquí, pero si el show que iban a presentar.
Bajo del auto, dos sujetos de seguridad se aseguran de recibirnos y
entramos con París quien hasta ahora está metida en su papel, llamándonos
por los nombres que debemos usar.
Cambiamos completamente, hasta en la forma de caminar, hablar, ver,
a movernos como si fuéramos lo mejor del universo. No se nos hace difícil,
el dueño del local nos da la bienvenida dejándonos con la encargada quien
conoce a la mujer que nos pide cambiarnos para empezar con los ensayos
que se llevan varias horas en las que sudo, no siento las piernas pero poco a
poco voy recobrando la resistencia que tenía la última vez que hice algo así.
Las sillas se vuelven nuestro complemento, el piano y las trompetas
los que reviven la canción que suena en los altavoces haciéndonos
partícipes de la coreografía que protagonizamos. Malabares en las sillas,
movimientos sexys, imitaciones perfectas y la sensualidad por los cielos
cuando nos movemos diferente pero al compás de las notas del piano y el
vocal impresionante que me hace erizar los vellos de la nuca.
—¡Eso es, más sensualidad, atrevimiento, movimientos como si
follaran con los bastones y lo complementarán con los sombreros!— grita
París supervisando la coreografía que son tres músicas en una sola,
cambiaremos de vestuarios y si no me mató una bala, lo hará este show.
Las horas pasan, al otro día también hacemos lo mismo, ensayando,
planificando y es que nos aprendemos todo al pie de la letra que en el
último ensayo lo hacemos como si fuera la presentación logrando que los de
seguridad no dejen de vernos, las bailarinas de respaldo se queden con la
boca abierta y seguramente París con ganas de cambiar a sus chicas por
nosotras.
Practicamos sin descanso, hasta que nos duela el cuerpo, lo
disfrutamos, nos divertimos y cada que me muevo lo hago pensando en el
hombre que me deja un mensaje recalcando lo que me espera si cumplo la
misión, eso solo incrementa mi energía porque el baile me calienta cada
poro del cuerpo y pensar lo que haremos no hace más que impulsarme a
seguir hasta que no puedo más.
Con o sin promesa debo y voy a completar esto aunque sea una de las
cosas más peligrosos que haré, porque mañana en la noche nos espera la
hoguera en donde nos meteremos y debemos salir vivos.
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__________________________

Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

0 Spoiler por favor.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 51

_______✧✧El arte de la insinuación✧✧_______

Narrador Omnisciente
La espectacular Sídney, capital de Nueva Gales del Sur y una de las
ciudades más grandes de Australia, conocida mundialmente por la famosa
casa de la ópera junto al puerto.
Pero no es solo eso el atractivo más hermoso de esta emblemática
ciudad, uno de los otros atractivos son sus 100 playas cristalinas, hermosas
y perfectas para el disfrute. Como también la variedad de clubes,
discotecas, restaurantes y lugares para desestresarse, como por ejemplo: el
show de ópera que está por comenzar.
La noche apenas comienza, muchas sorpresas aguardan.
El lugar empieza a llenarse, uno de los palcos privados se prepara con
mujeres que reciben al líder de la mafia italiana en compañía del primer
ministro del país, Riley Walker. Ambos toman asiento recibiendo la bebida
que les ofrecen, tratándolos como se debe, dejando que las mujeres les
muestren devoción en lo que esperan al tercer hombre que llega y toma
asiento.
—Pido una disculpa por mi demora, ya estoy aquí —les dice Ashton
Hill.
—No te preocupes, el show aún no da inicio y la conversación
tampoco— le habla el italiano.
—Entonces empecemos, mientras más rápido mejor.
Todos tienen un objetivo, cosas importantes de que hablar y por ello no
le dan largas al asunto como tampoco lo hace el Alpha de la mafia quien en
este momento toma asiento a la cabeza de la mesa repleta de los cabecillas
principales de los clanes, pandillas, asesinos y personas que le sirven y son
parte de su organización.
—Se acercan tiempos difíciles —da inicio—, Y los necesito en entera
disposición para cuando lo demande, se debe seguir demostrando porque
somos la organización más sádica y sangrienta de todas, por eso convoqué
esta reunión.
Todos están aquí para demostrar la devoción que le tienen al hombre
que consideran jefe mayor. Saben que sus armas son las mejores al igual
que el poder que ha adquirido desde hace mucho tiempo.
—La lealtad hacia usted no tiene fin y por ello cuente con todo lo que
necesite mi Alpha, estaremos a su entera disposición.— le asegura el líder
del clan canadiense más grande «Benedik Ivanok» su hija lo acompaña, su
familia siempre ha conocido los Blackwood como para saber que el linaje
de poder cada vez será mejor— Usted de las órdenes y me aseguraré de que
se cumplan.
Los Ivanok lideran a muchas de las pandillas canadienses que
controlan cualquier parte de alguna ciudad o del país. La confianza con los
Blackwood, siempre está, viene desde antes del mandato de Dwayne.
—Usted mande y nosotros estaremos bajo su entera disposición —
asegura el cabecilla de las pandillas de Montreal «Ruffus Myers»; maneja
bares y discotecas del bajo mundo criminal, como también algunos locales
importantes destinados al tráfico de mujeres y drogas.
Los demás sujetos de la mesa también recalcan la devoción hacia el
Blackwood que hace 4 años tomó su puesto como el jefe mayor, su
preparación y habilidades lo tienen en lo alto para todos los criminales del
continente, cualquiera en su sano juicio estaría de su lado si saben de lo que
es capaz cuando lo traicionan.
A sus 28 años ya demuestra tener mucha más experiencia de la que su
padre tenía a esa edad, y es que su preparación fue mucho más fuerte; con
tal de volverlo la imagen ideal que Dwayne soñaba desde el día que se
enteró que su esposa estaba embarazada de su primer hijo «El hombre que
vendría a este mundo para cambiarlo» y su padre se aseguraría de que así
fuera.
El Alpha anterior siempre tuvo clara muchas cosas, sobre todo lo que
debía y no hacer su hijo, lo inculcó y adiestró desde que era tan solo un
niño. El puesto siempre requería una preparación inhumana, los jefes
anteriores la tuvieron, pero esta vez fue 10 veces más fuerte, cualquiera
podría morir en el proceso o suicidarse, pero Herodes pudo con ello,
convirtiéndose en una persona peor de la que su padre soñaba.
Un ser frío, soberbio, peligroso, que no conoce los límites, un
maldición para quién lo quiera tener, porque nadie conoce completamente
sus alcances y hacerlo conllevaría descubrir que no tiene corazón, o tal vez
si lo tenga pero consumido por la oscuridad de la perversidad y la maldad.
Ser su adicción sería como firmar un pacto con el diablo, porque lo
qué es de su propiedad no lo suelta tan fácil, y por eso la pelirroja no sale de
su cabeza volviéndose eso que el quiere y no dejará que se lo arrebaten,
solo lo haría la muerte y por ahora una desgracia como esa no se sabe si
ocurra.
Intenta concentrarse, pero la hija de Benedik no deja de mirarlo, y no
es para menos, Herodes Blackwood es hermoso y sexy, candente y
excitante, un estimulante para cualquier mujer. Pero se deben tratar algunos
temas, es importante, por ello reprime la adicción al sexo dejando que la
reunión continúe porque es algo que se requiere más adelante cuando las
catástrofes lleguen.
Su padre, Mario y Giovanny lo acompañan a excepción de Jayden que
en este momento se adentra en uno de los bares de Londres en busca de
información importante sobre el cuartel de la ciudad el cual ha estado
investigando a la organización que lidera su primo.
Toma asiento en el taburete de la barra, le sirven un trago que se bebe
rápido dejando que un sujeto se posicione a su lado, entregándole una
carpeta, la abre, analiza el contenido y sonríe por la información que acaba
de conseguir y que le gustará a Herodes.
—Ashton Hill, coronel del CEICC, 28 años, casado, un hijo,
condecorado varias veces...— Lee la información con una sonrisa de oreja a
oreja pensando en la cálida visita que debería darle al hombre que
últimamente está metiendo las narices en donde no debe.
«CEICC: cuerpo especial de investigaciones contra criminales» una
entidad secreta con mucho poder y destinada a cazar, matar y apresar los
criminales de alto rango.
La familia se cuida la espalda entre ellos, todos saben y tienen claro
que para mantenerse en la cima deben cumplir con lo que les toca al igual
que Ksel y Amber, ambas están entre las mismas edades, mujeres jóvenes,
hermosas y con habilidades impresionantes en los negocios.
Las dos se llevan bien, son primas y suelen salir cuando tienen tiempo,
pero hoy lo hacen por cuestiones de trabajo por ello ambas entran en la
entrevista que les consume dos horas de su tiempo.
—Dos Blackwood muy hermosas ¿Es cierto que serán socias en el
nuevo negocio que empezarán?.—pregunta un reportero.
—Los chismes ya se expandieron hace días, no es necesario responder
eso porque ya deben saber hasta el nombre de la línea de ropa que
lanzaremos en colaboración con Armani.— con sarcasmo responde Ksel.
Algunos murmuran sobre la noticia y es que se lo esperaban pero la
confirmación igual los tomó desprevenidos.
—"Amel" será el nombre de la colección, nuestro primer proyecto
juntas y el cual esperamos sea un éxito total a nivel mundial.— agrega
Amber.
—No tenemos duda de que será un gran impacto, no esperamos menos
de la hija y la sobrina de Lucinda Blackwood.— comenta otro reportero
Las primas sonríen complacidas por la cantidad de halagos que
reciben, y es que un Blackwood está acostumbrado a ellos como también a
sentirse grande y asombroso «Tienen motivos para actuar así».
Este mundo debería prepararse para los tiempos que se acercan, en
donde todos sacarán las garras porque algunos no están dispuestos a seguir
órdenes y muchísimo menos a cumplir límites que recorten las
oportunidades de generar millones de dólares. Cada quien hace lo que debe,
piensa o considera necesario para mantenerse con poder.
¿Pero a qué costo? ¿Los actos no traen consecuencias?.
El show está por acabarse en la casa de la ópera, los tres hombres
siguen en su plática llegando a un acuerdo necesario y que los beneficia,
sobre todo al italiano quien complacido deja que dos mujeres lo toqueteen
mientras ríe y toma vino.
—Un placer haber llegado a este acuerdo— comenta, mirándolos a
ambos.
—Sin duda alguna, agradecido de que sea contigo —le asegura Riley.
—Deberíamos salir a celebrar esto ¿O ya piensas volver a tu tierra?.—
le pregunta Ashton a Judas
El italiano niega. Pasa el trago de vino antes de responder.
—Ya me hicieron una invitación a un sitio, sería muy descortés si la
rechazo ahora.
—Entiendo, espero mi ciudad sea suficiente para tu disfrute— le dice
el ministro.
—Completamente, el lugar a donde voy debería serlo.
Siguen en lo suyo, las horas pasan, la noche apenas comienza y los
reflectores están listos en el bar burlesque en donde empieza a llegar la
gente que busca diversión y pasarla bien.
Ya todo está listo, las camareras comienzan a atender a los que van
llegando y entre esos un hombre sumamente alto el cual detalla el sitio
buscando una mesa con la ubicación que necesita. Le ofrecen bebida, acepta
una y se acomoda las solapas del traje mirando las mujeres sexys que
atienden en distintos sitios.
Afuera los carros se estacionan, la seguridad se organiza y reciben al
hombre que entra dejando que les muestren la mesa céntrica en donde
toman asiento, les sirven de la mejor bebida, la música está alta, las luces
bajas y por los momentos todos esperan el inicio del show que está por
comenzar ya que las anfitrionas están tras vestidores terminando de
organizarse.
—Ya vamos a comenzar, espero no hayan errores.— vocífera París.
Quiere que todas estén centradas, sabe que sus amigas corren peligro si
el espectáculo no sale como lo quiere la mujer de cabello negro que sube la
cremallera de los tacones. Acomoda su sombrero y en frente del espejo se
aplica el labial rojo fuego que complementa el maquillaje.
—Perfectamente sexy y sensual.—susurra, mirando el azul que por
ahora esconde el gris impactante de sus ojos.
—Éstas bucaneras me tienen encantada.— comenta Yasmín,
terminando de vestirse.
—El vestuario es divino.— entra el encargado del local viendo como
todo mundo se prepara para el show— eEsto debe salir perfecto, vino
mucha gente. Mínimo todos los hombres querrán una noche con alguna de
ustedes.
Las cuatro mujeres no le prestan atención aunque sabe que se refiere a
ellas, París suda de los nervios, no por el espectáculo, sino porque reza
mentalmente para que todo salga bien o de lo contrario se dañará su
reputación.
Terminan de alistarse, el corset no es mucho problema, tampoco los
guantes que hacen juego con las bucaneras transparentes que resaltan las
sexys piernas de todas. La experiencia no falta, lo que aprendieron no lo
olvidan como tampoco lo entrenamientos que recibieron en Pakistán y el
cual debían pasar en una misión de seducción y busca de información
clasificada en Irán.
Son mujeres jóvenes, conviven desde la niñez y entre ellas tuvieron
que enfrentarse ciertas veces, como ayudarse y prepararse físicamente.
Todas son expertas en esto, las personalidades las cambian sin
dificultad y en momentos como estos, es cuando sale a la luz de lo que
pueden ser capaces.
Flavio se prepara, baja del auto tarareando una canción a medida que
avanza, moviéndose fácilmente sin llamar la atención de las personas que
caminan de aquí para allá. No creció en la fortaleza de Pakistán «Aún así es
parte del escuadrón», vivía en Washington, sus padres trabajaban en el
Pentágono como unos de los mejores científicos tecnológicos, fueron
despedidos de forma extraña y al año los asesinaron.
Fue enviado a la escuela militar en la cual demostró tener excelentes
habilidades con la tecnología, hasta que se volvió una amenaza de la cual
intentaron deshacerse, pero él escapó, vivió dos años prófugo hasta que un
viejo compañero dió con su paradero y le propuso trabajo «Mario» ambos
excelentes en lo que hacen y con una gran lealtad hacia la mafia Alpha.
Sube las escaleras lo más rápido que puede, al llegar a su destino busca
un lugar cómodo con un vista perfecta de la ciudad, abre el maletín con el
equipo tecnológico que Mario y él han estado trabajando, aún no está 100%
listo, sin embargo es una amenaza sobre todo a la hora que saca el chic que
adhiere en un costado de la torre de comunicación que tiene sobre él. La
computadora extrae lo necesario, los códigos saltan dándole acceso a todas
las cámaras, lentes y aparatos de la ciudad.
—Estoy en la red, 15 minutos para comenzar.— avisa en el
intercomunicador.
Fátima se mueve con el aviso, deja sobre la mesita de noche la cápsula
que se abre en dos segundos sacando el gas que deja insconcientes las
mujeres sobre la cama, cierra la puerta antes de salir, coge el último bolso,
subiéndolo a la cajuela del carro, conduce un par de minutos hasta llegar al
destino en donde deja todo, a excepción de los maletines que van en el
asiento trasero.
—En la recta final— hace saber Flavio.
Kilian se acaricia el labio esperando el momento. Mueve los hombros
dejando que el cuerpo se le relaje.
El cielo se tiñe aún más con las nubes de lluvia que lo cubren, pero
ningúna gota cae, sin embargo, el frío no se hace esperar y ni eso apaga la
vibra alucinante que recorre cada rincón del bar, la bebida no falta, un
reflector se enciende en el escenario enfocando a la mujer de cabello corto
que camina como una modelo, avivando la emoción de los presentes porque
su cuerpo es sexy, buenas proporciones y su cara incita hasta a las mujeres
que sonríen anhelando que el show comience porque el grupo de París es
uno de los mejores.
El micrófono lo acerca hasta sus labios, mirando a varios puntos, deja
una mano sobre su cintura y...
—¡¿Cómo está esa energía?!— pregunta, logrando que todos griten
llenos de energía y ansiosos— Eso pensé, así me gusta; eufóricos por
presenciar uno de los mejores show que jamás hayan visto, porque saben
que no decepcionamos y el escenario lo encendemos....
La gente aplaude dándole muchos sí, porque saben que no miente.
—Complacidas de esta noche poder estar aquí —sigue—, Dando
distracción y demostrando porque somos la fantasía de muchos. Esta noche
será especial, traeremos un tipo de baile que hace mucho no hacíamos, y
todo tiene un por qué... ¡Esta noche estamos de fiesta, y la presencia ciertas
personas es motivo de celebración!— vocífera sonriendo.
La gente aplaude, grita, anima a pesar de que solo está hablando, pero
París es experta avivando al público como un incentivo antes del plato
fuerte.
—Pero me dejaré de tanta habladuría, porque aquí vinimos a pasarla
bien —eleva una mano y mueve las caderas un segundo— Está noche
traeremos Burlesque, sensualidad y sexo para aquel que tenga el poder, el
dinero y las posibilidades de comprar a cualquiera de mis preciadas
reliquias, porque eso son, cada una es única y lo verán ¡Me complace
presentar, aunciar y traerles a las mujeres más deseadas, exóticos diamantes
que a más de uno dejará encendido con una erección...
Asegura riendo, los demás hacen lo mismo y los billetes se dejan sobre
las mesas
—¡Les presento a las flores del infierno!— alza las manos con los
aplausos desenfrenados que desata.
Las luces se apagan, la algarabía cesa y el reflector se enciende
enfocando a Chantae «Venus» sobre un piano imitando las palabras de la
canción mientras se toca...
«It's a cold and crazy world that's raging outside.
Well baby, me and all my girls are bringing on the fire
Show a little leg, got to shimmy your chest.
It's a life, it's a style, it's a need, it's burlesque...
Otros dos reflectores se encienden alumbrando a dos hombres tocando
los bajos que ponen a todos ansiosos cuando dos mujeres salen despacio,
simulando que quieren tocar a los guitarristas que se hacen a un lado
cuando la mujer del piano baja caminando al mismo tiempo que las otras
dos.
Los chasquidos no se hacen esperar, las luces se encienden en la parte
de adelante en donde tres sillas las esperan dando inicio al baile candente
que trae consigo los aplausos de los hombres que quedan boquiabiertos por
los atuendos sexys ya que solo visten un mero corset, bucaneras, y pantys
que se asemejan a pantalones sumamente cortos que dejan a la vista sus
traseros cuando toman asiento quedando de espaldas moviendo los brazos
al son de la melodía lenta pero sexy, dando entrada a las otras dos mujeres
que bailan al compás, disfrutando del sonido y la continuación de la letra de
la canción Express de Christina Aguilera.
Se tocan, se mueven y bailan como unas diosas, haciéndole justicia al
arte de la insinuación que representa el burlesque que imitan con una
facilidad sorprende.
Todos las miran, son hermosas, sexys, desatan el deseo en los
presentes. No se puede decir ni asegurar quién lo hace mejor, porque todas
se destacan en algo diferente como la pelinegra que queda sola en el centro
del escenario siendo admirada por todo el mundo, pero en especial por
quienes ocupan una mesa en especial.
Las luces se apagan y Show me how you Burlesque suena, siendo la
siguiente pieza; la voz de la cantante se destaca con el vocal sorprende que
después trae consigo los reflectores rojos que muestran a las tres mujeres
con sombrero, sacos y bastón que comienzan con el baile rápido pero
atrevido que las hace mover el trasero, demostrando por qué el burlesque
insinúa como lo está haciendo ahora que todos los hombres sacan dinero de
todo lados sin dejan de mirar el baile, pensando en cuál se llevarán.
Los bailarines aparecen, el espectáculo se vuelve mejor con los
toqueteos, las miradas y el baile más sexy y caliente que las tiene sudando y
agitadas, con una gran cantidad de adrenalina corriendo por sus
extremidades.
Lo mejor del show no es solo el baile, los trajes sexys y la imitación
perfecta, son los rostros, la manera de mirar al público a pesar de estar en
perfecta sincronía bailándoles a los hombres que se quedan quietos como
maniquí y uno de ellos es Brett que toma a Venus de la cintura buscando la
cercanía que el baile pide, ella se la da, el saco se lo saca dejando a la vista
un vestido transparente, corto y sexy de lentejuelas cuando Not Myself
tonight es la siguiente pista que cambia todo.
La adrenalina sube, el baile erótico también, tubos aparecen, Enola,
Helen y París son las que comienzan con el baile en ellos mientras que
Yasmín y Venus bajan del escenario, una mesa se vuelve su otro escenario y
allí todo cambia porque la canción es diferente, las miradas, la expresión
corporal y la energía suben a un 100% moviéndolas como las expertas que
son hasta que...
Venus se acerca hasta la mesa que usa como escenario siendo el centro
de atención de los dos hombres que piensan miles de maneras en la que se
la quieren coger cuando acabe el show, porque si algo sabe hacer esta mujer
es despertar el deseo y desatar erecciones solo con una mirada penetrante a
pesar de tener apresados el iris de sus ojos, aún así sabe como jugar sus
cartas y por ello se sigue moviendo hasta que se baja de la mesa, desliza los
dedos por su cuerpo, pero...
Su instinto peligroso aparece y ese lado asesino se apodera de ella
sacando de su vestuario la mini Glow con la cual le apunta al hombre que
por un momento se quedó embelesado, mirándola.
No hay miedo en su cuerpo, dudas en su cabeza o ganas de
arrepentirse. Ella es tenaz, peligrosa y un arma mortal.
—El futuro líder de la mafia rusa.
Le dice ella, sonriendo como una demonia cautelosa que no baja las
defensas ni cuando las luces fallan, los disparos comienzan y le atina en el
hombro al sujeto que como puede la aparta, sus hombres intentan cubrirlo
pero el italiano es rápido derribándola a ella que maniobra, intenta matarlo
por entrometerse pero la sed de sangre la envuelve y Kilian debe apartarla
justo en el momento que alguien intenta derribarla.
La gente se dispersa, el alboroto se vuelve una locura y Flavio juega
con el sistema de electricidad del bar dejándolo a oscuras. Taeyang se
mueve rápido gracias a las gafas de visión nocturna.
Las chicas se preparan con las armas que escondieron debajo de las
mesas, los lentes los usan rápido, Venus hace lo mismo ya que debe
moverse.
El italiano saca su arma y busca una salida, el ruso camina detrás de él,
sostiendo la herida,, pero afuera algo estalla, Fátima con un lanza cohetes
apunta a las camionetas que se estacionan, mandando a volar una,
haciéndolos retroceder.
—Que empiecen los fuegos artificiales —su lado de sicópata disfruta
soltar el otro disparo contra otro de los autos, buscando darle a sus objetivos
—. No se muevan que quiero hacerlos papilla.
—¿Sigue vivo? —pregunta Venus, comenzando a estresarse.
—No lo veo, pero...
Los sujetos intentan cubrir a los jefes de ambas mafias, pero el italiano
se percata de dónde vienen los disparos, así que toma un arma, apuntando a
la dirección que Fátima usa como ventaja para disparar, buscando matarla
con ayuda de dos más que también disparan.

—¡Braden Marakov sigue vivo!— avisa.


—Encárgate y mátalo —le dice Taeyang.
Busca otro cohete y recarga el arma, pero los disparos la hacen
cubrirse de la lluvia de disparos que sueltan los rifles de los escoltas que se
mueven a su posición.
Adentro en el bar, se libra una batalla de balas en la oscuridad pero
parte del escuadrón tiene ventaja gracias a la falta de luz que aprovechan
para equiparse como pueden. Las cámaras se desactivan, París no sabe a
donde correr y Venus la intercepta, disparándole en la cabeza antes de
correr e intentar salir queriendo terminar el trabajo.
La pelirroja sabe que su jefe se volverá inaguantable si falla, él se lo
advirtió y por ello debe cumplir con esto, antes había matado personas
peligrosas, pero esta vez no se trata de cualquiera, su jefe quiere la cabeza
del futuro líder de la mafia rusa y es lo que debe llevarle.
—¡Eres una buena para nada! ¡Tenías para matarlo!— le reclama
Enola de repente.
Suspira, intentando no matarla pero... La rubia la empuja contra una
mesa y... Venus la aparta de mala gana, mandándola al suelo, desfunda el
arma que alza, disparándole en la pierna.
—¡Yo doy las malditas órdenes y herida te quiero trabajando!—
enfurecida le da una mirada asesina.
Una mujer molesta es peligrosa, pero Venus es de temer, aún no se les
escapa el objetivo como para dejarse gritar por alguien que no entiende que
ella es su superior y se hace lo que diga.
—Menos peleas y más movimiento —les dice Flavio.
—Ya oí. En eso estoy —pasa por el lado de Enola quien trata de que el
dolor no sea impedimento—. Muévete o te mataré si no te veo trabajando.
—Maldita —escupe.
—Siempre —recarga el arma.
No hay tiempo para cambiarse, deben moverse y por ello el mismo
atuendo es el que usa cuando sale, se abrocha los cinturones y corre hacia la
moto que ve en al otro lado de la calle. La confrontación cesó afuera,
Kilian, Brett y Helen subieron al auto que ahora persigue a uno de los autos
que debe lleva al ruso que va herido, pero con pocas posibilidades morir.
Los demás se mueven, Flavio los guía y no tarda en darse cuenta que
el ruso va en la camioneta que tomó la dirección contraria la cual Venus
toma conduciendo la motocicleta, la velocidad es excesiva pero debe
apresurarse, el auto no va solo, dos más lo acompañan.
—Sigue mis indicaciones— le pide el Hacker al borde del estrés, no
deberían estar en esta persecución que solo atraerá la atención de la policía
— Conduce rápido y evita estrellarte.
Las gotas de lluvia no se hacen esperar, los autos se acercan a la
entrada del puente al que está por llegar, pero debe desviarse por culpa de
las dos patrullas que la comienzan a perseguir.
—¡Vamos en camino!— le avisa Yasmín.
Las calles se vuelven una locura, los carros se le atraviesan pero sus
habilidades conduciendo le permiten tomar el camino del puente, las
patrullas siguen más atrás, acelera todo lo que puede sin pensar si es
riesgoso o no. Tiene un trabajo por hacer y no debe fallarlo.
Fátima roba la primera motocicleta que encuentra, se echa la
ametralladora en la espalda y conduce rápido. Flavio les va diciendo que
rutas deben tomar, la cantidad de policía que van en camino y hasta el
helicóptero que se acerca.
—Esto se está poniendo feo —avisa, mirando hacia el puente que se ve
no muy lejos, el helicóptero pasa por un lado y rápido escucha las
indicaciones policiales— ¡4 patrullas más se acercan por el este!.
—Venus, Vamos detrás de ti.— le avisa Kilian.
Ella debe seguir, por eso conduce sin parar hasta que queda detrás de
una de las camionetas, debe llegar a la del centro, los disparos no le harán
nada, es material blindado y como sea tiene que matar a hombre que se
sostiene la herida gritando que desaparezcan a quiénes lo siguen.
Sus hombres cumplen la orden, se abre el techo de la última camioneta
y un sujeto sale disparando la tanda de balas que Venus se esfuerza por
esquivar, la brisa impactada en el casco, el cabello se mueve con la brisa y
el cuerpo se le energiza con la velocidad que toma, suelta una mano del
volante llevándola hasta el sujetador del muslo, saca un arma y empieza a
disparar.
—¡Quiero la cabeza de esa maldita perra!— ordena furioso.
La balacera se forma en el trayecto que siguen por el puente de Sidney,
la mercenaria esquiva, dispara como puede evitando morir en el intento. La
persecución no acaba, las camionetas toman un sendero que los manda al
bosque, el escuadrón los alcanza y ahora sí empieza la verdadera
adrenalina.
Los tres autos de la mafia rusa se separan, Venus se decide por seguir
la que iba en el medio, Kilian, Helen y Brett van en la camioneta que sigue
a otra, Enola, Yasmín, y Taeyang van por la que resta mientras que Fátima
intenta ponerse a la par con Venus pero los modelos de las motos son
distintos y la pelirroja corrió con la suerte de haberse encontrado una más
velos.
Toma una calle amplia con algunas casas a los lados, dejan de
dispararle y aprovecha para mermar el espacio, el auto toma otro desvío y la
oscuridad predomina en la carretera vieja por la cual debe esquivar miles de
huecos, obstáculos que se vuelven más difíciles con las gotas de lluvia que
llegan acompañadas de los truenos que empeoran todo, interfiriendo con la
conexión de la tecnología de Flavio.
—Pero ¿Qué mierdas?—mira hacia arriba, la lluvia empeora y debe
cubrirse— ¡Están entrando en un área sin conexión, los perderé!
Se desespera, intenta resolverlo pero la lluvia no cesa, la comunicación
poco a poco se pierde debido a la tormenta que cubre la ciudad. Algo que
no se esperaban y que es inevitable.
—¡Resuélvelo!— le ordena la mujer que sigue al auto que se adentra
en el espeso y oscuro bosque.
Fátima intenta no perder de vista la motocicleta que va más adelante,
pero de momento un luz la pone alerta y debe esquivar los disparos que
suelta el helicóptero que sobrevuela la zona.
—Lo que me faltaba. Ahora quieren llenarme de balas los jodidos
policías—se estresa—. Tenemos compañía.
—Era de esperarse —comenta Kilian, cansado y sin dejar de conducir
también.
El trayecto sigue volviéndose peor.
—Me tienen harta.
Debe adentrarse entre árboles, buscar un punto específico. El
helicóptero sigue en el aire y ella se prepara con la ametralladora que suelta
los disparos que impactan derribando a los policías que apuntaban. Venus se
perdió de su vista, ahora tiene que lidiar con lo que tiene sobre ella,
dejándole el peligro a su compañera y superior.
Debe esquivar ramas, soportar los huecos en donde cae porque la luz
de la luna desapareció del cielo y la lluvia vuelve el camino más difícil de
atravesar pero no se detiene hasta que debe frenarse cuando el auto hace lo
mismo, baja rápido apuntando con las dos Glow, las puertas de la camioneta
se abren, tres sujetos salen y ella dispara bajando uno, pero debe esconderse
detrás de un árbol por la balas que aparecen de otro lado y que provienen de
los sujetos que bajaron de los dos autos que los esperaban.
Rectifica los cargadores que tiene pero no serán suficientes y por ello
debe volverse como el depredador que se adentra al bosque dejando que lo
sigan los cazadores.
Aquella vez en la selva Amazónica, aparece en su memoria,
recordándole como debe moverse cuando avanza, los hombres la siguen, se
baja a los que pueden, las ramas le rasgan las bucaneras y los tacones se le
llenan de lodo.
«Confío en tí» la voz de su jefe se adueña de su cabeza y sus pupilas
traen consigo la mirada que le brindó en el momento de aquella confesión
que los cambio a los dos aunque ningún lo acepte.
Los disparos se vuelven la sinfonía que sale del bosque, la lluvia
envuelve a todo mundo y ella se mueve queriendo matar a los que
entorpecen el camino que toma, el corazón se vuelve una hoguera, el cuerpo
se le llena de energía hasta que...
Un hombre aparece por donde menos lo espera y la derriba con un
puñetazo en la cara, reacciona rápido, barre los pies del sujeto, alza el arma,
pero otro intenta confrontarla recibiendo el disparo que vacía una de las
Glow, dejándola solo con una, se mueve rápido, corre todo lo que puede,
dispara a los cuerpos que vienen detrás, se concentra, están por acabarse las
municiones pero....
Alguien aparece por el frente derribándola con un disparo que esquiva,
corre, el lodo le quita equilibrio hasta que cae por un barranco que aparece
de la nada, el cuerpo rueda cuesta abajo, lastimándose con las rocas del
trayecto, la lluvia empeora, las ramas chocan contra su piel; abriéndola,
intenta cubrirse con las manos pero cae al agua, la corriente la arrastra y la
falta de aire empieza a hacer que se ahogue.
El ruso respira agitado, del hombro le brota sangre, la ira va
desapareciendo y sonríe mirando el barranco por el que acaba de caer la
mujer que intentó matarlo.
—Y te vas a ganar más enemigos si sigues intentado salirte del
acuerdo entre mafias.— le dice el italiano quien espera detrás.
—Lo sé, por eso estoy reuniendo clanes, quiero ser independiente.—
contesta, dándose la vuelta.
—Lastima que intentó matarte —comenta con pesar— Hubiera sido un
buen polvo, pero lo bueno nunca dura y ahora te toca investigar quién era.
Porque te iba a matar a ti, de eso no me queda duda.
—Mejor vámonos.
—Es lo mejor. Creí que tendría una noche tranquila, pero resultó
siendo todo lo contrario.
—No me quejo, hace mucho no me divertía así.
—Se nota.
Braden Marakov se ríe, sabe que querían matarlo y aún lo intentarán
porque a lo lejos escucha los autos que se acercan y la explosión de algo.
Pero él ya se deshizo del problema que le hizo doler la cabeza y que ahora
el agua sigue arrastrando sin parar.
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0 Spoiler por favor.

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

Recuerden votar y dejar sus comentarios.


Los amo.

Osly.
Capítulo 52

_______✧✧Sin señal✧✧__________

Kilian
Minutos antes.
Sigo conduciendo por el espeso y oscuro bosque, la lluvia empeora
cada segundo, la comunicación se dificulta y debo concentrarme aunque
todo esté tomando un rumbo no esperado.
Fueron minutos antes los que tuve para enterarme de que la mafia
italiana también estaba en la ciudad y ambos líderes estarían en el mismo
sitio disfrutando como viejos amigos. No me dio tiempo de nada, ya todo
estaba planificado y el show había comenzado.
Ya el ruso debería estar muerto, pero la intromisión del italiano nos
quitó tiempo porque se dobló la cantidad de asesinos que los cubrían
cuando salieron «Debemos arreglar esto o mi jefe nos matará a todos».
El escuadrón no tiende a pasar por fracasos, hemos estado invictos,
pero esta vez todo se complicó y ahora no sé ni para dónde coger, solo sé
que debo deshacerme de los obstáculos y por ello abro la ventanilla de la
camioneta dejando que Brett salga con el lanza cohetes que dispara,
atinándole al auto blindado que se alza con la explosión que lo vuelca,
dejándolo en llamas.
—¡No dejes rastros!
Vuelve a disparar causando una explosión más grande y no espero, no
nos bajamos a ver nada, simplemente doy la vuelta en busca del camino que
me lleve a brindarle apoyo a Venus.
—Nada de comunicación— me avisa Helen, luchando con el
intercomunicador.
—¡Maldita sea con Flavio!
—Es la lluvia, parece una tormenta eléctrica.
Miro por el retrovisor. Esto solo dificulta las cosas porque básicamente
estamos a ciegas conduciendo entre árboles en busca de la camioneta
correcta.
Los truenos y relámpagos son lo único que ilumina el camino y desde
no muy lejos diviso el helicóptero que le dispara a no sé quién, pero piso el
acelerador dándome prisa, el ataque aéreo sigue, esquivo un árbol y mis
acompañantes salen a dispararle a la nave que se cubre de fuego por culpa
de los proyectiles, estalla y se viene abajo.
—¡Es Fátima, detente!— grita Brett.
No he terminado de detenerme cuando abre la puerta y sale rápido a
socorrer a la persona que se sostiene el brazo del que le emana sangre.
Helen sale, recibe el arma de la mujer que se queja recalcando que puede
caminar.
Suben al auto y sigo con la marcha dejando que me ponga al tanto y
las noticias no me gustan porque perdió de vista a la mujer que iba sola en
una moto, con pocas armas, el suelo no es muy estable para andar en una
moto que puede volcarse con los grande hoyos de la deteriorada carretera
que aparece más adelante.
—Seguramente ya la mataron, por no esperarme, de terca prefirió ir
sola— se queja Fátima, molesta.
—Intenten contactar a Flavio— me exaspero.
Mi brazalete no tiene señal, los intercomunicadores no se escuchan y
eso solo me llena de más estrés porque si Venus En muere, nos van a matar
a nosotros.
—¡Detente!— grita Helen y piso el freno, pero es muy tarde porque
nos empiezan a disparar y la ira me tenía tan distraído que no había visto las
camionetas.
Retrocedo rápido, los vidrios no son blindados, no puedo arriesgarme.
Miro por el retrovisor, otro auto se acerca y toma la delantera recibiendo las
balas que sueltan los rusos y los italianos.
—Deben estarla persiguiendo, no se detendrían por nada— hablo.
Paro el auto, Helen toma el volante, bajo con Brett adentrándome al
bosque, moviéndome rápido y con el arma en alto.
Nos llenamos de lodo, las ramas nos rasguñan y me quito la corbata
del traje metiéndola en mi bolsillo sin dejar de avanzar. Reviso el brazalete,
detecta algo de señal, conecto con Flavio y su noticia solo me hace
apresurar el paso cuando los disparos que se escuchan no muy lejos nos
ponen alerta.
De momento, todo queda en silencio en la dirección que vamos, solo
se escuchan las detonaciones por de donde veníamos y por un momento
llega la comunicación pero Venus no me contesta, Flavio no pudo
contactarse con ella y al parecer le pasó algo a su brazalete que no puede
localizarla.
—Espera, creo que tengo algo....—me dice y estoy apunto de seguir
corriendo pero me detengo al ver los cuerpos muertos en el suelo—.
Negativo. Algo le pasó a su brazalete, talvez se la llevaron. Los autos se
están movilizando según lo que me dice Taeyang. Los líderes están dejando
el área...
Apresuro el pasoz pero nos detenemos de golpe cuando el camino se
acaba y quedamos en el borde del acantilado, miro hacia abajo, parece que
alguien cayó por ahí, la escena me lo confirma, tal vez fue ella, o alguien
más pero...
El río se mueve tan salvaje, el agua es una especie de marrón oscuro
que arrastra ramas y cualquier cosa que se lleve por el camino.
—No creo que la hayan matado y tirado por ahí, no debemos
subestimarla, no a ella— me dice Brett.
Quiero ser positivo pero...
—No la localizo —las noticias de Flavio me ponen a hiperventilar—.
Ya los demás se están moviendo a donde están. Intentar buscarla sería la
mejor idea pero perderíamos tiempo, la lluvia empeora la señal. Mario
puede localizarla por el nano chit de rastreo
Contactar a Mario llevaría su tiempo, esperar que la localice nos
quitaría minutos y no sabemos si la mataron o se la llevaron los rusos.
Intento pensar, buscar soluciones, respuestas, pero Yasmín llega gritándome
que haga algo y su furia desmedida me hace tomarla de los hombros y
sacudirla buscando que se calme.
—¡No puede estar muerta, ella no se dejaría matar!...— sigue.
—¡Cálmate, eres una alfa y debes tener el control de tus emociones,
cálmate!— le grito.
Me aparta, se pasa las manos por el cabello yéndose al auto, patea la
llanta como una desquiciada que no sabe controlarse. Es su amiga, la única
que tal vez tenga y por eso no le digo nada. Intento entender lo que debe
estar sintiendo.
—¡Qué se muera esa perra, por su culpa estoy herida! —brama Enola,
sosteniéndose la pierna— ¡Me disparó! ¡Estaba acargo pero se sobrepasó!
Frustrado me paso las manos por el rostro. Espero que Flavio me
contacte pero no lo hace, los minutos pasan y sigo viendo el acantilado.
—Deberíamos buscarla, tal vez..— Fátima intenta hablar pero la
herida la tiene recostada en el tronco de un árbol— Enola y yo necesitamos
atendernos las heridas.
—Díganle al jefe que la perdimos en la persecución —dice la rubia—
Y para colmo se nos escapó el ruso y por su culpa a nosostros nos queda
aguantar lo que viene.
—¡CÁLLATE LA BOCA O TE LA ROMPO!— Yasmin la encuella,
apuntándole.
Brett y Helen intervienen, Taeyang la desarma pero ella es rápida
sacando la navaja que intenta clavarle a Enola quien se ríe amargamente
esperando hasta que...
—¡No lograremos nada matándonos entre nosotros!.—interviene
Fátima molesta, empuja a Yasmín haciendo que se calme.
—Debemos pensar y tratar de solucionar esto —recomienda Taeyang
—. No perdamos el control y tampoco nos matemos entre nosotros.
Eoy tan estresado que no tengo cabeza para otra cosa que no sea
esperar que el hacker se comunique conmigo, pero la lluvia vuelve a
empeorar, los truenos también y debo buscar las maneras de tratar las
heridas de las mujeres que suben a los autos. Todos estamos empapados y
lleno de lodo.
Reviso el brazalete y guardo el arma, caminando de aquí para allá.
—La policía vendrá. Debemos movernos —dice Helen.
—Yo me quedaré contigo y Brett —Yasmín se me acerca y la veo más
calmada— Esperaremos alguna información que nos sirva de ayuda,
Taeyang puede irse con las chicas para ver por sus heridas, se van a
desangrar y más problemas es lo que no debemos tener.
Suspiro profundo, las sirenas de la policía se escuchan a lo lejos y
desde aquí puedo ver el humo que emana del helicóptero que derribamos a
unos cuantos metros.
—No podemos tener problemas con la policía...
—Avísales que pueden irse, Flavio los esperará en el punto de
encuentro, mientras tanto nosotros esperaremos su aviso —le digo.
Acaricia mi brazo, bajándome el estrés.
—Promete que la vamos a encontrar.— me dice bajito.
La miro a los ojos, ese negro tan penetrante que me observa,
avivándome por dentro y calmando mis monstruos internos.
—Tranquila, es Venus, después de ti es la mujer con más cojones que
he conocido, nadie como ella para salir de la catástrofe— le aseguro.
Asiente, en sus ojos veo eso que no debe habitar en nuestro interior
pero que ella no puede controlar a veces y por ello la abrazo, dándole calor
con mi cuerpo, se separa, suspira y va a dar la orden que nos deja solos con
Brett quien pide explorar el área, quedando en encontrarnos en el mismo
punto en unos minutos.
—Alerta. No sabemos que clase de animales nos podamos encontrar
—cargo el revolver.
—Básicamente estamos en el Amazonas, pierde cuidado, y confía que
Venus está bien.— me dice Brett.
Acaricio la mejilla de la mujer que se prepara.
—Recuerda, sin sentimientos no hay debilidad.— le recuerdo el lema
que nos enseñaron muchas veces— No bajes la guardia.
Nos separamos, la comunicación sirve por fracciones de segundos, aún
así no obtengo aviso de Flavio pero si de los demás que me avisan que están
prontos a encontrarse con él.
La lluvia y la neblina me restan visibilidad, sin embargo, no me
detengo, debo encontrarla porque mi vida depende de ello y puedo asegurar
que es lo que más debe preocuparme pese a haber fallado la misión que
teníamos.
Sin éxito, regreso al punto de encuentro, todos estamos empapados de
agua, por suerte tengo un traje y el frío no es mucho problema, pero si para
la mujer que aún viste el traje con el cual bailó en el show, un vestido
transparente de lentejuelas a juego con el color de las bucaneras que
abrazan sus piernas, aún sigue con la peluca rubia la cual se quita de mala
gana, entrando en ese punto de estrés y ansiedad que la hace caminar en
círculos sin saber que hacer.
—La localicé —avisa Flavio, dejándonos quietos, escuchando la
ubicación que nos dice— Signos vitales bajos, deben darse prisa.
Abordamos el auto, siguiendo el camino por un lado del acantilado.
La lluvia no cesa, la tormenta empeora, pero sigo conduciendo con las
manos sudándome a pesar de estar completamente mojado.
El frío abrasador nos envuelva cuando bajamos del auto, intentado
buscar otra vía para avanzar porque en frente solo tenemos un deteriorado
puente que debemos cruzar pero no creo que soporte peso, la única opción
sería rodearlo pero el río sigue arrastrando de todo y sería peligroso, eso
solo nos retrasa y lo sé cuándo la luz del día comienza a llegar.
—¡Dense prisa, el Alpha ya está al tanto y viene para acá!— avisa
Flavio, acelerándome el estrés.
«¡Mierda!»
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¿Cómo va la historia hasta ahora?

Mil gracias por leer.

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Besitos.

Osly.
Capítulo 53

_____✧✧Sálvame✧✧_______

Venus
Intento abrir los ojos, pero las frías gotas de la lluvia impactan en mi
cara, restándome más visibilidad, mi cuerpo y mi piel se erizan por culpa
del frío torturoso que me envuelve, haciéndome estremecer con el dolor que
incrementa, devolviéndome la consciencia.
Aprieto los labios, el flashback de hace unos minutos regresa y... Caigo
por el barranco, mi cuerpo gira sin control, golpeándose con las rocas, las
ramas, la lluvia no cesa, la oscuridad me cubre a medida que ruedo cuesta
abajo cayendo en el río que corre con mucha intensidad, arrastrándome e
intento subir a la superficie pero no puedo, el aire empieza a desesperarme
hasta que...
Soy frenada por un tronco a la vez que una rama se clava en mi brazo,
perforando mi carne como un puñal afilado que va cortando, debilitando
cada músculo y alterando los nervios que se descomponen cuando siento
que la mitad del cuerpo se me adormece, la corriente me sigue llevando, me
golpeo la rodilla, la lluvia empeora, subo consiguiendo algo de aire pero no
puedo nadar bien y vuelvo a hundirme hasta que pierdo la consciencia.
La mano la llevo hasta mi brazo, aún tengo un pedazo de astilla
enterrada en mi carne, dejándome sin posibilidad de moverme porque con
solo tocarlo, siento un dolor horroroso.
El frío no ayuda, cada estremecida conlleva a moverme sin querer y
eso aviva más el dolor punzante que me hace temblar los dedos que poco a
poco dejo de sentir.
«Debo sacarla» repite mi cabeza. Tomo una bocanada de aire
acumulando fuerzas y... ahogo un grito mordiéndome el labio, la mano me
tiembla al sentir la tibieza de mi sangre pero debo sacarla y para eso, reúno
más fuerzas, volviéndolo a intentarlo hasta que sale y puedo dejar caer la
cabeza en el lodo, en busca de recuperar algo de fuerzas.
Abro los ojos, las nubes grises adornan el cielo y como puedo rompo
la bucanera sacando una tira que difícilmente me ato en el brazo, haciendo
presión.
Cada esfuerzo me debilita el cuerpo, todo me duele debido a la caída,
debo tener muchos moretones y rasguños ya que en partes específicas siento
ardor y dolor cosquilleante.
La rodilla es uno de los tantos problemas que me frenen cuando
intento sostenerme con el codo del brazo sano, sin embargo, me siento muy
adolorida, vuelvo a intentarlo pero el golpe debió ser muy fuerte porque la
pierna también me duele igual o peor que la herida.
Estoy en la orilla del río que en cualquier momento puede llevarme de
nuevo si la creciente sube. Quiero moverme, buscar una jodida solución,
pero no siento el intercomunicador en mi oído y el brazalete no enciende.
Hago el amago de reincorporarme pero el dolor me nubla la vista no sé por
cuánto tiempo y vuelvo a caer en el desmayo.
Sus ojos azules como el relámpago me miran con ese mismo
detenimiento de cuando va a preguntar algo que me pondrá entre la espada
y la pared.
Meto los dedos entro su cabello mojado por el agua del jacuzzi en el
que seguimos desde hace un buen rato, disfrutando del sol de las Bahamas,
el olor a playa y la travesía que lleva el yate alejándose cada vez más.
—Creo que podría acostumbrarme a estas semi vacaciones de amantes
— comento, sonriendo de medo lado, mira mis labios, luego mis ojos
haciendo que mi entrepierna lo aclame otra vez— No está tan mal, no
descanso en ningún momento pero si cuando nos desaparecemos gracias a
ti.
Sonríe al deslizar las manos por mi espalda, deshace el nudo de la
parte de arriba de mi bikini, dejando mis pechos expuestos para él.
—Menos charla y más acción —me dice, demostrando que no quiere
otra cosa que no sea cogerme.
—¿Siempre tendrás afán? ¿Nunca podremos platicar aunque sea cosas
estúpidas?
Se encoje de hombros.
—No me gusta esperar y detesto pasar por abstinencia. Prefiero menos
charla y más acción— contesta.
Suspiro profundo, apartándome el cabello de los hombros. Sus ojos no
se enfocan en más nada que no sea en mí y no sé qué me enciende más, si
sus caricias urgidas o estar sobre su regazo sintiendo su erección
maltratando mi sexo.
—Entonces, tendrás que amordazarme; tapándome la boca. Porque me
gusta hablar y quiero hacerlo contigo —susurro.
Ladea la cabeza y me toma de la nuca, acercándome más a sus labios.
—No es necesario. Puedes ser una fastidiosa parlanchina, pero me
gusta tu voz, y no haría nada que me prive escucharla.
—¿Algo más que te guste de mí?— indago, inclinándome, mis tetas se
pegan a su pecho y dejo las manos sobre el borde de la bañera—. Quisiera
saberlo...
—Hay tantas cosas que me gustan de ti, pero decirlas sería una falta de
respeto a una de mis caras...
—Es una falta de respecto que confieses que sí hay cosas que te gustan
—lo interrumpo.
—Eres tan molesta, Adler— sacude la cabeza, riéndose con esa
melodía tan excitante que causa su risa ronca; es algo que me toca por
dentro dándome más ganas.
La lluvia disminuye por unos segundos, pero el desmayo me dejó con
menos energía, no hace falta deducir que mi brazo ha perdido mucha sangre
y que mi rodilla debe tener una grave lesión porque no puedo mover la
pierna.
Por un momento mis pupilas son invadidas por una luz excesiva, tal
vez sea la muerte que viene por mí aunque no quiera morir así, sin haber
cumplido todo lo que prometí, siendo torturada con el recuerdo de mi jefe y
sintiéndome como una buena para nada que puede morir en cualquier
momento y de la manera más estúpida de todas, porque no estuviera aquí
tirada si el italiano no se hubiera metido en medio cuando estuve por matar
al ruso.
«Mi jefe me hará pagar el haber fallado» repite mi cabeza, debería
desear morir aquí antes de pasar por todo eso pero no, me niego y batallo
con los dolores, los mareos y la falta de energía que merma cada vez más
debido a el frío y el dolor insoportable cada que me sigo mojando con las
frías gotas de lluvia que caen acompañadas de los fuertes sonidos de los
truenos.
___________✧✧___________
___________________________

Herodes
Me levanto de la mesa en la que llevaba horas con los encargados y
cabecillas de los grupos más importantes que hacen parte de la
organización.
Gente peligrosa y capaz de dar la vida por la mafia que lidero siendo el
jeje y señor de todos los que me rinden pleitesía desde que les demostré que
nada es igual que antes, y estamos en lo alto gracias a mí.
Todos se levantan en busca de la salida, ya quedamos en algo y por
ahora los necesito encargándose de lo que les corresponde. Las obligaciones
no pueden detenerse, no por ahora.
Enciendo un cigarrillo, ya es el tercero que me fumo queriendo liberar
la zozobra de estrés que tengo desde hace un buena rato, siento el pecho
comprimido y la sien palpitándome cuando veo que Mario contesta el
teléfono, alejándose en busca de privacidad, me hablan, no les presto
atención porque me quedo mirando la cara de molestia que aparece en el
rostro del encargado de muchos de mis negocios y la seguridad de la fábrica
de armas, aparte de mantenerme al tanto de todo.
—Estaré al pendiente de cualquier información que me envíes— me
dice Benedik, su hija no se le aparta en busca de mirarme más de cerca—
Muchas cosas cambiarán, te mantendré en contacto.
Se van, Ruffus se despide de Dwayne al igual que los demás que están
por salir.
Dejo el cigarro de lado, tengo un no sé qué martillándome el pecho y
el estrés me toma al no saber por qué me siento así, acorralado, con un mal
presentimiento que me lleva a pensar lo que sería absurdo pero...
—Tenemos problemas, no te gustarán— se me acerca Mario.
Aprieto la mandíbula.
—¿Qué?
—La caza falló, hubo un serio contratiempo...—empieza, haciéndome
arder el cólera.— Dos resultaron heridas.
«Se lo dije, le dije que no debía fallar y ahora.. le voy a enseñar lo que
pasa cuando no cumplen con mis órdenes». Me encamino a mi estudio
pero...
—Judas estaba con Braden, al parecer en modo de amigos y eso fue un
obstáculo grave a la hora de intentar matarlo, hubo persecución pero algo
salió mal, Adler está desaparecida...
—¿Desaparecida?—me detengo a medio camino— ¿Qué?
—Busqué su ubicación; sus signos vitales están bajos, la localicé
metros lejos del lugar del enfrentamiento. Ahora mismo la intentan
encontrar pero la tormenta eléctrica no es de mucha ayuda...— continúa y
eso no me ayuda.
Entro al estudio, recojo el teléfono, guardo lo que estaba usando y
salgo dispuesto.
—Alpha...—me llama Mario pero no me detengo, cruzo la puerta de la
entrada— Señor, ¿A dónde va?
—No sé cómo le harás, pilotearas tú, pero quiero estar en Sídney en
menos de cuatro horas —dictamino.
—El escuadrón puede encargarse— intenta calmarme
—¡Nos vamos, ya!
Abro la puerta del auto metiéndome en la parte trasera, estoy
absorbiendo mucha ira la cual no me deja razonar, solo quiero subirme a mi
jet e ir por lo mío.
Tenía cosas que hacer, pero la decepción me consume porque esto
debía estar listo ya, pero heme aquí de camino a la pista privada en donde
abordo un jet ignorando todo, Dwayne me llama, le toca recibir mis órdenes
y con Giovanny hacer lo que yo debía, son horas en las que no me detengo
a pensar en nada porque las noticias que me dan no me tranquilizan y solo
me dan ganas de pilotear yo aunque pueda terminar estrellando esta mierda.
El instinto posesivo se apodera de mí y con eso las ganas de llegar,
pero aún falta, me ponen al tanto de lo que sucedió en realidad y la
gravedad del asunto.
—Señor, 30 minutos para descender— me avisa Dan.
La turbulencia empeora, sigue lloviendo sin parar y no me importa
mojarme, el jet aterriza y bajo rápido subiéndome a la camioneta que
espera, los demás se organizan, la pista privada me deja salir y son minutos
de camino por una de las calles de la ciudad que se paralizó y todo por la
maldita tormenta que no me va a detener, no en este momento.
—Organiza la ida a Pakistán, no quiero al escuadrón aquí, me sirven
más en Kiev— le pido a Mario.
—Entendido, al volver no serán los mismos y es lo que se requiere
para las semanas siguientes.
Me paso las manos por el rostro.
—¿En esa orden también va incluida Adler? —pregunta.
—No. Yo me encargaré deñ protocolo que iba a recibir en la fortaleza,
conmigo la pasará peor— aseguro.
—Lastima por ella, yo preferiría recibirlo allá y no contigo—
murmura.
—Es lo más lógico después de que fallara.
—Ahora todo se vuelve más delicado, ese atentado no lo dejarán pasar,
investigarán, y lo peor es que Judas estaba en el medio, hubiera sido mejor
que no fallarán y los matarán a ambos de ser necesario— comenta Dan
desde el asiento de copiloto.
—Por eso necesito que el escuadrón se vaya hoy mismo— dejo claro.
—Despreocúpate, me encargaré de ello— me dice Mario.
—Más te vale. O te haré lo mismo que a Adler.
—No será necesario—se ríe despacio, mirándome por encima del
hombro— Tendrás que esperar, me acaban de avisar que sigue insconciente.
Fijo la vista en la ventana, su imagen se me viene a la mente y la
molestia me recorre cada parte del cuerpo como si de fuego quemándome
se tratara.
El auto se estaciona y bajo rápido, adentrándome en la casa de campo,
parte del escuadrón está en la sala, dos de las mujeres tienen vendas en el
brazo y la rubia en la pierna.
El moreno africano se me acerca pero no demasiado, puede ser un
asesino entrenado pero aún así no evita el vástago de miedo que le siento y
veo en sus ojos. Están entrenados solo para arrodillarse ante mí.
—Pido ser torturado por fallar en la misión, la alfa principal no tiene la
culpa, el contratiempo surgió muy tarde y la mafia italiana se interpuso en
el último momento— me dice, poniéndome al tanto personalmente.
Yasmín Bakhash se acerca, guardando la distancia, mirándolo.
—Si alguien pagará las consecuencias, que seamos todos, el escuadrón
no lo conformas solo tú, y no sería justo que Venus pague sola por haber
estado acargo, todo iba bien, hasta hirió a Braden Marakov, pero el italiano
fue una fuerte intromisión—alega.
—Aquí nadie será torturado —interviene Mario— Irán a Pakistán, al
volver los quiero en Kiev.
—Que quede claro que no estoy contento con el resultado de hoy —
espeto—. No los mato solo porque los necesito más adelante y la única
culpable del fracaso es la mujer que se quedará cumpliendo con lo que no
les concierne
Bianchi intenta hablar pero el africano la toma de los hombros
haciéndola a un lado.
—Entendido mi Alpha— contestan los demás sin intensiones de
refutar.
Pero la pelinegra se queda callada y no estoy para esto, subo las
escaleras en busca de la habitación que tiene a la convaleciente mujer que
aún no despierta. Su físico me da una bofetada en el tórax porque esto si me
rectifica que calló por el barranco como me informaron.
Termino de acercarme, el doctor sale por un momento y sacudo la
cabeza al ver la venda que le cubre el brazo y la rodilla. Está solo con la
ropa interior y eso me incomoda haciendo que busque una toalla para
cubrirla y no ver los raspones que dañan la imagen de su piel, los moretones
en algunas partes y el hematoma que tiene en la mejilla.
Se mueve un poco, balbuceando cosas sin sentidos hasta que entiendo
solo una.
—Herodes...
Su susurro me hace acercarme de nuevo, mirándola de cerca, sigue
teniendo sueños conmigo y llamándome como suele hacerlo siempre que
casualmente la observo dormir como ahora que detallo sus pestañas y me
molesta su apariencia no sé por qué.
La casa se desocupa, en menos de dos horas el escuadron parte con
Mario y Dan se encarga de asegurar el perímetro con los demás.
Las horas pasan, el doctor no se aparta de la cama y yo de la ventana
en donde me termino de fumar el cigarrillo, viendo como trata las heridas
de la pelirroja que poco a poco se despierta.
El especialista cambia las vendas, saca algodón y gaza empapada para
los hematomas, pero detengo la mano que pretendía usar para limpiar el
golpe de una pequeña parte del torso.
—Largo, yo lo haré.
Se va, tomo asiento, empapo el algodón pasándolo por las heridas y los
rasguños. Su piel es tan suave y palida que por nada de enrojece y los
golpes se ven horribles. Me afano por terminar rápido porque parezco un
pendejo haciendo esto yo, mientras que ella sigue callada, mirándome
fijamente y sin moverse...
—Quizás en el trayecto de la caída te golpeaste la cabeza y no sabes
cómo hablar, mejor así, no te quiero escuchar.—le digo.
Rueda los ojos.
—Entonces vete y déjame con el doctor, o mátame, debes está
hirviendo de irs por haberte defraudado— habla.
Finjo sorpresa.
—¿Qué comes que adivinas?
—Porque yo también estoy decepcionada de mí —suelta— Nuca fallo
algo tan planeado y menos cuando me prometen algo que me interesa.
Sacudo la cabeza.
—De las equivocaciones se aprende y no estoy decepcionado, pero si
molesto.
—¿Molesto sí y decepcionado no?
Asiento. Dejo de lado el algodón.
—Molesto porque casi mueres y todo por dejarte todo el peso para ti
sola. Pero lo hiciste bien aunque no fue suficiente, no para mí que detesto
las fallas y por ello debo darte una reprimenda— le digo.
—Entonces, mátame, es lo que deberías hacer.
—No te quiero muerta, aún no me sacias todos los demonios y ni
pienses que me quedaré a medias.—apoyo las manos a sus costados,
quedando cerca de su rostro— Lo que más me molesta es que estés en esta
cama y no sobre mi polla.
—Puedo estar al borde de la muerte y tú solo me seguirás viendo como
un pedazo de carne —me reclama.
—¿Cómo más debería verte?
—Como tú prioridad, pero vas mejorando, que estés aquí cuidándome
me lo demuestra— sonríe, deslizando la mano por mi pecho
encendiéndome las ganas de follarla aunque la lastime y no sea prudente
ahora que está débil, herida y llena de moretones.
—Estás lejos de ser mi prioridad, Adler.
—Pues no parece, señor.
La tomo del cuello, puedo matarla de una vez, pero no, no he tenido
todo de ella y por eso...
—No seré condescendiente, te daré dos días para recuperar energía—
le digo.
—¿Después qué?
—Tendrás entrenamiento.
—No necesito más entrenamiento, ya sé todo lo que debo.
—Pero si el mío —le aseguro— Nunca se sabe lo suficiente. No será
un entrenamiento cualquiera, así que prepárate mentalmente
—No creo que...
—Te dije que no dejaré pasar la falla, me la voy a cobrar y te aseguro
que no te gustará.
____________✧✧___________
___________________________

Bueno....

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

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Besitos.

Osly.
Extra 1: obsesión

_______✧✧Obsesión ✧✧_______

Jayden
La mente se me dispersa, el cuerpo se me relaja y el mareo pasa rápido
como siempre cuando expulso el humo sacándolo de mi sistema, «Lo que
necesitaba».
Abro la guantera dejando tabaco en el cenicero. Subo el vidrio de la
ventana y estaciono el deportivo bajando en frente de la oficina central del
futuro imperio fundado por dos grandes mujeres que llevan el mismo
apellido que yo.
Aún no se inaugura, hay trabajadores terminando la decoración y
ajustando el gran letrero con el nombre de la marca «Amel» curioso
nombre, pero perfecta combinación de los nombres de las sexys mujeres
que están observando la sesión de fotos para la publicidad. Ambas son
espécimen hermosos, una con los rasgos de la familia y la otra con los de su
madre quien está firmando unos documentos.
—Por fin llegas, hermanito— me dice Ksel, con la brazos cruzados, la
conozco tan bien como para saber que tiene ganas de matarme— Tarde pero
al menos llegas.
—Estaba ocupado— me quito el saco.
—Siempre lo estás, mejor no des explicaciones y ve a tu vestidor.—
me recomienda Amber— Te la dejaremos pasar solo porque Tracy y Megan
tampoco han llegado.
No recordaba qe Tracy también será modelo para la publicidad.
—¡Menos charla y más acción! —vocífera mi tía, alentando a los
estilistas, fotógrafos, diseñadoras y maquilladores que hacen su trabajo en
los modelos que ya están aquí— No pierdas tiempo, Jayden, ve a cambiarte.
Le lanzo un beso a Ksel intentando calmarla pero rueda los ojos
dándose la vuelta.
Me apresuro al vestidor designado para mí, hace unos días no hago
sesiones de foto y todo se debe a las tareas que he tenido que cumplir a
petición de Herodes. La mafia me tiene lleno de trabajo y alejado de todo lo
demás.
Me quito la ropa, uso los pantalones y la camisa con abertura en el
pecho, este tipo de estilo suelo usarlo en verano, la camisa resulta cómoda
para ir a la playa o una piscina. Pero a veces no sé ni cómo vestirme, ser
modelo te expande la mente y llegas a un punto en el que sientes que ya
usaste toda la ropa creada y quieres algo nuevo o único.
Las Gelbero ya llegaron, evito la mirada de la menor y tomo asiento en
frente del tocador. La estilista evita no mirarme demasiado pero no la culpo,
no todos los días ves a un hombre como yo.
—Evita no babear tanto, podrías desconcentrarte— le digo y sonríe
con las mejillas acaloradas.
—Haré lo que pueda...
Le guiño un ojo haciéndola morderse el labio «Me excita que se
pongan tímidas».
—Siempre tan coqueto mr sexy.— me dice Megan.
—Es normal en él, ¿Qué hombre de la familia no es pene
incontrolable?— increpa Lucinda.
—Herodes es el peor claro está— asevero.
—No me lo menciones, ando molesta con él— agrega la rubia.
—Cuando no, sería raro si se porta bien y no te molestas —comenta
Amber.
—Portarnos bien no es algo que hagamos, pregúntale a Ksel, es tan
Blackwood como yo y no le dura un novio— me muerdo el labio evitando
reír cuando noto que se me acerca, furiosa.
—Déjate de hablar de mí y concéntrate en esto. Si no fueras un modelo
importante, no te lo habría pedido.
Mi tía se molesta.
—No empiecen a discutir. Ve a alístarte Ksel, te toca con Amber
después de Tracy.
Mi hermana rueda los ojos con hastío antes de irse a cambiar. Dejo que
me apliquen fijador en el cabello, algo de maquillaje ligero mientras reviso
el teléfono y platico con la rubia que comienza a preguntarme si
aprovecharé para salir con la chica que toma asiento a mi lado dejando que
la preparen.
—Deberíamos salir esta noche, todos juntos, tal vez a un bar por unas
margaritas o unos shots de cualquier cosa.
—Sería buena idea.—la secunda Megan— No tengo intensiones de
regresar a Canadá, según mi novio: no volverá sino dentro de dos semanas,
todo por cuestiones importantes.
Convencen a Ksel y a Amber, a duras penas logran hacerlo también
conmigo, u solo porque si necesito una noche diferente. He estado muy
ocupado, hace tiempo que no salgo a divertirme y eso me lo dejan claro mis
amigos, creo que debería ponerme en contacto con ellos, deben estar en la
ciudad.
—Jayden, sigues tú— me avisa mi tía, este nuevo negocio no le
concierne pero no se molesta en asesorar a su hija y sobrina.
Amber debe seguir los pasos de su madre y hacerse cargo de sus
empresas, pero por ahora quiere comenzar aparte e independizarse y que
mejor manera de ser socia de Ksel, ambas podrían ser buenas modelos y es
perfecto que hagan su debut con su propia marca.
Tendrían éxito aunque no estuvieran colaborando con Armani, solo
con llevar el apellido de mi tía y el Blackwood es más que suficiente para
ser la sensación.
Me guardo las manos en los bolsillos posando para la cámara, Bad boy
suena y pongo a relucir mi experiencia como modelo, le doy distintos
ángulos al fotógrafo que complacido saca las fotos, tomo asiento, disfruto
de lo que hago y que me gusta, porque no solo por mi tía me aventure en
este mundo, lo hice porque me gusta ser el centro de atención en las
revistas, ser admirado en desfiles, ser la sensación a pesar de modelar ropa
de las mejores marcas: Louis Vuitton, Versace, Gucci, Vogue...
«las mejores marcas siempre me quieren de embajador y en sus
desfiles» agotador, pero me gusta la fama que gano día a día.
—Elegante, sexy, vanguardista... ¡Eso es Jayden, demuestra porque
eres el mejor!—me anima Megan.
Los flash no son problema, estoy acostumbrado a esto, al cambio de
vestuario a ser el centro de atención cuando regreso con un atuendo distinto
embelesando a las mujeres que intentan hacer su trabajo y no mirarme pero
no pueden.
—Más trabajo y menos babeo por mi sobrino— espeta mi tía, entrando
en modo histérica.
La técnica no es solo posar con expresión seria y mostrando los
vestuarios, la clave está en mirar a la cámara como si intentaras seducirla,
decirle con la mirada cosas que con la boca no serían igual porque la
intensidad no es la misma y una mirada vale más que mil palabras.
—Fuego, tensión, eso desprendes Jayden— me dice Tracy mirando a
un lado de las sillas en donde están sentados dos de los otros 5 modelos que
esperan su turno.
—Nos estás mojando las bragas— me habla Harley a modo de broma
pero el que se muerda el labio me dice otra cosa.
—Sin duda alguna, soy hombre y me siento intimidado— confiesa
Rogers.
Sigo con lo mío, termino y tomo asiento dejando que me ofrezcan un
batido. No he comido desde hace horas y me apetece carne de mi favorita.
El hambre solo me da ganas de follar e inevitablemente mi mente trae el
recuerdo de la mujer que ha sido participe de mis sueños sucios porque la
maldita está tan buena y es tan hermosa que no sabe cuantas veces me he
masturbado pensando como me la quiero coger.
Aún recuerdo aquel pequeño beso y me duelen los testículos en el
proceso, necesito que sea mía para poder acabar con esta obsesión que he
adquirido, por ello no me he tirado a la rubia que posa para las cámaras
mirándome en el proceso, no es tan voluptuosa, tiene la figura de una
modelo normal y podría decir que no me llama la atención pero es hermosa
y necesito alguien que me saque la leche.
—Te noto muy callado— comenta Megan a mi lado.
No dejo de mirar a su hermana. Es buena en lo que hace, se me insinúa
quitándose la chaqueta, posando de espaldas, mostrando la parte trasera de
la playera.
—¿Jayden? Te estoy hablando— insiste.
—Estoy viendo a tu hermana, esta noche la quiero conmigo, ya basta
de tantos inconvenientes— le hago saber.
—Genial— se emociona— Le encantará.
No sé si sea buena idea, no quiero pegostes detrás de mí, pero no
queda de otra, follarme a Venus está haciéndose complicado, siempre está
detrás de mi primo cumpliendo con su trabajo, y cuando no es porque la
mandan a otro lado. No me gusta estar con ganas, debo matarlas antes de
volverla a ver así podré disfrutarla sin mucho afán.
Herodes me escribe, al parecer se desaparecerá como le dijo a Megan,
eso significa que debo encargarme del Coronel del CEICC. Más trabajo
para mí, pero no lo haré hoy ni mañana. Esta noche pienso desestresarme y
por ello llamo a Kaleb para que le diga a mi madre que no podré visitarla
pasado mañana.
—Mañana será la rueda de prensa para anunciar el día del
lanzamiento, les ruego que esta noche no me dejen pasar de copas— me
dice Ksel, luchando con el cierre del pantalón.
—¿Debo hacer de niñero?— inquiero.
—Como lo hacías cuando viajamos a Rusia.
Suelto a reír a modo de burla. Esos días fueron una locura.
—Deberías controlar la bebida en momentos de fiesta, se te van a
quemar las neuronas y cuando vayas a la uni no harás nada productivo— la
molesto.
Rueda los ojos.
—Lo mismo te digo a ti, deja de drogarte o se te quemarán las
neuronas.
—Cada quien con lo suyo, hermanita.
—Exacto, así que no me digas que hacer— grazna.
Molesta se va a tomar las fotos, podría decir que somos los mejores
hermanos, nos cuidamos la espalda, sí, pero eso no quiere decir que nos
tratemos bien, El gen Blackwood es muy odioso y siempre tiende a no
llevarse bien con nadie.
Mi hermana es extremadamente seca, fría y no aguanta bromas. Una
de las cosas por las que no tiene novio y tampoco es como si quisiera uno.
—Estuviste excelente— me dice Tracy, mirándome por encima del
hombro cuando pasa por mi lado.
Me muerdo el labio, me levanto, termino con mi sesión y me cambio.
Las horas se nos fueron en fotos y al desocuparnos ya son las 8 de la noche.
Todos abordamos mi auto, los escoltas se dispersan y Ksel coloca algo de
música en el estéreo.
Megan, Tracy y Amber platican entre ellas mientras que yo conduzco
queriendo sacarme de la cabeza la mirada de la mujer que me tiene lleno de
ganas.
Al llegar bajamos, nos adentramos al establecimiento, nos ofrecen la
mejor parte de la zona vip y agusto nos vamos poniendo en órbita. Mi
escolta principal se me acerca y me aparto para poder escuchar lo que me
dirá.
—Ya terminamos de investigar lo que pidió— me hace saber.
—Excelente, Brais, sigue así y tendrás recompensas— le aseguro.
Me regreso a la mesa en donde las chicas se sirven tragos, comen
bocadillos que les trajeron y por mi parte enciendo un tabaco de marihuana
haciendo que Ksel me mire mal «Detesta que lo haga».
—¡Tú sí que sabes!— me dice Tracy, mirándome desde el sofá detrás
de la mesita.
La rodeo y tomo asiento a su lado dejando el brazo en el espaldar.
Le ofresco una calada pero niega, nerviosa toma un vaso dándole un
trago bajo la mirada de Megan.
Wap suena en los altavoces avivando la energía de las mujeres que
tengo en frente y las cuales se roban la mirada de la mayoría de los hombres
alrededor. Me mantengo fumando y bebiendo mientras hablo con la rubia
que tengo al lado, queriendo impresionarme.
—Entonces me llamó Vogue y rechacé la sesión de fotos, no me gusto
tener que posar con ella, no me agrada— me sigue contando anécdotas que
me distraen por unos minutos hasta que se levanta y la dejo bailarme.
—¡Eh, eh, eh!— nos animan entre aplausos.
La tomo del cabello, moviendo las caderas al compás de las suyas al
ritmo de Low. Los tragos van y vienen al igual que la marihuana que
termino fumando con ella en el parco con balcón desde donde se puede ver
algunas calles gracias a la altura del edificio.
—Nunca imaginé que diría esto pero.. se siente como un sueño estar a
solas contigo— comenta, dándole una calada profunda antes de sacar el aire
por la nariz como una auténtica experta—. No me arrepiento de haber
venido.
Me cruzo de brazos, mirando su trasero.
—Ni yo tampoco.
—¿Qué harás mañana?
Me encojo de hombros, subiendo la visita hasta sus senos pequeños y
redondos.
—Supongo que ir a la conferencia de prensa o Ksel y Amber me
matarán sino asisto.
—Al igual que Lucinda.— se ríe divertida.
—¿Follaremos aquí mismo o eres de las que no son salvajes y a todo
terreno?— soy directo.
Lanza al suelo lo que queda del tabaco, lo pisa y me mira.
—Prueba para ver si soy o no a todo terreno.
Sonrío, acercándome. La tomo del cuello y de la cintura, refregándome
contra su vientre. Ella es alta, podría decir que de mi misma estatura.
—Me saliste mala, niña.
—No me digas niña — se molesta.
—Uy, disculpe, señorita.
Me toma de los hombros buscando mis labios pero la freno tomándola
por los brazos. Acerco los labios a su cuello y paso la lengua saboreando lo
bien que sabe.
—Me la vas a chupar primero— susurro contra su piel.
La arrodillo, agusto me desfunda la polla pasándole la lengua a mis
testículos, ascendiendo por el tallo hasta llegar a la corona en donde chupa
haciendo sonidos mojados que escucho a pesar de la música de allá adentro.
Me sostengo de su cabello, disfruto de la mamada que me proporciona
haciéndome darme cuenta que ya lo había hecho antes y la experiencia es lo
menos que falta porque empuja dejando que toque su garganta tensándome
las piernas.
—Mierda que rico...— un jadeo sale de mi garganta y abro la boca
sacando el aire.
Sigue y sigue hasta que me corro y la hago tragarse mi leche antes de
que se ponga de pie. Voy a dar el siguiente paso pero Ksel aparece
tambaleándose ebria y con los ojos llorosos.
—Un estúpido me tocó el trasero y me está acosando—me avisa
encendiendo mi molestia.
Paso por su lado, camino rápido sacando el arma que tengo en la parte
baja de la espalda, uno de mis hombres me dice quién es y no pierdo
tiempo, pido que lo saquen del establecimiento y en el callejón solitario, le
pateo la cara con el pie, sacándole sangre.
—¡A mí hermana la respetas maldita basura!— vuelvo arremeter esta
vez contra su estómago, escupe mucha sangre, pide clemencia que no le
doy.
Puedo no llevarme bien con la pelinegra que tengo al lado, pero es mi
hermana y nadie la toca porque le saldrá caro.
Queda insconciente por un momento y puedo matarlo pero dejo que
ella saque de su cartera el arma que le entierra en el cuello soltando los dos
disparos que le salpican la ropa y las manos, se pone de pie, agitada,
molesta me mira, alza una mano y pasa la lengua probando la sangre de la
escoria que acaba de matar.
—Hombres como él me recuerdan lo mucho que los detesto.—me
recalca lo que ya sé y una de las cosas por las que no la crítico, en la
adolescencia no le fue muy bien y tales actos la llevaron a ser lo que es:
Una mujer asqueada por los hombres y que solo los usa porque no
quiere nada serio con ellos al igual que yo con las mujeres, aunque con la
gran diferencia que yo no tiro para el otro bando.
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_____________________________
Capítulo 54

_____✧✧Capas ✧✧______

Venus
Casi tres días de reposo, ni siquiera me dejan salir fuera de la
habitación, no hago otra cosa más que ducharme, ver tv y caminar para que
la pierna termine de sanar porque por suerte no fue nada grave, trajeron un
fisioterapeuta y se ha encargado de supervisar "mi progreso".
Según mi jefe "Debo recuperarme rápido para el entrenamiento", no sé
qué más quiere que aprenda, ya sé todo lo necesario, al menos que el haya
recibido preparación en otro planeta y pretenda llevarme con él a patearle el
trasero a varios extraterrestres o dioses del Olimpo.
Sería lo único que falta.
El doctor vino de nuevo, se encarga de mi brazo y revisa los
hematomas mientras el pelinegro nos observa desde el umbral, no se mueve
de ahí o de la ventana, siempre me está mirando como si fuera a escaparme
o alguien viniera a robarme.
El silencio es lo que más nos envuelve desde que llegó y es que nadie
dice nada, él últimamente parece molesto, y lo entiendo, fallé la misión,
casi muero, dos resultaron heridas y ahora la mafia rusa se pondrá en alerta
lo que conlleva prepararnos para toda la catástrofe que en algún momento
se desatará.
—Ya está. Se ve bien en comparación con ayer, ya podrás moverlo
pero sin mucho esfuerzo si no quieres desangrarte —me informa el doctor
— Sigue con el tratamiento y en menos de dos semanas estarás
completamente nueva.
—Dos semanas que no tenemos como para perderlas—habla el
pelinegro, adentrándose en la habitación con cara de culo «Sería raro si
no»— Ya puede retirarse.
—Gracias por sus servicios.— le digo al doctor, sonríe y se va.
Me reincorporo bien, tomando asiento. Tomo el espejo que tengo al
lado y me miro el golpe que sigue en mi rostro, menos rojo que la primera
vez.
—Juro que mataré a esos dos, a uno por hacerme caer por el barranco
y al otro por interferir —hablo, con el dedo bordeo el hematoma, me duele
aún y parece que salí de una pelea callejera— Me veo horrible, durará una
semana en quitarse bien.
—Deja de quejarte— mira por la ventana, se ve sexy vistiendo una
mínima franela que muestra más sus brazos y los tatuajes.
«Deja de babear y concéntrate»
—¿Cómo no he de quejarme si me veo como una expresidiaria? —
increpo.
—Podrías no tener un ojo y aún así te verías sensualmente follable.
Ave María, evita que muera de un paro conchal.
—Siempre tan...
Se gira y su mirada me manda a callar, no entiendo cómo puedo ceder,
pero lo entiendo cuando la cabeza se me vuelve un enjambre de abejas
furiosas que no saben como calmarse y de repente....Miro sus ojos, cayendo
en el hechizo que tienen y solo me hace sentir acalorada, confundida,
excitada...
—Directo.—completa la frase, se me acerca con las manos en los
bolsillos, queda a mi lado, mirándome y me siento diminuta, quisiera
levantarme pero— Siempre lo soy y más si es contigo, así evitamos
malinterpretar las cosas.
La saliva desaparece de mi boca, dejándome con una horrible sed.
—¿Nos mentiremos así de bien?
—Tómalo como quieras, mentira, verdad.. ¿Para que darle
importancia?— se encoje de hombros.
—Entonces lo tomaré como que soy la excepción en muchas cosas...
Toma asiento a mi lado, gira un poco el torso, alza una mano dejándola
sobre mi abdomen, causándome contracciones en la cara de los muslos.
Abro la boca para decir algo pero me deja muda el que apriete uno de mis
senos, con el dedo juega con mi pezón moviéndolo de un lado al otro,
endureciendolo con su tacto y erizándome la piel.
—¿Qué tal si nos contamos otros secretos?— pregunta mirándome,
fijamente sin dejar de mover el dedo.
«¡Aprovecha bitch!»
Frunzo las cejas sonriendo ladina.
Quiero concentrarme en esto pero me sigue estimulando el pezón y eso
me genera sensanciones frustrantes llenándome de ansias. Si se la quito me
puede ver vulnerable porque le daré a entender que me afecta su tacto y su
cercanía ¿A quién no? Es un maldito estimulante sexual.
—¿Te gustó lo de confesiones de secretos?
Mueve los hombros, frunciendo los labios en un gesto de tal vez.
—Puede ser... O tal solo me gusta saber que tan perversa y misteriosa
eres.
—Lo mismo digo, quisiera saber que tan oscuro eres, y quizás
conocerte un poquito más que tú jodida novia— le digo.
—Sin duda alguna, no querrás saberlo. Y ella no conoce ni la mínima
parte de mí..
—¿Ah, no?
Niega, sonriendo de medio lado «Verlo sonreír es peor que el impacto
de una bala». Cambia de seno, dándole atención a mi otro pezón,
pellizcando y acariciando.
—No. Pero no tenemos porque incluir a un tercero, somos tú y yo. No
necesitamos a nadie más.
Esas palabras me sacan una sonrisa sincera, porque se escucha muy...
—No me hables así que me enamoro.— bromeo, riendo.
—No querrás hacer eso, sería peor que cualquier otra cosa, estar
enamorada de mí sería como adquirir la peor maldición de todas — zanja
con tanta frialdad que te hace estremecer porque lo dice como si supiera lo
que te sucederá y no será nada bueno.
—Tú haces que cualquiera te quiera a metros de distancia, eres tan.....
Despectivo cuando hablas sobre algo cursi.
—Por eso no me gusta tener a nadie a menos de dos metros de
distancia, eso lo sabes muy bien.
Lo sé más que nadie. Detesta la cercanía.
—Hablando aquí, siendo sinceros, como tú dices... ¿Por qué detestas la
cercanía?.
—Sería un secreto que revelar.
—En eso quedamos. Me pediste contarnos otros secretos, empieza tú.
Sigue dándole atención a mi pezón, avivándome, queriendo que le pida
sexo, porque sé qué eso es lo que quiere. Pero no lo haré, es una tortura
tenerlo tan cerca, tocándome sin yo poder hacerlo, pero no me queda de otra
que aguantar.
—Estoy esperando— digo ante su silencio.
Me calienta que me mire tanto, pero me gusta.
Detiene su mano, hace el amago de pasársela por el cabello pero se
detiene como si recordara algo, mira hacia adelante, acariciándose el
mentón.
—Cuando era tan solo un niño, experimenté lo que se siente ver a
mujeres bailándome y follando en frente de mí, inclusive dejaban que me
tocaran como quisieran... Tenía solo nueve años...
Su confesión me remueve por dentro, en parte me derrumba una de
mis barreras porque...
—Nunca supe lo que se siente ser un niño normal, desde los tres años
ya me estaban enseñando que un carrito de juguete no sirve como un puñal
el cual me habían obsequiado dejando que destripara las mascotas que
tenía... No soy de cosas sencillas, yo prefiero estar rodeado de peligro,
porque me crié rodeado de el— concluye.
—¿Por eso te gustan las pirañas y el Rottweiler que tienes como
mascota?
Asiente, sus ojos azules vuelven a mirarme y esta vez no es lo mismo
que hace unos minutos, lo siento más distante, su iris es tan profundo que
parece estar vacío por dentro, como si fuese un ser sin nada de sentimientos,
que solo está en este mundo para hacerlo su infierno, como si supiera que
está sólo aunque tenga gente a su alrededor, esa misma mirada que
transmite tanto pero que también se vuelve indescifrable porque él es así,
Herodes Blackwood nunca demuestra nada porque sería verse vulnerable.
—Por eso me gusta el sexo contigo— confiesa.
En momentos como estos me siento diferente, saber que sus secretos
están siendo los míos también... Algo que al parecer no había hecho y se
nota en la manera que lo dice. Todos sabemos cuando alguien dice algo por
primera vez, porque no es lo mismo a decirlo siempre.
Inconscientemente, sonrío, ya me había dicho que le gusto pero sé que
es solo sexo.
—Me halaga que sepas y tengas claro que soy peligrosa, eso me gusta.
—Soy consciente que lo eres, no te hago menos ni mucho menos
desconfío de tus habilidades.— «Que te digan esto es tan.. ni sé cómo
describirlo»—. Tú turno, espero tu secreto.
Me remuevo, organizando mis pensamientos, siento incómoda la
entrepierna y ni eso quita el aura íntima que nos envuelve, la soledad en la
que estamos y me siento... completa. Es extraño, no debería, pero me siento
así.
—Cuando era tan solo una niña —comienzo al igual que él lo hizo—
También supe que se siente que te toquen, que te digan cosas sucias, que te
denigren y hagan saber que en este mundo pasamos por eso solo las
personas que no lo merecemos, que llegamos directo a pasar cosas
horrendas, ¿Pero como cambiar lo que la vida nos pone? No se puede, y
tanto tú como yo, no tuvimos vidas normales, pese a que pasé momentos
lindos; casi todos lo eran, pero llegaba uno horrendo y ya eso borraba las
sensaciones que quería conservar para sobrellevar las otras...
Echo la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, no quiero que me
atormente nada, recordar nada. Tomo una bocanada de aire antes de seguir.
—Mi padre no me tocaba, si eso es lo que debes estar pensando.—
termino.
—No te preguntaré nada al respecto, las preguntas están prohibidas en
lo que de secretos se trata.
Tengo la garganta reseca, la boca seca y los sabios, igual. Me los
humecto, pasándome las manos por el cabello aunque aún me duela el
brazo.
—Después de todo no somos tan diferentes.—le digo, sonriendo con
pesar.
Ladea la cabeza, mirando mis ojos con una atención intensa.
—Somos iguales, aunque no podría asegurarlo aún, sé que tienes más
capas al igual que yo.
—Algún día sabré todas y cada una.
—Nunca se llega a conocer completamente a una persona...
—En eso tienes razón, pero... Me gustaría conocerte a ti y tú a mí.
—¿Para?
Me humecto los labios.
—Restarte algo de soledad y quizás distraerte de todo esa oscuridad en
la que te sientes hundido.
Deja la mano sobre mi nuca, tomándome desprevenida cuando se me
viene encima, helándome con el beso lento que me da, mis sentidos se
apagan, la infraestructura de mi cuerpo se ablanda por una fracción de
segundos en los que mis labios ceden moviéndose al compás de los suyo,
las lenguas parecen quedarse sin movilidad porque solo nuestros labios son
los que danzan con chupetones lentos que me vuelven un contenedor de
ganas pero no quiero acabar, es algo que nunca antes había probado, porque
no soy de esto y él tampoco, pero henos aquí besándonos diferente.
Solo se mueve para apoyar una mano en el espaldar de la cama. La
sincronía no se rompe, poco a poco me voy deslizando quedando
completamente acostada, sube sobre mí sin apoyar el peso completamente,
es como si nuestros cuerpos supieran como moverse sin necesitar palabras.
Como si estuvieramos conectados de la manera más extraña. Deja una
mano sobre mi vientre y la otra al lado de mi cabeza.
Sus labios se van moviendo un poco más ansiosos y hago lo mismo, lo
lento no nos queda, la magia no se rompe pero si cambia porque preferimos
y nos gusta lo rudo, salvaje y efusivo. Aún así, no nos volvemos las bestias
que solemos ser cada que estamos, está vez no veo que vaya a ser así.
Acaricia mi vientre, subiendo hasta mis pechos, su gran palma se
cierra sobre uno y el frío que desprende me recorre cada parte hasta que nos
calentamos al mismo nivel.
Dejo mis manos sobre sus hombros disfrutando del beso que no se
rompe, los labios me duelen pero su sabor peculiar me encanta Chicle y
tabaco.
—¿Qué me estás haciendo?— pregunta contra mis labios, sacándome
una sonrisa.
Mi pecho cabalga con tanta intensidad que quiero concentrarme pero
tenerlo sobre mí es tan...
—Te estoy volviendo adicto a mí— contesto.
Se separa un poco, alejando sus deliciosos labios de los míos,
mirándome, con los ojos oscurecidos y con ese brillo de excitación que me
hace sentir como sale de mi entrepierna los fluidos que me empapan.
—¿Y que hay de ti?
—¿Debo responder?
—Quiero y te ordeno que lo hagas— me toma del cuello, haciendo una
mínima presión, estallando mis ganas.
—También lo estás haciendo— contesto finalmente.
Y todo vuelve a ser como antes, lo que en verdad sucede cuando
colisionamos justo como en este instante que me besa como siempre, como
la primera vez que lo conocí y me hizo suya en su habitación.
Correspondo, con las manos destroza los tirantes de mi camisa
haciéndome abrir la boca y sacar el aire porque su salvajismo me vuelve
loca, me gusta, me enciende y más cuando la rompe toda, lanzándola lejos
antes de besarme el cuello, dejando chupetones, descendiendo por mis
pechos, aprovechando que no llevo brasier.
Un jadeo se me escapa de los labios cuando su lengua pasa por mi
ombligo siguiendo con el descenso.
Deja las manos sobre la pretina de mi short y me mira.
—¿Te duele la pierna?
Niego. Si me duele pero no exageradamente, además no quiero
quedarme excitada.
—Tengo un buen enfermero, además me trajo un doctor, no me deja
salir y se cerciora de que me tome los medicamentos— comento, sonriendo
con diversión.
Sacude la cabeza, quiero que me diga algo pero es tan él que no
despunta nada, simplemente abre a la mala gana logrando que el botón
salga volando y el cierre se rompa.
—Calma, Herodes—no controlo la risa.
—Cuando estés sola conmigo, deberías traer solo prendas fáciles de
quitar.
—No creí que dejarías de lado tu indiferencia cuando se fuera el
doctor.
Me saca el pantalón cuidando no lastimarme la rodilla. Abro las
piernas viendo como se levanta quitándose los zapatos con el punta pie. Se
baja el vaquero dándome una perfecta vista del boxer Calvin Klein azul
marino que resguarda una de las cosas más salvajes y ricas de todas; la
Herodesconda.
—Aún me pregunto cómo no me has desgarrado con eso —comento,
viendo como se saca el boxer, las venas se marcan en la rosácea piel, la
punta brillante por el líquido preseminal.
—Será porque encajamos perfectamente, tu coño es el molde perfecto
para mi verga— contesta, agitando la mano sobre ella.
Eso me hace reír porque sonó caliente, pero como un verso sucio.
—Creo que romeo reencarnó en ti, pero menos romántico y más
perverso.
Se pasa las manos por el cabello.
—Siempre que tengo tiempo, me gusta leer cuando nadie lo nota, y
Romeo y Julieta es algo que releo, pero para reírme de lo cursi que son —
confiesa.
—¿Y Romeo se follaba a Julieta?
—Prefería mojarle las bragas con palabrería de esas que quitan el
tiempo que yo prefiero invertir.
Me muerdo el labio, apretando las manos en las sábanas de la cama,
abro más las piernas dándole una perfecta vista de mi entrepierna. Lo quiero
dentro de mí, siento que me estoy muriendo de ganas y eso me hace llevar
una mano hasta mis pliegues abriendo con los dedos para que vea mi
clítoris.
—Te necesito...
Sonríe con malicia, se me viene encima, con una mano me hace
enredar las piernas en sus caderas a la vez que hunde las rodillas debajo de
mi trasero de manera que quedo un poco alzada y apoyada en sus muslos,
más cerca de su erección.
—Me tendrás... vi el baile que hiciste en el bar, déjame decirte que de
no ser una misión te habría ordenado dejarlo para mí— me dice.
Abro la boca asombrada ¿Cómo lo vió?.
—¿Cómo?
No me contesta y no lo hará porque se sostiene el miembro frotándolo
en mis pliegues, robándome las palabras que se atascan en mi garganta.
—Tu vagina es tan....
—Termina de decirlo—me exaspero.
Quiero escucharlo, sé que me pondrá más ansiosa.
Hunde una pequeñez, robándome un jadeo ronco. Las uñas las clavo
en las sábanas, me está torturando, no lo mete por completo, solo la punta,
la saca despacio, roza el pulgar en mi clítoris y vuelve a medio hundirla
desenfrenado mi cordura.
—¡Herodes! ¡Hazlo ya!— chillo aunque pueda escucharse en toda la
casa.
Ahorita no razono, con él no lo hago la mayoría de las veces.
—¿Quieres?
Respiro agitada subiendo la pelvis con la ilusión de que tal vez el
movimiento la hunda toda pero no sucede.
—Pídelo...
Se me olvido como hablar, solo siento como me sigo mojando sin
control, que soy una burbuja de deseo que estalla y...
—¡Fóllame, Herodes, o juro que te voy a dar una paliza si me dejas
con ganas!— «Ya valiste»
Deja una mano sobre mi cuello a la vez que me penetra con una fuerza
descomunal que me hace sacar un chillido de dolor, el aire sale de mis
pulmones, la garganta se me contrae y no me da tiempo de nada porque
comienza con los embates fuertes que causan una explosión en mi interior.
Duele, pero no quiero que se detenga, el dolor y el placer, una
combinación tan sucia pero excitante al mismo tiempo. Porque llegas a ese
punto que lo disfrutas como una masoquista.
Dejo las manos sobre su pecho enterrando las uñas. No me detiene,
esta tan afanado arremetiendo contra mi canal que se aferra al espaldar de la
cama volviéndose el hombre que se desprende del lado razonable, sin medir
o detenerse a ver que me está dando tan fuerte que siento que me abre por
dentro como si quisiera romperme...
Me besa callando mis quejidos, buscando mi lengua, aferrando el
apretón en mi cuello, cortándome el paso del aire.
Mis uñas se entierran con fuerza aunque lo esté lastimando, solo
intento que se detenga, el brazo comienza a dolerme, creo que estoy
sangrando, no lo sé, también me punza la rodilla.
Se aparta un poco y por un momento creo que se detendrá pero
sostiene mis manos en el espaldar de la cama, subiendo la fuerza de las
embestidas.
Mi canal se vuelve una combinación de dolor extremo que va
disminuyendo el placer e intento decir algo pero sus ojos me paralizan el
corazón porque se ve perdido, como si estuviera en otro mundo y no aquí
conmigo.
—Ey...—me zafo del agarre y esta vez me toma de la cintura mirando
como sale y entra— Detente...
No escucha, no razona y...
—¡DETENTE QUÉ ME ESTÁS LASTIMANDO!
Saco fuerzas de donde no tengo y me impulso logrando que mi mano
llegue a su rostro con una potente bofetada que lo deja quieto, mirándome
perdido y a mí con el vientre doliendo y a las piernas temblando.
Aprieto los labios, cubriéndome los ojos con las manos, el dolor es
tanto que siento que algo caliente sale de mi interior pero no doy para
moverme, duele...
Lo siento tensarse, maldecir por lo bajo y abro los ojos mirando
cuando sale con el miembro manchado de sangre que me deja fría.
—¡Maldición!— intenta revisarme pero lo empujo, sacándolo de la
cama.
—¡Vete de aquí!
No se va. Se pierde al baño y vuelve con una toalla con la que intenta
limpiarme pero lo detengo ardiendo en dolor.
—¡Que te vayas! ¡Déjame sola! ¡Yo me encargo!.
Arroja la toalla al piso, suspirando se pasa las manos por el cabello,
mostrándose frustrado caminando de aquí para allá y yo no doy para
levantarme.
Vuelve acercarse, intentando levantarme pero no se lo permito.
—¡Déjame arreglar la mierda que causé! —estalla furioso
mostrándome otro lado de él que jamás había visto— Déjame...
Se inclina, tomándome como si fuera una muñeca, cargándome entre
sus brazos, recordándome aquel día en medio de la nada cuando me folló
contra las barandas de aquel puente en Kiev.
No digo nada, hasta hablar duele.
Entra al baño, me deja en la tina, abre la llave y el agua comienza a
cubrir mi cuerpo, tintàndose con la sangre. El dolor es horrible, dejo las
manos en mi vientre, sometiéndome, rota por dentro, desgarrada y
destrozada.
—¿Qué mierdas fue eso?—increpo molesta, no me contesta, abre una
de las gavetas y saca un botiquín de primeros auxilios— Herodes...
—Deja de llamarme por mi nombre...
—¡¿Entonces cómo te llamo?!. Maldito salvaje ¿Así? —mi pecho se
contrae posicionando una presión en mi garganta— Ni siquiera me
escuchabas... ¡te dije que te detuvieras, intenté pararte pero casi me
ahorcas!...
Estrella el puño contra el vidrio de la ducha, haciendo que se quiebre y
seguramente que su mano se lastime, pero no le importa, respirando agitado
se gira y me mira, con ojos llenos de...
—¡Contigo no sé cómo controlarme, estoy perdiendo el control! —
vocífera, estrellando el botiquín contra la pared— ¡Me estás jodiendo,
¡¿Cómo he de controlarme si me llevas al máximo?!.
Tomo una bocanada de aire, pasándome las manos por el rostro. El
dolor no me deja pensar y levantarme sería imposible.
—Al menos podrías...—callo con la punzada que me avasalla.
Se va no sé a dónde, vuelve con un vaso con agua que me entrega y
dos píldoras.
—Tómalas —ordena porque ni siquiera me lo pide, y molesto no
pienso dirigirle la palabra, estoy tan adolorida que no doy para nada.
Me las tomo rápido.
Sorprendentemente me baña, lava mi cabello y me saca al igual que
como me adentró al baño, me deja sobre la cama, me niego pero no gano
porque me revisa como si fuera un doctor.
En boxer, sale de la habitación y vuelve aún más molesto.
Me entrega una bolsa con toallas íntimas, tapones y algunas otras
cosas femeninas. Me levanto, busco en mi equipaje y como puedo saco
unas bragas pero no puedo doblarme y él es quien se acunclilla esperando
que meta un pie y luego el otro pero eso no sucede porque lo miro mal.
—¿Tú haciéndo esto?
Suspira cansado.
—Muévete.
Medio alzo un pie pero el dolor vuelve y me tambaleo.
—Sosténte de mis hombros, Adler, no pierdas tiempo que me siento
ridículo; te duché y ahora te estoy vistiendo, falta que me toque peinarte,
sería la cereza del pastel— brama.
Una risa se me escapa a pesar de estar molesta. De no ser porque me
rompió no lo habría visto hacer estas cosas.
Meto ambos pies y sube las bragas rozando mi piel con sus dedos
despertando lo que quedó a medias, pero estaría loca si follo así, creo que
debería ir a un médico.
Espera que me ponga la toalla sanitaria y toma el vestido de estar que
pasa por mis piernas, subiéndolo hasta que lo abrocha y se aparta un poco,
mirándome.
—El doctor ya viene, no se ve grave pero es mejor que él te vea o no
podré saber cuánto tiempo tendré que esperar para follarte de nuevo.
Ruedo los ojos, apartándome, me voy a la cama, no sé cómo sentarme
sin que me duela. Pienso como haré hasta que... Me toma como damisela en
apuros, dejándome acostada con un cuidado excesivo como si fuera a
romperme de nuevo.
—Ya me rompiste, tenías que tratarme así hace un rato, pero no, tú y tu
sexo rudo, ni siquiera mediste como me lo estabas haciendo —le reclamo—
Ya van dos veces que te dejas llevar ¿Tanto te gusto?.
Se ríe amargamente, busca su vaquero y se viste. Observo las manchas
rojas sobre la sábana que ni siquiera quitó «¿otro chiste?».
Se gira, brindándome una mirada despectiva.
—Culpa tuya por calentarme tanto— es lo único que dice.
Frunzo los labios, cerrando los ojos. Estoy débil, el dolor no sé quiere
ir.
—¿Te hago perder el control— indago.
—Deja de preguntar.
—Eres un maldito odioso.
—Y tú un jodido fastidio.
Abro la boca para insultarlo pero tocan la puerta, el doctor entra y
volvemos a lo mismo de siempre, él en modo distante y odioso, y yo
ignorando eso porque no le pienso rogar.
__________✧✧___________
_________________________

Siempre como perros y gatos.

0 Spoiler y spam, por favor.

Mil gracias por leer.

Besitos.

Osly
Capítulo 55

_________✧✧Iguales✧✧__________

Venus
Una semana y media después.
Sigo tomando los analgésicos para la desgarrada que me hizo el Alpha,
es que casi me traspasa con su gran miembro, por poco me llega al
estómago si no es que a un pulmón.
«Deberías llamarte "exagerada"». ¡Cállense!.
Ya puedo caminar bien, ya por esa parte estoy lista, el sangrado cesó y
ni siquiera lo que pasó me elimina las ganas que se han ido acumulando
desde ese día ya que el odioso antipático no ha vuelto a tocarme. Casi no
me mira y tampoco no lo veo en la casa en donde seguimos.
Suele irse al gimnasio del jardín, la casa es grande, supongo que es
suya. Recién acaba mi última revisión con el doctor y las noticias me
energizan, el brazo no ha sanado completamente, pero va progresando y al
menos ya puedo moverlo y no se desangra.
Los hematomas han desaparecido gracias a una costosa pero excelente
pomada que me compró el pelinegro que entra a la habitación vestido con
jogger y zapatos deportivos, sudado, agitado y sin camisa pero si con una
toalla alrededor del cuello.
—Alístate y empaca tus cosas que nos vamos.
—¿A dónde?
—A comenzar tu entrenamiento, ya bastante tiempo hemos perdido y
no pienso seguirlo haciendo— se da la vuelta y sale, estrellando la puerta.
Siempre en modo cara de culo y genio de persona inaguantable.
Suspiro, tomando una bocanada de aire, no sé qué pretende pero no
creo que sea nada bueno, al menos estos días fueron un tipo de descanso y
me siento más recompuesta.
Hago mi equipaje mientras disfruto del jugo que me trajeron hace un
rato. Me ato el cabello en una coleta, acomodo mis vaqueros de licra y la
camisa de tirantes que muestra un poco de mi abdomen, dejo la chaqueta a
la vista mientras guardo el teléfono en el bolso. No tengo brazalete, aún no
me traen uno nuevo y cuando salgo me apresuro a buscar a Dan.
—Te veo mejor— me dice reparando el cabestrillo de mi brazo.
—Me siento mejor. Necesito un nuevo brazalete, ¿Mario no me dejó
uno?.
Niega. Le pregunto por el escuadrón y me dice que están en Kiev.
—Nos vamos, moviliza a todos...
—No estás trabajando, Adler, déjate de pensar que sí— me interrumpe
el Alpha, viene bajando las escaleras.
Dan mueve a todos y me quedo mirando al hombre que pasa de largo,
saliendo.
Ruedo los ojos y salgo también, subimos a los autos y son minutos de
camino al aeropuerto. Aterrizamos en Kyushu una de las islas de Japón.
Ls autos ya están aquí y subo sola a la camioneta que conduce el
pelinegro con solo mi compañía. Quiero ver por donde vamos y admirar la
arquitectura de las casas, calles.. aunque tenga que ignorar el calor que se
toma mi cuello por tan solo tenerlo cerca.
Fueron días en los que casi no hablamos, no lo ví o lo tuve así de cerca
de no ser porque me vigilaba cuando llegaba el doctor y cuando se
aseguraba de que me tomara las pastillas, tal vez habría olvidado el olor de
su loción, aunque eso es imposible, ya se grabó en mi nariz y en mi
memoria.
«Detesto que sea un tipo de adicción o obsesión».
Pero tenerlo cerca me hace sentir con menos estrés y sin tener que
estar pensando lo que debe estar haciendo en vez de estar así.
Pero quién lo diría, yo con él, haciendo cosas que se escapan de
nuestras manos. Sobre todo yo que estoy fornicando con un billonario, sexy
y apuesto hombre que gana miles de millones a la semana. Un afrodisíaco
que muchas quisieran probar pero heme aquí mirando por el rabillo del ojo
lo estimulante que me resulta verlo acarciarse el mentón mientras conduce y
en el estéreo suena una canción de Eminen, recordándome aquel día cuando
lo ví en el gimnasio de su casa en Montreal.
«Cosita rica, cosa bien hecha».
—¿Te gustan las pistas de ese cantante?— la pregunta sale sola, me
siento estúpida porque últimamente anda modo rabioso y no me va a
contestar.
El resto del camino es más silencioso, aparca en frente de lo que
parece una finca entre colinas, desde aquí se puede ver el lago de la parte
trasera de la casa, el cual quisiera probar.
Bajamos, no dejo que nadie toque mi equipaje, yo misma lo bajo y me
apresuro a entrar, una señora nos da la bienvenida y la decoración me hace
sentir como en un castillo de la realeza. Casi todo es color rojo, pastel o
dorado, los muebles se ven muy cómodos, en las paredes yacen muchas
obras al igual que las estatuas en las esquinas que me hacen sentirme
observada en otro mundo.
—Bienvenido, señor Herodes. Que bueno tenerlo de regreso —un
señor mayor, calvo, vistiendo una yukata y apoyado en un bastón nos recibe
en la gran sala hablando su idioma, no estoy muy familiarizada con el pero
sé algo.
—Tarde pero aquí estoy, necesito que preparen todo, no perderé más
tiempo— dictamina el pelinegro.
Me mata tanto que sepa tantos idiomas, es sexy.
—Entendido, ¿Y esta hermosa joven?— indaga el señor, mirándome y
sonrío porque se ve amable.
—Venus— me inclino mostrando respeto y optando sus tradiciones.
—Oh, nombre de una de las diosas griegas, bienvenida, mi nombre es
Katashi, ella es Yuriko— presenta a la mujer que se me acerca inclinándose
— Cualquier cosa que necesites no dudes en buscarnos.
—Para servirle —me dice la mujer, es de estatura media, cabello semi
canoso pero se ve con menos de 40 años— La cena está servida, cuando
quieran pueden comer.
Mi jefe asiente, Dan sube su equipaje y dejo que Yuriko me guíe a mi
habitación. No habla mucho, se ve agradable y sonríe cada que me mira
como si fuera la primera vez que reciben visita o alguien viene con él.
—Un milagro recibir a Herodes con una chica —comenta cuando
llegamos a la puerta, la abre y entro
—No me sorprende, no le gusta la cercanía y por lo visto siempre
viene, ¿O me equivoco?.
Abre las persianas de la ventana, los rayos de la luna, reflejándose en
el vidrio que abre dejando que el aire fresco entre.
La cama es grande, abre una puerta mostrándome el baño que también
alberga un armario pequeño. Nada lujoso o moderno, todo tradicional y
muy típico de su cultura.
—Viene desde que es un adolescente, cada año lo hace..—me cuenta,
dejo el bolso sobre la cama y ella rebusca en el armario sacando un kimono
gris con rosado al igual que un bolso de los que son ideales para acampar—
Pensábamos que no vendría este, pero nos alegró su llamada.
Quisiera preguntar más pero sé que en su cultura son reservados, no
invaden el espacio personal así nada más.
Guarda algunas cosas en el bolso y lo deja sobre el sofá de al lado de
la mesita de noche.
—Cuando él diga que deben irse tienes que llevarte esto, nada más.
No sé a que se refiere pero asiento porque su expresión corporal me
dice que le agradé y mi presencia la hace feliz. Se va y me meto en el baño
por un momento, me empapo el rostro con agua y me miro en el espejo
revisando la mínima marca que queda del hematoma que tenía, aplico la
pomada, me saco el cabestrillo del brazo, limpio la herida que casi no se
siente y coloco vendas nuevas al tiempo que tocan la puerta.
—¡Adelante!
—La esperan para cenar— me avisa Yuriko.
Salgo con ella, solo me quité la chaqueta, sigo con la misma ropa. Me
ducharé para dormir.
El comedor es amplio, la mesa de madera gruesa y el mantel con
dibujos que me llaman la atención pero el pelinegro me mira, Katashi
también y tomo asiento al lado de la mujer que pide que me traigan mi
plato.
Nadie a probado bocado y lo hacen después que mi plato queda en
frente de mí.
Miro las distintas variedades que prepararon, todas son comidas típicas
y uno que otro plato gourmet estilo restaurante. Por suerte me gusta la
comida Japonesa.
Ambos hombres platican sobre las bandas delincuentes que quieren
tomar la isla y sobre que no está de acuerdo por lo que el pelinegro no
ahonda mucho el tema, solo recalca que ya está solucionando eso y nadie
invadirá nada.
—Tu noticia me tranquiliza, hace unos días hubo disturbios en un bar,
me enteré por Yuriko que tuvo que salir por algunas cosas personales y al
regresar me lo contó— le informa.
—Pierde cuidado. Me estoy ocupando antojo — asevera.
Como en silencio, inevitablemente mis ojos se posan sobre él y en la
manera que frunce el ceño cuando algo no le agrada, como ahora que se da
cuenta de mi mirada y termina levantándose.
—Iré a descansar, ya saben qué hacer.
Se va, me quedo con los asiáticos que me miran extraño pero no me
incomoda porque no es de una manera despectiva.
—No creí que vivirá para ver a Herodes venir en compañía de alguien,
y que precisamente fuese una mujer, este lugar es sagrado para él. Deberías
sentirte halaga.—me dice el señor.
—Es especial —agrega Yurikl, sonriéndome.
—No creo que porque me haya traído sea una señal de ser "especial".
— me atrevo a decir.
—Quién sabe.
—Según sé; será para entrenar. Y yo no creo que me falte otra cosa por
aprender.
Ambos sueltan una risita suave, sin nada de burla o sarcasmo, pero si
divertida.
—La sabiduría se adquiere aprendiendo en exceso, cuando sabemos
algo no podemos asegurar que es suficiente.—comenta Katashi y su manera
pausada y tranquila me desespera un poco pero es relajante.
—¿Qué aprendió aquí que deba saber también yo?— indago.
—No estoy en posición de contestarte aún, y tú no estás lista para oír
la respuesta, mañana puedes preguntarme de nuevo si te queda dudas— se
levanta— Tengan buena noche, y descansen.
Se va, dejándome con Yuriko quien empieza a recojer los platos, de
inmediato me levanto a ayudarla, no parece que tengan empleadas, estaría
mal si la dejo ocuparse sola. La casa es enorme y seguramente ella se
encarga del aseo.
—Sin duda alguna si tuviera que elegir en donde vivir —dejo los
platos en la mesa de la cocina — Sería aquí; se respira no más que
tranquilidad, siento que mi alma se siente tan... Ni siquiera sé cómo
explicarlo.
—Entiendo esa sensación, esas fueron una de las cosas por las que
prefiero vivir aquí y no en la ciudad. Pero ya después platicaremos, debes
descansar, yo me ocuparé de esto...
—Pero...
—Gracias por la ayuda, señorita, pero le recomiendo descansar.
Refutar no dará resultado. Me despido y me voy a mi habitación, paso
el frente de la de mi jefe y me detengo por un momento no sé ni por qué,
pero el aire se atasca en mi garganta y las ganas vuelven como una esfera
que se sigue llenando del aire caliente que se esparce cuando estalla,
recorriendo cada parte de mi cuerpo moviendo mis articulaciones haciendo
reaccionar mi brazo el cual hace el amago de levantarse hasta que mi mano
se posa en el pomo y mi cabeza estalla recordándome que estoy exagerando
y por eso me voy.
Me meto al baño, quitándome la ropa, dejando que la ducha me relaje
pero me termino tocando y gimiendo haya correrme quedando igual que
hace unos minutos «Estoy adicta o probablemente ninfómana».
El sueño llega al igual que las ganas de descansar y por ello con todo y
albornoz me lanzo en la cama, cierro los ojos buscando viajar a ese mundo
que es solo mío pero que a veces me muestra cosas que no entiendo y le veo
avanzando por la carretera, en frente veo la misma cabaña y la edificación
que parece un hospital pero no sé.
Estoy desorientada, aturdida y mis pies siguen absorbiendo el frio que
desprende el asfalto. La calle es oscura, ambos lados se ven lejanos y sin
idea de lo que hago sigo avanzando hasta que me detiene el sonido de unos
toques en madera... Abro los ojos sumiéndome en la oscuridad de la
habitación en donde solo alumbra la lámpara de la mesita de al lado la cual
ilumina unas piernas, alzo la mirada y pudiera irme contra él y decirle que
me folle pero mi cuerpo está tan relajado que no me provoca levantarme.
—Hora de despertar.
—¿Qué hora es?— siento que no dormí ni 6 horas.
—Las 4 AM.
Espera...¿Qué?
—¿Las 4?. Déjame dormir entonces— me quejo, enterrando la cara en
la almohada.
No dice nada, por un momento creo que se fue y... Tiran de mis pies
dejando mis piernas fuera de la cama y mi descontento por los cielos.
—¡¿Qué rayos haces?
Me arranca la sábana.
—Vístete —deja sobre la cama un par de botas y un uniforme idéntico
al que usamos en la fortaleza — Hora de entrenar, deja la pereza.
—Me debes estar jodiendo... son las 4 de la mañana, Herodes, déjame
dormir.
—Aquí se hace lo que yo diga, te dije que el castigo sería esto, así que
muévete, te daré 10 minutos para alístarte, si no sales vendré por ti y te
sacaré a las malas —busca la puerta, abro la boca para hablar pero se va y
pataleo como niña chiquita que quiere seguir durmiendo pero que debe
levantarse para hacer quien sabe que.
Con la mayor flojera del mundo me levanto,arrastro los pies hasta el
baño, me doy una ducha con agua fría intentando quitarme el sueño pero no
lo consigo. Como puedo, me peino y visto, me pongo un cabestrillo nuevo,
la puerta se abre cuando me estoy acomodando el pantalón y no me da
tiempo de nada, entra embravecido y me toma, subiéndome a su hombro,
coge mi bolso y me saca como si no tuviera tiempo.
Le digo que me baje pero es tan intenso que no vuelvo a pedírselo,
avanza un par de minutos, nadie nos sigue, la oscuridad de la noche nos
envuelve y atraviesa una cerca que nos manda al oscuro bosque en dlnde se
adentra caminando como si fuera normal venir y hacer esto a estas horas.
No sé qué es más horrible, si el frío o el trayecto que veo cuando me
baja «Debe ser una broma».
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Capítulo 56

____✧✧Entrenamiento✧✧____

Herodes
Cargarla no es muy difícil, en mis hombros he subido cosas más
pesadas y ella no es impedimento para mí que me adentro en el bosque por
el cual debemos caminar por un día hasta llegar a nuestro destino.
—¿Qué vamos a hacer?— indaga cuando la bajo.
«Ya va a comenzar modo locutora preguntadora» debí traerme una
mordaza.
—Herodes...
—Deja de llamarme por mi nombre.— le lanzo su bolso, el mío me lo
engancho en el brazo, empezando a caminar.
—No me ignores, no cuando me intentas llevar quién sabe a dónde—
me sigue, esquivando las ramas.
—Creo que sufres de Alzheimer. Sabes para qué estás aquí y sigues
preguntando, ¿te gusta molestarme o enserio tienes un problema?.
—La primera, pero en este momento solo quiero saber— espeta de
mala gana, caminando detrás de mí—. Herodes...
«Si la ignoro tal vez se digne a cerrar la boca»
—¡Espérame!
Paciencia, necesito paciencia con ella.
—Joder, espérame...
Exhalo, sacando el aire que tenía acumulado.
—Entonces me quedaré aquí si no piensas esperarme.— sentencia.
En lo que me vine a meter con esta loca.
—No seas ridícula y mueve ese culo antes de que te lo azote.
No dice más nada y agradezco a los cielos porque puedo seguir
adelante hasta que... El silencio se extiende y no siento sus pasos «Se la
llevaría un animal rabioso» no creo tener tanta suerte así.
Me giro comprobando que no me sigue y debo devolverme con la
molestia carcomiendo mis entrañas y las ganas de darle un buen castigo por
hacernos perder el tiempo.
Tomo el camino por donde venía, me sé perfectamente estos lares y la
hallo cruzada de brazos; recostada en el tronco de un árbol.
Me mira, molesta, haciendo un puchero de disgusto que me hace doler
los testículos porque se ve tan inocente, y claramente no tiene nada de eso,
del cuello para abajo no lo demuestra porque su cuerpo y el uniforme se
complementa destilando: sensualidad y peligro.
—La única manera de que te siga, sería que me cargues un par de
metros —me dice— Tengo sueño, aún no amanece y no me apetece
caminar.
«Lo que me faltaba»
—¿Te estás metiendo algo raro?
Rueda los ojos, con hastío.
—Tu polla, es lo único que me meto y la última vez casi me partes en
dos, si no es que en tres.
—Camina.
—No.
—No lo vuelvo a repetir.
—No hay necesidad, vete y déjame aquí, me regreso o dejo que un
animal me coma.
Su mirada retadora solo me da ganas de desnudarla y pegarla contra el
tronco mientras le doy duro. Pero la última vez perdí los estribos y volverá
a suceder si no avanzamos.
—Caminas o te obligo a hacerlo.—amenazo.
—No...voy....a...caminar...—pronuncia de manera pausada y fría.
Aprieto la mandíbula y me voy contra ella, tomándola, la subo en mi
hombro y echo andar, complaciendo su lado mal acostumbrado. No estoy
para estupideces, no puedo castigarla y debe si o si ir conmigo, de nada
valdrá haberla traído si no la entreno.
—Me gusta cuando te pones modo consentidor — comienza a alardear.
Desecho el impulso de arrojarla al suelo. Sigue hablando sola porque
yo no le presto atención como para decir que es conmigo que lo hace.
El sol aún no comienza a salir, la calentura me tiene sudando y debo
bajarla porque su calor me pone peor. Avanza despotricando y me aseguro
de que no haga delante de mí, no pienso devolverme de nuevo, es mejor
vigilarla aunque su caminata me incite a romperle el pantalón y mirar su
trasero redondo.
De solo imaginarme mordiendo su carne, siento que soy un búnker
lleno de explosivos que están apunto de estallar con el retumbe que
comienza mi pecho, azotándome el tórax, dejándome en el limbo cuando
detallo su cabello, no me contengo y sujeto su brazo dándole la vuelta,
dejando que su pecho impacte contra mi cuerpo a la vez que tomo su
mandíbula atrayendo sus carnosos labios hasta los míos, besándola como
me gusta, saboreando el mejor nectar de todos.
Porque los labios de Venus Adler son como la manzana de la discordia,
eso que no puedes probar porque te incita al pecado y una vez que te hundes
en él, no podrás dejarlo y eso me sucede con ella.
No quiero soltarla, encajamos a la perfección, ella y yo somos más que
peligro y lo sé. Somos esa arma mortal que tiene más potencia cuando se
junta la una con la otra como en este momento en el que sus manos se
aferran a mi camisa y las mías a su trasero y nuca.
Rompe el beso pero no separa sus labios de los míos. Su respiración
impacta con la mía y la sujeto con firmeza respirando su aroma como un
poseso adicto.
—No me beses así si no me vas a dar lo que sé qué quieres.
Sonrío despacio, no es tonta, y yo sé que ella también muere por sexo,
pero no pienso caer esta vez. Le haría daño y en estos momentos no
necesito zoszobra de estrés o preocupación.
—Y tú no me mires así si no me la vas a chupar como sé que quieres.
— susurro.
—Puta que ofertón —exclama burlona, por unos segundos hasta que se
enseria y me aparta— Mejor nos separamos, no pienso seguir aguantando
tus desprecios, es lo que haces desde que me rompiste, ya no me tocas, no
me miras y me tratas peor que a los demás.
—¿Te duele que no te de atención?
Niega, soltando una carcajada.
—Solo no te molestes cuando te trate igual o peor— echa a andar.
Sacudo la cabeza «Me gusta cuando se pone así».
—Bien, juguemos, veremos quién busca a quién— le digo y me saca el
dedo sin darse la vuelta.
—Te aseguro que no seré yo.
Ajá.
La minutos pasan, la luz del día comienza hacerce presente como
también mi falta de tolerancia, cada vez merma más por culpa de la
pelirroja que no me habla, es un alivio pero a veces tengo que sujetarla o
apartarla cuando no mira en donde pisa y casi la muerde una serpiente por
estar caminando a pasos apresurados como si se supiera el camino.
Del bolso saco una botella de agua, dándole varios sorbos, eliminando
un poco la sequedad que siento en la garganta. Se la extiendo a la terca pero
sigue caminando apartando las ramas y balbuceando que quiere dormir.
«No le pienso rogar si eso es lo que busca».
Son dos horas más de camino, solo tomando agua, sin comer y
deteniéndome a recoger algunas frutas que encuentro y calman mis ansias.
Las imágenes del show en Sídney siguen dándome vuelta en la cabeza
y me la imagino con esos mismos trajes que usó, definitivamente tiene un
don para invitarte a desearla con solo moverse, fue uno de los mejores
bailes que he visto en mi vida ya que no puedo dejar de lado el de la
primera vez que la ví moverse en aquel bar de Londres.
Para qué contratar mujeres si la tengo a ella para que me los de.
Los pensamientos prohibidos se ven interrumpidos cuando la veo
detenerse y mirar una pila de rocas. Camino hasta quedar a su lado, varias
arañas se mueven saliendo de un hoyo y se queda petrificada con la escena,
le afecta tanto que debo tomarla de la muñeca para que siga caminando.
—No te harán nada. No sé cuál es el miedo.
—Son horrendas, algunas son letales y...
Me detengo, tomándola de los hombros.
—Te enfrentas a los jefes de mafias y les tienes miedo a unas simples
arañas —la regaño.
No me mira, sigue viendo a las arañas y la tomo del mentón para que
se concentre en mí.
—Me darás tu mano y pondré una araña en ella...
Niega varias veces frunciendo el ceño.
—¿Estás loco? No harás eso... no...
—Mírame— sujeto su rostro con ambas manos— Lo harás... no son
radioactivas, no te vas a transformar en la mujer arácnida.
Un destello de preocupación y miedo invade su rostro, es la segunda
vez que la veo así ya que ni siquiera mi mal genio le causa miedo.
—Pero....
—Shhhhhh, solo mira mis ojos, la dejaré en tu mano, la sostendrás un
momento y no te hará nada ¿Sí?.
Niega, tomándome de la cintura.
—No quiero hacerlo, por favor...
—Lo haré contigo, si me muerde o desintegra lo verás y no te haré
sujetarla ¿Bien?.
—No estoy muy segura y si...
—Preciosa, mirándome a los ojos, solo concéntrate en mi, nada te
sucederá mientras estés conmigo— le digo.
Duda unos minutos, toma una bocanada de aire y la siento nerviosa en
el agarre hacia mi camisa. Quitarle una mano no es fácil porque clavó la
uñas y debo apartarla como sea, sujetándola con delicadeza.
—¿Lista?
Asiente dudosa sin dejar de mirarme, hace el amago de cortar el
contacto pero la tomo del mentón, besándola rápido.
—¿Lista?— pregunto de nuevo.
—Pero te mato si me pica.
—No lo harán.
La dejo un momento, me voy a la pila de rocas y busco la araña menos
venenosa pero si horrible.
Retrocede, volviendo a negarse y suspiro porque no será fácil. Tomo
su mano y la miro.
—Mírame, solo eso.
Lo hace sin dudar, siento el pulso en su muñeca, está nerviosa y parece
que se le va a salir el corazón.
—Respira hondo— le pido y lo hace— Saca el aire y no dejes de
mirarme.
Cierra los ojos y me mira con atención.
—Te había contado mi miedo del pasado; las serpientes, ahora que no
les temo puedo tomarlas sin dificultad, te lo puedo demostrar si quieres,
necesito que no le temas a nada, sin embargo, si ha lo que podemos
provocar por estarnos acostando —se pierde en mi mirada y yo en la suya
recordando de dónde viene el amarre de lascivia que tengo hacia ella—
.Ambos sabemos que toda acción tiene consecuencias y te necesito
preparada para todo lo que puede venir.
Asiente despacio, detallando mis facciones y yo sigo embelesado en
sus ojos de acero transparente.
—Eres excepcionalmente capaz y fuerte, ves como si puedes...—
inquiero sonriendo, frunce el ceño y baja la mirada viendo como la araña ya
está en su mano desde que le comencé a hablar y ni cuenta se había dado.
—¡Oh por...
—Shhhh, no le demuestres ningún sentimiento, siente el miedo y
atacará si se ve amenazada— susurro.
—La estoy sujetando— musita con un hilo de voz.
—Soltaré tu mano y no puedes lanzarla, gritar o moverte con
brusquedad.
Despacio elimino el contacto. No se mueve, no me mira y no se inmuta
hasta que... La mano comienza a temblarle y lanza la araña antes de
abordarme, enterrando la cara en mi pecho, sujetándome de la cintura,
tiembla sin control y la sujeto buscando su mirada pero es caso perdido,
está en shock.
—Adler...—la llamo pero no me suelta —.Ya se fue.
Podría decir que solloza pero eso no es lo que hace, sigue estática,
temblado y sin soltarme.
—Te odio....—susurra despacio— Sabes que les temo y vienes a
hacerme sujetar una.. te odio...
—Necesitas perderles el miedo.
Niega contra mi camisa sin despegar el rostro y su respiración caliente
la siento en mi piel, erizándome.«Debo usar la segunda opción».
—Está bien, no lo haré de nuevo si dejas de clavarme las uñas.
Se aparta bruscamente y no me mira, echa andar a pasos apresurados
demostrando que se molestó por lo que la hice hacer.
Rebusco en mi bolsillo sacando un cigarrillo antes de seguirla.
Llegamos a un río, no me habla y debo acercarme, se lava la cara con
el agua y aprovecha para llenar su botella.
—Debemos seguir río arriba, ¿Puedes o aún sigues en shock?.
Se levanta, me encara y me toma del cuello de la camisa demostrando
porque es igual a mí.
—Tengo unas inmensas ganas de darle una paliza, señor— me suelta
empujándome en el proceso.
Pasa por mi lado embravecida, la tomo del brazo, tirando de ella,
mandándola al agua dejando que se hunda y suba a la superficie.
—Tal vez el agua te apague los humos de valiente que tienes pensando
que puedes hablarme así.— espeto.
—¡Eres un...
—Muévete o te dejo aquí.
Sigo mi camino siguiendo las coordenadas que me sé de memoria. No
me detengo a ver nada, sigo subiendo entre rocas en busca de llegar al final
de la montaña. Los guantes evitan que me raspe las manos y el ascenso sea
más rápido.
—¡Espérame! —aquí va de nuevo— ¡Te juro que te mataré si no me
esperás!
Me detengo haciendo que cierre la boca. Viene metros más atrás, no se
le hace difícil subir pero estar mojada no le es de mucha ayuda.
—Demuestra lo que aprendiste en esos días de supervivencia que
tuviste en la selva Amazónica.— le digo y me saca la lengua.
Sigo subiendo, el camino se va volviendo menos predecible y llegamos
al puente en mal estado. Reviso el perímetro, escaneo las tablas pero ya no
se puede cruzar, solo queda subir al gran árbol que tenemos detrás y lanzar
una cuerda hacia el otro.
Me sostengo del tronco, apoyo el pie impulsaándome, subiendo
despacio y a la espera de que la pelirroja lo haga pero mira a todos lados
buscando otra solución que no hallará.
—Busquemos otra opción, no voy a trepar así mojada como estoy —se
niega.
—No la hay. Sube o te dejare atrás y tendrás que rodear todo el río—
intentar cruzarlo conllevaría ser arrastra.
Por un momento duda pero comienza a subir extendiendo la mano para
que la ayude.
—Me resbalo, súbeme.
La ayudo, dejándola en el mismo tronco que yo. Termino de hacer el
nudo y tiro comprobando la resistencia. Me mira, luego la cuerda, el río y
los árboles que tenemos en frente.
—No intentarás...
—Sí, vamos hacerlo estilo Tarzán, sube a mi espalda y sujétate, sin
ahorcarme.
—Definitivamente acabo de confirmar que no le tienes miedo a la
muerte—me mira horrorizada—. Esto es un suicidio.
—No. En algún momento me llegará al igual que a ti, para que temerle
—sujeto la cuerda y ella mi espalda— No lo disfrutes mucho.
Me abraza con más fuerza, enterrando la barbilla en mi cuello.
—Eso no puedo asegurarlo.
Ruedo los ojos lanzándome con ella. Mis sentidos se activan, mi vista
se agudiza y diviso la liana gruesa de la que me sostengo soltado la cuerda.
Por un momento siento que no resistirá y... caemos en un montón de
arbustos con ramas que nos lastiman.
Me pongo de pie, ayudándola a levantarse.
—Me lastimé el brazo por tu culpa —solo sirve para quejarse.
Avanzamos unos minutos más, las nubes cubren el sol, es medio día y
nos vamos acercando al primer punto, cada vez falta menos para llegar a la
cima de la montaña.
Llegamos finalmente, dos monjes nos reciben y brindo el saludo
correspondiente, no soy muy creyente de estas cosas pero desde la primera
vez que vine fue como si la conexión me enganchara y cada año debo venir
para almacenar en un rincón a los demonios que muchas veces quieren
tomarme por completo, pero no puedo darles el control absoluto, sería lo
peor que pasaría.
—Ven conmigo— le digo a la pelirroja que detalla el lugar, se queda
mirando los sujetos que practican artes marciales en una de las salas.
La tengo que tomar de la mano o se quedará mirando. Me voy a la
habitación que suelo usar cada que vengo, me despojo de la ropa bajo la
mirada de sus curiosos ojos. Abro un armario y saco dos uniformes de
práctica.
—Dúchate y vístete con eso— le doy el suyo— Que sea rápido.
—No iremos a practicar artes marciales, tengo hambre, sueño y....
Mi mirada la manda a callar. No estoy para sus quejas. Me voy al
baño, abro el grifo dejando que el agua me cubra eliminando el sudor y las
ganas que me tienen las manos temblando.
—Se te va a explotar si no le das de comer— habla desde el umbral,
mirando como me la enjabono, moviendo la mano de arriba abajo,
limpiando bien.
—Puede soportar días sin sexo.
—Eso no te lo crees ni tu mismo —«Quiere incitarme»— Probemos a
ver si es verdad, entraré, me duchare a tu lado y si se te para más; es porque
conmigo no te aguantas.
Entra y me hago a un lado dejando que se apodere de la ducha, sus
manos friegan sus brazos, sus pechos y descienden por sus caderas de forma
lenta y deliciosa, se frota las piernas y es tan ella que se inclina hasta llegar
a sus pies haciendo como si los limpiara pero la verdad es que me da una
provocadora vista de su culo y coño, tanto que ladeo la cabeza mirando sus
rosáceos pliegues «Quiero chuparlos».
Quiero contenerme, no puedo tomarla estando como ahora, le haría
más daño que la última vez, y no soportaría la sensanción tan arrolladora
que me carcomía en ese momento: culpa, arrepentimiento, todo se me juntó
de una manera nunca antes experimentada.
Cierro los ojos lidiando con mi lado sexoso, me sigo limpiando pero
cuando me doy cuenta, ya mi miembro está como una roca y ya no lo estoy
lavando, me estoy masturbando soltando jadeos roncos.
Algo toca mis piernas, unos dedos se pasean por la V de mi cintura y
es ella quien se arrodilló «Verla así es más excitante que presenciar una
orgía». Sbre la boca dejando que mis fluidos le caigan en la cara,
desciendan por sus pechos y se adentren en su boca cuando me corro.
Mentalmente me gravo la imagen y su lengua limpiando sus labios,
mirándome con hambre.
Se pone de pie, deja una mano en mi hombro y la otra sobre la que
tengo sujetando mi verga, su apretón es duro, decidido y sus ojos me invitan
a dejarme llevar por su tacto que no me molesta. Agita la mano de arriba
abajo, consiguiendo que se endurezca más que antes porque ahora la tengo
a solo centímetros de mi cuerpo, mirándome a los ojos y enterrando las
uñas en mi piel.
—Ves que conmigo no te controlas, en lo único que tienes un límite es
en esto, porque te aseguro que puedes estarte muriendo de ganas y estar con
alguien más pero no se te pone así, no te corres en cantidad como lo acabas
de hacer por mí —habla bajito.
Se pasa la lengua por lo labios limpiando los rastros de semen, pero
tiene el pecho y las tetas llenas, el contacto de su mano me quema, sigue
dándome placer y jugando con mis ganas porque se detiene subiéndose
sobre mi cintura y besándome.
La estrello contra la pared, la cantidad de ganas que tengo son
demasiadas, tanto que no sé cómo actuar, mi cabeza se vuelve un desorden
descomunal, las posiciones se me ocurren rápido pero no sé cuál hacer
primero, con ella me pongo así, me descontrolo por querer penetrarla ya,
correrme y volver a sentir lo bien que se siente llenarla de mi.
Su canal es algo fenomenal, me encanta, me vuelve eufórico por
querer darle sin descanso, en todas las posiciones posibles, lamer cada parte
de su piel, pero al final nada es suficiente, quiero más y más y todo eso me
agobia hasta un punto que mis demonios internos se ponen frenéticos, mis
articulaciones se tensan tomándola del cuello, cortando el beso.
—Te haré daño si no te detienes..—la respiración me contrae el pecho.
Estoy demasiado agitado y no ayuda que pase la lengua por mi mejilla,
enterrando los dedos en mi cabello y tirando haciendo que la mire.
—No pasa nada... no lo harás.. .
—Me conozco, estoy al borde y si caigo te llevaré conmigo.
Acerca su rostro, buscando mis labios.
—Te necesito dentro de mí, por favor.— musita en un tono suave y
sexy que me convence.
—Dime si me sobrepaso.
Asiente, se sube un poco y las ganas me envuelven, la lujuria me
absorve, intento llevarla con calma pero en menos de nada la estoy
penetrando, rodeo su cintura con mi brazo, sujeto su nuca con mi otra mano
y mi boca de desliza por la abertura de sus tetas, probando mi semen ligado
con el sabor de su piel.
Las arremetidas me la dejan más adentro, su canal se vuelve un manjar
húmedo y caliente en dónde mi verga se desliza poniéndome a jadear,
chupando sus pezones y tirando de ellos con mordiscos que logran que tire
de mi cabello. Nuestras pieles queman, quiero sentirla más, siento que no
tengo suficiente y por eso la beso, la vuelvo atraer a mi pegándola lo más
que puedo, sus pechos contra mis pectorales y mi mano en el nacimiento de
su cabello.
—Sigue y no te detengas —jadea contra mis labios.
Le doy duro, disfrutando ambos, chupo su labio tirando de el,
apoderandome de esa boquita que es mía o la quemaré si alguien más la
prueba.
—Dime si te duele....—me siento al máximo, pero no quiero
lastimarla, no a ella que se ha vuelto mi vicio, ese que no tenía y ahora
representa mi placer más grande y destructivo, porque acaba con mi
razonamiento, volviéndome dependiente.
—Si así... No pares —echa la cabeza hacia atrás, dándome vía libre
para prenderme de su cuello— Bésame...
Deslizo mis labios por su clavícula, buscando su mejilla, rozando mi
nariz en ella, dejando besos en el proceso.
Quiero más, más. Subo sus piernas en mis antebrazos, deja sus manos
en mis hombros y la penetración es más fuerte, la siento completa y..
—Duele...
Su voz ronca y suave me detiene, no sé cómo pero logra hacerlo y
disminuyo el afán, mirándola a los ojos, sé que quedó débil desde que la
rompí y por eso le doy más lento, disfrutando de su estrechez, una manera
inusual para mí pero que raramente logra darme placer a pesar de no ser lo
que acostumbro.
—¿Así?— chupo su pezón, moviéndome despacio.
—Sí...—susurra casi inaudible, con ese tono mimado.
—¿Sí, qué?
Sigue jadeando, cierra los ojos y por su cara sé que lo disfruta al igual
que yo.
—¿Sí, qué?— repito la pregunta.
—Me gusta, Daddy.
Error, eso me desborda, me manda al abismo porque mis sentidos se
nublan y quiero darle con más fuerza pero hago acopio de mi resistencia,
tomo una bocanada de aire y...
Muevo la cintura no tan de prisa, pero si a un ritmo proporcionalmente
satisfactorio para ambos que nos corremos, los fluidos me empapan las
piernas, su pecho parece un tambor de lo rápido que suena y puedo
escucharlo perfectamente porque mi cabeza cayo en él, el cansancio me
deja en la misma posición y a ella con las manos alrededor de mi cuello.
Puedo correr durante horas y no me agotaría tanto como lo estoy en
este momento que siento que llevo días sin dormir o comer. Al parecer ella
quedó en las mismas condiciones, tengo que sujetarla bien, moviéndome un
poco y abrir la llave dejando que el agua nos empape por un rato.
—¿Podemos quedarnos acostados? Tengo sueño — entierra la cara en
mi cuello— Por favor...
Detesto que me lo diga así porque me hace querer cumplirle los
caprichos.
—Debemos entrenar —la bajo pero no me suelta. Tomo el
acondicionador huntándole el cabello, dejando que mis dedos los masajeen
— Nunca te lo cortes sino quieres tener serios problemas conmigo.
Se aparta un poco, mirándome con una sonrisa.
—¿Te gusta?
—Me excita que es muy diferente.
—A mi me excitan tus tatuajes —sostiene uno de mis brazos, mirando
las calaveras entre fuego— ¿Qué significa éste?
—Referencia a todos los que he asesinado y ahora arden en el infierno.
— contesto diciéndole lo que nadie sabe.
Lo detalla en silencio, como si analizara el significado, pasando el
dedo con una delicadeza lenta y meticulosa hasta que sostiene el otro.
—Fuego, reloj y alambres de púas— comenta haciendo lo mismo que
al otro— Este se ve muy curioso ¿Qué significa?.
Sonrío, ese me gusta más que el otro. Lo hice cuando tuve que matar a
una persona que considere importante.
Me mira, ansiosa por mi respuesta.
—Por toda la mierda que cargo y está atada al infierno en donde me
quemaré cuando muera.
Abre la boca en un gesto de asombro y se da la vuelta, se sostiene el
cabello hacia arriba mostrándome el tatuaje de una luna roja entre nubes
grises.
—El fuego que siempre quemará aunque esté en medio de tinieblas—
pasa el dedo por el, me mira por encima del hombro y sonríe con malicia —
No sé por qué me lo hice, pero le di ese significado y me gustó.
Dejo las manos en su cintura, atrayéndola a mi cuerpo, observo más de
cerca el tatuaje, ese mismo que ha sido participe de mis sueños en noches
anteriores.
—Tu piel no merece ser cubierta con tinta, pero he de admitir que me
gusta como se ve, es elegante, reservado y te queda bien en ese sitio, solo
espero que no tengas la mala idea de tatuarte un brazo entero.
—¿Por qué?— se da la vuelta, una sonrisa curiosa invade sus labios.
Ruedo los ojos y paso por su lado saliendo de la ducha. Suficiente
estúpides por hoy.
—Vístete, vas a entrenar.
No dice nada, y es mejor así. Me alisto y hace lo mismo.
Entramos a una de las salas de prácticas, uno de los maestros nos
espera y tomo asiento a su lado.
—Demostrarás tu capacidad para concentrarte y lidiar con varios
problemas a la vez —le informa a la mujer que le entregan un bō, cinco
sujetos se acercan rodeándola y me preparo para ver el show— Aprenderás
a usar la furia sin que te controle al máximo, una vez la contengas podrás
usarla mejor.
—Debiste haber recibido este entrenamiento ¿O me equivoco? —me
cruzo de brazos, mirándola.
—Sí, obviamente lo aprendí.
—Pero no el mismo, el bōjutsu es más sangriento, te pueden partir una
pierna y no me interpondré. Las técnicas no son las mismas, no las enseñan
en cualquier lugar...
—No la asustes, Herodes, es capaz, puedo sentir su aura y no es
cualquier mujer —me dice Renzo— Solo veamos la demostración.
Me acomodo sobre el pequeño colchón, detesto sentarme en el suelo,
pero aquí es costumbre y no me molesta.
—Pueden comenzar —avisa el monje, encendiendo los inciensos de
relajación que tanto necesité días atrás.
Ella se ve tranquila, sin miedo o afán, se mueve despacio viendo la
cantidad que la rodea, y es que dos se le van encima, retrocede, sus manos
son ágiles con el bō, lo mueve con mucha facilidad.
No dejo de mirarla, mi mente predice los movimientos de los sujetos y
al parecer la de ella se esfuerza por hacerlo ya que en un momento la
rodean, no tiene escapatoria, se bate en duelo con dos al mismo tiempo pero
otro es rápido atacando sus piernas, mandándola al suelo.
Se levanta rápido, con el desagrado invadiendo su rostro, molesta cada
que la interceptan.
—Te siento a punto de colapsar— le dice Renzo, no abre los ojos,
sigue moviendo las manos como si tocara el humo del incienso.
Liga varias técnicas con el bōjutsu, da una voltereta, ataca las costillas
de uno y barre con los pies de otro antes de usar la patada de un
movimiento de karate y... Otro la sorprende con un golpe en el rostro,
dejándola rabiosa.
—No dejes que la ira te consuma, menéjala, sé una con ella, utilízala a
tu favor.
—¡Eso intento!
Esquiva y anticipa los golpes, pero le falta, vence a dos pero los otros
tres la acorralan y debe dar una vuelta usando de soporte la pared, cae
detrás de ellos, el bō queda de lado y usa técnicas distintas para acabarlos
pero le patean el estómago, cae, alzan el bastón para darle de nuevo pero
soy rápido metiéndome en la medio.
—Suficiente.— bramo, mirándolo fijamente.
—Herodes... no puedes interferir, es parte de su preparación— Renzo
me dice lo que ya sé.
Detesto que la toquen, es necesario, pero...
—No te metas, déjame hacerme cargo, no estoy acabada aunque lo
parezca— brama ella, poniéndose de pie.
Vuelvo a mi puesto. El combate se reanuda y me quedo observando
como cae, se levanta, vuelve al suelo pero se levanta con más energía e
ímpetu, demostrando que no se dejará vencer.
—Se parece a ti cuando llegaste aquí por primera vez —me dice
Renzo y no me sorprende que esta vez me mire fijamente— Podría ser una
digna contrincante para ti.
—Lo dudo.
—Un día me venciste, tal vez ella lo haga contigo, quién sabe, el
alumno suele superar al maestro y tú eres el de ella. Le queda por aprender
y afrontar, pero el destino la puso en tu camino por algo.
—Quizás para volverme loco...
Mueve las manos esparciendo el humo, un estruendo llama mi
atención y capto como ella cae de espaldas, adolorida se levanta y sigue.
—Un día te dije que no había nadie igual a ti, creo que me equivoque.
Su sabiduría nunca la he cuestionado, gracias a él puedo encontrarme a
mí mismo, lidiar con mi yo verdadero y las miles de cosas que siempre
tengo encima.
—No está demás avisarte que posee una gran cantidad de odio en su
interior y eso la vuelve impredecible, aunque puede aprender a controlarlo y
tal vez, solo tal vez, pueda estar en tu mismo mundo, eso solo lo dirá el
entrenamiento.
Siento algo de insinuación en sus palabras, no es secreto para nadie
que suelo venir solo, pero esta vez hice una excepción y ahora evito pensar
en lo que intentan decirme.
Termina cojeando, pero sin algo más grave, se para firme y me mira
con esos mismos ojos que pueden hacer estruendos en mi interior.
—Eres el último y lo sabes —me dice Renzo cuando me levanto.
—5 minutos, solo eso necesito para acabarla.
—Mala idea.
—Relájese abuelo, estaré bien— le dice ella.
Renzo se ríe despacio y se pone de pie.
—Entonces iré a tomar agua, no quiero ver esto.
Se va caminando con lentitud, su vejez no es exagerada pero aún así se
mueve despacio. Dos hombres llegan por lo heridos y tomo uno de los bō,
quedando dentro del área en forma de cuadro. El piso es solo madera y por
ello los golpes son más fuertes cuando te derriban.
Muevo los hombros, ansioso porque por primera vez la voy a enfrentar
para ver de lo que es capaz.
—¿Lista?
Sonríe moviendo el bō con mucha agilidad antes de ponerse en
posición de ataque.
—Para ti, siempre— asegura confiada y me voy contra ella
comenzando con el combate sin piedad.
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Osly.
Capítulo 57

_______✧✧Resistencia✧✧________

Venus
Caminé durante horas, no he comido nada, casi me mata de un infarto
con una araña, me aventó al río, me hizo subir mojada por un montón de
rocas, nos lanzamos con una cuerda y caímos entre un montón de ramas que
me lastimaron el brazo.
Este hombre me quiere matar y para colmo, de una manera que no
esperé.
¿Qué hubo de bueno en todo esto?: Que follamos y me gustó tanto que
heme aquí con energía de sobra intentando derribar al pelinegro que se ve
jodidamente sexy con un traje de artes marciales del color de su cabello,
moviéndose con agilidad, anticipando mis golpes y sonriendo divertido
cada que me manda al suelo porque sabe técnicas que yo no.
Me estoy esforzando por grabarme su estilo de combate, Pero es
demasiado rápido y para colmo me lastimaron el muslo hace un rato y
camino mal, eso sin contar que mi brazo duele también.
—Venga, Adler, dame una buena pelea.—se burla extendiendo la
mano para ayudarme a levantar, dudosa la tomo y me pone de pie pero se
gira y me manda al suelo lastimándome la espalda «Le gusta jugar sucio»—
Error número 20: nunca debes bajar la guardia, con nada ni con nadie.
Recupero aire y me pongo de pie. Ataca con el bō pero lo bloqueo, el
último golpe fue en mi trasero y aún me arde horrible.
—Rapidez, agilidad, soltura; muéstrame esas tres cosas y te enseñaré
lo que sé.
Ataca mandado patadas de Taijutsu, complementa con el bastón
dejándome inmóvil, presionando mi cuello con el bō y sus manos
sosteniendolo sin dudar.
—No me decepciones y muéstrame.
Me corta el paso del aire y como medida desesperada me decido por
patearle los testículos, retrocede mirándome furioso pero giro alzando la
pierna, aún con el dolor se pone alerta y mi pie impacta en su pecho
mandándolo hacia atrás.
—Ya lo estoy haciendo como quieras —me deslizo por debajo de sus
piernas, rápido me reincorporo mostrándole agilidad; subiéndome sobre su
cuello, maniobro mandándolo al piso— ¿Te gusta así?
Su resistencia es impresionante, no lo niego, pero le muestro la mía
yéndome contra él, en un combate cuerpo a cuerpo, sin bō y mostrándole
como puedo bloquear sus movimientos basándome en su dolor en la
entrepierna. Su altura es más que la mía
—¿Te duele? —me burlo, atacando con palmadas que intercepta con
las suyas.
—Más te dolerá la tanda de azotes que te daré por tramposa.
—¿Estamos hablando de trampa? ¿Es enserio? Tú llevas ratos jugando
sucio, debía cobrarme al menos una ¿O no puedo?.
Sus brazos me aprisionan y siento su erección contra mi espalda baja.
Pasa la lengua por el lóbulo de mi oreja, erizándome y fundiendo el calor
que emanan ambos cuerpos.
—Sí puedes, todo sea porque no te dejes patear ese culo —risueño
muerde mi oreja— El único que puede dejarlo rojo soy yo.
Lo mando al suelo con una voltereta pero el muy idiota me lleva con él
y quedo entre sus brazos, siendo prisionera de su fuerza una vez más.
—No me vences porque no atacas con todo, crees que me lastimarás y
no quieres eso, te gusto tanto como para querer hacerme daño— susurra.
Suelto una carcajada agria.
—Deja de decir estupideces.—espeto— Lo dices como si estuviera
enamorada como una tonta.
—¿Y no es eso? Yo creo que sí.
Me libero como puedo, su sonrisa aparece como un misil lleno de
veneno y la mirada despectiva que me enciende poniéndome a mil por
segundo.
Busco el bō y me olvido de todo, la ira me quiere nublar la vista pero
el olor a incienso no lo permite y no sé cómo pero me concentro, consigo
una buena alineación con los pies y calibro la respiración a un modo
tranquilo que me permita cansarme menos pero si moverme más rápido y
contraatacar dándole una pelea a la par.
No se detiene, yo tampoco, creo que llevamos dos horas aquí y no
flaqueo, no lo hice antes y no lo haré en frente de él. Mi pantorrilla impacta
en su brazo cuando se cubre, giro y mando un rodillazo que aparta, me
muevo rápido, contengo la respiración y espero su ataque, lo freno, suelto a
reír y consigo darle un puñetazo en la mejilla.
—Eres la última persona de la que me querría enamorar, eso no
sucederá ni siquiera en la otra vida —le aseguro, bloqueando los ataques
que manda—, Grábate eso.
Se ríe de nuevo de esa manera que detesto porque lo hace a modo de
burla, como si yo fuera una mentirosa y él, un sabelotodo.
—Entonces dime por qué me miras diferente cada que te follo —sigue
atacando, agitado— Dime por qué te comportas diferente cada que estamos
en la intimidad, dime por qué mencionas mi nombre cuando duermes,
dímelo, Adler, confiesa y no te lo volveré a sacar en cara.
Aprieto la mandíbula, me muevo rápido, ataco y su bastón sale a volar,
con el mío lo acorralo contra la pared aunque tenga que medio alzarme,
pero lo miro directamente a los ojos, queriendo matarlo por preguntar tantas
estupideces.
—Odio, es lo único que siento por ti, el amor está muy lejos, el día que
lo sienta, yo misma me encargaré de matarlo porque no puede ser.— le dejo
claro.
Me aparto, uno de sus golpes dió en mi muslo y debo tener un
hematoma horrible. Por suerte no fue la pierna que había recibido aquel
disparo.
—¿Terminaron? —aparece el monje que nos recibió, me mira
ensanchando la sonrisa— Sigues viva, entonces si eres digna.
Frunzo las cejas confundida, estoy por preguntarle qué quiere decir
con eso pero Herodes pasa por mi lado, yéndose no sé a dónde.
Me sostengo la pierna, me duele y arde.
—Ven, te curaremos para el siguiente entrenamiento. También debes
comer algo —mueve la mano para que me acerque y lo hago—. Eres muy
hermosa, Venus. Tienes mucho talento para las artes marciales, lo sé porque
ninguno de mis aprendices es tan bueno como Herodes y tú pudiste
mantener un combate por dos horas con él, bravo, felicidades. Estás lista
para lo siguiente.
—Solo sé que estoy lista para comer, muero de hambre, señor....— lo
miro queriendo saber su nombre.
—Renzo, llámame así.
—Señor Renzo, quiero comer algo y ponerme hielo en el golpe,
¿Puedo?.
Asiente despacio. Cruzamos unas puertas dobles y Yuriko es quien nos
recibe apresurándose a mi sitio a verme.
—¿Estás herida?
—Nada grave —tomo asiento en la camilla que está en el centro.
Estoy como en una habitación repleta de velas, en el techo no hay más
que espejos y me recuesto a petición de la asiática, controlando mi
respiración, estoy agitada aún, algo cansada.
Renzo se va, me asegura que ya me traerán algo de comer y con ayuda
de Yuriko me saco la ropa quedando en bragas y brasier deportivo.
Mi muslo está rojo, una mezcla entre verde y morado que se ve
horrible en mi piel marfileña, pero ni siquiera eso se lleva mi atención ya
que sigo pensando en lo que me dijo y lo que le respondí.
—Dime si te duele —me pide y recién me doy cuenta que me aplicó
algo y procederá a retirarlo.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que doy la impresión de andar
en otro mundo.
—Hasta aquí se escuchó —comenta ante mi silencio, como si leyera lo
que estoy pensando.
Suspiro profundo. Ni siquiera noté si en ese momento se lo grité o solo
lo dije.
—Él me estresa, siempre estamos peleando y es tonto porque..—me
paso las manos por el cabello.
—No te preocupes, es normal entre dos personas como ustedes, ambos
tienen almas oscuras, corazones indomables y temple de un acero muy
fuerte que no se rompe así nada más.
—Somos demasiado diferentes. —toco mi pecho, sintiendo los latidos
acelerados de mi corazón: gracias a la ira que siento— Es muy difícil no
terminar en discordia, es imposible mejor dicho.
—Te siento agobiada por eso, ¿Tanto te afecta que terminen molestos?.
—Sí.. no.. ¡No! En realidad no. Es solo que...—se me sale un pequeño
jadeo de frustración.
Ni siquiera sé qué es lo que siento.
Yuriko suelta una risita baja como si entendiera la situación más que
yo misma.
—Diferentes, pero tan iguales al mismo tiempo, —comenta como si no
fuera conmigo pero debiera escuchar, analizar y pensar— Eso son Venus y
Herodes: seres que colisionan a la perfección pero no saben cómo lidiar con
ello gracias a sus pasados y los obstáculos del presente, sin contar los del
futuro...
«Colisionamos», eso solemos hacer cada que estamos a solas, pero
impactamos trágicamente cuando abro los ojos o él se da cuenta de que nos
estamos sobrepasando. A mí no debería molestarme, es lo que quería desde
un principio, pero ahora...
¡Hahahaha, aiudaaaa son tantas emociones que ni sabía que podía
sentir!
Se pone de pie, se encamina hasta la mesa de una esquina y...
—Ustedes se gustan, pero jamás lo dirán. No le temen a nada, pero si
al sentimiento que despertaron y no aceptan porque no puede ser y es
prohibido —lo dice fuerte y claro, que mi cabeza intenta no pensar en ello
pero se devuelve mirándome fijamente, con ojos acusatorios—. Debes dejar
el pasado atrás, tienes mucho odio en tu corazón y temo porque te destruya
solo a ti.
La miro mal. Algo punza en mi pecho y cierro los ojos procesando lo
que dijo, no lo acepto porque no es así, no será así.
—No tienes ni puta idea de lo que he tenido que pasar, no me importa
si el odio me destruye, pero me aseguraré de que también lo haga con los
que deseo en el suelo y lamiéndome los pies— sentencio con firmeza.
Nadie me conoce, no acepto que me juzguen o me digan lo que debo
hacer porque yo no decido por nadie y nadie debe hacerlo por mí.
—Venus...
—Solo cúrame y no vuelvas a decir nada de eso, por favor Yuriko, me
agradas y no quiero que tu boca me haga sentir lo contrario.—espeto.
Suspira, derrotada, guarda silencio y procede a encargarse del golpe.
Me aplica algo caliente, quema mi piel, pero por un momento alivia el
golpe. Masajea suavemente, me pide que aguante y no es necesario hacerlo,
esto no es nada comparado con el dolor que un día sentí y sigue en mi alma
porque nada lo borrará.
Sigo pensando en Herodes, el momento en el baño, lo de hace unos
minutos y todo lo que nos hemos recalcado desde que nos acostamos.
—Listo, come algo —me pide dejando pasar al aprendis que trae una
bandeja.
Tomo asiento en el pequeño sofá de al lado, tengo tres platos, uno con
fruta picada otro con bistec en una salsa extraña y pasta, sabe bien al igual
que el plato de ramen. Me devoro todo, tenía hambre y esto me sirve para
recomponerme.
La asiática se va por un momento y vuelve con la Yukata que me había
mostrado en la casa de Katashi.
—Úsala, te llevaré a un lugar relajante que te gustará.
—Espero que no esté el petulante de Herodes —sorbo lo último del
jugo.
—No puedes llevar nada debajo.—explica— Ahora vuelvo, no te
tardes.
No me gusta el estilo japonés, no tengo nada en contra, pero uso la
Yukata y me gusta como se ve, es cómoda, deja mi cuerpo libre y podría
correr, sentirme desnuda y libre.
Me acomodo el cabello en una coleta, Yuriko se tarda y me paseo por
la habitación detallando la arquitectura, la cantidad de velas y la pequeña
estatua de un tigre con forma de puma.
De momento me acuerdo de Dimitri y me pregunto qué puede estar
haciendo «Tal vez comiéndose una de las empleadas de la casa», lastima
por quién se quedó encargado de su cuidado, porque es un animal que no se
lleva bien con cualquiera, tiene un genio igual que al de su dueño.
—Andando.—Yuriko regresa.
Salgo con ella, tomamos un camino completamente diferente al de
hace un rato, salimos por una puerta, atravesando un lindo jardín adornado
con faroles, la luna está hermosa, su luz cubre todo los árboles y me pierdo
mirando lo grande que se ve hasta que cruzamos un puente y llegamos a un
pequeño lago con función de jacuzzi, piscina o algo así, en las orillas tiene
velas encendidas al igual que algunos inciensos que impregnan el ambiente
de ese aroma tranquilizante.
—Se dice desde hace muchísimos años que esta agua es sagrada —
relata cuando nos detenemos—, Entrar conlleva enfrentarte a ti mismo,
intentar controlar la maldad y el lado bueno que habita en el ser humano,
calibrando ambos hasta que puedas tener absoluto control de ti misma, es
necesario en alguien que guarda tanto odio dentro, controla tus monstruos
internos y no te destruirán tu humanidad.
—¿Funciona? Si entro ¿saldré renovada?
Asiente, afirmando.
—Puedes salir cuando te sientas lista, mientras tanto, disfruta porque
puede ser de noche y aún así estará tibia porque los rayos del sol perduran
hasta que amanece y vuelven.—termina.
—Supongo no entraré con ropa, no me hago responsable si alguien me
mira y le saco un diente por invadir mi ritual de renovación espiritual —le
recalco.
—Tranquila, lo menos que debes es estar estresada. Entra y
despreocúpate de todo.
Me encojo de hombros aceptando, miro el agua, la luna se refleja en
ella y las luces de las velas hacen parecer que me sumergiré en fuego.
Voy a decir algo pero me doy cuenta de que me dejó sola. Procedo a
despojarme de la Yukata, me detengo en la borde de las pequeñas escaleras,
adentro los pies, cierro los ojos porque parece un jacuzzi de esos que
burbujean el agua caliente, se siente tan bien que de seguro no querré
salirme.
Me paso las manos por el cabello viendo hacia el cielo. No supero lo
grande que se ve la luna, parece que la tengo a pocos metros sobre mí,
mirando mi desnudes y cubriéndola con su luz.
Tomo varias bocanadas de aire, no quiero pensar en lo que no debo,
pero fallo y trato de analizar y darme respuestas que ayuden a mi estrés.
Me adentro del todo, sumergiéndome por completo; dejando que el
agua apague mis instintos, calme mis monstruos y relaje mis músculos.
El espacio me permite nadar un poco, de regreso me quedo boca
arriba, respirando despacio, dejando que el clima de la noche me erice los
pezones y me acaricie hasta que...
Unas manos se deslizan por mis brazos, acariciando despacio,
quemándome con el contacto, quisiera alejarme pero el ambiente, el agua,
el clima y mi mente no quieren que me prive de dejar de recibir sus caricias,
aunque sé que sigo molesta, posiblemente sin ningúna razón.
Pero me gusta cuando me toca e instintivamente y sin controlarlo, me
pego hacia él, quedando entre sus brazos apoyando la cabeza en su hombro,
mirando sus labios rosáceos, perfectamente delgados pero semi carnosos.
No dice nada, sigue masajeando mis hombros, relajándome a la vez
que muerde el lóbulo de mi oreja, volviendo el momento algo extraño
porque no parece algo que suela hacer él o yo, y erótico porque sus dientes
tiran de mi carne avivando mi entrepierna. Pero me siento tan en paz que no
quiero alejarme, extrañamente me siento bien.
—No creo que sea prudente profanar estas aguas benditas y sagradas,
así que no me tientes, pero no te apartes, sigue dándome masaje, eres bueno
en eso.
—¿En qué no lo soy? —Inquiere con arrogancia.
Y es cierto, aún no conozco algo que no le salga bien. Sabe liderar un
imperio criminal, crear armas, llevar muchas empresas, fornicar, cocinar...
Y muchas cosas que se me olvidan porque su calor es muy adictivo y su
porte le añade esa sensación de estar entre un monstruo de brazos fuertes,
nada comparado con el mío que pase a no ser de estatura tan baja, no le
hago justicia.
—Creo que esta agua si renueva a las personas.— comento recordando
lo que me dijo Yuriko.
—¿Por qué lo dices? ¿Ya te sientes menos impredecible?.
Ruedo los ojos. El momento es tan peculiar que no deseo dañarlo y si
él lo hace, le daré con un tubo en la cabeza o lo ahogaré.
—Lo digo porque henos aquí básicamente abrazados, mirando la luna,
mientras limpiamos nuestras almas, viéndonos como una pareja algo cursi y
muy adicta al sexo Graciosamente me siento extraña —una risita divertida
escapa de mis labios—, Nunca antes había experimentado algo así.
—No hables solo por ti, me siento como un pendejo escupe flechas de
amor.
—Nos sentimos así, pero... No he de negar que tus brazos se sienten
como una cueva reconfortante. No dejes de ejercitarte, eres jodidamente
rico, sexy y grande, la fantasía de toda mujer— las palabras salen de mi
boca como un petardo.
Tengo que morderme la lengua porque su risita ronca me dice que
acabo de cagarla.
—Ay, Venus....
—Olvídalo, no dije nada de eso.
—Descuida, fuiste sincera, eso me agrada en una persona, las mentiras
no van conmigo.
"Las mentiras no van conmigo", sus palabras se repiten en mi cabeza y
giro el rostro buscando sus hermosos ojos pero no me mira, está tan
concentrado en la luna que al parecer a ella le gusta el semental que la
observa ya que su luz le sienta de maravilla a su rostro, cabello y ojos.
—Herodes..—lo llamo perdida en su belleza varonil.
Clava sus ojos en mí, prestándome la atención que solo él puede darme
de una manera tan...
—¿Umh?
—¿Qué pacto hizo tu familia para que seas el Blackwood más
hermoso?
Mi pregunta desata su risa, una que muy poco veo o escucho porque es
divertida, sin nada de burla, odiosidad o amargura y la cual logra derretir mi
cuerpo.
—¿Enserio acabas de preguntar eso? —vuelve a reírse y sin pensarlo,
tomándome desprevenida, envuelve sus manos en mi torso, pegándome a su
pecho y la cercanía es tanta que acelera mi pulso— Eres un caso
peculiarmente gracioso y raro. Haces unas preguntas de lo más locas.
Se ríe otra vez, desatando mi risa también porque lo sé, pregunto
mucho.
—Soy muy curiosa y créeme que me gusta saber sobre ti, eres un libro
que quisiera leer hasta el final para saber absolutamente todo, el misterio
que emanas me atrae —confieso, dejando las manos sobre las suyas.
—No querrás llegar hasta ese final. Además no será algo que permita.
—Siempre tan cerrado, distante y odioso.
Acaricia mis hombros y vuelvo la vista a la luna. El silencio nos toma,
no me muevo, disfruto del masaje que reciben mis hombros y de la fricción
que ejercen su erección en mi trasero.
—A veces me pregunto por qué no me matas y te dejas de tanto rodeo
—comenta de repente y me giro mirándolo «Oí mal, tal vez fue eso».
—¿Exquiusmi?
Me rodea de nuevo pero con un brazo, el disponible se asegura de
sujetarme el cuello con la mano para que no pierda el contacto visual.
—La mayoría de las veces me dices que me matarás, ¿Por qué no lo
haces de una vez?.
—No sería tan fácil, y lo digo hipotéticamente— replico.
—Te aseguro que cuando pierdas los estribos y lo intentes,
terminaremos follando y lo menos que harás será matarme.
—Tú siempre pensando en sexo..
—¿Y tú no?
Pasa las lengua por mis labios, acelerándome la respiración con el olor
a chicle y tabaco que desprende.
—Solo cuando estoy contigo o te tengo cerca— contesto.
El brazo que me rodeaba, desaparece porque usa esa mano para llegar
hasta mi abdomen, descendiendo despacio, causándome contracciones
indescriptibles en la zona baja de la pelvis.
—¿Ah, sí?
Asiento automáticamente, afirmando. Llega hasta mis pliegues, pasa
un dedo por el medio separando y son mis piernas las que se abren dándole
la bienvenida, queriendo más contacto.
—Herodes...
—¿Umh?
—Tócame bien, no me tortures así.
Muerde el lóbulo de mi oreja desatando el excite máximo en mi
vagina.
—Cabe recordarte que habíamos apostado en quién sería el primero en
buscar al otro y perdiste cuando te me arrodillaste en el baño y me
masturbaste después —susurra despacio.
Diosito, me quiere matar.
—Déjate de juegos, tu acabas de perder aquí y ahora que me estás
tocando.
—Ja. Pero la primera fuiste tú.
Mi cuerpo reacciona, no puedo esperar más, no resisto más. Me giro
tomándolo del cuello, atrayendo su boca hasta la mía.
—Bésame y cállate.
Me suelta, apoya las manos en el borde impulsándose y sentándose
antes de tomarme por la cintura y subirme sobre su regazo, dejándome de
frente, buscando como besarlo y corresponde.
Su lengua busca la mía y el beso es más que suficiente para mojarme,
porque me alzo, sostengo su erección dejándola en mi entrada, bajando
poco a poco disfrutando de como se siente cuando entra llenándome
completa porque es tan grande y gruesa que duele pero puedo soportarlo
hasta que deja sus manos en mi cintura, haciendo que me mueva y lo hago.
Rápido y en sincronía, muevo las caderas de atrás hacia delante,
consiguiendo que entierre los dedos en mi trasero, estrujando con fuerza. Y
tales acciones siempre la hace en el momento justo, es como si yo le hablara
con mi cuerpo y el entendiera, respondiendo como mi cabeza lo pide muy
en el fondo.
Me aferro a sus hombros, enterrando el rostro en su cuello, disfrutando
de su aroma. En momentos como estos, aprovecho para tocar su pecho
porque no se niega, me deja, sigue perdido en el placer que nos damos y
paseo las palmas por sus pectolares, sus brazos fuertes y grandes.
Me toma del nacimiento del cabello y miro sus ojos oscurecidos con
esa chispa de perversidad y lascivia con la que me mira atentamente. Y el
momento se vuelve distinto, mejor que el del baño porque soy yo la que se
mueve dándonos placer, puedo tocarlo, tirar de su cabello y besarlo como
quiero porque me lo permite, estamos tan absortos de todo lo demás que lo
empujo haciendo que se acueste y echo la cabeza hacia atrás, su palma se
sostiene de mi cintura y otra de uno de mis pechos.
—Mierda... esto es una jodida tortura —me magrea como quiere—
Maldición..
Me inclino buscando sus labios, besándolo bajo el embrujo que siento
encima porque el agua debía renovar mi alma, atrapar en una esquina todos
mis monstruos pero los encerró en la misma parte en la que él tiene sus
demonios.
Me rodea con sus brazos pegándome a su pecho, sostiene mi cabello
dejando mis labios sobre los suyos, sus ojos clavados en los míos,
dejándome claro que lo que siento con él, no lo sentiré con nadie más y el
sexo me lo está demostrando de muchas formas inimaginables.
—Eres mía, preciosa. Que arda el mundo con el infierno que traemos
porque no te soltaré y arrasaremos con todo lo que quiera ser un obstáculo...
Susurra a la vez que se corre llenándome de él y desatando mi
orgasmo, caigo sobre su pecho sintiendo su respiración agitada y los latidos
acelerados de su corazón o tal vez es el mío, no lo sé, estoy tan desorientada
y agitada que ya no sé qué es real en este momento.
Mi garganta duele, estoy demasiado agitada que debo pasar saliva.
—Acabamos de firmar el amarre, Herodes, y tengo la sensación de que
nos acabamos de condenar— musito.
—Que más da, ya está hecho.
Su tono me deja claro que le vale mierdas si desatamos el Apocalipsis
y no le digo nada, estoy agotada y me quedo en su pecho pasando la
sensación del orgasmo, bajo la luz de la luna, al lado del estanque, rodeados
de velas, el aire fresco y el olor de la vegetación que hace que mi cabeza se
grave la imagen de como debemos vernos en este momento.
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Puntito aquí si en este capítulo no parecen el Alpha y la mercenaria.

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 58

_______✧✧Dudas✧✧__________

Megan
Dos días después, Montreal.
Hace casi dos semanas que mi novio se fue no sé a dónde, pero anda
desaparecido y Mario no me quiere dar su ubicación ni cuando le digo que
los Blackwood están en su casa, intentando tener una reunión con él.
Pero no da ni señales de humo y soy yo la que debe aguantar las
molestia que emanan todos. No les gusta esperar.
Los comprendo, papá me contó que la mafia rusa anda de renegada
haciendo locuras y que el causante de eso es el futuro heredero del clan. Su
madre trata de arreglar lo que ocasiona pero no es mucho lo que hace
porque siguen buscando ganarse el exterminio.
—Llámalo, a mi no me contesta— me dice Dwayne.
—Eso trato pero...
—No ves que tu hijo no le da explicaciones a tu nuera. —le dice
Elyana, al borde del estrés.
Vino con su esposo Loukas y su hija Dayana quien está próxima a
cumplir los 18 años y deberá tomar sus obligaciones en la familia.
—No nos pongamos insoportables, conservemos la calma —habla
Kaleb, poniéndose de pie, su esposa Selena lo respalda.
—Papá, mejor no digas eso.—le sugiere Ksel
—Herodes debe estar haciendo algo muy importante como para
haberse desaparecido.
—Tal vez, pero debería atender el puto teléfono, sabe que estamos en
días delicados y se desaparece así no más— replica mi suegro.
—Si nos molestamos no vamos a llegar a nada— interviene de nuevo
Ksel.
—Esto es tu culpa —le reclama su hermano.
—¿Mía?
—Sí, sino hubieras rechazado al ruso, no estaría queriendo desligarse
de los acuerdos entre mafias...
—¡Es un maldito enfermo!, Ve y dale una cita tú.
—Chicos, no discutan...—se mete Amber.
—Entonces dile que se deje de decir mariconadas.—enfurece.
—Aquí la culpa no es de nadie, Braden Marakov no debería estar
haciendo tonterías, no sé que pretende, muchos querrán exterminarlo si se
mete en sus límites— alega Elyana.
—Eso o lo dejan porque les vende droga a buen precio —increpa
Lucinda, no le gustan estas reuniones pero eso no significa que no deba
estar.
Por mi parte no hablo, sigo marcando el número del Alpha pero no
contesta y me preocupa que le haya pasado algo. Aunque debería sacar eso
de mi cabeza, de haber sido así ya nos habríamos enterado.
Todos estamos reunidos en la sala de juntas, es una reunión delicada y
aún así deben estar las parejas de Elyana y Kaleb que hacen parte de
momentos como estos por estar casados con dos Blackwood.
—Yo me serviré un poco de whisky, es necesario en este momento.—
Jayden se pone de pie— ¿Alguien quiere?
—Yo.— afirman Dwayne, su padre y Selena.
Camino de aquí para allá, llena de sensaciones extrañas, con una
presión en el pecho, algo así como un mal presentimiento latente que
empeora cuando Mario llega con el escuadrón a excepción de la pelirroja lo
cual me enciende las alertas poniéndome a la defensiva, pensando cosas
absurdas que... «Estoy paranoica».
—Por fin llegas, ¿Dónde está mi hijo?— inquiere Lucinda
abordándolo.
—La última vez lo dejamos en Sídney, del resto no sé— se adelanta
Giovanny cuando entra de último.
Me paso las manos por el cabello captando a la rubia que me mira
como intentando decirme algo.
—Me retiro por un momento— aviso.
Con la mirada le digo que me siga, la pelinegra nos mira por un
momento al igual que la morena pero me importa una mierda, necesito que
me informe y por ello me la llevo al comedor porque el estudio de mi novio
está cerrado al igual que su habitación.
Tomo asiento y hace lo mismo.
—¿Dónde está?
—Eso no lo sé, solo sé que se había quedado en Sídney con Venus, la
estúpida estaba delicada de salud.
Se quedó cuidándols, repite mi subconsciente pero es demasiado
absurdo pensar en eso.
—¿Sólo con ella?
—Y sus guardaespaldas personales, desde hace una semana y algo, no
lo sé, nosotros nos trasladamos a distintos puntos y henos aquí esperando
por él.—contesta.
Suspiro frustrada. Esa mujer se ha vuelto el dolor de cabeza que no era
Herodes.
—Despreocúpate, andaba de puta con el señor Jayden, y no la he visto
en algo extraño con tú novio —me dice.
Eso me tranquiliza un poco, pero no quita lo que me carcome en el
pecho, inquietandome.
—No dejes de vigilarla, algo me da mala espina.
—Entendido, algo me dice que encontraré algo contundente que
contarte, sino es que lo ves con tus propios ojos— se pasea de aquí para
allá.
—Si es que hay algo que ver.
—El instinto de una mujer no se equivoca y si sientes algo es porque
no es solo intuición —se me acerca—. Solo le aconsejo que tome su puesto
como su novia, trate de ir con él hasta para el baño si a de ser necesario.
Es casi imposible, detesta la cercanía o que lo abrumen.
—Enola...—una vos la aparta, es la pelinegra quien entra.
—¿Qué?
—Tenemos orden de organizar el viaje de la familia a la casa de la isla,
así que muévete.
La rubia me mira y susurra.
—No pierda de ir, las cosas están delicadas y por eso la familia debe
estar en un mismo punto, usted pertenece a ella.—me dice antes de irse.
La pelinegra la mira mal y espera que salga. Ambas se van y quedo
mirando la madera de la mesa.
Regreso a la sala de juntas, casi todos están hablando por sus
teléfonos, se nota que suspenderán reuniones, juntas, conferencias y todo lo
que en sus otras vidas los mantienen ocupados. Lucinda no se ve muy
contenta, Ksel y Amber menos, las tres deberían estar en Londres por la
marca de ropa pero no pueden irse.
Yo debía volver a Toronto, la empresa de papá require mi presencia,
sin embargo, no podré y por ello llamo a mi asistente para que me cubra,
llevaré mi laptop conmigo y podré asistir por una video conferencia.
Llamo a Tracy para avisarle que no podré ir a la cena que había
organizado mamá y en donde nos visitarían algunos parientes.
Debo moverme con los Blackwood. Subo a mi habitación, una
empleada me ayuda con mi equipaje, dos de mis guardaespaldas lo suben a
la camioneta que abordo con mi cuñada, Ksel, Jayden y Dayana la hija de
Elyana, no le agrado mucho, mejor dicho "nada".
Todos abordamos el mismo jet con algunos escoltas, uno de cada
miembro que vino, los demás se irán en el segundo jet y son horas de
camino. Todos se ven molestos y no sé por quéue miran tanto a la pelinegra
que llevo al lado, entendí que ella rechazó al ruso que está ocasionando
problemas, quizás hay algo más delicado detrás de todo eso.
La azafata provee bebida y comida para el resto del viaje. Me duele la
espalda pero eso no quita lo que llevo pensando desde que pisé Montreal y
ahora la pista en la dichosa isla en donde a pocos metros se ve una gran
mansión, no hay más que vegetación y playa. El olor debería ser relajante,
estamos a miles de kilómetros, fuera de la civilización y siendo escoltados
por los hombres que cuidan la casa y los que acaban de llegar con nosotros,
sin contar que los demás vienen en camino.
Nos traen dos carritos de golf y con eso nos trasladamos a la casa,
desde aquí puedo ver un extenso campo de golf, dos canchas, una enorme
piscina en el jardín trasero de la y lujos por todos lados. Es mi primera vez
aquí y no me llevo una mala impresión, los Blackwood son tan soberbios
que nada puede ser simple, la humildad no está en sus diccionarios y queda
demostrado al entrar a la gigantesca mansión; el olor a caoba es delicioso,
la decoración playera y las empleadas forman una fila guardando respeto.
—Su patrón vendrá pasado mañana, no por eso van a tratar menos a su
familia porque no me hago responsable de lo que les puedan hacer por un
acto de incompetencia.—les avisa Mario.
A cada quien lo guía una empleada a su habitación. Quisiera alardear
que me quedaré en la del Alpha pero sería mentir. La casa tiene más de 30
habitaciones sin contar la del personal. La mía es cómoda, con vista al mar,
a pesar de que anocheció hace ratos, desde aquí puedo ver claramente el
muelle en donde diviso dos yates y un gran navío como los que suele usar la
milicia.
Aprovecho para ducharme, visto una braga corta y una camisa de
tirantes debajo, es informal, casual y muy cómodo, algo que no suelo usar,
pero pese a mi estilo elegante no me molesta, estaré aquí no sé por cuánto
tiempo y debo ponerme a trabajar aunque sean las 2 de la mañana.
Tocan la puerta y Jayden entra con shorts cortos y sin camisa, solo una
toalla alrededor de su cuello.
—Iremos a la piscina, ¿Quieres ir?.
—¿A quiénes te refieres?.
Rueda los ojos como diciendo "es obvio, dah".
—Ksel, Amber y Dayana. Ya deben estarnos esperando.
—¿A esta hora?
—Ninguno apetece ir a dormir, usaremos el tiempo como unas
pequeñas vacaciones, ¿para qué no aprovechar?, ponte un bikini y baja —
busca la puerta y carraspeo, deteniéndolo
—¿Algo que quieras decir?
Dudo, al final me arrepiento y niego.
—No me meteré a la piscina, tengo trabajo por hacer. Solo me sentaré
en una tumbona.
Se encoje de hombros, confirmando que le da igual.
—Como quieras, sólo no te tardes.
Sale y busco mi laptop, mi libreta donde agendo cosas importantes y
salgo. Creo que somos los únicos despiertos porque no me encuentro a
nadie más de camino hasta la parte trasera de la casa.
—¡Hasta que llegas mujer!— exclama Amber desde el trampolín
desde donde se lanza dando una voltereta y recién recuerdo que uno de sus
pasatiempos es la natación.
—Creí que dormías —habla Ksel con ese típico tono de fastidio y
tranquilidad que tiene ella y su hermano.
—Aquí estoy, debo trabajar— tomo asiento en la misma mesa, me
extiende una bolsa.
—¿Papitas?
La recibo, tengo hambre pero no de comida, sin embargo, una
empleada llega y trae bocadillos que tal vez ellos pidieron, el apetito se me
abre, y no puedo evitar pellizcar.
—¡Dayana! —grita Amber y veo a la pelinegra que llega con el
cabello húmedo y una pelota de voleibol playero— ¡Aquí!
Dos sujetos las ayudan con la red que divide la piscina. La pelinegra
no me mira pero de vez en cuando lo hace, no sé por qué no le agrado.
Todos entran al agua, Ksel termina haciéndolo gracias a las insistencias de
su hermano quien juega excelente. Los minutos pasan y veo el partido, el
trabajo lo dejo de lado por un momento al ver a los hermanos pelear en el
agua, mi cuñada interviene, Dayana la ayuda y el escándalo es tanto que no
parecen Blackwood porque por insoportables que sean; ellos sabes
divertirse y pasarla bien.
Mi risa se desata porque todas le caen encima a Jayden quien se queja
de que lo están arañando, alega que tiene una sesión de fotos en estos días,
sin embargo ellas no le prestan atención, tiran de su cabello, lo hunden y
por un momento quiero morirme porque no sé cómo rayos pero le sacan el
boxer y...
Diosito perdóname pero no puedo dejar de ver el animal que tiene ahí
abajo, es tan... Blackwood tenía que ser ¿Todos lo tendrán así?. Aparto la
mirada pero las risas me hacen volver a ver, el coqueto modelo sale de la
piscina dándoles una mirada fulminante que me eriza los vellos porque si
algo hacen esos ojos azules: son doblegar y llenar de temor.
Se me acerca, coje una toalla y por Dios que quiero tener poderes
telepáticos para que Tracy vea el panorama que tengo en frente.
—¡Jayden!— la vos de Selena retumba en el lugar al igual que sus
pasos— ¿Qué haces sin ropa? ¡Por el amor a Dios, cúbrete!.
Su hijo suelta una risa amarga, sabe lo que tiene y no se avergüenza de
mostrarlo.
—Deja de gritarme y échale la culpa a esas inmaduras.—señala la
piscina dónde las tres chicas miran a otro lado fingiendo que no es con ellas
— Sí, háganse las locas, esta me la van a pagar y yo sé como.
Furioso se va, mostrando sus posaderas porque ni siquiera se cubre.
Su hija se apoya en el borde mirándola.
—¿Vienes a arruinar la diversión?
Y así empiezan.
—Ksel... Más respeto que soy tu madre...
—Es cierto —se impulsa, saliendo— Siempre estás encima de
nosotros intentando que seamos perfectos, déjanos ser, ¡ya somos mayores
de edad e independientes, joder!.
Siento vergüenza por estar presenciando esto, miro a Amber quien con
la mirada me grita que no les preste atención porque su tía es así.
—Ksel...— la llama pero la pelinegra toma una toalla y su teléfono,
yéndose— ¡Ksel!
—Creo que sería mejor dejar que se calme— le recomiendo, ojalá no
me mande a la mierda.
Me mira, suspira y se va como vino, molesta y amargada. Se nota la
buena relación que tiene con sus hijos. Aunque no la culpo, lidiar con ellos
debe ser una tarea difícil tomando en cuenta los genes que llevan.
Quedo sola con mi cuñada y Dayana, la primera sale del agua y no
dice nada sobre lo que acaba de pasar, comienza a comer mientras revisa su
teléfono, la segunda no sale del agua y cuando lo hace, se acuesta en la
tumbona de en frente.
—Disculpa que lo diga pero; en esta familia no hay un momento sin
discordias, veneno o roces.— susurro para las dos.
—Eso es normal, cuando te cases con mi hermano lo entenderás o
simplemente aprenderás a vivir así.
No creo que sea tan difícil, cuando papá y mamá comenzaron a
discutir diariamente ya se iba haciendo costumbre para mí y Tracy.
—Iré a dormir, Amber— avisa Dayana, acercándose por su toalla y
teléfono— Recuerda que mañana haremos ejercicios y jugaremos al tennis.
—Si me levanto temprano.
—Iré arrojarte un balde de agua fría.— se va.
—Te mato si haces eso.
—Como digas.—Nos deja solas.
Por un momento me quedo pensando, sería un momento perfecto para
preguntarle por su hermano, pero no sabe de él y no es como si en la niñez
compartieron mucho, siempre estaban en sitios diferentes gracias a sus
padres «La vida del rico, viajes y más viajes».
El silencio es incómodo, me dispongo a seguir con mi trabajo hasta
que el cansancio me vence, me despido y me voy a mi habitación después
de hacer algo, al llegar le marco al desaparecido pero no contesta.
Me acuesto y dejo que el sueño llegue, despierto a las 9 de la mañana y
me voy al comedor por algo de comer pero solo me encuentro a Mario y a
Dwayne. Claramente muchos deben haberse despertado temprano y no es
como si les guste estar en un mismo lugar.
Mi suegro se levanta a hablar por teléfono y tomo asiento al lado
castaño con aroma varonil, tiene el cabello húmedo, viste vaqueros, camisa
ceñida beige, lleva armas en los sujetadores de los muslos, sostiene una
tablet que maneja «Como siempre que lo veo».
—Buenos días. Creí que serías la última en despertar —me habla.
¿Acaba de hablarme? A veces creo que no le agrado porque
simplemente no me dirige la palabra al menos que sea necesario.
—Enserio, ¿Quién duerme aún?.
—Dormía, la persona que viene entrando.— contesta mirando a
Amber entrar, pasándose las manos por el rostro.
—Hola. ¿Ya sirvieron el desayuno?.
—Hace treinta minutos, pero como eres la bella durmiente: debes
comer aparte —contesta Mario con algo de diversión que me deja
anonadada.
—La belleza requiere al menos 8 horas de descanso, rey.
El sonríe, deja la tablet de lado y la mira sentarse. Ni siquiera me miró
cuando entré, pero a ella sí.
—Sabes que no las necesitas —le confiesa «Me huele a atracción,
Mario».
Amber apoya los brazos en la madera y lo mira fijamente sin nada de
rechazo.
—El callado Mario últimamente habla un poco más.—se ríe despacio
— Me agrada.
—Hago excepciones sutiles.
Creo que estoy sobrando.
—Iré por...— intento levantarme pero Dwayne regresa y rompe el
ambiente que se había creado, me quedo en mi sitio.
—Hola, papá— lo saluda Amber.
—Tu madre te espera en la biblioteca— es lo único que le dice antes
de irse.
Odioso.
Mario también se va y capto la mirada prohibida que le brinda Amber
ojeando su trasero, no puedo negar que el guardaespaldas está como para
comérselo con ganas, es apuesto, alto, tenaz, «Y el único amigo que tiene tu
novio», mi subconsciente me dice lo que ya sé.
—Está mejor que cualquiera de los famosos, modelos o amigos que
conozco.— me comenta Amber.
Ni que lo digas.
—No lo niego, como tampoco la manera con la que se miran.—
comento, entre cerrando los ojos, tenemos confianza, aveces le cuento mis
cosas y ella las suyas.
—Oh, eso, solo somos amigos, aunque parezca que no podemos por
ser estatus diferentes, pero me agrada.
—Uju —la escaneo notando el brillo en sus ojos.
—¿Qué? —se ríe nerviosa.
—Te gusta.
— ¡¿Qué?!, NOO, no.— susurra lo último, negando rápido— Eso sería
insensato.
—Sí, pero no evita que no te guste...
—Deja de decir tonterías...
—Digo lo que veo.
Las empleadas traen la comida, no aborda más el tema y no le digo
nada, debe ser difícil gustar de alguien y que las reglas no te permitan tener
algo con él por el simple hecho de que tienen rangos menores.
Paso el día con las chicas, Dayana no me habla, Jayden no se acerca
por lo que le hicieron esta madrugada y por mi parte opto por estar en una
video conferencia, llamo a Tracy, a mis amigas. Juego tennis un rato pero
mi ánimo está por el piso y termino sentada en una tumbona en frente de la
playa marcando el número de Herodes pero sigue sin contestarme y no me
queda de otra que esperar su regreso mañana.
Aquí todo se vuelve tedioso, Lucinda se la pasa en la biblioteca
trabajando en su laptop, Amber y Ksel si se están tomando esto como minis
vacaciones, Dayana ni me determina y en la noche se desaparece no sé a
dónde, Elyana se la pasa platicando con Selena, los demás en sus asuntos
importantes y yo pensando una y mil estupideces que me ponen mal.
«Debería relajarme» lo único que me funcionaría sería tener aquí a mi
novio, y no quién sabe en dónde con su guardaespaldas prepago.
Me siento asfixiada y aturdida, tanto que debo salir de la casa, me voy
a caminar sola por la orilla de la playa pero unos pasos cortan mi calma al
sentir que me siguen.
—Deberíamos hablar de lo mucho que te afecta que tu novio
últimamente prefiera que Venus y no Mario sea la que deba ir con él a todos
lados a pesar de que es parte del escuadrón que está aquí y ella no —
comenta mirando hacia el mar, suelta una risita llena de malicia y voltea a
mirarme.
¿Qué pretende?. Mi ceño se frunce, confundida, sin saber que decir
porque mi boca se quedó abierta.
___________✧✧____________
___________________________

0 Spoiler por favor

Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly.
Capítulo 59

________✧✧ Libertinaje✧✧_________

Venus
No sé qué me agota más, si los incontables entrenamientos que me
hace tener Herodes o las veces excesivas de sexo que nos damos cada que
tenemos un mínimo respiro como ahora que debo cambiarme de ropa y lo
tengo a mi espalda, besándome el cuello, en busca de lo mismo de hace dos
horas.
No se cansa, no se agota, su sed es insaciable porque no me deja
respirar, aunque no me molesta «¿Con semejante hombre quién se
molestaría?».
Al parecer esa jodida agua sagrada no hizo más que abrirle el apetito
sexoso que no niego que tenía, pero antes se controlaba más, ahora al
parecer no puede; porque se le pone dura y ya busca como penetrarme, que
se la chupe o él probarme a mí.
—Tenemos que ir a entrenar —le digo.
Ya mi vagina está hinchada y sensible de tanto que me ha penetrado,
pero eso no impide que se generen ganas.
—Oh, vamos Adler. No me vas a salir con eso de que la sesión de
Taijutsu te dejó cansada. —toca mis hombros, bajando la prenda que me va
dejando en solo ropa interior.
—En ningún momento he dicho algo— me quejo.
—Eso pensé. Porque me encanta que seas tan insaciable como yo— no
sabe cuanto me generan esas palabras.
—Vine para renovarme espiritualmente y saldré vuelta una ninfómana
por tu culpa.
Deja las manos sobre mis caderas, acariciando el borde del semi hilo
que me hizo ponerme porque le gustó cuando vió que lo saqué de mis cosas.
—Te voy a decir algo —me gira, dejándome de frente—, No eres una
ninfómana porque esas se acuestan con todo el mundo y tú lo haces y harás
solo conmigo, más bien serías como una adicta a esto sucio y oscuro que
tenemos.
Sonrío porque tiene mucha razón, últimamente lo deseo solo a él.
—Entonces..—trazo circulos sobre sus pectolares jugando como una
inocente— Soy adicta a un mafioso hijo de puta que es medio bipolar
porque cuando estamos a solas es alguien totalmente diferente y cuando no,
es un hombre distante, soberbio y demasiado petulante.
Me toma del mentón para que lo mire.
—Recuerda el respeto, preciosa, que yo no dejo que nadie me diga que
eres una puta o una psicópata asesina —confiesa acalorándome, estoy por
decirle algo pero me besa y se me olvida todo porque su boca es un pecado
que me encanta cometer.
Me dejo llevar, no puedo negarme porque no sé qué sucederá cuando
regresemos a Montreal, o tal vez sí sé, será el mismo idiota insoportable de
siempre, ese que debo pelar como una cebolla porque es más cerrado que...
ni siquiera encuentro un palabra para describirlo.
Toco sus brazos mientras que sus manos bajan la prenda que cae al
suelo y saco los pies haciéndola a un lado antes de desatar el nudo del
keikogi que viste, todo lo queda bien, detesto admitirlo. La prenda cae y
reparo el boxer negro que muestra la protuberancia que se marca. Poso una
mano sobre el, dándole un leve apretón «Siempre la tiene como una roca».
Me pongo en puntillas, llegando hasta sus labios, aspiro y paso la
lengua.
Sus manos presionan mi trasero y ascienden por mi espalda dando
pequeñas caricias urgidas que se sienten satisfactoriamente ricas porque es
como si me quemarán hasta que desabrocha mi brasier y lo lanza sobre la
cama.
—Vamos a ducharnos.
—¿A ducharnos o a coger?
—Ambas.
Vuelve a tomarme, subiéndome sobre su cintura, llevándome al baño
con él.
La tina es tradicional y perfectamente entramos cuando lo hace
conmigo sin bajarme, queda sentado con la espalda apoyada, yo en la
misma posición apoderandome de sus labios porque el trayecto solo me
permitió mirar su rostro y la barba semi larga que no se le ve mal, pero me
hace cosquillitas en el mentón y termino sonriendo, apartándome.
—¿Qué es tan gracioso?.—Frunce el ceño.
Tengo la osadía de acariciar su mandíbula y me sorprende que no me
aparte la mano ni cuando la froto en su cabello viendo como se le pega en la
frente.
—Te falta ir al barbero.
Me sobresalto al sentir sus dedos tocar mi pelvis.
—Y a ti te hace falta una rasuradita.
Es inevitable no reírme, pero tiene razón, parezco una selva ahí abajo,
que vergüenza siento en estos momentos que debo quitarle la mano.
—No tengo mi kit de productos personales, no me dejaste empacar
nada cuando salimos.— me quejo.
—Vamos a resolverlo...—sale de la tina, abre el agua y me acomodo
disfrutando de las burbujas que comienzan aparecer mientras lo veo salir y
regresar con mi kit dejándome perpleja.
—¿Cómo es que....
—A diferencia de ti, yo sí me sé organizar.
Lo abre y rápido me levanto porque son cosas de chicas y por ley nos
apena que un hombre las vea. Intento quitárselo pero me esquiva, estoy
llena de espuma, mi equilibrio falla y si no es por él: quedo con la cabeza
clavada en el retrete, gracias a los cielos no sucede, me reincorpora, me
toma de la cintura subiéndome sobre el tocador.
Lo veo sacar una afeitadora y la crema de rasurar.
—Abre las piernas, vamos a limpiar la selva Australia.
¿La qué?, «Esto es el colmo».
—Yo puedo sola, déjame...
—No. Abre y deja de parlotear— lo exaspero.
—No...
Se mete entre mis piernas y por obligación quedan abiertas, no me
queda de otra que dejar que lo haga si no quiero una tanda de azotes como
la de esta mañana por haberme metido en su espacio de la cama. Nada más
al personal se le ocurrió dejarnos dormir juntos cuando él detesta eso al
menos que no esté modo menos irritable, anoche lo estaba, por suerte el
cansancio me venció y me quedé dormida.
—Deja la ridícules. Tengo todo el derecho de cuidar y mantener limpio
lo que me pertenece.
—Ahora resulta que tengo tu nombre tatuado ahí.
—No me des ideas porque soy capaz de ponértelo yo mismo.—
asevera.
Sigue con la tarea dejando una mano en mi abdomen y siento que la
cara me arde, puedo ser una mierda de persona pero esto se escapa de mis
manos y debo frotarme la cara en una clara señal de incomodidad.
Abre mis pliegues, con cuidado y lentitud desliza la hojilla, como si
pudiera cortarme si lo hace demasiado rápido. La tardanza solo me eriza las
vellos de los brazos porque lo tengo entre mis piernas y no dándome un
oral, sino depilando, tocando de vez en cuando a la vez que me mira con
ojos llenos de esa chispa de malicia y excitación que lo hace ver demasiado
sádico.
—Así debes tenerla para mí— termina, saca toallas húmedas, limpia
los rastros como si yo no pudiera hacerlo, sin embargo es él quien me aplica
la crema hidratante—. No sabes cuanto me gusta ver el tono que tiene.
Estoy por bajarme pero deja las manos en mis piernas abriéndome para
ver, acerca el rostro despacio, su respiración toca mi clítoris y eso causa
que las sensaciones vuelen y sienta como me baja un poco de mis fluidos
mojándome solo con tenerlo ahí, oliendo mi entrepierna y...
—Me gusta verla tan limpia, se ve rosadita, ansiosa porque le pase la
lengua y se lo meta hasta el fondo.
La punta de su lengua se desliza justo por mi entrada lubricada,
acelerando mi respiración, mi corazón se detiene y me muevo un poco con
la ola de ganas que surge. Lame de nuevo, se separa y veo como un hilo de
mi húmedad se estira y ese mismo se lo traga con ayuda una chupada de
labios.
—Sabes mejor que cualquier elíxir prohibido, preciosa.
Proporciona un beso, sí, un lento beso en mis pliegues y eso me
incendia internamente pero... me baja y recojo mis cosas metiéndolas en el
kit mientras se despoja del boxer y entra a la tina.
—Ven, probaré ese campo recién podado— vuelve a molestarme
incitando a la muerte.
—Muy gracioso.— finjo una risa divertida que sale seca, áspera y sin
ganas.
«Por poco y escupes ácido»
Termino con lo que hacia. La molestia se me va al ver la tina llena de
burbujas, mi cuerpo pidiendo que lo consienta un momento, o mejor dicho:
quiere sentir el calorcito que desprende el pelinegro, en el que me siento
cómoda.
Me acerco, quedo a centímetros y hago el amago de entrar pero deja la
mano en mi rodilla haciendo una leve presión y sólo ese pequeño contacto
me genera mucha ansiedad porque va subiendo por la cara interna de mi
muslo y por un momento la intensidad que siento me hace temblar sin
pensarlo tomándome desprevenida.
—Eres vulnerable ante mi tacto, Adler —me dice sin dejar el trayecto,
llega hasta mi entrepierna tocando la suavidad que genera la crema— Se
siente tan suavecita que me provoca pasarle la lengua y chupar esos
pliegues.
«Su palabrería sucia puede matar a cualquiera, Diosito santo».
Detengo su mano por muy bien que se sienta, pero no quiero ni debo verme
o ser vulnerable porque no es algo que suelo hacer. Entro a la tina, por
haberme molestado me quedo con la espalda en su pecho y estiro la mano
tomando la esponja.
—Eres una caprichosa, te gusta molestarte para que me ponga modo
estúpido romántico y te contente, ¿Cierto?.
Sigo pasando la esponja por mis piernas ignorando el que su miembro
toque mi trasero.
—Bien, si nos vamos a ignorar...
—Quisiera preguntarte algo.— le digo.
Me quita la esponja y procede a pasársela por los brazos y el pecho.
Asiente invitandome a que pregunte.
—¿Y tú teléfono? No te he visto con el desde que estamos aquí y
debes tener miles de llamadas.
Ni siquiera sé por qué pregunto tal estúpides si prefiero mil veces que
se desaparezca del mundo y de su familia. Por un momento guarda silencio,
tal vez no me responderá pero..
—Yo no estoy ni un tercio de preocupado de lo que esté sucediendo
más allá de estás montañas, tú deberías hacer lo mismo, estás conmigo, no
estés pensando en otra cosa.—me hace a un lado, poniéndose de pie y
saliendo.
Entra a la ducha, se quita la espuma y sale secándose la polla con una
toalla.
—Termina y ven a la cama, no pienso entrenar con una erección.
Ruedo los ojos y salgo. Termino, me seco el cabello con una toalla, me
lo desenredo y el don petulante fue tan generoso en traer mi kit que por
suerte tengo la crema de peinar. Me tomo mi tiempo, en el tocador
encuentro un agua de rosas en un frasquito la cual uso en el rostro.
Regreso a la habitación, me voy a mi equipaje y busco un par de
bragas: negras con bordes verde fosforescente. Son las que compré aquella
vez que salí con Yasmín. Debo ir de compras de nuevo, tengo mi cuenta de
banco con los últimos pagos y el malentín con los 500 mil que gane en
aquella apuesta.
Me pongo la parte de abajo y estoy por abrochar el brasier deportivo
pero siento que tengo un puñal en la espalda y lo entiendo al ver la cama.
—Te encanta que sea yo el que de el primer paso.
—Debemos entrenar, ya nos tardamos más de la cuenta...
Se levanta y no viene en modo pasivo porque me toma subiéndome
sobre el tocador. Las bragas me las arranca mostrándome su afán, las tetas
me duelen por la fuerza con la que su boca chupa, mordisquea mis pezones
y no es nada cuidadoso porque mis muslos se llevan los apretones que
deben tene roja mi piel.
Mi cuerpo pide más pero mi lado pervertido me grita, San me reta
hasta que acepto y lo detengo dejando el beso con una leve mordida y tirón
a su labio. Envuelvo las piernas en su cintura atrayendolo más, las manos
las aferro a sus brazos y lo miro con una sonrisa ladina en mis labios.
—No quiero. ¿Me vas a obligar?.
Por un momento se queda en silencio apretando la mandíbula,
denotando molestia a mil.
—No haré nada que tú no quieras, puedo ser un hijo de puta pero si
dices no... es no... Aunque tú expresión corporal y tú coño me demuestren
lo contrario— quita mis piernas liberandose—, No quiero que te arrepientas
mañana porque yo no lo hago.
Se aparta y sonrío porque era algo que quería saber desde hace mucho.
[...]
Aquí el karate Kyokushinkai es más letal, sin piedad y con
movimientos ágiles, veloces y severos si dejas que te toquen.
¿He aprendido los dos días que llevo aquí? Sí, en el primer punto lo
hice, ayer llegamos a este segundo punto, el último sobre las montañas
desde donde emana el manantial. Ayer caminé un poco y me quede mirando
desde arriba de la cascada hasta que tuve que regresar porque llegó Katashi
y junto con Renzo me tienen de aquí para allá.
Entrenando sin descanso, recibiendo tratamientos de limpieza
espiritual, manejo de chakra.. además de que en este momento soporto la
risa que me causa la sensación del lodo extraño que Yuriko me sigue
aplicando por todo el cuerpo, hasta en el rostro. Siento que la piel me
hormiguea y me burbujea. Quisiera moverme pero estoy tiesa porque ya se
secó.
—Tienes una piel muy hermosa, cuídala siempre, parece porcelana—
me dice.
Me agrada, desde que llegué se preocupa porque coma, reciba estos
tipos de tratamientos y que mis sentidos no se apaguen cuando me enfrento
a Herodes, porque según ella: aveces no se sabe controlar.
—Gracias por estar atenta a mis necesidades, tanto por hacer que se
me olvida hasta aplicarme crema corporal.— soy sincera y se ríe negando
con la cabeza.
—Eso y que Herodes desconcentra a cualquiera— intentó que sonara a
comentario pero mi genio se daña fácilmente.
Se va por un momento y me quedo pensando hasta que regresa.
—¿Puedo preguntarte algo?
Asiente, comienza a recojer lo que utilizó y organizo las preguntas en
mi cabeza.
—¿Qué tanto conoces a Herodes? Digo, supongo que bastante porque
viene desde que era un adolescente.
—En realidad, no es mucho lo que tendría para responder, es muy
cerrado, aunque ya debes saber eso.— se ríe como si recordara algo.
Lo sé, es más cerrado que una cebolla. Tiene muchas capas.
—Aunque en su adolescencia resultaba algo predecible cuando vino
por primera vez, cuando estaba en la universidad no solía venir con mucha
frecuencia y cuando lo hizo no fue muy bonito que digamos, se la pasaba
entrenando, no hablaba, tenía mucha ira por dentro que a veces le veo en los
ojos pero no igual, aún así lo considero como un hijo, ese que nunca tuve
porque desgraciadamente no puedo tenerlos...
—Tú no puedes y yo no quisiera tener uno— confieso interrumpiendo.
—¿Por qué?
— ¿Por qué? Bueno, porque vivimos en un mundo de mierda que no
merece un ser inocente que solo vaya a...—uspiro profundo, de solo
recordar ya se me amarga el genio— Sólo no quiero un hijo.
—Respeto tu manera de pensar, es la misma de él.
—¿Alguna vez dijo que no quiere hijos?
—En su momento lo confesó y lo entiendo, nadie querría después de
haber presenciado como sus padres se engañaban con otras personas y...
—¿Y qué? —guarda silencio desatando mi intriga— Yuriko...
—No debería estarte contando nada de esto pero... 1: Me agradas y 2:
Después de él, te considero alguien especial para mí porque algo me dice
que no la has pasado bien.— procede aplicar la otra capa de lodo.
—Te escucho...
—No puedo decirte más nada porque no sé mucho sobre su vida
privada. Es muy reservado.
Me deja igual o peor.
—Al menos dime... Olvídalo, ya no sé ni qué preguntarte.
Tocan la puerta, se acerca a ver quién es y regresa con algo de afán.
—El último entrenamiento está por comenzar, debemos darnos prisa—
me ayuda a levantar.
Por fin el último. Creí que nunca llegaría.
Me saco todo el lodo, me visto y salgo tomando el pequeño sendero de
camino al lago. Desde que llegué me pregunté para qué era esa base de
madera en medio del agua y ahora lo entiendo cuando veo al pelinegro
sentado, con las manos sobre sus rodillas y los ojos cerrados. Renzo y
Tadashi están en la orilla, me piden que me apresure, subo al pequeño bote
que un aprendiz conduce.
Bajo, él se levanta y me mira cuando mis pies tocan la fría madera ya
que el cielo está cubierto por nubes que avisan la llegada de la lluvia.
—¡El que caiga de la plataforma es porque no está listo y no aprendió
nada durante toda la travesía!.— avisa Renzo.
Me voy moviendo, detallando bien el espacio, no es tan grande pero
tampoco tan pequeño.
—No todo es fuerza, no dejes que su porte te asuste — me anima
Yuriko.
Como si fuera tan fácil, el idiota es más alto que yo, y sin contar su
físico tan... No lo diré o las ganas me van a desconcentrar y no debo fallar
en esto.
—¿Lista?
Asiento con convicción.
—Siempre. No seas delicado porque yo no lo seré— le aviso.
—Suena como si me lo estuvieras pidiendo.
—No, si lo hiciera es por temor, pero no, por ende no te cohíbas.
—Ajá.
Su mirada se enturbia de una manera sorprendente, es como si se
volviera un hombre distinto por dentro que sonríe con una malicia perversa
que me hace alertar los sentidos cuando tomamos los bō porque no pierde
tiempo, se me viene encima con movimientos rápidos, atacando sin dejar de
mirarme, lo que me dice que no puedo bajar la guardia o me romperá algo.
El frío comienza hacerse presente, el paisaje se oscurece y no dejo de
bloquear sus golpes, es demasiado rápido, su altura y peso no son problema,
aún así, me esfuerzo por encontrar un punto débil, pero no lo hallo. Mi bö
cae por un momento, formo una equis con los brazos cubriéndome del
ataque que me deja ardiendo la piel, esquivo su otro movimiento hasta
que... Ataca mi muslo, ese que ya me había lastimando y ahora cruje
mandándome al piso.
Sin piedad, pisa mi estómago y me apunta, volteandome el rostro,
riendo victorioso pero...
Me muerdo la lengua, desatando la sangre, avivando mi instinto audaz
logrando levantarme rápido, tomo su brazo, con fuerzas de donde no tengo
lo mando al piso y me lleva hacia delante, dejándome al borde de la
madera, el cabello se me empapa con el agua, ruedo y vuelvo a levantarme
porque no soy de las que se quedan en el suelo sin antes haber dado una
buena pelea e intentar volver arriba.
Me toma del cuello, atacando mi estómago con dos golpes fuertes,
dejándome sin aire, el dolor me recorre hasta la espalda porque no es él, en
estos momentos es como una persona distinta que debo acabar o lo hará
conmigo, debo defenderme, sus ataques son sin piedad, lastimándome sin
detenerse a ver cuando me rompe la boca.
Por un momento no quisiera pero... Debo y aprovecho las gotas de la
lluvia para volverme más flexible. Moviéndome como en aquellas mini
clases de ballet estratégico que recibí en uno de los entrenamientos de
Pakistán. Volviéndome igual o peor que él, nos atacamos sin dudar, pensar o
esperar porque no mide sus golpes y yo tampoco.
La lluvia se vuelve más fuerte, cayendo en gotas gruesas y frías que ni
siquiera logran apagar la adrenalina que me recorre la piel. Sus ojos brillan,
su cabello se pega a su frente y sonríe burlón cada que atina.
—Bien, así se hace, no te dejes...—manda un puño que detengo.
—No lo haré.
Me toma del cabello y mando el codo pero eso no le hace nada, sus
abdominales son como la roca e intento dos veces más pero... Una fuerte
palmada impacta en mi entrepierna, aprieta con fuerza e intento pensar que
mano quito primero pero tira de ambas haciéndome doler la cabeza y los
pliegues.
—En estas circunstancias no esperes que no jueguen sucio.—me deja
claro, pasando la lengua por mis labios— ¿Qué harás?
«Piensa rápido, estúpida»
—Eres un...
Ejerce más presión poniéndome en apuros. Me dejará calva.
—¿Un qué?
Mi cerebro trabaja rápido, como puedo mando la mano atrás,
aferrándome a sus testículos, logrando que me suelte del cabello.
—¡Un idiota!— espeto.
Retrocede y debo hacer lo mismo porque no me suelta y yo tampoco a
él hasta que... Caemos al agua.
«Mierda». Seguimos sin soltarnos, como si no le doliera mi agarre, por
un momento trago agua. Los minutos pasan y mis pulmones aclaman aire
que debo conseguir y por eso lo suelto, apartándome, subo a la superficie
lidiando con el frío que me hace doler los golpes.
Intento nadar hasta la base de madera pero tiran de mi cabello,
girándome, envolviendo su brazo en mi torso y puede haber frío pero su
contacto es todo el calor que mi cuerpo necesita.
—Nunca me decepcionas, Adler.
Sus palabras quieren hacer algo en mi interior pero sus labios se roban
mi inteligencia por unos minutos que envuelvo mis brazos en su cuello, me
toma de la nuca profundizando el beso que nos damos bajo la lluvia y
dentro del manantial sagrado que debería servirme para guardar mis
monstruos interiores, pero estos salen a la luz cada que pruebo sus labios.
Por un momento nos hundimos y ni eso nos separa porque la atracción
es tanta que me olvido de todo hasta de la falta de aire.
Presiono sus hombros indicándole que necesito subir y cede. Respiro
hondo, porque parece que mis pulmones quedaron vacíos, la lluvia sigue
cayendo y nado hasta la base de madera, me impulso subiéndome,
quedando sentada en el borde y no me aparto cuando se acerca dejando las
manos sobre mis rodillas.
—¿Quién perdió?— pregunto aunque es obvio.
Rueda los ojos, se pasa una mano por el rostro echándose el cabello
hacia atrás, y lo más importante de todo este momento es la manera en que
se ve su mirada debido a sus cejas mojadas y las pestañas. Sus ojos brillan a
pesar de la falta de luz porque comenzó anochecer y no me había fijado.
Sus labios tomaron un color semi rojo que se ve tan deseable.
—Es obvio que no ganó nadie.— contesta mi pregunta con ese típico
tono de fastidio.
—Te molesta aceptar que yo.
Aprieta los labios como queriendo aguantar las ganas de preguntarme
"¿Eres retrasada?", Me gusta molestarlo.
—No puedo decir nada en broma o sarcasmo porque no aguantas nada,
amargado— pronuncio lo último despacio.
—¿Tengo cara de reírme por nada?
—Nunca te ríes si no es cuando piensas algo meticulosamente maligno
o me quieres hacer sentir mal.
—¿En qué momento te he hecho sentir mal? ¿En qué sentido?.
Detesto que su belleza me quite la capacidad de recordar bien. Me
siento pendeja.
—En el primer entrenamiento, intentaste hacerme sentir mal diciendo
que esto, aquello, lo otro... ¿Recuerdas?.
—Sí, y no fue para que te sintierás mal, trataba de encender tu ira. De
nada vale sino la saques aquí para aprender a manejarla. Eres predecible
cuando se trata de llevarte la contraria en eso de "sentimientos".
Es muy astuto el hijo de perra.
—Ajá. Entonces crees que esa es la única forma de sacar mi lado
furioso.
—Uno de los más efectivos que conozco hasta ahora.
Sale del agua, sentándose a mi lado.
—Pasaste los entrenamientos, deberíamos quedarnos un día más pero
en la mañana nos iremos.
—¿Montreal?
—Confórmate con eso, mañana Dan te pondrá al tanto de lo que se
debe hacer, no pienso responderte otra cosa.— me dice.
Me pongo de pie, comienza hacer frío y el clima sigue igual. De solo
pensar que debemos volver, no me dan ganas de nada. El bote no se ve por
ningún lado, quiero ducharme con agua caliente y tal vez comer antes de
dormir por eso no lo pienso dos veces antes de lanzarme al agua, empiezo a
nadar hasta llegar a la orilla y recién noto que el pelinegro viene en el bote
que no había visto por estar con él afán.
«Siempre pasando vergüenza en frente de él» me regañan mis
subconscientes.
Baja del bote y me mira sacudiendo la cabeza en una señal de "Creo
que te estás metiendo alguna droga". Se adelanta y dejo que avance a una
distancia prudente porque de momento me siento extraña y no lo quiero
cerca.
Cruzo el sendero llegando a la casa, Yuriko corre a envolverme con
una toalla, Renzo y Tadashi me esperan más adelante, me acerco, hago una
reverencia.
—Sigues viva....— comienza Renzo— Eso solo dice dos cosas, o eres
tan buena como él o...
Tadashi carraspea y toma la palabra.
—Lo hiciste muy bien, no creí que saldrías tan bien, pero lo hiciste—
junta las manos y hace una reverencia, hago lo mismo aunque me duelan
los antebrazos por los golpes.
—Opino lo mismo, para la próxima lo harás mejor, aún te faltan
algunas cosas que corregir pero todo a su tiempo, siempre recuerda lo que
aprendiste— agrega el monje.
La asiática asiente, sonriendo feliz por lo que me dicen y asiente
dejándome claro que está de acuerdo con los halagos.
—Eres una mujer fuerte, valiente, determinante, perseverante, y sobre
todo astuta e inteligente.— termina Tadashi— Eres bienvenida siempre que
quieras, tendremos las puertas abiertas para ti.
—Completamente —asegura Renzo.
—Ve a cambiarte antes de que te resfríes, tomaremos té y cenaremos
para celebrar tu ignición. Preparamos un festín para la ocasión.
—Vamos, cielo, hace frío.—Yuriko me guía aunque ya me sé el
camino.
Me deja en la puerta de la habitación, sonríe dándome ánimos como si
supiera que entrar es como hacerlo al infierno o un lugar peligroso.
—Nos vemos en unos minutos— se va y entro.
No voy a hacerme la cobarde, nunca lo he sido ni siquiera con el
suculento, papucho, sexy y bien dotado pelinegro que está de espaldas en
frente de la ventana mostrando su trasero sin ningún tipo de vergüenza
porque sabe que está bueno, cogíble, follable, mamable y hasta el palito
masticable.
¿Cómo no desearlo? parece hecho a la imagen escultural y sexy de
Zeus, con la peligrosa belleza de Eros y la manera tan atrevida y sensual de
mirar de Ares, esa que te invita a anhelar irte al infierno porque allí
encontrarás a Herodes Blackwood quien parece tallado por los mismos
dioses del Olimpo.
Tengo una maldita manía de comérmelo con los ojos, de definirlo
como un ser irreal. Debería cambiar eso, pero no puedo porque no digo
mentiras y él si es como lo describo.
Entro al baño ignorando las ganas que me surgen. De haberlo hecho en
la tarde no estaría tan urgida. «Eso no te lo crees ni tú» me dicen mis
subconscientes.
Me ducho lo más rápido, que puedo, no quiero estar mucho tiempo
aquí pero... maldigo para mis adentros cuando lo veo acostado justamente
en mi lado de la cama. Para mi mala suerte, mi Yukata está sobre la mesita
de al lado, podría acercarme pero me detectaría y a juzgar por la erección
que le reposa sobre el vientre, tiene ganas y muchísimas porque desde aquí
veo semen sobre la corona como si se acabara de correr y el cansancio lo
venció.
Los pezones me cosquillean porque quisiera probarlo, solo unos
segunditos pero... Debo salir de aquí, me repito varias veces. Me amarro
bien la toalla al rededor torso y en puntillas me encamino, caminando
despacio, estiro la mano intentado tomar la prenda y....
—No acepto mentiras esta vez —tira de mi brazo, me sube sobre él,
sacándome la toalla a las malas, con la boca se apodera de una de mis tetas
a la vez que magrea la otra, poniéndome en un estado excesivo de
contradicciones.
—Herodes...
—Quiero disfrutarte.
Su eyaculación de hace unos minutos me moja la entrepierna
haciéndome sentir pegajosa, sucia, pero excitada a la misma vez porque sé
que se masturbó pensando en mí.
—Confiesa...— los jadeos me cortan la respiración.
Baja la mano que estaba en mi seno, dejándola en mi cintura.
—¿Qué?— tira de mi pezón.
—Que te corriste pensando en mí.
Tal vez no me responda pero no importa, sus manos son mágicas, es un
experto jugando con mis pliegues, dando círculos que esparcen su semen.
—Sí, lo hice, pensaba en como te la metería en este precioso instante.
Nos quedaríamos aquí de no ser porque debes salir a la cena. Pero al
terminar volveremos a darnos placer toda la noche ¿Puedes con eso?.
Chupa con fuerza haciéndome abrir la boca y no aguanto más, me
refriego sobre su erección avivando las ansias que me producen el libido en
el que nos encontramos hasta que...
—Sí, hasta que desfallezcs y me quede dormida —me inclino para
besarlo.
Me gusta su manera de corresponder, tomándome del cabello,
aferrando su palma en mi trasero, azotando de vez en vez, dando apretones
fuertes que causan estragos en mi cabeza. Dejo las manos sobre su pecho,
levantándome un poco cuando detecto sus intenciones.
Se sostiene el tallo, moviendo despacio la punta que roza mi entrada
con un movimiento de adelante hacia atrás, acariciando mi clítoris,
robándome las ganas de querer acabar a pesar de no tenerlo adentro todavía
porque con solo tenerlo debajo de mi ya me siento más poderosa que
siempre, porque lo voy a cabalgar y...
Se hunde de una sola estocada y entierro el rostro en su cuello. Duele,
pese a que ya lo hemos hecho muchas veces, aún su tamaño se siente a
medida que mis paredes palpitan acostumbradose a él. Deja las manos sobre
mis caderas moviendo de arriba abajo, despacio, en el pecho siento como
respira agitado, aferra el agarre como si se contuviera para no moverse más
rápido.
—Quedaste algo sensible desde que te rompí, ¿Te has estado tomando
el tratamiento?.
—Ujumm— susurro afirmando.
—Yo no te he visto.
—Porque lo hago cuando te vas, porque si estás aquí me desconcentrás
con el sexo.
—Pero si tú me dices que te lo vas a tomar yo me aguanto la polla
unos segundos —se molesta tomándome de los hombros para que lo miré
—. No quiero que estés sensible ni mucho menos que de nuevo estés
indispuesta, Adler. Así que sé responsable y antepone tu salud por encima
de cualquier cosa, no me voy a molestar por ello.
—Ok, pero no me regañes.
—Alguien debe hacerlo y ese seré solo yo.
Ruedo los ojos, comienzo a moverme despacio, el dolor se siente poco
y las ganas son las que aumentan, entreabro la boca, mi respiración se
vuelve irregular y el placer me toma por completo que de un momento a
otro me veo saltando sobre su polla, sintiendo como toca y acaricia mis
paredes de una forma fenomenal y rica.
—Santo cielos...
Las palabras sucias salen de nuestras bocas sin ningún tipo de pudor.
Toco su pecho, miro sus ojos y apoyo una mano al lado de su cabeza
comenzando a moverme rápido, como si bailará duro y en sincronía
desatando sus jadeos porque soy yo la que tiene el control, puedo hacer que
se corra como también que se le corte en ese preciso momento pero estoy
tan extasiada que no puedo parar.
—Vamos, preciosa, hazme correr, sé la primera en hacerlo en esta
posición..—me invita.
Eso me vuelve una especie de diosa, líder poderosa que tiene el control
del mundo entero y sobre todo del hombre más temido entre las sombras, el
dolor de cabeza de las otras mafias, y la fantasía sexual de toda mujer que
tiene o tuvo la dicha de mirarlo en persona.
Inevitablemente mi mano se ancla en su cuello, con la otra me
sostengo del espaldar de la cama y lo miro sin dejar de moverme.
—Mírame, quiero ver tus ojos cuando te corras por mí y para mí —
mascullo con voz ronca.
El azul de sus ojos con una pizca de brillo sexoso es lo mejor que he
podido ver, me muestra tanto deseo en su iris que eso es como un botón de
"más" que presiono, volviéndome una salvaje que se apoya en los pies,
dejando las manos sobre sus muslos, echando la cabeza hacia atrás,
empezando a moverme más rápido , esta vez mirándolo de nuevo y él a mí.
Los gestos en su cara son demasiado eróticos, abre la boca, se muerde
el labio, se chupa el inferior antes de pasarse la lengua por él y no puedo
más, necesito besarlo y por eso vuelvo a la primera posición, sosteniendo su
cuello y el espaldar de la cama a la vez que lo beso.
El vientre se me contrae, me toma de los hombros y lo miro fijamente,
ambos con los labios semi abiertos y las respiraciones agitadas.
—Córrete para mí— presiono la mano en su cuello y...
Estalla, mi canal siente lo tibio de su leche y con dos sentones más yo
también me corro, quedando más agitada, sudorosa y con las piernas
temblando. Por un momento me quedo así, dejando que mis paredes
palpiten sobre su miembro.
—Eso estuvo...
—Fenomenal.— completa la frase y asiento, afirmando.
—No creo que pueda caminar hasta el comedor...
—Exagerada, te creyera si me hubiera movido yo, pero lo hiciste tú así
que no hay excusas— me toma de la cintura, levantándome— Arriba, ve a
ducharte de nuevo.
Me quedo acostada, recobrando fuerza, se ducha primero y sale
dejándome claro que vendrá por mí sino voy.
Me alisto, no quiero ser odiosa y faltar a la cena. La prepararon por mi
y la verdad me resulta muy lindo porque todos me agradaron y por un
momento me siento así como... En paz, fuera de toda la mierda de siempre a
pesar de que tengo al lado al hombre que me adentro más a este mundo.
La cena transcurre bien, pruebo todo lo que prepararon, Yuriko se
asegura de que no deje nada porque según ella, debo alimentarme bien y
por un momento me recuerda a mi madre, cuando tenía 5 años no dejaba
que pasars hambre, siempre buscaba las maneras de resolver y que hubiera
comida pese que vivíamos en una zona sin muchos trabajos.
Herodes se levanta a fumar una cuestión extraña que le ofrece Renzo y
Tadashi. Los tres se alejan un poco, dejándonos solas.
—Todo quedó delicioso, te llevaría conmigo para que me cocinaras —
pruebo otro platillo.
—¿No sabes cocinar?
Asiento.
—Pero no mucho...
—Cuando nos visites de nuevo, puedo enseñarte recetas típicas, a él le
gustan.
Vuelve la burra al trigo. Me tiene mamada con eso de él, él, él...
«Duermen juntos desde que llegaron, obviamente pensarán que tienen
algo».
—Él tiene para pagar empleadas, su novia debe cocinar...
—¿Novia? No debe ser muy importante para él, porque de serlo estaría
aquí en vez de ti.
—¿Dices que por estar aquí soy importante?
Se encoje de hombros mirando hacia el sitio donde están ellos.
—Solo quisiera que tenga a alguien que considere importante o solo
seguirá en este mundo para estar solo y ser un alma sin vida o sentimientos.
Me quedo mirando como sigue fumando mientras habla con Renzo.
—Tiene a su familia, sus padres, su hermana...
—Tiene, pero para él es como si no. A veces puedes tener al mundo
"para ti" , pero de nada vale que su presencia no haga nada en tu vida
porque básicamente no está.
Por un momento a mi cabeza vienen muchas cosas y lo que ha pasado
desde que estamos aquí. Lo diferente que se ha vuelto, ahora es menos
Alpha, es un poco más Herodes o tal vez una persona distinta.
—Yo sé que él en el fondo tiene humanidad y puede llegar a sentir más
que solo posesividad, rencor u odio. Sólo la persona indicada podrá conocer
eso de él y mejorarlo porque una persona nunca cambia por completo, solo
aprende a ser mejor cuando algo le importa o lo necesita para ser feliz.—
continúa.
—Yuriko....
—A veces las obligaciones y el deber pueden llegar a tener un gran
peso en las decisiones del individuo, pero eso puede cambiar si se quiere y
se está dispuesto a enfrentar con convicción las consecuencias.—se levanta
cuando el pelinegro se me acerca.
—¿Te quedas aquí o regresarás conmigo a la habitación?.
—Ve tranquila y descansa, yo recogeré esto con ayuda de una de las
empleadas—me dice la ella, recoje unos platos y pasa por el lado de él
dándole las buenas noches pero solo consigue un asentimiento de cabeza.
—¿Entonces?
Me pongo de pie, tengo muchas cosas en la cabeza pero mi cuerpo se
mueve detrás de él de camino a la habitación. Las palabras de Yuriko siguen
dándome vueltas en la cabeza hasta que entro y lo miro.
—¿Mañana serás el mismo que hoy y estos días?— me atrevo a
preguntar.
Se me acerca, deja las manos sobre mis hombros quitando la prenda
que cae. Espero su respuesta pero tocan la puerta interrumpiendo el
momento.
—Cúbrete— me ordena antes de abrir.
Me voy al baño, necesito mojarme el rostro y con suerte organizar los
pensamientos que no me están haciendo bien. Este viaje no me hizo bien y
recién me estoy dando cuenta porque me siento extraña cuando estamos a
solas y hasta ahora lo noto.
Me envuelvo en un albornoz antes de irme a la cama pero no lo veo en
ningún lado, por lo visto salio, aprovecho eso para acostarme dejando que
mis subconscientes sean las que me den sus opiniones porque no tengo
ánimos y prefiero dormir.
La noche transcurre bien, duermo sola, no sé qué se hizo él, pero
cuando la luz del día comienza a entrar por la ventana me sorprendo al
verlo vestido casual dejando en la cama mi bolso.
—Levántate, nos vamos.
Hago lo que me pide, de verdad quiero irme y por eso no me demoro,
me visto agradeciendo a los cielos que me dejó sola. Uso mi estilo de
siempre, vaqueros, camisa mangas cortas y chaqueta hasta el ombligo, me
dejo el cabello suelto y salgo.
Está en el jardín principal con los monjes y desde aquí veo la
camioneta negra en donde espera Dan y Arturo.
—Cielo, que tengas buen viaje, cuídate y recuerda visitarnos cuando
puedas.— Yuriko me sorprende con un fuerte abrazo que se siente tan bien
que correspondo. Se aparta y mira al pelinegro que habla con Renzo —
Cuídala o me molestaré verdaderamente contigo.
Lo señala pero ni se inmuta.
—Pueden cuidarse por separado, aunque en conjunto sería más eficaz.
—habla Tadash,i regaládome una sonrisa.
—Gracias por tratarme bien y por el fabuloso entrenamiento, no los
olvidaré— les garantizo.
—Rápido, Adler.—Herodes se adelanta.
—Hasta luego.— me despido con una reverencia— Gracias y cuídense
también.
La asiática vuelve abrazarme de nuevo susurrándome algo al oído. Me
apresuro a subir al auto, son 20 minutos de camino al aeropuerto y varias
horas de vuelo dejando que Dan me informe lo que requiero y me haga
entrega de mi nuevo brazalete, el teléfono que tenía y mis armas.
Ya sabiendo todo lo que sucede y haremos, no puedo evitar el disgusto
que me recorre cada músculo porque tendré que estar en el mismo sitio que
los Blackwood y para colmo lidiar con los coqueteos de Jayden.
¿No era lo que quería desde un principio? Sí.
Debo dejarme de estupideces y concentrarme de nuevo aunque no será
fácil teniendo sobre mi las malas miradas de las mujeres que me ven cuando
llego «Megan y Enola». No sé por qué algo me dice que traman algo, la
cara de Yasmín me grita muchas cosas.
El Alpha vuelve a su modo petulante lo cual me molesta pero era de
esperarse. Se adentra en la casa y me quedo afuera dejando que Yasmín me
diga lo preocupada que la tenía al igual que a Helen y Kilian. Platico con
ellos, también me ponen al tanto de todo y los organizo porque nadie tiene
idea de cuánto tiempo estaremos aquí, desde que llegué Mario no ha salido
de la casa.
Megan debe estarse disfrutando a su novio porque pasan las horas y no
sé de él, volvemos a lo mismo de hace unos días porque puedo tener esa
extraña sensación en el pecho pero si él puede olvidar todo cuando vuelve a
sus deberes de Alpha, yo también puedo, siempre lo he hecho y está vez no
será la excepción por muy bien que la haya pasado.
«Yo también sé jugar Herodes Blackwood»
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____________________________________

BUENO, se acabó la paz.

Mil gracias por leer. ¿Qué les parece el libro hasta ahora?

Besitos.

Osly.
Extra 2: chocolate

________✧✧ Chocolate✧✧__________

Yasmín
¿Qué es lo que más me gusta de mi vida?:
La montaña de color chocolate, piel suave, sonrisa perfecta, cabello
negro, ojos oscuros, tatuaje en el muslo derecho, pectorales y brazos, viste
solo shorts deportivos y una gorra para el candente sol que toma desde que
se mantiene corriendo unos metros lejos de la casa, aprovechando el
descanso que le tocó.
«Kilian Gill», este man es sabrosamente sexy y provocativo, parece
una gran barra de chocolate la cual ves y te provoca tantas cosas sucias por
querer hacerle.
Llevo un par de minutos mirándolo desde la sombra de un árbol, hace
calor, recién me tocó mi descanso y no perdí tiempo en otra cosa que no
fuera venir a ver qué hacía porque tengo una extraña adicción por estar
cerca de él. Me siento extraña, vacía y más sola que nunca. Solo él, Helen y
Venus pueden hacerme sentir diferente. La última no sé cómo está, hace
casi dos semanas que no sé sobre ella, Mario no me da noticias y
preguntarle ya no puedo porque anda lidiado con los Blackwood.
—No creí que me gustara el acoso, pero el tuyo no me molesta —se
me acerca, limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano «Es
tan grande, no puedo dejar de mirarlo»— ¿Yasmín?...
—¿Ah?— espabilo, parpadeando dos veces.
Se ríe divertido.
—A veces me preocupa cuando te quedas como en el limbo.
—Pensaba algo —respondo con simpleza.
Se me acerca, tomándome de la cintura, y solo el contacto de sus dedos
me causa una convulsión interna que odio porque es nueva, se siente
torturosa y no sé cómo llevarla.
—¿Ah, sí?.
Asiento despacio hasta que siento algo duro tocar mi abdomen.
«Diosito, sígueme dando fuerzas para soportar la bazuca de carne».
—Sí...— mi voz sale inaudible.
—¿Qué pensabas?
—En lo bien que me siento cerca de ti.
No hay arrepentimientos en esa frase porque sus labios no me dan
tiempo de pensar cuando me besa despacio. Sus manos presionan mi
cintura, dejo las míqs sobre sus hombros desnudos y no me asquea el sudor,
puede estar lleno de tierra, de sangre como muchas veces, y aún así me
prendería.
—¿Qué sé sabe de, Venus?
Acaricio su nuca y suspiro.
—Mario no me dice nada, pero según el jefe llega mañana.
Se aparta un momento, se va por su camisa y regresa. Lo veo tan
agitado que recién recuerdo la botella de agua que traje, la tomo del suelo y
se la ofrezco.
—Siempre cuidando de mi hidratación— sonríe.
—El agua es importante y creo que a veces te olvidas de ella.
Da varios sorbos, mirando el paisaje y yo sus facciones.
—Tal vez sea porque en mi país no es muy abundante, siempre solía
pasar sed, me acostumbré a solo tomar la necesaria— responde tranquilo—
O así lo recuerdo.
—Pero ya puedes beber la que quieras, no tienes excusas para estar
deshidratado— palmeo su brazo y me mira inexpresivo como siempre.
—Te tengo a ti para recordarme muchas cosas.
Me muerdo el labio, conteniendo la sonrisa que quiere escapar.
—Tomaré eso como un: eres importante en mi vida— comento y me
siento estúpida al instante— Es decir... porque te recuerdo que debes tomar
agua, comer y.... Olvídalo.
Echo a andar, sintiéndome tonta. No sé por qué con él me siento
temblorosa, impotente, como conteniendo muchas cosas que quiero que
salgan pero cuando lo intento me siento peor y me da dolor de cabeza.
No me detiene y yo sigo mi camino sintiendo que viene detrás de mí.
Cruzamos lo que queda del campo de golf, rodeamos la cancha de tenis en
dirección a las habitaciones traseras de la casa. Entro a la que comparto con
Venus, me lanzo en la cama enterrando la cara en la almohada, buscando
que me trage.
Me dejo llevar por el sueño hasta que unos toques en la puerta me
despiertan.
—¡Sorda, la cena ya la trajeron!— sigue gritando Enola.
—¡Voy!
De mala gana me levanto, entro al baño, cepillo mis dientes, me
acomodo el cabello y la ropa, ajusto las armas en los muslos y salgo.
Una empleada se me atraviesa, me entrega mi comida y un jugo.
Camino en busca de Helen, la diviso en una de las mesas de la cancha de
tenis en compañía de Brett, Enola y... Kilian. Quisiera regresarme y buscar
un lugar a solas pero me vería estúpida si lo hago.
Tomo asiento, abro mi envase y procedo a disfrutar de la carne de
cerdo, verduras, arroz y un tipo de ensalada extraña, todo sabe bien al igual
que el jugo.
—Estás muy callada— me habla Brett.
Me señalo a mí misma.
—¿Yo?
—Obvio, ¿Quién más?.
—Ustedes tampoco han hablado.
—Lo estamos haciendo desde que llegaste, pero se nota que estás
metida en tus pensamientos como para notarlo.
—Sigue dormida— le dice Helen.
—O se terminó de volver idiota— murmura Enola.
Estoy tan decaída que ni para amenazarla tengo ánimos.
—Ja. Ja. Ja— río con amargura.
—¿Estás bien?— indaga Brett.
Kilian nisiquiera me mira y si lo hace es sin ningún tipo de expresión o
intensiones de hablarme.
—Sí. Es solo que me duele la cabeza.
—Entiendo eso. La falta de adrenalina afecta.
—Mi instinto me dice que estaremos aquí por poco, cuando nos
vayamos tendremos mucho por hacer, propongo descansar un poco y
desestresarnos— comenta Kilian por primera vez.
—No sé cuál es el afán por salir a una misión, hace menos o más de
una semana que tuvimos la de Sídney. Rélajense, no pueden estar sino es en
medio del peligro.— se queja la rubia.
—Háganle caso a Enola...—aparece Brais— Un descanso no está
demás.
—Hasta que por fin sirves para algo y es para pertenecer al cuerpo de
seguridad de Jayden Blackwood— le dice Brett.
—Prefiero a eso a estar con ustedes, nada más de verlos se me amarga
el día. A propósito ¿En dónde está Venus? No la he visto.
—No es tu problema.—le respondo
Se ríe, cruzandose de brazos.
—Siempre de malas, Yasmín, pero no menos hermosa.
—¿No te cansas de invadir conversaciones ajenas? —increpa Kilian,
mirándolo mal.
—No.
—Deberías, podrías ganarte una paliza por metiche.
Rueda los ojos. Posa sus ojos en mí y detecto el enojo del moreno que
tengo en frente.
—Vamos a dar un paseo, claro, si tú novio te deja.
Abro la boca para hablar pero...
—No somos novios..—le deja claro Kilian, dejándome con la palabra
en la boca.
Algo truena en mi interior y la decepción me carcome aunque debía
tenerlo claro. No somos aptos para mantener alguna relación sentimental
más allá del afecto amoroso que no sentimos. Entonces no sé por qué me
siento como si la cara me ardiera, la garganta se me contrae extrañamente
y....
—Cierto, no somos nada— me pongo de pie— ¿Vamos?
—Después de ti—me abre paso, señalando el camino, mira al moreno
y le guiña un ojo— Lo que daría yo por ser novio de semejante pelinegra.
Helen me mira, atónita, Enola intenta no reírse por la cara de enojo de
Kilian y es Brett quien carraspea alivianando el ambiente.
—Recuerda que te toca turno, no te tardes— me dice.
Tomo a Brais del brazo y sonrío con descaro.
—Será rápido y satisfactorio.
Avanzamos, Taeyang se nos atraviesa mirándome confundido con cara
de "¿Qué pasó con Kilian?". Las cosas entre Gill y yo iban bien, en el sexo,
claro. Pero últimamente no me habla, es más distante y solo me busca para
fornicar.
Nos detenemos en uno de los senderos con vista a la playa. Mi
brazalete me recuerda que ya es hora de trabajar pero no quiero regresar.
—Creí que tenías algo con Kilian— comenta de repente.
—Creíste mal.
—Eso es lo que daban a entender.
—Eso cambiará.
Se ríe de pronto como si recordara algo gracioso o absurdo.
—Sabía que serían de sexo rápido y exprés, en muchas misiones
nosotros solíamos hacerlo con algunas chicas con las que no divertíamos—-
habla.
Lo miro, arqueando una ceja.
—¿Me pediste caminar para hablar de lo mío con él?.
—Tal vez sí...
—Muérete.— espeto, sacándole el dedo de en medio, abre la boca para
decir algo más pero lo dejo solo yéndome, ni siquiera sé por qué acepté
caminar con él, es un idiota, nunca me ha agradado bien.
Encuentro una banqueta sola en el jardín principal de la casa, es
enorme al igual que los alrededores. Los Blackwood se mantienen adentro a
excepción de los hijos de Kaleb, la hermana del Alpha y su prima Dayana,
anoche estuvieron jugando tennis. Desde que llegamos se comportan como
si estuvieran de vacaciones, y no los culpo, yo haría lo mismo.
Desde mi punto puedo vigilar varios sitios aunque la seguridad sobra,
cada miembro de la familia consta de su propio anillo de seguridad de
varios hombres entrenados y preparados en la fortaleza. Por todos lados veo
a alguien cubriendo su puesto y desde aquí puedo notar a la rubia que sale,
yéndose en dirección a una parte más sola. Camina mirando hacia atrás y...
Enola la sigue.
«No es la primera vez que las veo en plan amigas que intercambian
chismes». No me da mucha tranquilidad que últimamente hablen cuando
nadie las ve, por ello me levanto, sigilosa me muevo cuidando que mi
compañera de trabajo no me note. Llega hasta un árbol y se detiene en
dónde la otra rubia la espera. Comienzan hablar, desde donde estoy no es
mucho lo que escucho, intento acercarme despacio, las voces se aclaran y...
—Pasado mañana llega mi novio, te quiero con los ojos abiertos y al
pendiente de Venus— le dice Megan.
Brujanola asiente con convicción. No sé a qué se refieren con eso de
vigilar a mi amiga. Es una estúpides ¿Por qué tendrían que hacerlo?.
—Obviamente no la veremos en nada extraño estando los Blackwood
aquí.
—El descaro no mide nada y la corazonada no me deja. No sé si pueda
dormir hoy y mañana estar tranquila— se queja.
—No se de mala vida. Tal vez sus intensiones sean con el señor
Jayden....
¿Con Jayden?, Espérate, frenate ahí, ¿Qué mierdas acabo de escuchar?.
Un teléfono suena, Megan mira el aparato que saca del bolsillo y
suspira.
—Debo irme, ya sabes lo que hablamos.
—Entendido.
Enola se va primero, me muevo cuidando que no me vean y... Piso una
rama causando un pequeño ruido que alerta a la rubia «Rayos», se pone
alerta mirando a varios lados. Espera unos segundos y se va sin dejar ojear
los alrededores.
Salgo de mi escondite y me quedo pensando. Frustrada me paso las
manos por el cabello, me dejo caer en el césped, recuesto la espalda en el
tronco y cierro los ojos. Me siento cansada, mental y físicamente. Ni
siquiera en un entrenamiento me sentía tan decaída como en este momento.
—La noche está muy bonita— hablan muy cerca de mí y no hace falta
girarme para saber que está recostado en el tronco.
—Quisiera estar sola.
—No lo creo.
—Cree lo que quieras— espeto.
—Uy, andas de malas.
—Lo mismo pienso de ti. Me has ignorado perfectamente— el
sarcasmo sale.
—¿Es eso lo que te tiene así?
Ruedo los ojos, poniéndome de pie, lo miro a ese perfecto y oscuro iris
negro que tienen sus ojos
—No.
—No mientas.— me encara, frunciendo las cejas, estamos tan cerca
que quisiera apartarme pero no soy de esas, no dejaré que su cercanía me
acojone.
—No lo hago...
—Tus ojos me dicen que sí.
Detesto que sea como yo, que podamos estudiar las actitudes e los
demás; desventajas de haber sido preparados en el mismo entorno. Nada se
le escapa y a mí tampoco.
—Debo trabajar— paso por su lado pero me detiene tomándome del
brazo.
—No escapes de mí, algo te pasa, no me gusta verte así.
—¿No?— me zafo del agarre, mirándolo— Pues no tengo nada, no me
afecta tu desprecio y no me importa si solo me coges y luego me dejas. Para
eso servimos, solo somos máquinas sin sentimientos.
Suelto el aire que tenía atascado en el pecho. Lo señalo sin dudas, para
que le quede claro y..
—Mejor dejemos eso de fornicar, sería mejor que cada quien se
concentre en lo suyo— alzo las manos— Al fin y al cabo ya me estaba
aburriendo.
—¿Qué?
Me encara, el enojo denota en su rostro pero no me aparto ni cuando
me acorrala contra el tronco, dejándome sin escapatoria, con sus manos en
mi cintura y sus labios a escasos centímetros de los míos.
—Repite lo que dijiste.
—Se acabó el sexo. Ya no nos acostaremos más. Me aburrí— reitero.
—¿Segura? Algo me dice que esto es una especie de drama por no
haberte tocado hoy....
Suelto a reír en burla.
—¿Drama?— no contengo la risa amarga —Debes estar jugando.
—En eso pareces estar tú.
—Mejor apártate —lo alejo— Ve a ver si alguna sirena llegó a la orilla
de la playa.
—Siempre tan tú.
Me toma a las malas, clavándome los dedos en la nuca, rodeando mi
torso con su brazo y pegándome a su cuerpo a la vez que me besa... lo hace
sin esperar, probando mis labios, rozando su lengua con la mía, erizándome
los vellos de la nuca, poniéndome a bombear el corazón con una rapidez
alarmante que nota porque se ríe en medio del beso y...
—Lo imposible lo haces posible, testaruda— susurra.
Intento refutar porque mi cerebro captó lo que quiso decir, pero vuelve
a besarme haciendo que se me olvide hasta quién soy. Inmediatamente mi
entrepierna se moja, mis pezones se endurecen y mi sexo palpita anhelando
ser tocado.
—Necesito....— las palabras no salen de mi boca, pero no hace falta, él
entiende y desliza la mano por mi abdomen, despunta el vaquero, la adentra
despacio acariciándome la piel, echo la pelvis hacia delante presa del
desespero que me produce cuando juega con mi clítoris— Necesito... ne...
—¿Qué necesitás?— lame mis labios dejando una fina capa de saliva
que chupo.
—Ha...
—Yasmín, no te entiendo.
Me penetra con un dedo y jadeo. No puedo hablar, estoy presa en el
desespero, sabe cómo tentar, yo sé cómo hacer que me corresponde como
quiero pero es difícil porque me baja las defensas en un dos por tres, me
lleva a experimentar cosas extrañas pero que me gustan en parte porque
nunca antes las había sentido.
Paso saliva, organizo las palabras en mi cerebro y...
—Hazme tu....—mi brazalete vibra, sacándome del trance, el suyo
también, una voz en el intercomunicador rompe el momento.
Suelta mi nuca, sigue la premura con sus dedos avivandome de nuevo,
me aferro a su camisa y él simplemente mira el brazalete, sostiene el
intercomunicador y...
—Copiado, danos un minuto— dice.
Vuelve a lo nuestro, ahora son dos dedos los que juegan en mi canal,
me siento como un charco, atónita, excitada y jadeando sin parar con la
frente enterrada en su pecho.
No tardo mucho en correrme, sabe como causarme un orgasmo rápido
y yo lo disfruto tanto que sonrío mirando como se chupa los dedos
empapados de mis fluidos. Debería darme asco pero sus labios son como un
hechizo, son tan carnosos, rosáceos con una mezcla de color chocolate que
me encanta.
—Me gusta como sabe tu vagina— confiesa.
—Eso se nota— no le veo intensiones de follarme y por ello me
acomodo el pantalón poniéndome de rodillas— Mi turno.
Desabrocho el cinturón, bajo la bragueta, saco el potente miembro que
la primera vez me dió mucho miedo «Aún me da», pero ahora solo me
causa ansiedad por querer chuparlo. Es grande, largo, con las venas bien
marcadas y lo más impresionante es la punta gruesa que tiene.
Chuparlo me genera una especie de temor y ganas. Podría ahogarme
en el intento. Pero no soy cobarde, no le temo a la muerte y morirme con
esto en la boca, sería una azaña impresionante.
Paso la lengua varias veces si perder de vista las expresiones del
moreno que me toma del cabello, entre abre los labios y comienzo a chupar
lo que entra en mi boca. Debo mojar varias veces para hacer la tarea más
fácil. Cada vez se endurece más como si estuviera a punto de estallar.
Agito la mano en el tallo, chupo, lamo y trato de que mi garganta reciba la
punta.
—Ah, que rico...
Sus palabras sucias me gustan, por eso me esmero en hacerlo de
maravilla y lo estoy logrando porque jadea, aferra el agarre en mi cabello,
se muerde el labio y se corre llenándome la boca de su leche, es tanta que se
desliza por la comisura de mis labios.
—Traga.
Hago lo que me pide y me pongo de pie limpiando los rastros con el
dorso de la mano. Se acomoda el pantalón, miro mi brazalete. El ambiente
se torna incómodo de un momento a otro, pienso algo que decir para que no
se vaya pero...
—Veré que quiere Mario— sólo dice eso y después se va sin siquiera
mirarme, dejando la misma sensación de estos últimos días «Un polvo y
ya».
No debería importarme, aún así no puedo evitar sentirme molesta,
irritable, ansiosa, con ganas de golpear a alguien o algo. Las horas pasan,
me mantengo trabajando, pensando, sin poder volver a descansar y cuando
amanece ya estoy como un zombie.
Mi jefe llega, con él la mujer que mira, con la mirada le pido que
hablemos. Porque la extrañé y debo decirle lo que oí de las mujeres que la
detestan porque a cada nada la ven mal, siguen hablando a escondida,
armando complots que no me siguen dando buena espina.
—Necesitamos hablar— le digo cuando estamos a solas en la
habitación.
—Lo sé. Y lo haremos.
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Osly.
Capítulo 60

__________✧✧Bandos✧✧_________

Judas
En el mundo del narcotrafico lo más sensato sería querer aspirar a no
tener que depender de tratos o alianzas que te limiten las oportunidades. Y
eso es lo que sucede con la mafia rusa, ellos no quieren seguir de buenos
con la mafia alfa.
Por mi parte, no pretendo desatar una guerra, por los momentos estoy
bien en mi posición; hago dinero, soy poderoso, muchos conocen mi
nombre en el mundo criminal y empresarial. No necesito enemigos que
pueden ser una gran oportunidad más adelante.
—Esa puta me las va a pagar —reitera Braden, se sirve un vaso de
vodka y toma asiento en frente de mí— No creerá ella que me iba a
despreciar y se la dejaría pasar. Está loca.
Suspiro profundo y le doy un sorbo a mi vaso.
—¿Todo por ella?
—En realidad no es solo por ella.
—¿Qué más sería?
No sé por qué tanto estrés por Ksel Blackwood, está buena y no lo
niego, es hermosa, una mujer capaz de embobar hasta al hombre más difícil
de todos. Pero algo debe haber detrás de todo esto
Se pone de pie, caminando en círculos como si estuviera más frustrado
de lo que quiere ocultar.
—Ya quiero terminar de tomar el poder para hacer lo que me venga en
gana.
—Y ganarte muchos enemigos que te quieran matar a cada segundo —
comente Malikha, entrando en compañía de uno de sus escoltas— Ya lo
intentaron hace dos semanas.
—Mamá... relájate, averiguaré quien fue y yo mismo me voy a
encargar de amputarle los brazos y sacarle el estómago de una manera lenta
y dolorosa.
—Trata de que no te lo hagan a ti.
—Pierde cuidado.
—Judas, bienvenido a mi humilde casa —me saluda con una amplia
sonrisa— Me alegra verte por aquí.
—Lo mismo digo.
—¿Más vodka? —me pregunta Braden y asiento.
—La mercancía ya la están bajando del camión. Creo que mi armero
podrá hacer un buen trabajo.— me informa la rusa.
—Debe hacerlo o de una vez iré mandando a cavar su tumba —
asevera su hijo.
—Deben equiparse, de ahora en adelante tendrán a muchos detrás de
ustedes—les digo.
Ella suspira, preocupada.
—Era de esperarse, el primer acto de mi hijo fue arrojarnos a la boca
del demonio.
—En algún momento tenía que suceder, no toda la vida estaríamos
bajo su falda y siguiendo tontas reglas —le responde Braden— Debemos
ser independientes, para eso tenemos una organización.
—Mejor concéntrate en lo que harás para que todo salga bien, la
decisión fue tuya y tendrás que asumirla con más peso.
Siguen hablando de lo mismo y me pongo de pie, revisando el mensaje
que me acaba de llegar. El atentado que hicieron en Sidney era para Braden,
de eso no tengo dudas, como tampoco de quién pudo ser. Esa voz la
reconocí sin dificultad. La música no me lo impidió ya que se grabó en mi
cabeza desde la primera vez que mis oídos fueron bendecidos cuando me
respondió en mi idioma natal.
—Vamos —me avisa Braden.
Salimos, en el camino nos encontramos a su hermana quien se nos une
solo hasta la salida de la parte trasera que nos manda a los galpones grandes
en donde mujeres desnudas empaquetan la heroína y la coca especial que se
supone es mi pedido. Me acerco a una de las mesas, me facilitan una pajilla,
el ruso me ofrece un poco dejando un sobre la base de hierro.
Me inclino e inhalo, probando la dosis normal.
—Perfecta— me sorbo la nariz.
—De la mejor calidad.— me palmea el hombro.
—No esperaba menos.
—Creo que será perfecta para tu bar....—me habla Malikha.
—Sin duda alguna, ofrecerás el mejor sexo de todos, sin límites,
inagotable y 24/7.—asegura Braden.
Asiento despacio, viendo el enorme espacio con montañas de cocaína.
La fabrican sin descanso, la venden sin parar y todo mundo la compra por
ser de excelente calidad. Me paseo mirando lo que hacen, viendo como las
mujeres se mantienen trabajando sin refutar, o las matan.
Termino lo que vine a hacer antes de abordar el auto que me deja en la
pista privada, no me vine solo, el ruso me acompaña y aterrizamos en Italia.
No perdemos tiempo, en menos de nada estamos en el bar disfrutando del
ambiente lleno de sexo, droga, licor y música. La perversidad y el sadismo
sobran tal como quería.
El establecimiento es de dos plantas, la de abajo es la pista de baile que
está repleta de gente, la de arriba alberga las mesas, los tubos de pool dance,
otra gran barra y sofás de terciopelo, como también los shows de stripper.
Superviso que a las mujeres se les mantenga dopadas y listas para
trabajar con una gran sonrisa, ganas de follar sin descanso, felices y listas
para atender clientes. El ruso debería estarse ocupando de todo lo que le
caerá encima pero prefiere estar aquí disfrutando y dejando que lo
satisfagan dos mujeres.
—Ven Judas, pide dos para ti— me anima.
Tomo asiento también. Una rubia juega con mi corbata y le acaricio la
pierna. En la parte de abajo todos gritan eufóricos, la música es energizante,
el olor a sexo me encanta y también el de marihuana que inunda el
ambiente.
Desde mi punto veo las dos mujeres que nos observan desde la mesa
de al lado. Un mesero les ofrece las dos jeringas con el contenido rosáceo
que se inyectan y en menos de nada las tengo acercándose hasta nuestro
sitio.
—¿Bailas? —Inquiere la morena de cabello lacio y piercing en el
labio.
—Yo si— Braden se pone de pie, llevándose a ambas a la pista de
abajo.
Me levanto con un vaso en la mano, me apoyo en las barandas y desde
aquí puedo ver como todos se disfrutan la adrenalina que se siente. Sigue
bailando con ambas mujeres denotando que no le da miedo haber
provocado a Herodes Blackwood. Bebe, se droga y continúa con la fiesta
mientras que dos de sus guardaespaldas lo observan desde cerca.
—Se nota que no le teme a la muerte—comenta Naigel a mi lado.
—No. O tal vez el despecho lo tenga así.
—Supongo que no es fácil ser rechazado por semejante mujer—ser ríe
— No es la gran cosa si no le da importancia.
Sorbo un trago grande de licor.
—La niña está bien buena, es hermosa, deseable... Lo entiendo, pero
no apoyo el hecho de que por eso se quiera ganar de enemigo al Alpha.
—¿Tú lo harías si quisieras algo con la pelirroja?.
Frunzo las cejas y lo miro, ¿A qué viene eso?.
—No pretendo ganarme enemigos por culpa de una mujer, no vale la
pena...— ruedo los ojos.
Se encoje de hombros, mirando en dirección a donde está el ruso.
—Algunas mujeres saben obsesionar y ponernos a destruir todo con tal
de hacerles saber que nadie nos rechaza, y menos cuando estamos
acostumbrados a tener lo que se nos venga en gana — comenta.
Lo sé perfectamente. Aunque no he pasado por el proceso de "dolido",
con Adeline nunca he tenido problemas como tampoco tener que rogarle
para algo, porque no lo haría y no es necesario, ya es mi esposa, sabe de lo
que soy capaz y claramente no se la dará de muy lista.
—Y lo dices porque crees que la peliroja causó algo en mí— respondo,
riéndome.
—No lo sé —apoya los brazos en la baranda— Tal vez, ganas de tener
una aventura de un rato.
—Pero no se puede.
—Exacto, si quisieras es porque estás consciente de que tendrías
problemas y los asumirás a pesar de todo.
—Ve al grano, déjate de rodeos que sé qué quieres decirme algo— me
impongo.
—Te conozco desde que eras un niño, fui amigo de tu padre, por ende
me veo en la obligación de asumir mi puesto como padrino y decirte que
tengas cuidado con esa mujer.
—¿Por?
—No diré más. Solo es una sugerencia, Judas. Síguela.
—Como sea —dejo el vaso sobre la bandeja de un mesero— Iré a
caminar, me siento sofocado.
—Se nota.
Lo dejo solo. El sitio es lo suficientemente grande como para caminar
mientras veo las mujeres que bailan, y una que otra clienta que me mira.
Estoy tan absorto de lo racional que me siento cansado de tanto pensar lo
mismo.
Uno de mis escoltas me avisa que el ruso me busca, me guía hasta la
planta principal y sacudo la cabeza viendo como inhala una gran cantidad
del puro que sostiene, una chica hace el amago de besarlo y le traspasa el
humo que ella suelta como una experta avivando las risas del castaño que le
palmea el trasero.
—¡Se va para mi cama!
Respiro hondo, metiéndome las manos en los bolsillos del pantalón.
Me le acerco y le aviso que me voy, me insiste en que me quede, pero estoy
agotado mentalmente de tanto pensar, no estoy para fiestas, mañana tengo
cosas que hacer.
—Avísame si mañana irás— es lo último que le digo.
—Vete tranquilo.
Naigel se me acerca y le pido que supervise lo que haga el ruso, no
quiero revueltas o peleas que desaten muertos en mi establecimiento.
Son las 12 de la noche, sin embargo, no tengo sueño como tal, necesito
algo que me despeje la mente y por eso pido que me lleven al laboratorio.
Al llegar, mi asistente me recibe como siempre, trabajamos hasta la
madrugada, aún así, sigo sin sueño, con algo extraño en el pecho y una
sensación que hace tiempo no sentía.
—El Alpha solicitó una reunión importante dentro de seis días, ¿Qué
le respondo?— pregunta mi padrino.
—Que allí estaré. No ir sería dar a entender que estoy con los rusos y
no puedo permitir que eso suceda.
—Bien. ¿Qué harás con la reunión que tenías con Ashton Hill?.
Joder, había olvidado eso.
—¿Es el mismo día?— a veces no reviso mi agenda.
—Sí.
—Paútala para mañana en la tarde, dile que iré a Alemania.
—Ok ya me pongo en contacto con él.
—Ey... recuérdale que no me gusta un NO por respuesta.
—Entendido.
No está demás tener lazos con la entidad que le hace la vida imposible
a los traficantes más grandes.
Termino de poner hacer la mezcla del químico, rectifico que nada me
falte, me quito los accesorios de seguridad y busco mi teléfono pidiendo
que me lleven a casa. Al llegar me voy a la habitación, me ducho y me
acuesto por un rato en busca de conciliar el sueño pero Adeline se mueve
buscando la manera de abrasarme.
Meto el brazo debajo de mi nuca y miro el techo.
—Llegaste muy pasivo ¿Sucede algo?— pregunta adormilada.
—No. —miento como lo vengo haciendo desde que la ví— Duerme,
aún no amanece.
—Tú también trata de dormir— susurra antes de volver a dormirse.
Tengo noches sin poder dormir bien. Suelo hacerlo solo cuando viajo o
me tomo una pastilla, o de lo contrario, paso la noche en vela.
Cierro los ojos por no sé cuánto tiempo, pero cuando los abro es para
irme al baño, sudando me paso las manos por el cabello, abro el grifo
empapandome la cara varias veces, pero el calor no se va ni siquiera cuando
me ducho por un par de minutos.
Frustrado, salgo yéndome al armario, normalmente acostumbro a follar
a esta hora, sin embargo, hoy no será así.
—Te siento extraño, ¿Estás bien?—aparece Adeline.
Termino de acomodarme las mangas de la camisa.
—Si, tengo hambre.
—Seguro que...
—Estoy bien— aclaro.
Salgo de la habitación, tomo asiento en el comedor esperando por mi
café. Lena aparece con cara de sueño, se me acerca y la dejo besarme la
mejilla antes de tomar asiento a mi lado.
—¿Cuándo llegaste?
—Hace unas horas. Estabas dormida, y no quise despertarte.
—No me gusta cuando no estás— comienza a quejarse.
—No puedo quedarme aquí encerrado, me volvería loco.
—Eso estaría bien, así sientes lo que yo. No me gusta estar aquí y aún
así me dejas, no me llevas contigo— me mira mal.
—Lena...
—Ya sé lo que dirás— me interrumpe.
—Que bueno que lo sepas.
Una empleada me avisa que Alessia acaba de llegar, seguramente a
joder bien temprano, ni siquiera son las 10 de la mañana y ya viene a querer
darme sermones por ser mi tía. Adeline se une, ya está arreglada, toma
asiento a la vez que la mujer que pide que le sirvan el desayuno.
—Quiero saber si los rumores son ciertos y la mafia rusa anda de
renegada rompiendo las reglas— comienza.
—Si. Los rumores muchas veces suelen ser ciertos.
—Entonces no sé qué esperas para unirte a los Marakov y destruir a
los Blackwood— me reclama.
—Que te quede claro algo —estrello el puño en la mesa, mirándola—
El jefe aquí soy yo, y no me dirás lo que debo hacer.
—Soy tu tía —eleva la voz, olvidándose de la diferencia de jerarquía
entre ambos—, Miembro de esta familia y parte importante de la
organización, por ende tengo derecho a proponer cosas que serían más
sensatas, sin embargo, la palabra la tienes tú, aunque no esté de acuerdo.
—Alessia...—Santino entra con mala cara.
—¿Qué?
—Deja el pasado de lado, estamos en una nueva era y Judas es quien
decide, la única que no está de acuerdo eres tú, nunca lo estás— espeta.
—Porque estoy en mi derecho, soy lógica en lo que digo, y el por qué
lo digo, ya ustedes saben.
—¿Tú hijo apoya lo que opinas y quieres?— increpa su hermano.
—Arthur carece de sentido común al igual que ustedes. Tenemos la
oportunidad de acabar con los Blackwood y la estamos desaprovechando
por “querer estar en paz”.
El pasado sigue repercutiendo en su cabeza.
—¡Es mi maldita decisión! —trueno molesto, mi hija intenta calmarme
pero me pongo de pie apoyando las manos en la mesa— ¡Quién no esté de
acuerdo se atiene a las consecuencias, aquí nadie se mete en mis cosas,
menos tú por muy hermana de mi padre que seas, el líder de la organización
soy yo!.
—Cariño...—Adeline me mira, pidiendo calma.
—¡No te metas!
Lena mira su plato, Santino no vuelve abordar el tema y Alessia se
pone de pie.
—Siento mucho tener la razón y que por ello se molesten. Ya no
vuelvo a opinar. Sólo espero que más adelante no vengan a decirme "tenías
razón", porque los mandaré al demonio —grazna.
Se despide de las mujeres que tengo a los lados y se va.
No es la única que no está de acuerdo con mi tratado de paz con la
mafia principal. Pero es mi jodida decisión y no la cambiaré mientras que
no tenga motivos para hacerlo.
Mi día se arruinó por culpa de Alessia, y por ello salgo de casa sin
dejar que nadie me dirija la palabra. Paso unas horas en la empresa hasta
que se hacen las 4 y abordo el auto que me transporta al restaurante al que
entro buscando la mesa en la cual diviso al hombre que viste casual con una
gorra, chaqueta y vaqueros.
—Tan puntual como siempre— habla en mi idioma natal y procedo a
sentarme.
—Lo mismo digo de ti, no me quejo.
Se saca un sobre del interior de la chaqueta «No vino a perder el
tiempo y yo tampoco».
—Interceptébun buque con carga de armas, sé de quién son. Ahora,
debo cazar al hijo de la jefa de la mafia rusa, está metido en la trata de
blancas menores de edad, tengo una orden y requiero que me digas dónde
puedo encontrarlo o tendré que cazarte a ti también —junta las manos,
mirándome desafiante.
—¿Creés que soy un soplón?
—No. Pero te conviene, lo entregarás a él y una vez más voy a
interferir en la investigación de tu organización.
Suelto una risa agria. Una empleada me ofrece una copa de vino y la
recibo, muevo el contenido, disfruto del olor antes de darle un sorbo.
—Me estás chantajeando, Ashton.
—Yo no lo vería como un chantaje. Llámalo como un trueque.
—¿Qué harás con el buque de armas?— inquiero, son del Alpha. De
eso no hay duda.
—Equipar a mis hombres, pero antes, las voy a mandar a revisar para
ver si son buenas. Me costó mucho tomarlo como para destruirlas.
—Son de las mejores.
—Perfecto.
—Tengo que decirte la ubicación del ruso o me casarás a mi también
—comento entre risitas— Muy astuto.
—En este mundo quién no lo es.
Frunzo los labios, encogiéndome de hombros.
—Depende, algunos con eso solo firman su día de muerte.
—¿Estás amenazando al coronel del CEICC?
—Para nada —elevo las manos —Nunca haría eso su señoría.
—Ahora estás usando el sarcasmo. No hace falta conocerte para saber
que estás pensando como matarme con tal de no tener que dar la ubicación
de Braden Marakov.
—Piensa lo que quieras —me pongo de pie, saco un par de billetes y lo
dejo sobre la mesa—No tendrás que pagar la cuenta.
También se pone de pie, metiéndose una mano en el interior de la
chaqueta.
—¿Seguro que quieres que te case?
—Me da igual. Pregúntate quién pierde más si me niego —contesto
con indiferencia. Naigel se me acerca con un sobre y lo dejo sobre la mesa
— No sería digno que un coronel tenga negocios con la mafia. Ya te podrás
imaginar lo que tiene ese sobre y que podría reflejarse en las pantallas de tu
comando si te pasas de listo.
Me guardo las manos en el bolsillo.
—Si te ascendieron es por algo, usa ese algo para buscar información
en otro lado y no mediante mi, porque sabes que no tratas con cualquiera y
aún así tienes la osadía de chantajearme —me carcajeo sutilmente— Creí
que eras más listo.
Intenta decirme algo, se ve furioso, pero sabe que tengo razón y no
sería muy lógico si comete una estúpides.
_____________✧✧_____________
______________________________

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Besitos.

Osly.
Capítulo 61

_____✧✧ Tentación oscura✧✧______

Venus
Estar de regreso a trabajar, es lo mismo de siempre, porque me abarca
la sensación de estrés con una pizca de molestia. Y no lo digo por el
escuadrón, los quería ver, muy en el fondo me preocupa que yo esté con el
Alpha en modo amantes y ellos pensando que mi puesto me lo gané por
cosas ajenas al desempeño laboral. Cosa que no es así.
Desde que llegué, ya Mario me puso en órbita, Dan me tiene liada,
informando todo lo que hizo el escuadrón y el por qué de los Blackwood
estar aquí reunidos...
Me termino de vestir, Yasmín no deja de mirarme, si me muevo me
mira, si me agacho me mira, y si me acuesto también lo hace. Sé que debe
estar queriendo explicaciones, no es tonta, y con decirme lo que escucho de
las rubias que me odian, ya debe estarse imaginando muchas cosas que
servirían de respuesta a sus dudas..
No me bombardea con preguntas, lo primero que hace es indagar sobre
si me siento bien, cómo estuvo mi recuperación, si me dieron un gran
castigo por fallar la misión y cómo es que estoy viva si a nuestro jefe no le
gustan las incompetencias.
Debe querer respuestas, no debería dárselas, no es su problema ni de
nadie, soy discreta con mis cosas pero... Ella es especial para mí al igual
que Helen.
—Me acuesto con él. Solo te diré eso —le suelto antes de que siga.
Abre la boca, sus ojos denotan asombro, me señala con el dedo
acusatorio y se ríe negando con la cabeza.
—Me debes estar jodiendo....
—No. Lo hacemos siempre que me voy con él.
Se levanta, cubriéndose la boca, asombrada.
—Tú... tú qué eres bien difícil, tú qué casi ni lo determinas o hablas de
lo bueno que está... Me estás jodiendo...
—Yasmín. ¿Para qué me preguntas si no me vas a creer?
—Pero... Lo creería de Jayden, él si se ve que te quiere coger. Pero ¿el
Alpha? —estalla en risas sin poder creerlo— Estoy en shock.
Se nota que lo está.
—No es como si no estuviera a la altura de acostarme con é l— ruedo
los ojos.
Mueve las manos, queriendo decirme que no se refiere a eso.
—No es eso... es solo que... ¡Nena, te cogiste al Alpha!.
Le tapo la boca mirándola en una clara señal de advertencia «No debí
decirle».
—Esto no lo debe saber nadie o te saco la lengua, Yasmín Bakhash —
presiono.
Asiente, la suelto y se ríe.
—Ahora te follas al mismísimo peligro e infierno.
Me encojo de hombros sonriendo.
—Nada me queda grande, y él no es la excepción.
—¿Cómo lo hace? ¿La tiene grande? Cuéntame todo... Quiero saber...
—se desespera.
—Frena tu lado de curiosa, —alzo una ceja —Tú también me tienes
que contar por qué cuando llegue te ví extraña, distante con Kilian y
denotando que te hice falta para no sentirte sola.
Suspira profundamente, la tristeza invade su rostro y toma asiento. Es
experta a la hora de saber ocultar sus emociones, todos en el escuadrón lo
somos, pero ella siempre ha sido algo sensible en algunos periodos de
tiempo y este es uno de ellos.
—Comienzo yo..— hablo devolviéndole la sonrisa a su rostro— La
tiene grande, no puedo envidiar la que te comes de Kilian. Coge de puta
madre, se mueve como un máster. Solo diré eso.
Se lanza en la cama cerrando los ojos.
—De solo imaginarlo desnudo ya me da un paro conchal —jadea
como si estuviera llegando al orgasmo— Ahora me mojé. Quién pudiera ser
tú.
—Tienes a Kilian, confórmate porque no le falta nada para complacer
en todos los sentidos.
—Solo le falta ser menos seco, distante o quizás, menos producto
salido de La Fortaleza.
—Todos venimos de ahí, y no somos la excepción— le digo.
—Lastima que sea así. La distancia es porque últimamente me siento
diferente, quiero que eso se acabe, y he pensando, para que suceda debo
dejar de acostarme con él aunque me muera de abstinencia —se sincera.
—¿Segura?
—Sin duda alguna —afirma.
Me acomodo el top deportivo.
—Recuerda que nadie debe saber lo que te dije.
Se pasa dos dedos por los labios en señal de cerrarla con una
cremallera.
—Sabes que de mi boca nunca sale nada.
—Eso me gusta.
Reviso las agujetas de mis zapatos deportivos. Iré a correr y a hacer
algo de ejercicio, aprovecharé mi descanso para eso.
—Ahora entiendo por qué Megan y Enola conspiran en tu contra —
comenta.
—Ambas piensan que me cogeré a Jayden, porque me besó y Enola
nos vió en ese preciso momento. Cabe recalcar que fue algo que me tomó
por sorpresa —respondo.
—Osea, besaste a dos Blackwood —se carcajea orgullosa— Te
envidio amiga. Quién pudiera. Esos hombres son tallados por el mismo
cielo. Todos.
De eso no hay duda alguna.
—Mejor voy a hacer ejercicio. No me gusta estar sin hacer nada.—uso
solo el brazalete.
—Te acompaño, pero primero iré por algo de tomar —abre la puerta y
sale.
Mi jefe no ha solicitado mi presencia adentro de la casa. Debe estar
muy ocupado con su familia o tal vez con su ridícula novia. Estoy a nada de
sacarle la garganta porque por su culpa Enola anda detrás de mí,
vigilandome como una vieja chismosa.
Camino en dirección al campo de golf; es enorme, la vista
impresionante, las montañas se ven detrás como una pintura hermosa, la
playa puede verse no muy lejos y la brisa es tan refrescante que comienzo a
trotar por media hora.
Hago lagartijas, abdominales, trabajo las piernas, y el trasero. Vuelvo a
trotar otro rato olvidando que estando aquí es lidiar con un hombre
diferente que cambia a su papel de perfecto Alpha. Ruedo los ojos viendo
en dirección a la casa. Algunos hombres se pasean de aquí para allá.
Seguridad es lo que sobra.
—Te ves bien —la voz de Fátima detiene la ronda de lagartijas que me
falta.
—Lo mismo digo —ojeo su brazo— ¿Cómo va?
—Casi ni se nota que me dispararon. Enola sigue ardida por el disparo
que le diste.
Ruedo los ojos. Esa perra siempre se queja y queja de todo.
—Pobrecita, no aguanta un disparo que se ganó por querer pisotearme
en plena misión— de recordarlo me dan ganas de abofetearla.
—En parte tenía razón, pudiste matar al ruso en ese momento que lo
tuviste tan cerca.—«¿También tú?»—. pero las cosas pasan por algo, y el
italiano fue un contratiempo imprevisto.
—Ujum.
—Bombó, se te extrañó en el escuadrón— Taeyang llega,
sonriéndome.
—Y yo extrañé tu compañía —le digo.
Se pone la mano el el pecho y suspira.
—No me digas así, que me matarás de un paro cardíaco, bombón—
tan él.
—¿No te cansas de ser puto? —se queja Fátima.
—Eso jamás, jamás.
Rueda los ojos, es una mujer poco sociable y no le gusta el sarcasmo.
Gira en su propio eje y se va.
Miro al asiático.
—¿Te vas a quedar ahí mirándome así?
Asiente lentamente con los ojos entrecerrados.
—Me gusta la vista.—me guiña un ojo y se endereza bien— En la
noche tenemos una reunión con Mario.
—Ok.
Se va, Yasmín le pasa por el lado y no se ve nada amigable. Trae una
cara de amargura que me dice todo.
—¿Quién será tu nueva víctima? —indago, secándome el sudor de la
frente.
—Gill, lo voy a degollar.
—Ay, Yasmín, ustedes y sus ignoradas.
Patea el tronco del árbol mientras balbucea groserías. Sacudo la cabeza
mirándola, parece una loca. No sería prudente decirle algo, por ello recojo
mi botella de agua y echo andar con intensiones de darme una buena ducha.
—¡Venus!, ¡Me dejas sola!.
Si la ignoro puede que no se desquite conmigo.
—¡Venus Adler!
Sus gritos no son más que rocas de ira que impactan en mis tímpanos.
Sigo mi camino, me aborda por el brazo alcanzándome.
—¿Por qué me ignoras?
—Espero que se te pase la locura.
—No es locura..
—¿Entonces qué?
—Ni siquiera sé qué es.— finge llorar.
Sacudo la cabeza. A veces no la entiendo.
—Sucristo...— masculla. Me detiene abruptamente con ella,
clavándome las uñas en el brazo— Se están cayendo los ángeles del cielo...
Confundida la miro. Me toma del mentón girándome el rostro y lo veo:
Herodes sin camisa, hablando por teléfono cerca de la piscina, tiene una
toalla alrededor del cuello y un short verde oscuro que se le ciñe más arriba
de las rodillas «Mátenme mejor». Al parecer entrará a la piscina o...
—Te envidio —me dice, sin poder moverse, está tan en shock como
yo.
Una bofetada mental me despierta del embelesamiento al ver a Megan
salir envuelta en un albornoz playero en compañía de Amber.
La primera se despoja de la prenda que la cubría, queda en un sexy
traje de baño rojo que resalta sus atributos, porque es hermosa, está buena y
no puedo negarlo. La segunda no menos hermosa, tiene proporciones
acordes a su cuerpo, sin verse menos deseable, viste un traje de baño de una
sola pieza en color azul coral. Las dos entran al agua y quisiera seguir
avanzando, irme a duchar y con suerte no mojarme más por culpa de mi
jefe.
Pero no puedo, estoy hechizada, atontada o tal vez muy adicta a él
porque mi cerebro solo demanda que me quede mirándolo, mis
extremidades no reaccionan.
—Deberíamos movernos, parecemos unas acosadoras.—susurra mi
amiga.
No dejo de mirar al pelinegro porque nos dió la espalda y me encanta
ese perfil suyo.
—No puedo, olvidé como caminar.
—Olvidamos.
—Necesitamos un babero.
—Y toallas sanitarias.
—Y un martillo para pegarnos en la cabeza y poder reaccionar.
—¿Qué hacen? —Helen es quien nos regresa del viaje astral.
Veo cuando Megan sale del agua, se acerca hasta el puesto de Herodes,
capta mi mirada y sonríe solo para mí, como si supiera que tiene todo bajo
control. Se pone en puntillas, deja una mano sobre su hombro y se inclina a
besarlo. El muy idiota no la aparta o se quita. La toma del cabello y también
la besa «Lo odio».
—Tomando aire— miento, respondiendo la pregunta de Helen.
—Sí. Ya terminamos.— me secunda Yasmín.
Seguimos nuestro camino. No quisiera perderme de mirar el paisaje en
la piscina pero mejor es no verlo la cara de megan es lo menos que me
apetece observar. Necesito tener mucho cuidado ahora que me tienen
vigilada. Lo menos que quiero es un escándalo que obviamente será una
desventaja para mí.
Entro al baño, me aseo durante un par de minutos. Me peino, me visto
con vaqueros de licra y camisa de tirantes, uso el cinturón con dos armas y
vuelvo a ponerme el brazalete. Tomo el teléfono que Mario me regresó y lo
reviso, cuidando de no tener algo importante y... Nada de nada, ni siquiera
un mensaje.
«Esto se está saliendo de control, pendeja». Me tumbo en la cama
respirando hondo pero tocan la puerta y debo levantarme a ver quién es «Lo
que faltaba».
—Un placer verte —me saluda Jayden.
—Lo mismo digo —salgo asegurándome de que cierto posesivo no me
vea— ¿Qué haces aquí?.
Echa andar mientras revisa su teléfono.
—Vine a verte, es obvio, ayer llegaste y no te vi ni un solo segundo.
Definitivamente estos días son de ajetreo.
—Ni que lo digas.
Salimos del pasillo, debería tenerlo lejos de mí pero no hallo que
hacer, me sigue sacando conversación hasta cuando me encamino al sitio en
donde será la reunión con Mario y en el cual desgraciadamente también está
mi jefe. Me mira unos segundos, luego al pelinegro que llevo al lado y no
hace falta deducir algo porque su expresión neutra no me demuestra nada y
eso es peligroso en él.
Tomo asiento en el centro de la gran mesa del comedor. No veo a
ningún Blackwood aparte de mi jefe y Jayden que no vuelve hablarme por
estar absorto en su teléfono.
Todos están aquí, menos Yasmín que viene entrando recién duchada,
con el cabello suelto, robándose la atención del moreno que tengo en frente.
El asiento a mi lado está ocupado, duda en sentarse al lado de Kilian pero...
Lo termina haciendo, y aparte lo ignora.
El Alpha se levanta y se va, con él también Jayden y solo queda Mario.
—Vamos a comenzar. —enciende el holograma del centro de la mesa.
No puedo negar lo bien que se ve siendo estricto y lo centrado que se
muestra explicando en estas condiciones— El martes fue incautado uno de
los más grandes navíos del Alpha, llevaba rumbo a Finlandia, pero
mágicamente el CEICC lo interceptó. Tengo la información de que no se ha
movido de las coordenadas, sigue varado en el mar, el personal fue dado de
baja y son los militares quienes se encargan de vigilar.
—Si sigue varado y no en el comando fronterizo más cercano; tal vez
sea porque tienen otras intensiones —habla Enola.
—Intensiones que se verán frustradas. Vamos a recuperarlo, sin armar
escándalo. Para ello debemos ser muy meticulosos y ágiles.
—¿Cómo llegaremos sin ser detectados?, O mejor ¿Cómo subiremos?,
deben estar apoderados del sistema del barco —habla Brett.
Mario proyecta la imagen del navío.
—Mi sistema. Si alguien llega a hackearlo es porque es muy bueno,
pero no más que yo —contesta airoso.
—Volver a recuperarlo no será difícil. No para nosotros. —asevera
Flavio— Conozco la inteligencia aetuduai con la que trabajan los militares.
Esto será divertido.
—Más les vale. No quiero errores.—regresa mi jefe emanando lo
mismo de siempre, tan serio, altivo, peligroso y autoritario— Esas armas
deben llegar a Finlandia, ustedes las llevarán porque las necesito. De no ser
así las dejaría perderse. Pero no pienso darle el gusto a los militares.
Toma asiento, paseando la mirada por todos, cuando sus ojos me miran
me siento acalorada y tensa.
—No acepto fallas, no las dejaré pasar esta vez— espeta.
Eso fue para mí. No tengo pruebas pero tampoco dudas.
—Ya lo oyeron. Tendremos unos semanas llenas de trabajo, no habrá
descanso, tiempo libre o momento para respirar —Mario toma la palabra—.
Llegaremos por aire, usaremos poco arsenal en los trajes, así que eviten
recibir disparos o dejar que el mar se los trague.
—¿Nos lanzaremos de una avioneta al agua? —increpa Helen.
—Es lo más obvio. no llegaremos en bote. Sería muy obvio— le
responde Taeyang.
Rueda los ojos por la respuesta tan sarcástica y al parecer la tomó mal
porque su expresión de amargura me lo dice.
—Sin tensiones por favor.—pido.
Intento concentrarme en el holograma mientras que Mario nos explica
lo que debemos hacer, pero no puedo, mis ojos quieren ver al pelinegro que
tiene la atención en su teléfono, frunce el ceño varias veces y se acaricia el
mentón embelesandome «¿Por qué debe ser tan hermoso y sexy?» es una
tortura visual para mí.
No suelo dejar mis obligaciones de lado, siempre estoy centrada en lo
importante. Pero tenerlo cerca ya se ha vuelto difícil porque mi mente se
llena de lo que quisiera hacerle, o él a mí.
Me muevo en la silla, siento que mis bragas están empapadas y mis
pliegues cosquillean. El aire es pesado, tenso y tedioso; o eso siento yo que
aprieto las piernas y controlo las ganas.
—Tendrán un holograma incluído en el brazalete que llevan, con eso
podrán ir estudiando el navío, necesito que se memoricen cada rincón —
continúa Mario.
El pelinegro se levanta a hablar por teléfono y reparo su trasero. Tiene
unas nalgas tan... redondas, jugosas... Odio que me gusten tanto sus
proporciones, altura y apariencia de hombre maduro.
—Estás babeando —me susurra Yasmín.
Por suerte todos están prestando atención al castaño que sigue
hablando.
Me dejo de estupideces, me concentro en lo que debemos hacer
después de irnos de aquí. Aún no nos avisan cuando será pero no creo que
duremos una semana perdiendo el tiempo en esta isla.
Abarcamos dos hora: planeando, organizando y quedando en lo que
haremos. Por suerte mi jefe salió hace un rato y no ha vuelto. Eso me sirvió
para centrarme. Tenerlo cerca no ayuda.
Al terminar, salimos. Me toca ronda y por ello me voy a la cocina por
algo de agua o comida pero en el camino me encuentro a Keleb Blackwood
y a su hija Ksel. Ambos se parecen, tienen los mismos rasgos que requiere
su apellido al igual que los ojos azules. Pasan por mi lado sin prestarme
atención y sigo caminando porque la parecer él la va reprendiendo de algo.
Al entrar a la cocina no la hallo solo con las empleadas, una chica muy
hermosa, estatura baja, cabello negro hasta los hombros y expresión de
amargura me mira desde un taburete. En la mano sostiene una bolsa de
papas y me mira de arriba abajo.
—Dayana..—Amber entra, viste ropa de tenis, me mira unos segundos
y luego a su prima «Se parece muchísimo a Elyana»— Vamos.
La chica se levanta, abre la nevera y saca un envase con agua.
—Si Megan va yo no lo haré —le advierte antes de salir.
—Deja tu amargura.—le pide, siguiéndola.
La empleada que queda, está ocupada cocinando y no estoy para
esperar, abro la nevera, saco un envase de jugo, busco en las repisas y cojo
una bolsa de papas antes de salir por la puerta trasera.
Busco un punto que me permita tener un buen panorama mientras
como y reviso el holograma para repasar mentalmente todos los planes en
los que quedamos hace un rato..
La noche llega, y con Helen le doy varios recorridos al jardín
principal. Yasmín sigue en su descanso, Taeyang nos hace compañía porque
estaba con Brett y Enola, pero estos dos cogieron rumbo al bosque y el
asiático no iba a ir a verlos fornicar.
No he entrado más a la casa y se debe a que no quiero toparme con
nadie, pero en la piscina veo a Dwayne caminando de aquí para allá
mientras habla por teléfono y Lucinda lo mira desde una tumbona, tiene una
laptop sobre la mesa. Hacen linda pareja, o mejor dicho, se ven como un
dúo con el que no querías toparte porque son de un estatus muy alto y te
harán sentirte inferior. Ella es hermosa, regia y elegante hasta cuando se
cruza de piernas, sin perder el estilo y él, tan seguro de sí mismo, emanado
peligro y control.
Muy en el fondo me hubiera gustado verlos en esos tiempos de Alphas,
pero no se pudo y ahora tengo que hacerlo pero con la creación tan
diabólica que ambos procrearon; Herodes Blackwood Lucier.
Sigo mi camino, mordiéndome el labio y tratando que la conversación
con Helen no me aburra, aunque no podría, nos llevamos bien y también
nos gusta hablar sobre trabajo.
Jayden no ha salido de la casa, Megan debe estar sobre Herodes y el
resto de la familia tal vez esté en sus habitaciones odiando tener que estar
aquí encerrados y no disfrutando del lujo de sus vidas diarias.
—Preciosura —Brais nos alcanza de camino a la cancha.
—¿Qué?.
—Siempre tan seca —se ríe—. Vengo en buen plan y es para decirte
que mi jefe quiere verte.
—¿Jayden? —aún no estoy segura de a quién escolta.
No me había preocupado por averiguar.
—Sí. Está en el gimnasio de la casa.
Se va. Helen me mira y Taeyang me dice que vaya, ya terminé mi
turno y creo que no podré intentar jugar basket con ellos. No debería ir,
pero si no voy él vendrá o algo peor «Peor será si Herodes te ve».
Dudosa me encamino a la casa y entro, busco el gimnasio y dudo por
un momento en el que veo el teléfono....
Me lo guardo en el bolsillo y entro recibiendo un impacto enorme en
mis ojitos al ver a Jayden secándose el cabello con una toalla que debería
usar para taparse porque está desnudo... DESNUDO. Mostrando su... «Ave
María, ¿todos los Blackwood la tienen grande?».
—Venus... pido una disculpa porque tengas que verme en paños
menores —se me acerca, regalandome una sonrisa perversa—, Hace calor.
¿Hace calor?, Yo no sentía calor, pero ahora... «Vete o te arrepentirás».
—Debes sufrir de calor. Porque ahorita no hace —respondo cortante.
Sonríe despacio y sin ganas, solo como él sabe.
—Yo si tengo
Su torso, sus brazos, sus piernas....
—¿Para que me llamabas? —intento no desconcentrarme.
Abre la boca en un gesto de asombro sorpresivo, deja la toalla en su
cuello y se pasa las manos por el cabello «Tápate arrogante de mierda».
—Tú sabes para qué —acorta el espacio y no me preocupa él, pero sí
lo que intente hacer porque en sus ojos se ve las ganas que me tiene y que
solo me hacen dar el calor que no sentía.
—Refréscame la memoria porque no sé.
—Si que sabes...—alza la mano, queriendo tocar el tirante de mi
camisa pero no lo dejo.
—No pierdes tiempo, ¿Cierto?
Niega despacio, sonriendo. Me toma de la cintura, hago el amago de
apartalo pero me toma del cabello pegándome contra su cuerpo, su erección
me maltrata el vientre y su respiración choca en mis labios hasta que...
No puedo procesar nada porque me besa, a lo salvaje, a la fuerza, con
una premura alarmante que me enciende las alertas y también activa mis
defensas porque su lengua busca como adentrarse en mi boca pero alcanzo
a tomarlo de los hombros y apartalo hasta que...
—Contigo no sé como controlarme. Me vuelves loco, Venus.—suelta.
Me aparto, pasándome las manos por el cabello, intentando no
sobrepasarme.
—No puedes besarme cada que te dé la gana. Puedes ser primo de mi
jefe, pero no soy una puta y tampoco pienso acostarme contigo —le dejo
claro—, Mucho menos para ser tu juguete sexual.
Sonríe, cruzándose de brazos.
—No lo serás...
—¿Y entonces qué será? —Irrumpe Herodes cuando entra.
Me aparto de Jayden y me paso el dorso de la mano por la boca.
—Primo...
—Alpha —le deja claro— Para ti también lo soy.
—Señor —lo miro — Disculpe si le hablo sin permiso, pero
precisamente le decía a su primo que no quiero acostarme con él. No sería
prudente que lo haga forzada porque me veré en la obligación de
defenderme y tal vez eso me traiga consecuencias solo a mí
—¿La estás obligando? —increpa, mirando al exhibicionista que sigue
sin cubrirse.
Niega rápidamente. Puede ser un Blackwood pero mi jefe acojona al
que le venga en gana y eso me ha quedado claro desde que lo conozco.
—No la obligo...
—Llevo un buen rato escuchando lo que hablan. —lo interrumpe
mirándolo mal— Ella está aquí para trabajar, no para satisfacer tus
necesidades. Si se equivoca en lo que debe hacer, tú serás el culpable —su
imponencia lo deja mudo— Deja de seducirla o tendrás problemas
conmigo, y te aseguro que no querrás eso, Jayden, ¿O los quieres?.
—Por supuesto que no —su respuesta no me gusta—. Por supuesto
que no, mi Alpha.
—Arreglado entonces. Ahora...— me mira unos segundos y de nuevo
a él—, Pídele disculpas por tu comportamiento de promiscuo acosador.
—¿Qué?
No me lo creo yo tampoco.
—No lo repetiré.
Dudoso me mira, apretando la mandíbula intentado hablar, pero parece
que las palabras no salen de su boca.
—Sabes que los Blackwood no damos las gracias o pedimos disculpas
—le recuerda.
—Siempre hay una primera vez para todo y tú te acabas de ganar la
tuya.
Suspira hondo. Debe estarse muriendo de molestia pero no lo expresa
como tal. Vuelve a mirarme y...
—Lo siento —me dice y aguanto las ganas de reír y querer tirar
bombos y platillos.
Un Blackwood diciendo "lo siento". Esto es impresionante.
—Ajá —es lo único que respondo porque por su culpa me dejaron
encerrada en un cuarto de sumisión, sin comer, tomar agua, y para colmo,
herida.
—Que no se vuelva a repetir —advierte mi jefe antes de encaminarse a
la puerta— Vamos, Adler, tengo un trabajo para ti.
Le doy una última mirada a Jayden, se ve furioso y fácilmente podría
estar botando humo como un tren, pero se aguanta. Salgo caminando detrás
del semental que avanza con las manos metidas en los bolsillos del jogger
que lleva puesto y resalta sus piernas.
—Deja de mirarme el trasero, Adler, que no estoy de ánimos —habla.
Ruedo los ojos. No sé si puedo seguirlo pero lo hago cuando sube las
escaleras, se detiene en la puerta de su habitación y... La abre haciéndose a
un lado para darme paso.
—Ah caramba, caballeroso el día de hoy— entro.
El espacio huele a él, la cama se ve algo desordenada, al parecer estaba
acostado cuando le envié el mensaje de SOS. De no haberlo hecho, tal vez
hubiera matado a su primo y en estos momentos estaría siendo torturada por
la familia que sigue aquí.
—Creí que no irías a mi rescate— me vuelvo hacia él. Se está quitando
la camisa— Pero los celos son poderosos.
—¿Celos?
—Sí. Celos, eso sientes y siempre has sentido.
Deja la camisa sobre el sofá, se queda descalzo y se me acerca,
girándome, quedo con la cabeza contra su hombro y sus labios tocando el
aire sensible de mi cuello, sensible por su culpa, porque mi piel se derrite
ante su tacto, besos y mordiscos suaves que me ponen a jadear.
—Dices que tengo celos —deja las manos sobre mis caderas, hace una
leve presión trayendome hacia su cuerpo y la siento, está dura, ansiosa y
completamente despierta.
—Sí...
Besa detrás de mi oreja, pasa la lengua lentamente y llega al lóbulo
proporcionando una leve mordida con tirón.
—Sí, estoy celoso, lo estoy cada que alguien te mira, se te acerca o te
habla siquiera. Porque no soporto que te quieran tocar aunque sé que eres
mía — desabrocha mi cinturón y lo deja caer—. Me cabrea el tan solo
pensar que puedan probar esto..
Adentra una mano en mi vaquero, la otra se ancla en mi cuello
poniéndome entre la espada y la pared.
—O esto.— gira mi rostro y me besa; succionando mis labios, tirando
y mordiendo despacio, dejándome probar los suyos que no son más que el
pecado en el que me gusta estar.
Sus dedos frotan por encima de mis bragas, siento que no respiro, mi
cuerpo no coacciona y mis extremidades se mueven solo para sujetarse de
su brazo logrando que lo haga más fuerte.
—Así no...—un jadeo ahogado sale de mi boca.
—¿Qué?
—No me toques así... me excita mucho y me desespera...
Abro la boca soltando el aire. Alzo la pelvis buscando más.
—A mí también me desespera cuando te veo y no puedo tenerte a mi
merced, siendo azotada, follada o jadeando para mí —besa mi cuello y
chupa con fuerza.
—Fóllame...
—Primero promete algo —chupa el lóbulo de mi oreja, erizándome los
vellos de la nuca.
Entierro las uñas en su brazo. El tan solo sentir su erección y su torso
contra mí, me vuelve loca.
—¿Qué?
—Promételo, asegúrame que solo estarás para mí.. Me gusta la
exclusividad, contigo la necesito— su tono posesivo y ronco, es demasiado.
—Sí...
—¿Sí, qué?
Presiona mi cuello, frota más deprisa, mojándome.
—Lo haré... pero... Dime que siempre seré la que te calienta.
Espero su respuesta, con ansias, como si fuera algo de vida o muerte,
en parte lo necesito porque me produce muchas ganas y...
—De alguna manera siempre serás tú— contesta.
Me gusta su toque, pero en este momento me siento poderosa y por
ello me giro haciendo que retrocede hasta la cama, lo empujo y me subo a
horcadas sobre él, tomándolo del cuello y sonriendo victoriosa.
—Te jodí, solo debes confirmarlo, daddy.
Desgarra mi camisa dejando mi brasier expuesto, lo desabrocha y lo
lanza lejos, apoderándose de mis pechos con sus grandes manos.
—Cuando tu lo confirmes, yo también lo haré.
—Entonces nunca lo haremos.
Se encoje de hombros.
—Puede ser.
Presiono su cuello y sonrío porque está tan concentrado en mis tetas
que no le presta atención a mi mano.
—¿No te da miedo que algún día te pueda matar?.
—Nada me da miedo.
—Eres un ser humano, Herodes, alguno debes tener.
—Tal vez no sea humano del todo. Dicen que los demonios te quitan la
humanidad cuando te poseen desde que buscas como eliminarla de ti —me
toma de la nunca llevándome a su boca— No tengo sentimientos, no tengo
humanidad y tampoco pretendo amar si es lo que quieres que haga contigo.
—No voy a responder, parece que no me conocieras.
—En realidad no. ¿Tú me conoces a mí?
—No— en realidad es lo que quisiera.
—El día que nos conozcamos tal vez sea cuando nos terminemos de
odiar, y por ahora no creo que suceda.
Paso la lengua por sus labios y sonrío mirando sus ojos.
—Te apartaré a Megan de encima como tú lo hiciste con Jayden —
dejo la otra mano al lado de su cabeza— A mi también me gusta la
exclusividad. Y no te veo muy promiscuo últimamente que digamos...
Sujeta mi trasero y ríe despacio, mirándome fijamente.
—No soy fiel con nadie, así que la exclusividad nadie la obtendrá de
mí.
—¿Seguro?
Abre la boca para hablar pero tocan la puerta.
—Señor...—es Giovanny— su padre lo solicita urgentemente en el
comedor.
Lo miro sin dejar de presionar su cuello.
—Pueden esperar, si te vas me voy a molestar y no querrás eso.
Me planta un rápido beso en los labios.
—Espérame aquí.
Se levanta, dejándome en la cama.
—Te dije que...
—Nadie entrará. Espérame aquí.— recoje la camisa y toma el teléfono.
Refuto varias veces pero aún así se va y quedo sola. Termino acostada,
mirando el techo y frotándome las manos en el rostro.
El teléfono vibra en mi bolsillo y recién recuerdo que todavía lo tengo
encima. Desbloqueo la pantalla, abro el mensaje y me dan ganas de pegarlo
contra la pared.
—Vete a dormir, me tardaré varias horas— me avisa.
Ese hijo de puta.
—¡Muérete!— contesto.
Espero su respuesta que no tarda en llegar.
—Te voy a dejar rojo ese culo, Adler. Ve a dormir y no te quejes,
porque será peor.
—Saldré en brasier porque fuiste tan cuidadoso que mi camisa ya no
sirve.
—Busca una en mi armario.
No le respondo. Entro al armario y busco en las gavetas, por suerte
hallo una, no sé de quién sea pero por lo visto es nueva porque tiene
etiqueta. Recojo mi brasier, me pongo el cinturón y acomodo mi cabello
antes de salir pero me detengo al ver a Megan saliendo de la puerta de en
frente.
—¿Qué se te perdió ahí adentro?— Inquiere tajante.
—Nada que te interese.— respondo con el mismo tono.
La cara se le enrojece como tomate y sigo mi camino, me voy a mi
habitación y me lanzo en la cama. Yasmín no está y no tardo en quedarme
dormida.
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Herodes
Debería estar follando y no aquí desde hace horas. No he dormido bien
desde que pisé la casa.
—Cada quien que cuide su trasero entonces. Si los mandé a traer fue
para tenerlos a todos en el mismo lugar y hacerles saber que se vienen
tiempos difíciles en los cuales nos intentarán matar —espeto, encendiendo
un cigarrillo «Intento dejar el vicio, pero el estrés me lo devuelve»— No
seré el guardián de nadie. Tienen cuerpos de seguridad traídos de Pakistán.
Además, todos saben lo básico en una pelea cuerpo a cuerpo.
—Detesto que tengamos que estar aquí encerrados. Esta tarde me voy,
tengo cosas importantes que hacer —avisa Elyana.
—Nadie te detiene. Eres libre de irte de una vez si quieres.—le dice
Kaleb.
—No hace falta que me eches, estúpido.
—Nadie lo está haciendo, querida— se mete Lucinda.
Dwayne carraspea, poniéndose de pie. Estamos en el comedor y siento
que cada segundo más me lleno de estrés.
—Cada quien que vuelva a lo suyo, teniendo en cuenta lo que hemos
dialogado desde que estamos aquí.
—Me iré haciendo cargo de todo. Nadie se meterá en mis asuntos.—
impongo.
—Que cansón que debamos preocuparnos por esto, todo es culpa de
Ksel —se queja la hermana de ambos hombres que tengo a los lados.
Y ese es el click al botón de "veneno y discusiones entre todos". La
acusada intenta hablar pero...
—¡Cuando tu hija cometa algo que nos pese, diré que es su culpa, y te
vas a morir de la arrechera, porque te lo recordaré a cada segundo de tu puta
vida!— vocífera Kaleb.
—¡Entonces que sepa como sacarse a los problemas de encima, al
igual que todos lo hemos hecho! —eleva la voz—. Tú te acuestas con las
putas y no dejas que querían venir a desatar una guerra por despecho ¿O si?.
—El día que no nos tiremos veneno entre nosotros mismos, desde ese
día ya no seremos unos Blackwood —comenta Dwayne, sacudiendo la
cabeza.
Me pellizco el puente de la nariz dejando el cigarro en el cenicero.
—Ustedes no pueden estar sino es gritando, me hacen doler la cabeza,
mejor cierren la boca o se las cierro yo —advierto y ambos guardan
silencio.
Lucinda se ve cansada de estar en esta conversación, nunca le han
gustado, detesta como somos y le estresa aunque ya esté acostumbrada.
—Siempre en discordia.
—Sin duda alguna— la secunda Selena.
Ksel se pone de pie, está molesta.
—Primero y principal: nunca quise ni tenía en mente conocer a ese
mal nacido de Braden Marakov, pero clarooo —se ríe con amargura
mirando a su padre— ,“Asegura tu futuro, serías la segunda al mando en la
mafia rusa" ¿No es eso lo que decías, papi?.
Amber se mueve, incómoda, Jayden sigue mirando su teléfono y
Dayana parece estar en otro mundo porque mira un punto específico en el
mantel de la mesa «Muchas ganas de estar aquí».
—¿Podemos dejar de echar culpas? —pido hostigado «Me saldrán
canas de tanto estrés que agarro»— Ya estamos en el huracán, en algún
momento arrasará con todo y solo debemos prepararnos. O mejor dicho, no
se metan en mis asuntos, cuiden sus culos y no hagan estupideces
¿estamos?.
Aceptan, de mala gana, pero lo hacen. Las empleadas aprovechan a
servir el desayuno y Megan aparece con más ánimos que ayer. Viste un
sexy short alto, camisa de escote corazón y zapatillas bajas, se ató el cabello
en un moño alto y se aplicó algo de labial rojo.
No estuvo en la reunión, no era necesario.
—Buenos días —saluda aunque sabe que nadie se lo devolverá.
Me mira y toma asiento.
—Espero que mis futuros nietos no sean tan maleducados o
insoportables como ustedes— dice Lucinda miando a todos y Megan sonríe
despacio.
—Aún no estamos pensando en boda y ya estás pensando en nietos,
suegra.
—¿Y por qué no?, Quiero desde ya ir comprando ropa de marca y de
la mejor calidad, lo mejor para ellos.
—¿Ellos? —increpa Elyana riendo— ¿Cuántos esperas, Luci?
Se acaricia el mentón, pensando.
—Tal vez unos diez, con suerte el primero será varón para ocupar el
puesto del Alpha.
Que estúpides. Ya se me quitó el hambre.
—¿La escuchaste Alpha?, Anda abriendo la fábrica de bebés, eso si es
que quieres casarte —me habla Kaleb.
—Por ley debe engendrar un sucesor antes de los 30 años, son las
reglas —comenta Dwayne como si no lo supiera.
—Entonces... pronto tendremos boda.
—Así debe ser —responde Jayden.
No opino ni digo nada. Desayuno rápido y con las mismas, salgo del
comedor yéndome al jardín en busca de aire fresco. Hago un par de
llamadas mientras camino por un par de minutos. La tarde llega, la familia
de Elyana se va y con ellos Jayden quien no me habla y lo prefiero así.
Quiere cogerse lo que me pertenece y no dejaré que eso suceda, sería una
catástrofe.
—Nosotros nos vamos en la madrugada— me avisa Kaleb antes de
irse en dirección a las escaleras.
Me mantengo trabajando en la laptop, no tengo descanso ni siquiera en
lo que llega la noche, debería dormir pero es lo que menos hago porque me
duele la cabeza y debo mantener una llamada por dos horas. Desde el
balcón de la habitación veo el jet de los que se van a seguir con sus vidas.
Dwayne quedó en irse mañana en la noche porque él y Mario pretenden
abordar otro tema importante conmigo.
Desde aquí puedo ver una gran parte de uno de los jardines, pero no
eso que mis ojos anhelan y por eso le envío un mensaje que no responde.
Tecleo otro, no obtengo resultado y me termino de poner una camisa antes
de salir de la habitación con la cabeza palpitándome, el cuerpo tenso y la
polla dura como una roca.
—Herodes... creí que dormías— me encuentro a Megan en las
escaleras.
—En eso deberías estar tú.
—Sabes que no puedo hacerlo cuando estoy en tu mismo entorno sin
poder hacer nada —me dice e intento bajar pero suspira profundamente y
habla— Siempre has sido sincero, y espero que lo seas cuando ya no
quieras que siga contigo.
Continúa su camino sin agregar más nada.
—Es lo más justo— habla Amber pasándome por el lado.
Ruedo los ojos y sigo mi camino. La excitación no me deja pensar en
estupideces, solo en lo que necesito, por eso me voy a la cocina, saco una
cerveza del refrigerador y me la voy tomando de camino a las habitaciones
que usa el escuadrón.
No veo a nadie cerca, solo a Dan y no hace falta hablar, él sabe a lo
que vengo y por eso se retira en lo que abro la puerta que alberga sobre la
cama a la pelirroja que duerme boca abajo vistiendo solo un mero panty de
hilo. La cobija rodea su torso tapando un poco y no puedo ignorar lo
provocativo que luce su culo en esa posición.
Tomo asiento en el borde de la cama. Si algo la distingue, es el echo de
que duerme profundo, pueden bombardear el mundo y no se sentiría como
no lo hace cuando dejo la mano sobre su trasero, dando una leve presión
que me pone peor porque su piel es tan suave como la porcelana y blanca
como la coca.
No quiero despertarla, sus susurros son leña para mi hoguera de
posesividad que enciende siempre que la tengo ensaltada en mi miembro.
Es una maldita droga que no puedo dejar de consumir, porque me siento
lleno de ira, estrés, con muchas ganas de matar o sentir adrenalina, pero
todo eso merma un poco cuando la tengo así de cerca.
Juego con el borde del panty, me inclino y paso la lengua por su
trasero, chupo y muerdo despacio acariciando con la lengua. Disfrutando
del color que toma su piel por mis dientes.
El teléfono vibra en mi bolsillo pero lo ignoro. Sigo subiendo los
chupetones y recién me doy cuenta que estoy sobre ella dejándole el
hombro enrojecido por los besos urgidos que proporciono a su piel. La
llamada vuelve, una, dos, tres veces más en las que no presto atención hasta
que me harto y reviso cuidando de no moverme mucho para no despertarla.
—Herodes... no te veía desde la noche anterior, ahora déjame dormir
por hacerme esperar.—musita somnolienta— Tengo sueño.
Sigo leyendo el mensaje que me llegó y el causante de que me levante
dejando de lado lo que iba hacer. Marco el número, espero que respondan y
contesto mientras la veo dormir de nuevo.
La llamada se extiende y debo salir de la habitación. Es un asunto
importante y no puedo dejarlo pasar. Son las 2 de la mañana, Dwayne se va
y con él las dos mujeres que suben al jet.
—¡Avísame cualquier cosa! —le pide Amber a la rubia que tengo al
lado.
Me regreso a la casa. Debería dormir, o ir a terminar lo que había
empezado pero no se podrá porque Megan me intercepta cuando estoy por
abrir la puerta de mi habitación.
—Necesitamos hablar.
—¿Sobre?
—Sobre nosotros. Desde que llegaste no me miras, no me tocas, no
estamos a solas. ¿Ya no somos nada?, Explícame porque en ningún
momento terminamos.
—Necesito ir a dormir.
—¿Cuándo hablaremos?. Seguramente mañana nos iremos, viajas, te
ocupas y quedamos en la misma. Ya me estoy cansando, o hablamos ya o
daré por entendido que te estás cogiendo a tu guardaespaldas— espeta
molesta.
Aquí vamos.
—Megan...
—Por favor... no juegues conmigo, te conozco, estás siendo peor que
cuando te conocí.
—Sabes que no juego seguro, te lo dejé claro el día que me dijiste que
te gustaba y querías ser algo más que mi amiga.
Las lágrimas salen de sus ojos empapando sus mejillas enrojecidas y
suspiro. No soy lo que ella quiere, ni lo que Venus necesita. Ninguna
merece atarse a mis demonios, pero tengo claras las cosas y por eso debo
centrarme como debería.
—Si te respondo ahorita sería una tragedia para ti. Cálmate y respira,
hablaremos cuando todo se normalice —la tomo de los hombros— Deja de
pensar estupideces y entra a mi habitación que te quitaré esa amargura
dejando que me la chupes.
Limpio sus lágrimas, duda pero al final sonríe, acepta y entra
quitándose la ropa.
«Eres lo peor de este mundo» me dice mi subconsciente. Lo sé, y no
cambiará.
Me quito la ropa. Con un asentimiento de cabeza le digo que se
arrodille y me concentro en la mamada que comienza a darme dejando que
toque su garganta, la saliva me la empape y la eyaculación le llene la boca
cuando me corro quedando con más ganas las cuales intento saciar
cogiéndola en cuatro, cambiando de preservativo dos veces más en las que
busco el segundo orgasmo que no llega, sin embargo, la vuelvo a poner a
chupármela y así logro correrme por segunda vez.
—Para mí, el sexo no resuelve los problemas, pero esta vez no pienso
lo mismo— comenta poniéndose de pie.
—No eran problemas, Megan, son dramas tuyos.— me voy al baño.
—Drama o no, tenemos que hablar.
—Ajá. Lo haremos después. Dúchate y ve a dormir.
Tiene la valentía de acercarse tomándome de los hombros, se alza en
puntillas y besa mis labios, rápido y sin dudar. Sale del baño y luego de la
habitación.
Me meto a la ducha, me cubro de jabón varias veces hasta que me
siento muy cansado y mi cuerpo anhela un pequeño descanso que consigo
difícilmente sin poder evitar pensar en la mujer que se cuela en mi
habitación cuando comienza a salir el sol.
Sube sobre mí y...
—Ya maté las ganas. Retírate a trabajar. No estoy de ánimos—le digo.
—No hace falta que lo digas, te vine buscando y escuché los jadeos.
—¿Y qué haces aquí entonces?
—Vine a decirte que el pacto de exclusividad se acabó y que puedes
quedarte con ella, pero a mí no me tocas de nuevo.
Más drama. No tengo descanso ni un solo segundo. Se levanta de mala
gana, escucho sus pasos alejarse tal vez de camino a la puerta pero no sale y
abro los ojos dejando el brazo debajo de mi nuca.
—Preciosa, te dije que la exclusividad no la esperes de mi parte. Pero
tú me fallas y no respondo.
Se gira mirándome mal.
—Eres un maldito egoísta ¿Te lo habían dicho?.
Me acaricio la sien.
—No. Eres la primera con los cojones para insultarme sabiendo que
puedo matarte de la manera que menos imaginas.
Se carcajea burlándose.
—Te trato como me venga en gana porque eres mío, y si tú eres
posesivo —me señala— Yo también lo soy, Daddy.
Rápido me pongo de pie, no retrocede mi cuando mermo el espacio
tomándola del mentón.
—Eres una insolente.
—Así te gusto. Insolente, pervertida, indomable y capaz de decirte las
verdades a la cara porque no soy tú maldita sumisa, no soy Megan y
tampoco una de tus putas.— recalca con determinación.
—Te va a costar, Adler.
—¿Qué?, ¿Cuánto me costará?, Un día siendo ignorada por ti mientras
follas con ella. ¿Eso me costará?— resopla, apartándome— Siempre lo
haces.
Se pasa las manos por el cabello balbuceando como cabra loca, vuelve
a señalarme con los ojos llenos de ira y celos, porque eso es lo que tiene.
—Te voy a castrar si no dejas la puteria— me amenaza.
Me cruzo de brazos.
—He de admitir que celosa te vez sexy.
Abre la boca para decir algo pero la cierra, tensa la mandíbula y me
empuja.
—Aquí el celoso eres tú, no yo.
—Pues no parece— respondo tranquilo.
—Te odio.— busca la puerta y sale azotándola.
«Necesita unas sesiones de yoga o masajes para que se calme» o me
volverá loco si sigue en modo loca histérica.
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Se van a enloquecer entre ustedes.

Mil gracias por leer, loviuu. Recuerden votar y dejar sus comentarios.
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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 62

_____✧✧Orgullo✧✧_______

Venus
Creo que nos parecemos, en tener el mismo temple para no ceder, el
orgullo de ambos es como el acero, fuerte y resistente porque no nos hemos
hablado desde ayer, una de las razones por la que no lo miro es porque su
novia no se le despega y a cada nada aparece vigilarme.
Llegamos a Montreal, seguimos en las mismas cuando entramos a la
casa. Dimitri se le viene encima, lo acaricia y lo aparta antes de seguir con
Megan detrás de él. El perro nota mi presencia, Mario sigue a mi jefe y yo
me quedo acariciando al Rottweiler que huele a recién bañado.
—Cosita preciosa, ¿Cómo te portaste? ¿Umh?— beso su cabeza y
mueve la cola.
—Si te come sería lo mejor que me pase hoy —habla Enola
pasándome por el lado.
Estúpida.
—Necesito una ducha, nos vemos al rato —me avisa Yasmín.
Todos van a hacer lo suyo, descansar, ducharse, turnarse y esperar que
el idiota se aliste para llevarlo a la empresa porque tiene demasiadas cosas
que hacer.
—Ven... Acompáñame a la cocina— le pido al perro.
Dos empleadas están preparando algo que huele delicioso pero se
quedan frías cuando me voy al refrigerador y Dimitri me sigue.
—Sé buen perrito y no te comas a ningúna.—le hago cariñitos en la
oreja
Saco una jarra de jugo, rebusco una manzana, una banana, algunas
fresas y un envase de crema batida. Dejo todo sobre el mesón, busco un
cuchillo, una tabla y un bowl pequeño.
Las chicas que tengo detrás, no se mueven y huele a quemado lo que
está en la cocina.
—No creo que al Alpha le guste la comida quemada —comento,
procediendo a picar las frutas.
—Señorita.. es solo que...—tartamudea una.
—¿Qué?
Miran al perro que se echó a mi lado.
—No le tengan miedo, no les hará nada si no lo molestan —las
tranquilizo.
—Ya lo hizo, se comió a una compañera.— responde la otra.
Dejo una mano en mi cintura y miro al perro que duerme como si
nada.
—Dimitri.. eso no se hace. Perro malo —lo regaño—. ¿En dónde
estaba la persona encargada de cuidarlo?
—Ningún hombre de la seguridad quiso entrar a la casa, nosotras
estábamos a cargo, pero él no puede estar mucho tiempo sin comer carne
humana y... Por poco nos come también a nosotras.
Suspiro hondo. Termino de picar todo, agrego en el Bowl, vierto una
gran cantidad de crema y la riego con un tenedor.
—Sigan trabajando, no dejaré que entre de nuevo aquí.
—Gracias, es muy amable —contestan.
Salgo de la cocina, el animal me sigue y entro al pasillo buscando la
puerta que abro sin tocar. Mario debe estarse duchando, Giovanny se fue
con los padres de mi jefe, y él está en su escritorio, usando su Mackbook.
—Tu perro se comió a una empleada, deberías tenerlo contigo a donde
sea que vayas Dejarlo aquí es peligroso para el personal —le informo.
Silencio total, ignorada fuerte de su parte— Te estoy hablando...
Estrella la mano en la madera.
—Y yo estoy tratando de no levantarme, echarte sobre el escritorio y
dejarte ese culo rojo por insolente — su mirada envenenada me deja sin
palabras porque puedo ser yo, pero cuando se molesta debo admitir que si
da algo de miedo—. Las estoy anotando, y cuando me cobre lo haré con
toda la satisfacción del mundo.
Meto una bocana de fruta en mi boca y tomo asiento. Fija los ojos en
el bowl, frunce los labios y se pone de pie, rodeando el escritorio. Queda a
mi lado, apoyado del borde a la vez que se cruza de brazos.
—Deberías estar alistando mi salida y no comiendo como lima nueva,
no sabes hacer otra cosa que darme excusas, quejarte, ser insolente, un
dolor de cabeza y hacer dramas como una novia celosa —empieza a
regañarme.
Dejo de masticar, le doy un doble sorbo al jugo o de lo contrario puedo
ahogarme.
—No fue un ata....
Tocan la puerta interrumpiendo lo que iba a decir. Mario entra, el
pelinegro regresa a su puesto pidiendo que me retire a hacer mi trabajo.
Termino de comer, me ducho y me visto con un traje blanco que me
queda bien, en vez de una camisa de botones me decido por un bralett de
encaje muy sexy pero elegante el cual se ve muy bien con el pantalón alto,
tacones y un bolso con buen tamaño para guardar mi arma. Creo que
debería ir de compras. Pero ya será después. No pretendo ir a la empresa
como la última vez.
—Maldición, nena. Te ves explosiva— me dice Yasmín terminando de
cargar sus armas.
—Tú no te ves nada mal— soy sincera.
Viste un traje negro a la medida que se acompasa perfectamente con su
largo cabello azabache.
Más arriba de los tobillos me camuflo un par de navajas y me acomodo
el intercomunicador antes de atarme el cabello en una coleta alta. Reviso
que se vea bien, aplico algo de labial en mis resecos labios y termino de
organizar mi bolso.
Salgo de la habitación, todos se organizan, entro a la casa a ver que
hace la mascota de mi jefe. Ordeno que le sirvan su comida y lo suban al
auto porque tengo la orden de cuidarlo ya que después tendremos que ir a
una cena importante.
—Espero y aspiro que ese animal no vaya en la misma camioneta que
yo — habla Megan y me giro viendo como baja las escaleras en modo diva
"soy la Alpha", lleva un ajustado vestido negro y el cabello suelto.
Es hermosa, pero es como una patada en la vagina. No me desagradó
en ningún momento, pero últimamente se ha ganado mi desprecio.
—¿Disculpa?
—Lo que oíste. Dimitri se queda aquí —se detiene no tan cerca porque
sabe que no le agrada.
—Lamento decirle que no puedo cumplir con su demanda, sigo
órdenes del señor Herodes Blackwood y no lo voy a contradecir —sujeto
bien la correa evitando que se le aviente encima.
La detesta igual que yo, lo siento en su manera de moverse.
—Pues yo lamento decirte que también sigues mis órdenes.
Cúmplelas.
No contengo la risita de burla que escapa de mis labios. Se endereza
dándome una mirada despectiva, buscando hacerme sentir inferior y menos
que ella.
—¿Qué te parece tan gracioso, mediocre mujerzuela? —escupe— No
esperaba menos de una cualquiera que se besa con uno y anda detrás de
otro.
¿WTF?, «Esta perra está muerta».
—Independientemente de lo que usted piense sobre mí, no me interesa
o afecta.—no me dejaré insultar.
—Sé lo que tramas y cuando lo descubra, sabrás de lo que soy capaz.
—¿Me estás amenazando?
Merma el espacio.
—Sí. porque puedo y me da la gana, zorrita...
Aprieto la mandíbula conteniendo el impulso de abofetearla.
—No eres nadie, así que aprende a cumplir órdenes, no responder a
menos que se te permita y mantenerte alejada de los hombres que son más
importantes que tú —termina.
—Mira... a mí no me vas a amenazar. Tómalo como consejo antes de
que te arrepientas...
Dimitri se pone a la defensiva e intento controlarlo pero la rubia es
rápida en aprovechar para alzar la mano e intentar abofetearme pero...
—Cuida en donde pones las manos, no quiero shows.—Herodes sujeta
su muñeca me sorprende que no lo ví llegar.
Se zafa, me mira y no dice más nada porque se nota que es de esas
estúpidas sumisas que no le refutan a quien se las coge y mucho menos al
Alpha.
—Ve al auto —le ordena.
Le hace caso sin dudar y sacudo la cabeza viendo lo masoquista que
puede ser. Él me mira de arriba abajo, sin expresión alguna en su hermoso
rostro, sin demostrarme si le desagrada mi atuendo o le gusta.
Me quita la correa y se encamina a la puerta saliendo con Dimitri,
viéndose inalcanzable y poderoso con ese traje negro que le queda
espectacular. Tan elegante y sensual.
Subo al auto, ignorando a las personas que van conmigo. Me mantengo
en contacto con las otras camionetas, reviso el brazalete y el teléfono.
Mario es quien conduce y he de admitir que se ve muy cogíble con el
atuendo que lleva puesto: vaqueros, camisa mangas largas y blazer, aparte
de unas gafas a juego.
Llegamos, bajo, todos se organizan en sus puestos y entro detrás de la
parejita envidiable que avanza hacia el ascensor, él sin nadie al lado, como
de costumbre, y ella dos pasos atrás, guardando la distancia.
Los empleados los miran, yo intento no hacerlo pero siento que tengo
un carbón en la lengua que me hace hervir el cuerpo. No pueden ser celos,
ni siquiera sé cómo se siente estar celosa. Pero verlos juntos me genera
desprecio, mucha ganas de abofetearlos a ambos y sacarles los ojos.
El Alpha, Megan y Mario entran a la sala de juntas mientras que yo me
quedo afuera con Dan, Brett, Arturo y Helen.
—Provoca un trago de whisky Jack Daniels —comenta Brett recostado
del ventanal con vista a la ciudad— Y quizás una semana fiesta.
—Necesitamos otro descanso como el de aquella vez. Últimamente
todo es trabajo y más trabajo —se queja Helen.
—Sin duda alguna. Lo necesitamos.
—Tal vez un viaje las Vegas, Hawai o un crucero de esos en donde se
disfruta durante una semana.
—Licor y más licor —habla Dan por primera vez desde que llegamos
—, Hace mucho que no conozco lo que significa tener un descanso largo.
—Creí que te había comido la lengua la mascota del Alpha —le dice
Brett— No te vi casi, eso que estábamos en la misma isla.
—Era mi descanso, no hice más que dormir.
—Al menos alguien tuvo uno.
—Que envidia —Helen sacude la cabeza, ofendida.
El escuadrón tuvo que ir a Pakistán, luego a Kiev. Mientras que yo
estuve en aquellos templos entrenando con mi jefe. Los demás escoltas se
quedaron en casa de Tadashi y no sé que hicieron en ese entonces ya que el
área no requería vigilancia continua.
Un sujeto se acerca por el amplio pasillo, lo reconozco, es el
guardaespaldas principal de la rubia que sale con afán, lo sigue y por lo
visto ya se va de regreso a Toronto porque pasa una hora, no regresa, mi
jefe sale de la junta y sube a su oficina en compañía de Mario que entra.
Hago lo mismo de hace un rato, estar de pie no me resulta cómodo con
los tacones, me está empezando a dar hambre y agradezco a los cielos
cuando organizo poder turnarnos para comer algo.
Regreso después de comer con los que quedaron en recepción. Los que
cuidan la puerta se ven con menos ánimos que los que tienen normalmente.
Brett revisa el holograma que debemos estudiar, Helen ojea una de las
revistas que le facilitó una empleada, Dan observa la vista de la ciudad, y
por mi parte, ojeo el teléfono dudosa... Llevamos casi tres horas aquí.
—Pide tu presencia —me dice Mario cuando sale— Bianchi, ven
conmigo— le pide a Helen antes de irse.
Entro a la oficina, huele a su loción costosa. Está hablando por
teléfono mientras mira por el ventanal. Se quitó el saco y la corbata, las
mangas se las subio más arriba del antebrazo y se desordenó el cabello.
Tomo asiento en el sofá, dejo la cartera de lado y me sirvo algo de
whisky del que tengo en frente. Sigue hablando en ruso, me da chance de
tomarme el contenido del vaso, quitarme el saco y caminar hasta el
escritorio, tomo asiento en la silla esperando que termine.
La llamada se extiende, me mira un par de minutos, luego camina de
aquí para allá escaneando mi vestimenta, no me dice nada, la llamada se
lleva sus palabras y no me molesta, se oye tan... pero tan sexy hablando en
ruso. Dimitri se me acerca y juego con su collar buscando una distracción
que no sea mirar al pelinegro.
Me siento urgida, acalorada, estresada y con ganas de follar. Es como
si tuviera un mes sin hacer nada. Me muevo en la silla, aprieto las piernas
con disimulo y paso saliva buscando eliminar la resequedad que obtuvo mi
garganta. Pero cada segundo que pasa es peor y no lo entiendo cómo es que
puede ponerme así de deseosa por él quien se ve tranquilo mientras que yo
no paro de pensar las posiciones que quiero experimentar cuando me tome.
Mi lado seductor no se controla aunque debería hacerlo. Ayer le dije
que ya no sería su segundo plato. Conmigo es todo o nada. Pero ahora me
estoy volviendo loca, el sexo se está volviendo adictivo, hasta tal punto de
hacerme tener orgasmos mientras duermo, me baño o me toco pensando en
él. Porque no niego que lo he hecho.
Lo detesto, lo odio y quisiera matarlo de una vez por todas. No quiero
seguirme sintiendo necesitada de él. Es agobiante esta sensación.
—Me dices que ya no te acostarás conmigo, pero aún así me comes
con los ojos. Quién te entiende —deja el teléfono sobre la mesa y toma
asiento—. Debes estar muy mojada en este momento, no tengo nada de
dudas sobre ello.
Tiene razón. Parezco un charco.
—Te equivocas —me gusta molestarlo.
—Ajá.
Ruedo los ojos por su respuesta seca y llena de fastidio.
—Saldrás con Mario a hacer algo delicado, llévate al perro, lo primero
que harás será llevarlo al veterinario— me informa.
Se supone que debe ir a una cena importante, son las 5 de la tarde. Tal
vez no me de tiempo llegar si tengo que ir con Mario a quién sabe dónde.
—Dada las circunstancias, dejaré a todos organizados ya que por lo
visto no nos dará chance de estar contigo.— le digo.
—No dejes de estar en contacto conmigo, no vas a durar una eternidad
con el encargo.
—Señor..—Mario entra con unas carpetas en la mano— Listo para
partir.
Me pongo de pie, recojo mi saco y la cartera.
—Dimitri, ven —lo llamo.
Tomo su correa, acomodo la cartera en mi brazo y sigo a Mario, no sin
antes darle una mirada al pelinegro que vuelve apegarse el teléfono en la
oreja iniciando con una nueva llamada.
Todos quedan organizados y en compañía de Russo, abordo una de las
camionetas, Dimitri va en los asientos de atrás, me abrocho el cinturón y
acomodo mi cabello.
—Cuando estuve en la milicia hice muchos amigos, uno de ellos hoy
trabaja para la CIA, vendiéndome infomación clasificada sobre las cabezas
más importantes del narcotráfico —empieza a ponerme al tanto—. Iremos a
buscar una información, por ende debes estar atenta. Aunque no hay nada
de que preocuparse.
—Deberíamos pasar por el veterinario, después ir por eso —
recomiendo.
—Y por un capuchino, tengo sed.
Suelto a reír. Me leyó la mente, yo también quiero algo de tomar.
—Y... cuéntame, ¿te acuestas con él por algo más que ganas?
La perplejidad no la demuestro pero no puedo evitar mirarlo. Su
mandíbula cincelada, sus labios finos, su cabello lacio, y su porte varonil y
serio.
—¿De qué hablas?
—Tú sabrás.
—Pues no tengo idea.—me hago la desentendida.
—No me veas la cara. Porque yo no te la veo a ti.
—¿Por qué dices que nos acostamos?
Me mira con cara de "es obvio, sé algo que tú no". Frunce el ceño y
vuelve a mirar el camino.
—El día que te relevé, él fue a informarte algo y yo había olvidado
ponerlo al tanto de la situación, cuando fui ví que Julián salía con un
disparo en la pierna y escuché la conversación que tenías con el Alpha —
explica— Además, soy bueno ara enterarme de cosas.
Abro la boca y sacudo la cabeza.
—Yo...
—Mejor no me des explicaciones. —me interrumpe cuando estaba por
agregar alglo— Ni siquiera sé por qué te pregunto tal estúpides, eres una
alfa, estás básicamente diseñada para no sentir nada.
—Exacto —no quiero preguntas, y menos ahora que sé que nos
escuchó—.Y me lo preguntabas porque te preocupa tu jefe.
Suelta una risa tranquila. No puedo negarlo, es demasiado apuesto.
—Solo simple curiosidad, primor.
—¿Primor?, No sabía que eras coqueto.
—No me conoces.
—Ya veo. ¿Tienes novia?
«¿Qué pregunta es esa? Estúpida». Algo para hablar y saber sobre él,
dah, es obvio.
—¿Acabas de preguntarme si tengo novia?
—Sí.
Guarda silencio unos segundos, tal vez no me responderá, pero aún así
no le aparto la mirada.
—Déjame decirte que tú mirada me pone nervioso —confiesa—, Y es
extraño, nada suele hacerlo.
Suelto a reír. ¿Enserio lo dijo?
—No me esperaba eso, Mario.
—Pues ya lo sabes. No, no tengo novia. Mi vida y tiempo no me lo
permiten.
—Que mala suerte, lo que se pierde una mujer —bromeo.
—Lastima. Pero eso no significa que sea gay, no, por el contrario, me
gustan mucho las mujeres aunque no soy de tener nada oficial o legal con
alguna. Lo mío es sexo sin compromiso.
La saliva desaparece de mi boca. Su tono ronco y tranquilo es tan...
Siempre es reservado, pero esta vez lo siento más en confianza, tanto que
escucharlo decir esas cosas es muy desestabilizante.
—¿Quién eres y que hiciste con Mario? —indago entre risitas.
—¿Y tú quién eres y qué hiciste con Venus?, Últimamente te veía muy
antipática, pero en este momento no es así.
—Yo tratando de conocerte, te ves tratable, y no soy hija de perra con
las personas que me agradan.
—Es bueno saberlo, no te ves como una persona de muchos amigos.
Dejo una mano en mi pecho y hago un exagerado gesto de
sorprendida.
—Me ofendes.
Aparca el auto en el veterinario. Abro la puerta y bajo, saco a Dimitri,
su doctora lo atiende, se asegura de hacerle algunos chequeos rutinarios,
darle sus vitaminas y bañarlo con algo que lo deja oloroso, brillando y
eufórico.
—Tiene mucha energía, ¿Comió carne humana? —firma la cita.
Asiento afirmando. Le da comida, agua y unas últimas revisiones. Me
entrega el recibo de la visita. Le envío un mensaje a mi jefe diciéndole que
ya su mascota está lista, me responde con un "ok" y ruedo los ojos.
Subo al auto, son 5 minutos de carretera hasta que llegamos a un
restaurante lujoso.
Se mira en el espejo retrovisor acomodándose el cabello.
—Te recuerdo que debes fingir que eres mi novia —me dice.
—¿Qué?
—¿No te lo había dicho?
—Obviamente no. No lo habías hecho.
—Ya lo sabes.
Abre la puerta y sale, lo veo rodear el auto, abre mi puerta
ofreciéndome la mano con una sonrisa coqueta en sus labios.
—Vamos, primor, no podemos llegar tarde.
Frunzo los labios y sacudo la cabeza. No me había dicho nada, me
tomó por sorpresa. Extiendo la mano dejando que me ayude a bajar y
camine sosteniendo mi cintura.
—Deberíamos llevarnos al perro —le digo.
Abre la puerta, tomo la correa y echamos andar con Dimitri a nuestro
lado. Algunos comensales nos miran, él no deja de sujetarme y yo pongo en
práctica mis dones de actriz.
Tomamos asiento en la misma mesa que el sujeto que llega. Es alto,
rubio y con el cabello bajo.
—Mi buen amigo, ¿cómo te trata la vida? —saluda al hombre que
tengo al lado.
—De maravilla. Puedes darte de cuenta —besa mi cuello y sonrío
optando el papel de novia enamorada— Con tan bella mujer, no podría estar
mejor.
—Oh, no lo dudo. Es muy hermosa, ¿Tú novia?
—Sí. Y futura esposa.
—Brindemos por eso —alza su copa.
—Faltaba menos —se ríe.
Chocamos las copas, sorbo un pequeño trago y escucho lo que hablan
por un par de minutos. Nos traen la comida, Dimitri también come lo que le
sirven. Muero de hambre, en silencio me disfruto del pollo en salsa que
pedí, pese a que es una porción gourmet, pequeña.
—¿Cómo van las cosas en las oficinas? —le pregunta Mario.
—Ya sabes, lo mismo de siempre. Trabajando más de lo normal.
Tienes suerte de que me llamaste en el momento indicado. Hoy debería
estar en casa, descansando.
—Ahora me harás sentir culpable del cansancio que te dará —bromea,
serio—. Pero si necesitas un descanso. Te vez agotado y trágicamente,
consumido por las tareas.
—Desgraciadamente sí. A veces quisiera retirarme, pero recuerdo que
no es fácil y se me pasa.
Sorbo un trago de mi vino, pidiéndole al camarero que se lleve el plato
de Dimitri. La conversació sigue, tratan temas de milicia, problemas
frecuentes y el por qué de no poder tener días libres para reunirse con su
pareja.
Al terminar me levanto tomando la mano de Mario. Estoy aburrida,
creo que la falta de adrenalina me afecta en parte.
El sujeto le entrega un sobre.
—Lo que me pediste, trata de que no llegue a manos equivocadas,
amigo mío.
—Oh vamos, Alejandro, sabes que conmigo estará segura— le recalca.
—No está demás recordarte. Debo irme, el deber llamar. Avísame
cualquier cosa —pide antes de despedirse de mí— Espero la invitación a la
boda.
Sonrío con amabilidad.
—Así será.
Nosotros también salimos del restaurante. Subimos al auto como si
nada hubiese pasado.
—No le digas al Alpha que te di besos en el cuello. Es muy posesivo
con sus cosas —me dice.
—¿Sus cosas?, No soy de su propiedad.
Se carcajea, mirándome.
—No sabes en lo que estás metida, querida Venus.
Ruedo los ojos. Su teléfono suena y contesta mientras conduce de
camino a donde será la cena con uno de los clanes, miembros de la
organización; La casa de los Ivanok, una propiedad grande, con decoración
rústica y exteriores de roca y madera.
Según lo que sé, vivían en Rusia, han conocido a los Blackwood desde
antes del mandato de Dwayne, querían pertenecer a la organización por
lealtad ganada, y desde entonces son miembros importantes, dueños y
encargados de negocios que benefician también al Alpha; discotecas, bares
y establecimientos de alto rango «Cómo aquel al que fui con Jayden». Creo
que son el pilar más importante y grande a parte del clan colombiano; la
familia de Duke Bontate. Sin dejar de lado grupos pandilleros y políticos
que también hacen parte y de los que se encarga el clan de Ruffus Myers.
Algunos del escuadrón están dispersos estratégicamente al igual que
los demás guardaespaldas.
El personal de seguridad nos deja entrar, cruzamos la gran sala, sigo a
Mario quien se sabe el camino perfectamente porque nadie nos guía,
avanzamos por un pasillo, al final nos detenemos en frente de una puerta
cuidada por Dan y otro sujeto extraño con quien plática.
Ambos miran lo que me cubre el pecho, sé que debí ponerme una
camisa de botones, pero este look era así. Dimitri se impacienta y sostengo
bien su correa al entrar a la sala de estar con sofás y una barra de licor en
donde un chico prepara bebidas que la empleada le ofrece a la familia y al
hombre que está fumando con Benedik mientras que los demás observan
nuestra entrada.
El perro quiere irse al puesto de su dueño, por ello le quito la correa
dejando que se vaya y quede a su lado.
Para pasar el tiempo, con disimulo observo a mi objeto el cual fue al
barbero porque ya no parece el sexy hombre peludo con barba de días y
cabello más largo. Ahora se ve mejor que antes. Sin barba resulta igual de
estimulante que con ella. Viste un vaquero gris, una camisa blanca con las
mangas arremangadas arriba del codo.
Nos terminamos de acercar, el ruso nos pide tomar asiento para hablar
de lo que Mario le entrega al mi jefe. Benedik hace un gesto leve con la
cabeza, una chica se acerca y le entrega un sobre a mi jefe,
intercambiándolo por el que trajimos.
El resto de la familia demuestra el respeto necesario, tanto que no
cuchichean, hablan o se van. La chica de hace unos segundos toma asiento
al lado de su padre y mira al hombre que deja el cigarro en el cenicero y con
el ruso queda en lo que se requiere.
Todos pasan al gran comedor, nosostros también y antes de sentarme,
cumplo la indicación de Mario y me pongo en contacto con Giovanny.
Durante la cena, siguen hablando sobre negocios. Se establecen
opciones, llegan a acuerdos y quiero centrarme completamente pero en la
sala es el lugar que no me siento del todo cómoda. No lo digo por el hecho
de estar siendo ignorada como de costumbre, el problema recae en las
vibras que siento de la chica que no se despega del lado de su padre, no deja
de mirar a mi jefe e insinuarse con jugadetas sutiles en su cabello, miradas
fuertes y expresión corporal de una mujer que busca algo.
—Estaré investigando referente a ello.—le garantiza el ruso.
—Ok, espero buenas noticias, Benedik.
—Confíe en ello. ¿Apetece más whisky mi Alpha?.
Siguen tomando, pasan las 12 de la noche, quisiera quitarme los
tacones, ducharme y descansar, pero el trabajo no acaba.
La rusa se levanta y ofrece más bebida al pelinegro, él ni la mira, pero
a mi me molesta que ella busque cercanía, con la intención de que se la
lleve a la cama. Lo cual no pasará por qué él es mío, puedo estar molesta,
pero no soy estúpida y por ello saco el teléfono que tengo en la cartera,
texteo el mensaje que envío antes de recibir el bocadillo que trae la
empleada.
Cecilia, la esposa de Benedik, se levanta a hablar por teléfono; es
linda, cuerpo bien proporcionado, cabello castaño largo, actitud sensual y
elegante al igual que su hija Suset quien interviene en la conversación de
ambos hombres. No sé qué tiene que hacer en el medio, pero al parecer está
bien metida en los negocios de su padre y no es para menos, es hija única.
—Me sorprende la capacidad de disimular que tienes —me susurra
Mario—,Tal vez si estás celosa o simplemente no te importa y por ello no
se nota.
—¿Por qué debería estarlo?
—No lo sé. Dímelo tú.
Guardo silencio, estoy semi irritada, no quiero darme mala vida con
esa sensación horrible que causan los celos «Tal vez no sea eso». Pero no
puedo, me siento asfixiada, con las manos inquietas, por ello me pongo de
pie y salgo de la casa yéndome a donde está el auto. Necesito aire. Me quito
el saco, me paso las manos por el cabello y respiro hondo.
—¿Te sientes mal? —Helen se me acerca.
—Nada de que preocuparse, es solo que tengo calor.
No me queda de otra que organizar el viaje a Italia, eso me mantiene la
mente ocupada hasta que Herodes sale, sube al auto y debo calarme lo que
siente mi cuerpo al tenerlo en un espacio tan cerrado que concentra el olor
de su loción.
El silencio es incómodo, solo se oye lo que hablan en el
intercomunicador de Mario y el mío. Reviso el brazalete cuidando el
perímetro hasta la pista privada, abordamos el jet negro que al parecer es
nuevo porque tiene más lujos que el anterior «Es hermoso y excitante». Los
asientos son demasiado cómodos y quisiera tomar un pequeño descanso,
pero no puedo, estoy ansiosa desde ayer y eso no es bueno. Mi genio lo
demuestra.
—El jefe cambia de lujos como de boxers.—me susurra Helen.
Yasmín se mantiene con los ojos cerrados y los brazos cruzados. Va
enserio, porque no le ha hablado al moreno que llevo a mi derecha, a quien
descubro mirándola de vez en cuando.
—Las miradas se sienten, y la tuya no pasará desapercibida —sigo con
la vista en el tv pantalla plana que tengo en frente
Fátima va dormida, Enola habla con Brett, Taeyang regresa del baño,
los demás miran puntos específicos dejando que las horas pasen. Dan y
Mario están en la cabina privada con el Alpha quien me dejó en visto el
mensaje que le envié «Cuando no es él, soy yo».
A Arturo lo descubro mirándome sin parpadear. Y creo que hasta
ahora lo veo bien, cabello castaño, ojos negros y rostro de asesino sexy. Es
también uno de los guardaespaldas de confianza del jefe, siempre lo veo
con Dan, sobre todo, las veces que viaje en modo amante sin dignidad. Él
siempre estaba allí para lo que Herodes quisiera. No habla mucho, siempre
lo veo callado.
—Muero de hambre —Helen se pone de pie— Buscaré a la azafata
buena para nada que es incapaz de traernos bocadillos.
—No seas tan dura con ella —pide Flavio desde su asiento.
—Solo voy a lanzarla por la ventana.
El resto del viaje es agotador, no pego un ojo ni siquiera unos minutos.
Todo empeora al llegar a Venecia, son la 1 de la tarde. El hotel no queda
lejos, quisiera ducharme y cambiarme de una vez pero mi jefe me solicita
en su habitación. Organizo a todos para que descansen, alisten y coman
algo. También pido comida para Dimitri a quien dejo en mi habitación
porque tengo que hacerme cargo de él.
Con el saco en el brazo, me encamino a su habitación comprimiendo
mi lado explosivo. No puedo decir que no voy con intensiones de
abofetearlo y después besarlo, mentiría.
Abro la puerta, sin tocar o esperar. No pensará él que soy una de las
que ya ha tenido «Lamento decepcionarlo, pero yo soy yo».
—Señor...— me adentro dejando el saco y la cartera sobre su cama.
Sale del baño envuelto en un albornoz, con el cabello semi goteando y
una erección de campeonato que resalta por debajo de la tela.
—Ya te estás acostumbrando —me dice, se va hasta su equipaje y
tomo asiento en la cama quitándome los tacones.
—¿A qué?
—A creer que tienes privilegios distintos a las mujeres con las que me
he acostado, solo porque eres mi amante y no te trato como debería,
tampoco te he mostrado lo que pasa cuando agarran mucha confianza —
espeta con un tonito de desprecio y fastidio.
—Me comporto como debo, no soy como tus putas, y el día que me
trates como una, te seguro que ya no volverás a cogerme.
Se vuelve hacia mí. Mirándome con total desprecio, como si no valiera
nada o estuviera aquí porque soy yo la que lo busca y malinterpreta las
cosas.
—Si no eres una, ¿Qué eres entonces?
Lo encaro con la sangre quemándome por dentro. Alzo el mentón,
aprieto la mandíbula y...
—Soy la mujer que tiene los cojones para hacerte correr sin que la
toques o embistas, también soy la única que no dejará que la hagas menos
poniendo en prueba tu lado hijo de puta, ese que no le importa nada, que
está acostumbrado a que todos le besen los pies. Yo soy la única que rompe
tus reglas y lo seguiré haciendo porque tanto tú como yo, disfrutamos de
esta obsesión oscura y perversa que despertamos desde la primera vez que
follamos...
Aferro las manos en el nudo del albornoz, atrayéndolo a mi cuerpo, me
toma de la nunca y desafío la frialdad de sus ojos con la rudeza de los míos.
—En tu habitación, en tu cama y sin arrepentimientos. Porque solo
conmigo eres otra persona, sabes que digo la verdad —acerco mis labios a
los suyos, ignorando el agarre en mi cabello— Ahora no me salgas con que
soy una puta. Porque me conocerás como una si te da por tratarme así.
Su mano se aferra a mi espalda, tirando de mi bralett, rompiendo la
tela poco a poco en tanto nuestros ojos batallan contra lo que somos, porque
no me dejaré acojonar, puede matarme si quiere, pero no se la pondré fácil.
Su mandíbula cincelada se tensa, sus ojos tienen una pizca de
oscuridad que me endurece los pezones, porque el peligro puedo palparlo
en el aire, y me enciende, eso siempre me gustará de él.
Es adrenalina pura, perversión y sadismo.
—¿No tienes nada que decir? —sigo— Atrévete a llamarme puta y
juro que no me vuelves a tocar aunque tenga que ir cavando mi propia
tumba.
—No veo a una mujer de otra manera.
Abro la boca, ofendida por su confesión, lo empujo. Algo recorre cada
fibra de mi cuerpo y por ello lo empujo otra vez, buscando como golpearlo,
sacarle sangre o romperle un hueso porque no me gusta que me traten como
una ramera, menos él, tanto he luchado para que me vea distinto, tanto he
roto mis reglas por querer seguirme quemando entre sus brazos.
¿Ahora es bipolar?, Detesto sus cambios de humor, como cambia
contundentemente cuando debe hacer de Alpha, frío, sanguinario y el peor
ser que puede existir. Porque no creo que haya alguien peor que él. Si es de
matarlo de una vez lo haré. Pero no me dejaré de él.
Vuelvo a empujarlo contra la mesita de al lado, la lámpara cae
esparciendo lo vidrios en el suelo, y se me viene encima, interceptando mis
puños, patadas, buscando como cansarme pero no lo conseguirá porque
aprendí a saber cuáles son sus movimientos, algunos a los que puedo
hacerle frente, al igual que lo hace conmigo.
—Quédate quieta.
Sigo, no me detengo, un rodillazo impacta en su estómago, no le hace
nada y me voy por el arma que está sobre la mesita pero me toma del
cabello y me libero mandándolo al suelo, invierte los papeles poniéndome
boca abajo con brusquedad. Maniobro, me levanto, esquivo sus ataques sin
piedad, la oscuridad no abandona sus ojos y sus sentidos no bajan la
guardia.
Me subo sobre su cintura, buscando como golpearlo en la cara pero me
toma de las manos, aferro el agarre en su torso y no le queda de otra que
estamparme contra el armario. La madera cruje al igual que mis huesos, el
dolor me recorre cada parte de la espalda pero trato de que no sea
impedimento, como puedo me bajo, ataco sus piernas, bloquea con los
brazos, se va hacia atrás, me tambaleo, me toma del cabello estrellándome
contra el tocador, mi rostro queda contra la madera, el golpe me llena la
boca de sangre y lo aparto pero es rápido cogiendo un pedazo de vidrio y
abriendo la carne de mi muslo.
El dolor es lo de menos, en este momento estoy centrada y por ello
logro que mi codo impacte en su rostro, retrocede por una fracción de
segundos pero...
Me manda al suelo y.....
EEl sabor de mi propia sangre es lo único que puedo saborear en mi
boca, el corazón me bombea demasiado rápido. Tengo las manos
picándome ansiosas por querer sostener el arma que le vuele la cabeza de
una vez por todas, pero el agarre de su mano en mi nuca me tiene
inmovilizada y su rodilla haciendo presión en mi espalda en tanto me
entierra en la mejilla la Glow dorada que sostiene con firmeza haciendo que
el rostro me quede contra la madera del suelo.
No puedo moverme, un movimiento de su parte y quebraría ese punto
exacto que me sacaría todo el aire y dejaría sin poder caminar el resto de
mis días.
—¿Ya te cansaste? Dime y te acabo de una buena vez, ya no me
apetece seguir con esta maraña de cables que no se terminan de unir—
habla con la respiración agitada.
Suelto una carcajada sonora que me remueve el pecho. Molesto,
intensifica la presión de la rodilla haciéndome temblar.
—¡Oh, no!, tengo más energía de la que crees, puedo matarte de una
buena vez también, pero no sería divertido, señor— murmuro con
sarcasmo.
—Eres una maldita desgraciada— susurra con ese tono coqueto muy
propio de él.
—Prefieres que te diga ¿cómo? ¿Daddy?, Yo sé que sí...
—¡Cállate!. Mejor abre esas piernas que te quiero follar antes de
cortarte el cuello y poner tu cabeza en una repisa en donde te tendré como
recuerdo— se burla.
Arroja el arma haciendo que mi cabeza se prepare para todo lo que
vendrá. Me levanto rápido cuando me toma del brazo. Me tambaleo por el
dolor en el muslo debido al corte que recibí de su parte, pero no me quedo
corta al momento de estrellar la mano en su rostro, logrando que barra con
todo lo que yace sobre la mesa de madera. Su fuerza sobrepasa la mía y es
rápido en subirme haciéndome enredar las piernas en su cintura en tanto
busca mi boca.
—Sé más de lo que crees, y tengo que matarte después de esto. Se
acabó el sexo fortuito y las cogidas sádicas que nos damos.
Me sostiene las manos por detrás de la espalda, con la otra mano,
sujeta mi mentón, sus uñas me lastiman pero no le muestro debilidad y
menos cuando el azul de sus ojos se encuentran con el gris de los míos.
—Mátame, pero morirás de abstinencia cuando ya no puedas estar
entre mis piernas —susurro mirando sus labios y detallando las facciones
duras y perfectas de su rostro—. Solo yo te caliento y solo yo podré
matarte.
Se humecta los labios y me muestra una sonrisa demoníaca de esas que
solo él sabe dar.
—¿Crees que eres la única que me mata las ganas de tirar?— se ríe
amargamente y ese sonido que sale de su garganta es como música para mis
oídos—. Se vale soñar, pero cuando te despiertan, ya no es lo mismo.
Pasa la lengua por mis labios y me olvido del desastre de habitación en
donde estamos y acabamos de tener un combate del que aún seguimos de
pie «Pero no por mucho».
—Di lo que quieras, al sabio entendedor, pocas palabras, daddy— me
inclino en busca de sus labios, los acerca dejando que nuestras respiraciones
choquen.
—Te odio y te mataré de la manera que menos te imaginas— asegura.
—No sabes el odio que guardo hacia ti, es más grande que tu ego,
pero... Lo apartaré hasta que me corra sobre tu miembro.
—Desataste el Apocalipsis con la persona menos indicada...
—Y no me quejo, eres el indicado y lo estoy disfrutando, siempre seré
la peor pesadilla de tu vida— le aseguro.
Nuestras bocas no tardan en unirse con un beso efusivo que me acelera
más la respiración, las manos me las sostiene con firmeza, me libera del
agarre de la mandíbula buscando terminar de romper el bralett que se
vuelve nada cuando lo destroza hallando una mini navaja la cual sostiene
rompiendo el beso.
—Con esta misma navaja te mataré— susurra.
—No si yo lo hago primero.
Sé que esto está mal, pero tengo mi objetivo trazado y no puedo
dejarlo de lado, se que él me dará batalla y solo uno se mantendrá de pie al
final de la noche. «Y debo ser yo».
Vuelve a besarme, con ganas, deseo y salvajismo. Mis manos deshacen
el nudo del albornoz, quitando la prenda y corto el beso, dejo que me saque
el pantalón e intento volver a probar sus labios pero se queda mirando mis
medias pantis y bragas.
—Detesto que seas malditamente sexy, te odio tanto —presiona mis
muslos, acariciando la tela.
Echo la cabeza hacia atrás, recriminándome el que me guste que me
toque a pesar de estar sangrando y posiblemente con una herida profunda.
Me hala hasta el borde, dejando su corona entre mis pliegues, rozando
despacio, terminando de mojarme con mis fluidos y los suyos, porque en
ningún momento se le bajó la erección, ahora la tiene peor. Me aferro a sus
hombros, alzando la pelvis en busca de la penetración que invade mi canal,
abriendo mis paredes, adentrandose en mi estrechez, la fricción me hace
abrir la boca sacando el aire.
Las embestidas van calmando el dolor, remplazandolo por ese placer
exquisito que siento cada que está dentro de mí, golpeando mi carne con la
suya porque me la mete toda, y no parece bastarle, me abre más, me
sostengo de su cuello disfrutando. Olvidando todo por un momento, algo en
mi estalla, la agitación me desestabiliza, las piernas se me contraen y no
dejo de jadear. Las ganas son excesivas, tanto que me muerdo el labio
enterrando las uñas en su carne, lidiando con el dolor de la herida hasta
que...
La adrenalina me bloquea, mi mano se impacta en su rostro con una
bofetada que retumba en la habitación, cargando el aire con más de eso
pesado. Quedo con la carne enrojecida, mis dedos se marcaron en su piel y
no se detiene, es cuando me da más duro.
—Lo ves...—mi vos sale en pequeños jadeos roncos— Creo que soy la
única que te abofetea y no muere después de eso.
Sonríe, deslizando la mano por el camino entre mis pechos y... Vuelvo
a hacerlo. La acción lo hace humectarse los labios y a mi mojarme más.
—Y yo soy el único que te lo mete así —mira como entra y sale, hago
lo mismo, sorprendiendome de como tan gran miembro entra en mi
pequeño canal, porque es la primera vez que pruebo una potencia como la
suya— Te gusta que te dé cuando quiero aunque sea un hijo de puta.
Los empeñones me mojan cada vez más. La tengo enrojecida,
brillando por la humedad e hinchada por la gran verga que entra y sale
despacio, endureciendo aún más mis pezones.
—Me gusta tu pequeña vagina, quiero chuparla...— pasa la lengua por
mi pezón dejando una fina capa de saliva.
—Chúpala, hazlo...—pido al borde del orgasmo.
—¿Quieres que lo haga?
Asiento con los labios entre abiertos. Me da más duro, mis cabeza no
quiere que se detenga, no ahora, pero quisiera que su lengua limpie mi
humedad.
—Vamos, preciosa, pídelo y lo tendrás...
El cuerpo se me sobrecarga de adrenalina, mis extremidades no saben
que hacer, las manos las llevo al borde de la mesa, sujetandome en busca de
control, estoy al máximo, sin saber que hacer, siento que no voy a salir viva
de aquí, el corazón me bombea demasiado rápido y...
—Hazlo, daddy...
No lo hace, me toma del cuello, quedo con la cabeza contra la pared en
tanto me da más duro, sin parar, cogiéndome como una salvaje que me hace
estallar como una bomba, desantando una gran llama de fuego que se lleva
mi energía con la cantidad de fluidos que salen de mí, nublan mi vista y me
contraen la garganta. Su tibieza invade mi canal, una parte me baña los
pliegues de la cantidad que vota y se siente tan bien que no sé si es por la
satisfacción pero quedo entre despierta y desmayada, sin poder moverme
bien o hablar.
No sale de mí, en la misma posición me toma por debajo de los
muslos, engancha mis brazos, rodeando su cuello y me alza subiéndome
sobre su cintura, llevándome al baño con él.
Básicamente me ducha, en silencio se encarga de lavar mi cabello, mis
partes, de curarme la herida y aplicarme algo para que se detenga el
sangrado, por suerte no es profunda. Aún así me siento sin energía.
Difícilmente me puedo sentar cuando me deja en la cama. La habitación
quedó echa un desastre y recién noto que tiene una cortada en el pectoral
derecho probablemente de cuando lo ataque con el vidrio.
Es impresionante como nadie entró al escuchar el alboroto de las cosas
rompiéndose. Claramente es astuto, me mandó a llamar con Dan, este se
encargó de mantener el pasillo despejado ya que las habitaciones del
escuadrón están un piso antes de este.
Lo veo vestirse, recién recuerdo que tiene una reunión con los
miembros del tratado de paz. Mi ropa está en mi habitación, la que traje
puesta ya no sirve y como puedo me pongo de pie pero me tambaleo a
causa del dolor en la entrepierna.
—Siempre tan terca —se me acerca haciendo que me siente de nuevo.
Tocan la puerta, abre, sale y regresa con una bolsa Versace en la mano—
Vístete, y te lo voy a decir de una vez —me toma del mentón mirándome a
los ojos— Te quiero siempre a mi lado, sabes a dónde iremos y no hace
falta recordarte lo mucho que me molesta que otro quiera dársela de
simpático contigo ¿Lo sabes no?.
—Si...— miro sus labios.
—Entonces pórtate bien y no te trataré como a las demás.
—Nunca me he portado mal. Es solo que tú eres un posesivo
exagerado...
—Porque eres mía y lo mío no lo comparto con nadie, Adler, y no lo
pienso hacer contigo— deja claro.
Me da un casto beso y sonrío contra sus labios. Se aparta un poco y le
quito la bolsa.
—Yo tampoco comparto. Así que no quiero saber que vuelves a
meterte entre las piernas de Megan, o lo vas a lamentar.
Suspira frustrado. Se aparta a terminar de vestirse. No dice nada y yo
tampoco vuelvo a hacerlo. Comienzo a vestirme con lo que trajeron.
Vaqueros de cuero, camisa mangas tres cuarto, un cinturón de armas para
los costados del torso y una chaqueta de jeans en color negro. Lo que más
me gusta es el conjunto de bragas, son en color gris y encaje.
Saco el arma que tengo en el bolso, al igual que el cargador. Me alisto
con todo y tomo la cartera.
—¿Lista? —me pregunta, se esparce loción y miro la piel que se ve
por la abertura de los botones de la camisa.
Si yo me quedo como estúpida mirándolo, no me quiero imaginar las
mujeres del sitio a dónde vamos.
—¿Y la corbata?— inquiero buscando que tal vez será lo último en
ponerse.
—No la usaré— se guarda el teléfono en el bolsillo.
—Si lo harás.
Me voy a su equipaje, hurgando en busca de una, la hallo y me acerco
a ponérsela a las malas pero no se deja y tengo que batallar.
—Quédate quieto o te ahorco con ella.
Debería ahorcarlo, pero no puedo echar todo a la basura.
—¿Cuál es la insistencia para que la use?
—No preguntes...
Me esquiva y vuelvo a tirar de su saco acercándolo hasta a mí, rodeo
su cuello buscando como ponerla pero...
—Adler, no...
—¡Quédate quieto, enseñas mucha piel y no me arriesgaré a que
ninguna venga a seducirte, suficiente tengo ya con que seas jodidamente
apuesto!— bramo, hirviendo por dentro, no sé qué me sucede, pero no
puedo calmarme y por eso no me rindo hasta que se deja.
—Esos celos no son sanos, pareces una loca.
—No son celos. Solo estoy siendo preventiva o igual a ti.
—Ajá.
Termino el nudo, feliz por lo bien que me quedó a pesar de nunca antes
haberlo hecho. Acomodo las solapadas de su traje y miro lo bien que le
queda el azul marino.
—¿Cuándo admitirás que te estás metiendo más en la oscuridad?
Me encojo de hombros mirando sus ojos.
—Deberías hacerlo tú.
—¿Yo?.
—Sí, Herodes, tú.
Me aparto, tomo la cartera y salgo de la habitación poniéndome el
intercomunicador, lidiando con la horrible sensación que siempre me invade
cada que tengo que salir de su cercanía o dejo de estar en la prisión que se
han vuelto sus brazos, sus besos y todo.
«Cada vez es más difícil».
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Mil gracias por leer, loviuuuuuuuuu.

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0 Spoiler por favor.

Besitos.

Osly.
Capítulo 63

________✧✧Prejuicio✧✧__________

Judas
Me mantengo escuchando lo que me dice Braden. En realidad no
comparto su idea, pero no le digo nada. Él sabrá lo que hace y por ello
cuelgo la llamada antes de salir del auto.
El anillo de seguridad me sigue cuando me adentro a la vieja fábrica de
muebles en la que ya están caras importantes como la de Duke Bontate,
Jeremías Vasone, el jefe de la Yakuza, las triadas y sin pasar desapercibido
al hombre que entra minutos después acompañado de la motivación sensual
que camina unos pasos detrás. Sus ojos se encuentran con los míos, se
queda en una distancia prudente y su jefe avanza.
—Todos han de saber lo molesto que debo estar, como también que los
traidores siempre fueron los rusos —pasa la mirada por todos los jefes— Iré
al grano, detesto darle tantas vueltas al asunto. Voy a matar a todo aquel que
se una a ellos e intente vender en mis límites. Cobraré con sangre la falta de
palabra
—No creo que aquí alguien esté del lado de los Marakov —habla
Duke tomando la palabra— Eso sería echarse peso encima, el cual podrían
ahorrarse si la avaricia no los consumiera.
—Aquí todos estamos conscientes de lo que conlleva no seguir el
tratado interviene Atsushi Yamada, jefe de la Yakuza.
—Pues parece que no, algunas caras no están presentes —espeta el
Alpha.
El cartel de Pakistán no hace presencia «Jeremías Vasone». Lo que es
una clara señal de que los rusos los compraron con la droga. No son tontos,
necesitan proveedores de armas buenas.
—Jeremías no pudo asistir, en este momento su familia pasa por
fuertes investigaciones por parte del CEICC —aviso lo que ya todos deben
saber, pero no servirá.
Seguimos hablando sobre el tema, la conversación se extiende, todos
opinan sobre la conducta de los rusos, por mi parte no hablo mucho. No
estoy de su lado, es solo que la familia es amiga de la mía desde hace
generaciones, y Braden a sido como un hermano, sin embargo, no pienso
romper el tratado, por ahora no quiero tener que estar en contiendas, tengo
mis razones, no quiero dejarlas de lado.
Disimuladamente me mantengo mirando a la pelirroja que revisa el
teléfono que tiene en la mano. No puedo dejar de mirar sus piernas esbeltas,
el color de su cabello y la blancura de su piel. Es muy hermosa.
No debería estar en estas, pero es una cosa impresionante, algo que
jamás ví; su rostro, su manera de caminar, de mirar, de hablar, sobre todo
sus ojos, son más intensos que el color que tienen los míos, los de ella son
un tanto semitransparentes, con una pizca de oscuridad y falta de luz, eso se
nota a simple distancia.
—Desde este momento concordamos en que el cartel israelí y los
ausentes, son conspiradores en unión con los Marakov — Atsushi se
acomoda el traje, está más que de acuerdo con el Alpha, es uno de los que
más respeto le tiene, podría besarle los pies por devoción, o tal vez miedo—
Los que estamos aquí, somos testigos, y se estará al pendiente de quién
intente hacer lo mismo.
Debería estar prestando atención pero la sigo mirando cuando se
mueve, le dice algo al sujeto que tiene al lado y este revisa la tablet que
tiene en la mano antes de acercarse con cautela y decirle algo al Alpha.
—Señor...—Naigel me llama al tiempo que afuera se oyen disparos.
Todos se ponen alerta, los escoltas cubren a sus jefes y miro a la
pelirroja posarse al lado del hombre que le saca el seguro a dos Glow.
—¡El CEICC está aquí, reunión terminada, esperen indicaciones para
la próxima!.— recibo una Beretta.
Algo estalla en la parte de arriba, los escombros comienzan a caer y
me muevo rápido al ver el helicóptero que en llamas se viene abajo, el
estruendo me manda a volar golpeándome con una pared, me pongo de pie
ignorando el dolor, el polvo y las llamas que se alzan dándole paso a los
sujetos con los trajes de idiotas que comienzan a disparar.
Mis hombres me cubren, aún así no bajo la guardia, me muevo rápido,
disparando a todo lo que se mueva y porte ese horrendo traje del cuartel.
Son ágiles, rápidos. Los disparos no cesan como tampoco las detonaciones.
La capa de humo se extiende y el fuego comienza a consumir la
madera del alto techo que se viene abajo, retrocedo evitando los escombros
que amenazan con aplastarme hasta que la veo luchando con dos
uniformados, intentan apresarla, cerca no veo a nadie, las balas impactan
por todos lados y no sé qué me avasalla cada fibra muscular pero mis
extremidades se mueven en su ayuda.
Alzo el arma, disparando en la cabeza del que cae, el otro intenta
dispararme pero ella lo derriba, toma su cabeza, la gira rompiendo el cuello,
se levanta respirando agitada, con los ojos oscurecidos con esa chispa de
maldad y peligro que me manda a tomarla, evitando que la pared la aplaste,
caemos al suelo, su cuerpo sobre el mío y mi mano aferrada a su brazo.
—Nos volvemos a ver después de que intentaste matar a Braden en
Sídney —le digo, intenta ponerse de pie pero no la dejo— Bailas como una
Diosa y te juro que cada que lo recuerdo, me despiertan la ganas de saber
más sobre ti.
Se carcajea despacio, mostrándome una dentadura perfecta, haciendo
que mi pene tome grosor por lo mala y buena que se ve con los hoyuelos
que se forman en sus hermosas mejillas enrojecidas por el calor que
desprende su cuerpo agitado.
—Sueña, señor Judas. No juegue con fuego porque se puede quemar
—susurra, mira mis labios, acerca los suyos y siento su respiración en mi
piel, robándome las ganas de querer soltarla pero se levanta y le quita la
metralleta a uno de los cuerpos que encuentra— Nos vemos.
Me pongo de pie queriendo ir por ella, besarla, aunque desate un
desastre pero la veo encontrarse con el hombre que la toma del cabello en
un acto de posesividad, acercando sus rostros antes de besarla
apasionadamente, como si fuera suya, como si ya hubiera confianza en esa
acción porque la toma del brazo girándola para que dispare hacia arriba al
igual que él.
«Son amantes», el enfrentamiento no me quita lo que sigo pensando
hasta cuando me sacan de la lluvia de balas, los autos esperan en un punto
específico y abordo el segundo, quitándome el saco, me paso las manos por
el cabello y cierro los ojos intentando eliminar de mi cabeza a la mujer que
no dejo de pensar.
Mi teléfono suena y contesto recibiendo una gran molestia de escuchar
la voz de Ashton Hill
—Mis fuentes me llevaron al lugar correcto, aunque no te atrapé, no
iba con esa intención, pero tengo un pez grande y con él podré hacer
muchas cosas— me dice.
Cuelgo, ya me tiene harto. No sé a quién se llevó, pero al Alpha no
fue, a Duke tampoco y Naigel me avisa que fue al jefe de un cartel de sur
américa. No me preocupa del todo. Ahorita no tengo tiempo para pensar en
nada que no sea en lo que vi y me recalca que ahora menos debo meterme
con ella.
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Venus
Estoy llena de polvo, las manos manchadas de sangre y la ropa un
desastre por culpa de lo que acaba de pasar.
Al llegar al hotel lo primero que hago es irme a la habitación,
ducharme, cambiarme y alistarme para averiguar por qué carajos nos
atacaron así. Mi jefe sigue molesto, quiere respuestas y por ello Mario se las
da porque mueve contactos, llama por teléfono, espera información y
mientras él come en el restaurante del hotel con el pelinegro y Dimitri, yo
me mantengo encargada de la seguridad de dentro y fuera.
Seguimos propensos a recibir otro ataque, debemos estar alertas o el
Alpha nos quitará la cabeza si se atreven a interrumpir su momento de
comer y respirar.
—Se está haciendo costumbre que nos ataquen a cualquier lugar que el
jefe vaya —se queja Yasmín a mi lado.
Estamos en la barra del restaurante, tomando jugos.
—Hace mucho que los militares no sabían la ubicación de reuniones
importantes — comenta Fátima, tomando asiento.
—Ahora se debe proceder con más cautela —digo.
—Sin duda alguna. Esto no puede ocurrir de nuevo.
—Algo me dice que hay un soplón entre los miembros del tratado —
murmura Yasmín, para ella—. Es lo más lógico.
—Sería extraño sino —opino— No se puede confiar en nadie. Ya la
mafia rusa desertó, se puede esperar lo que sea de alguna otra.
—Dudo que la Yakuza o las triadas hagan lo mismo. Menos la
colombiana, es parte de la organización así que...—duda— A Duke hay que
descartarlo.
—¿Y la mafia italiana? —indaga Fátima, con expresión de
desconfianza— Antes estaban en guerra con ella. No me soprendería si se
revela.
—Perderían las posibilidades de seguir teniendo armas tan buenas —
obteja Yasmín.
—Y la organización, de seguir comprando el elemento para hacerlas
—digo.
—Desventajas por todos lados.
—Pues, así es este mundo. En guerras o batallas por el poder —
comenta Fátima.
Me paso las manos por el cabello, la cortada en la pierna me molesta
un poco, pero debo fingir que no tengo nada ya que me harían preguntas
curiosas que no puedo responder.
—Mejor cambiemos de tema. Ya suficiente tenemos con la próxima
misión —bostezo y Yasmín me secunda— ¿Te memorisaste el holograma?
Últimamente la veo desconcentrada, debo asegurarme de que no deje
de lado las obligaciones.
—Sí pero no. Tanto trabajo no me ha dado un momento a solas para
hacerlo.
—Ponte al día, no falta nada para el martes— la regaño.
Fátima me mira con intensiones de pedirme algo, pero duda, hago un
ademán con la mano, invitándola a hablar.
—Necesito media hora de permiso, iré a comprar ropa, y algunas cosas
que me hacen falta.
—¿Ahora?
Niega.
—Mañana en Londres. A esta hora no pienso ir.
Son las 8 y media de la noche.
—Bien, ni un minuto más, ni un minuto menos. Si surgen problemas te
necesitaré. Pero está bien, reorganizaré los puestos— sorbo un trago de mi
vaso.
Sonríe complacida con el permiso.
—Bien, te debo una.
—No te preocupes. Es mi trabajo velar porque ustedes también puedan
tener un respiro y equiparse con lo que necesiten.
—Te dijera que quiero ir con ella —me habla Yasmín — Pero no sería
buena idea que te falten dos en ese momento
—Además no te gustan los tríos y tal vez Fátima aproveche para
buscar un ligue rápido, como el de hace un rato —irrumpe Helen,
ganándose una mala mirada por parte de la mencionada.
—¿Me estabas espiando?
Se encoje de hombros en un gesto de "tal vez".
—Puede ser...
—Helen...
—No necesariamente espiando, casualmente pasé por el frente de la
habitación a la que entraste en compañía de aquella chica rubia. No soy
tonta para deducir que no ibas a...
—Mejor cállate o...
—Chicas, vuelvan a sus puestos de trabajo —las regaño—. Ya tendrán
tiempo para discutir esto.
Fátima se va, Helen hace lo mismo y Yasmín se queda en el mismo
sitio mientras que yo arreglo todo lo que tiene que ver con la estancia hasta
mañana temprano. Se van rotando para comer algo y me toca pedir para
llevar también. Tomo el ascensor que da hasta la azotea del edificio. La
brisa me hace sentir en las nubes que cubren el cielo de manera dispersa, no
parece que fuese a llover, pero aún así, hace frío.
—Muero de hambre, hasta que alguien se acuerda de mí —se levanta
dejando el malentín sobre la pequeña mesa que le instalaron a su petición,
según él, le gusta hackear y vigilar desde las alturas, al igual que lo hizo en
Sídney y cada vez que nos hospedamos en un hotel— ¿Mario sigue con el
jefe?.
Observo las luces de la ciudad.
—Sí. Tal vez venga en un momento. Aunque por ahora tú tienes todo
controlado. —le echo un vistazo a la pantalla que muestra las cámaras de la
recepción.
—Lo que sucedió en la reunión me tomó por sorpresa.
—Y a mí me tomó por sorpresa quería juguetitos no lo previnieron.
—La zona tenía mala recepción y por ahora no cuento con el
rastreador satelital, tengo que rediseñarlo e investigar con cuál me va mejor.
—¿No estabas usando ese cuando fuimos a Nepal?
—Pensé en ello, pero Mario creyó que nos iría mejor con el interruptor
multifacético y el bloqueador.
—Y casi no los utilizamos. La señal no servía sino cuando la
hackearon —sacudo la cabeza.
—No siempre se puede controlar cualquier zona. Eso depende y más
de la calidad del sitio en donde nos meteremos.
—Pero para ustedes nada debe ser imposible, menos si son los hackers
de confianza del Alpha. —me cruzo de brazos, mirándolo— A mi parecer,
son los mejores.
—Debemos serlo o no estaríamos aquí en este momento.
—A Mario lo entiendo en parte, fue militar, es algo así como el único
amigo del jefe, pero tú... No vienes de la fortaleza, tampoco de misiones
terroristas o algo igual... —la curiosidad despierta.
Se ríe y piensa un momento, pero suspira, derrotado ante mi mirada.
—Fui militar, mis padres trabajaban en el pentágono de Estados
Unidos, pero los mataron y después intentaron hacer lo mismo conmigo —
me cuenta.
—¿Te volviste una amenaza para conseguir información hasta de ellos
mismos?
—Sería extraño sino —responde con obviedad.
—¿Cómo te uniste a la mafia?
Ladea la cabeza, riéndose divertido.
—No pretendes quedarte sin saber lo más mínimo ¿Cierto?
—Pues, me agradas y tu vida es un tanto curiosa. Al menos tu tuviste
una, tienes historia para contar, pero yo... Solo tengo anécdotas de misiones,
sangre, muertos, adiestramiento, dolor, redención... Ya sabes, lo casual de
ser haber sido preparada para conformar al escuadrón alfa.
—Debe ser feo no tener libertar de ningún tipo —bromea—. No me
malinterpretes, pero creo que me hubiera gustado salir de Pakistán y no
haber tenido que elegir una vida que para mí desgracia, no fue nada linda o
cómodo.
—¿Se puede saber por qué?
—Creo que se acabó la ronda de preguntas y respuestas, Venus. Tengo
que seguir trabajando y tú también.
Frunzo los labios, disgustada.
—Oh, vamos, Flavio. Ya terminé de hacer mis cosas, podemos seguir
platicando.
Entrecierra los ojos, mirándome con suspicacia.
—¿Estás segura que quieres seguir? Mis preguntas pueden ser algo,
incómodas o de esas que no querrás responder.
Tengo la extraña sensación de creer saber por dónde va esto.
—Eres muy astuto —me carcajeo—, Todo para que no te siga
preguntando.
Se encoje de hombros.
—Ya ves.
—¿Cómo va la investigación de lo que pasó en la reunión? —cambio
de tema.
Me comienza a decir lo que sabe y lo que los mandatarios de esa rama
han dicho antes los medios. De lo que hablamos es sobre el imprevisto y el
disgusto que debemos resolver.
El ataque fue mediante helicópteros, una de las ventajas para el
CEICC, aunque se hizo todo lo necesario para derribar a varios, aún así ya
los uniformados habían aterrizado en busca de capturar a alguno de los
presentes.
Creo que esa la primera vez que me enfrento contra esa entidad, desde
que trabajo con mi jefe no había sucedido, a excepción de aquella vez en
Londres, pero aún no era la encargada.
Por suerte el Alpha no está en modo insoportable.
—Por cierto, te he visto, no se te olvide que mis ojos son todas las
cámaras con las que te topes.—comenta de repente, sacando lo que evité
cuando cambié de tema.
—¿A qué viene eso?
Me mira como si estuviera más que informado de las cosas. Es lógico,
ayer no es como si fue fácil de digerir que entré con una ropa al cuarto de
mi jefe y salí con otra. Las cámaras obviamente me captaron, Flavio lo hizo
y seguramente Mario también.
—No, nada. No dije nada.
—Y por tu bien espero que así sea. Que de tu boca no salga cualquier
cosa que tengas para decir.
—Lo tengo claro.
Camino hacia las barandas, apoyo los brazos y disfruto de la vista no
sé por cuánto tiempo pero ya es tarde, me siento algo agotada. Por el
intercomunicador escucho los avisos de los que se van a descansar y los que
toman los puestos.
El Alpha ya está en su habitación, y no sé qué hago pensando en él,
tantas cosas inundan mi cabeza, lo que hemos venido haciendo desde que lo
conozco, lo que siento al ver a Judas, ese momento de cercanía hace unas
horas, recordar todo lo que viví, lo que pasé, mis padres, mi niñez, los
golpes... Cada cosa repercute en mi conducta y por ello no he flaqueado con
lo que quiero desde que salí de la fortaleza.
¿Qué ganaría siendo solo una guardaespaldas?, Morir en algún
momento, ser pisoteada por Megan, hundida cada vez más en la soledad del
odio. Yo no quiero eso, ya mi pensar está establecido...
¿Pero a qué costo?, No me importa. Solo sé que debo dejar de pensar
en el hombre que me carga ansiosa, con ganas y estresada como si llevara
meses sin sexo. Estuvimos antes de salir a la reunión, pero heme aquí
sintiéndome más necesitada que nunca.
Sus besos, sus toques, sus ojos, sus embestidas, su manera tan sexy de
tomarme a lo posesivo y bestial. Definitivamente algo tengo, creo que estoy
siendo un tipo de ninfómana o algo peor...
Frustrada me paso las manos por el rostro, respirando hondo,
queriendo liberarme de lo que siento por dentro, esa sensación de
hostigamiento con desespero. No puedo seguir así, esto no se me tiene que
salir de control, debo apresurar las cosas pero no es fácil.
—Venus...—una voz me llama pero se oye lejana— Venus...
Me muerdo la lengua despertando de esa horrible sensación que
despierta el tener tiempo sin someterme a la rehabilitación sicológica de la
fortaleza.
—¿Qué? —me giro mirando a Mario.
—Partiremos en una hora. Ve a ducharte, pareces un zombie. A
Dimitri lo regresaron a Montreal, tendrás algo menos que hacer.
—¿A Montreal? ¿Por qué?
Me gusta su compañía y ahora no la tendré.
—No puede estar con el jefe.
Miro a mi alrededor y noto que el sol está saliendo con intensidad, lo
que significa que pasé la madrugada aquí de pie, pensando de todo un poco
y siendo prisionera del malestar que producen los estragos que intentan
volver un caos mi cabeza, pero eso no sucederá.
Bajo las escaleras, subo al ascensor y me voy a la habitación, Yasmín
se está poniendo el vaquero y al verme abre la boca sorprendida.
—La falta de descanso mira como te tiene, Ave María, Venus, ve a
ducharte con agua fría, espabila y aplícate maquillaje en esas ojeras —me
empuja al baño pero mi cuerpo anhela unos segundos en la cama que no
tendré porque debemos irnos.
El agua helada me hace estremecer de frío, pero ayuda.
—¿Estabas con él? —Inquiere cuando salgo ya algo más recompuesto,
pero con sueño.
—Estaba en la azotea mirando el paisaje.
Tocan la puerta, Enola entra sin permiso y quiero lanzarle la lámpara
que tengo al lado pero nos avisa que el Alpha requiere mi presencia en su
habitación.
—Date prisa, échate bien...— me quita el polvo y lo aplica ella misma
— Pareces salida de The walking Dead.
Acaba y me aplico un poco de labial. Tengo unas ojeras horribles, sin
contar la cara de sueño que debo quitar al entrar a la habitación del hombre
que termina de ponerse la camisa, mirándome cuando me acerco.
—¿Qué te sucedió? —frunce el ceño.
—No descansé, no pude.
—¿Y esas son condiciones de trabajar?
Enarco una ceja.
—Me veo cansada, pero no menos bella y hermosa —zanjo.
—Ajá —deja de mirarme— Coge el maletín y encárgate. Cancela la
reservación del hotel, me quedaré en casa de Dwayne.
Recojo lo que me pide.
—¿Algo más?
Se me acerca, me quedo quieta instintivamente al ver que viene con
intensiones de besarme pero pasa por mi lado y sale al tiempo que un
empleado entra por su equipaje.
«Amaneció bipolar hoy»
—Baja todo lo más rápido que puedas —le ordeno al chico.
Salgo ordenando que cubran sus puestos. Suben el equipaje a la
camioneta, soy la última en abordar con Mario que conduce por media hora
hasta la pista privada.
El vuelo es tedioso, me quedo dormida por unos segundos porque el
camino es rápido y en menos de nada estamos en casa de los padres del
hombre que se va a su habitación, su madre no está, su padre tampoco y no
me da chance de descansar porque ordena llevarlo al lanzamiento oficial de
la marca de su hermana y prima.
En el camino solo doy para aplicarme un poco del labial que llevo en
el bolsillo que resguarda el teléfono. Al llegar al sitio del lanzamiento lo
primero que me hace sentir estresada es la cantidad de paparazzis y
personas afuera. Por suerte visto un traje negro ya que al bajar debo apartar
a mucha gente que se viene encima queriendo entrevistar y sacarle foto al
semental que ignora a todo el mundo, acomodándose los lentes que lleva
puestos.
—Señor Blackwood, unas preguntas para la revista New times...—
insiste uno
—¿Qué se siente que su hermana siga los pasos de su madre?...
—Señor Herodes, unas palabras para la revista Forbes...
La cantidad de personas es horrible, por suerte los logramos apartar.
Conmigo solo entran, Dan, Mario y Arturo. Los demás se dispersan como
se los ordeno, me acomodo las solapas del traje empezando a caminar
detrás de mi jefe, obligando a mis neuronas a dejar de lado el cansancio
porque ya suficiente tengo con mi cara de dormida.
Debí traer unos lentes, pero no se me ocurrió la brillante idea de
empacarlos.
Adentro también hay paparazzis, pero son menos invasores del espacio
personal. Algunos piden entrevista, me toca apartarlos del camino y cuidar
que no se acerquen al asiento que ocupa en primera fila de la gran pasarela
que instalaron.
—No puedo creerlo —la voz de Megan me quita la pereza, se acerca
vistiendo un vestido dorado de mangas largas a juego con una cartera y el
cabello suelto— Creí que no vendrías.
Desde donde estoy no puedo escuchar lo que hablan, pero él parece
poco interesado aunque ella sonría sintiéndose la sensación del lugar. No es
para menos, las mujeres no dejan de mirar al hombre que tiene al lado, y en
momentos como este, son la envidia ya que los reporteros no paran de
sacarles fotos para seguramente mañana publicar algo como:
“Los futuros Sr. y Sra Blackwood”. Siento que la respiración se me
vuelve demasiado caliente.
Camareros reparten champagne. El personal ajusta las luces y los
puestos vacíos se van llenando con Susan Mullan, la madre de Megan y con
Selena White de Blackwood, la madre de Ksel y Jayden. Ambas quedan a la
derecha de la parejita envidiable a los ojos de las mujeres que no dejan de
cuchichear a mi lado. Estoy harta.
Mirar a otro lado, no puedo, la molestia me corroe ppr todo el cuerpo,
y me siento impotente.
Mario al parecer nota mi incomodidad y se acerca, con disimulo.
—Mejor da una vuelta por el perímetro. Estás por votar humo por las
orejas de lo roja que tienes la cara.
Debería darme vergüenza con él, debo parecer una hormonal novia
celosa.
—No me tardaré —le aseguro.
—Descuida.
Me voy a caminar un rato, viendo una que otra celebridad que viene a
ver el esperado desfile de la marca Amel. Me detengo en frente de un gran
letrero con la foto de Tracy Gelbero, Jayden Blackwood, Ksel y Amber.
Todos vistiendo atuendos del mismo estilo pero con diferentes piezas. Se
ven demasiado bien, sobre todo el pelinegro, es la primera vez que lo veré
en una pasarela y eso me hace devolverme a mi puesto justo a tiempo
porque el show ya va a comenzar.
Lucinda y otras personas son las que abren el desfile con palabras
inspiradoras, desatando la emoción de los presentes al darle paso a las
primas que sonríen en todo momento, mirando las cámaras.
—Nos complace presentar esto tan maravilloso y revolucionario que
nos inspiró a aventurarnos —habla Ksel, con una seguridad arrolladora,
viste un enterizo largo de strapless, el cabello suelto y un maquillaje
sencillo que no necesita porque es hermosa con o sin él.
—Nuestro primer proyecto juntas, el primero de tantos porque se
vienen muchas sorpresas —continúa Amber, viste un vestido suelto de
encaje en el corset y falda suelta—. Esperamos que salgan de aquí con las
ganas de probar lo que verán, porque yo lo haría. Se los aseguro.
Muchos ríen con ella. Terminan de hablar, la música comienza a
manos del dj profesional.
Estoy atenta al intercomunicador, las luces cambian, los reflectores
enfocan a los modelos que salen, turnándose, un hombre, una mujer y...
Jayden aparece, desatando la euforia de las mujeres que se ponen de pie
sacando fotos, halagando lo bien que se ve porque viste una especie de
blazer suelto, pantalones negros, camisa ajustada y sombrero extravagante.
Todo se le ve jodidamente bien, y su caminar es explosivo, sexy,
provocador y profesional.
No le falta seguridad de si mismo o autoestima
Sus gestos son otro nivel, sonríe solo cuando llega al final, posa, se
toca el sombre y se da la vuelta dejando que la rubia tome protagonismo
cuando llega su turno; es la hermana de Megan. Se parecen, el mismo
cabello, ojos, a diferencia de que sus cuerpos si son distintos.
En momentos como estos pienso en lo que habría hecho yo cuando me
graduara de la universidad, lo que sería mi vida ahora, lo que estaría
haciendo y tal vez lo feliz que sería con amigos y amigas que me inviten a
fiestas, viajes o tal vez vacaciones a algún lado. Pero es todo lo contrario,
solo soy una guardaespaldas, mercenaria y asesina profesional que no sabe
hacer otra cosa que lo mismo de siempre.
Me siento asfixiada, por ello me desaparezco un momento, en busca de
algo de aire, voy al baño, me lavo las manos, miro mi apariencia en el
espejo, acomodo mi cabello y salgo. El desfile sigue, los reporteros no
dejan de sacar fotos y el flash es tan molesto que prefiero quedarme al lado
de Arturo quien observa desde más atrás del puesto de Mario y Dan, ambos
siguen cerca de mi jefe, por mi parte prefiero estar alejada, no me siento
bien en este momento, creo que el cansancio es el culpable.
—Se nota que hacen una buena pareja — comenta de repente,
haciéndome mirarlo mal.
—¿Qué?
—Nada. Sin querer hablé en voz alta.
Ruedo los ojos. No estoy para chistes. Con rezos mentales, el desfile
acaba y a mi jefe le da por platicar con varios sujetos que conoce, mientras
que yo debo ignorar la mirada de las tres mujeres que toman champagne y
murmuran entre ellas: Megan, Susan y Selena.
Se nota que me están destruyendo con críticas de porquería.
Mario no deja de mirar a la hermana del Alpha la cual se acerca hasta
el puesto de su hermano y le dice algo al logrando que se mueve en
dirección a los vestidores en donde Lucinda lo saluda, él no corresponde
como debería pero no se queja cuando cuando su madre le insiste en
tomarse un par de fotos con ambas.
Jayden me pasa por el lado, no me dice nada pero su mirada me grita
más que mil palabras y me muevo incómoda. Me quedo en mi puesto
intentando ignorar el que vuelva a pasar muy cerca. Megan llega, aprovecha
para posar en las fotos, todos se ven tan cómodos siendo el centro de
atención de la prensa, sobre todo la rubia, no se aparta de su brazo, sonríe
con suficiencia, gritándome que es suyo.
«Esta es de cuidado» me dice mi subconsciente.
Me siento ignorada, como un cero a la izquierda y eso me genera
mucha ansiedad y migraña. Me vuelvo a alejar, lo más que puedo, pero sin
salir del perímetro. No sé qué me sucede, puede ser que necesite dormir,
descansar las horas que llevo trabajando, sin comer bien o sentarme a
respirar tranquila. La pierna me duele, tanto que hacer me hizo olvidarme
de la herida que pica, paso la mano por sobre la tela, eliminando la
molestia.
Duramos dos horas aquí, dos horas en las que debo estar de pie, mirar
lo que no quiero y calarme lo que siento. Festejo para mis adentros cuando
llega la hora de irnos, pero todo empeora al ver que Megan subirá en este
auto al igual que Amber. El camino lo paso por alto, no me preocupo por
nada, tampoco cuando llegamos y debo estar con él escuadrón ya que Mario
está adentro de la casa al igual que Dan.
—Necesitas dormir —me recomienda Taeyang.
—No puedo.
—No creo que tengamos que salir de aquí, no aún, ve y descansa un
poco.
—Mi cabeza no querrá que duerma.
—Pero debes hacerlo, bombón. No pareces tú, mírate, cansada y
agotada.
Una empleada llega con la cena que devoro como una hambrienta. No
desayuné, todo lo que mi estómago recibió fue agua hasta ahora.
—Mario te solicita en el jardín —me avisa Flavio.
Me muevo, con una gran pereza en mi cuerpecito, como si tuviera
concreto en mis pies, pero llego a ver qué quiere.
—El Domingo partiremos a Kiev, encárgate de que todos estén
centrados y se hayan aprendido el holograma, el jefe no quiere errores, anda
de mal humor...
—Cuando no...—mascullo. Sería raro si está feliz.
—Y no quiero saber lo que nos hará si no tenemos éxito —termina.
Terminamos de hablar, regresa adentro y yo me quedo en el mismo
lugar de hace un rato, en la mesa debajo del parasol de la piscina; con la
mejilla sobre los brazos que mantengo apoyados en la madera mientras que
cierro los ojos aprovechando que no estoy sola por si me quedo dormida.
Por el intercomunicador me avisan que mi jefe me necesita, con menos
ánimos me pongo de pie y voy. El sujeto del personal de seguridad me deja
entrar, me guía hasta la sala y no podría sentirme peor, o tal vez sí, me
siento así al ver a tanta basura en un solo lugar. Sobre un sofá los padres del
Alpha, Ksel hablando por teléfono mientras que Amber revisa el suyo,
Jayden hablando con la hermana de Megan, Susan y Elyana en frente del
Alpha, Megan al lado del sillón en donde yace sentado el mayor dolor de
cabeza que he tenido.
Las empleadas les sirven bocadillos y tragos, al parecer celebran lo del
desfile.
Para nada importante me mandó a llamar, solo para que escuche lo que
debemos hacer por esta noche que se quedará aquí. Estoy harta de seguir
aquí parada porque Mario me pide hablar a solas, mañana en la noche
viajaremos a Kiev, no sé cuántos días estaremos allá hasta la misión, pero lo
necesito, irme y despejar la mente que en estos momentos se me llena de
muchas ideas, una de ellas es lanzar una bomba y matar a todos y cada uno
de los que siguen en sus puestos.
Megan escucha lo que sus "suegros" hablan con su madre, mientras
que Herodes parece poco interesado, simplemente fuma mientras revisa su
teléfono, ni siquiera me determina, y la rubia sonríe porque soy como una
cucharada que está aquí para servir.
—Deberíamos planificar la cena de compromiso —habla Susan con
emoción.
—Mamá...
Me dan ganas de vomitar la forma en la que su hija sonríe como si no
fuera el momento para hablar pero quiere que lo hagan solo porque estoy
escuchando.
—¿Boda?, Creí que nunca hablarían de ello— interviene Jayden.
—Son temas que deben tratarse con la mayor brevedad posible, sobre
todo cuando será la boda del Alpha. —alega Elyana.
El mencionado sigue metido en su teléfono, ni siquiera parece
importarle.
—Todos esperamos eso, será el evento del siglo para ambas familias
—Lucinda se pone de pie—. ¿Cuándo le darás el anillo Alpha?.
Ni la determina.
—Cuando lo haga se los haré saber, claro está —contesta Megan.
—Es más seguro si lo confirma él— murmura Dwayne.
—Alpha..—le habla Ksel.
Amber no parece interesada por el tema. Jayden me mira desde su
puesto, y me intento concentrar en lo que me dice Mario pero...
Herodes se pone de pie, pegándose el teléfono a la oreja, apartándose
de todos los cuales lo miran en silencio por la ignorada que les acaba de dar
«Siempre tan él».
—Es notorio que el tema no se tocará aún, y tal vez nunca —Amber se
levanta y se va por las escaleras.
Todos se van dispersando, en los sofás solo quedan, Megan, Lucinda y
Susan.
—Cualquier cosa te aviso. —me dice Mario— Ve y duerme. Estás en
otra galaxia y me preocupa que no hayas entendido nada de lo que te dije.
—Sí lo hice.
—Eso espero.
Estoy por salir de la casa pero me toman del brazo, literalmente me
arrastran rápido y cuando estoy por reaccionar del todo es cuando ya estoy
dentro de un armario de productos de limpieza.
—¿Qué haces? —inquiero mirando como cierra la puerta.
Se pasa las manos por el cabello dándose la vuelta, sus ojos me
observan como siempre duele hacerlo y por ello me cruzo de brazos.
—Buscando un momento a solas contigo —responde.
—Mala idea. Si mal no lo recuerdo, mi jefe te ordenó que no me
distrayerás de mis obligaciones.
Chasquea la lengua, se cruza de brazos apoyando la espalda en la
puerta en una clara señal de que no se moverá.
—Si lo hizo, pero obviamente un Blackwood no sigue órdenes, y
menos yo que te tengo unas ganas infernales, baby.
Suelto una risa burlona.
—¿Baby?, Eso suena raro saliendo de alguien como tú— confieso.
—Estoy claro —se me acerca, huele a loción y marihuana, una mezcla
muy fuerte y normal en él— Pero vale la pena arriesgarse.
Me froto el rostro con las manos. Esto saldrá mal, se está metiendo en
donde no debe, y no lo digo por mi jefe.
—Mejor...—me acerco, juego con el borde del cuello de su camisa y
rozo mis labios sobre los suyos, respirando profundo— Quédate quieto, no
busques una muerte antes de tiempo, y no lo digo por el Alpha... No
necesito que me defiendan.
Deslizo los dedos por sus pectolares, descendiendo lentamente hasta
llegar a la pretina del pantalón.
—No juegues conmigo, aprende a entender cuando una mujer dice que
no— palpo su miembro, esta duro y rápidamente recuerdo cómo se veía
ese día. Abre la boca soltando el aire, me toma de la nuca pero afloja el
agarre con el apretón que le doy en los testículos—. No busco un puto, no
por ahora, te avisaré si me decido en tener uno, mientras tanto, ve y busca a
alguien más.
Le propino un rodillazo, aunque pueda que me gane muchos
problemas. Pero no pienso desviarme de mis planes, y mucho menos que
cada Blackwood me vea como una ramera fácil de una noche. Herodes tal
vez me ve así, pero él es mi objetivo mayor, y por ahora solo quiero que él
sea mi dolor de cabeza.
—Maldita perra...—se contrae del dolor.
Ruedo los ojos y abro la puerta.
—No seas llorón, eso no te dolerá cómo lo que te haría tu primo por
desobedecerlo.
Me voy, con la satisfacción de haber humillado a un Blackwood. No
fue como hubiera querido, pero se sintió bien. Ellos acostumbran a tener lo
que quieran, cómo y cuándo lo deseen, pero deben aprender que no siempre
será así.
«Otro que debe aprender eso es mi soberbio jefe».
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____________________________
Herodes
Tengo demasiado calor, el cigarro no calma el sentimiento de
hostigamiento que vuelve otra vez como si no fuese suficiente que llevo así
desde hace horas.
Le doy otro sorbo al trago que sostengo en la mano mientras que la
otra la acerco a mi boca dando una gran calada.
Relajo los músculos, cierro los ojos, me dejo llevar por el orgasmo que
quiere llegar, pero no sucede y debo alzar la pelvis buscando más
intensidad.
—¿Sucede algo? —pregunta, agitando la mano de arriba hacia abajo,
lamiendo mis testículos.
—Deja de hablar...
La nicotina últimamente no me hace nada, por ello casi no he fumado,
pero necesito algo que me calme, sigo intentando al encender otro.
Dejo el vaso de lado, sujeto su cabello impulsándols más.
—Vamos, Megan, hasta la garganta...
Una arcada la tensa como si fuese una inexperta. Lo intenta
nuevamente, con éxito toca ese punto que quiero, vuelvo a impulsarla a un
ritmo semi rápido, disfrutando de su boca.
—Aguanta...—sostengo sus hombros.
Sigue chupando, sin apartarse y me concentro en correrme, en salir de
esta presión que siento en los testículos y que me hará estallar de irá si no la
suelto de una vez por todas.
Por un momento presiona mis piernas y estoy tan concentrado en
llegar que no doy para apartarla hasta que lo logro, mi semen sale en
cantidad exagerada, la cabeza me duele de repente y agitado me pongo de
pie pasándome las manos por el cabello, notando que no estoy del todo
satisfecho «Estoy harto».
Se pone de pie acomodándose el albornoz de dormir que lleva puesto.
Recoge el preservativo y los desecho en la papelera que está al lado del
gavetero. Ella se adentra en el baño mientras que por mi parte me limpio
con la toalla que había dejado en la cama. Su presencia la capto a tiempo
girándome y sujetando sus manos cuando intentan tocarme.
—¿Qué crees que haces?
—Lo siento... creí que...—tartamudea.
La suelto, necesito una ducha caliente. Me voy al baño pero me
detengo en el umbral al notar que no se mueve de su puesto.
—Recoje tus cosas y ve a tu habitación, necesito dormir.
La molestia con desilución se dibuja en su rostro. Pero sabe como soy,
no es necesario que insista en algo que no sucederá.
—¿Tienes hambre?, Iré a la cocina primero, si quieres puedo subirte
algo.
—No es necesario.
Abre la puerta.
—Buenas noches, vendré en la mañana.
Tomo una pastilla para el dolor de cabeza, solo uso un boxer para irme
a dormir, el calor no me abandona, como tampoco el insomnio que desde
hace dos días me tiene despierto pensando en lo que no debería.
Meto un brazo de mi nuca, poniéndome cómodo. Pensando en lo que
debería hacer mañana.
Duermo por tal vez dos horas, cuando despierto ya amaneció y Megan
entra cumpliendo con mis órdenes de darme un mamada matutina. Tomo
asiento en el mismo sillón de la madrugada, enciendo un cigarrillo dejando
que sea lo primero que pruebo en el día porque cada vez amanezco más
deseoso, y estar así solo me distraería de lo que debo hacer.
Podría desquitarme con Adler, «Es lo que quisiera», pero últimamente
este juego se está volviendo más difícil, no lo digo por el sexo, el problema
es ella, cada vez la necesito más, la quiero complaciendo mis más oscuros
deseos carnales y... A veces siento que nos estamos saliendo de control, y
eso no es posible.
Necesito distracciones ajenas a ella, no puedo permitirme que mi
miembro solo anhele su canal. Detesto ese sentimiento de estar pensando en
su cuerpo desnudo, sus ojos...
Es un estrés que debo eliminar.
Me centro en los labios que se deslizan por mi miembro, chupando,
rozando y dejando una fina capa de saliva que lame, queriendo recojer, pero
deja más y la cantidad la ayuda cuando comienza a chupar de manera lenta,
precisa, en tanto succiona sacándome el líquido preseminal.
Me acaricio los testículos, cierro la boca sacando el aire que se aloja en
mis pulmones hasta que mi mente la trae, ese gris mirándome de esa
manera provocadora que empleada cuando me la chupa, detallando mis
expresiones acompañadas de los gemidos que siempre suele sacarme y..
Agitado me paso las manos por el rostro, vuelven a tocar la puerta y la
persona entra, sin esperar o irse por no haber tenido respuesta de mi parte,
pero ella es tan ella, que siempre lo hace y en este momento observa la
escena por su propia culpa, nadie le dió el permiso para poder entrar así,
justamente cuando tengo a alguien arrodillada entre mis piernas dándome
un oral.
La rubia intenta apartarse pero sujeto su cabello dejando claro que no
quiero que se detenga, menos con la presencia de la pelirroja que sostiene
una tablet, viste de cuero y lleva el cabello en una trenza que le cae en el
hombro derecho. Su mirada es un puñal con veneno, un misil nuclear, un
abismo que arde de decepción, porque su expresión dura y fría me deja
claro lo molesta que debe estar.
—Volveré en otro momento —pronuncia con amargura, me mira por
última vez advirtiendo lo que sucederá cuando vuelva, abre la puerta y sale.
Las ganas deberían esfumarse, pero su mirada llena de irá se queda
grabada en mi mente y con eso la imagen de su vestimenta, vaquero
ajustado, camisa de tirantes, chaqueta corta, su rostro, la manera en la que el
negro le sienta tan bien y las armas sujetas a sus muslos. Eso es más que
suficiente para correrme y ponerme de pie con el cuerpo estremecido.
—Tu guardaespaldas debería aprender modales, me tiene harta su
insolencia —habla la rubia en proceso de acomodarse el cabello— Disculpa
que te lo diga, pero no me agrada y creo que busca cogerte a ti o a Jayden,
su cara de ramera barata lo grita.....
—¿Ramera?— inquiero con una falsa sonrisa.
—Sí, eso es, detesto que esté tan cerca de ti...
—No hables lo que no sabes, Megan. Mejor vete, necesito aire y me lo
estás contaminando con tus palabras llenas de ignorancia —espeto.
Tensa la mandíbula, respira hondo conteniendo la molestia que no
dejará salir porque le costará.
Me meto al baño, la puerta se abre y cierra, supongo que ya se fue. No
pasan ni 10 segundos cuando vuelve a abrirse y no hace falta saber quién
entró porque aquí siento las ganas que tiene de cumplir su palabra.
Salgo del baño, la veo de pie frente a la gran ventana. Aún sostiene la
tablet, no dice nada, se gira mirándome cuando me acerco a la cama y
recojo el albornoz con el que me cubro.
—En media hora partimos, ya dejé todo organizado, Dan sabe lo que
debe hacer, Mario ya le hizo entrega del medio que utilizará para
comunicarse —me informa, sin ningún tipo de expresión diferente a
desprecio y asco—. ¿Desea algo antes de que partamos?
—Nada.
Yo no le ruego a nadie, y esto que tenemos debe acabarse, ya
estábamos sobrepasando límites, y no puedo permitirme desviarme de mis
objetivos por culpa del sexo.
—Bien...—busca la puerta para irse «¿Así nada más?», deja la mano
puesta en el pestillo, sin mirarme se detiene unos segundos—. Espero que
cuando regrese no quieras venir a cogerme, porque no respondo. Ah, otra
cosa, también espero que tu promiscuidad la calmes con tu novia, yo veré si
encuentro algún puto que tenga compresión por igual y no quiera estar con
una y otra, eso me asquea —me mira por encima del hombro—. En estos
momentos no me das más que asco.
El modo antipática se le da muy bien porque se va, sin hacer dramas,
abofetearme o intentar matarme. Dejándome claro que va a aprovechar a
cumplir su promesa; acostándose con la basura incipida con quién una vez
la encontré besándose.
No debería molestarme, pero lo termino haciendo, con la diferencia de
que no lo voy a detener, ya suficiente cogimos y rompimos reglas. Es hora
de seguir como debería estar haciendo si aquella noche no le hubiera
ordenado ir a mi habitación.
Desde ese día todo cambió y nos condenamos a una adicción sexual
que debe acabarse en este preciso momento.
El escuadrón parte, las horas pasan y me adapto a lo que me genera las
ganas que no se van, sin embargo, las controlo, como siempre solía hacerlo
porque nunca he pensado con el pene, y no lo haré ahora encadenandome a
desear desesperadamente a alguien.
___________✧✧____________
___________________________

¿Quién dará el paso en falso? Dejen sus apuestas. Sin Spoiler por
favor.

Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 64

_________✧✧ Palabra✧✧___________

Venus
Kiev, Domingo 28 de junio del 2021.
El avión está pronto a aterrizar, mientras tanto disfruto del buen vino
que ofrece la zona de primera clase.
—¿Puede traerme un sándwich como el de hace rato? —le pregunta
Yasmín a la azafata.
—Que sean dos —pido.
Nuestros asientos son de 4 personas, al lado mío va Mario y en frente
Helen. Los demás se distribuyen de igual forma.
—Deberían parar la bebida —recomienda él.
Durmió solo por media hora, el resto del tiempo no ha estado sino al
teléfono.
—Relájate, no nos pasaremos de trago —Helen se sirve en su copa—
Solo es para la sed.
—Me debo asegurar de que todos estén sobrios por esta semana.
—Tranquilo, cariño. Una sola copa y ya.
—Más te vale.
Cierro los ojos disfrutando del pequeño descanso que tengo desde que
abordamos el avión. Claramente no íbamos a viajar en la zona normal, para
eso ganamos suficiente dinero, y estamos aquí dándonos un buen lujo.
Yasmín mira por la ventanilla, no hace falta saber que sigue
distanciada de su chocolate andante, desde que salimos no se han mirado, y
él decidió ir en una zona individual al igual que Fátima. No me gusta ver a
mi amiga tan callada, sin estar preguntándome cosas, pero no creo que sea
prudente querer animarla.
Nos traen los bocadillos, disfruto del sabor con la combinación de la
copa que vuelvo a llenar, cuidando de no pasarme se tragos.
Helen no deja de mirar al hombre que va a mi lado, cerró los ojos y
parece dormido, se ve tan bien que ambas mujeres no pueden evitar
morderse el labio para no reír.
Muerdo mi sandwich, sacudo la cabeza porque parecen un par de
depravadas.
Mascullan entre ellas, termino el bocadillo y me pongo de pie para ir al
baño. Lo hago rápido, en los altavoces avisan que ya vamos a aterrizar y
eso me tranquiliza, ya oficialmente estoy a muchos kilómetros alejada del
insoportable del Alpha.
No puedo estar más molesta por su culpa, ¿Pero qué debía esperar de
su parte?, El muy imbécil no controla su hombría; que debe estar con una
mujer chupándosela. Pretendía exclusividad de mi parte, ¿Pero él?,
Metiéndola en toda vagina que se le atraviesa, o mejor dicho, en la de su
pendeja novia.
De mi cabeza disperso todo recuerdo de él. El teléfono no lo he
mirado, siempre solía dejarle un mensaje caliente pero ya no volveré a
hacerlo de no ser para algo laboral, lo cual no será posible, pues Mario
puede informarle lo que se vaya haciendo. Eso me desliga de tener que
hablarle. Gracias al cielo.
Regreso a mi asiento, el aterrizaje es tranquilo, nos acomodamos para
bajar, recojo mi cartera y me aseguro de que mi cabello se vea bien.
Todos comienzan a bajar, lo hago antes de Taeyang quien es tan
caballeroso de ayudarme con mi bolso a pesar de que también lleva el suyo.
—Creí que ya no existían hombres caballerosos —le digo y sonríe.
—Soy la excepción entre muchos, bombón.
—Pues, eso me agrada.
Caminar con todos resulta interesante, muchas personas nos miran
como si fuesemos celebridades, y creo saber el por qué; pues los hombres
que van con nosotras no son fáciles de obviar, están buenos, visten casual
pero elegante y costoso, al igual que las chicas, todas con sus cuerpos
fitness, bien proporcionados y caminatas sexys, atraen la atención de
muchos.
—¿Creen que podría salir a ligar antes de la misión? —habla Fátima.
—Yo me ofrezco para una salida picante —bromea Taeyang.
Mario se guarda el teléfono en el bolsillo, dejando claro que ya
tendremos tiempo para eso, pero que nos necesita centrados.
Yasmín lleva su maleta pero en un momento la cantidad de personas
no la dejan avanzar y sonrío al ver a Kilian quitársela para llevarla él.
Se queda perpleja en el sitio, sigo avanzando y paso por su lado.
—Mas lindo y me muero— murmuro con una sonrisa de oreja a oreja.
—Después de mil años —se queja.
—Algo es algo.
Se queda a mi lado hasta cuando salimos, las dos camionetas llegan,
guardo el equipaje en la cajuela y subo al asiento de copiloto de la segunda
en compañía de los mismos que iban sentados conmigo.
—¡Aguántate!— exclama Yasmín de repente.
El auto frena cuando estaba por avanzar.
—¿Qué sucede?— Inquiere Mario.
—Mi equipaje se fue en el otro auto...
—No se va a extraviar, Kilian lo sacará al llegar— la tranquilizo.
El encargado suspira profundamente. El auto se pone en marcha. Es
media hora de carreta hasta que llegamos a la gran propiedad en donde
bajamos. La casa quedará a nuestra disposición para poder planear todo,
aún así tendremos que pasar la mayoría del tiempo en el búnker de armas.
La encargada de la casa nos distribuye a cada quien una habitación, lo
que no resulta un problema porque debe haber más de 20 habitaciones. Es
propiedad de mi jefe, claramente no es pequeña ni menos lujosa que su casa
oficial.
—Descansen, y en una hora los espero en el comedor— pide Mario
cuando entramos a la sala.
Me voy a mi habitación, cuando voy por el pasillo me es imposible no
mirar la puerta de la principal, menos sabiendo de quién es, aunque no esté,
nadie puede entrar, está cerrada con llave y lo sé porque mi curiosidad gana
y sin querer giro el pomo antes de seguir.
Me despojo de la ropa, entro a la ducha tardandome lo necesario, me
lavo el cabello, esfoleo mi piel con la crema que encuentro, me lavo bien
los dientes y con el secador me seco el cabello antes de hacerme una coleta
alta. Salgo envuelta en un albornoz, saco un conjunto de bragas negras, un
jogger, los botines bajos que no pueden faltar, y una camisa mangas tres
cuarto.
Aquí no hace falta usar armas, aún así me coloco el sujetador del torso.
Ajusto bien el brazalete y ojeo el teléfono antes de guardármelo en el
bolsillo. Estoy por salir pero me regreso al baño, me aplico algo de loción y
bálsamo labial.
Comí en el avión, pero mi estómago es un hueco sin fondo, y tal cosa
me mueve a la cocina por algo de comer. La empleada me atiende y como
rápido cuando Brett me avisa que Mario espera en el comedor.
Todos están aquí, algunos de pie y otros pellizcando las bandejas con
diferentes platillos que me gritan probarlos, se ven deliciosos, pero acabo de
comer, estoy llena.
—Tendremos que organizar todo el arsenal que usaremos, las armas,
los trajes... Nada se nos puede escapar— se toma unos minutos para
explicarnos lo que iremos haciendo.
La misión debería ser el martes, tenemos dos días para dejar todo
preparado.
—Iremos ligeros, traten de defenderse con lo poco que tendremos que
llevar—les digo.
Ojeamos el holograma, ubicando cada punto importante. Duramos
media hora en lo mismo, las empleadas nos traen algo de tomar, más
comida porque parece que los chicos llevan una semana sin comer bien.
Al terminar nos dirigimos al ascensor de la cochera, bajamos a la
fábrica en donde tenemos que ir organizando las armas que llevaremos, no
trajimos ni una sola, y por lo visto las nuevas son las que recién están
comenzando a fabricar, esto será un tipo de prueba de los dichosos
diamantes que robamos aquel día.
El lugar no ha cambiado, como tampoco la cantidad de mujeres que
satisfacen a los armeros expertos y a los ayudantes.
Camino en busca de la mesa en la que siempre está la persona que se
apresura a mi sitio cuando me ve, queda en en frente de mí, mirándome
como si hubiera pasado una década, sus ojos verdes son los mismos que
miré aquellas veces que estuvimos juntos en Pakistán.
Su cuerpo, sus brazos, todo sigue igual y el abrazo que me da es un
tipo de calmante para mi cuerpo, me sienta bien, extrañamente es como si lo
hubiera necesitado.
—Joder, creí que ya no te volvería a ver —acuna mi rostro entre sus
grandes palmas y poso las manos sobre ellas, riendo divertida.
—Nunca cambias, Julián, siempre eres tú.
—Contigo siempre lo seré.
Vuelve abrazarme y correspondo porque sus brazos siempre serán una
especie de espacio familiar para mí.
—Voy a hacer una raya en el cielo porque te veré por unos cuantos
días—me dice.
—Bésense pues—espeta Enola.
—Mejor no te metas—me aparto del abrazo, dejando que Kilian y los
demás lo saluden.
—La falta de sol te tiene más blanco de lo normal —bromea Brett
palmeandole la espalda.
—Y a ti el exceso de sexo te tiene deshidratado.
—En efecto —secunda Yasmín riendo.
La rubia sigue su camino yéndose a la mesa de armas.
—A trabajar —ordena Mario entrando en modo más mandón, se
detiene mirando a quien tengo al lado, luego posa sus ojos en mí, esperando
que me retire también.
—Los dejo.
Vuelvo a mirar a Julián, me sonríe en un gesto de hablar dentro en un
rato. Con los demás me ocupo de probar algunas armas, son extraordinarias,
las balas impactan con más fuerza, son livianas, plegables y con una
pequeña marca que las caracteriza como diseños de la organización.
El área de prueba la ocupamos nosotros, decidiendo cuales serán las
que usaremos. Me preparo con un rifle en mano, no serán necesarios pero
este me encantó y debo probarlo o no estaré tranquila.
—Que cosita más preciosa —le saco el seguro, posicionandome detrás
de la pequeña base que me permite apoyarla.
—Una belleza, probaré uno —habla Yasmín a mi lado.
Ajusto la mira, el lente es espectacular, la manera de alinearse con el
objetivo, lo excitante que se siente el gatillo, el olor a poder que desprende
cuando disparo dos veces dando justo en el blanco de la cabeza del muñeco,
la bala impacta en la pared de atrás causando que se agriete de
sobremanera, dejándome con ganas de probarla en un campo real y con un
objetivo que se mueva.
—¿Me lo puedo quedar? —miro a Mario quien está detrás de nosotros
mirando lo que hacemos.
—Pido uno también —me apoya mi amiga.
Sacude la cabeza.
—Por ahora no.
—¡Mario! —lo llama Flavio desde la mesa en donde montaron un mini
centro de informática avanzada.
Con tristeza dejo el arma en su lugar, la acaricio por una vez más,
mentalizandome en que la tendré para mí. Estás cosas siempre me han
gustado, tener una en la mano es sentir la que estás sujetando a la propia
adrenalina.
Taeyang y Helen están debatiendo entre los calibres, Kilian trata de no
mirar a mi amiga, por ende se mantiene con los hombres que están en las
computadoras, en compañía de Julián quien llega con unos planos. Fátima
habla con una prostituta mientras limpia el cañón de una ametralladora.
Brett se perdió con Enola, tal vez a fornicar, y yo me muevo a comer
algo al área de comedor; es amplio, algunos trabajadores están pidiendo lo
que comerán al igual que algunas mujeres que son vigiladas por dos sujetos
del personal de seguridad.
Pido lo que me apetece, Yasmín hace lo mismo y buscamos en donde
sentarnos, para mi mala suerte, la mujer que me trató aquel día, toma
asiento en la misma mesa, mirándome como si no creyera que estoy de
nuevo aquí y no en rehabilitación por aquello que era suficiente motivo para
rehabilitarme.
—¿Cómo estás?
Miro a Yasmín quien también me mira, luego poso los ojos en la mujer
que me lo acaba de preguntar.
—Supongo que bien.
Se lleva un trozo de carne a la boca.
—Se nota.
El silencio vuelve, ningúna dice nada, todas nos dignamos a comer
aunque me sienta incómoda porque no deja de mirarme desde que llegó.
Debo el tenedor en el plato, sorbo un trago de jugo antes de respirar
hondo.
—¿Algo que quieras decir?, ¿Por qué me miras así?
Sonríe divertido, aparta el vaso cruzando los brazos sobre la mesa de
metal.
—Eres hermosa, solo por eso.
Frunzo las cejas. ¿Será homosexual?.
—No me gustan las mujeres si es lo que estás pensando —se adelanta
a decir— Es solo que te pareces a alguien que conocí una vez.
—¿Se podría saber a quién?
Se acaricia el mentón, guardando silencio unos segundos.
—No es necesario, tranquila.
Un hombre llega, afanado y respirando agitado .
—Alguien se quemó con el elemento —le avisa.
Así le suelen llamar a lo que vende la mafia italiana.
—Enseguida voy—se pone de pie, recoje el plato en donde comió y
me mira— Un placer verte.
Se va detrás del sujeto. Yasmín me mira confundida y me encojo de
hombros en un gesto de no saber qué fue eso.
—¿Cuándo se dejarán de ignorar?— pongo un tema de conversación.
Se frota la cara con las manos.
—Nunca. Tal vez nunca. No me habla, yo no iré a rogarle. ¿Por qué no
lo ha hecho él?, Yo no fui quien cambió.
—No me gusta verlos de ese modo. Parecen dos seres que se detestan
y no soportan estar a menos de un metro.
—Díselo a él. Yo no lo odio, o algo parecido. Pero no seré la que vaya
como perrito faldero.
Sacudo la cabeza. Es tan orgullosa.
—En algún momento alguno cederá. Se nota que no pueden aguantar
el estar tan apartados. Seguramente ambos ya deben tener secuelas de la
abstinencia —me cruzo de brazos—. Se dejaron de hablar de la manera más
estúpida. Ni siquiera finiquitaron nada ¿O si?.
Niega
—No pienso hablarle.
—Deberían hablar. Puede ser solo sexo, pero las cosas se deben dejar
claras y no estar como adolescentes hormonales que no saben entablar una
conversación.
Resopla y rueda los ojos.
—Díselo a él...
—Te lo digo a ti porque eres más accesible para darte consejos, él es
más... cerrado, no me escuchará. No será rogar si le dices para hablar.
—Pero...
—Nada, Yasmín. Ponte bien las pantaletas y ten los mismos cojones
que te sobran en una situación peligrosa. No te morirás por tomarlo por la
oreja y llevarlo a un lugar privado para hablar, tal vez terminen follando
pero...
Me come con los ojos y entiendo porque cuando el susodicho llega con
Julián. Duda en sentarse pero lo hace, antes de que su acompañante lo haga
lo tomo del brazo.
—Julián, busquemos otra mesa..
—Pero si sobran puestos...
—Vámonos —insisto, moviéndolo conmigo, dejando privacidad.
Nos ubicamos un poco lejos, tomo el puesto que me permite tener una
buena vista mientras que el moreno come sin dejar de mirarme por lo
chismosa que estoy siendo.
—Quiero hablar contigo, pasé díasssss sin verte y ahora que lo hago,
estás al pendiente de lo que hablan esos dos —se queja Julián y pongo mi
atención en él.
—Nene, pobrecito, estás falta de atención, ¿Tanta falta te hice? —
apoyo los brazos en la mesa—. ¿No estuviste con alguien más?
—Mentiría si digo que no pero...
—¿Lo hiciste?
—No soy de roca, señorita, y no, bueno en realidad sí, eso si los orales
cuentan.
Carcajeo sacudiendo la cabeza.
—¿No te follaste a ningúna?, Admiro tu capacidad de no caer en
desespero.
—No. Tú te ves muy tranquila. ¿Tú si lo hiciste?, Me sorprendería
pensar que fue con alguien ajeno al escuadrón. ¿A quién más si no tienes
tiempo para otra cosa que no sea cuidar al jefe?
Amigo mío, cogí con él, por eso no me hizo falta buscarte un suplente
ajeno al trabajo. Me aguanto las ganas de decirlo.
—Sabes que no soy de aguantar, para eso está la masturbación,
querido, muchos la utilizan para no recurrir a otros medios— comento con
sarcasmo.
—De ti no lo dudo.
—Si no fuera yo, estaría ofendida, pero me conoces, sabes que prefiero
hacerlo a tener que acostarme con cualquiera.
Aplaude riendo divertido, me señala y chasquea la lengua queriendo
decirme algo como "te atrapé".
—Me gusta saber que soy el cualquiera que puede tomarte, ¿Puedo
celebrar esa confesión?.
—No es una confesión.
—Eso parece. Y me gustó escucharlo.
Ruedo los ojos.
—Como sea —le resto importancia— ¿Cómo vas con el aprendizaje?.
—Sabes que no me cuesta nada. Por eso Mario no ha estado aquí con
más frecuencia, ya soy algún tipo de sucesor, sin hacer menos al otro sujeto,
aunque, hablando entre nosotros —se acerca un poco bajando el tono—
Aún le falta aprender, es medio lento y a veces algo cobarde para probar
nuevos inventos.
Suelto a reír. No me imagino la cara de Mario cuando tiene que ver el
progreso de ambos. Él que no tiene paciencia y se cansa rápido, debe
morirse por dentro al ver que su aprendiz le teme al éxito de probar por
primera vez lo que se siente cuando pensamos que algo saldrá mal o es
extremadamente peligroso.
—Deberías regalarle un poco de tu amor por el peligro —susurra
acercándose a mis labios, su olor me invade y siento que retrocedo a
aquellos días en que solo me concentraba en el sexo que tenía solo con él
—; tal vez se le quite la cobardía antes de que el jefe venga y lo mate por no
servir al 100%.
La mención me devuelve a la realidad en la que estoy desde que
comencé en lo que siempre esperé y ahora me tiene con infinidades de
cosas en la cabeza.
Me pongo de pie, aunque claramente noté mi desprecio. Pero no me
dice nada, recoje el plato y el vaso antes de salir conmigo regresando a la
prueba de armas que toma horas al igual que la organización de los
uniformes nuevos.
Algunos se van a descansar, Mario da el permiso y yo opto por
quedarme viendo como Julián diseña algunas armas. Me explica cómo lo
hace, lo que no debe hacer e inventar para mejorar los diseños realizados y
que aún no se han comenzado a fabricar en espera de que comience el
nuevo periodo.
No entiendo a qué se refiere, pero no me explica, según él: es mejor
que lo vea más adelante ya que será un cambio rotundo en muchas cosas.
Flavio y Mario chequean el sistema del búnker, perfeccionando una
que otra cosa a la vez que se mueven de aquí para allá revisando los
paneles, los controles y el área principal de informática.
—¿Irás a la misión? —le pregunto cuando quedamos solos.
—Sí, ya me hace falta un poco de acción, tanto encierro me volverá
loco. Tengo entendido que en unos meses podré moverme a mi antojo, será
la ventaja de ganarme la confianza del mano derecha del Alpha.
—Eso me parece bien.
—Lo sé, no quería darte la noticia aún, pero tus ojitos me convencen
de lo que sea.
—¿Dormirás aquí o en la casa?
—En la casa. En la mañana debemos estar reunidos para una video
llamada con el jefe, al parecer quiere terminar de saber que haremos por fin,
sabes que a veces los planes cambian dependiendo de las circunstancias.
De solo pensar que le veré la cara a Herodes, se me amarga la
existencia.
—Entonces, esta noche trataré de descansar todo lo que pueda. Dejaré
que la cama me absorba por completo —muevo el lápiz que tengo entre los
dedos.
—¿Dormir? —se sorprende y asiento a modo de respuesta— No creo
poder dejarte dormir.
Sonrío por lo que intenta decirme. Abro la boca para responder pero el
teléfono que tengo en el bolsillo vibra avisando que alguien llama. La única
persona que podría llamarme es Mario, la otra no creo que lo esté haciendo
porque no tiene motivos, puede contactar al aparato del castaño que sigue
con Flavio fuera de mi vista.
—Un teléfono, Waooo, las ventajas de ser la encargada de la seguridad
del Alpha. —comenta sin dejar de trazar en el papel.
Debería contestar pero no lo haré, rechazo la llamada y pocos minutos
después entra otra, recién me doy cuenta que es Mario y mi modo antipática
no me dejó ni siquiera ver el nombre del remitente.
«No te llamará, no después de lo que le dijiste y él hizo, tampoco es
como si fuese de los que ruegan. Tiene mujeres de donde escoger para
follar, además Megan no se le debe despegar de encima» me dice Per.
Es cierto. Debería dejar de pensarlo y centrarme en el moreno que
sigue trabajando.
Contesto el teléfono, no es para nada urgente pero aún así debo
moverme a hacer lo que me pide mi superior y es llevarle el maletín que
dejó sobre la mesa. Regreso, tomo asiento, Yasmín no aparece, tampoco
Kilian. Taeyang se lleva a una de las mujeres a una de las habitaciones de
aquí. Fátima sigue hablando con la misma mujer de hace horas.
Y yo, aquí con Julián mirando lo que hace, cómo sus manos se mueven
con destreza y que a cada nada mencione lo mucho que quiere impresionar
al jefe ya que según él; envío diseños que hizo y superaron las expectativas
de lo que ya tenía pensado.
Ya sabía que el Alpha es experto en esto, solo que tiene muchas cosas
por hacer que lo alejan un poco de esta área, pero siempre que puede toma
un pequeño tiempo para retomarla, cosa que solo noté una vez que entré a
su oficina y estaba mirando los diseños que tenía esparcidos sobre el
escritorio.
Al terminar lo ayudo a organizar todo, algunas luces se apagan, los
encargados quedan en vigilancia y antes de irme le aviso a los hacker que
están por terminar. Subimos por el ascensor, la casa nos recibe y tengo
hambre, paso por la cocina, pido comida a la habitación antes de seguir con
él a mi lado.
Sinceramente me siento extraña, no como la misma de antes, creo que
el estrés me está afectando porque curiosamente no me emociona pensar en
sexo.
Abro la puerta, entra conmigo mirando el interior de la habitación.
—Tenía tiempo sin entrar a una habitación.
Me quito los botines, quedando en calcetines.
—Hoy dormirás en una. ¿La empleada ya te ubicó?
Me mira, acercándose con las manos entre los bolsillos.
—Dormiré contigo, es obvio —sujeta mi cintura, acercando su rostro a
mi cuello, frotando la nariz en mi piel antes de comenzar con besos lentos y
mojados que resuenan en el silencio del lugar— ¿No me extrañaste
también?.
Asiento cerrando los ojos, presiona mi cintura guiandome a la cama,
mis piernas tocan el borde y lo detengo cuando intenta que me acueste.
—Julián...
Sigue con los besos, jugando con el borde de mi camisa, subiéndola
despacio, elevo las manos dejando que me retire la prenda y miro sus ojos
oscurecidos con esa pisca de "seré gentil porque contigo no intento ser el
mismo hombre que debería".
—Venus...—me toma del mentón mirando mis labios con intensiones
de besarme, me preparo para el beso, muy en el fondo lo quiero pero tocan
la puerta rompiendo el momento que se había formado.
—Su cena— avisa la voz de la empleada de servicio.
—Yo voy.
Es amable en pasar la comida mientras que yo me saco el teléfono del
bolsillo, me quito el collar dejándolo en el mismo sitio al igual que el
brazalete. Sobre el tocador deja lo que comeré, pero se me quitó el hambre
y más al ver cuando vuelve a acercarse con un sonrisa juguetona en sus
carnosos labios.
—¿Seguimos o páramos?— juega con los tirantes de mi brasier.
—¿Qué tú crees?
Sonríe con malicia, poniéndose de rodillas.
—Lo primero que haré será...—juega con la pretina de mi jogger,
bajándolo con cuidado, rozando las manos por la piel de mis muslos,
cuidando no lastimarme la venda que cubre la herida, con el dedo bordea
despacio mirándome— ¿Qué te sucedió?
Unos madrazos y después sexo duro y salvaje, querido. «No lo diré, no
estoy loca».
—Eso no importa— me termino de sacar la prenda.
Reanuda la tarea, estrujando mi trasero, llevando mi pelvis hasta su
boca, su respiración me acelera y más cuando pasa la lengua por el borde
que cubre mi palpitante sexo. Respiro hondo, echando la cabeza hacia atrás
al sujetarme de su cabello.
Se toma su tiempo, besando mi piel, pasando la lengua por la cara de
mis muslos y mirando mis senos desde la misma posición.
—Ninguna de esas prepagos se te iguala. Esperé tanto por este
momento —pasa la lengua por mi ombligo, subiendo por el sendero de mis
tetas hasta mi mandíbula y concluyendo en mi boca con un beso húmedo
que me hace darnos la vuelta, lanzándome sobre él cuando queda acostado
sobre las sábanas, conmigo sobre su miembro y mis manos buscando como
quitarle la camisa.
—¿Esperaste mucho? —susurro y asiente despacio viendo como le
saco el cinturón— ¿Te gusta solo mi vagina?
Vuelve a asentir perdido en la agilidad de mis manos cuando azoto el
cuero en mi palma, el ardor queda pero no me importa cuando me refriego
sobre él dándole una sonrisa sexy.
—Me vas a matar, ve con menos provocatividad.
—Menos de esto...—paso la lengua por sus pectorales, chupando la
piel cubierta por todos esos tatuajes que la adornan.
Metiendo la mano dentro del pantalón, decidida a deshacerme de las
ganas que surgen pero...
De momento mi teléfono suena y mi cabeza trae consigo la expresión
de molestia que no sale de mi cabeza, la posesividad absoluta que
últimamente me ha pasado factura en mis húmedos sueños.
Intento ignorar el sonido pero vuelve de nuevo y todo se va al ver el
nombre en la pantalla «Alpha». El bajón me quita hasta las ganas de
respirar porque mi mente me juega sucio haciendo que me sienta extraña.
—¿Contestarás o me dirás qué te sucede?
Me paso las manos por el rostro. Mis subconscientes batallan, la que
gana me hace rechazar la llamada y apagar el aparato pero eso no me
regresa las ganas que se esfumaron de una manera tan rápida que trato de
volver a encontrarlas pero no puedo, de momento la incomodidad me
levanta, mandándome al baño.
Salgo, Julián se vistió, no es de los que insiste, o no conmigo. Solo se
me acerca, besa mi frente y presiona mi cintura para que sienta su dura
erección lastimarme el vientre.
—Dormiré al lado, puedes invadir mi habitación si lo deseas, mi
miembro y las ganas estarán esperando por ti, Venus, llévala con calma,
respira, al parecer te dará un ataque —me dice y asiento— Ve si te sientes
al borde y necesitas que te lleve a la enfermería.
Deja un casto beso en mis labios y se va. Lo que tengo no es una
pronta ataque de adrenalina: es molestia en su esplendor, algo inaguantable
que me tiene mal cada que recuerdo como mis planes se han ido frustrando
por culpa de la promiscuidad del imbécil que no sale de mi cabeza el resto
de la noche.
Debería responder su llamada, pero no lo haré. Que se vaya a la
mierda, no quiero ni siquiera escuchar su voz. No ahora que necesito
oxigenar las ideas y recuperarme de la posesividad que me transmitió.
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Megan
Trato de no demostrar la alegría que me genera el que Mario se haya
llevado al escuadrón, y en el a la mujer que deberían mandar a otra parte y
no a estar cerca del hombre que se está terminando de acomodar la ropa en
espera de que el fotógrafo le avise que puede acercarse.
¿Está mejorando lo nuestro?: En definitiva, sí.
Ya tenemos más sexo, no me desprecia y no me molesta que sea más
frío de lo normal. Cada momento a su lado trato de aprovecharlo.
—Señor, todo listo —le avisan.
Dan se mantiene a mi lado, sujetando el malentín. Yo no puedo apartar
los ojos de la sesión de fotos que comienza y la cual se había atrasado desde
hace semanas. Pero uno de los agentes de la revista insistió, logró
comunicarse con él y henos aquí.
Herodes bien podría ser modelo, sus expresiones son tan... No hay
descripción que explique lo que su cara me provoca. Me siento como la
simple mortal que mira a un hombre que está más allá de mis alcances,
porque su aura te hace sentir así.
Pero él prefiere otras cosas ajenas al mundo en el que su madre y
hermana se centraron. Básicamente Ambas le rogaron para que posara para
la nueva revista de Amel, pero no aceptó, su tiempo es muy valioso como
para estar haciendo estás estúpideces, ¿Por qué hoy no se negó?: Porque
Forbes siempre lo vanagloria al igual que a sus padres.
Una revista como esta si es digna de merecer una sesión de fotos de
semejante hombre tallado por los mismos dioses del Olimpo. Él es otra
cosa, nunca me cansaré de decirlo, a veces siento que sueño y no hemos
estado en la misma habitación.
—Sin el saco —le pide el sujeto.
Se lo quita dejando a la vista la camisa negra de botones que resalta
sus brazos. Las asistentes no dejan de mirarlo y debo calarme los celos que
siento el resto de los minutos que pasamos aquí.
Celebro para mis adentros cuando termina. Organizan su salida, los
autos esperan y la prensa está afuera queriendo entrevistas, últimamente lo
siguen como si supieran a donde se moverá, cosa que no parece gustarle
porque regaña a Dan y al otro guardaespaldas. Lo acompaño a otro sitio, ya
los reporteros se desaparecieron y ni eso le quita la amargura que mantiene
intacta hasta en el restaurante al que entramos cuando se hacen las 8:00 pm.
Quisiera sacarle conversación, tal vez sobre el compromiso, pero no
tiene vibras de querer hablar. Sigue metido en el teléfono mientras come y
siento que estoy cenando sola. Porque no parece que esté aquí conmigo.
Recibo un mensaje de Tracy, me pide que vaya a la discoteca en donde
está con Amber, Ksel y Jayden. Pero no creo que Herodes quiera ir, creo
que volaremos a Seattle esta noche, por cuestiones de la empresa y la
cadena hotelera que compró. No tiene pinta de querer quedarse una noche
más en casa de sus padres, no le gusta.
—Los chicos están en la discoteca, me preguntan si queremos ir antes
de irnos —le comento aunque tal vez no me responda.
—Para mi no hay problema —contesta y lo miro— Necesito un trago.
Escondo la emoción que me genera.
—Les avisaré que ya saldremos para allá. Le pasaré la dirección a
Dan.
—Ajá.
—Señor....—pronuncio buscando su atención.
—¿Huh?— se decide a mirarme.
—¿Esta noche podremos estar juntos?, Lo digo para no molestarte si
me paso de tragos.
Alza una ceja dejando el teléfono sobre la mesa, toma la copa de vino
y la mueve un poco mirando el contenido.
—Sabes que detesto a las ebrias, no se te ocurra hacer tal cosa si
quieres mantenerme con un genio aguantable como hasta ahora.
—Ok —respondo, sé a lo que se refiere.
El camino a la discoteca es el mismo desde que salimos en la mañana.
El escuadrón se fue, y desde entonces nos mantenemos de aquí para allá. Y
no por mí, adelanté mi trabajo y por ahora estoy algo despejada de
ocupaciones.
Las luces de la disco nos envuelve cuando entramos. La zona vip está
rodeada de escoltas y Tracy se me viene encima cuando me ve. Intenta
saludar al odioso con el que acabo de llegar pero él toma asiento dejando
que un mesero le sirva licor.
—¿Andará con esa cara?
—No lo digas en frente de él— la regaño.
—Tu novio nunca me agradó, es muy...
—Peor que Jayden y los demás— me apresuro a decir.
—Exactamente.
Me ofrece la bebida que rechazo. Mi novio no se dará de cuenta si
tomo algo, está tan concentrado en su teléfono que no parece importarle lo
que hacemos, pese a eso me mantengo sobria. Solo bailo, intento sacarlo a
la pista pero prefiere subirme sobre sus piernas y besarme sujetando mis
manos para que no lo toque.
—Necesito sexo— me dice sin dejar de chuparme la piel del cuello.
Sus labios solo me encienden más las ganas. Quisiera tocarlo, pese a
sentir lo duro que está, no me deja. Sigue tomando, besándome e ignorando
a las personas que nos rodean, no parece importarle ya que me manosea con
disimulo. Las luces bajas lo ayudan, la privacidad del área la aprovecha y
termino con sus dedos dentro de mi canal hasta que...
Se detiene de golpe, me aparta poniéndose de pie, tomando la botella
que recién destapa y empinåndosela a la vez que se pierde con el teléfono
en la mano. Quedo desconcertada, excitada y con las mejillas encendidas
por las una y mil cosas que siento.
Por un largo rato se desaparece, Jayden me invita a bailar pero el
impulso me gana y termino apoyándome en la baranda en busca del
pelinegro que diviso en la zona normal, bailando con una castaña que le
refriega el culo. La manosea, se empina la botella que aún sostiene a la vez
que Dan se acerca a decirle algo pero no le presta atención.
Me siento estúpida, ignorada y siendo la novia que solo sirve para
darle sexo. Llego a su sitio, le quito de encima a la gata zarrapastrosa que
busca sexo, porque eso es lo que quiere. Él no parece molestarse, me toma
de la cintura dejándome de espalda buscando que le baile, pero estoy tan
molesta que no me importa ganarme su molesta, lo aparto y lo tomo de la
muñeca pero se suelta tomándome de la nuca, tirando del nacimiento de mi
cabello en un acto de reprenderme.
—¿Harás un drama? —brama, tajante— Oh, vamos, Megan, no aquí,
no te permito hacer escenas de novia celosa, no a mí, sabes que somos más
sexo que otra cosa.
—Soy tu novia... Me estás viendo la cara de estúpida, en mis propias
narices...
—Shhhhhh —se empina la botella dándole un largo sorbo, pasa el licor
y se humecta los labios—. ¿Qué harás?, Si no te gusta vete. Pero que no se
te olvide que no soy de los que ruega.
Me suelta, tropezåndome con el hombro cuando pasa por mi lado. Los
ojos se me llenan de lágrimas, la garganta se me atasca con el nudo que
desata los pequeños sollozos que traen la decepción. Porque puede
acostarse con la puta que quiera, en su mundo es normal, en su apellido
también. Pero no pienso quedarme de brazos cruzados cuando lo hace en
frente de mí. Nunca lo había hecho, no puedo decirle nada, pero merezco
respeto.
Me arriesgo tomándolo del brazo cuando intenta irse. Vuelve a
aferrarse a mi nuca, poniéndome contra la pared, acercando su rostro al
mío, acelerándome la respiración, no puedo controlar las lágrimas, pero lo
hago cuando su mano se posa en mi entrepierna haciendo presión.
Mis nervios se alteran, mi cuerpo se llena de eso que sucede cada que
me toca dejándome en ese estado de limbo que me pone vulnerable ante él.
—¿Quién es mi novia?
—Yo...
—¿Quién sale conmigo a donde voy?
—Yo...
—¿Quién se casará conmigo?
Eso me golpea el tórax con brusquedad, mi corazón por un momento
se detiene con lo que surge y...
—Yo...
—Entonces deja la escena de celosa dolida que no te queda bien
cuando sabes que serás la futura señora de Blackwood —susurra,
cortandome la respiración con lo bien se oye salir de su boca, posa sus
labios sobre los míos, tirando con sus dientes—. ¿Seguirás colmándome la
paciencia?.
Niego presa en el calor de su cuerpo, el olor a licor que desprende su
boca y el sudor que baja por mi espalda delantando mis nervios.
—Sabes que puedo buscarme otra prometida si me da la gana.
¿Quieres eso? —inquiere y niego. Claramente no deseo eso. —Entonces
déjate de babosadas. No estoy de ánimos y espero que me dejes disfrutar
del licor, o te vas a arrepentir mañana.
Asiento varias veces, me suelta y se pierde a la barra en compañía de
Dan. Quedo en el mismo sitio, sin saber qué pensar o hacer. Tiene razón en
lo que dice pero...
Respiro hondo limpiandome las lágrimas.
Vuelvo a donde están los chicos, todos están ebrios, bailando,
tomando, y disfrutando mientras que yo debo tomar asiento y quedarme
como una muñeca que no puede hacer nada más que seguir las órdenes de
un hombre como el Alpha. Por qué él es así, su vida no le permite cambiar
y solo me queda la fé de qué pueda hacerlo cuando nos casemos.
El alcohol va y viene, Tracy se está besando con Jayden, Ksel sigue
bailando con Amber e intento que minimicen la bebida pero no me hacen
caso y cuando se hacen las 6 de la mañana los escoltas deben sacarlos por
órdenes del Alpha que aparece con el teléfono en la mano y el genio peor
que hace unas horas.
No se preocupa por descansar en casa de mis suegros, al menos para
que se le pase el efecto del licor. Ordena que preparen el viaje y en el jet se
toma dos botellas más sin dejar de mirar el teléfono. Frunce el ceño a cada
nada. Sigue igual o más molesto, sin necesidad, porque no he hecho nada
malo para que esté así, tampoco creo que haya pasado algo delicado, no
estaría tomando de ser el caso.
Para la bebida quedándose dormido. El sueño me vence y también
termino durmiendo en el sofá porque no me permitió acostarme con él
«Nunca lo hace».
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0 Spoiler por favor, o spam.

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Besitos.

Osly.
Capítulo 65/1

______✧✧Golpe bajo: Parte I✧✧______

Herodes
Siento que tengo un martillo dentro de la cabeza, que golpea con
fuerza cada que camino, respiro o me muevo siquiera «Lo que me faltaba».
Me pongo los lentes cuando bajo en frente de la empresa. Hace calor,
la luz del sol no me ayuda y por eso me muevo rápido hasta llegar al
ascensor. El director me va poniendo al tanto de todo en lo que me paseo
por las instalaciones, supervisando.
Reviso el teléfono notando que debería estar en la vídeo llamada con el
escuadrón. Pero de solo pensar a quién veré, se me descompone el genio.
Ayer necesitaba comunicarme con ella, por asuntos importantes que
teníamos pendiente antes de que se fuera, pero sigue dolida y no me
respondió.
Debería azotarla cuando la vea. No puedo negar que su desprecio me
irrita, me tiene con más estrés que antes y ahora más con eso de que “se
acabó el sexo porque eres un puto de mierda”, es una ridícula celosa, eso es
lo que sucede con ella.
Esperaré que admita lo que no quiere y cuando lo haga... La odio más
que ayer.
Cuando me desocupo me voy a mi oficina, rara la vez que estoy aquí.
Paso más tiempo en la de Montreal. Ahora que lo pienso, no he ido a la de
Londres. Ayer no tuve nada de tiempo. Francamente, a veces tantas cosas
me absorben, como hoy que debo estar moviéndome a varios sitios.
—Ya todo está listo —me avisa Dan cuando entro a la oficina.
—Ve a dar un paseo, comprar algo o... Tú verás que haces— le digo a
Megan.
—Pero...
—¿Pero? —enarco una ceja, mirándola.
Pasa saliva, recoje su cartera y se va.
Tomo asiento, me dejan solo y enciendo la laptop que me conecta con
Mario. Todos están sentados en la gran mesa del comedor, en la cabeza mi
mano derecha y a su lado el dolor de cabeza que me atormenta siempre.
Me informan lo que han hecho, lo que han planeado hasta el momento
y como lo harán en un par de horas. Quisiera calmarme un poco, pero el
dolor de cabeza no ayuda y tampoco las pastillas que me tomo con un
energizante, nada funciona, menos al ver a la pelirroja que casi no habla y
cuando lo hace es de una forma cortante, sin ganas y mirándome mal
porque nadie lo nota a excepción de mí.
«Su veneno traspasará la pantalla hasta intentar matarme»
—Estaremos en comunicación cuando acabemos — concluye Kilian
Gill.
Quisiera que esto acabe ya, pero me interesa estar informado al pie de
cada detalle, por eso me trago la molestia e intento no mirarla aunque sea
una tortura porque lleva puesta una camisa de tirantes y a su lado está
sentado la basura con la que se besó aquel día. Seguramente ya cogieron
hasta cansarse.
Me siguen hablando, el impulso me gana y termino tomando el
teléfono, texteando el mensaje que le envío, me doy cuenta que lo lee, pero
deja el aparato de lado, ignorándolo. Esto trae un dolor de cabeza punzante,
me siento demasiado molesto como para seguir. Por eso cuelgo la llamada
dejando que me dijeran solo lo más importante.
Me pongo de pie, pasándome las manos por el cabello. El dolor de
cabeza me quiere matar.
—¡Dan! —vocífero.
—Señor...
—Consígueme algo de marihuana, ¡Pero ya!..
Necesito que el dolor de cabeza se me quite. Que mi cuerpo se relaje
por un momento y que mi cabeza elimine el recuerdo de ella, que no hace
más que amargarme la vida, poniéndome en un estado excesivo de
obsesión. Porque eso tengo, estoy adicto a ella, siempre me gustó el sexo,
en mucha cantidad, pero por su culpa estoy empecinado de su coño y ahora
parezco un crío hormonal con una erección a cada rato.
Me despunto varios botones de la camisa, buscando aire porque me
siento asfixiado. Me traen lo que pedí, me fumo un porro, obligo a mi
cabeza a pensar en otra cosa, por ello no me queda más remedio que llamar
a Megan, ordenarle que me la chupe por una hora en la que me siento cada
vez peor. No tengo remedio, hastiado me pongo de pie, yéndome al baño,
me empapo la cara varias veces, me acomodo la ropa y vuelvo al escritorio
tomando el teléfono para dos horas en la llamada que necesitaba hacer.
Me traen algo liviano para comer, a las 7 de la noche ya estamos de
camino a la casa del padre de la rubia que intenta no demostrar lo molesta
que está por la idea de tener que ver a la mujer que destruyó a su “familia”.
Debería haber ido a una reunión importante por lo de la cadena
hotelera, pero el tiempo se me fue y no tengo ánimos de absolutamente
nada. Menos para intentar convencer a Megan de que quite la cara de
rabiosa que tiene.
La casa que nos recibe es grande, igual o más que la de Susan. La
vigilancia no falta y las empleadas nos atienden bien cuando nos guían a la
sala de juntas en donde Charles nos espera con su nueva esposa/amante a su
lado; una mujer más joven que él, cuerpo de modelo, tetas grandes y culo
redondo, los labios carnosos y facciones sexys. No está nada mal, el
ministro si que sabe de mujeres y aquí lo demuestra muy bien.
—Herodes —me saluda viéndome cómo su yerno, aún su mujer no
sabe quién soy en realidad y de saberlo sería una tragedia para ella— Hija,
tiempo sin verte, ¿Cómo estás?
Toma asiento, comportándose como una hija malcriada.
—Bien.
—Un gusto conocerlo señor Blackwood —la pelinegra me extiende la
mano que recibo difícilmente, pero sus tetas se ven tan... Que por un
momento me quedo mirándolas— Astrid Parish.
Megan carraspea y tomo asiento centrándome en otra cosa que no sea
la mujer que se va por un momento y regresa con tazas de café. Me ofrece
una, otra al ministro e intenta ser amable con la rubia pero está muy
incómoda como para dejar de mirar su teléfono.
—Cosita, puedes retirarte, ve a preparar la cena —le pide Charles.
Se le acerca y deja que lo bese antes de perderse con las empleadas.
—¿Cosita? —su hija se ríe burlándose— Ni a mi mamá le decías algo
así.
—Megan...—la regaña.
—¿Qué?
—Si vas a estar así, mejor espera afuera.
—No lo haré. No vine para verte, y mucho menos por ti, si estoy aquí,
sabes por qué es.
Me acaricio la sien. Lo menos que quiero es escuchar sus discusiones.
—Vine para hablar de negocios, no a escucharlos a ambos —les
recuerdo.
—Disculpa Alpha. A veces mi hija no se controla.
—¿Disculpa?— se ofende.
—Mejor espera afuera— la echo, abre la boca perpleja pero con las
mismas se pone de pie y se va— Ahora sí. Las mujeres son un dolor de
cabeza.
—Sé a lo que te refieres.
Falta que intente dejar calva a su madrastra. Creo que fue mala idea
sacarla de aquí. Un escándalo no lo toleraría, aún me duele la cabeza.
—¿Cómo vas con los rusos?— comienza.
—En guerra. Necesito que todos se extingan, son como las cucarachas,
cada vez que las veo me dan asco y ganas de pisotearlas hasta sacarles las
entrañas.
—Eso fue muy poético, mi Alpha. Pero concuerdo contigo. Te tengo la
información que me pediste —desliza por la mesa la carpeta que tanto
esperé— Información clasificada, que podría darle paso a nuestro centro de
inteligencia, pero preferí dártela, sé qué harás cosas buenas con ella. No lo
dudo.
Reviso las horas, las fechas, las fotos y la información que me saca una
sonrisa de oreja a oreja pensando en todo lo que quiero hacer con esto.
—Por fin sirve el centro de inteligencia. Vaya que haces un mejor
trabajo que el ministro anterior.
—Lo sé. No servía para nada —responde airoso— Siempre te voy s
agradecer que me lo quitaras del camino.
—Lo haré con cualquiera que quiera ser un obstáculo.
—Referente a eso....—se acomoda en la silla—; El CEICC a estado
presionando al presidente para que les dé permiso de armar operativos de
desmantelamiento. Pueden hacerlo si se les da la gana, pero sería un
problema si lo hacen sin órdenes del de arriba.
La entidad puede hacer lo que le dé la gana, sí, puede intervenir en
cualquier caso de alguna rama policial, investigación de criminales, siempre
y cuando el presidente lo avale. De lo contrario, no se le prestará apoyo,
evidencia o cubrirá alguna inconveniencia que cause algún daño delicado
ajeno al caso.
—¿Desmantelamiento?
—No sé qué quieren sacar con eso.
Yo si. El coronel busca algo con que terminar de intentar casarme.
Tendré que tomar medidas drásticas, y en eso no meteré al escuadrón, tengo
a alguien que ya estaba investigando sobre esto.
—Lo resolveré. Tú solo has que les de ese permiso.
—Despreocúpate. Lo tengo todo controlado.
—Eso espero. O tendré que meterle una anaconda en la habitación que
comparte con su fiel esposa — sorbo un trago de café imaginando lo que
haría ese animal con sus cuerpos.
—Tenerte de enemigo es considerarse muerto.
—Peor es no suicidarse y dejar que yo me cobre.
—Siento pena por tus enemigos. Mi sentido pésame para ellos.
—Buscan su propia muerte por dejar que la avaricia los consuma—
sacudo la cabeza—. Así no llegarán a nada, solo a mis manos y ya sabes lo
que sucede en ese caso.
—Perfectamente —se pone de pie, sirviendome más café—. ¿Se
quedarán a dormir aquí?, Podemos salir a una conferencia de prensa de
algunos colegas.
—¿Y andar soportando la actitud de tu hija cada que te ve con tu
nueva mujer?, No gracias, paso de tener que coger más estrés y dolor de
cabeza.
Últimamente soy menos capaz de soportar shows de algún tipo. No me
arriesgaré a uno.
Ya tuve muchos con la estúpida de mi guardaespaldas. No dejaré que
otra mujer actúe así, mucho menos que piense que le consentiré y dejaré
pasar vergüenzas en donde pueda verme involucrado. Mancharía mi
orgullo, no dejaré que eso suceda.
—Megan debe actuar como una persona madura, sé que le duele, pero
no debería comportarse así. Iré hablar con ella —me avisa y me pongo de
pie mirando el teléfono.
Se desaparece a intentar porner en cuerda a su malcriada hija. Por mi
parte reviso lo que me va informando el hacker, allá es de media noche, ya
están por abordar la avioneta que tardará menos de dos horas para ponerlos
sobre el punto.
Ya lo había dicho, puede perderse ese navío, sin embargo, no puedo
dejar que suceda esta vez, lo necesito en Finlandia antes del fin de semana.
La nueva era vendrá, y consigo mis nuevas armas, aeronaves y diseños
únicos que me pondrán sobre la cúspide de las personas con uno de los
armamentos más peligrosos de todos. Porque estoy centrado, y falta poco
para comenzar con esos días en los que todo debe salir como quiero.
Por ahora necesito quitarme de encima a los que me estorban. Y lo
haré cuando menos se lo esperen, porque no ataco sin saber como piensan,
se mueven o lo que pretenden hacer.
____________✧✧____________
____________________________

Venus
Todo iba bien, anoche no dormí como hubiera querido. Pero no que
quejo, porque en cualquier momento puedo retomar lo que había dejado.
Pero...
Sí, hay un pero, porque ví la cara de mi jefe, ex amante y persona que
detesto «Ahora estoy como vieja cascarrabias». Esa video llamada a la
única que no le gustó fue a mí. Traté de no estar, pero Mario insistió, y mi
puesto me obligó.
—Calma la molestia, ese ser no hace más que ponerte así —me susurra
Yasmín.
Ya sabe que mandé a Herodes a la mierda. Estamos en la fábrica, no
podemos hablar del tema, pero mi molestia la siente todo el mundo, ella es
la única que se atreve a hablarme.
—Detesto verlo.
—Te vas a morir de tanto que soportas. Necesitas una follada o
posiblemente una cachetada, ven, te ayudo con eso —alza la mano
queriendo darmela pero la detengo.
—No es para tanto.
Se zafa, suspirando y queriendo no volverse loca por mi culpa.
—Por cierto, ayer te desapareciste con tu chocolatito, ¿Se
reconciliaron?—cambio el tema.
—Sí. Pero no tuvimos sexo —mira a varios lados, cuidando que no
esté cerca—. No todo se arregla con sexo, siempre era lo contrario, pero
ahora fuimos menos hormonales, gracias a mí, o eso creo.
—¿En qué quedaron?
—En Finlandia me llevará a un restaurante. Tendremos un día de
descanso antes de regresar a Canadá. Lo pensamos aprovechar, tal vez
vayamos a un hotel, no sé, me gustaría ir a la playa, pero él será quien
decida.
Ganas de ir a la playa no me faltan.
—Espero que se diviertan, al regresar no tenemos sino más trabajo.
—Exacto. Es mejor aprovechar para tu sabes...—se ríe bajito. Por un
momento guarda silencio mirando el arma que tiene entre las manos, como
esta si le fuese a decir los secretos de la vida— No pienso en otro pene que
no sea el suyo, creo que estoy enloqueciendo, ¿Es normal en nosotros?.
Por un momento me quedo pensándolo.
—El sexo sí. Amor no es, sería ilógico.
—Por eso lo digo. Sería demasiado ilógico. Bueno...—termina de
organizar las armas que llevaremos— Vamos a seguir con lo del uniforme,
nos quedan menos de 5 horas antes de irnos.
Me pongo en marcha con la distribución de los uniformes. Algunos
están comiendo, Julián sigue trabajando con Mario, Enola está conduciendo
el vehículo que sale por la rampa hasta la superficie en donde está la
aeronave, Fátima la acompaña a revisar todo.
Quisiera cenar también, pero no tengo ánimos, Kilian me hace
ayudarlo con el equipo Anti agua y en eso se me va una hora más que se
suma al reloj porque ya son las 8 de la noche. He pasado el día aquí metida,
no he tocado la cama desde que me levanté en la mañana, por suerte pude
disfrutar de un baño de espuma con sales que me facilitó una empleada.
—¿Necesitas ayuda con eso? —Julián se me acerca cuando levanto
una caja con silenciadores.
—Todos los hombres deberían ser caballeros, ¿No crees?
Se ríe quitándome la caja. La deja sobre una de las mesas.
—Tal vez. A ustedes les gusta eso. Como a nosotros nos gusta que
ustedes sean unas damas en la calle y unas perras en la cama.
Abro la boca asombrada por sus palabras. ¿Qué me le hizo la falta de
sexo?.
—Ahora usas coquetería más sucia. Lo que hace la abstinencia, nene.
Sacude la cabeza, riéndose.
—Lo que me haces tú. Anoche me quedé esperándote.
Suelto aire por la nariz. Anoche terminé tocándome porque mi cuerpo
no se decidió a ir a su habitación.
—Me quedé dormida —miento.
—Entiendo.—se nota que no me cree pero lo deja así.
—Julián...— una mujer se acerca con un vaso en la mano. Le sonríe
quedando en frente y le ofrece lo que le trajo—. Te busqué anoche pero no
te encontré. Si quieres una chupadita ya sabes en donde encontrarme.
Se va moviendo el trasero con exageración.
—Como las vuelves locas —bromeo risueña.
—Quisiera decir lo mismo de ti.
Ruedo los ojos palmeando su hombro cuando le paso por el lado.
—Si claro.
—¡Ey! —me toma del brazo devolviéndome, reparo el agarre, me
suelta y alza las manos dándose por vencido—. Solo digo que, me gustaría
volverte loca, que no fueses tan.... difícil, antes eras más accesible.
No sé si estoy con sobredosis de molestia desde temprano, pero eso me
hace tomar mal lo último mencionado
—¿Accesible?
—Quiero decir que eras más caliente, ahora parece ser que te controlas
mejor o te acostumbraste a tocarte.
Con la punta de la lengua me acaricio el interior de mi mejilla.
—Ah, ya.
—¡Ustedes dos! —nos regaña Mario—. Vayan a comer y a cambiarse,
los necesito aquí en una hora.
Y veo el momento para irme. No es que no quiera estar con él, es
solo... Mi vagina anhela otro miembro y no es el suyo. Claramente puedo
tener ganas, pero, necesito organizar mis ideas, sé que llevo horqs en eso,
pero la misión me tiene sin tiempo para pensar en otra cosa. Y por los
momentos lo prefiero así, puedo pensar menos en lo que haré cuando vea a
mi jefe, porque por ahora no quiero verlo, necesito saber si...
Entro al baño del cuarto que usaré para cambiarme. Traje mi bolso, no
podemos hacerlo en la casa. Al terminar organizo bien mis cosas porque
debo subirlas a la aeronave. Me termino de acomodar el cabello en una
coleta. El collar me lo pongo, después de vestirme bien me abrocho el
brazalete y le doy una última ojeada al holograma.
—Vamos ligeras, osea que nos matarán más rápido—comenta Yasmín
cuando entra.
No llevamos chaleco. Tantas cosas solo nos restaría movilidad.
—Sé más rápida y veloz. Así evitas que suceda.
—No puedo morir. No sin haber probado por última vez la
kilianconda.
Y yo sin lo que tanto quiero.
—¿Miedo? —la molesto.
—¿Miedo?, ¿Qué es eso, se come?
—Sí, con salsa y fritura.
Sacude la cabeza estallando en risas.
—Mejor salgamos. Ya los demás están listos— recoje su bolso.
Todos están reunidos en una mesa, obviamente no para una charla
motivacional, sino para dejar claro que la vez pasada no nos cobraron haber
fallado, pero esta vez si lo harán, sin excepción.
—Quiero decir algo— habla Taeyang—. Si todo sale bien, obvio así
será, osea, somos los mejores, pero ajá... Si todo sale bien, haré un trío el
Finlandia. Será mi primero...
—Mentiroso —masculla Brett, acariciándose la nuca.
—Cállate. Aquí todos saben el hombre puro que soy, un pan de Dios
que va a dejar que dos sexys putas lo hundan en el pecado, profanen su
limpia alma y le den diversión.
Fátima rueda los ojos y Kilian se pellizca el puente de la nariz,
negando con la cabeza.
—Bien, Taeyang. No era necesario que lo dijeras —Mario lo corta—.
Les prometí un día para que hagan lo que quieran. ¿Siempre y cuándo?
—Todo salga bien —contestamos al unísono.
—Venus, ya sabes que hacer.
Nos movemos al vehículo que nos transporta hasta la pista privada.
Reviso mi equipo, me adelanto con ajustar las armas en mis muslos y cuidar
que los cargadores estén completos antes de cumplir con mi encargo y es:
avisarle a mi odioso jefe que ya estamos procedimiento. Le dejo un
mensaje, no es sorpresa que no me responda, ¿Qué esperaba?, Si le he
hecho la ley del hielo ignorando sus llamadas.
—Espero que este traje no me hunda —habla Enola acomodándose los
guantes— Hace mucho que tenemos una misión de buceo.
Es la primera vez que lo usaremos, no se parece al de antes.
—Eso no sucederá. Ni siquiera el CEICC tiene estos diseños, son
míos, nuevos y únicos —Mario la tranquiliza con eso..
El traje especial es un overol con tela diseñada para mayor movilidad,
con fibras que se secan sumamente rápido; lo tengo puesto y siento que
estoy desnuda. Solo podremos llevar las dos armas en los cinturones de los
muslos y algunos cargadores en los ajustadores del cinturón especial que
tiene diseños únicos para los nanodetonadores.
Podría seguir vanagloriando como el conjunto se complementa con la
máscara y las botas, todo de negro, además los guantes especiales que son
suaves.
—Me prende la inteligencia de Mario —me dice Helen.
Lo observo, y no la culpo. Un hombre inteligente es más excitante que
uno con buen cuerpo y rostro.
—Aquí todos son inteligentes, y más en el área que se destaquen. Pero
he de admitir que hace un excelente trabajo con la informática, el arsenal y
los diseños —confieso.
—Julián, también, vaya que ha aprendido mucho, míralo, no deja de
verte.
Lo miro, y en definitiva, me está mirando, y como no ha de hacerlo si
desde hace un buen rato no hablamos de nuevo. Tal vez descargó su presión
con aquella mujer.
—¿Están molestos?— indaga.
—No.
—Hace semanas que no sé lo que es bañarme en la playa y esta vez lo
haré bajo la luz de la luna, y en el medio del mar —comenta Taeyang—, En
compañía de mi amiga la adrenalina y la muerte.
—Con suerte un tiburón te comerá— le dice Fátima.
—Quisieras hacerlo tú, linda.
—Que pesado eres, de verdad —resopla.
Siempre están en las mismas, son algo como Enola y yo. Pero con
menos odio.
—Ustedes dos se aman, pero lo demuestran de una forma distinta —se
burla Flavio.
—Sin duda alguna —lo apoya Brett.
—Espero que una ballena se los trague a todos juntos —brama— Eso
sería genial, y moriría por verlo.
Yasmín y Helen se carcajean. Yo sacudo la cabeza reprimiendo la risa
que me saca el momento. Mario no dice nada, rueda los ojos acariándose la
sien; no es como si tuviera intensiones de relacionarse más con nosotros.
Oh vamos, somos armas sin corazón, asesinos sin compasión o piedad, pero
nos gusta bromear entre nosotros, o hablar de algo. Es para matar el tiempo.
Dos horas se suman al reloj, estamos por llegar y no puedo dejar que el
sueño me quiera tomar, debo estar activa y por eso me pongo de pie
estirando los músculos que posiblemente se me van a congelar con el agua.
—20 minutos —avisa el piloto.
—Bien, vamos dándole —animo.
Se van alistando, haciendo uso de las máscaras y revisando que el
equipo esté bien ajustado para que nada se pierda. Debería estar nerviosa
pero no, debería tener miedo pero es lo menos que sentiré ahora, ¿Qué
siento?, euforia por hacerlo ya, eso me despejará la mente por un largo rato.
—¿Estás lista? —Julián se me acerca.
Cargo la última arma.
—Siempre. ¿y tú?, hace tiempo no estás en una misión.
—Eso no quiere decir que no lo estoy— se ríe.
—Debes estar oxidado, cuidado te quedas tieso y te matan —le habla
Kilian.
—Preocúpate por tu espalda.
—Lo hago por dos.
Sonrío viendo lo que causó eso en la cara de la pelinegra, sé sonrojó.
—Oh, ya veo, yo también lo hago por dos— le asegura y ruedo los
ojos.
—Aquí nadie necesita que le cuiden la espalda, no se desvíen del plan,
todos saben cómo cuidarse el trasero— asevera Enola.
La miro mal.
—Todos tenemos claro lo que hacer, así que mejor cállate. Ya ni se
puede hablar con sarcasmo porque siempre sale alguien a dárselas de
sabelotodo— respondo de mala gana.
—Chicas, bajen los humos —se mete Brett.
—¡Parecen unas niñas chiquitas! —ruge Mario.
Ruedo los ojos ignorando a todos. Faltan 20 minutos, nos terminamos
de preparar armando dos filas, mi pareja de descenso será Julián y Mario,
seremos los primeros en saltar seguidos de:
Enola y Brett.
Fátima y Flavio.
Taeyang y Yasmín.
Helen y Kilian.
—Abriendo compuerta —avisa el piloto, la misma se abre poco a poco
—. Interferencia electrónica activada.
El aire frío impacta en mi cuerpo y la oscuridad es lo único que veo
porque a la señal nos aventamos a ella. Veo como las luces del barco
pestañean hasta que por un momento se quedan a oscuras por culpa de la
honda electrónica.
El vacío toma mi cuerpo que cae como una bala, mantengo los brazos
cruzados en el abdomen, las piernas juntas y los pies en punta cuando caigo
al agua hundiéndome unos segundos hasta que la fuerza merma y puedo
subir a la superficie, obligando a mis muslos a no contraerse por culpa del
agua que parece un hielo, está demasiado fría.
Como puedo presiono el botón que permite tener algo de calor.
El frío es horrible. Alguien toma mi brazo y veo a Mario hacer la señal
que nos mueve a nadar unos cuantos metros hasta el estribor del navío.
—¡Vamos, muevan esas aletas pecesitos!— chilla en el
intercomunicador
«No está tan lejos», nadando, a esta hora y con frío, si está lejos.
Van activados, por ende puedo escuchar la respiración y lo que dicen
los demás.
—Mi testículos de van a convertir en pasas arrugadas —suelta
Taeyang y la risa de Yasmín me hace quedar casi sorda.
—Cuidado y un pez te devora a tu amiguito don pene —le dice Brett.
—Quisiera que el frío les congele las mejillas para que no hablen, pero
no tengo tanta suerte —se queja Fátima.
—Sigan nadando —los regaño.
La carcajada de Enola me hace hervir la sangre.
—Hazlo tú y deja de hablar, tu voz es molesta.
Tratamos de ir por debajo, pero se dificulta porque no somos peces,
necesitamos aire y debo subir, coger mucho y bajar de nuevo hasta que
llegamos al barco, miro todo lo que tenemos que subir y no hay tiempo para
pereza. Dejo ambas manos en el metal, los guantes especiales se adhieren
automáticamente al igual que la punta de las botas.
—Vamos, ahora somos el escuadrón arácnido —bromea Helen.
—Menos Enola. Ella es una cucaracha que igual sube sin dificultad —
digo.
—Muy graciosa, Venus. Muérete —zanja.
—Lo siento, querida, pero no cumplo tus órdenes.
Formamos una línea y así comenzamos a subir rápidamente, sin
esperar porque no podemos perder tiempo. Estamos un metro más abajo de
las barandas, nos detenemos un momento esperando la señal.
—Sensor de movimiento a babor, acercándose a estribor —avisa
Mario.
Rápidamente subo con él y Kilian, el traje se despoja de algo de agua
como si entrara a un sauna. Calibro los botones de la máscara que pone en
marcha los sensores y los detectores infrarrojos. Tomo las dos armas
sacándoles el seguro antes de moverme.
—De camino a popa —avisan Brett y Enola.
—Estribor —Taeyang y Yasmín.
—Área de carga —Kilian y Helen.
Flavio y Fátima se mueven con nosotros en busca de tomar el área de
controles del barco. Matando a todo el que se atraviesa, turnándonos para
recargar y seguir avanzando. Los uniformados intentan derribarnos pero
nuestros reflejos son mejores, Pakistán nos entrenó de la peor manera y
siempre queda demostrado en estos casos.
Nos arrinconan en una escalera, los dejo seguir disparando a lo que yo
uso la gimnasia que se nos inculcó para saber superar obstáculos, dejando
que la flexibilidad de mi cuerpo me ayude a llegar hasta arriba valiéndome
de lo que aprendí con el Alpha, atacando con patadas y terminando de
aniquilar con balazos en la cabeza.
Soltando a reír viendo como el famoso CEICC no puede con una
simple mujer.
—¿Eso es todo? —rompo el cuello de uno, me giro esquivando el
disparo de otro, elevo la mano soltando el disparo que se entierra en su
pierna, cae y le piso el pecho haciendo presión a la vez que le disparo en la
cabeza y la pateo riéndome de lo patéticos que son— ¡Entidad de mierda!.
—Maldita..—otro se me viene encima dejando el arma de lado, me
guardo las mías demostrando que puedo matar con las manos.
—Tan insignificante...
Me carcajeo sacudiendo la cabeza, mandando la patada que le rompe
la tráquea y lo manda al suelo, me subo sobre su espalda tirando de ambos
brazos hacia atrás, quebrándolos.
—Despejen rápido —ordeno, poniéndome de pie.
—Eso hacemos, ocúpate de lo tuyo y déjanos trabajar —se queja
Enola.
Está buscando que le patee el trasero.
—El personal está encerrado en la bodega de la cocina.—avisa Helen.
—Que recojan los cuerpos.
Julián me pasa por el lado, haciéndome a un lado, matando a los dos
que aparecen en las barandas del área de control.
—No bajes la guardia —me regaña antes de seguir.
Me voy detrás de él, tomándolo del brazo.
—¿Sucede algo?
—¿Qué tendría que suceder?— se zafa yéndose escalera arriba.
Creo que mi desprecio le está molestado. Nunca me había hablado así.
Mis reflejos son rápidos pero no tanto cuando un agente intenta darme
con la parte trasera de la escopeta, retrocedo, me agacho pero manda una
patada que me hace dar varios pasos hacia atrás, la baranda choca con mi
trasero e intento derribarlo pero me empuja y caigo golpeándome con un
tubo, mis manos se mueven y quedo guindando, miro abajo, no está tan
alto, sin embargo, debo lanzarme cuando los sujetos comienzan a
dispararme. Caigo sacando el arma apuntando sus cabezas, mato a uno pero
el otro se fuga y como puedo echo a correr, detrás de él.
Un disparo se oye en la misma dirección que tomo y veo a alguien de
los míos cuando viene corriendo, es una chica, Fátima.
—Si los matas con el arma es más rápido. No pierdas tiempo, Venus—
pasa por mi lado tomando las otras escaleras.
—¡Venus, ayuda en proa!— pide Mario a la vez que el sistema
eléctrico se reanuda y vuelve la luz.
Le quito una ametralladora a uno de los cuerpos muertos. Con arma en
alto voy al sitio en donde están Taeyang y Yasmín, los tienen arrinconados,
varios que se cubren detrás de una pared.
Me detengo cerca, puedo llegar hasta el sitio en el que están, pero
quedaría en las mismas. Estoy agitada y mordiéndome el labio, pienso.
Inspecciono las opciones que tengo. Cruzándome el sujetador del
arma, para poder subir una escalera que me deja sobre los sujetos. Me
posiciono con el arma dándoles en la cabeza, son más de 5, uno por uno van
cayendo y con eso les despejo el camino a la pelinegra y al asiático.
Me miran desde abajo.
—Gracias, bombón.
—De nada. Te salvé el trasero. Me debes una.
Alza un pulgar, riéndose.
—Las que quieras.
Pensé que esta misión sería más difícil. Pero no es así. Pese a la falta
de letalidad en los agentes, puedo divertirme matando con las manos,
quebrando cuellos, piernas, brazos y clavando balas en la cabeza de los que
no me llegan a los tobillos en combate cuerpo a cuerpo.
Hacemos un trío de combate, ayudándonos y matando sin pierdad,
bromeando en el proceso y cuidando que no nos tomen por sorpresas, pero
son muchos y debemos despejar toda el área.
Taeyang es rápido, Yasmín muy audaz y usando técnicas combinadas,
vamos dejando el piso lleno de militares muertos, ninguno con
posibilidades de quedar vivo o desmayado.
—¿Eso es todo? —se queja Taeyang, recogiendo su arma.
Nuevo el cuello, me duele algo la espalda, pero es por un golpe que
recibí al caer de las barandas hace unos minutos.
—Al parecer si.
Llegamos a la sala de control, la despejaron hace mucho, también
reanudaron el sistema. Me quito la máscara y la dejo sobre la mesa, viendo
el holograma que dispersaron.
Mario revisa las cámaras de seguridad, algunos siguen matando
agentes que cuidaban la zona de carga y otras áreas en las que se esconden
intentando armar planes.
—Yo me ocuparé de estos 5 —señalo la pantalla que los muestra en
una bodega.
—Espérame —Julián me sigue.
En algunas áreas se van escuchando disparos a medida que avanzamos
por el pasillo. Veo una cámara haciendo la señal que desata las fallas de las
lucesn.
La máscara me ayuda a ver en la oscuridad al momento adentrarme en
el sitio lleno de cajas con comida. Nos movemos en silencio, cruzándome
con dos, los derribo, al otro lado se oyen los disparos cruzados hasta que el
silencio se toma el lugar y las luces vuelven.
Me quito la máscara, tengo calor, estoy agitada y con sed. Julián apila
los cuerpos mientras lo veo.
—Resuelto —avisa por el intercomunicador.
—Todo despejado — van avisando los demás.
Apago mi intercomunicador, me desabrocho los guantes, hace el
amago de salir pero lo tomo del brazo.
—Algo tienes y no saldremos de aquí hasta que me digas que es—lo
encaro.
—¿Qué puedo tener?, Tal vez ganas de ti, de besarte, tocarte como
antes, pero no haces más que despreciarme y no soy estúpido, ni siquiera
cuando intentas que no lo note, tu expresión corporal me lo dice.
—¿Mi expresión corporal te lo dijo cuando dejé que me quitarás la
ropa?—cuestiono— ¿Y cuando nos encendimos?
Mermo el espacio y retrocede, lo estampo contra la pared quitándole la
máscara, lanzándola al suelo.
—Habla, Julián, deja el drama.
—¿Drama? —me toma de los muslos subiéndome sobre su cintura—
¿Drama es querer follarte?
Dejo las manos sobre sus hombros acercando nuestros labios, los
escasos centímetros me permiten respirar su mismo aliento, dejando que
mis ganas surjan porque puedo desear a otro, pero Julián siempre será
diferente, es eso que voy a necesitar para sentirme yo, y no la estúpida que
me vuelvo cuando estoy con...
Respiro hondo enterrando los dedos en su nuca.
Quiere contestar pero lo beso, hundiendo mi lengua en su boca,
calentando el más mínimo rincón de su cuerpo que se mueve conmigo,
dejándome sobre una caja grande. Baja el cierre de mi overol, apoderandose
de mis pechos con sus frías manos, el tacto me eleva, echo la cabeza hacia
atrás disfrutando de los apretones, chupetones que su boca me da,
mojándome.
La prenda queda en mis muslos, me baja dejándome de espaldas,
buscando como penetrarme sin tener que perder tiempo quitándonos la ropa
y agradezco eso, no quiero que mi cuerpo vuelva a sentirse como noche,
que me vaya a bloquear de nuevo pensando en lo que no debo cuando estoy
lejos.
Hace lo que debe para sacarse el miembro, frotandolo en mi trasero
hasta que.....
—Espera —me giro señalándolo.
—¿Qué?
—Falta el condón.
Se lleva las manos a la cabeza, cerrando los ojos con frustración
absoluta. Suelto a reír, aunque muy en el fondo esté ansiosa y ahora nos
suceda esto.
Miro su erección, podría romper algo con lo dura que la tiene.
—¿Y ahora? —se pasa la mano por la cara.
—No sé.
—¿No tienes uno en tu equipaje?
Ruedo los ojos soltando una carcajada.
—De aquí a que lo busque, se me irán las ganas y probablemente nos
tengamos que ocupar recogiendo cadáveres. Además la aeronave aún no
llega.
Balbucea groserías, se toca la erección y me mira con ojitos de súplica.
—Hagámoslo sin él, solo está vez, ¿Puedes?.
—No me hagas ojitos. No va a funcionar.
—Venus...
Suspiro, poniéndome de rodillas.
—Vamos a solucionar lo tuyo, yo puedo esperar.— la tomo con mi
mano, masturbando despacio, mirando sus ojos verdes.
—Pero no me mires, es demasiado para mí —se pasa las manos por el
cabello.
—Relájate —paso la lengua robándole un jadeo y...
—¡Todos a la sala de control!, ¡Ahora mismo!— ordena Mario en los
altavoces.
Puta suerte la de Julián.
«El Alpha te hizo una maldición y cada que te quieras acostar con
alguien que no sea él, no podrás», me dicen mis subconscientes.
Me pongo de pie, acomodo mi ropa y recojo la máscara al igual que el
arma. No le doy derecho a suplicar porque sabe que si nos solicitan, para
algo a de ser. Con la mayor molestia se alista también, cuidando no
lastimarse el pene cuando se sube el cierre del overol.
—Me voy a morir si no me descargo.
—No dejaré que eso suceda— le digo.
Besa mi frente antes de salir conmigo.
Nos dirigimos a la zona de aterrizaje, la aeronave acaba de llegar, me
apresuro a bajar mis cosas antes de reunirme con Mario quien nos pone al
tanto del capricho que mi jefe quiere y por ello nos tardamos varias horas
apilando los cuerpos de los agentes, cortando sus cabezas y metiéndolas en
el freezer que un par de tripulantes nos facilita. La aeronave se va con el
encargo y nosotros nos quedamos aquí organizando todo para la llegada al
muelle, lo cual tardará dos días, eso sí no surgen contratiempos.
Dos días en medio del mar, tal vez me sirva para respirar el aire que mi
cerebro necesita y volver a organizar mis pensamientos.
Julián se lava las manos en una cubeta con agua, los tripulantes
limpian la sangre y sonrío al ver como se acomoda el miembro a cada nada.
—Creí que tu amiguita prepago te había hecho el favorcito —me cruzo
de brazos.
—No iba a dejar que lo hiciera, menos sabiendo que estabas en mi
mismo entorno. Soy una mierda, sí, pero no olvido que me habías dicho que
tenía que guardar ganas para ti o me cortabas el pene.
Eso me saca una sonrisa. De momento recuerdo a Herodes y lo mucho
que me gustaría que dijera lo mismo o al menos no fuera un promiscuo de
mierda. Pero lo es y eso interrumpe mis planes, lo que me lleva a recurrir a
otros métodos diferentes.
Será más difícil y peligroso, pero quién no arriesga no gana.
________________✧✧_______________
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0 Spoiler o spam, por favor.

Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly.
Capítulo 65/2

____✧✧Golpe bajo: Parte II✧✧_________

Venus
Mar de Barents, 01 de Julio del 2021.
Llevamos básicamente 1 día parados en el mar de Barents. Las más
cercano que tenemos de Finlandia es el pueblo de Ívalo; es el primer punto
de llegada, y por ahora nos toca esperar un par de horas más a que vengan
los helicópteros.
Termino de ducharme en el camarote que me preparó la tripulación.
Por suerte no los mataron o se los llevaron detenidos cuando confiscaron el
barco.
Siento como la puerta se abre y cierra, salgo envuelta en una toalla
notando que Julián se está quitando la ropa.
—No me esperaste para ducharte contigo —se queja
—Tienes tu camarote, deberías hacer uso de el porque Yasmín puede
entrar en cualquier momento.
Siento que con eso lo estoy echando.
—No lo creo, hicimos un cambio hace ratos, ya sabes, prefiere estar
con Kilian.
Esa mala amiga me abandonó, déjala tranquila, yo me las cobro.
—Y tú viste el momento perfecto para reanudar lo que dejamos
cuando llegamos.
Desde entonces no habíamos intentado nada. Mi cabeza ha estado llena
de bloqueos con la imagen del petulante de mi jefe.
—Pues por supuesto, ¿O no quieres?
—Si pero...
Se saca el boxer acercándose a mi sitio, quitando la toalla que me
envuelve y tomando mis pechos entre sus manos. No son tan grandes que
digamos, pero si un tamaño perfecto a mi contextura.
Los apretuja despacio y pasa la lengua, untándolos de saliva.
—¿Quieres? —susurra cerrando los ojos como si estuviera
deleitándose con el sabor de mi piel.
Si quiero, pero.... no sé qué me sucede. Creo que sería más fácil si no
pregunta y es rápido jugando conmigo en busca de prenderme.
—Sí...—afirmo queriendo llevarme de sus caricias en mis tetas.
—Le daré una paliza a quien nos interrumpa.
Se toma su tiempo, besando mi piel, pasando la lengua, tocando mis
tetas y subiendo a mi boca en donde me besa, pero yo quiero ir más rápido
o el bloqueo llegará y...
Lo empujo hacia atrás, cae sentado sobre la cama y me subo sobre su
regazo, tomo el bolso que está a un lado y saco un preservativo que me
esfuerzo por ponerle rápido.
Masajea mis hombros mirándome a los ojos cuando deslizo el plástico
sobre su miembro.
Me alzo un poco posicionando la punta en mi mojada entrada
dejándome caer. Un jadeo grutural escapa de mi garganta cuando inunda mi
canal y lo siento tan bien que no pierdo tiempo para comenzaron a
moverme, buscando más placer, el tamaño siempre me ha gustado, no es
pequeño, exagerado o simple, es perfecto así tal cual.
Me sigo moviendo, metiendo la mano entre su cabello, llevándolo
hacia atrás logrando que se acueste y yo poder dejar las manos sobre sus
pectolares a la vez que me muevo más rápido y duro, dejando que no
trasero se estremezca.
—Que bien te mueves —gruñe entre gemidos ahogados.
Me esfuerzo por darme placer a mí, él ya lo está recibiendo pero para
mí no es suficiente y después de un rato me termino poniendo en cuatro,
pidiendo estocadas que me partan. El morbo no me deja razonar, me vuelvo
una puta básicamente, que pide más y más, que ordena que la nalgueen,
tiren de su cabello y apretujen su trasero aunque quede con moretones como
los que siempre suelo cubrir con cremas.
—Dame más....
Lo hace, su mano impacta en mi trasero con fuerza, lo siento ardido,
sensible de tantos golpes pero mi cabeza se niega a aceptar que si me están
follando como antes, como siempre me gustaba y me dejaba anhelado más.
—Vamos, Julián...— demando, poniéndome tensa.
Algo recorre mi cuerpo, una oleada de calor que se posiciona en mi
cara haciéndome apretar los dientes pero lo aguanto, no dejaré que me
arrebate el orgasmo que siento llegar y...
Él se corre quejándose por la agitación que tiene su pecho y
respiración, pero yo estoy como si nada, sin orgasmo, irritada y con la
cabeza vuelta un cúmulo de cables enredados sin ganas de querer
organizarse.
—¿Sucede algo?
Niego con la cara contra las sábanas. Se levanta y vuelve, tomándome
para que me acueste, intenta hablarme pero necesito correrme y por ello
abro las piernas sobándome el clítoris con los dedos.
—Quiero correrme. Chúpamela —más que pedirlo eso fue una orden
seca y llena de dominio.
Me mira con una sonrisa maliciosa, me lleva hasta el borde,
arrodillándose, metiendo las manos debajo de mis glúteos, llevando mi sexo
a su boca.
—Ahora eres más difícil para hacerte correr.
—No hables —pido envuelta en el desespero.
Mi vientre hormiguea, mis pliegues duelen y el no poder correrme me
pone así de insoportable.
Su lengua juega en mi canal, chupa ese botón rojo que me saca el aire
porque aumenta las sensaciones con los dos dedos que introduce
moviéndolos rápido. Entierro la mano en su cabello, estoy a nada de
correrme, necesito hacerlo y por ello me pellizco los pezones
complementando con estrujadas que terminan de ayudar porque acabo, no
como quisiera pero lo hago y no puedo hacer más nada aunque sienta que
no estoy satisfecha.
Ya me llegó el bloqueó, ahora sí no podré hacer nada. Mi cabeza trae
consigo ese azul indescriptible, ese sexo salvaje, ese imbécil que sabe cómo
hacerme correr... Y cómo no, si tiene un fetiche con el BDSM, no lo usa
desde que me dejó encerrada, ahora menos lo hará, pero que sepa sobre
ello, le da ventaja para ser un máster en la cama. Lo odio, no sé porque
mierdas no sale de mí cabeza.
Necesito sacarmelo. Por eso aprovecharé estos dos días de descanso
«Ahora son dos», para estar más con Julián, recobrar el tiempo que no
estuvimos y volver a sentirme completa con él.
—Venus...
Me llama dos veces más pero me meto al baño, me ducho rápido y
salgo. Hace lo mismo, se viste con lo que tiene en su equipaje y me mira
queriendo preguntar algo pero no lo hace, mi cara no se lo permitirá.
Aún así, toma asiento en el borde de la cama, mirando como me subo
la pretina del vaquero, uso la camisa de tirantes y los botines bajos.
—¿Algo de lo que quisieras hablar? —pregunta arriesgándose a recibir
una mala respuesta.
—Nada.
Me hago una coleta con trenza. Aplico algo de bálsamo en mis labios y
perfume a mi vestimenta.
—Algo tienes. Te noto extraña desde que llegaste a Kiev—sigue.
Saco una chaqueta corta. Sé que se preocupa, puede no sentir como no
lo hacemos los demás del escuadrón. Pero aún asi notamos cuando algo no
va bien en la conducta de otro.
—Tal vez solo sea demasiado estrés y trabajo.
—Suena como una excusa para tapar lo que en realidad te sucede.
—Por favor...—pido en un resoplido.
—No me gusta verte con cara de irritada a cada nada, metida en tus
pensamientos, denotando molestia e incomodidad al estar rodeada hasta de
nosotros, porque lo he notado, sabes que soy quien más te mira, por ende,
claramente me voy a dar cuenta y...
—Claro... Sabemos estudiar la conducta por medio del psicoanálisis, y
lo has estado empleando conmigo—respondo a modo de queja.
—Lamento si te molesta, pero sí, lo he hecho, y de no hacerlo no sería
difícil porque cualquiera se daría cuenta que tienes algo.—se defiende.
Cierro mi bolso y sujeto bien el mango.
—Estoy harta de esta maldita vida, de tener que estar siguiendo
órdenes, sentirme un arma, sin derecho a hacer lo que quiera, tener que
estar soportando...— respiro hondo al darme cuenta que casi digo algo que
no debe saber nadie— Necesito un descanso. Sólo eso.
Salgo caminando rápido, el teléfono me vibra en el bolsillo pero lo
ignoro y me aseguro de tener bien puesto el intercomunicador.
Me detengo cuando Yasmín sale riendo entre los brazos del moreno
que se aparta despacio, pero ya lo ví riendo también.
—¿Ya viene el transporte? —me pregunta volviendo a modo serio.
—No. Pero supongo que ya viene en camino.
—Si puede...
—Venus...—Julián me llama y sigo mi camino dejándolos a todos.
Salgo del área de camarotes, llego a la sala de control te tomando un
sándwich de la bandeja que trajeron. Me como unos dos, paso con jugo y
tomo asiento mirando a Helen ayudar a Mario en la revisión de un plano
que tiene sobre la otra mesa.
—Ya quiero llegar Necesito un trago —habla Taeyang cuando entra,
cambiado y con su bolso.
—No piensas sino en chicas, bebida y fiesta—le dice Enola quien llega
con Brett.
—Eres como el mago de la lámpara, apareces por arte de magia, ¿Ya
cogieron?, Pues sino lo han hecho, vayan y déjate de meterte en mis
conversaciones.
Se ríe tomando asiento al lado de los controles.
—¿Con quién conversas? —increpa riéndose.
—Con los que están aquí.
—¿Decían? —se voltea Helen desantando la risa de la rubia que mira
al asiático.
—Si claro.
—Tú si jodes estúpida, hablaba conmigo, deja de meterte —lo
respaldo.
—Mi bombón siempre habla conmigo— sonríe pasándome por el lado,
dejando una palmada en mi hombro—. ¿Lo ves?, No te metas en donde no
te llaman.
—Mueránse —la rubia rueda los ojos, se detiene a mi lado antes de
salir—. Que ganas de partirte esa boquita de puta barata.
Me pongo de pie para darle una golpiza pero nuestro superior me mira,
ordenando compostura.
—Ustedes no hacen si no es discutir —se molesta.
—El pan de cada día, papucho— responde Helen y el asiático la
apoya.
—Eso es siempre, acostúmbrate —le aconseja Brett.
Las palabras de esa perra se siguen repitiendo en mi cabeza pero me
calmo. No debo caer en tentaciones. Lo dice porque anda espiándome el
culo cada que puede.
El hacker entrega el malentín que suele cargar a todos lados el cual se
parece al de Mario, lo deja sobre la mesa en la que estoy sentada y dispersa
el holograma que muestra una reportera en frente del edificio principal de
investigaciones del CEICC en Alemania. Las imágenes que muestran me
hacen apoyarme en los codos para poder mirar bien.
Las cabezas que cortamos de los agentes yacen dispersas en la calle
del edificio al igual que en frente del cuartel. Todo se ve tan bonito y grita
que fue obra nuestra, aunque nadie lo sepa.
“Cayeron del cielo cuando una aeronave pasó cuando apenas salía el
sol, no hay duda de que son agentes del cuerpo especial de investigaciones
contra criminales, las cabezas y las placas de más de 30 hombres y mujeres,
lo que representa una clara declaración de guerra y rivalidad. Esto solo
pudo haberlo hecho una de las cabezas grandes en el mundo criminal, aún
se desconoce el por qué de esta atroz escena, pero no queda dudas de que es
para infundir terror y rebeldía” habla la mujer.
Cambian las imágenes mostrando la conferencia de prensa de algunos
sujetos importantes en el gobierno Alemán. En una parte aparece la llegada
del coronel de la entidad a la reunión con el presidente, el general y otros
más. Le preguntan miles de cosas que no se molesta en contestar porque
sigue su camino.
—¿Cuántas cabezas cortaron ustedes?, Yo unas 10 —habla Brett y
Taeyang estalla en risas como un psicópata.
—Yo unas 12, te gané.
—Pero yo maté más que tú, de eso no hay duda.
Comienzan a discutir sobre quién hizo más, quién mató más, cómo y
de qué manera. Dando a relucir que no les importó, como a ninguno del
escuadrón.
—¡Esperen! —exclama Helen acercándose, señala una parte de la
escena y suelta a reír—. A ese le saqué los ojos, mírenlo, es ese.
—¿Te acuerdas de su rostro? —indaga Julián sin poder creerlo.
—Pufff... obvio, cariño. Nunca olvido como se ven mis víctimas—
asegura.
—Como me gustaría cortar la de ese patético coronel, para que deje de
estarse metiendo en los asuntos del Alpha. —asevera Kilian mirando como
vuelven a mostrarlo.
Aquí todos sienten devoción hacia Herodes Blackwood, excepto yo.
—Ya le llegará su hora. Ojalá podamos darle de baja nosotros mismos,
sería otro grande para nuestra lista de muertos —alega Fátima.
—De solo pensar lo que le haría, me dan ganas de...— Taeyang suspira
entre risas.
—Ese uniforme serviría perfectamente de trapeador —se burla Brett
—. ¿O de papel higiénico?
—No lo pasaría por mi culo ni siquiera aunque no tenga papel.
—Yo tampoco. Podría contraer la enfermedad de los mediocres e
inservibles militares
Sacudo la cabeza. Pueden escucharse como una bola de maniáticos
mercenarios. Bueno, eso somos porque no nos tiembla la mano para ningún
trabajo por muy arriesgado que sea.
—20 minutos para que lleguen los helicópteros— avisa Flavio.
—Supervicen que las cajas estén en la pista— demanda Mario.
Todos nos movemos. Teníamos que llegar a un puerto específico, pero
no sería seguro después de que habían interceptado el barco, lo que nos
llevó a esperar aquí, vendrán por las armas y nosotros quienes nos
quedaremos hoy y mañana en Helsinki.
Tomo asiento sobre una caja. Mirando el mar aunque ni siquiera la
brisa ayude para el calor que tengo, al medio día siempre es así.
—Puedes decirme por quéue andas distante— habla Yasmín
sentándose a mi lado.
Necesito desahogarme pero no estoy segura de hacerlo.
—Nada que contar, solo necesito una salida, de compras, fiesta, ya
sabes...
—En unas horas podremos hacer todo eso.
El sonido de las aspas de los helicópteros se roba nuestra atención y
nos quedamos mirando como van aterrizando en la pista.
—Ya nos vamos, no olviden nada —avisa Mario cuando aparece con
Flavio.
Del primer helicóptero baja Benedik Ivanok, los hombres que trajo se
apresuran a subir las cajas con las armas y el helicóptero que sobra es para
nosotros, abordamos y son varios minutos de camino a la casa de campo
con aires de sitio de torturas. Todo parece estar abandonado pero en
construcción.
A Mario se le entrega un malentín, nos mantenemos en espera, dura
una hora hablando con el ruso y caminando de aquí para allá recibiendo
información que me va dando y no quiero pero debo llamar a mi jefe y
ponerlo al tanto de todo. No es mucho lo que duro en la llamada porque su
tono de molestia me avisa que mis ignoradas sirvieron, el que no me diga
nada de nosotros me lo confirma cuando cuelga.
Tres camionetas lujosas esperan por nosotros y me pongo al volante de
la que abordo con Yasmín, Julián y Kilian. Los demás se distribuyen en las
otras dos, es una hora de camino a la ciudad en la que comienza a caer la
tarde, son las 4, no quiero otra cosa que llegar al hotel, dejar mis cosas y
salir de compras.
Por los intercomunicadores nos mantenemos en contacto, el GPS nos
ayuda a ubicarnos y al llegar nos estacionamos en el mismo entorno. La
reserva ya se hizo y pagó también. Pasamos por recepción en busca de las
llaves porque estaremos en la suit presidencial la cual tiene 5 habitaciones,
todas con dos camas o tres, excepto la principal que consta con una grande,
ambas parejitas se pelean por ella y es Mario quien decide, al final se la da a
Enola ya que Kilian no es de los que se molesta por una tontería, mi amiga
si, pero le resta importancia.
Dormiré en una compartida con Helen. Todos se van a dejar su
equipaje, organizarse bien y después terminamos en la sala, con Mario
abriendo el malentín que le dió el ruso y el cuál está lleno de fajos de
billetes.
—No usaremos las tarjetas para nada, si van a salir, compren con esto
—nos entrega dos fajos a cada uno, son de billetes alta denominación—.
Les agradecería, no volverse locos, armar escándalos o dormir fuera del
hotel.
—¿Me puedo traer dos putas? —indaga Taeyang.
Frunzo las cejas, mirándolo.
—Te las puedes coger el otro lado. No precisamente aquí.
—Deja de inventar Bank —lo regaña Mario.
—Díselo de una vez o meterá al burdel aquí, y no queremos eso.—
enfatiza Fátima.
—No seas exagerada —se defiende.
—Tiene razón —secundo lo que ella dijo.
—No comiencen a discutir —impone Mario—. Pueden hacer lo que
les dé la gana. Pero considero que todos deberíamos salir al mismo bar o
discoteca, así cuidamos que otro no haga un show.
—Pasamos tiempo juntos, y nos divertimos, es más seguro así, si me
embriago sé que no estaré sola —comenta Helen.
—Aquí todos saben defenderse, no necesitan niñeros —murmura
Enola.
Detesto hasta escucharla hablar.
Mario se levanta con su dinero en la mano.
—Cada quien haga lo que quiera, iré a una discoteca estilo burdel,
quien quiera venir, avise me llevaré una de las camionetas.
—¿A qué hora iremos?, Quiero salir de compras antes —le digo.
—En tres horas, tal vez a las 10.
—Nos apuntamos —avisa Yasmín con Kilian al lado.
Miro a Julián, asiente dando su sí, al igual que Helen y Taeyang.
—Supongo que los demás harán otras cosas. Bien, ustedes sabrán —
me pongo de pie—. Quedemos en cómo haremos con los autos, me voy a
llevar uno, quien quiera ir de compras debe estar listo ahora mismo, ya me
voy.
—Ya nos vamos —me apoya Yasmín.
—Andando —Julián se pone una gorra.
—Necesito comprar unas cosas, iré, pero no estoy para aguantar
peleas, los dejo botados si eso sucede —asevera Mario
—Yo no saldré. Me quedaré viendo tv y comiendo, hace mucho no
hago eso—avisa Flavio antes de irse a su habitación.
—¡Aburrido! —le grita Bank.
—Nosotros iremos al cine y después vemos si los alcanzamos en la
disco —avisa Brett, la rubia no se ve muy de acuerdo pero no dice lo
contrario.
—¿Tú qué harás? —le pregunta Helen a Fátima
—Saldré, pero sola.
—Bien, se nota que aún no te gusta salir con nosotros —le dice
Yasmín.
Rueda los ojos perdiéndose en dirección a la cocina. Yo busco mi
bolso, llevando lo necesario y en eso incluyo el teléfono. Me quito el
intercomunicador y salgo. Ya todos están esperando.
Por suerte el auto consta con 7 asientos. La travesía es silenciosa pero
con música en el estéreo lo cual vuelve el camino algo divertido cuando
comenzamos a hablar de lo que podemos hacer. Taeyang nos tiene
mareados de tanto que dice que hará un trío, Julián intenta decirle que ya lo
había hecho, pero él alega que no, que será la primera vez «Eso nadie se lo
cree».
Kilian aparca el auto en frente de una tienda de Hugo Boss, los chicos
se adentran y nosotras nos quedamos en el auto esperando hasta que vemos
al lado una tienda de Dior. Entramos a ver si hay algo de nuestro agrado y
en definitiva, sí.
Todo sumamente costoso, más que un riñón mío. Pero gracias al cielo
tengo los fajos de dinero, en mi cuenta tengo muchísimo más «Ventajas de
tener mi oficio», pero no podemos pagar con tarjetas.
Me pruebo varias prendas, vaqueros, vestidos cortos, shorts, trajes
elegantes y algunos atuendos para fiestas de gala. Cuando se requiere debo
vestir con algo así, siempre que mi jefe va a una fiesta o reunión
importante. Los tacones son demasiado hermosos como para ignorarlos. Me
decido por algunas cosas, entre ellas un vestido de tirantes y espalda
descubierta; perfecto con mis botines y el cabello recogido para ir a la
discoteca.
—¿Azul o gris? —me pregunta Helen alzando dos vestidos cortos de
diferentes modelos.
—El gris.
—¿Se ve bien? —Yasmín me muestra como le quedan unos tacones.
—¿Con qué los usarás? —nuestro sentido de la moda siempre está
intacto, se nos enseñó sobre eso en caso de tener misiones de seducción a
millonarios.
Me muestra unos vaqueros, una camisa y un cinturón.
—Se verá bien, pero...
—Será difícil quitármelo para un polvo rápido ¿cierto?
Asiento. Igual se lo lleva, escoge otro par de cosas y paga, Helen hace
lo mismo. No son muchas bolsas, cada quien carga las suyas y al salir las
subimos a la cajuela de la camioneta. Los chicos aún no salen, Yasmín se
desespera y terminamos entrando a la tienda.
Dos empleadas no se les apartan, sonriendo con coquetería,
ofreciéndoles champagne y bocadillos.
—Con razón tardaban tanto, ¿No pueden estar si no es puteando? —
increpa Helen acercándose hasta Taeyang.
La pelinegra busca con la mirada a su chocolate y me preparo
mentalmente para lo que le hará, pero por suerte él sale del probador con un
atuendo casual y costoso.
—Yasmín, ¿No estaban en el auto?
—Estaba.
—Ya estamos por terminar, sabes que no elijo tan rápido, me tomo mi
tiempo —se acomoda la chaqueta.
Las empleadas están botando la baba por los cuatro, no es un secreto
que son notables en todos lados, sobre todo por las alturas y rostros
apuestos y varoniles. Julián sale vistiendo vaqueros de cuero, camisa blanca
de mangas largas y zapatillas.
Sus brazos se ven... Diosito.
—¿Te gusta? —pregunta y reparo sus piernas, asintiendo despacio.
Entra de nuevo a cambiarse, Helen habla con Taeyang y Mario quienes
ya pagaron lo suyo y están escuchando lo que les comenta la morena.
Yasmín espanta a las empleadas y tomo asiento tomando una galleta de la
bandeja.
La tienda es de dos pisos, no hay mucha gente.
—¿Deberíamos ir a comer algo? —les pregunto.
—Comí algo en el barco, pero no fue suficiente —me dice Taeyang.
—En la disco hay servicio de comida —nos informa Mario.
—Licor, mujeres, comida, música...—se ríe— El paraíso, hermano.
—Un día de estos, te conseguirás a unas mujeres que que van a
quebrar el miembro por andar de puto —le dice Helen.
—No me molestaría si me lo quiebras tú, mami.
—Eres un promiscuo idiota —garantiza.
Le guiña un ojo.
—Me describes a la perfección.
Salimos al acabar, abordamos el auto y regresamos al hotel.
Consideran que hay que comer algo aquí, por eso pedimos room service ya
que nadie va a cocinar, no saben o no les apetece perder el tiempo en eso.
Traen dos carritos de comida que dejan en la cocina, busco jugo en la
nevera y tomo asiento en un taburete disfrutando de un plato con varias
raciones.
—No comeré mucho, me engordará la panza y el vestido se me verá
extraño —Yasmín se levanta a lavar el plato.
—Te verás bien de todas formas —la tranquiliza el moreno.
Sonríe guiñándole un ojo. Ya andan modo parejita tranquila.
—No diría esto pero... envidio lo que tienen, necesito alguien así, una
pareja fija para el sexo —se queja Helen mirando como Mario revisa el
refrigerador.
Todos nos damos cuenta de lo mucho que el encargado llama su
atención.
—Objetivo imposible —le dice Taeyang.
—Más que imposible —aseguro.
Resopla.
—Nada es imposible.
El castaño se va con una botella de agua en la mano.
—Al parecer él sí —me pongo de pie al terminar de comer.
—¿Cuánto va que hoy al menos nos besamos?— nos reta.
—¿Enserio estás apostando para perder? —Yasmín se ríe.
Flavio entra, toma algo de comida y con las mismas se va.
—¿Miedo de perder? —increpa la morena mirándonos a Taeyang y a
mí.
—Paso —lavo lo que ensucié.
—¿10 mil dólares? —propone él.
Aquí van.
—¿Tan poquito?
—Súbela entonces.
—El dinero es muy simple como para apostarlo. Hagamos esto más
divertido —se lo piensa y sonríe, mordiéndose el labio— Haces un trío
conmigo y alguien más.
—¡¿Qué?! Tú estás loco, enloqueciste.
—No apostaré por algo que ganamos cada semana. Tengo más del que
necesito.
—¿Miedo?. Vas a ganar, te veías confiada al decirlo, ¿Te acojonas
ahora?— sacudo la cabeza— No estás siendo la misma Helen.
Deja el tenedor de lado.
—Acepto. El que tenga miedo a morir que no nazca.
—¡Así se habla gilipollas! —la anima Yas.
Kilian frunce los labios sacudiendo la cabeza.
—Esta noche será una locura, ya lo veo venir.
Me voy a mi habitación, procedo a vestirme con el atuendo que
compré: un vestido corto de tirantes y espalda descubierta, color plateado.
Uso el brazalete, guardo el teléfono en la cartera que también compré, mi
identificación y dinero en efectivo.
No tenemos ni una sola arma, por ende, llevo solo mi navaja plegable,
esa que siempre tengo en mi equipaje. Por si a las dudas. Es buena para
apuñalar con un lanzamiento a una distancia prudente.
Julián sale del baño aplicándose perfume, huele demasiado bien. Con
lo que me encanta un hombre oloroso. Viste el vaquero de cuero, la camisa
mangas largas y los zapatos bajos.
—¿Saldrás con eso? —repara mi atuendo.
—¿Qué tiene?
—Bailarás y en el proceso se te verá todo.
—¿Y? —reparo la abertura entre mis pechos, no llevo brasier.
Rueda los ojos y sale. Sé que me veo demasiado sexy, pero, oh vamos,
casi nunca puedo usar este tipo de ropa. Hoy es mi momento. Me aplico
labial rojo antes de salir.
Abordamos el auto y al llegar a la disco me olvido de mi día a día,
concentrándome en mi disfrute y ganas de bailar que surgen porque hasta
aquí afuera se oye Have Mercy. Mi trasero quiere comenzar a moverse
bestialmente, pero debemos llegar a la zona Vip que Mario se ocupó de
reservar ya que el bar es propiedad del ruso Benedik Ivanok.
En los tubos de pool dance, las mujeres bailan con fuerza, moviéndose
al ritmo de la música. En la pista todos se la disfrutan, el ambiente no está
sino impregnado de olor a marihuana, licor, sudor y sexo porque muchos se
besan en las esquinas oscuras, se tocan y manosean sin vergüenza. No llevo
tres segundos aquí y ya la energía me cala por los huesos haciéndome
llenarme un vaso con vodka y hielo a pesar de que nos traen una ronda de
martinis.
—¡Brindemos, perras! —Taeyang alza su copa.
Mario duda pero también lo hace, sumándose a la diversión que no
conocía que tenía en su personalidad. De un sorbo nos tomamos los
martinis, traen otra ronda, otra, y otra mientras que seguimos en la misma
área, platicando, contando anécdotas y riendo como un grupo de amigos
que salió a divertirse.
Porque eso haremos.
Wap suena y me llevo a Yasmín para que baile conmigo, tocándonos y
moviéndonos como sabemos, embelesando a muchos, causando que Kilian
se levante y quede a nuestro lado, sin moverse o hacer nada, solo cuidando
que nadie se acerque, como si fuera nuestro escolta personal.
—¡Vamos chocolate, baila conmigo!— lo toma de la chaqueta.
Julián habla con Mario, Helen baila con un sujeto extraño y el asiático
coquetea con dos chicas que se le acercaron hace unos minutos.
—¿Bailamos? —se me acerca un sujeto y niego.
Mi cuerpo no quiere manos sobre él, menos las de algún desconocido.
No estoy muy simpática que digamos. Prefiero bailar sola y dejar que el
estrés abandone mi cuerpo con ayuda de la ronda de cerveza que traen, en la
mesa hay varios tipos de botellas y me voy por una dejando la cerveza de
lado.
—Con calma —Julián toma mi mano mirándome en un intento por
hacerme aceptar.
Alzo el pulgar para que se calme. Vuelve su vista a Mario y me llevo
la botella cuando no me ven. Me pierdo un rato al centro de la pista de
baile, las luces se complementan con Sexy Bitch, sacando mi sensualidad a
flote, las caderas parecen que se me van a salir, mis manos se eleva al aire y
con la otra me empino la botella sin dejar de bailar.
—Eh, eh, eh...—anima el público a la chica que se subió a una de las
mesas, se mueve bien, sacude los brazos en el aire poniéndose de rodillas
para bailar más sexy— Eh, eh, eh..
No sé cuánto tiempo llevo aquí sola pero de un momento a otro me
veo yendo varias veces a la mesa por una botella diferente, antes de subirme
en la plataforma de pool dance con Boss Bitch en los altavoces, avivando
mi perra interior.
¡ES MI MALDITA CANCIÓN!, la letra grita Venus Adler, si señor.
Yasmín me anima, Helen me hace compañía y ambas bailamos
tocándonos y compartiendo la botella. Mi cabeza da vueltas y cuando suena
Streets es como un botón de:
¡Escúchala bitch, esa va para él!.
La canto a todo pulmón, queriendo que se escuche hasta donde sea que
se encuentre ese Imbécil que me tiene la cabeza llena de él, de las veces que
hemos estado, que su boca recorre mi cuerpo, sus manos tocan mi piel y su
miembro se endurece por mí. Algo me quiere obligar a buscar el teléfono y
llamarlo, decirle que lo odio tanto, que quiero matarlo por intentar tenerme
de juguete.
Pero no pienso hacer tal estúpides, eso sería rogarle con la excusa de:
estoy ebria y lo llamé solo para decirle por última vez que lo detesto.
«Te rebajas así y te bajo del pedestal». No lo haré.
Prefiero seguir tomando, bailando e intentar sacar a bailar a Mario que
sigue sentado desde que llegamos, hablando con Julián e ignorando mis
ganas de tener un parejo de baile.
Taeyang se besa con una de las que bailan aquí, Helen se desapareció y
al rato la veo sobre la barra bailando a pedido del público. Enola y Brett
llegan, también se unen a la plática en la mesa y al rato se van a la pista y
no vuelven a sentarse.
Con dificultad, varias veces boy al baño, aunque me tambalee la
mayoría del tiempo.
Sé que no debería beber así, pero tengo algo en el pecho que quiero
borrar, además de lo que no sale de mi cabeza volviéndose un maldito
tormento que ahogo en alcohol, al conseguirlo es cuando ya no se más nada
de mí.
Ahora Julián si se preocupa, toma pero no a embriagarse porque me
muevo a donde sea y muchos buitres me acechan para que baile con ellos,
no quiero, pero no dejan de insistir y detesto que todo me de vueltas, siento
que el piso se sacude junto conmigo.
Estoy en la pista, brincando con Helen, Yasmín y Enola quien se ríe de
algo que le digo, me pasa la botella y bailamos entre nosotras. Algo me dice
que pare, o tal vez alguien, pero no quiero, los hombres con los que vinimos
también toman, pero no en exceso, pero no como nosotras que terminamos
quitándole los puestos a las bailarinas.
Por un momento quedo mirando como Taeyang baila al ritmo de una
electrónica muy buena que no sé de quién es porque estoy tan desorientada
como para saber que hora es o con quién me pongo a bailar sin dejar de ver
cómo el asiático da un show estilo Magic Mike al que se le une Brett.
—Deberías parar la bebida y contestar tu teléfono — la voz de Mario
se escucha como un susurro en mi oído pero no hago caso, lo tomo del
brazo obligandolo a bailar varias piezas que lo dejan sudando, y a mí,
empinándole la botella a la que le da un sorbo—. Venus... el jefe...
—¡Baila y cállate! —lo estremesco, retrocede, Helen lo toma e intenta
besarlo pero se va de lado y tropieza con Kilian quien alcanza a tomarla
evitando que se vaya se bruses al suelo—. ¡TORPE!
Estallo en risas. Julián me toma para bailar y me dejo llevar con él,
besándolo en medio de la pista, tocando su miembro a la vez que muerdo
sus labios.
Me giro, refregando mi trasero contra él, tocándome yo misma,
disfrutando con los ojos cerrados. La música cambia y la gente se vuelve
loca cantando...
—¡Dick...Dick.... Dick....!— hago lo mismo riéndome de lo que
significa la letra.
Señalo a Yasmín y se me viene encima cantando conmigo.
—¡Dice pene, pene, pene! —chilla.
Enola se besa con Brett, Taeyang baila con Helen y otra chica mientras
que Mario mira su teléfono antes de perderse por unos minutos. La música
continúa y poso las manos sobre las de la persona que baila conmigo
presionando mi cadera, buscando más cercanía que le doy mientras me
muevo y me uno a cantar con los demás...
—She actin' like an addict, uh
Thicker than Andy Richter
I met the boy in the Six, but
Measurements wasn't a six, uh
I like a sight of the pickle
I just got Morty & Rick'd, uh
He got me horny and ripped, uh
Like I just walked out the gym...
Dejo las manos sobre su nuca buscando sus besos en mi cuello,
disfrutando de la calentura que surge entre ambos
—And them bitches just gotta 'cause I took they Jim
Give him a job and he gave me a rim
It was too long so he gave me a min'
How was that possible? Give me a Kim
I can't describe it, just give me a pen
And why he in your tummy, bye-bye to my ribs
Turn him into a dummy, 'cause I got him stiff
And watch, you think it's funny 'til y'all get the dick
And turn into a zombie and swallow your clit...
Mi cuerpo se llena de adrenalina, mis manos pican y mi sexo
cosquillea pero el alcohol es lo que pruebo y lo único que quiero por ahora.
—¡Quiero un martini! —le pido cuando me lo llevo a la mesa.
—Voy por él.
Me deja sola, recién recuerdo mi cartera y por eso la tomo revisando.
No falta nada, dos sujetos de seguridad vigilan nuestra mesa y no dejan que
nadie entre de no ser alguno de nosotros. Mi teléfono vibra y lo saco
notando que es una llamada, no puedo ver más de dos teléfonos en mi
mano, torpemente lo guardo de nuevo al tiempo que Julián me trae lo que le
pedí.
Sorbo un trago, creo que sentarme no fue buena idea ya que me siento
peor y él lo nota porque saca un pañuelo de su bolsillo y me seca el sudor
de la frente.
—Te ves pálida, ¿Quieres vomitar?
Niego, en realidad no. Me quita el vaso, me ofrece una mano cuando la
canción cambia por una lenta, ya no quisiera bailar, creo que mi cuerpo se
descompuso, los huesos me duelen pero aún así no acepta negación y me
lleva con él.
Escondo la cara en su cuello y lo abrazo en un intento por sostenerme,
siento que el suelo me está llamando, no puedo mantenerme de pie sola.
—No se te ocurra soltarme —lo amenazo.
Me sujeta bien, moviéndose conmigo.
De momento me da sueño, pero sigo aquí, bailando despacio no sé qué
canción. Pero su perfume me transporta a otro lado y de momento estoy
recordando cosas que no debo lo cual me hace sentir más mareada, con un
torbellino en el estómago y ganas de correr rápido al baño, la acción se ve
frustrada por la cantidad de personas que acaparan el camino, pero los
aparto de mala gana, entrando al primer baño que me encuentro, dejando
que mi estómago evacue lo que cené.
Vomitar es lo peor que puedo hacer, me siento peor y como puedo me
lavo la boca, pero vuelvo a estar en el retrete vomitando. La cabeza me da
vueltas, todo se mueve demasiado rápido y solo doy para apoyarme en la
pared dejando que me pase por el rostro el pañuelo con agua.
—Deberíamos irnos, ve como estás.
—¡No! —lo empujo, tomo papel y me seco el rostro antes de salir
dispuesta a tomar más licor.
Yasmín discute con Kilian, Enola sigue bailando con Brett y Helen se
besa con Taeyang en una esquina. «¿Y Mario?». No lo buscaré pero dejo de
preguntarme por él al verlo en la barra tomando tequila.
Está por llevarse uno a la boca pero se lo quito dándole un sorbo. Sabe
horrible. Me apoyo en su hombro dejando el vaso de lado.
—Otro para este buen hombre —le pido al mesero.
Se va por el pedido y Mario me mira.
—Lo que te espera al volver. Se te quiso, Venus— se pone de pie.
No sé qué significa eso, el alcohol se apoderó de mi sistema y mi
cabeza no procesa bien. Me tomo otro tequila aunque es horrible. Vuelvo a
la pista y bailo con el primero que se me atraviesa hasta que Julián me lo
quita de mala gana, tirando de mi brazo y me siento como una muñeca
cuando me lleva a la mesa sentándome como niña chiquita.
Lo saco a bailar, sin dejar que quiera controlarme, estoy para
divertirme. La noche es joven y yo también. Quiero olvidarme de muchas
cosas y una de esas es mi sexy jefe, ese hombre que me lleva loca,
frustrando mis planes y volviéndose mi adicción sexosa.
No sé que hora es, pero cada vez queda menos gente, a la música le
bajan volumen y Mario insiste en irnos al igual que Julián y Kilian. A
regañadientes subimos al auto, Enola, Yasmin y yo. Toco el asiento y todo
se nubla porque me quedo dormida cuando el auto ni siquiera a avanzado.
[...]
¿Quién soy?
¿En dónde estoy?
¿Por qué siento que tengo ácido en el estómago?
¿Cómo llegué a la cama?
¿Qué hora es?
La velocidad la exagero cuando me levanto de la cama y me voy al
baño subiendo la tapa del retrete, vomitado no más que licor y licor.
¿Cuánto bebí?
«Medio bar»
La cabeza me va a explotar, no recuerdo nada, el cuerpo me duele
demasiado y aún me siento mareada. Termino sentada en el retrete, mirando
una pequeña mancha en el piso, buscando las respuestas que solo me
empeoran la jaqueca que tengo.
—Me odio por tomar así —musito para mí.
Me froto las manos en la cara y me obligo a levantarme, cepillarme los
dientes y ducharme por un par de minutos que parecen eternos porque sigo
igual. Además de que tengo ganas de tomar algo ácido y frío.
Me seco con una toalla y hasta ahora noto que estaba acostada sin nada
de ropa, solo con las bragas que dejo en el cesto de ropa sucia. Salgo del
baño queriendo saber si estaba desnuda porque folle o...
Pero eso no sucedió. Julián está sobre su cama con la misma ropa de
anoche a excepción de sus zapatos. Mi cartera yace en el suelo, la tomo
dejándola sobre la cama. Veo la hora en el reloj de la pared, son las 12 del
medio día. La poca luz me provoca ganas de volverme acostar pero no lo
hago, tomo la sábana del suelo y lo acobijo antes de salir del cuarto
envuelta en un albornoz.
Todo es silencio, al parecer todos duermen a excepción Flavio que con
los brazos cruzados observa la escena de la sala; Helen y Taeyang aún con
la ropa de anoche, una sobre el sofá grande y el otro en la alfombra y
muchas botellas sobre la mesita de cristal.
—Llegaron hace dos horas —me dice.
—¿Con nosotros? —no recuerdo nada.
—Ustedes llegaron a las 7.
Waooo.
—Mi cabeza sigue bajo los efectos del alcohol —le digo.
—Te debe doler ¿O no?. Preparé una sopa con algunas cosas que había
en la nevera —me avisa.
Lo miro asombrada.
—¿Cocinas?
—Me ayudó el internet.
Suelto a reír sin poder creerlo. Me mira serio y me callo, no me dará si
sigo. Además mi estómago pide algo así.
Entramos a la cocina, es amable en servirme, como sola porque se va y
es Yasmín quien aparece caminando raro, en busca de un vaso en la alacena.
Se sirve agua, exprime un limón y la miro sin poder contener la risa
cuando camina para sentarse a comer de la sopa.
—¿Qué?
—Casi te dejan en silla de ruedas, tu cuello me lo confirma —le digo.
Se revisa, suspira y se sirve empezando a comer también.
—Si. Casi me quedo sin vagina. Anoche se molestó porque le dije que
a veces es un estúpido odioso, entonces al llegar me dió como cajón que no
cierra —me cuenta.
Suelto a reír. Debió darle así porque no camina normal. Al levantarse
por jugo me doy cuenta.
—Alguien que le arroje agua a los ebrios que están en la sala —habla
Fátima cuando entra— O los aviente por el balcón.
No se ve con resaca o con pinta de haber tomado anoche. Salió sola,
no sé a dónde iría. Y preguntarle no será buena idea.
—Yo lo hago —Brett se ofrece llegando solo, vistiendo unos pequeños
boxers rojos.
—¿Estás cómodo así semi desnudo? —lo regaño.
—Demasiado. Al igual que tú lo estás en albornoz —me responde y
ruedo los ojos— ¿Quién cocinó?
—Flavio.
Prueba la sopa. Fátima pide room service y en menos de nada unas
camareras llegan con tres carritos llenos de todo tipo de comida.
—Hacer dieta nunca fue una opción —Yasmín toma algunos platillos
que deja sobre una bandeja antes de perderse a su habitación.
Me voy a cambiar, Julián sigue dormido, me visto con un traje de baño
y un vestido casual. El hotel tiene una piscina, iré a probarla. Voy a la
habitación de Yasmín, me dice que puedo adelantarme, Mario no se
despierta aún, y solo Fátima me acompaña manteniéndose en silencio
cuando nos acostamos en unas tumbonas. Nos ofrecen cócteles que rechazo,
solo pido jugo.
Y así me mantengo por dos horas; en la piscina, recibiendo masajes en
el spa y tratamiento de sales. Disfrutando del sol y el pequeño descanso,
pese a que con cada hora que pasa siento la llegada de lo mismo que me
abarca cuando sé que debo regresar.
Yasmín llega con Julián y Kilian. Los ebrios duermen toda la tarde,
Enola y Brett se mantienen en el gimnasio con Flavio. Mario debe estar en
su habitación y Fátima se va quien sabe a dónde pero regresa con menos
seriedad que hace un rato.
Cenamos en la piscina, entre anécdotas sobre lo de anoche, cosas que
no recuerdo haber hecho al igual que Yasmín.
—El licor las vuelve agresivas—agrega Julián.
—Y altaneras —secunda Kilian y Yasmín lo mira mal— ¿Qué?
La tiene entre las piernas, están acostados en la tumbona, con la
espalda de ella sobre su torso.
—Te voy a sacar la lengua, Gill.
—Siempre lo amenazas y yo lo veo enterito y sin un rasguño —la
molesta Fátima.
—Tú no opines.
—¿Por qué no?, Estamos en confianza, todos sabemos que no le haces
nada.
—¿Y alguien te pidió opinión?
—Deja de ser tan testaruda —Él la abraza, pegándola a su pecho.
Eso me causa incomodidad para mis adentros, tanto que prefiero mirar
a dos niños que juegan en la parte baja de la piscina. Mis acompañantes
siguen hablando, y yo... En mis pensamientos.
«Te mato si le abres las piernas cuando lo veas», me dicen mis
subconscientes, están molestas. Últimamente lo hacía pero no para rogarle o
por no saber controlar la vagina.
Me pongo de pie, entro al agua nadando por un par de minutos, la
noche llega y salgo, Julián se me acerca con la toalla que envuelve en mi
cuerpo cuidando de que no lo salpique de agua, no entro a la piscina en
ningún momento, viste shorts de jeans y camisa casual de botones.
—Te vas a resfriar —proporciona un abrazo que me llena de calor.
—Siempre preocupándote por mí— sonrío.
—Siempre. Tú lo has dicho.
Los demás se fueron a cambiar para ir al restaurante, nos vamos
mañana temprano, será un vuelo largo hasta Montreal y de solo pensar que
voy a verlo, es como si me arrojaran un balde de agua fría.
Yo puedo, solo debo...
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Mil gracias por leer loviuuuuuuuuu.

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Besitos.

Osly
Capítulo 66

____✧✧Círculo vicioso✧✧______

Herodes
El líquido carmesí me empapa las guantes que tengo puestos, con el
antebrazo me limpio el sudor de la frente antes de seguir con la tarea de
abrir el estómago de la escoria asquerosa que estaba haciendo muchas
preguntas por los bares y callejones más recónditos de la ciudad.
Yo me entero de todo, nada se me escapa de las manos. Y menos
cuando se trata de mí.
—Creo que se ve algo —habla Giovanny, inclinándose a mirar.
Uso los dedos para rebuscar lo que encuentro, lo dejo sobre un pañuelo
mientras me lavo las manos y mis hombres se deshacen del cuerpo.
—Mario llega en unas horas —me avisa Dan.
—Guárdalo hasta que lleguen —dispongo, poniéndome la camisa.
El consejero me sigue cuando me adentro de nuevo al pub. Megan
espera en la misma mesa y a juzgar por su cara, le incómoda la cantidad de
hombres que no dejan de mirarla, también predominan mujeres, pero todas
son prepagos que visten ropa descubierta, tacones altos y maquillaje en
exceso.
—¿Algo más en lo que pueda ayudarle? —me pregunta el encargado
del local.
—De que cuides quién entra o no.
Me sirven un tarro de cerveza y vuelvo a tomar asiento..
—Hueles a sangre— me dice, frunciendo el ceño.
Sorbo un trago largo.
—¿Y?
—¿Irás así a la empresa?
—¿Algún problema con eso?
Niega. Se lleva la pajilla a los labios probando el jugo que pidió.
—Señor, todo listo —me avisa Giovanny al tomar asiento.
Llegó ayer después de haber estado con Dwayne resolviendo lo del
espía. El regalito que le envié al CEICC aún tiene lleno los noticiarios y los
periódicos.
—Todos están tomando las medidas necesarias de seguridad, aunque
aún no han habido indicios de atentados. La más factible sería Ksel, pero
aún nada. Jayden y Amber están con ella, por lo de la marca, al igual que
Lucinda, lo que cuatruplica el personal.
Sorbo otro trago. No me interesa la seguridad de nadie, pero tengo el
deber de recibir información sobre la familia.
—Es mejor que estén juntos —alega Megan.
Su hermana también sigue en Londres, detrás del pito de Jayden. No
sabe en donde se está metiendo.
—¿Y tú hija? —le pregunto al consejero, hace tiempo no sé de ella.
—En estos momentos debería estar en Hamburgo.
—¿Tienes una hija? —indaga la rubia.
—Sí. No la conoces porque no le interesa este mundo.
—¿Cómo se llama?, La entiendo perfectamente.
—No suelo dar su nombre. Me lo prohíbe.
—No se lo diré a nadie.
—No pue...
—Giovanny...
—Megan, deja la insistencia— ya me duele la cabeza.
—Lo siento.
Nos traen una última ronda, acabo rápido con la bebida antes de
ponerme de pie. Debo ir a la empresa, también a... El dolor de cabeza me
tiene los pensamientos en otro lado.
—Cancela la reunión en la empresa— le ordeno a Dan cuando salgo.
Al llegar a casa me voy a mi habitación, necesito deshacerme de las
ganas que cargo. Megan debe regresar a Toronto, pero no sin antes darme
placer. Le esposo las manos dejándola en cuatro sobre la cama. Deslizo el
preservativo por mi miembro antes de penetrarla con fuerza.
Debería estar ocupándome de cosas que debo hacer, pero no tengo
ánimos de nada. No alcanzo a correrme como quiero, y si lo hago quedo
más tenso de lo que ya estaba.
—Recuerda la cena en casa de mi madre, no faltes, es muy importante
para ambos —me recuerda por milésima vez.
—Me lo has dicho 100 veces —espeto.
—Sé que siempre estás ocupado, te lo digo para que despejes tu
agenda del lunes.
Evito no decir lo que pienso o haré.
—Ya le avisé a tu familia, acordaron ir si no tienen obligaciones más
fuertes. Por cierto, el...
—Espero y aspiro, por mi paciencia, que tu madre y hermana sepan
comportarse ante la presencia de tu padre. No quiero shows porque me
conoces y sabes que con las mismas que llegué puedo regresarme y dejar
todo así.
—No te preocupes.
—Más vale que no deba hacerlo —me voy al baño.
Me visto con vaqueros y camisa suelta de botones. Tomo el teléfono,
salgo de la habitación yéndome a la cocina por un vaso de agua, pido que
me preparen el almuerzo a pesar de que ya son las 2 de la tarde. No he
comido desde anoche. Tomo asiento en la sala, revisando asuntos
importantes en el teléfono.
Megan baja con el equipaje y ya lista para largarse. Ya era hora, la he
tenido detrás de mí desde hace días. Tanta cercanía no me gusta, necesito
mi espacio personal y más ahora.
Se me acerca, duda en despedirse con un beso pero me pongo de pie
tomándola de la nuca para que mire mis ojos.
—No quiero espectáculos, Megan. Molestarme no sería buena idea —
le dejo claro.
—Despreocúpate.
—Ajá— la suelto y vuelvo a sentarme.
Se va y por fin quedo en paz, sin nadie que me amargue mientras hablo
por teléfono ignorando la zozobra de la molestia que aparece al saber que
ya debe estar por llegar la mujer que me ha ignorado los mensajes, las
llamadas y las veces que intenté comunicarme con ella.
A mí nadie me hace desplante, y ella no será la excepción.
Dimitri aparece. Ayer lo trajeron del veterinario. Huele a recién bañado
y dejo que se suba al sofá quedando a mi lado mientras reviso algunos
correos de empresarios colegas.
Almuerzo solo y termino en la sala caminando de aquí para allá
mientras tardo dos horas en una llamada de suma importancia que me hace
despejar mi agenda del día de mañana para ocuparme de lo que debí hacer
hoy.
—Ya el escuadrón llegó —me avisan.
Tomo asiento. Mario entra con la pelirroja que desprende desprecio,
eso es lo único que su expresión corporal me demuestra al igual que la
molestia que le sentí desde la última vez que la ví en mi habitación.
—Señor, ya nos estamos reintegrando en el personal de seguridad.
Planificaré su salida de mañana, ya estoy al tanto de todo —me informa
ella.
Viste un vaquero alto, camisa mangas largas ceñida y el cabello en una
trenza que le cae en el hombro derecho.
—Puedes retirarte, Venus —le dice Mario.
Se va y me esfuerzo por no mirarla. Me trago todo el licor que tiene el
vaso que me trajeron hace unos minutos. No lo había tocado, pero ya me
dió sed.
—Debe estar molesto, hirviendo en ira, a punto de bombardear el
continente, pero le imploro que me deje respirar algo de aire, recién acabo
de llegar —pide mi mano derecha, tomando asiento.
—Nada de eso.
Frunce los labios como si quisiera decirme algo pero no lo hace.
—Señor...
—Habla. Sé que quieres hablarme como lo hacías antes.
—¿Puedo? —explaya los ojos, sorprendido.
—Hazlo antes de que me arrepienta. Suelta lo que tienes atascado en la
garganta —le cedo.
Se cruza de brazos, poniéndose cómodo.
—Amigo mío. Déjame decirte que noto como la miras, lo que
desprenden cuando está cerca, sobre todo cuando no hay nadie alrededor.
Odio y... Mejor no lo diré.
Suelto a reír. Hace tiempo no me decía cosas así. Nos conocemos
desde hace años. Y desde que tomé mi puesto, no nos habíamos sentado a
hablar en plan de amigos que somos pese a que también debe tratarme
como todos. Se nota que se moría por decirlo.
—Estás delirando. Eso es lo que pasa.
Niega varias veces.
—Ayer casi me muero de un paro cardíaco por culpa de ella. Está
buscando que tú me mates por estar...
—Mala idea haberte dado permiso para que hablaras —me arrepiento.
—¿Por qué? ¿A veces no te hace faltar hablar con alguien?. Se nota
que estás muy cómodo con tu soledad desde que terminaste la universidad.
—Muy cómodo. Nadie me hará cambiar de opinión.
—Bien. No dije nada. Solo espero que sus acciones no me acarreen
consecuencias a mí Ruego para que no —responde.
Reviso el mensaje que me acaba de llegar. Cambiamos el tema, me
pone al tanto de lo que requiero y le doy las órdenes que esperaban por su
llegada. El trabajo no se acaba, aún quedan semanas sin un respiro.
En el estudio nos ponemos a revisar el dispositivo que fui a buscar.
Dejándome observar lo que tanto quisieron hacerme llegar, y cuando
sucedió, tuve que sacarlo con mis propias manos. Eso y lo que me entregó
Charles, serán lo todo lo que se necesita.
—Esperaré tu orden para ponernos en marcha —cierra el malentín.
—Aún no. Debo encargarme de algunas cosas y unas de esas es en la
casa de Susan Mullan.
—¿Lo harás?
—¿Qué?.
—Pues casarte.
—La confianza era para hace un momento. No te acostumbres —lo
miro mal.
Alza las manos rindiéndose.
—Lo siento, señor. No hablaré de nuevo.
El perro se desespera mirando por el ventanal que tengo detrás. Se para
en dos patas y ladra no sé por qué.
—Dimitri, basta— estrello el puño en la mesa.
No me hace caso.
—Al parecer le gusta Venus— menciona Mario mirando detrás de mí.
Me giro, y en definitiva es ella quien lo tiene así de energizado
queriendo salir.
Me froto las manos en el cabello.
—Que venga a sacarlo —dictamino.
Por el intercomunicador la llama. Entra por el perro que se va detrás de
ella. Espero que salga y me pongo de pie abriendo la caja fuerte que está
detrás de la pecera.
—Creo que tus pecesitos tienen hambre.
Esta noche les daré a Venus.
—Búscales un brazo o la pierna de alguien — saco lo que necesito y
guardo lo que está sobre el escritorio.
—De a dónde voy a...—se interrumpe—. Ahora vuelvo.
Vuelve con un gran pedazo de carne.
—No les doy esa clase de comida —le aviso.
—¿Comen solo carne humana?
—Sí. Ve y dile a Dan que te dé el cuerpo del sujeto que me trajo el
chip. Debe estar en la cajuela del auto.
—Oh, eso. Lo ví picado en una nevera portátil. Tanto trabajo ya me
tiene desinformado de muchas cosas de tu vida —se queja— Tenemos que
planificar una salida a tomarnos algo.
—Ya veremos. Ve y búscalo— vuelvo a tomar asiento—. Dale también
a Dimitri. No sé si comió antes de que llegué.
—Ahora lo hago.
Se pierde, me mantengo trabajando y tomando coñac mientras se
ocupa de lo que le pedí, organiza lo que tiene pendiente y lo hace solo
porque no quiero a la pelirroja en mi mismo entorno. Tengo un dolor de
testículos que me va a matar, no aguanto el estrés y el licor solo me pone
peor porque quiero, necesito y voy a correrme asi tenga que masturbarme
cuando me vaya a duchar.
He tratado de no fumar. Pero lo termino haciendo cuando reviso los
planos de las armas que se van a comenzar a fabricar dentro unos meses, al
igual que las municiones. Mi cabeza debe estar en todo lo que vendrá, es
una de las cosas más importantes a la que le daré inicio. No puedo
desconcentrarme, desviarme del camino o permitir que mis planes se vayan
a la basura.
—Creo que podríamos agregar un cañón desarmable —propone pero
no sé de qué me está hablando, me perdí pensando lo que no debía.
—Sigue tú. Me duele la cabeza, necesito un baño y después tomarme
una pastilla para dormir —me saco la camisa, hace calor—. Deja todo
organizado antes de salir. No quiero a nadie dentro de la casa.
—Ok, señor. Descanse tranquilo.
Es lo que menos haré.
Subo las escaleras borrando los mensajes que tengo en el teléfono.
Megan se fue hoy y ya anda como si no me ha visto en dos décadas.
Me ducho con agua fría, me lavo los dientes y me aplico lo que me
ayuda a eliminar la picazón que siento en las manos. Salgo, enciendo la tv y
pongo una de las pornos que fueron grabadas exclusivamente para mí.
Mujeres tocándose, azotándose y haciendo orgías calientes se me ayudan a
ponerme más duro de lo que estaba.
Me siento en la cama, con la espalda apoyada en el cabezal. Comienzo
a tocarme lento y despacio, sin apartar la mirada de la tv. Dejando que mi
palma presione levemente la dureza que palpita de dolor, los testículos están
tan tensos que no puedo moverme a gusto. Debo deshacerme de esto
maldita eyaculación.
Cuando me doy cuenta llevo una hora en esto y nada. La película no
ayuda, la siguiente no sirve y la tercera no me causa nada, nada. Frustrado
me paso las manos por el rostro, maldiciendo que mi mente quiera
concentrarse en alguien en específico, porque eso es lo que trae de repente;
sus labios sobre mi corona rosada y húmeda por su saliva, mi miembro
entrando en su pequeña vagina, enrojeciendo sus jugosos pliegues,
sacándole esa deliciosa humedad que me la baña tan jodidamente rico.
La odio. Detesto que mi pecho se agite frenéticamente con los latidos
fuertes que mi corazón comienza. Siento que no respiro bien. Abro la boca,
echo la cabeza hacia atrás y cierro lo ojos sin dejar de agitar la mano,
buscando el orgasmo que llega dejándome jodido, molesto e irritado porque
fue con su recuerdo, pensando en ella y echándole leña al fuego que me
quema queriendo consumirla como siempre que lo hago.
Mis fluidos caen sobre mi piel y estoy tan desorientado como para
levantarme. Simplemente dejo que mi miembro duro repose sobre mi
abdomen. Al igual que la mano que se ensució porque parezco un adicto al
sexo que llevaba meses conteniendo lo que ahora se salió, pero, no me
siento mejor, estoy peor.
No abro lo ojos ni cuando la puerta se abre y cierra. Solo una persona
entra así y no me molesto en mirarla. No dice nada y no tengo que adivinar
para saber que me está mirando la verga.
—¿Ahora te masturbas? —su sexy voz se oye demasiado cerca—.
Vaya. Ahora el Alpha de la mafia se consiente el mismo en vez de llamar a
una de sus tantas putas, o tal vez a su novia cornuda.
Su risita baja llega a mis oídos. Dejo el brazo detrás de mi nunca
ignorando su presencia. La siento a mi lado, por eso no ahora los ojos,
porque si la veo, la tomaré y no la voy a soltar.
Una caricia lenta se pasea por el camino entre mis pectolares,
descendiendo despacio hasta unos centímetros más arriba de la corona de
mi miembro que en ningún momento a dejado de estar duro, y ahora menos
que lo toca con los dedos, llegando hasta los testículos que presiona
despacio acariciándome y poniéndome tenso.
Su tacto es una maldición. Mi piel arde y se llena de esa sensación que
solo la eliminaría si la tengo debajo de mí. Pero sé lo que hace y por eso
sujeto su mano y abro los ojos recibiendo un impacto fulminante en el tórax
cuando la veo vestida con una bata de seda, un provocativo baby doll y el
cabello en una coleta alta. Me pierdo mirando las medias pantys que
abrazan sus piernas.
Me quiere joder.
—¿Qué haces?
Apoya una mano en el borde de la cama. Su rostro está a centímetros
de mi falo, en posición de chuparlo pero...
—Te la voy a chupar, daddy —desliza la lengua desde mis testículos,
subiendo hasta la corona que chupa probando la eyaculación que ya estaba
y que se traga toda, sin dejar rastro, pasando la lengua, recogiendo cada
gota.
Hago el amago de detenerla pero presiosa mis testículos, con una
fuerza que me saca el aire y...
—¿Te gusta? —se la mete en la boca, comenzado con la tanda de
mamadas que la endurecen peor que antes.
No puedo. La muy astuta se está comportando como una dominante,
eso hace, dejándome quieto con el dolor que me recorre cada parte del
cuerpo por el apretón que me corta la llegada del clímax cada que succiona
como una experta. Desenfrenando mi cordura que muere por...
—Para...—musito a punto de correrme pero...
Lo vuelve hacer. Tercera vez que lo detiene y la frustración me toma,
intento tomarla pero se mete una gran parte que le llega hasta la garganta, y
se siente tan.... Mierda, demasiado rico.
—¿Quieres correrte? —pregunta, mirándome sin dejar de tocarme.
Se sube sobre mis piernas y puedo ver el atuendo en rojo que se le ve
muy bien en su piel. No puedo negarlo, ella es una mujer que no debería
sentirse menos en frente de ninguna otra porque es una diosa, un jodido
espécimen de mirada fría, sonrisa macabra, curvas sensuales y belleza
extraordinaria.
—¿Por qué me miras así? —se ríe dándome una mirada sexy y
malévola.
—Te odio...
Se pone en cuatro volviendo a pasar la lengua, chupando mis
testículos, mordiendo despacio dejándome a su merced porque puedo
cogermela ya. Pero mi cuerpo pide más de lo que hace. No soy de dejarme
tocar, no desde hace mucho tiempo, pero ahora, en este preciso momento
eso cambia.
—El sentimiento es mutuo, mi amor.
Algo impacta en mi interior y la tomo del cabello para que me mire.
—Preciosa, no me digas así si no quieres que sea la peor persona que
jamás hayas conocido.
—¿Y no lo eres siempre? —ladea la cabeza sin dejar de masturbarme.
Las piernas se me tensan, y alzo la pelvis al sentir que me voy a correr
pero...
—Lo eres siempre. Y por eso no te vas a correr, no me vas a coger y
muérete con la molestia de saber que yo si follé, me corrí y fue demasiado
tremendo hacerlo con alguien que no te ve como un pedazo de carne —se
aparta rápido, suelta una risa agria mirándome de esa manera en la que se
siente poderosa, indestructible y capaz de enfurecerme de celos—. No soy
de tus putas, no seré un plato de segunda mesa y tampoco eso que buscas
cuando tu novia no está.
Busca la puerta e intento levantarme pero el dolor de testículos me
deja con un horrible calambre en la pierna izquierda. La molestia le pone el
rostro rojo, los ojos brillando por la molestia e intento levantarme de nuevo.
—Si te vas, te voy a...—duele como la mierda.
—¿A qué?
Abre la puerta.
—Adler...
—Muérete, Herodes. Conmigo es todo o nada— cierra de un portazo
cuando sale.
Me acaba de hacer lo mismo que yo le hice cuando la castigue después
de haberse besado con Jayden y lo peor es que me siento como un estúpido
porque debería ir por ella, matarla y mandarla a sacar de mi casa por
insolente. A mi nadie me desprecia, falta el respeto o me niega algo.
«Ella lo acaba de hacer»
Mi teléfono suena con un mensaje. Estoy ardiendo, la cabeza me duele
pero aún así lo tomo y...
—Sabes que tengo la razón en lo que digo. O es ella, o soy yo. El
papel de amante ya no me gusta. Si tú eres posesivo y egoísta, yo puedo ser
peor. Buenas noches, Daddy.
Aprieto la mandíbula conteniendo las ganas de golpear algo. La pierna
no deja de cosquillear y a eso debo sumarle las ganas que no se van como
tampoco el dolor de testículos.
El teléfono vuelve a sonar y abro el mensaje que me pone peor. Es una
foto de ella en el baño, con el mismo atuendo pero con la mano presionando
su seno izquierdo, y una pose más caliente que la de alguna revista de
porno.
«Me llevará a la locura».
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Venus
Una vez, una de mis víctimas me dijo que soy la peor persona del
mundo. Un témpano sin corazón, un ser vacío por dentro, lleno de mierdas
y mugre que me dejaron desde que era una niña.
Tal vez sea cierto. Pero no soy así porque quiero. Ignorante la persona
que crea que sí.
—¿Y bien? —pregunta Yasmín por quinta vez desde que almorzamos.
—Pueda que no me quede mucho tiempo de vida. No después de lo
que le hice.
—Se lo merecía. Pero si me preocupa lo que provoque eso. Osea, es el
Alpha, tuviste mucha valentía, no te tembló el pulso. Pero sabes con quién
estás tratando.
Lo tengo bien claro desde que comencé a trabajar con él.
—Que haga lo que le dé la gana. No me interesa. Si muero será con la
satisfacción de haberlo puesto en su lugar. ¿Qué esperaba? ¿Seguirme
teniendo como segunda opción?.
Me enfurecen muchas cosas que pasan por mi cabeza. Lo que he
sentido estos últimos días y lo que me carcome por dentro cuando lo veo o
está cerca de mí. No sé cómo describirlo.
—Los hombres como él son así. No sé puede esperar nada. Solo les
importa el poder.
Más nada.
Termino de vestirme. No lo he visto desde anoche. Es extraño que no
me ha llamado para matarme. ¿Qué tramará?
—Tampoco podías esperar que dejara a Megan por ti...—me dice y la
miro mal— No digo que sea mejor que tú. Es solo que las reglas de la
organización, su puesto, el estatus de ella, las familias—continúa.
—Me importa una mierda lo que eso significa— espeto.
—Estás muy irritable...
Dejo caer la cartera en la cama.
—¿Podemos dejar de hablar de él?
—Como digas —carga las armas y sale.
Uso la chaqueta. Acomodo el intercomunicador y salgo mandando a
todos a sus posiciones. Las camionetas esperan, Mario sale poniéndose al
volante de una y con la mayor incomodidad del mundo, le abro la puerta al
soberbio pelinegro que sale vistiendo un traje gris. No me mira, su mal
genio se palpa cuando sube ordenando no llegar tarde.
Tal vez esté planeando mi muerte lenta y dolorosa. No lo sé, pero su
actitud no me dice que ande en plan defensivo, es el mismo que siempre,
odioso, malhumorado pero no en términos más grandes que lo habitual.
Al llegar al hotel me acomodo los lentes antes de bajar. La prensa tiene
acaparada la entrada. Aparto a varios, despejando el camino. Los demás
toman sus posiciones y al entrar mantengo la distancia en compañía de Dan
y Arturo. Mario es el único que camina al lado del Alpha quien posa para
algunas fotos, deja que lo entrevisten sobre la cadena de hoteles lujosos. El
secretario ejecutivo se le une, al igual que otros sujetos.
Una banda de música clásica toca en el salón de eventos, los camareros
reparten bebidas y los vallet guían a los huéspedes que van hacer sus
reservaciones ya que cada hotel fue remodelado y hoy abren sus puertas.
La prensa está loca con esto. Cae un meteorito y no le prestarían
atención ya que prefieren estar aquí tomándole fotos a Herodes. Y como no
han de hacerlo, casi nunca va a un evento o tienen la oportunidad de verlo
de frente. Por ende, aprovechan la más mínima oportunidad para saber
sobre él.
Obviamente no sería algo de propiedad Blackwood sino tiene más
lujos de los necesarios. La decoración es como si entraras a una época
imperial. Decoración Art déco, mobiliario cubista, pero con morena
tecnología que se acopla perfectamente al entorno. Todo me recuerda a su
casa. Es un estilo parecido, pero con más modernidad.
Todos lo miran, a donde se mueva capta las miradas. Muchos se
acercan a felicitarlo por la adquisición, pero lo mínimo que se llevan es un
asentimiento de cabeza. No sonríe, no se nota complacido por estar aquí
pero aún así se ve que se siente superior, como si estuviera entre pequeñas
basuras que no se le comparan.
Nos movemos por todos lados. Lo guían mostrándole cada parte, la
enorme piscina climatizada, el spa, el salón de actividades deportivas, las
zonas del jardín...
Termina sentado, platicando, tomando vino y recibiendo halagos.
Muchas caras famosas llegan, también se le acercan, la prensa sigue
buscando más primicias y a mi el aburrimiento me va a matar porque solo
estoy aquí de pie, haciendo absolutamente nada.
—Recuerda ir preparando todo para mañana— habla Mario solo para
los dos. Debe viajar y no vuelve sino el fin de semana—. Que nada te salga
mal. No te conviene.
—Pierde cuidado.
—No me pidas eso después de lo que andas haciendo.
—No sé de qué me hablas— me cruzo de brazos.
—Ve a quién le intentas evadir el tema. A mí que sé hasta si un ratón
anda por la casa.
Me giro, abruptamente mirándolo con mi mejor cara de ofendida.
—¿Me llamas mentirosa?— alzo las cejas—. Me siento ofendida,
Mario.
—No te hagas la santa.
—No me hago nada.
Suspira profundamente. No me tiene paciencia, esa acción siempre me
lo confirma.
—Tú sabrás en donde te metes. Solo te diré que no es en una cueva
linda o benevolente.
—No sé de qué me hablas —canturreo en voz baja.
—Te voy a contar algo que te puede interesar, eso so de aquí a mi
regreso sigues intacta— me dice.
Puta que ofertón. Me interesa.
—¿Algo cómo qué?
Duda, y...
—No sé.
—Mario...
Se va hasta el puesto de mi jefe. Ignorándome por el resto del tiempo
que nos mantenemos aquí.
—Movimiento sospechoso al sur del hotel — avisa Flavio por el
intercomunicador.
—Detalles y radio de distancia —pido yéndome al puesto de Dan—.
Atento y sin salir de aquí.
Salgo del establecimiento, la prensa sigue por todos lados, la gente me
dificulta el paso pero salgo organizando a los que están en la entrada.
—Detectores —le ordeno al hacker. Espero el aviso. Estudio el
perímetro, sin perder de vista a un sola persona—. Flavio...
—Nada. Ya Kilian y Enola se están movilizando al punto específico.
—Que no pierdan tiempo.
Mario sale, lo tranquilizo y vuelve a entrar con la llamada que recibe.
—Kilian ¿Novedad?
El cúmulo de personas es demasiado. Parece que están esperando una
celebridad porque no dejan que nadie salga o entre y eso empieza a
desesperarme.
—Kilian...—insisto.
—Un espía ruso —responde.
Me muevo con el aviso. Ya todos escucharon y están están alertas.
—Sácale información útil. Debemos saber qué hace por estos lares. Tal
vez planeen un atentado.
—Ya me pongo en eso.
Traen las camionetas. Despejamos la entrada y entro. Mi jefe sigue
hablando, no deja que Mario se le acerque y soy yo la que lo hace aunque
no pueda.
—Señor, un espía ruso estaba a 100 metros de distancia, ya lo
interceptamos. Lo más seguro sería irnos —le digo y se pone de pie,
yéndose no sé a dónde pero me voy detrás de él—. Señor...
Entra al restaurante. Los trabajadores se dispersan dando privacidad y
vuelvo a insistir al verlo servirse un trago en el mini bar.
—Herodes...
—Soluciónalo —me dice de mala gana—. No me vengas a decir que
nos vamos porque me apetece hacerlo aún.
Aquí va con su faceta de insoportable odioso.
—Oh vamos, no estarás así por...—callo cuando me mira.
Está molesto, y mucho.
—¿Por tú descaro, desplante e insolencia?— me encara.
—No vamos a ponernos con eso. Te estoy hablando de tu seguridad,
no de follar. Tú eres quien decide si sé quiere ir o no. Yo solo cumplo con
mi trabajo.
—Para eso tengo un equipo de seguridad, y según: los mercenarios
más letales cuidándome la espalda —asevera—. ¿O no pueden con un
simple espía?.
Tomo una bocana de aire. Me llena de estrés y ganas de plantarle una
bofetada.
—Como usted diga. Entonces iré a encargarme personalmente.
Lo esquivo para irme pero me toma del brazo.
—Tú trabajo es estar en donde yo lo esté. No ir a sacarle información a
alguien. Eso es para los que vigilan desde afuera —ejerce presión—. Te
quedas aquí. Así que mueve ese culo y da la orden, pero de aquí no sales
hasta que yo te lo permita.
Paciencia. Imploro paciencia para mis adentros.
—Ok— me zafo, apartándome.
Hago lo que se requiere en casos como este. Kilian me mantiene
informado, y Mario sigue allá afuera esperando noticias para movernos en
caso de que se requiera.
—Listo, señor —que ganas tengo de patearle el trasero.
Toma asiento en una de las mesas. Enciende un cigarrillo y señala una
silla para que me siente. Lo hago sin titubear. Se ve molesto, algo me dirá
que se toma su tiempo fumando hasta que se acaricia el mentón y me
preparo porque aquí vamos.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunta—. Dímelo, porque no te
entiendo.
Me muerdo el interior del labio. Organizando las palabras en mi
cabeza.
—Que me des mi puesto. No quiero ser un pedazo de carne que veas
como tú segunda opción o una puta que siempre estará para cuando te
venga en gana —empiezo, sin titubear o dudar—. Dime de una buena vez.
Ya me cansé de ser una amante. Y si eso es lo que querías. Avísame para
darle punto y final.
Guarda silencio. Mirándome sin ningún tipo de expresión que me diga
algo.
—¿En qué momento me dijiste que terminarías enamorada de mí? —
réplica, con un tono más duro y frío—. Quedamos en que sería solo sexo.
Ahora me sales con esto. No me digas que te dé tú puesto cuando sabes
muy bien lo que muchas veces te dejé claro, sin embargo, vienes y me haces
pensar otra cosa.
—¿Enamorada?
—Confiesa. O dime otra excusa para tus ataques de celos.
—No son celos.
—¿Qué es entonces?
—Cuidar mi dignidad. Puedo ser una amante, pero una que vean como
prioridad y no la dejen de lado cuando alguien aparece.
—No te dejo de lado.
—Claro que lo haces. Cada que Megan anda detrás de ti, no volteas ni
a mirarme al menos que sea para amenazarme. No soy una de tus sumisas,
Herodes. Sabes que no me voy a dejar dominar como tú quisieras.
—Tengo claro cómo son las cosas contigo, por ende, no pienso darte
más alas. De ser así, tendrías que aceptar de una vez por todas que me
perteneces y si quieres exclusividad, debes dejarme hacer mis cosas. No te
voy a estar dando explicaciones, tampoco te diré lo que pienso hacer porque
bien puedes esperar que suceda.
No me da un momento para procesar.
—Pero no puedes molestarte y en mismo irte a follar con alguien más
—zanja.
—Eso lo haces eres tú. Yo lo hice cuando ya había roto cualquier lazo
sexoso contigo. Te dejé clara mi decisión y aún así me llamas cuando estoy
trabajando. ¿Para qué? ¿Para dejarme más claros tus delirios de posesividad
—me altero— Te acuestas con las que quieres y después quieres clavarte en
mi vagina como si yo fuese una de ellas ¿Tan poquito valgo para ti?
Sus ojos se oscurecen y los noto más vacíos y fríos.
—Regula el tono. Creo que darte mucha libertad fue el error que
cometí.
—Tú único error fue mostrarme que eres diferente cuando estás a solas
conmigo y cuando regresas a tus deberes —no me voy a dejar.
—Adler, hagamos algo —deja el cigarrillo en el cenicero. Los dedos
los tamborilea en la mesa sin dejar de mirarme—, Tú me dices que carajos
pretendes y yo hago lo mismo.
No es tonto. Yo tampoco lo soy.
Apoyo los codos en la mesa. Sin perder el contacto visual porque él no
lo hace y hacerlo sería demostrarle vulnerabilidad ante su frialdad.
—Pretendo que dejemos esto hasta aquí. Sin más sexo o obligaciones
entre ambos. Solo una relación normal de jefe y empleada. Es lo que pido y
lo tendré porque no me vas a obligar a lo contrario ¿O si?.
—No recuerdo haberte obligado ningúna vez desde que hemos estado.
No hubo arrepentimiento de por medio, y mucho menos después. ¿O si
llegaste a sentirlo? —sonríe.
Niego. Nunca me arrepentí. No lo habría hecho sino estaba segura. No
soy vagina incontrolable. No como él quisiera.
—Bien, entonces se acabó.
Asiento, decidida me pongo de pie con el aviso en el
intercomunicador.
—Un placer haber follado contigo. Pero no eres tonto, sé que
entendiste más allá de lo que acabamos de hablar. Por eso te dejo, para que
te lo pienses por un rato. Iré a encargarme de los asuntos de allá afuera —
me acomodo la chaqueta.
—Ajá.
Acabo de hacer lo correcto. No niego que hubieron cosas que me
comprimieron el pecho cuando las dije, y otras que salieron esperando una
respuesta positiva de su parte. Pero no hubo nada. Decidimos acabar con
esto, ok, bien.
Veremos cuanto dura la farsa.
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Bueno... Ya veremos.

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Los amo

Osly
Capítulo 67

________▪▪Redentor▪▪__ ______

Judas
Creí que manteniendo la distancia y no involucrándome saldría de
muchos pesos.
Las organizaciones del acuerdo ya están tomando medidas en sus
límites. El Alpha fue claro al amenazar, y dando una clara señal de que
matará a los que traicionen. Claro ejemplo de la cantidad de cabezas que
cayeron en la calle de Alemania.
Aquí nadie no se anda con juegos. Los rusos están decididos a negarse
a toda alianza. No les queda de otra que cumplir órdenes de su líder la cual
hace lo que su hijo le pida, por el simple hecho de que es lo único que tiene
de su difunto esposo.
Tantos problemas que se desatarán y no hablo de ahora, sino a futuro.
Todo por el instinto de obsesión, eso Braden por una de las Blackwood. No
fue correspondido por razones que desconozco, pero el muy terco está
dejando que el orgullo de ardido lo controle. Lanzando a su familia a la
boca del demonio.
Me mantengo de pie disfrutando del aire playero. Llegué hace unos
minutos y a diferencia de Arthur, su madre no se queda quieta, intentando
convencerme de salirme del tratado y unirme a la mafia rusa. Nunca ha
estado de acuerdo con mis decisiones. Dice que llevaré a todos directo a la
tumba por estar de buenas con quien considera nuestro enemigo.
—Sobrino, tienes tiempo para recapacitar, es el momento —prosigue.
Su hijo rueda los ojos, cruzándose de brazos.
—Mamá ¿No te cansas?
—¿Ahora eres tú?
—Santino no vino y ya entiendo por qué.
Para no morir de molestia por culpa del mismo tema de siempre.
—No me parece ético tener que estar de "amigos", con esas escorias de
personas.
—Esas "escorias de personas", como tú las llamas, serían un serio
dolor de cabeza. ¿Para qué volver a lo de antes si ahora no tenemos
motivos? Creo que nunca los hemos tenido.
—El motivo es el mismo de siempre. Yo no lo olvidaré nunca. Ni
siquiera por la opción que “lo solucionó”.
—Eso ya es pasado —le resta importancia.
—Que poco corazón tienes. Eres un insensible, ya no me queda dudas.
Le tienes más amor y devoción a Judas...
—¡Suficiente, Alessia! —la corto.
Ya me tiene harto, no la hubiera dejado venir si esto no fuese
necesario.
Aprieta la mandíbula. No artícula palabra alguna. Me mira con ojos
llenos de desacuerdo y procedo a sentarme.
—Cuida lo que vas a decir cuando lleguen. No quiero tener que
relevarte de tus obligaciones y dejarte a la suerte.
Arthur se mantiene en silencio. Sabe que no ando con juegos, puedo
ser benevolente en ocasiones, pero en la mayoría puedo ser una mierda de
persona hasta con los que llevan mi apellido.
—Ya llegaron —me avisa Naigel.
Los matones se toman el sitio con la entrada de los miembros
principales de los Marakov. Braden camina la lado de su madre quien toma
asiento en el otro extremo de la mesa del restaurante en el que estamos.
Ocupo mi puesto en el extremo que estoy.
—Disculpen el retraso. El tráfico es un rotundo caos —se disculpa la
rusa.
—A lo que vinimos. Mientras más rápido mejor —hablo.
Los demás no se han terminado de acomodar en la silla cuando Braden
esparce varias hojas en el centro de la mesa.
—No daré marcha atrás con mi decisión. Menos después de que el
Alpha me mandó el atentado en Sídney —espeta.
Alessia ojea la información al igual que Arthur y los demás. Mi cabeza
solo se quedó en la imagen de la mujer que sale unos pasos detrás de su jefe
«Venus».
—Escuadrón alfa. Un grupo de hombres y mujeres que hacen la vida
imposible a quien su jefe quiera. ¿Cómo lo sé? —mueve la mano, sus
hombres adentran a un sujeto que lanzan al suelo—. He aquí mi cajita de
información.
Tiran de las cadenas que atan sus manos hacia atrás. Tiene la cara llena
de moretones. Viste ropa rota salpicada de sangre y su aspecto parece el de
un vagabundo.
—¿Quién es ese? —increpa Alessia.
—Lo hallé en uno de mis bares. Buscando información sobre nuestra
organización —me responde Gerald, hermano de Malikha—. Sacarle algo
no fue fácil, pero no daré detalles de eso. Solo diré que no es de los
hombres del Alpha, pero si uno de los guardaespaldas de su padre.
—Entonces, no pasó ni una semana y ya estaba buscando como
deshacerse de ustedes —comenta Arthur—; es lógico. Yo haría lo mismo si
traicionan una palabra.
—Aquí estamos conscientes de lo que conlleva la independencia —
asevera Braden—. Para eso convocamos esta reunión —me mira en señal
de que lo secunde.
Suspiro hondo mirando a su madre.
—La reunión la convoqué para dejar claro que no me saldré del
tratado. No busco enemigos, tampoco quiero que ustedes lo sean. Por ello
cada quien hará como si no nos conocemos, dejaremos las cosas en paz y
cada quien por su lado en estos momentos.
Yelena Marakova se ríe.
—Puedes decir eso. Pero independientemente de lo que nos llevemos
conociendo, si tú sigues con ellos ya es motivo suficiente para que seas
nuestro enemigo también—me dice.
—Enemigos sin razones para matarse. Porque aquí su problema es con
los Blackwood, y cualquier cartel que lo apoye —hago saber.
Arthur mira a la hija del ruso que no deja de apoyar a su sobrino. Es
obvio que también lo respeta por ser el sucesor de su hermana.
—Yo sinceramente, no apoyo ese estúpido tratado de paz —interviene
Alessia como si no le ordené que no tocara el tema—. Pero soy una Rinaldi,
y pues...
—¿Por qué no lo apoyas?, ¿Notaste que no debemos estar rindiendo
pleitesía a Herodes? —indaga Yelena.
—Eso no es de importancia. Mi organización la dirijo yo. Y si yo digo
que no me saldré, no lo haré —miro a Braden—. Nos conocemos desde
hace mucho tiempo. Tu padre conoció al mío. Sería una falta de respeto a
sus memorias si terminamos en una estúpida guerra.
—La falta de respeto ya se la estamos dando con esto de separar la
amistad por un ridículo tratado.
—Tratado que tiene al mundo en menos discordias.
—No me interesa echarle leña al fuego. No pienso seguir debajo de la
sombra del Alpha. ¿Por qué nos limitamos a derribarlo? —me reclama—.
Seríamos las organizaciones más poderosas.
—Tendríamos la mafia de muchos gobiernos, cuarteles militares,
fábricas de armas...—asegura Gerald.
—Todas son independientes. Que no se te olvide eso —agrego—.
Cada quien trafica en su continente, y no creo que el cartel chino e Israel te
vayan a besar los pies dándote para armas, tecnología y droga.
—La droga no me hace falta. La mía es una de las mejores y aquí
nadie puede ponerlo en duda —eleva la voz.
—No entremos en discusión—pide Malikha.
Su hijo parece un toro. No hay quien lo haga entrar en razón y nadie lo
hará si su madre se hace la ignorante con todo lo que está pasando y que va
a empeorar.
—No pido romper la amistad entre familias. No me malinterpreten —
me molesto—. Hablo de que cada quien se ocupe de lo suyo.
—¿Distanciarnos?—replica el terco.
—Básicamente si— le responde Arthur.
Ninguno se ve conforme con lo que estoy dictaminando. Aquí no vine
a proponer algo que no puede ser. Estoy tranquilo como para buscar lo que
tienen ellos encima. Suficiente tengo con el CEICC, a eso debo agregarle lo
que debo ir a solucionar con el ministro de Australia.
—No estamos de acuerdo. Eso se nota.— me pongo de pie—, Por
ende, cada quien se irá en paz. Les aseguro que no iré por sus cabezas.
Nadie me obligará. No tengo que recordarles las reglas del tratado porque
ustedes las saben. Sin embargo, lo hago saber para no tener que
preocuparme por enemigos que no quiero.
Braden sigue molesto. El pretende que hagamos una alianza. ¿Pero
para qué? ¿Acaso tengo motivos? No.
—Desde ahora, ustedes no pisan Rusia y nosotros no pisaremos Italia
—habla de mala gana..
—Como digas.
Sigo mi camino pero su voz me detiene.
—No se vale arrepentimientos.
Me trago lo que iba a responder. No tiene caso hablar con una persona
que se deja llevar por el orgullo. Así nadie razona bien.
Abordamos el auto. Arthur no dice nada pero su madre abre la boca
buscando que la deje aquí en medio de la nada.
—Estoy viendo claramente que terminaremos como menos quieres —
murmura.
—Cuando eso suceda será porque habrán razones. Por ahora no las hay
y no pienso buscarlas —espeto—. Más bien concéntrate en tu querido
novio, sino quieres que lo mate.
—Tranquilo. Lo tengo todo controlado.
—Eso espero.
Abandonamos Rusia. Son varias horas de vuelo hasta Australia. En el
camino hablo con mi hija, no deja de estar molesta porque le prometí
llevarla a Bombay, pero tengo algo que hacer y eso me priva de complacerla
por esta vez. Le recalco que lo haremos cuando regrese, pero entra en esa
faceta que me preocupa, su madre me avisa cuando logra calmarla, aún así
no se va la preocupación ni cuando voy de camino a la fábrica.
Bajo cuando me abren la puerta. El encargado nos recibe y Riley
Walker aparece dejando que Alessia lo bese sin importarle nuestra
presencia. Arthur se mueve a mirar como van las cosas, yo me voy a la
mesa y tomo asiento mirando las cajas que están cargando.
—¿Cómo va la extracción? —reviso los planos.
Dejan de besarse. Mi tía se acomoda el labial y el ministro se me
acerca algo agitado.
—Bi...bien.. de maravilla...— se limpia la frente con un pañuelo.
Alessia toma asiento acomodando su camisa. Sin dejar de lado la
coquetería.
—Esta semana la extracción subió un 10%. Se halló un punto
específico en un área nueva, de las que no se habían explorado —
comienzan a ponerme al tanto—. La localización fue a unos 20 metros más
de profundidad.
—¿Por qué no la habían explorado antes?— Arthur se une.
—El encargado de la excavación no estaba haciendo bien su trabajo.
—¿Y qué hacían con un bueno para nada aquí?— reclama Alessia.
—No había presentado ninguna falla. Pero últimamente...
—Espero que lo hayan matado— digo.
—Por supuesto. Ya me encargué.
—Eres muy eficiente, querido, eso me gusta —le dice su pupila.
—Es un placer trabajar con el sobrino del amor de mi vida —le guiña
un ojo.
Carraspeo eliminando la incomodidad que me causa recordar a la
mujer que debería salir de mi cabeza. Arthur se ríe despacio mirándome.
—Quiero ver la nueva área —me pongo de pie quitándome el saco—.
Ahora mismo.
—Concuerdo, primo —me entrega un overol y un casco.
—Señor, su esposa llamó —me avisa Naigel.
Reviso mi teléfono y recién noto que se descargó. Aprovecho para
llamarla. Lena se instala a pedirme una cantidad de cosas que no entiendo
porque voy bajando en el ascensor que nos adentra varios metros debajo de
la tierra y la comunicación se pierde.
—Debí quedarme con mi madre, la tierra no me gusta —se queja mi
primo.
El olor a humedad es demasiado intenso. No sufro de claustrofobia
pero aquí es difícil no sentir que en cualquier momento la tierra puede
tragarte. Me muestran un poco del área mientras platico con Riley, me pone
al tanto de algunas cosas delicadas que me interesan mucho.
Debería concentrarme bien. Pero no puedo, mi cabeza no aparta el
pensamiento y menos sabiendo que la mafia rusa tiene motivos para casar a
la mujer que se ha vuelto mi fantasía sexosa la cual me habría matado a mi
también por haberme metido entre ella y Braden cuando intentó matarlo.
Además de hermosa, es peligrosamente sexy y letal. Otros motivos
para que me siga matando de ganas por tenerla aunque sea una noche.
Resuelvo lo que vine hacer en Australia. Al llegar a Italia ya es de
madrugada. Estoy cansado, cachondo y no me ayuda el saber que el CEICC
anda rondando la ciudad. Aparte de que los rusos ya están haciendo de las
suyas después de que preferí quedarme en el tratado de paz.
Tendré más estrés y problemas con los que lidiar.
__________✧✧___________
_________________________

Venus
Como si nada pasó.
Así anda después de lo que hablamos ayer. ¿Y hoy?, Hoy me ignora de
la mejor manera que sabe.
Me despreocupo. Tengo cosas que hacer, y una de ellas es organizar su
llegada cuando el jet aterriza. Las camionetas se ponen en marcha. Y cabe
recalcar que no me gusta esta ciudad. Pero nada puedo hacer.
Rezo para que el camino se tarde más de lo normal. Tal vez se haga
eterno. Eso quisiera. Pero en menos de 20 minutos ya estamos en la casa de
las Gelbero.
Una cena. Solo será eso «De compromiso» Mis subconscientes no me
ayudan en nada
Aseguramos el perímetro. El jardín trasero lo decoraron con muchas
sillas y mesas, como si fuese haber una fiesta o algo parecido, nada de cena
sencilla solo para ambas familias. Se nota que Megan se sobrepasó y la cara
de mi jefe lo demuestra. Si en todo el camino andaba con cara de perro
rabioso, esta vez parece que arderá en llamas.
Hay demasiada gente, además de que cada vez llegan más y más.
Todos visten costoso, beben vino del bueno y parlotean sin dejar de mirar
en nuestra dirección.
Todos se dispersan y solo Dan y yo nos adentramos con él a donde se
mueve porque debemos estar alertas aunque haya seguridad por todos lados.
La matriarca de los Gelbero «Susan Mullan» está hablando con una
mujer, parece afanada, estresada y al ver a su “yerno” se pone pálida, blanca
como una hoja.
—Bonita fiesta de compromiso —susurro para mí, evitando reírme
cuando se le acerca.
—¿Qué es todo esto?
Balbucea, nerviosa.
—Herodes... bienvenido —viste un traje a la medida, el cabello
recogido y una carpeta en la mano—. Por fin llegas.
—Llego y me encuentro con semejante evento. Parece que vendrá
media ciudad— responde con sequedad.
—Es tu cena de compromiso, lo menos que debería es ser “ordinaria”.
Sé a lo que se refiere. Pero no es como si me produjera emoción saber
que debo encadenarme a alguien.
—Señor, que bueno que ya esté aquí— se acerca Charles con una
mujer a su lado. La madre de su hija se pierde aprovechando la intromisión
—. ¿Aceptas que te invite un trago?
El pelinegro se guarda las manos en el bolsillo.
—Lo necesito o me daré la vuelta y me iré como entré —contesta con
pesadez.
—Vamos. No querremos que te vayas. Eres mi yerno, futuro esposo de
mi hija y parte de la familia.
—Aún no.
—6 meses pasan rápido.
Me quedo en un solo sitio, no tan lejos o cerca. Pero si en el mismo
entorno en el que está una mesa con dos chicas que murmuran sin dejar de
mirar a Herodes. Por lo que puedo escuchar son amigas de Megan y ambas
son mas conscientes de que no se casará con un pan de Dios.
—Se me acaba de alegrar la noche, y el resto del mes —hablan detrás
de mí.
Lo que me faltaba.
—Hola, Venus. Días sin verte —Brais se posa a mi lado al tiempo que
capto a Jayden llegar con Ksel y sus padres.
—No quiero amargarme la noche, por favor —aviso antes de que me
moleste.
—Tan odiosa. Vengo en buen plan —sigue—. ¿Y Yasmín? ¿Sigue con
king Kong?
Buscando que lo parta en dos.
—¿Y tú sigues siendo tan imbécil?— me burlo con el mismo tono.
—Siempre buscando como golpear dignidad.
—Tú no tienes.
—Mira quién lo dice.
Me giro para enfrentarlo pero lo veo irse en dirección hasta donde está
su jefe quien me ve, su guiño de ojo me hace cojer aire y pedir paciencia
porque será una noche horrible para mí.
Lucinda y Dwayne están en la misma mesa que el Alpha, al igual que
toda la familia Blackwood a excepción de la hija de Elyana.
Algunos fotógrafos se pasean por todos lados, fotografiando a quien se
le atraviesa en el medio. No es para menos, Susan tiró la casa por la ventana
con tremenda cena que parece un baile benéfico. Aunque ella no se vea
muy cómoda al lado de su ex pareja quien tuvo que dejar a su nueva mujer
en otra mesa mientras que esperan a Megan la cual aparece y...
Algo se me atora en la garganta al verla. Viste un Versace de encaje
con mangas caídas, la falda es de tubo y con piedrería en el pequeño
cinturón que la hace lucir delicada y sofisticada. El cabello en una trenza
que le cae sobre un hombro resaltando el maquillaje y los pendientes a
juego con el pequeño collar que abraza su cuello. Se ve hermosa, y el color
blanco del vestido es como si fuera al altar de una vez.
La banda de jazz cambia de música y siento que no respiro al ver que
mi jefe nota su llegada a la mesa, toma asiento al lado y se ven bien, no
puedo negarlo, aunque él no le preste suficiente atención. Aún así no la
ignora, de vez en cuando deja que le toque el brazo cuando se ríen por
alguna cosa que dice alguno.
Siento algo en la garganta, y eso baja, pero reafirma la sensación de
calor que me recorre cada parte del cuerpo como si me quemara, no me
dejara respirar bien y debería gritar para sacar lo que tengo atorado. Pero no
sé qué es, nunca antes había sentido algo así, o si algo parecido hace unos
días pero...
—Te ves pálida. ¿Estás bien?— Dan deja la mano sobre mi hombro.
Asiento para que se quede tranquilo.
—Quiero agua. Iré por un poco, quédate aquí—le pido.
Rodeo algunas mesas. Intentando ser invisible para los invitados pero
de momento me siento sofocada, con una ardor en el pecho y cuando cruzo
un árbol choco con alguien. Intento disculparme para no ser odiosa, pero no
lo hago al ver quién es.
—Por fin te veo tan de cerca —susurra mirándome de pies a cabeza—.
Ahora entiendo por qué mi hermano se masturba con una foto tuya.
—¿Qué?
—Olvídalo. Sigue haciendo tubtrabajo— me rodea y se va.
No estoy para estupideces. Avanzo rápido, buscando una empleada que
esté sola y pueda darme algo de agua. La encuentro, me da lo que pido y
por un momento me quedo sola queriendo aire. Pero nada me ayuda y al
regresar a mi puesto es peor.
El hijo de puta está fumando y su novia se acerca a la mesa que tengo
en frente, con la excusa de hablar con sus amigas pero la intención real
queda demostrada cuando habla en un tono que puedo escuchar y...
—¿Hermoso cierto? —muestra el anillo que tiene en el dedo, «Es una
perra»—. Él lo mandó a diseñar especialmente para mí
—Es precioso. Te ganaste al soltero más codiciado —exclama una
entre risitas de felicidad.
Debería caerles un rayo. Creo que estoy al límite de la molestia.
—Lo sé. Será mío para siempre. Tendremos hijos, viviremos juntos...
—alardea volteando a verme de vez en cuando—. Puede tener putas en
donde sea. Pero su mujer seré yo y la única que tendrá la dicha de decir, soy
la señora de Blackwood.
El estómago me arde con las miles de sensaciones amargas que me
abarcan y no sé como llevarlo porque de un momento a otro me siento
pequeña, como un insecto entre bestias de categoría alta. Ellos poderosos, y
yo una simple guardaespaldas que termina alejándose por un momento, en
busca de más aire, oxigenar el cerebro y desahogarse con el silencio.
Una vez me juré que nadie me haría sentir menos. No dejaré que
quieran hacerlo.
Me alejo lo más que puedo, hasta que la oscuridad me toma y la
música se escucha lejos al igual que lo que me recorre al estar cerca de él.
Ese maldito estimulante que no me deja en paz, porque puedo odiarlo, pero
lo deseo, y mucho, tanto que...
Me apoyo en un árbol, respiro hondo enterrando las uñas en mi pierna
queriendo reaccionar porque estoy por entrar en un arranque de ira y no
puedo permitirlo, no aquí.
Me acunclillo, mirando el suelo, dejando que la noche fría me
envuelva como lo hizo aquellas veces que cuando era niña salía a caminar
al bosque, aprovechando que me dejaban sola.
En estos momentos no me encuentro, me siento diferente, con un vacío
más grande que antes y...
«El amor solo te hace débil así que no lo sientas y destrúyelo», me
repito varias veces.
«Sin sentimientos no habrá debilidad», me recuerdo lo que siempre me
dejaron claro en la fortaleza.
El aire no llega a mis pulmones, el frío me hace temblar y el ardor en
la garganta me complica poniéndome peor, a raíz de eso surge un agobiante
palpito en la sien y no puedo controlarlo como debería porque..
El calor regresa como una ola diferente a las mías. Una mano se posa
en mi hombro y no quiero levantarme y mirarlo. Sé que es él, su aura puedo
reconocerla en donde sea.
Las piernas me traicionan, mi mente no acepta pero una corriente
extraña me pone de pie y mis manos se aferran a su saco, con la mirada
gacha aprieto la mandíbula conteniendo las ganas de querer quemar toda
esta maldita mierda pero...
—¿Te casarás después de todo? —la pregunta sale sola y mentalmente
me regaño pero ya es tarde—. ¿Lo harás?
No hay respuesta. El silencio nos envuelve por un buen rato en el que
sigo en la misma posición, sintiéndome como la mierda que por primera vez
no levanta la mirada en una situación así.
Me muerdo el labio. «Ya habíamos dejado las cosas de la mejor
manera». Siendo ignorada me hace sentir peor e intento apartarme para
irme pero me toma del brazo, sujeta mi mentón para que lo mire y sus ojos
me desnudan por dentro, buscando ver mi alma, algo que le dé vía libre
para lo que sé qué quiere ver...
—¿Confías en mí? —acaricia mi labio y pierdo la noción del tiempo,
espacio y momento—. Dime..
—Un día te dije que sí.
—¿Ahora ya no es lo mismo?
Trago grueso mirando el azul único de sus ojos.
—Sí.
La comisura derecha de su labio se eleva mostrando una pequeña
sonrisa de boca cerrada.
—Necesito que siga siendo así. Aunque me odies en estos momentos o
más adelante. Pero quiero que siempre confíes.
Acerca su rostro al mío, el olor a chicle y tabaco me teletransporta a la
primera vez que estuvimos tan cerca en la casa de la Isla.
—¿Lo vas a confesar? —pregunta ante mi silencio.
El contacto de su mano en mi brazo ya es suficiente para desestabilizar
muchas cosas en mi. No entiendo que me quiere decir y quedo más perdida
cuando sus labios chocan con los míos en un beso salvaje, efusivo y
apasionado como esos que nos damos, prendiendo mi interior que arde
preso de las miles de sensaciones que parecen rallar en la locura.
Mis manos se aferran a su torso a la vez que el movimiento lo lleva a
sujetarme el rostro con ambas manos, llenándome del calor que desprenden
sus palmas que acarician mis mejillas en lo que nuestras bocas se comen de
una manera extraordinaria, deliciosa y desesperada porque ya perdí la
cuenta de cuántas horas o días llevamos sin besarnos.
Sé que estoy mal y lo compruebo cuando recorta el beso y quedo con
los labios entreabiertos ardiendo, los ojos cerrados por lo que ocasiona el
que su dureza maltrate mi abdomen. Deberían dolerme los pies por estar
tanto tiempo en puntillas, pero no, nada me parece importante como el
momento en que besa mis labios, algo rápido y delicado. Nada que el suela
hacer.
—¿Lo vas a confesar? —vuelve a preguntar en un tono suave y que me
suena a una pequeña súplica.
—¿Qué?
—Sabes a lo que me refiero.
Sonrío despacio y abro los ojos.
—Lo haré cuando tú lo hagas.
—Entonces nunca sucederá.
Niega en desacuerdo. Abre la boca para hablar pero lo vuelvo a besar,
como mis ganas lo piden porque solo él me aviva de tal manera. No puedo
evitar sentirme tentada, extasiada y a la vez complacida por el beso hasta
que el ruido de una rama me pone alerta, mi vista viaja al lugar de donde se
produjo dicho ruido y... Lo capto, el destello rubio que desaparece rápido.
—Megan...—susurro.
—Estás paranoica. Nadie me siguió.
—¿Cómo sabes?. Tú me seguiste y ni siquiera lo noté.
Respira hondo.
—No fue ella, hubiera armado un drama de haber sido así —me
tranquiliza como si eso fuese a ayudar.
—No estoy ciega, creo haberla visto, es ella...
—Crees... O sea que no estás segura. Deja el miedo, no es ella.
Dudo en volver a besarlo, tiene razón, pero... Su teléfono suena varias
veces haciendo que lo saque y conteste sin soltarme la muñeca. Habla en
francés y yo no dejo de ver el sitio en donde vi a alguien, no estoy loca, fue
una mujer, juro que fue Megan.
«Como si eso importara».
Cuelga, guarda el aparato e intenta besarme de nuevo pero lo detengo.
—Aún sigo molesta por tu actitud de promiscuo. Recuerda que
habíamos dejado esto. No se me olvida. Así que, —lo aparto, ya se me pasó
un poco el arranque— No te emociones, no habrá sexo. No después de este
circo al que vine a cuidarte la espalda.
—En el que eres una importante espectadora.
—Ajá —me acomodo el blazer.
—¿Volveremos a ignorarnos?
—¿Qué tú crees? —vuelve mi amargura.
—Eres re bipolar, Adler.
—No hables solo por mí.
Me toma del mentón lastimándome con las uñas.
—No se me olvida lo que me hiciste ante anoche.
Aparto su mano soltando una carcajada.
—A mí tampoco. Lo disfruté como no tienes idea.
—Yo voy a disfrutar cobrármela.
—Buena suerte.
—Desea eso para ti misma —me aconseja con voz seria y fría—. No
olvidas nada, pero si lo rencoroso que puedo ser.
Dan llega y yo me voy a seguir con mi trabajo. Pero para mi sorpresa
ya la “cena” parece haber terminado porque todos se están yendo, Susan
despide a algunos al igual que su hija Tracy, no deja de mirar a Jayden,
sigue en la mesa con el resto de los Blackwood, Charles y su nueva esposa.
El Alpha llega, su padre le avisa que ya se van porque Megan se
desapareció con sus amigas y no dejó dicho a donde iría.
Algunos se ven molestos, la primera es Selena, Elyana no se queda
atrás y es la que se va sin decir nada. Por unos segundos Susan me mira
mal, intenta venir a mi sitio pero Dwayne la llama y mi jefe pide que
organicemos su ida porque debe viajar hoy mismo y no quiere perder el
tiempo.
Tengo una mala sensación en el pecho, algo así como un mal
presentimiento. Intento ignorar eso con las horas de viaje en las que me toca
organizar todo y una de esas cosas es encargarme de no mojarme cada que
vea al Alpha. No pienso acostarme con él, ya mucho le he tenido que
aguantar.
Agradezco a los cielos el que Yasmín siga de buenas con Kilian y eso
la distraiga de preguntarme cosas que no suceden porque duramos varios
dos días fuera de América y sigo igual que cuando regresé de Kiev; ignoro
a mi tormento, me toca masturbarme y hacer como si nunca pasamos de una
relación de empleada y jefe.
Es una tortura horrible. Pero hago lo mejor para llevarla al pie de la
letra.
No hago más que trabajar, descanso poco, la comida casi no la pruebo
por tener que estar con obligaciones que resolver. No me da tiempo de nada,
Nada. En estos momentos muero de hambre y no puedo moverme de la
reunión en la que mi jefe sigue hablando con un político de Irak.
Otro día se suma y no tengo un respiro. Debo organizar a todos cuando
debemos ir a la campaña política de un congresista corrupto.
El calor es horrible, odio haberme puesto una chaqueta, el auto lo
hayamos dejado atrás y que ahora tengamos que estar aquí en medio del sol
mientras que Arturo sostiene la sombrilla que cubre de los rayos solares al
sexy Blackwood que parece tener energía de sobra aunque tampoco tenga
un día sin hacer nada.
No para de estarse reuniendo con personajes importantes. No lo he
visto hablando por teléfono, tampoco comer o dormir. Tal vez lo hace
cuando está en el hotel, no lo sé, no me he molestado en ir a follar.
Tampoco lo pienso hacer.
La mafia rusa sigue de renegada y es algo que nos tiene más ocupados
porque aparte de estar viajando, tenemos que ponernos a planificar lo que se
pospuso para la semana entrante. Mario me avisa que debo hacerme cargo
de todo, eso me suma más ocupaciones, menos tiempo de respirar o darme
placer yo misma porque cuando quiero hacerlo estoy con la cabeza en otro
lado.
Al menos Kilian y Dan no me desamparan, se encargan de todo
cuando me tocan mis dos horas para dormir. Pero es lo que menos hago.
Las ganas de sexo no me dejan. Tengo muchas cosas en la cabeza y planes
que debo poner en marcha.
No he dejado de pensar lo que me debe esperar cuando regrese a
Montreal. Es imposible, no después de ver a alguien espiarnos cuando me
estaba besando con el Alpha. Estoy segura de que fue Megan, pero...
Conociéndola, habría hecho un escándalo por ser yo. Pero no fue el
caso, tal vez solo fue algún animal entre las hojas y yo ví mal.
No. Mi instinto me dice que fue ella, ahora debo estar a la defensiva y
a la espera de lo que vendrá.
Además de que no sé qué trama Herodes, él solo quiere cogerme,
tenerme de juguete y primero lo uso yo a él, aunque me muera por ver ese
lado suyo que aparece cuando casualmente estamos lejos de sus
responsabilidades de Alpha. Porque si algo he notado:
Herodes Blackwood tiene muchas caras. Un día me lo dijo y poco a
poco lo he ido confirmando.
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Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

0 Spoiler y spam por favor.

Besitos.

Osly.
Capítulo 68

______✧✧ Traición✧✧______

Megan
Cuando las cosas comenzaron a cambiar en mi familia, fue
precisamente unas semanas después de que mi padre tomara oficialmente el
puesto de ministro. Era algo que todos queríamos, sobre todo él, siempre
estaba feliz, emocionado y hablando sobre lo que eso cambiaría nuestras
vidas.
Después empezó a ser distante. Los problemas eran más frecuentes con
mi madre, siempre discutían, no podían estar juntos, porque no hacían otra
cosa que generar ese ambiente de incomodidad para mí y Tracy.
Creo que a mi fue a quien más le afectó el enterarse de que tenía otra
mujer la cual se llevaba sus horas de descanso, el buen genio y ese hombre
que lo daba todo por nosotras. Pero ya después no fue así, y odié demasiado
lo que tuvimos que pasar.
Desde entonces repudio el engaño. Con Herodes tuve que
acostumbrarme. Pues, en su mundo es normal. No tengo problema, siempre
y cuando yo no lo vea o lo haga en frente de mí. Creí que podría hacer de
cuenta que solo es algo que no me afectará en parte. Pero lo hizo, y más de
lo que pensé.
—¿ Adónde vamos? —me pregunta Cleo cuando arranco el auto
dejando atrás la cena de compromiso y las ganas de regresar a ponerlos en
su lugar.
—Megan...—insiste Cira.
Las lágrimas me nublan la vista. Me las limpio de mala gana, sin dejar
de pisar el acelerador.
Aparco y salgo sin nada en las manos. Mi escolta principal me dice
que mis padres quieren comunicarse conmigo. Pero no quiero hablar con
nadie.
Mis mejores amigas se adentran conmigo en la discoteca y me despojo
de responsabilidades, pidiendo una botella, y tragos para todas.
Confundidas me miran con preocupación.
—¿Sucede algo?, ¿Por qué te fuiste así? —increpa Cleo.
Les sirvo bebida. No estoy para charlas emocionales o preguntas que
me pondrán peor de lo que estoy.
—Necesito olvidarme todo. No pregunten el por qué.
—¿Olvidar qué?
—Si van a seguir preguntando, mejor se van y me dejan sola.
Reparan el sitio, dudan pero no vuelven a tocar el tema.
El alcohol va y viene al igual que mis lágrimas. Me siento horrible, sin
saber que hacer, como proceder o llevar la molestia que me tiene bebiendo
sin control.
Cleo no quiere probar alcohol, sin embargo, después de una hora no se
niega a disfrutar conmigo, aunque precisamente yo no lo hago. Solo bailo
para despejar la mente, bebo buscando olvidarme de lo que ví y que ahora
no sale de mi cabeza, parece una pesadilla de las peores que jamás haya
vivido.
Primero mis padres y ahora... Me niego a tener que casarme y después
tener que separarme por las infidelidades de Herodes. ¿Pero cómo hago?,
Desde que lo conocí es así, nadie puede decirle nada, sería un suicidio.
Debería estar feliz, porque puede estarse acostando con mujerzuelas
baratas, pero se casará conmigo, las reglas de la organización son claras.
—¿Qué sucedió en la cena que te hizo ponerte así? —me pregunta
Cira—. Estabas feliz, nada salió mal, después te fuiste unos minutos y al
volver...
—No es nada...
—Megan...
Me pongo de pie yéndome a la pista de baile. Hace mucho tiempo no
me divierto, y hoy debo hacerlo al menos para no derrumbarme a llorar.
La música es buena, no se puede hablar sino es gritando, las luces dan
un ambiente semi oscuro de esos que te provocan bailar como loca ya que
nadie te verá. Y no me importa si lo hacen, estoy muy hipersensible como
para preocuparme por el que digan hoy.
El licor entra a mis sistema como si fuese agua, el mareo va
apareciendo y las horas pasan conmigo en la pista, bailando con el primero
que se me atraviesa y con las chicas que se olvidan de preguntarme otra
cosa. Están ebrias también.
Llego a un punto en el que estoy cantando a todo pulmón, riendo como
loca y agitando los brazos en el aire, moviendo el trasero contra la erección
del chico que baila conmigo desde hace un rato. Todo da vueltas, las luces
parecen pasar rápido, los cuerpos se mueven extraño y eso me causa más
ataques de risa porque no sé en qué momentos me teletransporté a otro
mundo.
Me empino una botella, la dejo por la mitad antes de tomar una
cerveza, después un martini, varios tequilas y una especie de caramelo que
me facilita un mesero.
No sé qué hago, pero me siento en otra dimensión, volando, sin tocar
el suelo o teniendo preocupaciones que me hagan daño. Estoy al máximo de
energía, parece que no se acaba y es cuando más y más licor ingiero
sacando de mí, una mujer salvaje, explosiva y ardiente que se besa con la
pareja que no se me despega desde que baila conmigo.
Sus manos presionan mi cintura y no lo aparto. Si otros pueden
disfrutar del sexo prohibido, yo también lo haré y por eso me despojo de la
mujer sumisa que no tomaba licor porque su novio no aguanta personas
ebrias. Lo amo, pero es un desconsiderado.
Tantas veces que estuve para él, siempre al pendiente de lo que le
sucede, si está bien, si no le ocurrió nada malo en alguna reunión con gente
criminal. Siempre le demostré lo mucho que me importa, sobre todo cuando
es un hijo de perra odioso, petulante y distante. Porque lo es con todos
pero... ella lo tocaba como si fuese suyo, el ni siquiera la apartaba, se veía
cómodo... ¿Y conmigo?.
Debería llorar pero no puedo, el licor y el efecto de lo que me tomé no
me deja hacer otra cosa que reír, bailar y sacar lo que tengo matándome por
dentro.
Esa hija de perra, desde la primera vez que la ví supe que no me traería
más que molestias, lo sabía, en su cara de mosquita muerta se notaba que
venía en plan de querer acostarse con él.
Me voy a la barra. No sé que se hicieron mis amigas, mi escolta me
pide que deje de tomar pero no le presto atención. Tomo asiento con el sexy
bailarín que no se me despega y ahora me quita la botella, dándole un sorbo
él.
Siento algo en la garganta, trago grueso pero no puedo hacer que se
quite la sensación, además no veo si no luces de colores, cuerpos
moviéndose rápido. El licor no me sirve y...
—¿Soy fea?— le pregunto de pronto.
—No.
—¿No me veo deseable?
—Sí.
—¿Si fueras mi novio te irías a acostar con alguien más?
—No lo haría. Contigo sería más que suficiente.
Suelto a reír.
—Como quisiera que mi novio dijera eso.
—Si yo fuera tu novio: todos los días te lo recordaría y seguramente no
saldríamos de una habitación...
Suspiro poniéndome de pie. Cojo la botella de cerveza volviendo a la
pista de baile o al baño, porque no sé cómo llegué aquí y al darme cuenta
estoy besándome con el chico, dejando que su lengua entre en mi boca y sus
manos suban mi vestido a la vez que mis piernas se enrollan en su cintura
recibiendo el miembro que se adentra en mi intimidad con una rapidez
alarmante que extiende mis paredes.
Demasiado rico. Hace tiempo no sentía algo a si dentro de mí. Siempre
uso preservativo con mi novio pero ahora...
—Que rica estás —susurra contra mis labios.
Las embestidas me mojan exageradamente, estoy mareada pero eso no
apacigua las ganas que me hacen jadear y pedirle más. Se siente tan bien
estar entre sus brazos, besando sus labios y sudando por su culpa. El rato
que llevábamos socializando me hace sentir que estoy con alguien que
conozco desde hace tiempo. Pero eso es imposible, no sé ni siquiera su
nombre, ahora solo sé que coje de maravilla y me encanta.
—Tú novio no sabe lo que se pierde dentro de esta pequeña vagina —
pasa la lengua por mis labios.
Debería detenerme, no estar haciendo tal cosa. Esto es inmoral, de
rameras y chicas faciles. Pero... Joder.
Se corre y me corro quedando agitada. Me ayuda acomodar mi ropa,
lavarme el rostro y salir del baño. Regresamos a la pista de baile, no nos
detenemos en la barra porque un mesero nos trae bebidas.
Perdí la cuenta de cuántas horas llevo aquí bailando con él. Pero estoy
sola o eso parece. Cleo y Cira se desaparecieron dejándome sin avisar nada.
Cuando me doy cuenta es porque ya estoy acostada en una cama, entre
sábanas suaves, la luz apagada y un horrible mareo que me manda a dormir
de inmediato.
—¿En dónde diablos se había metido?— la voz de mi madre se oye
lejos.
—Estaba en una discoteca —le responden.
—Mañana hablaré con ella. Puedes retirarte.
[...]
Despierto con ganas de morirme. Me duele la cabeza, tengo la boca
amarga, los ojos pastosos y la ropa me acalora porque sigo con ella.
Las ganas de vomitar me mandan al baño, duro varios minutos
desechando una cantidad de cosas que me dejan el estómago ardiendo y la
cabeza palpitando horrible.
«No debí beber y así». Quería olvidar todo y me siento peor que
anoche. Aparte de que no tengo ánimos de nada. La ducha me deja más
agotada y como puedo me pongo un par de bragas un un albornoz de
dormir, uso un par de pantuflas y salgo del cuarto en busca de algo para
sentirme mejor pero el ver a mi madre en la cocina no me ayuda, menos su
cara de desaprobación.
Aquí viene el sermón, el regaño y más estrés que sumar a mi miserable
suerte.
No me acuerdo de nada. El licor reseteó mi cabeza pero hasta el punto
de cuando me tomé la segunda botella y mis amigas aún seguían conmigo.
—¿Por qué demonios te fuiste así?— empieza.
Tomo asiento dejando los brazos sobre la mesa, apoyo la mejilla sobre
ellos y cierro los ojos.
—Responde...
—¿Qué querías que hiciera?, ¿Quedarme después de lo que ví? —las
ganas de llorar me toman, cortándome las palabras.
—Irte no resolvió nada. Tenías que quedarte... Si te pidió matrimonio
fue por algo...
—No me lo pidió...
—¿Y cómo te dió el anillo?
Aprieto la mandíbula.
—No me pidas que sea fuerte y que me quedara después de verlo
besarse con alguien más. No me pidas eso, no soy tú, no voy a dejar que esa
estúpida me vea la cara porque si antes me miraba como lo hacía, ahora será
peor...
—No te pido que seas de roca. Pero, ¿Qué esperabas de él?. No es un
pan de dios, Megan. Lo sabes, llevas bastante tiempo conociéndolo.
—Eso no quita que me duela. Puede acostarse con quiéen le venga en
gana. Pero no hacerlo en frente de mis narices, eso duele, me siento mísera,
pequeña y sin valor. ¿Por qué tuvo que hacerlo justamente anoche?.
Me sirve una taza de café. Toma asiento a mi lado guardando silencio
unos minutos en los que sollozo sintiéndome la peor persona del mundo.
—¿Acaso no soy suficiente? —increpo.
—Lo eres. Pero los playboys como él no se conforman con una sola. Y
no te hagas menos, no te lo permitiré, vales más que cualquiera de esas
putas, sobretodo más que esa guardaespaldas cualquiera. Eres exitosa,
hermosa, con estatus y clase. Eso que no tiene ella. ¿O por qué crees que su
familia acepta que te cases con él?. Se sabe que es su decisión, pero habían
más opciones y aún así fuiste tú la que pudo ser su novia...
El tono dulce de su voz frena mis llanto.
—¿Habías escuchado que haya tenido otra novia?.
Niego. A Herodes Blackwood nunca se le veía con alguien, tampoco
se llegó a saber si tenía novias.
—Entonces, deja de llorar. ¿Quieres dejarle el camino libre a esa
zorra? —replica y niego—. Aunque no lo estarías haciendo. Es placer de
momento, sabes las reglas de su organización, no puede casarse con
cualquiera.
—Pero se acuestan...
—Marca tu territorio, déjale saber que tú eres la que la va a desterrar
sino se hace a un lado. Busca maneras de pórtate como su prometida, eso
eres —sostiene mi mano para que vea el anillo—; Cumple con tu papel y
demuestra que eres digna. Eso esperan todos los que le siguen y su familia.
Serás una Blackwood y no cualquiera, serás la esposa del Alpha de la
mafia, la mujer más poderosa en América y probablemente a nivel mundial.
Me muerdo la lengua. Tiene razón, nada gano con estar llorando pero...
—Una mujer como tú, no debería prestarle atención a una simple
ramera. Porque eso es al estarse acostando con alguien comprometido que
no le dará un puesto más allá de juguete sexual.
—¿Cómo hago cada que la vea en su cuerpo de seguridad?. No creo
poder con tanto.
—Lo harás. Ve con él a donde puedas, dale sexo, complácelo,
demuéstrale que serás la esposa que necesita.
—¿Debería mudarme con él?
Frunce los labios, mirándome como si eso no necesitará respuestas.
—Debes hacerlo o seguirá buscando putas que satisfagan sus
necesidades.
En parte creo que tengo la culpa. Casi siempre estoy aquí en Toronto
por mi trabajo.
—Eso no quita que me duela, mamá.
—Aprende a llevarlo. Un mejor prospecto no vas a conseguir y yo lo
quiero como padre de mis nietos. Seríamos intocables con el siendo tu
esposo y mi yerno oficial.
—¿Nietos? —sonrío sin ganas.
—Pujjj, obvio, hija. Debe querer hijos. ¿Quién no?.
Sacude la cabeza. Guardo silencio y se sobresalta como si se le acabara
de ocurrir una idea que solucionará todos mis problemas.
—¡Eso es! —sujeta mis hombros.
—¿Qué?
—Dale un hijo antes de casarte.
—Un hijo no amarra a nadie...
—Pero reforzaría el matrimonio que está obligado a contraer contigo.
Me lo pienso un par de segundo pero... Sería una opción típica de
mujer desesperada y celosa.
—Mejor pide que me preparen algo, tengo hambre —me hago la
desentendida.
—Piénsalo.
La empleada me hace algo para comer. Son las 11 de la mañana, el
dolor de cabeza no se me quita y mi mamá sigue tocando el tema que cierro
con una clara decisión. Se va alistar para salir a trabajar, eso es bueno, no la
tendré encima intentado convencerme.
Quedo sola, sin saber que hacer para distraerme.
Todo el día lo paso en el cuarto, viendo tv, pensando, llorando y
sintiendo que no tengo ánimos ni siquiera para caminar a la cocina en busca
de mi cena porque no suelo comer en la recámara.
Tracy llega, sus escoltas adentran varias bolsas de marcas de ropa y
sigo mi camino ignorando cuando me llama.
—¿Por qué te desapareciste anoche? —me sigue al entrar a la cocina
—. Hermanita...
Evito no llorar.
—Ya todo se había acabado y salí con mis amigas.
—¿En plena cena de compromiso?. Tu novio te estaba buscando.
—¿Me qué...?
—Te buscaba pero después se fue cuando nadie supo que te hiciste.
Abro el refrigerador buscando algo de tomar, la empleada me sirve mi
comida.
—¿Segura que estás bien? — repara mi aspecto.
—¿Qué tengo?
Señala mi atuendo.
—Parece que llevas el día en esas fachas.
—En realidad sí. No he salido, tampoco lo haré, me iré a dormir
temprano.
—¿Dormir o llorar?
Aparto la mirada pero me gira viendo mis ojos. Debo tenerlos rojos y
achinados.
—¿Por qué lloras? ¿No quieres casarte?
—No preguntes cosas absurdas.
—¿Entonces?
Me siento a comer.
—Estoy tan feliz que lloro de alegría cada que recuerdo que tendré que
irme y vivir la vida de casada con su esposo —contesto con simpleza.
—Ah, eso...—se ríe—. Pues no te creo, eres mala para mentir... No
eres experta para engañar, menos a mí que te conozco.
Pide que le sirvan la comida y toma asiento en plan agente del FBI.
—Cuéntame por qué andas como la llorona. Es tu boda con el hombre
que te moja las bragas, no creo que vayas a llorar por eso. Conociéndote, ya
estarías en Londres con tu suegra en busca del vestido perfecto.
—Tienes mal contexto. Si estoy feliz, aún falta para organizar todo y el
vestido ya lo están diseñando desde la semana pasada.
—Mentiras y más mentiras. Pero ajá, no voy a insistir, solo quería ser
de ayuda, ¿Quién más te escucha si no soy yo?.
Mamá ya me dió un sermón.
—Tracy...—trago grueso, disminuyendo el nudo que se forma en mi
garganta—. Mejor dime en dónde estabas. Seguro con tus amiguitos
fumadores.
Rueda los ojos con fastidio.
—Para tú información, estaba con Jayden en una galería de arte. Se
quedará aquí está semana, y debo aprovecharlo.
—¿Han cogido mucho?
Ríe por la pregunta.
—Si pero no. Bueno si...
—¿Si o no?
—Sí. El caso es que me gusta pasar tiempo con él, tiene un aura tan
adictiva que te hace querer tenerlo cerca.
Conozco eso. Puede ser un odioso como su familia, pero para platicar
es el mejor, aunque use mucho el sarcasmo y las respuestas secas.
—Solo espero que no te drogues estando con él.
Mastica la comida con una lentitud exasperante.
—¿Lo haces?
—No.
—No me mientas.
—Tú lo has estado haciendo desde que te pregunté el por qué de tus
ojos rojos.
—Lo tuyo es más importante que alguna cosa que pueda sacarme un
par de lágrimas.
—Entonces si te sucede algo.
—No me cambies el tema.
—Seamos sinceras entonces, no me molesta decirte lo que me pides.
Lo haré su tú lo haces.
Termino de masticar y lo paso con jugo. Me pongo de pie, el hambre
se me quitó. No quiero hablar de lo que ví. Ya estoy menos afectada y no
pretendo volver a esa etapa de depresión.
—Iré a dormir, no hagas una fiesta o mamá se va a molestar— hablo
antes de salir.
Subo las escaleras pensando que debo verme horrible, con el cabello
mal sujetado, el mismo albornoz y las pantuflas de gato.
Me acuesto con él teléfono en la mano y las ganas matándome para
que llame a Herodes. Pero no lo hago, enciendo el tv, busco algo que me
ayude a matar el tiempo. Veo varias películas y cuando me doy cuenta son
las 3 de la mañana, aún no tengo sueño y cuando bajo por agua noto que
mamá viene llegando con una reportera que ya había visto con Lucinda.
Ambas vienen tomadas y riendo en voz alta.
—La futura señora de Blackwood— me saluda Giselle.
—¿Aún vestida así? —me regaña mi madre.
—Son las 3 de la mañana y no voy a otro lado que no sea mi
habitación.
—Déjala, debe descansar cómoda para que en unos meses se vea
radiante —le dice.
—Cierto. Será la novia más hermosa— besa mi mejilla.
Huele a mucho licor.
—Y una de las mujeres más ricas del planeta— secunda la reportera.
—Vayan a dormir.
Me voy a la cocina. No encuentro jugo de naranja pero si una jugosa
botella de vino tinto, una copa y un plato con queso picado, jamón y
algunas otras cositas que veo. Rápido me regreso a mi habitación, dejo todo
sobre la mesita de al lado de la cama. Busco una buena canción en Spotify y
me dispongo a beber, comer y llorar pensando que haré para ser fuerte ante
esta horrible situación.
Se me ocurren muchas cosas, pero ningúna que me anime a llevar a
cabo.
Me quedo dormida de un momento a otro, hasta que despierto por el
sonido de mi teléfono, veo la hora en el reloj del televisor, son las 9 de la
mañana, me obligo a levantarme, llamar a la empleada para que se lleve
todo y limpie la habitación mientras me ducho. Al salir vuelvo a la cama
dejando que otro día pase, sin hacer nada o siquiera sin salir de la casa.
Mamá me insiste en que vaya a trabajar, Lucinda me llama para
preguntarme cuándo iré a Londres y Tracy me invita a salir pero no acepto,
tampoco la propuesta de mis amigas que dejarán el país.
Mi secretaria me contacta avisándome los pendientes que tengo en la
empresa y lo cual hace que papá me deje varios mensajes con regaños que
me importan un carajo.
En la madrugada del jueves me la paso en la sala bebiendo vino y
mirando mis redes sociales. Sigo fatal, sin energía o ganas de respirar al
menos. Amber me llama desde Londres, pide que la visite porque tiene
cosas importantes de la marca y quiere que la acompañe a ella y Ksel.
Duermo menos de dos horas, en la mañana debo levantarme para ir a
la empresa o papá me matará si dejo que tanto trabajo se me acumule. Uso
un vestido suelto, tacones bajos y gafas o de lo contrario el sol me hará
doler la cabeza. Preparo mi cartera y salgo ordenando que el trayecto sea
rápido o me arrepentiré de haber salido.
Al llegar tengo demasiadas cosas por hacer, no me despego del
escritorio y la secretaria entra y sale a cada nada por informes, formularios,
registros... de todo un poco.
—Tiene una reunión dentro dos horas— me avisa.
—¿Con quién?
—Un distribuidor importante.
Sigo trabajando sin descanso, voy a la reunión, superviso algunas
departamentos dejando que me mantengan informada de la distribución del
personal de las nuevas áreas.
Estoy organizando los documentos que me llevaré cuando me vaya, en
eso mi padre entra con una carpeta en la mano y en la otra una bolsa de
comida tailandesa.
—Por fin saliste de tu madriguera. Creí que la cama te había tragado.
—Muy chistoso —no le veo la gracia.
Toma asiento, poniéndose cómodo.
—¿Por qué te fuiste de la cena?
Dejo caer las manos sobre la madera.
—¿No hay nada más que preguntarme?
—No lo estaría haciendo sino hubiera sido un momento importante
para la familia.
—¿Cuál familia? —suelto a reír.
—La que somos tú, Tracy y yo. Que mi matrimonio se haya acabado
no significa que dejen de ser mis hijas— me reprende.
—¿Qué quieres? —cambio de tema.
—Saber a dónde te fuiste, me dejaste con los Blackwood. Sabes lo
ocupados que pueden llegar a estar, fue un milagro que todos asistieran.
—Ya la cena estaba terminando.
—Terminó cuando te diste a la fuga. ¿Poco te importa?
—No saques conjeturas que no son. Me importa más de lo que piensas.
Me fui porque me dió la gana. Además Herodes estaba con su actitud de
distante, ¿Para qué seguir ocupando su valioso tiempo? —increpo.
—Tú sabrás lo que haces y lo importante de la situación.
Ruedo los ojos tirando las carpetas en la gaveta.
—No te preocupes. Tus negocios con el Alpha no tienen nada que ver
conmigo. No haré alguna cosa que te perjudique.
—No he dicho que lo fueses hacer.
—¿Entonces qué quieres?
—Deja de responderme así. Soy tú padre y eso nadie lo va a cambiar,
lo mínimo que te pido es respeto —eleva la voz optando la actitud de padre
preocupado por la conducta de su hija—. Vengo aquí para recordarte que
debes comportarte, no estás tratando con cualquiera y sino quieres que
todos nos pudramos en el infierno, será mejor que actúes como debes,
decide con sabiduría y enfrenta lo que debas hacer. Pero serás parte de su
familia, y no creo tener que recordarte lo difícil que será.
—Sé perfectamente lo que conlleva casarme con él.
Soportar su genio, sus engaños, su lejanía y el que no duerma en la
misma cama que yo.
—Ármate de cojones porque lo vas a necesitar, te lo dije cuando te
obsesionaste de él la primera vez que lo viste. Pudiste ser su novia, ahora
serás su esposa y no será una relación cualquiera. Te lo digo porque
conozco parte de su mundo y vi lo que su madre tuvo que pasar cuando se
casó con Dwayne.
—¿Ahora sí me darás estos consejos?
—No creí que fuese necesario, pero después de lo del lunes me di
cuenta que debía hacerlo.
Se pone de pie. Un teléfono suena y lo saca antes de buscar la puerta.
—Aún no me voy. Cualquier cosa estoy en mi oficina.
Se va y quedo sola pensando en todo lo que me acaba de decir. Tantas
cosas me van a volver loca cuando la cabeza comienza a dolerme y
pequeños flashback del momento en la discoteca me llegan.
—Alguien quiere verla —me avisa la secretaria.
Muevo la mano dando el permiso. Me acaricio la sien, la puerta se abre
y el recuerdo se aclara cuando entra la persona con la que me besé, baile
casi toda la noche y folle en el baño de la disco. El recuerdo no se va y
quiero morirme porque no recordaba nada y ahora...
—¿Por qué esa cara?
Tuve sexo con alguien que no era mi novio. Me siento como una zorra.
—¿Qué haces aquí?, Fue solo sexo, estaba ebria — evito lanzarme por
la ventana—. Vete, no sucederá de nuevo. Ni siquiera sé qué haces aquí.
—Por lo visto te acabas de acordar —ríe rodeando el escritorio.
Intento apartarlo pero me toma de los brazos, el movimiento es
demasiado rápido, quedo sobre el escritorio, las hojas caen al igual que
otras cosas cuando se mete entre mis piernas.
Sus manos buscan tocarme pero mando la bofetada que detiene
sujetando mi muñeca.
—Que me dejarán entrar no fue fácil. Pero ya estoy aquí y no se me va
a olvidar lo bien que se sintió mi miembro en tu tibia vagina —me dice.
Busca como besarme pero lo aparto, vuelve a tomarme pegándome
contra su cuerpo. Me lleno de calor, algo extraño que no me molesta y eso
me asusta, tanto que...
—Suéltame o llamaré a seguridad. No deberías estar aquí.
—¿Quieres que me vaya?
Asiento, intentando no desconcentrarme en el momento que sus manos
se meten por debajo de mi falda, tocando mi piel, llegando al elástico de
mis bragas.
—No lo hagas...
Ningúna otra palabra sale de mi boca. Parece que olvidé como se
fórmula alguna oración. Estoy tan desorientada que no sé cómo reaccionar,
soy lenta y al querer reaccionar, no puedo, sus dedos se deslizan por mis
pliegues abriendo despacio, esparciendo la humedad que los moja.
—¿Tu novio te pone así de mojadita? —susurra con voz ronca y áspera
Abre aún más mis piernas y debería apartarme pero me quedo estática,
sin poder moverme o refutar ante la masturbación que lleva a cabo.
Metiendo y sacando sus largos dedos de una manera rápida pero en
sincronía.
Debería concentrarme en acabar con esto que está mal, pero no puedo,
menos cuando me folla sobre el escritorio, dándole a mi canal una
penetración bestial y jugosa. El sonido encharcado me prende aún más, me
siento como una desleal, alguien que se dejó llevar por el sentimiento que
produce el pensar que no eres suficiente para el hombre con el que te vas a
casar. Que no te folla sin condón, no te deja tocarlo o dormir en su cama.
Como tampoco hablarle en confianza.
Tengo tantos sentimientos encontrados que nada se organiza en mis
pensamientos, y eso me lleva a recurrir al placer que estoy sintiendo y que
me deja sofocada al correrme. Me bajo, acomodo mi ropa y con mucha
vergüenza le digo que se largue o llamaré a seguridad. Estoy tan mal que no
mido lo que hago o digo. Recojo mis cosas y salgo de la empresa.
Llego a casa, me ducho por un par de minutos eliminando todo rastro
de olor a sexo que pueda tener mi piel. Mi garganta pide licor, mi cabeza
me dice que me embriague pero no lo haré. No me siento bien, estoy
pasando por un momento de confusión, dolor, arrepentimiento. No sé cómo
lidiar con todo eso.
Me tumbo en la cama. Pensando que debo hacer. Mi subconsciente me
pide que no me crucifique por el desliz que tuve. Nunca antes lo había
hecho, ¿Y si Herodes se entera?.
«Al carajo ese hijo de puta, si serás su esposa no se te ocurra quedarte
de brazos cruzados mientras el disfruta como le venga en gana» me digo.
Es cierto, debería sentirme bien por haber podido liberar algo de estrés.
Porque lo hice, ese polvo me dejó menos tensa de lo que estaba. Pero...
Estuvo mal, si, y ahora... No me acordé ni del condón. Lo hice dos veces.
«Tienes un aparato anticonceptivo, sería muy mala suerte si quedas
embarazada aún cuando hace muchísimo tiempo nadie te llenaba de semen»
Aún así iré al médico. Pero primero debo hacer algo, aunque me cueste
mucho. Pero ya lo decidí, y no hay tiempo para dar marcha atrás.
Hago mi maleta, llamo a mi escolta para que organice mi viaje y todo
lo necesario. Iré a pasar unos días en Londres antes de ir a Montreal, ya
después vendré a ver cómo hago con la empresa porque me voy a mudar.
No puedo permitirme ser la burla, no justamente de esa ridícula que no sabe
en dónde ni con quién se está metiendo.
Ya después me daré tiempo para reprenderme por mis acciones. Por
ahora no puedo quedarme a llorar, echarme a morir o dejar que los días
pasen mientras yo estoy solo acostada, bebiendo, comiendo y siendo esa
misma chica de cuando su papá engañó a su madre. Mi situación es
completamente distinta, tal vez me dejé derrumbar tan rápido y ahora por
fin me doy de cuenta.
Eso que hice fue solo un polvo, como los que él ha de tener con esa
estúpida. Es lo mismo, que más da. Lo importante aquí es que no suceda de
nuevo porque me voy a odiar, no debí, y no debo volver hacerlo.
Me terminaría de volver una mierda de persona, y no, no lo pienso
hacer de nuevo.
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Mil gracias por leer.

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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 69

_______✧✧Prospecto✧✧_______

Herodes
Arabia saudita, Yeda. Sábado, 10 de julio del 2021.

Me acomodo en el asiento, dándole un sorbo al vaso.


—No sabes lo mucho que nos gusta tener aquí al mayor magnate
petrolero de América —me comenta el Jeque, ofreciéndome más licor—.
¿Gustas alguna de mis mujeres? Contigo no me molesta compartir.
Tiene como 8 esposas, ningúna menos hermosa o buena que la otra.
Paseo la vista por cada una. No carecen de tetas, culo y belleza. Tiene de
diferentes nacionalidades, no visten como la tradición lo pide, pero si
vestidos algo reservados.
—Estoy bien. No necesito ninguna de tus esposas —sorbo otro trago
de licor.
—¿No son suficientes para ti, mi Alpha? —señala las dos que se
acercan posándose a su lado—. Ambas son latinas, puedes escoger la que
quieras, no te van a decepcionar.
Una presencia incómoda se siente a mis espaldas.
—No es necesario.
—Bien. ¡Queremos baile!— aplaude dos veces.
Las mujeres se alejan. Otras entran bailando con trajes de seda,
piedrería brillante y los rostros cubiertos. Solo puede verse parte de sus
abdomen, piernas, pechos y brazos.
—Oh, entiendo mi Alpha, si no te conociera dijera que es tu esposa —
mira la mujer que tengo detrás—. Hermosa como las que siempre te rodean.
No es para menos, también debe serlo aunque te cuide la espalda.
La pelirroja carraspea. No dejan de mirarla desde que llegamos, y eso
me tiene con la presión arterial alta.
—¿No la vendes? —indaga Akram.
—No. Tampoco la presto o regalo.
—Una pena. Merece estar en un trono.
«Eso lo tengo claro».
—¿Cómo va la situación en tu gobierno? —indaga uno.
Nos mantenemos hablando sobre lo que me trajo hasta aquí. Hace unos
meses no venía, y ahora fue el momento indicado. Los diamantes le darán la
vuelta al tablero de ajedrez.
La fiesta sigue en la casa del Jeque. Traen licor, más comida, mujeres y
festividad para celebrar el descubrimiento de mi nueva refinería de petróleo
y gas.
No hay nada que me guste más que cerrar algún tratado que me hagan
más rico y poderoso de lo que soy. Tal vez otra cosa, pero en estos
momentos ninguno cederá y no voy a ser el primero.
No puedo mentirme a mí mismo. Necesito sexo, estoy a nada de
estallar de la peor manera. Tanta abstinencia no me hace bien, como
tampoco tener tan cerca al tormento que aleja a cualquier mujer que quiera
acercarse a mi sitio. Debería sacarla, que vaya a seguir planificando la
siguiente misión. Pero no se va, parecer ser que adelantó mucho para poder
estar aquí con cara de malhumor.
Me pongo de pie. En la sala que estamos hay un parco con vista a la
playa. La luna se refleja en el agua, la música de adentro llega hasta aquí y
no le presto atención a la mujer que se viene detrás de mí, ofreciéndome
más su cuerpo que el licor que tiene sobre la bandeja. Tomo una copa y
ordeno que se vaya antes de tomar asiento en uno de los sofás con ceda
egipcia.
La celebración que están dando es por mi. Pero sinceramente estoy
agotado. Tengo días sin descansar. Puedo hacerlo, pero eso sería atrasarme
y estresarme con las ganas que no elimino ni con las veces que me he
masturbado. Cada minuto que transcurre es peor.
Dejo que la soledad sea mi acompañante, siempre ha sido así, en parte
es lo que prefiero desde que tengo memoria. No me gusta tener a nadie
encima, mucho menos hablando probablemente de algo que no me interesa.
Me aburro fácilmente, sobre todo cuando detesto tener a alguien cerca.
No niego que en momentos como estos es cuando recuerdo mi pasado.
Pero últimamente lo sé llevar más fácil. No sé si sea porque mi cabeza está
centrada en otra cosa, o porque esto se está volviendo peor que aquella vez.
—Mi Alpha —Aparece Akram con dos de sus esposas—. ¿Pido que te
preparen una habitación?. Sería para mí un honor que te quedes en mi casa.
—No hace falta. No pienso ir a dormir aún. Saldré a recorrer la
ciudad...
—¿Necesitas algo para eso?
—¿En la cochera siguen mis pertenencias?
—Por supuesto. Siempre están ahí.
—Ok.
La pelirroja aparece por un lado. El árabe se va con sus mujeres y se
acerca con las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta de cuero.
—¿Quieres salir? —palmeo el asiento a mi lado para que se siente.
Duda pero acata mi orden.
—¿Qué acabas de preguntar?
—¿Ahora eres sorda? —acaricio el borde del vaso.
—No es muy de tu parte el que me preguntes si quiero salir, cuando
sabes que estoy trabajando.
—¿Si o no?. Es todo lo que quiero escuchar.
Lo piensa mirándome con algo de desconfianza. Se cruza de brazos y
mira la vista que tenemos en frente.
—Sí.
—Entonces pídeles a todos que se vayan al hotel. Descansen un poco,
terminen de planificar la misión y que aprovechen para follar. Ya mañana
no seré flexible.
—¿Qué tenía ese trago? —me quita el vaso, oliendo el contenido.
—¿Qué haces?
—Acabas de ser menos irritable que hace unos días. Te tuvieron que
haber drogado.
Se lo quito dando el último sorbo.
—No seas ridícula. Aunque deberías beber un poco, serías menos
insoportable que hace unos días —le digo. Se molesta intentando ponerse
de pie pero la tomo del brazo dejándola más cerca de mí—. ¿Por qué tan
sensible?
Miro sus rosados labios y luego el gris de sus ojos.
—Sé lo que haces. No va a funcionar.
—¿Qué hago? —el imán que tiene me atrae en busca de respirar su
mismo aliento—. ¿Te molesta tenerme tan cerca?.
Deja una mano sobre mi pierna. Presionando despacio, acariciándome
a la vez que sube hasta muy cerca de mi miembro.
—Me molesta que después de lo imbécil que has sido, creas que te voy
abrir las piernas—susurra bajito—. Esa es tu novia. Yo no soy la
masoquista que quisieras.
—¿Vamos a empezar con lo mismo?— ejerzo presión en el agarre—.
¿No te cansas?
—¿Tú no te cansas de fingir que no te afecta la falta de sexo entre
ambos, y todo por qué eres tan orgulloso que no me darás el puesto que tú
personalidad de frío y distante playboy no te deja darle a nadie?
Su mano se posa en mi miembro, acariciando, poniéndome en un
estado en el que me siento mojado y pegajoso.
—Y todo porque estás tan concentrado en tu grandeza y poder que no
ves más allá de ti—culmina.
—¿Qué debo mirar si no es a mí? ¿Tú miras más allá de ti?, Dímelo,
porque muchas veces me dejaste claro que eres igual de fría y distante que
yo. ¿Sabes qué sucede?
—¿Qué?
Sujeto su rostro con ambas manos.
—Que nunca dimos a entender o acordamos tener algo serio. Tampoco
dijimos que buscábamos algo más allá de sexo. Y ahora parece ser que te
enamoraste, y por eso te molesta que yo siga siendo el mismo que antes.
Con la diferencia de que tú no.
Me aparta de mala gana. Le molesta que tenga la razón aunque no me
la de. No lo hará. Ya la conozco más de lo que piensa.
—Ese es tú problema. Siempre crees saberlo todo —ataca.
—No intentes tapar el sol con un dedo. Antes de la cena quedamos en
terminar con todo esto. Pero a cada nada te veo incómoda cuando alguien se
me acerca, si te pido una puta o siquiera que otra me mire.
Aprieta la mandíbula presa de la ira. Me pongo de pie tomándola de la
cintura, subiéndola sobre la baranda. Nadie vendrá y aprovecho para besarla
aunque desate su molestia buscando como apartarme porque quedamos tan
cerca que siento los latidos de su corazón, el pulso acelerado y la
respiración agitada que me hace sujetar sus piernas pegándome más,
disfrutando de su boca, su calor y lo bien que encajamos.
Respirando mal se separa clavando las manos en mi camisa. Tirando
de la tela en una acción de frustración.
—No me digas que miento al decir que estás sintiendo algo que no
deberías —sujeto su mentón— Primero porque eres una alfa, segundo
porque no debes y tercero porque sería firmar tú sentencia.
No quiere que vea sus ojos. Gira el rostro como una malcriada a la que
tengo que besar de nuevo contentando su lado ambicioso.
—Adler...
—Te detesto.
—Eso no es lo que parece.
Esta vez sus ojos furiosos me miran. Tiene las mejillas rojas al igual
que la frente y el mentón. Parece un tomate molesto.
—Te encanta hacerme molestar.
—Te ves linda cuando te molestas y también cuando te sonrojas.
—No me sonrojo.
—Que no te diga no significa que no lo hagas.
Se frota el rostro en un mal intento por eliminarlo.
No sé qué me sucede con ella. Tiene una jodida aura que me altera la
mía. Mirarla directamente no ayuda a mis ganas. Su rostro es asimétrico, su
cabello rojo como el fuego, el color de sus ojos... Es una droga que se ha
vuelto mi adicción, porque no puedo dejar de mirarla y besarla de nuevo.
Es terca, Insoportable, insolente, indomable, pervertida... El combo
completo de la mujer que no debería tener ni una pizca de confianza porque
no es bueno.
Puedo correrme con solo estarla besando. Pero no lo hago, aún así
estoy demasiado húmedo y ella lo nota cuando pasa la mano y la deja
quieta.
—¿Tantas ganas me tiene, mi Alpha? —mira mis ojos.
El remolino de sensaciones que me produce no ayuda al libertinaje en
el que me hundo cada vez más.
—Odio admitirlo, pero sí, te tengo muchas ganas, Adler, y no quiero
tener que amarrarte para poder tenerte. Sabes que no soy de esos, si tú no
quieres, no te voy a obligar hasta que cedas— soy sincero.
—¿Qué clase de dominante eres si básicamente me pides permiso para
cogerme? —increpa burlona.
—Una cosa es hacerlo con alguien que te tenga ganas, rinda devoción
y este dispuesta a dejarte hacer con ella lo que quieras. Y otra muy distinta
a poseer a alguien que no quiere, no siente la necesidad de ser dominada y
complacida como su amo lo desee.
—¿Entonces si es como pedir permiso?
Juego con la coleta de su cabello.
—No te estoy pidiendo permiso, estoy respetando tus decisiones
porque después no quiero que digas que abusé o te obligué a hacer algo que
no querías. Las que cojen conmigo es porque quieren, me buscan y están
dispuestas a hacer lo que quiera. Eres distinta y la única que se me ha
negado. ¿Por ser el Alpha de la mafia tengo derecho a obligarte a darme el
coño?
Niega. Rodea mi cuello con sus brazos y sonríe.
—Te odio menos por eso. Me alegra muchísimo saber que te das
cuenta que no soy igual a las mujeres que han pasado por tu polla. Nunca te
daré la devoción que quieres.
—Tengo claro que eres diferente.
Esta vez es ella la que me besa. No duramos mucho, el Jeque sale a
pedirme que firme algunas cosas y al terminar me despiden con un baile de
las mujeres que llegaron hace un rato. La fiesta seguirá, pero yo no pienso
quedarme, ya tengo planes que no voy a posponer.
El escuadrón se organiza, se va y me quedo solo con la mujer que baja
conmigo a la cochera. Puedo llevarme cualquier auto, aquí me tratan como
si fuera parte de la familia de Akram. Pero tomo las llaves de la motocicleta
que me obsequió hace un año al finalizar la apertura de la refinería en la que
somos socios.
Me guardo el teléfono en el bolsillo. Me subo la cremallera de la
chaqueta y tomo mi casco.
—¿Puedo manejar? —pasa la mano por el volante.
—No.
—Por favor...—pide tomando el suyo.
Se sube poniéndose al volante. «Paciencia».
Quiero decirle que no.... Pero viste como me gusta, vaqueros negros de
cuero, botines altos, chaqueta y camisa de tirantes. Se ve demasiado sexy y
provocativa. Hoy opte por vestirme algo igual. Mientras más cómodo
mejor.
—No —me pongo el casco.
A regaña dientes se aparta y subo. Deja las manos alrededor de mi
torso. El mentón en mi hombro y una mano adentrándose por mi camisa.
—Amo éestas cosas. Ir contigo en una equivale a querer que me folles
en cuatro mientras me apoyo del asiento—me dice, acalorándome.
Palpa mi abdomen llenándome del calor de su piel. Enciendo el motor
dejándola que el rugir eleve la adrenalina que nos envuelve de una manera
única que sube al salir del estacionamiento y tomar la avenida por donde
acelero con ella sujetada a mi torso.
La noche ya cubrió el cielo. Las luces de la ciudad se ven a lo lejos y
sigo conduciendo tomando el puente. Adentrándonos en las calles repletas
de discotecas, burdeles y música latina. Con ayuda del GPS de la moto
puedo ubicarme tomando otra calle, llegando a la carretera a orillas de la
playa. Los estacionamientos van quedando atrás y me detengo en el más
lejano.
El pequeño estacionamiento está vacío como quiero y aparco.
—De regreso quiero manejar —se quita el casco.
—No.
Sujeto su mano llevándola conmigo.
Un empleado me recibe, indica el camino y hace entrega de las llaves
de la cabaña a la que nos adentramos. Me saco la chaqueta, los zapatos y la
camisa.
—Te espero afuera —tomo la bolsa que veo sobre el sofá—. Póntelo.
Me quito el pantalón. Uso el short playero que hallo en otra bolsa. Me
abrocho bien el reloj y salgo hasta la tumbona estilo cama. La soledad es tal
y como la quería. La brisa aliviana mis manos cuando tomo asiento, abro la
cava que tengo al lado y saco una cerveza.
Necesitaba esto. Playa, noche, cerveza, comida y 0 trabajo. Pero sobre
todo necesito lo que llega vistiendo un pequeño traje de baño rojo que solo
cubre lo necesario. Detesto que su cuerpo sea la perfección para estimular.
Trae el cabello en la misma coleta.
—Ven —palmeo mi regazo.
Se cruza de brazos, mirándome mal.
—No vamos a follar. No me harás cambiar de opinión con esta vista, el
ambiente, tú y la comida que muero por probar —se hace la dura.
Tomo un trago.
—No te voy a tocar si no lo deseas. Solo vamos a platicar, comer,
beber y hablarnos con la verdad.
—Pide que me traigan una tumbona para mí. No me sentaré sobre ti.
—Entonces quédate de pie.
Duda pero no le queda de otra. Ya nos besamos. No sé por qué se hace
la de rogar.
Me acomodo buscando una buena posición. Quedo con ella entre mis
piernas, su espalda contra mi torso y su trasero contra mi miembro duro.
Hace lo posible por no estar tan cerca, pero rodeo su cintura con mi brazo
dejando claro que no se puede quitar.
—No me gusta que estemos así de cerca— habla.
—¿Quieres una cerveza? —beso su cuello.
Se cruza de brazos encogiendo las piernas.
—Y comida.
Estira la mano tomando una bandeja, la deja al lado, abro una cerveza
para ella, tomo un trozo de queso bañado en salsa y como mirando como la
playa no tiene sino unas pequeñas olas.
No hace más que tragar y no dejarme hacer lo mismo. Pero nos
dejaron mucha comida, es difícil que se termine tan rápido. Disfruto de una
cerveza que me quita,dándole un sorbo largo.
—No debería dejarte beber. Es licor, no agua, llévala con calma —la
regaño.
—Iré a bañarme— hace el amago de levantarse pero no se lo permito.
—Necesitamos hablar.
—¿Sobre?
—Tu comportamiento de mimada, malcriada y odiosa que busca este
tipo de cosas.
—¿Yo? —se hace la que no sabe de que hablo.
Dejo la botella de lado. Sujeto sus caderas pegándome más a ella, para
que sienta mi dureza que muere por penetrarla.
—Sí, tú.
Lamo su cuello, su piel es tan suave que no me controlo ante las
irresistibles ganas de hacerle los chupetones que la molestan pero no se
quita. Me da más vía libre para que la siga besando. Deja las manos sobre
mis muslos, acariciando a la vez que las mías suben por su duro abdomen,
bordean la piel cercana a sus pechos y juegan con la tira de la parte abajo de
la prenda que subo despacio buscando los pezones erectos y duros. Pellizco,
acaricio y disfruto de sus jadeos roncos.
—¿Te gusta? —chupo el lóbulo de su oreja, finalizando con una
pequeña mordida.
—Sí...
Magreo bien sus tetas, no son más grandes que mis palmas y eso me
gusta, tienen la proporción perfecta. No son tan exageradas, pero si firmes,
redondas y calientitas como la piel de su cuello.
Maldita sea, me encanta tocarla y sentirla mía.
—Tócate. No puedo hacerlo yo y no dejaré que quedes con ganas.
Sus manos juegan con el elástico de la prenda antes de adentrar una
mano. La otra la deja sobre mi pierna y ejerce presión clavándome las uñas,
soltando jadeos roncos que me hacen destilar los fluidos que me mojan. Me
distraigo en la piel de su cuello, sin dejar de mirar como se masturba
frotando suavemente y quisiera ser yo quien la toque y lama su deliciosa
humedad.
—Pénetrate, hazlo, preciosa.
Se tensa con la acción que me pone peor al verla masturbarse con
furor, moviendo los dedos rápido y me imagino lo mojada que debe estar su
pequeña vagina destilando lo que tanto me gusta probar porque me quita la
sed que siempre tengo por ella, calma mis más oscuros anhelos y consume
mi cordura hundiéndola en la perversidad que se alimenta de ella.
—Córrete para mí —sigo pellizcando sus pezones, traslado los besos a
su mejilla, la acerca buscando más caricias que da mi nariz oliendo su
aroma.
Mueve las piernas enterrando los pies en la cama. Echando la cabeza
hacia atrás en busca de mi boca pero no la beso, solo lamo sus labios
dándole más ganas que aprovecha al máximo dejando la mano disponible
detrás de mi nuca. Rasguñando con fuerza y no dejo de tocarla, besarla y
mojarme solo con sentirla contra mi verga.
—Me voy a...—gimotea.
—Vamos, hazlo.
Estalla, se corre jadeando, quedando agitada y con el pecho subiendo y
bajando rápido. Acaricio su brazo, llegando hasta la mano que no saca de su
intimidad pero lo hago yo trayendola a mi boca, chupando sus dedos
empapados de lo que saboreo recordando lo bien que sabe su canal.
—Herodes...— musita.
Sigo con la tarea de limpiar lo que queda.
—¿Umh?
—Te.. necesito....
—Preciosa, no te entiendo si me hablas entre jadeos.
Entrelaza sus dedos con los míos. Gira el rostro mirándome como
cuando no es la misma de siempre, y yo tampoco, porque en momentos así
no soy el mismo y eso no es bueno.
—Te necesito dentro de mí. No estaré satisfecha si no te tengo.
—Si lo hago no me detendré.
—No quiero que lo hagas.
Miro sus ojos perdido en el embrujo de su belleza.
—¿Tienes claro que siempre serás mía?
—Al igual que tú eres mío.
Se sube sobre mí, sacándome la polla, pasando la lengua, quitando la
humedad antes de apartar la prenda y dejar la punta en su entrada.
Sujeto su cintura y su cuello, trayendo sus labios a mi boca a la vez
que se deja caer soportando la invasión, se queda quieta un momento,
respirando profundamente y cerrando los ojos.
—Cada vez la tienes más grande, joder.
—¿No te gusta?
—Me encanta.
Sube y baja, la estrechez me sofoca, la sensación me la pone a palpitar
anticipando el orgasmo que no debo dejar que llegue tan rápido, no la he
disfrutando bien, y correrme demostraría que parezco un crío que no
soporta tener semejante hembra ensaltada sobre su polla.
La tengo tan cerca, su calor me envuelve y atraviesa barreras dejando
que mi cuerpo se sienta mejor con ella sobre mi. Su piel contra la mía y
nuestras bocas librando una batalla vehemente a la vez que sigue saltando
sobre mi, reviviendo algo que había muerto en el fondo y que ahora
despierta con más hambre que nunca.
Corto el beso, aferrándome bien con el brazo que la rodea y la mano
que sostiene su nuca, mirando sus ojos y haciendo un esfuerzo para que el
placer no me bloquee.
—Aquí no hay vuelta atrás. Ambos caímos, ambos nos jodimos y es
algo que no quieres aceptar.
Ambos somos témpanos de hielo a los que les gusta arder en lo que
creamos desde la primera vez que lo hicimos.
Las cosas son como son. Lo estoy aceptando y ahora que el mundo se
prepare porque el demonio que antes fue desterrado, esta vez regresa con
los objetivos claros, las ganas más elevadas y las metas trazadas.
—Cuando pruebas lo prohibido y te gusta —miro sus ojos—, Tu
perspectiva cambiará y querrás seguir pecando.
Es cerrada, no lo aceptará tan fácil, sé porque. Por eso no la presiono,
la beso dejándole claro que no hay apuros ni nada que la haga sentir
diferente porque ahorita no somos los mismos y al terminar la noche
debemos tener claro que nadie fuera de nosotros podrá entrar en lo que
ambos hemos creado.
Se corre, la lleno de mí, marcando de nuevo su canal, disfrutando al
quedarme adentro por un largo rato mientras recuperamos el aliento. Queda
con la cara escondida en mi cuello y el abrazo intacto porque yo tampoco lo
rompo. Me gusta, me siento bien y elimina toda la mierda que ya pasé y no
dejaré que dañe el momento.
Estiro la mano, tomo una cerveza y sorbo un gran trago dejando que
mi garganta recuperé la normalidad. No suelo estar demasiado agotado,
pero está vez no puedo evitarlo. Pasa un par de minutos, no decimos nada,
quedamos en la misma posición y tenerla sobre mí, con mi miembro aún
dentro, no me ayuda, vuelven a darme ganas pero la siento incómoda y solo
doy para levantarme.
Se queda acostada y me voy a la playa, en busca de que el agua apague
la calentura.
El agua está perfecta, la luz de la luna igual. La calma es absoluta.
Nado por un rato, dejando que mi cuerpo se acostumbre a lo nuevo que me
avasalla golpeándome el tórax al sentir unas manos rodear mi torso con un
abrazo fuerte que me hace girar el rostro y toparme con sus ojos.
Me rodea, queda en frente de mí.
—Tengo hambre. Ya la comida se terminó —me dice.
Suelto a reír. Pensé que me diría otra cosa.
—Sigo preguntándome cómo te entra tanta comida y aún así no
pierdes la figura.
—Siempre que tengo tiempo, hago ejercicios.
—Te pediré más comida —me giro para regresar pero me sujeta.
—¿Nadamos un rato?.
—¿Nadar o follar?
—¿Siempre piensas en sexo?
—Sí.
Rueda los ojos. Tira de mi brazo dándome la vuelta, se sube sobre mi
espalda e intento bajarla pero se aferra como un chimpancé a una rama.
—No seas amargado. Disfrutemos antes de tener que volver a los
deberes. Al hacerlo serás el Alpha y sabes lo mucho que odio esa faceta
tuya.
—Es la que verás la mayoría del tiempo.
—Trata de ser diferente. Acabas de confesar que te gusto de verdad. Es
lo mínimo que debes hacer.
—No voy a ser diferente nada, menos si no me lo confiesas. Faltas tú.
—¿Hay diferencia en este momento?. Ya me habría ido a vestir en lo
que me dejaste en la cama. Pero estoy aquí, pidiéndote diversión.
—Confiesa bien, no con rodeos— espeto.
Se queda en silencio. No me dice nada y tampoco pienso insistir.
Se queja pero me salgo. Tomo una toalla y me seco antes de volver
acostarme con una cerveza en la mano. Desde aquí la veo perfectamente, la
luz de la luna me lo permite y debería irme a la cabaña, ducharme, vestirme
y regresar al hotel, sin embargo, me mantengo con el brazo debajo de la
cabeza y la mirada fija en la curvilínea y sexy mujer que sale caminando
como solo ella lo hace...
Despampanante, sensual y provocadora. Parece una sirena
malditamente hermosa que viene a tierra firme para poner a todos a sus
pies.
Se seca y rebusca en la mesa algo de comer. No hay nada, se lo tragó
todo y debo tomar el teléfono, llamar y en menos de nada le traen más
comida.
Vuelve a estar entre mis brazos, comiendo, bebiendo con
responsabilidad y hablándome sobre lo que deberíamos hacer para la
misión. No se cansa, la escucho porque me gusta su voz, y también la
manera tan inteligente en la que planea y organiza una estrategia. En todo
momento no deja de tocarme, besarme el torso y reírse de las veces que
intenta volverme loco pero no la dejo.
—Cuando estás conmigo, pasas de ser una mujer sin escrúpulos a una
que le gusta ser caprichosa y mimada.
—¿Y no te gusta?
—No me gusta, tampoco me encanta...
—¿Seguro? —se molesta.
—Me fascina —mi repuesta la hace llenarme la cara de besos.
—Siempre seré la insolente que te vuelve loco.
—Tendré que apartar un puesto en el manicomio— me pellizco el
puente de la nariz.
—Buena idea, hazlo de una vez, Daddy.
Me entrega mi teléfono.
—Sé juiciosa y no me colmes la paciencia, Adler. No dañes el
momento.
Vuelve a estar sobre mí. Quitándose la parte de arriba del traje de
baño, mira mis tatuajes, toca mis hombros y me humecto los labios viendo
como se refriega sobre mi miembro. Y volvemos a tener sexo, dos veces
más hasta que se queda dormida sobre mi pecho y debo cargarla para
llevarla adentro conmigo.
En la madrugada volvemos a lo mismo, el descanso quedó solo en los
planes, porque si duermo es por poco tiempo. Las ganas son inagotables, y
tenerla en la misma cama que estoy, no las disminuye, porque mi sed es la
misma, y cada que estoy dentro de ella, me prendo más y me vuelvo adicto
sin remedio.
Es una enfermedad para la que no encontraré la cura, porque ella
misma la es. Todo en una.
Cuando estoy por despertarme me termina de hacer abrir los ojos el
sonido de música proveniente tal vez de la sala. No lo sé. Estiro la mano
buscando a mi acompañante de habitación pero estoy solo. Me paso las
manos por el rostro y me levanto, recojo el boxer y me visto solo con eso,
me lavo los dientes y salgo.
Pillowtalk suena en el pequeño estereo, Adler acomoda unos platos
sobre la mesita y debería reírme por como se ve preparando todo para un
"desayuno en pareja". Pero su cuerpo desnudo se lleva mi atención. La
erección mañanera me comienza a molestar al reparar el pequeño hilo de
encaje que se pierde por la línea de su trasero.
Nuestra ropa yace sobre el sofá al igual que las bolsas de anoche.
—Buenos días. Pedí el desayuno —me señala una silla.
Tomo asiento.
—Ya veo.
—¿Café o jugo?
—Tengo hambre. Pero no de comida— respondo.
—¿Café o jugo? —insiste.
—Jugo.
Me sirve con la mayor amabilidad del mundo. Se inclina dejando en
mi plato: pan, tocino...
—Si no comes. No tendrás sexo mañanero. Y no creo que quieras
andar irritado por culpa de las ganas.
Miro sus ricas tetas cuando toma asiento. Procedo a comer, en realidad
si tengo algo de hambre y el desayuno está delicioso, más si como con el
paisaje que tengo en frente.
—Pienso que deberíamos irnos directamente Estados Unidos. No pasar
por tu casa —me comenta de pronto.
—No podemos hacer tal cosa. Aún no llega el fin de semana. Aún
falta.
—Pero, puedes ir a tu empresa, no sé... Salir de compras. Hacer
cualquier cosa.
—Tengo cosas que hacer en Montreal. Conoces mi agenda.
—Pero la puedes cambiar—insiste dejando el vaso de lado. Se ve algo
molesta y en desacuerdo—. Tienes que visitar a los Bontate. Hazlo mañana
o más tarde. De igual manera tienes que regresar hoy.
—¿Por qué tanto interés en que vaya a otro lado?
—Sólo son sugerencias.
Alzo una ceja, sorbo un trago de jugo mirando como juega con un
trozo de piña con crema.
—Me suena a qué no quieres que Megan se me acerque, porque
seguramente ya debe estar en Montreal.
—No es eso— se altera—. ¿Dije eso?
Me encojo de hombros. Es tan terca que ya le veo las intensiones de
molestarse, pelear y terminar ignorandome durante otra semana más.
—No sigo órdenes. Más bien tú sigues las mías y la de hoy será
regresar a Montreal. Controla los celos, habíamos quedado en algo cuando
estuvimos en Toronto.
—Sólo me dijiste que confiara en ti.
—Eso debes hacer.
—Lo haré. Pero manténla alejada de mí. No quiero que me venga a
restregar nada en la cara porque no responderé a lo que pueda hacerle.
—Pierde cuidado.
Se pone de pie al terminar. Se pierde a la habitación y me voy detrás
abordandola por la espalda cuando busca entrar a la ducha.
—Tengamos una ronda de tres polvos antes de irnos— le saco las
bragas.
—¿Y me dejas conducir de regreso?.
—Eso es manipulación, Adler.
—Yo no lo veo así.
Me hace ojitos de niña buena. Insiste llenándome la cara de besos y la
aparto subiéndola sobre el lavadero.
—Podrás hacerlo si me das tú palabra de que nadie más entrará en tu
pequeña vagina— le abro las piernas mirando el botón rosado que chupo
probando su sabor.
Es como el néctar del pecado.
—Mataré al que lo haga —sentencio, pasando la lengua.
—Lo prometo...
No es necesario que se lo diga. Pero me gusta que lo prometa porque
sabré una vez más si tiene palabra como la tuvo con la primera promesa que
me hizo y cumplió.
___________✧✧____________
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Venus
Observo como se coloca la chaqueta el sexy magnate petrolero que
viste ajustado, de cuero en color negro. Si antes me gustaba, ahora me
fascina porque a él se le ve demasiado espectacular.
Me siento adolorida, probablemente camine raro cuando tenga que
salir, y todo porque follamos más de las tres veces que me dijo. Pero no me
quejo, no puedo hacerlo después de que moría de ganas por estar con él
aunque sea un imbécil. Las horas que estuvimos aquí fueron de mi total
agrado, sobre todo el sexo, la comida, su boca sobre la mía, sus manos en
mi piel...
Me termino de subir los cierres de los botines, me acomodo el cabello
y reparo el entorno antes de salir con él.
El estacionamiento es hermoso, por lo visto lo alquiló porque no hay
nadie, solo el empleado que nos despide y muero por conducir la máquina
que nos espera.
Rápido me acerco, tomo mi casco y sonrío viendo cuando me va a
entregar las llaves. Pero no lo hace.
—Con precaución.
Se las quito con la emoción por los cielos.
—Relájate y aprende como se maneja aeste bebé —subo primero y
debería concentrarme pero sus manos rodean mi cintura y no sé que me
excita más, si la adrenalina que siento con el rugir del motor, o el peligro
que llevo detrás.
Sinceramente ambas cosas me mojan la entrepierna que cosquillea
presa de las sensaciones que me produce al arrancar por la carreta. La
potencia, la velocidad y el ambiente mañanero es una combinación perfecta
que le añade más energía a mi cuerpo.
Necesito comprarme una de estas cosas me encantan tanto como el ir
con él sujetado a mi cintura y llenándome de su calor. Es como si no
debiera preocuparme de nada porque en este momento no tengo la
necesidad.
Siento como si volars sobre el asfalto, no se siente más nada que la
brisa y debería estar al pendiente de los carros que voy esquivando
conforme avanzo llegando a la avenida. Pero sus manos palpan mi abdomen
avivando las ganas que tengo de nuevo, «No se van», y menos al tenerlo
pegado a mí.
Me adentro en las calles de la ciudad, doblo la esquina que me da vía
al estacionamiento del hotel en donde Arturo nos espera. Bajo, le entrego
las llaves y entro detrás de mi jefe. Ya todos están en sus puestos y mi
trabajo comienza, puesto que debo buscar a Helen y pedirle las llaves de la
habitación que ocupamos.
Me saco la ropa y entro a ducharme intentando quitarme los
chupetones. Aplico algo de maquillaje y al salir a vestirme veo a Yasmín
sobre la cama.
—¿Y bien?
—¿Qué?
Se exaspera.
—¿Follaron?, Cuéntame todo con lujos y detalles.
Lo hago, pero no noto como ella quisiera. Solo lo necesario porque no
me gusta hablar mucho de lo que hago, aunque sea con ella. Al terminar
busco a Flavio con algo de afán.
—Ya todo está listo —me dice.
—¿Le avisaste a Mario?
Asiente. Le ordeno que se encargue del perímetro y mande a alguien
por el equipaje del jefe en lo que yo subo el mío al auto. Algunos me miran
con curiosidad pero no les presto atención. Claro está que deben
preguntarse porque el jefe prefiere salir conmigo y no con todo el anillo de
seguridad.
Cada quien se ocupa en su puesto y subo al ascensor, Dan y Arturo
están en la puerta de la habitación, al llegar se van y me adentro a informar
que ya todo está listo pero lo veo hablar por teléfono y debo acercarme.
Viste una camisa negra que se le ciñe perfectamente al igual que los
vaqueros. Me mira, alza un poco el brazo en señal de que le suba las
mangas y lo hago, siendo víctima de la droga que representa su perfume
con olor a poder y riqueza.
Sigue hablando en inglés. Termino lo que mi pidió y noto que tiene
varios botones sueltos, los acomodo hasta el último y me separo.
—¿Piensas ahorcarme?— cuelga la llamada.
—¿Qué?, Así se usa.
—Pues me siento asfixiado.
—Asfixiados los pobre botones que están haciendo un gran esfuerzo.
—Es a la medida— se suelta algunos— Deja los celos.
—No son celos... ¿Qué son esos? ¿Se comen?
Si yo me quedo con cara de idiota mirándolo, no me quiero imaginar
que será de las mujeres con las que se tope. «Les dará una secuencia de
ataques cardíacos».
—Mala medida. Mira eso— señalo las mangas que están a nada de
rasgarse.
—¿Qué?
—Olvídalo. Ya nos vamos, el auto espera por ti.
Me pellizca el puente de la nariz antes de estampar un beso en mis
labios.
—Deja los celos, preciosa o no iré y nos quedaremos aquí haciendo
cosas impuras.
Salgo primero. Aseguro el perímetro y abordamos el auto. Son horas
de vuelo en las que con el escuadrón termino de finiquitar lo del fin de
semana. De solo pensar que llegaremos a Montreal es como si mis ánimos
se esfumaran. Solo espero que no tener que ver a Megan.
El avión desciende, los autos esperan y ruego para que el trayecto sea
lo más largo posible, pero es el mismo y al llegar a la mansión disperso a
todos.
Dan y Flavio se unen a mí cuando echo andar detrás del pelinegro que
entra y no sé si es el destino que me detesta pero se me arruina el día a ver a
la mujer que viene bajando las escaleras vestida casual con un vestido de
estar, zapatillas bajas, un par de anteojos en la cabeza y un cuaderno en la
mano. Luciendo como una joven mujer de casa que espera a su esposo.
—Mi señor, bienvenido —lo saluda cuando por su lado.
Ambos hombres que están a mi lado se van e intento hacer lo mismo
pero la mirada llena de veneno me deja quieta. Toma asiento en el sofá
cruzando las piernas, mirándome como si fuese una alimaña que no vale
nada. Y no hace falta saber que me dirá de todo menos cosas amigables y
bonitas.
—Dejemos clara las cosas. Viviré aquí. Por ende no te quiero encima
de mi futuro esposo, no al menos que sea necesario y él te lo ordene —me
repara de pies a cabeza—. No quiero tener que enseñarte lo que le sucede a
las mujeres como tú, esas que buscan meterse en la cama de los hombres
que no están a su altura.
Algo arde en mi estómago y mi cuerpo se llena de un desperdicio
inigualable.
—¿Me estás amenazando?
—Sólo digo que en tu cara de mosquita muerta no veo más que interés
y no te quiero aquí adentro. Cumple con tú trabajo, y normalmente ese lo
debes hacer allá afuera.
Intento no prestarle atención. Ignorar lo que me dice pero... Dimitri
aparece corriendo a mi puesto y debo sacarlo cuando se vuelve loco
intentando derribarme. Abro la puerta y sale rápido actuando eufórico como
si no lo hubieran sacado a pasear.
Debo bajar mi equipaje, me voy a la camioneta que lo subí y ver al
perro me quita un poco la molestia que acabé de coger por culpa de la rubia.
—Mi bebé, ¿No te sacaron a pasear?— palmeo mis piernas y corre a
mi sitio—. Deberías comerte a Megan, sería algo excelente, ¿Si?, ¿Te
comerías a esa estúpida?.
Acaricio su cuello y dejo un beso en su cabeza, huele bien, recién
bañado. Saco mi bolso del carro y tomo la otra entrada que me manda a las
habitaciones que usamos los del escuadrón. Yasmín está dormida sobre la
cama y entro dejando el bolso sobre la cama a la vez que Kilian entra
dejando sobre la mesita un envase de jugo.
Me saco la chaqueta y miro al perro caminar por todos lados
conociendo el lugar.
—¿Cómo estás? —toma asiento en el borde de la cama.
—Bien.
Que me lo pregunte así, es extraño porque creo saber a qué se debe
esto.
Su expresión de psicólogo me lo dice y...
—¿Sólo bien?, Creí que sería más que bien, los chupetones en tu
cuello me dicen que la pasaste muy bien anoche.
Me giro abruptamente tocándome el área que cubrí con maquillaje.
—No creo que hayan ido a un burdel y pudieras coger en hora laboral,
pero dime...¿Coje bien el jefe?— indaga y evito no verme perpleja.
—Yo no...
—Lo sé todo.
Miro a la pelinegra que sigue durmiendo.
—Ella no me dijo nada. Y no es que me importe pero... ¿Ya le dijiste a
Julián que tienes a alguien para follar?.
—No deberías preguntarme eso. No es problema de nadie lo que
suceda entre nosotros.
—Y lo entiendo. Pero es mi amigo. Y es deshonesto que tú lo evadas
cuando lo tienes cerca, mientras que él te aprecia de una manera que no
debería y lo sabes, Venus. No eres tonta.
—¿Lo evado?
—No lo sé. Sólo te digo que le dejes claras las cosas, porque eres
importante para él y por eso no te hace la ley del hielo aunque lo desprecies.
—¿Ahora lo desprecio?
—Dímelo tú.
Busca la puerta y sale.
—En parte tiene razón— habla Yasmín aún con los ojos cerrados—.
Nos dimos cuenta de eso cuando estuvimos en Finlandia.
—No es mi intención demostrarle que ya no me prende como antes.
—Entonces habla con él. No nos referimos a que lo desprecias de
verdad. Pero se nota que ya no es lo mismo, en la disco él estaba solo al
pendiente de ti, mientras que tú bebidas como sino hubiera un mañana.
Cualquiera se daría cuenta de que estabas pasando por un mal momento.
—¿Y si se aleja de mí?— por primera vez siento un vástago de temor.
—No lo hará. Él sabe que son solo sexo. Tal vez será más liberal y
estará con alguien más, tiene muchas opciones en Kiev, en la fábrica hay
más mujeres que armas.
—Yo nunca le dije que no lo quería ver con alguien más.
—Pero le gusta solo el sexo que tiene contigo. Háblale, lo entenderá y
tú podrás concentrarte en lo que últimamente te tiene más distraída e
irritable .
Me dejo caer en la cama, Dimitri se sube a mi lado e intento bajarlo
pero se queda dormido durante el tiempo que me tomo para pensar.
Entiendo lo que me dice pero... ¿Yo lo desprecio en realidad?, Me
gusta estar con él, ¿Pero cómo hago si mis ganas son por alguien más?. No
quiero alejarlo de mi, puede sonar egoísta pero con él me siento extraña,
pero de una manera que no me hace sentir en lo mismo de siempre que
estoy en mi trabajo o en toda esta mierda que vivo.
En parte con él es como si reviviera la sensación de cuando era una
niña y estaba con mi madre. Ya es parte de mi vida, lo conozco desde que
llegue a la fortaleza, siempre estuvo para mi.
En pocas palabras, él me recuerda para lo que estoy aquí, vivo y
respiro.
Claramente Kilian no se lo dirá. Osea que tendré que hacerlo yo pero
de una manera normal que no involucre a mi jefe. No sé que hacer. Tengo
tantas cosas en la cabeza y una de esas es como voy a lidiar con la mujer
que veo en la piscina tomando el sol mientras teclea en la laptop que tiene
sobre las piernas. Decido ignorarla y me roto con Taeyang quedando con
Fátima en el otro extremo de la casa.
—Es algo pesada la prometida del jefe— comenta de repente.
Sigo mirando las nubes grises que comienzan a cubrir el cielo.
—¿Venus?— agita la mano en frente de mi rostro.
—¿Qué?
—Te estoy hablando y pareces estar en otro mundo.
—No es como si quisiera hablar de la Gelbero.
—Deberías. Hace rato la ví con Enola hablando en plan de amigas con
secretos. Y por lo visto cualquiera es capaz de clavarte un puñal cuando
menos te lo esperes. Se ve que no le agradas a la futura esposa del jefe.
—Y ella a mi tampoco.
—Creo que piensa que tu belleza te dará para acostarte con él. O tal
vez que puedes aspirar a tener algo. Pero es estúpido, eres hermosa, pero no
estás a su altura, y ella es tan ilusa que se va ahogar con su propio veneno.
—Exacto. Confabula en mi contra.
—Busca desatar tu furia.
—Sí.. Lastima que no puedo noquearla. Es una pena.
Se ríe y le sigo la corriente hasta que recibo un aviso de Dan que me
obliga a entrar a la casa en dirección al estudio.
Arturo me abre la puerta y entro captando a la rubia que yace sentada
en una de las sillas, al lado el castaño y detrás del escritorio está mi jefe
revisando unos papeles. Termino de pasar y creo que no me molestaría de
nuevo de no ser porque me pide hacer algo que me descompone los ánimos.
La rubia me muestra su mejor expresión de victoria y calmo mis
demonios internos cuando salgo y debo organizar a las empleadas,
supervisar que preparen el comedor con todo lo necesario, la platería
costosa y que saquen el licor de la mejor calidad, lo dejan sobre una de las
mesas que instalan en la sala al igual que otras para la cantidad exagerada
de bocadillos que preparan.
Flavio me ayuda con la banda de música y le pido asegurar el
perímetro en un radio de más metros. Es necesario teniendo en cuenta que
será una cena para presentarle a los miembros de la organización la
prometida del Alpha.
Me cercioro de que la comida la estén preparando como lo demandan
los menus. Parezco una organizadora de eventos y no una mercenaria. Me
muevo a organizar a todo el personal de seguridad antes de ir a ducharme.
Uso la camisa del traje y el pantalón a juego con los tacones. Me acomodo
el intercomunicador y recojo las armas antes de ponerme el saco y salir.
Brett, Arturo y otro sujeto se ubican en la puerta principal de la entrada
para recibir a las familias que hacen parte de la organización. Clanes,
carteles y toda persona importante que conforme la antes mencionada, entre
ellos los que tienen más peso, los Ivanok, Bontate y Myers. Todos llegan,
disfrutan de la comida, la bebida y las pláticas sobre negocios.
Se mueven al comedor y entro queriendo ignorar a Megan cuando
entra vistiendo un vestido de tubo, en color verde oscuro, con las mangas
caídas que resaltan sus pechos y su bien proporcionada figura exhuberante.
Algunos se ven contentos con su presencia pero otros no.
—Respira —me susurra Dan cuando la veo.
Toma asiento a la derecha de mi jefe que se levanta a hablar y estoy
tan incómoda que debo salir a la sala. Siento que tengo un campo de espinas
en la garganta, estoy acalorada, con dolor de cabeza y más irá que ganas de
respirar o irme a dormir. Pero debo calarme el resto de la noche, viendo que
nada salga mal, que todos disfruten porque no están en cualquier sitio, es la
casa del Alpha de la mafia y aquí puede faltar cualquier cosa menos lo que
lo hace extremadamente rico y capaz de ofrecer algo como esto.
Agradezco que todo acabe, la gente se va, y debo ocuparme de que las
empleadas limpien, dejen todo en su lugar y el cansancio llegue dándome
ganas de dormir como lo están haciendo casi todos los del escuadrón
porque ya los rote.
Termino en la cocina revisando la lista que hice. Nada puede perderse
o quedar en un sitio mal ubicado y por eso vuelvo hacer un repaso de todo.
—¿Guardaron las cajas que estaban en el comedor?
—Si, señorita. Todo listo— me avisan.
Se van y me froto el rostro con las manos. Me duelen los pies y antes
de irme a dormir paso por la sala cuidando que nada se haya olvidado. Todo
quedó como estaba; limpio, ordenado y exactamente igual.
Cruzo el pasillo en dirección a la puerta para salir pero Megan se me
atraviesa con dos de sus guardaespaldas.
—Oye, déjame felicitarte por como quedó todo. Me encantó, hiciste un
gran trabajo —me dice pero con ese tono de desprecio notable.
—Me alegra tanto —respondo con sarcasmo.
Paso por su lado pero me hacen retroceder con el tirón a mi cabello.
Me preparo para derribar al sujeto pero un golpe impacta en mis costillas
derechas a la vez que me cubren la boca volviendo a darme otro que me
retuerce. Todo es tan rápido que cuatro cachetadas impactan en mi mejilla y
caigo al suelo con la boca ensangrentada.
—Por si no te quedó claro lo que te dije temprano. Puedo hacerlo peor
si me buscas.
Suelto a reír.
—¿Por qué no me enfrentas sola?
—¿Y rebajarme?, No, querida, no lo iba a hacer.
—Pues ya lo hiciste. Que falta de autoestima tienes viniendo a que tus
hombres me golpeen cuando tienes que cuidar es el pito de tu prometido.
Me pongo de pie. Molesta se larga con sus hombres cuidándole la
espalda y no me molesto en ir por ella. No vale la pena. Ya después me las
pagará con creces.
La boca me duele, al igual que las costillas, debo tener un gran
hematoma y lo confirmo cuando me veo en el espejo del baño. Yasmín no
está y eso me permite acostarme lidiando con el horrible dolor. Aparte de
que tengo el labio roto. Intento dormir pero entran y sus preguntas llenas de
preocupación no se hacen esperar.
—¿Te pegó?, ¿Fue él?.
—No.
—¿Entonces?
—Megan.
Su molestia es más grande que la mía y como lo sé, pues:
—Esa maldita mal engendrada. Quisiera ir y arrancarle el cabello.
—No podemos.
—Se salva solo por eso. Es una estúpida. Debiste darle uno.
Meto una almohada entre mis piernas, preparándome para descansar.
—Después me las pagará.
—Eso espero. O yo me aseguraré de que lo haga.
Cierro los ojos quedándome dormida al instante. Amanece y es la
misma rutina, trabajar, terminar de organizar y en la tarde me mantengo
haciendo ejercicios en la cancha, tratando de no toparme con la rubia que
no sale de la casa, mi jefe tampoco y entiendo lo ocupado que lo tiene el
trabajo.
Cada vez me siento más impotente, estresa, necesitada y eso elimina
mis ganas de comer, dormir o hacer algo. Pero tengo que dejar todo eso de
lado y ponerme hacer algo si no quiero estar pensando en lo que no debo.
Otro día se suma y son pocos los mensajes que nos enviamos. Me pide
que le mande fotos sexys porque no puede salir del estudio, está lleno de
trabajo, ni siquiera duerme, come o sale. Básicamente duerme allí, y cuando
sale es menos de media hora, precisamente para ducharse y regresar.
Debería calmarme, pero tengo demasiadas ganas y no ayuda pensar
que Megan puede estar encima de él mientras que yo estoy aquí afuera
ocupandome de mi trabajo pese a tener una hematoma que sigue doliendo
como la mierda aunque me aplique pomada y tome antiinflamatorios.
Las horas siguen pasando, insisto en que despeje su agenda en la
madrugada pero me tranquiliza con que después me recompensa. Cosa que
no me sirve y al día siguiente es lo mismo porque Mario llega con
Giovanny, concluimos con los planes, nos repartimos las tareas entre todos.
El Alpha sigue ocupado, tanto que tiene que resolver unas cosas con
Benedik Ivanok y soy yo la que termina yendo en compañía del consejero.
Lo que equivale a varias horas fuera, con ganas y pensando en todo el
infierno que viene por la maldita obsesión que ahora es peor que antes.
Eso sin contar que Megan estará como agente del FBI, viendo que no
haga nada que no le agrade.
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Pues....

Muchas gracias por leer, y estar aquí.

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Besitos.

Osly Ortega
Capítulo 70

__________✧✧Presa✧✧__________

Venus
El estilista de confianza me da los últimos toques en el maquillaje,
revisa que la peluca me quede bien y que mis ojos no se irriten con los
lentes de contacto.
Me aparto el cabello de los hombros, el negro azabache se me ve
demasiado bien a decir verdad, me gusta mi color natural, pero en casos
como estos no puedo ser yo. Una ransformación profunda es la que
terminan, aplicándome algo de labial.
Visto un vaquero de botas anchas, bralett a juego, tacones que
completan el atuendo y un pequeño collar que abraza mi cuello.
—Detesto este color —se queja Enola, mirándose en el espejo.
Viste más casual pero elegante. La cambiaron a castaña. No me agrada
la idea de que tenga que estar conmigo, pero mi jefe y Mario lo ordenaron.
No hay vuelta atrás. Debemos trabajar en equipo aunque nos cueste.
—Se ven irreconocibles —nos dice Taeyang.
—¿Tú crees? —dudo a modo de broma.
—Hermosa, bombón.
Sacudo la cabeza riendo.
—El día que no me llames así, ese día no serás tú.
—Ese día probablemente me habré quedado sin ojos. Pero por ahora,
me gusta bendecirlos con tu hermosura —me guiña un ojo.
—Déjate de babosadas y ve a llamar al jefe —brama la rubia.
—Amargada —le dice.
—Siempre.
Me pongo de pie dejando que Mariano empareje las puntas del cabello.
—Amo mi trabajo, te ves demasiado bien —me hace girar para poder
mirarme completa—. ¿Te sientes bien?
—De maravilla.
—Creo que me pica éste ojo —Enola se revisa los lentes de contacto.
—Déjame ver, querida.
Se encarga de ella y evito acalorarme con la presencia que siento
detrás de mí cuando mi jefe llega con el consejero.
Desde el principio no le gustó la idea de que fuera una de las que
tuviera el papel. Pero no le quedó más remedio que complacer mi
terquedad. Es mi trabajo y hace tiempo no hago algo así. Debo
disfrutármelo porque desde que estuvimos en Arabia, no hemos discutido y
tampoco tenido momentos para lanzarnos veneno.
—No se parecen en nada —babla Giovanny mirándonos, sorprendido.
El pelinegro se centra en mí. Reparando mis ojos y el cabello.
—¿Cómo se ven? —le pregunta el estilista, ansioso por una respuesta
positiva.
—Bien —más seco no podría ser.
—¿Quién es quién? —pregunta el consejero.
—Es obvio. Aquí no hay que adivinar— espeta el Alpha antes de irse
con expresión neutral.
Más odioso no podría ser.
—Venus...—me señala y asiento—. Enola...
La rubia se termina de acomodar. Brett entra con su cambio al igual
que Kilian. Me voy a la sala, El equipaje ya lo llevaron al auto con todo lo
necesario que tuvimos que comprar ayer.
Recojo mi cartera revisando que no me falte nada. En eso suena el
teléfono con un mensaje que termina moviéndome al estudio del pelinegro,
está fumando mientras mira la pecera llena de sus pirañas. Megan salió no
sé a dónde, pero me tranquiliza tenerla lejos aunque sea por este momento.
Desde que llegamos de Arabia no hemos estado a solas, tanto trabajo no nos
permitió hacer nada, como también su novia, parece una garrapata, no se le
despega, por suerte hoy lo hizo, espero que se pierda en el camino al menos
hasta que me vaya.
No digo nada. Cierro la puerta con pestillo porque no quisiera
interrupciones en este momento. Serán tres días sin estar cerca de él, de sólo
pensarlo ya me siento irritada como sino hubiera tenido sexo en una década.
Estoy mal y lo sé cada que lo abordo buscando su boca como en este
momento el que sus manos sujetan mis caderas, moviéndome de sitio.
Quedo sobre el escritorio con él entre mis piernas y mi cuerpo
deseando chupetones que duran días en quitarse y debo estar llenando de
cremas.
—Hace días no lo hacemos. No puedo irme así, no lo permitas —
acaricio su cuello.
—¿Tienes muchas ganas?.
—¿Me lo dices o me lo preguntas? —mis labios forman un puchero.
—Te lo pregunto.
—Es obvio, Herodes. Tú seguramente estuviste con ella, no me vengas
a decir que no. Conociéndote, no aguantarías tanto sin follar con alguien.
—Me conoces mal.
—¿No te la has...
—Deja de preguntar.
Vuelve a besarme pero de un momento a otro se detiene.
—¿Sucede algo?
Niega, duda y suspira hondo, enderezándose.
—Con ese cabello y esos ojos no siento que seas tú.
Despunto varios botones de la camisa que lleva puesta.
—No lo soy. En este momento soy Valery Reynolds. Hija de un
magnate de las telecomunicaciones. Amante de las apuestas, gastar dinero,
follar y divertirme a lo grande —uso el tono del papel.
—No te lo tomes muy enserio.
—Debo hacerlo. Una actriz no trabaja a medias.
—Pórtate bien o tendrás tu castigo.
—No puedo hacer eso. Sabes a lo que vamos. Deja los celos y bésame.
Busco sus labios pero no me lo permite.
—¿Celos?
Se aparta riéndose con amargura. Me toma de la cintura, bajándome,
mira el reloj que adorna su muñeca y me besa rápido antes de rodear el
escritorio, abre un malentín, del cajón saca varios fajos de dólares,
llenándolo.
Tomo asiento esperando que termine. Su loción me tiene mareada, su
cabello se lleva toda mi atención al igual que lo bien que se ven sus tatuajes
con la luz que entra por el ventanal.
Dimitri se levanta de donde estaba acostado y viene a mi sitio
buscando caricias.
—¿Te lo llevarás? —le pregunto.
—No.
—Cuando regreses no vas a conseguir empleadas.
Cierra el maletín de mala gana. La erección parece que le romperá el
pantalón.
—Tengo dinero suficiente para contratar nuevas.
—Así dirás cuando me maten. “tengo dinero suficiente para conseguir
otra amante” —mascullo.
—Si tú lo dices. Será así.
—No lo dudo.
Me pongo de pie recibiendo el dinero.
—Diez millones de dólares. No te confíes y ríndelos.
—Son tres días.
—Y espero que sepas cómo organizarte.
—Lo tengo claro.
—Entonces, menos quejadera y más trabajo.
Me toma de la cintura llevándome a la puerta. Queda detrás de mí,
apretujando mi trasero con su grandes manos. Besa mi cuello y sus labios
sobre mi piel son como el fuego sobre el hielo, me derrito de inmediato
prendiéndome.
Ahora no quiero irme
Alzo el trasero buscando más toqueteo. Muerde la carne sensible y
gimo ante la fricción tan deliciosa que complementa con una lamida
mojada.
—Ahora debes aplicarte labial y taparte el chupetón que te acabo de
hacer —susurra.
Estoy atontada, caliente y...
Necesito... espera, ¿Qué dijo?
Lo aparto y corro hasta el espejo de la esquina. Me miro y quiero
matarlo, ya los viejos se habían quitado y ahora tengo uno nuevo.
—Deja de marcarme. Se ve horrible —me molesto.
—¿Horrible? Pero no te escucho quejarte cuando te los hago.
—Te odio.
Busco la puerta pero no me deja salir.
—Refunfuña todo lo que quieras, viejita— se burla.
—Quítate —trato de apartarlo pero es más grande que yo.
—¿Te piensas ir con las ganas intactas?
—Sí...—bueno en realidad no pero...— Déjame salir.
—¿Y mi beso de despedida?
—No tendrás nada —consigo que me deje salir.
Ya los chicos están listos. Enola se mira en el espejo de mano que
guarda en la cartera cuando me acerco con el maletín. Recojo mi bolso y
trato de que el cabello me cubra el cuello porque no me da tiempo de ir a
que Mariano me aplique maquillaje.
—Ya saben lo que deben hacer —habla Mario—. Llegaremos antes y
deben mantenerme informado.
Mi jefe aparece hablando por teléfono. Ya todos organizaron su viaje.
No perdemos tiempo, cada quien se ocupa de lo suyo y uno de los vigilantes
de la casa es quien conduce el auto que nos deja en el aeropuerto.
Me causa repulsión tener que aparentar que soy mejor amiga de la
mujer que camina a mi lado, pero es necesario. Brett y Kilian son nuestros
guardaespaldas y se aseguran de todo cuando comienza el abordaje del
avión. Las azafatas nos reciben en la clase privada, con champagne,
bocadillos y un servicio de primera para dos chicas influyentes y ricas como
nosotras.
Esto me lo pienso disfrutar.
Son 5 horas de viaje. Debería descansar, pero en parte del trayecto no
hago más que ver una película y pensar en todo, haciendo un repaso mental
para estar al día.
—Espero que dejemos de lado las diferencias —habla Enola mirando
una revista—. No quiero fallarle al jefe. Aunque supongo que tú no le das
mucha importancia, pensarás que por ser su amante no te hará nada.
—¿Disculpa?
—¿Qué? —me mira confundida como si no hubiera dicho nada y yo le
estuviera hablando porque quiero.
—Te diré algo —cruzo las piernas poniéndome cómoda—; Puedes
confabular con Megan sobre mí. Pero trata de que el veneno no les termine
haciendo daño solo a ustedes. A mí no me afecta verlas en plan de amigas
chismosas.
—Mira, Venus. Puedes cojerte a quién tú quieras. Sólo ten un poquito
de amor propio y trata de que no sea con un hombre comprometido, que
solo te ve como juguete sexual y no te verá de otra forma que no sea la de
su guardaespaldas.
—¿Eso debería dolerme?
—No. No tienes dignidad ni amor por ti. Lo sé, no pretendo que te
duela. Lo digo porque lo sentía atascado en la garganta.
—Es bueno desahogarse. Siempre y cuando te ganes más odio de parte
de alguien más.
—Me gusta que nos odiemos. Le da más sazón a nuestras vidas.
—Concuerdo. Ver tu cara de estúpida me da mil años de vida. Me
divierte saber que tengo admiradoras que están al pendiente de lo que hago
o deje de hacer.
Suelta una risa, cubriéndose la boca.
—Sueñas.
—No lo creo.
—¿Ya están como perro y gato? —pasa Kilian en dirección al baño.
—Eso no es novedad —habla Brett tomando asiento sobre el brazo de
la silla que ocupa su compañera de sexo—. Me duele la espalda. Tanto
tiempo sentado no ayuda.
—Y si nos escapamos al baño —le propone jugando con la corbata de
su traje— Te ves acalorado.
—Se supone que debo velar por tu seguridad. No sería muy
profesional acostarme con la hija de mi jefe.
—Las reglas se hicieron para romperse —murmuro mirando por la
ventanilla.
—Y tú si que sabes sobre eso —me dice Enola.
—¿Te sientes bien?, Te veo pálida —Brett se preocupa, mirando mi
rostro..
—¿Enserio?
Saco el espejo de mano. Yo me veo normal.
—Tal vez sea el maquillaje. O el negro te hace ver más blanca.
—Es eso. Parece un papel de baño —bromea el moreno.
La parejita se pierde al baño y él toma asiento en frente, pellizcando el
plato con bocadillos sin dejar de mirarme.
—Vengo en buen plan —se adelanta a dejar claro.
—No dije lo contrario.
—Creo que últimamente abunda mucha tensión entre nosotros. Tal vez
sea por lo que te había dicho.
—Espero no vengas a decírmelo de nuevo.
—No lo haré. Al parecer no será necesario.
—Al menos ya lo notaste.
—Un poco.
—¿Puedo preguntar cómo vas con Yasmín?, Debo avisarte que no
tomaré en cuenta que eres mi amigo si le haces daño.
—Tú no me tocas ese tema, y yo no lo haré con lo de Julián.
Astuto.
—Ok.
—Ok.
Llama a una azafata pidiendo un vaso con licor y hielo. La sed aparece
en mi boca, pero no tengo ganas de eso, sino de llegar y comenzar a trabajar
porque eso me distrae de estar pensando demasiado.
—Me mata la curiosidad por preguntarte muchas cosas —habla
después de un rato—. Pero no sería lo correcto.
—Tampoco pienso responder algo que sea sobre lo que debes estarte
imaginando.
Se encoje de hombros. Puede verse malote, con ese aire sensual y
varonil, pero aún así es agradable aún en momentos como estos.
—Hace calor —regresa Enola con el cabello algo desordenado al igual
que la ropa.
—Antes de bajar ocúpate del maquillaje —le pide el moreno antes de
regresarle el asiento.
Queda una hora de vuelo, aprovecho para dormir unos minutos. El
avión aterriza, los chicos se encargan del equipaje, nosotras de ignorar a
todo el mundo porque somos costosas, divas y empoderadas hasta cuando
subimos al auto que espera y abordamos.
Llegamos a nuestro destino, la seguridad es sorprende a pesar de que
aún es jueves.
El hotel resort casino es hermoso, no tenemos que pasar por recepción,
nuestros acompañantes se encargan de todo hasta de que suban nuestro
equipaje.
La suit es espectacular, la decoración, el tamaño, la vista. Demasiado
para disfrutar estos días aunque estemos en horas laborales. En el comedor
nos dejaron comida de bienvenida, bebidas y los collares con el logo del
evento que se llevará a cabo desde mañana viernes hasta el domingo en la
noche.
Me despojo de la cartera y los tacones cuando tomo asiento en la mesa
para comer. Kilian aparece con una tablet, Brett se asegura de revisar todo
el lugar y Enola abre la laptop que deja sobre la mesa.
—Llegan en tres horas, lo que significa que podemos salir un rato —
me dice.
Los rollos de panes con salsa están tan ricos que por el momento me
desentiendo de lo que me dice.
—Venus... ¿Avisaste que llegamos? —me pregunta el africano.
—Cuando veníamos en el auto.
—Me ducharé antes de salir a estudiar el perímetro.
—Ustedes deberían alistarse. Salir es necesario— aparece Brett.
Tengo una horrible fatiga como para salir de aquí.
—El viaje fue largo. Al menos voy a descansar por dos horas antes de
que lleguen —se levanta la rubia y me hace entrega del aparato—. Vigila,
ya las cámaras de seguridad están tomadas.
—Al menos déjame comer.
—Puedes hacerlo mientras revisas.
—No hay prisa. El informe dice que no llega sino hasta mañana —la
tranquiliza Brett.
—No dejemos todo para mañana. Hoy también es crucial —me dice
ella.
Dejo de comer y me pongo manos a la obra revisando varias cámaras,
sobre todo las del siguiente piso en donde las camareras limpian las suit
más costosas que ya estaban apartadas pero que aún nadie ocupa. El casino
está desocupado, lo están terminando de equipar, varias cajas con licores la
dejan sobre la barra que instalaron al igual que las mesas para la comida.
Todo costoso y a la altura.
Kilian me mantiene informada mediante el intercomunicador. Por las
cámaras puedo ir viendo los lugares por donde se mueve y el último es la
piscina. Brett debe estar en la habitación de Enola, yo sigo aquí sentada, sin
haberme duchado o intentar descansar, pese a poder hacerlo, prefiero
quedarme un buen rato en el balcón observando la vista tan espectacular de
parte de la flamante y activa ciudad de las Vegas. Puede ser de día, pero
aquí la fiesta no para, la gente no deja de disfrutar y desde aquí puedo ver el
Caesars Palace.
«Debería salir a divertirme»
Al darme cuenta, es cuando me avisan que ya están aquí, y yo sigo en
el balcón, tomando vino tinto y comiendo bocadillos. El clima es caluroso
pero no en exceso. Puedo estar trabajando, aún así me es imposible no
pensar todo lo que he venido haciendo desde que entré al escuadrón. Ha
sido una travesía loca. Tanto que termino riendo sola, varias veces lo hago,
tal vez sea el vino que ya me esté afectando.
—¿Estás tomando? —me reclama Kilian.
Sorbo dos tragos de la copa. Me encanta el vino, sobre todo cuando es
costoso como este que nos trajeron.
—Claro ¿Cómo podría desperdiciar tan delicioso nectar?
Toma la botella que había dejado sobre la mesa debajo del parasol.
—No deberías estar tomando.
—Y tú no deberías estarme regañando, no eres...
Se me olvidó lo que iba a decir.
—No soy el Alpha, lo sé. Pero no me arriesgaré a que esto salga mal.
—Relájate. Hoy no es tan importante— hago un ademán con la mano
restándole importancia.
—Dame eso —intenta quitarme la copa pero lo aparto yéndome
adentro—. Deja tu estrés. Ve a regañar a alguien más.
—¿Por qué los gritos? —aparece Enola vistiendo un albornoz de ceda.
—La responsable encargada está tomando —le responde él.
—Estaba —alzo las manos dejando la copa sobre la mesita que
encuentro—. Me iré a dormir, pueden despertarme cuando el gallo ponga
huevos.
—Venus...
Sigo mi camino en busca de mi habitación de chica rica.
—¡Venus!
—¡No oigo nada, soy de palo, tengo orejas de pescado!— canturreo
avanzando por el pasillo.
No sé cuál es el afán. No tenemos nada que hacer hasta la noche. Por
dios, estamos en las Vegas, en plan vacaciones pequeñas, lo menos que
quiero es estar pegada a un aparato revisando a cada nada. Ya sabemos que
mañana es el día importante, pero están tan concentrados en no fallar que ya
se les olvidó que antes nos divertimos aún si estábamos en una misión.
Me saco la ropa, me tumbo en la cama y cierro lo ojos dejando que el
sueño me venza no sé por cuanto tiempo pero me despiertan los toques en
la puerta y seguido unas manos al arrancarme la cobija.
—¡Arriba, el teléfono se va a explotar y de seguro es el jefe para
regañarte! —chilla Enola.
Algo duro cae sobre mi espalda. Me giro y tomo el aparato
contestando la llamada que me saca de la cama. Me ducho, visto un enterizo
corto sin mangas, con escote profundo y uso tacones bajos. Preparo una
cartera y me maquillo antes de verificar que tengo bien el cabello suelto.
Me aplico loción, uso algunas joyerías pequeñas y guardo el teléfono
antes de salir. Ya Enola está lista con un vestido corto de seda, tacones y el
cabello en una coleta alta que resalta sus nuevas facciones gracias al
maquillaje que se realizó. Ambos hombres visten trajes negros, usan
intercomunicadores, optando los papeles de escoltas.
—Hasta que te despiertas, casi que no —se queja Brett.
—Bebí pero eso no me dejó indispuesta, ¿O si?
—Mejor vámonos —propone Enola.
Él sale primero, después nosotras, avanzamos por el pasillo hasta
llegar a la entrada. El auto ya espera y lo abordamos ocupando varias horas
de la agenda. Visitando museos, comprando prendas y siendo las mujeres
que vinieron solo a divertirse porque la última parada es un casino en donde
apostamos por un buen rato, socializando con promiscuos adinerados que
nos invitan a platicar o tomar.
Deben tener unos cuantos años más que nosotras, pero pasan la prueba,
son apuestos a su manera, tratables y graciosos.
La noche parece eterna, el ambiente no da más ganas sino de salir a
embriagarse, pero no se puede. Sigo con Enola en la mesa de poker, al
parecer la está pasando bien pese a que tenemos que fingir, no lo estamos
haciendo del todo ya que si nos relajamos y me mantengo riendo sobre lo
que me comenta el sujeto que sigue con nosotras.
—Entonces me vine y la dejé en Europa, ella creía que me iba a
manipular, pero se jodió —suelta a reír levantando el trago para brindar—.
Por las parejas conflictivas.
Le sigo la corriente.
—Salud.
Gana la ronda recibiendo las fichas. Mi compañera no se ve muy feliz,
pero luego de un rato le gana doble poniéndose de pie alzando los fajos de
billetes.
—Así se juega —me palmea la espalda, riendo—. Vamos Valery,
festeja conmigo.
Kilian y Brett nos miran desde unos cuantos metros. La rubia está
sobria pero con unos cuantos tragos encima al igual que yo que termino
bailando con ella quien me abraza señalando a los sujetos.
—¿Una ronda de ruleta rusa?
—Hagámoslo —se animan.
Nos movemos de sitio. Esta vez si juego porque no quiero ser agua
fiestas, además son buenos acompañantes y estarán en el evento de mañana,
«Más que perfecto».
A las 4 de la mañana nos despedimos. Nos dicen el nombre de la suit
que ocupan en el hotel aparte de que nos invitan a desayunar en la misma
mesa que ellos durante la primera actividad del talonario del evento.
Al llegar a la suit, nos ponemos en contacto con Mario, al terminar me
voy a descansar aunque las ganas me pongan a tocarme satisfaciendo mis
necesidades sexuales ya que la irracionalidad me toma y eso me hace llamar
a mi jefe quien por suerte no manda la llamada al buzón, contesta y sonrío
complacida.
—Deberías estar durmiendo —es lo primero que me dice al contestar.
Al fondo se oye música y eso me reincorpora en la cama.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy en un pub tratando de olvidarme de tu pequeña vagina.
—¿Eso o buscando alguien para follar? —el cuerpo se me calienta
pero no precisamente de ganas.
—No tengo que salir a buscar lo que pueden llevarme al hotel.
Imbécil.
—Ajá.
—¿Tú qué haces? ¿Pensando en mí?
—No seas Imbécil.
—¿Entonces para qué me llamas?
Me muerdo el labio conteniendo la ganas de decirlo.
—Para nada.
—No me mientas.
Me acuesto mirando la pantalla del televisor.
—No lo hago.
—Adler...
—¿Qué? —me pongo a la defensiva, pensando en las miles de mujeres
que se le deben estar insinuando.
La música del fondo se escucha en el pequeño silencio que nos toma.
—Quiero follarte.
La saliva desaparece de mi boca y algo tibio sale de mi vagina.
—¿Qué? —me hago la que no escuché.
—Quiero follarte — repite.
—¿Ah sí?
—Sí.
Fuerzas Diosito.
—Una pena que no puedas hacerlo —digo con un tonito sensual y
lento.
—Lastima. Mi lengua recogería los fluidos que deben estarte
empapando en este momento.
—No estoy mojada.
Estoy más que eso. Hasta me empecé a tocar por encima de la tela.
—Me estás mintiendo de nuevo.
—Claro que no.
«Ustedes y sus cosas»
—Ve a dormir. Mañana tienes cosas que hacer.
Encojo las piernas moviendo la pelvis, buscando más placer en el
toqueteo.
—No quiero dormir.
—¿Qué quieres?
—Que me lo digas de una manera que me ponga soñar algo sucio
contigo.
El silencio vuelve y solo se oye la música del fondo pero menos
notoria, como si hubiera buscado privacidad para hablar.
—Ey, ¿Sigues ahí?
—Preciosa, ve a dormir, ya es tarde y no te voy a follar si fallas la
misión.
Suelto una risita ahogada esperando que no me escuche.
—Ok, eso haré.
Estoy por quitarme el teléfono de la oreja pero...
—Ey, tienes prohibido tocarte cuando no esté contigo.
—Pero...
—Es una orden.
Cuelga y quedo estupefacta mirando la pantalla. ¿Quiere qué muera de
ganas?. Texteo un mensaje y se lo envío antes de masturbarme porque no
me quedaré así.
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Herodes
Sigo leyendo el mensaje que me acaba de enviar mi tormento favorito.
Le gusta retarme solo para que después le dé lo que quiere.
Me guardo el aparato en el bolsillo antes de entrar de nuevo. La
música sigue igual de alta, las luces bajas y el ambiente perfecto para dejar
que mi cabeza se libere de algunas cosas. Pero ya no tengo ánimos de seguir
aquí, no después de que ahora tengo más calor.
Tomo asiento en la barra pidiendo un cóctel diferente a los que ya me
tomé. Me ofrecen los shots que podrían hacerme olvidar hasta quien soy,
pero no los recibo. Debería estar en el hotel, pero no podía estar tanto
tiempo encerrado.
—Señor, ¿Necesita algo? —se me cerca Dan.
—Cigarrillos de menta.
Me entrega uno y saco el encendedor. Bebo mientras fumo, me
desentiendo de mis obligaciones, solo por un rato. Este tipo de ambiente no
es lo mío, pero sirve para distraerme, sobre todo cuando las mujeres me
empiezan a acosar buscando más que un plática amable. Aquí todos están
más ebrios que cuerdos.
Releo los mensajes que tengo de Megan. Ya anda modo histérica con
lo del compromiso, aún no pasa el período de prueba y ya está planificando
vestido, fiesta, recepción, iglesia... A donde nunca entraré, nunca pisaré
una, no después de todo lo que he hecho.
No sé quién le dijo que haga tal estúpides, pero no estoy para lidiar con
ella. Por ahora tengo cosas más importantes que hacer.
Una morena toma asiento a mi lado. Intenta sacarme conversación
aunque la ignore, insiste varias veces y tengo que ponerme de pie pidiendo
que me lleven al hotel. Necesito dormir varias horas, pero las ganas me
están haciendo sudar frío.
La suit es la más costosa, además de ser inmensa, tiene piscina, sala de
billar con bar incluido, la sala es grande lo que facilitó que los hackers
instalaran el equipo necesario ya que la vista de los ventanales y el balcón
los mantiene sin ganas de salir a buscar entretenimiento. Algunos cubren
sus puestos y el resto del escuadrón descansa para su ronda de mañana
temprano.
Antes de subir me aseguro de que todo marche bien, no porque sea mi
obligación, Mario se encarga, pero para estar tranquilo debo asegurarme de
que ya tengan todo listo.
Me despojo de la ropa. Me sirvo una copa de licor y lleno el jacuzzi.
Espero un rato antes de meterme buscando liberar tensión, pensamientos
sucios...
No sé si son los tragos que me tomé, pero me termino tocando y
corriéndome. No es suficiente pero al menos ya no estoy como hace unos
minutos.
Me tumbo en la cama y cierro los ojos. El pasado aparece en mis
sueños pero no como antes, ahora el presente es más fuerte porque aunque
despierto sudando y agitado, no puedo quitarme de la cabeza el
pensamiento de ella. Debería molestarme, pero ayuda a borrar un poco toda
la mierda que he hecho y siempre me va atormentar hasta mi muerte.
«No me arrepiento de nada», nunca lo haré.
[...]
Con jugo del desayuno me tomo la pastilla para el dolor de cabeza.
Una de las alfas se lleva el carrito que trajo a la vez que Mario entra con la
tablet en mano.
—Ya están en el lobby.
—¿Llegó?
—Aún no.
—Probablemente lo haga en la noche.
El pasado asistí. El evento como tal comienza desde hoy en la mañana,
pero en la noche es cuando dan inicio a las actividades.
—Giovanny acaba de regresar. Tú padre no está muy contento, los
rusos andan casando a Ksel —me informa.
—En algún momento lo harían.
Me termino de colocar la camisa, busco el teléfono y la cajetilla de
chicle.
—Quiero ver que hacen esas dos —me encamino a la puerta.
—Vamos, en las computadoras se ve mejor —sale conmigo.
Yasmín Bakhash y Helen Bianchi revisan las cámaras de las calles
cercanas a la pista privada. El asiático se comunica con el otro hacker que
ya partió en compañía de Khan, la otra miembro del escuadrón.
Aquí todos trabajan, y yo no soy la excepción porque necesito que
todo salga bien, sin embargo, debo ocuparme de algunas llamadas
importantes antes de tomar asiento mirando varias de las pantallas que
muestran la recepción del hotel, el casino en distintos ángulos, y el
restaurante que amplio de varias formas ojeando lo que hacen la. Ambas
desayunan con tres sujetos, todos sonrientes, cómodos y encantados con sus
acompañantes.
Una hora la pasan en el mismo sitio hasta que se mueven al lobby que
tiene preparado un show con bailarines de Magic Mike y mujeres expertas
en el pool dance. La pelinegra viste shorts altos, botas de cuero hasta más
arriba de las rodillas y una camisa de piedrería reservada, el cabello suelto y
una cartera pequeña. De solo verla siento que me falta el aire porque se ve
tan diferente, pero mi cabeza le quita ese color negro y los ojos verdes.
La rubia viste un vaquero, tacones y camisa de mangas caídas. Estilos
cómodos y sexys, tal y como deben vestirse porque saben de moda, se les
enseñó en uno de los entrenamientos de seducción y queda demostrado
aquí, tienen a muchos con la atención en ambas y quisiera ir por algo de
agua, tengo la garganta seca, estoy por levantarme pero la pelinegra se
pierde con uno de los sujetos y eso me deja en el puesto tecleando en busca
de saber a donde van.
No lleva micrófono, pero no hace falta, la expresión corporal de él me
deja claro que la quiere manosear cuando caminan por un área más privada.
Hablan, ella es la que más lo hace y en un punto solo él le responde sin
dejar de mirarla directamente, «Debería sacarle los ojos después de esto».
Me quiero levantar, dejar de ver pero ella no me lo permite, se hace la
muy coqueta dejando su mano sobre la corbata, jugando despacio sin dejar
de escuchar y sonreír provocativa.
Esto no es nada para lo que tendrá que hacer. Por eso no la quería en
esa tarea, pero se molestó, alegó miles de veces y no me quedó más
remedio que dejarla porque sé de lo que es capaz.
—Es sorprendentemente buena, lo tiene comiendo en la palma de su
mano —habla Mario a mi lado.
No lo niego. Tiene razón y lo apoyo cuando se hace la dura dejando
claro que no es fácil, eso termina de embobar al sujeto que el resto de las
horas la invita a salir de compras, almorzar en un restaurante costoso y
caminar por algunas calles en plan de asombrarla con todo lo que me parece
incipido porque no tiene todo lo que quiere aparentar.
No me he levantado de aquí, veo la hora en el reloj, son las 4 y ni
siquiera he probado un bocado de comida. Lo que hago es fumar y mirar las
pantallas.
—Señor, ¿Algo de comer? —me pregunta Bianchi.
—No.
«Tengo que levantarme de aquí». Me voy por un vaso con licor. Me
quedo en el balcón mirando el paisaje sin dejar de leer el mensaje de
anoche. Eso me ayuda a no pensar en lo que debe estar haciendo.
—Acaba de llegar —el aviso del asiático me mueve adentro.
Tomo asiento viendo la pantalla que muestra una de las cámaras de la
pista privada. Aborda un auto, la imagen cambia con el trayecto del auto
por la avenida, algunas calles y el hotel en donde baja.
Cada lente, cámara o teléfono cercano nos ayuda a mirar lo que quiero
y todo lo que hace cuando entra dejando que lo lleven a su habitación en el
piso más importante.
Miro la hora, son las 6 y la próxima actividad comienza en una hora.
Por lo que me muevo a ducharme, como algo ligero y vuelvo a estar
sentando en el mismo sitio.
—Ya va a comenzar —me avisa Bakhash, pegándose el teléfono en la
oreja—. Ya van bajando.
Las cámaras las muestran saliendo del ascensor. Ambas visten sexy
pero la pelirroja se sobrepasó con un vestido casi transparente con detalles
en piedrería que cubren lo necesario sobre la tela porque lo demás muestra
piel y más piel como si la tela no hubiera alcanzado. Lleva el cabello suelto
y cuando la veo por detrás tengo que pasar saliva porque se me agua la boca
con la espalda descubierta hasta un poco más arriba del trasero.
«No tenía que exagerar así». Desecho el impulso de enviarle un
mensaje ordenándole que se vaya a cambiar esa mierda que capta la
atención hasta de los camareros que le ofrecen bebida a cada nada,
queriendo verla.
—Esa mujer es perfecta en todos los sentidos, demasiado hermosa para
ser verdad —masculla Bank a mi lado y me levanto tropezando a Mario.
Los malditos celos me están matando por dentro «Detesto confesarlo.
Pero es mía y de solo pensar que...» Debo comprimirlos, es crucial que todo
marche de acuerdo al plan.
En el minibar de la cocina me sirvo vino. Estoy tan tembloroso que
capaz y mando a bombardear el maldito hotel.
—Fase 2 completa, señor —me avisan.
No vuelvo a mi sitio. Prefiero quedarme en el balcón disfrutando del
vino y la noche. Quiero ir a verla, su imagen no sale de mi cabeza...
«Cotrólate, Herodes». Mis demonios internos tratan de romper los
barrotes que se esfuerzan por mantenerlos dentro de la jaula que varias
veces ya se ha debilitado, y eso es un problema inmenso.
—Fase tres en proceso —me vuelven a avisar.
Esta vez sí me digno a mirar. Ya ambas lograron que sus pretendientes
las incluyeran en la mesa de la figura que las invita a ser partícipes de las
apuestas que se alzan. Las prepagos elegantes abundan, al igual que los
gigolos, la banda de música tiene a muchos bailando y la seguridad es más
excesiva que la del año pasado pese a que no estoy allí.
Las tratan como unas reinas, no es para menos, las dos están siendo la
sensación del lugar por como hablan, caminan, la labia tan impresionante
que usan causando que les ofrezcan de todo, además de pagar lo que ambas
apuestan, sin embargo, saben lo que hacer y prefieren usar el dinero del
maletín que Gill y Taylor les facilitan. maletín.
—Van bien —comenta Mario.
La banda cambia por una de jazz y se me tensan los músculos a ver
que el castaño le ofrece una mano invitándola a bailar. Deja su mano en el
centro de la espalda de ella que sonriente entrelaza los dedos y posa la
mano disponible en el hombro antes de comenzar a moverse lento y como
la pieza lo demanda.
Están tan concentrados en lo suyo que se mueven en sincronía, muy
cerca. Se ríen abiertamente, platican hablándose al oído y parece que la
pista tiene un imán porque duran un poco más de lo esperado.
—Ya lo tiene —susurran detrás de mí.
—Sin duda alguna —alega el consejero.
Siento que tengo ácido en la garganta.
Las horas transcurren y no puedo apartarme, menos cuando salen del
evento, yéndose a la piscina climatizada. Los siguen atendiendo igual, los
escoltas se aseguran del perímetro, el anfitrión no se opone al hecho de que
ambas mujeres deban llevar a los suyos. Los otros sujetos también siguen
con ellos.
—¿Más vino, señor? —me pregunta Giovanny.
Asiento dejando que llene la copa.
Nada de novedad aún, siguen en la piscina, bebiendo, hablando y
coqueteando. Se hacen las 4 am, se despiden y en la mañana les envían un
banquete como agradecimiento por la compañía. Adler informa todo lo
necesario al igual que los demás. Al medio día las invitan a una exhibición
de arte en un museo.
El hacker se mantiene en el punto. Mario le pide con lujos y detalle
cada cosa que procede hacer antes de que regresen. Todo debe salir
perfecto, ya mañana será el gran golpe y no aceptaré fallas.
—Sexo o rodeos con una buena excusa —habla la morena y regreso la
vista a las pantallas absorbiendo una gran cantidad de ira con la imágen que
veo.
Ella dejando que el hijo de perra la sujete de la cintura hablándole al
oído a medida que se mueven entre las muestras de arte.
—Ese man no cayó, el se aventó con todo —bromea el consejero.
—¿Desde cuándo tan bromista?—le pregunta Mario.
Me pongo de pie con las manos picándome.
Hace demasiado calor. Creo que la capa de ozono se está
desequilibrando o el aire acondicionado no funciona como debería. Me
sirvo un trago con suficiente hielo. Tomo asiento en un taburete mirando un
espacio específico dejando que mi cabeza divague por un rato.
El teléfono me suena en el bolsillo, lo saco contestando la llamada de
Duke Bontate quien me avisa que los rusos intentan chantajearlo con la
droga. Duro una hora hablando con él. Necesito solucionar eso, pero
primero debe salir bien lo de mañana, porque no voy a soportar haber visto
todo lo de hasta ahora, como para que salga mal.
Alguien morirá si eso sucede.
Necesito que esto se acabe ya, tengo cosas importantes que hacer.
—Señor, tiene que ver esto —me avisa Giovanny.
Regreso a la sala. Me muestran lo que debo ver, toca armar una
estrategia y en eso se me van dos horas que me distraen para no ver las
pantallas que los muestran en un restaurante cinco estrellas.
Megan me llama, creo que ya es la quinta vez en el día de hoy. Me está
colmando la paciencia, está sacando las garras y eso me tiene alerta porque
la conozco más de lo que ella cree, no dejará pasar nada y por eso tengo
todo calculado. A mí nada se me escapa de las manos. Lucinda la quiere
tener entrenada, piensa que tiene la más mínima idea de cómo ir un paso
más adelante que yo. Pero yo ya corrí ese maratón desde hace mucho.
—¿Desea comer? —me pregunta Arturo.
—Panceta de cerdo en salsa de vino blanco. Que no se pase de cocción
porque no estoy de humor— sentencio—. Y una cerveza.
Subo a ducharme. Me visto solo con un vaquero porque hace calor y
no ayuda tener que estar pegado en esas pantallas. Me mantendré aquí o
terminaré más molesto que de costumbre.
Me seco el cabello con una toalla, con la otra mano sostengo el
teléfono que me muestra las fotos que me envía mi secretaria de una de mis
empresas. Otro mensaje llega y el hambre desaparece cuando lo leo.
«Debe querer que le dejé rojo el culo cuando la coja»
—Mi señor, así me siento yo cuando te pienso o te imagino besándote
con tu prometida.
«La voy a..», La adrenalina de solo molestia me mueve a la sala
queriendo ver qué carajos hace y....
La veo salir del baño, cruza varias mesas de apuestas del casino y llega
a una, la basura con olor a muerto se levanta, se despide de los presentes,
posa la mano detrás de su espalda y se la lleva en dirección al ascensor que
los sube al pasillo de las suit más lujosas, se adentran en la suya y no sé que
más sucede porque no hay cámaras adentro.
La voy a...
______________✧✧_______________
_________________________________

Seguramente la dejara encerrada otra vez en el cuarto del dolor.


Jajaja.

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Mil gracias por leer. Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.
Osly.
Capítulo 71

______✧✧Cordero✧✧______

Venus
Tomo asiento en el sofá largo de la lujosa y sofisticada sala de la suit
del hombre que me da la espalda yéndose al mini bar de en frente.
—¿Vino o Whisky, linda Valery? —me pregunta con amabilidad.
Cruzo las piernas dejando la cartera sobre la madera. Es casi de mi
tamaño, eso sino llevara tacones, por ende, lo sobrepaso cuando los calzo.
Lo detallo unos segundos; debe tener unos 40, pero aparenta unos diez
años menos, cabello castaño, rasgos duros y personalidad seria, con una
combinación atrevida y algo déspota e intransigente.
—Vino estaría bien —respondo su pregunta.
—Pues será vino entonces.
Es muy precipitado. Ya me quiere coger, lo sé.
—Entonces...—regresa con la botella y dos copas—. ¿Qué hace una
joven tan hermosa en un lugar como este y no en una disco?, Estamos en las
Vegas; hay mucha diversión.
—Prefiero las pláticas mientras observo como apuestan mucho dinero,
eso me gusta, ya después me tomo mi tiempo para salir a discos —respondo
con simpleza.
—¿Te gustan las apuestas o el dinero?
—Ambas.
—Interesante. Deben gustarte si vienes de una familia rica.
—El dinero me encanta.
Me sirve vino y sin dejar de mirarme le da un sorbo a su copa.
—El año pasado no te ví aquí.
—Estuve en Escocia. Tengo primas que viven allá y suelen hacer
fiestas demasiado excitantes.
Juego con el borde cruzándome de piernas. No deja de observar lo que
hago y sonrío apartándome el cabello de los hombros mostrando más el
escote del vestido, mirando a mi alrededor.
—¿Estás solito en esta gran suit?
Frunce los labios asintiendo con pesar.
—No tengo esposa. Prefiero la vida del soltero divertido.
«Mentiroso»
—Es una pena. Lo que se pierden.
Toma asiento sobre la madera, quedando demasiado cerca de mí.
—Siempre lo digo. Tal vez las relaciones no sean lo mío.
Soltamos a reír divertidos.
—Pero allá abajo muchas quieren contigo. Lo noté.
—Es normal teniendo en cuenta quien soy.
Ladeo la cabeza algo confundida.
—¿Un empresario maduro y con mucha experiencia? —pregunto con
ingenuidad.
—Eso y...—duda por unos segundos— Mejor háblame de ti.
Sorbo un trago mojándome los labios.
—¿Qué quieres escuchar?
—Qué harás después de aquí, si mañana estarás para la última
actividad, y si aceptas mi invitación para ir a algún lugar después de las
apuestas para la caridad.
Cálmate, vas más rápido de lo que creí.
—No sé qué haré el lunes. Mañana si seguiré aquí, quiero divertirme
claro está y puedo aceptar tu invitación, siempre y cuando no sea para mi
sola. Halsey no se quedará aquí sin mí.
—Oh, tú amiga. Ella puede venir. Estoy más que seguro que eso le
gustará a mi amigo.
—Sino hay problemas, está bien.
—Eso es un hecho entonces. Lo que tú pidas.
Complacida dejo una mano sobre su muslo mirando como se muerde
el labio. Su loción es exquisita al igual que la manera en que se viste;
vaqueros, camisa mangas largas de cuello alto y un pequeño collar, eso y el
reloj que tiene en la muñeca, la misma de la mano que deja sobre la mía
invitándome a que presione más.
—Tienes unos hermosos ojos —me dice.
—Gracias. Desde que te conocí no has hecho más halargarme y
hacerme sentir diferente a todas las mujeres que se te han ofrecido.
—Lo eres —asegura sin titubear.
Me pongo de pie quedando en frente de él con ambas manos a los
lados.
—Me gusta que me hagan sentir deseable.
—Todo sea para que no me prives de seguirte conociendo.
—¿Ah, si?
Pasa saliva sin moverse con el contacto de mi mano subiendo hasta su
parte y... No me sorprende que la tenga dura.
—Si...—musita con voz ronca.
—¿Te gustaría conocerme más?
—No sabes cuanto.
Palpo despacio elevando el mentón, embelesando sus ojos con la
mordida que le doy a mi labio.
—Dímelo.
—Valery...
—¿Ummh?
La frente se le cubre de una fina capa de sudor y no hace falta tocarle
el pulso porque dejo la otra mano sobre su nuca y siento los latidos rápidos
de su corazón nervioso.
—Eres tentadoramente excitante.
—¿Eso crees?
—No lo creo. Te estoy diciendo la verdad.
Me acerco rozando mis labios sobre su nariz.
—¿No veníamos a buscar un dinero?— pregunto riendo.
Parece salir del aire sexoso que lo dejó acalorado, nervioso y con
ganas porque me aparto, y se pasa las manos por el cabello intentando
sonreír normal pero se ve más que desorientado.
Me cruzo de brazos apoyándome en el borde de la mesa.
—¿Estás bien?
—Eh... Si.. si.. iré por.. por el dinero— tartamudea.
Se gira para irse pero choca con un florero.
—Estaba mal puesto, creo que las camareras no hacen bien su trabajo
—me dice riéndose.
—Mal servicio —me acaricio los labios.
Se pierde por un momento y suelto aire por la boca recordando el
mensaje que le envié a mi jefe. Debe estar como alma que lleva el diablo
«O peor».
Me acomodo la falda, los tacones me tienen los pies adoloridos desde
hace una hora. Son la 1 de la mañana, estoy cansada, pasé el día de aquí
para allá. No he tocado la cama desde entonces, ya los ojos me pesan. Pero
aún mi labor no termina, y por lo visto será a la misma hora que ayer, en la
madrugada.
—Listo —regresa con un malentín de dinero—. Vamos.
Me ofrece el brazo, recojo la cartera y salgo sujetada a él. Los escoltas
los siguen en todo momento. Llegamos al casino de nuevo, el grupo al que
pertenecemos está jugando en las máquinas tragamonedas, mi compañera
sigue hablando con el mismo sujeto que sigue botando la baba por ella, es
quien conocimos el primer día que vinimos aquí y que “casualmente”
conoce al castaño que me invita a sentarme de nuevo.
Pide un martini para mí, me da la oportunidad de abrir lo que trajo,
sacando varios fajos que apostará en el juego de la ruleta europea a la que
se unen varios sujetos más.
Este evento lo hacen cada año para recojer fondos benéficos, cada
millonario debe dar la mitad de lo que gane en algún juego. Es una especie
de convención entre personas adineradas en donde les ofrecen la mejor
bebida, distracción sexual y actividades de todo tipo que tenga que ver con
dinero y más dinero.
El Alpha venía cada año. Este fue la excepción y muchos han estado
murmurando posibles razones que se deban a su ausencia.
Se nota que es la sensación y por lo que he escuchado;
Siempre dona todo lo que gana..
Es un magnífico jugador con una suerte impresionante...
No le tiembla el pulso para apostar...
Siempre lo hace con una confianza atemorizante, como si supiera que
ganará.
«Y eso no es nada para todo lo que hablan de él»
—Valery, ¿Apuestas? —me pregunta uno.
—Veamos si mi suerte no se fue —muevo la mano llamando a Brett.
Todos se ríen divertidos. Me entregan el malentín y saco una buena
cantidad para comenzar.
—Te daré algo de la mía —el castaño me guiña un ojo a modo de
traspaso de suerte.
—Veamos si la recibí —bromeo.
El crupier me sede el honor de lanzar. Hago un estudio rápido de las
probabilidades e irregularidades.
—Piensa bien lo que harás —me susurra Enola posándose a mi lado.
No quiero perder. Pero probaré mi suerte apostando impares rojos. La
ruleta sigue girando y suelto la pequeña bola blanca que rebotada varias
veces, sin detenerse y todos están atentos pero sin darle importancia porque
para ellos son miseros billetes que no se comparan con lo que tienen en las
cuentas de banco.
Mientras tanto que yo estoy con el dinero de mi jefe. No me preocupa
si pierdo. Pero quiero ganar.
La velocidad va mermando con intenciones de caer en negro... Sorbo
un trago del martini dejando la copa de lado en tanto sigo mirando que ya
está por detenerse pero...
Cae en 9 rojo. Y el número me hace dar un saltito de emoción cuando
veo que gané con él.
—¡Así se juega, señores! —abrazo a la mujer que tengo al lado—.
Ganamos, bitch.
—Gracias al cielo —se pone la mano en el pecho.
«9 rojo, 9 de mayo».
El teléfono me vibra en la cartera pero no le presto atención. Las
apuestas me toman por un largo rato en el que disfruto sin distraerme de mis
deberes. Enola no se me despega, parecemos mejores amigas, somos el dúo
dinámico que atrae a muchos queriendo ver la suerte que derrocha en varios
juegos y gana llenando dos maletines.
—Enhorabuena, son muy buenas— nos felicita un español.
—Hermosamente suertudas —comenta el castaño que sigue a mi lado
al pendiente de que me traten como una “reina”—. ¿Tienes hambre, sed?,
Avísame si quieres algo, mis hombres te lo consiguen.
Le muestro mi copa para que vea que tengo cóctel.
—Estoy bien —le acaricio el brazo.
—Eso me tranquiliza.
Deja la mano en mi espalda inclinandose para tomar sus fichas, ganó
casi 2 millones en una sola apuesta.
—Halsey, vamos por algo de comer —la invita su enamorado.
—Buena idea.
Brett la sigue a una distancia prudente. Detrás de mí queda Kilian
sosteniendo mi cartera y el maletín.
Los famosos abundan y entre esos algunos raperos que se unen a la
mesa en donde estoy. Apuestan y hago lo mismo porque ya se volvió un
vicio de momento. No me queda de otra, son las 3 de la mañana y debo
distraerme si no quiero que el sueño me invada.
Esta noche toca un Dj reconocido y por un momento la electrónica se
vuelve lo que coloca en determinados ratos. Me traen unos bocadillos, más
bebida, me invitan a otra mesa y parezco presidenta en campaña de
reelección: conociendo a todo el que se me atraviesa.
Mi acompañante me presenta a muchos y sólo recuerdo el nombre de
una mujer que se mantiene como nosotros hasta que me despido para ir a
dormir manteniendo la promesa de mañana aceptar las invitaciones que me
hacen.
—¿Te acompaño?
—Con Halsey es suficiente. Pero nos vemos mañana, ya estoy algo
ebria. Tus paseos me dejaron agotada— le sonrío mirando sus labios.
Besa mi mejilla a modo de despedida.
—Un placer cada momento contigo. Nos vemos mañana —acaricia el
bajo de mi espalda.
Mi compañera se despide y hago lo mismo con los demás. De verdad
estoy cansada pero logramos el cometido de hoy, ya más tarde viene lo
importante, no es recomendable estar exhaustas.
Sabemos como es esto, estamos acostumbradas y ya las fases se están
completando.
En el ascensor me apoyo de la pared quitándome los cansones tacones.
Me duelen los dedos. Sé que nos están mirando por la cámara, y por eso la
veo unos segundos porque no se me olvida el mensaje que envíe y debe
tener a mi jefe con el genio más horrible de todos.
Me gusta verlo molesto y demostrándome celos. Eso es buena señal.
—Hoy ganaron casi 5 millones —comenta Kilian.
—Las putas amas de toda esta mierda— alardea Enola rascándose la
cabeza—. Detesto esta maldita peluca.
—Sólo queda el día de mañana para que te la puedas quitar —la
tranquiliza su pupilo.
—Estoy contando las horas.
—¿Y tú crees que yo no?. Estoy a nada de sacarle los ojos a ese hijo de
perra. Te está tocando más de la cuenta.
—Luego lo buscas y lo haces— le dice el moreno.
—No estoy bromeando.
—Lo sé.
—Venus es la que tendrá que tener sexo sinp usa bien sus técnicas, ese
man de mañana no pasa que te lleve para su cama—me dice la rubia.
—Eso no sucederá.
Y de ser así, no queda de otra.
De todo el tiempo que llevo de mercenaria, no lo he hecho, de besos y
toqueteos no pasaba, los mataba antes de eso, pero si toca hacerlo, no queda
de otra, no siempre las circunstancias serán las mismas, sería muy cliché si
es así
—Yo creo que sí.
—¿Alguna vez te han tocado?— alzo una ceja.
Se lo piensa por un momento.
—No.
—A mí tampoco, y esta no será la excepción.
Las puertas se abren y salimos. Quiero ducharme y tumbarme en la
cama. Pero primero debo avisarle a Mario sobre todo aunque ya lo haya
visto. En el teléfono solo tengo un mensaje y es del castaño, creí que en el
personal tendría el buzón lleno pero de otra persona. Pero no es así.
Me ducho por un largo rato, enjabonando todo mi cuerpo, me lavo mi
cabello, lo seco y vuelvo hace uso de la peluca. Quiero dormir, antes debo
revisar la laptop y cerciorarme de la vigilancia. El objetivo sigue en el
casino, pero solo con sus amigos, ni una sola mujer cerca. Veo el teléfono
de respuesto, tengo tres mensajes suyos que respondo avisándole que ya iré
a dormir.
Es tarde pero pido servicio a la habitación. Los demás ya deben estar
descansando, o eso creo. Me quedo en la sala por un buen rato, esperando
que mis pies dejen de cosquillear y mi cabeza elimine lo que quiero hacer.
Me voy a la habitación. La cama me recibe y cierro los ojos buscando
el sueño que llega sumiéndome en el mismo de siempre hasta que el sonido
del teléfono me despierta.
La luz del día entra por el ventanal y como puedo me deslizo estirando
la mano hasta la mesita.
—Aló —contesto sin mirar quien es.
—Buenos días, Valery. Llamaba para preguntarte si te gustó mi regalo
de buenos días.
Entierro el rostro en la almohada queriendo que me trague hasta más
tarde. Aún tengo sueño.
—¿Regalo?
—Si. Te lo acabo de enviar.
¿No duerme? ¿Qué hace despierto tan temprano si seguramente
amaneció en el casino?
—Iré a revisar, espera y me levanto...— saco los pies de la cama,
espero unos segundos y me pongo de pie.
Me miro en el espejo y salgo de la habitación de camino a la sala.
—Espero te guste. Lo elegí personalmente.
Enola se me cruza en el camino y le hago señas para que no hable.
—¿Es él? —susurra bajito y asiento.
En la sala no veo nada y estoy por decirle pero tocan el timbre.
—Creo que acaba de llegar tu regalo— le digo.
—Espero que me digas si te gustó.
—Dame un segundo.
Abro la puerta y una camarera entra con una caja envuelta en papel
dorado, otra trae un carrito con varios platillos y ambas entran, dejan todo
sobre la mesa antes de irse. Como puedo abro el regalo con una sola mano.
—¿Es enserio? —no puedo creer lo que veo.
—Un regalo digno de una reina.
Con los dedos acaricio los diamantes del collar que tiene el dige de una
corona.
—Es un regalo muy costoso...— me apresuro a decir.
—El primero de muchos.
—Espero que no me estés comprando...
—Eso jamás. Ni siquiera lo pienses.
—Ok. Lo usaré está noche.
—Me encantaría.
Se despide y cuelga. Tomo asiento pasándome las manos por el
cabello. Me siento extraña. Creo que tanto estrés, trabajo y pocas horas de
dormir, eso me tiene así.
—Al menos nos ahorró tener que pedir servicio y esperar —comenta
Kilian llegando con la laptop.
Veo la hora en el teléfono.
—Es súper temprano. Que pereza— apoyo la cabeza en la mesa.
—Sí. Pero al que madruga, Dios le ayuda.
—¿De dónde sacas eso?
—Lo escuché por ahí.
Si Dios existiera no me haría pasar tanta mierda. Oh tal vez si existe
pero me detesta.
—¿Alguna novedad?— busco un tema de conversación.
—Nada. Está en la sala de juntas con otros sujetos.
—Buenos días, estrellitas, la tierra les dice hola —canturrea Brett
tomando asiento—. Muero de hambre.
—Morimos —lo secunda Enola.
Tengo hambre pero no tanto como el sueño que me deja en la misma
posición sin ánimos de moverme.
—¡Arriba esos ánimos, Amiguis!, ¡Hoy es el gran día!— me palmea el
hombro.
—Me gusta verlas así —comenta Brett.
—Si claro —suelto a reír.
—¿Qué? Es la verdad.
—No las tientes. Es mejor que sigan tranquilitas —le dice Kilian.
—Todo es por cuestiones laborales. Mañana me duchare con cloro.
Debo desaparecer de mi piel las veces que nos abrazamos, que asco— se
queja la rubia.
Me pongo de pie tomando la caja y el teléfono.
—Iré a dormir una hora más.
—Debemos trabajar.
—La primera invitación del día es para almorzar, aún son las 8 de la
mañana No me jodan —echo andar.
—Venus...—me llama Brett.
—Tenemos que...— intenta hablar el moreno.
—Déjenla. Ella cree que por acostarse con el jefe puede porner en
riesgo la misión —masculla Enola.
Le saco el dedo del medio y sigo mi camino. No estoy para pelear, no a
estás horas. Los chicos no son pendejos y su compañero de cama ya debe
saber por boca de ella.
Me vuelvo a tumbar en la cama. Está tan deliciosa como para dejarla.
No duermo mucho como quisiera, pero cuando me levanto tengo que irme
corriendo al baño con las ganas de vomitar que aparecen «No debí tomar
aunque haya sido solo unas copas». Me enjuago la boca varias veces, uso
un gorro de lana antes de meterme a la ducha.
Duro varios minutos en frente del tocador aplicándome el maquillaje.
Me visto con algo cómodo no tan elegante, sin olvidar el collar. Recojo el
teléfono y llamo a Mario avisándole que en una hora comenzamos. Me voy
a la sala, me dejaron algo de comida, aunque no tengo mucha hambre,
como solo lo que mi estómago soporta.
—¿Deberíamos llevar el dinero?— me pregunta Kilian.
—No creo que sea de su importancia. Pero es lo mejor.
—Yo me quedaré con ellas— avisa Brett apareciendo ya listo.
—Es mejor si lo buscan —digo.
—Si.
Me termino el jugo del vaso y tomo un panecillo dulce.
—¿Y Enola?
—Ya viene.
La rubia aparece ya preparada para la tarde con un short corto, camisa
de tirantes y zapatillas bajas. Por mi parte llevo una falda alta, camisa corta,
gafas y zapatos bajos a juego. Lo más cómoda posible porque hace calor en
el día.
—Me acaba de enviar un mensaje— me avisa revisando el teléfono.
—Dile que ya vamos.
—Eso hice.
Los chicos preparan todo y junto con Brett pasamos por el casino.
Parece estar en su mejor momento, pero yo no pienso quedarme aquí de
fiesta. Ya llevaba horas en eso a petición del castaño que encontrarnos en la
piscina, tomando cóctel, hablando con sus amigos y disfrutando del aire
fresco del medio día.
«Les encanta el licor».
Tomamos asiento. No toco la comida, ya comí. Sólo bebo algo de jugo
mientras platico.
—¿Bar o playa?— me preguntan.
Están organizando una salida para pasarla bien después del gran
evento.
—¿Qué tú opinas, Halsey?— le pregunto.
—Lo que los caballeros decidan.
—Las damas primero —piden.
Hago un repaso rápido de ambas propuestas. Esperan una respuesta y
se la damos.
Hoy será lo mismo que ayer porque nos movemos abordando los autos
que esperan por nosotras. Brett se quedó esperando a Kilian, ya después nos
alcanzaran. Aunque no es necesario, sabemos cuidarnos solas.
Son varios minutos de carretera hasta que llegamos a un hipódromo de
carreras de caballos. Hace meses no estoy en algo así, aquí es más en vivo,
tanto que con ellos podemos estar en el mismo sitio que los caballos porque
tienen varios. Uno negro como la noche no se deja colocar la silla, es
hermoso, grande y una fiera porque parece eufórico moviéndose de aquí
para allá.
—Es una belleza— comenta Enola acercándose un poco.
—No está de buen humor —le dice el sujeto.
El castaño me advierte que puede lastimarme si me acerco pero no
puedo evitarlo, el negro brilla con los rayos del sol.
Lo miro desde una buena distancia, embobada por su supremacía.
—¿Correrá?— pregunto.
—En media hora.
El jinete llega montándolo con una confianza enorme. El animal se
nota menos molesto cuando se lo llevan y en este momento me quiero morir
por no haber traído dinero.
—¿Te gusta?— sujeta mi cintura.
—Es hermoso. ¿Tiene nombre?.
—Ventarrón.
—¿Es tuyo?— le saco conversación durante la espera para la carrera.
Les prepararon un palco con vista completa. Nos traen bebida, comida
y cualquier cosa que pidamos. Pero yo no tengo hambre. Prefiero coquetear
con el castaño, dejando que agarre algo más de confianza. Sin abusar, o
algo saldrá mal.
Recibe todo tipo de licor. Pero no toma con intención de embriagarse,
prefiere hablar conmigo y no apartarse de mi lado. Los demás están en lo
suyo y por un momento quedo sobre un sofá con él acariciando mi muslo
desnudo a la vez que me habla sobre cosas que no le pregunté, pero lo hace
demostrándome la comodidad posible.
Casi todos sus jinetes y ganan. El dinero es lo que más abunda, los
tratos discretos de narcotráfico y las conversaciones sobre lo que sucede en
algunas mafias internacionales. Entre eso escucho varias veces cuando
hablan de la guerra entre la alpha y rusa. Otra cosa de la que hablan es del
compromiso entre El Alpha de la mafia y la hija del ministro de Canadá.
Los rumores corren rápido y me sorprende la tranquilidad del castaño,
al parecer está más al pendiente de conquistarme.
—¿Necesitas algo? —regresa al sofá cuando termina de hablar con
alguien más.
—Tu presencia— sonrío.
Deja el brazo detrás de mi espalda, una mano sobre mi rodilla y el
rostro cerca del mío.
—Lo que quieras.
Me acomodo dándole la cercanía que lo hace pasar saliva. Miro sus
labios semi carnosos, la pequeña barba que adorna su mandíbula y le
termina de dar ese aire de madurez. Sus labios desprenden un suave olor a
licor ligado con marihuana de la que fumó hace unos minutos. Me
concentro en solo nosotros y ladeo la cabeza jugando con el collar que
tengo puesto.
—Gracias por el detalle, está muy bonito.
—Me alegro que te haya gustado.
Me humecto los labios elevando el aire que se forma entre ambos.
—Te mereces un acto de agradecimiento —acerco el rostro quedando a
escasos centímetros de su boca.
No sabe a dónde mirar, si mis ojos, labios o nariz.
—Eso me encantaría...— musita.
Apoyo una mano sobre su pierna a la vez que me termino de acercar
dejando un lento beso sobre sus labios. Algo castro, rápido y tentador.
—Voy al baño— le guiño un ojo.
Se queda callado como si intentara procesar lo que acabo de hacer. Me
pongo de pie, mira cada uno de mis movimientos cuando avanzo mirándolo
por encima del hombro.
En frente del espejo me aplico algo más de labial dejando que mis
subconscientes me hablen por unos minutos en los que espero y.... Entra
quitándose los lentes y sonrío al ver la erección que se le marca en el
pantalón.
Merma el espacio yo tocándome los brazos con caricias que suben a
mis hombros, deja ambas manos en mi rostro buscando la cercanía para
besarme.
Dejo un dedo sobre sus labios frenando sus intenciones.
—No soy tan fácil. Sólo fue un beso. ¿O te gustan las chicas fáciles?—
indago.
—Me gusta que no lo seas pero... Entiéndeme, mira como me tienes—
señala el bulto.
Dejo una mano sobre su pecho sintiendo como le late el corazón.
Parece que se le saldrá.
—¿Quieres sexo?
—Si...
—¿Me cogerás y después chao pescado?
Frunce las cejas negando.
—No pienses eso, no quiero solo...
—Entonces espera para esta noche. No lo haremos aquí, sería una falta
de respeto hacia mi persona —me ofendo—. No soy una prepago que se
deja follar en cualquier lugar.
—Reina, no fue mi intención...
—Tranquilo. No pasa nada, la dejaré pasar sólo por este momento —
trazo círculos sobre su camisa agregando más intimidad al aire—. Me gusta
que no seas de los que obligan.
Niega rápidamente.
—Eso jamás. Menos a ti.
Ajá.
—Esa erección te la puedo bajar más tarde. Aún nos queda todo el día
—presiono entre caricias—. Lo bueno se hace esperar.
—Me matarás de ganas.
—Guárdalas para la noche.
Me aparto lavándome las manos, no se va y me seco tomándolo del
brazo.
—¿Vamos a ver las carreras?
Suspira hondo intentando no parecer desesperado.
—Andando.
Enola sigue en el mismo sitio, no es mucho tiempo el que nos
quedamos porque nos vamos a jugar bolos. En esto si no tengo mucha
experiencia, antes no lo había hecho, pero sí sé las reglas y como es todo.
¿La estoy pasando mal?, Pese a estar en una misión, no. Internamente
puedo reírme de muchas cosas y una de esas es ver a mi “amiga”,
intentando hacer una buena chuza pero intenta miles de veces y no lo
consigue.
—Hazlo tú, amiga. Veamos si eres mejor en esto —me invita
ocultando la molestia que le causa mi expresión.
—No gracias.
—¿Miedo?
—¿Miedo?— repito entre risas.
—Entonces inténtalo.
Todos me miran y no me queda más remedio que tomar la bola por
primera vez desde que llegamos.
Las uñas postizas no ayudan en nada. Tengo que batallar para que no
se me partan. Me posiciono, apunto, relajo mis extremidades y... Hago mi
tiro que cae en el canal fallando como una idiota, desatando la risa de la
estúpida.
—Estaba calentando —tomo otra bola.
—Si claro —se sostiene el estómago entre risas.
El castaño se me acerca dándome un consejo que por un momento no
me preocupo por tomar, pero lo hago y ayuda, derribo la mitad de los palos.
—No sirvo para esto —me doy por vencida con la cabeza
palpitándome.
Vuelvo a tomar asiento pidiendo que me traigan algo de comer porque
hace horas no pruebo nada y ya son las 6. Estoy agotada físicamente, no sé
qué mierdas me sucede. Antes solía pasar una semana sin comer bien o
dormir, y aún así tenía energía para derribar 10 asesinos en un combate
cuerpo a cuerpo. Pero ahora... Creo que la falta de sexo, tanto pensar, eso
me tiene así.
Regresamos al hotel y no tengo tiempo para dormir o respirar, en una
hora comienza las apuestas más importantes y debemos estar o Mario
morirá de estrés. Me llama cada 5 minutos, informando de cómo van las
cosas y recalcando que debemos hacer todo bien o mi jefe nos matará.
No he sabido del odioso ese, no hemos hablado de nuevo y algo me
dice que cuando lo vea me irá mal por haber tenido la grandiosa idea de
enviarle aquel mensaje. Debería concentrarme al 1000%, pero siempre que
piso la habitación no hago más que recordar las infinidades de veces que
hemos estamos a solas. Eso está bien, es lo que siempre quise y lo cual es
crucial para mis objetivos, pero...
Por más que quiero controlar mi cabeza no lo consigo cómo debo, eso
me pone a pensarlo, desearlo... Debo dejarme de estupideces y plantar los
pies en la tierra. Pero ese Imbécil tiene una clase de embrujo, nunca creí
que sería difícil meterme con él, pero para mi mala suerte, el destino me
tuvo que dar un jefe que parece tallado por el mismísimo satanás. ¿Quién lo
pasaría por alto?.
Detesto no tener otra salida que no sea la que tomé desde que decidí
matar a esa Venus inocente y convertirme en la que soy ahora.
Me ducho tomándome mi tiempo. Me ajusto bien la peluca, aplico el
maquillaje adecuado, procedo a vestirme con un vestido de cuero en color
plateado. El escote es profundo y resalta mis tetas por dónde se pierde el
collar. A los costados muestro piel con los pequeños detalles de cadenas.
Me acomodo las botas de cuero que me llegan hasta más arriba de las
rodillas, abrazan mis piernas de una manera sexy y las resaltan porque me
veo imponente y grande como una dominante. Uso los aretes que son clave
importante y me aplico labial rojo fuego.
Me doy un último repaso y abro la cartera sacando lo que me guardo
estratégicamente dentro del ajustador del muslo antes de tomar el blazer
gris que da un toque diferente a todo el color negro que llevo puesto.
—Sin alma, sin sentimientos o piedad— mirándome en el espejo me
recuerdo lo que muchas veces me hicieron aprenderme en los
entrenamientos y es que:
Una mujer es más peligrosa cuando usa sus atributos con la mayor
confianza que pueda sacar de ese lado oscuro y pervertido que tiene.
Salgo de la habitación marcando el número de mi superior. Enola lleva
puesta unas botas iguales pero de color gris del vestido corto de mangas
largas y escote de corazón que viste, se ve hermosa, sexy y peligrosa. Brett
no deja de mirarla cuando la ayuda con el cierre de la prenda.
Kilian entra con vestido igual que el castaño. Ambos con trajes negros.
El moreno me mira de pies a cabeza y niega.
—Lo vas a terminar de embobar y seguramente después de muerto te
saldrá en las noches queriendo cogerte.
—Eso es buena señal.
—Estamos listos para la última fase. Nada debe salir mal o....
—Ya sabemos— lo corto.
La parejita se termina de preparar y mates de salir nos detenemos a
pedido de Brett.
—Si a mi me estás matando con ese vestido, no me quiero imaginar lo
que harás con todos allá abajo, y como no me gusta que vean lo mío, me
mantendré alejado— le dice a la rubia.
Pellizca su mejilla calmándolo.
Salimos, caminan detrás de nosotras y al llegar al casino es como si
llegaran dos fantasmas de ultra tumba. Los murmullos no se hacen esperar
en los hombres que parecen estar en viajes ancestrales. Me siento como
presidenta que acaba de ganar el puesto. Y como soy yo, para llamar más la
atención me quito el blazer, el moreno lo recibe y sigo avanzando con el
mentón en alto y la espalda recta.
Siempre diva nunca indiva. Mi cabeza trae la canción S&M de
Rihanna mientras camino como la diosa que mi madre me recalcaba que
soy.
Puedo tener muchas miradas sobre mí, pero ningúna me hace sentir tan
poderosa como la que sé que me está mirando a través de las cámaras. «Que
se muera de ganas», llego saludando con un beso en la mejilla al hombre
que parece haber recibido un derrame cerebral, no deja de mirarme las tetas,
acerca más la silla para que me siente más cerca de él y así aprovecha a
dejar el brazo detrás de mí espalda alardeando que una de las mujeres que
entraron está con él.
Enola disfruta su papel siendo la envidia de las que están cerca. ¿Y
yo?, También. No todos los días estamos en un casino de las Vegas siendo
tratadas como unas reinas, la sensación. Me pongo de pie recibiendo las
fichas del castaño, yo no apuesto pero me pide que su ronda la juegue yo.
Nos traen bebida, no pasan ni 5 minutos y vuelven de nuevo con otra ronda.
El presentador ya se está preparando en el escenario que toca una
banda de rock. Cada vez llega más y más gente. Todos están alojados aquí,
por ende nadie ajeno puede estar y menos si no tiene el collar o los
brazaletes de membrecía. Los mismos raperos de ayer se unen a la mesa,
vistiendo estilos urbanos, joyería costosa y sacando fajos de dinero.
Uno de los morenos me mira de vez en cuando pero lo disimula
cuando me pongo de pie acomodando la silla.
—Señoras y señores, buenas noches— habla el presentador llamando
la atención de todos.
Sorbo un trago de mi copa. Disminuyen el sonido de la música y los
presentes toman asiento mirando la pantalla que se enciende detrás del
sujeto calvo.
—Veo muchas caras importantes, todos con un mismo propósito, ¡Y es
apostar!— eleva la voz desantando los aplausos—. ¿Quién trajo mucho
dinero?
Alzan los billetes, entre eso sus maletines y bolsos llenos.
—Daremos inicio con un poco de ruleta y poker, busquen sus mesas y
diviértanse —pide.
Me muevo con el castaño. En ningún momento me deja sola, se
asegura de que me sienta bien y le dé mi opinión sobre con cuándo, cómo y
en dónde comenzar con lo que se lleva varias horas en las que gana, pierde,
recupera y me habla al oído feliz por mi compañía.
Soy lo más amable, provocativa y factible que debo ser. Estudié con
detalle la información que le había dado Charles Gelbero a mi jefe, y la cual
fue Mario quien nos la resumió para acortar tiempo que usamos para armas
planes y decidir quiénes estarían al frente.
Kilian y Brett están en un mismo sitio, Enola en una mesa de poker,
aunque de vez en cuando me mira.
El presentador se pasea por cada mesa hablando sobre la cantidad de
dinero que comienza a correr. Luego de dos horas traen una hucha en forma
de cerdo redondo que dejan en un punto específico rodeada de cajas, sirven
para echar el dinero que aparece en el interior acumulándose.
—Más que ganar dinero es una recolecta para fundaciones —habla de
nuevo.
Dinero que si va para asociaciones benéficas, pero la mayoría de los
que están aquí están liados al negocio de la trata de órganos, niños y
mujeres. Vienen en plan de verse menos hijos de perra con eso de “haré
caridad”, y en un mes ya han hecho de todo con el tráfico de personas. Pila
de basuras hipócritas.
Pero así es el mundo criminal. Esto lo toman como una inversión para
limpiar un poco la basura de personas que son. Y para hacerse más
famosos, ser amados por la prensa que también está aquí solo hoy, porque
los días pasados no se les permitió.
—Esto será para la caridad —el castaño me entrega un malentín—.
Hazme el honor de llevarlo, reina.
Kilian me acompaña, manteniéndose algo cerca mientras vacío los
fajos en una de las cajas.
Vuelvo a la mesa. Enola me hace señas para que me acerque a su
puesto para pedirme que la acompañe a la barra. Avisamos que ya
volvemos, y solo movernos es un dolor de cabeza, no nos pierden de vista y
capto los dos sujetos que nos miran desde lejos como si fuéramos a
escaparnos.
—Cuatro martinis por favor— pido al bartender.
—Tanto manoseo ya no me está gustando— me susurra la rubia.
—Deja de quejarte. Solo serán unas horas más.
—Las estoy contando.
Nos entregan las bebidas y me aseguro de que el castaño se la tome.
Seguimos en el mismo sitio, no tiene pinta de querer apostar en otro lado y
tampoco de irnos, por eso agilizo un poco las cosas dejando la mano sobre
su pierna.
Se pasa las manos por el rostro, frotándose los ojos.
—¿Nos quedaremos aquí?, Mira que no me gustan las falsas promesas
—juego con el botón de su camisa.
Mira mis botas y luego la abertura del escote.
—¿Ya te quieres ir?, Lo que tú digas se hace.
Me encojo de hombros.
—Solo digo que prefiero un tiempo a solas, tal vez hablar...—miro sus
labios— Y cumplir lo que te había dicho esta tarde.
Sonríe acariciando mi pierna.
—Vamos, ya terminé aquí.
Se pone de pie, se tambalea unos segundos pero se sujeta de la mesa
fingiendo que todo está bien. No deja de sonreirme cuando le pide a su
escolta que prepare la salida. Nos despedimos de todos, Enola hace lo
mismo y salimos con los dos sujetos, abordamos un auto que dura varios
minutos en carretera, el tiempo lo aprovecho para platicar con él, sin dejar
de tocarle la pierna.
Aparca el auto en el estacionamiento de una cabaña en frente del mar.
Su seguridad no es mucha, son 10 hombres en total y todos se dispersan
estratégicamente en el momento que nos adentramos. Dos empleados nos
reciben, la música del jacuzzi se oye hasta aquí, y es que es un complejo de
varias cabañas, pero alejadas a una buena distancia. En cada una es como si
hubiera una discoteca adentro, con luces, mini bar, ambiente de fiesta y los
dos chicos que se encargan de atendernos.
El jacuzzi está justo al lado de la sala, algunos sofás de media luna en
frente y una mesita con bocadillos, bebida y algunos inciensos que
impregnan el ambiente. Me paseo por el lugar moviéndome al ritmo de la
música. Enola hace lo mismo y quedamos una en frente de la otra
mirándolos a ambos.
Hey Mama suena y me toco a la vez que me agacho un poco. Dejando
que el ambiente se torne más sexy y sensual.
Me acerco despacio empujándolo de manera que cae sentando sobre el
sofá y me le voy encima moviendo las caderas en frente de su rostro. Me
vuelvo salvaje, esa arma que lo tiene babeando en un estado de shock sin
dejar de mirar mi cuerpo.
Enola tiene al otro sujeto en el mismo estado. Siendo una perra sin
escrúpulos que lo besa quitándole la camisa dejando que le toque el trasero.
Quedo de espalda tocándome, moviéndome como la pieza lo demanda.
—Creo que estoy en el cielo —no se mueve cuando quedo sobre su
regazo y con las manos en el suelo.
Maniobro dejándolo acostado y vuelvo a separarme dejando que sus
ganas crezcan con mi baile. Up es la siguiente pieza y mis caderas trabajan
el doble con movimientos rápidos, atacando su sentido que intentaba
controlarse pero no le doy tiempo de levantarse porque lo atraigo a mi
cuerpo pasando las manos por su torso, despuntando la camisa, se la saco
agitàndola en el aire sin dejar de moverme.
Los mandamos al sofá, la pieza cambia por Anaconda y me miro con
la rubia, entiende mi señal y es el aviso para hacer la coreografía que
teníamos preparada para cualquier canción con una letra así de perrona.
La tensión sube y creo que llevamos dos horas aquí, bailando, tomando
y disfrutando de lo bien que la están pasando a tal punto de tambalearse y
reír sin parar.
Hago lo mismo, la música casa vez es mejor, el bajo retumba en el
lugar que se siente como una discoteca hasta que me toca llevármelo a la
habitación con aire de burdel para personas que buscan sexo, la luz es entre
morada y roja, el olor a madera y marihuana no falta, como tampoco la
música que se oye hasta acá.
Busca tocarme, pero lo empujo, cae acostado pero se apoya en los
codos sonriendo.
—Serás mía, de hoy no pasa.
—¿Seguro?
Asiente mirando como juego con el collar que me regaló.
—Siempre lo llevaré conmigo, al igual que el otro que tengo...
Me subo sobre su regazo pasándole la lengua por los labios. Sabe a
licor del bueno y eso me llena de la adrenalina que me hace meterme la
mano por el interior del muslo
—Me gusta tener un recuerdo de mis víctimas...
Saco la pequeña jeringa que le clavo en el pecho vaciándola toda. Por
un momento reacciona y me manda atrás con el puñetazo que impacta en mi
boca sacándome sangre. Caigo al suelo pero me levanto quitándome la
peluca sin dejar de detallar sus ojos marrones que desprenden irá de la pura.
—Gerald Marakov; tío del futuro líder de la mafia rusa, hermano de la
primera mujer que fue capaz de ocupar el puesto...—con el dedo me limpio
la sangre del labio, miro el líquido carmesí y lo chupo sonriendo por el
dulce sabor— Eres un estúpido que piensa con la polla, así cualquiera te
mata, pero esta noche no lo haré yo. Tendrás una condena peor y mi jefe
será tu verdugo.
La puerta se abre y el Alpha entra con una arma en la mano. No mira
la presa, mira mi atuendo y no hace falta saber lo molesto que viene, me lo
demuestra tomándome del nacimiento del cabello acercando su rostro al
mío, besándome como un salvaje que lleva meses sin follar «Un beso con
sabor a sangre y puro habano», sin importarle si tengo la boca rota, tira con
fuerza refregandome contra su erección dura, el contacto me genera una
explosión en mis neuronas y termino sujetando su camisa queriendo sacarla
pero me aparta.
—Me vas a pagar lo del mensaje y el querer provocarme con
semejante basura —arranca el collar que llevo en el cuello y lo lanza al
suelo mirando al ruso.
No se mueve. El paralizante lo tiene solo con los ojos abiertos y el
pecho subiendo y bajando rápido. En la mirada se le ve el miedo y las ganas
de moverse cuando se le acerca.
—Te voy a hacer sufrir.
Taeyang y Mario entran por el ruso, se van e intento salir pero...
—Tú te quedas conmigo— brama tomándome del brazo.
Tira lanzándome a la cama y es rápido dejando el arma de lado. Viene
a mi sitio subiéndose sobre mí, tomándome del mentón con fuerza,
buscando quitarme los lentes de contacto.
—Detesto esta mierda.
Me cubre la boca con fuerza e intento quitarlo pero su mano se adentra
por mi vestido erizándome la piel.
—Quédate quieta, será rápido.
Con el dedo separa el borde del panty, tocando mis pliegues, lo está
haciendo en este preciso momento y ya estoy mojada y eso le da libertad
para penetrarme con dos dedos buscando no sé qué. Pero los mueve con
agilidad, y eso solo me da más ganas de las que tenía, termino gimiendo
mirando sus ojos.
—Me tranquiliza que no haya podido entrar en esta pequeña vagina,
porque es solo mía —sonríe cambiando el movimiento por unos más
rápidos atacando mi canal con círculos demasiado ricos.
Quiero abrir las piernas pero no puedo, sigue sobre mí, dejándome
inmóvil porque es enorme. Y tal vez he estado tan deseosa que eso me hace
correr rápido, quedando agitada y con los ojos cerrados.
Se aparta, me hace levantar y quedo contra su pecho respirando
profundo, buscando que mi cuerpo se recupere de los efectos del orgasmo.
—Ve y busca tu blazer. No saldrás así —ordena de repente.
Se aparta saliendo de la habitación y me acomodo el cabello, recojo la
peluca y salgo notando que el sitio está vacío como si no hubieran movido
nada desde hace días.
Veo sangre por algunos puntos, pero solo eso, los cuerpos ya se los
llevaron. El escuadrón al parecer ya se fue, los escoltas también. En el
estacionamiento solo hay un auto deportivo que aborda mi jefe pidiendo
que me mueva. Al subir a como si me arrojaran un balde de agua con
pereza, porque mi cuerpo se siente tan agotado y sin tensiones, algo así
como cuando sabes que ya terminaste, estás bien y con alguien que nadie
tocará, y a ti menos si estás con él.
Inevitablemente cierro los ojos cuando arranca y conduce no sé por
cuanto tiempo pero en esos minutos me mantengo mirando sus facciones,
estoy embrujada, no sé cómo dejar de hacerlo porque se ve tan bien con el
cabello desordenado sobre la frente. Además de que manejando, resulta más
sensual.
—Tengo hambre— le digo.
—Te vas a poner gorda como la vaca si no dejas de tragar.
Me encojo de hombros.
—A nadie le importaría.
El silencio vuelve y como me estoy quedando dormida, coloco una
canción en el estéreo pero lo apaga.
—Ya estamos llegando.
Veo el camino, no parece que vamos a la pista de despegue. Conduce
por medio de la nada.
—¿A dónde vamos? —inquiero.
Mira su teléfono sin contestarme. No vuelvo a insistir, los pies ya me
duelen, son las 4 de la mañana, tengo sueño y merezco un pequeño
descanso después de todo lo que hice.
Aparca en un hotel en medio de la nada, es gigantesco, hermoso y me
cubro bien cuando bajo y el vallet parking recibe el coche. Entro detrás de
mi jefe, subimos al ascensor y estoy tan agotada que no detallo nada,
tampoco le presto atención a su mal genio que aparece cuando entramos a la
suit presidencial, o eso creo, es grande, de dos pisos y con una vista
sorprendente de los edificios que quedan cerca. Todo es lujo, comodidad y
dinero.
Me quito el blazer, avanzo detrás de él, subiendo las escaleras de
caracol. Abre la puerta de una habitación, entra y la enorme cama me llama,
la vista es otra cosa que me relaja y estoy por acostarme pero me toma del
brazo arrastrándome al baño sin ningúna pizca de sutileza. No me da tiempo
de refutar, contradecir o negarme, me quita el vestido, las botas y las bragas
metiéndome a la ducha.
No digo nada, procedo a ducharme, de verdad lo necesito y el agua
caliente está deliciosa, aún más cuando entra tomando mis piernas,
envuelvo las mías en su cintura besándolo, olvidándome del cansancio que
pasa a tercer plano porque el deseo arrasa con todo y no me pienso perder
del sabor de los labios que devoro con ímpetu y hambre.
Su erección se hunde en mi canal, sin aviso o darme tiempo de nada,
tal cosa me hace soltar su boca y apoyar la cabeza en la pared, jadeando
como loca, diciendo palabras sucias, pidiendo más.
Su calor pasa a ser mejor que el agua que nos cubre llevándose todo lo
ajeno a nuestros aromas, los besos y los chupetones que nos damos en
medio del libertinaje que llevamos a la cama, aún empapados, pero con más
ganas que cuando comenzamos.
Me olvido de todo, con él siempre lo hago aunque no quiera. Es algo
de lo que siempre me reclamo, me regaño, intentando centrarme, pero no
puedo, estar así, con él dentro de mí, su boca sobre la mía y sus manos
entrelazadas con las mías, lo es todo en este momento que me siento mejor
de lo que debería y eso me vuelve una bomba de tiempo, que en cualquier
momento estallara y temo porque que...
Sujeta mi cuello cortándome el paso del aire, mi canal se contrae las
veces que repite la acción moviéndose despacio, disfrutando de la
estrechez, y yo de como se siente porque ambas partes encajan de una
manera que no puedo explicar y...
Me eleva al cielo que ambos hemos creado porque del normal fue
expulsado por ser una aberración.
Quedo de rodillas con su brazo alrededor de mi cintura y la otra mano
anclada en mi trasero, abriendo para que su miembro se hunda más, y no sé
cuanto tiempo ya llevamos follando, pero el sol entra por una pequeña parte
de la cortina del ventanal, deben ser las 7 y seguimos aquí, no hay descanso,
duermo solo por una hora, y en medio del sueño de nuevo lo tengo dentro
de mí, besándome el cuello mientras me deja montarlo, sujeta mis manos
por detrás de mi espalda y vuelvo a estar sobre las sábanas con el atacando
mi trasero con palmadas sonoras.
Nos damos una pausa cuando nos corremos, estoy sobre su pecho,
ambos estamos demasiado agitados y no sé que latidos son más fuertes, si
los suyos o los míos. Sigo con su miembro dentro de mí, tengo las piernas
untadas, mi sexo palpita lleno de la humedad de mis fluidos y sus
eyaculaciones. No puedo moverme, estoy cansada y poco a poco me voy
quedando dormida hasta que ya no sé nada de mí.
[...]
No puedo moverme, parece que un camión gigante me arrolló, me
duele todo, pero lo más sensible es mi vagina.
Abro los ojos, la oscuridad de la habitación me vuelve a dar sueño
pero necesito ir al baño, intento estirarme pero algo se mueve y me quedo
quieta al notar que estoy abrazando a mi jefe. «¿Qué hago? Esto ya es
demasiado». Pero su aroma no me permite levantarme, pese a que sé que
está mal, miro su rostro, tiene el brazo sobre sus ojos mientras que el otro
reposa alrededor de mi torso.
Me abofeteo mentalmente y salgo de la cama cuidando no despertarlo.
Me siento estúpida, complacida, pero no menos estúpida por haber dormido
como si nada.
Entro al baño, me ducho rápido. Tengo unas ojeras horribles, mi
cabello parece un nido de pájaros y me toma un par de minutos arreglarme
antes de salir desnuda.
Sigue dormido, no sé que usar, no pienso quedarme desnuda, entro al
armario en donde consigo una maleta, la suya. Rebusco una camisa que a él
debe quedarle ceñida, mientras que a en mí parece una bata holgada.
Salgo en busca de comida, la soledad predomina en el lugar tan
grande. En la cocina pienso que comeré, puedo pedir servicio a la
habitación pero no sé qué comer. Abro la nevera, veo fruta, panceta de
cerdo, pollo, verduras... No tengo mucha experiencia en la cocina pero,
inventando se aprende.
Preparo tres sandwich, uno para él y dos para mí.
Condimento la panceta y la meto al horno, me encargo de picar
algunas verduras y rebuscar alguna salsa que me apetezca. Pero mi lado de
hambrienta no se decide. Pruebo todo, asegurándome de que el sabor sea
bueno, me sorprende que todo quedara tan bien. Acomodo la comida sobre
la mesa de en frente, busco algo de jugo en el otro refrigerador.
Con la jarra en mano me giro pero casi arrojo todo cuando el pelinegro
se me atraviesa tomándome de la cintura. Me la quita haciéndola a un lado
y me besa, con hambre, ganas, encendiéndome otra vez. Corta el beso y me
mira con los ojos oscurecidos.
—Te daré por adelantado tu postre.
Me toma de los hombros arrodillándome. Se gira buscando algo en los
frascos que están detrás.
—¿Chocolate o crema de maní?
—¿Para?. Chocolate.
Lo toma, se saca el miembro y se lo unta de chocolate hasta el tallo,
logrando que se vea como un gran misil con sabor que sujeta sin dejar de
mirarme a los ojos.
—Vamos, sé una mala chica y desayuna con gusto.
«Moriré ahogada por una polla untada en chocolate»
—Lo haré solo porque se te llenará de hormigas si te sientas en la
mesa a comer así.
—Chupa, hasta la garganta, preciosa.
Aquí vamos, que el altísimo esté conmigo.
Lo meto en mi boca, saboreando, complaciendo a mi paladar y la
ganas que surgen del torrente que siempre aviva cuando estamos a solas.
Sin duda alguna, este es el mejor postre mañanero, querré uno todos los
días.
Acabo y es doble el sabor, chocolate con semen. Estoy más allá de ser
perversa, esto es ser sucia y con un nuevo fetiche despertado.
Se lo limpio, no queda nada y me pongo de pie queriendo irme a la
mesa pero...
—Espero que no solo sea apariencia, y que al menos no tenga veneno
—busca mi boca pero me escabullo algo molesta por el comentario.
—No cociné para los dos. Es solo para mí —acomodo los vasos en
cada lado.
—Veo dos platos.
—Ambos son míos —espeto.
Sus manos sujetan mi cintura pegándome a su cuerpo a la vez que besa
mi cuello. La tiene dura y trato de no desconcentrarme con su cuerpo
desnudo, sólo lleva puesto un boxer.
—Siéntate, se enfriará— lo aparto.
Huele demasiado bien. Se acaba de duchar y su cabello mojado se ve
hermoso en ese desorden que suele tener cuando se pasa las manos. Su
desnudez quiere invitarme a que deje la comida de lado, pero tengo hambre
y debo comer o moriré si seguimos solo follando. Prueba lo que preparé, no
dice nada pero sigue cortando y tragando.
—¿Y bien..?— busco un halago.
—¿Qué? —toma el vaso.
—¿Cómo quedó todo?
Apoya los codos en la madera llevándose el vaso a los labios.
—Creo que podrías ser chef y tener un restaurante.
—Muy gracioso —sonrío con sarcasmo.
—¿Y no querías una respuesta?, Te la estoy dando.
—Sé menos sarcástico.
—Quedó bien. ¿Contenta?— rueda los ojos.
—Lo suficiente.
Acabo con lo que me entra en el estómago. Me toca lavar todo porque
claramente él no lo hará. Se pierde unos minutos y cuando acabo lo veo
hablando por teléfono en el balcón. Ni siquiera se puso un pantalón. Tomo
asiento en el sofá mirando la revista que tiene una sesión de fotos suyas en
las primeras páginas.
Creí que Jayden daba orgasmos visuales en fotos, pero Herodes
Blackwood da paros cardíacos, derrames cerebrales y palpitaciones cucales
y anales. Es otro nivel este hombre.
Tengo que moverme calmando lo que se aloja en mi vientre causando
que me moje. Es algo automático, un botón que se activa con su presencia,
tan solo con pensarlo o desearlo cómo lo hago al verlo entrar de nuevo
viniendo a mi sitio.
Se sube sobre mí y me acuesto dejando que me bese, sus labios me
calientan, y sus manos me queman adentrándose por debajo de la playera,
buscando mis tetas, las toca con afán, sin ningún pisca de calma. Con él
todo es rudo, vehemente y salvaje.
Se mete entre mis piernas, lo abrazo con ellas, se baja el boxer
mostrándome su gran miembro, sabe que es una delicia que hechiza con
solo verla tan hinchada rozando mis ansiosos pliegues. Me sostengo del
espaldaer y el colchón. Me quiere matar con la espera, sé que es asi, soy
consciente de ello pero me gusta sentirla por más tiempo. No digo nada,
dejo que los jadeos bajitos salgan de mi boca, contemplo la perfección de
abdomen que tiene, sus grandes brazos, los tatuajes que le cubren los
antebrazos...
Se sigue masturbando, no parece tener intensiones de penetrarme. No
pienso quedarme con las ganas pero tampoco quiero parar su satisfacción
asimismo. Sus expresiones son mejor que ver una porno, comer tu comida
favorita o presenciar el desfile de los mejores hombres del mundo.
Nada se compara con su boca entre abierta, el cabello pegado a la
frente y su belleza con esa pizca fuerte de placer sexoso que lo envuelve
cuando se corre bañándome la entrepierna, y eso no es todo, frota
esparciendo sus fluidos, untando dentro de mis pliegues, sobre de ellos y a
los lados, bordeando toda mi intimidad.
Es impresionante todo lo que suele salir de él, es como un grifo de
delicioso semen que quiero tragarme, porque es mejor que comer crema
batida. Sabe demasiado bien como para no anhelar que acabe en mi lengua.
—¿Quieres? —pregunta.
Asiento despacio. Se acomoda y quedo con su miembro dentro de mi
boca y su mano en mi cabello impulsandome a probar y lo hago.. es,
fantástico, sabe tal y como siempre. Eso me moja más, estoy a nada de
correrme sin al menos ser tocada. Deslizo la lengua, el sabor me embriaga
y paso de limpiar a chupar, succionar con fuerza y ronronear como una gata
que busca caricias, que consigo porque regresa a la posición anterior y está
vez si me penetra, se inclina y acaricia mi mejilla con su nariz en tanto me
embiste duro.
Si ayer estaba cansada, hoy estoy peor, las horas pasan y no paramos
de tener sexo; en el balcón, en el jacuzzi, la cama, la ducha, en el pasillo, de
nuevo en la sala y en la mesa de la cocina. Sin embargo, mi cuerpo no
flaquea y con orgullo digo que le doy la batalla, consiguiendo que en la
noche pida algo de comer y no me deje salir de la cama.
—Veamos una película —pido, mirando como se decide por algún
plato de los que están en el carrito—. Ese que tienes en la mano se ve
delicioso —le indico.
—¿Éste?— lo alza y asiento.
—Y el que acabas de dejar arriba— señalo.
Vuelve a la cama dejándolos entre ambos. Uno es de lasaña, y otro
filetes de pollo con pasta especial. Tomo el primero, esperando que coloque
alguna película. Cambia de canal, duda en una pero le digo que esa estará
bien. Aún así no me hace caso y deja el canal que sigue.
—Es una porno —me quejo.
—No.
La película comienza con dos mujeres provocando a un hombre.
Frunzo las cejas y le quito el control.
—¿Acción o comedia? —le pregunto.
—Acción tenemos siempre, y no soy de estarme riendo como para ver
comedia. Mejor una de terror.
—¿Terror?
Me quita el control y cambia. Termino de comer, me acomodo en la
cama mirando la tv pero...
—¡Quita eso! —me molesto al ver el nombre de la película.
«Arañas mortales».
—¿Por qué? —no me quiere dar el control.
Intento quitárselo. No veré esa mierda. Solo quiere verme con miedo.
—Dame...
—No.
—Que me lo des...
—No.
Me subo sobre él pero me da un beso callando mis quejas. Me
envuelve en sus brazos aprisionandome entre ellos.
—Siempre refunfuñando, Adler. Pareces una anciana atrapada en el
cuerpo de una chica de 23 años.
—Deja de decir eso —zanjo.
—¿Por qué?
—Mejor apaga la tv y déjame dormir.
Ya tengo sueño, son las 12, en el día no me dejó descansar como
hubiera querido. Ni siquiera salir pude, estuvo encima de mi todo el día.
Aunque no me quejo. Me gustó.
Claramente no me dejará dormir. Su erección me lo confirma, lo siento
debajo de mi sexo y no me controlo yo tampoco. Lo beso y eso comienza
las tandas de sexo que se llevan varias horas.
«Estamos más que adictos. Eso es todo»
Con el rostro contra la almohada, tomo una bocana de aire
recuperando energías. No puedo moverme bien, estoy mareada, mi corazón
bombea con descontrol, como si me fuese a dar un ataque. Tal vez ya
amenecio, no lo sé. Seguimos en la cama, muevo el rostro en su dirección,
está acostado dándome la espalda, con la sábana de la cintura para abajo.
Su aroma me atrae y quisiera mermar el espacio pero la idea es estar
aquí, no sobre él cuando duerme. En momentos como estos es cuando más
pienso sobre mis planes, lo que le sucedió a mis padres, tantas cosas que se
acumulan en mi cabeza volviéndola un laberinto con solo dos salidas. Y de
esas yo escogí una y no la cambiaré.
Se mueve quedando boca abajo, con el rostro sobre sus antebrazos,
justamente en mi dirección. Me quedo mirando sus largas pestañas, las
cejas pobladas, el cabello lacio y negro como las dos anteriores. Sus labios
finos, pero carnosos en un termino rosáceo muy provocativo. Su barba,
recién está empezando a salir, pero ya adorna toda su mandíbula cincelada,
el rededor de sus labios.
Demasiado varonil. Un demonio peligrosamente hermoso, malvado y
perverso que hechiza con el azul eléctrico de sus ojos fríos y doblegantes;
eso es Herodes Blackwood, el Alpha de la mafia y el terror de cualquier
presidente, ministro, coronel o narco. Tiene a muchos debajo de sus pies,
por lealtad o miedo, porque no lo he visto todas sus caras, pero lo poco que
sé, ya me ha dejado claras muchas cosas.
Tengo hambre, pero mis extremidades no se mueven. Estoy perdida en
su embrujo.
—Esa mirada me preocupa en parte— habla aún con los ojos cerrados.
Su voz es ronca, áspera y fría.
—Dormido no pareces el típico terror de todos los días —confieso.
No me dice nada y me remuevo un poco sin dejar de mirarlo. Se ve tan
relajado, descansado y fuera de su zona de confort.
—¿Tienes hambre?— le pregunto.
—Sabes qué quiero comer antes de salir de la cama.
Eso no es novedad.
—¿Y cuándo salgas?
—¿Vas a cocinar?
—No soy una de tus empleadas. Pediré room service.
—Entonces no tengo hambre.
—Si pretendes que te mime cocinándote, no sucederá.
—Ayer lo hiciste. Hazlo hoy también.
—No soy tu mandadera —me molesto. Estoy agotada, no quiero tener
que cocinar.
Se levanta, entra al baño y hago lo mismo pero prefiero abrir las
cortinas en busca de luz solar.
Duchado sale buscando el teléfono y se aleja al balcón. Entro al baño a
prepararme para bajar y pedir algo de comer.
No tengo ropa que usar, de nuevo debo vestirme con una camisa de las
suyas. «Respira Venus, controla las ganas de salir de este encierro»,
literalmente estoy aquí metida desde ayer, no salimos para nada, entiendo
que la ciudad esté algo alterada por lo del ruso. Pero ¿Quién nos tocará?, Es
el Alpha, osea, creo que controla toda la ciudad y aquí nadie va a entrar, el
hotel es de su patrimonio, aunque nadie sabe. Yo lo sé porque un día me
tocó organizarle varios documentos y entre esos ví la información.
En la cocina me lo pienso dos veces, ¿Cocinar o pedir comida?. Creerá
que soy una chef. Debería agregarle sal demás a su platillo. ¿Y ganarme un
par de azotes?. Anoche me dió una cuántos, debo tener las marcas en la
piel, como los chupetones en el cuello y las tetas. Parece que Drácula me
secuestró.
No tengo más nada que hacer, termino sacando algo para un almuerzo
fuerte. Son las 11. Pasamos toda la mañana durmiendo.
El pollo está picado, solo vierto aceite en el sartén, a fuego lento dejo
que se cocine mientras pico pepino, tomate, y otras cositas que me sirven
para una ensalada especial. Hago un pure de patada, pero lo veo simple, le
agrego algo de polvo de ajo, una crema que me consigo y lo último que
saco es el jugo dejándolo sobre la mesa. Acomodo los platos, el pollo ya se
hizo, lo dejo sobre algunas servilletas especiales, así se escurre el aceite.
Tomo asiento, estoy por morder una presa de pollo pero me siento sola
en un gigantesco espacio. Rodeada de lujos, pero no es lo mismo.
Maldiciendo por dentro me levanto, me detengo al pie de la escalera y tomo
una bocana de aire.
—¡Baja a comer o me trago todo yo sola!— le grito.
Espero que aparezca, no tarda, viene con el jodido teléfono en la oreja.
Eso me molesta de repente pero al mismo tiempo se me pasa cuando cuelga
y reparo la pantaloneta gris que tapa solo la mitad de sus grandes muslos.
Me regreso a la mesa. Repara la comida y luego la cocina. Aún no
limpie, lo que ensucie sigue allí. Toma asiento mirándome.
—Todas las mujeres deberían ser multiusos, saber defenderse, vestirse,
cocinar...— me dice.
—¿Tu novia no cocina?
—No dañes el momento.
Ruedo los ojos. Al terminar de comer limpio todo, subo a ducharme de
nuevo y bajo a la sala pero la presencia de Dan me desconcerta. Me mira
unos segundos y termino de acercarme.
Mi jefe habla por teléfono dando advertencias en ruso, molesto camina
de allá para acá y al terminar regresa ese ogro odioso que ordena viajar a
Kiev, lo que me causa un revoltijo en el estómago de pensar que veré a
Julián y seguramente todo el escuadrón ya esté allá.
____________✧✧___________
___________________________

Estamos en los últimos capítulos.

0 Spoiler por favor.

Mil gracias por leer, recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 72

______✧✧Sinceridad✧✧_______

Venus
Fueron muchas horas de vuelo, me duele la espalda y para colmo... Al
llegar a Kiev, Megan está en la casa usando el papel de “prometida del
Alpha” la cual debe irse empapando de los negocios de su futuro esposo,
como también sobre todo lo de la organización.
Y no me gusta. Verle la cara me resulta un estimulante para mi mal
humor, porque aún recuerdo los golpes que me dieron por su culpa.
Dan se ocupa de todo y como yo no tengo mi equipaje ni nada, sigo
con una muda que me llevó Arturo, vaqueros, camisa y zapatos bajos. Me
dirijo al estacionamiento, bajo en el ascensor y respiro hondo cuando se
abre. El escuadrón está en una mesa con Mario, Julián se percata de mi
llega y viene a mi sitio dándome un fuerte abrazo que me hace cerrar los
ojos.
—Me dijeron el buen trabajo que hiciste con Enola. Felicidades —
acaricia mi cabello.
—Gracias.
—¿Sucede algo? —nota la falta de ánimos.
Siento que algunos me miran, y la que más pesa es la de Kilian.
Miro el verde que detalla mi iris, como siempre, viéndome diferente a
los demás.
—Más tarde necesito hablar contigo..
—¿Sobre? —se preocupa.
—Algo que tengo para contarte.
Asiente. Mario me pide acercarme a la mesa, reanuda lo que les estaba
diciendo, me pone al tanto de lo que haremos y no me agrada. Nos
quedaremos aquí dos días, mi jefe debe viajar a resolver algunos asuntos, y
su prometida será quien lo acompañe. Brett y yo debemos encargarnos de
sacarle información al ruso que tienen en el calabozo de una de las tantas
áreas de aquí.
Su sobrino anda haciendo desastres, ahora es más la cantidad de droga
que mete en cualquier ciudad aunque no lo tenga permitido. Hace lo que le
viene en gana, ganándose más personas en su contra.
Rusia es casi impenetrable, cualquiera que no sea de su organización,
sale muerto. Masacró varias pandillas que se negaron a servirle, el gobierno
le tiene miedo, muchos políticos han sido encontrados muertos en plazas
principales, en frente de gobernaciones y estaciones policiales. La central
de inteligencia se resiste al golpe de estado, que en cualquier momento
ganarán los Marakov, tienen en su mano a casi todos los hombres y mujeres
con peso y poder en las ramas judiciales.
Entrar al país sería como hacerlo en una jaula llena de lobos
hambrientos..
Mario sigue explicando.
—El gobierno ucraniano pidió una reunión con el Alpha. No es secreto
para ustedes que él les vende armas, volviéndolos uno de los países con
arsenal del mejor. Todos sabes lo que ocurre en el mundo del narcotráfico,
algunos dirigentes hacen parte, pero no quieren tener que solucionar alguna
confrontación en sus tierras —despliega el holograma de un mapa—; En
uno de los pueblos de Járkov se encontraron muertos varios agentes de la
inteligencia, los mataron los rusos, y nosotros debemos encargarnos de
darle de baja a los que fueron. Siguen en la zona, ya me proporcionaron la
información necesaria, sin embargo, no podemos alertar a la policía del
perímetro, ya suficiente tienen.
—Otro favor que el Alpha agregará en su lista de cobros futuros —
agrega Giovanny.
—Saben lo importante que es, guardar la identidad de todos y cada uno
de ustedes, nadie debe saber que pertenecen a la organización. Pido
profesionalismo, irán solo 5. Pónganse de acuerdo, armen una estrategia
con lo que les voy a entregar. Más tardar mañana en la mañana deben irse—
exige.
—Es necesario que Flavio vaya— avisa el consejero.
Se va con Mario y Julián, quedamos solo los del escuadrón. Nadie se
ofrece como voluntario, me miran a la espera y tomo asiento tomando el
mando como me corresponde.
Apoyo las manos en la mesa.
—Brett, necesito de tus habilidades para convencer. Yasmín, tus
técnicas para sacar y conseguir información, Kilian eres buenísimo en
tomar identidades ajenas. Creo que ustedes tres, Flavio y yo. Al menos que
alguien más quiera ir, puedo quedarme, Enola y yo tuvimos mucho trabajo,
merecemos un respiro— miro a la rubia.
—Necesito unas horas de entrenamiento físico —apoya eso de no ir
ella o yo.
—Y yo le dije a Julián que lo ayudaría en algo —habla Taeyang.
—Yo no tengo nada que hacer. Tomaré tu puesto— me dice Fátima.
—Bien. Sé que harán un excelente trabajo. Cualquier cosa, no se
limiten en preguntar.
Yas me mira pidiendo hablar. Los escogidos no se quejan, aceptan. No
hemos tenido mucha adrenalina, lo de las Vegas fue fácil para ellos, y sé
que necesitan salir de aquí y divertirse.
—Me apuntara para ir, pero estoy aprendiendo sobre el fundido del
elemento italiano, y prefiero quedarme— comenta Helen.
—Iré a ducharme —me llevo a Yasmín conmigo.
Necesito quitarme esta ropa que no es nada cómoda. Me queda grande,
parezco un palillo dentro una bolsa gigante.
—Tus cosas están en el armario. Me encargué de todo lo tuyo cuando
se fueron con el ruso—me avisa.
—Gracias. ¿Y la cartera que llevaba?.
—Kilian me la entregó. También la guardé ahí.
Reviso que estén mis cosas, y si, aquí están. El teléfono casi sin carga.
Uso el brazalete, me saco la ropa y entro a la ducha. Aún tengo chupetones,
debo taparlos con maquillaje nuevamente después de aplicarme la crema.
Mi amiga sigue en el mismo puesto, con esa carita de preguntadora
compulsiva.
Una sonrisa amplia aparece en su sexy rostro de ángel malvado.
—Quiero saber absolutamente todo. Cuenta, soy toda oídos.
Suelto lo necesario. No hace falta tantas explicaciones. Aunque igual
me da un pequeño sermón sobre lo que supuse.
—Esa rata te va a querer hacer la vida imposible, ahora más que estará
pegada al jefe como si fuera un chicle —me habla sobre Megan—. Cuando
llegó mandó a llamar a Enola. Algo se traen.
—Eso quisiera saberlo.
—Si yo fuera tú, le diría al Alpha sobre la paliza que te dieron sus
nombres.
—No hará nada. Nuestra relación es sexo y solo eso.
—¿Hablaron exactamente sobre cómo quedarás cuando se case?
—En clave morse. O sea, no le entendí nada. Es indescifrable, no sé
qué hará. Es difícil saber que piensa. Eso te lo aseguro —confieso.
—No veo que las cosas vayan para bien.
—Ni yo tampoco. Sólo sé que estamos adictos el uno con el otro.
Demasiado diría yo.
—Eso es buena señal. Vas bien.
—No tanto —tomo asiento en la cama—. Si se casa, será un verdadero
problema.
—Megan.
Suspiro hondo conteniendo lo que se aloja en mi tórax haciéndome
doler el pecho y arder la cara.
—Ella es uno de los más grandes. Te juro que de solo imaginarla con
él, es como si me inyectaran molestia pura e incontrolable. Me siento
demasiado impotente, con ganas de torcerle el cuello.
—Eso no se oye bien...
Me dejo caer en la cama, acostándome con la vista en el techo.
—No sé si en realidad son celos, tampoco como controlarlos bien. Es
horrible el sentimiento de frustración que siento ahora mismo de solo
pensar que pueden estar follando en este momento, y yo aquí, molesta y...
—Enamorada —me interrumpe, alegando eso.
—No podemos enamorarnos.
—Dime otra definición para lo que sientes. He investigado y...
Mi risa eufórica la calla.
—¿Ambas estamos enamoradas? —la miro.
—¿Yo? —se señala.
—Sí. Déjame recordarte lo que me habías dicho que sientes cada vez
que discutes, te acuestas o estás con Gill. Pasas más tiempo con él, que yo
con el Alpha.
Sacude la cabeza, piensa buscando una excusa.
—Mejor no me respondas. Lo mío es solo obsesión de sexo y ya —me
convenzo también a mí.
—Necesitamos ir a Pakistán —comenta preocupada—. No podemos
sentir, estar así o pensar que podemos amar.
—Tienes razón. Pero no iré a ningún lado. Nos privaron de sentir,
amar o querer, sí. Pero no nos vamos a someter a torturas cada que estemos
adictas al sexo. Nos van a fundir el cerebro. Es solo placer, eso nos tiene
así. Recuerda que en La Fortaleza no estábamos con nadie, bueno, yo con
Julián, pero solo de vez en cuando y tú...
—Con Manuela o algún prepago después de alguna misión, pero eso
fue ya en las semanas de misiones. Antes no tenía sexo con nadie.
(Manuela: los dedos)
—Ves, no es amor, es mero apego sexual —afirmo.
«¿Seguras?». Debe ser así.
«Vive en tú engaño».
—Ahora estaré toda la tarde pensando en esto— se levanta caminando
en círculos—. Ahora entiendo por qué él se ve tan relajado siempre, hasta
cuando duramos horas sin sexo y estamos cerca. La única con obsesión soy
yo, no puede ser, me odio.
—No te torturas, amiga —la tranquilizo—. Puede ser eso o es más
cerrado de lo que crees, igual que el Alpha. Es una cebolla con demasiadas
capas, y cuando intentas pelarla, debes tomarte tu tiempo o te hará llorar,
aunque en nuestro caso sería, desesperar o frustrar.
—Yo debo verme como una idiota mojándome a cada nada,
provocándolo —no me escucha, se sigue lamentando y no me ayuda a mi
tampoco—. Obsesión, sólo eso. Y él...
—Yas...
—Con razón no hacía el esfuerzo por arreglar las cosas la última vez...
— continúa.
—Yasmín...
—Me siento patéticamente estúpida.
—¡Yasmín! —la chillo y me mira.
—Necesito aire fresco o voy a estallar— busca la puerta y se va.
Buscaba alguien para desahogarme, ¿Y ahora?. Gran psicóloga la que
tengo. Ahora estoy peor.
«Enamorada» Puff, eso no puede ser. No debería mortificarme, ni
siquiera sé cómo se siente estarlo, además, ese sentimiento no existe en mí,
menos desde que ví el cuerpo de mi madre desplomarse a menos de dos
metros de distancia.
—¿Interrumpo? —Julián entra con un vaso de jugo en la mano.
Me reincorporo mirándolo. Siempre tan atento conmigo.
—Eres un asesino, una mala persona, y aún así te ves lindo cuando
haces estas cosas —bromeo.
—¿Lindo?, No creo que esa sea la palabra.
Me ofrece el vaso y lo recibo. Tenía sed desde hace rato.
—¿Cuál sería entonces?
—Atento.
Sonrío, asintiendo despacio.
—Tienes razón. Esa es.
Se guarda las manos en el bolsillo y lo reparo. Tiene el cabello algo
largo, ya no tan bajo como acostumbra. Su rostro sin barba y su cuerpo
igual de ejercitado que siempre.
—¿Qué me querías decir?, La espera no es mi fuerte cuando hay
curiosidad de por medio.
Termino la bebida.
—Más tarde. Ahorita quiero ir a almorzar y planear con Brett que tipo
de tortura usaremos en el ruso.
—Ok. Yo también tengo algo que decirte.
—¿Algo cómo qué? —lo miro con los ojos entornados.
—Te lo diré más tarde también.
—Ok. Con que esas tenemos —sacudo la cabeza, riendo—. Esperaré
ansiosa para ver que es.
Ojea el brazalete que tiene en la muñeca.
—Te venía a pedir que me ayudes a instalarle un cañón a un tanque.
Eso me ayudará a mantenerme ocupada.
—¿Material nuevo?
—Antitanque. Además del arsenal de la organización, todo nuevo y
mejorado.
Me pongo de pie buscando un par de botas en el armario. Me vestí con
el uniforme. Mientras más cómodo, mejor.
—Te ayudaré —salgo con él.
El objetivo está en el área de vehículos militares. Es negro, el material
brilla y destila poder.
—Dame un pequeño repaso —le pido moviéndome alrededor.
—Armado con dos torretas, una ametralladora Alpfher calibre 50; con
una velocidad de 860 m/s, dispara 80 balas por minuto con un alcance de
3,000 metros, además de que son explosivas de largo impacto. Tiene un
lanza cohetes, guiados con un localizador digital en un GPS incluido —me
explica.
Echo un vistazo al interior, la tecnología es avanzada. Pueden subir 4
personas y estarían cómodas. Es como estar en una camioneta blindada,
pero de unos 15 millones de dólares, porque eso debe costar o tal vez más.
—El arsenal es nuevo. Este es el primer tanque de muestra, nadie lo ha
visto a excepción de nosotros. El jefe lo vió por fotos, pero supongo que
hoy lo revisará, fue un diseño mío y de Mario, aunque el Alpha lo
modificó, porque según él: nada es imposible y su armamento debe ser
único —me dice.
—¿Usaron los diamantes?
—Son impresionantes. Lastima que no estuviste cuando probé las
armas nuevas. También son de muestra, en un par de meses si se van a
comenzar a fabricar.
—Muéstrame una.
—Están en la otra área especial, nadie entra, solo lo hago cuando
Mario llega. Y hoy no ha pedido hacerlo.
—¿Cómo son?
—En negro. Con un sello especial que las distinguirá sobre las
anteriores y las que se siguen fabricando.
Aún no he visto que hacen, pero Julián me hace tener más curiosidad.
Deben ser una maravilla, anteriormente ví algunos planos en la oficina del
Alpha, son extraordinarios y si las que equipan con el elemento italiano son
buenas, no me quiero imaginar las que llevarán los diamantes.
—Mira esto—se mueve hasta una caja de madera la abre y...
Por la madre de las balas.
—El arsenal de la Afpfher —saca una y se la quito, ojeando—. ¿Te
gusta?
—Más que eso. Quisiera conducirlo y dispararle a algo —
precisamente a un objetivo llamado Megan Gelbero.
—No veas los cohetes entonces, te vas a morir de ganas.
También me los muestra y es algo realmente sorprendente lo que se
siente al tocar este tipo de cosas, ganas de probarlos y ver lo que provocan,
adrenalina, peligro. Todo se une y no quieres dejar de ver nada.
Nos ponemos manos a la obra con el cañón. Pesa, pero por suerte
Taeyang y Helen se nos unen. Los demás están organizando lo que harán en
Járkov, tienen mucho por hacer y organizar.
Una prepago nos trae bebidas y comida para no tener que salir de aquí.
Tenemos que terminarlo antes de que el Alpha aparezca.
Llevo tres horas aquí, no lo he visto desde entonces, debe estar con su
novia, en la cama, disfrutando de sexo y... De solo pensarlo me dan ganas
de subirme al vehículo, sacarlo y bombardear la casa.
—Cuidado con eso —me dice Helen señalando un tuerca.
Taeyang la enrosca pero pierde equilibrio y se cae, intento quitarme
pero tropiezo, me voy de lado y... No alcanzo a caer, alguien me sujeta
haciéndome a un lado evitando que la pieza me caiga en la cabeza.
—¿Estás aquí o en las nubes? —me regaña Julián.
Me suelta y estoy por contestarle pero veo a mi jefe en la mesa de al
lado, sentando con un cigarro entre los labios y sus ojos sobre nosotros
«¿En qué momento llegó?».
—Terminen rápido. El Alpha debe salir y no lo hará si antes haber
probado el vehículo —Mario se mueve pasando por entre nosotros y me
termino de apartar.
Giovanny se acerca mirando el tanque. Megan debió haberse quedado
en la casa porque no la veo. Recojo lo que estaba usando, la mirada de mi
jefe no me gusta, detesta verme cerca de cualquiera que me tenga ganas, y
no puedo permitir que le haga nada a Julián.
Con la incomodidad a millón me esfuerzo por olvidarme de su
presencia, ayudando en lo que estaba. Pero tardamos más del tiempo
estipulado y don apurado se levanta encendiendo otro cigarrillo. Detesto
que tenga ese vicio, hace tiempo no lo hacía con tanta frecuencia, pero
cuando está modo Alpha lo hace cada 15 minutos.
—Señor, ya está listo —habla la misma chica que me atendió cuando
me dió aquel ataque, se ve igual que siempre, aún recuerdo cuando comió
en la misma mesa que yo—. ¿Irá de una vez o luego?
Mi jefe se pone de pie colgando la llamada.
—Ahora —vanza en busca la salida pero se detiene y me mira—
Sígueme —me dice, seco y odioso.
Dejo la herramienta de lado y lo sigo saliendo del área de armería.
La chica nos sigue unos pasos detrás de mí, entro por las mismas
puertas que mi jefe, a la zona de calabozos con olor a sangre, muerte y
miseria «Es la primera vez que entro». La mayoría de las celdas están llenas
con hombres heridos, malolientes y destilando miedo, se pegan a la pared
cuando lo ven pasar, no lo miran y puedo jurar que no respiran para no
quitarle oxígeno.
Miro su espalda, su altura y el color de su cabello. El sitio puede oler
horrible, pero su loción es lo único que mis sentidos y mi olfato se
esfuerzan por disfrutar.
Se detiene al fondo, en frente de dos puertas grandes las cuales se
abren de inmediato y entramos.
El sitio es una sala grande, con instrumentos de tortura para todo tipo
de caso y debería darme asco al ver a un sujeto atado a una silla con las
piernas abiertas y unas pinzas apretando su miembro mientras que sufre con
los clavos que tiene en los pies. Se ve deshidratado, pálido y como si llevara
mucho tiempo aquí.
Pero nada se compara con el hombre que yace con las manos atadas en
alto, las piernas separadas y vistiendo la misma ropa que llevaba en el
casino. Se ve igual, nada de sucio, sangre o golpes.
Mi jefe se detiene mirándolo. La mujer nos deja solos y no me muevo,
solo me cruzo de brazos.
El ruso esboza una pequeña sonrisa, queriendo ocultar el miedo que se
le ve en los ojos. Trata de ser firme y no bajar la mirada porque se concentra
solo en mí al notarme.
—Mi sobrino te hará sufrir como no tienes idea, maldita perra —me
dice—. Ya sabe que fuiste tú la que intentó matarlo en Sídney.
Alzo una ceja.
—En algún momento terminaré el trabajo —aseguro.
—Suerte con eso —se burla. Sus ojos se posan en mi jefe y hay si
desvanece la sonrisa—. Herodes Blackwood, futuro difunto.
—¿Te metes la droga que trafican? — indaga serio.
—¿Crees que puedes tener la mafia rusa a tus pies?, iluso de mierda.
—No creo —merma el espacio propinandole un puñetazo en el
estómago haciéndolo escupir sangre—. Yo puedo tener a quien sea
lamiendo el suelo por donde camino.
Se aparta sacándose la camisa y alterando mi estabilidad hormonal
cuando la deja de lado.
—¿Sabes por qué estabas intacto? —se aparta yendo por un teaser de
metal causando que el ruso se mueva asustado—. Porque nadie me iba a
quitar la dicha de ser yo quien te dé una buena paliza antes de que la
pelirroja te saque la información que le vas a dar, sin amenazarla, verla
demás o intentar comprarla.
El cuerpo se me eriza con la mirada rápida que me dedica.
—Esa mujer que ves ahí, es mía, y quién se atreva a amenazarla o
tocarla, debe darse por muerto —le encesta un golpe en la pantorrilla, sin
hacer mucho movimiento o esforzarse, aún así su fuerza es demasiado
porque el encadenado se queja de dolor con los otros tres que lo hacen
chillar—. Y tú ahora estás más que muerto.
La siguiente ronda es en las costillas, el estómago y los muslos.
Jugando con él como si fuese un muñeco. No me muevo de mi sitio, su
aura asesina no me lo permite y menos cuando deja el teaser de lado,
dándole dos golpes en el rostro, la sangre lo salpica pero no se detiene con
las torturas, impartiendo dolor, y más dolor.
Termina sudado, lleno de sangre, mirándome con los ojos oscurecidos,
provocando mis ganas de besarlo, abrazarlo y estar en la misma cama que
él, en donde me siento extrañamente en otro mundo sin el peso que suelo
cargar, es algo loco, yo tampoco sé cómo explicarlo.
Suelta las cadenas y viene a mi sitio tomándome del brazo con mucha
brusquedad...
—Compórtate durante mi ausencia. O verás las consecuencias si fallas
a tu palabra. No quiero tener que verte como una puta —acerca su rostro al
mío— No me des motivos para verte así.
Me suelta yendo por la camisa. Algo en mi arde, mis manos pican y el
corazón me bombea poniéndome a temblar sin poder controlarme.
—¿Cómo sé qué no te la vas a coger?— hablo antes de que salga.
Sus pasos se detienen y no me giro. Me quedo mirando el hombre que
quedó inconsciente lleno de golpes y sangre.
No sé porque tengo que sentirme así, es algo que no puedo controlar
ahora, no después de todo lo que hemos hablado por muy poco que sea,
dentro de mí algo se siente bien, se aviva por su culpa y me pone arder en
celos.
—No le doy exclusividad a nadie —responde después de un breve
silencio—. Y te dije que confiaras en mí, no que esperaras fidelidad de mi
parte.
Aprieto la mandíbula tan fuerte que la boca me duele y la vista se me
nubla unos momentos pero pasa rápido.
—Entonces termina de irte.
El silencio vuelve, solo se oye la puerta cuando la abre y cierra. Quedo
con ganas de incendiar toda esta mierda, salir corriendo y olvidarme de todo
por un mes o un año, hasta que se me quite la maldita obsesión que me hace
sentir vulnerable, estúpida y malograda por dentro.
—Agradezco no ser enemiga del Alpha —habla la misma chica de
hace un rato.
Se adentra, revisa los signos vitales del ruso y anota todo en una
carpeta, saca una jeringa de su bata y se la inyecta en el pecho. Paso saliva
y me acerco esperando.
—¿Cuándo estará listo para interrogarlo?
Se gira mirándome con una sonrisa.
—En dos horas. ¿Lo quieres aquí mismo o en otro lugar?
—La silla eléctrica estará bien. Aunque debo dialogarlo con mi
compañero —me cruzo de brazos intentando pensar en otro método—.
Avísame cuando despierte.
—¿Estás bien?
—¿Ah? —la miro confundida por la pregunta.
—¿Estás bien?
—¿Por qué no he de estarlo?
Se encoje de hombros.
—Sólo pregunto.
—Mmm ya. Ya me voy, avísame.
Salgo del área. El escuadrón sigue en la misma mesa de temprano,
Enola armando un cañón compacto y Helen moviendo un camión de sitio.
—Brett— lo llamo.
Se aparta de la mesa con un bolígrafo en la mano.
—Dime.
—¿Cuándo vamos a comenzar? —veo que aún siguen armando planes.
—En la madrugada. Ahorita estoy full, tengo que reservar los boletos y
buscar la manera de conseguir las armas.
—¿A las 12 te parece bien?
Ve el brazalete.
—Sí.
—Estaré con Julián.
—Ok.
Me encamino en busca del mencionado. El consejero al parecer se fue
con el jefe. En la misma área de hace un rato lo encuentro con Mario,
ambos están en una mesa, diseñando. Me termino de acercar y tomo asiento
empapándome de lo que hacen. No me resulta muy complejo, sé armar
algunas, pero nunca las diseñé, ya eso sería otra cosa.
No pasa ni 20 minutos cuando mi jefe aparece vestido como un Dios
griego; vaqueros ceñidos, camisa mangas largas blanca, chaleco negro y
corbata del mismo color. Demasiado elegante, sexy... Bien presentable para
ir a la reunión con el gobierno ucraniano y alborotar las hormonas de las
mujeres con ese cabello bien peinado y la barba perfectamente arreglada.
El siempre tiene estilo, con cualquier ropa que se ponga.
Ambos hombres se levantan a atenderlo, va a probar el tanque, vestido
así se sube y... Es un maldito egocéntrico que se humecta los labios
revisando cada cosa, repercutiendo en mi cabeza cuando se baja
guardándose las manos en los bolsillos. Su loción me llega hasta aquí, y
quisiera irme pero no soy una perra débil, me quedo mirando su trasero y lo
superior que se ve aunque esté rodeado de arsenal y dos hombres apuestos
también.
Pero el Alpha, no me cansaré de decir que su belleza es irreal e
insuperable.
—Мне это нравится. Я буду использовать это на русских—
sentencia.
«Мне это нравится. Я буду использовать это на русских= me gusta.
Usaré esto en los rusos».
Paso saliva eliminando lo que surge al escucharlo hablar con ese
idioma. Se da la vuelta para irse y en el momento que pasa por el lado de la
mesa me mira serio e inexpresivo.
—Sigamos —propone Mario acomodando los planos.
Julián toma asiento nuevamente y obligo a mi mente a concretarse o
me dará un derrame con la imagen que mis subconscientes grabaron.
Duramos horas aquí y entiendo todo el trabajo que tienen que hacer, y
más si es para mi exigente jefe. Nada puede ser simple, humilde o pequeño.
Aquí se hace todo a lo grande o no se hace nada.
Son las 7, el trasero me duele de estar sentada, ambos hombres se
quedan otro rato y yo salgo queriendo ir a comer. Ya el escuadrón se tomó
un descanso, algunos están comiendo y Brett me pide que haga lo mismo
porque tenemos que ir hacer nuestro trabajo antes de la hora que ya
habíamos quedado.
En el comedor me encuentro a Helen, Taeyang, Fátima y Enola. Tomo
asiento a lado del asiático, la comida se ve bien y el hambre no falta en mi
estómago.
—¿A qué hora se van mañana?— pregunta Helen.
—Estamos esperando la confirmación de los boletos —le responde
Fátima.
—Lo primordial. Si no los consiguen deberán irse por carretera y
serían más horas—habla Taeyang.
—Cierra la boca. A veces lo que dices se cumple.
—Un día me darás un beso. Ya lo verás.
Rueda los ojos poniéndose de pie.
—Ojalá te ahogues con el jugo— se va.
—Aquí se respira amor— bromea Enola con un tono semi sarcástico.
—No digas eso. Helen se me pone celosa. A ella si le gustaron mis
besos —le dice.
La morena lo mira mal.
—Más mentiroso y te mueres Bank.
—¿Es mentira?
—Yo creo que no —llega Brett.
Mi amiga estrella las palmas en la mesa.
—Ahora todos en plan de hacerme molestar, bravo, los felicito, equipo
— se larga también.
—Hoy todos están como el chirel.
—¿Cómo es eso?— sus palabras me causan risa.
—Ardientes, se molestan de nada.
—Eso no sucedería si te dejaras de chistes —le dice Enola.
—Concuerdo —la secunda.
Me reservo las palabras aunque me vea buscando apoyo. Se levanta y
también se va. Me quedo sola con la parejita que hablan sobre la misión.
Parezco un cero a la izquierda, prefiero terminar rápido e irme en
busca de Yasmín pero nuestra habitación tiene seguro y no soy tonta, sé lo
que debe estar haciendo ahí adentro, no pienso interrumpir, menos cuando
pueden estar hablando sobre algo importante.
Julián sigue con Mario y ahora Flavio. No los interrumpo, estoy
aburrida, a esta hora el trabajo no es como en el día, la fábrica tiene menos
movimiento. No tengo sueño, mi cabeza se centra en lo que no debe.
Quisiera salir a respirar aire fresco, ver las estrellas, sentirme sola y
disfrutar de eso cómo lo hacia antes. Pero no puedo, estoy encerrada bajo
tierra. No se nos permite subir y mi teléfono quedó en la habitación.
Brett aparece y celebro internamente, ya podemos ir a ver al ruso. Eso
me distraerá hasta que llegue la hora de ir a dormir.
—¿Primero tú o yo?— trata de decidirse por el método principal.
—Tú.
Escoge lo que usará, un par de pinzas.
El ruso ya se despertó. Lo dejaron sobre la silla, sin ropa, solo con el
boxer que lleva puesto. No habla, tiembla, tiene sangre seca en la comisura
de los labios, y en parte del cuello.
Tomo asiento sobre la mesa de metal. Hay muchos instrumentos
interesantes, cojo unas pinzas con forma de triángulo, no sé para que sirven
pero juego con ellas mirando al castaño prepararse, toma una silla quedando
en frente, hace uso de los guantes y apoya los codos en en sus rodillas.
—Será menos doloroso si cooperas, Gerald. Si no lo haces, te aseguro
que seré lo menos delicado posible.
—Mu... muérete....—musita.
—Algún día me llegará la hora. Pero hoy no será —le muestra las
pinzas— La muerte sería un camino muy fácil para ti, mi jefe te quiere
vivo, pero no lo estarás mucho si no me dices lo que quiero —le garantiza.
—A duras penas se contuvo cuando lo golpeó —me carcajeo burlona
— No quiero imaginarme que le hará por ser una figura paterna para
Braden.
—Puede matarme si quiere —musita el ruso—. No le voy a vender a
mi sobrino.
—Ay yaaaa, menos negación y más acción. Prosigue, Brett, él piensa
que tendrá más garantía de vida si no abre la boca.
—Aquí no funciona así, Gerald —mi compañero chasquea la lengua
negando—. Podemos matarte y buscar información en otro lado. Eso no nos
queda grande. Pero tú nos vas a facilitar las cosas y a cambio, te daré una
muerte rápida.
Le sujeta un pie, con la pinza selecciona un dedo quebrándolo, hace lo
mismo con el siguiente desatando los gritos desgarradores del ruso que
maldice intentando mover la pierna pero tiene las rodillas sujetas, al igual
que el torso y las manos sobre los brazos de la silla.
—Sería más fácil si hablas —le quiebra otro.
—Sácale las uñas. Quiero ver sangre —le digo.
—No me quiero ensuciar.
—Por el amor a Dios, Brett. Tienes guantes, después de duchas.
—Eres cruel. Vamos por paso.
Sacudo la cabeza.
—Hola, besties —entra Taeyang—. ¿Qué hacen? ¿Necesitan una
mano? —oma asiento mi lado mirando la escena— ¿Soltó algo?
—Aún nada.
—Deberías sacarle unas cuantas uñas —reecomienda también.
—Eso mismo le estoy diciendo pero no me hace caso.
Brett lo mira ofreciéndole las pinzas.
—Ven y ensúciate tú.
—Paso.
—Déjame hacer mi trabajo.
—Soy mudo. No diré más.
Hago lo mismo. El ruso suelta mínimas cosas pero no las suficientes.
—Le has quebrado casi todos los dedos. Sácale las uñas sino quieres
pasar la noche aquí —se cansa el asiático y lo apoyo.
Procede a hacerlo, pero nos toca esperar que el ruso se despierte
porque se desmayó del dolor. El sueño me está ganando, aparte de no tener
ánimos.
Taeyang se ofrece a ayudar a Brett y los dejo hacerce cargo.
Paso por el área principal de armería, los demás ya deben estar
descansando, el sitio estaría básicamente solo de no ser porque veo a Julián
en la mesa, haciendo nada, creo que me está esperando y recién recuerdo
que tenemos que hablar.
—Te estaba esperando —se pone de pie viniendo a mi sitio.
Queda muy cerca de mí, con sus manos sobre mi cintura y el verde de
sus ojos mirando con mucha atención el gris de los míos. Estoy por hablar
pero me besa, despacio, sin apuros, como si disfrutara de mis labios. Y no
es lo mismo, ya mi cuerpo no reacciona como debería, la chispa se fue y mi
ser anhela otra cosa.
Abrumada me separo y respiro hondo aún con los ojos cerrados.
—Ya no podemos seguir en esto. Ya no es lo mismo —le digo y se
aparta un poco sin soltarme—. Espero tu comprensión, y ser digna de al
menos merecer que sigas a mi lado como siempre.
Me toma del mentón, haciendo que lo mire.
—Sabía que me dirías eso en algún momento. Desde la última vez,
noté que no estabas del todo cómoda. No soy tonto, te conozco, y desde que
saliste de La Fortaleza, cambiaste rotundamente y en eso va incluído tu
manera de verme —sujeta mis hombros—. Te besé porque necesitaba
probar tus labios por última vez. Sabes lo mucho que me gustan. No
pretendo juzgarte por nada. Sé que sólo fuimos sexo, en algún momento
alguno se cansaría.
Sus palabras suaves me hacen abrazarlo porque él siempre me
entiende, busca la manera de que me sienta cómoda, me conoce, y lo sabe.
Acaricia mi cabello con sutileza.
—Algo te sucede. Necesito que me lo digas o no estaré tranquilo
cuando te vayas —reitera el abrazo como si supiera que lo necesito para
soltarlo todo.
—No puedo.
—¿Por qué?
—Es complicado.
Me separa mirándome fijamente.
—Venus... Si no quieres, te entiendo, pero...
—Me acuesto con el jefe —suelto con un tono bajo y siento que me
quito un peso de encima.
Se queda serio, sin hablar o moverse.
—Eso no...
—Es cierto —afirmo.
—¿Si sabes lo qué haces? —presiona mis hombros—. Te estás
metiendo en la peor situación en la que hayas estado. No es cualquiera, es el
Alpha de la mafia, es peor que nosotros, nada le importa más que su
organización...
—Julián...
Me estremece, su rostro muestra disgusto total, llenándose de
preocupación.
—No debiste, no... No debiste, Venus, ¿Qué demonios estás haciendo?
—¿Por qué te pones así?
Se aparta pasándose las manos por el cabello.
—No entiendes nada. Te metiste en la boca del lobo. No es cualquiera,
es tu jefe, no tolera que hablen de él, ¿Qué crees que hará cuando ya no seas
una guardaespaldas y quieras desligarte del cuerpo de seguridad?
—Escucha...
—Le perteneces. Si te cogió más de una vez ya eres de su propiedad,
¿Sabes siquiera que también es un dominante?, ¿Sabes que todo lo que toca
lo destruye?
Se pasa las manos por el rostro con frustración.
—Trabajas directamente con él. Pero creo que no tienes tiempo de
enterarte de como terminan las que se pasan de listas
—Espera. ¿Y cómo tú lo sabes?
—Oh vamos, Venus. Antes de que comenzaras tu trabajo yo vine
varias veces aquí, y siempre faltaba una prepago, él la mataba cuando no le
servía en la cama. Eres suya, entonces dime, ¿Qué crees que haga cuando lo
canses?. No creo que acabe las cosas y quiera tenerte cerca, en su cuerpo de
seguridad, viéndote la cara todos los días. Aterriza.
—No entiendes nada.
—No. Tal vez no. Tú sabrás qué haces. Pero te diré algo —me señala
—. Cuídate porque eres la única persona que me importa en este miserable
mundo y no sé como tomaría una noticia que sea sobre tu muerte.
Pasa por mi lado pero lo detengo.
—Espera.
—Necesito digerir lo que me acabas de decir —se zafa suspirando
hondo—. A solas.
Dejo que se vaya. No entiendo por qué reacciona así. Sé en donde me
estoy metiendo, no soy estúpida, pero... No debí decirle nada, ahora me
siento más que abrumada.
Julián...
Herodes...
Quisiera que la tierra me trague y me escupa en una isla desierta.
___________✧✧___________
__________________________

Herodes
Dos días después.
Braden Marakov, él piensa que causando disturbios en mis límites
ganará causarme frustración. Eso no me afecta, lo que me molesta es el
hecho de que se empeñe en ensuciar mi nombre con bazofias ridículas.
Ya resolví, llegué a un trato especial y beneficioso con el ministro de
Ucrania. El presupuesto tuvo un precio especial esta vez por el nuevo
equipamiento, incluyendo el armamento que les voy a surtir en unos meses.
Sin embargo, tuve que matar a un congresista que no tiene los cojones
para mandar a los rusos a la mierda. Me asquea la gente cobarde.
Luego de bajar del jet, subo a la avioneta que espera. Menos de 20
minutos de vuelo hasta que desciende en el jardín trasero de la casa de la
familia Bontate. El clima colombiano me hace usar la gorra que traje. El sol
no está muy bueno que digamos, el calor es horrible y al menos las botas
son más cómodas de lo que esperaba.
—Señor, sea bienvenido —me recibe Duke. Megan se acerca
saludando con un apretón de manos—. Bienvenida, mi señora.
Nos guía por el sendero hasta las cocinas que producen la cocaína y en
donde empacan la marihuana. El sitio es grande, las mujeres visten solo la
ropa interior y los hombres vigilan con armas a la vista.
La esposa del colombiano nos ofrece algo de tomar y desde mi punto
puedo ver a su hija cerca de la piscina.
—Semanal estamos produciendo 2000 kilos de coca —sigue
informando Duke y Giovanny anotada todo.
—¿Y de marihuana?
—1500.
—Oh, es mucho. Trabajan sin descanso— se sorprende Megan presta
atención y comportándose como mi prometida.
—Eso no es nada para lo que se hace en realidad —enciendo un
cigarrillo.
—¿Hacen más? —me sigue cuando me paseo por las mesas.
—Sí. Pero en estos días la hemos bajado, ya tenemos mucha guardada
para comenzar a distribuir —le responde Duke.
—¿Cuándo tendré la mía en Kiev? —inquiero.
—Mañana mismo.
—Armas y ahora drogas —me habla ella, incrédula como si no supiera
como son las cosas.
Como si fuera un secreto.
—El Alpha maneja muchas ramas de tráfico, no te sorprendas y mejor
presta atención a todo —le recomienda el consejero—. Tienes tantas cosas
que aprender. Anda haciéndolo.
—Aprendería más rápido si mi prometido no me dejara botada siempre
—se queja si mirarme.
—Yo que tú no me quejaría.
No me interesan sus quejaderas. Tengo la cabeza en otro lado como
para preocuparme de algo más. Me muevo con Duke, probando la
mercancía, sabe bien. La calidad es excelente.
Megan camina por otro lado y en eso, Duke aprovecha para acercarse
más a mi puesto.
—Mi señor, disculpe lo que diré pero, se nota que su prometida no está
familiarizada con sus negocios. Le queda un camino largo por recorrer e
infinidades de cosas por aprender— me comenta.
—Es su problema. El período de prueba y aceptación es para ella.
La veo moverse con el consejero quien será su tutor en todo el proceso
de los 6 meses que debe demostrar ser digna prometida. No es sorpresa para
mí el saber que carece de conocimientos en casi todo, armería, diseño,
tráfico, sacar información, liderar.... Nada de eso lo aprende en un mes.
Se quedan en el sitio dejando que el encargado le de una mini
explicación con lo necesario. Me muevo en dirección al área de
empaquetamiento. Lo mío ya está organizado, solo es de enviarlo y yo
después lo distribuyo a compradores selectos.
Debajo de un gran toldo, tomo asiento dejando que las empleadas me
sirvan comida y vino. Aquí suelen abundar las prepagos, pero no cuando
Isabella Bontate está, es muy celosa, su esposo respeta su presencia aunque
sé que debe estarse muriendo por ver variedades de tetas y traseros.
—Bienvenido, mi Alpha —una voz femenina llega por detrás de mí y
no hace falta girarme—. Que felicidad tenerlo aquí.
Toma asiento al lado de su padre, mirándome con una pequeña sonrisa
en su rostro.
—No has cambiado en nada, Milena— sorbo un trago de licor.
Su cabello es un cobrizo claro que se ve bien sobre su piel en termino
bronceada. Sus facciones son suaves y sus ojos marrones. Sin mencionar
que su cuerpo voluctuoso es lo que le da ese aire provocativo, acompañado
de un estilo sencillo con vestido de flores y sombrero
—Lo mismo digo, usted siempre tan temible y poderoso —me guiña
un ojo, preparándose para hablar de lo que me interesa—. En conjunto con
mi padre hemos estado encargándonos de evadir las insistencias de los
rusos. Todos aquí estamos con usted, pero no nos hacemos responsables en
intentar abstenernos para no aniquilar a quienes pisen tierra colombiana.
—No te precipites, hija. Ya el Alpha sabe lo necesario.
—Esto hace las cosas más fáciles —se ríe apartándose el cabello de los
hombros—. Esperamos con emoción la caída total de esa organización.
—Todo paso por paso. —es lo único que digo.
—Mandé a preparar las habitaciones, pueden usarlas cuando quieran—
llega Isabela
—Gracias señora Bontate —aparece Megan.
—En la última reunión pensé que no veríamos a Judas, pero si fue.
Aunque creí que se uniría a los rusos, son tan amigos desde hace mucho
tiempo —me comenta Duke.
Yo estaba esperando que no fuera, eso rompería el acuerdo al que
habíamos llegado.
—No le conviene inventar más de la cuenta.
—¿Qué piensas hacer con Jeremías Vasone?
—Ya lo verás.
Un grupo de mariachis llega y comienza a tocar para mí. El licor no
falta, la comida tampoco y me intento concentrar en la plática, pero la
colombiana me mira provocando, Megan no se me despega y ambas son
buenos ligues para un momento o tal vez un trío, pero mi cabeza solo piensa
en alguien más, y me siento acalorado y con ganas.
—¿Apetece montar a caballo mi Alpha?, Siempre que viene lo hace,
tenemos uno indomable, esperando por usted —me dice Milena.
—Yo también quisiera hacerlo —se mete Megan.
—Por supuesto, iré a preparar todo —se pone de pie y por un
momento me quedo mirando su trasero pero me resulta incipido.
No sé qué mierdas me sucede.
—¡Que siga la fiesta! —vocífera Duke pidiendo que toquen otra cosa.
Me sirven más licor y me quedo mirando como se levanta a cantar en
mi honor. Megan se ve cómoda, Giovanny se encarga de que yo la pase bien
pero el dolor de cabeza me levanta buscando aire.
Mario me mantiene informado de todo lo que pedí; el escuadrón
regresa mañana a Montreal, el encargo fue un éxito y me cercioro de ello
llamando al ucraniano. Ksel Ha pausado sus tareas en espera de que los
rusos se calmen y la dejen en paz. Su padre pide una reunión conmigo,
Jayden no me ha dado noticias aún, al regresar tengo demasiadas cosas que
hacer y eso me quita tiempo libre para desestresarme como me gustaría.
—Ya el caballo está listo —me avisa la colombiana.
Dejo el cigarrillo de lado y la sigo en compañía de su padre. Megan se
quedó platicando con Isabella, para matar mi tiempo cabalgo por las
hectáreas de la finca en compañía de padre e hija que me explican lo que
piensan sobre el tratado de paz y lo que eso ha ocasionado en algunos
clanes importantes. Por ser uno de esos, hacen parte de cada reunión,
opinan lo que piensan y pueden sugerir como lo hace la mafia italiana.
—Jaremías a estado reclutando a sus asesinos, todos se han unido a
Braden. Mis fuentes confiables me han dicho que pretende pisar sur
américa en busca de que las pandillas de Brasil se le unan — me comenta.
—Viajé hace dos días, tengo contactos, ahora prefieren la droga de la
mafia rusa —me dice Milena algo molesta—. Tuvieron el descaro de
aceptarla sabiendo que manejas casi toda américa.
—Y pronto será toda —asegura su padre.
—Por los momentos tengo algo que hacer. Pero me ocuparé de las
escorias y después de las pandillas —se supone que Kaleb tiene amigos en
ellas.
Esta guerra es una estúpides. No estaríamos así si Braden no fuera un
dolido de mierda. Pero tendré que acelerar las cosas o me hará salir canas
antes de tiempo. Tantas blasfemias me quitan paz mental que no es una
buena señal, cuando la pierda se vendrá la verdadera catástrofe.
Entre licor, asado de comida, música y platicas, llega la noche al igual
que algo de ebriedad por haber tomado más de la cuenta. Pero, ¿Cómo
hago?.
La garganta me duele, la cabeza me palpita y mis ganas por regresar
me están consumiendo por dentro. Estoy mal, antes no me importaba si
pasaba horas sin sexo, el trabajo me mantenía ocupado mentalmente y no
pensada en sexo. Pero ahora tengo una severa sucia obsesión.
En el baño de la habitación me termino masturbando antes de
tumbarme en la cama buscando descansar aunque deba dormir con Megan
al lado, desgraciadamente.
—No quiero sentir que te acercas buscando lo que no debes —advierto
al sentir que se acuesta.
No me dice nada pero las horas pasan y la fiesta allá afuera no parece
tener fin, y estoy incómodo e irritado pero mi cabeza pide un descanso y se
lo doy aunque no me quede dormido del todo, no puedo hacerlo cuando
duermo con alguien.
Mi cabeza es tomada por los mismos sueños de siempre, esos que me
muestran la basura que soy, todo lo que me mandará al infierno y se llevó
toda mi humanidad. Pero no me arrepiento, tampoco lo hago cuando estoy
con Venus Adler y me siento menos mierda que siempre. Aunque es
extraño, debería ser viceversa pero no lo es. Y me detesto por eso, estoy
jugando con fuego y me gusta, espero quemarme como quiero.
Cuando despierto me voy directo al baño, tengo un dolor de cabeza
que me está matando, el mareo no se va y con los ojos cerrados debo
apoyarme en el lavado hasta que se me pasa.
Me visto con un vaquero, camisa mangas cortas y botas. Megan sigue
dormida, busco el teléfono y salgo marcando el número de Adler pero no
me contesta. No lo hará. Cuando me fui no se veía muy contenta que
digamos, creo que siente lo que no debería, es eso, o la falta de tratamientos
psicólogos ya está dejando secuelas raras.
Me acaricio la sien dejándole un mensaje que no responde tampoco.
Sigo insistiendo pero no da resultado «Se hace la de rogar».
En la sala de la casa me encuentro a Milena, al parecer no duerme o
está acostumbrada a levantarse temprano. En frente del sofá tiene una
bandeja con té y galletas que disfruta mientras revisa una laptop. Nota mi
presencia y recién me doy de cuenta que viste menos ropa de la que debería.
Ignoro su sonrisa coqueta, no estoy para esto. Adler no me contesta y con
eso ya mi humor estará arruinado el resto del día.
Salgo por la puerta trasera de camino a la piscina, tomando aire fresco,
encendiendo un cigarrillo. Una empleada aparece y le pido café. Duke debe
seguir dormido, Giovanny debe estar en las mismas. Al menos Dan sigue en
su puesto de trabajo y me pone al día recordándome mi itinerario del fin de
semana.
Benedik Ivanok se pone en contacto conmigo y sostengo un llamada
durante dos horas con él. En ese tiempo la celebración vuelve en la casa,
sirven el desayuno y al medio día Isabella y Milena parten de viaje a Milán,
tal cosa alegra a Duke que se apresura a pedir más de 20 mujeres, entre esas
bailarinas, estriper... De todo con tal de pasarla bien.
Megan no se ve muy contenta pero no le queda de otra que ver y estar
callada. Prefiere irse a ver lo que hacen en las cocinas, el consejero la
acompaña y puedo respirar dándole un sorbo a la cerveza.
—Es muy hermosa su prometida— me dice.
—¿Tú crees?, Yo la veo normal.
No soy ciego, sé que es el prototipo de mujer que un líder quiere a su
lado. Hermosa, con dinero, inteligente...
—Es entendible. Mujeres hermosas te sobran: modelos, actrices,
adineradas, todas queriendo estar usted —me dice— Ella debe hacer un
gran esfuerzo por aprender y demostrar que es digna. En verdad disculpa,
tal vez te moleste que hable sobre ella, no lo hago en mal plan, mi señor. Es
solo que la organización espera una buena compañera para el líder, y creo
que debe ser alguien que esté a tu altura.
Eso es lo que todos esperan.
__________✧✧___________
_________________________

0 Spoiler o Spam por favor.


Mil gracias por leer. Los amo.
Besitos.
Osly Ortega.
Capítulo 73

_____✧✧A la altura ✧✧________

Megan
Mi cabeza debe concentrarse en muchas cosas que son primordiales
para mi nueva vida. Pero no es fácil, no es lo mismo sentarme en una
oficina, revisar balances, informes y todo tipo de documentos sobre un
empresa o el área legal para la que me especialicé estudiando lo mismo que
mi madre.
Aún así, no es fácil el roll que lleva Megan Gelbero al de la futura
señora de Blackwood. El segundo es lo más difícil que tendré que hacer, eso
y convivir con el odioso del Alpha, cada día es peor, de distante... Pero no
importa, todo sea por estar a su lado como lo quise desde que lo conocí.
«Y tener el mismo poder si soy su esposa»
Mi cabeza sigue con la imagen que se grabó el día de la cena, pero ya
tiene menos importancia, me obligué a verla así. Y más ahora que debo
estar en nómada anotando cada cosa, no debo olvidarme de nada, ¿Qué
clase de esposa sería sino sé sobre los negocios de mi marido?.
Drogas, negocios sucios, política, acuerdos... Esas son algunas cosas
de las que Giovanny me ha ido empapando, pero mi trabajo también me
tiene llena.
Armas, el principal negocio y el más importante del Alpha, esto es lo
que más me costará, claramente sé la diferencia de muchas, las aprendí
cuando tuve entrenamientos de defensa, pero no es lo mismo a tener que
diseñar, armar, desarmar, traficar y hacer negocios con gobiernos.
Se me va a explotar la cabeza. Y aún no he comenzado como tal, no lo
había hecho, esperando que él regresara porque sola no aprenderé nada. Su
familia anda en sus cosas, ahora con eso de los rusos, Giovanny ha tenido
que estar viajando, y el Alpha... Matando, infundiendo terror y dejando
claro que no dejará pasar la falta.
No me queda de otra que acostumbrarme. Ya después podré
deshacerme de lo que me estorba. Al menos en estos momentos no debo
preocuparme por mujeres, o mejor dicho, una mujer. Aún así, le tengo
preparada muchas cosas por perra.
—¿El escuadrón sigue en Kiev? —le pregunto al consejero.
Deja de escribir en la carpeta que sostiene.
—Hoy regresaban a Montreal, o eso creo.
—Pregúntale a Mario.
Duda mirándome pero se apresura a hacerlo.
Sigo caminando por entre las mesas. Las mujeres trabajan sin
descanso. El área es muy grande, los cerros de cocaína lista los están
moviendo al área de empaquetamiento. Todo esto me recuerda a Tracy, y lo
mucho que detesto que siga con los vicios, no soy pendeja, sé que aún lo
hace, el psicólogo y la ayuda no le sirve de nada o tal vez no va a las
consultas privadas.
De estar aquí se sentiría en el paraíso. Mamá cada día está más
ocupada, lo que la deja sola, con más tiempo para ir a fiestas con sus
amiguitos.
Trato de despejar mi agenda para ir a verla, pero no llevo casi nada
fuera de casa, nunca he pasado un mes, creo que esta vez debo hacerlo e
irme acostumbrando de ahora en adelante. Ya no viviré allá, ir será más
difícil.
Regreso a la piscina. Duke y el Alpha siguen rodeados de mujeres
exhibicionistas. No sé qué tanto tarda su esposa, pero cuando llegue le dará
un infarto al ver semejante escena. No estoy muy cómoda que digamos.
Pero debo tragarme el descontento y tomar asiento en el mismo sitio,
ignorando como se le ofrecen con disimulo, olvidándose de mi presencia.
Prefiero estar con la atención en el teléfono. Dos horas pasan y la
fiesta sigue, menos descarada porque ya Isabella llegó al igual que su hija
Milena, la segunda no me agrada, en la cara se le las ganas que le tiene al
Alpha, y eso me pudre la sangre.
Necesito que nos vayamos, ya mismo si es posible.
Antes de caer la noche llegan varios políticos del país, todos queriendo
hablar con él, agradando su ego en cada momento que se dirigen con
respeto, sin estar muy cerca o querer desagradarle. El miedo se los puedo
ver en los ojos, eso es lo que siempre infunde y nadie se atreve a hablarle al
menos que él lo decida primero.
—Siéntase libre de visitar una de mis fincas, mi señor, mi casa es su
casa —le dicen.
—La seguridad se reforzó el doble. Su presencia es importante para
nosotros, cada que viene nos honra al saber que nuestras tierras son de su
agrado —prosigue otro.
Presto atención en todo. Isabella me pide que la acompañe a la cocina
y lo hago. Llevo una hora sentada, el trasero ya me duele.
La casa es grande, decoración de campo, cabezas de animales en la
paredes, estatuas de roble y caoba. El piso es una especie de alfombra en el
área sala, los muebles cómodos.
La cocina está llena de empleadas, todas visten camisa negra y
vaqueros del mismo color. Se mueven con agilidad picando, sazonando y
sirviendo los platillos que llevan a la fiesta. Porque eso es, las mujeres no se
fueron pese a que la señora Bontate llegó, creo que no se molesta, tienen
invitados.
—La última vez que el Alpha vino, preparé una deliciosa salsa, le
encantó, no me lo dijo pero fue lo único que probó de las tantas que habían
sobre la mesa —me dice. Es amable, me agrada—. Vamos a prepararla,
quiero que la pruebes.
—¿Es muy difícil?, No estoy muy familiarizada con la cocina, pero me
sé defender —una de las desventajas de tener dinero y todo lo que quiera.
—No es nada del otro mundo. Es fácil, rápida y se puede comer con
rodajas de pan, galletas... Ven y te explico —del refrigerador saca lo
necesario.
Me guardo el teléfono en el bolsillo de la falda. Las empleadas nos dan
el espacio que necesita y me acerco tomando los ingredientes, los dejo
sobre el mármol.
—Debes picar la berenjena —lo hace con una mostrándome—. Luego
debes asarla durante unos minutos, no demasiado, o se quemará.
Pico una cuidando no cortarme algún dedo. Sería lo que falta. Me
queda casi igual, la dejo en el plato y tomo dos más repitiendo el
procedimiento. Ya me siento una chef, hace tiempo no lo hacia.
—Cocinar es fácil. Cuando te cases deberás hacerlo en la luna de miel.
Puedes tener empleadas, pero a los hombres les gustan las mujeres
multifuncionales, nada de perezosas o buenas para nada —me comenta—.
Me gusta salir de compras, viajar, ir a desfiles en Italia, pero también estar
en la cocina, me quita un poco de la presión diaria.
—¿Hace cuánto estás con Duke?— indago.
—24 años, la edad de mi hijo.
—¿Tienen un hijo? —no lo sabía.
—Si. Amigo del primo del Alpha, creo que debe estar en Londres, por
cuestiones personales, estaba saliendo con la señorita Amber...
Eso tampoco lo sabía. Últimamente no he hablado con ella, pese a que
siempre lo hacemos, más que mi cuñada, es una amiga más.
Seguimos con la preparación de la salsa. Es deliciosa, tanto que no me
aguanto, unto algo de pan y como antes de salir a llevarla. Regreso a mi
asiento y le sirvo un trozo al pelinegro que tiene la atención en lo que le
comentan.
—Ten —consigo un minuto de su mirada—. La preparé con Isabella.
Me dijo que te gusta, me enseñó a prepararla, te la haré siempre que
quieras.
—No tengo hambre.
—Prueba un poco. Sabes que no me gusta cocinar, la hice por ti.
Recibe mirando como si tuviera veneno.
—¿Tú cocinando? —finge sorpresa—. Esto es nuevo, Megan, ¿qué
sigue mañana? ¿dejarás la actitud de niña mimada y molesta cada que ves a
Charles?.
Me acomodo en la silla eliminando lo que eso causa en mi interior.
—No comas si no quieres.
Su mirada aniquila la pequeña valentía que saqué para decir eso.
—Cuida bien esa boca, Megan. Mira a quien te estás dirigiendo.
—Iré a descansar. Mañana será un viaje algo largo —me pongo de pie
y me toma del brazo devolviéndome.
—¿He dicho que puedes irte?
Paso saliva reparando el agarre. Puede molestarme pero su toque
quema mi piel, me gusta como se siente.
—No.
—¿Y entonces?
—Creí que estarías mejor con ellos.
—No te equivocas. En realidad sí. Pero es tu deber estar aquí hasta que
yo decida irme. ¿O te importa poco tu aprendizaje?
—Es lo que más me importa, aprender y ser tu esposa.
Me suelta y toma un vaso de licor regresando a la plática con Duke y
los demás.
Me quedo en el mismo sitio, tiene razón, y me alegra que se preocupe
por mi proceso.
Isabella habla con una de las esposas de los presentes, la única que
tengo al lado es a su hija, quien me mira de vez en cuando, con total
desagrado, eso es notable hasta para un ciego, su expresión corporal
incómoda a cualquiera, pero menos a mí, eso me empuja más a quedarme
las horas que sean.
Los ojos me pesan, sin embargo, no es impedimento para llegar a la
habitación y buscar una de mis prendas íntimas sin estrenar. Tomo una
ducha rápida, me alisto con el semi hijo y el brasier a juego. Las medias
pantys las deslizo por mis piernas, me aplico bálsamo labial y me acuesto
en la cama esperando unos minutos.
La puerta se abre y él entra ebrio y con una botella de cerveza en la
mano. Se desordena el cabello y me mira frunciendo las cejas. Hasta aquí
huelo el olor a licor.
—A su disposición, mi señor— me apoyo en los codos echándome el
cabello detrás de los hombros.
Da varios sorbos y procede a quitarse la camisa antes de venir a mi
sitio subiéndose sobre mí. Me gira y quedo boca abajo con las manos
sujetas a mi espalda, en cuatro y su erección rozando mi trasero.
Su desespero lo siento en la manera que me arranca las bragas y me
penetra dejándome en una nube flotante porque lo hace sin preservativo y
siento que paso por una muerte lenta, pero exquisita, tantas sensaciones me
ponen a raya, deseando estar así durante lo que queda de la madrugada,
aunque el sol ya esté entrando por la ventana y dejamos irnos en un par de
horas.
Sus empeñones duelen, es salvaje, sin cuidado y dándome como si
estuviera rabioso, buscando correrse pero no lo consigue aunque yo lo haya
hecho dos veces. Este momento lo es todo, demasiado bueno para ser
verdad, no se detiene, acelera las embestidas, entrando con una potencia
brutal, ensanchando mis paredes, tocando ese punto exacto que me hace
correr de nuevo y...
—Me harté —sale de mala gana, apartándome, yéndose al baño,
azotando la puerta cuando entra.
¿Qué fue eso?, No se corrió.
Adolorida me pongo de pie. Estoy sensible y temblorosa pero me
preocupa lo que acaba de suceder, pese a haberlo disfrutado más de la
cuenta, porque era lo que busque desde siempre, que me lo hiciera así,
sentirlo completo aunque, no sentí que para él fue lo mismo.
Me detengo en frente de la puerta, estoy por tocar pero sale
atropellandome cuando sale y va por su vaquero, saca el teléfono y se lo
lleva a la oreja intentando comunicarse con alguien, no lo consigue, eso lo
pone más frío, se lanza en la cama dejándome claro que no me quiere cerca
en lo que descansa.
En el baño me ducho con agua fría, procesando las miles de cosas que
pasan por mi cabeza. Termino, tengo sueño pero no voy a dormir, ya para
qué, debemos irnos en unas horas, tengo que realizar un llamada y la hago
mientras lo observo dormir sin nada de ropa, viéndose tan hermoso y
deseable como siempre. Infinidades de veces soñé con despertar siempre a
su lado y verlo así.
A veces quisiera descifrar lo que nunca he sabido, eso que mi suegra
me dice en clave morse, pero nadie más que él puede hacerlo.
Llevaré todo con calma, no puedo irme tan rápido, sería precipitarme
aún sabiendo lo cerrado que es.
«Al llegar debo poner todo en su lugar, de nuevo, no me pienso
aguantar dolores de cabeza».
Dejamos las tierras colombianas, el segundo destino es Seattle en
donde lo acompaño a varias reuniones, conferencias, sesiones de foto. Nada
de descanso y me regaño a mi misma por no haber dormido en casi 24
horas.
El café me ayuda a seguir con algo de energía, pero no a sacar algo
más para sostener una video conferencia de trabajo. El Alpha salió a una
cena importante, debí acompañarlo, pero yo también tengo
responsabilidades pese a estar agotada me mantengo en lo mismo por un
par de horas.
Termino con dolor de cabeza y agotada. El sueño me vence, y cuando
despierto ya son las 8 de la mañana. Dormí sola, claramente tengo una
habitación aparte, como de costumbre, algo que debe cambiar después de la
boda. No pienso seguir con lo mismo.
Recibo una llamada de mi madre que me termina regresando a Toronto
porque mi hermana aprovechó su ausencia para hacer desastres en la casa,
molesta, sensible y preocupada por su culpa, le marco varias veces pero no
contesta. Al llegar a casa me deshago de la cartera, pido que suban mi
equipaje y me voy a la piscina encontrando un a fiesta a todo dar, pero con
una cantidad reducida de personas, «Sus amigos drogados y ella también».
Botellas de licor sobre una mesa, música exagerada, la piscina llena de
inflables gigantes y sobre ellos los inconscientes que se quejan de mi
llegada, refutando y murmurando que soy una agua fiestas de la peor clase.
Como si eso me preocupara. No entiendo como los vecinos no han hecho
llegar a la policía, oh claro, mamá tuvo que encargarse pese a estar en
Corea.
Ordeno que apaguen la canción. Mis guardaespaldas se apresuran a
deshacerse de la droga y yo tomo a mi hermana arrastrándola adentro de la
casa.
Se ve horrible, drogada, con ojeras, los brazos llenos de cicatrices de
las jeringas. Ya no sé qué hacer, juro que quisiera darle una bofetada, a ver
si reacciona y se da de cuenta el daño que se hace consumiendo tantas
porquerías. Pero no tiene caso, molesta se va a su habitación y quedo en la
sala con las lágrimas saliendo de mis ojos, y e corazón agrietado.
Temo porque un día le dé una sobredosis de la que no se pueda salvar.
Ya volvió a descontrolarse, cuando me fui no estaba así, pero regresó con lo
mismo, la rebeldía, el “yo hago lo que me da la gana”.
Mamá me llama, me asegura que regresará en la madrugada, se
disculpa por haberme hecho venir, pero la tranquilizo, son mi familia,
siempre estarán en mi lista de prioridades.
Las empleadas se encargan del desastre, yo de echar a los buenos para
nadas que preguntan por mi hermana, queriendo seguir con la fiesta, pero
no lo voy a permitir. Me dan asco, verlos así de deteriorados, echando a la
basura la salud, las posibilidades de aprovechar las fortunas de sus padres
en cosas mejores, no, ellos prefieren estar sin hacer nada, gastando dinero
en droga y fiestas, como si no tuvieran o otras opciones para divertirse.
—¿Desea regresar mañana? —me pregunta mi escolta principal.
—Al medio día— no puedo dejar que Herodes llegue a Montreal sin
mí.
—Entendido.
En la sala mantengo una llamada con mi secretaria. Me pide que vaya
a la empresa, pero ya es de noche, aún así debo hacerlo, es mejor dejar todo
listo, no tendré que venir el fin de semana que viene.
En la mañana despierto, me visto con algo cómodo y bajo en busca de
un desayuno especial. Encuentro a mamá en la cocina, pese a haber llegado
anoche, aquí está preparando algo para comer, como aquellas veces que era
niña y me hacía hotcakes con miel, receta de la abuela.
—Buenos días, huele delicioso— tomo asiento.
—Dada las circunstancias de que te veré menos y ya no vives aquí,
quise prepararte un desayuno especial —bate la crema cuidando no ensuciar
el delantal que viste. Lleva el cabello recogido, se ve igual a aquellas
mañanas—. ¿Huevos revueltos o normales?
Suelto una risita.
—Sabes como me gustan.
—Sólo bromeo —abre el refrigerador sacando jugo.
—¿Y Tracy?
—Sigue dormida. Ve a despertarla, te vas hoy y quiero que las tres
tengamos una plática antes de eso.
Hago lo que me pide. Es necesario hablar las tres, sé sobre que, y a mi
hermana no le gustará. Subo las escaleras, abro la puerta de su habitación y
batallo para despertarla, sigue dormida sin intención de salir de la cama.
Pero lo hace después de tanta insistencia.
Regreso a la cocina, mamá ya preparó todo, sólo espera por nosotras.
Tomo asiento, los platillos se ven tal cual, reviviendo muchos sentimientos
que me hacen temblar la barbilla.
—Extrañaré esto en las mañanas, a ti, a Tracy..
—No llores, linda. Ya creciste, en algún momento saldrías de mis
brazos.
—Lo sé —suspiro hondo limpiándome las lágrimas.
No es fácil dejar todo lo que conoces.
—Buenos días, perfecta y unida famila —habla mi hermana llegando
con el cabello desordenado, una camisa holgada y en pantuflas—.
¿Desayuno familiar?, un milagro revivir tiempos de antes.
Su ironía la paso por alto. Sus ánimos dejan claro que no querrá hablar
sobre su actitud esto días. Procedemos a comer, en silencio, disfrutando del
desayuno y la compañía entre nosotras. Hace mucho no hacíamos algo así.
—Megan vendrá con menos frecuencia, tiene una nueva vida que vivir,
responsabilidades que cumplir y obligaciones que requieren su atención —
comienza mamá—. Es un nuevo período para todas, por ende, necesitamos
estar unidas pese a la distancia, los malos momentos o cualquier obstáculo
que sea impedimento en nuestra felicidad. Y creo que un gran sería
escuchar una decisión positiva, Tracy, como por ejemplo, que dejes tus
malas juntas y aceptes ir a un centro de rehabilitación.
Sorbo una trago de jugo mirando la cara de descontento de la rubia.
Detesta hablar sobre esto. Me mira, luego a mamá, y suelta una risa
espontánea.
—¿Comenzamos el día con chistes?
—No es un chiste —la regaña mamá.
—¿Es en verdad?
Asiente mi madre a modo de respuesta y afirmando.
—La necesitas...
—Ya estoy recibiendo ayuda— zanja.
—Ayuda, no es ayuda cuando lo dejas de lado para estar en fiestas. Yo
me entero de todo, la psicóloga me ha llamado para manifestarme tu falta
de disciplina —se molesta—. ¿Eso es ayuda?
—No todo son fiestas. Tengo la universidad, estoy full de clases, por
otro lado la carrera de modelo, las sesiones de fotos, los contratos, tu bien lo
sabes, eres quien revisa casa cosa para ver si conviene o no— se altera.
—Nadie dice que estás dejando de lado ambas cosas —me meto—.
Pero deberías tener como prioridad la ayuda, es para ti, tu salud, tu vida,
¿No te quieres curar de esos vicios?, ser otra Tracy.
—Sería otra si ellos hubieran dejado sus problemas en privado, y no
mostrándolos en frente de nosotras, faltándose el respeto, poniéndose por el
piso, como si no les doliera decirse lo tanto que se odian, ¡todo en frente de
nosotras! —se le empañan los ojos—. No sabes todo lo que soñaba por las
noches, reviviendo cada discusión. Y todo fue peor cuando nos dejaron de
lado, solas, sin mostrar la más mínima preocupación sobre si estábamos
bien después de todo eso...
Me quedo callada recordando lo que pasaba por mi cabeza esas veces.
—Siempre estuve con ustedes —recalca mamá.
—¿Siempre? Llegabas y llegas en la noche, casi nunca estás, y ni
hablar de papá, olvidé su cara las dos primeras semanas que comenzó a
ejercer de ministro...
—No seas malagradecida, Tracy. Siempre estuve y estoy al pendiente.
No pretenderás que siendo una mujer esté detrás de ti, ya no tienes 10 años,
y yo no puedo quedarme aquí encerrada, sin hacer nada, ¿quién me va a
mantener?, no voy a esperar por tu padre.
—¡No pido que estés detrás de mí, ya no!, ¡Pero antes podían haber
actuado más como unos padres, y dejar de lado las indiferencias porque no
se detenían a pensar que discutían en frente de mí y Megan!. ¡¿Era muy
difícil hacer eso?!— vocífera sonriendo con ironía—. No pedía mucho, sólo
que al menos los fines de semana despejarán agendas.
En muchas cosas tiene razón...
—Tracy...—a mamá se quiebra la voz.
—¿No dirás nada? —me mira mi hermana. Mamá se quedó con los
ojos llorosos y yo estoy igual—: No lo harás. Tú la entiendes, la última vez
que viniste me lo demostraste, interponen la tristeza antes que a mí, y nunca
me dicen nada, trato de ser de ayuda, escucharlas, pero no.... Al parecer
mis consejos o presencia no ayudan en nada —aparta la silla de mala gana y
busca la puerta.
—Hija...—mi madre se pone de pie pero...
—¡No iré a un maldito centro de rehabilitación, nadie me obligará!—
espeta.
Se va y quedo con un nudo en la garganta, los ojos ardiendo y las
ganas de llorar intactas.
—Ya no sé qué hacer— se pasa las manos por el cabello rompiendo en
llanto.
—Necesita la ayuda. ¿Te diste cuenta que recién sacó todo lo que le
hizo daño?
—Me dolió. No me quiero imaginar como se debe sentir... Tengo
miedo de que...
Me pongo de pie y la abrazo.
—Nos necesita. Llama a la psicóloga.
No pierde tiempo en irse a hacerlo. Me limpio las lágrimas y me
encargo de recoger lo que se ensució porque las empleadas están libres por
hoy. No quisiera irme, pero debo hacerlo.
Mamá debe trabajar después del medio día, Tracy se fue no sé a dónde
y sin muchas ganas me alisto para esperar la hora de ida.
Ahora es más estrés para mi paz mental, y peor al llegar a Montreal.
No me queda de otra que esperar que las circunstancias cambien. Pensar lo
que haré de ser necesario y como.
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Braden
Tengo la garganta seca, carraspeo eliminando mala sensación a la vez
que me muevo sobre las sábanas de la cama con olor a sexo y licor.
A cada lado tengo una mujer, ambas desnudas mostrando sus perfectos
cuerpos de modelos profesionales.
Algo de luz se filtra por la ventana, no sé qué hora es, tampoco por qué
nadie ha venido a despertarme.
Me paso las manos por el rostro, miro el techo adornado con las fotos
de la diosa de cabello negro y ojos azules que admiro cada que estoy en
casa. Tengo una especie de obsesión por ella, pese a que sea una
manipuladora altiva, capaz de conseguir lo que quiere y en eso va mi
corazón.
Lo daba todo por ella, no dejaba que nadie la hiciera sentir mal o le
coqueteara, porque es mía, siempre lo será aunque haya decidido acabar con
lo nuestro después de que intenté pedirle matrimonio.
Tengo miles detrás de mí, pero ningúna se compara con ella, es
perfecta, hermosa y sexy. Algo que jamás había visto. ¿Cómo la conocí?,
mediante su hermano, él y yo éramos amigos, muy amigos. Teníamos
confianza, salimos siempre que podíamos, pero cuando me presentó a su
hermana, esa amistad se reforzó. Él me quiso muchas veces, ante las
discusiones, siempre la hacía entrar en razón, pero no duraba más de un día
y toda la paz duró nada, ella cambió, se quejaba por todo y quería hacer lo
que le diera la gana. Y las cosas conmigo no son así.
Me humilló y eso es algo que me pagará.
El momento se alarga y la conexión se rompe al recordar que tengo
cosas por hacer. Aunque me sienta cómodo, desestresado después de una
noche fugaz, tengo que levantarme y lo hago ignorando las demás fotos
sobre las paredes.
Abro la cortina y miro por la ventana. Deben ser más de las 12, la
posición del sol me lo confirma.
—¡Arriba, nenas. Deben irse! —busco mi teléfono que suena en algún
lugar.
En el piso no hay más que prendas, botellas, cigarrillos y sobres de
droga. El ambiente se ve demasiado desordenado, y eso me altera, no me
gusta estar en un lugar así, por lo visto me descontrolé anoche.
—Darya, Alisia —les palmeo el trasero. No tengo tiempo para retrasos
—. ¡Arriba!
—¿Se terminó la fiesta?— la primera se levanta buscando su ropa.
Se tambalean somnolientas. Aún siguen ebrias.
—Muévanse, necesito que se vayan.
—¿Hiciste la llamada? —Alisia me sigue al baño.
—En unos minutos.
—No se te debe olvidar...
—¡Lo sé, joder, no es necesario que me lo repitas!— me hace doler la
cabeza.
Sale del baño. Me lavo los dientes varias veces antes de meterme a la
ducha, despertando mis extremidades con agua fría. Me seco con una toalla
y salgo buscando el teléfono. La empleada se asegura de dejar la habitación
en orden y cuando termina mi madre entra con expresión de molestia.
—Son las 2. Se supone que tenías una reunión importante con el clan
de Pakistán.
—Tengo —me aplico loción—. Era tú deber decir que dormía, y ellos
esperarme.
—No son tus monigotes. Haz las cosas bien y agradece que los Vasone
estén de nuestro lado.
—Respira y anda a tomarte un tecito de esos que haces. Te ves
estresada, eso no es bueno para tu salud.
—Termina y baja. Voy a ordenar que te sirvan algo para la resaca que
debes tener —se va.
Con el teléfono en la mano salgo. Tengo hambre, pero el dolor de
cabeza no me deja ni siquiera respirar tranquilo. Tengo muchas cosas que
hacer hoy, en un par de meses tomo mi puesto como líder, pero desde ya lo
estoy ejerciendo, mamá no está bien de salud y no quiero que se estrese con
todo lo que está sucediendo.
—Jeremías —tomo asiento a la cabeza de la mesa.
—Nunca en mi vida había esperado tanto —se queja.
Las empleadas me sirven el almuerzo. Ya todos comieron a excepción
de mi.
—Siéntete privilegiado por haberte atendido. Llamaste en el último
momento.
—Eso porque tú nunca me contestaste el teléfono, tu tío tampoco, solo
tu madre y me dijo que viniera, de lo contrario no ibas hablar con nadie.
Empiezo a comer.
—En estos tiempos es mejor hablar en persona. Se notan mejor las
mentiras cuando se mira a los ojos —sorbo un trago de jugo.
—Lo mío no es farsa. No estaría aquí si así fuera.
—Me gusta escuchar eso. Dime que te trajo aquí hoy y no la semana
que viene.
—El gobierno me exige que les de armas, ya sabes que les
proporcionaba las del Alpha. Mis fábricas independientes están por
comenzar con el fundido, pero necesito que me ayudes en algo.
—¿En qué?
—Droga para comprar a los funcionarios. Así no me están molestando.
Mientras tanto tengo pensada una forma de distraer a los políticos, hasta
que tenga listo el primer cargamento para reabastecer sus filas.
—Ese primer cargamento debería ser mío y lo sabes.
—Entonces, necesito doble droga —llama a uno de sus hombres que
espera en una esquina, este se apresura a buscar un maletín grande que
dejan sobre la mesa, en mi dirección—. El pago. La necesito para hoy
mismo. Me la llevaré.
—Los encargos que tengo listos ya están comprometidos.
—Sabía que dirías eso, como también que no dudarías en darmela a
mí. Tienes de incentivo el querer estar listo para cualquier momento —no
titubea—. En cualquier momento vendrán por nuestras cabezas.
Lo sé. El Alpha no es tonto, él es como el depredador, acecha, espera
meticulosamente y ataca en el momento que menos esperas. Siempre con
una buena estrategia.
Yo debo hacer lo mismo. Vendrá por mí, lo voy a esperar con armas
mejores que las suyas.
—¿Cómo harás con el elemento que la mafia italiana no te facilitará?
—indago.
—Tengo mis contactos. Tú tranquilo, ya lo resolví.
—Siempre adelantado en todo —me limpio la boca con un pañuelo—.
Pienso esperarlo, en cualquier momento nos veremos las caras. Por ahora,
debemos prepararnos y volvernos más poderosos. La droga la estoy
distribuyendo en grandes cantidades, tu tendrás las armas y solo nos
faltarían compradores, pero eso puede esperar.
Termino de comer y llamo a uno de mis hombres ordenando que
saquen la mercancía que se llevará el Pakistaní.
Salgo con él en dirección a la fábrica, en el laboratorio trabajan
arduamente sin descanso, mi madre supervisa, no se ve contenta, todo esto
no le agrada pero sabe qué sé lo que hago.
—¿Cocaína azul?— pregunta Jeremías mirando una de las mesas.
—No solo es cocaína.
—¿Ya la estás vendiendo?
—Sí. Te pienso dar de esa, te aseguro que saldrás de ella más rápido de
lo que canta un gallo.
Con el dedo toma un poco y la prueba, con solo eso ya te pone a viajar
en el mundo de los colores, porque no solo por vía respiratoria.
—¿Qué mierda es esto? —se sostiene de la mesa respirando hondo.
—No debiste probarla. ¿Qué tal sabe?
Me mira con los ojos rojos y achinados.
—Estupenda. Me siento con la fuerza para derribar una pared —
exclama feliz.
—Lo sé. Me encanta. Mis científicos se merecen un premio.
—Concuerdo.
Mis hombres preparan todo mientras nosotros nos tomamos unos
tragos en la mesa debajo del parasol de la piscina. Tocamos temas
delicados, sobre cosas que debemos hacer ahora que el cartel israelí está
con nosotros. Debo ponerme en contacto con el cabecilla, no lo ha hecho, y
esperar que se reporte no me apetece.
—Acaba de llamarme el congresista. Tu tío no le contesta y necesita
comunicarse con él —me informa mamá.
—¿Para?
—No lo sé. Se supone que ambos estaban en las Vegas, pero Gerald
aún no regresa.
—Llamaré a la tía Verina. Necesito su presencia aquí—tomo el
teléfono.
—Braden...—la voz de Yelena me hace colgar.
—¿Qué?
—Tienes que ver esto— me entrega una laptop.
Una reportera transmite en frente de... Uno de mis burdeles. La calle
está cerrada por agentes policiales, el establecimiento se ve cerrado pero no
me levanta verlo así, si no la imagen de varios cuerpos sujetos sobre el
letrero del nombre.
La mandíbula se me tensa y me levanto al reconocer los rostros «Los
asesinos en serie que hacen parte de la organización», los contraté, deberían
estar en Ucrania, pero sus cuerpos yacen sin ropa, los labios cocidos, sin los
ojos y con hematomas notorios en cada extremidad.
—Lo hicieron en la madrugada. Ya tengo hombres buscando a los
culpables, pero es difícil frenar la velocidad en la que están rodando las
imágenes en los noticieros —me explica Yelena—. Ya se encargarán de la
reportera, pero el alcalde está molesto, pese a que sabe que puedes matarlo,
no quiere que se repita tal cosa, no quiere que lo vean involucrado con la
mafia.
Dejo el aparato de lado, en mi teléfono marco el número que necesito,
sin embargo, eso agrava mi mal genio, mi tía me dice que Gerald no
aparece, y no creo que siga ebrio o de fiesta, está en la obligación de volver
a sus obligaciones los lunes y aún no lo hace.
—Cualquiera pudo haberlo hecho. Tienes. Muchos detrás de ti—me
habla Jeremías.
Me paso las manos por el cabello intentando organizar las ideas.
—Hijo....—mamá toma asiento—. Tu tío es la prioridad.
No es necesario que me lo diga. Es un segundo padre para mí desde
que el mío murió de la peor manera. Aún recuerdo ese día y me maldigo
por no haber podido hacer nada.
—Ordena que rastreen su teléfono o lo busquen en las Vegas —
dictamino mirando a mi tía—. Y encárgate de los cuerpos, la reportera y las
páginas que lo siguen transmitiendo.
—Lo de las redes sociales no es fácil...
—Habla con Viktor, él se encargará— impongo.
—Hablaré con el alcalde —me dice Malikha.
—Eso lo haré yo antes de viajar a Moscú.
Jeremías ya debe irse, tiene la droga en las camionetas que la van a
transportar hasta la pista privada. Uno de mis escoltas se encarga de
despejar el trayecto y yo de no entrar en molestias. Necesito tener la cabeza
fresca para poder desocuparme rápido.
Entro al estudio con el teléfono en la oreja, en una llamada importante,
tratando de eliminar la sosobra de preocupación por lo que mi cabeza
piensa. No tengo que sumar o pensar, lo de Ucrania tiene nombre y
apellido, la desaparición también y solo me queda...
—Necesito que me traigan a esa perra— le ordeno a mi mano derecha
cuando entra—. Basta de retrasos.
Me siento fogoso de solo imaginar su cuerpo desnudo sobre mi cama,
siendo recorrido por mi lengua mientras fumo marihuana y vuelvo el
momento más excitante. Me corro casi todos los días, pero no es lo mismo,
menos cuando anhelo solo su rosácea vagina.
Las horas pasan y la preocupación no es solo para mí, la familia no
deja de pedirme soluciones que ordeno tener antes de mañana. Pero nada,
aún no me traen nada y el que mi mano derecha entre con mala cara, me
dice muchas cosas.
—A su tío lo tiene el Alpha. Le envío un recado...
Se me contrae la garganta con el subidón de ira.
—¿Qué?
—Te traerá su cabeza en algún momento.
Estrello los puños en el escritorio. Ese maldito me tiene harto con su
soberbia y arrogancia, creyendo que es mejor que todos los demás líderes.
—Eso no es todo— me dice.
Y cuando creí que la noche no podía ser peor. Me muestra las noticias
en la tv En donde una reportera habla.
—En últimas de la noche, se han reportado una series de imágenes que
invadieron pósters, avisos, vallas publicitarias y telenoticias del país, nada
más y nada menos que del accionista y empresario, Gerald Marakov en uno
de los casinos de las Vegas, engañando a su esposa. El lugar de los hechos
fue en la convención que se realiza cada año para recaudar fondos que
vayan para los más necesitados, dicho evento es exclusivo y privado,
asisten solo famosos, políticos y adinerados...
Cambian las imágenes que lo muestran en un baño muy cerca de ella,
invitándola a follar.
—Sin duda alguna es un escándalo que dejará marca en la imagen de
Marakov. Algo como esto no lo deja muy bien parado...
Apago el aparato y respiro hondo. Lo menos que necesitamos es estar
en la farándula del chisme.
—Dime que viste lo que están transmitiendo —entra Yelena igual de
molesta que yo—. Ese pito suelto no pudo quedarse quieto, esto es
indignante, no necesitamos más de lo que ya tenemos.
—Fue alguien ajeno al evento, las imágenes fueron capturadas con las
cámaras del hotel —me explica Nessel.
—Un escándalo para la familia—se altera.
—Le tendieron una trampa. Las imágenes no muestran su salida,
tampoco con quién lo hacía. Lo único que se ve es esa chica, y en la
recepción no me dieron información, es como si fuera un fantasma.
—Es la misma que intentó matarme. Herodes Blackwood está en todo
esto— me voy por el teléfono.
—¿El Alpha? ¿Él lo tiene?— pregunta mi tía.
Ese hijo de perra lleva la delantera, pero no por mucho.
—Quiero la cabeza de la pelirroja, y a mi Ksel, sin un solo rasguño,
pero primero..— tomo asiento abriendo la laptop— Jugaré el mismo juego
y sé que a mis queridos ex suegros no les gustará ver a su hija desnuda,
haciendo un estriper como si fuese una prostituta.
Busco el vídeo que grabé en unos de nuestros encuentros. Yo salgo en
la cama, pero la edición me ayudará a no ser reconocido, ella si se ve,
completa y actuando como la perra que me gusta que sea, solo conmigo.
—Necesito a Viktor aquí. Este video debe rodar a nivel mundial. Será
divertido ver cómo una de las dueñas de “Amel”, hace tal cosa. Su
reputación la tendrá por el suelo y su apellido se retorcera con tal escándalo
— suelto a reír.
—Eres macabro —me dice mi tía—. Pero es lo mínimo que se
merecen. Iré por mi hijo, no hay que perder tiempo.
Sale y Yakov se encarga de lo que le pedí.
Con mucha satisfacción subo el video con ayuda de mi primo. No
tarda en viralisarce, de los medios criticar y hablar sobre Ksel Blackwood.
«A ella la tendré aquí por las buenas o por las malas, como también la
cabeza de la hija de perra que se está metiendo donde no debe».
___________✧✧___________
__________________________

Uy, las cosas se van a poner potentes.

Mil gracias por leer. Loviuuuu.

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Los amo.

Osly Ortega.
Capítulo 74

______✧✧Cadena✧✧_________

Venus
Con algo más de ánimos puedo comer el almuerzo. Me urge una sesión
en La Fortaleza. No creí tener que llegar a decir esto pero... Es necesario un
chequeo. Hace mucho tiempo no me reviso y he recibido disparos, golpes,
me he sometido a demasiados cambios de clima, estrés, cambios de
humor...
Pero por los momentos no tengo tiempo, cada vez estoy más llena de
responsabilidades.
Según mi jefe llega en la noche, tengo que llevar a Dimitri al
veterinario, encargarme de que las empleadas tengan la casa impecable y
ayudar a Mario a organizar algunos documentos.
La misión del escuadrón fue un éxito, todo salió bien pese a que no
estuvimos todos. No dejaron rastros y aunque no fue fácil el siguiente paso,
lo hicieron y tuve que encargarme de enviarle las fotos a la persona que no
quiero ver, pero llega hoy, él y su estúpida novia.
Sigo pensando qué me irrita más, si verlos juntos o recordar que Julián
no me volvió a dirigir más la palabra durante el tiempo que estuve en la
fábrica. Al parecer no me apoya con eso de acostarme con mi jefe, no le
cayó bien la confesión, y lo entiendo pero... Sé lo que hago, nadie me hará
cambiar de opinión, ya estoy en la hoguera, disfrutando del fuego, aún no
puedo salirme y tal vez ya no tenga como, menos ahora.
—En unos minutos partiré —le aviso.
—No te vayas a tardar.
—Tardaré lo necesario, debo esperar.
Salgo del estudio. Entro a la cocina avisándole a las pocas empleadas
que quedan, son 3, pero hacen bien su trabajo y eso me tranquiliza. El
jardinero llegó hoy, estaba libre desde que nos fuimos, por ende, tiene
mucho trabajo por hacer. Ha llovido estos días, los jardines están disparejos.
—La piscina está lista —me avisa Helen mediante el
intercomunicador.
—Vigila al jardinero.
—Ok.
—Venus...—Mario aparece cuando estoy por entrar al gimnasio.
—Dime...
—Supervisa lo que acaba de llegar— me ordena.
Antes de hacerlo, busco la correa del perro que me sigue a todos lados
desde que llegué, no se me despega, y eso es bueno, no se come a nadie
porque me hace caso cuando lo reprendo.
Me guardo las llaves en el bolsillo trasero del vaquero. El teléfono
vibra pero lo ignoro y salgo de la casa. Un camión viene entrando, Brett y
Taeyang se encargan de dar la ubicación para que aparque.
El conductor baja la rampa y abre la puerta grande que nos permite
mirar la camioneta lujosa que mi jefe tenía en Kiev, pero que recién llega.
Pensé que sería mañana. Brett la estaciona en frente de la puerta de la
cochera y le pido las llaves. Se ve igual que la primera vez. Muero por
subirme.
Abro la puerta trasera y meto al perro. Me aseguro de que el GPS se
sincronice con el brazalete y regreso adentro por una chaqueta. Yasmín se
me atraviesa en el camino cuando salgo.
—El jefe viene en camino, Mario me dijo que te avisara.
—Dile que voy saliendo. Lleven las camionetas y esperen su llegada.
—¿Te sientes bien?
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no lo estaría?
—Solo pregunto.
Salgo y abordo la camioneta que me trae muchos recuerdos sucios.
Huele igual de bien que siempre y al encenderla me siento mejor de lo que
estaba. Le pongo seguro a las puertas, recordando como lo hizo él aquella
vez.
—Dimitri, daremos un paseo antes de ir al veterinario —conduzco
saliendo del perímetro de la casa—. Pórtate bien y más tarde te daré un
jugoso muslo de esclavo.
Ladra desde uno de los asientos. El camino es algo largo, lo que me
permite pensar bien todo lo que a sucedido, sobre todo la última vez que
estuvimos juntos, lo que nos dijimos...
Tengo una especie de obsesión extraña, su voz la escucho en todos
lados y su loción se grabó en mi nariz, todo lo que huelo me lo recuerda y
no ayuda a mi paz interior. Siento que tengo una especie de enfermedad
metal, todo es él, mi cabeza no puede sacarlo ni cuando me obligo a
hacerlo.
En el estéreo coloco un poco de música en un excesivo volumen, tal
vez eso me ayude pero... Pillowtalk suena y mi corazón se detiene cuando
mi mente evoca Río de Janeiro, las Bahamas, Arabia saudita... cada
momento de esos, lo que hicimos, sus manos sobre mi piel, sus labios sobre
los míos y nuestros cuerpos unidos de una manera alarmante, porque
siempre me sentí bien, me gustó y no puedo negarlo.
Nunca creí que sería tan difícil con él, solo con él, nunca me había
costado ni un poco, seducir, manipular, engañar, pero ahora...
Aprieto las manos en el volante, conteniendo las ganas que me surgen
y hacen estremecer mi interior, erizan cada vello de mi piel y moja mi
entrepierna con el recuerdo de su cuerpo desnudo a mi lado, durmiendo
tranquilamente mientras yo lo miraba buscando alguna imperfeccion pero
no la hallé ni lo haré porque él es único, su rostro, su manera de ser, todo es
tan... Herodes Blackwood.
Tengo que recordar porque lo odio, porque lo quiero muerto, todo eso
o lo veré con otros ojos y no debo, no puedo... Soy una mierda despreciable
y no puede ser que sexo así me cambie algo en el fondo, no es posible.
Menos con él quien es más frío y tal vez tan podrido por dentro como yo.
Seres tan oscuros como lo somos él y yo, no pueden sentir o darse el
lujo de querer, eso ha quedado claro muchas veces, para mí sí.
Detengo el auto en frente del veterinario. Cojo la cartera con mi arma
y mis identificaciones antes de bajar. Abro la puerta trasera y saco al perro
después de ponerle el bozal, lo detesta pero mi regaño es suficiente para
calmarlo. Presiono el botón del llavero asegurando el auto.
El sujeto de seguridad me abre la puerta y se aparta al notar lo que
sujeto con fuerza porque aleja a todo lo que nos encontramos en el camino.
Me quito los anteojos de sol dejándolos sobre mi cabeza.
—Dimitri, viene para su revisión y vacunas —le indico a un doctora.
—Pase por aquí —me guía.
Cruzamos un pasillo, llegamos al consultorio y tomo asiento. Un
hombre llega con bata blanca y una lista que revisa buscando el control que
tiene el perro aquí.
—Bien, dos vacunas, baño y tratamiento capilar —me informa—.
Puede esperar afuera, no tardaremos más de media hora.
Entrego el carnet con la identificación del canino. Me agacho a
acariciar su pelaje sin dejar de mirar sus ojos turbios.
—Pórtate bien, ya sabes lo que hablamos —le quito el collar de oro
blanco con diamantes «Todo lo del Alpha debe ser costoso y exclusivo»—.
Iremos de compras luego de esto.
—La guío a la sala de espera —se ofrece la asistente.
El perro me sigue pero lo devuelvo antes de cruzar la puerta.
Espero que no se coma al doctor, aunque ya debe conocerlo.
Una chica me ofrece algo de tomar pero la verdad, no tengo ganas de
probar nada. Reviso el teléfono observando las llamadas que tengo en el
buzón, una por una las voy borrando a la vez que me paseo por el amplio
lugar con suficiente espacio. Algunas personas esperan con canes a sus
lados, todos hermosos, sofisticados y bien cuidados. El edificio no es muy
grande, pero si lo suficientemente exclusivo para que las personas
adineradas traigan sus mascotas a ser consentidas con la mejor atención.
Me detengo en frente de una ventana, guardo el teléfono y respiro
hondo mirando el paisaje algo lluvioso que cubre el cielo. No sé si ya pasó
la media hora pero el aburrimiento llega y con ello una horrible fatiga y
ganas de vomitar que me mandan al baño impidiendo que me siente. Me
voy rápido, ignorando todo me meto y subo la tapa del retrete vaciando el
contenido de mi estómago.
«Lo que me faltaba», por estar descuidando la comida y permitir que el
trabajo me absorba sin dejarme ganas de comer o descansar como debería.
Con la boca amarga me levanto yéndome al lavado, me enjuago varias
veces y saco de mi bolso un pequeño envase con pastillas de menta, me
meto una a la boca masticando, dejando que mi lengua la saboree mientras
me miro al espejo pero... De momento todo comienza a girar a mi alrededor,
como si la tierra temblara, agitándose con fuerza.
Me sostengo del mármol, esperando que pase pero, es horrible, y ahora
sí creo que debo ir a Pakistán. Esto ya es el colmo.
—Ya Dimitri está listo —me avisan cuando salgo.
Ahora sí tengo hambre. Vomitar me abrió el apetito y las ganas de no
regresar a la mansión para no ver a mi jefe. Aunque no sé si ya llegó. Sólo
sé lo que debo hacer por eso me apresuro a firmar lo que me entregan y de
recibir al perro que se ve menos eufórico que siempre.
El doctor me explica que siempre se pone así con las vacunas, pero
pese a eso, se me acerca refregándose en mi pierna buscando caricias de mi
parte.
—¿Te portaste bien? —saco el collar, abrochándolo en su cuello.
Huele demasiado bien y su pelaje brilla—. Gracias, doctor.
Guardo su carnet y salgo subiéndolo al auto. Me pongo al volante y
conduzco fijándome de vez en cuando en el GPS, marca el sitio y aparco.
Cojo el bolso y me giro mirando al perro que se quedó dormido, deben ser
las vacunas.
Bajo y entro a mi destino.
—Buenas tardes, quisiera hacerme unos exámenes privados —
comunico en recepción.
—¿Primera vez aquí o eres cliente? —me pregunta la chica.
—Primera vez.
Me hace llenar un montón de papeles, pagar por una consulta privada
con la doctora que me recibe en un consultorio con vista a la ciudad. Debí ir
a un hospital menos lujoso, pero aquí es más rápido y tengo dinero para
cubrir con los gastos. Aún no he tocado nada de lo que me han pagado.
—Te realizaré un par de exámenes de rutina, ¿hace cuánto no te los
haces? —su sonrisa amable me resta odiosidad.
—Casi 3 meses o tal vez más.
Repara mi aspecto con detalle. Le explico que no sufro de nada, pero si
que últimamente mi rendimiento físico no es el mismo, todo lo anota y se
pone de pie a preparar los instrumentos para sacarme una muestra de sangre
—Ok. Te realizaré un par de preguntas antes —avisa— ¿Has tenido
náuseas, mareo, falta de apetito, fatiga en exceso..?
—Todo eso y también estoy comiendo como una vaca —antes lo
hacía, pero ahora es peor cuando tengo apetito.
Agradezco que se vaya tal vez por una fosa de mi estómago, o estaría
más gorda que la vaca Lola.
—¿Tienes sexo sin protección?
Frunzo el ceño. Eso no es algo de lo que quisiera hablar.
—Tengo el implante anticonceptivo —respondo sin más, no quiero
durar mucho aquí.
—¿Hace cuánto lo tienes?
—Un año...
Me pide que tome asiento en la camilla. En silencio me saca la muestra
de sangre y se va por un momento, regresa 10 minutos después con los
resultados. Más rápido imposible.
—Agradezco la rapidez, no me equivoqué al venir aquí —regreso a la
silla.
Sonríe, sacando las hojas.
—Todo parece estar bien —pasa una por una—. Tienes buenos
balances, nada fuera de control y...
Se detiene en la última dejando las otras de lado.
—¿Y qué? —el que se quede callada me exaspera y muevo la mano
para que abra la boca al menos— ¿Tengo algo bajo?
Sacude la cabeza sonriendo.
—Nada bajo. Pero si algo creciendo dentro de ti.
—Me alegro que nada esté bajo eso es un ali...—corto las palabras de
repente entendiendo lo que me acaba de decir o quizás no «Es un chiste, eso
es»—. No me gustan los chistes ni el sarcasmo —declaro sintiendo como el
corazón se me va acelerando poco a poco.
Se ríe despacio pasándome la hoja. Dudo ver pero mis ojos viajan al
papel y justamente a esa parte que dice «Positivo», es lo que más resalta y
en rojo para más infarto.
—Estás embarazada, y déjame decirte que ese aparato no te funcionó o
tu novio, esposo o prometido, tiene un semen bien fuerte —bromea—.
Tienes de 5 a 6 semanas. Casi 6.
Debe ser un chiste, tiene que serlo, yo no puedo...
—Yo no...
—Según los resultados, todo va bien, pero debemos hacer otros
estudios y... quitarte el aparato, ya no lo necesitas— se pone de pie.
No sé qué sucede con mis extremidades que se mueven solas, quedo
sobre la camilla ofreciendo mi brazo mientras mis ojos no se aparta de las
palabras «Prueba de embarazo, positiva, ¡POSITIVA!».
Mi corazón late con una fuerza que jamás lo había hecho, mi cabeza se
llena de todo menos de felicidad o dicha, me siento como una basura y mi
madre se me viene a la cabeza cuando evoco ese día que me explicaba
porque el mundo no merece un ser que nazca de mí.
Menos engendrado por el peor de los Blackwood.
Ese momento se repite en mi cabeza, tal cual...
—Estás marcada, siempre lo estarás, los demonios siempre te
perseguirán cuando se enteren de tu existencia, si es que ya no lo saben —
me abrazó fuertemente contra su pecho—. Pero también deberás esconderte
de aquellos que te querrán para cumplir con tu obligación, dejándote presa
en un mundo sangriento, vil, sucio y peligroso. Temo por eso, no quiero que
sufras pero sé que por mi culpa lo harás, no debí traerte a este mundo, pero
aquí estás...
Comenzó a sollozar y la abracé con fuerza.
—Eres los mejor que me ha pasado, Venus, confío en que algún día
serás feliz, saldrás de todo lo que te atrapará en su momento, tienes la
fuerza. Sólo te pido una cosa, aunque eres una niña, no me entenderás, pero
debo decirlo, no sé cuánto tiempo me quede contigo...
Tomó mi rostro entre sus manos, miré sus ojos rojos y con esa tristeza
y melancólia que me hacía sentirme condenada pese a ser una niña.
—Nunca traigas un ser inocente a este mundo tan podrido y a esta vida
que suele ser muy injusta, no lo hagas, menos si sigues en las tinieblas de
las que tal vez no puedas salir, pero sé que lo harás confío en tí y solo me
iré en paz si me lo prometes, hija. Eres inteligente, más adelante recordarás
estas palabras y las entenderás. Promételo, hazlo, cielo..
El llanto me toma y asiento volviendo abrazarla, sintiendo su calor que
cada vez se vuelve más frío y no me gusta.
La doctora termina y no sé si es porque quiero ir a lanzarme por un
acantilado, no quiero estar aquí un segundo más o necesito aire para
procesar todo y no caer en la locura. Salgo de la clínica con una punzada en
la sien, el cuerpo erizado y la garganta contraida volviéndome una persona
inestable, llena de ira decepción hacía mí misma.
Las veces que me recalqué mis objetivos, metas y propósitos, todo eso
llega a mi cabeza mostrándome lo irresponsable, descuidada y mierda que
fuí quedando embarazada.
«Estoy encadenada, marcada y condenada..» mi cabeza lo repite una y
otra vez, trayendo consigo la molestia que me sube al auto haciendo que
estrelle los puños en el volante arrugando la hoja que quisiera que me
mienta, que sea una mentira...
—Me odio, me odio una y mil veces —me froto el rostro sin saber que
hacer, como reaccionar o siquiera como respirar porque no puedo, me siento
más hundida en la oscuridad—. Un bebé, un bebé... No puede ser...
Quisiera llorar, sentir eso que cada vez que lo hacía de niña pero nada
sale de mis ojos, la ira no me da para otra cosa que decirme todo lo que me
detesto porque dentro de mí está creciendo un ser que probablemente sufra
más que yo, la vida lo destruirá y tal vez a mí más cuando todo se me venga
encima porque así será...
Enciendo el auto y conduzco saliendo de la ciudad, buscando soledad,
esa que siempre tengo y que ahora me regaña también al recordar lo que
acabo de leer y escuchar. Mi madre, sus palabras, su muerte, lo que hizo
para criarme, lo que yo estoy haciendo, mi vida, él, su posición, su manera
de ser y actuar... Todo se me devuelve en la cabeza y piso el acelerador
queriendo que la velocidad abra una especie de agujero tridimensional que
me saque de este maldito mundo que nos jodera, a mí, a lo que crece en mi
interior...
No tengo a nadie, no sé quye hacer, por primera vez me siento
atrapada, sin salida y llega ese punto que me hace detener el auto en la
carretera desolada que tiene una playa en frente, la soledad es la que quiero
y bajo sacando al perro que me sigue cuando llego a la arena sentándome,
mirando el mar, queriendo estar soñando, y no viviendo esta pesadilla de
saber que cometí un error.
Dimitri me olfatea, sentándose a mi lado y lo abrazo, buscando
sentirme acompañada, con alguien que no me regañe o llene de preguntas,
aunque siento que lo hace mentalmente porque sabe lo que vendrá si no
echo todo a la mierda, huyo lejos y escapo de este mundo, de él... Dejar la
estúpida venganza de lado porque ahora tengo una prioridad y lo entiendo
cuando mi cuerpo se llena de calor y mi madre aparece en mi mente
haciendo que el arrepentimiento se vaya por un momento.
Toco fondo pero me devuelvo pensando. Mirando mi vientre,
recordando muchas cosas y calculando, planificando como debo hacerlo
porque la muerte sería más fácil pero... No soy capaz de matar a algo que
crece dentro de mí, y que seguramente sea lo único que no esté podrido y
hundido en la miseria como yo lo estoy, tal vez sea ese algo que me saque
de donde caí cuando me aventuré en el infierno, buscando esa chica capaz,
la que soy ahora y seguiré siendo pero peor aún porque debo irme, no sé
cómo me esconderé, pero buscaré la forma.
Dejo las manos sobre mi vientre, respiro hondo y elevo el mentón
dejando que el olor del mar se intensifique para mí olfato.
—Un bebé...—sonrío como puedo, combatiendo eso que pelea en mi
cabeza con la poca humanidad que surge haciéndome arder la nariz y los
ojos—. Un bebé...
No me lo creo. Pero obligo a mi cabeza, por un momento, a que sienta
lo que mi cuerpo cuando me imagino el sexo, tal vez una pequeña niña con
los ojos de él, ese azul tan hermoso que aviva mis demonios internos, o tal
vez un niño con su belleza y fuerza. Es suyo, lo sé, estoy más que segura,
ya que mi cabeza calcula todo y termino sonriendo como una estúpida,
aunque no se lo diré, tampoco lo sabrá, porque estamos destinados a
odiarnos, y un embarazo mío, de una simple huardaespaldas, él no lo
querrá, lo conozco, es demasiado frío, solo se preocupa por él y el poder.
Un mini Blackwood o una mini Adler.
De solo pensarlo siento algo que nunca antes, felicidad, eso que solo
sucedía con mi madre pero ahora... Tengo que decidirme, estoy obligada
hacerlo.
Releo por última vez, armandome de lo que me caracteriza y me hace
destrozar la hoja, cavando un pequeño hoyo en dónde la entierro y piso
fuerte cuando tomo la correa de Dimitri.
—Es solo nuestro secreto, Dimitri. Tu amo no debe saber que estoy
esperando un hijo suyo, su familia me mataría y su novia me haría la vida
imposible —trago grueso disminuyendo lo que tenía en la garganta, poso la
mano en mi vientre y cierro los ojos—. Nadie te hará daño, eso lo juro.
Abordo el auto, elijo una música y le subo volumen dejando que
Nightmare inunde mis oídos cuando arranco abandonando el lugar,
teniendo claro de cómo, cuándo y en dónde lo haré.
En el camino trato de pensar cuándo me pondré en control sin que
nadie lo sepa, pero Mario me llama, ordenándome que abra el link que
envío en la computadora del estereo.
Lo hago, carga rápido y...
Virgen santísima de los escándalos.
La mismísima Ksel Blackwood ofreciéndole un estriper a un sujeto. El
vídeo no tiene audio, la cara de él no se ve, pero ella sí, completa y
claramente cuando se va deshaciendo de la ropa con un baile erótico y sexy.
Creí que lo de Gerald Marakov sería tendencia para críticas, pero este
rompió mis expectativas, no puedo creer lo que mis ojos están viendo,
como tampoco poder creer que la pelinegra haga tal cosa, ¿No era lesbiana?
Y la perfección qué su mamá quiere aparentar ¿en dónde quedó?
Mi superior vuelve a llamarme y contesto aún anonadada.
—Kaleb y Selena vendrán mañana, necesito que ayudes a Flavio en
algo. Date prisa y regresa, tenemos trabajo por hacer —me dice antes de
colgar.
Entre risas, conduzco disfrutando de lo que dicen en las redes sociales
más utilizadas «No debería, pero me encanta, me ahorran una pequeña
parte».
Los periodistas están locos, solicitando una conferencia de prensa,
pero no se las darán, no sucederá, al menos no por ahora.
Abro la puerta y salgo. Saco a Dimitri, le ordeno a una de las
empleadas que limpie los cojines y se deshaga de alguna suciedad que
pueda tener el vehículo.
Algunos del escuadrón fueron con las camionetas a recoger al jefe.
Llegó y por suerte Yasmín es una de esos, lo que me da tiempo de meterme
al baño para ducharme.
Reviso el cabestrillo pequeño que tengo en el brazo en la parte que
antes tenía el implante. Me termino de secar mientras me miro en el espejo
e inevitablemente mis ojos viajan a mi vientre, aún no se nota nada, estoy
en forma como siempre, pero recién me doy cuenta que no me había
llegado la menstruación, tanto trabajo me tenía en otro mundo.
Fui una estúpida, ¿Pero cómo notarlo?, A veces se me atrasaba.
Es increíble la manera en la que mi cabeza se encuentra cada que
recuerdo mi situación, ese pequeñin que poco a poco está creciendo dentro
de mí. Muchas veces me juré no traer una vida al mundo, me negué muchas
veces, recordando el por qué y deseando que en la fortaleza me sometieran
al tratamiento para la infertilidad permanente.
Pero ahora... La felicidad que siento supera todo lo que me ha
recorrido en el interior, avivando algo que había muerto y regresa con más
fuerza, aferrándome a la oportunidad que me brinda la vida para olvidar
todo y ser feliz de nuevo. No pensé que un embarazo me hiciera sentir
como hasta ahora, pero es más de lo que imaginé, mucho más. Y por eso
debo cuidarlo, asegurar que nada malo ocurrirá y podré conocer lo que
saldrá de mí.
Por una parte siempre me recordará al ser que odio, pero no puedo
hacer nada al respecto, en parte me agrada la idea de ver unos ojos que me
recuerden lo mucho que disfruté estar entre sus brazos, saciando y avivando
ese lado oscuro que ahora revive completamente gracias a esto que ambos
creamos y me deja pensando en él.
Tal vez me encadené y no apagará eso que surge de mi pecho cuando
lo pienso como lo hago, no debería pero ¿Cómo decirle a mi cabeza que
borre el recuerdo del hombre que por primera vez en la vida me aviva así?.
Salgo ocupándome de lo que me toca. Mario está en la sala revisando
su tablet y me acerco sin hablarle sobre el escándalo de la prima de mi jefe.
Las imágenes están en todos lados, los noticieros no dejan de criticarla y
debo suponer que sus padres están como locos, sobre todo Selena que
siempre crítica y trata de que sus hijos sean perfectos, sin errores o manchas
en sus reputaciones.
Flavio aparece con el maletín y toma asiento. Ambos comienzan a
deshacerse de los todos los vídeos, esparciendo un potente virus informatico
que va dejando los sitios web como si nunca hubiera habido tal cosa. Pero
ya de nada vale, millones de personas lo vieron.
—Video eliminado, pero las críticas y la habladuría no cesarán —tomo
asiento en el sofá de en frente. Dimitri aparece después de haber comido y
sube acostándose a mi lado—. Se tendrá que matar a cada reportero que lo
siga difundiendo.
Sería una perdida de tiempo.
Dos sujetos aparecen por un lado de las escaleras, al parecer de las
habitaciones en donde está el gimnasio y la sala de estar y otras más...
Vienen con dos maletines, visten de negro y sostienen dos tablets.
—Mario, listo y funcionando —le avisan.
El castaño se pone de pie entregándoles 4 fajos de billetes. Salen de la
casa y me invita a acompañarlos a la sala de estar. Quedamos en frente de la
gran pared llena de libros, en una esquina yace un cuadro muy costoso,
presiona una esquina y la madera se abre como una puerta, mostrando otra
pequeña habitación pero con un equipo de computadoras avanzadas,
últimas ediciones y capaces de hackear toda la ciudad.
—Ahora si tendremos el control absoluto del país, gracias a uno de los
satélites del gobierno estadounidense, tomaremos su control cada que nos
dé la gana, no será difícil —comenta Flavio maravillado por todo—. Esto es
el paraíso.
Me adentro en el sitio con luz azul, el ambiente es relajante y con tanta
tecnología se podría buscar a cualquiera, sacar datos en bases y tenerlos
aquí. Es como estar en el pentágono, pero una versión más de la
organización de mi jefe «10 veces mejor». Con estos jueguetes Mario y
Flavio deben hacer maravillas.
—¿Cómo no sabía de este lugar? —tomo asiento en una de las 5 sillas.
—Lo instalé hace un tiempo, pero tanta ocupación no me dejó
terminarlo, por eso traje a unos amigos, lo hicieron rápido —me responde
Mario—. Te mostraré lo que se puede hacer aquí..
Toma asiento al lado de Flavio. Comienzan con la magia de sus
conocimientos, tomando cámaras, teléfonos, reflejando en espejos... Todo
de una manera rápida y espectacular hasta que encuentran las camionetas
que ya traen a mi jefe, vienen en la avenida de regreso.
En otras pantallas se muestra cada parte de la casa, menos las
habitaciones. En el estacionamiento se terminan de aparcar tres autos y del
primero baja la rubia que detesto porque de solo recordar la golpiza que me
dieron por su culpa «Es un milagro que la salva de que no fue en el
vientre». Sin querer termino con la mano ahí, acariciando despacio hasta
que me pongo de pie para salir a organizar a sus hombres, lo haré yo.
Llego a la sala, viene entrando con la atención en su teléfono y
expresión de hostigamiento.
—Esto es el escándalo del siglo —masculla siguiendo su camino, no
me nota cuando paso por su lado, saliendo.
Todos deben estar aturdidos con lo de Ksel. No es para menos,
últimamente no ha parado de salir en las revistas por eso de su marca en
colaboración con Armani. Ahora todo esto, la deja por el piso y siendo
víctima de todo tipo de críticas destructivas, de las cuales no saldrá sino con
una buena excusa, eso sí tiene suerte, el vídeo es real, tan real que solo tenía
la edición al sujeto que estaba en la cama. No hay que sumar mucho, es el
ruso, solo él podría hacer algo así.
Organizo a los hombres de Megan, veo a los dos que me golpearon y
reprimo las ganas de matarlos, ya después les tengo algo preparado. Por
ahora dejaré que respiren un poquito más.
—Ya terminé mi turno, iré a descansar un rato— me avisa Helen
llegando a mi sitio pero retrocede cuando el perro se pone a la defensiva—.
Ahora tienes guardián, es sorprendente como no busca comerte, tienes un
don para domar bestias salvajes.
Y montar jefes igual de salvajes y peligrosos.
—Eso me recordó a la vez que aquella serpiente casi te come en el
Amazonas.— me carcajeo divertida recordando, fue un día loco.
—Y todo por culpa del disparo, no podía moverme bien —sacude la
cabeza—. Aún siento vergüenza de mi falta de agilidad.
Suelto a reír. Cómo olvidar esos días, arriesgamos nuestras vidas de
diferentes formas, pero nos conocimos un poco más, por ejemplo, yo me di
cuenta que siempre detestaré a Enola y Brais.
—Te noto algo diferente —me dice.
—¿Por qué?
—Más fría pero... un tanto bromista.
De momentos me cambia el humor, pero tal vez sea por el embarazo.
Estamos por entrar pero al mismo tiempo entran los autos y debemos
quedarnos porque es mi jefe que viene llegando después de varios días por
fuera. Todos se dispersan y el antipático baja, sin mirarme entra como si
nada, Dan ordena que Arturo y Taeyang bajen el equipaje que adentran.
Todos toman sus puestos y entro, de solo saber que ya está aquí, es
como si me cayera un enorme peso en los hombros al tener claro que debo
encargarme de lo que desee. Pero al parecer no quiere nada, se fue a su
habitación y no lo veo en lo que queda de la tarde. Mario sale con Brett y
Fátima.
Yo me tomo mi descanso pero Yasmín entra con afán, molesta y
maldiciendo por lo bajo.
—Estoy por matarlo, en algún momento lo voy a hacer —balbucea de
todo y la miro sacudiendo la cabeza porque parece una desquiciada en
pleno ataque—. Estoy adicta, no sé qué hacer. Creo que un disparo sería
menos agobiante que verlo siendo comido por los ojos de las empleadas de
servicio. El muy idiota no las manda a Tangamandapio, no les dice nada,
tengo que ser yo la que espante a esas zorras pero...
Frustrada se frota el rostro metiéndose al baño y temo porque se quiera
ahogar en el lavado. Cierro los ojos, supirando hondo, dejando la mano
sobre mi vientre, queriendo dormir.
—¿Cómo tú ves eso? ¿Es de matarlo cierto? —sale de nuevo.
Miro a varios lados y al final me señalo.
—¿Me preguntas a mí?
Abre la boca ofendida.
—¿Alguien más duerme aquí aparte de nosotras?, Oh, déjame adivinar,
crees que hablo con el monstruo de abajo de la cama o tal vez con el del
armario —respira hondo, quitándose la ropa con torpeza.
—Pues disculpe, señorita. No fue mi intención hacerla enfadar más —
le digo con sarcasmo.
—Mejor guardemos silencio, eso ayudará a mi paz mental.
No le digo nada. Está modo loca y es mejor dejar que se calme. Cada
vez tiene más problemas con Kilian. Y me preocupa que lo mate en un
arranque de ira. Me quedaría sin un amigo.
—¿Qué me recomiendas? —me pregunta de repente.
Dejo de mirar el techo y la veo sentada en la cama, poniéndose las
botas.
—No sé por qué estás así. No soy adivina, si no me dices, ¿Cómo
podría darte un consejo?
Se palmea la frente.
—Disculpa. Es que... No sé cómo lidiar con lo que siento. Es horrible,
me hace doler la cabeza, sentir una horrible presión en el pecho, el cuerpo
extraño...
Entiendo eso. Desventajas de haber pasado por tanta tortura
psicológica.
—No te esfuerces por reprimirlas, será peor. Solo trata de aprender a
llevarlas, es más fácil —le aconsejo.
—¿Te has sentido así?
—Eh... estamos hablando de ti.
—Entonces... ¿Cómo sabes eso?, dime y sabré si sirve o no.
Ruedo los ojos, apoyándome en un codo.
—Yas...
—Sé sincera —me dice y eso muy en el fondo me tienda a soltarle lo
de mi embarazo, pero sería riesgoso para ella, y si le digo, probablemente le
de un infarto de muchas formas.
Aunque la felicidad que le daría, sería inmensa. O eso creo.
—Ese sentimiento de frustración lo he sentido cuando veo al Alpha
con Megan —confieso—. Es demasiado doloroso, sientes que el corazón te
punza, algo así como si una aguja te lo traspasara.
Así se siente y peor. Muchos sentimientos no los podemos desarrollar
como deberíamos, nuestra mente se bloquea en infinidades de veces y juega
con lo que decimos, hacemos o actuamos.
—Debería preguntarte muchas cosas. Pero debo ir a trabajar y mi
cabeza no procesa otra cosa que no sea la actitud de Gill con las empleadas
—se pone de pie—. ¿El jefe se molestaría si mato a una?, Sería más comida
para Dimitri y sus pirañas mascotas.
Me encojo de hombros.
—No lo averigües. Mejor deja los celos, eso es histeria compulsiva.
—Pediré un tecito, eso me ayudará.
Recoje las armas y sale dejándome sola con la mirada en el techo y la
mano sobre mi vientre.
¿Debería buscar un nombre?, La pregunta ronda en mi cabeza varias
veces, pero la descarto, tengo cosas más grandes de las que ocuparme y aún
no sé el sexo del bebé. Esto me está haciendo pasar por sensaciones que
nunca antes había sentido, es extraño y le suma más peso a mis
obligaciones porque me hace querer más a lo que crece dentro de mí, recién
me enteré hoy y es como si mi cabeza quisiera aferrarse lo más rápido
posible aunque miles de bloqueos se interpongan.
Creo que hace mucho estaban reprimidas muchas cosas y ahora.... veo
unos pequeños vástagos y lo confirmo cuando cierro los ojos evocando ese
azul indescriptible y atrapante que tiene el hombre que ha hecho con mi ser
una completa locura, solo él ha llegado tan lejos.
El teléfono vibra a mi lado sacándome de mis pensamientos. Lo tomo
y leo el mensaje. Es como si mi cabeza lo hubiera llamado.
—Ven a la cochera.
Dudo en levantarme. No quiero verlo, no hoy, pero...
—Te doy diez minutos, iré por ti si no vienes en ese lapso.
Siempre tan mandón.
Me pongo de pie. Solo me calzo los botines y me acomodo el cabello.
Recojo mis armas y el teléfono antes de salir.
Tomo el camino más rápido y llego. La puerta está abierta, él apoyado
en el capo de la camioneta que llegó hoy. Rodea el auto ordenando que suba
y así lo hago.
No sé qué pretende, pero salimos solos, sin camionetas que cuiden el
perímetro. No digo nada, creo que lo que me dijo la última vez, sigue en mi
cabeza, y pensar que tal vez se folló a Megan, eso me quita los ánimos de
abrir la boca.
—¿Estás enferma? —su voz peligrosamente suave y sensual me hace
erizarme de golpe.
Me encanta, no sé por qué.
—¿Enferma? —suelto una risa sin mirarlo.
—Sí. No estás modo locutora compulsiva.
No dejo de mirar el camino.
—No tengo nada que decir.
—¿Entraste en etapa de celos?
Aprieto los dientes cruzándome de brazos.
—¿Celos?, Nada de eso.
—¿Entonces qué tienes?.
—¿Extrañas mis preguntas y comentarios sobre cualquier cosa? —lo
miro.
Su cabello desordenado, su barba creciendo, sus facciones únicas, y
sus labios formando una sonrisa pícara.
—Creo que sí.
—¿Acabas de decir que sí?
Me mira unos segundos.
—Extrañé muchas cosas y no me gusta tu silencio, no en este
momento que necesito preguntarte por qué no contestabas mis llamadas —
deja la mano sobre mi muslo haciendo presión, desencadenando una
avalancha en mi interior—. Dime, Adler, ¿Por qué eres tan caprichosa?
Mi respiración se vuelve irregular y aparto su mano demostrando
incomodidad.
—No soy caprichosa y no pienso contestar nada. ¿A dónde vamos?—
pregunto de mala gana.
No me responde. Sigue conduciendo y el silencio se mantiene hasta
que aparca en frente del edificio, en donde tiene su departamento. «Busca
sexo, no le bastó con Megan».
—Bájate —sale y rodea el auto.
Me convenzo mentalmente de no hacer nada irracional.
Entro con él, subo al ascensor e ignoro su loción y el tenerlo cerca, en
un espacio no tan grande y con sus ojos sobre mí.
Las puertas se abren y no sé si algo mal pasa en su cabeza pero me
toma de la mano entrelazando nuestros dedos, avanzando conmigo por el
pasillo. Y me siento extraña, no consigo la voluntad suficiente para
apartarlo, algo anda mal en mí, y lo confirmo cuando me siento bien, una
sonrisa se escapa de mis labios y la escondo cuando me llegamos a la puerta
y me mira.
—¿Segura que no estás enferma? —deja la mano en mi frente
palpando con cuidado—. Tienes la cara roja, pero fiebre no tienes.
«Me enrojecí, pero que mierdas...»
La quito y niego diciéndole que abra la puerta. Nos adentramos y
vuelve a ser él, besándome con afán y lo lógico sería quitarlo pero sus
labios son un imán, me dejan pegada disfrutando del sabor a chicle y
cigarrillos, detesto ese vicio, pero me gusta como sabe y la combinación tan
perfecta que se hace con el placer y el deseo.
Rodea mi cintura con su brazo, pegándome a su cuerpo, y el calor me
pone caliente en menos de nada al sentir su calor y su mano en mi mejilla,
con el dedo acaricia despacio, rompiendo el beso, mirándome a los ojos,
poniéndome a ver esa profundidad tan lujuriosa que me invita a querer
adentrarme en ella.
—Me estás jodiendo más de lo esperado. En todos lados te deseo,
quiero tus besos, estar dentro de ti y correrme contigo. Ningúna puta hace ni
la cuarta parte de lo que tú, y te odio cada vez más, porque no quiero
empecinarme demasiado, te destruiría —acaricia de nuevo y no me explico
como su iris puede verse siempre tan vacío—. Y cuando no pueda ver tus
ojos, me odiaré más de lo que lo hago.
Trago grueso eliminando lo que se forma en mi garganta, pero no se va
y menos al tenerlo tan cerca de mí en estos momentos que estoy esperando
un hijo suyo y no lo sabe.
—Mi alma se siente extraña en este momento —confieso sin poder
contener las ganas de sonreír como estúpida—. ¿Por qué justamente tú me
haces sentir menos yo?
—Eso mismo me pregunto.
Nos quedamos en silencio mirándonos, es muy pronto pero mi cabeza
se comienza a grabar cada parte de su rostro.
—¿Tendremos sexo? —le pregunto.
—¿Quieres?
—¿Serás el mismo Alpha o Herodes?
—Seré lo que tú quieras.
Me quiere matar.
—No seas ninguno, yo no seré Venus o Adler.
—Ok. Seremos desconocidos, adictos al sexo...
Suelto a reír asintiendo.
—Eso me parece bien.
Vuelve a besarme, adentrando su lengua en mi boca, acariciando la
mía con salvajismo. Porque la manera de follar no se cambia, menos en
nosotros que ya estamos acostumbrados a devorarnos con ganas, ardiendo
en llamas de pecado y lascivia.
Cada vez que estamos así, subimos a nuestro propio cielo, en donde las
nubes son de fuego, el ambiente invita a seguir rompiendo reglas y la poca
luz nos enciende para seguir formando esa oscuridad en la que un demonio
disfruta, y él me pone a hacerlo, porque su mundo es así, sucio, incorrecto y
malo. Y me gusta en este momento, porque me deja entrar a quemarme.
Debo deshacerme de lo que me genera, porque más adelante ya no
podré estar así, hacerlo o disfrutarlo porque ya tomé mi decisión y no la
pienso cambiar, si lo hago, las consecuencias me van a derribar y en el
suelo me harán añicos de la manera que no quiero.
En la habitación nos deshacemos de la ropa, y puede usar látigos,
amarrarme, azotarme o lo que quiera. Pero prefiere subirme sobre el tocador
de madera, enredo mis piernas en su cintura y dejo que me penetre,
sujetando mi cuello y presionando mi cintura. Me encanta como entra, lo
que causa en mi canal y que sube por mi vientre y llega a mi pecho. Lo
disfruto más de lo que debería.
Sigo con el cabestrillo en el brazo, me pregunta que me sucedió, no me
queda de otra que decirle lo más lógico y es que en Kiev me lastimé en un
entrenamiento cuerpo a cuerpo.
De la cajonera de al lado saca un pequeño en base, sale de mí y me
abre las piernas mirando mi sexo.
—No me vayas a dejar así— le advierto.
Se ríe despacio abriendo el envase, el olor a chicle llega a mis fosas
nasales y me acomodo cuando se unta dos dedos.
—Uno de mis sabores favoritos, en el que más me gusta —pasa los
dedos por los bordes, erizandome las piernas con los movimientos que
emplea haciendo palpitar mi canal, tentando mis ganas porque no toca en
dónde debería, solo lo hace cerca hasta que los abre mis pliegues y pasa la
lengua dejando saliva—. Demasiado rica como para no gustarme.
Sus dedos se pierden en mi canal a la vez que chupa más arriba.
Penetrando despacio, tocando mis paredes.
—No pares...—jadeo, aferrando las manos en el borde y apoyando la
espalda en la pared.
Esto es tortura, algo peor que lo que viví en Pakistán, porque logra
acelerarme la presión, ponerme agua la boca y llenándome de ganas, sin
saber que hacer, cómo respirar o mantenerme quieta, me gusta, me enciende
y siento que moriré en cualquier momento de un paro cardíaco.
—Voy a morir...—abro la boca jadeando como loca.
No se detiene, mis paredes se contraen, me lleno de una sensación que
conozco pero es más fuerte y me deja agotada cuando de mi sale una gran
cantidad de fluidos tibios, como si tuviera un grifo ahí adentro, y no parece
importarle, porque chupa tragando todo, succionando como un sádico con
sed de mi orgasmo.
Termina y se reincorpora acomodándose entre mis piernas, mirándome
con los labios bañados de mí al igual que el cuello y el pecho.
—Sabes jodidamente bien, ¿Quieres probarte?— su mano se ancla en
mi cuello y me lleva a su boca, besándome, dejando que su lengua y labios
me pongan a probar mis fluidos.
Debería darme asco, pero me gusta, sabe a chicle con un toquecito de
salado, es como su semen, aunque no me gusta tanto como chupársela.
Vuelve a estar dentro de mí, embistiendo con brutalidad, dándome como
cajón que no cierra y queda adolorido, hinchado y rojo cuando acaba dentro
de mí dejándonos agitados, sudando y queriendo más.
No es sorpresa tener dos roung más, sobre la cama y en el balcón de la
habitación. Quedamos en la cama mirando el techo. Mi pecho no se
tranquiliza, estoy demasiado aturdida por tantos orgasmos seguidos porque
no me da descanso, y yo no espero eso, no le doy un respiro, me acomodo
para chuparla un rato que se extiende porque no pretendo que se corra, solo
saborearlo y grabarme cada cosa.
Se corre, después de unos minutos se lo permito y me acomodo a su
lado buscando recuperar el aliento. Tengo hambre, pero no quiero
levantarme, y tampoco que él lo haga. Mi garganta está llena de un nudo
horrible, un sentimiento de frustración me abarca y me giro mirándolo,
queriendo escuchar la respuesta a la pregunta que le voy a hacer.
—¿Nunca has pensado en tener un hijo? —no me arrepiento de
preguntarlo, si no lo hacia, no estaría tranquila.
No obtengo respuesta y me acomodo para dormir pero...
—Debo tener uno, no porque quiera, sino porque estoy en la
obligación de tener un sucesor y cuando eso suceda, lo voy a moldear para
que sea peor que yo —el tono frío y la manera en que lo dice deja mucho en
que pensar—. Y es más que suficiente con el amor que no tengo para dar.
Cierro los ojos intentando eliminar lo que me recorre el cuerpo y me
golpea en el tórax.
—Entiendo. Yo nunca he querido un hijo, por mi cabeza no pasa, y
gracias al cielo, no sucederá —le resto importancia—. Primero me saco los
ovarios.
Dejo que el sueño me hunda pero el sonido de un teléfono me hace
abrir los ojos al ver que estoy sola en la habitación y es mi teléfono que
suena.
Me pongo de pie y contesto la llamada.
—Alístate y baja— me dice.
No entiendo porque no vino y me lo dijo aquí, prefirió llamarme como
si estuviera en otro lado.
Me ducho, visto y bajo saliendo del cuarto. La señora que limpia está
acomodando unos platos en la mesita y tomo asiento ignorando al pelinegro
«Mi alimentación es primero». Como lo que lo estómago acepta, y
mentalmente me regaño para que no aparezcan las náuseas, por suerte no
sucede y termino con el apetito saciado.
Debería preocuparme sobre lo que piense Megan, su novio desapareció
en la madrugada, son las 8 de la mañana, debió averiguar y claramente
Mario le dijo que salió solo conmigo. Ahora será un problema que agregar a
mi lista. Al Alpha no le interesa, si es por él, anda relajado pese a que su
familia está en el foco del escándalo por culpa de Ksel, pero no parece
causarle nada.
De camino a la mansión no hablamos nada, él se mantiene hablando
por teléfono sobre armas. Al llegar me apresuro a bajar, pero me toma del
brazo cuando abro la puerta.
—No quiero escenas de celos, tampoco ganarme un dolor de cabeza
temporal, ya tengo suficiente con Megan como para que te pongas peor—
vuelve el frío ser que detesto.
—No me compares con esa perra.
—No seas ridícula, no te estoy comparando. Tú eres más histérica,
tienes el primer puesto en mi lista de dolores de cabeza...
Abro la boca ofendida.
—¿Exquiusmi?
—Sabes que no doy exclusividad, y de ser así, no me lo tienes que
estar diciendo a cada nada, es algo que no tienes claro, porque mientras que
tú no lo confiesas, no esperes que yo lo haga después de que has hecho
cuanto berrinche se te ha ocurrido.
—¿Dolido?
—Sí —su respuesta no me la esperaba—. Dolido desde que te has
hecho la lista queriendo verme celoso, ¿Pero sabes algo?, Puedo estarlo,
pero sé que te mojas sólo por mí, y eso nadie lo va a cambiar —Señala mi
pecho, su dedo palpa en donde está mi corazón y sonríe— Tampoco nadie
podrá cambiar lo que te genero sólo yo.
Culmina airoso y me molesta que tenga la razón.
No me dice más nada, me besa rápido antes de que salga. Adentro de
la casa no veo a nadie, solo a Megan y parece que se acaba de levantar y no
muy bien que digamos, se ve pálida, como si hubiera pasado una mala
noche.
Sigue su camino llegando hasta el pelinegro y no los miro, me
sorprende que no se ponga modo novia celosa. Ignora el hecho de que
llegué con él, y eso me dice que ya no le importa o algo trama para más
tarde.
Llego a mi habitación, Yasmín no está, parte del escuadrón tampoco al
igual que Mario. Al parecer salieron y al terminar de vestirme salgo
buscando a Dan, me informa que salieron por órdenes de mi jefe y vuelven
en la tarde.
Tengo que organizar muchas cosas, hoy llegan los padres de Ksel y
también Dwayne. La hermana del Alpha sigue en Londres, su prima avisa
que vendrá pero no sé que quiere hacer aquí, no es como si el tiene una
varita mágica que borre la memoria de días personas, ya le piden mucho si
pretenden que arregle todo este embrollo.
Las horas pasan, me preocupo por comer aunque mi apetito esté
desequilibrado, suelo tener muchas náuseas pero las intento controlar
cuando estoy fuera de la habitación. Yasmín llega y me pone al tanto sobre
lo que hacían, Mario baja de la camioneta que saca a un sujeto de la parte
trasera, lo lanzan al suelo tirando de la cadera que lo arrastra como un
animal herido, lleno de hematomas y con una gran cicatriz en la frente.
—Casi lo matan —sacudo la cabeza.
—Eso le corresponde al jefe.
—La cena de las pirañas —Yasmín se mueve a buscar a alguien que
limpie la cajuela.
Me muevo adentro, ordenando que limpien el charco de sangre que va
dejando el sujeto. Sé quién es, su cara la he visto en vallas publicitarias de
Washington.
—Bienvenido a mi humilde morada —habla mi jefe apareciendo por
las escaleras, viene con su padre y verlos bajando juntos, no sabes si quieres
ser madrastra o nuera—. Espero que mis empleados te estén atendiendo
como te lo mereces...
El sujeto se arrastra en el piso intentando huirle pero le doy un patada
en el estómago devolviéndolo. Mario tira de la cadena dejándolo en frente
de mi jefe quien se ríe despacio sacudiendo la cabeza.
—El mejor trato que te puedas merecer —se guarda las manos en los
bolsillos, su padre toma asiento en el sofá sin dejar de mirarme y lo ignoro
—. Quedas destituido de tu cargo como miembro del comité de la casa
blanca.
El sujeto se echa a reír en burla.
—¿Y quién eres tú para decidir eso?
En sus labios se dibuja una sonrisa malévola y demoníaca, de esas que
destruyen la valentía y dejan solo miedo en quienes intentan pasarse de
listos.
—¿Quién soy? —se humecta los labios—: Soy quien quita y pone
políticos en puestos que quiero en mis manos. Y tú, no me sirves, ya tengo
a alguien mejor.
—¿Me matarás?
—Yo no —s,e reincorpora llamando al perro que se aparta de mi lado
llegando al suyo. Mirando a su presa con instintos de asesinar—. Dimitri,
¿Quieres comer?.
Mueve la cola moviéndose inquieto, olfateando la sangre.
—Herodes...—Angelo se arrastra asustado pero Mario lo devuelve.
—No me gusta que me llamen por mi nombre, menos en estás
circunstancias —espeta dejando que lo ataque clavándole los dientes en la
mejilla— Para ti y para todos, soy el Alpha o señor.
Se ensucia de sangre y solo me estresa que ayer lo llevé al veterinario
y lo asearon. Tendré que llevarlo de nuevo, más trabajo por hacer.
No me asquea, tampoco me incomoda ver como se lo devora y van
quedando los huesos. Las empleadas se apresuran a recoger lo que quedó,
limpian todo lo más rápido posible porque en los sofás siguen los
Blackwood, Kaleb y Selena se unieron hace unos minutos y no me apetece
verles la cara, me encamino a la salida para ir al jardín pero Megan aparece,
estaba en la piscina tomando sol y la rodeo buscando evadirla, no estoy de
buen humor, y no me controlaría si hace algo estúpido.
—¿Sigues de prepago barata? —su pregunta me detiene.
Me giro pero la veo avanzar como si no me hubiera dicho algo.
El resto de lo que queda del día, me la paso en el jardín con Yasmín,
sigue molesta con el moreno quien al otro día en la tarde nos acompaña en
la ronda de vigilancia por la cancha de tenis. Mi amiga lo ignora pero sé
que muere por hablar con él, como yo con el hombre que ha estado
ocupado, su padre no se ha ido, aunque sus tíos sí.
Me siento como una lámpara entre dos personas que deberían estar
solas hablando. Pero heme aquí en el medio.
—Yasmín, necesitamos hablar —le dice él.
Mi amiga sigue caminando haciéndose la sorda.
—Creo que debería dejarlos solos —intento irme pero me toma del
brazo dejando claro que me mata si me voy.
—Otro debería dejarnos solas —espeta ella.
—Deja de hacer berrinches, te gusta estar asi —le reclama.
—¿Berrinche?, No, cariño, no es un berrinche, no tengo porque
hacerlo —no me suelta y me siento más incómoda—. Mejor ve a hablar con
las empleadas del servicio.
—¿Sigues con los celos?
Se gira abruptamente mirándolo con ganas de arrancarle la cabeza.
—¿Celos? ¿Qué es eso, se come?
—Creo que estoy sobrando —murmuro entre dientes.
—Tú te quedas aquí, Venus Adler —clava las uñas en mi chaqueta—.
Él es quien sobra. No tengo nada de que hablar con alguien que no me da
mi puesto.
—¿Puesto de qué? —increpa confundido.
—Mejor vete y déjanos solas...
—No lo haré hasta que me digas porque te pones así....
—¡NO!
—Yasmín...
«Trágame tierra»
Me aparta de mala gana encuellándolo, le entierra el arma en el cuello
con ganas de dispararle, lo hará, sus ojos me lo confirman.
—¡Quiero mi maldito puesto aunque sea solo tu amante, eso de
coquetear con las demás, no me gusta, no soy plato de segunda mesa, y
menos cuando no tienes novia! —vocífera.
—Yo me voy...—me aparto despacio.
—¡Te vas y no respondo, Venus!
Ahora saldré jodida yo también.
—¿Otro ataque de histeria? —la regaña.
—¡Te odio! —exclama al borde de un ataque de ira.
No sé si moverme, quedarme o desvanecerme mágicamente cuando la
intercepta quitándole el arma, la sube sobre su hombro y se la lleva en
dirección a los baños que tiene la cancha. Mi amiga patalea, grita y lo
maldice pero no basta y como sé lo que harán, me regreso por donde
veníamos.
—¿Y esos gritos? —me encuentro a Taeyang.
—No es necesario responderte, sabes con quiénes estaba.
—La parejita caótica, siempre en discusión —se ríe.
—Ya sabes como son.
Camina conmigo.
—¿Cómo te has sentido después de la recaída que tuviste?
—Bien... Ya pasó tiempo desde que me dió.
—¿Y las secuelas?
—Pues, solo dolores de cabeza y falta de apetito, lo normal ya sabes.
—Entiendo.
Brett y Enola están en una de las tumbonas de la piscina. Fátima en su
descanso y Flavio con Mario en la sala de controles de la biblioteca.
Las empleadas aparecen con la comida y la mía me la llevo a la
habitación. Como mientras organizo mi ropa, la trajeron hace un rato de la
lavandería. Recién recuerdo que debo salir de compras, necesito algunas
cositas personales, pero ya será mañana, dentro de un rato tengo una
reunión importante con mi jefe y los hackers.
Me termino el jugo y me acuesto con la mano debajo de mi camisa,
sintiendo el calor que emana mi vientre, pensando como voy a sobrellevar
lo que siento y se intensifica cada que estoy sola, imaginando muchas cosas
que no serán, porque no se puede.
Sin embargo, no puedo explicar lo que me recorre el pecho al pensar
que entre mis brazos tendré una personita pequeñita y parecida a una
muñeca humana. Nunca me gustaron los bebés, los esquivaba siempre que
veía uno, pero ahora... Todo es diferente, me estoy encariñando sin poder
evitarlo y por primera vez algo me mortifica, y creo que es señal de miedo,
por eso debo ser cuidadosa y esperar el momento.
—Venus —Mario toca la puerta y me levanto acomodándome la
camisa.
—Dime.
Pudo llamarme al teléfono, pero prefirió venir.
—Revisa esto e investiga sobre el objetivo, ya no tendremos que
reunirnos con el jefe —me entrega una carpeta.
Me observa detalladamente, frunzo el ceño señalando el camino para
que se vaya y lo hace. En la cama reviso todo mientras me relajo, disfruto
de la soledad entre estas paredes frías y atrapantes. Por un rato le quedo
dormida hasta que la alarma me despierta para tomar mi turno de la
mañana.
Con mucha pereza me alisto, aunque tenga unas horribles ganas de
follar y comer. Estoy inestable, mi humor cambia a la velocidad de la luz,
como en este momento que siento una molestia inmensa a punto de
hacerme estallar la cabeza «Y pensar que estaré así durante casi 8 meses
más».
Yasmín entra con el cabello un desastre, el cuello lleno de chupetones
y caminando raro. Parece que le dieron bien duro, porque se sienta despacio
fingiendo que no le molesta, pero su cara me dice que si.
—¿Sexo reconciliativo? —me le acerco, acomodándome el vaquero.
—No me preguntes nada, estoy grave, me duele toda mi pobre vagina,
estoy hinchada...
Suelto a reír y me mira mal.
—Seguramente ahora fue que salieron del baño—supongo. Asiente
afirmando y sacudo la cabeza conteniendo la risa— ¿Te dieron como cajón
viejo, baby?, Pobrecita.
—¿El Alpha no te ha dejado así?
En realidad sí, pero nunca lo digo para que las lectoras no se burlen,
pero si quedo caminando abierta «No se rían, perras».
—No —miento.
—No te hagas. Claro que sí, un día desapareciste en la noche y al
volver estaba acostada pero note como entraste caminando. Debe darte bien
duro, tiene un monstruo ahí abajo.
—¿Cómo sabes?
—Una noche entré a llevar algo a la cocina y él venía bajando las
escaleras, solo vestía un boxer y tenía una erección, que para que te cuento.
No tienes nada que envidiarme, tiene lo suyo y lo sabe —comenta.
—Mejor me voy a trabajar —recojo el teléfono y busco la puerta.
—No me evadas...
—Ponte hielo ahí abajo, lo necesitas —salgo.
Entro a la casa, en la cocina me como algo rápido y con una botella de
jugo en mano, me encamino a la sala de control, pero al pasar por la puerta
del gimnasio, me detengo al ver una pequeña parte del interior. La espalda
ancha me deja embobada al igual que el torso descubierto, está sobre el
ring, golpeando los guantes que sostiene Arturo haciendo de muñeco de
golpes.
Sigo de largo, si me quedo mirando, me dará un orgasmo visual, y es
muy temprano para encontrarme a Megan, debe estar dormida aún, no la he
visto y por los momentos, mi humor sigue normal, por ahora.
—Buenos días— saludo a Flavio.
Mario no está, pero sí Fátima revisando las cámaras de la alcaldía de la
ciudad.
—El jefe saldrá a la empresa, pide que el escuadrón vaya, menos tú y
Mario— me dice.
—¿Por?
—Tienen cosas que hacer aquí.
Cierto. No recordaba lo que me entregó anoche. Dejo que Dan
organice la salida, busco la información y me quedo en la sala revisando
todo nuevamente. Después de una hora, se ponen en marcha, Mario trabaja
conmigo, pero sin dejar de revisar el trayecto de los vehículos.
Duramos varias horas aquí adentro, en las que el Alpha sigue fuera, y
no regresa sino hasta la noche, eso si acaso. Megan se quedó, no la he visto
y prefiero no salir, su rostro me causa náuseas.
EL hambre me desconcentra después del medio día, el castaño me pide
ir a ordenar algo para los dos y salgo, sin ganas, pero lo hago y llego a la
cocina. Me regreso, pero me detengo cuando se abre la puerta principal y
Amber llega con una mujer que trae dos chicas más arrastrando un carrito
lleno de ropa de marca.
Se quedan en los sofás, las empleadas nos llevan la comida y almuerzo
mirando las cámaras de seguridad de la sala. Megan se unió a su cuñada,
parecen hablar sobre Amel, no se ven afectadas por lo de Ksel, sin embargo,
han estado evitando a la prensa, solo dan entrevistas cuando les da la gana y
alegan que el vídeo es un montaje para desprestigiar el apellido.
—Los celos no son buenos —comenta empinándose el vaso de agua.
—No sé de qué me hablas —sigo comiendo.
—Nunca lo sabes.
—Exacto, baby.
—Admiro tu carácter, y manera de fingir, eres una experta en todos los
sentidos.
Alzo una ceja cruzándome de brazos.
—¿A dónde quieres llegar, Russo?
Se encoje de hombros restándole importancia.
—A ningún lado.
Me pongo de pie recogiendo los platos y los vasos.
—Ahora vuelvo.
En la cocina las empleadas se encargan de lavar lo que traje. Tomo un
vaso de agua y me regreso pero unas pequeñas náuseas me invaden y pienso
rápido queriendo ir a la habitación pero al pasar por la sala disminuyo el
paso escuchando la plática de Amber y Megan.
—Deberíamos ir buscando un nombre para mi futuro sobrino o sobrina
—le propone la castaña.
—Aún no es tiempo, además primero es la boda.
—Seré la mejor tía. Mamá se va a morir, no sabes lo mucho que espera
un nieto...
Espera.
¿Está embarazada?
El aturdimiento no me deja pensar o digerir con claridad. Creo que
solo están hablando de algo más futuro pero... Los celos me marean por un
momento cuando doblo la esquina, me sostengo de la pared y tomo aire.
Al llegar a la habitación azoto la puerta, respirando mal me paso las
manos por el rostro disipando lo mismo que me corroe en momentos así. Y
lo detesto, no puedo soportarlo, me hace doler la cabeza y tanto estrés no es
bueno para mí porque me hace tomar el teléfono y marcarle al hombre que
me contesta diciéndome que está en una junta importante, pero me
devolverá la llamada en unos minutos.
No sé porque el impulso me ganó, pero me odio aún más cuando
espero por una hora y no hace lo que me dijo. Llega la noche, no ha vuelto
y debe estar cogiendo con alguna, aunque no sea tan promiscuo como
aveces, pero me irrita porque estoy sensible, embarazada e idiotizada por su
embrujo.
Llega a las 9 de la noche, no me mira, tampoco me envía un mensaje o
nota que sigo aquí. Se queda en la sala regañando a su hermana y dejando
muda a Megan. Me siento ignorada y como un cero a la izquierda, y es con
él, es el primer hombre que hace caso omiso a todo. Estoy acostumbrada a
manipular, tenerlos a mis pies, pero él me saca de mi zona de confort
porque me desespero cuando no lo tengo cerca o diciéndome lo que suelta
cuando estamos follando o hablando algún tema serio «Eso me gusta
aunque me desestabilice».
Porque pese a no llevarnos 1000% bien, siempre hemos tenido algo de
comunicación aunque el problema sea que ninguno va a confesar nada, eso
sería una falta de respeto a nuestros orgullos.
En la madrugada me toca mi descanso, y lo aprovecho, tengo que
descansar pero... ese calor que me envuelve, aparece y en medio del
insomnio, mis manos se mueven aferrándose a la camisa mientras me sigue
embistiendo mojándome, haciéndome gimotear con el rostro escondido en
su cuello, respirando su aroma.
Frota la nariz en mi mejilla, acelerándome el corazón porque a veces
no es él y llego a pensar tantas cosas, lo veo menos maligno.
—Tengo días viéndote más deseable, te siento distinta —susurra en mi
oído—. No sé, pero me gusta.
Se corre, sus palabras se quedan en mi cabeza pero algo hace click e
intento bajarme de la nube pero es él quien me hace caerme al suelo y ver
cómo se desvanecen cuando sale de mí, se acomoda la ropa y sale de la
habitación sin decir nada, y no debería molestarme, pero lo hace y quedo
mal, con las manos sobre el vientre y un nudo en la garganta porque por
primera vez me siento como una puta.
Es demasiado bipolar, o simplemente cambió de opinión en las horas
que pasaron desde que llegamos de su departamento.
«¿Necesitas algo más para recalcar que la decisión que tomaste es la
correcta?», réplica mi subconsciente y niego.
Puedo estar inestable, pero mi cabeza no se concentrará en nada más.
Me acaricio el vientre repasando mentalmente todo, cómo lo he venido
haciendo desde que me entere del embarazo.
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¿Qué les parece el libro a estas alturas?

Los amo.

Osly Ortega.
Capítulo 75

_________✧✧Atados✧✧_________

Venus
La cantidad de personas es exagera alrededor de la alcaldía, entre ellas
hay reporteros y policías cuidando el perímetro, todos esperando la
conferencia de prensa del alcalde Grinberg quien en este momento debe
estar siendo embrujado por los encantos de seducción de Helen.
Me acomodo los guantes que llevo puestos antes de posicionarme
mirando por el lente del rifle de largo alcance, estoy a casi 3.200 metros de
distancia, sobre un edificio de apartamentos urbanos, siendo refrescada por
la brisa del medio día, pero algo acalorada con el calor del ardiente sol,
parece que lloverá en algún momento.
Tarareo un canción de Halsey mientras observo el panorama y espero
el momento indicado. El evento comienza y la primera dama sube al
escenario dando las gracias a todos los presentes. La policía sigue rondando
en sus puestos y apunto a mi blanco.
—Lo tengo —me avisa Helen mediante el intercomunicador.
—Ya la oyeron —le doy el aviso a los demás.
Observo la tablet que tengo al lado, me muestra las cámaras de la parte
trasera de la alcaldía, un auto llega y Helen sale con el alcalde apuntándole
en la cabeza, Brett la ayuda a subirlo y...
Tomo una bocana de aire dejando el dedo en el gatillo, sintiendo eso
que me recorre el brazo con la llegada de la adrenalina que me hace
calcular, relajarme y soltar el disparo que atraviesa una lámpara y sigue su
recorrido clavándose en la frente del gobernador, su cuerpo cae inerte, los
gritos no se hacen esperar y la señora Grinberg es la siguiente en caer con
mi siguiente disparo.
—Dulces sueños, gobernador.
Me pongo de pie, desarmo el arma y la guardo en el bolso que me
engancho en el brazo antes de tomar la tablet y salir corriendo, salto la
azotea cayendo en la siguiente, ruedo en el suelo y me reincorporo
buscando las escaleras, con una hábil voltereta llego al suelo intentando
calmarme, estoy agitada pero debo seguir corriendo.
Mi falta de resistencia merma un poco mis ánimos, pero los saco de lo
profundo de mi interior y sigo sin detenerme. El embarazo no debe ser
impedimento.
Cruzo una esquina, en el callejón consigo el taxi que abordo
quitándome el pasamontañas, revisando la tablet que muestra el desastre
que no cesa en la alcaldía, ya llegaron más cuerpos oficiales, los
paramédicos y bomberos.
—¿Cómo van? —le pregunto al piloto.
—Ya fuera del perímetro, bombón.
Ruedo los ojos, el bolso lo lanzo en el asiento trasero. Tengo calor y
hambre.
Dos patrullas pasan por nuestro lado a toda prisa, el sonido de un
helicóptero se toma la calle y nos perdemos por la avenida que da al puente.
El calor va mermando pero aún así me saco los guantes guardándolos en los
bolsillos.
Asegurándome del perímetro, me comunico con Brett, ya están por
llegar al punto de encuentro y nosotros al primero en donde bajamos y
abordamos otro auto, dejando el taxi atrás.
Bajo el cierre de la chaqueta negra que llevo puesta, meto la mano
debajo del asiento y saco una botella con agua.
Taeyang conduce y me recuesto en el asiento, cerrando los ojos.
—¿Cansada ?—indaga.
—No. Pero me duele la cabeza.
—¿Pasamos por algo de comer?, Muero de hambre y estaremos varias
horas sin salir.
Tiene razón, moriré de hambre.
—Pasemos por un KFC, sería buena idea; un pollo, papas y refresco...
Los demás han de tener hambre también. Yo invito.
Me provoca papitas fritas con ketchup y mostaza. Jodidos antojos.
—Yo pago los postres —se ofrece aunque no hace falta.
—Ok, debe ser rápido, o encontraremos a todos discutiendo sobre
quien lo hace.
Con el GPS busco el restaurante más cercano, debemos cambiar de
curso, tardamos un par de minutos comprando varias bolsas, las dejamos en
la parte trasera de los asientos, el olor es tan exquisito que muero de
hambre, tanto que no me aguanto y destapo un envase de papitas con salsa.
—Tragas como lima nueva —bromea aparcando el auto en medio de la
nada.
—Tragamos. —lo corrijo— Todos ustedes comen igual.
Sacude la cabeza riendo. Bajo el bolso y dos de las compras, el asiático
se encarga de las demás y entro encontrándome lo que supuse.
—Yo lo haré, fui quien lo manoseo —espeta Helen molesta.
—Pues yo quiero hacerlo—contrarrestra Brett.
—No...
—Que sí...
Dejamos todo sobre una mesa. Los demás que están son Fátima y
Flavio, ambos se acercan a comer. Sabía que discutirían para matar al
alcalde, hace días no tienen acción a la que estamos acostumbrados,
extrañan las balas, los combates y ver sangre, lo sé, lo último que hicieron
fue lo de Járkov y no fueron todos.
—Las damas primero. —sigue Helen.
—No me quieras persuadir con eso.
Tomo asiento sobre una esquina de la mesa, abro una bolsa sacando
una presa de pollo, las patatas que tanto me aguan la boca y el jugo que
compré aparte para mí.
—Meterme sería absorber el aura de ambos —murmura Fátima
mordiendo una alita.
Todo está tan delicioso como para meterme en la discusión.
—Tú puedes cortarle la cabeza —continúa Helen.
—¿Y perderme de ver sus ojos pidiendo clemencia?— resopla
quitándose la corbata—; Eso sí que no.
—Ambos pueden hacerlo—les habla Taeyang.
La morena lo aniquila con la mirada.
—Tú cállate, nadie pidió tu opinión.
—Mejor pégame con el cinturón, mami.
—Cierra la boca, Bank —escupe.
—Te ama —oculto el querer reír al ver las ganas de torcerle el cuello
cuando lo mira—; muy en el fondo, lo hace.
Fátima se ríe y decido seguir comiendo, viendo como se deciden entre
quién lo hará.
—La ciudad es un caos —comenta Flavio revisando el maletín—. Un
hermoso y caótico caos, de esos que solo nosotros sabemos causar.
—Muéstrame el vídeo de los disparos —le pide Taeyang.
Los otros dos siguen discutiendo y eso aviva el miedo del nombre que
mira a todos lados buscando escapatoria que no tendrá, porque podemos
estar la pendiente de otras cosas, pero olemos su miedo y si se va, lo
encontraremos en menos de nada.
Mi jefe tuvo que viajar ayer, no sé cuando regresa pero si sé que no
quiero estar en su casa, menos con Megan ahí, verle la cara no me agrada y
menos cuando recuerdo lo que me hizo, esto no se quedará así, ansió el
poder cobrármela. Las tentaciones por arrancarle el cabello, son grandes,
sin embargo, debo contenerme, Amber también está en la casa y esa es otra
que no disfruta de mi presencia, la rubia tiene mucho que ver.
—¿Tú o yo? —increpa Brett cansado de tanto discutir.
—La pregunta sobra. Por supuesto que yo...
—Oh, vamos, Helen— se queja.
—Parecen unos niños —Fátima le quita el seguro a su arma apuntando
ella—. Basta de tanto bla bla bla..
Suelta los dos disparos que se clavan en la frente de la víctima. Cae y
Helen la mira mal.
—Yo iba a hacerlo...
—Sí, después de una discusión que iba por los pasos de durar mil años
—responde con sarcasmo.
—Listo. Ahora no se peleen por quien le corta la cabeza —me termino
el jugo.
—Iré por la nevera portátil —avisa Taeyang.
Haber matado esto de una vez, fue una buena idea, por fin ambos se
disponen a comer, el hacker se encarga de los últimos detalles en las
cámaras de seguridad de la alcaldía, Fátima de cortar la cabeza, le tomo una
foto a la evidencia, se la envío a mi jefe y dejo que la guarden en la nevera.
—¿El cuerpo para Dimitri? —me pregunta.
—Y para las pirañas.
—Busca la lona —l pide a Helen.
—Estoy comiendo, dile a Bank.
—Fui por la nevera. Puedo ir por la lona, si me lo pides bonito— se
cruza de brazos guiñándole un ojo—. Soy todo oídos.
—Ya lo oíste, Helen— lo apoya Fátima.
—Yo misma voy.
El olor a polvo es notorio, hace tiempo que la casa está abandonada y
es perfecta para aislarnos un momento además de que queda en una zona
desolada, no habitada.
El teléfono me lo guardo en el bolsillo después de no tener respuesta,
Dan me avisa que regresan pasado mañana y debo encargarme
personalmente de que la casa esté igual que siempre, porque los padres del
Alpha, vendrán a cenar con los prometidos, y también a tratar el tema de
Ksel, cosa que no cesa, aún sigue dando controversia y dejándola en el foco
del huracán.
Los periódicos, las revistas, todo sigue lleno del tema, y su familia no
se escapa de los reporteros que no los dejan en paz. Mi jefe ha sido seguido
s dondequiera que se mueva, lo bombardean con preguntas y ya el anillo de
seguridad ha tenido que deshacerse de ciertos dolores de cabeza.
Acabamos aquí, ya llegó la hora de irnos y mi trabajo puede parecer
menos por el hecho de que mi jefe no está, pero es lo mismo, tengo que
encargarme de varios documentos y al llegar bajo rápido con el bolso,
reviso el brazalete ordenando que adentren el cuerpo y la nevera. Helen
busca para que limpien la camioneta, y debería irme a duchar primero, pero
en el estudio me encuentro Megan sentada en la silla.
¿Qué hace aquí?, Nadie debe entrar si no es para limpiar o traer algo.
Sobre una silla dejo el bolso y saco el arma. No me mira, sigue ignorando
mi presencia y me dispongo a armar el rifle reprimiendo las ganas de
estamparle un tiro entre las cejas. Viste un enterizo verde manzana, el
cabello recojido y no sé que me causa más estrés si que esté ahí sentada
como toda una señora o sus dedos tamborileando sobre la madera.
—Venus...—tocan la puerta y Flavio entra con el cuerpo que traen
sobre una gran bandeja—. Aquí está.
La rubia deja el teléfono de lado frunciendo las cejas al ver la escena,
se cubre la boca imitando querer vomitar.
—¿Qué rayos es eso?
—Comida para las pirañas y el perro —respondo con obviedad.
—¿El alcalde Grinberg?
Evito torcer los ojos. Es bien estúpida, sabe que es él y se le da por
preguntar. Debe tener Alzheimer.
—Estaré trabajando —me avisa el hacker antes de irse.
Termino de armar, me voy hasta la pared con el retrato que presiono, la
pared se abre mostrando un mini armario lleno de armas, en el espacio
vacío dejo el rifle y cierro poniéndome en la tarea de alimentar las pirañas,
que son horribles, se parecen a la rubia que quiere irse pero se queda sólo
para joderme la paciencia.
«Respira hondo»
Los trozos los voy arrojando en la pecera, cuidando no salpicar agua o
perder los dedos.
—Termina rápido, me molestas ver tu cara de puta —habla.
Respira, Venus.
—Y te llevas al perro.
Dimitri se mantiene a mi lado esperando el permiso para comer. Es
muy obediente y creo que por él, no se me acerca la mujer que se mantiene
mirando por el ventanal, ignorando la sangre y los pedazos de cuerpo.
Acabo y me lavo las manos en el baño. Mando a llamar a una empleada, se
encarga de la bandeja y esparcir algo para el olor a sangre.
Recojo el bolso y busco la puerta para irme, ya después vendré a hacer
lo que tengo pendiente.
—Ey, tú...—su voz me detiene.
Me detengo mordiéndome el interior de la mejilla.
—¿Si?
—Tendré visita, no te quiero cerca, puede que tú cara de zorra espante
a mis amigas —se burla—. Y no quiero al perro aquí, manténlo afuera.
—Pertenece aquí dentro cuidando y conviviendo con la prometida de
su amo, la cual debe tenerlo cerca, mi señora —me giro mirándola—. Es la
futura esposa del Alpha, no le tema a un simple Rottweiler, no hace nada, y
el peligro que emana no debe ser problema para una mujer con su puesto.
—Tienes razón —responde con suficiencia— Pero no lo quiero aquí.
Su orden me vale mil quintales de mierda. No dejaré a Dimitri afuera,
menos cuando me toque descansar.
—Como diga, mi señora...—abro la puerta pero no salgo, su risa me
deja quieta.
—Creo que deberías aprender a hablarle a tus superiores. Tu vocecita
no me gusta, no la paso, me da migraña —sus pasos se oyen cerca de la
pecera—. ¿No aprendiste con el pequeño escarmiento?.
Aferro la mano en el bolso que sigo sosteniendo.
—Puedo pedir otro. Sería un poquito más rudo, tal vez así aprendes..
Dos de sus nombres se adentran haciéndome retroceder.
—Debes tener clara tu posición, eres una simple guardaespaldas, esta
es mi casa y tú eres una empleada más, la cual no seguirá respirando si no
actúa como tal —sigue.
Dimitri se pone alerta pero lo tranquilizo al ver que sus hombres se
mueven despacio hasta tomarme de los brazos, pero no me dejaré golpear,
no en las condiciones que estoy, mi instinto de supervivencia se sobrecarga
y me safo de mala gana.
—No me voy a dejar —le digo a ella.
—¿Tienes otra opción?
Me encojo de hombros, el primero tira de mi cabello pero soy rápida
esquivando el puñetazo del otro, este se entierra en la cara de su compañero
y aquí se nota la diferencia al venir de la fortaleza. No me llegan ni a los
talones, sus golpes no me tocan y... La rubia intenta atacarme pero la
bofetada que le doy le rompe el labio y debería hacer algo pero dejo que
Dimitri la acorrale mientras que me sacudo las manos mirando como sus
nombres buscan protegerla de la sed de sangre que muestra el canino.
—No me voy a dejar, de ti, ni de nadie —sujeto la correa.
—¡Maldita!, Estás muerta...
—Si, si.. como sea —busco la puerta y salgo encontrándome a Amber
en el pasillo.
Dimitri la hace pegarse a la pared y dejarnos pasar. Sigo mi camino,
con la cabeza palpitándome y la adrenalina centrada en las manos. No debí
tocarla, no estaba en mis planes aún, pero iba hacer que me golpearán de
nuevo y no podía permitirlo, no así como estoy.
Esto me traerá consecuencias, lo más probable sea que si, pero la muy
estúpida se busca lo que no se la ha perdido. Es del tipo de mujer, que la
tratas bien, y te entierran un puñal en la espalda; pero ese me lo saqué antes
de que me desangrara.
Una pequeña parte de mí, tal vez mi subconsciente San, me dice que
llame a Herodes y le diga lo que hice, pero no hará falta, su novia lo hará
primero, buscando que me manden a Tangamandapio o me entierren en una
fosa subterránea. Además, puedo cuidarme sola, a él no es como si le
interesa que hago o deje de hacer, menos cuando no se trata de sexo o celos
insignificantes.
En la habitación me ducho, me visto con un par de vaqueros, camisa
mangas largas y los botines. Me ato el cabello en una coleta y cargo mis
armas antes de meterla en los sujetadores. Dimitri se echó en mi cama,
levantarlo es un proceso, pero debo ir a la sala de control, mantenerme
ocupada mientras pienso lo mismo de siempre.
Me acomodo el intercomunicador al tiempo que Flavio me llama.
Debo pasar por la sala, pero tomo la entrada trasera apareciendo por la
puerta del pasillo.
—Tomaste el camino más largo —comenta cuando tomo asiento.
—Estirando las piernas.
—Eso o detestas mucho a la señorita Megan.
—Esa perra me cae de lo peor— no me limito en decirlo.
No todos saben que me acuesto con mi jefe, y de ser así, tienen
prohibido hablarlo o decirlo.
—Se nota —responde sin apartar la vista de las pantallas. Mueve las
imágenes y..— Como también se nota esto..
Me quedo mirando mis imágenes de ell día que llevé a Dimitri al
veterinario y luego fui a la clínica. Me veo entrando al consultorio y
saliendo como zombie, sin expresión alguna.
—Tengo la ciudad bajo mi lente, Venus. Por órdenes del jefe, y Mario,
debo vigilar lo que hace el escuadrón cuando sale —me explica y pone la
grabación del lente de un teléfono, no se ve más que el techo, pero las voces
son notorias y quisiera que la tierra me trague—. ¿Debería felicitarte por tu
embarazo? ¿O informarle a mi jefe? No creo que seas muy útil cuando
tengas 5 meses...
—Flavio...
—Fue un acto irresponsable, más cuando sabes en lo que estás metida
—me regaña con dureza—. Deberías ir a Pakistán, sabes que es lo correcto
en estos casos. ¿Hace cuánto que no vas a revisarte?
Siento la boca reseca, mis pensamientos se acomodan lo más rápido
posible, buscando las palabras correctas.
—No le digas a nadie —le ruego, por primera vez lo hago con tanto
sentimiento porque sé lo que conlleva esto—. Sé lo que haré y no te verás
involucrado.
Suspira hondo pasándose las manos por el rostro, sus ojos me miran y
le hago un puchero.
—Te admiro, siempre lo he hecho, después de Mario, eres mi ídola,
siempre tan fuerte, dándolo todo. Pero no me pidas...
—Nadie debe saberlo, pienso solucionarlo pero debes hacer como que
no sabes nada y mucho menos más adelante —junto las manos—. Por
favor, Flavio. Es un bebé, no me pidas que mate algo tan inocente, no tiene
la culpa, y no quiero ser como los que me jodieron a mí. Tú no lo sabes, no
te entregaste al abismo en el que te sumerges cuando estás en la fortaleza,
pero esto... Esta noticia no me cayó como debería, y por eso te pido
compresión, eres menos inhumano que los miembros del escuadrón...
La agonía me acelera el corazón, sintiendo ese miedo que últimamente
aparece de no sé dónde, pero no me gusta, me hace pensar en los peores
casos y eso me deja en la cuerda floja recalcando muchas cosas.
—Nadie debe saberlo...
—¿De quién es?. Ni siquiera sé para que lo pregunto, es obvio de
quién es y eso es peor para ti. Te van a empalar y lo sabes.
—Estoy consciente, pero no me pidas que lo mate. No puedo... Por
primera vez después de mucho tiempo, me siento viva y con razones para
no esperar mi muerte. ¿Sabes lo que se siente anhelar la muerte por qué no
tienes motivos para vivir? —sonrío sin ganas, agachando la mirada.
Un silencio se forma, no me dice nada y temo que no me comprenda y
todo se me joda.
—Mataron lo único que tenía en esta vida, después intentaron hacerlo
conmigo, pero no pudieron y ahora estoy solo, de no ser porque aquí
encontraré las formas para cumplir muchos de mis objetivos, además de que
Mario es como un hermano —comienza con un tono de aflicción y
melancolía—. No sé lo que debes estar sintiendo, soy sincero, pero... no
pretendo verte morir, tampoco estar huyendo como una rata. Estás marcada,
perteneces a la mafia Alpha y sólo se sale muerta.
Vuelve a mirarme con tristeza y eso me comprime por dentro.
—Fla...
—Te ayudaré, no le diré nada al jefe aunque esté traicionando la
devoción que le tengo —maniobra rápido, deshaciéndose de mis imágenes
y dejando solo las necesarias—. Me siento traicionero, pero me sentiré peor
si no te ayudo y por eso pierdes al bebé.
Sonrío y no sé si es por agradecimiento, sobredosis de felicidad o
impulso, pero me abalanzo encima, abrazándolo.
—Te debo una. No se me olvidará jamás. Gracias, gracias.
—Venus... Me estás ahorcando— musita.
Me separo, riéndome.
—Lo siento, son las hormonas. Ando extraña estos días.
Se endereza fingiendo que nada pasó.
—Deberías ir a chequearte antes de que mi jefe regrese. No descuides
eso —me dice y no puedo eliminar la sonrisa de mis labios.
—¿Te encargas de vigilar todo?
—Claro. Ve tranquila, cualquier cosa te estaré llamando. Aprovecha
que la ciudad se medio calmó después de lo que hicimos.
Me pongo de pie y busco la salida pero me detengo.
—Flavio...
Se gira mirándome.
—¿Qué?
—Gracias —le digo.
—Para eso estamos los amigos.
Le lanzo un beso antes de salir con Dimitri.
Nadie debe saberlo, pero ahora Flavio lo sabe, es una ventaja, confío
en él, muchas veces se ha ganado mi confianza y ahora espero no me falle
en esto.
Abordo la camioneta nueva, con muchas cosas en la cabeza salgo del
perímetro tomando la avenida. Ya tengo días experimentando esto de la
felicidad, pero ahora, es peor, me siento con ganas de reír y tocarme el
vientre a cada rato, mis extremidades no se contienen y mi mano tampoco
porque la dejo ahí, acariciando mientras sigo con la mirada en el camino.
La misma doctora me recibe, se encarga de hacerme los chequeos
necesarios, y termino sobre una camilla, con el vientre untando de gel y un
aparato revisando y mi curiosidad gana, veo la pantalla que muestra no más
que garabatos, no los entiendo pero la mujer me explica y no dejo de sonreír
viendo el pequeño punto que señala. Quisiera saber el sexo, pero me dice
que no se puede aún, eso no me deja tranquila, pero no queda de otra, ya
después podré saber.
Pago cuando acabo, quisiera llevarme las imágenes pero no puedo, las
veo por última vez grabándolas en mi mente, con esa tinta indeleble que me
las mostrará siempre que necesite ánimos para continuar.
Con el teléfono en la oreja abordo el auto contándole a Flavio, pero ya
sabe, miraba cada movimiento desde que salí. Cuelgo y recuerdo a Yasmín,
quisiera decirle, es como una hermana, pero solo la pondría en riesgo y no
me perdonaría si algo le sucede por mi culpa.
Llego a la mansión, ya es casi de noche y por lo visto ya están aquí las
amigas de Megan, porque un auto extraño está aparcado al lado de las
camionetas de ella. Bajo y tomo la correa de Dimitri, estoy por tomar el
otro camino pero la música de adentro me detiene unos pasos lejos de las
escaleras principales. Debería seguir, pero estoy a cargo de preservar todo
en orden y no creo que una fiesta sea del agrado de mi jefe.
Dos del personal principal me abren la puerta y entro encontrándome
con una reunión estilo fiesta no tan alocada. Dos chicas, Megan y Amber,
todas tomando vino y platicando en los sofás. Una de las empleadas le sirve
bocadillos y lo correcto sería ignorar todo, pero me miran y la castaña es la
única en no reírse con burla porque mira a Dimitri.
—El bebé de mi hermano, está grande —se pone de pie viniendo a mi
sitio, intenta tocarlo pero la hace retroceder ensuciando el piso de vino—.
Siempre tan malhumorado como Herodes.
Las otras dos chicas hacen el amago de acercarse a mirarlo, Megan se
empina la copa sin dejar de mirarme, y no pretendo reírme, pero aún se le
ve un poco el roto del labio, recuerdo la bofetada y mentalmente celebro.
—No te quedes ahí parada, vete —me echa.
Sigo mi camino.
—Tu prometido no tiene sino guardaespaldas salidas de una revista de
playboy— comenta una.
—No seas ridícula, Cleo.
Paso por la cocina asegurándome de que ya le llevaron comida al
cuerpo de seguridad. Me preparan una bandeja y la tomo regresando a la
sala. Tengo sueño, pero el hambre no puede quedarse así.
Las horas transcurren, el hacker se encarga de todo, debería descansar
pero me dice que lo hará al rato o cuando yo me levante de mi descanso que
tomo y despierto en la mañana, organizando y revisando que la sala siga
intacta. La vista sigue aquí, Amber no parece querer irse aún y en la tarde
llegan sus padres a esperar el regreso del Alpha que no llega si no mañana
al medio día, eso sí no le surge algún inconveniente.
El muy Imbécil me ha ignorado, no me envia ni un solo mensaje, una
llamada o algo, nada, NADA. Ya lo veré queriendo venir a buscar sexo,
pero se ganará una bofetada por hacerme sentir como un juguete sexual,
antes no era así, pero ahora sí me siento como ese cero a la izquierda que
notan solo cuando hace algo incorrecto. Lo detesto y mentalmente ruego
para que mi hijo no salga con su humor.
¿Podría pedirle al cielo que sea totalmente diferente a nosotros?
¿Es mucho pedir?
¿Cómo lidiare con un pequeñito ser que sea idéntico al hombre que me
mueve el piso y causa estragos en mi?
Es solo sexo, Venus Adler, solo eso, recuérdalo, recuerda porque estás
aquí y lo que siempre debes tener en cuenta. Me repito lo mismo varias
veces queriendo centrarme y no pensar que tal vez si siento más allá de lo
que debería.
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Herodes
Si antes detestaba las preguntas de los reporteros, ahora me despiertan
una profunda repulsión hacia cualquiera que venga a querer sacarme algo
sobre el escándalo que sigue igual.
—Señor, Herodes. ¿Algo que decir sobre el reciente escándalo de su
prima Ksel?
Me acomodo las gafas avanzando.
—¿Qué opina sobre el vídeo que según, es un montaje para
perjudicarla?
Siguen y siguen, no parecen cansarse y a mí el estrés me tiene mareado
ya. Me detengo de golpe y dejo que acerquen los micrófonos.
—Independientemente lo que haga otro Blackwood, no es mi
problema, por ende, no pienso responder nada —es lo único que digo.
Dan me abre paso con ayuda de Gill. Adentro del evento, puedo
respirar un poco, la prensa quedó afuera pero eso no quita las miradas de
algunos de los que están aquí. «Detesto que me miren como si fuera Ksel»,
podría ahorrarme esto, pero claramente quise venir a encargarme en
persona. No me interesa lo que murmuren, no es sobre mí, y de ser así, ya
lo habría resolvió de alguna manera.
Estamos en una situación latente, y ahora esto es la cereza del pastel.
Braden quiso desquitarse por el video de su tío, lo ví venir, como también
las advertencias que me ha lanzado por tenerlo esclavizado, pero nada
servirá, se lo regresaré muerto.
Ya está listo lo del alcalde y el miembro del comité, ahora solo me
queda reunirme con los nuevos encargados de tales cargos. Prefiero ir
limpiando y eliminar lo que no me sirve, en estos días es necesario
deshacerme de la peste que pueda ser fácil de comprar. No por nada soy el
mejor quitando políticos y poniéndolos en dónde me conviene.
—Herodes —me recibe poniéndose de pie.
Me acomodo las solapas del traje antes de tomar asiento.
—No estoy para malas noticias —dejo que me sirvan vino—. Las
buenas son las únicas que quiero escuchar.
—Tengo dos buenas y una mala— se endereza fingiendo que no está
nervioso.
Tamborileo los dedos en la madera, mirando el cuchillo que tengo al
lado.
—Habla.
—¿Las malas o las buenas?
Enarco una ceja.
—Las buenas, es obvio.
—Ya solo me falta firmar los documentos para el puesto. Y la segunda,
el resto del comité me está brindando su total apoyo, me tienen más
confianza que a Alejandro. Por cierto, se ha desaparecido, muchos se han
preguntado si huyó a otro país...— abre la boca horrorizado.
Suelto una risa amarga dándole un sorbo al vino.
—Deberías pensar en el puesto, lo que harás y lo importante.
—¿Tienes que ver con su desaparición?
—Desaparezco todo lo que no me sirve.
Pasa saliva riéndose despacio, queriendo verse normal.
—Eso me acaba de quedar claro.
La plática se resume en lo que debe y tiene que tener claro desde
ahora, o también será comida para mis mascotas. No me ando con rodeos,
dejo todo en claro y lo que le sucederá a su familia si él me falla o es
inservible como el difunto Alejandro.
No tengo hambre, hace horas no sé lo que es comer bien, o mejor
dicho, desde hace días sigo así. Mi boca solo anhela lo que no sale de mi
cabeza, y debería hacer caso omiso, pero estoy adicto y mi genio me lo
demuestra cuando las horas transcurren y estoy abordando el jet, con prisa y
ganas de llegar ya. Piso la entrada de la mansión y recién recuerdo que
Megan está aquí, eso me desvanece el poquito ánimo que tenía antes de
llegar.
Me abren las puertas y no he dado dos pasos más cuando la rubia
aparece con dos de sus amigas, ni siquiera recuerdo sus nombres.
—Querido, bienvenido —se me acerca e intenta besarme pero sigo mi
camino al ver al Dwayne en los sofás con su esposa y Amber.
—A mi estudio. Ahora mismo.
Me sigue y me saco la corbata cuando entro. Dimitri aparece
corriendo, se me viene encima y lo acaricio dejando que me olfateé por
unos minutos.
—Señor..— la pelirroja entra con la nevera portátil que abre dejando
ver la evidencia.
Ya me había enviado una foto, pero me interesa que “mi padre” la vea.
—Puedes retirarte— miro sus ojos y asiente antes de irse «Se ve en
modo rabiosa».
—Siempre llenándome de orgullo, querido hijo y Alpha— celebra
airoso—. Siendo el peor de todos, así me gusta.
Me quito el saco y enciendo un cigarrillo.
—¿Cómo va lo de Jayden?
—Pausado por unos momentos, lo de su hermana no lo tiene del todo
centrado.
Suelto el humo tomando asiento.
—Cosas que no se van a solucionar por arte de magia, y me vale si le
duele o molesta, necesito lo que le pedí y tú estás a cargo de ver que se
cumpla— me humecto los labios—. ¿Cierto, Dwayne?
—Sí. Y se cumplirá, no tengas duda de ello.
—¿Cuándo será eso? ¿El año próximo?
—Con paciencia las cosas salen mejor...
—La paciencia es una virtud que yo no tengo, muchos lo saben.
—Completamente. Ya me voy a poner en contacto con él— se levanta
sacando el teléfono, está por salir pero sé detiene mirándome—. Por cierto,
mi nuera me contó que tú guardaespaldas no sigue sus órdenes, solo las
tuyas..
—Dile a Megan que venga.
Se va y espero a la rubia que entra, lo primero que veo es el pequeño
roto que tiene en el labio.
—¿Algo que quieras contarme?— indago dando otra calada.
Duda, no quiere contarme y sé por qué.
—¿Ya andas imponiendo cosas que debes ganarte?
Mi pregunta la endereza. No conseguirá nada si no actúa como tal, y
haciendo estupideces no llegará ni a él 10% de los 100.
—¿Qué andas diciendo?
—La verdad.. pero no fue mi intención...
—Los problemas aquí, no se los dices a terceros, para eso estoy yo, la
casa es mía, aún no nos casamos y estás bajo prueba, ¿Sabes qué un mal
paso te deja en el fondo?.
—Pero ella..
Estrello la mano en la mesa.
—Por Dios santo, termina de hablar y deja de balbucear como una cría
nerviosa.
—Ella me golpeó, mira— se señala el labio.
—¿Por qué lo hizo?, Porque quiso, no lo creo.
—No la defiendas.
—Dime qué hizo.
Se muerde el labio aguantando el impulso de gritar.
—Es una insolente, no sigue mis órdenes, siempre me responde como
si ella fuera más que yo, y no puede ser así, yo seré tu mujer, ella tiene que
respetar los estatus, ¿O tú dejas que tus escoltas te vean o te respondan
como les venga en gana? —los ojos se le enrojecen—. No voy a soportar
sus aires de insuficiencia, porque primero le doy de baja y otra golpiza es lo
que se está buscando...
Culmina desatando la pintada que me hace acariciarme la frente con lo
último.
—¿Ya la habías mandado a golpear?
Abre la boca para hablar pero alzo la mano para que se calle, su voz no
me da sino dolor de cabeza. Aún así, balbucea...
—Yo...
—Te voy a decir algo —la miro— Por ahora no tienes el más mínimo
derecho de reprender a mis hombres, menos a las mujeres que también
hacen parte de mi anillo de seguridad y de más importancia, porque sabes
que son del escuadrón. Usa esa boca que tienes, y dime las cosas, no
intentes resolverlas tú, menos cuando sabes que no tienes peso ahí— espeto
—. Que sea la última vez que haces tal imprudencia.
—Pero ella...
—A ella no la vuelves a tocar o tendrás severos problemas conmigo y,
oh, querida, no querrás eso.
Las ganas de hablar la están consumiendo pero no dice nada, con las
mismas sale y cojo el teléfono llamando a Adler, no me contesta pero
parece minutos después.
—¿Por qué no me dices las cosas?—la regaño.
Rueda los ojos cruzándose de brazos.
—¿Qué tendría que decirte?
Me pongo de pie yendo hasta su sitio, tomándola de la cintura.
—Te ordeno que me digas siempre que alguien te toque, sabes que lo
detesto, porque nadie toca mis cosas —le dejo claro y su sonrisa irónica
aparece cuando la tomo del mentón—. No estoy jugando, Adler.
—Mis problemas no son los tuyos, y puedo resolverlos sola.
Sus ojos se ven vacíos, como la primera vez que la ví de cerca, ya no
se ven igual que antes de irme, pese a que tuve que salir rápido y dejarla
aquí.
—No estás sola.
—¿A quién tengo?
Miro sus labios y la beso, dejándole claro que podemos odiarnos,
desearnos y no soportarnos, pero aún así, no está sola, porque mis cosas
siempre tienen mi atención volviéndose mi prioridad, y puedo ser distante,
pero siempre estoy al pendiente y eso ya debería saberlo.
Sus labios no ceden y me detengo mirándola fijamente. Sé que está
molesta, puedo sentirlo en la rigidez de sus músculos.
—¿Ahora que sucede?— beso su frente dejando las manos sobre sus
hombros.
—Me follas, te vas como si nada, no me llamas, no me escribes, me
dejas botada, sin saber de ti.... Me siento como un trapo que desechas cada
que te limpias y ya no lo necesitas porque cumplió el objetivo —su frialdad
vuelve a ser la misma que antes—. Detesto sentirme así, y más cuando
vienes como si nada hubiera pasado.
Suspiro hondo, riendo la abrazo, dejando que mis brazos la sientan por
un largo rato en el que me recalco lo que odio, porque esto está mal, no
debe ser, y sé que me voy arrepentir más adelante.
—¿Quieres salir y hablarlo?— acaricio su cabello.
Se aparta mirándome mal.
—No quiero follar...
—Dije “hablar”, pero podemos follar si lo deseas, no me molestaría.
Abruptamente me aparta con manotones en los brazos.
—No. No quiero, y tú tienes cosas que hacer.
«Siempre tan caprichosa y malcriada»
—¿Me estás rechazando?— no puedo creerlo.
—Sí y se siente fenomenal.
—Te he dado mucha libertad, Adler...
—Tal vez— busca la puerta llamando al perro—. Ni él, ni yo
queremos estar cerca de ti. Iremos al jardín, con su permiso, mi señor.
—¿Tú también? ¿Dimitri?— no me hace caso y sale detrás de
ella,dejándome solo—. Definitivamente hasta los animales quedan
embobados con ella.
Sacudo la cabeza y busco el teléfono antes de salir con intensiones de
irme a duchar. El resto de la tarde me la paso tratando temas delicados con
Dwayne y Lucinda. Megan no ha vuelto con sus quejaderas, parece haberlo
entendido y en este momento se mantiene por fuera con sus invitadas y
Amber.
No me gusta tener tanta gente aquí, pero no voy a amargarme, ya
suficiente tengo con la pelirroja caprichosa que no me habla, entra solo
cuando la llamo y hace como si no existiera, dándose su espacio, buscando
castigos que voy a darle cuando termine la noche, pero me evade y me
sumerjo en varias llamadas que requieren mis sugerencias hasta que
amanece y
la mañana se me va reunido con Giovanny, Mario y los que se hacen llamar
mis padres.
—Lo de Ksel es inaceptable— comenta Lucinda cuando acabamos.
—El ruso si que sabe contraatacar— habla su esposo—. Pero nada que
el Alpha no puede igualar.
—Por ahora no haré nada. Debemos hacerlo pensar que va un paso
más adelante— sigo revisando el teléfono—. Eso le gusta y lo mantendrá
ocupado.
—¿Qué harás con su madre?
—Ya lo verás.
—Señor... Jayden llega en 10 minutos— me avisa el consejero.
—Iré por un trago— Dwayne se levanta y está por salir pero la
pelirroja entra robándose su atención.
—Tenemos problemas, señor.
Mario de aleja un momento a atender una llamada y ella sigue hasta
llegar a mi puesto, mostrándome la laptop que trae en las manos.
—¿Problemas?— Lucinda se preocupa.
Reproduzco el vídeo que muestra un helicóptero rondando no muy
lejos de la casa en Kiev.
—El CEICC; llevan dos horas en lo mismo. Al parecer están
queriendo dar con el paradero de su casa. Andan más insistentes desde que
capturaron a uno de los capos de Sudamérica, debe estar soltado
información— me informa, su aroma me desconcerta un momento pero
vuelvo cuando se aparta.
—Deberíamos eliminarlo— habla Giovanny al tiempo que Jayden
entra afanado.
—Ese hijo de perra es como las ratas, se escabulle y ahora le perdí el
rastro, solo tengo el de su futura esposa...
—Consíguela para esta semana que viene, si no es él, será ella— me
pongo de pie—. Esos espías deben desaparecer, ya saben cómo, necesito
que dejen de estar en mi territorio.
—Me comunicaré con el espía que tenemos en el cuartel principal— el
consejero se ocupa.
Ella se va y Mario sale también. Jayden le pasa por el lado y la ignora
cuando lo miro esperando las excusas con mucho más detalle.
—Si no te encargas, tendré que enviar al escuadrón y será una tacha en
tu historial— le digo —. Creo que tanto desfile y fotos, te están
desconcentrando de lo que en realidad importa y es la organización.
—Yo me haré cargo.
—No debe pasar de la semana que viene.
—Entendido.
Sale y me pongo de pie esperando que las empleadas preparen la cena,
tengo algo más que hacer hoy y eso incluye a Megan que llega con Amber,
ambas toman asiento. El personal sirve la comida y Dwayne regresa con un
vaso de licor.
—Primera cena en familia— habla el consejero cuando llega y
también ocupa su lugar.
La conversación es la pautada, me aburro rápido, y no me queda de
otra que pensar en otras cosas que quiero hacer, pero esto aún no acaba y
presto atención a la regla que precede a recalcar Giovanny.
—Antes de los 30 años, el actual jefe debe casarse o engendrar un
sucesor. Una de las reglas más importantes— comienza—. Regla 56,
apéndice 2: la prometida debe demostrar fidelidad y respeto hacia su futuro
esposo, sin engaños o negarse; se considera traición después de la cena de
compromiso que ya se llevó a cabo y en la que no pudimos tratar estos
temas ya que no fue como las reglas lo demandaban...
La rubia se mueve incómoda y evito mirarla.
—De fallar o traicionar se le sentenciará a muerte. Siempre y cuando
se tengan pruebas contundentes... Otra regla que ya sabe la prometida es:
que después de la cena de compromiso, se tendrá una cláusula de 6 meses
para contraer matrimonio, siempre y cuando demuestre que es diga. Por lo
tanto, debe ir conociendo sobre sus deberes y todo lo referente a la
organización.
Tanta habladuría no me interesa, me duele la cabeza, pero debo
mantenerme aquí hasta que se termine la cena.
—Lo hará. Mi cuñada aprende rápido— alega Amber como si eso me
importará.
—Es lo que espera todo un imperio— contrarrestra Dwayne.
—Nadie espera decepciones, Megan. Yo menos que nadie— le dice
Lucinda.
—Lo tengo claro, suegra.
Soy el primero en levantarme e irme. No soporto tanta hipocresía en
algo que no me importa ni nunca lo hará.
Cuando conocí a Megan, fue como si la luz de las ideas llegará a mi,
ese día vi al prototipo perfecto que ocuparía el puesto a mi lado; fácil de
manipular, sin ganas de refutarme y lo más importante: completamente
enamorada para darme un hijo y ese sería mi sucesor más adelante.
No tendría que esforzarme o ver a quien soportaría más o menos, pero
ella llegó y no tuve que buscar nada. Pero ahora.. la veo y muchas cosas se
revuelven en mi cabeza, porque me molesta tenerla cerca, me da migraña,
pero es necesario, por ahora...
La organización tiene una regla muy importante antes contraer
matrimonio y es: El jefe debe contraer lazos con una hija, nieta o mujer que
tenga la sangre de algún miembro de cualquier mafia, o que provenga de un
apellido poderoso...
En la organización, las cosas se ganan, como también los puestos. No
por nada tuve que pasar tanta mierda durante mi preparación, pero heme
aquí, demostrando que soy peor que alguno de los anteriores jefes y que mi
descendencia será mil veces más porque me aseguraré de ello.
Salgo al jardín queriendo aire fresco. Los que rondan cerca se
desaparecen dándome mi privacidad, aprovecho para masticar algo de
chicle y revisar algunos archivos que me llegan. Kaleb me llama para avisar
que se hará cargo de los pendientes de su hija, y que en dos semanas ella se
reincorpora, después de que las cosas se calmen.
En dos días no hay novedad de urgencia, el aprendiz de Mario se
encargó de la pequeña contingencia en Kiev, aquí la alcaldía ya está como
siempre lo quise y en Washington igual. Solo me estreso con el mal genio
de mi tormento y la garrapata de Megan, no se me despega en ningún
momento, la tengo lejos cuando estoy en la habitación o muy ocupado en el
estudio, eso sí Dimitri está conmigo, aunque me abandonó y prefiere cuidar
a alguien más que no sea su dueño.
Amber es la única que se quedó, y pasa el día con la rubia que debería
estar centrada en sus obligaciones, pero hay está, en la piscina tomando el
sol, como una perezosa que cree que aquí las cosas se hacen por obra y arte
de magia.
—¿Es digna esposa del Alpha?— increpo sacudiendo la cabeza
mientras miro por el balcón de la habitación.
—En estos momentos no. Y si no se centra, no lo será nunca y no creo
que le guste cuando la mandes a la chingada— bromea Mario desde la mesa
debajo del parasol.
—Hasta allá sería poco, creo que mandaría a fabricar un cohete para
enviarla a la luna o algún planeta con alta toxicidad.
Mi vista capta la mujer que camina por la cancha de tennis, en
compañía de la pelinegra, ambas trotando en ropa deportiva.
—¿Piensas salir hoy?
Enciendo el cigarrillo pensándolo un momento.
—No.
Me ha ignorado, y su actitud me demuestra desprecio. No pienso
rogarle o acosarla como un idiota, no caeré tan bajo.
—La asistente de tu empresa llamó, dice que vendrá pasado mañana,
¿Qué le digo?
—No tan temprano o tan tarde— dejo el resto en el cenicero antes de
entrar por una camisa.
Estoy tenso, creo que una sesión de boxeo sería buena idea, hace días
no me ejercito bien, necesito liberarme un poco. Me preparo y salgo
dejando que me informe sobre lo más relevante e importante, entre eso lo
que debo hacer y una de esas cosas es viajar con Megan a una reunión que
amerita su presencia, y eso no me agrada, pero no me queda de otra, si hace
algo mal, la sepultare yo mismo.
Arturo me sirve en las horas de entrenamiento que duro en el
gimnasio, se va y quedo solo haciendo lagartijas y levantando pesas,
poniendo mis músculos a trabajar y arder.
Las ganas me tienen con una erección de campeonato, capaz de partir
la vagina que se me atraviese, pero solo deseo una y debo aguantarme
porque no voy a obligar a nadie, insistirle en estos momentos de mal genio,
sería como obligarla con placer hasta que su cuerpo y mente cedan, pero al
final vendrá el arrepentimiento y así no se disfruta.
Me gusta que quiera, y que quede pensando en ello, sin remordimiento
o ganas de borrar lo sucedido. Cuando ella quiera, puede venir y no la voy a
rechazar, no podría, me tiene adicto a esa pequeña y deliciosa vagina, sus
labios, su piel...De solo pensarlo me siento mojado.
—Detesto a esa caprichosa— me acomodo la erección volviéndome a
acostar en la máquina de trabajar los brazos.
—Señor...—Mario entra con algo de afán—. Malas noticias, o eso
creo.
—Habla...
Sigo subiendo y bajando, dejando que mis brazos trabajen y mi cuerpo
sude.
—La mafia rusa aparte de Ksel, pide la cabeza de Venus, ya saben que
ella fue la del atentado en Sídney...
Doy por terminada la sesión. Me levanto buscando una toalla.
—Ve y dile que la estoy llamando, ahora mismo— ordeno.
Me acomodo la erección, seco mi cuello y respiro hondo concentrado
el estrés en los golpes cargados de ira hacia el saco de boxeo.
—Aquí estoy— llega con esa misma aura de fastidio que me molesta.
—No tienes permiso de salir sino es cuando yo lo haga. Y si me
desobedeces...—me detengo mirándola—, Juro que te encierro en la
habitación de mi departamento, y te dejo ahí hasta que pase todo.
Frunce las cejas.
—¿A qué viene eso?
—No preguntes. Haz caso, y cohíbete de salir del perímetro.
—Puedo cuidarme sola.
Ruedo los ojos, siempre es tan terca.
—Me importa una mierda. No te quiero por fuera, es mi última
palabra.
—Pero...
Refuta varias veces y voy por ella tomándola del brazo, arrastrándola
al baño donde la dejo con el rostro pegado al lavamanos y el trasero al aire
siendo azotado por mi mano, dejándole la piel roja, mostrándole que no
juego y tampoco lo haré cuando me desobedezca.
—¿Quedó claro? —azoto de nuevo sintiendo como mi miembro se
hincha exagerandamente.
Agitada asiente, pero no es suficiente, le doy dos veces más, lidiando
con las ganas de embestirla aquí, ahora mismo y así en la misma posición.
El semi hilo que se pierde por su trasero, le queda muy bien y no me
aguanto a la hora de tocarlo, tirando de él, dejando que se pierda por la
abertura de los glúteos, seguramente mojándose con los fluidos que le
bañan la cara de los muslos.
—Siempre tan mojadita y deseosa por su jefe— tiro de su cabello
atrayendo su oreja a mi boca—. Me estoy muriendo por penetrarte, pero
estás siendo una desobediente malcriada y asi no te ganas nada, Adler.
Abre la boca soltando aire. Alza el culo buscando tal vez mis caricias,
pero no le daré nada, menos por hacerme azotarla así, sacando ese lado que
le mostré una vez y me reservo todo el tiempo porque con ella no me nace
usar otros métodos.
—Quiero hacerte gemir toda la noche, mientras te doy en cuatro y
tiemblas presa del deseo —magreo el trasero que tanto me gusta, es una
obra de arte y no sé si es por la sobrecarga de adrenalina, pero la garganta se
me contrae y sé que me arrepentiré—. Nadie debe tocarte, y te ordeno que
no salgas, se acabaron las misiones para ti.
La furia aparece de golpe, cambia de chica deseosa a loca desmedida
con molestia hasta en la más mínima célula.
—Me niego a estar aquí viéndote con Megan —brama tomándome del
nacimiento del cabello, la aparto pero me abofetea dejándome la mejilla
ardiendo y el pecho subiendo y bajando rápido con la excitación con
molestia que me toma—. No me vengas a querer tener encerrada, cuando sé
que solo buscas sexo. Me ignoras, me haces a un lado y cuando te vas, ni
siquiera recuerdas mi existencia...
Se le cruzaron los cables.
—Ya te di una orden y debes cumplirla...
—Te odio y esto se acabó, ya no más —con torpeza se acomoda la
ropa y no doy para detenerla, su modo cabra loca me dice que está en un
momento de locura peligrosa—. No soy tu prisionera o juguete sexual,
muérete.
Sale y me pellizco el puente de la nariz , optando por masturbarme
para eliminar las ganas que me dejó la muy maniática. Estoy molesto, sí,
pero no pienso lidiar con una loca, no por ahora. La dejaré tranquila, sin
permitir que salga.
«Ahora debo hacer de niñero con una de las que debería cuidarme la
espalda, no yo a ella».
________________✧✧_______________
__________________________________

Ahahhahah, estamos en los capítulos finales. Deja tu puntito si no


quieres que acabe.

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0 Spoiler por favor.

Los amo.

Osly Ortega.
Capítulo 76

_______✧✧Frenesí✧✧__________

Narrador omnisciente
En tiempos difíciles, todos buscan la opción más viable que los
mantenga alejados de la hoguera que comienza a arder poco a poco.
Otros quieren estar alejados de una, sin darse cuenta que están en otra
que también los quiere consumir a su tiempo y eso es lo que mortifica al
jefe de la mafia italiana; Judas Rinaldi.
Sus negocios van como él siempre lo quiere, a sus 36 años tiene todo
lo que un hombre desea: una familia, dinero, poder y un imperio que creció
desde que su padre murió y mejoró todo imponiendo nuevas reglas que la
organización debe cumplir, si o si, porque él es el jefe y puede no verse tan
malo como otros, pero es igual y hará cualquier cosa para no dejarse ver la
cara.
Parte de su familia no está de acuerdo con el tratado de paz entre
Blackwood y Rinaldi. Pero es algo que ya se cerró y cambia la convivencia
entre ambas familias que antes estaban en una guerra escandalosa y
sangrienta, pero esos tiempos ya acabaron, o tal vez solo por ahora.
—Sigo pensando que la mafia rusa es más accesible —le comenta
Alessia a su hermano aunque este se muestre indiferente, no pretende
llevarle la contraria a su sobrino, pese a que tampoco le agradan los
Blackwood—. Pero tengo que bancarme las decisiones de Judas.
Harto de tanta habladuría, decide levantarse a atender una llamada.
—Todos se hacen los sordos, no les gusta escucharme, aún sabiendo
que tengo la razón. Son unos insensatos y eso nos hace hipócritas... Esto es
inaudito.
—Estoy al teléfono, ¿Podrías callarte? —relica hastiado de tanto.
En parte tiene razón, pero su sobrino sabe lo que hace, por ahora no
pretende más líos, ya suficiente tiene con los militares que buscan la manera
de hacerlo caer aunque él tenga pruebas contundentes para hundir al coronel
Hill.
Adeline aparece con su hija y eso alegra a la mujer que pretende hacer
entrar en razón a la esposa de su sobrino, tal vez, ella si pueda hablarle y
hacer que cambie de parecer. Pero ahora de nada servirá, la mafia rusa se
desligó de la italiana, y cada quien tomó su lado, por ende, la decisión no
puede cambiarse y el jefe no pretende hacerlo, sigue firme con lo que
considera que debe estar tal cual.
—Mi esposo sabe lo que hace, no puedo intentar sembrarle una semilla
en la cabeza. Nunca ha Sido manipulable o fácil de convencer en algo —
confiesa, una empleada le sirve té y ella procede a sorber un poco,
mojándose los labios—. Tú deberías confiar en él. Si es el jefe, por algo a
de ser..
—Por herencia —contrarrestra algo fatigada.
—Se lo ganó, lo ha demostrado desde antes de que nuestro hermano
muriera —alega su hermano Santino.
—Soy testigo de ello. Desde niños lo conozco, y nada le importó más,
que tomar el puesto— lo secunda Adeline.
—¿Y de qué vale si tenemos que ser hipócritas y llevarnos “bien” con
esas ratas?
—No confundas hipocresía con querer estar en paz y no en una
absurda discordia, sé más objetiva, hermana. Ya estás grandecita, supera y
vive la vida, así como lo hizo tu hijo.
—Y al parecer como lo han hecho todos —se molesta.
—¿Qué otra solución hubieras propuesto? —alza una ceja mirándola, a
veces no entiende como Judas no la ha desterrado—. Mejor no me digas,
tanta estúpides saliendo de tu boca, no es bueno. Mejor iré a encargarme de
lo importante.
Se va dejando a su hermana ofendida y más molesta que antes.
—¿Tú piensas lo mismo? —le pregunta a su sobrina.
—No querrás oír mi respuesta.
Su orgullo supera cualquier cosa y no la dejará ver más allá del odio,
porque una persona dolida, asqueada y herida, no es fácil de hacer cambiar
de opinión, y Alessia Rinaldi puede ser todo, menos una hipócrita.
El cabecilla de la familia tiene cosas más importantes de las cuales
encargarse, por ahora no pretende escuchar temas que no sean de suma
importancia, por eso se ha mantenido fuera de Venecia, supervisando las
pandillas, algunos bares y prostíbulos que administra su primo Arthur;
quien lo acompaña en estos momentos poniéndolo al tanto de las ganancias
que ha dado la droga de la mafia rusa.
—Se necesita más, pero eso ahora es imposible.
Claramente Braden Marakov no les venderá más droga y ellos no le
facilitarán el elemento para armas. Cada uno necesita del otro, pero por
ahora deben pensar otra opciones que sean factibles y no menos
productivas.
—Duke Bontate me venderá de la suya, ya lo contacté, el cargamento
debería llegar mañana —lo tranquiliza.
—No hay de otra. No es tan buena como la rusa, pero necesitamos, y
droga es droga.
—La han mejorado, es menos letal, pero con buenos resultados, ya
después veré si me conviene seguirla comprando —contesta tranquilo.
—Los efectos no serán lo mismo, y me preocupa que las cosas se
salgan de control —ambos miran las mujeres que bailan desnudas
mostrando las ganas que tienen de follar en dónde sea, como otras que están
sobre mesas siendo embestidas o dejando que algunos las manoseen
vilmente—. Aún así, no correrán riesgos de salud, en esa parte estoy más
tranquilo.
La droga rusa es letal, cambia a las personas, con el tiempo te vas
volviendo alguien completamente diferente, un títere que sigue órdenes y
está dispuesto a ceder a cualquier tipo de manipulación, lo que es de mucha
ayuda en los burdeles, las mujeres trabajan más, el sexo es mejor al igual
que los shows. Eso mantiene contento a los clientes que pagan buenas
cantidades de dinero por noches de satisfacción sexual.
Adictiva pero una catapulta para olvidarte hasta de tu nombre.
—Podemos hacer que un tercero compré por nosotros, así nadie sabrá
y Braden pensará que tiene otro cliente fijo —propone Arthur.
—No quiero tener nada que ver con él. Ya tengo todo resuelto, solo
espera mi aviso.
Es ingenioso, calculador e inteligente, a Judas nada se le escapa y
menos cuando pretende tener sus propias creaciones.
Pide un trago en la gran barra, el establecimiento huele a sexo y droga,
pero ni las mujeres que se le acercan, le interesan tanto como la que ronda
sus pensamientos pese a saber que algo se trae con el Alpha. Es lógico,
semejante mujer es un anzuelo para cualquier hombre, ella es la
representación del pecado, ese que quieres probar aunque no sabes con
exactitud si estás preparado para quedarte, porque una vez que entras, no
puedes salir, y Venus Adler es una maldición, una adicción que tiene a
muchos deseándola con locura, cómo lo hace Jayden Blackwood...
La angustia lo corroe en estos momentos que se quita el pantalón con
unas ganas inmensas de correrse, usa el preservativo y no espera o toma un
respiro profundo, se hunde de una sola embestida sacándole un grito
ahogado a la chica que sueña con él, lo desea y puede hacer cualquier cosa
con tal de tenerlo así como ahora y como estos días pasados en los que el
pelinegro busca sexo, queriendo olvidarse del martirio que representa la
mujer que también es una adicción para su primo y el italiano, todos con las
mismas intensiones.
Sigue arremetiendo con fuerza, dejando que su mente le muestre lo
que trae siempre, y más en estos momentos agrandando la obsesión insana,
esa que lo llevará a quemarse si no se mantiene alejado y deja que el
instinto lo controle; porque una persona con una vida inestable, busca algo
para apaciguar o alejar lo que diariamente le quita paz, y eso sucede con la
hermana de Megan.
Desde que sus padres se separaron, todo se volvió un infierno, se droga
cada día, se la pasa en fiestas y disfrutando aunque su madre no esté
tranquila, puede estar ocupada la mayoría del tiempo, pero es su hija e
intenta hacerla entrar en razón, pero a la menor no le importa otra cosa que
no sea volar a ese mundo que pisa cada que fuma o se mete coca, cómo lo
hace con el pelinegro que después de correrse enciende un tabaco de
marihuana buscando olvidarse de lo que lo atormenta, porque sabe que
cometió un error, o muchos y el peor fue empecinarse con la mujer que sólo
puede matarlo.
—Ven a la cama —le insiste la rubia—. También quiero fumar, dame
un poco.
Se saca el preservativo arrojándolo en el cesto de la basura.
—No deberías. Se supone que tu madre no te deja.
—¿Cuántos años tengo, 13? —se ríe con un resoplido—. Soy mayor,
hago lo que me da la gana, la droga la compro yo con mi dinero, no con el
suyo.
—Como digas —se lo pasa antes de meterse al baño a ducharse.
El escándalo de su hermana es algo que aún lo tiene estresado, porque
no le cabe en la cabeza como Braden pudo subir tal cosa, se supone que
ama con locura y desea a Ksel, pero subió tal vídeo que la muestra en
pelotas. ¿Y los celos en dónde quedaron?; Él la celaba hasta de los
reporteros que la acosaban. Ahora fue capaz de dejar que la vieran.
Era su amigo, siempre estaban juntos cuando podían, pero tal amistad
se fue quebrando y después de esto, ya no queda sino rencor.
—Jayden, acaba de llegar la comida—le avisa Tracy desde la cama.
La empleada deja ambas bandejas con el almuerzo, se retira y cuando
sale se encuentra con Ksel, quien trata de no mirar el teléfono, porque no
recibe sino críticas, mensajes llenos de odio o quejas sobre su desaparición.
Tiene mucho que hacer con la marca que también le corresponde a Amber,
pero la segunda sigue en Montreal, queriendo un respiro y estar alejada de
la farándula que no hace más que señalar a la pelinegra que no deja de estar
molesta, querer matar al ruso y cortarle la cabeza.
Furiosa entra a su habitación, sigue en el departamento que comparte
con su hermano, ambos los compraron hace dos años, vienen cuando
quieren estar lejos de Londres, pero Milán también está abarrotado de
paparazzis, y en la entra del edificio, los reporteros con cámaras, no sé
despegan, esperando para bombardearla de preguntas que prefiere ignorar
por ahora.
Esperará, en algún momento sólo será un escándalo que pasará a
segundo plano, pero no será fácil, su apellido siempre a sido sinónimo de
perfección, grandeza y poder, lo que la deja más metida en la situación,
porque nunca antes se había manchado y ahora... Su familia trata de llevarla
con calma, aunque su madre sea una inconformista, y ahora es peor, como
en este momento que llega después de averiguar en dónde se había metido
su hija.
—Creí que estabas en Londres, pero no, estás aquí, encerrada, dándote
de cobarde y dejando que allá afuera te pongan por el suelo —la regaña
tomándose la habitación—. Levántate, sigue tu vida. Ya Herodes se encargó
del vídeo, ya muchos medios están convencidos de que fue un montaje...
Su hija se arropa de pies a cabeza respirando hondo, no quiere dejar la
cama, no por ahora, tantas cosas la tienen en crisis emocional pese a llevar
sangre fría y fuerte.
—¡Ksel, no estoy para rogar, levántate de esa mierda, ahora mismo!—
le arranca la sábana.
—¡No!, mejor vete, necesito dormir, estoy de vacaciones por ahora, y
lo menos que quiero es sentir tus aires de perfección...
—No seas insolente, levántate, necesitas ir a una sesión de foto de
Amel.
—Amber está en Montreal, se mantiene alejada de la basura que me
cayó encima, todo por culpa de papá y tuya...
—¿Nuestra?
Se levanta mirándola mal, queriendo entender porque su madre es tan
pedante, pese a ser completamente diferente a Kaleb.
—Sí, te recuerdo que fue idea de ustedes, el que yo comenzará a salir
con ese celopata de la mierda.
—No lo hubieras hecho si no te hubiera gustado, pero no te negaste,
después andabas muy feliz con él, pese a que detestas a los hombres
después de...
—De que me abusaron en la preparatoria, sí, desde ese día, y me
alegro demasiado que ese Imbécil este siendo comido por los gusanos, al
menos en eso si hicieron algo bien, no me dejaron de lado y lo resolvieron
—espeta con una sonrisa irónica—. Y sí, me gustó Braden, pero no por
mucho, y lo sabes. Aún así, ustedes insistían y de no ser por mí, seguiría
con ese enfermo.
Apenas tenía 13 años cuando sucedió, en ese entonces no era tan
cerrada o antipática, ahora, es peor y gracias a sus genes, puede ser un dolor
de cabeza y es todo lo que una Blackwood debería ser.
—Pero lo solucionamos y ya es pasado— entra al armario buscando un
atuendo—. Ahora solo debes dar la cara, si sigues encerrada, creerán que si
anduviste como perra bailando y haciéndole estriper a alguien.
No tiene ni las más mínimas ganas de levantarse, no lo hará, menos
cuando las charlas de su madre son peor que las de una monja que no tolera
los malos actos.
—Hablé con Lucinda, organizará una conferencia de prensa y le
insistió a Amber que fuera...— se decide por un vestido reservado y tacones
a juego—; Aunque no lo veo necesario, sola sería mejor, así los medios ven
que no necesitas compañía, tú sola puedes salir invicta de todo esto. ¿Qué
famoso no ha pasado por una caída así?.
Regresa a la habitación sacudiendo la cabeza al ver que sigue acostada.
Deja la ropa de lado y sale yéndose a la lavandería, una empleada regresa
con ella y es quien arroja el agua fría que cae sobre el cuerpo de su hija, la
hace saltar maldiciendo por el frío y la osadía que acaba de tener Selena en
mandar a arrojarle un balde de agua helada.
—Ve a ducharte y alístate, te espero en la sala.
—¿Se te quemó alguna neurona?— enfurece mirando la cama—. ¡Vete
de aquí y déjame en paz, maldita loca!
Su madre atónita y sorprendida se le acerca mandándole la bofetada
que le deja el rostro rojo y los ojos ardiendo.
—A mi me respetas, joder— la señala—. Hija de tu padre tenías que
ser. Siempre tan falta de respeto al igual que tu hermano, por eso les pasa lo
que les pasa, porque siempre quieren hacer lo que les da la gana sin medir
las consecuencias que pueden traer.
Se acaricia la mejilla mirándola con una sonrisa irónica.
—Siempre tan tú, Selena. Por eso papá te engaña con cualquier puta
que se le atraviese— se va al baño, encerrandose ahí por un largo rato en el
que la llama pero no abre, se sienta en el retrete con la mirada en el suelo y
la molesta al máximo—. Estoy harta.
Jayden sale de su habitación con la rubia quien saluda a Selena cuando
se la encuentran en el pasillo, pero esta no está de humor porque prefiere
irse a la sala a pensar sobre cómo sacar a su hija del encierro para que vaya
a dar la cara o se la van a comer viva los medios de comunicación.
—¿Discutió con Ksel?— preocupada hace que el pelinegro vaya a ver
a su hermana. Pero no les contesta, no sale del baño y deciden darle su
espacio, pero cuando regresan insisten de nuevo sin tener respuesta alguna
—. Abre como sea. Lago me dice que no se sigue duchando.
—Dame espacio— la aparta y se saca el arma de la espalda
disparándole a la cerradura, cede y abren tomándose el gran baño pero no se
llevan una buena impresión, es todo lo contrario—. Maldita sea.
Corre en ayuda de la pelinegra que se tomó un frasco de pastillas y
yace en el suelo sin signos vitales. Se apresura a sacarla, con el miedo
recorriendo sus venas, el pulso acelerado y la preocupación haciéndole
doler la cabeza, porque puede que no se lleven bien, pero es su hermana, y
lo único que tenía cuando sus padres los dejaban solos por estar en
ocupaciones de la organización.
Tracy no sabe que hacer, uno de los escoltas es quien organiza la
salida, asegurando el perímetro y quitando reporteros insistentes, toman el
estacionamiento del edificio y las camionetas se ponen en marcha con
Selena que no deja de llorar y culpar a la cobardia que tomó a su hija, algo
que antes no se había visto porque pese a tener miles de problemas, su
forma de ser le daba para derribar cualquier cosa y seguir, pero ahora.....
—Siempre presionando en el momento menos indicado— le reclama
su hijo cuando están en la sala de espera de la clínica—. No pudiste esperar,
dejar que ella se tomará su tiempo, porque no era hora de salir y postrarse
en frente de una maldita cámara, ¡Pero no, tú siempre pensando que somos
de roca y la perfección se mantiene y se recupera en un abrir y cerrar de
ojos!
La rubia intenta calmarlo pero la apartada con un brusco empujón.
—Jayden...
Su madre intenta hablarle pero él se pierde y ellas quedan a la espera
de noticias que no llegan en los minutos que pasan llenas de preocupación.
En Kiev sigue el arduo trabajo en la fábrica de armas, este será el
último periodo de armería con un producto comprado, por lo que Julián se
mantiene lleno de quehaceres, y ahora más con la orden que tiene para
deshacerse de los militares que rondan varios metros cerca de la casa
búnker. Es un diseñador, armero y perfecto espía, hace parte del escuadrón
alfa aunque tenga que estar aquí, sus conocimientos lo hacen el segundo al
mando después de Mario.
Se ha ganado la confianza y ya faltan solo meses para que sea
oficialmente parte importante en la organización, lo que le permitirá
moverse a su antojo, salir, comprar lo que quiera y vivir fuera del perímetro,
siempre y cuando, no dejando de lado sus responsabilidades que crecerán
cuando los diamantes cambien el rumbo de las cosas.
Sigue molesto y preocupado, la última conversación con Venus, no fue
de su agrado, pero aún así, no deja de pensar en las consecuencias que
tendrá y todo en lo que se metió. La quiere, es la única persona que siempre
estuvo para él, aunque la mayoría de las veces solo era sexo, le agarro un
gran aprecio, arrebasando lo que puede sentir, y que en ocasiones le han
dado severos cambios de humor, no es fácil batallar con lo que tu mente
bloquea.
—Julián, puedes entrar —le dice la enferma del lugar, la misma chica
de siempre y quien a sido de ayuda para olvidar la obsesión que tiene por
quien decidió terminar con todo—. Viniste temprano..
La toma de la cintura subiéndola sobre la camilla, metiendo las manos
por debajo de la camisa que va despuntando, buscando ver su pechos.
—Necesito estar dentro de ti, Margot— besa su cuello bajando por los
pechos que lame y chupa con fuerza, desatando los gemidos de la búlgara.
—Me encanta tu salvajismo...
Se centra, disfrutando del calor de la mujer que lo sacia y últimamente
lo hace olvidar un poco a la pelirroja, pero no del todo, es la primera
persona que ha visto con otros ojos, aunque no pueda, él lo hace y siempre
lo hará porque desde que eran niños, siempre la observaba cuando se la
pasaba sola, llorando por sus padres recién asesinados y deseando que la
sacarán de ese horrible lugar que los fue preparando, eliminando todo rastro
de gentileza y sentimiento.
Cada paso, tortura o fase, la pasaban juntos, superando cada etapa y
celebrando con sexo y platicas que lo fueron aferrando a ella.
—¿Por qué no nos acostabamos desde antes?, Me perdía todo esto.
Lo toma de los hombros disfrutando de las embestidas llenas de
vehemencia y el ambiente acelerado que les dice que deben seguir
trabajando, pero por ahora no le prestan atención, el placer los consume,
sobre todo a él, que se imagina en este instante ese par de ojos grises en esa
cara bonita y sexy que tiene la portadora de la melena roja, ese rojo sangre,
rojo fuego que lo atrapa.
Se corre, llenando el preservativo que se saca, agitado se acomoda la
ropa y toma la píldora que le ofrece.
—Te siento menos perdido en tus pensamientos. ¿Ya te resignaste?
La mira, algo confundo, pero sabe a qué se refiere, la mayoría de los
trabajadores saben que el y Venus eran muy unidos, y la última vez, no se
miraron durante un día completo.
—Iré a terminar el encargo— busca la puerta y sale topandose con el
otro aprendiz—. Encárgate del fundido, volveré en dos horas.
—Suerte.
Equipa un bolso con lo necesario que debe usar pero cuando está por
salir, Margot lo llama y el encargado del área de controles lo pone al tanto
de que ya se resolvió el inconveniente, pero si debe ir a la ciudad a
deshacerse de ciertos espías que rondan aún después de que el escuadrón se
encargará la vez pasada de los rusos.
—Los Marakov siempre tan insistentes. Les gusta que el jefe les envié
los cuerpos muertos— sacude la cabeza tomando el bolso.
—Cuídate. Te estaré esperando— le dice ella.
También es traída de Pakistán, pero su entrenamiento fue diferente,
pues es más especializada en el área de la medicina y metal. El moreno
asiente y se va dejándola con la incertidumbre de si disfruta estar con ella, o
solo la usa para olvidar a la pelirroja.
—Sin duda alguna, ese es un hombre por el que vale la pena botar la
baba —habla una de las prepagos cuando pasa por su lado.
—Ve a trabajar y deja de estar al pendiente de lo que hago.
Sonríe yéndose a ofrecerle agua a varios. Aquí las prostitutas no tienen
derecho a opinar, tampoco pueden salir, ya son esclavas de la organización,
sus pagos se envían directamente a sus familias, siempre y cuando tengan,
aunque la mayoría están solas y prefieren el placer a tener que estar en la
calle.
Julián sabe que debe seguirse ganando la confianza de sus superiores,
es lo que siempre ha querido y espera más adelante poder lograr sus
objetivos.
En este momento parte a cumplir con el encargo, pero pensando
siempre en lo que toma su cabeza y le dice que nada saldrá bien, y si eso
sucede, lo dañará en parte y arruinará sus planes, aunque ya se arruinaron
desde que Venus le confesó lo que hace con la persona que puede destruirla
de una manera que nada ni nadie lo haría.
Mientras que algunos pasan horas de angustia y estrés, otros se
encargan de lo que deben y en eso está el coronel del CEICC: Ashton Hill;
condecorado varias veces por sus misiones que siempre resultan ser un
éxito, hijo de un ex capitán de la marina estadounidense y ahora ocupando
el puesto que siempre quiso, aunque pende de un hilo por culpa de Judas
Rinaldi.
Ambos tenían negocios sucios, o eso le hizo creer Hill, pero la verdad
es que solo era una pantalla para saber más sobre los movimientos en el
narcotráfico, aunque no le fue mal, en veces sus intenciones eran otras y eso
lo relaciona en parte.
—Necesito más información, la que nos dió no sirve, el escuadrón me
lo confirmó después de días buscando la ubicación— brama molesto
mirando a los capitanes encargados de las operaciones nuevas—. ¡Pero para
ya mismo!
—Señor, creo que sería más fácil y daría más resultados si lo
trasladamos a la prisión, aquí piensa que le daremos libertad por decirnos
cosas que no nos han dado resultados concretos— le habla uno.
El objetivo principal es encontrar evidencias en contra de Herodes
Blackwood. Pero por ahora la información que provee el capo de uno de los
carteles de Sudamérica; no es lo suficientemente detallada, y alguien más se
ha aprovechado de la situación para sembrar falsas pistas.
—Lo más lógico sería que tenga fábricas en Montreal, es su zona—
habla el nuevo capitán encargado de estudiar las zonas que ha dicho el
informante.
—No es estúpido. Rinaldi no tiene su mayor patrimonio en Italia,
obviamente Blackwood tampoco, es muy obvio— se levanta cansado de lo
mismo—. Parece que estoy tratando con nuevos. No están pensando como
ellos, deben hacerlo o estaremos siempre en los lugares equivocados.
—En mal momento desapareció el espía que tenía aquí adentro, tan
fácil que fue comprarlo— se lamenta otro.
—Aún no estoy del todo confiado, algo no me da buena espina.
Los presentes se miran entre ellos, queriendo descifrar lo que les dice,
pero Hill habla de una manera que sólo él entiende.
—Organiza su traslado, creo que un buen escarmiento será de ayuda
para que abra la boca— le ordena a quien está a su derecha, en quien más
confía porque lo conoce desde hace mucho tiempo—. No quiero errores,
por los momentos es nuestro mejor az bajo la manga.
—Entendido, mi coronel.
Todos salen a encargarse de las órdenes que tienen. Su asistente entra y
detrás de ella la mujer que se acerca a besarlo notando lo tenso que está.
—Necesitas un respiro— acaricia su rostro.
La aparta despacio volviéndose a sentar, dejando que se le acerque
mirándolo con preocupación.
—Kayla, deberías estar en casa y no aquí.
—No me gusta el encierro, ¿No puedo venir a verte?. Pasas el día aquí,
ya ni nos visitas— se queja algo molesta de lo entregado que ha estado con
el trabajo—. Me estoy hartando, creo que debería visitar a mi madre y
quedarme por allá tal vez una década, hasta que tú nos dez algo de tu
tiempo.
—No puedo dejar que un descanso, los perjudique a ambos, sabes que
mi trabajo es delicado, tanto tú cómo mí hijo, siempre estarán en riesgo, y
más ahora.
—Antes eras más flexible..
—Antes no tenía éste puesto.
—Empiezo a creer que tiene más importancia que tú familia— le
reclama.
La toma de la cintura subiéndola sobre sus piernas, rompiendo una de
las reglas del cuartel.
—No digas eso. Son lo más importante que tengo, y si estoy entregado
al trabajo es porque estaré tranquilo cuando no corran peligro— besa sus
labios recordando porque la ama tanto pese a no tener tiempo para estar
juntos—. Ve a casa, no salgas y llámame cualquier cosa.
—Promete que irás hoy.
—Hoy no puedo, después de asegurarme que trasladaron a una pieza
importante en el tablero del que hago parte al igual que los hijos de perra
que debo atrapar.
Frunce los labios poniéndose de pie. No tiene más opción que irse y
encerrarse, porque no puede ni siquiera salir con amigas, no por ahora, pero
le insisten y batalla con su interior para decidirse en sí visitar a su madre o
no.
Jayden sigue en la clínica, pero con la cabeza en diferentes partes,
tiene algo que poner en marcha y por ello espera que trasladen el cuerpo de
su hermana a una habitación de recuperación, las pastillas le causaron un
gran daño en el estómago, por lo que tendrán que tenerla en cuidados
intensivos durante varios días, esperando que despierte para recomendarle
un psicólogo.
Selena no se despega de la puerta, furiosa se pone en contacto con su
esposo ordenándole que traiga los mejores doctores, pero él no le presta
atención, prefiere ignorarla y dejar todo listo cuando llega a la clínica en
compañía de su hermana.
—Primero el vídeo, ahora un intento de suicidio, ¿Podría ser peor la
situación?— increpa sobándose la barbilla.
—¿Cómo sucedió?— indaga Kaleb mirando a su esposa.
—Creyó que los problemas solo se solucionan con la muerte. Está mal
de la cabeza, necesita atención psicológica o volverá a hacerlo y ya serían
tres veces— contesta de mala gana.
—¿Ya lo había intentado?— irrumpe Elyana.
—Sí.
—¿Cuándo?
Abre la boca para contestar pero su esposo se la come con los ojos
dejando claro que le sacará la lengua si habla.
—Eso no tiene importancia— asevera él.
—Debo irme, avísenme cualquier cosa— pide Jayden y la rubia lo
sigue cuando se va.
—Nos vemos luego, ya sabes, llámame cualquier cosa— le dice ella
antes de subir al auto.
El pelinegro toma el jet con rumbo a Alemania, tiene una semana para
cumplirle a su primo, o el escuadrón deberá haberse cargo, a excepción de
Venus quien sigue molesta porque su jefe le prohibió rotundamente salir o
estar fuera de la mansión. Exasperada se pasa las manos por el rostro,
intentado no caer en la locura, pero no es fácil, verlo con Megan, tener que
verla a ella, el embarazo cambiándole el ánimo a casa rato, todo eso
equivale a querer un respiro fuera de aquí, pero no puede.
—Era yo, ahora eres tú quien parece un tomate, mírate, estás más roja
que tú cabello— bromea Yasmín mirando como camina de aquí para allá,
sin notar que el perro la sigue a donde se mueve—. Pobre Dimitri, ya debe
estar mareado.
—Detesto tener que estar en esta situación.
—¿Lo dices por la lejanía que tienes con el jefe o por tener que ver a la
rubia?
—Si pero no... Bueno, él puede irse a la mierda, no me afecta—
miente porque muere por estar sobre él o a solas en donde ninguno sea lo
mismo de siempre, eso que los vuelve extraños pero lo disfrutan aunque lo
nieguen—. Cree que puede ignorarme, dejarme de lado y venir a buscar
sexo cuando le de la gana. Pues no mi ciela, conmigo las cosas no son así.
—No hay quien te entienda, mi amiga. Dices que no te afecta, pero
mueres de celos, pese a que sabes que de esto no pueden pasar...
Lo sabe. Pero la obsesión es tan grande que la pasión ya carcomio en
ese punto que los hace seguir rompiendo reglas y tomar decisiones no tan
claras, pero necesarias para poder continuar.
—Mira quien habla. Estás igual con Kilian— se defiende.
—Pero es distinto, además, lo nuestro no va muy bien, creo que iré a la
fortaleza, después del golpe final.
Los sentimientos pueden intentar reprimirlos, es lo lógico y necesario,
pero en casos como estos, no pueden tomar las cosas a la ligera, porque
ambas están en situaciones familiarmente parecidas, porque batallan con lo
que revive en sus interiores y eso a sus opiniones; no está bien, es una
desventaja.
—Ustedes necesitan dejar de coger, él concentrarse en sus cosas y tú
en las tuyas, pero el man ya no te va a soltar— le dice.
Y es cierto, ya se volvió una necesidad para Herodes, y no la soltará,
no después de que ambos han quedado en muchas cosas, no de la manera
más clara, pero él ya ha tomado decisiones pese a que la organización es lo
único que le importa, al igual que su puesto y el poder. Tiene claro a lo que
va desde que es Alpha, pero también lo que debe hacer para no
desconcentrarse y lograr sus objetivos, esos que no cambiará con nada.
Todo a su tiempo, y él sabe que debe ir encargándose de cada cosa, sin
dejar de lado ninguna aunque debería hacerlo, sería más eficiente, pero ya
tomó sus decisiones.
—Y lo haremos.
Intenta convencerse, tiene algo por lo que velar, no dejará que nada
malo suceda, no después de que la vida le está dando una oportunidad para
ser feliz, aunque deba hacer sacrificios y uno de ellos, es perdonar, aunque
solo por un corto tiempo, porque sabe que mientras los depredadores
existan, la asecharán sin descanso hasta destruirla.
Entra a ducharse, y en ese momento aprovecha para mirarse en el
espejo, aun no se nota el embarazo, pero se imagina como se verá cuando
tenga un par de meses más, todo lo que tendrá que pasar sola y de las que
tendrá que salir bien porque de esto depende su poca humanidad y el tener a
alguien que estará con ella, eliminando la sensación de soledad que siente
siempre al recordar que sus padres eran los únicos seres que tenía.
Pero ahora ya no volverá a estar sola, tendrá un motivo para vivir y
querer terminar lo que empezó pero que debe pausarse de manera temporal.
Tocan la puerta del baño, Yasmín le pide que se apure, se está haciendo
pipí y no aguantará más, no después de haberse tomado tres cafés para no
dormir y poder espiar al moreno que tenía turno en la madrugada, y según
ella; las empleadas lo iba a buscar para acosarlo, pero no sucedió y eso le
dejó claro que las discusiones han sido sin motivo, los celos han hecho de
las suyas y con eso se sigue lamentando porque la histeria viene de lo que
se niega a aceptar al igual que lo hace Adler.
Ambas salen a suplir sus puestos, ya la noche está por caer y el clima
de lluvia cubre el cielo. En el jardín hace algo de frío y la encargada se
apresura a adentrar a Dimitri para que coma, porque no lo ha hecho,
prefiere estar afuera, y eso es bueno, ya se habría comido a Megan de no ser
así. Aunque sería salir de un gran estorbo.
—¿Hay carne humana?— le pregunta a Dan cuando se lo encuentra en
la cocina.
—No creo.
—Veré.
Revisa y no consigue, saca una bolsa de carne de res, está semi
descongelada, un buen trozo de filete lo deja sobre el mesón antes de buscar
una tabla de picar y el cuchillo. La ayuda acercándole el plato del perro que
se apresura a comer los pedazos que le va cortando para que no se ensucie
comiéndolo todo al mismo tiempo.
—No deberías estar aquí adentro— aparece Megan con una taza en la
mano—. Eso pueden hacerlo las empleadas.
—Señora, estoy a cargo del cuidado de Dimitri, las empleadas le
tienen miedo, y no se lleva bien con ninguna— le responde, evitando las
ganas de lanzarle el cuchillo y atinarle en un ojo.
—Dan podía encargarse.
El mencionado carraspea, termina de comer y se va evitando ver
contiendas.
—Ahora resulta que tú atrevimiento es contagiable— espeta perpleja
—. Esto es el colmo.
Deja la taza y se va, evitando coger un dolor de cabeza. Le molesta ver
a la pelirroja, sabe o supone lo que trama; y es aprovecharse del sexo para
seguir creyéndose con más importancia que ella, pero Megan está lejos de
entender que Venus no busca eso, ya ella se siente importante y superior,
pese a ser solo una guardaespaldas, también tiene su orgullo y el autoestima
suficiente que le deja claro que puede pisotearla cuando desee, pero no es
su intención.
Cosas más importantes tiene por hacer, como para estar prestándole
atención a la rubia. Sería una perdida de tiempo y lo sabe.
Termina de alimentar al perro, limpia lo que ensució y sale rápido
buscando la salida, para no tener que toparse con la persona que la espera
en el pasillo por el que tenía intensiones de salir.
—Ya me estoy hartando de seguir esperando que se te pase tu modo
caprichosa celosa —se le acerca haciéndola retroceder con lo que le
produce la cercanía—. Se acabó la espera.
—Te dije que se acabó, Herodes...
La toma de la cintura moviéndose a la puerta que abre adentrándose
con ella, volviendo el momento más privado y solitario como le gusta.
—Siempre me sales con lo mismo, y después... Terminamos desnudos
y sudando.
—Pasado, eso es...
—¿Segura que ya no quieres más?, Tenemos un trato, pero al parecer
lo estás olvidando, sabes que firmaste el pacto, no puedes romper el
contrato, menos cuando es conmigo— la toma del mentón pasándole la
lengua por los labios—. Eres mía, y no te voy a soltar, tu misma me diste la
llave para entrar en el pecado, ahora no me la quieras quitar porque no te la
daré.
Intenta apartarlo, tenerlo cerca no es fácil, menos cuando tiene muchas
emociones encontradas, quiere tocarlo, alejarlo, destruirlo, hacerlo suyo,
pero no sabe por fin en que decidirse, menos cuando los motivos le dejan
claro lo que si debe hacer y por eso se reprime aunque su cuerpo anhela el
calor que le gusta, ese que incrementa cuando la besa metiendo la lengua,
buscando la suya y dejando que pruebe el sabor a chicle y cigarrillos.
Su cabeza se pierde, pero recuerda lo que trajo el sexo, los momentos
que estuvieron y las veces que debió no dejar que le gustara, pero ya es
tarde y ambos crearon eso que crece dentro de ella y la hace retroceder,
controlando los monstruos interiores que piden lo que no les dará porque se
pasa el dorso de la mano por la boca, limpiando todo rastro del beso que la
dejó agitada.
—Te dije que se acabó— recalca con el corazón acelerado.
—No lo voy a aceptar...
Se niega rápidamente, mirando ese gris que lo aviva de una manera
que no controla y saca eso que termina de firmar el fin de los tiempos.
—Menos ahora. Me gustas, y no sólo de sexo o capricho, estoy
jodidamente enamorado de ti y me siento como un idiota, porque me
jodiste, Venus, lo supiste hacer y te odio por eso.
La toma de nuevo odiandose profundamente por haber dejado que ese
sentimiento regresará después que lo había eliminado porque era lo
correcto.
—Ahora no me digas que se acabó, no lo voy a permitir. Dime que
quieres, puedo poner el mundo a arder con tal de sacarte eso que tienes en
la cabeza y que seas mía, porque ya lo eres, pero lo serás completamente
cuando lo entiendas— sujeta su rostro con ambas manos, uniendo ambas
frentes, respirando hondo—. Necesito que confíes en mí.
Con un millón de cosas por procesar, el corazón acelerado y sin saber
cómo reaccionar, se aparta, no lo mira porque será peor, y no quiere que el
arrepentimiento llegué, debe salir de ahí, y lo hace dejándolo solo, yéndose
en busca de aire y un lugar para entender que mierdas acaba de escuchar y
si era manipulación para terminar follando o si había sinceridad en esas
palabras.
Muchas cosas juegan en su contra, él le pide que confíe, pero ya no es
lo mismo, hay un embarazo de por medio y eso agrava la situación de
manera alarmante. Y eso es lo que se mantiene pensado el resto del día
siguiente. Su jefe no la busca, sabe que debe darle tiempo, no es fácil para
ella, no después de todo la mierda que pasó su cabeza, pero aún así, la deja
quieta en lo que pasan otros dos días, la lejanía se vuelve más grande, la
distancia incrementa y no se miran, tampoco se buscan en ningún momento.
Cada quien es absorbido por el trabajo, y eso los separa un poco del
tema que no se tratará, no ahora que Venus tiene su decisión, y no piensa
cambiarla por algo que no considera seguro, no después de que tal vez en
ese tiempo, deba esperar quien sabe qué. Además, ella no se a confesado, o
tal vez no haya nada que confesar de su parte y eso es algo que juega con la
cabeza de Herodes, haciendo que se llene de preguntas y piense cosas que
lo van volviendo el mismo de siempre.
En las cordilleras Hunsrück se movilizan varios vehículos militares
blindados y con una carga importante que no debe llamar la atención, por
eso, el transporte es terrestre, sin movimiento de helicópteros que llamen
mucho la atención. La brisa mueve las hojas de los árboles y el capitán
encargado del traslado de mantiene en comunicación con su coronel,
dándole las indicaciones de cada paso.
Todo debe salir bien, de esta extracción dependen muchas cosas y por
ello, Ashton Hill no se despega del teléfono, con la laptop revisa las
posiciones vía satélite y se asegura de que la llegada sea rápida.
El cielo se tiñe de gris, la lluvia no se hace esperar como tampoco los
dos autos que se mueven a un radio de 1500 m, quedando sobre una
montaña con vista panorámica del camino que llevan adentrándose entre
dos colinas en las que la interferencia llega con el pulso electromagnético
que causa el destello de los aparatos, el sistema y las luces en los convoy.
—Lo haré yo, no quiero errores— espeta tomando la bazuca con
localizador inteligente.
No quiere fallas, por eso se posiciona ignorando la mujer que se
mantiene a su lado incómoda por la cercanía extraña que se siente desde
que estuvieron en aquella habitación y desde entonces no se han hablado.
Con el ojo en el lente, el pulso controlado y el objetivo en la mira,
dispara atinándole al primer vehículo que se alza en llamas, estallando de
una manera fascinante que le hace humectarse los labios dirigiendo la vista
a la pelirroja que dispara el otro proyectil destruyendo el último.
El del centro pierde el control estrellandose contra una roca, el golpe
impacta el parachoque deteniendolo abruptamente para que los autos que
aparecen puedan llegar, bajan los demás miembros del escuadrón,
encargándose de lo que vinieron a buscar, porque será premio doble para el
Alpha que se reincorpora sacando un cigarrillo.
El material nuevo que no debería salir aún, pero él vio el momento
justo para probarlo y no se lleva nada de decepción, complacencia es lo
único que su arsenal le da, no por nada es uno de los mejores y
probablemente el mejor en unos meses.
—Señor, debemos irnos— le habla Mario recibiendo la información
que le suministra Brett.
—Pueden adelantarse— es lo único que dice.
Una camioneta de queda y es la que conduce Arturo en compañía de
Dan, ambos ceden la privacidad que su jefe necesita, ya saben que tienen
ley de silencio desde que trabajan para él, y de la boca de ninguno saldrá
algo.
—Debemos irnos, no es zona segura, el CEICC llegará— recoge el
arma e intenta ir al auto pero se le atraviesa.
—No vengo a insistir, de nada serviría.
—¿Entonces?
La repara de pies a cabeza, notando que sigue con la misma mirada
llena de odio y frialdad, pero ahora con algo distinto que ella no dirá y el
tampoco la piensa obligar, ya suficiente estúpido se siente por haber
confesado y no recibir alguna respuesta, sea negativa o positiva.
No le responde, pasa por su lado y sube al auto dejando que se
encargue del arsenal, lo sube y aborda también, ignorando su presencia,
soportando lo que siente por dentro, y la agonía que le produce querer
hablar pero sabe que no es lo correcto, nada lo es, menos la sensación de
mortificación que apareció y crece cada vez al recordar esas palabras.
No organizaron nada para quedarse en Alemania, no después de que le
acaban de dañar los planes al coronel Hill, quien furioso pide que averiguen
con exactitud cómo pudieron haberles tendido una emboscada, él mismo
reviso el plan del traslado, no había fallas, todo estaba meticulosamente
planeado para salir a la perfección.
El jet se alza en vuelo después de una misión exitosa, en la parte
privada amordazan a los invitados del terror de los tiempos, el hombre que
toma asiento dejando que la azafata le sirva licor para su disfrute durante las
horas de vuelo con destino a Kiev. El capitán no sabe cómo controlar el
miedo que le produce estar de frente al sujeto que tanto temor causa en
muchos, y ahora en él, no lo mira, sabe que de aquí no saldrá con vida
aunque quiera dárselas de inteligente.
—Señor, me siento tan agradecido de estar con usted y no con esos
hijos de perra que querían sacarme información— le dice el capo.
Llevaba días siendo interrogado, sin tomar agua o probar bocado de
comida, lo tenían amenazado y eso lo hizo soltar la lengua varias veces,
cosa que el Alpha sabe, y no dejará pasar.
—Ya estás a salvo, Sebastián. No temas, iremos aún lugar seguro— se
afloja los guantes que cubren sus manos—. Relájate.
—Mi señor, ¿Sería una osadía pedir ser desatado?
—No. Pero preferiría que optes por estar como el capitán, míralo, no
me mira o intenta decir cosas que no me interesan. Deberías hacer lo
mismo, no estás en posición de pedir
Se saca el arma del bajo de la espalda, dejándola sobre su muslo,
alarmando con la manera tan fría y sádica en la que sus ojos pueden mirar
en cualquier momento.
—En silencio disfrutemos del vuelo y meditemos sobre lo que
sucederá cuando aterricemos— propone poniéndose cómodo—. Nos vamos
a divertir, señores.
El resto del vuelo pasa y en ese tiempo Megan entra a la casa de su
suegra en Londres, para hablar sobre el vestido de novia que ya está listo,
solo debe probárselo, pero no está de ánimos, no después de enterarse de lo
que le sucedió a Ksel, Amber se pone en contacto con su tía, pero las
respuestas son las mismas, nada que logré tranquilizar completamente.
—El velo me encanta, pero creo que debería tener más piedrería— le
dice Lucinda revisando la tela—. Amo con locura el trabajo limpio que hizo
mi amiga.
—Siempre tan cercana a los mejores de la industria— le dice la rubia.
—Para la boda del siglo se necesita lo mejor, y nada que la fortuna de
mi hijo no pueda pagar. Pídele la luna y te la baja cuando la quieras.
—Mi tía me dice que Ksel sigue igual— les avisa Amber, algo
preocupada—. No sé cómo hacer, se supone que teníamos una gira esta
semana próxima.
—Tendrás que hacerla sola. No queda de otra, hija.
—Somos un equipo. No sería lo correcto.
—Pero no te queda de otra, es eso, o dejar que la marca se vea
manchada si no te ocupas ante la ausencia de tu prima.
—Es fuerte, pero opino lo mismo que mi suegra, deberías ocuparte tú
o tendrán más trabajo cuando ella se recupere, lo que no será muy pronto—
agrega Megan.
Se lo piensa, tiene razón, pero lo menos que quería era salir en estos
momentos a lidiar con las miles de cosas que le van a preguntar, ¿Cómo las
responderá?.
—Será una semana atareada— se lanza en el sofá, están en la
habitación del estudio de diseño de su madre—. Necesitaré un psiquiatra.
—Nada que no puedas sobrellevar, eres mi hija, podrás con ello— la
anima su madre.
Pasan dos horas en lo mismo, cenan, salen de compras y al regresar ya
Dwayne está en casa después de haber viajado con Giovanny a encargarse
de lo que tenían pendiente, al igual que Julián que en estos momentos
termina su misión y aborda el auto de camino a la fábrica, con la noticia de
que su jefe acaba de llegar, y con él el escuadrón lo que significa que verá a
Venus al lado de quién no debería.
Cada quien se centra en lo suyo, mantienen la distancia no porque
quieran, sino porque es lo más lógico después de todo lo que ha venido
sucediendo y radica en las consecuencias que van llenando de maldad a la
rubia que revisa su teléfono, manteniendo una pequeña plática que le
recuerda las ventajas de hacerse la ciega, sorda y muda, por ahora, ya sabe
lo que debe hacer para sacar de su camino a los obstáculos, ya se ha puesto
en la tarea de tener escalones que subir para llegar a la cima, sólo debe
esperar el momento indicado.
Puede morirse de celos, pero muchas cosas están a su favor, lo que la
mantiene tranquila, pese a estarse muriendo por dentro y tener que lidiar
con los problemas de su hermana, su madre, la traición anterior, su padre....
Tantas cosas que la hacen aferrarse al camino menos indicado, pero las
decisiones deben tomarse con brío, siempre y cuando sean las correctas y
bien calculadas.
Todos tienen sus objetivos claros, en espera de ponerlos en marcha,
aunque algunos de ellos sean las únicas salidas.
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Deja tu puntito aquí si gritaste con la confesión de Herodes 0.0.

0 Spoiler por favor.

Mil gracias por leer. loviuuuuuuuuu.

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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 77

______✧✧Indiscutible✧✧_______

Venus
Como un cordero ansioso y atrapado, así me siento, y no debería, yo
nunca he sido la presa, no me permito sentirme así, pero esa confesión me
causó un revoltijo amargo en el estómago. Ya no puedo verlo igual, no
después de que su boca saliera todo eso...
Sin embargo, no hay vuelta atrás, no puedo darme el lujo de cambiar
mis decisiones y que algo salga mal, todo juega en mi contra y detesto eso
porque tengo demasiadas dudas con respecto a tantas cosas.
Hace media hora que llegamos a Kiev, y sigo en la casa, sin poder
bajar a la fábrica, Mario me pidió ayudarlo en algo, mi jefe subió tal vez a
ducharse y Dan es quien se mantiene conmigo en el sofá de la sala. El
escuadrón si bajó, y yo aquí, mirando la porcelana de una estatua. Tengo
hambre, estoy cansada y debo levantarme a caminar o el sofá me va a
tragar, aunque no sería mala idea en estos momentos.
Reviso el brazalete, el teléfono, veo el techo, me miro las uñas que aún
siguen casi intactas desde la misión en las Vegas.
Me voy a la cocina, mi pobre estómago ruge, debo probar algo, estar
tanto tiempo sin comer, no me resulta bien, ando como perra rabiosa y así
nadie me soporta.
—Papas fritas con ketchup y mostaza —le pido a la empleada.
Me mira extraño, como si no creyera que estoy pidiendo eso.
—¿Tengo algo en la cara?
Se apresura hacer lo que pedí, espero unos minutos, es tan amable en
prepararme una salsa de queso y atenderme bien, cuando termina, como con
un vaso de jugo. Lavo lo que ensucié aunque se ofrezca a hacerlo, con esto
consumo el tiempo que debo esperar porque en la sala aún no está mi
superior.
Dimitri se me acerca, debe tener hambre y me regaño mentalmente
porque no ordené bajar su comida del auto.
—Ven conmigo —le pido a Arturo cuando lo encuentro.
En la cajuela sigue la nevera portátil con la carne especial que mandé a
empacar cuando salimos de Montreal. La saca, la deja en la cocina y busco
un plato encargándome de alimentar al perro que acaba y me mira, le doy
agua, lo limpio con las toallas húmedas antes de salir.
—Saldremos, alístate —me avisa Mario, se duchó y cambió. Hasta
ahora viene y me lo dice, cuando sabe que una mujer no es rápida y tardaré
mi tiempo-. Que sea rápido.
—¿Nos vamos ya?
—En 15 minutos.
Eso si mi jefe no baja antes.
—Usaré una de las habitaciones— y rezaré para no encontrármelo en
el pasillo.
Con equipaje en mano, subo, Dimitri me acompaña y paso rápido por
la puerta que ya conozco. Entro a la habitación que usé la última vez, me
despojo de la ropa y me meto a la ducha. No me lavo el cabello, tardaré más
tiempo, lo que sería aguantar regaños, solo lo ato en una coleta alta, me
aplico algo de maquillaje ligero, uso un juego de bragas grises y me aplico
crema por todo el cuerpo terminando en el vientre, frotando suavemente
mientras me miro en el espejo.
—Aún no se nota y me siento gorda —me pongo de medio lado—.
¿Crecerás mucho? ¿Umh?
Sonrío respirando hondo, «Estoy demasiado encariñada y ansiosa»,
pero no puedo evitarlo, me gusta como me siento desde que sé que está ahí
dentro, la sensación de soledad mermó mucho.
Uso un par de vaqueros rasgados, una camisa mangas tres cuarto y el
sujetador del torso; me guardo las dos armas y me pongo los botines de
tacones. Recojo la chaqueta y el teléfono antes de salir guardando el aparato
en el bolsillo pero quisiera que la tierra me trague cuando la puerta del
infierno se abre y sale lucifer vistiendo un pantalón ceñido y una camisa
beige con las mangas arremangadas en los brazos.
Nota mi presencia cuando me detengo, el perro si llega a su puesto,
debería avanzar pero se queda ahí, metiéndose las manos en los bolsillos
mientras repara mi atuendo.
Su mirada siempre me va a erizar hasta el más escondido vello, porque
es tan intensa que no puedo evitar mirarlo de arriba abajo, deteniéndome en
los botones sueltos que muestran parte de su provocativo pecho.
—Hoy Arturo se ocupará de tus obligaciones, tú estarás siempre con
Mario —se da la vuelta y se va.
En la sala nos toca esperar que termine de hablar por teléfono y
quisiera quedarme, bajar a la fábrica y buscar a Julián, la última vez no
quedamos bien y algo me dice que ya no será lo mismo, eso me tiene
intranquila.
Abordamos los auto, en el camino no soporto la zozobra del montón de
cosas que rondan mi cabeza e incrementan con la presencia del hombre que
llevo al lado, no me mira, va de lleno metido en el teléfono, Dan conduce y
Mario habla por teléfono en el asiento de copiloto.
No sé si mirar por la ventana, ojear mis uñas o mirarlo por el rabillo
del ojo, su loción me tiene mareada y hago un inmenso esfuerzo para
respirar poco y evitar que la presión arterial se me suba porque es agotador,
tenerlo cerca y estar dentro de ese campo magnético del círculo vicioso que
se forma siempre «me siento mojada».
Desde aquí veo como Mario me mira de vez en cuando y me lo como
con los ojos, es incómodo, pero lo sigue haciendo.
Agradezco que no vayamos solos, eso me reprime de muchas cosas,
pero no quita el calor que siento, tampoco la cantidad de adrenalina que
viaja por mi piel y se acumula en mis manos poniéndome en un estado de
excesivas ganas que me aguanto, aunque me duelan los pliegues y los
pezones.
De solo recordar aquellas palabras saliendo de su boca, aún estoy en
shock porque no entiendo como de semejante demonio puede salir algo así,
no de la manera en que lo dijo, eso fue lo más fuerte.
Abro la puerta y bajo del auto, espero que salga y cierro uniéndome al
anillo de seguridad. Cubren el perímetro y con las manos dentro de la
chaqueta, avanzo adentrándome en el bar lujoso, con temática extravagante
y ambiente elegante con ese pequeño toque de burdel.
Las luces son entre morado y negro, casi todas las áreas están semi
oscuras, menos las de la barra y algunas mesas en el centro, las zonas Vip
son grandes y en la última es donde el Alpha toma asiento, siendo recibido
por Benedik y su hija quien muy sonriente se acomoda el cabello detrás de
los hombros.
Con Dan y Arturo me quedo en una de las mesas a unos pasos, ni tan
cerca o lejos, no puedo alejarme o esa fue la orden que me dió. En los
altavoces suena Dance Again, las bailarinas se mueven sobre las
plataformas, vistiendo sexys trajes con lentejuelas y piedrería que brilla con
intensidad cada que se mueven, avivando a los que bailan y gritan al son de
la música.
—¿Algo de tomar?— llega un mesero.
—Jugo y consígueme papitas fritas—me acomodo en la silla—. ¿Y
ustedes?
—Es un bar, no restaurante —me recuerda Dan.
—Para el dinero, nada es imposible.
—Un Bombay —pide Arturo.
Nos traen lo pedido, no podemos tomar licor pero ambos saben lo que
hacen, trabajan para él desde hace mucho más tiempo.
Desde mi puesto puedo ver hasta la mesa, no debería, pero la hija del
ruso se ve muy coqueta y en busca de lo que no debe. Es hermosa, sí, viste
algo casual pero elegante, y su manera de moverse demuestra completa
confianza a lo que hace, pese a estar haciéndole ojitos al pelinegro.
Miro los shows, disfruto de la comida y me mantengo así, aburrida y
con ganas de dormir, pero llevamos dos horas aquí, no parece que nos
iremos aún y el ambiente se pone mejor cada vez más.
El mesero regresa con dos tragos más, me ofrece pero niego.
—Tómate uno, eso te quitará la pereza— me dice Dan.
—Estoy bien así.
—No parece.
—Iré al baño.
Esquivo a cuanto ebrio se me aparece en el camino queriendo sacarme
a bailar. El baño queda después de un pasillo, avanzo ignorando a los que se
besan y llego metiéndome a un cubículo. Acabo, me lavo las manos y
regreso pero un sujeto se me atraviesa, viste de negro, sus ojos los cubre la
gorra que lleva puesta.
—Si te quitas, puedo avanzar—le digo de mala gana.
—Me pareces conocida.
—No recuerdo haberte visto nunca en mi vida.
Lo aparto y sigo mi camino. En la mesa, el aburrimiento vuelve, pero
no solo eso, la molestia, los celos y las ganas de estrangular a alguien, pero
no a cualquiera, si no a cierto pelinegro que quedó solo en la mesa, pero no
del todo, la rusa sigue ahí, con más insinuación que ganas de vivir porque
se sentó más cerca, como si la música no la dejará escuchar o decirle algo,
aprovecha para dejar la mano en su hombro mientras ríe despacio,
disfrutando de que no la aparta.
«Respira y no los mires» Piden mis subconscientes pero no puedo y
nada cambia ni cuando Mario vuelve con Benedik. No puedo más, debo
levantarme y alejarme en busca de algo de aire, salgo al estacionamiento y
me apoyo en un auto, respirando hondo, buscando recuperar mi tranquilidad
que últimamente se ve afectada con más frecuencia, por su culpa, su
presencia, su mirada, todo...
—¿Pasada de tragos?—me hablan.
—¿Cómo?
Es el mismo sujeto con el que me topé en el pasillo del baño.
—Que si te pasaste de tragos— repite.
—No. Salí por algo de aire.
—¿Te molesta si te acompaño un rato?— enciende un cigarrillo.
—No estoy acostumbrada a tener desconocidos cerca, en estos días no
se sabe quien pueda ser un delincuente —me cruzo de brazos reparandolo
de pies a cabeza— Se debe tener cuidado.
Sonríe, no está mal, es lindo y su cuerpo parece que varias veces a la
semana está en el gym, sus brazos lo demuestran como también los tatuajes
que se ven en su cuello.
—No te preocupes, en esta zona la delincuencia no se ve, ya sabes, por
aquí solo vienen personas con dinero a divertirse.
—¿Vives cerca?
—No. Pero este es mi bar favorito— da una calada acercándose, se
apoya en el soporte de al lado— ¿Y tú?, No pareces de por aquí.
—No lo soy. Y tú parece que tampoco, tienes acento ruso.
La colilla del cigarro cae al suelo, la pisa y se acerca mirando a varios
lados antes de concentrarse en mis ojos.
—Nací en Berlín, pero desde hace dos años vivo aquí.
—Ajá. ¿Y estás solo aquí en el bar?
—No del todo. Soledad siempre es mejor compañía que cualquier
persona.
Me hace reír.
—También conozco a una soledad.
En el intercomunicador escucho cuando Mario me pregunta en dónde
me metí pero no puedo responder, menos cuando el sujeto se me viene
encima tomándome por el cuello, le doblo el brazo pero se zafa mandando
su puño a mi mejilla, el sabor a sangre no se hace esperar y tampoco su
patada que impacta en mi pierna mandándome al suelo, me levanto rápido,
retrocede con mis golpes y saco el arma, también muestra una y le apunto
pero...
Vislumbro al hombre que llega llevándose la atención de mi atacante
que no baja la guardia, me mira de nuevo pero soy más rápida disparando a
su hombro, su arma cae y la tomo ignorando la mirada llena de
desaprobación que se cierne sobre mí.
—Te matan y tú, aquí afuera —me dice Dan, molesto—. No debes
alejarte, menos cuando sabes que te están casando.
—Vine por algo de aire.
—Mala idea.
—Se supone que aseguraste el perímetro. Pero no veo nadie aquí
cerca.
—Usamos las cámaras.
—¿Y de que sirve si me intentaron patear el trasero y nadie vino?
—¿Yo no soy nadie?
—Tú no cuentas, casualmente viniste, seguramente porque Mario te
mandó a buscarme.
Me quita el arma y me voy limpiandome la boca con el dorso de la
mano. Debo tener una marca roja, que se pondrá morada si no me pongo
hielo.
—¿Qué te pasó?— indaga Arturo cuando tomo asiento.
—Me golpeé con un poste.
—Y yo soy cantante.
—Mejor no preguntes.
Mario me mira, se levanta y viene a mi sitio con cara de molestia.
—Evita que me peguen un tiro cuando esté aquí, que por más amigo
del Alpha que sea, eso no me garantiza poder morir por no hacer mi trabajo
—me regaña— Ve cómo te dejó la mejilla, ni con maquillaje se tapará. Nos
llevaremos un regaño por tu culpa.
—Mucho regaño innecesario, ¿Qué importa si me matan?
—No te morirás sola, nos llevarás contigo—me reclama Arturo.
Se regresa a la mesa y quedo como niña regañada.
—Aparte de cuidar al Alpha, ahora tengo que hacerlo contigo —
masculla y lo oigo pese a la música—Ni siquiera a su prometida, pero si
debo vigilarte a ti.
No pretendo que nadie me cuide, menos que piensen que pierden el
tiempo. Quedo sola en la mesa, con ganas de ir y plantarle un bofetón al
idiota que muy tranquilo sigue consumiendo bebidas sin voltear a mirarme.
Una bomba atómica estalla en mi interior desantando el impulso que me
levanta, paso por el lado de la mesa lanzando la mirada venenosa que capta,
no sé si da resultado pero sigo mi camino subiendo las escaleras con acceso
al balcón con vista a la ciudad.
Si no viene, voy y lo levanto con un tirón de oreja. Ya estoy cansada de
todo, lo menos que necesito es tener vigilancia.
—¿Qué sucede?— su voz me gira y lo miro.
—Sé cuidarme sola, no quiero que mates a nadie por mí.
Lo único que parece detallar es mi mejilla, frunce el ceño y me toma
del mentón, revisando el golpe.
—No lo tenías hace unas horas, no deberías tenerlo.
Lo manoteo de mala gana.
—Te estoy hablando de algo.
—Y yo quiero saber que te pasó ahí.
—Eso no es lo que importa —me exaspera y debo pasarme las manos
por la cabeza cuando me surge eso incontrolable removiendo mis entrañas
—. Deja de hacer eso.
—¿Qué? ¿Preocuparme?
—No lo hagas...
—¿Por qué?— me toma, envolviendo mi nariz con su loción y mi piel
con su calor.
—No quieras ganar puntos.
—¿Crees que busco puntos cuando quiero saber quién tuvo la osadía
de tocarte?
Lo aparto, tanta cercanía no es buena para mi estabilidad.
—Mejor escúchame. No quiero tener vigías, no cuando no estoy
cuidándote el trasero. Sé cuidarme sola, ¿Adónde salgo como para tener un
perrito faldero?
Rebusca en su bolsillo, saca un puro y lo enciende, apoyándose en la
baranda, tomándose el tiempo para contestar o tal vez me está ignorando.
No sé de dónde emerge tanta molestia, pero siento las orejas ardiendo al
igual que las mejillas, paso saliva borrando lo que se aloja en mi garganta
pero permanece ahí, amargandome más.
—No sé ni para que te digo. Te importa un quital de mierda, todo debe
ser como tú digas, ya estoy harta, soy yo, tampoco necesito que mandes —
le dejo claro—. Ocúpate de tus cosas, déjame en paz, es todo lo que quiero.
—No está en discusión lo de tú seguridad. Y me estoy ocupando de
mis cosas, tú estás en esa lista.
Abro la boca poniéndome la mano en el pecho, ¿Me ve cara de
objeto?, Es bien imbécil.
—No soy de tu propiedad.
Su risa irónica y de burla aparece cuando me mira.
—Oh, sí que lo eres, preciosa; desde que me diste tu primer orgasmo
en mi cama, ya no te perteneces ni a ti misma.
Me reviso los brazos, las piernas y el torso.
—¿En dónde está la etiqueta que dice "propiedad de Herodes
Blackwood; alias el Alpha de la mafia"?— increpo fingiendo confusión.
—Adentro de tu vagina en donde te marcó mi leche. Ve a un
ginecólogo, tal vez te aclare la duda y te la muestre.
—Idiota.
Me muerdo la lengua por su silencio despectivo. Es un posesivo de
mierda.
—¿Te han dicho lo sexy que te ves molesta?
Ruedo los ojos.
—¿Me quitarás la vigilancia o no?
Niega.
—Entonces, muérete.
Me voy, a grandes zancadas hasta la puerta pero un tirón en el cabello
me devuelve y siento que me va arrancar el cuero cabelludo. Mi cuerpo
impacta con el suyo y estoy molesta pero eso no me salva de sentir la
erección que tiene y lastima el bajo de mi espalda, su brazo rodea mi torso
con fuerza mientras que tira de mi cabello apoderándose de mi cuello con
un chupetón que me sobresalta, sus dientes tiran de mi carne y me dejan
quieta al sentir como si un vampiro me succionará la sangre.
—Duele...
No se detiene y el dolor me recorre todo el cuello.
—¿Duele?— indaga entre dientes, sin soltar aún.
—Te voy a dar una paliza si me dejas una herida...
Afianza el agarre en mi cabello, tirando con fuerza y llevo las manos
hacia atrás clavando las uñas en su abdomen.
—Suéltame...
—Así quiero que me claves las uñas, pero en la cama —sus dientes
dejan de lastimarme y pasa la lengua dejando una capa de saliva—. Me
estás haciendo acumular las ganas y cuando las vayamos a saciar,
posiblemente te parta como aquella vez.
«Y aquí es cuando te dejas llevar y saciamos las ganas». Si claro. Lo
aparto con un codazo en el estómago, no se inmuta pero me suelta, vuelve a
tomarme aprisionandome entre sus brazos y siento que mis costillas crujen,
mi abdomen se contrae y necesito aire, me lastimará, a mí, al bebé....
—Aire...
—¿A cambio?
Es demasiado grande, no soy enana pero sus brazos son tres veces uno
mío.
—Herodes, necesito aire —musito débil.
Afloja pero no me suelta, respiro hondo recuperando aire y diciéndome
que no fue nada malo, no le pasó nada, estoy histérica, sólo eso. Mi
brazalete vibra varias veces, me aparto pasándome las manos por el cabello
mientras escucho lo que me dicen por el intercomunicador.
—Copiado.
Me giro y no es novedad notar que estoy sola, se fue en ese pequeño
momento y lo peor fue que no me garantizó quitarme la vigilancia, «y
volver a tratar el tema, no será buena idea». Debo tener una horrible marca
en el cuello, para completar mi estrés.
Regreso a la mesa, pero mi suerte cambia y me alegra la noticia de que
ya nos vamos «Aleluya, justicia». Abordo el auto, cuento los minutos
porque ya quiero llegar y bajar a la fábrica aunque sean las 3 de la mañana,
necesito ver a Julián, saber si ya no me piensa hablar más o sólo se ha
dedicado a pensar la locura que estoy haciendo.
Llegamos a la casa, estoy cansada pero eso no me detiene, espero que
el amargado se vaya a dormir y cuando ya deje mis armas en la habitación,
bajo al estacionamiento pero Dan aparece cuando estoy por entrar al
ascensor.
—Tengo órdenes de no dejarte bajar.
Debe ser un vil chiste.
—¿Qué?
—Ve a dormir y nos ahorramos problemas.
—¿Por qué no puedo bajar?, Ve a descansar y déjame.
Las puertas se abren pero me detiene y lo miro mal.
—Te saldrá caro si no me dejas.
—Nos saldrá caro si lo hago.
—Iré un momento. Nadie sabrá, a nadie le importa, ve y déjame.
—No.
—¿Qué quieres por dejarme?
—Que subas a dormir o mañana nos matarán a ambos y por ahora
estoy bien, vivito y respirando, no pretendo que me metan a un ataúd.
Piensa, piensa, Venus.
—Ok. Iré a dormir.
Cómo niña buena, me regreso y subo las escaleras, echo un vistazo a la
sala, en los muebles se sienta con los brazos cruzados sin dejar de mirarme
como un espectro entre las sombras.
—Ahora si serán buenas noches.
—Mataste el poquito de cariño que te tenía— le digo.
—Prefiero eso a tener que darle explicaciones al jefe.
Ahora resulta qué tengo que acatar órdenes, siendo una asesina, con 23
años, capaz de cuidarme sola. Entro a la habitación, me siento en la cama y
espero un buen rato, se hacen las 5, quiero dormir pero no puedo. Me
levanto y con sumo cuidado abro la puerta, salgo y bajo las escaleras pero...
Arturo es quien está en el sofá, con una taza en la mano, sus ojos no se
mueven, parece que sabía que bajaría y eso me hace doler la cabeza.
—Sé que no puedes bajar, regrésate y duerme.
A regaña dientes me regreso, me limpio la herida del cuello y la trato,
me quito la ropa y me acuesto a dormir pensando como haré para bajar en la
mañana después de comer.
[...]
Por suerte después del desayuno, Mario me pide que baje con él, mi
jefe no lo hizo y eso es una señal de que podré respirar aire sin su aroma
moja bragas.
Inmediatamente busco al moreno que diviso en una mesa revisando un
caja, está solo y puedo acercarme aunque su mirada me diga que no quiere
hablar conmigo.
—Quita esa cara, necesitamos hablar— le digo.
Sigue en la tarea, ignorando mi presencia.
—Julián...
Me ignora y eso me golpea en el tórax, porque nunca me había tratado
así, sin importancia, evadiendo mi presencia.
—Eres la última persona que quisiera lejos, molesta o con rencor hacia
mí —busco su mirada—. Hablemos...
—¿De qué?. No tiene caso.
Dejo la mano sobre su hombro, se queda quieto y me mira, detalla mi
mejilla unos segundos.
—Vamos a desayunar y hablamos.
Sonrío sintiendo que el alma me vuelve al cuerpo.
—Gracias.
—¿Por?
—Por no...
—Julián..— una tercera voz nos interrumpe y es la enfermera quien
llega con dos tazas—. ¿Vamos a comer?
Mucha confianza, eh. Siento que soy un mal tercio, él recibe la taza y
ella me mira con una sonrisa cálida pero detecto algo de incomodidad.
—Oh, hola. ¿Interrumpo algo?
—Nada de eso. La invité a comer con nosotros— responde «¿Con
nosotros?, Ahora sí siento que sobro»— No quiero despreciar a ninguna.
—No quiero arruinar sus planes, tampoco sentirme incomodando—
hablo.
—No lo haces, linda. Anímate, vamos por algo de comer, algunos de
tus amigos ya están para allá.
—Venus...- la voz de Yasmín me salva.
—Mejor nos vemos luego, Julián. Claro, si puedes, ya sabes.
Echo andar tomando a la pelinegra del brazo, llevándola conmigo
hasta el comedor.
—¿Ya te diste cuenta?
—Ayer. Además de que los ví besándose en una de las áreas de
armamento.
Lo sabía.
—¿Por qué no bajaste ayer? ¿El jefe salió?
Repara mi cuello y lo cubro como puedo.
—Si. Otro cuento para contarte luego.
—Se volvió Drácula, eso significa que...
—No pasó nada
—Eso no es lo que parece.
—Lo sé.
Pedimos lo que comeremos, tomamos asiento en la misma mesa que
Kilian, Helen y Taeyang, por un lado aparece Mario con Flavio, se unen a
desayunar mientras hablan de las torturas que ayer le impartieron al ruso
que sigue vivo la igual que el capitán del CEICC.
—El capo es una marica, no le hice nada y ya andaba llorando —se
burla Taeyang.
—Usaste terror psicológico, es obvio que lloraría- Helen rueda los
ojos.
—No debería ser un traficante si va a llorar a la primera que le quieran
sacar información. Es una vergüenza para el mundo criminal.
—Margot...— llama Mario y veo a la misma mujer llegar con Julián
—. Necesito los informes, para ya.
—Señor, los tengo listos, puedo buscarlos si quiere.
—Cuando salga de aquí me los llevas al área de empaquetamiento.
Toman asiento en la mesa de al lado, por suerte estoy al otro extremo y
no los veo.
—Ya entiendo porque la última vez se sentó con nosotras— me susurra
mi amiga—. Desde ese momento sentí que algo quería.
—No me importa si cogen— soy sincera.
—Sería egoísta si te molesta.
—Eso no es mi problema.
Termino de comer, todos se van levantando, los demás llegan a comer
y sigo a Yasmín buscando distraerme hasta que pueda hablar con Julián, ya
se ocupó, parece que tardará y no me queda de otra, debo mantenerme
ayudando con el conteo de varias cajas de municiones.
Si hace rato me sentía un mal tercio, ahora es peor, mi amiga y el
moreno no hacen más que besarse a cada nada, y yo... Aquí mirando cajas.
—Ustedes sigan, yo iré a ver si Helen está por ahí— salgo antes de
incomodar más.
No tengo nada que hacer, Helen está ocupada con Fátima, Enola no la
he visto y tampoco a Brett, Taeyang es el único que veo solo y ayudando a
un sujeto a revisar el motor de un vehículo blindando.
—Bombón, únete, eres buena en mecánica, danos una manito— me
pide.
No tengo de otra que unirme, ayudar en lo que puedo mientras me río
de los chistes sin sentido, no es bueno, aunque la manera de contarlo es lo
que me hace carcajear varias veces.
—No entiendo nada de lo que dices, y aún así, me haces reír, eres un
brujo.
—Eso se significa que soy seximente gracioso.
—Sabes la respuesta— me rio.
—Llevo horas en esto y me ha hecho reír como no tienes idea— me
dice el sujeto.
—Le agrado a todo el mundo. Que te puedo decir, soy muy sociable
también.
—Mejor terminemos aquí, estamos hablando más de la cuenta.
Seguimos por un par de horas más, acabamos y nos movemos a
almorzar, al terminar busco las maneras de hablar con Julián pero no lo
encuentro y Flavio me dice que fue a la enfermería, no hace falta saber a
qué, tampoco lo busco allá, espero en una mesa y lo diviso cuando sale
acomodándose el cabello.
—¿Hablamos?— le pregunto con algo de esperanza.
—Al rato. Estoy ocupado.
Me deja con la boca abierta cuando sigue su camino. El resto de la
tarde me evade, como nunca lo había hecho y por más que trato de buscarlo
cuando se desocupa, me dice que no puede y se desaparece, aparece con la
enfermera y estoy por llamarlo pero mi jefe llega con cara de culo y eso me
quita las ganas hasta de respirar.
—¿Hablaron?— Yasmín me alcanza cuando voy de camino al baño.
—No.
—Y por lo visto no lo harán. El idiota te está evitando, se nota y Kilian
me dijo que te dijera que no lo asfixies, le quitas aire, aún no está listo para
hablar.
—¿Me han estado espiando?
—No.
—Me siento como un cero a la izquierda.
—No es para menos, siempre eras su centro de atención y ahora te
hizo a un lado.
Y en parte no me gusta, siento que ya no me volverá a ver cómo antes,
al menos no como una amiga en quien confiar.
Me lavo el rostro y respiro hondo. Si no quiere hablar, no lo voy a
molestar, tampoco pienso estar detrás de él mientras me esquiva para ir a
follar.
Evito mirar a mi jefe, tenerlo cerca no me produce nada bueno, menos
cuando se queda aquí por el resto de la noche, se hacen las 10 y no me
muevo, hablar así no es buena idea y por ello dejo que las horas pasen, subo
a la casa y me acuesto a dormir, en la mañana despierto temprano, bajo de
nuevo y es lo mismo de ayer pero con un nuevo inconveniente, ese tiene
nombre y apellido; Jayden Blackwood.
Llegó hace unos minutos, con el encargo que tenía pendiente y eso
cambia el humor de su primo que complacido se acerca cuando le quitan la
capucha a la mujer que llorando se retuerce buscando sacarse del agarre de
Brais y otro sujeto.
—Kayla de Hill, la que tanto pediste— le dice Jayden.
—Ahora si comenzará lo bueno— habla Helen a mi lado.
Esto conlleva a más problemas, porque no saldrá si no muerta y el
CEICC se nos vendrá encima cuando el coronel sepa que su esposa
desapareció y está en las garras del Alpha.
—Llévenla a una celda menos asquerosa que las demás, trátenla bien
— ordena con sarcasmo.
Kilian y Brett se encargan. Yo quisiera moverme pero no puedo pese a
tener l amurada de Jayden sobre mi, aunque le haya aporreado los testículos
aquella vez, es masoquista, porque busca un momento a solas y se me
acerca cuidando que no lo vea mi jefe.
—Aún no te olvido y no lo haré.
Evito torcer los ojos, le paso por el lado dejando claro que no me
interesa en lo más mínimo, creo que está obsesionado y ya suficiente tengo
como para añadirlo a mi lista de problemas.
Mario se mueve con Julián y los sigo, el primero se separa a atender el
teléfono y hago un último intento por hablar con el moreno.
—¿Hablaremos o no?
—Venus...—deja los planos de lado, algo casado me mira y suspira—.
En verdad no tengo ánimos de hablar, menos sobre eso.
Auch.
—¿Pero si para follar?, Waoo, veo que las prioridades cambiaron, y no
me molesta, tranquilo, entiendo, y no te preocupes, no te molestaré de
nuevo, Julián.
Con un horrible dolor en el pecho, me doy la vuelta, me toma del
brazo pero me safo.
—No quería irme y quedar así, pero veo que no hay remedio.
—Aún no te vas.
No respondo, salgo y me voy directo al ascensor, necesito ir a
ducharme, apagar lo que sale por mis poros, estoy con muchas cosas en la
cabeza y unas de esas es saber que el único amigo cercano que tenía, ya no
me quiere cerca.
Siento que vuelvo a estar sola, era lo que vendría en algún momento,
pero no aún, pese a tener a Yasmín, no puedo hablar con ella y Flavio no
cuenta, no tenemos mucha confianza aún, aunque se preocupe, hablemos
siempre que podemos, no es lo mismo y debo concentrarme pero no puedo,
de momento me siento presionada, con dificultad para respirar y un horrible
dolor en el pecho que sube hasta mi garganta como si quisiera vomitar pero
no sale nada, mis ojos pican y debo lavarme el rostro varias veces.
Recuerdo; Pakistán, mi niñez, mis padres, mis llantos, todo la miseria
que viví adentrándome en un mundo que me fue comiendo, escupiendo y
moldeando a su antojo, porque ya no soy la misma y tampoco lo que mi
madre habría querido. Ahora más que nunca debo ser yo, eso que nadie
borrará y menos ahora, es necesario para mantenernos con vida, alejados de
todo y no salir con grietas.
Vuelvo a vestirme, me reviso la mejilla, una empleada me trae la ropa
que mandé a lavar y recién recuerdo que no he ido de compras, tampoco
podré salir sola y no pretendo hacerlo con un vigía. Sé cómo es esto, tendré
que estar como político bajo amenaza, y todo porque mi jefe al parecer no
recuerda que paso el día detrás de él y puedo cuidarme sola.
Me encuentro a Dimitri en la sala, le sirven algo de comida y bajo con
él, su amo está en el mismo lugar de cuando me fui, trazando sobre unos
planos, tal vez diseñando en completa concentración que no quiere ser
dañada, nadie se le acerca, solo una esclava con bebida que deja sobre la
mesa.
—Venus.. ven acá —la voz de Mario me mueve en su dirección— Ve a
supervisar que la señora Hill reciba su comida.
No hay necesidad de llamar al perro, me sigue e ignoro a la doctora
cuando sale del área de celdas, me adentro, paso por la del ruso que se ve
irreconocible, con la misma ropa de aquella vez y oliendo a futuro muerto.
—Creí que ya estabas muerta, pero al parecer aún te están dejando
respirar.
—Eso, o tu sobrino es un inepto que no sabe dirigir un par de asesinos.
—Ya más adelante lo sabrás.
—Esperaré ese momento—sigo de largo.
Reviso lo que me pidieron y estoy por devolverme pero los gritos del
fondo me frenan y me acerco cruzando las dos grandes puertas.
—Usted es algo difícil— Brett tortura al capitán con ayuda de Enola y
Fátima.
Quisiera quedarme, sería una buena distracción, pero no quiero ver la
cara de la rubia. Tanta perturbación no me gusta, menos cuando debo estar
cerca del mayor de mis problemas, no me mira, pero yo no puedo evitarlo,
menos cuando me ordena buscarle algunas munisiones, las revisa, estudia
cada diseño y las mejora en los planos, trazando líneas en el diseño de al
parecer una Beretta, pero personalizada.
Desde mi puesto puedo ver la mirada de tristeza de Julián, sacude la
cabeza y se da la vuelta con la llegada de su amiguita, Yasmín me mira
encogiendose de hombros y tomo asiento tragando grueso al sentir la
garganta seca.
Ahora soy la presa de caza de los rusos, faltaba menos, cuando no es
una cosa, es otra. Debo ser cuidadosa, no salir sola al menos que sea
necesario, evitar un tragedia es mi prioridad, no estoy para maltratos. Las
horas pasan, en la madrugada se alista todo para partir Montreal, ya se se
acercan los días importantes y eso me mantiene ansiosa hasta cuando
llegamos.
Megan recibe a su prometido, no le presto atención, sería una perdida
de tiempo y es más viable aguantarme los celos. Descanso las horas que me
corresponden, me encargo del perro, reviso cámaras en el área de control y
platico con Flavio sobre mi alimentación, se ha dado de cuenta lo que he
estado comiendo y según él; eso no es sano, menos en los primeros meses
de gestación.
—Esa ginecóloga debió recalcarte lo necesario de la alimentación,
pero no lo hizo. Deberías cambiar por otra—sigue.
—Si me lo dijo.
Sacude la cabeza en reproche.
—Y tú eres tan terca que no le haces caso.
—No sabes lo feo de tener ganas de comer solo una cosa y que lo
demás de produzca náuseas- de solo recordar las papitas, crujientes, con
ketchup—. Ya me dió hambre.
—¿De comida o basura?
—Ahora vuelvo.
—Pide una ensalada, pollo sin grasa...
—Eso suena aburrido.
—Aburrido pero sano.
—Ajá.
Salgo pensando en las papas, cruzo el pasillo y paso por frente de la
puerta del gimnasio, está abierta pero no hay nadie. En la cocina me
preparan lo que pido, me sirvo jugo y regreso a la sala, no pienso comer
aquí, encontrarme a Megan o su novio no está en mis planes.
En el camino me encuentro a Taeyang me intercepta robándome una
papa, la unta en salsa y vuelve a querer repetir pero lo miro mal.
—Ve por unas.
—Éstas se ven deliciosas.
—Son mías.
Se va por el aviso en el intercomunicador, aprovecho para entrar y
sentarme a comer bajo la mirada de desaprobación del hacker, me regaña
varias veces pero estoy tan desorientada bajo el sabor de la comida.
—Saldré en la tarde, debo ir a comprar algunas cosas— le digo.
—No puedes ir sola. Ni siquiera puedes salir..
—Será rápido. Además, tienes la ciudad bajo tu lente, ¿Qué podría
pasarme?.
—Aún así...
—Iré de una vez.
Mario entra avisando que el Alpha debe viajar, llevamos mi 24 horas
aquí, y ya tiene que subir de nuevo al jet, por suerte es nuevo, le da más uso
en estos días.
—Tú te quedas aquí, vendrá el clan colombiano y debes atenderlos —
me explica mis responsabilidades durante estos dos días y no me gusta,
tendré que lidiar con Megan y no podré salir—. Pórtate bien, no salgas.
—No lo haré.
Flavio me mira cuando me levanto a organizar la salida. Tendré la
tarde despejada, podré ir a comprar lo que necesito antes de que lleguen.
Dimitri debe irse con su dueño, eso me hace sentir más sola, porque
últimamente a sido mi compañero y ahora se va. Paso un rato con el, le doy
de comer y preparo sus cosas subiéndolas al auto. Todos ya están listos, las
empleadas sacan el equipaje de mi jefe y Mario me vuelve a recordar que
no debo salir, Taeyang se quedará para ayudarme en lo que necesite.
_No dejen de revisar las cámaras cuando vengan los Bontate, llámame
cualquier cosa —me dice antes de abordar el auto.
Me hago a un lado cuando mi jefe sale, me mira y con eso me dice una
y mil veces que obedezca y me quede encerrada o las consecuencias serán
grandes. Aborda y lo miro quedando atónita con su fragancia.
—Dimitri, cuida a ese amargado— le susurro en el oído.
—Vamos— el pelinegro lo llama.
Se van y me adentro en la casa revisando el trayecto de las camionetas
hasta la pista privada.
—Por fin un pequeño descanso— habla Taeyang estirándose en la silla
—. Iré a dormir por un rato.
—No. Me acompañarás a comprar unas cosas.
—No podemos salir.
—Estoy a cargo, será rápido, nadie se enterará.
—No creo..— duda.
—Podremos pasar por un burdel, follas y volvemos.
La duda desaparece, se levanta y quedamos en lo que haremos, no
pienso encerrarme quien sabe hasta cuando. Me voy a alistar, dejo al
personal organizado e ignoro la llegada de Megan y su hermana, habían
salido.
Preparo mi cartera con un arma, me visto con un short corto, camisa
mangas largas y las botas bajas. Me ocupo de dejar todo tal cual como está,
las llaves del auto es lo primero que busco esperando por mi acompañante
de hoy, aparece vistiendo vaqueros rasgados, camisa azul marino y zapatos
bajos.
—Andando, conduzco yo.
Le doy las llaves, no tengo problema con que lo haga. En el camino
me aplico algo de labial mientras platicamos sobre la llegada de los
Bontate. La primera parada es una tienda de ropa interior femenina, ya me
hace falta nuevas bragas.
—Debería acompañarte— me dice cuando estoy por bajar.
—Si quieres.
Entra conmigo, cojo una cesta y es tan amable en sostenerla mientras
busco algo que me guste, paso por varios pasillos, algunas mujeres nos ven,
o mejor dicho, lo ven a él que no hace más que coquetear con descaro
aprovechando el momento. No se le acercan del todo, pensarán que es mi
novio, pero aún así, lo miran sin disimulo y no lo voy a negar, no estoy
ciega, Bank Taeyang está bueno, es apuesto, corpulento, piel marfil, ojos
rasgados y cabello sedoso, todo un asiático sexy y sensual.
—Date prisa, debemos pasar por el burdel— siempre puto y cachondo.
—Por cosas como estas, Helen te detesta— le digo.
—Eso no es nuevo.
—Harían linda pareja, aunque sea de solo sexo.
—Con semejante morena de curvas de infarto, no saldría de una
habitación. Pero me odia, siempre lo ha hecho.
—¿Por qué será?
—No tengo culpa de que mi pene no quiera solo una vagina. La suya
podría estar bien, pero...
—¿No te llama la atención ni siquiera un poco?
Se lo piensa unos segundos. Recojo varias prendas y las dejo en la
cesta.
—Eso es un sí— le palmeo el hombro.
—No te voy a mentir. Si me gusta, es feroz, sexi, con carácter y humor.
El prototipo perfecto de mujer para mí.
—¿Y?
—Si le digo que me gusta probablemente me de tres bofetadas, luego
un rodillazo en los testículos seguido de un "muérete, Bank" —se ríe—.
Mejor no la tiento.
—Pero si te gusta, deberías decirle.
—¿Y salir muerto en el intento?. Prefiero decirle a Fátima que le
quitaré el lesbianismo con unas buenas tantas de sexo.
—Eso si no te lo recomiendo.
—Mejor cambiemos de tema.
—Ves. Trato de que tengas a Helen, se ve que también le gustas, del
odio viene el amor y entre ustedes hay química, la noté el día que se
besaron en aquella discoteca, los ví, estaba ebria pero no lo pase por alto.
Tal vez no amor, obviamente no, pero si hay tensión de la buena, ¿Y
para qué ignorar eso y estarse odiando?
—Ese día nos besamos varias veces y me gustó, tanto que creo que por
eso no hice el trío que tenía pensado.
—Esa mujer te tiene ganas, pero tú promiscuidad la hace retroceder.
—¿Tú crees?
Me encojo de hombros dejando que piense por un rato en lo que
pasamos a otra tienda. Esto me recuerda a mi situación con Herodes, lo
mucho que detesto su lado Playboy y lo bipolar que se comporta aveces.
Nosotros si que no encajamos, solo en sexo y hasta eso se terminó
porque ya debo poner los pies en la tierra, debí hacerlo.
—Le diré —se anima finalmente— Cuando regrese. Pero primero
vamos al burdel, dejaré mi promiscuidad al salir de allí, lo prometo.
Ruedo los ojos y termino de pagar en la caja.
—No rompas tu promesa o te corto la corona.
La chica que cobra me mira extraño y sonrío notando que hable muy
alto.
—Gracias —recibo mi tarjeta—. Vámonos.
No compré muchas cosas, no por falta de dinero, sino porque no
podemos perder tiempo y aún falta ir a un lugar de sexo. Encontramos uno a
unas cuantas cuadras, en una calle con otros establecimientos parecidos,
todos abiertos pese a que es de día. Aparca en el estacionamiento y abajo
dejando el bolso, solo tomo un par de billetes y el arma que me guardo en la
espalda.
Nos detenemos en la barra, pide un trago, yo opto por una margarita
sin mucho alcohol, no debería tomar pero tengo algo de sed y apenas
llegamos. Las mujeres se pavonean con diminutos trajes que solo tapan lo
necesario, lo demás que se ve es piel y más piel.
—¿Debería cerrar con un trío?
—Como gustes— le resto importancia.
Se va por lo que quiere y quedo mirando el show de stripper que acaba
de comenzar con un espectáculo de fuego. Me muevo al sofá que me indica
un chico, Taeyang ya consiguió dos mujeres y a ambas las toquetea
mientras observa el baile de la que tenemos en frente. Un sujeto me invita a
bailar pero lo rechazo, no vine a divertirme, solo complazco a quien me
complació pese a que no debemos estar fuera de la mansión.
«Rip si tú jefe se entera».
No lo hará.
«¿Cómo sabes?»
La música me hace mover un pie al son del bajo. Puede ser de día,
pero aquí adentro me siento como si fueran las 2 de la mañana.
—Quita esa cara, pide un trago —me grita entre risas.
—Hazlo rápido, quiero irme.
—Relajate, bombón.
Sonrío sacudiendo la cabeza, ese apodo solo lo dice él.
La luz, el ambiente, el olor, la cantidad de personas, todo se une y con
eso una sensación que llega a mi pecho, me toco buscando desvanecerla
pero permanece ahí, amargandome el momento porque con eso llega ese
peso que siento en los hombros, algo así como si me estuvieran acechando e
intento levantarme, decirle que nos vayamos pero capto los dos sujetos que
se acercan caminando rápido y...
Busco desfundar mi arma cuando noto a lo que vienen pero tiran de mi
brazo, el asiático se pone alerta buscando serme de ayuda pero un disparo
pasa cerca de mi rostro, el zumbido me deja casi sorda y muda al sentir la
sangre que me salpica el rostro y....
Los gritos, la música, los estruendos y la impresión me regresan a la
realidad y saco el arma e intento no mirar como el cuerpo de mi amigo cae,
busco derribar a los que aparecen pero me toman a las malas, son muchos,
salen en manada y me arrastran, estoy por safarme sin dejar de mirar el
cuerpo que yace sobre el sofá con el disparo en la cabeza.
Me sacan entre tirones, mis subconscientes no dejan de regañarme, el
arrepentimiento me consume y algo se me atora en la garganta cuando la
zozobra me abarca recordando una y otra vez que no debía salir.
Me clavan una jeringa en el cuello, la adrenalina merma, mis ojos
pesan y solo dan para enfocar el rostro que me mira de cerca con una
sonrisa en los labios.
—¿Te acuerdas cuando no pudiste matarme?— pasa la lengua por mis
labios y no doy para torcerle el cuello, me siento como un títere sin
fuerzas&. Nos vamos a divertir querida Diosa.
Su puño impacta en mí rostro y todo se nubla no sé por cuánto tiempo.
[...]
Mi torso está contra al parecer un soporte de metal, no sé, pero es frío
y me eriza los vellos del cuerpo trayendome a la realidad y notando que
estoy desnuda, solo visto las bragas y el brasier. Los ojos me pesan, hago un
intento por espabilar pero los recuerdos llegan como una avalancha de nieve
fría que me quema por dentro al recordar lo que sucedió y en las
circunstancias que debo estar.
Me muerdo la lengua despertando por completo, tengo las manos
atadas sobre la cabeza, las piernas juntas y el cabello recojido de manera
que mi espalda queda a la vista y... reprimo el chillido de dolor al sentir el
calor que desprenden: el collar que tengo en el cuello, las cadenas que
sujetan mis muñecas y tobillos. Es tortura, una muy dolorosa que consume
mi carne y pone a doler mis huesos de una manera que me quita las fuerzas.
Vuelvo a caer en el desmayo, soñando las consecuencias de lo que
hice, la muerte de Taeyang «Tal vez solo ví mal, no puede ser verdad», lo
que me espera y como mis planes se acaban de ir a la mierda.
No pienso en otra cosa, solo en lo que crece dentro de mí, eso me hace
mantenerme despierta aunque soporte como mi piel básicamente se cocina
y se pega al hierro de lo que me sujeta nublandome la vista. No he podido
detallar mi entorno, y no lo haré mientras siga en estas, el dolor me aísla por
unos largos minutos en los que termino jadeando y con la garganta reseca.
El cuello lo tengo inmóvil, la frente pegada a la base y el cuerpo
temblando con el frío que llega como si estuviera en un clima demasiado
frío, pero la verdad es que estoy en una sala de tortura, a mis lados también
veo a dos sujetos igual y no me alarma nada, solo saber que puedo caer al
vacío en algún momento si no salgo de aquí.
Busco como removerme, pero soltarme es imposible, durante un largo
rato me doy de cuenta y de nuevo cuando escucho el sonido de una puerta,
unos pasos se acercan despacio, nadie habla pero escucho ese pequeño
sonido próximo al látigo que cae sobre mi espalda arrancandome la piel,
sacándome la sangre tres veces hasta que se detiene y mis extremidades
quedan en un extenso dolor que aumenta con el filo de la navaja que traza
por debajo de mi cuello, despacio, abriendo mi carne.
La sangre se desliza por mi piel, me baña las piernas, el corazón me
late demasiado rápido pese a saber cómo se siente estar en esta situación,
pero peor porque sé que no estoy sola, y me van a joder por mi propia
culpa.
—Que lindas quedaron las letras—la voz se escucha lejos, o tal vez sea
por el zumbido que tienen mis oídos bajo la fase de dolor repetitiva—. Me
gusta tu tatuaje, muy delicado.
Vuelve el calor en las cadenas y caigo en el desmayo nuevamente, pero
no del todo, sigo sintiendo como mi carne arde y mis dedos tiemblan bajo el
método de tortura tan hostil y despiadado.
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____________________________

Megan
Me paseo por la sala, con el teléfono en la mano y el corazón tan
acelerado como si se me fuese a salir. Estoy sola, el té no me ayuda y
menos saber que los Bontate vendrán y debo tragarme todo y hacer como si
nada hubiera pasado.
El teléfono vibra y contesto con la garganta seca.
—Gracias por la información, hermosa. Te acabo de quitar un peso de
encima, pero eso no te asegura que dejaré a tu novio en paz— me dice.
—Eso lo sé muy bien.
—No te preocupes por nada. Ya sé perfectamente cuál es el siguiente
paso; no nos conocemos, tampoco hemos hablado nunca y no sé de tu
existencia aunque seas la prometida de mi enemigo— se ríe— Ok.
Cuelgo antes de que el remordimiento me aturda de nuevo. «Ya está
listo, usé una de mis opciones para sacarla del camino».
Aquí cada quien hace lo que debe, y yo no soy la excepción. Me siento
como una mierda, pero mi puesto no es el de una santa, eso me lo han
dejado claro, no tenía de otra y haré lo que sea para mantenerme subiendo
de escalas. Estoy en período de prueba, y con esto me voy enseñando que
debo sacar de mi camino lo que estorba porque no pienso lidiar con dolores
de cabeza, menos siendo la Alpha.
Me muevo a la cocina, organizando la cena porque ya deben estar por
llegar y supongo que debo estar al pendiente de todo, demostrando que es
mi trabajo y me estoy esforzando como todos los hacen en lo que les
corresponde. En el comedor preparan la mesa con vajillas costosas,
utensilios de plata fina y decoración a la vanguardia, todo a la altura, como
siempre.
Me aseguro de supervisar que los platillos tengan el aspecto que pedí.
Tuve que mandar a traer al chef de siempre, no puso peros, sabe a dónde
venía y de quién se trata, no se iba a negar
—Ya me dió hambre— mi hermana aparece ya preparada con un
vestido de satín hasta las rodillas y el cabello suelto—. ¿Falta mucho para
comer?
—Los invitados deben de estar por llegar.
—Iré a llamar a Jayden mientras espero.
—Estás enamorada hasta la médula.
—¿Se nota?
—Demasiado y eso me preocupa.
—¿Por?
—Mejor ve, aún estoy ocupada.
A pesar de sentirme mal, una gran satisfacción recorre mi cuerpo, me
siento con un peso menos y eso me mantiene con buena vibra y feliz
recordando que ya puedo estar tranquila, en algún momento sólo me
acordaré de lo que hice y será un recuerdo gracioso de como me deshice de
una vil ramera de esas que seguirán apareciendo pero no estarán con tanta
frecuencia en frente de mis narices.
Subo a ducharme, me decido por un vestido de tirantes y falda suelta,
me abrocho el cinturón y me calzo los tacones antes de encargarme del
cabello y el maquillaje. Mario me llama a preguntar sobre lo que supuse, le
digo que no sé nada y estoy ocupada con la llegada de los amigos de la
familia, cuelga y salgo con el teléfono en la mano.
—Llegaron— me avisa una empleada.
—Hazte cargo de que suban el equipaje.
—Sí, mi señora.
Me encanta cuando me hablan así. Se siente tan bien.
—Bienvenidos —saludo bajando las escaleras— Duke, Isabella y
Milena.
Hoy tampoco conoceré a su hijo. No vino.
—Megan, te ves radiante y hermosa— Isabella es la primera en
saludarme.
Su hija me regala una pequeña sonrisa llena de hipocresía pero no le
presto atención, su padre me saluda y los invito a sentarse en los sofás. Nos
traen vino, Tracy se une a la plática y Milena le pide tomarse fotos con ella
en el jardín.
—Espero ser de buena compañía. Mi prometido tuvo que viajar y
regresa pasado mañana— les informo— Cuando esté de regreso podremos
abordar temas más delicados, por ahora, procedamos con platicas menos
sobre trabajo ¿Que dicen?
—Me parece bien ¿Y a ti, querido?—me apoya su esposa.
—Lo que quieran.
No ondeamos nada sobre mafias o hablamos sobre política, el tema de
la noche es moda y farándula, el señor Bontate se dispone a escucharnos,
beber y hablar por teléfono el resto de las horas, hasta cuando terminamos
de cenar y pasamos a la sala de estar.
Por un momento la señora quiere hablar sobre el escándalo de Ksel
pero no pretendo abordar nada referente, es algo que también me afectó en
parte, la conozco y es mi amiga, eso que subieron la destruyó y ahora está
en una clínica aún al borde de la muerte. No debería estar aquí tan tranquila,
pero no puedo hacer otra cosa que seguir con mis ocupaciones hasta que las
cosas se normalicen y Herodes se encargue de acabar con los rusos.
—Tracy, me muero porque me cuentes sobre cual será tu próximo
desfile, quisiera ir, hace tiempo no estoy en uno y no sabes cuánto amo estar
a la moda- le comenta Milena.
—El último fue espectacular, aún estoy esperando las próximas
noticias sobre Amel— se une su madre.
Al terminar la noche, las empleadas terminan de preparar las
habitaciones y me despido satisfecha con que todos se divirtieron, hasta
Tracy que se hizo amiga de Milena, ambas se quedan otro rato en el jardín y
yo superviso la limpieza de todo, al terminar estoy agotada y con dolor en
las pantorrillas subo las escaleras.
En la habitación, me doy una ducha con agua caliente, me acuesto pero
el teléfono suena, sin embargo, lo tomo pero no doy para contestar, los ojos
se me cierran solos y caigo en un sueño tranquilo y profundo.
En la mañana estoy tan feliz que podría brincar en un pie, pero me
aguanto y bailando me meto en la ducha cantando una pieza de Bruno
Mars. El agua me cubre por completo, me encargo de masajear mi cuero
cabelludo y desenredarme el cabello, al salir tomo la crema y trato de
hacerle cariños a mi piel mientras hablo con mi madre en una video
llamada, poniéndola al tanto de lo que hice ayer, sin preocuparla con la otro.
—¿Cómo se porta tu hermana?
—Bien, no la he visto drogada, creo que estar aquí la aleja un poco de
eso.
—Eso y no estar al lado de Jayden. Es una mala influencia, desde que
salen se va vuelto más impredecible.
—¿Tú crees?
—Sí. No me veas la cara de tonta, sé que también se mete esas
porquerías— se pasa las manos por el rostro.
Me levanto buscando lo que usaré.
—Mamá..... Trataré de hablar con ella, tal vez pueda convencerla de
pensar lo de la tiza.
—Hazlo o tendré que encerrarla de por vida.
—No digas eso ni en broma.
—Me volveré loca en algún momento.
—Al final la que tendrás que ir a recibir ayuda serás tú— bromeo
soltando una risita—. Ya te veré, mami.
La escucho reírse también. Hace tiempo no hablábamos así.
—Te noto muy radiante, ¿Sucedió algo que deba saber?
Me visto con el enterizo holgado sin mangas.
—Supieras que sí. Estoy feliz, no sabes cuánto.
—Pero yo quiero saber el porqué de tanta felicidad a mi bebé—se
emociona.
—Soy la prometida del hombre más poderoso, nos casaremos, ya me
estoy ocupando de los estorbos y mi paz mental la estoy llevando muy bien
gracias a unas sesiones de yoga que recibo con una profesora vía online—
le comento— Me ha servido de mucha ayuda..
—Me alegra verte así. Espero que todo te salga bien —por un
momento se aparta del lente de la cámara y regresa con unas carpetas,
parece que ya de va a ocupar—. No he dormido, tengo que prepararme para
un juicio.
—Hablamos después, le diré a Tracy que llamaste.
—No es necesario, le dejé varios mensajes.
—Colgaré, debo cerciorarme de que las empleadas estén preparando el
desayuno.
—Ok, cuídate, hija.
Me termino de alistar y bajo, paso por el frente de la puerta en la que
me detengo dejando la mano en el pestillo, pero no me molesto en girarlo,
sé que está cerrada. El desayuno lo están sirviendo, veo por la ventana el
clima es perfecto para comer afuera.
—Comeremos en la mesa de la piscina, saquen todo.
—Ok, señora.
Se apresuran y pruebo una rebana de pan con mermelada de crema
mientras salgo y camino cerca de la piscina hablando por teléfono con mi
secretaria de la empresa. Tengo algo de trabajo acumulado, pero ya me
sentaré a terminarlo, por ahora debo dejar que me ponga al tanto de algunas
cosas.
—Megan, te estaba buscando— mi hermana llega vestida con licra y
camisa suelta, parece que estaba en el gimnasio—. Necesito un favor.
—¿Qué?
—Llama a Jayden y pregúntale en dónde está, no me contesta, me
manda al buzón.
—Se acuesta contigo, llámalo tú.
—Por favor. También tienes confianza con él, te contestará.
Lo más probable sea que no.
—Estoy ocupada—tapo la bocina del teléfono—; en una llamada
importante.
—Cuando termines.
—No voy a...
—Gracias, te amo tanto —besa mi mejilla de manera rápida antes de
irse dejándome con la palabra en la boca.
—¡Tracy!
—¡Te amo!
Isabella pasa por su lado saludándola con una sonrisa.
—El amor de hermanos es tan hermoso—comenta —Querida, buenos
días.
—Buenos días, ¿Cómo estuvo la estadía?
—De maravilla. La casa es fenomenal; tan grande, extravagante y
costosa. Toda una maravilla, me fascina —avanza conmigo a la mesa—.
Muy eficientes las empleadas, y la comida es deliciosa, cien porciento
gustosa.
—Me alegra saber que estoy atendiendo bien a amigos importantes de
la familia.
—Y estamos muy agustos. Más que cuando la propia Lucinda nos
invitaba a Londres antes de que su esposo cediera el puesto.
—Mi suegra, sí, también es excelente en el tema de organizar. No por
nada es una de las mejores socialites y embajadoras de marcas—es
imposible no sentirme entre los mejores.
—¿Comeremos?—aparece Milena—. Muero de hambre.
El buenos días queda en el olvido, se nota que no le agrado, solo
quiere cogerse a mi hombre y le saldrá caro si mete las narices en donde no
debe. Terminan de servirnos, Tracy también llega y debo decirle que no me
contestó o me volverá loca, y la mañana está muy bonita como para
arruinarla.
Se supone que hoy llega Herodes, después de comer lo llamo pero no
contesta y eso solo dice que debe estar ocupado o quizás, buscando una
nueva puta, ya debió haberse enterado desde ayer, o tal vez no.
No es muy importante como para hacer revuelo, fácilmente puede
cambiarse y traer a otra de la fortaleza, cada día entrenan cómo deben
estarlo los niños que a futuro serán los escoltas de mi descendencia.
Duke Bontate prefiere quedarse cuando su esposa me pide salir de
compras con su hija y mi hermana. La tarde se nos va en eso, comemos algo
en un elegante restaurante y al llegar a casa me encuentro con la sorpresa de
que Dwayne llegó con Giovanny.
—Suegro, que alegría verte por aquí.
—Te veo muy feliz, Megan.
—Yo me siento igual que siempre.
—Se nota— el consejero no me saluda, sigue de largo al jardín en
dónde se sienta con el colombiano.
—¿Cuándo llega?
—Se supone que debería ser hoy. No hemos hablado.
Rueda los ojos.
—Como de costumbre —mira su teléfono—. Subiré a ducharme, ve si
puedes comunicarte con él, dile que estoy aquí.
—Ok
Mi escolta se encarga de las bolsas que trajimos. Subo a ducharme y
bajo a unirme a la plática que tienen en la piscina. Mi suegro no se ve de
buen humor pero eso es normal, de él su hijo heredó esa cara de culo.
—Muchos se han visto afectados con la separación de la mafia rusa en
el acuerdo— comenta Duke— Me han comenzado a comprar droga, más
que antes.
—Eso es bueno, más ingresos— digo.
—Sí, aunque algunos bandos prefieren la de ellos, sin importarles si
firman su acta de defunción— agrega Dwayne con la atención en su
teléfono.
—Sus problemas.
—Nosotros solo debemos ir eliminando la peste.
—Mi futuro esposo se ha estado encargando de eso— le aseguro
confiada.
—Nadie lo pone en duda, mi señora. Sabemos que el Alpha no dejará
escapar nada.
Eso se sabe muy bien, por eso espero que se olvide de esa estúpida
difunta guardaespaldas y se centre en la organización, su puesto y nuestro
compromiso que es obligación, no puede hacerlo de lado, le pasaría más
que cualquier otra cosa.
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____________________________

Ahhaaha, se prendió esto....

0 Spoiler por favor.

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Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 78

________✧✧Serpientes✧✧_______

Herodes
No debí dejarla, fue una patética idea, pero es indispensable, la
necesito allá encargándose de los Bontate, es necesario, tal como lo son
muchas otras cosas que ya irán completándose.
Debo seguir arriba, ya tengo mi puesto más que ganado, mis
sacrificios, la lealtad, todo crece y ahora más que nunca no me conviene dar
un paso en falso; no lo había hecho, no lo haré ahora. Todos trabajan en lo
que les corresponde, demostrando que merecen los puestos y seguir en la
organización, aquí nadie se sienta a esperar que el dinero le llueva, menos el
gran jefe.
Todo lo que tengo lo he forjado porque lo que soy es gracias a mí, la
mayoría de mis patrimonios no me los heredaron, solo mínimas cosas como
las empresas que hoy en día ocupan los primeros puestos en los rankings
mundiales gracias a las mejoras, y mis altas expectativas que me llevaron a
hacer de todo más grande porque si algo he aprendido estos años es:
El poder es la ley.
—El sistema de seguridad solo necesita mínimas mejorías, pronto
estará en el mercado superando el anterior —continúa el gerente de
marketing—. El futuro es la visión principal, y esto innova la evolución de
las empresas...
Sigue pasando las imágenes en la gran pantalla, lleva ratos hablando
sobre el lanzamiento oficial de un nuevo sistema de seguridad, pero yo
tengo la cabeza en otro lado.
—Las mejores marcas de autos querrán asociarse y eso generará miles
de millones en un año, o tal vez en menos...
Sigo deslizando el bolígrafo por mi mentón, mientras miro como mis
dedos tamborilean sobre las teclas de la MacBook que muestra lo que
debería estar revisando, pero nada me parece más importante que lidiar con
las ganas exigentes de tomar el teléfono. Creo que pisé fondo, ese lado que
hace tiempo me hizo sentir como un idiota, hoy es más fuerte, no es
correcto, eso sí lo sé. Pero ya no hay de otra.
Me pongo de pie quitándome el saco, hace calor o la falta de sexo me
está haciendo sudar más de lo normal. La secretaria me trae agua, los
gerentes siguen hablando y me concentro unos minutos, pero la punzada en
la sien me saca de órbita, el cuerpo lo siento más pesado y debo mandar
abrir una ventana, encender un cigarrillo y fumarme unos dos, pero nada
ayuda.
Mario se pone de pie, con el teléfono en la oreja sale y hago lo mismo
yéndome a la oficina, firmo algunos documentos y busco para llamar a mi
tormento, pero mi mano derecha entra pálido y sudando.
—Malas noticias.
Detesto esas dos palabras, más en este momento en el que mi cabeza
piensa solo en una cosa.
—Habla.
Con la cabeza punzando, rodeo el escritorio dejando el teléfono de
lado, esperando que hable pero...
—Venus salió de la casa, el otro miembro del escuadrón fue asesinado
en un burdel y a ella se la llevaron, traté de revisar las cámaras, pero no
aparece nada...— comienza martillandome el tórax.
El vaso se hace añicos en mi mano con la fuerza que empleo queriendo
hacer acopio, pero todo es vueltas, el mareo me toma y solo escucho los
latidos que llegan hasta mis oídos nublándome la vista.
—Le dije que no saliera. Tenía que organizar la llegada de los Bontate,
pero no me hizo caso y ahora...—no termina de hablar porque mi mirada lo
calla.
Lo encuello, el empujón lo manda al suelo y saco el arma apuntándole
en la cabeza, preso de la ira, el temblor que toman mis manos y el ardor en
el pecho me vuelve eso que me rompe, sacando mi sed de sangre.
—¡Se supone que su seguridad era primero!— enceguecido saco el
seguro.
—Cálmate.
Ofuscado me aparto, pasándome las manos por el cabello, controlando
la manera de respirar porque siento que el corazón me late demasiado
rápido y me duele «Me van a joder».
—Ya me puse en contacto con amigos, Flavio está revisando las
cámaras de la zona. Pero será más fácil al regresar y estar en la sala de
control —me explica guardando la distancia—. No le harán nada...
—¿No le harán nada? —suelto una risa amarga—. La van a torturar,
violar, humillar y matar. ¿Te parece poco?
Alza las manos intentado calmarme, rebusca en los bolsillos y saca el
teléfono.
—No.. mira que no le harán nada pero...
Le arrebato el aparato reproduciendo el vídeo que me destruye por
dentro, acabando con uno de mis pilares, ese que se marcó desde el primer
día y fui un imbécil.
Las imágenes me hacen sujetar con fuerza el mango de la glow al
tiempo que veo, que la veo amarrada como una esclava, siendo azotada y
marcada como un animal. Su espalda de asco, está desnuda y esto no es
nada para lo que sé que le harán, las letras que le escribieron en su piel, eso
lo dice todo y me pudre el interior:
“Mía, lo seguirá siendo si no me devuelves lo mío”
—Ese hijo de las mil putas.
La cabeza me duele en exceso, no sé qué hacer, el mareo no cesa y
tampoco las ganas de ir hasta Rusia y cortarle la cabeza a Braden Marakov,
ese Imbécil pagará cada herida, gota de sangre o lágrima que le saque.
—Si te calmas, piensas mejor —me recomienda.
Dan entra con el otro hacker y no estoy en mis cabales, no hago más
que pensar en lo que le harán mientras tanto, todo lo que la van a joder poco
a poco hasta que no quede nada. Y todo porque no supo acatar una simple
orden, tenía que quedarse en la mansión, cumplir con su trabajo y demostrar
lo que se supone debe ir haciendo mientras que yo venía a terminar unas
cosas, pero no, su terquedad siempre por delante, la odio, y ahora más.
—Señor...— Mario es el único que queda y respiro hondo apretando la
mano que sangra a causa del vaso que rompí— Lo resolveré, pero necesito
que se centre.
—No resolverás nada sin mi aprobación. Lleva horas secuestrada y
recién me vienes con la noticia. Agradece que no te mato porque tienes la
orden de encontrarla o te pesará. Prepara mi regreso a Montreal —busco mi
teléfono y me pongo en contacto con Benedik—. No le daré a su maldito
tío. No me va a arrinconar como una presa sin salida.
Debo calmarme, tengo que. Con un poco más de control me preparo y
salgo abordando el auto sin dejar de hablar por teléfono.
El mundo arderá si me la destruyen, es mía y lo mío no se toca.
[...]
El escuadrón tiene permiso para hacer lo que sea que piensen con el
cuerpo del miembro que mataron.
Mario se encarga de investigar con ayuda del otro hacker y cuando
llego a la mansión Megan se me viene encima a saludar, pero su cara me da
más migraña y la aparto siguiendo de largo hasta el jardín. Duke se pone de
pie, mi expresión le quita las ganas de saludarme y sabe que voy a decirle,
no hace falta abrir la boca.
Su esposa y su hija nos dejan a solas.
—Nos acabamos de enterar sobre lo que ocurrió ayer, que lastima, tu
guardaespaldas personal era muy eficiente para la organización al igual que
el otro sujeto —me habla el colombiano—. Pero una vez que te marcan, ya
no hay vuelta atrás.
—Se la pusieron muy fácil. Se supone que eran dos de los mejores —
comenta Dwayne.
—No me senté para hablar de eso —los corto—. Vamos al grano o no
me quedaré aquí perdiendo el tiempo, tengo cosas más importantes por
hacer.
No tengo ánimos para hablar de algo que no les incumbe, es mi
problema.
Con dolor de cabeza tengo que tratar los temas que tenemos
pendientes, esos que trajeron aquí a Duke y de lo que tenía que ocuparse,
Adler, pero ahora todo se echó a perder y tengo que ocuparme yo mismo,
eso me distrae unos minutos, pero al entrar a mi habitación, es imposible no
pensar lo que probablemente le deben estar haciendo y yo aquí sin poder
hacer nada.
Ella es mi debilidad, siempre lo será y queda demostrado cuando no
puedo estar si no es con la zozobra de que la necesito calmando mis
demonios internos, esos que se sacian sólo con los suyos.
Siento que las horas pasan lento y sin ningúna novedad que me ayude,
aún así, no desisto en ningún momento, tengo que estar centrado, tener la
cabeza fría para poder pensar lo que haré, cómo voy a soportarlo porque no
puedo pasarme el tiempo molesto o dando órdenes a cada rato.
Debo ser preciso, estudiar muchas cosas y las posibilidades que cada
vez son menos, pero no las dejo de lado.
Me ocupo yo mismo de revisar cada cosa que Mario me plantea, no
deben haber errores y estaré más seguro si estoy al pendiente de todo. Cada
minuto cuenta, aunque sienta que en ese tiempo una nueva espina caliente
me atraviesa ese pedazo de hielo que tengo como corazón.
Experimentar tanta agonía me está torturando muy en el fondo,
recalcando que dejé que el tiempo me la arrebatara sin haberle asegurado
algo, pero era tan cerrada y difícil que el orgullo fue el problema y ahora...
Debo recuperarla o me sentiré una completa mierda, más que antes.
Tocan la puerta, Megan entra con un vestido corto que resalta sus
curvas, el culo y las tetas. Se recogió el cabello y viene en plan provocador,
pero ninguna mujer que va a satisfacer, no en estos momentos en los que
solo quiero a una y posiblemente esté siendo violada o ultrajada.
Eso descompone mi genio y así soy un peligro hasta para la rubia que
retrocede al verme la cara.
—¿Estás bien?
—No. Y menos para sexo contigo.
Recojo el teléfono y el vaso de licor.
—Yo podría ayudarlo a relajarse, mi señor.
Me hace reír y sacudir la cabeza.
—Me relajaría si sacas tu trasero de mi habitación —en estos
momentos soy peor que antes—. Y posiblemente si dejas de asfixiarme por
un mes.
—¿Por qué me tratas así?, Solo venía a hacer lo que una prometida
debería.
—Deberías estar con lo de tu preparación, sin embargo, te estás
echando la soga al cuello pensando que ya estás lista —ña encaro mirándola
de pies a cabeza—. Te faltan cojones y muchos para ser la Alpha.
Busco la puerta saliendo con las manos temblando y el pecho
retumbando con esa misma sensación que me carcome desde ayer, y no se
va, menos el resto de las horas que sigo en el estudio, esperando noticias
que no llegan, pese a poner el mundo de patas, tengo que escarbar
minuciosamente y tener paciencia, pero no es fácil cuando quiero resultados
rápidos.
En la noche no pruebo bocado alguno, sólo algunos tragos de licor
cuando reviso las cámaras de la sala de control.
—En Rusia todo está echo un caos, están matando a pandillas que no
aceptan el mandato de Braden. El 5% se negó y ahorita están siendo
degollados y quemados en sus mismos callejones— me informa Flavio
Martin.
Desde el escándalo de Gerald, las cosas se le salieron de control y
matando las piensa arreglar. A parte de que Ksel sigue entre la vida y la
muerte, intentó matarse, no soportó tanto, y si sobrevive, tendrá que pasar
por más, el ruso no desistirá, está obsesionado y hasta que no muera o la
tenga, no se quedará quieto.
Una guerra estúpida que aún no debía desatarse, pero ya está hecho y
lo que me molesta es el hecho de que quiere arrasar con lo mío, como si el
destino supiera que debe joderme primero para poder dar inicio con todo.
Cada segundo que pasa no estoy tranquilo, no duermo, no encuentro
algo que me ayude y tampoco tengo noticias que me sirvan de soporte,
porque siento que me voy derrumbando con el pasar de las horas, los días y
cada momento perturbador en el que me despierto sudando, temblando y
teniendo secuelas de esos sueños que regresan después de un largo tiempo
libre de ellos.
Ella me jodió, y ahora lo harán de otra manera dándome en donde
nadie debería. Me había encargado de no regresar a estas situaciones, pero
heme aquí sintiendo que mi vida pende de un hilo y la poca humanidad que
tengo; puede perderse en cualquier momento.
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Venus
El dolor no cesa, pero eso no me desorienta del todo. Lucho por
mantenerme despierta ante las circunstancias, el ardor en las muñecas y los
tobillos.
El collar sigue en mi cuello y pasé de estar contra el soporte, a estar
encadenada sobre una fría silla del mismo material en donde me han
impartido varias descargas eléctricas que tienen mis dientes chocando, la
cabeza palpitando y la boca llena de saliva pesada que puede ahogarme en
cualquier momento si no la escupo, pero no puedo, la falta de comida me
tiene con un horrible dolor de estómago y en el pecho al pensar que no solo
yo estoy pasando hambre.
A mis lados también hay dos hombres, con grilletes en un pie, no se
ven con fuerzas para levantarse, ambos están tan golpeados que sería
imposible reconocerlos.
En el piso hay sangre, el lugar huele a mugre, excremento y orina.
Además de que en las paredes no hay si no instrumentos de tortura. Sobre el
techo una pequeña lámpara que me enfoca haciéndome arder los ojos
porque desprende algo de calor que me ayuda a mantenerme despierta
aunque el frío sea horroroso.
En frente de mi hay una silla con una mesa, sobre esta algunas pinzas,
cuchillos y algunas otras cosas que no puedo divisar bien. Muevo las
manos, estudiando lo que me ata, las probabilidades de soltarme son nulas e
intentarlo sería ilógico pero eso no me detiene, necesito salir de aquí, sé a
qué vendrán y por los momentos me he salvado de palizas, sólo por ahora.
Tras las puertas se oyen ruidos, baras siendo azotadas en rejas, gritos,
llantos y lamentos.
—Quiero... Quierooo...—los que tengo a metros se arrastran como
gusanos, desesperados pidiendo no sé qué, pero lo hacen con una gran
necesidad, como si sus vidas dependiera de ello— Quiero... quieroooo...
Se rasguñan entre ellos, muerden las cadenas que los sujetan, como si
eso los fuera a liberar y me remuevo en la silla cuando el sonido de la
puerta me alerta.
Un sujeto alto, tatuado y con expresión de sádico entra con un látigo
en la mano, chorrea sangre fresca y mis ojos lo recorren al moverse en
dirección a los que musitan pidiendo, pero se ganan varios golpes, terminan
pegados a la pared, jadeando de dolor y clamando que se detenga, pero no
lo hace, se aleja a los controles de la pared, tecleando y no me causa nada
ver cómo los electrocuta un par de segundos en los que no le bajo la mirada.
—Una Diosa en los aposentos de mi señor —toma asiento subiendo
los pies en la mesa—. Eres hermosa, aún no te supero. Es una lastima que
vayas a quedar hecha una mierda.
Me carcajeo divertida, es terroríficamente lindo, pero no tanto.
—Es una lastima que sigo atada o de lo contrario ya te habría metido
una de esas pinzas por el culo, maldito perro.
—Ufff, ardiente y feroz, así me gusta.
—A mi me gustará verte gimiendo de dolor, porque te la voy a meter
hasta el fondo y no podrás sentarte más nunca en tu miserable vida —me
relamo los labios ladeando la cabeza—. De sólo imaginarlo, me prende, y
no sabes cuanto.
Toma unas pinzas detallando la punta.
—Muy valiente, es normal en una diabla que intentó matar al líder de
los Marakov. Pero te recomendaría que no muevas demasiado esa lengua, o
no la tendrás al finalizar el día.
—¿Ésta?— la saco moviéndola de arriba abajo—; Con ella lamere la
sangre que te voy a sacar de la boca.
—Lamerás mi verga si sigues hablando, perra.
Alzo el mentón riendo despacio.
—No chupo vergas insignificantes.
—¿Insignificantes?. La mía puede partirte en tres.
—Ja. Ja. Ja. ¿Probamos?, Ven y libérame, nos vamos a divertir, guapo.
Se pone de pie viniendo a mi sitio, volteándome la cara con el
puñetazo que me rompe la nariz y la boca, el sabor a hierro lo pasa mi
garganta calmando la resequedad que tenía.
—Ven, ahora en esta —le muestro la otra mejilla, riéndome con
amargura burlona—. Dale con fuerza ¿O te da miedo?
Alza la mano y espero el golpe que no llega porque un sujeto entra y
salen dejándome sola por no sé cuánto tiempo, pero según mis cálculos,
más de 10 horas en las que cabeceo.
Nadie me sacará de aquí si no lo hago yo misma.
Tenía que haberme quedado en la mansión, de haberlo hecho, Taeyang
seguiría con vida y a mí no me estaría matando el remordimiento de culpa,
porque ya no lo veré, su muerte no saldrá de mi cabeza y menos cuando me
quedo dormida soñando infinidades de cosas que me pueden suceder si no
busco como salir de esto.
En todo momento pienso en el Alpha, lo decepcionado que debe estar
o lo feliz por haberse librado de mí, le salió fácil que me trajeran, ya no
tendrá que lidiar con mi presencia, y yo seguiré lamentando haber dejado
que no cabeza lo grabara con tinta indeleble, esa imborrable, ahora sí
recuerdo no se va y menos al pensar que puede perder lo único que me
interesa.
—¡Pene fantástico! ¡Quiero agua, maldito desconciderado!— la
garganta me arde—. ¡Te sacaré la tráquea!. Que clase de raptores son, no
me han pegado una manguera de agua fría, sinceramente no saben como se
hace nada.
La puerta se abre, entran pero es alguien más que viene a subirle al
frío, apaga el bombillo y sale dejándome temblando, con las manos
dormidas al igual que los pies, sin contar que la piel del trasero se me está
quemando con la silla.
La espalda, no sé qué demonios hicieron, pero me arde también, debo
tener heridas profundas y tal vez a punto de infectarse.
—Quierooooo....—comienzan con los suplicios el resto del tiempo que
me mentalizo para no caer en la locura «hace mucho frío»—. Quieroooo...
—¿Qué? ¿que quieren?, Ya me tienen harta con su “quiero... quiero”.
No pudieron al menos ponerme en una sala sola, ¿Es mucho pedir?.
Temblando y mordiéndome la lengua, así sigue mi calvario a la vez
que tarareo una canción para distraerme y no pensar que tengo hambre,
estoy cansada, «Estamos». Inquieta muevo los dedos de los pies,
minimizando la respiración que no es sino fría e irregular.
—Buenos días, Diosa. ¿Cómo pasaste la noche?— entra de nuevo.
—Hubiera sido mejor si no estuvieran esos dos aquí —espeto —.
Sácalos, no hacen más que pedir y pedir...
—¿Quieren?
Se arrastran nuevamente, besándole los pies, mostrando lo miserable
que se ven.
—Ya tendrán, en unos minutos.
Cambia la calefacción y puedo respirar bien. La nariz me arde, debo
parecer un tomate y ni se diga mi espalda, no la siento al igual que los
dedos.
—¿Cuándo veré a Braden Marakov?, quiero quejarme del pésimo
trato, no me han dado ni siquiera agua sucia, nada— trago aunque sienta
que la garganta se me rompe—. Al menos búscame un pedazo de algo para
masticar.
—Ya lo verás.
Dos sujetos entran, se encargan de soltarme y a fuerza de empujones
me sacan por un pasillo lleno de celdas con personas deterioradas, el
ambiente huele horrible, todos dan asco y más las que están en el área en
dónde me lanzan gritándome que me lave bien cuando abren una manguera
de agua fría, el cuerpo se me adormece, cada músculo se me contrae pero
me lavo como puedo. Lanzan un balde de agua con jabón y aprovecho para
lavarme las heridas aunque el dolor incremente.
Y como si fuera poco, en el collar que llevo en el cuello anclan una
cadena de la que tiran como si fuese un animal rastrero.
Me vuelven a sacar por dos grandes puertas, el sol me marea, eso es
señal de que llevo días encerrada porque no soporto mis pies al caminar por
un camino de rocas, cada paso es una tortura, tengo hambre, y si no fuera
por el agua que bebí al bañarme, estaría tirada sin fuerzas.
Reparo el entorno, estoy entre montañas, no muy lejos se ve una
enorme casa, al lado una especie de construcción de las que salen camiones
y mujeres con cajas y empaques de la droga rusa. Sigo caminando, sin dejar
de mirar nada, puedo soltarme, matarlos, pero la cantidad de vigías es
demasiada, y todos tienen sus ojos puestos en mí, y como no, estoy en
bragas aún.
No me llevan a ver al ruso, por el contrario, lo veo acercarse vistiendo
vaqueros y camisa suelta, gafas de sol y gorra. Camina con una confianza
que me hace reír porque le pienso arrancar las piernas cuando tenga la
oportunidad.
—¿Que tal el sol?—se burla mirándome de arriba abajo—. Una
bronceadita te sentará bien.
Mueve la cabeza, los ineptos que tengo a los lados, me llevan con ellos
y me sujetan a un enorme tubo con cadenas y candados de manera que mis
manos quedan detrás de la espalda, mis pies juntos y mi cuerpo debajo del
candente sol en el que me dejan toda la tarde, sin agua, quemándome como
huevo en sartén, sudando, deshidratada y sufriendo heridas de quemaduras.
El estómago me ruge, la pesadez en los ojos me dificulta mirar a mi
alrededor, pensar con claridad y chismosear lo que hace el ruso que desde
una mesa debajo de un techo grande, me observa alzando un vaso, le da un
sorbo y quisiera que se atragante con un hielo, queme su garganta y le salga
por el culo.
«No sabe en lo que se está metiendo»
Me tiene aquí siendo vista por sus hombres, todos me ven como
basura, esclava, prisionera que morirá en algún momento por haber trato de
matar a uno de los duros y precisamente ese cree que me verá pidiendo
piedad, pues no mi ciela, no está tratando con cualquiera, yo ya he pasado
mucho como para darme por vencida en sus manos.
Aquí en dónde estoy no me dejo vencer, tampoco cuando me regresan
a ser electrocutada y a pasar frío el resto de la noche, pero aún asi sigo de
pie, soportando, sin darles oportunidad de escupirme encima, porque si
muestro algo de vulnerabilidad: me joderán más rápido pensando que soy
débil, pero si no me ven flaquear, no me subestimarán.
Las heridas de las muñecas no sanan, menos con la maldita silla en la
que estoy clavada el resto del día siguiente, sin comer nada, solo tomo agua
cuando me sacan a bañar, como si estar sucia fuera un pecado.
Cuando me estoy quedando dormida, vienen por mi y esta vez el trato
es menos brusco, no me lanzan como muñeca de trapo, pero si tiran de la
cadena lastimandome la tráquea. El pene fantástico se encarga de vigilarme
cuando me adentran en la gran casa, el ruso está en la sala con su madre y
otras personas, tal vez parte de su asquerosa y futura difunta familia.
—La perra que intentó matarme, la que sedució a mi tío y ahora será la
carnada perfecta para el intercambio— habla rodeandome.
El golpe en las piernas me manda al piso y caigo arrodillada,
raspaádome.
—Debería matarla con mis propias manos, hacerla sufrir tanto como
deben estarle haciendo a mi esposo —una mujer se me acerca tomándome
del cabello—. Me haría muy feliz sacarle la lengua.
Suelto a reír sin detenerme.
—Tanto te preocupa ese hijo de perra, no sabes las veces que te negó,
diciendo que no tiene esposa...—su bofetada no me detiene, sólo me da más
risa—. Das pena, querida. Yo que tú, lo dejaría pudrirse en el infierno y
haría mi vida.
—¡Eres una perra malparida!
El ruso me manda al piso con el puño que me rompe la nariz, la sangre
me ahoga y quedo aturdida sin dejar de sentir como se ríen, se burlan y me
arrastran como animal, sin importarles si mi sangre mancha la alfombra que
debe costar un dineral.
No se detienen, me hunden la cabeza en un balde de agua, aplicando lo
mismo varias veces, dejándome respirar un segundo antes de volver a
hundirme y cuando creo que se cansarán, me levantan y... Dos rodillazos en
el estómago me doblan las piernas, sacan el aire de mis pulmones y llenan
mi cabeza de sufrimiento al pensar que tal vez lo tocó... le hizo daño...
Me vuelven a encerrar en el mismo lugar, esta vez sin frío pero si con
calor y eso no es lo único, porque me lanzan agua fría y termino vuelta un
ovillo en el piso, con un grillete en el tobillo y otro en la mano izquierda.
[...]
Suciedad, mal olor, maredos, agotamiento y dolor de estómago, son
algunas de las tantas cosas que me hacen sacar fuerzas de donde no tengo y
terminar sentada, respirando por la boca y mirando las heridas de las
muñecas y los tobillos.
Las luces se encienden y con disimulo ojeo mis piernas calmando mi
angustia.
Señor Don polla colosal se toma el lugar con dos mujeres, ambas solo
llevan puestas ropas interiores, guantes en las manos y especies de
cubrebocas. Adentran los mismos sujetos que me hacían compañía, parecen
semi muertos y los arrojan al suelo en dónde los obligan a respirar la
cocaína azul que los deja quietos, con los ojos explayados y la mirada
perdida.
Las mujeres salen, mi amigo lindo ordena que me saquen y paso por lo
mismo de siempre, el baño con agua fría, a diferencia de que esta vez me
obligan a vestirme con un par de vaqueros rasgados, camisa mangas cortas
y zapatillas bajas. Las heridas no dejan de doler como tampoco las de la
espalda.
—Daremos un paseo.
Me sacan esposándome ambas manos y cubriendome la cabeza. El
collar se mantiene en mi cuello el resto del camino y aún cuando me bajan
tirando como si fuera la mascota que van a exhibir en el club en donde me
dejan ver.
El establecimiento es enorme y reconozco algunas caras del mundo
criminal en Rusia, políticos, famosos... Todos disfrutando del ambiente de
sexo, droga, dinero y alboroto.
En el centro de las mesas, al final, una gran pasarela en la que mujeres
dan show de estriper, pool dance, toqueteo y hasta sexo en vivo. El techo es
una especie de espejo grande que refleja la luz neon que adorna el lugar, al
fondo una gran mesa circular y en ella el jefe de la mafia rusa con otro
sujetos más, todos contando dinero y manoseando a las putas que tienen a
los lados, todas sostienen bandejas con licor, droga y preservativos que les
ofrecen a los que van llegaron.
El sujeto que se encarga de vigilarme me adentra, y puedo estar
agotada, con hambre y heridas, pero aún así camino con el mentón en alto y
ese andar que embelesa a algunos y atrae la atención de los
presentes/amigos del Marakov hijo de perra que ordena que me pongan de
rodillas a sostener una bandeja de condones.
—La mascota de la organización —se burla alzando la copa en señal
de brindis—. Parte de la mafia alfa, una arpía peligrosa que será nuestro
monigote esta noche.
Chocan copas y dejo que se lo crean, estoy tan aturdida que el olor del
ambiente me da náuseas y empeoran al ver a las mujeres desnudas que me
pasan por el lado oliendo a sudor y sexo. Algunas se arrastran en cuatro
patas recogiendo sobres de la cocaína o preservativos utilizados, llenos de
todo, pero ninguno es nuevo y quisiera ponerme de pie pero tengo dos
matones a ambos lados.
Con disimulo escaneo mi entorno, es extravagante, sádico y ostentoso,
tal como todo lo de la mafia rusa que siempre quieren demostrar que no
carecen de dinero o poder, y aquí se respira mucho de eso.
Braden Marakov es joven, debe tener dos años más que yo, pero es
maduro, serio y frío en todo momento, casi no se ríe y cuando lo hace da
algo de escalofrío porque puede ser más joven que los que lo rodean en la
mesa, pero es el jefe, y su aire lo demuestra, su estilo de cuero y ropa negra,
elegante y costosa. En su mano brilla un reloj de oro blanco que hace juego
con el arete pequeño que tiene en una de sus orejas.
El miembro fantástico me levanta dejándome al lado de su jefe en la
misma posición que estaba, pero sin la bandeja.
—No te veo tan mal ¿Sabes por qué no lo estás? —me toma del
mentón y lo dejo, sonriendo coqueta.
—¿Por qué será?
—Porque serás intercambiada por mi tío, de lo contrario ya no
quedaría nada de ti.
Suelto a reír, llamando la atención de los demás.
—¿Eres comediante? Ese chiste estuvo demasiado bueno.
Me clava las uñas en el cuello y no dejo de reír por lo bajo.
—Me estás colmando la paciencia, perra.
—Ey para usted, señor jefe de la mafia rusa, soy; señorita perra —me
humecto los labios—. No olvide los modales.
—Si que eres valiente, veamos cuanto te dura.
Muerta de risa dejo que me pongan de pie, me arrastran subiendo unas
escaleras hasta la segunda planta, chicas se pasean en ambas direcciones,
algunas con clientes y otras con bandejas. Abren una puerta y me adentran
de mala gana, cerrando, dejándome sola.
¿Intercambio? La palabra sigue revoloteando en mi cabeza haciendo
eco, causandome risa porque si algo no hará mi jefe, será soltar su presa
para recuperar un simple polvo, eso sería caer bajo, y en la mafia alfa no se
ven los trueques, tampoco las vueltas atrás bajo ninguna circunstancia, es
una estúpides que no me voy a creer, porque simplemente no sucederá ni en
la otra vida.
La habitación es grande, la cama con grilletes, sábanas rojas y sofás de
terciopelo a cada lado. Sobre una mesita hay una bandeja pequeña con
preservativos, en otra algunos consoladores, lubricantes, pinzas y uno que
otro juguete sexual. No veo ventanas, solo un ducto al lado de una pub.
La pared del fondo está cubierta con una gran cortina del mismo color
de la cama, con cuidado me acerco y la ruedo comprobando que hay una
ventana que da a un callejón.
En el pasillo se oyen pasos y me aparto mirando la puerta por donde
entra el ruso con un vaso de licor en la mano y en la otra un tabaco de
marihuana.
—Bien, vamos a divertirnos un rato antes de que comience la otra fase
—deja el vaso de lado, da una última calada antes de hacer lo mismo con el
tabaco y a venir a mi sitio—. Si tú te portas bien, te trataré bien ¿Estamos?
Tomo asiento mostrando las esposas que caen cuando las suelto
después de haber estado varios segundos liberando las manos.
—¿Estás seguro de lo que harás?
No duda, termina de acercarse tomándome de la cintura, me pongo de
pie, dejando que tenga el control mirando mis labios y respirando mi
aliento.
—¿Qué piensas que haré?
—Dímelo tú.
Sus manos se aferran a mi trasero y alzo el mentón mirando el espejo
en el techo. Huele bien, es más o menos de mi tamaño, y su aura me genera
mucha inquietud porque es poderoso y peligroso, eso no puedo negarlo. No
estoy tratando con cualquiera, aunque ya lo haya intentado matar y eso me
tenga aquí.
—No tienes nada que envidiarle a nadie —pasa la lengua por mi
clavícula, dejando la nariz en mi cuello, frotando despacio—. Pero nada
como mi hermosa Ksel Blackwood, ella es todo lo bueno de este miserable
mundo.
Me hace reír y me tapo la boca al ver que no le gustó, me toma del
cuello con brutalidad, sus ojos turbios me miran y sonrío dejando ambas
manos sobre su brazo.
—No nos pongamos intensos. Disculpa por insultar a tu poderosísima
pupila —le guiño un ojo—. Si ella es mucho mejor que yo ¿Qué haces con
tus manos sobre mi insignificante cuerpo?.
—Creo que tendrías el segundo puesto en mi lista.
—Me siento halagada, señor Braden.
—Quiero probarte. Pero no sé si hacerlo antes o después.
Se aparta cuando la puerta se abre y mi vigía entra con dos sujetos con
pinta de asesinos en serie, cuerpos grandes llenos de tatuajes y cabezas
rapadas, parecen ex marines de la milicia rusa.
—Ellos son Axel y Akam, ambos te harán un par de preguntas que vas
a responder o se verán en la obligación de hacerte sufrir placenteramente —
me explica el ruso que en mi cabeza se ve sin dientes, siendo degollado y
con un puñal en el pecho—. Coopera y será más rápido.
—Si te niegas tendré que intervenir y no seré para nada benevolente —
me advierte pene fantástico.
Me cruzo de brazos pensándolo.
—¿Estás consciente de que perderás a esos dos?
—Puede ser. Muéstrame si eres tan magnífica como el egocéntrico de
tu jefe quiere hacer ver a todo lo suyo.
Que me lo recuerde me golpea el tórax porque mi cabeza se empecina
en algo que no sucederá, y tampoco debo esperar por eso.
Buscan la puerta y me miran como si debería estar preparada porque
me la pasaré de lo mejor.
—Que lo disfrutes —me dice en su idioma natal.
—Eso haré —le contesto.
Me guiña un ojo y sale dejándome con los matones.
Me apoyo en las manos echándome un poco hacia atrás, de manera que
abro las piernas ofreciéndome para ellos. Quieren sexo e información, pero
no tendrán ningúna de las dos cosas aunque se comiencen a preparar,
quitándose las camisas.
Puedo ser todo menos una soplona que traiciona al hombre que
detesto, es el padre del bebé que espero y no podría con mi consciencia si
suelto información suya, no estaría tranquila.
El primero se me viene encima tomándome del cabello, me arrodilla
en el piso a la vez que su amigo se saca el pene, masturbándose en frente de
mi cara, dándome asco y risa porque piensa que se la voy a chupar.
—Abre esa boca, perra —tira de mi cabello echándome la cabeza
hacia atrás—. Abre...
—Ahora me apodaron así. Prefiero, señorita perra — mascullo entre
dientes.
Duele el tirón y vuelve a hacerlo dos veces más, obligándome a abrir y
lo hago, su compañero la acerca a mis labios y...
—Te daré las mejor mamada —jadeo.
Le clavo los dientes, tirando, dejando que mi boca se llene de su
sangre y su puño impacte en mi cara. El otro tira de mi cabello, caigo al
piso pero me levanto con la suficiente energía recopilada desde que llegué.
Su patada me dobla las piernas pero doy una voltereta quedando contra el
borde de la cama. Esquivo sus ataques, el otro sigue adolorido e intenta
buscar una de las fustas aunque se esté desangrando.
Con su sangre deslizándose por mis comisuras, escupo tomando la
vara que me sirve para defenderme, porque el segundo se me viene con
todo, es fuerte, parece una roca y su entrenamiento militar me lo demuestra
en el combate que me manda a la pared lastimándome la mejilla, esquivo el
golpe atacando su rostro a la vez que retrocedo dando tres pasos, alza la
fusta y me le voy encima pero... todo sucede demasiado rápido y...
Me encuella estrellándome contra la ventana, esta se quiebra y es tanta
la fuerza que ambos nos vamos al vacío cayendo sobre un montón de bolsas
de basura que ya había visto cuando inspeccioné anteriormente. Cae sobre
mí y soy rápida alejándome pero me devuelve y tomo el pedazo de cristal
clavándolo en su ojo con suficiente fuerza aunque la potencia me abra la
piel de mano.
Chilla enfurecido, con el cuerpo palpitando en distintas áreas me
pongo de pie, pese al cansancio, mi corazón late con fuerza bombeando la
sangre que mueve mis extremidades cuando echo a correr esquivando a
todo lo que me atravieso.
«No debes detenerte. Corre, saca fuerzas y sigue corriendo»
No me detengo a ver, tampoco cuando siento que no puedo más,
simplemente sigo mi trayecto, rezando para mis adentros que mi cuerpo no
me falle, mi resistencia se mantenga porque sino me atraparán.
Ya me deben estar buscando y si me atrapan me darán una paliza que
no debe suceder, no puedo permitirlo.
El collar sigue en mi cuello, pero sin la cadena, no sé como quitarlo,
parece que no podré y por ahora no puedo detenerme a ocuparme de eso.
Una motocicleta se me atraviesa y como última opción empujo al
sujeto, subo y acelero por la calle, escapando lo más que puedo hasta que
llego a una especie de calle llena de tiendas, puestos de comida y gente
caminando de aquí para allá. Uso mis habilidades de espionaje tomando una
sudadera negra de un puesto, más adelante cojo una gorra y en el camino
me apodero de una camisa rasgándola con los dientes, presionando la herida
de la mano con un nudo bien hecho, en lo que sigo caminando sin
detenerme, perdiéndome entre las personas.
Debo ser rápida, precavida y meticulosa porque estoy en límites
pertenecientes a todo lo que maneja Braden, por ende, puede encontrarme,
ya debe estar haciendo lo posible por hacerlo y debo apresurarme, alejarme
lo suficiente.
Con las manos dentro de la sudadera me acaricio el vientre, tengo
hambre y con la poca energía no llegaré más lejos, menos cuando la
adrenalina se enfríe porque dejé de correr y voy caminando entre las
personas, uniéndome a un grupo de chicos y chicas que van tomando y
disfrutando de la bocina que sostiene otro.
Doblo la esquina, estoy en zonas de fiesta, no hay más que música,
pandilleros y droga por todos lados.
Con destreza me hago pasar por parte de un grupo fiestero que se
adentra en un antro público, entre las personas me voy camuflando hasta
que llego al baño metiéndome en un cubículo, atando bien mi cabello en
una trenza que meto dentro de la capota antes de ponerme la gorra y salir,
me lavo la cara, al lado una chica se aplica maquillaje, está súper ebria y se
tambalea varias veces.
Mirándome en el espejo, espero el momento de cuando se regresa al
retrete a vomitar y aprovecho para tomar su cartera, rápido me aplico algo
de maquillaje, tomo el dinero que encuentro y por suerte, unas llaves de tal
vez un auto pequeño.
Su teléfono me servirá, por eso lo tomo antes de salir con las mismas
que entré, sin prisa y fingiendo como sé. Todo depende de como me mueva
y por ello examino los autos que están en la calle, la alarma de un pequeño
honda se enciende y la apago al divisarlo del otro lado de la acera.
Con toda la naturalidad abro la puerta y subo conduciendo lejos de las
calles de Berlín, perdiendome por la avenida, llegando a una calle desolada
en la que aparco al lado de un auto. No tengo tiempo, estoy agitada y lo
primero que hago es vomitar durante un par de minutos, no dale más que
líquido que me deja deshidratada y maldigo tener que subir de nuevo por la
sola y oscura carretera, sin saber qué rumbo llevó, pero aprovecho para
tratar de desbloquear el teléfono, no es fácil, lo logro al rato y aparco
marcando el número que necesito.
Con el corazón en la mano y el pecho doliendo hago acopio de mi
capacidad para mantenerme serena hasta que..
—Bueno...—su voz me reconforta y respiro hondo, hablando lo
necesario, no puedo tardar, me toma menos de dos minutos, cuelgo y sigo el
trayecto hasta que amanece y debo dejar el auto en una gasolinera, meterme
a una tienda y con el dinero que robé, compro algo para mantenerme con
fuerzas; jugo y un emparedado que no sabe muy bien, pero me lo trago.
Me mantengo con los sentidos alerta y soportando el dolor de los
tobillos y las muñecas, sin hablar de la espalda, no la siento y el calor no
ayuda.
A pie, así sigo durante dos horas en las que debo caminar porque es lo
más seguro, aunque me duelan los pies, hago una parada en una farmacia,
compro lo necesario; agua, pastillas para el dolor, analgésicos y pomada
para las heridas que trato al adentrarme en el bosque, porque no camino por
la carretera, lo hago entre ramas, plantas y rocas hasta que llego a un motel
en medio de la nada.
Me urge un baño, pero no puedo estar pausando la huida, no sé si me
estén siguiendo el paso, y no puedo darme el lujo de ser atrapada.
No tengo opciones, dinero suficiente y para colmo, estoy en Rusia,
¿Podría ser peor?, Estoy en la boca del lobo, no es mucho lo que pueda
hacer, pese a ser yo, debo ser objetiva, pensar con la cabeza fría y seguirme
moviendo. El único aventón que busco y encuentro, es el de una pareja de
ancianos que se dirigen a la siguiente ciudad, y no es seguro, pero es
necesario y al llegar les agradezco, sigo mi camino con el objetivo claro,
besándome en lo que aprendí y recuerdo perfectamente.
Tomo un bus, luego camino unas cuantas cuadras más, deteniendome
solo en un puesto de comida, compro algo y me lo devoro tomando la calle
que da al pequeño edificio en el que me adentro llegando a la casilla de
vigilancia, quitándome la capota para mostrar mi rostro.
—14.14 red— uso mi clave de acceso.
—Bienvenida, hace tiempo sin verla.
Me ofrece mis llaves y subo las escaleras recordando la última vez que
vine a una misión, no me quedó de otra que comprar este pequeño cuarto
haciendo parte de una organización secreta de asesinos casa recompensas.
El lugar está exactamente igual, pero limpio, lo vienen a asear una vez a la
semana y al entrar me despojo de la ropa metiéndome al baño, duchandome
por un par de minutos hasta que tocan la puerta y salgo envuelta en un
albornoz.
—Buen provecho —la mujer me entrega una bandeja con comida que
recibo, con el pie cierro la puerta, dejo todo sobre la cama, tomo una rodaja
de pan que mordisqueo metiéndome en el pequeño armario, buscando algo
de ropa, lidiando con la molestia del collar que intento quitarme en el baño
pero no puedo.
Uso vaqueros negros, camisa y chaqueta, me visto con eso y
complemento en look con un par de botas. En frente de la cama me
acunclillo, pasando la mano por debajo del colchón, palpando el botón en la
porcelana, lo presiono y me aparto dejando que salga la gaveta que me
muestra el malentín con mis dos Glow, cargadores, algunas navajas, mi
teléfono satelital y dos fajos de billetes.
Debo ser rápida, tengo un mal presentimiento.
Cargo las armas, las limpio con un pañuelo y pienso lo que haré, no
puedo irme así nada más. El país debe estar buscándome y no es seguro
andar en la calle, tampoco quedarme aquí encerrada pensando que eso
servirá. Saco un bolso del armario, guardo el dinero y adentro de un bolsillo
consigo los sujetadores del torso, me ajusto las armas y me acomodo el
cabello antes de ponerme la gorra y subirme la capota de la chaqueta.
La comida me la termino mientras miro por la ventana, asegurándome
del perímetro. Al lado de la cama está el teléfono de la habitación, marco el
número, al salir del edificio un sujeto me espera con la motocicleta que
abordo acelerando por las calles.
Como un camaleón me camuflo en los lugares a los que voy,
indagando, investigando y a la vez planeo que haré y cómo. La noche cae y
me regreso a la habitación, me ducho, duermo un par de horas con un arma
debajo de la almohada y la otra en la sábana.
Pero en la madrugada el sonido de la puerta me pone de pie, con
cuidado me levanto cogiendo las armas que ya están listas al igual que yo,
no me quité la ropa al acostarme, lo hice con todo y zapatos porque sabía
que ningún lugar es seguro y aquí tampoco, pese a ser una organización
fuera de las mafias internacionales, aquí pueden venir y pensarán que están
en un edificio cualquiera, nadie les dirá nada, pero eso no quita que no
puedan entrar y yo salir por la puerta secreta que está en el armario, corro
por el pasillo oscuro, con el corazón agitado y la cabeza palpitándome, abro
la puerta con vía al callejón por dónde me doy a la fuga, de nuevo corriendo
por no sé cuántas horas más.
Hago varias pausas, el collar me desespera, es una jodida tortura, y por
lo que recuerdo, debo tener el chip de rastreo pero el material de lo anclado
a mi cuello, interfiere, eso es, bingo. No me lo sacaron, no supieron como y
buscaron la manera de mantenerme fuera del radar de los aparatos de la
organización.
Ahora tengo que buscar en donde quedarme, pero ya tengo mi plan y
en una cafetería normal, me como algo antes de salir con el teléfono en la
mano, al pendiente de que nadie me siga, pero dos sujetos no se me
despegan en los siguientes minutos, con naturalidad me giro de vez en
cuando, el collar es lo que me mortifica, tengo una bufanda pequeña, debo
verme cómo una loca porque hace calor, y yo ando toda tapada.
Cruzo la calle, mordiéndome el labio, deteniendome un segundo para
“ver” una revista en un puesto, aprovecho para notar si en verdad me
siguen, pero pasan de largo y me desvío al tiempo que saco el teléfono
mirando la hora.
El pelinegro se me viene a la mente, debería llamarlo, pero
probablemente no sea lo correcto, no pondrá el mundo patas para arriba por
mi, menos sabiendo el mierdero que tiene encima, con eso del compromiso,
la rivalidad, la guerra y los malentendidos que últimamente debe estar
tapando en su familia para no permitir más manchas en su apellido.
Quiero salir de aquí, pero me buscarán los rusos, no estaré en paz hasta
acabar con Braden, o al menos que se olvide de mi existencia, no estaré
tranquila, él y el Alpha son problemas en mi lista, debo solucionarlos a
como de lugar, es ahora o nunca y por ello me detengo cerca del enorme
rascacielos, divisando los autos que acaban de llegar.
La seguridad es bastante y como puedo consigo ropa, me cambio y la
peluca me ayuda a cambiar en nanosegundos, en los que me las apaño para
entrar con las armas y el teléfono que mantengo entre mis pechos cuando
subo las escaleras haciendo de empleada de servicio, deteniendome en el
cuarto con menesteres personales, reviso el mapa de los conductos antes de
adentrarme en el que es.
Duro varios minutos deslizándome con cuidado, sudando y sintiendo
que me quedaré dormida de tanto cansancio, pero no me detengo, no puedo
hacerlo ahora.
Doblo la esquina, un ventilador me detiene y tengo que pensar rápido,
desviarme, tardo más del tiempo determinado pero llego, con el
destornillador quito los tornillos, abro la tapa y me adentro en la gran
oficina, precisamente en un armario con carpetas y libros, desde aquí
escucho algunas voces, con cuidado saco las armas poniéndoles los
silenciadores, pasándome el brazo por la frente «Aquí vamos, todo por
nosotros».
Espero un momento y salgo cuando se me da la oportunidad, alzando
el arma, saliendo por la puerta, alertando a la mujer que se pone alerta
buscando no sé que en el cajón pero mis dos disparos la dejan quieta, sus
dos escoltas desfundan las armas pero soy más rápida disparando,
derribándolos.
—Mejor no te muevas, no hables o respires siquiera. Te mataré si
haces el más mínimo ruido o movimiento —la apunto rodeando el escritorio
—. Al suelo, ya.
Acata mi orden, se arrodilla asustada y procedo a tomar el arma que
esconde en la gaveta. Sin dejar de apuntarla me voy a la puerta, cerrando
con seguro.
—Aquí —señalo el sofá para que se siente—. No te muevas.
—Mi hijo te arrancará la piel con ácido —me dice—. En estos
momentos te está buscando.
—Lo sé, y es difícil ser codiciada, es agotador — omo asiento en
frente—. Dígame, señora Malikha, ¿Quiere que la mate yo o mi jefe?
Podemos hacer buenos negocios usted y yo.
Suelta a reír.
—¿Contigo? No gracias.
—Eso pensé. Que lastima ser portadora de muerte.—me acaricio la
sien con la punta del arma—. No queda de otra que matarte y salir de aquí.
No me dice nada y es una pena, tendré que proceder. Me pongo de pie,
revisando la hora en el teléfono «no queda de otra». Le apunto en la cabeza,
acaricio el gatillo sintiendo la potencia que aumenta cuando derriban la
puerta y Braden entra con sus matones. Me mira con odio y luego a su
madre, no tardan en apuntarme y alzo la otra arma directo en su dirección.
—¿Listo para morir?
—¿Tú lo estás?
Asiento con confianza, regalándole una sonrisa torcida.
—Pero primero alguien se tiene que adelantar, es lo más justo —por el
rabillo del ojo veo a la castaña—. Moriré, pero me llevo a uno.
—Tanto escándalo para nada. Serás intercambiada, pero aquí estás,
buscando la muerte —habla con ironía.
Intercambio que no sucederá y de ser así, me seguirán casando.
—Hagamos algo. Bajemos las armas y hablemos como personas
civilizadas que somos —pide alzando las manos, la guarda y sonríe
calmado—. ¿Aceptas?
Suelto a reír con odiosidad. Prefiero morir aquí a tener que ser una
presa toda la vida, que en cualquier momento matarán porque no tiene nadie
que la ayude.
—Buen chiste.
—¿Entonces no?
—No.
Sacude la cabeza y vuelve a sacar el arma soltando el disparo que me
deja atónita y con la mirada en su rostro, sin poder creer lo que acaba de
hacer sin el más mínimo gramo de duda; le acaba de quitar la vida a su
propia madre como si no le doliera.
—¿Ahora qué harás siendo la asesina de la jefa de la mafia rusa?
Le apunto pero...
Uno de sus hombres suelta el disparo que me atraviesa el hombro
mandándome al suelo. Me toman, sacándome del edificio, subiéndome al
vehículo que me regresa de nuevo a ser tratada como un animal.
—Te seguimos los pasos en todo momento, el collar que tienes en el
cuello no solo es para que sepas que eres una presa, sino para localizarte, y
no te lo quitarás fácilmente —la punta de su arma se clava en mi herida
haciéndome chillar—. Pagarás haber tenido que estarte buscando, perra.
Un golpe en el rostro me desmaya y cuando despierto estoy en la
misma silla de antes, siendo electrocutada y bañada con agua helada.
—Los Marakov piden tu cabeza—me dice don follador perfecto—.
Estás más que fichada.
—¿La mía? —me carcajeo sacudiendo la cabeza, pese a no sentir el
brazo—. Que vayan por la del futuro líder, bueno, era el futuro, supongo
que ya se posicionó y sin ningún tipo de remordimiento o tristeza.
Mientras que yo no dejo de pensar a mi madre y me arrepiento desde
ese día que la ví morir, otros matan a las suyas como si no fueran quien los
parió.
—Mejor cierra la boca —me lastima la herida, aplica alcohol en gran
cantidad y aprieto la mandíbula cuando hunde los dedos por un par de
minutos que me dejan desorientada y jadeando—. Cada segundo te veo con
un pies en la tumba.
Termino con las manos sujetas hacia arriba, las piernas juntas y sin
nada de ropa, siendo azotada con el mismo latigo que arranca mi piel con
cada golpe, la sangre se desliza por mis piernas, espalda , brazos y torso. No
se detiene y hago grandes esfuerzos por moverme y no recibirlos en el
vientre, pero no lo consigo y rezo, como nunca antes lo había hecho, lo
hago para mis adentros lidiando con la presión que se aloja en mi tórax.
En ningún momento suplico, no tiene caso, no me dejaré arrancar la
fuerza así nada más y entre golpe y golpe, quedo con la saliva saliendo de
mi boca, el cuerpo adolorido y el corazón latiendo demasiado rápido y no
hago más que mirarme las piernas, buscando el sangrado que no hay, en
parte me tranquiliza pero el miedo, ese de verdad llega con la tanda de
varazos en mis extremidades: las piernas, los omóplatos, el trasero...
Bofetadas y puñetazos en el rostro, tan fuertes como puede, sin piedad,
y cuando termina no puedo abrir un ojo, la boca se me mantiene abierta
hasta cuando me lanzan al rincón encadenando mi pie al grillete, dejándome
entre la mugre sin tomar agua o probar algo de comida.
Me joderán, lo tocarán y me volverán añicos en cualquier momento.
No me dejo de repetir eso entre temblores y el constante mareo
acompañado de un gran dolor en el pecho que me hace arder los ojos
porque no sé si ya lo hicieron o en cualquier momento suceda, y me van a
destruir, como antes, pero esta vez peor porque no quiero...
Es mi motor para no perder las esperanzas de volver a ser feliz con
algo que estará a mi lado, ya no me sentiré de nuevo sola o entre las
sombras, me traerá luz, esa que desde hace mucho está ausente en mi
interior lleno de dolor y clamando venganza.
Quiero ir de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la alegría y para ello
tengo que salir de aquí, intacta o al menos sin perder lo único que me
mantiene luchando mentalmente para no quedarme dormida pero por un
momento la pesadez llega y con ello me subo en la nube flotante...
El calor de sus brazos, es la mejor cueva en la que puedo estar, aunque
aveces sienta que soy el monstruo que ya tiene la suya y no merece esta.
Así me sentía cada que abrazaba a mi madre, besaba su mejilla o la
tenía cerca, algo en mi interior me gritaba “eres desgracias, la destruirás”.
Cierro los ojos dejando que la brisa del campo de entrenamiento me
refresque, llevo tres horas entrenando en la pista de obstáculos, estoy sola, y
eso me gusta, no me siento con los ojos de todos sobre mi, es algo
incómodo cuando me miran como si fuera un espectro, aveces creo que se
debe a mi físico, pero hay algo más y no sé que pueda ser.
Me pongo de pie sacudiendo mis manos.
—Ey, tú...— me llaman.
Tomo la botella de agua dándole un sorbo.
—¿Qué?
Alza las manos mostrando que viene en buen plan. Es un chico, alto,
rasgos asiáticos, aura carismática pero sensual y atrevida.
—El consejero te requiere en la sala de psicoanálisis— me informa,
mira mis brazos y sonríe mermando el espacio—. Una hermosa piel como
para tener tan feos hematomas ¿No has ido a la enfermería?.
—¿De dónde viene tanta amabilidad?
—Siempre he querido hablarte, pero tu cara de culo no me dejaba,
bombón.
¿Bombón?, Ok, no me sentí como creí.
—Eres de pocos conocidos, siempre te veo sola, por lo visto prefieres
estar entre las sombras— me dice.
Miro a mi alrededor divisando al chico que me mira desde la pista de
obstáculos menores «Siempre anda detrás de mí, o al menos desde que me
habló y no lo rechacé».
—Me gusta el frío de la oscuridad, es mejor que estar sudando— echo
andar dejando que me siga.
—Oye, pensamos igual, aunque yo soy más caliente, ya sabes, tanto
frío no es muy grato para mí— bromea y suelto una risita baja—. ¿Te hice
reír? —busca mi mirada y me enserio de golpe.
—¿Cómo te llamas?
Parece que lo ofendo con la pregunta.
—Estamos en el escuadrón de preparación, nos vemos todos los días.
—Ajá pero eso no significa que viva al pendiente de saber todo sobre
todos.
—Bank Taeyang —me extiende la mano que recibo aunque puedan
darnos latigazo por mostrar tan mínima señal de agrado.
—Venus Adler.
—¿Puedo tatuarme tu nombre?
Ruedo los ojos siguiendo con la caminata, sacudo la cabeza y volteo
notando que se quedó hablando con una chica.
—Ey, Bank...— lo llamo.
—Dime, bombón.
—No me llames así o te daré una paliza.
Me guiña un ojo y sonríe coqueto.
—No prometo nada.
Sigo mi camino pensando en que tal vez no soy tan irritable como
alguien me decía cuando era niña. O de lo contrario nadie se me acercaría, y
por ahora son tres y no me molesta.
¿Por qué no me desagrada? Él y el moreno parecen buenas personas o
al menos para hablar, sin dejar de lado a la pelinegra que comparte
habitación conmigo, ella es la única que me agrada, o que puede dormir
tranquila sin pensar que la degollaré entre las sombras del sueño.
Cada parte del cuerpo me duele, moverme es doloroso y con los
dientes apretados aguanto cuando me arrastran por el suelo tirando del
collar que lastima mi cuello.
—Hermoso, animal— se burlan—. Llegó apetecible y poco a poco va
dando pena.
El agua me empapa por completo y no tengo la fiesta suficiente para
levantarme, fregar mi cuerpo y frotar mi cabello para eliminar la mugre que
siento hasta en la boca. Solo doy para tragar algo de agua, me acomodo
dejando que me empapen bien, no ayuda a mis golpes, pero necesito que se
limpien o cogeré una infección en las heridas con forma de líneas abiertas.
Pasar saliva es complicado, pero me obligó y saco fuerza de voluntad
para toser y botar la sangre que tenía ahogándome desde hace un buen rato.
Debo dar asco, no veo por un ojo, mis dedos tiemblan sin parar y el
estómago no deja de gruñirme recalcando que necesitamos comer, salir de
aquí y con suerte irnos a donde nadie nos encuentre.
«Herodes» muy en el fondo quisiera que cruzara esa puerta, me sacara
de toda esta mierda y no fuese el mismo hombre que es, pero lo es, no
vendrá y me pudriré aquí volviéndome un pedazo de mierda.
Mi cabeza traza varios planes, pero en mi estado no es mucho lo que
pueda hacer estando encerrada y encadenada. Sin embargo, me intento
levantar, caigo, vuelvo arriba con convicción y tragándome los quejidos que
causa mi piel al estirarse, sangro, las heridas no me tranquilizan como
tampoco el disparo en el hombro, tengo que romper mi brasier y hacer
presión hasta que me quedo dormida.
Por varias veces estoy despierta pero el dolor me manda al desmayo, y
así sucesivamente hasta que llegó al punto en que se calma un poco, puedo
moverme queriendo tomar la taza con agua que tengo en frente, metiendo
los dedos que me lavo antes de inspeccionarme las muñecas.
La puerta se abre y el imbécil escolta del ruso, entra sin camisa, con un
cinturón en la mano y la pretina del vaquero suelta. Su afán me alerta
cuando viene por mi, tomándome a las malas, valiéndose de mi estado para
ponerme de espaldas contra la pared, mis bragas las arranca y me muevo
rápido evitando que me toque pero me toma del cabello estrellándome la
frente en la pared, la tibieza de mi sangre se desliza por mi ojo, mejilla y
mentón a la vez que me quedo suspendida en el aire, mareada...
Sin poder moverme me toma del cuello y no sé qué hace pero rasga
algo con los dientes, su mano toca mi trasero y me grito internamente para
alejarlo pero el golpe me dejó sin sentidos, con la mirada aún perdida y solo
siento como entra por mi recto con salvajismo, rompiendo con la fricción,
volviéndome un pedazo de trapo que se siente sucio cuando acaba, caigo al
suelo y me lanza el preservativo en el pecho.
—Esto es para que sepas que mientras vivas, me pagarás cada una, y la
primera será haber intentado matar a mi jefe— espeta antes de irse.
Veo sus pasos alejarse, la vista se me va nublando, todo es vueltas y
me pierdo atravesando esa puerta blanca que abre el desmayo que me deja
ida por no se cuanto tiempo.
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Braden
El pañuelo lo aprieto en mi mano mirando como Yelena y Verina
lloran al lado del ataúd de mi querida madre. Todos están destrozados con
lo sucedido, aparte de que mi tío sigue en las manos de mi enemigo.
La conmoción me tiene con un poco de dolor en el pecho, sin
embargo, no dejo que me ahogue.
Me muevo, recibiendo las condolencias de algunos miembros de la
organización, cabecillas de pandillas, asesinos, políticos, entre otros. Todos
vinieron y los que no, están trabajando en lo que no deben dejar de lado ni
siquiera un día como hoy en el que la Bratva está de luto por la muerte de
la gran jefa. La primera mujer en haber podido ocupar el puesto, y ahora
yace en esa caja de madera fina con bordes de oro pulido.
Las flores adornan el lugar, con esas que a ella le gustaban y las cuales
había mandado a traer para el velorio de mi difunto padre. Pero ya están en
un mejor lugar, y el cáncer no seguirá arruinando su salud, dejándola sin
ganas de vivir, como en esos días que la viudez la alejó de todo, hasta de mí
que fui enviado a un viaje con mi tío Gerald, al regresar ya estaba preparado
para tomar el puesto, solo me quedaba esperar menos de un año, lo que me
generaba algo de desespero.
No me gusta esperar, y menos para tener el poder absoluto como me
corresponde.
Me acomodo los anteojos moviéndome al puesto de Viktor, su
prometida lo acompaña al igual que su pequeño hijo que me saluda antes de
que su niñera se lo lleve por algo de agua. Mi primo me abraza y lo dejo,
está destrozado también al igual que lo estaría mi tío.
—Esa maldita perra debe morir— me dice con la voz ronca por haber
llorado tanto, pese a ser fuerte, quería mucho a Malikha—. Mi tía
descansará en paz cuando su asesina esté bajo tierra.
Acaricio su espalda, un congresista se acerca a hablar conmigo y me
alejo con él, buscando algo de privacidad pero sin salir de la sala. Yakov
llega acomodándose las mangas de la camisa y me aparto queriendo saber
en dónde se había metido.
—Divirtiéndome con la prisionera— se pasa las manos por el cabello
—. Muy rica la muy perra.
—Se supone que debe estar intacta para el intercambio.
—Lo estará, para ese día sus heridas habrán sanado y se verá casi
como nueva— me tranquiliza.
—Convaleciente, es la única manera en la que se puede joder a esa
arpía, de lo contrario, es un peligro hasta intentar follarla— me acaricio la
sien—. Me quitaste la oportunidad, pero no importa, no me apetece
cogerme a las putas de mis enemigos.
—No me arrepiento— se ríe despacio.
Verina se nos acerca y le pido que se aleje dejándome con ella.
—Sobrino, sé que la muerte de tu madre debe cobrarse, pero
recordemos que esa mujer es la llave para recuperar a tu tío, solo debes
convocar el intercambio y con suerte...
—Debe haber otra manera— irrumpe Viktor—. Debe morir, no ser
libre.
—Pero su la matamos perderemos otro miembro de la familia.
—Buscaremos la manera de traerlo intacto. Se debe matar a esa mujer
ahora que la tenemos aquí.
—Sobrino...— me mira buscando apoyo.
—Por ahora tenemos que ocuparnos de darle una buena despedida a mi
madre, respeten mi dolor y tratemos este tema luego, es mi última palabra
— me molesto.
El resto de las horas me mantengo aquí, sin despegarme del cofre
porque en parte me duele un poco, pero ya se me pasará como las veces que
superaba lo que no quiero recordar. Los empleados reparten bebida y lo que
los visitantes quieran, el padre llega y una hora después nos movemos
afuera de la casa, de camino al jardín del sur en dónde como de costumbre
se sepultan los miembros de la familia.
Yelena va sujeta a mi brazo sin dejar de llorar, la funeraria avanza
despacio hasta detenernos en el punto específico, al lado de las lápidas de
los demás Marakov que reposan aquí, y ahora la siguiente es mi madre. Ver
el ataúd no me agrada, menos cuando el padre comienza con la habladuría
que se lleva casi una hora en la que quisiera un sorbo de cocaína, estoy
estresado, necesito oxigenar el cerebro y liberar tensión.
Al finalizar la sepultura, pasamos al gran comedor, los cabecillas
importantes ocupan los asientos de la mesa al igual que mi familia, todos
esperando mi iniciación definitiva. El padre procede a dar la bendición
recalcando las reglas de la organización, las obligaciones del jefe y lo que
debe mantener en alto en todo momento durante su travesía de mandato.
Cada segundo lo voy contando, y cuando termina me pongo de pie dejando
que corte mi muñeca, recoja mi sangre marcando el acta de compromiso
que me deja atado al cargo.
Todos se ponen de pie rindiendo devoción y demostrando total y
completo apoyo. No doy discursos estúpido, simplemente alzo mi copa
brindando por los tiempos que vendrán con mi posición.
—Honraré la memoria de mi difunta madre y daré mi sudor y sangre
por la organización, seré mejor de lo que todos esperan— doy un sorbo.
—Larga vida al jefe Braden Marakov— elevan las copas brindando.
Comemos el banquete de ignición, al terminar hablo con los que me se
me acercan a informar novedades y asuntos que me harán viajar estos días.
Se van despidiendo de la familia y solo quedamos nosotros reunimos en la
sala, tomando té para bajar un poco la conmoción que tiene temblorosa a
Yelena que no para de llorar, aún no procesa la muerte de su hermana, como
si en esta vida que tenemos no nos vamos a morir en algún momento.
Ya me duele la cabeza, necesito marihuana y dos putas que tengan
grandes tetas y culo. Tal vez dos modelos famosas.
—No te veo tan afectado— me habla Verina.
—Que no esté llorando, no significa que no me duela— zanjo.
Recibo el vaso con licor que me trae mi mano derecha.
—Yakov, tráeme uno a mi también— le pide.
Me pongo de pie, necesito ir a dormir, tal vez eso ayude con lo poco
mal que me siento, porque si me duele en parte, pero no hay vuelta atrás,
tampoco puedo arrepentirme si en cualquier momento lo tenía que hacer.
Entro a mi habitación encendiendo un tabaco. Al día siguiente me reúno
con la familia, todos quieren saber la decisión que tomé, y no he hablado
cuando ya me están tratando de convencer de miles de maneras.
—Me pondré en contacto con Herodes Blackwood, necesito saber si
Gerald está bien, necesito evidencia para poder tomar una decisión—
dictamino—. Si lo mataron, podrán hacer lo que quieran con la prisionera,
pero si accede y él está bien, tengo un plan.
No se notan muy contentos, pero la última palabra la tengo yo y por
eso tomo mi teléfono, yéndome a mi estudio por privacidad para poder
hablar con mi querido enemigo.
____________✧✧____________
____________________________

Cabe recordarles lo que dije en la advertencia del libro, aquí se ven


cosas fuertes y no apta para sensibles, si no puedes continuar, no lo hagas y
evita salir más que destruído. Si decides seguir, solo te deseo suerte y evita
denunciar el libro porque escribir no es fácil y claramente dije que no
escribo vainilla ni cliché. Este es contenido +21 y delicado.
Gracias por leer.

Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos..

Osly Ortega.
Capítulo 79

__________✧✧Veneno✧✧__________

Herodes
Nunca en mi vida había pasado tanto tiempo con angustia y un mal
presentimiento.
Y ahora, llevo una semana así desde que uno de mis muros se debilitó
y puede venirse abajo en cualquier momento si no resuelvo esta situación
que a raíz de la guerra, se llevó lo único que me mantenía fuera de todo, así
es, no literalmente, pero si como nada más lo había hecho.
No tengo respuestas, noticias o indicios que me lleven a lo que
necesito; y me estoy hartando de no tener nada.
El escuadrón sigue conmigo, pero dos se fueron con Mario a seguir
con la búsqueda de información. Antes de eso, se encargaron del cuerpo del
muerto, no les di tiempo para respirar, no se puede, no ahora que los
necesito centrados o seré yo quien le dé de baja a otro.
Cuando no es una cosa, es otra. Necesito mantenerme en esto, pero la
organización me necesita en diferentes situaciones que debo ver yo mismo.
Esto de estar en guerra con los rusos, tiene molestos a los miembros del
tratado, algunos han estado abriendo caserías en sus fronteras, evitando que
entren a querer vender droga o hacer revueltos con masacres. Pero estamos
hablando de la mafia rusa, tienen poder y un simple clan no podrá salir ileso
de un ataque, por ende, he tenido que trasladar grandes cantidades de
armas; los modelos que ya estaban.
El trabajo que estaba haciendo, se lo dejo a la rubia que acaba de entrar
con Dan quien sería mejor opción pero por ahora tiene más cosas de las que
ocuparse. Arturo se queda con ella y llamo a Dimitri antes de salir de
camino a la sala de bar con mesa de billar y un área de bolos, la estaban
remodelando, pero ya está lista y me adentro sirviéndome un trago,
ignorando la mirada de Megan hacia su padre que acaba de llegar con su
mujer.
Ambas deberían salir, pero no es buena idea, Megan no dudaría en
dejarla sin cabello con ayuda de sus escoltas, aunque Astrid «Creo que así
se llama, no lo recuerdo», se ve que es de las que prefieren no armar
disturbios de ningún tipo.
—Herodes —me saluda el ministro poniéndose de pie—. Venir fue
muy difícil, tengo demasiadas cosas por hacer, pero aquí estoy, como lo
prometí.
—La privacidad sería buena opción en este momento —miro a su hija
—, Y sin que ningún contratiempo nos interrumpa.
Suspira hondo, la hipocresía se palpa en el aire pero la disimula por su
bien.
—Astrid, ¿Quisieras conocer el jardín? —sonríe.
—Oh, claro. Es una magnífica casa, quisiera conocerla de principip a
fin.
—Ven, te daré un pequeño recorrido.
Me apoyo en la mesa de billar sacando un puro del estuche. Estos días
me han dado más ganas de fumar, eso que dije que lo dejaría.
—Mi señor, se ve tenso. Parece que vine en el momento menos
indicado, si lo desea puedo hacerlo después.
—Déjalo. Ya estás aquí —le doy un sorbo al vaso, obligando a mi
cabeza a disipar todo por un momento—. La información que me diste y la
que me enviaste, me sirvió y recalca tu compromiso en la organización, es
bueno saber que tienes informantes tan útiles. Me ahorras algo de trabajo.
—Escucharlo tan conforme, es mejor que sentarse a mandar en
cualquier puesto. Su confianza lo es todo.
—La tendrás siempre y cuando tengas lo que necesite.
—Así será. ¿Ya tienes al ruso?, Mira que conseguir esa información
me tomó algo de tiempo.
—Si te estoy diciendo que me sirvió la información, es porque ya
ejecuté lo que tenía pensado —doy una calada, suelto el humo metiéndome
una mano en el bolsillo—. En la mayor brevedad posible, voy a querer
seguir teniendo información, ya estás avisado.
—Entendido, te tendré en aviso sobre cualquier cosa.
La imagen imborrable regresa y la cabeza comienza a dolerme.
Aprieto los ojos pasándome la mano por el cabello, estoy frustrado y tenso.
—¿Algo que pueda hacer para eliminar sus preocupaciones?
—Nada. Mejor háblame sobre los movimientos en el gobierno —le
digo.
Y la conversación se extiende por una hora que me ayuda a distraerme,
pero sin dejar de mirar el teléfono en espera de cualquier novedad que me
sirva, es la prioridad y lo mantengo en la mano cuando nos movemos al
comedor para almorzar, mi apetito no funciona del todo, desde ayer no he
probado nada y en estos momentos me esfuerzo por pasar algo.
—Deliciosos platillos. Tan gourmet como en los mejores restaurantes
de Italia —comenta la mujer de Charles.
—Especialidad del chef de la casa. Además de ser un excelente
maestro para nuestras empleadas —responde Megan, airosa como cada vez
que se proclama dueña.
—Querido necesitamos un nuevo chef —le comenta al ministro.
—Puedo recomendarles uno —le dice—. Dudo que papá tenga tiempo
para ocuparse de eso.
Aquí va.
—No es necesario, no me molesta su poca disponibilidad, siempre que
puede estamos juntos, aunque ninguno cocina —comenta entre risitas
amables—. Creo que necesito un instructor de cocina.
La rubia parece que arderá en llamas, no sé para qué intenta desviarse
de los temas, eso solo las addntta en insinuaciones molestas.
Las empleadas retiran los platos, me pongo de pie revisando el
teléfono, queriendo tener algún mensaje que valga la pena pero entra una
llamada que no esperaba hasta ahora.
—Herodes —Charles se me acerca pero elevo la mano pidiendo
silencio en lo que contesto yéndome por privacidad.
—Debes haber estado esperando mi llamada —me dice y tomo asiento
poniéndome cómodo.
—Mentiría si digo que no. Sabes que me encanta hablar con las
personas a las que quiero como mis esclavos siendo torturados —me
acaricio el mentón—. Espero que no la hayas tocado o tendrás serios
problemas.
Su risa sarcástica retumba en mi oído.
—Yo solo espero que no hayan tocado a mi tío, o piénsalo así, lo que
le has hecho, se lo haré el doble a tu puta —espeta—. Sufrirá y bastante, su
físico resaltará en las calles más sucias de Rusia, sabes para qué me servirá.
—Te estás ganando un pase al infierno y allí mando yo.
—Mira como me rio —se burla—. No me das miedo, y si quieres
guerra, la tendrás. Aunque ya la desaté y no me arrepiento.
—Ve al grano, habla y espero que no vengas con eso de querer un
intercambio, porque no sucederá. Devuélveme lo mío y te evitas un serio
problema.
Cada segundo me pesa y de solo imaginarla siendo humillada, es como
si yo fuese a pasar por eso.
—Lo más lógico es un intercambio, pero no te voy a presionar, tu
verás si la dejarás más tiempo en mis manos. Envíame un vídeo de mi tío,
quiero ver que esté intacto, y si no lo está, en el que te enviaré verás que
también puedo hacer lo mismo —me está colmando la paciencia—. Lo
esperaré.
—Tócala y te mato.
—¿Por qué tanta amenazadera? ¿Tanto te importa una
guardaespaldas?. Oh, espera, cierto que te la coges, ¿Y sabes cómo lo sé?,
mejor no te digo, sería seguir perdiendo mi tiempo...
Ya estoy pensando como lo voy a matar.
—Ya sabes lo que tienes que hacer, es lo más lógico en estos casos. Te
daré 5 días para que me llames, si no lo haces... Espera imágenes de su
cuerpo siendo usado y escupido en uno de la burdeles más sucios y sádicos.
—Estás jugando con fuego.
—En este mundo siempre lo hacemos, sino dímelo tú, que estás
dándole importancia a quien no deberías y eso me sirve para recuperar a mi
tío.
—Bien. Con que esas tenemos...—me humecto los labios—. Ok.
Su suspiro largo es como un “hasta que lo entiendes”.
—Por cierto, salúdame a mi hermosa Ksel, dile que cuando menos lo
espere la tendré conmigo —se ríe como un enfermo que no sabe perder—.
Debo colgar, señor Alpha. Tengo asuntos importantes y uno de ellos ir a
grabar a tu puta. Por cierto, la muy perra me ha dado varios problemas y
ahora su cabeza vale más, debes haberte enterado que mató a mi madre, lo
que la deja en la boca del lobo, en caza definitiva.
—Ajá. Por cierto, mi sentido pésame, lo siento mucho y espero que tú
querida madre esté siendo bien comida por los gusanos —cuelgo.
Me encanta que Adler haya sido su verdugo. Esto me reitera muchas
cosas además de ponerla más arriba como he querido.
—Señor...—Dan entra con Arturo.
Le envío un mensaje a Mario, necesito que se corra la noticia que
estaba inconclusa, pero ahora no.
—Comunícate con los miembros de la organización— abro la
MacBook.
—¿Algo que deba decirles?
—Sí. Diles que Malikha Marakova fue asesinada por mi
guardaespaldas ausente.
—¿Y si me preguntan nombre?
Me acomodo en la silla acariciándome el labio.
—Venus Adler la mató— decirlo me hace doler los testículos, pero me
controlo y procedo con lo que tengo pensado.
Charles se quedará hoy, en la noche tenemos que asistir a un evento
prestigioso y aunque mis ánimos no sean ni un 10% buenos, tengo que ir.
Desde la fábrica de armas me envían el vídeo que le hago llegar al
ruso. Sé lo que tengo que hacer, lo pensé por varias horas en las que sigo
aquí en el estudio. Aún no me envia el de ella, lo espero por otro rato más
mientras hablo por teléfono, en eso traen a Dimitri, con el bozal y al parecer
molesto, no deja de moverse y ordeno que se lo quiten pero no se deja y
tengo que tomarlo yo mismo.
—Retírate —le ordeno a Gill.
Le quito el bozal y acaricio su cabeza. Desde hace días no tiene
quietud al igual que yo, creo que sé porque y por eso miro sus ojos dejando
que olfatee mi mano calmando su instinto.
—¿La extrañas?, Yo también, ella nos jodió— sonrío al recordar la
última vez que lidié con sus caprichos—. La traeré de vuelta, aquí estará
haciendo lo que debe.
En la noche me alisto para el evento, reviso el teléfono varias veces
hasta sentirme menos agobiado, algo me dice que debería quedarme, no
parar con la búsqueda, pero ya tengo gente moviéndose y Mario me intenta
tranquilizar diciendo que ya se está moviendo como me había prometido,
sabe que en momentos así no espero respuestas negativas.
—Señor, aquí su saco —entra la empleada con la prenda planchada y
lista.
Termino de vestirme, me detengo en frente del espejo acomodandome
el cinturón, evitando masturbarme, la verdad tengo demasiadas ganas y la
frustración no ayuda, tampoco pensar que tengo que andar en nómada. De
momento miro los botones sueltos y el recuerdo llega haciéndome ponerme
la corbata que había dejado de lado, pero la ajusto bien antes de esparcirme
loción.
Ella, ella, ella, ella... No sale de mi cabeza ni intentando pensar en
otras tetas, culo y cuerpos. Nada se le compara y solo me recalca que siento
eso que había prometido matar.
Abordo el auto en compañía de Megan. Los otros se movilizan y no
dejo de mirar el aparato que tengo en la mano, esperando que llegue algo,
pero eso no sucede ni cuando bajo evitando los molestos paparazzis que
enloquecen preguntando estupideces.
—Señor Blackwood, ¿Para cuándo la boda?
—Ministro Gelbero, ¿Cómo es la relación con su yerno?
—¿Cómo sobrellevan el escándalo que aún sigue dando de que hablar?
— siguen y siguen.
Evito perder la paciencia, tanta gente me exaspero, no me gusta tener a
nadie a menos de un metro y en estos momentos debo calmarme a la rubia
que olvida como son las cosas y en momentos me toma del brazo.
—Sigue y me voy solo— me zafo mirándola mal.
—Somos pareja, rey. Hay muchas personas viéndonos, no nos
pongamos intensos, hablarán.
—Evita asfixiarme y estaré menos irritado.
Suspira hondo dándose por vencida. Detesto que en momentos así
quiera ganar ventaja para dar de que hablar sobre nosotros, eso significa que
cada que nos vean nos bombarderán con preguntas y más preguntas.
El evento tiene aire de fiesta de discoteca, pero algo elegante y con
gente adinerada. Somos el centro de atención, no solo por el ministro y su
nueva mujer, sino por mi ya que me saludan queriendo saber sobre el nuevo
sistema que lanzarán mis empresas. Es una molestia tener que responder
preguntas que no me interesan.
Me tomo varias copas de champagne, miro el teléfono en todo
momento, haciendo oídos sordos a lo que dicen los que están en la misma
mesa que yo. No me interesa lo que dicen, tampoco lo incómoda que se ve
Megan antes mi clara actitud de importarme un quital de mierda estar aquí
rodeado de basuras hipócritas.
El ambiente puede ser uno, pero yo me siento en otro cuando me alejo
a revisar lo que me acaban de enviar y estremece mi pecho, haciéndome
doler la garganta y arder el rostro con la molestia inminente que siento al
ver el vídeo...
Ella con un aspecto deteriorado, llena de moretones, el cabello un
desastre, un ojo con un hematoma, aún así, lo que más me molesta es como
la tienen; sujetada a cadenas en el techo, las piernas abiertas y el cuerpo
desnudo, solo viste una camisa rasgada que muestra parte de su brasier, y de
la cintura para abajo solo tiene un par de bragas en mal estado. Se ve como
si la empaparon para lavar la sangre porque tiembla y se estremece.
La adrenalina que recorre mis venas me pone en ese estado que hace
dolerme el tórax porque hace mucho no sentía tal agonía como ahora.
—Señor... ¿Una copa?— se me acerca Charles.
Me doy la vuelta buscando la salida, queriendo irme porque no soporto
estar escuchando tantas voces y risas en mi entorno mientras que mi cabeza
solo repite las que mi cabeza quiere recordar para calmarme, pero es
imposible, viendo el vídeo varias veces no apaga nada y con las mismas
llego a la mansión destapando una botella de vodka, comunicándome con
Mario.
—¿Sucede algo? ¿Por qué te viniste así?— entra Megan arruinando mi
genio—. ¿Le pasó algo a Ksel?
Ruedo los ojos. No me importa que le suceda a nadie, me da igual.
—Sal, no quiero a nadie cerca.
—Hablemos, dime qué te sucede y tal vez...
—¿Eres sorda?
—Intento ayudarte, me preocupa, estás más irritable desde que tu
guardaespaldas no está.
Tomo asiento en el sofá, sirviendome licor en el vaso. Se termina de
adentrar dejando la cartera sobre el escritorio.
—¿Sucede algo para qué estés así de distante?
—No veo que pueda sucederme. Siempre soy así.
—No me vengas con eso. Estás distinto, puedo notarlo, te conozco.
Suelto a reír.
—¿Me conoces?— vuelvo a reírme—. Ajá.
—No seas tan antipático. Nos vamos a casar, no queremos que nuestro
matrimonio sea un infierno lleno de malas vibras o frialdad —se sienta a mi
lado dejando la mano sobre mi pierna—. Deberíamos ser más abiertos si
queremos que todo salga bien.
—De lo nuestro es de lo que menos que quiero hablar.
—Es necesario. 6 meses pasan rápido y...
—Yo no te veo ni un 50% de lista para ser mi esposa.
—Me estoy esforzando, y lo haría más si me inspiras diciéndome algo
bonito o tal vez si estamos juntos, aquí mismo— acaricia deslizando la
mano hasta mi entrepierna—. Tengo muchas ganas de ti, hace días no
hacemos el amor, ya te necesito.
Me hace reírme a carcajadas.
—¿Algo bonito? ¿Hacer el amor?— debe ser una broma y en estos
momentos no estoy para nada que me colme la paciencia—. ¿Necesitas ir a
un psiquiatra?, al parecer si, se te olvida que yo no hago el amor, tampoco
digo nada lindo, muchos menos en una relación por conveniencia...
—¿Conveniencia?
—Sí.
Palpa mi dureza, dando un leve apretón.
—Esto me dice lo contrario.
—Eso no es por ti. Puedes estar buena, no lo niego, pero no eres
estúpida y sabes que puedo cambiarte cuando se me venga en gana, y por
ahora creo que ya me estoy dando de cuenta que no estás a la altura de lo
que se te exige.
Sostengo su mano cuando intenta levantarse para irse.
—¿A dónde vas?
—Tus ojos me dicen que me vas a destruir con lo que salga de tu boca.
Prefiero no escucharlo e irme a dormir.
—Odias a mi guardaespaldas y debes estar disfrutando su secuestro, sé
que es así y no vengas a querer seducirme buscando estar en mi cama,
porque ahorita me apetece otra vagina, otros labios y tal vez.... otra
prometida.
Me acerco mirando sus labios, es hermosa, digna de estar aquí, pero no
es perfecta para mí que me gusta el peligro.
—Mejor sal de aquí y déjame a solas.
Se pone de pie con los ojos rojos, no tarda en llorar y por eso se va
para que no la vea. No me interesa si le dolió. Todos saben que soy una
mierda que para herir es un experto y más cuando algo no me importa como
nada lo ha hecho a excepción de la mujer que en este momento debe estar
odiando todo.
Y yo aquí sin poder hacer nada para traerla de vuelta, encargarme de
sus grietas y regañarla por no haber cumplido una simple orden, y esa era
quedarse en casa, cumpliendo con sus obligaciones. Pero no lo hizo, me
desobedeció demostrando que nadie la somete y ahora... Está en manos de
un hijo de perra que la va a destruir antes de dejarla salir de sus garras.
Porque en este mundo se destruye antes de soltar y más si es algo que
ya está marcado para sufrir o morir.
Se supone que tengo mis planes, esos que tracé desde hace mucho
tiempo, pero ahora heme aquí pausando todo por culpa de una mujer, y
justamente la que entró en mi vida rompiendo mis reglas aunque sabía en lo
que se metía y eso la deja en una cueva sin salidas porque yo si que no
suelto, no después de haber despertado completamente.
Braden quiere un intercambio, no es estúpido, me quiero acorralar,
pero primero yo lo hago con él.
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Venus
Cuando terminé de entender que estaba en este mundo sin salida
alguna, fue cuando comencé con mi preparación en la fortaleza, y no para
saber defenderme o ser un arma letal, eso no se compara con lo que tuve
que esforzarme para aprender a no ser débil ante hombres, sexo o
manipulación.
Fue un infierno aprender sobre seducción, manipulación y torturas
psicológicas que pudiera poner en práctica en alguna ocasión importante.
Mis profesores no fueron para nada comprensivos, tenía que practicar con
asesinos que ya habían pasado por todos esos procesos, lo que no fue fácil,
menos cuando debía hacer que la polla se les parará y se corrieran solos con
solo verme en plan provocativa.
También aprendí sobre cómo mantener intacta mi autoestima y
confianza, siempre me decía a mi misma:
“La fuerza de una mujer depende de la confianza que se tenga a sí
misma”
Y es cierto, cuando confiaba en mis capacidades, todo salía mejor de
lo esperado y ganaba más y más fuerza de voluntad, esa que ahora quiero
que me abofeteé para no echarme a morir en este momento que me siento
ultrajada y abusada como si fuese un pedazo de trapo sucio.
No tengo corazón, eso siempre me lo decían y lo llegué a creer, pero
ahora creo que tal vez sí, solo que siempre ha estado entre oscuridad fría
que lo hace salir a la luz solo cuando recuerdo que después de tanta mierda
podré tener entre las manos algo que borre un poco todo lo que siento en
estos momentos en los que por primera vez no tengo ánimos y quisiera que
la muerte viniera por mi.
Pero no, no puede porque tengo algo creciendo dentro de mí y si sigue
ahí, es porque será mi salvación y debo esforzarme por salir de aquí.
Y lo más importante; creer en mi pese a estar adolorida,
probablemente con heridas graves y mi condición física echa una mierda.
No he tenido sangrado en mi vagina, lo que avisa que no me han
provocado un aborto con tantos golpes. Llevo ratos aquí amarrada, nadie ha
venido y ya me duele la cabeza con el hambre que me hace doler el
estómago.
Los hombres siguen en su sitio, oliendo mal, sucios y con la piel
verdosa, las venas son notorias al igual que el color morado que adquieren
sus uñas cada que pasan horas sin droga, y temo porque en algún momento
me la vayan a dar a mi también, es letal, he visto lugares en donde se la dan
a mujeres y llegan a suicidarse cuando no tienen para consumirla.
Trago grueso, me duele la garganta y tengo la boca amarga, esperando
que me saquen para tomar algo de agua y refrescar las heridas que arden
con constancia, además que la de el disparo sigue igual, necesito revisarlo
pero en mi posición duele cada vez más y preferiría estar en la silla o el
suelo, y no aquí con las manos hacia arriba y las piernas abiertas.
La puerta se abre y el malnacido entra causando que el vientre se me
contraiga y mi corazón lata con más fuerza. Lo odio, lo veo y quisiera
sacarles las entrañas mientras las manos se le queman con el fuego que
después usaría para pegar sus labios.
Mi energía es escasa, no me siento con ánimos para amenazarlo,
tampoco lo haré porque puede venir de nuevo a destruirme y más dolor no
quiero, ya suficiente tengo con saber que fui tocada, puedo perder a mi bebé
en cualquier momento o servir de ratón de laboratorio para la droga.
Dos más entran, me bajan y llevan a bañarme, las mujeres piden droga,
otras parecen ser nuevas porque no se ven con indicios de vicios, lo que
significa que son para pruebas o trabajan en la fabricación. El agua fría hace
que mis músculos se encojan y mis huesos duelan, pero hago un gran
esfuerzo y me lavo el cabello, la boca y la herida del hombro que duele, está
hinchado.
Me devuelven al mismo sitio, otra vez me amarran, esta vez sin
golpearme. No se van, se quedan a los lados de la puerta sin moverse
cuando el ruso entra con un teléfono en la mano y una gran sonrisa en sus
labios.
—¿Doblegada tan rápido?— se burla, mira mi aspecto y sacude la
cabeza—. Tanto golpe y miseria no elimina tu belleza.
—De momento me provoca probarla de nuevo— habla el otro.
—Calma, Yakov. Ya no se puede tocar, su jefe al parecer aceptará.
De solo escuchar esa palabra mi interior retumba y mi cabeza trae su
imagen. Una risa irónica sale de mi boca y sonrío.
—Dices eso después que me golpearon, abusaron y escupieron como
una pila de excremento— le digo—. Todo lo estoy anotando, señor Braden.
—No te atrevas a soltar amenazas, no sería muy lógico en tu situación
— espeta Yakov.
Si jefe mira el teléfono apuntando en mi dirección y no me muevo o
hago nada, está grabando mi estado, y doy asco, más al saber que
probablemente sea para enviarlo.
—Sonríe, es para tu jefe, quiere una prueba de que estás bien o no me
devolverá a mi tío— se acerca, no me inmuto porque sé que eso no
sucederá, hacerme ilusiones sería llevarme un buen golpe al final—. Por lo
que ves, está molesta, no quiere hablar.
Termina y se ríe tratando de mirar mi hombro.
—Cúrale esa herida, después llévala a trabajar con las nuevas. Aquí
nadie está sin hacer nada, y ella no será la excepción— busca la puerta pero
se detiene mirándome sobre el hombro—. Al parecer eres una puta valiosa
para él.
Se va y sus hombres me bajan plantandome en la silla. Sujetándome
para que Yakov me examine y quisiera poder pagarle en la cara, pero no
pudo moverme, solo la cabeza y cuando lo hago me abofetea dos veces.
—Deja de moverte.
—Muérete.
A las malas palpa la herida clavando los dedos como si eso fuese a
ayudarme. Se va por unos minutos y regresa con un botiquín, sacando el
alcohol que me aplica a montones, limpia con brusquedad y me pone una
venda. Me levantan, dan ropa para que vista antes de sacarme entre
empujones y tirones de cabello.
Varias mujeres están cargando cajas desde una carpa en donde las
sellan, la distancia es bastante y me obligan a ayudar también, entre gritos,
latigazos y maltrato verbal lo hago ignorando las palabrería llena de
amenazas que algunas no deben entender porque sus expresiones de
confusión me lo confirma. Una chica de más o menos mi edad, se esfuerza
por cargar las cajas pero parece no tener fuerza porque camina con
dificultad, arrastrando los pies.
Las demás lo hacen rápido, afanadas y asustadas por el verdugo que
espera cerca del camión, vigilando que ninguna se desvíe o haga algo
indebido. Entrego la caja y regreso por otra, topandome con la misma chica,
baja la cara y sigue su camino haciendo lo mismo durante el resto del
tiempo que seguimos aquí debajo del sol, sin probar agua o descansar, como
si fuéramos mulas de carga.
La día siguiente es la misma rutina, y el que sigue también. Por suerte
ya no me han golpeado más, me cambiaron de celda a una menos asquerosa
pero en esta debo calmarme a las mujeres que suplican, lloran y claman ser
drogadas a cada momento, aún así, las dejan sufrir sin darle nada, lo hacen
solo cuando les da la gana o eso noto.
Al salir de nuevo, estudio el entorno, la casa está entre colinas rocosas,
difícil de ser encontrada por un helicóptero que ronde. El espacio es
gigantesco, aquí parece que solo empacan la cocaína, en ningún momento
he podido entrar pero no parece que fabriquen el éxtasis especial. Los
matones sobran, las mujeres trabajando también y no solo para eso, ya que
algunos se las llevan tal vez a follar, cuando vuelven las tratan como perros,
entre golpes y amenazas se vuelven a reincorporar y ellos igual.
—Daremos un paseo— aparece Yakov.
Los dos de siempre, me toman, cubren mi cara y me suben tal vez a un
auto. Siento cuando se pone en marcha y cálculo mentalmente los minutos
que duramos en carretera.
Vuelvo a tocar el suelo, me dejan mirar, veo cuando el ruso baja de
otra camioneta adentrándose en un local de peleas clandestinas, hay
muchísima gente, entre esos, asesinos, depravados sexuales y mujeres de
todo tipo, y en eso me refiero a prepagos, sumisas, mujeres adineradas que
vienen con sus parejas o algunas que están solas siendo custodiadas por sus
escoltas.
No sé para que me traen a estos sitios, tampoco voy a preguntar,
simplemente camino cuando me empujan, evito torcerles el cuello, en
verdad estoy agotada, físicamente me siento fatal y el hambre no ayuda,
necesito comer algo o descansar en una cama de verdad, no como en el
suelo frío y sucio de la celda.
El ruso tiene su palco privado, la estructura parece un coliseo pero
pequeño y en vez de asientos tiene palcos divididos, los que están abajo,
son para los clientes con menos dinero que los de la primera y segunda
planta, esas si parecen una sala para millonarios, con mujeres bien vestidas
con trajes sexys pero costosos, todas sonríen esperando a un lado, solo dos
entran con bandejas del mejor licor que dejan en frente del sofá en donde se
sienta el castaño que palmea pidiendo que le haga compañía.
Ni loca estaré a su lado. Su vibra de loco obsesivo no me gusta pero
insiste y me obligan con un empujón.
—No muerdo, o tal vez si, pero no en estos sitios— se sirve en un
vaso, desde aquí podemos ver perfectamente el ring y los dos sujetos que
suben avivando la euforia del público—. Vamos a relajarnos. Ya pronto
estarás lejos de mis mano, aunque no por mucho, en cualquier momento
regresarás y tu estadía será mejor.
Me cae demasiado mal. Siempre habla tan tranquilo y con ese tonito de
sarcasmo, lo detesto porque se oye demasiado repulsivo la manera en que lo
dice.
—Yakov, pide algo de comida para mi acompañante. Necesita estar
fuerte y con mucha energía para más tarde.
Aleluya. Pero no probaré nada, tal vez me intenten envenenar.
—Muy amable de tu parte— me pongo cómoda tratando de no mover
el brazo, la herida del disparo me tiene tensa.
«Evita matarlo, no saldremos vivas de aquí»
Lo sé y por eso me mantengo en silencio de brazos cruzados mirando
la comida que traen. Se ve deliciosa, parece salida de un restaurante y eso
me da más hambre. No comeré, no sé si el estúpido que la consiguió, le
echó algo. El ruso nota que no tomo nada y es él quien toma un tenedor y
prueba algo.
—¿No quieres?, está delicioso, ya se me abrió el apetito.
Come y estoy tan hambrienta que la boca se me vuelve agua, no
debería pero termino tomando algo, debo pensar en lo que tengo dentro de
mí, y que no crecerá fuerte y sano si paso hambre.
Las peleas transcurren, desde aquí veo las caras de los que están en los
palcos de enfrente, algunas las reconozco de cuando estuve infiltrada en
Sodom y Moscú. El dinero corre en todo momento como también el licor.
El olor a sangre es notorio hasta aquí, y quisiera ponerme de pie, respirar
otro aire porque me siento ofuscada y pensando miles de cosas al mismo
tiempo.
Una de esas es la posibilidad de que sea verdad que el Alpha hará un
intercambio, pero me resulta difícil de creer, primero porque sería soltar su
presa, segundo porque su familia pensará en el porque de darle importancia
al rescate de una simple guardaespaldas por muy eficiente que sea, sería
poner en duda algunas cosas, o eso es lo que pienso el resto de las horas.
«Confía en mí» mi subconsciente cuerda me lo recuerda varias veces y
evoca los momentos en los que me lo dijo y no quisiera poner mi fe ahí,
pero es la única salida que tengo hasta ahora. Mientras que tenga este
maldito collar, me encontrarán hasta debajo de las piedras y quitarlo me
tomaría el tiempo en el que darían con mi paradero volviéndome a apresar.
Braden sigue mirando las peleas, aunque se disponga a fumar
marihuana de vez en cuando, parece estresado, y más cuando mira el
teléfono, se pone de pie y desaparece creo que por una hora, no sé pero pasa
bastante tiempo, me dejó dos vigías y sin más remedio, me quedo mirando
la pelea que comienza. Desde el otro palco miran en mi dirección,
murmurando como si tuviera un cartel en la frente que diga “la presa”, oh,
ya sé, están mirando mi desagradable apariencia de expresidiaria salida de
un pelea callejera.
La comida ayudó, ya me siento algo mejor y creo que podría escapar,
pero no puedo aunque use mis habilidades.
Me sacan y suben a un auto, nos volvemos a movilizar y la siguiente
parada es una calle estilo callejón de mala muerte con prostitutas del bajo
mundo, drogadictos y pandilleros que pelean entre ellos como si esa fuese
la única distracción que tienen en estos lados.
Camino unos pasos detrás del ruso que deja que le abran paso, parece
que viene con frecuencia porque todo mundo está coordinado hasta para
dejarlo entrar por unas grandes puertas dobles que cruzamos y básicamente
es como si nos adentraramos en un mundo sangriento.
Literalmente un burdel con esa fachada, las mujeres desnudas, sexo
por todos lados, sangre de las peleas en un pequeño ring rodeado de
espectadores con dinero en mano, botellas por todos lados, el olor a
marihuana y cigarrillo es lo único que se palpa en el aire, las prostitutas
dejan que las manoseen como se les venga en gana, las golpean, bañan en
licor o ponen a chupárselas a varios al mismo tiempo.
Y eso no es lo más oscuro del sitio, lo peor es lo que veo después de
un largo pasillo con luz tenue y aire frío, parece una nevera e incrementa
cuando abren dos grandes puertas y controlo la arcada de vómito que se me
sube a la garganta al ver las mujeres atadas en la pared, siendo
descuartizadas, estando vivas. Les sacan los órganos importantes, y no solo
eso, algunas siendo folladas en una esquina, piden piedad, lloran y se
arrastran queriendo huir pero las devuelven entre golpes, patadas y frases
ordinarias.
Las abusan, después las descuartizan como si fuesen animales. Antes
había visto algo asi, pero no tan vil. Aquí se sobrepasan y se me comprime
el corazón al ver a los niños que tienen en una jaula, lloran, asustados, se
arrinconan cuando alguien se les acerca.
Los ojos me arden, mi pecho duele e inevitablemente mi mano viaja a
mi vientre, palpando sin dejar de imaginar escenarios así, pero en otras
circunstancias, de solo pensarlo me invade esa sensación tan amarga en la
que el corazón me late demasiado rápido y mi cuerpo se enfría sin saber que
hacer.
«Eso no sucederá, no lo permitiré»
En todo momento siempre me ví sola, batallando contra todo
pronóstico, pero de solo ver esto, es como si un botón hiciera click en mi
cabeza, recordando que mientras la mafia rusa exista y me recuerden, no
estaré a salvo y me querrán hacer trizas lo que me importe tanto como lo
que estoy esperando, lo querrán destruir, más cuando sepan quién es su
padre.
Cometí un error, nos van a querer quemar y sola no podré con todo, no
es posible en estás circunstancias. Somos dos, tendré mucho por recorrer y
eso dificulta las cosas porque.....
—¿Impresionada?— su tono sarcástico me aterriza—, No lo creo. Eres
una mercenaria, debes estar acostumbrada a ver estas cosas.
Noto como una niña se abraza asimisma sollozando presa del miedo, y
me veo a mí, años atrás en la fortaleza.
—Señor, lo invitan a ver una pelea— le avisan.
Se mueve y me empujan para que lo siga, la imagen de los niños se
queda en mi cabeza y me siento en una prisión sin salida, aturdida
caminando por limerencia.
Me detienen cerca del ring y no detallo nada, estoy perdida en mis
pensamientos hasta que algo se aferra a mi tobillo y la acción me hace mirar
a la mujer que llena de hematomas me pide ayuda, sangra por un ojo y tiene
el labio roto, está desnuda y veo la sangre que le empapa la piernas como
si...
—Por favor, ayúdenme, estoy embarazada— súplica entre sollozos.
La arrastran por el pie alejándola de nosotros y me quedo mirando el
charco de sangre pensando en lo que debe sentirse, no sé porque, pero la
impresión me dejó en trance tal vez, no coacciono por mi misma, quedo
sentada en una silla pero con ayuda de los matones, el ruso está a mi lado,
las luces parpadean, la música sube de tono, siento que el piso se sacude y
las uñas me las clavo en las piernas.
—Señor, deberíamos irnos, afuera están haciendo escándalo un par de
hombres drogados, y dudo que usted quiera estresarse cuando la noche se le
arruine— hablan.
Sigo mirando el piso, no puedo salir de la ola de pensamientos.
—Asegúrate de que no se vayan. Quiero divertirme y estas peleas no
se comparan con la que mi cabeza quiere presenciar— se pone de pie, veo
cuando avanza, sus hombres me levantan como un títere que tiene miles de
lagunas mentales que no sabe controlar—. Ven, Diosa. Te divertirás.
Me empujan y recién caigo en cuenta de que salimos, estamos en la
calle y dos hombres se mueven asustados viendo al hombre que me ordena
matarlos a ambos o me darán una paliza trifásica.
—Sé rápida. ¿Necesitas un puñal o estás bien así?
—¿Qué?— aterrizo completamente.
Se cruza de brazos, sus hombres lo respalda y quiero estudiar mi
entorno pero tiran de mi cabello mandándome al suelo. Ambos vienen por
mí, están drogados, miden más que yo y saben atacar porque mis sentidos
se despiertan y los esquivo pero varias veces atinan mis piernas y costillas.
No me puedo dejarme golpear, debo ser cuidadosa, un golpe de alguno sería
fatal.
Golpeo el estómago de uno, cae sobre un par de motocicletas, el otro
se me viene encima pero lo esquivo y lanzo la patada que le fractura la
tráquea, retrocede sin poder respirar y aprovecho para encestarle varios
rodillazos que lo mandan al piso, cojo una botella la quiebro y voy por el
cuello del otro, trazando la cortada que me salpica de sangre, ensucia mis
manos y estoy tan agitada por la falta de movimiento físico que no bajo la
guardia aunque esté a punto de desfallecer.
—Mejor que estar allá adentro— aplaude riéndose.
Los pandilleros me miran mal al igual que las mujeres. Se encargan de
los cuerpos y ya quiero salir de aquí, no aguanto la presión que siento en el
tórax, como tampoco el nudo que se forma en mi garganta.
Pero no nos vamos, pasamos de nuevo al burdel de mala muerte,
viendo las peleas y debo calmarme presenciar como humillan a las mujeres,
las escupen y tratan como basura que solo sirve para dar placer. Quisiera
ayudar, sacarlas pero es imposible y al ruso no parece importarle su
entorno, menos desde que un hombre llegó y se mantienen hablando
alejados de mi.
—Ver tantas putas solo me dan ganas— me dice Yakov tratando de
tocarme el trasero.
—Aléjate.
—¿Por qué?, la pasamos muy bien, ¿No te parece?
De solo recordarlo me siento sucia y con ganas de arrancarme la piel.
—Vete, no quiero ver tu asquerosa cara.
Merma el espacio riéndose y retrocedo evitando derribarlo y causar
que su jefe se moleste y pida que me golpeen.
—Pórtate bien o tendré que castigarte antes de que tú jefe te recupere.
Si es verdad, ojalá sea pronto. Ya quiero salir de aquí.
—Atrévete y te juro que te mato.
—No estás en condiciones de amenazarme.
—Y no estás en condiciones de venir a tocarme. Me das asco, eres una
porquería de hombre.
—¿Por qué? ¿Por esto?
Se va y mis ojos lo siguen cuando toma una chica poniéndola contra la
barra.
Está desnuda y eso le facilita solo tardar en ponerse un preservativo
antes de penetrarla sin dejar de mirarme, quisiera ir hasta allá y castrarlo,
hago el esfuerzo por quedarme en el mismo sitio pero verla siendo forzada
y llorando, no me ayuda porque termino esquivando las manos que buscan
sujetarme, me muevo rápido, lo aparto tomando el tenedor que veo sobre
una bandeja antes de irme contra el clavándolo en su ojo, me empuja
haciendo que caiga sobre una mesa pero como puedo me levanto y...
La mano de un matón me aparta, el ruso se acerca viéndome mal y
ordenando que me saquen porque nos vamos. Me arrastran y no dejo de
mirar como el pene fantástico se presiona el ojo queriendo parar la sangre
que sale a montones.
—¡Por ser un maldito violador!— le grito.
Ninguna mujer debería ser tratada así, menos abusada y humillada
vilmente. Asqueo cada hombre que veo, los quisiera matar porque se creen
con el más mínimo derecho de hacer con nosotras lo que les venga en gana
al igual que el ruso que antes de abordar la camioneta me da un puñetazo en
el rostro.
—Cumplirle a tu jefe nunca fue una opción.
—Tú tendrás una muerte lenta y torturosa— le aseguro.
Me adentran y en el camino me chupo el labio roto. Al llegar es un
calvario, me meten de nuevo en el cuarto de tortura, me desnudan y mi
espalda se lleva la tanda de latigazos que me abren de nuevo, sacan mi
sangre y desprenden mi piel con cada golpe que me va dejando mareada,
sin fuerzas o energía para seguir despierta.
Llega un punto en que todo se oye lejos, veo el sitio dar vueltas y mis
párpados cerrarse lentamente anunciando que el dolor es más del que puedo
soportar.
Durante mucho tiempo me dejan en la silla, no me sacan y el baño de
agua fría me lo dan aquí mismo, lanzando dos baldes que se llevan la sangre
seca y me dejan doliendo la espalda, la herida del hombro y no ayudan a mi
piel porque tengo demasiado frío, no puedo dormir así y rezo para
desmayarme pero no sucede, sigo despierta mirando la mesa que tengo en
frente pensando en que tal vez esto más adelante solo sea un mal
recuerdo....
Los golpes, las torturas, el abuso.... Todo podré borrarlo, superarlo si
me lo propongo pero mientas más tiempo paso aquí, más quiero salir y mi
única opción es Herodes, necesito que venga por mi, muy estúpidamente mi
cabeza se aferra a la posibilidad de que lo hará a su manera, ¿Pero cuando?
Y si lo hace tarde cuando suceda lo que no quiero ¿Cómo viviré después de
eso?.
Necesito salir de aquí.
Necesito mandarme a revisar.
Necesito noticias que ayuden a mi paz mental.
Necesito.... Necesito salir de tanto pantano que me unta cada vez más
y temo quedarme estancada.
La puerta se abre y Yakov entra con una venda en el ojo, sus pasos
apresurados me dicen que me viene a dar una paliza pero no lo hace,
prefiere electrocutarme varias veces hasta dejarme con la boca salivando y
las músculos palpitando de dolor.
—Eres una maldita perra. Me sacaste un ojo y te las voy a cobrar, no
me importa si vienen por ti— me toma del cabello—. Nunca me olvidare de
ti, te mataré cuando menos lo esperes.
La puerta se abre de nuevo.
—Yakov, déjala. Tiene dos días para recuperar algo de apariencia
porque ahorita parece una pila de excremento— entra el ruso con un sujeto
a su lado.
—Se sobrepasaron, pero es lo menos que se merece por matar a mi tía
— se me acerca— Deberías mandarla a trabajar a cyber sex, sería una
buena idea para traumarla un poco, además no dejaremos que se vaya tan
ilesa.
—Ya no queda tiempo. Tal vez para la próxima.
—Esa próxima será muy pronto, me aseguraré de ello— le garantiza
Yakov.
Se van y quedo pensando en lo que dijeron.
¿Entonces si vendrá?
¿Saldré de aquí?
No quería aferrarme más, pero una gran felicidad recorre mi cuerpo y
con dificultad sonrío imaginandome fuera de aquí.
—Él vendrá, me sacará y tendré que lidiar con algo más grande, pero
no importa, todo sea por salir de aquí, ya después pensaré que haré— me
digo—. Él vendrá.
Una mala sensación me invade, parecida a la que sentí cuando ví morir
a Taeyang, pero ahora es más grande y hago un esfuerzo por darme aliento,
pensar y planear, pero no se va y el miedo tampoco.
Él vendrá.
¿Y si no es verdad?
¿Y si solo es una pantalla para poder ver a Braden y matarlo?
No debería estar pensando tanto, muchas veces me dejó claro muchas
cosas que no se me olvidan, pero la gente cambia y....
“En el mundo que estarás, la gente miente y manipula con lo que
mejor les convenga”.
Recuerdo las palabras de mi madre, nunca se me olvidaron y menos
ahora.
«Respira, él vendrá, es lo único que importa»
_____________✧✧_____________
______________________________

Megan
Debería sentirme mal por lo que me dijo, pero no, su frialdad esta vez
no me va a derrumbar porque tengo un as bajo la manga y por eso me
encamino al jardín, aprovechando que ya es de noche y todos están menos
ocupados.
La primera vez que entré a este mundo fue gracias a mi padre, el
conocía a Dwayne desde hace mucho tiempo, antes de que Herodes se
posicionara como gran jefe; ya era un figura imponente que hacía que los
demás lo veneraran y le mostrarán una gran devoción, como si fuese un
Dios infernal. Papá era uno de ellos, sabía que lo que no logró con mi
suegro, lo haría con mi novio y fue así, llegó más rápido al puesto de
ministro, es parte de la organización, gana mucho dinero
Al principio me daba miedo este mundo, lo que mi padre me contaba
que no se podía hacer o nos costaría, pero sobrellevaba todo al saber que lo
vería, que sería su novia porque mi madre me contaba sobre lo que se
rumoraba y era:
Herodes Blackwood no tiene novia, hace mucho no se le ve con una y
sigue soltero enfocándose en su vida.
Hasta que mis sueños se hicieron realidad y comenzamos nuestra
relación, pese al poco tiempo para estar juntos, yo siempre entendí, y
cuando se daba la oportunidad de vernos, era como si mi felicidad se
cuatruplicara. Y cuando me habló de matrimonio, casi me muero porque
creí que con él no se podía aspirar a dar tal paso.
Pero es entendible, su organización tiene reglas y él lo da todo por ella
y él. Aún así, me despreocupo, creo que los aires suyos ya se me
contagiaron porque quiero el puesto de ser su esposa, no porque solo me
importe el poder, también porque lo amo y su vida tan esporádica debe
cambiar para que se deje de hacer cosas que no debe.
Cruzo el pasillo, buscando la habitación correcta, pero no tengo que
tocar, la persona que busco aparece con un vaso de agua en la mano y un
atuendo de pijama para dormir.
—Señora, ¿Qué hace aquí a estas horas?
—Te buscaba. Necesito que me digas cuando se van, a dónde y si tiene
que ver con la pelirroja— me le acerco—. Habla.
Mira detrás, a los lados y luego se concentra en mí.
—Mañana volaremos a Kiev. Tengo entendido que el jefe hará un
intercambio, lo que significa que Venus estará con nosotros pronto, no me
agrada la idea, pero es lo planeado hasta ahora.
Lo sabía. ¿No puede dejarla pudrirse? ¿Tanto le gusta su vagina? ¿Para
qué un trueque?. Mi cabeza piensa rápido y suelto lo único que se me
ocurre por el momento.
—Mátala, en lo que tengas la oportunidad hazlo.
—No creo que...
—Tendrás grandes recompensas si me cumples, Enola.
Duda pero sonríe.
—Haré lo que pueda.
—Espero buenos resultados. No quiero a esa perra aquí.
—No se preocupe, yo veré como hago.
Vuelvo a mi habitación cogiendo el teléfono, marco el número que
necesito y espero a que conteste, tarda pero respiro hondo cuando escucho
su voz.
—Sé que viajarás con él. Necesito que te deshagas de ese problema, ya
lo habíamos hablado, sabes lo que conviene o todo se vendrá abajo.
Espero su respuesta, se toma unos minutos en los que solo oigo
silencio.
—Tengo planeado algo mejor si no se dan las cosas como espero— me
dice y eso me devuelve el alma al cuerpo porque aquí si puedo confiar
completamente—. Un gran favor que después me pienso cobrar si no me
das resultados.
—Lo tengo claro.
Cuelga y puedo lanzarme a la cama, cerrar los ojos y quedarme
dormida con la tranquilidad de saber que solo debo esperar noticias
productivas.
Llegué tan lejos como para dejar que todo se vaya por el desagüe.
Todo iba bien y debe volver a ser así.
Muchas cosas juegan a mi favor y no me daré por vencida teniendo las
de ganar, ahora más que nunca que tengo el gancho perfecto, solo debo
usarlo en su momento y por ahorita, no puedo.
_____________✧✧____________
_____________________________

Estamos a solo un capítulo del final y el epílogo ¿Preparad@s?

0 Spoiler por favor.

Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Besitos.

Osly Ortega.
Capítulo 80

________✧✧Apocalipsis ✧✧_________

Herodes
Mi cuerpo está pasando por sensaciones que rayan en la locura porque
no sé como controlarlas, son tan angustiantes que debo fumar a cada rato y
aún así mis manos sudan, el corazón me bombea rápido acelerando mis
ganas de que el jet se alce en vuelo y llegue rápido a la fábrica.
Estoy a solo horas, solo horas para verla de nuevo y tenerla entre mis
brazos para nunca más volver a soltarla porque no pretendo pasar de nuevo
por todo esto que me avasalla desde su secuestro. Los recuerdos son como
un Déjà vu sin salida, que aunque me esfuerce por persuadirlos con otras
cosas, es imposible, siempre regresa demoliendo todo a su paso.
«La necesito, no puedo estar tranquilo sabiendo que no la tengo cerca»
«Droga» Eso que me metí en par de veces pero nunca me volví adicto
cómo lo estoy ahora anhelado frenéticamente a alguien, precisamente a
quien no debería pero ya no puedo hacer nada, ¿Cómo la arranco de mi
pecho a estas alturas?, Creo que ni la muerte sería la solución porque
estando en el más allá la buscaría para seguir ardiendo.
Me acomodo las mangas de la camisa, la calefacción es perfecta, pero
mi cuerpo parece estar en el desierto de Egipto atravesando por rabia,
impotencia y ganas de matar a alguien. «Respira, has pasado días inestable,
aguanta un par de horas más». Cierro los ojos evocando los momentos que
me aferran más, no me importa ya, no puedo hacer nada contra lo que mi
pecho desencadena ante su recuerdo.
Me acaricio las piernas eliminando el sudor que adquieren mis palmas,
moverme es un suplicio porque me duelen los testículos, tengo días sin
correrme, tocarme no sirve y aunque sé que pierdo el tiempo, lo hago
pensando el tiempo libre que pienso tomarme cuando toda esta mierda se
tranquilice, los lugares que pueden ser testigos de todo lo que haré, pero por
ahora solo tengo uno en mente, el primero de tantos.
—Señor, desea.....— la azafata se calla de golpe al ver lo que hago, no
se mueve y sigo agitando la mano, avivándome por un momento en que
consigo el recuerdo perfecto, me corro ensuciándome la mano y la camisa
—. Señor.. me.. ¿necesita algo?
Me saco la camisa limpiando los rastros de semen que quisiera haber
vaciado en un lugar específico.
—Un trago de licor, el mejor que tengas.
Pasa saliva balbuceando nerviosa.
—¿Whisky o....
—Lo que sea.
Se queda embobada mirando mi miembro y pecho.
—No te quedes ahí parada y ve por lo que pedí.
Se pierde, me acomodo yéndome al armario por una nueva camisa. Me
meto al baño, me lavo las manos y salgo recibiendo el trago que me tomo
de un solo sorbo.
—No me vuelvas a interrumpir— demando.
—Disculpe.
Las próximas horas las consumo mientras repaso lo que haré, ya todo
está marchando como quiero, solo debo asegurarme en persona porque no
deben haber errores. El jet aterriza y bajo con el teléfono en la mano
revisando varios mensajes, abordo el auto y son varios minutos de camino
hasta que llegamos y directo me voy a duchar antes de bajar a ocuparme.
Mario me llama, ya viene en camino, los dos que estaban con él ya
llegaron a Finlandia, organizando lo que queda.
En la fábrica todos se mueven de aquí para allá, parte del escuadrón
está en una mesa reunidos con el hacker y el aprendiz de mi mano derecha.
Todos esperan que haga presencia y lo hago apoyando las manos en la
mesa, mirando el mapa que ya deben haberse grabado o me aseguraré de
tatuárselos yo mismo.
—No tengo que estar diciendo lo que quiero, todos saben a lo que
vamos, lo que es la prioridad sobre cualquier cosa. Puedo cuidarme solo, al
que vea fuera del plan, yo mismo lo voy a matar— paseo la mirada por cada
uno—. No deben haber errores porque no los voy a tolerar.
—Entendido señor— responden al unísono.
—Los quiero ver trabajando, demuestren que tienen los cojones para
seguir perteneciendo a mi organización—saco un cigarrillo— Lo que no
sirve, no tiene cabida aquí y el más mínimo error es intolerable.
Doy una calada tomando asiento, subo los pies y arrojo el encendedor
sobre la mesa.
—Quiero escuchar un repaso sobre lo que cada uno debe hacer—
ordeno.
No me importa estar como un maestro que se cerciora de que sus
alumnos sepan que hacer en una tarea, me aseguraré de que estén claros
sobre lo que deben hacer cada uno. La fallas no soy una opción, no en estas
circunstancias en las que me juego mi orgullo para rescatar la sensación
más fuerte que he sentido hasta ahora.
Uno por uno hablan, los demás escuchan y prestan atención. Me fumo
otro cigarrillo mirando el teléfono pero sin dejar de escuchar lo que dicen.
Mario llega y se pone en la tarea de avisarme todo con lujos y detalles.
Cada segundo cuenta aunque aún no sea el momento, no me mantengo
quieto, no descanso y tampoco permito que estén sin hacer nada porque
estaremos un día aquí, ya después debemos volar a Finlandia.
Giovanny llega con Dwayne, ambos irán al intercambio aunque no es
necesario, quieren ir y no estoy para disputas, puedo ordenar que se ocupen
de sus cosas, pero no pretendo gastar saliva hay. Necesito al menos dos
horas para prepararme o tanto estrés me volverá loco y la única manera de
distraerme mientras tanto, es ir al área de tortura a ver si se les ofrece algo a
mis prisioneros.
Estoy por levantarme pero la conversación que llega a mis oídos me
deja en el puesto escuchando lo que el aprendiz de mi mano derecha le dice
a la pelinegra
—Rezo para que esté bien. Cuando no es una cosa es otra. No sé cómo
soportaré el que algo le suceda, es una terca— se oye preocupado—. Le
daré un buen regaño cuando todo pase. No puede ponerse en riesgos, no
entiende que nos importa y más a mi que cuando me enteré no pude pegar
un ojo, tampoco comer, nada.
—Eso y que la última vez no terminaron bien las cosas entre ustedes.
Preferiste a la enfermera y no dejaste que te hablará como quería.
—Fui un tonto y me arrepiento de haberme dejar llevar por la
molestia; no debí.
—Estará de regreso y podrás disculparte por haberla juzgado, porque
en parte lo hiciste— le dice.
—Lo sé, y juro que estoy tan arrepentido. Preferí calmar mi molestia
con sexo y lejanía. Y ahora...
—No te acuchilles tu mismo.
—¿Qué haré si no la puedo volver a ver?
—La veremos. Es Venus, estará bien. Mató a la jefa de la mafia rusa,
indudablemente ella está bien.
—Eso espero o moriré por dentro.
Y yo me voy a derrumbar porque me siento culpable, no debí dejarla.
Mi frío corazón sigue con los mismos retumbes y duele, pero respiro hondo
y me pongo de pie. Giovanny y Dwayne vienen llegando, el segundo se me
acerca pidiendo hablar y se lo concedo moviéndonos a otra área.
Me siento sobre una caja revisando los planos que veo al lado. Aún no
me habla, se pasea de aquí para allá mirando el arsenal bélico.
—Ha buena hora tendrás la oportunidad de acabar con el ruso. Salió
perfecto el rapto de tu guardaespaldas, enhorabuena— comienza—. Aunque
aún no creo como Braden es tan estúpido para pensar que harás un
intercambio por alguien que no tiene nada que ver con la familia, tampoco
es ni el 10% de importante en tu vida. Pero bueno, se debe aprovechar la
oportunidad.
—Sin duda alguna.
—Debes matarlo, de nada valdrá si no lo haces y al final sucede el
intercambio.
—Lo sé.
Lo miro, también me mira al darse cuenta que la conversación no me
importa, pero sigo aquí sentado demostrando menosprecio.
—Si solo te causo fastidio, bien puedes decirme y no interrumpo tu
tiempo.
Sonrío cruzándome de brazos.
—¿Sabes que no? En realidad en estos momentos no lo haces y es
porque te voy a poner al tanto de algo.
—¿De qué?
—Mi obligación de casarme con Megan Gelbero.
Su expresión cambia a una confundida.
—¿Sucede algo con ella?
—Puede ser.
—Termina de decirme.
Paso por alto el tono de mandato.
—No me pienso casar con una buena para nada que no sirve para ser
mi esposa.
Abre la boca para hablar pero elevo la mano callándolo.
—Si me voy a casar lo haré con alguien que de verdad emane poderío,
superioridad y tenacidad; términos que no le van en nada a ella y lo sabes, o
tal vez no, no tenemos los mismos gustos, a ti te gustan sumisas y por mi
parte— me acaricio el mentón—, Me gustan indomables, con carácter y
capaces de arrodillar a quien les venga en gana, no a mí, pero si se deja
doblegar con alguien como nosotros, no tiene lo suficiente para mandar a
mi lado y es algo que no pienso pasar.
—¿Acaso lo dices porque ya tienes una candidata?
—Lo digo porque la que vaya a ser mi mujer, tiene que cumplir esos
requisitos. De sangres de bestias, saldrá un buen demonio para ocupar mi
cargo. Y Megan no tiene la fiereza para parirme un heredero.
—No necesitas alguien que sea parecida a ti. Necesitas alguien que se
adecué a las reglas y esas son: que venga de buena familia, buen apellido y
sea parte importante de la organización. Por ahora la única opción viable es
ella.
—Sí. Pero ya no y nadie me dirá con quién casarme no cuando ya
alguien demostró que merece subir de escalón.
Se endereza y sonríe como si recién captará a lo que voy.
—¿De quién me quieres hablar?
—Oh, yo no te quiero hablar, te voy a decir que es distinto porque soy
el Alpha y puedes ser mi padre, pero aquí los rangos son importantes, y el
mío es el más alto.
—Lo tengo claro. Estuve en tu puesto y a diferencia de tí, no ante puse
el amor.
—En ningún momento he mencionado el amor y lo sé— me pongo de
pie sacando un cigarrillo—. Y creo que por eso sigues en una relación que
yo ya habría desecho.
—Los problemas con tu madre no los meteremos aquí— se molesta
aunque quiera demostrar lo contrario—. Hablamos sobre tu compromiso y
el que ahora quieras romperlo.
—Romper, terminar, acabar... Lo más rápido posible .
Suspira hondo. Quiere soltarse pero no puede y por eso finge que no le
cayó mal.
—¿Me dirás quién es?
—La mujer que mató a la jefa de la mafia rusa, la mujer que cumplió
con la mayoría de mis órdenes y la mujer que tiene los cojones para mandar
igual que yo, y esa es Venus Adler, mi futura esposa, Alpha de la mafia
principal y en pocos meses, la mujer más poderosa del mundo— saco el
humo humectandome los labios—. Es mil veces superior a cualquier mujer
en la organización y no pienso hacer el maldito intercambio, pienso ir por lo
mío para que siga demostrando lo que es, y es la única digna y capaz de
estar a mi lado.
Tensa la mandíbula sacudiendo la cabeza y me levanto mermando el
espacio.
—Desde ahora nadie puede tocarla porque se las verá conmigo,
Dwayne— suelto el humo que impacta en su cara.
—Sabía que te la estabas cogiendo. Lo noté desde hace mucho.
—Lo sé.
—¿Seguro que es la “indicada”?— comienza queriendo plantarme
dudas— ¿Desde hace cuando no muestras tu otro lado de la moneda?, Hace
mucho que no haces lo que solías hacer ¿Y cuando te haga falta?
Giovanny entra interrumpiendo, el teléfono me suena en el bolsillo y
debo alejarme a atender porque es importante.
Desde hace mucho entendí que Megan serviría para no tener que
perder tiempo eligiendo, pero me dí de cuenta que Venus llegó no solo para
ser mi adicción sexual, porque en cada encuentro, plática entre claves,
quedábamos en algo y aunque su frío corazón no lo aceptará aveces, el mío
lo ha hecho ahora que siento que puedo perderla, y no me daré el lujo de
que eso suceda.
Iré por ella, necesito que termine de confesar porque sus dudas no la
han dejado, y así no estaré tranquilo, puede demostrarlo cuando estamos a
solas, pero necesito que lo diga como yo lo hice rompiendo con mis reglas y
abriendo lo que no debí, pero lo hice, no me arrepiento, tampoco espero
tener que hacerlo.
De solo imaginarme con ella sobre mis piernas mientras el mundo
arde; me dan ganas de bombardear cualquier país que no se arrodille ante su
futuro mandato, porque si yo soy terror y señal de dominio, ella será peligro
y señal de destrucción.
Juntos somos la representación perfecta de peligro y caos. Armas
apocalípticas que están destinadas a arder en medio del fuego que vamos a
ocasionar para que arrase con lo que nos estorbará cuando nos casemos.
—Señor ya tenemos todo listo— me avisa Mario.
—Prepárense nos iremos en la madrugada— ordeno.
No tengo más nada que hacer aquí, subo a la casa a ducharme, la
empleada me trajo la ropa que usaré y al terminar de vestirme me miro en el
espejo subiéndome la cremallera de la chaqueta. Me guardo las dos armas
en los sujetadores de los muslos, la navaja en el cinturón y por último busco
en mi equipaje la cadena que saco abrochandola en mi cuello, me la guardo
por dentro y salgo con el teléfono en la mano.
—¿Comerá algo?— se me atraviesa una empleada.
Debería, necesito estar al 1000%. En la cocina me sirven algo rápido
pero es mala idea, mi garganta no pasa sino nada más que el jugo y un trozo
de jamón especial.
Regreso a la fábrica, los seleccionados ya se están alistando con los
trajes, Giovanny habla por teléfono y Dwayne me mira cuando paso por su
lado yéndome al área de celdas. Su opinión me importa nada, no aceptaré
que alguien venga a intentar cambiar mis decisiones, aunque eso no
sucederá, me conocen y a menos que quieran morir no me tocarán el tema.
La enfermera me informa del estado de salud del capitán del CEICC y
el capo. Ambos siguen aquí y primero me voy a la celda del honorable y
justo miembro de ejército que quiere aparentar ser justiciero y dispuesto a
acabar con las cabezas más importantes de la mafia.
Le sacaron el rastreador antes de movilizarlo. Sigue solo con el
uniforme, me mira al notar que soy yo, se mueve temeroso cuando me
abren la celda y doy un paso entrando. El espacio no es tan grande, no
necesita que lo sea, tiene una cama de hierro, un inodoro y un lavamanos,
pero solo puede usar la primera cosa ya que está encadenado y no llega ni
siquiera a un metro de distancia.
—Me han dicho que aún no te interrogan— me guardo las manos en
los bolsillos—, deberás hablar cuando lo hagan o te cortaré la lengua.
No dice nada, parece que la lengua se le quedó dormida.
—¿Sabes hablar o te dió un derrame cerebral al verme?
Doy dos pasos más mirando el temor en sus ojos «Me gusta ver eso en
mis presas».
—No te diré nada— tartamudea.
—Eso creí.— me giro y avanzo para salir—. Creo que tu familia no
me va a dejar esperando respuestas. Debería hacerles una visita, sí, es buena
idea.
El sonido de las cadenas me detiene.
—No los toques o no te diré nada.
Suelto una risa tranquila.
—Lo harás de una forma u otra. Pero me gustaría que fuera sin tener
que llegar a otros extremos— lo miro por encima del hombro—. Tu hablas
y no los toco.
—Espero tengas palabra— se atreve a decir.
—Claro que sí. Los mataré si no me das información útil.
Al salir cierran la puerta, Giovanny me sigue a la siguiente celda y sé
que debería hablar con él, pero ya lo haré después.
—Su familia está tratando de investigar sobre que sucedió con él. El
CEICC había informado de la captura, y hasta los momentos no han sacado
el tema de la fuga. Creo que Ashton está muy ocupado llorando por el
secuestro de su esposa— comenta cuando pasamos por la celda de la
mencionada—. Aún no ha comenzado a buscarla, pero ya está armando
planes.
La mujer al oír se acerca a los barrotes con lágrimas en los ojos. Su
celda es la de enfrente.
—Suéltame, tu problema es con la entidad para la que trabaja él, yo no
tengo anda que ver aquí— se aferra sin dejar de sollozar—, Por favor.
—Es una pena. Es muy bonita— comenta el consejero.
—Piedad... Por favor, piedad...
—¿Piedad?— frunzo las cejas y miro al rubio— ¿Sabes qué es la
piedad?
—Hace mucho no escuchaba ese término.
—Piedad....— habla de nuevo.
—Una palabra que no existe en mi mundo y mucho menos en la
organización— le digo.
Me detengo en frente de dónde está el capo. Al verme se levanta
queriendo hablar pero mi mirada lo calla, ve las armas que tengo en los
muslos, eso lo deja sin moverse y con cara de haber visto al mismísimo
Satanás.
—¿Cómo te tratan?— ordeno que me abran la celda— ¿Más ganas de
soltar la lengua?.
—Señor.. yo...yo no...
Respiro hondo.
—Habla como un hombre o mejor cállate. Tanto tartamudeo me
exaspera.
—Lo siento, yo...
—Ya no respondas— lo corto—, No quiero explicaciones.
—El miedo siempre doblegando hasta a supuestos capos— Giovanny
se acerca mirándole los pies—. Una pedicura muy revolucionaria.
—Estoy recibiendo el trato de un prisionero— habla bien por primera
vez—. Mi señor, sé que no debí hablar pero me amenzaron, mi familia
estaba en juego y....
—¿Tengo cara de que me importe la familia de los demás?— increpo
«No me importa la mía, menos una ajena»—. Cuando sea referente a mí y
mí organización, nadie debe abrir la boca y menos si vive en el mismo
continente que yo, lo sabes bien.
—Me iban a enjuiciar, creí que ya no tendría escapatoria y debía
proteger a mi familia. Entiéndame...
—Creo que se le olvida con quién está hablando— me dice el
consejero.
—Eso o le lavaron el cerebro durante mi ausencia. ¿Quién lo torturó?
— me giro buscando a la enfermera.
Entra revisando la carpeta que sostiene.
—Por los momentos nadie, esas heridas que tiene son de la última vez.
—¿Me matarán?— se asusta.
—La muerte sería un camino muy fácil— me devuelvo por dónde
venía, necesito un trago que calme la sed que tiene mi garganta, el
consejero me sigue y la enfermera—. Necesito que sufra, después lo matan,
pican sus partes en pedacitos y las congelan, a mis pirañas les puede gustar.
—¿Y Dimitri?— indaga el rubio cuando quedamos solos.
—En Montreal.
No lo iba a dejar pero no tuve elección.
—Ya se me olvidaba decirte que la noticia de lo que hizo Venus; ya
está corriendo más rápido de lo que esperaba. Inclusive muchos han estado
trabajando el doble para seguir demostrando su admiración hacia ti. Sin
duda alguna, esto te deja más alto, y a ella también, su apellido ya se oye en
las calles más peligrosas del país, en Italia también— se ríe —. Es la mejor,
estando en cautiverio pudo hacer tal cosa. No deja de sorprenderme. ¿Qué
puesto le darás?, Ya no es como para que siga de guardaespaldas, merece un
tango más alto.
—Todo a su tiempo.
—Me encargaré de lo que me órdenes.
—Por los momentos no necesito nada.
—Ok, señor.
—Que traigan al ruso— demando.
Cumplen mi orden, no se olvidaron de cubrirle el rostro por cuestiones
de seguridad, no saldrá vivo pero me gusta prevenir futuros problemas que
me generen dolores de cabeza. No batalla, dos del escuadrón se encargan de
él en el resto del tiempo.
Partiremos en menos de dos horas. Todos están terminando de
prepararse, la pelinegra se me acerca con una tablet, ojeo la información y
se la regreso antes de moverme a la sala de mando. Mario y el hacker están
en los controles revisando el sistema que se van a implementar en el tanque
que ya está listo.
—La aeronave ya está en el sitio— avisa la rubia.
—Hora de empacar todo— Mario sale ocupándose de lo que falta.
Me quedo mirando con lujos y detalles, el hacker se muestra algo
incómodo pero no le presto atención, al terminar salgo recibiendo el envase
de agua, es lo único que pruebo antes de subir al auto que me deja en la
pista mirando como suben los equipajes. Dan se ocupa del maletín que tiene
mis cosas, el teléfono lo mantengo en mi bolsillo, eso y el encendedor con
el pequeño estuche de cigarrillos.
—Señor, ¿Desea algo antes de partir?— me pregunta Arturo.
Desde aquí veo al aprendiz de Mario subiendo en compañía del
africano y la pelinegra.
—No.
—Listo— me avisan.
Tomo una bocana de aire alivianando lo que aparece de nuevo
haciéndome doler la cabeza. Avanzo y subo ocupando mi puesto, cerrando
los ojos mientras me abrocho el cinturón de seguridad. El piloto avisa sobre
el despegue, me preparo mentalmente para todo y me concentro el resto del
viaje.
Siento que me miran, medio abro los ojos y noto a la pelinegra que
tengo en frente, desvía la mirada y vuelvo a cerrarlos por el resto del viaje.
—5 minutos para aterrizar— avisa el piloto.
5 minutos para estar más cerca de lo mío.
Lo que quiso insinuar Dwayne, me hace algo de ruido en la cabeza
pero no le presto atención. Menos a su presencia cuando la aeronave
desciende y soy el primero en bajar siendo recibido por Benedik Ivanok y
algunos de sus asesinos más letales.
—Mi Alpha, bienvenido. Lo estábamos esperando.
Han avanzado con todo, desde aquí puedo ver la casa, ya está casi
terminada, a los alrededores organizan las armas sobre las mesas.
—¿Quieres un recorrido antes de irnos?— me ofrece un cigarrillo.
Veo la hora en el reloj, nos quedan dos horas.
—Quiero detalles de lo que ha pasado— me sigue cuando me
adelanto.
Dan y Arturo me respaldan en todo momento aunque no lo necesite,
son mis escoltas personales y deben encargarse de lo que le correspondía a
Adler. Los autos se mueven de aquí para allá entrando por la pequeña
rampa llevando y sacando materiales para finiquitar la construcción de
algunas áreas. El sitio es parecido a mi fábrica en Kiev, pero más pequeña y
destinada para resguardar las futuras creaciones.
Benedik se ha ocupado de todo con ayuda de Mario, es el único
miembro que debe encargarse del trabajo aquí. Los trabajadores por los
momentos son hombres de su confianza, asesinos y expertos que tienen ley
de silencio por pertenecer a la organización. Todo ya está casi listo, aún no
hay movimiento como tal, las únicas armas que están son las que había
enviado, son menos de las que debería haber, pero ya después me encargaré
de surtir con los nuevos prototipos del futuro.
La seguridad es tecnología de Mario y el hacker, ambos revisan todo,
ni debe haber cabos sueltos y un mínimo fallo pondría en riesgo la
seguridad en cada rincón. Una vez se sellen las puertas, nada puede salir al
menos que sea necesario o en casos que lo requieran. El área de despegue
queda a unos cuantos metros, estamos en medio de bosque entre una red
artificial tecnológica, de la mejor, con una fuerte interferencia de señal,
básicamente somos invisibles ante satélites y aparatos de rastreo.
—Me atrevo a preguntar, ¿Cómo está la señora Megan?— me pregunta
de repente.
Ni siquiera sé si sigue en Montreal. Me ha estado llamando pero no le
he contestado.
—Bien.
—Mi hija la espera pronto para mostrarle los bares. Ya debería haberse
hecho, pero todo a su tiempo.
—Nótese la falta de disposición.
—Todos tenemos una vida ocupada, ella no debe ser la excepción.
—¿Mataron a alguien?— me detengo mirando la mancha de sangre en
una parte al lado de cajas.
—Eso. No, es de la vez que trajeron el freezer en donde se metió el
encargo para los militares. Ese día había mucho movimiento aquí, aún no se
han podido deshacer de la mancha, pero me ocuparé— mueve la mano, un
chico se acerca apurado, nota mi presencia agachando la mirada—. Limpia
esa mancha, no debe quedar nada.
—En seguida, señor. Con su permiso.
Seguimos el recorrido pasando por el comedor.
—No han habido problemas, todo marcha bien— me sigue contando.
Las dos horas se consumen rápido y las ansias me invaden cuando
preparan los helicópteros. No espero nada, me bajo la pretina de la chaqueta
metiendo la mano por dentro sacando un cigarrillo, tengo dos armas más en
el sujetador de ambos lados del torso, aparte de cargadores de respuesto.
—Señor, la señorita Megan...— se me acerca el consejero con el
teléfono en la oreja—, necesita hablar con usted.
—Ahora no.
—Pero...
—Dije que ahora no— le doy una mirada envenenada.
Dan deja organizados a los que se quedarán y solo él, Arturo y otros
son los que irán conmigo. Benedik ya tenía todo listo, Mario igual y la
llegar el momento me pego el teléfono en la oreja confirmando antes de
subir al helicóptero contando los minutos.
—Que todo salga bien, no quiero morir sin antes haber visto la nueva
era— comenta Mario poniéndose el cinturón.
—Más te vale.
Ella es la prioridad, y si algo sale mal me encargaré de ejecutar a
muchos.
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Venus
Horas antes.
“Las cosas pasan por algo”. Esa típica frase que muchos dicen y se
sigue oyendo cada que alguien pasa por algún momento difícil, siempre
suele pensar tales palabras “Las cosas pasan por algo”.
¿Entonces por algo yo tuve que quedarme sin familia?
¿Por algo tuve que ser adoctrinada, torturada y adiestrada para ser un
arma?
¿Por algo viví tanta miseria en mi niñez y para colmo perdí a mi
madre?
¿Por algo estoy embarazada justamente en momentos que puedan
hacerme volver a quedar vacía y tal vez completamente en las sombras?
¿Cuál será ese algo por el que tengo que pasar por tanto?
¿Cuándo lo sabré?
La primera vez que salí de la fortaleza fue a una misión de espionaje
en un pueblo cercano. Una pequeña prueba que pasé pese a experimentar lo
que se se sentía estar fuera de esos altos muros sin salida «me costó en el
momento pero lo supe sobrellevar», en esa prisión que no te deja ver otros
horizontes si no estás preparado y completamente con el cerebro lavado
para cumplir con las órdenes.
Regresar se sentía hacerlo a la boca del lobo, o a una cueva sin luz.
Aunque no estaba del todo sola, tenía a Julián, Yasmín y los que
literalmente no me despreciaban, pero aún así no era lo mismo, no se nos
permitía mostrar afecto, teníamos que pasar el resto del tiempo entrenando,
poco hablábamos y privacidad conseguíamos en momentos fortuitos,
rápidos, escasos, algunos los aprovechaba para pensar sobre si haría lo
correcto con lo que tenía pensado.
Me decidí, no tenía de otra, era lo que mi alma quería y yo necesitaba,
necesito y quiero paz mental. Siempre me mantengo aislada de lo que el ser
humano no puede intentar reprimir, sin embargo, en esos días los dejaba de
lado porque los procedimientos mentales no me hacían nada
completamente, ayudaron en algunas cosas, pero no como deberían y tuve
que aprender a llevar todo de manera proporcional.
Al ver a Herodes quedé impactada, no creí que fuese tan apuesto como
escuché muchas veces, no lo había visto en persona, pero siempre tuve ese
gramo de curiosidad por tenerlo de frente para comenzar con mis planes,
pero cuando sucedió me sentí demasiado extraña, no sé si es porque el muy
soberbio es un estimulante o tal vez sea el magnetismo que rápidamente se
creó, lo noté, no soy estúpida y cada que lo tenía cerca me preparaba
mentalmente hasta que el primer encuentro desencadenó algo peculiar...
Aún no sé cómo explicarlo, tampoco creo que algún día sepa como
hacerlo.
Pero el odio, ese que siento desde hace muchos años, creó una
enfermiza obsesión que me hace sentir diferente, inusualmente desde que
estuvimos en las Bahamas lo fui notando y mis confusiones crecieron, pese
a estar centrada, mi pecho siempre se sentía extraño y eso comenzó hacerse
más presente cuando descubrí que él no es lo que siempre pensé, en ese
hombre frío, distante y peligroso hay un ser menos cerrado, no digo que
abierto, pero si alguien que pueda tolerar y eso me sigue asustando...
Y es una locura, nada me asusta, solo las arañas y ahora el pensar que
puedo perder a mi bebé. Pero Herodes... Desde su confesión me derribó uno
de mis muros más importantes, eso no debió haber sucedido, pero fue así, y
ni sacándome el cerebro podré olvidar sus palabras, están grabadas en las
hojas de mi frío y apagado corazón.
Lo odio. Lo odio más que a nada en este mundo y ahora más porque
muy en el fondo anhelo que venga por mi, me saqué de aquí y cumpla con
lo que espero «Confío en él como siempre me lo pidió», porque ya no me
importa mi maldita venganza, solo quiero ser feliz, la vida me está dando
una nueva oportunidad y la voy aprovechar aunque sé que no será fácil, salí
de la muerte de mis padres, mi anterior yo pura, podré salir de lo que va a
ocasionar dejarme llevar.
En parte quiero, pero lo que más quiero es seguridad para lo que voy a
traer al mundo, y yo sola, sin recursos o alguien que me ayude, no lo voy a
lograr. Lo necesito a él y mi interior se siente bien con la decisión aunque
una parte me diga que la fe me la pueden pisotear cuando menos lo espere.
Con las fuerzas que me quedan doy para reincorporarme quedando
sentada, pensando en cuanto tiempo falta para salir de aquí. Me acaricio el
vientre, tengo demasiada hambre, la herida del hombro me sigue
palpitando, no me la han curado más, tampoco me han vuelto a golpear,
gracias l cielo eso disminuye mi angustia. Estoy sola en el sitio de torturas,
sin probar agua en muchas horas, entre la oscuridad y con el cuerpo
adormecido por el frío.
No siento los dedos de los pies y la espalda me duele en exceso, creo
que las heridas no están sanando y me preocupa al igual que las quemaduras
en las muñecas.
—Buenas tardes, perra— entra Yakov.
Quisiera reírme de el parche que tiene en el ojo, pero no quiero golpes,
reprimo las ganas de llamarlo pirata pene fantástico.
—¿Ya te quieres ir?— enciende la luz.
Me suelta sacándome al área de baño, me lavo como puedo y me ato el
cabello con un mechón de cabello. Mi piel parece la de un insecto con piel
rústica, tengo manchas secas en varias zonas y limpiarlas me duele, pero lo
hago queriendo verme menos salida de la esclavitud. Quisiera que el agua
también me quitará la suciedad que siento desde el abuso, eso aún se repite
en mi cabeza, y hago acopio de mi fuerza para no pensar.
—¡Muévete!— me grita.
Parece estar de malhumor, o tal vez ya sabe en lo que se metió «Me las
va a pagar», no se me va a olvidar lo que me hizo y los golpes, me la voy a
cobrar para mostrarle que ninguna mujer debe ser tratada como un pedazo
de carne, menos las que tienen en aquel burdel de mala muerte. Quisiera
incendiarlo y sacarlas a todas.
Me lanza el vaquero que me pongo al igual que la camisa mangas
largas. Me devuelve a la celda de torturas dejándome sobre la silla,
ocupándose de quitarme el collar, la piel de esa zona me duele y me paso
las manos sintiendo la marca horrible que debo tener.
—Llévala— ordena y los dos sujetos me sacan en dirección a la gran
casa.
El trayecto me lastima las palmas de los pies. Hace calor o tal vez
estuve mucho tiempo en el frío. Necesitaba aire fresco, mis pulmones se
sienten mejor, la brisa impacta en mi rostro haciéndome sentir fuera del
calvario, pero no por mucho, el verdadero lo siento cuando me adentran en
la sala y los Marakov me miran con ojos cargados de desprecio, expresiones
de lobos mirando a una pequeña presa que se van a comer en cualquier
momento.
El cabecilla se acerca fumando un tabaco de marihuana, viste vaqueros
negros y camisa mangas largas de igual color, botas Rock Star y un cinturón
con dos armas a cada lado. Me mira de pies a cabeza riéndose de mi
apariencia. El lugar es inmenso y lo único que se oye es su burla de
desquiciado enfermo, su familia ni se inmuta, no les da gracia pero si les
gusta porque algunos sonríen.
—Graben en sus cabezas esta carita— sujeta mi mentón para que me
miren —. La tendremos con nosotros nuevamente, más adelante y será para
no salir de aquí al menos que sea muerta.
—Disfruta tu corta libertad, será verdaderamente corta— me dice
Viktor, su nombre estaba en información que hace tiempo tuve que leer, me
sé el de cada miembro, a ninguno desconozco.
—Lastima que tengamos que soltarla. Pero será por una buena causa—
habla Yelena.
La esposa de Gerald no dice nada, tiene los ojos rojos, parece haber
estado llorando como una estúpida por un hombre que la niega con la
primera puta que se le atraviese.
—La muerte de mi tía no la vamos a dejar pasar— me amenaza el
primo de Braden —, te vas arrepentir de vivir.
—Ajá— ruedo los ojos.
Intenta golpearme pero el líder me aparta dejando caldo que aún no
pueden tocarme.
—Ya tendrás tiempo para hacer lo que quieras, por ahora no puedes.
—Te salvas solo por esta vez.
—Lo mismo digo— paso la mirada por cada uno —Tampoco los
olvidaré.
Vuelvo a estar afuera cuando me hacen avanzar hasta las camionetas
que esperan, me cubren el rostro al subirme. Cuando vuelvo a ver el sol es
al bajar en una pista de despegue, hay tres helicópteros, me detengo cerca
del segundo.
—Bien. Ya nos vamos, espero que te haya gustado el tiempo en mis
manos— me dice— Se repetirá cuando menos lo esperes.
—Encantada de que eso suceda— y no sabe cuánto.
—Camina— me empuja Yakov.
Veo como todos se mueven con armas, dando órdenes y cuidando de
que yo no escuche pero mis oídos son bien chismosos y capto un par de
cositas antes de que todos aborden. Me ordenan usar el cinturón y lo hago
ignorando a los que llevo a los lados, prefiero mirar por la ventanilla,
contando los segundos para salir de todo esto y respirar tranquila.
Los días que me trataron como burro de carga, lo que ví en aquel bar,
cada enfrentamiento, las veces que me cayeron a latigazos, todo sigue
intacto en mi cabeza haciendo que cierre los ojos eliminando el saber
perfectamente como se siente ser ultrajada por un malnacido que no puedo
matar en este preciso momento. El asco surge de nuevo, respiro hondo
centrándome en todo lo que vendrá, por fin, ya es hora de cerrar ciclos.
«Volveré a verlo» sigo pensando en lo mismo, aunque no quiera, es
algo que no puedo evitar, tratar sería como obligar a un ciego a tener que
ver. ¿Cómo confesaré cuando me lo pida? No sé, siempre mi cabeza se
revolvía y las palabras se atascaban en mi garganta haciéndome sentir
atrapada, atada y condenada de por vida.
El camino es largo, seguimos cruzando valles, lagos, bosques y más
bosques, parece que vamos a un área no habitada y con el pasar de los
minutos mis manos sudan. Quisiera mirarme en un espejo, me surge la
incomodidad con el saber de mi apariencia porque él siempre me veía en
modo diva, rara la vez estaba mal presentable, pero ahora no tengo remedio,
parezco salida de The walking dead, una pariente de Frankenstein, con un
ojo un sin poderlo abrir bien y moretones en diferentes partes.
Y la espalda, eso debe ser lo que tenga peor apariencia.
Debería preocuparme por mi salud metal, pero aún sigo intacta en esa
parte, pese a tanto que pasé, no me derrumbaron del todo ¿La razón?: Lo
que tengo dentro. Eso es lo único que me mantiene de pie y usándolo para
aislar los malos recuerdos.
Poco a poco veo como nos vamos acercando a una vieja fábrica de al
parecer energía nuclear. El cielo tiene un pequeño tinte grisáceo, hace frío y
no me ayuda estar descalza, al helicóptero descender me bajan y tomo una
bocana de aire con disimulo. No veo a nadie, eso apaga mis esperanzas por
un momento, pero tal vez aún no llega, eso me hace volver a estar positiva
cuando nos adentramos en por dos grandes puertas. El lugar está
abandonado, en ruinas al parecer desde hace muchos años.
El sitio es perfecto para una emboscada, pero al parecer no tienen
intención de hacerlo. Quedo al lado del ruso que toma asiento sobre una
base que al parecer era una mesa, su primo Viktor vino con él, por lo que
me he fijado, sabe de informática, sostiene una tablet tal vez revisando el
área. Yakov distribuye a los hombres y se aparta hablando por teléfono, los
minutos pasan y los cuento con la frustración carcomiendome por dentro
queriendo que llegué ya, ya.
Mi yo vulnerable pide verlo, tenerlo cerca y tocarlo para sentir que ya
estoy en las manos que pueden destruirme en parte, pero no tengo salida,
quiero su peligro, lo necesito y ya no hay vuelta atrás.
El sonido de helicópteros me ponen a hiperventilar, las manos me
hormiguean y mi corazón se va descontrolando poco a poco al recordar su
rostro, eso crea una especie de bomba en mi interior, el conteo me va
llenando de desespero y con cada segundo empeora hasta que lo veo entrar
con varios del escuadrón, Julián y Dwayne, debería sentirme a salvo con la
mirada de alivio que veo en mis amigos pero no sucede, me siento mejor al
ver la entrada del pelinegro y eso detona la bomba causandome miles de
emociones, mis manos ahora sudan en exceso y el corazón parece que se
me va a detener con los latidos fuertes que me hacen escucharlos en mis
oídos.
Quisiera salir corriendo a su puesto, abrazarlo. No sé que me sucede
pero la agonía llega y la sensación de saber que solo la apagará estar a su
lado, entre sus brazos. Mi garganta arde y me muevo incómoda mirando sus
ojos, buscando esa mirada que me dedica y la entiendo perfectamente, mi
interior se estremece de manera colosal y dolorosa, porque suele sentir lo
que él me genera, eso que hace años no surgía y ahora lo entiendo.
—Alpha, por fin llegas, casi que no— le dice Braden.
Se detiene a unos cuantos metros con las manos en los bolsillos,
mueve la cabeza y Dan empuja a Gerald para que sus sobrinos lo vean, se
ve menos golpeado que yo, casi no tiene moretones, se ven viejos.
—Dame lo mío— demanda y su voz me contrae el vientre pausando
mi respiración—. Rápido, no pienso seguir viéndote la cara.
El ruso se ríe, me toma del brazo pegándome a él e intento safarme
pero lame mi mejilla dándome asco.
—¿Es tuya?
—Déjate de rodeos— se endereza molesto.
—No son rodeos. El apuro trae cansancio mi Alpha.
Las miradas me llenan de más ansias, el ambiente se siente más pesado
y trágico, como cuando sabes que lloverá pero los relámpagos y el viento te
avisan que no será una lluvia tranquila.
—Primero dame a mi tío y después yo la dejo ir contigo— le dice.
—No me veas la cara.
—No lo hago.
—Ella primero.
Se pone de pie sin soltarme. Yakov y sus hombres se mantienen alerta
y por el rabillo del ojo veo a Viktor trazando líneas en la tablet.
—Mejor los dos al mismo tiempo.
Le quitan la cadena a su tío. El ruso me empuja y comienzo a caminar
sin bajar la guardia, el mal presentimiento me tiene con la zozobra y la
respiración irregular. Gerald pasa por mi lado dándome una sonrisa
malévola, dejando claro que no estaré libre por mucho. Mi yo interior me
grita que siga y mire a Herodes pero el miedo me paraliza por un momento
y es horrible, es como si saliera todo después de haberlo tenido contenido
por tantos años.
El frío me recorre cada fibra y me deja quieta con la mirada perdida.
—Sigue— reconozco la voz de Julián y lo hago centrándome en el
pelinegro, su mirada me dice que avance hasta su puesto, apresuro los
pasos, pero el mareo llega, mis pies duelen y el estruendo repentino me
manda al suelo de golpe con el estallido que manda parte del techo abajo—
¡Sigue, Venus!
Mis ojos se elevan hacia arriba, hombres de negro bajan por sogas y
reconozco los logos en los trajes, eso alerta a los rusos que salen de
escondites también comenzando con la emboscada que vuelve el momento
un enfrentamiento sangriento entre ambos bandos.
Me levanto rápido y corro, la lluvia de disparos me sube la adrenalina
y siento que no saldré viva pero unos brazos me toman rodeando mi torso,
el calor enciende el mío como suele hacerlo y mi corazón se detiene al ver
esos ojos que tanto me gustan.
—Viniste por mí— susurro con la voz rota por el nudo que se formó
en mi garganta—, Viniste...
Me saca de la balacera, buscando la salida pero esta se viene abajo
dejándonos sin escapatoria. Nuestros cuerpos se mueven y quedamos detrás
de una pared, saca las armas y me entrega una sin dejar de mirarme.
—Siempre iré por ti a donde sea— sus palabras me incendian el tórax
—. Nunca te dejaré sola y nadie volverá a tocarte.
—Herodes, yo...
—Tenemos que salir de aquí, ¿Nos cuidamos la espalda?
Sonrío porque me siento mejor ahora que lo tengo en frente.
Inevitablemente lo abrazo fuerte, dejando que mi nariz se impregne de su
aroma único. Corresponde y eso me genera la mayor satisfacción, tanto
que...
—Siempre— le saco el seguro al arma.
Quisiera besarlo pero tenemos que salir de aquí, el enfrentamiento se
volvió más agresivo y pese a mi condición, saco energía del fondo de mi
reserva, moviéndome con él, sin apartarme disparo, en momento quiero
volar la cabeza de alguien en especial pero no veo más que hombres
muertos en el piso, y me entra el miedo de pensar que alguno del escuadrón
pueda estar entre esos y...
Son hombres que no conozco pero al parecer vienen con el hombre
que veo disparando al lado de Dwayne «Benedik Ivanok». Desde mi puesto
veo a Julián, también cuando nos movemos, algo me dice que debemos
intentar hablar pero por ahora solo me concentro en no recibir un disparo y
seguirme moviendo.
Los rusos dan la pelea, en una parte vuelan la pared, no veo a Braden,
tampoco a su primo lo que me dice que ya salieron o siguen en la lluvia de
balas que me ensordece haciendo que la cabeza me duela, eso trae consigo
el agotamiento que poco a poco me debilita.
—¿Puedes seguir?— nota cuando me voy de lado.
Asiento. No puedo dejarme caer en este momento y por ello me obligo
a seguir.
—Saldremos de aquí. Necesito decirte que...
Me aparta de repente, las balas impactan detrás de nosotros y la capa
de tierra nos cubre cuando una gran pared se viene abajo. Me reincorporo
con los ojos ardiendo por el polvo, me muevo rápido pero al darme cuanta
estoy entre escombros y sola; me detengo.
—¿Herodes?...
Me pongo nerviosa y mi corazón late más fuerte cuando no lo veo.
Dan me hace señas desde lejos y debería ir pero no veo a lo que busco.
—¿Herodes?... ¡Herodes!
Derribo al hombre que se me viene encima, me manda al suelo y me
pongo de pie disparando, su cuerpo cae, me toman del brazo con fuerza y
estoy por darme vuelta y disparar pero...
—Tranquila, preciosa. Aquí estoy— me gira.
El alma me vuelve al cuerpo y respiro calmando el posible infarto que
quiere darme.
—Me asustaste...
—¿Por qué?— me aparta y dispara, mis sentidos no se apagan y hago
lo mismo.
—No quiero que te maten.
—¿Por qué?
Mi pecho se contrae y pasa el nudo que tengo en la garganta para que
las palabras puedan salir.
—Porque estoy...
Las detonaciones seguidas empiezan y me muevo al ver los sujetos que
aparecen por un lado, estoy por disparar pero los escombros se vienen
abajo, retrocemos, alzo el arma pero no será lo suficiente y... Se posiciona
en frente de mi para disparar, cubriendome y...
Me encargo de los que salen por otro lado, me vuelvo hacia él pero lo
veo quedarse quieto mirando el suelo a la vez que los cuerpos caen con los
disparos de Dan que sale de no se dónde pero estoy tan desorientada que no
entiendo hasta que sus ojos azules me miran apagándose a causa de los
disparos que veo en su pecho cuando se va de lado cayendo al suelo.
«No, no, no»
Me voy con él, lo tomo entre mis brazos, sin saber que hacer, mi
corazón late sin parar, mis ojos pican y no hago más que temblar intentando
tocar las heridas, tal vez estoy alucinando por la falta de agua y comida pero
noto que estoy en una escena real cuando su mano se aferra a mi muñeca
con fuerza.
—Mírame...— pide dejándome fría—. Todo estará bien.
No hago más que ver los disparos incrustados en su piel, la sangre
saliendo, mi vida yéndose al fondo del abismo y mi cuerpo experimentando
una sensación peor a la que sentí al ver morir a mis padres.
—Todo estará bien— sigue.
—No...no... No... No estará bien, mírate vas a...
—Señor...— Dan intenta tomarlo pero lo aparto.
—¡No lo toques, que nadie lo haga, ve y... Busca para sacarlo, morirá!
— siento como me quiebro por dentro—. Resiste... resiste...
Me sujeta más fuerte para que me centre en él y no sé cómo respirar,
me duele el pecho, el alma y el corazón al ver cómo se desangra y nadie
llega a sacarlo.
—Herodes... yo..
—¿Cómo hiciste para que me enamorara de ti y te ame como lo hago?
— pregunta casi en un suspiro.
Una ráfaga de fuego estalla en mi interior y consume todo a su paso
con esas palabras que me rompen.
—No hables... Ya te sacaremos de aquí y...
—Venus...— su voz es débil y casi en un susurro que empeora mi
estado.
Miro a todos lados, desde aquí veo a Julián llegar con Dwayne y Dan,
están casi cerca y...
—¿Recuerdas cuando recibiste aquel disparo por mí?— sonríe débil,
sus ojos se van apagando y a mi el interior se me va estremeciendo, mis
mejillas se empapan—, Ahora estamos a mano. Aunque me tocaron más
balas. Aún así, ningúna es peor que verte llorar por primera vez.
Eleva la mano limpiando las lágrimas que se deslizan por mi mejilla y
no me hallo, cuando cierra los ojos es como si se apagara otra parte de mí
porque me di de cuenta que desde hace mucho tiempo no todo era solo sexo
u obsesión y ahora siento que es demasiado tarde para confesarlo.
Experimento como se siente querer en cantidades galácticas y creo que
eso me nubla por completo.
El frenesí de dolor me vuelve irreconocible, gritando que traigan un
auto o algo para sacarlo de aquí. Entre lágrimas, dolor en el alma y el
corazón destruido me pongo de pie dejando que lo saquen, nos cubren y no
lo dejo, me mantengo con él cuando lo suben al helicóptero, Julián intenta
tomarme pero lo aparto.
—¡Nadie me toque, tampoco me vean, no me apartaré de su lado!—
sentencio.
Dwayne no dice nada, Dan me deja hacer lo que quiera y Mario se
encarga de todo y en la casa del ruso que escapó pero no logró sacar a su tío
porque le volaron la cabeza en medio del enfrentamiento.
No me preocupo por más nada, no hago más que llorar y desahogarme
como no lo hacía, tanta presión sale y maldigo no haberle dicho, ahora no
puedo, no reacciona y de solo pensar que no vaya a sobrevivir en el
trayecto, eso me bombardea el tórax porque imaginarlo muerto me duele,
nunca creí que fuese a ser así, pero ahora me doy de cuenta que perderlo
sería enterrarme junto con él que en el resto del camino no da señales de
signos vitales y yo no dejo de ver la sangre, las heridas, su rostro apagado.
No sé en dónde aterrizamos pero es una especie de clínica privada, lo
bajan, los doctores se mueven de aquí para allá buscando camilla,
movilizando todo para operar, intentar reanimarlo y en cada segundo que
pasa empeoro sin saber como controlarme, camino a todos lados, no dejo
que me revisen y tampoco me preocupo por probar algo el resto de las horas
que seguimos aquí.
Yasmín aparece abrazándome y sollozo entre sus brazos, queriendo
recobrar las fuerzas que necesito, me siento decaída, sin ánimos para
mantenerme de pie.
—Estará bien. Deberías revisarte, mira esas heridas— acaricia mi
cabello y niego.
—Debo esperar a que el doctor salga y me diga que está vivo y se
pondrá bien.
—Amiga, él estará bien pero debes revisarte y tomar algo, te ayudará
para estar aquí al pendiente.
—No quiero...
—Eres una maldita— la voz de Enola me aparta y la miro.
Su desprecio se intensifica en su mirada despectiva y llena de veneno
cuando sacude la cabeza. Fátima está detrás de ella, también me mira mal.
—Por tu culpa perdimos a un miembro. Siempre queriendo hacer lo
que te da la gana, no cumples órdenes y por tu culpa ahora Taeyang no está
— me reclama tomándome del cuello de la camisa—. Es tu culpa, tendrías
que haberte quedado como te lo ordenaron.
—Enola...— Yasmín intenta apartarla pero Fátima no la deja.
—Tu terquedad se lo llevó, ya no seremos 8 y no sabes cómo está la
pobre Helen, no quiere ni siquiera verte la cara— también me lanza el
veneno que me hiere.
—No es su culpa— mi amiga la empuja.
—Si lo es. Sabía que estaba siendo casada y aún así salió, y para
colmo no sola— espeta la rubia—. Deberías estar muerta y no él.
—Detente ya.— se mete Julián cuando llega— Nadie tiene la culpa.
—¡No la defiendas!
—Nadie tiene que defenderme— me molesto presa de los sollozos—
Es mi culpa, lo sé, lo menos que necesito es sentirme peor con sus
reclamos.
—Arrepiéntete, eso te queda, y también el desprecio que tendrás de
nosotros.
—No hables por todos— réplica Yasmín.
—Mejor váyanse— pide Julián.
Me aparto buscando aire, me siento asfixiada, ahora tengo el
remordimiento de conciencia sobre lo de Taeyang, lo que piensan los demás
y ahora el que Herodes esté al borde de la muerte. No dejo que nadie me
hable, prefiero estar sola sin saber en qué pensar.
Cada tiempo que pasa no tengo noticias, mi angustia incrementa y peor
cuando Dan me avisa que el escuadrón partió por órdenes.
—Necesita seguridad, estamos en territorio enemigo, pueden intentar
matarlo— le reclamo.
—Eso no sucederá— llega Dwayne con dos de sus hombres.
Su cara me causa más estrés no sé si sea porque lo detesto, pero algo
se me sube a la garganta y me contengo aunque tenga que verlo quedarse
ahí en espera de noticias. Dan se va no se a donde pero me deja con el
pelinegro que no deja de mirarme y quisiera ponerme de pie, ir a caminar
pero el doctor sale y mi preocupación se triplica, no me ha dicho nada y su
cara ya me está enterrando más de 20 puñales en el corazón.
—¿Doctor?— las lágrimas salen sin control, mi cabeza quiere buenas
noticias y...
Sacude la cabeza reflejando tristeza en su expresión.
—Lo lamento.
Retrocedo evitando caerme al suelo cuando todo se me nubla, mis ojos
se explayan y mi corazón se parte en miles de fragmentos que se esparcen
enterrandose en mi alma, dañandola.
¿Muerto?, Eso no puede ser, él no..... No puede estar muerto, no puede
dejarnos solos, lo necesitamos, lo necesito, necesito decirle muchas cosas
y....
—Es mentira— caigo en la negación—. Dígame que es mentira...
Lo encuello con el subidón de adrenalina que me pone a temblar. Me
apartan, un golpe en el estómago me contrae e intento levantarme pero me
sacan a las malas subiéndome a un auto.
Busco la manera de bajarme pero me desmayan, mis subconscientes
me hablan al mismo tiempo y cuando vuelvo en si, me lanzan al suelo de la
pista privada en dónde está un jet. Los golpes los propinan con brutalidad,
contrayendo mis músculos y buscando quebrarme más. No se detienen, tres
seguidos son en mi vientre y me quedo tendida en el piso soportando el
dolor que se cuela por mi espalda, baja por mi cintura y se acentúa en mi
vientre hasta que algo caliente sale mojándome las piernas y...
No... No.... Nooooo
Vuelven hacerlo, esta vez con patadas salvajes a mis costillas, piernas,
espalda y rostro, el dolor me marea y me voy adentrando en la oscuridad sin
dejar de pensar que estoy sangrando abundantemente, perdiendo lo único
que quedaba y ahora se irá con él, los acabo de perder a ambos y las
lágrimas no salen como deberían porque caigo sumida en el desmayo o tal
vez siendo arrastrada por la muerte.
Camino por el césped que se siente tan bien debajo de mis pies
descalzos. Es una sensación suave y fresca porque rara la vez estoy en un
bosque, y ahora estoy en uno, sola y sin saber que lugar es. Pero me gusta,
es hermoso, el sonido de los pájaros se oyen sobre mi, la luz del sol calienta
mi piel y cierro los ojos respirando hondo.
Mi torso se eriza con las manos que se posan sobre mi cintura
presionando despacio a la vez que un pequeño aire caliente toca mi cuello
haciéndome reír al reconocer el calor que me abraza por un largo rato en el
que no digo nada, el silencio me gusta y más al saber que no estoy sola,
disfruto de su compañía y cuando me dan ganas de mirarlo me giro dejando
las manos sobre sus hombros.
—¿Estamos muertos?— miro el azul de sus ojos.
—Puede ser.
—Entonces ya no estaré sola. Creí que me habías dejado sola.
Sonríe despacio pellizcando el puente de mi nariz.
—Eso jamás. No los dejaré solos, no te dejaré sola— me dice haciendo
que los ojos me ardan—. No llores, no me gustaría verte llorar.
—Es inevitable. Me siento extraña y eso me da ganas de llorar.
Sacude la cabeza separándose un poco, mirando mi vientre.
—Siempre estará con nosotros, será nuestra especie de ángel, porque
tú y yo somos demonios— besa mi frente—. No sabes lo que daría por
verte con una gran panza de embarazada.
Suelto a reír.
—¿En dónde está Herodes Blackwood, el jefe de la mafia Alpha?— no
dejo de sonreír, no parece él, es ese ser diferente que me gusta aveces.
—Aquí, con menos esencia, pero aquí— asegura bajando la mano,
metiéndola por mi vaquero, tocando mi intimidad, demostrando que no
cambia solo puede ser menos imbécil.
—Herodes...
—¿Umh?
Aprieto los ojos conteniendo las ganas de llorar. Lo vuelvo a mirar y
sonrío.
—¿Qué?— insiste— ¿Lo vas a confesar?, Llevo mucho tiempo
esperando.
Asiento, es hora, lo siento, debo hacerlo.
—Herodes, estoy.....
El dolor me recorre todo el cuerpo y no puedo moverme, abro los ojos
asustada, mi vista viaja a mis piernas y rompo a llorar desgarrando mi
garganta al ver la cantidad de sangre que me sigue manchando sin control.
—¿Estabas embarazada?— la vos de Dwayne me despierta una irá
incontrolable y entre sollozos dolorosos lo miro.
—Eres un maldito hijo de perra....
—Lo sé. Y no creerás que le vas a parir un hijo al Alpha de la mafia
¿Tú? ¿Precisamente tú?— sacude la cabeza desde el asiento en dónde está
sentado—. Primero muerto a dejar que formes parte de mi familia y me des
un nieto. No eres digna, nunca lo serás
Se burla mirando la sangre.
—Das asco, más del que deberías.
Su rostro se deforma, su risa se oye lejos y quisiera morirme en este
mismo instante cuando vuelve el desmayo.
[...]
Dos semanas después.
Caer no significa nada cuando estás idealizada a no querer seguir en el
suelo y por ello sacas fuerzas, resistencia y ganas de levantarte como sea.
Pero en estos momentos yo no tengo la voluntad necesaria para hacerlo, me
destruyeron completamente, mis partes las pisotearon hasta que se cansaron
y no obstante, me lanzaron de nuevo a las tinieblas del infierno.
Me siguen golpeando desde que me trajeron a Pakistán, no me han
matado porque no son tontos, las órdenes fueron claras y precisas «Las
torturas deben ser las que se le imponen a una rompe reglas», los golpes
saben en donde propinarlos y solo me dan agua, nada de comida, nada de
luz del día o aire fresco.
La puerta se abre y diviso unas piernas esbeltas en un cuerpo
voluctuoso con ropa sofisticada y cuando creí que ya nada me puede causar
más dolor del que he sentido, noto que es Megan la que entra con Dwayne,
ambos se ríen de mi apariencia en el suelo, golpeada, sucia y si poder
levantarme. Mi vista es borrosa por tantas lágrimas que han salido cuando
recuerdo lo que perdí en dos partes.
La rubia se acerca, cuando lo hace queda debajo de la luz de la
bombilla y puedo notar lo que me termina de oscurecer el alma «Está
embarazada» no se nota mucho, pero se puede ver y cálculo que sucedió
después de yo haber quedado igual, pero ella no lo perdió y yo sí. Cierro los
ojos no me importa no quiero verla, además estoy demasiado mareada por
culpa de la tortura de hace unas horas.
—Mi suegro me dijo que estabas esperando un bebé. No preguntaré de
quién era, eso ya puedo imaginarlo y me alegra enormemente que lo
perdieras, eso y más te mereces por trepadora— su tacón queda sobre mi
mejilla haciendo presión—. Das lastima, pero me gusta verte aquí de donde
no vas a salir.
—Yo me encargaré de que eso no suceda— habla el pelinegro.
Una patada en el rostro me rompe la boca y he pasado por tantos
golpes que no me inmuto, me quedo mirando la luz siendo esclava de el
sonido de la burla con amenazas y palabras que me hieren recordándome
que yo perdí, y ahora absolutamente todo. Cuando se van, la soledad me
absorbe entre la poca luz de la habitación, no hago más que llorar, dormir y
querer morir.
[...]
Sigo en esta habitación de cuatro paredes, sin cama o luz de una
bombilla. Me sacan de vez en cuando y una de esas es ahora que me
arrastran como un perro dejándome clavada en la silla de la mujer de
cabello corto y lentes que se encarga de jugar con la mente.
—Dale, y si puedes mátame— la ánimo a pesar de que me duele hasta
la boca.
Me la cubre, me clava las jeringas en ambos brazos dejando mi cuerpo
inmóvil pero mi mente a su merced ya que comienza con las descargas de
adrenalina que me ponen a revivir todo el infierno. Los recuerdos, las
caídas.. absolutamente todo.
Me sacan dejándome en otra habitación, vuelven a golpearme
recalcando para lo que sirvo y vivo, la boca se me llena de sangre, tengo el
cuerpo lleno de hematomas, me siento vacía, sin nada por qué vivir, con un
gran hoyo en el corazón que antes tenía destruído pero que ahora se terminó
de pudrir desde el momento en que mataron lo único que iba creciendo
dentro de mí y podía darme la humanidad y la fuerza que necesitaba para no
caer en la locura de solo odio.
Pero se fue, me despojaron de él de la manera más vil y me sometieron
al tratamiento para no volver a ser fértil y traer una vida al mundo, pero está
bien «Aunque me duele», no pienso pasar por lo mismo de nuevo, no dejaré
que vuelvan a matar algo que empecé a querer sobre mi venganza. No
quiero traer un ser a este mundo dónde no hará más que sufrir y vivir un
infierno cómo lo hice y lo estoy haciendo yo.
Termino ida viendo hacia el techo con la mente en blanco, lidio con
todos los sentimientos que me gritan que debo obedecer, ser un juguete
asesino sin debilidad, vulnerabilidad o límites.
Por un momento me olvido de quién soy, me dicen solo mi nombre,
apellido y para lo que estoy aquí, mi cuerpo vuelve, la manipulación me
droga y la mujer sonríe revisando el chip de rastreo que mejoraron.
Creo que mi propósito en la vida no es ser feliz, es estar entre las
tinieblas sufriendo y deseando que la muerte me lleve como se los llevó a
ellos dos.
______________•✧✧•______________
_________________________________

¿Cómo los dejó el final? Yo sigo llorando aún.

Sigamos al epílogo.

Mil gracias por leer, llegar hasta aquí y seguir si lo desean. Recuerden
que no escribo cliché o libros vainillas. Esto es contenido +21 no apto
para sensibles.

Recuerden votar y dejar sus comentarios.

Los amo

Gracias por estar aquí.


Besitos.

Osly Ortega.
Epílogo

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________________

Herodes
Un mes después.
Mis extremidades no se mueven, pese a que mi cerebro manda las
órdenes necesarias.
Los ojos me pesan, me siento físicamente agotado pero mentalmente
agitado por la cantidad de sueños que he tenido y de los que sentía que no
saldría porque en estos momentos siento que estuve sumido en un bucle sin
salida que recién abandono sin saber en donde.
La excesiva luz llega a mis párpados obligándome a apretar los ojos y
abrirlos lentamente viendo como todo se va aclarando entre vueltas
borrosas que poco a poco se van juntando hasta que capto la figura moverse
acomodando algo sobre un pequeño armario «Una enfermera» «Estoy en
una habitación de hospital».
Un agonizante sonido comienza a pitar haciéndome doler la cabeza y
eso me agita repentinamente causando que respirar duela. La mujer se
percata y asombrada me mira, apresurada busca la puerta y sale dejándome
con ganas de echar abajo la jodida máquina que sigue emitiendo mis latidos
cardíacos. Intento moverme pero no puedo, parece que me arrolló un
camión y debilitó mis músculos.
Elevo un poco la cabeza y miro la venda que me rodea desde los
pectorales hasta el ombligo. Rápido trato de recordar, pero parece que mi
cabeza se borró todo y cuando llegan los recuerdos eso empeora mi estado y
la máquina sigue y sigue. El doctor llega, me revisa el pulso, los ojos y me
pregunta un sinfín de cosas que no respondo y menos cuando mi cabeza
comienza a procesar todo... Los disparos, ella....
—Señor Blackwood, respire, no se agite— pide.
La mujer se mueve por no sé qué pero regresa, me comienzan a pasar
un tratamiento por la aguja del brazo y eso va calmando el dolor de cabeza
con el pasar de los minutos hasta que puedo hablar sin sentirme con un
puñal en el cráneo.
—Llama a alguno de mis escoltas— me acaricio la sien.
—Primero lo pondré al tanto de su salud, es la prioridad.
Asiento para que lo haga.
—Primero que nada, soy el doctor Isaías Black, estoy aquí para
atenderlo solo a usted y cuando llegué el primer día, estaba grave, con dos
disparos recién operados y los cuales no fue fácil sacar y tampoco tratar. No
sé qué especie de armas lo hirieron pero le causaron una hemorragia
delicada, duró días presentando convulsiones, fiebre de más de 39 y
pesadillas que me llevaron a sedarlo, no obstante le ví mejoría, pero al
quitarle el tratamiento, desde ese entonces no despertaba, tuve que pedir
hacerle estudios cuando la fiebre y las pesadillas regresaron, sin embargo,
no despertaba, no reaccionaba— se mueve viendo una carpeta—. Estuvo en
un estado de coma muy extraño y hasta ahora despierta. Necesito saber que
siente, si tiene alguna incomodidad muscular....
El desconcierto me toma de momento y lo corto alzando la mano.
—¿Cuánto tiempo estuve dormido?
Cierra la carpeta acomodándose los lentes.
—Un mes y varios días.
La respuesta me hace doler el pecho.
—Necesito a uno de mis escoltas. ¡Ya!
Intento moverme, reincorporarme pero mi cuerpo no reacciona cómo
debería y eso preocupa al doctor que pide hacer otros estudios pero yo no
quiero nada, solo necesito...
—Señor— Dan entra con expresión de alivio—. Por fin despierta
¿Desea algo?
—¿En dónde está Adler?
—Ella....
—Deja que te revise el doctor y yo te pondré al tanto de todo— entra
Dwayne—. Puedes retirarte, Dan.
Toma asiento, la enfermera sale y el doctor igual.
—No me haré nada si no me explicas porque no está aquí cumpliendo
con sus obligaciones.
—Primero déjame avisarte que el escuadrón está con Mario, todos se
mantienen en Kiev trabajando porque la mafia rusa no se detiene, el CEICC
tampoco y estamos por entrar en la guerra— comienza—. Y en cuanto a la
pelirroja. El día que te trajeron aquí, se desestabilizó, no me quedó más
remedio que yo mismo llevarla a la fortaleza, pedir que la revisarán,
tratarán sus heridas y vieran si en el rapto no sufrió algo que explicará su
comportamiento agresivo y desmedido. Aquí se volvió loca, no escuchaba
y...
Me llevo las manos a la cabeza cuando la punzada me hace doler hasta
la mandíbula.
—Debes tratarte. Llamaré al doctor— se pone de pie.
—No. Termina de decirme.
—No te ves bien.
—Estoy bien. Termina de hablar.
—Era mi deber como tu padre el estar al pendiente de su estado ya que
me dijiste que sería tu futura esposa. Estuve una semana en Pakistán y no
hubo mejoría. Pero no soy quien para ponerte al tanto, cuando te mejores
puedes ir y...
—Sal de aquí— la piel me arde con la descarga de rabia que me
agitada la respiración y maldigo no poder ponerme de pie, salir de aquí e ir
por ella— ¡Sal y no vuelvas a decirme esa mierda!
El doctor entra con la euforia agresiva que me invade pidiendo que me
revisen rápido, hagan la mierda que deben y me digan que ya puedo irme.
No aguanto ni un segundo más, estuve un mes dormido, ella allá y...
Las horas pasan, mi cuerpo me obliga a quedarme en las mismas y
nadie me contradice, mi genio los tiene apurados, asustados y queriendo
que los resultados sean buenos para poder darme la noticia de mi salida.
En todo momento tengo en la mano el collar que usé cuando fui por
ella, ese que siempre le veía y un día dejó sobre la cama, al parecer se le
olvidó y lo tomé. Lo miro pensando que estaríamos haciendo si yo no
estuviera aquí.
No me dejan usar el teléfono pero mis demandas son claras y dejo de
comer por llamar a Mario, sus excusas debería entenderlas pero en estos
momentos no me importa nada, solo saber porque mierdas ella no está aquí
a mi lado, esperando que me recupere y diciendo eso que me he pasado
meses esperando y ahora...
Dos días más pasan, traen consigo mi desespero y al verme en mejores
condiciones me ponen el último tratamiento y puedo estar de pie aunque las
heridas no estén del todo sanas, respirar duele pero no tanto como lo que
siento por dentro con cada minuto que pasa y debo seguir esperando.
—Señor Blackwood— entra el doctor y el afán me pone de pie
tomando la chaqueta y el arma que me guardo en el bajo de la espalda—.
Ya tengo su orden de salida. Su escolta ya tiene todo lo que debe cumplir y
tomar para terminar de mejorarse. Estaremos en contacto por si hay alguna
secuela de las pesadillas.
Tomo el teléfono y salgo sin esperar más.
—¿A dónde vas?— se me atraviesa Dwayne.
—Iré por lo mío.
Como siempre lo he hecho.
Me sigue, no digo nada porque la verdad tengo la cabeza en una cosa y
será así hasta que la vea. Son horas de vuelo que aumentan mis ansias,
tengo una horrible sensación en el pecho, quisiera arrancarme las vendas
pero no puedo y debo aguantar todo hasta que el jet aterriza en la pista
privada de la fortaleza. Me reciben, pero bajo rápido caminando rápido en
busca de lo único que me ha traído aquí.
Llego al área de enfermería, la encargada me sigue poniéndome al
tanto de su estado y el puñal que tengo en el pecho se va clavando poco a
poco con cada palabra que suelta.
—Tuvo un cuadro severo de descontrol agresivo, los tratamientos no le
prestaron y tuvimos que tomar medidas ya que...— abren la puerta de una
de las habitaciones, encienden la luz y ese puñal que me estaba
desgarrando, ahora entra por completo con un golpe fulminante que me
comprime la garganta y me hace sentir el ardor en la nariz— Las facetas
agresivas que tuvo fueron producto de cambios violentos en sus
sentimientos, sabrá usted que aquí les eliminamos todo eso, pero ella al
parecer tenía una parte viva y tales cambios afectaron en su conducta.
Me acerco queriendo que sea un producto de mi imaginación, algo que
no es cierto... Ella perdida mirando a la nada, baja de peso, el cabello un
desastre, los brazos llenos de rasguños y de su boca saliendo un montón de
palabras sin sentido. Me centro en lo que sujeta sus manos inmovilizando
sus movimientos.
—La tuvimos con camisa de fuerza ya que estaba embarazada y se
indujo un aborto a base de golpes, no comía, no tomaba agua y se la pasaba
gritando y marcandose con las uñas— me sigue destruyendo el alma con las
palabras que quedan rebotando en mi cabeza «Estaba embarazada»—.
Tuvimos que someterla al tratamiento de infertilidad. La segunda fase será
aplicada en unos días antes de comenzar con los procedimientos de
reconstrucción mental.
Su mirada se conecta con la mía y siento que caigo en picada a un
montón de espinas con veneno de lava que me va quemando por dentro al
ver en sus ojos algo muy distinto a antes, antes veía odio y una chica
tratando de contener todo porque ha sufrido mucho y en el mundo que le
tocó estar no sobrevivirá siendo linda y benevolente... Ahora veo vacío,
oscuridad y alguien que no sabe ni a quien está viendo y eso me golpea el
tórax con una fuerza demoledora.
Me acerco por inercia, queriendo tocarla y sentir que es un producto
que mi imaginación sacó, pero no puedo ya que retrocede mostrándome
repudio y mirándome como si no me conociera y debería estar lejos porque
le haré daño.
—Hijo...— me hablan pero estoy tan desconcertado que no sé ni cómo
sigo de pie mirándola tan destruida e irreconocible, mi cabeza se llena de
una maraña de cosas que no ayudan, y las mismas palabras se repiten una y
otra vez «Esa no es mi preciosa insolente, no es mi Venus Adler»—. Hijo...
Retrocedo poniéndome la mano en el pecho, sintiendo como el
corazón se me detiene, algo se me atora en la garganta haciendo que los
ojos se me nublen y el ardor aparezca.
Salgo y apoyo las manos en la pared, respirando mal y batallando con
los muros que se vienen abajo causando estruendos en mi interior al
escuchar los gritos desgarradores que provienen de la habitación que acabo
de salir.
—¡Los odio! ¡LOS OÍDO A TODOS!— eso me pone peor e intento
regresarme pero Dwayne me toma con fuerza.
—Si entras te pondrá peor. Ya no es la misma y tienes que centrarte, la
organización te necesita, tu hijo te necesita...
Lo aparto mirándolo incrédulo. ¿Mi hijo?
—Megan está embarazada, ya tiene casi 6 meses y no lo sabías porque
antes del intercambio no le contestaste las llamas y no dejaste que
Giovanny te pusiera al tanto de la noticia— prosigue—. Ese niño te
necesita. Ya no busques aquí lo que has perdido. Mírala, ya no es ella.
Todo debe ser una pesadilla. Debo seguir dormido.
Me aparto pasándome las manos por la cabeza, sin dejar de sentirme
demolido.
—Señor...— me habla la enfermera—. Ella no se va a recuperar y si lo
hace ya no será la misma. Su caso amerita más tratamientos del que recibió
en sus días de preparación y está vez si harán mayor efecto, eso sí su
sistema los acepta, o de lo contrario, seguirá en las mismas y morirá de
hambre y sed.
La oscuridad vuelve con más intensidad que antes, apagando el fuego
que por mucho tiempo me estaba empezando a consumir, pero ahora va
mermando y mis muros ya están abajo, pero un último estruendo levanta
esa capa que los forma con más fuerza y eso me hace alejar, buscando no
escuchar lo gritos que me desestabilizan porque no son de ella, son de una
persona completamente diferente que se la llevó y ahora me dejó peor que
lo que era antes porque ya nadie me volverá a encender y eso lo sé.
Con dolor de cabeza, el pecho doliendo y los sentimientos destruidos;
abordo el jet queriendo salir de aquí e ir a un lugar en específico para
procesar toda la mierda que me acaba de caer encima. «Megan
embarazada» me repite mi subconsciente. Al llegar a mi destino me
desentiendo de mi, dejando que quede solo mi antiguo yo que me hace
entrar por las grandes puertas.
—Señor Blackwood, bienvenido. Que bueno tenerlo de regreso— el
seguridad me recibe entregándome mi brazalete.
Me adentro, no espero nada, llamo a un mesero y pido la botella que
me empino antes de adentrarme en el mundo oscuro que había olvidado por
un tiempo y ahora me consume reviviendo nuevamente mi sadismo y
perversidad porque ya no tengo nada por lo que estar fuera de esto.
«Volví y ya no me iré de nuevo»
___________✧✧_____________
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Megan
Meses después.
Me acomodo la falda, es tarde, ya debería estar allá pero anoche casi
no dormí y maldigo tener tantas cosas por hacer y aparte de eso tener que
estar al pendiente de que la niñera cumpla con su trabajo.
—Señora, ya tengo todo preparado, puede estar tranquila— entra con
mi blazer planchando.
—Llámame en cualquier momento. Si no contesto, llama a mi escolta
o a mi secretaria. Me demoraré menos de tres horas.
—Vaya tranquila.
Como si eso fuera fácil.
Me miro en el espejo, aún me veo con algo más de peso, pero nada que
el gym no acomode en un par de semanas. Al menos ya salí del embarazo,
después de haber sentido que moriría en pleno parto, fue horrible, juro ya
no volveré a tener un bebé. Me mandé a colocar un aparato anticonceptivo,
aparte voy iré a consultas cada 5 meses.
Recojo mi bolsa, me aplico algo de labial y me acerco a la cuna
tocando la manito de la pequeña persona que duerme, beso su cabeza y le
doy las últimas indicaciones a su niñera, es bueno tenerla, me resta trabajo
que últimamente me hace doler la cabeza.
Salgo de la habitación encontrándome a mamá en la sala. Viste
elegante, parece que recién se va a trabajar. Habla por teléfono, no me da
tiempo de saludarla, beso su mejilla y salgo rápido abordando el auto.
Llegué ayer en la tarde, vine solo por cosas de trabajo, ya pasado mañana
regresaré a Montreal porque mi suegra irá a vernos y pasar tiempo con
nosotros.
Estos meses han sido atareados para mí, he tenido mucho trabajo e
incrementa cada día, pero no me quejo, me gusta mantenerme ocupada, eso
ayuda, me distraigo y también puedo disfrutar un poquito de mi nueva vida.
Al llegar me voy directo a la oficina, tengo tanto papeleo por revisar y
una junta pendiente en 20 minutos. Con un café comienzo mi día,
despejando la mente para poder terminar rápido pero en eso abren la puerta,
sin tocar o pedir permiso, no hace falta saber quién es, el sonido del pestillo
me lo avisa y solo doy para cerrar la laptop cuando viene por mi
tomándome, dándome un beso húmedo y lleno de deseo, chupando mis
labios y adentrando su lengua en mi boca, las caricias son urgidas, mis
ganas incrementan como siempre lo hacen.
Es como si tuviera un botón que se presiona y me hace estallar en
fluidos, mojando mis bragas, acelerando mi corazón que palpita con fuerza
en cada minuto que nos seguimos besando. Le saco la camisa, hace lo
mismo con la mía y el brasier, echo la cabeza hacia atrás permitiendo que su
lengua recorra mi cuello, clavícula y labios, terminando con un beso salvaje
que me saca ese lado insaciable que está mal, pero me gusta, me hace sentir
como nunca antes y no lo detengo.
Sus manos acarician mis piernas subiendo mi falda, metiendo los
dedos por mis bragas, penetrando mi intimidad con dos dedos. Se siente
bien, me gusta, el placer me pone a jadear, aferrarme a sus brazos y venir
llena de excitación.
—Así...—me complace moviendo de esa manera que me deja quieta,
disfrutando de la manera en que sus dedos se mueven y el movimiento es
tan fuerte que acaricia mis paredes mojándole la mano—. No te detengas...
Chupa el lóbulo de mi oreja, su mano presiona mi cadera, siento que
mis piernas van a flaquear y me caeré pero me sostiene con fuerza. Siento
que voy a correrme y lo nota porque detiene la acción llevándome con él al
sofá que tenemos a un lado, subo sobre su regazo sacándole la polla,
montándolo sin esperar, moviéndome de arriba abajo, enterrando las uñas
en el espaldar.
Siento como se desliza dentro de mí, siendo presionada por mi entrada
lubricada. Paso la lengua por mis labios, abro la boca jadeando sin dejar
dejar de echar la cabeza hacia atrás, hace calor o tal vez sea la adrenalina
que toma el momento e incrementa con su mano presionando mi trasero y la
otra anclada en mi cuello en un acto de dominio.
—Me gusta meterla en tu vagina...—musita.
Eso me hace correr, quedo agitada y él es quien me impulsa varias
veces más hasta que se corre llenando mi interior con su tibieza tan
exquisita.
—Este fue el último— me pongo de pie yéndome al baño, la cantidad
de su eyaculación sale de mí interior mojándome las piernas y debo
limpiarme.
Me sigue al baño a limpiarse también.
—¿Segura? Llevas días diciendo lo mismo.
Ruedo los ojos. Termino de limpiarme y trato no mirarlo cuando salgo
o se me encenderán las ganas de nuevo. Procedo a vestirme, tengo que
trabajar.
—Megan...
—¿Qué?— me acomodo la camisa.
—Estoy de acuerdo.
Lo miro.
—Es lo mejor. Nos matarán si alguien se entera.
Además cuando las ganas se van, regresa el arrepentimiento de lo que
estoy haciendo, detesto sentirme así de traidora.
—No me preocupa eso— responde tranquilo.
—¿No le tienes miedo a morir?
Niega, recoge la camisa y procede a vestirse.
—Algún día moriré.
Me termino de vestirme y busco el espejo para arreglar mi maquillaje.
El silencio nos envuelve y la incomodidad surge, espero que se aliste rápido
y se vaya, no quiero que llegue alguien y sospeche. Ya bastante hemos
pecado desde que salí de mi embarazo, eso me volvió una especie de adicta
al sexo y él es quien me ha apagado un poco las ganas y está mal.
Se me acerca cuando termina y lo miro, sujeta mi mentón mirando mis
labios y hago acopio de mi fuerza para no besarlo.
—Los polvos contigo son mejores que los que tengo con alguna otra—
pasa la lengua por mi mejilla haciéndome cerrar los ojos con la sensación
sucia y excitante que me envuelve —. Lastima que tengamos que parar.
Lo aparto. Vuelvo a tomar asiento detrás del escritorio y busca la
puerta, la abre pero se detiene mirándome por encima del hombro.
—No me arrepiento de haberte follado en aquella discoteca. En la
cama eres mejor que tu hermana— sonríe con malicia—. Veamos si
podemos estar sin comernos "prima".
«Debemos dejar de hacerlo» Me guiña un ojo y sale cortando con la
semi relación de amantes que surgió desde ese día que bebí en exceso y
pecamos en aquella disco, después de que dolida me fuera de la cena de
compromiso.
En todo momento me he arrepentido, pero las veces que estuvimos me
sentí llena, satisfecha y calmaba las ganas que mi prometido despierta, pero
me veo en la obligación de ocuparme de ellas porque el muy Imbécil no
está sino trabajando y no me mira. Al menos puedo respirar tranquila
sabiendo que cuando se va no tengo de que preocuparme.
Mi único dolor de cabeza era la pelirroja y está en el infierno de dónde
no debió haber salido, pero me ocupé de ella y ahora solo me queda cerrar
ciclos, centrarme en mi familia y dejar de coger con el "novio de mi
hermana" y primo de mi prometido.
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ARMAGEDÓN (libro 2)

El dolor es un atajo que te lleva a la victoria si no dejas que al final te


destruya.
En donde no hubo justicia habrá venganza y Venus Adler lo sabe. Le
desgraciaron la vida en un giro inesperado, pero ella resurgirá como el ave
fénix de las cenizas; con más fuerza y los objetivos más claros que nunca:
Matar y acabar con todos y cada uno de los que la dañaron. ¿Lo
conseguirá? ¿Qué sucederá cuando vuelva a ver a su gusto culposo?
¿Volverá a encenderse la llama de la tentación o se extinguió hace mucho
tiempo?
Tal vez el deseo sea un apaciguador a la sed de venganza ¿Pero a qué
costo? El sexo se volverá más peligroso y con OBSESIONES ASESINAS.
Todos querrán probar o destruir la manzana del pecado y el veneno, eso
traerá consigo otra guerra sangrienta y escandalosa.
El caos volverá a desatarse trayendo consigo un armagedón que
arrasará con las piezas más importantes del tablero.
"Cuando buscas venganza, eres tan mala como la persona a la que
quieres perjudicar"

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