Una vez más la mansión de Gary Reynolds derrochaba glamour,
se había vestido de gala para celebrar las diez nominaciones que había recibido Rendición a las categorías principales de los premios de la academia. La cinta estuvo a punto de no lograr postularse para ese año, ya que fue una de las últimas en estrenarse, pero el empeño del dueño de la productora y de todo el equipo que trabajó en la misma, lograron convertirla en una de las que cerrara el año. Así fue como el diez de diciembre, la adaptación de la obra de Samantha inundó las salas de cines, en un estreno que se realizó de manera simultánea en millones de salas a nivel mundial. A los esposos Bonanzierri no solo la felicidad les había sonreído en el plano amoroso, sino también en el profesional, ambos habían logrado las mejores críticas por sus trabajos y a consecuencia de eso, también los premios en reconocimiento, convirtiéndose de esa manera en la pareja del momento. Su luna de miel apenas había durado veintitrés días, que transcurrieron entre Varese, Venecia y las hermosas y cálidas playas de Centroamérica, a donde escaparon del implacable frío que se apoderaba de Europa a finales de año; pero sus compromisos con The Planet los obligaron a regresar a Los Angeles para participar en la postproducción y el estreno de la cinta. En medio de todo el bullicio que reinaba en el salón principal, ya pasada la medianoche Alessandro y Samantha lograron escaparse, pero no para abandonar la fiesta, sino para revivir un momento que había sido muy especial para ambos. Samantha le pidió que la acompañara a la terraza donde se reencontraron hacía menos de un año, en una fiesta igual; parecía que había pasado mucho tiempo desde que estuvieron en ese lugar que vio caer las primeras murallas, cuando se fundieron en ese beso que les dejó claro lo que seguían sintiendo el uno por el otro. —Espera aquí —esbozó Samantha, deteniéndose frente a la puerta de cristal y madera lacada. —¿Qué sucede? —preguntó Alessandro desconcertado, imaginando que quizás ella había escuchado algo o visto que los seguían. —No es nada —contestó sonriendo para aliviar su tensión y le acarició el rostro—. Solo deseo que sea idéntico a la última vez que estuvimos aquí… entraré yo primero y después lo haces tú —indicó mirándolo a los ojos, tenía planes y ella siempre seguía sus planes. —Ok —contestó él asintiendo mientras sonreía e intentó besarla. —No hagas trampa —mencionó apoyando su mano en el pecho de Alessandro para evitar que la besara, y elevó una ceja advirtiéndole que le siguiera la corriente. Él negó con la cabeza mientras sonreía y elevó sus manos en un gesto que le dejaba claro a Samantha que ella tenía el control, la vio entrar a la terraza y cerrar la puerta; miró su reloj de pulsera para calcular un minuto, después de eso entró y la encontró justo como meses atrás. Aunque en ese momento ella no llevaba un vestido blanco, sino uno negro, con un escote más discreto, pero la caída de la tela se amoldaba perfectamente a sus sensuales curvas. Alessandro quiso llegar esta vez como había imaginado en aquel entonces, acercándose a ella para abrazarla por la espalda y pegarla a su cuerpo, sentir su calidez, la suavidad de sus formas, deseaba hacer todo eso; sin embargo, su instinto le decía que Samantha planeaba algo más y se propuso complacerla. No esbozó las mismas palabras que aquella vez, solo adoptó la postura, quedando de espaldas al jardín mientras la miraba con la misma intensidad, como si hubiera pasado años sin hacerlo, justo como en aquel entonces. Samantha se deleitó en la imagen de su esposo que siempre lucía apuesto, pero esa noche en especial la felicidad lo hacía ver radiante, sabía que estaba feliz por todo lo conseguido hasta ese momento, por fin había logrado lo que muchas veces deseó y ella se sentía tan orgullosa de él, que le era imposible disimular su propia dicha. Se acercó a Alessandro mientras le sonreía y cuando vio que estaba a punto de hablar para llenar el silencio, lo calló posando sus labios sobre los de él y de inmediato sus deseos se desataron. Alessandro se sorprendió ante ese gesto de Samantha, la verdad era que con tanto misterio, no se esperaba que ella reaccionara de esa manera, aunque gustoso se dejó envolver por el mismo, llevó una mano al cuello de su mujer y con la otra acarició la estrecha cintura, gimiendo al sentir el suave roce de sus labios y ese exquisito masaje que le daba con su lengua. —Esto… fue lo que deseé hacer en aquel momento — susurró Samantha, abriendo sus ojos para clavar su mirada en la azul intensa de Alessandro, mientras sus labios se seguían rozando. Él dejó ver una hermosa sonrisa y cerró los ojos mientras negaba con la cabeza, mordiéndose el labio inferior al recordar ese instante; el mismo deseo de meses atrás lo recorrió y sin tener que verla, atrajo a Samantha de nuevo hacia él y comenzó a besarla con toda la pasión que ella despertaba dentro de su ser. —Cómo te gustaba hacernos sufrir Samantha… yo me estaba muriendo por hacerlo también, me estaba muriendo por hacer mucho más que eso —murmuró acariciando la curva de su trasero. —Teníamos que hablar… —intentó excusarse. —Siempre se nos han dado mejor las caricias que las palabras —esbozó él sonriendo y la pegó a su cuerpo. Ella asintió en silencio mientras sonreía acariciándole la espalda, él la miraba con tal intensidad que Samantha sentía que se derretía por dentro, se aproximó para besarlo de nuevo cuando recordó algo. —¿Qué te morías por hacer? —preguntó llena de curiosidad y él la miró extrañado, así que se explicó mejor—. Me acabas de decir que te morías por hacer mucho más que besarme… — decía y Alessandro la detuvo para responderle. —¿En serio tengo que responder esa pregunta? —inquirió mostrando una sonrisa ladeada, deleitándose con el sonrojo que cubrió las mejillas de su esposa, aún a esas alturas él la intimidaba. —Bésame. Le pidió Samantha acercándole los labios, mientras su mirada se posaba en los de su esposo que la tentaban como nada más en el mundo, sintiendo que podía pasar su vida besándolos. Alessandro sentía que el deseo lo dominaba, hasta el punto de tenerlo delirando y anhelando a Samantha con tanta intensidad que lo sorprendía. Apenas esa madrugada habían hecho el amor con la misma pasión de siempre, pero solo bastaba que ella lo besara de esa manera para que la necesidad se despertara dentro de él, siempre tenía sed de sus besos, urgencia de sentirse dentro de ella. —¿Qué me das Samantha? ¿Qué tienes para ponerme de esta manera, para ponerme a tus pies? —preguntaba sin dejar de besarla y acariciarla—. Mujer me has hecho adicto a ti, cada vez te deseo más… cada vez te amo más —susurraba contra la delicada piel del cuello femenino y bajó hasta los senos, hundiendo su rostro en el escote, para embriagarse con el perfume que brotaba de su piel. —Tú me has hecho necesitarte de igual manera… Alessandro me vuelves loca… —expresó con los ojos cerrados mientras temblaba, él la pegó más a su cuerpo y ella pudo sentir la prueba de su deseo, jadeó aferrándose a la espalda de su esposo—. Alessandro… mírame. —Él lo hizo y ella le dedicó una sonrisa—. Hazme el amor… te morías por hacerlo en aquel entonces ¿no? —preguntó con una seductora sonrisa, al ver la sorpresa en la mirada azul. —Tanto como me estoy muriendo por hacerlo en este momento —contestó dándole toques de labios—. Vámonos… salgamos de aquí Samantha —indicó tomándola de las manos. —Espera… yo cumplí mi fantasía de hacer lo que deseaba —pronunció acercando sus labios al oído de él, mientras deslizaba su mano por el elegante pantalón, sintiendo bajo la tela la tensa erección. —Samantha… —esbozó él cerrando los ojos al sentir la caricia, consciente que no tenía la fuerza de voluntad para detenerse. —Hazme el amor aquí Alessandro… yo también lo deseaba, yo también me moría por sentirte —dijo mirándolo a los ojos. —Dame un segundo —señaló él y casi corrió hasta la puerta, la aseguró con el pestillo para después regresar a ella—. No quiero ningún entrometido esta vez —agregó con una gran sonrisa. Samantha también dejó ver una y liberó un jadeo cuando lo vio recoger la suave tela de su vestido con rapidez, amontonándola en su cintura, a la vez que la elevó para dejarla sentada en el balaustre. Ella disfrutó de la expresión en el rostro de Alessandro cuando vio la prenda de lencería que llevaba, una exquisita pieza diseñada en satín y encajes, que era más lo que revela que lo que escondía, se apoyó en los hombros de él para que pudiera quitársela. —Voy a demandar a estos diseñadores… harán que me dé un infarto un día de estos —comentó extendiéndola ante sus ojos. —Es una lástima, porque tenía pensado comprarme varios conjuntos de su nueva colección para San Valentín —acotó con un tono inocente mientras batía sus pestañas. —Me retracto en este preciso instante —mencionó con una gran sonrisa y se acercó para besarla, gimiendo al sentir como la mano de Samantha liberaba su erección y la llevaba hasta su entrada húmeda y cálida, él empujó hundiéndose en ella—. Eres perfecta Samantha. Ella tembló al sentir la lenta y profunda invasión, mientras sus propias caderas salían al encuentro de Alessandro, se sujetó a él por los hombros para mantener el equilibrio. Ese lugar no era el más cómodo, pero poco le importaba, lo único que quería era sentirlo de esa manera porque el placer que le daba era tan inmenso que lo abarcaba todo y no le interesaba el lugar donde estaba, ni la posición, ni la dureza o lo frío del concreto. —Alessandro… mi vida… Aless —susurraba con la voz trémula, mientras sentía que el torbellino de emociones en su interior cada vez giraba más rápido y comenzaba a elevarla. —Mi preciosa Samantha… mía… —decía él con esfuerzo, cada vez que empujaba dentro de ella y buscó la mirada de su mujer, pegando sus frentes—. Mírame… mírame —dijo tomándole el labio inferior que temblaba entre los dientes y lo mordió con suavidad. Samantha sintió que una corriente de placer la atravesaba entera y desembocaba directa en su intimidad, que se contrajo entorno al miembro erecto de Alessandro, le jaló el cabello para soportar el orgasmo que amenazaba con desbordarla y liberó una secuencia de jadeos cuando lo sintió apurar el ritmo de sus caderas. Alessandro no le permitió que abandonara su mirada un solo instante, sujetándola por la nuca mantuvo la frente de Samantha apoyada en la suya, mientras sus alientos tibios se mezclaban entre roces de labios y toques de lenguas. —Me voy… Alessandro… ¡Dios que maravilloso! — exclamó sin poder contenerse, cuando sintió el primer azote del orgasmo muy profundo dentro de ella, todo su cuerpo tembló y su centro se llenó de una húmeda calidez allí donde su marido se hundía con poderío. Él dejó que fuera su cuerpo quien le respondiera cuando se descargó en su interior, después de una secuencia rápida de penetraciones se quedó quieto dentro de ella, mientras gemidos guturales escapaban de su garganta, acompañando cada contracción que expulsaba su simiente dentro de esposa. La encerró entre sus brazos para sostenerla, al notar que su hermoso cuerpo había quedado flojo y al mismo tiempo buscó un soporte, porque sus rodillas seguían temblando después de ese exquisito orgasmo que lo barrió de pies a cabeza. Entre miradas y sonrisas cómplices se fueron recuperando, manteniendo aún la unión de sus cuerpos y de pronto se sobresaltaron, al escuchar un fuerte estruendo que dio paso a una lluvia de luces blancas, que estalló en el firmamento sobre ellos. Samantha comenzó a reír llena de felicidad y alivio, al comprobar que eran los fuegos artificiales y no alguien que había tumbado la puerta, acarició el hermoso rostro de su esposo, mientras veía como las luces que colmaban el cielo se reflejaban en la mirada azul que tanto adoraba. Le dio un beso en la mejilla y se movió para bajar de la barandilla al ser consciente de lo entumecida que tenía las nalgas y las caderas, por haber permanecido allí tanto tiempo. —Déjame ayudarte —esbozó él, tomando su pañuelo del bolsillo para secarla y evitar que su pantalón se humedeciera, dejándolos en evidencia cuando regresaran a la fiesta. La confianza que tenían como marido y mujer los hacía desenvolverse con naturalidad, ella lo dejó ayudarla pues no era la primera vez que lo hacía, cuando hicieron el amor en el Maserati él también actuó de esa manera. Le dedicó una sonrisa agradeciéndole y se encargó de su pañuelo, guardándolo en su cartera estilo sobre, mientras Alessandro le ponía el panty de nuevo, mostrando una sonrisa cargada de malicia y cuando sus ojos se encontraron, la sorprendió dejándole caer dos sonoros besos en cada seno. —Señor Bonanzierri, compórtese. —Le reprochó, pero no podía dejar de sonreír, arregló su vestido y luego lo ayudó a él. Minutos después se encontraban de nuevo en la fiesta junto a los demás invitados, que si bien habían notado su ausencia, solo se limitaron a entregarles sonrisas y miradas que decían más que mil palabras. Eso no les afectaron en nada, a fin de cuentas podían hacer lo que quisieran porque eran esposos, ante los hombres y ante Dios, así que disfrutar de su amor no era algo que debía avergonzarlos. —Se perdieron los fuegos artificiales —esbozó Jaqueline, mientras miraba a su amiga mostrando una sonrisa radiante. —En realidad… estábamos disfrutando de otros fuegos artificiales —respondió con naturalidad, emulando el gesto de ella. —¡Descarada! —exclamó por lo bajo, para que los demás en la mesa no se enteraran, al tiempo que la veía con fingido asombro. —Bueno, una vez una gran amiga me dijo que «Había deseos en la vida que debíamos satisfacer o de lo contrario, viviríamos lamentándonos por no haberlos cumplidos» … así que solo estoy siguiendo sus consejos —dijo de manera casual mirando a Jaqueline y su mano acariciaba la pierna de su esposo. —Bueno… en ese caso hiciste bien, tu amiga es una mujer muy inteligente —acotó con una sonrisa que iluminaba sus ojos verdes. Samantha asintió con la cabeza y sonreía sintiéndose tan feliz, porque aún seguía pareciéndole un sueño que tuviera una vida junto a Alessandro y que ésta fuera para siempre. Buscó esa mirada azul que la hechizaba, encontrándola de inmediato, se acercó a él y le dio un suave beso en los labios al cual su esposo respondió enseguida.
Dos horas después abandonaron la elegante mansión de
Gary Reynolds, para dirigirse hasta su casa en esa ciudad. La limosina que había puesto a su disposición la productora, los dejó frente a la hermosa construcción ubicada en una de las mejores zonas de las colinas de Hollywood. Samantha era muy exigente cuando se trataba de encontrar un espacio para vivir y aunque fuera por temporadas, deseaba que su casa en Los Angeles fuera perfecta, así que pasó dos semanas junto a su apuesto esposo recorriendo propiedades en venta. Cuando llegó hasta esa quedó completamente fascinada, era un sueño y no desistió hasta que tuvo en sus manos la propiedad que acreditaba al matrimonio Bonanzierri como los nuevos dueños. Alessandro marcó el código de seguridad girando después la llave, de inmediato toda la casa se iluminó gracias al sistema que tenía instalado, abrió la puerta e invitó a entrar a Samantha con una sonrisa. —Estoy tan cansada… creo que voy a dormir dos días seguidos —comentó, quitándose los zapatos y doblándose para recogerlos. —Señora Bonanzierri, no debería adoptar esa posición… casi me hace caer —mencionó Alessandro en un tono que desbordaba inocencia, después de hacer que su cuerpo chocara contra el de Samantha en un acto aparentemente espontáneo, pero la manera en la cual la sujetó por las caderas decía todo lo contrario—. Le pueden poner una multa por esto, debería tener más cuidado. —Señor Bonanzierri, no crea que no me doy cuenta que lo hizo con toda la intensión del mundo —respondió mirándolo por encima del hombro y se irguió de inmediato—. Lo conozco demasiado bien para no adivinar lo que desea y será mejor que lo olvide, porque yo apenas puedo mantenerme en pie —agregó liberando un bostezo. —¡Perfecto! No necesito que estés de pie para hacer lo que deseo —contestó con una sonrisa pícara, mientras le rodeaba la cintura con los brazos pegándola a él y le daba un beso en el hombro. —Alessandro… —susurró ella, dejando caer su cabeza en el hombro de su esposo, le acarició los brazos admirando la piscina con borde infinito y las luces de la ciudad, a través de la pared de cristal que la dividía de la sala de estar. Le encantaba esa casa, era tan elegante y sencilla a la vez, aunque en realidad era un inmenso cajón dividido en varios espacios, cada uno adecuado para cumplir las diferentes funciones que les asignara. Aún no la habían decorado por falta de tiempo y tan solo tenían dos semanas allí, así que estaba vacía en su mayoría. Dejó ver una sonrisa al imaginarla con muebles, pinturas y alfombras. Quería que fuese un lugar especial, pues a pesar de no estar equipada, ya habían estrenado algunos de sus espacios, como por ejemplo la piscina y la cocina. —Estoy comenzando a sentir celos de esta casa. —Le hizo saber Alessandro al verla tan embelesada con la vista. No le pasaba desapercibida la emoción que mostraba Samantha cada vez que su mirada se paseaba por ese lugar y, aunque él también se encontraba a gusto en la casa, ciertamente su mujer lo estaba mucho más y no lo disimulaba, le dio un beso en la mejilla para después sonreír al escucharla suspirar con ensoñación. Sentía a Alessandro mecer su cuerpo, como si se tratase de una niña a la que pretendía dormir, eso la hizo sonreír y buscó su boca para besarlo, solo tibios roces de labios. —¿Dónde está maquinando esa hermosa cabecita que te haga el amor esta vez? —preguntó en un susurro, al oído de Samantha. Su mujer se había vuelto muy creativa a la hora de entregarse a él últimamente, ya no se cohibía como antes, ni le preocupaba andar desnuda por la casa y eso era algo realmente asombroso, tomando en cuenta que la mayoría de las paredes eran de cristal. Una vez más había adivinado sus pensamientos, porque ella comenzó a reír y después de otro suspiro, le respondió. —Esta vez te equivocas… amor, de verdad estoy muy cansada —indicó mirándolo a los ojos, al tiempo que le acariciaba los brazos. —¿Y qué tal si te propongo preparar la bañera y darte un masaje que te ayude a relajarte? —preguntó moviéndola para ponerla frente a él, mientras sonreía y le acariciaba la mejilla. —Alessandro Bonanzierri… ¿Conseguiré algún día decirte que no? —cuestionó mirándolo a los ojos. —Eso no sucederá jamás Samantha Bonanzierri —contestó mostrando una sonrisa arrogante y al ver que su esposa se disponía a protestar, la calló atrapando su boca en un beso. Solo le llevó segundos lograr que Samantha se rindiera ante él, la tomó en brazos para llevarla al dormitorio principal, y el más grande de los cinco con los cuales contaba la casa. —En un minuto estoy de regreso, no te quites nada — mencionó dejándola sobre la cama y corrió hasta el baño. Samantha se quedó allí tendida obligándose a mantener los párpados abiertos, deleitándose con la hermosa vista de la ciudad y cuando él regresó, lo recibió con una sonrisa. Tal como le había prometido, Alessandro se encargó de todo, la desvistió entre besos y caricias, después la llevó a la tina y le dio un relajante masaje, para terminar, haciéndole el amor.
Los Angeles, 14 de febrero de 2014.
Alessandro había hecho una y mil cosas para mantener en
secreto la sorpresa que deseaba darle a Samantha, sobre todo para hacerla realidad, no había sido sencillo conseguirlo, pero desde que la idea se le metió en la cabeza movió cielo y tierra para lograrlo, incluso tuvo que recurrir a una conversación con su muy «estimada» suegra, para que ella le ayudara y, aunque le hubiera gustado que fuera en un lugar como el que Samantha merecía, no le quedó más remedio que trabajar con lo que tenía. Mientras preparaba la sorpresa, sus pensamientos volaron a ese día tres meses atrás, cuando tuvo que dejar de lado el resentimiento que aún sentía por Susan Steinberg y acudió a ella, comprendiendo que nadie más podía ayudarlo, al menos no, con la prontitud que deseaba.
FLASH BACK
Había viajado hasta Chicago junto a Samantha para estar
presentes en el nacimiento de la hija de Linda y Walter, que estaba programado mediante cesárea para el primero de diciembre, solo estarían en la ciudad por un fin de semana porque su presencia en Los Angeles era indispensable. Su esposa le dijo en aquel momento que no era necesario que la acompañara, pero él insistió, pues sabía que no podía perder la oportunidad de recuperar algo que era de los dos. Actuando con absoluta discreción, acordó tener una reunión con su suegra, sabía que quizás no estaba haciendo bien en ocultarle lo que sucedía a Samantha, pero no quería arruinar su felicidad por algo que él podía manejar sin tener que preocuparla a ella. Llegó hasta la mansión en Glencoe a la hora señalada y la mujer lo recibió en su despacho, se le veía más sorprendida que curiosa. —Buenas tardes señora Steinberg. —La saludó de manera formal. —Buenas tardes Alessandro, creo que ya debería comenzar a llamarme Susan, después de todo, ahora es el esposo de mi hija —comentó ella abriendo una brecha en el muro que la rodeaba, pero su voz debía dejarle claro al actor que era solo un pequeño avance. —Bien, gracias por recibirme Susan —esbozó tomando asiento como ella le indicaba, pero sin confiarse del todo, era evidente que ella aún mantenía ciertas reservas para con él. —No hay problema… y bien, ¿dime qué es eso que te tiene tan preocupado y te hizo acudir a mí? —inquirió intentando ser amable. —Seré directo porque no deseo hacerle perder mucho de su tiempo —dijo tanteando el terreno y la vio asentir con la cabeza, indicándole que continuara—. Necesito un gran favor de usted, necesito que me asesore como abogada Susan — pronunció con su mirada fija en ella, quien no pudo ocultar su sorpresa. Susan se quedó en silencio analizando las palabras del italiano, la verdad era que no esperaba que él acudiera a ella con ese motivo, mientras lo observaba intentaba descubrir lo que podía haber detrás de esa petición, y dio inicio a su interrogatorio. —Antes que continuemos quisiera preguntarle. ¿Por qué vino a verme a mí en lugar de pedirle asesoría a su padre? Hasta donde sé, es un excelente abogado —indicó manteniéndole la mirada. —Porque tan solo hace dos días me enteré del asunto en el cual deseo que me ayude, y porque el mismo tendría como jurisprudencia este país… mi padre es uno de los mejores abogados de Italia, pero yo necesito a una de las mejores de América —respondió con sinceridad, no hablaba por hablar, aunque le pesase reconocerlo. —¿Me considera una de las mejores abogadas de América? Es un tanto extraño cuando apenas me conoce Alessandro — pronunció con desconfianza mientras su mirada analizaba al actor. —Samantha siempre me dijo que usted era una gran abogada, de las mejores de este país y yo creo en las palabras de mi esposa —contestó sin titubear para que ella viera que no mentía. De nuevo el silencio se apoderó del lugar, mientras Susan procesaba las palabras de su yerno, sabía de la admiración que su hija sentía por ella, pero no pensaba que podía llegar al grado de decir que era la mejor, eso la llenó de orgullo y felicidad sin poder evitarlo. —De acuerdo, pero antes de entrar en el tema respóndame otra pregunta… ¿Por qué me pidió que no le dijera nada a Samantha sobre esta reunión? ¿Qué pretende ocultarle? — inquirió y esta vez no disimuló su desconfianza; por el contrario, la expuso abiertamente. —Cuando me casé con su hija, prometí amarla y respetarla, así como cuidar de ella y es lo que pretendo, no quiero tener que preocuparla por un asunto que yo puedo manejar perfectamente —respondió con su mirada anclada en la gris de su suegra. —Entiendo… bueno, soy toda oídos —anunció para que él diera inicio a su explicación. —Necesito recuperar un vídeo que grabó el asistente de Gary Reynolds… —decía, pero la mujer no lo dejó continuar. —¿Qué tipo de vídeo? —Lo interrogó Susan palideciendo, al tiempo que sentía como los latidos de su corazón se desbocaban. El pánico estuvo a punto de adueñarse de ella, al imaginar a Samantha involucrada en un escándalo de tal magnitud, mientras se negaba a dejar siquiera que sus pensamientos esbozaran esa palabra, eso sería algo que estaba segura no lograría soportar, su familia quedaría arruinada para siempre. Alessandro vio la turbación en el semblante de la madre de Samantha y no tardó en llegar a la conclusión de lo que ella estaba pensando, él también se sintió aterrado ante la sola suposición que algo como eso hubiera ocurrido. Siempre se había cuidado de ello porque sabía lo que significaría para su carrera, pero tratándose de Samantha su temor era mucho mayor porque ella no era una aventura casual, era la mujer que amaba y solo imaginar que su intimidad pudiera quedar expuesta de esa manera, le helaba la sangre. —No es… no es un vídeo de esos. —Se apresuró a responder cuando encontró su voz y mantenía el ceño fruncido, vio que la mujer suspiraba aliviada y continuó—. Susan… Samantha y yo mantuvimos nuestra antigua relación oculta de la mayor parte del equipo con el cual trabajamos, no queríamos suscitar comentarios que pudieran perjudicarnos de algún modo, así que llegamos al acuerdo que les haríamos creer a todos que nuestra relación se iría dando durante las grabaciones —explicaba y notando que tenía toda la atención de la mujer se decidió a proseguir. Le hizo un resumen de lo que fue la relación de los dos, porque necesitaba que la mujer estuviera de su lado y terminara de comprender, de una vez por todas, que él en verdad amaba a Samantha y estaba dispuesto a todo por ella. El rostro impasible de Susan no dejaba ver los sentimientos que se movían dentro de ella, pero debía admitir que lo que expresaban las palabras y los gestos de Alessandro Bonanzierri, cada vez la hacía considerarlo mejor persona y el hombre adecuado para Samantha. No era que los demás no lo fueran, pero su hija lo había escogido a él y le alegraba saber que a pesar de todo no se había equivocado, aunque lo primero que la impresionó fue la casa que le compró en Italia para vivir junto a ella, eso fue algo que en verdad no se esperaba. Alessandro continuó relatando a su suegra como su hermano Lisandro lo había puesto al tanto sobre la existencia del vídeo y en manos de quién estaba, también de que él se había acercado hasta el asistente de Gary Reynolds. Pero el hombre negó todo y cuando él lo amedrentó por la fuerza, le dijo que ese vídeo en realidad sí existía, pero que lo tenía su jefe, eso no lo cohibió y fue a ver al mismo dueño de la productora. —Me dijo que hoy en día la privacidad no existía y que así como su asistente lo había hecho cualquier pudo haberlo hecho, en resumen, me dijo que no me daría nada y que le agradeciera que lo había mantenido en secreto a la espera de las reacciones del público y la crítica por la película, pero que si algo salía mal él tomaría eso como un seguro y quizás hasta le daría las ganancias que esperaba por haber invertido tanto en el proyecto —dijo mirándola a los ojos. —¿Todo eso te dijo? —inquirió Susan realmente molesta. —Lo he citado textualmente, tengo buena memoria — contestó él, sintiendo que había conseguido atrapar la atención de su suegra. —¿Cuándo deben regresar a L.A? —Debemos estar el martes a primera hora en las instalaciones de The Planet, la premier de la película es el próximo viernes y debemos asistir a varias entrevistas y eventos sociales antes —respondió. —Perfecto, yo iré con ustedes… después de todo, la familia de Samantha debería estar presente en un evento tan importante para ella, le pediré a Joseph que nos acompañe, sé que estará encantado de hablar también con el señor Reynolds y su asistente —esbozó dejando ver una sonrisa de satisfacción. La misma que mostraba cuando sabía que tenía todas las armas para ganar un caso, desde hacía mucho no ejercía como tal, pero siempre asistía a juicios. Así que práctica no había perdido y las leyes eran una pasión para ella, su más grande pasión, por lo que jamás olvidaría como poner contra la pared a alguien. —Susan… de verdad le agradezco todo esto, en ese vídeo no hay nada que nos avergüence a Samantha y a mí, pero temo que vaya a ser utilizado para montar un circo; y nadie tiene derecho a ello porque es nuestra vida, sin importar que ambos seamos unos personajes reconocidos. Un hombre como Gary Reynolds debe entender que existen límites y que no todo es un negocio del cual pueda lucrarse —expuso con seriedad mientras la miraba a los ojos. —No tiene nada que agradecer, no hemos conseguido recuperar el vídeo todavía Alessandro, pero le puedo asegurar que lo haremos… además, recuerde que Samantha también es mi hija y yo impediré a cualquier precio que alguien la lastime… así que puede contar conmigo —indicó poniéndose de pie frente a él. —Le doy las gracias por escucharme y brindarme su ayuda, eso es muy importante para mí… Susan, yo en verdad amo a Samantha y estoy dispuesto a hacer lo que sea para que ella sea feliz. —Le confirmó con la voz ronca por las emociones que sentía dentro del pecho, que la madre de Samantha lo aceptara era un avance muy importante para él. —Eso espero Alessandro, mi hija es una joven maravillosa… —expresó con sinceridad, siempre había sentido que Samantha era una chica especial, pero desde que comenzó a acercarse más a ella, había descubierto a una mujer extraordinaria. Se aclaró la garganta y retomó su postura, después de todo seguía siendo una mujer práctica—. Por lo pronto, necesito que me haga llegar el contrato que le hicieron firmar cuando aceptó el papel en la película, allí debe existir una cláusula que les impide al personal de la productora filmar con sus aparatos móviles o algo por el estilo… tome este es mi correo, envíelo allí —agregó extendiéndole una de sus elegantes tarjetas de presentación, las mismas que había dejado de usar hacía mucho tiempo, pero que aún conservaba. —En cuanto llegue al apartamento de Samantha, se lo enviaré —decía cuando la mujer lo interrumpió. —¿Al departamento de Samantha? ¿No debería decir a mi casa o nuestra casa? Hasta donde sé, ustedes lo comparten todo, no hicieron ningún acuerdo de separación de bienes y las propiedades que usted tiene en Italia, como las que ella tiene aquí, son de los dos, ¿acaso estoy equivocada? —preguntó mirándolo fijamente. —No señora, no se equivoca… quizás es la costumbre, pero tal como mencionó, ambos decidimos compartir nuestros bienes —respondió un tanto incómodo, pues aún le costaba hacerse a la idea de que el lujoso pent-house, había pasado a ser su hogar en esa ciudad. —Comprendo, bueno ya se acostumbrará… fue grato verlo de nuevo Alessandro, quedo a la espera de su respuesta — pronunció extendiéndole la mano para despedirlo. —Para mí también fue un placer verla Susan, cuente con ello… que tenga buenas tardes —mencionó recibiendo la mano con una sonrisa, en verdad estaba agradecido, pero sobre todo sorprendido. —Igual para usted —dijo y lo vio caminar hasta la puerta, pero antes de que saliera lo detuvo para decirle algo más—. Alessandro, otra cosa. En un matrimonio no deben existir secretos, mi hija no es de las mujeres que perdonan las traiciones o que le oculten cosas… así que le aconsejo que una vez resolvamos todo este asunto, hable con ella y le cuente lo que sucedió o tendrá graves problemas —indicó mirándolo con mesura, para que supiera que hablaba en serio. —Así lo haré Susan, gracias por el consejo —mencionó y salió del lugar sintiéndose verdaderamente feliz. No solo había conseguido que su suegra lo ayudara, sino que también estuviera junto al coronel Steinberg en la premier de la película. Sabía que Samantha no esperaba que algo como eso sucediera, así que disfrutaría de su sorpresa cuando se enterase; lamentablemente no podía decirle nada porque eso significaría decirle el motivo de esa reunión, y hasta que no estuviera solucionado el problema no lo haría, ella debía estar libre de tensiones para disfrutar de su momento.
FIN DE FLASH BACK
El sonido del microondas anunciando que las palomitas de maíz estaban listas lo regresó de sus recuerdos, las sacó del aparato y con cuidado de no quemarse abrió el empaque para depositarlo en un gran tazón. Silbaba la melodía que había usado para musicalizar el final de la cinta, había estado ensayando en las madrugadas con su nuevo saxofón, mientras ella dormía, la verdad era que estaba muy emocionado y lleno de expectativas, ante la reacción que tendría su esposa cuando viera la sorpresa que le había preparado. —Alessandro… ¿Qué estás tramando? —preguntó Samantha llegando hasta la cocina y sonrió cuando él se sobresaltó. —Nada, solo hago palomitas para ver la película —contestó dándole un toque de labios y caminó hasta la nevera. —¿Qué es todo esto? —inquirió de nuevo viendo las palomitas y también que vaciaba dos latas de refresco en vasos con hielo. —Me estoy preparando para nuestra velada de San Valentín —respondió con una sonrisa, poniéndole las tapas a los vasos desechables que había comprado. —Cómo que va muy en serio esto de la película que deseas que veamos hoy —dijo dándole un sorbo a la bebida helada, no era muy fanática de las gaseosas, pero en ocasiones como esa tomaba una. —Tú fuiste la que compró una casa con sala de cine, yo solo me preparo para ver una buena película —indicó sin darle más detalles. Podía ver que Samantha se moría de la curiosidad, pero se estaba cohibiendo, consciente que no lograría sonsacarle nada; él le había propuesto pasar ese día en casa, evitar las largas colas en las salas de cines o los restaurantes a reventar. Samantha aceptó encantada pues no era muy dada a pasar ese día como la mayoría de las parejas, así que se quedaron a disfrutar de una velada que aparentemente sería común y corriente, sin mucha preparación. —Trae las bebidas por favor, mientras yo llevo esto… ya el salón está listo —mencionó dedicándole una sonrisa. Bajaron las escaleras que los llevaron hasta la sala de cine, ese era el único espacio que estaba a desnivel de la casa, Alessandro tomó los portavasos para colocar las bebidas y evitar que mojaran la alfombra o los sillones. Ya tenía todo listo, incluso su saxofón se hallaba escondido detrás de los últimos asientos, donde lo había guardado siempre que practicaba en ese lugar para evitar que ella lo escuchara. —Sentémonos en estos… se ven más cómodos —dijo Samantha señalando los de la segunda fila. Sería la primera vez que verían una película en ese lugar, hasta el momento no había logrado disfrutar de un tiempo para compartir de esa manera, siempre estaban cumpliendo con compromisos de trabajo; su fama se había multiplicado no solo por el estreno de la cinta sino también por su repentino matrimonio. Nadie se esperaba que fueran a casarse tan pronto, y en las entrevistas no perdían la oportunidad para intentar saber un poco más de su vida privada. —Como desees, está noche tú eres mi invitada de honor. — Mostró una gran sonrisa y deslizó su mano por la espalda de su esposa, para acompañarla a los sillones en terciopelo gris humo. —Me encantas cuando te muestras tan caballeroso — susurró ella dándole un suave beso en los labios. —Siempre soy un caballero, señora mía —indicó con esa frase del siglo XVIII, y la vio sonreír—. Ahora ponte cómoda y disfruta de la función —agregó haciendo su sonrisa más efusiva. —Gracias, pero a todas estas aún no me has dicho lo que vamos a ver —dijo mirándolo antes de llevarse un pequeño puñado de palomitas a la boca—. Están deliciosas —acotó tomando más. —Todo lo que yo hago es delicioso Samantha —pronunció con picardía y dejó libre una carcajada cuando ella rodó los ojos. —¡Ya! Dime lo que vamos a ver Alessandro que me has estado torturando toda la semana, no creas que no he notado que estás muy misterioso —señaló arqueando una ceja mientras lo miraba fijamente. —Bueno, es que también soy un hombre misterioso… — decía y se detuvo al ver que ella resoplaba—. Se cree muy graciosa señora Bonanzierri —esbozó alejándole el tazón de palomitas. —¡Alessandro! —le reprochó y se puso de rodillas sobre el mueble para alcanzarlo—. No seas infantil... ¡Está bien! Eres misterioso, eres un caballero, eres apuesto… ¿Tengo que seguir? —preguntó con tono sarcástico mientras lo miraba. —Por supuesto me encantaría —contestó con una gran sonrisa, pero al ver que ella se cruzaba de brazos y fruncía los labios mostrándose molesta decidió ceder—. Ok, lo haré yo… tú eres una mujer hermosa, eres valiente, misteriosa… sensual y me vuelves loco con solo mirarme —mencionó disfrutando de la reacción de Samantha, su hermosa mirada miel se había iluminado, se acercó y comenzó a besarla para borrar ese gracioso gesto de sus labios. —Estás intentando distraerme… —Quiso mostrarse seria, pero respondió de igual manera a sus besos. —Tienes razón, la película —indicó alejándose de ella y al ver que se quedaba dando besos en el aire dejó ver una sonrisa. —¿Cuál veremos? —preguntó recomponiéndose, era increíble como él podía dominarla y que olvidara todo, eso la hizo sonreír. —El estreno más esperado por muchos… —decía Alessandro cuando ella lo interrumpió. —¿Veremos Rendición? —inquirió desconcertada. —Sí, pero no la versión que tú conoces, veremos la verdadera. Samantha quiso decir algo más, pero su curiosidad la rebasó y prefirió guardar silencio para que él colocara la película de una vez por todas. Sentía que la ansiedad la torturaba mientras veía a Alessandro tomar con toda la calma del mundo, el control de mando. Él estaba intentando mostrarse relajado ante Samantha, pero la verdad era que su expectativa se había convertido en nervios; suponía que a ella le gustaría porque él se sintió feliz cuando la vio terminada. Y aunque no era nada del otro mundo, más que una edición de imágenes, vídeos y música como los millones que se podían encontrar en YouTube, para ambos tenía un significado especial. —¿Lista señora Bonanzierri? —preguntó mostrándole una sonrisa. —Sí, ponla ya por favor —pidió mirándolo a los ojos. La sonrisa de Alessandro se hizo más amplia, se acercó para darle un beso en la mejilla y después manejó el control para encender el sistema de cine, subió el volumen para que ella pudiera escuchar la primera canción. Sabía que Samantha había estudiado español y era muy buena en ello, la escuchó hablar con los medios mexicanos en su idioma cuando visitaron la capital azteca, así que supo que entendería. Samantha vio la pantalla iluminarse acompañada por una suave melodía y las palabras escrita en la misma la hicieron sonreía, sintió como Alessandro buscaba su mano para entrelazar sus dedos; ella se volvió a mirarlo un instante y le dedicó una sonrisa, pero enseguida regresó a la pantalla no quería perderse nada. Se sorprendió al ver varias fotografías de ella, justo como lucía antes de conocerlo. —¿De dónde la sacaste? —Se giró para preguntarle sintiéndose intrigada, la sonrisa y el brillo en la mirada de su esposo le dieron la respuesta de inmediato—. Diana —señaló riendo. —Es una maravillosa cómplice —contestó apartando apenas la mirada de la pantalla, y esta vez fue su turno de ver imágenes del antiguo Alessandro, ese del cual no se sentía muy orgulloso, pero que ya había superado por completo. Ella suspiró al verlo tan guapo en esas imágenes, recordando como la había dejado sin habla cuando lo vio la primera vez; después siguieron algunas imágenes de Chicago, Roma y al final los hermosos paisajes de la Toscana, pero no cualquiera, era un vídeo de la villa. Las notas de un pino llenaron el espacio y ella sintió que conocía esa melodía, la había escuchado no hacía mucho; así que se concentró en ella, su corazón se estremeció cuando la voz de Pablo Alborán llenó el espacio y aún más por el significado que tenían esas palabras. —Alessandro —susurró con la voz ronca, por las lágrimas que se agolparon en su garganta en cuestión de segundos. Él acarició con su pulgar el dorso de la mano de Samantha mientras le dedicaba una sonrisa, sintiéndose feliz al ver la mirada de ella iluminarse como si tuviera millones de estrellas, como los cielos de Varese; los dos suspiraron después de un roce de labios y miraron de nuevo la pantalla mientras la música continuaba.
Por fin lo puedo sentir
Te conozco y te reconozco que por fin Sé lo que es vivir Con un suspiro en el pecho Con cosquillas por dentro Y por fin sé por qué estoy así Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era.
Una secuencia de imágenes de los dos en Varese y la
Toscana se dejó ver, teniendo de fondo la hermosa melodía Por fin.
Y entregaría mi voz a cambio de una vida entera
Tú me has hecho entender Que aquí nada es eterno Pero tu piel y mi piel Pueden detener el tiempo.
La letra de la canción era tan hermosa y se parecía tanto a ese
amor que vivieron tiempo atrás que sus corazones latían desbocados y sus ojos apenas podían contener las lágrimas que los inundaban; la felicidad que sentía dentro del pecho era tan grande que no les cabía, sus cuerpos eran pequeños para contenerla. Llegaron las imágenes del casting, de la fiesta donde anunciaron a Alessandro como el protagonista de Rendición y después de ello muchas más de los sets de grabación. En algunas se veían tan enamorados que Samantha se sonrojó al imaginar lo que pensaría el resto del equipo, era como Diana, Jaqueline y Kimberly le decían, el amor no se puede disimular y menos uno tan hermoso como ese que ellos compartían, apoyó su cabeza en el hombro de Alessandro al tiempo que suspiraba sintiéndose demasiado feliz. —¿Tan aburrida está que te quedarás dormida? —preguntó él sonriendo al sentir el gesto de ella, su voz estaba más ronca que de costumbre por ese torbellino de emociones que lo rebasaban. —Es usted un hombre muy romántico señor Bonanzierri… La verdad es que me tienes fascinada —contestó sonriendo y le dio un suave beso en la mejilla mientras en la pantalla seguían mostrándose imágenes de los dos, acompañadas por la maravillosa melodía de Difendimi per sempre.
Difendimi per sempre, amore mio, almeno tu
in questi angoli del mondo agonizzante di bugie E rimane la ferita E rimane la mia vita.
Samantha pensaba que no podía existir una canción más
adecuada para ese momento que se plasmaba en el vídeo, era fotografías de su viaje a Puglia, cuando ellos comenzaron a mostrarse con mayor libertad sin importarles la presencia del equipo de producción, o de los periodistas que siempre los seguían para capturar alguna imagen que fuera la portada de los diarios de espectáculos.
Difendimi per sempre in questo mondo in tempesta
in cui l'amore è il solo grido di protesta di noi uomini Riesco a non arrendermi Se ci sei tu a difendermi. La pantalla se quedó en negro y Samantha pensó que el vídeo había terminado, aunque se sintió un tanto decepcionada pues esperaban que hubiera fotografías de su matrimonio, pero de pronto todo cambio y ya no eran imágenes, sino un vídeo que estaba un poco movido, pero se podía apreciar perfectamente. —Alessandro… eso… ¿Ese vídeo es? —Ella apenas podía ordenar sus palabras mientras veía y escuchaba a Alessandro, confesarle lo que decía la nota que le escribiera la primera vez que dejó la Toscana. —Es nuestro final… y debo decir que me gustó más que el que escribiste para el libro —contestó él que al igual que ella no pudo contener sus lágrimas y bajaron por sus mejillas. —Es… hermoso, Alessandro es hermoso —dijo en medio de sollozos, al ver como él la montaba sobre Misterio para escapar de ese lugar, hacia su refugio en el campo de girasoles. Se movió para sentarse sobre las piernas de su esposo y comenzó a besarlo con emoción, agradeciéndole con gestos en lugar de palabras, por ese regalo maravilloso que le había entregado y que ni en sueños se hubiera esperado, era demasiado extraordinario. Alessandro respondió a los besos de Samantha con la misma emoción, sentía que el pecho le iba estallar de tanta felicidad y aunque esperaba sorprenderla, nunca pensó que fuera a tal grado, ni que ella se emocionaran hasta llorar y temblar de esa manera. —¿Te gustó? —consiguió preguntar en medio de los toques de labios que le daba su mujer, al tiempo que la acariciaba la cintura. —Me encantó, es tan hermosa… es mucho más hermosa que la que yo escribí… gracias por hacerla realidad Alessandro —expresó mientras le acariciaba el rostro con ternura. —Pero aún no termina… nuestra historia no tuvo un final ese día Samantha; por el contrario, fue el principio de todo… mira —pronunció y señaló hacía la pantalla invitándola a que siguieran viendo el vídeo, mientras la mantuvo sentada en sus piernas. Samantha veía la locura que fue preparar su boda en tiempo récord, algunos titulares de prensa que aseguraban que esperaban un hijo y por eso la rapidez del matrimonio; de nuevo un vídeo de ella entrando a la iglesia y después cuando cada uno entregó sus votos. La fiesta de matrimonio la resumieron en imágenes de ellos juntos, con sus familiares, amigos e incluso una donde Samantha salía junto a Dylan que la sorprendió mucho a ella, pero entendió que esa era la manera en que Alessandro le decía que confiaba en ella. Lo besó en agradecimiento y después continuó viendo las fotos de su luna de miel, las de la premier de la película, hasta llegar a una que se habían tomado tres días atrás con el teléfono móvil de él, mientras la llevaba cargada sobre su espalda y ambos reían llenos de felicidad, acompañada por la palabra: “Continuará” —Gracias… gracias… gracias —esbozaba Samantha dándole suaves y húmedos besos, mientras le acariciaba la espalda. —Aún no hemos terminado… —mencionó tomándola por la cintura para sentarla a su lado y se puso de pie. Alessandro salió antes que Samantha pudiera decir algo, se llevó con los refrescos y el tazón de palomitas, caminó hasta la cocina y abrió la nevera para sacar de una gaveta las fresas con chocolate que había pedido a una pastelería, no se arriesgó a hacerlas él para que Samantha no descubriera su sorpresa, también tomó una de las dos botellas de Berlucchi que había comprado para esa ocasión. Lo preparó todo con rapidez para regresar hasta la sala de cine, encontró a Samantha mirando el vídeo de nuevo y eso lo hizo sentir feliz, aunque había sido algo sencillo; incluso, cursi como le había mencionado Lisandro, a ella le gustó y eso era la importante. —Ahora sí señora Bonanzierri, comencemos a celebrar nuestro primer San Valentín juntos —mencionó con una sonrisa mientras servía una copa de champagne para ella. —¿De dónde has sacado todo esto? —preguntó sintiéndose emocionada por cada gesto de él, pensaba que de verdad pasarían una velada como cualquiera, pero su esposo no dejaba de sorprenderla. —Tú lo has dicho Samantha, soy un hombre romántico… aunque solo lo haya descubierto cuando te conocí a ti — contestó sirviéndose una copa él también—. Brindo por la mujer más hermosa y especial que existe en el mundo, por mi amiga y mi amante… brindo por ti Samantha —esbozó acercando la copa a la de ella. —Alessandro… sabes que soy muy mala con las palabras… —¡Oh, por favor! Vamos haz tu mejor esfuerzo. —La animó dedicándole una sonrisa que llegaba a su mirada. —Ok, veamos… brindo por mi esposo que es un hombre extraordinario, que tuvo la paciencia de enseñarme a amar… y me liberó de mí misma, gracias por ayudarme a descubrir quien realmente era… gracias por todo lo que me has dado Alessandro —mencionó. —Siempre terminas haciéndolo mejor que yo… —dijo él colmado de orgullo, de alegría—. Brindemos por los dos. Chocaron sus copas y antes de beber de las mismas se besaron, compartiendo sonrisas disfrutaron de las primeras fresas, Samantha se sentía tan complacida que no dudó en probarlas tal como hicieron aquella noche en Varese y Alessandro la complació, pero antes que pudieran dejarse llevar por la pasión él se alejó para hacerle entrega de su último presente de esa noche. Había seleccionado una lista de vídeos para bailar con su esposa esa noche y la primera de todas sería la que interpretaría con su saxofón, esperó a que las primeras notas se dejaran escuchar y caminó para sacarlo de su escondite. Lo puso a un lado ante la mirada sorprendida de Samantha y le dedicó una sonrisa, mientras le extendía la mano para invitarla a bailar.
I can only give you country walks in springtime
And a hand to hold when leaves begin to fall And a love whose burning light Will warm the winter's night That's all That's all
Sus cuerpos se movían con cadencia al ritmo de la hermosa
melodía de Michael Buble, mientras sus miradas brillantes se fundían la una en la otra y los latidos de su corazón parecían ir acompasados, brindándose suaves caricias llegaron hasta el momento en el cual Alessandro tomó su instrumento, y comenzó a entonar ese solo de saxo que mostraba la canción, siguiendo las mismas notas con una perfección que lo hizo sentirse orgulloso. Samantha lo observaba embelesada al tiempo que dejaba libre una secuencia de suspiros que acompañaban la dulce y sensual melodía del saxofón, le entregó una de sus mejores sonrisas demostrándole cuán cautivada se sentía por ese gesto tan hermoso. Lo vio dejar el instrumento de lado y regresar a ella para seguir bailando, mientras le acariciaba la espalda dejando caer suaves besos tibios en su cuello y su hombro desnudo que la hacían suspirar. A esa canción siguieron muchas otras, hermosas melodías que Samantha también se animó a cantar para él, deseando hacerle sentir a través de ellas cuanto lo amaba. Los besos y las caricias iban avivando esa llama que latía perpetuamente dentro de ellos y los invitaba a entregarse al placer. Ella sentía que se elevaba ante cada roce de las manos de él en su cuerpo y cada uno de esos besos profundos que la dejaban sin aliento y deseando más. Pensó en lo maravillosa que era su vida y en lo quería desde ese instante junto a él y supo que lo próximo que deseaba tener junto a Alessandro era un bebé, ese sería su regalo de San Valentín para él, le pediría que tuvieran un hijo. Mientras Alessandro la besaba comenzaba a sentir que solo quería vivir abrazado a Samantha, vivir en sus labios, en sus manos, sintiendo que ella sería completamente suya hasta el final de sus días. Ella era su vida y en ese instante la certeza la golpeó con la fuerza de un rayo, allí estaba ese instante perfecto del cual su padre le hablaba siempre: “Cuando encuentres a la mujer de tu vida lo sabrás porque tu corazón te dirá que ella lo es todo para ti”. —Ti amo Samantha, tu sei il mio cielo... il mio mundo... la mia vita —expresó dejando que las emociones lo rebasaran. —Dame un hijo… —esbozó ella con el corazón latiéndole a mil. —¿Qué? —preguntó él desconcertado y sonriente. —Quiero tener un hijo contigo Alessandro… quiero que me hagas madre —pidió de nuevo, mientras dejaba que sus lágrimas rodaran por sus mejillas. —¿Ahora? —inquirió él y los latidos de su corazón se aceleraban cada vez más. —No… no en este precioso momento —mencionó riendo en medio del llanto—. Todavía me estoy cuidando, pero… puedo dejar de ponerme la inyección en la próxima cita que es el lunes —aclaró. —Pensé que deseabas esperar —dijo mirándola a los ojos. —Tenemos planeado tomarnos un año sabático… creo que sería el tiempo perfecto —esbozó manteniéndole la mirada, rogando por no haberse apresurado en tomar una decisión tan importante de esa manera, pero sintió que debía hacerlo en ese instante. —¿Desea tener un bebé entonces, señora Bonanzierri? — preguntó con una gran sonrisa mientras la miraba. —Sí… deseo tener un bebé —confirmó moviendo también su cabeza en un gesto afirmativo, sin dejar de reír. —Yo prometí cumplir todos tus deseos Samantha, y juro que lo haré preciosa… así que, tengamos un bebé —sentenció mirándola con todo el amor que llevaba dentro del pecho. Con esa promesa se aferraron en un abrazo que juraba que eso sería para siempre, que ellos se amarían para toda la vida.