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El Vedado es uno de los barrios habaneros que definen nuestra identidad. Los inicios
del mismo se remontan a la Etapa Colonial, donde el vertiginoso crecimiento
poblacional hizo necesario que se ensanchara la ciudad más allá de la Muralla. Esto
fue posible gracias al auge económico sucedido en la Isla resultante de las
plantaciones y por ende de la industria azucarera. Lo cual, a su vez posibilitó la
consolidación de una clase criolla burguesa en Occidente, denominada sacarocracia,
que en la búsqueda de legitimación crea una arquitectura propia.
El objetivo de este trabajo es analizar los primeros pasos que se dan en la concepción
de este reparto, enfocado principalmente en las diversas regulaciones urbanísticas
que se realizaron y que dieron al traste con la antigua zona boscosa vedada que
había sido suministro de la Vieja Habana. Así como el estudio de la arquitectura,
donde la tipología doméstica fue la más prolífera. Es importante señalar el hecho de
que El Vedado de entonces no se acerca ni remotamente a la imagen actual que este
posee, pero vale la pena un acercamiento a estos inicios puesto que van a ser
decisivos en el posterior desarrolla de esta zona en el Período Republicano.
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Desarrollo:
La metrópoli se vio obligada a reforzar la vigilancia y defensa del territorio que más
tarde serviría de escenario a El Vedado que hoy conocemos. Es así que se edifican
fortificaciones como el fortín Santa Dorotea de la Luna (más conocido como La
Chorrera por estar ubicado en la mismísima desembocadura del río La Chorrera), el
Castillo del Príncipe, las baterías de San Nasario y Santa Clara al este (cercanas a la
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Los aborígenes lo habían nombrado “Casiguaguas”, pero a la llegada de la conquista y colonización
adoptó el título hispano de “La Chorrera”. Más tarde, en honor al obispo Enrique Almendaris adoptó su
actual denominación: Río Almendares.
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Pirata francés apodado “El ángel exterminador”, quien atacó y saqueó La Habana el 10 de julio de
1555. Echó abajo la fortaleza de la Fuerza Vieja en la calle Tacón, además de dejar en cenizas gran parte
de la ciudad. A causa de su ataque la corona española se vio obligada a reforzar la seguridad de la isla
con edificaciones militares, ya que Sores la había encontrado prácticamente indefensa. En el propio
espacio correspondiente al actual Vedado se conservan edificios militares levantados a raíz de estos
sucesos, dígase el torreón de Santa Dorotea de la Luna (1638-1646), ubicado en la unión del otrora río
La Chorrera con el mar para una adecuada defensa de uno de los puntos neurálgicos de la ciudad.
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actual zona cosmopolita marcada por sitios como la Colina Universitaria y el Hotel
Nacional, respectivamente), etcétera.
En la etapa colonial “El Vedado” no era un espacio del todo establecido con límites y
tal, sino que se le denominaba así a un vasto territorio que abarcaba desde las
afueras de la villa hasta el río La Chorrera.
Con el paso del tiempo dicha veda se fue flexibilizando y empezaron a aparecer
ingenios azucareros privados, adquiridos mediante mercedes de tierra seguramente.
Este era un sitio ideal para el establecimiento del negocio antes mencionado por la
existencia de agua potable. Las maderas preciosas antes veneradas ahora servían de
materia prima para las edificaciones de la zona de La Muralla. Sin contar la extracción
de cantería de las furnias naturales del terreno para el erguimiento de las primeras
fortalezas y edificios civiles en la colonia caribeña de principios de la conquista.
En la última década de la primera mitad del siglo XIX se fueron asentando pequeñas
localidades o caseríos de pescadores en la zona, tal es el caso del Mordazo, La
Chorrera y Bongo Gavilán; los cuales marcaban generalmente la línea costera. Pese
a que la génesis del actual reparto se hallaba prácticamente deserta de población
hasta entonces, que estaba sumamente tupida por una flora exuberante y con
variadas especies animales prestas a ser presa de la caza furtiva; el lugar ya
empezaba a ser transitado por los grupos militares presentes en la isla en su camino
hacia las fortalezas militares cercanas a la zona.
Para la segunda mitad del siglo XIX (1870 aproximadamente) la expansión territorial
exigía reformular las reglas, debido al crecimiento poblacional. Es así que se
empiezan a erigir casas amplísimas de madera que responden a un estilo llegado de
Estados Unidos (New Orleans para ser precisos). Esta extensión de la ciudad hacia la
zona fuera de La Muralla también estuvo condicionada por las contradicciones entre
criollos y peninsulares, reflejo a menor escala de las desavenencias entre colonia y
metrópoli. Esta expansión urbana es producto de un cambio de ideología, de una
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evolución en la manera de habitar la colonia española; es un resultado cultural de la
mezcla de hispanos con nativos, los cuales ya empezaban a preocuparse por una
identidad que les representara propiamente.
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“Zona progresivamente ocupada por las residencias de familias pudientes, fijando una
tipología urbana y arquitectónica con una escala diferente a la zona céntrica”.3
A El Vedado algunos se han referido como “el proyecto de urbanización que todos los
urbanistas quisieran lograr”, y se le considera, además, proyecto paradigmático por su
versatilidad, lo que también lo convierte en ejemplo internacional.
Para dar respuesta a estos males los precursores de este nuevo urbanismo lo
nombran en los primeros momentos urbanismo higienista. Así se comienza una
práctica urbanística que materializa los proyectos, teniendo como modelo a seguir al
Ensanche de Barcelona de Idelfons Cerda. Cuenta además con influencia de estilos
5
(función original desde su surgimiento). Las demandas de cambios dadas por las
necesidades de la sociedad han agregado a esta médula urbanística algunas
adaptaciones, siempre llevadas a cabo bajo consideración colectiva y siguiendo las
regulaciones urbanísticas originales para obtener un resultado que responda a las
necesidades y condiciones económicas y sociales actuales y que mantenga la
ordenación urbana tradicional de El Vedado.
Incluso en 1896 aún se exhortaba la visita a este lugar para su disfrute, publicado por
los periódicos locales. En una ocasión fue referido (en la Revista del Vedado)
haciendo alusión a las cualidades del sitio.
“…piensa en los amplio de sus calles, en lo higiénico de sus casas, en las condiciones
especiales de este barrio, bañado constantemente por las brisas del mar, que saturan
de oxígeno la atmósfera, llevando a los pulmones ese precioso, indispensable medio
de vida.
Allí tienes para tus hijos, aire puro en abundancia, sol y amplitud.
”Así se le dio a conocer al Vedado. Constituía una nueva opción, una especie de
escape de la congestionada ciudad, prometiendo un espacio urbano de cierta manera
“exclusivo” al haber estado prohibido durante tanto tiempo por la colonia.
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ubicaban fincas particulares, pasaron a transformarse en extensas parcelaciones de
manzanas siguiendo un plan que proponía tres urbanizaciones básicas que
guardaban relación entre sí:
-El Carmelo (1859): Proyecto de 105 manzanas ubicadas desde el río Almendares
hasta la actual calle Paseo. Llevada a cabo con los capitales de Domingo Trigo y Juan
Espino e ideado por el ingeniero Luis Iboleón Bosque. Fue un barrio que se aprueba
oficialmente el 5 de mayo de 1859 y revolucionó absolutamente la historia y la
identidad del inmediato oeste capitalino cubano, con profundo impacto a toda la
cultura nacional de interés más allá de nuestras fronteras; su santa patrona era la
Virgen del Carmen, nombre español de origen árabe que significa “jardín”.
Las calles deberían tener no menos de 16 metros de ancho, y las avenidas, entre 36 y
56 metros, con aceras amplias plantadas de césped y preparadas para el arbolado,
que delinearon parques y plazas para lograr la sensación de amplitud y belleza. Cada
solar destinado a la fabricación, debería tener no menos de 13,06 metros de frente y
50 metros de fondo, y en cada parcela no debía fabricarse más de una casa con
jardines (“pulmones”) al frente, costado y fondo. El Carmelo contaba con los
materiales de construcción entre sus propias y múltiples canteras, caleras y yeseras, y
se planeó incluso atravesada por los tranvías de antaño. Mientras Londres y París
huían de sus ciudades contaminadas ya como resultado de la tradicional Revolución
Industrial, El Carmelo primero y El Vedado después (que extendería este urbanismo
al este de la Avenida Paseo) se afamaron por su salubridad e higiene.
Con esto se heredaban e incorporaban en Cuba las más avanzadas influencias del
racionalismo francés e inglés que nos diferenciaban cada vez más de la hispanidad.
Entre tales influencias racionalistas en nuestra cultura, El Carmelo estableció la
denominación de calles por números nones paralelos al mar, y pares perpendiculares
desde el Prado (hoy Avenida Paseo, oficialmente Avenida de los Alcaldes en 1919)
hacia el río al oeste, de donde al parcelarse desde 1860 el Reparto Vedado al este, se
extendieron las calles nones, pero las pares tuvieron que asumir otro sistema
igualmente racionalista según las letras de nuestro alfabeto, ahora hacia el oriente, si
bien la numeración de casas se definiría luego en sentido contrario (desde la ulterior
Rampa) cada 50 números de casas por cuadra en aceras también pares y nones.
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El Carmelo hoy se puede definir como la barriada que ocupa el norte occidental del
capitalino municipio cubano Plaza de la Revolución, entre la Avenida Paseo y el río
Almendares (más de 1,5 Km), y entre la costa y la Avenida Zapata, la Necrópolis
Cristóbal Colón (inclusive) y la Avenida 23 (también, más de 1,5 Km); vasto territorio
irregular por la costa norte, el río al oeste y el cementerio al sur, que puede
entenderse como la diversidad en una homogeneidad no más que relativa, que
agrupa en la actualidad a comunidades tan diversas como La Chorrera (la más
antigua y única precedente al Carmelo en sí, originada a inicios del siglo XVI), la
Estancia del Carmelo (1859) y su Extensión al oeste, la comunidad de 12 y 23, el
barrio del Cementerio o de Colón, El Fanguito, Alturas del Fanguito, entre otras.
(desde la calle Paseo hasta la calle G) y hasta el sur siguiendo las delimitaciones que
se establecieron con El Carmelo. Iniciativa de Don Francisco Frias y Jacott, conde de
Pozos Dulces.
-La ampliación de Medina (1878): Extensión que se llevó hasta la calle 21,
complementando la lotificación de los terrenos que se inscribían en forma de cuña
hacia las actuales 17 y D. Ampliación llevada a cabo, en los terrenos que eran
propiedad de las familias Medina y García Álvarez, por el ingeniero José de Ocampo y
el arquitecto Alberto de Castro. Se extendía con una parcelación considerablemente
homogénea a partir del río Almendares hasta la antigua Batería de Santa Clara.
Joaquín Weiss sugirió una vez lo que se conoció como una “misma unidad urbana”.
Los rasgos que iban caracterizando al Vedado respondían a esta clasificación
anterior: no se aprecian divergencias en la forma de las manzanas ni en cuanto a las
soluciones estilísticas aplicadas a los inmuebles. El trazado general muestra lo
geométrico de las cuadrículas contiguas, evitando de manera inteligente y estratégica
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las dificultades que ofrecía la topografía del momento en la zona. Se aprovechó de la
igual manera la ventilación propia del lugar, lo que permitió ubicar adecuadamente las
parcelas y lotes. La distribución de las zonas verdes se hizo de tal manera que
favoreciera tanto al ambiente natural como al ornato de la ciudad, dado también a la
vocación de confort ambiental que fue promulgada en el siglo XIX afín con la
modernidad y altamente apoyado por la burguesía criolla azucarera de la época.
Estas últimas tareas vinculadas con el manejo del ambiente natural encontraron
soluciones factibles dado que tres de los costados de El Vedado se encontraban en
contacto directo con el litoral marino (en dos costados) y con la ribera de un río. Luego
estudio y planificación de la situación se pudo aprovechar eficazmente las
características naturales mediante la proyección de soluciones para la descongestión
del aire contaminado de la urbanización, el sistema de brisas y el control de humedad.
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efectividad de procedimientos como la trama en damero diseñada por Iboleón
Bonaparte ha trascendido el tiempo adecuándose incluso a las modificaciones
llevadas a cabo en siglo XX que respondían nuevas propuestas como la búsqueda de
altura. Se logró respetar el trazado tradicional a la par de combinarlo con las nuevas
tecnologías.
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conmemorativo o fuente. Estos parques permiten la circulación de corrientes
naturales que reciclan el aire contaminado, y constituyen zonas de confluencia y
esparcimiento de las personas que habitan el barrio. Estos parques son: los antiguos
Parque Villalón, Parque Casal, Parque Medina.
Por otra parte las casas de El Vedado, según las normas constructivas debían
considerar al jardín como puente entre la calle y el portal. Dicho jardín además de ser
un vínculo entre la casa y la estructura urbana, con su hermosa vegetación resaltaba
el factor verde a escala urbana. Por su parte los paseos y los parterres eran
prolongaciones de los jardines individuales, y contenían césped y árboles, aunque
cada cual tenían funciones particulares. Los primeros estaban concebidos como “ejes
longitudinales perpendiculares al mar” y los segundos eran “cintas verdes” que
rodeaban las manzanas. Mediante ellos se protegen las edificaciones y las aceras
destinadas al tránsito peatonal, además de hacer “más agradable y moderna la
imagen del reparto”5.
La anterior frase del doctor Antonio González Curquejo demuestra que en los inicios
del Vedado el desarrollo edilicio fue un proceso lento y paulatino, que sucedió
postreramente al trazado y lotificación de sus terrenos. Al igual la urbanización fue
retardada, y si bien los proyectos habían sido aprobados hacia 1895 y 1860, no
cobran impulso hasta finales del siglo XIX y principios del XX a raíz del licenciamiento
del ejercito libertador y la inmigración que trajo consigo la inversión de recursos en la
5
Concepción Otero. Ob. Cit.
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Ídem.
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construcción de edificaciones, por lo que se fue formando gradualmente como un
territorio residencial.
Se conformaron los servicios alrededor de los primeros lotes vendidos, los cuales
estaban reservados desde los primeros trazados a los parques, la escuela, la Iglesia y
los mercados. Las líneas de mayor comunicación fueron las que primero se
desarrollaron, principalmente la del ferrocarril, que luego de 1875 fue sustituida el
traslado animal por la locomotora de vapor llamada la “Cucaracha” o la “Maquinita”.
Las bondades naturales del nuevo barrio fueron aprovechadas para la recreación y el
esparcimiento por lo que se fomentó la construcción de hoteles como el Trotcha y el
Nandin, siendo el primero una de las construcciones más relevantes de la época.
Este era uno de los hoteles más visitados por los vecinos debido a su confort y las
diversas actividades que se realizaban, incluso gozaba de fama en los Estados
Unidos. La fachada remeda los códigos clásicos de manera que está concebido
mediante líneas rectas y en ella sobresale el frontón triangular que la corona. A su vez
destacan las arcadas romanas de los laterales y las habitaciones interiores estaban
decoradas con una delicada ornamentación y el encaje tallado en la madera.
La higiene del nuevo reparto que recién se formaba permitió que cobrara auge el
desarrollo de servicios como la lavandería, el suministro de víveres, otros
especializados en la rama de la salud como el Hospital Nuestra Señora de las
Mercedes construido en el año 1886, así como locales para el arreglo de calzados.
Por su parte la Iglesia católica también tuvo su sede más importante en la Iglesia de
El Carmelo, llamada “El Derrumbe”, con una notable influencia de los estilos
Románico o Neogótico y en cuyos planos se había concebido como una gran
edificación de tres naves y capillas laterales. Lo cual no se pudo concretar debido a la
quiebra de la Caja de Ahorro de la Habana, aunque se abrió al culto en 1883. El
templo nunca fue terminado por lo que su fachada de piedra asciende a la torre
central sin el remate que proyectaba su plano y está precedida por arcos ojivales en
sus entradas principales. En su interior las bóvedas laterales son de aristas y la
central de cañón.
Arquitectura doméstica:
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“Otros serían los atributos funcionales de las residencias vedadeñas y sus
responsabilidades para la conformación de la vida urbana y la imagen moderna del
reparto, (…)”.
En las últimas décadas del siglo XIX cuando el territorio se encontraba en la génesis
de su proceso de urbanización, la arquitectura doméstica fue la más prolífera en lo
que respecta al desarrollo edilicio y los modelos tomados fueron los de las casas
suburbanas del Cerro. El Neoclasicismo, lenguaje arquitectónico que se había
propagado en la arquitectura decimonónica, también llegó al El Vedado como
“depositario del arsenal clasicista y nacionalista del pensamiento criollo, el más
progresista de aquella época”7. Las primeras viviendas estaban atadas a la tradición
y reproducían las estructuras de la casa colonial cubana, aunque se adaptaban a las
normativas que garantizaban la homogeneidad de la imagen física distintiva del nuevo
barrio.
El neoclásico se aprecia como el ropaje que reviste las edificaciones, las cuales se
caracterizan de manera general por la austeridad y la simetría de las fachadas. Se
utilizan columnas y pilastras, generalmente de orden dórico como soporte o
elementos decorativos en los soportales, y el pretil como culminación de las fachadas.
También son recurrentes los jardines tanto delanteros como laterales, los cuales
evidencian la asimilación del verde tan necesario en la nueva fisonomía del reparto,
“los amplios ventanales de fina persianería”, que respondían a la necesidad de
ventilación natural, y es también característico el alto puntal, las techumbres planas y
los alfarjes, estos últimos muy frecuentes en el período colonial. Además era usanza
colocar las iniciales del propietario y el año de construcción de las viviendas en algún
lugar privilegiado de la fachada principal o en la reja de la entrada.
La casa de Juan Bautista Docio, que data del año 1880, es una de las fundadoras
de El Vedado, por lo que todavía conserva un patio interior en forma rectangular,
diseñado a partir de dos pequeños arcos de medio punto con hermosos vitrales, los
cuales son un sello distintivo de la arquitectura colonial cubana en general. Como es
peculiar en las viviendas vedadeñas, posee jardines alrededor del inmueble. Lo más
relevante del mismo radica en su fachada, concebida simétricamente a partir del eje
señalado por la entrada principal. El portal posee columnas dóricas pareadas y está
7
Ibídem.
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rematado por un austero frontón semicircular situado en el centro de la edificación con
una especie de óculo y una sencilla balaustrada de metal. Su puerta de entrada es de
grandes dimensiones y está acompañada por ventanales, todos de madera.
La casa de la calle Línea Nº 506, construida por Don Francisco López García,
posteriormente cedida a la familia Alfonso, es un ejemplo exclusivo, la cual posee en
su interior una galería central que reemplaza al patio. A diferencia de la generalidad
de los portales columnar- arquitrabados, este posee una arquería de medio punto
sostenido por pilastras, “chaflanada en los ángulos y muy bien proporcionada”8 y
donde es evidente el influjo clasicista. El portal esta rematado por una notable cornisa
y un pretil abalaustrado. También posee hermosos jardines delanteros y el interior
está dispuesto a manera de cubo. Además destacan la enorme reja de acceso, que
es de un bello y complejo diseño, enmarcada en un arco de medio punto y el cercado
compuesto por pilares de mampostería coronados con piñas, unidos por un enrejado
de metal.
Representativas del tipo de vivienda de hall son las Casas del doctor Antonio
González Curquejo (1880). Estas además forman parte de “un tipo de residencia de
dos pisos muy característico, que perfeccionado en los primeros tiempos de la
República se la aplicó el apelativo de Chalet”. 9 Poseen jardines y portales sostenido
por columnas dóricas. La eliminación de las paredes medianeras permitió la apertura
de vanos en los muros exteriores para asegurar una agradable ventilación. Poseen
también cercas de pilares, rejas de hierro, y terrazas en la planta superior. La de
mayor prestancia es la situada en la calle Línea esquina a B, la cual era la residencia
de la familia, mientras que la otras eran dedicadas al alquiler.
8
Joaquín Weiss. La arquitectura cubana del siglo XIX. P. 29.
9
Joaquín Weiss. Ob. Cit. P. 27.
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Conclusiones
El Vedado colonial sentó las bases para la posterior constitución de la actual ciudad.
En su génesis hallamos no solo el primer poblamiento del terreno, con su respectiva
arquitectura e incipientes soluciones urbanísticas, sino que también constituye un
retrato histórico de la Cuba de entonces, como legitimidad de una sacarocracia en
ascenso.
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Al ser un ensanche altamente vinculado al auge de la burguesía criolla, resultaba una
alternativa a la congestión de la ciudad, distinguiendo a este sector de la sociedad, y
cuyo trazado urbano general adoptaría la estructura de cuadrículas, abogando por el
geometrismo y la simetría; adaptándose al mismo tiempo a las condiciones naturales
del terreno de manera que pudiese sacar provecho de las mismas, dando solución a
la distribución de las parcelas y lotes y a la arborización.
Sin lugar a dudas, El Vedado constituye, desde sus orígenes, un proyecto innovador
que revolucionaria las maneras convencionales que hasta el momento se habían
adoptado para estructurar una ciudad en Cuba.
Bibliografía
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Otero, Concepción. El Vedado. Historia de un reparto habanero. La Habana, Ed.
¿?, 2013.
Weiss y Sánchez, Joaquín E.. La Arquitectura Cubana del siglo XIX. La Habana,
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