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Un año antes.
Los zapatos me estaban matando, los tacones rojos y elegantes
torturaban mis pies, me sentía fuera de lugar, incómoda y una
completa tonta, ¿A quién diablos se le ocurría presentarse a una
entrevista de trabajo con un curriculum completamente alterado? Sin
tener idea del puesto al que se estaba postulando.
La desesperación me empujó a hacerle caso a Manu, mi vecino y lo
más parecido a un amigo o algo así, él le hizo modificaciones a mi
currículum, mientras yo me arreglaba a toda prisa, esa mañana
cuando desperté, no tenía idea que por la tarde me estaría
enfrentando a mi única oportunidad verdadera de salir de todos mis
problemas.
Necesitaba con urgencia un trabajo, Bianca mi casera se encargaba
de recordármelo a diario, y no solo ella, también las facturas
pendientes que se amontonaban sobre la vieja mesa al lado de la
puerta de mi departamento.
Desde que recuerdo, mi vida siempre fue un desastre, fui la típica
niña que nunca cumplía con todas sus tareas escolares, la que jamás
terminaba todo lo que empezaba, la que siempre aprobaba las
materias con lo justo, siempre lidié con los embrollos a los que me
metía por mi forma despreocupada de vivir, pero en esos últimos
meses toqué fondo.
Debía tres meses de renta, y ya me había quedado sin agua caliente,
me estaba alimentando con sopas instantáneas y acabando con el
poco dinero que tenía ahorrado, mi situación ya era grave. Lo
inevitable estaba a punto de ocurrir, y no estaba haciendo nada para
evitarlo, me había resignado a terminar el mes en la calle,
seguramente llamando a mamá para que me aceptara en su sillón.
Pero Manu intervino a tiempo, después de escuchar los gritos de
Bianca fuera de mi puerta exigiendo que pagara la renta, decidió
abordarme, lo conocía poco, se había mudado al viejo edificio solo
unos meses después que yo, su departamento estaba al lado del mío
así que vernos por los pasillos se volvió algo habitual.
Comenzamos a saludarnos con cortesía hasta que pasamos a las
conversaciones un tanto comunes mientras esperábamos el elevador
o bajábamos usando las escaleras, no había algo que se considerara
confianza entre nosotros, éramos solo dos personas que se sonreían
por amabilidad.
Por eso me sorprendió verlo afuera de mi departamento, con una
sonrisa en los labios y su computadora en las manos, llegó a
ofrecerme una ayuda que no había pedido, pero que necesitaba,
resulta que las paredes delgadas de ese sitio le permitieron enterarse
de casi todos mis problemas, los gritos de Bianca y mis peleas
constante al teléfono, le dieron los suficientes motivos para acercarse
a mí.
Tenía grandes líos, dos años atrás mis padres se habían divorciado, y
ahí comenzó todo, después de tantos años de un mal matrimonio
cada uno empezó a vivir la vida de una manera poco convencional, mi
papá comenzó a salir con tipas a las que le doblaba la edad, mientras
mi madre, se convirtió en una especie de nómada, cambiaba de
ciudad, trabajo y amigos con la misma frecuencia con la que yo
cambiaba las sábanas de mi cama.
Pensé que nada de eso me iba a afectar, después de todo tenía cinco
años viviendo en otra ciudad por mis estudios, jamás imaginé que de
un día para otro ambos iban a decidir que ya era hora que comenzara
a costear mis gastos. Las palabras de mi padre fueron las siguientes:
Valentina, ya tienes veintitrés años, es hora que comiences a ser
responsable de verdad, estás repitiendo por segunda vez el último
semestre de tu carrera y continúas reprobando materias, tu madre y
yo no somos eternos debes aprender a valerte por ti misma, tu
hermana a tu edad ya estaba iniciando su posgrado y recibiendo su
primer ascenso en el trabajo, ¡Debes hacer algo con tu vida!
Realmente estaba jodida y sin ningún plan, así que hice lo de
siempre, ignorar el problema dejando para después, la búsqueda de
la solución hasta que todo se me fue encima y no supe que hacer.
Afortunadamente mi amable vecino tenía un plan, me ayudaría a
encontrar el empleo que tanto necesitaba, y yo no había logrado
conseguir, mi nula experiencia laboral y mi pobre desempeño
académico me dejaban sin muchas opciones.
Manu había pensado en todo, siendo pasante en el departamento de
recursos humanos de una empresa, contaba con las suficientes
herramientas para crear un currículum atractivo para el mercado
laboral, exagerando una que otra cosa, mintiendo en otras más, y
hasta falsificando una carta de recomendación de un profesor. El tipo
era toda una caja de sorpresas, y yo tenía buena suerte por contar
con él.
En una noche creamos el perfil profesional, de una estudiante
destacada del último año de Marketing y publicidad, una futura
mercadóloga llena de habilidades por desarrollar. Le agradecí
abriendo la última botella de vino que me quedaba, celebramos antes
de tiempo por el trabajo que iba a conseguir.
Realmente no confíe con que eso pasara rápido, no es que fuese
negativa, sino más bien realista... Para mí era poco probable que en
unos días una oportunidad apareciera de la nada, pero la vida me
sorprendió esa mañana, estaba profundamente dormida después de
haber ignorado todas mis alarmas, cuando el timbre comenzó a sonar
con insistencia.
Era Manu de nuevo, un amigo de un amigo, era el nuevo dueño de
una editorial, estaban buscando personal de carácter inmediato y
pensó en mí, si... Yo en una editorial. Al principio me pareció
descabellada la idea, ni siquiera leía mis apuntes de la universidad
¿Qué iba a hacer en una editorial?, pero después de que Manu me
recordara que Bianca llegaba la semana siguiente a cobrarme, me
llené de actitud triunfadora.
Él hizo la llamada para pactar la cita, mientras yo buscaba algo
adecuado para la entrevista en el desastre que tenía en mi clóset, él
fue el que me convenció de usar esos zapatos que me estaban
matando y el que le dio el visto bueno a mi outfit, una falda lápiz con
una blusa con las mangas largas.
Cuando me miré frente al espejo sonreí satisfecha, no solo me
gustaba lo que veía, el hecho de que esa ropa fuera de mi hermana le
daba un plus a todo, me gustaba fastidiar a Vannesa casi tanto como
a ella fastidiarme a mí, me imaginaba su cara cuando supiera que usé
la ropa que ni siquiera había estrenado.
Llegué a la editorial con el tiempo justo, Rodrigo Aguilar, el nuevo
dueño y jefe, fue quién me hizo pasar a su oficina, decir que estaba
nerviosa era poco, estaba casi petrificada, nunca fui buena hablando
con los desconocidos, y menos sentía poder proyectar seguridad
como me lo había aconsejado Manu.
Después de las preguntas rigurosas comenzó a ojear el currículum,
no decía una sola palabra, solo leía y leía con un gesto que interpreté
como concentración.
—Así que, en el último año, ¿Por qué marketing? —Preguntó,
apartando la vista de esas hojas, odiaba esa maldita pregunta para la
que no tenía una respuesta.
—Soy una persona creativa. —Mentí. —Me apasiona innovar, me
encantan los números—más mentiras —, siempre supe que en la
publicidad estaba mi futuro.
De mi boca no dejaban de salir mentiras, cada vez que me hacían esa
pregunta, daba respuestas completamente diferentes, dependía del
humor en el que estuviera daba las supuestas razones por las cuales
escogí mi carrera.
La única verdad es que no tenía idea de que estudiar, investigué
todas mis opciones y escogí la que, según yo, me aburriría menos, sus
materias eran interesantes, mi mamá no dejaba de repetir que los
mercadólogos gozaban de buenos salarios y que yo tenía cara de
haber nacido para eso. Así que, siguiendo la sabiduría de mi madre
escogí mi futura profesión.
—Y manejas todos los programas de edición gráfica—continuó
leyendo.
—¿Sí? —Curiosa me incliné un poco hacia adelante para poder ver
mejor, no podía creer que Manu se atreviera a poner eso.
—Si, aquí lo dice. — Respondió confundido, me reprendí mentalmente
por mi comportamiento tan estúpido, debía mentalizarme y
proyectarme como la mujer eficiente, responsable y casi profesional
que no era.
En ese instante recordé mi conversación con Manuel, no podía perder
esa oportunidad, tenía que ganarme el puesto a como diera lugar, su
discurso motivacional llegó claro a mi mente de nuevo ¡Tú puedes
Valen! ¡Tú puedes!
—Si, si los manejo a la perfección.
—Tienes experiencias en editoriales también... Tu pasatiempo
favorito es leer.
—Lo es, no sabe cómo amo los libros.
—¿Cuál es tu favorito? —Mierda... Ni Manu ni yo habíamos previsto
aquello, la verdad es que no había pensado en nada referente a esa
cita, unas horas atrás, ni siquiera sabía que iba a acudir a ese sitio.
Tres pequeños golpes en la puerta acabaron con ese momento
incómodo en el que solo nos mirábamos fijamente, él esperando
respuesta, yo intentando inventar una, gritó pase y la misma mujer
alta y robusta que me recibió, entró con una carpeta en la mano.
Ambos comenzaron a hablar en voz baja, ella le mostraba algo, él
negaba visiblemente contrariado, intercambiaron un par de palabras
antes que la mujer saliera de la oficina.
—Creo que eres lo que estamos buscando —murmuró pensativo, unos
segundos después.
—¿Sí?
—Si —respondió con una voz igual de dudosa que la mía, suspiró de
una forma cansada al mismo tiempo que se recostaba sobre su silla
negra. —Valentina Rincón, eres la nueva editora de adquisiciones de
Águila editorial.
¿Editora de Adquisiciones? ¿Qué mierdas era eso?, quise decir algo,
pero no podía, Rodrigo parecía estar aliviado, ni siquiera había
procesado que me acababa de dar el empleo y él me hablaba de unos
proyectos pendientes de los que no entendía nada.
—¿Cada cuánto debes presentarte a clases? —preguntó poniéndose de
pie.
Yo había llegado por cualquier puesto y me estaba quedando con uno
que parecía demasiado importante.
—Tres veces por semana solo por unas horas, ya estoy en el último
semestre y
—Perfecto, podrás cumplir con tus deberes escolares sin problemas.
—dijo interrumpiéndome.
No eran deberes escolares, eran créditos pendientes que tenía que
obtener para al fin poder graduarme, después de tanto tiempo según
mis papás.
—Me gustaría que empezaras ya mismo, no sabes lo que
necesitábamos a alguien que supiera mínimamente que hacer, acabo
de heredar esto hace apenas unos meses y no tengo idea cómo
funciona todo —dijo después de reír de una de forma extraña, ese
hombre estaba a punto de colapsar por el estrés, de ahí su arranque
de honestidad.
—Espero poder ser de ayuda —respondí nerviosa.
—Seguro lo serás, Anita mi secretaria, es la única persona que queda
del personal antiguo, todos han renunciado, pero no importa
formaremos un nuevo equipo, ella te podrá ayudar en lo que
necesites.
¿Dónde demonios me había metido? eso era un desastre y yo uno más
grande, ¿Cómo iba poder ayudar a ese hombre?
—Tendrás una pequeña oficina, pero cómoda... Si quieres conocerla
vamos de una vez.
Me levanté de la silla para seguirlo con dudas, mientras caminaba
googleé editor de adquisiciones, tropecé con la secretaria provocando
que me dedicara una horrible mirada. Rodrigo entusiasmado abrió
una puerta, se hizo a un lado para que pasara y me señaló todo el
sitio.
Estaba acostumbrada a los espacios reducidos, vivía en un
departamento pequeño de un solo ambiente, sin divisiones interiores,
la oficina estaba bien para mí, lo que estaba mal es que no tenía idea
de lo que iba a hacer dentro de ella.
—Acabamos de cambiar los equipos. —Me señaló la computadora —
siéntate —pidió retirando hacia atrás la silla blanca y poco esponjosa.
Lo obedecí sintiéndome cada vez más desesperada, me estaba
metiendo en problemas en lugar de salir de ellos.
—Te dejaré sola un momento para que te le eches un vistazo con
tranquilidad, debo hacer una llamada. — Anunció abriendo la puerta.
No pude reaccionar, me quedé quieta observando el lugar perpleja,
quería un trabajo, en realidad lo necesitaba, pero no estaba
preparada para algo así, dejé caer la espalda en el respaldo para
luego tomar mi teléfono, iba a marcarle a Manu cuando mi reciente
búsqueda apareció en la pantalla.
Los editores de adquisiciones trabajan como parte de un equipo
editorial en la adquisición de manuscritos para su publicación.
Trabajan en empresas editoriales, agencias literarias o en las
operaciones editoriales de las universidades e institutos profesionales.
Son la fuente de una variedad de material para publicación, incluyendo
libros, artículos académicos y contenidos digitales para su
distribución en línea.
Evaluación...
Costo...
Aprobación...
Desarrollo...
Ni san Google me iba a ayudar con todo eso, entre más información
leía, más me convencía que debía rechazar la oferta, le envié un
mensaje a Manu dándole las nuevas noticias mientras intentaba
tomar una decisión, no... No iba a poder, me puse de pie dispuesta a
buscar a Rodrigo cuando mi teléfono vibró en mis manos, era un
mensaje de Bianca recordándome depositar el dinero de la renta.
Palmeaba mi frente fastidiada, harta de todo lo que estaba viviendo y
no podía manejar, la puerta fue abierta y Rodrigo entró sonriente.
—¿Y? ¿Qué te parece?
—Yo... Yo —tomé aire—. Señor yo no tengo con la experiencia
suficiente para un puesto así, yo ni si
—No te preocupes —me cortó—, en el camino aprenderás, he
entrevistado a cinco personas diferentes, y al menos tú ya has
trabajado antes en una editorial, no tengo más tiempo, esto necesita
comenzar a funcionar y tú me das buena espina, no sé... Tengo un
buen presentimiento de todo esto.
Con la vista fija en el piso solo asentí, levanté el rostro e intenté
sonreír viendo todo a mi alrededor, ¿Por qué no? Ya me las iba a
arreglar con esas desconocidas obligaciones. Esa misma tarde firmé
un contrato laboral que hacía formal mi contratación, Rodrigo con
entusiasmo me mostró las instalaciones de la editorial, realmente no
había mucho que ver en ese sitio.
La editorial estaba en la segunda planta de un edificio de tres pisos,
donde funcionan otras empresas, casi no había personal porque aún
se estaba dando a la tarea de buscarlo, me contó mientras
caminábamos por un estrecho pasillo que los antiguos empleados
habían renunciado apenas se enteraron que él quedaría a cargo.
El pobre tipo parecía no tener amigos y vio en mí alguien con quien
desahogarse, estaba segura que no pasaba de los cuarenta años, pero
aparentaba más, seguramente las preocupaciones que le genera
haber heredado un negocio que no sabía cómo funcionaba, lo estaban
acabando.
En ese momento estaban trabajando en un solo proyecto, que habían
pactado cuando aún la editorial no estaba en sus manos, conseguir
nuevos prospectos era algo urgente y además mi deber, casi me
desvanecí cuando me lo informo, pero dado mi estado de
incredulidad no pude reaccionar.
Comenzaría al día siguiente, ni siquiera iba a tener tiempo para
acostumbrarme a la idea de mi nuevo trabajo, llena de dudas me
despedí de Rodrigo con un apretón de mano, giré dispuesta a
encaminarme hacia el ascensor cuando Anita me hizo un gesto con la
mano para que me acercara a su escritorio.
Se quitó los lentes cuando estuve a escasos centímetros y aclaró la
garganta antes de hablar.
—¿Inicias mañana?
—Sí, Rodrigo dice que en cuanto antes comience mucho mejor.
—El señor Aguilar —me corrigió, tomó una bocanada de aire antes de
volver su vista hacia mi —. Nunca intentó involucrarse en la editorial
como se lo pedía don Alberto, ahora la heredó y no sabe cómo
manejar todo, espero que contratarte no haya sido otro más de sus
errores —lo era, casi se lo dije—. Tienes que poner de tu parte para
poder hacer bien tu trabajo.
—Lo sé, y lo haré —respondí titubeando.
—Eso espero, esto no es un juego para mucho de nosotros, yo le tengo
un cariño tan grande a esta editorial que, a pesar de tener todos los
motivos para bajar del barco, decidí quedarme y ayudarle a Don
Rodrigo.
Escuchar a esa señora hizo que la carga sobre mis hombros se
duplicara, así me sentía mientras caminaba dispuesta a irme, con un
peso tan grande sobre mí, que me dificultad moverme con agilidad.
La tarde estaba nublada, hacía un clima perfecto para caminar, en
realidad era perfecto para mi bolsillo hacerlo así que no tuve opción,
ignorando el dolor que me producía cada pisada, caminé doce
cuadras, hasta llegar al edificio donde estaba mi departamento.
Tenía un año viviendo en ese sitio, no era el departamento más
bonito, pero estaba en una zona tranquila y para mí, eso era lo más
importante, cuando crucé la puerta para entrar al vestíbulo me quité
los zapatos. Con ellos en las manos avancé para esperar el elevador,
me recosté en una de las paredes y en ese momento escuché esa voz
que conocía muy bien.
—¿Es mi camisa? —Mi hermana mayor me miraba con los brazos en
jarra. ¿Qué hacía ahí?, sin despegar su mirada de la mía se acercó
caminando rápido.
—Hola Vanne.
—¡Es mi camisa! —me acusó— ¿De dónde sacaste mi camisa?
¡Dámela! —Ordenó.
—¡Estás loca! — Le di la espalda y di unos pasos para alejarme.
—¿Por qué tomas mis cosas? ¿Por qué eres así?
Comenzamos una absurda discusión que no nos llevó a ningún lado,
cuando el elevador se detuvo y las puertas se abrieron, las personas
que salían solo observaban a mi hermana casi llorando de la rabia a
mi lado.
—Yo nunca husmeo en tus porquerías ... Ni siquiera me la he puesto
yo, eres una
—¡Ya basta! Toma tu estúpida camisa —grité harta, entré al ascensor
sintiéndome cada vez más irritada, abrí botón por botón con rapidez,
deslicé las mangas por mis hombros, y se la lancé en la cara.
—¡Valentina! —Metió la mano para evitar que las puertas se cerraran
y me siguió—, actúas como una idiota, ya no tienes quince años.
—¿Qué haces aquí? —La cuestioné, no le dio tiempo de responderme,
el elevador hizo un ruido antes de detenerse dejándola callada.
Vivía en el segundo piso, tenía que atravesar un pasillo largo para
poder llegar a mi departamento, me llené de valor antes de dar un
paso hacia afuera, y sin titubeos caminé por el pasillo, erguida de
hombros, como si no me viera completamente ridícula, descalza y en
sostén.
Vannesa no dijo nada, me seguía casi pisando mis talones, estaba
convencida que en su mente me insultaba una y otra vez, no veía su
cara, pero sentía su mirada que me escrutaba de pies a cabeza,
buscando otro motivo para criticarme.
Desde que tengo recuerdos las cosas siempre han sido así con mi
hermana, tensas, complicadas, difíciles. Ella es competitiva,
estructurada, exigente en cada aspecto de su vida, mi papá solía decir
que Vannesa tenía su personalidad, que había nacido para ser una
ganadora, que heredó sus habilidades para los negocios, en fin, nunca
disimuló ni un poco que ella era su favorita.
—¿No me vas a dejar pasar? —gritó indignada cuando entré y cerré la
puerta en su cara. —¡Valentina! ábreme.
Abrí la puerta y me hice a un lado para que entrara, se detuvo en
medio de mi pequeña sala de estar para ver absolutamente todo, los
gestos que hacía con el rostro me desesperaban, tiré los zapatos en
un rincón y fui directo a la cocina.
—¿Hace cuanto no limpias aquí? — Pasó los dedos por la mesa donde
tenía las únicas tres fotos que me gustaba ver todos los días—, este
sitio es un asco, en serio no puedo creer como te mudaste a un lugar
así.
Decidí ignorarla, me senté sobre mi sillón cómodo y subí los pies
sobre la mesa frente a este, ella caminaba de un lado a otro
observando todo para juzgarme. Odiaba que me visitara, casi nunca
lo hacía, por eso no entendía porque estaba allí.
Sus zapatos caros hacían un ruido que me estaba poniendo de mal
humor, cada vez que pisaban el suelo de madera, Vannesa parecía
sacada de algún blog de moda ejecutiva, iba perfectamente peinada,
con un traje sastre elegante y con un toque juvenil que la hacía lucir
guapa, más de lo que era.
Siempre fue hermosa, alta, atlética y amargada, nuestros rasgos
físicos parecidos con el transcurrir de los años iban disminuyendo,
nuestros ojos del mismo color verde era lo único que de alguna forma
nos identificaba como hermanas.
—¿Me vas a decir que haces aquí?
—Este lugar no tiene vida, necesitas luz natural, ¿Por qué diablos no
hay puertas? si alguien viene cuando te estés vistiendo no puedes
hacerlo pasar —siguió criticándome.
—Nadie me visita, no me gustan las personas en mi casa.
—¿Cactus? —Caminó directo hacia la única ventana.
—Ni te les acerques —advertí poniéndome de pie, casi corrí para
interponerme en su camino, tenía ocho mini cactus que cuidaba como
nunca había cuidado algo—. Vannesa ¿Qué mierdas haces aquí? no
recuerdo haberte invitado, es más nunca lo haría.
—Ni yo que quisiera venir —dio la vuelta para alejarse de mí—. Mi
mamá me pidió que viniera a verte, está preocupada por ti, ¿Cómo
estás de dinero? —preguntó adoptando una actitud más conciliadora,
incómoda tosí cruzando los brazos.
—No es tu asunto.
—Lo sé, pero mi mamá no piensa lo mismo, te dejaré algo de dinero
para que recojas tus cosas y te vayas con ella, está viviendo a una
hora, la casa es pequeña, pero está bien para las dos, después no sé...
Puedes buscar empleo en algún sitio y
—¿Por qué crees que tienes derecho a organizar mi vida? —Harta me
alejé de ella.
—Alguien tiene que hacerlo, Valen mírame —pidió en voz baja—. No
vas a terminar la carrera, seguirás repitiendo el último semestre y si
lo pasas dejarás la tesis pendiente, te conoces... Tómate un tiempo y
organiza tu vida luego toma decisiones.
—Vete por favor —pedí conteniendo la rabia.
—No puedo creer que te niegues a aceptar un consejo, cuando yo
tenía tu edad ya trabaja para una empresa importante, deberías
escucharme sé cómo hacer las cosas.
—Yo también sé cómo hacer las cosas, hablas como si fueses la mujer
más sabia del mundo, apenas me llevas cuatro años no tienes grandes
experiencias de vida. ¡Vete!
—¿Qué harás cuándo se te acaben tus ahorros? te irás corriendo
donde mi mamá, hazlo de una vez —metió las manos a su bolso
mientras yo le señalaba la puerta.
—Tengo un empleo, y uno bueno de verdad —dije cuando me sonrió
de forma burlona por mi silencio—. Estas hablando con la editora de
adquisiciones de una editorial importante.
—Que chistosa eres he —me mostró un fajo de dinero, que extendió
hacia mí segundos después—, tómalo.
—Vete.
—Me hartaste Valentina, si es cierto que tienes ese empleo no
duraras en él ni seis meses, eres irresponsable, desordenada,
ineficiente, y tus jefes no se tardaran mucho tiempo en darse cuenta.
—¡Vete a la mierda Vannesa!
—La falda que tienes puesta también es mía, dámela —tronó los
dedos.
Me la quité con tanta fuerza que dañé el cierre trasero, la tiré en su
cara sin importar que la golpeara.
—Tu ropa interior ni siquiera combina
—Tú ni siquiera llenas tu ropa interior deja de criticarme y vete de
una maldita vez —grité histérica.
Dolida recogió la falda y la blusa que me había quitado y la guardó
dentro de su bolso, giró hacia la puerta, pero se detuvo para dejar el
dinero sobre la mesa.
—Tener las tetas y el culo grande pasó de moda —dio un portazo tan
fuerte, que el único cuadro colgado en la pared cayó al piso.
Sentía la palma de las manos calientes, cada vez que me enojaba así,
me pasaba lo mismo, mi temperatura corporal cambiaba, era una
rabia que necesitaba sacar para poder sentirme mejor.
—¿Quién diablos es? —grité cuando tocaron el timbre, caminé
pisando con fuerza el piso hasta la puerta, abrí y un Manu sonrojado
me miraba de pies a cabeza.
—Yo lo siento, creo que es mal momento ... Solo quería saber cómo te
fue en la entrevista — respiré profundo y lo dejé pasar.
No entendía porque me miraba de esa forma, boquiabierto y
sonrojado, hasta que me di cuenta que estaba casi sin ropa, solté un
suspiro de frustración mientras cubría mi rostro, le señalé el sillón
antes de cerrar la puerta y dar unos cuantos pasos para llegar a mi
cuarto.
Me daba rabia que Vannesa tuviera razón, no tenía ni la más mínima
privacidad, afortunadamente Manu me estaba dando la espalda y
pude cambiarme conservando algo de dignidad.
—Perdón por el desastre —me disculpé— ¿Quieres ... agua? —recordé
que era lo único que tenía.
—Estoy bien no te preocupes, mejor cuéntame como te fue en la
entrevista— me sonrió de forma cálida palmeando el sillón al lado de
él.
Manuel me llevaba unos dos años, desde que lo vi me pareció del tipo
bonito, un chico que ponía especial atención en su imagen, siempre
vestía de forma casual pero elegante, tenía el cabello corto y una
barba que me resultaba atractiva, sus ojos cafés se clavaron en mí
cuando me senté a su lado, en ese tiempo de tonta creía que estaba
interesado en mí de otra forma.
—Me dieron el empleo —solté sin más, recosté la espalda sobre el
respaldar y subí los pies ignorando la forma curiosa en la que me
miraba.
—Valentina esa es una super noticia, ¿Por qué no? —cuestionó curioso
cuando negué.
—No tengo una puta idea de que va mi empleo, ni siquiera sé cómo
funciona una editorial —tomé aire y lo solté de golpe, apoyé la cabeza
en su hombro como si tuviéramos ese tipo de confianza y escuché
atenta todo lo que tenía para decirme.
Manu era el tipo de amigos que todos queremos tener, sabía tanto
acerca de muchas cosas, y lo explicaba con una simpleza que hasta el
más tonto de todos lo entendía siempre, juntos exploramos todas las
páginas que encontramos acerca de editoriales.
Me sentía relajada a su lado y al parecer él conmigo, pedimos una
pizza cuando ya teníamos una hora con la vista pegada a la laptop, ni
siquiera me di cuenta de cuando nos la acabamos, estaba
concentrada, aburrida y harta, pero concentrada como casi nunca lo
estaba.
—No es misión imposible Valentina, no pongas esa cara.
—¿Dime como voy a lograr que un escritor firmé así por así con
nosotros?, estoy segura que la editorial está a nada de quebrar.
—¿Y si exploras la otra opción? — sugirió, entrecerró los ojos al ver
mi cara, seguro por la forma chistosa en la que mi nariz se arrugaba
cuando estaba pensativa.
—¿Tú crees que si de resultados?
—Nada pierdes con intentar, Valen las plataformas de lecturas están
en una especie de auge, son autores novatos muchos de ellos
deseosos por ser publicado, lo creas o no tienen "fans" o seguidores
como quieras llamarlos, ellos potencialmente serían tu mercado
meta. ¿Entiendes?
—Si... Pero... Encontrar algo bueno será como complicado.
—¿Has oído hablar de After? —negué de inmediato— Es un libro, fue
lanzado en una plataforma de estas que leímos, ahora tendrá su
propia película, tú puedes llegar a ser la descubridora de un talento
nuevo.
—¿Tendría que leer muchos libros para saber cuál puede ser
publicado?
—Obvio —respondió riéndose.
—Paso.
—¡No! vamos Valentina, recuerda que Bianca vendrá a verte de nuevo
—dijo en susurros.
—Al menos ¿Puedes ayudarme? —parpadeé sonriendo esperando
dijera que sí, se puso de pie negando—. Manu por favor.
—Me tengo que ir, intenta descargar las apps que te dije y ponte a
leer un poco— le ofrecí mi mano derecha que besó antes de salir.
No, no lo iba a hacer, me di por vencida antes de intentarlo, levanté
mi trasero del sillón para buscar la última taza de helado que me
quedaba, me odiaba por hacerlo, pero tenía que usar el dinero que
llevó Vannesa, pensaba en como redactar mi carta de renuncia, en
realidad me preguntaba si era necesario hacerlo teniendo en cuenta
que ni siquiera había iniciado.
Me debatía internamente cuando recibí un mensaje de mi hermana,
era un audio de dos minutos, gritándome por haber dañado su falda,
sin saberlo Vannesa fue la que impulsó a esforzarme para callarle la
boca, y demostrarle lo eficiente que podía llegar a ser.
No me molesté en responderle, dejé el helado a un lado y me sumergí
en mi búsqueda, de la que me cansé en media hora, pero a la que
volví con una determinación que parecía no venir de mí.
Hice trampa, pinché la pestaña de las más populares y me leía el
comienzo de varias hasta que me aburrí, luego cambié la táctica, fui
directo a las críticas y reseñas, fue así que seleccioné tres, estaba
lista para dormir, eran casi las dos de la mañana cuando esa historia
pareció cruzarse con mi vista, tenía cuatro millones de lecturas, una
cantidad increíble de comentarios y todos muy buenos.
Restregando mis ojos, leí una breve sinopsis, Para Eva con amor. Me
reí ante el título cursi pero mi sonrisa desapareció al leer las
primeras líneas, estaba en la categoría juvenil y las primeras
palabras que saltaron a mi vista fueron pezones, sexos y humedad...
Interesante.
Sobre el sillón estaba la libreta con los nombres de las otras tres
historias que había seleccionado, la tomé antes de mover el mouse
para entrar al perfil del escritor, me imaginé que como los otros
tenía algún enlace a una red social, pero ese espacio estaba vacío.
Anote con letra grande: S.S, esa parecía ser su firma, esas iniciales
que se iban a quedar grabadas en mi mente y mi cuerpo eternamente.
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Eran las nueve treinta cuando por fin le hice caso a mi despertador,
me senté sobre la cama sobresaltada al ver la hora, se suponía que
debía estar en la editorial a las nueve de la mañana, en teoría estaba
atrasadísima, en la práctica no era para tanto.
Me había dormido tardísimo gracias a la búsqueda de talento que
Manu me sugirió, así que mi tardanza estaba más que justificada,
intenté no tardarme de más en la ducha para poder salir en cuanto
antes de mi departamento.
Ajustaba los auriculares a mis orejas mientras caminaba por el
pasillo cuando me topé a Manu.
—Pensé que hoy empezaba— sonrió saludándome.
—Hoy lo hago, ya voy para allá —miró el reloj en su muñeca y negó
viéndome con desaprobación. —Me dormí tarde trabajando, tengo
derecho de tomarme unos cuantos minutos. —Me justifiqué
deteniéndome frente a las puertas del ascensor.
—Es tu primer día Valen, no tienes derecho a tomarte nada de
minutos.
—Como digas. — Le sonreí apresurándome por subir al elevador.
Siempre tuve la impresión que la mayoría de las personas
exageraban en cuanto a los horarios y obligaciones, yo me movía a
mi ritmo y aunque casi nunca las cosas salían bien, al menos no vivía
en el constante estrés.
Me sentía observada, ya dentro de la caja metálica Manu no dejaba
de verme de una forma que no supe interpretar, si quería coquetear
conmigo estaba perdiendo el tiempo, no estaba interesada en
engancharme con nadie, menos con él por ser mi vecino.
Y no es que no me pareciera algo atractivo, pero no era lo que se
podía considerar mi tipo, Manu era un sujeto serio, de esos que
parecen tomarse todo muy a pecho, a los quince años aprendí que
intentar profundizar más allá con un hombre no siempre es bueno,
las mujeres comúnmente nos enamoramos rápido complicándonos la
vida con facilidad, y yo ya tenía demasiados problemas para sumar
uno más.
Así que aprendí a manejarme con cuidado en ese aspecto de mi vida,
generalmente solo me involucraba con tipos que estaban en mí
misma sintonía, una cita de vez en cuando, una noche en su cama,
otra noche en la mía, nada que conllevara a un compromiso más allá
del que yo podía asumir.
—¿Quieres que te acerque a la editorial?
Fijé mi vista en el casco que cargaba en la mano, por un segundo no
supe que decir, les tenía miedo a las motocicletas, nunca había
subido en una, pero por otra parte mis pies no iban a soportar
caminar de nuevo tantas calles, y lo del taxi era un lujo que no podía
darme.
—¿Has tenido algún accidente? no tengo seguro médico. —Dije
cuando salimos del elevador
—Vamos niña bonita. —Respondió sonriendo, con su mano sobre mi
cintura me guio hasta el estacionamiento donde estaba su
motocicleta, lo vi entrecerrando los ojos cuando me alcanzó un casco.
—Si me pasa algo tendrás que hacerte cargo de todos mis gastos
médicos. —Bromeé aceptándolo.
No sé en qué pensaba cuando subí a ese asiento, entrelacé las manos
en su abdomen en un intento de sentirme más segura, la risa
divertida de Manu se escuchó solo por segundos, el ruido del motor
bloqueo cualquier otro.
El tipo era amable conmigo, me sonreía mucho y pensando mejor las
cosas, parecía que casi siempre esperaba por mí en los pasillos, por
eso creer que gustaba de mi fue tan fácil, es lo típico, estamos tan
poco acostumbrados a que alguien nos trate bien, que cuando pasa
confundimos las cosas.
—¿Estas bien? —Gritó a causa del viento.
—Si, tú no te preocupes, sigue manejando como loco, si me matas
solo irás a la cárcel.
No escuché su respuesta, pero estaba segura que al menos una de
esas risitas cortas y contagiosas había salido de sus labios, después
de cinco minutos se detuvo frente al edificio donde estaba la
editorial, me bajé con cuidado mientras él miraba con atención el
lugar.
—Gracias por traerme.
—Cuenta conmigo siempre. —Me guiñó el ojo y con cuidado me quitó
el casco de las manos, ¿Cómo diablos no iba a pensar que le gustaba?
Mientras me adentraba en el pasillo que me llevaba hacia el elevador
analicé un poco mejor la situación, Manu era un buen chico, de esos
que escaseaban, estudiaba por las mañanas hacía pasantías por la
tarde, no era un tipo de excesivas salidas nocturnas, habíamos
hablado muy poco, pero con eso me bastaba para llegar a la
conclusión que era un buen partido, por eso se me hacía extraño que
no tuviera una novia.
El sonido del ascensor llamó la atención de las pocas personas que
estaban en el piso, Anita, la secretaria de Rodrigo se asomó al pasillo
para verme. Miró su reloj para después negar con cara de pocos
amigos, le sonreí iba a combatir su malhumor con la pizca de
simpatía que existe en mí.
—Buenos días. —Saludé con exagerado entusiasmo.
—Tardes, el señor Aguilar está aquí desde hace una hora esperándote.
¡Mierda! Se suponía que los jefes llegaban tarde, caminé directo a su
oficina con pasos rápidos y ansiosos, ni me molesté en tocar la
puerta, abrí, pero de forma cautelosa cuando una voz profunda gritó
un: Adelante.
—Te estaba esperando.
—Lo siento señor, pero tuve que ir a primera hora a la universidad,
tenía un proyecto que entregar —mentí evitando ver sus ojos.
—Lo entiendo, siéntate —ordenó con un tono amable, mientras
buscaba algo en su computadora aproveché para echarle un vistazo a
la oficina, la primera vez no reparé mucho en los detalles, estaba
muerta de miedo solo con ganas de desaparecer por arte de magia.
—Estamos necesitando personal a cómo te lo había comentado —su
voz interrumpió mi recorrido con los ojos por las paredes.
—Si lo recuerdo —dije acomodándome mejor sobre el asiento.
—Estamos pasando por un momento de ajustes, hay áreas que no van
a poder ser cubiertas a su totalidad debido a esto, pero tengo una
solución, pensé en hacer uso de pasantes que nos ayuden un poco a
cambio de experiencia.
—Muy buena idea —hablé solo para decir algo, no entendía porque
me estaba comentando eso, él era el jefe no tenía que informarme de
nada.
—Espero que sí, sé que el departamento de adquisiciones necesita
más personal.
—¿Sí?
—Sí —afirmó—, podrás ser muy eficiente, pero es mucho trabajo para
una sola persona —maldita sea mucho trabajo, intenté no poner cara
de pánico, y concentrarme en escucharlo, tocó un botón del teléfono
que estaba sobre la mesa y pidió a Anita que dejara pasar a una
Laura.
—Buenos días —volteé al escuchar la voz femenina, a primera vista
Laura me pareció una niñita, no pasaba los veinte años, pero se
miraba de menos, baja, de cabello negro y ojos grandes y bonitos,
caminó derecha hasta la silla que estaba a mi lado.
—Laura, ella es Valentina Rincón, la editora de Adquisiciones —hasta
sonreía cuando escuchaba eso, pero solo por segundos, cuando
recordaba que no tenía ni idea de lo que hacía el pánico volvía—
Valentina, Laura es estudiante del tercer año de Mercadeo, vendrá
todas las tardes para apoyarte en lo que necesitas, lo importante es
que ella aprenda un poco de todo esto, así que serás una especie de
guía —¡Genial! yo estaba para que me guiaran y me tocaba guiar.
—Mucho gusto Laura —la salude con una sonrisa, estaba nerviosa, su
lenguaje corporal la delataba.
—El gusto es mío licenciada, le prometo que pondré lo mejor de mi
parte, estas prácticas son muy importantes para mí.
—Espero trabajen en equipo y que todo salga bien, Laura ya puedes
irte y disculpa de nuevo por hacerte venir en horarios de clases,
quería que conocieras a Valentina de una vez.
—No se preocupe, nos vemos a partir de mañana.
Me quedé en mi silla viendo cómo se despedían, antes de que Laura
saliera me puse de pie, le sonreí a Rodrigo y me dispuse a
acompañarla.
—Olvidemos eso del licenciada —susurré cerrando la puerta, Laura
sonrió enrojecida, era tímida, yo con poca habilidad social, linda
combinación.
—Está bien señorita Rincón, disculpe.
—También eso, Valentina está bien, o Valen o como quieras —se
disculpó una vez más antes de marcharse a paso rápido.
Debía pasar por el escritorio de Anita para llegar a mi oficina, tomé
aire y me desplacé ignorando esa manera fea de verme, no le gustaba
a esa mujer, de primera instancia pensé que era algo personal, luego
entendí que solo cuidaba de la editorial y se preocupaba porque todo
marchara a cómo debía ser.
La oficina en realidad si era pequeña, lo empecé a notar como a las
tres horas de estar encerrada en ese sitio, navegué por la red
buscando un posible prospecto para publicar, tenía muchas ventanas
abiertas en la computadora, entre la búsqueda y la indagación sobre
mi puesto me sentía mareada.
Nunca hacía una sola cosa a la vez, leía sobre como desempeñar mi
cargo y entre pausas buscaba futuros libros, al final ninguna de las
dos cosas tenía mi atención de verdad. Pero como la terca que era,
continúe en esa labor hasta que supuse era la hora en la que todos
terminaban de trabajar.
Mientras recogía mis cosas me sentí satisfecha, no perdí el tiempo de
todo, había leído algo y entendido un poco acerca de mi trabajo, tenía
hambre por saltarme la hora de la comida y a decir verdad moría del
sueño. Anita clavó su mirada en mí cuando salí de la oficina, en algún
momento necesitaría de su ayuda, tenía que intentar caerle bien.
—Señorita —me llamó con voz seria.
—¿Sí?
—En el correo que proporcionó en su currículum le envié la política
bajo la que nos movemos en la editorial, a como sabe cada empresa
de este tipo tiene sus propios códigos, antes de hacer una propuesta
de acuerdo para publicación debe tomar en cuenta nuestras reglas. —
Alzó una ceja en una actitud un tanto arrogante.
El caminar con música se sentía distinto, me movía ágil sobre la
banqueta, con una buena actitud a pesar de todo lo que tenía encima,
me detuve en un minimarket que estaba en el camino para hacer
unas compras rápidas, necesitaba agradecer de alguna forma a Manu
por sus atenciones y que mejor que hacerlo con comida.
Me quité los zapatos apenas crucé la puerta de mi departamento, dejé
la torta que compré sobre una mesa y sin perder tiempo di unos
cuantos pasos hasta mi habitación. Cambiarme era una especie de
necesidad incontrolable.
No estaba acostumbrada a los zapatos altos, menos me gustaban los
pantalones de corte formal y la blusa de botones me quedaba un
tanto apretada de los senos, busqué ropa cómoda, preparé un café
que puse en un termo y tomé la torta antes de salir.
Según mi reloj ya era hora que Manu estuviera en su departamento,
timbre un par de veces antes que un chico que no había visto nunca,
me abriera la puerta, tenía los ojos rojos, típicos de alguien que había
estado llorando.
—Valen —escuché la voz de Manu desde el interior— Pasa —pidió en
un tono menos convincente.
El chico se hizo a un lado, sonreí incómoda viendo a Manuel que
también tenía una expresión extraña en el rostro, le di un beso en la
mejilla y caminé hasta una mesa para dejar las cosas que cargaba en
las manos, no me había volteado cuando escuché azotar la puerta.
—¿Vine en mal momento? —Pregunté, se sentó sobre el sillón blanco
de una sola persona que estaba en medio de su sala de estar, bajó el
rostro y negó con la mirada fija al piso.
—Manu, si quieres vuelvo después, solo venía a traerte algo que
compré para ti.
—No tenías que molestarte Valentina —sonrió triste.
—¿Estas bien? —No me respondió, se quedó callado y pensativo.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —Preguntó segundos después.
No estaba segura de cómo proceder, era obvio que le pasaba algo,
pero también era evidente que no quería hablar de ello, comencé a
relatarle mi aburrido día laboral, le serví el café y él partió la torta
para que ambos comiéramos.
Degustando el sabor dulce de ese postre, volvió a sugerir lo de la
búsqueda de talento en plataformas gratuitas de lectura, lo
escuchaba atenta porque me estaba dando más detalles que yo
desconocía por completo. Él tenía razón, de momento esa podía ser la
salvación de la editorial, encontrar a un autor nuevo, sin agente que
nos complicara la negociación y desesperado por ser publicado.
Cuando íbamos por la segunda taza de café, tocó otro punto que yo
no había previsto, necesitaba una propuesta de publicación, que por
cierto no tenía ni puta idea de cómo hacerla, pero eso lo dejaría para
después lo importante era encontrar el nuevo talento literario.
Esa noche antes de meterme a la cama decidí llamar a mi mamá,
tenía semanas sin hablar con ella, la imaginaba molesta conmigo, y
fui que descubrí que mi línea había sido suspendida. Mi situación
estaba empeorando obligándome a actuar diferente.
Me quedé en el sillón trabajando en mi computadora hasta altas
horas de la madrugada, necesitaba el dinero debía esforzarme, no
solo tenía que conservar mi empleo, si conseguía publicar un libro
exitoso el bono que ganaría resolvería muchos de mis líos.
Encontré tres posibles prospectos, busqué en distintas plataformas,
desde las más serias hasta las más informales, siempre haciendo
trampa, yendo directo a los autores populares.
La mañana siguiente cuando llegué a la editorial casi a las diez, ya
tenía trazado un plan, investigar completamente a cada uno de mis
prospectos, así que la señorita SS fue la primera, descubrí un grupo
de lectores en Facebook con más de veinte mil miembros, una cuenta
en Instagram con más de quince mil seguidores y una de Twitter que
casi no usaba.
Hice lo mismo con el resto de mis posibles clientes, pero ninguno me
impresionó tanto como el de ella, y supe que era ella porque todos en
esas redes se referían de esa forma. Comí algo rápido mientras
esperaba ansiosa que Laura, la pasante apareciera pronto.
Rodrigo quería que yo la guiara y de alguna forma eso iba a hacer, la
puerta sonó y segundos después Laura entró.
—Me dijo Anita que me estaba esperando. —Tímida se sentó en la
silla que le apunté.
—Tutéame Laura, me siento más cómoda así. —Dejó ver una sonrisa
más relajada que me dio la pauta para continuar. —Tengo la primera
tarea para ti, es más bien un ejercicio para evaluar que tal tus
conocimientos sobre este rubro.
—Me encantaría hacerlo. —Dijo sonriente sin saber lo que le pediría.
—Necesito que me presentes tres propuestas de contratos de
publicación, te enviaré las políticas de la editorial para que las tomes
en cuenta al momento de la realización, debes saber que necesitas
esforzarte, hacerlo como si se tratase de algo que vas a presentar a
un potencial cliente, quiero que me demuestres que tanto estás
comprometida con esto.
—Deme... Dame —corrigió al ver mi ceño fruncido— dos días para
tenerlas listas.
—Perfecto, ve tranquila a trabajar en ellas.
Cuando salió suspiré con alivio, ese papel de jefa exigente no me
quedaba, en el fondo yo estaba más aterrada que ella, las dos éramos
inexpertas solo que yo fingía no serlo.
***
***
***
Mi abuela materna tenía un jardín tan grande que pasaba gran parte
de sus mañanas dedicada a su cuido, era mi sitio favorito de su casa,
solía correr por el mientras ella regaba algunas plantas, había un
rinconcito que era especial para mí.
Uno al que casi nadie le ponía atención pero que yo encontraba
fascinante, el montón de pequeños cactus que parecían estar
escondidos del resto de personas, son mis plantas favoritas, mi
abuela me enseñó a cuidar de ellos y siempre ha sido en lo único que
he tenido constancia.
Los movía hacia la ventana más grande de mi departamento
buscando un poco de luz mientras esperaba la respuesta a ese
mensaje que ya había sido leído, Santiago había ignorado cada uno de
los mensajes que envíe, pero tenía la esperanza que el último no
corriera con la misma suerte.
Iba a hablar con él a como diera lugar, me sentía culpable y
realmente mal al recordar como Sandra lloraba con desconsuelo, no
olvidé lo que dijo de la muerte de su mamá y como escribir parecía
ayudarle, sentía más presión por resolver lo que de alguna forma yo
provoqué.
Por la noche había quedado de cenar con Manu, fuimos a una pizzería
cerca de nuestro edificio, yo estaba malhumorada, el cansado,
éramos la combinación perfecta para una pésima noche.
—En serio debe haber algo bueno que contar. —Dijo tomando un poco
del té helado que había pedido.
—No, ha sido una semana horrible, tengo que hacer un trabajo que ni
te imaginas y no tengo nada de tiempo, el lunes tengo una junta en la
editorial, el martes creo que una cita con uno de los prospectos... tu
idea tiene a todos llenos de entusiasmo. —Respondí sin dejar de
comer.
—Eso es algo bueno que contar, Valen mira el lado positivo de las
cosas, yo por ejemplo estoy teniendo problemas en mi vida personal,
pero la maestría y el trabajo me mantienen contento, me enfoco en lo
bueno.
—Sandy la chica del libro esta jodida por mi culpa, me siento mal
—Lo sé, pobre. —Susurró pensativo.
—¿Mmm?. —Dejé el plato a un lado para fijar mi vista en él. —¿Cómo
lo sabes?
—¿Qué?
—Lo de Sandy, dijiste pobre, ¿Cómo lo sabías? —Y fue justo en ese
momento en que mi curiosidad se despertó, no respondió nada en
concreto, comenzó a balbucear, me di cuenta que no sostenía mi
mirada ni de broma y sus manos no paraban de moverse.
—Si, lo habías comentado. —Dijo un poco más controlado.
—Mmm no lo recuerdo, pero seguro sí. —Fingí no darle importancia,
pero anoté mentalmente su comportamiento extraño. —Debo arreglar
lo que hice, y convencer a Santiago de publicar su libro, cosas
sencillas. —Ironice amargamente.
No le sentí el sabor a la pizza, estaba demasiado distraída para
disfrutar de esa cena, mi noche empeoró al comprobar que mi
mensaje no tuvo respuesta, iba a dar otro paso, lo decidí mientras me
preparaba para dormir.
No sabía si era mala idea llamarlo un sábado por la mañana, pero
tampoco me detuve mucho a pensarlo, después de tomar una larga
ducha tome el teléfono para marcarle, espere largos segundos para
que respondiera.
—Buenos días. —Su voz sonó sobresaltándome
—Hola, buenos días soy Valentina, pero supongo que lo sabes, te
he enviado un par de mensajes para que hable
—¿Sabes cómo se llama esto? —Me interrumpió con su pregunta,
sentía tenso el estómago por los nervios, me costaba trabajo pensar
rápido. —Acoso. —Se respondió solo ante mi silencio. —Es acoso
señorita, no me envió un par de mensajes fueron trece.
—Supongo que darás parte a la policía, si te sientes acosado por
mí lo correcto es que acudas ante las autoridades ¿No? —Solté
malhumorada.
—Lamentablemente no creo que me hagan mucho caso, es un poco
inverosímil que un hombre se sienta acosado por una mujer
bonita, no me tomarían en serio.
No sabía que me había acelerado el corazón, si lo que dijo o la risita
coqueta que sonó después, aclaré la garganta para poder hablar.
—Santiago en realidad es importante que hablemos, lamento
mucho lo que le está pasando a Sandy por mi culpa, ella de verdad
no se merece
—No es su culpa señorita, usted no fue la que tomó algo que no
era suyo fingiendo serlo, por mi hermana no se preocupe. —Dijo
en un tono más relajado. —Le devolví su laptop, no le quité su
teléfono, va a hacer uso del internet bajo supervisión, lo único
que quiero pedirle es que usted y sus libros se alejen de ella.
—¿No la dejarás seguir escribiendo acaso? Sandy es muy buena,
todos lo dicen.
—Ha sido un gusto saludarle, en cuanto cuelgue bloquearé su
número, tenga un bonito fin de semana.
—Santiago no me cuelgues, Santiago al menos lee la maldita
propuesta. —Dije frustrada, segundos después colgó así sin más,
cerrándome la posibilidad de seguir intentando hacer un maldito
trato con él.
Al menos saber que Sandy no estaba tan castigada como pensé me dio
un poco de alivio, evité pensar en todas las cosas que no paraban de
dar vuelta en mi cabeza y salí de mi departamento contenta porque
iría ver a mi mamá.
Ni siquiera me importó el tiempo que me tomó llegar hasta al nuevo
sitio donde se había mudado, el sol de la mañana me inyectó de un
entusiasmo poco común en mí.
Lamentablemente la sensación duró poco, apenas crucé la puerta de
la casa y vi a Vannesa mi día pasó de claro a gris, seguía molesta con
ella, furiosa por su intromisión y esa manera de minimizarme que
tenía al mirarme.
—¿No te alegra ver a tu hermana? —Preguntó mi mamá confusa.
—No.
—Menos a mí. —Dijo Vannesa.
—Pueden no pelear hoy, estaba tan feliz de pensar que íbamos a
comer las tres juntas, por mi intenten no discutir. —Pidió con la
mirada triste.
No me quedó más remedio que hacerle caso a mi mamá, decidí
ignorar cualquier cosa que saliera de la boca de mi hermana con el
fin de molestarme, todo iba bien, extrañamente bien, hasta que al
despedirnos tocó el tema de mi trabajo, estaba asombrada porque no
me hubiesen despedido aún y dijo de manera cruel que si duraba un
mes más debía ir a la iglesia por el milagro concedido.
Generalmente las estupideces que decía no me afectaban del todo,
pero en ese momento me sentía tan contrariada por las cosas de la
editorial que aquel chistecito sin gracia logró irritarme de una forma
indescriptible.
Vannesa no se me imaginaba como me motivaba a callarle la boca,
cuando llegué a casa comencé a buscar cualquier tipo de información
que me ayudara a hacer mejor mi trabajo, el social media de la
editorial estaba muy descuidado y era de las cosas más importantes
para la comercialización de los servicios, anoté muchas sugerencias
que le haría a Rodrigo y luego hice otra búsqueda de futuros
prospectos.
El domingo aproveché para ponerme al día con mis tareas pendientes
de la universidad e incluso para responder correos que había recibido
desde tiempo atrás. El lunes me sentía otra, como un poco más ligera
sin tantas cosas encima.
Desperté temprano, o al menos antes que mi despertador sonara,
después de prepararme en lugar de ir a la editorial tomé un taxi y fui
directo a aquel centro comercial, mi actitud era otra, no quería dejar
ir esa historia tan fácilmente, me quería demostrar a mí misma que
podía hacer algo que me propusiera.
Caminaba con seguridad ignorando la posibilidad de que me
seguramente no me dejarían siquiera avanzar hasta su secretaria, en
el elevador la sensación de vacío en el estómago se hizo presente, me
miré en el espejo de nuevo preocupada por mi apariencia, peine un
poco mi pelo, acomode mi blusa y sonreí aprobando mi imagen.
Cuando salí vi el escritorio alto de Kathy a lo lejos, tomé aire y di
unos cuantos pasos hacia el frente, el sonido de unas voces me hizo
detenerme, levanté la vista y me quedé casi paralizada al verlo frente
a mí, sin lentes, con la corbata en la mano, sin el saco del traje y la
camisa un tanto desabotonada.
Esa fue la primera vez que noté lo atractivo que era Santi.
Una mujer caminaba a su lado anotando lo que él decía en una
libreta, al verme levantó las cejas denotando un poco de sorpresa, le
regalé mi mejor sonrisa que él no correspondió.
—Buenos días. —Saludé.
—¿Es ella la licenciada Roque? —Cuestionó la chica a su lado.
—No, Señorita acosadora, le presento a mi asistente, Alicia ella es la
señorita a la que no debe responderle las llamadas. —Dijo serio.
—Santiago. —Dije su nombre al verlo avanzar, lo seguí a paso rápido
para subir al elevador con él.
—Ya está solucionado el asunto con mi hermana, no hay más de que
hablar.
—Claro que sí, de la propuesta de publicación. —Negó riendo con
ironía, con la vista en el piso y las manos en los bolsillos.
—Está a una llamada o una visita sorpresa más, a que vaya de verdad
a la policía, es acoso.
—¿Por qué no quieres ni leerla? mi propuesta es buena.
—¿Por qué tanto interés?
—Es el libro más popular de la categoría juvenil, todos lo aman.
—¿Y eso es su indicador de calidad? —Su pregunta me tomó por
sorpresa, me recosté sobre la pared sintiéndome intimidada.
—Tiene excelentes críticas, y las reseñas son
—¿Y? eso no es nada señorita.
El elevador se abrió, nos cedió el paso a mí y a su asistente para
luego salir él.
—Santiago tu libro es bueno.
—Lo mismo le dijiste a mi hermana, y me tomé la tarea de leerla, es
aceptable, pero buena no es.
—Pero todos dicen que es la mejor.
Se detuvo al instante que dije eso, giró lentamente, le hizo un gesto a
su asistente para que siguiera caminando y se acercó a mí.
—¿Ya leíste el libro que quieres publicar? —Preguntó en un tono de
voz ronco, pasé las manos por mis brazos para aliviar el escalofrío
que me invadió al oírlo.
—¿Sí? -—Respondí con dudas, se dio cuenta, el tipo era listo y yo
idiota cuando estaba nerviosa.
—¿Sí?
—Algo así. —Lo vi reír por primera vez, sus ojos brillaban cuando lo
hacía y el sonido era demasiado agradable para que acabara tan
rápido.
—¿Quiere publicar un libro que ni siquiera ha leído? Es un desastre,
un desastre. —Repitió, lo observé con detenimiento al escucharlo
decirlo, mi intuición me alertaba que algo estaba pasando.
—Deberías leer mi propuesta y no preocuparte por si yo leí o no el
libro, todos en la editorial están interesados en él. La propuesta es
buena.
—No lo es, es aceptable pero no es lo que yo pidiera para aceptar. —
Me dio la espalda y siguió caminando.
—¿La leíste?
—Supongo que tampoco leyó las historias de mi hermana. —Dijo
caminando hacia la salida del centro comercial.
Me sentía estúpida corriendo tras él por todos lados.
—No lo hice.
—Para un escritor eso es un insulto, no puede emitir una opinión de
una obra sin haberla leído.
—No dije nada malo, dije que era buena y los que ya la leyeron dicen
eso. —Respondí con la voz entrecortada por el esfuerzo que hacía
siguiéndolo.
—Nunca engañes a un escritor, una crítica honesta lo puede hacer
mejorar mucho.
—Entiendo, leeré tu libro y te daré una crítica si eso quieres para que
analices la propuesta.
—No necesito una crítica señorita, el libro no es lo mejor que he
hecho, pero es bueno. —Ladeó el rostro y arqueó una ceja sonriendo,
maldito arrogante. —Ha sido un placer verla, pero mi auto me espera.
—Dijo señalándome el estacionamiento.
—Santiago solo dame una oportunidad para explicarte l
—Ni siquiera lo ha leído, no tiene derecho a nada, que tenga un buen
día señorita de los libros. —Aceleró el paso y fue entonces cuando la
frustración me hizo actuar.
—¡Valentina!, no señorita acosadora, ni señorita de los libros, soy
Valentina Rincón. —Grité fuerte, volteé sintiendo cada vez más enojo,
tenía que tachar de mi lista de cosas pendientes ese estúpido libro.
Resoplaba enojada mientras caminaba con pasos fuertes para
alejarme de una vez por todas de ahí.
—Señorita Rincón, señorita... ¡Valentina! —Me detuve cuando dijo mi
nombre, giré intentando adoptar una actitud tranquila frente a él.
—Mañana, mañana tenemos una cita. —Dijo sin acercarse del todo a
mí. —Tengo una contrapuesta para ti. —La sonrisa sobre sus labios
debió advertirme algo por ese repentino cambio.
w w
***
***
Nunca había sentido los días pasar tan rápido, mis ansias porque
llegara ese miércoles se convirtieron en nervios, y en unos que no me
dejaban ni un momento en paz, a pesar de la carga de trabajo que
tenía y el estrés por mis materias a punto de reprobar, mi mente se
obstinaba por recordarme mi próximo encuentro con Santiago.
Me citó en la misma cafetería de la última vez, solo que escogió una
hora más razonable, llegué diez minutos antes de la hora acordada, él
ya estaba ahí, el maldito nunca me iba a dejar ganarle, se había
tomado treinta minutos de su ocupada tarde para leer conmigo, cosa
que agradecí con mi mejor sonrisa que él evadió con sutileza, había
pedido un capuchino para mí y me pareció estupendo, el café me
daba la justa excusa para no hablar.
Los nervios me habían enmudecido, no saber cómo se iba a
desarrollar ese encuentro me dejaba sin saber que decir, me limité a
observarlo con disimulo, alternando la vista entre el café y él. Estaba
vestido con uno de sus trajes costosos, serio con el ceño levemente
fruncido mientras escribía algo en su agenda, supuse que solo estaba
esperando que terminara para comenzar a leer.
Fue una lectura rápida, sin esas pausas misteriosas que hizo aquel
día en mi departamento, ni ese toque sensual en su voz, lo noté
estresado, viendo el reloj de forma más seguida y lleno de una
inquietud que lo llevaba a moverse sobre la silla, no hubo contacto
visual ni menos algo de cercanía en ese encuentro. Mis nervios se
evaporaron al darme cuenta que aquello solo era una reunión formal
para él, yo debía tomarla de la misma forma y no como colegiala
entusiasmada contando los minutos para la próxima lectura.
Al terminar el capítulo dio por acabada nuestra cita, pidió la cuenta
para luego invitarme a salir de la cafetería de forma apresurada. El
centro comercial estaba cerca, la editorial a una distancia
considerable, le pidió a su chofer que me llevara sin darme
oportunidad de negarme, dentro del auto me explicó que en esa
época del año el trabajo administrativo se incrementaba de manera
exagerada, además que tenía tratos que cerrar, tiendas que inaugurar
y un sinnúmero de cosas que lo tenían así... tenso.
Nos despedimos con un suave apretón de mano que quiso extenderse,
pero él no permitió, me regaló una sonrisa antes de bajar del auto
apresurado, como siempre.
Nuestro próximo encuentro fue el viernes, programó la cita a la hora
en la que se tomaba para almorzar por lo tanto me pidió ser puntual,
me recibió en su oficina con una comida improvisada para ambos, a
pesar de que aquello era un tanto más personal no dejó de parecerme
una aburrida cita de trabajo.
Entre mis clases y la editorial acomodaba mis tiempos para poder
asistir a cada cita, me estaba sumergiendo en esa historia de la que él
renegaba tanto, me cuestionaba si aquel enamoramiento no
correspondido que relataba, era algo que él había vivido, pero no me
había atrevido a preguntar parecía que había una especie de muro
rodeándolo, no encontraba la manera de acercarme algo más, de que
aquello no se sintiera tan robotizado.
—¡Valentina! ¡Valen!
—Aquí estoy. —Grité saliendo del baño, Manu giró al verme fijando la
vista en la pared. —Te juro que no me tardo, me visto super rápido,
te lo prometo. —Decía mientras buscaba algo de ropa en mi armario.
—Llegarás tarde Valen... ¿No escuchaste la alarma?
—Si, pero la apague, ya sé no me lo digas, soy una idiota. —La toalla
se me deslizó de las manos, pero no me molesté con cubrirme, Manu
no me miraba.
Tenía que estar en la universidad a las ocho en punto, faltaban diez
minutos y yo ni siquiera me había vestido, no podía perder esa clase,
el profesor me lo había advertido, recursar de nuevo otra materia
retrasaría un semestre más mi graduación, mis papás me iban a
matar.
—Así estas bien, date prisa.
—¿Por qué te volteaste? —Reclamé sin dejar de peinar el desastre en
mi cabeza, no me había dado tiempo de lavarme el pelo, atarlo era mi
única opción.
—No puedo llegar tarde yo tampoco, Valen hoy tengo una junta de la
que dependo, pueden contratarme. —Me explicó, busqué una
chaqueta, até mis convers y tomé la mochila. —¡Corramos! —Tomé la
mano de Manu y juntos salimos de mi departamento a toda prisa.
La noche anterior se había ofrecido a llevarme, acepté, aunque me
diera miedo su motocicleta, solo pensaba en llegar a tiempo, cuando
llegamos al estacionamiento ya estaba sin aliento, me puse el casco
con las manos sudorosas, en realidad si me daba mucho miedo
montar motocicletas.
—Dijiste que tenías que presentar un plan de edición en la editorial,
¿Cómo resolviste ese asunto?
—Le pedí a Laura que se hiciera cargo del asunto, le envíe lo que ya
tenía hecho para que lo terminara, espero todo le salga bien.
Ambos gritábamos por el ruido que hacía el viento, Manu negó y
cuando estábamos esperando que el semáforo cambiara volteó el
rostro.
—¿No te encargas de eso tú personalmente?
—Juro que no tengo tiempo, no sabes todo lo que tengo que hacer, las
clases, el trabajo, Santiago. —Dije en voz más baja.
—No sabes administrar tu tiempo, cuando aprendas te juro que harás
todo.
—¡No sermones! —Pedí en un tono más alto.
El resto del camino no dijo una sola palabra más, me dejó en el
campus lo más cerca que pudo del edificio donde debía estar, al bajar
de la moto me acerqué para besar su mejilla y entregarle el casco, lo
vi irse y corrí hacía los pasillos en busca del salón.
El profesor ya estaba impartiendo la clase, entré en silencio
caminando hacia los últimos asientos, nunca llamaba la atención no
tenía ninguna relación con ninguno de mis compañeros, asistía muy
poco a clases y no llevaba todas las materias que ellos. Después de la
explicación del maestro seguía una exposición para la cual no estaba
preparada, solo pedía que no diera tiempo que todos expusiéramos.
Cada vez que estaba en clases los minutos me parecían eternos, me
estaba dando sueño, y un dolor de cabeza cada vez más fuerte, en
definitiva, Manu tenía razón, debía administrar mejor mi tiempo,
como siempre no cumplía ni con la mitad de mis obligaciones,
aunque las cosas fuesen bien en la editorial no podía sentirme bien
del todo, sin Laura todo se hubiera ido al caño antes de tiempo.
—Señorita Rincón. —Me sobresalte al escuchar mi nombre, no me
quedaba más que improvisar, tomé aire antes de ponerme de pie,
caminaba hacia el frente cuando otro profesor asomaba la cabeza
dentro del salón, el tiempo se había acabado, llegaba a impartir su
clase.
Sonreí sin ocultar mi emoción por librarme de la exposición, giré
para regresar a mi sitio, tomar mis cosas e irme a mi casa, podía
dormir por el resto de la mañana y en la tarde asistir a la editorial, o
ir de una vez a la editorial para hacerme cargo del planteamiento del
plan de edición.
Me debatía entre ambas posibilidades, había dormido poco, la noche
anterior me quedé hasta tarde hablando un poco de libros con Manu,
si, no es que el bichito de la lectura me hubiera picado aún, el tipo de
cosas que escribía Santiago me hacía querer indagar acerca del tema,
Manu no era fan de los libros eróticos por lo tanto no pude averiguar
mucho con él, además no estaba del todo segura que Para Eva con
amor podía clasificarse como ese tipo de lectura.
Sin decidir aún que haría caminaba despacio por los pasillos de ese
recinto, moría de sueño, la opción de descansar estaba siendo la que
ganaba la batalla mental que iba librando, bajé los tres escalones que
me llevaban hasta el camino hacia el estacionamiento, sin imaginar
que a solo pasos me iba a topar con quién menos imaginé.
Estaba de espaldas, pero pude reconocerlo con muchísima facilidad,
hablaba por teléfono viendo el reloj, para variar. No me moví, detuve
mis pasos para buscar otro camino alterno para salir sin que me
viera, el corazón me latía con fuerza como si ya intuyera que no iba a
escapar de ese encuentro.
No es que no quisiera ver a Santiago, de hecho, tenía dos días
esperando su llamada para concretar nuestra nueva cita de lectura, el
único motivo por el cual quería huir, era por aquel pequeño detalle
que él no conocía y que podía cambiar la imagen que tuviera de mí
como profesional.
Sin tener más opción giré sobre mis pies para regresar al edificio,
intenté no hacer ni el más mínimo ruido, subía de nuevo los
escalones cuando mi mala suerte se manifestó.
—Valentina. —Dijo mi nombre en voz alta, como una afirmación,
como si no tuviera duda que la chica que le daba la espalda era yo.
Jamás me había visto vestida así, todas las veces en las cuales nos
reunimos yo estaba sobre tacones, con mis atuendos formales,
intentando parecer la editora profesional que decía ser, volteé
despacio sintiendo esa estúpida debilidad en las rodillas. Le sonreí
como si no pasara nada, como si no estuviera ridículamente
avergonzada por lo que estaba a punto de descubrir.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó en un tono relajado, me acerqué a él
con la misma actitud aparentemente tranquila que demostraba,
extendió su mano cuando estuvimos de frente que acepté con
cordialidad.
Me observó de pies a cabeza, con una sonrisa en los labios que no se
molestaba en ocultar, miró la mochila que colgaba de mi hombro y
enarco una ceja.
—¿Qué haces tú aquí? —Rehuí de su pregunta, negó antes de quitarse
los lentes y fijar sus ojos en los míos.
—Tuve una pequeña conferencia con alumnos de economía, el
profesor es amigo de una amiga y no pude negarme a la petición. —
Respondió sin romper el contacto visual. —¿Y tú?
—¿Con todo y tu agenda ocupada te diste tiempo de venir?
—Deja de intentar ganar tiempo y dime ¿Qué haces aquí?
—Lo mismo que tú. —Respondí rápido, mecía mi cuerpo de un lado a
otro, sentía que no podía estar quieta, él sonrió como analizando mi
respuesta, hasta que alguien gritó mi nombre.
—Señorita Rincón. —Cerré los ojos al escuchar la voz de ese señor,
bajé la cabeza de inmediato al escuchar sus pasos más cerca, sin
poder creer mi pésima suerte. —Salió del salón sin anotarse en la
lista, y sin anotarse queda como ausente y lo sabe. —Dijo cuando
llego a mi lado.
No fui capaz de ver a Santiago, le sonreí al profesor que extendía la
lista para mí, saqué un lapicero de la forma más rápida de la mochila
y escribí mi nombre a una velocidad en la que no lo había hecho
nunca.
—Ahora sí está todo bien, recuerde no perder una sola clase más. —
Me advirtió guardando la lista en su viejo maletín, le sonrió a
Santiago antes de alejarse caminando a paso rápido.
Cuando levanté el rostro para ver a Santiago me encontré con la
expresión de sorpresa que imaginé, bajé la vista de inmediato, pero
él sujetó mi barbilla con cuidado, obligándome a verlo.
—Yo no vine aquí a estudiar. —Dijo con un tonito estúpido de burla,
aparte su mano, acomodé la mochila sobre mi hombro y me adelanté
unos cuantos pasos. —¿Por qué te vas? —Preguntaba caminando tras
de mí. —Valentina, espera... Tú mientes y tú te enojas, ¡Grandioso!
¡Valentina!
El tono que usó hizo que me detuviera, se puso frente a mí,
intimidándome con su mirada.
—No quiero ser grosera pero no tengo tiempo.
—Estas usando mis palabras. —Sonrió.
—Tengo que estar en una junta en la editorial.
—Así que estudias de mañana, trabajas de tarde.
—¿Tienes algún problema con eso? —Dije desafiante, me sentía
irritada porque estaba casi convencida que todo se iba a dañar por
ese pésimo encuentro.
—El primer punto de nuestro trato, el tono con el que hablas. —Me
recordó. —No tengo ningún problema, solo me sorprende, mucho en
realidad que
—Estoy terminando el último semestre de mi carrera. —Lo
interrumpí. —Sí, aún no me he graduado y
—Eres una de las editoras principales del grupo editorial Aguilar, una
que nunca ha leído un libro completo, y que escoge las obras a
publicarse basándose en reseñas, por cierto, mal hechas y elaboradas
por adolescentes que se creen eruditos literarios.
El tono sarcástico que estaba usando acaba con mi paciencia, y mis
ganas de comportarme con educación.
—Si, soy todo eso que tú dices.
—No tienes idea de lo que estás haciendo.
—Sí ¿Y? —Dije más confrontativa.
—Nada. —Se encogió de hombros para tomar una postura más
relajada, suspiró sonriendo volviendo su vista a mis ojos. —Me
parece increíblemente valiente pero irresponsable que estés haciendo
algo para lo que no estas preparada.
—Si ya no quieres ni siquiera contemplar la posibilidad de pensar lo
de la propuesta de publicación lo entiendo, pero no me sermonees. —
Avancé esquivando su cuerpo frente al mío.
Ese jueguito mental con él me cansaba, nunca sabía que decir, sentía
que todo lo que salía de su boca tenía el propósito de ponerme a
prueba, miré a los lados esperando que un taxi se acercara, sentí su
perfume de nuevo, estaba cerca de mí.
—Tienes muy poca habilidad social, no controlas la manera en la que
les hablas a las personas, no tienes tacto para decir las cosas, eres
—Si lo sé.
—¿Por qué tan molesta señorita Rincón? Solo te dije la verdad, no
mencioné nada acerca de la propuesta, ni siquiera me importa que no
te hayas graduado, solamente siento que ahora entiendo mejor
muchas cosas.
—Licenciado Sada no quiero ser grosera, pero de verdad no tengo
humor para buscarle una respuesta inteligente a todo lo que dice,
debo irme.
—Siento más empatía por ti, me parece muy valiente lo que haces, yo
jamás me atrevería a tomar un puesto así, sin preparación.
—Necesitaba el trabajo. —Respondí cruzando los brazos.
—¿De verdad no tiene idea de lo que haces? —Cuestionó con una
sonrisa en los labios.
—Leí algo en Google el día de la entrevista, y.… tengo un equipo que
me guía. —Dije pensando en Laura, volteé el rostro para verlo al
escuchar su risa, miraba hacia el piso intentando ocultar su sonrisa.
—Perdón. —Se disculpó al notar como le disparaba con los ojos. —Es
que. —Río de nuevo molestándome más. —Eres todo un caso, pero...
tengo tiempo ahora mismo, vamos a leer otro capítulo. —Propuso sin
contener ese tonito chistoso en su voz.
—¿Tú teniendo tiempo?
—Me haré el tiempo en realidad, pero no preguntes más, y vamos. —
Me señaló su auto, que estaba estacionado a metros de nosotros.
¿De verdad estás cursando el último semestre? —Preguntó cuando
avanzamos.
—Solo estoy aquí por tres materias, luego de esto podré preparar mi
tesis y graduarme.
Asintió caminando con la vista en el piso, yo todavía no asimilaba
que lo tenía así de cerca, que hablamos en un tono más personal. que
me sentía increíblemente intimidada por su altura, sin mis tacones
me sentía pequeña a su lado.
—¿Ya me habías visto?, ¿Cómo supiste que era yo si no viste mi cara?
—Cuestioné cuando me ponía el cinturón, tecleaba algo en el teléfono
ignorando mi pregunta. —Santiago.
—Espera.
—Responde, ¿Cómo supiste que era yo?... Santiago
—Por tu trasero. —Respondió sin dejar de ver el teléfono, él mismo se
sorprendió por lo que dijo, sonrió al oír mi risa nerviosa y se puso de
nuevo sus lentes. —Quiero decir, te vi de espaldas, no sé... supuse que
eras tú.
—Entiendo. —Susurré conteniendo la risa, me miró por unos
segundos hasta que su risa se hizo audible.
—Estás muy guapa hoy.
—¿Sí?, estoy hecha un desastre. —Dije viéndome en el espejo
retrovisor mientras acomodaba un poco mi pelo.
—Lo sé, por eso mismo. —Como siempre él ganaba, no le respondí
nada, encendió el motor del auto y lo puso en marcha en segundos.
Condujo hasta el centro comercial, solo debía firmar unas cosas y
luego podía tomarse una hora para que avanzáramos en la lectura,
noté como poco a poco se ponía tenso, bastó con que pusiéramos un
pie en ese sitio para que su rostro se volviera serio de nuevo, puso la
palma de la mano para indicarme un elevador que estaba casi oculto,
leí el pequeño rótulo que advertía que era solo de uso autorizado
mientras caminábamos.
—Debe ser simpático trabajar en un sitio así ¿No? —Dije cuando
estábamos en el último piso.
—Me genera estrés este lugar. —Respondió dejando que yo saliera
primero, el ambiente navideño y divertido que se respiraba abajo no
tenía nada que ver con ese piso lleno de oficinas, todos se movían de
un lado a otro apresurados, o hablaban por teléfono, otros en sus
computadoras, cada quién concentrado en su asunto.
—Eres el dueño de esto que te estresa, déjalo y dedícate a otra cosa.
—Sugerí.
—Ojalá fuera el dueño para venderlo de una vez, solo soy un
empleado. —Respondió aparentemente más relajado.
—Licenciado Sada, su apellido está en la sociedad dueña de este y
otros
—Que es el mismo de mi papá. —Me interrumpió. —Solo trabajo para
él, teniendo más responsabilidades que todo porque no sabes las
expectativas que tiene sobre mí.
Supuse que la carga sobre sus hombros debía ser muy grande, solo
había visto a su papá una vez y con eso me bastó para darme cuenta
que la relación que mantenían era extraña, a medida que
avanzábamos por el pasillo me di cuenta como las secretarias
evitaban verlo, parecían tenerle miedo, Gloría salió a su encuentro
con una carpeta en las manos, decidí darles un espacio pero Santi me
hizo un gesto con la mano para que avanzara, abrió las puertas de la
oficina dejándome pasar a mi primero, luego a ella para él hacerlo
después.
—Será rápido. —Dijo antes de sentarse tras su escritorio, Gloria a su
lado le mostraba algo y él solo asentía de manera automática.
En un librero a su espalda había una foto de Sandy sonriente, al lado
un portarretrato más grande con su hermana de nuevo y una señora
elegante que supuse era su mamá, me atrapó viendo a esa dirección a
pesar de estar escuchando a Gloria.
No pude preguntarle si era su mamá, no me atrevía a ser
imprudente, tenía poco tiempo de fallecida y pensé que seguramente
todavía era algo doloroso para él.
Yo debía ir a cambiarme antes de ir a la editorial así que pensé que
era buena idea que leyéramos en mi departamento, lo sugerí y él
aceptó de inmediato, parecía desesperado por salir de su propia
oficina. Santiago no era de muchas palabras, yo tampoco y eso hacía
que no fuera incómodo el silencio entre los dos, aunque no dejaba de
sentirme insegura cuando compartíamos un espacio tan reducido
como el auto.
No fue necesario darle mi dirección, recordó el camino, el edificio y
hasta el número de mi departamento, abrí rápido evitando pensar en
el desorden que encontraríamos, en ese momento vino a mi mente,
mi mamá y su típico ¿No te da vergüenza ser así? que usaba cada vez
que entraba a mi habitación.
Me quité la chaqueta antes de recoger las tazas vacías que estaban
sobre la mesa frente al sillón, estaba tan apresurada por ordenar un
poco que no me di cuenta cuando Santiago se puso cómodo.
Ocupaba el sillón más grande, dominando el pequeño espacio con su
presencia, su mirada directa no me estaba incomodando en cambio
me llenaba de curiosidad. Palmeó el sillón al darse cuenta que
dudaba en sentarme a su lado, me acerqué y tomé asiento intentando
mantener cierta distancia.
Te gustan muchos los cactus. —Dijo con la vista fija en mi ventana,
asentí para luego quitarle el manuscrito de las manos, busqué el
capítulo seis y le entregué el libro. —Y no te gusta mucho hablar de ti.
—Murmuró.
—Te equivocas, no tengo ningún problema con ello, solo que entiendo
que tu tiempo es limitado y de verdad quiero que avancemos en la
lectura. —Respondí.
Mientras hablé mantuvo la mirada fija en cada uno de mis
movimientos, siempre me sentí analizada, aunque intentaba restarle
importancia al hecho. Soltó un suspiro largo y se acomodó mejor
sobre el sillón antes de comenzar a leer.
Su cercanía me resulta inquietante, me agita como marea alta, dispara
tantas sensaciones que identificarlas me resulta jodidamente
complicado, una voz en mi mente susurra mantén la prudencia, mi
conciencia se impone ante el descontrol, esa falta de dominio que me
hace acariciarla con la mirada.
Ella resulta ser demasiado desequilibrante para mí, es absurda esta
atracción irracional, comprendí que esto va más allá de la belleza
singular que hay en cada detalle de su rostro, del brillo poco común en
sus ojos verdes, o el resplandor de su sonrisa, me gusta oírla hablar,
su incapacidad para esconder emociones, me gusta esa aura revoltosa
que la rodea.
Intento no clavar en mis ojos en ella, aunque encuentre atractivo el
rubor en sus mejillas al saberse observada, pero no lo logro, sus labios
rosas son lo primero que observo sin discreción, los humedece cuando
está concentrada, pero creo que ella no se da cuenta, imito su gesto al
deslizar la mirada y encontrarme con su cuello descubierto.
Su tono de voz cambió de gradualmente a medida que leía, las pausas
largas y misteriosas se hicieron presentes de nuevo.
Quiero dejar de fantasear con mi boca seduciendo su cuello, con mi
lengua recorriendo su piel, no puedo frenar a mi mente, casi la puedo
escuchar gemir, cierro los ojos y por un momento puedo percibir su
piel erizada...
Me removí incómoda sobre el sillón hasta despegar la espalda del
respaldo del sillón. Nerviosa arreglé el moño que me había hecho en
la cabeza, seguía escuchando su voz, pero su respiración me parecía
tenerla más cerca, sentí escalofríos en la parte trasera del cuello al
escuchar cómo las palabras salían como murmullos de sus labios.
Trato y trato pero no consigo frenar mi imaginación, pienso en mis
manos deslizándose por su cintura, mientras le susurro al oído que me
encanta verla sonrojada, quisiera que reaccionara a mi voz, que me
dejara besar sus hombros y atreverme a subir mis manos hasta sus
pechos, barrer con la yema de los dedos sus pezones erguidos por el
calor de mis manos, quisiera que girara solo un poco el rostro para
verla a los ojos, para perderme en ese desorden que desprende su
mirada que me hace cuestionarme cada cosa que hago en torno a mi
propia vida.
Quiero apretarla contra mi cuerpo, que sienta el calor que exhala mi
piel, lo que provoca sin proponérselo... entiendo que la cercanía se está
volviendo peligrosa, adictiva y reconfortante a la vez, que estoy a
punto de
Se quedó callado cuando lo miré a los ojos, su respiración la sentía
tan cerca porque estaba a centímetros de mi cuello, erguí la espalda y
me recosté de nuevo sobre el sillón, sin quitarle la vista de encima
por más nerviosa que me sintiera.
—¿Terminaste? —Pregunté cuando no continuó, no podía ver que tan
avanzado estaba el capítulo porque el libro parecía estar oculto de
mí.
—Casi. —Respondió, una sonrisa que no pude descifrar apareció en su
rostro, negó con la mirada en el piso y luego suspiró. —Casi termina
el capítulo, pero no puedo continuar leyendo, debo irme.
—¿Irte? —Mi voz salió en susurros en reacción a su brazo extendido
por el respaldar, sentía que me estaba abrazando, aunque nuestros
cuerpos ni siquiera se rozaran.
—Sí, recordé que tengo que hacer algo que no puedo posponer, pero
puedes continuarlo sola si gustas.
—No... no lo sé, es mejor... —Odiaba titubear, mostrarme insegura,
respiré profundo y me puse de pie, necesitaba distancia. —
Honestamente me quedaría dormida si leo sola, tú le das un toque
interesante a la lectura. —Maldije mentalmente mi enorme bocotá y
mi poca capacidad para callarme.
Sonrió antes de ponerse de pie, echándome un vistazo de pies a
cabeza, me quedé frente a él, observando como anudaba de mejor
forma su corbata, levantó la vista y la sostuvo en la mía, ninguno de
los dos hacía nada más que mirarse, ese tipo de contactos los odiaba
por hacerme sentir torpe, el incrementaba esa sensación.
—Para ser alguien que no tiene mucho tiempo inviertes mucho en
verme. —Solté con un toque de ironía, no quería darle el gusto de
dejarme intimidar, aunque siempre lo lograra.
—Creo que tienes razón... debo irme, te enviaré un mensaje para
ponernos de acuerdo con la próxima lectura, estos días son altamente
complicados para mí, espero poder encontrar el momento. —Bonito
collar. —Dijo viendo mi cuello, por instinto pasé la mano por este,
sentí frío hasta el punto de tener que soltar mi pelo para cubrirlo.
Se acercó tanto a mí que tuve que hacer un esfuerzo para no dar un
paso hacia atrás, beso mi mejilla, fue un toque simple, una presión
breve de su boca sobre mi mejilla por eso me sorprendió la repentina
punzada en mi entrepierna, ese tipo de lecturas me afectaba más de
lo que imaginaba.
Intenté que eso que me hizo sentir desapareciera de mi cabeza, pero
constantemente rondaba mi mente su voz, la manera en la que leía y
hasta esa risa molesta que soltaba cada vez que me ganaba en esas
luchas que tal vez ni se imaginaba que librara.
Una tarde mientras organizaba con Laura el esquema de trabajo con
los autores, le comenté acerca de la historia de Santiago, quería
hablar con alguien de mis reacciones, saber si era normal
estremecerse con lo que se lee en ese tipo de obras, le recomendé el
libro que, aunque había desaparecido del perfil de Sandy seguía
estando en formato de pdf disponible en sus grupos de lectores.
Prometió leerlo y darme su opinión sin tener idea de lo trascendental
que se sería eso para mí.
Esos días los sentí pasar más lentos, en la editorial todos hablaban de
la fiesta que hacían por la temporada, mi mamá se encargaba de
atormentarme con sus constantes llamadas para invitarme a pasar
las fiestas con ella y no con papá, mi casera decidió aumentar la
renta a partir del siguiente mes y Vannesa decidió presumir en el
grupo familiar de WhatsApp a su nuevo novio, provocando que mis
tías comenzaran a preguntar que yo para cuando.
Finalmente, las cosas se estaban equilibrando, demasiado bien iba
todo y eso desarrollaba un temor absurdo en mí, para mí no era
normal un estilo de vida tan tranquilo, yo estaba llena de
complicaciones y la costumbre me hacía extrañarlas.
De Santiago no había sabido nada en la última semana, supuse que el
centro comercial absorbía su tiempo, la última vez que intercambie
mensajes con Sandy comentó que tenía días de no verlo porque
llegaba muy tarde, así que pensar en retomar la lectura del libro era
una idea que ni siquiera contemplaba, intenté hacerlo sola y me sentí
perdida, no encontré por ningún lado el fragmento que él había leído,
pensé que lo había descargado de manera incorrecta y me dio por
vencida al instante, tenía que esperarlo.
Manu me había invitado a un café, últimamente lo notaba decaído
anímicamente, imaginé que era la temporada que suele poner
sensible a las personas, decidí no ahondar en el porqué de esa
melancolía extraña en su mirada y acepté ir con él, era viernes un
poco temprano, salí una hora antes de la editorial con una sonrisa en
los labios por largarme antes de tiempo, sonrisa que se borró al verlo
fuera del edificio esperándome en su moto.
Odiaba ese artefacto, pero disfrutaba de su ventaja, el tráfico era
espantoso, pero nosotros logramos librarlo, me sorprendió que me
llevara a ese centro comercial, Manu era del tipo de lugares más
alternativos, con preferencia por lugares acogedores en lugar de
trendys , pero decidí no comentar nada, caminábamos por los largos
pasillos llenos de gente comprando como si fuese gratis.
Escogió una de las cafeterías populares, ni siquiera había una mesa
disponible, pero esperamos diez minutos por una, me dio la
impresión de que necesitaba hablar, así que mientras tomaba mi
frappé de coco con café, comencé mi breve y nada intromisorio
interrogativo.
Resultó ser cierto lo que yo pensaba, o excuso su tristeza con el
pretexto de las fechas, con el estrés que le provocaba viajar hasta su
ciudad natal para encontrarse con sus padres, con quienes tenía una
mala relación. Cambié el tema de inmediato ni siquiera podía lidiar
con mis propios asuntos no me atrevía ni a intentarlo ayudar a Manu.
Su teléfono sonó con un tono escandaloso, era una canción de
Madonna, riendo se puso de pie para alejarse y responder, vi a dos
hombres entrar a la cafetería, impacientes, parecían mal humorados
y demasiados apresurados y pensé en él. Recordé lo exasperante que
me resultaba esa manía suya de ver su reloj cada minuto, o lo tenso
que se miraba todo el tiempo.
Abrí la conversación con él en mi teléfono, su última conexión había
sido a la cinco de la mañana, escribí algo, pero lo borré antes de
enviarlo, estaba ocupado era obvio, no tenía una buena excusa para
interrumpirlo. Pero sí una para visitarlo, sonreí al recordar el café
que quedó pendiente en nuestra penúltima cita.
Pedí un espresso muy caliente como le gustaba, lo aprendí en nuestra
segunda lectura, Manu entró y al verme con el vaso en las manos
frunció el ceño, se me hacía feo dejarlo solo pero tampoco creía que
era conveniente pedirle que me acompañara.
Le expliqué que uno de los autores con los que estaba negociando se
encontraba cerca y necesitaba quedar bien con él, le prometí no
tardar y el asintió sin hacer preguntas, parecía estar muy
concentrado en su teléfono como para ponerme atención, aceleré mis
pasos teniendo cuidado de no tirar el café.
Hice uso del mismo elevador en el que subí con él, no me sentí ni un
poco nerviosa por estar a punto de irrumpir en su oficina sin
invitación, al contrario, la idea de verlo me ponía de un buen humor
demasiado extraño en mí. El estrés que se respiraba en ese sitio me
impresionó apenas salí del elevador, caminé directo hacia el
escritorio de Gloria que, por supuesto estaba enojada conmigo desde
el día que entré a la oficina de Santiago sin pedir permiso, torció los
ojos al verme, dejando claro que no le alegraba hacerlo.
—¡Buenas tardes! —Sonreí para ella solo para demostrarle que me
importaba muy poco la cara de pocos amigos que tenía.
—No recuerdo que tenga cita con el licenciado, en la agenda no hay
nada y él tampoco lo comentó. —Arreglaba unos documentos de
manera automatizada, sin verme.
—¿Está en su oficina?
—Ocupado, resolviendo unos problemas de último momento, no
quiere ni que le pase llamadas. —Dijo con desdén.
—Voy a pasar, si no me puede recibir me voy. —Escuché su voz sonar,
pero no presté atención a sus palabras, caminé hasta las puertas
ignorando su presencia tras mi espalda, toqué un par de veces antes
de abrir solo un poco, asomé la cabeza y entonces lo vi.
Miraba la pantalla de la computadora, con el teléfono pegado a la
oreja y las cejas arrugadas, no tenía el saco puesto y llevaba la misma
corbata del día que lo conocí. Carraspee para llamar su atención, la
expresión en su rostro cambió de inmediato, levantó la mano
haciendo un gesto para que entrara, miré por encima del hombro a
Gloria sonriendo ladinamente, pasé y cerré sin fijarme si ella ya
había decidido irse.
Levanté la mano para saludarlo, él respondió un hola sin voz, quería
dejar de sonreír, me daba mucho gusto verlo y era extraño porque
era cansado mentalmente para mí enfrentarlo, y yo evitaba cualquier
tipo de esfuerzo.
Mientras seguía en aquella llamada le di un vistazo al sitio, su agenda
estaba abierta sobre el escritorio y aunque fuese incómodo leer al
revés, no pude dejar de intentarlo, el tipo estaba loco, tenía anotado
cada paso que cada en esas páginas...
5:00 am bicicleta 16 kilómetros.
6:00 am Desayuno con papá
6:40 am Sandy
7:20 am Llamar a Gloria.
7:30 am Salir de casa.
Había tanto anotado en esa agenda que parecía no poder terminar de
leer, Santiago era un maniático controlador del tiempo, estaba segura
que tenía hasta el tiempo pautado para ir al baño, y que estaba
anotada ahí en su agenda. A las ocho treinta iba al gimnasio y a las
diez miraba Friends con su hermana, si eso era organizar el tiempo
prefería seguir a mi manera, aunque no me alcanzaran las horas para
cumplir mis obligaciones, jamás iba a ser prisionera del reloj.
Colgó la llamada y por fin tuve su atención, miró el café sobre su
escritorio y sonrió tomando el vaso, lo acercó a su nariz para
absorber el fuerte aroma del café y sonrió con más amplitud.
—Lo necesitaba. —El deleite que encontré en su voz me estremeció.
—Y yo te lo debía. —Intenté que mi voz sonara segura, pero en lugar
de eso salió suave de mi boca. —Solo venía a traerte esto, sé que tu
tiempo es oro y estás muy ocupado.
—Es valioso, pero no oro, y si...estoy ocupado. —Frotó su rostro y
respiró profundo, apenas le dio un trago relajo los hombros, sonrió al
darse cuenta que lo miraba como estúpida, sin parpadear.
—Para ser alguien que solo venía a traerme un café inviertes mucho
tiempo viéndome. —La comisura de sus labios estaba levemente
curvada, contenía la risa el desgraciado.
—No te miraba a ti, pero dejaré que creas eso... espero que pronto
encuentres tiempo para que reanudemos la lectura, quise leer por mi
cuenta, pero creo que el libro que publicó tu hermana tiene cambios o
yo lo descargue de forma inadecuada.
—Creo que quieres esperarme.
—Quiero terminar de una vez, para que firmes el acuerdo de
publicación, estoy ansiosa por organizar la presentación del libro. —
Me puse de pie segura que iba a echarme una de esas miradas
intimidatorias y lo hizo.
—¿Cuándo pasamos de leer la propuesta de publicación del libro a
firmarla, y hasta organizar la presentación de un libro?
—Desde que lo leo y me está pareciendo muy bueno. —La risa que
salió de sus labios me puso arrítmica, su teléfono volvió a sonar,
segundos después la voz de Gloria sonaba en el intercomunicador.
Me despedí moviendo la mano, pero él susurró un espera que me
obligó a mantenerme en mi mismo sitio. Gloria le dijo tantas cosas
que ni siquiera pude procesarlas, le recordó de una fiesta que pareció
empeorar su humor, colgó y apoyó la cabeza en el escritorio, en una
actitud de fastidio que me daba pena,
—Entiendo que estas ocupado, hablamos cuando pase esta locura.
—Valentina ocupado no es la palabra adecuada, estoy esclavizado a
esto... encima tengo que ir a la cena navideña que mi papá hace con
los colaboradores, precisamente mañana, tenía algo en la agenda y
no puedo, no puedo. —Se quedó callado al darse cuenta que estaba
hablando en voz alta, me dio la impresión que pensaba solamente.
—Siempre es bueno ir a fiestas, comida y bebidas gratis amigo. —Dije
en tono de broma, centró su mirada en mí resoplando, nada lo hacía
reír. —Era como algo chistoso. —Expliqué.
—Nada me resulta chistoso hoy.
—No vayas a esa fiesta y punto, no te estreses por cosas tan tontas. —
Dije acomodando mi pelo tras la oreja en un gesto claro de nervios.
—Tengo que ir, es importante para mi papá.
—Pero no para ti, dijiste que tenías algo en la agenda y desde luego te
importa más que la fiesta de tu papá, sigue a tu agenda ella nunca se
equivoca. —Solté irónica.
—Fisgoneabas en ella ¿cierto?
—Nop, solo buscaba mi espacio en ella, quise decir, el del libro no de
mí obviamente, porque nos miramos para leer y eso y... Tú me
entiendes. —Dije arrepentida de haber abierto mi gran boca.
Giré dispuesta a irme, pero su voz gritando mi nombre me detuvo.
—No siempre se puede hacer lo que se quiere, es bueno para mí
futuro ir a la fiesta de mi papá, son de esos sacrificios que dejan
grandes recompensas... tal vez te hace falta hacer uno de ellos como
por ejemplo no faltar a clases.
—¿Quién está hablando de mí?
—Yo. —Dijo sonriente.
—Si el sacrificio me va a torturar prefiero evitarlo, ninguna
recompensa vale mi paz mental... y no hablo de mí, hablo de ti. Me
voy licenciado Sada lo dejó con sus sacrificios y recompensas, y su
agenda y su
—Me dio mucho gusto verte. —Me interrumpió, la sonrisa en sus
labios era genuina, no respondí solo asentí evitando su mirada
directa. —Gracias por el café no sabes cómo lo necesitaba.
—Pensé que había sido inoportuna, pareces no tener tiempo para
respirar.
—Deberías de ser inoportuna más seguido. —Dijo sin dejar de sonreír,
mi mano sostenía la manija de la puerta, pero no me animaba a salir,
levanté la mano para decirle adiós y crucé la puerta. —¡Señorita
Rincón! —Gritó, asomé la cabeza para comprobar que me había
llamado. —Creo que esto es suyo, mi hermana y usted son las únicas
que han subido en mi auto en esta semana, y Sandy no lo reconoció
como suyo. —Observé la liga para el pelo que me extendía y
desconcertada entré de nuevo.
—Si, es mía. —Estiré la mano para tomarla ignorando mis deseos de
verlo a los ojos.
—Te sienta bien el pelo recogido. —Dijo cuando me hice un moño
mientras caminaba hacia la puerta, sentí sus ojos clavados en mi
cuello, y una idea en mi mente comenzó a formarse.
—¿Qué quisiste decirme?
—Exactamente lo que dije. —Respondió con una sonrisa coqueta en el
rostro.
w w
***
—Mejor dilo con todas sus letras, prefieres cenar con tu padre,
supongo que lo quieres más que a mí.
Me quedé ida viendo a mi mamá, sus chantajes emocionales desde el
divorcio, eran el pan de cada día de nuestra relación, pero todavía me
sorprendían sus alcances, estábamos en un restaurante lleno de
personas.
—Mamá, estás a punto de llorar, contrólate. —Pedí entre dientes.
—No me puedo controlar Valentina, no puedo, es año nuevo puedes
recibirlo con tu madre.
Fastidiada y en una actitud de niña malcriada, dejé caer la cabeza
sobre la mesa, no supe en que estaba pensando cuando acepté
almorzar con ella, seguía demasiado adormilada cuando respondí el
teléfono, nunca debí hacerlo.
—Es el último almuerzo del año, al menos que sea en paz ¿no? —la
miré a los ojos intentando persuadirla—. Además, mamá no estaré
con mi papá, hice planes con alguien. —Dije lo último con tanto
miedo que no sé cómo me atreví, sabía muy bien lo que iba a pasar,
Valeria iba a insistir e insistir hasta saber con quién había hecho
planes.
Para mi sorpresa no abrió la boca por largos minutos, y cuando lo
hizo fue para comer ese delicioso pollo agridulce que aún estaba en
su plato. Su silencio me resultaba incomodo, mamá hablaba hasta
dormida, que no estuviera atacándome con preguntas, era aún más
peligroso, significaba que su mente estaba planeando algo.
—Un amigo me invitó a una fiesta, dije sí porque no tenía planes—
Expliqué como si ella me hubiera preguntado.
—¿Qué amigo?, ¿El bomboncito serio de la otra vez?
—Mami no le digas bomboncito a Santiago—una carcajada que llamó
la atención hasta de una mesera, salió de mi garganta sin poder
contenerla—, no es lo que piensas—aclare de inmediato al ver su
cara—. De verdad es un amigo.
—¿Dónde conociste a un hombre así?, no parece un compañero tuyo
de la universidad.
—Por trabajo, es un autor que vamos a publicar solamente—tomé de
golpe el vaso de agua frente a mí, ella me conocía demasiado bien
como para creer una de mis mentiras.
—Deberías arreglarte un poco más si vas a ir a una fiesta con él,
Valen ya no tienes quince años, pensé que esa fase, salgo como se me
dé la gana de casa, ya había pasado. —Levanté el pulgar en señal de
aprobación.
No iba a discutir con ella, no quería explicarle que no me dio tiempo
de peinarme o maquillarme en exceso, porque me quedé dormida,
eso me llevaría a contarle el porqué de mi desvelo, y tampoco se me
antojaba darle detalles de los besos que me dio Santiago y me
robaron el sueño.
No fueron dos, ni tres, tampoco cinco, pasamos más de media hora
recargados en esa pared, besándonos como si no hubiera mañana,
cada vez que hacía el intento de irse, regresaba y me volvía a besar
con más ganas, con más deleite.
—Valen hija, te quedaste en la luna.
—Lo siento mamá—me disculpé, de repente me sentía de buen
humor—, estaba pensando en que usar, ya sabes.
—Puedes pedirle a Vannesa que te ayude, ella siempre ha tenido un
gusto exquisito, es elegante y
—Si, Vannesa es perfecta, la llamaré no te preocupes. —Solté con
ironía.
No acepté que me llevara a mi departamento en su auto como lo
había ofrecido, me zafé gracias a una llamada oportunísima de Manu,
más temprano ese día le había enviado un mensaje, pidiéndole que
me acompañase a ir de compras, no tenía nada que ponerme para la
cena, fiesta o lo que sea que fuese.
Al principio se había negado rotundamente, eso de compras, vestidos
y demás era algo que no iba con él, me lo repitió cinco veces, luego
de diez audios explicándole que era la única persona con la que
contaba para tal tarea, terminó aceptando.
Esperé afuera del restaurante hasta que llegó por mí, en su moto
para variar, agradecí que condujera en velocidad moderada y sin
rebasar a los autos como solía hacerlo.
—Siempre dejas todo para última hora. —Dijo malhumorado sin dejar
de caminar a mi lado.
—Ya me dieron mi cuota de regaños hoy, ya no más. —Sonrió al ver el
puchero que hice de forma dramática, pasó el brazo por mis hombros
para abrazarme despreocupado.
—No sé porque no quisiste que fuéramos al Prime, las mejores
tiendas están allá.
—Ese lugar empieza a caerme mal, y mi cuenta bancaria no da para
tanto.
—Estoy orgulloso de ti, recuerdo hace unos meses a Bianca gritando
en tu puerta histérica porque le debías la renta y ahora nos vamos de
compras.
—Ni me recuerdes a Bianca, aún me sigue cobrando con días de
anticipación temiendo a que no le pague.
—La traumaste. —Río a carcajadas.
Recorrimos más de cinco tiendas hasta que al fin encontré algo que
me gustó, llevar a Manu fue la mejor de las ideas, me dio el punto de
vista masculino que necesitaba, feliz salió de la tienda sujetando mi
mano, lo estaba retrasando, tenía que organizar lo de su celebración
para esa noche, su novio lo estaba esperando.
—¿Segura prefieres irte con tu papá? —Gritó.
No soportaba esa manía suya de establecer conversaciones mientras
conducía la motocicleta, el viento casi nunca me permitía escucharle.
—Ajam.
No negué ni afirmé nada, le di una respuesta vacía a una pregunta
que quería esquivar; cuando aparcamos en el estacionamiento del
edificio, comenzó a burlarse de mí y el desastre que se había
convertido mi pelo gracias al casco. Su risa se silenció cuando alguien
dijo su nombre en un tono fuerte.
Alcé la vista y me encontré con un bomboncito de verdad, unos
centímetros más alto que Manuel, con el pelo corto y castaño oscuro,
sus ojos cafés estaban clavados en mí, observé su boca y sonreí, la
forma de sus labios era igual a los de Santi, encontré mucho de él en
el chico con chaqueta de cuero que me miraba con el ceño fruncido.
—Tengo media hora esperándote. —Dijo cuando Manu se acercó.
—Lo siento, estaba con Valentina de compras.
La tensión entre ambos era evidente, me dio la impresión que
Sebastián estaba celoso por mí, él me juzgaba con la mirada, yo lo
admiraba como tonta de pies a cabeza, Manu tenía razón, Sebas era
guapísimo, como sacado de revista, su rostro varonil lucía fresco, la
ausencia de barba le daba un aspecto más juvenil, me atrapó viendo
su mandíbula que también era igual a la de Santi, y sonreí, tímida
por su presencia.
—Hola, soy Valentina—me presenté dándole un beso en la mejilla—,
soy vecina y amiga de Manu.
—Mucho gusto, Sebastián Sada.
Escuchar ese apellido me hizo sonreír como tonta, cosa que pasó
desapercibida por él, estaba concentrado en Manuel, lo miraba sin
parpadear mientras él le explicaba que lo de las compras había sido
algo improvisado, por eso no le había dado tiempo de decirle,
caminamos juntos hacia el interior del edificio, ellos pegados hombro
a hombro, yo a un lado sintiéndome la violinista de la pareja.
Ambos me acompañaron hasta la puerta de mi departamento,
cargando mis bolsas y bromeando entre ellos, Manu le comentó a
Sebas que me había invitado a su fiesta, en respuesta, él reiteró la
invitación con mucha amabilidad, no me atreví a decirle a ninguno
que no se preocuparan por mí, que seguramente me iba a divertir
mucho en la noche.
Me tomé las cosas con calma, con Santi no tenía nada claro, solo
sabía que me gustaba, que me encantaba como me besaba, que era
agradable estar entre sus brazos, no podía hacerme más
expectativas, no iba a caer en eso.
Solo esperaba que fuera una noche agradable, que la conversación
fluyera, que los besos largos no faltaran. Me di un baño, uno largo y
relajante, Santiago iba a llegar por mí a los nueve de la noche, tenía
suficiente tiempo para prepararme.
Yo había elegido un vestido azul, Manu uno rojo, decía que mis
piernas sobresalían más, que el rojo contrastaba de una forma
espectacular con mi piel, llenó de tantos piropos al vestido que
consiguió que lo llevase. Me planté frente a la cama viéndolo tendido
sobre el colchón, imaginé la cara de Santi al verme, quería pensar
que me iba a sonreír mientras me miraba de esa forma coqueta que
hacía mis piernas débiles.
Me vestí rápido, con música alegre sonando a mi alrededor, sintiendo
una alegría que, aunque no reconociera la causaba la expectativa de
verlo. Maquillarme me tomó más tiempo, pero justo el necesario, me
ponía perfume cuando mi teléfono vibró, era un mensaje de Santi, me
pedía que bajara, no podía subir por mí.
Tomé el pequeño bolso y me puse las delicadas sandalias altas que
también Manu había elegido, me tardé más de la cuenta bajando
gracias al bendito elevador, maldije al salir del edificio y sentir el
aire helado de la noche golpeando mi piel, quería regresar a mi
departamento para buscar un abrigo, pero ver a Santiago recostado
sobre el auto viendo el reloj, me hizo entender que era mala idea
entrar de nuevo.
—Valentina. —Dijo mi nombre despacio, con una sonrisa en los labios
y una miradita de esas que me descontrolaban, extendió su mano
derecha hacia mí, sin dejar de verme de pies a cabeza, de cabeza a los
pies, lo había logrado.
—Lamento la breve tardanza. —Quise ser coqueta sutil, pero
verdaderamente era un desastre, Santi notó la intención suave de mi
voz, negó riendo dándome un medio abrazo cuando estuve frente a
él.
—Me he acostumbrado a esperar por ti, no te preocupes—besó mi
mejilla sin soltarme del todo, y abrió la puerta del copiloto para mí.
Quería dejar de sonreír y como si mis plegarias fueron escuchadas,
escuché una voz susurrar mi nombre en los asientos traseros, que
borró mi sonrisa al instante, Sandy me miraba con una mirada de
loca, los brazos cruzados y los labios rectos.
—Hola, no sabía que estabas aquí. —no me respondió al instante, solo
sonrió con toda falsedad del mundo—. Estoy leyendo tu libro,
Buscando un poco de amor, llevó tres capítulos la trama es
interesante. —No mentí, si lo estaba leyendo.
—Olvidé decirte que Sandy estaba aquí, la llevaremos a casa de su
mejor amiga, tiene una fiesta. —Explicó encendiendo el auto.
Asentí sonriendo, sin entender porque Sandy me disparaba con los
ojos, intenté ser amable, le hablé de su libro, halague el bonito
vestido que llevaba puesto, incluso le ofrecí uno de mis labiales para
que se retocara un poco, pero nada funcionaba, iba seria, mientras
tanto su hermano conducía alternando la vista entre mis piernas y el
camino, ni siquiera se molestaba en disimular.
Entramos a un vecindario casi tan costoso como en el que vivía Santi,
mientras ellos hablaban de su hora de llegada yo miraba las casas
que íbamos dejando atrás, entretenida pero desesperada porque ese
incomodidad que se sentía desapareciera, Santi estacionó el auto
frente a una casa que parecía mansión, una linda rubia como de la
edad de Sandy bajó unos escalones para acercarse al auto, supuse que
era su mejor amiga, la esperaba entusiasmada, dando pequeños
saltos y gritándole al resto de chicas que Sandy había llegado.
—Sandra mírame—pidió Santiago serio—, ni una sola gota de alcohol,
soy capaz de hacerte un análisis de sangre mañana, y por favor
recuerda lo de los pelafustanes, recuerdan que lo único que quieren
es
—Quitarme el vestido y después contarles a todos en la escuela que
me acosté con ellos, me lo sé de memoria ¿Me puedo bajar? —Lo
miraba aún peor que a mí.
Él asintió, quitó el seguro de las puertas para que pudiera salir de
una vez, respiró profundo viéndola con sus amigas, me dio la
impresión de no querer dejarla ahí, Sandra volteo antes de subir el
primer escalón, sonrió en dirección a él y le lanzó un beso que recibió
como respuesta el guiño más tierno del mundo.
—¡Santi! —gritó cuando él encendió el motor, se acercó a paso rápido
deteniéndose justo en mi ventanilla. —¿Llegarás a dormir? Necesito
saberlo para luego no preocuparme.
Ladeé mi rostro para que no notara como me reía, Santi aclaró la
garganta y bajó el volumen de la música dentro del auto antes de
hablar.
—Sí. —Respondió con un tono de voz serio, sentí alivio que no tuviera
otros planes, no me había depilado a propósito para mantener las
piernas cerradas esa noche.
—Está bien, diviértanse... feliz año nuevo Valen—dijo sonriente—,
Santi si cambias de opinión, me avisas, tengo el teléfono conmigo,
contigo nunca es seguro conoces a una boba y.…—Se quedó callada,
nos dijo adiós moviendo la mano antes de subir corriendo con sus
amigas.
Apenas el auto había avanzado unos cuantos metros comencé a reír,
primero de forma contenida hasta que no pude más y dejé salir una
carcajada.
—Supongo que no podré robarte y llevarte a mi departamento hoy. —
Bromee.
—Claro que puedes. —Respondió de inmediato haciéndome reír más.
—Eso me convertiría en una boba según Sandy, y no quiero serlo—
dije esperando que el ataque de risa ya hubiese acabado—. Era una
broma. —Aclaré cuando me di cuenta de la forma en la que me
miraba.
—Lo que dijo no es cierto, Sandy es muy celosa. —Explicó acelerando.
—Con Sebastián es aún peor.
—Háblame de Sebastián, ¿Cómo es tu relación con él?
Quería que se relajara, conocerlo mejor, y cambiar el tema, ninguno
de los dos éramos de hablar mucho, pero estaba animada esa noche.
—Bien, ahora un poco más lejanos que antes, pero... tenemos muchas
cosas en común—acarició el puente de su nariz como si estuviera
estresado—, solíamos hacer muchas cosas juntos, pero luego... no lo
sé, nos fuimos separando poco a poco, él está a cargo de otra de las
inversiones de papá, lo hace bien, pero tienen muchos problemas.
Tenso, estaba tenso, pero yo quería saber más, y no era curiosidad,
quería saber quién era Santiago de verdad, si era cierto que vivía por
la aceptación de su padre.
—¿Por Manu?
—Sí, por su orientación sexual.
—Pero no tiene nada de malo, es algo tan—busqué alguna palabra que
describiera lo imbécil que era juzgar a alguien por su preferencia
sexual, pero no encontré ninguna—, normal, solo le gustan los
hombres, no es nada del otro mundo.
—Lo sé, yo lo entiendo, pero... nos tomó por sorpresa, Valen mi
hermano estuvo rodeado de muchas mujeres, siempre lo pillábamos
con una diferente en su habitación, incluso conseguía chicas mayores
que él, mis compañeras de escuela, estuvo con dos, por él conocí a
Nesa, y.
—¿Quién es Nesa?
Su teléfono sonó justo en ese momento, era su papá, al parecer le
preguntaba por Sandy porque el daba todos los detalles del sitio
donde la dejó, cuando colgó lo noté más distante, preguntó acerca del
libro de su hermana, quería saber si era cierto que lo estaba leyendo
y así desvió nuestra conversación.
Nos llevó veinte minutos llegar hasta la casa donde sería la cena, era
el mismo sitio de la otra vez, había más autos estacionados, la música
se podía escuchar desde afuera, aburrida y extraña pero música al
fin. Santiago miró la casa luego a mí, lo hizo de una forma extraña
que no pude descifrar, se quitó el cinturón de seguridad sin romper
el contacto visual.
—Te ves muy guapa hoy. —Dijo cuando bajamos del auto.
—Gracias. —Sonreí, aceleré el paso notando que él reía a mi espalda.
—¿Cuándo voy a escuchar un tú también Santiago?
Negué moviendo la cabeza, haciéndolo reír más, de un solo paso me
alcanzó, me ofreció su mano que tomé sin pensarlo, esperando que
entrelazara nuestros dedos y así lo hizo.
—Cuando menos lo esperes. —Respondí dejándome guiar por él hacia
la entrada de la casa.
Los amigos de Santiago habían empezado la fiesta desde temprano,
se percibía un ambiente animado, miré a mi alrededor había más
personas que la última vez, conversaban en pequeños grupos
sosteniendo vasos en las manos. Santi saludaba contento sin
soltarme la mano, haciéndome sentir estúpidamente especial.
Se miraba tan a gusto rodeado de esas personas que no me atrevía a
decirle que moría del aburrimiento, me solté de su agarre cuando la
charla acerca de poesía que estaba teniendo con Gerson me hizo
bostezar, caminé hasta la mesa donde estaban las bebidas y me serví
un trago, dos de las amigas de Santi se acercaron intentando
establecer una conversación, agradecía su amabilidad, pero
encontraba más entretenido mirar a Santiago.
Llevé el vaso a mis labios recordando los besos de la noche anterior,
una parte de mi tenía miedo de lo que podía pasar, la otra lo
disfrutaba demasiado.
—¿Llevan mucho tiempo saliendo? —Preguntó la mujer gordita y
bajita a mi lado, la miré avergonzada, ella había notado la forma en
la que lo miraba.
—¿Saliendo?
—Sí, Santiago solo me dijo que salían, pero no me dio tiempo de
interrogarlo, ya sabes cómo es, escurridizo.
No, no sabía porque sentía que no lo conocía lo suficiente, me miró
esperando una respuesta que no pude dar, ni siquiera estaba segura
de eso de estar saliendo, no sabía que decirle.
—Vamos no seas tímida. —Empujó mi hombro levemente con esa
sonrisa jocosa en los labios que no desaparecía.
—Poco, muy poco. —Dije al fin, llevé el trago a mis labios deseando
que no preguntara nada más.
—Ya es la segunda vez que te veo, eso es un récord para Santi.
Alcé la ceja viéndolo, esa información si me importaba muchísimo, le
sonreí pasando mi brazo por sus hombros, quería llevarla a otro lado,
la música aburrida no nos iba dejar hablar. Fernanda, así se llamaba
la amiga chismosa, caminó contenta conmigo hasta uno de los
pasillos casi vacíos.
—¿Conoces muchas novias de Santi? —Fui directo al grano,
mostrando mi poca habilidad social como decía el señor no tengo
tiempo.
—No, solo un par de ellas, si lo he visto salir con varias mujeres,
ninguna como tú—agregó con malicia—, así de jovencita, porque si te
ves muy jovencita... en fin, Santiago vive como en dos mundos que
casi nunca se mezclan, sé que no les da mucha importancia a las
relaciones, dedica mucho tiempo a su trabajo y su familia, por eso
siempre lo vemos con una distinta ¿entiendes?
No no entendía, quería preguntar más pero un ruido estrepitoso
proveniente de algún rincón de esa casa, nos interrumpió, como
buena chismosa Fernanda se movió a gran velocidad para averiguar
qué pasaba, yo me quedé recostada a una pared, con mi vaso vacío en
la mano un tanto desconcertada.
—Aquí estabas. —Pude leer los labios de Santi, más no oír su voz, se
escuchaban gritos de hombres.
—¿Qué pasó? —Me llevé las manos al pecho nerviosa, él miró por
encima del hombro hacia atrás, tomó mi mano obligándome a
caminar a la puerta.
—Esteban no puede beber, se comporta como un estúpido cuando lo
hace—decía caminando más rápido, recordé a Esteban, fue el que me
ofrecía un trago cuando me llevó a ese sitio por primera vez—,
discutió con Gersón y las cosas se salieron de control.
—¿Y por eso nos vamos?
Se detuvo viéndome con el ceño fruncido, tiré de su mano para que
siguiera caminando, lo hizo, pero sin dejar de verme con confusión.
—¿Te querías quedar en un sitio donde hay una pelea?
—Te estabas divirtiendo.
—Créeme que después de lo que pasó nadie más se va a divertir ahí
adentro.
—¿Dónde vamos? —Cuestioné cuando abrió la puerta del carro.
—¿Dónde quieres ir tú?, no tengo idea de donde llevarte Valen, no
tengo mucha vida nocturna, y los sitios que frecuento creo que no te
gustaran mucho.
—¿Por qué lo crees?
Me miró antes de encender el auto, con una de sus sonrisas coquetas
que en los últimos días había visto tanto.
—Estabas aburrida allí dentro, te estabas esforzando, pero no pudiste
disimular mucho.
El tipo me leía demasiado bien, y no se molestaba en ocultarlo.
—Unos amigos me invitaron a una fiesta, podemos ir con ellos. —
Evité sonreír como quise hacerlo cuando asintió, no sabía si era mala
idea, solo estaba pensando en pasar un rato agradable.
No hizo preguntas, sólo me pidió la dirección, se mostraba distraído
algo extraño en él, que siempre parecía estar pendiente de cada cosa
que yo hacía.
—¿Tú irás por Sandy? —Pregunté cortando el silencio.
—No, se quedará con su amiga, mañana el chofer de papá irá por ella.
—¿Y tú papá está solo hoy?
—Si, el no celebra nada desde que mamá murió, solo navidad y
porque se ve obligado por Sandy, todos la vemos como la pequeña
niña de la casa aún. —Sonrió.
—Me di cuenta, la manera en la que hablaste con ella fue chistosa.
—A veces siento que me odia, dice que me meto en su vida, pero es
algo que no puedo evitar.
—¿Es más unida a ti o a Sebastián?
—No es unida a ninguno, Sandy vive en su propio mundo, se nos
acerca cuando quiere algo.
Quería preguntar más, la lengua de Santi estaba suelta había que
aprovechar, recordé una de mis charlas con Manu, él temía que
Santiago le dijera a su papá que lo habían engañado, estaba
preocupado y se lo había callado para no atormentar a Sebastián.
—¿Puedo preguntarte algo? —titubee un poco por los nervios, asintió
sin despegar la vista del camino, manteniendo esa expresión de
serenidad en el rostro—. ¿Qué pasó esa noche con Manu?, se lo que
pasa entre él y tú hermano, pero no sé qué hablaron tú y él, y no es
que quiera ser chismosa, Manu es mi amigo y vecino y tú... tú
frecuentas mi departamento y no quiero que se topen y sea algo
incómodo.
—¿Yo soy el que frecuento tu departamento?
—Santiago, responde.
—Ya ni lo recuerdo, solo intercambiamos gritos no sé, reclamé que
nos haya mentido, tomó dinero de mi papá y
—Están enamorados.
—Valentina es una fase, mi papá está convencido que es una etapa de
confusión tardía, Sebastián es mujeriego, es...
—¿Cuántos años tiene tu hermano?
—25. —Respondió viendo el maldito reloj.
—¿Confusión a esa edad? —enarqué una ceja y él suspiró—, tal vez
solo se rodeaba de mujeres para ocultar que le gustaban los hombres,
¿no lo crees?
—Puede ser.
—¿Tú papá sabe lo de Manu, que sigue aquí con Sebas?
No respondió de inmediato, emitió un largo suspiro acelerando un
poco el auto, negó con la cabeza cuando lo vi insistiendo en una
respuesta, no lo sabía aún, sonreí sintiéndome más relajada, las
cosas no serían tan tensas.
—¿Qué hacemos aquí? —Preguntó viendo hacía el edificio que parecía
estar en remodelación, la fachada estaba a medio pintar.
—Aquí es la fiesta—me encogí de hombros regalándole una sonrisa
pícara que él no recibió bien, la máscara de seriedad estaba de nuevo
en su rostro.
—Conozco este edificio ¿Dónde me trajiste? —Su tono autoritario hizo
aparición esa noche.
—A una fiesta, vamos te vas a divertir.
—Mi papá tiene un negocio de bienes raíces, Sebastián está a cargo,
el edificio lo compró hace un mes, aún no ha sido vendido porque lo
están remodelando, así que
—Sí, él y Manu organizaron la fiesta. —Admití despreocupada.
—¿Y me trajiste aquí?
—Tú me llevaste a ese sitio aburrido y donde hasta hubo una pelea y
no me estoy quejando.
—Valentina—cerró los ojos apoyando la cabeza en el respaldar del
asiento—. No puedo ir a esa fiesta, una cosa es que no le haya dicho
nada a mi papá y otra que le haga esto, están en su jodido edificio
haciendo una fiesta, se burlan de él.
Me estaba enfrentando a una situación complicada, me quedé callada
sin saber muy bien como continuar, giré el rostro para verlo,
contrariado, indeciso, y estresado. Santiago daba la impresión de
tener el peso de un edificio sobre sus hombros.
—Estamos peleando, vamos muy rápido. —susurré, usando sus
palabras, provocando que una medio sonrisa se dibujara en su
rostro—, ¿Si fuera una chica, si tu papá se opusiera a que Sebastián
estuviera con ella, tú tampoco entrarías a la fiesta?
—Juro que no tiene nada que ver con eso, es un asunto de lealtad.
—¿Y por qué no ser leal a tu hermano? digo... no hace nada malo,
Santiago en una hora se acaba el año, no quiero estar dentro de un
auto, en lugar de estar tomando algo, o bailando. —Moví mi cuerpo
haciéndolo reír más.
—Yo no bailo.
—Yo tampoco, pero podemos hacer el ridículo juntos.
—Valentina—susurró mi nombre en medio de una risa sonora—, eres
tan espontánea.
—Y tú tan programado—murmuré—, vamos Santiago bajemos de aquí
de una vez, te prometo que te vas a divertir ¿hace cuánto no sales a
una fiesta?, no cuentan que te juntes con tus amigos porque eso
parece todo menos fiesta.
—Hace unos meses.
—¡Vamos!
Me miró fijamente por largos segundos antes de asentir con el rostro
serio, bajé rápido con entusiasmo que no supe de donde provenía,
tampoco me animaba demasiado la fiesta, pero todo era mejor que
ese lugar aburrido donde habíamos estado, me ofreció su mano que
acepté de inmediato sin importar que podría pensar Manu de verme
tan cercana con él.
La azotea del edificio estaba llena de gente, eso de una reunión nada
espectacular fue una mentira de Manu, noté a Santiago aún más
tenso viendo todo con desaprobación, quizás hasta arrepentido de
estar ahí, pero decidí no tomarle mucha importancia a esa cara de
pocos amigos que tenía, levanté el brazo llamando a Manu que estaba
sobre una especie de pequeña tarima al lado de Sebastián que parecía
ser el dj de la noche.
—Valentina, no me siento cómodo aquí. —gritó acercándose a mi
oído.
—Es porque tienes mucha ropa, quítate esto—pasé mis manos por su
pecho antes de ayudarle a quitarse el saco, fue un acto espontáneo de
verdad, que lo dejó pensativo y risueño—. ¿Ya te sientes mejor?
—Prefiero estar en otro lado, la música está muy alta.
Actué como si no lo escuchaba, dejé el saco sobre una silla para
tomar su mano y casi arrastrarlo hasta la improvisada pista, Manu
sacudió los brazos animados al verme, pero su expresión cambió
cuando miró a Santiago a mi lado, ni mi mejor sonrisa logró que sus
ojos dejaran de reflejar temor había dejado de bailar, había dejado de
sonreír, solo nos miraba como sin poder creer que estábamos ahí.
—Es incómodo para todos. —Susurró Santi a mi oído.
—Te juro que si cambias esa cara dejará de serlo.
—Ni siquiera te escucho—una persona saltando al lado de nosotros lo
empujó levemente, acercándolo más a mí. Santiago también tenía
temor en la mirada, intentaba disfrazarlo con su evidente disgusto,
pero supe reconocerlo—, necesito tomar algo.
No quise detenerlo, no intenté pedirle que bailáramos o saludáramos
a los chicos, lo dejé huir hacia la barra donde servían bebidas
hombres y mujeres casi en ropa interior a pesar del frío que hacía
esa noche.
Su tensión no se debía a otra cosa que no fuera la "deslealtad" en la
que estaba cayendo por estar ahí, cada segundo que pasaba se miraba
más tenso, casi me recordó al Santi tras el escritorio de esa gran y
ordena oficina que tenía.
—¿Tú quieres algo? —Asentí a su pregunta solo observando cómo se
inclinaba hacia la barra pidiendo los tragos para ambos.
Sin saber que había en el pequeño vaso lo tomé de un solo golpe para
pedir otro de nuevo...yo también necesitaba relajarme no sabía cómo
manejar esa situación tan incómoda. Sin darme cuenta pasaba las
manos por su espalda, buscando inconscientemente un contacto que
sentí que él necesitaba, lo vi tomar uno, luego otro, conté cinco, pero
no supe en realidad cuantos shots de ese trago de colores pasaron
por su garganta.
De repente el ambiente se animó más, la mezcla cambió el ritmo y
quienes bailaban comenzaron a gritar más fuerte, Santi quien había
volteado antes que yo, miraba serio a su hermano que se movía
enérgicamente jugando con la consola.
—¿Quieres bailar?
Negó girando para pedir otro trago, lo detuve antes que lo llevara su
boca, pensé que si el alcohol no lo estaba relajando yo podría
ayudarlo, llevé mis manos hasta su cuello para atraerlo con poca
sutileza, sin pensarlo dos veces acerqué mi boca a la suya para
besarlo, era la primera vez que tomaba la iniciativa con él y lejos de
sentirme nerviosa, encontré agradable la sensación de poder que
experimenté al llevar las riendas de ese beso, ansiado y húmedo.
Mis labios se movían sobre los suyos como si en realidad necesitaba
ese contacto, sus brazos cercaron mi cintura pegándome
posesivamente a su cuerpo, él nunca me había besado así, me estaba
quedando sin aliento, siendo consciente que mi atracción por el
amargado era cada vez más fuerte, tal vez fue el alcohol o las
circunstancias que nos rodeaban que me impulsaron a seguir mis
instintos.
Fue él quien rompió el beso y no para tomar aire como el que
necesitaba yo, fue por control, me liberó de su agarre, pero no me
aleje porque no me apetecía, me quedé ahí a escasos centímetros de
él, viendo sus labios rojos y humedecidos por los míos, sus ojos
profundos buscando mi mirada, su respiración perceptiblemente
alterada.
—Valentina estás siendo muy obvia. —La sonrisa coqueta volvió a
aparecer en sus labios, yo estaba cediendo y él ganaba ese jueguito
de los dos, en donde intentábamos ser fuerte ante el otro.
La sonrisa desapareció de su rostro al ver a su hermano acercándose
a nosotros, se miraba incluso más tenso con su andar lento pero
elegante, verlos juntos me iba a provocar tortícolis, no sabía en cual
fijar la vista, se saludaron chocando sus puños luciendo incómodos.
—No sabía que conocías a mi hermano—dijo después de darme un
beso en la mejilla—, supongo que él tampoco sabía que yo te conocía.
Ninguno de los dos dijo nada, Sebastián pasó su brazo derecho por
los hombros de Santiago para abrazarlo y susurrar algo en su oído.
—Es vecina de Manu, que chiquito es el mundo. —Agregó sonriendo
forzadamente.
—Pequeñísimo. —Asintió Santi apartando el brazo de su hermano
menor.
Manu apareció tras mi espalda susurrándome al oído que lo
acompañara para hablar en otro sitio, le hice un gesto a Santi antes
de alejarme de la mano de mi amigo que caminaba rápido sin
soltarme.
—Espero un poco. —Pedí cansada.
—¿Por qué lo trajiste?
Ni yo misma lo sabía por lo mismo ni siquiera intenté explicárselo,
en lugar de eso lo convencí de que todo estaba bien, que
disfrutáramos de la fiesta sin ningún problema, que Santi no le diría
a su papá la verdad de todo, cuando regresamos con ellos hablaban
con el rostro serio, casi como si estuvieran teniendo una especie de
discusión que al parecer ganaba Sebastián, lo deduje por las
expresiones en su rostro.
—Debes de tener algo muy especial para convencer a mi hermano de
entrar a una fiesta. —Sebas besó mi mejilla una vez más y se alejó
tomando la mano de Manuel que parecía asustado.
—¿Todo bien?
—Si sigues siendo obvia como hace rato, todo estará mejor.
Rehuí de su risita, aunque me gustase escucharla, lo sentí cerca tan
cerca que mis impulsos de alejarme se manifestaron, pero fue tarde,
parpadee un par de veces al darme cuenta que lo tenía pegado a mí,
sonriendo victorioso de forma contagiante, nerviosa miré hacia los
lados donde todos parecían concentrados en la pantalla improvisada
en una pared blanca.
—Estás siendo demasiado obvio—dije nerviosa.
—Lo sé, pero no importa—gritó para que pudiera escucharlo—, te voy
a dar el último beso del año—anunció antes de hacerlo, sin darme
tiempo de reaccionar, solo dejándome llevar por su ritmo, suave pero
demandante, la gente gritaba jubilosa a nuestro alrededor haciendo
de aquello un tanto más inolvidable—. Ahora el primero del nuevo
año—susurró sobre mis labios permitiéndonos tomar un poco de aire.
Debí hacerles caso a mis alertas que en ese momento me advirtieron
que debía disminuir la velocidad en la que estábamos yendo, pero
preferí ignorarlas, escogí aferrarme al cuello de Santiago como si no
tuviera nada que perder, como si de verdad necesitara de esas
sensaciones que despertaba y que yo neciamente negaba.
Cuando pensé que mi corazón no podía latir más rápido, susurró feliz
año nuevo jugueteando con mi nariz, ni siquiera pude responderle,
solo sonreí sintiendo que el jueguito mental se estaba acabando,
sintiendo que estábamos entrando en algo más complejo.
Estúpidamente creyendo que ambos estábamos en la misma sintonía.
Me soltó cuando su hermano se acercó para desearle un feliz año
nuevo, los vi abrazarse, sonreír, incluso Sebastián atrajo a Manu
hacia él cuando soltó a Santiago. La fiesta seguía para todos, después
de tres tragos logré convencerlo de bailar conmigo, aunque fuese un
poco, me dio la impresión que se empezaba a sentir más a gusto, y
me convencí de ello cuando aceptó posar para una foto de los cuatro
juntos.
No cruzó palabras con Manuel, pero al menos se miraba más
relajado, y el ambiente tenso se estaba disipando, a las tres treinta de
la mañana decidí que la fiesta había acabado para mí, el alcohol
estaba haciendo efecto para evitar hacer algo vergonzoso lo mejor
que podía hacer era ir a dormir.
—¿Te vas tan pronto? —preguntó Manu al ver a su novio
despidiéndose de Santiago.
—No quiero hacer el ridículo.
—¿O te urge hacer algo más interesante en otro lado? —Apuntó a
Santiago con la barbilla haciéndome reír con su poca discreción.
—Eso que insinúas no pasará—tomé el shot que cargaba en la mano
de golpe—, al menos no hoy. —Agregué risueña.
Santi me ofreció su mano a unos cuantos pasos de distancia, me
despedí de Manu antes de aceptarla y salir riendo de ese edificio, él
parecía más sobrio que yo, pero sabía que estábamos en iguales
condiciones.
—¿Quieres que conduzca yo? —Pregunté antes de llegar hasta el auto.
—No, estoy bien puedo hacerlo.
—No amigo, estás más ebrio que yo y no llevas tus lentes, no quiero
morir tan joven, además yo—me quedé callada al ver cómo extendía
las llaves hacia mí—, gracias—dije sonriente.
Subí al auto entusiasmada, intenté meter la llave, pero no encontraba
el orificio, después quise ajustar el asiento y me di cuenta que estaba
demasiado mareada, me sentía observada y eso me hacía más torpe,
me incliné para intentar de nuevo con la llave sin lograrlo, al
incorporarme me di un golpe con el volante haciéndolo reír a
carcajadas.
—Eres un desastre Valentina... cédeme el puesto, yo conduciré.
Besó mis labios brevemente cuando nos topamos afuera del auto, le
entregué las llaves y ya adentro de nuevo, logró encender el auto con
facilidad, me pidió que abriera la guantera y mientras él buscaba sus
lentes, yo acomodaba mi pelo despeinado, ni siquiera noté que me
estaba viendo a como lo hacía fue hasta que sentí un escalofrío
recorrer mi cuello descubierto que me di cuenta que estaba bajo su
mirada directa e intimidante.
—¿Qué? —Reía por todo gracias a la influencia del alcohol y a esos
ojos que me ponían nerviosa.
—Despiertas mi inspiración sin proponértelo. —Respondió con un
tono suave, igual al que usaba cuando leía.
—¿Quieres escribir algo sobre mí?
Asintió serio, a pesar que yo reía como idiota cada vez más mareada,
cada vez más desinhibida.
—¿Qué quieres escribir?
—Creo que te enojaras al saberlo—susurró.
Luché para mantener las ideas claras en mi mente, sabía que cuando
bebía, así como lo había hecho divagaba mucho, incluso olvidaba
todo, mientras él conducía despacio y con precaución repetía
mentalmente lo que me había dicho, entre la sensación extraña en mi
estómago, los mareos, el sueño y mis dudas sentí eterno el camino.
Suspiré con alivio cuando apagó el auto en el estacionamiento de mi
edificio, me quité el cinturón para enfrentarlo de nuevo.
—¿Por qué me enojaría?
—Valentina no insistas—río con soltura evitando verme—, el alcohol
me da cierto valor que no tengo, y puedo decir algo que te haga sentir
incómoda.
Al verme contrariada se acercó con suavidad para darme otro beso
que me embriagó aún más, su respiración chocando con la mía, su
lengua con ese sabor adictivo, todo lo que estaba pasando me
envolvía en una neblina en la que solo me quería sumergir más.
—Sube conmigo y me cuentas lo que sea que te inspiro a escribir. —
Propuse sin saber en lo que me estaba metiendo.
w w
***
La habitación está en silencio, uno que solo se rompe con cada jadeo
que sale de tus labios delicados, te remueves inquieta bajo mi cuerpo
sin dejar de pasar las suaves palmas de tus manos por mi espalda, me
recreo con cada parte de tu piel que marco con besos húmedos y
demandantes, te estoy reclamando como nadie lo ha hecho, pero eres
tan distraída que no te das cuentas de mis intenciones primarias.
Respondes a cada estímulo con tanta pasión que me arrastras, me
enredas en una neblina que me arrebata la cordura, me haces olvidar el
tiempo y eso es algo que nadie ha logrado, quiero frenar, pero mi boca
no obedece y sin darme cuenta estoy a nada de prenderme de tus
pechos, redondos y con el tamaño perfecto, me has tentando tanto con
ellos que me asombro por el leve control que aún mantengo.
Dejo de besarte solo un momento, tú me miras con confusión, pero no
te atreves a decir nada, te enmudeces ante mí para luego soltar algún
comentario que me deja mudo a mí, es así siempre... pero no esta vez,
te quedas callada, respirando con agitación, ofreciéndome la hermosa
imagen de tus pechos subiendo y bajando con cada exhalación.
Mis manos tiemblan, no son nervios, es deseo doloroso, de ese que
quema, que enerva, que punza en cada parte de mi cuerpo, mis manos
hacen contacto con la piel delicada de tus hombros, las pequeñas
tiritas de esa tonta camisa rosa se deslizan, el relamazo de adrenalina
eleva mi temperatura, tus pezones son rosas del mismo tono que tus
labios, pequeños, perfectos, parecen dos piedrecitas preciosas
adornando la redondez sensual de tus senos.
La saliva se acumula en mi boca, por primera vez el término "se me
hizo agua la boca" tiene sentido para mí, ansío con todas mis fuerzas
probarte completa, pero me quiero tomar mi tiempo, no sé cuándo
vuelva a repetirse algo así.
Porque encontrarte a ti, es una de esas cosas maravillosas que no
suceden a menudo... gimes, gimes cuando mi lengua viaja al contorno
de uno de tus pechos, tus manos se hunden en mis hombros, se lo que
quieres, pero no pienso dártelo, me demoro a propósito, juego contigo
siendo consciente que ninguno de los dos pierde...
Gimes, y lo haces con deleite tan jodidamente sexy que siento que
estoy a punto de correrme, mis dientes raspan tus pezones sensibles y
me regalas de nuevo otro gemido, casi ronroneo, me calientas la
sangre, me palpitas en todo el cuerpo, ¿no te das cuenta como me
tienes?
Me descontrolo cuando dices mi nombre en forma de siseo, te aferras a
mi pelo acorralándome entre tus pechos, me ahogo en un deseo que no
quiero ni puedo reprimir más, y sin darme cuenta, por supervivencia
dejo que mis instintos actúen por mí. Me bebo cada gemido de tu boca,
mis manos te estrujan, masajean con vehemencia cada curva de tu
cuerpo, siento que no puedo más que el aire se me escapa que estoy
muriendo hambriento... hambriento de ti.
Marcó tu abdomen con un beso largo y leves mordiscos, no te
incomodas, gimes tan alto que tu voz se distorsiona, tus piernas
lechosas se abren para mí, me lo pides, me lo imploras con los ojos
entrecerrados por el deseo, y tan brillantes que me parecen más verdes
que nunca.
Te muestras para mí, seduciéndome en cada gesto, en cada jadeo que
sueltas sin control, famélico te observo grabándome cada detalle de tu
armonioso cuerpo, tus pliegues rosas y desbordantes de humedad se
roban mi atención, mi aliento, mi voluntad.
Quiero besarte, quiero comerte, estoy listo para hacerlo, mis manos se
afianzan en los huesos de tus caderas, te sujeto con tanta fuerza que
tiemblo, Valentina me estas matando... mi garganta se seca, mi mente
se nubla y todo se difumina cuando abro los ojos, todo fue un sueño,
un maldito sueño.
SS
No importaba las veces que leyera el papel que sostenía entre las
manos, el resultado era el mismo siempre, el corazón me latía
desbocado, la piel me hormigueaba entera, la viscosidad en medio de
mis piernas me indicaba que estaba igual de húmeda que la primera
vez que leí esas perversas líneas.
No fue el alcohol lo que me hizo reaccionar así de hipersensible, fue
el deseo percibido en cada frase escrita de su puño y letra, me senté
sobre la cama renuente a seguir ahí, a pesar que la temperatura era
fría yo moría del calor que provenía de mi mente, mi cerebro estaba
excitado mi cuerpo temblando, ni siquiera me había puesto una mano
encima y Santiago había logrado ablandarme hasta derretirme, y
literal me estaba derritiendo.
La ducha no me ayudó mucho, entendí cuando me vestía que mi
estado extraño no solo tenía que ver con Santi y su sucia cabeza, la
resaca también me estaba acabando, me vestí buscando prendas
frescas, mi piel ardía, hasta mis pechos dolían con el roce del sostén.
Eran las once de la mañana, moría de hambre y no había nada en mi
cocina, me pareció una grandiosa idea ir a la casa de Manu.
Mataría dos pájaros de un tiro, chisme y comida a la vez, Manu
siempre tenía algo que ofrecerme y el chisme tampoco le faltaba
jamás. Me puse perfume viéndome en el espejo que colgaba de una
pared de mi habitación, tomé mis llaves y me encaminé a la puerta,
un reflejo brillante sobre la mesita del salón, llamó mi atención, me
acerqué a paso rápido sorprendiéndome al encontrar el reloj de
Santiago.
¿En qué momento se lo quitó? Lo tomé imaginando el desconcierto de
Santi al verse sin su reloj, el tipo lo miraba cada cinco minutos, pensé
que estaría a punto de enloquecer, lo inspeccionaba sin dejar de
caminar quería llamarlo, pero mi teléfono estaba descargado.
La verdad moría por ello, quería verlo, más que un deseo era como
una especie de necesidad, aunque fuese incómodo nuestro encuentro
después de lo que él me había escrito, quería propiciarlo.
—¡Pasa! —gritó Manu con un tono de fastidio, empuje la puerta
entrando con una sonrisa en los labios—, llevas media hora tocando y
yo tenía media hora diciéndote que entraras.
Estaba sentado sobre el sillón, con el cabello húmedo y el rostro
fresco, parpadee varias veces queriendo desaparecer esa sensación
de mareo permanente que me atacaba, maldita resaca.
—Manu muero lentamente.
Se burló con una risita contagiosa, palmeó el sillón invitándome a
sentarme a su lado, cosa que hice de inmediato caminando a paso
rápido, cerré los ojos al apoyar la cabeza al respaldar, me sentía mal,
muy mal, resacosa, excitada, confundida.
Un olor delicioso invadió la estancia, comida... mi estómago vibró a
causa del hambre, me enderecé sobre el sillón y me llevé la sorpresa
de mi vida, Manu no estaba solo, Sebastián sin camisa y recién
duchado le ofrecía un sándwich que se miraba delicioso. Pero no más
que él, Sebas era guapísimo, con un cuerpo atractivo, una sonrisa
magnética y un encanto que desprendía hasta en su andar.
—No sabía que teníamos visita—dijo sonriente.
—¿Te quieres comer el sándwich o a mi hombre? —murmuró Manu,
reí nerviosa sin dejar de ver a Sebas que estaba ajeno a lo que
nosotros decíamos.
—El sándwich, yo al que me quiero comer es al hermano.
—¡Valentina! —me reprendió con una falsa seriedad, yo misma me
sorprendí de lo que dije, el alcohol que aún corría por mis venas
estaba soltando mi lengua.
—¿Quieres comer algo Valentina?
—Por favor, muero de hambre y mi alacena está vacía.
Los dos rieron a la vez, había una complicidad tan bonita entre ellos
que me causaba una ligera envidia, nunca tuve una relación así,
mientras Sebas preparaba un café para mí, Manu lo ayudaba a cortar
tomates y cebollas para los sándwiches, vi a mi amigo apoyar la
cabeza en la espalda sensual de su novio y sonreí enternecida con ese
par de galanes.
—¿Cómo llegó eso a tus manos? —preguntó Sebas tomando un poco
de café—, Estoy seguro que Santiago no se lo quita ni para cog
—¡Sebas! —reprendió Manu—, Valen es una dama.
—Lo siento, quiero decir que no se lo quita nunca.
—No soy una dama... bueno si —dije al ver la cara de Manuel—, pero
no soy tan propia así que siéntete en la libertad de hablar como
quieras.
—¿Quieres otro? —ofreció Manu al ver mi plato vacío.
—Por favor.
Se puso de pie dejándome sola con el bomboncito menor de los Sadas,
lo miraba a los ojos para no incomodarlo, porque, aunque me gustase
su hermano, no era ciega, el tipo era divino.
—¿Santi pasó la noche contigo?
—No, no... solo me trajo y, ya sabes, Sandy dijo que, no es que yo
quisiera que se quedara, pero.
—Tranquila —río divertido—, entiendo lo que quisiste decir, solo te
trajo, y supongo que ni siquiera sugirió quedarse por nuestra celosa
hermanita.
—Si.
—Es curioso ¿no?, tú viviendo tan cerca de Manu tienes una relación
con mi hermano. ¿Cómo lo conociste?
—Espera un segundo, no tenemos ninguna relación— aseguré
nerviosa— o sea, solo estamos saliendo, algo casual, super casual.
—Cariño —susurró con un tono ronco —Si sales con Santi ya es una
relación, él no es de salir mucho, si fuera algo casual no te hubiera
conocido, mi hermano es práctico, no tiene citas, para el casual es
coger y adiós. ¿Si entiendes, ¿no?
Asentí, ansiosa y nerviosa, pero mostrándome indiferente, Manu se
acercó con otro delicioso sándwich que tragué literalmente. La estaba
pasando bien, sin pensar en todo lo que había dicho Sebas y sin
recordar los acontecimientos de la noche anterior, disfrutaba de las
charlas acerca de la fiesta y la diversión, cuando mi mamá comenzó a
llenar el grupo familiar de WhatsApp con fotos de Vannesa y su
novio.
—Estabas mejor con el teléfono apagado, deja eso —pidió Manu—, te
cambió la cara.
—Es mi mamá, comenzó a mostrar a mi hermana con su novio y
ahora mis tías preguntan con quién pase la noche vieja yo, odio mi
vida —los dos suspiraron a la vez llamando mi atención, los vi y
sonreí confundiéndolos un poco—. Chicos hagan espacio para mí—
pedí antes de ponerme de pie.
Se separaron solo centímetros que aproveché para sentarme en
medio de ambos, le pedí a Manu que con su brazo largo nos sacara
una foto a los tres juntos, posé sonriente abrazada a esos dos guapos
hombres, envié la foto muerta de risa acompañada con la frase
"Buenísimos días".
—Nos estás exhibiendo como tus amantes— comentó divertido Sebas.
—No te preocupes, mis tías no harán viral la foto.
—Deberías mostrar al de verdad.
Mi risa se silenció al instante, y no porque estuviese molesta o algo
parecido, aquel comentario me erizó, Santi mi amante...
Estaba inquieta, los chicos planeaban su tarde mientras yo solo
pensaba en llamarlo, miraba el reloj que sostenía entre las manos, en
la parte trasera de este, estaba grabado el nombre de Angela, Sebas
me explicó que así se llamaba su madre y era una forma que tenía su
hermano de mantenerla cerca, me pareció tan dulce que me dieron
ganas de buscarlo para abrazarlo, en realidad buscaba desesperada
una excusa en mi mente para alentarme a verlo.
—Yo prefiero dormir, casi no pegué el ojo en toda la noche.
—Quedarme encerrado toda la tarde no es opción de plan para mí —
respondió Sebas.
—Mañana trabajo, necesito descansar hoy.
—¿Trabajo?, pensé que tendrías libre un día más, estás a un paso de
convertirte en Santiago, ¡Puedes creer que está en el Primé! —dijo
viéndome a mí.
—¿En el centro comercial?
—Si, las oficinas están cerradas, pero él está ahí, en unos días se
reúne la junta directiva de todas las inversiones de mi papá, hay que
presentar planes de trabajos, proyecciones y esas cosas que me dan
dolor de cabeza.
—¿Estás seguro que está ahí?
—Si —se encogió de hombros—, Sandy me lo contó cuando hablamos
más temprano.
—Podemos ver algo en Netflix—susurró Manu interrumpiendo
nuestra conversación, me puse de pie haciendo una mueca exagerada
de aprobación que hizo reír a carcajadas a Manu.
—Los dejo para que se decidan a solas, disfruten su tarde —dije
usando un tono sugerente que los hizo sonrojar.
Mientras caminaba hacia mi departamento, noté como mi corazón se
aceleraba ante la posibilidad de ir a buscarlo, aunque las dudas
hacían su intento por detenerme, mis impulsos ganaban; decidí
cambiarme, maquillarme un poco más, recoger mi pelo en una coleta
alta y ponerme lo más ajustado que tuviera en mi closet.
Me pareció grandiosa la idea de jugar a provocar al tipo ocupado con
mente sucia que me gustaba tanto, en realidad necesitaba igualar
nuestras condiciones, Santiago en ese momento tenía mi mente
estimulada, lo justo era dejarlo en el mismo estado en el que yo
estaba desde que leí ese papel.
¿Cómo enfrentarlo? me hacía la misma pregunta una y otra vez
mientras el taxi me llevaba hasta el Prime Mall, podría actuar con
indiferencia, hacer un chiste sobre lo que escribió, o simplemente
fingir que estaba tan ebria que no recordaba nada, no tenía nada
claro, la única certeza era que mis deseos por verlo superaron mi
autocontrol.
El centro comercial estaba casi vacío, los pasillos en los que
regularmente caminar era complicado lucían desérticos, quise hacer
tiempo caminando por los pasillos, para controlar esa sensación
incómoda en la boca de mi estómago, cuando al fin tomé valor
descubrí que el elevador privado estaba cerrado, no tenía otra opción
más que usar las escaleras que me llevaban hasta el quinto piso.
Me sentía como una adicta que hacía de todo por conseguir una dosis,
la Valentina de siempre jamás habría salido de la cama con resaca y
puesto linda para ver a un tipo, nada valía tanto esfuerzo hasta que
llegó él.
El aire me faltaba, mi condición física era reprobable, suspiré al
llegar al piso lleno de oficinas, no había una sola alma en ese sitio,
pero se escuchaban ruidos en uno de los pasillos, tomé aire para
continuar mi camino, me parecía tan extraña la calma que envolvía
todo, sin ese estrés que respiraba cada vez que ponía mis pies en ese
lugar.
Mis palpitaciones aumentaron al estar frente a las puertas abiertas
de su oficina, sonaba música en volumen muy bajo, la misma que
puso en su auto viejo... sin pensarlo mucho asomé la cabeza
encontrándolo tecleando a gran velocidad, con la vista fija en la
pantalla, los lentes puestos y completamente concentrado.
Entré sin hacer ruido, controlando mi respiración agitada que
empeoraba a medida que era consciente que a ese hombre que estaba
ahí frente a mí, le despertaba pensamientos subidos de tono con solo
mirarme.
Levantó el brazo izquierdo dirigiendo su vista hasta su muñeca, negó
murmurando una maldición al darse cuenta que no tenía su reloj, una
risita nerviosa que se escapó de mi garganta seca fue lo único que
hizo que se percatara de mi presencia.
Se quitó los lentes para luego acariciar la parte trasera de su nuca,
parecía confundido o simplemente muy cansado.
—¿Valentina?
—No, su gemela.
No se río de mi chiste, solo me observó de pies a cabeza como
convenciéndose que era yo quién estaba ahí frente a él.
—Hola... no recuerdo casi nada de lo que pasó ayer, pero encontré
esto en mi departamento —dije mintiendo, le mostré el reloj y solo
entonces sonrió con amplitud—, no sé cómo llegó a parar ahí, no
recuerdo que hayas subido conmigo.
Mentiras y más mentiras que no podía dejar de decir, las manos me
temblaban tanto que opte por meterlas en los bolsillos traseros del
jean.
—He pasado el peor de los días pensando que lo había perdido.
Caminó hacia mí con su andar elegante y controlado, todo lo
contrario, a mi estado de nerviosismo estúpido, temblaba como
gelatina mientras aguardaba que acortase de una vez la distancia.
—Que gusto verte esta tarde— estampó un beso suave en mi mejilla,
uno que tardó más de la cuenta y me puso más arrítmica, su mano
presionó mi cintura, mis pechos se endurecieron en respuesta—. Me
imaginé todo, menos verte hoy, me alegra mucho que vinieras.
Asentí presionando mis labios no quería decir ninguna estupidez,
acercó su rostro una vez más al mío, besó mis labios brevemente
antes de alejarse rumbo a su escritorio sujetando mi mano para
arrastrarme con él.
—Iba a pasar por tu departamento cuando saliera de aquí, yo
tampoco recuerdo mucho de anoche, pero supuse que tal vez lo había
olvidado ahí —señaló el reloj.
—¿No recuerdas mucho?
—Tomé demasiado, no sé ni cómo llegué a casa... tuve demasiados
problemas para despertar esta mañana.
Lo observé detenidamente queriendo comprobar que era sincero, en
realidad si habíamos tomado mucho, él tal vez más que yo, pero me
parecía imposible que no recordase, me convencí de que fingía tanto
como yo lo hacía, una parte de mí sintió alivio por que no estaba
preparada para enfrentar lo que descubrí la noche anterior, otra
estaba decepcionada por su falta de valor, mi cabeza era un lío, yo
era un desastre.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Intuición—respondí arqueando una ceja.
—Espero que tu intuición siempre te traiga a mí—susurró en medio
de una sonrisa.
Permanecimos en su oficina por dos horas más, había hecho el
intento de irme, pero encontró la manera de detenerme, a medida
que la conversación fluía mi ritmo cardíaco se normalizaba, aunque
no dejaba de sentirme sensible a cualquier mirada, sonrisa, o caricia
por muy inocente que esta fuese.
Me contó que estaba trabajando en el plan de trabajo del nuevo año,
el calendario de eventos, las proyecciones e incluso en la propuesta
de remodelación del centro comercial, cuando lo cuestioné acerca de
escoger un día libre para trabajar me respondió que no tendría
oportunidad para trabajar el resto de la semana. Su familia
organizaba un viaje de cinco días a una casa de campo todos los años
para la misma fecha.
Su mamá fue la de esa idea para desconectar al señor Saúl del
trabajo, después de su muerte se volvió aún más especial tomarse
esos días para estar en familia, por ello trabajaba a marchas forzadas
para poder disfrutar de esos días de tranquilidad.
—¿En serio no te sientes ni un poco mal?, yo no he podido estar
tranquila todo el día, me duele la cabeza, me siento mareada, aún me
siento borracha.
—Nunca he tenido problemas de resaca, es como un don —dijo riendo.
—Bendito don.
—No te quejes, tú tienes el don de lucir linda siempre, hasta con
resaca.
—Quisiera tener el don del convencimiento y así haberte sacado de
aquí desde hace una hora —rehuí a su coqueteo con habilidad, quería
mantener la compostura.
—Ojalá pudiera irme sin terminar esto, pero en realidad no puedo.
—¿Cuántas horas llevas aquí?
—No lo sé, llegué a las ocho de la mañana o algo así, sin mi reloj me
siento perdido.
—Tenías tu teléfono contigo.
—Me gusta todo a la vieja usanza—sonrió de manera encantadora.
—Es de la vieja usanza comer, distraerse, salir de esta oficina... por
favor, salgamos de aquí, o me tendré que ir sola.
—Prometiste quedarte —dijo rápido haciendo contacto visual.
—Tienes horas metido en este lugar, trabajar tanto no es sano, ven
conmigo —pedí ofreciéndole mi mano—, prometo que no te vas a
arrepentir —intenté animarlo con una sonrisa pícara, que
sorpresivamente funcionó.
—¿Siempre cumples tus promesas? —cuestionó mientras apagaba la
computadora.
Asentí risueña extendiendo mi mano para que la tomara, me gustaba
la sensación de tenerlo así de cerca, aunque me producía calor el
contacto con su piel, no nos soltamos hasta que tuvo que sacar una
especie de llave para abrir el elevador, mientras lo hacía aproveché
para observarlo, pocas veces lo miraba vestido así, sin sus trajes
costosos.
—¿Dónde me llevas Valentina? —preguntó cuando entramos al
elevador.
—A comer, eso tiene que ser lo primero, luego podemos ver que nos
depara el resto de la tarde.
Soltó una carcajada contagiosa para luego verme fijamente, en ese
momento recordé una vez más lo que escribió, fue inevitable
sonrojarme, me preguntaba si todo el tiempo que estábamos juntos lo
inspiraba de esa forma, peor aún temía que de verdad soñase así
conmigo.
—Luces adorable sonrojada.
—No estoy sonrojada, tengo calor.
—¿Entonces yo te produzco calor?
—¿A qué juegas Santiago? —me mordí los labios para no reírme por
los nervios mientras lo observaba esperando respuesta.
—A coquetearte, pero tú no caes—reí con él aceptando la mano que
me ofrecía para que saliéramos caminando juntos.
Estaba relajado, aunque mientras caminábamos hacia el
estacionamiento comentó que regresaría a terminar lo que dejó
pendiente, tenía ganas de comida casera, me habló de un restaurante
pequeño que no quedaba lejos de mi departamento, al que solía ir
mucho con Sandy y al cual finalmente fuimos.
—¿Te gusta mucho tu trabajo? —pregunté cuando mencionó una vez
más regresar al Primé.
—En realidad lo odio, pero acepté el reto y no puedo echarme para
atrás, mi papá cuenta conmigo y debo esforzarme.
—También necesitas descansar, relajarte, pareces sentirte culpable
por estar aquí, teniendo un rato para ti.
—No, no culpable no —negó serio—, tenso, pero no culpable, me gusta
relajarme contigo.
—¿Cuándo vas a dejar de coquetearme?
—Cuando dejes de sonrojarte.
La tarde se me fue volando, entre emociones confusas y charlas
ligeras sobreviví a sus acercamientos manteniendo una actitud
aparentemente tranquila, había algo entre los dos que podía
percibirse con facilidad, pero no lograba identificarlo con certeza, era
entre una especie de tensión sexual, y un tonteo menos superficial,
evitaba crearme expectativas, pero a esas alturas no podía negar que
Santiago Sada me atraía en todos los sentidos imaginables.
Camino a mi departamento recibió una llamada de Sandy, necesitaba
hablar con él, lo pidió a gritos que escuché desde el asiento de
copiloto, el manteniendo el control le pidió que se calmara que en
unos minutos llegaría a casa.
—Tuvo una pelea con mi papá —explicó cuando llegamos al
estacionamiento —, siempre que discuten nos llama a mí y a Sebas
para que intervengamos a favor de ella.
—Debe ser difícil tener su edad y vivir rodeada de tres hombres,
supongo que todos son celosos y sobreprotectores.
—Yo no lo soy —replicó de inmediato—, solo me preocupo por ella.
—Si lo eres, pero no lo reconoces... ve con ella, gracias por haber
aceptado salir de tu oficina, según lo que todo el mundo dice de ti,
logré algo muy difícil.
—¿Has averiguado mucho sobre mí? —preguntó coqueto.
—Claro que sí, me interesa mucho conocer al autor del próximo libro
que publiquemos.
—¿Hasta cuándo lo vas a negar? —su falsa indignación me hizo
sonreír mucho, quería evitar sentirme así, como una tonta que
encontraba encantador todo lo que hacía o decía.
—No niego nada, creo que todo es evidente... ahora debo bajar y tú
tienes que ir a ver a tu hermana, disfruta mucho de tu viaje.
Bajé del auto después de darle un beso en la mejilla, me urgía huir de
él y no entendía el porqué, había avanzado unos cuantos pasos
apenas cuando gritó mi nombre.
—No te veré por cinco días, al menos un beso ¿no?, se un poco obvia
y vuelve aquí —pidió acercándose.
—Me parece un poco autoritaria tu forma de pedir un beso.
Sonrió negando mientras sujetaba mi cintura para atraerme hacia su
pecho, ese tipo de acercamiento era de lo que estaba huyendo, lo
comprendí cuando mi piel se erizó al sentirme apresada entre sus
brazos, cuando una punzada entre mis piernas me sorprendió al
besarlo.
—Creo que ya fuimos suficiente obvios por hoy —susurré sobre sus
labios, negó intentando besarme de nuevo, no logré resistirme, pero
al menos no permití que el beso fuese más profundo, más intenso—,
que tengas un lindo viaje —dije apartando sus manos de mis caderas.
—Muchas gracias Valen.
—Intentaré avanzar la lectura, de verdad me interesa terminar el
libro de una vez.
—No lo intentes, tenemos un trato —sentenció—, debemos leer juntos.
—Está bien, esperaré, pero no puedes tardar mucho.
—No lo haré, lo prometo —tomó mi mano para llevarla hasta la altura
de sus labios—. Descansa preciosa Valentina —susurró despacio
dejándome congelada—, siento que estoy teniendo una especie de
deja vu ¿tú no? —esbozó una radiante sonrisa, me lanzó un beso
sonoro y dio una media vuelta para volver a su auto.
w w
Ser adulto era difícil, cruzaba la calle con las manos cargadas con
bolsas del supermercado, se me había hecho tarde en la editorial,
pero comprar comida era algo de vida o muerte.
—¡Manu, ayuda! —grité al verlo caminar hacia el edificio, se apresuró
por socorrerme, pero alguien que caminaba tras de mí se le había
adelantado.
Giré de inmediato al sentir como me quitaban las bolsas de las
manos, sonreí un poco decepcionada al ver a Sebastián sujetando mis
cosas, leer esas breves reseñas de libros de romance me estaba
afectando, por un segundo pensé que quién caminaba a mi espalda
era Santi.
—Gracias a Dios, sentía que se me caían antes de llegar a mi
departamento.
—¿Cómo estás? —Saludó con un suave beso en la mejilla, olía
delicioso, casi tan bien como su hermano.
—Cansada pero bien.
Llegamos hasta donde estaba Manu que nos esperaba sonriente,
tenían planeado un maratón de su serie favorita al cual me invitaron,
me negué, aunque insistieron, no podía desvelarme, menos dejar
para después la tarea que debía enviar al día siguiente a primera
hora.
Manu se mostró orgulloso de mí, aunque bromeara con el asunto, se
alegraba de que estuviera intentando administrar mejor mi tiempo
como él tanto me lo pedía.
—Mañana una banda que nos gusta mucho toca en un bar que no está
lejos, si quieres venir, eres más que bienvenida.
—Sebastián, tú me quieres regresar al mal camino —bromeé saliendo
del elevador—. Mañana es la presentación del libro y tengo que
quedarme hasta que acabe porque debo coordinar unas entrevistas al
autor.
—¿Trabajas en una editorial?
Miré a Manu que de repente se puso serio, su novio sabía poco de mí,
cosa que no me parecía extraña pero que de alguna forma me
desconcertó un poco.
—Sí, soy editora de adquisiciones, ya sabes..., la que se encarga de
buscar libros y eso.
—Libros y eso... —Sonrió—. ¿Cómo conociste a Santiago?
—Por Sandy.
—¿Y a Sandy?
—Por los libros —respondí con obviedad, sacaba las llaves de mi bolso
sin notar la forma en la que me miraba.
—Espera, espera... ¡Sandy ha estado escribiendo de nuevo!, por eso
ha tenido problemas con mi papá, y Santiago supongo que tiene que
ver con esto. —Me dio la impresión que pensaba en voz alta, encogí
los hombros y entré antes que ellos.
—Hablando de Santiago, ¿cómo está?, tengo días de no verlo. —
Aprovechando mi necesidad por cambiar el tema, se me ocurrió
preguntar por algo que me interesaba.
—Nadie lo ve mucho, está trabajando en una propuesta para mi papá,
no le fue tan bien en una junta con él y... —Hizo una pausa
suspirando—. Santiago está obsesionado por cumplir las expectativas
de papá.
—Debe de estar muy estresado —comentó Manu.
—Es una pesadilla, ayer discutió conmigo porque estaba en su sitio
para estacionar, está histérico, ni siquiera Sandy que le soporta todo
quiso tenerlo cerca.
—Pobre.
—Pobre de nosotros que tenemos que lidiar con su neurosis, deberías
de apiadarte de todos e ir a buscarlo. ¡Sí! —dijo cuando me vio
negar—, le han de hacer falta unos buenos mimos, unos besos, una
charla... —Sonrió coqueto, torcí los ojos haciendo que él y Manu
rieran a carcajadas.
—Gracias por la ayuda.
—Descansa, Valen, y ya no nos rechaces tantas invitaciones —dijo
Manu.
—Piensa lo de Santiago, piénsalo —agregó Sebas antes de salir.
En lo único que no quería pensar era precisamente en Santiago,
guardé las cosas que compré a toda prisa para poder tomar un largo
baño. El plan era relajarme y dormir temprano, el día que me
esperaba sería espantoso. Decidí lavarme el pelo, me urgía ese tipo
de mimos, a lo lejos escuchaba mi teléfono sonando, pero jamás iba a
interrumpir ese momento tan mío.
Cuando salí del baño, el teléfono estaba sonando de nuevo, mi
intuición hizo que me diera prisa para responder, miré la pantalla
por largos segundos antes de aceptar la llamada, era Santi, lo sabía,
por eso me puse nerviosa antes de tiempo.
—Hola —saludé sintiendo como mi pulso se aceleraba.
—Pensé que no querías responderme —dijo en voz baja—, ¿cómo
estás?
—Bien, ocupada con asuntos de la editorial. —Intenté que mi voz
sonara firme, para que no percibiera mi estúpido estado de emoción
ocasionado por oír su voz.
—El lanzamiento del libro, lo recuerdo... Yo he estado muy
ocupado también, no tienes idea de cuánto, he trabajado más de
quince horas al día en la última semana, estoy harto —suspiró,
sujeté mejor el teléfono mientras me dejaba caer en la cama.
—¿Cómo te fue en la reunión con la junta directiva?
—Lo recordaste. —Escuché un matiz de sorpresa en su voz, Santi
pensaba que no le ponía atención.
—Dime cómo te fue.
—No como esperaba, pero mañana espero sorprenderlos, tengo un
día decisivo, pero seré libre al fin. ¿Puedo pasar a verte mañana?
Apreté los labios para no decir alguna estupidez, lo de las mariposas
en el estómago no era un cuento, lo descubrí en ese instante que las
estaba sintiendo.
—Mañana tengo la presentación del libro —dije después de aclarar
la garganta—, será un poco complicado, terminaré tarde, pero
puedo enviarte un mensaje cuando ya esté en casa.
—Por favor —soltó un suspiro de cansancio que me hizo sentir pena
por él.
—¿Todo bien?
—Solo estoy muy exhausto, aún sigo en mi oficina. ¿Valen, por
qué no me respondías?, todos estos días he intentado hacerme de
algún tiempo para verte, pero resultó imposible.
—Me estaba duchando —respondí viéndome las uñas, sin tomarle
demasiado importancia a lo que dije.
—¿Duchando?
Escuchar ese tonito me hizo entrar en alerta, me senté sobre la cama
sosteniendo mejor la toalla como si tuviera miedo que alguien me le
arrebatara.
—Sí, duchándome —llevé mi mano derecha a la frente para darme
pequeños golpes que pretendía acomodaran mis estúpidas ideas—, no
debí decirte eso.
—¿Por qué no? —preguntó divertido.
—No quiero desatar tu imaginación, autor de líneas perversas.
La carcajada sonó tan fuerte que tuve que alejar el teléfono de mi
oreja, lo pude imaginar riendo con los ojos brillantes.
—¿Ya nos dejamos de hacer los tontos?
—Dímelo tú —ataqué al instante.
—Veo que no te molestaron mis líneas perversas... ¿Te gustó,
Valentina?
—¡Mierda, no! ¡Cállate!, no quiero hablar de esto cuando estoy
desnuda y mojada... No te rías, Santi, me refiero a mojada porque
me acabo de bañar, no mojada..., ay Dios. —No podía quedarme
callada, dije tantas estupideces sin poder detenerme, desatando las
carcajadas de Santiago.
—Valen.
—¿Sí? —dije muriendo de vergüenza.
—Me llamaste Santi.
—Lo siento, no sabía que no te gustaba.
—No me gusta, me encanta..., suena muy bien Santi con tu
voz, ahhhh, Valen, desatas mi imaginación.
—¡No! —exclamé entre risas y lamentos vergonzosos—. Voy a
colgarte, nos vemos mañana.
—Espera, espera —pidió sin dejar de reír—. ¿Por qué quieres
colgarme?, sigue hablando conmigo mientras te vistes —siguió
bromeando.
—Nos vemos mañana, trae el libro por favor.
—Pensé que había quedado claro que lo del libro era una excusa.
—Para ti, para mi no. —De repente me sentí irritada y hasta él se
percató del cambio en el tono de mi voz, dejó de reírse.
—Acordemos una cita de lectura para el fin de semana, podemos
avanzar incluso hasta cinco capítulos, así solo nos quedarían
pendientes cinco más; mañana quiero ver a Valentina, no a la
editora que insiste con mi libro.
—Está bien.
—Descansa, preciosa Valentina.
—Gracias —respondí tímida antes de colgar.
La llamada me dejó pletórica, al día siguiente desperté con el mejor
humor del mundo, a pesar de que mi alarma sonó a las seis treinta.
Más que nervios, eran ansias las que me recorrían, la presentación
del libro era mi gran prueba, llevaba apenas tres meses en la
editorial y me estaba enfrentando a un lanzamiento.
Desayuné en el taxi, la adrenalina me estaba haciendo actuar de
forma acelerada antes de tiempo, el autor del libro que vivía fuera de
la ciudad llegaba después del mediodía, tenía que dejar todo
preparado para poder recibirlo.
—¿Qué es eso? —preguntó Laura al verme escribir algo en aquella
agenda, el curioso regalo que medio Santi.
—Tengo una agenda... Ya sé, búrlate —dije resignada, había
comentado durante un almuerzo en la oficina lo ridículo que se me
hacía usar una—. Fue un regalo, yo no compraría una, pero debo
reconocer que me ha servido de mucho.
—Organizarse es el secreto del éxito.
Y sí que lo era porque todo me estaba saliendo milagrosamente bien.
Enrique, el autor del libro, llegó puntual a la editorial, supuse que
estaría cansado por su viaje, aunque corto desgastante, pero estaba
equivocada, me pidió darle un tour por las minúsculas instalaciones
de la editorial y después me invitó a tomar un café para discutir
algunos detalles de la presentación.
Laura se ofreció a acompañarnos al notarme incómoda, hablar con
desconocidos seguía siendo un tanto difícil para mí, juntas aclaramos
sus dudas, y nos curamos los nervios, porque los tres estábamos
nerviosos.
Salí de la editorial antes que los demás, tenía que ir a cambiarme y
luego a la librería, quería dejar de pensar que algo podía salir mal,
tenía arraigada la creencia que nada podía estar saliendo así de bien
sin que sucediese algo malo que equilibrara todo, en pocas palabras,
yo misma estaba invocando la negatividad.
El taxi llegó rápido a mi edificio, corrí a cambiarme ignorando mi
teléfono, mi equilibro había llegado en una llamada de mi mamá, le
respondí y me coloqué el manos libres para poder movilizarme sin
problema. Estaba furiosa, indignada por haberla dejado como una
mala madre con sus hermanas, el drama se debía a la foto que envié
con Manu y Sebastián, le respondía con monosílabos mientras me
vestía a toda prisa, sus gritos aumentaron cuando le dije que no
encontraba nada malo en dormir con dos tipos.
No es que me gustara hacer enojar con mi mamá, su drama había
llegado a tanto por nada que decidí darle un motivo supuestamente
real. Me puse los zapatos rojos, los que llamaba mis tacones de la
buena suerte, me peiné lo más rápido que pude y salí de nuevo
caminando más a prisa.
En algún momento mientras esperaba el taxi, mi mamá colgó la
llamada, cosa que agradecí porque había dejado de ser divertido
cuando comenzó a culpar a mi papá por mi vida promiscua. Me
asombré al llegar a la librería, hasta pensé que había dado la
dirección incorrecta, había una fila larga para entrar al lugar, llena
de personas que esperaban que abrieran las puertas para comprar
"El clan" y conocer al escritor.
—¡Valentina! —Un Rodrigo sonriente me saludaba desde lejos, me
acerqué rápido sorprendiéndome cuando de la nada ese señor me
abrazó emocionado—. Estamos vendiendo muy bien en línea, afuera
hay chicos esperando para entrar, tengo que decir que no confiaba en
ti, pero me has sorprendido.
—Gracias, yo tampoco confiaba en mí, pero todo... —Me quedé callada
y lo abracé de nuevo para cortar mi momento de estupidez donde
estaba admitiendo ser un fracaso—. Iré a ver que todo esté bien con
Enrique.
Hui lo más rápido que pude para evitar seguir arruinando mi buena
racha, los libros estaban listos, la mesa preparada, las sillas en sus
sitios que por cierto eran pocas. Me mordía las uñas por las ansias
que me provocaba todo lo que estaba pasando, sentía que ni siquiera
estaba disfrutando de mi "éxito".
—¿Valen, preparaste las palabras antes de iniciar?
—No —negué de inmediato haciendo reír a Laura—, soy un desastre
para estas cosas, por favor, por favor, ayúdame con esto.
—Tranquila, ya lo tenía listo, solo pensé que tal vez también lo habías
planificado, has cuidado tanto cada detalle.
Sentía que se burlaban un poco cuando escuchaba un comentario así,
en el fondo sabía que estaba equivocada, que mi falta de confianza en
mí, hacía percibir todo de forma diferente.
Todo sucedió tan rápido que no hubo cabida para los nervios, leí lo
que Laura escribió sin tener algún problema. Mientras el autor
respondía preguntas y hablaba un poco de su libro, Laura y yo nos
encargábamos de mantener el orden dada la cantidad de personas
que superaron mis expectativas.
Eran las siete treinta de la noche cuando Enrique dio la última
entrevista, el chófer de la editorial se encargaría de llevarlo al hotel,
liberándome así de todas mis obligaciones del día. Se despidió con un
abrazo, emocionado y agradecido por lo bonita que resultó la
presentación.
Me despedí de Rodrigo que conversaba con el dueño de la librería y
caminé hacia la salida para esperar un taxi.
—Felicidades, Licenciada, todo le salió muy bien. —Ladeé el rostro al
oír a Anita.
Estaba casi a mi lado, esperando un taxi como yo, le sonreí como si
no me hubiera percatado de su tonito irónico y saqué mi teléfono
para evitar hablar con ella. Estaba a punto de escribirle un mensaje a
Santi cuando un grito me sorprendió.
—¡Valentina!
Giré al escuchar su voz, venía saliendo de la librería a paso rápido y
con una sonrisa en los labios, sentí que tambaleé sobre mis zapatos al
verlo, los días sin mirarnos mermaron mi capacidad de controlarme
ante su presencia.
—Te estaba llamando desde que estabas adentro —dijo acortando la
distancia, inesperadamente me abrazó, nunca antes lo había hecho de
esa forma, estrechándome entre sus brazos con ese confort, el olor de
su perfume me hizo suspirar, cerré los ojos apoyando la barbilla en
uno de sus hombros, disfrutando de ese cálido contacto—.
Felicidades, todo fue grandioso —susurró.
—¿Estabas aquí?
No respondió, me aleje un poco para poder verlo a los ojos, asintió
antes de sujetar mi rostro y acercarlo al suyo para darme un beso
breve pero tierno sobre los labios.
—Te vi usando la agenda. —Sonrió.
—¿Desde qué hora estás aquí?
—Vamos a otro sitio a hablar.
Asentí dejando que se acercara de nuevo a mí, pasó el brazo por mi
cintura para caminar conmigo hasta su auto, no me despedí de Anita,
ni siquiera recordé que estaba a mi lado, me percaté que presenció
los cariñitos con Santi, hasta que íbamos en el auto y pasamos a su
lado.
—A pesar de tu falta de habilidad social, hablaste muy bien en
público.
—Creo que mi habilidad social ha mejorado mucho, en los últimos
días he hecho cosas que no había hecho nunca.
—Debes estar muy orgullosa de ti, todo estuvo muy bien, el autor
estaba contento —agregó acelerando un poco, me dio la impresión
que lo dijo algo molesto, y tuve que averiguarlo.
—¿Por qué lo dices?, ¿porque no dejaba de sonreír?
—Sí... Por los abrazos también.
Estaba serio, y mucho, miré hacia otro lado para que no notara como
sonreía al darme cuenta o, más bien, al suponer que estaba celoso.
—Sí, nos hicimos buenos amigos en estos días que hemos hablado —
comenté solo para medir su reacción, me miró a los ojos fijamente
hasta que el semáforo cambió de color y pudimos avanzar.
Seguimos hablando de la presentación en la cual estuvo desde que
comenzó, me preguntó si quería ir a cenar a algún sitio, cosa que
rechacé por el cansancio que me aquejaba. Condujo hasta mi
departamento haciéndome preguntas de libros que, según él, yo
había leído. Lo noté cansado, se acariciaba el cuello constantemente
como queriendo aliviar el estrés, su rostro lucía igual de atractivo
que siempre, pero se notaba que no estaba durmiendo bien.
En un impulso pasé mi mano para su barbilla disfrutando de la
textura de su barba corta, me miró un poco extrañado, pero sonrió y
me lanzó un beso que fue el causante que alejara mi mano a toda
prisa de su cara.
—¿Y a ti cómo te fue? —pregunté cuando bajamos del auto—, ¿los
lograste sorprender?
—A mi papá nada lo sorprende, pero al menos no encontró nada malo
en mis nuevas proyecciones.
Mientras nos adentrábamos en el edificio, rezaba por no toparnos
con Manu y Sebas, se miraba tan cansado que no quería enfrentarlo a
una situación así. Puso una mano en mi cintura cuando abría la
puerta de mi departamento, aquello me tomó un poco desprevenida,
después de días sin su contacto, me sobresaltaba con facilidad con
todo.
Me quité los zapatos apenas cruzamos la puerta, le ofrecí algo de
tomar que aceptó encantado, lo miré con atención cuando le entregué
la taza de café que me había pedido, no llevaba puesta ni la corbata,
ni el saco de su traje, pero no dejaba de verse elegante como siempre.
En ese momento me pregunté qué hacía un tipo como Santiago
tonteando conmigo, el tipo era listo, apuesto, estable
económicamente, y yo... una adulta que tenía comportamientos de
adolescente, que no sabía lidiar con responsabilidades, un desastre
como me llamaba él.
—Lamento mucho haberme desaparecido tanto.
—No te preocupes, lo entiendo. —Quise decirle que ya sabía cómo
eran las cosas con él, que el trabajo era su novia y yo venía siendo
una especie de amante, aunque lo nuestro no llegase a tanto—.
¿Tienes hambre?
—No, comí algo antes de ir a la presentación, Gloria no me deja ir sin
comer.
Jamás me imaginé que esa mujer mal encarada se preocupase
mínimamente por él, las apariencias engañaban.
—Cuéntame un poco cómo salió tu reunión.
—La primera fue un desastre, para mi papá el plan de trabajo que
presenté era mediocre, hice algunas reformas, aumenté mis propias
expectativas y creo que le callé la boca, ahora solo tengo un problema
—le dio un gran sorbo a la taza antes de verme—, debo conseguir un
arquitecto que se encargue de la ampliación del centro comercial en
tiempo récord.
—Seguro lo encuentras. —Intenté animarlo apretando sus hombros,
me di cuenta que cerró los ojos cuando hice más presión, jamás había
sentido unos músculos tan tensos.
—Espero que sí, estoy harto de defender mis puntos siempre con mi
padre, a veces sí quiero renunciar a todo y...
—Dedicarte a escribir libros —interrumpí, negó riendo para luego
suspirar cuando mis manos comenzaron a masajear sus hombros.
Cambió de posición dándome la espalda para facilitarme las cosas,
estaba tan tenso que ese masaje me iba a llevar toda la noche.
—Solo renunciar y tomarme unos meses para mí, pero estoy seguro
que no podría, me da ansiedad no tener algo que hacer.
—¿No te gustaría escribir, dedicarte a lo que más te gusta, estar
relajado?
—Te voy a confesar algo —susurró con voz ronca—. No he dejado de
escribir, no planeo vivir de ello, solo es algo que necesito.
—Me gustaría que necesitaras publicar un libro, me facilitarías tanto
todo.
Soltó una risa contagiante, dejándome ver al Santi que me gustaba,
de buen humor, relajado, contento. Apartó mis manos con delicadeza
y besó ambas, desatando las estúpidas mariposas en mi estómago.
—No hablemos de ese libro esta noche, terminarás diciendo que lo
único que te interesa es él.
—Sabes que es cierto —dije para provocarlo, entrecerró los ojos y
negó sonriendo antes de hablar.
—¿Recuerdas lo de ser sinceros?, ya has admitido un par de veces que
también te interesa el escritor.
—Estás siendo muy obvio —susurré nerviosa.
—Quiero serlo —respondió acortando la distancia entre los dos.
Lo miré nerviosa mientras se acomodaba mejor sobre el sillón para
acercarse, una de sus manos se situó en mi nuca y la otra sobre mi
cintura antes de besarme, correspondí al instante que nuestros labios
se rozaron, había extrañado mucho esa cercanía que una parte de mi
estaba evitando.
Mi intuición me decía que debía parar, o iba a acabar hasta
enamorada del arrogante Santiago, pero era más fuerte que yo la
necesidad de dejarme llevar por todo lo que vivía, me besaba
despacio, mordisqueando mis labios con sensualidad cuando rozaba
mi lengua con la suya.
Apreté las piernas cuando su agarre en mi cintura se hizo más fuerte,
el recuerdo del último párrafo de lo que me escribió llegó en ese justo
momento, enviando una oleada de calor por todo mi cuerpo. Lo que
más me gustaba de todo aquello, era la manera en la que él
disfrutaba del beso, jadeaba con levedad haciendo cada vez más
presión en mi cintura, acariciando con la otra mano mi cuello,
activando zonas sensibles.
Mis manos se afianzaron sobre su cuello, atrayéndolo con más
desesperación hacia mí, aquel acto casi inconsciente mío pareció
tomarlo desprevenido, dejó de besarme solo por un par de segundos,
para luego hacerlo con más intensidad, mientras me besaba podía
escucharlo decirme esas cosas que me había escrito, aquello
aumentaba el placer en ese beso y la necesidad de profundizarlo.
Me estaba esforzando para no soltar algún gemido que encendiera
más el momento, un susurro me decía que debía parar, pero el sonido
de nuestros labios uniéndose y la respiración agitada de Santi
acallaron todo pensamiento. Jugueteó un poco con nuestras narices
rozándose mientras tomábamos aire, estaba tan perdida en las
sensaciones que me experimentaba que me lancé a besarlo de nuevo
sin importarme nada.
Nos acercamos mucho más, estaba casi sobre mí gracias a mis manos
atrayéndolo, acariciaba uno de sus brazos para luego posar mi mano
por su pecho, error, tocar a Santi significaba darle pase para que él
hiciera lo mismo, y no tardó ni cinco segundos en intentarlo. Soltó mi
cintura y fue directo a mis piernas, era sutil y hasta cuidadoso el
toque de su mano sobre mi rodilla, pero yo era demasiado sensible
con él, cuando su mano comenzó a subir con cautela, mi cuerpo
entero se estremeció.
Gemí, no pude ser tan fuerte para evitarlo y aquello lo descolocó, me
besó con una rudeza excitante que lo primero que causó fue que esa
sensación de humedad entre mis piernas aumentara
considerablemente, se aventuró a mover las manos con un poco más
de libertad provocando otro jadeo de mi parte.
Sus labios abandonaron los míos, bajando por mi cuello, ese fue el
alto que le puso mi mente a mi cuerpo deseoso de más contacto, el
tipo me gustaba, me encantaba en realidad, pero no podía permitir
ese tipo de avance, Santiago y yo nunca habíamos hablado en serio de
lo que ocurría entre los dos, siempre hacíamos bromas con lo de ser
obvios o sinceros, pero nunca hubo algún tipo de conversación que
dejase claro que estábamos saliendo o algo así, no es que fuese
puritana y rechazara la idea de acostarme con un tipo que me
gustaba, el problema radicaba en que Santi me gustaba
peligrosamente, y eso podía terminar mal para mí, si él solo quería
sexo, el libro quedaría a un lado, por lo tanto decidí en ese momento
que todo debía parar.
Solo que no encontraba la forma de detenerlo, porque quería que
continuara con esos besos, con sus caricias y sus jadeos. Al parecer se
percató de mi dilema en algún momento, fue entonces cuando sus
manos dejaron de tocarme y sus labios volvieron a los míos,
abandonando mi cuello enrojecido, poco a poco separamos nuestros
rostros, me sonrió seductoramente alejándose cada vez más de mí.
—Te ves tan cansado —susurré tocando su rostro.
—Con el masaje y con el beso me siento como nuevo.
Me resistía a creer que ese hombre me miraba así a mí, que me
sonriera de esa forma que me ablandaba de manera increíble, pero él
me lo confirmaba, o así interpreté cada gesto que tenía conmigo.
A pesar que no nos habíamos visto por tantos días y de lo ausente
que se había mostrado, me sentí incluso más cercana a él, y eso me
asustó un poco. Para evitar la tentación de besarlo nuevamente, lo
incité a que me contara acerca de la ampliación que había propuesto
para el Primé.
No parecía muy animado al principio, pero luego comenzó a
contarme detalles de la reunión con la junta, entendí que todo era
difícil para él, me explicó que sentía que su padre no valoraba su
esfuerzo y como siempre le exigía más, se estaba abriendo conmigo
de una manera cautelosa, pero me dejaba conocerlo un poco más.
Le ofrecí otro masaje en el cuello que aceptó de inmediato,
continuamos charlando hasta que noté como estaba cabeceando,
Santi luchaba por no quedarse dormido, sentí ternura y pena a la vez,
no entendía como se exponía a tanta fatiga solo por quedar bien con
su papá.
—Santi..., ¿quieres que llame a tu chófer?
Negó girándose para dejar de darme la espalda, tomó un cojín que
puso sobre mis piernas y dejó caer la cabeza sobre él. No pude
reaccionar al instante, me quedé solo observando como dormía
recostado en mi regazo, visiblemente cansado.
Comencé a acariciar su rostro con cuidado, estaba a punto de caer
dormida como él, yo también estaba cansada, había sido un día de
locos. Mi teléfono sonó, era un mensaje de Vannesa, envió una foto
de ella al lado de su ken acompañado de un mensaje que decía
"buenas noches familia", me vi tentada a tomarme una foto justo así,
con Santi sobre mis piernas y enviarla, pero deseché la idea, tiré el
teléfono sobre la mesa y me acomodé para tomar una siesta también.
Pude haber despertado hasta el día siguiente, pero Santiago
levantándose de golpe e inesperadamente del sillón, me asustó.
—¿Qué hora es? —preguntó con la voz ronca, se respondió solo al ver
su reloj, pasó las manos por su pelo, desordenándolo un poco, y
bostezó de nuevo—. Siento haberme quedado dormido, Valentina, son
casi las dos de la mañana, debo irme.
Mi cerebro no ordenaba bien las ideas a causa del cansancio, solo
asentí viendo cómo se ponía de pie de forma lenta, tropezó con una
mesa, luego con una silla, y casi hasta con la pared.
—Santiago, no puedes conducir así, estás muy cansado —balbuceé
entre bostezos.
—Tienes razón —dijo sentándose de nuevo-, me debería tomar otro
café antes de irme.
—Puedes quedarte aquí y dormir un poco más —propuse adormilada,
asintió pensativo, o más bien dormido con los ojos abiertos, parecía
un zombi—. Ven, vamos a la cama —lo invité ofreciéndole mi mano.
Tuve una ligera duda cuando su mano tocó la mía, que se disipó casi
al instante, ¿qué podía pasar?, solo íbamos a dormir en la misma
cama.
w w
***
***
Tenía una rutina con mis plantas que casi nunca descuidaba, un poco
de agua cada diez días, y el tiempo en aquella pequeña ventana bajo
los rayos de sol, por varias horas al día, tomé la suculenta evitando
verla con más atención, una diminuta planta, en una coqueta maceta
rosa me recordaba a él.
Estaba pasando por la etapa: sigo enojada contigo, pero quiero verte,
cualquier cosa por mínima que está fuera, me recordaba la existencia
del arrogante mentiroso, y pervertido Santiago Sada, era normal
estar pasando por todas esas emociones, apenas habían pasado cinco
días de
nuestra gran discusión, y la molestia que sentía seguía ahí, latente
pero muy anidada en mí.
Me concentré en mi cactus más antiguo, había sido un regalo de papá
que aprecié mucho cuando lo recibí, estaba pensando en llevarme un
par de plantas a mi oficina, necesitaba a como diera lugar sentir ese
sitio mío, porque después de tantos problemas, sentía que no merecía
estar ocupando ese espacio. Las dudas sobre mí, me asaltaron en
medio de los últimos detalles para el nuevo lanzamiento, no pudo
juntarse todo en peor momento.
Mi teléfono sonó cuando me lavaba las manos, era inevitable que el
corazón se me acelerara pensando que era él quien llamaba, me
sentía estúpida por ese repentino entusiasmo
disfrazado de enojo falso, mi mente decía ojalá que no se le ocurra
llamarme, mientras por dentro esperaba que intentara contactarme.
De Santiago no había vuelto a saber nada desde nuestra discusión, no
me había llamado, ni escrito, ni buscado, mi orgullo le manda saludos
al tuyo, era la frase que nos calzaba a la perfección.
Yo seguía pensando que él había hecho algo muy malo, él seguía
dolido por haberlo dejado así en el estacionamiento, Sandra que no
podía creer que estuviéramos enojados, me escribió para contarme.
Me sequé las manos para atender la llamada, era Laura, había
quedado llegar temprano a la editorial, pero no pude levantarme a
tiempo, rechacé la llamada y le escribí un mensaje justificando mi
ausencia, mis clases, como siempre mi excusa perfecta.
Me resultaba cómodo todo aquello, encerrarme en mi departamento,
imaginando como podría mejorar mi vida, sin hacer nada para
lograrlo, sabía que estaba fallando en la editorial, pero no hacía nada
para remediarlo, estaba dejando que la pereza ganase terreno, estaba
sintiéndome derrotada antes de tiempo, un correo de Rodrigo me
hundió más en mis problemas, necesitaba para la semana próxima
las nuevas propuestas de publicación.
La editorial estaba vendiendo muy bien los dos libros que habíamos
lanzado, y la preventa del próximo era todo un éxito, aunque aún no
estaban publicados todos los que habían sido seleccionados,
necesitaba el avance de nuestros nuevos libros. Sabiendo que no
podía continuar así, descuidando mi empleo y mis materias
pendientes, salí de la
cama y me decidí a empezar ese día, aunque fuese ya media tarde.
—Licenciada Rincón, que gusto tenerla por acá —soltó irónica Anita al
verme entrar al piso de la editorial.
—Gracias Ana, que amable eres —respondí con su mismo tono falso.
No me detuve ni por medio segundo, seguí mi camino hacia mi
oficina, dando pasos seguros, a pesar de sentirme incómoda con el
vestido corto que llevaba puesto.
—Te estaba esperando —dijo Laura preocupada—, Alfredo quiere que
le enviemos el detalle del presupuesto asignado a Mi príncipe verde.
—Se lo envié la semana pasada, lo que está haciendo es tratar de
presionarme.
—Pidió que lo revisaras ¿No lo hiciste?
Me senté en mi silla sintiendo que era incapaz de hacer algo bien.
—Revisarlo me va a llevar horas.
—Te voy a ayudar, no te desanimes —sonrió Laura, quería ser así de
positiva pero no se me daba—, Valen, pero ya deja de lamentarte y
pongamos manos a la obra.
Observé como hizo espacio en un lado de mi escritorio para poner su
laptop, le envié el archivo por correo y en cuestión de minutos ambas
estábamos revisando hasta el último detalle, terminamos cuando yo
no había nadie en todo el piso, me parecía necesario invitar a cenar a
Laura, no solo era agradecimiento por todo lo que hacía por mí,
quería conocerla un poco más, compartir con ella en otro ambiente
que no fuera el laboral.
Aceptó de inmediato mostrándose animada por esa improvisada
salida nocturna, juntas esperamos un taxi para que nos llevara a un
restaurante italiano, que estaba cerca de la editorial, en un silencio
que ella se atrevió a romper varios minutos después.
—Estoy segura que cuando Alfredo revise todo se va a dar cuenta que
esta vez sí hiciste las cosas bien, te apegaste al presupuesto, incluso
hiciste propuestas para disminuir los costos.
—Las hiciste tú —respondí pensativa.
—No Valen, yo redacté tus ideas, todo lo que estaba en ese papel era
lo que tu dijiste, con palabras más serias... Tienes que confiar más en
ti, en serio hay talento en ti para todo
esto que estás haciendo.
No era la primera vez que alguien me decía eso, pero esa noche me
sentí confortada por las palabras de Laura. De vez en cuando todos
necesitamos un empujón y a veces llega de
quién menos se espera. La comida estaba deliciosa, la confianza fluía
despacio entre las dos, me animé a hacerle preguntas más personales
que respondió sin titubeos, en cambio cuando llegó mi turno de
responderle a ella, lo hice intentando guardarme muchos detalles.
Regresé a mi departamento casi a las nueve de la noche, dispuesta a
descansar para comenzar el día siguiente con una mejor actitud,
nunca conté con que mis vecinos iban a tener fiesta, y que dormir me
iba a resultar muy difícil.
La mañana siguiente comenzó siendo extraña, tenía una corazonada,
una sensación persistente de haber olvidado algo que no entendía,
llegué a la editorial antes de las nueve de la mañana, eso era
madrugar para mí, contenta, motivada y decidida a ocuparme por
completo de todos mis pendientes, estaba tan de buen humor que
incluso saludé a Anita.
—Ya estoy aquí —anuncié abriendo la puerta, Laura ya me esperaba
en la oficina—, dormí poco, pero traigo toda la energía del mundo.
—Me parece genial porque debes enfrentarte a don Rodrigo.
—¿Qué? —pregunté preocupada.
—Valentina todos piden Para Eva con amor, en cada publicación en
cualquier red de la editorial, nos bombardean con preguntas, Rodrigo
cree que estás cerrando el trato y...
—No tengo nada —interrumpí—. Y tampoco la posibilidad de
convencer al autor.
—A mí me pareció tan encantador —dijo sonriendo, me puse de pie
para caminar por el corto espacio, intentando pensar en algo que
decirle a Rodrigo—. No sé, pero es tan guapo, parece sacado de un
libro, de uno de esos donde el protagonista es rudo en la cama y
sensible con su amada, es tan
—Laura despierta —troné los dedos casi frente a ella—, es un
arrogante de mierda, se cree más listo que todo el mundo y es un
desconsiderado de lo peor, me hizo perder tiempo sin tener
remordimiento de ello.
—¿No te parece atractivo?
—Sumamente.
—¿Y sexy?
—Arrogantemente sexy.
—¿Y te gusta?
—Sí... Quiero decir, no... Laura me pusiste nerviosa —comenzó a reír
al atraparme en mis dudas, le di la espalda para que no viera como
me sonrojaba, me sentía estúpida por reaccionar así, mi vista se
quedó fija en el calendario que colgaba de la pared— ¡Mierda! ¡Su
cumpleaños! es eso lo
que había olvidado.
—¿Tu cumpleaños?
—No, el del estúpido que me hizo perder tiempo.
—Tienes la excusa perfecta para iniciar otro nuevo acercamiento,
llámalo y felicítalo, algo tan simple te puede ayudar mucho.
—Eso no pasará —solté con seguridad.
Me negaba a buscar un acercamiento, ni siquiera permití que mi
mente fantaseara con ello, ocupé mi mañana entera con trabajo
después de todo tenía demasiado que hacer, comí con Laura en la
oficina que hacía chistes acerca de Anita, estar entretenida resultó
ser fácil.
—¿Tú sales de fiesta los viernes? —levanté la vista para ver a Laura
que guardaba sus cosas apresurada.
—Casi nunca salgo y este viernes precisamente no me parece buen
día para hacerlo.
—¿Por qué no sales Valen? te estás perdiendo los mejores años de
diversión.
La miré con curiosidad, a simple vista daba la impresión de ser una
chica tranquila, incluso tímida, me era raro escucharla hablar así.
—¿Tú sales mucho de fiesta?
—Antes sí —respondió sonriente—, ahora no lo hago tan seguido
porque me metí en problemas en casa por excederme en diversión.
—¿Sí?
—Sí, incluso me iba mal hasta en clases —suspiró—, tengo un año
tomando las cosas con más calma, poniendo en orden mis asuntos
académicos y tratando de vivir sin complicarme mucho.
—Laura, si te aceptaron como pasante fue por tus calificaciones y las
recomendaciones que trajiste de tus maestros ¿falsificaste eso?
—No Valen —río relajado—, me propuse mejorar en todos los aspectos
que estaba fallando y lo hice, aunque me ha costado trabajo, solo es
cosa de tener fuerza de voluntad. Pero aún me gusta la fiesta y creo
que sería bueno salir hoy.
Me quedé callada esperando que olvidara esa idea, aunque tal vez un
poco de diversión me iba a ayudar con el asunto de Santiago, no tenía
humor para algo así, incluso me sentía cansada después de haber
pasado todo el día sentada tras una computadora.
—¿Se puede? —sonó la voz de un hombre tras la puerta de mi oficina.
Laura y yo nos sobresaltamos, le hice un gesto para que abriera la
puerta que habíamos cerrado para comer a gusto sin ser
interrumpidas por nadie, sonrió con confianza haciéndome sentir
relajada, por un segundo pensé que el arrogante amargado estaba
tras la puerta.
—Valentina te traen algo —dijo haciéndose a un lado.
La cabeza de Martín se asomó antes de entrar a la oficina, levantó el
brazo mostrándome una mini suculenta en una pequeña maceta
dorada. Fruncí el ceño viéndolo confundida ¿De qué iba todo eso?
—¿Tú...
—No, no —río al verme sin palabras—, esto es para ti, lo dejó un
mensajero en recepción y me ofrecí a traértelo.
—¿Valen quién te regala plantas —preguntó curiosa Lau?
—Alguien que sabe que las amo.
Me sentí tensa sin saber por qué, miré mi teléfono esperando que me
llamara o me escribiera un mensaje porque estaba segura que eso lo
enviaba él, Martín se acercó para dejar la
maceta sobre mi escritorio y darme un pequeño sobre blanco con mi
nombre.
—También te dejaron esto.
"Me gustan las cosas a la vieja usanza", recordé que Santiago
siempre me decía eso ¿Qué hacía esperando un mensaje? Laura con
los ojos chispeantes esperaba que abriera el sobre, los miré a ambos
con una sonrisa, antes de disculparme y levantarme para ir al baño,
me costaba abrirme con la gente, no podía leer lo que sea que fuera
aquello con ellos presentes.
Bajé la tapa del retrete y me senté sobre esta, estaba nerviosa y
confundida con su detalle.
Solo quería recordarte cuánto te amo, lamento mucho lo de la última
vez, quiero verte pronto mi atolondrada favorita.
Papá
Me sentí estafada, aunque me llenó de gusto que mi papá tuviera un
detalle así conmigo, había decepción en mí. Malditos libros
románticos que me hacían esperar cosas que no iban a sucederme.
Me levanté de inmediato y salí del baño azotando la puerta, como si
ella me hubiera hecho algo, llamé a papá mientras caminaba por el
pasillo, respiré profundo antes de darle las gracias suavizando mi
tono de voz, cuando entré a la oficina aún hablaba con él, Laura le
señalaba algo en mi computadora a Martín y él asentía, parecían
concentrados.
Me despedí excusándome con mi trabajo, prometí ir a verlo pronto y
colgué intentando que mi rostro no reflejase lo decepcionada que me
sentía.
—¿Y quién es el noble caballero que te hace regalos tan tiernos? —Lau
no se aguantó la duda.
—Mi papá.
Me acerqué a ellos esperando ver qué era eso que hacían, le mostraba
lo que parecía ser el diseño de las páginas y ella asentía aprobando
todo.
—Creo que ya es hora de irme —dije buscando mis cosas—, ya terminé
con mis pendientes de hoy.
—Sí, solo estaba esperando que tú lo dijeras para irme también —
respondió Laura sonriendo.
—¿Las llevo?
Aceptamos de inmediato, quería evitarme la molestia de esperar por
un taxi, y se me antojaba seguir escuchando a esos dos hablar,
parecían muy comprometidos con su trabajo y aquello me motiva a
seguir sus pasos.
Habíamos recorrido la mitad del trayecto a mi edificio, yo era la que
vivía más cerca, por ende, sería la primera en llegar a su destino, mi
teléfono vibró dentro de mi bolso, sin dejar de poner atención a
Martín que hablaba con Laura de su trabajo de Dj desbloqueé mi
teléfono.
Hola
Las manos me temblaron al leer ese simple mensaje, tragué saliva
viendo como al lado de esa fotografía de una medalla decía:
Escribiendo
Lamento mucho todo lo que pasó, de verdad nunca fue mi intención
burlarme de ti, menos de tu trabajo, solo quería decirte que de verdad
siento mucho lo que hice.
Hola
Fue lo único que pude responder, porque de nuevo estaba
escribiendo.
Leí tu crítica, tu reseña y todo lo que hiciste, me impresionó tu
análisis, si quieres podemos reunirnos para que conversemos un poco
de ello.
Eso era una trampa, mi intuición me lo decía, un jueguito de esos
suyo, que siempre salía perdiendo yo, respiré profundo alejada de
aquella charla que mantenían dentro de la camioneta, y escribí un
mensaje de respuesta.
¿Quieres reunirte con Valen o con la señorita Rincón?
Con ambas
Respondió al instante, miré la pantalla, seguía en línea sin escribir
nada, lo imaginé esperando una respuesta, fui capaz de verlo sentado
con el teléfono en la mano, debía estar preparándose para la subasta,
era su cumpleaños y no lo había felicitado.
Santiago ¿Por qué quieres salir conmigo? Dame una razón para
entender todo lo que ha pasado.
Espere paciente que respondiera, mirando la pantalla del teléfono
fijamente.
Sabes que me resultas atractiva, tienes un sentido del humor feo que
me hace reír, siento que hay química entre los dos y nos entendemos
con facilidad, además te gusto de la misma
forma en la que tú me gustas a mí.
Leer su respuesta, me recordó un poco la arrogancia que había en él
y en cada cosa que decía, asentí a la pregunta que me hizo Laura que
no escuché del todo y volví a fijar la vista en mi teléfono.
Espero que tengas un bonito cumpleaños, éxito en todo.
Presioné enviar y me relajé sobre el asiento, para mi debía ser asunto
olvidado, por más trabajo que costase, si le hubiera hecho caso a mi
presentimiento, me habría ahorrado la molestia que me generó
descubrir lo del libro.
—¿En serio no quieres venir al club? la noche de viernes hay barra
libre, el ambiente es increíble.
—No, lo dejamos para el próximo mejor —rechacé a Martín que
impulsado por Laura insistía con invitarme a salir.
—Es una lástima que nos prives a todos de verte bailar.
Laura soltó una carcajada mientras yo solo sonreí por compromiso,
no estaba de humor para coqueteos y para mí lo que estaba haciendo
Martín era eso.
Me despedí de los dos, después de agradecerle a Martín por llevarme
a casa, les prometí una salida al cine el domingo, en la que habían
insistido tanto, y entré a mi edificio, viendo como el sol se había
ocultado.
Me iba a dar un baño, prepararme algo ligero de comer, estudiar para
el examen del lunes y dormir temprano, eso Valentina, eres una
buena chica —me felicitaba mentalmente.
No esperé el elevador, subí las escaleras buscando los auriculares en
mi bolso, al llegar a mi piso, noté que la puerta del departamento de
Manu estaba abierta, me apresuré por entrar al mío, no quería
saludar a nadie.
—¡Valentina! —cerré los ojos al oír la voz de Sebastián, ladeé el rostro
y le sonreí mientras se acercaba—, tengo días sin verte.
—El trabajo —me excusé.
—Te hace mal pasar tiempo con Santi.
—Si, por eso dejé de verlo bromeé con amargura.
Su teléfono sonó en ese justo momento, dejándome la posibilidad de
huir a mi encierro, posibilidad que aproveché, cerré la puerta cuando
dijo adiós moviendo la mano y me fui directo al baño, lo primero que
haría esa noche era pasar un rato largo bajo el agua caliente.
***
Sostenía la puerta con una mano y la toalla con la otra, los tres me
miraban juntando las manos como niños pequeños cuando quieren
algo, Sebastián era el más divertido con la situación, Sandra la más
insistente y Manuel el más molesto por mi negativa.
Me sacaron de la ducha con los golpes que daban en mi puerta, me
estaban invitando a ir con ellos a un club nocturno, Sandra que
supuestamente estaba en su casa castigada, no quería ser el mal
tercio de la pareja, por ello insistía en que los acompañase.
—Chicos de verdad, en otra circunstancia los habría acompañado,
pero estoy cansada.
—¿Valentina seguirás encerrada aquí sintiéndote mal por lo de
Santiago?
—¿Que te hizo Santiago? —preguntaron Manuel y Sebastián al mismo
tiempo.
Me negué a responder, si Sandra sabía algo era porque su hermano
se lo había confiado, de mi parte no hubiera hablado con nadie del
asunto, me sentía estúpida me resultaba vergonzoso dar detalles de
nuestro distanciamiento.
—Están enojados —respondió Sandra.
—Por eso estás siendo amable con ella —intervino Sebastián
desviando un poco el tema.
—Valen sea lo que sea que pasó no puedes quedarte encerrada aquí —
susurró Manu solo para los dos.
—Siempre me he quedado encerrada aquí.
—Vamos, ponte linda que nosotros te esperamos.
Respiré profundo antes de asentir, les cerré la puerta en la cara para
poder cambiarme tranquila, iría, pero quería que supieran que lo
hacía de muy mala gana. Me puse un vestido menos corto que el de
Sandra, que en su lucha por verse mayor se vistió de manera más
audaz, ellos seguían insistiendo con el timbre mientras yo gritaba
que me dieran un minuto, no encontraba uno de mis zapatos, y en el
apuro estaba dejando todo tirado.
—¡Ya estoy lista! —dije abriendo la puerta, los tres me miraron con
rostros cansados, yo ni siquiera quería ir, no podían culparme de
hacerlos esperar.
Subimos a una camioneta negra y elegante que conducía Sebastián,
tan espaciosa y cómoda que hasta busque la forma de acomodarme
para tomar una siesta.
—Valen se te ve el sostén —susurró Sandy.
Ambas íbamos en los asientos traseros, bajé la vista hacia mi pecho,
el escote de mi vestido era profundo de la parte trasera, había hecho
el intento de cubrir mi ropa interior pero no lo logré, miré hacia
adelante, Sebas besó la mano de Manu haciendo que este sonriera,
los dos iban sumergidos en su mundo, no notaron como me saqué el
brasier y lo guarde en mi bolso pequeño, acomode mis pechos y
Sandra asintió aprobando como había quedado.
—¿Cómo lograste salir de tu casa si sigues castigada?
—Mi papá está en la subasta —respondió riendo—, Santi también y
Sebas es mi héroe, mi hermano favorito —levantó más la voz—, me va
a llevar a un club —aplaudió.
—¿Por qué no fuiste a la subasta? —La odio —dijo fría.
Sacó su teléfono y comenzó a tomarse fotos, dejándome claro que no
le interesaba seguir hablando más del tema, no me molesté en
preguntar a cuál club íbamos, estaba viendo el camino pensativa,
escuchando de lejos como murmuraban conversando, Sebastián
estacionó el auto en un callejón oscuro, miré a mi alrededor asustada
para luego darme cuenta que ellos conocían muy bien el sitio,
saludaron al chico que parecía cuidar de los autos y hablaron de lo
lleno que estaba el lugar.
—Espera espera ¿estamos en un club gay?
Manu y Sebas comenzaron a reír, mientras Sandy suspiró cruzando
los brazos.
—¿Tú crees que me iba a llevar a un club donde pueda conocer a
algún chico al que le gusté? mis hermanos son idiotas —susurró
acelerando el paso.
—¿En serio por eso estamos aquí?
—Ella dice que solo quiere bailar, aquí puede bailar todo lo que
quiera, ningún imbécil caliente se le va a acercar —me respondió
Sebastián sonriente.
Miraba todo con atención mientras entrabamos, bajamos unos
escalones con luces púrpuras que nos llevaban hasta donde estaba
toda la diversión, a mi derecha sobre pequeñas tarimas había
bailarines moviéndose al ritmo de la música, Sandra estaba
boquiabierta, tuve que tirar de su mano para que siguiera bajando
conmigo. Manuel y Sebas saludaban a todo el mundo, parecían
clientes recurrentes del lugar.
—Finjamos que somos novias —gritó Sandy acercándose a mí—, para
sentirnos en ambiente —agregó riendo.
Tomé su mano para que no perdiéramos de vista a los tortolos que
nos habían olvidado, Sebastián movió las manos llamándonos a unos
cuantos pasos, nos señaló una mesa en
el área vip del lugar, cerca de la barra, con vista a la pista, y sin tanta
gente alrededor.
—¡Esto es de locos! —gritó Sandra entusiasmada.
—¿Qué van a tomar? —preguntó Manu mirándonos a las dos.
—Alcohol, lo que sea con alcohol a Valen tráele lo mismo.
Sebastián negó muerto de risa al escuchar a su hermana, acompañó a
Manu a la barra mientras yo me quedé escuchando a la escandalosa
de Sandy hablando de lo maravillada que se sentía.
—¡Por Santi! —gritaron todos al unísono, era la cuarta ronda de un
trago rosa que supuse era vodka.
Aquel brindis que se le ocurrió a Sebas, para celebrar a su hermano,
aunque fuese de lejos, me hundió en mi realidad, a mí me encantaba
Santiago y aunque no lo admitiera me hubiera gustado pasar su
cumpleaños con él.
—Quiero ir al baño... ven conmigo —pidió Sandy a gritos.
Estaba sobreexcitada, había bailado con Manu, con su hermano, con
dos chicos, parecía estar ebria y solo había tomado tres tragos.
—Me haré amiga de Manu, me conviene salir seguido con mi
hermano, Sebastián conoce todos los buenos sitios, ni siquiera me
pidieron identificación para entrar, y todo gracias a él —decía
mientras tiraba de mi mano para apresurarnos—, además a ellos les
conviene salir conmigo, así nadie le dice a mi papá que lo vieron con
otro hombre, ya sabes, les puedo servir de escudo. Creo que voy a
escribir una historia de dos chicas, me haría mucho más popular, me
siento inspirada de repente ¿Crees que me pueda ir bien? a lo mejor
esa sí la puedes publicar, ¡Es genial, no! ¿Estoy hablando mucho?
Negué abrumada señalándole un cubículo que acababa de ser
desocupado. Necesitaba dejar de escuchar su voz por largos minutos,
esperaba que tardara lo suficiente como para relajarme, me acerqué
al lavabo para verme en el espejo, saqué el labial para retocarme un
poco y fue ahí donde sentí como mi teléfono vibraba dentro de mi
bolso.
Dejé de escuchar la música, el ruido de las mujeres hablando dentro
del baño, solo podía ver la pantalla que reflejaba su nombre, caminé
hasta un rincón del baño en donde creí que iba a poder escucharle
con más claridad, acepté la llamada sin pensarlo y llevé el teléfono a
mi oído.
—¿Fue mi respuesta? ¿Mi respuesta fue el problema? —escuché su
voz a lo lejos por el ruido— Dime Valentina porque no sé qué
pensar y odio esta sensación.
—¿De qué hablas? —pregunté confundida.
—Tú me preguntaste porque quería salir contigo, yo te pregunto
si mi respuesta fue la causante que me mandases a la mierda de
una forma educada.
—¿Te mande a la mierda?
—Me respondiste feliz cumpleaños, éxito en todo, si eso no es
mandar a la mierda, entonces no sé qué sea —el tono arrogante que
siempre estaba en su voz, seguía ahí, pero
sentí distinta la forma en la que me hablaba, me recargué en la pared
sosteniendo el teléfono con una sola mano— Valentina nunca te
quedes callada.
—Yo te pedí respuestas primero, y no me las diste, te pedí razones
para entender todo lo que hiciste.
Escuché como suspiro con pesadez, se quedó callado unos segundos,
había ruido de música instrumental en donde él estaba, seguro seguía
en la subasta.
—No sé cómo explicarlo.
—Inténtalo Santiago —pedí exaltada.
—Hiciste fluir mi imaginación, mientras pasaba tiempo contigo
mi mente se soltó, quería escribir, quería sacar todo aquello que
pasaba por mi cabeza, necesitaba decírtelo no sé porque, todavía
no lo entiendo, mientras leía para ti y me mirabas con los ojos
soñolientos, me sentía impulsado a decirte todo lo que me
inspirabas, las historias que me creaba con solo verte.
Llevé mi mano al pecho mientras lo escuchaba, miré como Sandy
salió del baño y comenzó conversar con otra chica que se maquillaba.
—¿Sigues ahí?
—Continúa —pedí con voz débil.
—Valentina no pretendía herirte, ni burlarme de tu trabajo, solo
me deje llevar por esa sensación adictiva que sentía cada vez que
nos sentábamos cerca para leer el bendito
libro.
—¿No pensaste que me iba a enterar de todo? ¿En serio me creíste
tan ingenua? —pregunté dolida, contuve un sollozo, no entendía
porque sentía que iba a llorar, le hice un gesto a
Sandy para que me diera un momento, levantó el pulgar antes de
volver a conversar con la chica.
—Valentina no pienso, cuando estoy contigo no pienso —dijo con
cierto cansancio—, tampoco creo que seas ingenua o tonta, ya te lo
dije me dejé llevar, no pensaba en las
consecuencias solo en lo que me gustaba leerte y verte sonrojada
o sobresaltada... ¿Valen?
—¿Por qué quieres salir conmigo? y espero que guardes al
arrogante de mierda que vive en ti y no me digas que porque me
gustas y lo sabes.
Soltó una risa triste y suspiró una vez más, sentí eternos los
segundos mientras esperaba a que se animara a hablar.
—Me gustas tú a mí, me gusta como soy cuando estoy contigo, me
siento cómodo conmigo mismo y eso es complicado. Me pareces
graciosa, aunque tus chistes sean malos, tienes una sonrisa
contagiante, hasta tu poca habilidad social la encuentro
encantadora. Y sí que me gustes no es suficiente, estoy seguro
que eres una mujer muy lista, perezosa, pero
lista, tienes las agallas que no todos tenemos, y aunque me
llames arrogante de mierda, estoy convencido de que te encanto.
—No puedes estar tan seguro de ello —respondí sintiendo mi pulso
descontrolado.
—Tienes unos ojos sumamente expresivos, tú dirás que no, pero
ellos dicen que sí, son obvios.
—Me hiciste sentir muy mal.
—Lo lamento, juro que lo hago, sé que no quieres saber de esto,
pero de verdad tu crítica y tu reseña me dejó impresionado.
—No es fácil para mí, he intentado hacer bien mi trabajo, por
primera vez en la vida me estoy tomando en serio y siento que no
sirvió de nada, al menos contigo.
—Lo siento Valen, lo siento... Dime que hago, dime que tengo que
hacer para arreglar las cosas.
—¡Valentina! —me llamó Sandra.
—Dame un minuto —grité alejándome el teléfono.
—Lo que me leías, eso lo...
—Lo inspiraste tú, todo Valentina, cada una de esas cosas las
despertaste tú, si quieres hablar de eso en este momento será un
poco incomodo, estoy rodeado de gente y el
exhibicionismo no es lo mío —se carcajeó—, dime que hago, como
puedo arreglar esto, porque quiero verte, quiero que
—Ven y dime todo lo que me acabas de decir viéndome a los ojos
—lo interrumpí— porque tú eres muy labioso y escritor, estás
cosas te salen con facilidad, quiero que me repitas
todo frente a frente.
—¿Dónde estás? —preguntó con un tono de voz más fuerte.
—¿Sigues en la subasta?
—No importa eso, dime dónde estás y estaré ahí en unos minutos.
—Te envío la ubicación —dije antes de colgar.
Respiré profundo para luego cerrar los ojos y sonreír con el corazón
latiendo a toda prisa. Me alejé de la pared y vi a Sandra frente al
espejo, dándose un beso con la chica con la que hablaba.
—¡Sandra!
Se sobresaltó al escucharme, separó su rostro del de la chica viéndola
con asombro, tomé su brazo para sacarla del baño, el papá se iba a
morir, Santiago me iba a matar, Sebastián
había fracasado con su plan.
—¿Qué fue eso? ¿Qué te pasa? ¿Cómo te besas con alguien que acabas
de conocer?
—¡No me grites! —pidió para después ponerse a reír como tonta—,
estaba experimentando, ¿nunca lo has hecho? solo tenía curiosidad,
pero no me gustó nada, nada —repitió
limpiándose los labios.
La llevaba casi a la fuerza para que siguiera caminando, se reía
viendo hacia atrás como en busca de la chica con la que se había
besado.
—¡No debiste darle alcohol a tu hermana! —reclamé directamente a
Sebastián, cuando llegamos a la mesa—. Es menor de edad, no sabe
cómo comportarse.
—¿Quién dice que le he dado alcohol?
—La he visto tomando.
Ambos miramos hacia el lado, donde ella bailaba animada con Manu.
—Lo de ella es un trago sin alcohol, Sandra es tan dramática que ha
de fingir estar borracha.
Me alejé de él para hablar de nuevo con Sandra, tomé su mano y la
llevé conmigo a unos pasos de la mesa, necesitaba decirle que
Santiago estaba en camino, no quería más problemas con ella, ni
confusiones con nadie más, lo solté de golpe con el poco tacto que
tenía en esos casos, dejó salir una carcajada sin poder creer que su
hermano mayor iba a entrar a un club gay, cuando se calmó, dijo que
no había problema alguno, Santiago no le iba a decir nunca a su papá
donde estaban, eso significaría hundirse también.
Se alejó bailando, dejándome sola con una incertidumbre que no
sabía a qué obedecía, Santiago estaba en camino no había espacios
para las dudas, solo quería verlo a los ojos y que me convenciera de
todo lo que dijo al teléfono.
—¡Me encanta esta canción! ¡Ven Valentina!
Miré la mano de Sandra con dudas, pero luego la tomé para aceptar
bailar con ella, me arrastró hasta la pista mostrándose más
enardecida, miré a mi alrededor todos bailaban, otros se besaban y
Sandra frente a mí saltaba seguro convencida de que estaba ebria.
Le seguí el juego, moviendo las caderas, dejándome llevar por el
ritmo, nos reíamos sin dejar de bailar, cuando dos chicas se nos
acercaron para bailar sonreímos asintiendo, sin dejar de movernos,
después de dos canciones el ritmo cambió, pusieron música suave
que frenó la algarabía que había en la pista.
—¿Bailas conmigo? —preguntó la morena bonita.
—Nos reservamos esos bailes para nosotras ¿cierto mi amor? —
preguntó Sandy, asentí conteniendo la risa, para luego tomar la mano
de Sandra y alejarnos de esa pista—. De casi
cuñadas a novias, somos geniales —dijo riendo mientras nos
acercábamos a la mesa.
Mi risa se acabó al ver a ese apuesto hombre de traje, con los brazos
cruzados observándome. Mordió su labio inferior al verme frente a
él, negó con esa sonrisa maliciosa que me ponía las piernas débiles y
dio pasos hacia mí. Acortó por completo la distancia, sujetó mi rostro
entre sus manos y me observó fijamente antes de aclarar la garganta.
—Me gustas tú a mí, me gusta como soy cuando estoy contigo, me
siento cómodo conmigo mismo y eso es complicado —alzó una ceja
sonriendo al ver mi cara de asombro—. Me pareces graciosa aunque
tus chistes sean malos, tienes una sonrisa contagiante, hasta tu poca
habilidad social la encuentro encantadora. Y si que me gustes no es
suficiente, estoy seguro que eres una mujer muy lista, perezosa, pero
lista, tienes las agallas que no todos tenemos, y aunque me llames
arrogante de mierda, estoy convencido de que te encanto.
Me mareé y no supe si fueron los shots de vodka que tomé, o ver eso
que noté en sus ojos y me hizo respirar de forma más descontrolada,
me sujeté de las solapas de su elegante traje mientras él seguía ahí,
viéndome impaciente, comiendome con esos intensos ojos. Se acercó
sin darme la oportunidad de hacer algo, abrió su boca sobre la mía
devorándome en un beso intenso, no fui consciente de cuanto extrañé
estar así, pegada a él, hasta esa noche, todas las dudas y malestares
desaparecieron al instante que percibí su lengua rozando mis labios.
—Se me olvido decirte algo —dijo jadeante a unos centímetros de mis
labios.
—Dilo —pedí observándole.
—Me encanta besarte y esa sensación de necesitar más que me dejas
en todo el cuerpo.
—Solo quieres hacerme sonrojar —dije entre risas, asintió antes de
volverme a besar, con la misma intensidad.
—¡Chicos ya basta! ¡Los estoy viendo! —gritó Sandra.
Despegamos nuestros labios y la vimos al mismo tiempo, no hablaba
con nosotros, se dirigía a Manuel y Sebastián.
—¿Por qué aquí? —preguntó sin soltarme mientras observaba hacia
los lados.
No pude responderle, sentía la lengua adormecida, la piel
cosquilleante, tomé su mano para llevarlo a la mesa que estaba a
unos pasos de nosotros.
—Me merezco tanto después de que me hicieras venir a este lugar —
susurró a mi oído sin dejar de caminar—, me siento como un bicho
raro —dijo apuntando su ropa.
Antes de sentarme, lo ayudé a quitarse el saco solo por el simple
gusto de tocarlo, lo empujé para que se sentara, el solo me miraba
con una sonrisa en los labios, aflojé la corbata y después la saqué con
delicadeza, abrí los primeros botones de su camisa, luego doble las
mangas de su camisa hasta los codos, y lo despeine un poco, se dejó
hacer contento, con un brillo en la mirada indecente.
—Como que te gusta esto de desvestirme —susurró viéndome
la boca.
—Cállate que nos está escuchando tu hermanita.
—No nos escucha —respondió sujetando mi cintura, me obligó a
sentarme en sus piernas, mientras seguía riendo.
—Si los estoy escuchando y para que sepas me están traumando...
Valentina bájate de mi hermano —sujetó mi brazo haciendo que me
pusiera de pie.
Santiago se puso de pie para acercarse a su hermana, por las
expresiones de su rostro deduje que estaba reclamándole algo.
Sandra reía a carcajadas provocando que Santiago frunciera más el
ceño, me acerqué para intentar mediar, pasaba las manos por los
brazos de Santiago esperando que se calmara.
—No es alcohol de verdad —susurré a su oído—, Sebastián me aseguró
que no lo era.
—¡Déjame en paz! —gritó Sandy alejándose de nosotros.
Sebastián llegó a nosotros rápido, comenzaron a hablar a gritos por
el volumen de la música, Santi en ningún momento soltó mi mano,
mientras discutía hasta con Manu.
—Me van a volver loco todos —dijo girando hacia mi—. Tú, sobre
todo.
Había demasiadas cosas que quería decirle, pero no era el sitio,
tampoco el momento, estaba demasiado emocionada con el simple
hecho de haberlo hecho llegar a buscarme, su orgullo le había dicho
al mío que quería verlo, y se sentía tan bien, que no podía dejar de
sonreír.
—¿Yo?
—Tú y esa manera que tienes de mirarme, eres tan obvia Valentina.
—Yo no fui la que corrió después de una llamada y se metió a un bar
gay, sin importarle ser el centro de todas las miradas, mira cómo te
ven ese par. Si aquí hay un obvio, eres tú.
Su risa fuerte me hizo reír también, sus manos apoyadas en mi
espalda baja me atrajeron contra su cuerpo, mi corazón latía con
demasiada celeridad, mi lado intuitivo estaba dormido, mientras mis
sentidos estaban alertos a todo él.
—Bésame para que sepan que estoy contigo.
—No, es divertido que te vean con ganas de querer comerte.
Hice el intento de alejarme, pero sus fuertes brazos me atrajeron a su
pecho, reía debilitada por su cercanía, aprovechándose de la
situación comenzó a besar mi cuello de forma constante, para luego
subir hasta mis labios.
No me molesté en analizar un poco lo que estaba sucediendo, me dejé
llevar por sus jueguitos, por sus labios acariciando los míos, por sus
manos bajando con cuidado hasta quedarse estáticas sobre mi
trasero. Entrelacé los dedos en su cuello, aferrándome a todo eso
que me hacía sentir.
Corté el beso al sentir la palma de sus manos dentro del escote
trasero de mi vestido, sonrió al verme antes de guiñarme el ojo, alcé
una ceja y su sonrisa se amplió.
—Necesitamos convencerlos del todo que estoy contigo.
—¿Manoseándome?
—¿Acaso hay otra forma? —subió sus manos de nuevo hasta la mitad
de mi espalda poniendo cara de fastidio— ¿en serio no me dejas
tocarte?
Negué fingiendo seriedad, dejando que de nuevo me acercara a su
cuerpo, Sandy llego hacia nosotros con Sebastián pisando sus talones,
tomó la mano de Santi para llamar su atención y le mostró algo en su
teléfono.
Sebastián se unió a ellos que intercambiaban palabras con rostros
serios.
—¿Santi que pasa? —pregunté al verlo tenso.
—Tenemos que llevarla a casa —dijo Sebas, antes que él me
respondiera.
—¿A quién?
—¡A mí! —respondió Sandy para luego colgarse del cuello de Santi—,
por favor por favor, no me eches de cabeza.
—¡Sandra todos estamos en problemas! —dijo él, alterado.
Santiago me explicó que teníamos que irnos, tomó mi mano y la de su
hermana para guiarnos hacia la salida, Manuel y Sebastián
caminaban delante de nosotros, intentando abrirnos camino.
—¿Qué pasó? —cuestioné cuando llegamos al estacionamiento.
—Mi papá llegó a casa antes de tiempo, se dio cuenta que Sandra no
estaba, nos ha llamado a mí y a Sebastián, ninguno ha atendido, está
furioso.
—No me quiero ir, es temprano —gritó Sandra.
—Princesa no podemos quedarnos.
—Te prometo que el otro fin de semana saldremos de nuevo —decía
Manu abrazando a Sandra.
—Dejen de consentirla tanto, por eso nos va a como nos va.
—¡Tú cállate Santiago! Nunca me quieres dejar hacer nada, no puedo
divertirme, no puedo salir con el único tipo que me ha gustado en la
vida.
Las personas que caminaban cerca de nosotros, observaban la rabieta
de Sandra.
—Diviértete estudiando y lo del chico ese, olvídalo, es mayor que tú y
solo te mete en problemas.
—¿Y qué con sea mayor que yo? Tú eres mayor que Valentina y te
acuestas con ella.
—No nos acostamos —intervine fastidiada
—Todavía —dijo Santi en voz baja, golpeé su hombro para que cerrara
la boca.
—Valentina es una adulta.
—En unos meses yo seré una y ninguno de ustedes dos podrá decirme
algo —señaló a sus hermanos.
El camino a mi departamento se sintió eterno, la discusión con Sandy
había dejado callado a Santiago, no dijo una sola palabra en todo el
camino, llegamos al mismo tiempo que Sebastián que no tardó mucho
en despedirse de Manu.
Observé como mi amigo entraba al edificio mientras yo continuaba
dentro del auto, Santiago espero que la camioneta de su hermano se
alejara para quitarse el cinturón y salir al fin, respiraba profundo
mientras esperaba, sosteniendo la puerta para que yo bajara.
—Tranquilo —presioné uno de sus hombros intentando relajarlo.
Asintió cercando mi cintura con sus brazos, con sutileza me empujó
hasta que me recargue sobre el auto, atrapada por su cuerpo dejé que
me besara de esa forma intensa y necesitada.
—Quiero subir contigo —dijo entre besos con la voz agitada.
—¿Así nada más?
—Ya no necesitamos de excusas —respondió en susurros.
Sujeté su cuello para besarlo de nuevo, mordí sus labios cuando
empujó sus caderas hacia mí, el ruido de un auto hizo que nos
separáramos de manera abrupta, tiró de mi mano para animarme a
caminar, me opuse solo para llevarle la contraria, se notaba ansioso,
descontrolado, lo tenía, así como quería, perdiendo nuestro juego, sin
saberlo.
Lo intentó de nuevo, jalaba mi mano para hacerme caminar, sin
darse por vencido, aunque yo no me moviera. Me reía al ver su cara
de frustración, esa que ni siquiera se molestaba en disimular.
—Valentina te voy a cargar.
—No sería capaz.
Ignorando mi protesta sujetó mis piernas y me levantó del piso,
quería dejar de reír, pero las carcajadas no cesaban, golpeaba su
espalda para que me bajase de una vez, el sitio estaba vacío, pero
temía que nos topáramos con uno de mis vecinos.
Me puso sobre el piso hasta que estuvimos frente a la puerta de mi
departamento, me sostuve de sus brazos mareada, el estar de cabeza
me había afectado.
—Tienes que soltarme para que pueda abrir la puerta.
Le di mi bolso para que buscara las llaves y me recosté sobre la
pared, esperando que el malestar pasara, tenía los ojos cerrados
cuando lo escuché reír a carcajadas.
Había sacado mi sostén y colgado en su hombro mientras abría sin
dejar de reír.
—Yo quería quitarte la ropa, no era necesario facilitarme el trabajo —
dijo con ese tono arrogante, que en ese momento me hizo reír
demasiado.
El sonido de la puerta cerrándose provocó una sensación extraña en
mi cuerpo, ni siquiera pude asimilar lo que estaba pasando, Santi me
aprisionó en la pared con su cuerpo para devorarme a besos, guiada
por mis instintos llevé las manos a su pecho, abrí con impaciencia
cada botón de su camisa, la sensación de tocarlo al fin, hacía que la
temperatura de mi cuerpo se elevara de golpe.
Pasé la palma de las manos por sus hombros sacando la camisa de su
cuerpo, me atrajo frenético cuando comencé a acariciar su espalda,
mi respiración se hacía más forzada cada vez que apoyaba su peso
sobre el mío, dejándome pegada a esa pared.
Sentí los pies en el aire cuando me sujetó con más refuerza, sus
brazos rodeaban mi cintura mientras caminaba conmigo encima,
hacia mi cama, tropezó con mis zapatos, una mesa y algo que hizo
ruido al quebrarse.
Lo empujé de los hombros para poder respirar, sus besos me
asfixiaban, aunque me resultasen adictivos, llevé las manos hasta su
cinturón que abrí con facilidad, intenté desabotonar su pantalón,
pero me giró de repente evitando que lo hiciera.
—No estamos en igualdad de condiciones.
Cerré los ojos al sentir su aliento en la parte trasera de mi oreja, ese
tono íntimo similar al que usaba cuando leía, me hizo gemir con
timidez, mi estómago se contrajo cuando besó mi cuello y deslizó los
tirantes del vestido por mis brazos, con una lentitud desesperante
empujó el vestido hacia abajo, dejándolo enrollado en mi cintura.
Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho, pasaba las manos
por mi cintura deteniéndose justo bajo mis senos, su respiración
inconstante chocaba contra mi cuello, mi piel entera estaba
estremecida. De alguna forma su tacto tan íntimo se sentía familiar,
lo había imaginado tanto mientras leíamos, fantaseado tanto cuando
nos besábamos que era como si ya me hubiese tocado.
Gimió en mi oído cuando sus manos llegaron hasta mis pechos,
masajeaba ambos, mordiendo levemente mi hombro aumentando
todas las sensaciones placenteras que recorrían mi cuerpo entero.
No fui consciente de como sacó el vestido por completo de mi cuerpo,
me di cuenta que estaba desnuda, hasta que percibí el calor de sus
manos en mi vientre bajo. Aquello no era igualdad de condiciones,
pero no pude reclamar nada, me giró manejándome con facilidad,
para verme de frente.
Me ofrecí para él al recostarme sobre la cama, sonriéndole al verlo
así, agitado, con la mirada oscurecida y despeinado. Su pecho era tal
y como lo imaginé solo que más pálido, noté el esfuerzo que hacía
para respirar cuando se acercó lentamente hasta estar sobre mí.
Se acomodó entre mis piernas gimiendo entre besos, mientras besaba
mis clavículas, pasé las manos por su espalda hasta lograr meterlas
dentro de su pantalón y apretar su trasero. Sentía que ganaba al
percibir como su piel estaba erizada, como su corazón latía con
fuerza... Arqueé la espalda cuando sus labios llegaron hasta mis
senos, los pequeños mordiscos me hicieron recordar, un fragmento
del supuesto libro, lo estaba haciendo de la misma forma en la que lo
había descrito en aquella lectura.
Apreté sus hombros sin dejar de retorcerme bajo su cuerpo, sentí su
lengua rozándome el abdomen, mientras me sumergía en esa neblina
lujuriosa dónde pensar con claridad simplemente era imposible.
—Valentina —abrí los ojos al escuchar su voz ronca.
Lo miré a los ojos deslumbrándome por la forma en la que me
sonreía, era una mezcla de arrogancia y sensualidad que me dejaba
muda.
—¿Sí? —mi voz salió débil.
—¿No quieres pedirme algo?
Si risita diabólica, su ceja alzada y esa forma en la que me miraba,
provocaban que la humedad entre mis piernas aumentara. Reí
negando sintiendo como latía mi cuerpo entero, no podía ser tan
débil, no quería serlo, pero mi boca no podía callarse cuando con la
punta de la nariz rozó mi vientre.
—Cobra tu premio —me rendí al fin, sintiendo que caía al vacío,
cuando acomodó su rostro entre mis piernas.
w w
***
Con la vista fija en la pared sólo sentía como el agua caía sobre mi
cuerpo, seguía medio dormida a pesar de la temperatura del agua,
tenía la cabeza en otro sitio, mejor dicho, en la noche anterior, mi
mente se aferraba a los recuerdos vividos de todo lo que pasó.
A pesar del jabón, percibía el olor de Santiago impregnado en mi piel,
sonreí como idiota al recordar como desperté: desnuda, saciada, pero
sola en mi cama. El calor de esa mañana me hizo abrir los ojos muy
temprano, el baño era necesario por eso me levanté directo a la
ducha ignorando mi teléfono que no dejaba de sonar.
Salí del baño secando mi pelo con una toalla pequeña, Santiago me
había dejado una nota en la mesa de noche, tuvo que irse temprano
por una competencia, me dejó anotada una dirección y el horario en
el que comenzaría, "me alegraría mucho verte ahí " fue la frase que
uso para invitarme.
Me miré en el espejo del lavabo con la misma sonrisa de estúpida en
los labios, no tenía mucho tiempo para prepararme, pero mi cama
era un desastre, a pesar que Santi había recogido un poco el desorden
que dejamos en el resto de mi habitación.
Quité las sábanas rápido y las dejé en el piso, subía los jeans por mis
piernas cuando el teléfono sonó de nuevo, respondí rápido al leer el
nombre de Laura en la pantalla, quería que adelantáramos la cita al
cine, decía si a todo lo que salía de su boca mientras buscaba una
blusa ligera que me ayudara a soportar el calor que hacía.
Lo último que dijo antes de colgar fue que llegarían por mí, tiré el
teléfono a la cama fijando mi vista en el manuscrito de Eva sobre mi
tocador, tenía un lapicero dentro que fue lo que llamó mi atención, lo
abrí curiosa asombrándome con lo que encontré escrito, en la
primera página.
El éxtasis sigue latiendo, el dulce sabor de tu piel está clavado en mis
recuerdos, mi lengua cosquillea por el deseo de saborear el néctar
adictivo que produce tu cuerpo.
Mis manos arden por la necesidad de tocarte, mis piernas tiemblan al
imaginarme mojado en ti, frotándonos en el silencio de la noche,
quemándonos las ganas.
Quiero tus manos mimosas seduciendo mi espalda, quiero llenarte de
mí y que me empapes de ti, sueño con tus uñas clavadas mientras
agitada respiras, que el aire nos falte embriagados de placer, que
caigamos en el abismo latiendo a la vez, tu carne y la mía en la
misma sintonía.
Me miras...
Me llamas...
Me agitas...
S.S
Leí más de cinco veces sus líneas, tenía la piel erizada, los pezones
erguidos, el pulso acelerado, esa facilidad que tenía Santi para
estimular mi mente era de lo que más me gustaba de eso que había
entre los dos.
Salí de casa de forma apresurada atando mi cabello, sin dejar de
caminar, sostenía la pequeña nota con la dirección esperando
encontrar un taxi que me llevase a ese sitio que quedaba casi a las
afueras de la ciudad.
—¡Valentina!
Me detuve al escuchar la voz de Sebastián cuando caminaba por el
estacionamiento.
—Hola —besé su mejilla saludando—, tengo un poco de prisa, me dio
gusto verte.
—Espera, espera ¿Dónde vas? Yo también me estoy yendo.
—Santi —sonreí—, Santiago tiene una competencia y
—Ven conmigo, yo te llevaré, vamos al mismo sitio —dijo
ofreciéndome un casco—, se conducir mejor que Manu, vamos sube
conmigo.
No tuvo que pedirlo mucho, no tenía tiempo y menos opciones de
transporte, subí a la moto aferrándome a sus hombros, me puse el
casco justo antes de que arrancara, el camino fue largo mi miedo a
caer más fuerte que nunca, suspiré con alivio al ver la entrada de ese
lugar, era una especie de club deportivo exclusivo al que nunca había
ido.
Sebas apagó la moto en el estacionamiento, se quitó el casco
sonriendo viéndome a través del espejo.
—Creo que tus uñas me dejaron marcas en los brazos, tendré que
darle explicaciones a Manu —bromeó.
—Le tengo pánico a esto —respondí bajando torpemente de la
motocicleta.
—Entonces debes querer mucho ver a mi hermano.
Negué sonriendo, caminando a su lado intentando seguirle el paso,
pasó el brazo por mis hombros acercándome a él con esa sonrisa
coqueta en sus labios que no parecía desaparecer.
—¿Cuándo te invitó a venir?
—Me dejó una nota en la mesa de noche, hoy cuando desperté la vi —
respondí de forma despreocupada.
—¿Qué? —se detuvo riendo— ¿pasó la noche contigo?
—¡Ay Dios! No quise decir eso.
—No, no, Valentina no me malentiendas, no me sorprende que
duerma contigo.
—Baja la voz —pedí en susurros.
—Lo siento, en serio no veo nada malo en que pase la noche contigo,
es normal, me sorprendió que lo hiciera antes de una competencia
solamente... Es un hijo de puta —río—, se va a meter en problemas
con el entrenador.
No pude preguntar el porqué, Sebastián saludaba a cuanta persona se
cruzaba en nuestro camino, miraba hacia todos lados, disfrutando del
aire que recorría el sitio lleno de vegetación, Sebas me señaló una
especie de pista de motocross que se miraba a lo lejos, sonrió al ver
mi cara de susto y bromeó con un día enseñarme a conducir a su
bebé como llamaba a esa cosa que usaba para transportarse.
Subimos unas escaleras amplias que nos llevó hasta una gradería
techada y cómoda, llena de gente que miraban concentrados hacia el
campo del frente, observé pequeñas montañas de tierra, banderines a
los lados, incluso había charcos, aquella pista parecía no tener fin por
eso algunas personas utilizaban binoculares para mirar.
—¡Sebastián! —gritó Sandy desde un puesto cerca del barandal que
delimitaba la gradería
Sebas tomó mi mano guiándome hacia el lugar, Sandra frunció el
ceño al verme, pero sonrió al ver la cara de su hermano.
—Llegamos tarde ¿cómo vamos?
—Encabezando la segunda vuelta —respondió sonriente—, hola Valen
puedes sentarte conmigo.
—Gracias —besé su mejilla tomándome la palabra, mi cuerpo poco
acostumbrado a la excesiva actividad física resentía haber subido
esas escaleras o la noche agitada que había tenido—. ¿Me explicas un
poco de qué va esto? No entiendo nada.
Sebas que se había sentado a mi lado, sonrió al escuchar mi
pregunta, era una competencia de ruta en circuito cerrado, como una
especie de prueba de resistencia y velocidad, una carrera de treinta
kilómetros recorridos en varias vueltas por esa pista extraña. Sebas
tuvo paciencia para explicarme todo, porque hice muchas preguntas.
Santiago participaba en varios tipos de competencia, pero esa era su
favorita, Sebas incluso me contó que era un deporte que practicaban
juntos, él lo dejó cuando descubrió el amor por las dos ruedas y un
motor.
Sandra se puso de pie y señaló la pista, aplaudió sonriente gritando:
¡Vamos Santi! Ni siquiera pude distinguirlo, fue hasta que ella me
describió el color del casco que usaba que lo vi con más atención.
—Va ganando y mira la cara de papá —dijo Sebas molesto, señalando
con la barbilla hacia la izquierda de nosotros— ¿No dijo que no podía
venir?
—De última hora canceló todo, hizo que viniera con él y después me
dejó sola para irse con el tío Fabián —contestó Sandy.
Estaba en medio de los dos, moviendo la cabeza cada vez que uno
hablaba. Sentí una tensión extraña en el estómago al ver a Saúl Sada
a unos metros de nosotros. Con su camisa blanca de lino y su rostro
malencarado, sostenía unos binoculares y parecía maldecir en voz
baja cada cinco segundos.
—¡Más rápido carajo! —gritó el viejo cuando los ciclistas pasaron
frente al palco.
Santiago era el primero, seguido por dos que mantenían cierta
distancia que le daba una evidente ventaja. Sonreí al ver a Sandy
emocionada gritando que solo faltaba una vuelta más y entendí
porque Santiago solía regalarle sus medallas, era la más entusiasta
de todo el lugar.
Sebastián se ofreció a ir por algo de tomar, me quedé con Sandy
viéndola saltar, el grupo de ciclista se acercaba de nuevo a gran
velocidad, tomó mi mano para acercarnos al barandal y ver mejor la
línea de meta, gritó en mi oído cuando Santi cruzó esta primero que
todos y con ventaja del resto.
—Es mi hermano —dijo luciendo adorable, viendo a una señora que se
acercó a nuestro lado.
Clavé la vista en la pista, Santiago bajó de la bicicleta y la dejó a un
lado para luego quitarse el casco. Su rostro sudado estaba enrojecido
por el esfuerzo físico, dos sujetos se acercaron rápidamente a él, con
una botella de agua y una toalla que tomó después de dejar caer el
agua en su cabeza.
Deje de escuchar los chillidos de Sandy cuando lo vi con
detenimiento, el maillot ajustado marcaba cada músculo de su pecho
y espalda, bajó un poco el zíper dejándolo a la mitad de su pecho
antes de seguir tomando más agua, los pantalones cortos y en
extremo ceñidos me permitió ver mejor sus piernas definidas por el
ejercicio, se volteó atendiendo a un sujeto que sostenía una tabla y le
mostraba algo mientras hablaban, su trasero más grande que el mío
me tomó por sorpresa, pensé hasta recomendarle a Vannesa que
montara bicicleta, seguro así dejaba de ser plana y dejaría de
molestarme por mi supuesto culo grande.
—¡Santi! ¡Santiago! —lo llamó Sandy a gritos y moviendo las manos.
Volteó y sonrió levantando el brazo saludando, hizo el intento de
girar de nuevo, pero se detuvo y volvió la vista a nosotras, sonrió con
amplitud al verme, Sandy me golpeó con el codo fingiendo que fue un
accidente, al darse cuenta de la actitud de su hermano.
Tuvimos que esperar unos segundos para que se acercara a nosotros,
miré por encima del hombro a Sebastián que aún no regresaba con
las bebidas, conversaba con un par de chicas sin disimular lo poco
interesado que estaba en la plática.
—Vamos —dijo Sandy señalándome hacia abajo donde nos esperaba
su hermano.
Bajamos por unas escaleras pequeñas y casi escondidas, ella saltó
hacia él apenas estuvimos abajo, se colgó de su cuello con aquella
actitud posesiva que me daba ternura, Sandra parecía una niña
chiquita temerosa que alguien le robara a su hermano mayor.
—¿Nos es pecado despertar temprano un fin de semana? —preguntó
al mismo tiempo que rodeaba mi cintura con uno de sus brazos.
—Me gusta pecar de vez en cuando.
Apretó mi cintura con fuerza y soltó una risita maliciosa al escuchar
mi respuesta, Sandra tosió cuando Santiago me dio un corto beso en
los labios, él tomó su mano acercándola a nosotros para abrazarla
con su brazo libre.
—Ganaste de nuevo.
—Tú siempre me das buena suerte —respondió besando la mejilla de
su hermana.
La sonrisa de Sandra se borró repentinamente, miré hacia el frente
donde ambos tenían la vista fija, Saúl Sada se acercaba caminando
con esa seguridad que le había heredado a su hijo, el agarre de
Santiago sobre mi cintura se hizo más fuerte, Sandra se separó de
nosotros para acercarse a su papá.
—Princesa —besó la frente de Sandra que parecía tensa.
—¿Recuerdas a Valentina? —dijo Santiago sin soltarme.
—Claro que sí, difícilmente olvido a una mujer bonita —me saludó
con un beso en la mano y una sonrisa encantadora en los labios—. Al
menos estás haciendo algo bien —dijo planeando el hombro de Santi
— la carrera fue un desastre.
—Ganó papá —intervino Sandra.
—Su tiempo fue malo ¿o me equivoco campeón? —se dirigió a
Santiago que lo miraba desafiante.
Asintió con una expresión de enojo que no había visto antes en él,
Saúl llamó a un sujeto llamado Jorge, era el entrenador de Santiago.
—Perdió un minuto diez —dijo respondiendo a la pregunta del señor
Sada—, pero con todo y eso ganamos con medio minuto de diferencia
de los demás.
—Papá ya no tengo veinte años, mi resistencia física no es la misma
de antes, además esto es un pasatiempo.
—Esta es la pista que siempre has dominado, Jorge dice que estás en
mejor forma que nunca. Pero felicidades, ganaste después de todo...
Valentina espero verte en el almuerzo en casa.
—Supongo que Santiago tiene otros planes —dijo Sandra.
—No, si Valen acepta ir a casa la llevo con gusto.
—Fue un placer señorita —se despidió de la misma forma que me
saludó.
El entrenador se acercó a decirle algo mientras caminaban
alejándose, apenas se fue Sandra y Santiago suspiraron a la vez, pasé
la mano por su espalda para luego abrazarlo, fue un impulso, uno que
me hizo ganar una mirada de rabia de Sandra.
—Lo hiciste genial —susurré a su oído apretándolo con más fuerza.
—¿Me merezco un premio?
—¡Oigan estoy aquí!
El chillido de Sandy hizo que nos separáramos, Santiago tomó las
manos de ambas para salir de esa pista, Sebastián nos esperaba en
las graderías.
Salir de ese lugar fue más difícil de lo que imaginé, Santiago
saludaba a todo el mundo, mientras Sandy y yo intentábamos
apresurarlo, en el estacionamiento Sebastián se ofreció a llevarme en
su moto en tono de broma, Sandra le arrebató el casco y subió
contenta a la moto.
Pero al verme entrar al auto de Santiago cambió de idea, gritó para
que la esperáramos y corrió hacia el carro ignorando a su papá que la
llamaba desde una elegante camioneta dorada.
—En casa Constanza prepara un almuerzo siempre después de una
competencia ¿Quieres venir?
—Te vas a aburrir —dijo rápido Sandra.
—No te preocupes, yo la entretengo.
—Diuu Santiago, no necesito saber eso.
El viaje con Sandy en el asiento de atrás se sintió raro, entre nosotros
había una tensión perceptible, lo miraba recordando su cuerpo
desnudo, sus besos indecentes, sus manos tocándome. Él me miraba
y sonreía dejándome con la duda de lo que pasaba por su mente en
ese momento.
Puso una mano en mi pierna, sobresaltándome con su tacto, me lanzó
un beso cuando ladee el rostro hacia él, provocando que mis mejillas
se enrojecieran y que Sandy hiciera un sonido de fastidio.
Había más autos estacionados afuera de su impresionante casa,
Santiago tomó mi mano sin dejar atrás a su hermana, había más
movimiento en su casa en comparación a las últimas veces que
estuve ahí, Constanza salió a nuestro encuentro con una sonrisa en
los labios.
Abrazó a Santiago felicitándolo con mucho cariño, a mí me saludó
con calidez para luego tomar la mano de Sandy y llevarla consigo a la
cocina.
—¿Por qué me ven así? —pregunté a Santi al notar la manera en la
que era observada por el personal de la casa.
—Todos son unos chismosos... Ven conmigo —pidió tirando mi
mano—, solo voy a darme una ducha para que bajemos a comer.
—Espera, no subiré contigo.
—¿Por qué no? No quiero dejarte sola, no te dejarán en paz —
explicó—, puedes esperarme en mi cuarto.
Me convenció con facilidad, subí guiada por su mano, atravesamos un
pasillo largo antes de cruzar la puerta que nos llevaba a su
habitación, casi del tamaño de todo mi departamento, las paredes
blancas estaban decoradas con varias fotografías, y muchas medallas
y trofeos en una larga repisa. El librero era tan pequeño, nada
comparado al que tenía en su departamento, desvié la vista hacia el
escritorio de madera cerca de una ventana, sobre un largo sillón
marrón había un libro abierto, sobre la mesa de noche otro.
Su cama perfectamente hecha parecía tan cómoda que no pude
resistir la tentación, me dejé caer en ella sonriendo, bostecé y él
negó.
—Nunca despierto tan temprano.
—Mi cama es tu cama, yo si soy amable, no como otras —dijo con
falso enojo, mientras se deshacía de su camisa.
—Tú lo que eres es un ofrecido.
Soltó una carcajada contagiosa, se acercó a la cama a paso lento,
usando solamente su ropa interior ajustada, apoyado en las palmas
de sus manos se recostó parcialmente sobre mí, no era normal que
ese hombre me alterara así, sentí una punzada en la entrepierna
cuando me miró con deseo, bajó el rostro para besarme como no lo
había hecho en toda la mañana.
—No tardo mucho, si te aburres esperándome puedes venir conmigo.
—Dormiré un rato, no te preocupes — respondí nerviosa.
Asintió bajando el rostro hacia mi cuello, lo besó despacio para luego
morder levemente uno de mis pechos sobre la ropa.
Dormir... Jamás iba a dormir con la sobreestimulación que recorría
mi cuerpo, di vueltas sobre la cama disfrutando de ese olor tan suyo
que me encantaba, miré su agenda debajo de un libro y la tomé sin
pensarlo.
Tenía planeado buscarme esa tarde, después de todo don seguro, no
estaba convencido de que iba a llegar a su competencia, tomé un
lapicero antes de darle vuelta a las páginas, buscaba un espacio libre
y lo encontré a mediodía del lunes, puse mi nombre y una carita
sonriente al lado y dejé la agenda en su sitio.
Se escuchaba el ruido del agua y solo lo imaginaba desnudo bajo ella,
me puse de pie guiada por mis impulsos, mi teléfono vibró en mi
bolsillo trasero, era Laura recordándome la cita para el cine, le
respondí rápido para avanzar hacia el baño, antes de llegar a la
puerta esta se abrió.
Santiago sonrió maliciosamente al verme, pasó las manos por su pelo
húmedo pringado un poco sobre mí.
—¿Para qué soy bueno?
—Venía a apresurarte —mentí, di la vuelta para alejarme sin esperar
que me abrazara por la cintura deteniéndome.
—No, no te dejaré huir —decía besando mi cuello, me recostó sobre la
pared pegando su cuerpo al mío—, quiero hablar contigo de algo —
susurró entre besos—. necesito saber si todo está bien, ayer no
hablamos mucho y tú estabas muy enojada.
—Si dejas de meterme mano un segundo, podemos hablar todo lo que
quieras.
—Podemos hacer las dos cosas a la vez —aseguró apretando uno de
mis senos— ¿Sigues enojada?
—Un poco, pero creo que se me puede pasar pronto.
—No quise hacerte sentir como si me estaba burlando de ti, de verdad
tu crítica me impresionó... Pero no más que tu anoche —agregó
empujando sus caderas hacia mí.
Lo besé aferrándome a sus hombros, cuando el beso se hizo intenso
comencé a acariciar su espalda desnuda, estaba cubierto sólo por una
toalla que moría por quitarle, pero tocaron la puerta y tuve que
alejarme de él.
—¡Adelante! —gritó.
Acomodé mis senos dentro de la camisa antes que la puerta se
abriera, Sandra entró sonriente, fingiendo sorpresa al verme.
—Hola Valen, no sabía que estabas aquí, ven conmigo quiero
mostrarte algo —extendió su mano hacia mí, sin dejar de sonreír.
—No vayas —susurró Santi a mi oído—, yo también quiero mostrarte
algo.
Golpeé su hombro riendo y me alejé de él para ir con Sandy, Santiago
gritó que no tardaría antes de que cerráramos la puerta, Sandra me
obligó a bajar rápido hablando con entusiasmo de algo que no
entendía.
Pasamos por un salón donde estaban Sebas con su papá hablando,
Sandra tiró de mi mano con más fuerza hasta que llegamos a la
cocina.
—¿Nadia dónde están los bebés? —preguntó a una de las muchachas
de servicio
—¿Recuerdas el día que saqué a Santi de tu departamento? —se
dirigió a mí, asentí curiosa sin dejar de ver la canasta que acercaba
Nadia—, Milki estaba encerrada en el clóset porque estaban naciendo
sus bebés.
—¿Qué?
—Que todo el mundo tiene sexo en esta casa menos yo.
Nos reímos a la vez, tomando la canasta.
—¡Gatitos! ¿pero cómo? ¿No estaba esterilizada?
—No, mi mamá nunca la dejaba salir, no había peligro que saliera con
su sorpresa.
—Son tan lindos.
Miraba anonada a los cuatro gatitos acurrucados juntos, eran tres
machos y una hembra, Sandra hablaba de su idea de nombrarlos
como faraones egipcios, estaba leyendo acerca de ellos y su interés
por el tema decía que solo crecía.
—No tiene cara de Nefertiti —dije sosteniendo a la gatita.
—¿Y de que tiene cara? —preguntó Santiago entrando a la cocina.
—No lo sé...de Polly —contesté fijando mi vista en él.
—Al menos suena mejor que Nerfititi.
Constanza llegó a la cocina y lo primero que hizo fue tomar la
canasta con los gatos y llevarla hacia el rincón donde estaba la gata
grande viéndonos directamente.
—Es una mamá sobreprotectora —explicó—, mi amor ve a la mesa tu
papá está esperando —Sandra salió de la cocina casi corriendo—
¿Nadia no le has ofrecido nada de tomar a la novia de Santi?
—Lo siento ¿desea algo, jugo o tal vez...
—Así estoy bien, gracias —interrumpí a Nadia, el maldito de Santiago
río por lo bajo al notar mis nervios después de la forma en la que
Costanza se refirió a mí.
—Yo si te acepto una limonada —dijo sentándose tras la barra de la
cocina, palmeó el banco que estaba al lado invitándome a sentarme—
¿en serio no quieres nada?
—No, estoy bien así, tal vez un poco de agua.
—Nadia puedes traerle un poco de agua a mi novia por favor.
Giré el rostro para no darle el gusto de ver mi cara sonrojada, estaba
muerto de risa por lo nerviosa que me ponía la situación.
—¿Qué, no te gusta la idea? —susurró a mi oído sin dejar de reír.
—Gracias Nadia —le sonreí a la chica ignorando a Santi, tomé el agua
evitando su mirada, pero él no desistía.
—Valentina responde —insistió.
—Me gustan las cosas a la vieja usanza.
Alzó una ceja al oírme con esa sonrisa arrogante asomándose en sus
labios, se levantó solo un poco del banco, para tomar una flor que
estaba en un jarrón pequeño de cristal.
—¿Quieres que te haga un poema o algo así? Porque me siento muy
inspirado —negué sonriendo intentando frenar esa sensación extraña
que recorría mi cuerpo, Santi lograba adormecer mi sentido común y
despertar unas emociones casi ridículas, aclaró la garganta antes de
darme la flor— ¿Quieres ser mi novia?
No dejaba de sonreír viéndolo sin parpadear, no sabía hasta qué
punto estábamos bromeando, o si hablaba en serio, por mi mente no
pasaba algo negativo respecto a él, incluso hasta sentía haber
olvidado de verdad el asunto del libro, comenzó a tamborilear con los
dedos sobre el granito de la encimera, estaba esperando una
respuesta, entonces noté que hablaba en serio.
—Lo pensaré un poco —dije en tono de chiste.
—Vamos Valen, ambos sabemos que quieres decir sí ¡Solo bromeaba!
—agregó de inmediato, al ver mis ojos entrecerrados.
—Tu arrogancia me desespera.
—No es arrogancia, es la verdad. Es una super oferta admítelo.
Nadia solo miraba como nos reíamos.
—¿Super oferta? ¿Si digo si tendré alguna posibilidad de publicar
cierto libro?
—Sí dices sí te escribiría tantas cosas, además de ponerlas en
práctica...
Cubrí su boca con mis manos para silenciarlo, no sabía que era capaz
de decir incluso frente a Nadia, apartó mis manos con cuidado y
sonrió con amplitud cuando susurré un sí en voz baja, estaba a punto
de darme un beso cuando Costanza nos llamó para que pasáramos a
la mesa, solamente faltábamos nosotros.
Fue la comida más tensa en la que había estado, todos parecían estar
incómodos con la presencia de Saúl, hablaban sólo lo necesario,
cuando el señor hacía preguntas se limitaban a responder cortantes,
apenas probé la comida, me puse nerviosa cuando el señor comenzó a
preguntarme cosas a mí. No podía decirle que trabajaba en una
editorial, Santiago me lo había advertido cuando fuimos a aquella
boda, así que me reservé ese pequeño dato y le hablé acerca de mi
vida de estudiante del último año de mercadeo.
Preguntó mi edad de manera poco prudente y fue entonces que Santi
decidió que era hora de cambiar de conversación. Él tenía un
compromiso social a media tarde, se despidió unos minutos después
que dejamos la mesa, fue muy amable al despedirse y repitió por
tercera vez que era bienvenida en su casa cuando quisiera.
La tarde se me fue rápido charlando con los tres hermanos, Sebastián
nos hacía reír a todos con sus historias de noviazgos falsos con
mujeres, de repente mi mente se ausentaba, me preguntaba si era
correcto haber dicho sí, mi intuición me hablaba, pero yo me hacía la
sorda, Santi parecía ser demasiado bueno para ser cierto, me gustaba
demasiado, su forma de ser me atraía con intensidad a pesar de que
fuese un arrogante de mierda.
El sexo había sido genial, había química entre los dos, demasiada
para ser honesta, no pensé en esa obsesión suya por trabajar, ni en lo
complicado que resultaba su tiempo, me dejé llevar por esa emoción
extraña que me aceleraba el corazón.
***
Fijé la vista hacia abajo, en la gente caminando por la calle bajo el sol
con tranquilidad, como si no percibieran el calor que hacía esa tarde.
Con las piernas cruzadas bajo la mesa y una de mis manos
sosteniendo mi barbilla, me sentía increíblemente relajada, me
gustaba tanto ese restaurante, comer en esa bonita terraza, con la
pintoresca vista que ofrecía la ciudad me ponía de muy buen humor.
—Si mi mamá te viera tomando cerveza para acompañar la comida se
muere —dije viendo a mi papá, sentado frente a mí.
Su risa ruidosa fue tan contagiosa como siempre, dejó el plato a un
lado y dijo:
—Creo que por algo no estamos juntos... Cuéntame, Valentina, ¿qué
es eso que te tiene tan contenta? Tu sonrisa lo dice todo.
No lo sabía con exactitud, había despertado con un maravilloso buen
humor, ni siquiera me molestó que su llamada para invitarme a
comer me despertase. Tomé aire antes de comenzar a hablarle de la
editorial y lo bien que yo sentía que me estaba yendo, obviando los
pequeños problemas que tenía. Mi papá se estaba esforzando por
arreglar las cosas conmigo, las últimas veces en que nos habíamos
visto, nuestras discusiones acabaron con esos encuentros, por ello yo
también intentaba poner de mi parte, conversando con él como casi
nunca lo hacía.
—Tengo amigos, estoy saliendo más a menudo, tú sabes que nunca he
sido la más entusiasta con lo de hacer vida social —continúe
poniéndole al tanto de mi vida.
—Lo sé, siempre fuiste muy solitaria, hasta en casa evitabas pasar
tiempo con nosotros en familia.
Quise decirle que no era así, que si evitaba compartir con ellos era
por las constantes comparaciones que siempre hacían, quise
explicarle que siempre me sentí menospreciada cuando usaban a mi
hermana mayor y sus virtudes para señalar mis defectos. Pero no lo
hice, opté por callar y sólo sonreír, no quería romper la atmósfera de
paz que nos rodeaba.
Mientras lo escuchaba hablar de unas vacaciones que estaba
planeando, desvié la vista a mi plato medio lleno, no tenía nada de
apetito, la noche anterior me había excedido con las palomitas y las
barras de chocolates. Mi papá quería ir a un lago, entusiasmado me
describía la casa que pensaba rentar por una semana, para compartir
tiempo de calidad conmigo y mi hermana. Desde ese momento
comencé a buscar una buena excusa para librarme de esa escapada
familiar.
Cuando bajábamos para salir del restaurante, comenzó a hacerme
preguntas acerca de mamá, parecía muy interesado en los detalles de
su nueva vida, desde el divorcio había adquirido el hábito de mudarse
constantemente. Mi vestido ligero y corto fue su siguiente tema de
conversación, mi papá se quejaba de mi audacia por salir así de casa,
mientras yo defendía mí elección para vestir en esa tarde, dado el
calor que hacía mi vestido era perfecto y me importaba poco si
pensaba lo contrario.
Al subir a su auto para aligerar el ambiente comencé a bromear
acerca de sus celos, lo hice reír hasta que lo llamé viejito
cascarrabias y así fue que logré que dejara en paz el tema. Evitaba
bostezar mientras mi papá hablaba, pero cada vez era más difícil
conseguirlo, la noche anterior había llegado demasiado tarde a mí
departamento, la salida casual al cine terminó siendo una noche de
tragos.
El sueño se fue de mí, cuando mi papá mencionó su intención de
subir a mi departamento, para acompañarme. No encontré la forma
de evitarlo, ninguna razón que pudiera disfrazarse de válida para no
permitirle entrar a mi casa. Me tensioné un poco cuando llegamos a
mi edificio, no me había dado tiempo de limpiar desde mi noche con
Santi, temí que mi papá con lo intuitivo que era sospechase algo.
Abrí la puerta despacio, mirando por encima del hombro a mi papá
que aguardaba tras de mí. Respiré profundo y fui directo a mi
habitación, pateé la sábana que había dejado en el piso, debajo de la
cama de forma apresurada, miraba hacia todos lados en busca de
otro detalle que me fuera a delatar, mientras mi papá se sentaba.
—¿Quieres un café o algo? —pregunté al mismo tiempo que recogía
del piso la envoltura plateada de un preservativo.
—¿Estás bien? —volteó el rostro para verme.
Asentí alisando mi vestido, intentando no mostrarme nerviosa,
aunque solía ser torpe para esas cosas.
—Todo en orden... ¿Entonces puedo ofrecerte algo?
—No mi amor, yo ya debería irme, tengo unos asuntos pendientes,
sólo quería dejarte en casa, cámbiate esa cosa —dijo apuntando mi
vestido.
Nos quedamos callados al escuchar el ruido que hizo la puerta al ser
empujada, mi papá que había sido el último en entrar no cerró de
forma correcta.
—Señorita Rincón, traje algo para usted.
Escuchar la voz de Santiago me generó un pequeño temblor en el
cuerpo, mi papá frunció el ceño al verlo entrar con tanta confianza.
La sonrisa de Santi desapareció al notar la presencia de mi papá,
llevaba algo en las manos que dejó sobre una mesa antes de
acercarse a paso lento hacia nosotros.
—Papá él es Santiago, Santi mi papá —los presenté actuando con
fingida naturalidad.
—Santiago Sada mucho gusto —extendió el brazo ofreciéndole su
mano.
Mi papá lo vio por largos segundos antes de aceptar el saludo, respiré
profundo cuando estrecharon las manos, mi papá sonrió falsamente
al momento de pronunciar su nombre, Daniel no podía fingir, sus
expresiones siempre lo delataban.
—Santiago, tú cara se me hace muy conocida —dijo papá, viéndolo
con detenimiento.
Santi negó visiblemente nervioso, algo extraño en un hombre que
siempre se mostraba seguro.
—Estoy seguro que te he visto antes —insistió
—No lo creo, al menos no que lo recuerde —respondió Santiago
recobrando la compostura.
—Seguro te estoy confundiendo, mis hijas me han presentado tantos
amigos que de repente todo se vuelve confuso.
—Papá —dije entre dientes al escuchar su comentario
malintencionado.
Cubrí mi rostro conteniendo la risa, deseando que ese momento
incómodo acabase rápido.
—Santiago fue un placer conocerte.
—El placer fue mío señor —respondió con ese encanto tan propio.
—Cuídate mucho mi amor —se dirigió a mí, dándome un dulce beso
en la mejilla.
Sonrió a Santiago antes de alejarse hacia la puerta, se detuvo antes
de abrir y giró para vernos.
—Este muchacho me cae mejor que el que me presentaste el mes
pasado.
Su risa burlona se escuchaba aún después de cerrar la puerta, Santi
alzó una ceja viéndome de una forma intimidante, mientras yo
negaba moviendo la cabeza.
—¿El mes pasado?
—Se confundió, realmente fue la semana pasada —respondí riendo.
Le tomó sólo un par de segundos encerrarme entre sus brazos, su
cercanía continuaba poniéndome arrítmica a pesar de lo cotidiana
que se estaba volviendo.
—Tus bromas son tan malas.
—¿Quién dice que bromeaba?
Me soltó al instante adoptando una actitud de enojo que me causó
risa, se alejó en busca de lo que había dejado en la mesa, para luego
acercarse de nuevo a mí.
—Venía a invitarte a la feria de libros que te comenté ayer, pero
mejor que te llevé el tipo de la semana pasada.
—Tus bromas si son malas —dije sonriendo.
Mis brazos rodearon su cuello en busca de nuevo de esa cercanía que
se sentía necesaria, él pego sus labios a los míos para darme un corto
beso que no me permitió profundizar.
—Mi papá no va a regresar, no te preocupes. —Le quité los lentes
antes de besarlo a como se debía.
Con la intensidad de lo que me provocaba, con las ganas que se
manifestaban cada vez que estábamos juntos, en medio de ese beso
cargado de tanta energía, entendí, que él era el motivo de mi buen
humor, esa alegría que según mi papá destellaban mis ojos, tenía
nombre, Santiago Sada. Sus manos sobre mi cintura me presionaron
contra su cuerpo, el calor que hacía comencé a percibirlo más
sofocante, paseaba las manos por su espalda hasta que me atreví a
meterlas bajo su camisa.
El beso intenso se volvió más rudo, me apresó con más fuerza, sin
dejar espacio entre los dos, di un pequeño salto cuando sus manos se
colaron dentro de mi vestido, me apretó el trasero con una
desesperación palpable, su gemido ronco me llevó a morderle el labio
inferior.
—Valen, Valen —repitió mi nombre casi sin aire, sujeto mis caderas
para alejarme de él de forma brusca —, debo mantener mis manos
lejos de ti.
—¿Te dio tanto miedo mi papá?
—No —respondió riendo, manteniendo la distancia entre nosotros, me
miró de pies a cabeza, negando cuando sus ojos se detuvieron en mis
piernas—. Mi entrenador no me perdona el minuto diez que perdí en
la competencia, mañana tengo que hacer una prueba de resistencia
física y
—Debes evitar cualquier actividad que mermé tu desempeño —lo
interrumpí, recordando lo que dijo Sebas cuando se enteró que pasó
la noche conmigo.
—Así es... Lamentablemente —agregó en voz baja.
—Interesante.
—Eres malvada Valentina —dijo al ver mi sonrisa.
—¿También soy la culpable de lo que pasó en la competencia?
—La gran culpable —respondió quitándome los lentes de las manos,
los limpió antes de ponérselos y sonrió al darse cuenta de la forma en
la que lo miraba—, estás siendo muy obvia hoy.
—Yo no fui la que condujo hasta tu departamento, para invitarte a
¿cuál es el pretexto de hoy?
—La feria de libros y no es pretexto, vamos ya que se nos hace tarde
—pidió tomando mi mano.
—Espera, al menos deja que me cambié estoy...
—Perfecta Valen, vamos odio llegar tarde.
Me obligó a salir rápido de mi departamento, caminábamos tomados
de las manos, a paso rápido mientras me hablaba del programa de la
feria, ni siquiera me había llamado para preguntarme si quería ir, y
tenía perfectamente planeada nuestra tarde en ese sitio.
Sonreí al ver el auto viejo en el estacionamiento, Santi parecía
quererlo más que a su bicicleta, abrió la puerta para mí como lo hacía
siempre, pero antes de que pudiera entrar, sostuvo mi cintura para
robarme un beso que me dejó sonriendo como estúpida.
Me gustaba ese Santi, espontáneo, risueño, relajado conduciendo la
carcacha. Puso una mano sobre mi pierna después de salir del
estacionamiento, cuando lo vi entrecerrando los ojos, tuvo la osadía
de subirla un poco más.
—¿No debías mantener las manos lejos de mí?
—La tentación es grande y yo soy débil.
Aparté su mano con el sonido de su risa en mi cabeza, me recosté
mejor sobre el asiento, disfrutando de su compañía, de sus miradas y
de esos jueguitos en las que ya no caía con tanta facilidad.
***
Nunca había estado en algo así, por eso la cantidad de personas que
estaban en ese sitio me sorprendió, a pesar de ser un evento local
tenía una gran concurrencia, casi no encontramos espacio para
estacionarnos, Santiago soltó una que otra maldición por dejar su
auto tan lejos de la entrada a la feria.
La fila para ingresar era corta, pero el calor hacía de aquello una
espera casi insoportable, até mi pelo en un moño sin quitarle la vista
de encima a Santi, se mostraba entusiasmado, muy conversador, me
daba todos los detalles de un autor que estaba presentado su último
libro esa tarde.
Tomó mi mano guiándome por aquel montón de Stand llenos de
libros, la presentación del libro estaba a punto de comenzar y entendí
por la prisa que tenía que no quería perderse ningún detalle.
—Imagina que los autores de Águila editorial presentando sus libros
aquí, el mercado que están teniendo es de
—Jóvenes —interrumpí—, no veo a un montón de chicos haciendo fila
para entrar a algo así.
—No conoces tu mercado Valentina, claro que sí, ven acá —tiró de mi
mano para llevarme a otra especie de pasillo —Mira esto.
Leí el letrero pequeño en el primer stand, Novelistas, había filas en
distintos espacios, Santi señaló al montón de chicos que esperaban
con libros en las manos, a que los autores firmaran.
—Romance Juvenil, de lo que más se lee hoy en día —susurró a mi
oído—, hace un par de años traje a Sandy y a sus amigas, esperé por
tres horas para que la escritora del libro que todas leían, firmara sus
copias.
—Nunca lo imaginé, es decir... ¿Y las fiestas?
—No todos son iguales, a algunos chicos le gustan los libros y
también van a fiestas. Los últimos libros que han publicado calzarían
perfecto en esta sección.
—¿Crees que debería proponerle a mi jefe participar en eventos así?
—Estoy seguro de ello. Les ayudaría mucho y a ti, te dejaría como una
editora proactiva y eficiente.
—Esto de juntarme contigo está siendo muy provechoso.
—Preferiría el término placentero, o satisfactorio pero bueno...acepto
lo de provechoso.
***
***
***
***
***
***
***
***
—¿Valentina me estás escuchando
Asentí despreocupada al mismo tiempo que me desplazaba por la
pequeña bodega llena de libreros.
—No tengo idea de cuantas copias debemos llevar, creo que organicé
esto muy mal.
—No me estás escuchando —renegó Lau después de suspirar—, te dije
que puedes llamar a la encargada de eventos de la empresa
distribuidora, ellos manejan exactamente esos datos.
—Siento que todo puede salir mal, tengo sueño y mil cosas que hacer,
mañana es un día crítico para mí, tengo un examen a las diez, volver
aquí para terminar esto, la cita con la escritora que nos va a salvar
con Rodrigo, lo del concurso y debo ir a buscar el vestido para la
maldita fiesta de mi hermana. Ufff Lau no sé cómo no he colapsado,
son demasiadas cosas no podré.
—No te des por vencida antes de tiempo, te voy a ayudar a
organizarte para que puedas hacer todo lo más rápido posible.
Agradecí las buenas intenciones de Laura, aunque dudaba que su
ayuda me sirviera para algo, yo sentía que no daba para más, era uno
de esos días donde amanecía derrotada, extrañando a la antigua
Valentina que dormía hasta tarde, y se preocupaba por cumplir sus
compromisos un momento antes de enfrentarlos.
—Señoritas su café —entró Martín sonriente a la bodega.
Había llegado a la editorial para terminar los detalles de una
portada, lo hizo tan rápido que le quedó tiempo libre y se ofreció a
ayudarnos.
—Eres un encanto —dijo Lau coqueta.
—Chicos recuerden que no pueden tomar nada aquí, Ana sabe dónde
estamos ya saben cómo se pone insoportable con las reglas de la
editorial.
—La jefa tiene razón —respondió Martin sonriente.
Evité verlo y concentrarme en lo que hacía, Martín me parecía
amistoso, pero su actitud coqueta hacia mí, ponía celosa a Laura que
estaba interesada en él.
Ambos salieron entre risas contagiosas, dejándome sola para
continuar trabajando, cuando salí de la bodega fui directo a donde
Ana, para entregarle la lista con los nombres de los libros que
llevaríamos a la expo. Ella se encargaría de proporcionársela a Carol,
la encargada de la distribución.
—Licenciada Rincón recuerde lo del concurso, la junta editorial
insiste en que lo hagamos.
—Gracias Anita estoy trabajando en ello.
Le di la espalda para encaminarme a mi oficina, la junta editorial y
sus presiones me estaban hartando, una autora con algo de
reconocimiento en el circulo literario de la ciudad, había comenzado
un movimiento de desprestigio en redes sociales contra Águila, se
quejaba del contenido que estábamos publicando, llamándolos libros
mediocres, a Rodrigo le preocupaba aquello, la cuestión no sólo era
vender libros, debíamos posicionar el prestigio de la editorial, así que
hacer concursos, publicar antologías, llevar al papel otros géneros
que no fueran romance y juvenil, eran las nuevas indicaciones de mi
jefe directo.
Abrí la puerta y me encontré con Lau sonriente, inclinada casi sobre
Martín que hacía algo en mi computadora.
—Valen te estamos ayudando con lo del concurso. En realidad, los
jueces no te mintieron, escogieron lo mejor.
—Pero son malos Lau, tú misma lo dices, los escritores a los que les
envié las bases del concurso no quieren particular por la que habla
mal de nosotros.
—Escoge el mejor y publiquémoslo invitando a leerlo, es una manera
de incentivar a participar, también puede ser una muestra de calidad
para quien duda del concurso. —sugirió Martín
—Ninguno me parece el indicado para eso, Valentina aún faltan
semanas tranquila.
—Faltan dos semanas para cerrar el concurso y las inscripciones son
pocas, Martín tiene razón, hay que incentivarlos a participar.
Los dejé emitir opiniones esperando que alguna de ellas me resultara
útil, mi teléfono vibró sobre mi escritorio, Martín me lo alcanzó sin
dejar de hablar entusiasmado de su idea.
Nos compré algo.
Decía el mensaje acompañado de una foto de unos Halls back, apreté
las piernas por instinto, mientras una sonrisa que me delataba se
pintaba en mi boca, sentí un calor sofocante al recordar esas pastillas
mentoladas y lo que me provocaron cuando me besaba con ellas
dentro de la boca.
—Valentina estas roja —dijo Martín riéndose de mí.
—Necesito responder este mensaje, ya vuelvo.
Salí de mi oficina y me quedé en el pasillo, recostaba sobre una
pared, con el mensaje abierto y sin saber que responder. Dos días
atrás Santiago me había llevado a su departamento, necesitaba su
antigua computadora que estaba guardada justamente en ese sitio,
me pidió un beso cuando estábamos a nada de salir, un besó justo
ahí, donde yo estaba pensando.
Paso, casi muero de un ataque cardíaco.
Escribí con los dedos temblorosos, guardé el teléfono y entre de
nuevo a mi oficina, necesitaba enfriar mi mente que ya estaba
estimulada.
Santi y su capacidad de encenderme con tan poco.
Miré mi agenda, y una idea comenzó a tejerse en mi mente, aparté
con cuidado el brazo de Martín, que sonrió al sentir mi mano sobre
él, abrí la agenda pasando las páginas rápidamente, hasta llegar a lo
que estaba buscando.
—Creo que esto nos puede servir —arranqué la página y se la di a
Martín que me miraba con curiosidad—. Puedes hacer una imagen
atractiva con el texto, publicarlo como si fuese de algún participante
y dejar que la magia ocurra.
—¿Pero de quién es? ¿No está participando? —cuestionó Lau.
—SS, así firma el texto —indiqué a Martín.
—Valentina SS no está participando —susurró Laura con un tono de
preocupación, sabía lo que estaba haciendo.
—Sí está, que él no lo sepa es diferente —respondí conteniendo la
risa.
Seguro me iba a meter en problemas con Santiago, pero había
aprendido demasiado bien a salir de ellos, la preocupación que sentí
por ser descubierta fue aminorada por la satisfacción que encontraba
en compartir sus textos, Santi era capaz de erizar mi piel con sus
líneas, su talento no mercería seguir escondido.
Decidí salir temprano de la editorial, necesitaba descanso para poder
hacerle frente, al día que se me venía encima, leía mis mensajes
durante el trayecto en el taxi, mamá y Vannesa no dejaban de
atormentarme con lo de la prueba del vestido, en el grupo de
WhatsApp de la materia que estaba recursando tenía más de
quinientos mensajes acerca del examen, hasta Sandy me había
escrito, pero no había nada de Santiago.
Resignada a no verlo, me preparé para pasar la noche sola, me hice
una deliciosa cena que comí mientras miraba una serie, antes de
irme a la cama tomé un baño que me ayudó a relajarme y a dormir
rápido.
Estaba acurrucada bajo las sábanas cuando tocaron el timbre, Polly
que dormía a mis pies y no en su cama, se estiró cuando encendí la
luz de la mesa de noche, eran la una de la mañana. Salí de la cama
con otro toque impaciente de timbre, aún adormilada ni siquiera me
cuestioné quién me buscaba a esa hora, abrí la puerta en medio de un
bostezo, sobresaltándome al sentir mis pies en el aire.
No era necesario que hablara para saber quién era, reconocía su
aroma con una facilidad que me asombraba.
—Se me hizo un poco tarde —susurró con voz cansada, giré y choqué
con la pared arrancándole una carcajada —Ven, estas dormida.
Me dejé guiar por su mano y su voz suave, me metí a la cama,
acomodándome en la misma posición en la que estaba, segundos
después sentí el calor de cuerpo rodear el mío, me giré buscando su
rostro que no miraba por la ausencia de luz, pasé las manos por sus
brazos desnudos y a ciegas dejé un beso en su pecho.
Tuve un descanso plácido y un despertar maravilloso, las manos de
Santiago presionaban mis caderas con más intensidad, a medida que
la velocidad en la que empujaba la pelvis aumentaba.
De rodillas sobre mi cama y con las manos apoyadas en el colchón,
apretaba los labios cada vez que entraba con fuerza en mi cuerpo, era
tan temprano que cualquier sonido hubiera alertado a mis vecinos,
percibí una molestia en el vientre bajo a causa de la rudeza con la
que me estaba tratando, molestia que fue sustituida por el placer
exquisito que me sacaba de control, sus manos se deslizaban a causa
del sudor que cubría mi piel. Uso su brazo para rodear mi cintura y
atraerme con más fuerza contra sí, lo percibí tan adentro que
respirar se volvió dificultoso, sus gemidos masculinos aceleraron la
explosión que emergía en mi vientre y se expandió por mi cuerpo
entero.
—Buenos días.
Reí frotando mi rostro en la almohada, su tono de voz se escuchaba
ligeramente agitado, como si no hubiera estado minutos atrás,
embistiéndome con casi furia, no fui capaz de responder, no había
recuperado el aliento, el cuerpo todavía me temblaba.
Mientras me duchaba, él preparo el desayuno para los dos, me vi
obligada a comer de verdad, cosa a la que no estaba acostumbrada,
usualmente sólo tomaba un poco de jugo.
Santiago desmentía la creencia que las mujeres tardamos en
vestirnos, más que los hombres, tenía media hora sentada sobre mi
pequeño comedor, esperando que se terminara de arreglar, intenté
leer los apuntes para repasar un poco, pero no podía concentrarme,
lo miraba atenta mientras se peinaba frente al espejo, yo apenas me
había secado el pelo y él parecía cuidar cada detalle de su imagen.
—Como tardas —murmuré cansada.
Ajustaba el reloj en su muñeca mientras caminaba hacia mí, la
corbata colgaba de su hombro y los lentes los sostenía con la mano
izquierda.
—No todos somos bonitos como tú Valentina, hay quien se esfuerza
para verse decente.
Reí escandalosa al escucharlo, don arrogante sonaba falso hablando
así.
—¿Te esfuerzas para verte decente?
—La verdad no —respondió sonriendo—, soy bien parecido de
nacimiento.
—Engreído.
—Al menos te hice reír un poco, amaneciste tensa, al parecer mis
buenos días no son suficiente para ponerte de buenas.
—Tus buenos días... ¿Así le llamas a pillarme medio dormida y
aprovecharte de mí?
Se hizo espacio entre mis piernas acortando la distancia entre los
dos, su risa se apagó en mi cuello donde escondió el rostro después
de besarlo.
—Recordamos las cosas muy diferentes, yo desperté porque alguien
me estaba manoseando con mucha confianza.
—Estaba dormida —respondí seria.
—¿Valen si eso haces dormida, que me harás cuando estés despierta?
—Ya lo sabes.
Su risa se hizo más sonora, besó mi cuello de nuevo, para luego
buscar mi boca, lo rodeé con las piernas teniendo cuidado de no
ensuciarlo con mis zapatos. Insistía que le dijera que era lo que me
tenía de mal humor hasta que consiguió que hablara.
—Y la expo no es todo, también está lo del concurso, hay pocas
inscripciones, aunque espero que eso mejore, Martín tuvo una idea
para incentivar a los autores.
—No me agrada Martín.
—¿Por?
—Intuición... ¿Sabes conducir?
—Claro que si —respondí extrañada por su pregunta.
—Estaré fuera unos días, supongo que estarás saliendo tarde con todo
lo que tienes que hacer, te dejaré mi auto.
—No es necesario, si es tarde me puede traer
—Prefiero que no te traiga nadie, si no quieres mi auto, te dejó a Raúl
a tu disposición, lo llamas y él llega por ti.
—Santi, en serio no es necesario —dije renuente a aceptar—. No
regresaré tan tarde, tengo cosas que hacer con mi mamá y mi
hermana.
—¿Qué cosas? —abrió mis piernas buscando un contacto más
profundo, sentir esa presión en mi entrepierna me resultaba
fascinante.
—Ni lo imaginas... Me espera un martirio, tengo que elegir un vestido
para el compromiso de Vannesa, o sea que tendré que soportar a mi
madre y a ella criticando mi cuerpo y mis gustos.
—¿Qué pueden criticarte?
Responder se me hacía difícil cuando sentía sus labios bajando rumbo
a mis pechos, apoyé las palmas de las manos sobre la mesa cuando
levantó un poco mi camisa, dejando mis senos expuestos.
—Critican todo. Sé que sonará feo esto, pero creo que mi hermana me
tiene envidia, y mi mamá la secunda en todo.
—Seguro es cierto, si te crítica es porque de alguna forma se siente
amenazada por ti, por eso busca la forma de hacerte sentir insegura.
—¡Si! Pienso lo mismo, eres el primero que me da la razón, y eso que
no la conoces, es insoportable.
—Se nos hará tarde.
Apartó sus labios del valle de mis senos, y me tendió una mano para
bajarme de la mesa, sentía las piernas un tanto temblorosas, quería
más, esperaba más de sus besos, de su lengua, de sus manos, pero el
trabajo y un examen aguardaban por nosotros.
El contraste entre los dos y nuestras vidas se hacía evidente aquella
mañana, mientras el caminaba apresurado enfundando en su
elegante traje, yo dejaba que su mano me llevará hasta al auto,
distraída y riendo con mi atuendo despreocupado.
Su asistente, Alicia, lo estaba esperando para que le dejara las
últimas indicaciones antes de ausentarse, conducía rápido hablando
por teléfono en altavoz con ella. Colgó cuando entrábamos al campus,
nuestras despedidas eran cortas casi siempre, pero esa mañana todo
se sentía diferente.
—Espero que todo salga bien en tu viaje.
—Éxito en tu examen, te llamaré para contarte como va todo.
Se quitó el cinturón de seguridad para abrazarme, serían siete días
sin vernos, habíamos pasado más tiempo sin buscarnos no tenía por
qué sentirme así. Aspiré el olor de su perfume en su cuello sin querer
despegarme de ahí.
—Cuídate preciosa —susurró sobre mis labios.
Asentí y bajé sin ver hacia atrás, queriendo que esa sensación
extraña de melancolía anticipada, saliera de mi pecho.
Pero no sucedió, ni con el transcurrir de los primeros dos días y las
mil cosas que ocupaban mi tiempo lo lograba, extrañaba a Santi,
había dejado que su cercanía se volviera necesaria, por ello su
ausencia, aunque fuese breve, pesaba más.
La prueba de vestidos con mi hermana no fue tan mala como
imaginé, ni siquiera tuve que soportarla, Vannesa se estaba haciendo
cargo de tantas cosas para su fiesta de compromiso, que tuvo que
encomendarle a mi mamá ayudarme.
Los preparativos para la expo me mantenían en constante
movimiento, los tiempos libres los aprovechaba para seguir
promoviendo el concurso de la editorial y tomar café con Laura, que
al menos me hacía sonreír.
Intentaba no asfixiar a Santi con mensajes, me limitaba a esperar que
el escribiera para responderle, un día antes de la expo sintiéndome
agotada, dejé que la melancolía ganara terreno, aunque faltaban solo
dos días para que regresara, hice algo empujada por mis impulsos.
Tomé a Polly para tomarnos una foto juntas, se la envié a Santiago
acompañada de un te extraño que me salió del pecho. Sentí que el
corazón me latía más fuerte cuando aparecieron los dos check azules,
se desconectó sin responder el mensaje, haciéndome sentir como una
completa tonta.
El temor de no ser correspondida o estar en la misma sintonía, había
quedado en el olvido, convenientemente había interpretado algunas
actitudes de Santiago como interés por mí, en algún momento pensé
que estábamos igual de involucrados.
Consideré un error el haber enviado ese mensaje, un error en el que
quería dejar de pensar. Santiago no me había escrito, ni llamado, por
lo que entendí que aquel arranque de sinceridad lo había espantado.
El no saber cómo actuar con Santi me generaba inseguridad, se
estaba volviendo más angustiante que placentero eso que teníamos.
Dejé a un lado mi drama patético, para concentrarme solamente en la
expo por la que trabajé tanto.
El stand de los autores de Águila era de los más concurrido, para
varios de ellos era su primera vez en un evento así, por ello fue fácil
que conectáramos, me sentía abrumada con tantas cosas pasando a
mi alrededor. Ni siquiera disfruté a como quise del evento, estaba
demasiado preocupada porque todo saliera perfecto, por conseguir
entrevistas para mis escritores y promoción para los libros.
Aunque Laura fue de mucha ayuda, el cansancio fue inevitable, a
media tarde estaba tan agotada que solo deseaba que el evento
terminara. Sentí eternas las horas que pasaron hasta que al fin pude
salir del evento.
Martín y Laura tenían planeado ir a un sitio a beber algo, cuando me
invitaron acepté sin pensarlo, pero en medio camino cambié de idea,
estaba demasiado agotada, había dejado a Polly sola todo el día y no
recordaba si tenía suficiente comida en su plato.
—Valen aún puedes cambiar de opinión —insistió Martín.
—En serio estoy cansada —abrí la puerta notando como Laura
sonreía.
Era obvio lo que pasaba, él le gustaba y quería pasar tiempo a solas.
—Los veo mañana chicos, pórtense mal.
Laura se carcajeó nerviosa, en cambió Martín me guiñó el ojo de
forma seductora, el sonido de mis tacones era lo único que se
escuchaba cuando caminaba, moría por quitármelos y comer algo, mi
estómago protestaba por la falta de alimento.
Me detuve en medio del pasillo al ver una maleta frente a mi puerta,
las llaves que tenía en las manos, se resbalaron y cayeron al piso,
noté una sombra moverse y luego vi a Santi despegar su espalda de la
pared.
Sonrió al ver mi cara de sorpresa, aún faltaban dos días para su
supuesto regreso, que estuviera ahí era algo que no esperaba.
—¿Qué haces aquí? —mi poca habilidad social habló por mí.
—Creí que me extrañabas —respondió con ese rastro de arrogancia en
el tono de su voz.
Llevé las manos a mi cintura y bajé el rostro para que no mirara
como sonreía.
—Era Polly la que te extrañaba, nunca dije que fui yo.
Dejó salir una carcajada contagiosa que tardó en silenciarse, se quitó
los lentes y los guardas en el bolsillo de la camisa antes de abrir los
brazos hacia mí.
—Ven acá, puedes ser obvia, trabajé horas extras para regresar antes
de tiempo y verte.
Tiré el bolso que colgaba en mi hombro al piso, y me acerqué por
completo a él para abrazarlo.
—¡Santi! —me asusté al sentir mis pies en el aire, me aferré a su
cuello cuando me puso sobre el piso, cerrando los ojos al sentir su
olor de nuevo, y el calor de sus brazos que había extrañado.
—Yo si te extrañé mucho —susurró a mi oído sin soltarme.
w w
***
***
***
***
***
***
***
El ardor en los ojos era cada vez más molesto, recosté la cabeza sobre
mi escritorio descansando la vista un poco, llevaba toda la tarde
leyendo un manuscrito y un cuaderno con anotaciones mal hechas de
mi clase de dirección de ventas, todo se me estaba juntando, la
selección de nuevo material, los exámenes, mis obligaciones como
dama de honor, sentía que iba a colapsar.
—¿Quién es? —grité de manera casi agresiva cuando tocaron la puerta
de mi oficina.
—Yo —respondió Lau asomando la cabeza—, venía a preguntarte si ya
leíste bien la corrección de estilo de Eva.
—Si, por eso estoy retrasada con el otro manuscrito... Lau no quiero
rendir el examen en serio prefiero no presentarme, no sé nada.
—No Valentina, tienes que hacerlo, solo son tres clases más,
apruébalas todas y se acaba el maldito semestre pendiente, tú
puedes.
—Es en dos días y ni siquiera tengo los apuntes... A la mierda el
mundo, estoy viviendo como dije que nunca lo haría, estresada,
amargada por cumplir con los demás, me da igual graduarme, no
haré el examen y que pase lo que tenga que pasar.
—Valentina no te des por vencida, todo el trabajo hecho en estos
meses no puedes simplemente tirarlo a la basura, tómate un
descanso y yo te cubro, ve a casa duerme y luego estudias un poco.
—No puedo ¿Mi hermana volvió a llamar a Anita?
Laura asintió poniendo cara de fastidio, Vannesa había estado muy
rara esos días, me llamó incontable veces para hablar conmigo y
cuando el martes fui a buscarla a su trabajo dijo que no tenía tiempo
para entenderme, cuestión que interpreté como una excusa para
hablar conmigo pero que dejé ir con alivio porque al fin y al cabo no
quería hablar con ella, un día después me envió un mensaje de
carácter urgente, su mejor amiga de la infancia viajaba a Europa y no
sabía cuándo iba a poder regresar, mi hermana quería tener una
despedida de soltera antes de tiempo, solo para compartir con la
idiota de Paty ese momento, despedida que yo tenían que organizar
por ser su estúpida dama de honor.
—No solo ella, tu mamá también.
—¡Mierda! —dejé caer la cabeza en una actitud de derrota—, iré a
casa, pero para poder hacer las últimas llamadas que me hacen falta,
Valeria me está ayudando, no será tan difícil.
—Valen recuerda hablar con Santiago lo de los cambios, de verdad la
novela adquirió un toque sombrío, siento que cruzó una línea delgada
que convirtió a Eva en una villana cruel en lugar de la niña estúpida
y superficial que describió antes.
—Santi odia hablar del libro, pero algo se me va a ocurrir —respondí
mientras tomaba mis cosas.
—Si quieres le pido a Martín que te lleve.
—No es necesario, no te preocupes— me apresure por despedirme,
parecía que Laura no percibía la forma en la que me miraba su casi
novio.
En el camino a mi departamento leí los mensajes que me había
enviado mamá, estaba más emocionada por la despedida de soltera
que la misma Vannesa, me sorprendió la notificación de un mensaje a
Santi, le había escrito temprano en la mañana su respuesta nueve
horas después no la esperaba.
Lo siento estaba ocupado, quiero verte hoy podemos tener una noche
de cena, sexo, Netflix y sexo.
Manuel que me estaba esperando, me llamó cuando estaba
respondiendo el mensaje, bajé del taxi con el teléfono pegado a la
oreja mientras escuchaba atenta lo que Manu me había conseguido,
colgué cuando lo vi en el vestíbulo del edificio, me dio un corto
abrazo antes de caminar conmigo hacia nuestro piso.
—Vannesa morirá cuando mire a esos tipos bailando.
—Y que tipos Valentina, me costó mucho trabajo que aceptaran,
siempre tienen la agenda llena —comentó sonriendo.
—Eres un sol Manu en serio, me salvaste la estúpida fiesta, mi mamá
dice que no puede haber una despedida de soltera sin strippers.
—El sol es Sebastián, use sus contactos para ayudarte.
—Los adoro a ambos, cuando se casen quiero ser la madrina.
Río esperando a que abriera la puerta de mi departamento, lo dejé
pasar primero, él tenía la costumbre desesperante de dejar abierto, le
había pedido ayuda la tarde anterior sin esperar que me resolviera el
problema de los bailarines.
—Polly eres toda una consentida —dijo en tono chistoso viendo el
rascador en forma de árbol que estaba al lado de la ventana, Polly se
estiró desde la parte más alta, para luego huir al interior cuando
Manu se acercó—, si sigues comprando cosas para esa gata arisca no
podrás comprar tu auto Valentina.
—No lo compré yo, Santi lo trajo después de ver como afilaba las
uñas en mis sillones.
—Santiago resultó un buen padre, quién lo iba a decir.
Su comentario absurdo me hizo reír a carcajadas, caminé hasta el
refrigerador de donde saqué un par de refrescos para ambos y me
senté a su lado, subiendo los pies sobre la mesa.
—Cada vez que haces un comentario así se pone pálido. No me lo
espantes.
—Ya no se espanta, se mira muy cómodo contigo y la gata, son una
familia encantadora, los tres ariscos y poco amistosos.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —dije después de darle un sorbo a mi
refresco.
—Soy pasivo, Sebas activo.
El líquido salió por mi nariz mientras estallaba en una carcajada,
Manu me iba a matar de la risa sin proponérselo.
—No era eso lo que iba a preguntar, ya lo sospechaba —admití—
¿Cuándo hablaron tú y Sebas acerca de lo que sentían? No te burles
de mí, yo nunca antes había tenido una relación, así como la que
tengo con Santi, no sé cómo actuar y hay cosas que no sé... No sé
cómo manejar.
—¿Llevas meses con Santiago y aún no sabes cómo actuar? —asentí
preocupada—, Valen siento que piensas mucho las cosas, solo déjate
llevar por lo que tienen y listo, te daré mi punto de vista, viéndolo
desde afuera parecen una tierna pareja en proceso de enamorarse,
aunque Santiago es malencarado cuando está contigo sonríe mucho,
aunque puede ser porque se la pasa fornicando como conejos, en
serio es perturbador escucharlos.
—No hacemos ruido tonto —refuté golpeando su pierna.
—La cama pareciera que está a punto de romperse siempre, pobre
Polly... Estás sonrojada Valentina —decía carcajeándose—, tengo que
irme, Sebas vendrá para que vayamos a una exhibición de
motocicletas clásicas, por eso salí temprano del trabajo.
—Oye, espera, antes de que te vayas respóndeme algo ¿Sabes porque
Sandra me está odiando? La llamo y no responde, le escribo mensajes
y me deja en visto, le prometí a Santi hablar con ella y se está
haciendo imposible.
—Cree que Santiago va a regresar a vivir a su departamento y te
culpa por eso —respondió mientras se ponía de pie.
—Eso no es cierto, Santi va a esperar que ella se vaya a la
universidad.
—Explícale eso a Sandra dramática Sada... Suerte en la despedida de
soltera, diviértete.
Respiré profundo cuando cerró la puerta, no tenía ánimos para
ninguna fiesta, le informé a Valeria acerca de los strippers haciendo
que gritara al teléfono, puse comida para Polly y busqué algo en mi
clóset para usar por la noche.
Le marqué a Santi esperando que respondiera en el primer intento,
suspiré aliviada cuando el tono de espera dejó de sonar, pero tuve
que esperar a que dejara de hablar con Gloria.
—Valen lo siento, Gloria me estaba diciendo algo importante.
—No te preocupes, te llamaba por lo de la noche, había olvidado
que tengo un compromiso con mi hermana.
—¿Tu hermana sigue buscándote? —preguntó al instante.
—Si, como su dama de honor tengo muchas cosas que resolver
acerca de la boda. Dejamos lo de la cena para otro día ¿Sí?
—Está bien... ¿Valentina por qué en mi Tablet hay una búsqueda
de perforaciones extrañas?
—Quiero perforarme los pezones —dije bromeando, en realidad no
recordaba cómo había llegado a buscar acerca del tema.
—Me parece interesante, pero no te creo, eres una llorona no
soportarías un dolor así.
—Claro que sí, soy una mujer fuerte.
—La última vez que mordí tus pezones te quejaste toda la noche.
—Santi, estás en altavoz y estoy con mi mamá —contuve la risa
imaginando su cara, no dijo nada por largos segundos y luego
suspiró—, estoy bromeando tonto.
—Que horrible tu sentido del humor —respondió en voz baja.
Antes de colgar le hablé de la despedida de soltera, cuando mencioné
el asunto de los strippers comenzó a hacer más preguntas acerca del
evento, deseó que me divirtiera mucho y me envió un beso que me
dejó sonriendo.
***
Me subí a una silla para buscar a mi madre que se estaba
comportando como una adolescente llena de hormonas, Vanne se reía
con sus amigas a carcajadas al ver a mi mamá bailando como loca.
Había sido la primera en llegar al club nocturno y la más animada de
todo el lugar.
—Mamá contrólate —grité a su oído.
—Valen tequila —me ofrecía mi hermana que se estaba comportando
de una forma amistosa que me parecía sospechosa, negué buscando
un sitio para sentarme, los zapatos estaban apretando mis pies— ¿No
piensas divertirte?
—No quiero alcohol Vannesa eso es todo.
—¿Tu noviecito se molesta si tomas?
—Que te importa —respondí alejándome de ella.
Me siguió hasta la barra, sin importar los gestos de molestia que no
dejaba de hacer, pedí una botella de agua y regresé de nuevo a la
mesa.
—Te quedó tan bien está fiesta que no imagino como será mi
despedida real, porque esto es como un ensayo, eres la mejor
hermanita —besó mi mejilla antes de irse bailando con sus amigas.
Cuando los bailarines volvieron a salir grité como todas lo hicieron,
tomé los billetes que nos ofrecía Valeria y me acerqué un poco más al
pequeño escenario, me reía divertida al ver a esos tipos fortachones
moverse así, Vannesa me apuntaba instando a uno de los tipos que
me subiera al escenario, negaba una y otra vez ignorando los gritos
de las chicas que me alentaban.
—¡Vamos Valentina sube! —repetía mi hermana.
—¡No Vanne, no qué horror! no quiero que me pongan sus cosas en la
cara.
Mi mamá me empujó a los brazos de un morenazo altísimo, me
subieron casi a la fuerza con la música y los gritos sonando cada vez
más fuerte, negué riendo al ver la silla en la que me senté después,
los flashes de una cámara golpearon mi cara una y otra vez, ladeé el
rostro y vi a un tipo que se escondía tras el lente.
Cerré los ojos cuando el moreno fortachón tomó mi mano y la guio a
su estómago, mi mamá gritaba más que nadie, todas pedían más
mientras yo solo reía incómoda por tocar a un tipo lleno de aceite.
Mi mamá subió como voluntaria y fue entonces que aproveché para
huir de esa silla, bajé del escenario con cuidado, las luces no me
permitían muy ver los dos breves escalones, una mano sujetó mi
brazo, volteé y lo primero que vi fue la cámara, levanté la vista
despacio al reconocer el tatuaje del brazo y me congelé al comprobar
que Alonso estaba frente a mí.
—Valen —dijo muy sonriente, no estaba nada sorprendido de verme a
pesar de tener más de cuatro años de no vernos—, estás asombrosa.
El corazón me latía a toda prisa, me solté de su agarre le sonreí y me
alejé en busca de mi mesa y un poco de paz, verlo me inquieto de una
forma indescriptible. Tomé de golpe un shot de tequila que no tenía
idea de quién era y me senté en la primera silla desocupada que
encontré.
Vannesa se acercó y se inclinó hacia mí al notar mi cara, sonrió y
pasó las manos por mi pelo antes de besar mi frente.
—Creo que olvidé contarte que contraté a Alonso ¿Lo recuerdas?
—Tú ni le hablabas —respondí a la defensiva sin saber el porqué.
—Necesitaba un fotógrafo profesional y él estaba disponible.
Una de sus amigas se acercó para llevarla a la pista, me quedé ahí
sentada intentando procesar lo que estaba pasando, sentí que era una
especie de pésima broma, como si lo hubiese llamado con el
pensamiento cuando hablé de él con Santiago, permanecí en el
mismo sitio por casi una hora, hasta que pude irme sin tener que
darle tantas explicaciones a mi madre y a mi hermana.
Fui al baño antes de salir del club, me puse un poco de polvo y recogí
mi pelo para refrescarme, caminé hasta la puerta esperando que mi
mamá no me viera, respiré profundo cuando estuve afuera, miré
hacia los lados esperando que un taxi llegara en cualquier momento.
—¿Te vas?
Giré a un lado al oír esa voz, Alonso se detuvo con la vista fija en el
estacionamiento y las manos dentro del jeans oscuros que usaba.
—Parece que te sorprendió verme, pensé que tu hermana te había
contado que me había contratado —dijo en un tono de voz más bajo—,
tenía muchos años de no verte.
—No lo sabía —respondí titubeante—, Vanne no me dijo ni siquiera
que iba haber un fotógrafo hoy.
—Quiere todos los recuerdos del proceso de su boda, todos, estaré
hasta en las pruebas de vestido.
Solté el aire que había contenido cuando lo sentí cerca, negué viendo
hacia el piso mientras reía falsamente, levanté la vista al sentir sus
ojos buscando los míos. Alonso había sido una especie de obsesión de
la que me había costado trabajo salir, nunca fue nada serio, pero me
importaba mucho, estaba igual de apuesto de como lo recordaba, solo
que había adquirido madurez en sus rasgos.
—No respondiste mi pregunta ¿Te vas?
Asentí nerviosa con la mirada en un punto fijo.
—Yo también me iba ya, no creo que tu hermana quiera fotos de ella
ebria... ¿Puedo llevarte?
Lo miré de inmediato sintiendo como el corazón se me aceleraba aún
más, me perdí en sus ojos claros que por un momento me
enmudecieron.
—Ven —dijo ofreciéndome su mano.
Ni siquiera supe como mi mano fue a parar sobre la suya, me guio
hasta el carro blanco que me había señalado y abrió la puerta para
mí.
—Estás bonita Valentina —susurró mientras se ponía el cinturón de
seguridad—, los años te han sentado tan bien, de verdad estás muy
linda.
—Gracias —respondí tímida.
—¿Y que ha sido de tu vida? ¿Trabajas, estudias, qué haces? ¿Tienes
un novio?
No me dio tiempo de responder algo, mi teléfono sonó
sorprendiéndome por la hora, me quedé más asombrada al ver el
nombre de Santi y el corazón en la pantalla.
w w
***
***
Maldecía una y otra vez dentro del vestidor más grande que la sala de
mi departamento, mi mamá parloteaba frente a la puerta haciendo
que me arrepintiera de haber abierto mi gran bocotá.
—Valen quiero ver cómo te queda el vestido —dijo Vannesa a gritos.
Me odiaba por no poderle decir no a mi hermana y a mi mamá, tenía
mil cosas que hacer en la editorial y estaba perdiendo el tiempo en la
primera cita para elección del estúpido vestido de novia.
—No me entra —mentí, en realidad ni siquiera me molesté en
probármelo—¿Por qué no nos enfocamos en tu vestido?
—Ese está allá bajo control —se quedó callada solo por breves
segundos cuando abrí la puerta—, Iré a buscar otro vestido para ti.
La miré irse apresurada y fue entonces que centré mi atención en
mamá que me miraba con una sonrisa enorme en el rostro.
—¿Qué le respondiste?
—Me quedé callada, no supe qué decir —encogí los hombros
preparándome para el ataque de Valeria.
—Debiste decir ¡Si! Valentina es un partidazo, si te está pidiendo algo
así es porque quiera formalizar aún más las cosas.
En definitiva, estaba arrepentida por haberle contado acerca de la
propuesta de Santiago, mi necesidad por hablar con alguien del tema
me llevó a soltarlo con la persona menos adecuada para ello. Le di la
espalda mientras continuaba hablando, me miré en el espejo y le hice
un gesto con la mano para que saliéramos del vestidor.
Caminaba a su lado escuchando todo lo que salía de su boca, me
tensé al llegar a la zona donde estaba una mini pasarela y varios
sillones llenos con las amigas de Valeria. Identifiqué a lo lejos a
Alonso que hacía fotografías como si se tratase de una sesión
fotográfica.
Valeria demasiado distraída en su parloteo no se percató en cómo mi
mano que sostenía la suya la apretaba con fuerza, mi mamá tenía que
irse y pretendía dejarme sola con ese montón de víboras que no
dejaban de probarse vestidos.
Alonso no dejaba de verme mientras yo le rogaba a mamá para que
no se fuera, sonreía como si nada sin apartar sus ojos de mí, no
asimilaba como Vannesa no entendía lo incómodo que era para
ambos todo ese asunto. Dándome por vencida la acompañé hasta la
salida de esa exclusiva tienda de novias.
—No entiendo como tu hermana contrató a ese sujeto.
—Ya sabes cómo es Vannesa, no pensó en otra cosa que no fuera la
boda... que por cierto se me hace ridículo que quiera imágenes hasta
de estas cosas.
Ambas sonreímos y nos abrazamos por largos minutos, estaba
convencida que la tendría de visita en mi departamento en esos
próximos días, haberle contado lo de Santi era darle un pase para que
me aconsejara y opinara de mi vida.
Subió a su auto y lo encendió rápidamente, levanté la mano para
decirle adiós para luego girar cuando el auto se alejó, solté un
pequeño grito al sentir un par de manos en mi cintura, sonreí a
sentir el poderoso aroma de su perfume.
—¿Estabas cerca? —pregunté después que me diera un beso, un par
de horas atrás habíamos estado intercambiando mensajes, le había
contado lo de la prueba del vestido y bromeé pidiendo su ayuda.
—Sí, en ese edificio —apuntó hacia la izquierda—, era una reunión de
la cámara de comercio—. Tengo que ir al Prime, pero puedes venir
conmigo, no voy a tardar mucho.
—¡Valentina!
Santiago me abrazó con más fuerza cuando mi hermana gritó, apoyé
las palmas de mis manos en su pecho luchando para encarar a mi
hermana que salía apresurada de la tienda.
—Pensé que te habías ido —no saludó a Santiago y ni siquiera se
detuvo a mirarlo—, nos vamos a tomar una foto juntas en la pasarela
de nuevo.
—No quiero más fotos —me quejé en voz baja.
—Valentina debes superar tu trauma con las fotografías —murmuró
en un tono serio—, cuando estaba en la secundaria le envió unas fotos
a su novio que se hicieron públicas, desde entonces odia las
fotografías —explicó viendo a Santi por primera vez—, ya nadie
recuerda tus pechos, supéralo.
—Eres una maldita víbora —escupió Santiago con furia.
w w
***
Buscaba forma en las nubes que podía observar desde el ventanal que
tenía al lado, necesitaba distraerme para evitar que los nervios me
consumieran, a mi alrededor mis compañeros que casi no conocía
murmuraban acerca de las calificaciones que suponían tener, cubrí
mi rostro con ambas manos al sentir un ataque de náuseas por
segunda vez en esa tarde.
Tomé agua intentando dejar ir el desánimo que se apoderaba de mí,
si no aprobaba no quería intentarlo una vez más, estaba cansada de
luchar contra mi propia naturaleza, lo mío era dejarme llevar por la
corriente no enfrentarla. Los murmullos callaron cuando el profesor
cruzó la puerta, sentía que iba a vomitar sobre mis pies cuando
comenzó a llamar uno a uno para entregar las observaciones y
calificaciones del trabajo.
Cuando llegó mi turno percibí que el tiempo transcurrió en cámara
lenta, solo pensé en mi papá y su constante pregunta ¿Esta vez si te
vas a graduar?, extendí la mano nerviosa para saludar al profesor
para luego sentarme en la silla que estaba al lado de su escritorio.
Suspiré y reí como idiota al ver mi calificación, ni siquiera fui capaz
de escuchar todas las observaciones que hizo, había aprobado la
última materia que me faltaba, la tóxica relación que mantenía con la
universidad estaba a nada de acabar.
Al salir del salón contuve el deseo de escribirle un mensaje a mi
papá, temía que comenzara a presionarme con la tesis antes de
tiempo, bajé los cortos escalones llena de esa energía de
autosuficiencia que no había sentido con tanta intensidad, hacía
planes mentalmente de todo lo que pensaba hacer con el tiempo que
me quedaba solo para mí, dejé de soñar despierta al divisar a mi
hermana, acercándose a paso apresurado hacia mí.
—¿Qué haces aquí?
—¿Por qué mi mamá aún maneja tus horarios? Tú no escuchas
consejos, te he repetido muchas veces que le pongas un límite a
Valeria.
—¿Qué haces aquí? —repetí más molesta.
—Quería que habláramos —suspiró poniendo cara de fastidio—. Ayer
saliste corriendo y
—Ayer fuiste más cruel que nunca y todavía te atreviste a
reclamarme que no te defendí.
—¡Auch! Dolió estúpida —se quejó sobando su brazo izquierdo, la
había golpeado con mi mochila dejándome llevar por un impulso—,
mi mamá sabe que tu novio me llamó maldita víbora.
—¿También sabe que hablaste de algo que me costó mucho superar?
—¡Fue una broma!
—Es la broma más estúpida del mundo ¡Yo no bromeó con tu
anorexia!
—No soy anoréxica.
—¡Mamá cree que sí! —Levanté la voz sin importar las miradas
curiosas—. No debiste hablar de eso Vannesa, fue malditamente
cruel, bajo, te comportas como si me odias.
—Dejaste que un imbécil me dijera maldita víbora.
—Fuiste una, estaba tan contenta y luego tú como siempre me dañas
todo, me largo.
Pasé a su lado empujándola con los hombros, me desplacé por el
andén que conducía hasta la salida del estacionamiento, estaba
segura que no me iba a seguir, mis tenis me daban una enorme
ventaja contra sus tacones de aguja. Crucé la calle dispuesta a
caminar más para encontrar un taxi, pero lo único que hallé fue el
carro de Vannesa que frenó casi frente a mí.
—¡Sube! ¡Por favor Valentina!
Me acerqué a la puerta de copiloto frenando el mini escándalo que
estábamos ofreciendo, azoté la puerta con todas mis fuerzas y tiré mi
mochila adentro golpeando a Vannesa en el brazo.
—No quiero pelear contigo, y no porque mamá diga que no es
correcto, es porque eres mi hermana, no quise hacerte sentir mal.
—Ni tú te lo crees —murmuré entre dientes.
—No fue mi intención... Olvidemos esto—suspiró—, discúlpame.
La miré de inmediato apenas pronunció esa frase.
—Eres la mejor amiga que me dio la vida ¿No? Mamá siempre nos
dijo eso por algo, aunque no congeniamos bien somos hermanas, y no
debemos pelear por tonterías.
—No quiero seguir hablando de esto —dije completamente incómoda.
—Perfecto, demos el tema por cerrado, solo tienes que pedirle al
aparecido ese que me pida disculpas.
—Detén esta mierda, no quiero seguir dentro de este auto contigo.
Tus disculpas son más falsas que los senos de la última novia de
papá.
—Tiene que disculparse, no voy a dejar que ese
—¡No te va a pedir nada!
Nuestra pelea continuó hasta que llegamos a mi edificio, bajé sin
invitarla a subir conmigo, pero como siempre ella no necesitó de mi
aprobación, me alcanzó antes de entrar al vestíbulo, sujetó mi brazo
para no caerse cuando tropezó, tuve la intención de soltarla, pero no
era tan maldita como ella.
—No quiero seguir hablando.
—Está bien, se acabó la charla, necesito usar tu baño y luego nos
ponemos de acuerdo con lo de la cena en casa de la abuela.
—Ni la maldita realeza tiene tantos eventos previos a una boda, yo no
te ayudaré en nada— sentencié ignorando todas las quejas que
comenzó a soltar.
Abrí la puerta rápidamente dejándola pasar de una vez, me entretuve
con Polly que se acercó maullando, su manera de pedir atención, con
ella en brazos me senté en el sillón, Vannesa se quejaba de lo
pequeño que era mi baño a gritos, mientras yo jugaba con mi gata
que parecía haberme extrañado.
Alcé la vista cuando escuché la puerta del baño abrirse, Vannesa miró
todo despectivamente mientras caminaba directo a la cocina, abrió el
refrigerador de dónde sacó una botella de agua, la observaba sin
perder detalle de cada movimiento que daba, me sentía incómoda con
ella en mi casa.
—Te miras bonita —dijo tomando una fotografía que estaba sobre la
barra de la cocina— ¿Es Santiago? —preguntó dándome la foto.
Asentí aceptándola y suprimiendo una sonrisa, el rostro de Santi
estaba oculto en mi cuello mientras se abrazaba de mi cintura,
recordé el instante que tomé la fotografía, en una tarde de lectura en
mi departamento.
—No deberíamos de pelear por nadie, menos por un tipo.
—Estoy enojada por lo que dijiste, no por Santiago —respondí.
—Lo lamento... Ya perdóname tonta.
Se dejó caer sobre mí riéndose como pocas veces lo hacía.
—Eres una estúpida —dije empujándola.
—Pero tu estúpida, reconoce que no te gusta pelear conmigo.
—Vannesa te perdono, pero si te me quitas de encima.
Cayó al piso cuando use más fuerza para empujarla, ambas reímos a
carcajadas, espantando a Polly con el ruido.
***
***
***
Polly saltó a la cama provocando que abriera los ojos sobresaltada, se
acomodó a mi lado donde se suponía que Santiago debía estar
dormido, miré el reloj en la mesa de noche, eran las nueve de la
mañana, me puse de pie para correr las cortinas permitiendo que la
luz del sol iluminara la habitación, mi ropa estaba en el piso, la de
Santiago doblada al pie de la cama, tropecé con mi zapato mientras
caminaba hacia el baño, estaba desnuda, despeinada y con la cara
hinchada por haber dormido tanto.
Tomé una corta ducha que sirvió para terminar de despertarme,
asumí que estaba sola, Santiago la noche anterior mientras
cenábamos, mencionó que tenía que ir a su oficina muy temprano.
Media hora después salí de la habitación con Polly siguiéndome los
pasos, escuché unos jadeos que llamaron mi atención, me apresuré
por llegar a la sala de estar donde encontré a Santi sobre una
bicicleta estacionaria pedaleando con rapidez.
—Pensé que estabas en el centro comercial —dije conteniendo un
suspiro al verlo sudado, agitado y con el rostro enrojecido, un breve
recuerdo de la noche anterior me estremeció, cosa que pareció notar
por la sonrisa que se pintó en sus labios.
—Buenos días preciosa.
El suspiro no tardó en salir de mis labios, hice el intento de decir
algo, pero solo pude sonreír como idiota, Polly pasó entre mis
piernas para acercarse hasta la bicicleta en busca de las caricias de
Santi.
—¿Por qué no fuiste al Primé? —cuestioné intentando sonar inmune a
él y esa aura sexual que lo rodeaba.
—Preferí quedarme contigo, no todos los días amaneces en mi cama...
Valen estás siendo muy obvia —dijo viendo mis pezones erguidos bajo
la tela de la camisa.
—¿Dejaste a tu novia por mí? ¿Debería sentirme especial?
—La más especial —respondió mientras bajaba de la bicicleta.
Quería evitar que el corazón me latiera de esa forma cada vez que él
decía algo así, estaba tan involucrada en lo nuestro que sentía que no
había manera de frenar mis emociones.
—Preparé el desayuno, solo tengo que terminar con esto y luego
podemos comer juntos —dijo a la vez que se sentaba sobre el piso.
—Puedes dejar a tu novia, pero a tu amante no.
—En tres semanas comienzan las competencias de nuevo, necesito
mantener las piernas fuertes... Ven acá —pidió con la mano
extendida— ¿Confías en mí?
—A veces —respondí extrañada al darme cuenta que se quitaba los
zapatos—. Está bien, si confío —rectifiqué al ver como arrugó el
entrecejo.
—¿Me pasas eso? —Apuntó un cojín que no tardé en alcanzarle, lo
puso sobre el piso antes de recostar la cabeza en él.
—¿Me levantarás con tus piernas? —cuestioné con miedo y ganas de
intentarlo.
—Sí, no pongas esa cara, no te dejaré caer.
—¿Seguro?
—¿Crees que dejaría que te lastimaras?
Quise decirle que sí, que algo en mi me decía que me iba a terminar
lastimando en muchos sentidos, pero me limité a negar con una
sonrisa en los labios, acomodó los pies sobre mis muslos y estiró los
brazos buscando los míos, me lanzó un beso cuando entrelazamos las
manos que hizo que me concentrara en él mientras mi cuerpo se
inclinaba hacia delante, cuando levantó las piernas solté un pequeño
gritó al sentirme en el aire, percibí que temblaba y pensé que me
dejaría caer en cualquier momento, pero se estabilizó rápidamente.
—No tengas miedo —susurró cuando aún estaba arriba, asentí sin
querer moverme, incluso reteniendo el aire—, respira.
Lo hice lentamente, bajó las piernas de forma brusca provocando que
soltara otro grito.
—Santi ten cuidado.
—Vamos de nuevo Valen —contuve la respiración y apreté con más
fuerza sus manos cuando levantó las piernas, miré de reojo la mesa
en la que estaba segura que iba a ir a parar si me dejaba caer —abre
los ojos —pidió en tono de orden.
—No, tengo miedo de ver con que iré a estrellarme si las piernas te
fallan.
—Valen confía en mí, soltaré tus manos.
—¡No! —dije al instante.
—Bromeaba ya no aguanto más —bajó las piernas con poco cuidado,
riendo a carcajadas por mis gritos de terror, aterricé sobre su pecho
llevándome un leve golpe en la mejilla.
—Auch —me quejé sin levantar el rostro.
—¿Valentina estás bien? ¿Valen? —insistió, contuve la risa al percibir
la preocupación en su voz, me removí quejándome aún más, sin
mostrarle la cara que intentaba ocultar apoyándola en su pecho.
—Creo que me rompí el labio —mentí con la voz entrecortada—. Sí,
está sangrando.
—Lo siento, lo siento —repitió mientras intentaba que levantara la
cara, mi cuerpo temblaba por la risa contenida preocupándolo aún
más—, Valentina deja que mire tu labio —pidió con insistencia—. ¿Mi
amor estás bien?
Mi risa se cortó al instante de escuchar ese: "mi amor", busqué sus
ojos y asentí haciendo un esfuerzo enorme por sonreír, estaba segura
que él podía sentir como mi corazón había cambiado la velocidad de
sus latidos, aquella frase me alteraba demasiado, me hacía
experimentar una mezcla de emociones, la tristeza me golpeaba y al
mismo tiempo una ola de mínima felicidad me invadía con
intensidad.
—Estoy bien, solo bromeaba.
—Tus bromas son tan malas... Uff, esto no se va a quedar así —
advirtió alzando una ceja.
Lo contemplé fijamente, grabándome cada detalle de su rostro
varonil en la cabeza, sus labios se curvaron y de un momento a otro
me hizo girar bruscamente, mi cabeza se apoyó en el cojín que yo
misma le había alcanzado, respiré profundo al sentir el peso de su
cuerpo sobre el mío, y cerré los ojos porque estaba segura que si lo
miraba iba a terminar diciéndole de nuevo, lo mucho que lo quería.
—¿Qué me vas hacer? —pregunté con tono de burla.
—Todo lo que te escribo.
—Sabía que ibas a decir eso —me removí en vano, sujeto mis muñecas
con fuerza acabando con todo intento de huir.
Me besó ardientemente, con una profundidad que me hizo sentirlo en
cada parte de mi cuerpo, separé las piernas dejando que se
acomodara entre estas, poco a poco libero mis brazos,
permitiéndome explorar su espalda con las palmas de mis manos, le
devolvía el beso con más hambre de la que él me transmitía, yo
quería más que eso que me ofrecía, yo quería que me quisiera, que se
involucrara como yo en lo que teníamos, apreté los labios y eche la
cabeza hacía atrás al percibir sus besos en mi cuello, enredé los
dedos en su pelo tirando un poco de este, a medida que la intensidad
de sus caricias aumentaban.
El rastro de sus besos llegó hasta mis clavículas y sus manos a mis
pechos, levanté las caderas en busca del roce que tanto ansiaba,
percatándome que su respiración cambiaba, arrastré las manos por
su espalda hasta colarlas dentro del pantalón deportivo que usaba,
apreté su trasero con todo el descaro hacía mí, permitiendo que el
descontrol se apoderara de la situación.
Me quitó la camisa de forma apresurada, para luego lanzarla hacia
atrás, sonrió de forma seductora antes inclinar de nuevo el rostro
sobre mi cuello, una de sus manos se deslizaba por la curva de mi
cintura mientras me devoraba a besos húmedos y apasionados.
—Mmm —gemí sobre sus labios al percibir su aliento sobre mis
pechos semi cubiertos.
Yo misma me encargué de bajar los tirantes y tirar de las copas hacia
abajo, desesperada por dejarlos al descubierto, escuché a Polly
maullar y luego la vi saltar sobre nosotros, Santiago se quejó
levantándose del piso al instante, se apoyó sobre las rodillas para
lanzarle un cojín a mi gata que esquivó con eficiencia.
—¿Te lastimó?
—Me clavo las uñas en la espalda, estoy seguro que me rompió la
piel.
Dando un largo suspiro me senté sobre el piso, lo obligué a girarse
para ver su espalda, que en efecto tenía pintadas las garras de mi
gata.
—Vamos hay que lavar esa herida —lo alenté a ponerse de pie.
—No es para tanto.
—Si lo es, en serio hay que lavarla.
—Iba a comprar un castillo para ti, incluso estuve a punto de pedirlo,
ahora puedes olvidarte de toda gata arisca —Polly hizo un sonido
extraño al escucharlo dirigirse a ella, tomé la mano de Santiago para
guiarlo hasta el baño.
Me burlaba de sus quejas cuando el agua y el jabón hacían contacto
con el arañazo, mi risa se silenció al verlo salir de la ducha desnudo y
mojado, las pulsaciones Enmedio de las piernas me recordó que Polly
nos había interrumpido cuando las cosas se estaban calentando
demasiado, le ofrecí una toalla que tomó para enrollarla en su
cintura, tomé otra para secar con cuidado su espalda. Polly había
arañado a Manu, aprendí gracias a mi vecino los pasos para cuidar
una herida así.
—Mi cariño por Polly acaba de terminar —dijo mientras se observaba
en el espejo.
—No es para tanto, a Manu le fue peor hace dos semanas.
—Será Nefertiti para mí, dejaré de consentirla, no permitiré que se
recueste en mis sillones. ¿Valen qué haces?
—Es un antibiótico, lo encontré en tu botiquín —respondí sin dejar de
aplicar el ungüento en la herida—, listo campeón, estarás como nuevo
en un par de días.
—No me digas campeón —pidió riendo, sabía que aquel apodo
cariñoso que usaba su papá no era de su grado y disfrutaba
contradiciéndolo.
—¿Por qué no campeón?
Se giró para tomarme de la cintura, con un solo movimiento me sentó
sobre el tocador del baño, se escurrió entre mis piernas y acercó sus
labios a mi cuello.
—Si lo vuelves hacer buscaré la forma de hacerte enojar de verdad —
asentí anestesiada por sus labios que se deslizaron por mi pecho—.
Deberías mudarte aquí —susurró apartando el rostro.
Me tomó desprevenida escucharlo decir eso, relamí mis labios
nerviosa sin poder huir de su mirada que estaba fija en la mía, como
queriendo adivinar que se cruzaba por mi cabeza.
—¿Así serán todas mis mañanas? —pregunté aparentando
tranquilidad.
—Tengo que ser honesto, salgo de casa a la cinco de la mañana, al
menos que despiertes a la cuatro no podremos desayunar juntos.
Pero prometo compensarlo los fines de semana, a Polly le gusta estar
aquí se siente tan cómoda que se atrevió atacarme —su sonrisa me
aceleraba el pulso, asentí sujetando su rostro para darle un beso que
no dejó profundizar mucho.
—¿Tú sabes porque me llamó Sandra?
Sus gestos delataron lo mal que le sentó que hubiera cambiado el
tema así, me ofreció otro beso antes de ayudarme a bajar y salió del
baño.
—Quiere se arreglen juntas para la cena esa, ya hizo cita en un sitio
para que las maquillen o eso fue lo que me dijo.
—La voy a llamar mientras pongo la mesa ¿Está bien?
—Sí —respondió dándome la espalda.
No podía responderle cuando no estaba segura si estaba lista para
algo así, parecía estúpido, pero por mucho que lo quería, sentía
miedo de no poder con un compromiso de ese tamaño, antes de él no
era capaz de mantener una relación por un par de meses, no era
temor al compromiso, era sencillo, no podía lidiar ni con mis propios
problemas no me creía capaz de lidiar con los de otra persona.
Salió de la habitación con otra actitud, sonriente y conversador,
comimos entre risas y sus quejas entorno a Polly que maullaba cerca
de la mesa, Santi había dejado de hablar de sus problemas del centro
comercial conmigo, y no sabía cómo me hacía sentir aquello, me
ayudó a recoger la mesa para luego leer un rato juntos.
Cuando llegó el momento de ir a la cita con Sandy, Santiago me
ofreció su carro viejo, el mismo que cuidaba como si se tratase de
uno último modelo, aquel gesto me confianza no solo me sorprendió,
me hizo quererlo mucho más, me lo comí a besos antes de salir del
departamento, dejándolo con un libro sobre las manos y Polly que
buscaba su cariño al lado.
***
***
Mi vista estaba fija en las velas que iluminaban nuestra mesa, la voz
de mi mamá la escuchaba cada vez más lejana, me era imposible
actuar como si nada hubiese ocurrido, por más que me esforzara por
dejar de pensar en las palabras de Saúl, las seguía recordando una y
otra vez.
—¿Valen la misma ensalada que yo pedí, cierto? —preguntó mi mamá
haciéndome notar con un gesto, que el mesero esperaba por mí
orden.
—Sí, la ensalada está bien.
Miré de reojo a Santi que leía el menú con el ceño fruncido, habló
dirigiéndose al amable joven que nos atendía y anotaba todo
sonriente, noté que mi novio volvió a frotar uno de sus ojos, era la
tercera vez que lo hacía en lo que iba de la noche y esa no era una de
sus manías.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja, llevé mi mano derecha hasta
su mejilla acariciándolo con el pulgar justo detrás de la oreja.
—No me acostumbro a los lentes de contacto, después de tanto
tiempo sin usarlos me siento incómodo, pero todo está bien.
Besó el dorso de mi mano para luego tomarla y entrelaza con la suya,
mamá nos hablaba de lo deliciosa que era la comida en ese
restaurante que ella había escogido, se mostraba tan contenta con
nosotros que me sentí mal por estar tan distraída.
Tomé solo un sorbo de la copa de vino y me dediqué a comer mi
ensalada que realmente sabía muy bien, mi mamá y Santiago se
encargaron de animar la cena con sus charlas ligeras y divertidas,
Valeria tenía el don de establecer conversaciones fluidas con
cualquier persona. La mano de Santiago sobre mi pierna me
sobresaltó, lo miré sin obtener su atención, él fingía escuchar a mi
mamá realmente estaba más distraído que yo.
—La boda me tiene tan estresada que no puedo parar de comer —
comentaba Valeria mientras pellizcaba de mi plato—, Probablemente
no me entiendas y has de pensar que estoy loca, las mujeres nos
emocionamos con las bodas —dijo viendo a Santi—en realidad no es
la boda, es la operación.
—Mamá no hables de eso con Santi por favor —supliqué.
—Valen deja el prejuicio, es normal que una mujer quiera hacerse
uno que otro retoque. Yo tenía los pechos como los de mi hija —dijo
apuntándome.
Santi apretó los labios para no reír mientras yo negaba cabizbaja y
suspirando avergonzada.
—-Mamá no hables de tus pechos ni de los míos.
—¿Por qué no? mira que heredaste lo mejor de mí. Así de bonitos
como los de Valen eran los míos, pero alimenté a mis dos hijas, los
años también han hecho lo suyo.
—Mamá estás incomodando a Santiago. Él no quiere saber cómo son
tus senos, ahora cada vez que mire los míos va a recordar los tuyos.
Santí escupió el vino que tenía en la boca a causa de la risa, le
alcancé una servilleta sin dejar de ver a mi mamá, le hacía gestos
para que dejara de hablar de ese asunto, pero ella también reía
contagiada por la risa de mi novio. Cuando el ataque de risa cesó por
parte de los dos, mi mamá cambió el tema inteligentemente, Santi se
esforzaba por incluirme en la charla, se había percatado que algo que
me pasaba y eso solo me preocupaba más, no quería decirle nada de
la visita de Saúl a la editorial.
Nos tomamos un par de copas más antes de salir del restaurante,
abracé a mi madre buscando un poco del confort que tanto
necesitaba, a pesar de los problemas que solía tener con ella, sus
brazos tenían el poder de hacerme sentir que todo estaba bien. Cerré
los ojos aferrándome a ella y aspirando el aroma dulce de su
perfume, antes de que preguntara si me pasaba algo, decidí alejarme
con una sonrisa falsa en mis labios.
Se despidió de Santi bromeando de nuevo con el asunto de su
operación, aunque él respondió igual de juguetón y sonriente, intuí
que algo había cambiado su humor, extendí la mano pidiéndole las
llaves del auto, tenía la vista irritada por la falta de costumbre a los
lentes de contacto, podía notarlo cada vez más incómodo.
—Sé que te pasa algo, también sé que no quieres decírmelo, pero
insistiré igual, te ves preocupada así que asumo que es un problema,
si me cuentas quizás juntos podamos encontrarle una solución.
Respiré profundo conteniendo esa necesidad absurda de llorar que
me embargaba, me conmovía toda la situación, me dolía porque sabía
que la relación que mantenía con su padre era muy importante para
él, la delicadeza del asunto me daba pánico, simplemente no sabía
cómo abordar esa conversación que él buscaba propiciar.
—No quiero hablar de ello, no me siento preparada aún —respondí
después de aclarar la garganta.
—Valen me estás preocupando, lo que sea que te esté pasando dímelo,
por favor. Los problemas los resolvemos juntos, yo soy bueno
buscando soluciones.
—¿Dime con qué no eres bueno? —intenté aligerar el ambiente con
una broma que no funcionó, Santiago me miraba fijamente
visiblemente preocupado, puso una mano sobre mi muslo
acariciándome con suavidad, a pesar de lo íntimo de su toque percibí
cariño y no lujuria en él, intentaba relajarme.
—¿El problema nos involucra a los dos? —asentí suspirando mientras
aceleraba para aprovechar el semáforo con la luz verde.
A pesar de no decir nada en todo el camino podía sentir que me
presionaba por hablar, me concentré en la autopista despejada, en la
melodía que sonaba dentro del auto a volumen muy bajo y en la
calidez de esa noche, sentí alivio al visualizar el viejo edificio donde
estaba mi departamento, disminuí la velocidad cuando entré al
estacionamiento evitando los ojos de Santi que no dejan de
escrutarme.
—¿Estás embarazada? —preguntó cuando apagué el motor, harta de
esa pregunta asentí, giré el rostro para verlo a los ojos y asentí de
nuevo.
—Sí, estoy embarazada, no me sentía lista para decírtelo, pero ya que
preguntaste... ¿Qué haremos? —hice el asiento hacia atrás a la vez
que soltaba un suspiro forzado.
Santiago me miraba fijamente totalmente inexpresivo, noté que abría
y cerraba la mano izquierda constantemente, estaba pálido e incluso
parecía no poder respirar bien.
—Encuéntrale solución a este problema —seguí provocando.
Asintió para luego negar, se rascó la ceja izquierda y pasó las manos
por su cabeza, a pesar de la preocupación real que me tenía
completamente desanimada, en ese momento tuve un deseo intenso
de reír a carcajadas, Santiago estaba al borde de un infarto.
—Tengo ganas de vomitar —susurró bajando la cabeza.
—La embarazada soy yo, no eres tú, déjame las náuseas a mí —fijé la
vista en la ventanilla, evitando que notase como contenía la risa.
—¿Estás segura? —cuestionó con voz débil.
—Sí, fui al doctor me hice una ecografía, es un bebé tan lindo —dejé
que la carcajada que tanto había contenido saliera al fin, me recosté
sobre el asiento muerta de risa, mis ojos lagrimeaban el estómago me
dolía por reírme tanto—. Tu cara es un poema —dije hipeando por la
risa.
—Tienes el peor sentido del humor del mundo, bájate de mi carro, no
quiero verte.
—Soy la madre de tu hijo, no puedes tratarme así —la risa ni siquiera
me dejaba respirar, tomaba bocanadas de aire que se veían
interrumpidas por más carcajadas.
—Me comenzó a doler el brazo izquierdo, sentí una punzada fuerte en
la cabeza y me ardía el pecho, Valentina casi me provocas un infarto
¿Y te ríes?
—Tú también te estás riendo.
—Por los nervios, pasó toda mi vida frente a mis ojos en segundos.
Estoy sudando.
—Respira profundo —sugerí preocupada al notar que de verdad tenía
la frente perlada por el sudor, me quité el cinturón para acercarme
un poco más, desabroché los primeros botones de su camisa para
luego limpiar su frente con la palma de mi mano—. Me has
preguntado tantas veces lo mismo que pensé que querías escuchar un
sí.
—Mi papá me tiene tan harto con el tema que —se quedó callado
repentinamente, supuse que al notar como mi risa se cortó al
instante que mencionó a su papá.
—No estoy embarazada y no planeo estarlo hasta dentro de muchos
años, tengo tres alarmas que me recuerdan tomar las píldoras
diariamente, a pesar de lo distraída que soy, nunca he olvidado
alguna así que puedes estar tranquilo, no te daré esa noticia jamás.
—No digas jamás Valen —dijo después de unos segundos.
Lo miré y asentí, quería bajar del auto antes de que el susto pasara,
estaba segura que Santiago iba a volver a insistir por saber que
ocurría.
—Mis manos aún tiemblan —susurró mostrándome como lo hacían.
—Sandra te quedó corta... dramático, descansa —me acerqué con el
fin de darle un beso, Santi sostuvo mi rostro evitando el contacto de
nuestros labios, se detuvo en mis ojos que observaba fijamente.
—A ti te pasa algo, hemos hablado de esto montones de veces, no te
voy a presionar para que me lo digas, pero tampoco voy a dejar que
te calles algo que te está afectando, por favor dime que pasa ¿Tienes
problemas en la editorial o con tu hermana?
—Tu papá llegó a buscarme —solté sin más, sentía una tensión
extraña en el estómago que solo incrementaba al ver la cara de
Santi—. Me pidió que dejara de entretenerte, que dejara de
acapararte...
—¿Cuándo pasó eso?
—Hoy —respondí en voz baja—. Me sugirió que en lugar de insistir
con el asunto que trabajas demasiado, acelere las cosas entre
nosotros, dijo que quiere anunciar la llegada de un nieto en la
próxima subasta.
—Es un... Le pedí de mil formas distintas que no se metiera contigo,
no puedo creer que haya sido capaz —decía cosas en voz baja que no
lograba entender, estaba concentrada en lo que hacía con las manos,
parecía marcar un número.
—Santiago no —le quité el teléfono y corté la llamada antes de que
Saúl respondiera—, no quiero esto, no quiero un problema más
grande.
—¿Crees que dejaré las cosas así? Valentina mi papá se mete en mi
vida porque siempre me he quedado callado, le he permitido todo,
pero esto no, se lo pedí encarecidamente que contigo no, tú no...
Dame el teléfono.
—No por favor, es tu papá no quiero que tengas más problemas con él
de los que ya tienes.
—¡Llegó a intimidarte! Él se buscó los problemas.
—No, no me intimidó, de hecho, fue... Fue como de esa forma que
tiene de bromear —mentí de forma apresurada—, solo que me
desconcertó, pero no me sentí intimidada o algo parecido.
—No le voy a permitir esto, siempre bajo la cabeza cada vez que
ordena algo, solo obedezco, pocas veces lo contradigo, le he dedicado
todo mi tiempo a todos sus negocios ¿Qué más quiere de mí?
—No quiero ser la causante de un problema entre ustedes, él es tu
papá, que peleen por mi culpa solo me hará sentir incómoda siempre,
afectará nuestra relación y...
—¿Entonces qué quieres que haga? No puedo llegar a casa y besar su
mejilla como si nada ha pasado, está invadiendo la poca vida privada
que tengo, te está irrespetando a ti. Fui claro con él, le dije lo
importante que eras para mí y aun sabiendo eso se atrevió a ir a
buscarte.
—Sólo te pido que lo manejes con calmas, no es necesario que
discutas, no hagas que me arrepienta de habértelo dicho.
—Está bien, lo intentaré —dijo segundos después.
—Eso no es suficiente.
—Lo prometo.
—Eso está mejor, ahora bajemos del auto, ha sido un día muy largo,
muero del sueño —intentaba aligerar el ambiente a como diera lugar,
Santi solo fingía estar medio tranquilo.
—Mañana tengo una reunión muy muy temprano.
—Estás alterado, no dejaré que te vayas así.
—Si quieres dormir conmigo solo pídelo, las excusas no son
necesarias.
Reí con soltura, olvidando por un segundo lo mal que me había
sentido, bajé del auto esperando que me siguiera y así lo hizo,
caminaba a mi lado ofreciéndome su mano que yo me negaba a
aceptar, era un juego tonto que lo hacía enfadar y a mi reír mucho,
finalmente me abrazó por la espalda obligándome a detener mis pies,
dejé que esa energía que me envolvía cuando me estrechaba entre
sus brazos hiciera su efecto, me regocijé en su cercanía que tanto
bien me hacía, aferrándome a la idea de que todo iba a estar bien.
Idea que se disipó a medida que pasaban las semanas, aunque
Santiago aseguró haber cumplido su promesa, las cosas con su papá
estaban muy tensas, las discusiones eran constantes, las
responsabilidades que le asignaba, más fuertes, el estrés estaba
afectándolo, aunque él se negara a aceptarlo.
Intentaba reconfortarlo mientras lidiaba con mis propios problemas,
iniciar a trabajar en mi tesis había sido una pésima idea, teniendo en
cuenta la cantidad de trabajo a mi cargo en la editorial, buscaba
nuevos libros que publicar a la vez que cuidaba de cada detalle de los
nuevos lanzamientos que teníamos, el poco tiempo libre que me
quedaba era absorbido por mis estúpidas obligaciones de dama de
honor, mi vida se estaba convirtiendo en un caos.
Caos al que me comencé a adaptar con el transcurso de los días,
Santiago me ayudaba a mantener el balance, nuestros encuentros
habían disminuido su frecuencia, pero la intensidad de ellos solo
crecía en todos los sentidos, el apego que desarrollaba por él parecía
no tener límites. Cuando lo extrañaba demasiado solía aparecerme en
su oficina sin previa cita, con una espresso en la mano y una sonrisa
en los labios que él decía le alegraba el día.
A pesar de lo difíciles que eran nuestros horarios acordamos
tomarnos un día para ambos, usualmente eran los jueves, salía
temprano de la editorial entusiasmada porque él me estaba
esperando, cenábamos en algún sitio lindo y luego pasábamos la
noche juntos en su departamento o en el mío. Los fines de semana
continuaban siendo ajetreados, entre las competencias y las salidas
con sus hermanos, evitaba a toda costa pisar su casa, no había vuelto
a toparme con Saúl Sada y pretendía que ese encuentro no se diera
con proximidad.
***
***
***
Me odié por despertar tarde sabiendo del día tan difícil que tenía que
enfrentar, me metí a la ducha renegando por mi mala suerte e
intentando apresurarme de una buena vez, mi teléfono sonaba
aumentando la presión que sentía sobre mí, salí del baño casi
corriendo para atender la maldita llamada.
Era Valeria, quería recordarme por quinta vez que tenía que pasar
por la floristería verificando que los arreglos ya estuvieran en
camino a la casa de la abuela. Santiago entró a la habitación en el
justo momento en el que me quitaba la toalla, miró su reloj para
luego sentarse sobre la cama a observarme con total confianza.
—Dijiste que hoy no ibas a trabajar —dije ignorando su mirada, me
puse el sostén tan rápido que él alzó las cejas con sorpresa.
—Sebastián me está esperando en el centro comercial, mi papá dejó
que se encargara de algo que solo he manejado yo, debo explicarle
con calma.
—Recuerda no llegar tarde a la cena de ensayo, no me dejes sola con
ese montón de personas.
—Pensé que nos iríamos juntos —dijo sin ocultar la decepción en su
voz.
—Lo sé, pero la idiota de Vanne me envió hacer mil cosas, tengo que
ir a la floristería, luego a supervisar lo de la decoración, mi mamá
quiere que nos peine y maquille el mismo tipo, en fin... tendré un día
horrible. Seré feliz hasta que llegues y me alejes de todos.
—¿Podemos quedarnos solo poco tiempo?
—Es lo que más deseo, podemos esperar que hagan el brindis y nos
vamos —sugerí mientras me ponía perfume.
Me solté el pelo, guardé el labial rojo en mi bolso para después tomar
el vestido que colgaba de una percha, caminé rápidamente hacia la
puerta intentando recordar dónde estaban las llaves de la carcacha.
—¡Preciosa! —gritó obligándome a detenerme— Valentina ni siquiera
te despides.
Giré dispuesta a entrar a la habitación y buscarlo, pero él caminaba a
mi encuentro, me disculpé antes de besarlo mordisqueando sus labios
y ofrecerle un cálido abrazo.
—Llévate el otro auto —dijo entregándome las llaves.
Asentí de manera automática, intentando no mostrarme tan nerviosa
como me sentía, aunque Sebastián se había encargado de arreglar la
carcacha tenía miedo que notase el golpe que le había dado. Le di
otro beso y corrí hacia la salida, tenía una hora de retraso, mi mamá
estaba histérica.
Nunca había tenido tanta mala suerte como ese día, los arreglos no
estaban listos, la decoradora no respondía mis llamadas, y mi mamá
y Vannesa no dejaban de gritarme al teléfono. Saliéndome por
completo del plan inicial que tenía, busqué otra floristería que se
encargara de hacer los veinte centros de mesas que necesitaba.
Le pedí a una de las amigas de Vanne que se encargara de localizar a
la decoradora mientras compraba un sándwich para tener algo de
comida en mi estómago. Maldecí en silencio cuando comenzó a
llover, la cena de ensayo se iba a llevar a cabo al aire libre, imaginé a
mi hermana gritando, y a mi mamá culpándome por el clima, en esos
últimos días yo era la culpable de todo.
Tomé la iniciativa de trasladar yo misma los arreglos florales, no
quería arriesgarme a que no llegasen a tiempo a la fiesta, mientras
tanto mi papá me marcaba una y otra vez para saber dónde diablos
estaba, harta de todo y de todos apagué el maldito teléfono y terminé
de acomodar todo dentro del auto de Santi.
Intenté relajarme antes de llegar a la casa de mi abuela, puse música
que me animó un montón mientras conducía, disfruté de ese
momento de paz, agradeciendo tener una sola hermana, jamás quería
pasar por algo igual, era estresante cada detalle de esa boda. Mi
hermana tenía tanta buena suerte, que la lluvia se debilitó en
minutos, a medida que me acercaba a la propiedad notaba como el
camino estaba cada vez más seco, y el cielo más despejado.
La casa tenía un jardín frontal muy bonito, los autos estacionados
frente a él me privaron de esa bonita vista, bajé del carro rápido
pidiendo ayuda para poder bajar todos los arreglos.
—Tu hermana tuvo que ir a buscarte, estaba segura que nos decías
mentiras, creyó que estabas en tu departamento dormida y no
resolviendo lo de las flores.
—Es una estúpida —le comenté a mamá ignorando la mala mirada
que me ofreció. — Si me comprometí en ayudar, lo voy hacer mamá.
—Mi amor contigo nunca se sabe.
Torcí los ojos y me alejé de ella para continuar con mi labor, la
decoradora se apareció cuando yo misma me encargaba de poner
cada arreglo sobre las mesas, dijo muchas excusas mientras ponía
otros elementos de decoración por todo el espacio.
—Valen intenta llamar a tu hermana, no le responde a nadie, debe de
estar buscándote por todos lados.
Le obedecí a Valeria solo para evitar otro regaño, intenté
comunicarme con ella mientras entraba a la casa para darme una
ducha, pretendía estar lista a tiempo y ser la primera en ser peinada
y maquillada.
—No responde —grité al mismo tiempo que entraba al cuarto donde
me iba a arreglar.
—Valen ya se tardó mucho ¿Y si le pasó algo?
—Mami no seas tan pesimista, mejor comienza a prepararte que tú te
tardas más que yo.
La dejé sobre mi cama refunfuñando como siempre, decidí que iba a
relajarme, porque me lo merecía, tomé un baño largo ignorando todo
lo que pasaba allá afuera, cuando salí de la ducha pude escuchar
como mi mamá se quejaba desde los pasillos, me vestí con paciencia
entre tanto leía los mensajes del grupo familiar, Vannesa no le
respondía a nadie y no había llegado, todos estaban enojados, pero
conmigo por haber hecho que mi hermana saliera a buscarme.
—¡Mami! —grité desde la puerta del cuarto, se apareció por el pasillo
al instante con el teléfono en la mano—. Está bien, me acaba de
enviar un mensaje, dice que quiere hablar conmigo y desde ya te
advierto que, si quiere pelear, esta vez no me pienso dejar, ella se
retrasó porque quiso.
—No vas a pelear, hoy es su día... Gracias a Dios apareció —murmuró
alejándose.
Me volví encerrar para huir del estrés que se respiraba afuera, me
contemplaba en el espejo cuando tocaron la puerta, estaba segura
que era el chico que iba a peinarme, me puse los zapatos sentada
sobre la cama para poder abrir la puerta.
—¿Valen mi amor estás ahí?
Escuchar la voz de Santiago me tomó por sorpresa, corrí hacía la
puerta sintiendo que las piernas me temblaban, asumí ingenuamente
que había sido en respuesta a ese "mi amor", cuando en realidad era
mi intuición, esa que había ignorado tanto tiempo.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sosteniendo la puerta.
Tomó mi cintura para abrazarme con fuerza, me empujó suavemente
y luego cerró con seguro, estaba con la misma ropa con la que lo
había visto esa mañana, era evidente que no había llegado para
disfrutar de la fiesta.
—Escúchame, necesito hablar contigo —sostuvo mi rostro entre sus
manos con una perceptible desesperación.
Me guio hasta la cama donde me senté muerta de miedo, comencé a
sentir náuseas cuando se inclinó frente a mí, sus ojos estaban llenos
de preocupación y de otra cosa que en ese momento no pude
identificar.
—¿Santi qué tienes?
—Quiero que me escuches con atención, que intentes entenderme
preciosa, promételo.
—¿Qué quieres que prometa? —mi voz se quebró.
—Que vas a intentar entenderme.
—Lo haré —respondí.
—¡Valentina abre la puerta! —gritó mi hermana golpeando como
histérica.
—Dame unos minutos —respondí fijándome en Santi que negaba
apretando los ojos—. Santi mírame.
—Es urgente y necesario que hable contigo— insistió Vanne.
—Está conmigo maldita sea —respondió Santi a gritos—. Yo se lo voy
a decir, lárgate de aquí.
—¿Decirme qué? —pregunté aterrada— Santiago habla.
—Valen...
—Dime —exigí.
—No puedo, no quiero perderte.
w w
***
***
Bajé del taxi cargando el bolso con los dos únicos cambios de ropa
que tenía en mi departamento, miré la casa frente a mí y sonreí
intentando darme ánimo, lo que vivía no se percibía como la
realidad, me daba la impresión de estar en medio de un sueño, de
una pesadilla, jamás me había sentido tan desolada, tan perdida.
Mi teléfono sonó de nuevo, por quinta vez en esa tarde. Ni siquiera
miré quién llamaba, sabía que era él, recordé a Manu y su discurso
antes de dejarme salir de su departamento, tenía que enfrentar a
Santiago para que me dejara tranquila, aunque me doliera el solo
escucharle.
Deslicé el dedo por la pantalla de mi teléfono y lo llevé hasta mi oreja
sintiendo como mis latidos se aceleraron de golpe.
—Valentina —dijo después de unos segundos de silencio—. Me
respondiste.
—Solo lo hice para decirte que me dejes tranquila, Santiago no
puedo hablar en este momento, no tienes idea de todo lo que se
pasa por mi cabeza, no sabes todo lo que tengo dentro.
—Quiero saber cómo estás, dónde...
—Estaré unos días en un lugar donde me siento segura, por favor
no me llames más, no puedo apagar mi teléfono porque debo
atender cosas de trabajo, de mi parte lo habría lanzado por el
caño porque no quiero que intentes contactarme.
—No me digas esto... Aquí estás segura en tu casa, conmigo.
—¿Como te atreves después de lo que hiciste? Voy a colgarte y no
vas a llamarme, cuando deba hablar contigo yo te llamaré a ti.
—Preciosa no cuelgues —rogó apresurado—. Solo déjame saber que
estás bien, quiero saber de ti no voy a poder estar tranquilo si no
lo hago.
—Te aseguro que lejos de ti voy a estar bien —fue lo último que dije
antes de colgar.
Limpié mis lágrimas sintiéndome muy tonta, me juré a mí misma
mientras me duchaba que no iba a volver a llorar por el resto del día,
necesitaba mostrarme entera frente a mi papá, necesitaba
refugiarme en él sin mostrarle que tanto daño me habían hecho, no
quería otro problema y estaba segura que se iba a formar una grande
si mi papá se enteraba de la verdad.
La puerta se abrió antes de que tocara, me estaba esperando y eso me
hizo sentir conmovida, sin mediar palabras me lancé a abrazarlo me
mordí la lengua conteniendo el llanto, me sentía chiquita entre sus
brazos, segura y al mismo tiempo vulnerable a mostrarme sin
contención.
—Salí temprano del trabajo para estar en casa cuando vinieras. Dime
que te hicieron y a quién debo despellejar.
Solté una risa triste para después besar su mejilla, él me miró con
detenimiento, sosteniendo mis manos como lo hacía cuando era una
niña pequeña y llegaba corriendo buscando consuelo cuando lloraba,
besó mis manos y me abrazó una vez más.
—Te conozco tanto, no me dirás nada, no confías en mí. Tu mamá
solo dice que saliste como loca de la casa de tu abuela, Vannesa dice
que la lastimaste, no sé qué creer de todo esto.
—Siempre le has creído todo a ella papi, ella es tu hija perfecta —
renegué con amargura.
—No Valen, no es así... Ella ha dado menos problemas tal vez, por eso
mi relación con ella ha sido más estable, pero a las dos las quiero
igual, aunque tú te la pases enojada conmigo por meterme en tu vida,
yo te amo, sé que a veces no soy capaz de demostrarlo incluso sé que
te presiono para que salgas adelante sin estancarte. Pero todo lo he
hecho pensando en tu bien.
—Papá no quiero hablar de nada de esto, solo quiero pasar unos días
contigo, no tengo dónde quedarme y mientras busco una solución
pensé que podía quedarme contigo. A como te lo dije por teléfono
estoy pasando por algo difícil.
—¿Por qué no me habías dicho que te ibas a mudar con ese sujeto?
—Porque sabía que te ibas a molestar, supongo que mi mamá te contó
su versión de lo que pasó.
—No, solo me dijo que hay un malentendido entre tú y tu hermana
por él... Entiendo que no quieras hablar —dijo al ver como mi rostro
cambió—. Esta es tu casa, hay una habitación disponible para ti, no
haré preguntas dejaré que tú solas acudas a mí cuando quieras
hablar.
Sonreí cabizbaja recordando lo mucho que criticaba mi mamá el
hecho de que mi papá fuese un hombre reservado, entendí en ese
momento que mi forma de ser tenía mucho de ese señor que me
sonreía y me miraba con tanto cariño.
—Tendrás que avisarles a tus novias que estoy en tu casa, te imaginas
que vengan y me encuentren aquí, pensaran que las estás engañando
conmigo, creo que todas tienen mí misma edad.
Reímos a la vez como si no se sintiera una atmósfera triste
rondándonos. Me llevó hasta la habitación que tenía disponible,
había una pequeña cama al lado de una ventana y una mesa con una
silla al otro extremo de la pared, besó mi pelo antes de dejarme sola
para que intentase sentirme cómoda en ese lugar.
Quería que mi mente dejase evocar recuerdos, quería evitar pensar
en los dos, en lo que hubiéramos estado haciendo si nada hubiese
pasado, me recosté sobre la cama sintiendo el peso del dolor
extenderse por mi cuerpo, no podía sacarlo de mi cabeza, ese
domingo yo iba a estar con él desempacando mis cosas, sonriendo
juntos, haciendo más planes a futuro. Cerré los ojos sin lograr
dormir, pérdida en el limbo de lo que no fue y tal vez no sería.
No salí del cuarto hasta horas después cuando la noche ya había
llegado, mi papá insistió en que comiera algo, ignorando mis deseos
de seguir refugiada en una cama. Sirvió cereal con leche por qué no
había nada más en su alacena, me acompañó en silencio hasta que
una hora después su teléfono sonó, por lo que escuché entendí que se
iba a ver con alguien, por ello en cuanto colgó lo animé a hacerlo, no
me costó trabajo lograrlo, le prometí que iba a estar bien y lo observé
preparase entusiasmado.
Volví a la cama apenas salió de casa, sentía la urgencia de seguir
torturándome en silencio, arropada en aquel desconsuelo que me
aniquilaba lentamente, me estaba quedando dormida cuando el
timbre comenzó a sonar con insistencia, asumiendo que mi papá
había olvidado algo además de las llaves, salí de la habitación
apresurada, abrí la puerta sin preguntar quién tocaba, llevándome la
desagradable sorpresa de ver a mi hermana frente a mí.
—Sabía que ibas a estar aquí —me empujó levemente para entrar a la
casa—. Arruinaste mi cena de ensayo.
—Me has arruinado la vida desde que tengo uso de razón, supongo
que tengo derecho a cobrármelo.
Caminó hacia la sala ignorando lo que había dicho, dejó el bolso
sobre una mesa y se sentó de piernas cruzadas observándome
fijamente.
—Vete de aquí.
—No me puedes echar de casa de mi papá.
—Si puedo, porque también es mía.
—Y mía por supuesto. Viste como estamos destinadas a compartir
todo —se río con soltura sin despegarme la vista—, Valen es humor
negro.
—Lárgate tú y tu humor negros lejos de aquí, Vannesa te voy a sacar
a la fuerza si no lo haces.
—Lo que te dije ayer es cierto, estoy embarazada, ni siquiera Eduardo
lo sabe pienso decírselo el día de la boda, serás tía.
—Vete.
—Vine a decirte todo, te enojaste solo conmigo como si Santiago no
hubiera hecho algo mal.
—¡De él no tengo que esperar algo, de ti todo! —grité harta—. No
quiero alterarme, por favor vete, ya lo sé todo, créeme conozco tu
historia con él, se cómo se dieron las cosas, porque lo dejaste y como
lo rechazaste. vete, él me lo dijo todo.
—¿Te lo dijo todo? ¿También te dijo que hace dos años me buscó de
nuevo? ¿Te dijo que durmió conmigo?
—¡Mentira! Lo tuyo y lo de él acabó hace mucho, eran unos
adolescentes, el mismo Sebastián me lo contó.
—Veo que el dañado también te habló de mí, pasé meses intentando
engancharme con él y resultó niña, en fin, sabía que no ibas a
creerme. Hace dos años tuve una breve aventura con tu Santi, si no
me crees puedo darte detalles que tu debes conocer bien.
—No te voy a escuchar —tomé su brazo decidida a sacarla así fuese
arrastrándola.
—Quiero que lo sepas por mí para que después no me reclames más,
Valentina para. Es verdad Valen, te estoy diciendo la verdad— la vi a
los ojos y dejé de moverme.
La solté de golpe sintiendo que no podía respirar con normalidad, mi
hermana caminó de nuevo hacia el sillón, me miró y palmeó este
invitándome a sentarme.
—Te voy a decir toda la verdad, toda.
w w
***
Abrí la ventana sin esperar que el aire frío se colara tan rápido por la
habitación, el cielo estaba nublado todo parecía indicar que estaba a
punto de llover, contagiada por aquella atmósfera gris me recosté de
nuevo en la cama, arropándome de pies a cabeza, sentía los párpados
pesados a pesar de haber dormido casi catorce horas consecutivas,
estaba lista para dormir de nuevo cuando la puerta chirrió al ser
abierta.
—Valentina sal de la cama, no hagas que llame a Valeria.
Descubrí mi rostro para ver a mi papá, le ofrecí una de mis miradas
tiernas intentando convencerlo de no cumplir con su advertencia,
pero lo conocía mi actitud lo estaba hartando, me quitó las sábanas
con poco cuidado, para luego sujetar mis tobillos y arrastrarme por
la cama.
—Papá basta.
—Basta tú, tienes tres días encerrada en este cuarto, medio comes y
solo quieres dormir ¿Valentina no te has duchado? —preguntó cuando
me senté sobre la cama.
—¿Para qué?
—¿Cómo qué para qué? —comenzó a reír a carcajadas para luego
sentarse a mi lado, pasó el brazo por mis hombros atrayéndome con
cariño hacia él—. Valen el mundo no se acaba porque una relación
salió mal, tienes un trabajo que cuidar, además de tu tesis, tienes que
terminarla. Una vida por delante, en meses aparece otro Octavio y
listo.
—Primero tendría que comenzar la tesis —dije en voz baja.
—No bromees con eso —apretó mi hombro con fuerza hasta que
asentí—. Vanne volvió a llamarte, necesita ayuda con lo de su boda.
—Que se vaya al diablo ella y su boda.
—¿Por qué pelean? —cuestionó preocupado.
Me vi tentada a decirle la verdad, a contarle todos los detalles de esa
terrible pelea, pero asumí que no me iba a creer, que le daría el
beneficio de la duda a Vannesa y aquello me iba a lastimar más, por
eso preferí callar.
—No quiero hablar de eso, si vuelve a llamar dile que ya no estoy
aquí.
—¿Dónde puedo encontrarlo?
—¿A quién? —me removí incómoda mientras intentaba hacerme la
desentendida.
—A Santiago, sé que es dueño de un centro comercial, solo dime el
nombre.
—No papá —negué poniéndome de pie, inquietándome ante la
posibilidad que mi papá fuese a buscarlo de verdad—. No quiero
hablar de él.
—Te hizo algo y lo proteges.
—Papá no puedes estar buscando una pelea.
—¿Por qué no? ¿No me crees capaz de darle su merecido? La tendría
fácil, solo le quitaría los lentes antes de soltarle un par de golpes.
Reí sin ganas volviendo a sentarme a su lado, recosté la cabeza en su
hombro sintiéndome conmovida por su protección, suspiré cuando
besó mi pelo y me abrazó con más fuerza.
—Voy a estar bien —aseguré sin estar segura de ello, no tenía idea de
cómo salir de ese hoyo en el que me encontraba, no tenía las fuerzas
para enfrentar todo lo que me estaba tocando vivir—. Terminaré la
tesis, conseguiré grandes contratos para la editorial, te vas a sentir
muy orgulloso de mí.
—Ya lo estoy —dijo sonriente—, todavía no termino de creer que ya
terminaste al fin el último semestre.
—Iré a comer algo y luego al trabajo.
—Primero a la ducha Valentina, no puedo creer que tengas tres días
sin bañarte.
—No me he ensuciado —respondí riendo.
Soltó una carcajada de esas que tenía mucho tiempo de no escuchar
de sus labios, negó poniéndose de pie con los ojos brillantes a causa
de la risa.
—Acabo de recordarte con tres años, corriendo por toda la casa para
evitar que tu mamá te metiera a la tina, repetías lo mismo: No me he
ensuciado, era tu excusa favorita para no bañarte.
La sonrisa que permanecía en mis labios desapareció apenas cruzó la
puerta, había accedido a salir solo por él, no tenía el coraje para
retomar mi vida, me sentía perdida, sin tener una sola idea de cómo
sería todo con él fuera de mi mundo y presente en mi pecho.
La perspectiva de mi día no cambió con la larga ducha que tomé,
como lo había previsto, aunque después de salir del baño mi
estómago al fin gruñó por comida, encendí mi teléfono con mucho
temor, me había desconectado de todo y aunque quería permanecer
en ese aislamiento que me había impuesto, debía abandonarlo por
cuestiones de trabajo, cada mensaje que entraba me ponía más
nerviosa, el teléfono no dejaba de vibrar entre mis manos
aumentando la tensión que sentía.
—¡Valentina!
Salí de la habitación apresurada para llegar a la cocina donde me
esperaba papá, había adornado la mesa con unas flores coloridas,
tenía puesto un delantal y sonreía mientras le daba vueltas al
pancake que preparaba.
—¿Llamaste a tu trabajo?
—Sí, hace dos días hablé con mi jefe, no me van a despedir tranquilo
—sonreí, tomé asiento para revisar mi teléfono que seguía vibrando.
—¿Quieres jugo?
—Por favor —respondí desbloqueando la pantalla.
Ignoré todas las llamadas perdidas que eran más de las que esperé,
fui directo a los mensajes para borrar de una sola vez todos los de mi
hermana, le respondí a Manu que se mostraba preocupado por no
saber de mí, pasé por alto el resto para leer los más de cincuenta
mensajes que me había enviado Santiago. Tomé aire después de leer
los primeros, no quería llorar de nuevo menos frente a papá, los
borré por mi paz mental tragando el nudo que se formó en mi
garganta, actuando como si nada pasaba cuando papá se sentó frente
a mí.
***
***
***
***
Miré a Manu que leía una y otra vez el pequeño papel que contenía
las indicaciones, apreté los labios en un acto reflejo a los nervios que
invadían mi cuerpo, con las manos sudorosas y el corazón latiéndome
con una fuerza impresionante, evité pensar en todo lo que estaba
ocurriendo, miraba la prueba sin terminar de aceptar que era mía,
que aquel resultado reflejado estaba cambiando mi existencia.
—Pero deja de morderte las uñas, que me pones más nervioso.
—Eso significa positivo —dije con la voz entrecortada, me senté al
sentir las piernas débiles y el departamento dando vueltas.
—No.
—¡Hay dos malditas rayas!
—Ninguna de las dos claras —me mostró un dibujo en el papel que
sostenía, que no pude verlo bien a causa de las lágrimas que se
acumularon en mis ojos en cuestión de segundos—. Si ninguna de las
dos está clara la prueba falló, tendrías que hacerte otra —explicó
manteniendo la calma.
Solté un largo suspiro mientras Manu se ponía de pie para dirigirse a
la cocina, el miedo que se adueñó de mí no me permitía ni moverme,
tomé la prueba para comprobar que los colores no hubieran
cambiado, noté que mis manos temblaban al igual que mi voz cuando
susurré el nombre de mi amigo.
—Toma agua por favor, te ves mortificada.
—Lo estoy —respondí aceptando el vaso que extendía hacia mí— ¿Por
qué diablos solo compraste una prueba?
—Porque estaba nervioso, ya te expliqué Valentina... Tal vez estamos
exagerando —agregó segundos después, ladeó el rostro para verme a
la cara, tomó mi mano con una sonrisa falsa cuando mis ojos se
quedaron fijos en los suyos—. Una semana de retraso no es nada.
—Quiero creer eso, pero siento algo aquí —respondí tocando mi
pecho.
—Bueno, preocúpate cuando sientas algo aquí —puso una mano sobre
mi estómago haciéndome reír—. Si estás embarazada tampoco es
como para morirse, me das al bebé en adopción, su tío y yo lo
criamos juntos.
Quería reír ante sus comentarios, pero la preocupación le ganaba
terreno a su grandioso sentido del humor, cerré los ojos por unos
segundos deseando retroceder el tiempo, solo de pensar en la
posibilidad de estar embarazada sentía mi mundo entero
derrumbarse.
—Tengo miedo.
—No temas antes de tiempo, guarda la angustia y los miedos si acaso
se confirmara nuestras sospechas.
—¿Qué le voy a decir a Santiago?
—Que van a tener un bebé —respondió divertido—. Ya... No me hagas
esa cara, si estuvieras embarazada le dices y ya, Santiago es un
hombre hecho y derecho, tiene la capacidad para asumir una
responsabilidad así, si tú no quieres quedarte con el bebé en serio
puedes darlo en adopción, Sebas y yo seremos excelentes papás.
—A Sebastián no le gustan los niños siempre dices eso.
—Este si le va a gustar, va a tener su sangre.
—Manu deja de tocar mi panza como si estuviera embarazada —
aparté su mano de una forma brusca, provocando que riera a
carcajadas—. La situación no está como para hacer chistes, no quiero
estar embarazada, no puedo con algo así, menos estar de alguna
forma atada a Santiago, él tampoco quiere bebés, una vez le dije que
estaba embarazada y casi lo mato de un infarto.
—¿Por qué le dijiste que eso?
—Porque siempre me preguntaba si estaba embarazada, quería
asustarlo y funcionó, desde esa noche nunca más me volvió a
preguntar lo mismo.
—¿Sabes que debemos de hacer?
—No.
—Dejar de hablar de esto, tengo la teoría que todo pasa por algo, si la
prueba terminó siendo invalida su razón debe existir.
—Sí, la hice mal.
—Valen, pensemos en positivo, espera unos días más o mañana
mismo vamos a un laboratorio y que te hagan una prueba de sangre,
mientras tanto enfoquémonos en otra cosa, salgamos de este
departamento, vamos al cine o a tomar algo.
—No voy a poder dormir.
—No te sugestiones, si vas a poder, levanta el trasero de ese sillón y
ponte linda, te voy a llevar a un sitio elegante como nosotros a cenar.
—¿Y mi tesis?
—Tu tesis lleva tiempo esperando, ya está acostumbrada no te
preocupes.
No me quedó más remedio que ceder a la propuesta de mi amigo, me
vestí rapidísimo ante su insistencia fastidiosa para que me
apresurara, mientras me maquillaba él jugaba con Polly que estaba
más arisca que nunca, le comenté a Manu que tal vez extrañaba a
Santiago intentando justificar el mal humor de mi gata, para mi
sorpresa secundó mi idea, estaba convencido que Polly quería más a
Santiago que a mí, cosa que no me hizo gracia y por ello decidí dar
por terminado el tema.
—¿No nos iremos en tu moto, cierto?
—Su majestad yo no poseo una flota de autos, aún no me caso con
Sebastián para ser un Sada y nadar en dinero.
—Estoy usando un vestido —dije señalándome.
—¿Y? Solo te va a recoger un poco, tienes unas bonitas piernas
lúcelas —me guiño el ojo de lo más divertido ignorando la cara de
pocos amigos que le ofrecía.
Intenté de muchas formas disfrutar de la cena con Manu, pero era
imposible sacarme de la cabeza todos los problemas que tenía
encima, de un momento a otro mi vida se había convertido en una
tragicomedia. La comida estaba deliciosa pero las náuseas no me
dejaron tranquila toda la velada. Harto de mi silencio y mi poca
disposición para disfrutar la noche, Manuel se apresuró en pedir la
cuenta, asumiendo que estaba molesto por mi desaire le pedí
disculpas a penas salimos del restaurante. Mi amigo en respuesta me
estrechó entre sus brazos susurrando a mi oído que no me disculpara
por sentirme triste, soltó un chiste de esos que le salían tan bien a él,
además de darme cariño me sacó una carcajada que hizo del
ambiente menos deprimente.
—Baja la velocidad es en serio.
—Vamos despacio.
—¡Manu!
—Sujétate bien Valen, tenemos que aprovechar la luz verde.
Me aferré a su abdomen conteniendo el aliento por el temor que me
causaba la bendita motocicleta, el viento helado jugaba con mi pelo
mientras Manu reía por las cosquillas que le causaban mis manos,
por un segundo dejé de pensar en todo lo que me atormentaba,
incluso esa sensación de vacío en mi pecho dejó de percibirse
mientras disfrutaba de la vista del cielo, de la risa de mi amigo
sonando, de esa falsa sensación de ligereza.
—Debimos probar uno de esos postres —dijo Manu a la vez que
disminuía la velocidad.
—No creo poder ser capaz de comer algo más... ¿Esa moto es la de
Sebastián? —cuestioné con la vista fija hacia el sitio donde Manu se
estacionaba siempre, no tuvo oportunidad de responder, Sebastián
salió del edificio despejando cualquier duda. —No quiero que esto sea
algo incómodo, por favor no intentes retenerme para que hable con él
—advertí muy seria.
Manu detuvo la motocicleta con cuidado, no dijo nada hasta que bajé
de ella, pidió en tono muy bajo que al menos lo saludara, al ver mis
cejas ceñidas me explicó que Sebastián estaba bastante preocupado
por lo que estaba pasando.
—¿Cómo estás? —saludó besando mi mejilla, le sonreí y le ofrecí un
medio abrazo para después intentar entrar al edificio—. Valen espera
¿Podemos hablar?
—No me lo tomes a mal, pero he tenido un día horrible, estoy agotada
mentalmente, lo dejamos para otro día.
—Lo lamento, de verdad que lo lamento, pero es algo que no me
correspondía a mí decir, te aprecio mucho, hiciste muchas cosas por
mi familia, mi relación con mi hermano cambió a penas apareciste,
no quiero perder tu amistad, porque yo te considero una amiga.
Giré con lentitud para verlo frente a frente, su rostro abatido me
conmovió hasta el punto de abrir los brazos y ofrecerle un abrazo
sincero, me resultaba imposible hablarle como si nada hubiera
ocurrido, estaba dolida y todo demasiado reciente, pero no era tan
fuerte como para no darle el cariño que él siempre me había
transmitido.
—No me gusta verte así, ni tú ni mi hermano se merecen esto que
están pasando.
—No quiero hablar de él —susurré con los ojos cerrados, apoyé la
mejilla en su hombro a la vez que respiraba profundo suprimiendo el
llanto, estar entre sus brazos era extraño, su parecido físico con
Santiago jugaba con mi mente traicionera.
—Sé que es poco inteligente de mi parte hacer esto, pero debo
decírtelo, Nesa le advirtió a Santiago que iba a lograr esto, estoy
consciente de lo que pasó, se lo difícil que debe ser para ti, pero no
les des gusto a ella, no la dejes salirse con la suya.
—Sebastián no te metas en esto —rompí el abrazo con una actitud de
incomodidad que no me molesté en ocultar, le di la espalda dispuesta
a entrar al fin.
—Valentina espera —pidió sosteniendo una de mis muñecas.
—Sebas no la hagas enojar, puede hacerle mal.
—¡Manuel! —grité su nombre muy enojada por su indiscreción, le hice
un gesto para que no dijera una palabra más, mientras tanto
Sebastián nos observaba con mucha curiosidad— Estoy cansada nos
vemos luego.
Me alejé a paso rápido mientras le escribía un mensaje a Manuel
advirtiéndole que no se le ocurriera decirle algo de nuestras
sospechas a su novio, si hacía algo así no iba a poder perdonarlo
jamás.
Respiré profundo tomando un poco de valor antes de abrir la puerta
de mi departamento, la noche era mi peor enemiga a la melancolía le
gustaba visitarme cuando el sol se ocultaba, se respiraba un
ambiente triste entre esas paredes en la que vivimos tanto. Sonreí al
ver a Polly dormida sobre el sillón, en el mismo sitio donde se
sentaba en medio de nosotros ronroneando en busca de mimos.
Busqué mi cama sintiéndome débil ante ese dolor que se anidaba en
mi pecho, que me torturaba con lentitud, quise frenar mis
pensamientos, esos que se empeñaban en recordarme la gran
cantidad de problemas sobre mí, sentía no poder más entre tanto
caos, el lanzamiento del libro, un posible embarazo, mis problemas
familiares, y la ausencia de Santiago, sostenerme en medio de tanto
me era tan difícil que llorar era todo lo que podía hacer. Me quedé
dormida entre sollozos, agotada física y mentalmente de la tormenta
en la que sobrevivía.
***
Salí del taxi corriendo para evitar mojarme con la lluvia que caía con
fuerza desde temprano, me torcí el pie justo antes de cruzar la puerta
del edificio, maldije en silencio mientras caminaba despacio hacia el
elevador, mi día había empezado horrible desde que desperté a causa
de una pesadilla que me dejó con una sensación extraña en el
estómago. Jamás me imaginé que soñar con un bebé entre mis brazos
me iba aterrorizar tanto.
¿Compraste la prueba?
Leí el mensaje de Manu mientras avanzaba despacio por el pasillo de
la editorial, le sonreí a Anita que como siempre me observó de mala
manera para luego apuntarme el reloj, sin prestarle atención
continué mi camino tecleando la respuesta para el mensaje.
Se me hizo tarde para llegar a la editorial, saldré temprano para pasar
por una farmacia.
—Valen... Valen —sonreí al escuchar la voz de Lau tras de mí—. Sabía
que vendrías a esta hora —me abrazó con cariño transmitiendo esa
energía que desbordaba.
—Este es un milagro ¿Qué haces aquí? Nunca vienes a visitarme.
—Estoy aquí por la entrevista para el puesto de asistente —respondió
mientras tomaba mi mano guiándome hacia mi oficina.
—¿Qué? ¿Es hoy?
—jefa, jefa, nunca cambias —sonrió tomando asiento—. Ayer lanzaron
la convocatoria, envié mi currículum, pero Anita pensó que era mejor
que viniera de una vez.
—¿Anita? Espera, espera... ¿Desde cuándo Ana la amargada es amable
contigo?
—Yo también me sorprendí, pero sus razones me parecen un poco
lógicas, dice que no quiere a otra muchachita irresponsable en el
puesto, por eso me llamó a mí para darme una que otra ayuda.
—¿Quién te va a entrevistar? —pregunté curiosa puesto yo desconocía
todos los detalles de las nuevas contrataciones.
—Tú y Rodrigo, revisa tu correo —dijo al ver mi cara—. ¿Valentina
sigues olvidando revisarlo a diario?
—No, te juro que estoy siendo un poco más organizada, tuve que
aprender a serlo, lo que pasa es que no sé dónde tengo la cabeza.
—Dice Anita que la otra semana comienzan con el traslado al nuevo
local, está entusiasmada, y aunque no me lo creas me aseguró que
estos meses te la has arreglado sola muy bien.
—¿La otra semana? —cuestioné completamente desconcertada, en
medio del caos de mi vida personal mi trabajo se estaba volviendo
más exigente.
Escuché con paciencia a Laura mientras me contaba todo lo que sabía
de la nueva etapa de Águila, estaba entusiasmada por volver a
trabajar en la editorial, aunque entendía que sus horarios le iban a
poner un tanto difíciles las cosas. Efectivamente había recibido un
correo notificándome acerca de las entrevistas, Rodrigo fue breve
pero preciso, necesitaba de toda mi disposición por las siguientes
cuatro semanas, esperaba mucho del lanzamiento de Para Eva con
amor, y de los nuevos proyectos que aún tenía en revisión.
—No deberías estar nerviosa, tienes todas las ventajas —intenté
calmar a Lau que jugaba con sus manos mientras caminábamos a la
sala de juntas donde se iban a llevar a cabo las entrevistas.
—Yo sé que de tu parte sí, pero el señor Rodrigo sabe que no estaré
disponible siempre, él quiere lo mejor para su editorial.
—Lo mejor eres tú, te necesito de verdad no creo poder lidiar con el
lanzamiento de Eva —confesé con la voz temblorosa.
—¿Sigues peleando con Santiago por los detalles del libro?
Su pregunta me resultó cruel, pero me las arreglé para que mi rostro
no reflejara lo mucho que me dolía hablar del tema, negué sin dejar
de caminar hasta detenerme frente a la puerta.
—Santiago y yo terminamos —dije sosteniendo su mirada.
—Valen perdón, yo no sabía, yo pensé ...
—No te preocupes todo está bien, controla los nervios ya sabes que
estás entre amigos, hasta Rodrigo te tiene cariño.
No le di tiempo de comentar nada más, desesperada por poner
distancia para evitar hablar de Santi entré a la sala de junta donde
Rodrigo me esperaba sonriente, no esperó a que tomara asiento para
comenzar a darme indicaciones, estaba entusiasmado, decidido a
encontrar el personal adecuado para el mejor funcionamiento de la
editorial, mientras organizaba algunas carpetas comenzó con las
preguntas con respecto a lo del lanzamiento, hablar de aquello
acababa conmigo, pero no me quedó más remedio que hacerle frente
a la situación, agradecí en silencio cuando comenzamos con las
entrevistas, que se mantuviera enfocado en otra cosa me proporcionó
un poco de paz.
Laura fue la primera en entrar, aquello parecía más una conversación
casual que una entrevista laboral, conocía perfectamente el
funcionamiento de la editorial y aunque las cosas iban a cambiar con
la nueva sociedad que había establecido Rodrigo estaba convencida
que Laura se iba adaptar a la perfección, cuando salió puse una
estrella sobre su nombre y un corazón al lado para después
mostrárselo a Rodrigo que sonrió negando.
Pasé gran parte del día tras esa mesa presenciando cada una de las
entrevistas, el equipo editorial iba a crecer y según Rodrigo las
personas preseleccionadas eran buenos elementos, cuando salí de la
sala de juntas Anita se acercó para sugerirme que bajara a la
cafetería a comer algo, era consciente que aún me quedaban muchas
cosas por hacer, le agradecí su preocupación que me pareció extraña,
con una sonrisa y avancé hasta mi oficina, no podía comer nada
cuando el estómago se me revolvía solo de pensar en comida.
Mientras hice las llamadas pertinentes con los distribuidores,
buscaba el mejor sitio para el lanzamiento, por primera vez contaba
con un presupuesto decente, y con el apoyo incluso de medios de
comunicación dirigidos al mundo editorial, cualquier autor hubiese
estado feliz con todos los esfuerzos realizados por parte de la
editorial, cualquier menos él, que se escondía tras un seudónimo y
una actitud de rechazo ante todo lo que tenía que ver con el libro.
Le escribí un correo para hacerle saber de todos los avances del
proceso de lanzamiento, le pedí su colaboración en cuanto a los
ejemplares firmados y una cita pactada dentro de una semana, mis
manos temblaron cuando leí Enviado en la pantalla de mi
computadora, aunque utilicé la cuenta de correo electrónico de la
editorial, él sabía que yo estaba tras eso, me recosté sobre la silla
deseando que Laura fuese contratada lo más pronto posible, estaba
convencida que no podría asistir a esa cita.
Hacía planes mentales de todo lo que iba hacer cuando llegara al
departamento, además de cansada tenía una sensación de
incomodidad en todo el cuerpo que no me dejaba tranquila, me
apresuré por llegar al elevador, me parecía terrorífico estar sola en
el piso, miré la hora en mi teléfono comprobando que estaba saliendo
mucho más tarde de lo acostumbrado, leí el mensaje de Manu donde
me recordaba pasar una farmacia, le respondí rápidamente mientras
caminaba distraída hacia la salida del edificio.
—Señorita Valentina.
Levanté la mirada lentamente al escuchar esa voz, quise sonreírle
porque siempre fue amable conmigo, pero me producía mucha
incomodidad verlo ahí, aguardando por mí, porque estaba segura que
me estaba esperando.
—Hola Raúl ¿Qué haces aquí?
—Me da mucho gusto verla —me ofreció su mano que desde luego
estreché rápidamente—. Traje algo para usted.
La sonrisa que se había pintado en mis labios desapareció apenas
extendió una pequeña caja negra para mí, negué y le di la espalda sin
decirle una sola palabra, quería subir a un taxi de una vez y alejarme
de él y el maldito regalo.
—Santiago no debió enviarte a dejarme nada, siento ser grosera, pero
estoy cansada y me esperan en casa —dije al sentir que caminaba tras
de mí.
—Me pidió que viniera yo para no incomodarla con su presencia.
—¿Te dijo eso? —pregunté deteniéndose en medio de la banqueta—.
Ahora se victimiza —solté enojada al verlo asentir—, dile que no
quiero nada, no voy aceptar su regalo, llévatelo y lánzaselo encima de
mi parte.
—Es medio complicado hacerlo —respondió sonriente—. Lanzarle un
auto en la cara es imposible.
Lo miré sin poder creer lo que decía, sin pensarlo dos veces le
arrebaté la caja de las manos para abrirla, dentro de ella había una
llave que conocía muy bien, dirigí de nuevo mi mirada a Raúl que
parecía muy divertido con la situación, se encogió de hombros
cuando puse frente a él las llaves, y luego me apunto hacía un lado de
la calle donde estaba estacionada la carcacha.
—¿Me envió su amado carro?
—Así es, se irá de viaje y no confía en más nadie que usted, no quiere
dejarlo tirando en el garaje de su casa piensa que usted cuidará muy
bien de él.
—Dile que gracias, pero no, su carcacha no me gusta, y de paso
cuéntale que una vez lo choqué.
—¿Carcacha? —preguntó irónico—. Es un Ferrari daytona de los 70s,
un verdadero clásico, todas sus piezas son originales, cuesta mucho
dinero la carcacha —agregó con un tono de indignación.
—¿La carcacha un auto clásico?
—Sí señorita, acepte las llaves que no quiero volver a conducirlo,
cada vez que subo a él tengo miedo de que pase algo.
—No, no puedo aceptarlo... Dile a Santiago que me negué
rotundamente a su regalo, no quiero nada suyo suficiente con lo que
creo que me dejó —dije sin pensarlo, al notar la mirada de Raúl
aparté la palma de las manos de mi estómago y sonreí nerviosa—. Me
dio mucho gusto verte, cuídate.
Levanté el brazo haciéndole un gesto al taxi que se acercaba, miré
como Raúl intentó acercarse y me apresuré por subir, quería sacar a
Santiago de mi vida, borrarlo y olvidarlo de una vez, pero las
circunstancias y él mismo insistían en ponerlo en mi camino.
Cuando bajé del taxi en lugar de ir directo a mi departamento fui a
buscar a Manu, necesitaba oírlo hablar, que me entretuviera con su
parloteo, quería engañar a mi mente, detener a mi mente que se
encaprichaba por recordármelo.
***
***
Tomé el cepillo para peinarme desesperada por verme mínimamente
presentable, noté como mi rostro estaba hinchado después de una
larga noche en la que me quedé dormida agotada por el llanto, me
sentía terriblemente mal de todas las maneras posibles, emocional,
física y mentalmente pero no había tiempo para seguir
lamentándome, tenía responsabilidades que asumir esperando por
mí.
Mientras me tomaba una taza de café bien cargado, le envié por
WhatsApp la versión editada de Eva a Eduardo, el repentino
encuentro con Santiago la noche anterior, me había dejado tan
agotada que no pude hacer eso que había advertido, sin esperar
alguna respuesta dejé el teléfono sobre la mesa para cepillarme los
dientes.
Evité pensar si aquello era correcto o no, pero me resultaba muy
difícil, sentía que estaba cayendo tan bajo como Vannesa al hacer
algo así, incluso estuve a punto de borrar el mensaje que no había
sido visto por Eduardo, me odié por tener escrúpulos, por sentirme
así de mal solo de pensar que estaba provocando mal de alguna
manera.
Abordé un taxi ignorando mi consciencia, archivé la conversación con
Eduardo para no verla y evitar el remordimiento y me concentré en
resolver uno de mis tantos pendientes, enfocarme en el trabajo era lo
único que silenciaba el caos que se tejía en mi interior, necesitaba
dejar de flotar en dudas y de consumirme en el dolor que me
producía su ausencia.
El lanzamiento de Eva no era lo único que estaba en agenda, había
una expo de libros programada para la tercera semana de Octubre
que requería también de mucho esfuerzo, durante el tardío trayecto
hacia la editorial, aproveché para enviar correos a los distribuidores
que se encargaban de cubrir una parte del gasto que generaba
movilizar a nuestros autores, noté que las cosas se habían vuelto un
poco más fáciles para mí, del temor que me generaba desenvolverme
entre personas con mucha más experiencia que yo, no quedaba casi
nada, por primera vez en mi vida me sentía apta para lo que estaba
haciendo, aunque era consciente que aún tenía muchísimo que
aprender.
—Buenos días —saludé a Anita que en respuesta solo sonrió, noté más
movimiento en los pasillos, pero decidí no prestar atención, avancé
por el pasillo que llevaba hasta mi oficina sorprendiéndome al
toparme con Laura saliendo de esta.
—Buenos días soy Laura tu nueva asistente, oficialmente eres mi jefa
—su sonrisa radiante me resultó contagiosa, le di un beso en la
mejilla antes de entrar a mi oficina con ella pisando mis pasos. —¿No
dices nada, no te emocionas?
—Como no tienes idea, nadie mejor que tú para el puesto, perdona mi
inexpresividad, solo estoy en uno de esos días extraños.
—¿Todo bien? —preguntó con un tono de preocupación que me
pareció auténtico.
Cansada de responder con una mentira cada vez que alguien
preguntaba lo mismo, decidí ser honesta, de una manera atropellada
dejé que saliera todo lo que me preocupaba de mi boca, confesé por
primera vez lo mucho que me dolía preparar el lanzamiento de un
libro que de alguna u otra manera era el culpable de todo lo que pasó,
revelándole el nombre real de Eva, le relaté uno que otro detalle de
mi ruptura con Santiago, solo para que entendiera un poco más lo
difícil que me resultaba todo lo que estaba viviendo.
La reacción de Laura me hizo entender que no esperaba nada de lo
que dije, se limitó a mirarme por largos segundos, sin poder camuflar
la sorpresa y la confusión que le generó escucharme, pensé que me
había equivocado al contar algo que consideraba tan íntimo, era
demasiado torpe con las relaciones humanas, asumí que la incomodé
y casi me disculpaba cuando ella se puso de pie, se acercó cautelosa a
mí para luego ofrecerme un abrazo, abrazo que sentí sincero y
reconfortante.
—Cuenta con mi ayuda en todo lo que sea posible, haré que las cosas
sean más fáciles, ya sabes, puedo encargarme de ser el puente entre
el autor y tú.
—Gracias de verdad, aunque creo que lo de ser puente no va a ser
necesario —dije luego de aclarar la garganta—. Santiago no va a estar
involucrado en nada, ni siquiera asistirá como parte del público a
como lo habíamos previsto, a pesar de eso quiero que todo salga a
como lo habíamos planeado. Rodrigo quiere que sea un evento en
grande.
—¿Hay presupuesto? —preguntó riendo.
—Sí, imagina que ironía, el libro que mi exnovio le escribió a su
exnovia será lanzado por todo lo alto, que lindo ¿no?
—Un libro que habla de lo mala persona que es la tipa, que no se te
olvide ese detalle, es una sátira, una burla, un manifiesto de
indignación. Debería darte gusto el proceso solo por el simple de
hecho de saber que ella es ridiculizada —dijo con la mandíbula tensa.
—No puedo sentir gusto de todo esto, pero prometo que pondré mi
mejor cara, hay muchas cosas que quiero mejorar Lau, necesito
sentirme cómoda conmigo, creer más en mí, voy hacer esto bien y no
desistiré de terminar mi tesis, mi tutor va aprobar el tema que
escogí, quiero ser positiva. Y para que todo eso sea posible tenemos
que ponernos a trabajar de una vez.
—Tienes toda la razón, hay un par de cosas que quería consultar
contigo antes de comenzar de lleno, iba a hacer las llamadas para lo
de la expo, pero primero quería proponerte que sugirieras solicitar
un stand más grande, revisé el movimiento de los últimos dos libros,
ambos con segunda edición, es sorprendente Valen, estamos en toda
la capacidad para ponernos un poquito más exigentes —dijo con ese
tono tan simpático que utilizaba cuando estaba entusiasmada.
—Ya lo hice, de hecho, los distribuidores se encargarán de
conseguirnos un mejor sitio además de grande.
—Licenciada Rincón, usted me sorprende.
Fue fácil mantenerme tranquila con la mente tan ocupada, sin tener
tiempo para divagar en mis pensamientos masoquistas, dediqué mis
horas exclusivamente a Águila, Laura y yo decidimos adelantar
cuanto fuera posible, el cambio de instalaciones de la editorial
retrasaría un poco nuestros avances.
Esa tarde salí del edificio sintiéndome tranquila, ligeramente
recompuesta, sin pensar en el suplicio que me suponía llegar a la
soledad de mi departamento, opté por caminar dado que había un
clima agradable, cuando había avanzado un par de calles saqué mi
teléfono de mi bolso para ver la hora, sorprendiéndome al encontrar
un mensaje de mi papá que había enviado a media tarde.
Me gustaría mucho invitarte a cenar un día de estos, aunque no te he
visto ni llamado he estado pensando mucho en cómo estás, te quise dar
un espacio que creí necesario, pero creo que ya es hora que charles con
este viejo aburrido.
Me detuve para leer un par de veces el mensaje, el corazón me latía
rápido gracias a la incertidumbre que me provocaba mi desastrosa
vida familiar, en ese momento sentí miedo, miedo que mi papá
tomara partido, miedo de que no supiera de mi discusión con
Vannesa y Valeria, pánico de que intentara convencerme de arreglar
las cosas con ellas. Sin pensarlo más deslicé mi dedo por la pantalla
para desplegar el teclado y tipear mi respuesta.
Papá tuve una discusión con Vannesa, espero no quieras hablar de eso,
tampoco de mi decisión de alejarme de ella.
De lo único que quiero hablar es de ti, ya conozco lo que sucedió y te
aseguro que no se me ha pasado por la cabeza intervenir, te amo
mucho Valentina, sé que desde creciste dejé de repetirlo, se hace un
poco más difícil con el paso de los años, pero quiero que lo sepas, no
soy perfecto como papá, pero cuenta conmigo, no quiero que te aísles y
te sientas sola, siempre voy a estar ahí para recordarte que debes
terminar la tesis y espantarte a cualquier Octavio que se aparezca.
Reí entre lágrimas leyendo el mismo mensaje un par de veces, me
conmovió a profundidad saber que contaba con él, no sabía que
necesitaba tanto tener esa certeza hasta que leí las palabras de papá,
palabras que consideré honestas por ello significaron mucho más, sin
saber qué responder solo escribí: te amo también, con una serie de
corazones rojos adornando la frase.
Saboreé de aquel instante que me sabía tan bien, me enfoqué en lo
bueno que había sucedido, ignorando todo lo que guardaba y me
hería tanto, aquel maravilloso humor desapareció cuando llegué
hasta mi edificio, ver la carcacha ocupando uno de los lugares del
estacionamiento acabó con mi paz, sintiéndome harta por ese vaivén
de emociones, miré hacia los lados esperando encontrar al dueño y
ponerlo en su lugar, pero en lugar de toparme con Santiago, me
encontré con Raúl que me observaba con una sonrisa temerosa en los
labios.
—Señorita Valentina —saludó a la vez que se acercó cuidadosamente
a mí.
—Dile que no me encontraste —respondí sin detenerme, era
consciente que solo estaba cumpliendo con su trabajo, pero me era
inevitable demostrarle con los gestos de mi cara lo mucho que me
molestaba verlo ahí, esperando por mí.
—No me creerá usted lo conoce, es listo.
—Raúl no me sigas —pedí con un tono enérgico.
—Valentina nunca lo había visto así. —Me detuve al escuchar aquello,
sintiéndome muy tonta por querer saber más de Santiago—. Me está
llamando —dijo mostrándome su teléfono.
En un acto espontáneo le arrebaté el teléfono de las manos, lo llevé a
mi oído temerosa por escucharlo, pero muerta de curiosidad.
—¿Aceptó el carro? ¿Te dijo algo? —preguntó sonando ansioso.
—No voy aceptar nada, ayer pensé que te lo había dejado claro —
dije haciendo uso de todo mi autocontrol para sonar segura.
—Valentina... ¿Así van a ser las cosas entre nosotros?
—Serán peores si no dejas de insistir, no sé qué quieres de esto,
no entiendo y tampoco me interesa hacerlo, estaba de muy buen
humor parece que olfateas cuando estoy bien y te esmeras por
arruinarlo.
—Preciosa yo no quiero esto, no quiero arruinarte nada, te juro
que lo único que deseo es que estés bien porque asumo que no lo
estás.
—No lo estoy —respondí a la defensiva, que me llamase preciosa me
molestó muchísimo—. Y si sigues con esto estaré peor, me
decepcionaste no una, sino dos veces, ve a tu viaje, se feliz y
olvídate de mí.
—¿Qué hago Valentina? No me quieres contigo, pero tampoco
quieres que me vaya, estoy confundido, jodido mentalmente, por
primera vez no puedo intuir lo que quieres, no te muestras más
como antes y eso me desconcierta.
—Deja de vivir para complacer a tu papá, deja el miedo y has lo
que de verdad deseas, te gusta escribir asúmelo y no te escondas
tras un seudónimo, quieres renunciar, hazlo. Esto no se trata de
nosotros y lo que pasó entre ambos, me decepciona verte así. No
vuelvas a enviar a Raúl, solo déjame tranquila.
Sin darle oportunidad de replicar algo colgué el teléfono, se lo
entregué a Raúl con poca delicadeza antes de entrar con pasos firmes
al edificio, el enojo que emergía de mí solo crecía a medida que los
segundos transcurrían, sin darme cuenta hacía sonar mis zapatos de
forma exagerada mientras me desplazaba por el pasillo, las llaves se
resbalaron de mis manos cuando intenté abrir la puerta provocando
que una maldición en voz alta saliera de mis labios, por más que
quisiera esconder y minimizar lo mucho que me dolía que Santiago se
fuera, me resultaba imposible lograrlo.
—Valen —escuché la voz de Manu que gritaba desde el umbral de su
puerta.
—Manu vengo muerta —mentí para que no se diera cuenta que estaba
a punto de llorar—. Voy a darme un baño y te marco después para
que cenemos juntos —sugerí a la vez que abría la puerta de mi
departamento, cerré los ojos al escuchar pasos acercándose, quería
esconder mis emociones y solo sonreírle.
—Sebas pidió sushi y estamos viendo una película —comentó mi
amigo, miré por encima del hombro a Sebas que sonreía a su lado.
—Lo siento chicos, solo quiero dormir.
—¿Ni siquiera vas a preguntar cuál es la película?
—Seguro una donde hay sangre, muertes y fin del mundo, solo cosas
así ven ustedes —respondí empujando la puerta para entrar.
Giré hacia ellos sonriéndole a ambos que permanecían pegados
hombro a hombro.
—Tienes algo en el trasero —susurró Sebastián un poco avergonzado
—¿Algo?
—Una mancha.
Corrí hacia el interior de mi casa en busca del espejo grande que
estaba en mi cuarto, me invadió una súbita alegría al contemplar mi
reflejo, el pantalón beige que estaba usando, tenía una mancha
rojiza.
—¡Me bajó!
—¿Segura? —preguntó Manu acercándose a toda prisa, asentí riendo
para luego abrazarnos eufóricos.
—Gracias Dios, gracias Dios —susurré con los ojos cerrados, corrí
hacia el baño ignorando a Sebastián que me miraba con expectación.
Emocionada a más no poder tomé un corto baño de agua caliente, que
servía para aliviar un poco los cólicos y despejar mi mente, pensé
que los dos se habían ido de mi departamento, pero lo encontré
sentados en los sillones de mi sala, conversando en voz muy baja.
—¿Estás segura que estás menstruando?
Le hice un gesto con los ojos a Manuel para que se callara, además de
imprudente me pareció indiscreto, Sebastián parecía estar
sospechando todo.
—Lo estoy —respondí con seguridad.
—¿Pero y la prueba? Te sentías mal.
—¡Manuel!
—Lo obligué a que me lo dijera —respondió Sebastián—. Ustedes
reaccionaron extraño, quería saber que pasaba.
—Manu no debiste.
—No dirá nada, lo prometió —agregó confiado.
—Aún no puedo creer que sospecharas un embarazo y mi hermano no
lo supiera —comentó Sebastián muy serio— ¿Qué pensabas hacer?
—Dárnoslo a nosotros —contestó Manu con tranquilidad—. ¿No
quieres ser papá?
—Manu no bromees así —dijo riendo, me contagie con su risa al verlo
llevarse una mano al pecho, en un gesto dramático que me recordó
demasiado a Sandra.
—Creo que es mejor que vayas a un médico, después de un susto así
es lo menos que puedes hacer. —Comentó Manu acabando con las
risas y dándole paso a la seriedad.
—Ay Manu goza conmigo de este momento, luego hablamos de
médicos y todo lo que quieras.
Tuve que visitar a un médico unos días después, jamás había sufrido
tanto por los malestares propios de mi ciclo menstrual, el doctor me
aseguró que todo estaba en orden, que mi retraso pudo haber sido
causado por estrés, me sentí tonta por no haber acudido antes, por
permitir que el temor hiciera que me preocupara en vano.
***
***
Abrí la ventana buscando que la luz del sol entrara mejor, miré a
Polly por encima del hombro que ronroneaba mientras se pasaba por
las piernas de Manu, tomé la maceta rosa y le puse agua con cuidado,
mi suculenta favorita crecía conservando su hermosa forma.
—¿Y ya sabes que ponerte? —preguntó Manu con la vista fija en la
pantalla de mi Tablet.
Me reí al observar los gestos que hacía mientras hablaba por video
llamada con Sandra, dejé la pequeña regadera a un lado y me senté
en el sillón, justo a su lado.
—¿Valentina por qué estás tan delgada? —cuestionó Sandy cuando me
miró— Necesito que me pases la dieta.
—Mal de amores —respondí intentando sonar chistosa, Manu negó
observándome con seriedad y Sandy cubrió su rostro con ambas
manos en un gesto claro de desesperación—. Estás linda, me gusta tu
pelo— dije intentando cambiar el tema.
—Santi se va mañana, aún tienes tiempo.
—Ya hablamos de esto —solté sintiéndome un poco irritada, Manu me
dio la Tablet y se puso de pie, escuché como caminaba hacia la cocina
con Polly maullando tras él—. Sandy no me lo tomes a mal, pero
apenas ayer pude salir de mi cama, pasé todo el fin de semana
sintiéndome miserable, ya no quiero hablar de esto.
—Lo entiendo Valen, y sé qué crees que soy dramática, exagerada y
metiche —enumeró sus singulares características sonriendo—, pero
estoy muy preocupada, por ti, por mi hermano, mira que no me gusta
a nadie cerca de él, pero lo prefiero contigo que pasándola mal.
—Los dos vamos a estar a bien.
—¿Sabes lo que significan las esmeraldas? —preguntó de repente.
—No.
—Esperanza, sé que Santi tiene esperanzas de recuperar lo de
ustedes.
—No quiero hablar de él, por favor —supliqué.
Asintió con una seriedad que no era común en ella, sin decir nada se
puso de pie y levantó ligeramente su camisa para mostrarme algo
que no vi bien de inmediato, tuve que acercarme la Tablet para
observar mejor el pequeño tatuaje que se había hecho al costado de
su seno izquierdo.
—¡Te van a matar!
—Al menos Sebastián no, ya lo vio, pero mi papá y Santiago seguro se
infartan.
—Sandy ¿Cuándo lo hiciste?
—Hace dos semanas, tenía muchas ganas de hacerlo, mi mamá se
llamaba Ángela por eso las alas.
—Es muy lindo —dije enternecida—. Me encanta verte libre, pero
espero estés haciendo las cosas.
—Todavía soy virgen y eso que Fernando ha venido a visitarme.
—Eres toda una niña juiciosa ¿Quién lo iba a decir?
—Estaba en mis días, si no la historia sería otra.
Reí con la misma soltura con la que ella lo hacía, me gustaba
conversar con ella a pesar de lo extraña que había sido siempre
nuestra relación, cuando Manu se acercó con una taza de palomitas
recién hechas entre las manos, volvió a ser el foco de atención de
Sandra, comenzaron a charlar acerca de una fiesta a la que ella tenía
planeada ir el fin de semana.
Me levanté del sillón sintiéndome un poco emotiva, me estaba
fortaleciendo a ritmo lento, ponerme triste de vez en cuando era algo
muy común, para evitar caer en el juego de mi mente que me
castigaba con recuerdos, tomé mi computadora para revisar por
tercera vez en el día mi correo, estaba esperando con ansias recibir
la aprobación de mi tutor en los avances de la tesis, golpeé mi frente
con suavidad con la palma de las manos, el correo no había llegado,
mi tesis continuaba estancada.
—Sandra está loca —dijo Manu después de dejar mi Tablet en el
sillón.
—Siempre lo ha estado, eso no es novedad.
—Pero es parte de su encanto debes reconocerlo.
—Lo sé —sonreí sin mucho ánimo, aceptando las palomitas que me
ofrecía—. Creo que debí haber ido a la editorial, me siento bien.
—Señorita usted tiene una cita conmigo, no puede echarse para atrás.
—Solo una cena tranquila, nada de: la noche está como para un par
de cervezas ¿no?, ni de: Tengo una sed que solo se me quita con un
trago de vodka.
—Lo prometo, solo una cena doña Valentina. No tienes ni una semana
con 24 años y actúas como de 50.
—¡Déjame tranquila! —dije riendo, se acercó dispuesto a hacerme
cosquillas de las cuales no pude escapar.
A pesar de los días grises que vivía él buscaba la forma para hacerme
sonreír a como diera lugar, decidimos ir caminando a un restaurante
que estaba cerca de nuestro edificio, la noche estaba agradable y mi
humor un poco más estable que los días anteriores, evité perderme
en mis cavilaciones y me concentré en mi amigo, en sus locuras y los
gestos chistosos que hacía mientras intentaba imitarme.
Mientras comíamos me contó que Sebastián y él estaban hablando de
mudarse juntos, su novio había renunciado al empleo que le había
dado su padre, tenía planeado encontrar uno que no estuviera
vinculado al señor Sada y las muchas empresas que tenía, externe el
gusto que me dio que las cosas estuvieran encaminándose entre los
dos, yo más que nadie sabía lo mucho que les dolía a ambos tener que
esconder lo suyo y lo mucho que querían estar juntos sin
restricciones.
Al salir del restaurante decidimos buscar un taxi, después de comer a
como lo hicimos no podíamos ni queríamos caminar, nos reíamos
juntos mientras me contaba su última aventura en un club nocturno
con Sebastián. Me propuso ver una película sin disimular su
intención de no dejarme sola, acepté puesto no quería darles vueltas
a las muchas cosas que había en mi cabeza, bajamos del carro
mientras discutíamos que película veríamos.
—¿Pero ¿qué tiene de malo John wick?
—Todo, la sangre, la violencia.
—No veré Como perder a un hombre en diez días.
—Estaba pensando en realidad en El diario de Bridget Jones.
—Está bien, siempre termino cediendo contigo —dijo mientras me
abrazaba.
—A como debe ser —respondí riendo.
Manu dejó de caminar de forma repentina, me detuve junto a él que
miraba fijamente hacia el vestíbulo del edificio, suspiré con fastidio
aceptando su mano que se entrelazó con la mía.
—No te dejaré sola, le pediré que se vaya.
—No te preocupes por ella, estaba esperando que viniera a buscarme,
e necesita insultarme para sentirse bien con su vida miserable.
Ambos caminamos a paso lento, como si ella no estuviera ahí, con los
brazos cruzados viéndome como si estuviera lista para atacarme.
—Quiero hablar contigo —dijo apenas estuve frente a ella.
—No tienes dignidad, te dije que no quería verte —respondí
avanzando, tiré de la mano de Manu para obligarlo a acelerar el paso.
—Eduardo suspendió la boda por tu culpa, no sé qué tanto le dijiste,
pero tienes que retractarte, en una pelea entre hermanas no se
involucra a nadie más.
—Lo iré a buscar, pero no para retractarme, le diré más cosas que
seguro le interesan saber.
—Valentina no puedes ser tan mala, soy tu hermana —gritó al verme
esperando el elevador.
Manu tomó mi brazo cuando hice el intento de acercarme a ella, lo
miré intentando decirle que todo estaba bien, a pesar de todo el
enojo que sentía por ella, mi ira estaba controlada, no iba a
lastimarla cuando podía apreciar los ligeros cambios que su cuerpo
estaba sufriendo.
—Vannesa lo que te está pasando es fruto de la cosecha que tú
sembraste, todo lo que hacemos se devuelve, no quiero seguir
discutiendo contigo, prefiero que no nos miremos, no te quiero en mi
vida y no me importa nada de lo que digas, siento mucha pena por ti,
vivir con tanta envidia debe ser horrible, yo no lo diré nada a
Eduardo, tarde o temprano se iba a enterar de quién eres en realidad.
—¿Te crees muy lista no? De igual forma voy a encontrar la forma de
casarme con Eduardo, tengo justo aquí la garantía de ello —dijo
tocando su abdomen aún plano—. Nada de lo que hiciste sirvió.
—Estoy demasiado ocupada con mi vida como para preocuparme con
lo que pase con la tuya, vete que si me vuelves a buscar soltaré mi
lengua con Edu, y con papá. Ahógate en tu veneno, pero lejos de mí,
maldita víbora.
Le di la espalda ignorando sus chillidos, choqué las manos con Manu
y juntos entramos al elevador, al contrario de lo que seguramente
ella imaginó, me sentí mal por lo de su boda, aunque entendía que
solo Vannesa tenía la culpa de lo que estaba viviendo.
—¿Te sientes bien? —preguntó mi amigo cuando estuvimos frente a la
puerta.
—No del todo, pero voy a estarlo.
Y sí que lo estuve, al menos esa noche. Mientras Manu buscaba una
película yo leía ese correo que tanto había esperado, los avances de
mi tesis habían sido aprobados, sin poder creerlo del todo le escribí
un mensaje a mi papá que era la persona más interesada en que me
graduara.
***
y y
—Vamos a leer un rato.
Apreté su mano sin quererlo, notando como mi cuerpo reaccionaba a
una simple frase, asentí sonriendo y me senté a su lado cruzando las
piernas por puro instinto.
—No, ven acá, tú te sientas aquí —palmeó sus piernas sin dejar de
verme con actitud intimidante.
Me dejé guiar por su mano, conteniendo un gemido cuando me senté
en su regazo, me sobresalte al sentir su mano sobre una de mis
piernas provocando que el cabrón arrogante se riera al verme tan
susceptible. Dejó un beso sobre uno de mis hombros antes de tomar
el cuaderno de pasta negra que tenía al lado. Recosté la espalda en su
pecho disfrutando de la calidez que me proporcionaban sus brazos
fuertes.
El corazón me latió desbocado en respuesta al nerviosismo que
estaba experimentando. Puse todo mi esfuerzo en controlar mi
respiración, verlo me agitaba irremediablemente. Alargó el brazo y
me quitó la botella de agua que llevaba en las manos, para darle un
largo trago. Aclaró la garganta mientras hojeaba el libro,
mostrándose cada vez más serio. Sentía que cada cosa que hacía
tenía la intención de provocarme, sus jueguitos estudiados aún
seguían funcionando.
—¿Escribiste algo? —pregunté titubeante.
—Sí, mientras dormías —dejó un beso suave en mi hombro izquierdo
que hizo que me agitara por dentro. Sujetó el cuaderno con una sola
mano y comenzó la lectura—: Mis ojos destellan por el deseo crudo
que me recorre completo, frente a mí. La imagen de su cuerpo desnudo
me atormenta con insistencia, mis ojos vagan por su espina dorsal y se
detienen en su trasero redondo y respingón.
Cerré los ojos al escuchar el tono sugerente en su voz y la suavidad
con la que pronunció las primeras frases. El calor que desprendía su
cuerpo resultaba adictivo, me removí entre sus brazos buscando el
acomodo perfecto entre ellos. Cada vez más expectante de todos sus
movimientos
—Continúa —pedí con voz débil cuando se quedó callado.
—Las ganas de tocarla no me caben en las manos, mis intenciones de
contagiarla de la misma necesidad, sobrepasan mis deseos más
primitivos. Contengo las ganas y me limito a observarla con hambre.
Me pierdo en sus curvas rabiando por dentro, me provoca lanzarme
hacia ella y devorarla con todas el deseo que despierta sin
preocuparme por hacerle daño.
Perdía el hilo de la lectura al sentir su aliento cálido chocando contra
la piel de mi cuello. Su voz sonaba de fondo en mi cabeza mientras
me sumergía en un estado de excitación que se hacía cada vez más
evidente. Bajé la vista hacia la mano que mantenía sobre mi pierna,
era casi imperceptible la forma lenta en la que la arrastraba hacia
arriba, dejaba mi piel erizada con su rastro y mi respiración
acelerada por el calor que desprendía su tacto.
—Y ver la imagen de su pecho subiendo y bajando a causa de la
respiración forzada, y sus pezones erguidos llamando a mi boca que
solo quiere saborearlos, hasta que gima cada vez más alto, pidiendo
que continúe sin cansancio.
Temblé cuando con la punta de la nariz me acarició la oreja bajando
por la curva de mi cuello. Mantenía ese tonito que lograba
calentarme, sin detener su mano que seguía ascendiendo despacio
por mis muslos. La estimulación a la que estaba siendo sometida era
tan intensa que, sentía sus manos de verdad tocándome de la forma
que lo describía su voz.
Apreté las piernas buscando un poco de alivio al dolor que me
provocaba cada punzada entre los muslos. El constante movimiento
involuntario de mi cuerpo también lo estaba afectando. Santiago
sabía controlarse, pero su erección haciendo presión en mi trasero
delataba lo mucho que lo calentaba la situación. Incitada por esas
líneas perversas que leía para mí, comencé a mover las caderas de
forma sutil, si él me provocaba yo no podía dejar de intentarlo.
Me bastó con repetir el movimiento dos veces para hacerlo titubear.
La mano que estaba en mis piernas fue directo a mi cintura. Hizo
presión en esta como queriendo detener mi acción. Estaba
convencida de que, si seguía iba a terminar sacándolo de esa faceta
de hombre controlado.
—Su respiración entrecortada choca con la mía que cada vez es más
forzosa. Evito ver su cara porque encontrarme con sus ojos sería lo
único que frenaría mis intenciones, mis intenciones de cogérmela sin
piedad, con todo el ímpetu que guardo para ella. Mis manos viajan
directo a sus pechos...
Con la cabeza recostada en su pecho y los ojos cerrados, gemí cuando
la lectura se volvió más descriptiva. Escuché su risita en mi oído
mientras contenía el deseo de apretarme los senos sola, tal y como él
lo estaba leyendo. De un momento a otro sentí un pellizco en uno de
mis pezones que envió una corriente a todo mi cuerpo. Abrí los ojos
sobresaltada, esperando encontrar las manos de Santi sobre mi
cuerpo, pero él continuaba sosteniendo el libro y sujetándome la
cintura. Eran mis manos, ambas, las que estaban dentro de mi camisa
tocándome los pechos.
Las frases que salían de los labios de Santi eran cada vez más
explícitas. Había escuchado a ese hombre decirme muchas cosas
subidas de tono cuando teníamos sexo, pero nada así de intenso como
lo que leía esa noche. Quería escapar de ese estado donde mi mente
no dominaba a mis instintos, pero la neblina de lujuria que me
rodeaba no me lo permitía.
Leyó un par de líneas más antes de hacer otra pausa. Sentí sus labios
húmedos en mi cuello dejando besos y breves mordiscos que me
hacían encoger los dedos en un acto reflejo del placer. Con la palma
de la mano me rozaba el contorno de la cintura, deteniéndose justo
debajo de mis senos. La punta de su lengua recorría uno de mis
hombros, mientras yo movía el trasero sintiendo la presión de su
erección cada vez más fuerte.
Retomó la lectura de forma repentina privándome de la deliciosa
sensación de sus labios en mi piel, un temblor me recorrió el cuerpo
cuando comenzó a describir con aquellos términos que sabía utilizar
muy bien, el placer que experimentaba al deslizar los dedos en mi
entrepierna empapada. Seducida por su voz y cayendo con facilidad
en su juego, arrastré mi mano derecha por mi vientre, lo escuché
jadear, lo sentí apretando mi cintura, presionándome hacia su pelvis.
Y entonces cerró el libro. Como si se tratase de algún truco de
hipnosis el sonido que hizo este, me hizo reaccionar. Con la
respiración acelerada dejé de mover mi mano y alejé la otra de mi
pecho, quería hablar, pero el aire no llegaba a mis pulmones. Incluso
sentía que estaba sudando a pesar de que la temperatura era fría esa
noche.
—¿Por qué te detuviste Valentina?
Escuchar el susurro de Santi me hizo jadear, hice el intento de
levantarme, pero como era de esperarse él no lo permitió. Con un
brazo rodeó mi cintura manteniéndome pegada a su cuerpo.
—Yo... Yo nunca había hecho algo así —dije entre balbuceos, odiaba
sentirme así de tímida, pero tampoco podía evitarlo, Santi me
descolocaba demasiado.
—¿Nunca te habías tocado? —cuestionó sin ocultar el asombro.
—No frente a alguien.
—Conmigo vas a hacer de todo, sigue —ordenó.
Lo miré por encima del hombro estremeciéndome con el brillo de sus
ojos, y esa expresión de seriedad plasmada en todo su rostro. Asentí
dudosa y, él sonrió satisfecho. Arrastró la tela de la camisa de mi
pijama hasta sacarla por mi cuello. Recosté la espalda una vez más en
su pecho disfrutando de sus manos que se movían por mi cintura de
forma ascendente.
Ambos gemimos a la vez cuando comenzó jugar con mis senos, con
movimientos lentos y luego más intensos. Pellizcó mis pezones a la
vez que comencé a restregar mi trasero sobre su erección con más
ímpetu. Sus labios en mi cuello aumentaban las sensaciones
placenteras que me recorrían y me hacían jadear y suspirar con
mucha más frecuencia. La mezcla de dolor y placer aumentaba la
humedad que se concentraba entre mis muslos. Cerré los ojos cuando
guio mi mano hacia mi vientre bajo, me instaba a tocarme con esas
frases cargadas de erotismo que susurraba a mi oído.
Embriagada en ese placer apabullante dejé que me desnudara y se
desnudara a totalidad en fracción de segundos. La respiración de
Santi sonaba más alterada que la mía, lo que me indicaba que su
control estaba a punto de esfumarse.
—Sigue, Valen, no te detengas —susurró con voz perversa a mi oído.
Puso su mano sobre la mía arrastrándola hacia abajo—, separa más
las piernas —indicó en el mismo tonito que me erizaba la piel. Cerré
los ojos al percibir la humedad que bañó la yema de mis dedos, y
gemí en un tono más fuerte en respuesta a la mano de Santi sobre la
mía.
Abría los labios con movimientos sutiles mientras yo completamente
desinhibida dejaba que mis dedos se deslizaran guiados por mis
instintos. Lo sentía gemir contra mi cuello, me retozaba con el tacto
de una de sus manos en mis senos. Hundí un dedo en mi interior sin
esperar que él hiciera lo mismo. El deleite fue instantáneo, la
exquisita fricción me tenía trepidando.
Apreté los labios para contener mis gemidos. El placer me colmaba,
se expandía por cada célula de mi cuerpo cortándome la respiración,
robándome la voluntad. El deseo crispó con intensidad cuando
presionó mi clítoris con su pulgar, la humedad que solo crecía
goteaba entre mis muslos, estaba casi fuera de mí sin procesar las
cosas que decía Santiago con voz ronca y entre jadeos.
—No te contengas, córrete —dijo en tono de súplica.
Mis paredes se contraían en torno a sus dedos y los míos, la tensión
en mi vientre estaba a punto de explotar cuando dejó de tocarme.
Presa del descontrol dejé que me manejase a su antojo, me hizo girar
para estar frente a frente. Sonreí al verlo así con esa carita de
seriecito que me había grabado en la cabeza. Apretó mi cintura
atrayéndome contra sí de forma apresurada, en la desesperación del
momento enterraba sus dedos sobre mis curvas mientras me ayudaba
a alinear nuestros cuerpos.
Se me cortó el aliento al sentir como se adentraba en mi cuerpo,
quería mantener ese ritmo lento, gozando centímetro a centímetro de
aquella invasión placentera, pero él, muy impaciente, con un solo
movimiento guio mis caderas hacia abajo, enterrándose en mí con
profundidad. Apretaba mi trasero mientras me movía sobre él al
ritmo que se me antojaba, los espasmos en mi vientre comenzaron a
hacerse más frecuentes cuando su boca buscó mis pechos que
saltaban frente a su rostro. La adrenalina que segregaba aceleraba la
percepción de placer que recibía en cada movimiento. Aquella
posición acababa rápido conmigo, quería resistirme, pero cada vez
estaba más perdida en la neblina lujuriosa que nos rodeaba.
Tuve que besarlo para no gritar como quería cuando llegué a mi
límite, dejé de moverme aun flotando en el placer embriagante que
me sobrepasaba. Me esforzaba por respirar mientras Santi mordía el
inicio de uno de mis pechos, me giró sobre el sillón sin salirse de mi
interior, lo rodeé con las piernas dándole más profundidad a sus
movimientos acelerados. Las venas en sus brazos se resaltaban a la
vez que sus gemidos eran más fuertes. Estaba a punto de correrse, lo
percibía en cada bocanada de aire que tomaba descontrolado.
Bastaron unos segundos para que dejara de moverse y mordiera
suavemente mis labios, pasé las manos por su espalda sudada cuando
dejó caer casi todo su peso sobre mí. Mantuve los ojos cerrados
esperando recuperarme de aquel montón de sensaciones que
parecían no dejar de recorrerme.
—Valentina —susurró mi nombre en medio de un jadeo—, Valen —
insistió moviendo uno de mis brazos—. Mi amor, mírame.
Tuve otro orgasmo al escucharlo llamarme así, abrí los ojos al
instante, encontrándome con su mirada que parecía consumirme.
Sonrió, supuse que, por la expresión que seguramente tenía en el
rostro y se acercó para darme un beso breve en los labios.
—¿Sí? —respondí aturdida.
—Solo quería ver tus ojos.
Salió de mí luego de darme otro beso corto. Me ayudó a levantarme,
como si fuera capaz de intuir que no podía hacerlo sola. Las piernas
me temblaban y por más que quisiera recuperar el aliento no lo
lograba, en cuanto mis pulsaciones se estabilizaron un poco, hui a su
habitación. Aquel mi amor que salió de sus labios me dejó una
sensación extraña recorriéndome.