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QUIROGA
El gobierno de la afectividad
La
afectividad, que está constituida como fuerza para la realización de la vida, en el caso del hombre puede ser también su máximo
obstáculo. Las formas extremas de fracaso de la afectividad son dos: la del incontinente y la del vicioso, que, como es evidente, admiten una
amplia gama. La dinámica tendencial-afectiva del hombre es la que corresponde a un ser libre; por eso exige un gobierno, una dirección, un
señorío. Pero precisamente porque es libre, la persona puede renunciar a conducir su vida afectiva. Es el caso de quien se deja dominar por
.
sus sentimientos e impulsos sin valorarlos con la inteligencia ni dirigirlos desde su centro decisional libre
Philipp Lersch ha descrito de manera certera los tres tipos que puede presentar el predominio unilateral de la afectividad en el conjunto de la
vida, que dan lugar a tres caracteres: el impulsivo, el sentimental, el de quien vive a merced de los estados de ánimo.
El hombre impulsivo es el que se deja llevar por sus impulsos y tendencias, sin que la voluntad ejerza sobre ellos una función
orientadora. Es la persona irreflexiva que reacciona inmediata- mente ante sus impulsos sin pararse a pensar qué conviene más en un
momento determinado.
La persona sentimental es aquella cuya vida psíquica tiene su centro en las emociones, en los sentimientos, y se deja llevar casi
exclusivamente por ellos en la orientación de su existencia. El sentimental busca sentirse bien, estimado, querido y juzga la realidad según le
lleve a conseguir o no estas sensaciones: algo será bueno si lleva a sentirse bien y viceversa. Las personas sentimentales reflexionan poco
sobre la finalidad de su vida, el fundamento racional de sus actos y las consecuencias de sus acciones; fundamentalmente, van detrás de sus
sentimientos.
El tercer tipo de personas en las que predomina el sentimentalismo es aquél de quienes viven a merced de sus estados de ánimo. Hay
individuos dominados por sus variables estados de ánimo, que no pueden controlar y que se convierten en los rectores de su vida,
incapacitando así para el dominio libre de su conducta. Son aquellas personas en las que todo depende de “si hoy están de humor”, como
suele decirse en el lenguaje coloquial, y que no tienen la voluntad suficiente para sobreponerse a esta situación y encauzar sus acciones de
acuerdo con el fin de su vida.