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HABILIDADES EMOCIONALES

4.2.2.1 Habilidad
“Dicen que la de Mozart era innata y la de Beethoven, aprendida. Ambos fueron reconocidos por su
habilidad musical. A Elena, en cambio, la conocen por su habilidad en la cocina: casi siempre hay lo
mismo en la nevera, pero casi nunca sirve lo mismo a la hora de comer. Por su parte, Bernardo no sabía
que era bueno con las palabras, hasta que conoció a Andrea y decidió escribirle cartas de amor. Hasta su
profesor de español da fe de su habilidad para la escritura”.

Las tres historias hablan de personas que tienen habilidades, saben hacer, poseen destrezas. El diccionario
de la Real Academia define las habilidades como “cada una de las cosas que una persona ejecuta con
gracia y destreza”. A eso mismo se hace referencias cuándo se habla de habilidad: a las destrezas que
desarrollan las personas, que les permiten hacer con facilidad y soltura. En este sentido, las habilidades
deben ser entendidas como sinónimos de destrezas, de saber hacer, que se pueden desarrollar y fortalecer
mediante la práctica.
Desde lo que plantea la Organización Mundial de la Salud en 1993, se destacó que el término se refería
exclusivamente a un grupo de habilidades o destrezas psicosociales que “les facilitan a las personas
enfrentarse adecuadamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria”.
4.2.2.2 Gestión de sentimientos y emociones
Conocer los efectos de las emociones en nuestra persona y en las demás es una habilidad indispensable
para madurar y conducirnos en diferentes contextos; si no la desarrollamos, podemos quedar expuestos
en diversas situaciones sociales o bien, adoptar una serie de prácticas para “evadir” la realidad.
Las emociones constituyen una expresión de la condición humana; son influidas por una serie de aspectos
internos, como la personalidad, las habilidades y destrezas que vamos aprendiendo y perfeccionando
(como los que se tratan a profundidad en este libro), y de elementos externos como aquellos eventos que
suceden en la vida diaria: relaciones con la familia y amistades, problemas laborales, cambio de escuela o
de casa, enfermedades, malestar emocional, roles o estereotipos de género, oportunidades recreativas,
etcétera.
Las emociones también son valiosos avisos que, bien reconocidos e interpretados, pueden favorecer
nuestro conocimiento e identidad y enriquecer nuestro crecimiento personal.
Emociones Primarias: Estas emociones son comunes a todos los seres humanos, por esto se
denominan emociones universales; además de ser instintivas y tener una función evolutiva dependen del
funcionamiento de nuestro cerebro y no del aprendizaje.

Las seis emociones universales


Asco: respuesta de rechazo ante estímulos que nos resultan desagradables o repugnantes.
Miedo: te prepara para la huida, evitación, afrontamiento o protección frente al peligro. Tiene dos
opciones, te paraliza o te moviliza.
Ira: Te orienta al ataque y la defensa. Se da cuando sentimos vulnerados nuestros derechos.
Tristeza: Te prepara para superar una ausencia.
Alegría: Te motiva a volver a generarla.
Sorpresa: Es muy breve, se desencadena rápidamente y de la misma forma puede transformarse en
cualquier otra emoción
Emociones Secundarias: son construcciones sociales, por lo tanto, son aprendidas. Suele construirse
a partir de combinaciones de varias emociones. Mira algunas de ellas:
Históricamente se han definido expresiones emotivas diferentes En ocasiones es difícil identificar que
experimentamos una emoción porque no se reconoce, sólo nos percibimos diferentes, pero no le damos
un nombre a eso que sentimos. Al no reconocer una emoción, resulta complicado su manejo y se puede
expresar en conductas que incluso llegan a afectar el bienestar físico, emocional y social. Además de
reconocer nuestras emociones, es fundamental
aprender a manejarlas y a no ocultarlas; reprimir o ignorar los sentimientos puede ser contraproducente.
La no expresión de emociones puede conducir a problemas como depresión, violencia, consumo de
alcohol y otras drogas, y otros comportamientos de riesgo que se adoptan para afrontar malestares
emocionales.
Se requiere de tiempo para tener la capacidad de ver nuestro interior e identificar lo que nos sucede como
personas, en un proceso de intercambio social permanente. Si reconocemos las emociones propias y
ajenas, lograremos una conexión más clara con aquello que las origina, identificaremos fortalezas y
oportunidades, lo que permitirá hacer frente a los retos de la vida.
¿Por qué es importante promover habilidades para el reconocimiento y el manejo de emociones desde
edades tempranas?
El desarrollo de la persona, sobre todo en la infancia y la adolescencia, está lleno de cambios físicos,
emocionales y formas de pensar. El crecimiento y la maduración están determinados por las incertidumbres
y expectativas sobre la vida futura, así como por las presiones generadas por la familia, las amistades, la
escuela, la comunidad y la sociedad en su conjunto, a través de los procesos de socialización.
La percepción del mundo durante la adolescencia es distinta a la que se puede tener durante la niñez o en
la edad adulta; durante esta etapa de la vida, los cambios en el estado de ánimo suelen ser más frecuentes
y repentinos. Es posible que las emociones contradictorias pongan a la persona en un lugar vulnerable
ante influencias negativas que pueden provenir de las amistades, el ambiente escolar, los estereotipos
difundidos por los medios de comunicación, etcétera. Esta condición hace se sea más sensibles a los
problemas relacionados con la salud mental, dificultades relacionadas con su desarrollo físico, emocional,
conductual, y con sus intereses y expectativas. El malestar emocional puede reflejarse, por ejemplo, en el
uso o abuso de sustancias adictivas como el tabaco, el alcohol y otras drogas; en la búsqueda y
establecimiento de relaciones sexuales de riesgo, y en la aceptación y reproducción de conductas violentas
en su entorno.
Por ello se requiere del desarrollo y fortalecimiento de habilidades que les permitan afrontar
adecuadamente situaciones dinámicas del acontecer diario, relacionarse con sus amistades y colegas,
adaptarse a las normas familiares y/o académicas, reconocer la autoridad, contar con iniciativa y
creatividad, aceptar críticas, controlar impulsos, reconocer las emociones propias y de las otras personas,
aprender a comunicarse de forma efectiva y actuar de acuerdo a un esquema de valores.
Muchas veces, no es fácil reconocer o expresar emociones, lo que provoca malestar personal y con el
entorno. Es necesario trabajar en el abordaje de estrategias que ayuden a expresar aquellos estados de
ánimo que puedan interferir en los diferentes aspectos de la vida, enfrentar conflictos y preocupaciones,
mantener la calma y negociar en lugar de discutir.
En este sentido, es necesario desarrollar estrategias y competencias para conocer las emociones propias y
ajenas y hacer una diferenciación de estas:

EMOCION VS SENTIMIENTOS

Emoción
Sentimiento
Vs
Ambas se pueden experimentar desde distintos niveles de intensidad y ambos pueden ser bastante
intensos o, todo lo contrario, dependiendo de cómo se vivan y de situaciones concretas por las que esté
atravesando la persona. un sentimiento es un estado afectivo que se genera a partir de una emoción, sin
embargo, se produce de manera más consciente ya que las personas podemos elegir mantener ese estado
de ánimo por un periodo largo de tiempo a diferencia de la emoción que tiene una corta duración.
4.2.2.3 Inteligencia emocional
Es la capacidad para reconocer las emociones propias y ajenas, diferenciar claramente las emociones o
sentimientos, emplear información de tipo emocional para orientar el pensamiento y la conducta, así
como gestionar las emociones para adaptarse al ambiente y alcanzar nuestras metas. Daniel Goleman,
plantea que para desarrollar o fortalecer la inteligencia emocional debemos trabajar en cinco
competencias:
Autoconciencia: conocer nuestras fortalezas, debilidades, impulsos, valores e impacto en los otros.
Autorregulación: Controlar o redirigir impulsos o estados de ánimo disruptivos.
Motivación: disfrutar de los logros por lo que son.
Empatía: Entender el carácter emocional de los demás.
Habilidad Social: Construir buenas relaciones con los demás para encaminarnos en la dirección deseada.
Con el reconocimiento y la libre expresión de emociones se favorece la capacidad para comprender el
punto de vista de otras personas, el establecimiento de relaciones sociales favorables, así como la
conciencia y responsabilidad del desarrollo de la propia motivación y de las posibles consecuencias de
nuestras decisiones. En la gestión de sentimientos y emociones se debe propender por el logro de un
equilibrio cognitivo (de pensamiento), afectivo (de emociones) y conductual (de comportamientos), y la
adquisición de actitudes positivas.
El conocimiento, la manifestación y el manejo de emociones constituyen un valioso recurso para potenciar
la percepción positiva que se debe tener de sí mismos, de la capacidad de actuar y confiar en el propio
criterio, de reconocer los preferencias, identificar los intereses y gustos, tanto positivos como negativos, de
permanecer abiertos a las necesidades de los demás y de conseguir el equilibrio entre lo que se percibe, se
piensa y se siente que será útil para enfrentarse a las necesidades y exigencias del medio.
4.2.2.4 Manejo de tensiones y estrés
Esta habilidad propone aprender a navegar en el mundo de las emociones y los sentimientos, logrando una
mayor sintonía con el propio mundo afectivo y el de las demás personas. Saber leer y comprender lo que
comunican las emociones propias y las ajenas. Las emociones y sentimientos nos envían señales
constantes que no siempre escuchamos. A veces no nos damos permiso para sentir, como si pensáramos
que no tenemos derecho a experimentar miedo, tristeza o ira. Este es un ejemplo de cómo el mundo
afectivo se puede ver distorsionado por prejuicios, temores y racionalizaciones.
Comprender mejor lo que sentimos implica tanto escuchar lo que nos pasa por dentro, como atender al
contexto en el que nos sucede. Identificar qué le pasa a nuestro cuerpo frente a las emociones, reconocer
qué nos pone en movimiento y qué nos paraliza. Tomar conciencia del efecto contagio, propio del mundo
emocional.

La OMS ha propuesto una guía para enseñar Realizar una serie de actividades cada día nos
habilidades prácticas que nos permiten lidiar con puede ayudar a sentir que controlamos mejor
el estrés. La guía propone aprender técnicas de nuestra vida y a ser más eficaces. Así, podemos
autoayuda practicándolas durante unos minutos programar momentos concretos para comer,
al día, Siga una rutina diaria pasar tiempo con nuestros familiares, hacer las
tareas cotidianas y practicar ejercicio físico u
otras actividades de ocio.
Duerma mucho Es importante dormir lo suficiente para cuidar el
cuerpo y la mente. El sueño repara, relaja y
revitaliza nuestro organismo y nos ayuda a hacer
frente a los efectos del estrés.
 • La higiene del sueño o buenos hábitos
de sueño, consisten en Ser constante: acostarse
cada noche a la misma hora y levantarse cada
mañana también a la misma hora, incluso los
fines de semana.
 • Si es posible, el lugar donde se duerme
debe ser tranquilo, oscuro y relajante, y se debe
mantener a una temperatura agradable.
 • Limitar el uso de aparatos electrónicos
como el televisor, las computadoras y los
teléfonos inteligentes antes de dormir.
 • No comer en exceso ni tomar bebidas
con alcohol o con cafeína antes de la hora de
acostarse.
 • Hacer ejercicio físico. La actividad física
durante el día puede ayudar a conciliar el sueño
con más facilidad por la noche.

Manténgase en contacto con los demás Hable con sus familiares y amigos y explique sus
preocupaciones y sus sentimientos a personas de
confianza. Mantenerse en contacto con los
demás le puede ayudar a sentirse más animado y
menos estresado.
Lleve una dieta saludable Todo lo que comemos y bebemos afecta a
nuestra salud. Trate de alimentarse de forma
equilibrada y de comer a intervalos regulares.
Hidrátese bebiendo suficientemente y, si puede,
tome abundantes frutas y hortalizas frescas.

Haga ejercicio con regularidad Hacer ejercicio a diario le puede ayudar a reducir
el estrés. Puede tratarse de ejercicios intensos o
simplemente de caminar.
No pase demasiado tiempo con las noticias Ver o leer noticias durante demasiado tiempo en
la televisión o en las redes sociales puede causar
estrés. Si percibe que esta actividad le genera
estrés, reduzca el tiempo que le dedica.

4.2.2.5 Estrategias para gestionar el estrés


Además de las anteriores, puedes probar con algunas otras y determinas cuáles de ellas funcionan mejor
para ti:
 • Reconoce las cosas que no puede cambiar. Aceptar que no puede cambiar ciertas cosas le
permite dejarlas ir y no alterarse. Por ejemplo, no puede cambiar el hecho de que debe conducir durante
la hora pico. Pero puede buscar maneras de relajarse en el trayecto, como escuchar un podcast o un
audiolibro.
 • Evita las situaciones estresantes. Siempre que le sea posible, aléjese de la fuente del estrés. Por
ejemplo, si su familia discute en los días festivos, dese un descanso y salga a caminar o a dar una vuelta en
el auto.
 • Cambia la perspectiva. Intente desarrollar una actitud más positiva ante los desafíos. Puede
hacerlo reemplazando los pensamientos negativos con pensamientos más positivos. Por ejemplo, en lugar
de pensar, "¿por qué siempre todo sale mal?", cambie esa idea por, "puedo encontrar una manera de
superar esto". Puede parecer difícil o tonto en un principio, pero podría descubrir que esto le ayuda a dar
un giro a su perspectiva.
 • Hacer cosas que se disfrute: Cuando el estrés lo tenga decaído, haga algo que disfrute para
ayudar a ponerlo de pie de nuevo. Puede ser algo tan simple como leer un buen libro, escuchar música, ver
su película favorita o salir a cenar con un amigo. O comience un nuevo pasatiempo o clase. Sin importar lo
que elija, intente hacer al menos una cosa al día que sea solo para usted.
 • Aprender nuevas maneras para relajarse. La práctica de técnicas de relajación es una gran
manera de lidiar con el estrés del día a día. Las técnicas de relajación le ayudan a disminuir el

 ritmo cardíaco y reducir la presión sanguínea. Existen muchos tipos, desde respiraciones profundas
y meditación hasta yoga y taichí. Tome una clase o intente aprender de libros, videos o recursos en línea.
 • Conectarse con sus seres queridos: No deje que el estrés se interponga entre usted y su vida
social. Pasar tiempo con familiares y amigos puede ayudarle a sentirse mejor y olvidarse del estrés. Confiar
sus problemas a un amigo también puede ayudarle a resolverlos.
 • Aprender a decir que no. Si su estrés viene de realizar demasiadas tareas en casa o en el trabajo,
aprenda a establecer límites. Pida ayuda a los demás cuando la necesite.
4.2.2.6 Estrategias de afrontamiento
¿Qué es el afrontamiento?
Al estresarnos, realizamos de manera impulsiva o sin darnos cuenta, ciertas acciones, ya sea para manejar
el estrés o para buscar soluciones a la situación que nos estresa, esto es conocido en psicología cognitiva
como “Afrontamiento”, y se refiere a todas las acciones que hacemos cuando tenemos un problema.
El término de estrategias de afrontamiento o coping hace referencia a la forma en que las personas
afrontan las diferentes situaciones, del inglés "to cope", que significa afrontar, esta palabra indica las
estrategias cognitivo-comportamentales a disposición de la persona para hacer frente a los problemas
derivados del mal ajuste con el ambiente.
Las estrategias de afrontamiento son la forma de gestionar, reducir o combatir las adversidades
ambientales, diferentes fuentes de estrés, conflictos u otros problemas que puedan surgir de la relación
con la realidad circundante. Asimismo, está representado por las defensas o por las respuestas, sean estas
eficaces o ineficaces, positivas o negativas, con las que se afrontan los problemas con los que nos
encontramos.
A continuación, veras algunas de ellas, unas te puede funcionar mejor que otras, todo depende de ti:
Estrategias Centradas en la Emoción: son las que utilizamos cuando emociones como el estrés, el miedo
o el desagrado son muy fuertes. Sirven para ayudarnos a calmarnos y lograr estado de tranquilidad y
relajarnos. Usar estas suele ser más favorecedor, ya que al utilizarlas podemos lograr controlar el estrés en
lugar de llevarnos a tomar decisiones desfavorables.
Estrategias Centradas en la solución: Las otras son las centradas en la solución, que sirven para resolver
las situaciones, aunque podemos usarlas incluso si tenemos emociones muy fuertes, es mejor dejarlas para
un momento que estemos en calma. Si usamos estas en exceso pueden pasar al menos 2 cosas, una es que
resolvamos el problema, pero quizás con mucho agotamiento por no usar las otras para relajarnos y
descansar, otra opción es que nuestras emociones mal manejadas no nos permitan encontrar una solución
buena, por eso es importante combinar el manejo de nuestras emociones con la solución del problema.
Todas las estrategias de afrontamiento bien gestionadas pueden ser de utilidad dentro de los diferentes
momentos por los que pasamos en el proceso de adaptación a un estresor, sin embargo, no a todos nos
sirven las mismas. Cada persona, frente a determinadas situaciones debe ir descubriendo cuáles son las
estrategias que más le son útil en cada situación, y cuanto mayor sea el repertorio de estrategias que
conozca y pueda poner en marcha, mayor probabilidad tendrá de afrontar las dificultades con éxito.
4.2.2.7 Resiliencia
El vocablo resiliencia tiene su origen en el idioma latín, en el término resilio que significa volver atrás,
volver de un salto, resaltar, rebotar.
El término fue adaptado a las ciencias sociales para caracterizar aquellas personas que, a pesar de nacer y
vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos y exitosos (Rutter, 1993).
A continuación, se exponen algunas de las definiciones que, desde este campo, han desarrollado diversos
autores en torno a este concepto:
 • Habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y
productiva. (ICCB,1994)

 • Historia de adaptaciones exitosas en el individuo que se ha visto expuesto a factores biológicos


de riesgo o eventos de vida estresantes; además, implica la expectativa de continuar con una baja
susceptibilidad a futuros estresores (Luthar y Zingler, 1991; Masten y Garmezy, 1985; Werner y Smith,
1982 en Werner y Smith, 1992).

 • Enfrentamiento efectivo ante eventos y circunstancias de la vida severamente estresantes y


acumulativos (Lösel, Blieneser y Köferl en Brambing et al., 1989).

 • Capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o incluso
ser transformado por ellas. La resiliencia es parte del proceso evolutivo y debe ser promovido desde la
niñez (Grotberg, 1995).

 • La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, esto es, la


capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; por otra parte, más allá de la resistencia, la
capacidad para construir un conductismo vital positivo pese a circunstancias difíciles (Vanistendael, 1994).
Según este autor, el concepto incluye, además, la capacidad de una persona o sistema social de enfrentar
adecuadamente las dificultades, de una forma socialmente aceptable.

 • La resiliencia habla de una combinación de factores que permiten a un niño, a un ser humano,
afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida (Suárez, 1995).

 • Concepto genérico que se refiere a una amplia gama de factores de riesgo y los resultados de
competencia. Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales, como el
temperamento y un tipo de habilidad cognitiva que tienen los niños cuando son muy pequeños (Osborn,
1993).

Como se pone de manifiesto, las definiciones de resiliencia son muchas y variadas, y han ido cambiando a
lo largo del tiempo en una dirección que resulta de de gran interés por conocer los factores que pueden ser
determinantes de la resiliencia. Se ha propuesto que algunas características de personalidad como la
seguridad en uno mismo y en la propia capacidad de afrontamiento, tener un propósito significativo en la
vida, creer que uno puede influir en lo que le sucede y creer que se puede aprender tanto de las experiencias
positivas como de las negativas, favorecerían respuestas resilientes (Morán, Fínez y FernándezAbascal,
2017). También parece que influye el tener un buen autoconcepto y una sana autoestima, o lo que es lo
mismo, tener un sesgo positivo en la percepción de uno mismo parece influir y promover un mejor ajuste
ante la adversidad (Fínez y Morán, 2014).
En la vida humana, podemos considerar la resiliencia como el conjunto de cualidades personales que nos
hacen crecer y desarrollarnos más vigorosamente en la adversidad y tener un funcionamiento óptimo una
vez superado el trauma. Se ha demostrado que existen fortalezas humanas que actúan como
amortiguadores contra los trastornos mentales y el trauma. Parece existir suficiente evidencia empírica de
que determinadas características positivas y fortalezas humanas, como el optimismo, la esperanza, la
perseverancia o el valor, entre otras, actúan como barreras contra los trastornos mentales (Morán,
Vicente, Sánchez y Montes, 2014). Este modelo que defiende la psicología positiva de personalidad
resiliente refuerza la idea de que las personas auténticas controlan mejor su vida (Dos Anjos y Morán-
Astorga, 2016).
La resiliencia es vista, más que como la simple recuperación de un trauma, como un desarrollo positivo
favorables a los siguientes periodos de perturbación homeostática. Aunque se pensó que caracteriza a
individuos extraordinarios, investigaciones más recientes sobre la adaptación positiva en respuesta a la
adversidad extrema, proponen que la resiliencia es relativamente más común entre niños y adolescentes que
han estado expuestos a la adversidad, al trauma y al infortunio (Morán-Astorga, 2013). En adultos, la
resiliencia podría definirse como la habilidad para mantenerse relativamente sano y con niveles estables de
funcionamiento físico y psicológico después de experiencias traumáticas. Luthar y Cicchetti (2000) definen
la resiliencia como un proceso en el que el sujeto exhibe una adaptación positiva a pesar de experiencias
que pueden ser adversas o traumáticas. En esta misma línea, Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik
(2001) la definen como la capacidad de las personas para seguir proyectándose en el futuro a pesar de
acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves.

La resiliencia se construye a partir del fortalecimiento de las relaciones entre lo interior de una persona y
su entorno, esto es, la idea de fortaleza o debilidad se elimina. El desarrollo de la resiliencia requiere un
cambio en las circunstancias del sujeto mediado por la ayuda de otra persona para descubrir, generar y/o
estimular sus fortalezas, favorecer sus defensas y capacidad de superación.

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