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Transiciones y cambios
vitales en mediana edad y
vejez
Índice
Esquema 3
Ideas clave 5
4.1. Introducción y objetivos 5
4.2. Cambios y transiciones fundamentales en la
mediana edad y la vejez 6
4.3. Estrategias terapéuticas para potenciar la
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A fondo 32
Test 34
Esquema
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Amparo, de 70 años, ha sido abuela por primera vez hace unos meses. A raíz de este
evento, se ha implicado activamente en el cuidado de su nieto y ha dejado algunas
de las actividades de ocio (salir a comer, pasear, etc.) que realizaba semanalmente
con algunas amigas. Aunque las actividades que comparte con sus amigas le
proporcionan muy buenos momentos prefiere pasar todo el tiempo posible con su
nieto, atendiendo todas las demandas que le solicitan los padres del niño para que
se encargue de este.
En base a la breve descripción que tenemos sobre la situación de los casos de Antonio
y Amparo:
Este tema está dedicado a realizar un análisis de las transiciones o cambios vitales
significativos en la vejez, analizando en un primer apartado las características de
estas transiciones y los principales tipos, así como sus efectos más importantes sobre
la salud psicológica de las personas mayores.
En los temas anteriores has podido aprender la importancia esencial que presentan
las transiciones y cambios vitales en el envejecimiento. De hecho, los principales
modelos teóricos psicosociales sobre el envejecimiento están articulados en torno a
este constructo de cambio y, más concretamente, en torno al proceso de adaptación
al mismo, aspecto nuclear de la salud psicológica en la vejez.
Muchas personas, a medida que envejecen, se van adaptando de forma exitosa a los
cambios, empleando adecuadas estrategias de afrontamiento y utilizando los
recursos sociales y materiales que están a su disposición, si es que dispone de ellos
(lo cual, lamentablemente, no ocurre siempre).
Hay autores que llegan a proponer que el concepto de vejez como etapa de la vida
está condenado a desaparecer, dado que la longevidad moderna está creando una
nueva cultura del envejecimiento, caracterizada por nuevas y variadas formas de
envejecer y que subraya la capacidad humana para moldear su propio
envejecimiento (Katz, 2009).
Los roles que se espera que desempeñe una persona están marcados desde la cultura
y la sociedad y dependen enormemente de su edad concreta. Así, existe una «agenda
vital», basada en guiones culturales, que establece los roles (atributos y funciones)
que se esperan (y los que no se esperan) de las personas en función de la etapa vital
en la que se encuentran (Elder, Johnson y Crosnoe, 2003).
Lo son en la medida en que la persona las vive como tales, esto es, la persona
experimenta un cambio de un estado a otro.
Con frecuencia son esperables, pero a veces se producen de forma no esperada
(prejubilaciones inesperadas, enviudar siendo todavía joven y con hijos pequeños,
etc.).
Pueden ser vividas como positivas (convertirse en abuelo alguien que deseaba
estrenar este rol, jubilación deseada, etc.), pero también como negativas
(convertirse en abuelo en circunstancias no deseadas, prejubilación no deseada,
etc.).
Pueden ser deseadas o no deseadas.
Pueden ser bruscas (se producen de repente) o graduales.
Las transiciones esperadas, deseadas, graduales y vividas de forma positiva son
más fáciles de afrontar.
Suelen implicar experiencia subjetiva de estrés, aunque sean vividas de forma
positiva.
Suelen implicar un proceso de «duelo» por lo que se pierde y un «reajuste» a lo
nuevo que se gana.
Se asocian a «eventos vitales» o sucesos notables, positivos o negativos, que
producen un cambio en las pautas vitales del individuo (Holmes y Masuda, 1974).
Afectan a las personas de manera diferente, dependiendo de múltiples factores
de tipo psicológico (estrategias de afrontamiento), biológico (salud física) y social
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Veamos, pues, cuáles son los principales cambios o transiciones que aparecen en la
vejez. La siguiente figura incluye un esquema de las principales transiciones que
aparecen en esta etapa vital.
Las familias humanas, desde que se forman, pasan por diferentes fases. El cambio de
una fase a otra (transición) puede considerarse un evento vital que impacta a todo el
sistema familiar, ya que los roles deben ser renegociados, los valores reorientados,
el estatus o posición dentro del sistema cambia y la forma de satisfacer las
necesidades ha de ser reajustada para ser buscada a través de nuevos canales
(Framo, 1994).
El hecho de que este síndrome afecte más a la mujer se explica también porque suele
coincidir con otro gran evento vital para ella: el climaterio o menopausia (pérdida de
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Sotillo (en Carmona et al., 2009) considera la transición del nido vacío como un
momento de especial vulnerabilidad en la pareja: cuando los hijos se van, surge el
desafío de renegociar la relación de pareja, lo cual no suele ser tarea fácil.
Si bien la mayor parte de las personas mayores acaba adaptándose a esta transición,
(Ott, Lueger, Kelber y Prigerson, 2007), algunas personas entran en un proceso
conocido con el nombre de «duelo complicado», que puede ser considerado como
un tipo de depresión (Zisook y Shear, 2009).
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Una adecuada adaptación a la pérdida de la pareja implica tener que reajustar las
áreas de valor y refuerzo de la persona, sus roles y, consecuentemente, sus cursos
de acción. Si esto no se realiza de forma adecuada, la persona puede experimentar
un bloqueo o desconexión de valores personales, una importante pérdida de
refuerzos y/o actividades gratificantes al servicio de valores significativos de la
Convertirse en abuelo supone crear una nueva relación con una persona que acaba
de llegar al mundo y establece un nuevo rol para la persona mayor en la familia, rol
que suele incluir funciones importantes de apoyo en la crianza y desarrollo del nuevo
miembro familiar.
Sin duda, se trata de una transición que puede ser muy positiva, ya que plantea a la
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persona todo un «nuevo mundo» por explorar, un área de valor fundamental que
puede ayudarle a seguir construyendo su identidad, manteniendo su autoestima y
haciéndole crecer psicológicamente. Además, ser abuelo suele ser fuente de
experiencias emocionales muy positivas (satisfacción, amor, ternura, etc.).
En este sentido, la abuelidad también puede ser fuente de tensiones y conflictos para
la persona mayor, como ocurre cuando esta no expresa sus necesidades personales
(necesidad de tiempo libre) y no sabe poner límites a las demandas de sus hijos para
atender a los nietos. Esta situación conduce muchas veces a la sobrecarga, la culpa y
la ansiedad, especialmente en el caso de las mujeres (Triadó y Osuna, 2005).
Otra gran transición, que afecta a la mayoría de las familias de nuestras sociedades
longevas, es el proceso de cuidar a un familiar enfermo. Los procesos de enfermedad
crónica, especialmente la demencia, imponen limitaciones importantes a la
autonomía de muchas personas mayores, que pasan a necesitar de los cuidados de
sus familiares para vivir su día a día.
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Jubilación
Moen, 2002).
Enfermedades crónicas
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Esta transición afecta a una gran cantidad de personas mayores, que ven limitada
en alguna medida sus vidas debido a enfermedades que, aunque no son mortales, no
tienen tratamiento, tales como la diabetes, la hipertensión, los problemas cardíacos,
las enfermedades pulmonares crónicas, los accidentes cerebrovasculares (y sus
consecuencias funcionales), la artritis, etc. En temas previos, ya vimos que el
Cambios de domicilio
propio domicilio es el entorno físico más cercano e importante para las personas
mayores y el lugar en el que la mayor parte de las personas quiere envejecer y acabar
sus días.
Ingreso en residencia
Los profesionales de la atención psicológica podemos hacer mucho para ayudar a las
personas mayores a adaptarse y gestionar bien los cambios y transiciones vitales que
les toca vivir.
Es evidente que tener metas vitales o planes que se mantengan tras las transiciones
(o que, incluso, requieran de ellas para ser realizados) es un factor protector del
impacto negativo de las mismas (Robertson, 2014). Esto se ve bien en el caso de la
Veamos estas estrategias con un ejemplo: tras la jubilación, uno de los valores
principales de Eduardo (mejorar cada día como profesional en su ámbito de trabajo)
ya no puede mantenerse «tal cual», puesto que ya no trabaja. Eduardo podría
quedarse bloqueado en esta pérdida y no buscar otras metas o valores que puedan
aportarle significado y satisfacción. Esto es probable que ocurra si Eduardo ha basado
su autoestima durante toda su vida de forma fundamental y casi exclusiva en su rol
laboral, como es el caso de muchos hombres.
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Sin embargo, Eduardo podría optar por la opción saludable: buscar nuevos horizontes
de acción, metas nuevas que permitan satisfacer su necesidad de sentirse útil,
valorado y orgulloso de lo que hace. El rol laboral productivo debe dejar paso a
nuevos roles, como el de voluntario, asesor en asociaciones profesionales o abuelo
activo.
.
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Todos estos procesos pueden y, de hecho, deberían ser facilitados o potenciados por
parte de los profesionales de atención psicológica de las instituciones sanitarias y
sociales.
Finalmente, cuando los efectos negativos de las transiciones han aparecido, las
terapias psicológicas que han demostrado su eficacia con personas mayores y que
fueron revisadas en temas previos (por ejemplo, en el tema «Habilidades
terapéuticas para la evaluación y la intervención con personas mayores») son una
opción adecuada.
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En primer lugar, a nivel general se puede indicar que ambas situaciones tendrían
como aspecto en común que son transiciones o cambios vitales que se suelen
producir en el envejecimiento. Aunque se trata de situaciones diferentes (jubilación
en el primer caso y llegada de un nieto en el segundo) ambas implican un cambio de
rol, concepto central de en las transiciones. Este cambio de rol implica modificaciones
en las funciones, rutinas, metas, etc., tanto de Antonio que deja de realizar una
actividad laboral reforzante junto a la modificación de sus condiciones económicas,
como de Amparo, que asume una implicación activa en el cuidado del nuevo
miembro familiar dejando de realizar otras actividades reforzantes de ocio con su
grupo de amigas.
La transición (y el cambio de rol que implican) se asocia con un evento vital que
produce cambios en las pautas de la persona (jubilación y llegada de un nieto).
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6. ¿Cuál de las siguientes no ha sido comentada en este tema como una estrategia
adecuada para afrontar de forma adaptativa las enfermedades crónicas?
A. Adherirse al tratamiento.
B. Mantener la actividad y autonomía al máximo.
C. Estrategias centradas en la emoción, como analizar las emociones negativas
que causan la enfermedad para comprenderlas mejor.
D. Gestión adecuada de las citas médicas y fármacos que se consumen.
9. Trabajando con Lucía en la metáfora de su vida como un jardín, nos comenta, con
mucho dolor, que la muerte de su hermano la obliga a arrancar de su jardín una
de las plantas más bonitas. Después de reestructurar esta idea y buscar
alternativas, Lucía acaba diciendo: «Bueno, ahora mi hermano no es esa planta
joven y vigorosa que necesitaba riego por mi parte todos los días, ahora es un
sauce llorón hermoso y añejo, bajo cuya sombra me puedo sentar a leer cuando
quiero recordarle». Con estas palabras, Lucía demuestra que ha aplicado una
estrategia de:
A. Resignificación de un valor.
B. Continuidad.
C. Búsqueda de un nuevo valor.
D. Resistencia al cambio.