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—¿Espiando a escondidas?
—¿Mi gimnasio?
—Puedo irme...
—No quiero que mi hija se relacione con una chica fácil con
valores poco firmes.
—Sé dónde vives, Clara. ¿Por qué eres amiga de April? ¿La
usas por su dinero? ¿Por qué si no una chica que vive en un
barrio marginal con una beca se haría amiga de una de las chicas
más ricas de la universidad en la primera semana?
***
En cuanto se cerró la puerta, Grayson se pasó una mano por
el pelo y exhaló. ¿Cómo podían seguir siendo amigas después de
tantos años? April ya se había graduado y planeaba irse a vivir
sola en breve. Sin embargo, se las arreglaba para seguir siendo
amiga de Clara, la única amiga que él deseaba que desapareciera
de sus vidas.
Recordó el primer día que ella fue a su casa, hacía tres años.
Sólo tenía dieciocho años, era una estudiante universitaria de
primer año. Y Grayson se había vuelto adicto al instante. Su larga
melena rubia le llegaba casi hasta el culo, cayendo en suaves
ondas que ansiaba tocar. Aquellos grandes ojos azules eran pura
inocencia, una inocencia que ansiaba arrebatarle.
Casi dos horas después, oyó subir a las chicas. Tenía ganas
de ir al gimnasio, su ritual matutino. Pero de ninguna manera se
aventuraría a bajar cuando ella estuviera allí.
Estaba listo, haciendo unos simples estiramientos hasta que
pudiera bajar a descargar sus frustraciones con las pesas.
—Es bonito.
—No es nada. —Lo último que quería era contarle a April sus
preocupaciones económicas.
—¿Qué?
—¿Aparentemente sí? —
Algún día tendría una casa tan grande como ésta. April la
inspiraba, y Clara sabía que con trabajo duro, sería capaz de
conseguirlo. Un día.
Grayson.
Ese sería un escenario que valdría la pena, pero ¿un tipo viejo
al azar? No podía soportar la idea. Si vendía su virginidad,
solucionaría los problemas de dinero de su madre, o al menos les
permitiría salir adelante.
***
Grayson sabía que no debería estar escuchando las
conversaciones de su hija durante una fiesta de pijamas. Se
enorgullecía de no involucrarse en nada que tuviera que ver con
su hija, y esto estaba mal en todos los sentidos. Las había oído
chillar y reírse mientras caminaba por el pasillo y las había oído
hablar de chicas que vendían su virginidad. Las cosas habían
cambiado mucho desde que él estaba en la universidad.
—¿Trato?
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—¿Pagar?
—Sí.
—¿Aceptas?
¿Era un viaje de poder, algo que podría tener sobre ella para
siempre? ¿Quizá como arma para alejarla de April? Fuera lo que
fuese, Clara estaba secretamente encantada de que la hubiera
elegido. Seguro que había otras universitarias como Lindsay en
busca de una paga rápida. La hacía sentir especial ser la elegida,
por fin vista y no desechada.
Sonó su móvil.
—Por favor...
—Lo tengo.
***
Grayson tenía que mezclarse con su estirada clientela
cuando lo único que quería era tener a Clara a solas. Era lo único
en lo que podía pensar. Sus invitados tuvieron que repetirse
varias veces porque no podía quitarse la escena de la cabeza.
Cuando la tocó, ella no lo apartó. Ella respondió, con las pupilas
dilatadas y la respiración entrecortada.
—¿Sr. Blackwell?
—El papel.
—Grayson...
¿Por qué tenía que tener tan buen aspecto? Los chicos de la
universidad ni se le comparaban.
—Estaba en la cama.
—Sí.
—¿Qué he hecho?
—¿Nada?
Piensa en mamá.
—Perfecta —dijo.
Él sabía que ella decía que sólo lo hacía por dinero, pero en
el fondo, él sabía que Clara lo deseaba. Se sentía atraída por él y
su cuerpo no mentía. Podía intentar ocultarlo todo lo que
quisiera. Grayson no era tonto.
Clara gritó, su nombre salió de sus labios mientras él la
miraba. Apretó la cabeza contra su pecho, con la respiración
agitada. Tenía las manos apretadas y luchaba contra cada nueva
sensación que él le provocaba.
La verdad era que lo único que quería era abrirle las piernas
y follársela, reclamando su virginidad, pero no podía arriesgarse.
Tenía tiempo por delante para poder saciarse y si la dejaba
embarazada, siempre podría propiciar otro trato.
—¿Grayson?
—¿Todo bien?
Se sentía tan bien pasar las manos por su piel cálida y firme.
Tenía un cuerpo increíble. Imaginó que debía de hacer ejercicio
abajo cada vez que podía.
—Hermosa y lista.
—¿Has comido?
Ella negó con la cabeza. —No creo que sea una noche
perdida. Es perfecta. Sólo quiero estar contigo.
—Está bien.
—¿Me odiabas?
Se mofó. —Todo lo contrario. Eras lo único en lo que podía
pensar y eso me asustaba. Tienes la mitad de mi edad y eres
amiga de mi hija. Alejarte fue lo único decente que se me ocurrió
hacer.
—Debería importarte.
—Es que...
***
Clara lo complicaba todo. No era sólo una chica en busca de
dinero fácil. Era inteligente, dulce, sensible... y estaba
enamorada de él. ¿Cómo podía robarle su inocencia y dejarla
marchar? ¿Cómo podía quedársela cuando les separaban
décadas de edad?
—Lo es. —Todo lo que podía hacer era mirarla con asombro.
Había estado ciego todos estos años. Si hubiera sabido que ella
le correspondería, quizá las cosas habrían sido diferentes.
—¿Sólo no?
—Pero lo hiciste.
—Viernes.
—¿Viernes?
—¿Clara?
Una vez que le soltó las tetas, bajó lentamente entre sus
muslos. Ella no estaba preparada para ello, su cuerpo era tan
sensible, y se estremeció con su contacto. Se sentía tan bien.
—¡Por favor!
***
Grayson había dudado en volver a casa esta noche, no
porque no quisiera, sino porque realmente quería.
—No.
Su propia mujer.
Ella cerró los ojos y saboreó las palabras, más calor líquido
liberándose alrededor de su dura erección. Su cuerpo se relajó y
la tensión disminuyó. Comenzó a elevarse, el duro bombeo de sus
caderas la llevaba cada vez más alto.
Quiso gritar que lo amaba, pero sabía que eso era sobrepasar
los límites de su contrato. Esto se trataba de sexo. Ella era un
polvo valioso para Grayson. Y seguía sin querer que él terminara.
—Aún mejor —dijo él. —Ahora córrete para mí, Clara. Córrete
sobre mi polla.
—¿Tienes hambre?
—Pero me alejabas.
Ella exhaló. Esas eran las palabras que ella quería que él
dijera. Quería que la reclamara, quería que estuviera tan
obsesionado con ella como ella lo estaba con él.
***
Maldita sea, ella era adorable.
—Pero, ya sabes...
—¿Una amante?
Era tan madura para su edad, un alma vieja con la que tenía
una conexión tan profunda. Joder, estaba cayendo fuerte y
rápido.
—Estoy bien.
—¿Ayudarme?
***
Clara era una estrella, y no sólo porque se la estuviera
follando. Grayson sabía que era una alumna brillante, y April le
había dicho muchas veces lo increíble que era. Él siempre
escuchaba lo que su hija tenía que decir, y cuando se trataba de
Clara, aunque intentaba ocultar la atracción que sentía por ella,
le prestaba atención.
Tan sexy.
Y toda suya.
Por eso no usaba condón, por eso le llenaba el coño cada vez
que podía. Quería jugar con su bonito culo, llenar ese agujero,
para haber reclamado toda la virginidad de Clara. No había parte
de ella que no quisiera poseer.
Pero también era cada vez más consciente de que las cosas
entre ellos nunca podrían funcionar, y eso le rompía el corazón.
April había vuelto, lo que significaba que estaban viviendo una
mentira. Y Clara se sentía fuera de lugar en su casa, como si
fuera un secretito sucio.
—Un poco. Pero estaré bien. Ya sabes lo exigente que soy con
mis estudios.
—Una vez que esté instalada, tienes que venir —dijo April. —
Pero no aparezcas de improviso. Puede que tenga una cita el
próximo fin de semana.
—¿Una cita?
—April...
Él no la dejó pasar.
—Grayson, sé realista.
—Clara, te amo.
Se le cortó la respiración.
Ella deseaba que las cosas fueran tan simples, pero incluso
si April le daba su bendición sobre salir con su padre, había
mucho más. La gente hablaría, la llamarían cazafortunas, habría
susurros y miradas. No podía soportar que nadie creyera que su
relación era sólo la crisis de mediana edad de Grayson. Clara
tenía metas y sueños y esperanzas y no era una descerebrada
buscando la salida fácil.
***
¿Cómo iba a hacer su trabajo si ella había estado sin hablar
durante las dos últimas semanas? Dos semanas y tres días. Clara
había apagado su teléfono, o tal vez lo había bloqueado. No era
sólo él, porque la última vez que había hablado con April, ella se
preguntaba qué le pasaba a Clara. Él sólo podía pensar en ella.
—¿Señor?
—¿Qué ocurre?
—Pero...
—¿Grayson?
—Tengo miedo.
—¿De qué?
—De todo. De nosotros. De perderme. —Ella intentó zafarse,
pero él no lo permitió. —Esto es toda tu vida. Tu éxito. Yo no soy
nada. Nadie.
—¿Qué?
—Pero...
—No voy a dejarte ir. —Le pasó el dorso de los dedos por la
mandíbula. —Voy a poner mi casa en venta.
—Por favor, sabía que algo pasaba con papá mucho antes de
ahora. Nunca es malo con nadie, bueno, a menos que lo molesten
con el trabajo. Además, vi cómo te miraba el culo y las tetas.
—¡April!
***
Seis meses después
—Estás tranquilo.
Grayson sonrió y buscó la mano de su mujer, entrelazando
sus dedos. Clara se ponía nerviosa por cualquier pequeño detalle,
y él no quería que ella lo estuviera. Ellos podrían con todo.
—No.
—¿Por qué?
—¿Grayson?
Fin