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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


SWEET ADDICTION
HOPE FORD

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Mamá soltera con curvas y el héroe herido. Juntos en un
romance del mejor amigo del hermano.

Es la hermana pequeña de mi mejor amigo.


Una mamá soltera que no tiene tiempo que perder con un ex
mercenario mayor y herido.
Ella está fuera de los límites.

Y aun así, me mudo a su ciudad natal.

Lo achaco a la oferta de trabajo y a la terapia que recibo en uno de los


mejores centros de rehabilitación para héroes heridos.
Pero la verdad es que vine a Whiskey Run porque Abby Campbell y su
hija están aquí.
Verás, una vez fui un hombre perdido.
Perdido en el dolor. Perdido en la adicción.
La dulce cara de Abby es como salí del agujero negro en el que había
estado sobreviviendo desde mi accidente.

Sin embargo, he cambiado una adicción por otra y a pesar de lo mucho


que la amo, sé que podría no ser suficiente.
Puede que no sea el hombre que ella necesita... por mucho que quiera
serlo.

The Whiskey Men: Wounded Heroes trata de un grupo de ex-


mercenarios heridos. Cada uno tiene sus propias batallas que están
luchando, pero con el amor de una mujer, ya no tienen que hacerlo solos.
Sweet Addiction es un romance entre un héroe herido, una mamá
soltera, el mejor amigo del hermano, un pueblo pequeño y una
diferencia de edad. Cada libro de la serie puede leerse por separado.

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Capítulo 1
ABBY

Estoy sentada en el asiento del conductor mirando hacia el


apartamento 1C, debatiéndome entre salir o no del coche. Veo
claramente la puerta de entrada desde el arcén. No hay macetas ni
mecedoras en el porche. No hay alfombra de bienvenida delante de la
puerta y las persianas de las ventanas están cerradas para que no
entre el sol ni se vea el exterior. No hay nada que me diga que debo
acercarme y llamar a la puerta cerrada.
Pero eso es exactamente lo que tengo que hacer.
Agarro el volante hasta que los dedos se me ponen blancos y me
obligo a aflojar el agarre. No es para tanto. Davis Jones es el mejor
amigo de mi hermano mayor. Sirvieron juntos en el ejército durante
años, hasta que se pasaron a una organización privada. Davis ha
venido muchas veces a casa de mi familia cuando estaba de permiso.
Bueno, lo hizo hasta hace dos años. No ha estado ahí desde que lo
hirieron.
Cuando mi hermano me llamó desde algún lugar desconocido de
Oriente Próximo para decirme que Davis estaba en Whiskey Run, no
le creí. A menudo se burlaba de mí por el pequeño enamoramiento que
sentía por su mejor amigo, y yo pensaba que todo era una broma. Al
menos hasta que me dijo que Davis vivía realmente a pocos kilómetros
de mí y que trabajaba en el Heroes Rehab Center. Hace dos años,
Davis perdió una pierna en una explosión, y desde entonces no lo he
vuelto a ver. No porque no quisiera verlo. Joder, quería verlo más que
nada, pero también sabía que yo solo era la hermana pequeña de
Zach, y Davis no me necesitaba -ni me quería- cerca.
Entonces estaba al otro lado de Estados Unidos, pero ahora, con
él en mi ciudad natal, no tengo excusa. Está literalmente a cinco
minutos de mi casa, y no hay forma de que deje pasar otro día sin al
menos ir a verlo. Puede que me diga a mí misma que lo hago por mi

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hermano, pero una gran parte de mí sabe que lo hago por mí. Necesito
verlo.
Salgo de mi viejo pero fiable todoterreno y me planto delante del
edificio. —Un pie delante del otro. — murmuro antes de subir
lentamente por la acera que lleva a su apartamento.
Cuando llego al pequeño porche, respiro hondo y llamo a la
puerta antes de dar un paso atrás y esperar cualquier tipo de ruido
procedente del otro lado.
Ya estoy buscando razones para alejarme, convenciéndome de
que puedo volver a intentarlo otro día, cuando se oye un ruido sordo
al otro lado de la puerta y, de repente, se abre de golpe. Por un
segundo, me quedo con la boca abierta. Lo primero que pienso es que
es mucho más grande de lo que recordaba. Se eleva sobre mí y tengo
que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo. Sus hombros son
anchos y llenan la puerta. Tiene la mandíbula apretada y su mirada
se estrecha cuando me mira fijamente. Tiene el pelo largo y ondulado,
que le cubre parte de la cara. No se parece en nada al corte al rape
que lleva desde que lo conocí.
Cuando sigue mirándome con el ceño fruncido, estoy a punto de
disculparme y marcharme porque es obvio que no está contento de
que esté aquí. —Hey, Davis...
Antes de que pueda terminar la frase, sale por la puerta y entra
en el porche conmigo. Tan cerca, es aún más grande, e inhalo
profundamente cuando su aroma fresco y limpio me llena la nariz.
Sigue sin sonreír, pero su rostro se suaviza y susurra mi nombre. —
Abby.
Antes de que pueda decir nada, abre los brazos y me estrecha
contra su cuerpo. Estoy en estado de shock porque esto no era lo que
esperaba en absoluto, pero no soy tonta. Voy a aprovechar al máximo
que me abrace. Dejo que mi cabeza se apoye en su pecho y pongo las
manos en su cintura. Tiene una mano en mi espalda y la otra en la
base de mi cuello, abrazándome a él como si no quisiera soltarme. No
estoy segura de cuánto tiempo nos quedamos así, sin más, pero él
apoya su mejilla en mi cabeza y yo cierro los ojos intentando
memorizarlo todo: su olor, la sensación de sus manos sobre mí, la

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forma en que su cuerpo duro se aprieta contra el mío más blando...
Lo asimilo todo en silencio, deseando que se quede dónde está.
Es el claxon de un coche lo que nos separa. Me mira con las
mejillas sonrojadas. —Lo siento. No te esperaba, eso es todo.
¿Se está excusando por haberme abrazado así? ¿Ya se está
arrepintiendo? Con una sonrisa que no me llega a los ojos, me encojo
de hombros. —No te disculpes. Estaba nerviosa por venir. Pensé que
no tendrías ni idea de quién era y que iba a ser incómodo, así que sí,
esto ha sido mejor de lo que pensaba.
Apenas puedo contener la risa. Caray, incluso ahora, después de
todo este tiempo, divago cuando hablo con Davis.
Me señala la puerta principal. — ¿Quieres entrar? O podemos
sentarnos aquí afuera, si lo prefieres.
Me encojo de hombros y me hace un gesto para que entre. —
Tengo un lugar para sentarnos adentro. Hagámoslo. A menos que
tengas prisa por llegar a casa.
Sacudo la cabeza y entro en el apartamento. —No hay prisa.
Alexis está con mamá y papá.
Paso junto a él y me siento en el sofá, con las manos juntas en
el regazo.
—Siento lo de la casa. Está bastante desnuda, pero no he tenido
mucho tiempo para decorar o ir de compras.
Sacudo la cabeza como si no fuera para tanto. Sinceramente, ni
siquiera había echado un vistazo al apartamento porque desde el
primer momento mis ojos han estado pegados a él. —Soy yo la que
debería disculparse. Siento haberme dejado caer por aquí.
Me despide con un gesto. — ¿Cómo están Alexis, Brenda y Rick?
Respiro un poco más tranquila cuando me pregunta por mi hija,
mi mamá y mi papá. De esto puedo hablar con facilidad. —Alexis tiene
seis años y está en la guardería. Le encanta la escuela y está creciendo
demasiado rápido. Mamá y papá están bien, pero espero que sepas
que en cuanto sepan que estás en la ciudad, se presentarán en tu
puerta.

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Sus cejas se levantan. — ¿Crees que quieren verme?
Casi me río, como si acabara de contar un chiste o algo así. Pero
cuando ni siquiera esboza una sonrisa, me doy cuenta de que habla
en serio. Me inclino hacia delante, deseando estar lo bastante cerca
para tocarlo, pero está de pie al otro lado de la habitación, con los
brazos cruzados sobre el pecho. —Sí, seguro que quieren verte. Mamá
se va a enojar porque he venido hoy sin traerla. Pero quería consultarlo
contigo primero... antes de soltarte a toda la familia Campbell encima.
Aprieta los brazos a su alrededor, y finalmente sus labios se
levantan en una pequeña sonrisa. —Tal vez vaya a verlos mañana.
Sé que les encantaría verlo, así que asiento. —Les encantaría,
Davis.
Deja caer las manos a los lados y da unos pasos hacia la silla
frente a la mía. Por primera vez, noto su cojera y tengo que morderme
el labio para contener las emociones que me embargan. Es como si
fuera ayer y no hace dos años cuando mi hermano nos llamó para
decirnos que Davis se había hecho daño. Íbamos a ir a verlo al
hospital, pero se negó a recibir visitas. Durante los dos últimos años,
ha evitado a mi familia, por eso estaba tan nerviosa por venir hoy aquí.
—Entonces... ¿Whiskey Run? ¿Vas a quedarte aquí mucho tiempo?
Tiene los codos apoyados en las rodillas mientras me sopesa con
la mirada. —No estoy seguro. Me quedan unos meses de rehabilitación
y Walker me trajo aquí para terminarla. Me ofreció un trabajo en el
centro de rehabilitación y lo acepté temporalmente.
Inclino la cabeza hacia un lado. Todos los que viven en Whiskey
Run conocen a Walker. Es dueño de muchos negocios y edificios de
apartamentos aquí. Tiene un complejo en las afueras de la ciudad, y
fue quien financió el nuevo centro de rehabilitación que hay al lado.
— ¿De qué conoces a Walker?
Sus ojos se abren de par en par. —Por el trabajo.
Mi frente se arruga mientras trato de encontrarle sentido a las
cosas. — ¿A través del trabajo? ¿Quieres decir que fuiste mercenario
para él?
Se inclina hacia delante. — ¿Cómo sabes eso?

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Pongo los ojos en blanco porque obviamente no sabe cómo
funcionan los pueblos pequeños. —Todo el mundo sabe que Walker
tiene una especie de equipo de mercenarios que dirige desde el
complejo. La gente no habla de ello... pero habla de ello. — No quiero
meter a mi hermano en problemas ni nada por el estilo, pero estoy
hablando con su mejor amigo. —Cuando dejaron el ejército hace cinco
años y se hicieron soldados raso, sumé dos más dos. Se lo he
preguntado a Zach muchas veces, pero no me lo ha confirmado ni
desmentido. Pero tenía sentido.
Se encoge de hombros, e intento ocultar mi decepción por el
hecho de que no sienta que pueda hablar conmigo de ello. Suelto un
suspiro. —He oído que es bonito. Me refiero al centro de rehabilitación.
Asiente. —Está muy bien. Las instalaciones y el equipamiento
son de lo mejor. Ya puedo notar una mejora desde que estoy aquí.
Hay algo en la forma en que lo dice que me hace preguntar. —
¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Hace una mueca de dolor y sé al instante que no quiere
decírmelo, pero también sé que no me mentirá. —Un mes. Llevo aquí
un mes.
Intento que el dolor no se refleje en mi voz. — ¿Llevas un mes en
Whiskey Run y no has ido a vernos... a ver a mamá y a papá?
Se encoge de hombros. —No estaba seguro de que quisieran
verme.
Jadeo. — ¿No querríamos verte? Davis, entendimos por qué no
querías ver a nadie justo después del accidente. No estábamos
ofendidos... estábamos preocupados. Zach nos decía que te diéramos
tiempo, pero quizá no debimos hacerle caso, quizá debimos obligarte
a vernos. No lo sé.
Baja la mirada hacia sus botas, y su voz es más suave. — ¿Qué
es todo lo que te ha contado Zach, Abby?
No estoy segura de lo que se supone que debo saber, así que le
digo sinceramente: —Zach nos contó que perdiste la pierna mientras
estabas en una misión en Afganistán. Que explotó un artefacto
explosivo improvisado y que tuviste suerte de que solo fuera tu pierna.
Dijo que te estaba costando recuperarte, pero que cada día estabas

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mejor. — Como sigue sin mirarme, le pregunto porque tengo que
saberlo. — ¿Por qué? ¿No es verdad? ¿Estás bien?
Davis respira profundamente y lo suelta despacio. —Sí, ahora
estoy bien.
La forma en que lo dice me hace preguntar. — ¿Qué significa
eso? Bien... ahora.
Levanta los ojos hacia los míos. Sus ojos marrones son oscuros
y preocupados, pero no puedo apartar la mirada. —Háblame, Davis.
¿Qué es lo que Zach no nos dijo?
—No fui solo yo. Cada uno de nosotros —siete de mis
hermanos— estábamos en esa misión. Seis de nosotros resultamos
heridos y uno murió. Fue un alivio que tu hermano no resultara herido
físicamente
Sé que tengo que guardarme mis pensamientos o si no él no va
a continuar, pero no puedo contenerme. — ¿Zach estaba contigo ese
día?
Sus ojos saltan a los míos y se ensanchan, al darse cuenta de
que ha dicho más de lo que debía. —Sí, Zach estaba ahí. Lo enviaron
de regreso con el paquete, y menos mal que fue así porque... — Se
detiene, y veo el dolor en su cara, pensando en lo que podría haberle
pasado a su mejor amigo y a mi hermano. Suelta un largo y tembloroso
suspiro. —Lo siento. No debería habértelo dicho.
Me doy una palmada en la pierna. —Davis, no soy estúpida. Sé
que tú y Zach piensan que soy una niña y que no sé manejar las cosas,
pero sí sé. Sabía que probablemente estaba contigo. Casi siempre
están juntos. Y es obvio que es un hombre diferente desde entonces.
Los dos nos quedamos callados, y lo único que puedo pensar es
que cuando vuelva a ver a mi hermano me abrazaré a su cuello un
poco más fuerte. Cuando Davis continúa, puedo oír el dolor en su voz.
—Después del accidente, tuve que tomar medicamentos para el
dolor.
Asiento. —Claro que sí. Seguro que tuviste que hacerlo.
Traga saliva. —Bueno, cuando lo hice, se me fue de las manos.
Las pastillas me adormecieron el dolor de la pierna, y bueno, todo, en

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realidad. No tenía que pensar en nada ni enfrentarme a nada, así que
seguí medicado.
Inclino la cabeza hacia un lado, esperando a que continúe. —No
estoy orgulloso de mí mismo, Abby. Tomé el camino fácil y dejé que
las pastillas se encargaran de mí y de toda la mierda con la que estaba
lidiando.
Me arrellano en el borde de mi asiento. — ¿Por eso no querías
que fuéramos a verte, ni siquiera meses después del accidente?
Traga saliva. —Sí. Era un desastre. No quería que ni tú ni tu
familia vieran en qué me había convertido. Era malo, Abby.
No puedo quedarme sentada más tiempo. Me levanto de mi
asiento y me dirijo hacia Davis. Me siento en el brazo de su silla, le
pongo la mano en el hombro y, aunque sus músculos se tensan bajo
mi contacto, no lo suelto. —Podríamos haber estado ahí para ti, Davis.
Podríamos haberte ayudado.

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Capítulo 2
DAVIS

Sonrío porque es exactamente lo que me dijo su hermano. —Sí,


eso es lo que dijo Zach. Tenía que irse a otra misión y me suplicó que
le dejara contárselo a tu papá, pero no quería que lo supieran todos.
Tenía que lidiar con ello por mi cuenta. Tenía que tenerlo bajo control
antes de poder confiar en mí mismo para estar cerca de alguien.
Quiero decir, Abby, Alexis tenía cuatro años. No necesitaba estar
conmigo así, y te conozco. Conozco a tu mamá y a tu papá. Todos
ustedes me habrían hecho venir aquí, y yo estaba tan mal, que habría
destruido la única familia que he conocido. No podría hacer eso.
—Davis... — Se estremece. Intenté ocultar la emoción en mi voz,
pero sé que lo oyó. Tenía veinte años cuando su hermano se alistó en
el ejército. He sido el mejor amigo de su hermano durante doce años,
y cuando su familia se enteró de que me había criado en casas de
acogida por todo Texas y no tenía una familia propia, intentaron que
formara parte de la suya. Abby era joven entonces —siempre la
consideré la hermana pequeña de Zach—, pero a medida que crecía,
no podía dejar de apreciar la mujer en la que se estaba convirtiendo.
Ocho años más joven que yo no es una gran diferencia ahora, pero
nada de eso importa ya. De Abby y de mí no puede salir absolutamente
nada.
Con ella sentada en el brazo de mi silla, todos mis sentidos se
agudizan. Me apoya el brazo en la espalda y yo me inclino hacia ella.
Su brazo apenas me rodea hasta el otro hombro, pero me atrae hacia
ella hasta que apoyo la cabeza en su pecho. Quiere reconfortarme,
pero ahora mismo no siento nada de consuelo. Estar tan cerca de ella
me pone nervioso y me hace pensar cosas que no debería. Incapaz de
resistirme, la rodeo con un brazo y la abrazo por la espalda. Su voz es
un suave susurro en mi cabeza. —Podríamos haberlo solucionado,
Davis. Podríamos haberte apoyado.
No me alejo, pero me pongo rígido. —No quería que tuvieras que
encargarte de nada. No quería traerle a tu familia mis problemas.

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Se ríe. —Puede que no lo parezcamos, pero somos bastante
buenos cuando se trata de lidiar con las cosas. Quiero decir, me
manejaron a mí y a mi embarazo adolescente bastante bien. Lo
manejamos cuando Zach se va a esas largas misiones y no sabemos
nada de él durante semanas. — Me aprieta más fuerte. —Podríamos
haber manejado esto también, Davis.
Ahora sí me alejo. Por el tono de su voz, sé exactamente lo que
está pensando. Su voz está llena de lástima, y lo odio porque lo único
que no quería que supiera de mí es lo primero que le digo cuando la
veo. Me arrepiento de habérselo dicho, pero sé que hice lo correcto. Si
voy a estar cerca de su familia, de su hija, tiene que saberlo.
Probablemente nunca vuelva a mirarme de la misma manera y sabrá
que fui débil, pero hago todo lo que puedo para ser completamente
sincera con ella. —Ahora estoy bien, Abby. Sé que siempre seré un
adicto, pero el mes pasado cumplí un año limpio.
Asiente. Es obvio que quiere decir algo, pero no lo hace.
Por un segundo, me permito sentarme aquí y asimilarla. Está
tan cerca que podría inclinarme unos centímetros y acercarme lo
suficiente para apretar mis labios contra los suyos. Pero no puedo. No
importa cuánto tiempo lo haya pensado, soñado o imaginado en mi
mente, no puedo hacerlo. Necesito todas mis fuerzas para levantarme
de la silla y poner distancia entre nosotros. Cuando estoy a salvo al
otro lado de la habitación, cruzo los brazos sobre el pecho, dispuesto
y necesitado de cambiar de tema. La señalo.
— ¿Y tú ex? ¿Te sigue dando problemas?
Por un segundo, me mira insegura. —Lo siento. — dice,
señalando el lugar que acabo de dejar libre. —No quería hacerte sentir
incómodo.
Niego. Pero, ¿estás evitando el tema de tu ex? — Odio sacar el
tema de su ex novio y papá de su hija, pero me ronda por la cabeza.
Suelta un suspiro y por fin vuelve a sonreír. —Es una historia
divertida, de verdad.
Mi mandíbula se tensa. — ¿Qué quiere decir eso? No lo habrás
vuelto a aceptar, ¿verdad?

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Suelta una carcajada. —Ni hablar. Me engañó. Eso nunca
pasará.
Me hace sentir mejor oírla decir que nunca volverá con él. Se
merece algo mejor. —De acuerdo, ¿cuál es la historia divertida
entonces?
— ¿Recuerdas aquella vez, hace unos tres años, cuando tú y
Zach estaban de permiso y vinieron a Whiskey Run?
Ni siquiera pestañeo aunque sé exactamente a dónde va esto. —
Sí, me acuerdo.
Se ríe mientras me mira con curiosidad. —Bueno, es curioso
porque eso fue en la época en la que yo apenas sobrevivía en la
universidad. Wayne no había pagado nada de la manutención, estaba
estresada y a punto de dejar la universidad porque todo me agobiaba.
Asiento, pero no digo nada, dejo que termine.
Inclina la cabeza para mirarme. —Bueno, le confié todo eso a
Zach y no le di importancia. Hasta el día después de que ustedes dos
se fueron y Wayne vino a verme. Dijo que había vendido su Camaro y
me dio un cheque para pagar toda la manutención. No se ha retrasado
desde entonces. No es el papá del año ni nada, pero definitivamente
hubo un cambio en él. Está más involucrado en la vida de Alexis y es
bueno con ella.
Me encuentro asintiendo, aunque ya sabía que Wayne se había
pasado de la raya. —Eso es bueno.
— ¿Sabes algo al respecto? Quiero decir, es raro que hiciera un
gran giro de 180 grados justo después de que tú y Zach se fueran, ¿no
crees?
Levanto los hombros encogiéndome de hombros. No voy a
mentirle, pero me alegro de que Wayne haya cumplido su parte del
trato. Sí, Zach y yo fuimos a buscar a Wayne antes de irnos. De
ninguna manera me iba a ir de Whiskey Run sin hablar con él. No
después de oír lo mal que lo estaba pasando Abby. Y sí, amenacé la
vida de Wayne. Le hice promesas ese día de las que probablemente
debería sentirme culpable, pero no lo hago. — ¿Cómo va la
enseñanza?— le pregunto, en lugar de responder a su pregunta.

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Apoya las manos en las rodillas. —Bien. Este año doy clases en
sexto y me gusta mucho. Pero dejemos de hablar de mí. ¿Cómo estás
tú?
Nunca me ha gustado hablar de mí mismo, pero de ninguna
manera voy a ignorar su pregunta. —Estoy vivo.
Su cara se transforma al instante, y entonces me doy cuenta de
que he dicho más de lo que quería decir. Sí, obviamente tengo culpa
de sobreviviente. Mi terapeuta me dice que mis sentimientos son
normales, pero juro que no he sentido nada parecido a la normalidad
en mucho, mucho tiempo. —Lo siento, no debería haber dicho eso.
Estoy bien. Por fin me estoy acostumbrando a la prótesis y el dolor es
soportable.
La forma en que me mira con tristeza hace que me enoje conmigo
mismo. No quiero hacer que se sienta triste o preocupada, y eso es
exactamente lo que estoy haciendo. Aporto dolor a los demás aunque
sea lo último que quiero hacer.
Me aclaro la garganta, esperando que la emoción no se note en
mi voz. —Lo siento. No es muy divertido estar conmigo...
Me interrumpe. —Davis, no hagas eso.
— ¿Hacer qué? Estoy siendo honesto contigo. No he sido yo
mismo en mucho tiempo. Quizá ver a tus padres y a Alexis sea una
mala idea.
Se levanta de su asiento y se para frente a mí. Me agarra la
camisa por delante y tira de mí hacia ella. —Olvídalo, Davis. Lo que
sea que estés pensando, puedes olvidarlo.
Estar tan cerca de ella es como un shock para mi sistema, y no
pienso con claridad. — ¿Qué estoy pensando?
Menea la cabeza con una sonrisa de satisfacción. —Estás
pensando que si te vas otra vez, nos estás salvando o alguna tontería
por el estilo. Diablos, ya tienes un pie fuera de la puerta, pero eso no
va a pasar, Davis. No cuando acabamos de recuperarte. Crees que soy
la hermana pequeña de Zach y que no puedo manejar las cosas, pero
te sorprendería la mierda a la que he sobrevivido.

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Me tenso mientras la escucho. ¿Qué significa eso exactamente?
El hecho de que alguien le haya hecho daño es como un cuchillo en
mi corazón, y me siento literalmente enfermo. —Abby...
Su mano se desliza por mi pecho y me paralizo. Nunca hemos
tenido este tipo de relación. No nos tocábamos; siempre fue la
hermana pequeña de mi mejor amigo. Estaba fuera de los límites. Pero
ahora, cuando estamos las dos solos, y en lugar de la adolescente que
recuerdo hay una mujer adulta en su lugar tocándome, apenas puedo
contenerme. Cuando su mano me acaricia el cuello y sus dedos me
masajean suavemente la piel desnuda, lo único que puedo hacer es
mantener las manos a los lados.
Se lame los labios y apenas puedo contener un gemido. —Davis,
hace dos años decidiste que no nos necesitabas... que no te
necesitábamos. Ya no puedes tomar decisiones por nosotros. Yo te
necesito. Alexis te necesita. Mi mamá y mi papá te necesitan. Todo lo
que te pido es que te quedes un tiempo, te mejores y me dejes decidir
si es divertido estar contigo o no.
Mirándola a los brillantes ojos azules, sé que no puedo negarme,
pero lo que más me sorprende es que no quiera hacerlo. Aunque sé
que no debo, me doy por vencido. —No tienes que preocuparte de que
esté cerca de tu familia. Estoy limpio de verdad. No he...
Pone los ojos en blanco y me da una palmada en el pecho. —No
estoy preocupada. Sé que no nos harías daño a ninguno de nosotros,
Davis. — Sacude la cabeza y me mira con ojos entrecerrados. La fe
que tiene en mí me llena de orgullo. —Te lo juro, a veces creo que te
conozco mejor que tú mismo. Ven a cenar mañana por la noche a casa
de mamá y papá. Alexis y yo iremos justo después de clase para que
pueda cortar su jardín, y luego probablemente cenaremos sobre las
cinco.
No puedo decirle que no. —De acuerdo... pero si hablas con tus
padres y no les parece bien...
Da un paso atrás, volviendo a poner distancia entre nosotras, y
al instante, echo de menos su tacto. —Todo va a salir bien. Créeme,
todos van a estar emocionados de verte.
Hay una parte de mí que espera que sea verdad, pero la otra
quiere marcharse y no averiguarlo. He guiado a hombres a la batalla.

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He llevado a amigos a la espalda hasta un lugar seguro, y me he
sentado en una pequeña zanja sin un arma que funcionara mientras
las bombas y las armas estallaban a mí alrededor. Literalmente, una
bomba estalló a tres metros de mí. Pero incluso con todo eso... el miedo
que sentí en todas esas situaciones no se parece en nada al miedo que
tengo de defraudar a Abby. Y no sé cómo lidiar con eso.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 3
ABBY

Todavía estoy temblando. Salí del apartamento de Davis, y no


fue hasta que había conducido unos kilómetros que me di cuenta de
todo. Está en casa. Se acabó el preguntarme dónde está o si está bien.
Es como si me hubiera quitado un peso de encima después de verlo,
tocarlo y saber que ha sobrevivido. Es un hombre diferente del que
recuerdo, pero no puedo esperar que sea exactamente el mismo. No
después de todo lo que ha pasado.
No sé cuánto tiempo estará aquí, pero sé que lo veré mañana. Le
hice prometerme antes de salir de su apartamento que no se iría de la
ciudad en mitad de la noche y que mañana estaría en casa de mis
papás. Confío en que estará ahí.
Cuando llego a casa de mis papás, me siento en la entrada e
intento recomponerme antes de entrar. Hubiera pensado que después
de no haber tenido ningún contacto con Davis en los últimos dos años,
mis sentimientos por él habrían desaparecido. Me equivoqué porque,
en todo caso, este nuevo Davis me atrae aún más. Su vulnerabilidad
es nueva, y nunca antes había visto ese lado de él.
Podría quedarme aquí toda la noche pensando en él y repitiendo
nuestra conversación, pero no puedo permitirme ese lujo. Se abre la
puerta principal y Alexis sale corriendo mientras mis papás están en
el porche con una sonrisa de oreja a oreja.
Salgo del coche y apenas consigo cerrar la puerta antes de que
Alexis se abalance sobre mí. —Mamá, ¿dónde estabas? Te has perdido
la cena y la abuela te ha hecho tu plato favorito.
Levanto a Alexis y la balanceo en mis brazos antes de volver a
ponerla en pie, y caminamos de la mano hasta donde nos esperan mis
padres en el porche. — ¿Me he perdido la lasaña? No puede ser. ¿Te
la has comido toda?

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Se ríe de la indignación en mi voz. —No, ya sabes que te ha
guardado un poco. Papaw quería comer una tercera ración y la abuela
no lo dejó.
Le tiendo la mano a mi mamá cuando llegamos hasta ella. —
Gracias, mamá.
Mi papá niega. —Sí, ¿qué tal gracias, papá? También te he
guardado un trozo de pastel de manzana.
Miro a mi mamá, sorprendida. — ¿Has hecho pastel de
manzana? Vaya, ¿qué se celebra?
Alexis me suelta la mano y salta hacia su abuela. Mi mamá la
sujeta, pero sus ojos no se apartan de los míos. —Has trabajado
mucho. Pensé que te merecías un regalo, eso es todo.
Agradezco el detalle y me llevo el trozo de pastel a casa, pero voy
a hacer todo lo posible por no comérmelo, aunque los dulces son mis
favoritos. — ¡Gracias, mamá, por la comida y el pastel! Y por supuesto
a ti también, papá, por guardarme un trozo. De verdad, gracias a los
dos por todo. Les agradezco de verdad que cuiden de Alexis y estén
siempre aquí para nosotras.
Mi papá se apoya pesadamente en su bastón, frotándose la
cadera. —Deberíamos darte las gracias, Abby. Tú y Alexis nos
mantienen jóvenes.
Con Alexis aún en brazos de mi mamá, paso mi brazo por el de
mi papá. — ¿Te vas a sentar a hablar conmigo mientras como? Me
gustaría hablar contigo y con mamá sobre por qué llegué tarde a
cenar.
Mi papá arquea las cejas. —Oooh, suena interesante. — Se frota
la barriga. —Pero puede que tenga que tomar otro trozo de pastel para
entretenerme mientras disfrutas de la cena.
No puedo evitar reírme. Definitivamente, mi papá es muy goloso.
Mi mamá siempre ha estado delgada y en forma. Durante mucho
tiempo deseé parecerme más a ella, pero desde hace un año me
encanta mi cuerpo, con defectos y todo. Ayudo a mi papá a entrar y,
aunque sé que no quiere hablar de ello, le pregunto: — ¿Cómo te
encuentras, papá?

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Se frota el muslo, pero no creo que se dé cuenta de que lo está
haciendo. —Esta nueva cadera me está sentando de maravilla. Estoy
como nuevo.
Mi mamá coge mi plato que ha estado calentando en el horno y
lo pone sobre la mesa y luego asiente a su esposo desde hace treinta
años. —Iba a intentar cortar el césped esta noche. Tuve que esconder
la llave.
Lo fulmino con la mirada. — Papá, te dije que cortaría el césped
mañana. De hecho, Alexis y yo vamos a hacerlo justo después de clase.
Me mira con el ceño fruncido. —No vas a cortarme el césped.
Puedo hacerlo perfectamente.
Mi mamá y yo compartimos una mirada, y veo que palmea el
bolsillo delantero de sus vaqueros, haciéndome saber que aún tiene la
llave escondida. Decido no entrar en detalles y me dirijo a Alexis. —
¿Qué has hecho toda la tarde?
Se sienta en la silla junto a la mía. —He hecho todos los deberes.
Mi papá refunfuña: — ¿Quién pone deberes a los niños de
guardería? Cuando yo estaba en la guardería, sacábamos un
sobresaliente si no nos comíamos los lápices de colores.
Alexis se ríe a carcajadas. —Papaw, eso es una locura. No te
comes los lápices de colores.
Él se encoge de hombros e intenta parecer serio, pero acaba
riéndose ante la cara de incredulidad de Alexis. —De acuerdo, no ha
sido para tanto, pero sé que no teníamos deberes.
Ella suelta: —Pero me encantan los deberes.
Le paso la mano por el pelo. —Ya lo sé, cariño. A mí también me
gustaban a tu edad. Te salen de forma natural.
Mi mamá se sienta junto a papá. —Bueno, pues come... y
cuéntanos por qué te has perdido la cena.
Doy un bocado a la lasaña, lo mastico despacio y me lo trago
todo mientras la cara de mi mamá se transforma en impaciencia. No
soporta no saber nada. Después de beber un sorbo de agua, me inclino

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hacia delante. —He invitado a un amigo a cenar mañana por la noche.
Espero que te parezca bien.
Parpadea mientras mi papá frunce el ceño. Mi mamá debe de
verlo porque le pasa la mano por el brazo. —Bueno, es una noticia
maravillosa. Por supuesto, cariño, cualquier amigo tuyo es bienvenido
aquí. Ya lo sabes.
Es entonces cuando me doy cuenta de que piensan que traigo
una cita. —Oh no, no es así. Realmente es un amigo. Bueno, es más
amigo de Zach que mío.
— ¿Quién es, mami?— pregunta Alexis.
Me giro hacia ella y me mira con los ojos azules muy abiertos. —
Es un viejo amigo de Zach. Lo viste unas cuantas veces, pero eras más
joven. Se llama Davis.
Ella se limita a asentir, pero mi mamá jadea y me coge la mano.
— ¿Davis está aquí, en Whiskey Run?
Doy otro bocado a mi comida porque solo hablar de él me tiene
intranquila. No puedo ocultar nada a mis papás, pero no quiero que
sepan que aún siento algo por el mejor amigo de mi hermano. —Sí,
está en la ciudad. Ha estado yendo al nuevo centro de rehabilitación
para hacer terapia y Walker le ha ofrecido un trabajo. De hecho, Zach
me ha llamado hoy para decirme que Davis estaba aquí. Con todo, no
estaba seguro de si quería vernos, pero escucha esto, no estaba seguro
de si querríamos verlo.
Mis papás están sorprendidos, y no los culpo. Ninguno de
nosotros ha ocultado nunca lo mucho que queremos a Davis. Ni
siquiera es el hecho de que sea el mejor amigo de mi hermano o que
esté seguro de que le ha salvado el culo unas cuantas veces. Davis es
un gran tipo. Mi mamá niega como si no lo entendiera. —Claro que
queremos verlo. ¿Le has dicho que hemos intentado ir a verlo? — Se
lleva las manos a la cara. —Dios mío, Abby, ¿cree que lo hemos
abandonado estos dos últimos años? Tiene que saber que intentamos
verlo y que queríamos estar ahí.
Asiento comprendiendo completamente porque todo lo que está
diciendo es lo mismo que yo sentí. Todos lo sentimos. —Él lo sabe,
mamá. — Estoy a punto de contarle la historia. La tengo en la punta

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de la lengua, pero no es mi historia. Una parte de mí siente que estaría
traicionando la confianza de Davis, así que no me atrevo a contar todo
lo que sé. —Hay... razones por las que no ha estado en contacto, pero
prefiero que te lo cuente si quiere.
Mi mamá está a punto de discutir conmigo. Sé que quiere saber
qué pasa, pero mi papá la interrumpe. —Nada de eso importa. Lo
único que importa es que va a venir a vernos.
Mi mamá asiente y da una palmada. —Prepararé mi pollo frito.
Siempre fue su favorito.
—El pollo frito también es mi favorito. — dice Alexis. Está
ocupada dibujando en un cuaderno con sus lápices de colores, pero
sigue prestando atención.
Le pongo la mano en la cabeza. —Sí, claro que sí, cariño. ¿Por
qué no recoges tus cosas? Tenemos que llevarte a casa y prepararte
para ir a la cama. Mañana tenemos colegio.
Muchos niños odiarían oír esas palabras, pero no Alexis. No, una
sonrisa llena toda su cara y se levanta corriendo de la mesa para coger
todas sus cosas. En cuanto se aleja, le doy otro bocado a mi comida.
— ¿Cómo está? ¿Cómo está Davis? — pregunta mi papá.
Es obvio que ha estado preocupado por él, como todos nosotros.
Davis y mi papá estaban muy unidos y sé que le dolió no poder estar
a su lado. —Está bien, papá. De verdad que lo está.
Sacude la cabeza. — ¿Por qué...?
Y antes de que empiece, lo detengo. —Seguro que pueden hablar
mañana. Pregúntale todo lo que quieras saber. Pero está bien. Quiero
decir, por supuesto que cojea, y aún está haciendo rehabilitación, pero
está vivo. — Uso la misma palabra que Davis para describirse a sí
mismo.
Mi papá no está contento. Es obvio que él y mamá quieren más,
pero van a tener que esperar porque Alexis vuelve corriendo al
comedor. —Lo tengo, mamá. Estoy lista.
Me levanto y cojo mi plato. Mi mamá y yo hablamos de la cena
de mañana. Me ofrezco a ir a la tienda por ella, pero me dice que ya lo
tiene. Le hago prometer que no le dará a papá la llave del cortacésped

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y entonces Alexis y yo nos ponemos en camino para cruzar la ciudad
y volver a casa, y yo tengo el trozo de pastel de manzana en el asiento
de atrás. Sé que las dos tenemos que irnos a la cama. Aún es pronto
para empezar el curso escolar y nos estamos adaptando a nuestros
nuevos horarios, pero sé que esta noche estaré tumbada en la cama,
pensando en Davis y dejándome llevar por la imaginación de lo que
podría haber entre nosotros dos, aunque sé que nunca saldrá nada de
ello. Nunca podrá conocer mis verdaderos sentimientos por él.

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Capítulo 4
DAVIS

Entro en el centro de rehabilitación y voy directamente a la sala


de terapia. Llego pronto al grupo y, aunque espero que podamos
empezar antes, me doy cuenta de que no hay ninguna posibilidad
cuando solo estamos Kanan y yo en la sala. El terapeuta no está por
ningún lado y, después de pasar por alto la cafetería, me siento en la
única silla que queda de cara a la puerta.
—Llegas pronto.
Miro a Kanan y me doy cuenta de que me estoy frotando el
muslo. Después de flexionar los dedos hacia fuera, me obligo a dejar
que la mano descanse sobre mi regazo. —Sí, así es. Esperaba empezar
pronto, lo que ahora me doy cuenta de que es ridículo.
Kanan me mira fijamente. Se mueve en su asiento y gira el
hombro para estirarlo. —Podemos empezar temprano. Seré tu
terapeuta.
No puedo evitarlo; me río. Kanan es un marine gruñón.
Trabajamos juntos durante tres años bajo el mando de Walker y,
después de todo lo que hemos pasado, es alguien en quien confío
plenamente, pero definitivamente no quiero que intente curarme. —
Sin embargo, dudo que la Dra. Kline aprecie que le quites el trabajo o
que yo abandone el grupo, gracias. — Me giro en mi asiento para
mirarlo. — ¿Qué opinas de todo esto? — Muevo la mano por la
habitación.
Sus ojos se clavan en los míos. — ¿Te refieres al hecho de que
Walker trajera aquí a todo nuestro equipo y nos ofreciera trabajo? ¿O
que, como parte de nuestro trabajo, todos tengamos que participar en
terapia mental y física? ¿Te refieres a eso?
Mi respuesta es brusca. —Sí.
Se encoge de hombros, se sienta en la silla y mira al suelo. —
Creo que sabía que los seis estábamos perdidos y que no podíamos

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recomponernos. Piénsalo. Este lugar se juntó en los dos años desde
que... pasó todo. Nos ha traído a los seis aquí para supuestamente
trabajar. Aún no sé lo que pienso al respecto. ¿Y tú? ¿Qué opinas?
Me reclino en el asiento y cruzo los brazos sobre el pecho. —Creo
que Walker es un buen tipo, y una vez que trabajas para él, te
conviertes en su familia. — Gruño el resto porque odio oír cómo se me
engrosa la voz al hablar de la familia. —Vio la necesidad de esto igual
que vio algo en cada uno de nosotros cuando nos trajo al equipo.
Aunque no estoy seguro de lo que puedo hacer aquí para ayudar.
Joder, no tengo las cosas claras.
Kanan gruñe en señal de acuerdo y se gira hacia el otro lado,
haciéndome saber que la conversación ha terminado. Pienso en venir
aquí. Cuando Walker me lo pidió por primera vez, dije que no. Ninguna
parte de mí quería venir aquí a trabajar y hacer terapia, pero Zach me
convenció de que tenía que hacerlo. Sé que Walker tiene grandes ideas
y que va a triunfar con lo que haga, pero no estoy seguro de qué puedo
aportar yo.
Veo cómo Kanan aprieta los dientes y flexiona los dedos para
abrirlos y cerrarlos. Pensé que ya que se ofrecía, yo haría lo mismo por
él. — ¿Qué hay de ti? ¿Necesitas hablar?
Me mira con cara de asombro, y luego se ríe entre dientes. —
Claro, ¿quieres intercambiar historias de guerra? ¿Quieres comparar
heridas o hablar de cómo nos llevamos la peor parte?
Y por segunda vez en dos días, digo lo único que tengo que
recordarme constantemente. —Estamos vivos.
Su rostro se llena de culpa, y sé exactamente lo que siente en
ese momento. Lo he sentido los dos últimos años. Y aunque la terapia
me ha ayudado un poco, la culpa del sobreviviente sigue apareciendo
y desapareciendo.
Toma aire y lo suelta lentamente. —Sí... estamos vivos.
Ambos pensamos en Randall, nuestro amigo que perdió la vida
aquel día. Podría haber sido cualquiera de nosotros, pero no fue así.
Todavía estamos aquí, y tengo que creer que hay una razón para ello.
Antes de que pueda decir nada más, se abre la puerta y entran
algunos de los demás. Colter y Elias murmuran sus saludos. Una

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enfermera lleva a Jason a la sala y Daniel, con el ceño fruncido, va
detrás en su silla de ruedas. Se sientan y la Dra. Kline entra en la sala
con una sonrisa. —Hola a todos. Supongo que todos están
entusiasmados con el grupo de hoy. Normalmente soy la primera en
llegar.
Todos refunfuñan, y como sé que la única forma de que esto
avance es que alguien se abra, abro la boca y lo suelto todo. —Anoche
vi a la hermana pequeña de mi mejor amigo. Hoy voy a ver a su hija y
a sus papás.
— ¿Te refieres a Abby? ¿La hermana pequeña de Zach?—
pregunta Elias.
Los celos afloran en mi pecho aunque no tengo derecho, pero el
mero hecho de oír a otro hombre decir su nombre me los saca. Por
supuesto, Elias ha oído hablar de ella. A lo largo de los años, tanto
Zach como yo hemos hablado de ella.
Le hago un gesto con la cabeza. —Sí, la hermana pequeña de
Zach. — digo aunque todos los hombres de la sala saben que Abby es
una mujer adulta.
La Dra. Kline junto con todos los demás me miran y me doy
cuenta de que tengo que dar más información. —Serví con Zach en el
ejército hasta que vinimos a, uh, trabajar con Walker. Después del
accidente, me negué a ver a su familia, aunque es la única familia de
verdad que he conocido.
La Dra. Kline asiente. —Eso está bien, Davis. Seguro que se
alegran de poder verte por fin. ¿Hay alguna razón por la que hayas
aplazado tanto el reencuentro?
En terapia privada, hemos hablado de mi historia con la
adicción, así que sé que ella lo sabe. Y aunque los chicos lo saben, no
es algo de lo que quiera hablar aquí delante de todo el mundo, pero sé
que eso es exactamente lo que ella quiere que haga. Me paso la mano
por el pelo, frustrado, y aprieto los dientes. —Era adicto al Vicodin, a
la hidrocodona, a cualquier cosa que pudiera quitarme el dolor. No
quería someterla a ella, a su hija, ni a sus papás. Demonios, no quería
estar cerca de mí así.

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Miro alrededor de la habitación, y el único que tiene la cabeza
levantada, mirándome a los ojos, es la Dra. Kline. Aunque quiero dejar
de hablar, no lo hago. —En fin, Abby vino ayer a mi apartamento y me
pidió que fuera hoy a ver a su familia.
— ¿Cómo te hace sentir eso?
Me rasco la barba y pienso en la pregunta. Hace un año...
demonios, hace seis meses habría puesto los ojos en blanco ante esa
pregunta y me habría negado a contestar. Pero después de tanto
tiempo hablando de mis sentimientos, sé que esto forma parte del
proceso. —Me siento bien. Emocionado pero nervioso. Contento de
volver a verlos, pero no puedo evitar sentirme indigno. ¿Y si meto la
pata? ¿Y si vuelvo a caer en mis viejos hábitos?
La Dra. Kline me interrumpe. —Tienes que ir día a día, Davis.
Sé que tiene razón, pero no es lo que quiero oír. Quiero que me
diga que estoy curado y que puedo llevar una vida normal... bueno, lo
más normal posible. Pero sé que no puede hacerlo. Puede que nunca
pueda vivir una vida normal. Siempre habrá una sombra planeando
sobre mí, haciéndome pensar si volveré a caer en mi adicción y dejaré
que esta vez me absorba por completo hasta que no haya esperanza.
Me tenso solo de pensarlo.
Finalmente, los hombres y Rachel levantan la cabeza y me
miran. Todos estamos luchando contra nuestros propios demonios,
pero sé que todos los hombres y mujeres de aquí se sienten
identificados con lo que siento ahora mismo.
La Dra. Kline se quita las gafas y las sostiene en la mano. —
Davis, sé que no lo parece, pero es bueno que te sientas así. Esos
sentimientos de defraudar a alguien que te importa, de preocuparte
más por esa persona que por ti mismo, no son malos. Pero tienes que
dejar que te ayuden. Toma esos sentimientos y deja que te empujen
hacia adelante. Imagina la vida que quieres y hazla realidad.
Parpadeo, incapaz de contener la pregunta. — ¿Y si yo...?
Pero no puedo terminarla porque probablemente es lo que más
miedo me da.
La Dra. Kline vuelve a ponerse las gafas e inclina la cabeza hacia
mí. — ¿Y si fracasas? ¿Es eso lo que ibas a preguntar?

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Asiento, incapaz de pronunciar las palabras.
Se acerca al borde de su asiento. — ¿Cómo te sientes, Davis? De
verdad.
Me encojo de hombros. —Todavía me duele la parte superior de
la pierna, y es un hijo de puta llevar la prótesis. Pienso en cómo la
medicación me quitará el dolor, pero luego pienso en el año de mi vida
que desperdicié. Cómo estaba solo... No tenía a nadie... Y sé que no
quiero volver ahí.
La Dra. Kline asiente con una sonrisa en la cara. Es obvio que le
ha gustado lo que he dicho porque sonríe señalándome. —Y por eso
mismo sabes que no vas a fracasar, Davis. Solo en el mes que llevas
aquí, he visto un cambio en ti, y ahora que estás dejando entrar a tus
seres queridos, eso es solo un paso en la dirección correcta. No pierdas
de vista lo que quieres y las cosas -y personas- que son importantes
para ti. Apóyate en ellos... deja que ellos se apoyen en ti. Eres lo
suficientemente fuerte como para manejar mucho más de lo que crees.
Yo lo sé. Solo tienes que permitirte creerlo.
Respiro y mi cuerpo se estremece cuando lo suelto. Me siento
bien. Todo lo que ha dicho me parece bien.
Cuando le hago un gesto con la cabeza, avanza por la habitación.
Cuando llega el turno de cada uno, la emoción me invade.
En cuanto termina la terapia de grupo, salgo hacia el coche y
atravieso la ciudad antes de que pueda convencerme de que no lo
haga.
Las clases no terminan hasta dentro de una hora, pero espero
poder hablar con Brenda y Rick antes de que lleguen Abby y Alexis.
En cuanto entro en la entrada, salgo del coche. Probablemente
debería haber llamado o algo antes de venir antes de lo previsto, pero
tengo que sacar esto. De todas las personas, necesito ser sincero con
ellos, y si me rechazan, me matará, pero lo entenderé.
Llamo a la puerta y doy un paso atrás. Juro que no suelto ni un
suspiro hasta que se abre la puerta y Brenda sonríe de oreja a oreja,
suelta un grito y prácticamente me tira al suelo cuando me abraza. Se
ríe, llora y divaga al mismo tiempo. —Oh, hijo mío, te he echado de
menos. Solo Dios sabe cuánto te he echado de menos.

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Le abro los brazos y me envuelve en un abrazo. —Brenda, es tan
bueno verte.
Está completamente pendiente de mí y se levanta para tirarme
del pelo largo. —Mírate. No puedo creer que estés aquí. Abby dijo que
vendrías, y estoy haciendo todos tus favoritos para la cena.
—Gracias. — le digo tontamente. Sé que hay tantas cosas que
debería decir ahora mismo, pero con ella mirándome como me mira,
no sé si voy a ser capaz de romperle el corazón. Va a estar tan
decepcionada de mí. Ella y Rick lo estarán.
La puerta se abre de nuevo y Rick se apoya en el marco. —Hola,
chico. Ya era hora de que vinieras a casa.
Brenda me suelta y le tiendo la mano a Rick. Sale al porche con
un bastón en la mano y, en lugar de darme la mano, me abraza como
un oso. Me despeina el pelo como si fuera un niño, a pesar de que soy
más alto que él. —Entra. ¿Por qué están aquí afuera? Déjalo entrar
con el aire acondicionado, Brenda.
Me aparto para dejar que Brenda entre primero, y entonces Rick
me hace señas para que entre. — ¿Cómo va la cadera?
—No tengo nada de qué quejarme. — dice.
Asiento y me paro torpemente en la entrada. —Siento pasar tan
pronto, pero quería hablar contigo antes de que lleguen Abby y Alexis.
— ¿Es Zach? ¿Está bien?
Pongo la mano en el hombro de Brenda. —Está bien. Hablé con
él hace dos días, y me estaba dando mier... — me detengo. —Lo siento.
Me estaba molestando por no haber venido a verlos a todos.
Rick gruñe. —Me alegro por él. Te hemos echado de menos por
aquí. Ahora, ¿de qué quieres hablar?
Abro la boca para hablar, pero Brenda me pone la mano en el
brazo. —Bueno, no vamos a hablar aquí de pie. Vamos al salón.
Entro en el salón y lo asimilo todo. Es exactamente como lo
recordaba. Las mismas fotos en la repisa de la chimenea, incluida la
de Zach y yo cuando estábamos destinados en Afganistán. Hay fotos
nuevas de Abby y Alexis, pero todo lo demás es igual. Cuando me

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siento en el borde de un sofá, Brenda y Rick se sientan en el otro,
frente a mí.
—Muy bien, hijo, ¿qué pasa ahora? ¿Tiene esto algo que ver con
por qué no te hemos visto en los últimos dos años?
Asiento a Rick, haciendo una mueca. Sé que lo mejor es
desahogarme. —Cuando me hirieron, no quería que nadie me viera
así.
Brenda sonríe tristemente. —Lo entendemos, Davis. No nos
enojamos ni nada por el estilo.
Respiro hondo y lo suelto. —Hay más. Zach no se los contó
porque le rogué que no lo hiciera. No podía soportar la idea de
defraudarte o decepcionarte.
—Nunca podrías... — empieza Brenda, pero Rick la interrumpe.
—Déjalo hablar, cariño.
Frunce los labios y asiente. —Lo siento, adelante.
Me paso la mano por la barba. —El dolor era insoportable. No es
una excusa, pero quiero que entiendas...
Me detengo y Rick se inclina hacia delante. —Solo dilo, hijo.
Podemos manejarlo.
Siempre ha hecho eso. Me llamaba hijo. Nunca me di cuenta de
lo mucho que significaba para mí hasta estos dos últimos años. —Me
enganché a los analgésicos. Fue feo, e hice cosas de las que no estoy
orgulloso. Retrasó mi rehabilitación con la prótesis y básicamente todo
lo demás. Era un desastre.
Brenda, incapaz de contenerse, pregunta: — ¿Por eso no quisiste
vernos los dos últimos años?
Asiento. —Sí, no quería contarle nada de esto a tu familia.
Durante un año, ni siquiera reconocí en lo que me había convertido.
No podía hacerles eso a Abby, Alexis y a ustedes. Llevo un año limpio.
Rick me observa atentamente, y no estoy seguro de lo que está
pensando. — ¿Y ahora estás haciendo terapia en el nuevo centro a las
afueras de la ciudad?

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—Sí. En realidad fue idea de Zach. Llevaba retraso con la terapia
de la pierna, y cuando se enteró de que también te exigían hacer
terapia mental, pensó que sería una buena idea. — Me aclaro la
garganta. —Sí, y Walker también me ofreció un trabajo. — Levanto las
manos. —Es solo temporal. No estoy seguro de cuánto tiempo estaré
aquí.
Rick se limita a asentir.
Me aparto el pelo de la cara. —De todos modos, quería venir aquí
y hablar contigo de ello. Entiendo si no me quieres cerca o si crees que
es mala idea que esté cerca de Abby y su hija.
Brenda niega y parece fuera de sí. Rick sigue mirándome en
silencio.
Pongo las manos sobre las rodillas. —Si quieres que me vaya...
Estoy a punto de levantarme cuando la voz de Rick resuena con
fuerza en la silenciosa habitación. —Siéntate, hijo.
Me quedo donde estoy, incapaz de mirar a ninguno de los dos a
los ojos. Ha sido una mala idea.
Rick es el primero en decir algo. —Mírame, Davis.
Levanto la cabeza para mirarlo, y tiene tanta compasión en la
cara que me siento algo desconcertado.
—Nunca daríamos la espalda a uno de nuestros hijos. Pasaste
por un infierno, hijo.
Sacudo la cabeza. —Pero yo no...
Levanta la mano. —Para. No termines esa frase. Bien podrías ser
mi hijo. ¿Piensas en Zach como tu hermano?
Asiento. —Sí, señor.
—Y Brenda y yo siempre te hemos considerado parte de nuestra
familia. Siento no haber estado ahí para ti. Deberíamos haberte
presionado más. Deberíamos haber hecho que nos vieras.
Me estremezco al recordar los días que pasé en estado de
estupor, sin saber siquiera dónde estaba la mitad del tiempo. Me
aprieto las manos en el regazo, preparándome para la siguiente

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pregunta. — ¿Y Abby y Alexis? ¿Te parece bien que esté cerca de ellas
dos?
Brenda mira a su esposo, y los ojos de Rick se abren de par en
par, así que continúo: —Zach me pidió que las controlara, pero si eso
te incomoda...
Rick me detiene de nuevo. —Estoy seguro de que a Abby no le
hará gracia que su hermano mayor piense que hay que cuidar de ella,
pero sí, hijo. Nos parece bien que estés cerca tanto de Abby como de
Alexis. Te conocemos, Davis. Tal vez mejor de lo que te conoces a ti
mismo. Nunca les harías daño.
Asiento porque tiene razón en eso. Nunca les haría daño. Brenda
se levanta y yo me pongo de pie. Prácticamente se pone de puntillas
para llevarme la mano a la mejilla. —Bueno, me alegro de que uno de
mis chicos esté en casa. Ahora tenemos que traer al otro y la familia
volverá a estar unida. — No sé qué decirle. Sé que ella quiere a Zach
en casa, pero a menos que él haya cambiado de opinión, siempre ha
hablado de quedarse en casa.
—Tengo que empezar la cena. Las chicas llegarán dentro de un
rato y prometí hacer pollo frito.
—Es mi favorito.
Se ríe. —Sé que es tu favorito. También lo es de Alexis.
Antes de que se vaya, le pregunto: —Abby dijo algo de cortar el
césped. ¿Crees que podría hacerlo antes de que llegue?
—Aww ahora, puedo cortar nuestro césped. Si alguien no
hubiera escondido la llave, ya estaría hecho.
Brenda saca la llave de su bolsillo y me la da. —Gracias, Davis.
Después, si puedes ponerla en el remolque, sería estupendo. Abby se
lo va a llevar y va a cortar el suyo. Su cortacésped está en el taller.
—Por supuesto. — le digo. Cuando se aleja, me giro hacia Rick.
—Si realmente no quieres que lo corte, no lo haré. Pero la verdad es
que me hacía ilusión. Me recuerda a cuando Zach y yo lo hacíamos
cuando estábamos aquí. Echo de menos hacer cosas así.
Ve a través de mí, pero se encoge de hombros. —Adelante.
Gracias, Davis.

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Agarro la llave con la mano. —De nada. Lo haré encantado.
Me dirijo al garaje, ignorando el dolor en la pierna donde la
prótesis se clava en mi piel. Con las manos en las caderas, respiro
hondo, aliviado por habérselo dicho y que no me hayan echado. Ahora
solo tengo que asegurarme de no cagarla.

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Capítulo 5
ABBY

Cuando entramos en casa de mis papás y veo a Davis en el


cortacésped de mi papá, intento no quedarme mirando. De verdad que
lo hago. ¿Pero cómo podría no hacerlo? No estaba preparada para ver
a Davis sin camiseta. Las temperaturas han batido récords esta última
semana y, literalmente, quiero sentarme en mi frío coche con aire
acondicionado solo para refrescarme. Davis está construido como
ningún otro hombre que haya visto. Es un tipo grande, muy grande,
de hecho, y la forma en que sus músculos se flexionan cuando se gira
para saludarnos me hace tragar saliva.
Cuando salgo del coche, lo único que puedo hacer es saludarlo
con la mano y empujar a Alexis por el pasillo hasta el interior. Por
suerte, no hace mil preguntas porque ya le había dicho que él vendría
hoy, así que no me sorprende. El aire frío me golpea, pero no es
suficiente. — ¿Tienes sed? yo, tengo. Vamos por un vaso de limonada.
— ¡Yummy! Limonada. — grita Alexis mientras salta a la cocina.
Menos mal que no tiene ni idea de lo que está pensando su mamá.
Intento recomponerme, pero me abanico al entrar en la cocina. Mi
mamá levanta la vista mientras termina de servirle un vaso a Alexis y
me sonríe. —Ese calor de Tennessee está un poco más caluroso hoy,
¿eh?
—Abrasador. — le contesto mientras cojo el vaso.
Miro por la ventana y veo a mi papá sentado en el porche trasero.
— ¿Cómo está papá?
Mamá se ríe. —Lleva siguiendo al pobre Davis desde que llegó.
Los dos nos hemos alegrado de verlo hoy.
Lo tengo en la punta de la lengua para preguntar, pero no tengo
que hacerlo porque mi mamá dice: —Nos ha contado... lo de los dos
últimos años. Me hace sentir peor que no lo hayamos obligado a
vernos, pero esperamos poder compensarlo ahora.

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—No creo que él espere...
Me interrumpe. —Oh, sé que no lo espera. No quiere nada de
nosotros, pero quizá debería empezar. Tu papá y yo intentamos
explicarle que es como de la familia para nosotros. Tenemos que
empezar a actuar como tal.
Pongo los ojos en blanco. —Oh, bueno, has empezado con buen
pie. Quiero decir, ya lo tienes haciendo tareas.
Se ríe y, antes de que pueda parar, yo también me río. No pasa
mucho tiempo hasta que las dos nos reímos tanto que Alexis nos
pregunta qué es tan gracioso.
Oímos cómo se apaga el cortacésped y mamá se gira hacia Alexis.
— ¿Les dices a tu Papaw y a Davis que limpien para la cena?
Emocionada por haber sido nombrada para un trabajo tan
importante, Alexis sale corriendo por la puerta en busca de su Papaw.
Después de que todo el mundo se ha aseado —y Davis se ha
vuelto a poner la camisa—, nos sentamos a cenar. La conversación en
torno a la mesa gira en torno a Alexis, y al final tengo que poner fin a
sus mil preguntas.
—Gracias por la cena, Brenda. Es la mejor comida que he comido
en mucho tiempo.
Mi mamá se sonroja ante el cumplido de Davis. —Bueno, ahora
espero que vengas más a menudo. Seguimos cenando los domingos
todas las semanas, y nos encantaría que vinieras. Y por supuesto, si
tienes una amiga, o cualquier amigo, son bienvenidos. Ya sabes que
aquí cuantos más seamos, mejor.
Miro a mi mamá con expresión de dolor. ¿De verdad acaba de
animarlo a que traiga citas a cenar? Claro que sí. Porque quiere que
se sienta bienvenido. Es imposible que me siente enfrente de él y de
una amiga. Resoplo y miro a Davis. Me mira fijamente e intento sonreír
para disimular mis pensamientos.
Me mira con curiosidad y yo bajo la mirada hacia el plato que
tengo delante. Pasamos el resto de la comida y, cuando mi mamá saca
un plato de sus famosas galletas de chocolate, Davis saliva
literalmente.

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En lugar de comerme una galleta, me reclino en la silla y lo
observo mientras disfruta de su postre.
Señala el plato. — ¿No comes? Prometo que no me las comeré
todas.
Niego. —No, voy a pasar. Que las disfrutes.
Alexis coge una galleta y le da un buen mordisco. —Es adicta a
los dulces.
—Alexis. — digo con la cara roja.
Ella se limita a encogerse de hombros. — ¿Qué? Eso es lo que
dices siempre. Y luego hablas de que cuando comes algo dulce no
puedes adelgazar.
Me quedo con la boca abierta y miro a mi preciosa hija con los
ojos muy abiertos. No solo me mortifica hablar de mi peso delante de
Davis, sino que me avergüenzo de mí misma. Esto no es lo que quiero
enseñarle a mi hija. En absoluto.
Abro la boca para intentar explicarme, aunque no estoy segura
de lo que tengo que decir para mejorar las cosas, cuando Davis se gira
en su asiento. — ¿Sabes qué, Alexis?
Le da otro mordisco a su galleta. — ¿Qué?
—Tu mamá es perfecta tal y como es. Es hermosa y no necesita
cambiar nada.
Alexis asiente. —Lo sé. Nunca voy a renunciar a las galletas para
perder peso. Las galletas me hacen feliz.
Todos en la mesa se ríen. Puedo sentir los ojos de mi mamá sobre
mí, pero todo lo que puedo hacer es mirar a Davis. Acaba de decir que
le parezco hermosa.
Hay varias razones por las que podría haberlo dicho, pero no
importa. Me ha dado algo y, de paso, ha enseñado a mi hija. Le doy
las gracias y miro a mi papá. Necesito salir de aquí y poner distancia
entre Davis y yo. Ya me veo completamente enamorada de él, y eso no
puede ocurrir.
— ¿Está bien si tomo prestada tu cortadora de césped? La mía
aún está en el taller. — Levanto la mano. —Y no te preocupes, ahora

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sé que tengo que llevar el cortacésped al taller en invierno y no en
mitad de la temporada de corte. Tardaré otra semana en recuperar el
mío, pero mi jardín empieza a parecer una jungla.
Mi papá me mira orgulloso. —Sí, todavía puedes usarla. Davis
ya lo ha subido al remolque y lo ha enganchado a su camioneta.
Alexis se apoya en Davis y le sonríe. —Davis va a venir a casa a
cortar el césped, mamá. Le dije que le enseñaría dónde va a construir
mi casa del árbol el tío Zach la próxima vez que venga.
Con una sonrisa en la cara, asiento a Alexis. —Ayudemos a la
abuela a limpiar y nos ponemos en marcha.
Mamá ya se levanta de su asiento. —Davis, voy a mandar
algunas sobras contigo, y he hecho una docena extra de galletas para
ti.
—Gracias, Brenda. No se desperdiciarán, eso seguro. — le dice
mientras se frota el vientre plano.
Mientras todos se afanan en limpiar, yo apilo los platos. —Davis,
no tienes que cortar mi jardín. No te he invitado para que nos cuides
a todos.
Se levanta y se inclina para coger los platos del centro de la
mesa. Está tan cerca, y nuestras caras están a centímetros de
distancia. — ¿Y si quiero cuidar de ti... y de Brenda y Rick?
Debería ofenderme. He cuidado de mí misma durante mucho
tiempo, así que ¿por qué me da un vuelco el estómago cuando lo
sugiere? —Aprecio lo que intentas hacer, de verdad. Pero no quiero
interponerme en tu camino.
Se endereza, poniendo distancia entre nosotros. Debería poder
respirar mejor, pero en cambio echo de menos estar cerca de él. —
¿Qué quieres decir con interponerte en mi camino?
Me encojo de hombros, sosteniendo la pila de platos en mis
manos. —Ya sabes... a tu manera de conseguir la rehabilitación para
tu pierna... o estoy segura de que estás saliendo con alguien, y
definitivamente no necesitas perder el tiempo cuidándonos.
—No lo hago. — dice.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Inclino la cabeza hacia un lado. Debería dejarlo pasar, pero sé
que no puedo. — ¿No haces qué?
Su mirada se clava en la mía. —No estoy perdiendo el tiempo. Y
no salgo con nadie. No he visto a nadie desde antes del accidente.
Me quedo con la boca abierta porque me cuesta creer que Davis
no salga con nadie desde hace más de dos años. ¿Han perdido la
cabeza las mujeres de Whiskey Run? Es un buen partido. Y si lleva
aquí un mes, entonces seguro que ha tenido tiempo de conocer a
alguien.
—Y te agradecería si me dejaras cortar tu césped, Abby. Me
gustaría hacer algo por ti. No por tus papás o porque soy el mejor
amigo de tu hermano. Quiero hacerlo por ti.
En lugar de preguntarle por qué, suspiro, lo que me hace sonar
como si hubiera estado corriendo en lugar de estar aquí de pie. —De
acuerdo. Gracias, Davis.
Me mira con satisfacción. —Gracias a ti. — dice haciendo
hincapié en ti.
Sale del comedor y lo único que puedo hacer es quedarme
mirándolo. Después de todo este tiempo, la idea de pasar tiempo con
Davis me llena de emoción. Me digo a mí misma que no me emocione,
pero, por supuesto, no le hago caso. Es difícil no imaginar lo que
podría ser cuando te gusta alguien desde hace tanto tiempo como me
gusta él. Mucho antes de lo que debería.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 6
DAVIS

Corté su césped, jugué con Alexis y ahora estoy sentado en su


porche, bebiendo té dulce. Sé que debería irme. No quiero desgastar
mi bienvenida la primera vez que vengo a su casa, pero algo me impide
irme.
Bueno, algo no. Sé exactamente por qué no quiero irme, y ella
está sentada a mi lado en la otra mecedora.
—Probablemente necesites llevar a Alexis a la cama.
Pone su vaso de té en la mesa entre nosotros. —Tiene otra hora
antes de que tenga que estar en la cama. Ahora está haciendo los
deberes de matemáticas, y probablemente los haga durante otros
treinta minutos.
Miro por la puerta mosquitera y, efectivamente, Alexis está
sentada en la mesa del comedor, inclinada sobre un papel, escribiendo
algo. — ¿Tantos deberes tiene en la guardería?
Pone los ojos en blanco. —De acuerdo, Davis. Te pareces a mi
papá. — Se ríe y continúa. —A Alexis le encantan las matemáticas. Le
pide más deberes a su profesora y, aunque se los da, no son
suficientes. Ha empezado a crear sus propias hojas de matemáticas y
también las hace.
Me quedo con la boca abierta. —Vaya, estás criando a una genio,
Abby.
Se ríe, pero me doy cuenta de que aprecia el cumplido. —No lo
sé, pero es muy lista, eso seguro.
— ¿Cómo podría no serlo? Lo heredó de su mamá. — Miro
alrededor del patio que está lleno de un hermoso jardín de flores. Tiene
literalmente una valla blanca alrededor de la casa y su hogar parece
un libro de cuentos. —Estoy orgulloso de ti, Abby. — Mis ojos se
dirigen a los suyos. —Lo siento. Debe ser raro para mí decir eso.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se sienta un poco más recta, y su sonrisa es tensa. —No, no pasa
nada. Sé lo que querías decir. Fui mamá adolescente y, de algún modo,
mi hija sobrevivió. Créeme, lo entiendo, y me lo dice la gente del pueblo
todo el tiempo. Supongo que la gente se sorprende de que no me esté
prostituyendo en una esquina o algo así.
Me acerco al extremo de la silla y me inclino hacia ella. —Abby,
no, no me refería a eso en absoluto. Tienes veinticuatro años. Eres
universitaria, mamá, profesora. Tienes un hogar acogedor. Amas y
respetas a tu familia, y eres una gran hermana y una buena amiga.
Sé que soy un intruso que mira desde afuera, pero esta vida que has
creado es otra cosa.
Se encoge de hombros, pero sus ojos no se apartan de los míos.
—No es para tanto, Davis.
Me acerco, le pongo la mano en el brazo y rozo su muñeca con
los dedos. —Sí es para tanto. Es muy importante, Abby. Créeme, la
vida que le estás dando a Alexis lo es todo. Como alguien que creció
sin mamá ni papá y se mudaba de casa cada dos meses, lo que has
conseguido es increíble, y no deberías desacreditarte. Eres increíble.
Da un suspiro. —Davis.
Sé que he dicho demasiado. No es que ella no sepa la vida que
tuve, pero no podía quedarme aquí sentado y dejar que pensara que
lo que tiene aquí no es especial. Alexis es una niña afortunada...
bueno, cualquiera que pueda pasar algún tiempo con Abby es
afortunado.
Le aprieto la muñeca y me obligo a soltarla. Me levanto y
atravieso el porche para apoyarme en la columna. Con los brazos
cruzados sobre el pecho, le digo: —Probablemente debería irme de
aquí. Tengo fisioterapia por la mañana temprano.
Asiente y me señala la pierna. —Espero que todo lo que has
hecho esta noche no te cause más dolor, Davis. Antes no bromeaba.
No pretendía que vinieras a vernos y luego trabajaras todo el tiempo.
Doy un paso hacia el porche y me detengo. —Sé que no me
necesitas, Abby. Ni tú ni tus papás. Pero me sentí bien haciendo algo
por otra persona... sintiéndome útil otra vez.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se levanta de la silla y se acerca, sin detenerse hasta que está
justo delante de mí. Inclina la cabeza hacia atrás para mirarme y me
lleva la mano a la cintura. Mis músculos se tensan ante su contacto,
pero no parece darse cuenta. —Me gusta tenerte cerca, Davis.
Llevo las manos a los costados. Es eso o voy a cogerla y rodearla
con la mano para acercar su cuerpo al mío. Mi voz está tensa. —Esta
noche ha sido especial, Abby, y significa mucho poder pasar tiempo
contigo y con Alexis.
Me mira expectante. Me mira como si quisiera que la besara. Y
yo daría cualquier cosa por inclinarme los centímetros necesarios para
violar su boca perfecta y arqueada. Su lengua se desliza por el labio
inferior a cámara lenta, y lo único que puedo hacer es mirar. Contengo
un gemido y, como sé que es lo correcto, pongo mis manos sobre las
suyas y las retiro de mi cintura. Me alejo un paso y suelto sus manos
mientras pongo distancia entre nosotros.
Cruza los brazos sobre el pecho y odio la expresión de su cara,
pero sé que he sido yo quien la ha puesto ahí. —De todos modos,
gracias de nuevo, Davis. Te lo agradecemos de verdad.
Se aleja de mí y no se detiene hasta que está de espaldas a la
puerta. — ¿Puedo venir a verte esta semana?
Se encoge de hombros. —Claro, sabes que eres bienvenido
cuando quieras. Además, sabes que tienes que venir a cenar a casa de
papá y mamá el domingo.
Tiene una mano en la puerta y ha entrado. Es como si no pudiera
esperar a poner distancia entre nosotros. Levanta la mano. —Eso me
recuerda. Quédate aquí, ahora vuelvo.
Desaparece adentro, y mientras se va, todo lo que puedo pensar
es que estoy jodiendo esto. Es obvio que le gusto. Esa es una de mis
cosas favoritas de Abby. No se anda con rodeos, y sabes a qué atenerte
con ella. No intenta jugar ni nada, y sé que si le pidiera salir, diría que
sí. Y aunque sé que no puedo hacerlo, al menos le debo una
explicación. Cuando vuelva, voy a decirle por qué ella y yo somos una
mala idea.
Sale por la puerta llevando la bolsa con las sobras y las galletas.
—Gracias, las habría echado de menos más tarde.

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Se ríe, pero no le llega a los ojos. —Bien. Lo sé.
—Abby, necesito...
Me detengo cuando Alexis sale corriendo por la puerta y se lanza
por mí. Me preparo para el impacto y, cuando me rodea la pierna con
los brazos, me sonríe. —Adiós, Davis. Mamá me ha dicho que te vas.
Le doy una palmadita suave en la cabeza. —Sí, me voy a casa.
Frunce los labios. — ¿Vas a volver?
Le paso la mano por el pelo. Es obvio que esta niña ya me tiene
atrapado, porque no hay forma de decirle que no. No con la forma en
que me mira. —Ya le he preguntado a tu mamá si le parece bien que
vuelva a visitarte.
Me aprieta la pierna. —Y sé que dijo que sí. Le gustas.
Incluso bajo el resplandor de la luz del porche, veo que las
mejillas de Abby se ponen rosadas. Pone la mano en el hombro de
Alexis. —De acuerdo, bueno, vamos adentro a darte un baño. Davis
tiene que volver a casa.
Me vuelve a apretar la pierna y le doy una palmada en la espalda.
—Nos vemos pronto, Alexis.
Se suelta y su mamá tira de ella. —Gracias de nuevo, Davis.
¿Seguro que no quieres que lleve el cortacésped a casa de papá y
mamá? Puedo dejarla en el garaje.
Sacudo la cabeza. —No, está bien. Puedo dejarlo de camino a
casa.
Asiente. —De acuerdo, bueno, gracias de nuevo por todo. Nos
vemos pronto.
Quiero hablar con ella e intentar explicarme. Desde que puse
distancia entre nosotros, me doy cuenta de que se siente incómoda,
pero ahora no puedo decir nada. Levanto la bolsa. —Gracias por
acordarte. Hablaremos pronto.
Me doy la vuelta y me voy, pero no me siento bien. Aunque sé
que no es posible, daría cualquier cosa por poder quedarme y pasar
más tiempo con Abby y Alexis. Creía que había renunciado a mis

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fantasías de tener mi propia familia, pero solo una noche con Abby y
su hija y ya me estoy imaginando cómo podría ser mi vida.
De camino a casa, pienso en cenar con los Campbell, salir con
Alexis y terminar la noche sentado en el porche hablando con Abby.
Nunca me he sentido tan satisfecho en mi vida. Es como si pudiera
sentarme ahí toda la noche, todas las noches, si supiera que puedo
pasarla con ellos.
Por costumbre, me masajeo la pierna con la mano. El dolor es
real, pero lo curioso es que esta noche casi me he olvidado de él. Me
sentía como si fuera un hombre... en lugar de un lisiado.
Más tarde, cuando llego a casa, salgo de la camioneta y entro en
mi apartamento vacío, deseando que las cosas fueran diferentes, pero
sabiendo que nunca podré conseguir lo que de verdad quiero. Y esa es
Abby.

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Capítulo 7
ABBY

Estoy a punto de empezar la clase de comprensión lectora


cuando siento vibrar mi teléfono en el bolsillo. Nunca hablo por
teléfono en el colegio, pero lo tengo a mano en caso de emergencia. Lo
saco del bolsillo e inhalo bruscamente cuando veo el nombre de mi
hermano en el identificador de llamadas. No puedo dejar de contestar.
Se me pasan todas esas ideas locas por la cabeza y sé que si pasa algo
y no contesto, nunca me lo perdonaré.
Presiono el botón de respuesta y me lo acerco a la oreja. —Zach,
espera un segundo. — le digo antes de que pueda decir una palabra.
Luego miro a la clase. —Bien, chicos. Tengo que atender una llamada
importante. Necesito que trabajen en silencio y voy a salir al pasillo.
Algunos brazos se levantan y sé lo que van a preguntar. Señalo
a Julian en primera fila porque su mano fue la primera que vi. —
Julian, tú estás al mando. Por favor, empieza un debate sobre el
capítulo que leímos anoche. Ahora vuelvo, clase.
Salgo por la puerta con confianza, sabiendo que estarán bien
solos. Este año tengo una buena clase. Por supuesto, podría ser que
todavía es el comienzo del año, y todo el mundo está en su mejor
comportamiento, pero si nada más, voy a estar justo afuera. —Zach,
¿estás ahí?
Se ríe entre dientes. —Así que soy una persona muy importante,
¿eh? Ojalá estuviera grabando cuando dijiste eso.
—Har, har, tipo gracioso. ¿Qué haces? ¿Estás bien?
Se aclara la garganta. —Sí, estoy bien. Estoy bien. Solo quería
ver cómo estabas.
Me rasco la pintura desconchada de la uña. —Ya. ¿Por eso
llamas? ¿No es porque te preguntas si he visto a tu mejor amigo o no?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se ríe, y no puedo evitar sonreír al oírlo. Puede que Zach sea
mayor que yo, y sé que de pequeño era como una espina clavada, pero
ahora estamos más unidos que nunca. —Me conoces bien. De
acuerdo, ¿fuiste a ver a Davis?
Agarro el teléfono con más fuerza e intento mantener la voz
uniforme. Zach puede saber que solía estar enamorada de su mejor
amigo, pero no necesita saber que los sentimientos siguen ahí. —Sí,
claro que fui a verlo. Y anoche vino a cenar a casa de papá y mamá.
— Omito la parte en la que vino a mi casa y en la que prácticamente
lo forcé. Se me calienta la cara solo de pensar en cómo le toqué el
pecho anoche en el porche. Obviamente, me dejé llevar. Me llevo las
manos a la cabeza solo de pensar en cómo tuvo que apartar mis manos
de él y alejarse de mí. Mortificada ni siquiera empieza a cubrirlo.
— ¿Estaban mamá y papá emocionados por verlo?
Miro por la ventana de la puerta para ver a mis alumnos, y Julian
está de pie al frente de la clase. Parece que todo el mundo se está
comportando, pero espero a que unos cuantos me vean observándoles
antes de apartarme. — ¿Emocionados? Estaban entusiasmados. Pero
para que lo sepas, mamá está aún más decidida a traerte a casa ahora.
Creo que sus palabras fueron: ‘Ahora solo necesito a mi otro hijo en
casa y tendremos a toda nuestra familia reunida de nuevo’.
—Mierda. — Se queja.
Me río. —Te ama. Echa de menos a su niño.
—Har, har, Abby. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué has estado haciendo?
Pongo los ojos en blanco, no estoy dispuesta a entrar en esta
conversación. —Tendremos que hablar de mi vida en otro momento.
Tengo que volver a clase.
Se queja. —Abby Campbell. Te conozco mejor que nadie.
Podemos hablar de tu vida en unos dos segundos.
— ¿En serio? ¿Eso crees?
Se oye un ruido fuerte al otro lado y luego un portazo. —
Absolutamente. Porque no tienes vida.

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No debería importarme lo que piense, pero por supuesto no voy
a dejarlo pasar. —Tengo una vida. En realidad tengo una vida bastante
ocupada. Te sorprendería la cantidad de actividades que tiene Alexis.
Su tono es aburrido. —Oh, ya lo sé. Tu hija de seis años tiene
más vida que tú. Acéptalo, Abby. Trabajas, sales con nuestros papás
y llevas a tu hija a todas sus cosas, y eso es todo. No sales con tus
amigas.
Lo interrumpo porque, aunque tiene razón en muchas de esas
cosas, tengo amigas. —Sí salgo con mis amigas. Mi club de lectura...
Empieza a cacarear, y el sonido es completamente odioso. —Mi
club de lectura es genial. Nosotras...
Me interrumpe de nuevo, e intento no enojarme. —Lees libros.
Te reúnes con amigas para leer libros.
Vuelvo a mirar en mi clase, y parece que Julian lo tiene
completamente controlado. —Hacemos algo más que leer libros,
muchas gracias. De hecho vamos a salir este viernes por la noche.
— ¿Quieres que llame a Red's Diner para reservarte tu mesa
favorita?
Aprieto los dientes. Sí, el club de lectura se reúne en Red's
bastante a menudo. Hemos probado en The Whiskey Whistler, pero
era demasiado ruidoso. No quiero enojarme, pero lo estoy. Estoy
lidiando con todas estas estúpidas inseguridades, y Zach no está
ayudando. ¿Y si Davis piensa lo mismo de mí? Vaya, ¿a quién quiero
engañar? Probablemente lo piense. —Que sepas que el viernes salgo
con mis amigas al Club.
Se echa a reír, pero se detiene de repente. —No estás bromeando,
¿verdad?
—No, no bromeo. Vamos.
Tartamudea. — ¿Al club? ¿Vas al club? ¿El de Jasper? ¿A ese
club?
Nunca debí haber abierto la boca. Solo lo hice porque se me
estaba metiendo en la piel, pero debería haber mantenido los labios
sellados. Resoplo: —Sí, ESE club. Nuestro club de lectura lleva tiempo
hablando de ir, pero ahora que Natalie y Ally van a tener bebés, hemos

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pensado que deberíamos ir. Por supuesto, Natalie y Ally no van a ir.
Beau y Austin no van a aceptar nada de eso. Pero Olivia, Chloe y yo
iremos. Estaré bien.
Está murmurando y no le encuentro sentido. —Zach, realmente
tengo que irme.
—Sabes que siempre me preocupo por ti. Diablos, ahora
probablemente estaré alucinando el viernes por la noche.
Pongo los ojos en blanco. Lo juro, a veces actúa como si aún
fuera una niña en lugar de una mujer adulta. Pero me siento mal. No
quiero que piense en mí cuando debería preocuparse por sí mismo. Sé
lo que podría pasar si se distrajera en su trabajo. —Bub, por favor, no
te preocupes. Te prometo que estaré bien. La prima de Olivia es
conductora de Uber, nos llevará y nos recogerá. Vigilaré mi bebida y
no iré a ningún lugar sola. Estaré bien, lo prometo.
Se queda callado tanto tiempo que casi creo que ha colgado. —
Zach, ¿estás ahí?
—Sí, estoy aquí. Por favor, ten cuidado, Abbs. Eres la única
hermana que tengo y me has caído bien.
Instantáneamente la emoción brota dentro de mí. Saber lo que
Davis soltó el otro día sobre cómo mi hermano fue el único que salió
físicamente ileso de aquella misión todavía me tiene en ascuas.
Contengo un sollozo. —Sí, lo mismo digo, hermano mayor. Te tengo
un poco de cariño. Cuídate, ¿de acuerdo? Y mamá sigue diciendo que
volverás pronto a casa. Alexis está toda emocionada por ver a su tío.
—Joder, las extraño chicas. De acuerdo, te dejo que vuelvas a
clase. Cuídense. Te quiero, hermanita.
Apenas suelto un —yo también te quiero— y cuelga.
Guardo el teléfono en el bolsillo, respiro hondo y vuelvo al aula.
Me paro junto a mi pupitre y escucho la conversación a mi alrededor.
Están comparando una canción popular con el capítulo del libro de
anoche. Julian me mira y yo me apoyo en mi pupitre. —No, continúa.
Quiero oír esto.
Se gira entusiasmado hacia la clase, y siguen hablando. Mis
pensamientos se desvían hacia Davis y hacia la conversación con mi

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


hermano, pero sé que tengo que concentrarme. Ya he holgazaneado
bastante con mi trabajo hoy, y aunque esta no era la dirección que
pensaba que tomaría la clase de hoy, me alegra verlos pensar
críticamente sobre la historia.
Tendré que pensar en Davis esta noche después de clase,
después de la clase de baile de Alexis y cuando tenga algo de tiempo
para mí. Incluso ahora, solo de pensar en él siento algo raro en el
pecho y un tirón en el bajo vientre. Estos síntomas no son nada nuevo.
Los he sentido siempre que he pensado en Davis, pero quizá ahora
que está aquí, y es evidente que no está interesado en mí, pueda dejar
que esos sentimientos desaparezcan. Puede que tarde un tiempo, pero
siempre puedo intentarlo.

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Capítulo 8
DAVIS

Me duele cada pulgada del cuerpo. Llevo todo el día en la clínica


de rehabilitación. Fui sabiendo que necesitaba desahogarme pero sin
tener ni idea de todo lo que eso conllevaría.
Primero me reuní con la Dra. Kline y pasé una hora hablando de
mis sentimientos y toda esa mierda. Como hombre que siempre ha
guardado las cosas en su interior, esa fue probablemente la parte más
dura de mi día. Después de la terapia, me dirigí a la sala de pesas.
Pensé en levantar algunas pesas, pero cuando vi a Kanan ahí, supe
que mi entrenamiento iba a ser más intenso. Nos empujamos el uno
al otro, y cuando empezamos a entrenar juntos, me encontré
levantando pesos más pesados y haciendo más repeticiones. Estoy
seguro de que éramos un espectáculo. Yo podía hacer pesas pesadas
en brazos y pecho, mientras que Kanan era capaz de hacer pesas
pesadas en piernas. Trabajábamos codo con codo y, aunque ninguno
de los dos hablaba mucho, creo que hacíamos terapia. Al menos,
cuando terminamos y salgo de la clínica empapado en sudor, me
siento bien. Me siento realmente bien.
Saco el teléfono del bolso y miro la pantalla mientras me dirijo a
mi camioneta. Tengo cinco llamadas perdidas de Zach. Compruebo
mis mensajes de texto y, efectivamente, también hay algunos suyos.

¡Hola! Llámame.

¿En serio, hombre? No puedes dormir toda tu vida. Levántate.

¿Debería preocuparme? Ahora es por la tarde y sé que tu culo está levantado.


¿Dónde estás?

Será mejor que llames pronto o haré que mi papá venga y traiga sus tarjetas
Euchre.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me río a carcajadas. Zach, su papá y yo hemos pasado horas y
horas jugando al Euchre, y el hombre es letal. Es mucho más
competitivo cuando se trata de su juego de cartas favorito.
Presiono el botón del teléfono y llamo a Zach.
Cuando contesta, ni siquiera me saluda. —Por fin. ¿Dónde
demonios estabas? Creía que iba a tener que poner una denuncia por
desaparición o algo así.
—Zach. Son literalmente las tres de la tarde. ¿Qué pasa?
— ¿Dónde has estado? — pregunta.
Aparto el teléfono de mi cara y lo miro. En todo el tiempo que
hace que conozco a Zach, nunca ha estado pendiente de lo que hago.
A menos que... —Mierda, hombre, si crees que me drogo, no es así.
Tuve terapia esta mañana, y he estado en el gimnasio durante horas.
Acabo de salir del centro de rehabilitación.
—Joder, hombre, no pensaba que te habías estado drogando.
Me río porque no le creo. —Claro... ¿Por eso me has mandado
mil mensajes y me has llamado? ¿Quieres que crea que solo querías
charlar?
Suelta un suspiro. —De acuerdo, mira, esta mañana he hablado
con mi hermana y me ha asustado un poco. Y luego, cuando no pude
localizarte, pensé que te habías ido de la ciudad y que habías superado
la vida de pueblerino.
Me detengo junto a mi camioneta y me apoyo en ella. — ¿Y Abby?
Aguanto la respiración esperando su respuesta. ¿Está enojado
porque he pasado tiempo con su hermana? ¿Sabe lo que pienso de
ella?
La voz de Zach está llena de frustración. —Mierda, lo siento,
hombre. Ni siquiera estoy pensando bien. ¿Qué tal la terapia? ¿Te va
bien?
Ignoro su pregunta y hago la mía. — ¿Qué quieres decir con que
tu hermana te asustó?

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Probablemente no debería actuar interesado, pero
automáticamente estoy pensando lo peor. ¿Le ha pasado algo a Abby?
¿A Alexis?
Suspira por el teléfono. —Creía que ibas a vigilar a mi hermana.
Golpeo el lateral de la camioneta con el puño. —Zach, ¿qué
demonios le ha pasado a Abby?
Respira hondo. —Nada. Quiero decir nada todavía. Quién sabe
lo que le pasará el viernes. Quiero decir que puede pasar cualquier
cosa...
— ¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué pasará el viernes?
—Te lo digo, sé que es una adulta, y sé que puede cuidar de sí
misma. Normalmente puede valerse por sí misma, pero... sigue siendo
mi hermana pequeña.
Le interrumpí. — Deja de divagar, Campbell. Voy a preguntar de
nuevo. ¿Qué. Está. Pasando. El. Viernes?
Lo suelta de un tirón. —Va a ir al Club.
Pienso en Whiskey Run e intento recordar si he visto un club de
baile o algo así aquí. No recuerdo haber visto ninguno. — ¿Qué club?
Estoy a punto de decirle que no creo que sea gran cosa. Si es en
Whiskey Run, estoy seguro de que estará bien.
—Hermano, no lo entiendes. Va al CLUB. Es un... mierda, odio
decirlo... un club de sexo.
Me levanto a mi altura completa, empujando lejos del lado de mi
camioneta. — ¿Qué demonios? ¿Va a un club de sexo? ¿Estás
seguro?— Le pregunto porque no puedo imaginarme a la dulce Abby
yendo a un club de sexo. ¿Y qué significa eso exactamente? — ¿Qué
clase de club sexual es este? Quiero decir, demonios, ¿es siquiera legal
aquí en Whiskey Run? No puedo imaginar que los lugareños soporten
ese tipo de cosas.
Estoy seguro de que se equivoca. Abby no va a ir a un club de
sexo. ¿Por qué iría?
Zach empieza a divagar y agarro el teléfono con fuerza,
intentando concentrarme en lo que dice. —El Club está en Jasper. En

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el centro de Jasper. Solo se puede ir con invitación, y es un lugar para
que la gente explore sus fantasías sexuales. Desde que me dijo que iba
a ir, he hecho todo tipo de investigaciones, y no he encontrado ninguna
crítica negativa, pero Davis, ya conoces a mi hermana. No pertenece a
un lugar como ese.
Me paso la mano por la barbilla. No voy a mencionarle que ahora
mismo estoy medio duro pensando en Abby explorando sus fantasías
sexuales. Me aclaro la garganta mientras la culpa me invade. —No
tiene sentido. ¿Por qué te diría que va a ir ahí? A lo mejor lo dijo solo
para sacarte de quicio. Quiero decir, tenía que saber cómo
reaccionarías. ¿Por qué te diría eso?
Ya estoy medio convencido de que es imposible que vaya a un
club sexual cuando Zach suelta la bomba. —Es culpa mía. Sé que lo
es. Maldita sea, me estaba burlando de ella por no tener vida, y me
dijo que ella y las chicas de su club de lectura habían estado
planeando una visita al club.
Me paso la mano por el pelo. Ahora empieza a tener sentido. Sí,
un club sexual no me suena mucho a Abby, pero también es obvio que
está un poco insegura de la vida que se ha construido. —No te
preocupes. Yo me encargo. — le digo.
Cuando le digo eso, debería bastar. Y en la mayoría de los casos
lo sería, pero tengo que recordar que estamos hablando de su hermana
pequeña. Parece inquieto. — ¿Qué significa eso de que te encargarás
de ello?
—Que me encargaré de ello.
Zach empieza a dar vueltas y finalmente lo suelta. —Davis, no
podemos no dejarla ir.
Pongo mi teléfono en el capó de mi camioneta y presiono el botón
del altavoz. — ¿Qué demonios quieres decir con que no podemos no
dejar que vaya? Creía que me habías llamado para eso. No quieres que
tu hermana vaya, así que no irá. — No incluyo la parte en la que yo
tampoco quiero que vaya.
Silencio otra vez.
—Zach, dilo.

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Su voz es ronca. —Si impides que vaya, nunca me lo perdonará.
La avergonzaría delante de sus amigas y, sinceramente, necesita tener
una vida propia.
Cuando empieza a dar marcha atrás, mi corazón se acelera. De
ninguna manera voy a quedarme de brazos cruzados mientras Abby
va a una especie de club sexual. —De acuerdo, entonces iré. ¿Cuándo
va a ir? El viernes por la noche, ¿no? Ahí estaré.
Puedo oír la sorpresa en su voz. — ¿Tú? ¿Vas a ir a un club de
sexo?
Ya estoy tenso solo de pensarlo. No es que sea mi tipo de cosa,
al menos no lo creo, pero nunca he estado en uno antes. —Sí, ¿qué
otra opción tengo? Tu hermana va a ir a un club donde seguro que
hay algún cabrón cachondo que cree que tiene una oportunidad. Voy
a cerrar esa mierda.
—Uhhhh... — empieza, pero lo interrumpo.
—Sé que necesita salir y pasarlo bien, pero de ninguna manera
debería estar bebiendo en un sitio así. No sin alguien que la vigile. Así
que sí, voy al puto club sexual.
—Uh, Davis, ¿recuerdas que dije que no quería avergonzarla
delante de sus amigas? No quiero que mi hermana me odie.
—No voy a avergonzarla. — le digo, pero es obvio que no me cree.
—No sé nada de esto. Abby es inteligente, y dijo que tienen un
conductor designado. Quizá debería confiar en que va a estar bien.
Me inclino más cerca de mi teléfono, cruzando los brazos y
apoyándome en el capó. —A la mierda con eso, hombre. Tú estás ahí
y yo aquí. Sí, Abby es lista, pero va a haber todo tipo de imbéciles ahí.
Voy, y no hay más que hablar.
Zach estalla en una carcajada. — ¿Imbéciles?
Ahora estoy enojado y no estoy de humor para reírme. —Sí,
imbéciles. Ya sabes, esos imbécil que piensan que solo porque ella está
ahí, está dispuesta a todo. Imbéciles.

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Finalmente, obtengo la aprobación de Zach. —Bien. Te
agradezco que hagas esto. Sé que tienes mejores cosas que hacer que
cuidar de mi hermanita...
—Olvídalo. No es para tanto. Entonces, ¿cuándo vuelves a casa?
Cambio de tema porque no quiero seguir hablando de esto. Estoy
así de cerca de decirle a mi mejor amigo que quiero a su hermanita, y
sé que esa no es una conversación para tener por teléfono.
—Pronto. Pero no se lo digas a mi mamá ni a mi hermana. No
quiero decepcionarlas si no funciona.
Hablamos unos minutos más y, cuando nos despedimos,
presiono el botón de finalización del teléfono y empiezo a caminar de
un lado a otro delante de la camioneta. Ya he hecho ejercicio durante
horas, pero ahora siento que podría hacer más. Con la adrenalina
corriendo por mis venas, cojo el móvil y la bolsa y vuelvo a las
instalaciones porque el saco de boxeo me está llamando. Tengo que
desahogarme de una forma u otra, y sé exactamente cómo voy a
hacerlo. Voy a actuar como si el saco fuera cualquier imbécil que sé
que va a estar mirando a Abby el viernes por la noche. Joder, ¿cómo
demonios voy a sobrevivir a esto?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 9
ABBY

—No voy a ir.


Eso es lo que digo en cuanto abro la puerta el viernes por la
noche y me encuentro a Chloe, Olivia y Jessie de pie en el porche de
mi casa.
Jessie se gira hacia Olivia. —Pero me sigues pagando. Ya me
reservaste para toda la noche. No puedes cancelarlo ahora.
Olivia ignora a su prima y se abre paso hasta mi puerta. —Oh,
vas a ir. Ally y Natalie ya se marcharon. Nos vamos las tres.
Jessie resopla. — ¿Qué soy yo? ¿Picadillo? Quieres decir
nosotras cuatro.
Olivia pone los ojos en blanco. —No tienes edad para entrar.
Además, la tía Julia me mataría si te llevara ahí. Nos vas a dejar.
Jessie se aparta el pelo largo del hombro. — ¿Y luego qué? ¿Me
quedo sentada en el coche toda la noche? ¿De verdad? ¿Por qué me
dijiste que me arreglara?
Olivia la fulmina con la mirada. —Jessie, eres una conductora
de Uber. Eso es lo que hacen los conductores.
Jessie cruza los brazos sobre el pecho y mira fijamente a su
prima.
Olivia sacude la cabeza y sonríe. —Bien, se suponía que era una
sorpresa. Tú nos vas a dejar, pero Eric te va a llevar a cenar tarde al
sitio elegante de al lado. — Jessie empieza a brincar emocionada al oír
que su novio la va a llevar fuera, y Olivia la agarra por los hombros.
—Pero sigues siendo nuestra conductora designada. Tienes que
llevarnos a casa.
Chilla. —Prometido. ¿Cómo se llama el restaurante? Voy a
buscarlo. ¿Me hago la sorprendida con Eric?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Olivia señala el salón. —Sí, es una sorpresa, así que hazte la
sorprendida. Se llama Seasons 105. Ahora, ¿puedes sentarte para que
pueda ayudar a mi chica en su pequeña crisis?
Jessie me mira, asiente, y luego entra en la sala de estar.
Ahora que tanto Chloe como Olivia me miran fijamente, estoy a
punto de explicarme cuando Chloe dice: —No voy si tú no vas.
Olivia nos pone las manos en los hombros a cada una. —Chicas,
van a ir las dos. — Me mira con mis pantalones cortos y mi camiseta.
—Pero definitivamente no puedes llevar eso.
Tiro del dobladillo de mis pantalones cortos. —Puedo llevar esto
porque no voy a ir. No es buena idea, Olivia. Soy profesora. ¿Y si veo
a alguien que conozco ahí?
Me empuja por el pasillo. — ¿Está Alexis en casa de Brenda y
Rick?
Asiento mientras piso con los pies hacia mi dormitorio. —Sí, la
han recogido hace un rato.
Olivia no deja de empujarme hasta que estoy delante de mi
armario. —Bien. Aunque me hubiera gustado verla, sé que no necesita
oírme la boca. Piensa en lo que acabas de decir. ¿Si ves a alguien que
conoces ahí? Eso significa que ambos están ahí... en un club de sexo.
Va a ser incómodo para ellos también, ¿y crees que van a volver al
puto PTO y decirles que te vieron en El Club? — Me gira por los
hombros para que la mire. —No, claro que no. Ahora mira. Vas a ir.
Vamos a ir todas. Hemos hablado de esto desde que abrió el año
pasado, y lo estamos haciendo. Vamos a ver de qué va y luego nos
vamos.
Aprieto los labios y miro a Chloe. Sonríe suavemente y asiente,
y aunque me da un poco de miedo, sé que me arrepentiré si me echo
atrás ahora. —Bien. ¿Qué me voy a poner? Por cierto, están muy
guapas.
Las dos llevan vestidos cortos con tirantes finos. Están
preciosas, y de todas formas no sé por qué me preocupo. Si voy con
ellas, nadie me va a mirar. —Pensaba ponerme los pantalones negros
de vestir y mi camisa blanca abotonada. — Saco los pantalones y la
camisa del armario y los pongo delante de mí. — ¿Qué te parece?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Chloe me mira con el ceño fruncido y Olivia gime antes de
quitarme la ropa de la mano. Me empuja a un lado y vuelve a meter la
ropa en el armario. Empuja la ropa con agresividad mientras
murmura para sí misma. Chloe y yo nos miramos y sonreímos. Así es
Olivia. Es atrevida y directa. Nunca tienes que preguntarte a qué
atenerte con ella porque seguro que te lo dice, pero también es una de
esas personas que, si le gustas, haría cualquier cosa por ti. Incluso
darte la camisa que lleva puesta.
Me aclaro la garganta. —De acuerdo, Olivia, ¿qué me sugieres
que me ponga?
Se gira y me mira. —Espera un momento. Ahora vuelvo.
Sale de la habitación y miro a Chloe. — ¿Adónde va?
Chloe se mueve de un lado a otro, parece incómoda. —Ha traído
una bolsa.
— ¿Una bolsa? ¿Cómo que una bolsa?
Levanta los hombros encogiéndose de hombros. —Una bolsa
llena de maquillaje, ropa, estoy segura de que incluso vi una peluca
ahí.
Me quedo con la boca abierta. —No llevo peluca.
Oigo un portazo y Olivia entra en el dormitorio mientras repito
lo que le dije a Chloe. —No llevo peluca.
Le hace una mueca a Chloe. —Soplona.
Olivia deja caer la bolsa sobre la cama y se pone la ropa sobre el
brazo, junto a la bolsa. Empieza a sacar cosas. Hay maquillaje,
rizadores y sí, incluso pelucas.
Coge el primer vestido y me lo enseña. —No.
Luego el siguiente. —No.
Luego pone el tercero delante de mí y hace una pausa mientras
me mira de arriba abajo. —Perfecto.
—Es rojo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Asiente y pone los ojos en blanco. —Sí, ya lo sé. Y el rojo quedará
perfecto con tu pelo oscuro, tus ojos verdes y tu tez aceitunada. Ve a
ponértelo.
Cojo el vestido, aun sujetándolo hacia mí, y me giro para
mirarme en el espejo. No se equivoca; el rojo resalta el color de mi pelo
y de mis ojos. —Pero no me llega a las rodillas.
—Caramba, espero que no. — dice mientras me da una palmada
en el culo. —Vamos, vístete. Tengo que peinarte y maquillarte.
Empiezo a caminar hacia el baño. —De acuerdo, pero no voy a
llevar peluca.
—Las pelucas son mías. Me gusta mantener a la gente
adivinando. Ahora vete, prepárate para que podamos irnos. Estoy lista
para ponerme como una fiera.
Me río mientras cierro la puerta y empiezo a desvestirme. He
estado a punto de disuadirme mil veces esta semana, pero no parece
que Olivia vaya a dejarme echarme atrás.
Me pongo el vestido dispuesta a odiarlo. Sí, el color es bueno,
pero estaba segura de que me quedaría demasiado ajustado o de que
enseñaría todos los bultos y protuberancias que tengo. Me giro de lado
a lado y luego de atrás hacia delante. Me veo... bien. El cuello es un
poco escotado, pero nada del otro mundo. El corpiño me llega hasta la
cintura y luego se ensancha. Esponjo la falda corta y me río mientras
doy una pequeña vuelta.
—Ven aquí, Cenicienta.
Respiro hondo y abro la puerta antes de agachar la cabeza. —De
acuerdo, voy a decirlo. — Tanto Olivia como Chloe me miran
expectantes. Salgo por la puerta y me señalo. —Quiero decir, tengo
buen aspecto. ¿Verdad?
Las dos jadean y me rodean.
—Es perfecto. Estás guapísima. — exclama Chloe, aplaudiendo.
Olivia asiente. —Es perfecto. Ahora siéntate y deja que te peine
y te maquille.
Extiendo la mano para detenerla. —Nada loco, Olivia.

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Ladea la cadera y pone el puño ahí. — ¿En serio? Sabes que me
gano la vida así, ¿verdad? — Coge un cepillo y empieza a pasármelo
por el pelo. Puedo sentir dolor cuando ella tira de él, y sé que será
mejor que suavice las cosas, o me va a doler. —Tienes razón.
Perdóname. Eres una maestra con el peinado y el maquillaje.
Le sonrío, y se detiene a medio cepillar y me mira fijamente. —Y
en moda, obviamente.
Intento disimular mi sonrisa. —Por supuesto, y la moda
también.
Satisfecha, asiente y vuelve a peinarme. Chloe se sienta en la
cama y mira el móvil. Oigo a Jessie en el salón, hablando por teléfono,
y Olivia está callada mientras me riza el pelo. Perdida en mis propios
pensamientos, empiezo a pensar en Davis y me pregunto qué estará
haciendo esta noche. No le he visto desde el domingo y estoy un poco
decepcionada. Había dicho que vendría esta semana y, a medida que
pasaban las noches, no podía evitar preguntarme qué estaría haciendo
y cómo se sentiría.
Respiro hondo y suelto el aire lentamente. Tengo que dejar de
pensar en él porque he pasado más tiempo haciéndolo de lo que
probablemente debería.
— ¿A qué viene ese suspiro? — me pregunta Olivia.
En lugar de contestar, le pregunto: — ¿Ya casi has terminado?
Tenemos que llegar, ¿no?
Me da un golpecito en el hombro con el cepillo. —No puedes
apresurar mi trabajo.
Deja el pincel a un lado y se coloca delante de mí. —Preciosa. No
necesitas mucho maquillaje. Voy a pintarme los labios de rojo y a
ponerme máscara de pestañas.
Con su comentario metido en la cabeza, frunzo los labios
mientras ella hace lo suyo. Puede que esta noche esté pensando en
Davis, pero nadie más tiene por qué saberlo. Me lo voy a pasar bien,
de una forma u otra.

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Capítulo 10
DAVIS

Me siento en la esquina de la zona del bar, y mis ojos están


pegados a la puerta principal. Zach no sabía a qué hora iba a venir
Abby esta noche, así que llevo aquí desde que abrieron las puertas. La
camarera me miraba mal cuando me tomé el mismo refresco durante
la primera hora que estuve aquí. Se acerca a mí de nuevo con una
mirada firme. —Oye, Lo siento, pero mi jefe me va a dar una mierda si
no estás bebiendo. Hay un mínimo de dos copas...
Su voz se entrecorta y sus ojos no se cruzan con los míos. Estoy
seguro de que es porque soy un tipo grande con un aspecto tosco. Me
levanto un poco y saco la cartera del bolsillo trasero. La abro y saco
un billete de cien dólares. —No bebo, pero pagaré las bebidas. El resto
es para ti si me dejas sentarme aquí un rato.
Abre los ojos y asiente. Cuando me quita el billete de la mano,
se lo mete en el delantal. —Quédate todo el tiempo que quieras. —
Empieza a alejarse, pero se detiene. — ¿Has estado aquí antes?
Niego y asiente. —Bien, has encontrado la zona del bar. El resto
del club es donde está la acción. — Señala una carpeta con menús
que hay en el centro de la mesa. —Ahí hay un menú que habla de cada
zona y de lo que puedes encontrar en cada sitio. Si tienes alguna
pregunta, hazme señas.
Gruño: —Gracias.
Asiente. —Me aseguraré de que tu refresco siga lleno. Si
necesitas algo más, llámame.
—Gracias. — repito.
Vuelvo a mirar a la puerta antes de que se vaya. El Club no es lo
que esperaba. Probablemente sea prejuicioso por mi parte, pero
esperaba ver cuerpos desnudos por todas partes, decoraciones de
terciopelo de mal gusto y olor a sexo y malas decisiones.

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En primer lugar, tuve que trabajar toda la semana para
conseguir siquiera una invitación. Cuando todo lo demás falló y estaba
completamente desesperado, me puse en contacto con Walker. Es muy
conocido en Whiskey Run y Jasper. No se sintió cómodo
consiguiéndome una invitación hasta que le dije por qué quería una.
Pero incluso entonces, El Club tuvo que hacer una verificación de
antecedentes, y tuve que firmar un acuerdo de confidencialidad. Hubo
más papeleo cuando llegué, y tuve que dejar mi teléfono en un casillero
en la entrada.
La zona del bar está limpia, y todo es negro y dorado de alta
gama con enormes lámparas de araña colgando del techo. Cruzo los
brazos sobre el pecho y entrecierro los ojos en la habitación más
oscura, esperando ver a Abby entrar por la puerta principal.
Parece que llevo aquí sentado una eternidad cuando por fin
entra. Me quedo con la boca abierta cuando la veo con el ajustado
vestido rojo que acentúa sus curvas. Se ríe de algo que dice una de
sus amigas y se quita el pelo largo del hombro. Es impresionante.
Estoy al borde del asiento, dispuesto a levantarme y seguirla
adonde vaya, pero me relajo cuando se sienta al otro lado de la
habitación. Mira a su alrededor y espero que sus ojos se posen en mí,
pero no lo hacen. Quería pasar desapercibido, al menos ese era el plan,
pero ahora quiero que sus ojos se fijen en mí y solo en mí.
La camarera se acerca a su mesa y veo cómo Abby escucha su
perorata. Habla y ríe, y me gustaría estar más cerca para poder oírla.
Cuanto más tiempo paso aquí sentado, más cómodo me siento.
A lo mejor no piensa ir a ninguna de las habitaciones. Sería estupendo
que se quedara aquí sentada toda la noche.
No le quito los ojos de encima, y es entonces cuando me fijo en
tres hombres que revolotean junto a una mesa cercana. Una mujer
que está con Abby hace señas a los hombres para que se acerquen, y
yo vuelvo a ponerme tenso, echando la silla hacia atrás, dispuesto a ir
a verla si me necesita.
Todos están hablando, y mis ojos están pegados a Abby. En
cuanto aparece el ceño fruncido en su cara, me pongo en marcha. Mi
cojera es exagerada después de los entrenamientos que he tenido esta
semana, pero no voy a dejar que me frene. No tengo ni idea de lo que

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voy a decir porque me dije a mí mismo que iba a mantener una
distancia prudencial, pero quiero que se sienta segura. Ahora mismo,
eso es lo importante.
Cuando me acerco, oigo reír a la mujer pelirroja. —Lo siento
cariño, no nos interesa. Estamos aquí para pasarlo bien.
Uno de los chicos se acerca a ella. —Oh, no te preocupes.
Podemos hacerte pasar un buen rato.
—De nuevo, no nos interesa.
El hombre empieza a decir algo cuando me detengo junto a los
tres tipos, poniéndome entre ellos y Abby. —Ella dijo que no están
interesados. Sigue adelante.
El tipo se gira hacia mí, y cuando tiene que inclinar la cabeza
hacia atrás para mirarme, lo miro con una mueca. Amplío mi postura
para estar preparado en caso de que él y sus amigos se pongan tontos,
pero empiezan a retroceder lentamente.
Me giro hacia Abby y se queda con la boca abierta. — ¿Davis?
¿Qué haces aquí?
— ¡Davis! ¿El amigo de Zach? ¿Ese Davis?
Ignoro a su amiga, y Abby también. Señala a las otras dos
mujeres. —Estas son Olivia y Chloe. Chicas, este es Davis. El mejor
amigo de mi hermano.
—Vaya, vaya, vaya. — dice la pelirroja.
—Hola. — les gruño y vuelvo a dirigir la mirada a Abby. — ¿Estás
bien?
Asiente, y la que se llama Chloe dice: —Oye, Abby, Olivia y yo
vamos a dar una vuelta. ¿Estás bien aquí o quieres venir con
nosotras?
Mira a sus amigas y vuelve a mirarme a mí. —Voy a quedarme
aquí un momento.
Sus amigas cogen sus bebidas y se ríen mientras se alejan. Le
hago un gesto con la cabeza a Abby. — ¿Te importa si me siento?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me señala la silla y la acerco a ella antes de sentarme. —No me
has contestado. ¿Estás bien?
La confusión llena su cara. — ¿Que si estoy bien? Sí, estoy bien.
¿Qué haces aquí, Davis?
Me inclino sobre la mesa. —No te enojes.
De repente, la expresión de su cara decae. —Zach. — Se lleva la
mano a la frente y sacude la cabeza. — ¡Claro que sí! Zach te envió
aquí. — Se echa hacia atrás en su asiento, poniendo distancia entre
nosotros. —Bueno, puedes irte. Soy una mujer adulta y no necesito
que mi hermano —o su mejor amigo— me vigile como si fuera una
niña o algo así. Dios mío, estoy tan mortificada.
Le tiendo la mano y retrocede bruscamente. Dejo caer la mano
sobre la mesa mientras le suplico. —No te enojes. No es eso. Créeme,
sé que eres una mujer adulta. Solo quería asegurarme de que estabas
bien. No sabía nada de este lugar, y es imposible que me hubiera
mantenido alejado sabiendo que estabas aquí.
Cruza los brazos sobre el pecho y odio ver el dolor en su rostro.
—Lo siento, Davis. Siento que Zach te haya involucrado. Hablaré con
él y me aseguraré de que entienda que no debería haber hecho esto.
No soy tu responsabilidad.
Acerco mi silla a ella y esta vez no se aparta. —Abby, ¿quieres
escucharme? Y si aún quieres que me vaya, lo haré.
Como no responde, le suplico. — ¿Por favor?
Asiente y cojo la mano que tiene pegada al pecho y la sostengo
entre las dos mías. —Sí, Zach me dijo que vendrías esta noche, pero
no me pidió que viniera. Cuando me dijo que ibas a estar aquí, le dije
que también vendría. Dijo que no quería que te avergonzara, y le
prometí que no lo haría, pero tenía que venir. No podía quedarme
fuera.
Exhala un suspiro y sacude la cabeza. Le rozo la muñeca con el
pulgar. No debería tocarla, pero la tentación es demasiado difícil de
resistir. —Sí, soy el mejor amigo de tu hermano y haría cualquier cosa
por él. Pero estoy aquí por ti. Necesitaba saber que estás bien.

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Su rostro se suaviza y parpadea. Aprieto un poco más su mano,
esperando que me dé la respuesta que quiero. —Ahora puedo irme si
eso es lo que quieres que haga, pero me gustaría quedarme contigo.
— Levanto una mano. —Pero no interferiré en nada de lo que quieras
hacer. Solo quiero asegurarme de que llegas bien a casa.
Niega. —Davis, sé que tienes otras cosas que hacer...
La interrumpo. —Quiero estar aquí.
Mira alrededor de la habitación que empieza a llenarse. — ¿Esto
es lo tuyo?
Me inclino hacia ella. —Nunca he estado en un lugar así, pero si
me dejas, quizá podamos explorarlo juntos.
Su voz está cargada de emoción. — ¿Qué tienes en mente?
Cojo el menú de la mesa, lo abro y lo dejo sobre la mesa delante
de ella. —Echa un vistazo. ¿Te interesa algo de esto?
Mira el menú y luego me mira a mí. —Disculpe, Sr. Jones. ¿Me
está preguntando qué tipo de fantasías sexuales tengo?
Todo mi cuerpo se calienta. Me gustaría sacarla de aquí y
quedarme a solas con ella mientras explora esas fantasías, pero sé que
no es posible. En lugar de responderle, señalo el libro. —Elige algo.

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Capítulo 11
ABBY

Miro fijamente las páginas blancas con letras negras. Las


palabras están borrosas porque solo puedo pensar en estar sentada
tan cerca de Davis con mi mano entre las suyas. ¿Se da cuenta de que
sigue tomando la mía y frotándome la muñeca con el pulgar? Aquí no
hace frío, pero se me pone la carne de gallina y tiemblo.
— ¿Estás bien? — me pregunta.
Asiento y me concentro en el libro. — Velvet Room.
Cuando levanto los ojos hacia los suyos, vuelvo a decirle: —Voy
a ir al Velvet Room.
Retiro mi mano de la suya y empiezo a levantarme, y él también
lo hace. — ¿Te importa si voy contigo?
Empiezo a hablar y él tiene que inclinarse para oírme. —Ni
siquiera sabes lo que es Velvet Room... quizá no sea lo tuyo.
Se pasa la mano por el vientre plano. Siempre tiene buen
aspecto, pero esta noche lleva vaqueros negros y una camisa negra
abotonada de manga larga, lo que le da un aspecto aún más misterioso
y varonil. — ¿Crees que no me va a gustar?
Me encojo de hombros. —No estoy segura.
Suelta un suspiro. —Me gustaría ir contigo.
Me doy la vuelta para alejarme y descubro con satisfacción que
está esperando a que le pida que me acompañe. Una vez que me he
alejado unos pasos, me giro para mirarlo. — ¿Vienes?
Camina hacia mí e ignoro el paso inseguro de su andar. Sé que
no quiere mi compasión. Me adelanto, siguiendo las señales. Hay
alguien delante de la puerta y nos detiene. —Bienvenidos a Velvet
Room. Pedimos silencio absoluto ahí adentro. Pueden observar a la

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pareja, pero no pueden tocarla. — Se ríe. —Es decir, pueden tocarse
entre ustedes, pero no a los artistas.
Siento la mano de Davis en la parte baja de mi espalda y, cuando
la mujer abre la puerta, me guía hacia la habitación a oscuras. Casi
tropiezo con alguien y Davis tira de mí contra él. Nos hace pasar y se
detiene cuando estamos de pie junto a la enorme cama del centro de
la habitación. Hay una cuerda alrededor de la cama para que la gente
sepa lo cerca que puede estar. Sé que los ojos se me van a salir de las
órbitas cuando la pareja se sienta en la cama, completamente vestida,
besándose.
Davis me pone la mano en la barbilla y me levanta la cabeza para
que lo mire. — ¿Estás bien? — me susurra.
Asiento y me suelta la cara. Cuando empieza a moverse, le agarro
la mano.
Aprieta la mía y se coloca detrás de mí, acercándome la espalda
a su pecho. Debería soltarlo, pero me reconforta tener mi mano entre
las suyas.
Me giro hacia la pareja que tenemos delante y lo único que puedo
hacer es mirar fijamente. Cuando la voz del hombre se oye fuerte en
la habitación, me sobresalto. —Quítate la ropa. Quiero verte.
Mis pezones se fruncen ante la orden en la voz del desconocido.
La mujer es de talla grande, y espero vacilaciones o inseguridad,
pero no veo ninguna. No hay duda de que el hombre la encuentra
atractiva. No puede apartar los ojos de ella. Observo cómo la mujer se
desnuda, y no para hasta que está completamente desnuda. Miro
alrededor de la habitación y, aunque está oscuro, todos los ojos se
centran en la pareja. —Date la vuelta. Quiero ver todo de ti. — dice el
hombre, y vuelvo a mirar a la pareja.
La mujer le da la espalda al hombre, y lo que me sorprende es la
sonrisa de su cara. Está disfrutando. Toda la gente de la abarrotada
sala la mira a ella y a la forma en que inclina la cabeza, echa los
hombros hacia atrás y se comporta. Está segura de sí misma y es sexy.
No me doy cuenta de que lo estoy haciendo, pero me inclino
hacia Davis y sus brazos me rodean, sus dedos se enganchan bajo mis
pechos. Se inclina y me susurra al oído: — ¿Te parece bien?

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Giro ligeramente la cabeza y estoy tan cerca que podría apretar
mis labios contra los suyos, pero no lo hago. —Sí. — murmuro.
Me acurruco en él y sus manos me rodean con fuerza. Su dureza
me aprieta la espalda. Me muevo de un pie a otro, y es entonces
cuando lo siento. Me paralizo y siento que Davis hace lo mismo detrás
de mí. ¿Es lo que creo que es?
Tengo que saberlo. Me muevo de nuevo, arqueando la espalda,
presionando el culo hacia fuera y, efectivamente, noto la dura longitud
de Davis apretada contra mi espalda baja. Ahora que lo siento, no
puedo dejar de sentirlo. Davis no me acerca más, pero tampoco me
aparta.
El hombre que tenemos delante se levanta y apoya la mano en
el hombro de la mujer. Le pasa los dedos por la clavícula, y respiro
cuando pasan por la piel sensible junto a su pecho, pero sin llegar a
tocarla. Veo su reacción física por la forma en que su cuerpo se
estremece. Le pasa la mano por la cintura y le agarra las caderas. —
Bésame, querida.
Empiezo a respirar entrecortadamente mientras la pareja se
besa. Empieza como una progresión lenta, pero luego él prácticamente
la consume. Es como si no tuviera suficiente. Sus manos están por
todas partes, adorándola.
Cuando se mueven a la cama, puedo sentir el calor de todo mi
cuerpo. Observarlos no se parece a nada que haya hecho antes.
Intento controlar la respiración y, cuando el calor no disminuye, casi
subo la mano para abanicarme, pero la suelto al instante porque no
quiero llamar la atención. El hombre tumba a la mujer boca arriba, le
separa los muslos y se inclina para besarla entre las piernas. Es
demasiado; todo esto es demasiado. Me doy la vuelta en brazos de
Davis, que se inclina al instante y me mira con cara de preocupación.
Tiro de la parte delantera de su camisa. — ¿Puedes sacarme de
aquí?
No lo duda. Me toma de la mano y nos lleva a la salida. Una vez
en el pasillo, me atrae hacia él y me pone una mano a cada lado de la
cara. — ¿Estás bien, Abby? Háblame.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Asiento. —Sí, vaya, qué vergüenza. Empecé a tener mucho calor
y pensé que me iba a desmayar. Lo siento. Si quieres volver ahí
adentro, puedo esperarte aquí.
Pasan unas cuantas personas y él se acerca a mí. —No voy a
dejarte.
Respiro hondo, intentando inhalar aire en los pulmones. Su
mano pesa mientras me frota la espalda de arriba abajo.
Respiro hondo y cuento hasta diez. Cuando me siento un poco
más tranquila, le pregunto: — ¿Crees que puedes llevarme a casa? —
Antes de que me responda, continúo: —Quiero decir, puedo
preguntarle a Olivia, pero no quiero que ella y Chloe se vayan a dormir
temprano solo por mí.
Me toma de la mano y empieza a caminar por el pasillo. No se
detiene hasta que hemos bajado las escaleras y estamos de pie junto
al casillero. Saca su teléfono de una de ellas y le entrega la llave al
encargado. Me tiende la mano y le pongo la llave en la palma.
Después de mirar el número, camina por el pasillo, saca mi
teléfono y también entrega la llave.
Después de entregarme el teléfono, me dice: — ¿Quieres
enviarles un mensaje de texto por si también están listas?
Señalo los casilleros. —No, sus teléfonos están ahí. Llamaré a
Jessie. Es la prima de Olivia y conduce para nosotras esta noche.
La llamo y le explico que me llevan a casa. Después de un
comentario del tipo —Ooh, chica, tómalo. — cuelgo con la cara
encendida.
— ¿Estás bien?— me pregunta Davis. Parece preocupado, y
asiento rápidamente para asegurárselo.
—Sí, estoy lista.
Me lleva hasta su camioneta y me ayuda a subir.
No es hasta que estamos a medio camino de Whiskey Run
cuando me pregunta: — ¿Vas a contarme lo que pasó ahí?
Me giro en el asiento. —Te dije que me acaloré demasiado.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me mira fijamente. —Así que supongo que El Club no es lo tuyo,
¿eh?
—En realidad, lo disfruté mucho. — Abre la boca, pero lo
detengo. —Entiendo por qué crees que no, pero sí lo hice. Lo estaba
disfrutando, pero me alegro de habernos ido cuando lo hicimos.
Me mira con curiosidad. — ¿Por qué? —Sus manos se tensan
sobre el volante y su mandíbula se aprieta. —Si te gustó, ¿por qué
querías irte? ¿Te he incomodado?
Estoy a punto de tomarlo del brazo para tranquilizarlo, pero dejo
caer la mano sobre la consola que nos separa. —No me has
incomodado en absoluto. En todo caso, me sentí más a gusto contigo.
Asiente, con los ojos fijos en la carretera. —Pero... — empieza y
luego se detiene.
Espero a que continúe, pero como no lo hace, le pregunto: —
¿Qué pasa? ¿Qué ibas a decir?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 12
DAVIS

Conducimos por la recta entre Jasper y Whiskey Run. Giro la


cabeza para mirar a Abby. Tiene los ojos muy abiertos mientras me
mira fijamente, y todavía estoy tratando de entender lo que pasó ahí.
No estaba sufriendo un ataque de pánico; he visto muchos, y ése no
lo era.
No debería preguntar, pero no puedo contenerme. — ¿Qué te ha
gustado?
Baja la mirada y juguetea con las manos. —Me gustó lo segura
que estaba. No podría imaginarme desnudándome así para un
hombre, y menos en una habitación llena de gente. Me gustó cómo la
miraba el hombre. La estaba adorando con los ojos. Literalmente
parecía que le dolía hasta que llegó a tocarla. Y se notaba que no era
un espectáculo; estaba claro que le gustaba. Demonios, a todo el
mundo le gustaba. — Hace una pausa y murmura en voz baja: —Tú
lo estabas.
Me encojo de hombros. —Era bonita.
Suelta una carcajada. — ¿Bonita? ¿Te parecía bonita? ¿Así que
tienes ese tipo de reacción ante una mujer que es bonita?
Sabía que al final tendríamos que hablar de ello. Sabía que
sentía mi erección apretada contra su espalda. Podría rebatir su
afirmación y decirle exactamente por qué tuve la reacción que tuve,
pero aún no estoy dispuesto a admitirlo. En lugar de eso, cambio de
tema. —Así que lo estabas disfrutando pero querías irte.
Giro en la carretera que lleva al centro de Whiskey Run y
estamos a pocos minutos de la casa de Abby. Lo estoy deseando,
porque quiero pasar más tiempo con ella.
Se sienta y apoya la cabeza en el asiento. —No sé cómo
explicarlo. Tenía calor por todas partes, el corazón acelerado y el
vientre raro. Caray, nunca he... Olvídalo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Giro hacia su carretera y me siento un poco más erguido. Solo
de escucharla hablar, se me pone dura. La forma en que habla con su
voz ronca me hace pensar todo tipo de cosas.
—No, no lo olvido. Dímelo.
Estaciono el coche y me giro para mirarla. —Cuéntamelo.
¿Nunca has hecho qué?
Sigue con la cabeza apoyada en la silla y la mirada fija en el techo
de la camioneta. Tiene los ojos apretados y gime. —Perdí la virginidad
la noche que concebí a Alexis. Entonces no lo sabía, claro, pero
aunque habíamos salido un tiempo, Wayne quería mi virginidad, y eso
fue todo. Luego me quedé embarazada y bueno, no he salido con nadie
desde entonces. Quiero decir, he salido pero no... Ya sabes. Dios, esto
es tan embarazoso. Creo, no sé, pensé que estaba teniendo un
orgasmo, lo cual es raro, ¿no? Eso no es posible.

Respiro hondo y lo suelto despacio. Es la hermana pequeña de tu mejor


amigo. Es la hermana pequeña de tu mejor amiga. No paro de repetírmelo
mentalmente. —Abby, ¿me estás diciendo que nunca antes has tenido
un orgasmo?
Por fin levanta la cabeza y se gira para mirarme. Me mira con los
ojos muy abiertos y sé la respuesta incluso antes de que abra la boca.
—No, quiero decir, nunca con otra persona. Claro que lo he intentado
sola, pero nunca lo he conseguido. Al menos creo que no. ¿Tiene
sentido?
Sin palabras, lo único que puedo hacer es mirarla fijamente.
Abby tiene veinticuatro años. Es una mujer sexy y con curvas que
debería hacer que los hombres se arrodillaran para estar con ella, y
me dice que nunca ha tenido un orgasmo.
Cuando no digo nada, cierra los ojos, sacude la cabeza y se
acerca a la puerta. —Joder, debes pensar que soy un bicho raro.
Perdona. Mira, gracias por lo de esta noche. Gracias por sacarme de
ahí cuando lo hiciste... ¿Te imaginas si hubiera tenido un orgasmo ahí
mismo, delante de todos? Por supuesto, probablemente no habría
ocurrido porque soy frígida, pero... Dios, ¿te lo imaginas?
Se queda inmóvil, de espaldas a mí, y lo único que puedo hacer
es mirarle la nuca con la boca abierta. Nunca ha tenido un orgasmo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Lentamente gira la cabeza hacia mí. —Davis... vaya, no sé qué
me pasa. Es como si me acercara a ti y no pudiera parar de hablar. No
puedo creer que te haya dicho todo eso. Por favor, olvídalo.
Le puse la mano en el hombro. —No puedo olvidarlo.
Hace una mueca y la agarro con más fuerza, sin querer soltarla
todavía. Es imposible que sea frígida. Me digo a mí mismo que lo hago
por ella, pero sé que es mentira. —Necesito que me hagas un favor.
Suelta una carcajada. — ¿Qué? ¿Actuar como si no te conociera
la próxima vez que te vea? Créeme, lo entiendo.
La abrazo con más fuerza y me inclino hacia ella. —No, necesito
que respires. Respira hondo y déjalo salir.
Hace lo que le pido y luego le digo que lo haga otra vez.
Respira hondo y suelta el aire lentamente.
Asiento. —Bien. Recuéstate en tu asiento y relájate un minuto.
Cuando se echa hacia atrás y cierra los ojos, no puedo evitar
echar un vistazo a su cuerpo. Se le ha subido la falda, mostrando sus
muslos cremosos. Con cada respiración, sus pechos suben y bajan.
Joder, espero poder hacerlo.
— ¿Davis? — susurra. —Creo que ya estoy bien.
Asiento. —Bien. Entonces, ¿confías en mí?
Abre los ojos y me mira, y su voz es suave. —Sí, claro que confío.
Tengo la mandíbula tensa y fuerzo las palabras. —Voy a
ayudarte.
Se incorpora. — ¿Ayudarme? Oh, mi Dios, no quiero tu ayuda.
Así no. No soy una obra de caridad...
Antes de que pueda terminar, le pongo la mano en el muslo y
deja de hablar. Me dije a mí mismo que no iba a tocarla íntimamente
esta noche, e incluso ahora, voy a tratar de mantener esa promesa.
—No eres un caso de caridad. Quiero hacer esto, Abby. Joder,
quiero esto más que nada.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Sus ojos están fijos en los míos. Están abiertos y confiados, y sé
que tengo que hacer esto bien. — ¿Me dejarás... por favor?
No intento ocultar la súplica en mi voz. No estaba mintiendo.
Quiero esto aunque sé que no debería. Esto está jodidamente mal.
Cuando asiente, le pregunto: — ¿Estás mojada, Abby?
Arruga la nariz.
—Contéstame. — insisto.
Deja escapar un suspiro. —Creo que sí.
Jódeme. —Eso está bien. Levántate la falda.
Duda un momento y se echa un poco hacia atrás. Lo último que
quiero hacer es presionarla. —Si no quieres, solo tienes que decírmelo.
Busca mi mano en su pierna para sujetarme. —No, sí quiero.
Quiero esto.
Asiento y agarra la falda de su vestido y la levanta hasta que
puedo ver sus bragas blancas. Siento que se me hincha la lengua y
apenas puedo pronunciar las siguientes palabras. —Bien. Bájate las
bragas.
Levanta las caderas y se baja las bragas hasta las rodillas. Retiro
la mano de su pierna, pero en cuanto está en posición, vuelvo a cubrir
su muslo.
—Abre las piernas.
Separa las piernas y mis dedos presionan la suave piel de su
muslo. Necesito toda mi fuerza de voluntad para no meter la mano
entre sus piernas. —Tócate.
Se tensa y me mira con curiosidad. —Confías en mí, ¿verdad?
Mete la mano entre las piernas y tócate.
Su mano se desliza por el bajo vientre y se toca tímidamente. —
Moja el dedo. — le murmuro.
Baja y desliza el dedo por sus pliegues resbaladizos.
—Tócate el clítoris.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se acerca al clítoris y yo deslizo la mano un poco por su muslo,
separando sus piernas y dejando que mis dedos se claven en su piel.
Hace círculos con el dedo alrededor del clítoris. Sus caderas se
flexionan y suelta un gemido. Su mano se mueve entre sus piernas y
no puedo apartar los ojos de ella. Mi polla está dura, pero la ignoro
mientras la observo. Su respiración se acelera y, de repente, se detiene
y gime, apartando la mano de su cuerpo. —Olvídalo. Es inútil. No
puedo.

No la toques. No la toques, me digo. Sé que cuando lo haga no habrá


vuelta atrás, pero no puedo detenerme. Deslizo la mano por el interior
de su muslo y, en cuanto llego a su calor meloso, jadea y levanta las
caderas para encontrarse conmigo. Deslizo un dedo por sus labios
hinchados. Está empapada y cubro mi dedo con su crema antes de
pasar a su clítoris hinchado. —Joder, me dije a mí mismo que no te
tocaría, pero nena, necesitas esto, ¿verdad?
Sus palabras no son coherentes. Salen como un gemido y un
gruñido. Le rodeo el clítoris una y otra vez, aumentando la presión. Su
respiración es errática, sus caderas se agitan en el asiento y está muy
cerca. — Déjalo ir, Abby. Te tengo, nena. Déjalo ir.
—Davis. — gime, y solo oír su voz llena de sexo hace que casi me
corra en los vaqueros.
Todo su cuerpo se tensa. Sus manos se aferran a la consola y a
la puerta, y las aprieta mientras su cuerpo empieza a convulsionarse.
Pero no aflojo, quiero que aguante hasta que esté completamente
satisfecha y no tenga ninguna duda de que ha tenido un orgasmo.
—Más. — le digo.
Suelta la puerta y la consola y me coge del brazo. Intenta
apartarme la mano, pero no se lo permito. Me acerco con la otra mano
y deslizo un dedo en su interior mientras sigo rodeando su clítoris. Un
gemido gutural se le escapa mientras la meto un dedo con una mano
y acaricio su clítoris con la otra.
Su cuerpo se retuerce sin control y sus gemidos llenan la
camioneta. Cuando su cuerpo se flexiona y se tensa, no aflojo el ritmo.
Se sacude cuando el orgasmo la consume. Incluso cuando su cuerpo
empieza a relajarse, no puedo dejar de tocarla. Con el dedo hundido
en su interior, todavía noto las pequeñas sacudidas de su orgasmo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Suspira satisfecha y, a regañadientes, aparto las manos de su
cuerpo. Mi dedo brilla y me lo llevo a la boca, saboreando su dulce
sabor. Gimo alrededor del dedo y, cuando abro los ojos, me mira
atónita.
Mierda. Acabo de follar con el dedo a la hermana pequeña de mi
mejor amigo.
Tengo la lengua en la punta para disculparme cuando mueve la
cabeza de un lado a otro. — ¡Vaya! Eso fue... Quiero decir, yo nunca...
Dejo escapar un suspiro. —Quédate aquí.
Salgo del camioneta y tiro de las perneras del pantalón,
intentando hacer espacio en mis vaqueros, ahora demasiado
ajustados. Me agacho dos veces y dejo que el dolor de mi erección
presionando mis vaqueros me llene. Cuando me pongo en pie, me
dirijo al otro lado de la camioneta y abro la puerta del coche. Abby
sigue sentada con las bragas por las rodillas, conmocionada.
Me inclino hacia ella y le pongo la mano en la cara, obligándola
a mirarme. —Abby, yo...
Se suelta de mí. —Ayúdame, Davis, si estás a punto de
disculparte conmigo...
La detengo. —No me disculpo. Sé que probablemente debería,
pero no, no puedo disculparme por eso. — Respiro hondo y lo suelto.
— ¿Estás bien?
Me observa atentamente, escudriñando mi rostro, y finalmente
asiente. —Sí, estoy bien. Estoy muy bien.
Asiento y le cojo las bragas por los lados. —Levántalas para mí.
Hace lo que le pido e intento no mirarla mientras la tapo.
Después de bajarle la falda del vestido hasta las rodillas, retrocedo y
la ayudo a salir de la camioneta.
Le tiemblan las piernas y la rodeo con un brazo mientras la
acompaño hasta la puerta. Durante todo el camino, rezo para que no
me pida que entre, porque no creo tener fuerzas para negarme.
Cuando llegamos, rebusca la llave en el bolso y, cuando la saca, se la
quito y abro la puerta.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Cuando entra, se gira y me mira expectante.
Levanto la mano para que no diga lo que está a punto de decir.
—Por favor, no, Abby. Si me pides que entre, no podré negarme, y no
puedo. No ha sido una buena idea...
Dejo que se me corte la voz al ver cómo se transforma su cara
delante de mí. Estaba tan satisfecha, casi engreída, y ahora me mira
tímidamente con inseguridad. La alcanzo y la atraigo hacia mí. La
inspiro, le paso la mano por el pelo y luego por la espalda antes de
agarrarla por las caderas. La deseo. A la mierda, la necesito, pero sé
que no puedo hacerlo. —Créeme, te deseo, Abby. Te deseo tanto que
duele, pero no puedo hacer esto.
Asiente y sale de mi alcance, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Claro, lo entiendo.
—Abby... — Empiezo, y da otro paso atrás.
—De verdad, está bien, Davis. Gracias por traerme a casa y,
bueno, por todo.
Está a punto de cerrar la puerta, pero levanto la mano para
detenerla. Por fin me mira. —Escúchame, Abby. Escucha lo que tengo
que decir y luego me iré, ¿de acuerdo?
Vuelve a asentir y aprieto los dientes. Hace unos minutos se
sentía segura de sí misma y ahora la he hecho sentirse mal. Esto no
es lo que yo quería. —Cuando estábamos en el club y tú estabas en
mis brazos...
Hago una pausa y arquea las cejas. Cierro las manos delante de
mí para evitar acercarla. —Eras la razón por la que estaba duro, Abby.
No tenía nada que ver con esa mujer ni con lo que hacía esa pareja.
Mi reacción fue por tenerte entre mis brazos y sentir tu cuerpo contra
el mío. Te deseo. Pero sé que no puedo tenerte.
—Zach no me dice con quién puedo salir y con quién no.
Niego. Abby siempre ha sido independiente, y sé que lo que dice
es cierto, pero también sé que Zach es mi mejor amigo, mi hermano.
No puedo hacerle esto. —No es solo tu hermano, Abby. No soy el
hombre que necesitas... el hombre que te mereces.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Abre la boca, pero sacudo la cabeza. —Será mejor que me vaya,
Abby. Gracias por confiar en mí y dejarme darte placer. Lo llevaré
siempre conmigo.
Me giro para irme, y sale al porche. —Davis.
Me detengo pero no me doy la vuelta, y ella continúa: —No te
irás de Whiskey Run, ¿verdad? Todavía no. Te quedarás aquí un
tiempo, ¿verdad?
Asiento, pero no es suficiente. —Davis, prométeme que no te irás
sin antes despedirte de Alexis y de mí.
Le contesto bruscamente. Por primera vez, siento que significo
algo para alguien, y es una mujer con la que literalmente moriría por
estar. —Te lo prometo, Abby. No me iré sin antes despedirme de ti y
de Alexis.
Espero a oír su murmullo de aprobación antes de salir de su
porche y dirigirme a mi camioneta. Me abstengo de mirar hacia su
casa hasta que he salido de su entrada y ella sigue ahí, apoyada en la
columna del porche, viéndome marchar.
Ojalá las cosas fueran diferentes. Ojalá yo fuera diferente. Ojalá
fuera el hombre que ella se merece.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 13
ABBY

—Alexis, tenemos que irnos en cinco minutos. — grito por el


pasillo.
—Ya casi estoy lista. — me dice.
Termino de meter las cosas en el bolso y me aseguro de tener el
teléfono y la cartera antes de acercarme al espejo de la entrada. Me
miro, me pinto los labios y veo el rubor en mi cara mientras lo hago.
Siento que tengo un rubor perpetuo desde anoche porque no dejo de
pensar en el rato que pasé en la camioneta con Davis. El modo en que
me hizo sentir... Incluso ahora tengo que pasarme la mano por la cara
para calmarme.
Cuando suena el timbre, me sobresalto antes de ir a ver por la
mirilla. Respiro profundamente cuando veo a Davis parado al otro
lado. Contengo la respiración mientras abro la puerta y la dejo salir
con un silbido. —Davis... hola.
Sus ojos me devoran, mirándome de arriba abajo. —Hola, Abby.
Estás hermosa.
Miro los pantalones negros de vestir, la camisa blanca de tirantes
y la cazadora vaquera que llevo puestos, y luego vuelvo a mirarlo. —
Gracias.
Aprieta la mandíbula. — ¿Tienes una cita?
Agarro el pomo de la puerta. — ¿Una cita? No, Alexis tiene un
baile.
Ensancha la postura y cruza los brazos sobre el pecho. —Alexis
es demasiado joven para ir a un baile.
No puedo evitarlo. Me río a carcajadas. —Caray, Davis, hablas
igual que mi papá y mi hermano. No va a ir a un baile. Tiene un recital
de baile.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Alexis llega a la puerta y se queda sin aliento al chocar contra
Davis, rodeándole la pierna con los brazos. Él gruñe, y es obvio por la
expresión de su cara que le duele la pierna, pero no deja que Alexis lo
vea. Se inclina para mirarla. —Mírate, hermosa.
Le sonríe orgullosa. —Tengo un baile y un solo. ¿Vienes a verme?
Le toco el hombro. —Alexis, seguro que Davis tiene otras cosas...
Me interrumpe. —Me encantaría ir. Si te parece bien, quiero
decir.
Sorprendida, asiento. —Por supuesto, quiero decir que nos
encantaría que vinieras.
Me enseña las llaves. —Puedo conducir. Puedo llevar la sillita a
mi camioneta, si te parece bien.
Asiento, rebusco en el bolso y saco las llaves. —Abriré la puerta
de mi coche. — Señalo la bolsa que hay en la esquina de la habitación.
—Coge tu bolso, Alexis. Tenemos que irnos.
Coge su bolso y sale corriendo por la puerta tras Davis. Cuando
cierro y salgo, ella le está indicando cómo poner el asiento en la
camioneta. Lo asimila todo y hace lo que ella le dice antes de
asegurarse de que se ha puesto el cinturón.
Cuando termina, ya estoy en el asiento del copiloto, así que él se
monta en el del conductor.
—Ni siquiera lo pensé. ¿Estoy bien vestido? Puedo llevarte si
prefieres que lo haga.
Lo miro sorprendida. Podría ponerse cualquier cosa y estar
guapo. Prácticamente me ahogo con las palabras. —Uh, no. Estás
genial.
Miro por la ventana para evitar su mirada. Cuando llegamos a la
escuela donde se celebra el recital, Alexis se interpone entre Davis y
yo, cogiéndonos la mano a los dos. Vamos directos a las sillas del
público y me detengo. —Odio pedirte esto, pero ¿puedes sujetar estos
asientos mientras llevo a Alexis adonde tiene que estar?
Asiente. —Claro, lo que necesites.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Noto cómo se me enciende la cara porque mi mente se va
inmediatamente a donde no debería. Señalo los asientos. —Mamá y
papá también vienen.
Asiente y agarro a Alexis de la mano para alejarnos. Solo damos
unos pasos y Davis llama tras nosotras: —Estoy deseando verte ahí
arriba, Lex.
Me suelta la mano y corre hacia Davis. Cuando se detiene frente
a él, levanta las manos y él se inclina. Le rodea el cuello con los brazos
y él le devuelve el abrazo. Cuando sus ojos se cierran, puedo ver lo
mucho que esto significa para él. Cuando la suelta, ella le da unas
palmaditas en la mejilla y vuelve hacia mí tomándome de la mano.
La llevo detrás del escenario y hablo con su entrenador. Cuando
consigo que Alexis se acomode, me dirijo hacia donde dejé a Davis. En
cuanto lo veo, se me revuelve el estómago. Debería haber sabido que
si le dejaba solo, no estaría así mucho tiempo. Y claro, es Katie Long
la que ha decidido pararse a hablar con él. Katie era una de las chicas
malas del instituto, y no ha cambiado mucho desde entonces. Mi paso
se ralentiza, pero sigo poniendo un pie delante del otro hasta que me
detengo junto a Davis.
Me pone la mano en el hombro. —Hey, Abby. Esta es... Perdona,
¿cómo te llamabas?
Intento ocultar mi sonrisa. —Sí, conozco a Katie. ¿Cómo te va?
Davis lleva su mano a la parte baja de mi espalda. — Voy a
sentarme y asegurarme de guardar estos asientos para tu mamá y tu
papá. — Ignora a Katie y toma asiento.
Katie lo observa, mirándole el trasero mientras se aleja antes de
girarse hacia mí. — ¿Quién es?
—Se llama Davis. Es amigo de la familia.
Se inclina y susurra: — ¿Está saliendo con alguien? — Antes de
que pueda responderle, se ríe. —Olvídalo. ¿Cuándo me ha detenido
eso? Me voy a la fila de detrás.
Se desliza hasta la siguiente fila y se sienta justo detrás de Davis.
Aprieto los dientes y me siento, dejando los dos asientos entre
nosotros vacíos para mi mamá y mi papá.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Hey, ¿estás bien?
Asiento. —Estoy bien. Gracias por venir. Sé que a Alexis le
encantará tenerte entre el público.
Todo parece tan formal, pero con los ojos de águila de Katie
observándonos, estoy completamente al límite. Aparecen mis papás y,
en lugar de dejarlos pasar, después de saludar, Davis se levanta y
avanza por el pasillo a mi lado. Mis papás nos sonríen y Davis se
inclina hacia mí. — ¿Te incomoda que esté aquí?
— ¿Qué? No, ¿por qué piensas eso? Me alegro de que estés aquí.
—Desde que llegamos, has estado... callada.
Miro detrás de nosotros, y efectivamente, Katie nos está
mirando. —No sé si te das cuenta o no, pero Katie está interesada.
Se echa hacia atrás en su silla como si no le importara nada.
Siento el calor de su brazo en el respaldo de mi silla. — ¿Quién?
Lo miro sorprendida. No mucha gente olvida a Katie cuando la
conoce. Es hermosa, segura de sí misma y coqueta. Hago un gesto
detrás de nosotros con los ojos, y él se gira para mirar y luego
rápidamente me encara de nuevo. — ¿Ella?
Asiento.
Arruga la nariz. —No, gracias.
Me quedo con la boca abierta. — ¿No, gracias? ¿De verdad? Por
lo que sé, es algo seguro.
Espero a que cambie de opinión y se dé la vuelta para volver a
verla, pero no lo hace. Se inclina hacia delante. —Sigo sin estar
interesado.
Intento no sonreír, de verdad, pero no puedo contenerlo. El
presentador del recital se adelanta y yo me giro en mi asiento,
sonriendo como una loca.
El recital solo dura una hora, y el solo de Alexis es corto, pero
juro que contengo la respiración durante todo el minuto y treinta
segundos. Cuando termina, Davis está de pie, aplaudiendo con el resto
de nosotros.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Después del recital, salimos todos a cenar, y Alexis es la estrella
de la cena. Habla con todos nosotros, repasando los acontecimientos
de la noche. Cuando volvemos a la casa, Davis entra y Alexis insiste
en que la ayude a arroparse.
Vamos hacia el salón cuando se detiene en la entrada. —
Probablemente debería irme.
Levanto la mano. —Antes de irte, ¿crees que podemos hablar un
momento?
Mientras cenábamos, se me ocurrió este plan, y sé que si dejo
que se vaya sin hablar antes con él, no me lo perdonaré.
Se frota las manos. —Claro.
Le señalo el sofá y va a sentarse. Me siento a su lado. — ¿Por
qué has venido esta noche, Davis?
Abre la boca y la cierra, pero le espero. Cuando empieza de
nuevo, apoya los codos en las rodillas. —Quería verte.
— ¿Te lo pidió Zach?
Se pasa la mano por el pelo. —Cuando vine a Whiskey Run, Zach
me pidió que te viera.
Abro la boca, pero levanta la mano para detenerme. —Y anoche,
Zach y yo hablamos de ir al Club. Pero esta noche... — Me detengo y
trato de ordenar mis pensamientos, pero decido decirlo de una vez. —
Esta noche he sido yo. Quería verte, sobre todo después de lo de
anoche. Necesitaba asegurarme de que estabas bien.
Me río. —Querías asegurarte de que estaba bien después de ese
orgasmo. — Me abanico. —Te juro que aún siento sus efectos.
Sus mejillas se enrojecen y, aunque lo tengo desprevenido,
decido que ahora es tan buen momento como cualquier otro. —Quiero
pedirte que hagas algo por mí, Davis.
Traga saliva y sus ojos se clavan en los míos. —Sabes que haría
cualquier cosa por ti.
Me deslizo hasta el cojín del medio, a su lado. Sus ojos se abren
de par en par. —He estado bien sin sexo, y supongo que es porque no
creía que me faltara nada.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Dejo que mi voz se apague y la respiración de Davis se vuelve
jadeante. Se ajusta los vaqueros y sigue mirándome. —De todos
modos, ahora... siento que tengo una pequeña idea de lo que me estoy
perdiendo, y yo...
Mi voz se entrecorta, y finalmente Davis habla. — ¿Qué? ¿Tú
qué? — pregunta con voz ronca.
Respiro hondo y suelto una larga frase. —Quiero acostarme
contigo.
Se le abre la boca, se le dilatan los ojos y se estremece en un
suspiro. —Abby...
Lo interrumpo. —Escúchame. Los dos sabemos que solo estarás
aquí un tiempo y que volverás a marcharte. Confío en ti y, después de
lo de anoche, sé que lo nuestro puede ir bien. No te pido nada más.
Quiere decir que sí. Por la forma en que me mira, me doy cuenta
de que quiere decir que sí, así que me sorprende cuando dice: —No
puedo. No podemos. No estaría bien.
Pongo los ojos en blanco. —Davis, me deseas. Tú mismo lo has
dicho.
Asiente una vez, pero su voz es sombría. —Te deseo.
Levanto las manos, frustrada. — ¿Y qué? Te pido sexo, nada
más. Si te preocupa mi hermano, él no se va a enterar.
Se levanta del sofá y cruza la habitación, poniendo distancia
entre nosotros. Se acerca a la ventana y mira hacia la noche oscura.
—No puedo. — vuelve a decir.
Desinflada, dejo caer los hombros. — Bien. De acuerdo, lo
entiendo.
De espaldas a mí, me dejé llevar por las emociones. Me había
convencido a mí misma de que, aunque quería una relación con él, me
conformaría con una aventura de una noche. No sé qué dice de mí que
esté dispuesta a ofrecerme a un hombre por una noche de sexo, pero
no me importa. Aceptaría lo que me ofreciera. Y supongo que después
de lo de anoche, eso no es nada.
Me levanto y cruzo los brazos sobre el pecho.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 14
DAVIS

Aprieto las cortinas con la mano, intentando convencerme de


que estoy haciendo lo correcto. Por mucho que quiera a Abby, no
puedo tenerla.
Me doy la vuelta cuando siento que por fin me he recompuesto,
solo para encontrarme a Abby de pie, con los brazos cruzados sobre el
pecho y la cara cabizbaja. —Abby. — empiezo.
Levanta la mano. —No sigas. No pasa nada. Lo entiendo.
Sacudo la cabeza y doy un paso hacia ella. — ¿Entiendes qué,
exactamente?
Pone los ojos en blanco. —No soy estúpida, Davis. Prácticamente
me estoy lanzando sobre ti y me dices que no. Lo entiendo. Lo entiendo
todo.
—Explícate.
Levanta la barbilla y me mira a los ojos. —No me quieres... Si lo
hicieras, entonces nada te impediría tenerme.
Sacudo la cabeza y me dirijo hacia ella antes de que pueda
pensármelo dos veces. —Sí te quiero, pero no es tan sencillo.
Se encoge de hombros, y su labio inferior se frunce. —Es solo
sexo, Davis.
Me acerco a ella, le pongo el dedo en la barbilla y le levanto la
cabeza para que me mire. —No sería solo sexo. No entre nosotros. Creo
que lo sabes.
Abre mucho los ojos, pero asiente. Dejo que mi mano se deslice
desde su barbilla hacia abajo y rodeo con mis dedos la base de su
cuello. — ¿Por qué yo?
— ¿Por qué tú? ¿De verdad me estás preguntando eso?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me encojo de hombros. —Ya te he dicho que no he estado con
nadie en más de dos años. Si esto es una especie de lástima...
Balbucea. — ¿Lástima? ¿Crees que te tengo lástima?— Sus
manos se dirigen a mi cintura y aprieta mi camisa entre las suyas. —
Y ya te he dicho que no he estado con nadie desde que concebí a mi
hija. Ahora tiene seis años. Si hay algo de lástima aquí, entonces...
—Basta. Escucha, lo que estoy diciendo. Nadie me ha visto
excepto los médicos.
Parpadea. — ¿Te refieres a tu pierna? ¿Crees que si veo tu pierna
dejaré de quererte?
Me estremezco ante la idea de enseñarle la piel destrozada. —
Créeme, Abby. Probablemente no lo harás.
Sus manos suben por mi pecho y se posan suavemente en mis
hombros. —Davis, voy a decirlo sin rodeos. Te he deseado durante
mucho tiempo. Probablemente mucho antes de lo que debería. Odio lo
que te pasó, pero la única razón por la que me va a molestar mirarlo
es porque odio que te hicieran daño. Independientemente del aspecto
de tu cuerpo, te sigo queriendo. —deja escapar un suave suspiro y
sacude la cabeza. —Anoche me hiciste sentir bien, y quiero hacer lo
mismo por ti.
Respiro y, mientras inclino la cabeza, lo único que puedo pensar
es que no debería estar haciendo esto, pero no me detiene. Me inclino
y aprieto mis labios contra los suyos. He soñado con sus labios, pero
nada podría prepararme para lo que se siente al besarla de verdad.
Inclino su cabeza hacia un lado y profundizo el beso. Cuando su
lengua se desliza por la mía, no puedo contener un gemido de
satisfacción.
Me clava las uñas en los hombros y aprieta su cuerpo contra el
mío, pero no es suficiente. Dejo que una mano se deslice hasta la parte
baja de su espalda, atrayéndola contra mi dura polla. El dolor es real,
pero es el mejor tipo de dolor.
Cuando su mano empieza a deslizarse por mi vientre, recobro el
sentido. Cubro su mano con la mía y sigo besándola, haciéndole saber
cuánto la deseo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se separa y me mira asombrada. Sé que la miro exactamente
igual. Tiene los labios hinchados, la nariz roja y los ojos dilatados. Con
solo un beso, parece completamente saciada. Me agarra de la camisa
como si temiera que me fuera a ir. —Ven a cenar mañana por la noche,
Davis. Alexis va a casa de sus abuelos. — Levanta los hombros. —No
tienes que decidirlo ahora. No quiero obligarte a nada, pero podemos
cenar y hablar.
Dile que no. Eso es lo que digo en mi cabeza, pero lo que sale es
justo lo contrario. —Aquí estaré.
Se echa hacia atrás sorprendida y doy un paso atrás. —Te veré
mañana, Abby.
Sin mirar atrás, cojeo hasta la puerta principal y salgo a la fresca
noche.
Cruzo la ciudad en coche, paso de largo por mi apartamento y
no pienso a adónde voy hasta que entro en el centro de rehabilitación.
El complejo de al lado está iluminado, lo que me indica que
probablemente se esté llevando a cabo una misión en este momento.
Las ganas de formar parte de ella son abrumadoras, pero al dar un
paso en esa dirección, me detengo. Ese ya no es mi trabajo. Ya no
estoy lo bastante sano para las misiones.
Giro hacia el centro de rehabilitación y me dirijo a la entrada.
Todo está cerrado, pero tengo la llave de mi tarjeta para entrar en la
zona del gimnasio. Nunca he necesitado desahogarme tanto como
ahora.
Una vez adentro, veo a un par de chicos al otro lado. Los saludo
con la mano y me dirijo a los vestuarios. Después de coger algo de
ropa de mi casillero y cambiarme, vuelvo a salir y me dirijo hacia
donde están haciendo ejercicio. — ¿Qué pasa, chicos?
Kanan, Jason y Colter están haciendo ejercicio. Colter está de
pie junto a Jason, ayudándole a colocar la barra de pesas en sus
manos. —Bien, tengo ciento veinticinco libras en la barra. Derecho
hacia arriba. Diez repeticiones y avisa si necesitas mi ayuda.
Observo a mis tres amigos. Dos de ellos se ciernen sobre Jason,
y sé lo que están haciendo. Jason se siente incómodo haciendo
ejercicio aquí de día. Hay más ruido y, como no puede ver, le cuesta

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


comunicarse cuando el gimnasio está lleno. Nos turnamos para hacer
ejercicio con él por la noche.
Jason levanta la barra, contando a medida que avanza. Cuando
ha hecho diez repeticiones, Colter le ayuda a bajar el peso y luego se
sientan todos y se limpian con toallas.
—Buen trabajo, Jason. Sigue subiendo el peso y pronto me
superarás.
Se ríe. —Bien. Escuché que hiciste dos ochenta el otro día. Me
falta mucho para llegar a eso.
Ese fue el día que me enteré que Abby iba a ir al Club. —No he
llegado a ese número desde entonces. Ese día estaba motivado.
Kanan inclina la cabeza hacia un lado. — ¿Ah, sí? ¿Tiene algo
que ver con la mujer que has estado viendo?
—No me estoy viendo con una mujer. — les digo, pero incluso
diciéndolo sé que estoy mintiendo.
Colter se ríe y me señala la cara. — ¿En serio? Porque no creo
que ese tono de rosa fuera realmente tu color. — Se ríe mientras se
inclina y le explica a Jason: —Davis tiene pintalabios en la cara.
Me limpio la cara y, efectivamente, tengo pintalabios rosa en los
dedos. Cojo una toalla y me la limpio antes de mirar a mis tres amigos.
—Tengo problemas, chicos. A la mierda, soy hombre muerto.
— ¿Abby?— pregunta Kanan.
Gimo y asiento. —Sí, la hermana pequeña de Zach.
Jason habla. —Si no recuerdo mal, no es tan pequeña.
Al instante, salgo en defensa de Abby.
Colter me pone una mano en el pecho. Tartamudea un poco las
palabras pero consigue decirlas. —Davis, no creo que estuviera
hablando así de ella.
Jason se incorpora. —Hablaba de que es mayor de edad. Sigues
hablando de ella como si fuera una niña o algo así. Es adulta. ¿Qué
creías que quería decir?— chasquea los dedos. —Oh, creías que quería
decir... joder, hombre, puede que ahora esté ciego, pero recuerdo

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exactamente cómo es Abby. Es una mujer con curvas, y está
buenísima. Quiero decir, si pensara que tengo una...
Me muevo hacia él. —No termines esa frase, cabrón.
Los tres chicos se echan a reír y los miro. Kanan es el primero
en hablar. —Mira, es obvio que sientes algo por ella. Estoy seguro de
que si hablas con Zach y le explicas lo que sientes... Quiero decir, eres
su mejor amigo. En todo caso, pensaría que él querría que tú más que
nadie estuvieras con ella.
Me siento en la máquina más cercana y dejo que mi cabeza
cuelgue entre mis hombros. —Quizá antes... pero no ahora.
Jason es el primero en hablar. —Tienes que dejar de verte como
un lisiado, hombre. Mira lo lejos que has llegado ya.
Asiento. —Lo sé, pero no estoy hablando de eso. Zach no querría
a su hermana con un adicto. Joder, se merece algo mejor que eso.
Colter se sienta en el banco a mi lado. —No eres un adicto.
Lo miro. —Siempre seré un adicto. — Respiro hondo. —
Olvidémonos de mí. ¿Qué hay de ustedes? ¿Qué les parece esto? ¿Qué
piensan de todo esto?
Kanan se encoge de hombros. —Nos pagan por hacer ejercicio y
hablar de nuestros sentimientos. Aún no sé exactamente para qué nos
contratan, pero supongo que ya lo descubriremos.
Me inclino hacia delante y apoyo los codos en los brazos. —Fui
a hablarlo con Walker la semana pasada. Le dije que no puedo seguir
cobrando por no hacer nada, y me dijo que hacer el trabajo -es decir,
la terapia física y mental- forma parte del trabajo. Dijo que cuando
esté listo, quiere contratarme para que me encargue de la seguridad
aquí en la clínica.
Todos los chicos me miran con la boca abierta. —Espera, ¿así
que esto es de verdad? ¿De verdad nos está ofreciendo trabajo?—
pregunta Jason.
Asiento y me doy cuenta de que no puede verme. —Sí, es de
verdad. Créeme, estoy contigo. Sinceramente, pensé que solo quería
ayudarnos. Míranos, nos hirieron a todos en la misma misión. No fue
su culpa de ninguna manera, y su recuperación fue rápida y eficiente,

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pero a pesar de todo, no podía quedarse sentado mientras todos
tirábamos nuestras vidas por la borda. Nos trajo aquí... a cada uno de
nosotros... porque pensó que podríamos marcar la diferencia. Tiene
grandes planes para este lugar.
Colter asiente. —Y tú quieres formar parte de ellos. Puedo oír en
tu voz lo mucho que lo deseas. ¿Aceptaste el trabajo?
Me encojo de hombros. —No. Le dije que tenía que pensarlo. ¿Y
si meto la pata... y si...?
Kanan levanta las manos. — ¿Y si nos lanzan una bomba ahora
mismo? Hay tantos y si... Davis. ¿Y si no lo intentas? ¿Y si renuncias
a esta oportunidad, o si te rindes y abandonas Whiskey Run y
abandonas también a Abby? ¿Crees que eso mejoraría tu vida? Joder,
no, no lo hará. A veces hay que arriesgarse.
Chasqueo los dedos. —Sé que tienes razón. Veo las posibilidades
de este lugar y sé que puedo marcar la diferencia. — Me paso la mano
por la cara. —Y joder, daría lo que fuera para que esto funcionara con
Abby.
Kanan se sienta a mi lado. —Entonces haz que funcione, Davis.
A todos se nos dieron segundas oportunidades ese día. Tenemos que
aprovecharlas.
Sé lo que está diciendo sin que lo diga. Se lo debemos a Craig,
nuestro amigo que murió en esa misión. Tenemos una segunda
oportunidad, él no. Tenemos que agarrarnos a ella y no dejarla
escapar.

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Capítulo 15
ABBY

En cuanto oigo sonar el timbre, sé que la he cagado.


Llevo mi mano a la cabeza de Alexis. —La fiebre ha desaparecido.
¿Cómo está tu barriguita?
Asiente. —Mejor. Tengo hambre.
Bien. Eso tiene que significar que se siente mejor. —De acuerdo.
Voy a abrir la puerta y vuelvo enseguida.
Asiente, se reclina en la cama y abre su libro.
Prácticamente salgo corriendo de la habitación por el pasillo,
tirando de mi camiseta extragrande. Cuando llego a la puerta
principal, me paro, me miro al espejo y gimo. Tengo el pelo por todas
partes. Creo que hoy me he lavado los dientes y nada más. Vuelve a
sonar el timbre y respiro. No tengo elección, tengo que abrir.
Abro la puerta de golpe y miro a Davis. Claro que tiene buen
aspecto. Lleva vaqueros y una camiseta térmica de manga larga. Lleva
el pelo recogido y me sonríe.
—Davis... — Empiezo.
Me mira con el ceño fruncido. — ¿Qué pasa?
Apoyo la cabeza en la puerta y cierro los ojos. —Lo siento,
debería haberte llamado. Alexis está enferma y...
Camina hacia mí, tirando de mí en sus brazos y empujando la
puerta para abrirla al mismo tiempo. — ¿Qué le pasa? ¿Dónde está?
—En su habitación.
Prácticamente me lleva a cuestas por el pasillo y se detiene en la
habitación de Alexis. Entramos y Alexis sonríe al verlo. — ¡Davis! ¿Has
venido a asegurarte de que estaba bien?

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Va a sentarse en el borde de la cama. —Claro que sí, cariño.
¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien?
Se sienta en la cama y me apoyo en el marco de la puerta,
observándolos a los dos. Alexis pone su libro en el regazo y sacude la
cabeza. —Ya me encuentro mejor, pero he vomitado hasta las tripas.
Entro en la habitación. —No está bromeando, Davis, y no estoy
segura de sí es contagioso o no. Quizá no quieras acercarte demasiado.
Gira la cabeza hacia mí y me mira de arriba abajo. — ¿Y tú? ¿Te
encuentras bien?
Asiento y tiro de la camiseta. —Sí, estoy bien. Estaba a punto de
prepararle algo de comer y luego, con suerte, darme una ducha rápida.
Asiente y se gira hacia Alexis. — ¿Qué tal si te acomodo en el
sofá y nos preparo un sándwich de queso a la plancha mientras tu
mamá se ducha? ¿Te parece bien?
Abre los brazos a Davis y asiente. —Me encantan los sándwiches
de queso a la plancha.
Él no duda. La levanta y se pone de pie mientras las piernas y
los brazos de ella lo rodean. Su cojera es exagerada con el peso de
Alexis en brazos, pero no lo detiene. Cuando llegan a mí, se detiene.
— ¿Te parece bien?
Parpadeo. — ¿Estás seguro de esto? No quiero que enfermes.
Se inclina y baja un poco la voz. —Si me pongo enfermo, ¿vas a
cuidar de mí?
No hay absolutamente nada sexual en la pregunta, pero ¿por qué
siento como si tuviera mariposas en el estómago? —Claro que lo haré.
Alexis interviene. —A mami se le da bien cuidar de la gente.
Pasan junto a mí, pero oigo que él le dice: —Seguro que sí.
En lugar de seguirlos, voy al baño y me doy una ducha rápida.
Cuando salgo, me cepillo el pelo y dejo que me cuelgue por la espalda.
Cojo una camiseta y unos pantalones cortos y me visto. Al mirarme en
el espejo, siento que debería maquillarme, pero sé que es un
desperdicio. Voy a pasar la noche cuidando de Alexis y no necesito
maquillaje para eso. Camino por el pasillo y me detengo al llegar a la

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cocina. Los ojos de Davis recorren mi cuerpo y vuelven a subir. Hay
calor en su mirada. —Llegas justo a tiempo. Ve a sentarte con Lex y
come.
Tiene un plato en las manos y camina conmigo hacia el sofá.
Cuando me siento, me lo da. Alexis ya está masticando felizmente su
sándwich. Me mira. —Cómetelo, mamá. Está bueno.
Doy un mordisco, mastico y trago. —Gracias, Davis.
Asiente. —De nada. —Vuelve a la cocina, coge otro plato y unas
botellas de agua, y lo lleva todo al salón. —Siéntate aquí. — le dice
Alexis, señalando el asiento que hay entre nosotros.
Se desliza a mi lado y se sienta en el centro, poniendo una bebida
delante de cada uno. —Esto está bueno. — le digo.
Asiente. —Hueles bien.
Me ruborizo y vuelvo a mi bocadillo. Me siento y escucho hablar
a Davis y Alexis. Cuando terminamos de comer, recojo los platos y los
llevo a la cocina.
Davis me sigue. — ¿Estás bien?
Asiento. —Sí. Siento lo de esta noche. Debería haberte llamado
antes para avisarte, pero bueno, seguro que te imaginas lo que estaba
haciendo.
—Me alegro de que no llamaras.
Termino de lavar el último plato y él lo lleva a secar. — ¿Te
alegras de que no haya llamado?
Asiente mientras deja el plato en el estante. —Sí, porque si lo
hubieras hecho, me habrías dicho que no viniera esta noche.
No puedo evitarlo; me río. — ¿De verdad? Seguro que hay cosas
mejores que preferirías estar haciendo ahora mismo.
Se encoge de hombros, cruza los brazos y las piernas y se apoya
en la encimera. —No sabría decir qué es eso mejor.
Pongo los ojos en blanco. —Lo que tú digas, Davis. ¿Esperas que
me crea que esto es lo que quieres hacer?
Se inclina hacia mí. — ¿Sinceramente?

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Está tan cerca que no puedo ni respirar. —Sí, de verdad.
Se inclina más y baja la voz. —Sé que no me necesitas, pero es
bueno sentirse necesitado. Sé que solo ha sido una ducha, pero me
alegro de haberte ayudado. Me alegro de que me dejaras ayudar. Me
gusta estar aquí para ti y Alexis.
Sé que estoy revelando demasiado, pero no me contengo. —Me
gusta tenerte aquí, Davis.
Su sonrisa se hace más profunda, pero niego. —Ahora te das
cuenta de que si te quedas, probablemente estaremos viendo dibujos
animados o algo así, ¿verdad?
Se encoge de hombros como si no pasara nada. — ¿Entonces
dejas que me quede?
Asiento. —Definitivamente deberías quedarte.
Inhala profundamente y asiente. —Entonces que sean los
dibujos animados.
Estoy a punto de irme cuando me detiene con una mano sobre
la mía. — ¿Y tú?
Inclino la cabeza y lo miro con curiosidad. — ¿Qué quieres decir?
Se aclara la garganta. — ¿Qué te gustaría hacer esta noche?
Mi risa es profunda y gutural. —No sé si quieres oír lo que me
gustaría hacer.
Me pasa suavemente el dedo por la muñeca. —Sí que quiero.
Dímelo.
Me agarro a su brazo y aprieto. —Bueno, en realidad lo he
pensado toda la noche. Si hubiera podido hacer algo esta noche —y
me refiero a cualquier cosa—, me habría gustado tener tu cara entre
mis muslos.
Respira profundamente y se sacude como si le hubiera dado un
puñetazo físico en el estómago. Se queda boquiabierto y me mira como
si no me hubiera visto nunca. Me encojo de hombros y le sonrío. —Tú
me lo has preguntado. Solo estoy siendo sincera contigo.

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Agacha la cabeza y cierra los ojos. Juro que parece que le duele
algo. — ¿Estás bien, Davis?
Se queja y abre los ojos. —Sí, estoy bien. Pero el resto de la noche
voy a estar pensando en eso. La otra noche te probé en mis dedos. No
fue suficiente. Necesito más.
Busco sus ojos y no me contengo. —Estaba segura de que ibas
a venir esta noche a decirme que no puedes...
Me interrumpe. —Debería haberlo hecho. Pensaba preguntarte
si podemos ser amigos, pero en cuanto me acerco a ti, pierdo todo el
sentido común. Puedes hacerlo mejor que yo... incluso para una
aventura, Abby. Pero no me importa. Quiero ser yo quien te
complazca. Quiero ser yo quien sienta cómo te deshaces.
Mis pezones se estremecen y froto mis muslos. —También quiero
eso.
— ¡¡¡Mamá!!!!— Alexis grita desde el salón, sacándome de mi
trance.
—Ya voy. — le grito.
Empiezo a irme, pero Davis me detiene. —Entonces, otra noche.
Asiento. —Eso espero.
Asiente, y me doy la vuelta para irme pero me detengo cuando
no me sigue. — ¿Vienes?
Sonríe. —Tardaré un minuto. Déjame, uh, recogerme y estaré
ahí en un minuto.
No puedo evitarlo. Suelto una risita y me tapo la boca con la
mano. —De acuerdo, tómate tu tiempo. Te guardaré un lugar.
Vuelvo al salón con una sonrisa en la cara.
— ¿Dónde está Davis? Nos he encontrado una película para ver.
Señalo con el pulgar hacia la cocina. —Enseguida sale, cariño.
Adelante, ponla.
Presiona reproducir en los dibujos animados y yo vuelvo al sofá.
Cuando Davis entra en la habitación, se sienta entre Alexis y yo.

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Ella se separa y pone los pies en su regazo, pero a él no parece
importarle. A mitad de la película, su mano se desliza por el cojín. En
cuanto nuestros dedos se tocan, une nuestras manos y nos quedamos
así sentados el resto de la película.
Sé lo que dije antes, pero la verdad es que está resultando una
noche perfecta.

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Capítulo 16
DAVIS

Hace tres noches que no veo a Abby, aunque nos hemos enviado
mensajes de texto. Alexis está mejor, pero han estado ocupadas con
la escuela y las prácticas de baile. He intentado no ser insistente, pero
cada vez que suena mi teléfono, me pongo nervioso.
Y ahora mismo, sentado en mi apartamento, no es diferente.
Suena mi teléfono y me siento culpable cuando veo el nombre de
Zach en el identificador de llamadas. Le envié un mensaje para decirle
que Abby estaba bien después de nuestra visita al Club. Sin embargo,
no he vuelto a hablar con él por teléfono desde entonces. Contesto un
poco apagado. —Hola, Zach.
— ¿Qué pasa, hermano?
Joder, la culpa es real.
—No mucho, solo sentado aquí. — Y automáticamente, mi mente
se va a la mierda. Pensando en todas las formas en que quiero violar a tu hermana.
Definitivamente voy a ir al infierno. No hay duda de ello. — ¿Qué estás
haciendo?
—Ir a una misión corta mañana.
Me inclino hacia delante y me tenso. — ¿Cuáles son los detalles?
¿Adónde vas?
—Relájate. — me dice. —Es en Estados Unidos. Es entrar y salir.
Dejo escapar un suspiro. Sé que la mierda pasa en todas partes,
pero por mi experiencia, las misiones en Estados Unidos van mucho
más fluidas. —Muy bien. Avísame cuando vuelvas.
—Claro. ¿Has visto a mi hermana?
—Sí. Alexis estaba enferma el otro día y fui a verla un rato.
La preocupación llena su voz. — ¿Está bien?

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Asiento. —Sí, solo una especie de virus estomacal. Ya está bien.
Se queda callado tanto tiempo que automáticamente me pongo
a la defensiva. Resopla. —Entonces, ¿te dedicas a cuidar niños
enfermos estos días?
—Me pediste que cuidara a tu hermana y a tu sobrina.
Se ríe. —Lo sé, y debería haberme imaginado que me tomarías
al pie de la letra. ¿Y mamá y papá? ¿Los has visto?
Trago saliva. Sí, los vi en el recital de baile, pero no lo menciono.
—En realidad, me perdí la cena del domingo y por eso voy a verlos este
domingo.
—Bien, bien.
Me callo y lo único que pienso es en que necesito hablar con él y
hacerle saber lo que pienso de Abby. Se lo debo, eso pero tampoco
quiero decírselo por teléfono.
—En realidad voy a ir a ver a Abby en la próxima noche o dos.
¿Te parece bien?
—Uh. — empieza. — ¿Qué significa eso de ‘ver a Abby’? ¿Hay
algo que tengas que decirme, Jones?
Me estremezco. —Probablemente, pero creo que prefiero hablar
contigo en persona. ¿Vienes pronto a casa?
— ¿A casa? ¿Qué demonios, hombre? ¿Te gusta ese pueblucho
o qué?
¿Cómo le digo que no es el pueblo? Es estar cerca de su hermana
lo que hace que parezca un hogar. —Sí, bueno, Whiskey Run como
que crece en ti.
Oigo sonar una alarma en la línea y Zach dice: —Mierda. Me
tengo que ir. Cuida de mi familia, hermano. Te llamaré en uno o dos
días para decirte que estoy bien. Walker tendrá mis coordenadas.
—Te quiero, hermano. Cuídate.
El teléfono hace clic y vuelvo a lo que solía ser mi vida. Hay una
parte de mí que se pone enferma al saber que estoy aquí sentado a
salvo y que Zach sigue jugándose la vida para salvar a otros. Pero al

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mismo tiempo, no podría imaginar irme ahora. No con Abby y Alexis
aquí.
Mi teléfono suena y lo miro inmediatamente, conteniendo la
respiración, esperando que sea Abby.

Hey.
Es ella, escribo una respuesta y presiono enviar.

Hola, tú.
Aparecen las burbujas y por fin recibo su mensaje.

¿Qué haces?
No voy a mentirle.

Aquí sentado, pensando en ti.


No responde enseguida y pienso por milésima vez que me he
pasado. Cuando por fin aparece su mensaje, salto de mi asiento y casi
me caigo de culo al intentar recuperar el equilibrio. Vuelvo a leer su
mensaje.

Alexis pasa la noche en casa de su papá. ¿Quieres venir?

Voy para allá.


Le envío un mensaje mientras mi corazón se acelera.
Atravieso la ciudad en un tiempo récord. Cuando llego a su casa,
estaciono en la entrada, sin querer ocultar que estoy aquí. Cuando
llego al porche, antes de que pueda llamar, se abre y Abby me mira
con deseo en los ojos. —Eso fue rápido.
Lleva el pelo recogido en una coleta alta. Su camiseta es ajustada
y le cuelga de un hombro, y sus pantalones cortos no dejan mucho a
la imaginación. —Joder, eres hermosa.
Sonríe y ladea la cabeza. —No hace falta que me halagues.
Le agarro la barbilla con el pulgar y el índice. —Créeme, al final
de la noche no tendrás ninguna duda de lo hermosa que me pareces.
La agarro por los hombros y le doy la vuelta. Cierro la puerta con
llave y, con la mano en la espalda, la guío por el pasillo. Cuando

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llegamos a su dormitorio, me detengo junto a la cama y me elevo sobre
ella. Me mira con tanta confianza y deseo, pero tengo que preguntarle
mientras le retiro el pelo de la cara: — ¿Te parece bien?
Da un golpecito con el pie y se acerca a mí. —Para. Sí, quiero
esto, Davis. No voy a cambiar de opinión. Todo lo que estés dispuesto
a dar, lo quiero.
Agarro el dobladillo de su camiseta y sus ojos se abren de par en
par cuando empiezo a subírsela por el cuerpo. Me detiene y mira
alrededor de la habitación. — ¿Apagamos las luces?
Mi mandíbula se tensa. —De ninguna manera, nena. Quiero
verte toda.
Se lame el labio. — ¿Estás seguro?
No puedo resistirme. Me inclino y la beso porque es en lo único
que he pensado. Pensaba darle un beso, algo que me ayudara y la
convenciera de lo mucho que la deseo, pero no es suficiente. Aprieto
su mandíbula y profundizo el beso, y todo su cuerpo tiembla contra el
mío. Me fuerzo a soltar sus labios. —Estoy seguro.
Cuando esta vez le levanto la camisa, me deja quitársela, incluso
levanta los brazos para ayudarme. De un tirón, le bajo los tirantes del
sujetador por los hombros y sus manos tiemblan contra mi pecho.
Cuando tiro el sujetador a la silla del otro lado de la habitación,
mis ojos no se han apartado de los suyos. Tomo ambas manos y
empiezo por su cuello. Salta y sonrío. — ¿Estás bien?
Asiente sin aliento. —Sí, estoy bien. Esto ya es mejor que la otra
vez.
Los celos hacen estragos en mi interior, pero intento contenerlos.
—Cuando acabe contigo, no vas a recordar ESA vez.
Respira y, antes de que pueda exhalar, dejo que mis manos
desciendan por sus hombros, pasen por sus clavículas y lleguen a sus
pechos. La agarro y rodeo con los pulgares sus pezones fruncidos. Su
espalda se arquea, su cabeza cae hacia atrás y no puedo resistirme.
Aprieto los labios contra su cuello, la beso y bajo hasta sus pechos.
Complacerla con la lengua es mi nuevo pasatiempo favorito. Es
tan sensible que sé que va a ser explosivo entre los dos. Me meto el

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pezón en la boca, muevo la lengua y sus gemidos llenan la habitación.
Me sujeta la cabeza con la mano y sonrío en su piel caliente.
Cuando deslizo la lengua por su ombligo, suspira y no suelta el
aire. Le doy una palmada en la cadera y, a regañadientes, aparto la
boca de su dulce piel. —Respira.
Suelta un suspiro y al instante vuelve a respirar.
Me inclino hacia atrás y la miro mientras meto los dedos en la
cintura de cada lado de sus pantalones cortos. Está mirando al techo
en vez de a mí, y eso no va a funcionar. —Abby.
Me mira a través de sus gruesas pestañas.
—Mírame. Respira. — le ordeno.
Asiente mientras respira entrecortadamente.
Quiero arrancarle los pantalones cortos, pero me detengo. —
¿Qué te pasa? Háblame. Dime qué pasa.
Niega. —Olvídalo.
Mis dedos se clavan en sus caderas. —No lo olvidaré. Dímelo.
—Estaba oscuro la otra noche. Mi vientre está... — Su voz se
entrecorta.
Lucho por ponerme en pie, balanceándome sobre mi única
pierna buena antes de apoyar mi peso sobre las dos. Extiendo la palma
de la mano. —Dame la mano.
No duda. Envuelvo sus dedos en los míos y los acerco al bulto
entre mis piernas, cubriéndome con ellos. —Tócame, Abby. Estoy duro
porque te deseo. Me atraes. Estás preocupada por tu aspecto, y yo
estoy a punto de correrme en los pantalones solo con tocarte.
Me aprieta, y envuelvo mi mano alrededor de su muñeca y retiro
su mano. —Bájate los pantalones cortos, Abby.
Sus ojos se dirigen a los míos y asiente. Doy un paso atrás y veo
cómo se baja los pantalones cortos y la ropa interior de un tirón.
Cuando sale de las piernas, lo deja caer todo al suelo y luego se
levanta, llevándose las manos a los muslos.
Señalo la cama. —Túmbate. Abre las piernas.

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Se sienta en la cama y se echa hacia atrás hasta que su cabeza
está hacia arriba y apoyada en una almohada, pero sus piernas están
apretadas.
Me arrastro por la cama y le pongo una mano en cada rodilla,
separándolas. Me mira fijamente y sé que debo ir despacio, pero su
núcleo rosado y brillante me atrae. Deslizo un dedo por sus labios
hinchados y sus caderas se agitan bajo mis órdenes.
Se levanta sobre los codos y se acerca a mí, rodeando mi muñeca
con la mano sobre su rodilla. —Davis.
Con los ojos clavados en los suyos, deslizo la lengua por sus
pliegues y, cuando llego a su clítoris, lo chupo y lo meto en mi boca.
Pone los ojos en blanco y tiembla.
No dejo de chuparle el clítoris. Deslizo un dedo por su interior,
curvándolo hasta acariciar ese esponjoso punto especial que hace que
su cuerpo se tense y sus caderas empiecen a retorcerse. Con una
mano dentro de ella, paso el otro brazo por encima de sus caderas
para sujetarla a la cama. Le tomo el clítoris hinchado con la boca
mientras trabajo su punto G, y ella me suplica: —Es demasiado,
Davis. Es demasiado.
Pero no cedo. Cuando siento que su cuerpo se tensa y su coño
aprieta mi mano, grita mi nombre mientras el orgasmo la recorre. No
puedo resistirme, saboreo su dulzura y la lamo hasta que su cuerpo
yace flácido sobre la cama. Su inhibición anterior ha desaparecido por
completo. Tiene las piernas abiertas de par en par y está tumbada
debajo de mí, sin intentar ocultar nada.
Me arrastro por la cama, aun completamente vestido, y me
tumbo a su lado. Los dos recuperamos el aliento y, cuando parece
calmarse, la estrecho entre mis brazos y la aprieto contra mi cuerpo.
Se echa hacia atrás y me mira. —Eso fue... todo.
Le beso la frente y apoyo la barbilla en su cabeza. —Claro que sí.
Me gusta que te deshagas en mis brazos.
Su mano aprieta la parte delantera de mi camisa y me mira. —
Tu turno.
Niego. —No, hoy era para ti.

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Jadea y se aparta de mí. —Diablos, no, Davis Jones. Ese no era
el trato. Lo quiero todo, y con todo me refiero a que te quiero dentro
de mí.
Gimo al oírla hablar así, pero hago todo lo posible por
mantenerme fuerte. —No puedo...
Parpadea. — ¿Cómo que no puedes? —Me empuja con las
caderas y, efectivamente, mi bulto es la prueba de que físicamente
puedo hacer lo que me pide.

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Capítulo 17
ABBY

No es propio de mí ser tan atrevida, pero lo digo de todos modos.


—Me deseas.
Gruñe. —Claro que sí.
Sacudo la cabeza y lo miro confusa. —No lo entiendo. ¿Por qué
no puedes entonces?
Apoya la frente en la mía. —Abby, no he hecho esto...
Levanto la mano para detenerle. —No quiero oír hablar de las
otras mujeres con las que has estado.
Sube la mano y me acaricia la mejilla. —No lo entiendes. No
recuerdo a ninguna de esas mujeres. No significaron nada. — Su dedo
recorre mi mejilla. —Pero contigo, es diferente. Va a significar algo.
Trago saliva, con ganas de pedirle que sea para siempre pero sin
tentar a la suerte. —Eso no explica por qué no puedes.
Durante todo este tiempo, me he estado apretando a él, rodeando
con el dedo su pezón erecto a través de la camisa, moviendo las
caderas contra las suyas.
Gime, cubriendo mi mano con la suya. —Abby, ni siquiera sé
cómo funciona esto o su logística. Simplemente no lo sé.
Examino su rostro y veo su vulnerabilidad. Con toda la
delicadeza que puedo, le doy un empujón. —No te irás de aquí hasta
que lo hayamos hecho, Davis.
Se ríe y niega. —Voy a ser un torpe, y no quiero eso. Quiero que
sea perfecto.
Le agarro la barbilla. —Ya lo es. Ahora escucha. Estoy desnuda
y tú estás completamente vestido. Tenemos que arreglar esto.

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Cuando no intenta detenerme, lo empujo hacia atrás. — ¿Qué
tal si esta vez me dejas estar encima?
Me mira a través de sus oscuras pestañas. — ¿Te gusta estar
encima?
Pongo los ojos en blanco. —No estoy segura, pero supongo que
si es contigo, no me va a importar en qué posición esté.
Me toca el hombro desnudo. —Sí que sabes cómo hacer que un
hombre se sienta bien.
Le acaricio el vientre plano. —Bueno, si cooperas, te haré sentir
mucho mejor.
En lugar de sonreír, su cara es sombría. —Abby, no es solo mi
pierna. Mi cuerpo tiene cicatrices. No es bonito.
Le repito sus palabras. — ¿Confías en mí, Davis?
Asiente y tiro del dobladillo de su camisa. —Levántate.
Se levanta, le subo la tela por el cuerpo y la tiro al suelo. He
olvidado que estoy completamente desnuda, inclinada sobre él, pero
él no. Me lleva la mano al pecho y me toca el pezón con el pulgar y el
índice.
Me echo hacia atrás y miro su pecho desnudo. —Aquel día que
estabas cortando la hierba sin camiseta, te deseé.
Esta vez sonríe. —Yo también te deseaba.
Me inclino y le beso el pecho. Se le escapan jadeos mientras
recorro su cuerpo. Agarro el botón de sus vaqueros y cubre mi mano
con la suya. —Déjame hacerlo a mí.
Me siento en la cama, dejándole espacio. Levanta las caderas y
se baja los pantalones hasta las caderas. El bulto entre sus piernas es
impresionante, y mis ojos se clavan en él.
Saca una pierna del pantalón y respira hondo antes de pasar a
la otra. —Puedo dejármelo puesto.
Le tiendo la mano. —Quiero verte, Davis. Todo de ti.
Traga saliva y asiente antes de bajarse el pantalón. Le cuesta,
pero me siento y espero pacientemente.

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Cuando se lo quita, respira con dificultad.
— ¿Puedo tocarte? —le pregunto.
Me gruñe y niego. —Detente. Háblame, Davis. ¿Te resulta
cómodo? Puedo quitártela.
Se levanta sobre los codos y mira su prótesis. Hay un calcetín
cubriéndole el muslo, y desaparece dentro de la prótesis. —
Probablemente estarás más cómoda si me la dejo puesta.
Me muevo hasta sentarme entre sus piernas. —Quiero verte
entero, Davis. — No espero a que responda. Cojo la correa que sujeta
su prótesis y la desabrocho. Después de varios intentos, consigo
desabrocharla y le ayudo a quitársela. Cuando me inclino sobre la
cama, lo dejo suavemente en el suelo. A continuación, tiro del calcetín
que cubre su muñón y lo desprendo antes de dejarlo caer también al
suelo. Miro los ojos marrones de Davis. —Respira.
Suelta un suspiro y le sonrío. Le señalo el muslo. — ¿Puedo
besarte aquí?
Se muerde el labio y asiente. Tiene la pierna llena de cicatrices y
quiero besarlas todas, pero no quiero que se sienta aún más
incómodo. Me inclino y aprieto los labios contra la parte superior de
su muslo. Su pierna se estremece y sonrío, sabiendo que surto efecto
en él. Llevo la mano a la cintura de su ropa interior. — ¿Puedo besarte
aquí debajo?
Me pasa la mano por el pelo. —No puedo decirte que no.
Le quito suavemente los calzoncillos y me quedo boquiabierta.
Lo único que puedo hacer es mirar su polla erecta que sobresale entre
sus piernas. Pone las manos detrás de la cabeza y me sonríe. — Va a
encajar. Puede que sea un poco cómodo, pero tengo la sensación de
que fuiste hecha especialmente para mí, Abby.
Sus palabras me hacen algo. Me está reclamando, y ni siquiera
sé si se da cuenta o no. Dejo caer su ropa interior a un lado de la cama
y él se agarra a mis muslos. —Súbete aquí. Necesito estar dentro de
ti.
Me arrastro por su cuerpo hasta que apoyo mi torso sobre su
erección. —No tomo la píldora ni nada.

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Gime. —Daría lo que fuera por estar dentro de ti desnuda.
—Si te quedas, puedo tomar la píldora. — le digo sonrojándome.
Aún no nos hemos acostado y ya estoy hablando de volver a hacerlo.
Me agarra por las caderas y me desliza hacia delante y hacia
atrás sobre su polla. Ni siquiera está dentro de mí, y me siento
demasiado bien. Cada vez que su polla presiona mi clítoris, palpita.
Me rodea la cintura con un brazo, se inclina sobre la cama y
agarra los pantalones. —Tengo un condón.
Lo saca del bolsillo, abre el paquete y se lo pone en segundos.
Me pone una mano en el culo. —Levántalo.
Me levanto y asiente. —Tómame, Abby. Tómame todo.
Rodeo su polla con la mano y la coloco en mi entrada. Despacio,
bajo y me detengo cuando me llena. Tiene la cara dolorida, pero en vez
de empujarme, se queda quieto. — ¿Estás bien? Tómate tu tiempo.
Bajo un poco más y gimo. —Oh, vaya.
Asiente. —Estás tan apretada, Abby. Joder, te sientes tan bien
envuelta alrededor de mi polla, nena.
Sus palabras me animan y bajo aún más, pero no es suficiente.
Respiro hondo y bajo mi cuerpo de un rápido empujón, empalándome
en él.
—Joder. — brama cuando está completamente dentro de mí.
La necesidad de moverme es abrumadora, y empiezo a moverme
de adelante hacia atrás, de lado a lado, encontrando un patrón que
me funcione. Mis sentidos se agudizan y mis embestidas se vuelven
erráticas. Su mano se desliza entre nosotros y me presiona el clítoris
con el dedo. Me inclino hacia atrás y me penetra desde otro ángulo.
Es demasiado, pero no puedo parar. Me siento demasiado bien.
—Vente para mí, Abby. Necesito sentir cómo te corres.
El orgasmo se dispara a través de mí, y mi cuerpo se flexiona.
Gruñe y, antes de que me dé cuenta, me ha tumbado boca arriba y me
está penetrando. Me siento tan bien, y justo cuando creo que estoy a
punto de bajar de mi subidón, Davis aumenta la presión sobre mi
clítoris, me muerde el hombro, luego lo pellizca con sus labios, y me

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corro otra vez. Esta vez, se une a mí, y verlo perder el control lo es
todo.
Cuando los dos estamos completamente agotados, se apoya
sobre los codos encima de mí. Lo rodeo con las piernas y los brazos,
tirando de él hacia abajo. Su voz es ronca. —Te voy a aplastar.
Sacudo la cabeza, y mi voz está cargada de emoción. —No me
importa. Necesito que me abraces.
Se pone a mi lado y atrae mi cuerpo desnudo contra el suyo. Me
rodea con los brazos y las piernas y me susurra diciéndome lo buena
que soy. —Ha sido perfecto, Abby. Joder, nunca había sentido nada
igual.
Apoyo la mejilla en su pecho desnudo. Su corazón retumba en
mi oído, pero no me importa. Me aferro a él, deseando no tener que
dejarlo marchar nunca.

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Capítulo 18
DAVIS

Estaba inconsciente cuando me fui esta mañana. Incluso hice


algo de ruido, pero no se movió. Me senté en el borde de la cama y la
miré dormir durante un rato, con las imágenes de la noche anterior
reproduciéndose en mi cabeza.
Me dije cien veces que tenía que irme a casa, pero no me atrevía
a salir de la cama. Ahí tumbado, con su cuerpo envuelto en el mío, me
sentí realmente vivo por primera vez en mi vida, y no quería dejarlo
escapar. Si no fuera porque sabía que Jason estaría en el gimnasio
esperándome esta mañana, nunca me habría levantado de la cama.
—Siento llegar tarde. — le digo a Jason cuando entro en el
gimnasio. Todavía tengo el olor de Abby encima, y no me enojo por no
haber tenido tiempo de ducharme. Llámame sucio bastardo, no me
importa, pero me gusta.
Jason está sentado en un banco de pesas haciendo flexiones. —
Estás bien. Sabes que no necesito que hagan de niñera.
Pongo los ojos en blanco. —No me jodas con eso. Llevas una
semana en la clínica. Solo intentamos asegurarnos de que te adaptas
bien, eso es todo.
El gimnasio está vacío a estas horas de la mañana, pero aun así
me sorprende que seamos los dos únicos. Jason sigue trabajando, y
yo me acomodo en un estante a su lado. Trabajamos en silencio, y
estoy tan metido en mi propio mundo que me sobresalto cuando Jason
dice: — ¿Qué pasa? Estás callado.
Tengo la mancuerna sobre la cabeza y la bajo lentamente al
exhalar. —No pasa nada.
Se queda callado un minuto y vuelve a empezar, un poco sin
aliento al terminar una repetición. — ¿Vas a hablar con Zach?

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Gruño mientras tiro de la barra por encima de mi cabeza. —
¿Hablar con Zach de qué?
Coge la toalla que tiene al lado y se limpia la cara. —Sobre que
estás enamorado de su hermana pequeña.
Bajo la barra y esta vez la dejo caer, provocando un gran ruido
sordo y el temblor del suelo. Jason se sacude en su posición sentada,
pero tiene una sonrisa de satisfacción en la cara. Solo quiere irritarme.
Me quedo callado mientras coloco otra serie de pesas en la barra,
pero Jason no se da por vencido. —Puedes negarlo todo lo que quieras,
pero joder, hombre, ni siquiera puedo verte la cara y sé lo que pasa.
Zach te echará un vistazo y lo sabrá seguro. Será mejor que te des
cuenta antes de verlo.
Levanto la pesa por encima de mi cabeza, intentando
concentrarme, pero es inútil. Cuando bajo la barra y la dejo caer, me
pongo de pie y me acerco a Jason. — ¿Necesitas más peso?
Gruñe, odiando pedir ayuda. —Sí, ¿puedes coger las de treinta?
Le cojo las pesas de veinticinco libras y las coloco en el estante
antes de coger las de treinta. Mientras se las doy, le digo en voz baja:
—No niego nada.
Asiente. —Lo sabía.
—Necesitas un corte de pelo. — le digo.
Jason siempre ha llevado el pelo cortado hasta el cuero
cabelludo. Ahora lo tiene tan largo que le cuelga sobre la frente. —Eres
de los que habla.
Lo miro confuso y se ríe. —No me mires así. — dice,
aturdiéndome de nuevo. —Puede que no sea capaz de ver, pero puedo
oír, y lo que se dice en la calle es que estás empezando a parecerte a
Sasquatch con todo ese pelo en la cabeza.
—Jódete, hombre.
Se ríe. —Sí, que te jodan a ti también.
Vamos y venimos durante un rato y hacemos un buen ejercicio.
Después de acompañarlo a su apartamento, subo a mi camioneta y
me dirijo a casa. Tengo muchas cosas que hacer, pero solo pienso en

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volver con Abby. No hablamos del futuro. Demonios, apenas
hablamos.
Y sé que necesitamos hacerlo.
Decidido a hacerlo, compro unos donuts y un café en Sugar
Glaze Bakery y atravieso la ciudad para ir a casa de Abby. Se me
revuelve el estómago cuando veo un coche deportivo en la entrada,
pero estaciono junto a él. Cuando salgo, Alexis viene corriendo hacia
mí. — ¡Davis! — grita.
No tengo mucho tiempo para prepararme, pero apoyo la espalda
en la camioneta cuando se abalanza sobre mí y la cojo en brazos. —
¿Qué pasa, Lex?
Suelta una carcajada. — ¡Lex! Me llamo Alexis. Mi papá me va a
dejar. ¿Has venido a verme?
Me río con ella porque, ¿cómo no? Su risa es contagiosa. —
Tonta, sé cómo te llamas, pero si alguien me gusta, le pongo un apodo.
Y claro que he venido a verte a ti y a tu mamá.
La abrazo y la dejo en el suelo. Me toma de la mano y tira de mí.
—Entonces también tendrás que ponerle un apodo a mamá.
La sigo por detrás. —Tienes razón, tendré que hacerlo.
Llegamos al lado de la casa y Abby está trabajando en su jardín.
La miro primero a ella antes de mirar al hombre que está detrás de
ella. Tiene la frente arrugada y me mira fijamente. Por el brillo de sus
ojos, sé que me reconoce. Le dirijo una sonrisa lacónica. — ¿Cómo te
va, Wayne?
Frunce el ceño. —Bien. ¿Qué haces aquí? —Levanta la mano y
mira entre su hija, que sigue tomándome de la mano, y yo. —Espera.
¿Eres el Davis del que ha estado hablando Alexis?
Miro a la niña que me sonríe. —Sí, soy yo.
Ella tira de mi mano. —Papá, la última vez que estuviste aquí
quería enseñarte mi nuevo libro, pero no tuviste tiempo. ¿Puedo
enseñártelo ahora?
Sonríe a su hija. —Claro, cariño. Abby, tú y yo tenemos que
hablar antes de que me vaya.

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Ella tiene una pequeña pala y le hace señas para que se vaya. —
Claro, Wayne.
Cuando Alexis y él se dirigen a la entrada de la casa, Abby se
pone en pie. Me acerco a ella y le pongo las manos en los hombros. —
¿Siempre viene y te mira el culo así?
Está sorprendida, haciéndome saber que no tiene ni idea de que
su ex tiene pensamientos impuros sobre ella. —No lo hacía.
Dejo que mis manos desciendan por su espalda y le acaricien el
culo. —Créeme, los tenía. Y no me gusta.
Suelta la pala y desliza las manos por mi pecho. —Te fuiste sin
despedirte.
Le aparté el pelo de la cara y se lo coloqué detrás de la oreja. —
No quería hacerlo. Créeme, hice mucho ruido intentando despertarte,
pero no lo conseguiste. Volví para que pudiéramos hablar.
Se pone rígida. — ¿Hablar? ¿Por qué no me gusta cómo suena
eso?
Oigo a Alexis antes de verla y me alejo de Abby con un suspiro.
Ojalá pudiéramos hablar abiertamente de nosotros, sobre todo con su
ex, pero no voy a soltárselo a Alexis. —Tengo donuts en la camioneta.
Voy por ellos.
Alexis me escucha. — ¡Donuts! Me encantan los donuts.
Wayne la detiene antes de que corra hacia mí. —Alexis, ya hemos
hablado de esto. Los donuts te harán engordar.
Abby jadea y mis manos se aprietan a mis costados. ¿De verdad
este imbécil acaba de decirle a una niña de seis años que engordará
si come un donut?
Abby debe de saber que estoy a punto de decir algo porque viene
a ponerse delante de mí con una mano en el pecho. Su voz es tensa.
—Wayne, hablemos tú y yo. Alexis, despídete de tu papá y lo verás
más tarde. — Me mira. —Davis, ¿puedes llevarte a Alexis? Gracias por
los donuts. Enseguida voy.
Alexis abraza a su papá y luego me toma de la mano para que
vayamos a mi camioneta. Lanzo a Wayne una mirada asesina,

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asegurándome de que recuerda las amenazas que le lancé hace años.
—Estaré aquí si me necesitas. — le digo a Abby, y ella me sonríe
suavemente.
Alexis y yo vamos a mi camioneta y cogemos el termo de café y
los donuts. Está a punto de entrar, pero no quiero estar tan lejos de
Abby. — ¿Qué tal un picnic, Lex? Podemos sentarnos aquí. — Hago
un gesto hacia el porche delantero y Alexis da un respingo. —
Hagámoslo, Davis. Me encantan los picnics.
Asiento. —A mí también.
Abro la caja y me inclino para enseñarle todos los donuts. —
Ahora puedes coger el que quieras, pero he visto uno que me ha hecho
pensar en ti. ¿Adivinas cuál?
Mira dentro de la caja y luego a mí con la boca abierta. — ¿La
rosa con virutas rosas y blancas?
Asiento y le tiendo la caja. —Esa es, niña. Toma.
Nos sentamos en el porche y yo bebo un sorbo de café mientras
ella mastica su donut. Abby y Wayne siguen doblando la esquina de
la casa, y me mata que no estén a la vista.
— ¿Quieres que te traiga agua de adentro?
Niega, y me sorprende que parezca pensativa, mirando fijamente
su donut. — ¿Qué te pasa? ¿No te gusta?
Asiente. —Me encanta. El de fresa es mi favorito.
La empujo suavemente con el codo. —Entonces, ¿qué te pasa?
Parpadea y me quedo embelesado porque se parece mucho a su
mamá. Su cara de preocupación me hace girarme hacia ella. —
Háblame. Puedes contarme lo que quieras.
Abre la boca, la cierra y la vuelve a abrir. — ¿Crees que mi mamá
está gorda?
Retrocedo. —No. ¿Por qué me preguntas eso, Lex? —
Se encoge de hombros. —No lo sé. Creo que mi mamá es genial,
pero mi papá siempre dice que no quiero terminar gorda como ella.

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Solo... solo sé que le gustas, pero no quiero que desees que sea
diferente, eso es todo.
Miro a esta niña y me pregunto cómo es posible que solo tenga
seis años. Obviamente, ha tenido que crecer un poco deprisa, y su
papá no ayuda nada con las tonterías que le dice. —No quisiera
cambiarla, Lex. Creo que tu mamá es perfecta tal como es.
Y así como así, su hermosa sonrisa vuelve a su lugar. —Eso está
bien porque los donuts la hacen feliz, y me gusta cuando mi mamá es
feliz.
Estoy asintiendo cuando Abby y Wayne aparecen por la esquina
de la casa. Ella se detiene, sorprendida de vernos en el porche, y
Wayne sigue caminando hacia su coche. Me dirijo hacia él cuando
Abby me detiene. — ¿Adónde vas?
Me ablando con solo mirarla. — ¿Confías en mí?
Ladea la cabeza y susurra: —Sabes que sí.
Como no puedo resistirme, me inclino y aprieto los labios contra
su frente antes de dirigirme a la entrada. Wayne está a punto de entrar
en su coche y le sujeto la puerta antes de que la cierre. —Wayne,
¿podemos hablar un momento?
Pone los ojos en blanco. — ¿Qué? ¿Vas a amenazarme otra vez?
Créeme, te recuerdo a ti y a su hermano matón amenazándome con
ponerme a dos metros bajo tierra si no me ponía en forma. ¿Qué
quieres ahora?
Me inclino para no tener que hablar tan alto como para que Abby
y Alexis me oigan. —No quiero que hables de Abby. Ni de su peso, ni
de su aspecto, ni de lo que hace, nada. No quiero que su hija oiga nada
negativo de ti cuando se trata de su mamá. ¿Me entiendes?
Me fulmina con la mirada. —Es mi hija.
Me inclino más hacia el coche. Su mano está en la puerta, y la
cubro con la mía, presionando los puntos de presión. —Sí, sé que es
tu hija. Pero también sé que si le haces daño —o a su mamá— con tus
palabras o de cualquier otra forma, eres hombre muerto. Créeme, no
me lo pensaré dos veces.

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Parece a punto de discutir, pero no lo hace. Tiene la cara
contraída mientras ejerzo más presión sobre su mano. No me costaría
mucho romperle unos cuantos huesos y, sinceramente, me
encantaría. Asiente y es entonces cuando lo suelto y me alejo.
—Adiós, nos vemos.
Pone el coche en marcha y me pregunta: — ¿Cuánto tiempo vas
a estar en la ciudad?
Me pongo las manos en las caderas. —Todo el tiempo que ella
quiera que esté aquí.
Sus ojos se abren de par en par cuando me entiende. Lo saludo
con la mano mientras sale del garaje. Cuando se va, sonrío y vuelvo al
porche. Alexis está bebiendo una botella de agua y Abby me observa
atentamente. — ¿Qué fue todo eso?
—Nada. Quería tener una charla de hombre a hombre, eso es
todo.
Me siento en el porche junto a Abby y señalo la caja. — ¿Puedes
decir cuál elegí para ti?
Mira a Alexis. —Bueno, mira eso. Dice que elegiste uno especial
para ella. ¿Me estás diciendo que también elegiste uno especial para
mí?
Asiento, incapaz de contener la sonrisa que se forma en mi cara.
—Tengo que cuidar de mis dos chicas favoritas.
Alexis suelta una risita y la mirada de Abby se vuelve acalorada.
Joder, si estuviéramos solos ahora mismo, aprovecharía al máximo
esa promesa en sus ojos. En lugar de eso, señalo la caja. — ¿Adivinas?
Mira el surtido de donuts y me responde insegura. — ¿El donut
de chocolate con glaseado de chocolate y virutas de chocolate?
Asiento y niega. — ¿Cómo lo has sabido?
Me río entre dientes. — ¿Me tomas el pelo? Siempre te ha
gustado el helado de chocolate, el pastel de chocolate, el glaseado de
chocolate. Cada vez que íbamos a algún sitio, tomabas chocolate.
Coge el donut y lo sostiene en la mano. —No puedo creer que te
acuerdes de eso.

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Me encojo de hombros. —Lo recuerdo todo de ti.
Respira hondo y sus pechos suben y bajan.
Alexis se ríe, sin darse cuenta del trasfondo sexual. —Mamá
tiene una dulce adicción.
Todos nos reímos y Abby le da un mordisco. Gime cuando el
sabor golpea su lengua y no puedo apartar los ojos de su cara de
satisfacción. Cuando traga, me mira y no se contiene. —Estoy
descubriendo que también tengo adicción a las cosas dulces.
La electricidad entre nosotros es palpable. Sabe exactamente a
qué soy adicto y me muero de ganas de tenerla otra vez.

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Capítulo 19
ABBY

Mi mamá lo sabe.
Es domingo y esta noche toca cenar en casa de mis papás. Alexis,
Davis y yo hemos venido todos juntos y estamos hambrientos, sin
haber comido desde los donuts de hoy temprano.
Mis papás no dijeron ni una palabra cuando aparecimos todos
juntos. Todavía no han dicho nada, pero mi mamá sabe que pasa algo.
Lo sé por la forma en que no deja de mirarme.
Mi papá y Davis han hablado durante toda la comida mientras
yo intento concentrarme en Alexis, evitando la mirada cómplice de mi
mamá.
— ¿Cómo va la rehabilitación? —pregunta papá.
Davis se aclara la garganta. —Bien, muy bien, de hecho. Walker
está haciendo cosas increíbles en el centro de rehabilitación.
— ¿Cuáles son tus planes cuando termines, hijo? ¿Te quedas en
Whiskey Run o te vas otra vez?
Me quedo totalmente quieta, esperando la respuesta de Davis.
—Bueno, en realidad, hablé con Walker esta semana sobre el
trabajo que me ofreció. Sería a tiempo completo.
No puedo callarme más. — ¿Qué tipo de trabajo? ¿Irás a
misiones?
Niega. —No, no puedo hacer más misiones. Mi estado es una
carga. Me ofreció un trabajo en el centro y en el complejo de al lado.
Sería el jefe de seguridad.
Puedo oír el orgullo en su voz mientras habla con mi papá sobre
el trabajo. Parece que piensa quedarse en Whiskey Run. ¿Qué significa
eso para nosotros?

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Lo tengo en la punta de la lengua para preguntárselo, pero no lo
hago. Terminamos el postre y estamos todos en la cocina limpiando
cuando mi papá le pide a Davis que le ayude con algo en el garaje. Se
van y Alexis pregunta si puede imprimir más hojas de deberes del
ordenador de su abuela. Cuando Alexis entra en el despacho de mis
papás, me quedo a solas con mi mamá. —Adelante, dilo. Sé que te
mueres de ganas.
Está limpiando la encimera. —No sé de qué me hablas.
Me río y termino de guardar los platos. —De acuerdo.
Tarda diez segundos en cruzar la cocina y ponerse a mi lado. —
De acuerdo, de acuerdo. Cuéntamelo. ¿Qué pasa?
La miro con los ojos muy abiertos, intentando ser inocente. —No
tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Abby Jean Campbell, será mejor que hables con tu mamá.
Me apoyo en la encimera y cruzo los brazos sobre el pecho. —
¿De qué quieres hablar?
Se pone una mano en la cadera y la levanta. —Quiero saber por
qué cuando apareciste por aquí estabas prácticamente radiante. No
me he perdido todas las miraditas y sonrisitas secretas que se han
estado dedicando toda la noche. Ahora, si no quieres decírmelo
todavía, está bien. Solo dilo. Pero no me mientas.
Respiro hondo y sé que me sentará bien hablarlo con alguien.
Esta mañana he hablado por teléfono con Olivia y Chloe, pero no me
han dado ningún consejo sólido. Las dos se limitan a decirme que lo
disfrute y que tenga tantos orgasmos como él esté dispuesto a darme.
Lo cual es un buen consejo, hasta que pienso en que mi hija se
encariñe. —No estoy segura, mamá. La verdad es que no lo hemos
hablado. No sé qué está pasando entre nosotros dos. Quiero decir, no
me malinterpretes, es obvio que hay atracción ahí, pero antes de la
cena habría apostado dinero a que se iría pronto, así que sí, realmente
no puedo decirte mucho.
—Lo amas.
Lo dice con tanta naturalidad que ni siquiera intento discutir con
ella. Hay una parte de mí que ama a Davis desde hace mucho tiempo.

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Al principio era otro tipo de amor, pero ahora me consume por
completo y no sé qué hacer con él. —Sí, claro que lo amo. Todos lo
hacemos.
Menea la cabeza y me pone la mano en el hombro. —No, es
diferente, Abby. Estás enamorada de él.
Podría negarlo, pero no tengo motivos para hacerlo. —Sí, lo amo,
mamá. Y probablemente me rompa el corazón.
—Tú no... — empieza, pero se interrumpe cuando Davis aparece
en la puerta.
—Siento interrumpir, pero Alexis se pregunta si podemos llevarla
a casa. Supongo que tiene un trabajo en la carpeta que quería hacer
antes de ir a clase mañana.
Mientras habla, sus ojos me miran a la cara y lo único que puedo
hacer es quedarme con la boca abierta. Me ha oído. Me ha oído decir
que lo amo. Quiero enterrarme la cara entre las manos. ¿Cómo puedo
ser tan tonta? Por supuesto que va a salir corriendo de mi vida ahora.
Anoche me acosté con él y ya le estoy confesando mi amor a mi mamá.
No lo culparé cuando se vaya.
Mi voz es alta y chillona. —Sí, claro. Buena idea. De todas
formas, tengo que llegar a casa y corregir unos trabajos. Deberíamos
irnos. — Agarro a mi mamá y la abrazo. —Gracias por la cena, mamá.
Luego hablamos.
Prácticamente paso corriendo junto a Davis para encontrar a mi
papá y decirle adiós. Alexis ya está recogiendo sus cosas, y en cuanto
todos nos hemos despedido, estamos en el coche, conduciendo los
pocos minutos que nos separan de mi casa.
Por suerte, Alexis llena la conversación en el coche. Habla del
baile, del colegio, de los deberes e incluso pregunta si han sobrado
donuts. En cuanto llegamos a la entrada, salgo de la camioneta y
ayudo a Alexis. —Bueno, gracias por traerme, Davis. Hablamos
pronto.
Camino hacia la casa sin mirar atrás, lista para llegar a la
seguridad de mi casa. No es hasta que estoy forcejeando con mi bolso,
las sobras y la bolsa de Alexis que me doy cuenta de que Davis nos ha
seguido hasta el porche.

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Cuando encuentro las llaves, las saco del bolso y las pongo en la
puerta para abrirla. — ¿Se te ha olvidado algo?
—No. — dice.
Empujo la puerta y entramos todos.
—Me voy a mi habitación. — anuncia Alexis. —Y lo sé, lo sé, baño
en una hora y luego me lavo los dientes y a la cama. Davis, ¿me
arroparás luego?
La sigue: —Claro que sí, Lex.
Desaparece por el pasillo y miro a todos lados menos a Davis. —
Debería disculparme.
Me pone la mano en la barbilla y me levanta la cara. —
¿Disculparte por qué?
Miro hacia el pasillo. Lo más probable es que Alexis esté en su
habitación durante la próxima hora, repasando una hoja de deberes.
No levantará la vista hasta que suene la alarma del baño, pero no
quiero correr riesgos. Cuando llegamos a la puerta trasera, salgo a la
oscuridad de la noche y él me sigue hasta el porche. Me alejo un paso
de él. —Siento lo que oíste en casa de mis papás.
Ensancha la postura y pone las manos en las caderas. —
¿Quieres decir que sientes que te oyera decirle a tu mamá que estás
enamorada de mí?
Aprieto los ojos y asiento. —Sí.
— ¿Lo decías en serio?
Abro los ojos e inclino la cabeza para mirarlo. La luna brilla esta
noche y él me observa atentamente. Mi respiración es apenas un
susurro. — ¿Qué si decía en serio cuando dije que te amaba?
Traga saliva y asiente, manteniendo el resto del cuerpo
perfectamente inmóvil. El daño ya está hecho. Ya me ha oído decirlo y
no hay razón para que lo niegue ahora. —Sí, lo decía en serio, pero no
debería haberlo dicho. Sé que piensas que estoy loca. Te acuestas
conmigo y a la noche siguiente le digo a mi familia que estoy
enamorada de ti.
Me aprieta, poniendo sus manos en mi cintura. — ¿Me amas?

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Le doy una ligera palmada en el pecho y niego. — ¿Te estás
burlando de mí, Davis?
Se inclina y me mira a los ojos. —No me estoy burlando de ti.
Puedes decirlo cien veces, o mil, y no sería suficiente. — Me levanta la
barbilla. —Solo quiero oírte decírmelo a mí.
En un suspiro, le digo exactamente lo que siento. —Te amo,
Davis.
Se estremece y luego aprieta sus labios contra los míos. Sus
labios firmes se apoderan de los míos, y lo único que puedo hacer es
dejar que se salga con la suya. Cuando se separa, los dos estamos sin
aliento y tiene la frente pegada a la mía. Me susurra: —Te amo, Abby.
Jodidamante, te amo mucho.
Me echo hacia atrás, sorprendida. — ¿Me amas?
Me pone las manos a cada lado de la cara y me mira a los ojos.
—Sí, nena. Te amo. Te mereces un hombre mejor que yo, y tu hermano
probablemente me mate cuando se entere, pero sí, te amo.
—No me importa lo que piense mi hermano. Hablaré con él... —
Empiezo, pero me interrumpe.
—No. Yo hablaré con él. Tiene que oírlo de mí.
Apoyo la cabeza en su pecho y me recorre la espalda con las
manos. Gimo: —Me estás matando, Davis.
Sus manos me agarran con fuerza, tirando de mí contra él. Su
virilidad me oprime el vientre, me pongo de puntillas y le rodeo el
cuello con los brazos. — ¿Cuándo tienes que estar en casa?
Su aliento caliente me roza la oreja. —No me iré hasta más tarde.
Será después de que le haya leído a tu hija al menos dos de sus
cuentos y la haya metido en la cama y sepamos que duerme. Y
después de haberte dado al menos dos orgasmos para que no te
olvides de mí mañana cuando estés en el trabajo.
Le beso el pecho, lo tomo de la mano y tiro de él hacia la puerta
trasera. —Ven, a ver si apuramos un poco a Alexis.
Me sigue detrás sin rechistar. Su mano está en la mía hasta que
llegamos a la habitación de Alexis, y solo entonces retiro mi mano de

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la suya. Intento explicarme susurrando: —Tengo que hablar con ella
antes de…
—Lo entiendo. Me parece bien lo que tengas que hacer, Abby.
Que sepas que no voy a ir a ninguna parte. Esperaré todo lo que
quieras.
Maldición, ¿qué hice para merecer a este hombre? Después de
asentir, entra en la habitación de Alexis. Me siento en la silla mientras
Davis se sienta en el borde de su cama mientras ella le enseña sus
libros y papeles.
Todavía está alterada por la noche y no se va a acostar pronto,
pero está bien. Aunque estoy deseando que llegue la noche, esto de
aquí también está bien. Casi demasiado bien.

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Capítulo 20
DAVIS

Joder, qué sorpresa. He estado contando las horas hasta que


Abby y Alexis llegarían a casa de la escuela. Esta mañana me he
orientado en el trabajo y esta tarde me he puesto al día con el
entrenamiento y la terapia. Acababa de llegar corriendo a casa, me
había duchado y estaba a punto de salir por la puerta cuando la
llamada a mi puerta me toma por sorpresa.
— ¿Qué pasa, cabrón?
Se me cae la boca al ver a Zach de pie frente a mí.
Abro los brazos y los envuelvo alrededor de mi amigo, tirando de
él para abrazarlo. —Estás en casa.
Hace una mueca y me aparta. —Vamos, basta de sensiblerías.
Llevo con mamá y papá desde primera hora de la mañana, y mamá no
ha parado.
Me río. —Te echa de menos.
Asiente. —Ya lo sé. También los echo de menos. Entonces, ¿qué
pasa? ¿Vas a invitarme a pasar o qué?
Me tenso pero espero que no se dé cuenta. —En realidad, iba a
salir por la puerta. Iba de camino a casa de tu hermana. ¿Quieres
venir?
Se le arruga la frente, pero asiente. —Claro. ¿Puedo dejar el
coche adelante?
Salgo y me sigue mientras cierro la puerta. —Sí, estará bien.
Abro el seguro de mi camioneta y ambos nos quedamos en
silencio cuando entramos. Apenas salgo de la entrada y Zach se gira
hacia mí. —Entonces, ¿vamos a hablar de ello? ¿Vas a casa de mi
hermana?

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Es una oportunidad perfecta para decírselo ahora, pero debería
haberlo pensado mejor. Tengo que decírselo y asegurarme de que esté
tranquilo cuando no vayamos a estar cerca de Abby y Alexis. Tengo la
sensación de que va a perder la cabeza, y no quiero que lo haga cerca
de Alexis y la moleste. —Sí, ¿eso es un problema?— Respondo
vagamente.
Baja la ventanilla y deja colgar el brazo, haciendo gestos con la
mano. —No, no hay problema. Solo tengo curiosidad por saber qué
haces en casa de mi hermana.

Díselo. Ahora es el momento de decírselo. —Uh, ¿has conocido a tu


sobrina? Se enteró de que vendrías pronto a la ciudad y pensó que
deberíamos medir las cosas y hacer los planos de la casa del árbol
para cuando llegues.
Anoche, cuando Alexis intentaba trasnochar, utilizó todas las
tácticas posibles, y la casa del árbol fue una de sus peticiones.
Zach gime. —Joder, se me había olvidado lo de la casa del árbol.
No puedo evitar reírme. —Bueno, te garantizo que no lo ha
hecho. Le va a hacer mucha ilusión verte en casa.
Asiento. —Yo también me alegraré de verla, pero sin la casa del
árbol.
No puedo evitar reírme. Zach es bueno en muchas cosas, pero la
paciencia no es uno de sus fuertes. —Estará bien. Además, estoy aquí
para ayudar.
Golpea el salpicadero con el puño. —Joder, sí, a eso me refiero.
Sonrío al girar por la carretera de Abby. Ella y Alexis ya deberían
estar en casa y no puedo ocultar mi emoción por volver a verlas.
— ¿Por qué sonríes?— me pregunta Zach.
Se me congela la cara y pienso rápido. — Estoy pensando en la
primera vez que dices ‘joder’ delante de Alexis. Abby va a tener tu
trasero.
Me da una palmada en el brazo. —Jódete, hombre. Puedo
manejar a mi hermana.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


No, yo puedo manejar a tu hermana.
El pensamiento me invade la cabeza antes de que pueda filtrarlo,
y empiezo a toser para disimularlo. Menos mal que no lo he dicho en
voz alta.
Giramos hacia su manzana y los nervios me invaden. Debería
haberle avisado, pero no quería arruinar la sorpresa.
Cuando llegamos a su casa, llamo a la puerta. Intento moverme
hacia un lado para que Zach sea la primera persona que vean, pero
está detrás de una columna intentando esconderse. La mierda está a
punto de ponerse fea.
Abby abre la puerta y la sonrisa que me dedica me ilumina
literalmente. —Abby. — digo, con la voz tensa. Su sonrisa desaparece
y niega. — ¿Qué? ¿Qué pasa?
Antes de que pueda responder, Zach salta. — ¡Sorpresa!
Tarda un minuto, pero se recupera rápidamente. — ¡Zach! ¡Estás
en casa! — dice justo cuando Alexis sale corriendo por la puerta. —
¡Tío Zach!
Corren hacia él y las coge a las dos en brazos. Se ríen y sonríen,
y yo me apoyo en la columna, disfrutando del modo en que Abby y
Alexis están despreocupadas y felices en este momento.
Cuando acaban de abrazarse, Alexis tira de Zach hacia dentro.
Me agarro a la cinturilla de los pantalones de Abby y me inclino para
susurrarle al oído: —Aún no se lo he dicho.
Me mira irritada. —Sí, ya me lo imaginaba.
—Solo quería esperar...
Sacude la cabeza. —Da igual, lo entiendo.
Antes de que pueda decir nada más, está adentro y se dirige
directamente a la cocina. —Chicos, están de suerte; he preparado mi
gran sartén de lasaña.
Zach está revisando los papeles de Alexis. — ¿Te ha dicho mamá
que estaba aquí?
Abby niega. —No, supongo que tienes suerte.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Le choca los cinco a Alexis. —Jo... quiero decir... ¡sí, tengo
suerte!
Nos reunimos todos alrededor de la mesa y la conversación fluye.
No puedo apartar los ojos de Abby, pero ella hace todo lo posible por
ignorarme. Al final, cuando termina la cena y Alexis se va a bañar,
Abby empieza a limpiar la cocina. Me levanto para ayudarla y ella
intenta detenerme, pero de ninguna manera voy a quedarme sentado
y dejar que haga todo el trabajo. Empiezo a enjuagar los platos y a
cargar el lavavajillas mientras Zach se reclina en su silla.
Hago mis cosas mientras hermano y hermana hablan. Intento
dejarles espacio hasta que oigo a Abby preguntarle: — ¿Y qué planes
tienes mientras estés en la ciudad?
Zach se ríe. —Bueno, lo primero es lo primero. Voy a conseguir
algo extraño esta noche y gracias a Dios, tengo a mi copiloto para
ayudarme.
Miro a Abby y su espalda se pone rígida. — ¿Vas a salir?
Zach se ríe. —Sí, mamá. Vamos a salir, pero no te preocupes; no
beberemos y conduciremos, y nos aseguraremos de acabar bien.
La cara de Abby se pone roja y coge una toalla para empezar a
limpiar la parte superior de la cocina. La friega como si estuviera
sucia, y eso que no hay ni una mota de comida. Arrugo la nariz,
bostezo y le digo a Zach: —La verdad es que estoy bastante cansado y
no me interesa tener sexo anónimo con una mujer. Quedémonos en
casa. Podemos ver una película o algo.
— ¡A la mierda!— dice Zach y luego levanta las manos cuando
Abby le lanza una mirada. —Lo siento, quiero decir, al diablo con eso.
No he tenido sexo en al menos cuatro meses. Estoy en deuda. ¿Y qué
hay de ti? Sé que ha pasado tiempo. A los dos nos toca.
Abby deja caer la toalla sobre la encimera. —Mejor voy a ver a
Alexis en la bañera. Diviértanse esta noche. Cierren la puerta al salir.
Zach la sigue: —No has cambiado las cerraduras, ¿verdad?
Puede que venga aquí en vez de ir a casa de papá y mamá esta noche.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Abby sonríe, pero no le llega a los ojos. —Tienes la llave. Pero,
por favor, no traigas aquí a tus mujeres. No quiero tener que
explicárselo a tu sobrina.
Zach pone los ojos en blanco. —No lo haremos. Las llevaremos a
otro lugar antes de venir aquí. — Termina con un guiño, pero ella se
lo pierde porque sale dando pisotones de la habitación.
Zach salta de su asiento y da una palmada. —Vamos, vámonos.
—En serio, quedémonos aquí. Podemos salir otra noche.
Pero Zach no escucha. Coge las llaves que he dejado en la
encimera y empieza a salir por la puerta. No tengo más remedio que
seguirlo. —Zach, hermano, vamos. Tranquilízate un momento.
Se detiene y, por primera vez esta noche, se le borra la sonrisa
de la cara. —Davis, acabo de salir de una misión. Ya sabes lo que es
eso. Necesito desahogarme un poco. ¿Vas a tomarte una cerveza
conmigo o qué?
Joder, sé exactamente cómo se siente y, por eso, lo sigo y cojo
mis llaves cuando me las lanza. Cierro la puerta de la casa de Abby y
luego presiono el botón de desbloqueo de mi camioneta. Zach está
adentro esperándome cuando entro.
Con un giro de muñeca, el motor arranca. — ¿Adónde vamos?
—Al Whistler.
Asiento y me dirijo hacia el centro. Tengo que estacionar en el
estacionamiento lateral y no hago ruido mientras sigo a Zach al
interior.
Cogemos una mesa alta junto a la pista de baile. Solo he estado
aquí otra vez, pero me sorprende mirar a mí alrededor. Por fuera
parece un pequeño agujero en la pared, pero una vez dentro, todo es
lujoso y bonito.
— ¿Qué quieres? — me pregunta.
Niego. —No voy a beber. Nos llevo a casa. Que te vaya bien.
Saluda a la camarera con la mano y, cuando se acerca, enciende
el coqueteo. Cojo el móvil y abro la aplicación de mensajería. —Hey. —
le escribo a Abby.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me faltan las palabras. Hay tantas cosas que quiero decirle, pero
ninguna parece suficiente. Espero a que responda, pero no lo hace. Le
envío otro mensaje. —Iré a verte cuando vuelva.
Veo que ha leído el mensaje, pero no responde. Supongo que es
bueno que no me haya dicho que me mantenga alejado.
Me guardo el móvil en el bolsillo y me paso la mano por el pelo.
Zach da un sorbo a su cerveza cuando la camarera se la deja. —Joder,
Davis. Quizá debería ser DD. Parece que estás muy tenso.
Antes de que pueda contestarle, oigo a los chicos gritar mientras
entran por la puerta principal. Efectivamente, todos los chicos están
aquí: Jason, Colter, Elias, Kanan e incluso han conseguido que Daniel
venga esta noche. Zach está de pie, abrazando y dando palmadas en
la espalda a todos los chicos. Me siento en mi silla y sonrío mientras
los miro. Hay una gran parte de mí que quiere estar con Abby ahora
mismo, pero también sé que necesito esto. Después de la explosión en
la que todos salimos heridos, nos desmoronamos. Ninguno de
nosotros fue capaz de encontrar nuestro camino. Fue solo después de
que Walker nos trajo a Whiskey Run que fuimos capaces de empezar
a conseguir nuestra mierda juntos. Y esto, tener a todos los chicos
aquí -con Zach- ha sido necesario durante mucho tiempo. Zach es un
tonto y siempre lo ha sido. Pero cuando Zach fue el único que salió
físicamente ileso, la culpa casi lo mata. Aunque nadie lo culpó, él lo
sintió y le ha costado mucho sanar emocionalmente.
El resto de la noche está lleno de risas, bebida y todos nosotros
pasándolo bien. Pero por mucho que nos divirtamos, en cuanto Zach
se levanta, balanceándose sobre sus pies, y dice que está listo para
irse, prácticamente lo empujo por la puerta hacia mi camioneta.
Kanan está sobrio y lleva al resto de los chicos de regreso al Centro.
Mientras cruzamos la ciudad, Zach ronca suavemente en el
asiento del copiloto durante todo el trayecto hasta la casa de Abby.
Cuando llegamos, lo ayudo a salir de la camioneta y, aunque me
cuesta soportar su peso, hago lo que puedo para que entre sin hacer
ruido. Me da la llave, abro la puerta y lo ayudo a entrar. Pasamos al
salón y el sofá ya está preparado. Lo ayudo a sentarse y, cuando su
cabeza toca la almohada, ya ha vuelto a desmayarse. Le quito los
zapatos y lo tapo.

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Cuando estoy seguro de que se ha desmayado, camino de
puntillas por el pasillo y entro en el dormitorio de Abby, cerrando la
puerta detrás de mí.
Me siento en el borde de la cama y susurro su nombre. —Abby.
Su voz es suave en la oscuridad. — ¿Sí?
Cuando sé que está despierta y que no voy a darle un susto de
muerte, me subo a la cama, dejando que mis pies calzados cuelguen
del extremo y luego la rodeo con un brazo, tirando de ella hacia la
parte delantera de mi cuerpo.
—No te enojes conmigo, Abby.
Gira la cabeza para mirarme y suspira. —No me enojo. —Se da
la vuelta para quedar frente a mí y sus ojos encuentran los míos en la
oscuridad. —Estaba celosa, y no tengo derecho a estarlo.
Le acaricio la cara. —No deberías estar celosa.
Levanta la cabeza y la apoya en mi pecho. —Esto va demasiado
rápido, Davis. Creo que deberíamos ir más despacio.
Me duele el pecho. — ¿Qué? ¿Por qué?
Su voz es apagada, pero puedo distinguir lo que está diciendo.
— Quería vomitar cuando Zach hablaba de que te ibas a poner
extraño, pero cuanto más lo pensaba, más lo entendía. Al menos para
ti. Hace tiempo que no estás con una mujer, y ahora que lo has hecho,
quizá quieras ver qué hay ahí afuera.
Mi voz es ronca. —La única mujer que quiero está en mis brazos
ahora mismo. No me he enrollado con ninguna mujer, ni siquiera he
mirado a ninguna mujer mientras estaba fuera. Vinieron todos los
chicos y bebieron un poco...
Me pone la mano en el pecho. —Creo que deberíamos aplazar lo
de contarle a Zach y Alexis lo nuestro. Estoy siendo irresponsable, y
necesito pensar en Alexis.
—Abby. — Solo digo su nombre, pero hay mucho más que quiero
decir.
Siento que su cuerpo tiembla mientras respira hondo y lo suelta.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Cuando no dice nada, me inclino hacia su oído. —Abby, ayer me
amabas. ¿Me estás diciendo que hoy ya no?
Se aparta para mirarme con un grito ahogado. —No, Dios, no.
Davis, te estoy dando una salida. Entiendo que has pasado por un
infierno y te estoy dando la oportunidad de...
—Tú. — le digo casi enojado. ¿Cómo demonios no sabe lo que
vale? —Tú eres lo que quiero, Abby. Sí, he pasado por un infierno,
pero tú eres mi cielo.
Su mano se agarra a mi camiseta. —Davis. — dice con
sentimiento.
—Si quieres tiempo, te daré tiempo, pero voy a demostrarte que
soy el hombre que necesitas.
Se acerca más a mí y hunde su cuerpo en el mío. —Eres el
hombre que necesito, Davis. El hombre que amo.
Nos quedamos tumbados hasta que nuestras respiraciones
coinciden en patrones. Se dé cuenta o no, su mano acariciándome el
pecho me vigoriza, me hace desear tenerla ahora mismo. —Estaba
celosa, Davis. — admite.
Le beso la frente, la mejilla y, finalmente, llego a sus labios.
Cuando nos separamos, ya sé que no es suficiente. —No tienes
motivos para estar celosa. Eres la única mujer que quiero.
Sus dedos se clavan en mi cintura y sus caderas se mueven
hacia las mías. Sé lo que necesita. —No podemos hacer el amor, Abby.
No con tu hermano en la otra habitación.
Prácticamente gime. —Estaré callada.
Sonrío ante la desesperación de su voz. —Lo necesitas, ¿verdad,
nena?
Asiente contra mi pecho.
La empujo hacia atrás y me inclino sobre ella. Dejo que mi mano
recorra su vientre y presione ahí. — ¿Necesitas que te haga correrte?
Tiembla tan fuerte que parece una convulsión rápida. —Sí. —
gime suavemente mientras levanta las caderas.

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Dejo que mi mano se deslice bajo la banda de sus pantalones
cortos. Respira y suelta un pequeño suspiro. Le acaricio el bajo vientre
con los dedos y su respiración se entrecorta. Cuando por fin llego a su
núcleo meloso, ya está tan mojada que me cubre el dedo. Le rodeo el
clítoris y echa la cabeza hacia atrás con un gemido.
Cubro su boca con la mía, tragándome sus sonidos de lujuria.
Presiono su clítoris hinchado y sus caderas se agitan contra mi mano.
Nuestro beso es voraz y devorador. Está tan cerca que, cuando llega
el orgasmo, me agarra la muñeca y empieza a gemir en mi boca. Suelto
su boca pero sigo cerca, y nuestras respiraciones se entremezclan. Su
cuerpo se tensa, su coño palpita y sus caderas se sacuden sin control.
Cuando empieza a bajar, su voz está llena de emoción. —Joder.
Le sonrío. —Creo que es la primera vez que te oigo decir
palabrotas.
Sonríe y sacude la cabeza. — ¿Qué me estás haciendo, Davis?
Me haces sentir cosas de las que ni siquiera sabía que era capaz.
Apoyo mi cabeza en la suya. Mi polla está dura, presionando
contra la cremallera de mis vaqueros. El corazón me late con fuerza
en el pecho y todos mis sentidos se agudizan. —Eres mía, Abby. Lo
dije una vez y lo repito. Eres mi cielo... y cuando estés lista, todo el
mundo lo sabrá.
Sonríe y apoya la cabeza contra mi pecho. Nos quedamos aquí
tumbados mucho rato. Me repito a mí mismo que solo serán unos
minutos más, pero a eso de las tres de la madrugada sé que tengo que
salir de aquí. No quiero que Zach me encuentre en su cama.
Me zafo de su abrazo, la beso suavemente y salgo. En el frescor
de la mañana, me invade la tristeza. Lo que más deseo está dentro de
mí, y daría cualquier cosa por poder dormir con ella en brazos y
despertarme a su lado. Pronto... pronto, ella va a ser mía por completo.

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Capítulo 21
DAVIS

Han sido tres días de puro tiempo en familia. Y sí, he estado


incluido, pero también significa que Abby y yo no hemos estado solos
en absoluto.
Después de pasar unas horas en casa de los Campbell, dejé ahí
a Zach y me fui directamente a casa de Abby. Alexis y Abby están
jugando afuera y, cuando me ven, se acercan a la camioneta.
Sonrío de oreja a oreja cuando salgo y alcanzo a Alexis, que
prácticamente se me echa encima riendo. — ¿Qué pasa, Lex?
Echa la cabeza hacia atrás. — ¡Aún no se te ha ocurrido un
apodo para mamá!
Miro a Abby de arriba abajo. —Tienes razón. Voy a tener que
arreglar eso, ¿no?
Alexis asiente. —Sí. ¿Quieres ver el nuevo libro que he traído hoy
de la biblioteca?
Asiento. —Claro que sí.
Sale corriendo hacia la casa, lo que significa que tengo unos diez
segundos antes de que salga corriendo por la puerta principal. Pienso
aprovechar bien esos diez segundos. Rodeo la cintura de Abby con la
mano y la atraigo hacia mí. —Te he echado de menos. — le digo antes
de besarla hasta quedarnos sin aliento.
Apenas me separo, oigo abrirse la puerta. Me giro hacia Alexis,
pero veo de reojo a Abby con una sonrisa en la cara, tocándose con los
dedos los labios ahora hinchados. Me siento en el porche y le hablo a
Alexis de su libro y, por supuesto, tenemos que leerlo juntos. Cuando
termina, desaparece adentro para coger otro.
Abby está sentada en la mecedora del otro lado del porche. Me
levanto para sentarme en la de al lado. —Hey.

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Sonríe y me mira a través de sus largas pestañas. Sus ojos azules
son más oscuros de lo normal, dejándome saber en qué está pensando
ahora mismo. —Hey, Davis.
El sonido de mi nombre en sus labios hace que mi sonrisa se
ensanche. —Necesito preguntarte algo.
Asiente con curiosidad.
—Tu hermano se va dentro de unos días y no quiero esperar
más. Quiero hablar con él de hombre a hombre, cara a cara. Ya es
hora de que sepa lo que siento por ti.
Se agarra a los brazos de la silla. Daría cualquier cosa por
levantarla y deslizarla hasta mi regazo, pero no puedo permitirme ese
lujo. Todavía no.
Como no dice nada, vuelvo a preguntarle: — ¿Qué te parece? No
haré nada que no quieras que haga, pero necesito que él... bueno,
necesito que todo el mundo sepa que eres mía.
Abre la boca, pero en cuanto lo hace, Alexis sale corriendo por la
puerta hacia el porche. Señala la casa de al lado. — ¿Puede venir
Jamie a jugar, mamá?
Miro hacia donde señala y veo a una niña en el porche de al lado.
Abby se levanta, saluda a la otra mamá y le dice a Alexis: —Claro que
puede. Jueguen en el patio mientras estamos afuera, ¿de acuerdo?
Abby apenas lo consigue y Alexis grita y hace señas a su amiga
para que se acerque. La mamá la acompaña hasta la valla y saluda
con la mano mientras la niña entra en el patio.
Alexis y Jamie salen corriendo hacia el patio trasero, riendo entre
dientes.
En cuanto rodean el lateral de la casa, vuelvo a preguntarle: —
Abby, háblame.
Parpadea, insegura. —Te das cuenta de que esto lo cambia todo.
Si algo nos pasara a los dos, no quiero que tu amistad con mi
hermano...
La interrumpo. —Abby, no hables así. Estoy enamorado de ti.
Cuando pienso en ti y en mí, pienso en nuestro futuro. Pienso en salir

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contigo, en despertarme contigo en mis brazos, en pasear de tu mano
por el centro... Pienso en... ti llevando mi anillo.
Jadea, y sus ojos se agrandan en su cara. Le tomo la mano y le
rozo la muñeca con el pulgar. —No te hagas la sorprendida, Abby. Te
amo. Algunos pensarán que soy demasiado viejo para ti, que estoy
lisiado y que tengo mis propios demonios... pero espero que sepas que
nadie podría quererte tanto como yo.
Su mano se enrosca en la mía y me habla con voz llena de
emoción. — ¿Y Alexis?
Asiento. —Sé que eres un paquete, Abby. Pero más que eso, tu
hija ya me tiene completamente envuelto alrededor de su meñique. La
quiero y haría cualquier cosa por ella. Siempre estará segura,
protegida y querida. Te lo prometo.
Se levanta y viene hacia mí. Tengo las manos en sus caderas y
estoy a punto de atraerla a mi regazo cuando oigo un grito que congela
la sangre.
Abby y yo nos ponemos en marcha, bajamos por el porche y nos
dirigimos al patio trasero. Llegamos al lado de la casa y Jamie corre
hacia nosotros. — ¡Alexis está atrapada en un árbol! — nos grita.
Corro lo más rápido que puedo, obligándome a moverme más
deprisa de lo que lo he hecho en mucho tiempo. Cuando veo a Alexis
en lo alto del árbol —en el que se supone que Zach y yo vamos a
construir una casa—, se me revuelve el estómago y casi caigo de
rodillas. Está tan alta.
Levanto las manos hacia el cielo. —Alexis, escúchame, cariño.
Deja de llorar, ¿de acuerdo?
Sus sollozos se ralentizan y tiene hipo.
Abby está a mi lado. —Alexis, estás bien.
Empieza a sacudir la cabeza y, con mi voz más calmada, le
pregunto: — ¿Te duele algo?
Sacude la cabeza. —No, estoy asustada.
Joder, yo también. Si le pasa algo a esta niña, no sé qué voy a
hacer.

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— De acuerdo, escúchame, ¿sí?
Asiente, mordiéndose el labio inferior. Intenta no llorar, pero veo
que su cuerpo tiembla físicamente.
— De acuerdo, escucha. Voy a atraparte.
Abby jadea a mi lado, y puedo sentir sus ojos fijos en mí, pero
no me atrevo a apartar la mirada de Alexis, que está sacudiendo
vigorosamente la cabeza de lado a lado. —No puedo. — grita.
Niego, con las manos levantadas hacia ella. —Sí que puedes. Lex,
no dejaré que te hagas daño. Te lo prometo.
Tira del vestido que lleva. Está tan temblorosa en la rama del
árbol que me pongo debajo de ella por si se cae en vez de saltar, pero
no se mueve.
Cuando se gira para mirarnos, está a punto de llorar otra vez. —
No puedo. Se me ha atascado el vestido y no puedo despegarlo. Por
favor, Davis. No quiero seguir aquí arriba. Por favor, bájame. Por favor.
Me pongo en marcha y me detengo al pie del árbol. Aunque
siempre he llevado una navaja, sigo comprobando que está ahí.
Cuando la envuelvo con las manos, vuelvo a meterla en el bolsillo y
subo dos escalones por el árbol. Abby me pone la mano en el muslo.
—Davis, esto es una locura. Déjame ir tras ella; soy más pequeña que
tú.
Sacudo la cabeza. —De ninguna manera, cariño. Voy a subir y
bajar a nuestra chica. Lo prometo, estará bien.
Asiente, conteniendo un sollozo. —Confío en ti.
Jamie y su mamá se acercan por la parte trasera de la casa y
vienen a pararse junto a Abby.
Me subo al árbol y, durante todo el camino, le hablo a Alexis con
voz tranquilizadora. —Estás haciendo un gran trabajo, Lex. Mantén la
calma y aguanta. Son las dos únicas cosas que tienes que hacer, ¿de
acuerdo?
Tartamudea: —Bieeen.

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Sigo subiendo, maldiciendo mi prótesis todo el camino. Mis
movimientos son torpes, me salto escalones y me atrapo, pero no
pienso rendirme.
Llego hasta donde está ella y me siento en la gruesa rama. Alargo
la mano hacia ella y solo es capaz de moverse unos centímetros hacia
mí, pero se aferra a mi cuello con un agarre mortal. Me agarro a ella y
le paso la mano por el pelo. —Está bien, Lex. Te tengo.
Empieza a llorar, entierra la cara en mi cuello y le beso el pelo.
Miro la rama enredada en los volantes de su vestido. Si tiro de ella, se
romperá. Le acaricio la espalda. —No pasa nada. Por favor, deja de
llorar, me estás matando.
Se echa hacia atrás. —No te estoy matando.
Le limpio las lágrimas de la cara. —Significa que me duele que
llores. Odio que estés triste y asustada.
Me pone la manita en la mejilla. —No quiero hacerte daño, Davis.
Joder, esta niña tiene completamente mi corazón. ¿Cómo puede
Abby siquiera cuestionarlo?
Saco la navaja del bolsillo. —Voy a tener que cortarte el vestido,
pero te prometo que te compraré todos los que quieras, ¿de acuerdo?
Asiente. Corto el vestido, la libero de las ramas y vuelvo a
guardarme la navaja. La acerco a mí y me rodea con las piernas. Me
abraza con tanta fuerza que apenas puedo respirar, pero no tengo
valor para pedirle que afloje.
—Agárrate a mí y, pase lo que pase, no me sueltes, ¿de acuerdo?
Asiente en mi cuello y empiezo a moverme, bajándonos a los dos
del árbol. Lo hago más despacio y cada movimiento me provoca una
mueca. Sé que voy a pagar por esto más tarde, pero ahora no importa
nada más. Tengo que poner a Alexis a salvo.
Cuando nos acercamos al suelo, sé que voy a tener que dejarme
caer los últimos metros, y me da miedo hacerlo con Alexis en brazos.
Me detengo y le digo: —Cariño, voy a entregarte a tu mamá, ¿de
acuerdo?

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Mueve la cabeza de un lado a otro. —Cariño, no pasa nada.
Estamos tan cerca del suelo que vas a estar bien. Te lo prometo.
Respira hondo y llamo a Abby. —Abby, voy a entregarte a Alexis,
¿de acuerdo?
Grita desde abajo, pero no puedo verla. Me agarro al árbol con
un brazo y envuelvo a Alexis con el otro. —No pasa nada. Tu mamá te
tiene, ¿de acuerdo?
Asiente, y la levanto con una mano lejos de mí y la cuelgo un
poco hacia abajo. Me giro para asegurarme de que Abby la tiene y
grita: —La tengo.
Me cuesta mucho soltarla, pero lo hago, confiando en que Abby
la tiene.
En cuanto está en el suelo, llora en brazos de su mamá, pero
está ilesa. Sigo aguantando, intentando recuperar el aliento.
Abby tranquiliza a su hija y luego se la pasa a la mamá de Jamie,
que se lleva a las dos niñas por el lateral de la casa mientras Abby
viene a ponerse debajo de mí. —Davis, ¿estás bien?
Asiento, el sudor formándose en mi frente. —Estoy bien. Necesito
que retrocedas.
Jadea y se lleva la mano a los labios como si acabara de
acordarse. — ¡Tu pierna!
Aprieto los dientes, odiando el hecho de que le haya recordado
que soy un lisiado. —Estoy bien. Solo sé que el aterrizaje va a ser
brusco. Te necesito lejos, Abby. No intentes atraparme; te harás daño.
Se aparta y me mira con los ojos muy abiertos. Todo lo que tengo
que hacer es saltar y aterrizar sobre mi pierna buena. Puede que me
caiga, pero sería mejor que la alternativa.
Intento bajar unos centímetros, pero pierdo el paso y, cuando
empiezo a caer, me alejo del árbol con la pierna buena y aterrizo
accidentalmente sobre la pierna herida.
El dolor de la prótesis al chocar contra mi muñón es como una
sacudida para mi sistema. Caigo con un fuerte golpe y no puedo
contener el grito que se me escapa de la boca.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Caigo de espaldas e intento recuperar el aliento. Al instante,
Abby está de pie junto a mí y yo me doy la vuelta, intentando
levantarme, pero el dolor es demasiado. Me tumbo con la cara
enterrada en la hierba. Siento las manos de Abby en la espalda, los
brazos y las piernas. Cuando gimo, se detiene y se acerca a mi cabeza.
—Davis, ¿estás...?
La interrumpo. —Vamos, Abby. Alexis te necesita. Ve con Alexis.
Ahora está sollozando. —Está asustada, pero está bien. Necesito
ayudarte.
—Ve. — le digo de nuevo.
—No voy a dejarte.
Me tumbo boca arriba y la miro. La compasión de su cara es
demasiado para mí en este momento. —Por favor, vete, Abby. Por
favor, no te quiero aquí. ¿No te das cuenta? Déjame jodidamente en
paz.
Jadea y se echa hacia atrás como si le hubiera hecho daño, y sé
que lo he hecho. No es culpa suya. Sacudo la cabeza y suavizo la voz.
—Lo siento. No debería haber dicho eso, pero por favor, vete, Abby.
Se levanta y se marcha, sin mirarme ni una sola vez.
Me cuesta ponerme en pie y, cuando lo consigo, cojeo tanto que
temo tener que arrastrarme para llegar a mi camioneta.
Doy la vuelta por el lado opuesto de la casa y finalmente llego a
mi camioneta. Me subo y me voy, sabiendo que el futuro que creía que
podía tener ya no es posible. No puedo obligar a Abby y Alexis. Las
amo lo suficiente como para saber que ambas están mejor sin mí.

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Capítulo 22
ABBY

Dos días y no ha respondido a ninguno de mis mensajes de texto.


Zach no me ayuda. No me dice nada, así que hago lo único que sé que
puedo hacer. Dejé a mi hermano pasando el rato con Alexis en la casa,
diciéndole que volvería.
Todo el camino hasta el apartamento de Davis, planeé lo que iba
a decir. Me imagino lo que está sintiendo ahora, pero no podemos
seguir así. Además, Alexis está enojada porque no lo ha visto desde el
incidente del árbol.
Cuando llego a su apartamento, las persianas están bajadas y la
puerta principal cerrada. Llamo y doy un paso atrás, cruzando los
brazos sobre el pecho. Está claro que no quiere verme, pero no
podemos seguir así.
Oigo a alguien al otro lado de la puerta, pero después de un
minuto sin que se abra, vuelvo a llamar.
Finalmente, Davis abre la puerta y se asoma. —Hey, Abby.
Suelto un suspiro de alivio. Al menos no parece enojado
conmigo. —Hola, Davis, ¿puedo pasar?
Asiente y abre la puerta, entrando de espaldas en su
apartamento. Suelta el picaporte y se acerca al sofá. Su cojera es más
pronunciada, y sé que es por haber saltado del árbol el otro día.
Se sienta pesadamente en el borde del sofá y junta las manos en
el regazo. — ¿Cómo está Alexis?
Inclino la cabeza hacia un lado. — ¿Quieres saber la verdad?
Una mirada de preocupación cruza su rostro. —Sí, ¿está bien?
Me encojo de hombros. —Físicamente está bien. No entiende por
qué no has ido a verla. Cree —suelto un suspiro— cree que estás

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


enojado con ella por haberse subido al árbol, y se culpa de que te
hicieras daño.
—Joder, Abby. — Gimo, odiándome aún más en este momento.
—Iré a verla, le explicaré.
—De acuerdo, gracias.
Asiente, junta las manos y se aclara la garganta. —Hay algo que
tengo que decirte.
Me muevo al borde de mi asiento y contengo la respiración. —De
acuerdo.
—No voy a aceptar el trabajo aquí. Creo que es hora de seguir
adelante.
Lo único que puedo hacer es repetir lo que acaba de decir. —
¿Seguir adelante?
Asiente y se mira las manos en vez de a mí. —Sí, creo que es
mejor para todos si me voy.
—Mentira, Davis. Eso es mentira, y lo sabes.
Se echa hacia atrás sorprendido, pero no me contengo. —Si estás
haciendo esto, entonces dime la verdad, dime que no me amas, dime
que esto fue solo una aventura, pero no actúes como si estuvieras
haciendo lo mejor para mí.
Permanece tranquilo, lo que me enfurece aún más. Me levanto,
y él también. Hace una mueca de dolor, se agarra la rodilla y se dobla.
Había planeado irme, pero no puedo dejarlo así. —Davis, ¿estás
bien?
Aprieta los dientes. —Estoy bien.
Me acerco a él. — ¿Has tomado algo para el dolor?
— ¡No! — dice en voz alta y luego suaviza la voz. —No, no he
tomado nada. No puedo.
Alargo la mano hacia él, pero se aparta de mi contacto. Dejo caer
la mano e intento ocultar el dolor en mi voz. —Davis, hay analgésicos
no narcóticos que puedes tomar. Incluso un analgésico de venta libre
puede ayudarte.

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Vuelve a sentarse en el sofá. —No, no puedo. Tengo miedo de
que si lo hago... no pare ahí.
Le pongo la mano en el hombro y aprieto. —Davis, está bien...
Se aparta de mi contacto. —Abby, no lo entiendes, y no voy a
explicártelo. Lo nuestro se ha acabado.
El sollozo se escapa antes de que pueda detenerlo. Me quedo con
la boca abierta y solo puedo mirarlo fijamente. —Pero... me amas. —
le digo y me siento ignorante en cuanto lo digo. Si me amara, no estaría
terminando. No me estaría apartando y abandonando Whiskey Run.
Se pone en pie y apoya las manos en las caderas. Su voz es más
calmada que nunca, ocultando cualquier emoción que pueda estar
sintiendo. —Abby, es demasiado. Tenemos demasiado en contra. Eres
joven, demasiado joven. Tu hermano. Mi... Salud.
Aprieto los ojos. Quiero suplicarle. Quiero arrodillarme y
suplicarle que no lo haga, pero no lo hago. Abro los ojos para mirarlo,
y su cabeza está hacia atrás, mirando al techo. Ni siquiera me mira.
Siento como si el corazón se me partiera en dos. —Tengo que
irme. — le digo.
Cruzo la habitación, con la secreta esperanza de que me detenga,
pero se queda dónde está. Salgo corriendo de su apartamento y no me
detengo hasta que estoy sentada en mi coche. Contengo las lágrimas
lo suficiente para doblar la esquina. Con prisas, me estaciono a un
lado de la carretera y estaciono el coche. Solo entonces dejo caer las
lágrimas. Lloro y grandes sollozos sacuden mi cuerpo. Pensaba que
podría venir hoy aquí y que podríamos arreglar las cosas. Pensé que
esto era algo que podríamos solucionar y superar, pero obviamente no
le interesa. No me ama. Nunca lo hizo.

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Capítulo 23
DAVIS

No sé cuánto tiempo he estado sentado afuera de la casa de


Abby, pero ha sido un rato. Fui a una boutique en Jasper y compré
todos los vestidos del perchero para Alexis. Siguen en el asiento del
copiloto de mi camioneta, sin tocar.
Mi plan era dejarlos en el porche con una nota y marcharme,
pero no me atrevo a hacerlo. Parece demasiado definitivo.
Apoyo los brazos y la cabeza en el volante y cierro los ojos. Desde
que vi a Alexis en aquel árbol el otro día, he entrado en una espiral
descendente. Ya no soy el hombre que era antes. Trepé a ese árbol,
pero todo el tiempo me preguntaba si mi pierna me iba a fallar o peor
que eso, ¿y si físicamente no era capaz de salvarla?
Cuando la puse a salvo, pero luego me caí, todos los peores
escenarios han estado nadando en mi cabeza. ¿Y si Abby y Alexis me
necesitan y físicamente no puedo hacer lo que hay que hacer? ¿Y si
vuelvo a las drogas para lidiar con el dolor? ¿Y si no puedo ser el
hombre que Abby —y su hija— se merecen?
No le estaba mintiendo cuando dije que hay demasiadas cosas
en nuestra contra. Es la verdad. Puede que no sea lo que quiera, pero
es lo mejor para Abby y su hija.
Con un suspiro, levanto la cabeza. Estoy a punto de abrir la
puerta cuando me sobresalto al ver a mi mejor amigo, mi hermano, de
pie junto a la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre
el pecho.
Abro la puerta y salgo, igualando su postura.
Su voz es sombría. — ¿Por tu culpa mi hermana ha vuelto a casa
con los ojos prácticamente hinchados de llorar?
Joder. Me mata haberle hecho daño. —Sí, yo tengo la culpa.

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Señala hacia la casa. —Y supongo que eres la razón por la que
mi sobrina ha estado paseando como si hubiera perdido a su mejor
amigo en el mundo.
Trago saliva, completamente avergonzado de mí misma. —Sí, eso
también es culpa mía.
— ¿Qué diablos, hombre? ¿Cuál es tu problema?
Sacudo la cabeza y miro a lo lejos. —Lo sé, créeme, lo sé. Pero
me voy pronto y...
Zach me interrumpe. — ¿Te vas de Whiskey Run? ¿Dejas a Abby
y a Alexis?
Cuando niego, grita: — ¡Joder!— y empieza a caminar delante de
mí.
Tiendo la mano para detenerlo, pero me lo pienso mejor. —Creía
que estarías feliz.
Se detiene y me mira. — ¿Feliz? ¿Por qué demonios crees que te
he convencido para que vengas, Davis? Estabas preparado para
decirle a Walker que no, y fui yo quien te convenció de que era una
buena decisión. Pero joder, hombre, si hubiera sabido que ibas a
engañar a mi hermana y romperle el corazón...
Entonces me doy cuenta. Todas las formas en que Zach trató de
convencerme de venir a Whiskey Run. Su insistencia en que cuidara
de su hermana y su sobrina. El constante empujarnos juntos. —
¿Intentaste que estuviéramos juntos?
Se ríe sarcásticamente. —Sí, no me digas, Sherlock. Mi hermana
lleva enamorada de ti demasiado tiempo. Nunca pensé en ello hasta
aquel día de hace un año en que aparecí en tu apartamento.
Busco en mi memoria, intentando averiguar de qué está
hablando.
Levanta los hombros encogiéndose de hombros. —Llevabas
pocos meses limpio. Estaba preocupado por ti y, cuando saliste para
ayudar a tu vecino con algo, registré tu piso en busca de drogas o
cualquier otra cosa.
Me quedo con la boca abierta. — ¿Registraste mi casa?

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Se encoge de hombros. —Vete a la mierda, hombre, no puedes
enojarte por eso. La vez anterior estabas literalmente desmayado
echando espuma por la boca. Pensé que te morías, así que sí,
perdóname si revisé tus cosas para asegurarme de que seguías bien.
No me enojo por eso. — ¿Y eso qué tiene que ver...?
Levanta la mano para detenerme. —Cuando revisé tus cosas,
encontré las fotos de mi hermana. Tienes suerte de que empezaran
cuando ella tenía dieciocho años. Pero sí, parece que tienes un
pequeño santuario de mi hermana y su hija. Fue entonces cuando
supe que quizá podría ayudarte a ti y a ella a estar juntos.
Enojado, lo señalo. — ¿Querías juntar a tu hermana con un
adicto?
Pone los ojos en blanco y se acerca a mí. Se apoya en mi
camioneta y quedamos hombro con hombro. —Créeme, lo pensé
mucho. Y eso fue hace un año. Has estado limpio desde entonces.
Además, eres el mejor hombre que conozco. Por supuesto, me
parecería bien que mi hermana y tú estuvieran juntos.
Me froto la mano por la barbilla sin afeitar. — ¿Sabías que tu
hermana me ayudó entonces? Quiero decir, no la veía, pero ella es la
razón por la que pude recomponerme. — Respiro hondo y suelto el
aire. —Quería verla... pero sabía que no podía verla así.
Zach se gira hacia mí y me pone la mano en el hombro. —Mira,
hermano, solo puedo imaginar por lo que estás pasando. Le he dicho
a Abby que te diera tiempo y que lo resolverías, pero ahora me dices
que te vas...
Echo la cabeza hacia atrás y miro al cielo. La idea de dejar a
Abby prácticamente me revuelve las tripas. —Ella se merece más... se
merece más que yo. — le digo, golpeándome el pecho con la mano. —
¿Cómo puedo quedarme? Soy un puto lisiado, Zach. ¿Y si Abby o
Alexis me necesitan y no puedo ayudarlas? ¿Y si fracaso y caigo en el
puto agujero negro otra vez y no puedo salir? ¿Y si ella... cambia de
opinión?
Se queda callado tanto tiempo que bajo la cabeza y lo miro. Es
todo lo contrario a mí. Soy alto, moreno y grande. Él es rubio y tiene
los ojos azules como su hermana. La mitad de los chicos lo llaman

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Hollywood por su buen aspecto. Me mira, escudriñando mi cara. —
Vives con miedo, hombre. Y ese no es el Davis Jones que conozco.
—No soy el mismo hombre, Zach. Hace mucho que no lo soy.
—Mentira. Eso es mentira, y lo sabes. Mírate, sigues siendo el
mismo hombre. Sigues siendo la misma persona que siempre has sido.
No puedes dejar que el pasado o tus heridas te frenen. Además,
¿conoces a mi hermana? Cuando ama a alguien, es para siempre. No
va a cambiar de opinión sobre ti. Pero sea lo que sea, no puedes
apartarla sin más. — Suspira y sacude la cabeza riendo. —Durante
años me ha dicho que es adulta y que puede tomar sus propias
decisiones, pero por fin me estoy dando cuenta. Tiene razón. Es una
decisión que solo ella puede tomar. Pero tienes que hablar con ella
antes de que arruinen sus vidas.
Respiro hondo, pero al hacerlo siento una presión en el pecho.
La he sentido desde que me marché de aquí hace unos días. Hago un
gesto con la cabeza hacia la casa. — ¿Abby y Alexis están ahí?
—Abby está. Llevé a Alexis a casa de mamá y papá. En realidad
fui a buscarte a tu apartamento antes de volver aquí.
Aprieto los dientes. —Necesito hablar con Abby.
Me agarra del hombro. —Sé que lo necesitas. Ahora voy a casa
de mamá y papá por Alexis, así que intentaré dejarles algo de espacio.
Empiezo a alejarme de la camioneta, pero Zach me detiene. Se
coloca delante de mí y me pone una mano en el pecho. —No le hagas
daño, Davis. Otra vez no.
Contengo mis emociones. He sido un maldito idiota. Asiento, y
solo después de que Zach me examine la cara parece satisfecho.
Levanta la mano de mi pecho y recuerdo los vestidos que traje para
Alexis. Meto la mano en la camioneta para coger la bolsa y me dirijo
cojeando hacia la casa.
Llamo a la puerta y retrocedo, esperando que Abby hable
conmigo. No la culparé si me rechaza.
Cuando se abre la puerta y miro a Abby, se me cae el estómago.
Nunca había sentido algo así en mi vida, pero en este momento me
odio. Odio lo que le he hecho. Tiene los ojos enrojecidos y, aunque

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están secos, es evidente que ha estado llorando. Me mira como si
esperara que la decepcionara y le rompiera el corazón otra vez. Suavizo
la voz. —Abby, nena...
Sus ojos saltan hacia los míos y se agarra con más fuerza al
lateral de la puerta. — ¿Qué quieres, Davis?
Levanto la bolsa. —Los he traído para Alexis. Le prometí que
reemplazaría el vestido que tuve que cortar.
No coge la bolsa. En lugar de eso, cruza los brazos sobre el
pecho. —A ella no le importa el vestido, Davis. Le importas tú.
Dejo caer la mano que sujeta la bolsa y hago un gesto hacia la
casa con la cabeza. — ¿Puedo entrar?
Me va a decir que no. Puedo ver claramente en su cara que no
quiere dejarme entrar. —Zach me ha dicho que Alexis está en casa de
tus papás. ¿Podemos hablar tú y yo un momento?
Me sorprende cuando da un paso atrás y me tiende la mano para
que entre.
Paso junto a ella y mi cuerpo roza el suyo. Mi reacción es
instantánea. Mi ritmo cardíaco se acelera y mi polla se pone rígida,
pero intento contenerlo con mis pensamientos. Entro en el salón y dejo
la bolsa en la mesita. Me sigue. Espero a que se siente y, cuando lo
hace, me siento en el sofá a su lado. Se sienta rígida, con la espalda
recta y la cara tensa. Nada que ver con la Abby a la que estoy
acostumbrado.
— ¿Cuándo te vas? — me pregunta.
Cierro mi mano en un puño, luchando por no alcanzarla. —No
sé si me voy. Eso depende de ti.
Se echa hacia atrás. — ¿De mí?
Asiento. —Si no puedes perdonarme, lo entiendo, Abby.
Repite mis palabras. — ¿Perdonarte?
Me acerco más a ella. —No debería haberme alejado de ti. Debí
quedarme y hablarlo contigo, decirte cómo me sentía.

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Capítulo 24
ABBY

Lo señalo con la barbilla. Sé la respuesta, pero quiero oírselo


decir. — ¿Por qué te fuiste?
No me mira, sino que se mira las manos apretadas. —Porque
sabía que te merecías un hombre mejor que yo.
Arrugo la nariz. — ¿Un hombre mejor? —Sacudo la cabeza,
confundida. —No hay un hombre mejor que tú, Davis.
Abre la boca, pero lo detengo. —No, escúchame. Escúchame, por
favor. Eres un hombre que se subió a un maldito árbol para salvar a
mi hija. No pensaste en ti ni en cómo podría afectarte, simplemente lo
hiciste. Eres el hombre que me ha hecho sentir viva por primera vez
en mi vida. Eres el hombre... — Dejé escapar un suspiro estremecido.
—Eres el hombre que me ama y ama a mi hija, pero te alejarías porque
crees que no eres suficiente para mí... para nosotros. Pues tengo
noticias para ti, Davis Jones. Eres más que suficiente, y puedes irte
de aquí, pero que sepas que incluso cuando te vayas, Alexis y yo te
seguiremos amando. Te llevarás nuestros corazones contigo. — Me
acerco a él, poniendo mi mano sobre la suya. —O puedes quedarte
aquí. Podemos luchar contra nuestros demonios juntos. Puedes
enseñarle a mi hija sobre el amor y que los hombres, los hombres de
verdad, se quedan. Puedes amarme cómo crees que merezco ser
amada.
Cuando levanta la cabeza y me mira, sus ojos están húmedos.
Dice mi nombre con tanta emoción que juro que puedo sentirla. —
Abby...
Me da la mano y entrelaza nuestros dedos. —He sido tan
estúpido.
Me inclino hacia él. —Has sido bastante estúpido.
Pone sus grandes manos a cada lado de mi cara y busca mis
ojos. —Te amo, Abby. Siento haberte hecho daño a ti y a Alexis, pero

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te prometo que a partir de ahora, en todo lo que haga, siempre pensaré
primero en ti y en tu hija. No volveré a alejarme. Si alguna vez quieres
que me vaya, tendrás que decírmelo.
Mis manos van a la parte delantera de su camisa y agarro el
material. —Eso no va a ocurrir.
Se inclina hacia mí y, justo cuando sus labios tocan los míos, se
abre la puerta principal y Alexis grita el nombre de Davis. — ¡Davis!
¡Davis, estás aquí! ¡Estás aquí de verdad!
Zach la sigue. —Lo siento, le dije que estabas aquí y no lo aceptó.
Tuvimos que venir directamente.
Me alejo de Davis, pero no mucho. Mi hermano me mira y sé que
está preocupado. Antes me derrumbé y se lo conté todo. Bueno, no
todo, pero sí lo que siento por Davis. —No pasa nada. Estamos bien.
— le aseguro.
Mira entre su mejor amigo y yo. —Bien. Así está bien. Voy a salir
al porche un rato.
No intentamos detenerlo. Davis le tiende la mano a Alexis. —
Hola, Lex, te extrañé.
Viene a pararse frente a nosotros. —También te extrañé. ¿Te
encuentras bien? Mamá dijo que te dolía, pero que si éramos
pacientes, volverías. Fui muy paciente, ¿verdad, mamá?
Asiento y le tiro de la trenza. —Fuiste súper paciente.
Davis señala la bolsa que hay sobre la mesa. —Te he traído unos
vestidos.
Ella sonríe, pero ni siquiera se gira hacia la bolsa. —Gracias,
Davis. ¿Te encuentras mejor? Siento haberme subido al árbol y que te
hicieras daño.
Davis se acerca a ella. —Lex, cariño, no es tu culpa que me
lastimara. Lamento haberme ido como lo hice. Sé que estabas
preocupada por mí y no debí haberme ido. Te prometo que no volveré
a hacerlo.
Salta a su regazo y le rodea el cuello con los brazos. —Te amo,
Davis.

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Los ojos del hombre grande y corpulento se abren y luego se
cierran. —Yo también te amo, Lex.
Ella se retira, sentándose en su regazo. — ¿Alguna vez se te
ocurrió un apodo para mamá?
Me mira, y no trato de ocultar el amor que brilla en mis ojos.
Verlos a los dos juntos, saber cuánto se quieren, me produce una
sensación de calidez. Mi corazón se siente literalmente el doble de
grande. —Está bien, no necesito un apodo.
Davis se acerca a mí. —Mía.
Alexis se ríe. —Eso no es un apodo.
Pero Davis niega. —Cielo. Mi Abby. Abby, amor. Amor de mi vida.
Alexis suelta una risita. —Davis, ¿amas a mami?
Él asiente y luego arrastra sus ojos de mí para mirar a mi hija.
— Lo hago. La amo —y a ti— más que a nada en este mundo. ¿Te
parece bien?
Se inclina y apoya la cabeza en su pecho. —Sí, me parece bien.
Porque nosotras también te amamos.
Extiende el brazo y me uno a ellos. Nos rodea con los dos brazos,
agarrándonos como si no quisiera soltarnos nunca. Me acurruco en
él, preparada para lo que nos depare el futuro, porque juntos podemos
hacer cualquier cosa.

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Capítulo 25
ABBY

Han pasado cuatro semanas desde el incidente del árbol. Davis


le pidió a Alexis que prometiera no subirse a ningún árbol más a
menos que él estuviera vigilando, y ella accedió. A cambio, Davis
prometió trabajar en la casa del árbol.
Mi hermano se fue en una misión de emergencia y, aunque he
hablado con él unas cuantas veces desde que se fue, sigo echándolo
de menos.
He estado cautelosa estas últimas semanas, y odio esa
sensación. Quiero ser feliz, quiero sentirme libre, pero hay una parte
de mí que está preocupada de que Davis se vuelva loco otra vez y me
abandone.
— ¿En qué estás pensando?
La voz de Davis es ronca en mi oído. Es sábado y temprano por
la mañana. Es más o menos a esta hora cuando Davis se escabulle de
la cama, va al pueblo y compra nuestros donuts favoritos en Sugar
Glaze y luego vuelve para —sorprendernos— a Alexis y a mí con el
desayuno.
—Nada. — le respondo, odiando la mentira en cuanto sale de mi
boca.
Me besa la mejilla y apoya la barbilla en mi cabeza. —Me estás
mintiendo, nena.
Le subo la mano por el pecho y rodeo su pezón con el dedo,
decidida a que piense en otra cosa.
Pero no lo consigo. Pone su mano sobre la mía para detenerme.
—Háblame. ¿Qué te pasa por la cabeza?
Apoyo la cabeza en su pecho desnudo y me desahogo. Todos los
pensamientos y sentimientos que he tenido y que creía poder ignorar.
—Cada día me preocupa que decidas que esto es todo. Tengo miedo

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de despertarme y que te hayas ido. Te amo, Davis. Dios, te amo tanto,
pero tengo miedo. Si te fueras ahora, nos destruirías a Alexis y a mí.
—Hey, hey, hey. — dice, levantándome la barbilla para que tenga
que mirarlo. —No me voy a ninguna parte. Si por mí fuera, me iría a
la cama contigo en brazos y me despertaría igual. Pienso en ti todo el
tiempo. Odio estar lejos de ti. Quiero...
Cuando su voz se entrecorta, me incorporo un poco y lo miro. —
¿Qué quieres?
—Quiero que estemos juntos.
Inclino la cabeza hacia un lado. Apenas puedo distinguir su cara
en la oscuridad. —Creía que estábamos juntos.
Me empuja hacia atrás y se inclina sobre mí. —Quiero que
estemos juntos, juntos.
Sonrío y dejo que mi mano recorra su cuerpo. —Seguro que
podemos ocuparnos de eso ahora mismo.
Se ríe en la oscuridad. —Mi chica tiene un pensamiento único.
Le doy una palmada en el pecho. — ¿Y tú no?
Me hunde la nariz en el cuello. —Claro que sí, pero no me refería
a eso. Quiero que estemos juntos, juntos. No quiero que te preocupes
por lo que hago o...
Lo detengo. —No es eso. Estoy siendo ridícula. Llevamos juntos
poco más de un mes. Nuestra relación es tan nueva... No quiero que
te vayas. Este es un problema mío, Davis. No es algo que puedas
arreglar.
Su voz es gruesa. — ¿Y si nos casamos?
Respiro. Mentiría si dijera que no he pensado en ello, pero no es
eso lo que le digo. —Davis, no estaba insinuando...
Dejo que mi voz se interrumpa cuando se inclina sobre mí,
cogiendo algo del suelo. Cuando vuelve a levantarse, tiene los vaqueros
en las manos y rebusca en el bolsillo. Cuando encuentra lo que busca,
baja los pantalones, se sienta y me sube con él. —Abby.
— ¿Qué pasa?

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Me pone una mano en el cuello. —Cariño, sigo luchando cada
día. Sé que aún no soy el hombre que te mereces, pero estoy
trabajando en ello. Compré este anillo hace dos semanas porque sé
que, independientemente de lo que nos depare el futuro, quiero que
seas mi esposa.
Las lágrimas brotan antes de que pueda detenerlas. — ¿Esposa?
Se ríe entre dientes. —Sí. ¿Quieres casarte conmigo, Abby
Campbell? Prometo amarte a ti y a tu hija por el resto de mi vida.
Nunca las dejaré y nunca dudarán del amor que siento por ustedes.
Me cuesta sacar las palabras. — ¿Quieres casarte conmigo?
Niega y apoya la frente en la mía. — ¿Cómo puedes no saberlo?
Quiero estar contigo para siempre, Abby. Ya he hablado de ello con tu
papá y tu hermano. Nos dieron su bendición... siempre y cuando yo
sea lo que tú quieres.
—Sí, sí, eres el hombre que quiero, Davis. El único hombre que
quiero.
Desliza el anillo en mi dedo, y luego sus labios cubren los míos,
y me besa hasta que estamos tumbados, y me tira encima de él.
Cuando se separa, susurra: —Tendré que decirle a Lex que se me ha
ocurrido otro apodo para ti.
Mi sonrisa se ensancha. — ¿Ah, sí?
—Sí... esposa. Y estoy deseando llamarte así el resto de nuestras
vidas.
—Te amo... esposo.
Gimo. —Joder, me encanta oír eso en tus labios. También te
amo, esposa.

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Epílogo
DAVIS

—Esto es ridículo. — dice Jason.


Me río mientras lo guío hacia la peluquería. —Vamos, hombre.
Ya se nos ha pasado la hora de cortarnos el pelo. Walker nos dijo a los
dos que teníamos que arreglarlo.
Abby va delante de nosotros, marcando el camino. —No voy a
mentir. Voy a echar de menos el pelo largo.
Le pongo una mano en la cintura. —Puedo dejarlo si lo prefieres.
Jason escucha y se detiene en seco. —Sí, dejémoslo. Vamos,
vamos al Red's Diner. Yo invito. Les compraré a cada uno un trozo del
pastel Blaze de manzana y canela del que todos siguen hablando.
Abby pasa su brazo por el de Jason y lo acompaña los últimos
pasos hacia el salón. —Jason, mi amiga Olivia es la mejor de la ciudad.
No podemos cancelarlo ahora. Además, Davis ya nos ha prometido
cenar en Red's, él invita.
Jason refunfuña, pero la sigue de cerca. Ese es el poder de Abby.
Ella alivia incluso los corazones más duros.
Cuando entramos, el salón está lleno de mujeres y todas se
quedan mirando. Olivia se acerca a Abby y la abraza. —Ahí está. Hacía
siglos que no te veía. Demonios, ¿cuándo fue la última vez que te vi?
Ah, sí, en el club de sexo.
Abby agarra a su amiga y le tapa la boca. —En serio. ¿Por qué
no compras una valla publicitaria y pones que fuimos a un club de
sexo? Dios, Olivia.
Ella se ríe y Abby niega. —En fin, ya conoces a Davis. Mi
prometido. — canta y tira de Jason hacia Olivia. —Y éste es Jason.

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Ella mira a Jason y sus ojos se abren de par en par. Camina
hacia él y pone una mano en su codo y luego pone su otra mano en la
de él para sostenerlo. —Oye, Jason, ¿quieres ir primero?
Su voz es ronca. —Sí. Claro, será mejor que acabemos de una
vez.
Olivia no se inmuta. Se ríe y pasa su brazo por el de Jason. —De
acuerdo, sexy y gruñón. Mi tipo de hombre. — Tira de él hacia su silla
y dice por encima del hombro: —Siéntense.
Abby y yo nos sentamos, y ella sonríe ampliamente mientras ve
a su amiga cruzar la tienda con Jason del brazo. Ignoro las miradas
de todas las mujeres que nos rodean. — ¿Qué estás mirando?
Me da una palmada en el brazo emocionada. — ¿Has visto eso?
Estoy segura de que Olivia está coqueteando con Jason.
Los miro a los dos desde el otro lado de la habitación. Parece que
Jason está sonrojado, pero su rostro es adusto. Sabía que le
incomodaba venir hoy aquí. —Puede ser, pero si es así, va a tener
mucho trabajo con él.
Se ríe, con los ojos todavía puestos en la pareja del otro lado de
la habitación. —No conoces a Olivia.
Enlazo nuestras manos y paso un dedo por el anillo que lleva. —
¿Has elegido ya una fecha?
Se gira hacia mí. —Sobre eso...
Parece insegura, y eso me asusta automáticamente. —Ya has
dicho que sí. No voy a dejar que cambies de opinión.
Se inclina hacia mí y me besa delante de todos. —Estás loco. No
voy a cambiar de opinión, pero elegí una fecha.
—Dime. — le digo.
—El primer sábado de octubre.
Pienso en la fecha de hoy y luego intento calcularla. —Espera.
Eso es el mes que viene.
Asiente. —No quiero esperar. No quiero una gran boda. Solo
quiero ser tu esposa.

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Me inclino hacia ella. Esta mujer consume cada uno de mis
pensamientos, y sé que tener mi anillo en su dedo va a darme algo de
paz al saber que es mía. —También quiero eso. Solo dime cuándo y
dónde y ahí estaré. Será el mejor día de mi vida.
Me besa de nuevo, y me mata no poder besarla como quiero.
Cuando se separa, susurra: —Nuestras vidas. Será el mejor día de
NUESTRAS vidas.

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Epílogo Extra
ABBY

Un año después…
Ha pasado un año desde que nos casamos en el jardín de casa
de mis papás. Alexis está ahora en primer curso y yo sigo dando clases
en el instituto. Davis trabaja en el centro de rehabilitación y le encanta
su trabajo. Le encanta de verdad. Además, sigue yendo a terapia. No
porque se lo exijan, sino porque sabe que le ayuda a mantener alejados
sus demonios.
Me he acercado a los cinco hombres que estaban con él ese día.
Son todos hombres increíbles y estoy agradecida de que Davis —y yo—
los tengamos en nuestras vidas. Han hecho cosas increíbles, pero esa
es su historia.
Le preparo la comida a Alexis mientras Davis le da los últimos
retoques a sus coletas.
—Me vuelves a mirar así. — canta Davis mientras le peina el
pelo.
Me encojo de hombros. — ¿Qué mirada? Oh, ¿te refieres a esa
en la que mi hija dice que peinas mejor que yo? ¿Esa mirada?
Le lanzo una mirada fulminante a Alexis, aunque no hay calor
en ella. Se ríe. Están sentados en el salón y Davis está haciendo una
especie de coleta trenzada. Todavía no me puedo creer que este
hombre haya estado viendo vídeos de YouTube sobre cómo trenzar el
pelo.
—Puedo hacerte la siguiente si quieres. — me dice, y estoy a
punto de ponerle los ojos en blanco hasta que capto la mirada
acalorada de su rostro.
Nunca habría imaginado que nuestra vida pudiera ser tan buena
como lo ha sido este último año. Sí, claro que hemos tenido nuestros
altibajos, pero incluso cuando ha sido abajo, Davis ha mantenido su

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promesa. Nunca se ha alejado de mí. Hablamos las cosas y las
resolvemos... juntos.
Termino de empacar el almuerzo y lo dejo en la mesa de la
entrada, junto a la mochila de Alexis, antes de entrar en el salón.
Admiro la obra de Davis y le digo a mi hija: —Me encanta. Estás
preciosa, Alexis.
Se acicala y, cuando Davis termina, sale corriendo a mirarse en
el espejo. Davis me agarra y me mete en su regazo. — ¿Eres la
siguiente?
Me acaricio el pelo con la mano. —Creo que soy demasiado
mayor para colas de cerdito.
Tira el cepillo al sofá y me abraza, rodeándome con los dos
brazos. —De acuerdo, podemos hacer otra cosa.
Apoyo la cabeza en su pecho, sin querer mirarlo. Porque sé que
si lo hago, no podré ocultarle este secreto.
—En realidad tengo planes. Quiero decir, tenemos planes.
Se tensa debajo de mí. — ¿Planes? ¿Cuáles son esos planes y
cómo podemos cambiarlos? No me gustan los planes que me impiden
pasar tiempo con mi esposa. Tienes un día libre, he tomado el día libre
en el trabajo, y pensé que eso significaba que nos íbamos a quedar en
el dormitorio todo el día y no íbamos a salir hasta que Alexis llegara
del colegio.
Me encojo de hombros e intento mantener la calma. —No es un
día de servicio. Pedí el día libre e hice planes.
Se echa hacia atrás e intenta verme la cara, pero yo me
mantengo pegada a su pecho. Sé que en cuanto me vea la cara, sabrá
que pasa algo.
—Abby Jones, ¿qué es lo que no me estás contando?
Finalmente, me levanto e intento por todos los medios mantener
una expresión facial clara. —Tengo una cita con el médico y pensé que
querrías venir conmigo, eso es todo.
Intento zafarme de sus brazos y poner distancia entre nosotros,
pero no me deja moverme. — ¿Cita con el médico?

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Asiento, parpadeando.
Su frente se arruga de preocupación. — ¿Qué pasa, Abby? ¿Qué
te pasa?
Lo agarro de la camisa. —No es nada grave. Estoy bien.
No me cree. Es obvio por la forma en que me mira. — ¿Entonces
por qué no me dijiste de esta cita? Abby, puedo manejarlo. Te lo
prometo, sea lo que sea, puedo manejarlo.
Levanto las manos y le acaricio la cara. Aún le preocupa ser el
hombre que necesito. Asiento y finalmente dejo que la sonrisa se
dibuje en mi cara. He terminado de ocultárselo. No es como pensaba
decírselo, pero esto también es perfecto. —Oh, no tengo ninguna duda
de que puedes manejarlo. Has tenido suficiente práctica en el último
año, sé que estás preparado.
Está confuso mientras intenta entenderlo todo. Me subo más a
su regazo. El bulto de sus vaqueros está duro, presionándome la
cadera, y sé que lo aprovecharé al máximo más tarde. Después de
nuestra cita. —Estoy embarazada, Davis. Vamos a tener un bebé.
— ¡Estás embarazada! — brama, sus ojos escrutando mi cara, y
yo niego y me río al mismo tiempo.
—Sí, hoy tenemos cita con el médico para ver al bebé. Aún es
pronto, y probablemente se parezca a una haba o a un maní, pero sí...
vamos a tener un bebé.
Me da un fuerte abrazo y me suelta al instante. — Oh Dios, eso
estaba demasiado apretado. ¿Te he hecho daño?
Me río. —No, nunca puedes abrazarme demasiado fuerte, Davis.
Observo sus emociones cuando veo algo por el rabillo del ojo. Le
tiendo la mano a Alexis. —Ven aquí, tenemos algo que decirte.
Se acerca vacilante y mi sonrisa se apaga un poco. —Vamos a
tener un bebé.
Se detiene junto a Davis y mira entre nosotros. — ¿Voy a ser
hermana mayor?
La forma en que lo dice, sin mucha emoción, empieza a
preocuparme. —Sí. Vas a ser hermana mayor.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Asiente, y una pequeña sonrisa se forma en su cara. Estoy a
punto de preguntarle, pero Davis lo saca primero. — ¿Qué pasa, Lex?
Pensé que te alegrarías. Tu mamá dijo que siempre quisiste un
hermanito o hermanita.
Asiente con seguridad. —Oh, sí quería. Quiero decir sí, pero...
Su voz se entrecorta y su pequeño labio empieza a temblar. Sigo
en el regazo de Davis, pero eso no le impide levantarla y ponerla en su
regazo también. —Háblanos. ¿Qué pasa?
Parpadea. —Bueno, ahora vas a ser papá. ¿Significa eso que vas
a querer a tu bebé más que a mí?
Lo pregunta muy seria y mi corazón se parte en dos. Contengo
la respiración durante dos segundos y empiezo: —Alexis, va a...
Pero antes de que pueda decirlo todo, Davis me detiene. —
¿Puedo tomar esta?
Asiento y mira a Alexis. —Así que dos cosas, ¿de acuerdo?
Ella asiente y solloza.
Le pone la mano en el hombro. —Primero, desde hace un año
soy papá. Sé que tienes a tu papá, pero siempre me he considerado tu
papá también.
Sus ojos se iluminan y se inclina hacia él. —En segundo lugar,
no importa cuántos hijos tengamos tu mamá y yo, tú siempre serás
mi primer amor. Los querré a todos por igual, pero tú, Alexis, eres la
primera que me ha enseñado cómo puede ser el amor entre un padre
y una hija. Nadie puede quitarte eso, ni a ti ni a mí.
Esta vez, solloza y se pasa el dorso de la mano por la nariz. —
¿Así que todo este tiempo has pensado en mí como si fuera tu hija?
Su voz está cargada de emoción. —Sí, cariño, todo este tiempo
he pensado en ti como en mi hija.
Se arroja hacia él y le rodea el cuello con los brazos. —Te amo,
Davis.
Él frota su mano en su espalda. —También te amo, Lex.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Ella se retira. —Vamos chicos, tenemos que irnos. Debo ir a la
escuela para decirles a todos que seré hermana mayor. — Sigue
hablando mientras corre a buscar sus cosas.
— ¿Eres feliz, Davis?
Sacude la cabeza asombrado. — Joder, Abby, cuando creo que
mi vida no puede mejorar, me dejas desconcertado. Me has salvado,
¿sabes?
Vuelvo a arroparme en sus brazos, apoyando la cabeza en su
duro pecho. —Nos salvamos el uno al otro.
Sé que tenemos que irnos, pero me quedo aquí sentada unos
minutos más, saboreando la sensación de los brazos de mí esposo a
mí alrededor. Un hombre que me ama como necesito que me amen.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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