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Eagleton Cap Estructuralismo
Eagleton Cap Estructuralismo
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sociedad en reemplazo de la autoridad tradicional de los sistemas de fe. El
funcionamiento de la economía de mercado requería de la validez de normas
morales y patrones de conducta del individuo acordes con el comercio burgués.
De este modo, en este primer estadio, las obras literarias sirvieron como claros
instrumentos de educación moral que si, por un lado, examinaban la legitimidad
de las normas, por otro, promovían su internalización.
Con las vanguardias, como señala Peter Bürger (2000), el arte alcanza el
estadio de la auto-crítica al poner en cuestión no solo las tendencias
artísticas precedentes sino también la “institución arte” (esto es el aparato de
producción y distribución del arte y las ideas que sobre el arte dominan en una
época dada) tal y como se ha formado en la sociedad burguesa. Y, ¿cómo
llevan a cabo esta crítica? Exhibiendo los procedimientos y principios
constructivos que otras estéticas ocultaban o escamoteaban y proponiendo
nuevas formas de producción y circulación para los objetos artísticos.
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antropología, la filosofía, la historia): el Estructuralismo y su variante: el
Postestructuralismo.
Estructuralismo
Autorreferencialidad y performatividad
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función social en relación con la característica tendencia de la sociedad
burguesa hacia la progresiva división del trabajo (l’art pour l’art o el Esteticismo
son una clara manifestación de este proceso). Ahora bien, a comienzos del
siglo XX, las denominadas vanguardias históricas (el futurismo, el dadaísmo, el
surrealismo, el cubismo, etc.) buscan tramar una nueva relación entre arte y
vida que ya no esté signada por la idea de representación. La intención de los
vanguardistas era organizar, a partir del arte, una nueva praxis vital, un nuevo
principio organizativo de la existencia, que se opusiera a la sociedad burguesa,
ordenada por la racionalidad de los fines.
En sintonía con este nuevo estatuto que alcanza el arte y capitalizando los
aportes de la lingüística estructural y la semiótica, la teoría literaria concebirá al
realismo ya no como un reflejo de la realidad sino como un discurso que tiene
sus propias reglas y convenciones y que sirve, asimismo, a determinados
intereses.
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menores que no pertenecen al orden de lo “anotable”, como por ejemplo la
referencia a un barómetro en la descripción de la casa de los Aubain en
Madame Bovary de Gustav Flaubert. Su mención, concluirá Barthes, responde
a imperativos realistas: la anotación superflua produce el efecto de estar
siguiendo el referente de una manera esclavizada como si no mediase entre el
registro y la realidad representada principio alguno de selección o
jerarquización del material; se trataría de la “realidad en bruto” capturada por la
pluma del escritor como por una cámara fotográfica. Pero esto es solo un
“efecto”, una ilusión de realidad que tiene por finalidad hacer de la anotación el
encuentro entre un objeto y su expresión en contra de la naturaleza tripartita
del signo (signo, objeto e interpretante o significante, significado y
significación). De esta manera, lo que se escamotea, lo que el realismo oculta
–gracias, entre otros procedimientos, a la descripción- es el punto de vista que
organiza y ordena esa selección de los materiales en apariencia irrelevantes o
superfluos. (Barthes, 1994, p. 187).
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forma habilita nuevas significaciones.
Dicho todo esto, vale también aclarar que la literatura nunca renuncia a plasmar la
experiencia: consciente de la inadecuación fundamental entre el lenguaje y lo real,
debe buscar siempre la forma de rehuir de los usos hipercodificados del lenguaje y el
lugar común de modo de poder decir la novedad, albergar la singularidad y la
contingencia, contar un acontecimiento único. Como bien sintetiza Barthes en su
Lección inaugural, “(…) la literatura es categóricamente realista en la medida en que
sólo tiene a lo real como objeto de deseo; (…) también es obstinadamente irrealista:
cree sensato el deseo de lo imposible” (1998, p. 128).
Asimismo, el sistema debe expulsar todo tipo de historia, excepto la literaria. Las
obras literarias están hechas con otras obras literarias, no con materiales externos al
sistema literario. Para que el sistema pueda sobrevivir debe permanecer estrictamente
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cerrado.
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elijan.
Fue un formalista ruso —el lingüista Roman Jakobson— quien aportó el eslabón
más importante entre el formalismo y el estructuralismo contemporáneo. Jakobson
encabezaba el Círculo Lingüístico de Moscú, grupo formalista fundado en 1915; en
1920 emigró a Praga, donde llegó a ser uno de los importantes teorizantes del
estructuralismo checo. En 1926 se fundó el Círculo Lingüístico de Praga, el cual
sobrevivió hasta principios de la Segunda Guerra Mundial. Jakobson emigró
posteriormente una vez más, ahora a los Estados Unidos, donde conoció —aun no
terminaba la Guerra— al antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. De esta relación
intelectual proviene gran parte del desarrollo del estructuralismo moderno.
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destinatario es “conativo”, pues va en busca de un resultado, la comunicación es
“referencial” cuando se refiere al contexto; si se orienta propiamente al código o clave
es “metalingüístico” (como cuando dos individuos discuten sobre si se están
entendiendo), la comunicación orientada hacia el contacto propiamente dicho es
“fática” (v. Gr., “Bueno, por fin estamos charlando”). La función “poética” predomina
cuando la comunicación enfoca el mensaje, cuando las palabras mismas, “ocupan lo
esencial de nuestra atención”, más que lo que se dice, por quién se dice, para qué y
en qué circunstancias.
Estructuralismo y Semiótica
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el “indexético” (donde el signo de alguna manera se asocia con aquello de lo cual es
signo: el humo con el fuego, las manchas con el sarampión); y el “simbólico” (donde,
como decía Saussure, el signo es sólo un eslabón arbitraria o convencionalmente
unido al referente). La semiótica acepta esta y otras muchas clasificaciones: distingue
entre “denotación” (lo que el signo significa) y la “connotación” (otros signos asociados
con él) mente aplica métodos estructuralistas.
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encontrar en su Sémantique structurale (1966) demasiado empírico el esquema de
Propp, pudo abstraer todavía más su exposición mediante el concepto del actante, el
cual no es ni narración específica ni personaje sino unidad estructural. Los seis
actantes de Sujeto y Objeto, Remitente y Receptor, Ayudante y Oponente pueden
subsumir las diversas esferas de acción de que habla Propp y encaminarse a una aún
más elegante simplicidad.
Para aclarar nuestro punto de vista sobre la narratología consideramos por último
la obra de Gérard Genette. En su Discours narratif (1972) establece una distinción
entre récit, al cual considera como el orden real de los sucesos del texto, histoire o
secuencia en que esos sucesos “realmente” ocurrieron y narration, la cual se refiere
propiamente al acto de narrar. Las dos primeras categorías equivalen a la clásica
distinción formalista rusa entre "argumento" e "historia": una novela o cuento de
detectives por lo general comienza con el descubrimiento de un cadáver y luego da
marcha atrás para exponer cómo ocurrió el asesinato: este argumento basado en los
hechos invierte la “historia” o cronología real de la acción. Genette descubre cinco
categorías centrales del análisis narrativo. El "orden" se refiere al orden temporal del
relato, a cómo puede operar por prolepsis (anticipación) o por analepsis (flashback) o
anacronía, la cual se refiere a discordancias entre "historia" y argumento". "Duración"
significa la manera como el relato omite pasajes, los amplía, los resume, hace una
pausa, etc. En la “frecuencia” se examina si un suceso que ocurre una vez en la
"historia" se narra una sola vez, o si ocurre una sola vez pero se narra varias veces, o
si ocurrió varias veces y se narra varias veces, o si ocurrió varias veces pero se refiere
una sola vez. La categoría de "disposición" puede subdividirse en "distancia" y
"perspectiva". La distancia se ocupa de la relación entre la narración y sus propios
materiales: es una manera de referir la historia ("diégesis") o de representarla
("mímesis"), y pregunta si el relato se hace en estilo directo, indirecto o "libre
indirecto". La “perspectiva” es lo que, empleando un término tradicional, podría
denominarse “punto de vista”, que también puede subdividirse en varias formas: el
narrador puede saber más que sus personajes, menos que ellos o moverse al mismo
nivel. El relato puede estar "no enfocado", presentado por un narrador omnisciente
ajeno a la acción, o bien "enfocado internamente", referido por un personaje ubicado
ya en una posición fija, ya en posiciones variables, ya en los puntos de vista de varios
personajes. También puede darse una forma de “enfoque externo”, en el cual el
narrador sabe menos que los personajes. Por último viene la categoría denominada
"voz" que se refiere al propio acto de narrar y a la clase a que pertenecen el narrador y
lo narrado. En esta cuestión hay varias combinaciones posibles entre el "tiempo del
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relato" y el "tiempo narrado", entre el acto de referir la historia y los sucesos que se
refieren: los sucesos pueden referirse antes o después de que sucedan o, como en la
novela epistolar, mientras suceden. El narrador puede ser “heterodiegético” (cuando
está ausente de su
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desempeñan en el conjunto de las relaciones sociales.
Para los estructuralistas, el "lector ideal" de una obra era uno que tuviera a su
disposición todos los códigos o claves que la hicieran exhaustivamente
inteligible. El lector era así una especie de imagen de la obra reflejada en un
espejo; alguien que podía entenderla "como era". El lector ideal tendría que
estar perfectamente equipado con todo el conocimiento técnico esencial para
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descifrar la obra; debería aplicar impecablemente ese conocimiento, y estar
libre de toda restricción estorbosa. Si el modelo se llevaba hasta el extremo, el
lector tendría que ser apátrida, no pertenecer a ninguna clase social, no haber
sido engendrado, estar libre de características étnicas y de prejuicios
culturales coartantes. Es verdad que no se encuentran muchos lectores que
llenen satisfactoriamente esas condiciones, pero los estructuralistas
concedían que el lector no tenía que realizar algo tan pedestre como el existir
real y verdaderamente. El concepto era una conveniente ficción heurística (o
exploratoria) para determinar lo que haría falta para leer un texto en particular.
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