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SAUSSURE Y
POÉTICA VS. LINGUÍSTICA
(Julio Carmona)
Roman JAKOBSON, el teórico más importante y, por ende, influyente de esa pseudo-
ciencia llamada formalismo, en la segunda mitad del siglo XX, fue quien dio carta de
ciudadanía a la fusión de la lengua y la literatura al estatuir de manera específica que la
poética es parte de la lingüística. Y es tal la magnitud del prestigio adquirido por el
formalismo (haciendo pareja con JAKOBSON) que Emil VOLEK, en un sugerente ensayo
titulado “Paradojas del formalismo ruso y de su herencia”, dice:
Si reflexionase sobre sus raíces, el inquieto Fausto de la teoría literaria moderna llegaría
infaliblemente a la conclusión de que en el principio era... el Formalismo Ruso.1
Pero, reiteramos, esa importancia se dio, especialmente, a partir de la aparición del ensayo
“Lingüística y poética” de JAKOBSON, y, por eso, vamos a hacerle aquí algunas
observaciones críticas. En dicho trabajo, JAKOBSON prescribe la siguiente “sentencia”,
que sirvió para canonizar la fusión aludida:
Pero hay que hacerle justicia al ilustre ginebrino, SAUSSURE, porque él –a diferencia de
JAKOBSON– había roto lanzas en favor de la autonomía de la lingüística, una autonomía
que le había sido negada -decía el maestro- porque “hasta ahora, casi siempre se la ha
encarado en función de otra cosa, desde otros puntos de vista.”3 Es decir que, hasta antes
de SAUSSURE se estudiaba a la lingüística considerándola como subalterna de la
sociología, de la psicología, la fisiología, etc. Desde la perspectiva saussureana se trataba
de “asignar a la lingüística un puesto entre las ciencias”, y concluía diciendo que eso se
había logrado al “haberla incluido en la semiología” (ibídem), es decir, que mientras se le
asignaba un objeto de estudio específico: la lengua, como parte del lenguaje, y se establecía
su independencia básica, asimismo, se la hacía participar dentro de una ciencia mayor, la
semiología, cuyo objeto de estudio es, precisamente, el lenguaje. Y, por ello, Saussure
concluía diciendo: “Las leyes que la semiología descubra serán aplicables a la lingüística”
(op. cit., p. 60), mas no por eso ésta dejaría de ser autónoma.
Es más SAUSSURE fue uno de los primeros que se preocupó por establecer la diferencia
que hay entre los estudios lingüísticos y los estudios literarios. Él fue uno de los primeros
en reconocer que “... la lengua no es una entidad y no existe más que en los sujetos
hablantes.” (p. 45). Es clara en esta cita la alusión a la literatura, aunque se deba decir que
“por ausencia”, porque obviamente la literatura sí es una entidad. Desde muy antiguo, los
teóricos del arte y la literatura asignan a los productos artísticos esa cualidad entitativa, es
decir, consideran que toda obra de arte se constituye en una “nueva realidad”, que –en el
caso de la literatura- da lugar a una realidad, o que existe en el poema u obra literaria, que
es su entidad.4
Y esa diferenciación entre lengua y literatura -que de manera reiterativa hace Saussure- la
plantea desde un primer momento, cuando hace la historia de la lingüística y refiere que, en
uno de los primeros momentos de esa evolución histórica, la lengua se vio incluida como
objeto de estudio de la filología, pero precisa que:
La lengua no es el único objeto de la filología, que quiere sobre todo fijar, interpretar,
comentar los textos; este primer estudio la lleva a ocuparse también de la historia literaria,
de las costumbres, de las instituciones, etc.; en todas partes usa el método que le es propio,
que es la crítica. (p. 39).5
Preocupado, pues, SAUSSURE por establecer esa diferencia, concluye diciendo que “... la
crítica filológica (...) se atiene demasiado servilmente a la lengua escrita y olvida la lengua
viviente.” (p. 40), con lo que vuelve a establecer la oposición con la literatura -aunque
siempre en ausencia- ya que ésta se desarrolla en la escritura y no en el habla. Y
SAUSSURE es drástico sobre el particular: “Lengua y escritura son dos sistemas de signos
distintos -dice-; la única razón de ser del segundo es la de representar al primero.” (p. 72).
“En cuanto a la filología –concluye SAUSSURE-, ya hemos llegado a un acuerdo seguro:
es netamente distinta de la lingüística, a pesar de los puntos de contacto de las dos ciencias
y de los servicios mutuos que se prestan.” (p. 47). Pero el cuidado que pone SAUSSURE en
marcar la diferencia se da, justamente, cuando incide en las manifestaciones fácticas de
ambas disciplinas, sintiendo que la importancia de oralidad de la lengua se ve menoscabada
con la escritura literaria. Dice:
Por eso reconoce SUSSURE que hay un punto importante que debe tocar la lingüística:
“Las conexiones de la lengua con las instituciones de toda especie, la Iglesia, la escuela,
etc.” Y ¿por qué hace esta atingencia? Porque dice que estas instituciones:
están íntimamente ligadas con el desarrollo literario de una lengua, fenómeno tanto más
general cuanto que él mismo es inseparable de la historia política. La lengua literaria
sobrepasa por todas partes los límites que parece trazarle la literatura: piénsese en la
influencia de los salones, de la corte, de las academias. Por otra parte, aquí se plantea la
gran cuestión del conflicto que se alza entre la lengua literaria y los dialectos locales (ver
pág. 311 y sig.); el lingüista debe también examinar las relaciones recíprocas de la lengua
de los libros y de la lengua corriente; pues toda lengua literaria, producto de la cultura, llega
a deslindar su esfera de existencia de la esfera natural, la de la lengua hablada. (p. 68).6
Pero “Todavía hay más” –dice Saussure-: “la unidad lingüística puede ser destruida cuando
un idioma natural sufre la influencia de una lengua literaria.” (p. 311). Y su discípulo,
Charles BALLY, que resulta ser tanto o más tajante que su maestro, dice:
Vemos, pues, que en los albores de la lingüística como ciencia se vio que eran
incompatibles los estudios unitarios de lengua y literatura. Hecha la observación, no nos
será difícil advertir el juego subliminal de conceptos que ha hecho JAKOBSON, a partir de
su famosa pregunta. Repitamos la cita completa:
¿Qué es lo que hace que un mensaje verbal sea una obra de arte? Toda vez que el objeto
principal de la poética es la differentia specifica del arte verbal en relación con las demás
artes y otros tipos de conducta verbal, la poética está en el derecho de ocupar un lugar
preeminente en los estudios literarios. La poética se interesa por los problemas de la
estructura verbal, del mismo modo que el análisis de la pintura se interesa por la estructura
pictórica. Ya que la lingüística es la ciencia global de la estructura verbal, la poética puede
considerarse como parte integrante de la lingüística.
Pero no es tan simple el asunto. Porque, si se observa bien, no es tan cierto y definitivo -
como dice JAKOBSON- que “La poética se interesa por los problemas de la estructura
verbal”; puesto que si bien ésta, la “estructura verbal”, es el soporte, la poética o teoría
literaria va más allá de ella; por ejemplo, Wiliam HENDRICKS dice que “la estructura de
la narración es ‘independiente’ de los medios lingüísticos a través de los que se manifiesta”.
[Y agrega] “Enunciado con más exactitud”:
La teoría de la pintura se interesa por explicar, definir, describir las leyes generales que
rigen para la obra de arte pictórica, es decir, el mismo interés teórico que anima a la
poética. Parafraseando la pregunta de JAKOBSON (¡y de Saussure!), habría que decir:
¿qué es lo que hace que un mensaje pictórico sea una obra de arte? O sea que la propuesta
de Jakobson ha debido ser planteada así: ‘La poética o teoría de la literatura se interesa por
los problemas artísticos más generales de la literatura, del mismo modo que la teoría de la
pintura se interesa por los problemas artísticos más generales de la pintura’. Y, de esa
manera, llegar a la siguiente conclusión: ya que la estética es la ciencia global de la
problemática artística, entonces -así como la teoría de la pintura- la poética o teoría de la
literatura puede considerarse como parte integrante de la estética; y no de la lingüística
(como apresurada e interesadamente dijo JAKOBSON).
Digamos, previamente, que aquí JAKOBSON incurre también en otro error, increíble, ya
que no puede haber confusión entre “estudios literarios y crítica” ¡porque la crítica es uno
de los estudios literarios! Entonces –no nos equivocábamos– él está restringiendo el
nombre de “estudios literarios” al de poética, y por eso llama “investigador” sólo al teórico,
y no al historiador o al crítico literario. Y este desorden de términos hace que los estudios
literarios, conformados por la teoría, la crítica y la historia (cuyas funciones han sido bien
delimitadas por sus respectivos investigadores sin que pueda haber confusión entre ellos),
se vuelvan antagónicos. De otro lado, como ya lo sugerimos, es totalmente válido aplicar
“la etiqueta de ‘crítico literario’ a un investigador de la literatura”, porque el crítico lo es
tanto como el teórico o el historiador. Dicen WELLEK y WARREN: “Aristóteles era un
teórico; Sainte-Beuve era un crítico. Kenneth Burke es teórico de la literatura, en tanto que
R.P. Blackmur es crítico literario” (Op. cit. p. 49), y todos ellos eran investigadores en sus
campos específicos dentro de los estudios literarios.
Pero JAKOBSON ya había elaborado una tesis que lo hacía inmune a dicha crítica. El había
dicho que: “Una poética científica no es posible sino a condición de que ella renuncie a
toda apreciación” (Cit. por FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto, op. cit., p. 54). Y este
autor acota lo siguiente:
Jakobson: "¿Qué es lo que hace que un mensaje verbal sea una obra de arte?"
Una ciencia literaria que dice renunciar a toda apreciación; un escritor irresponsable de las
ideas y sentimientos expresados en su obra: tal oquedad es la contrapartida de la
“literariedad” expuesta por Jakobson, la cual, a pesar de su alborotada pretensión de
modernidad, no es sino un corolario tardío de la decimonónica teoría del “arte por el arte”.
(Op. cit., p. 55).
Así es revelador que los formalistas en Rusia abandonen la teoría del lenguaje poético, que
blandían como bandera al comienzo de su campaña, y el cual, en la definición originaria,
dejó de estar al día con el rápido desarrollo del método, y que a su vez se concentren en el
llamado lenguaje del verso como un fenómeno mejor delimitado y captable dentro de las
posibilidades de entonces. (Op. cit., p. 72).
Queremos terminar estas precisiones en torno a las propuestas formalistas relacionadas con
su intención de fusionar el estudio de un lenguaje autónomo, que es la literatura -y que
tiene su propia ciencia-, con el objeto de estudio de la lingüística que es la lengua, y que
también es autónoma, citando a Emil VOLEK:
Después de este breve análisis de las tesis jakobsianas podríamos terminar la discusión con
la siguiente pregunta: ¿con qué derecho quiere la lingüística reglamentar la poética, si se
propone abarcar y estudiar un material que se niega a ser lengua? La situación es
embarazosa. (Op. cit., p. 71
5 Por su parte los teóricos de la literatura tampoco se sienten muy cómodos con la inclusión
de su objeto dentro de la filología. Por ejemplo, WELLEK y WARREN dicen que el
término ‘filología’ “se presta a no pocas interpretaciones falsas. Históricamente se ha
utilizado incluyendo en él no sólo todos los estudios literarios y lingüísticos, sino el estudio
de todos los productos del espíritu humano.” (Op. cit., p. 47).
6 Saussure ha remitido a la página 311 y siguientes, para ver el tema de ‘lengua literaria y
dialectos locales’. Pero es también en dicha página que precisa más el concepto de ‘lengua
literaria’. Dice: “Entendemos por ‘lengua literaria’ no solamente la lengua de la literatura,
sino, en un sentido más general, toda especie de lengua culta, oficial o no, al servicio de la
comunidad entera.” p. 312.
7 Los otros estudios literarios son: la crítica y la historia literarias. Cf. WELLEK, René y
WARREN, Austin (1969). Teoría literaria. Madrid: Gredos, Ver Capítulo IV.
9 ACHA, Juan (1992). Crítica del arte. México: Trillas, pp. 62-63.
12 Cit. por LAZARO CARRETER, Fernando (1986). Estudios de poética. Madrid: Taurus,
p.14.