Demian: Atracción cobarde y ambigua Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair es una novela del autor alemán Hermann Hesse, escrita durante la Primera Guerra Mundial y publicada poco después de finalizada la misma, es el producto de crisis existenciales en su autor. Demian significó una puerta abierta para toda una generación atormentada, y hoy día lo sigue siendo. La novela gira alrededor de la vida de Emil Sinclair, el cual nos narra sus aventuras y desventuras llenas de misticismo a lo largo de una introducción y ocho capítulos titulados. El joven Sinclair se ve inmerso en lo que él llamó “Mundo Oscuro”, una contraposición adulta y desenvuelta del “Mundo de Luz” que habitó durante su infancia, rodeado de amor y seguridad. En toda la novela abunda la discusión sobre la disposición del bien y el mal, la naturaleza del hombre, de Dios y, en sí, de la dualidad de la vida. Quien introduce de lleno al joven Emil en este capítulo de su existencia es Max Demian, un joven de apariencia andrógina y sin edad que fascina a Emil y en torno al cual girarán la mayor parte de sus sueños, recuerdos y reflexiones. La figura de Demian se pasea por los capítulos de la obra casi siempre ausente de los eventos de los mismos, y, sin embargo, todo inicia y termina en él. La influencia de Demian en el infante Sinclair es inmediata y seguirá siendo así hasta el final, dándole al espectador la sensación de que la relación entre ambos jóvenes es una atracción que deja de ser admiración y se aventura al campo del deseo prohibido; Demian es hermoso y misterioso y Sinclair no deja de pensarlo. Esto parece ser confirmado cuando aparece la figura de Beatrice, una joven a la que Emil bautizó de tal forma y que se convierte en la santa de su devoción. El muchacho la pinta y rehace su retrato en múltiples ocasiones, buscando algo, solo para darse cuenta de que ha terminado por pintar un retrato del rostro de Demian. La sexualidad de Sinclair parece siempre en disputa, pues, aunque solo expresa una atracción por mujeres, él mismo admite que su deseo por Beatrice se debe mayoritariamente a que esta posee rasgos masculinos y bien podría parecer un muchacho. Pronto empieza a tener sueños con una figura que es a la vez Demian y su madre, y lleva a cabo actos que solo se quedan a nuestra interpretación. El androginismo, el ser de dos naturalezas opuestas es común en las fantasías de Emil, tal como lo fue el bien y el mal, los dos extremos del mundo para él. La aparición de Eva, madre de Demian, como el amor idealizado de Sinclair nos parece un recurso cobarde para cumplir con ella lo que no se atrevió el autor a concretizar con ambos jóvenes. Incluso ella misma intuye que no es ella lo que desea Sinclair, como si acaso su amor por ella estuviera fundamentado en que ella es Demian, pero en femenino. Sus propias palabras al respecto son “Pero usted desea y se reprocha, temeroso, sus deseos.” Emil teme amar a Demian y rehúye temeroso a su verdadero anhelo. El beso de despedida de Demian y Sinclair es, finalmente, la concretización del deseo que no llegó a ser físico hasta ese momento. El bello joven le asegura que, allí donde Emil lo llame, él acudirá. Al día siguiente Demian no está, y la obra termina donde finaliza la certeza de su vida, como si para Sinclair todo hubiese llegado también a su fin, como si él mismo también hubiera muerto. Todo después de eso le hiere y todo le recuerda a él. Más allá de todos los temas tocados en la obra, que no son pocos, también se nos narra una historia que no fue. Entre el Caín renacido y el Abel corrompido existía un lazo difícil de definir, pero que naturalmente existía y fue más fuerte que aquel que se estableció entre el protagonista y todas las mujeres de su vida, lo que nos lleva a asegurar, tras ver el triste desenlace de esta historia, que no habrá vida para Sinclair que valga la pena seguir arrastrando pesadamente, placenteramente, si Demian no está en ella.