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Universidad Autónoma de
Coahuila
Administración Fiscal y
Financiera
Austeridad y consolidación fiscal
en las finanzas públicas de México
Mayte Alejandra Hernández
Ramírez
Norma Amparo Hernández
Hernández
Torreón, Coahuila
Jueves, 27 de octubre de 2022
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La historia sin fin de la austeridad y consolidación fiscal en México.

En México, el recurso de la austeridad como herramienta para lograr la


consolidación fiscal tiene una larga historia. Durante los últimos 40 años el país ha
implementado una y otra vez programas de austeridad y consolidación dirigidos a
reducir desequilibrios fiscales derivados, en parte, de crisis macroeconómicas
agudas. Desde fines de la década de 1980, México ha tenido una administración
más prudente de las finanzas públicas y ha evitado grandes déficit. Aun así, el
panorama actual de su desempeño fiscal es complicado. Las crecientes presiones
por aumentar el gasto, aunadas a grandes cambios en su composición y a
fragilidades estructurales en los ingresos fiscales, han resultado en ocho años de
déficit públicos e incremento de la deuda. Para complicar más esta situación, las
finanzas públicas han sido afectadas de manera adversa por choques externos en
el mercado petrolero. Por todo ello, no sorprende que surjan preguntas sobre qué
tanto marcará la austeridad a los esfuerzos actuales para consolidar las cuentas
fiscales y si esa austeridad puede conducirlas a una trayectoria sostenible.

En el marco de finanzas públicas, el término “austeridad” se refiere a un programa


drástico de consolidación fiscal dirigido a reducir el déficit fiscal. Éstos ocurren
cuando el gasto público es superior al ingreso. La austeridad es el resultado de
una estrategia para reducir de manera significativa esa brecha, ya sea al
incrementar el ingreso, reducir el gasto o combinar ambas medidas. La austeridad
también puede ser resultado de cambios o choques inesperados en el ingreso
fiscal, en el gasto o en la riqueza neta del gobierno. El análisis de la austeridad
desde una perspectiva histórica permite evaluar la orientación cíclica de la política
fiscal. De aquí surgen preguntas de investigación adicionales tales como la posible
relación causal entre austeridad, por un lado, y ciclos y tendencias económicas,
por el otro. Por ejemplo, si los incrementos a los impuestos o los recortes al gasto
afectan de manera directa a la demanda y a la producción, es posible que la
austeridad conduzca a una desaceleración económica o incluso a una recesión.
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Esto también dependería de la manera y el momento en que se ejecuten esas


medidas fiscales. Una política basada en el déficit puede estimular el crecimiento,
y la expansión económica subsiguiente podría propiciar medidas de consolidación
fiscal y la reducción del déficit inicial.

El primer periodo de austeridad fiscal en la historia económica de México posterior


a la II Guerra Mundial se registró en los años setenta. Durante la primera mitad de
esa década el país disfrutó de un alto crecimiento económico, con un incremento
anual promedio del pib de 6%. Pero esa bonanza terminó en 1976, ante
desequilibrios macroeconómicos asociados a severos choques externos. . Cuando
el primer choque de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)
sorprendió a México como un país importador neto de petróleo, la deuda externa
se multiplicó casi cuatro veces; la inflación interna se aceleró; el tipo de cambio
real se apreció y el déficit de cuenta corriente en la balanza de pagos se
incrementó de manera significativa. En 1976, en plena crisis fiscal y de balanza de
pagos, México depreció su tipo de cambio nominal con relación al dólar. Así
terminó su régimen de tipo de cambio fijo, el cual había prevalecido durante más
de dos décadas. Además, México solicitó formalmente apoyo financiero al Fondo
Monetario Internacional (FMI). Se estableció un programa de estabilización
convencional y el gasto público que incluye inversión, se recortó de manera
drástica. Si bien la crisis fue breve, se desaceleró el crecimiento económico y
aumentó la inflación. Menos de un año después, el panorama económico de
México mejoró de manera radical cuando se anunció el descubrimiento de un
gigantesco campo petrolero Cantarell.

Presiones presupuestales respecto a las Finanzas Publicas

El escenario actual de estabilidad fiscal y finanzas públicas sanas es resultado de


un proceso de maduración de la política fiscal mexicana que no ha concluido.
Durante la historia moderna de México, el marco fiscal mexicano ha sufrido
diversas modificaciones, lo que ha llevado a tener una política fiscal que si bien no
ha sido la más eficaz, ha ido evolucionando en la dirección correcta. En el último
cuarto del siglo XX, México experimentó dos crisis fiscales (1982 y 1995), a partir
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de las cuales se aprendió que un manejo prudente de la política fiscal trae


mayores beneficios que costos. Así, se ha disciplinado el ejercicio de las finanzas
públicas y se ha desarrollado un consenso público a favor de la estabilidad fiscal.
Sin embargo, en los últimos años, las finanzas públicas mexicanas han registrado
algunas fallas o dinámicas deficientes que estamos a tiempo de atender. Del 2009
a la fecha, diversos factores han afectado la dinámica de crecimiento de los
ingresos y el gasto público, que a su vez han resultado en un deterioro de la
posición fiscal del país. Lo anterior se ha traducido en un aumento del déficit
presupuestario del sector público que, de no revertirse, podría representar un
problema en el mediano plazo. En consecuencia y para atender los problemas de
las finanzas públicas, el Gobierno de la República y el H. Congreso de la Unión,
en el marco de la reforma fiscal de 2013, modificaron la regla fiscal mexicana1
para transitar a una regla de balance estructural implícita. México experimentó dos
crisis fiscales importantes (1982 y 1995), a partir de las cuales se aprendió que un
manejo prudente de la política fiscal puede traer mayores beneficios que costos.
En un aumento del déficit presupuestario del sector público que, de no revertirse,
podría representar un problema en el mediano plazo. Adicionalmente, la
permanente disminución en la plataforma de producción de la mezcla mexicana de
petróleo y la reciente caída en el precio internacional de los petrolíferos, desde el
2005 y finales de 2014 respectivamente, son una presión adicional para las
finanzas públicas y representan un reto significativo para la estabilidad financiera
de México.

Crecimiento económico e inversión pública y privada.

La inversión pública en México se ha reducido paulatinamente y actualmente se


encuentra en niveles cercanos al 2.5 % del PIB. Para el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), el bajo crecimiento económico de América Latina es producto de
las restricciones fiscales que enfrenta para aumentar la inversión pública.
Asimismo, señala que en épocas de crisis los gobiernos de la región tienden a
recortar la inversión pública y no la compensan cuando se reestablece el
crecimiento. Al respecto Jaime Ross (2018) señalaba que el ajuste fiscal
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observado en las finanzas públicas de 2014 a 2017 en México recayó


particularmente en el gasto de inversión pública (BID, 2019). En México, de 2005
al primer trimestre de 2022, la formación bruta de capital fijo (inversión) como
proporción del PIB fue de 20.6 % en promedio. Durante el mismo período, la
inversión pública promedió 4.0 % del PIB y la inversión privada 16.1 %. Dentro del
período de análisis, la inversión total pasó de 22.8 % del PIB en 2008 a 17.3 % en
2020, año de la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia de Covid-
19. En tanto que para el primer trimestre de 2022 se ubicó en 18.6 % del PIB. En
lo que se refiere particularmente a la inversión pública, esta pasó de 6.0 % del PIB
en 2009 a 2.5 % en 2019; mientras que para 2021 se ubicó en 2.54 % del PIB. La
caída en la inversión pública observada desde 2009 no ha sido plenamente
compensada por la inversión privada. La inversión privada pasó de 17.1 % del PIB
en 2008 a 14.8 % en 2020. No obstante, al primer trimestre de 2022 fue de 16.4 %
del PIB. El PIB, por el lado de la demanda, es la suma de sus componentes, es
decir, del Consumo privado, la Inversión (pública y privada), el Gasto público y las
Exportaciones netas (exportaciones menos importaciones), en las cifras del
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) además se tiene que
considerar la variación de existencias y la discrepancia estadística. Por ende, la
tasa de crecimiento real del PIB, es igual a la tasa de ponderada crecimiento real
de cada uno de sus componentes. Con el propósito de revisar cuál es el aporte de
la dinámica del gasto público y de la inversión pública a la tasa de crecimiento de
la economía, se muestra la descomposición del crecimiento real del PIB en cada
una de sus variables. La inversión pública promueve el crecimiento pues impulsa
la competitividad y productividad de la economía; además de contribuir a alcanzar
los objetivos de desarrollo sostenible y un mayor desarrollo humano y equidad de
género. La inversión pública tiene el potencial de generar certidumbre y
complementariedad con la inversión privada, lo cual abonaría en mejores
condiciones de crecimiento económico.

Consolidación fiscal después de la crisis financiera de 2008


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Las dificultades que están rodeando la reactivación económica de los países


desarrollados desde la crisis financiera de 2008 están llevando tanto a los
responsables de la política económica como a los expertos a plantearse una
revisión del papel que juegan las políticas macroeconómicas en la recuperación.
En concreto, se trata de dilucidar cómo se pueden utilizar para tratar de reducir las
consecuencias de un desempleo más elevado y persistente que en anteriores
fases recesivas y de un nivel de actividad muy inferior a su potencial. Sin duda,
existe una intensa discusión sobre la estrategia más adecuada de política
monetaria en un contexto de inestabilidad financiera y riesgos deflacionistas. Con
los tipos de intervención de los bancos centrales próximos a cero, desde el inicio
de la crisis se están tomando diferentes medidas en 2008 y 2009, han proliferado
los trabajos sobre qué instrumentos fiscales son más efectivos en un entorno de
tipos de interés cercanos a cero para estimular la demanda agregada. Y desde
2010, como consecuencia del significativo aumento de la deuda pública y el
recrudecimiento de las tensiones financieras, en especial sobre la deuda soberana
de la zona euro, el debate se ha centrado sobre el ritmo al que las finanzas
públicas deben recuperar una senda sostenible. Así, a principios de 2010 y a la luz
de una incipiente recuperación económica, los países del G-20 se comprometieron
en la cumbre de Toronto a iniciar programas de consolidación fiscal. En concreto,
acordaron reducir a la mitad sus déficits públicos en 2013 y a estabilizar o
disminuir su deuda pública a partir de 2016. Y la forma de hacerlo debía tener
presente las circunstancias nacionales para sostener la recuperación en curso. Sin
embargo, dos años después de iniciado ese proceso de consolidación, dada la
pausa en la recuperación de las economías desarrolladas y con la zona del euro
en recesión a finales de 2012, se ha reabierto la discusión sobre si, admitiendo la
necesidad de un ajuste fiscal en el medio plazo, la austeridad ha ido demasiado
lejos, demasiado rápido. El principal resultado de estos trabajos es que ajustes
fiscales que han sido exitosos en términos de reducción de la deuda pública en el
medio plazo, pueden ser compatibles con mejoras de la actividad económica
incluso en el corto plazo. Según estos autores, los programas fiscales que han
logrado incrementar la actividad económica se diferencian no tanto por la
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intensidad del ajuste como por su composición. En concreto, son programas que
se concentran en una reducción permanente del gasto público y, en la mayoría de
los casos, esto se consigue reduciendo los gastos que más habían crecido, es
decir, salarios públicos y programas sociales. La evidencia empírica del FMI
señala que, dentro del gasto público, es la inversión pública la que tiene los
mayores efectos reales. En cambio, reducir las transferencias del sector público
tiene menores costes o incluso puede no tener un efecto negativo. En el año 2009
el déficit público alcanzó un nivel muy elevado en una perspectiva global. En
concreto, se situó casi en el 8% del PIB en el conjunto del G-20.

El desarrollo económico es una tarea costosa y la idea de la austeridad como se


ha vendido en el mundo va en dirección opuesta a la del desarrollo. Por ejemplo,
un trabajo reciente publicado por los economistas Antonio Fatas y Lawrence
Summers, en que estudian el impacto de las políticas en diversos países para ver
sus efectos sobre el crecimiento económico cíclico (aquel que ocurre dentro del
ciclo económico en curso) y el crecimiento económico potencial (aquel que
determina la trayectoria de crecimiento de largo plazo), nos ofrece un marco de
análisis para evaluar los costos de la austeridad. Lo países con políticas de
austeridad severas como Italia, España, Grecia o Portugal no sólo tuvieron un
impacto negativo en su crecimiento de corto plazo, sino que han tenido un efecto
permanente en su crecimiento potencial; el costo de la austeridad no es sólo
crecer menos hoy, también es crecer menos por años y años en el futuro. Usando
el mismo modelo de Fatas y Summers, pero calibrado para las variables y
parámetros de la economía mexicana y considerando los recortes realizados
durante los anteriores dos años y los del siguiente, el resultado no es muy distinto
del encontrado para las economías europeas. Los recortes realizados durante los
dos años previos han tenido un efecto en el crecimiento cíclico que ha costado
entre 0.2% y 0.5% de crecimiento y de por lo menos 0.1% en el crecimiento
potencial para los siguientes años. Los recortes para 2017 pueden tener un efecto
semejante tanto cíclico como potencial, y tener como efecto secundario que la
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razón deuda/PIB suba en lugar de bajar si la deuda crece más rápido que la
economía. Si bien estos números no parecen grandes, tienen una gran relevancia
en el tiempo. Cada décima menos de crecimiento tiene un gran impacto: la
diferencia entre crecer a una tasa del 2% anual y una del 2.5% anual (ambas
tasas mediocres para un país en desarrollo) es que en el primer caso el ingreso
promedio de las personas en el país se duplica cada 35 años, mientras que en el
segundo en tan sólo 28 años. Crecer 0.5% más todos los años reduce en siete
años el tiempo que tarda la economía en duplicarse; cada décima de crecimiento
que perdemos es, por tanto, robarle tiempo a esta generación en su camino de
desarrollo. Amargamente es la austeridad, y no la prudencia, lo que está en la
cabeza de los hacedores de política pública y de muchos de los actores políticos
en el país, incluso llegando al grado de proponer –como el PAN– recortes de más
de 5% del PIB durante los siguientes dos años, quizá sin considerar que un
recorte de tal magnitud provocaría una fuerte recesión y disminuiría fuertemente la
capacidad de crecer en el futuro y además seguramente un aumento de la razón
deuda/PIB. El crecimiento económico hoy en día tendría que ser nuestra mayor
preocupación, es la fuente de muchos de nuestros problemas. Durante los últimos
30 años hemos crecido a una tasa per cápita apenas superior al 1%, escasamente
por arriba de lo que los historiadores económicos llaman una tasa moderna de
crecimiento. Esa falta de dinamismo en nuestra economía se vuelve problemas de
pobreza, problemas de movilidad social, problemas de desigualdad y también
problemas de finanzas públicas. Lejos de navegar por los peligros de la austeridad
deberíamos atacar seriamente las causas de nuestra falta de crecimiento y dejar
de robar el tiempo de las generaciones que hoy viven en un país menos
desarrollado del que deberían tener.

Conclusiones.

La austeridad en la economía de un país siempre es una manera segura para que


sus finanzas no se vean tan afectadas tan bueno a resultado que se ha mantenido
así durante 40 años y se ve que tiene cierta eficacia ya que la estabilidad
económica del país se mantiene recta, pero, debido a los pocos cambios en esta
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comprender su sistema es un poco complicado, ya que, debido a las presi9ones


de incrementar el gasto público y al no tener tantos ingresos no hay un punto de
equilibrio que ayude a estabilizar este plan, además que, el plan para que esto se
pueda mantener y que las finanzas del país se mantengan a raya es una tarea que
falta por completar, pues, a pesar de que hay gasto publico que excede los
ingresos que este caso serían los impuestos que el país obtiene de la población
siempre hay otras maneras para que la republica obtenga riqueza sin depender de
los ciudadanos siempre van a ser las inversiones en os sectores públicos y
privados, además que estos dos últimos mencionados hacen e el PIB del país
crezca y provoca que haya un equilibrio que pueda ayudar a nivelar lo que en país
no puede obtener de la población.

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