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Ante este paradigma, Ventosa (2008) expone que, del mismo modo que el tiempo libre se aborda
con la metodología de la asociación sociocultural desde un enfoque activo, participativo y grupal,
también puede darse desde la perspectiva de vivencia subjetiva, contemplativa y en orden a una
autorrealización individual.
Desde este punto de vista, la asociación sociocultural representa “una estrategia idónea para
motivar y capacitar un uso adecuado del tiempo libre, porque sus principios metodológicos de
inducción, participación, creatividad, convivencia, juego y los valores que preconiza, confluyen con
las condiciones que ha de reunir un ocio auténtico con dimensión plenamente educativa”
(Ventosa, 2008).
En relación al tema que se pretende abordar y siguiendo la teoría de Armengol (2012), puede
deducirse que dependiendo dicha metodología de la asociación sociocultural, los modelos de
educación en el tiempo libre pueden ser predominantemente relacionales o activos.
Así pues, los modelos a estudiar pueden organizarse sobre dos ideas diferentes. Por un lado, la
enfocada a los grupos, donde la actividad está presente, pero lo que reúne realmente a los niños y
a los jóvenes es el hecho de hacer algo en conjunto, buscando la homogeneidad (Armengol,
2012).
Y por otro, la que fundamenta a la actividad en sí, actuando como un reclamo o una motivación
para los participantes y trabajando, a su vez, la relación interpersonal o el trabajo en equipo
(Armengol, 2012).
Antes de establecer los cuatro modelos de educación en el tiempo libre, es necesario conocer
las variables que los definen y que dependen de ciertos factores educativos y socioculturales
(Ventosa, 2008):
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● Según el tipo de actividad:
● Globales e integrales. Enfocadas en sí mismas como la suma de un todo. Asimismo, se
dirigen a la totalidad de los componentes de un grupo.
● Sectoriales y especializadas. Orientadas en partes concretas de la misma y
delimitadas a un grupo determinado de personas.
● Sectoriales, especializadas y, a veces, globales. Centradas en un grupo específico
de personas pero que, a veces, se dirigen a la totalidad del mismo. Estas presentan, a su
vez, diferentes grados de complejidad.
● Según la intencionalidad educativa medida en términos de grado de formalización y
sistematización:
● Explícita. La intencionalidad educativa queda clara y definida.
● Aparentemente explícita. La intencionalidad educativa no está totalmente detallada.
● Implícita o inexistente. Carece de intencionalidad educativa.
● Según la metodología:
● Centrada en la relación. Remarca la importancia de la interacción convivencial.
● Centrada en la actividad. Se ajusta a la práctica de las dinámicas.
● Centrada en la relación y en la actividad. Establece el valor de la comunicación
grupal durante el desempeño de determinadas actividades.
● Según el tipo de vínculo del participante con el monitor:
● Vinculación fuerte. Los participantes pertenecen a la institución que desarrolla las
actividades de tiempo libre, como socios o alumnos miembros de la misma.
● Vinculación débil. Los participantes son meros usuarios o clientes de un servicio de ocio
y tiempo libre.
● Según el espacio:
● Formales. Pueden ser las instalaciones de un colegio, de un centro de ocio, etc.
● No formales. Hacen referencia a los campamentos, las colonias, los albergues, etc.
● Según el tiempo:
● Continuas. Aquellas actividades extracurriculares que se desarrollan de manera
continuada y dentro de un proceso a lo largo del año o del curso.
● Discontinuas. Referidas a las actividades de ocio y tiempo libre circunstanciales que se
realizan de manera puntual.
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organizaciones de ocio y tiempo libre que cuentan con una dilatada trayectoria histórica como lo
es el escultismo (Armengol, 2012).
En ellas “destaca su orientación hacia la educación plena o integral de los niños y jóvenes, con
planteamientos generalistas en cuanto a las dimensiones a trabajar y los contenidos y actividades
que llenarían las propuestas” (Armengol, 2012).
Velasco (2014) defiende que el modelo asociativo se determina por el desarrollo de un conjunto
de actividades que forman parte de un programa global, integral y continuado, cuya
intencionalidad educativa queda explícita en sus objetivos, mientras que su metodología se
centra no tanto en las actividades aisladas, sino en las relaciones y en los procesos graduales de
crecimiento personal y grupal.
De acuerdo con este análisis, Armengol (2012) añade que, al tratarse de una educación colectiva,
las relaciones interpersonales tienen un papel muy destacado y se busca la implicación personal
en la organización para incentivar la participación.
En definitiva, para Velasco (2014) esto es lo que conocemos como asociacionismo, ya que la
vinculación de los participantes en estos proyectos es eminentemente fuerte, existiendo un
compromiso mutuo y una identificación con los fines de la asociación.
Completando esta posición, Armengol (2012) destaca que dicha vinculación se da desde un punto
de vista educativo y no necesariamente jurídico, ya que el modelo asociativo “no implica que la
actividad o la entidad jurídicamente tenga forzosamente la forma de asociación infantil o juvenil”.
El modelo público también se reconoce por su amplia andadura, aunque cabe destacar que esta
no es tan extensa como la referente al asociativo.
Este modelo suele ser el patrón a seguir por las instituciones del Estado o de la Administración
Pública, especialmente cuando se trata de administraciones regionales, autonómicas o locales. Se
puede desarrollar tanto en centros educativos o de ocio, como en campamentos, albergues, casas
de juventud, etc., es decir, en espacios formales y no formales.
A través de la investigación de Velasco (2014), observamos que las actividades de tiempo libre
pertenecientes a este modelo suelen constituirse de manera sectorial y especializada,
integrándose en programas discontinuos o periódicos y destacando la escasa y débil
vinculación de los participantes con la organización, ya que su relación es meramente puntual y
esporádica.
En lo que respecta a su intencionalidad educativa, Velasco (2014) señala que “si bien aparece a
veces explícitamente señalada en los programas, esto no se traduce en objetivos realmente
perseguidos y menos conseguidos a la hora de ponerlos en práctica”.
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Es así como la metodología dispuesta en el modelo público se centra en la actividad y en la
relación con los participantes, traduciéndose más bien en una oferta más turística que educativa
(Velasco, 2014).
En este sentido, Velasco (2014) muestra cómo se ha llegado a “una desnaturalización de los
programas de educación en el tiempo libre, convertidos en paquetes comerciales de
“multiaventura” y “turismo activo”, cuya metodología se centra más en el atractivo y en la
novedad que en los procesos grupales o en los objetivos socioeducativos propios de la educación
en el tiempo libre”.
El modelo empresarial o comercial es, sin duda, aquel que ha conseguido adquirir una gran
relevancia en los últimos lustros, desarrollándose con gran rapidez en nuestra sociedad y siendo
un método muy utilizado dentro de la educación no formal.
Su labor se lleva a cabo de forma sectorial y privada y sus programas de ocio y tiempo libre
tienen una duración muy especializada, precisa y discontinua, asociada a las temporadas
altas del año, estacionales y de gran demanda.
En consonancia con ello, Armengol (2012) califica las iniciativas de este modelo como “un tipo de
actividad determinada o con un interés muy específico de los niños y jóvenes, que se convierte en
el elemento central y organizador de la propuesta de ocio”.
La lograda expansión del modelo extraescolar en los últimos años se ha impulsado gracias al
horario de jornada continuada implantado en los centros de enseñanza por la Administración
educativa, creando un vínculo altamente fuerte entre los participantes y la organización
(Velasco, 2014).
De este modo, se alarga el horario de mañana de la jornada escolar y se evitan las clases por la
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tarde, a cambio de dedicar esas horas a la práctica de determinadas actividades extraescolares
(Velasco, 2014).
Según la observación de Armengol (2012), no solo se trata de una serie de actividades realizadas
en los centros escolares, sino también aquellas que se desarrollan en otros ámbitos o durante los
periodos vacacionales. Del mismo modo que las que se llevan a cabo en las secciones infantiles de
entidades culturales y deportivas o las ofertas de equipamientos para el ocio como bibliotecas,
ludotecas y espacios de juego.
Por ello, la evolución hacia las dimensiones del ocio ha permitido la creación de una nueva
concepción atendiendo a la realización personal, según cuatro factores principales (Ventosa,
2008):
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● El ocio como calidad de vida. Llegando a ser un ingrediente de obligada presencia en
cualquier proyecto de vida individual, familiar o comunitaria que aspire a un nivel de vida
satisfactorio.
● El ocio como espacio de comunicación e interacción personal y social. Bien sea en los
entornos físicos presenciales y convencionales, o bien en los nuevos entonos virtuales que
facilitan las nuevas tecnologías de la información y comunicación a través del ciberocio.
Esto se traduce en un modo de compartir las experiencias vividas con los demás, mediante una
metodología activa, participativa y grupal, de manera que pase de vivencia a “con-vivencia”
(Ventosa, 2008).
La actitud mediante la cual los niños y los jóvenes se enfrentan a su tiempo libre es el elemento
principal para conseguir un mejor aprovechamiento del ocio. Este puede realizarse como un valor
en sí mismo, de manera gratuita, repercutiendo en la ociosidad o puede conllevar hacia efectos
destructivos (Ventosa, 2008).
En este sentido, López (1982) distingue cinco niveles para garantizar dicho aprovechamiento
del ocio, según sea más o menos gratificante para la persona:
● Ocio formación. Es el nivel superior de utilización del ocio, semejante al del ocio serio; se
caracteriza por la práctica de actividades culturales, la educación permanente y la
contemplación artística, que enriquecen espiritualmente a la persona igual que en el ideal
griego clásico.
● Ocio entretenimiento. Es un nivel de simple distracción, pasatiempo o diversión, y
comprende aquellos hobbies o aficiones por los que se decanta el individuo de manera
espontánea; quizás sea el tipo de ocio más extendido en la sociedad pero, aunque constituye
un paso previo al nivel de formación, se convierte a veces en un verdadero problema para
aquellas personas que no han sido educadas en una adecuada utilización del tiempo libre.
● Ocio descanso. Es el empleo del tiempo libre como simple reponedor de fuerzas, tanto
físicas como psíquicas. Se trata de un nivel muy básico, de calma y sosiego del ocio, que es
imprescindible para poder abordar cualquiera de los estadios superiores. El ocio descanso no
es un tiempo estéril, se identifica con la idea del dolce far niente, es decir, la contemplación
imaginativa, que encuentra placer en el hecho de no hacer nada.
● Aburrimiento – ociosidad. Se trata de un nivel inferior en el uso del tiempo libre, que no
llega a la categoría edificante del ocio y se denomina, en cambio, ociosidad. Supone “un
estado de apatía, de inactividad, de estar sin más, en el que se vive una experiencia de
frustración sin poner esfuerzo por salir de ella”.
● Consumo – ociosidad. Es aquel estadio en el que el individuo delega sobre las empresas de
servicios y las industrias de ocio la entera responsabilidad de organizar entretenimientos para
su tiempo libre. Se produce una situación de dependencia del individuo respecto a la sociedad
de consumo, siendo frecuente la manipulación y la falta de iniciativas personales.
A partir de estos, los niños y jóvenes pueden edificar su propia persona gracias al aprendizaje
desinteresado de un ocio bien aprovechado, practicando las experiencias creativas y lúdicas
a través de la vivencia de valores como la libertad, la participación, la solidaridad y la
comunicación (López, 1982).
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Es decir, existe una ambivalencia potencial del tiempo libre en lo que se refiere al desarrollo
positivo de las capacidades del ser humano y para entenderlo, el autor hace hincapié en la
distinción entre ocio y ociosidad:
Ocio es todo aquello que realizamos las personas de un modo libre y sin una finalidad
utilitaria sino, fundamentalmente, porque disfrutamos con ello. Eso explica que, a
nivel popular, el ocio moderno se identifique con el descanso, las vacaciones, el
espectáculo y la diversión, cuando puede ser mucho más. Como se ha dicho, el ocio no
es el tiempo libre, tampoco la realización de unas actividades que se denominan así y
que pudieran gustarte o no. El ocio es una acción personal y/o comunitaria que tiene
su raíz en la motivación, algo que deseas y te gusta, y la voluntad, algo que decides
hacer libremente. El ocio se realiza de forma personal y/o comunitaria, de ahí que
también se considere un fenómeno social.
Pero para entender la pedagogía del ocio definida por Cuenca (2004), el propio autor apostilló
unos años antes, en su publicación Temas de Pedagogía del Ocio, seis dimensiones
fundamentales que responden a distintos modos de vivir el ocio y que se relacionan según
diversos ámbitos, ambientes, equipamientos y recursos. Estas son: lúdica, deportiva, festiva,
creativa, ecológica y solidaria.
La dimensión lúdica se analiza a través de la perspectiva del juego y los numerosos beneficios
que conlleva. Se define mediante una estructura educativa que mantiene el equilibrio entre las
actividades supervisadas por el monitor de ocio y tiempo libre y los periodos de juego.
En este sentido, Cid (2017) considera la dimensión lúdica desde el ámbito del entretenimiento, la
distracción y el descanso que aporta dicho equilibrio, ya sea desde su faceta física, psíquica o
emocional, pasando de ser una herramienta a una adquisición de contenidos y conocimientos a
través del disfrute.
Así pues, para conseguir estos objetivos, se debe distribuir el tiempo de manera justa de acuerdo
con las necesidades de los niños y jóvenes, de modo que puedan perfeccionar sus ideas a través
del programa de actividades, así como explorar los materiales de juego con libertad. Esto se
traducirá en una oportunidad perfecta para que el monitor se tome el tiempo necesario para
observarles y aprender más sobre su desarrollo general.
Adoptar un estilo de vida saludable desde una edad temprana ayuda a obtener buenos hábitos
que se mantendrán de por vida. Dentro de la dimensión deportiva, es importante remarcar que
la actividad física es beneficiosa a cualquier edad, ya que no solo promueve el desarrollo
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muscular, el equilibrio y la precisión, sino que permite adquirir confianza, independencia y espíritu
de decisión.
Por su parte, Gil y Menéndez (1985) se centran en la contribución del deporte en las relaciones
sociales, llevando al individuo a su aceptación dentro del grupo, aprendiendo a trabajar en equipo
y mejorando su competencia psicomotora.
El rendimiento físico, el papel dentro del equipo y la importancia del trabajo colectivo permite a
los niños y jóvenes adquirir cualidades en campos más allá de las habilidades físicas simples. Del
mismo modo, la práctica deportiva favorece el éxito de la persona, le ayuda a sentirse bien, a ser
más competente y autónomo y a mejorar su desarrollo integral (Blasco, 2011).
Como su propio nombre indica, la dimensión festiva implica la celebración de una fiesta
conjunta que permite la reunión de varias personas, favoreciendo el desarrollo de la autonomía de
los niños y adolescentes, quienes aprenden a tomar sus propias decisiones a la vez que se
divierten, ganan seguridad y mejoran su autoconfianza.
En resumen, la dimensión festiva lleva implícito un estado de ánimo que permite mejorar la
capacidad de planificación personal y el desarrollo del trabajo colaborativo enfocado al disfrute
(Cid, 2017).
Podría decirse que la dimensión creativa es una tendencia, una forma de vida. Desde bien
pequeños, los niños hacen uso de su creatividad, aunque en diferentes grados, pero siempre a
partir de una experiencia elegida libremente, que surge debido al contacto con las diferentes
técnicas artísticas y culturales.
Este hecho produce un sentimiento gratificante de autorrealización, por el desarrollo personal que
se genera mediante el aprendizaje. Además, se fomenta la educación y la formación a partir de un
programa didáctico y cultural que desempeña en ellos un papel importante por medio de las
actividades artísticas (Blasco, 2011).
Adentrándonos en el carácter reflexivo de esta dimensión, Gil y Menéndez (1985) definen esta
forma de aprendizaje como una manera de expresión humana que nace desde el interior de uno
mismo, por medio de una faceta artística y cultural que se refleja en la música, la pintura, la danza
o la interpretación.
La dimensión ecológica cultiva el interés de los niños y jóvenes por la naturaleza, promoviendo
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sus habilidades sociales y haciéndoles descubrir las riquezas de nuestro planeta.
De este modo, el monitor puede explicarles el ciclo de la vida, mostrándoles que ellos mismos son
una parte integral del entorno, para así comprender la importancia de protegerlo, a través de un
ambiente relajado y divertido.
Esta dimensión les permite encontrarse con el medio ambiente, desde una perspectiva de disfrute,
independientemente de la actividad que se realice. La educación ambiental mantiene el contacto
con la naturaleza de forma armónica, favoreciendo el desarrollo de las responsabilidades
individuales y sociales (Blasco, 2011).
Esto es lo que se traduce como ocio autotélico, ya que se centra en su carácter experiencial a
través de las vivencias subjetivas, libres, satisfactorias y con un fin en sí mismas. Es así como
Cuenca (2004) lo define:
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En resumen, la verdadera experiencia de ocio no lleva al egoísmo, sino a la apertura, al encuentro,
a la comunicación y a la entrega a los demás. La experiencia madura del ocio propicia el
encuentro con los otros, originando el disfrute y la vivencia placentera (Blasco, 2011).
RESUMEN
● Las actividades de entretenimiento colectivo en niños y jóvenes tienen un doble componente,
dependiendo de si la acción recae en la propia actividad desarrollada o en la situación
relacional que se da entre ellos.
● Los cuatro modelos de educación en el tiempo libre son el asociativo, el público, el
empresarial o comercial y el extraescolar.
● Las variables que dan lugar a los modelos educativos dependen de la actividad llevada a
cabo, de su intencionalidad educativa, de su metodología, del vínculo existente entre el
participante y el monitor, del espacio y del tiempo dedicado a su desarrollo.
● El modelo asociativo es el más experimentado en las organizaciones de ocio y tiempo libre,
destacando su orientación hacia la educación plena de los niños y jóvenes y por sus
planteamientos generalistas.
● El modelo público suele ser el patrón a seguir por las instituciones del Estado o de la
Administración Pública, cuyas actividades se constituyen de manera sectorial, centrándose
más en la novedad que en los objetivos socioeducativos propios de la educación en el tiempo
libre.
● El modelo empresarial o comercial destaca por su implícita intencionalidad educativa y su alto
poder de atracción. Está centrado en la actividad y en el atractivo de un programa puntual y
concreto.
● El modelo extraescolar se caracteriza por el alto valor propio de sus actividades, no siempre
integrado en un programa especializado, cuya metodología se basa en la relación y en la
actividad en sí.
● La educación del ocio permite a los niños y jóvenes edificar su propia persona gracias al
aprendizaje desinteresado de un ocio bien aprovechado a través de seis dimensiones
fundamentales, que son: lúdica, deportiva, festiva, creativa, ecológica y solidaria.
● La dimensión lúdica se analiza desde la perspectiva del juego, definiéndose a través de una
estructura educativa que mantiene el equilibrio entre las actividades y los periodos de juego.
● La dimensión deportiva promueve el desarrollo muscular, el equilibrio y la precisión y permite
adquirir confianza, independencia y espíritu de decisión.
● La dimensión festiva favorece el desarrollo de la autonomía de los niños y jóvenes, quienes
aprenden a tomar sus propias decisiones a la vez que se divierten, ganan seguridad y
mejoran su autoconfianza.
● La dimensión creativa produce en la persona un sentimiento gratificante de autorrealización,
fomentando la educación y la formación por medio de las actividades artísticas.
● La dimensión ecológica cultiva el interés de los infantes y adolescentes por la naturaleza,
promoviendo sus habilidades sociales y haciéndoles descubrir las riquezas de nuestro planeta.
● La dimensión solidaria se centra en su carácter experiencial a través de las vivencias
subjetivas, libres, satisfactorias y con un fin en sí mismas, a partir de la apertura, el
encuentro, la comunicación y la entrega a los demás.
AUTOEVALUACIÓN
Contesta las siguientes preguntas y practica las bases teóricas de este capítulo. No olvides
analizar y responder de acuerdo a lo que entendiste.
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1. Según la teoría expuesta por Armengol (2012), dependiendo de la metodología de la
asociación sociocultural, los modelos de educación en el tiempo libre pueden ser
predominantemente relacionales o activos. ¿Verdadero o falso?
2. ¿Cuál es el modelo más experimentado y predominante en las organizaciones de ocio y
tiempo libre?
3. ¿Qué modelo de la educación en el tiempo libre ha generado la desnaturalización de los
programas de educación convirtiéndose en paquetes comerciales de “multiaventura” y
“turismo activo”?
4. ¿Es lo mismo ocio que ociosidad? Desarrolla tu respuesta.
5. ¿A qué dimensión pertenece el ocio autotélico y cómo lo definirías en pocas palabras?
SOLUCIONARIO
1. Según la teoría expuesta por Armengol (2012), dependiendo de la metodología de la
asociación sociocultural, los modelos de educación en el tiempo libre pueden ser
predominantemente relacionales o activos. ¿Verdadero o falso?
Verdadero.
El modelo asociativo, ya que dichas organizaciones cuentan con una dilatada trayectoria histórica
como lo es el escultismo.
El modelo público.
No. El ocio es todo aquello que realizamos las personas de un modo libre y sin una finalidad
utilitaria sino, fundamentalmente, porque disfrutamos con ello.
En cambio, la ociosidad se relaciona con el pecado capital de la pereza. El ocio requiere acción y
consciencia, mientras la ociosidad se caracteriza por la ausencia de ambos atributos.
El ocio autotélico pertenece a la dimensión solidaria y se define como una experiencia vital y un
ámbito de desarrollo humano que, partiendo de una determinada actitud ante el objeto de la
acción, descansa en tres pilares esenciales: la elección libre, el fin en sí mismo (autotelismo) y la
sensación gratificante.
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