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COLECCIÓN POPULAJt

41

ANTROPOLOG1A FILOSóFICA

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Traducción revisada de ERNST CASSIRER
EUGENIO 1MAZ

ANTROPOLOGÍA
FILOSOFICA
,

INTRODUCCIÓN A UNA FILOSOF1A


DB LA CULTURA

COLECCION

D
POPULAl

FONDO DE CULTURA ECONóMICA


MIDcICO

... !
/

Primera edición en inglés, 1944


Primera edición en español, 1945
Primera reimpresión, 1951
A
Segunda reimpresión en (Colección Popular), 1963
Tercera reimpresión, 1966
CHARLES W. HENDEL
Cuarta reimpresión, 196!3
Quinta reimpresión, 1971
Sexta reimpresión, 1974 con amistad y gratitud
Séptima reimpresión, l97:i
Octava reimpresión, 1977
Novena reimpresión, 1979
Décima reimpresión, 1982

D. R. © 1945 Fo:mo u1: Ct;1.·n:RA Eco:'IÍJM1<:A


Av. de la Vniversidad, 97.i; 03100 Méxirn, D. F.

ISBN 968-16-0300-1

Impreso en México

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frase de Arquímedes: Dadme un punto de apoyo y


moveré el mundo. En un universo cambiante, el pen·
samiento científico nos fija los puntos quietos, los po­
XI. LA CIENCIA los en reposo, inconmovibles. En la lengua griega el
término episteme se deriva, etimológicamente, de una
LA CIENCIA 1 representa el último paso en el desarrollo raíz que significa firmeza y estabilidad. El proceso
espiritual del hombre y puede ser considerado como científico nos conduce a un equilibrio estable, a una
el logro máximo y característiC:o de la cultura. Se trata estabilización y consolidación del mundo de nuestras
de un producto verdaderamente tard �o y refinado que •
percepciones y pensamientos.
.
no puede desarrollarse sino en c�nd1�iones especia �es.
.

Por otra parte, la ciencia no se halla sola en la rea­


Ni siquiera la concepción de la ciencia, en su sentido
lización de esta misión. En nuestra epistemologfa mo­
específico, existió antes de la é�oca d� los grandes pe_n·
derna, tanto en Ja escuela empírica como en la racio­
sadores griegos, antes de los p1tagóncos y los atonus _ · nalista, tropezamos a menudo con la concepción de que
tas, antes de Platón y Aristó�eles. Esta concepc1ó?
_ los primeros datos de la experiencia humana se hallan
primera pareció olvidarse y echpsarse en los siglos SI·
en un estado completamente caótico. El mismo Kant
guientes; tuvo que ser redescubierta y restaurada en
parece partir en sus piimeros capítulos de la Critica de
la época del Renacimiento. Después de este redescu· la raz6n pura de este supuesto. La experiencia, nos
brimiento el triunfo de la ciencia pareció ser completo dice, es el primer producto, sin duda, de nuestro enten­
e indiscutible. No hay ningún otro poder en nuestro dimiento, pero no es un hecho simple; es un compuesto
mundo moderno que pueda ser comparado con el del de dos factores opuestos, la materia y la forma. El fac.
pensamiento científico. Se considera co�� el summum tor material se nos da en nuestras percepciones sensi­
y la consumación de todas nuestras �ctlv�dades huma· bles; el formal se halla representado por nuestros con·
nas, como el último capítulo en la h1stona del g�nero ceptos cientfficos. Estos conceptos, los conceptos del
humano y como el tema más importante de una filoso­ entendimiento puro, son los que prestan a Jos fenóme­
fía del hombre. nos su unidad sintética. Lo que denominamos unidad
Es posible discrepar en lo qu� conciern_e � �os resul­ de un objeto no puede ser otra cosa que la unidad for·
tados de la ciencia o a sus pnmeros pnnc1pios, pero mal de nuestra conciencia en Ja sfntesis de lo múltiple
parece fuera de toda du �a su función general. La cien­ de nuestras representaciones. Decimos que conocemos
cia es la que nos proporciona la segu:.ida ? de un mu�do un objeto, cuando hemos producido unidad sintética en
constante. Podemos aplicar a la ciencia la conocida la multiplicidad de la intuición y sólo entonces.2 Para
Kant, por consiguiente, toda Ja cuestión de la objetivi­
1 Este capítulo no trata de ser un esbozo de un:;i f iloso­
fía _
de la ciencia o de una fenomenología del conoc1m1ento. dad del conocimiento humano $e halla indisolublemente
Yo he discutido este último problema en el tercer volun:icn ligada al hecho de Ja ciencia. Su estética trascenden­
de Ja Philosophie der symbolischen Formen (1929), anterior­ tal se ocupa del problema de Ja matemática pura; su
mente en Substance and Function y Einstcin's Theo�y of análisis trascendental trata de explicar el hecho de
Vof
Relativity, (1910; trad. ingl. por _ �
· C. y M.C. Swaby, h.1cago una ciencia matemática de la naturaleza.
y Londres, 1923) y en Determ1msmus und /ndetermmtsn�us
Pero una filosofía de Ja cultura tiene que llevar el
in der modernen Physik ( Goteborgs HC;>gs�olas Arsskr�ft,
1936: 1). Aqul he intentado solamente md1car la �nc1ón problema a una fuente mucho más remota. El hombre
general de la ciencia y determinar su lugar en el sistema
de las formas simbólicas. 2 Kant, C rit ica de la razón pura ( l! ed. alemana), p. 105.

304 305
vivía en un mundo objetivo mucho antes que vfvfera clasificatorio" especial para poder explicar el hecho y
en un mundo cientifico. Antes de haber descubierto su la estructura del lenguaje humano.
camino para la ciencia, su experiencia no era una mera
masa amorfa de expresiones sensibles; por el contrario, El hombre -dice Otto Jespersen- es un ani·
era una experiencia organizada y articulada. Poseía una mal clasificador: en un sentido se puede decir
estructura definida, pero los conceptos que prestan a que todo el proceso de hablar no es más que dis­
este mundo su unidad sintética no son del mismo tipo tribución de fenómenos, de los cuales no hay dos
ni tampoco se haJlan en el mismo nivel que nuestros que sean iguales en todos los aspectos, en diferen­
conceptos cientificos. Son míticos o lingüísticos; si los tes clases, según la intensidad de las semejanzas
analizamos veremos que no son, en modo alguno, sim­ y desigualdades percibidas. En el proceso desig­
ples o "primitivos". Las primeras clasificaciones de los nativo presenciamos la misma tendencia inextir­
fenómenos que encontramos en el lenguaje o en el mito pable y verdaderamente práctica de ver semejan­
son, en cierto sentido, mucho más complicadas y alam­ zas y de expresar esta semejanza de los fenómenos
bicadas que nuestras clasificaciones científicas. La cien­ por la semejanza de los hombres. (Jespersen, Lan·
cia comienza con una querencia de simplicidad. Una guage, pp. 388 s.)
de sus divisas fundamentales parece ser simptex sigillum
veri. Esta simplicidad lógica es un terminus ad quem
La ciencia busca en los fenómenos algo más que
y no un terminus a quo; es un- término final y no un
semejanza: busca orden. Las primeras clasificaciones
comienzo. La cultura se inicia con un estado de espf.
que encontramos en el lenguaje humano no llevan un
ritu mucho más complejo e intrincado. Casi todas
propósito estrictamente teórico. Los nombres de los
D\lCStras ciencias de la naturaleza tienen que pasar por
objetos cumplen con su cometido si nos permiten comu­
una etapa mítica. En Ja historia del pensamiento cien­
nicar nuestros pensamientos y coordinar nuestras ac­
tifico la alquimia precede a la química, la astrología
tividades prácticas, poseen una función teleológica que
a l a astronomía. La ciencia pui:io avanzar más allá de
poco a poco va desembocando en una función más ob­
estos primeros pasos introduciendo una nueva medida,
jetiva, representativa.• Cualquier semejanza aparente
un nuevo patrun lógico de verdad. Declara que la ver­
entre fenómenos diversos basta para designarlos con un
dad no puede ser alcanzada mientras el hombre con­
nombre común. En algunos lenguajes la mariposa es
tinúe encerrado dentro del estrecho círculo de su expe­
descrita como ave o la ballena como pez. Cuando la
riencia inmediata, de los hechos observables. En lugar
ciencia inició sus primeras clasificaciones tuvo que
de describir hechos dispersos y aislados la ciencia tra·
rectificar y superar esta semejanza superficial. Los tér·
ta de proporcionamos una visión comprehensiva; pero
minos cientificos no están fabricados al azar; siguen
esta visión no puede ser alcanzada por mera extensión,
un principio definido de clasificación. La ·creación de
por un ensanchamiento y enriquecimiento de nuestra una terminología sistemática coherente, en modo alguno
experiencia ordinaria. Requiere un nuevo principio de constituye un rasgo meramente accesorio de la ciencia;
orden, una forma nueva de interpretación intelectual. representa uno de sus elementos inherentes e indis­
El lenguaje es el primer intento del hombre para articu­ pensables. Cuando Linneo creó su Philosophia botanica
lar el mundo de sus percepciones sensibles. Esta ten­ tuvo que hacer frente a la objeción de que lo que ofre-
dencia constituye uno de los rasgos fundamentales del
lenguaje humano. Algunos lingüistas hasta han consi­ a Con relación a este problema véase Philosophie der
derado necesario suponer la existencia de un "instinto symbolischen Formen, I. 255 ss.

306
cía era un sistema artificial y no natural, pero todos de filosofía natural, en Aristóteles mismo.' En el pen­
los sistemas de clasificación son artificiales. La natu­ samiento griego este poder no es el único ni tan si·
raleza, en cuanto tal, no contiene más que fenómenos quiera el que prevalece. En la época de Pitágoras y
individuales y diversificados. Al subsumirlos bajo con­ de los primeros pitagóricos griegos, la filosofía descu­
ceptos genéricos y leyes generales no describimos he­ brió un nuevo lenguaje, el de los números. Este des­
chos de la naturaleza. Todo sistema es una obra de cubrimiento señala el natalicio de nuestra moderna
arte, un resultado de una actividad creadora conscien­ concepción de la ciencia.
te. Hasta los mismos sistemas biológicos llamados na­ Una de las primeras grandes experiencias de la hu·
turales, que se opusieron al sistema de Linneo, tuvieron manidad es que existe una regularidad, una cierta uni­
que emplear nuevos elementos conceptuales. Estaban formidad en el acaecer natural,' en los movimientos de
basados en una teorfa general de Ja· evolución, pero los planetas, en la salida del sol o de la luna, en el
tampoco la evolución es un mero hecho de historia na· cambio de las estaciones; también en el pensamiento
tural; es una hipótesis científica, una máxima regula­ mítico esta experiencia ha sido reconocida plenamente
dora para nuestra observación y clasificación de los y ha encontradq su expresión característica. Aquí tro­
fenómenos naturales. La teoría de Darwin abrió 4n pezamos con las primeras huellas de la idea de un
horizonte nuevo y más amplio, ofreció una visión más orden general de la naturaleza.s Mucho antes de Pitá­
completa y coherente de los fenómenos de la vida or­ goras, este orden ha sido descrito no sólo en términos
gánica. No significaba, en modo alguno, una refutación míticos sino también con símbolos matemáticos. El
lenguaje mítico y el matemático se entrelazan en for­
del sistema de Linneo, que su autor consideró siempre
como un paso preliminar. �l mismo se daba cuenta de ma muy curiosa en los primeros sistemas de la astro­
que, en cierto sentido, no había hecho más que crear logía babilónica, que podemos datar en un periodo tan
antiguo como por los años 3800 a. c. Los astrónomos
una nueva terminología botánica, pero estaba conven­
babilónicos introdujeron la distinción entre los dife­
cido de que esta terminología poseía, a ta· vez, un valor
rentes grupos de astros y la división duodecimal del
verbal y otro real. Nomina si nescis -decía-, perit et
Zodiaco; no pudieron haberse obtenido estos resultados
cognitio rerum.
sin disponer de una nueva base teórica. Pero fue nece­
En este aspecto no parece haber solución de conti­ saria; todavía, una generalización mucho más osada
nuidad entre el lenguaje y la ciencia. Nuestros nom· para crear la primera filosofía del mundo. Los pensa­
bres lingüísticos y nuestros primeros nombres científicos dores pitagóricos son los primeros en concebir el nú­
pueden ser considerados como el resultado y producto mero como un elemento omnicomprensivo, como un
del mismo instinto clasificatorio. Lo que se produce universal real. Su uso ya no se halla confinado a
inconscientemente en el lenguaje es propuesto cons­ Jos límites de un campo especial de la investigación,
cientemente y llevado a cabo metódicamente en el pro­ se extiende a todo el campo del ser. Cuando Pitágoras
ceso científico. En sus primeras etapas la ciencia tiene hizo su primer gran descubrimiento, cuando encontró
que aceptar los nombres de las cosas con el sentido que el tono dependía de la longitud de las cuerdas, lo
con que son empleados en el lenguaje corriente. Puede
4 Cf. Cassirer, "The Influence of Language upon the
usarlos para describir Jos elementos o cualidades fun­
Development of Scientific Thought", Journal of Philosophy,
damentales de las cosas. Vemos cómo estos nombres
XXXIX. N� 12 (junio, 1942), 309-327.
comunes siguen teniendo una gran influencia sobre el ti Véase Philosophie der symbolischen Formen, 11, pp.
pensamiento científico en los primeros sistemas griegos 141 SS.
.
308 309
decisivo para la orientación futura del pensamiento primeros esfuerzos de clasificación, pero siguen siendo
filosófico y matemático no fue el hecho mismo sino su mconexos, no nos llevan a una verdadera sistematiza­
interpretación. Pitágoras no podía pensar en este des­ ción. Los símbolos verbales no poseen ellos mismos
cubrimiento como un fenómeno aislado. Parecía ha­ � orden sistemático definido. Todo término lingüís­
berse revelado uno de los misterios más profundos, el tico posee un área especial de sentido. Como dice Gar­
de la belleza. Para la mente griega la belleza ha tenido diner, es "un rayo de luz que ilumina ahora esta
siempre una significación enteramente objetiva. La be­ porción y Jue� esa otra del campo en que radica Ja
lleza es verdad; constituye un carácter fundamental cosa o, más bien, la compleja concatenación de cosas
de Ja realidad. Si la belleza que sentimos en Ja armo­ significada por una frase". (the Theories uf Speech and
nía de los sonidos se puede reducb: a una simple pro­ Lan.guage, p. 51.) Pero todos estos diferentiis rayos de
porción numérica, entonces resulta· que el número nos luz no poseen un foco común, se . hallan dispersos y
revela !a estructura fundamental del orden cósmico. aislados. En la "síntesis de Jo múltiple" cada nueva pa­
"El número -dice uno de los textos pitagóricos- es el labra arranca de nuevo.
guía y mAestro del pensamiento humano. Sin su poder Esta situación cambia por completo en cuanto en­
todo quedaría oscuro y confuso." s No viviríamos en tramos en el reinado del número. Ya no podemos ba­
un mundo de verdad sino en un mundo de decepción bl :ir de números singulares o aislados. La eséncia del
e Ilusión. En el número y sólo en él encontramos un n_ume ro es siempre relativa, no absoluta. El número
universo inteligible. s�ngular no es más que un lugar singular en un orden
s1stemát1co . g�neral, no posee un ser propio, una reali­
Pensar que este universo constituye un nuevo uni­ . .
verso del discurso �l mundo del número es un mundo dad autosufic1ente; su sentido se define por la posición
simbólico- era una concepción ajena por completo a la que o_cupa en todo el sistema numérico. La serie do
mente de los pensadores pitagóricos. En éste, Jo mismo !os �umeros naturales es una serie infinita, pero esta
que en todos los demás casos, no podía existir una iJ;t!i. rutud n.o �ne limit .
� a nuestro conocimiento tec>
distinción aguda entre símbolo y objeto. El símbolo neo. �o s1gnifi� una. mdeterminación, un apeiron en
no sólo explicaba el objeto sino que ocupaba su lugar · el sentido platómco, sino justamente Jo contrario.
. En
definitivamente. Las cosas no sólo guardaban relación l� 1;>r � es1ón de los números no tropezamos con una
con Jos números o eran expresables por elios sino que lim1tac1ón e?' te rna! con un último término; pero sí en­
. .
eran ellos. Ya no admitimos esta tesis pitagórica de �ontramos lmutac16n en VIrtud de un principio lógico
la realidad sustancial del número; no Jo consideramos mtrínseco. Todos los términos se hallan vinculados
en­
. como el verdadero núcleo de Ja realidad, pero tenemos t � sf por � nexo c omún; se originan por una y
la
misma relac 1ón ge? ética, _
que reconocer que el número constituye una de las fun· . que conecta un número n con
ciones fundamentales del conocimiento humano, un su sucesor mmed1ato (n .+ I). De esta relación tan
paso necesario en el gran proceso de objetivación que st:ncilla podemos derivar todas las propiedades de Jos
comienza con el lenguaje pero, con la ciencia, adopta n�eros e�teros. La sefial distintiva y el privilegio
una forma enteramente nueva, pues el simbolismo del lóg¡co máximo de este sistema en su transparencia
número es de un tipo lógico totalmente diferente completa. En nuestras teorías modernas -en las teo.
del simbolismo del lenguaje. En éste encontramos los rías de Frege y Russell, de Peano y Dedekind- el nú­
mero �a perdido todos sus secretos ontológicos. Lo
concebimos como un nuevo y poderoso simbolismo que
• Vbse Pilolao, Fra¡mento 4, 11, en Diels, Dk Pra1·
mente túr Vorsokratika, I, 408, 411. por lo que respecta a los fines científicos, es infini�

310 311
mente superior al simbolismo del lenguaje. No encon­ tía armonía real entre aritmética y geometría, entre el
tramos palabras dispersas sino términos que proceden campo de los números discretos y el campo de las can­
según el mismo plan fundamental y que nos ofrecen, tidades continuas.
por lo tanto, una ley estructural clara y definida. Fue menester el esfuerzo de varias centurias del
Sin embargo, el descubrimiento pitagórico no signi­ pensamiento matemático y filosófico para restaurarla.
fica más que un primer paso en el desenvolvimiento Uno de los últimos logros del pensamiento matemático
de la ciencia natural. Toda la teoría del número fue ha sido la teoría lógica del continuo matemático.9 Sin
súbitamente puesta en cuestión por un nuevo hecho. ella, toda creación de números nuevos -números frac­
Cuando los pitagóricos se dieron cuenta de que en un cionarios, números irracionales, etc.- parecía siempre
triángulo rectángulo la hipotenusa no era conmensurable una empresa muy dudosa y precaria. Si la mente hu­
con los catetos, tuvieron que encararse con un problema mana podía crear por su propio poder arbitrariamente
enteramente nuevo. Sentimos la profunda repercusión una nueva esfera de cosas, teníamos que cambiar nues­
de este dilema en toda la historia del pensamiento tros conceptos acerca de la verdad objetiva. También
griego, especialmente en los diálogos de Platón. Sig­ en esta ocasión el dilema pierde su fuerza en cuanto
nifica una auténtica crisis de la matemática griega. tomamos en consideración el carácter simbólico del
Ningún pensador antiguo podía resolver el problema número. En tal caso se hace evidente que al introducir
a la manera moderna, introduciendo los llamados "nú­ nuevas clases de números no creamos objetos nuevos
meros irracionales". Desde el punto de vista de la ló­ sino símbolos nuevos. Los números naturales se hallan
gica y de las matemáticas griegas, la expresión ·"núme­ a este respecto en el mismo nivel que los números
ros irracionales" es una contradicción en los términos. fraccionarios o irracionales. Tampoco son ellos descrip­
Era un ª!?Qrt•ov, algo que no puede ser pensado y de ciones o imágenes de cosas concretas, de objdos físi­
lo que no se puede hablar.1 Desde que el número ha cos; expresan, más bien, relaciones verdaderamente
sido definido como un entero o como una razón entre simples. La ampliación del ámbito natural de los nú­
enteros, una longitud inconmensurable era una longi­ meros, su extensión a un campo más ancho, no signi­
tud que no admitía ninguna expresión numérica, que fica más que la introducción de nuevos símbolos aptos
desafiaba y aniquilaba los poderes lógicos del número. para describir relaciones de un orden superior. Los
i..o que los pitagóricos buscaron y encontraron en el nú­ números nuevos son símbolos, no de relaciones sim­
mero fue la armonía perfecta de todas las especies del ples, sino de relaciones de relaciones, de relaciones de
ser y de todas las formas del conocimiento, de la per­ relaciones de relaciones y así sucesivamente. Todo esto
cepción, de la intuición y del pensamiento. A partir no está en contradicción con el carácter de los números
de entonces, la aritmética, la geometría, la física, la enteros sino que lo aclara y confirma. Para llenar los
música y la astronomía parecían formar un todo único hiatos entre los números enteros, que son cantidades
y coherente. Todas las cosas en el cielo y en la tierra discretas, y el mundo de los fenómenos físicos conteni­
se convertían en "una armonía y un número".8 Pero el do en el continuo de espacio y tiempo, el pensamiento
descubrimiento de las longitudes inconmensurables sig­ matemático se vio obligado a buscar un nuevo instru­
nificaba el quebrantamiento de esta tesis; ya no exis- mento. Si el número fuera una cosa, una substantia
quae in se est et per se concipitur, el problema hubiera
7 Cf. Heinrich Scholz y H. Hasse, Die Grundlagen der
sido insoluble. Como era lenguaje simbólico, bastaba
Krise der griec11ischen Ma thematik (Charlotcmburgo), 1928. 9 Véase Hermann Weyl, Das Kontinuum, Kritische Unter­
8 Cf. Aristóteles, Metaflsica, l. S, 98Sb. · suchungen über die Grundlagen der Analysis (Leipzig, 1918).

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con desarrollar el vocabulario, la morfología y la sinta· Demócrito describió la estructura de sus átomos tuvo
xis de este lenguaje en una forma consecuente. No que recurrir a analogías sacadas del mundo de nuest�
hacía falta un cambio en la naturaleza y esencia del experiencia sensible. Trazó una imagen que le asemeja
número sino sólo un cambio de sentido. Una filosofía a los objetos comunes de nuestro macrocosmos. Los
de las matemáticas tiene que probar que un cambio átomos se distinguían entre sí por su form�, su tamañ?
semejante no conduce a una ambigüedad o a una con­ y la acomodación de sus partes; su coneXIón se exph·
tradicción, que cantidades no aptas de ser expresadas caba pop vínculos materiales; estaban equipados con
exactamente por números enteros o la razón entre ellos ganchos y agujeros, con salientes y huecos p� que
se hacen completamente comprensibles y expresables pudieran juntarse unos con otros. Toda esta Ilustra­
con la introducción de símbolos nuevos. ción figurada ha desaparecido en nuestras teorías mo­
Uno de los primeros grandes descubrimientos de la dernas del átomo. En el modelo atómico de Bohr no
filosofía moderna consiste en haber visto que todas tenemos nada de este lenguaje pintoresco. La ciencia
las cuestiones geométricas admiten semejante transfor· ya no habla con el lenguaje de l� experiencia � ensib le
.
mación. La geometría analítica de Descartes ofreció común · habla el lenguaje pitagónco. El puro sunbohs­
la primera prueba convincente de la relación entre la mo deÍ número reemplaza y suprime el simbolismo del
extensión y el número. A partir de entonces, el len· lenguaje corriente. No sólo el macrocosmos sino ta!D·
guaje de la geometría cesó de ser un idioma especial; bién el microcosmos -el mundo de los fenómenos m·
se convirtió en parte de un lenguaje mucho más am· traatómicos- se puede describir ahora con este len­
plio, de una mathesis universalis; pero no le fue posible guaje; y esto se nos muestra como la iniciación de una
a Descartes dominar el mundo físico, el mundo de la interpretación sistemática enteramente nueva.
materia y del movimiento, en la misma forma. Sus
intentos para desarrollar una física matemática traca· Después del descubrimiento del análisis espec.
saron. El material de nuestro mundo físico se compone tral -escribe Arnold Sommerleld en el prólogo
de dátos sensibles y los hechos indóciles y refractarios a su libro, Estructura atómica y lineas espectra·
representados por ellos paredan resistir a todos los res-,10 nadie que esté familiarizado con la física
esfuerzos del pensamiento lógico y racional de Desear· puede dudar de que el problema del átomo se
tes. Su física resultó una urdimbre de supuestos ar­ resolverla si los físicos supieran comprender el
bitrarios, pero si pudo equivocarse como físico en sus lenguaje del espectro. Era tan abigarrado el enor·
medios, no se equivocó en su propósito filosófico funda­ me material acumulado en sesenta años de aná·
mental que, a partir de entonces, se comprendió con lisis espectroscópicos que, a primera vista, parecía
claridad y quedó establecido con firmeza. En todas imposible el desciframiento . . . Lo que escuchamos
sus ramas, la ffsica tiende al mismo punto; trata de ahora del lenguaje de los espectros es una verda·

1
colocar el mundo de los fenómenos naturales bajo el dera "música de las esferas" dentro del átomo,
control del mímero. coros de relaciones integrales, un orden y una
En este ideal metodológico general no encontramos armonía que resultan más perlectos a pes<Jf" de la
antagonismo entre la física clásica y la moderna. La diversfsima variedad. . . Todas las leyes mtegra·
mecánica cuántica representa, en cierto sentido, el ver· les de las líneas espectrales y de Ja teoría atómica
dadero renacimiento, renovación y confirmación del surgen originalmente de la teoría de los cua:.ita.
ideal pitagórico clásico, pero fue necesario introducir Es el misterioso órgano en el que la naturaleza
un lenguaje simbólico mucho más abstracto. Cuando 10 Ed. alemana, 1919.
314 315
encontramos más que una descripción cualitativa de
toca su musica de los espectros y, a tenor de su
los procesos químicos. Hasta finales del siglo XVIII, o
ritmo, regula la estructura de los átomos Y
sea la época de Lavoisier, la química no aprendió a ha­
núcleos.
blar en lenguaje cuantitativo. A partir de entonces se
observa un rápido progreso. Cuando Dalton descubrió
La historia de la química representa uno de los me­
jores y más sorprendentes ejemplos de esta ley de trans·
_
su ley de proporciones equivalentes o múltiples se abrió
una nueva vía. Se estableció firmemente el poder del
formación del lenguaje científico; entró en el "cammo
número. Sin embargo, quedaban todavía amplios ám­
real de la ciencia" mucho después que la física. No
bitos de la experiencia química que no estaban sujetos
fue sin duda, la falta de nuevas pruebas empíricas lo
por completo a las leyes del número. La lista de los
qu� impidió durante varios siglos el . progreso del J? en­
elementos químicos era una mera lista empírica; no
samiento químico y le mantuvo dentro de los lim1t�s
dependía de ningún principio fijo ni mostraba ningún
de los conceptos precientificos. Si estudi�m?s la his­
orden sistemático definido. También este último obs­
toria de la alquimia veremos que los alqu1m1stas esta­ táculo fue removido por el descubrimiento del sistema
ban dotados de un sorprendente talento de observación. periódico de los elementos; cada uno encontró su lugar
Acumularon una gran cantidad de hechos vali�sos, una
en un sistema coherente y este lugar estaba sefiala·
materia prima sin la cual difícilmente se hubiera des­
do por su número atómico. "El verdadero número
arrollado la química.u Pero la forma en que estaba atómico es, sencillamente, el número que ofrece la po­
presentada esta materia primera era inadecuada del sición del elemento en el sistema natural cuando se
todo. Cuando el alquimista empezó a describir sus ob­ tienen en cuenta debidamente las relaciones químicas
servaciones no disponía de ningún instrumento fuera al decidir el orden <le cada elemento." Basándose en
de un lenguaje semimítico lleno de términos oscuros y el sistema periódico era posible ¡Jredecir elementos des­
mal definidos. Hablaba con metáforas y alegorías y no conocidos y descubrirlos subsiguientemente. De este
con conceptos científicos. Este lenguaje oscuro dejó modo la química ha adquirido una nueva estructura
su huella en toda su concepción de la naturaleza, que matemática y deductiva.12
se convirtió en un reino de cualidades oscuras, com­ Podríamos trazar la misma marcha general del pen­
prensibles sólo para los iniciados, para los adeptos. En samiento en la historia de la biología. Lo mismo que
la época del Renacimiento comienza una nueva co­ las demás ciencias de la naturaleza, tuvo que comenzar
rriente de pensamiento quíi:nico; en las esc�elas de los con una mera clasificación de los hechos, guiada por
.
yatroquímicos fue prevaleciendo el pensamiento bioló­ los conceptos genéricos de nuestro lenguaje corriente.
gico y médico, pero hasta el siglo xvn no se llegaro� a La biología científica prestó a estos conceptos un sen­
abordar científicamente los problemas. El Chym1sta tido más definido. El sistema zoológico de Aristóteles
scepticus ( 1677) de Robert Boyle, constituye el primer y el sistema botánico de Teofrasto muestran un alto
gran ejemplo de un ideal moderno de química basado grado de coherencia y de orden metodológico. En la
en una concepción general nueva de la naturaleza y de biología moderna todas estas formas primeras de clasi­
las leyes naturales. Sin embargo, lo mismo aquí que ficación se hallan eclipsadas por un ideal diferente; va
en el desarrollo anterior de la teoría del flogisto no pasando poco a poco a una nueva etapa de teoría formu·
lada deductivamente.
u Para la historia de la alquimia véase E. O. von Upp­
mann, �
Entstehung und Ausbreitung de� Alchimie ( e rlín ,
12 Para más detalles véase, por ejemplo, Sommerfeld,
Springer, 1919), y Lynn Thorndike, A Hzstory of Magrc and
Experimental Science (Nueva York, 1923-41 ) , 6 veis.
op. cit., cap. xr.

316
317
Toda ciencia en su desarrollQ normal -dice el pecffico. Lo mismo que los símbolos del arte, los mate­
profesor Northroi>- pasa por dos etapas, la prime­ máticos se hallan rodeados desde un principio por una
ra, que llamamos la etapa de la historia natural, especie de atmósfera mágica; son considerados con
la segunda, la etapa de la teoría prescrita por pos­ una especie de respeto y veneración religiosos. Más tar­
tulados. A cada una de estas etapas corresponde de, esta fe religiosa y mística desembocó poco a poco
un tipo definido de concepto científico. El tipo en una especie de fe metafísica. En la filosofía de
de concepto propio de la etapa de la historia na­ Platón el número ya no se halla bafiado en e l misterio·
tural lo designamos como "concepto por inspec­ por el contrario, se le considera como el centro verda:
ción" , el de la otra etapa, "concepto por postu- dero del mundo intelectual, se ha convertido en la clave

.
)ación". Un "concepto por inspecc1ón " es aque1 de toda verdad e inteligibilidad. Cuando Platón expuso,
cuyo sentido completo se nos da por algo inmedia­ ya de avanzada edad, su teoría del mundo ideal, trató de
tamente captado. Un "concepto por postulación" es describirla en términos puramente numéricos. La ma­
aquel cuyo sentido es prescrito por los postulados temática constituye, para él, el reino intermedio entre
de la teoría deductiva en que ocupa su lugar. ("The el mundo sensible y el suprasensible. También en esto
bearing upon biological organization", Growth Sup­ es un verdadero pitagórico y, como tal, está convencido
plement (1940), pp. 127-54.) de que el poder del número se extiende sobre todo el
mundo visible. Pero la esencia metafísica del número
Para este paso decisivo que nos lleva de lo �era­ no puede ser revelada por ningún fenómeno visible. Los
mente captable a lo comprensible tenemos necesidad, fenómenos participan de esta esencia pero no la pue­
siempre, de un nuevo instrumento de pens� iento. De­ den expresar adecuadamente, pues se quedan necesaria­
bemos referir nuestras observaciones a un sistema de mente cortos. Es un error considerar los números vi­
símbolos bien ordenados para poderlas hacer coheren­ sibles que encontramos en los fenómenos naturales, en
tes e interpretables en términos de conceptos cientí­ los movimientos de los cuerpos celestes, como los ver­
ficos. daderos números matemáticos; no son más que indica­
Es una concepción que aparece bastante tarde en la ciones (n:aQa�Elyµa't'a) de los números ideales puros.
historia de la filosofía la de que la matemática repre­ Estos números tienen que ser captados por la razón y
senta un lenguaje simbólico universal y que no tiene la inteligencia y no por la vista.
que ver con una descripción de las cosas sino con
expresiones generales de relaciones. Una teoría de la Los cielos pueden ser empleados como una pau­
matemática basada en este supuesto no aparecerá an­ ta .Y con vistas a ese conocimiento más alto; su
tes del siglo XVII. Leibniz fue el primer gran pensador belleza es como la belleza de las figuras o pintu­
moderno que tuvo una visión clara del verdadero ca­ ras, producidas excelentemente por la mano de
rácter del simbolismo matemático y que cosechó inme­ Dédalo o por algún otro artista, que podemos te­
diatamente consecuencias fecundas y amplias. En este ner la suerte de ver; todo geómetra que las viera
aspecto, la historia de las matemáticas no difiere de apreciarla la exquisitez de su artesanía pero ja­
la historia de todas las demás formas simbólicas. Tam­ más se figurarla que pudiera encontrar en ellas
bién para la matemática resultó extremadamente difí­ la verdadera igualdad o el doble verdadero o la
cil descubrir la nueva dimensión del pensamiento sim­ verdad de cualquier otra proporción. . . Y un ver­
bólico que era empleado por los matemáticos mucho dadero astrónomo ¿no tendrá la misma sensación
antes de que pudieran explicar su carácter lógico eSr cuando mire el movimiento de los astros? ¿No pen-

318 319
sará que los cielos y las cosas en el cielo están interpretación intelectual mediante el poder del pensa­
fabricadas por su creador de la manera más per· miento simbólico.
fecta? Pero nunca se figurará que las proporcio­
Si aceptamos esta ider, encontraremos una respuesta
nes de la noche y el día o de los dos con el mes a uno de Jos más difíciles y m:is debatidos problemas
o del mes con el año o de los astros con éstos y
de la ciencia natural moderna: el problema del deter­
entre si y cualquier otra cosa material y visible,
minismo. Lo que J:i ciencia necesita no es .un determi­
pueda ser eterna y no sujeta a desviación; esto nismo científico sino metodológico. Se puede repudiar
serla absurdo y es igualmente absurdo tomarse el detevrninismo mecánico que encontró su expresión
tanta pena en investigar su verdad exacta. (Platón, en la famosa fórmula de Laplace,1a pero el verdadero
República, 529, 530.) determinismo científico, el del número, no está expues·
to a estas objeciones. Ya no consideramos el número
La epistemología moderna ya no mantiene esta teo­ como un poder místico o como Ja esencia metafísica de
ría platónica del mundo. No considera a la �atemá· las cosas sino como un instrumento específico de cono­
. cimiento. Como se ve, esta concepción no puede ser
tica como un estudio de las cosas, ya sean v1s1bles o
invisibles sino como un estudio de relaciones y de ti· puesta en cuestión por ningún resultado de la física
pos de r �laciones. Si hablamos de la objetividad del moderna. El progreso de la mecánica cuántica nos ha
·

número no Jo pensamos como una entidad metafísica mostrado que nuestro lenguaje matemático es mucho
más rico y mucho más elástico y flexible de, lo que
o física separada. Lo que queremos decir e� que el
. pudiera figurarse en los sistemas de la física clásica.
número es un instrumento para el descubnm1ento de
Se adapta a nuevos problemas y a nuevas exigencias.
Ja naturaleza y la realidad. La historia de l�s ciencias
Cuando Heisenberg expuso su teoría empleó una nueva
nos ofrece ejemplos típicos de este proceso intelectual
forma de simbolismo algebraico, con respecto al cual
continuo. Muchas veces, el pensamiento matemático
resultaban inválidas algunas de nuestras reglas alge­
parece adelantarse a Ja investigación física. Nuestras
braicas corrientes. Pero Ja forma general del número
teorías matemáticas más importantes no proceden de
se preserva en todos estos esquemas subsiguientes. De­
necesidades prácticas o técnicas inmediatas, se conci­
cía Gauss que la matemática es la reina de la ciencia
ben como esquemas generales del pensamiento con y la aritmética Ja reina de Ja matemática. En una re­
anterioridad a cualquier aplicación concreta. Cuando visión histórica del desarrollo del pensamiento mate­
Einstein desarrolló su teoría general de la relatividad mático durante el siglo XIX, decfa Felix Klein que
acudió a la geometría de Riemann, que había sido crea­ uno de los rasgos más característicos de este desarro­
da mucho antes, pero que Riemann consideraba sólo llo es la progresiva "aritmetización de las matemáti·
como una mera posibilidad lógica. Estaba convencido cas".H También en la historia de la física moderna
de que tenemos necesidad de tales posibilidades par� J podemos seguir este proceso. Desde los "cuatemios"
estar preparados. para la descripción de hechos reales. de Hamilton hasta los diferentes sistemas de mecánica
Necesitamos una plena libertad en la construcción .dt: cuántica encontramos sistemas cada vez más comple­
las formas diversas de nuestro simbolismo matemático jos de simbolismo algebraico. El científico actúa ba-
para dotar al pensamiento físico de instrumentos inte·
lectuales. La naturaleza es inagotable y siempre nos 13 Sobre esta cuestión, véase Cassirer, Determinismus
planteará problemas nuevos e inesperados; no podemos und Indeterminismus in der modernen Physik:
anticipar los hechos, pero podemos preparamos para su 14 Felix Klein, Vorlesungen tiber die Entwicklung der
Mathematik im 19. Jahrhundert (BerUn, 1926-27).
320
321
sándose en el principio de que, hasta: en l?s casos más .tras percepciones bajo su propio c0ntrol. No es
complicados, logrará encontrar un simbol.i�mo adecua­ una ley de la naturaleza. Nuestra inteligencia
do que le permitirá describir sus <?bsery�ciones en un
·

es la facultad de formar conceptos generales. Nada


lenguaje universal y generalmente inteligible. · tiene que ver con nuestras percepciones sensibles
Es cierto que el científico no nos ofrece una prueba y experiencias a no ser que sea capaz de formar
lógica o empírica de este supuesto fundamental. La conceptos generales o leyes . . . Junto a nuestra in­
única prueba que nos suministra es su obra. Acepta �l teligencia, no existe ninguna otra facultad igual­
principio del determinismo numérico como una máxi­ mente sistematizada, sobre todo para entender el
ma guiadora, como una idea regulad<?ra qu� prest� a mundo exterior. Por esto, si somos incapaces de
su obra su coherencia lógica y su umdad sistemática. cqncebir una cosa, no la podemos imaginar como
Una de las mejores exposiciones de este carácter gene­ existente. (Treatise on PhysiowgictJl Optics, trad.
ral del proceso científico creo encont�lo en .el !�atado por James P. C. Southall, Optical Society of Ame­
de óptica fisiológ!ca de J:Ielm�oltz. Si lo.s pnnc1pios de rica ; George Banta Publishlng Co., 1925 ; copyright,
nuestro conocimiento c1entíflco, por ejemplo, la ley G. E. Stechert, III, 33-35.)
.
de causalidad, no fueran más que reglas empíricas, su
prueba inductiva, nos dice Helmholtz, se hallaría en
una situación bastante difícil. Lo mejor que podría!Dos �stas palabras describen, en forma muy clara, la
decir sería que estos principios no eran más válidos actitud general de la mente científica. El científico
sabe que subsisten amplios ámbitos de fenómenos que
que las leyes de la meteorología, como ésa de la rota­
ción del viento, etc. Estos principios ll�van en su ros­ no ha sido posible reducir todavía a leyes rigurosas y
tro el carácter de leyes puramente lógicas, por9ue las a reglas numéricas exactas. Sin embargo, se mantiene
conclusiones que se derivan dt ellos no se refieren a fiel a este credo pitagórico general : piensa que la na­
nuestras experiencias reales y a los m.eros hechos �e la turaleza, tomada en su conjunto y en todos sus campos
naturaleza sino a nuestra interpretación de la nusma. pmiculares, es "un número y una armonía". Frente a
la inmensidad de la naturaleza, algunos de los más
grandes científicos han podido abrigar aquel sentimien­
El proceso de nuestra comprensión con respec­ to especial que fue expresado en una famosa sentencia
to a los fenómenos naturales es que tratamos de de Newton. . Han podido pensar que, en su propia obra,
encontrar conceptos generales y leyes de la natu· eran como un niño que se pasea a lo largo de la costa
ralert1. Las leyes de la naturaleza �o son más que de un océano inmenso y se divierte de vez en cuando
conceptos genéricos para los cambios de la .natu­ recogiendo una concha cuya forma o color le atrae. Es
raleza . . . Por esto, cuando no podemos reduci� �o� comprensible este sentimiento de modestia, pero no re­
fenómenos naturales a una ley . . . cesa la posib1h· prese�ta 1� descripción verdadera y plena de la obra
dad de concebir tales fenómenos. del científico que no puede lograr su fin si no obedece
.
Sin embargo, debemos tratar de co� ceb1rlos. estrictamente a los hechos de la naturaleza. Pero esta
No existe otro método para coloca;los b�JO el con­ obediencia no es una sumisión pasiva. La obra de to­
trol de la inteligencia. Y así, al investigarlos, te­ dos los grandes científicos -de Galileo y de Newton,
nemos que proceder sobre el supuesto de que son de Maxwell y de Helmholtz, de Planck y de Einstein­
inteligibles. De acuerdo con esto, la ley de razó.n ºº consistió en uná mera recolección de hechos ; era
suficiente no es, en realidad, más que el apremio una obra teórica, y esto quiere decir constructiva. Esta
de nuestra inteligencia para colocar todas nues· espontaneidad y productividad constituye el verdadero
322 323 '
centro de todas las actividades humanas. Es el poder
supremo del hombre y señala, al mismo tiempo, los
confines naturales de nuestro mundo humano. En el XII. RESUMEN Y CONCLUSION
lenguaje, en la religión, en el arte, en la ciencia, el hom·
bre . no puede hacer más que construir su propio uni·
SI AL ñRMINO de nuestra larga jornada volvemos la mi­
verso simbólico que le permite comprender e interpre­
rada a nuestro punto de partida, podremos dudar de· si
tar, articular y organizar, sintetizar y universalizar su
hemos alcanzado nuestro fin. Una filosofía de la . cul­
experiencia.
tura comienza con el supuesto de que el mundo de la
cultura no es un mero agregado de he.chos disgregados
y .dispersos ; trata de comprenderlos como un . sistema;
come;> un todo orgánico. Para un pun.to de vista empf.
rico e histórico, parece que bastaría con . . recoger los
datos de la cultura, pero a nosotros nos interesa el
aliento de· la vida humana. E�tamos . sumidos en el es­
tudio de los fenómenos particulares, en su rique� y
variedad ; gozamo� de la policromía y polifpnía de la
naturaleza humana. Un análisis .filosófico se propone
una tarea diferente. Su punto de arranque y su hipó­
tesis de trabajo encarnan en la. convicción de qu� los
rayos variados y en apariencia dispersos pueden jun­
tarse.y concentrarse en un foco común. Los hechos son
reducidos a formas, y se supone que estas formas mis­
mas poseen una unidad interna. Pero ¿hemos sido ca­
paces de probar este punto estncial? ¿Acaso nuestros
análisis particulares no nos han mostrado justamente
lo contrario ? Hemos tenido que subrayar a todo lo largo
el carácter y la estructura específicos de las varias . for­
mas simbólicas. del mi.to, del lenguaje, del arte, de la
religión, de la historia y de la ciencia y, bajo este as'­
pecto de nuestra investigación, acaso nos sintamos in­
clinados a la tesis contraria, la de la discontinuidad
y heterogeneidad radical de la cultuta.
De todo� modos sería muy difícil refutar esta tesis
desde · un punto de vista puramente ontológico o meta·
físico, pero para una filosofía crítica el problema asu­
me otro cariz. No estamos obligados a probar la unidad
sustancial del hombre. Ya no se le �onsidera como
una sustancia simple que existe en sí misma y ha de
ser conocida por sí misma. Su unidad se concibe como

325
324

.,
una unidad funcional Tal unidad no presupone una
• .
nuevo estado, el de la conciencia social. La conciencia
homogeneidad de los diversos elementos en que consis­ social del hombre depende de un doble acto, de identi·
te. No sólo admite sino que requiere una multiplicidad ftcación y de discriminación. El hombre no puede en­
y multifol"'llidad de sus partes constitutivas, pues se contrarse a sí mismo, ni percatarse de su individualidad
trata de una unidad dial�tica, de una coexistencia de si no es a través del medio de la vida social. Pero,
contrarios. para él, este medio significa algo más que una fuerza
- "Los hombres no comprenden -dice Heráclito-, exterior determinante. Lo mismo que los animales, se
cómo aquello que es llevado en diferentes direcciones somete a las leyes de la sociedad, pero, además, tiene
se pone de acuerdo consigo mismo: armonía es con­ una participación activa en producirlas y un poder ac­
trariedad,como en el caso del arco . y la lira." 1 Para tivo para cambiar las formas de la vida social. En las
demostrar semejante armonía no necesitamos probar etapas rudimentarias de la sociedad humana apenas si
la identidad o semej anza de las diferentes fuerzas es perceptible todavía semejante actividad ; existe en
que la producen. Las diversas formas de la cultura no un estado mínimo. · Mas, a medida que avanzamos, este
concuerdan por una identidad de su naturaleza sino rasgo se hace cada vez más explícito y significante y
por una conformidad en su misión fundamental. Si es posible seguir su lento desenvolvimiento en casi to­
existe un equilibrio en la cultura, únicamente podrá das las formas de la cultura.
ser descrito como equilibrio dinámico y no estático ; Es un hecho bien conocido que muchas de las accio­
es el resultado de una lucha entre fuerzas opuestas. nes que se llevan a cabo en las sociedades animales no
Esta lucha no excluye esa "armonía recóndita" que, sólo igualan sino, en algunos aspectos, hasta son supe­
según Heráclito, es "mejor que lo que es obvio".2 riores a las obras del hombre. Muchas veces se ha
La definición del hombre por Aristóteles como ani­ observado que las abejas se comportan en la construc­
mal social no es suficientemente amplia; nos ofrece un ción de sus celdillas como perfectos geómetras, logran­
concepto genérico pero no la diferencia específica. La
i
do la mayor precisión y exactitud. Semejante actividad
sociabilidad, como tal, no es una característica exclu­ requiere un sistema muy complejo de coordinación y
siva del hombre ni tampoco privilegio de uno solo. En ' colaboración, pero en todas estas realizaciones no en­
los llamados estados animales, entre las abejas y las contramos diferenciación individual. Son producidas
hormigas, encontramos una bien neta división del tra­ todas de la misma forma y a tenor de las mismas le­
bajo y una organización social sorprendentemente com­ yes invariables ; no queda lugar para la elección o babi·
plicada. Pero en el caso del hombre no encontramos lidad individuales. 'Onicamente cuando llegamos a las
sólo, como entre los animales, una sociedad de acción, etapas superiores de la vida animal tropezamos con
sino también una sociedad de pensamiento y sentimien­ las primeras huellas de una cierta individualización. Las
to. El lenguaje, el mito, el arte, la religión y la ciencia observaciones de Wolfgang Koehler con los monos an­
representan los elementos y las condiciones constituti­ tropoides parecen probar que existen algunas diferen­
vas de esta forma superior de sociedad. Son los medios cias en la inteligencia y habilidad de estos animales.
con los cuales las formas de la vida social que adverti· Uno de ellos puede ser 'capaz de resolver una tarea que
mos en la naturaleza orgánica se desarrollan en un para otros resulta insoluble ; podemos hablar también
de invenciones individuales, pero todo esto carece de
1 Heráclito, Fragmento 51, en Diels, Die Fragmente der­
importancia para la estructura· general de la vida ani·
Vorsokratiker (� ed.). Véase la trad. de Juan David García
mal. Esta estructura está determinada por la ley bio­
Bacca : Los presocrdticos, ed. por El Colegio de México. 1943.
t Op. cit., Fragmento 54. lógica general a tenor de la cual los caracteres adqui-

326 327

,,.
/
(
ridos· no'' son aptos de transmisión hereditaria. Toda· tos físicos como instituciones humanas, su valor, su
perfección -conqulstáda por un oz:ganismo en el curso dignidad, su · categoría - moral y religiosa. A los efectos
dé · su vida . individual se halla ·cbnfinada a su propia de mantener esta dignidad, resulta imperativo conti­
existencia y no influye en la vida de Ja espe�ie. El nuar y preservar el orden humano en la misma forma
hombre ha. descubierto un nuevo camino para estabili­ inalterable. Cualquier solución de continuidad destruiría
zar y propagar sus obras. No puede vivir su vida sin la verdadera sustancia de la vida mítica y religiosa.
expresarla. Los varios rtjodos de expresión constituyen Desde el punto de vista del pensamiento primitivo la
una nueva esfera, poseen · una vida propi¡l, una especie más pequeña alteración del establecido esquema de las
de eternidad mediante· la cual sobreviven a· la existen· cosas es desastrosa. Las palabras de una fórmula má­
cia individual y e(imera del hombre. En todas las ac­ gica, de un Conjunto o encantamiento, las fases de un
tividades humanas encontramos una polaridad funda· acto religioso, un sacrificio o una oración, tienen que
mental posible de ser descrita de diversas maneras. ser repetidas en el mismo orden invariable. Cualquier
Pode111os .hablar de una tensión entre · estabilización y modificación destruiría la fuerza y la eficada de la
evolución, entre una tendencia que conduce a forma� palábra mágica o del rita religioso. La religión primi·
fijas y estables de vida · y otra que propende a romper tiva no puede, -por lo tanto, hacer sitio a ninguna libér­
este esquema rígido. El hombre gira · entre estas dos tad del pensamiento individual. Prescribe sus reglas
tendencias, una de las cuales trata de preservar las fijas, rígidas e invio1ables no sólo para · toda acción
viejas formas · mientras que la -Otra intenfa produdr humana sino también para todo sentimiento. La vitla
núevas. . Se da una incesante lucha entre tradición e del . hombre se b'ana bajo una presióh . constante. Sé
innovadón, entre · fuerzas reproductoras y fuerzas cr'e¡\· encuentra confinada en el círculo angosto de exigen·
doras. Este dualismo lo encontrarnos en todos los cías positivas y negativas de consagraciones y pi¡ohibi·
.•

d,ominios de la 'vida cultural. Lo que varía · es la pro­ dones, de observancias y tabúes. Sin embargo, la his­
porción de los factores antagónicos. Ahora parete pre· toria d e las religiones nos enseña · que esta primera
ponderar el uno, ·luego el otro. La preponderancia de­ forma del pensamiento religioso, en modo alguno expre­
termina en un alto grado el carácter de las formas sa su sentido real y su fin. También en este caso
singulares y presta a cada una su fisonomía particular. encontramos un avance continuo en la dirección opues­
. En el mito y en In religión primitiva la tendencia ta. El vínculo con que sujetaba el pensamiento mítico
a la estabilizació11 es tan 'fuerte que vence por completo y religioso primitivo a la vida humana va aflojándose
al"polo OI?uesto. Estos dos fenómenos cultutales pare· poco a poco y parece, a lo· último, haber perdido. · sµ
cen ser fos poderes más conservadores de la vida hu­ fuerza vinculatoria. Surge µna nueva forma dinámica
maha. El pé1TSamiento mítico, por origen y principio, de religión que abre una nueva perspectiva fresca de la
e5 pensani�ento 'tradicional, porqué el mito no tiene otro vida moral y religiosa. En semejante relígión dinámica
modo de . . coinprel')der, explicar e interpretar la forma los poderes individuales han cobrado preponderancia so.
actual de la: vida ·humana más· que conduciéndola a un bre los meros poderes estabilizadores. La vida religio�
pasado remóto. Lo· ·que • arraiga en este pasado mítico, ha alcanzado SU madurez y SU libertad ; ha rot� el COD·
lo que ha sid.o desde siempre, lo . que ha existido desde juro de un tradicionalismo · rígido.a . . ,

tiempos inmemoriales, es firme. e indudable. Supondría Si del campo del pensamiento mítico y r�ligi.oso pa­
un sacril'egio ponerlo en dutla. Para la mente primitiva samos al del lenguaje encontraremos, �n diferente for-
no hay cosa más sagrada ·que la' "santidad de los tiem·
pos". Los tiempos prestan a todas las cosas, tanto obje· a Para más detalles, véase supra, cap. VII , p. 135.
328 . 329

r
ma, el mismo proceso fundamental. También el len­
guaje representa uno de los poderes conservadores más
firmes de la cultura. Sin este conservatismo no llega·
, misión de las palabras y de las formas lingüísticas de
padres a hijos. Según Paul, hay que considerar e8te
proceso como una de las razones principales de los

1
ría a cumplir su misión principal, la comunicación. cambios . fonéticos y semánticos.• Percibimos claramen­
l!sta requiere reglas estrictas. Los símbolos y las for­ te la presencia de dos tendencias diferentes, una que
mas lingüísticas deben poseer estabilidad y persistencia lleva a la conservación y otra a la renovación y reju­
para resistir la influencia disolvente y destructora del venecimiento del lenguaje. Sin embargo, apenas si po­
tiempo. Sin embargo, el cambio fonético y semántico demos hablar de una oposición entre estas dos tenden­
no constituyen rasgos accidentales del desarrollo del cias. Se hallan en perfecto equilibrio ; constituyen los
lenguaj e ; por el contrario, representan condiciones in­ dos elementos y condiciones indispensables de la vida
·

herentes y necesarias del mismo. Una de las razones del lenguaje.


principales de este cambio continuo reside en el hecho Un nuevo aspecto del mismo problema tenemos en el
de que el. lenguaje tiene que ser trasmitido de una desarrollo del arte. En este caso parece que el segundo
generación a otra. No es posible esta trasmisión por la factor, el de la originalidad, el de la individualidad, el
mera reproducción de formas fijas y estables. El pro­ del poder creador, parece prevalecer de un modo defi­
ceso de adquisición del lenguaje implica, siempre, una nitivo sobre el primero. En el arte no nos contentamos
actitud activa y productiva. Hasta las equivocaciones con la repetición o la reproducción de formas tradicio­
del nifio son muy c·aracterísticas a este respecto. Lejos nales. Sentimos una nueva obligación ; introducimos
de ser meros fallos producidos por un poder insuficien­ n1;1evos patro_nes críticos. Medi.ocribus esse P<>etis non
te de memoria o reproducción son las mejores prue> d�, non hommes, non concessere columnae, dice Hora­
bas de su actividad y espontaneidad. En una etapa c10 en su Arte poética (la mediocridad de los poetas no
relativamente temprana de su desarrollo, parece que está permitida ni por los dioses ni por los hombres ni
el niño ha cobrado cierto sentimiento de la estructura por las columnas que sostienen las tiendas de los libre­
general de su lengua materna sin poseer, sin embargo, ros ). Pero, en realidad de verdad, también la tradición
\.
ninguna conciencia abstracta de las reglas lingüísticas. desempeña un papel importante. Como en el caso del
Emplea palabras o frases que nunca ha oído y que cons­ lenguaje, las mismas formas son trasmitidas de una
tituyen infracciones de las reglas morfológicas o sin­ generación a otra. Los mismos motivos fundamentales
tácticas. Pero, precisamente, en estos ensayos es cuando del arte retornan una y otra vez. Y, sin embargo, todo
aparece su agudo sentido por las analogías. Prueba en gran artista verdadero hace, en cierto sentido, época.
ellas su habilidad para captar la forma del lenguaje Nos percatamos de este hecho cuando comparamos
en lugar de contentarse con reproducir únicamente su nuestras formas corrientes del lenguaje con el lenguaje
materia. Por lo tanto, la trasmisión de un lenguaje poético. Ningún poeta puede crear un lenguaje entera­

1
de una generación a otra no se puede comparar nunca mente nuevo. Tiene que adoptar las palabras y tiene
con la simple trasmisión de la propiedad por la cual que respertar las reglas fundamentales de su lengua.
una cosa material cambia de posesión sin alterar para Pero, a todo esto, el poeta no sólo les presta un nuevo
nada su naturaleza. En sus Principios de la historia giro sino también una nueva vida. En la poesía, las
del lenguaie Hermano Paul hace hincapié en este punto. palabras no son significativas sólo en una forma abs-
Muestra con ejemplos concretos que la evolución histó­
rica de una lengua depende en un alto grado de estos ,' !
• H. Paul, Prinzipien der Sprachgeschichte ( 4� ed. 1909),
cambios lentos y continuos que tienen lugar en la tras- p. 63.
330 331
tracta ; no son meros indicadores con los que tratamos
de designar ciertos objetos empíricos. Tropezamos, por
e l contrario, con una especie de metamorfosis de nues­
tras palabras comunes. Cada verso de Shakespeare,
cada sJanza de Dante o de Ariosto, cada poema lírico
I naturaleza dicta sus reglas a l arte." E s u n "talento para
producir aquello para lo cual no se pueden dictar re­
glas definidas : no es una mera aptitud para lo que pue­
de ser aprendido mediante una regla. Por lo tanto, su
de Goethe tiene su sonido peculiar. Dice Lessing que primera propiedad ha de ser la originalidad". Esta
es tan difí�il robar un verso de Shakcspeare como ro­ forma de originalidad constituye la prerrogativa y la
bar la clava de Hércules. Y, lo que es más asombroso, distinción del arte ; no puede ser extendida a otros
un gran poeta nunca se repite. Shakespeare hablaba campos de la actividad humana. A través del genio, la
una lengua que nunca había sido oída antes y cada naturaleza no prescribe reglas a la ciencia sino al arte ;
carácter shakespeariano habla la propia incomparable y a éste, sólo en la medida en que es un arte bello.
e inconfundible. En Lear y en M�cbeth, en Bruto o en Podemos hablar de Newton como un genio científico;
Hamlet, en Rosalinda o en Beatriz, escuchamos este pero en este caso hablamos s01o metafóricamente. "Por
lenguaje personal que es . el éspejo de un alma indivi­ esto debemos aprender muy bien todo lo que Newton
dual. Sólo así puede expresar la poesía todos esos in­ ha puesto en su obra inmortal sobre los principios de
numerables matices, todos esos visos delicados del sen­ la filosofía natural, por muy grande que fuera l a cabeza
timiento, imposibles de manifestar con otros modos de requerida para descubrirlos ; pero no podemos aprender
expresión. Si el lenguaje tiene 'necesidad de una reno­ a escribir poesía inspirada por muy explícitos que sean
vación constante en su desarrollo no encuentra fuente los preceptos del arte y por muy excelentes que sean sus
mejor ni más honda que la poesía. La gran poesía modelos." ( Critica del juicio, secs. 46-47.)
practica siempre una incisión aguCia, una cisura definí· La relación entre subjetividad y objetividad, entre
!iva en la historia del lenguaj e. La lengua italiana, la individualidad y universalidad no es la misma en la
mglesa, la alemana no eran las mismas a la muerte obra ·de arte que en la obra del científico. Es cierto
de Dante, de Shakespeare y de Goethe que el día de su que un gran descubrimiento científico lleva también el
nacimiento. sello del espíritu individual de su autor. En él no sólo
Las teorías estéticas sintieron y expresaron siempre encontramos un nuevo aspecto objetivo de las cosas
la diferencia existente entre los poderes conservadores sino también una actitud individual de la mente y hasta
y creadores de los que depende la obra de arte. En un estilo personal. Pero todo esto posee una significa­
todos los tiempos se ha dado una tensión y conflicto ción psicológica y no sistemática. En el contenido ob­
en�re las teorías de la imitación y las de la inspiración. jetivo de la ciencia se olvidan y borran estos rasgos
. individuales, pµes uno de los propósitos principales del
Afirma la pnmera que la obra de arte tiene que ser
juzgada de. acuerdo con reglas fijas y constantes o de pensamiento científico reside en la eliminación de to­
dos los elementos personales y antropomórficos. Según

1
acu�rdo con los modelos clásicos. La segunda rechaza
todas las pautas o cánones de belleza. La belleza es las palabras de Bacon, l a ciencia trata de concebir el
únka e incomparable, es la obra del genio. Esta con­ mundo ex analogia universi y no ex analogía hominis.�
cepción, después de una larga lucha contra teorías La cultura humana, tomada en su conjunto, puede
clasicistas y neoclasicistas, predominó en el siglo xvm ser descrita como el proceso de la progresiva autolibe­
y p�eparó el camino a la estética moderna. "El genio ración del hombre. El lenguaje, el arte, la religión, la
-dice Kant en su Crítica del juicio- es la disposición ciencia constituyen las varias fases de este proceso.
{f
psíquica ingénita ( ingenium ) a través de la cual Ja
G Cf. Bacon, Novum Organum, Libro L, Afor. XLI.
332
333

I
En todas ellas el hombre descubre y prueba un nuevo
poder, el de edificar un mundo suyo propio, un mundo
ideal. La filosofía no puede renunciar a J a búsqueda
de una unidad fundamental en este mundo ideal. Pero
no tiene que confundir esta unidad con la simplicidad.
1 tNDICE

No debe ignorar las tensiones y las fricciones, los fuer­


tes cona-astes y los profundos conflictos entre Jos di­ Prefacio . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . • · . • · · · · · · · · · · · · · · 9
versos poderes del hombre. No pueden ser reducidos
a un común denominador. Tienden en direcciones di­
ferentes y obedecen a diferentes principios, pero esta Primer" parte
multiplicidad y disparidad no significa discordia o fal­ ¿Qtm BS EL HOMBRB?
ta de armonía. Tqdas estas funciones se completan y
complementan, pero cada una de ellas abre un nuevo
horizonte y muestra un nuevo aspecto de lo humano. I La crisis en el conocimiento del hombre . . . . 15
Lo disonante se halla en armonía consigo mismo ; los 11: Una clave de la naturaleza del hombre : el
contrarios no se excluyen mutuamente sino que son símbolo .. .... .. . ....
. . . . . . . . . . · · . · · · · · · · · · · · 45
interdependientes : "armonía en la contrariedad como 111. De las reacciones animales a las respuestas
en el caso del arco y de la lira". humanas .. ... . . ._ . .
: · · · · · · · · · · · . · · · · · · · · · · · · · 50
IV. El mundo humano del espacio y del tiempo 71
V. Hechos e ideales . . . . ... . . . . . . . · . · · · · · · · · · · · 90

Segunda parte
EL HOMBRB Y LA CULTUltA

VI. Definición del hombre en términos de cultura 101


VII. Mito y religión . . . .. .. .. .. . . . . . . . . · · . · . · . . . . 113
VIII. El lenguaje . . .... . . . . . · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 166
IX. El arte . . . ..
. . . . . . . . · · . · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 206
X. La historia . . . . . . . . . . · . · · · · · · · · · · · · · · 252
XI La ciencia . . . .. . . . . . · . . · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 304
xn: Resumen y conclusión . . . . . . · · · · · · · · · · · · · · · 325

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335
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Este libro se terminó de imprimir el dia


16 de agosto de 1982, en los taller<:$ de
"la Impresora Azteca", S. de R. L.
Avenida Poniente 140 N• 68 1 - 1 , colonia
Industrial Vallejo, 02300, México, D. F.
Se tiraron 5 000 ejemplares

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