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1 de noviembre de 2022
Como consecuencia de las distintas reformas de la justicia penal que tuvieron lugar
desde los años ´90, distintos países de América Latina, en especial Argentina, fueron
sustituyendo sus leyes procesales de corte inquisitiva por otras que responden al
llamado modelo acusatorio (o adversarial) 1. A raíz de dichos cambios, la justicia penal
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BELOFF, Mary Et. Al., Procesos especiales y técnicas de investigación, Editores del Sur (pág. 266)
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Ese acercamiento a la justicia penal de adultos tuvo la ventaja de que se aplicaran a los
jóvenes delincuentes las mismas garantías del debido proceso, sin embargo, se exigía
diversas particularidades a la luz del principio de especialidad.
De esta forma el Comité de los Derechos del niño analiza el derecho a ser escuchado, en
sentido material, como una manifestación del derecho de defensa. Sin embargo, es
importante analizar dicho derecho en forma integral con todo el corpus iuris
internacional de derechos del niño.
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Dicha resolución fue confirmada por la Cámara de apelaciones del fuero, por lo que las
magistradas representantes de la defensa técnica y de la defensa de menores articularon
sendos recursos de casación que no fueron concedidos por la alzada bajo el argumento
de que no se dirigían contra una sentencia definitiva ni existía en el caso un gravamen
irreparable. Las dos partes mencionadas ocurrieron por vía directa ante la Cámara
federal de casación penal reclamos que corrieron la misma suerte. Los jueces sostenían
que no advertían un perjuicio de imposible reparación ulterior causado por la decisión
de llamar a indagatoria al recurrente, “máxime cuando, al no ser pasible de juzgamiento
todo lo que manifieste no puede causarle perjuicio alguno” (p. 3). También sostuvieron
que los derechos del menor a ser informado de los cargos que pesan sobre él y a ser oído
en todo procedimiento judicial que lo afecte, previstos en los artículos 42 y 12,
respectivamente, de la Convención sobre los Derechos del Niño se canaliza en nuestro
sistema procesal a través de la declaración indagatoria, en tanto única “forma de
contestar la imputación de un delito” (p. 3). Reportaron que esa conclusión, además,
resultaba respetuosa de la idea de reconocer al joven como sujeto de derechos “quien
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ahora puede contestar si lo desea y con una asistencia técnica adecuada la imputación
que se le dirige” (p. 3).
Punto aparte vale este considerando desarrollado por la corte. Efectivamente a partir de
la sanción de la Convención de los Derechos del niño, en 1989, el niño dejó de ser un
objeto de protección para pasar a ser un sujeto de derecho, derechos que no se agotan
con el mero ejercicio de la ciudadanía, sino que va más allá. Se ha reconocido a los
jóvenes delincuentes mayores competencias para participar en los procesos penales. Sin
embargo, esta autonomía no fue plena, sino que se buscó un equilibrio entre el
liberacionismo y el paternalismo injustificado, a los ojos de Garzón Valdés 4. El autor
explica que el paternalismo jurídico siempre encuentra una buena razón en favor de una
prohibición o de un mandato jurídico, impuesto también en contra de la voluntad del
destinatario de esa prohibición o mandato, cuando ello es necesario para evitar un daño
de la persona a quien se impone esa medida. En contra de dicha postura, surge el
liberacionismo, cuyas ideas sobre los derechos del niño pretendieron estructurarse sobre
la base de la igualdad con los adultos, al reivindicar la capacidad de los niños para
autodeterminarse. Sin embargo, como bien señala la profesora y académica Mary
Beloff, dicha postura desconoce dos problemas, uno es el reconocido como “falacia de
equiparación”, ya que asimila a los niños con otros grupos históricamente destinados a
tutela, como fueron las mujeres o comunidades indígenas. El segundo problema fue el
llamado “anacronismo”, en virtud del cual se ignoró el hecho de que no se consideraba
que el principio de libertad se aplicara a los niños, porque eran considerados
incompetentes absolutos respecto del ejercicio de libertades civiles. 5 Es por ello que lo
ideal y acorde a lo exigido por el amplio corpus iuris internacional, es el paternalismo
justificado, ya que, los niños, no pueden ser equiparados a los adultos, en virtud de su
etapa evolutiva y en la medida de que el niño no siempre es capaz de tomar decisiones
por sí mismo orientadas a la satisfacción de sus necesidades.
En este orden de ideas, coincido con las partes apelantes quienes señalaron que los
jueces de la causa pretendían convocar a un sujeto que no es punible en razón de su
edad, a un acto que formalmente es constitutivo de la sustanciación de una persecución
penal en su contra y en cuyo marco se le arroga la calidad de imputado. Tratar al menor
desde una posición paternalista injustificada trae aparejadas desventajas, porque se
4
GARZÓN VALDÉS, Ernesto, Sobre el paternalismo, Buenos Aires (pág. 156)
5
GARGARELLA, Robert, et. al., La autonomía personal en la interpretación del art. 19 de la
Constitución Nacional, 1era edición, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni editores, 2021, (Pág. 321-322).
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Que, ingresando al análisis de esta cuestión, se tiene que tener presente que el estado a
renunciado, al sancionar la Ley Nacional de Responsabilidad Penal Juvenil 22.278, a la
posibilidad de perseguir y punir a un joven menor de 16 años. La legislación penal de
menores en nuestro país ha mantenido, de modo invariable la decisión de excluir del
régimen punitivo a aquellos individuos que aún no alcanzaron determinada edad,
descansando de este modo en una presunción irrefutable, de inexistencia de los
requisitos intelectuales y volitivos necesarios que habilitan a fundar un juicio de
responsabilidad a su respecto6.
Debemos analizar dicho enunciado desde la óptica del derecho procesal, el límite etario
de responsabilidad penal es examinado entre el conjunto de los denominados
presupuestos procesales, cuya ausencia impide la formación del proceso como
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BELOFF, Mary, Derechos del niño: su protección especial en el sistema interamericano, 2da edición,
Hammurabi, Buenos Aires, 2019 (pág. 85).
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El Comité de los Derechos del Niño, como órgano de vigilancia de la Convención sobre
los Derechos del Niño ha servido de guía al expedirse en la Observación General N°
248, la cual precisó que,
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Mary Beloff, Nuevos problemas de la justicia juvenil, 1era edición, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2017
(páginas 202-205)
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CRC/C/GC/24, publicado en CRC/C/GC/24 (undocs.org).
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Los jueces del presente fallo, justificaban la declaración indagatoria bajo el ropaje del
derecho a ser oído del menor, reconocido en el artículo 12 de la Convención sobre los
Derechos del niño, sin embargo, no podemos colegir que dicha norma haya estipulado
que ninguna de las características inherentes al modo en que es reconocido el derecho
en cuestión en el texto convencional, puede ser predicable ante el contexto del caso bajo
análisis. Lo cierto es que se trata de institutos distintos, con naturalezas jurídicas
distintas. La propia naturaleza de la medida procesal que los jueces pretendían llevar a
cabo, choca contra el carácter de prerrogativa de la garantía expresamente invocada para
justificarla. La declaración indagatoria no tiene otra finalidad mas que la de imponer, al
acusado de un delito, los hechos y las pruebas que sostienen la imputación que se dirige
en su contra.
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menor de 18 años de edad – entre ellos los no punibles-de quien se sospeche que ha
participado en la comisión un de un delito por los cuales puede ser sujeto a proceso, es
un medio de defensa material y no una fuente de información privilegiada y absoluta
para el fiscal o para el juez.
Coincido con lo dicho por la Corte suprema en el considerando 15, quien sostiene que
incluso imaginando la posibilidad de que el afectado resultase portador de información
calificada al respecto,
Muchos operadores prefieren que las personas no punibles que han sido sindicadas
como posibles autores de delitos sean captadas por un régimen tutelar, en vez de un
sistema procesal penal dotado de todas las garantías. Sin embargo, la salida al sistema
de protección no es la solución, ya que, actualmente el sistema de protección es un
espacio jurídico institucional donde existe mayor discrecionalidad y arbitrariedad
respecto de la intervención con los jóvenes que el propio sistema penal especializado9.
El derecho de todo niño a ser escuchado es justamente un derecho, el niño puede optar
por no ejercerlo. En apoyo a esto corresponde convocar una vez más a la interpretación
de la regla realizada por el Comité de los Derechos del Niño, en la Observación General
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BELOFF, Mary, Derechos del niño, su protección especial en el sistema interamericano, 2da edición,
Buenos Aires, Hammurabi, 2019 (P. 66)
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N°12, la cual en su epígrafe numero 16 sostiene que “Para el niño, expresar sus
opiniones es una opción, no una obligación. Los Estados partes deben asegurarse de
que el niño reciba toda la información y el asesoramiento necesarios para tomar una
decisión que favorezca su interés superior.” Por ello, tiene derecho a no declarar si así
lo quisiera, o a brindar su declaración, en cualquier momento del proceso, en forma
verbal o escrita, debiendo ser ella recibida por el juez o fiscal en forma directa. A los
fines de garantizar aún más el derecho a ser oído, la ley provincial prevé además la
posibilidad que la persona adolescente realice su declaración- en caso de querer hacerlo-
de manera escrita.
Referencias
Beloff, Mary (1992). No hay menores en la calle. Revista “No hay derecho”, N° 6.
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BELOFF, Mary, Buenas prácticas para una justicia especializada, II jornadas internacionales de
Justicia Penal Juvenil, Buenos Aires, Jusbaires, 2017 (pág. 91-97)
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Beloff, Mary (2016). ¿Qué hacer con la justicia juvenil? Ad. Hoc.
Beloff, Mary (2017). Buenas prácticas para una justicia especializada, II Jornadas
Internacionales de Justicia Penal Juvenil. Jusbaires.
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