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El Estado nace endeudado

El financiamiento de los primeros años de la Bolivia independiente fue muy complicado. Al


concluir la guerra, se abrió el tiempo del retornó de los emigrados alto peruanos que salieron
del territorio en tres grandes olas en 1810, 1813 y en 1815 (Aillón, 2008). Los emigrados
iniciaron acciones legales ante la Asamblea Deliberante de 1825, y ante la Asamblea
Constituyente de 1826, para que el nuevo Estado les indemnizara las pérdidas de su
patrimonio ocasionadas por la guerra, También se reclamó la deuda española existente antes
de 1809, por parte de los acreedores del gobierno español, que también fue reclamada ante el
Estado boliviano.

Durante las sesiones de la Asamblea Deliberante se aprobó una “Recomendación ante el


Libertador a favor de los emigrados de aptitud, moralidad y espíritu de orden”, firmada el 6 de
octubre de 1825. Aunque se esperó el establecimiento del Constituyente de 1826, la
Diputación Permanente que sesionó entre ambas Asambleas (27 de noviembre de 1825 a 6 de
agosto de 1826), determinó la formación de Juntas Calificadoras de la deuda española y de la
deuda patriótica de los emigrados, y de “los auxilios a los ejércitos de la Patria”. Ese fue el
origen de la deuda consolidada que fundió en una sola deuda pública las siguientes partes:

• La deuda del gobierno español anterior al 25 de mayo de 1809.


• La deuda procedente de empréstitos en el país a los ejércitos patriotas, de auxilios en
víveres, efectos y otras especies.
• La deuda procedente de auxilios o empréstitos “concedidos en el exterior por jefes
independientes legítimamente autorizados”

El Estado boliviano reconoció la llamada deuda patriótica y consintió el pago de


“indemnizaciones a aquellos que habían sufrido persecuciones Y confiscaciones de bienes a
manos de los españoles por su adhesión a la causa patriótica”. Las indemnizaciones fueron
pagadas en billetes de crédito público que fueron emitidos con el objeto de solventar el pago
de la deuda pública. Se emitieron cuatro millones de pesos en vales y billetes desde 1825.

El 15 de diciembre de 1826, el Congreso Constituyente reconoció la deuda española que la


pagaría desde el 1° de enero de 1827 con “billetes de crédito público, con el capital que
proporcione una renta anual del tres por ciento”. De igual manera, por Ley de 17 de diciembre
de ese año se reconoció la deuda patriótica “dada a los ejércitos patrióticos, a las divisiones y
guerrillas, que hubiesen combatido por la independencia” [Iturricha, op.cit. p.195]. Asimismo
se estableció un régimen de indemnizaciones para los familiares de los emigrados, y también
se benefició a los emigrados que no tenían empleo del Estado desde 1809.

Por otra parte, el Tratado de Paz y Amistad entre España y Bolivia, firmado en 1847 y ratificado
en 1861, que reconoció a Bolivia como Nación libre y soberana, dispuso en cuanto a la deuda
que:

”…como deuda consolidada de la República… todos los créditos, cualquiera que sea su clase,
por pensiones, sueldos, suministros, anticipos, fletes, empréstitos forzosos, depósitos,
contratas, y cualquier otra deuda, ya de guerra ya anterior a ésta, que pesasen sobre aquéllas
Tesorerías, siempre que procedan de órdenes directas del Gobierno Español y de sus
autoridades establecidas en las provincias que hoy componen la República de Bolivia hasta el
fin del año 1824, en que tuvo lugar la evacuación del país por las autoridades españolas”.
De acuerdo a Millington (1995), los emigrados fueron el grupo más interesado en que este
pago se realizara como parte de la deuda consolidada. La indemnización se hizo a través de la
emisión estatal de billetes para cubrir la deuda consolidada por el valor de un millón de
bolivianos.

La aprobación de este sistema de resarcimiento tanto como el pago de la deuda consolidada


fue una gran contienda política, toda vez que el Estado emitió billetes de la deuda que fueron
comprados por las clientelas que comenzaban a formarse a su alrededor, pues, muchas tierras,
haciendas y propiedades confiscadas de españoles y también de la Iglesia, fueron distribuidas a
menudo como premio a militares y personas influyentes del régimen que comenzaba a
establecerse. Las emisiones gubernamentales eran negociadas y utilizadas para pagar deudas e
intereses, redimir censos y comprar propiedades del Estado. La creación del sistema de bonos
internos y billetes de crédito público de 1826 y 1827 no fue ideado “solo para satisfacer
obligaciones vencidas, tanto domésticas como extranjeras”. Estas emisiones “representan
fundamentalmente una concesión sumamente generosa a un sector muy importante de la
sociedad alto peruana…, la oligarquía terrateniente”. De acuerdo a este autor, al favorecerlos
de esa manera, dada la filosofía liberal de los gobernantes, se pretendía aliviar al grupo que
era motor de la economía, y por ese medio, mejorar la situación general.

A la larga, el pago de las indemn¡”acio’es a los emigrados redundó en la creación de una deuda
flotante, esto es, que el Estado no logró pagar la deuda. En 1828, el gobierno suspendió el
pago de intereses y amortizaciones. Los más afectados por este experimento fueron las
comunidades eclesiásticas que admitieron la redención de censos y cancelación de deudas con
ellos. Recibieron miles de pesos en billetes cuyo Valor real era nulo. A pesar de esto, este
sistema de crédito Público permitió cancelar una parte de las deudas de los particulares y del
Estado.

En 1835 y 1857, la calificación de los expedientes continuaba y los fondos para cancelar la
deuda se trasladaban de un rubro a otro. Hasta al menos la década de 1880, el Estado
continuaba siendo deudor, según Millington (1995), de la deuda flotante. Para Lofstrom
(1983), a corto plazo, el sistema de crédito público no resolvió los problemas financieros de
Bolivia, destruyó la obra social del Mariscal Sucre, y a largo plazo, fortaleció el poder del
latifundio en Bolivia.

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