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PRÓLOGO

Esta no es una historia de amor. Esta no es una historia en la que Lauren y


Camila se enamoran profundamente. Esta es la realidad, la cruda y verdadera
realidad.336

Lauren vive en un barrio a las afueras de Toronto con su padre George y su


hermana pequeña, Rachel. Con apenas 300 dólares al mes de su padre, tiene
que ponerse a trabajar como friega platos en un restaurante del centro.88

Quizás para un adolescente esto era normal, era mucho mejor que estudiar,
aunque Lauren quería formarse, quería estudiar, y sobre todo llegar a ser una
gran escritora. Pero ella no tiene las mismas condiciones que los demás, está
anclada a su familia.11

Para evadirse de ese pequeño mundo de locura, después de trabajar se dirige a


una cafetería cerca del restaurante y allí, con un café solo, escribe todo lo que
se le pasa por la cabeza. Lauren tampoco sabía que lo que ella hacía era puro
arte.1

Allí, mientras plasma sus pensamientos en tinta, conocerá a Camila, la


camarera.7

Pero como dije, esto no es una historia de amor, ¿o sí? Supongo que en la
cruda realidad también queda un pequeño resquicio de amor.
CAPÍTULO 1

Cough Syrup — Young The Giant40

Camila's POV

Toc.90

El reloj que estaba fijado en la pared marcó la una de la madrugada. Por las
ventanas, la lluvia caía formando una manta de agua, seguida de un rayo al
que continuaba un gran trueno que casi me hacía temblar.40

La cafetería estaba vacía, las mesas limpias y los expositores de comida


encendidos, aunque poca gente entraba a esa hora en los días que llevaba
trabajando como para comprarlos.

Los días eran fríos y lluviosos, pero las noches eran aún peores. Eran lúgubres,
oscuras, húmedas y frías. Las noches en Toronto eran eternas, casi como si se
parase el tiempo. En cierto modo lo odiaba, pero lo amaba a la vez. El
ambiente cambiaba en la noche, quizás las almas florecían como realmente
eran. Quizás en la noche la gente era más valiente para dar un beso, mandar
un mensaje, hacer una llamada, o tomar decisiones que a la luz del día. A la
luz del día todos quedábamos al descubierto.79

El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos, y rápidamente


me levanté del pequeño taburete que tenía tras el mostrador. Era una chica de
piel pálida y pelo negro, no lograba distinguir el color de sus ojos en la
distancia; pero estaba totalmente empapada.9

—¿Podría usar el baño? —Preguntó educadamente, y al principio no


reaccioné. Era lo que tenía ser prácticamente nueva en eso.8
—Sí, claro, al fondo a la derecha. —Asentí con una sonrisa intentando ser
amable. Pero la chica ni siquiera me sonrió de vuelta y se encaminó hacia el
baño. Llevaba unos pantalones negros de pinza que se pegaban a sus piernas,
unas zapatillas deportivas de running blancas aunque parecían rotas en la
punta. En la parte superior, una chaqueta de chándal gris, y una bolsa de
deporte en el hombro, tampoco pude fijarme en mucho más.53

Era la tercera persona que entraba en mitad de la noche, y aunque ya había


aprendido a manejar la caja registradora, aún me ponía un poco nerviosa a la
hora de cobrar. Quizás porque las primeras quince veces que intentaron
enseñarme la caja se quedó atascada; temí que me despidieran sin siquiera
haberme contratado.18

A los diez minutos aquella chica salió del baño con unos jeans rotos por las
rodillas y bastante ajustados, una camisa de cuadros azules y una chaqueta
blanca encima. Se había recogido el pelo que aún estaba mojado. Se acercó al
mostrador, entonces pude ver que sus ojos eran verdes, y que en su oreja tenía
dos pequeñas perlas plateadas.8

—Buenas, ¿vas a tomar algo? —Pregunté sonriente, y ella asintió sacando la


cartera del bolsillo de su chaqueta. Sus manos tenían las venas marcadas y
algún que otro anillo de plata.40

—Un café solo. —Respondió sin más mirándome a los ojos.1

—¿Grande, mediano o pequeño? —Suspiró, pasándose la lengua por el labio


inferior con los ojos cerrados. Parecía estar harta de escucharme, o de
escuchar tonterías.

—Pequeño.

—¿Cómo te llamas? —Pregunté cogiendo el rotulador, mirando a la chica


esperando a que me dijese su nombre.
—Lauren.65

Giré sobre mis talones y cogí uno de los vasos pequeños, escribiendo su
nombre en él.

Había algo que me llamaba la atención de esa chica, pero como me dijo mi jefe
'no debes mantener ningún tipo de contacto con los clientes'. Me parecía algo
frío, una sonrisa nunca le amargaba el día a nadie, y menos a alguien que
acababa de entrar empapada por la lluvia.5

Puse el café caliente sobre la mesa y le coloqué la tapa, acercándolo a la chica


con una sonrisa.

—Un dólar, por favor. —La chica puso la moneda sobre mi mano, cogió el
vaso y se sentó en una de las mesas frente a la ventana, donde no paraba de
llover.64

* * *3

Lauren's POV

"Algunos días ella pensaba que todo mejoraría. Otros días eran peores,
terribles. Los días en que no pensaba en el amor, eran agradables. Quizás era
porque no pensaba en ella misma, en su autoestima, en lo que la gente pensaba
de ella. La gente, las miradas, las risas le hicieron mucho daño.33

Ella no era el tipo de chica de la que la gente se enamoraba. A ella las


sudaderas no le quedaban bien, tampoco quedaba bien su pelo aunque lo
peinase. Siempre iba hecha un fantoche, y el corazón le dolía al pensar que
nadie la querría de esa forma. Que nadie la desearía, que nadie la querría.
Muchas veces se preguntaba si dolía tanto que te dejasen y te rompiesen el
corazón. Pero ella misma tenía la respuesta.98
No, no dolía tanto. Cuando te partían el corazón, pensabas que nadie más iba a
quererte, que esa persona era única y especial y ahora ya no está. Pero creer
que nadie va a quererte nunca es mucho peor. Es un sentimiento constante,
crónico, que te consume día a día, que te hunde la autoestima y amedranta tu
vida.26

Ella nunca sabrá lo que es un simple beso, o una sonrisa en mitad de él, ella
nunca sabrá qué es que la abracen o decir un 'te quiero'. Nunca sabrá qué se
siente cuando enlazas tus manos con la persona a la que quieres, o cómo es
pasear por la ciudad con esa persona al lado. Nunca sabrá lo que es hacer el
amor, ni tampoco despertar con esa persona abrazada a ti.55

Ella nunca sabrá qué es tener amigos, ni una pareja.

Ella tendrá nada, que para muchos y para ella misma es lo que se merece."48

Levanté la cabeza del papel y miré por la ventana de la cafetería con el


bolígrafo entre los dedos. Había restos de tinta en mis manos, y el café estaba a
medio tomar. La lluvia tenía algo de poesía en ella; era como una fuente de
inspiración que nos llenaba a todos sin dejar a nadie indiferente. La lluvia
inspiraba historias, cuadros, fotos, películas, besos debajo de ella. Aunque a mí
la lluvia me inspiraba tristeza, y eso es lo que fluía en mis palabras escritas con
tinta.26

Miré el reloj. Las dos y media de la madrugada.16

Tomé el último sorbo de café y recogí mi cuaderno, guardándolo en la mochila


que llevaba a cuestas. Había dejado de llover, y con suerte podría llegar bien a
casa.

—Que pases buena noche. —Dijo la camarera con una sonrisa, y la miré
durante un momento parpadeando.
—¿Es a mí? —Me señalé a mí misma frunciendo el ceño. Aquello era
extremadamente extraño.24

—Claro, no hay nadie más en la cafetería. —Soltó una risa ladeando la cabeza.
Tenía el pelo negro recogido en una coleta dejando caer dos mechones de pelo
a los lados de su cara, un polo blanco y un delantal rojo.2

—Gracias... Ten también una buena noche. —Sonreí intentando ser amable, y
salí de la cafetería mirando al cielo.

Unas pocas gotas de lluvia seguían cayendo, pero no eran lo suficiente como
para mojarme de nuevo. Tenía frío, bastante a decir verdad. Con sólo una fina
chaqueta caminé por la calle hasta llegar a la boca del metro, que me apresuré
a bajar para entrar en calor.

Pasé el ticket, y la barra se abrió dejándome pasar a las mil galerías que
conducían cada una a una dirección, a un sitio diferente de Toronto. Línea
negra, Higham Hill.2

Las paredes de piedra cubiertas por enredaderas del metro hacían de aquella
estación una auténtica maravilla que nunca me cansaba de mirar. Era muy
diferente el centro de donde yo vivía, un distrito más pobre y alejado de todo
el bullicio y la espectacularidad de la gran ciudad.

Me subí al vagón, escuchando ese típico 'please mind the gap between the
train and the platform', que siempre acompañaba mis noches en cada parada.71

Pasé por delante de un grupo de chicos y escuché unas ligeras risas, que me
hicieron andar más rápido hasta sentarme en un vagón libre de gente. Siempre
ocurría, siempre afectaba. Las risas de la gente cuando pasaba por delante era
lo peor del mundo, y quizás ni siquiera se estaban riendo de mí, pero mi
mente no lo procesaba.121
Durante media hora, estuve sentada en aquél metro viendo cómo el grupo de
chicos se bajaba no sin antes dejarme una mirada burlona. Agaché la cabeza
negando; era normal que me mirasen de aquella forma. Yo era... No era una
chica normal, de esas de las que todo le queda bien o no sé, me gustaría pensar
que no había razones para ser la burla de todo el mundo.28

Al bajar del metro ya estaba en Higham Hill, nada comparado a el centro.


Eran casas pequeñas con jardines diminutos y el césped mal cuidado, la
fachada llena de humedades y musgo subiendo desde los cimientos.2

Salté la verja del jardín con cuidado, pero al ser tan tremendamente torpe se
me enganchó la camiseta haciéndome resbalar en el camino de piedra y caer
contra la verja de madera. Joder, tenía la espalda destrozada.55

Con un quejido me levanté, caminando por fin hacia casa.

Abrí la puerta con cuidado, girando la llave lentamente en la cerradura sin


hacer ruido, no quería despertar a mi madre o a mi hermana. Cuando entré,
todo estaba bien, nadie despierto, sólo debía dejar la mochila en el sillón.3

Cogí una manta y me senté en el sofá, quitándome los zapatos con la punta, y
luego me tumbé con la manta encima, escuchando cómo volvía a caer una
fuerte tromba de agua. Mis pies se relajaron por fin, entrando en calor,
haciéndome soltar un suspiro casi de placer después de aquél día tan duro,
después de tanto frío y esfuerzo, aquello era la mejor recompensa.1

* * *29

Sentí un roce en mi mejilla, fruncí el ceño girando la cara; no quería


despertarme aún. Pero ya estaba consciente y el olor a café y tostadas era más
fuerte que yo. Entreabrí un poco los ojos y vi a mi madre sentada al borde del
sofá con la bandeja de tostadas y café en la mesa. Estaba muriéndome de
hambre.4
—Hombre, si te has despertado. —Sonreí pasándome una mano por la cara
con una risa, incorporándome un poco en el sofá. —¿Cómo fue la noche?

—Mmh... Bien, supongo. —Cogí una tostada y empecé a comer tan rápido
como pude, mirando a mi madre con las mejillas llenas.

La admiraba, admiraba la capacidad de superación que tenía. Era una de


aquellas madres que tus amigos adoraban, que siempre hacía galletas cuando
estaban en casa, y que sin duda todo el mundo quería.52

—¿Por qué no fuiste a dormir a la habitación con tu hermana? —Suspiré


sentándome en el sofá, apoyando la espalda en él con pesadez.

—No quería despertarla, se pondría a llorar y... —Negué, dándole otro


mordisco a aquella tostada.

La verdad era que no quería dormir con Rachel porque me daba patadas, y con
sus manitas me arañaba la cara, era horrible. Tenía dos añitos, y apenas
hablaba. Sólo decía 'a píii', lo usaba para todo. Me veía a mí, me señalaba y
gritaba 'a píiii', veía comida y decía 'a píii', a píii era todo su vocabulario.88

Se despertó y venía caminando desde la habitación del fondo frotándose los


ojitos. Al llegar al salón y verme, me señaló y alzó los brazos caminando hacia
mí.

—A píiiii. —Amaba a mi hermana con la vida. Sobre todo cuando venía y me


abrazaba de aquella forma al cuello, y yo la cogía en brazos como si no hubiese
nada más delicado en el mundo.9

—Te quiero mucho, Rachie, ¿tú me quieres? —Dije en voz baja, bajo la atenta
mirada de mi madre que sonreía al vernos. Rachel asintió, apretando mis
mejillas con sus manitas.

—A pi.3
A pi. Aquello no era real, la imagen de mi madre y mi hermana se difuminó
por completo y quedé en la más absoluta oscuridad; todo era un sueño.174

Abrí los ojos y vi a Rachel jugando con su gasita entre las manos mirándome
con una tierna inocente sonrisa, pero no había desayuno y mi madre no
estaba.

—A ver cuándo te despiertas, joder, que duermes hasta las tantas. —Esos eran
los buenos días de mi padre.161

CAPÍTULO 2

Invisible — 5SOS73

Lauren's POV

Cuando llegué al restaurante las sillas aún estaban encima de las mesas, y la
luz iluminaba de forma muy tenue el salón. Al fondo, en la cocina, se
escuchaban risas y voces huecas que no llegaba a distinguir muy bien; seguro
que serían los camareros y cocineros cenando. El servicio estaba a punto de
empezar.

Dejé mi mochila en el área de personal, una sala bastante pequeña donde


todos dejaban sus efectos personales, y asomé por la puerta de la cocina.

—¡Hey Lauren! —Gritó uno de los camareros llamándome con el brazo, y


como es normal fui. Eran todos mucho más mayores que yo, que al ser más
joven e inexperta me quedaba fregando platos. Odiaba ese trabajo. —¿Quieres
cenar? —Señaló un bol enorme de espaguetis boloñesa en la mesa.

—Claro, tengo hambre. —Asentí sonriente, tomando asiento en el taburete,


formando un círculo alrededor de la mesa.1

Major, el cocinero echó una gran cantidad en mi plato, aunque sabía que no
me lo comería todo. Los veía hablar mientras con el plato en la mano pegado
casi a mi cara comía. Era agradable congeniar con gente así, aunque muchas
veces gritasen y pusieran malas caras porque no había suficientes platos
limpios; pero estaba bien. En aquél punto de mi vida, tampoco podía quejarme
de mucho.3

—¿Están buenos? —Preguntó Major, y asentí con la boca llena a dos carrillos
de pasta con tomate y carne. Creía que era el mejor cocinero del mundo, a
veces me daba recetas para que mi hermana se comiese las verduras. Era
genial, casi como un padre para mí.

Lo único que fallaba allí, era el metre.132

Tras aquella cena y varias charlas sobre lo que iba a pasar aquella noche, la
gente comenzó a entrar. Daba platos, y a la media hora comencé a recogerlos y
fregarlos. Era algo asqueroso, a decir verdad, porque ni siquiera tenía guantes.
Tocaba la comida de la gente, incluso cosas que habían mordido y luego
dejaron en el plato, era absolutamente vomitivo pero... Era mi trabajo. Y no
podía perder aquél trabajo.52

Frotaba los platos con el estropajo bien fuerte, tanto que a las dos horas de
estar fregando las hebras se me clavaban en las palmas de las manos. Cuando
terminaba el servicio, los camareros se iban, los cocineros se quedaban
limpiando la cocina y yo tenía dos montañas de platos por fregar que casi me
llegaban a la cabeza.8
Intentaba pensar en otras cosas mientras fregaba platos, como por ejemplo la
sonrisa de mi hermana al despertarse por la mañana y verme. O también, lo
contenta que se pondría mi madre cuando cada mes llegasen a casa esas 700
libras, aunque mi madre ni siquiera estaba allí. Hacía siete años que no la veía
y el alma se me pudría cada día que pasaba sin ella. Unos dicen que murió,
otros que seguía trabajando en Estados Unidos, pero la única verdad era que
mi madre se fue para buscarnos una vida mejor y llegó un punto en que no
supimos nada de ella.56

También pensaba en cosas que quería escribir, pensaba en historias, mi mente


nunca paraba. Era como un volcán a punto de estallar con mil mundos en la
cabeza.27

Mis compañeros en el instituto decían que era una rarita porque me gustaba
leer, y decían que vestía como un chico. Yo simplemente llevaba vaqueros y
una camiseta, aunque una vez me quemaron una en el vestuario. También me
cortaron el pelo; me hicieron creer que eran mis amigas para invitarme a una
cena, y cuando llegué al restaurante no había nadie; todos los días se burlaban
de mí por ser 'diferente', y ahora ellos están estudiando carreras y yo estoy
fregando platos. Suponía que el mundo era así, estaba clasificado, y yo estaba
en el último escalón.59

Al terminar, mis manos estaban tirantes del jabón industrial, enrojecidas por
el calor y cansadas de fregar todos aquellos platos. Como todos se habían ido
ya y sólo quedaba el gerente repasando las cuentas, pude cambiarme en el área
de personal. Aquél pantalón roto por las rodillas, una camiseta blanca básica y
una chaqueta de chándal gris. Mis vans nunca fallaban.38

Caminé calle arriba, con las luces apagadas y sólo las de las farolas, las de los
semáforos y el letrero de la única cafetería abierta las veinticuatro horas.
Abrí la puerta con cuidado, y en ese instante la dependienta salió de detrás del
mostrador, mientras me acercaba sacando la cartera de mi bolsillo.

—Buenas, ¿qué vas a tomar? —Preguntó con una gran sonrisa. Parecía que
siempre estaba de buen humor incluso si eran las doce de la noche.

—Un café solo, pequeño, por favor. —Asintió girándose para coger el vaso, y
cogió el rotulador entre sus dedos.

—Lau... Laur... ¿Laura? —Desencajé la mandíbula negando, soltando un


pequeño suspiro.43

—Lauren, Lauren. —Sonreí moviendo el dólar entre mis manos, y la camarera


asintió dándose la vuelta para hacer mi café.1

La verdad es que la chica era bastante guapa, con el pelo recogido moreno,
labios carnosos y unos profundos ojos color café. Además, sus manos eran finas
con dedos largos, y llevaba algunas pulseras de bolas pequeñas plateadas en las
muñecas. Lo hacía todo con delicadeza y dedicación, incluso al poner el vaso
en la mesa lo hacía con una sonrisa.40

—Un dólar, Lauren. —Solté una suave risa al escuchar que pronunciaba mi
nombre más bajo. Puse la moneda en la palma de su mano y cogí el vaso,
retirándome a la mesa que estaba justo al lado de la ventana.14

Hoy no llovía, pero aun así, las noches en Toronto siempre traían algo de
inspiración, y esa noche no era una excepción. Me quedé mirando fuera, a la
noche, a las calles de aquél barrio que tenían magia en cada rincón.

Mi mano comenzó a moverse rápida sobre el papel, a escribir frases que


llegaban al alma, dejando la tinta correr en la hoja, manchando mis dedos de
negro, hasta tener media página escrita de un texto que esperaba que nadie
viera.
—¿Qué estudias? Si no es mucha indiscreción... —La voz de la camarera me
sacó del mundo en el que me había sumergido, y parpadeé un momento,
desencajando la mandíbula.2

—No estoy estudiando. No estudio. —Abrió los labios asintiendo, mientras yo


retorcía el bolígrafo entre mis dedos con una mueca.

Eso era lo que más me dolía de todo, que no podía estudiar. Yo quería, pero la
situación era demasiado complicada en la vida como para permitirme estudiar
en la universidad.3

—¿Y entonces qué haces?

—Escribo. Cosas. —Añadí sin dar más detalle, y la camarera asintió con una
sonrisa tierna. No quería molestarla, pero tampoco quería que ella me
molestase a mí. Para ser sinceros, ¿de verdad se interesaría alguien por las
cosas que escribo?10

—¿Alguna vez has escrito sobre esta cafetería? —Preguntó ella con el ceño
fruncido. No sabía qué responderle, no sabía si lo entendería.

—De una forma metafórica y literaria, sí. —Me humedecí los labios dando
pequeños golpecitos en el cuaderno.

—¿Qué significa eso? Es decir... ¿Cómo se escribe eso? ¿Cómo puedes describir
de forma metafórica una cafetería? —Solté una risa encogiéndome de
hombros, porque no tenía ni la más remota idea de cómo se hacía eso. Suponía
que era algo que llevaba en mi interior y que no podía explicar.

—No lo sé. Supongo que sale solo, no tengo una buena definición para eso. —
Suspiré levantándome de la mesa, metiendo el cuaderno y el bolígrafo en la
mochila. Me tragué el último sorbo de café, mirando a la camarera. —Que te
vaya bien. —Me despedí sin decir nada más, y ella levantó la mano para
despedirse.

—Hasta mañana.

Salí de allí, con la mochila a la espalda y una bufanda al cuello. La vida estaba
siendo demasiado difícil en aquellos momentos, la vida para mí era más un
sacrificio por mi familia que vivirla por mí.13

En el metro, había un grupo de chicos que se reían en el vagón, me miraron.


Estaban en mi clase cuando íbamos al instituto, ahora todos iban a la
universidad y estaban en tercer curso. Yo...

—¡Eh, Jauregui! Que te has quedado de friega platos, ¿no? —Todos se rieron, y
yo apreté los ojos enredando el borde de la sudadera entre mis dedos. Ellos no
sabían nada, nadie sabía nada de lo que yo estaba pasando.27

Me gustaría poder contárselo a alguien, contarle que mi familia estaba mal,


que... Necesitaba amigos, alguna persona fuera de casa que me entendiese y
me ayudase; pero no había nadie. Nunca había nadie. De fondo, aquellas
burlas me hacían sentirme una fracasada, una desgraciada que no tenía
ninguna suerte en la vida. Que no iba a hacer nada nunca porque tenía que
cuidar de su familia.20

Cuando llegué a casa, los dos dormían. Mi padre ni siquiera me había puesto
una manta en el sofá.

Me acosté pensando que a lo mejor todo mejoraría algún día, o todo iría a
peor.2

Antes de dormir pensé en lo que había escrito de aquella cafetería. Quizás esa
cafetería era el único rinconcito de paz que quedaba en mi vida.1

*
Camila's POV

Cuando la vi entrar por la puerta fruncí un poco el ceño, señalándola con el


rotulador.

—¿Café solo, pequeño, verdad... Lauren? —La chica se fue acercando al


mostrador asintiendo, sacándose la cartera del bolsillo trasero del pantalón.19

—Verdad. —Murmuró dejando el dólar en la mesa.

No sé qué traía a esa chica por aquí, más bien no sabía cómo alguien podría
estar escribiendo a las dos de la mañana en una cafetería vacía del centro de
Toronto. Me parecía una auténtica locura. Las calles no eran muy seguras de
noche, y menos para una chica sola.

Terminé de echar el café en el vaso y le dibujé una carita sonriente al lado de


su nombre antes de dárselo. Cuando lo puse en la mesa, ella se quedó mirando
el vaso con el ceño fruncido hasta que lo cogió con una tímida sonrisa.67

No dijo nada, se sentó en la mesa de siempre frente a la ventana y sacó su


cuaderno junto con un par de bolígrafos. Reparé en sus manos, las tenía
manchadas de tinta por algunas partes, o quizás no era tinta.

Cogí el trapo y empecé a limpiar las mesas del local una por una. Algunas
tenían manchas de café de toda la tarde, así que tuve que emplearme a fondo
en la labor. Mientras la chica escribía concentrada me acerqué a su mesa con
el trapo en la mano, ella levantó la cabeza con el ceño fruncido.

—¿Quieres que te limpie la mesa? —Señalé la tabla de madera.1

—Oh, uhm... —Se levantó de la mesa dejándome espacio, recogiendo el


cuaderno en el que estaba escribiendo. Pasé el trapo mojado por la mesa,
quitando algunas manchas de café que habían saltado de su vaso al remover el
azúcar.
—Perdona si te he molestado, pero ya está, ya tienes tu mesa bien limpia. —
Sonreí secando la mesa con el trapo seco, separándome un paso para que ella
se volviese a sentar.

—Gracias. —Se sentó de nuevo abriendo el cuaderno en la mesa. Lo miré


rápido y me di la vuelta; lo único que conseguí observar eran tachones, letras
que eran casi garabatos y flechas que iban de un lado a otro.+

¿Qué estaría escribiendo aquella chica?

CAPÍTULO 3

Renegades — X Ambassadors42

Lauren's POV

Nuestra casa era modesta, bastante modesta. Sólo había dos habitaciones, una
para mi padre y otra donde dormía mi hermana pequeña. Yo dormía en el
sofá; mi hermana solía tirarme del labio o la nariz por las noches, así que era
mejor dejarla tranquila. El suelo estaba enmoquetado en un color verde oscuro
que pocas veces se le pasaba la aspiradora porque yo apenas tenía tiempo y el
pasatiempo favorito de mi padre era sentarse a ver la tele con una cerveza en
la mano, justo como estaba en ese momento.1

Con las piernas tan separadas que a veces creía que no tenía genitales sino una
piedra en medio, los chicos a veces exageraban muchísimo aquella postura sólo
para sentirse más hombres supongo.29
—Hazme un sándwich. —Me dijo llevándose la mano a la entrepierna para,
supongo, que colocarla bien. Era vomitivo, quizás por su culpa yo detestaba a
todo hombre viviente.65

—Podrías hacértelo tú, tienes manos. —Recriminé llevando a mi hermana de


la mano por el pasillo. Daba pequeños pasitos y de pronto empezaba a correr.5

—Yo no fui quién echó a tu madre de casa. —Escupió. Sabía cómo hacerme
daño, sabía dónde dar para hacer que cediese, y yo cedía.1

—La diferencia entre tú y yo es que yo tengo que irme a trabajar. —Senté a


Rachel en la sillita de la cocina y abrí el armario, sacando el pan, la mortadela,
mostaza, lechuga y tomate. —Y tengo que pagar el piso de Chris también.
¿Qué haces tú? ¿Por cada lata de cerveza te dan cincuenta dólares? —Unté la
mostaza en el pan, escuchando cómo él gruñía en el sofá.

—A mí no me levantes la voz. Tu hermano es el que tiene que estudiar, tú —


giró la cabeza para mirarme y me señaló con el dedo— a trabajar.47

—Trabajo por mi hermana, no para pagarte a ti las cervezas y a él una carrera


que no quiere estudiar. —Cogí el plato y casi se lo tiré en la mesa, llevándome
una de aquellas miradas sucias de aquél maldito machista.

Rachel había salido de la cocina y se acercaba a mí, estirando sus manitas para
que la cogiese en brazos. Me arrodillé delante de ella peinándola un poco,
acariciándole las mejillas con una sonrisa.1

—Pórtate bien, bichito. —Sonreí dándole unos cuantos besos sonoros en las
mejillas, haciéndola reír.3

—A píiiiiii.36

Me levanté del suelo y cogí mi mochila de al lado de mi padre en el sofá,


suspirando. No me dijo nada, ni siquiera me miró.
—Cuídala bien, es pequeña. —Dije colgándome la mochila a la espalda, él ni
siquiera se inmutó.

—Si sé cómo hacer niños sé cuidarlos. —Respondió de mala gana, dejando la


cerveza en la mesa.52

—Ese es el problema, que sabes hacerlos. —Dije antes de salir de casa.13

Aquella noche fue... Aquella noche fue absolutamente desastrosa, cuando


llegué apenas pude cenar porque aquél sándwich de mi padre me retrasó lo
suficiente como para llegar justo a tiempo para trabajar. Los viernes eran el
mejor día para ganar dinero, sí, pero era el peor día para mí. Los platos
entraban uno detrás de otro, sin parar, de tres en tres en ocasiones. Las voces
se escuchaban en toda la cocina cantando comandas y pidiendo platos a voces,
mientras yo me mantenía alejada de aquél barullo limpiando los platos todo lo
rápido que podía.

Mis dedos no tardaron mucho en arrugarse, quizás a los quince minutos ya


estaban como pasas. En esas tres horas, hubo un momento en que ni siquiera
me sentía los dedos y tampoco la mano. Era una sensación horrenda. El calor
de la cocina, el dolor en los codos, el dolor en la espalda y la planta de los pies
al llevar tanto tiempo de pie sin hacer nada era lo que me estaba matando.7

El primer día fue un horror, acabé en esa misma cocina sentada en un taburete
con los pies metidos en agua caliente.

Cuando el servicio terminó no pude cambiarme porque había demasiada gente


en la sala de personal, así que salí a la puerta del restaurante. Miré al cielo.

Los edificios se levantaban gigantes delante de mí con luces azules que salían
desde la torre de Toronto iluminando toda la ciudad, el cielo era totalmente
azul. Una estampa algo futurista incluso, me atraía aquello. ¿En qué se
inspirarían los escritores en la Edad Media? No lo sabía, pero aquella estampa
de la ciudad bajo un encanto añil.1

—Eh. —Escuché la voz de uno de los camareros que se sentó a mi lado al


borde del pequeño escalón que daba entrada al restaurante. —Toma. —Me
tendió un cigarro.

Lo tomé y lo encendí, poniéndomelo entre los labios.

—¿Qué miras? —Preguntó. Me encogí de hombros sin responderle. En


realidad él nunca entendería lo que yo estaba observando, ni siquiera se hacía
una idea de cómo una persona como yo podría ver el mundo.5

—Nada, me he quedado perdida. Tengo que irme. —Dije levantándome


dándole otra calada al cigarro con el ceño fruncido. —Gracias por el cigarro.

Caminé calle arriba con los pies entumecidos, no me los sentía, como casi
todas las noches. Tiré el cigarro a una papelera antes de entrar a la cafetería, y
allí estaba la camarera. Ni siquiera sabía su nombre, pero a mí me parecía que
era preciosa. Además, me trataba con esa dulzura con la que nadie se tomaba
la molestia de hablarme, como si quisiese que me sintiera valorada.1

—¿Puedo usar el baño? —La camarera frunció el ceño y asintió con una
sonrisa.

*3

Camila's POV

La música sonaba de fondo dándole algo de ambiente a la cafetería, que se


mantenía con los focos encendidos iluminando toda la estancia. Del baño
Lauren salió cambiada con un pantalón negro rasgado por las rodillas, unas
converse rotas por los lados blancas y una sudadera gris de GAP. Las manos
con las que sostuvo la cartera estaban arrugada y tenía las uñas totalmente
blancas, como si acabase de salir de un largo baño.12

—¿Café solo pequeño o vas a cambiar algo? —La hice sonreír un poco,
girándome para coger el vaso pequeño.

Lo puse bajo la máquina esperando a que se llenase hasta arriba. Le coloqué la


tapa apretándola, escuchando aquellos pequeños 'crack' cuando el plástico
encajaba con el cartón y me giré de nuevo hacia el mostrador.

La chica estaba observando atentamente los sándwiches que había en el


expositor, hasta que carraspeé un momento para llamar su atención.

—Oh, sí, perdona. —Puso el dólar en la mesa y justo antes de coger el vaso
levantó la cabeza hacia mí. —Perdona, ¿me podrías decir tu nombre? —Ladeé
la cabeza con una sonrisa y los ojos entrecerrados. —Se me hace extraño
querer darte las gracias pero nunca saber cómo llamarte.

—Me llamo Camila. —Asentí sonriendo mientras guardaba el dólar en la


caja.26

—Pues... Gracias, Camila. —Se giró con una última sonrisa y tomó asiento en
la mesa frente a la ventana.1

Las luces azules teñían el cielo, lo recubrían con aquél manto artificial que
hacían de aquella ciudad algo precioso de lo que disfrutar. Desde el mostrador,
la imagen de Lauren escribiendo mientras bebía de su café de rato a rato.

A veces, mientras yo limpiaba el mostrador y creía que no la miraba desviaba


su vista hasta el expositor con los sándwiches. Tenía hambre, quizás no había
cenado.
Cogí un sándwich de pollo con mayonesa y lo corté en dos poniéndolo en un
plato. De mi cartera saqué dos dólares y los metí en la caja; este sándwich
corría de mi cuenta.159

Puse el plato en la mesa haciendo que levantase su cabeza hacia mí con los
ojos abiertos.

—Hola, pensé que te gustaría comer algo. —Señalé el sándwich a la vez que
ella bajaba la cabeza al plato. —Si no te gusta ese puedo cambiártelo.

—Es que... Yo no he pedido nada. —Espetó negando con el rostro algo


desencajado.

—Lo sé, pero yo invito. Casi eres mi único cliente aquí, así que... Gracias por
sostenerme el empleo. —Hice una mueca jugando con mis manos.

—Sólo me lo comeré si te comes la mitad, me siento mal. —Dijo negando,


poniendo los codos encima de la mesa.30

—Está bien. —Sonreí sentándome justo frente a ella. Sus manos cogieron el
trozo de sándwich que estaba más cercano y empujó el plato hacia mí. —¿Por
qué vienes a esta hora a la cafetería?1

—Se está más tranquilo, ¿no? —De un bocado fulminó medio sándwich, con
las comisuras del labio manchadas de mayonesa. Por aquella contestación
deduje que no iba a decirme mucho más y lo entendía; yo no era quién para
preguntarle algo que a ella le incomodaba.

—Tienes el labio manchado. —Lo señalé mirándola con una pequeña sonrisa.
Luego, me percaté de que tenía el borde de la sudadera roto. —Tu sudadera
está rota y... —Señalé su pelo soltando una risa. —Tu pelo está despeinado.53

—Soy un desastre. —Murmuró suspirando, soltándose la coleta para quedar


con el pelo suelto.16
—No, no eres un desastre. —Mis palabras provocaron una sonrisa irónica en
su rostro mientras se aireaba el pelo con la mano. —¿Sobre qué estabas
escribiendo?

—Sobre... Tonterías, ya sabes. Sólo son historias que se escriben en servilletas


de papel para luego tirarlas. —Soltó una risa pero luego frunció el ceño,
guardando su cuaderno en la mochila.

—Algún día podrías escribirme algo en una de esas servilletas. Las noches aquí
son bastante aburridas. —Reí un poco viéndola terminarse el trozo de
sándwich, dándole un sorbo al café.10

—Mis historias son aburridas. —Respondió mirando el trozo de sándwich que


me había dado, así que se lo tendí con una sonrisa.

—Deja que otros juzguen eso. —Me levanté de la mesa poniéndome bien el
delantal.4

*14

Cuando llegué a mi casa la luz de la cocina estaba encendida. Entré por el


jardín trasero, buscando mis llaves en el bolso con el ceño fruncido.

El jardín tenía setos a ambos lados, dos figuras de enanos que custodiaban la
entrada de este, recubierto por césped y un camino de piedra pizarra que
llegaba hasta los dos escalones que daban paso a la puerta de la cocina.8

Al entrar mi padre estaba en la isla central de la mesa con una taza de café en
la mano, su camisa y puesta y la chaqueta del traje encima de la silla.

—Buenos días, papi. —Fruncí el ceño acercándome a él para darle un beso en


la mejilla.1
—¿Cómo fue hoy? —Me encogí de hombros cogiendo una manzana del
frutero, mirándolo luego a él.

—Bien, como siempre. —Le di un pequeño mordisco aunque al comenzar a


masticar, bostecé teniendo que taparme la boca. —Me voy a la cama.

—Camila, ya te dije que no hace falta que tengas ese trabajo en la cafetería. —
Cogí de nuevo mi mochila de la silla donde la había dejado y caminé fuera,
girándome una última vez.10

—Lo sé, papá. Que tengas un buen día.

Subí las escaleras de una forma tan pesada que casi la boca rozaba la moqueta
de los escalones, y caminé hasta llegar a mi habitación. Era bastante grande,
con una cama bajo la ventana de madera, un armario amplio, el suelo de
parqué claro y un escritorio frente a la cama.38

Me tiré a plomo en el colchón. Lo único que me quité fue el sujetador y el


pantalón; caí dormida en cuanto mi espalda tocó la cama.

CAPÍTULO 4

Hymn For The Weekend — Coldplay40

Camila's POV

Caminé más rápido para atravesar el jardín de casa, que como el trasero estaba
rodeado por césped, aquél camino de piedra pizarra hasta llegar a los
escalones. La puerta estaba lacada en blanca con la cerradura plateada. A los
lados había grandes cristaleras con las juntas del mismo color que la puerta,
dando una sensación de luminosidad al jardín en esos días de lluvia.

Saqué las llaves del bolsillo delantero de mi mochila y encajé esta en la


cerradura, entrando en casa. Olía al asado de mi madre y las voces se
escuchaban en la cocina.

—¡Estoy en casa! —Alcé la voz dejando la mochila con todos mis libros en la
entrada y me apresuré a entrar en la cocina.

Allí mi padre con la camisa remangada hasta los codos, mi hermana con el
pijama ya puesto y mi madre servía la carne con el delantal puesto.

—Son las once y media de la noche, ya creía que estabas en la cafetería. No sé


cómo has llegado. —Me dijo él mientras yo tomaba asiento en la mesa.

—Siempre me las ingenio para llegar. —Sonreí cortando el primer trozo de


carne para llevármelo luego a la boca.

—¿Qué tal las clases? ¿Tienes que estudiar mucho? —Decía mi madre
mientras bebía algo de aquél vino que siempre tomaban mi padre y ella por las
noches.

—Bien... Tengo que estudiarme tres temas de bioestadística para mañana, así
que... —Hice una mueca removiendo las verduras de mi plato.4

—Te hemos dicho muchas veces que no tienes que ir a trabajar. —Suspiré
ante las palabras de mi padre. Me habían dicho 'ricachona' en el colegio
durante tanto tiempo que ahora ya no quería que la gente me viese así.103

Mi padre tenía una empresa de distribución de pescado y mi madre trabajaba


como gestora en una empresa de logística. Mis fiestas de cumpleaños eran
siempre multitudinarias, había un castillo gigante, payasos, princesas que
pintaban a los niños, dos tartas y muchas chuches. Todo el mundo quería ser
mi amigo y eso no cambió conforme me fui haciendo mayor.24

A los dieciséis mi padre alquiló la azotea de uno de los edificios más altos de
Toronto para celebrar mi cumpleaños, y a los 18 nos llevó a mí y a mis amigas
a Ámsterdam.

Ah, también me compró un coche.46

—Ya lo sé, papá. Pero quiero trabajar, no voy a estar detrás de ti toda la vida,
¿no? Ya no tendré que pedirte dinero si quiero algo. —Fruncí el ceño mientras
me tragaba aquél maravilloso trozo de carne glaseado que mi madre había
preparado al horno.

—Y no sabes lo orgulloso que me hace eso. ¿Tienes que irte después de cenar?
—Asentí paladeando el puré de patatas, mirando a mi hermana con los ojos
entrecerrados.

—Sí, de hecho ya estoy llegando tarde. —Dije con la comida aún en la boca, el
plato casi vacío y un trozo de pan en la mano que iba mordisqueando. —Os
quiero, hasta mañana.11

Subí corriendo a mi habitación y me cambié lo más rápido que pude,


poniéndome el polo blanco y los vaqueros, además de mis converse blancas y
el delantal que metí en la mochila. Luego corrí hacia el coche con las llaves en
la mano y presioné el botón que lo abría instantáneamente.1

Me senté en mi coche y arranqué, observando cómo se elevaba la puerta del


garaje y dejaba ver la acera de enfrente donde los setos de la casa de mi vecino
Marcus escondían el jardín.2
Las calles de la urbanización estaban vacías, y es que por las noches nadie solía
salir de casa. Había árboles de hoja caduca plantados uno cada diez metros,
altos y frondosos que coloreaban el paisaje.

Al llegar a la entrada de la urbanización enseñé la tarjeta de residente al


guardia de seguridad que había en la puerta y por fin salí. Con un dedo
encendí la radio.

—I said, drink for me, drink for me. When I was so thristy, pour on a
symphony. —Murmuraba mientras tomaba la carretera para llegar al centro
de la ciudad que se veía a lo lejos.3

La luz azul del skyline de Toronto te avisaba de que habías llegado, que
estabas allí, en una ciudad que crecía y avanzaba, pero que no olvidaba sus
orígenes. No era como una de esas ciudades americanas totalmente civilizadas,
en la que la gente iba con prisa a todas partes, se estresaban y todo era humo y
contaminación. Aquí no. A pesar de tener rascacielos y un centro ejecutivo, la
gente usa el transporte público para no contaminar, los coches son eléctricos,
hay bicicletas de uso público que todo el mundo usa e incluso hay gente que
tiene la suya propia.25

Aparqué en el parking que había detrás del edificio en el que estaba la


cafetería, cogí la mochila y me encaminé calle abajo. Algunas personas salían
del local con sus vasos de café en la mano, charlando entre sí y riendo. A veces
me gustaría tener algo más de clientela, no pasar toda la noche sola atendiendo
a un par de borrachos que entraban buscando el vaso y una taza de café y... A
Lauren.

—He dejado el lavaplatos puesto. Sólo tienes que darle a este botón, esperar
media hora y ya está, luego lo abres y colocas los platos. —La otra camarera se
quitaba el delantal en la parte trasera de la tienda, aireándose un poco el pelo.
Se llamaba Cheryl, era alta, con ojos azules y labios carnosos, siempre con una
sonrisa en los labios. Al parecer era modelo, pero durante la semana trabajaba
en la cafetería para pagarse el apartamento en el centro de Toronto.12

—Está bien. Ya me las apañaré. —Sonreí mientras me colocaba el delantal y


ella se colgó el bolso en el hombro caminando fuera de la parte trasera. Sus
piernas eran largas y finas, con la piel tostada y brillante.

—Y me debes una, ¿lo sabes no? —Me señaló dándose la vuelta con el ceño
fruncido. —Te he cubierto una hora entera.

—Me has salvado el culo, lo sé. —Murmuré poniéndome detrás del


mostrador.3

En ese momento Lauren abrió la puerta y se quedó mirando a Cheryl casi sin
pestañear.5

—Bueno, te dejo cielo, tienes clientes. —Giró sobre sus talones y caminó hacia
la salida sonriéndole a Lauren. —Pasa buena noche.

Al salir por la puerta Lauren se giró mirando por donde había salido. Parecía
estar embobada.

—Guapa, ¿verdad? —Me miró con la boca abierta sin saber muy bien qué
responder. —Sí, la mayoría no somos como ella. Es... Perfecta. —Lauren se
acercó al mostrador sin decir nada, acomodándose la tira de la mochila al
hombro. —¿Lo de siempre, corazón? —Asintió en silencio, parecía
enmudecida pero yo no dije nada.86

Le preparé su café, como siempre, puse su nombre y ella me dio aquél dólar.
Luego se sentó en la mesa y escribió en total silencio.
Puse el lavaplatos como Cheryl me indicó y abrí el libro de bioestadística
encima de la mesa. Tenía demasiado que estudiar para el día siguiente y muy
poco tiempo; aquello sí que me estresaba y no una cafetería llena de gente.4

No sé cuánto tiempo estuve estudiando, si una hora o cuarenta y cinco


minutos, pero en cuanto levanté la cabeza me acordé del maldito lavaplatos.2

—Dios mío. —Susurré dándome la vuelta para correr a la parte trasera de la


tienda, y el agua salía por los bordes de la puerta. —¿¡Y ahora qué hago!? —
Me acerqué al lavaplatos e intenté abrirlo, pero estaba ardiendo por todo el
calor al que estaba siendo expuesto. —El botón, ¡el botón! —Entre los nervios
y las prisas, presioné el botón con dos dedos tan fuerte que se quedó encajado
dentro. —Oh, no, no... ¡No!18

—¿Necesitas ayuda? —La voz de Lauren me sorprendió y di un pequeño salto


asintiendo.

Lauren entró y yo me hice a un lado, ella se remangó la camisa y se acercó al


lavaplatos. Dejó pulsado el botón unos segundos y cuando retiró el dedo, el
botón salió y el lavaplatos dejó de funcionar.

—Mmh... Vaya, qué... Inútil soy. —Me reí un poco frotándome el brazo, y
Lauren se quedó mirándome con el ceño fruncido.17

—No eres inútil, si nunca has tocado un lavavajillas es normal.

—Ya... Por estas cosas estoy trabajando. —Lauren miró el reloj que tenía en la
muñeca y suspiró, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Qué pasa? Si puedo saberlo... —El móvil comenzó a vibrar en el bolsillo de


mi pantalón y rápidamente me llevé la mano a este. —Mmh... —Desbloqueé
la pantalla suspirando. Steven.23
—Creo que ya no importa. En fin, nos vemos mañana, supongo. —Se dio la
vuelta y se fue.

Lauren's POV

Había vuelto a perder el metro, genial. Y todo por ayudar a aquella chica...
¿Camila? A apagar el estúpido y maldito lavavajillas. Dios, ¿cómo volvería a
casa? Lo único que pude hacer fue coger mi mochila y encaminarme por las
calles de la ciudad mirando por cualquier esquina.

Era estresante, era terrible y era humillante ir con miedo sola por la calle. Era
horrible tener miedo por cualquier persona que caminaba por allí, incluso si
era un chico de 16 años yo me aterraba. Empezaba a andar más rápido e
incluso me escondía en cualquier portal. ¿Por qué debía estar asustada? ¿Por
qué debía salir corriendo si veía a un hombre que aún no había hecho nada y
que sólo había dado tres pasos al salir de un callejón? Quizás porque las
mujeres sólo éramos un cebo para aquella sociedad patriarcal, quizás las
mujeres sólo éramos un juguete para quienes en realidad mandaban en el
mundo, que eran los hombres. Y odiaba sentirme así, odiaba sentir que podían
violarme y hacerme daño de camino a casa y que aún así nadie me daría la
razón y además todos preguntarían: ¿pero qué ropa llevabas puesta? ¿Le dijiste
que no? Una violación es por definición mantener relaciones sexuales sin el
consentimiento de otra, ¿cómo voy a decir que sí? La sociedad nos maniataba
y dejaban que los hombres hicieran lo que quisiesen con nosotras, porque a
pesar de que los tiempos habían cambiado esa sensación, esa mentalidad seguía
siendo la misma; las mujeres oprimidas y todas para nosotras.103
Después de media hora de camino, llegué a casa. De fondo, el llanto de mi
hermana a la que nadie atendía. Dejé la mochila en el sofá y corrí hasta su
habitación encendiendo la luz.1

—Hey, Rachie, estoy aquí. —La cogí en brazos dándole un beso en el pelo. Era
como un bebé, ella sólo quería estar en mis brazos y jugar conmigo todo el día.

—A pí. —Decía con la respiración agitada, apretando sus manitas en mi


camiseta.6

—¿Quieres dormir conmigo? —Asintió levemente y en la cama que había en


la habitación me tumbé con ella sobre mi pecho, acariciándole el pelo. Le puse
el chupete, y Rachel desapareció; estaba profundamente dormida.

—A píiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. —Noté las manitas sobre mi cara


apretándome la nariz, y luego las babas en mi mejilla. Me encantaba
despertarme así, con el más que probable arañazo en la nariz.17

—¿Ya te has despertado? ¿Mmh? —Me levanté con ella en el regazo,


enjugándome los ojos para poder ver un poco mejor y bostecé, dándole un
besito en la mejilla. —Te quiero mucho, Rach. ¿Tú me quieres a mí?14

—Ti. —Sonreí levantándome de la cama llevándola en brazos hasta la cocina,


sentándola en la trona.22

Abrí los armarios y no había nada, prácticamente nada. Un limón, una botella
de agua, arroz, un bote de tomate, un tarro de azúcar, otro de sal y nada más.
Me froté la cara con las manos y miré a la pequeña que miraba al techo de la
cocina.

—Mira, ¿te gusta esto? —Puse el tarro de azúcar delante de ella y metí un
dedo en el azúcar para luego acercarlo a su boca. —No me muerdas, ¿eh? —
Sonreí observando cómo Rachel chupaba la punta de mi dedo, y cuando se
acabó hundió su manita entera llevándosela a la boca. —Eso es. —Sonreí algo
triste.30

Mi padre se había ido, y yo no sabía por cuánto tiempo. A veces desaparecía


durante días, y era entonces cuando tenía que llevar a Rachel a casa de mi
vecino.

CAPÍTULO 5

Creep — Radiohead76

Lauren's POV1

Aquél día no fui a la cafetería, no me encontraba nada bien. Mi padre hacía


días que se había ido con el dinero que nos quedaba aquella semana para
terminar el mes y aquél dólar que me quedaba lo usaría para comprarle algo de
cereales a mi hermana pequeña.9

Pasé de largo la cafetería y giré la esquina para llegar a la estación de tren más
cercana. Vi el parque de lejos, debía cruzarlo para llegar a la estación. En uno
de los bancos había un grupo de chicos con latas de cerveza. Unos llevaban
gorros puestos, reían y gritaban. Yo me encogí frunciendo el ceño. Nunca
encajé, nunca fui parte de nada.1

Cuando fui acercándome pude ver que esa gente estaba en mi instituto,
entonces sí que me asusté. Caminé lo más rápido posible incluso cuando
escuché la voz de aquellos chicos.2
—Eh. ¡Eh tú! —Repetía él. —¡EH! —Caminé más rápido cuando él me
llamaba.

—EH. —Sentí un tirón de la chaqueta que me ahogó el cuello y casi hizo que
dejase de respirar por un momento. —Que te estamos llamando. —Dijo en un
tono furioso apretando las mandíbulas.1

—Oh, mirad quién es... —El chico me agarró del pelo tan fuerte que sentí un
millón de agujas clavarse en mi cráneo. Me arrastró hasta los demás con
aquella sonrisa lasciva, con esos dientes amarillentos y casi afilados.16

—Vaya... —Se acercó uno dejando la lata de cerveza en el banco, acercándose


a mí con aquellos otros dos más. —Esta es la pequeña puta que le dijo al
director que intenté meterle mano en el baño. ¿Y sabes qué, zorra?3

—Dejadme en paz, por favor. —Dije con las lágrimas cayendo por mis
mejillas, apretando los ojos par ano verlo más.24

—Aquí no hay profesores, ni directores que puedan echarme, esto es la vida y


tú eres una mierda que se graduó por los pelos, ¿huh? —Apretó sus dedos en
mis mejillas para acercarme a su rostro. —No vales nada. No eres nada. Ni
siquiera vas a la universidad, porque para lo único que sirves es para fregar,
limpiar y ponerte de rodillas. —El puñetazo que recibí en el ojo hizo que
cayese hacia atrás, aunque sus compañeros me sujetaron mi ojo latía fuerte. —
¿Te duele eso? ¿Huh? ¿¡TE DUELE!? No, no te duele. ¿Sabes qué tienes que
hacer? Podrías morirte, o podrías suicidarte. Oh, espera... ¿Tu madre no se
suicidó cuando se fue a Nueva York? Hmm... —Achicó los ojos dándose con el
dedo en la barbilla. —Tu padre va diciendo por ahí que se fue por tu culpa,
porque eres una inútil que no hacía nada, que no aportaba nada y que no
deberías haber nacido. —Me endosó una patada en la rodilla que hizo que
cayese al suelo, y luego la punta de su bota se estampó contra mi cara
abarcando mi labio superior y mi nariz. —Todo lo que haces es una mierda.48

—EH. ¡Dejadla en paz!11

No sé qué pasó, mentiría si contase algo porque yo me retorcía de dolor en el


suelo con las manos en la cara notando cómo la sangre empapaba mis manos y
el dolor recorría mi rostro.

Lo último que sé es que la policía me encontró.

—Arriba, arriba. —Me dijo el agente, quitándome las manos de la cara. —


¿Puedes tú sola? —Asentí, pero la realidad era que mis manos estaban
magulladas llenas de sangre por caer con ellas al suelo de tierra del parque;
pero conseguí levantarme. —¿Cómo te llamas? —Al otro lado del parque vi
cómo a los chicos se los llevaban en un coche patrulla.2

—L—Lauren. —Dije respirando agitada entre lágrimas. Él me puso un trapo


en la nariz que sujeté. Cerré los ojos.

—Bien, Lauren, vamos a llevarte al hospital, ¿de acuerdo? ¿Cuántos años


tienes?

—V—Veintiuno. —Respondí de nuevo, abriendo los ojos vidriosos para


mirarle. Iba a llorar de nuevo.

—Y dime, ¿qué hacías por aquí?—Apreté los ojos mientras caminaba


cojeando.

—Yo sólo iba al metro. S—Sólo... Iba al metro... —Murmuré comenzando a


llorar, y el agente puso una mano en mi brazo para dirigirme al coche con él.24

—Está bien, está bien, te llevaremos al hospital.


Allí me cosieron el labio y me pusieron un especie de gasa encima de él para
que se mantuviese cubierto. Al parecer también tenía una pequeña brecha en
la ceja que sólo necesitó un punto, la nariz no estaba partida y mi ojo estaba
hinchado.

La policía me dejó en casa, les agradecí aquello durante todo el trayecto a casa
y es que ese día estaba destrozada. Ese día estaba rota por dentro. Agradecí que
Rachel se quedase con mi vecina, a la que tendría que pagarle 10 dólares la
semana que viene.11

Me tumbé en el sofá y miré al techo, aunque poco después cerré los ojos.

¿Y si todas esas personas llevaban razón? ¿Y si yo no era más que un fracaso


que escribía sus historias en servilletas de papel? ¿Y si mis ganas de aprender
era todo una burda tontería? Probablemente llevarían razón. ¿Quién en su
sano juicio estudiaría en mi situación, cuando tengo que sacar una familia
adelante? Sí, era una mierda que tenía que trabajar para mantener a su
hermana y a su padre. Era una simple mota de polvo en un mundo donde
todos eran gotas de agua, y yo me perdía entre esa muchedumbre. Yo era
diferente, pero nadie notaba mi presencia.21

No me percaté de que las lágrimas caían por mis mejillas sin control, no podía
evitarlo. Aquellas palabras de ese chico dolían más que cualquier puñetazo en
el ojo, se clavaban y no se curaban. Me carcomían, estaban en mi interior. No
podía extirpar un pensamiento, estaba ahí clavado.

Mi madre se fue por mí, tenían razón. Mi madre se fue porque yo no


trabajaba, pero no se suicidó, tuvo un accidente de coche.

Mi madre murió por mi culpa, porque yo nunca hacía nada, porque quería
estudiar. Mi madre murió intentando darme aquello que yo perseguía, pero
no, no podía tenerlo. Debía hacer lo que ella hizo por mi durante mucho
tiempo; sacrificarse.18

Me pasé la noche llorando a solas, ya no era un sollozo, eran llantos casi


desconsolados que nadie podía parar. Nadie estaba ahí para pararlo, y nadie iba
a estar para mí. En mi vida sólo había una persona, y esa era mi hermana que
apenas tenía dos años.14

Pero estar sola en el mundo era una de las cosas que me rompían cada día por
dentro. No tener a nadie, no saber con quién hablar, a quién contarle tus
problemas o a quién acudir cuando necesitabas un abrazo. Yo me tenía a mí
misma, y la mayoría de las veces nunca era suficiente.28

*9

La noche siguiente fui a la cafetería, pero no llevaba cuaderno ni bolígrafos.


Sólo llevaba un dólar en la mano que me parecía suficiente para aquella noche.

En cuanto entré en la cafetería la sonrisa de Camila se desvaneció, y su rostro


tomó un tono blanco casi como el de los vasos que ella servía.8

—¿Qué te ha pasado? —Preguntó en voz baja, yo me encogí de hombros


dejando el dólar en la mesa.

—Dame un café solo pequeño, por favor. —Dije simplemente,


humedeciéndome un poco el labio inferior.

—Está bien... —Se giró y comenzó a preparar mi café.

—¿Conoces el parque que está aquí al lado? —Ella asintió girando la cabeza un
poco para poder mirarme de perfil mientras le ponía la tapadera a mi café. —
Unos imbéciles me dieron una paliza.
—¿Qué? ¿Por qué? —Me encogí de hombros dándole el dólar, tomando el
vaso de café.

—Porque soy Lauren, ¿no? —Sonreí triste con los ojos vidriosos. —Soy el saco
de boxeo del mundo, así debe ser. —Respondí yendo hacia la mesa donde
siempre me sentaba.29

Saqué una petaca de la mochila junto a un periódico y lo puse encima de la


mesa. Tomé un sorbo de café con whiskey mientras abría la sección de trabajo
cruzándome de manos. Todos pedían experiencia, todos menos uno.
Repartidor de pizzas, bien, tenía el carnet para conducirlas porque mi tío
Edmund me obligó a sacármelo porque decía que 'era el único sobrino cercano
que tenía'.13

—Eh. —Noté la mano de Camila posarse sobre mi hombro y alcé la cabeza


hacia ella, que se sentó a mi lado. No dijo nada, simplemente sacó un poco de
algodón de un botiquín que puso en la mesa y comenzó a limpiar la herida de
mi ceja. —No eres el saco de boxeo de nadie. —Murmuró sin mirarme a los
ojos, simplemente con la vista puesta en mi herida.

—Tú no sabes nada sobre mí. —Respondí en cuanto separó la mano, y levantó
mi barbilla para curarme el raspón que tenía en la barbilla.

—No, no sé nada sobre ti, pero tengo moral y nadie en este mundo es el saco
de boxeo de otra persona. —Solté una risa al escucharla, separándome de ella
mientras negaba.8

—Es metafórico.

—¿Todo lo que dices es metafórico? —Achicó los ojos para preguntarme.

—No es que yo sea el objetivo de la gente, Camila. Es que por alguna razón el
mundo siempre me da palos a mí. Siempre soy yo la que sufre, y me estoy
cansando de eso. —Giré la cabeza para meter el periódico y la petaca, sin
mirarla a ella. Se quedó en silencio, ¿qué iba a decirme? ¿Qué no llevaba
razón?2

—Bueno, deja que otros te ayuden. —Añadió, y giré mi rostro hacia ella lo
más seria posible.

—De una forma u otra las personas que se me acercan son las que más daño
me hacen. —Y no estaba mintiendo. Camila no sabía que más responder, pero
no desviaba su vista.11

—No todo el mundo es así. —Espetó volviendo a sujetarme la barbilla para


pasar el algodón con agua oxigenada por mi herida.

—Tú no tienes ni idea de cómo es el mundo, y de lo cruel que puede llegar a


ser. —Quité el maldito algodón de mi barbilla y me acerqué a ella apretando la
mandíbula. —Unos lo tienen todo y otros nada. Unos triunfan y otros se dejan
el alma y hasta su salud en el intento. Unos son ricos y otros pobres. Unos
enferman sin merecerlo y otros cabrones siguen viviendo. Unos ríen en
mansiones y otros lloran rodeados de miseria. Unos estudian lo que quieren,
otros ni llegan a estudiarlo. Unos trabajan en lo que quieren, otros se
conforman con un trabajo de mierda que no llega a un sueldo de 700 dólares.
—Mi mirada estaba tan fija en la suya, tan cerca de ella que debía darle miedo.
—Y así es la vida, preciosa. Parece que vives en un mundo de riqueza pero no,
trabajas en una cafetería. —Camila apretó los labios bajando la mirada. —Lo
siento, no quería ser tan agresiva.35

—No, no lo has sido. Tienes razón. Por eso trabajo en esta cafetería. —No supe
muy bien qué quería decir, pero suponía que era por eso del trabajo de mierda,
así que sonreí un poco.
—Quizás nos merecemos algo mejor que esto. Quizás, algún día podré alquilar
una casa mejor para mi hermana y para mí, que no tenga las cortinas del salón
rotas y el barrio no huela a cloaca. —Sonreí colgándome la mochila, Camila
no lo hizo, seguía cabizbaja jugando con un trozo de algodón entre sus manos.
—Ten cuidado esta noche, ya sabes lo que hay en esta zona. —Ella asintió con
media sonrisa.15

—Ten cuidado tú también.

CAPÍTULO 6

The Scientist — Coldplay75

Lauren's POV

A la luz del día Toronto parecía otra ciudad distinta, pero de noche era un
espectáculo de luces de colores que se reflejaban de un edificio a otro. Pero
ahora, a las tres de la tarde con el bullicio de la gente saliendo de trabajar no
era algo bonito precisamente.

Me dieron aquél trabajo en la pizzería, y ahora era la repartidora de pizzas de


Pizza Hut en pleno centro de Toronto. El tráfico en hora punta era mortal y
yo tenía que llegar a las afueras como fuese. Me coloqué bien la manga roja de
la chaqueta impermeable, con las gotas de lluvia cayendo sobre mí. Me estaba
calando hasta los huesos, el frío recorría mis dedos hasta la punta,
entumeciéndolos sobre el manillar de la moto.25

Arranqué de nuevo y por fin tomé el desvío de la autovía que llevaba hasta las
afueras. Los baches hacían que el sillín de la moto rebotase, y la rueda
delantera se deslizase más rápido de lo que en realidad quería; pero lo llevaba
bien.

Las gotas chocaban contra el cristal del casco, dificultándome la visión y


haciéndola un poco más reducida; aun así me las apañé para tomar el desvío
donde tenía que entregar el pedido. Era extraño, aquella urbanización tenía
hasta seguridad en la puerta. Tuvieron que llamar a la persona que pidió la
pizza para que diese permiso y pudiese entrar.63

Aminoré la marcha entrando por aquellas calles con árboles a los lados; no
sabía muy bien de qué especie eran.

Número 77. Paré la moto y me bajé de ella. Sin siquiera quitarme el casco
saqué la caja de pizza de la maleta roja que la mantenía caliente y me acerqué
a la verja del jardín. Llamé al timbre.

—¿Sí? —Levanté la visera del casco.

—Pizza Hut. —En timbre sonó y me dejó entrar.6

El jardín era bastante amplio, rodeado por setos, césped y un camino de


piedras hasta llegar a la entrada. Llamé dos veces y escuché risas tras la
puerta.1

Cuando la puerta se abrió vi a Camila, que tardó menos de tres segundos en


darse cuenta de que la que estaba detrás del casco era yo.40

—¿Lauren? —Me quedé en silencio porque no sabía qué decir.


—Hey. —Dije a través del casco, acercándole la caja de pizza que cogió con
ambas manos.

—Vaya, ahora te conozco yo trabajando. Es extraño. —Asentí bajando un


poco la mirada, aunque volví la vista a ella. —Te queda bien la chaqueta, por
cierto. —Sacó veinte dólares del bolsillo y me lo tendió, pero yo negué con el
ceño fruncido.9

—No, yo invito. —Camila alzó la ceja y se acercó a mí, metiendo el billete en


el bolsillo del pecho de mi chaqueta.

—No, no invitas. —Retrocedió unos pasos con una gran sonrisa en el rostro.
—Ten cuidado con la moto, ¿vale?

—¡Camila, dónde coño está la pizza! —Escuché la voz de otra chica desde el
interior de la casa, y se asomó por la puerta. Era rubia con el pelo corto, una
melena que llegaba por los hombros. Era bastante guapa.79

—¿Dinah, quieres calmarte? Estoy hablando. —Recriminó a su amiga,


girándose de nuevo hacia mí.12

—Oh, ¿es tu novia? —Camila le dio un codazo en el abdomen a la chica que


frunció el ceño.83

—No, es una amiga, imbécil. —Se giró de nuevo hacia mí con una sonrisa. —
Muchas gracias, nos vemos.

*3

La luz de casa estaba encendida y la puerta chirriaba al abrirse. La visión de mi


padre sentado en el sofá con una cerveza en la mano me abrumaba, y Rachel
estaba en el suelo jugando con una pelota de color rojo.
—Por fin llegas. —Se removió haciendo que las latas que había apoyadas a su
lado del sofá rodaran para pegar contra su costado, chocando entre ellas. —
Hazme la cena, anda.3

—No. —Dejé mi mochila en la silla del salón. Él se giró con los ojos
entrecerrados mientras yo cogí rápido a Rachel en brazos que se retorcía
porque quería seguir jugando.

—¿Qué has dicho? —Sus brazos se tensaron, apretaron el borde del sofá
mientras se levantaba hacia mí. Retrocedí unos pasos y dejé a Rachel en el
suelo, lanzando la pelota lejos por el pasillo para que fuese corriendo con esos
pasitos cortos e inestables.11

—Que te hagas tú la cena. —Quise seguir retrocediendo pero me topé con la


pared que daba a la cocina.8

—Tú no haces nada en esta casa. NADA. —Me enganchó por el cuello con
aquella enorme mano y me estampó contra la pared. Me estaba ahogando,
apreté los ojos intentando darle patadas pero a él no le molestaba. El cerco de
su mano se estrechó aún más alrededor de mi cuello. —Si no estoy yo aquí,
¿quién cuidará de Rachel? ¿Quién cojones le da de comer a tu maldita
hermana? ¿EH? —Las puntas de sus dedos comenzaban a apretar mi garganta,
y abrí la boca intentando buscar aire, dando manotazos sobre sus brazos para
que me soltase. Y me soltó, pero para darme luego un golpe en el pómulo con
su puño que me hizo perder la visión por unos segundos. —Aprende esto
porque te servirá en la vida; atiende a tu marido y cría bien de tus hijos porque
sin ellos serás la mierda que eres ahora. ¿Quién cuidará de ti si no estoy yo?
¿Huh? ¿QUIÉN? —Su mano volvió a apretar mi cuello y me estampó contra la
pared, dejándome caer en el suelo. —Me voy a dormir, se me ha quitado el
hambre.88
Mientras lo veía desaparecer las punzadas de dolor en mi ojo comenzaban a
intensificarse, y tosí. Tosí durante un minuto completo intentando no
ahogarme. Aún sentía las marcas de sus manos apretarme, ahogándome, como
si quisiese matarme; y es que eso quería.

*1

En el instituto algunos me preguntaba por qué era de aquella manera, por


qué... Muchas veces contestaba mal a la gente, por qué era tan seria y seca.
Pero la respuesta era simple; nadie sabía lo que pasaba en mi casa.4

Cuando se han pasado toda tu vida haciéndote creer que no eres nada, día tras
día, insultándote y degradándote hasta el mundo de no tener ganas ni de
comer, creas un muro de defensa. Estás siempre a la defensiva y muy pocas
personas pueden pasar a través de él.13

En mi caso ninguna.1

—No me mires con esa cara, anda. —Mi hermano empujó mi cabeza haciendo
que me revolviese, odiaba que él me tocase. Lo odiaba. Odiaba incluso que me
hablase.1

—Déjame en paz. —Bufé sentándome en la mesa de la cocina, observando


aquella grotesca escena que era mi padre comiendo.

—No mandes a callar a tu hermano. —Habló mientras comía, y pude ver los
trozos de pasta y carne en su boca. Qué ganas de vomitar.9

—Le he dicho que me deje en paz, no que se calle. —Enrollé los espaguetis en
el tenedor mirando a Chris que comía riéndose. Siempre, siempre se mofaba
de mí.1

Mi padre le había contado que me había pegado porque 'yo no le hacía caso' y
él le respondía que 'era normal si yo no hacía nada'.11
—Sabes, Lauren, quizás la que debería callarse eres tú. —Se giró para mirarme
con los ojos entrecerrados. —Ya que no tienes ni puta idea de nada, no tienes
el nivel suficiente como para entrar en una carrera, ¿qué coño vas a saber tú
de la vida? —Me dijo él con su mirada inundada de desprecio.36

—Yo sé más sobre la vida que tú. Y te recuerdo que si estudias en la


universidad es porque yo te lo pago, pero eso se va a acabar. —Desencajé la
mandíbula y me levanté de la mesa mirándolos a los dos.1

—Eso es lo que tú te crees. —Mi hermano sonrió ladeando la cabeza, soltando


una risa a la vez que mi padre.1

—Ya veremos.

*1

Camila's POV

Esa noche Lauren no entró mirando al suelo con gesto serio, ni con su mochila
al hombro. Esa noche Lauren entró llorando con marcas en el cuello y un
llanto desconsolado. Ni siquiera me miró o tomó asiento, se quedó en mitad
del local con las manos en la cara.11

Me apresuré a salir detrás del mostrador y me acerqué a ella quitándole las


manos del rostro. Me miró y comenzó a llorar incluso más fuerte. La abracé
contra mí. No sabía qué le pasaba, pero ella no parecía querer hablar. Estaba
abrazada a mi cuello a pesar de que yo era más bajita que ella, y lloraba contra
mí. Estaba deshecha entre mis brazos, débil, pero yo no sabía por qué. Apenas
sabía su nombre y que venía a escribir, pero no mucho más.31

—Hey... —La separé de mí limpiándole las lágrimas con los pulgares, pero ella
giró la cabeza negando, aun haciendo pucheros. —¿Quieres hablar conmigo?
—Negó y se sentó en una mesa, cubriéndose la cabeza con las manos.
Giré sobre mis talones y me dirigí hacia la barra para entrar tras ella. En un
vaso de cartón eché polvos de cacao y vertí leche caliente dejando el chocolate
espeso. Luego me acerqué a ella y puse el vaso en la mesa.

—Tómatelo, está bueno. —Lauren miraba el vaso con los ojos hinchados por
el llanto.

—¿Puedes apagar las luces? —Preguntó con la voz rota, cerrando los ojos.

—¿Las luces de la cafetería? —Asintió con los ojos cerrados.5

Me levanté y las apagué dejando la cafetería a oscuras. Sólo se veían los


botones blancos y rojos encendidos de la cafetera. Cuando me giré donde
estaba sentada Lauren la luz azul de los edificios de la ciudad se colaba por la
ventana del local. Ella me miró durante unos segundos y luego bajó la mirada
hacia el vaso que tenía delante.

Me senté en la mesa frente a ella.

—¿Por qué querías que apagase la luz? —Ella rodeó el vaso con sus dedos
encogiéndose de hombros.

—Porque se me ve menos la cara. —Respondió dándole un pequeño sorbo al


vaso de chocolate. —Y la luz de la ciudad es bonita.16

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras? —Pregunté a media voz, viéndola hundir
la cabeza entre sus brazos para esconderse de mí.

—Por tonterías. —Cogió una servilleta y la extendió sobre la mesa, pasando


los dedos por los bordes. La miró mientras hablaba conmigo.7

—La gente no llora por tonterías. —Espeté, pero Lauren no quería contarme
nada y se encogió de hombros.9
—¿Cómo es estudiar en la universidad? —Preguntó levantando la mirada
hacia mí con los ojos entrecerrados. Supongo que me vio estudiar aquella
noche y vio el logo de la universidad de Toronto en el libro.

—Genial, me gusta mucho, sobre todo porque aprendo lo que me gusta. —


Lauren asintió con el ceño fruncido, removiendo el vaso entre sus manos.

—¿Qué estudias? —Hizo una mueca al levantar la mirada.

—Medicina. —Volvió a asentir mirándome a duras penas, porque sus ojos


estaban rojizos y húmedos por las lágrimas.21

—Eso suena difícil... —Murmuró rascándose la frente, y luego apoyó su cara


entre sus manos. Fuera lo que fuese que le había pasado no iba a contármelo a
mí, pero yo era la única persona que estaba con ella en aquél momento en el
que peor estaba.

Metí la mano en el bolsillo del delantal y saqué un bolígrafo que me dieron


para apuntar los pedidos si la cafetería estaba muy llena y lo puse al lado de su
mano.

—Si no quieres contármelo, al menos escríbelo. No es bueno retener eso


dentro.

A Lauren le temblaba la mano al escribir, parecía llena de rabia. A la luz de la


ciudad, su silueta parecía casi un espectro, una sombra de la persona que ella
solía ser. Aunque no la conocía, sabía que en el fondo Lauren no era así.
CAPÍTULO 7

Jet Black Heart — 5SOS32

Camila's POV

Lauren permanecía escribiendo delante de mí, mientras yo secaba algunos


vasos que acababa de fregar yo misma; no me fiaba en absoluto de ese
lavaplatos.19

Escribía sin parar, casi arrancaba las servilletas para seguir plasmando aquellas
ideas en el papel con una facilidad y rapidez pasmosas. Yo pasaba la bayeta por
el interior de los vasos por el interior de los vasos, pero no apartaba la mirada
de ella. Paraba un momento, tomaba aire y metía las manos en su pelo como si
todo la atormentase. No lloraba, pero parecía agobiada y agotada.2

Me acerqué a ella justo cuando dieron las tres de la mañana y me puse de


rodillas a su lado en la mesa, con una mano en su brazo.1

—Lauren, deberías irte a casa, dormir un poco, ya sabes. —Ella negó soltando
el bolígrafo en la mesa, levantándose rápido al escucharme.

—No, tú no entiendes nada, ¿vale? No quiero ir a casa, no quiero. —Salió casi


espantada por mis palabras al final de la cafetería, a oscuras, escuchando cómo
lloraba de nuevo. No estaba en posición de que me explicase qué le pasaba,
porque a penas la conocía, pero lo que sí sabía es que aquella chica estaba
sufriendo más de lo que cualquier persona debería.2

—Hey, escúchame, ven. —Caminé hacia ella que estaba de espaldas, con las
manos en la cabeza. Puse una mano sobre su brazo intentando que se diese la
vuelta hacia mí, pero terminó siendo una caricia de consuelo. —¿Quieres
quedarte aquí conmigo hasta que yo me vaya y luego te llevo a casa? —Asintió
derrotada, enjugándose los ojos con las manos y girándose hacia mí. Era lo
menos que podía hacer por aquella chica.3

—Gracias. —Musitó con voz débil y una clara mueca de dolor en su rostro,
dirigiéndose de nuevo hacia la mesa donde estaba sentada.3

Atendí a algunos clientes mientras ella permanecía en la mesa, dándole


pequeños sorbos al chocolate que volví a calentarle. A veces, entre vaso y vaso
la miraba un poco y comencé a fijarme en los detalles de su rostro. En el aro
de su nariz, en sus ojos verdes que se clavaban en las historias escritas en esas
servilletas y en sus manos algo rudas y marcadas, al contrario que las mías.4

La puerta de la cafetería se abrió, y un hombre bajito, regordete y algo


desgarbado. Estaba calvo, aunque hacía una especie de cortinilla despeinada de
un lado a otro con lo que quedaba de su pelo, dándole un aspecto aún más
descuidado. Además, llevaba una camisa verde que estaba manchada por
varias partes.

Tambaleándose se acercó al mostrador y sin decir nada me señaló.

—Cerveza. —Entreabrí los labios. —Tú, quiero..., cerveza. —Estaba


totalmente borracho.

—Lo siento, señor. Aquí no tenemos cerveza. —El hombre entrecerró los ojos
apretando los puños en la barra.

Lauren apareció por detrás y casi enfadada lo cogió del cuello de la camisa, el
hombre poco pudo hacer con la fuerza que ejercía la chica sobre él.

—Qu—iero... Cerveza. —Repetía mientras andaba casi arrastras con Lauren


que se lo llevó al cuarto de baño.
—Lauren, ¿qué estás haciendo? No puedes tratarlo... —Abrió la puerta del
baño y le acercó la cara al lavabo, abrió el grifo y con el pulgar presionó el
chorro fuerte de agua para que le impactase en la cara directamente.5

El tipo se removió, y mientras casi se ahogaba, ella me dedicó una mirada


seria, como si supiese exactamente lo que estaba haciendo. Tras diez segundos
lo levantó con la cabeza y lo empujó fuera del baño.

—Hazle un café. Se irá después. —Lo empujó contra uno de los asientos frente
a la ventana y se quedó allí tumbado, creo que dormido, y Lauren se sentó en
su mesa sin decir nada más.

Le hice el café, y el pobre hombre se lo tomó. Al terminarlo, no sabía qué


estaba haciendo allí y tampoco la hora que era, realmente no tenía pinta de ser
un borracho habitual porque rápidamente salió corriendo a pedir un taxi para
irse a casa.4

En cuanto a Lauren, allí seguía; con un montón de servilletas desperdigadas


por la mesa y mirando al frente sin más.

Cuando dieron las cinco y media de la mañana salí de detrás del mostrador y
me acerqué a Lauren que estaba medio dormida sobre todas las servilletas en la
mesa.

—Lauren... —Susurré en voz baja, poniendo una mano sobre su espalda. —


Lauren. —Murmuré una vez más y ella abrió los ojos mirándome. —Me tengo
que ir ya, ¿vienes, cielo? —Ella asintió irguiéndose en la silla. —Voy a por mis
cosas y vengo.149

Entré en la parte trasera de la tienda, metiendo el delantal y sacando las llaves


del coche. Cuando volví Lauren tenía el jersey puesto y miraba al suelo con el
ceño algo fruncido. Estaba de espaldas, así que aproveché y lo más rápido que
pude cogí aquellas servilletas y las metí en mi bolso.10
—¿Nos vamos? —Caminé señalando la puerta, Lauren asintió con las manos
metidas en los bolsillos.

Caminó junto a mí viendo cómo ahora la ciudad estaba sin luz. Los edificios
parecían estar desconectados, y lo único que iluminaba la ciudad era el azul
más claro del cielo y los primeros destellos de sol que comenzaban a aparecer
alumbrando las calles.

—Vamos, entra. —Dije al abrir el coche desde la acera, rodeándolo para entrar
en el asiento del piloto.

—Wow. —Musitó al entrar, sentándose en él. —¿Te puedes comprar un


coche trabajando en una cafetería? —Solté una risa mientras encendía la
calefacción apretando un simple botón. El frío de Ontario se colaba por cada
rincón libre que hubiese.2

—No, es un regalo de mi padre. —Arranqué poniendo las manos en el


volante, saliendo de aquella calle; justo en el parque donde Lauren recibió
aquella paliza. Aún recordaba cuando entró de aquella manera en la cafetería.

—Qué suerte. —Asentí al escucharla.

—Oye, Lauren... Sé que no nos conocemos mucho. Prácticamente nada. —


Cambié de marcha con la palanca y aceleré. —Por cierto, ¿dónde vives?

—Higham Hill. —Asentí mirando al frente.

—El caso es... —Incliné un poco la cabeza para mirar si venía algún coche y
volví a acelerar para tomar el desvío de la autovía. —Que no nos conocemos
pero... No quiero verte mal, ¿entiendes? De alguna forma siento una conexión
contigo y no sé cuándo podrías estar mal o no. —Me humedecí el labio
inferior dándole una rápida mirada, pero Lauren seguía con la mirada en el
frente. —Y si tú... Me das tu número así podrás llamarme siempre que estés
mal, o hablar conmigo. Lo que tú quieras.54

—Está bien. —Dijo con voz más seria. Noté que me miró en ese preciso
instante. —Pero yo no quiero molestarte.

—No molestas. —En el cartel ya ponía 'Higham Hill' así que tomé la segunda
salida que me llevaría al centro de aquél barrio pesquero.

—No lo sabes. Hoy te he molestado.

—No, hoy me has entretenido. Me gusta ayudar a la gente. —Espeté


parándome en un semáforo, pasándome una mano por el pelo.3

—Por eso estudias medicina. —Murmuró casi a regañadientes, y asentí


volviendo a arrancar para entrar de lleno en aquél barrio. —Déjame aquí.2

—¿Aquí vives? —Paré el coche frente a una casa con jardín, bastante bonita a
decir verdad. Tenía un gran jardín exterior y estaba pintada de verde.

—Más o menos. Gracias por traerme y... Perdón. Ah... —Frunció el ceño y
antes de salir volvió a girarse hacia mí. —¿Mi número?

—Sí, sí. —Saqué mi móvil del bolso y se lo tendí para que marcase su número.
Tras unos segundos me lo tendió y yo la llamé en ese instante para que mi
número se le quedase grabado. —Oye, antes de que te vayas, ¿te gusta leer?7

—Bastante. —Dijo con la puerta medio abierta y un pie en la acera.

—¿Cuál fue el último libro que leíste? —Soltó una risa y se pasó una mano por
la cara con un suspiro.

—No lo recuerdo.

*6
Lauren's POV

Aquella no era mi casa, pero ojalá lo fuese. Era la casa de los Parrish, en la
parte más 'acomodada' del barrio. Caminé por la calle que daba al puerto,
observando cómo el mar estaba teñido por un tono plateado que le daban las
nubes. Siempre estaba lluvioso en Toronto, no había un día que no lloviese; y
lo adoraba. Adoraba esa sensación de frío, de lluvia, de paz, de mirar por la
ventana y observar las gotas caer. Era algo metafórico, supongo. Quizás ese
tiempo triste y apagado era como cuando escuchabas esas canciones tristes y,
de alguna forma, te hacían sentir mejor.27

Los pequeños barcos pesqueros atracaban en el muelle, moviéndose al son de


las olas con aquellos pescadores descargando las cajas de pescado. El sonido de
las gaviotas acompañaba la estampa junto con esa pequeña campana de los
barcos que sonaba al moverse.10

—Ayer no me dio tiempo a verte. —Sonreí al escuchar a Michael y me senté a


su lado en el pequeño muro que separaba la calle de la zona del muelle. —Me
fumé el cigarro yo solito.18

—No estaba para charlar mucho ayer. —Giré la cabeza hacia él; estaba
masticando. Tenía una bolsa manchada de grasa en la mano y me la acercó con
una tierna sonrisa.

—Toma, es beicon. —Cogí una tira crujiente y le di un pequeño mordisco. —


¿Has dormido bien? —Eso sí que me hizo soltar una leve risa.1

—Mmh... Acabo de llegar. —Miré la tira de beicon con el ceño fruncido


mientras la mordía lentamente, saboreándola.

—¿Dónde has estado?


Una de las cosas que me gustaban de Michael era que preguntaba pero no
agobiaba. Conversaba conmigo; se preocupaba pero a la vez no parecía estar
preocupado, y eso hacía que contarle mis problemas fuese más fácil.2

Tenía el pelo azul con un flequillo que tapaba su frente y el pelo muy corto
por detrás. Llevaba siempre unos jeans negros muy ajustados, casi como los
míos, y camisas de cuadros o un chaquetón verde. Además, tenía unos tatuajes
muy chulos en el brazo. Siempre le decía que tenía que ser mi hermano por
eso de que ambos teníamos los ojos verdes.58

—En una cafetería... Con una chica. —Lo miré y él entrecerró los ojos
parando de morder el beicon. —No tuve nada con ella, además creo que es
hetero, así que...49

—Si yo fuese una chica hetero saldría contigo, así que no creo que eso sea un
problema. —Me dio con su trozo de beicon en la nariz, haciéndome reír.43

—A ninguna chica le gustaría, Michael. Me lo dices porque eres como mi


hermano mayor y tú deber es hacerme la pelota.1

—En realidad mi deber sería meterme contigo, pero sí, también. —Él se reía y
yo también, achicando un poco los ojos. —Yo tampoco le gusto a ninguna
chica, así que no te agobies.11

—La chica con la que estuve ayer es... Es preciosa, Michael. —Suspiré al decir
eso. No se lo había dicho a nadie, ni siquiera yo misma lo había pensado
porque no me había dado tiempo a pensarlo; lo sentía. —Y es cariñosa, y dulce
y... Me trajo hasta casa en su coche.

—Wow... ¿Te gusta? —Me quedé en silencio un segundo y negué


rápidamente.3
—No, es sólo que... No sé, me gustaría ver una peli mientras la abrazo,
besarla...79

—Claro, pero 'no te gusta'. Hay que joderse. —Solté una risa negando, dándole
un golpe con el codo.

—Es que... No me gusta pero... Nunca nadie me ha tratado así, y siento tal
falta de ese tipo de cariño que con cualquier cosa me emociono y empiezo a
imaginarme cosas, no sé.67

—Es broma... Yo... —Carraspeó apretando la bolsa. —Sé cómo te sientes,


nunca he tenido novia ni... Ni nadie. Quiero decir, soy virgen. Ni siquiera sé
qué es besar a una chica.2

—Por suerte o por desgracia, stamos juntos en esto. —Murmuré en voz baja,
apoyando mi cabeza sobre su hombro.3

—Estamos juntos en todo.

CAPÍTULO 8

Magic — Coldplay32

Lauren's POV

La novia de mi padre era el ser más despreciable del mundo. No aportaba nada
a nuestra familia, pero lo peor de todo era que mi hermana era su hija. SU hija
y renunció a ella. La tuvo, y tal y como la tuvo nos la endosó a mi padre y a
mí. A él claro, no le importaba en absoluto porque la que cuidaba de la
pequeña era yo. Me enfadaba cada vez que venía a casa y hacía como si Rachel
no existiese, como si no conociese de nada a esa pequeña, pero en realidad lo
agradecía muchísimo. Mi hermana no se merecía a una arpía como esa. En
absoluto.23

A mí me habían despedido de aquella pizzería sólo porque tardé un poco más


en el pedido que llevé a casa de Camila; menuda inutilidad. Pero bueno, el
empleo en el restaurante me iba bien. O eso pensaba, al menos iba intentando
limpiar los platos más rápido cada día.

Ese fin de semana tenía el sábado libre, y ella vino a comer. Mi padre siempre
desaparecía días y se iba con ella a Nueva Inglaterra en coche. Mi hermano
también había venido, así que ahora estaba la 'familia' al completo.

—¿Cómo te va en la carrera? —Preguntó Kate a Chris mientras yo repartía


una ración de macarrones con eso para cada uno.21

—Bien, supongo. No sé. —Me senté en la mesa cogiendo el tenedor sin


levantar la mirada del plato.

—Menos mal, eres la esperanza que nos queda a tu padre y a mí. —Los tres
sonrieron. A pesar de la presión que me hundía el pecho de rabia e impotencia
miré a mi hermana que cogía los macarrones con dos manitas y se lo agolpaba
en la boca.2

Me levanté de la silla y nadie se inmutó; cogí a Rachel en brazos que ya había


terminado de comer y mientras caminaba hacia la habitación le limpié la
boquita con cuidado.

La dejé en el suelo de la habitación tras cerrar la puerta y fui directa a


tumbarme en la cama. Rachel se puso en el borde y la subí para que se
tumbase sobre mi pecho.

Abrí el móvil y lo primero que vi fui un mensaje de Camila.


C: "Hey... Soy Camila, espero que guardases mi número. Sólo quería que
supieses que... Te echo un poco de menos, ya sabes. Estos días no has pasado por
la cafetería y he empezado a preocuparme por ti. Siento si soy pesada o algo,
pero... Tengo la necesidad de ayudarte, de estar contigo todo lo que pueda y, no
sé, tenemos una conexión. O al menos por mi parte la hay... Quizás si quisieses
podríamos casarnos, ¿no? Jajaja."244

—Tú, levanta de una puta vez de ahí y ponte a limpiar la cocina. A ver si
haces algo de una puta vez, que hasta tu hermano ha fregado su plato. —Y se
fue dando un portazo.32

Estaba inundada en rabia, quería romper la maldita pared a puñetazos por


aquello que acababa de decir. Siempre, si mi hermano limpiaba un vaso, no
más, era un gran hecho. 'No sé qué sería de esta casa sin ti', 'no sé qué pasaría
si no estuvieses tú', le repetían una y otra vez. Mientras yo limpiaba la cocina,
él se sentaba en el sofá para ver el fútbol con mi padre. Estaba tan cansada, tan
enfadada y me sentía tan impotente que sólo me apetecía gritar y darle patadas
a todo.8

Dejé a Rachel en su cuna con algún que otro quejido para que no me fuese;
aparentemente mi hermana pequeña era la única que me apreciaba allí.

—¿Por qué tengo que recoger yo? ¿Por qué Chris no hace nada? —Mi padre
soltó una risa sentándose en el sofá.

—Él hace más que tú en esta casa. Mucho más que tú. —Apreté los dientes y
cerré los puños hasta que mis nudillos se pusieron blancos. Arrastré los brazos
por toda la mesa y derribé los vasos lanzándolos contra mi padre y Kate que
estaban sentados en el sofá.5

—TEN COJONES DE DECIR QUE NO HAGO NADA CUANDO SOY YO LA


QUE PAGA TUS FACTURAS. —Grité en su cara, con el corazón a mil por
hora con todo mi cuerpo temblando. Cuando me di cuenta de lo que había
dicho la mano de mi padre estaba en mi cuello y me estampaba repetidas veces
contra la pared.15

—Pagarás lo que tengas que pagar por lo que nos has hecho. —Apretó más su
brazo contra mi cuello; me estaba ahogando. Abrí la boca para buscar algunas
débiles bocanadas de aire, pero no podía. Toda su rabia estaba contenida hasta
que me zarandeó y soltó un cabezazo que me hizo sangrar de nuevo, como el
otro día.4

No tenía que ir muy lejos para que me diesen una paliza.

Salí de casa y aunque sólo llevase una camisa y el frío fuese terrible me dio
igual. Caminé llorando por el vecindario, caminé mirando la nieve cubriendo
los barcos y el mar, en calma, apaciguaba un poco esa tormenta que me estaba
matando.3

Me quité el abrigo y me despojé de la camiseta, cogiéndola y poniéndomela en


la nariz para tapar el sangrado; luego volví a ponerme el abrigo encima. La tela
blanca absorbía la sangre y se teñía de rojo intenso. Estaba cansada, estaba
agotada; pero esto sólo era el principio aunque llevase años así.

Mi móvil llevaba sonando por mensajes un rato, así que lo abrí.

C: "Hey, no me dejes en leído idiota."54

C: "Vale, no eres idiota. Pero no me gusta que me dejen colgada."

Cerré los ojos con la camiseta puesta en la nariz, intentando tranquilizarme


sentada en aquél bordillo frente al muelle. Quería responderle, por supuesto,
pero no, no podía soltar la camiseta.

C: "Mira, si no quieres hablar dímelo, sólo quería saber si estabas bien."3


Cogí el móvil y empecé a escribir levantándolo a la altura de mi cara para
poder verlo mientras intentaba que la nariz dejase de sangrarme.

L: "Lo siento, he tenido que dejar el móvil un momento. Siento esto, deberías
invertir tu tiempo en otra cosa que no sea yo."

C: "¿Qué? ¿Por qué no iba a querer hablar contigo? Es una simple conversación,
no te estoy dando uno de mis riñones, tonta."7

L: "Para mí una conversación con alguien es el equivalente a eso, así que..."

C: "Oh, Lauren... ¿Estás bien?"

Separé la camiseta de mi nariz cuando paré de sangrar aún con el sabor a


sangre en la garganta.

L: "Prefiero no hablar sobre cómo estoy, si te soy sincera."

C: "Puedes contarme lo que sea, lo sabes, ¿no?"

L: "No me gusta captar la atención de nadie sólo para contarle mis problemas.
No estoy bien, sólo eso."11

C: "Daría lo que fuese por abrazarte ahora mismo."77

Sonreí mirando la pantalla del móvil y no supe qué responder en ese primer
instante. Nadie me había dicho algo así nunca, nadie había mostrado afecto
por mí de esa manera.7

C: "¿Tienes algo que hacer hoy? Es mi día libre y... La verdad es que ni siquiera
nos conocemos fuera de la cafetería."

L: "No, mmh..."

C: "¿Mmmh?"

L: "Sólo di hora y sitio, Camila."5


C: "Yonge—Dundas Square, a las 7. ¿Te parece bien?"

L: "Allí estaré."19

* * *19

Entré corriendo en casa de Michael pidiéndole algo de ropa y es que en


realidad la ropa de chico me servía. Me gustaban los jerséis de Michael así que
le cogí uno, era de lana y de color azul, bastante calentito. Su madre dejó que
me duchase y me arreglase allí mientras Michael me miraba desde fuera del
baño con el ceño fruncido.29

—¿Has quedado con esa chica? Wow, qué rápida Lauren.

—Cállate, no he quedado de esa manera. —Dije ocultando una sonrisa,


echándome un poco de aquella colonia de bebé que su madre tenía para
después de la ducha. Para los Clifford yo era como una hija más y desde que
murió mi madre aquella era mi segunda casa. —¿Sabes qué me ha dicho?24

—Llevo esperando a que me lo cuentes desde que has entrado en casa. —Se
cruzó de brazos con el ceño fruncido. Saqué el móvil y le mostré la
conversación en la que decía que daría todo por abrazarme en ese momento.
—Wow. W o w. —Señaló la pantalla y luego me señaló a mí. —Sí que habéis
quedado de esa forma.

—N...

—¿Cómo qué no? Eso no se lo dices a una persona con la que no quieres algo...
Bueno, o eso creo. —En ese momento mi móvil volvió a vibrar, y volvía a ser
Camila.

C: "Date prisa Lauren, te echo de menos :( La cafetería ayer estuvo vacía sin
ti."64
—Vale, debo irme.

—Usa protección. —Bromeó Michael soltando una risa mientras yo me ponía


una bufanda alrededor del cuello y me enfundaba el chaquetón.44

—Qué idiota eres.

* * *5

Llegué a Yonge—Dundas Square y miré a todas partes. Pocas veces visitaba el


centro de Toronto porque siempre estaba trabajando o en casa con mi
hermana y las escasas veces que salía eran para ir con Michael al puerto.

—¡Bu! —Escuché a mis espaldas. Me di la vuelta y sonreí al ver a Camila.


Llevaba puesto un gorrito, un abrigo fino y pequeño que la hacía parecer más
adorable. Además tenía algunos copos de nieve en el gorro. —Te he asustado,
¿verdad? —Me señaló sonriendo algo tímida. —Sí, te he asustado. Lo veo en tu
cara.28

—Sí, estoy aterrorizada. —Sonreí mirándola con las manos en los bolsillos.9

—Bueno... Soy Camila, la estudiante de medicina. —Extendió la mano hacia


mí y la estreché con media sonrisa.

—Yo soy Lauren. —Ella frunció el ceño y ladeó la cabeza esperando a que
siguiese mi explicación. —Lauren, la escritora en ciernes. —Aquello la hizo
reír y se puso la mano en la boca para tapar sus dientes.

—Encantada de conocerte Lauren. ¿Puedo abrazarte ya? —Abrí los brazos y


me agaché, sintiendo cómo sus brazos se enganchaban a su cuello. Rodeé su
cintura con los míos y en ese instante fue la primera vez que sentí un abrazo,
un abrazo de verdad. Un abrazo de esos que te dan cuando más lo necesitas.32
—¿Dónde vamos? —Pregunté al separarme, y ella se frotó las manos
comenzando a caminar, y se encogió de hombros.

—Un sitio muy chulo a pocas manzanas de aquí.2

Miré a mi alrededor, miré las luces de aquella plaza de grandes carteles, luces
de neón, gente haciendo compras y paseando bajo la nieve. La gente era muy
tranquila, quizás lo que en mi casa faltaba.

—¿Cómo estás? —Abrí los ojos ante la pregunta mientras asentía.

—Bien, bien. —Mentí sonriendo, ella también lo hizo.

Entramos en una cafetería cercana y la verdad es que no tenía nada de


especial. Imitaba a una cabaña de pescadores de madera, con cañas colgadas en
las paredes y pequeñas bombillas de colores.

Mientras yo me quitaba la bufanda ella se deshacía de su gorro y lo dejaba en


la silla que tenía a su lado.

—Oye... Quiero pedirte perdón por lo del otro día y darte las gracias por...
Llevarme a casa. —Solté finalmente con un suspiro y Camila arrugó la nariz
negando.

—¡No! —Rio poniendo las manos en la mesa, sacando la lengua entre los
dientes. —No me des las gracias por esas cosas. Intento hacer el bien para todo
el mundo, ¿sabes?2

—Por eso estudias medicina. —Asentí lentamente y ella apoyó la barbilla


sobre sus manos que estaban entrelazadas. El camarero llegó y nos miró a las
dos.

—De beber quiero... Un refresco de cola y de comer... Un perrito completo. —


Camila me miró a mí y yo apreté los labios, encogiéndome de hombros.35
—Pediré lo mismo. —Volví a mirar a Camila y estiró la mano hacia mí con el
ceño fruncido, quitándome algo cerca de la nariz.1

—Tenías un papelito. —Con las cejas gachas lo dejó a un lado en la mesa y


volvió a mirarme. —Bueno... ¿Vas a contarme algo de ti?4

—No... —Apreté los ojos y carraspeé, ladeando la cabeza. —No tengo nada
que contar, a decir verdad.

—Venga ya, Lauren... —Me dio con el dedo en el brazo y me ruboricé


pasándome las manos por la cara.

—Uhm... Sólo me gusta escribir, ya lo sabes, y...

—Sólo quiero que me digas qué te gusta, qué no, ya sabes...

—Vale, me gusta el mar, la lluvia, la noche en Toronto, las... —Sonreí


parándome, cruzando las manos delante de mi cara.69

—¿Las qué? —Inquirió ella cogiéndome de las manos para que la mirase a la
cara.7

—Las... Las ciudades frías. —Asentí tragando saliva, porque el 'las chicas' iba a
salir directamente.54

—Oh, eres muy interesante. Seguro que tienes un cuaderno de cuero todo
ajado, con apuntes por todos lados y cosas súper chulas escritas. ¿A que sí? —
Alcé las cejas con una sonrisa al escuchar las palabras de Camila y solté una
risa, negando.

—No, sólo tengo folios sueltos. No soy una escritora de verdad. Sólo escribo.
—Me encogí de hombros torciendo el gesto.

—¿Y qué escribes? Como... ¿Historias de amor? —Sonreí asintiendo un poco,


dejando que su dedo acariciase un poco el dorso de mi mano.10
—Sí, eso escribo. —Camila se quedó en silencio e hizo una mueca, apretando
los dedos en la mesa.

—Mira... Hay un chico que me gusta. —Bien. No supe cómo reaccionar así
que no moví ni un músculo de mi cara. —Se llama Steven, y es muy atento
conmigo, hemos quedado un par de veces y eso y... No sé si le gusto, me
manda como 'señales' contradictorias. Después de lo de la última chica que me
gustó no sé si... De verdad le gusto o sólo quiere, 'eso'. —Enfatizó mordiéndose
el labio inferior, mirándome algo preocupada.159

—Yo... —Carraspeé jugando con mis manos, mirándola a ella encogiéndome


de hombros. —Escribo historias, pero nunca he tenido una relación, así que
no puedo ayudarte en eso. Lo siento. —Me encogí de hombros jugando con el
vaso de refresco que el camarero acababa de poner en la mesa.5

—No importa, me gusta muchísimo pero... Lo que tenga que ser, será.97

* * *1

Llegue al barrio y caminé por el muelle observando la luz de la luna sobre el


mar, escuchando los barcos. Las gaviotas estaban flotando en el agua, y el olor
a salitre se calaba hasta en mi ropa. Nunca me cansaría de aquello por mucho
que odiase ese barrio, por mucho que odiase a mi maldita 'familia'.

En el pequeño muro que separaba la carretera del muelle estaba sentado


Michael con un cigarro entre los dedos y al verme sonrió soltando el humo
entre sus labios, a su lado unas latas de cerveza.

—La pequeña Lauren. ¿Qué tal tu cita? —Me senté a su lado y suspiré
apoyando las manos en el bordillo.
—¿Tienes un cigarrillo? —Sacó uno del bolsillo de su chaquetón y me lo
tendió junto con el mechero. Lo encendí poniendo la mano delante
succionando un poco para encenderlo. —Le gusta un tío.

—Bueno, es hetero. Las tías hetero que tontean con otras tías de 'broma' me
caen fatal. —Solté una risa y entre los dedos sujeté el cigarro y tomé una
calada larga tragándola y expulsándola entre mis labios al aire; parecía
congelarse.49

—No, no es hetero. —Sonreí girándome hacia él que le daba una calada a su


cigarro. —No le gusto porque soy fea. —Solté una risa, aunque en mi interior
aquello dolía demasiado. Siempre era lo mismo, siempre era yo la que se
quedaba con las esperanzas rotas y perdidas y la autoestima por los suelos.98

—Déjate de gilipolleces, no eres fea. —Me puso una lata de cerveza en la


mano ya abierta. —En cambio yo...8

—La gente es gilipollas, Michael. Quizás si me gustasen los chicos tú y yo


llevaríamos saliendo bastante tiempo. —Ambos reímos un poco y acto seguido
nos quedamos en silencio mirando al mar algo más serios.

—No tenemos autoestima, y es una mierda. —Susurró él mientras yo le daba


un trago a la cerveza, asintiendo a sus palabras. —La gente dice que tú sólo
puedes quererte, que nadie te va a querer como tú, pero eso es mentira. —
Asentí apretando la mandíbula. —Si no has sentido aprecio de alguien al
menos una vez en tu vida, si nadie te ha... Te ha dicho que vales, o que le
gustas o algo agradable, sientes que eres una mierda. Pero la gente eso no lo
entiende, la gente no entiende nada. —A pesar de sus palabras, me hizo sentir
mejor. Cuando te sientes comprendida siempre te sientes mejor.37

Apoyé mi cabeza sobre su hombro mirando el mar con el cigarro entre las
manos; solté un suspiro.+
—Te quiero, Michael.

CAPÍTULO 9

Human – Christina Perri51

Lauren's POV8

—Oh, vamos, no me jodas. —La voz del mêtre sonaba en la cocina, mientras
yo me colocaba mejor el delantal.4

Desde que Camila me confesó que le gustaba otra persona no volví a


plantearme eso de poder ser algo con ella, porque de hecho era imposible. Así
que mi cabeza dio un vuelco y asumí que Camila era simplemente mi amiga,
nada más. Me fue tan fácil quizás porque no sentía nada por ella, sólo aquella
ilusión porque alguien me quisiese, pero nada más.30

En otras noticias, mi padre encontró un trabajo como contable en una oficina.


Pensaba que no tenía que ir a trabajar, pero qué va. Ese dinero era
enteramente para él, yo tenía que seguir pagando los gastos de la casa y el piso
y los gastos de Chris.2

—Lauren, quítate el delantal. —Major me señaló con el rostro preocupado.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —Me quité el delantal con el ceño fruncido y miré a la
cocina. Michael estaba de espaldas picando verdura, y se giró para mirarme
algo aturdido.
—Tienes que suplir a Chad, se ha roto la muñeca y no puede venir. Así que
ponte un pantalón y una camisa, ¿oído? —Asentí rápidamente dejando el
delantal encima del fregadero.1

—Oído.49

Miré por última vez a Michael antes de salir y le sonreí para dejarlo más
tranquilo. Sabía que a mí me daba algo de reparo estar frente a la gente, pero
no quería que se preocupase por nada.5

Me cambié, me puse un pantalón negro, la camisa blanca y me cambié los


zapatos a unos algo más elegantes que aquellas zapatillas deportivas para fregar
platos.

El mêtre se llamaba Gregor. Era alto, siempre con la barbilla alzada y parecía
estar extremadamente recto. Cuando digo extremadamente recto es que
parecía que su columna vertebral era una barra de acero que le impedía
doblarse.23

—Bien, ¿sabes cómo funciona esto? —Miré la carta que tenía entre las manos
e hice una mueca.

—Más o menos.

—Tomas el pedido y lo llevas a cocina, lo cantas y preguntas si lo han oído.


Estas serán tus mesas. —Señaló los números 2, 6, 4 y 8 en el papel que llevaba
en la carta, y suspiró cerrando los ojos.4

—Por favor, no metas mucho la pata. Si tienes dudas sólo me preguntas, estaré
aquí.

—Vale.
La gente era agradable, aunque me seguía dando miedo eso de no serles del
todo simpática pero sin excederme. Una cosa que me servía para trabajar de
aquella manera era que lo entregaba todo, y en cuanto me dieron un poco de
confianza comencé a trabajar como una camarera más, no como aquella
camarera suplente.

—Marchan dos. Unos raviolis carbonara y unos ñoquis boloñesa. —Dije


mirando el papel, pero nadie me contestó.3

—Canta la comanda, no la susurres. —Me dijo Major que se aseguraba de que


todo iba bien en sala. —Pregúntales si lo han oído y habla más alto.5

—Marchan dos. Raviolis carbonara y ñoquis boloñesa. ¿Oído? —Miré a


Michael, Major y Ashley.7

—Oído. —Gritaron los tres.

Cuando salí y vi que la mesa 6 estaba ocupada pensé que aquello no podía
estar pasando. La mesa 6 constaba de asiento para 10 personas, y en cada
asiento estaba mi peor pesadilla durante seis años; mis antiguos compañeros de
instituto.52

Sentí un golpe en el hombro que me zarandeó, era Gregor mirándome como si


fuese estúpida y me hubiese quedado paralizada en mitad del servicio.

—Atiende a esa mesa, ¿a qué esperas? —Frunció el ceño mientras él caminaba


de nuevo hacia la puerta. Yo me encaminé hacia la mesa en la que estaban
todos sentados.

Tragué saliva y caminé hasta la mesa, casi exponiéndome delante de ellos. La


voz apenas me iba a salir, tenía la garganta engarrotada y creía que si me
miraban yo estaría encendida como hierro entre las llamas.

—Buenas... —Solté por fin, captando toda su atención. —¿Qué van a tomar?
—No me lo puedo creer, pero si es Lorenzo Jauregui. —Todos empezaron a
reírse. Apreté la mandíbula y agaché la cabeza, sí, estaba siendo como aquellos
días de instituto en los que los insultos y humillaciones eran pan de cada día.31

—¿Qué pasa? ¿A tu madre no le dio para la universidad? Oh, espera, que no


tienes. —Todos se echaron a reír y estuve a punto de ponerme a llorar ahí en
medio. Pero no. Permanecí inmóvil con el block de notas en una mano y el
bolígrafo en otra, tragando saliva.12

—¿Ese es tu pelo natural o tuviste que comprarte una peluca después de que te
lo quemáramos? —La mesa entera reía, y el restaurante entero me miraba a mí
y los miraba a ellos.9

—Por favor, díganme qué van a tomar. —Repetí en tono suave, intentando
mantener la calma dentro de lo posible mientras todos miraban con la boca
abierta.

—¿Te sabes la carta del restaurante, Lorenzo? Porque en el instituto ni


estudiar sabías, siempre suspendías ciencias. —Por cada risa mi paciencia
acababa un poco más, y miré a los comensales de las demás mesas volviendo la
mirada hacia ellos. —'Letras, letras, letras hay que defender las letras', puag.
—Soltó el mismo con una risa. —Mírate donde estás estudiando esa mierda de
letras. Al final teníamos razón y sólo llegarías a recoger nuestra mierda.6

—Si no van a tomar nada les dejaré que sigan mirando la carta, o en cambio
que los atienda otro camarero. Que pasen buena noche. —Me di la vuelta y vi
a Gregor detrás del mostrador en la entrada mirándolo todo con los ojos
abiertos. Ellos seguían riéndose.

Cuando entré a la cocina Major sujetaba a Michael que estaba absolutamente


descontrolado. Empujaba a Major para salir ahí y matarlos, con el rostro
enfurecido.32
—Suéltame Major, ¡suéltame! —Empujó al cocinero para deshacerse de él. —
Te juro por dios que voy a matarlos.8

—No, cálmate. —Dije poniéndome en el lugar de Major, frente a Michael. —


No merece la pena, Mike. —Él me abrazó, y aunque tenía la chaquetilla llena
de manchas, no me importó, porque en aquél momento sí que lo necesitaba.8

—Marchan ocho. Tres de ñoquis al pesto, tres de lasaña boloñesa y dos de


tagliatelle carbonara. —Escuché la voz de la otra camarera a nuestras
espaldas.6

—Vamos, Michael, no pierdas más el tiempo. —Tuvo que separarse de mí para


volver a picar verduras. Él siempre estaba picando verduras.

Salí de nuevo a la sala, y ellos seguían riéndose cada vez que pasaba. Tomé
nota a la mesa de al lado, parecían una pareja agradable. Quizás habían dejado
a los niños con sus padres y se habían escapado de noche romántica. O quizás
acababan de conocerse y estaban allí en una de esas primeras citas.

Ella pidió postre un sorbete de fresa y él otro de limón. Los recogí en la cocina
llevando la bandeja en la mano y con una sonrisa, caminando hacia la mesa.
Justo cuando iba a llegar tropecé con una pierna y caí de boca en el suelo. La
bandeja cayó primero y rompió las copas, y mi mano derecha se estampó
contra los cristales, clavándose en la palma de mi mano para abrir una herida
que comenzó a mancar el suelo de sangre.21

Dolía, dolía mucho, y los miré mientras sujetaba mi mano que soltaba
borbotones de sangre. Pero nadie dijo nada. La otra camarera simplemente me
recogió del suelo, y la pareja a la que debía servirle los sorbetes y que me vio
caer me miraban horrorizados.

—Me han puesto la zancadilla. —Murmuré mientras entraba en la sala de


personal con la mano entre trapos que se teñían de rojo.1
Gregor hizo llamar a la ambulancia, y Michael se sentó a mi lado sujetando mi
mano una vez terminó el servicio. Me pusieron seis puntos de sutura en la
mano y la cubrieron con una venda hasta la mitad del brazo. Luego la
pusieron en un cabestrillo.

Después de todo, Gregor me dijo que no los iba a dejar entrar jamás al
restaurante. Me quedé algo más tranquila.

Salí del restaurante con mi maleta a cuestas y la mano vendada, debería irme a
descansar pero... La verdad era que no tenía muchas ganas de ver a mi padre y
a la zorra de su novia que había venido a vivir con nosotros, así que entré en la
cafetería de Camila.

—Dios mío, ¿pero qué te ha pasado? —Preguntó sin darme tiempo a


acercarme al mostrador o siquiera a cerrar la puerta. Yo me encogí de
hombros. Ver su cara siempre me relajaba, me hacía sentir que había un lugar
seguro en el mundo, personas que se preocupaban por mí, que no solo estaba
Michael.

—Un incidente. ¿Me pones un café? —Pregunté mirando sus ojos aunque los
suyos no estuviesen fijos en los míos.2

—Claro, claro. Oye, ¿por qué tú nunca me hablas de tu vida? Yo te cuento


cosas sobre la mía. —La observé de espaldas mientras preparaba mi café, con
el pelo recogido en un moño casi mal hecho y algunos mechones cayendo
sobre su nuca. Aquél desastre comedido la hacía preciosa.5

—No quiero hablar. Mi vida no es algo de lo que estar orgullosa. —Sonreí al


ver que ponía el vaso sobre la mesa y le tendí el dólar acercándome el vaso, y
ella se quedó en silencio, apoyando los codos en el mostrador.

—Tengo algo para ti. —Fruncí el ceño al escuchar sus palabras y me alejé del
mostrador.
—¿Qué?

—No te asustes. No es nada. —Se agachó cogiendo su bolso y buscó con las
cejas gachas hasta encontrar lo que buscaba. —Mira, aquí está. —Puso un
libro encima de la mesa con una gran sonrisa. Mitos griegos.31

—Pero yo no puedo aceptar...

—Calla. —Extendió el libro hasta que lo cogí con la mano libre y la miré a
ella. —Los estaban vendiendo en la puerta de mi facultad. Sólo me costó un
dólar. Supongo que, en una biblioteca de medicina estos libros cogen polvo. —
Solté una risa al escuchar sus palabras y miré la portada; era color mostaza y
en negro y cursiva tenía escrito el título, nada más.1

—Muchas gracias.1

*1

Camila's POV

Lauren se sentó en la mesa que estaba en la ventana; su mesa, y comenzó a


leer aquél libro pasando los dedos por las páginas ajadas del cuaderno. Sonreí
un poco mientras secaba los vasos y los colocaba.

Cuando me quise dar cuenta ella estaba dormida. Su cabeza reposaba sobre el
libro y su mano herida estaba en su regazo. Me acerqué con cautela y me puse
de cuclillas a su lado. Acaricié su espalda con la palma de mi mano hasta que
ella giró la cabeza pero sólo para cambiarla de postura, durante unos segundos
permaneció dormida. Al abrir los ojos sonreí ampliamente.

—Hola. —Murmuré, apartándole el pelo de la cara. —Duerme en mi coche y


luego te llevo a casa.

—No... —Se incorporó con el ceño fruncido y frotándose un ojo.


—No es una sugerencia.

Lauren se levantó e iba un poco aturdida. Salimos de la cafetería y el frío de la


noche me golpeó, aunque a Lauren no pareció importarle. Parecía mi hermana
Sofi cuando se quedaba dormida en el sofá y en el trayecto a la cama no se
enteraba de nada, hasta que paramos frente a la puerta de mi coche. Allí se
echó encima de mí, como si estuviese a punto de caerse de sueño.2

—Lauren, ya está aquí mi coche. —Susurré con la voz más dulce que pude
poner. Pero Lauren me abrazó y escuché que un atisbo de sollozo salía de ella.
—Si alguna vez quieres contarle a alguien lo que te pasa... Puedes desahogarte
conmigo. ¿Vale? —Lauren asintió sin soltarme, y yo suspiré.+

La vida no era tan fácil para todos.

CAPÍTULO 10

Broken Home — 5SOS30

Lauren's POV

Pocas veces me sentaba en el sofá de una forma tranquila para comer algo, y
eso a veces me debilitaba. Sentía que no tenía un hogar, que no tenía un sitio
donde poder descansar, donde tener mi espacio y poder respirar. Me
provocaba ansiedad ver cómo todos deseaban llegar a casa y yo no, yo sólo
quería quedarme en alguna cafetería mirando a la nada. Dolía. Dolía sentirme
tan sola y ver a los demás con sus vidas, sus casas, con familias y apoyo. En
cambio yo no tenía ni siquiera casa. Mi habitación era la de mi hermana que
dormía en la misma cama que yo, ni siquiera tenía un maldito escritorio, nada.
Mi armario era una bolsa de basura en un rincón de la habitación, y para más
inri mi padre me prohibía dormir en la habitación de mi hermano.1

Estaba sentada en el sofá con la tele encendida y Rachel me agarraba de las


mejillas de pie en mi regazo. Era la niña más guapa que había visto jamás,
siempre tenía las mejillas rosadas y lo señalaba todo. Otro dato curioso es que
nunca lloraba.5

—A píii. —Puso sus manitas en mi boca haciéndome sonreír un poco, y luego


se apoyó en mi pecho mientras veíamos la tele.

—¿Sabes cómo me llamo? —Rachel se removió en mi regazo y volvió a


levantarse con ayuda de mis manos para sostenerse.

—Orem. Ooooorem. —Solté una carcajada al escucharla, llenando sus mejillas


de besos y cobijándola entre mis brazos, haciéndola reír a carcajadas.88

Escuché el coche de mi padre aparcando fuera, y entonces apagué la tele


rápidamente. Miré a mi hermana con la esperanza de que me entendiese.

—Rach, ahora vamos a jugar a un juego que es... Vamos a dormir. Y quien
aguante más dormida gana, ¿vale? —No dijo nada, sólo se agarró a mi cuello y
yo me tumbé en el sofá con ella entre mis brazos. Antes de que abriesen le
puse el chupete en la boca y su mantita entre sus brazos, y así no daría ni un
ruido.3

La puerta se abrió y escuché un suspiro.

—Ves lo que te digo, Kate. Mírala. —Escuché el sonido de la puerta


cerrándose y luego los pasos hasta la cocina. —Ahí está, tirada en el puto sofá.
No hace absolutamente nada.38

—Lo sé, George. —Respondió Kate sin más.18


—Da asco. No hace nada y pretende compararse con su hermano. Que lo deje
en paz de una puta vez, Chris no tiene la culpa de que ella no sepa hacer nada
y de que nunca lo vaya a hacer en esta casa. —Dijo con total desprecio.10

Sentí una fuerte presión en el pecho al escuchar aquello; pero no, no era
porque me afectasen sus palabras. Era porque estaba inundada en rabia e
impotencia.4

Cogí a mi hermana en brazos que se había quedado dormida de verdad, y


mientras ellos hablaban sobre lo poco que aportaba a la familia, o lo mucho
que me odiaban, cogí el abrigo de Rachel, el mío, su bolsa y salí por la puerta
trasera de casa casi escabulléndome.

Me senté en el bordillo de la casa de al lado y la apoyé en mi pecho,


enfundándole el pequeño abrigo rosa por los bracitos. Se me hizo difícil
porque se removía en mi regazo para agarrarse a mi cuello, hasta que lo
conseguí.

Llevar su bolsa y a ella en brazos a la vez con una sola mano no era nada fácil.
Aunque en el trayecto de metro hacia el centro fue algo más fácil. Se apoyó en
mi pecho durmiendo, dándole igual si la gente a nuestro alrededor hablaba o
gritaba. Simplemente se regocijaba en mi pecho.1

Cuando salimos del metro se despertó por el frío que hacía, y es que había
empezado a nevar de nuevo en Toronto. Caminé lo más rápido que pude,
escuchando los pucheros de Rachel y amagos con comenzar a llorar, así que
me dirigí al restaurante en el que trabajaba.

No había mucha gente, sólo tres mesas estaban ocupadas y el servicio estaba
tranquilo. Gregor me miró y sonrió, acercándose a mí rápidamente a través de
las mesas.
—¿Qué haces aquí en tu día de descanso? —Apreté un poco los labios sin
saber qué responderle. Quería decirle que llevaba puesto mal el cuello de la
camisa, y que una de las cartas estaba a punto de caerse de su mostrador, pero
no era el momento. En realidad venía porque hacía frío.

—A comer. —Gregor se quedó mirando a Rachel, y sé lo que estaba pensando;


creía que era mi hija. Llevaba más de seis meses trabajando allí y nadie se
había preguntado nada sobre mi vida, así que su reacción tampoco era una
sorpresa.

—Por supuesto. Siéntate en la que quieras y... Tengo que darte algo del otro
día.

—Vale.

Dejé a Rachel en el suelo y la agarré de la mano, dirigiéndome a una de las


mesas en el rincón justo dando a la ventana. La nieve comenzaba a posarse en
el alféizar, y eso entretenía a mi hermana que se sentó justo a mi lado.

Al volver, Gregor volvió con un sobre y lo colocó encima de la mesa. Estaba


bastante abultado.

—Mira, Lauren... Siento mucho lo que pasó la otra noche, de verdad. Eso son
las propinas que dejaron los clientes para ti, hay... Bastante. —Soltó una risa
acercándome un poco más el sobre. —Y no te preocupes por venir a trabajar,
hasta que no te vea el médico del seguro y estés bien no puedes incorporarte.

—Está bien. —Él sacó el bloc de notas y me miró esperando a que le dijese qué
íbamos a tomar. —Uhm... Para ella un poco de agua y... Unos palitos de
mozzarella, le gustan mucho. Rach... —Suspiré cogiéndola con una mano para
volver a sentarla, porque estaba intentando ponerse de pie para mirar por la
ventana. —Y para mí... Ñoquis boloñesa.
—Genial. —Se giró sobre sus talones y se encaminó hacia la cocina.

—¿No puedes estarte quietecita un poquito? —Rodeé la cintura de Rachel con


mi brazo y la senté en mi regazo, dejando que jugase con los videojuegos de mi
móvil para niños. Sabía perfectamente cómo manejar el móvil, incluso mejor
que yo.

—¿A píii? —Señaló el juego y luego se llevó el dedo a la boca para


mordisquearlo un poco.

—¿Dónde nos sentamos? Hay mucho sitio libre. —Escuché detrás, y es que
estaba entrando gente en la cafetería.

—Joder, si es que deberíamos haber ido a comer a KFC, como siempre. Está
cerca de la universidad.

—Lo sé, Dinah, pero hoy quería comer algo más sano, ¿sabes? Mis arterías van
a reventar de un momento a otro. —Reconocería esa voz incluso debajo del
agua. Parpadeé un momento, ¿debería girarme o no? No quería interrumpir la
comida con su amiga, no quería interrumpir su vida diaria. Yo sólo era la chica
de la cafetería, y ella era alguien... Ella era alguien, sin más. Tenía vida. —
¿Lauren? —Escuché que me llamaba desde atrás, y casi no me dio tiempo a
girar la cabeza cuando ya estaba frente a mí. —¡Hey! —Abrió un poco más los
ojos al ver a Rachel, y luego me miró. —¿Es tu...?12

—Es mi hermana, mi hermana. —Fruncí el ceño con una risa, mirando a


Rachel que había dejado el móvil para mirar a Camila. —Se llama Rachel.

—Hola Rachel. —Dijo en voz más baja, agachándose para quedar más cerca de
la pequeña. —Yo me llamo Camila.

—A píiii. —La señaló con el dedo y luego se escondió en mi pecho,


provocando la risa de Dinah y Camila.9
—Mira, esta es mi mejor amiga Dinah. Dinah, esta es Lauren. —La rubia
levantó la mano con una sonrisa para saludarme.

—Encantada. ¿Queréis sentaros? —Camila miró a Dinah que asintió, y ambas


se sentaron en las sillas justo frente a mí. Decir que aquella situación no me
ponía nerviosa era mentir en toda regla. No quería que supiesen que trabajaba
allí.

—¿Y qué haces por esta zona con tu hermana? —Camila cogió una carta de
encima de la mesa, y yo intentaba que Rachel se estuviese quieta.

—Mmh, salir a comer. Pero es algo difícil con un bicho como este, ¿sabes? —
Dinah soltó una risa alargando la mano para acariciar el pelo de Rachel.

—Dímelo a mí. —La pequeña se quedaba mirando a Dinah con la boca


abierta. —¿Quieres venir conmigo? ¿Sí? —Rachel estiró los brazos hacia la
rubia y la cogió entre sus brazos, mirándola co una sonrisa. —Por favor, tu
hermana es demasiado mona.3

—Dinah tiene como tres mil hermanos o así. —Comentó Camila con tono
sarcástico, y Dinah asintió apretando los labios.47

Gregor se acercó de nuevo y dejó los palitos de mozzarella en el sitio de


Dinah, y a mí me puso los ñoquis delante. La rubia insistió en que comiese
tranquila, que mientras a ellas les traían lo que habían pedido. Me pareció un
muy buen gesto aquél.

—Sigo preocupada por tu mano. No sé si estarás bien. —Solté una risa


mientras comía, mirándola directamente. —Ya, ya sé que me vas a decir que
no tengo que preocuparme.

—Me conoces demasiado bien como para sólo verme en una cafetería en la
que la mayoría del tiempo yo escribo y tú friegas vasos. —Camila sonrió
arrugando la nariz, porque sabía que tenía razón y no podía arrebatármelo con
nada.

—Bueno, muchas veces existe un vínculo entre las personas


independientemente del tiempo que lleven conociéndose, o de lo mucho o
poco que hablan. Puedes no hablar mucho pero sí sentir mucho.7

Dinah había dado justo en el clavo. Pero no porque yo tuviese a esa persona en
mi vida, ni porque fuese Camila; sino porque llevaba toda mi vida buscando
alguien con quién tener esa conexión, alguien que me entendiese, alguien que
me quisiera, alguien que estuviese ahí para mí sin pedir nada a cambio, alguien
que me abrazase, que me hiciese sentir segura cuando peor estaba, alguien
que... Me valorase. Pero no había nadie. No en la forma en la que yo quería.

—Sí bueno... —Dijo Camila con una pequeña sonrisa mirando a Dinah.

—Es diferente la conexión que tienes con Stev, que básicamente lo que está
conectado son vuestras lenguas y es asqueroso. —Dinah y yo reímos a
carcajada limpia, y Camila se hizo un poco más pequeña en su silla.27

—No digas esas cosas...

—Pero si eres tú quien me las cuenta. —La rubia puso el palito de mozzarella
en los labios de Rachel que lo mordió, quedándose agarrada a su mano. —¿Y
tú qué, Lauren, algún novio? —Entreabrí los labios mirando a Dinah, jugando
con mis manos debajo de la mesa. —Eso es que no, o que el chico que te gusta
no te hace caso.

—Eso es que no le gustan los chicos, imbécil. —Rápidamente miré a Camila


sin decir nada. ¿Cómo cojones sabía que a mí me gustaban las chicas? —Es
decir, que no tiene por qué gustarle los chicos. Hay más opciones. ¡No te ciñas
a un solo modelo de pareja! —Le dio un golpe en el hombro a su amiga que la
miraba igual de confusa que yo.68
Las chicas comieron y Rachel volvió a mis brazos. Tras aquél pequeño
'incidente' —si es que podía calificársele así— Dinah y Camila tuvieron que
irse corriendo porque en menos de media hora empezaban sus clases de
nuevo. Qué envidia, ir a clase, no sentirte inútil en la vida. Daría lo que fuese
por estar en la carrera que quería.4

—Lauren. —Gregor me llamó y alcé la cabeza. Camila y Dinah ya habían


pagado, menos mal, porque si llego a tener que pagar yo iba mal. —Esta
comida corre de nuestra cuenta y, quería preguntarte algo.

—¿Qué pasa? —Aparté las manitas de Rachel que se posaban sobre mi boca y
mis mejillas.

—La empresa tiene un servicio de cáterin, como ya sabes. Tenemos un gran


evento en tres semanas, para entonces creo que estarás bien. Serían trecientos
dólares por el servicio, de nueve a una de la madrugada, traslado incluido.1

—Pero si yo sólo... Yo sólo friego platos. —Dije intentando explicarme


aquello.

—El otro día lo hiciste francamente bien. Mantuviste la calma y la serenidad


en todo momento, además de que se te da bien. ¿Qué dices? Michael ha dicho
que sí. —Se cruzó de brazos, esperando mi respuesta.+

—Cuenta conmigo.

CAPÍTULO 11
The Chain — Fleetwood Mac27

Lauren's POV2

Nunca me había puesto algo que se semejara tanto a un traje. Nunca me


habían dado tantas indicaciones para una simple fiesta, pero según había dicho
Gregor era importante. No sé de qué se trataba, tampoco teníamos que saber
mucho. Las únicas indicaciones que nos dio a los camareros fue que siempre le
diésemos la razón al cliente, que ofreciésemos la comida con sutileza y nada de
meter platos en la cara de los comensales. Esto no era ese simple restaurante.2

Había un autobús en el que subíamos todos los camareros y cocineros; apenas


eran las 6 de la tarde y ya íbamos de camino a la zona de celebración. Michael
se sentó a mi lado, parecía gustarle aquella camisa. Él había trabajado dos
veces como camarero, en cambio yo simplemente una vez. Una vez que me
había bastado para ganarme la confianza de Gregor.

—¿De verdad crees que me queda bien la camisa? —Se pegó las manos al
pecho con un suspiro. Despegué la mirada de la ventana y lo miré a él con el
ceño fruncido.

—Claro que sí. Además, no se te verán los tatuajes de los brazos si es lo que
tanto te preocupa. —Miré sus dedos y se había maquillado los tatuajes que
tenía en ellos. Además, llevaba el pelo bastante bien peinado para lo que solía
ser él.8

—Está bien.

Volví a mirar por la ventana, y es que la fina lluvia caía sobre Toronto como si
quisiera clavarse en los cristales sin que nos diésemos cuenta. De esa forma
fina, sutil y delicada en que comenzaba a llover en primavera y unos minutos
después aparecía el sol para formar un arcoíris. Mi madre decía que esa lluvia
sólo era 'para ensuciar', y que si llovía, que lloviese bien.8
Y llovería bien, porque estábamos en pleno noviembre.

Abrí los ojos al ver el desvío que tomaba el autobús porque me sonaba
demasiado. Michael miraba el móvil con el ceño fruncido, así que no iba a
preguntarle nada. Además, tampoco salía mucho de la ciudad como para poder
decirme si ese camino podía llevar a diferentes sitios.13

Volví a mirar a la carretera, al cielo totalmente negro, preparándose para


soltar una de las tormentas más grandes que había visto Toronto, o al menos
eso parecía. Pero la tormenta acababa de empezar para mí.

Estábamos entrando en la urbanización en la que vivía Camila, y yo me estaba


removiendo en el asiento de nervios. No, no podía ser. ¿Cómo se podía dar esa
coincidencia? Iba a morirme de verdad si resultaba que íbamos a casa de
Camila.15

Por suerte pasó la puerta de su casa, aunque Gregor se levantó y nos miró a
todos desde delante.

—Chicos, ¿alguna duda con lo que tenéis que hacer?

—No. —Respondimos al unísono.

Salimos del autobús con los paraguas, porque la tormenta comenzaba a caer
fuerte sobre la ciudad. Nadie se escapaba, ni siquiera los más ricos.

—¿Dónde vas, Lauren? —Iba justo a entrar en la casa que estaba al lado del
autobús. —Es la número 153. J o d e r. Estaba jodida, pero bien jodida. Aunque
yo había visto a Camila trabajar casi desde que la conozco, esto no era lo
mismo ni por asomo. Pero bueno, parecía una persona sin prejuicios, y eso
estaba bien, ¿no?5
Caminé con Michael hacia la puerta de casa que estaba abierta para nosotros.
Se suponía que la fiesta iba a ser en el jardín, pero la que estaba cayendo era
brutal.

—Pasad por aquí. —Un señor bastante alto, vestido casi igual que nosotros
pero con un chaleco negro nos condujo a través de la casa hasta llegar al
jardín. Al parecer, el jardín estaba cubierto por una enorme cristalera, y allí se
encontraba todo listo para que empezásemos a preparar el cáterin.

—Vaya, esto sí que es una casa. —Murmuró Michael mirando a su alrededor


mientras colocaba los platos y los cubiertos en las mesas circulares del jardín.
Había chimeneas que parecían farolas colocadas a lo largo y ancho, me parecía
increíble que alguien pudiese costearse tener una casa así.

—Si te dijera de quién es esta casa... —Murmuré en voz baja, pero al parecer
no me oyó.

Voy a extenderme un poco en describir el jardín, porque no tiene desperdicio.


Aquella casa era de madera, con los techos a dos aguas. En el salón no había
paredes, era una gran cristalera que cubría hasta la entrada, y las juntas —es
decir, lo que unía el cristal de la entrada con el del salón— eran de madera
también. Además, había dos escalones que unían el césped en la casa aunque
no hubiese puertas. Supongo que quedaba más bonito que dejar sólo el césped
con la madera.2

El salón era inimaginable, sólo lo había visto en los programas de decoración


que veía Kate todos los sábados a las 7 con su respectiva copa de vino. El salón
era como mi casa —con jardín incluido— de grande. En medio había una
chimenea de piedra, encima de esta una televisión en la que si quisiese podría
ver mi futuro, en el sofá algunos cojines de tonos rojizos y ocre, y el ambiente
tenía un color cálido.6
Todos estaban en el jardín disfrutando de aquella fiesta, con la música tenue
de fondo, mientras yo iba con una bandeja de canapés de caviar en la mano, el
otro brazo lo tenía detrás. Aún tenía la mano izquierda resentida de aquellos
puntos de sutura que me quitaron hacía un par de días.

—¿Le apetece? —Pregunté a un señor moreno, de ojos oscuros y poco más alto
que yo. Él me miró, sonrió y tomó un canapé.

Aún no había visto a Camila, hasta ese momento. Ella estaba de espaldas con
un vestido negro por encima de las rodillas y el pelo recogido. Reconocería a
Camila incluso metida en un saco. Dinah estaba de frente y al verme abrió los
labios un poco sin decir nada.

—¿Os apetece? —Levanté la bandeja un poco y Camila se dio la vuelta en el


acto con una copa de champán en la mano.

—¡Lauren! —Se puso una mano en la boca sin dejar de sonreír. —¿Qué haces
aquí?13

—Creo que es una pregunta un poco idiota, ¿no Camila? —Le dijo Dinah
mirándola con algo de asco, que al parecer era ficticio porque luego rio.28

—No... No puedo hablar con los clientes. —Musité con una mueca, así que
levanté la bandeja para que tomasen uno. En ese momento una mano cogió
uno y se puso justo delante de mí.

—Llegas tarde. —Le dijo Camila al chico sonriendo, y él frunció el ceño,


inclinándose sobre ella para darle un tierno beso, aunque luego se tornó algo
más brusco y ella lo apartó. —Mi padre está ahí, idiota.82

—¿Quieres que nos haga una foto? —Él la rodeó por la cintura, y entonces yo
me fui. Decir que aquello no había molestado, y dolido, era mentir con letras
mayúsculas.
Se acabaron los canapés de caviar, entonces servimos un cóctel de gambas que
a decir verdad tenía bastante buena pinta.

Mientras yo servía al grupo que estaba frente a Camila, Michael le servía al de


Camila sin saber que era ella. Al lado de Dinah había un chico que se acababa
de unir a ellos. Era más bajo que aquél tipo con el que salía Camila, con rasgos
polinesios, casi sin cuello y los músculos de los brazos apretando su chaqueta
del traje.20

Michael miró a Dinah un momento, le sonrió, y ella le devolvió la sonrisa.34

—¿¡Qué coño haces!? ¿¡EH!? —Gritó en mitad del jardín, dándole un golpe a
la bandeja de Michael que se cayó al suelo. —¿POR QUÉ COÑO LA MIRAS?
—Lo empujó y Michael retrocedió hacia atrás.30

—¡Nela, basta! —Lo paraba Dinah poniéndose delante de él. El chico seguía
empujando a Dinah, y Michael recogió la bandeja de los pies del chico,
levantándose y caminando hacia la cocina. —¿Qué coño haces? —Cuando me
quise dar cuenta, todo el jardín lo miraba a él.

Dimos la cena sin ninguna interrupción, y gracias a Dios no me tocó la mesa


de Camila.

Al terminar el servicio me senté en los escalones del jardín trasero donde no


había nadie. Yo estaba jodida, absolutamente jodida. Yo sabía que no tenía
ninguna posibilidad con Camila, pero esa noche fue mucho para mí. Ella
podría comprarse un barco forrado en billetes de 500 y seguiría siendo
asquerosamente rica. Yo era friegaplatos que a veces hacía de camarera, que
no tenía ni habitación propia y se las ingeniaba para apenas llegar a final de
mes. Ella era preciosa, y yo era... Ja, ja. Apenas tenía ropa limpia que ponerme.
Y ella era feliz con un chico a su altura, que la besaba y le daba todo el cariño
que yo sí podría haberle dado.40
—Eh. —Una voz me sacó de mis pensamientos. Levanté la cabeza y no, no era
Camila. Tenía el pelo castaño oscuro, liso cayendo en uno de sus hombros, los
ojos marrón claro, y un vestido rojo con algo de vuelo por encima de la rodilla.
—¿Estás bien?61

—Sí... —Entrecerré los ojos mirándola. —¿Por qué lo preguntas?

—Oh. Vi una cicatriz fresca en la palma de tu mano cuando me serviste el


plato. —Entreabrí los labios al escucharla, y ella soltó una risa. —Perdona la
indiscreción.

—No... No pasa nada. Sí, tengo esto. —Abrí la palma de la mano para
enseñarle la cicatriz, y ella se agachó un poco para verla.

—¿Puedo sentarme? —Dijo metiéndose el pelo tras la oreja.

—Claro. —Se sentó a mi lado con las piernas juntas, y tomó mi mano para
mirar la cicatriz. —Caí encima de unos cristales, nada grave.

—Bueno, ha de ser grave si acabaste encima de unos cristales. —Me miró con
una sonrisa y me di cuenta de que era preciosa. Sonreía con los ojos, tenía un
brillo en ellos que me impedía apartar la vista de su rostro. —Oh, me llamo
Vero.217

—Mmh... Yo me llamo Lauren. —No sé por qué miré sus labios cuando se los
mordió, fue un nanosegundo, pero se dio cuenta.

—Lauren... Me gusta ese nombre. —Sonreí al escuchar su respuesta, y nos


quedamos en silencio mientras nos mirábamos la una a la otra. —Por cierto...
—Desabrochó el primer y el segundo botón de mi camisa con los dedos
lentamente mientras se mordía el labio. —Mejor. Tengo que irme. —Se
encogió de hombros con un suspiro. —Espero verte pronto, Lauren. —Dijo al
levantarse y salir de allí.82
Yo también.

*2

Michael se sentó en los escalones del jardín donde se había celebrado la fiesta;
ahora ya no había nadie, todo estaba recogido y listos para irse, pero a él le
pesaba un poco lo que había pasado aquella noche. Sí, aquella chica le había
parecido muy guapa, pero no había hecho nada más. Simplemente la miró a
los ojos y punto. Siempre pasaba aquello, bueno, lo que siempre pasaba era que
ninguna chica se acercaba a él.8

Se pasó las manos por el pelo intentando aclararse las ideas, cuando vio los
pies de una chica delante de él. Pararon. Michael levantó la cabeza y vio a la
chica a la que había mirado durante el cóctel.

—Si tu novio te ve aquí va a matarme. —Musitó él posando las manos en el


escalón.

—Se ha ido. ¿Puedo sentarme a tu lado? —El chico asintió, y Dinah se sentó a
su lado con las manos sobre las rodillas. —Siento mucho lo que ha pasado, de
verdad, él... —Suspiró la rubia con los ojos cerrados.1

—No importa. Tú no tienes que disculparte por él. —Ambos enmudecieron,


porque en realidad ninguno sabía qué decir. Michael quería decirle que era un
maldito gilipollas, pero era su novio.

—Él... Me quiere mucho, ¿sabes? Y no quiere perderme. —Le tembló la voz al


decir aquello, y Michael ni siquiera movió un músculo de su cara.5

—Si te quiere debería confiar en ti.


CAPÍTULO 12

Happy Little Pill - Troye Sivan34

Camila's POV

Mi casa tenía la disposición de un hotel, porque en principio se construyó para


ser un pequeño hotel de montaña, pero mi padre lo compró. Así que el pasillo
de las habitaciones estaba enmoquetado de azul y había un pequeño balcón al
llegar donde estaba el salón. Desde ahí se podía ver toda la casa. Además, en
ese mismo balcón había unos pequeños sofás, donde nos sentábamos por la
noche mis amigas y yo a hablar.1

Casi como si fuese un hotel.

Dinah estaba sentada con los pies en aquél sillón, Ally y Normani estaban
sentadas juntas en un sofá y Steven sentado en el que sobraba.21

—No me puedo creer lo que le hizo tu novio a ese camarero anoche. —Dijo
Normani, mientras yo me sententaba al lado de Steven mientras miraba a
Dinah.1

—No sé cuántas veces vamos a tener que decírtelo, Nela es un capullo. —Dije
yo, y Dinah agachó la cabeza con un suspiro, pasándose los dedos por la frente.

—Estaba cansado de los entrenamientos, es todo. —Respondió ella algo


hastiada del tema.10

—Oh, ¿sí? ¿Y es normal que porque un chico te mire empiece a gritarle y a


pegarle? —Le achaqué.
—A mí me parece normal que se ponga así. —Cuando Steven pronunció esas
palabras, me giré directamente hacia él con los ojos entrecerrados. —Es decir,
si alguien mirase a mi novia de esa manera me enfadaría.59

—¿Pero qué coño estás diciendo? Ni siquiera sabes cómo la miró, y no, no
tiene derecho a ponerse así porque Dinah no es nada suyo. —Él intentó posar
su mano sobre la mía y yo la aparté, si el chico con el que apenas había
empezado a salir pensaba así, íbamos mal.47

—Mirad, yo no quería causar problemas sacando el tema. —Normani suspiró


y nos quedamos en mitad de un silencio bastante incómodo.

—Por cierto, ¿visteis a Vero acercándose a una de esas camareras? —Comentó


Ally con una risa algo burlona, pasándose el pelo tras la oreja.11

—¿Qué camarera, de qué hablas? —Dinah se sentó mejor en el sillón para


mirar a Ally.

—Tenía el pelo negro, los ojos verdes y un piercing en la nariz. Cuando pasé
por la puerta del jardín trasero le estaba abriendo la camisa. —Dinah y yo nos
miramos con los ojos abiertos, ella comenzó a reírse pero yo no. Vero había
tonteado con Lauren en mi propia casa. ¿Pero por qué me importaba?103

—Esa es Lauren. —Dije sonriendo un poco, y Ally me miró con las cejas
gachas, confusa.

—¿Por qué habláis con camareros? —Preguntó riéndose. La verdad es que


aquella pregunta sonó muy clasista y de mal gusto.67

—¿Cómo que por qué hablamos con camareros? Son personas, no debería
importarte en qué trabaja o cuánto dinero tiene. No esperaba que fueses así. —
Soltó Dinah de golpe, y Ally la miró con los labios abiertos.6
—Lo decía porque los camareros no pueden hablar con los clientes. —La rubia
alzó las cejas y formó una 'o' con los labios, quedándose en silencio.41

—Conocí a Lauren en la cafetería en la que trabajo. —Steven insistió en poner


la mano por encima de mis hombros, y con el enfado inicial una vez pasado lo
dejé.9

—¿Tan tarde va a una cafetería? Wow. —Me encogí de hombros con el gesto
torcido.

—Parece una buena chica, además, su hermana es una auténtica monada. —


Asintió Dinah. —Tendrá dos o tres años, es rubita con los ojos verdes, más
mona.

—Lauren tiene muchos problemas, es decir... No sé mucho de su vida, pero esa


chica está muy mal. —Dinah me miró con los labios apretados, Normani y
Ally estaban algo desconcertadas. —Simplemente se sienta en una mesa con
un café y se pone a escribir. Unas cuantas noches ha llegado con el labio
partido, el ojo hinchado y la última con la mano vendada. Y una vez se
desmoronó llorando delante de mí, parece muy frágil.21

—¿Crees que le pegan en su casa? —Me encogí de hombros bajando la mirada,


porque la verdad es que sí que lo creía.

—Oye, ¿por qué no la invitamos a que se venga con nosotros mañana? —


Sugirió Dinah. La verdad es que sí, me gustaba esa idea de que Lauren saliese
con mi grupo de amigos. Al fin y al cabo, la había visto en sus momentos más
duros, ¿no?11

—¡Eso estaría genial! Seguro que Lauren gana a Stev en el billar. —Me giré
hacia él para sacarle la lengua, pero Steven me miró con el ceño fruncido.13
—Lo dudo muchísimo. —Se burló él rodando los ojos, y me separé poniendo
una mano en su costado.

—¿Por qué lo dudas? Tú ni siquiera juegas al billar. —Recriminé yo, y él se


encogió de hombros soltando una risa casi satírica.

—Las chicas no jugáis al billar. —Me levanté del sofá bufando, pasando entre
el sillón de Dinah y el de Normani y Ally.87

—¿Podrías dejar de hacer comentarios machistas por un segundo? Me sangran


los oídos. —Comentó Normani con la cara de asco más despreciable que había
visto hasta entonces.59

—Mira, me voy a dormir. Ahí te quedas Stev. —Suspiré caminando por el


pasillo, y escuché sus pisadas fuertes y rápidas venir detrás de mí.

—Eh, eh, eh, eh. —Noté su mano agarrar mi brazo y me paré en seco,
apretando los ojos soltando, de nuevo, otro suspiro. —Lo siento, no quería
decir esas cosas. —Lo miré alzando las cejas, totalmente incrédula. —Vale, sí,
lo que dije estuvo muy mal las dos veces y quizás si lo hubiese matizado habría
quedado mejor, pero... No soy muy listo, ni tan brillante como tú. Mi familia
no me ha enseñado esas cosas, esos modales, y yo... Necesito aprender.
Aprender de ti. —Bajé la mirada apretando los labios, intentando no abrazarlo
de nuevo a la primera de cambio.41

—Eres un imbécil, lo sabes, ¿verdad? —Asintió haciendo una mueca con los
labios y alzando sus hombros. —Y que como digas otro comentario más como
ese te vas a llevar la hostia del siglo, lo sabes también, ¿verdad?16

—La aceptaré con gusto. —Puso las manos en mi cintura para luego besarme,
y atrapé su labio inferior entre los míos, pero cuando noté su lengua rozar mis
labios me separé.63
—Mis padres están durmiendo, y yo misma te mataré si se despiertan y nos
ven así. —Murmuré sintiendo de nuevo algunos besos por su parte, que me
cogía de las mejillas y me besaba y yo reía un poco.

—Hasta mañana. —Se despidió antes de bajar la escalera. Sonreí, pero no dije
nada.

*2

Lauren's POV

El primer puñetazo de mi hermano dio directamente en mi ojo, sujetándome


por el borde de la camiseta hasta sostenerme contra la pared. Mis pies apenas
tocaban el suelo, y luchaba contra él, intentaba darle manotazos pero era
mucho más fuerte que yo. Sus ojos parecían estar inyectados en sangre, llenos
de rabia, cargados de furia que quería descargar contra mí; y lo estaba
haciendo.40

—O me dices dónde coño tienes el dinero, o te juro por dios que te mato. —Su
mano agarró mi cuello, presionando mi garganta hasta casi dejarme sin
respirar. Abrí la boca y di algunas patadas al aire, porque él se apartaba para
que no le diese.

—Te dije que vendría a por su dinero, Lauren. —El puño de Chris golpeó la
boca de mi estómago, dejándome caer casi sin respiración de rodillas al suelo.
El aire me faltaba, y el dolor se concentraba en la cara y el abdomen. Vi a mi
padre sentarse en el sofá acomodándose la corbata, y Chris me levantó, el
puñetazo enganchó la zona de mi boca. Noté cómo el labio se rompía en
cuanto su puño tocó la piel, abriéndola, inundando mi boca de sangre, pero lo
peor estaba por venir. Tres patadas a cual más cargada de rabia impactaron
contra mi entrepierna.2
—¿¡No te duele, verdad!? —Dio las dos seguidas, haciéndome caer al suelo. No
puedo describir aquél dolor porque jamás había sentido algo así. —¡ERES
UNA PUTA MUJER, TÚ NO SIENTES NADA DE ESTO! —Dio la tercera, y
puse las manos en mi entrepierna mientras me retorcía en el suelo.61

Mi padre ni siquiera se inmutó mientras yo me retorcía detrás del sofá en el


que él estaba sentado. Mis manos temblaban, y mis piernas aún más. La
entrepierna me ardía, y es que a las chicas nos debería doler mucho menos,
pero no, esto había sido lo pero que sentí en la vida. Me preocupaba que
sangrase, pero en aquél momento lo único que quería era volver a mi
habitación a tumbarme en la cama de Rachel.1

A duras penas, con las piernas como un auténtico flan y aguantándome las
lágrimas me senté en aquél sofá cama con las manos temblando aún más que
mis piernas. Camila me hablaba por mensajes, pero yo no lograba ver lo que
decía entre las lágrimas y aquél tembleque que me impedía mantener el móvil
entre las manos.1

Camila: Vamos a ir a un bar esta noche, habrá billar, algunas cervezas, y


bueno... Sé que no es mucho, pero pensé que te gustaría venir. Además, esta
semana no nos hemos visto por la cafetería y... Te echaba de menos. >.<38

20.00

Qué responderle. Estaba hecha una auténtica mierda, me dolía todo, la sangre
goteaba en mi camiseta y quizás sería la quinta manchada en un mes. Nuevo
récord. Odiaba esa vida, odiaba todo lo que me rodeaba y por eso tenía que
luchar por salir de ella.9

Lauren: Claro, dime a qué hora y estaré allí.7

20:05
Camila: ¡Genial! ¿Quieres que pase a recogerte?

20:051

Lauren: No, no hace falta. Iré en metro, tampoco quiero causar muchas
molestias.

20:08

Camila: Está bien, está bien. Si quieres puedes traer a algún amigo, ¿vale? Te
quieroooo.29

20:08

Solté una suave risa al mirar su mensaje, mientras con la camiseta que llevaba
puesta me tapaba la sangre que salía de mi boca. Una de las cosas que más me
gustaban de ella era que respondía a los mensajes al momento. Nunca había
hablado con nadie, pero, suponía que no todo el mundo era así. Era más como
yo.11

Camila: Espero que estés bien, Lauren.1

20:09

Aunque no fuese muy ortodoxo, me acomodé el pantalón para que dejase de


apretarme la entrepierna por unos segundos, y suspiré de alivio. Dolía, daba
punzadas sólo con que la tela de la ropa interior me rozase.2

Lauren: ¿Puedo pedirte un favor?

20:12

Camila: Lo que tú quieras.

20:12

Lauren: ¿Puedes llevarte un botiquín?


*

—Tú, al coche. —Cogí a Michael de la capucha de su sudadera y tiré de él casi


arrastrándolo por la cocina de su propia casa.

—¡Pero Lauren, estoy cenando! —Por suerte la señora Clifford no se


encontraba en casa, y aunque el dolor de la entrepierna, del estómago y del
labio me lo impidiesen, yo iba a ir a ese maldito bar.5

—Escucha, vamos a un bar con... Gente. —Él se giró hacia mí limpiándose los
labios con una servilleta.

—¿Gente? ¿Qué tipo de gente? ¿Gente guay o gente como... Nosotros? —Se
cruzó de brazos esperando mi explicación.23

—¿Viste a la gente del cáterin al que fuimos? —Achiqué los ojos al decirlo, y
él tragó saliva.

—Eso es gente demasiado guay, Lauren. Nosotros somos unos fracasados. —


Negó abriendo los ojos algo asustado.2

—¡Qué no! Va Camila, Camila es guay. Y creo que sus amigos también. —
Suspiró pasándose las manos por la cara.

—Está bien. Pero como vaya el sin-cuello me piro. —Me señaló con el dedo.21

—Te piras.10

CAPÍTULO 13
Headlights — Robin Schulz15

Lauren's POV

Entramos en el bar y al principio mis ojos no vieron a nadie. Tanta gente con
cervezas en la mano, mesas de billar y palos en medio impedían que viese a
Camila. El bar estaba rodeado por ventanas que daban a la calle y eran
bastante grandes. Abajo, tenían unos pequeños bancos tapizados en verde para
que la gente pudiese sentarse mientras jugaba al billar. Y ahí estaba sentada
Camila, observando cómo en la barra su novio pedía algo con dos chicos más.
Alrededor de la mesa de billar, Dinah y dos chicas más que yo no conocía.

—La chica del sin cuello está aquí. Lauren, vámonos. Va a rajarme en dos. —
Decía Michael entre dientes, pero no paramos de caminar hasta que llegamos a
donde estaban ellos.4

—¡Has venido! —Camila saltó de su asiento para acercase a mí, y cuando llegó
a mi lado se quedó mirando mi labio y mi ojo. Apretó los labios y me cogió de
la mano. —Ven, traje el botiquín. —Ella levantó la mirada a Michael y abrió
un poco la boca al verle. —Oh, hola. Soy Camila. —Extendió la mano para
saludarlo. Michael la estrechó con una sonrisa algo forzada, asintiendo.2

—Michael.

—Tú eres el chico al que Nela le gritó en la fiesta, ¿verdad? —Entrecerró los
ojos y volvió a cogerme de la mano.

—Si por Nela te refieres al sin-cuello... —Camila estalló en una carcajada, y él


me miró sorprendido de que se riese, si supuestamente eran amigos.4

—Sí, es bastante gilipollas. Ya le hemos dicho un par de veces a Dinah que lo


deje. —Volvió a coger mi mano y me llevó con ella a través de la gente, hasta
llegar a un sitio más apartado cerca de los baños. Me senté en aquél banco
verde de la ventana, y ella se sentó en una silla frente a mí.

—No quiero molestarte. —Dije en voz baja. Apreté los ojos agachando la
cabeza, porque las patadas en la entrepierna habían hecho que las punzadas de
dolor al sentarme o andar me recorrieran toda aquella zona.21

Camila miraba en su botiquín, buscando algo con lo que curarme.

—Estudio medicina. ¿Sabes qué significa? —Con un pequeño algodón


comenzó a rozar un algodón cargado con alcohol en mi labio. Cerré los ojos de
golpe, pero dejé que ella siguiese haciéndolo. Negué a su pregunta. —Que me
encanta hacer esto.17

—¿Trabajas en un hospital? —Camila asintió dándose la vuelta para sacar algo


del botiquín, dejándome allí con el labio medio abierto y un dolor horroroso.1

—Hago las guardias. Ya sabes, prácticas. —Comenzó a colocar unas pequeñas


tiras blancas encima de mi labio, que apretaban una parte contra otra. —
Tengo que hablar contigo, ¿sabes? —Tragué saliva en ese instante. Cuando
alguien me decía eso casi nunca era nada bueno.16

—¿Sobre qué? —Apretó la última tira sobre mi labio y bajó las manos
mirándome con el gesto serio.

—¿Por qué vienes una semana sí y otra también con golpes? —Murmuró
acercándose a mí, cogiendo una pequeña bolsa de plástico que tenía un líquido
azul dentro. Luego empezó a moverla entre sus manos.5

—No lo sé. —Colocó la bolsa totalmente congelada en mi pómulo, y luego me


miró algo seria. —¿Puedo preguntarte algo? Ya que sabes de medicina y...

—Claro. —Asintió mirándome a los ojos.


—Esto te va a sonar estúpido y eso pero... —Suspiré apretando la mano,
tragando saliva. —¿Los golpes en la entrepierna duelen igual a mujeres que a
hombres?11

—Un golpe es un golpe, siempre duele. —Asentí mordisqueándome el labio


inferior. —Según dónde te den y cómo te den puede doler más o menos. —
Camila quitó un mechón de pelo de mi cara y lo pasó tras mi oreja. —Pero si
te han dado justo en la parte más posterior puede hacerte muchísimo daño.

—¿Por qué?

—Porque ahí son todos vasos sanguíneos y es una parte muy sensible. No es lo
mismo que si...

—¡Hey! —Levanté la cabeza de golpe y vi a Vero con una gran sonrisa y las
manos en la cintura. —¿No pensabas decirme que ibas a venir? —Steven
apareció por detrás y puso las manos en los hombros de Camila.24

—Lo siento, pero me la llevo. Es mía. —Sabía que lo de Steven era una broma,
Camila sonrió un poco y se levantó, yendo con él.4

Vero se sentó justo frente a mí y sujetó la bolsa de hielo con una gran sonrisa.
Sinceramente, Vero me dejaba absolutamente embobada mientras miraba su
sonrisa.

—¿Estás bien? Parece que te diste un buen golpe. —Retiró la bolsa y no supe
ni qué decirle, porque en ese momento comenzó a mirar mis labios. —Mala
idea sería besarte ahora, ¿verdad?16

—Sí, uhm... —Apreté los ojos con una sonrisa, y es que aquellas pequeñas tiras
obstruían mi labio. —Mal golpe.
—¡Eh! Vamos a jugar por parejas, ¿venís? —Dijo el novio de la chica
afroamericana. En el acto, Vero se levantó y extendió la mano para que fuese
con ella.5

—Mmh... Yo no tengo pareja. —Dinah se encogió de hombros apartándose de


la mesa de billar.

—Lauren juega conmigo. —Vero me cogió del brazo acercándome a la mesa,


cogiendo un palo para nosotras dos.38

—Está bien. —Miré a Michael que estaba sentado en una esquina, pero Camila
se adelantó a lo que yo estaba pensando.

—¿Por qué no jugáis los dos juntos? —Los señaló a los dos con las cejas
alzadas. Michael se señaló a él mismo, levantándose del sitio casi como si no
fuese consciente y caminó hasta Dinah.

—P-Pero... Yo no quiero que tu novio me mate. —Dijo en voz baja, y evité


reírme apretando los labios.

—Cállate. —Dijo Dinah soltando una pequeña risa, cogiendo el palo de los
dos.

Steven tenía agarrada a Camila de la cintura hasta que ella cogió el palo,
entonces se puso delante arrebatándoselo de las manos. Ella quedó algo
aturdida mirándolo, pero el chico ya estaba sacando punta con el taco azul.25

—¿Quién empieza? —Preguntó la chica afroamericana. La chica más bajita


estaba a su lado, y lo que me hizo más gracia es que el palo era más grande que
ella.69

—Yo. —Steven me miró con ojos duros, y miré a Vero para saber qué estaba
pasando, pero no entendía nada. Ella se encogió de hombros.5
Puso la bola blanca en la mesa y se agachó sobre la mesa. Pasó unos segundos
observando las bolas, sopló en las puntas de sus dedos, movió su cuello para
crujirlo y luego golpeó la bola blanca para dispersar las demás por toda la
mesa. No metió ni una. Todo el mundo se quedó en silencio.33

—¿A quién le toca? —Preguntó Camila, y Normani —creía que se llamaba


así— señaló a Michael.

—¿Yo? Yo no sé cómo jugar a esto. —Dinah se acercó a él mirándolo a los


ojos, poniéndole el palo entre las manos. Luego empujó su hombro hasta que
lo agachó sobre la mesa. La rubia puso la mano sobre la de Michael. Para que
os hagáis una idea, la mano de Michael ponía agarrar toda mi cabeza, o quizás
sostener una calabaza agarrada con una sola mano. Era enorme, pues la mano
de Dinah a su lado parecía pequeña.31

—Y ahora empuja el palo. —Michael dio un golpe seco sobre la bola blanca,
que golpeó a su vez con otra de rayas y acabó dentro.1

—¡He ganado! —Alzó las manos y todos rieron, pero Dinah mucho más.13

—No, aún no hemos ganado. —Dijo dándole un empujón con todo su cuerpo.

—Ahora le toca a Lauren. —Dijo Steven apoyándose sobre el palo mirándome


con una sonrisa burlona.

—No me lo puedo creer. —Murmuró Ally negando, intentando no reírse. No


sabía qué estaba pasando, así que simplemente miré a Vero intentando que me
dijese qué ocurría, pero ella simplemente se encogía de hombros.2

—Vamos, tú puedes Lauren. —Se puso de puntillas y me dio un beso en la


mejilla, haciéndome sonreír antes de inclinarme sobre el tapete.

Golpeé la bola blanca, que dio con una bola de rayas roja que golpeó a su vez
con otra de rayas azules y ambas entraron, pero por hoyos distintos.61
—Wow. —Susurró Dinah, Michael asintió con los ojos abiertos. Camila
sonreía y aplaudía un poco a la vez, pero yo sólo me encogí de hombros.

—¿Me puedes enseñar a mí a hacerlo así luego? —Preguntó Vero.57

Y sí, después de la partida se lo enseñé. Los demás se fueron a la barra a por


algunas cervezas y yo me quedé con ella. Me puse detrás de Vero, sosteniendo
el palo entre sus manos. Me incliné con ella, quedando mi rostro casi al lado
del suyo mirando la bola. Coloqué sus dedos sobre la punta del palo, pasando
mi brazo por su cintura.

—¿Queréis una cerveza? —La voz de Camila sonó a mi lado y levanté la


cabeza para mirarla, mientras Vero simplemente seguía inclinada, dándole a la
bola.18

—Claro. —Justo cuando fui a coger la cerveza Vero se incorporó y la tomó


ella, sonriéndole a Camila.

—Ay, muchas gracias Mila. —La latina se quedó mirándome sin saber muy
bien que decir, y la otra cerveza que llevaba en la mano me la tendió a mí.19

—Gracias. —Vero pellizcó mi mejilla y salió casi corriendo con las demás
chicas, dejándome a solas con Camila de nuevo. —¿Le gustan las chicas? —
Pregunté en voz baja. Camila torció el gesto encogiéndose de hombros.18

—Nunca nos dijo nada, así que no lo sé. —Miré a la barra y Steven estaba
mirándome mientras le daba un trago a su cerveza. Al ver que lo acababa de
descubrir, se giró hacia adelante.2

—Quizás deberías volver con tu novio. Creo que te echa de menos. —Me llevé
el botellín a la boca y di un trago a la cerveza, observándola de perfil. Suspiró.

—Es un poco celoso. —Se encogió de hombros con una mueca.8


—No debería. —Espeté yo. Camila se cruzó de brazos esperando mi
explicación. —Soy yo.3

—¿Y qué pasa si eres tú? —Apreté los labios y alcé los hombros.

—Que ni en un millón de años yo te gustaría a ti.90

*2

Michael cogió tres botellines de cerveza, uno se lo dio al novio de Normani y


el otro... Dinah se lo quitó. Cuando él alzó la cabeza y la vio allí de nuevo
simplemente entreabrió los labios, algo temeroso. Si el novio se enteraba de
que había pasado la noche con él o cualquier otro tío, lo mataría hasta que sus
huesos quedasen reducidos a cenizas.

—¿Por qué cada vez que me ves cerca tienes esa cara de miedo? —Preguntó la
rubia mientras daba un sorbo a su cerveza.

—Porque no quiero que tu novio me mate. —Respondió el chico pegándose a


la barra. Dinah se sentó en un taburete frente a él con una mueca en los labios.

—Mi novio... —Suspiró un poco, mordisqueándose el labio inferior. —No te


preocupes por él. No te hará daño.11

Michael miró a la chica que estaba sentada de perfil. Tenía el pelo corto, algo
ondulado, con la piel tostada para vivir en Toronto. No era una de esas típicas
chicas, en absoluto. Cada una de ellas era diferente, Ally, Camila y Normani
no tenían nada que ver la una con la otra. No eran supermodelos, no eran de
raza blanca tampoco, no seguían esos cánones de belleza, pero Dinah era un
poco más diferente que ellas. Quizás por la forma en que se comportaba.

—¿Te hace a ti daño? —Preguntó Michael, y Dinah se giró instantáneamente


con el ceño fruncido.1
—¿Qué? —El chico se arrepintió al instante de lo que había dicho, y negó
rápidamente. Era una estupidez eso que estaba diciendo.

—Nada, que... Quizás si él confiase más en ti, no tendría que ser agresivo con
los demás. ¿No crees? —Dinah se giró hacia él y llamó a Michael con el dedo.
Se acercó hasta quedar al lado de su silla, mirándola a los ojos. Normalmente
los ojos negros no solían ser de los más bonitos pero, variaba según la forma de
estos, y los de Dinah eran preciosos.4

—¿Podemos dejar de hablar de mi novio? —Achicó los ojos al decirlo, y


Michael asintió a su propuesta.

—¿De qué quieres hablar entonces?

—De lo malo que eres jugando al billar, por ejemplo.

CAPÍTULO 14

Lego House - Ed Sheeran32

Lauren's POV5

Cuando vi el nombre de la doctora en la consulta se me dispara el corazón del


pecho. Es como esas veces en las que ves que el profesor ha subido una nota a
la página del instituto, o cuando te preguntan eso de '¿te gustan las chicas?'
cuando aún no estas fuera del armario.12

Cabello fue lo que leí. Pero mi corazón dio un vuelco, porque así era el
apellido de Camila, pero... No podía ser ella, ¿verdad? Tanta coincidencia no
era bueno.

Cuando vi quién abrió la puerta supe que enía razones para que el corazón se
me hubiese puesto en la boca porque sí, sí que era Camila. No llevaba el típico
traje de enfermera, bueno, quizás porque eso sólo existía en las fantasías
fetichistas de un empresario japonés, y además porque Camila no estudiaba
enfermería, estudiaba medicina. El uniforme era azul oscuro, con la camisa de
pico y manga corta, el pelo recogido y una gran sonrisa.3

—Hey, pasa. —Se apartó de la puerta para que yo entrase con mi hermana en
brazos.

Cuando entré en la consulta y ella cerró la puerta, me di cuenta de que aquella


era la chica de la cafetería, y que era una persona totalmente distinta. Es decir,
era la misma Camila, con su idéntica sonrisa, pero en otra faceta que yo
desconocía por completo.

—¿Qué le ocurre? —Miré a mi hermana que estaba pegada a mi pecho. Su


calor hacía que mi pecho sudase.11

—Tiene mucha fiebre, apenas quiere comer, ayer estuvo vomitando y... Estoy
preocupada. —Dije con una mueca, notando cómo Rachel se retorcía en mis
brazos haciendo pucheros.

—Está bien, ¿puedes tumbarla en la camilla? —Sin decir nada, me acerqué y


dejé a mi hermana tumbada, que estiró los brazos hacia mí para que la cogiese
de nuevo.
—No, Rach, ahora tienes que estar quietecita. —Camila se colocó el
fonendoscopio en las orejas mientras me miraba, levantó la camiseta de la
pequeña y lo colocó en su pecho. Rachel se retorció al notar el frío del metal,
comenzando a hacer pucheros y apretar los puños.4

—Ya está, ya está. —Dijo de manera dulce, bajándole la camiseta del pijama.
La volví a coger en brazos y ella se enganchó a mí, apoyando su cabecita en mi
pecho. —Lo que tiene es un virus común. —Dijo caminando hasta sentarse
detrás de la mesa, observando su ordenador con el ceño fruncido. Yo me senté
frente a ella.37

No podía parar de mirarla, los mechones de pelo caían a los lados de su cara
por la coleta que llevaba hecha, resaltaban los pendientes de perlas blancos
que hacían juego con su sonrisa.1

—¿Cuánto lleva así? ¿Ha tomado algún medicamento? —Me costaba procesar
lo que me decía porque verla con ese uniforme se me hacía tremendamente...
¿Maravilloso?8

—Pues... He llegado del trabajo y ya estaba así, por lo que no puedo decirte. —
Miré a mi hermana y aparté el pelo que caía en su cara, dándole un beso en la
frente.

—Mmh... —Torció el gesto y entrecerró los ojos mirando la pantalla,


mirándome de nuevo a mí. —¿Me dejas su tarjeta sanitaria? —Asentí
rápidamente y, llevé la mano a la mochila que había puesto en el suelo. Se me
hacía difícil abrirla con una sola mano, y tras medio minuto intentándolo,
Camila se levantó. —Deja, ya la cojo yo. —Cogió la mochila que le di, abrió la
cremallera y cogió la tarjeta.
—No sabía que los estudiantes de último año tenían consulta propia. —Dije
intentando sonreír un poco, viéndola mover los dedos rápidamente para
introducir los datos de mi hermana.3

—Esto no es una consulta. —Dijo bajando la mirada al teclado con una


pequeña sonrisa. —Mañana pondrán el nombre del médico que esté en el
turno siguiente, es sólo algo informativo para el paciente. Además... —
Entrecerró los ojos esperando a que la página cargara, y comenzó a teclear de
nuevo. —Esto es urgencias, cielo. Aquí sólo hago estas cositas. —Arrugó la
nariz mirando a mi hermana, y giró en la silla para coger los papeles que
habían salido de la impresora. —Mira. —Puso el papel delante de mí, mientras
Rachel tiraba del cuello de mi camiseta. —He recetado ibuprofeno líquido.
Una cucharadita cada 8 horas durante los próximos tres días. Dale pequeños
sorbos de zumo, o agua, para que se hidrate. Si no quiere comer no la obligues,
¿sí? —Asentí a lo que me decía y ella me miraba seria. —No la tapes mucho, si
tiene fiebre que esté con ropa ligera. Si la fiebre sube, o en los tres días
siguientes no se le han pasado los síntomas tráela de nuevo y veremos qué
pueden hacer los médicos, ¿vale? —Asentí con una sonrisa torcida, y cogí el
papel para mirar la receta que Camila había firmado.54

—Vale... —Suspiré alzando las cejas, doblando la receta para meterla de nuevo
en la mochila que Camila había dejado abierta encima de la mesa.

—No te vayas aún. —Me señaló con el bolígrafo y luego entrecerró los ojos
desviando el bolígrafo hasta la camilla. —Siéntate ahí.

—¿Qué? —Camila asintió levantándose y pasó la mano por el papel que la


cubría para que yo me sentase. Suspiré. Caminé hasta donde ella estaba y
tumbé a mi hermana a un lado, que se entretenía en romper el papel entre sus
dedos. —No me hace falta.
—Eso lo diré yo. —Dijo enfundándose los guantes de látex, ladeando la cabeza
con media sonrisa —Por fi. —Cerré los ojos y asentí dándome por vencida,
porque no iba a decirle que no. —¿Cómo tienes el labio? —Se acercó con los
ojos entrecerrados para observar la herida que ella misma curó.27

—Bien. —Sus dedos pasaron alrededor de mi ojo, marcando la aureola que se


formó a raíz del golpe de mi hermano.

—¿Puedes quitarte la camiseta? —Accedí sacándomela por la cabeza,


dejándola encima de Rachel. Le gustaba jugar con ella. —Escucha, Lauren... —
Camila suspiró y cogió un banquillo para sentarse frente a mí. —Lo que sea
que te esté pasando puedes contármelo ahora. —Me pasé las manos por la cara
y suspiré, quería contárselo y ponerme a llorar ahí en medio. Quería que me
acogiese en su casa y me alejase de todo lo que me estaba pasando; pero no
podía salir de allí. Si me iba con mi hermana, me la quitarían y la dejarían sola
con mi padre, o quizás la llevarían a un centro de acogida.7

—No todo el mundo tiene una vida fácil, ¿sabes? —Murmuré mientras ella
examinaba los moratones de mi estómago. Me empujó un poco para poder
examinarme mejor.

—Por eso trabajo en una cafetería cuando no tengo guardia. —Su mirada
podría haberme matado al separarse de mí para coger un bote de crema.

—Pero no tienes presión. Si te echan de la cafetería, ¿qué más da? Volverás a


tu casa, tendrás comida, no tendrás preocupaciones y...

—Sé que tienes rabia dentro y que estás enfadada con el mundo. —Se levantó
y me miró a los ojos, palpando el moratón de mi clavícula. —Pero sólo intento
ayudarte, y que me eches mi propia vida en cara no va a solucionar nada. —Su
mirada se clavó en la mía mientras palpaba la zona algo más seria. —Te estoy
dando la oportunidad de desahogarte en un sitio donde, por ley, no puedo
contar nada de lo que pase. O me dices lo que te pasa, o te lo puedo decir yo.16

—¿Cómo vas a saber qué me pasa? —Dije sonriendo, y ella sonrió también
pero de manera más irónica.

—Tu padre, tu madre, quién sea en tu casa te pega. —Soltó sin más,
quitándose los guantes para echarlos en la papelera. —Es que ni siquiera sé
nada de ti, de tu vida. Cuéntame al menos cómo es tu familia, si eres de otro
sitio, si... No sé, Lauren, cuéntame algo.

—Soy de Toronto. Mis padres se casaron y nos tuvieron a mi hermano Chris y


a mí. Cuando tenía 13 años mi madre se fue a Nueva York a buscar trabajo,
dinero para mantenernos pero murió. Después de eso, un día mi padre llegó
con un bebé, Rachel, que era la hija de su nueva novia. Ella ni siquiera la
reconoce, así que me hice cargo de su propia hija. Mi hermano entró en la
universidad, y a mí me dejaron para trabajar, mantener la casa y pagarle la
carrera a mi hermano. —Sonreí ladeando la cabeza, algo irónica. —¿Quieres
que siga contándote la mierda de vida que llevo o prefieres darme la receta de
un calmante para el dolor?

—Sólo quería conocerte un poco más. Saber por qué eres así. —Se encogió de
hombros con media sonrisa, desviando la mirada a mi hermana, que se había
quedado dormida en la camilla. —Si necesitas algo, por tonto que sea, dímelo,
¿vale?

—Un abrazo. —Murmuré de forma casi imperceptible, y aunque yo estaba sin


camiseta tiró de mi mano para levantarme y se abrazó con fuerza a mí,
pasando sus brazos por mi cintura y apoyando su cabeza en mi pecho. La
apreté entre mis brazos, escondiendo mi cara en el hueco de su cuello, y
agarré el uniforme entre mis dedos.
—No quiero que te pase nada malo. Y si... Alguien te hace daño, ven
conmigo.55

*15

Camila's POV5

—Necesito un café enorme. —Apoyé la cabeza en el pecho de Normani que


hablaba por el móvil.7

—No te apoyes en mis tetas, Mila. —No le hice caso y dejé la cabeza apoyada
en ella, porque los ojos se me caían del sueño.41

—Son las seis de la mañana, Mani, déjame un rato. —Se quedó en silencio sin
decir nada y me acercó la taza de café que había en la mesa. —¿Sabes quién
vino con su hermana? Lauren.5

—¿Lauren la de los ojos verdes? —Asentí apoyando la cabeza en su hombro


después de haber dado un sorbo al café. —¿Y qué hacía aquí?

—Su hermana estaba malita, estaba preocupada.

—Awwww. —Normani hizo un puchero y me miró. —Qué mona es. Es tu


tipo de chica.115

—¿Qué? —Me separé de ella y Normani se levantó del sofá para ir a por otra
taza de café. —Es verdad, tu última novia fue así.30

—¿Así cómo? —Normani alzó las cejas con una sonrisa algo burlona y me
miró llevándose la taza a los labios.

—Pues... Boyfriend. —Terminó de beber y se sentó en el sillón de enfrente


con las piernas en alto. Puse las cejas gachas con una mueca. —Oh, venga ya,
Camila. Son tu tipo de tía. Así, más rudas, altas, súper guapas y con chaquetas
de cuero.44
—Mani, salgo con Steven. Y sí, Lauren es guapísima, es... —Me quedé en
silencio un momento mirando el suelo. —Es una persona maravillosa con una
mente increíble, pero...31

—¿Pero? ¿Mmh? —Se cruzó de piernas y cogió su bolso rebuscando en él. —


Por cierto, Lauren me pidió el número de Vero.

—¿Qué?52

—¿Estás sorda hoy? —Levantó el móvil agitándolo. —Que me pidió el


número de Vero. Quizás deberían salir.

—¿Pero a Vero le gustan las chicas? —Normani se encogió de hombros y


bebió de su café, mientras yo terminé por tumbarme en el sofá por completo.

—No sé. Pero a Lauren le mete fichas como el que come pipas, ¿sabes? —
Suspiré y bostecé a la vez, frotándome los ojos. Estiré los brazos hacia
Normani que tomó la punta de mis dedos entre los suyos. —Qué.35

—Llévame a casa, por favor. —Hice un puchero y ella tiró de mi brazo hasta
levantarme y ponerme de pie como si fuese un saco.1

—No quiero ni pensar cómo vas a estar cuando tus turnos duren 38 horas.

CAPÍTULO 15

Just Give Me A Reason – P!nk ft. Nate Ruess36

Camila's POV2
—¿Vas a pasar la noche aquí con tus amigas? —Mi padre cogió la chaqueta de
su traje de encima del sofá y se la pasó por los hombros para después meter los
brazos.

—Sí. —Me senté en el brazo del sofá viendo cómo se preparaba para salir con
mi madre.

—¿Viene Steven? —Entrecerró los ojos al decirlo, colocándose bien las


mangas de la camisa dentro de la chaqueta.8

—Sí, pero papá vienen también mis amigas. ¿No te deja tranquilo eso? —Puso
las cejas gachas y negó, metiéndose la cartera en el bolsillo de la chaqueta.

—A ver, qué amigas vienen. —Entrecerró los ojos y se metió las manos en los
bolsillos, esperando a que le dijese.

—Ally, Normani, Dinah...

—Ah no, Dinah no. Si tú decides beberte una botella de vodka entera ella te
dará un embudo para hacerlo más divertido. Ambos sabemos cómo se las
gasta. —Me señaló e intenté no reírme, entonces pensé en Lauren.68

—¡Lauren! Digo... Una amiga nueva, es de la cafetería. Trae a su hermana


pequeña, no podemos hacer nada con una niña de dos años, ¿verdad? —Él
suspiró dándose la vuelta para coger la mano de mi madre, y justo en ese
momento sonó la puerta. —¿Ves? Deben de ser las chicas.

—Mmh... —Gruñó él, que fue a abrir la puerta, y mi madre me abrazó


dándome luego un beso en la mejilla.

—Papi, ¿me vas a dejar dinero para comprar pizzas?

—Lo tienes en el cajón de la cocina.10


Me acerqué a la puerta justo cuando mi padre abrió, era Steven. Al verle se
quedó absolutamente paralizado, con la boca abierta e intentando balbucear
palabras sueltas.

—Cuidadito. —Lo señaló pegándole el dedo índice al pecho. Steven tragó


saliva, me miró buscando ayuda pero negué encogiéndome de hombros. Me
gustaba hacerle sufrir así. Mi padre pasó de largo saliendo por la puerta,
dejándome una última sonrisa de mi madre.21

El sonido de la puerta lo hizo resoplar, bajando los cinco escalones que había
hasta el salón.

—Tu padre está chiflado. —Se rio, y yo negué de brazos cruzados.36

—No, sólo me quiere mucho. —Noté sus frías manos posarse en mi cuello y al
principio salté un poco; me molestaba. Luego se inclinó y me beso,
lentamente, hasta que yo me separé. —Mmh... ¿Cuándo vienen los demás?7

—Venga ya, Camila, vamos a disfrutar del tiempo que queda hasta que
lleguen. —Me cogió de la mano y se dirigió al sofá, sentándose en él. Luego
me guio para que yo me sentase en su regazo.8

—Hoy vienen Lauren y su hermana. —Alcé las cejas al mirarlo, y Steven


resopló, poniendo una mano sobre mi muslo.

—¿Podemos no hablar de Lauren, por favor? —Hizo una mueca mirándome, y


yo ladeé la cabeza con un puchero.26

—Está bien. Ayer en la guardia en urgencias vino un chico con una brecha en
la cabeza, es decir... Su camiseta estaba toda llena de sangre. ¿Sabes? —
Adoraba hablar de esas cosas, adoraba contar cómo podía ayudar a la gente
haciendo lo que más me gustaba. Era simple, sólo coser un par de heridas,
quizás desinfectar, mandar antibióticos, pero eso era lo que más me gustaba.
Esperaba, aquél año, poder especializarme. —Y entonces tuve que hacerle...

—No, no... —Hizo otra mueca negando, dándome un suave apretón en el


muslo. —Mira, no tenemos por qué hablar, ¿no? —Agaché la cabeza y asentí
con una débil sonrisa, mirándolo de nuevo a él. —Ven entonces. —Tomó mi
barbilla con dos dedos y me acercó a él, pero entonces sonó el timbre. —¿Ves
lo que pasa si perdemos el tiempo? —Soltó una carcajada.72

Me levanté rápido del sofá, y subí los escalones rápido para abrir la puerta.

Lauren llevaba a su hermanita en brazos que venía con un chupete rosa en la


boca y un pequeño moño. Además, estaba cubierta por un chaquetón amarillo
pastel, y unos tenis de velcro blanco. Lauren, por su parte, llevaba su chaqueta
de cuero negra, el pelo ondulado y los jeans rotos por las rodillas.36

—Hola cosita. —Dije con la voz aguda y una sonrisa, acercándome a la


pequeña. Rocé su barbilla con el dedo haciéndola reír, y estiró la mano hacia
mí para ponerla sobre mi boca. —¿Shi? ¿Ya estás bien? ¿Ya no estás malita? —
Levanté la mirada hacia Lauren que observaba a su hermana con una sonrisa,
y después me miró a mí. —Hola cosita. —Respondí en tono normal,
haciéndola reír. Cuando fui a darle un beso en la mejilla, ambas fuimos para el
mismo lado, luego hacia el otro casi a punto de besarnos. Entonces Lauren
puso una mano en mi mejilla izquierda y besó la derecha, para así entrar.123

Tras ella venía Vero, que me abrazó con fuerza y nos balanceamos en el sitio.
Luego Dinah, que me dio con el dedo en la frente y casi me deja marca.15

—Ni un hola ni nada. —Me quejé mirándola con el ceño fruncido. Luego,
vino Michael. Él parecía algo perdido y tímido, simplemente me sonrió.

—¿Dónde están Ally, Normani, Troy y Keith? —Vero miró a su alrededor,


pero yo no podía apartar la vista de cómo llevaba Lauren a Rachel. Iba
andando pero se desviaba por el salón, y Lauren iba detrás de ella con los
brazos a los lados para que siguiese hasta el sofá.

—¡Mila! —Vero me sacó de mis pensamientos y la vi sonriendo. —¿Las


chicas?

—Oh, sí, vienen luego. —Bajé las escaleras y la vi sentarse junto a Lauren, que
ya sentada en el sofá, retenía a su hermana de pie, entre sus piernas, con sus
brazos.

—Tu casa es... Muy chula, Camila. —Decía Michael mirando a los techos de
madera, bajando la vista hasta la chimenea que teníamos en frente.

—Sí, ¿verdad? —Me senté sobre la pierna de Steven sin dejar de mirar a
Rachel que observaba todo con detenimiento. Era demasiado nuevo para
ella.18

Después de unos minutos llegaron Ally, Normani, Troy y Keith llenos de


nieve hasta las cejas, y es que la que había empezado a caer en Toronto era
tremenda.8

Vero estaba sentada en el sofá al lado de Lauren, y casi parecían una pareja.
Rachel estaba en el regazo de Lauren, ella recostada en el sofá mirando a su
hermana, y Vero le acariciaba el pelo mientras las dos miraban a la pequeña.

—Si tengo una hija y no es como tu hermana, puede que la devuelva. —


Comentó Dinah haciendo reír a Lauren. Rachel caminaba por la alfombra
señalando a todas las cosas con su chupete en la boca.21

—Yo también. —Comentó Michael, y todos nos giramos hacia él. Llevaba
puesta una camisa de cuadros roja, su pelo era negro y el pantalón era justo
como el de Lauren. —E—Es decir... —Se rascó la nuca sacudiendo la cabeza.10
—Vamos, di lo que quieres decir. —Lo alenté yo, y Lauren lo miraba con el
ceño fruncido mientras intentaba mantener a su hermana tranquila.

—Es que la gente se ríe de mí cuando lo digo, y, uhm... —Se encogió de


hombros mirando al suelo, haciendo una mueca con la boca.1

—Aquí nadie va a juzgarte. —Dinah sonrió moviendo su rodilla, y el resopló


dispuesto a contarlo.

—Venga ya, hombre, tampoco será para tanto. —El gesto y la voz de Steven
fueron de desprecio total hacia Michael. Me despegué de él y me senté al lado
de Vero con los brazos cruzados.11

—Yo siempre quise tener una familia, casarme y tener hijos, pero cuando lo
digo la gente se burla.37

—Aww... —Murmuró Dinah, y Michael esbozó media sonrisa tierna,


encogiéndose de hombros.1

—¡También quiero ser cocinero! —Todos reímos, porque ya que estaba


aprovechó para contarnos algo más de él.

Pedimos pizza, y juro que ver a Rachel comerse un trozo fue lo más adorable
que vi en mucho tiempo. Lauren simplemente le dio la punta de su trozo, y la
pequeña se sentó en el suelo mirando la tele donde le pusimos algunas
películas de dibujos.

—A píiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. —Señaló a Nemo, incluso


levantándose del suelo con el trozo en la mano que a veces se llevaba a la boca.
Se quedó mirando la pantalla un momento embobada con la boca abierta, y
ladeó la cabeza observando los dibujos.5

Luego se giró hacia mí, y mientras los demás cenaban, ella se acercó y se
quedó entre mis piernas mirándome.
—Hola cosita. —Susurré inclinándome para darle un besito en la nariz. —
¿Quieres venir conmigo? —Puse las manos en sus costados y ella alzó los
bracitos para venir conmigo. La senté en mi regazo y tomé un trozo pequeño
de pizza, acercándoselo a su boca mientras ella seguía viendo la película. —Tu
hermana tiene que descansar y comer tranquila, ¿vale? —Murmuré cogiendo
su bebedor de agua, y le dio un pequeño sorbo para después señalar la
pantalla.1

—Ecito. —Me miró y señaló la pantalla. —Ecito. —Fruncí el ceño


acercándole el pequeño trozo de pizza a los labios.28

—¿Pececito? —Rachel asintió mientras se comía el trozo y miré a Lauren, que


observaba a su hermana con una sonrisa.5

—Esta ya va a terminar, ¿ponemos otra? —Michael miraba el mando entre sus


manos con el ceño fruncido.

—Ota. —Rachel alzó el brazo al escucharlo soltando una pequeña risa.2

—Venga, vamos a poner Cars.

—¡No! —Espetó Dinah girándose hacia el chico con el ceño fruncido. —Lilo
& Stitch.34

—El mando lo tengo yo, y yo digo Cars. —Michael se puso de pie y alzó el
mando. Dinah saltaba para cogerlo, incluso agarró su brazo para bajarlo, pero
no resultó.

Al final Rachel volvió corriendo con Lauren, y se quedó dormida sobre su


pecho con su chupete rosa en la boca de nuevo. Su hermana se reclinó en el
sofá para que ella quedase totalmente tumbada en su pecho, hecha una
pequeña bolita y su mano agarrando la camiseta.
Steven me llamó con el dedo y agarró mi mano, sentándome en su regazo de
nuevo. Suspiré apoyándome de costado contra su pecho y pasé mi brazo por su
cuello.2

—Te he echado de menos. Podrías haberte sentado conmigo. —Alcé los


hombros al escuchar sus palabras e hice una pequeña mueca.

—A ti te veo todos los días, a esa cosita no. —Señalé a Rachel que dormía en
el pecho de su hermana. Me quedé mirando a Lauren durante un instante,
apenas fueron un par de segundos, pero me bastaron para darme cuenta de lo
tierna que era aquella imagen. Vero tenía la mano puesta justo en el muslo de
Lauren, por su cara interior, observando ambas a Rachel dormir.24

—Dormirás conmigo hoy, ¿no? —Susurró él dándome un beso en el mentón,


haciéndome girar hacia él.3

—Claro.27

Vero durmió en una habitación aparte, Lauren durmió con su hermana. No sé


por qué pero respiré tranquila. Mientras tanto, yo estaba quitándome la ropa
para cambiarme en mi habitación con Stev ya tumbado en la cama.12

—Veeeeen. Ven ya. —Dio unos cuantos golpes a los lados de la cama. Yo me
coloqué la camiseta del pijama y caminé hasta la cama. Estaba baja de ánimos
y no sabía por qué. Me tumbé a su lado, y noté cómo comenzó a darme besos
en el hombro.

—Stev, no. —Moví el hombro para que parase.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque sólo quiero dormir. —Me acomodé un poco más en la cama,


subiendo el edredón hasta que cubrió mis hombros.
—Estás amargada últimamente. —Noté cómo se giró en la cama para darme la
espalda, pero no me molesté ni en contestarle.16

*1

No podía estar ni un segundo más en la habitación, llevaba una hora entera


despierta. Eran las siete de la mañana y la tormenta en Toronto no había
cesado. La estampa que se veía a través de la ventana eran los setos del jardín
nevados, la casa de enfrente totalmente blanca, y el cielo encapotado. No tenía
pinta de parar.

Salí de mi habitación y me froté los brazos por el frío que hacía al salir de la
cama. Dios, desearía poder quedarme a dormir hasta la noche. Pero no, no
tenía ganas de estar con Stev. La pelea de la noche anterior había enfriado las
cosas, y sin duda me había molestado profundamente aquél 'estás amargada'.

Fui a abrir la puerta del baño del fondo del pasillo, pero a su vez Lauren salía y
chocó conmigo. Llevaba el pelo aún revuelto y una pequeña sonrisa en su
rostro. Además, aquella camiseta gris ajustada que usaba como pijama le
quedaba demasiado bien.8

—Buenos días. —Dijo Lauren con la voz ronca, apartándose de la puerta para
dejarme pasar.

—Buenos días, Lauren. ¿Has dormido bien? —Justo cuando se iba, se giró de
nuevo hacia mí.

—Wow, esa habitación es una pasada. He dormido genial. Ha sido... —Abrió


los ojos con entusiasmo y una gran sonrisa. —Alucinante.

—Es sólo una habitación. —Achiqué los ojos, ladeando la cabeza.

—Lo sé. —Asintió sonriendo, y eso me dejó en mitad del pasillo


cuestionándome una barbaridad de cosas. ¿Por qué se emocionaba tanto por
una habitación? ¿Por qué estaba tan alegre por haber dormido bien? Y lo peor
de todo, ¿cómo una simple cama podía hacer tan a una persona?13

—¿Quieres desayunar conmigo? —Señalé la cocina algo dubitativa, porque no


sabía si ella aceptaría.2

—Claro.2

Bajamos a la cocina, y Lauren se sentó en uno de los taburetes de la mesa


central, y yo abrí la nevera.

—¿Qué quieres desayunar? —La miré torciendo los labios, aunque luego solté
una risa al pensar lo que iba a decir. —¿Un café sólo, pequeño con una de
azúcar?11

—Desayunaré lo que tú tomes. —Saqué entonces el pan, mantequilla y


mermelada. Lo puse encima de la mesa y metí dos vasos de leche en el
microondas.7

—Hace mucho que no te pasas por la cafetería. —Lauren cortaba el pan para
las dos, y se encogió de hombros con una mueca.

—Trabajo hasta muy tarde últimamente. —Puse los dos vasos encima de la
mesa y eché cacao en polvo, moviendo la cucharilla hasta que se disolviese. —
¿Cómo es eso de trabajar en un hospital? Tiene que ser interesante. —Lauren
tomó la taza y se la colocó en los labios, alzando las cejas.7

—¿Quieres que te hable de mi trabajo? —Ella asintió mientras bebía. Era la


primera vez que alguien me preguntaba aquello. Mis amigas por supuesto no
contaban, porque trabajaban justo en lo mismo que yo, pero no había
satisfacción más grande que contarle algo a una persona de lo que estabas
orgullosa. —Bueno, uhm, sólo hacemos las guardias. No es nada, sólo lo que
viste. —Tampoco quería aburrir a nadie. Con Steven la mayoría del tiempo lo
hacía.1

—Habla, te escucho. —Cogió su tostada con las dos manos y le dio un


mordisco observándome.45

—Bien, el caso es que me ha tocado en urgencias ahora. Lo que pasa es que en


esa consulta a la que fuiste pues, nunca viene nadie. Sólo cuando hay mucha
gente, o es algo de poca importancia. —Sonreí un poco y tomé la taza entre
mis manos, dándole un pequeño sorbo. —¿Sabes? El otro día vino un chico un
una brecha encima de la ceja. Tenía toooooda la camiseta manchada de sangre,
daba miedo. Incluso creí que tendría algo más, pero gracias a dios sólo tuve
que suturarle la herida y ya está.1

—Wow. Me encantaría poder ser así de útil. Y... No sé, hablar de las cosas que
me gustan como tú lo haces. Es interesante eso de salvar vidas. —Bebió de su
taza y se limpió los labios con una servilleta.

—Eres como una madre para tu hermana, y... Tanto como salvar vidas... No sé
yo.

—No sabes en qué situación podrías salvar una.

CAPÍTULO 16

Ghost — Halsey72
Camila's POV

A veces perdía la noción del tiempo. Estaba allí, en el mostrador, con el libro
de traumatología delante y un bolígrafo en la mano. Pero era aquellas veces en
las que te quedabas mirando a la nada, con la vista perdida, pensando en otras
cosas y medio dormida.

Las noches en la cafetería cada vez se antojaban más aburridas. Apenas


aparecían tres o cuatro personas en todo el tiempo en que yo estaba allí,
pedían un café y al rato se iban. Ya Lauren casi nunca se pasaba por la
cafetería, y es que según me decía, tenía muchísimo trabajo y terminaba el día
agotada.

En cierto modo, yo me sentía culpable. Yo tenía todas las comodidades del


mundo, cuando llegaba de la cafetería no tenía presiones. Si me echaban no
pasaba nada, todo seguiría igual para mí, o incluso mejor porque no tendría
que ir a trabajar por las noches.

Me gustaría hablar con Steven para ver si me distraía, pero a esa hora estaba ya
dormido; o eso creía yo. Además, alguna vez que otra le pedí que viniese a
recogerme a la cafetería porque tenía demasiado sueño como para conducir,
pero él nunca apareció. Había aspectos de él que me molestaban
profundamente, como por ejemplo aquellos comentarios micro—machistas.
También quería contarle cosas y él simplemente quería acostarse conmigo, y
finalmente, aquél desprecio a Lauren que sin razón aparente había tomado.49

—¿Sabes que es de mala educación dejar a un cliente sin atender? —La voz
ronca y tenue de Lauren me sacó de mis pensamientos. Tenía el ceño fruncido
y una sonrisa en los labios.
—Oh, uhm... —Sacudí la cabeza y acabé por reírme, pasándome la mano por
la frente. —Perdóname, estaba un poco ida. —La miré a los ojos y ella asintió,
como si no me creyese o se burlase un poco de mí. —¿Qué vas a tomar?3

—Nada, vengo a verte. —Se apoyó en el mostrador con las manos y me miró
con una sonrisa. —Siempre dices que ya casi nunca me paso, pues... Estoy
aquí.73

—Sí... Echaba de menos pasar tiempo a solas contigo, ¿sabes? —Cerré el libro
que estaba encima de la mesa y lo aparté. Lauren soltó una pequeña risa y se
quedó mirándome durante unos segundos.

—Necesito darte las gracias y pedirte perdón por un par de cosas. Uhm... —Se
rascó la nuca y bajó la mirada al mostrador. —Primero, gracias por curarme el
labio, por aguantarme cuando vine aquí llorando, por hacer que mi hermana
ahora esté bien y por invitarme a tu casa, fue increíble. Luego quiero pedirte
perdón por... Mis formas. Muchas veces me enfado y, y... Quiero ser siempre
yo la que lo arregle todo, la que... No dé pena, ¿entiendes? —Asentí a sus
palabras con una débil sonrisa, ladeando un poco la cabeza. En cierto modo la
entendía, hería su orgullo de alguna manera, y quería ser capaz de sacar
adelante a su hermana ella sola. Pero, ¿no debería plantearse aceptar una
ayuda ajena? Yo sí que me había planteado ayudarla. Había pensado en
ingresarle a ella el dinero que yo ganaba en la cafetería, no era mucho, pero
seguro que ayudaba más de lo que me podría imaginar.

—No me tienes que pedir perdón. Yo... —Solté un pequeño suspiro que se
tornó en una sonrisa que intentaba esconder. —Te echo mucho de menos. Y
sé que trabajas mucho pero... Quizás podríamos vernos más, los fines de
semana al menos, ¿no? —Me separé del mostrador y giré para coger uno de los
vasos de cartón.
—Podemos quedar cuando tú quieras. Y... No quiero café. —Eché los polvos
de chocolate y vertí la leche caliente.

—No es café. ¿Crees que voy a dejar que no tomes nada con esta tormenta? —
La escuché reírse y me volví con dos vasos de chocolate, señalando la mesa del
fondo. —¿Nos sentamos?

—Vamos. —Casi me quitó los vasos de la mano y caminó hacia la mesa que
estaba junto a la ventana. Entonces se me encendió la bombilla. Apagué las
luces de la cafetería, dejando que entre la lluvia se colase la luz azul que
Toronto desprendía, y que iluminó la cara de Lauren de perfil.

—Te acuerdas. —Musitó ella mientras yo me sentaba, tomando el vaso entre


mis manos.

—Algo tan bonito no podría olvidarse. —Sonrió y removió la cuchara en la


taza, lentamente, aireando el chocolate para que se enfriase un poco.17

—¿Qué tal en el hospital? —En esa pregunta me mordí el labio inferior


intentando retener el aluvión de cosas que quería contar y que siempre me
guardaba para mí misma porque a nadie le interesaba.3

—Bien. —Respondí con voz débil encogiéndome de hombros, sonriendo un


poco.

—¿Trabajas en lo que más te gusta en el mundo y sólo es 'bien'? —Puso las


cejas gachas y chupó la cuchara llena de chocolate.10

—Mira, ¡ayer fue genial! Te lo juro, Lauren. —Abrí los ojos al comenzar a
hablar con las manos puestas encima de la mesa. —Era una noche súper
aburrida, como siempre, y de repente entran como tres chicos de golpe con un
brazo roto, otro con una herida en el abdomen y el otro había perdido el
conocimiento. Normani y yo no dábamos abasto, porque cuando no se quejaba
uno se quejaba el otro, era muy agobiante. ¿¡Pero sabes qué es lo mejor!? —
Lauren tenía la barbilla apoyada en las manos, esbozando una amplia sonrisa.
—¡Le dije al doctor que el chico del brazo necesitaba una operación y no
dudaron de mí! ¿Sabes qué es decirle a un superior que necesita operarse y que
no duden?85

Lauren permanecía en silencio mientras yo hablaba, con media sonrisa y


asintiendo a todo lo que yo decía. A veces hacía pequeños comentarios, pero
dejaba que yo siguiese relatando algo de lo que me sentía orgullosa, y por
primera vez en mucho tiempo no me avergoncé de contar lo que hacía, de
contar lo que me gustaba, de hablar con alguien y no sentir que lo estaba
aburriendo.35

—Y... ¿Tú no tienes que contarme nada? —Sonrió irguiéndose en la silla y se


encogió de hombros.

—Trabajo de camarera, así que... No mucho. —Entrecerró los ojos al decirlo,


soltando un pequeño suspiro. —Me gusta escucharte. Es agradable escuchar
cómo es feliz una persona que te importa. —Se me escapó una diminuta
sonrisa que tapé con las manos en mi boca, ladeando la cabeza. —Oye, quería
pedirte un favor.

—Claro, lo que quieras. —Acepté con una gran sonrisa, tomando su mano por
encima de la mesa.2

—Verás, es que... Yo nunca he salido con nadie, ni he... Ya sabes, besado a


nadie, ni e—esas cosas qu—que hacen las parejas que salen y, y... — Tenía la
mirada perdida en la mesa y la palma de su mano sudaba. Se estaba poniendo
un poco nerviosa así que la apreté.4

—¿Qué quieres pedirme? —Mi corazón en aquél momento iba más rápido de
lo normal sin razón aparente.1
—Mira... Me gusta mucho Vero, aún no se lo he dicho pero... Me gustaría
tener una cita con ella y—y no tengo ni idea de qué hacer. —Mi cara se
incendió, y casi creí que una gota de sudor caía por mi frente, pero mantuve la
sonrisa. —Es decir, tú tienes novio, sabes qué hacer. Si pudieses... Enseñarme
algo. No sé.144

—Sí, uhm, sí, claro. —Asentí rápidamente con una sonrisa, poniéndome de
pie y le tendí la mano para que se levantase. —Eres mucho más alta que Vero,
e incluso que yo. —Solté una pequeña risa viéndola sonreír un poco hasta
quedar a mi lado. —Así que no es muy difícil. Sólo... Por ejemplo. —Cogí su
mano y pasé su brazo por encima de mis hombros.

—¿Y cómo llego a ponerle el brazo? ¿No será muy brusco así, de la nada? —
Aparté su brazo por no solté su mano.13

—Mmh... Puedes intentar coger su mano primero, así. —Puse mi palma


contra la de ella y, lentamente enlacé nuestros dedos. Sus manos no eran
suaves exactamente, más bien rudas y ásperas. —Rozas primero las yemas de
sus dedos, la punta, esperas a que ella te lo corresponda. Y si te lo corresponde
pues... —Cogí su brazo y lo puse encima de mi hombro, alzando la mirada a
Lauren con una pequeña sonrisa. Se quedó mirándome con los labios
entreabiertos unos segundos, para luego carraspear.8

—¿Y si ella quiere besarme? —Fruncí el ceño ante la pregunta y me separé un


poco.29

—Pues la besas. —No respondió, simplemente me miró a los ojos esperando


que siguiese. —Oh, claro, uhm... —Me froté la frente con los dedos y una risa.
—Sólo déjate llevar, no es difícil.33

—Vale, me dejo llevar, no es difícil. —Repitió como un mantra cerrando los


ojos soltando aire entre sus labios al final de la frase.2
—Estoy segura de que a Vero le gustas mucho. —Dije en voz más baja, casi
arrepintiéndome de lo que había dicho. Pero era la pura verdad, ¿a quién no
iba a gustarle Lauren? Bueno, se suponía que a mí no, pero...38

—¿Tú crees? —Asentí colándome un mechón de pelo tras la oreja algo


nerviosa. —Bueno... Muchas gracias, Camila. Te debo demasiadas ya.

—Tú no me debes nada.

*2

—Echaba de menos estas tardes con vosotras, chicas. —Ally sonreía


caminando a nuestro lado.

La verdad es que sí. Había echado de menos estar con mis cuatro amigas,
caminando sin preocupaciones por Yonge Street, comprando ropa y un café
humeante en la mano. A veces el frío remitía, y pasábamos de estar bajo cero a
tener unos 'cálidos' dos grados.25

—¿No podríamos haber esperado a que hiciese un poco menos de frío? Está
nevando. —Se quejó Dinah, y me enganché a su brazo mientras andábamos.

—Siempre andas quejándote, Dinah. —Se rio Ally. Ella era la mayor, hacía un
par de años que había terminado la carrera y trabajaba como doctora en un
hospital diferente al nuestro. Luego estábamos Dinah y yo, ambas en distintos
hospitales. Y Normani era su primer año como doctora en el mismo hospital
en el que yo hacía mis prácticas, y casi di gracias a Dios por no estar sola. —
Por cierto, ¿cómo te va con Nela?1

—Bien. ¿Podemos entrar en Gucci? El otro día vi un bolso que me encantó. —


Respondió sin más la rubia, arrastrándome hacia la tienda.20
—Si Lauren estuviese aquí ya habría corrido calle abajo tres veces. —Dije
riendo mientras entrábamos a la tienda. El calor se caló en nuestra ropa y
todas soltamos un suspiro a la vez mientras mirábamos las estanterías.

—¿Lauren? ¿Por qué? —Me encogí de hombros y me acerqué a una de las


mesas donde tenían puestos unos tacones preciosos.

—Porque odia este tipo de ropa. Ow, mirad estos tacones. —Dije cogiendo
uno en mis manos, dándome la vuelta para mostrárselos a mis amigas. —
¿Creéis que le gustarían?

—¿A quién? —Preguntó Ally cogiendo una blusa de la percha, mientras


Normani y Dinah observaban los bolsos en la mesa de al lado.

—A Lauren. —Solté casi sin pensar.74

—¿A Lauren? —Dijeron todas a la vez con el ceño fruncido.

—¿No debería gustarle a Steven? —Espetó Normani mirándome antes de alzar


el bolso delante de ella. Steven. Joder, Steven.45

—Sí, eso, Steven. Es que paso mucho tiempo con Lauren y me confundo. —
Solté una risa nerviosa y les di la espalda para apretar los ojos, esto estaba
yendo demasiado lejos.37

—Pero a Lauren también le gustaría. —Añadió Dinah a mis espaldas. Sonreí


un poco ante aquél comentario, girándome de nuevo hacia ellas. —Aunque
bueno, en realidad lo que de verdad le gusta es Vero. ¿Se han liado ya?14

—No. —Respondí cortante, cogiendo el par de tacones para dirigirme a la


caja. —Aún no.
CAPÍTULO 17

Team – Lorde28

Lauren's POV

Ashley era una de las cocineras que ayudaban en la cocina. Tendría 23 años,
no mucho más. De ojos azules y pelo rubio, pero creo que era teñido. Siempre
me quedaba observándola desde el office, donde fregaba los platos, pero desde
que Gregor me hizo camarera había empezado a hablar un poco más conmigo.
Al principio pensé que era porque ahora tenía un puesto más 'alto' en el
restaurante. Luego me di cuenta de que era porque estaba detrás, nunca
hablaba y salía la última de trabajar.24

Aquél día terminamos tarde, eran sobre las dos y media de la mañana, y es que
un grupo de ejecutivos de una importante empresa vino a cenar. Incluso hizo
que aquella noche Gregor cerrase el restaurante para tener privacidad. Me
pareció bastante exagerado aquello en un principio, pero cuando escuché las
cosas de las que hablaban esa idea se borró de mi cabeza. Las cantidades de
dinero que se movían en aquella mesa eran desorbitadas, tampoco me enteré
muy bien sobre qué hablaban, ni siquiera me interesaba.

—Eh, te he dejado un plato con osobuco para que cenes ahora. Yo tengo que
irme. —Michael me dio un golpe en la espalda mientras metía su chaquetilla
de pinche en la maleta.20

—Muchas gracias. —Sonreí acercándome a la mesa, cerca de los fogones,


retirando la tapa que había puesto encima del plato.

—Mañana me dices si está bueno, si le falta sal, si... —Yo ya tenía el primer
bocado en la boca y asentí señalándole la puerta.
—Mañana, mañana. —Él se echó a reír, sabía que me iba a gustar de todas
formas. Michael tenía un talento especial para la cocina, de hecho aquél
trabajo de pinche no era ninguna tontería para ganar dinero. Había empezado
como friegaplatos, pero echaron al pinche que lo precedió. Lo ascendieron, y
yo lo sustituí. Ponía mucho esfuerzo en lo que hacía, a veces incluso me
llamaba en mitad de la noche para preguntarme si estaba segura de que me
había gustado el plato que había hecho ese día.1

—¿Está rico? —La voz casi juguetona de Ashley llamó mi atención, y levanté
la mirada del plato con la boca llena. Tragué de golpe.34

—Uhm, sí, ¿quieres probarlo? —Cogí un trozo de carne que casi se derretía en
el tenedor y se lo llevé a la boca, haciéndola reír.

—Se te olvida que ese plato en parte también lo he hecho yo, ¿verdad? —Eché
la cabeza hacia atrás con un suspiro, dejando el plato vacío en el fregadero.

—Soy muy despistada. —Ashley se agachó para coger su bolsa, y entonces


surgió la oportunidad que llevaba días esperando. —Oye, Ash. —Su mirada se
fijó en mí al instante en que pronuncié aquél diminutivo. —Ashley. —
Rectifiqué, pero ella no estaba molesta, fue producto de mi imaginación.

—Oye, Lauren, estoy cansada. ¿Quieres que te lleve a casa y en el coche me lo


cuentas? —Me paralicé al instante en que escuché aquellas palabras.1

—S-Sí, claro.13

Caminamos fuera del restaurante y su coche estaba aparcado en la acera de


enfrente. No sabía si debía hacer eso, en parte quería ir con Camila. Sus
noches últimamente eran muy solitarias, pero... Ella tenía novio, ¿no? Suponía
que él iría a verla.25
—¿Qué querías preguntarme? —Arrancó el coche mientras yo me ajustaba el
cinturón y tragué algo de saliva.

—Tú... Tú has estado con muchos chicos, ¿verdad? —Fruncí el ceño. Aquello
había sonado fatal. —A ver, no con muchos, sino con chicos. Con gente. Es
decir... Yo no he tenido relaciones y tú sí. Eso, eso quería decir. —Suspiré
apoyando la cabeza en el reposacabezas del asiento.

—¿Y qué pasa? —Ashley giró el volante para girar en una glorieta, parándose
luego en un semáforo.

—Que... Mira, me gusta una chica, y tengo miedo de decírselo. —Escupí


girando todo el cuerpo hacia ella.

—Oh, venga ya Lauren, tienes, cuanto, ¿veinte años? —Alzó las cejas y yo
negué lentamente.

—Acabo de cumplir veintidós. ¡Pero ese no es el caso! Es que... Me da miedo,


va a querer besarme, ¡y yo no sé besar! —Ashley paró delante de un edificio y
me miró con el ceño fruncido. —Y va a querer tener sexo y yo, yo... —Abrí
los ojos al darme cuenta de aquello, casi me faltaba la respiración.7

—Y temes que se ría de ti porque eres virgen a los veintidós. —Dijo ella con
media sonrisa, parando el coche. —¿Quieres subir a mi casa y te doy algunos
consejos? —Para mí consejos eran simples consejos. Mi mente no iba más allá
en aquél doble sentido.86

—Claro, claro. Estaría bien. —Sonreí algo más calmada y salimos del coche.12

Su piso consistía en un sofá verde, paredes pintadas de blanco, una mesa de


madera, televisión y libros encima de la mesa del salón.

—Estudio bioquímica. —Asentí mirando la mesa. Me sentía algo intimidada


por aquella chica; parecía tan segura de sí misma, tan lista, que yo no era
suficiente siquiera para hablar con ella. Lo mismo me pasaba siempre con
Camila.10

—Qué difícil. —Murmuré mientras ella abría una botella de cerveza y me la


daba, y luego otra para ella.

—¿Has pensado mucho en cómo quieres que sea tu primer beso? —Negué
apretando los ojos, dándole un largo trago a la cerveza.

—No, no lo veo algo especial. Sólo quiero que pase rápido, y que no me
juzguen y ya... —Volví a beber echando la cabeza hacia atrás, engullendo la
cerveza.

—Vale. —Me quitó el botellín casi vacío de las manos y dejó el mío y el suyo
encima de la mesa. —¿Puedo besarte? —La pregunta me dejó congelada. No
pensé que nadie, nunca, jamás, en mi vida fuese a preguntarme aquello. —Te
beso y ya aprendes para esa chica que te gusta, ¿sí o no?55

—Sí. —Respondí sin dudar. Las manos me sudaban, y me puse aún más
nerviosa cuando ella se puso delante de mí. Cerré los ojos soltando el aire
tembloroso entre mis labios.13

—Lauren, no te voy a matar, es sólo un beso.

—Vale, ¡vale! Uf. —Abrí los ojos y ella negó poniéndome la mano en estos de
nuevo.

—¡No! —Dijo riéndose. —Se besa con los ojos cerrados, abiertos es raro. —
Asentí con el ceño fruncido. —Cuando veas que me acerco a ti los cierras y ya
está. —Asentí de nuevo.

Ashley puso la mano en la parte posterior de mi mejilla, colindando con mi


oreja y casi bajo mi pelo y se acercó a mí, entonces cerré los ojos. Mi corazón
latía a mil por hora, y es que era mi primer beso. Sus labios tocaron los míos,
se separaron lentamente escuchándose en la habitación. Era tan lento, tan
suave, notar la humedad de otra persona en la boca era algo indescriptible. El
calor subió por mis mejillas y la parte inferior de mi abdomen. Oh no. No abrí
los ojos porque me besó de nuevo, y esta vez atrapé su labio inferior entre los
míos, pero se me escapaba la lengua entre mis labios.49

—Lauren no me metas lengua. —Me dio un golpe en el pecho separándome


de ella.86

—Perdón. —Volvió a acercarse a mí, poniendo la mano en mi cuello para que


me agachase, dándome un beso igual de lento y tierno, pero se me volvió a
escapar la lengua. Su mano impactó contra mi mejilla. —¡Ah!46

—Eso es lo que te va a hacer la chica si a la primera le metes la lengua hasta la


garganta. Así que, lengua fuera. —Suspiró acercándose a mí, y justo antes de
besarme paró. —Sin lengua. —Susurró en voz baja, y puse todas mis fuerzas
en contenerla.38

Bajé las manos a su cintura, apretándola fuerte mientras nuestros labios se


besaban lentamente, de forma suave, dulce, tímida incluso. Aunque fuese así,
aquél beso estaba haciendo que mi chaqueta sobrase y que el calor se instalase
ya en todo mi cuerpo. Entonces sentí la lengua de Ashley en mi boca,
apretando mi nuca con sus dedos. Si ella había sacado la lengua, ¿yo también
podía? No me arriesgué a otra bofetada, así que simplemente dejé que ella la
colase entre mis labios.19

—Lauren. —Se separó riéndose con las manos en la boca. —La lengua.24

—¡Pero si ahora no la he sacado! —Abrí los ojos casi indignada, abriendo los
brazos y dejándolos caer a los lados de mi cuerpo.82

—¡Es que deberías haberla sacado! Ven aquí. —Cogió mi mano y me llevó
hasta el sofá, sentándome en él. Luego Ashley se sentó encima de mí, con sus
piernas a cada lado de mi cuerpo. Jamás creí poder tener a una chica así. —
¿Dónde vas a poner las manos? —Tragué saliva y la miré casi con cara de
cordero degollado. No iba a moverlas y ya me había regañado. —Vamos,
cógeme. Tienes que saber cómo agarrar a una mujer si quieres tener una
relación, ¿no? —Ladeó la cabeza mostrando una amplia sonrisa.91

—¿Por qué haces esto por mí? —Su entrepierna se posó sobre mi regazo y se
encogió de hombros.2

—Porque estás muy buena, me pareces buena chica y me gusta eso de ser el
primer beso de alguien. —Se dejó caer a mi lado en el sofá, pero una de sus
piernas seguía subida sobre mi regazo. Chocó sus labios contra los míos, y mi
mano por inercia fue a su muslo apretándolo mientras, sin ser consciente de
ello, mi lengua se coló en su boca, tocando la suya lentamente, succionando
suavemente, lento, llevándome su lengua conmigo para chuparla. —Mmh... —
La solté en cuanto la escuché, no sabía si le iba a gustar o no. —Está bien eso.
¿Me lo haces otra vez? —Volví a besarla, succionando su lengua entre mis
labios, acariciándola a la vez con la mía, mientras mi mano apretaba su muslo
que tenía sobre mí.44

Ashley puso la mano en mi abdomen y la coló bajo mi camiseta, comenzando


a acariciar mi piel con lentitud. Solté un suspiro contra su boca, y es que me
estaba derritiendo casi literalmente, porque mi entrepierna en aquellos
momentos echaba fuego.60

—A-Ash... —Balbuceé carraspeando, y ella levantó la mirada hacia mí. Tenía


la frente llena de sudor y los labios entreabiertos. Iba a explotar.

—¿Quieres que pare? —Dijo mientras no paraba de acariciarme. Negué. Se


inclinó sobre mí, quitando su pierna de encima, y levantó mi camiseta un poco
para mostrar mi abdomen. Hizo una hilera de besos, sacando su lengua,
húmeda y suave, que recorrió mi piel. Estaba muriéndome. Puse una mano
sobre su espalda jadeando, hasta que en uno de aquellos besos con lengua que
estaba dando bajo mi ombligo me mordió.28

Algo explotó en mí, si tengo que definirlo de alguna manera. Era la mejor
sensación que había experimentado nunca, casi me había llegado el placer a la
cabeza y la respiración se me había cortado.38

—L—Lo siento. —Murmuré agitada, y Ashely sonrió desde abajo con el ceño
fruncido.33

—¿Por qué lo sientes?+

—No lo sé.

CAPÍTULO 18

Lauren's POV

Qué cama tan cómoda. ¿Y qué era ese olor?

—Buenos días dormilona. —Aquella voz... Joder, ¡Ashley! No, no, no, aquello
había sido realidad, no era ningún sueño. ¿Acababa de tener mi primera vez
con una compañera de trabajo?133

Abrí los ojos de golpe y me miré, estaba desnuda. La miré a ella, tenía puesto
un simple tanga que me quedé mirando durante unos diez segundos hasta que
reaccioné.3
—Oh no. —Dije incorporándome, pasándome las manos por la cara. —Lo
hicimos.

—Oh sí, tres veces. —Abrí más los ojos y la miré a ella, que sonreía con una
taza de café en su mano. —Bueno, yo me corrí tres veces, no sé si tú dos. O
más de tres. —Entrecerró los ojos dándole un sorbo a su café.98

—¿Hice que te...? ¿T—Tuviste un...? ¿¡Conmigo!? —Me acercó una taza de
café que miré atónita entre mis manos, y Ashley se sentó a mi lado.8

—¡No! Uno no, tres. ¿Es que no me escuchas? —Parpadeé con los labios
abiertos y negué sacudiendo la cabeza.

—No, no, no, no, no. Vamos a ver, si era la primera vez que besaba a alguien,
¿cómo cojones voy a hacer que te corras tres veces? —Me levanté de la cama y
busqué mi ropa interior por el suelo hasta que la encontré.

—Pues no sé, sabes dónde está el clítoris, sabes mover la lengua y... No sé.
Tampoco hay mucho más misterio en el sexo lésbico, ¿no? Oh sí, y tienes las
uñas cortas. —Alzó las cejas mientras bebía, y yo me puse los jeans rotos por
las rodillas a la velocidad de la luz, abrochándome el botón del pantalón. —
¿No recuerdas nada?

—Lo recuerdo todo, ¡pero creí que lo fingías! —Me puse el sujetador alterada,
sin saber siquiera por qué.24

—¿Cómo voy a fingir que me corro? Tuviste que notarlo. —Es verdad, lo noté.
Madre mía. —¿Qué te pasa? No es nada malo.19

—Sí, sí que es algo malo. —Dije agitada, abrochándome la camisa de abajo


arriba. —Eres mi compañera de trabajo, y, y, ACABO DE PERDER MI
VIRGINIDAD. —Dije alterada mirándola. —Oh dios, oh dios.59
—Eso decías anoche. —Soltó una risa y yo abrí los ojos como si fuese a
matarla. —Oye, no es nada malo. Sólo fue un polvo, yo te enseñaba a ti para
tener experiencia con la tía que te gusta y yo disfrutaba de ti. Nada más. —Se
encogió de hombros poniéndose de pie frente a mí con una pequeña sonrisa.
—Además, me sorprendiste.53

—¿Por qué? —Ella suspiró y se encogió de hombros, abrochándome la


cremallera que se había quedado abierta.

—Porque no estuvo nada, nada, mal.

—Sí, sí estuvo mal, mal, mal. —Me separé sacudiendo la cabeza. ¿Por qué me
importaba tanto? —Tengo que irme, de verdad, mmh, gracias, supongo.5

—Gracias a ti. —Sonrió quedándose apoyada en el marco de la puerta


mientras yo salía de su casa.

¿¡Dónde iba a ir!? Oh, sí, al hospital. Necesitaba ver a Camila cuanto antes.
Corrí hasta la parada del autobús porque iba a la misma altura que yo, y alcé la
mano para que el conductor me viese, iba casi sin aliento.44

Me senté al final y no paré de mover la pierna del nerviosismo. Se suponía que


Camila debía de estar allí, pero, ¿por qué cojones la buscaba a ella? Ah, porque
debía tranquilizarme. Eso es, eso es. Las buenas amigas hacen eso.25

Bajé en la parada del hospital y corrí dentro, casi topando con el mostrador de
recepción. Allí, una mujer rechoncha y bajita me recibió, quitándose las gafas
de cerca.3

—¿En qué pued—

—Busco a Camila, Camila Cabello, la doctora en prácticas, morena, bajita, con


marcas en las comisuras de los labios cuando sonríe y cubana. —La mujer se
quedó mirándome por la rapidez en la que había hablado, y señaló el pasillo.47
—Al final a la derecha.3

Corrí por el pasillo y miré a todos los lados por si acaso estaba por allí, pero no,
estaba justamente donde la señora me dijo que estaría.3

—¡Camila! —Corrí hacia ella, que estaba sacando un café de la máquina del
fondo. —Dios mío, Camila.

—¿¡Qué te pasa!? —Me dijo ella alterada, y yo me puse las manos en la cabeza.

—He hecho algo horrible. —Dije con la respiración agitada, tragando saliva
mientras la miraba.43

—¿¡Qué has hecho!? —Abrió los ojos al escucharme, y yo miré a los lados,
volviendo la mirada a ella.

—Ayer me acosté con una chica, Camila. ¡Una compañera de trabajo! —Ella
abrió los labios y sonrió un poco.

—Aww, felicidades cielo. —Pellizcó mi mejilla y me dejó congelada allí,


mientras bebía un poco más de café. —¿Fue tu primera vez?155

—¡Pero eso está mal! —Susurré como si quisiera gritar, buscando su mirada.

—Cielo, ha sido un polvo. El sexo siempre es bueno. Libera endorfinas, es


sano. —Bebió un poco más de café.28

—Pero siempre dicen que la primera vez debe ser con alguien especial. —
Camila negó con el ceño fruncido.

—Lo importante es que ella te tratase bien, te hiciese sentir cómoda y ya está.
Y que usarais protección, porque la usasteis, ¿verdad? —Me señaló con el dedo
índice mientras bebía de su café.110

—Sí, sí que la usamos. —Asentí pasándome las manos por el pelo.1


—¿Ves? Entonces nada de qué preocuparse. —Me abracé a ella escondiendo
mi cara en el hueco de su cuello, y sus brazos rodearon mi cuerpo sin más.7

—Gracias, Camz. Pensé que había hecho una locura. —Ella soltó una risa y
negó entre mis brazos, dándome un beso en el hombro.10

—No. Te quiero mucho, Lauren. —Sonreí y me separé para besar su mejilla.4

—Y yo a ti, Camila.9

* * *6

Aún me extrañaba el hecho de por qué buscaba a Camila la mañana anterior.


Aquél sábado estaba un poco confusa, pero decidí salir ante la propuesta de
Camila y sus amigas. Además, también iba Vero, y tenía muchísima más
confianza que antes para actuar con una mujer. O una chica. O lo que fuese.6

—Tengo que contarte algo. —Musité cuando Michael paró el coche, y me


miró justo antes de bajar.

—¿Qué pasa?

—El... El otro día, cuando me dejaste la cena en el restaurante me fui con


Ashley a su casa. Y... —Michael abrió los labios parpadeando.

—No jodas que te la has follado. —Asentí con una pequeña sonrisa, y él sonrió
alzando la mano. —¡Ya no eres virgen! ¡Y te has tirado a una tía buena! —Reí
un poco alzando la mano para chocar con él. Si no fuese virgen quizás no le
habría contado lo de Ashley, a mi parecer, era de mal gusto ir diciendo con
quién te habías acostado, porque básicamente era contar la vida privada de
otra persona, pero esto debía contárselo. ¡Ya no era virgen!13

Salimos del coche y él me miraba con una pequeña sonrisa, mientras


caminábamos hacia la discoteca.
—¿Y qué tal con Vero? ¿Habláis mucho? —Asentí con una sonrisa, y entré
delante de él en el local que bombardeó mis oídos con la música a todo
volumen. —Bueno, me voy a la barra. —No le gustaba mucho ese rollo de
parejitas que llevábamos, y menos si Dinah llevaba a su novio, como era el
caso.

—¡Has venido! —Camila corrió hacia mí con una sonrisa, y no pude evitar
fijarme en aquél vestido negro ajustado que llevaba puesto. Iba a ir al infierno
por imaginarme aquellas cosas con ella. Detrás, a lo lejos, vi cómo Steven
bebía de su copa.8

—Claro que he venido. —Sonreí inclinándome para abrazarla.1

—Ven, ¿quieres bailar conmigo? —Asentí apretando su mano, y me dejé


llevar hasta el centro de la pista. La música sonó aún más fuerte, y aunque yo
no sabía moverme, Camila me tomó de la mano y me pegó a ella.3

—¿Te lo pasas bien conmigo? —Alcé la voz acercándome a su oído para


hablar, y asintió al escucharme, poniendo sus manos sobre mi cuello. La miré
a los ojos y me perdí, mi cabeza se inclinó para besarla casi inconscientemente
hasta que noté unas manos en la cintura.

—¿Ya no te acuerdas de mí o qué? —Dijo Vero algo divertida en mi oído,


haciendo que me diese la vuelta. —Porque me he puesto mi mejor vestido
para ti.97

Michael's POV

Parpadeé un momento con la copa en la mano y el sonido de la música


bombardeaba mis oídos. No era la que yo solía escuchar, en absoluto. Aquella
música comercial me gustaba, pero no para llevarla en mi móvil y escucharla
de camino a casa después del servicio en el restaurante.8
—¿Qué bebes? —Una voz me sobre saltó, y giré la cabeza rápido para mirar a
aquella chica. Era Vero.

—Es... Licor 43. —Levanté la copa un poco y le di un sorbo. Ella torció el


gesto.

—Parece fuerte. —Asentí mirando el vaso, y luego la miré a ella con una
sonrisa débil. —No parece gustarte mucho esto.

—Me agobia mucho la fiesta. —Respondí apoyándome en la barra,


encogiéndome de hombros.

—¿Y por qué vienes? —Entonces miré a Dinah que bailaba con su novio.
Aquél sin—cuello con cara de mono que casi me parte las piernas en la fiesta
de los Cabello.9

—Para acompañar a Lauren.

—¿Y ese tatuaje del brazo? —Señaló el brazo derecho que iba descubierto, ya
que llevaba la camisa remangada. —Es bastante raro. Eres bastante raro. —
Dijo riendo. Le parecía algo inofensivo de decir, pero a mí me lo habían
llamado tantas veces que calaba dentro. —¿Nunca has pensado en cortarte el
pelo un poco más? Te quedaría mejor.1

—No. —Respondí antes de darle un trago largo a mi copa, dejándola en la


barra. —Por eso no tengo novia. Y no tendré nunca. —Sentencié mirándola a
los ojos, luego miré a Dinah que bailaba algo distraída. —Me voy fuera.

¿Sabía la gente lo que dolía que te remarcaran toda tu vida que eras diferente?
Que no eres guapo, que tu pelo es una mierda, que los tatuajes que llevas no
son atractivos, que la música que escuchas no la escucha nadie más, ni siquiera
tu mejor amiga, que todo lo que haces lo haces mal. 'Un chico con tus pintas
queriendo ser cocinero, qué raro eres jaja.' '¿Otra vez te has cambiado el pelo
de color, qué raro'. No puedo salir a la calle sin mirarme una media hora antes
en el espejo para mentalizarme de que la gente me va a ver así, como soy,
como eso que se refleja en el cristal del baño. Ni siquiera me imagino
quitándome la camiseta delante de alguna chica, o más simple aún;
quitándome la camiseta en la playa. Siempre me baño con camiseta, y eso me
hace aún más raro.29

En el callejón hacía frío, y la fiesta se escuchaba embotellada en el local.


Encendí un cigarrillo que succioné entre mis labios para tomar una calada,
quedándome de espaldas a la puerta.

—TÚ. —Tan pronto como escuché el gruñido me di la vuelta y el puño de


Nela se estampó contra mi ojo. —TÚ QUIERES QUE TE MATE. LO ESTÁS
BUSCANDO. —La punzada de dolor que sentí se quedó corta cuando sentí
aquella patada en la entrepierna. Se me cortó la respiración y caí al suelo.16

—¡Déjalo en paz! —Gritaba Dinah, Camila lo sujetó del brazo pero la empujó
para que cayese al suelo.21

—SI QUIERE MIRARTE, QUE ME MIRE A MÍ PRIMERO, A VER SI TIENE


NARICES. —Intenté levantarme, pero él me dio una patada en la boca para
partirme el labio inferior. Levantó la pierna para darme en la cabeza, escuché
los gritos de las chicas, Steven miraba desde el fondo, negué poniéndome las
manos en la cabeza cuando iba a golpearme de nuevo.3

—No me pegues, por favor. —Supliqué y él se echó a reír.

—No eres ni siquiera un hombre. Pareces una tía. —Y en ese instante, Lauren
pateó la entrepierna de Nela tan fuerte que lo dejó en el suelo.38

—Pues para ser una tía no golpeo mal, ¿huh? —Volvió a darle una patada en
el costado, y otra en las manos para que no intentase agarrarla de las piernas.
—Y como vuelvas a tocar a mi amigo juro que te denuncio.57
*1

Afortunadamente, todas eran doctoras, así que alguna llevaba un botiquín en


el maletero del coche. Dinah se sentó conmigo en un banco, mientras, yo
mantenía un gesto cabizbajo con la cabeza gacha. Puso un dedo en mi barbilla
y me levantó para que la mirase a los ojos. Comenzó a esparcir agua oxigenada
por mi labio.

—¿Por qué me curas? —Pregunté mirándola. Ella tenía un gesto triste,


siempre lo tenía por muchas bromas que hiciese, y parecía ser yo el único en
darse cuenta.

—Estudio medicina, y estás herido. Y... No te lo mereces. —Terminó por


susurrar, agachando la cabeza para coger una de aquellas tiras que también le
puso Camila a Lauren cuando se lo partió.

—No deberías hacerlo. Tu novio va a matarme. —Dinah apretó los labios y


negó, colocando las tiras con cuidado sobre mi labio.

—No, no va a matarte. Y sí que debo hacerlo. Me importas. —Guardó la caja


de tiras en el botiquín, y me permití el lujo de observarla mientras no miraba.
Estaba seguro de que él la tenía en un infierno de celos, pero no podía decirle
nada.11

—No. Ya lo has escuchado, ni siquiera soy un hombre. —Solté una risa


dolorosa, porque me habían dicho eso muchísimas veces y estaba comenzando
a creérmelo. Casi escuché cómo Dinah tragaba saliva.

—En esta sociedad se enseña al hombre a luchar, a no llorar, a ser duros como
una roca, pero no es así. Hay hombres que no quieren peleas, que muestran
sus sentimientos y se permiten llorar. Tú eres más hombre que él, Michael. —
Puso una mano en mi mejilla con una pequeña sonrisa. —Quizás podrías
salvar a alguien con sentimientos y no con puñetazos.
CAPÍTULO 19

Prayer In C — Robin Schulz ft. Lilly Wood and The Prick20

Lauren's POV6

—Si no me pagas, Lauren, te juro que iré y te pegaré una paliza de la que te
vas a acordar. —Gritaba Chris por el teléfono, escuché golpes por el auricular
y entonces sabía que aquél chico estaba mal.17

—¿Por qué no se lo pides a papá? También trabaja ahora, ¿sabes? —Metí mi


ropa en una bolsa sin perder la vista de Rachel que jugaba en su cuna con una
pequeña pelota amarilla.

—¿ES QUE TÚ NO ME ESC —Colgué en cuanto empezó a gritar y apagué el


móvil. No quería escucharlo, quería que se pudriese en aquél piso que yo le
estaba pagando. Estaba harta de sus tonterías, de sus exigencias, de que
abusaran de mí de aquella forma tan fácil. Estaba harta de dejarme. Si quería
venir y pegarme, que lo hiciese, pero ese dinero no era suyo, ese dinero era
mío.10

Miré al techo, a la esquina que había encima de mi cama. Estaba cubierta por
humedad, y es que las goteras comenzaban a aparecer en aquella época del
año, cerca de Navidad. Mi padre nunca quería arreglarlo, porque claro, era mi
habitación. '¿Para qué cojones voy a arreglar eso?', siempre me decía con
desprecio. No sé, quería salir de allí cuanto antes mejor. Pero no podía, si me
llevaba a mi hermana de aquella casa sería como si la hubiese secuestrado, y
entonces yo pagaría todas las consecuencias.

—Vamos Rachie, ¿quieres ir a la piscina?


*2

Camila's POV

Cuando Lauren me dijo que se había acostado con una chica, se me paró el
corazón por un momento. Pero la vi tan preocupada, tan angustiada por lo que
acababa de hacer que me pareció hasta tierno. Sí, me molestó y ni siquiera
sabía por qué, pero los celos nunca eran una respuesta a ese tipo de temas.
Hacían de aquello una relación tóxica, incluso si se trataba de una amistad. Por
encima de todas las cosas, quería que Lauren fuese feliz.21

—¿Ya te has metido en la piscina? —Normani se sentó en el borde, y yo


miraba los cristales que la rodeaban, viendo cómo empezaba a nevar.

—Está calentita. —Me encogí de hombros con una sonrisa tierna. —¿Y
Dinah?

—Tiene prácticas hoy. —Respondió Normani, metiéndose conmigo en la


piscina con un gesto casi placentero al sentir el agua templada.

—Mirad, si no llego a estar yo en la entrada Lauren no sabe ni dónde está el


baño. —Lauren alzó la mano con Rachel en brazos, saludándonos a las dos.
Ally se puso las manos en la cintura y caminó hasta las escaleras de la piscina.

—Ally, ¿necesitas un flotador? —La mayor salpicó agua contra Normani, y yo


me retiré de allí porque iban a empezar a pelearse.47

—Eres inútil, Mani. —Normani comenzó a reírse, y mientras se salpicaban


agua, y a Rachel ya en el suelo agarrada a la pierna de su hermana.

Lauren se sentó en el banco que había, y le quitó el jersey a la pequeña que


comenzó a reírse, mientras Lauren terminaba de quitarle el pantalón. Rachel
me miró y se rio, señalándome con el dedo.
—¿Quieres ir con Camila, uhm? —La cogió en brazos y la miró con el ceño
fruncido. —Sí, vas a ir con Camila porque yo tengo que cambiarme. —Se
agachó con la pequeña en brazos hacia mí. —¿Te importa? —Negué estirando
los brazos, y colocó a Rachel que abrió los ojos al notar el agua caliente.

—¿Te gusta? ¿Sí? —Pasé la mano por su pelo para mojarlo, y ella me señaló.

—Amila. —Abrí la boca al escuchar que me llamaba por mi nombre, dándole


un beso en la mejilla de forma sonora.42

Lauren comenzó a desnudarse, y mientras yo sostenía a su hermana, ella se


quitaba el pantalón, los zapatos, y por último la camiseta. Miró el agua con los
labios apretados, cogió carrerilla y saltó sobre nosotras en mitad de la piscina,
salpicando a Ally y Normani que se ahogaban entre ellas, y a Rachel y a mí,
que comenzó a reírse en cuanto notó el agua en la cara.9

—¡Tu hermana nos ha salpicado! —Lauren sonrió acercándose a nosotras en el


agua, y Rachel comenzó a gritar mientras reía, enganchándose a mi cuello.

—Abaaaaa. —La señaló riéndose, con su cara pegada a la mía.2

—Ven aquí, bicho. —Lauren cogió a su hermana en brazos y la alzó para darle
besos por la cara, y luego en la tripa haciendo pedorretas. La pequeña reía
moviendo las piernas, hasta que descansó, y Rachel quiso volver a mis brazos
mientras miraba a su hermana.35

—Aw... Lauren, ¿podemos jugar con ella? —Lauren asintió, y Normani estiró
los brazos hacia Rachel, que rápidamente se fue con Ally y ella.

Lauren y yo nos quedamos a solas, observando cómo ambas jugaban en el agua


con la pequeña. Era tremendamente adorable, y a pesar de no ser hermana de
la misma madre, era igual que ella.
—Es adorable. No me importaría que la trajeras siempre. —Lauren sonrió
agachándose para que el agua llegase a sus hombros. —¿Y de qué es esa
quemadura que tienes en el abdomen? —Lauren bajó la mirada hacia su
ombligo y entonces me di cuenta de que quizás no era una quemadura. —Oh,
uhm... Dicen que nevará más. —Aquello provocó que Lauren se riese aún más,
acercándose a mí con una sonrisa.54

—No, no es un mordisco ni nada de eso, es una quemadura. —Asintió


poniendo una mano en el borde de la piscina. —Michael llevaba una bandeja
del horno y tropezó conmigo. Uhm... ¿Puedo hacerte una pregunta? —Alzó
una ceja.

—Claro.

—Mira, es que... Fue muy extraño porque... Es sobre esa chica. —Suspiré y
asentí cerrando los ojos. No podía molestarme aquello. No debía porque yo
tenía novio. Novio. Steven. —Me dijo que, había estado bien.15

—Y... ¿Cuál es el problema exactamente? —Pregunté en voz más baja aún sin
comprender bien.

—¿Seguro que no me dijo eso porque le di pena? ¿Seguro que no lo fingió? —


Se acercó un poco más a mí mirando a los lados algo preocupada.

—Quiero decir... Cuando... —Carraspeé pegando mi rostro al suyo. —Cuando


estabas dentro de ella, y llegó, debiste notar algo. ¿Lo notaste? —Lauren
apretó los labios y asintió, tragando un poco de saliva. —Entonces ya está,
estuviste bien, no todo el mundo puede decir eso de su primera vez.

—¿La tuya no fue buena? —Negué torciendo el gesto con una sonrisa. —¿Fue
con tu pareja?
—Sí, es decir, fue lo que se dice 'especial'. Pero... Es distinto con un chico, sólo
eso. Intenta no hacerte daño pero, al cabo de un rato se le olvida porque él
está disfrutando pero tú no, así que... —Suspiré, pero sonreí al ver su
expresión. Era tan inocente que no me podía creer aquello. —Por eso te dije
que no importaba quién fuese, siempre que te tratase bien y disfrutases.5

—Eres increíble. —Sí, era increíble estar diciéndole aquellas cosas cuando una
sensación de rabia me recorría de punta a punta. Pero supongo que a veces
ocurría eso en la amistad, ¿no? Se podía tener un poco de celos sin... Llegar a
sentir nada ni siquiera sexual.34

Lauren me abrazó, y yo me abracé a ella apoyando mi cabeza en su pecho.2

—Steven tiene suerte de tenerte, ¿eh? —Dijo riéndose, y aunque sé que era
una broma hizo que mis mejillas se pusiesen como un candil.2

—Supongo.

*4

Suponía, porque Steven nunca me decía esas cosas. Él era más simple, siempre
me decía que estaba guapa o lo sexy que me hacían los vestidos. A veces
echaba de menos que me preguntase cómo estaba, o no sé, que viniese a
recogerme al hospital por las mañanas.2

Pero aquél día no iba a de eso, hacía mucho que no estaba con él a solas y, la
verdad, me apetecía estar con él, o al menos con alguien que no fuesen las
chicas o Lauren y me hiciera dudar hasta de si voy vestida o estoy desnuda.

—Ya te echaba de menos así. —Steven se colocó encima de mí en la cama y


comenzó a besarme.
—¿Así? —Pregunté sintiendo cómo sus besos se despachaban a gusto por mi
cuello. Cogí la sábana y la pasé por encima de él, tapándonos a los dos,
mientras sentía los mordiscos del chico sobre la piel del cuello.41

—Oh, vamos, hace casi tres semanas que no... —Agradecía que acababa de
ponerse el preservativo mientras yo estaba pensando en mis cosas con los ojos
cerrados. Él ni siquiera se tomaba el tiempo en excitarme, porque él ya lo
estaba y eso era suficiente.29

Mientras él jadeaba encima de mí, yo me sentía incómoda, y no por la


situación, sino porque tenía algo entrando y saliendo de mi interior que no
aportaba nada. Cerré los ojos e intenté no pensarlo, intenté no pensar en él.
Pero si no pensaba en lo que estaba haciendo, Lauren se me venía a la mente.
Oh mierda, ¿cómo sería hacerlo con Lauren?54

Cada vez que Steven ponía una mano en mi cintura pensaba que era Lauren,
cada embestida pensaba que era Lauren, y comencé a jadear. Puse las manos
en su espalda, creyendo que era la de ella, entreabrí los labios al imaginarme
sus ojos mirándome justo encima de mí, y cada beso que me daba era ella. Oh
dios. No sabía cómo había llegado a aquél punto, pero para mí en la habitación
Steven ya no existía, era Lauren la que estaba sobre mí haciéndome gemir de
aquella manera.27

—Lauren... —Jadeé contra su oreja justo cuando llegué al orgasmo, y apreté su


espalda mientras gemía. Entonces, en mitad del clímax me separé de él al
darme cuenta de lo que había dicho.275

—¿Lauren? —Dijo él con el ceño fruncido y la respiración agitada.

—¡Ralph Lauren! Sí, necesito una camisa de Ralph Lauren para una cena. —
Asentí mirándolo, y simplemente lo cogí de las mejillas para besarle. —Tengo
que irme, acabo de acordarme de que la tengo reservada y mi madre me va a
matar si no la compro ya. —Me levanté de la cama rápidamente, pero él me
agarró tan fuerte de la muñeca que me hizo daño. Su mirada era dura, estaba
cabreado.19

Mucha gente estaría hecha un lío con sus sentimientos en aquél momento,
pero yo no. Estaba enamorada de Lauren hasta no poder más. El simple hecho
de pensar en ella me hacía sonreír, el hecho de tenerla cerca me hacía feliz. El
único orgasmo que había tenido desde que estaba con Steven había sido
pensando en ella, y yo no podía fingir más. Lauren me escuchaba, a Lauren le
importaba incluso sabiendo que yo no le gustaba. Lauren me decía que estaba
guapa y también me preguntaba cómo me iba el día, Lauren era mucho más
profunda que Steven.59

—Dime que no estabas pensando en Lauren. —Arranqué mi muñeca de entre


sus manos y cogí mi ropa interior, volviéndomela a poner. —Necesitamos
hablar.

—Sí, necesitamos hablar. —Me puse la blusa azul, —precisamente de Ralph


Lauren— y me crucé de brazos mirándolo. —No puedo, Steven. No puedo
seguir con esto.

—¿Seguir con qué? —Él se incorporó con la sábana alrededor de su cintura.

—Seguir contigo. —Sentencié apretando los ojos, cogiendo mi bolso de la silla


de su habitación.44

—¿Qué?11

—Steven, estoy rompiendo contigo. —Estaba al borde del llanto, pero no era
por romper con él. Era por Lauren.
—Estás enamorada de ella. —No dije nada, simplemente me limité a apretar
los labios cuando las lágrimas caían por mis mejillas. —¡Me vas a dejar por esa
inútil friegaplatos!25

—CÁLLATE. —Grité dándome la vuelta.

—TODO ESTO ES CULPA DE ESA PUTA BISEXUALIDAD TUYA. ESTÁS


ENFERMA. —Me gritó de forma agresiva, poniendo su cara justo frente a la
mía. —O te gustan los tíos o te gustan las tías. Lo tuyo es puro vicio y ganas de
hacerle daño a la gente.90

—Aunque me gustasen solo los tíos te habría dejado también, porque eres un
machista y un homófobo. —Él se rio poniéndose las manos en la cintura.36

—¿Ah, sí? Pues vas a disfrutar viendo cómo Vero y Lauren follan. Y cuando
estés muerta de celos, vendrás a mí, a rogarme que estemos juntos sólo para
joderla. —Escupió sin más con los ojos casi inundados en sangre.4

—No soy una persona tan tóxica como tú. Porque la quiero, y lo único que me
importa es que Vero le haga feliz. —Fruncí los labios intentando contener las
lágrimas, pero no podía. —Pero jamás lo entenderás, porque nunca pensarás
en alguien que no seas tú mismo.

CAPÍTULO 20

The Heart Wants What It Wants — Selena Gomez40

Camila's POV5
—¿Mila? Tu madre me dijo que estabas aquí. —Escuché la puerta cerrarse,
pero yo seguía con las manos puestas en la cara. —Oh, dios bendito. ¿Qué te
pasa? —Dinah se sentó a mi lado en la cama y me abrazó, pegándome contra
su pecho.1

—Rompí con Steven... —Dije con la voz rota, dejando que Dinah me
acariciase el pelo. Pero no, yo no lloraba por eso.5

—¿Por qué rompiste? —Negué encogiéndome de hombros, pero sólo podía


pensar en lo mucho que quería a Lauren, y lo mucho que a ella le gustaba
Vero. —Era un gilipollas de todas formas, Mila. —Susurró tumbándose
conmigo en la cama. Me abracé a ella sin decir nada, simplemente reposando
la cabeza en el pecho de mi mejor amiga mientras me abrazaba.3

—¿Podemos ver Imagine Me & You? —Pregunté entre sollozos, alzando la


mirada a ella haciendo pucheros.57

—¿Estás con el corazón roto y quieres ver una película romántica? —Asentí
cerrando los ojos, remarcando el puchero. —Vale, voy abajo a por la película y
una pizza. Esta noche va a ser larga.11

Dinah se encargó de todo. Encendió la tele de mi habitación y puso el DVD.


Luego se tumbó a mi lado y puso la pizza encima de nosotras. Si tenía claro
alguien a quien quería y con quién jamás podría enfadarme en este mundo esa
era ella.2

—¿Por qué ves pelis de amor cuando estás triste? —Me encogí de hombros
dándole un mordisco a mi porción de pizza.8

—Porque me siento comprendida. Mira. —Señalé la pantalla sorbiendo la


nariz, dándole un nuevo mordisco al trozo. —Están enamoradas desde el
principio y, y... Una de ellas no lo quiere ver, y... —Rompí a llorar de nuevo
en el pecho de Dinah, que me dio un beso en la frente.13
—¿Por qué has roto con él? —Apreté los labios intentando no llorar, y solté
todo el aire que llevaba en los pulmones.

—Porque no siento nada por él. —Respondí quitándome las lágrimas con una
mano, acomodándome encima de ella un poco mejor.

—¿Y si no sientes nada por él, por qué lloras? —Decidí contárselo. Era mi
mejor amiga, era como mi hermana, debía saberlo. Me incorporé y la miré a
los ojos. —Estás horrorosa. —Dijo con una sonrisa.5

—Porque quiero a Lauren. Y ella está con Vero y... No sé, me duele no
tenerla, pero a la vez quiero que ella sea feliz. Y necesito verla, y hablar con
ella, que me abrace. —Agaché la cabeza soltando el trozo de pizza, sonriendo
un poco. —Estoy enamorada de ella y ni siquiera sé por qué. —Solté una risa y
me tapé la cara con las manos. —Es raro...

—No está con Vero y... No sé, Vero tontea mucho pero al final nada. —Se
encogió de hombros con la cabeza ladeada.

—Eso no quita que a Lauren le guste. Porque le gusta. Me pidió consejo para
su cita con Vero. —Me encogí de hombros quedando de rodillas en la cama
frente a Dinah, que comía de su pizza.26

—¿Y no te duelen esas cosas, Camila?

—Sí, sí que me duelen. Pero lo llevo lo mejor que puedo. Bueno, ahora estoy
en la mierda porque me he dado cuenta de que la quiero y ella a mí no, pero
en fin... —Torcí el gesto y suspiré, observando a Dinah que me miraba algo
dubitativa. —¿Quieres que te cuente algo gracioso?

—Sí, por favor, esto de consolarte es una mierda. —Solté una pequeña risa y
cogí un pañuelo para enjugarme los ojos, y me senté de rodillas algo más
erguida.
—Mira, estaba con Steven en la cama. Y sabes, con él encima, moviéndose y
fingiendo que son súper buenos en la cama mientras tú no sientes nada. —
Dinah casi se ahoga de la risa al escuchar eso, y asentí rápidamente riéndome a
la vez. —Sí, sí, estaba él ahí, con sus caras que no me ponían nada. Y de
repente empiezo a pensar en Lauren.

—Oh no, oh no. Como sea lo que estoy pensando cortaste pero a lo grande. —
Asentí riéndome a su suposición.

—Y cuando estaba en pleno orgasmo, ¡gemí Lauren! —Dinah estalló en risas


casi hundiéndose entre el montón de cojines que había en su espalda, y yo
también me reía con ella inclinándome hacia adelante.

—¡No puede ser que te corrieses y gritases su nombre! —Me eché encima de
ella riendo, y tras unos minutos entre carcajadas y comentarios de Dinah fuera
de tono paramos.

Dinah sabía exactamente cómo animarme, eso lo sabía hasta mi madre, por eso
la había llamado. Yo casi nunca quería molestar, pero adoraba que ella me
'molestase' a mí con sus problemas. Podríamos estar en silencio durante toda
la tarde viendo una peli abrazadas y ambas diríamos que lo habíamos pasado
genial.23

Al caer la noche, Dinah ni siquiera se levantó de mi cama, y es que casi tenía


el mismo derecho de propiedad que yo sobre mis cosas.

Me abracé a ella que permanecía con los ojos cerrados apunto de dormirse, y
le aparté el pelo de la cara.

—Dinah. —La llamé hundiendo el dedo índice en su mejilla.

—Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. —Bufó al final con una mueca.14

—¿Te puedo dar un piquito? Aquí. —Puse el dedo en sus labios.102


—No. A dormir ya. —Puso su mano en mi cara y me apartó de ella, pero luego
dejó que me pusiese encima con la cabeza en su hombro.

—Dinah. —La llamé en un susurro.

—Te voy a matar.1

—¿Tú crees que en un futuro podría gustarle a Lauren? —Ella se rio y abrió
los ojos, cogiendo el edredón para ponerlo encima de las dos.11

—Si te soy sincera, no tengo ni idea. —Eso me dejó triste. Dinah siempre me
decía cosas positivas, pero entendía que en aquél momento no las había. Ella
no podía leerle la mente a Lauren, ni tampoco ver cómo actuaba porque la
mayoría del tiempo Vero nos interrumpía, y si estábamos juntas, la mayoría de
cosas de las que hablaba me hacían daño.5

—Buenas noches, Di. —Dije dándole la espalda, con una lágrima que se
deslizó hacia el colchón.1

—Buenas noches, Mila.3

*1

Lauren's POV

Camila estaba apoyada en el mostrador mirándose las manos. Metía y sacaba


de su dedo anular un anillo, haciéndolo girar luego sobre él.1

—Hey. —Sonreí entrando en la cafetería, y ella también lo hizo de forma más


débil. —¿Cómo te fue hoy el día, bien? —Mi sonrisa no se borraba al verla, y
me acerqué hasta la barra donde ella tenía los antebrazos apoyados.

—Bien, gracias. —Respondió con un tono menos de voz, no como ella solía
hablar. —¿Qué te pongo?26
—Mmh, nada, sólo vengo a verte. —Amplié mi sonrisa al decirlo, y ella
parecía no querer sonreír. —Eh, ¿estás bien? —Estiré mi mano para darle una
pequeña caricia en la mejilla, y ella levantó su cabeza para mirarme.

—Rompí con Steven, sólo eso. —No supe cómo sentirme. Una parte de mí dijo
'gracias', y la otra estaba destrozada por Camila. Pero, ¿por qué me alegraba de
que cortase con su novio? Ella... Ella tenía novio, y, y... Y a mí me gustaba
Vero.38

—¿Por qué? —Mierda. Esa pregunta se me escapó de los labios casi sin querer.

—Porque no siento nada por él. —La vi sonreír mientras lloraba, limpiándose
las lágrimas que caían por sus mejillas.

—Camila, lo siento mucho... —Susurré bordeando la barra para entrar con


ella, y la abracé. Apreté los ojos y mis manos en su espalda, dejando que ella se
deshiciese contra mí. Besé su frente y suspiré, me dolía tantísimo verla así que
sólo quería hacerle ver que ese imbécil no era nada a su lado. —Eh, eh,
mírame. —La aparté de mí y sujeté su cara entre mis manos, mirándola a los
ojos. Estaban enrojecidos, húmedos, y Camila hipaba mientras su mirada se
clavaba en mí. —Cualquier persona tendría suerte de tenerte como pareja,
¿me oyes? —Si yo tuviera una novia como Camila haría planes de futuro hasta
la jubilación. Era perfecta, era perfecta para mí. Era dulce, cariñosa, siempre
tenía una sonrisa en el rostro y además, era preciosa.33

Me giré y alcé la mano donde estaba el conector de la luz encima de la


máquina de café y la apagué, viendo cómo, a través de la nieve, se colaba el
color azul de Toronto por los ventanales.

—Ven. —La agarré de la mano con firmeza, y la saqué de detrás de la barra,


sentándome con ella en un rincón desde el que se veía toda la cafetería. Aquél
azul eléctrico que tintaba las paredes gracias al skyline era relajante. Pasé mi
brazo por encima de sus hombros, y ella apoyó la cabeza en mi pecho sin dejar
de llorar en silencio. Yo no dije nada, a veces llorar era la mejor solución a
todo y, por mucho que quisiera, unas palabras no iba a arreglar nada. Acaricié
su brazo lentamente, con las yemas de los dedos, sintiendo su piel contra la
mía. Dejé un beso en su coronilla y cerré los ojos, suspirando. —Era gilipollas.
—Camila rio, apretando un poco la mano que tenía sobre mi abdomen. Estaba
prácticamente abrazada a mí, y no creo que pudiese haber mejor sensación
que esa. Ni siquiera el sexo.15

—¿Sigues escribiendo? —Dijo con la voz tomada por el llanto, y se limpió las
lágrimas separándose un poco de mí.2

—No, no escribo mucho. —Respondí sintiendo cómo apoyaba su cabeza en mi


hombro. Sonreí girándome para mirarla, quedando así bastante cerca de ella.

—¿Por qué no? —Me encogí de hombros y subí mi mano para acariciar su
pelo, eso siempre relajaba.1

—Mis ideas no fluyen en papel. Sé que suena materialista, pero... No es lo


mismo. Y cansa mucho. —Reí sacudiendo la cabeza.2

—¿No tienes ordenador? —Negué torciendo los labios, y ella se quedó en


silencio, mientras yo le acariciaba el pelo con la máxima dulzura posible.
Podría pasarme así toda la vida, con ella sobre mi pecho mientras yo le
acariciaba el pelo. —Ojalá pudiese pasar más tiempo contigo.

—Pasamos tiempo juntas. —Camila levantó la mirada, con los ojos hinchados
y alzó una ceja.

—Lauren... —Suspiró cerrando los ojos. —Cada vez que te acercas a mí


aparece tu novia y nos interrumpe...
—No es mi novia, por ahora. —Dije riendo, y Camila negó volviendo a
apoyarse en mi pecho sin decir nada más. —Lo siento, Camz. Mira... Creo que
mañana Normani me dijo que íbamos a ir a un karaoke, ven. Cantar siempre
es divertido.7

—¿Tú crees? —Soltó una risa y se apoyó en la pared a mi lado, mirando al


frente.13

—Además, cenaremos japonés. ¿Qué dices? —Puse mi mano sobre la de ella, y


la estrechó enlazando un poco sus dedos en los míos, poniendo de punta hasta
los pelos de mi nuca.14

—Hecho.

CAPÍTULO 21

Lauren's POV12

Me miré las manos agrietadas por el agua. Había vuelto a ser friegaplatos
cuando el camarero que estaba de baja volvió. 'Lo has hecho bien, Lauren.
Cuando necesite a alguien en el cáterin te llamaré', me dijo Gregor. Había
pasado un mes más o menos desahogado, pero, ahora volvía a estar en ese zulo
rodeada de platos, con las manos metidas en agua y quemaduras en los brazos
por el vapor que soltaban los lavaplatos. Volvía a ser el último mono, aunque
bueno, a Michael le iba bien, le habían nombrado primer pinche de cocina, y
Ashley quedaba por detrás de él; me alegraba por mi amigo.
Había encontrado un trabajo en uno de los supermercados de la ciudad, sólo
debía descargar cajas, pero aquello me estaba desgarrando mucho más de lo
que creía.1

—Descarga esas cajas de latas y las pones en los estantes, vamos. —Ordenaba
el encargado de mala gana.

Cogí la caja aunque ni siquiera podía, no sabía de dónde sacaba las fuerzas para
llevar aquellos 18 kilos de punta a punta del supermercado. Apreté los dedos
por las esquinas de las cajas que me resquebrajaban la piel, las rozaduras eran
constantes y mis brazos comenzaban a doler una caja tras otra. Pero yo no me
quejaba, aunque incluso me hice sangre en una de mis manos, yo nunca dije
nada. La espalda me dolía, la zona lumbar era un auténtico desastre. Pero tenía
que llevar algo de dinero a casa, ya que a mi padre lo habían echado del
trabajo porque 'el encargado le tenía manía'.17

Después de eso tenía que salir corriendo hasta el restaurante, allí me


esperaban tres horas fregando platos sin parar, tres horas de pie, tres hora
escuchando los gritos de la cocina, el calor que hacía en ese antro, y tres horas
de cansancio. Llegaba un momento en que pensaba que me iba a desmayar
entre el cansancio y el calor, pensé que, no podía más; pero pude.

Al salir ni siquiera me quedé más tarde, como solía hacer para estar un tiempo
a solas. No. Ese día ni siquiera me cambié, salí de la cocina, cogí mi maleta y
caminé arrastrando los pies hasta la estación de metro. Entonces pasé por la
acera de enfrente de la cafetería en la que trabajaba Camila. Miré su interior, y
ella estaba allí, en el mostrador, con la cabeza gacha y los brazos en el cristal.

Abrí la puerta y ella me miró, esbozando media sonrisa.

—Hey. —Saludé. Sabía que debía irme a casa, estaba derrotada y mis músculos
casi no me sostenían de pie.
—¿Quieres un café? —Preguntó señalando la máquina a su espalda, y yo
negué. Lo único que yo quería era arreglarle el corazón, pero no sabía cómo.26

—¿Cómo te ha ido el día? —Camila soltó una débil risa escondiendo su cara
durante unos segundos, hasta que volvió a destapar su cara de entre sus manos
y me miró.1

—Bien. —Se encogió de hombros levemente. —¿Y a ti? —Prefería no contarle


aquellas cosas a Camila. No, tenía suficientes problemas emocionales como
para acarrear con los míos.1

—Bien. —Respondí asintiendo con una pequeña sonrisa.

—El otro día en la piscina te dejaste una camiseta. Creo que era tuya.

—Ya decía yo que faltaba algo. —Reí mirándola a los ojos, estirando la mano
para acariciarle la mejilla levemente. —¿Puedo preguntarte algo? —Bajé la
mano haciendo que me mirase a los ojos. Parecía estar al borde de las lágrimas
con los ojos húmedos.

—Lo que tú quieras. —Apreté los labios antes de contestar, y es que esa
pregunta me la llevaba haciendo bastante tiempo.

—¿Por qué estás triste, si no sentías nada por él? —Tragué saliva tras decirlo,
porque igual aquella pregunta le molestaba.25

—Porque siento algo por otra persona. —Sonrió limpiándose las lágrimas,
agachando la cabeza. —Y sé que es imposible, porque a esa persona le gusta
otra y... Es una mierda todo, ¿sabes? —Miró hacia el techo riendo, y luego
apretó un poco los ojos, humedeciéndose los labios. —Siempre vamos
buscando a alguien a quien no le interesamos, siempre buscamos lo que no
tenemos. —Era gracioso, porque yo me sentía igual con ella. —Y quizás,
deberíamos centrarnos más en la gente que sí nos quiere y nos valora. —
Sonrió de medio lado, cogiendo una servilleta para limpiarse las lágrimas de
los ojos.43

Yo sabía que nunca nadie se fijaría en mí, y mucho menos Camila. Lo tenía
asumido, pero escucharlo me dolía un poco más. Yo simplemente sonreí y
rodeé la barra para meterme con ella detrás. Sabía que Camila nunca se fijaría
en mí, y por eso intentaba algo con Vero. Necesitaba alguien que me quisiera
de 'esa' manera. Necesitaba un beso, un abrazo, agarrarme de la mano por la
calle, pero con ella no podía ser. Con Camila no podía.54

La abracé pegándola a mi pecho, donde se refugiaba un poco y sus brazos


rodeaban mi cintura. Le acaricié el pelo dejándola algo más tranquila, casi
como la última vez, pero en esta ocasión al final nos sentamos en el suelo
detrás de la barra. Apenas me miraba a la cara, siempre miraba al frente,
siempre con la cabeza gacha.

—Tienes muchas inseguridades, ¿verdad? —Susurré buscando su mirada, y


ella asintió, apoyando su cabeza sobre mi pecho. —¿Por tus novios?2

—Sí. —Respondió en voz baja. No entendía bien cómo alguien podía hacer
sentir tan mal a la persona que quiere, y mucho menos si ese alguien era
Camila.3

—Yo tengo inseguridad porque nunca he tenido novia, es curioso. —Susurré


con una pequeña risa, pero ella no dijo nada, sólo estaba apoyada en mí.

—¿Sabes la sensación de tener sexo con alguien y sentirte sucia? —Me dijo
levantando la mirada hacia mí por primera vez en bastante tiempo. —De
que... Tu propia pareja disfrute y... Y tú no sientas nada, que no tengas
confianza con él y... Sea como hacerlo con un extraño. O que me diese
vergüenza que me viera desnuda. —Soltó una risa y sacudió la cabeza
volviendo a ese semblante de dolor. —Puede que haya tenido parejas, pero
nunca me he sentido querida y nunca he querido. No de esta forma. Y pensar
que t— —Se le quebró la voz y negó, apartándose de mí. —Pensar que lo que
siento ahora nunca será correspondido, me hunde aún más.45

*5

—¡Venga ya, Lauren, estoy esperándote fuera! —El claxon sonó tres veces
haciendo que toda mi casa retumbase. Daba gracias a que no había nadie, ni
siquiera mi hermana que aquella noche se quedaba en casa de los Clifford.
Aquella familia estaba muy agradecida conmigo.6

Me miré en el espejo por última vez, decidí dejarme el pelo suelto. Una camisa
negra con débiles rayas blancas y unos jeans claros con las rodillas rotas,
además, unos botines negros que me alzaban un poco más. Igual podría llegar
a ser igual de alta que Michael.

Me aireé un poco el pelo, me puse aquella chaqueta de cuero y la bufanda y


salí corriendo de casa para encontrarme un coche delante de casa. Michael
estaba dentro de él asomado por la ventana y volvió a tocar el claxon.

—¡Te has comprado un coche nuevo! —Grité riendo, dando la vuelta para
poder mirar aquella camioneta. Bueno, nuevo, lo que se dice nuevo no era.
Quizás sería de segunda mano, pero aun así era diferente al que él tenía.

—No. —Bajó del coche riendo y cerró la puerta acercándose a mí. —Es tuyo.
—Lo miré incrédula con una risa, pero él no sé reía, simplemente frunció el
ceño por mi reacción.45

—¿Me hablas en serio? —Puso las llaves en mi mano, que miré durante cinco
segundos, y luego volví a observarlo a él atónita. —¿¡Me has comprado un
coche!?
—¡No! —Puso su brazo por encima de mis hombros mientras los dos miramos
la camioneta. —Era de mi tío. Me la dio porque estaba destrozada, así que la
arreglé para ti. —Lo abracé fuerte, y él se echó a reír aunque yo le estaba más
que agradecida. —Mi madre dice que es lo menos que podíamos hacer por ti
después de todo, así que... —Sonreí ante aquello, mirando las llaves que yacían
en mi mano.6

La madre de Michael estuvo bastante enferma, y con bastante quiero decir a


punto de morir. Necesitaba un trasplante de médula urgente, porque cuando
los médicos le detectaron la enfermedad ya fue bastante tarde. Todos creíamos
que iban a encontrar un donante en su familia, pero no fue así. Su padre se
hizo las pruebas, y dio negativo. Su hermana también, y falló, por último él
mismo, y tampoco resultó. Entonces me hice las pruebas yo por mi cuenta,
nadie me lo pidió, pero aquella mujer me había cuidado como si fuese su hija
durante años, y yo la quería como a una madre. Entonces di positivo, y por
suerte, gracias a Dios, superó la enfermedad.4

—Dile a tu madre que no tiene que agradecerme nada. —Sonreí corriendo


hacia el coche con Michael mirándome.

—Eso díselo a ella, ¡a mí no me hace caso!

Mientras Michael se montaba en su coche, yo examinaba aquella camioneta de


arriba abajo, y no le vi ni un defecto. Arrancaba bien, el asiento era cómodo, e
incluso me había guardado mis frecuencias de radio favoritas para que no
tuviese que buscarlas. Sabía que estaba harto de que le cambiase la música
cuando él escuchaba punk—rock y yo prefería más pop—rock—indie. Pero
así se resolvía el problema.22

Wow, la última vez que conduje un coche fue cuando me examiné para tener
el carnet. La ciudad se veía diferente desde el coche, las luces se unían creando
una especie de juego de colores que iluminaban mi alrededor. Era
sencillamente precioso.

—¿Te ha gustado? —Preguntó Michael cuando bajé del coche, y simplemente


me abalancé sobre él para abrazarlo. Era lo mejor que había hecho nadie por
mí. Sin duda, era como mi hermano.

Caminamos dentro del karaoke, y había sofás de cuero rojo con una mesa en
medio que estaban situados mirando hacia el escenario. Al principio de la sala,
antes de que los sofás y las mesas empezasen, estaba la barra. Había bastantes
personas, pero pude reconocer aquella media melena rubia de Dinah a lo lejos.
Ella alzó la mano, y yo vi a Camila que miraba su móvil, y este le iluminaba el
rostro.

—¿Tenéis entrada? —Nos preguntó un chico al que ni siquiera habíamos


notado. Entonces yo saqué la de Michael y la mía. —Está bien, tomad. —Nos
colocó una pulsera verde fluorescente, y entonces encaminamos la mesa
donde estaban ellas sentadas. Bueno, también Troy y Keith. Nela casi nunca
acompañaba a Dinah, o eso parecía. Pero con lo celoso que era no parecía el
típico tío que la dejaría sola en una fiesta.

—¡Eh! Habéis llegado. —Dijo Normani con un cóctel amarillo en la mano, y


ambos asentimos sin saber muy bien qué decir. Camila me miró y sonrió un
poco, suponía que estaba avergonzada por lo que pasó la noche anterior.
Aunque no debería.

Esta noche acababa de empezar.


CAPÍTULO 22

Camila's POV5

Había dicho te quiero muchas veces, pero todas las anteriores eran mentira.
Nunca había querido a nadie de la manera en que quería a Lauren, nunca
había estado enamorada, hasta que apareció ella.53

Despegué la mirada del móvil y Lauren permanecía frente a nosotros con


Michael a su lado. Me miró, le sonreí. Luego habló con Normani, no sé de qué,
porque yo sólo podía fijarme en ella. Pero por Dios, ¿cómo no pudo haber
tenido nunca novia? Si era perfecta, me atraía con simplemente respirar, pero
esa noche en especial.25

Llevaba unos jeans negros totalmente ajustados y rotos por las rodillas, unos
botines negros que la alzaban y marcaban nuestra diferencia de altura aún
más, y una camisa negra con unas finas rayas casi imperceptibles, pero le
quedaba demasiado bien. Se veían sus clavículas, la llevaba remangada por los
codos y Dios, no sé por qué había ido a ese estúpido karaoke. Debí haberme
quedado en mi casa.

—Lauren, ven, siéntate aquí. —Dinah se apartó de mi lado y Lauren asintió,


sentándose justo donde yo estaba.1

—Hey. —Dijo ella con una sonrisa, girándose para mirarme. —¿Te puedo dar
un beso o no?25

—¿Qué? —Me aparté para mirarla sonriendo, extrañada por su pregunta. ¿Un
beso? ¿Me iba a besar?

—Un... Un beso. —Sonrió y frunció un poco el ceño, señalando mi mejilla. —


Aquí.35
—Oh, eso. —Sacudí la cabeza y me tapé la cara, estaba quedando como una
auténtica idiota. Le di un beso en la mejilla rápidamente, mirándola con una
débil sonrisa.1

—¿Estás mejor que ayer? —Preguntó tomando la bebida que Normani le había
traído, dándole un leve sorbo. No, no estaba mejor. La tenía a mi lado, y
cuando eso ocurría era muy difícil controlarme.5

—Sí, estoy mejor. —Sonreí asintiendo, y en ese instante Vero llegó con una
gran sonrisa en el rostro. Venga, ¿a quién quería engañar? Si es que era
absolutamente perfecta. Su nariz era recta y fina, su pelo era lacio y suave de
color castaño, y todo, absolutamente TODO le quedaba bien.24

—¿Dónde has estado estos días? Ya te echaba de menos con nosotras. —


Lauren se quedó mirándola durante unos segundos, parecía que Vero le había
quitado el aliento.

—He estado ocupada. —Ella se sentó a su lado, poniendo una mano casi en la
cara interior de su muslo. Tenía incluso ganas de vomitar, sabía que Vero no
sentía nada por Lauren y le iba a hacer daño. —Quizás podríamos quedar un
día, ya sabes, a solas.15

—Me toca cantar. —Me levanté del asiento y caminé dirigida hasta el
escenario, y me acerqué al chico que ponía las canciones, diciéndole la que
quería al oído.

Me puse en mitad del escenario y coloqué el micrófono en el pie de micro,


escuchando cómo los primeros acordes de la canción comenzaban a sonar.

—Step out into the Indian dust, I can feel the cracks in my spirit they're
starting to bust. Drive by your house, nobody's home... —Hacía tanto tiempo
que no cantaba, que no era capaz de cantar algo con el corazón, que la voz se
me quebró en la siguiente frase. —I'm trying to tell myself that I'm better off
alone. —Miraba al frente, no quería mirar a mis amigas, y mucho menos a
Lauren. —All of my friends say I should move on. She's just another girl,
don't let her stick it to your heart so hard. And all of my friends say it wasn't
meant to be... And it's a great big world; she's just another girl. Another girl.54

Y aunque la música era movida, yo también tenía el corazón roto. No podía,


no podía reprimir aquello, porque tener a Lauren cerca era duro, pero tenerla
hablando con Vero me mataba.

—I went to see a fortuneteller, that was a trip, maybe this confusion's got me
losing my grip. I can't believe you're out there flying with somebody else.
Now Jason's getting married in the blink of an eye, I got an invitation but I
didn't reply. Tell your little brother that we put down the gloves, and give
him all of my love.

Apreté los ojos, apreté el micrófono y tragué saliva, intentando mantener el


ritmo de la canción, intentando no desafinar por muy agarrotada que tuviese
la garganta. Intentaba no mirar a Lauren, intentaba no ponerme celosa,
porque ella no se lo merecía.

—All of my friends say I should move on, all of my friends say, All of my
friends say, all of my friends say she's just another girl. Now why can't I sleep
at night? And why don't the moon look right? It sailed off but the TV's on,
and it's a great big world. —Cuando abrí los ojos todo el mundo me miraba,
Lauren me miraba con media sonrisa, pero yo no sabía por qué. Le estaba
cantando a ella, le estaba diciendo que sólo era una chica más, que debería
pasar página y dejar de quererla, pero ella no lo sabía. Tampoco sabía que ella
no era una chica más, era una entre un millón, pero su corazón no era mío. —
She's just another girl... All my friends say she's just another girl... Another
girl.6
Bajé del escenario al instante sin esperar a que la gente dejase de aplaudir y me
senté frente a Lauren, no a su lado. Me miraba con media sonrisa, pero Vero
tenía la cabeza apoyada en su pecho.

—Cantas bien. —Me dijo sonriendo, mientras su mano pasaba por la espalda
de la chica lentamente. Ojalá alguien me tratase la mitad de bien que Lauren
trataba a Vero.

—Gracias. —Sonreí tomando mi bebida entre las manos, dándole un largo


sorbo que hizo que se me congelase el cerebro.

—Vamos, Lauren, ahora te toca a ti. —Sonrió Vero, dándole un beso en la


mejilla a Lauren que se levantó del asiento con una sonrisa convertida en
mueca.

—Vamos, a ver qué sabes hacer. —La incitó Dinah, que se acomodó a mi lado.
Vero se sentó justo frente a mí, girada para ver cantar a Lauren.12

Lauren se subió al escenario y dio una vuelta mirando alrededor, a un lado del
escenario vio algo, y al chico que estaba allí sentado se lo señaló. Este le dio
una guitarra, y negó cuando le preguntó qué canción quería. Se puso en el
centro del escenario frente al micrófono y se colgó la guitarra,
humedeciéndose los labios. Luego, comenzó a afinarla. Entonces, comenzaron
a sonar los primeros acordes.

—Your hand fits in mine like it's made just for me. But bear this in mind it
was meant to be. And I'm joining up the dots with the freckles on your
cheeks. and it all makes sense to me. —Oh no. Iba a cantar aquella canción
que me hacía llorar desde que tenía 13 años. Iba a cantar LA canción. La
canción que quería que me cantasen al oído, la canción que quería que me
dedicasen, la canción que quería que alguien me cantase para decirme lo que
me querían. Lauren agachó la cabeza y miró las cuerdas de la guitarra,
humedeciéndose los labios. —I know you've never loved the crinkles by your
eyes when you smile. You've never loved your stomach or your thighs. The
dimples in your back at the bottom of your spine, but I'll love them
endlessly. —Su voz sonaba rota, ronca, rasgada, como si te estuviese cantando
al oído, como si quisiera cantarle la canción al público en privado. — I won't
let these little things slip out of my mouth. But if I do, it's you, oh, it's you
they add up to. I'm in love with you and all these little things. —Cuando
Lauren pronunció esas dos palabras, levantó la mirada hacia mí. El corazón se
me salía por la boca, había comenzado a sudar, pero entonces me di cuenta de
que Vero estaba justo delante de mí. —I know you've never loved the sound
of your voice on tape. You never want to know how much you weigh. You
still have to squeeze into your jeans, but you're perfect to me. —Y volvió a
mirar hacia mí, pero no era hacia mí, era hacia Vero que estaba delante. —
You'll never love yourself half as much as I love you. You'll never treat
yourself right darlin' but I want you to. If I let you know I'm here for you,
maybe you'll love yourself like I love you. —Cerraba los ojos y casi parecía
que para ella desaparecía el mundo, que estaban ella y la guitarra, que lo sentía
de verdad. Pero es que lo sentía de verdad, porque estaba enamorada de Vero.
— I won't let these little things Slip out of my mouth. But if it's true it's you.
It's you, they add up to. I'm in love with you, and all your little things. —
Miró hacia nosotros, hacia mí... Hacia Vero, sonrió y le devolvió la guitarra al
chico que se la había prestado y se bajó del escenario viniendo hacia nosotros.
Yo sólo le sonreía mientras Vero la abordaba, abrazándola y dándole las
gracias por la canción, pero Lauren no decía nada.92

Después de unos minutos, me levanté de mi sitio y caminé hasta la salida,


quedándome bajo el alféizar que cubría de la lluvia y un poco del frío.
Necesitaba estar sola durante un rato, necesitaba despejarme, necesitaba algo
que no fuese Lauren. Giré la mirada al escuchar que la puerta se abría y salió
ella. Genial.

—Hey... Perdóname por la canción. —Fruncí el ceño al escucharla, pero se


acercó a mí jugando con sus manos. —Tú... Quieres a una persona y no puedes
estar con ella, y la canción sólo ha hecho que... —Apretó los ojos y sacudió la
cabeza, suspirando. —Déjalo, da igual. Soy un desastre.

—No eres un desastre. —Dije yo, y Lauren se acercó a mí con la cabeza gacha,
encogiéndose de hombros.

—Espero que esa persona se dé cuenta de lo que se pierde. —Sonreí un poco


apoyando las manos en la pared, pegando mi espalda en esta. Qué inocente
era. —Cualquiera será mejor que Steven. —Asintió sonriendo.33

—Espero que todo te vaya bien con Vero. —Susurré mirándola, observando
cómo se le formaba una débil sonrisa en los labios. —Y, si hacéis algo, por
favor, ten cuidado, ¿vale? Usa protección. —Estiré mi mano para acariciar su
mejilla, y asintió agachando la cabeza.44

—Gracias.1

*1

¿Soñáis despiertos a veces? Porque desde hacía unos meses en adelante lo


hacía a cada instante. Pensaba en cómo sería que Lauren saliese conmigo,
cómo sería ver una película con ella, cómo sería besarla, que me abrazase, que
me dijese 'te quiero', o que me cantase Little Things como a Vero.5

—Tú, despierta. —La voz de Dinah y mano delante de mi cara me sacaron de


mis pensamientos. —Mira, creo que Lauren y Michael están aquí de nuevo. —
La cara se me descompuso, me volví del color de mi vestido; absolutamente
blanca.
—Oh no, Dinah, no puedo estar tranquila ni en una cena de empresa de mi
padre. —Musité tapándome la cara con las manos. Entonces escuché un
carraspeo a mi espalda, y ambas nos giramos. Lauren estaba allí de pie con el
bloc de notas en una mano y el bolígrafo en otra, sonriendo.

—¿Qué vais a tomar? —Preguntó mirándonos a las dos.

—Yo quiero entrecot de ternera con salsa de pimienta y patatas poco hechas.
—Lo apuntó con el ceño fruncido en la libreta, y luego me miró a mí con esa
encantadora media sonrisa.

—Yo tomaré lo mismo. —Asintió sonriendo y se fue camino a la cocina. Tomé


la copa de vino de la chica de al lado y le di un sorbo que casi acabó su copa.
Al menos ella tenía 21.

—¿Qué coño te pasa, Camila? —Susurró Dinah algo agresiva, y miré a los
lados asegurándome de que ni Michael ni Lauren estaban alrededor.

—Estoy muy mal, Dinah. Fatal. —Me pasé las manos por la cara y miré al
frente, a la nada diría yo. —La quiero, y me está matando. —Murmuré,
sintiendo cómo ella pasaba un brazo por mis hombros y pegaba su frente a la
mía. —Intento no ser celosa, intento dejarle espacio, intento... Decirle que
tome precauciones con Vero si lo hace, no sé.

—Dios... —Murmuró ella en voz baja, y luego sonrió. —Algún día te verás
recompensada por eso que estás haciendo, Mila. Eres increíble.1

—Eso espero.

CAPÍTULO 23
Into You — Ariana Grande78

Lauren's POV10

Aquella noche iba a acabar conmigo, pero la que de verdad iba a matarme era
Camila con su vestido. Intentaba no mirarla mucho, pero casi me era
imposible apartar los ojos de ella.3

Al borde de las doce de la noche, cuando la fiesta se había instalado ya en el


salón y la cena había terminado, entré al baño. Sólo Dios sabe cuánto líquido
estaba reteniendo desde que empezó el servicio, y aquello fue un gran alivio.
Al salir, me lavé las manos y escuché la puerta abrirse. Cuando giré la cabeza,
me quedé mirándola durante los diez segundos siguientes sin decir nada, y ella
soltó una risa acercándose a donde yo estaba, o más bien, acercándose al
lavabo.

Llevaba un vestido largo con un corte que dejaba ver su pierna cada vez que
andaba, con un escote precioso, el pelo recogido y dos pequeñas perlas como
pendientes.3

—Hey. —Dijo ella con una sonrisa, y me percaté del collar que llevaba en el
cuello. ¿Cuánto podría costar? ¿Tres mil, cuatro mil dólares?

—Hola. —Cerré el grifo y me sequé las manos con algo de papel, sin apartar la
vista de ella, que abría su pequeño bolso para sacar su pintalabios. —Estás
preciosa con ese vestido.

—Gracias. —Sonrió, enrojeciendo un poco antes de pintarse los labios de


nuevo, pero sin dejar de mirarme. —A ti también te queda bien esa camisa,
¿sabes? —Instantáneamente me miré a mí misma, observando cómo la camisa
se colaba en los pantalones de pinza, y no sabía qué creer. Igual le gustaba eso.
—¿Estás de broma? —Camila soltó una risa y negó mientras se repasaba el
rímel de las pestañas. —¿Estás mejor por lo de... Ya sabes, esa persona? —
Camila sonrió de medio lado y cerró el bolso, dándose la vuelta hacia mí.

—Me conformo con tenerla en mi vida. Quizás no me quiera como novia,


pero estaré ahí para cuidarla. —Se encogió de hombros y sonrió, caminando
hacia mí. Abrió de nuevo el bolso, ese diminuto bolso color plata y sacó
cincuenta dólares. —Toma.10

—¿Qué?

—Es tu propina de hoy. —Negué mirando el billete, y Camila se quedó con el


ceño fruncido. —¿Por qué no lo coges?5

—Porque es mucho dinero. —Repliqué alzando la mirada a sus ojos, ella


comenzó a reírse levemente.7

—No, no sabes lo que de verdad es mucho dinero. —Se acercó a mí y metió


los cincuenta dólares en el pequeño bolsillo de mi camisa, pegando con mi
pecho, alzando la vista hacia mí. —Además, siempre doy cuarenta. Los diez
son por... —Se quedó en silencio e hizo una mueca. —Porque así puedes
invitarme a una copa otro día.8

—El viernes que viene tengo la cita con Vero, si quieres... El sábado,
podríamos salir todos. Tengo ese día libre. —El único día libre, a decir verdad.
Camila esbozó media sonrisa y asintió, apartándose de mí un poco.43

—El sábado. —Repitió ella asintiendo, dando unos cuantos pasos hasta la
puerta. —Vuelvo a la fiesta, aunque sea un poco aburrida.

—¿Por qué es aburrida? —Pregunté saliendo con ella, sujetándole la puerta


para que pasase.
—Porque la única persona que tengo con quien bailar es Dinah. —Solté una
risa y señalé el puesto de bebidas que llevaba cinco minutos con una sola
persona.6

—Tengo que volver al trabajo, lo siento. —Camila hizo una mueca, dándome
un pequeño apretón en el brazo como si quisiese decirme 'buena suerte'.

A aquellos empresarios les gustaba el alcohol, de eso no había duda. En tres


minutos me habían pedido cuatro ron con cola, y menos mal que aquello era
fácil, porque el de los cócteles debía estar desbordado. La veía bailar de lejos
con Dinah, la veía reírse, y de verdad que aquello me hacía muy feliz. Me
hacía feliz que, a pesar de estar mal, tuviese esos momentos de felicidad, de
alegría. Esos momentos en los que no piensas en nada y sólo te centras en el
ahora, como cuando sales de fiesta.

Volví a centrarme en las bebidas, un ron por allí, vodka por allá, hasta que una
mano me apretó la muñeca. Levanté la mirada y Camila tiraba de mí para
sacarme a bailar. ¿Pero qué?6

—Vamos, Lauren, ¡baila conmigo! —Dijo atrayéndome hacia ella, y daba


gracias a que en aquél momento no había nadie en la barra.

—No puedo, Camila, estoy trabajando. —Se acercó Gregor a nosotras y quitó
la mano de Camila de mi muñeca.

—Señorita, Lauren está trabajando. —Dijo mirándola con el ceño fruncido.

—Su trabajo es complacer al cliente, ¿verdad? —Achacó con los ojos


entrecerrados. —Pues da la casualidad de que mi padre es el que paga esta
cena, y yo soy un poco caprichosa, porque lo único que quiero esta noche es
bailar con ella. Así que si no la deja, le diré a mi padre que, no sé, había un
pelo en mi comida, o he visto una rata muerta en la mesa de la cocina, ¿me ha
oído? —Gregor tragó saliva, me miró y asintió, dejándome ir con Camila. Tiró
de mi brazo y me llevó a la fiesta, quedándose mirándome con una sonrisa.60

—Wow, deberías venir a mi trabajo más a menudo. —Hice que se tapase la


boca con las manos, y era adorable. No sabía decir si era adorable, o era sexy
hasta decir basta. En cualquiera de los dos casos, me moría de ganas por
besarla.3

—No hemos bailado juntas nunca. —Replicó ella alzando la voz, acercándose
a mi oído para que la escuchase. Es verdad, la única vez que intentamos bailar
Vero nos interrumpió. Vero nos interrumpía incluso si hablábamos por
WhatsApp.56

—¿Bailas así de pegada con tus amigas? —Camila esbozó media sonrisa y
asintió, separándose de mí. La agarré de la muñeca para pegarla de nuevo a mí,
poniendo una mano en su cintura.7

—No creo que a Vero le guste mucho esto. —Torció el gesto e hice que diese
una vuelta sobre sí misma, acercándome a su oído.18

—Aún no somos nada, y, no estamos haciendo nada malo. Sólo bailamos. —


Separé mi rostro del suyo, viéndola sonreír.6

Bailamos, a ella le gustaba que yo llevase el control, y a mí me gustaba


llevarlo. A ella le gustaba que yo la hiciese girar, la hiciese saltar al ritmo de la
canción. Camila sabía cómo moverse, sabía cómo darse la vuelta y hacer que
los ojos de todos fuesen a sus curvas, en especial los míos. Pero ella bailaba así
siempre, conmigo o sin mí.11

—So baby, come light me up and maybe I'll let you on it. A little bit
dangerous, but baby, that's how I want it. A little less conversation and a
little more touch my body. 'Cause I'm so into you, into you, into you. —
Cantaba contra mi oído, con las manos puestas en mis hombros, separándose
al terminar de cantar con esa voz tan dulce que se fundía con la música de
fondo. Se separó y me tomó de las manos mientras cantaba. —Got everyone
watchin' us so baby, let's keep it secret. A little bit scandalous but baby, don't
let them see it. A little less conversation and a little more touch my body.
'Cause I'm so into you, into you, into you, oh yeah.4

Y yo no podía reaccionar, porque tenía su espalda contra mi pecho, mi cara en


su cuello, y mis manos en su cintura, moviéndome con ella al ritmo de la
canción que definía a la perfección lo que sentía por Camila.39

*1

La música seguía sonando de fondo, y yo sólo tenía a Camila en mi cabeza. Oh


dios, había tenido a Camila restregándose contra mí casi toda la noche, ¿cómo
iba a asimilar eso? ¿Y ahora cómo iba a dormir durante el resto del mes? Y lo
peor de todo era el calentón que llevaba encima por su culpa.

—¿Me haces sitio? —Camila apareció a mi lado, en la puerta de detrás del


restaurante con los tacones en una mano y un botiquín en la otra.

—Claro. —Me eché a un lado y ella se sentó, tomándome de la mano derecha


con el ceño fruncido.

—¿Qué tienes en el antebrazo? —Frunció el ceño y me quitó con cuidado el


botón de la manga.

—Quemaduras del lavavajillas. Suelta vapor y... Cuando me quiero dar cuenta
lo tengo así. —Destapó mi brazo y vio las quemaduras haciendo una pequeña
mueca. —¿Siempre llevas un botiquín?

—No, es del servicio de enfermería que tienen. —Sacó una pomada y


desenroscó el tapón con el ceño fruncido. —Deberías aprender a pedir ayuda,
¿sabes? —Sabía que eso era una indirecta muy directa hacia mi vida, pero
asentí sin decir nada más. —¿Te duele mucho?

—Sólo un poco. ¿Cómo te has dado cuenta? —Ella soltó una risa, esparciendo
la crema por encima de las quemaduras, muy lentamente.

—Cada vez que te agarraba, hacías una mueca y quitabas el brazo. —Terminó
con la crema y cogió una venda de las que se pegaban, aún sigo sin saber el
nombre que tenían. Le quitó el papel que la protegía y la colocó sobre mi piel,
apretando un poco y me quejé, mirándola luego.13

—Gracias. —Ella se colocaba los tacones con media sonrisa, y giró la cabeza
hacia mí.

—A ti por bailar conmigo.6

*1

Camila's POV

—Oh dios, hacía tanto que no me lo pasaba así de bien. —Me tiré en la cama
con Dinah al lado, que casi estaba por dormir, aunque le di un par de
empujones para que se despertase de nuevo. —¿¡Lo viste todo, Dinah!? ¡Bailé
con Lauren! ¿No es genial? —Ella suspiró y asintió, mirándome de nuevo. —
Aunque luego parecía un poco cortada...

—Normal, tuvo tu culo en su entrepierna toda la noche. —Solté una risa y me


tapé la cara con las manos, tapándome con el edredón hasta el cuello.61

—¿Crees que le molestó eso? Es decir... Le gusta Vero. —Dinah volvió a


suspirar, en cualquier momento iba a mandarme a tomar viento fresco.10

—Yo creo que no. A mí no me molestaría que un chico guapo bailase así
conmigo, ¿sabes? Y tengo novio.
—Ya, bueno... —Me quedé en silencio. Su novio ni era guapo, ni era
encantador que digamos. Más bien era un gorila. —Me dijo que estaba
preciosa con ese vestido. —Me sonrojé al contárselo, pero aún más al pensarlo.
Lauren pensaba que me quedaba bien el vestido, y que estaba preciosa con él.6

A la mañana siguiente, Dinah se había ido, y me había dejado sola en la cama.


Menos mal, porque si tenía que aguantarla recién levantada el gobierno debía
de pagarme al menos por hacerlo.

Una manía que tenía, era mirar el móvil todas las mañanas. Pero ahora que
rompí con Steven, no sabía para qué lo hacía. Nadie me escribía, pero aun así,
miré el móvil para ver la hora que era. Para mi sorpresa, sí que había un
mensaje, y este no era de Steven, era de Lauren.

"Lauren: Buenos días :D Espero que anoche llegases bien a casa. Quería
ofrecerme para llevarte, pero, ya sabes, tienes chófer. Por cierto, ayer estabas
preciosa, no recuerdo si te lo dije."59

Rodé en la cama con el móvil en la mano y apreté los ojos intentando no gritar
internamente de lo que me hacía sentir con un mensaje, y de lo malditamente
adorable que era Lauren. Luego recordaba que le gustaba Vero y la euforia se
me pasaba pero, el mensaje estaba ahí, Lauren se preocupaba por mí.

CAPÍTULO 24

Camila's POV28
Mis amigas y yo siempre habíamos tenido una relación muy cercana. Tanto,
que podíamos contarnos una sesión de sexo con nuestra pareja y a ninguna le
molestaría ni sorprendería. En eso estábamos en aquél momento, justo en el
pasillo de mi casa donde había varios sillones y podíamos ver el salón. Todo
era igual que cualquiera de nuestras charlas, solo que esta vez, Lauren estaba
con nosotras.1

—Pues como Nela sea igual de delicado en la cama como lo es en la vida... —


Susurró Ally alzando las cejas, haciéndonos reír a todas, aunque Dinah se rio
algo menos, frotándose las manos.2

—Bueno, ella al menos llegaba. —Dije torciendo el gesto, subiendo los pies al
sillón, casi regocijándome en él.

—¿Tú no te corres o qué? —Normani frunció el ceño y todas me miraron,


esperando una respuesta.

—No. Es decir, si yo me... —Me quedé en silencio, dando a entender que me


masturbaba. —Sí, pero haciéndolo no. No sé, es extraño.17

—O sea, que no has tenido ningún orgasmo de verdad. —Negué ante la


pregunta de Ally.

—Bueno, sólo tuve uno. —El que pensé en Lauren. Dinah comenzó a reírse y
todas la miramos, pero yo casi la mato.8

—¿Y tú, Lauren? —Lauren nos miraba con los labios entreabiertos durante
toda la conversación sin decir nada más.

—Y—Yo... ¿Por qué habláis de estas cosas? —Parecía algo cohibida por el
tema, y Normani puso una mano en su espalda.15
—Es como un ritual. Para entrar en nuestro grupo tienes que contarnos tus
experiencias sexuales. —Ella parecía no entender nada, hasta que Normani le
dio un pequeño golpe en la espalda. —Venga, no es tan grave.43

—Es que... Yo sólo lo hice una vez. —Se rascó tras la oreja y tragó saliva,
soltando el aire que había retenido. —¿Qué queréis que os cuente?

—Pues cómo lo hizo, si te gustó. Si pasó algo gracioso, no sé. —Todas reímos,
y Lauren se encogió de hombros sin saber muy bien qué responder.

—Bueno, lo hice yo y... Me dijo que se... Que... Tres veces. —Lauren negó
tragando saliva, aún seguía dándole vueltas a aquello. —Pero, ¿cómo va a ser
eso? Era la primera vez que lo hacía.

—Cree que la chica mentía. —Expliqué yo, y todas volvieron a mirarla a ella.

—A ver, Lauren, corazón, ¿notaste que se apretó cuando se corrió? —Wow,


Dinah no podía ser más explícita. Estaba asustándola de sobremanera.25

—Sí. —Respondió Lauren, y Dinah se echó hacia atrás en el sillón. —Es decir,
no es tan difícil, ¿no? —Todas nos quedamos en silencio, y Normani se echó a
reír.

—Ay, cariño... Los hombres son muy torpes. Llaman vagina a todo lo que hay
debajo de una braga. —Dijo la afroamericana, acariciándole un poco la mejilla.
—Para ti es fácil porque eres una chica, eres más dulce y sabes lo que de
verdad nos gusta.

—¿Sabes cuál es la diferencia, Mani? —Dije yo con los ojos entrecerrados.


Ellas me miraron esperando mi explicación. —El sexo entre un chico y una
chica es simple. Él se pone encima de ti, y tú esperas a que él se corra o haga
algo. Se basa en que uno de los dos sienta placer, y buscas el tuyo propio. Pero
cuando lo haces con una chica, no te centras en tu placer, te centras en el
placer de la otra persona. Y puedes pasar horas haciendo que esa persona
disfrute, no sólo un par de minutos. Ellos ni siquiera se plantean el sexo oral
cuando se trata de ti, sólo lo usan para que estés lo suficientemente lubricada y
puedan entrar fácil. —Me encogí de hombros, porque sí, la mayoría de tíos
eran así. No sabía ni siquiera dónde estaba el clítoris, ni siquiera sabían que era
mucho más satisfactorio que la penetración.5

—¿Tú tienes algo que objetar o le das la razón? —Ally se rio moviéndole la
rodilla a Lauren, que estaba más que confusa por lo que acababa de decir.

—L—Le doy la razón. Yo me pasé una hora, esto... Haciéndolo. —Se quedó
pensativa, negando. —Haciéndoselo.

—¿¡Ves!? Una puta hora, ¡una! —Dijo Normani alterada, mirándome a mí. —
Y mi novio no aguanta ni quince minutos.

—¿Pero por qué hablamos de esto? —Murmuró Lauren, que seguía cohibida,
mirándome luego a mí.28

—Chicas, ya está, además, Lauren tiene que irse.

Era raro, porque escuchar a Lauren hablar de su primera vez no me molestaba,


no me molestaba porque sabía que ella no sentía nada por aquella chica. No
me molestaba porque, la chica que estuvo con ella la cuidó, la hizo sentir bien,
y eso era lo que más me preocupaba.5

Lauren se fue, y es que aquella noche tenía trabajo, yo me quedé en casa con
mis padres y mi hermana. Entré en la cocina, donde mi madre preparaba la
cena, y abrí la nevera para coger uno de aquellos pequeños zumos de
melocotón que tan buenos estaban.5

—¿Antes de cenar un zumo? —Suspiré cerrando la puerta de la nevera.


—Mamá, por favor, tengo suficientes problemas en mi vida como para que te
preocupes por un zumo. —Metí la pajita en el zumo y le di un pequeño sorbo.6

—¿Cómo que problemas? ¿Qué te pasa? —Apreté los ojos lloriqueando antes
de salir de la cocina.

—Nada, mamá. Que mi vida amorosa es una mierda. —Sonreí asintiendo,


dándole otro sorbo al zumo. —Y no, no es porque haya roto con Steven. Sé
que era imbécil, ya me advirtió papá.14

—Bueno, ¿y por qué es? —Me senté en la mesa de la cocina, suspirando con
los ojos cerrados. Aquí íbamos.

—Lauren. —Ella abrió los ojos con la espátula en la mano, y sonrió al


escucharme.2

—¿Te gusta? —Levanté la cabeza de la mesa y negué suspirando.1

—No, es mucho peor. Puede que esté un poco enamorada de ella. —Me
levanté con la cabeza gacha, llevándome el zumo conmigo. —Me voy, tengo
que estudiar.25

—Lo sabía... —Escuché decir a mi madre por lo bajo, haciéndome reír


mientras yo salía de la cocina.44

Crucé el salón y vi a mi hermana sentarse en la mesa de cristal que había en


uno de los laterales de la sala, poniendo su estuche de colores y sus libretas
justo enfrente de mis apuntes.

—Hey, ¿qué haces enana? —Sonreí sentándome en mi silla, viendo cómo


abría su libreta de inglés. Yo, por mi parte, coloqué algo mejor los apuntes de
traumatología que estaban algo desperdigados por la mesa.
—Estudiar. Quiero sacar buenas notas como tú. —Esa era la primera vez que
me sentí realmente orgullosa por algo que hacía. Cogió su lápiz y comenzó a
escribir, sacando la lengua como signo de concentración.11

—¿Sabes? Vas a ser más lista que yo. —Le di un pequeño sorbo al zumo y cogí
el bolígrafo azul de mi estuche. Cómo cambiaban las cosas, ella tenía un
estuche que casi no podía cerrarse de todas las cosas que llevaba en él,
mientras, yo sólo tenía uno pequeño que llevaba un bolígrafo azul, otro negro
y un subrayador verde.61

—Pero tú ya eres muy lista, tú curas a la gente y le dices de qué están malitos.
—Solté una leve risa, comenzando a apuntar en una hoja en blanco todo lo
que antes de que llegaran las chicas había comenzado a estudiarme. —Sally
dijo que su hermano mayor es maestro. —Dijo escribiendo, mordiéndose la
lengua. —Y yo le dije que mi hermana era doctora y no me creyó. Y y le dije
que ibas al hospital todos los días y que curabas a la gente que estaba malita. —
Hizo un puchero y soltó su lápiz, abrió el estuche y cogió otro.

—No le hagas caso, Sofi. Sólo tú sabes que es verdad. —Sonreí viéndola hacer
otro puchero. Estiré mi mano para acariciarle la mejilla con una sonrisa. —
Hey, ¿quieres venir un día conmigo al hospital? Puedo enseñarte cosas chulas
con Normani.15

—¡Sí! —Asintió rápidamente, volviendo a escribir en el papel casi


entusiasmada.

—¿Qué vas a pedir por Navidad? Ya estamos a mitad de diciembre. —Susurré


escribiendo yo también, algo más rápido y ligero que ella. Era verdad aquello
que decían de la letra de médico, pero no, no era por ser médico, era por tener
que tomar tantos apuntes de una forma tan rápida.55
—No lo sé. Aún tengo que pensarlo. —Era difícil comprarnos algo por
Navidad, porque lo teníamos absolutamente todo.19

*1

Last Chrismast – Glee42

Me encantaba la Navidad. Era mi época favorita de todo el año, sobre todo si


íbamos a patinar sobre hielo. Era más divertido si todos teníamos pareja, no
dejándome a mí de sujetavelas con Michael y Dinah. Aunque bueno, Dinah
estaba más con Michael que conmigo. Tenían cierto rollo raro entre ellos dos,
y casi lo agradecía, porque aquél inútil de Nela la trataba como si fuese un
trapo.9

—¿No te da miedo estar tan sola aquí? —Escuché aquella voz ronca y suave en
mi oído, haciéndome sonreír.

—No contigo. —Me giré para mirarla, cruzándome de brazos.

—¡Lauren! —Gritaron todos, y se acercaron patinando hasta la barrera de la


pista de patinaje. —¿De dónde vienes vestida así? —Lauren agachó la cabeza
para mirarse. Llevaba un pantalón de chándal azul, unos tenis, una sudadera
gris y un gorro en la cabeza.

—Vengo de trabajar. —Se acomodó algo mejor la mochila en su hombro con


media sonrisa.

—Quédate, la inútil de Camila no sabe patinar. A ver si le enseñas. —Se rio


Normani, y yo rodé los ojos dándome la vuelta para no mirarla.27

—No puedo, pero gracias por la oferta. —Sonrió de medio lado, pasándose el
asa de la mochila por el hombro.1

—¿Dónde vas? —Lauren torció la sonrisa un poco con el ceño fruncido.


—A trabajar. —Todos nos quedamos en silencio. —Tengo cuarenta y cinco
minutos antes de que empiece el servicio en el restaurante, me quedaré aquí
un rato.

—Está bien. —Sonrió Dinah, y luego miró a Michael con el ceño fruncido. —
¿Y tú por qué estás aquí?

—¡Es mi día libre! —Reí, Dinah salió patinando detrás de Michael, y todos
volvieron a divertirse como lo hacían antes.

—¿Por qué no patinas? —Preguntó Lauren, sentándose en uno de los bancos


que había frente a la pista. Miré sus manos, tenía rozaduras rojas en las palmas.
—Estoy segura de que sabes hacerlo.

—¿No los ves? Van todos en parejas. —Suspiré sentándome a su lado, pasando
la yema de mis dedos por las marcas que se había hecho. —¿En qué trabajas?

—Descargo camiones para un supermercado. —Me removí en el banco,


retirando la mano con media sonrisa. En ese momento me sentí una verdadera
zorra capitalista, pero también me sentí culpable por trabajar en la cafetería.
Yo no lo necesitaba, pero personas como Lauren sí. Sí que necesitaban ese
trabajo para, por ejemplo, mantener a su hermana pequeña. —¿Te va bien en
la universidad? —La universidad. No, no quería que me preguntase por
aquello. No sabiendo que ella no podía ir. No.10

—Sí, me va genial. Y las prácticas también. —Asentí con la cabeza gacha,


soltando un suspiro. —¿No hay más trabajos? Es decir... ¿Tiene que ser ese? —
Ella se encogió de hombros, agarrando de nuevo el asa de su mochila.

—Es lo que he encontrado, Camila. Lo máximo a lo que aspiro con mis


estudios. —Dijo sin más, con una pequeña sonrisa. —Tengo que irme, Gregor
se va a enfadar. —Se acercó a mí y me besó en la mejilla, dando luego una
suave caricia con el pulgar. —Si te sientes mal de nuevo me pasaré por la
cafetería, ¿vale?

—No. —Negué apartando la mano de mi mejilla, bajándola y apretándola con


la mía. —Ve a casa, necesitas descansar.1

—Está bien. Ten cuidado esta noche. —Dio un suave pellizco en mi mejilla
con sus nudillos y corrió para cruzar el paso de cebras, dejándome allí una vez
más, con el corazón en la boca y queriendo ayudarla.

CAPÍTULO 25

The Only Exception — Glee Version49

Camila's POV

Escuchamos a Lauren, escuchamos perfectamente eso de que tenía dos


trabajos. Todos nos quedamos un poco culpables por aquello, porque nosotros
lo teníamos todo, absolutamente todo sin tener que hacer nada, y ella para
tener algo, tenía que matarse a trabajar.

Entonces decidimos darle una pequeña sorpresa. Hablamos con Gregor, o más
bien Dinah y Normani hablaron con él, su encargado, y le pedimos que, por
favor, al final del servicio, nos dejase quedarnos con Lauren para ayudarla a
fregar y llevarle algo para cenar. Ella casi nunca cenaba, de eso me constaba,
porque una hora después de estar en la cafetería siempre pedía un sándwich de
salmón, pepino y crema agria para comérselo mientras escribía.

—¿Tú crees que Michael sabe algo? —Preguntó Dinah agarrándome de la


mano, mientras íbamos de camino al restaurante.

—No. No hablamos nada delante de él. —Dije suspirando, viendo cómo el


vaho salía de mi boca al igual que la de Dinah. Estábamos a -5 grados, y juraba
que si no entraba ya en aquél restaurante se me iban a congelar las orejas.
Normani, Dinah y yo dábamos pequeños saltitos esperando a que, Troy y
Keith trajeran las dos pizzas desde el coche.

—Joder, vamos ya, me estoy muriendo. —Me quejé yo apretando las manos
sobre mis brazos.

—Ya va, Camila, tu amiga no me deja ni andar. —Dijo Troy, que tenía a Ally
abrazada a la cintura mientras Keith se reía.29

Miramos el interior del restaurante, y ya sólo quedaba una pareja que estaba
terminando de cenar, así que decidimos entrar. Gregor estaba allí de pie,
frunciendo el ceño al verme, ladeando la cabeza.1

—Tú eres el pequeño diablo que me quitó a mi camarera. —Me sonrojé y


sonreí, encogiéndome de hombros. —¿Tú también vienes a ayudarla? —Se
acercó a nosotros con las manos en los bolsillos y las cejas gachas. —Oh, claro,
se me olvidaba que estáis juntas.

—Oh, no, no, no, no, no. —Negué con una risa, haciendo un gesto con la
mano para quitarle importancia a su comentario. —Es mi amiga.25

—Claro. Pasad. Dejadlo todo limpio y —se paró delante de mí, señalándome
con el dedo— si tocáis algo, rompéis algo, o estropeáis algo tu amiguita está
fuera. —Sonrió antes de separarse, y todos nos apresuramos a entrar en la
cocina, mirando al suelo. Los chicos intentaban no reírse por la regañina que
le estaban echando, así que abrimos la puerta.

Se escuchaba el sonido de los platos, y había una chica rubia recogiendo sus
cosas a punto de irse. Nos miró, parpadeó, y con su bolso al hombro salió de la
cocina. Entonces vimos a Lauren, estaba detrás de todos, además detrás de los
platos. Ella tenía una mueca en el rostro antes de vernos, parecía dolorida.

—¡Lauren! —Gritó Dinah para llamar su atención. Ella levantó la vista y, al


instante, esbozó una sonrisa enorme.

—¡Chicas! ¿Qué hacéis aquí? —Salió de detrás de donde estaba, limpiándose


las manos con un trapo. —Perdonadme, estoy... Estoy pringada hasta las cejas.
Y no huelo muy bien. —Añadió acercándose a nosotras.

—Bueno, venimos a ayudarte a terminar, y traemos pizza. —Dije yo


entusiasmada, quitándome la chaqueta al igual que los demás. —Será rápido si
lo hacemos entre todos.16

—¿En serio venís a ayudarme? —Levantó la mirada hacia las demás, mirando
a los chicos que asintieron, mientras dejaban las pizzas encima de la mesa de la
cocina.15

—Claro, a ver, ¿qué tenemos que hacer? —Troy se puso las manos en la
cintura, y Lauren se subió una de las mangas un poco más. El vendaje que yo
misma le había hecho estaba mojado y despegado, además de que estaba medio
caído.

—Lavar los platos que quedan, tened cuidado que el lavaplatos suelta vapor y
quema. —Torció el gesto, y todos fueron en tromba a coger los estropajos y las
bayetas, mientras, yo tomé la mano de Lauren.11
—Te duele, ¿eh? —Sonreí girándole el antebrazo para ver cómo sus
quemaduras habían ido a más. —Sabes que estoy en urgencias, puedes venir a
verme cuando quieras. —Miré a nuestro alrededor, buscando un botiquín o
alguna puerta donde pudiese estar aquello de 'seguridad y salud' en las áreas de
trabajo. —¿Dónde está el botiquín?2

—En el área de personal. A la salida de la cocina a la derecha. —Cogí el brazo


de Lauren y abrí el grifo.1

—Cielo, esto va a dolerte un poquito. —Dije, metiéndolo debajo del agua. Ella
apretó los ojos y me lanzó una mirada casi asesina, mientras yo iba a por el
botiquín a aquella sala donde vi la mochila de Lauren. Volví con ella y retiré
su brazo, poniéndole un trapo por encima para así secarlo. Aunque al
principio le dolió, sabía que aquello la había aliviado mucho. Volví a poner
crema por encima de su brazo, bajo su mirada, algo cohibida porque, a pesar
de que Lauren a veces era un poco reservada, ella era bastante intimidante.26

Pegué la venda a su brazo con cuidado, acercándome un poco más a ella para
hacerlo. Se quedó mirando el vendaje, y luego sonrió.

—Sólo tienes que ponerte papel de plástico, con el que se envuelve la comida
para meterla en la nevera, y así no se te mojará. —Sonreí secándome las
manos con un trapo.6

—Buen truco.

Cuando volvimos para terminar de fregar los platos, ellos ya habían hecho
todo el trabajo, y Troy y Keith abrían las cajas cogiendo dos trozos de pizza a
la vez para llevárselos a la boca.

Gregor nos dejó sentarnos en una de las mesas del restaurante, y gracias a Dios
dejó que comprásemos algunas bebidas aunque aquello estuviese cerrado, pero
se quedó con nosotros; tenía que hacer algunas cuentas y ajustes.
—¿Y esto es lo que haces todos los días? —Normani se miró el brazo, que aún
estaba resentido por el calor del lavavajillas.

—Sí. —Respondió Lauren mientras comía un poco de pizza. Yo me quedé


mirándola, observando sus marcas rojas en las manos, con una costra de sangre
por encima. Quería abrazarla allí mismo, quería apoyar mi cabeza en su
hombro, quería cogerla de la mano y enlazar mis dedos con los suyos, pero no,
no podía.16

—Joder, debe ser muy duro. Porque, además trabajas en ese supermercado
descargando cajas, ¿verdad? —Dijo Keith. Lauren asintió mordiendo el trozo
de pizza, y yo me humedecí los labios al ver cómo mordía la porción entre sus
labios.7

Sentí una patada en mi pierna y miré a Dinah, que abrió los ojos llevando la
vista a Lauren. Oh dios, me estaba avisando de que era demasiado descarada.49

—¿Y no has encontrado trabajo de otra cosa? —Preguntó Normani


mordisqueando su trozo; Lauren negó con el ceño fruncido, dejando la corteza
de la pizza en el cartón.1

—Sé que somos de diferentes mundos, es obvio, ¿no? —Soltó una risa
cruzando las manos y apoyó su barbilla en estas. —Quizás hay trabajo para
vosotros, de médico, de enfermera, de, no sé, empresario... ¿Pero en qué puedo
trabajar yo? Lo único que tengo es mi graduado, e, incluso en este restaurante
hay gente con más estudios que yo. Michael hizo un grado superior de
hostelería, el camarero trabajó con Graham Elliot.

—Mi padre comió una vez en su restaurante. —Apuntó Ally, y todos nos
quedamos mirándola. —Vale, dato innecesario e irrelevante. —Susurró
apoyándose contra el pecho de Troy.25
—De hecho en este restaurante, soy la que menos preparación tengo y la que
tiene la labor que nadie quiere. —Se encogió de hombros, casi aceptando que
era lo que le tocaba.1

Sentí mi móvil vibrar una, otra, y otra vez. Lo saqué de mi bolsillo y me


levanté de la mesa.

—Perdonadme un momento. —Dije sonriendo, antes de entrar en la cocina de


nuevo. Llamaban en número oculto. —¿Sí? —Respondí al descolgar, igual
eran de la universidad.

—Tú, tú eres una puta. ¿Por qué cojones me dejaste, EH? POR ESA MIERDA
DE TÍA. —Colgué en el acto mirando la pantalla, donde comenzaron a
llegarme mensajes.31

Steven: Hija de puta

Steven: No sé ni cómo pudiste hacerme eso, si te van a repudiar

Steven: Quieres que se enteren? Quieres que se lo cuente a todo el mundo?

Steven: Sólo eres una zorra egoísta que nada más piensa en sí misma23

Steven: Ya volverás, ya volverás pidiéndome que vuelva contigo, porque ella no


va a darte nada, es una mierda de friega platos9

Steven: Y tú, zorra, lo único que eres es una viciosa. Eso es lo que eres, lo tuyo
es un puto vicio

Steven: Para lo único que servías era para chuparme la polla, y a veces ni para
eso33

Steven: No estabas tan buena de todas formas, sabes? Sólo eres una calienta
pollas38
Cuando terminé de leer los mensajes, estaba deshecha, estaba llorando en
mitad de aquella cocina. Quizás era verdad, quizás era una maldita egoísta,
pero ni siquiera sabía por qué. Estaba rota en lágrimas, apoyada contra la
encimera de metal, con la cara entre las manos. No podía creerme que después
de dos semanas y media siguiese así. Siguiese con sus mensajes.

—¿Camila? —Lauren, siempre tenía que ser ella. No levanté la cabeza, y me


arropó entre sus brazos, dándome un beso en la coronilla. —Sh, ya está, Camz.
—Me llamó Camz y, entre esas lágrimas me sacó una pequeña sonrisa. Mis
brazos pasaron por su cintura, pero no podía dejar de llorar. —¿Qué ha
pasado? —Me separó de ella, poniendo sus manos en mis mejillas.14

—S-Steven, él me manda mensajes y... M-Me insulta... —Con sus pulgares


limpió mis lágrimas, haciendo que la mirase directamente a los ojos. Se me
cortaba la respiración entre el llanto y su mirada.7

—Escúchame, Camila, ni se te ocurra creerte cualquier cosa que ese


despreciable te diga. Estás hecha de todo lo bueno que puede haber en el
mundo. El sábado iré a partirle la cara a ese capullo. —Y aunque sé que lo
decía de broma, sonreí un poco, sintiendo cómo sus manos se ponían en mi
cintura. Sabía cómo tranquilizarme y a la vez hacer que mi corazón estuviese
en mi boca al mismo tiempo sólo con poner sus manos en la cintura. Se acercó
a mí y dejó un beso en mi mejilla, dejando su rostro peligrosamente cerca del
mío. Entonces, di un beso en la comisura de su labio, quedándome allí,
respirando su aliento.60

—Chicas qu- —Normani entró en la cocina y se quedó parada al vernos. —


Uhm, ¿vuelvo en otro momento?101

—¡No! —Gritamos las dos, apartándonos de golpe. Vale, tenía claro que a
Lauren no le gustaba después de aquél espanto.20
*1

Dos cosas tenía claras. La primera; quería a Lauren con toda mi alma. La
segunda: me iba a morir de celos esa noche. Aunque Normani estaba conmigo
en la guardia y me distraía un poco, no podía parar de pensar en Lauren. Era
viernes. Viernes. Lo que significaba que tenía su cita con Vero. Iba a explotar.
Me senté en el sillón de la sala de descanso con el móvil entre las manos,
moviendo la pierna de forma histérica.13

—Camila, si sigues así voy a diagnosticarte parkinson. —Normani se echó una


taza de café, y suspiré mirando el móvil; Lauren estaba en línea. —¿Qué coño
te pasa?16

—Mani... —Hice un puchero tirándome en el sofá, pasándome las manos por


la cara. —Estoy mal.

—¿Te gusta Lauren? —Se sentó a mi lado y bebió de su taza. No sabía ni qué
decirle, ¿es que todo el mundo lo sabía?46

—Y-Yo... Sí. —Murmuré en voz baja, y ella soltó una risa, acariciándome la
mejilla.

—Eres muy poco discreta. —Susurró abriendo su libro, y miré la hora en el


móvil. Mierda. Me levanté y sacudí mi camisa del uniforme azul, suspirando.5

—A esta hora ya estará cenando con Vero, o liándose, quién sabe. —Desencajé
la mandíbula y con una gomilla comencé a recogerme el pelo en una coleta.
Yo sólo quería que Lauren fuese feliz.

*1

Lauren's POV
Estaba nerviosa. Más que nerviosa. Era la primera vez que estaba con Vero a
solas, y no quería defraudarla, aunque bueno, ella llegaba diez minutos tarde.
Apareció por Yonge Street con una chaqueta de cuero casi igual que la mía,
sólo que ella debajo llevaba un vestido color rosa.10

—¡Hey! Qué bien te veo. —Dijo ella abrazándome por el cuello, dándome un
beso en la mejilla.

—Gracias. Tú también estás muy guapa. —Comenté separándome para


mirarla.

—¿Entramos ya a cenar? Tengo bastante hambre. —Me humedecí los labios y


asentí, caminando calle abajo. Me sonaba bastante aquél sitio, y es que cuando
llegamos a aquél bar donde cené por primera vez con Camila.

Vero se quitó la chaqueta y pude ver sus hombros, sus clavículas marcadas, y
subí hasta sus labios que me distraían constantemente.

—Entonces, ¿has vuelto como friegaplatos? —Vero bebía de su pajita, y asentí


con una leve sonrisa. —Wow, no me habías contado eso.

—Lo sé, es que no he tenido mucho tiempo. —En realidad no hablaba mucho
con ella, por no decir nada. Lo único que hacíamos Vero y yo era tontear, todo
el tiempo.

—Bueno, para eso hemos quedado, para que me cuentes todo eso que no has
tenido tiempo de contarme. —Sonrió encogiéndose de hombros, partiendo en
dos su perrito caliente para poder cogerlo mejor.

Sí, Vero estaba buenísima. Sí, me ponía lo suficiente como para acostarme con
ella o para al menos liarme. Pero no, Vero no era Camila ni aunque quisiese.
Vero no tenía esa manera tan mona y a la vez provocativa de morderse el
labio, Vero no tenía esa manera de mirarme tan tierna con los ojos relucientes
y vidriosos, Vero no tenía sus manos... Vero no era Camila.16

—El otro día estaba por el campus de la facultad, y entonces vi a una chica que
llevaba puesto el mismo vestido que yo. ¿Mmh? —Bebió de su refresco
mientras yo me terminaba la última porción de perrito. —¿Tú lo ves normal?
—Suspiré riendo, sacudiéndome las manos antes de retirar la bandeja de mi
lado.11

—No sé. A mí me gustaba tu vestido. —Estiré una mano por encima de la


mesa para coger la de Vero, pero esta la retiró con una suave risa.30

—¿Sí? Deberías verlo. Espera. —Y sacó su móvil.

Wow. Acababa de retirarme la mano. Pero, quizás sería porque iba a sacar el
móvil. Sí, sería eso.10

Me enseñó su vestido, y sí, era precioso. Pero yo me aburría estando allí,


quería caminar aunque fuese con ella o... Algo. No podía estar aburriéndome
en la primera cita que tenía con una chica.2

Por fin, salimos, y caminamos cerca de la bahía. Adoraba el agua, adoraba el


azul del skyline reflejado en los barcos, en aquél lago enorme que bordeaba la
ciudad.

—¿No te gusta el azul que se refleja en el mar? —Pregunté mirándola con una
pequeña sonrisa, ella se encogió de hombros y rio.4

—No sé, mi color favorito es el rosa. —Sonreí un poco ante aquél comentario
frívolo de la chica.56

—Tu vestido es rosa. —Comenté ante mi puntual desconocimiento sobre los


colores en aquél momento. Ella me miró con el ceño fruncido.
—No, es salmón. —Entreabrí los labios asintiendo, y ella ladeó la cabeza con
las cejas gachas.27

—Bueno, no importa. —Sonreí un poco, acercando mi mano a la suya pero,


ella la apartó casi instantáneamente.28

—Sí, sí importa. —Hice una mueca negando, pasando un brazo por encima de
sus hombros. —Sí importa. —Volvió a decirme girando su rostro hacia el mío,
sonrió, pero poco a poco, mientras andábamos, se fue soltando de mi agarre.27

Otra vez, mientras andábamos, simplemente me acerqué a ella, por inercia


nada más, no buscaba ningún contacto, y ella se volvió a apartar de mí como si
me repudiase. Ni siquiera se acercaba a mí como cuando estábamos con los
demás, con ellos me abrazaba, se sentaba encima de mí, enlazaba incluso sus
manos con las mías, pero ahora, cada vez que la tocaba ella se apartaba sin
exagerar.

—¿Sabes? Me he dado cuenta de que mañana tengo que madrugar, así que
debería irme. —Me paré en seco, dejándola a ella unos metros por delante de
mí.19

—Oh. —Dijo simplemente, y asentí con los ojos cerrados.5

—Nos vemos, Vero. —Chasqueé la lengua y salí corriendo calle arriba,


entrando de nuevo en esa maraña de edificios que era Toronto.2

Subí por Yonge Street hasta encontrar mi camioneta aparcada. Mi garganta


quemaba por el frío que hacía aquella noche, aún no podía creer que Vero
fuese en aquél simple vestido, pero después de lo que había visto esa noche de
ella no me extrañaba nada. Le gustaba más aparentar que otra cosa.

Arranqué y tuve que encender la calefacción para que se desempañaran los


cristales, y por fin pude salir del aparcamiento. Encendí la radio, necesitaba
algo que me animase esa noche, pero no. The Only Exception comenzó a
sonar, y paré en un semáforo con las manos aferradas al volante. Agaché la
cabeza un segundo, sintiendo cada nota de esa canción, cada palabra la sentía
en mi alma. No, a mí no me gustaba Vero. A mí tampoco me gustaba Camila,
porque yo estaba enamorada de ella.54

And I've always lived like this


Keeping a comfortable, distance
And up until now
I had sworn to myself that I'm content
With loneliness

Because none of it was ever worth the risk

But, you are the only exception.

Arranqué de nuevo con los nudillos blancos de apretar el volante, porque yo la


quería, y sabía que nadie la iba a querer como yo lo hacía, excepto ella misma.
Nadie la iba a tratar como yo lo hacía, nadie jamás iba a sentir por ella lo que
yo sentía.12

Apreté la mandíbula casi desencajándola de rabia, y es que en ese momento lo


mandé todo a la mierda. La quería, y me daba igual si ella a mí no. Me daba
igual si ella se enfadaba conmigo después de aquello, me daba igual todo.39

Paré frente a la puerta del hospital y me bajé del coche, cerrando la puerta de
un golpe seco y me encaminé al interior. Caminé por el pasillo sin mirar a
nadie más, yendo hasta el final, al último puesto de enfermería. Cabello ponía
en el letrero, y caminé hacia la puerta que estaba abierta. Ella tenía unos
informes en la mano que leía hasta que me vio y levantó la cabeza.11

—Hey, ¿qué haces aquí? Creía que estabas con Vero aún. —Soltó una pequeña
risa pasando de página, y luego carraspeó. —¿Cómo te fue la cita?
—Bien, ¡bien! Fue perfecta, menos por un detalle. —Dije riendo, poniéndome
delante de ella con las manos en los bolsillos de mi pantalón.

—¿Qué detalle? —Preguntó torciendo los labios, y parecía que forzaba la


sonrisa.

—Que ella no era tú. —Metí mis manos bajo su pelo y presioné mis labios
contra los suyos, besándola suave y lento, calmando mis nervios. Me sudaban
las manos, me sudaba la espalda, el corazón se me iba a salir del pecho y no
sabía si mi boca estaba siendo tan precisa como pretendía. Mis labios
atrapaban los suyos como si fueran de su propiedad, y era tan indescriptible
besar a Camila. Era suave, era dulce por ese leve toque de gloss de sandía que
llevaba en sus labios, era tierno, era provocativo. A Camila se le cayeron los
documentos al suelo en cuanto la besé. Y mi lengua estaba retenida a la fuerza
dentro de mi boca, pero quería besarla, quería sentirla, quería casi morderla de
todas las emociones que tenía en aquél instante.311

Escuchamos un carraspeo a nuestra espalda, y separé mi boca de la de ella


mirando hacia la puerta, había allí una señora con su hijo al lado, que parecía
tener una gripe bastante fuerte.32

—Estaré fuera esperándote hasta que termines tu guardia. —Camila abrió la


boca para objetar algo, pero le di unos cuantos besos más, caminando luego de
espaldas hacia la puerta. —Sí, sé a qué hora termina tu turno. —Sonreí,
saliendo por la puerta de su consulta.210

CAPÍTULO 26
Jóvenes Eternamente - Pol 3.1437

Camila's POV12

Yo... Lauren... Lauren acababa de besarme.

—Oh, lo siento mucho señora, perdón, pase, cierre la puerta al entrar. —Me
di la vuelta y cogí un pañuelo de la caja que había sobre la mesa, limpiándome
el gloss de labios que se había extendido por encima de mis labios. —Dígame,
¿qué le ocurre al pequeño? —¿Cómo se suponía que debía centrarme ahora en
hacer mi trabajo? Dios, ¡¡¡¡¡¡me había besado!!!!!! Pero es que ni siquiera sabía
cómo reaccionar.21

—Tiene fiebre, le duele la cabeza, tiene tos y todo el cuerpo. —Asentí


escribiéndolo todo en la pantalla del ordenador, suspirando un poco. Tenía
que luchar contra mí misma por esconder esa sonrisa que me salía
constantemente. —Ya ha tomado antibióticos y no le hacen nada. —Hice una
mueca al escucharla, volviéndome hacia la señora.1

—Si tiene lo que creo que tiene, es normal que no haga nada. Vamos, ven
conmigo a la camilla. —Sonreí al niño, que se levantó de su sitio con cautela y
se sentó en la camilla con mi ayuda.

Sólo Dios sabe el esfuerzo que hice en auscultarlo y examinarlo sin pensar en
Lauren, sólo centrándome en lo que tenía que hacer. Si fui capaz de aquello
debería graduarme ya en medicina y olvidar aquél último año que iba a acabar
conmigo. Oh dios, volvía a pensar en Lauren, volvía a sentir esa sensación de
sus labios contra los míos y, en cuanto el niño se bajó de la camilla sacudí la
cabeza, yendo hacia la mesa.
—Tiene gripe, así que... Nada de antibióticos. —Miré a la señora con una
pequeña sonrisa, escribiendo la receta en un papel. Miré mi letra y arrugué la
nariz, sólo la entendería yo. —Ibuprofeno cada seis horas, que se mantenga de
reposo estos días, que beba mucha agua y si no remite entonces que vaya a su
doctor para que le haga un nuevo chequeo.32

—Muchas gracias. —Sonrió la mujer, y antes de que se fuera estiré la mano


hacia ella.

—Mmh... Señora, por favor, ¿podría no decirle a nadie lo que ha visto en


consulta? Y—Yo estoy de prácticas, y si se enteran de eso me van a echar.

—Claro. —Sonreí más, humedeciéndome los labios mientras los veía salir.

Suspiré pasándome las manos por la cara, necesitaba algo que me hiciese
borrar esa sonrisa y centrarme en mi trabajo. ¡Pero me era imposible! Toda la
culpa la tenía Lauren, dios. No me podía creer lo que había pasado hacía 10
minutos, la chica por la que había llorado las últimas 3 semanas me había
llorado, al final a ella le gustaba yo. Era surrealista, era increíble. Tenía que
parar a pensar fríamente en lo que acababa de pasar. O mejor no, no lo
pensaba porque venía otro paciente.24

Y así pasé las horas, entre paciente y paciente, intentando mantener la mente
en lo que hacía sin que Lauren apareciera por mis pensamientos, pero de vez
en cuando lo hacía. Más bien, siempre, pero aprendí a hacerlo intentando
hacer mi trabajo. Las horas pasaban muertas, los minutos eran eternos, ¿¡cómo
podía pasar el tiempo así!? Di vueltas por la consulta mientras no había nadie,
saliendo a mirar el pasillo por si Normani estaba por allí, pero no.

Faltaban quince minutos para las seis y media de la mañana, y yo andaba


sentada en el sillón de la consulta moviendo las piernas rápidamente,
esperando a que dieran las y media. Entonces el doctor apareció por la puerta
y esbozó una sonrisa al verme.5

—Vete, anda, tengo que preparar un par de cosas antes de que empiece la
consulta. —Salté de la silla y asentí con rapidez, poniéndome las manos a la
espalda. —¿Alguna incidencia o algo que deba saber?

—No, señor, todo normal. —Sonreí asintiendo, y es que lo más grave había
sido un chico con 20 puntos de sutura en el brazo.2

—Está bien, puedes irte. —Sonrió y caminó hasta su asiento.

Salí casi corriendo de la consulta, ni siquiera pensé en cambiarme, aunque


debía estar horrible. Llevaba aquél uniforme de doctora en práctica, azul y con
cuello de pico y aquellos pantalones del mismo color. Miré a la entrada del
hospital, y estaba nevando. Aún era de noche y no sabía cuánto hacía que
estaba nevando. Suponía que Lauren se había ido a dormir.1

—¿A quién buscas? —Di un pequeño respingo en el sitio, girándome para ver
a Lauren de pie frente a mí, mirando la entrada del hospital. —Parece que se
ha ido, ¿no? —La miré y no supe qué decir, sólo me quedé con la boca abierta.
—Sé que lo que he hecho ha sido un poco brusco, así que si me quieres dar
una bofetada, la aceptaré. —Negué sin cerrar los labios, casi sin poder hablar.

—Te buscaba ti. —Dije sin más, encogiéndome de hombros con una sonrisa,
sin apartar la vista ni un solo momento de aquellos ojos verdes algo
enrojecidos.1

—¿Quieres que te lleve a casa? —Preguntó señalando la puerta del hospital,


que en ese momento se abría dejando entrar a una pareja de mediana edad.
—Claro, claro que sí. —Dije sonriendo. —Pero déjame recoger mis cosas y...
—Me quedé mirándola con una de esas sonrisas que salen sin querer, porque
había agarrado mis dedos con la punta de los suyos.

—¿Sabes que estás preciosa con ese uniforme? —Bajé la cabeza


instantáneamente para mirarme, y luego la miré a ella con las mejillas
totalmente encendidas. Wow. Nunca había sentido esto, es decir, sentirme
intimidada por la persona que me gusta. Siempre era yo la que intimidaba.22

—No... Quiero decir... No. —Apreté los ojos porque estaba haciendo el tonto
completamente. —Ugh, voy a por mis cosas. —Carraspeé intentando parecer
más seria.

—Está bien, te esperaré aquí. —Soltó mi mano, y casi me arrepentí de tener


que recoger mis cosas.

Me di la vuelta y me apresuré, casi corriendo, hasta la sala de descanso del


personal. Esperaba encontrarme allí a Normani, pero creía que ya había
terminado su guardia.

Al abrir la puerta, efectivamente no estaba. Sólo los doctores que habían


terminado su turno y tomaban café para reponerse. Yo simplemente sonreí
recogiendo mi bolso y poniéndome mi chaqueta y la bufanda.

Oh dios, Lauren me había besado, y me había besado vistiendo así. Con estos
zuecos de goma azules. Madre mía, ¡madre mía! Caminé hacia la entrada,
donde Lauren esperaba con las manos a la espalda y miraba uno de los carteles
sobre las inyecciones en los niños y prevención de infecciones y resfriados en
aquella época del año.7

—Sería útil para tu hermana. —Lauren se giró instantáneamente para


mirarme, y sonreí un poco.
—Ya hablaremos de eso en otra ocasión. —Puso las cejas gachas y sacó las
llaves del coche de su bolsillo. —¿Vienes conmigo? —Las dejó colgando de su
dedo hasta que yo asentí rápidamente.3

El golpe de frío en la cara al salir del hospital fue enorme. Cerré los ojos de
golpe y casi sentí que se me congelaba la garganta al respirar. Tosí un poco,
subiéndome la bufanda hasta que me cubriese por encima de la nariz.

—¿Estás bien? —Preguntó Lauren dándose la vuelta, y asentí mirándola desde


abajo.

Caminamos calle abajo hasta que vi su camioneta aparcada en un cerco sin


nieve. Se acercó y me abrió la puerta para que entrase, haciéndose a un lado.
Sonreí en agradecimiento. Cuando entré en el coche volví a respirar, y me
bajé la bufanda, viendo cómo Lauren se sentaba a mi lado. No dijo nada, sólo
encendió la calefacción para que las ventanas se dejasen de estar empañadas
por el frío.

—¿Mejor? —Asentí sonriendo cuando noté el primer el calor que brotaba de


las rejillas que tenía encima de mí.1

—Muchísimo. —Reí algo nerviosa, dejando el bolso entre mis piernas.

Nos quedamos en silencio, y era incomodísimo. ¿Se habría arrepentido de


haberlo hecho? ¿Por qué yo no decía nada?

—Mira, lo siento mucho. Esa señora estaba mirando y, yo tampoco quería


meterte en problemas ni que hicieses algo que no querías. Sólo... Necesitaba
besarte. —Murmuró en voz baja, con el cuerpo girado hacia mí en el asiento y
el brazo sobre su asiento. —Al menos una vez, aunque después me odies. —
Me quedé en silencio mirándola con los labios entreabiertos, parpadeando un
poco. —Que te quedes en silencio no suele ser buena señal. —Murmuró
entrecerrando los ojos.
—Es que lo único que me sale decir en estos momentos es 'te quiero'. Y no
quiero decirlo porque... —Se acercó un poco a mí, dándome un beso tierno,
profundo y dulce. —... No quiero asustarte y... —Volvió a besarme de la
misma forma en la que sus labios y los míos sonaban al separarse. —... No sé si
sólo te gusto o... —Me besó de nuevo, me estaba dejando sin aliento con esos
besos tan dulces y casi húmedos que me estaba dando.89

—Te quiero. —Murmuró ella, volviendo a besarme con una mano en mi


mejilla. Oh dios, no podía ser que aquella chica sólo hubiese besado una sola
vez. —¿Estás más tranquila?23

—Ajá... —Dije en voz baja, quedándome mirando sus labios,


humedeciéndome los míos un poco.

—Deberíamos irnos. Estás muy cansada. —Lauren arrancó el coche con media
sonrisa, girando el volante para salir del aparcamiento.

—Yo no soy la que trabajó ayer por la tarde y lleva un día sin dormir. —
Torció la sonrisa y se encogió de hombros, saliendo hacia la carretera
principal. La nieve caía sobre la luna del coche, y encendió el parabrisas para
poder ver la carretera.

—Tengo que preguntarlo porque si no la cabeza va a explotarme. —Paró en


un semáforo y me miró con un suspiro. —¿Estamos saliendo o o qué pasa? —
Dijo algo dramática con una mueca. Yo reí, era algo graciosa su
inexperiencia.35

—No, no estamos saliendo. —Respondí yo, y ella asintió, volviendo a arrancar


el coche. —Pero... Ya sabes, tenemos que hablar algunas cosas. —Asintió de
nuevo a mi aclaración, girando el volante para coger la autovía. —Lo sabremos
con el tiempo, supongo. Ahora sólo... Tenemos que disfrutar de... Esto.
¿Entiendes lo que te digo, Lauren? —Ella se quedó en silencio alzando una
ceja. No, no lo entendía.5

—No, pero haremos lo que tú quieras. —Solté una risa, y ella negó sonriendo
mientras conducía, ladeando la cabeza.66

Era adorable. Era como uno de esos bebés que acababa de aprender a andar y
ya quería echar a correr, pero corría bien. Y por supuesto, por supuesto quería
salir con ella, aunque las cosas al principio no podían ser de golpe.

Aparcó frente a mi casa y me quité el cinturón con cuidado para que no se


rompiese. Tenía mala experiencia en varios coches.23

—Bueno... —Señaló mi casa por la ventana con media sonrisa débil. —Uhm...

—Oye, ¿tú de dónde eras? —Pregunté con los ojos entrecerrados. Ella
parpadeó sin saber muy bien qué decía.

—¿De Toronto? —Solté una risa suave y negué, humedeciéndome los labios.

—No, no. ¿Eres de Cuba? —Abrió los ojos y asintió.

—Mi madre era cubana. —Noté un atisbo de tristeza en sus ojos, que la hizo
apretar los labios.

—Sé de un sitio que podría gustarte y... —Arrugué la nariz, abriendo la puerta
antes de irme. —Me debes una copa esta noche, ¿no? —Lauren entrecerró los
ojos con una sonrisa, desencajando la mandíbula.

—Cierto. —Asintió pasándose la lengua por el labio inferior. Cerré la puerta y


rodeé el coche, acercándome a su ventanilla, que bajó al verme.

—Nos vemos esta noche. —Acerqué un poco la cabeza a la de ella y, justo


cuando llegué a sus labios, besé su comisura, separándome de nuevo. Me di la
vuelta y fui caminando hasta la verja de casa.4
—¿Te he dicho ya lo bien que te queda ese uniforme? —Alzó la voz para
hablar, con un brazo por fuera del coche. Yo giré la mirada sin poder evitar
una risa, consiguiendo meter la llave en la puerta.17

—No me molesta escucharlo. —Abrí la puerta y me giré para mirarla,


despidiéndome con la mano. —Duerme bien. —Dije finalmente, viéndola
sonreír y arrancó el coche, saliendo de la urbanización.

CAPÍTULO 27

Dance Again — Jennifer Lopez33

Camila's POV7

El shock inicial de ver a Lauren después de aquella mañana se hizo aún más
fuerte cuando la vi entrar por la puerta del club al lado de Michael. A mí
solían gustarme las chicas femeninas, pero con ese punto duro, que supiese
como ponerme en mi sitio. Y Lauren lo hacía con sólo mirar la sala. Llevaba el
pelo a un lado, ondulado, casi formando ondas a un lado. Siempre iba con el
ceño fruncido, lo que realzaba la expresión de sus ojos. Al cuello llevaba un
choker negro, una camiseta de manga corta de rayas horizontales negras y
blancas, los jeans negros rotos y las botas negras. Su chaqueta de cuero ya
estaba en el brazo de Lauren.37

Se paró justo al lado de la barra del bar, iluminada con focos verdes, donde la
gente se agolpaba pidiendo sus bebidas. La sala estaba a reventar, así que le
costó un poco verme, hasta que por fin sus ojos se clavaron en mí. Unos
segundos con el ceño fruncido, mirándome seria, hasta que una de las
comisuras de sus labios se alzó, formando una sonrisa de medio lado que me
dejó en el suelo.

—Oh dios, Dinah. —Susurré girándome para mirarla, y ella puso las cejas
gachas agachándose hacia mí con su copa en alto.

—¿Qué te pasa?

—No te he contado que Lauren y yo nos besamos ayer. —Dinah abrió tanto
los ojos que no pudo decir nada, sólo levantó la cabeza.

—¡Hey Lauren! —Dijo ella. Me di la vuelta instantáneamente para casi


chocarme con su pecho. Dinah miró a Michael, pero yo no podía articular
palabra.

—Hola. —Respondió ella con una sonrisa, inclinándose para dar un cálido
beso en mi mejilla. Hizo lo mismo con Dinah, y sonreí un poco. —Muy bonita
esta discoteca, ¿sabes?

—Sí, te dije que iba a gustarte. —Me apresuré a decir en voz alta para que me
escuchase, mientras se acercaba a donde estaban Normani y Keith casi con las
lenguas saltando de una boca a otra. Lauren dejó la chaqueta en el asiento, y
miró a toda la gente que bailaba salsa en la sala.

—Me trae muchos recuerdos esta música. —Se humedeció el labio inferior, y
me puse de puntillas para acercarme a su oído.

—¿Quieres que vayamos a por algo de beber? —Asintió, e hizo un gesto con la
cabeza para que yo caminase primera entre todas aquellas personas.3

La gente no se apartaba, así que teníamos que esquivar cuerpos que no paraban
de bailar, de sudar, de disfrutar. Estiré la mano hacia atrás y Lauren se agarró
para no quedarse atrás. En cuanto sus dedos hicieron contacto con los míos
apreté su mano, llegando por fin hasta la barra.7

—¿Qué vas a tomar? —Le pregunté, y ella apoyó un codo en la barra


mordiéndose el labio. Dios, quería que dejase de hacer aquello pero a la vez
no.

—Somos de Cuba, así que... Un mojito, ¿no? —El español me había


destrozado. El acento cubano de Lauren no tenía ni punto de comparación con
el mío. El suyo era cerrado, el mío era algo más español neutro. Simplemente
solté una risa y me volví hacia el barman.108

—Dos mojitos. —Levanté los dedos para que me viese, y él asintió, dándose la
vuelta para prepararlo.2

Lauren se sentó en un taburete ahora que aquello estaba algo más despejados,
dejó las manos entre sus piernas, y sí, creo que lo hacía aposta.

—¿Sabes de qué me he dado cuenta? —Pasó su dedo pulgar por su labio para
limpiarlo un poco, y negué acercándome un poco más para poder escucharla
mejor. —Cuando bailas te encanta que la gente te mire. Y te mueves de una
forma muy, muy provocativa. —Esbozó una media sonrisa, girándose para
coger su mojito, y yo cogí el mío, moviendo la pajita negra para mezclarlo
todo.5

—¿Y eso te molesta? —Fruncí un poco el ceño, viendo su sonrisa aparecer.


Tomó un sorbo de mojito, apretando los labios alrededor de la pajita antes de
contestar.

—Eso me encanta. —Sus manos se situaron con el vaso entre sus piernas,
mirándome a los ojos tan directamente que me hacía cerrar los ojos con una
sonrisa. No me podía creer que jamás hubiese tenido novia. —¿Por qué
debería molestarme?4
—No lo sé. —Dije alzando la voz, así que tuve que acercarme más a ella,
porque Jennifer Lopez sonaba altísimo en el club. —A Steven le molestaba. —
Al separarme y quedar a unos diez centímetros de su rostro, ella ladeó la
cabeza. Se acercó a mi oído, su cabeza tocaba con la mía, y puse una de mis
manos en su muslo.

—Es tu cuerpo. Si te gusta que te miren, que te miren, porque yo también voy
a disfrutarte así. Además... —Puso una de sus manos en mi cintura, casi como
contestación a la que yo tenía en su muslo. Se humedeció los labios sacando
un poco la lengua y me miró a los ojos al hablar. —Ese vestido corto te queda
muy bien. —Agaché la cabeza para mirarme. Aquél vestido que me cubría la
primera parte de los muslos, con escote de encaje y tirantes.43

—¿Vas a bailar conmigo? —Lauren terminó de darle el último sorbo a aquél


mojito, sin decir nada me miró. —Vamos, no creo que bailes tan mal, si
quieres yo te enseño, ¿vale? —Sonreí ladeando la cabeza, y ella suspiró.3

—Tú me enseñas.

Valió la Pena — Marc Anthony96

La cogí de la mano y la levanté del taburete, viendo su cara teñirse de rosa y


verde por los focos. Entonces tomé sus manos entre las mías, y Lauren casi
intentaba no reírse.2

—¡No es gracioso! —Dije sonriendo. —Mira, ahora mueves los pies así. —Dije
moviendo los pies hacia adelante y hacia atrás, y Lauren me siguió el ritmo
sujetándome las manos. —¿Ves? No es difícil. Y ahora... —Levanté su brazo
para que me diese la vuelta y me pegase a ella. —¿Vienes conmigo entonces?24

—Qué remedio. —Sonrió de medio lado, entonces la arrastré hasta la pista de


baile tirando de su mano.
Valió la Pena — Marc Anthony1

Cuando la música empezó a sonar, Lauren movió los pies como le había dicho,
pero entonces me cogió de la cintura y de la mano, abriendo para comenzar a
bailar salsa tan normal. Me dio una vuelta y me pegó a ella con una mano en
mi cintura, moviendo los pies con una soltura que ni siquiera yo tenía,
volviendo a separarnos para abrirnos y volver a darme una vuelta sobre mí
misma.24

Yo me dejaba llevar, dejaba que Lauren bailase conmigo y disfrutaba de


aquello. Disfrutaba de cómo me manejaba, de cómo me giraba incluso hasta
dos veces hasta que caía de nuevo en sus brazos, dejándome llevar por sus
manos y sus pies, por sus giros y por cómo me dejaba de nuevo entre sus
brazos volviendo a movernos juntas. Wow.

Cuando terminó la canción ella se quedó mirándome con el ceño fruncido.

—Mmh... Me parece que capté bien los pasos, ¿no? —Solté una risa y puse las
manos en su pecho, empujándola.

—¡Sabías bailar salsa y me has dejado en ridículo! —Apreté su camiseta entre


mis manos, y las suyas bajaron hasta el límite de mi cintura con mi trasero.

—Bueno, tú podrías enseñarme a bailar reggaetón. Eso se te da bien, ¿huh? —


Dijo en mi oído, y mis dedos perdieron la fuerza que ejercían sobre la tela.84

One Dance — Drake43

—No es reggaetón, pero puedo bailártelo igual si quieres. —Me mordí el labio
encogiéndome de hombros, sintiendo sus manos apretarse un poco en mi
cintura. Eso era un sí en toda regla.12

Mis caderas se movían contra las de ella, dándome la vuelta para que fuese mi
trasero el que la rozaba lentamente. Me balanceaba lentamente contra ella,
con una mano alrededor de su cuello y mi espalda contra su pecho. Sus manos
apretaban mis caderas para moverme contra ella, para que no me separase ni
un milímetro. Sí, Lauren llevaba razón, era muy provocativa. Provocativa para
ella. Quería provocarla a ella, no a nadie más, y ella lo entendía.33

Mientras estaba de espaldas, podía sentir el aliento de Lauren en mi oreja, y si


se le ocurría sacar la lengua o sus labios a pasear, me derretiría completamente
entre sus brazos. Parecía que esa chica me leía la mente. Sus labios se posaron
en mi cuello, dándome un tímido beso, luego otro un poco más arriba, y un
tercero cerca de la oreja, pero yo no podía más.13

Me giré con la respiración agitada y sonreí al verla igual de agitada que yo.4

—Siéntate, voy a por unas bebidas. —Dije asintiendo, y ella no pareció muy
convencida. Sí, era bastante raro apartarme mientras me estaba besando, pero
es que si hacía eso acabaríamos mal, muy mal, probablemente con su mano
por debajo de mi vestido y no. No quería eso.15

Siguiendo aquella idea de Lauren, pedí un ron con coca cola, típico cubano.
Los llevé en la mano, y me acerqué de nuevo al sofá de cuero donde estaba ella
sola sentada. Los demás no sabía dónde estaban.26

—Te gusta, ¿no? —Pregunté dejándole el vaso en la mano, y sin decir nada le
dio un sorbo.

Me senté en su regazo, dejando mi vaso del que ya había tomado unos cuantos
buches en la mesa. Me acerqué a su oído mientras ella bebía, pasando un brazo
alrededor de su cuello.

—No me hagas eso si no quieres que acabe con tu mano entre mis piernas. —
Justo su mano se colocó en la parte interior de mi muslo, acariciándolo
lentamente.
—¿El qué? —Besó mi hombro lentamente, sacando un poco la lengua para que
tocase mi piel.

Acerqué mi boca a la suya y sin rodeos hundí mi lengua entre sus labios, era
tan húmedo que no sabía ni explicarlo. Puse una mano en su mejilla, y abrí un
poco más la boca para abarcar un poco más, sintiendo cómo ella succionaba mi
lengua lentamente. Joder, me estaba matando. Nunca había sentido esa
necesidad de sexo inminente sólo con un beso. La chica esa le había enseñado
a besar bien, dios, su lengua incluso pasaba por mi paladar desarmándome con
esa sensación que me ponía de punta hasta el pelo de la nuca. La mano de
Lauren apretaba mi muslo, lo amasaba lentamente, y sabía a ciencia cierta que
eso era lo que quería hacerle a mi trasero.17

No sé cuánto tiempo estuvimos así, quizás una hora con nuestras bocas
jugando entre ellas.

Me separé para tomar aire, pasando mi pulgar por su labio inferior, que rebotó
tímidamente cuando lo solté. Ladeé la cabeza para tener más espacio, y
entonces sentí que alguien me tocaba el hombro. Era Dinah que me miraba
con la boca abierta.

—Camila... Yo me voy, ¿te vienes conmigo? —En serio, la quería mucho,


¿pero para esa mierda me cortaba el rollo? Estaba a punto de estallar con
Lauren, era obvio que no.39

—Mmh... —Me quedé en silencio y miré a Lauren. —¿Me llevas tú? —Soltó
una risa y asintió, humedeciéndose el labio inferior.

—Vale... Me voy con Lauren, Dinah. —Ella cogió su chaqueta tan rápido que
ni la vi.

—Me voy, esto se ha vuelto muy incómodo. Hasta mañana. —Dijo casi
corriendo hasta la puerta.
Lauren y yo nos reímos al verla, aunque nos quedamos en silencio
mirándonos. Me dio un pequeño beso corto y suave, separándose para
mirarme de nuevo. La quería, de eso no había duda, porque mi cara de imbécil
debía ser monumental.

—¿Quieres que te lleve a casa? —Asentí con una pequeña sonrisa, sintiendo
cómo me daba un golpecito con la mano en el muslo para que me levantase.

Me puse de pie y me bajé como pude el vestido, ahuecándome el pelo con las
manos. Cuando miré a Lauren se estaba poniendo la chaqueta, al igual que yo
que ya tenía el bolso en el brazo.

—¿Vamos? —Señaló la salida, y asentí con una sonrisa, caminando entre toda
aquella gente, esquivándola, entonces Lauren hizo lo que yo hice con ella
antes; estiró su mano hacia mí para que no me quedase atrás y me acercó a
ella, saliendo las dos a la vez de la discoteca.

Estaba nevando, y yo iba en tacones y vestido. Genial, era genial. Caminé


aferrada a su mano calle abajo, temblando de frío, y sólo quería llegar al coche
para que pusiese la calefacción.

El camino se hizo corto, quizás porque no quería alejarme de ella, porque no


quería que aquella noche se acabase ahí. Pero llegamos a mi urbanización, y
llegamos a mi casa.

Me bajé del coche, y cuando lo rodeé Lauren también estaba fuera


esperándome. Era la primera vez que alguien se bajaba del coche para
despedirme. Suspiré poniéndome delante de ella, que estaba apoyada en la
puerta con media sonrisa.6

—Hablas bien español. —Dije haciéndola sonreír un poco. —Y... —Me quedé
en silencio. Decirle que besaba bien no entraba en mis planes.2
—Lo he pasado bien. —Completó ella la frase, separándose de la puerta del
coche.

—Tienes que contarme por qué bailas salsa tan bien. —Dije alzando las cejas,
y ella hizo una mueca alzando los hombros.

—Algún día puede que te lo cuente. —Sonrió al decir aquello.

Me puse de puntillas y coloqué una mano en su cuello, besándola lentamente,


sin prisas, dulce, con su lengua acariciando la mía entre nuestros labios por
donde en ocasiones se dejaban ver. Sus manos se colocaron en mis caderas, y
dio la vuelta conmigo para apoyarme en la puerta del coche, mientras mis
manos se enredaban en su pelo y las suyas bajaban por los lados de mis muslos,
apretándolos fuerte.8

Así pasaron quince minutos, y Lauren luchaba contra ella misma para no
meter la mano debajo de mi vestido, aunque en ocasiones rogaba por que lo
hiciese.

Nos separamos y, cuando miré a Lauren tenía todo los labios enrojecidos y
húmedos, con restos de mi pintalabios por la boca.

—Lauren... —Comencé a reírme tapándome la boca con los labios, y ella se


quedó parada con el ceño fruncido.3

—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Te he mordido?9

—No, tienes la cara llena de mi pintalabios. —Se pasó la mano para quitárselo,
pero eso lo único que hizo fue empeorarlo.8

—Da igual, ya me lo limpiaré en casa. —Sonrió de medio lado y puse una


mano en su cuello, atrayéndola de nuevo hacia mí para darle un beso más
tierno, dejando uno más corto al final.
—Gracias por traerme. Y gracias por... Esta noche. —Dije alejándome con una
sonrisa, mordiéndome el labio. Lauren no dijo nada, así que me di la vuelta
sacando las llaves de casa.

—¿Te he dicho ya lo sexy que te queda ese vestido? —Agaché la cabeza


completamente sonrojada, metiendo la llave en la cerradura de la verja. Abrí y
me giré con las manos a mi espalda sujetando el pomo.19

—Duerme bien, Lauren.

CAPÍTULO 28

Down By The River - Milky Chance16

Camila's POV4

Aún no me podía creer que aquello estaba pasando de verdad. Tenía el sabor
de Lauren en mi boca, tenía el olor de su camiseta en mi nariz, y el tacto de
sus manos en mis muslos. Era tan posesiva en su manera de actuar que me
atraía de una forma bestial. Habían pasado tantas cosas aquella noche que mi
cabeza era un volcán a punto de explotar.17

Entré en el jardín y me di cuenta en ese momento que mis pies dolían de una
manera terrible. Parecía tener gofres en vez de pies, se me iban a desintegrar si
no me los quitaba en ese mismo momento. Otro factor a tener en cuenta era
que mis padres se despertarían si me escuchaban andar por los pasillos con
tacones.8

Como pude e intentando que aquél pequeño mareo que tenía, provocado por
el alcohol, no me afectase, me apoyé en la pared de la entrada antes de entrar
a la casa. Me quité el tacón derecho y apoyé el pie en el suelo, y luego me
deshice del otro. Volví a coger el bolso y con los dos tacones en las manos.

Madre mía, abrir la puerta era un desafío extremo en aquellos momentos.


Conseguí encajar la llave en la puerta con una sola mano, y abrí con cuidado,
cerrando a mi espalda. Necesitaba beberme una botella entera de agua, así que
caminé a la cocina mirando al suelo para no tropezarme con nada que
estuviese por allí. El parqué crujía bajo mis pies, hasta que levanté la cabeza y
vi que la luz de la cocina estaba encendida, y mi madre en mitad de ella con
un trozo de pastel en la mano.52

Yo la había pillado a ella y ella me había pillado a mí. Qué trágico.35

—¿¡A esta hora llegas!? —¿Creéis que no es posible gritar en voz baja? Bueno,
pues ella lo hizo. Levanté la mirada y miré el reloj de la cocina. Joder, las siete
de la mañana del domingo.

—¿Qué pasa? —Susurré caminando hasta la mesa, dejando el bolso y los


tacones encima. —Como si tuviese dieciséis años.

—Perdón, me queda muy lejos eso de volver a las siete de la mañana. —


Caminé hasta la puerta de la nevera y la abrí, cogiendo una de las botellas de
agua que había en el estante inferior. Cuando me di la vuelta, mi madre estaba
mirándome con los ojos entrecerrados. —¿Qué te ha pasado en los labios? —
Desenrosqué el tapón, comenzando a beberme la botella entera antes que
responder a esa pregunta. —Los tienes hinchados. ¿Quieres que te eche
cremita?125
—No, mamá. —Mi sonrisa era tan forzada que casi me dolía intentar no
reírme. ¿Cómo podía ser tan ingenua? Iba a cumplir veintidós años, por dios,
era una persona adulta con... Necesidades.17

—¿Entonces? ¿Vas a dejar eso así? Como te haya picado algo y se te ponga
peor... —Se acercó a mí poniendo las manos en mi cara, y resoplé,
comenzando a reírme, apartándome de ella. No podía parar de reír, era inútil
que me ocultase. —¿Qué? ¿De qué te ríes?9

—No preguntes más. —Sonreí pasándome el dedo por la comisura del labio
para limpiarme el pintalabios.

—Oh dios mío. —Me alejé de ella cogiendo los tacones y el bolso con una
mano, y la botella de agua en otra.

—Mamá, veintiuno. Tengo veintiún años. —Me quedé de espaldas en la


puerta de la cocina, mirándola a ella con un suspiro.8

—Camila, no habrás hecho nada más, ¿verdad? —Rodé los ojos negando,
mordiéndome el labio inferior.2

—No, mamá.

—Aun así, espero que no haya sido con un desconocido. —Me señaló con el
dedo, y no pude evitar reírme dándome la vuelta para salir de la cocina.8

—No, no ha sido con ningún desconocido, mamá.8

Cuando llegué a mi habitación, lo primero que hice fue encender la


calefacción, luego me quité la chaqueta y la dejé en la silla. Ugh, desearía que
Lauren estuviese allí para que me quitase el vestido. Para que me quitase el
vestido, para que me abrazase por la espalda, besase mi nuca y me llevase a la
cama y, quizás, durmiese conmigo después de besarnos un rato.23
El sonido del móvil me sacó de los pensamientos, y mientras me encaminaba a
la cama sólo con la ropa interior, sin sujetador siquiera, vi el mensaje de
Lauren.7

Lauren: ¿Sabes lo bien que te queda el pijama?39

Me dieron ganas de reír en ese instante, tapándome con el edredón hasta la


barbilla.

Camila: Es gracioso que me digas eso.

Lauren: ¿Por qué es gracioso?

Me quité la ropa interior, dándole una patada para sacarla bajo el edredón y
que cayese al suelo.2

Camila: Porque estoy desnuda.72

Me mordí el labio esperando su respuesta, girándome en la cama para quedar


frente a la pared. Era la primera vez que esperaba un mensaje con tantas ganas.

Lauren: Wow, deberíamos habernos quedado un poquito más entonces, ¿no?5

Sólo pude soltar una carcajada ahogada en mi mano, quedándome mirando la


pantalla durante unos segundos con el labio inferior entre mis dientes.3

Camila: No me hubiese importado nada, la verdad. Mi madre me ha preguntado


qué me pasaba en los labios, es taaaan ingenua.

Lauren: Cuando yo he llegado a mi casa me he dado un golpe en el ojo.3

Camila: ¿Otro golpe? ¿Qué te ha pasado?

Aquello empezaba a preocuparme. Tenía golpes día sí y día también.

Lauren: Sí, al estar todo a oscuras me he dado con la esquina de la cuna de mi


hermana al darme la vuelta en la cama. Cosas que pasan.36
Camila: Bueno... Espero que estés bien, que no haya sido gran cosa.

Lauren: Estoy bien, de verdad. ¿Sabes? Es muy raro. Antes escribía historias de
amor imaginando las cosas que me gustaría hacer con... Mi novia. Y ahora me
las imagino contigo. No son ideas para un capítulo, es una realidad.26

Eso era lo más bonito que me habían dicho en mucho tiempo, y ni siquiera
hablaba de mí, hablaba de ella misma. Yo no sabía qué contestar, en mi mente
Lauren me estaba viendo sonreír, pero la realidad era que la había dejado en
leído.

Lauren: Voy a dormir, ¿vale?

Camila: Oh, madre mía, claro, lo siento.

Lauren: No seas tonta, me encanta hablar contigo. Y... Si tienes frío ponte algo,
no te vayas a resfriar.

Camila: Mmh... Prefería que te hubieses quedado para darme calor, pero...

Lauren: A mí también, créeme.

Camila: Buenas noches, Lauren. Duerme bien.

Lauren: ¿Sabes que tienes un cuerpo precioso?37

*1

Lauren's POV4

Últimamente los días eran más cortos, y el golpe de mi hermano no dolía


tanto. Siempre se enfadaba conmigo por el dinero de su apartamento, pero,
por mucho que me gritase y que mi padre no hiciese nada, no iba a dejar que
mi dinero fuese a para a manos de un niñato que no hacía nada, sólo pedir
dinero que dudaba que fuese para ese apartamento. Cada vez se ponía más
agresivo, y el puñetazo que me dio aquél sábado a las seis de la mañana, puede
ser algo más grave de aquí a una semana.24

Caminé con la caja en brazos por el pasillo, pero aquellos veinte kilos de latas
de conservas no dejaban un descanso para mis brazos. Mi aliento apenas salía
entre mis labios, era débil, y a pesar de que en Toronto estábamos a apenas
tres grados, las gotas de sudor se deslizaban por mi frente hasta toparse con mi
ceja.1

Solté la caja en el suelo, con los brazos temblando y las rozaduras en las
palmas. Miré las marcas, tenían sangre reseca, marrón casi negra, y toda la
palma de un color rojo intenso a causa de coger las cajas.

Comencé a colocar las latas una a una en el estante de abajo, así que pasé unos
tres minutos de rodillas, metiendo latas al fondo, hasta llegar al principio del
estante.

Cuando me levanté no sentía las rodillas, y casi cojeaba hasta la salida. Había
estado toda la mañana así, llevando cajas, agachándome y colocando latas, una,
otra y otra vez, así hasta que dieron la una de la tarde.

Salí del supermercado, y en el parking trasero los chicos iban a dejar allí las
cajas de cartón y madera para que el camión pudiera irse. Dejé la mía, la
última de aquél día, y miré la salida del parking. Los coches pasaban, y
enfrente había restaurantes, tiendas de ropa y... ¿Camila? Se paró en la entrada
del parking con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta y levantó la
mano para saludarme con una sonrisa. Caminó hacia mí.

Oh, no. Yo estaba sudando, tenía sangre en las manos y lo que llevaba puesto
era un pantalón de chándal, una camiseta blanca que estaba rota por algunas
partes por culpa de las cajas de madera, y los tenis gastados que utilizaba para
el restaurante.18
Detrás de Camila, pasaron un grupo de chicos. Los inútiles del restaurante. Al
verme me señalaron y empezaron a reírse.1

—¡Eh! ¡Mirad dónde está trabajando la inútil de Laurenzo! —Todos rieron la


gracia del chico, que se burlaba de mí con aquél tono jocoso. —¿¡Te va bien en
la carrera, o es que no tienes ni dinero para pagártela!?12

—¡DEJADLA EN PAZ! —Gritó Camila, y por un momento olvidé que ella


venía hacia mí. Ahora estaba de espaldas y los miraba a ellos.8

—¿Uh, sí? ¿Y qué vas a hacer si no lo hago? —Se puso frente a Camila, y ella
soltó una risa humedeciéndose los labios. No, Camila, no. Pero las palabras no
salían de mis labios.

—Te reventaré los huevos. —Camila le dio una patada en la entrepierna tan
fuerte, que el chico cayó de rodillas al suelo entre gruñidos de dolor, y ella se
giró hacia los demás. —¿También tenéis pelotas o se os han encogido al ver
esto? —Suspiró y caminó de nuevo hacia mí con el ceño fruncido, pero no.41

Estaba enfadada, estaba triste, estaba tan hundida que lo único que hice fue
darme la vuelta y caminar hasta doblar la esquina del parking del
supermercado, donde estaban los contenedores de basura. Le di un puñetazo,
un golpe nada más, porque mi puño parecía haberse desintegrado en dolor, y
mis lágrimas caían por mis mejillas.

—Lauren, ven. —Sentí su mano coger la mía fuerte, de golpe, y la aparté


porque dolía demasiado. —Perdón, no lo recordaba. —Susurró en voz baja.
Tomó mi brazo, y me di la vuelta con los ojos llenos de lágrimas pero sin
cambiar el gesto serio. —Ven, voy a curarte eso.

Nos acercamos hasta un pequeño bordillo, como si fuese una acera, que
rodeaba el exterior del supermercado. Nos sentamos allí sin decir nada, y subió
con cuidado la manga de mi chaqueta.
—¿Quiénes son esos? ¿Y por qué te llaman Laurenzo? —Murmuró ella,
poniendo la pequeña mochila que llevaba entre sus piernas.21

—Chicos de mi antiguo instituto. Se metían conmigo, me... Me empujaban, ya


sabes. —Sacó un botiquín muy pequeño, abriéndolo con aquellos finos y
delicados dedos, cogiendo un poco de algodón. —Y me llaman Laurenzo
porque... Visto como un chico.21

—Bueno... Pues me gusta Laurenzo. Me gusta mucho que vistas como un


chico, según ellos. —Pasó el algodón con agua oxigenada por la marca de mi
mano, lentamente, quitando los restos de sangre y desinfectando las heridas.
—Me gusta todo lo que te hace ser Lauren. —Tragué saliva al escuchar
aquello, sintiendo cómo enrollaba una pequeña venda en mi mano sin apretar
muy fuerte. —Me gusta tu pelo, me gustan tus camisas, tus camisetas, esa
chaqueta de cuero, tus botas, tus piercings, tus ojos... Me gusta que seas
tranquila, me gusta esa inocencia que aún tienes, me gusta que seas protectora
conmigo, me gustan tus manos... —Dijo cuando terminaba de pegar el
adhesivo en la venda para que no se despegase. —..., me gusta tu olor, me
gusta tu voz. —Terminó de decir con una sonrisa torcida. —Sólo porque a un
par de personas no les gustes, no significa que a nadie le gustes.62

—Lo siento. No deberías verme así. —Me limpié una lágrima con el dorso de
la mano, sintiendo a Camila apoyarse en mi pecho.

—¿Por qué no? Quiero salir contigo, quiero tener una relación contigo y por
eso mismo necesito estar a tu lado y hacerte sentir bien. No puedo dejarte en
tus peores momentos y estar ahí sólo en los buenos. No puedo dejar que estés
mal, Lauren. —Negó bajándome la manga de la chaqueta, apoyando su cabeza
en mi brazo. Era la primera vez que me sentía valorada, querida y, la primera
vez que tenía a alguien. —¿Quieres venir a comer conmigo? Iba a llevarte,
pero aparecieron esos y claro... —Torció su sonrisa encogiéndose de
hombros.12

—Vamos a comer entonces.

No sé cómo, pero a su lado los problemas eran menos problemas. A su lado me


sentía alguien, sentía que la gente podía valorarme, sentía que aquello de 'no
te hace falta nadie para tener autoestima' en mi caso era una mentira, porque
nunca nadie me había querido de aquella manera. Nunca me habían dicho que
les gustaba físicamente, y mucho menos como persona. Nunca me habían
querido como pareja, y ahora estaba ella.7

—Mira, en este sitio pagas 4,50 dólares y comes todo lo que quieras. Es genial.
—Señaló el letrero en la puerta. 'Johnny Rockets'.21

El restaurante era muy bonito, estilo de los 50 y vendían hamburguesas de


unos tres pisos chorreando queso por todos lados. Se me hacía la boca agua.13

Nos sentamos frente a la ventana, en uno de esos asientos que parecían sofás
rojos de cuero, y ella se sentó a mi lado.

—¿Tenías clase hoy? —Asintió, mientras yo me quitaba la chaqueta pegada al


cristal. —¿Qué tal te fue?

—Bien, bien. Era mi última clase antes de las vacaciones de navidad, así que...
—Sonrió a la camarera, que nos puso un plato de patatas y salsa especial
delante de nosotras. —¿Y tú? —Fui a coger una patata pero, mi mano no
cerraba bien. Me dolía la palma al hacerlo. —Espera. —Cogió una, la mojó en
salsa y la acercó a mis labios para que así pudiese cogerla. —¿No te encanta
que llegue la Navidad?2
—Bueno, bien. —Dije comiendo, con el cuerpo girado un poco hacia ella. —
No... No me gusta que llegue la Navidad. —Respondí cogiendo mi vaso de
refresco, dándole un sorbo. Ella parecía algo decepcionada por mi respuesta.

—¿Por qué no te gusta la Navidad? —Dejé el vaso en la mesa y la miré a ella


directamente.5

—Porque viene más gente a comprar al supermercado, y me paso el día entero


descargando cajas, no sólo unas horas. Por la noche cuando termino, salgo y
me voy al restaurante. En el restaurante viene más gente a cenar, y yo paso
más horas limpiando platos. —Expliqué, viendo cómo la camarera ponía las
hamburguesas en la mesa. —Y en mi casa no celebramos la Navidad, mi
familia no... —Me quedé en silencio, ladeando la cabeza. No podía llamar a
eso familia. —Hace mucho que no celebro la Navidad.2

—¿Por qué no vienes a mi casa con tu hermana...? —Dijo en voz baja,


removiendo la patata en la salsa algo cabizbaja. —Mi madre hará pavo, o lo
que sea que a ti te guste.

—Me gustaría mucho ir. —Dije sin más, esbozando una pequeña sonrisa. No
iba a negarle aquella oferta, porque quería salir de aquél ambiente, quería irme
de mi casa como fuese.

—¿Sí? —Dijo con una gran sonrisa, irguiéndose en la silla. —¡Genial! Podrás
pasar la noche con nosotros, y a la mañana siguiente abriremos los regalos.

—Mmh... No creo que eso sea posible, Camila. —Negué cogiendo la


hamburguesa entre mis manos.

—¿Por qué?
—Porque no tengo dinero para pagar regalos para mi hermana, ni para ti, ni
para tus padres... —Me encogí de hombros dejando de nuevo el plato en la
mesa, algo desanimada al pensar aquello.

—¿Quién ha dicho que tengas que comprar algo? Mis padres se bañan en
dinero, ¿y crees que vamos a exigirte que nos regales algo? —Se echó a reír un
poco, poniendo su cabeza en mi brazo. —Déjame darte una Navidad de
verdad, Lauren.

CAPÍTULO 29

The Other Side —Jason Derulo27

Lauren's POV3

—¿Sabes? Tenemos que hablar. —Entrecerré los ojos al escuchar las palabras
de Camila.4

Esa semana, Camila vino a comer conmigo después de terminar en el


supermercado, era genial. Muchas veces ella me traía el almuerzo, y otras
veces íbamos a comer a aquella cafetería a la que fuimos el primer día, o a un
puesto de perritos a un dólar. Casi no parecía que su padre ganaba miles de
dólares al día.

Aquellos primeros días de vacaciones de Navidad todo era una auténtica


locura, terminaba de trabajar a las 2 de la mañana y a las 6 ya debía estar en el
supermercado bajando cajas y reponiendo las estanterías. Camila siempre
venía a curarme las heridas de la mano —y del brazo— con una sonrisa. Ella
siempre me decía que podría ayudarme, que me dejaría dinero si era necesario,
que no tenía por qué matarme a trabajar para mantener a mi hermana, pero yo
no quería aceptar un dinero por caridad.

—¿De qué tenemos que hablar? —Caminábamos por la acera con mi


hamburguesa en la mano, cogiéndole a Camila el pepinillo para meterlo en la
mía.29

—No, digo hablar. En general. Esta semana no hemos... Ya sabes, intimado


mucho. —Se rio encogiéndose de hombros, y le di un mordisco a la
hamburguesa mientras bajábamos por Yonge Street. Me subí un poco el gorro
para poder ver mejor, volviendo a sujetar la hamburguesa con las dos manos.2

—Quizás... Podríamos tener una cita, a solas. —Sonreí viendo cómo el vaho
salía de mi boca al hablar, con nuestro alrededor nevado, y las bufandas al
cuello que casi no nos dejaban hablar.

—¡Sí! Eso he pensado. Podríamos ir a mi casa en la montaña, no está muy lejos


de aquí. —Me paré en seco, casi resbalándome por la humedad que dejaba la
nieve aunque las máquinas pasaran para limpiar la calle.2

—¿Tu casa en la montaña? —Murmuré caminando algo más rápido hasta


ponerme a su altura, y tragué saliva.2

—Sí, tiene tres plantas, nada del otro mundo. —Mi casa con suerte tenía un
váter dónde sentarme. Qué irónica era la vida. Camila dio un pequeño
mordisco a su hamburguesa, agarrándose a mi brazo mientras caminábamos.
—Tiene vistas a la estación de esquí, a la pequeña aldea con casas de piedra,
una piscina caliente natural. —Entreabrí los labios mirándola, parpadeando un
poco.50

—¿Piscina natural? —Murmuré casi para mis adentros, y luego sacudí la


cabeza. —Camila, Camila, no creo que yo deba ir. Es... Es mucho para mí. —
Me separé de ella mordisqueándome el labio inferior. Ella me miró algo
decepcionada, sin entender muy bien mis razones.

—¿Por qué? —Preguntó en voz más baja, bajando la hamburguesa, casi como
se le hubiese ido la fuerza de la mano.

—Porque... Yo... No sé, es demasiado sofisticado para mí. En todo caso, yo


sería la que limpia los baños de tu casa. —Torcí el gesto al decir eso, y Camila
me empujó con el ceño fruncido.32

—Eres imbécil, Lauren. —Dijo enfadada, cruzándose de brazos. —No eres


menos que yo, no lo eres. Pero si tengo la oportunidad de hacerte disfrutar de
algo que normalmente no podrías, lo haré. Y... —Se quedó en silencio con los
labios entreabiertos. —..., siempre he querido pasar una noche romántica con
la persona que quiero allí. Por favor, no seas idiota y ven conmigo.

—¿No has estado con otra persona antes? —Negó apretando los labios, y luego
agachó la cabeza para mirarse las puntas de los pies. —Iré, perdón. No quería
ser clasista, ni tampoco hacerte sentir mal. Es sólo que... No estoy
acostumbrada, no quiero dar pena.3

—¿Pena por qué? —Volvió a agarrarse a mi brazo, mientras caminamos por la


plaza, y volví a darle un mordisco a la hamburguesa para no responder. —Yo
sólo quiero hacer realidad esa fantasía romántica. Jamás tuve tantas ganas de ir
con alguien como las tengo contigo. —Sonreí al escucharla y asentí, pasando
el brazo por encima de su hombro mientras caminábamos.13

—Iremos. El jueves descanso por la noche, y el viernes descanso por la


mañana, pero trabajo por la noche. ¿Te parece bien así? —Camila respondió.
Cuando bajé la mirada, ella estaba mirando su móvil. —¿Es tu madre?

—No. —Dijo en voz baja, entonces tragué un poco de saliva para tener valor
de preguntarle aquello.
—¿Quién es? —Sacudió la cabeza y metió el móvil de nuevo en su bolsillo. —
Camila.

—Steven, es Steven. —Hizo una mueca, y yo metí mi mano en el bolsillo de


su chaqueta, sacando su móvil. —No, Lauren, de verdad. Se va a enfadar más
contigo.18

—Me importa una mierda que se enfade conmigo. ¿Qué te ha dicho? —Apreté
el móvil en mi mano, y ella se pasó la cara con las manos. —Camila, dímelo.

—No quieres saberlo, Lauren. —Marqué el número de Steven y escuché la


señal que daba la llamada. Una, dos, hasta que lo cogió a la tercera.

—¿Por fin has recapacitado o qué? —Quería arrancarle la cara en ese mismo
instante.12

—Escúchame bien, pedazo de mierda, como se te ocurra llamarla, mandarle


emails, mensajes, whatsapp, te juro...

—¿Qué? ¿Qué vas a hacerme tú? —Miré a Camila que negaba, y entonces
solté una risa al recordarlo.

—Una denuncia por acoso no estaría mal, ¿verdad? O romperte las pelotas de
paso. —Él soltó una risa ante lo de la denuncia, y yo me reí más alto que
Steven. —Su padre está forrado, ¿qué vas a hacer cuando traiga a sus abogados
y te caiga un año de cárcel? Ow, pobre. —Se quedó en silencio y colgué.

Puse el móvil en la mano de Camila, y besé su mejilla para que estuviese más
tranquila. Sonrió levemente, terminando por abrazarme, rodeando mi cintura
con los brazos y apoyando la cabeza sobre mi pecho.

—Gracias.12

* * *4
—Muchas gracias por quedarse con ella, señora Clifford. —Rachel miraba el
interior de casa de los Clifford, señalando dentro porque allí estaba Daryl, su
padre saludándola con una sonrisa.9

—Oh, cariño, no es molestia quedarnos con ella. —Me acerqué a Rachel y le


di un beso en su mejilla, sonriendo un poco.

—Bueno, estaré aquí mañana por la tarde. —Sonreí mirando a Karen,


poniendo las dos manos delante de mi cuerpo. —Le traeré latas de mejillones
del supermercado. —Guiñé un ojo, y ella se echó a reír asintiendo.
Normalmente, los paquetes que estaban rotos, o tenían algún desperfecto se
tiraban sólo porque 'no eran aptos para la vista del consumidor'.4

—Sí, a Daryl le encanta. —Sonrió dejando a Rachel en el suelo, que salió


corriendo con su marido. Ella puso una mano en mi barbilla dándome una
caricia, y luego un beso en la mejilla. —Pásatelo bien, cariño.4

—Gracias, señora Clifford.

Caminé calle abajo con las manos rotas en los bolsillos, sintiendo mis piernas
pesar mientras atravesaba el barrio hacia las casas más pegadas al puerto; la
mía. Casualmente, esas eran las peores, las más pequeñas y descuidadas. Desde
casa los días de temporal se veían las olas impactar contra las rocas y salpicaba
contra las ventanas. Siempre olía a salitre, y quizás no era tan malo como yo lo
veía; lo malo era mi padre.

Caminé entre la nieve que él no se había dignado a retirar en todo el día.


Bueno, en realidad más bien no se había dignado a levantarse del sofá en todo
el día. Abrí la puerta y me quité el gorro negro, totalmente colmado por copos
de nieve.

—¿Dónde coño estabas? —Me señaló con la lata de cerveza en la mano. —Tu
hermano te está buscando de nuevo. Un día te va a matar y con razón.
—Que gane dinero él. —Dije quitándome el abrigo, pasando de largo el salón.
—No me toques los cojones que voy a dormir. —Aparté las latas de cerveza
del suelo y las metí en la bolsa de basura, retirando todo lo que había por el
salón.

—Siempre durmiendo. —Gruñó.7

—Habló el que se pasa el día rascándose los huevos y no es capaz ni de cuidar


de su propia hija. —Dejé la bolsa y caminé hasta mi cuarto, cerrando la puerta
de golpe.16

Me quité el pantalón, y me metí en la cama tapándome hasta las cejas. Dios, el


calor me inundó el cuerpo poco a poco, y mis ojos comenzaron a pesar cada
vez más. Necesitaba eso, necesitaba descansar, dormir, aunque ni siquiera mi
colchón fuese lo suficientemente cómodo.

Ni siquiera era una cama. Era una cama supletoria con los muelles destrozados
que se clavaban en mi espalda, y a la mañana siguiente me levantaba con un
dolor de espalda terrible.

*2

Cuando abrí los ojos y miré el reloj, eran las siete de la tarde. Wow, el tiempo
justo para ducharme e ir de camino a la montaña. Camila me había mandado
la ubicación, porque ella ya estaba allí desde esa misma mañana en la que yo
tenía que trabajar.

Miré la ducha y suspiré; estaba oxidada por las esquinas, la cortina apenas se
sostenía, y sólo quedaba un poco de champú al fondo del bote. Por suerte, el
jabón defectuoso también existía. Los que se les caía la etiqueta, los que parte
del tapón se había roto, de todo.
Abrí el grifo y me separé al instante, dejando que el agua oxidada saliese
durante cinco segundos exactos y poder meterme otra vez.

Joder, joder, joder. El agua salía fría, me había quedado sin agua caliente,
mierda, mierda, mierda. Me apresuré a enjabonarme la cabeza tan
rápidamente que mis manos temblaban en vez de frotar.

Al salir, mis labios y mis manos estaban morados, y yo temblaba, arropándome


en la toalla con una tiritera casi descomunal.

No tenía ni idea de qué ponerme. Ni la más remota idea. Íbamos a una casa de
lujo en la montaña, y Camila siempre iba... Preciosa. Yo sólo tenía mis jeans
rasgados, algunas camisas y camisetas y... Mi chaqueta de cuero.

Me gustaba mucho aquella camisa negra de lino, con el cuello algo escotado
pero sin llegar a enseñar nada, mis botines negros, los jeans y la chaqueta. Me
pinté un poco los ojos, no mucho, lo suficiente para darles algo de
profundidad, y mi pelo... Mi pelo no cambiaba, seguía revuelto, pero es que
me daba igual. Metí algo de ropa en una bolsa y salí hacia el coche, poniendo
el GPS en el móvil.

Esperaba que aquella tarde no nevase más, y, que si lo hacía, lo hiciera una vez
hubiese llegado a casa de Camila. Estaba nerviosa, era la primera vez que
estábamos juntas... A solas. Sin nadie más, de una forma más íntima. Tenía
ganas de verla, por supuesto, pero también tenía respeto por... Por lo que iba a
pasar. Yo no tenía mucha experiencia en citas, en... En Sexo, o relaciones.8

La noche comenzaba a caer, y el camino comenzaba a hacerse más difícil, con


curvas y escarpado, pero era la única forma de llegar a la estación de esquí de
la montaña.

Tras una hora de camino, con los dedos congelados porque la calefacción no
iba, ya se empezaban a ver las casitas con tejados a dos aguas y techos de
pizarra, el humo de las chimeneas y las luces de las ventanas. Parecía tan
acogedor, tan bonito, rodeado de montañas, nieve, y árboles de navidad con
luces de colores que rodeaban la plaza de aquél pequeño pueblecito, donde
estaban los hoteles para los huéspedes, y aquellas casas donde, según mi GPS,
estaba la casa de Camila.3

Aparqué en el parking, justo detrás de aquella plaza y aquél pequeño pueblo.


Había bastante gente, a decir verdad. Familias que caminaban con abrigos de
colores, gorros con copos de nieve, agarrados de la mano, mirando las tiendas
de regalos y comprando chocolate, paseando, caminando por las calles llenas
de luces que me distraían.

Cuando llegué a casa de Camila, me quedé parada mirando la entrada. Estaba


algo más apartada de la plaza principal, así que nadie molestaba con el ruido.
Miré el letrero de la puerta: Cabello — Estrabao. Sí, estaba allí.

Pegué al timbre y puse las manos en mi espalda, viendo de reojo cómo, al final
de la calle, la gente patinaba en esa gigantesca pista de hielo.

—¡Hey! Por fin llegas. —Dijo riendo, pero sólo pude fijarme en aquél jersey
celeste, su pelo recogido que dejaba caer los mechones de pelo a los lados de su
rostro y esas converse azul oscuro.

—Estás preciosa. —Fue lo único que acerté a decir, y mi voz salió temblorosa
por el frío que estaba pasando.9

—Debes de estar congelada, vamos, pasa.

*1

Camila's POV

Lauren entró en casa, y se giró con los ojos abiertos sin dejar de mirar a su
alrededor. Sí, bueno, la casa era bonita. Era enorme. La chimenea era bastante
grande y calentaba toda la estancia, los sofás se plantaban frente a una gran
pared de cristal que tenía vistas a la montaña y los copos se veían caer.20

Cuando escuché sus palabras, noté que casi comenzaba a tiritar, y cogí su
mano para que entrase conmigo cuanto antes.

—Tienes las manos congeladas, ¿y eso? —Lauren se humedeció los labios


mientras se quitaba la bufanda.

—No es que estemos encima de una montaña a —10 grados, qué va. —Solté
una risa nerviosa al escucharla, y cogí su chaqueta entre mis manos,
colgándola en el perchero de la entrada. La vi mirar la mesa del salón, donde
había preparado —con ayuda de la cocinera— algo de cena para ella.

—¿Te gusta el vino? —Sonreí un poco, enganchado las yemas de mis dedos
con las suyas y caminé con ella hasta llegar al sofá, frente a la mesa. A nuestro
lado, la chimenea.

—Bueno, después del servicio si sobra algo siempre nos lo bebemos. —Soltó
una risa y miró los platos encima de la mesa, mirándome luego a mí. —Wow,
no me esperaba esto. ¿Eso es sopa?

—Sí, sopa de zanahoria. Hace demasiado frío. —Las dos reímos al mismo
tiempo, y nos sentamos en el sofá.

Lauren se remangó la camisa por debajo de los codos, apoyando estos en las
rodillas. No sé cómo hacía para tener su pelo. Era un desorden ordenado, era
perfecto. Parecía que se levantaba así, con el pelo despuntado, ondulado y
brillante. Apostaría mi alma a que ni siquiera necesitaba desenredárselo.39

—¿Qué has hecho esta tarde? —Le tendí un cuenco de sopa, echándole
picatostes de pan por encima. Lo mismo hice yo con el mío, tomándome la
primera cucharada.
—Dormir. —Suspiró girando la cabeza hacia mí con media sonrisa tímida.
Atrapó la cuchara entre sus labios y la limpió de sopa, pasándose la lengua
entre los labios. —Ducharme y venir hasta aquí. ¿Tú no tienes turno en la
cafetería o qué? —Sonreí removiendo la sopa, comiéndome una cucharada con
dos picatostes, masticando un poco.

—He dejado la cafetería. —Murmuré casi avergonzada, sorbiendo otra


cucharada mientras la miraba desde abajo.4

—¿Por qué? —Preguntó ella, con medio cuenco ya casi vacío.

—Porque hay gente que lo necesita más que yo. Es una tontería que yo esté
trabajando ahí cuando existen personas como... Como tú, que tienen que
trabajar muchísimo para cobrar lo mismo que yo en la cafetería. —Me encogí
de hombros, chupando la cuchara un poco, antes de dejarla de nuevo en el
cuenco. Lauren lo dejó en la mesa ya vacío.1

—Me da un poco de pena. —Torció el gesto cogiendo la copa de vino de la


mesa. Se acomodó a mi lado dándole un sorbo, luego me miró.

—¿Por qué? —Se encogió de hombros dejando la copa en la mesa.

—Porque ahí fue donde nos conocimos. —Me levanté con una pequeña
sonrisa, señalando su regazo.3

—¿Me puedo sentar aquí? —Asintió ladeando la cabeza, y me senté con una
pierna a cada lado de las suyas. —¿Sabes qué es extraño? Que no sé qué edad
tienes. O no lo recuerdo.

—Acabo de cumplir veintidós. —Respondió, poniendo las manos en mis


muslos. Me incliné hacia ella y atrapé su labio inferior entre los míos, dejando
que ella siguiese con el beso. Ladeó la cabeza para tener más espacio al besar,
hundiendo mi lengua en su boca para rozar la suya y enredarlas lentamente.9
Me separé de sus labios y rocé mi nariz con la suya, dándole un pequeño beso
rápido que la dejó sonriendo.

*1

Birthday Sex – Jeremih59

Después de tomarnos aquél cuenco de sopa, decidimos ir a la piscina. Esos —


10 grados que el termómetro marcaba cuando estábamos a punto de salir me
asustaba un poco. Lauren me agarró por la cintura y me zarandeó un poco.

—Vamos, Karla, no me digas que ahora tienes miedo. —Se burló, y solté una
carcajada zafándome de su agarre.10

—No, porque el agua está a treinta grados, imbécil. —Le di con el dedo en la
frente, arrugando la nariz.

Abrí la puerta y, caminamos por el pequeño camino de piedras que apenas


medía cinco metros hasta llegar a aquella piscina rodeada por rocas, que
desprendía vapor por la temperatura a la que estaba el agua.

Lauren salió corriendo y saltó a la piscina, soltando un pequeño suspiro al


notar el agua casi ardiendo, abriendo los ojos para mirarme a mí, que tiritaba
mientras intentaba correr por el sendero de piedra.

Metí los pies, y el cuerpo cayó sólo al agua, haciéndome reír de forma
nerviosa, acercándome a Lauren, que me cogió de la mano para tirar y
acercarme a ella. Rodeé su cuello con los brazos, y sus labios fueron a los míos
directamente. Hacía mucho que no nos besábamos, y volver a sentirla fue
increíble.4

Suspiré sobre sus labios, con mis piernas alrededor de su cintura. Su lengua se
introdujo entre mis labios casi sin esperarlo, pero los abrí un poco para dejar
que entrase. Mi lengua respondió lentamente, retirándose casi a cámara lenta
de su boca, pero volví a besarla. Esta vez, las manos de Lauren fueron a casi mi
trasero, pero no se atrevía a tocarlo. Bajé mis manos hasta las suyas, e hice que
las pusiese sobre mis nalgas mirándola a los ojos. Las apretó en cuanto
estuvieron encima, y mordí su labio inferior lentamente, hundiendo luego mi
lengua en su boca. A medida que los besos se hacían más hambrientos, sus
manos apretaban más fuerte, y casi se colaban por debajo del bikini, amasaban
mis nalgas y me hacía jadear en su boca.19

Me pegó contra la pared, pero su boca no se quedó en la mía. Fue bajando


lentamente por mi barbilla con besos húmedos, mordiendo a veces, dejando
correr su lengua entre sus labios. Sus manos iban a colarse dentro de mi bikini,
y su boca estaba al borde de mi bikini. Entonces levantó la cabeza hacia mí.15

—Haz lo que quieras. —Que se podría traducir en un 'hazme lo que


quieras'. Estaba ahí, a merced de una chica que era la segunda vez que hacía
eso. Si no estuviésemos en esa piscina, podría comprobar lo excitada que
estaba justo encima de su muslo.10

No pude aguantar más, mientras Lauren mordía por encima de mi bikini,


comencé a moverme contra su muslo lentamente, apretando su cuello contra
mí. Los jadeos se hicieron más intensos en cuanto sus labios atraparon mi
pezón por encima de la tela del bikini, y mis caderas presionaban mi
entrepierna contra su muslo cada vez más fuerte, hasta que mordió mi pezón
suavemente a la vez que apretaba mis nalgas por debajo de la tela,
empujándome contra ella a la vez.14

Mis jadeos salían temblorosos contra su oreja, y me abracé a ella con los ojos
apretados. Acababa de tener un orgasmo y ni siquiera había tocado nada.
Lauren me miró con una sonrisa lasciva cuando abrí los ojos.29

—Esta noche va a ser divertida, ¿no crees?


CAPÍTULO 30

Birthday Sex - Jeremiah13

Lauren's POV2

Aquella era la habitación principal. Había una cama enorme, redonda, con el
edredón y sábanas blancas, un armario gris, y una terraza que daba a la
montaña. La noche había caído, así que sólo se veían las luces del hotel y las
pequeñas casitas de la aldea.

Camila me había dejado un jersey gris que me quedaba bastante grande, dijo
que era de su primo Carmelo. Me hizo bastante gracia ese nombre, no sabía
por qué. Sonaba gracioso.75

Camila salió del baño con su jersey celeste, sin pantalones, gateando por la
cama hasta llegar a mí, sentándose a mi lado en la cama. Tenía las mejillas
rosadas y una pequeña sonrisa, mordiéndose el labio inferior.

—¿Tu madre sabe que estoy aquí contigo? —Cogió la punta de un cojín y
empezó a jugar con ella entre sus dedos, negando.

—Se supone que estoy con Dinah y Ally. —Solté una risa al escucharla,
porque si aquello salía mal nos veríamos las cuatro delante de su padre para
que nos cortase la cabeza. Apoyé el codo en los cojines y la cabeza en mi
mano, al igual que lo hizo ella. —¿Tu hermana es hija de tu padre? —Asentí a
su pregunta.
—¿Por qué?

—No sé, se parece exageradamente a ti. —Solté una risa al escucharla y agaché
la cabeza.

—Si insinúas que es mi hija, no, no lo es. —Respondí yo, pasándome la punta
de la lengua por la comisura del labio. —Es hija de su novia y él, pero ninguno
de los dos le hacen caso. Es... Es muy extraño.10

—¿Cómo es tu padre? —Solté una risa y sacudí la cabeza.2

—Mi padre está loco, Camila. No es una persona racional, es como un animal.
Se pasa todo el día en el sofá bebiendo cerveza, rodeado en suciedad. Y luego
está mi hermano... —Apreté los ojos suspirando. —Está estudiando en la
universidad, y yo tengo que pagarle el piso. Decidí no pagárselo más, y... Se
volvió loco. Viene a casa semana sí y semana no para gritarme, y pegarme a
veces. Se pone muy agresivo, sólo quiere 'su dinero'. —Solté una risa triste al
decir eso último, y ella se me quedó mirándome seria. —Por eso... Ya sabes,
por eso es todo. —Nos quedamos en silencio un momento, y suspiré como si
con eso se fuera el peso de encima. —No sé por qué hacía lo que hacía.
Cuando nació Rachel, nos mudamos desde Montreal a Ottawa, de Ottawa a
Saskatoon, de Saskatoon a Vancouver, y de Vancouver a Toronto. Te mentí,
no soy de aquí exactamente.21

—¿Tu padre trabajaba? —Negué frunciendo el ceño. A decir verdad, no sabía


cómo, siendo yo una niña, financiaba las casas, la comida, la ropa, todo.2

—Mi padre sólo quería hacerle daño a mi madre, y ella sólo quería darnos una
buena vida, ya que mi padre no hacía nada. Así que se fue. —Me quedé en
silencio apretando la punta de un cojín entre mis dedos. —Me dijo que,
cuando volviese a casa me traería el último libro de Harry Potter, ¿sabes? —
Reí con una mezcla de añoranza y tristeza, agachando la cabeza mientras
negaba. —Pero no volvió. Así que tuve que madurar de golpe, pensar como
una persona de cuarenta con trece años. —Dejé caer mi cabeza en los cojines,
observando a Camila que me miraba desde arriba con la cabeza gacha.35

—Puedes pedirme lo que sea. Si quieres, puedes venir a dormir a casa con tu
hermana, o... No sé, lo que tú quieras. Tengo todos mis sueldos de la cafetería
intactos, excepto el primero porque me compré unos Gucci y... —Reí
débilmente, acariciándole la mejilla con el pulgar. —Te los daré. Mi padre me
sigue consintiendo, y en unos meses estaré trabajando en el hospital.

—No hace falta que me lo des. —Camila cogió mi mano y bajó la manga del
brazo.

—¿Ah, no? —Abrió la palma de mi mano, mostrándome las marcas de


quemaduras del antebrazo y los casi cortes de las palmas.

—Escucha, déjame terminar el contrato en el supermercado. Esto es temporal.


¿Sabes lo que significa temporal? —Me empujó en la cama y se puso encima de
mí con una sonrisa, con sus piernas a cada lado de mi cuerpo.1

—¿Estás triste? —Preguntó ladeando la cabeza, poniendo las manos en mi


abdomen.

—No. No puedo estarlo contigo aquí. —Se acomodó a mi lado, con su cabeza
en mi hombro. Su pierna subió encima de mis muslos, haciendo que su jersey
se elevase por encima de su trasero, dejando aquél culote negro a la vista. —
Oh, señor. —Murmuré en voz baja, provocando su risa.180

—Si mi padre se enterase de esto, probablemente te mataría. —Solté un


suspiro antes de negar e inclinarme para besarla.30

—Es bueno saberlo. —Abrí los labios para atrapar sus labios entre los míos,
comenzando a acariciar su lengua con la mía.
Mi mano subió por su muslo, llegando a su trasero, que acaricié por debajo de
la ropa interior. Camila puso su mano sobre la mía, haciendo que apretase
poco más, y eso fue lo que hice. Incluso las venas de mis manos se hincharon
al hacerlo, y la boca de Camila iba aún con más profundidad. Chupé su lengua,
deslizándola lentamente entre mis labios, succionándola, una, otra, y otra vez,
hasta que terminó en un beso tan húmedo como su entrepierna y la mía.28

—Siempre he querido sentir algo con el sexo. —Se colocó encima de mí,
humedeciéndose los labios lentamente.

—¿Y conmigo sientes algo? —Levanté un poco las caderas para que se frotase
conmigo, y apoyó las manos a los lados de mi cabeza.

—Sólo con verte. —Metí las manos por debajo del jersey, llegando hasta la
mitad de su espalda, dándome cuenta de que no llevaba sujetador.84

No pude evitarlo y me coloqué encima de ella, quitándole el jersey para


dejarla desnuda medio desnuda debajo de mí. No pensaba que pudiese estar
más excitada en mi vida, jamás volvería a ser así, ni siquiera en mi primera
vez, pero no, no era lo mismo. No porque estuviese a punto de estallar, sino
porque quería hacerla sentir, complacerla. Esto no era sobre mí, era sobre
ella.55

—Voy a cuidar de ti esta noche y todas las que me dejes, por todas las noches
en las que nadie se ha preocupado por ti. ¿Te parece bien? —Susurré en voz
baja, apartando un mechón de pelo que se posaba en su frente. Camila asintió
con una pequeña sonrisa, que mostraba sus dientes y aquellas marcas por
encima de las comisuras de sus labios.25

Besé su barbilla lentamente, suave y húmedo, bajando por su cuello hasta


llegar a la zona de sus clavículas. Sabía que, nunca nadie se había preocupado
por quererla, por hacerle sentir que cada parte de ella era única, por darle
placer, y quizás eso era mucho peor que no haber tenido novia nunca.2

En aquél momento no pensaba, sólo actuaba, lo hacía todo por inercia y, ni


siquiera me ponía nerviosa qué hacer o qué no hacer, lo hacía sin más.7

Lamí sus pechos, succionándolos con los labios, raspándolos con los dientes lo
justo para no hacerle daño, lo justo para que Camila comenzase a jadear
hundiéndose entre los cojines. Rozaban mi lengua, se deslizaban, se
endurecían a medida que pasaba mi boca por ellos.4

Seguí bajando, dejando una hilera de besos húmedos, lentos y dulces, ladeando
la cabeza para cambiar la forma de estos, sintiendo su mano acariciar mi pelo.
Suspiré contra su piel, poniendo las manos en sus caderas. Levanté la mirada
hacia Camila, que permanecía con los ojos cerrados.

—Camila, mírame. —Metí los dedos por el borde de su ropa interior,


sacándola por sus piernas. —Necesito que veas esto.54

Me quité el jersey y lo dejé a un lado de la cama, colocándome entre sus


piernas. Comencé a besar sus muslos, avanzando lentamente hasta que llegué a
su ingle. Pasé la lengua lentamente entre sus labios, dándole un beso húmedo,
como si fuese su boca. Mi dedo se deslizó casi sin hacer apenas esfuerzo.9

Acerqué mi boca a su clítoris, que atrapé como si fuese su boca. Mi lengua


comenzó a moverse lentamente, moviéndolo de un lado a otro, y con el dedo
acaricié su entrada, presionándola un poco. La podía escuchar jadear cada vez
más fuerte, a medida que mi lengua iba más rápido sus jadeos se convirtieron
en gemidos. Mi dedo se coló en su interior, comenzando a moverlo
lentamente, sintiendo cómo se apretaba alrededor de este, caliente y húmedo.
Fui aún más rápido, hundiendo dos dedos en vez de uno hasta que topaba con
mis nudillos. Mi lengua se movía en todas direcciones, y su mano estaba
enganchada en mi pelo.16

Saqué los dedos y los sustituí con mi lengua, y entonces incluso yo me perdí.
Sólo quería hacerla temblar más, mi lengua salía y entraba fácilmente, mi
pulgar presionaba su clítoris y a la vez lo movía, hasta que escuché aquél
gemido rasgado, gutural, desesperado, y aquellas familiares contracciones
contra mi lengua que me decían que había terminado.12

Me incorporé entre sus piernas y acaricié su mejilla, dándole un tierno beso


mientras recuperaba el aliento. Mientras, con la zona más baja de la palma de
mi mano, acariciaba su clítoris de forma circular, y un dedo se introducía
lentamente en ella. Acariciaba su pelo mientras la besaba, tan lento que
parecía que lo que provocaba sus gemidos eran mis labios. Puso una mano en
mi cuello, buscando mi lengua con la suya en mitad de un gemido, casi para
ahogarlo, porque volvió a estallar de nuevo contra mi mano, y esta vez su
gemido chocó contra mi boca. No me podía creer aquello. Estaba deshecha en
la cama, y aún demasiado sensible. Justo cuando terminó, se incorporó con los
ojos cerrados para ponerse encima de mí.4

—Hey, hey. —La volví a tumbar en la cama, dándole un beso en la frente. —


Disfrútalo. No hay prisa. —Asintió cerrando los ojos, mientras mi mano
acariciaba su pelo lo más suavemente posible, enredando mis dedos en los
mechones de su cabello, observando aquella sonrisa que le salía casi por
inercia.17

—Te quiero. —Susurró ella con los ojos cerrados, pasando sus dos brazos por
mi cuello.

Me quitó la ropa interior, dejándome desnuda entre sus piernas. Y ahí sí que
estaba perdida, porque jamás había hecho eso. Bueno, lo había visto, como lo
que llevaba haciendo toda la noche. Levanté su pierna izquierda, y la derecha
la dejó estirada en la cama. Me coloqué encima de su sexo, apoyada justo en su
pierna derecha, y la izquierda se enroscó en su cintura. Me moví un poco, y al
notar que estaba bien acomodada puse los brazos a los lados de su cabeza. Al
haber tenido dos orgasmos, su lubricación me permitía moverme en círculos,
jadeando contra su boca mientras me besaba, y ella gemía apretando las manos
en mi espalda.70

No podía parar, las embestidas comenzaron a ser secas y fuertes, sintiendo las
uñas de Camila arañarme la espalda, desgarrarla, pero yo no podía aguantar
mucho más. Mis caderas se movían más rápido, más fuerte, hasta que la
escuché gemir más alto en mi oído, y yo me deshice en jadeos y gruñidos
contra sus labios, llegando por primera vez en toda la noche.

*2

Your Body is a Wonderland — John Mayer14

Camila's POV

Wow. Estaba relajada que no sabía ni siquiera sabía si podía levantarme. Los
ojos me pesaban, pero la luz que entraba por la terraza hizo que los abriese y
buscase refugio en Lauren. Lauren, oh dios, ¡Lauren! Abrí los ojos e intenté
aclimatarme a la luz, enfocando su imagen de cerca.

Estaba tumbada boca abajo en la cama, con el pelo revuelto a un lado y los
labios entreabiertos. Creo que ella estaba incluso más cansada que yo. Tenía el
brazo izquierdo extendido, dejando ver las quemaduras del lavaplatos.2

Escuché el sonido del timbre del servicio, y casi salto de la cama del susto;
Lauren ni siquiera se movió. Me levanté y me acerqué hacia la rejilla
incrustada en la pared con un pequeño botón blanco al lado, que presioné.
—¿Sí?

—Señorita Cabello, ya tiene usted el desayuno preparado, como me pidió. —


Me pasé la mano por la cara y sonreí, mirando a Lauren.

—Gracias, María. ¿Podrías subirlo y dejarlo en la puerta de la habitación


principal? Luego puedes irte, no hace falta nada más.18

—Claro que sí, ahora se lo llevo.

Solté el botón y me di la vuelta; Lauren ni siquiera se había movido. Me puse


la ropa interior, mi jersey y me puse a su lado de rodillas en la cama, dándole
un beso en la mejilla.

—Mmh... —Fue lo único que logré que dijese. Besé su hombro, pasando la
yema de mis dedos por su espalda. Entonces abrió los ojos y me miró, con la
mejilla aplastada en la almohada. —Tu cama es muy cómoda.2

—Mientras traigo el desayuno, podrías ducharte. Te dejé ropa anoche. —Se


incorporó un poco, frotándose un ojo, destapándose y echando el edredón a
un lado.

—Gracias. Vuelvo en un segundo, ¿vale? —Me besó rápido, antes de


levantarse y caminar hasta el baño.

Por mi parte, me tumbé en la cama con las manos en la cara, pensando en lo


que iba a ser aquello a partir de ahora. No quería hacerme muchas ilusiones,
¿¡pero qué cojones!? Sí que me las hacía, era lógico. Acabábamos de
acostarnos, de tener sexo durante casi toda la noche. Ella tuvo dos, pero yo
tuve cinco. Cinco. Y entre dos de ellos me levanté a comer algo, incluso
hablamos un poco.89

María tocó dos veces a la puerta, nada más. Era todo lo que hacía falta para
darme a entender que allí estaría el carrito con el desayuno. Abrí la puerta y vi
todo tapado con cubreplatos, los zumos de naranja, y debajo la cafetera
caliente. Metí el carrito y cerré la habitación, viendo a Lauren salir de la
ducha con el pelo mojado y recogido, el pantalón gris de chándal que le había
dejado pero... Sin camiseta, la llevaba en la mano.3

—Buenos días. —Sonrió de medio lado acercándose hacia mí, bordeando la


cama. —Da gusto ducharse con agua caliente. —Reí un poco, aunque me dejó
algo confusa aquella frase. Me besó rápido, como si fuese aquél beso en la
mejilla de siempre, pero esta vez en los labios. Luego se separó, y se puso la
camiseta blanca que le había dejado. —¿Te lo pasaste bien a noche?2

—¿Por qué me preguntas eso, si lo sabes de sobra? —Pregunté destapando los


platos, dejando ver el desayuno.

—Porque me gusta escuchártelo decir. ¿Has hecho tú el desayuno? —Cogió un


vaso y echó zumo, dándomelo en la mano. —Hace mucho que no tomo zumo
de naranja. —Comentó echándose otro.

—Te invitaré a desayunar por las mañanas. —Dije cogiendo el carrito,


llevándolo hasta la terraza de la habitación, desde donde se podían ver a los
primeros haciendo esquí.1

—Por las mañanas trabajo. —Puso los platos en la mesa justo como cuando lo
hacía estando de servicio en el cáterin, poniendo los vasos frente a nosotras. —
Si estudiase en la universidad, podríamos desayunar juntas. —Soltó una risa
cortando el waffle con beicon por encima.

—En realidad no, por la noche tengo guardia, ¿recuerdas? —Cogí un poco de
revuelto, bebiendo luego un poco de zumo.

—Necesito preguntarte algo, porque... En fin, que si podríamos salir, ya sabes,


en plan pareja. —Removí un poco el revuelto, metiéndomelo en la boca
mientras la miraba.
—Después de lo que me dijiste anoche, creía que ya éramos pareja. —Lauren
se quedó con el sorbo a la mitad, y dejó el vaso en la mesa.

—¿Qué dije? —Dobló el waffle con sirope y beicon, dándole un mordisco


bastante grande.

—Que ibas a cuidar de mí todas las noches. —Murmuré con media sonrisa,
removiendo el beicon y el huevo con el tenedor.

—Que me dejases. —Completó ella la frase. —¿Quieres salir conmigo


entonces?

—Claro que sí. Es lo que llevo deseando dos meses. —Arrugué la nariz con
una pequeña sonrisa, y ella tomó mi mano por encima de la mesa. —Por
cierto... Ayer probablemente fuese el mejor día de mi vida.3

—Wow. Exageras, no hice nada del otro mundo. —Rio negando, tomándose
el último sorbo de zumo de un trago. Y no, no hizo nada del otro mundo.7

—No, no es eso, Lauren. —Me tapé la boca con las manos, mirándola algo
tímida. —Me sentí tan... Querida, protegida, me sentí tan bien contigo, era tan
feliz. —Me tocaba casi como si fuese a romperme, me preguntaba si estaba
bien, y parecía que era ella la que tenía experiencia, y yo la que lo hacía por
segunda vez. Pero la realidad es que era mi primera vez de verdad.1

—Te quiero. —Dijo finalmente, cogiendo mi mano para dar un beso en el


dorso de esta con media sonrisa. —Y ojalá pueda hacerte feliz todo el tiempo
que estemos juntas.
CAPÍTULO 31

Rumor Has It – Adele32

Lauren's POV

—¿Dónde cojones vas? Hoy es 24 de diciembre, qué menos que estar en


familia. —Me colgué el bolso de mi hermana al hombro, mirando a mi padre
que estaba reclinado en el sofá.3

—¿En familia? Me gritas, me haces sentir una mierda la mayoría del tiempo y
ni siquiera valoras el dinero que traigo a casa. ¿Tú crees que esto es una
familia, eh? ¿LO CREES? —Grité acercándome a él peligrosamente, porque en
cualquier momento podría levantarse y endosarme un puñetazo.

—Yo te tuve a ti, ¿¡qué somos si no!? —Rachel caminó hacia mí casi
corriendo, y me agaché para cogerla en brazos, mirándolo de nuevo a él.

—Nada. No somos nada. —Dije con desprecio, intentando sujetar a Rachel


que se estiraba en mis brazos. —Justo ayer tiraste a la basura lo que debía
haber sido mi cena. Me quitaste la poca ropa que tenía y se la vendiste a un
drogadicto del barrio. —Dije enfadada. Él se levantó, y rápido dejé a Rachel en
el suelo porque venía a por mí. Su mano atrapó mi cuello, ahogándolo,
apretándolo tan fuerte que sus dedos se clavaron en el hueso de mi garganta,
haciéndome buscar aire y me retorcí, soltándome de su agarre. Comencé a
toser con las manos en la garganta, mirándolo desde abajo.7

—Quizás si trabajases más no tendría que estar vendiendo tu ropa. Si estamos


así es por tu culpa. TU MADRE SE FUE POR TU CULPA. —La patada que me
dio en el estómago hizo que cayese de rodillas, con una mano en el suelo. —Si
tú no quisieras haber estudiado, ella no se habría ido para pagarte los estudios.
ES TU CULPA. —Me pisó la mano con rabia, con aquellas botas militares que
siempre se ponía y que tenían la punta metálica. Grité de dolor, y el volvió a
sentarse en el sofá.38

Sentí mi mano latir, no podía doblar los dedos y creía tener algo más grave que
un golpe. Rachel lloraba a mi lado cuando me di cuenta, y sin hacerle caso al
dolor punzante de mis dedos, la cogí en brazos y salí de casa. Más bien hui de
casa.

Monté a Rachel en la sillita —de segunda mano— que le había comprado. Se


calmó un poco más cuando llegamos al coche, y es que aquella niña odiaba
nuestra propia casa. Yo odiaba esa casa.28

—Te gusta... —Carraspeé un poco, porque aún seguía tosiendo. —Te gusta tu
sillita, ¿verdad? —Apreté el cinturón un poquito más, con los dedos que
comenzaban a ponerse rojos e hincharse.

Me senté en el coche y arranqué, mirando la carretera.

*34

Llamé al timbre, colocándole bien el gorrito a Rachel, que apretaba las manitas
frente a su cara. Se miraba sus propios dedos, que sostenían un pequeño copo
de nieve que pronto se derretiría entre sus manos. Sus mejillas estaban rosadas
por el frío, y sacaba un poco la lengua al estar tan concentrada en la nieve.

—¡Hola Lauren! —Dijo con alegría una mujer bastante bajita. Tenía el pelo
corto y un flequillo recto, unas gafas de pasta negras rectangulares, además de
un precioso vestido corto amarillo pastel. —Perdón, debería presentarme. Soy
Sinu, la madre de Camila.14
—Oh, encantada señora Cabello. —Sonreí asintiendo, dándole la mano. —
Esta es mi hermana Rachel. —Miré a la pequeña que se escondió en mi cuello,
con los puños frotando sus ojos.

—Awww, pero si es una preciosidad. —Abrió un poco más la puerta para


dejar que yo entrase. —Vamos, déjame la bolsa que la dejaré en la habitación
de invitados. —Sinu me quitó la bolsa de la mano, y desapareció escaleras
arriba.1

Cuando entré, su casa parecía aquellas casas que se veían en las películas de
Navidad, con un árbol enorme. Enorme, cuando digo enorme, me refiero a
que medía tres metros, estaba adornado con bolas rojas, luces de colores y no
sé qué más, porque escuché esa voz aguda.10

—¡Hola cosita! —Camila caminó hacia nosotras con los ojos iluminados al ver
a Rachel. La pequeña estiró el cuerpo hacia Camila cuando la vio llegar, y se
abrazó a ella. La cogió en brazos, besando su mejilla con aquellos besos
sonoros y fuertes.17

—Amila —Señaló a Camila riendo. Besó las palmas de sus manos, y levantó la
cabeza para mirarme con una gran sonrisa.27

—Perdón, no he escuchado el timbre y ha abierto mi madre. —La besé


rápidamente, mirándola a los ojos. Wow, sin maquillar era espectacular, pero
maquillada me dejaba noqueada. —Vamos, te presentaré a mi familia.1

Dejamos los abrigos en el perchero de la entrada, y me resentí del dolor en los


dedos. Sabía que tenía algo mal, sabía que la mano izquierda iba a darme
problemas durante toda la noche, pero no iba a quejarme. No en ese
momento.18

El salón estaba repleto de gente, y todos, absolutamente todos hablaban en


español. Me sentía en casa, me recordaba a mi madre. Me recordaba a cuando
me hablaba cuando era pequeña en español, me recordaba a su sonrisa, a todo
lo que era ella.

—Papá. —Camila se acercó a un hombre que estaba de espaldas, mientras ella


sostenía a Rachel en brazos. El señor se dio la vuelta y la miró a ella con una
sonrisa, luego me miró a mí. —Papi, esta es Lauren. Lauren, este es mi padre,
Alejandro. —Él entrecerró los ojos, ladeando la cabeza al mirarme.2

—Encantada, señor Cabello. —Estiré la mano derecha, porque la izquierda, si


aquél hombre me la estrechaba, podría terminar de partirme las falanges.5

—¿Tú eres la novia de mi hija? —Preguntó poniendo bajas aquellas cejas


pobladas. Asentí con media sonrisa, fijando mi vista en sus ojos.23

—Papá... —Musitó Camila, moviéndose algo incómoda en su sitio con Rachel


en brazos.

—Pues ten cuidado. Cuidadito. —Me señaló con el dedo y asentí con una
pequeña sonrisa.42

—Claro, señor. —Respondí alegre, y él dio un paso hacia atrás mirando a su


hija algo confundido.1

—Bueno... Ya hablaremos después de la cena. —Carraspeó, parpadeando un


poco. Luego, le dio un pequeño beso a Camila en la mejilla, y desapareció
entre la gente.

Camila se agarró a mi brazo derecho, con Rachel sujeta a su mano.

—¿No te da miedo mi padre? —Preguntó ella algo asombrada, y negué con


una pequeña sonrisa. —¿Por qué?1

La primera razón es que una amenaza así no era nada. Vivía con mi padre,
sabía lo que era un puñetazo por su ira, gritos y cosas lanzándose por el salón.
Sabía lo que era vivir en un infierno, porque mi madre lo vivía antes de irse.
Quería llevarnos con ella a Nueva York, pero, no había dinero suficiente, sólo
podía ir mi madre. Veía moratones en sus brazos casi todos los días, escuchaba
los gritos detrás de la puerta de mi habitación, y quería ayudarla, quería
hacerlo de todas las formas posibles, pero yo sólo era una niña a la que no
creían en el colegio.4

—Porque nunca te haría daño. —Dije casi convencida.36

Sacarle una sonrisa nunca era difícil.

*1

Nos sentamos a la mesa, y todos hablaban entre sí. Yo tenía a Rachel en mi


regazo, que tenía un trozo de pollo en la mano, dándole pequeños bocados con
la boca llena de aceite.

—Entonces, ¿tú qué estudias? —Preguntó Sinu casi sin esperarlo. Las
conversaciones que había en la mesa pararon, y las miradas se dirigieron
directamente hacia mí. Miré a Camila mientras me limpiaba los labios con una
servilleta, volviendo a tomar el tenedor entre mis dedos.6

—Mmh... No, yo no estudio. —Solté una suave risa, tragando luego saliva.

—Lauren trabaja. —Respondió Camila con una pequeña sonrisa. La verdad es


que, estar rodeada de toda esa gente adinerada, de la familia de Camila que
eran casi todos empresarios, intimidaba un poco.

—Oh, ¿y en qué trabajas? —Volvió a preguntar Sinu, y Alejandro, su padre, se


giró para mirarme, y entonces sí que me puse más nerviosa. Se me pasaron por
la cabeza muchas cosas en aquél momento, como que quizás, no debería haber
aceptado aquella invitación a su casa, porque yo no era nadie allí.
—Trabajo descargando mercancía en Tesco y por la noche trabajo fregando
platos en un restaurante. —Respondí contundente, apretando los labios. —
Aunque a veces, trabajo como camarera para el cáterin que usted contrata.4

—Por eso sabes usar tan bien los cubiertos. —Dijo con una gran sonrisa. Todos
volvieron a hablar, y al parecer aquello no había sido para tanto. —¿Te gusta
la comida, Lauren? ¿Está todo bien? —Aquella mujer se preocupaba bastante
por mí, y lo agradecía.19

—Sí, muchas gracias por dejarme venir, señora Cabello. —Respondí antes de
coger un poco de pavo en salsa, mezclándolo con las patatas asadas a cuadritos
del lado.3

—Ollo.... —Levantó el pollo para enseñármelo, y agaché la cabeza para


comérmelo pero ella lo retiró riendo, llevándoselo a la boca.

—Te gusta burlarte de mí, ¿eh? —Reí, limpiándole la boca y las mejillas con
una servilleta.

—A píiii.56

*2

Caminé hasta la cocina a por un vaso de agua para Rachel, pero no sabía muy
bien dónde estaban las cosas. Al fondo, vi un dispensador como el de las
oficinas, con una garrafa que parecía más bien una bombona y dos pequeños
grifos, uno azul y otro rojo.

—Eh. —Escuché a mi espalda, y me giré rápidamente. Era su padre, que


caminaba hacia mí con el ceño fruncido. —Te dejé entrar hoy porque pensé
que eras su amiga, no me contó que eras su novia. —Tragué un poco de saliva
al escucharlo, y me señaló con el dedo casi a la altura de los ojos. —Me da
igual que seáis dos chicas, me da igual quién seas. Lo ha pasado muy mal con
esos novios que ha tenido, así que hazle daño y te juro que no la volverás a ver
jamás. —No aparté la mirada de sus ojos, entendía su enfado, lo entendía
completamente. Cualquiera se asustaría, pero viviendo con mi padre y mi
hermano, aquella amenaza de Alejandro era una tontería.6

Sonreí un poco, pero no en tono de burla o sarcasmo, sonreí porque después


de todo lo que Camila había pasado era normal que su padre se preocupase así
por ella.

—He estado al lado de su hija durante estos últimos meses, y créame que sé
cuánto ha sufrido. Él nunca la trató como se merecía, él nunca la miró a los
ojos y la quiso. —Torcí el gesto bajando un poco la cabeza al pensarlo. —No
puedo prometerle que estaré con ella toda la vida, porque, nadie sabe qué va a
pasar de aquí a cinco minutos, pero le aseguro que el tiempo que esté conmigo,
lo recordará con una sonrisa.43

Aquél hombre parecía totalmente desarmado, y aquél peso que llevaba sobre
sus hombros, que casi lo hacía doblar su tamaño para poder intimidarme,
desapareció.

*4

Dejé a Rachel en mitad de la cama de Camila, tapada por el edredón, con sus
mechones de pelo rubio desperdigados por la almohada. Me giré y Camila
miraba a Rachel con una sonrisa y los brazos cruzados.

—¿Qué te ha pasado en la mano? —Preguntó en voz baja. Cada vez que me


decía esas cosas sin que yo dijese nada me dejaba desconcertada.2

—Nada, nada. —Intenté esconderla sin darle mucha importancia.


—Lauren, ¿crees que soy tonta? Me paso las noches atendiendo a pacientes así.
—Suspiré agachando la cabeza, pero no, no podía contarle la verdad. No
podría trabajar, y eso significaría, al menos, una semana menos de sueldo.

—Está bien. Mi padre me pisó hace unos días, pero está bien ahora. —Camila
abrió los ojos poniéndose las manos en la boca.

—¿¡Que tu padre te pisó!? —Gritó casi en un susurró, llevándose las manos a


la cabeza. Eso lo había empeorado todo. —Tienes que salir de esa casa, ahora.2

—Camila, no puedo dejar esa casa. Mi hermana vive ahí, si me voy se quedará
con mi padre que le importa una mierda su hija. Si me voy, él reclamará la
custodia sólo por joderme, y entonces... Entonces se llevarán a Rachel. —Dije
en voz más baja, y Camila bajó la cabeza. No sabía qué más decirle, entendía
que para las personas fuese así de duro, pero yo me acostumbré a aceptar la
realidad tal y como venía.2

—N—No... No sé qué decirte. —Levantó la cabeza con los ojos vidriosos, casi
a punto de llorar. Pero yo sonreí y la abracé, dándole un beso en el cuello. Sus
manos subieron por mi espalda hasta llegar a la mitad, forjando el agarre del
abrazo allí.

—No importa, está bien. —Me separé de ella, metí un mechón de pelo tras su
oreja y acerqué mis labios a los suyos para darle un beso tierno y dulce. —
Vamos a dormir.3

Nos tumbamos una a cada lado de Rachel, que al notar los cuerpos hundirse en
el colchón se enganchó a mi cuello directamente, con una mano en mi boca.
Esa era exactamente la razón por la que la mayoría de las veces dormía en el
sofá. Camila rio un poco, acercándose más a mí, mientras le acariciaba la
espalda a Rachel. El sonido del chupete retumbaba en la habitación, y Camila
puso un brazo alrededor de Rachel, para llegar hasta a mí.11
—Buenas noches. —Musitó ella, y yo intenté hablar, pero Rachel seguía
teniendo la mano en mis labios. Los retiré lentamente, dejándola caer más
relajada entre nosotras.+

—Buenas noches, Camila.

CAPÍTULO 32

Stay — Rihanna44

Lauren's POV

Pocas veces me levantaba en paz, porque mi sueño siempre era interrumpido


por gritos, un portazo, el llanto de mi hermana o arañazos en la cara. Pero
desde que conocí a Camila, en ocasiones dormía en su casa, o en su cama. De
alguna forma, renovaba las energías que una persona normal ganaba
durmiendo, pero que yo lo único que hacía mientras dormía era empeorar.

Ese 25 de diciembre abrí los ojos somnolienta, dolían porque yo quería seguir
durmiendo. Lo primero que vi fue, sinceramente indescriptible. Camila
sostenía a Rachel entre sus brazos, dándole un suave beso en la cabeza. Estaba
despierta, y miraba a Camila con la boca abierta, que le sonreía un poco. En la
esquina de su habitación, justo enfrente de su cama, había un árbol de
navidad, con luces de todos los colores brillando, parpadeando.

—Hey, por fin te despiertas. Estábamos esperándote para abrir los regalos.
—¿Qué? —Camila dejó a mi hermana en la cama, que se echó encima de mí
para abrazarse a mi cuello.

—Toma, antes, tomaremos chocolate con nata y canela. —Cogió dos tazas y,
aún aturdida, me senté en la cama, apoyando la espalda en el cabecero. Rachel
jugueteaba entre las sábanas, cogiendo entre sus manitas el biberón que le
puso Camila entre las manos. —El suyo lleva cacao en polvo, no es chocolate.
—Bebí de la taza, y la punta de mi nariz se hundió en la nata, haciéndome
quedar con toda la cara llena. Camila se rio, y con una mano en mi nuca
empezó a besarme para quitar la nata. —Feliz Navidad. —Dijo con una sonrisa
al separarse.12

—Feliz Navidad, Mila. —Le dije chocando mi taza contra la suya.95

Terminamos las tazas de chocolate, y ella insistía en que teníamos que abrir
los regalos. Rachel se sentó en el suelo y comenzó a abrir cajas con nuestra
ayuda. Le dije a Camila que no era necesario, pero me tapó la boca con varios
besos y siguió pendiente de mi hermana. Entre todos los juguetes, Camila sacó
una caja para mí. Yo no sabía ni qué decir.

—Ábrelo, vamos. —Me sentó en la cama y me acercó la caja, parecía bastante


pesada.2

—Camila, yo... No tengo un regalo como este. —Dije levantando la mirada,


algo apesadumbrada. Ella sonrió negando, sentándose a mi lado con el cuerpo
girado hacia mí.

—Ábrelo, quiero ver tu reacción. —Bajé la mirada a la caja y pasé los dedos
por encima del papel.

Comencé a romperlo por los bordes con cuidado, rasgándolo hasta que se
rompió, y tiré de él, dejando ver la caja de un ordenador portátil. Mi corazón
dio un vuelco, quizás porque nunca había tenido uno de esos, y parecía tan
moderno... Buah, ahí se tenía que escribir de una forma maravillosa. Sin
perder papeles, ni guardar en carpetas. Todo ahí. La miré a ella con los labios
entreabiertos, y parecía más emocionada que yo.30

—Podrás escribir ahí, podrás descargar música, ver series en tu tiempo libre,
no sé, lo que hace la gente normal. —Se quedó en silencio e hizo una mueca.
—No quiero decir que tú no seas normal, pero...20

—No puedo aceptarlo, Camila.10

—¿Qué? ¿Por qué? —Hizo un pequeño puchero casi sin querer, y me pasé las
manos por la cara aturdida.

—Porque no tengo un sitio donde estar con el ordenador. No tengo... No


tengo privacidad. Duermo con mi hermana, y mi habitación es una cuna y una
cama supletoria de un hostal de Nueva York. Si me llevo eso a mi casa, mi
padre lo venderá. —Dije poniéndolo de nuevo sobre sus piernas, y Camila bajó
la mirada algo triste.9

—Podrías dejarlo aquí, en mi casa. Podrías venir cuando quisieras, estar aquí
conmigo, o en la habitación de invitados. O donde te apetezca. —Se encogió
de hombros, poniéndome la caja otra vez en las manos. Me encantaría tener
ese ordenador, y además, no quería hacerle aquél feo a Camila, que se había
esforzado tanto en ese regalo.

—Está bien. —Camila alzó los brazos y me besó, provocando en mí una


enorme sonrisa. —Espera, tengo tu regalo.9

—¿Mi regalo? —Se levantó de la cama a la vez que yo.

—Sí... Siento que no sea tan espectacular como ese ordenador, quizás te
parezca algo absurdo, pero... No sé, quería dártelo. Es lo más preciado que
tengo. —Comencé a rebuscar en la mochila mientras lo decía. Saqué un
cuaderno de la maleta. Era de color rojo, con las puntas hacia arriba y las
páginas amarillas, gastadas, con folios en medio de anotaciones que hice. —
Toma, es para ti.2

—¿Qué es? —Preguntó cogiéndolo, pasando la mano por la portada.

—Es un libro. Lo escribí yo. —Al escuchar esas palabras, y sin decir nada más,
Camila me abrazó.57

—Dios mío, muchas gracias Lauren, muchísimas gracias.10

—Bueno, léelo primero, igual no es bueno. —Dije riéndome un poco, y ella


negó, sujetándome de la mano. —No es lo mismo que el portátil, pero...

—No, es mejor. Yo sólo fui a la tienda y lo compré, tú has invertido tu tiempo


y tus... Sentimientos en esto. —Se encogió de hombros con una sonrisa. —Y
eso no puedo comprarlo. Por cierto, vamos abajo, a abrir tus regalos.1

—¿Qué? —Miré el reloj de la mesita de noche, eran las 8 de la mañana aún, o


sea que me había levantado antes para abrir nuestros regalos, nuestra pequeña
navidad. Vi cómo Camila cogía a Rachel en brazos, que se abrazaba a un
peluche.

En el salón, sus padres ya abrían los regalos, y se les notaba que se les caía la
baba con Rachel, que se quedaba mirando a la hermana de Camila, Sofi,
abriendo y cerrando las manitas al ver sus regalos. A mí me regalaron unos
jerséis de lana, un cuaderno nuevo, una mochila y algunos bolígrafos y lápices.
Wow, aquella era la mejor Navidad de mi vida.46

—Camila, ¿puedes venir conmigo un momento? —Dije señalando la cocina.


Ella, aunque algo extrañada, accedió.

—¿Qué ocurre? —Preguntó entrando en la cocina. —¿No te gustan los


regalos?
—¡Sí! Sí, son geniales. El caso es que... Quería preguntarte algo. —Ella se
quedó en silencio con los ojos entrecerrados, esperando a mi respuesta. —
¿Cuáles son los síntomas de un... Drogadicto con síndrome de abstinencia? —
Ella alzó una ceja y se irguió, soltando aire entre sus labios.4

—Pues, suelen estar muy susceptibles a todo. Agresivos, nerviosos, con los
ojos como platos, suelen tener sudores fríos... ¿Por qué? —Agaché la cabeza y
asentí mientras, humedeciéndome los labios.20

—Porque creo que mi hermano lo es.8

*1

—Tu hermano hace mucho más que tú. Tu hermano se esfuerza, tu hermano
trabaja para sacar esta familia adelante. ¿Qué haces tú? Tú no haces
absolutamente nada. Eres como un parásito en esta familia, estás ahí, sin hacer
ruido, sin aportar nada, pero chupándonos la sangre hasta la última gota. Eres
despreciable, te crees que no nos damos cuenta, pero eres una hija de puta.41

Salí de la cocina para esconderme en mi habitación, escuchando las risas de


fondo. Supongo que les divertía hacerme sentir mal, les gustaba hundirme, les
gustaba burlarse, les gustaba hacerme sentir como una auténtica mierda. A
ellos les encantaba hacerme sentir como si no fuese nada, como si no existiese.
Ni siquiera sabían el daño que me hacían, o quizás sí, y querían verme
explotar para reírse aún más.3

Me senté en la cama supletoria, comenzando a llorar como si no hubiese un


mañana. Apreté los puños y sentí ese dolor en el pecho que quemaba, que
punzaba, pero yo no lo negaba. Quería sentirlo, quería llorar. Quería que fuese
parte de mí, quería aguantar como fuese.5

Cogí mi cuaderno, escrito hasta la mitad, y comencé a escribir con un


bolígrafo que estaba a punto de gastarse. Cuanto más escribía, el dolor del
pecho más dolía, porque era yo la que estaba en esa historia, la que se reflejaba
en el papel cuando la tinta terminaba las frases. Mis manos temblaban, y así
escribí toda la noche.6

Había detalles que dolían. Como por ejemplo, mi pasta de dientes —que era
un pequeño tubo promocional que regalaban en la puerta de la farmacia—
estaba en mi cuarto, y no con la de los demás. Mi hermano era un rey, parecía
Dios en la tierra dentro de esa casa, y era lo que me parecía más absurdo de
todo.7

La mayoría de los días me preguntaba que por qué había nacido, si al final de
todo, mi destino era este. Mi único cometido era cuidar de mi hermana, de
aquella pequeña que no sabía qué estaba pasando, y que se pasaba el día
sonriéndome y queriendo que la tuviese en brazos. Eso me hacía llorar aún
más, romperme en pequeños fragmentos que nadie sería capaz de recoger y
volver a juntar. No podía irme de esa casa, pero si seguía allí probablemente yo
acabaría mal. Quizás con depresión, ansiedad y enfermedades mentales que ya
nadie tiene en cuenta porque no son perceptibles.1

*2

Michael's POV22

—¿Te vas ya? —Me preguntó Lauren, que seguía fregando platos al final de la
cocina. Asentí, poniéndome aquella mochila compacta y negra a los hombros.4

—Sí, ten cuidado al volver. —Ella asintió pasando el estropajo por la base de
una olla.

—Tengo el coche cerca. Buenas noches, Michael. —Sonrió ella para


despedirse, y asentí.

—Buenas noches. —Sonreí también, caminando fuera del restaurante.


Vi a un grupo de chicas de mi antiguo instituto que pasaban por delante de la
puerta. Justo cuando me vieron, empezaron a reírse entre ellas, señalándome
sin ningún tipo de pudor. Apreté los labios y bajé el escalón para comenzar a
andar.

—Eh, Pennywise, ¿ahora llevas el pelo negro? —Todas empezaron a reírse y


sacudí la cabeza sin decir nada. Pennywise, aquél payaso diabólico de las
películas. Así me habían bautizado. —¿Ya tienes novia o sigues dándole asco a
todas? —Las carcajadas dolían más que cualquier otra cosa. Cada una se
clavaba en mí como cuchillos.20

—Dejadme en paz. —Respondí esquivándolas, caminando calle abajo; pero


ellas no cesaban en su empeño de insultarme.

—¿Qué te dejemos en paz, Penny? —Todas rieron a la vez por el comentario.


—¿No eras tú el que ibas babeando con esa cara a Katie? —Empezaron a
correr detrás de mí, y yo también lo hice para huir de ellas.5

—No, tú no te vas de aquí. —Noté una uña resquebrajar el lateral de mi ojo, y


antes de que me encogiese para taparme la cara, pude ver cómo abrían una lata
de cerveza. Luego, noté el líquido casi congelado por el frío de Toronto caer
por mi cabeza, colarse por mi abrigo, por mi camiseta, hasta tocar mi piel.1

Salí corriendo y doblé la esquina y me subí a mi coche, poniendo las manos


sobre el volante. Los pensamientos volvían a mi cabeza, mi autoestima volvía a
no estar. Bueno, más bien mi autoestima nunca estaba.4

Puse la calefacción del coche, me quité el abrigo con rabia, a tirones,


poniéndolo en el asiento de al lado. También mi camiseta, quedándome con el
pecho desnudo, justo como más vulnerable me sentía. Quería gritar, quería
golpear cosas, quería llorar. Quería que aquél dolor se fuese de aquella
manera.2
No era nadie. ¿A quién iba a engañar? Nunca llegaría a nada, no. A lo único
que iba a llegar era a dar de comer en un McDonalds cuando mi contrato en
aquél restaurante finalizase. No iba a hacer nada con esas pintas, no tenía
madera para ser cocinero. No iba a ser nada.4

Apreté las manos en el volante y arranqué, con esa ansiedad en el pecho, con
los músculos de los brazos tensos hasta el punto de que las venas sobresalían
por mi piel. Paré en un semáforo, suspiré.

Sabía lo que era que te mirasen por la calle, sentirse diferente y no poder
hacer nada por sentirte normal, porque tú no eras normal. Tu pelo, la música
que escuchas, la forma en que te comportas, todo te aparta de la sociedad.
Empiezan los insultos y, ni siquiera sabes por qué son. Ni siquiera sabes qué
has hecho, ni por qué les molestas. Ni siquiera sabes el porqué de los insultos
ni las vejas. No sabes qué hacer, porque tu sola presencia incomoda.13

Paré en la puerta de casa y miré la ventana del salón de mi casa. Mi padre


estaba sentado con un brazo alrededor de mi madre mientras veían alguna
serie que echaban en la FOX. Ellos no sabían que su hijo estaba
completamente roto, que en realidad su hijo estaba vacío por dentro, como si
fuese una figura de porcelana.35

Intentaba estar bien, y de hecho todo el mundo creía que lo estaba, pero no,
para nada era así.5

Bajé del coche tras ponerme la ropa y entré en casa, viendo desde la entrada a
mi padre girarse con una sonrisa para mirarme.

—¿Qué tal hoy? —Sonreí un poco encogiéndome de hombros.

—Bien, como siempre, papá. —Suspiré dejando las llaves en la mesa de la


entrada.
—¿Has cenado? —Preguntó mi madre, y cogí la mochila que había dejado en
el suelo para soltar el abrigo.

—No, mamá.

—Deberías cenar algo antes de irte a dormir. —Hice una mueca y finalmente
asentí, señalando la puerta del sótano.

—Voy a tocar un poco antes de acostarme, ¿vale? —Ambos asintieron, y yo


caminé escaleras abajo hasta llegar al sótano insonorizado que mi padre había
hecho para mí. Cerré la puerta y me senté en la silla cogiendo una sudadera
que tenía allí. Pasaba tanto tiempo abajo que incluso me dejaba sudaderas para
cuando arreciaba el frío. Cogí la guitarra entre mis manos, apoyándola en mi
regazo y contra mi pecho.

Comencé a afinarla, y tras unos cinco minutos, escuché unos pasos que
bajaban las escaleras. Era mi madre. Traía un plato con un sándwich y un
zumo, que dejó en la mesa. Luego se acercó a mí y beso mi cabeza, dándome
una pequeña caricia en la mejilla.

—Acuéstate pronto, ¿vale? —Dijo al separarse, apretando un poco mi barbilla.


—Y tienes que afeitarte. —Solté una pequeña risa, viendo cómo caminaba de
nuevo hacia la primera planta. —Buenas noches, Mikey.

—Buenas noches, mamá. —Dije en un tono más bajo, esperando a escuchar


cómo la puerta se cerraba.

Volvía a quedarme solo, y aquella sonrisa que le mostré, desapareció por


completo. En aquellos momentos de intimidad, en los que no había nadie a mi
alrededor, eran en los que rompía a llorar, con la guitarra entre las manos,
mirando aquél sándwich que mi madre había hecho para mí. Y pensaba que ni
siquiera eso me merecía.4
*2

Dinah's POV26

Me senté en el sofá casi dejando caer mi peso muerto, como si fuese plomo.
Nela paseó por el salón y se sentó a mi lado, encendiendo la tele. Lo miré de
reojo, él parecía serio. Daría lo que fuese por estar con mis amigas en ese
momento, o con Michael. Cualquier cosa bastaba para salir de allí.2

Escuché mi móvil vibrar encima de la mesa, y giré la cabeza y estiré el brazo


para cogerlo.

—¿Quién es? —Preguntó él antes de que yo lo cogiese siquiera.16

—No lo sé, iba a verlo. —Contesté en voz baja, tomando el teléfono entre mis
dedos.

—Dame el móvil. —Apretó mi muñeca e hizo que lo soltase, mirando los


mensajes del móvil.26

—¿Quién es? —Pregunté con voz débil. Me devolvió el teléfono y se levantó


metiéndose las manos en los bolsillos.

—Tu amiga Camila. Venga, quítate eso que vamos a salir. —Me levanté y me
miré justo en el reflejo del mueble del salón que tenía cristales en vez de
madera. Llevaba un simple vestido por encima de las rodillas que mostraba un
poco de escote, nada más.1

—Nela, ya estoy vestida. —Cogí mi bolso de mala gana y él volvió a cogerme


de la muñeca, a apretarme, mirándome a los ojos.3

—Ni se te ocurra salir así, como si fueses una puta. —Gruñó, apretando los
dedos alrededor de mi piel aún más fuerte, haciéndome daño. —Quítate esa
mierda que llevas puesta, ponte un pantalón y una camisa, ahora. —Me soltó
la muñeca, mirando el pasillo que se dirigía a mi habitación para que me
cambiase.27

Y me cambié. Me puse lo que él quería. Me puse aquél pantalón, me puse


aquella camisa que sólo llevaba dos botones desabrochados color celeste. Y
salimos.6

Cuando llegamos a la discoteca, Lauren y Camila ya estaban juntas, bailando, y


al verme sonrió agitando la mano. Esbocé una enorme sonrisa, acercándonos a
ellas entre la gente.

—¡Hey! ¿Dónde estabais? —Preguntó Camila riendo, dándome un abrazo del


que no pude apartarme. Me balanceé un poco con ella entre los brazos,
soltando una risa.

—Dinah tuvo un problemilla con la ropa. Cosas de mujeres. —Soltó Nela.


Lauren se quedó mirándolo con los ojos entrecerrados, ladeando la cabeza. Esa
chica detectaba cualquier comentario que contuviera un mínimo de
machismo, y ese lo tenía.12

—Sí, tuve un percance. —Sonreí mirando de nuevo a Camila, que señaló la


barra con el dedo.

—Ve a la barra y entrega estos tickets. —Los puso en mi mano y apretó fuerte.
—Bebidas gratis.

Pedimos las bebidas, y arrastré a Nela a bailar aunque él no quería. Rodeé su


cuello con mis manos y mi cabeza quedó por encima de su hombro. Podía ver
la barra, y allí estaba Michael sentado. Con un botellín de cerveza que sostenía
entre sus piernas, girando un poco en el taburete. Parecía cabizbajo, parecía
que no le gustaba estar allí. Paró la silla al verme y se irguió un poco, mirando
a los lados. Se estaba asegurando de si lo miraba a él. Sonreí un poco al ver su
reacción. Se señaló en el pecho, y asentí levemente levantando las cejas para
que Nela no lo notara.4

—¿Qué haces? —Nela se separó al instante, mirándome con el ceño fruncido y


la mandíbula apretada. —¿Qué coño estás mirando? ¿Otra vez a ese puto
pringado?22

—Nela, no. —Lo agarré del brazo pero él lo sacudió, dándome un empujón
que me hizo dar unos cuantos pasos hacia atrás.

—¿QUIERES MIRARLO A ÉL? ¡EH! —Empezó a gritar, y bajé la cabeza al


escucharlo. Él acercó su boca a mi oído. —Pues ahora vas a entender por qué
me necesitas. —Se separó de nuevo dándome un golpe en el hombro. —A ver
cómo vuelves ahora a tu casa. —Se dio la vuelta y se fue, apartando a toda la
gente.33

Cuando me quise dar cuenta, todos seguían bailando, pero Lauren había salido
detrás de él, y Michael estaba frente a mí. Cogí a Lauren de la muñeca para
que parase, y ella miró mi mano, y luego me miró a mí. Negué.1

—Yo te llevaré a casa. —Dijo Michael en mi oído. —No lo necesitas.

—¿¡Estás bien!? —Dijo Camila en alto en mi oído, y asentí con una sonrisa.
Una sonrisa sincera.

—Voy a tomarme algo a la barra. Seguid vosotras.

Caminé hasta la barra y pedí un vodka bien cargado, porque necesitaba borrar
aquella noche de mi cabeza. Como casi todas las noches que pasaba con Nela.
Pero no era tan fácil dejarle, no lo era. Ya lo había intentado otras veces, pero
siempre me amenazaba, siempre jugaba conmigo, pero en ese momento no
sabía lo que hacía conmigo.
—Es tonto. Se pasa mucho contigo. No debería tocarte así. —Sonó la voz de
Michael como si fuese un niño pequeño enfadado, y se sentó en el taburete.
Llevaba una camisa negra con líneas rojas y blancas, el pelo algo más corto de
lo normal, despuntado por algunas partes, y unos jeans totalmente ajustados.
Era muy mono, no extremadamente guapo, pero era mono.3

—Lo sé. ¿Has tenido novia alguna vez? —Él negó agachando la cabeza, con la
cerveza colgando entre sus dedos. —Las relaciones son complicadas...

—Eso no le da derecho a empujarte. No le da derecho a dejarte tirada, como si


lo necesitases. —Torció el gesto negando, y puso la cerveza en la barra,
dándose la vuelta.

—¿No te gusta la fiesta? —Michael volvió a negar, moviendo el botellín de


forma nerviosa entre sus manos. —¿Por qué?

—No sé bailar, soy muy patoso. —Me miró a los ojos, bastante serio. —No
tengo con quién venir, todos vais en parejas ahora, y yo... —Suspiró
agachando la cabeza. —Yo no sirvo para nada, estaría mejor en mi casa, con
mi guitarra y mis videojuegos. No pinto nada aquí.19

—Algún día tendrás a alguien a quién podrás traer, a quién podrás sacar a
bailar e invitar a copas. —Él sonrió tristemente, parando el movimiento de la
botella entre sus manos. Negó lentamente, mirándome de nuevo a mí.4

—No, Dinah. —Dijo finalmente. —Nunca tendré a nadie.

CAPÍTULO 33

Girls Just Wanna Have Fun — Glee Version35


Michael's POV4

Paré en la puerta de casa de Dinah, y qué casa. Tenía, por lo que pude observar
desde el coche, cuatro plantas, rodeada por setos y con una puerta mecánica
pintada de negro. En ese grupo de amigos todos estaban forrados, y luego
estábamos Lauren y yo. Miré a Dinah, que se ponía el pelo tras la oreja,
esbozando media sonrisa con la cabeza gacha.2

—Gracias por traerme. —Fruncí el ceño algo divertido.

—¿Cómo? Tienes que pagarme, me debes un trozo de pizza.5

—¿Un trozo de pizza? —Asentí con media sonrisa. —Bueno, puede que
algunos de estos días, cuando vayamos a cenar todos juntos, te invite a una
pizza entera. ¿De qué te gusta? —Me di cuenta de que Dinah no estaba
bromeando, sostuvo mi mirada y se encogió de hombros.

—Estaba bromeando, no... No me debes nada. —Negué levemente algo


aturdido. Sentí que la estaba obligando a ello, y nada me incomodaba más que
eso.5

—Michael, no me obligas. Quiero invitarte, eres un buen chico. —Metió su


móvil en el bolso, y casi balbuceé que gracias, o que sí, o ya ni me acuerdo, lo
único que sé es que Dinah soltó una risa al verme tan nervioso. —Gracias por
traerme a casa. —Me dio una caricia en la mejilla y bajó del coche,
dejándome allí como un tonto. Salí del coche justo cuando ella entraba por la
verja, como si fuese un impulso. Quería decirle que me gustaba, que era
preciosa y perfecta y que, no tenía que estar con aquél tipo que la hacía sentir
como una mierda.

—Dinah. —Dije, provocando que se diese la vuelta, con una mano en el


bolsillo de su abrigo y en la otra su bolso.
—¿Sí? —Entreabrí los labios, completamente bloqueado, joder, joder.

—¡Barbacoa! —La señalé con el dedo. —L—La pizza, barbacoa es la mejor. —


Era. Un. Auténtico. Idiota. Lo que quería decirle en mi cabeza era 'eh,
podemos quedar a solas para tomar algo, o quizás podría invitarte yo a cenar
algún día', pero no, tenía que ser el maldito inútil de Michael. Dinah se echó a
reír, tapándose la boca con la mano, y asintió un poco.13

—Está bien, será barbacoa. —Asentí rápidamente a su respuesta. —Buenas


noches, Michael. —Levanté la mano y me despedí.

—H—Hasta luego... —Apreté los ojos, porque debería ser hasta otro día, o
hasta pronto. Cuando se fue, me quedé frente a la puerta como un pasmarote.
—Me gustas mucho. —Musité casi para mí mismo. Pero cuando me di cuenta
del ridículo que había hecho, me di la vuelta y le di una patada a la rueda del
coche, poniéndome las manos en la cabeza.— ¿¡Por qué tengo que ser tan
idiota!? —Gruñí entrando en el coche con un portazo.

*4

Lauren's POV

—Papá, te voy a pedir una cosa muy simple, por favor, cuida de Rachel. —Él
se acomodaba aún más en el sofá con la lata de cerveza en la mano. Miré a
Kate, que se fumaba un cigarro apoyada en la mesa del salón, que estaba
mohosa, astillada, y además coja. La sostenía una guía telefónica del año 2004.

—Sólo es una mocosa. —Dijo de forma despectiva, dándole una calada a aquél
cigarrillo.

—Nunca entenderé cómo puedes tratar así a tu pr—


—¿Quieres irte ya de una puta vez a trabajar? —Me agaché delante de Rachel,
que estaba de pie a mi lado, entretenida con uno de los juguetes que Camila y
su familia le habían regalado por Navidad.

—Pórtate bien, ¿vale? —Asintió mirando el juguete entre sus manos. Era un
pequeño pez de goma, que apretaba un poquito con los dedos y soltaba una
risa al ver las marcas de estos en el juguete.

—Ecito. —Me encantaba la forma en que decía 'pececito' y levantaba el


juguete para enseñármelo justo en la cara.21

—Es muy bonito. Volveré esta noche, ¿vale preciosa? —Le acaricié el pelo, y
ella no respondió, sonreía mirando a su juguete, y luego se abalanzó a mis
brazos, con sus manitas rodeando mi cuerpo. —Te quiero mucho. —Besé su
cabeza y me levanté, dejando que fuese corriendo hasta la mesita del salón
delante de mi padre, donde puso su juguete con una sonrisa.16

*2

El día estaba pasando más lento de lo que creía, las cajas aquél día eran más
pesadas, pero no sabía por qué. Se me cayó el vendaje que me hizo Camila de
la mano, y aquellas ocho horas de trabajo en el supermercado se me hicieron
como si fuesen veinticuatro. Los pies me pesaban el doble, pero no sabía por
qué. Las órdenes del encargado me parecían ser gritos, y las rodillas se me
quedaban clavadas en el suelo cada vez que intentaba levantarme tras colocar
las latas en la parte de debajo de las estanterías.4

Salí arrastrando los pies hasta el restaurante, porque ahora tocaba el turno de
cenas otro día más. Pero este día era diferente. El calor de la cocina me
abrumaba, las quemaduras en los brazos se acentuaban cada vez más, poco a
poco, y dolían de una forma intensa, aunque yo ni siquiera me inmutaba.
Seguí fregando los platos, mirando a Michael desde detrás, haciendo lo que
más le gustaba. Pero mi sitio no estaba allí, yo no tenía sitio, porque no podía
conseguirlo. No tenía medios para conseguirlo.4

Ahora llegaba la mejor parte del día; recoger a Camila de su turno aquél día.
Cuando llegué con el coche, ya estaba en la puerta del hospital mirando el
móvil. Había empezado a nevar otra vez, y los pequeños copos caían sobre su
gorro de lana y su abrigo, que dejaba ver debajo aquél uniforme de doctora en
prácticas azul. La alumbré con las luces algo más fuertes, y levantó la cabeza al
notarlo. Sonrió, y entró en el coche, dándome un beso en los labios rápido y
corto.

—¿Qué tal el día? —Le pregunté arrancando.

—Muy bien, es raro estar en el hospital de día, ¿sabes? Hay gente en la


consulta. —Solté una suave risa a la vez que ella, que puso su mano detrás de
mi cabeza, acariciando mi cuello. —¿Y tú?

—Mmh... ¿La versión corta de la mierda de trabajos que tengo o la versión


larga? —Paré en un semáforo y la miré. Ella tenía las cejas alzadas mientras
negaba.

—Lauren...

—Estuvo bien el día. —Mentí, porque no, nunca estaba bien. Era una mierda
trabajar allí, pero ella ya lo sabía. Todo el mundo lo sabía, era una mierda
esforzarse tanto para no llegar a fin de mes. —Me alegra que hayamos
encontrado un momento en el día para vernos, aunque no sea casi nada. —
Dije con voz más tenue, poniendo una mano en la palanca de cambios. Camila
sonrió.

—Sí, te echo mucho de menos todos los días y... En fin, da igual. —Cogí su
mano con la mía mientras conducía, y besé su dorso suavemente. —Pero te
quiero, no lo olvides, ¿vale?
—No lo haré.15

La dejé en su casa, y tras un par de besos en la puerta, me subí de nuevo al


coche. El camino hasta casa fue tranquilo, aunque la radio no encendía. Sería
por el frío que hacía en Toronto aquellos días.

Al entrar en casa sobre las dos de la mañana, mi padre seguía viendo la tele,
con los ojos como platos y todo el suelo lleno de cerveza. Ni siquiera dije nada,
me dirigí a mi habitación para ver a Rachel. Al encender la luz, Rachel no
estaba allí. Tragué saliva y miré bajo la cama supletoria; no estaba. En el cuarto
de baño; tampoco estaba. En la cocina; tampoco estaba.2

—¿¡DÓNDE COJONES ESTA RACHEL!? —Grité caminando hacia el sofá, él


comenzó a reírse, y se giró para mirarme.

—Se la han llevado los servicios sociales. —En ese momento el corazón se me
cayó a los pies, y las lágrimas se agolparon en mis ojos comenzando a llorar,
pero la rabia era más fuerte que todo eso. Seguía riéndose, y entonces hice de
algo de lo que jamás me arrepentiré; me acerqué a la mesa del salón y le
arranqué una pata, con ayuda de que estaba medio rota. —¿Qué coño haces?
¿Qué coño vas a hacer? ¿Uh? ¿Vas a pegarme? Se han llevado a tu hermana,
¿no la querías tanto? —Ladeó la cabeza con una sonrisa bobalicona. —Pues
trae dinero más dinero a casa, o —El primer palazo le reventó la cara de un
golpe seco, dejándolo de rodillas en el suelo. Lo cogí del cuello de la camisa
tan fuerte que escuché cómo se rompían los hilos de esta.77

—Te voy a matar. —Él se revolvía dándome manotazos, y tirándome de los


brazos, pero con tal cantidad de rabia acumulada, mi fuerza era similar a la de
tres tíos como mi padre. Intentó levantarse, pero una patada en el costado lo
dejó KO. Y seguí, me puse encima de él a pegarle puñetazos mientras lloraba
de rabia, de furia, viendo cómo mi puño se manchaba de su sangre, y mi otra
mano apretaba su cuello contra el suelo. Me levanté, y aún se removía, así que
le pisé la mano contra el suelo con una sonrisa, sintiendo sus falanges crujir
bajo la suela de mi bota.42

Me separé, cogí un paquete de tabaco, una botella de ron y la bolsa con los
juguetes de mi hermana, y lo miré mientras él intentaba levantarse. Seguía
llorando mientras lo miraba, porque mi hermana ahora no estaba allí, no sabía
dónde estaba. Ya no podría abrazarla, ya no tenía la única cosa que me hacía
feliz al llegar a casa. Nada. Mi trabajo era una mierda, y sí, tenía a Camila,
¿pero qué pasaba cuando no veía a Camila? La tenía a ella.

—No tienes ni idea de lo mucho que me gustaría matarte en este momento. —


Dije con la voz quebrada, negando. —Pero lo que tú no sabes es que vas a
matar a tu hijo, y cuando lo mates, te vas a morir solo, como te mereces.1

Salí de casa y cogí la camioneta, no tenía otro sitio donde ir que casa de
Camila. Le mandé un mensaje, 'por favor, ábreme la puerta', decía, y
permanecí llorando en la puerta casi un minuto, con las manos en la cabeza
sin saber dónde ir. Había perdido a mi hermana, con tan sólo una llamada de
mi padre. Se había ido.

—¿Lauren? ¿Qué ocurre? —La miré y estaba alarmada, con las manos sobre
mis brazos.

—Se han llevado a Rachel, se la han llevado. —Dije entre sollozos. Ella me
abrazó, y sentí cómo me apretaba, y me llevó dentro con ella.

Yo no podía parar de llorar en silencio, caminando hasta la cocina donde me


sentó, y ella se sentó a mi lado, dándome un beso en la mejilla.

—Voy a hacerte una tila, te relajará. —No respondí, porque en ese momento
ni siquiera la estaba escuchando. Cuando me quise dar cuenta, tenía una taza
delante de mí, esperando a que me la bebiese. Camila tomó mi rostro entre sus
manos y me quitó las lágrimas con sus pulgares, pero yo negué agachando la
cabeza. No había nada bueno que me pasase, no había nada que me saliese
bien. Estaba destinada a todo lo malo. —Lauren, mírame, cielo. —Alcé los ojos
hasta ella, que me miraban vidriosos y enrojecidos.4

—No podré recuperarla nunca. No volveré a verla. —Dije metiendo los dedos
bajo mi pelo, apretándolos con los ojos cerrados.

—Mi amor, sí que puedes recuperarla. Claro que puedes, sólo tienes que pedir
su custodia. —Levanté la cabeza un poco para mirarla, y en ese momento, su
madre entró en la cocina.32

—Oh dios mío, ¿qué ha pasado? ¿Qué pasa? —Sinu miró a Camila alterada, y
yo agaché la cabeza.

—Los... Los servicios sociales se han llevado a Rachel. —Respondió, tomando


mi mano entre las suyas.

—Eso es horrible. —Murmuró la señora Cabello, sentándose justo frente a mí


en la mesa. La miré, supe que sentía lástima en cuanto vi su mirada. —Pero
cielo, ¿cuántos años tienes?1

—Veintidós. —Dije yo, y Sinu suspiró.

—Entonces puedes pedir su custodia.

—Sí, ¿y cómo hago eso? —Miré a Sinu, y luego miré a Camila que tenía la
mirada perdida en mí.

—Deberías contratar un abogado, conseguir un trabajo que te mantenga bien e


independizarte. —Dijo Camila asintiendo convencida, pero yo reí, negando
levemente.7
—Un abogado... —Murmuré riendo, pasándome las manos por la cara. —
Apenas tengo dinero para pasar esta semana, y ni siquiera tengo casa. —
Camila puso una mano sobre mi pierna, apretándola un poco.

—Pero me tienes a mí.

CAPÍTULO 34

Camila's POV19

Después de una hora en la cocina, intentando que Lauren no se hundiese, dejé


que se acostase en mi cama. Necesitaba dormir, pero hasta después de dos
calmantes que mi madre usaba cuando mi padre tenía una reunión importante
al día siguiente y necesitaba dormid. Pero yo no podía dormir, se habían
llevado a su hermana. Y sabía que aquella pequeña era la única alegría en su
vida, y lo único que la animaba a seguir.

Observé las marcas de sus manos, de sus brazos, y desearía que algún día
parasen. Que tuviese un trabajo mejor, una vida más digna, y entonces yo me
sentía una mierda, porque yo no tenía ningún problema. Besé su frente con un
suspiro, enredando mis manos en su pelo, acariciándola, como si aquello la
relajase en el sueño, como si yo supiese que incluso dormida estaba sufriendo.

Mientras dormía, limpié los restos de lágrimas que quedaban en sus ojos, y me
acurruqué contra ella, arropándola entre mis brazos. Sabía que me necesitaba,
y yo estaba ahí para ella.31

*1
—He llamado al supermercado y al restaurante para decir que hoy no irás. —
Dije dejando el móvil encima de la cama, viendo cómo se ponía aquél jersey
que le regalamos en Navidad. Le quedaba perfecto, dejando ver algo de sus
clavículas, de donde caía una pequeña gota que había quedado después de
ducharse.

—Sólo un día. Uno. Nada más. —Estaba alterada, cogió su mochila y se la puso
al hombro, pero yo negué, poniéndome delante de ella.

—¿Dónde vas? —Se quedó mirándome a los ojos, porque no tenía ni idea de
dónde ir. —Hemos quedado todos, Troy y Keith son abogados, quizás puedan
ayudarte.1

—Terminaron la carrera el año pasado, eso no significa que...5

—¡Lo sé! Pero... Pero pueden decirte qué hacer, además, te vendrá bien ver a
los demás. —Bajé las manos que sujetaban sus brazos, sosteniéndole la mirada.

—Te quiero. —Me abrazó, escondiendo su rostro en mi cuello. Besé su


hombro, y pasé mis manos por su espalda, acariciándola, como si quisiese
tranquilizarla.2

—Vamos a desayunar con ellos, cielo, y mañana vuelves al trabajo si quieres,


¿sí? —Ella asintió soltando un suspiro, separándose de mi con la cabeza algo
gacha. —Todo se va a arreglar, confía en mí.5

—Confío en ti, claro que lo hago. —Sonrió un poco y tomó mi mano,


enlazando sus dedos con los míos. Lauren lo intentaba, intentaba confiar en
mí, intentaba creer que todo iba a salir bien, pero en su interior no lo pensaba.

Antes de salir, le coloqué algo mejor la bufanda, porque fuera estaba nevando.
Mi padre nos miraba desde la cocina con una taza de café, pero Lauren ni
siquiera se dio cuenta, y casi lo prefería.2
En el coche ninguna de las dos habló, y la verdad es que casi lo prefería. No
quería hablar de ese tema, no quería removerlo, porque cuando llegásemos a la
cafetería donde habíamos quedado, el tema volvería a salir. Mientras Lauren
conducía, yo la miraba mordisqueándome el labio inferior, algo intranquila
por lo que podría pasar en el desayuno.

Salimos del coche, y casi de forma instantánea me agarró de la mano,


enlazando de nuevo nuestros dedos. El vaho salía de nuestras bocas, con la
nieve cayendo fuerte y el cielo totalmente encapotado, parecía que el día iba
acorde con la situación.

Cuando Michael, desde lejos, vio a Lauren, se acercó rápido hasta a ella, y la
abrazó. Ella respondió al abrazo con la misma efusividad, sin decir nada.

—La vas a tener de vuelta, ¿eh? —Le dio un suave golpe en la mejilla,
señalándola después, y Lauren asintió esbozando una débil y tímida sonrisa.

—Oh dios, Lauren. —Dijo Ally, abriendo los brazos para abrazarse a Lauren
por la cintura, y Dinah y Normani la abrazaron por los lados.37

—Vamos dentro, será mejor que entremos cuanto antes. —Dijo Keith,
señalando la puerta de la cafetería, que aquella hora apenas tenía tres mesas
ocupadas.

Nos sentamos, Lauren a mi lado, que permanecía en silencio esperando a que


Troy y Keith hablaban. Habíamos pedido algunos chocolates, cafés y algunas
galletas para los chicos. Michael miraba esas galletas envasadas, que Troy
rompía para mojar en su café, e hizo una mueca.

—¿Sabes lo asquerosas que son esas galletas, Troy? —El chico frunció el ceño,
metiéndose la mitad en la boca con la mirada fija en Michael.
—No son asquerosas, están buenas. —Le respondió el rubio, provocando que
Michael rodase los ojos, negando.

—El caso, es que debería ser fácil recuperar a tu hermana. —Dijo Keith con
las manos puestas en su taza de café. —En teoría.

—¿En teoría? —Respondió Lauren alzando una ceja.

—En teoría. —Asintió Troy con la boca llena.13

—Lo que en principio deberías hacer es, buscar una casa donde podáis vivir
Rachel y tú, un sólo trabajo estable, y que os dé para vivir a ambas, buscar un
buen abogado y... Esperar a que acepten vuestro recurso.

—Hay varios problemas. —Dijo Lauren sonriendo levemente, mirando su taza


de café. —Cada local, cada persona, cada oficina de Toronto tiene mi
currículum y sólo me llaman de bares, o no sé, clubs que sólo pagan 300
dólares. Y, ¿de dónde cojones saco un abogado? —Nos quedamos en silencio,
y, bajo la mesa, agarré su mano con la mía, apretándola suavemente. Quería
que se tranquilizase, quería estar con ella, pero justo en ese momento tenía
que irme. Miré el reloj que colgaba en la pared de madera, y suspiré, dejando
mi taza de chocolate en la mesa.

—Lo siento, Lauren, pero... Tengo que irme. —Me levanté del asiento bajo la
mirada de los chicos, poniéndome el bolso al hombro. —Nos vemos esta tarde,
¿vale? —Lauren sonrió, y di un leve beso en su mejilla.2

—Hasta luego chicos. —Me despedí de los demás, dándole una suave caricia a
Lauren en la mejilla.

Salí de la cafetería, sintiendo de nuevo el frío congelar mi cara, provocando


que subiese un poco la bufanda para que tapase mi boca.
—Eh, eh, eh... —Escuché a mis espaldas. Lauren me tomó del brazo y me dio
la vuelta, dándome un beso tierno en los labios. Sonreí un poco, poniendo mis
manos en su cuello para seguirlo un poco más. —Luego iré a recogerte. Ten un
buen día. —Me dio un último beso más rápido, tosco y corto, con su mano en
mi nuca, y se separó. —Te quiero. —Sonrió, se dio la vuelta, y entró de nuevo
en la cafetería.42

*3

Ese día fue bastante triste, quizás porque Normani no estaba conmigo, o
también por todo lo que había pasado con Lauren. No sabía nada de ella
porque ni siquiera me dejaban coger el móvil en mitad de las guardias,
esperaba que me hubiese mandado algún mensaje. Estaba realmente
preocupada. Estaba en pediatría, y aquello era otro mundo. Me encantaban los
niños, sí, pero no paraba de pensar en Rachel, y en cómo y dónde estaría.
¿Habría llorado mucho? ¿La estarían tratando bien? ¿Podría Lauren
recuperarla?11

El caso era que, allí estaba, a la salida del hospital, con aquél uniforme de
prácticas azul, mis crocs blancos y el chaquetón encima mientras esperaba a
que llegase mi padre a recogerme. Lauren me dijo que no podía venir, era la
primera vez desde que nos besamos que no había venido a recogerme.5

El Mercedes Mayback negro de mi padre paró justo en la entrada, y bajó la


ventanilla, dejándolo ver dentro. Me apresuré hasta el coche, abriéndolo y
suspirando de alivio; tenía puesta la calefacción en el coche.1

—Hola papi. —Le di un beso en la mejilla, poniéndome luego el cinturón.


Puse los brazos en los reposabrazos de cuero beis, relajándome un poco.

—¿Cómo te fue el día?


—Bien, como siempre. —Nos quedamos en silencio un momento, pero yo iba
a estallar si no se lo decía. —Papá, sabes... Sabes lo que pasó con Lauren, ¿no?
—Asintió mientras giraba el volante.

—Me lo contó mamá.

—Bueno pues... Mira, necesita abogados para que le devuelvan a su hermana.


Necesita... Necesita que la ayudemos, papá. —Mi padre se quedó en silencio
mientras conducía. —Papá, por favor.

—No, Camila. —Tomó el desvío hacia nuestra urbanización, y negó de


nuevo.96

—Pero, ¿¡por qué papá!? —Me giré hacia él casi exaltada, y él ni siquiera
movió un músculo. —Respóndeme, vamos. Dime una razón por la que no
puedas ayudar a Lauren. —Mi padre paró el coche en cuanto entramos en la
cochera, escuchando el sonido de la persiana eléctrica bajarse.

—Porque no, Camila. ¿Cuánto lleváis juntas? ¿Un mes? —Dijo bajándose del
coche, y yo lo perseguí para subir las escaleras hasta el salón de casa.8

—Es que da igual cuánto llevemos juntas, papá. Da igual. —Dije poniéndome
delante de él cuando llegamos al salón. —Es una chica de veinte años que ha
perdido a su hermana. ¿Es que no tienes un poco de corazón? ¿¡Es que no se te
remueve nada por dentro al saber que la chica a la que quiero está sufriendo!?
—Mi padre no dijo nada, simplemente mantenía su mirada fija en mí. —Por
supuesto que no, si ni siquiera tienes corazón.47

*1

Lauren's POV

Miré los botones del lavaplatos, estaban rotos. Mierda, ¿cuándo algo en aquella
cocina me saldría bien? ¿Cuándo me saldría bien algo en la vida? De momento,
volví al trabajo, era lo único que me distraía y no me hacía pensar en todo lo
que tenía encima.4

Comencé a fregar los platos lo más rápido que pude, porque entraban y salían
rápido, y quería terminar antes. En aquella habitación de hotel me esperaba
una enorme cama, dios, ¡una cama! Parece mentira que pudiese tener algo tan
simple como eso. Yo quería reservar un par de noches en un hostal, era barato,
y tampoco quería abusar de Camila quedándome en su casa, así que me pagó
una semana en el hotel más caro de todo Toronto. Me negué, pero no me hizo
caso. Me dijo que me hacía falta, que necesitaba descansar, y que allí me
pondrían las tres comidas. No me contó cuanto le había costado, pero supongo
que para ella no era nada.

—Ah, joder... —Me miré la mano, de la que surgía una pequeña gota de
sangre. Había estado tan dispersa que me había cortado un poco con un
cuchillo.

—Lauren, necesitamos platos. —Dijo Ashley desde los fogones. Me agaché


para coger todos los platos, sintiendo una punzada de dolor en la espalda.

—Pase, por favor. —Escuché a mis espaldas la voz de Gregor. Caminé hasta la
mesa donde estaba Ashley y dejé allí los platos, volviendo a mi puesto con la
mirada en el suelo.

—Bonita cocina tenéis. Muy limpia. —Seguí pasando el estropajo por el plato,
que formaba espuma, mientras esa voz retumbaba en mi cabeza.

—Sí, tenemos mucho control con la limpieza. No hay nada que se pase por
alto. —Gregor pasó por mi lado, y se adentró en la cocina.

—¿Qué plato tenéis hoy? —Miré a aquél hombre de espaldas, y se giró para
quedar de perfil al lado de Michael que removía una sartén. Era Alejandro,
Alejandro Cabello, el padre de Camila.32
—Tortellini con ternera asada a fuego lento en reducción de su carne, con
salsa de nata y hierbabuena. —Dijo Major, el chef, removiendo una cazuela
con la mano.1

—Tiene buena pinta. —Respondió Alejandro, que salía de la cocina hablando


con Gregor, pero eso ya no lo podía llegar a escuchar.

Era bastante raro que el padre de mi novia apareciese en mi trabajo era un


tanto extraño. Sobre todo, después de que Camila me contase que había tenido
una discusión con él medio llorando, pero no me dijo por qué.

Solté un plato sobre el escurreplatos, y Gregor se acercó a mí algo apresurado.

—Lauren, te reclaman en la mesa cinco. —Fruncí el ceño secándome las


manos.

—¿Para qué? —Él cerró los ojos y se humedeció los labios, alzando una ceja.

—El señor Cabello te reclama. —Me miró la mano y arrugó la nariz. —Será
mejor que te pongas una tirita.

Con la tirita ya puesta, salí de la cocina con aquella camisa llena de manchas
amarillas y naranjas, las manos arrugadas por el agua y el pelo recogido, pero
alborotado. Al verme, Alejandro se levantó de la silla, y esbozó una sonrisa.

—Buenas noches, Lauren. —Dijo de forma seria, pero bastante afable.

—Buenas noches, señor Cabello. ¿Desea algo? —Alejandro asintió y señaló la


silla vacía frente a la suya.

—Sí, toma asiento.

Me senté frente a él y carraspeé un poco; aquél restaurante era excesivamente


elegante, y yo... Yo parecía estar vestida con trapos.17
—¿Qué te gustaría cenar, Lauren? —Preguntó poniéndome la carta en la
mesa, justo delante de mí.

—No lo sé, señor. No tenía pensado cenar ahora. —Alejandro se quedó


mirándome tan serio que creía que iba a matarme. —Pero pediré lo mismo
que usted.1

—Entonces pediremos esos tortellini de ternera. —Asentí, mirando a Frank, el


camarero, que no sabía muy bien qué hacía allí. —¿Te gusta el vino, Lauren?2

—No lo he probado mucho. —Miró a Frank y señaló mi copa, que rellenó


hasta poco menos de la mitad.

—Según comentaste, tienes otro trabajo, ¿no es cierto?

—Sí, señor, trabajo en un supermercado por las tardes o mañanas, según el día,
y por las noches aquí. —Él asintió levemente, entrecerrando los ojos.

—Cuéntame, ¿cómo te va? —Frank nos puso los platos de tortellini delante, y
la verdad es que sí, tenían buenísima pinta.5

—Bien, bien. Es bastante duro porque... Usted sabe, tener dos trabajos es un
poco duro.

—Mira, Lauren, voy a ser muy claro. —Cogió la copa con la mano. Me tembló
todo el cuerpo. ¿Qué había hecho ya? Seguro que querría matarme por
respirar al lado de su hija. —Mi hija me ha contado lo mucho que trabajas, y
por lo que he visto, no es mentira. Mi mujer me contó lo de tu hermana. —
Agaché la cabeza, removiendo un poco los tortellini, torciendo los labios. —
Así que, te propongo algo. No te voy a regalar un abogado, en absoluto. Nadie
nunca en este te va a regalar algo, vas a tener que trabajártelo tú. —Lo sabía,
por eso mismo no le había pedido ayuda a nadie. —Eres una buena chica, así
que te ofrezco algo. Tengo un puesto de comercial en mi oficina, para empezar
el lunes. Yo te conseguiré los abogados, y tú lo pagarás. Consígueme 40
clientes, 40 inversores, sólo 40 y tu deuda estará saldada. —Hice ademán de
hablar, pero él me cortó para seguir hablando. —Empiezas este lunes, cobrarás
unos 1,500 dólares. Horario de ocho de la mañana a dos de la tarde. —Se
metió un tortellini en la boca, saboreándolo lentamente. —¿Qué dices?82

—Acepto. —Dije sin pensarlo. Eso era muchísimo mejor que lo que cobraba
ahora, que apenas llegaba a los 800 dólares entre los dos trabajos. Vendería mi
alma si hiciese falta por cobrar eso y, además, tener un buen abogado.

—Genial, Lauren. Pero una cosa, —me señaló con el dedo y entrecerró los
ojos— ni se te ocurra pensar, ni por un segundo, que te contrato porque eres la
novia de mi hija. Te contrato porque harías cualquier cosa por sacar a tu
familia adelante, y yo sé muy bien lo que es eso.50

—No le defraudaré, señor Cabello. —Él tomó su copa, mirándome


directamente a los ojos.

—Más te vale.31

CAPÍTULO 35

Camila's POV14

—Odio las guardias de noche, menos mal que sólo nos quedan tres meses. —
Normani se colocaba el fonendoscopio en el cuello, mientras yo miraba cómo
los doctores hablaban en el pasillo entre ellos, mirando a ratos hacia nosotras.2
—Ojalá me diesen plaza en el hospital para el año que viene. —Me acerqué a
Normani, que se echaba una taza de café. —¿Tú crees que podría?

—Claro que sí, Camilita. —Dijo sonriendo, intentando imitar el acento


cubano de mi madre. —Si estás más entregada a este hospital que ellos
mismos.8

—¿De verdad? —Ambas nos quedamos mirando a los doctores desde la sala de
descanso.

—Oh, joder, que vienen, me voy a pediatría. —Dijo Normani apresurándose a


salir, mientras el doctor Hollis apareció, mirando cómo mi amiga había salido
escabulléndose como una sucia rata de cloaca para dejarme sola con él.16

—Qué aplicada la señorita Hamilton. —Dijo con tono sarcástico, y se giró


directamente hacia mí. —Y usted, señorita Cabello, ¿le apetecería atender
conmigo a una operación de apendicitis?

—¿Ahora? —Pregunté casi de forma automática. El doctor miró el reloj de la


pared, y asintió.

—Sí, son las dos de la mañana, ¿te parece tarde? ¿Es que tienes sueño?

—¡No! No señor, para nada. —Él se quedó en silencio, entrecerrando los ojos y
escudriñándome con la mirada. Soltó una risa. —Sólo me extrañó que me lo
pidiese a mí.

—No, me parece buen ejercicio para que aprendas. —Se metió las manos en
los bolsillos con el ceño fruncido. —Te espero en el quirófano seis en media
hora.24

La cabeza me iba demasiado rápido en ese momento como para pensar si


quiera en dónde estaba el quirófano seis. Bueno, que no cunda el
pánico, pensé, igual sólo quiere que vea de cerca cómo es la operación. Sí, sería
eso. Seguro que era eso, no podría ser otra cosa.18

Miré aquél traje de papel verde, tragué saliva y asentí para mis adentros. Todo
va a salir bien, Camila. O no. Sí, seguro que sí. Oh dios mío, ¿cómo iba a salir
bien? Lo único que había hecho en la universidad eran prácticas con cerdos,
cráneos de vaca y demás cosas así. Además de que eran animales, YA
ESTABAN MUERTOS, y si fallaba no había nada que perder. Pero aquí era
una persona real, una vida.3

—Vamos, Cabello, adentro. —El doctor Hollis casi me empujó con él, dentro
del quirófano. Oh, ya entendía por qué me llamaba; porque faltaban personal.

—Oh, mmh, ¿podré mirar desde detrás? Será un honor. —Dije colocándome
algo mejor la mascarilla. A través de sus gafas, que se dejaban ver en medio de
la mascarilla y el gorro, Hollis frunció el ceño.

—¿Mirar desde detrás? —Soltó una risa y me colocó justo frente al abdomen
del paciente. —Es una operación de apendicitis, Cabello.6

—Pero la vida del paciente... —Él soltó una risa de nuevo, y señaló el bisturí
que me ofrecía la otra chica.

—Cabello, es una operación de apendicitis, no una operación a corazón


abierto. No corre peligro. —Me quedé mirándolo paralizada, sin saber cómo
reaccionar. —Cabello, hazle la maldita incisión ya al paciente o sí que se va a
morir.

—Vale, lo siento. —Tomé el bisturí y tragué saliva, acercándome al trozo de


abdomen que quedaba descubierto.

—Palpa la zona. —Dijo el doctor Hollis a mi lado. Puse mis dedos sobre el
abdomen, palpándolo lentamente y con detenimiento, hasta encontrar dónde
estaba. Parpadeé un momento, y sentí cómo el calor me abrasaba dentro de
aquél traje. Iba a morirme. Era peor que los nervios por el trabajo de fin de
grado de la universidad. Hundí lentamente el bisturí, abriendo la piel unos
centímetros, y miré al doctor de nuevo. —Toma, seca eso. —Cogí las gasas y
sequé la poca sangre que salía. —¿Sabes cómo va eso? Ve quemando
lentamente las capas de grasa.

No sé, pero lo hice. Hice todo lo que me pedía, exactamente cómo lo pedía.
Abrí allí, cosí el extremo, corté el apéndice, con la mirada del doctor Hollis
fija en mis manos. Iba más lenta que un cirujano, era normal, yo ni siquiera
tenía el título de medicina, pero con lo que me iba diciendo, guiando, lo
conseguía.

Cuando conseguí extirpar el apéndice, fui cosiendo, lentamente, sin cometer


errores, hasta hacer la sutura final.

Escuché que el doctor me decía algo, pero yo salí de allí con una gran sonrisa.
¿¡Acababa de hacer mi primera operación!? Bueno sí, era de apendicitis, pero
era mi primera operación y ni siquiera había acabado la carrera. ¿Qué podría
llegar a hacer cuando fuese residente? ¿O cuando llegase a ser doctora de
verdad? Después de eso, había llegado a una conclusión de lo que quería ser;
cirujana. ¿Pero de qué? ¿Cuál quería que fuese mi especialidad?12

No sabía dónde estaba Normani, pero era la hora de irme. Estaba tan
emocionada por contarle aquello a Lauren al día siguiente, que ni siquiera
podía esperar, estaba incluso nerviosa.

Al salir, Lauren estaba en el hall del hospital, dando vueltas algo nerviosa, yo
salí corriendo hacia ella, y ella salió corriendo hacia mí.

—¡Camila! ¡Tu padre!

—¿¡Qué le ha pasado a mi padre!? —Grité preocupada.19


—¡Me ha dado trabajo y un abogado! ¡Me ha dado trabajo! —Respiré
tranquila, y entonces esbocé una gran sonrisa y me abalancé a sus brazos,
estaba tan feliz. Mi padre me había dicho que no, porque iba a darle mucho
más que eso. Además, ahora Lauren tenía un trabajo mejor, o eso creía.20

—¡Dios mío, Lauren! —La tomé de las manos mirándola sonreír, con los ojos
brillantes. Noté que tenía una tirita en el dedo, y que su camiseta estaba
manchada y ajada; no se había cambiado siquiera. —Necesito que me lo
cuentes todo, ¡todo! —Dije emocionada, abrazándome fuerte a ella.

Sugerí que fuésemos a su hotel, aquellos —10 grados en Toronto no me daban


ganas de quedarme en su coche, hablando con la calefacción puesta. Más bien
me daban ganas de cenar, acurrucarme a su lado, y que me contase todo lo que
había pasado.11

Entramos en la habitación, y antes de que pudiese quitarme el chaquetón, me


contó que mi padre la había invitado a cenar en su propio restaurante, y que le
había ofrecido un puesto de comercial bien pagado, y a cambio de que
consiguiese 40 inversores, él le ofrecería los servicios de su mejor abogado.

—Mi padre me dijo que no, que no iba a darte un abogado. —Dije quitándome
el chaquetón, dejándolo en la silla de aquél escritorio.

—No sé, Camila, me dijo que no iba a darme un abogado así como así, porque
nadie en este mundo le van a regalar nada. —Me puse las manos en la boca y
me acerqué a ella, que estaba sentada en la cama.

—No vas a estar cansada, ni vas a tener heridas, ni vas a tener horarios de
dieciséis horas diarias, y no voy a estar preocupada por ti, ni por tu salud ni...
—Suspiré cogiéndola de las mejillas, uniendo nuestros labios para darle un
beso tierno, suave, algo más despreocupado. Me eché un poco más encima de
Lauren, sintiendo sus manos sobre la parte trasera de mis muslos, hasta que
escuchamos dos golpecitos en la puerta.

—Servicio de habitaciones.20

—Ese maldito sushi... —Murmuré contra sus labios, levantándome para abrir
la puerta. Cogí la bandeja con una enorme sonrisa, y la cerré en cuanto el
chico desapareció. Me giré hacia ella, que cogió el pequeño paquete de sushi
recién hecho.1

—¿Te he dicho lo preciosa y adorable que estás con ese uniforme? —Bajé la
cabeza, mirando aquella camiseta de manga corta, con el cuello de pico, y mis
crocs que ese día eran verdes.12

—¿Cómo puedes pensar eso? —Dije pasándome un mechón de pelo tras la


oreja.

—Porque me parece interesante tu trabajo. —Me tomó de las manos y dio un


beso en el dorso, ladeando la cabeza. —¿Qué tal ha ido tu día? —Por un
momento se me había olvidado lo maravilloso que había sido mi día.1

—Hoy... Hoy hice mi primera operación. —Dije con una gran sonrisa, y
Lauren abrió los ojos, levantándose rápido de la cama.

—¿¡Hablas en serio!? —Asentí rápidamente sin que la sonrisa se me borrase


del rostro. —¡Dios mío, Camila, felicidades! —Me cogió en brazos por los
muslos, sin ningún esfuerzo, dándome besos por toda la cara mientras yo reía.
—¿Por qué no lo dijiste antes?23

—¡No sé! Es más importante lo tuyo, y me hacía tan feliz que por fin tuvieses
un trabajo que... —Suspiré sonriendo, agarrándome a su cuello con una
sonrisa. —Que se me olvidó decírtelo.

—No es más importante que lo mío.


No pude remediarlo, y la besé, la besé lento y profundo, hasta que llegó un
momento en que nuestros besos eran hambrientos, y las manos de Lauren no
se quedaron en mis muslos. Una subió bajo el jersey de mi uniforme azul, y se
sentó en la cama conmigo encima.

—Cielo, ¿no deberías cenar primero...? —Dije jadeante al separarme de sus


labios, y ella frunció el ceño.11

—¿Hablas en serio? —Solté una risa y negué, echándome encima de ella.

—No.

Lauren se puso encima de mí, y me desnudó con la mirada, y poco después


con las manos, lentamente, dejando mi ropa en el suelo, al igual que la suya
después. No podía acostumbrarme a eso de tenerla encima, con medio cuerpo
sobre el mío, una mano acariciando mi pelo, y la otra la cara interior de mi
muslo, pegando contra mi ropa interior. Estaba muy sensible, así que, en
cuanto noté cómo me acariciaba por encima de la tela, supe que podría sentir
lo mucho que la necesitaba por la humedad de mi ropa interior.1

Me encantaba la forma en que lo hacía Lauren. Se puso entre mis piernas y


comenzó a besar mis muslos, tan lento que desesperaba. Su dedo presionaba
mi zona más sensible formando círculos, casi haciéndome temblar. Eso era una
de las cosas que adoraba de Lauren, o del sexo con una chica, pero con ella era
distinto. Esto no era una maniobra para tenerme lubricada y poder entrar
mejor, esto, era porque quería que yo disfrutase al máximo.15

Noté su boca chupando por encima de la tela, la lengua retorciéndose contra


ella, sentí sus manos aferrándose a mis muslos, bajando la última prenda que
me quedaba para dejarme totalmente desnuda delante de ella. En cuanto su
lengua me tocó, yo ya estaba desarmada. Lauren sabía dónde estaba lo que
tenía que tocar, y cómo tenía que tocarlo, pero además lo hacía
maravillosamente bien. Gemí, y gemí fuerte, llevando una mano a su pelo para
que no se separase más.13

—¿Te gusta eso, huh? —Daba pequeñas puntadas con su lengua y luego la
retiraba, provocándome.25

—Shhh... Con la boca llena no se habla, mi amor... —Enredé la mano en su


pelo y pegué su cara contra mí, haciendo que fuese incluso más rápido.154

Pero lo que hizo entonces provocó que estallase en mil sensaciones a la vez,
como si tuviese micro—explosiones por todo el cuerpo, una tras otra, con
espasmos en las piernas y el abdomen.

Lauren, mientras succionaba mi sexo, hundió dos dedos en mi entrada,


comenzando a moverlos rápido dentro y fuera. Arqueé la espalda y moví las
caderas para crear más fricción entre su boca y mi sexo; iba a estallar, y Lauren
lo sabía. Sopló un poco sobre mi clítoris hinchado, y volvió a hacerlo suyo, sin
dejar que su mano se parase. Ni siquiera necesitaba que sus dedos fuesen muy
profundo, pero iban tan rápido que colapsé. Solté un gemido gutural,
levantando la espalda de la cama, con la mano en su cabeza para que, aunque
hubiese llegado, ella siguiese ahí un poco más.2

—Cómo es posible... —Dije aún jadeante, pasándome las manos por la cara.
Lauren se incorporó, tumbándose a mi lado, y con las fuerzas que me
quedaban, me coloqué justo encima de ella. —Si es la tercera vez que lo
haces...1

—Por eso no aguanto casi nada, ¿no crees? —Me acomodé entre sus piernas,
haciendo que su sexo chocase con el mío e hiciese contacto. Antes de empezar
a moverme, la tomé de la mano y cogí la gomilla negra, haciéndome una
coleta para sujetar el pelo. —Wow, te recoges el pelo...85
—Esto no es una peli porno, molesta un poco... —Asomé la lengua entre mis
dientes comenzando a moverme despacio, y las manos de Lauren fueron
directamente a mi trasero. No era igual que como Lauren lo hacía. Ella se
echaba encima de mí y me embestía fuerte, pero yo permanecía erguida,
mirándola desde arriba, moviendo las caderas con lentitud y sensualidad.70

Sus manos acariciaron mis muslos, apretándome, haciéndome sentir que sólo
en ese momento le pertenecía a ella. No era posesiva, pero con respecto al
sexo, me hacía sentir que era suya. Lauren también movía las caderas contra
mí, así que aumentaba la fricción. Cada vez iba más rápido, y apoyé las manos
en su abdomen para poder tener un sitio dónde agarrarme. Entonces, aquella
postura fue perfecta. Noté sus manos apretándome las nalgas, noté sus jadeos
en mi boca, y luego, me dio con la palma de la mano en el culo para que fuese
aún más rápido.67

—Vamos, Camzzi... —Gruñó contra mi boca, y segundos después llegó a su


orgasmo, y yo, por escucharla, por sentirla, por el placer, llegué al mío.18

*4

Lauren yacía recostada con la cabeza en el cabecero de la cama, acolchado de


cuero blanco, y yo, mientras, estaba sentada sobre su regazo, haciendo figuras
sin sentido en su abdomen.

—¿Cómo fue tu operación? —Preguntó Lauren cogiendo la bandeja de sushi,


cogiendo nigiri de salmón, y se lo llevó a la boca.5

—Fue de apendicitis. —Arrugué la nariz y ladeé la cabeza. —No es gran cosa,


pero, bueno, por algo se empieza.

—¿Qué no es gran cosa? —Dijo ella tomando nigiri de atún con los palillos,
acercándomelo a los labios. —A mí una herida que requiera puntos de sutura,
ya me parece gran cosa. —Reí con la boca llena, y me puse la mano en los
labios para que no se me viese.2

—Mmh... Lo hice yo sola, es raro, el doctor Hollis me estuvo guiando todo el


rato, pero lo conseguí. —Lauren me miró con una sonrisa tierna, y asintió,
estirando su mano hacia mi mejilla.

—Estoy muy orgullosa de ti. —Tomé su mano y di un beso en la palma.

—¿Sabes qué deberíamos hacer mañana?

—No sé tú, pero yo... Necesito ir a comprarme algo de ropa. —Murmuró y yo


asentí, pegando su cuerpo al mío, pasando mis brazos tras su cuello.27

—Eso es justo lo que iba a decir.

CAPÍTULO 36

Sweater Weather - The Neighbourhood 57

Camila's POV8

—Bueno, el hecho de que hayas aceptado tener sexo conmigo toda sudorosa y
asquerosa, le da una buena base a nuestra relación. —La miré desde la puerta
del baño con el ceño fruncido. Llevaba puesto sólo los jeans, sin camiseta,
mirándose en el espejo.
—Me gustas más cuando estás duchada, sin ánimo de ofender. —Pasé la mano
por su espalda y di un beso en su brazo, mientras Lauren se recogía el pelo con
aquella gomilla que yo le había quitado la noche anterior.1

—No ofendes. —Sonrió a través del espejo mientras se colocaba el sujetador.


—¿Por qué te da tanta vergüenza que te vea desnuda? Si ya hemos...

—No lo sé, Lauren. —Suspiré, cruzándome de brazos y apartándome un poco.

—Eh, está bien, era sólo una pregunta. —Arrugó las cejas y tomó aquél
desodorante nuevo, girando el tapón. Nos quedamos en silencio mientras
Lauren se arreglaba y se echaba ese desodorante.

—Oye, Lauren, ¿puedo preguntarte algo? —Ella levantó la mirada con la


camiseta entre las manos.

—Claro. —Se aireó el pelo con las manos, echándoselo a un lado, y me miró
de nuevo a través del espejo.

—¿Te gustaría más si tuviese más... Pechos? —Lauren se irguió un poco y se


giró rápidamente, ladeando la cabeza.51

—¿Qué dices, Camila?1

—No sé... Mis parejas siempre me han dicho que estaría mejor con más... O—
O han hecho bromas sobre...71

—No. —Me cortó Lauren, negando rápidamente. —¿De verdad piensas que
me importa lo más mínimo el tamaño de tus pechos, Camila? No soy cualquier
tipo, no soy cualquiera. —Sus ojos se clavaron en mí, quedándose en silencio
durante unos segundos. —No soy alguien que quiere tenerte por sexo, o que
sólo quiere tener novia para tener alguien con quién acostarse. Yo no voy a
mirarte a los pechos mientras me hablas, yo sólo quiero que me quieras.
Necesito tu cariño, no unos pechos más grandes. —Pasó un mechón de pelo
tras mi oreja y besó mi frente, abrazándome luego contra ella. Olí aquél
maravilloso aroma a jabón de hotel, a limpio y fresco, a un toque de limón.
Enganché mis manos en su espalda, justo en el broche de su sujetador.33

Entonces recordé que Lauren era Lauren, y por qué me enamoré de ella,
porque era simple, era transparente, era inocente. No tenía ni una pizca de
maldad en su interior, a veces parecía incluso infantil.16

Acarició mi pelo un poco, y se separó para besarme la mejilla.

—Voy a matar a todos los que te hicieron sentir así. —Dijo Lauren con el ceño
fruncido. Se separó y cogió la camiseta negra roída por los bordes,
enfundándosela.11

—No eres capaz ni de matar a una mosca. —Lauren asintió riendo, saliendo
conmigo del baño.20

—Tienes toda la razón.

*1

Lauren's POV

Camila adoraaaaaba las compras. Yo... Yo no sabía si las adoraba o no, porque
no había tenido nunca la oportunidad de salir de compras de aquella forma.
Pero en cuanto rebasamos las 5 horas en el centro comercial, entendí que no,
que lo odiaba. No me dolían los pies, porque estaba acostumbrada de trabajar
en el restaurante y el supermercado, pero estaba cansada y tenía sed. Así que,
después de comprarme como mil bolsas de ropa, Camila y yo nos sentamos en
una cafetería del centro comercial.30

—Así que... Esto es lo que hacen las parejas de verdad. —Dije yo, colocándole
la pajita a mi batido.
—Sí... —Carraspeó alzando las cejas para mirar a otro lado. —¿Te ha gustado
salir de tiendas?

—¿Quieres que te sea sincera? —Camila alzó las cejas y asintió mientras bebía
del batido. —No, no me ha gustado nada.4

—Bueno, no importa, sigo teniendo a Dinah, Normani y Ally.15

Después de eso, Camila me llevó a su casa. Estaba nerviosa por encontrarme a


su padre, que ahora era mi jefe, pero me dijo que no estaba en casa, que estaba
de viaje de negocios en Montreal.

—¿Quieres algo, Lauren? ¿Un café, un batido, un té, un refresco? —


Preguntaba Sinu con las manos cogidas a la altura de su pecho, mirándome
con preocupación.21

—No, gracias. —Sonreí amablemente, observando cómo Camila se acercaba a


Sofi, que estudiaba en la mesa de cristal situada en un rincón del salón.

—¿Y de comer? ¿Galletas, un bocadillo, un gofre, un perrito, un trozo de


pizza...? —Volví a sonreír negando.27

—No, gracias, señora Cabello, he comido con Camila antes de venir.11

—Oh, entonces perfecto.

Fijé mi vista en Camila, que fruncía el ceño mirando a su hermana, que hacía
los deberes y se rascaba la cabeza con el lápiz.

—A ver si Lauren lo sabe. —Le dijo acariciándole un poco el pelo. —Lauren,


¿puedes venir? —Me miró con una pequeña mueca.

Me acerqué, sacándome las manos de los bolsillos.

—Mira, es que mi hermana tiene una duda, pero yo no sé de qué está


hablando, y pensé que tú sí lo sabrías. —Sofi me miró asintiendo con el ceño
fruncido. —A ver, Sofi, pregúntale a Lauren. —Me apoyé en la mesa y crucé
los brazos.

—Pues es que no entiendo qué es esto. —Señaló su libro de literatura. En


negrita ponían 'juglares y trovadores'. —¿Sabes tú qué es? —Camila le
acariciaba el pelo a su hermana, mirándola con una pequeña sonrisa. —Mi
amiga Brandy dice que son lo mismo.44

—Eh... Sí, claro. Pero no, no son lo mismo. Verás... —Me aclaré la voz,
intentando encontrar las palabras para expresarme mejor. —En la Edad Media,
la gente no sabía escribir, ¿sabes? Entonces, para enseñarles cosas a la gente,
tenían que contárselo, como yo estoy haciendo ahora contigo. Los trovadores
hacían eso, creaban ellos mismos canciones y las cantaban en las Cortes, que
era la casa del Rey, para enseñarles historias, o cosas con las que pudiesen
aprender. Los juglares también cantaban, pero ellos no hacían las canciones, y
no cantaban con el Rey, lo hacían en las plazas de las ciudades, para la gente
normal que no sabía leer y entretenerles. —Sofi escribía con la lengua fuera,
apretando el lápiz fuerte en su libreta. Camila me miró con una sonrisa y el
ceño fruncido.43

—Vale... Gracias Lauren.

Camila se enganchó a mi brazo mientras subíamos las escaleras hacia la


primera planta, donde estaba su habitación.

—Vaya, cuánto sabes. —Solté una risa algo irónica, entrando en su cuarto.

—No te burles. —Dije sentándome en la cama, viendo todas las bolsas con mi
ropa, y algunas que se había comprado Camila.

—No me burlaba. Es verdad. —Ella entrecerró los ojos al mirarme, algo


molesta por mi comentario. —Yo no sabía esas cosas. —Se miró frente al
espejo de su tocador, metiendo las manos bajo su jersey. —¿Por qué piensas
que me burlo? —Dijo con una mueca en su cara mientras se quitaba el
sujetador.

—Porque... Mírate. Has hecho tu primera operación y sigues en la


universidad. Los médicos salváis vidas, y yo... —Me reí al tan sólo pensarlo. —
Yo sólo leo libros, sé sobre... No sé, sobre la literatura en la Edad Media,
escribo historias, o hago cosas que no sirven para nada. —Camila me miraba, y
comenzó a negar lentamente.

—¿Cómo puedes tener una mente tan abierta, pero estar tan ciega? —Se
acercó a mí y se sentó a mi lado, mirando al frente. —El otro día mi padre me
pilló llorando.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasó? —Dije preocupada, girando mi cuerpo hacia
ella.

—Porque estaba leyendo el libro que me diste. Podía sentir el dolor de la


protagonista, y cómo se sentía. Podía sentir cada palabra. —Se rio y volvió a
mirarme. —Tú haces que la gente sienta. Haces que la gente salga de su vida
de mierda y se meta por completo en una historia, y eso sí que es difícil.70

—No lo es... —Repliqué yo.

—¡Sí lo es! Pero tú no lo ves, porque lo tuyo es innato, Lauren. —Dijo


humedeciéndose los labios. —Cualquiera puede aprenderse un montón de
términos y hacer suturas y operaciones con esfuerzo, pero nadie, ni con todo
el esfuerzo del mundo, puede aprender a hacer sentir.49

*1

Dinah's POV14

Me coloqué mejor el bolso en el hombro y caminé distraída, con la cabeza


llena de pensamientos sobre aquella guardia en el hospital. Doblé la esquina de
la calle que colindaba con la antigua cafetería en la que trabajaba Camila, y el
restaurante donde solíamos comer al medio día. Iba mirando el móvil, y es que
ni siquiera tenía un respiro para mí, porque Nela ya me preguntaba dónde
estaba. Respondí casi sin ganas, y era extraño. No quería verle, no tenía ganas.
No quería darle explicaciones de todo lo que había hecho aquél día, de si había
algún médico en prácticas nuevo, pero lo último que quería era que me p...13

Escuché unas voces, un alboroto, así que levanté la cabeza saliendo de mis
pensamientos.

—Eh, Pennywise, ¿qué tal la función de hoy? —Un grupo de chicas estaban
apoyadas en un coche con latas de cerveza en la mano. —¿Has matado a
alguien o qué? —Se lo estaban diciendo a Michael, que se colocaba la mochila
al hombro sin decir nada. Le estaban insultando.1

—Déjame en paz de una maldita vez. —Dijo mirando a la chica. —¿Es que no
tenéis vida? —Se defendió algo molesto, mirando a las chicas. Unos chicos
salieron detrás del coche, estaban ahí pero Michael ni siquiera los había dicho.

—¿Qué coño le has dicho a mi novia? —Michael caminó unos pasos hacia
atrás. —Con las chicas sí que tienes huevos de defenderte, pero conmigo no.
Vamos. —Empujó a Michael contra la pared, pero su mochila amortiguó el
impacto. —¡¡VAMOS!! —Aunque era más alto que él, lo cogió por la sudadera
y lo puso de puntillas, zarandeándolo contra el muro. Michael lo empujó con
fuerza y consiguió salir corriendo de allí. Yo estaba en shock, horrorizada y
con las manos temblorosas.

Tardé unos segundos en reaccionar, pero pasé por delante del grupo
caminando rápido para seguir la pista del chico. La perdí por un momento,
hasta que giré en un callejón que debía ser la parte trasera de un restaurante
chino. Michael estaba de espaldas, sin saber que yo estaba allí; respiraba con
dificultad y lloraba a la vez.

—Michael, Michael. —Me acerqué a él, que se dio la vuelta rápidamente al


escucharme. Estaba sudando, y tragaba saliva constantemente. Puse la mano
en su pecho, y noté cómo su corazón casi iba a salirse de la pared torácica. —
Estás teniendo un ataque de ansiedad. —Dije en voz baja, y él asintió tan
rápido como me escuchó. —Mírame, Michael, fíjate en mis ojos. Ahora,
concéntrate en tu respiración. ¿Sí? Vamos a respirar los dos juntos. —Guie su
respiración haciendo lo mismo que él, tomando una gran bocanada de aire, y
soltándolo despacio. Así, hasta que él se tranquilizó, lo que fueron varios
minutos. Él se quedó mirándome paralizado unos segundos y tragó saliva.2

—Lo siento. —Dijo en un hilo de voz grave y rasgada, apartándose de mí.

—No, toma. —Rebusqué en mi bolso y saqué una botella de agua pequeña,


dándosela a él. —¿Estás mejor? —Pregunté mientras engullía el agua hasta
dejarla casi por el final.

—Sí, perdón. —Se disculpó por haberse bebido la botella entera. Retiró la
mirada de mis ojos y se giró, pasándose una mano por el pelo algo nervioso. —
Perdón. —Volvió a decir.

—Michael. —Lo llamé, pero él no me hizo caso. Seguía confundido, y con una
lágrima cayendo por su mejilla. —Mike. —Él se sentó en una esquina, con su
mochila en el suelo, y yo me senté a su lado. —¿Qué te ocurre?

—No soy bueno para... Para el mundo. —Dijo con la voz entrecortada,
girándose a mirarme.

—Sí que lo eres. —Él negó rompiendo a llorar, levantándose del suelo.
—No. No lo soy. —Se limpió las lágrimas con rabia. —Las palabras son sólo
palabras, y he oído bastantes como esas. Me dicen que 'debo quererme a mí
mismo', sí, ¿y cómo lo hago? —Al levantarme, él quedó frente a mí con los
ojos llorosos. —Sólo necesito a alguien. —Dijo con la voz más débil, apretando
los labios. —Pero no hay nadie para mí.28

—Hay alguien para todo el mundo, Michael. —Él se giró negando, pasándose
las manos por la nuca. —Eres un chico maravilloso que cualquier chica
desearía tener.2

—¿Sí? —Soltó una suave y triste risa, girándose hacia mí con un rostro de
dolor. —Por eso me miran por la calle y se ríen, ¿verdad?

—Yo nunca me he reído de ti. —Repliqué.

—Porque tú eres diferente. Y por eso me... —Se quedó en silencio, girándose
hacia mí. —Por eso me cuesta creer que haya más como tú. —Asintió
levemente y miró al suelo con una mueca.

—Deberías salir más con nosotros, Michael. —Le dije alzando mi mano para
darle un pequeño apretón en su mejilla con una sonrisa. —Entenderías que no
todo el mundo es así.

—Las veces que salgo me quedo sólo en la barra porque todos vais en parejas.
—Hizo una mueca y tomó su mochila, poniéndosela al hombro.

—Te acompañaré yo.44

CAPÍTULO 37
}Lauren's POV11

7:45 de la mañana. Eso marcaba el reloj que colgaba en la pared de la oficina.


La jornada empezaba a las 8, pero yo llevaba allí desde las 7:30. Estaba
nerviosa. Apenas había dormido aquella noche, incluso pedí en el servicio de
habitaciones algo de sushi porque en plena madrugada me dio hambre. Estaba
ansiosa por empezar.6

La recepcionista carraspeó.

—¿Quieres algo, cielo? —Había estado parada durante unos segundos delante
de ella sin decir nada, qué inútil.

—Oh, sí, uhm, soy nueva en la oficina, venía a recoger mi acreditación. —Ella
sonrió amablemente y se bajó aquellas gafas violetas que colgaban de su cuello.

—Dame tu DNI.88

Tras unos minutos tecleando, la recepcionista se dio la vuelta y de una gran


impresora de su espalda sacó una tarjeta de color rosa y verde. Era bastante
bonita. Tenía serigrafiado mi nombre en plateado y un número de serie con
mi foto a un lado.

—Tienes que pasar la tarjeta por el puesto de control al entrar y al salir. No lo


olvides, o contará como día no trabajado.

Entré en la oficina, en el puesto donde el encargado de mi sección me señaló.


No estaba Alejandro por ahí, y casi lo agradecía. Temía encontrármelo por el
pasillo y que se volviese algo incómodo, porque lo veía en su casa como una
persona normal, y ahora era mi jefe.
—Toma esto. —Jeff, el encargado me dio una guía de teléfonos bastante
gruesa y extensa de color amarillo. —Aquí tienes todos y cada uno de los
teléfonos de los posibles clientes que podríamos tener. Llama uno a uno,
ofréceles nuestros servicios, véndelo bien. A final del mes, el comercial que
más venda, tendrá una buena recompensa. —Esperaba que fuese monetaria,
me daban igual fiestas, o coronarme como empleada del mes.5

Me senté en la mesa de mi escritorio, que estaba cubierta por tres lados por
dos paneles blancos, era básicamente un cubículo donde trabajar. Suspiré y
cogí el teléfono; no, no era de esos modernos. Era de un tono amarillento, con
el cable rizado y unas grandes teclas, pero no estaba mal. Era bastante retro, y
eso me gustaba. Aunque en comparación con el ordenador que tenía en la
mesa, era una antigualla.

Abrí la guía y miré el primer número. Lo marqué rápidamente y me llevé el


teléfono a la oreja, jugando con el teléfono entre mis dedos. Dio la llamada, un
tono. Estaba empezando a ponerme nerviosa. Dos tonos, oh dios. ¿Qué iba a
decirle a la persona que cogiese el teléfono?2

—¿Sí? —Justo en ese momento, mi bolígrafo salió disparado de la mesa,


rebotando contra la pantalla del ordenador.26

—Oh dios. Mmh... Buenos días. ¿Le pillo en buen momento? —Dije tomando
de nuevo el bolígrafo entre mis dedos.5

—Sí, claro. ¿Quién eres?

—Soy... Mi nombre es Lauren. Me llamo Lauren. —Carraspeé al escuchar a


aquél hombre. —¿Está teniendo un buen día?

—Bueno, acaba de empezar, pero acabo de tomarme un capuccino, así que va


bien.
—Oh, eso es genial. Me encanta el capuccino. Yo... Yo tengo aquí un par de
cosas que podrían hacer mejor su día, señor... —Miré el nombre del número
de teléfono. —Fanieri.

—¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles?

—He leído por ahí que usted tiene un restaurante maravilloso en Montreal.
¿Es cierto? Es decir, debe tener al menos una estrella Michelin.

—No, aún no tengo ninguna estrella Michelin. —Tragué saliva al escuchar


aquello.

—Pues, puede que le guste esto que voy a contarle. Mi novia me llevó a cenar
a un restaurante increíble, que resultó tener tres estrellas Michelin, y wow.
Cené un filete de dorada a la sal que aún sigo recordando. —Solté una risa al
decirlo. —El caso es que, ahora trabajo para la empresa que distribuye ese
pescado, ¿sabe? Querría saber si tiene un proveedor de pescado o congelados, y
si lo tiene, estoy segura de que nosotros podríamos rebajar el precio de su
proveedor actual.

—¿En serio piensas que voy a creerme eso? —Me reí negando, mordiéndome
el labio.

—Señor, es mi primer día de trabajo, he estado trabajando descargando cajas


de pescado y latas en conserva, y fregando platos cuatro años, ¿usted de verdad
cree que tendría la necesidad de engañarle así?

—¿Cuánto te costó ese filete de dorada en el restaurante? —Me recosté un


poco en mi silla, jugando con el cable del teléfono.3

—Lo pagó mi novia, pero creo que fueron unos treinta dólares,
aproximadamente. —Alcé la mirada al techo. —En otros restaurantes que ni
siquiera tienen estrellas Michelin y no están provistos por nosotros, cuesta
unos cuarenta dólares. —Se quedó en silencio, y apreté el botón del bolígrafo
un par de veces. —Si quiere, puede hacer un primer pedido para un servicio
de cenas, y si no le convence, no habrá contrato y podrá irse, ¿qué le parece?

—Hecho, Lauren. —Sonreí al escuchar su voz.

—Perfecto, señor Fanieri, mi compañera le tomará los datos y confirmará su


pedido, ¿de acuerdo?98

*1

Camila's POV

—¿Estás segura de que tienes la suficiente formación? —Cogí la jeringuilla de


la anestesia y miré a aquél hombre, que tenía la mano puesta en la ceja con
una gasa; se había partido la ceja después de una pelea.

—Claro que sí, señor. —Me acerqué a él y le quité la gasa llena de sangre,
inyectando luego la anestesia. Él gruñó de dolor, y yo me separé, cogiendo el
algodón y el alcohol. —No estaría aquí si el doctor no me viese con la
capacidad suficiente, ¿no cree?2

—Los médicos no siempre llevan la razón. —Terminé de desinfectar la herida


y cogí el hilo y la aguja.

—No me importa que se queje, pero, ¿podría no moverse? Entonces sí que


podría hacerle daño. —Dije con amabilidad. Él resopló, y comencé a suturar
su herida lentamente. Podría clavarle aquella aguja en el ojo de lo irritante que
era.10

—Las mujeres no deberíais hacer estas cosas, ¿sabes? —Decía con la cabeza
ladeada mientras yo cosía. —Os ponéis paranoicas, nerviosas con todo, a saber
si vas a hacerme algo con esa aguja si te enfadas. Además, ¿y si tu novio se
pone celoso si te miran las tetas? —Comenzó a reírse, y apreté el punto que le
acababa de hacer con rabia; quería matarlo. —Seguro que tu novio no te folla
lo suficiente, y por eso estás así. —Corté el último punto y, él estaba tan
concentrado diciéndome groserías que no se había dado cuenta de que el
doctor Hollis hacía un buen rato que había entrado en la sala. Me quité los
guantes, y me acerqué a él agachándome un poco.53

—Tengo novia. —Me giré hacia el doctor Hollis con la mandíbula apretada.
—Listo, doctor Hollis. —Al pasar por su lado, él me rozó con su brazo.3

—Vete a casa.

Y eso hice, me fui. Estaba tan enfadada, que sólo me apetecía darle puñetazos
a aquél tipo hasta que me sangrasen las manos. Pero no, en cuanto miré el
móvil, supe que no haría nada en mi casa. Lauren y las chicas estaban en una
cafetería cercana, tomando algo. Quería contarles todo lo que había pasado, y
mi rabia, pero cuando llegué allí todo se pasó.

Estaban sentados en una mesa, Lauren, Dinah, Troy, Ally y Normani. Pero
Normani estaba llorando y había un montón de pañuelos por la mesa.

—Hey, ¿qué ha pasado? —Pregunté sentándome al lado de Lauren. Le di un


beso rápido en los labios, poniendo una mano en su muslo.

—Lo ha dejado con Keith. Bueno...

—¡Él me ha dejado! Dilo bien, Lauren, me ha dejado por una maldita zorra
blanca. —Abrí los ojos y la boca a la vez.43

—Oh, madre mía, cariño, lo siento. —Tomé su mano por encima de la mesa, y
ella me miró negando.2

—¿Te puedes creer que me haya dejado por otra? —Dijo entre lágrimas,
limpiándose las ojeras con el pañuelo.
—No. —Respondió Lauren de inmediato, y giré el cuello de inmediato para
mirarla. —E—Es decir, Normani es maravillosa, es... Es una gran mujer.

—Lauren... —Normani miró a Lauren con un puchero y ladeó la cabeza. —


¿Tú piensas que soy guapa?54

—Vale... —Lauren soltó un suspiro y se pasó las manos por los muslos. Se
preparaba como si fuese a empezar a correr. —Tienes una... Sonrisa muy
bonita y... Unos ojos preciosos y... —Entrecerré los ojos mirando a Lauren.

—Mani, tienes unas tetas increíbles. —Dije yo captando la atención de mi


amiga. —Cada vez que me abrazas sabes que me quedo apoyada en tus tetas
como un minuto. Y también tus muslos, oh dios, qué pena que durante estos
años de universidad nunca te hubiese picado la curiosidad de hacerlo con una
chica. —Normani me miró un momento, y luego sonrió ampliamente.44

—Aww, Mila, muchas gracias. Y sí, sé lo de los abrazos, por eso te dejo. —
Sonreí con ternura ladeando la cabeza.1

—¿P—Puedo abrazarte yo también...? —Preguntó Lauren, levantando la


mano un poco.146

—¡Lauren! —Dijimos todas a la vez, y ella intentó explicarse, pero al ponerse


nerviosa, no le dio tiempo, y llegó el camarero con las bebidas. Lauren me
había pedido un capuccino, como me conocía.7

El camarero puso una taza de chocolate frente a Normani, que seguía algo
deprimida. Tenía la parte inferior de los ojos húmeda por las lágrimas, la nariz
y ojos hinchados, y toda la mesa llena de pañuelos.2

—Perdona, yo no he pedido esto. —Dijo mientras se limpiaba la nariz.

—Lo sé. —Dijo él con una sonrisa. —Invita la casa. —Tras decir esto, se dio la
vuelta y se dirigió tras la barra.7
—Ese... ¿Ese tío acaba de ligar con Normani? —Dijo Lauren, y Normani ya le
estaba dando el primer sorbo a esa taza.8

—Sí. Y a lo grande. —Comentó Dinah algo divertida, limpiándole a su amiga


las comisuras de los labios manchadas. El chico pasó otra vez a nuestro lado, y
nos quedamos mirando sus brazos apretando su jersey de lana, la única que
parecía ser inmune era Lauren.55

Al ver que Normani seguía llorando en silencio, el camarero se acercó,


poniendo las manos en la silla libre, que acentuaban aún más los músculos
bajo la tela.

—¿Necesitas algo más? —Normani lo miró mientras se limpiaba las lágrimas y


negó, esbozando una pequeña sonrisa.

—Tu nombre. —Dijo Dinah con una sonrisa enorme. Lauren estaba bebiendo
de su café y comenzó a toser por lo directa que la rubia había sido. El chico se
echó a reír.28

—Me llamo Calum. —Respondió el chico, pasándose la mano por el


flequillo.85

—Mira, Calum, te agradezco que intentes ligar conmigo, pero ni es el


momento ni el lugar. —El chico se humedeció los labios al escuchar las
palabras de Normani, y ladeó la cabeza.

—Sólo estaba siendo amable. Además... —Miró la taza ya vacía. —Parece que
te hacía falta ese chocolate, ¿no? —Le regaló una sonrisa a Normani antes de
irse a atender otras mesas.

—Ese tío es imbécil. —Dijo Normani cruzándose de brazos.25

—¿Qué? ¡No! —Replicó Ally, que tenía el brazo de Troy por encima de sus
hombros.
—¿Qué dices, Mani? Pero si es adorable. Además, ¿por qué te afecta tanto que
rompieses con Keith? ¡Ni siquiera lo querías, sólo estabas con él porque follaba
bien! —Normani entrecerró los ojos con la boca abierta.3

—¡Dijo la que se pasó llorando por las esquinas dos semanas por Steven
aunque no lo querías! —Replicó ella, y abrí los labios con una mano en el
pecho.22

—¡Pero serás hija de puta! ¡Lauren dile algo! —La miré y señalé a Normani.
Ella se quedó con los labios entreabiertos sin saber qué decir mientras
negaba.13

—Quizás... Quizás conocer a otros chicos pueda aliviar el dolor que sentiste
por la forma en que te dejó Keith. Creo que por eso es por lo que lloras, no
porque lo quisieses o no. Así que... —Hice un puchero, tomando la cara de
Lauren para darle un tierno beso en los labios, haciéndola sonreír.3

—¡Deberíamos salir de fiesta! Y deberíamos llamarle. —Apuntó Dinah,


mientras Lauren pasaba su brazo por encima de mis hombros.

—Callaos ya, sois unas pesadas, no necesito nada, estoy bien. —Decía,
mientras cogía un dulce de chocolate y lo metía en la taza de chocolate de
Ally, dándole un gran bocado.+

—Oh dios, necesitas terapia de choque.


CAPÍTULO 38

I'm a Mess - Ed Sheeran26

Michael's POV8

Dinah me dijo que, quizás, debería salir más con ellos por las noches aquellos
fines de semana. Para mí era un infierno; la música alta, gente saltando,
sudorosa, canciones que no me sabía y, para más inri, no sabía bailar.10

Pero la siguiente semana que salieron, yo fui. Dinah aún no había cortado con
su novio, y aunque me dijo que iba a estar conmigo cuando saliésemos, ella se
quedó con Nela. Ya ni siquiera me miraba, sólo bailaba con él con una sonrisa
en el rostro. Lauren y Camila seguían juntas, casi literal. Si Lauren se separaba
un centímetro para coger su bebida, Camila se colgaba de su cuello y
comenzaba a besarla, pero a Lauren parecía no molestarle. Qué idiota. ¿Cómo
iba a molestarle? Su novia era preciosa, estaba loca por ella, y encima sólo
buscaba su boca para besarla.

Cómo habían cambiado las cosas en tan poco, ahora Lauren tenía pareja, un
trabajo estable y casi había conseguido casa propia. Ya ni siquiera nos veíamos,
y eso me dolía. Antes compartíamos inseguridades, pero ahora ella tenía a
Camila, y era normal, yo también lo haría si tuviese novia. En cambio,
Normani, a la que la había dejado el novio, bailaba sola en mitad de la pista,
con una copa en la mano. Todo el mundo quería bailar con ella, y era normal,
Normani era una chica espectacular.6
Mientras, yo permanecía sentado en la barra, con una cerveza entre las manos,
cuando Camila me vio. Me señaló y se acercó hasta mí.

—¿¡Qué haces aquí sólo!? —Me agarró del brazo y tiró de mí un poco. —
¡Vamos a bailar!

—No, no. Estoy bien aquí. —Dije en voz alta en su oído. Camila negó con el
dedo mirándome, y me levantó del taburete.

—Ve a bailar con alguna chica.—Al pasar al lado de Dinah, asintió a las
palabras de Camila mientras bailaba, y Lauren se acercó a mí.

—¡Mira! Esa rubia es guapa. —Normani también se acercó, dejando a aquél


círculo de tíos excitados por sus movimientos de caderas solos.1

—¡Michael! —Puso una mano en mi hombro y tiró de él, apretándolo un


poco.

—¡Pero que no sé qué decirle! —En aquél momento, creía que la sangre de
Normani era alcohol puro. Sin rastro de hemoglobina.

—Tú... Tú sólo se acercas, y bailas con ella, y luego ya... ¡PIUM! —Abrió los
ojos y le dio un trago a su vaso. —Os liais.6

—Pero yo no sé cómo hacer eso. —Dije en alto, y Camila hizo una mueca para
quitarle importancia, empujándome hacia el grupo de chicas que bailaban
entre ellas.3

Tragué saliva, sabía qué iba a pasar, lo sabía, no hacía falta ir hasta la chica
para saber la respuesta. Caminé decidido, apreté los puños, suspiré. Entre toda
aquella gente, me abrí paso, pero cuando llegue al lado del grupo de chicas, no
supe qué hacer. En cuanto estuve al lado mirándola, mientras me movía un
poco entre la gente para aparentar que bailaba, ellas me miraron, en especial la
chica rubia, pero volvieron a darse la vuelta y se rieron. Me di la vuelta
negando, volviendo al sitio donde estaban todos. Esa chica, literalmente, se
había reído de mí en mi maldita cara.5

—Si me dejáis, me quito los tacones y la engancho de los pelos. —Dijo


Normani, pero la paré poniéndome delante de ella. Su rostro chocó con mi
pecho, y retrocedió unos cuantos pasos hacia atrás.4

—Chicos, no importa, está bien. —Pero no, no estaba nada bien.

—¿Seguro, Michael? —Me preguntó Lauren, asentí, sentándome de nuevo en


el taburete.

—Ya sabes, tampoco sé bailar, así que no pasa nada. —Solté una risa leve, y
ella sonrió un poco, girándose hacia Camila que la miraba algo suplicante para
que volviese a bailar con ella. —Estoy bien, ve con ella.

Todos fueron a bailar de nuevo. Miré a Dinah, que no se había despegado de


Nela, no quería ni mirarme, y suponía que algo había pasado con él. Pero no
importaba, Dinah nunca tendría algo conmigo, porque, estaba claro; yo era
Michael. Alguien con quien nadie nunca saldría.11

—Oh dios, ¡ha venido! —Camila señaló a un chico que avanzaba entre la
gente del club. Tenía los brazos anchos, tatuajes por estos y rasgos asiáticos.
Llevaba puesta una camiseta negra, ajustada al cuerpo, y unos jeans azules
rotos por las rodillas juntos con unas convers blancas.7

El chico, a ver que Camila se acercaba, le dio dos besos, y saludó de lejos a
Lauren, aunque Dinah al ver al chico, se escondió en el pecho de Nela.

—¿Cómo estás? —Preguntó Camila, y él sonrió pasándose la mano por el pelo.

—Bien, gracias. —Oteó la gente como si estuviesen en la lejanía, y luego miró


a Camila.
—Normani está... —Miramos los tres a la chica, aunque yo no tenía nada que
ver en la conversación. —Está bailando con todos.

—Está bien.

—¿Quieres tomarte algo? —Dijo Camila mientras él caminaba algo más hacia
mí.

—No, tengo que conducir.

—Bueno, mira, este es Michael. Podríais conoceros. —Lauren tiró del brazo
de Camila, que volvió a abrazarse con ella en la pista.

—Hola, tío. —Extendí la mano con una sonrisa, y él la estrechó.

—Hey. Soy Calum. —Se sentó en el taburete de mi lado, mientras mirábamos


a la gente bailar.10

—Y... —Entrecerré los ojos mirándolo. —¿De qué te conocen?

—Oh, soy camarero en una cafetería. Dinah me pidió el número para su amiga
Normani.

—¿Te gusta Normani? —Sonreí un poco, y él soltó una pequeña carcajada,


apoyando los codos en la barra.

—No, me parece que está muy buena. —Asintió girando la cabeza hacia mí, y
luego, volvió a mirar cómo bailaba la chica.1

—¿Por qué no te acercas a ella? Parece que está deseando bailar con algún
chico. —Le di un trago a mi bebida, humedeciéndome los labios luego.

—Porque está totalmente borracha, Michael. —Apretó un poco los labios y


me miró. —E intentar algo con una chica borracha mientras tú eres
perfectamente consciente de lo que haces, es como violarla. —Llevaba toda la
razón, así que asentí. Me sentí un poco mal por no haberlo pensado antes. —
Quizás ella no querría liarse contigo, y a la mañana siguiente se arrepiente, o
miles de cosas. Pero bueno, al menos me despejo un rato del trabajo.26

—Me alegro de tener a alguien con quien hablar. —Le quité la etiqueta a la
cerveza y le di un leve trago.1

—¿No te hablan? —Él se cruzó de brazo con el ceño fruncido.

—Oh, sí, pero, ya sabes, cuando salimos soy el único soltero, y... —Me reí
pasándome la mano por la cara. —Debería irme.

—¿Por qué? —Dejé la cerveza en la barra y arrugué la nariz.

—Quizás te lo contaré en otra ocasión.17

* * *1

Camila's POV

—Voy a por una copa, ¿quieres algo? —Dijo Lauren en voz alta en mi oído, y
asentí. Lauren ya sabía de sobra lo que quería, así que se dirigió a la barra.

Noté un brazo que me agarraba, y al darme la vuelta, Normani comenzó a


bailar pegada a mí, moviendo sus caderas.

—Milaaa.... —Dijo con una risa al final, y yo me abracé a ella comenzando a


bailar entre risas. Puse una mano en su hombro bajando al suelo mientras
movíamos las caderas, y al subir, Normani pegó su mejilla contra la mía,
pasando sus manos por mi cuello. —Mila, ¿por qué no nos hemos liado?
Vamos a liarnos, vamoooos... —Me alejé rápidamente de ella riéndome.51

—Normani, ¡no me puedo liar contigo! —Ella arrugó la nariz negando.

—¿Por qué? ¿Es que no estoy buena?


—Sí, estás muy buena, y me liaría contigo, ¡pero tengo novia! —Ella seguía
abrazada a mí por el cuello, y yo a ella por la cintura. —Si me lo hubieses
dicho antes, nos hubiésemos liado.1

—Voy a matar a Lauren... —Levantó la cabeza, y Lauren estaba de pie delante


de nosotras, mirándonos con la cabeza ladeada. Normani la señaló, y se echó
sobre su pecho totalmente borracha. —Te odio... Déjame liarme con tu
novia... —Lauren frunció el ceño y me dio la copa, que me bebí casi de un
trago.36

—Deberíamos llevarla a su casa, ¿no crees? —Separé la copa de mis labios y


apreté los ojos, asintiendo.

—Deberíamos.

Caminamos con Normani hacia la barra, y allí estaba Calum, con el ceño
fruncido mirando a mi amiga.

—¿Qué le pasa? —Preguntó él, y, Normani, con su encanto natural y


característico, con ese con el que podía hacer que cualquier tío se derritiera, le
vomitó en la camiseta a Calum.76

Lauren y yo abrimos los ojos, y Calum se separó mirándose la camiseta. Tan


rápido como pudo, se la quitó apartándola, y Normani agonizaba colgada de
nuestros hombros.5

—Oh dios, vamos a llevarla al baño, lo siento mucho, Calum, de verdad. —Me
disculpé yo, y Lauren cogió a Normani en brazos, que se refugió en ella como
si fuese un bebé. Salí corriendo tras ella, que me miraba mientras entrábamos
al baño.

—Ventajas de trabajar cargando cajas.3


Al llegar al baño, dejó a Normani en el suelo, y la acercamos al lavabo. Lauren
la tenía sujeta también le sostenía el pelo, mientras yo le echaba agua en la
cara. Poco a poco, Normani fue mejorando, se puso de pie, y fue ella misma la
que se lavó la cara con las manos.1

—Le he vomitado a Calum... —Dijo con voz temblorosa, mirándose al espejo.

—Y me has pedido que me líe contigo. —Dije en voz más baja.

—¿Qué? —Levantó la mirada hacia mí a través del espejo, y yo negué


rápidamente.1

—Nada, cielo, ven, que te quito el maquillaje. —Me acerqué a ella y tomé una
de mis toallitas desmaquillantes, pasándola por sus ojeras, y al cerrar los ojos
limpié del todo el rímel corrido.

—He sido una idiota. —Dijo cuando terminó, yendo hacia Lauren. —No sé
por qué he hecho eso esta noche, Keith no me quería, y yo no lo quería a él.1

—Mira, Mani, eres una mujer preciosa, imponente, que todos los chicos
desearían tener y querer. Así que no seas tonta, y déjate llevar. —Lauren
sonrió, dándole un pellizco en la mejilla y devolviéndole su bolso.1

—Está bien, debería ir a disculparme con Calum.

* * *1

Normani's POV23

Aquella noche fue la primera noche que me sentí expuesta y desprotegida.


Porque, aunque todo el mundo pensase que yo era una mujer fuerte e
independiente, no lo era. Independiente, sí, pero no segura.

Que Keith me dejase por otra me dejó rota, me dejó como si yo no fuese nada.
¿Por qué prefería a otra antes que a mí? ¿Qué tenía ella que yo no tuviese? ¿Es
que era más guapa, más alta, más lista? ¿Es que era blanca? No lo sabía, pero
aquella noche me sentí la más fea del mundo.11

Para colmo, le vomité encima al pobre Calum, y les había chafado la noche a
Lauren y a Camila, que venían detrás de mí. Calum estaba en la barra, sentado
en el taburete, pero sin camiseta y el pecho brillante por el agua con la que se
había enjuagado.

—Calum, lo siento mucho, de verdad. Estaba muy mal. —Él se puso de pie y
frunció el ceño, negando rápidamente.

—No, no te preocupes. Estoy bien. Perdí mi camiseta, pero estoy bien. —


Asentí levemente bajando la cabeza fingiendo estar avergonzada, que sí, que lo
estaba, pero en realidad estaba mirando sus abdominales.30

—Normani, ¿te llevamos a casa? —Preguntó Lauren, y negué rápidamente.

—No, ya habéis hecho suficiente por mí hoy. Cogeré un taxi. —Abracé a


Camila cerrando los ojos. —Gracias. —Susurré. Por la cara de Camila, había
hecho bastantes locuras que ella había tenido que soportar aquella noche.

—De nada. —Susurró con una sonrisa. Le di un beso a Lauren, y las dos
salieron por la puerta, Lauren con el brazo por encima de los hombros de
Camila.

—Te llevo a casa. —Dijo él, metiendo las manos en los bolsillos. Me fijé que
en sus brazos se marcaban las venas, y suspiré.14

—No, no tienes que llevarme a casa. Cogeré un taxi. —Repliqué.

—Mira, Normani, —se pasó las manos por el pelo— he venido aquí para pasar
un rato contigo. —Se rio un poco, mordiéndose el labio inferior.
—No quiero salir contigo, acabo de romper con mi novio. —Él volvió a reírse,
negando.

—Tampoco he dicho que quiera salir contigo, he dicho que quiero pasar un
rato contigo. —Sus abdominales me distraían mientras hablaba.

—Oh, estaba borracha y bailaría con cualquiera, ¿por qué no te acercaste y me


magreaste? Es lo que hacéis todos. —Dije enfadada, pero no sabía por qué.5

—Porque no quiero magrearte. Quería pasar tiempo contigo estando sobria,


no sin saber ni en qué sitio pisabas. Porque, ¿sabes algo? Me parecías guapa y
agradable. —Dijo entrecerrando los ojos, con la vena del cuello haciéndose
visible.

—Oh, ¿te parecía? —Crucé los brazos casi ofendida.9

—Me pareces guapa. Y espero que, mañana, cuando te levantes y pienses en


esta noche, recapacites y te des cuenta de que sólo quería ayudarte.
Literalmente, sólo te he dicho que te llevo a casa. Los taxis son muy caros. Y...
Además —Se señaló el abdomen con una mueca— me has estropeado una
camiseta.

—Oh, venga ya, ¿cuánto podía costar esa camiseta? ¿Veinte dólares? —
Caminé para salir de allí, y el vino caminando detrás de mí.2

—Sí, veinte dólares son tres horas de trabajo en la cafetería. No sé cuánto


cobrarás tú, pero para una persona normal, una camiseta veinte dólares, es
bastante caro. —Salimos fuera, y Calum tenía la piel erizada, al igual que
aquellos diminutos pezones en los que inevitablemente me fijé.2

—Mira, llévame a casa. —Suspiré y él señaló un Audi negro en la acera de


enfrente, cubierto por algunos copos de nieve.14
Entramos en su coche en silencio, y él encendió la calefacción. Arrancó, y le
di mi dirección, y al escucharla alzó las cejas; era una de las urbanizaciones
más lujosas de Toronto.

—Te compraré una camiseta nueva.

—No hace falta. —Replicó él, poniendo una mano en la palanca de cambios.
No quise empezar otra discusión, así que me quedé en silencio.

Nos quedamos callados unos minutos más, sólo escuchando el sonido del
motor en la carretera.

—Mi novio me dejó hace unos días por otra chica. Yo ni lo quería ni nada,
pero... —Solté una risa, mirándome las manos. —Tengo un autoestima muy
baja, y por eso hice lo que he hecho esta noche. Siento lo de tu camiseta.1

—Lo siento. —Dijo él, cambiando de marcha con la palanca, mirando a ambos
lados de la carretera. —Es normal que te enfades porque quiero pasar un
momento contigo.

—No. De hecho, creo que le pedí a Camila que se liase conmigo, así que... —
Apreté el puente de mi nariz negando.

Paró delante de mi casa, y me giré hacia él, soltando un leve suspiro.

—Gracias por traerme. —Dije abriendo la puerta del coche.

—No hay de qué. —Se giró hasta mí y, le di un beso en la mejilla, bajándome


del coche.

—Hasta otra.

—Hasta pronto, Normani.

Subí a mi casa, y cuando me miré en el espejo, supe lo demacrada que estaba


por dentro. Pero esto, esto no era sólo porque me dejase.
Tuve problemas de bulimia y autolesiones hacía unos tres años, justo cuando
empecé a salir con Keith. Él me decía que sólo quería llamar la atención, que
comiese, que dejase de estar triste, que si de verdad quisiese suicidarme haría
los cortes más profundos hasta desangrarme, y no quedarme en cortes
superficiales. Una vez lo hice, intenté suicidarme, pero gracias a Dios no lo
conseguí. Seguí con Keith, seguí con él, estaba tan ciega, me tenía tan
oprimida, que creía que todo lo que él decía era cierto, y que llevaba razón.20

A veces esos fantasmas volvían a salir a la luz, y nunca era suficiente. La


ansiedad seguía presente en aquellos momentos de mi vida, y volvía a llorar y
a sentirme una mierda insignificante. Lo odiaba, odiaba a Keith con toda mi
alma.1

Escuché golpes en la ventana de mi habitación, pequeñas piedras que pegaban


en el cristal. Me retiré las lágrimas de los ojos y salí del baño, mirando por la
ventana. Calum estaba en el jardín, casi tiritando.3

—Calum, ¿qué haces aquí?9

—N—Normani, tu bolso. —Dijo alzándolo con la voz temblorosa por el frío.

Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta, él ya estaba allí con el brazo
extendido, y el bolso en la mano. Lo cogí sin decir nada, limpiándome aún las
lágrimas con los dedos.

—Mmh... —Carraspeó, y yo comencé a llorar aún más. No sabía por qué,


quizás porque todo había explotado en mí, aquella noche había quedado como
un maldito trapo usado. —Oh, no, no, no llores, no, Normani. Es, es un
gilipollas, mira, ¿quieres que te regale una caja de cupcakes cuando vengas a la
cafetería otro día? —Apoyé la cabeza en su pecho y comencé a llorar en
silencio, sintiendo su mano acariciar mi pelo lentamente, sin decir nada más.
CAPÍTULO 39

Every Breath You Take - The Police 73

Lauren's POV

Paré el coche frente a la puerta de la casa —o mansión— de los Cabello. Me


bajé del coche a la vez que Camila, y ella me agarró de las solapas de la
chaqueta, dándome un beso bastante tierno, tambaleándose conmigo hasta
soltar una pequeña risa.

—No quiero que te vayas... —Murmuró sobre mis labios, dándome un beso
más. —Duerme conmigo hoy.

—Camila, tu padre va a matarme... —Dije en un susurro, con el vaho saliendo


entre mis labios, chocando contra los de Camila, que volvió a besarme.

—Mira, vamos a la cocina, te comes un trozo de pastel que ha hecho mi madre


y...7

—¿Por 'trozo de pastel que ha hecho mi madre' te refieres a ti misma? —


Camila abrió la boca y comenzó a reírse con la cabeza hacia atrás.85

—¿¡Cómo lo has adivinado!? —Cogió mi mano y caminó conmigo hasta la


puerta, que abrió en silencio con habilidad, y entré tras ella sin hacer ruido.5
Sólo alumbraban las luces de las farolas que entraban por los grandes
ventanales que rodeaban la casa, y Camila me llevó hasta la cocina.

—¿Quieres algo? —Dijo abriendo la nevera, y yo me senté en el taburete de la


cocina, con las manos entre las piernas.1

—No, gracias. —Aún parecía que me sentía tímida estando a solas con ella,
pero luego me sonreía y todo pasaba.

—¿Seguro? —Levantó un plato con un trozo de pizza en medio, y negué con


una sonrisa.

—Seguro. —Camila cerró de nuevo la nevera después de dejar el plato, y se


acercó a mí, poniendo sus manos en mi nuca, tras mi pelo.

—Antes de acostarme siempre pienso en el primer beso que me diste en la


consulta. —Ladeó la cabeza y arrugó la nariz, como si se avergonzase de
contármelo.

—Se te cayeron los papeles que tenías en la mano. —Se puso de puntillas, y
cuando fue a besarme, juntando sus labios con los míos, miré por encima de su
hombro.1

Allí estaba Sofi, frotándose un ojito con una botella de agua en la mano,
bebiendo luego.1

—Camila... —Murmuré mirando a la pequeña. Ella se dio la vuelta, y abrió los


labios acercándose a Sofi.

—Hey, monito, ¿qué haces aquí? —Se puso de cuclillas al lado de su hermana,
acariciándole un poco el pelo.18

—Vengo a beber agua. —Dio un trago succionando aquella botella infantil


que tenía un tapón por el que se podía beber.3
—Vale... ¿Quieres que te acompañe a la cama? —Sofi frunció el ceño y negó,
pero se quedó mirando a Camila. —No se lo digas a papá.

—¿Qué me das a cambio? —Su hermana volvió a beber de la botella, como si


fuese una pequeña mafiosa.50

—Un pastel de fresa. —Respondió Camila, aún agachada frente a su hermana.

—Y una bolsa de chuches. —Añadió la pequeña.

—Hecho. —Estiró la mano y estrechó la de su hermana. —Y no se lo digas a


mamá. A nadie, ¿me oyes?

—Eso añadiría un cupcake de chocolate. —Camila suspiró y asintió, mirando a


su hermana.

—Está bien. —Sonrió y alzó la mano con una sonrisa, saludándome. —Hola
Lauren. —Se giró, y se fue hacia su habitación.

—Tu hermana es Vito Corleone. —Camila se pasó la mano por el pelo y negó
mordiéndose el labio inferior, con los ojos cerrados.12

—Lo sé, cuando estaba con Steven nos pilló una vez liándonos en el sofá y
tuve que llevarla a esquiar con sus amigas a nuestra casa de invierno. —Rodó
los ojos y me tomó de las manos, haciendo que me levantase de la silla. —
Vamos a la habitación, anda.18

Caminamos, subimos las escaleras y, seguía con el miedo de que su padre


saliese y me clavase un cuchillo en las costillas. Le dije que no tenía miedo
porque nunca le haría daño, pero es que ese señor se enfadaba por el simple
hecho de que yo estaba con su hija.

Me senté en la cama mientras Camila se quitaba la camiseta, y yo observaba su


espalda, morena a pesar de que aquí nunca hacía sol, fina, delgada, delicada.1
—Lauren, ¿te ocurre algo? —Preguntó dándose la vuelta antes de quitarse el
sujetador, y se acercó a mí con gesto preocupado.

—No. —Respondí sin más.

—Llevas toda la noche muy seria. —Torció los labios y ladeó la cabeza,
agachándose para mirarme.

—Es sólo que... Ya sabes, lo de mi hermana. —Ella abrió un poco los labios y
asintió, esbozando una leve sonrisa.

—Vas a tenerla de vuelta, confía en mí. Tienes un trabajo, vas a tener una
casa, y tu padre no está capacitado para quedársela. Volverá contigo, y si no
vuelve... —Camila arrugó la nariz, mirándome. —Estoy tan segura de que la
tendrás de vuelta, que, si no vuelve, te pagaré cien mil dólares.6

—¿Qué? —Solté una risa al escucharla.

—Eso, te daré cien mil dólares si tu hermana no vuelve. —Aquello parecía en


serio. La miré a los ojos sin entender muy bien las razones de su seguridad y
cabezonería.

—¿Por qué estás tan segura? —Me quité el pantalón y el sujetador bajo la
camiseta, tumbándome en la cama.

—Porque no es un abogado, es un bufete de abogados entero a tu disposición.


—Se quitó el pantalón de espaldas a mí. —Y ese bufete ganó casos contra
empresas multinacionales que podrían matarte si quisieran y nadie se
enteraría. —Tragué saliva, y Camila se dio la vuelta, mirándome. —¿Puedes
cerrar los ojos?

—¿Qué? ¿Por qué?


—Me da vergüenza que me veas desnuda... —Suspiré y me puse el brazo
encima de los ojos, escuchando cómo se abrían y cerraban cajones, y cómo
Camila caminaba por la habitación.

—Soy tu novia... Hemos... Lo hemos hecho, y... ¿Por qué no puedo verte? Me
gusta tu cuerpo. —Dije con un suspiro al final, y sentí cómo se tumbaba a mi
lado, con medio cuerpo encima. No respondió, sólo se refugió contra mi
pecho.

—Supongo que... Que mis novios me tratasen como un trozo de carne y me


compararan con todas las chicas, me quitó la seguridad que tenía con mi
cuerpo. —Apreté la mano que tenía en su espalda, y bajé la mirada hacia
ella.11

—Lo siento. —Camila negó con los ojos cerrados, y me incliné para darle un
beso tierno, que ella respondió, y que poco a poco se fue convirtiendo en un
beso más lento, más cálido, más húmedo en el momento en que nuestras
lenguas se rozaron, y sólo se escuchaba el sonido de nuestras salivas mezclarse
y las lenguas comenzaron a jugar entre ellas. El ambiente se hizo cálido, mi
mano acariciaba su muslo, lento y suave, apretando a veces, y escuchamos
unos pasos en la puerta.

—Camila, ¿has llegado? —Dijo Sinu en voz baja. Tragué saliva y me sentí
aliviada; si nos pillaba Sinu no había peligro, era una mujer maravillosa.17

—Sí, mamá. —Se mordisqueó el labio y me miró a los ojos, acariciándome el


cuello.

—Está bien, cielo, hasta mañana. —Y sus pasos desaparecieron en la lejanía


del pasillo.

—Deberíamos dormir, ¿no? —Murmuró ella, y yo asentí, tumbándome con


Camila abrazada a mi pecho.
—Buenas noches. Te quiero. —Camila metió su mano bajo mi camiseta,
acariciando mi abdomen.

—No como yo.

***

Normani's POV14

—Entra, no hay nadie en casa. —Me aparté de la puerta para que Calum
entrase, y cerré la puerta, encendiendo la luz del salón. —¿Puedes encender la
chimenea? Te traeré una sudadera.

Cogí una de las sudaderas de Keith, no quería tener eso en casa, así que se la
daría a él. Cuando bajé, apagué la luz, la chimenea estaba encendida, y no
tenía ganas de que todo el vecindario se diese cuenta de que estaba despierta a
aquella hora.

—Toma, ponte esto. —Dije al verlo con las manos extendidas hacia el fuego.

—Esto es muy raro. —Musitó él, y me senté en la alfombra, con la espalda


apoyada en el sofá mientras miraba las llamas de la chimenea.

—No. —Respondí negando, y Calum se sentó a mi lado sin decir nada. Sabía
que estaba allí por compromiso, por no dejarme sola en el estado en el que
estaba.

—Huelo a vómito. —Giré mi cabeza para mirarlo, e hice una mueca


poniéndome las manos en la cara al escuchar esa palabra, que se me caló en lo
más profundo. Una lágrima se me cayó por la mejilla, y él se acercó a mí,
poniendo una mano en mi hombro. —Eh, lo siento, lo siento... No es nada,
son cosas que pasan...
—No, no es eso. —Negué mirando a la chimenea, notando el calor quemar mi
cara. Desencajé la mandíbula un poco mientras lloraba con los ojos cerrados,
recordando todas las veces en que Keith me dijo que sólo tenía que volver a
comer, pero mi cuerpo rechazaba la comida. Tenía que desahogarme, y
suponía que contárselo a alguien que no conocía de nada, era más fácil que
desahogarme con mis amigas. —Cuando estaba en tercer curso del instituto
tenía otro grupo de amigas. Ellas... Ellas siempre querían estar perfectas para
los chicos, y yo las seguía a ellas. Así que, empezaron con... Empezaron con
esa moda de la bulimia. Lo usaban como una moda, no porque tuviesen
ningún problema mental. Mis amigas se recuperaron, pero... Pero yo no. Yo
seguí, seguí y seguí. No me sentía en mi cuerpo, me sentía asquerosa en... En
mi existencia. Me daba asco incluso la manera en que respiraba. Quería ser
perfecta, ya no sólo para mi novio, Keith, sino para el mundo. Lo que comenzó
como bulimia, me llevó a tener también anorexia. Me autolesionaba, llevaba
pulseras en las muñecas para que no se notasen, tenía las costillas, en mis
muslos... Era fácil autolesionarme, en Toronto siempre hacía frío. Keith me
dijo que lo hacía para llamar la atención, que si de verdad quisiese suicidarme,
no me haría cortes tan finos. Que si quería irme, que lo hiciese bien. Y lo hice,
o más bien lo intenté. Me encontraron a tiempo, por suerte. Después de eso,
Keith me dijo que para que se me quitase esa tontería de la anorexia tendría
que comer, pero es que la comida ya no entraba en mi cuerpo; la rechazaba.
Entré un año en rehabilitación, y... Me recuperé, en la medida de lo posible.
Pero nunca sales de eso, cualquier mínimo percance te hace creer que no eres
nada, que no eres nadie, que... Vuelves a ser esa niña frágil con quince años.
—Me limpié las lágrimas, y solté algo de aire entre mis labios, mirando a
Calum. Él me observaba serio, sin decir nada, y negué. —Siento haberte
contado esto.13
—No, está bien conocer a las personas desde un principio. Y creo que eres una
persona muy fuerte e interesante, que quizás pueda enseñarme mucho. —Me
tendió un pañuelo y lo cogí, limpiándome las lágrimas, agachando la cabeza.
—Puedo... Ser tu amigo, si alguna vez necesitas contarle algo a alguien.

—Eres muy dulce. Pero los tíos sois horribles. —Lo miré, apoyando la cabeza
en el sofá. —Sois unos cabrones con nosotras. Y no me digas que...

—Lo sé. Los tíos somos unos cabrones, a veces machistas, que en la mayoría de
casos denigramos a las mujeres y las hacemos sentir como si fuesen una
mierda, sólo para aumentar nuestro ego. Os violamos, os raptamos, os
maltratamos, os hacemos sentir inferiores, os damos lo mínimo para que
podáis sobrevivir y todo para que nos dejéis acostaros con vosotras y
mantengáis la boca cerrada mientras nos bebemos un vaso de whiskey o
bourbon en el sofá, mientras vosotras cuidáis de nuestros hijos. —Sonrió un
poco y arrugó los ojos.15

—¿Te incluyes?

—Soy un tío, soy un hombre. Mi género es así. Es asqueroso, es denigrante.


Pero yo como persona, no soy así. Y seguro que hay hombres que como
personas no son así. Pero hay hombres que no son personas, así que... —Puso
una mano en mi rodilla y la movió un poco.

—Eso tiene sentido. —Murmuré en voz baja, jugando con los hilos de la
alfombra. —Me gusta como piensas.16

—Gracias. Al menos, ya te gusta algo de mí.


CAPÍTULO 40

Lauren's POV23

—Bueno, ¿qué te parece? —Me puse las manos en la cintura desde una
esquina del salón junto a Camila y ladeé la cabeza.2

—Está precioso. Además, lo ha hecho una decoradora, ¿qué más quieres? —


Soltó una risa y caminó hasta el sofá, sentándose.

—Si yo no quiero nada, habría puesto un sofá y una tele ahí. —En realidad,
Camila había decorado el salón de mi nuevo piso de una forma casi
profesional. Bueno, tenía una decoradora.

—Eres muy simple. Además, esta tarde tienes la entrevista con el tipo de
asuntos sociales y viene a tu casa. —Me pasé una mano por el pelo, y caminé
nerviosa por el salón.

—¿Deberíamos ponerle algo para picar?16

—¡No! Él sólo viene a hacer su trabajo. Todo está preparado, la habitación de


Rachel, las protecciones en los muebles... —Se levantó del sofá y puso las
manos en mis hombros. —Y esa camisa y ese traje te hacen parecer muy seria
y responsable.2

—¿Tú crees? Acabo de llegar del trabajo, ni siquiera me he duchado...

—Lauren, lo harás genial. ¿Quieres que me quede contigo? —Preguntó


acariciándome la mejilla. No me dio tiempo a contestar, porque en ese
momento sonó el timbre de la puerta.

—Sí, sí, no te vayas, por favor. —Dije casi suplicando.


Me acerqué a la puerta y suspiré, esperando unos segundos. Abrí, y un hombre
de unos cuarenta años largos, con unas gafas de pasta negras y cuadradas y el
pelo negro apareció con una carpeta bajo el brazo.1

—Hola, ¿es usted Lauren...?

—Sí, sí sí, soy yo. —Me aparté de la puerta y lo dejé pasar, él me tendió la
mano antes de entrar.

—Soy Martin. Vengo a hacerte algunas preguntas sobre tu hermana y sobre ti.

Entró al salón y me señaló el sofá, escudriñándolo todo con la mirada. Las


manos me sudaban, y Camila se quedó de pie a un lado.

—¿Quién es? —Preguntó señalando con el bolígrafo a Camila. Ella entreabrió


los labios sin saber qué decir, y me miró a mí.

—Es mi novia. —Estiré la mano hacia ella y la senté a mi lado. Ella no soltó
mi mano y la apretó; sabía que estaba nerviosa.

—No me dijeron que usted tenía pareja. —Dijo apuntando algo en su carpeta.
—Dígame, ¿vive con usted? —Me señaló con el bolígrafo y negué.

—No, no. —Apuntó de nuevo con el ceño fruncido.

—¿Pasaba mucho tiempo con la pequeña? —Le preguntó a Camila. Ella


entrecerró los ojos y negó.

—Bueno... Sí, a menudo. A veces me hubiese gustado pasar más tiempo con
ella. —Asintió mientras escribía. —Yo hacía lo que fuese por ayudarlas, me
quedaba con Rachel si tenía que trabajar, o... Le compraba ropa.

—¿Qué pasaría si usted rompe con Lauren? Probablemente dejarían de verse y


la niña tendría un nuevo vacío emocional además del que su familia dejó. —
Camila negó entreabriendo los labios.
—No, es decir, no puedo decirle que Lauren y yo no vayamos a romper, pero
esa niña es caso aparte, es... Como si fuese mi hermana también, y si ella
necesitase que me quedase con ella lo haría. Además, creo que Lauren y yo
tendríamos la madurez suficiente para dejar nuestra relación como amigas.
Siempre estaré aquí para ella si necesita ayuda. —El hombre asintió y siguió
apuntando cosas en su carpeta con el gesto serio.

—Está bien. ¿Tiene usted trabajo? —Asentí a su pregunta. —¿Podría ver su


nómina?

—Claro. —De mi carpeta saqué el resguardo y se lo tendí, él lo miró


atentamente mientras asentía.

—¿Qué horario tiene?

—De ocho de la mañana a dos de la tarde. —Asintió devolviéndome mi


nómina, que volví a guardar en la carpeta.8

—¿Qué hacía antes de perder a su hermana? ¿Por qué la perdió? —Suspiré


pasándome una mano por la nuca.

—Mi madre murió y mi hermano y yo nos quedamos con mi padre. Él se


buscó otra mujer y tuvo a Rachel, pero ni siquiera le hacían caso. Ellos... No
trabajaban, yo tenía dos trabajos para sacarlos adelante. No llegaba a fin de
mes para poder mantenerlos así que no podía dejar a mi hermana en una
guardería, así que tenía que quedarse con mi padre. —Solté un suspiro algo
triste mirando al hombre. —Él no quería a Rachel, y sólo por hacerme daño
llamó a los servicios sociales.

—Mis compañeros me dijeron que la casa en la que vivíais no estaba en muy


buen estado. ¿Me dejas mirar esta? —Asentí levantándome del sofá, y señalé el
pasillo que conducía a las habitaciones. Abrí la puerta del baño y dejé que él lo
inspeccionase. Miré a Camila durante un segundo, y ella sonrió dándome un
apretón en el brazo. —Aquí está la habitación de Rachel. —Dije encendiendo
la luz. Estaba pintada de rosa, y es que a Rachel le apasionaba todo lo que
llevase ese color, incluso la cosa más insignificante. Tampoco sabía por qué, si
yo jamás le había dado nada rosa, con una colcha de elefantitos grises con el
fondo rosa claro y una barrera para que no se cayese de la cama, un pequeño
armario con ropa, y un baúl con juguetes que entre Camila y yo habíamos
elegido. También había algunos cuadros de dibujos y la verdad es que era
bastante bonito. Se fijó en los protectores de goma que tenían las esquinas de
los muebles.4

—Pues, listo, Lauren. —Se guardó el bolígrafo en el bolsillo de la chaqueta y


lo acompañé hasta la puerta.

—¿Me podría decir qué le he parecido? —Dije riendo un poco, y aunque el


hombre al principio estuvo un poco reacio a responder, esbozó media sonrisa.

—No deberíais preocuparos. Adiós. —Sonrió dándose la vuelta para coger el


ascensor. Al cerrar la puerta me giré hacia Camila que salió disparada hacia mí
y se enganchó a mi cintura.10

—¿¡Has escuchado Lauren!? ¡No tienes que preocuparte! —Me cogió de las
mejillas y comenzó a besarme la cara.

—¡Lo sé! ¡Le hemos gustado! —La dejé en el suelo y la abracé, apretando los
ojos. —No sabes lo feliz que estoy. —Y era verdad. Sentí un peso desprenderse
de mi pecho, sonreí y me dejé llevar.1

—¿Qué vas a hacer cuando vuelva Rachel? ¿Lo has pensado? —Me llevé las
manos a la cabeza riendo y negué, apretando los ojos.

—Calla, no quiero ni pensarlo, porque aún no es seguro. —Aunque dije eso


estaba sonriente, porque las cosas iban bien, sí, pero este proceso podría tardar
un año. —¿Sabes qué? Para celebrarlo estrenaremos la cocina.6
—¿Quieres que te cocine algo? —Ella rio rodeando mi cuello con los brazos y
negué con el ceño fruncido, soltando una leve risa.34

—No, te voy a cocinar yo. —La besé poniendo una mano en su mejilla, y
luego otro, y otro, así hasta hacerla reír.8

—Es la primera vez que una de mis parejas me dice que va a cocinar para mí.
—Dijo separándose de mí y caminé con ella hacia la cocina.1

—¿Qué? ¿Nadie se ha ofrecido a cocinar por ti? —Saqué un paquete con carne,
cebolla, miel y vino.

—No, sólo tú. ¿Quieres que te ayude? —Preguntó quedándose a mi lado,


mientras yo lo preparaba todo.

—Que no. Sé cómo manejar sólo dos platos, en el restaurante alguna vez di un
servicio porque Michael estaba malo. —Ella me miraba desde detrás mientras
yo ponía las sartenes al fuego y encendía el horno. —Estoy muy feliz, sobre
todo porque puedo compartir esto contigo. —Camila se echó una copa de vino
de una botella que habíamos comprado, y se sentó en la mesa mirándome
desde en frente.

—¿Sabes? No entiendo la suerte que he tenido contigo. —Dijo mientras yo


cortaba la cebolla rápido, desviando la mirada hacia ella.

—¿Y eso? —Eché la cebolla en un plato.

—Porque me respetas mucho, y me quieres.28

—Por supuesto que te quiero. —Puse los filetes en la sartén y entrecerré los
ojos mirándola.

—Ya sé que me quieres... Pero digo, así. Sin relaciones tóxicas, sin celos, sin
control, ¿entiendes? —Moví un poco la sartén asintiendo.7
—Es más probable que alguien te deje por controladora que por no
controlarlo. —Sonreí un poco y me encogí de hombros. —Aunque confío en
ti.2

—¿Confías en mí? —Asentí y, tras un par de minutos en la sartén, metí esta en


el horno para que los filetes se hiciese por dentro.

—Claro que lo hago. —Cogí otra sartén y la puse al fuego mientras ella
hablaba.

—¿Incluso si te digo que Steven sigue llamándome? —Apreté un poco el


mango de la sartén y lo moví para remover la cebolla, girando la cabeza para
mirarla.9

—Te llama porque no supera que pasases de su polla y has herido su orgullo de
hombre. La masculinidad es muy frágil. —Solté una risa y bajé el fuego,
mirando a Camila con una sonrisa.30

—¿Ves por qué te quiero? —Bebió de su copa y apoyó los brazos en la mesa,
sonriendo. —Y sí, la masculinidad de los tíos es muy frágil. Excepto la de
Michael.2

—Lo sé. Es un verdadero hombre, créeme. —Saqué la sartén del horno y metí
los filetes con las cebollas, echándole luego el vino de cartón y la miel.

—Y Calum parece que también es un buen chico. Normani me contó que se


quedó hablando con ella en su casa después de llevarla a casa. —Camila tomó
un sorbo de vino y se bajó de la mesa, comenzando a colocar los platos, los
cubiertos y las copas.

—Puede ser una estrategia para follársela y luego irse, ¿sabes? —Saqué los
filetes y los puse cada uno en un plato con aquella salsa espesa encima.
—No lo creo. —Puse los platos encima de la mesa y Camila se quedó
mirándolo, abriendo los ojos y los labios.

—Wow. —Susurró sorprendida. Eché vino en mi copa y sonreí levantando la


cabeza hacia ella. —No me dijiste que podías hacer esto.

—Tampoco tenía mucho tiempo para decírtelo, ¿sabes? —Me incliné para
darle un beso en los labios y choqué mi copa con la suya. —Espero que a partir
de ahora vengan tiempos mejores.3

—Ya están viniendo. —Sonrió mientras se sentaba frente a mí en la mesa.


Cortó el primer bocado mirándome, y se lo llevó a la boca. Tras tres bocados,
Camila cerró los ojos y comenzó a reírse, negando. —No puede ser que
cocines tan bien.

—Lo es. Vas a tener que ponerte celosa cuando vayas por la calle. —Dije
comiendo, y ella negó arrugando la nariz mientras bebía de nuevo.

—Yo no me pongo celosa. ¿Sabes quién se pasa de celoso? Nela. —Levanté la


cabeza del plato y torcí un poco la mandíbula.19

—No creo que sea sano para Dinah. —Respondí pasando un trozo de carne
por la salsa, llevándomelo a la boca.

—Yo creo que él... —Suspiró quedándose en silencio mientras comía, y alzó
las cejas negando.3

—Yo también. —No hacía falta que terminase la frase, porque yo ya lo sabía.13

—Necesita a alguien que la quiera bien, y que la cuide. Como tú haces


conmigo. —Dijo Camila sonriendo, partiendo un trozo de pan con sus dedos.7
—¿Quieres que te cuente algo? —Ella se quedó en silencio humedeciéndose
los labios, esperando a que lo soltase. —A Michael le gusta Dinah. —Ella soltó
una risa y asintió.

—Lo sé, se le nota mucho. Creo que por eso no quiere venir nunca con
nosotros y... Le entiendo. Me pasaba lo mismo cuando te veía con Steven. —
Me encogí de hombros, comiendo de nuevo.

—Y a mí cuando te veía con Vero.25

*1

Normani's POV

—Tú te vas y yo llego. Genial. —Camila dejó su bolso encima de la mesa


mientras yo cogía el mío.

—Cállate, Camilita, que estoy hasta el coño de tratar a los niños con
resfriados. Ugh. —Le puse la mano en la cara y la empujé, riéndome de ella.
—Hasta dentro de un día, inútil.

—Te partiría la cara, te lo juro. —Me dijo negando mientras se ponía su


camiseta del uniforme.

—Nos vemos.

Salí del hospital y me enrollé la bufanda al cuello, caminando calle abajo en


busca de nuestra cafetería habitual para un café de una forma casi desesperada.
Al entrar, Calum estaba en caja con las manos puestas en el cristal, y al verme
esbozó una sonrisa.

—Hey, ¿qué vas a tomar? —Saqué la cartera de mi bolso y mordiéndome el


labio inferior.

—Café latte caliente con tres de azúcar.


—¿Para tomar aquí? —Preguntó antes de darse la vuelta, y dudé un poco pero
asentí.

Aunque tardó unos dos minutos, se me hicieron eternos, y menos mal que él
estaba de espaldas. Al no haber nadie en la cafetería, todo se hizo mucho más
incómodo. Puso la taza de café en la mesa y, en el plato, puso una galleta con
pepitas de chocolate; mi favorita.

—Un dólar con veinte. —Apreté los labios al ver la galleta que había añadido
y le di dos.

—Quédate con el cambio.

Me senté en una mesa del fondo pegada a la ventana, y solté el bolso a mi lado.
Removí el café, observando a Calum limpiar una mesa que estaba pegada a la
entrada. No estaba muy lejos de mí, a dos mesas quizás.

Esos días no estaba muy bien. Desde que Keith me dejó todos los fantasmas del
pasado habían vuelto a aparecer, y cuando vi esa galleta en el plato pensé en
que no había comido en todo el día. Tragué saliva y, no, no podía volver a lo
mismo. Pasé demasiado como para volver atrás, pero, ¿de verdad era
importante para alguien? ¿De verdad valía la pena todo esto?1

En ese momento en el que mi cabeza estaba en ebullición, vi el brazo de


Calum apoyarse en mi mesa.

—¿Estás bien? —No supe responderle, así que me quedé en silencio mirando
cómo se sentaba en la mesa. Sus brazos estaban apretados en aquella camiseta
de manga corta blanca, y tenía el pelo despuntado aquél día. —¿Qué te pasa?

—Es sólo... Nada, lo de Keith y... Pienso cosas del pasado que me afectan y...
—Negué apretando las manos alrededor de la taza, mirándolo a él.
—No puedes volver atrás. No puedes mirar atrás ni para coger impulso.
Siempre les digo eso a mis clientes. —Fruncí el ceño al escuchar eso último. —
Soy preparador físico.

—Entiendo. —Murmuré removiendo la cuchara en el café. —No es tan fácil.

—Ya hiciste lo más difícil. Ahora sólo te queda seguir luchando un poquito,
día a día. Ve superando esos pequeños obstáculos, porque el mayor obstáculo
de tu vida ya lo has superado.5

—Pero no sé cómo hacerlo. —Calum se encogió de hombros y esbozó media


sonrisa.

—Cuando mis padres se divorciaron, fue a terapia, a psicólogos y no le


hicieron nada. Lo único que la ayudó fue la compañía de sus hijos y encontrar
un nuevo marido. —Cruzó sus manos y se echó un poco hacia adelante.1

—¿Estás diciendo que me busque un nuevo novio? Has sido muy descarado. —
Alcé una ceja, tomando la taza de café para darle un sorbo.

—No, lo que quiero decir es que quizás debes apreciar el tiempo con las
personas que te rodean, disfrutar de ellos, de lo que te hace feliz, y poco a poco
superarás ese resquicio que te queda. —Lo sopesé durante unos segundos en
silencio, y al final sonreí un poco, encogiéndome de hombros. —Eres adorable
cuando no estás en el modo petty hoe, ¿sabes?2

—Sí... Me encanta ser así, pero esta es la verdadera parte sensible que hay
detrás, y es la que no puedo controlar.

—Y es la que más me gusta.


CAPÍTULO 41

Michael's POV10

—Feliz cumpleaños. —Dijo mi madre cogiéndome de las mejillas para darme


un beso en la frente.

—Te haces mayor. —Mi padre dio unas cuantas palmadas en mi espalda. A
veces sentía que lo defraudaba, por no ser un chico violento al que le gusta el
hockey, el fútbol o se pasa el día hablando de chicas.

—Michael, este año no hay regalo por tu cumpleaños. Les regalamos a los
hijos de la tía Margaret, desde que se separó los niños lo están pasando mal. —
Dijo mi madre, acariciándome la mejilla. Tenían dieciocho años. Me acomodé
la mochila al hombro y sacudí la cabeza.9

—No pasa nada. —Musité. —Tengo que irme.

—¿Dónde vas? —Preguntó mi padre.

—A tomar café con... Mis amigos.7

Las cosas habían cambiado, habían cambiado mucho. Antes estaba mejor,
antes... Antes todo era diferente. Estaba Lauren a mi lado, y por mucho que
me doliese, era normal que ahora pasase tiempo con Camila. Además, tenía un
trabajo diferente y todo lo que estaba pasando con su hermana, era normal que
ya sólo nos viésemos con ese 'grupo de amigos', aunque yo no me sentía parte
de él. Ellos se mandaban mensajes, quedaban para ir al cine, o a cenar, pero yo
siempre estaba trabajando. Sentía que me estaba perdiendo, que estaba aislado
en una burbuja de tristeza.10
La única que en ocasiones me hablaba era Dinah, pero le dije que dejase de
hacerlo. Su novio se enfadaba con ella si veía una conversación conmigo, o si
la veía a mi lado, lo que me hacía tremenda gracia, porque una chica como ella
jamás se fijaría en mí.

Llegué a la cafetería donde estaban ellos, reían y hablaban. Lauren pasaba su


brazo alrededor del hombro de Camila, y ya ni siquiera Normani estaba
soltera, porque aquél camarero estaba sentado a su lado y no creía que fuese
por amistad.

—Pero si es el gran Michael. —Dijo Troy, dándome un golpe en la espalda que


casi me desmonta.5

—Hola chicos. —Murmuré en voz baja, como si no quisiese molestar, y me


senté en una esquina de la mesa frente a la ventana.

—Hey, feliz cumple. —Lauren se estiró en su silla para abrazarme, y le


respondí al abrazo. —Tengo un regalo para ti en el coche.

—Gracias, pero no hacía falta. —Sonreí débilmente.

—¿Es tu cumpleaños y no nos habías dicho nada? —Preguntó Dinah. Negué y


me encogí de hombros, soltando un pequeño suspiro. Camila se quedó
mirándome y torció el gesto.

—Michael, ¿puedo hablar un momento contigo? —Asentí, era extraño. Era la


primera vez que Camila entablaba conversación conmigo y no era a través de
Lauren.

Nos levantamos y la seguí hasta el final de la cafetería, donde ella paró y se


cruzó de brazos.

—¿Qué te ocurre? ¿Te pasa algo conmigo? —Dijo preocupada, y yo torcí el


gesto retirando la mirada.
—No, no...

—Vamos, dímelo. Sé que te pasa algo conmigo y no quieres decírmelo. —


Insistió buscando mi mirada.

—No es contigo. Bueno, es complicado... —Me pasé las manos por la cabeza y
apreté los ojos. —Yo estaba mal de antes, yo... Tengo depresión y ansiedad. —
Murmuré en voz baja, pero ella no se sorprendió porque ya lo sabía. —Y yo
estaba muy mal, pero de alguna manera Lauren... Lauren era mi amiga, nos
veíamos todos los días. Nos comprendíamos, pero apareciste tú y...Ya no la
veo, antes la veía poco, pero con el paso del tiempo ya no la veo casi nada, sólo
cuando salimos en grupo, pero yo ni siquiera me siento parte de este grupo. —
Camila se quedó en silencio procesando lo que le estaba diciendo, y asintió
levemente.1

—Te entiendo. Pero, no estás enfadado conmigo, ¿verdad? —Negué


levemente y agaché la cabeza. —¿Por qué dices que no encajas?

—Miraos. —Giré la cabeza para mirar al grupo. —Incluso Calum que acaba de
llegar habla más y... Todos vestís bien, todos sois guapos y... Yo visto con
trapos. —Alcé los brazos para que viese aquella camisa que me quedaba
grande. Bajé la mirada a mi pantalón negro ancho casi de campana y mis
zapatillas gastadas. —Y ya no es por el grupo es que... No me gusta mi físico
no... No soy guapo, no visto bien, Lauren ha encontrado a alguien y yo seguiré
aquí solo. —Camila esbozó media sonrisa y se enganchó a mi brazo.18

—Michael, ¿me estás diciendo que te gustaría cambiar físicamente?

—Sería un paso para sentirme mejor... Sé que suena superficial, pero... —


Suspiré cansado, y ella comenzó a caminar conmigo hasta la mesa.

—Chicos, tenemos que irnos. Normani, oh, Mani, esto va a encantarte.55


*1

Normani's POV

—¿¡Y PUEDO CAMBIARLO ENTERO!? Oh dios mío, he estado esperando


este momento desde que te conocí. —Senté a Michael frente al espejo, y el
chico frunció el ceño. Calum, Lauren, Dinah y Camila miraban desde detrás,
mientras yo removía aquella mata de pelo teñida de rojo destartalado.

—No creo que eso sea un piropo... —Dijo en voz baja, y todos rieron ante su
comentario.

—A ver, cariño, ¿cómo quieres cambiar? —Me retiré para darle paso a mis
peluqueras, que hicieron lo mismo con el pelo de Michael.4

—No sé. Quiero ser guapo como Calum. —Calum se echó a reír mirándome a
mí, y me puse a su lado.2

—Podríamos formar una boyband después. Los Back Street Boys 2017. —Alcé
una ceja y negué, volviendo a centrarme en Michael por mucho que el tupé
que Calum llevaba aquél día lo hiciese aún más guapo.11

—No, tú tendrás tu propio estilo.

—¿Por qué tiene que hacerse un cambio? Yo lo veo bien así. —Dijo Dinah
desde una esquina. Cerré los ojos y suspiré, haciendo un gesto de desprecio
con la mano.8

—Dinah, de verdad, deja a tu novio porque te está atrofiando el sentido del


gusto. —Todos se rieron, incluso Michael, aunque volvió a negar un poco con
el ceño fruncido.

—No creo que eso sea un halago.3


—Está bien, se acabaron los tintes de colores, Michael. —Me puse al lado de la
peluquera que comenzó a lavarle la cabeza. —Tíñeselo de negro, y córtale el
pelo.1

—¿La barba no me la afeitas? —Preguntó mientras la chica le secaba la cabeza.

—Por dios no. —Dije sacudiendo la mano y me giré hacia Lauren, Camila y
Dinah. —Podéis iros al salón. Sólo necesito ayuda de Calum para que me dé
consejo de chico. —Se quedaron paradas sin entender.— Vamos, fuera. —
Calum se reía en voz baja mientras ellas salían por la puerta.

—Me gusta tu lado de petty hoe. —Sonreí cruzándome de brazos, y miré


cómo le cortaban el pelo a Michael.

—¿Qué lado no te gusta de mí? —En cuanto el secador comenzó a sonar,


salimos de la habitación.

—Mmh, los que no conozco. —Me crucé de brazos mirándolo y apreté los
labios. —¿Por qué estás siempre a la defensiva conmigo? —Preguntó riéndose,
cruzando los brazos al igual que yo.

—Porque quizás lo único que quieres es follar conmigo e intentas llevarme a


tu terreno, quizás eh. —Él se quedó mirándome serio con el ceño fruncido.

—Si de verdad sólo quisiera acostarme contigo lo habría hecho la noche en


que casi caes en un coma etílico y que, por cierto, te llevé a tu casa, ah y que,
también me vomitaste encima. —Desencajé la mandíbula y miré hacia otro
lado. —¿Qué te pasa conmigo?

—Que odio a los tíos, eso me pasa. —Él se echó a reír asintiendo.

—Y con razón. Si todos con los que te encuentras te hacen daño es normal que
pienses eso, porque un 'no todos somos iguales' no va a quitarte todo el dolor
que te han hecho padecer. Pero al menos acepta que yo no soy como ellos, y
que, además, sólo somos amigos. —Me quedé callada unos segundos y alcé una
ceja, mirándolo de reojo. —Venga, no seas así conmigo.

—Me lo pensaré.2

*5

—Bueno, levantad el culo mariconas, que Michael ya está listo. —Di dos
palmas y Lauren y Camila dejaron de besarse al lado de Dinah, que tenía el
brazo apoyado en el sofá con cara de asco.24

—Un poco más y follan encima de mí. —Gruñó la rubia, y Camila le dio un
golpe en el brazo.37

—Chicas, siempre he querido hacer esto. —Me puse las manos a la espalda
con una sonrisa. —Y es que siempre quise ser la estilista de la casa real
genoviana para poder transformar a mi Mia Thermopolis, pero nunca tuve una
Mia para transformar, porque todos mis amigos ya eran guapos.27

—Ehh... No creo que eso sea bueno. —Se escuchó la voz de Michael detrás de
una puerta.

—Pero por fin lo he conseguido. —Cerré los ojos con una sonrisa y apreté mis
manos entre ellas. —Después de muchos cambios de vestuario, por fin
encontré a Michael. Dad la bienvenida al nuevo Michael. —Me aparté un
poco y lo vi salir. Llevaba el pelo corto, no ese matojo de pelo rojo, y además
lo habíamos teñido de negro. Además, le habíamos quitado aquél horrible
piercing de la ceja, le recortamos un poco la barba y despuntamos un poco el
pelo para que quedase mejor. Luego, lo vestimos con una camisa roja ajustada,
nada de esos harapos anchos y descoloridos que lo hacían parecer gordo, y no
lo era. Le quitamos esos pantalones tan anchos y le pusimos unos jeans negros
ajustados y unas vans negras también con una tira en blanca. Ahora estaba
bastante guapo, y las tres chicas se levantaron del sofá al verle.21
Dinah's POV

—No me lo puedo creer. —Dijo Lauren mirando a Michael, soltando una risa.
—Tío, estás muy guapo. —Camila simplemente lo abrazó, y nos quedamos
mirándolo perplejas. Era otra persona, era... Un nuevo Michael.

—Vaya, no sabía que estuvieses tan delgado. —Camila se reía, y puso sus
manos en la cintura de Michael algo asombrada. Luego, me miró a mí y se
encogió un poco de hombros.

—¿Sigues pensando que no me hacía falta un cambio? —Arrugué la nariz y


moví un poco la cabeza para dudar, sacándole una sonrisa al chico. Entonces,
Lauren pasó por detrás y lo empujó, chocando Michael contra mí.1

—Dale un abrazo, hombre.

—¿Tú no serás un poco puta, no? —Lauren se encogió de hombros, pero me


abracé a Michael dándole unos leves toques en la espalda. —Estás muy guapo.1

—¿Sólo guapo? ¿Así menosprecias mi trabajo? —Normani me dio un empujón,


y yo se lo di a ella con el ceño fruncido.

—¿Qué trabajo? —Me burlé, y ella se giró con las manos en la cintura.

—El que debería hacer con el mono de tu novio. —No dije nada, sólo la miré
con los labios entreabiertos. —Incluso Michael es más guapo que él antes del
cambio.1

—Sigo sin creer que eso sea un halago. —Dijo Michael negando, y Lauren le
hizo un gesto para que no le hiciese caso a Normani.

—No le hagas caso Michael, estás guapísimo. —Normani me miró y sonrió,


dándose la vuelta para ir con Calum.

—Os dejo solitos.


—Habló la que se va con el que 'no le gusta'. —Dije riendo, cruzándome de
brazos.

—Al menos yo admito que me lo tiraría. Y, mira, puede que lo haga. —Se
encogió de hombros mirándome, y sonrió.

—¿De verdad? —Susurró Calum mirando a Normani, y luego a mí.2

—No, cálmate. Es sólo para enfadarla. —Le dijo negando.

—Una cosa —Michael levantó la mano para hablar— no creo que le guste, ni
que le vaya a gustar nunca a una chica, así que, esta incómoda conversación
creo que ha terminado.

CAPÍTULO 42

Lauren's POV18

Algunos días no estaban tan mal; otros eran un auténtico infierno. El recuerdo
de mi madre se mezclaba con la preocupación por mi hermana. La echaba de
menos, las echaba de menos a ambas. Echaba de menos la risa de mi madre,
sus abrazos, el olor a su colonia, cómo olían las sábanas cuando las lavaba, la
salsa sonando por toda la casa cuando mi padre se iba, y ese 'Lolo', como ella
solía llamarme. Sólo ella.

Hoy era uno de esos días en los que prefería quedarme en la cama sin hacer
nada, pero tenía que trabajar. Empezaba a pensar que el señor Cabello me
tenía manía, siempre me miraba de reojo y con mala cara al pasar por la
oficina hacia su despacho, aunque sólo lo hacía una vez al día. Pero me daba
igual, él me había prestado su ayuda, había pagado mis abogados y yo estaba
saldando esa deuda.

Al salir de la oficina, Camila estaba en la puerta de su coche con una gran


sonrisa, aunque al verme, esta decayó un poco.

–Hey, ¿cómo te fue el día? –Me encogí de hombros, dejando salir un suspiro
entre mis labios.

–Bien. –Noté cómo me cogía de la mano y apretó un poco.

–Mmh, ese bien no me suena muy 'bien'. –Abrí la puerta del coche y entré,
encogiéndome de hombros. Camila dio la vuelta al coche y se sentó en el
asiento del conductor, poniéndose el cinturón.

–Lo siento, no importa. –Apoyé la cabeza en el cristal del coche. Aún se me


hacía raro estar en aquél coche tan sumamente caro. –Es sólo que... Echo de
menos a mi madre.

–Entiendo, debe ser duro. Estoy segura que donde quiera que esté está muy
orgullosa de ti. –Sonrió mirándome con las manos en el volante. Yo sonreí
también, pero no porque estuviese mejor, sino porque estaba enamorada de
ella.

Vi su identificación del hospital, vi sus pulseras colgar de la muñeca. Tenían


muchos colores, concordaban con ella. Me encantaba todo de Camila, se
pusiese lo que se pusiese. De doctora, de Camila, con vestido de noche, en
pijama, me daba igual.12

Cerré los ojos un momento, necesitaba descansar el cuerpo, la mente, todo.


Escuché que encendía la radio, y sonaba el último disco de Ed Sheeran. No sé
qué canción era porque mi vida era un caos en aquél momento.24
–Lauren, ¿estás despierta?

–Sí. –Respondí removiéndome en el sitio. No abrí los ojos, estaba muy cansada
y la música relajante junto con el leve tarareo de Camila me relajaba un poco.

Seguimos el camino unos minutos más, hasta que paró el coche. Yo abrí los
ojos algo confundida porque había estado a punto de quedarme dormida. Veía
algo borroso y me pasé las manos por los ojos, quitándome el cinturón. Al
mirar por la ventana no reconocí aquél lugar. No sabía dónde estábamos.

–¿Dónde me has traído? –Miré a mi alrededor y era una calle con arbolitos,
césped y un gran edificio. Era muy ancho, no demasiado alto. Tenía una
puerta automática de cristal, dejando ver una centralita.

–No lo sé. –Respondió ella encogiéndose de hombros. –Pero entremos.7

–¿Cómo? ¿No sabes dónde me has traído? –Pregunté caminando tras ella, que
parecía no escucharme. –No, Camila, ¿dónde vas?

–¿Sabes lo guapa que estás cuando te pones nerviosa? –Pellizcó mi barbilla y


entró allí sin más. ¿Qué estaba pasando? –Siéntate en esos sofás, voy a avisar
de que he llegado. Tengo cita en el ginecólogo.

–Podrías haber empezado por ahí. –Refunfuñé, sentándome en unos sofás


verdes pistacho.

Miré a Camila, que apoyó sus manos en el mostrador y entregó su DNI. Le


sonreía a la chica que escribía en el ordenador, y luego me miró a mí y me
señaló. Yo levanté la mano para saludar. Mi móvil vibraba, y observé la
pantalla; eran llamadas perdidas del padre de Camila de hacía dos horas.
Estaba bastante confundida...

–Ya está. Ahora me llamarán. –Puso una mano en mi muslo al sentarse y


guardé el móvil en mi bolsillo.
–Tu padre me llamó cinco veces hace dos horas. Luego lo llamaré. –Me giré
hacia Camila, y ella sonreía, dándome un beso en los labios. –¿Te llamaron de
asuntos sociales?

–No. Y ya empieza a agobiarme esto. –Dije con desgana, cruzando los brazos.

–Estás muy seria conmigo últimamente. –Puso su mano en mi nuca y comenzó


a acariciarme lentamente.

–No eres tú, es todo es... –Suspiré echando la cabeza hacia atrás. –Es
complicado. –Era que si perdía a mi hermana me hundiría. Era que quería
hacer algo con mi vida pero no sabía el qué. Era que todo el mundo tenía una
meta y yo no tenía ninguna, y, la única que tenía no podía costeármela.

Había algunas voces en el pasillo, y entonces apareció una mujer con una
sonrisa, parecía que llevaba una bolsa o algo en la mano, pero no lo logré ver
ya que había otro sofá en la sala de espera que lo tapaba. Habló con la chica
del mostrador y luego se giró hacia nosotras.

Y cuando cruzó el sofá vi que llevaba a una niña de la mano, tardé un


milisegundo en reconocer que era mi hermana Rachel. Me levanté como un
resorte con las manos en la boca, corriendo hacia ella.3

–¡Orem! –Al escuchar cómo decía mi nombre me eché a llorar, poniéndome


de rodillas delante de ella. La abracé apretando los ojos, la abracé sin querer
soltarla jamás. La tenía entre mis brazos y no era un sueño. Sus pequeñas
manitas se abrazaron a mi cuello también y me dio un besito en la mejilla.43

–¿Estás lista para volver a casa, peque? –La señora le acarició el pelo, y yo me
separé de ella sonriendo.

–¿Se viene a casa? –Pregunté quitándome las lágrimas de los ojos. La mujer
asintió. Fui a levantarme pero Rachel se enganchó a mi cuello.
–¡No! –Gritó Rachel. Camila, que había permanecido en silencio detrás de mí,
y la señora soltaron una risa.

–¿Quieres venirte conmigo? –Me miró con una sonrisa divertida, casi
escondiéndose de mí.

–Ti.

*2

–Por eso mi padre te estaba llamando, te habían concedido la custodia de


Rachel y tenías que ir a recogerla. –Camila tenía a Rachel en brazos mientras
entrábamos en casa, y le dio un besito en la mejilla.6

–¿Y viste que estaba mal y decidiste engañarme? ¿Qué clase de novia hace eso?
–Ni siquiera me estaba escuchando, estaba más embobada en Rachel,
sacándole la lengua y dándole besos seguidos en la mejilla. Cuando paró,
Rachel giró su cabeza a todas partes, observando el apartamento. No sabía muy
bien dónde estaba, así que la cogí en brazos de nuevo. –Mira, Rachie, aquí
vamos a vivir tú y yo. –Caminé con Camila hasta su habitación toda pintada
de rosa, como más le gustaba a ella.

–¿Apí? –Señaló la habitación con el dedo, y asentí riéndome.20

–Sí, aquí. –La dejé en el suelo y salió disparada hacia el oso de peluche gigante
que había en una esquina. Era tan pequeña que desapareció en el pelo del oso,
y comenzó a dar pequeños saltitos gritando.7

–Ay por dios. –Susurró Camila, apresurándose hacia ella y poniéndose de


rodillas delante. –¿Pero cómo eres tan bonita? ¿Mmh? –Comenzó a darle besos
en las mejillas, quedándose sentada con ella entre las piernas.9

Camila se quedó conmigo esa noche. Me ayudó a bañar a Rachel, que se llevó
a la bañera un paquete entero de patitos de goma nuevos. Dejaba que le
enjabonásemos la cabeza mientras jugaba, y casi no me podía creer que
hubiese vuelto.

–Aaaarriba. –La saqué de la bañera y la puse en brazos de Camila entre una


toalla.

–Deberías traerla para que le hiciesen un chequeo. –Decía mientras le secaba


la cabeza, poniéndola de pie en la tapa del váter.3

–¿Por qué? ¿Es que le ves algo? ¿Le pasa algo? –Pregunté preocupada mientras
la vestíamos.

–Mmh, ¿no? Pero es conveniente hacerles chequeos a los niños. Y a los


mayores. –Me dio con el dedo en el hombro y fruncí el ceño, frotándome la
zona algo dolorida.2

–E pato, ¿on ta?9

–¿Qué hablas, bicho? –Después de ponerle el pijama la cogí en brazos y la puse


en el suelo. Ni siquiera me escuchó, y salió corriendo hacia el salón.1

Cenamos en el salón frente a la chimenea. Rachel se quedaba mirando al


fuego, y yo la mantenía sujeta para que no saliese corriendo hacia él. Le
gustaba mucho el arroz con tomate y salchichas, por lo visto. Se lo comía sin
rechistar mientras veía la tele.3

–Memo. –Señaló la pantalla mirándome, para decirme que allí estaba Nemo.36

–Claro, es Nemo. ¿Te gusta Nemo? –Le di un poco más de arroz y ella asintió.

–E uta Memo.7

Camila decidió quedarse a dormir con nosotras, y Rachel se coló en nuestra


cama, bajo el edredón.

–Buenas noches, Rachie. –Besé su frente, acariciando su espalda.


–Bena note.29

–¿A mí no me das las buenas noches, Rachel? –Rachel puso una mano en el
hombro de Camila, como si quisiese así 'abrazarla' igual que a mí.

–Bena noche Amila.37

*1

Dinah's POV7

En cuanto tuve consciencia de que estaba despierta pude notar molestias en mi


cuerpo. Intenté moverme en la cama pero la molestia se centraba en mi
entrepierna. No, otra vez no... Odiaba que hiciese eso. Se lo había dicho varias
veces, pero él no hacía caso. No me gustaba que tuviese sexo cuando yo estaba
dormida porque me dolía, y además nunca usaba preservativo.83

Me levanté de la cama y me vestí, poniéndome unos jeans azules, unas botas y


un jersey negro. Miré los vestidos que tenía en mi armario, me encantaban,
pero no podía ponérmelos porque él no quería.3

Pasé la brocha por el blush, y luego extendí este por mis pómulos mirándome
al espejo. Tenía una sensación extraña, un escalofrío me recorría el cuerpo.
Era como si alguien soplase en mi nuca, y no, no era nada bueno.

Estaba muy desmejorada, mi cara eran ojeras, sólo ojeras. Yo no solía ser muy
delgada, pero ahora sí que lo estaba. Mi pelo no lucía de la misma forma, no
tenía esas ondulaciones, no era despreocupado, revuelto, yo ya no era esa
Dinah, pero ni siquiera con esa sensación, ni siquiera viéndome así de mal
podía admitirlo en aquél momento. Porque estaba tan ciega que ni siquiera
podía verme a mí misma.2

–¿Otra vez estás viendo al tipo ese? –Nela apareció por la puerta del baño,
apoyando su mano en el marco.
–No, no he visto a nadie. –Respondí negando, guardando el blush en mi
bolsito.

–Más te vale. –Dijo con dureza. Yo no respondí, aunque mi interior me decía


que debía hacerlo el miedo era más fuerte que yo. –No te maquilles tanto, no
me gustas maquillada. Te pareces a las putas de tus amigas.

–No son putas. –Repliqué.

–¿Cómo has dicho? –Nela empujó la puerta contra la pared, y de forma


abrupta entró en el baño, propinándome una fuerte bofetada. Sentí mi mejilla
arder, y un par de lágrimas estuvieron a punto de brotar de mis ojos. –Ahora
ya tienes una buena excusa para poder maquillarte.42

No dije nada, sólo asumí la culpa. Llevaba haciendo eso desde que tenía
dieciocho años. Hoy no era fácil ocultarlo todo, y más si venía Nela conmigo.
Conducía serio y en silencio, seguro que era porque yo lo había hecho todo
mal. No debí haberme quejado.7

Reparé en las mangas de mi jersey, me quedaban enormes. Yo no era una


chica pequeña, eso era evidente, pero me sobraba jersey. Me sobraba jersey
por todas partes. De largo, de ancho, me sentía pequeña todo el tiempo, era
casi un reflejo de mí misma, una metáfora de que yo ya no era la de antes.

Llegamos a la cafetería y estaba vacía, pero los vi a todos al final. Desde que
Calum había aparecido en nuestro grupo teníamos la cafetería a nuestra
disposición. No era como cuando Camila trabajaba en la cafetería, ya que eso
era una cadena de una marca, esa cafetería era diferente. Era de la madre de
Calum que, al estar un poco desmejorada de salud la había dejado en sus
manos. Él, junto con sus hermanos, preparaba pasteles, cafés, y aunque aquella
mujer ya no estaba, le daba un toque entrañable.
–¡Dinah! –Camila se levantó de la silla, y corrí hacia ella para abrazarla fuerte.
–¿Dónde te has metido? Te echaba de menos.

–Y yo a ti.

–Qué guapa estás, Dinah, pero ven conmigo, que te falta un poquito de rímel.
–Se levantó de la silla Normani, cogiéndome de la mano.

–¿Dónde vais? –Preguntó Nela de mala gana.

–Al baño. ¿Es que te parece mal? –Replicó Normani. Él me miró con la
mandíbula apretada, y sin decir nada, se sentó en la mesa.

Fuimos al baño, y ella cerró la puerta. Suspiró y se puso las manos en la


cintura, moviendo el cuello como si quisiese estirarlo.

–Como te vea aparecer con él una vez más, Dinah, te cruzo la cara de un
manotazo. –Aquellas palabras me dolieron. Hicieron que la bofetada de mi
mejilla volviese a florecer. Ella no sabía nada, nadie sabía nada de aquello.

–No es tan fácil, Normani. –Respondí aireándome el pelo, mirándome al


espejo.

–¿Cómo qué no? Mira, ¿tú te crees que yo soy gilipollas? –Me dio un toque en
el hombro, haciendo que la mirase de nuevo. –¿Te crees que Camila y yo no
nos hemos dado cuenta de cómo miras a Michael? –Me sentí expuesta,
atacada. No sé por qué me dolió aquello. –Vamos, Dinah. Te mueres por él, y
él se muere por ti.

–Normani.

–No, le estás haciendo daño y te estás haciendo daño a ti.

–Norm–

–¡Estás perdiendo la oportunidad de ser feliz! ¿¡Es que no te das cuenta!?


–¡NORMANI! –Grité exhausta, casi con lágrimas en los ojos. –Basta. Tú me
estás haciendo daño ahora. –Sollocé, negando. –Déjame tranquila, por favor.

–Lo siento. Ya te dejo.

Normani se fue, y yo me quedé unos minutos en el baño intentando


recomponerme, aunque suponía que se había escuchado algo de barullo fuera.

Salí, y Nela se levantó de la silla, guardándose el móvil en el bolsillo.

–Tenemos que irnos, tu madre ha llamado. Quiere que vayamos a comer.

Yo sólo asentí y sonreí, mirando a los demás. Mirando a Normani, que


mantenía la cabeza gacha sin querer mirarme. Me parecía tan fugaz aquello, el
único momento donde podía librarme y se había esfumado por una tontería.

–Llámame, Dinah. –Me dijo Camila. Yo sonreí. Qué ingenua era.

En cuanto llegamos a casa y cerró la puerta, me agarró del brazo y tiró de mí


contra la pared tan fuerte que mi cabeza dio contra el frío muro.3

–¿¡QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA HABLAR DE MÍ CON ELLA, EH!? –


Me dio otra bofetada, esta vez en la mejilla contraria. Apreté los ojos con las
lágrimas saliendo de estos, y sentí cómo mi jersey se resquebrajaba de un
tirón. Mi jersey se rompía, y yo había quedado sin camiseta delante de él.
Estaba temblando, y me escondía tapándome con las manos mientras lloraba.1

–N-no dije nada... –Murmuré temblando.

–A ver si ahora te atreves a hablar de mí con alguien. –Se quitó el cinturón y


lo dobló, dejando que el lado de la hebilla fuese el que me golpease.35

–No, no, no, no... –Salí corriendo por el pasillo y él tiró de mi pelo, tirándome
al suelo. Yo ya no temblaba, mi cuerpo convulsionaba entre llantos. Miré
hacia arriba, y él se alzaba como si fuese un coloso con la correa en la mano. –
Por favor, n-no lo volveré a hacer...

El primer correazo fue a mi espalda, y grité de dolor, pero no me dio tiempo a


quejarme cuando sentí el siguiente en el costado derecho. Me cogió del pelo y
tiró hasta levantarme, golpeándome la cara contra la pared de perfil. Fue ahí
cuando perdí el conocimiento.36

No sé cuánto tiempo pasó, pero abrí los ojos lentamente y estaba en el suelo,
en el regazo de Nela mientras él me abrazaba llorando.

–Lo siento, lo siento... –Murmuraba entre sollozos. –No lo volveré a hacer,


perdóname, cariño. Voy a ser mejor.57

Pero mentía.40

CAPÍTULO 43

Normani's POV13
El suelo del gimnasio estaba temblado, tibio. Quizás por los veintitrés grados
constantes que hacía allí. Pegué las plantas de mis pies delante de mi cuerpo y
me incliné hacia adelante, soltando un hilo de aire entre mis labios.

Necesitaba relajarme, después de lo que pasó hace unos días con Dinah estaba
mal. Mal porque la llamaba y ella no respondía, pero yo quería pedirle perdón.
Lo que hice sólo me hacía sentirme peor persona, quería castigarme a mí
misma cada segundo del día por lo que había hecho, me lo merecía. Me
merecía lo peor, una amiga nunca hace eso.1

Me levanté del suelo y miré el espejo, miré mi cuerpo. Miré mis muslos, los de
Camila eran más bonitos, más delgados. Me gustaría no tener estos
pensamientos de nuevo, estaba mejor, pero lo de Dinah me había dejado
hecha polvo.23

Aquél gimnasio era bastante grande, quizás fuese el mejor de Toronto. Tenía
tres plantas, y una de ellas llena de espejos y barras para ballet. Echaba de
menos bailar, echaba de menos las clases, mis puntas, los recitales... Pero no
echaba de menos esa yo. Ese periodo de tiempo fue como si el infierno viviese
en mí. Ahora estaba estable, sólo tenía estos pensamientos negativos en la
cabeza, pero esos años de mi vida pensaba en que el mundo estaría mejor sin
mí seriamente. Intentaba ser perfecta, intentaba ajustarme a todas, intentaba
ser una persona que yo no era.

Intenté hacer un pirouette, pero en la segunda vuelta caí al suelo, y di un


golpe contra el parqué, frustrada. Me quedé en el suelo con los ojos vidriosos,
porque ya ni lo que más me gustaba hacer me quedaba.

—Wow, si yo hiciese eso me habría partido la pierna al segundo. —Me limpié


las lágrimas y sonreí un poco, soltando una risa al final por las palabras de
Calum.1
—¿Qué haces aquí? —Él apretó los labios y sonrió.

—Trabajo aquí. —Llevaba una camiseta de manga corta azul con el logo del
gimnasio. —¿Qué te ocurre?1

—Dinah. Me porté muy mal con ella el otro día, no debería hacerlo. —Sacudí
la cabeza y lo miré con una sonrisa torcida. —Me siento tan mal... —Sollocé
de nuevo, pasándome dos dedos bajo el ojo para limpiarlo. —Siento que todo
lo que hago me lleva a ser todo lo que... Todo lo que era hace unos años.

—¿Quieres entrenar conmigo? —Se levantó del suelo y me tendió la mano. Yo


la sujeté y con un solo impulso que me dio me puse en pie. —Te vendría bien.

—No traigo dinero en efectivo para pagarte. —Dije calzándome mis zapatos, y
Calum hizo una mueca extraña.

—¿De verdad crees que te cobraría? —Me agaché para atarme las zapatillas, y
luego me levanté.

—No tienes que hacerlo, tienes clientes con los que ganar dinero. —Calum
suspiró, señalando las escaleras que subían a la primera planta.

—Hay cosas más importantes que el dinero, ¿no crees? —Subía las escaleras de
dos en dos, y yo intentaba seguirle el ritmo.1

—¿Eso es una indirecta? —Mi padre era socio del padre de Camila. Él
producía el pescado, y mi padre era el dueño de una planta de envasados, así
que se asociaron y mi padre le proporcionó el método de envasado. Botes,
latas, al vacío, etc.

—No. ¿Por qué? —Llegamos arriba, yo casi sin aliento aunque lo disimulé
bien. Era verdad, Calum no sabía nada de mí en ese aspecto, y eso decía
mucho de él. Se dedicaba a escucharme, a hacerme sentir bien.
—Digamos que mi padre tiene bastante dinero. —Nos acercamos a las
máquinas y él se puso detrás de la pantalla de control de la cinta para correr,
con los brazos apoyados en esta.2

—Lo intuí al ver tu casa y tu bolso de Chanel. —Me subí a la cinta, y Calum se
alzó un poco para configurar la máquina, que empezó a ponerse en marcha. —
Vas a correr un poco a intensidad media.

—¿Para ti esto es medio? —Dije con la voz agitada al correr, y él se humedeció


los labios.

—¿Qué le dijiste a Dinah? —Suspiré mientras corría, mirando cómo el


número que marcaba el tiempo subía segundo a segundo.

—Que... —Tomé algo de aire encogiéndome de hombros. —Que dejase a


Nela, que era una egoísta y le hacía daño a Michael... —Calum subió un poco
la intensidad, y yo jadeé en busca de aire. —¿Más?

—Claro, un poquito más. —Pulsó el botón para subir el ritmo. —¿Y eso te
hace sentir mal? ¿Cómo si fueses una mala amiga?

—Sí. —Calum me miraba serio y asintió. —Una amiga no debería... Hacer eso.
—Reí un poco irónica, corriendo todo lo que podía.2

—Tú hiciste lo que creías mejor para ella, eso no te hace una mala amiga, y
tampoco una mala persona. —Se subió en la máquina y subió el ritmo al
máximo, haciéndome acelerar en ese instante y yo casi no podía más.

—Calum, no puedo. Me ahogo. —Dije agitada, negando. Las piernas me


pesaban y los pulmones me quemaban cada vez que tragaba aire.

—Sí, sí que puedes. Vamos, Normani. —Apreté los ojos y di zancadas más
largas y rápidas, sintiendo que el corazón se me salía del pecho. Bombeaba
fuerte, y el quemazón del pecho subía por la garganta. —¿Crees que Dinah
está enfadada contigo? Por supuesto que no. ¿Sabes por qué? Porque le dijiste
la verdad.

—No puedo más... —Gimoteé casi dejándome llevar, con las piernas flojas.

—Un minuto. ¿La Normani de hace unos años lo habría hecho? —Chasqueó
los dedos en mi cara para que abriese los ojos y negué. —¿Y esta Normani lo
hará? ¿O me vas a defraudar?3

—No. —Respondí negando, levantando las piernas como si llevase atados dos
sacos de piedras en cada una. Ahora me ardían los muslos, el pecho, la
garganta, me dolía la espalda, pero seguí corriendo.

—Diez segundos. Vamos, fuiste fuerte para superar todo aquello, eres fuerte
para superar una pequeña lucha diaria. —Se subió al borde de la máquina,
mirando la pantalla. Él paró la máquina y casi me desparramé en las
agarraderas, con la cabeza entre mis brazos y la respiración agitada. —¿Ves?
Esto no es nada comparado con lo que ya has hecho. Ya te has demostrado que
eres fuerte. —Cuando levanté la cabeza tenía una botella de bebida para
deportistas verdes, y él me la acercó.

—Gracias. —Susurré jadeando, tomando la botella y bebiendo como si me


fuese la vida en ello. Intenté bajar de la cinta pero mis piernas iban solas y
estaba un poco mareada, así que Calum me tomó del antebrazo y me bajó,
caminando conmigo con su mano en mi la parte baja de mi espalda.

—¿Has estudiado psicología? —Pregunté bebiendo de nuevo.

—No, pero cuando eres entrenador personal tienes que lidiar con los
problemas personales de tus clientes. Esos son los que los hacen engordar,
tener baja autoestima, en fin. Tengo que sacarles de ahí. —Apreté los labios y
fruncí el ceño, mirándolo.
—Entonces, ¿yo soy una clienta para ti? —Calum se pasó la mano por el pelo,
peinando uno de sus rizos que había saltado como un muelle de su pelo.

—Te cobraría entonces.

Calum siguió el entrenamiento conmigo. Hicimos algunos ejercicios de


piernas, y él estuvo a mi lado en todo momento hablando conmigo. Me
corregía algunos movimientos, me decía cómo funcionaban las máquinas y me
impulsaba a hacerlo mejor, a hacer siempre un poquito más.

Entonces empecé a pensar. Quizás yo estaba equivocada en mi pensamiento,


sí, quizás sí. Yo no quería estar con ningún chico ahora mismo porque 'no
quería depender de nadie', pero Calum no estaba ahí para hacerme depender
de él, para hacer que me sintiese realizada como mujer. Calum quería que me
hiciese fuerte de nuevo, independiente, mía. Él no quería ser 'la parte que me
completaba' para sentirme bien, él quería que yo estuviese completa, que fuese
Normani como mujer y como persona.

Después del gimnasio me duché y nos fuimos a tomar un café, pero no a su


cafetería, sino a la del gimnasio.

—Oye y... ¿Por qué tu madre ya no puede hacerse cargo de la tienda? —Bebí
un poco de café, dejando la taza en la mesa.

—Está enferma. —Torció el gesto, bebiendo de su té.

—¿Qué le ocurre? Si puedo saberlo. —Él se puso un poco más serio. Apretó los
labios y se encogió de hombros, suspirando.

—No lo sabemos. Mi madre ya no tiene seguro médico al dejar la cafetería por


estar enferma, así que mi padre y yo pagamos lo que podemos, lo mínimo, que
es para ir a urgencias y poco más. —Soltó una pequeña risa irónica,
removiendo el té con la taza. —Es duro.
—¿Qué síntomas tiene? Sólo... Para hacerme una idea. —Chupé la cuchara
lentamente, y él pareció cavilar algo.

—Se marea mucho, mmh... A veces cuando está tumbada se ahoga, no puede
ni dar dos pasos sin ahogarse, tose, no tiene hambre... No sé, es todo muy raro.
—Por lo que me había dicho podían ser un millón de cosas.10

—Vale, hagamos una cosa... Camila y yo nos graduamos la semana que viene.
—Él sonrió ampliamente, más por alegrarse de que por lo que iba a decirle. —
Pero entramos directamente al hospital, no tenemos vacaciones.

—¿Os han contratado ya? —Asentí.

—Gracias a Camila, ella es la buena doctora. El caso es que, nos graduamos el


viernes, el lunes trae a tu madre a urgencias. Seguro que entre Camila y yo
podemos hacer algo. —Bebí de mi taza de café, y él sonrió alzando las cejas.1

—Sabía que eras buena persona, pero no hasta este punto. +

CAPÍTULO 44

Lauren's POV6

Camila había sacado la nota más alta de Toronto, y yo estaba tan orgullosa de
ella que, al verla subir al escenario a por su diploma de graduada en medicina,
me aguanté las ganas de llorar.
—¿Amila? ¡AMILA! —Rachel se puso de pie en mi regazo y señaló el
escenario donde estaba Camila recibiendo el diploma.

—Shhh, toma. —Le puse el chupete en la boca, y ella estiró su cuerpo hacia
Michael, que la cogió en brazos.

—Bapo. —Se abrazó a su cuello riendo, mirando al escenario.

—Probablemente la única chica que pensará eso en mi vida. —Murmuró para


él riendo, y torcí un poco el gesto al escuchar aquello.10

—Están muy guapas, ¿no? —Calum se inclinó para mirarnos a Michael y a mí,
y ambos asentimos. —Demasiado.

—No te pases, Cal. —Murmuré en voz baja, y vi cómo Rachel se quitaba el


chupete y le daba besos a Michael en la mejilla.

Cuando Camila volvió, llevaba su gorro quitado, y la túnica de graduación


verde. Se abrazó a sus padres, Alejandro parecía bastante emocionado, y era
normal; su hija era la mejor en todos los aspectos. Sofi le preguntaba si estaría
también en su graduación cuando terminase la carrera de medicina, y es que
Camila inspiraba. Inspiraba a querer ir a por lo que más deseas, inspiraba
esforzarse por salir adelante y por ser la mejor.3

Antes que abrazarme a mí, cogió a Rachel en brazos y empezó a darle besos
por la cara.

—¡Soy doctora! —Alzó los brazos, y la besé sin decir nada, pero luego la
abracé. La abracé apretando los ojos con un suspiro, acariciando su espalda.7

—Y ¿sabes qué? —Me separé para mirarla, con las manos en sus mejillas. —
Eres la mejor.11

*2
—¿Y no os vais de viaje de graduación? —Preguntó Calum removiendo su
ensalada con el ceño fruncido. —Mi hermano estudió un grado superior y
hasta ahí tenían un viaje.

—No podemos. —Respondió Camila, cortando la carne en su plato. —El lunes


empezamos como internas en el hospital.1

—¿Dinah también? —Pregunté con el ceño fruncido, ella apretó los labios y
miró a Nela, negando.

—No... Yo no soy tan buena, así que... —Se humedeció los labios y todos nos
quedamos en silencio. Michael ni siquiera había levantado la cabeza de su
plato en toda la cena, y comía sin hacer ruido.

—Quizás el año que viene puedas venirte a nuestro hospital. Estaría bien. —
Acuñó Normani, y Camila sonrió, asintiendo rápidamente.

—Sería genial tenerte con nosotras en el hospital. ¿Te imaginas lo que serían
los turnos de treinta y ocho horas juntas? —Pasé el brazo tras la silla de
Camila, que se encogió de hombros suspirando.

—Oye, chicas... —Calum alzó un poco la voz, carraspeando. Se notaba que no


sabía cómo decir algo, así que suspiró. —Normani, ¿lo que te comenté?
¿Cómo...?

—Oh, uhm... —Normani miró a Camila con el ceño fruncido. —Luego


hablamos.

*2

Michael's POV

Suspiré mirando a Dinah bailar con Nela en la pista. No debí haber venido a
esta cena de graduación, nosotros ni siquiera éramos de aquí. Me dolía verla,
porque él no se la merecía. En realidad, nadie se merecía a Dinah, ni siquiera
yo. No había nadie en la tierra que fuese suficiente bueno para ella, o quizás sí,
pero no, no era yo.7

Nela le dijo algo, serio, y ella sonrió algo forzada, apoyando la mejilla en su
brazo, mirándome directamente. Mostró una sonrisa, apretó el brazo de su
novio con un suspiro, y poco después esta se desvaneció. Tan fugaz como las
pocas veces que sonreía a lo largo del día. Antes no era así, antes... No sé.

—¿Todo bien? —Calum se sentó a mi lado, apretándome la rodilla. —Oh, no.


¿Celos? —Sacudí la cabeza.

—No, no son celos. Sólo... Sé que yo la trataría mejor. —Lo miré y me encogí
de hombros suspirando. Calum y yo miramos a Normani, que estaba en la
barra pidiendo algo de beber.20

—Sólo tienes que tener un poco de fe en ti mismo, y la enamoras seguro. —


Asintió. Mirábamos a Normani coger su copa de daiquiri y llevárselo a los
labios para darle un gran sorbo. —Te lo digo por experiencia.

—Cal, se te olvida que eres guapo y que tu hombro es como mi cabeza. —Él se
echó a reír, y yo también aunque un poco menos.8

—¿Quieres estar como yo? —Asentí apretando los labios. —Podrías. Todo el
mundo puede.

—Yo no. No tengo un entrenador personal ni esas cosas, son caras. —Calum
alzó las cejas.

—Si vieses lo que cobro... Pero, ¿por qué no te apuntas al gimnasio conmigo?
No sería tu entrenador personal, sería... Tu amigo del gimnasio. —Al principio
pensé que no, pero luego miré a Dinah y miré a Nela. Él ni siquiera la estaba
mirando a ella, se fijaba en cualquier culo que pasase. Dinah se separó y quiso
ir a la barra a por algo, pero él la tomó del brazo tan fuerte que noté la marca
de sus dedos en su piel.

—Está bien. Quizás eso me ayude con mis problemas. —Dije jugando con las
pulseras de madera de mi mano, apretando los labios.

—¿Qué problemas tienes? —Me señalé la cabeza y él asintió sin decir nada
más.

—No estoy loco. Es... Más complicado que estar loco.1

—Claro que no estás loco. Las enfermedades mentales no son estar loco.
Quizás te vendría bien venir conmigo al gimnasio, sí. —Entonces, Normani se
acercó a nosotros, más exactamente se puso delante de Calum.1

—Sí, deberías ir a un entrenamiento con él. Te ayuda bastante. —Acuñó ella


sonriendo. —¿Quieres tomar algo?

—Claro. —Respondió él.

*1

Normani's POV

—Está bien chicos. —El doctor Hollis miró su carpeta y suspiró, alzando la
mirada. Camila y yo nos miramos, sonriéndonos mutuamente para darnos
suerte. —Palmer, entrega de resultados. Barker, reanimación. Cabello, a
suturas. Hamilton, tú estarás en la consulta de urgencias. Buena suerte. —Se
giró y su bata ondeaba por el pasillo. Yo suspiré echando la cabeza hacia atrás.

—¿Por qué siempre me toca a mí urgencias? ¿Por qué no puedo tener algo
como, no sé, una maldita extirpación de un quiste? —Camila me dio un
empujón para que empezase a caminar.
—¿Te recuerdo que yo he estado tres meses en urgencias sin rechistar? —
Entramos en el ascensor, y yo, de mala gana y rodando los ojos bufé. —Eso es
lo que quiere Hollis, Mani. Quiere que seamos trabajadoras, que nos
esforcemos y demos el máximo haciendo incluso las cosas más pequeñas. —La
miré durante unos segundos, negando.

—Qué buena cirujana eres ya. —Puse mi mano en su cara y salí del ascensor
en la primera planta.

—Nos vemos. —Dijo en voz alta antes de que se cerrase la puerta.

Entonces vi la oportunidad, y le mandé un mensaje a Calum para que se pasase


por la consulta. No sé cómo iba a hacer aquello, quizás si le lloraba un poco a
Hollis... No, qué va. Ni de coña. O quizás... Sí. Eso era.

—¿A ver? —Iluminé la garganta de aquél niño con el ceño fruncido, y palpé la
zona de su garganta con las manos. —Tiene placas, así que le recetaré
antibióticos. —Me senté de nuevo en la mesa del ordenador, y comencé a
escribir la receta, firmándola yo misma. —Que descanse, e intente bajarle la
fiebre con paños. Deje la puerta abierta al salir.1

—Gracias, doctora. —La madre se levantó con su hijo, al que arropó con su
brazo, y miré el nombre en la pantalla para ver quién era el siguiente paciente.

—¿Christina Hood? —Me quedé meditando un momento. Hood. Mmh.

Una señora de unos cincuenta años apareció por la puerta y Calum iba detrás.
Wow, no me la esperaba así. Tenía rasgos asiáticos, el pelo por los hombros y
era bastante bajita. Reparé en sus manos, que a pesar de notarse toscas y ajadas
por los años, parecían finas y delicadas.

—Hola, buenos días. —Dijo ella. Calum cerró la puerta de la consulta, y me


levanté para darle dos besos a la señora.
—Buenos días, señora Hood. Soy Normani. —Lo miré a él y sonreí. —Calum.

—Doctora, doctora Hamilton. —Me corrigió a mí misma. Llevaba un jersey de


lana gris que le hacía los hombros más anchos de lo normal, dejando ver su
cuello ancho pero no en exceso, musculoso.

—Bueno, dígame, ¿qué le ocurre?

—El caso es tengo muchos mareos. Me mareo mucho, una vez me caí y mi
hijo Calum me encontró en la cocina. —Aquella situación debió ser dura para
él. Podría ser una simple anemia, quizás. —Y también me cuesta respirar
cuando estoy tumbada.

—¿La ha visto algún médico antes? Me refiero, ¿ha tomado medicación para
eso antes? ¿Le han hecho análisis? —Jugueteé con el bolígrafo entre mis
manos.

—Mira, yo no tengo un buen seguro médico... Tengo muy poco, así que fui a
mi médico de familia y me mandó unos análisis, pero como todo salió bien ahí
se quedó la cosa. —La señora se encogió de hombros y yo suspiré pasándome
los dedos por la frente.

—Bueno, voy a examinarla. Vaya a la camilla.

Cuando eres médico, —ahora podía decirlo propiamente—da igual si eres tan
bueno como Camila o con tanta experiencia como el doctor Hollis, sabes que
algo va mal desde que el paciente entra en la consulta, la cosa es saber qué es,
y eso es lo que nos distinguía a Camila y a mí. Ella acertaba con el diagnostico
de casi todos los pacientes, yo... Prefería estar en silencio, porque cada vez que
hablaba Hollis me decía que no era eso. Pero esta vez era diferente, esta vez
tenía una corazonada de lo que podía ser, y nunca mejor dicho.
—Vale, señora Hood, voy a pedir que le hagan unas pruebas para concretar
exactamente qué es. Ahora mismo en esta consulta no puedo decirle nada. —
Me volví a sentar en la silla, comenzando a escribir en el ordenador.

—Pero mira, mire, doctora. —Puso las manos en la mesa algo agobiada. —Yo
no tengo cómo pagar las pruebas ni nada de eso.

—Usted... No se preocupe por eso, señora Hood.

*1

Camila's POV

—Y entonces, ¡BAM! Me choqué contra el manillar de la bicicleta mientras


corría. —Di el último punto de sutura y solté las pinzas, cogiendo un trozo de
algodón con algo de alcohol en él. —¿Haces algo después de tu turno?

—Dormir. Y si hiciese algo, no lo haría contigo. —Cubrí la herida,


quitándome los guantes.1

—Venga, te debo una cerveza por esto. —Se bajó de la camilla y suspiré.

—Llevo ocho horas atendiendo pacientes, no quiero ser borde, así que—

—Tú, fuera. No le debes nada, para eso pagas un seguro médico. —Respondió
Normani, señalándole la puerta. —Camila, Hollis quiere que vengas conmigo.

—¿Qué ocurre? —Caminé con ella fuera de la sala con las manos en la bata.

—Ha venido Calum con su madre, vamos a hacerle algunas pruebas para
averiguar qué le pasa. —Subimos en el ascensor, y ella presionó el botón de la
planta a la que íbamos. —Se marea a menudo, sufre desmayos, y al tumbarla
en la cama ha empezado a ahogarse.

—Si no se ahogase podría ser anemia... —Murmuré perdiendo mi mirada en


las puertas metálicas del ascensor.
—No. Creo saber qué es. —Respondió ella mientras salíamos. Calum estaba
apoyado en la puerta de la habitación con los brazos cruzados, mirando cómo
íbamos hacia él.

—¿Qué piensas? —Hizo una mueca con la cara.

—Problemas de corazón. Le están haciendo las pruebas. —Fue lo último que


dijo antes de acercarnos a Calum.1

—Hola, ¿tenéis los resultados? —Nos miró a ambas. Parecía tranquilo, pero
tenía ese punto de preocupación en sus ojos que lo atormentaba, y era
completamente normal.

—Oh, no, no. Siguen con ella. Sólo he traído a Camila para que me ayude con
la planta. Un grupo de internos y dos residentes no es mucho, ¿sabes? —Él
sonrió de medio lado, asintiendo. —De todas formas, no te preocupes.

—Sí, y si algo va mal, recuerda que no va a pasarle nada. Estamos nosotras


aquí.

Dejamos a Calum en el pasillo, y corrimos hasta llegar a las camillas que había
en las escaleras de emergencia y nos tumbamos allí con un par de sándwiches
y un zumo de piña.3

—Ugh, llevo ocho horas en urgencias y estoy que me caigo. —Fruncí el ceño
volviendo la cabeza hacia ella.

—Yo llevo ocho horas en suturas, ¿sabes cómo tengo las manos? —Ella soltó
una risa, y yo alcé una ceja mientras bebía del zumo. —Echo de menos a
Lauren. Quiero abrazarla y casi no puedo verla.

—Yo echo de menos a... —Se quedó en silencio y apoyó la espalda en la pared,
encogiéndose de hombros. —No importa.
—A Calum. ¿Por qué no le has dado una oportunidad? Yo creo que ese tipo de
tíos solo existen en los libros. Seguro que sabe dónde está el clítoris. —Me
quedé pensativa mirando el pasillo, volviendo a comer.27

—Ahora no es momento... Está con lo de su madre, no sé. Además, siempre lo


arruino todo, Camila. Si Keith me dejó fue por algo. —Asentí rápidamente a
su afirmación.

—Sí, ahí llevas razón. Si Keith te dejó fue porque era un puto gilipollas. —
Normani rio tapándose la boca con la mano, y sacudió la cabeza riendo.

—Ay Camila... —Hizo un puchero y se puso encima de mí. —Quiero


abrazarle todo el día. Y quedarme encima de él y darle besos en la mejilla para
molestarle.

—¿Sabes qué es gracioso? —Puso las cejas gachas y me miró. —Que eso hago
yo con Lauren.22

*1

Cuando llegué al apartamento de Lauren y abrió la puerta, lo único que hice


fue dejar mi bolsa caer al suelo y apoyarme en su pecho.

—Llévame a la cama.

—Vaya, ¿tanto te pongo? —Solté una risa y la empujé, cerrando la puerta. —


¿Qué tal el día? —Rachel estaba sentada en el sofá con una mesita delante de
ella mientras se comía un trozo de palito de pescado con la mano.1

—¿Ves el palito de pescado que está espachurrando tu hermana? —Me senté


al lado de Rachel y la senté en mi regazo dándole un beso en la mejilla. —Pues
peor.
—¿Muchas operaciones? —Sonrió Lauren al preguntarlo, quitando del suelo
los juguetes que Rachel había dejado por medio.

—Ojalá, pero no. Suturas. ¿Quieres venir aquí y darme mimos? —Le dije
estirando la mano hacia ella.

—Imo. —Lauren me cogió de la mano y se inclinó para besarme.

—Sólo porque estás cansada. —Dijo con algo de ironía antes de darme un
tierno beso.

—Y porque me quieres un poquito.

CAPÍTULO 45

Nota: disfruto tanto escribiendo la vida de otros personajes... Me encanta.26

Normani's POV

Removí la cuchara en el café, y miré a Camila. Estaba sentada en su cama con


la cabeza apoyada en la pared. Se estaba quedando completamente dormida,
pero aquellas guardias nos estaban matando.

—Camila, despierta. —Le di con el pie en la pierna, moviéndola. Ella sacudió


la cabeza y tomó mi vaso de café, dándole un trago.6

—Ya, ya, ya... —Dijo apoyando su cabeza en mi hombro para seguir


durmiendo, y lo moví para que se despertase. —Ya, sí, estoy. —Parpadeó y se
levantó de la cama, cruzándose de brazos. Miré los documentos y suspiré. —
¿Qué dicen los resultados?2

—Arterioesclerosis. —Me levanté de la cama y salí con Camila de la


habitación. —Tuvo un infarto hace casi un año.17

—Hoy ha empezado a dolerle el pecho y hablaba mal. —Apuntó ella haciendo


una mueca. — Endarterectomía.

—Ajá. —Asentí levemente, haciendo una mueca. —Ya se lo he dicho a Hollis.


Me ha pedido a mí que reserve un quirófano, pero... Quiero darle los
resultados yo a Calum.11

—Claro, sin problema. Pero sé cuidadosa. —Rodé los ojos. —Vale, ya me voy.

—Sí, o te mataré. —La vi irse por el pasillo y llegar al ascensor.

Yo mientras caminé hasta la habitación de la señora Hood, que permanecía


con la puerta abierta. Jeff, el hermano de Calum estaba dentro, sentado en una
silla al lado de su madre, sentada en la cama. Calum estaba de brazos cruzados
en el marco de la puerta, mirándola.

—Hey. —Él se apartó y me dejó ver por completo la habitación.

—Hola, doctora. ¿Todo bien? —La voz de su madre incluso me hacía sentir
mal. Podría decirle sí y no, podría decirle que mañana se iría a casa pero que
nada era seguro aquí.

—Bueno, mmh. —Apreté los ojos y sonreí. Dios, aquello se me daba


realmente mal. —Vengo a darle los resultados de las pruebas. —Calum se
sentó donde estaba su hermano, mirándome con expectación.

—¿Ocurre algo, doctora? —Jeff se cruzó de brazos. Su mirada era bastante


dura.
—Señora Hood, tiene usted arterioesclerosis. —Todos se quedaron en silencio
esperando a que yo siguiese. —Sus arterias se estrechan cada vez más y no
dejan correr bien la sangre. Por eso tiene mareos, por eso no puede respirar,
sufre desmayos y tiene dificultad al hablar. Pero no se preocupe, el doctor
Hollis le practicará una endarterectomía para retirar la placa acumulada en las
venas y que... Así el riego sanguíneo podrá seguir con normalidad.1

—¿Es peligroso? —Preguntó ella.

—Toda operación conlleva riesgos, pero no se preocupe, el doctor Hollis es el


mejor cirujano del hospital.3

—Está bien. Gracias doctora. —Asintió Christina, y justo cuando iba a salir
Calum me cogió del brazo, cerrando la puerta de la habitación a la vez.

—¿Podemos hablar?

—Claro. —Él se quedó de brazos cruzados mirando al suelo. Él sabía que algo
iba mal.

—¿Cómo de peligrosa es la operación, Normani? —Miré a la enfermera que


pasaba por nuestro lado llevando a un paciente en un carrito.

—La cirugía es segura. —Dije yo asintiendo. —El problema es tu madre. ¿Has


estado lejos de ella algún tiempo?

—Sí, cuando me saqué el título de entrenador personal me fui a Montreal un


año.

—¿Y estaba tu hermano con ella? —Negó, pasándose la mano por el cuello.

—No. Cuando volví ella ya no podía hacerse cargo de la tienda. Me dijo que se
sentía mal, que estaba enferma, pero no sabíamos por qué. Así que mi
hermano se mudó de Vancouver a Toronto para llevar la tienda conmigo. —
Cómo iba a contarle eso a Calum. Cómo iba a decirle tal cosa a él.

—Calum, tu madre tuvo un infarto hace un año y no os lo ha dicho. Eso es lo


que hace la operación peligrosa. —No dijo nada, simplemente soltó sus brazos
y suspiró. —Es la única manera de que tu madre sobreviva a este paso. Es muy
joven, pero sus arterias están muy cerradas y...

—Lo entiendo. Haz lo que tengas que hacer.

—Yo no hago nada. Estaré en la operación, pero la operará el doctor Hollis.


¿Confías en mí cuando digo que es el mejor? —Aunque a veces, ni los mejores
eran capaces de ir contra la naturaleza.

—Claro que confío en ti.

*2

Me quité los guantes y los tiré en la papelera, pasándome las manos por la
cara.

—Ve a comunicárselo a los familiares. Buen trabajo. —Incluso la voz de Hollis


diciéndome aquello se me hacía difícil. No había hecho nada, simplemente
sujetar unas pinzas y sugerir algo cuando él me preguntaba.1

Caminé por el pasillo con pasos pesados, casi sentía que el suelo se hundía a mi
paso. Me recogí el pelo de nuevo con una gomilla negra que Camila me había
prestado antes de la operación, y mi coleta estaba enmarañada.

Al verme, Calum y Jeff se levantaron de las sillas.

—¿Qué ha pasado? —Jeff fue el primero en hablar, pero yo miraba a Calum.


Permanecía serio de brazos cruzados. Vi el sudor en su frente, y un mechón de
sus rizos mojado.
—Vuestra madre está bien. Ha salido todo bien. —Jeff levantó los brazos
abrazando luego a su hermano.7

—¡SÍ! Gracias doctora, voy a llamar a las tías y a la abuela. —Desapareció


corriendo por el pasillo, y Calum todavía no había dicho nada. Pero en cuanto
la estela de su hermano se fue, me abrazó.

No sabía cuánto necesitaba ese abrazo hasta que me lo dio. Últimamente me


había sentido un tanto sola entre todos. Dinah casi ni venía con nosotras,
Camila se pasaba el día en el hospital y hablando con Lauren en cuanto tenía
un rato libre. Yo, en cambio, volvía a casa y a veces ni siquiera estaban mis
padres, así que últimamente lo único que tenía era Calum.3

—¿Sabes? Antes pensaba que eras increíble, pero haciendo que mi madre
vuelva a vivir, no sé. —Se pasó las manos por el pelo con una sonrisa. —
¿Cómo voy a compensarte esto? ¿Cómo voy a pagar esto?

—Acabo de terminar mi turno, estoy agotada, mis padres están en Francia y


tengo unas ganas enormes de pizza. Así que... —Suspiré dejando caer mis
hombros relajados. —¿Te gustaría venir conmigo? No podrás ver a tu madre
hasta mañana. E—Es decir, quizás quieras ir a tu casa y descansar y, no sé,
estarás preocupado por tu madre.

—Me gusta la picante, con bastante carne. Yo te invito. —Me acarició la


barbilla con un dedo, haciéndome sonreír.

—Me... —Me quité el gorro con una risa. —Me quito esto, me ducho y estoy
contigo. Digo, que voy contigo.

Nunca me había duchado en el hospital sin quedarme media hora dormida con
el agua cayendo sobre mí. Pero esa noche estaba sobreexcitada, no sé, acababa
de terminar una cirugía bastante peligrosa y la paciente era la madre del tío
que me gustaba, es decir, el chico.8
Calum estaba en la entrada del hospital con las manos en los bolsillos y una
enorme sonrisa.

—¿Has visto? —Levanté los brazos riendo. —Voy de persona normal.

—Sí, estás preciosa de doctora, pero ojalá no tenga que verte más así vestida.
—Me colgué la mochila al hombro y caminamos fuera. El verano era
maravilloso, fresco, tibio, templado, perfecto. —Tengo que hablar contigo, por
cierto.

—¿He hecho algo? —Me abrió la puerta de su coche y entré. Calum dio la
vuelta para entrar, y se puso el cinturón.

—No, es sobre cómo voy a pagar esto. Habrá costado como... No sé... 500.000
dólares. —Resopló un poco. Yo no dije nada, sólo lo miré con una sonrisa y la
cabeza apoyada en el respaldo del coche.

—Contraté un seguro de unos 15.000 dólares, pero por unas cosas o por otras
sólo tendrás que pagarme 5.000 dólares. —Paró en un semáforo y se giró hacia
mí. —Mi padre tiene contactos, yo tengo contactos, trabajo en un hospital...
—Sonreí encogiéndome de hombros.4

—Mi cafetería es tu buffet libre. Te lo aseguro.

Fuimos a comprar la pizza, con extra de carne, por supuesto, mi mitad fue sólo
con jamón y queso. La pagó él, me prometió que si iba con él siempre correría
de su cuenta. Y aunque él no dijo nada, fuimos a mi casa. Me sentía bastante
sola, muy sola últimamente.

—¿Segura de que no hay nadie? —Calum miraba el salón de mi casa con


expectación. Hoy no estaba la chimenea encendía, hoy no había lágrimas, no
había confusión, no había nada excepto él y yo. Y esta vez, sabía bien lo que
sentía por él.
—No. Vamos al jardín. —Dije con voz tenue.

Las luces azules de la piscina alumbraban todo el jardín, las hamacas, la gran
mesa del fondo, el sofá bajo el toldo, los setos que lo rodeaban...

Nos sentamos en el césped, cerca de la piscina. Calum enrollaba la pizza y se la


comía de un bocado casi hasta el final, y yo me desternillaba de risa.2

—Mira, así. —Mientras yo sostenía mi porción lo dobló con cuidado. —Ya


está. —Mordí la pizza y me relamí, asintiendo.4

—Mmh, así es más rápido. —Me limpió el labio y luego se lo chupó,


frunciendo el ceño. —¿No se parece esto a Toronto? —Le pregunté
observando el azul del agua que se colaba por los desagües y resonaba en todo
el jardín. —A las luces azules colándose por los edificios a las tres de la
mañana, cuando vuelves del trabajo cansado, ¿no se parece? —Calum
permaneció en silencio mirando el agua. Llevaba unos pantalones cortos
deshilachados por el borde, y una camiseta blanca puesta. Mojaba sus pies en
el agua, moviéndolos lentamente, y levantó su mirada hacia mí. Sonrió, y
simplemente se levantó en el bordillo.

—Siempre quise bañarme en una piscina de noche. —Se quitó la camiseta,


dejándola caer a su lado. Vi su espalda musculada y, sí, me quedé embobada.
Pero sabía que había mucho más detrás de Calum que él no me había contado.
Había sufrimiento, había mucho trabajo, pero eso no me lo contaría ahora. —
¿Te bañas conmigo? —Yo también me puse de pie y me quité la camiseta
dejando ver el sujetador blanco.5

—¿Te vas a bañar sin bañador? —Él asintió quitándose el pantalón, y bordeó
la piscina para irse a la otra punta. Oh por dios, tenía que dejar de hacer esas
cosas. Era obvio que tenía un culo con el que podría partir nueces, pero de
pensarlo a verlo sólo en bóxer era un paso bastante grande. —¿No te molesta?
—Pregunté bajándome el pantalón.2

—¿Te molesta a ti que yo te vea? —Negué metiéndome en la piscina hasta el


pecho. ¿Alguna vez habéis visto las piernas de un futbolista? Bueno, pues
Calum las tenía así. Había músculos en aquellos muslos que ni siquiera sabía
que existían. Y cuando seguí subiendo tuve que apartar la mirada de su
entrepierna porque ni siquiera quería verla.40

Se zambulló en el agua y buceó aquellos veinte metros de longitud sin salir del
agua hasta llegar a mí. Puse una mano en su cabeza para apretarlo, pero él me
rodeó por las piernas y me alzó en el agua, sacudiendo la cabeza.

—No puedo ver, ¿me limpias los ojos? —Dijo abriendo uno levemente, pero
volviendo a cerrarlo al instante. Y entonces, con mis pulgares, retiré el agua de
sus ojos, inclinándome sobre su boca para besarle lentamente.35

Calum siguió el beso, dejándome escurrir entre sus brazos hasta que me pudo
coger de los muslos y rodeé su cintura con las piernas. Me pegó contra la pared
de la piscina sin dejar de besarme, colando su lengua en mi boca lentamente
para que jugase con la mía. Y entonces, el beso se tornó húmedo y lascivo.
Hacía tanto tiempo que nadie me besaba así de intenso que pensé que le
gemiría en la boca, pero no. Mis manos se enredaban en el pelo corto, y justo
cuando quise besarlo de nuevo, él se separó.5

—Para, para, para. —Dijo con la respiración agitada.

—¿Qué ocurre? —Me tomó de los muslos y me alzó un poco más arriba sin
razón aparente.

—Estoy... —Se quedó a medias en la frase, y tragó saliva. Noté media sonrisa
en sus labios, bajando la mirada a su entrepierna, y luego volvió a mirarme. —
Y no quieres, ¿verdad? —Volví a besarlo bajando mis caderas justo al punto
donde estaban. No, no quería. Lo necesitaba. Me puse de pie en el agua y le
bajé el bóxer un poco.43

—Así mejor, ¿no, Cal?11

*2

—Deberías quitarte de aquí encima. —Me dijo Calum. Estaba sentada sobre su
entrepierna, desnudo, y las manos apoyadas en su abdomen.

—¿Por qué? —Él alzó las cejas y ladeó la cabeza, cogiéndome de las muñecas.

—¿Necesitas que te cuente lo que pasa si te pones encima de mi...? —Colocó


mis manos a los lados de su cabeza, y besé su cuello lentamente, hasta llegar a
su boca. —Oh no. No, no, Normani. Está pasando y... —Reí apartándome de
su cuello, notando justo lo que quería notar. La puerta se abrió de golpe y mi
hermano apareció en la puerta. Yo solté un grito y tiré de mis sábanas,
poniéndomelas por encima. Calum cogió un cojín para ponérselo en la
entrepierna con una mano.16

—Normani, hay alguien en el-

—¡GORDON! —Grité enfadada. —¿ES QUE ERES IMBÉCIL O QUÉ TE


PASA?4

—Oh, ¿es ese el tío que te gustaba? —Me llevé las manos a la cara negando.7

—Qué pasa tío. —Calum levantó una mano para saludarlo, y Gordon se rio
entre dientes.

—Venía a preguntarte si tenías condones. —Dijo él apoyándose en la puerta.

—Pues mira, sí tengo, pero los pienso gastar todos esta noche. Fuera. —Di un
portazo y me apoyé en la puerta suspirando. Miré a Calum que permanecía
con el cojín en la entrepierna.
—¿De verdad quieres gastarlos todos en una noche? —Me encogí de hombros
quitándome la sábana.2

—No. Sólo dos o tres más.

CAPÍTULO 46

Camila's POV15

Dinah estaba sentada frente a mí, justo al lado de Ally, y Lauren a mi lado,
mientras veíamos entrar por la puerta a Normani. Llevaba un vestido corto
amarillo pastel, y parecía otra. Quizás porque la había visto tanto tiempo sin
maquillar y con el pelo revuelto que casi ni la reconocía.

—Hola zorritas. —Se sentó en la silla con un pequeño quejido y suspiró.10

—¿A ti qué te pasa? Parece que acabas de salir de una clase de spinning. —
Dijo Ally. Normani cogió el vaso de café de Ally, que se quedó mirándola con
el ceño fruncido.

—Agujetas de follar. —Soltó sin más.

—Vale, buenas tardes. —Lauren se levantó de mi lado y casi salió corriendo


con Michael, que estaba en la barra esperando su cerveza.6
—¿Siempre que hablemos de los polvos que echamos va a salir corriendo? —
Preguntó Normani con los ojos entrecerrados. Yo me encogí de hombros
riendo.

—No le da tanta vergüenza cuando lo hacemos nosotras. Oye, ¿cómo es que


tienes agujetas? —Todas reímos ante mi comentario y bebí de mi café.34

—¿Alguna vez has follado con un entrenador personal, Camilita? Oh, por
supuesto que no.

—Espera un segundo. —Dije señalándola. Normani alzó las cejas bebiendo de


su vaso, y asintió. —¿Te has follado a Calum?

—Oh por dios, claro que no. —Se rio negando, pasándose la mano por el pelo.
—Él me ha follado a mí. —Mi barbilla casi rozaba el suelo, y apreté el brazo
de Dinah que estaba casi tan impactada como yo.

—Iba a preguntar qué como ha sido, pero el simple hecho de 'me ha follado a
mí', me da una idea. —Apuntó Dinah encogiéndose de hombros.

—Al principio sí, hicimos el amor, blablablá, pero luego la cosa se puso
bastante intensa. Y con intensa me refiero a que nos dieron las cuatro de la
mañana, en diferentes posturas.

—Me lo vas a contar con todo lujo de detalles, ¿verdad? —Ella asintió alzando
las cejas.

Estaba feliz por Normani, demasiado feliz. Sabía que había pasado un tiempo
difícil después de lo de Keith, y que a pesar de lo que dijese ahora y de que
describiese el sexo con él como si fuese algo puntual, pero yo sabía que no. En
el momento en que Calum entró por la puerta y Normani lo vio se le
iluminaron los ojos. Se dieron un corto beso, él nos saludó y luego se dirigió
dónde estaban Lauren y Michael hablando.
—¿Y a Lauren y a ti cómo os va? —Solté un suspiro y me encogí de hombros.

—La echo de menos. Es decir... No es que me queje de nada, pero nuestra


relación es cómo si llevásemos veinte años casadas. —Negué bebiendo de mi
vaso.

—¿Qué? ¿Qué ha pasado? —Ally se puso algo más seria, torciendo el gesto.2

—Mira, me encanta Rachel. Me encanta, es una niña maravillosa, si un día


tenemos una hija espero que sea así. Pero... Yo me paso todo el día en el
hospital, y cuando llego está Rachel cenando, o no conseguimos dormirla o...
—Eché la cabeza hacia atrás. —La quiero, pero la necesito, y estoy segura de
que ella a mí también.

*1

Dinah's POV

Aquél restaurante era mi favorito, siempre iba allí con Camila cuando aún
estaba en la universidad. Qué tiempos, ahora casi no quedaba nada de aquello,
sólo el restaurante. Estaba vacío, y el encargado escribía algo en el mostrador
de la entrada.

—Señorita, está cerrado. —Miré la caja de pizza que llevaba en mis manos, y
negué rápidamente.

—No, estoy buscando a Michael. —Él entrecerró los ojos y apretó los labios.

—Oh, está a punto de salir. Pasa, y, si vais a utilizar otra vez las mesas, ni se os
ocurra mancharlas. Clifford, sal. —Alzó la voz para llamarlo.3

—Claro, señor. —Me senté en una de las mesas y abrí la caja de pizza
barbacoa, su favorita.
—¿Qué pasa, Gregor? —Llevaba puesta una gorra hacia atrás, unos jeans
ajustados y una camiseta blanca. Me parecía habérsela visto a Calum puesta.

—Estás más delgado. —Le dije. Michael se quedó parado de pie con la maleta
colgada del hombro, y miró la pizza, luego a mí. —Te la debía, ¿recuerdas?

—Lo siento, no te esperaba para nada. —Carraspeó y se sentó en la silla frente


a mí. —Dios mío, debería haberte saludado, soy un maleducado.

—Está bien, no importa. —Cogí su mano por encima de la mesa con una
pequeña risa. Ojalá todas las faltas de respeto que recibía fuesen como esa. —
Te veo bastante bien.2

—Estoy... Entrenando con Calum por las tardes y, no sé. Intento hacer cosas y
pensar poco. —Solté su mano y dejé que tomase un trozo de pizza y le diese
un mordisco.

—¿Él te ayuda? —Michael asintió rápidamente, pasándose la lengua por los


labios. —Me alegro muchísimo de que estés bien.

—Yo sé que... No estás bien, Dinah. —Confesó dejando caer el trozo de pizza
en el cartón. —También sé que no soy nadie y que... Probablemente me vas a
mandar a la mierda pero... Necesitas dejarlo con él. Antes sonreías, antes, al
menos, salías con nosotros, ahora ya no hay nada. Incluso has perdido peso. —
Nunca pensé que las palabras de Michael pudiesen doler tanto. —¿Yo te....? —
Iba a responder pero él negó. —¿Camila te importa? ¿Tus padres te importan?
Porque ese tío se está cargando a todos los que quieres. —Tragué saliva con los
ojos vidriosos a punto de comenzar a llorar.

—No es tan fácil. —Respondí negando, limpiándome la lágrima que caía por
mi mejilla. —Nadie me entiende, y no espero que tú también lo hagas.5
—Dinah, todo el mundo me toma por un imbécil. Sólo porque permanezco
callado y en silencio mirándote y tengo una depresión que me consume cada
segundo. —Ahora ya no era una lágrima, era un llanto que no podía controlar.
Lloraba en silencio, mirándolo con una mezcla de culpabilidad y tristeza.
Michael estaba mal, y yo lo hacía todo mucho peor. —Y la única cosa que me
hacen plenamente feliz eres tú. ¿Sabes lo que es ver a la persona que quieres
morirse en vida? ¿Ver que ni siquiera es feliz? —Él negó mientras yo lloraba.
—Yo sé que no sientes lo mismo por mí, y que ni siquiera te importo, Dinah.
Pero si te importan Camila, Normani, y tus padres, quién sea, deja a ese tipo.2

*1

La gente nunca lo entendería, y sé que nunca lo harían. Es como una droga, no


de adictiva, sino tóxica. Se te va calando hasta los huesos, y lo quieres a él, y
piensas que lleva razón porque has sido tú la culpable. Y le pides mil veces
perdón, piensas que es tu culpa, porque lo haces todo mal. No tienes
autoestima, te crees lo peor del mundo y que no te merece. Que por eso te
pega, por eso te grita, por eso te humilla. Porque tú en realidad no eres nada, y
nunca vas a conseguir que alguien te quiera. Por eso te aferras a él. Te
consume, te hace daño, te mata, pero la necesitas porque sin él no eres nada.
Así que, al fin y al cabo, sí, es como la maldita droga.7

Habían pasado dos semanas desde que vi a Michael, y aquella bofetada


metafórica me hizo abrir los ojos. No quería sufrir más dolor, ni físico ni
psicológico, pero sobre todo físico. Me estaba matando, y un día yo ya no me
levantaría del suelo. Los golpes en las costillas ya no serían golpes, sería una
costilla hincada en el pulmón. Y yo ya no tenía fuerzas para seguir
levantándome para que él volviese a pegarme.

Pero la peor parte de todo esto, era que quería estar con Michael y ni siquiera
podía mirarle a los ojos sin avergonzarme de mí misma. Sin sentir que le haría
daño como se lo había estado haciendo hasta ahora. No podía acercarme
porque Nela le pegaba, y yo misma le estaba hiriendo.

—Tráeme otra cerveza. —Movió la lata para mostrarme que estaba vacía.
Asentí con la mirada inmersa en el plato. Fui a la cocina y abrí la nevera, pero
mi mirada se desvió hacia el cuchillo que había encima de la mesa. Quizás
podía matarle, sí. La idea me parecía incluso placentera. La idea de hacerle
pagar por lo que me había hecho desde que tenía diecisiete o dieciocho años
me gustaba. —¿¡Qué coño haces y por qué tardas tanto!? Es una puta cerveza.
Las mujeres ni siquiera sabéis lo que es eso. —Cogí la cerveza de la nevera y
fui al salón, abriendo la lata y poniéndosela en la mano. —Metí la mano en mi
bolsillo del pantalón y saqué el móvil, bajando la mirada. —¿Qué mierda es
esta? —Mis manos temblaban del miedo, tanto que no atinaba a pulsar lo que
quería a la primera, pero tras varios intentos por fin conseguí marcar el
número de Michael. —¡DIME QUÉ MIERDA ES ESTA! —La lata de cerveza
no era de la misma marca que la anterior.

—L—Lo siento, me dijeron en el supermercado que no quedaba... —Él se


levantó de la mesa tirándola a un lado de un manotazo, descubriendo mi
móvil. Al verlo, sus ojos casi se salieron de las cuencas y se inyectaron en
sangre. Me levanté rápido de la silla y me aparté de su trayectoria, negando.

—¿A QUIÉN COÑO LE HABLAS? —Su puño iba hacia mi cara pero lo
esquivé, haciendo que se estampase contra la pared e hiciera un agujero en
ella.

—Michael ven, por favor. —Susurré en voz baja, mientras corría hacia el baño
en busca de algo con qué defenderme, pero no llegué.

Me agarró del brazo tan fuerte y tiró con tanta fuerza de mí que se me
desencajó el hombro y caí al suelo. Grité pero nadie me escuchó. Me cogió del
pelo y me arrastró hasta el salón, y supe que me había arrancado un mechón
abundante que me enseñó como burla.

—¿Cómo puedes hablar con ese, EH? —Me levantó del suelo agarrándome del
cuello y presionándome contra la pared. Me estaba ahogando. Abría la boca
intentando buscar algo de aire, pero no podía. —¡¡TÚ ERES MÍA!! —Me dejó
caer al suelo como si fuese un peso muerto, y la punta de su bota impactó
contra mi estómago. Una, dos, tres, hasta cuatro patadas que me dejaron sin
aire. Tosí, tosí mientras lloraba y buscaba aire para poder respirar. —Te
piensas que eres como las putas de tus amigas. —Me dio una patada en la cara,
dejándome con la cara sangrando. Se fue a la cocina, y entonces supe lo que
iba a hacer. Intenté levantarme del suelo mientras tosía, pero los pasos se
escuchaban de vuelta. —Ni se te ocurra pensar que puedes salir de aquí. —
Dijo acercándose. Escuché ruidos pero no sabía qué eran, golpes suponía. Sus
pasos. Estaba aturdida. —¿QUIÉN TE VA A QUERER SI NO SOY YO? —Y
entonces, me clavó un cuchillo en el brazo. Iba justo a mi costado izquierdo,
pero bajé el brazo a tiempo. Un estruendo sacudió la casa, y vi a Michael tirar
la puerta abajo con un extintor en la mano.23

—Ella misma. —Nela se fue hacia él y antes de que pudiese decir nada le dio
un cabezazo en la nariz, haciendo que sangrase.1

—¿TÚ? ¿TÚ VIENES A LLEVÁRTELA SI TIENES LA MISMA FUERZA


QUE— —Michael reaccionó y lo estampó contra la pared, devolviéndole el
cabezazo una y otra vez. Le propinó un rodillazo en el estómago y cayó al
suelo. Levantó la cabeza y cogió el extintor, viendo cómo Nela se ponía de pie
con una sonrisa burlona. —¿Sólo sabes hacer eso? —Pero se le borró cuando
vio a Michael con el extintor en la mano. Lo alzó y golpeó la cara de Nela con
tanta fuerza que casi creí que la había machacado. Cayó redondo en el suelo,
retorciéndose y gritando. Se puso encima de él con los ojos llorosos, y
comenzó a endosarle puñetazos en la cara, con rabia, viendo cómo al paso de
los puñetazos sus puños se iban manchando de sangre.

—¡¡NO TE LA MERECES!! —Gritó cogiéndolo por el cuello de la camiseta


entre llantos. —Eres un puto psicópata. —Farfulló al levantarse, dándole una
patada en la entrepierna con rabia.3

—Michael. —Lo llamé con un hilo de voz. Él corrió a agacharse a mi lado en


el pasillo y miró el cuchillo. Fue a poner la mano para quitarlo, pero negué. —
No lo toques.

—Ya vienen. —Dijo él sujetando mi cabeza con su brazo, mirándome.

—Súbeme el brazo... —Michael subió el brazo un poco. —Por encima del...


Del pecho. —Después de hacerlo me limpió la sangre con su mano mientras
lloraba, pero yo ya no lloraba. Pasase lo que pasase, era libre de aquél infierno.

—Lo siento, no te vayas. —Susurró llorando, y aunque él me lo pidiera, mi


visión se desvanecía y con ella su cara.

—Te quiero. —Fueron mis últimas palabras.92

CAPÍTULO 47

Camila's POV22
—¿Tú qué crees que piensan Calum y Lauren cuando acaban de follar con
nosotras? —Me preguntó Normani apoyada en el mostrador, mirándome
mientras leía algunos informes.

—No lo sé. Lauren simplemente me sigue besando hasta que lo hacemos otra
vez. —Cerré la carpeta con el ceño fruncido.

—Bueno, digo cuando termináis. —Suspiré riéndome.

—No piensa nada porque se queda dormida encima de mí. —En ese momento
las dos vimos aparecer a Hollis por el pasillo, y nos hizo un gesto brusco para
que fuésemos con él.

—Os necesito en urgencias, tengo una operación en cinco minutos y no puedo


atenderlo todo. Sed precisas, rápidas y eficaces. ¿Queda claro? —Nos señaló
con el dedo.5

—Cristalino, doctor Hollis. —Asentí yo.17

Corrimos hacia el ascensor, y las dos estábamos nerviosas por ver qué nos
depararía aquél turno. Al salir nos tropezamos con los carritos de las
enfermeras donde cogimos un par de guantes, que nos íbamos poniendo a
medida que avanzábamos hacia las camillas que entraban de la ambulancia.

—¿Qué tenéis? —En cuanto Normani y yo nos acercamos, nos quedamos


petrificadas.

—Una chica de unos veinte años, ha sufrido una paliza a manos de su novio.
Tiene contusiones fuertes en el estómago, el tabique nasal está roto y como ve
le ha dado una puñalada en el brazo. —No sabía qué decir. Estaba
absolutamente petrificada viendo a Dinah allí. Apreté los labios y reprimí las
lágrimas.47

—Doctora. —Me llamó el enfermero.


—Quiero una radiografía de tórax y al quirófano justo después. —Miré a
Normani, que ya se acercaba a la camilla de Nela.

—Yo me quedo con este. —Nela permanecía atado de pies y manos porque
estaba gritando, pero ninguna de las dos le hacíamos caso.

—Normani, piensa como una cirujana. —Le advertí antes de irme. —Por
favor.32

—Esa es la diferencia entre tú y yo, Camila. —Dio un pequeño golpe en la


camilla. —Súbelo a una habitación. Quiero examinarlo primero, ¿vale? —Le
sonrió a la enfermera, que acató su orden.

—Mani...

—Ni se te ocurra, Camila. —Me advirtió señalándome con un dedo. Y se fue.

*1

Normani's POV

—El paciente ya está en la habitación, ¿necesitas algo más? —Sonreí lo más


forzadamente que pude y negué, abriendo la puerta.

—No, muchas gracias.

Entré en la habitación y cerré la puerta con cuidado, viéndolo tirado en la


cama. La enfermera le había puesto las vías con calmantes para el dolor, y
sonreí.

—No sabes cómo deseaba esto, Nela. —Empezó a gruñir moviendo los brazos
y las piernas, pataleando, pero no podía gritar porque tenía la mandíbula
partida. —Shhh. Nadie te va a oír. —Iba a ponerle relajante muscular para
tenerlo a mi merced, pero no. Quería ver cómo se retorcía ese cabrón en la
camilla. —Voy a ponerte anestesia local, duele un poquito. —Cogí la
jeringuilla y sonreí poniéndome en aquél taburete alto a su altura, pero
entonces, antes de llegar a pincharle, comencé a echar la anestesia sobre sus
ojos, su cara, sonriendo. Él gruñía y yo estaba complacida, pero aún no. —
Vaya, se me ha caído. Era la última jeringuilla, ¿no te parece mala suerte? —
Puse la mano en su nariz y la hice crujir hasta ponerla en su sitio. Él se
retorció apartando las sábanas de la cama, pero yo sonreía. —¿Con un
toquecito y ya estás gritando? Vaya, y tú eres el maltratador. ¿No es una
paradoja? —Le apreté la mandíbula partida, viéndolo llorar de dolor. —Esto, y
todo lo que va a pasar a partir de ahora es por Dinah. Y te juro que si no sale
viva, te mataré. Te mataré y nadie se dará cuenta.96

Adoraba verlo llorar así, casi suplicándome por su vida. Así debió llorarle
Dinah hacía unos minutos, pero él no tuvo compasión, y si Dinah no
sobrevivía, yo tampoco la tendría con él.1

—Bien, empecemos. —Cogí el hilo y la aguja, pero él negaba rápido. Me hacía


gracia, su mandíbula se movía casi como si fuese gelatina. —Shh, no muevas la
cabeza. —Entonces sí que me decidí a ponerle el relajante muscular. Esperé
unos minutos, y cuando ya sólo lloraba, comencé a coserle la ceja.

Yo comencé a silbar bajo la sintonía de Kill Bill, viendo sus lágrimas caer. Me
tomaba mi tiempo, empujaba la aguja bien fuerte, lo hacía bruto, y él ni
siquiera podía hablar. Sólo llorar y gruñir, aunque nadie lo escuchaba. Sentía
la aguja atravesar la carne, viva, caliente, gruesa, dolorida, abierta, y me
encantaba. Me encantaba saber que estaba sintiendo cómo la aguja le
resquebrajaba la piel, me encantaba que él supiese que lo estaba haciendo
sufrir. Adoraba verlo llorar, sobre todo cuando mi hilo se quedaba
trastabillado (a posta) y tenía que volverlo a sacarl.73

—¿Piensas que esto es una pesadilla? —Terminé con su ceja cortando el hilo.
—Oh, cariño. —Coloqué su mandíbula encajándola de nuevo con brusquedad,
pero aquello me estaba produciendo placer. —Después de esto si quieres
denúnciame, pero creo que te va a salir más caro que declare contra ti en un
juicio por el que te podrían mandar de por vida a la cárcel. —Vi el miedo en
sus ojos, vi cómo lloraba, pero ni un resquicio de lástima sentí.

—Puta... —Susurró con la voz quebrada. Entonces, tiré de los hilos de la


sutura que acababa de hacerle, fuerte, y él comenzó a llorar de nuevo. Abrí la
puerta y llamé a la enfermera que estaba en el pasillo.

—Termínalo tú. Le he puesto calmantes porque se ha puesto un poco


nervioso, pero tengo una operación.1

—Claro. —Y en cuanto la enfermera entró y se quedó de espaldas, lo miré con


una sonrisa negando.

—Mereces morir.16

*1

Camila's POV

—Doctor Hollis, tengo las radiografías de la chica que ha entrado en


urgencias. Necesita una operación rápido. Tiene un neumotórax traumático y
el cuchillo clavado en el brazo. Si esperamos mucho más podría morir. He
reservado quirófano. —Decía casi corriendo tras él con los resultados de la
radiografía en la mano.

—¿Ahora te tomas la libertad de reservar quirófanos cuando tú quieres? —


Comentó con el ceño fruncido.1

—Doctor, con el debido respeto, debe hacerme caso. —Él suspiró y asintió,
cogiendo los resultados.

—Cinco minutos. —Respondió.


—Tres. —Repliqué yo. El tiempo era oro, y más si la que estaba en peligro era
Dinah. —Por favor.

—Vete al quirófano y ve preparándote. Llama a Hamilton también

Me faltaba tiempo para llegar al quirófano. Me lavé las manos y los antebrazos
unas tres veces con jabón, y Normani llegó agitada poniéndose la mascarilla.

—Nela le ha pegado tanto que las costillas le han perforado el pulmón. —Me
sequé las manos negando, apretando la mandíbula.11

—Si me dices una palabra más me lo cargo, así que cállate. —Arrancó un trozo
de papel con mala gana.1

Yo no sabía hasta qué punto llegaba mi frialdad hasta que ayudé a operar a
Dinah. No lo sabía. Sabía que tenía madera para ello, pero hasta que no la vi
entubada y con medio pecho abierto no lo supe. Sólo miré su brazo, me centré
en él, no iba a dejar que los nervios me jugasen una mala pasada. Podía tocar
una vena al sacarlo, lo que fuese, pero un error mío podría acabar con su vida.
Normani sostenía las pinzas con el doctor Hollis, mientras yo conseguía sacar
el cuchillo con delicadeza, dejándolo en la bandeja.

—¿Algo dañado?

—Nada, doctor.

—Genial, Cabello. —Vi de reojo cómo soltaba los instrumentos en la bandeja


y se alejaba de la camilla. —Cosedla y que la lleven a la UCI. Pasará la noche
allí.

—Gracias, doctor. —Normani apreció el gesto y tomó el lugar de Hollis,


comenzando a coserla.
—Que no le quede una cicatriz muy visible. —Murmuré antes de seguir
cosiendo yo también.1

*1

Somewhere over the rainbow — Israel Kamakawiwo'ole13

Michael's POV

Saber que Dinah estaba bien pero no poder entrar a verla me mataba un poco.
Quería pasarme el día entero con ella y decirle que yo también la quería, pero
no podía. Así que me senté allí, en el pasillo donde entraba la luz del sol, y me
llevé aquél pequeño ukelele que apenas utilizaba porque a mí no me gustaba
ese tipo de música.

Comencé a tocar y a cantar con voz tímida, bajo la mirada incrédula de las
enfermeras que pasaban por allí.

—Somewhere over the rainbow,


way up high,
in a dream that you dream of,
once in a lullaby,
oh somewhere over the rainbow,
bluebirds fly,
and the dreams that you dream of
dreams really do come true. —Mientras tocaba, algunas enfermeras iban a
decirme que parase, pero las puertas de algunas habitaciones se abrieron para
poder escuchar lo que tocaba.

—Someday i'll wish upon a star,


wake up where the clouds are far behind me,
where troubles melt like lemon drops,
high above the chiminey tops,
that's where you'll find me. —Entonces, mientras cantaba, la persiana de
aluminio se abrió un poco, y Dinah estaba allí mirándome con una sonrisa y
los dedos pegados al cristal, dando pequeños toquecitos con sus uñas.15

—The colors of the rainbow,


so pretty in the sky,
are also on the faces,
of people passing by,
I see friends shaking hands,
saying how do you do,
they're really saying,
I, I love you.

Dinah movió el dedo para indicarme que fuese con ella y me levanté
acercándome a la ventana. Luego miró la puerta y negué.

—No me dejan entrar, sólo familiares. —Dije alzando un poco la voz.

—Entra. Pero si te pillan di o que eres su hermano o que te has colado. —


Susurró Normani al pasar, abriéndome la puerta de la habitación para después
irse.

—Gracias. —Murmuré antes de que se fuese.

Entré en la habitación y cerré la puerta con cuidado. Vi el bolso de su madre


en la mesita, y di gracias a que no estuviese. Dinah no estaba maquillada, no
como siempre. Tenía ojeras, moratones en los brazos, y el pelo algo
alborotado. Pero había algo que superaba con creces aquella imagen 'arreglada'
de Dinah, y era que esbozaba una pequeña sonrisa y me miraba con los ojos
brillantes.
—Hola, no quiero molestarte. ¿Me puedo sentar aquí? —Señalé justo al lado
de su pierna, y asintió levemente. —¿Puedes hablar? —Con la mano hizo un
gesto de más o menos.

—¿La puerta...? —Preguntó Dinah, tomando un poco de aire. —¿Cómo...?

—En el pasillo había un extintor así que... Me cargué la cerradura y eso. Y...
—Me rasqué la nuca apretando los labios.

—Mi aspecto. —Hizo una mueca algo triste, ladeando la cabeza en la


almohada.

—Yo creo que estás preciosa siempre, mmh... —Sonreí encogiéndome de


hombros. —Incluso ahora, porque sonríes. Entonces ahora estás más guapa
que antes.22

—Gracias. —Su voz era más baja de lo normal.

—Oye, cuando me dijiste que... Ya sabes que me querías, decías como... Como
amigo, ¿no? —Alcé las cejas al preguntarlo. Dinah cerró los ojos y negó,
sonriendo. —O sea que... Te gusto. —Dinah negó con el ceño fruncido. —
¿Entonces me quieres como a un hermano?11

—Michael, hijo mío, que está enamorada de ti. Que no te enteras. —Entró
Normani dejando la carpeta en la mesa que estaba a los pies de la cama. Miré a
Dinah y asintió con los ojos cerrados mientras reía.31

—¿De mí? ¿Por qué? Q—Quiero decir... —Dinah se reía más, y Normani me
miraba con las manos en la cintura. Me puse nervioso y sacudí la cabeza. —No
puedo con Normani aquí.1

—Pues díselo luego. —Entrecerró los ojos y negó.1

—Esta noche. —Respondió Dinah.


—¿Quieres que me quede esta noche contigo? —Dinah asintió. —Vale,
vendré esta noche. Mmh... Hasta luego. —Me despedí con media sonrisa, y
ella también.

CAPÍTULO 48

Michael's POV10

—¿Cómo está Dinah? Quise ir a verla hoy pero supuse que irían muchos
familiares. —Decía Calum jadeante mientras subía la velocidad de su máquina
y corría.1

—Bien. Me he pasado todo el día con ella. —Respondí en el mismo tono,


notando cómo mis pulmones se resentían y quemaban. Había mejorado
bastante desde que empecé a entrenar con Calum, ahora al menos podía seguir
su ritmo sin querer morirme. La máquina paró al llegar a los veinte minutos y
apoyé los brazos en las agarraderas, respirando agitado. —¿Sabes? No sé cómo
comportarme con ella. Estoy nervioso, y esta noche la voy a pasar con ella.

—¿Por qué estás nervioso, hombre? —Bajamos de las máquinas y Calum bebía
de su botella mientras yo me secaba el sudor con la toalla.

—Porque soy torpe, tío. No puedo hablarle a una chica, y menos a ella. ¿Qué
pasa si se da cuenta de que no le gusto? —Me senté en una de las máquinas,
cogiendo las agarraderas y comenzando a estirar los brazos a la altura de mi
pecho, levantando el peso que ni siquiera había mirado.1
—Joder, Mike, no puedes hacerlo mal. No le gustas, está enamorada y
cualquier cosa que le digas estará bien. Bueno, no cualquier cosa, pero sé cómo
tú eres. —Se encogió de hombros y solté un quejido levantando de nuevo las
pesas. —¿Sabes que estás levantando sesenta kilos?

—¿Qué? —Miré las pesas y luego lo miré a él. —El caso es que... —Apreté los
labios para seguir levantando. —Soy tímido.

—No, no eres tímido. Te da miedo cagarla, pero no eres tímido. —Seguí


levantándolas incluso cuando mis brazos comenzaron a resentirse. —Además,
cualquier cosa que le digas estará bien, la has librado de ese cabrón. Más bien,
le has salvado la vida. —Suspiré y solté la máquina, moviendo los brazos al
levantarme. Me quedé mirando al suelo con las manos en la cintura, y él se
sentó en la máquina que yo había dejado. —¿Qué te pasa?

—Creo que tengo una idea.

Dinah's POV

Camila y Normani entraron casi a empujones en la habitación después de que


mi madre saliese. Ambas se recompusieron, y yo las miré con los ojos
entrecerrados, parecían nerviosas. Normani miró por la ventana al pasillo,
abriendo un poco las rejillas de la persiana.

—¿Qué os pasa? —Pregunté tomando un poco de aire.

—Nada, venimos a curarte. —Las miré con desconfianza, y ladeé la cabeza. —


Vale, queríamos venir nosotras y hemos mandado a tu enfermera a la
cafetería. —Dijo Normani riéndose.2

—¿Sabéis que si una enfermera se enfada con vosotras estáis muertas, verdad?
—Normani se sentó a mi lado para curarme el brazo, quitándome las gasas que
cubrían los puntos de sutura.
—¿Te imaginas que me importa que una enfermera se enfade estando tú aquí?
—Respondió Camila riéndose, mientras me curaba la herida con cuidado.

—Mmh... ¿Puedo preguntaros algo? —Tragué saliva al pensar la pregunta.


Ambas se miraron entre sí y asintiendo, para seguir haciéndome las curas con
máximo cuidado. —¿Qué ha pasado con... él? —Normani soltó un suspiro,
dejando el algodón que había usado en la bandeja.

—Oh, ¿se lo quieres explicar tú? —Camila abrió los ojos mientras abría un
adhesivo para ponerlo bajo mi pecho. —Le dije explícitamente "Normani,
piensa como una cirujana", ¿y sabes con qué pensó?1

—Mira, verdad, yo no tengo la culpa de que tengas una moral intacta y vayas a
ir al cielo, que tengas ya el chalet al lado del de San Pedro. —Apreté los ojos
moviendo la cabeza sin entender nada.13

—Chicas, qué ha pasado. —Pregunté más seriamente.

—Nada, le atendí sin anestesia. Pero esta es una exagerada, ay pobrecito que
sufrió un poco. —Gruñó Normani cerrando de nuevo mi herida. —Pues él...
—Iba a seguir hablando, pero Camila la miró de tal forma mientras negaba, y
ahí sí se calló. —Se lo merecía. Punto. —Finalizó quitándose los guantes. —
Perdón si te molesta que le cosido la cara sin anestesia.

—No. Gracias. —Susurré apretando los labios. —Me alegro de que no lo hayas
matado...

—Si fuese por mí le habría sacado el poco hipotálamo que tiene con el bisturí.
—Camila le dio un manotazo a Normani.1

—Dios mío, tienes menos sensibilidad que cuando Lauren vio Titanic. —Tuve
que contener la risa ante el comentario de Camila, humedeciéndome los
labios. —Venga, vámonos que está Michael ya fuera.39
—Gracias chicas. —Dije antes de que se fuesen.

—Nah, cuando salgamos nos invitas a unas copas. —Respondió Normani,


provocando una sonrisa en mis labios y la risa de Camila.

Salieron y, casi un instante después entró Michael en la habitación. Estaba


muy cambiado, para qué nos íbamos a mentir. Estaba... Estaba más guapo, no
nos vamos a mentir. Llevaba una gorra hacia atrás roja, una camiseta blanca
ajustada, unos jeans azules rotos por las rodillas aunque ajustados y unas
zapatillas blancas.

—¿Qué has estado haciendo este mes? —Sonreí a la vez que él, que se sentaba
en la silla y dejaba la mochila en el suelo.

—¿Por qué lo dices? —Negué sin saber qué decir. Estaba diferente en todos los
sentidos, pero lo que me gustaba de él no había cambiado. Había mejorado. —
He estado con Calum. Entrenando con él, hablando, incluso fuimos a comprar
y todo.

—Pues estás muy guapo. Y más fuerte. —Señalé la manga en su bíceps, que se
marcaba. —Te sienta bien Calum.1

—Sí... A Normani le sienta mejor. —Michael no se había dado cuenta del


doble sentido que podía tener eso, y cuando lo escuchó sacudió la cabeza con
una mueca de asco que me hizo reír.1

—¿Estás mejor? Quiero decir... Con tu depresión, si la llevas mejor. —Michael


sonrió y asintió un poco.

—Desde hace varios meses estoy con medicación y, tú y Calum... Sí, pero no
quiero hablar de mí. Quiero decir, estoy aquí por ti. ¿Cómo estás hoy? ¿Qué te
han hecho?
—Nada, estoy bien. Normani y Camila han engañado a una enfermera para
poder estar conmigo pero... Estoy bien. —Asentí con media sonrisa en el
rostro.

—Oh, tengo algo para ti. Lo hice yo. —Michael rebuscó en su mochila con el
ceño fruncido hasta que lo encontró. Sacó una pequeña fiambrera con la tapa
amarilla y pude ver algo en su interior. —Son los raviolis que hacemos en el
restaurante. Estos te gustaban, ¿verdad?

—Son mis favoritos, ¿cómo lo sabías? —Se encogió de hombros, sacando un


tenedor de la mochila. —Camila.

—Quería hacerme el interesante, pero sí, fue ella. —Los dos reímos, y sacó dos
platos de plástico, sirviendo raviolis en ambos platos. —Espero que no hayas
cenado.

—Sí pero... Como si no lo hubiese hecho. —Sacó también una lata de refresco
de naranja, que sí, también era mi favorito. —Son iguales que los del
restaurante. —Michael me miró algo aturdido con una risa.

—Porque los del restaurante los hago yo. —Abrió los refrescos y se sentó justo
frente a mí en la cama, mientras yo me incorporaba.

—Cierto. Siento que tengas que verme así, no sé. —Levanté los brazos
lentamente y me recogí el pelo para estar algo más cómoda, y que no se notase
que tenía una calva en mitad de la melena.4

—Pues... No quiero sonar cursi ni nada, pero... Doy las gracias por poder verte
sea como sea.4

Cenamos con el silencio del pasillo del hospital, que sólo se veía interrumpido
por mis risas y nuestras palabras. Era la primera vez que tenía una cena
romántica, sí. Y era en un hospital, conmigo casi destrozada, pero había tan
buena intención por su parte, tantas ganas de hacerme sentir bien, que sabía
que pocas personas podrían tener eso alguna vez en sus vidas.

Me habló de lo que hacía con Calum, de que se iba todas las tardes con él al
gimnasio y mientras tanto hablaban, así no se hacía nada duro entrenar. Él le
contaba cosas sobre Normani y su relación, y Calum le ayudaba con sus
problemas, decía que le escuchaba y aconsejaba. También fueron de compras,
y aunque al principio pensaba que era algo raro, Calum le demostró que dos
chicos también podían ir a comprar, no era algo de 'chicas'. En definitiva, se
complementaban el uno al otro.

—Deberías dormir. —Dijo tras recogerlo todo y volverlo a meter en la


mochila.

—Me cuesta dormir últimamente. Con mi madre es agotador porque está


encima de mí y... —Negué riendo.

—Lauren me dio algo para ti. —Sacó un cuaderno escrito a mano hasta el
final, con algunas hojas sueltas, y otras de colores. —Dice que al no poder
venir a verte porque está liada, quiere que tengas esto.

Se sentó a mi lado en la camilla y apoyé la cabeza en su pecho. Michael abrió


la tapa del cuaderno y comenzó a leer.

"Cosas que debí decirte antes de perderte:

A ti que estás leyendo esto, quiero que prestes atención. Voy a contarte la
historia de cómo esperar un poco se hizo demasiado tarde.30

Estaba enamorada de ella, pero ni siquiera me atreví a decírselo. Disfrutaba


simplemente con verla ser feliz, pero ni siquiera me paré a pensar en si su
felicidad estaría conmigo, porque en mi cabeza no concebía la idea de que
alguien pudiese ser feliz a mi lado. La única vez que alguien se acercó a mí
acabó cansado y se alejó, y desde entonces, alejaba a todo el mundo. Por
miedo, por temor, ¿pero por temor a qué?

Por culpa de ese temor la perdí, ya fue demasiado tarde, y ella estaba siendo
infeliz con otro imbécil que no la trataba ni la mitad de bien que yo lo haría.

No puedes quedarte mirando cómo pasa delante de ti sin hacer nada, sin decir
nada. Da miedo, pero da aún más miedo quedarte solo toda tu vida."9

Aunque el texto seguía, Michael dejó de leer y apretó los labios, suspirando.
Yo no dije nada, me quedé en esa posición con mi cabeza en su pecho porque
estaba cómoda, porque los ojos comenzaban a pesar y, sin quererlo, me quedé
dormida sobre él.

*1

Tres semanas después volví a casa, y casi me parecía mentira. Volví a casa, a
mi casa de verdad, con mis padres. Hacía tanto tiempo que había salido de casa
que me parecían unos diez años, pero habían sido dos o tres. Aún me
acostumbraba a volver a aquella mansión, a tener mi habitación grande y
espaciosa en la segunda planta, a tener jardín, y mirar la piscina desde mi
ventana.

—Dinah, tus amigas han venido a verte. —Entrecerré los ojos levantándome
de la cama y dejando el cuaderno que Lauren me regaló en la mesa.

—¿Todas? —Asintió y dejó la puerta abierta.

Bajé y miré la entrada desde la planta de arriba, estaban incluso Ally y Lauren
con su hermana Rachel. También había lo que suponía que eran dos
peluqueras, así que bajé las escaleras rápidamente.

—¡No os esperaba! —Fui corriendo hacia Lauren y la abracé. Parecía estar


bastante sorprendida, pero pronto respondió al abrazo.3
—Oh chica, hemos venido en cuanto hemos podido todas. —Abracé a Ally
que se enganchó a mi cintura riendo.

—Lo siento, pero últimamente los turnos en mi hospital son criminales. —Me
llenó las mejillas de besos, y me agaché luego para coger en brazos a Rachel,
que comenzó a reírse y a balbucear cosas que para mí no tenían sentido, pero
dejaba que le besase en las mejillas.2

—Bueno, el caso, esta noche tienes una cita con Michael. —Normani señaló a
las peluqueras y luego les señaló las escaleras.

—¿Qué? —Dejé a la pequeña en el suelo, mirándolas a todas.

—Venimos a prepararte, chica, ni un beso os habéis dado en tres semanas.

No sé qué me hicieron en aquellas dos horas, porque yo simplemente me


dejaba hacer por ellas. Lauren y su hermana se quedaron en una esquina
mirando, pero las demás sí que estaban implicadas en ello.

*2

Michael's POV

—Tío, ¿crees que voy bien? —Me miré un momento y luego lo miré a él, que
asintió con los ojos cerrados.

—Yo te veo guapo. Esos pantalones te quedan bien. —Llevaba unos jeans
azules rotos, aunque diferentes, me gustaban así. Unas zapatillas blancas, una
camisa de cuadros negra sin abrochar y una camiseta blanca debajo.9

—Deséame suerte. —Calum me apretó el hombro y bajamos del coche.

—No la necesitas. Nos vemos mañana, colega. —Me dio un golpecito en el


hombro, y él bajó la calle donde había quedado con Normani para cenar. Yo vi
a Dinah, estaba de espaldas mirando la bahía, tenía el pelo corto. Wow, eso sí
que me había sorprendido, no me lo esperaba.

—¿Dinah? —La llamé para saber si era ella. Al darse la vuelta, casi ni la
reconocí. Siempre iba sin maquillaje, con un jersey largo y unos vaqueros, o si
llevaba manga corta no enseñaba nada, pero ahora iba como... Como cualquier
chica de su edad. Maquillada, con un vestido corto y unos tacones, las pestañas
largas, los ojos profundos, y la tez más morena. Aunque sin maquillar era
preciosa, maquillada era diferente. Maravillosa.3

—Hey, llegas puntual. —Miró el pequeño reloj dorado de su muñeca, pero yo


no sabía qué decir.

—Vaya. —Fue lo único que dije, asintiendo. —Vaya. Estás... —Negué


tapándome la boca con una mano, separándome para mirarla.

—¿Guapa? —Negué sonriendo.

—Quiero decir sí... Pero más que eso... —No sabía cómo decirle que no estaba
guapa, estaba maravillosa. Que no había tenido esa reacción sólo por su físico
y lo preciosa que era. —Ahora puedes... Puedes maquillarte y... Y ponerte
estos vestidos y... —Le señalé el pelo sonriendo. —Y tu pelo te queda genial.
—Dinah me abrazó sin más y al separarse me agarró del brazo.

—Vamos a cenar.

No tardamos mucho en llegar a ese restaurante japonés que había reservado.


Era bastante curioso, porque podías hacer tu propio ramen en una olla.

—¿Vas a entrar en el hospital con Normani y Camila? —Pregunté viendo


cómo se echaba ramen en un bol.
—Sí. Después de verano, quiero... Pasar un tiempo tranquila, sin estrés. —
Asentí comprendiéndolo. Aquella situación de estrés continuo durante tanto
tiempo debió haber sido agotadora. —¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?

—Estoy esperando la respuesta para trabajar en un restaurante. —Asentí


mirándola, viendo cómo se pasaba un mechón de pelo tras la oreja mientras
soplaba en la cuchara.

—¿Qué restaurante? —Sorbió un poco la sopa y yo tomé los fideos.

—Claudio Aprile. —Dinah entrecerró los ojos y me miró sonriendo.

—Yo he comido ahí. Es el restaurante del tipo de Masterchef, ¿verdad? —


Asentí a la vez que sorbía los fideos, relamiéndome. —Te debe gustar la
cocina, mucho más de lo que muestras. —Me tapé la boca con la mano porque
los fideos me habían manchado, y busqué una servilleta por la mesa. —Espera.
—Dinah me limpió los labios y dejó la servilleta en la mesa. Me quedé con
ganas de besarla cuando ella se apartó. Así que simplemente tragué saliva con
una sonrisa. ¿Qué pasaba si me rechazaba?

Entonces, cuando salimos del restaurante, dimos un paseo por el mirador de la


bahía, y me habló sobre lo mucho que le gustaban las noches de Toronto, y
cómo parecía que era otra ciudad con ese azul eléctrico del skyline. Pensé en
lo que dejó escrito Lauren, que si no dábamos el primer paso, quizás esa
persona perdería la oportunidad de ser feliz, y tú también.

—¿Quieres que vayamos a...? —Dijo ella, pero la agarré de la mano fuerte para
que parase en ese mismo momento de caminar.

—Te quiero. —La besé cogiéndola de las mejillas, sin saber cómo, pero los
miedos e inseguridades se esfumaron en el mismo momento en que toqué sus
mejillas para besarla. Era suave, húmedo, tierno. Era agradable y cálido, y más
aún cuando su lengua chocó con la mía levemente. —Perdón por haber
tardado tanto, pero... —Susurré al separarme, bajando las manos a su cintura.
—Ha sido mi primer beso y, estaba muy nervioso...32

—¿Me estás diciendo que he sido tu primer beso? —Asentí escondiendo media
sonrisa tímida. Entonces, Dinah volvió a besarme pasando sus brazos por mi
cuello, tomando mi boca como si fuese suya, más contundente, más segura,
dándome una base firme de seguridad en mí mismo. —Qué suerte ser también
el segundo.

CAPÍTULO 49Lauren's POV


—No, ven aquí. —Rachel salía corriendo hacia la tele y tenía que volver a
levantarme para cogerla.11

—¿Uga? —La cogí en brazos y negué, apagando la tele.6

—No, a dormir. —Rachel se revolvió y se estiró para señalar la pantalla, pero


negué. —Toma. —Le puse el chupete en la boca pero lo escupió, señalando la
tele, pero un segundo después señaló la puerta. —¿Qué pasa? —Escuché la
cerradura, y Camila había llegado de trabajar.

—Hola. —Sonrió al ver a la pequeña, que casi se me cayó de los brazos al


estirarse para ir con Camila, que cerró la puerta y caminó hacia nosotras. —
¿Quieres venir conmigo? ¿Sí? —La cogió en brazos con cuidado, dándole un
beso en esos rizos rubios de su cabeza. —¿Por qué tienes tantos moratones,
bichito? —Dijo cogiendo una de sus piernas, y luego su bracito.

—Estuvo jugando todo el día, y no quiere parar. —Camila asintió y vino hacia
mí, dándome un simple beso en los labios. —Pero las niñas buenas se van a
dormir. —Me incliné sobre ella, que giró la cabeza rápidamente hacia otro
lado, con sus bracitos rodeando el cuello de Camila.

—¿La has llevado ya al médico? —Negué viendo cómo le ponía el chupete y lo


aceptaba. Parecía que Rachel estaba más tranquila con Camila que conmigo.
Quizás porque estaba harta de mí. —Es que... —Cuando nos quisimos dar
cuenta, Rachel estaba dormida en su hombro, y la meció lentamente. Señaló la
habitación como si me pidiese permiso para acostarla, y asentí.

Me quedé en mitad del salón de brazos cruzados, esperando a que ella


terminarse. Cuando volvió, ella supo que algo andaba mal. Quizás por el
semblante de mi rostro, por cómo mis ojos estaban decaídos o que apenas tenía
ganas de acercarme.

—¿Qué ocurre? —Puso una mano en mi brazo, y apreté los ojos negando.

—Que te echo de menos. Todos los días. —Camila vino a abrazarme, pero me
aparté negando. —No sabía que iba a ser tan complicado.

—Para mí tampoco es fácil, ¿sabes? —Suspiró cruzándose de brazos con el


ceño fruncido. —Casi no veo a mis padres, a mis amigos, y el poco tiempo que
tengo lo invierto en ti y, apenas estamos a solas. Adoro a Rachel, y si tengo
una hija quiero que sea como ella, pero... —Suspiró frotándose la frente. —
Tengo veinte y pocos y, me gustaría estar con mi novia al menos un segundo.
Pero me esfuerzo y vengo aquí, y aprovecho el poco tiempo que me queda
contigo.

—¿Y qué pasará cuando te canses de esto? ¿Cuándo en el hospital te enamores


de alguien más? —Solté con un suspiro, poniéndome las manos en la cintura.

—Lauren, esto no es Anatomía de Grey. —Negué agachando la cabeza,


abatida.68
—Te cansarás en algún punto. Encontrarás a alguien con carrera, con suerte
será médico como tú, con quién tener intimidad, que le guste a tu padre y
pueda viajar contigo.

—¿Estás rompiendo conmigo? —Agaché la cabeza mientras asentía,


pasándome las manos por la cara.74

—Sí. Es lo mejor para las dos. —Camila tenía los ojos llorosos, justo como yo.
—Te quiero, y sigo enamorada de ti. Pero al final nos acabaremos haciendo
daño las dos.146

—Ya nos hemos hecho daño, Lauren. —Susurró entre lágrimas, cogiendo su
bolso y desapareciendo de mi piso.29

*1

Camila's POV

Llamé llorando a la puerta de la casa de Dinah, y ella abrió en pijama


mirándome sorprendida. Me preguntó que qué pasaba, pero yo no respondí,
simplemente la abracé con los ojos apretados. "Creía que Lauren nunca iba a
hacerme daño", le dije. "Creía que con ella sería diferente", añadí.

Me dejó de la nada. Nuestra relación estaba a veces en un punto muerto, en el


que parecíamos más amigas que una pareja. Pero yo la quería la quería con
todas mis fuerzas y ella me rasgó el pecho y me abrió en canal.3

—Sé por qué lo hizo. —Dinah se sentó a mi lado en el sofá, pasando su brazo
por mis hombros. —Quiere que encuentres a alguien que te haga sentir bien
en esos momentos que tienes y no tengas que estar preocupada por ella o por
Rachel.

—Pero es que yo soy feliz con ella y con Rachel. Sólo necesito cinco minutos
para nosotras.
*1

A la mañana siguiente debía volver al hospital, así que me duché, me vestí, y


desayuné al lado de mi padre, que en verano era el único que se seguía
levantando tan temprano.

Llegué al hospital, me cambié con Normani al lado que ya se había enterado


de lo que había pasado, así que prefirió no decir nada. Me gustaría preguntarle
qué tal le va con Calum, pero no quería. Seguro que le iba bien, no como a mí
con Lauren. Bueno, es que mi relación con Lauren ya no iba; acababa de cortar
conmigo.

Hollis me mandó a urgencias porque me vio 'decaída' y necesitaba activarme,


yo asentí sin rechistar. Normani me miró con pena porque ella iba a hacer una
operación de apendicitis.

Entré en urgencias algo decaída, pero me puse los guantes y me puse a


trabajar, era lo mejor y casi lo único que sabía hacer. ¿Cómo había pasado
todo? ¿Cómo, de la noche a la mañana, cuando todo estaba empezando a ir
bien para todos, se torcía para mí? Quizás era el karma, quizás el universo me
decía que yo no me merecía a alguien como Lauren. Que me merecía a Steven,
a cualquier Steven de esos que hay por el mundo. Esos que ninguna madre
quiere para su hija. Quizás me merecía a esos tíos que llegaban a urgencias con
un corte en la frente e intentaban ligar conmigo.

—Listo. Si te duele tómate un ibuprofeno cada ocho horas. —Me quité los
guantes mientras el chico se bajaba la camiseta.10

—Eres muy buena enfermera. —Levanté la cabeza de mis manos y terminé de


quitármelos, desencajando la mandíbula.

—Por ser una mujer no soy enfermera. —Tiré los guantes a la papelera,
caminando fuera de la sala de urgencias.
—Camila. Camila, por favor. —Me giré al escuchar la voz de Lauren. Llevaba
a su hermana en brazos con cara de preocupación.

—¿Qué ocurre? —La llevaba en pijama, y se retorcía mientras lloraba sin


consuelo. —Déjala aquí. —La dejó en la camilla y la pequeña se retorcía en la
camilla.

—Se ha pasado la noche vomitando, llorando, y esta mañana ha echado un


poco de... Sangre. —Parpadeé mirando a Lauren y luego comencé a palpar a la
pequeña, que apenas me dejaba tocarla. No, no pintaba nada bien. Cuando
toqué su costado para ponerla bien y se retorció aún más, le dolía ahí.3

—Necesito que salgas, pediré que le hagan pruebas. —El rostro de Lauren
estaba pálido, pero yo no podía contener a la pequeña Rachel, que comenzaba
a vomitar de nuevo. —¡Vete, por favor! —Señalé a las enfermeras para que
hiciesen que saliera.

—¿¡Qué le pasa!? —Preguntó mientras la conducían a la puerta. No lo sabía, ni


siquiera yo lo sabía en aquél momento.

—¿Qué pasa por aquí? —El residente de turno, Thompson, apareció


poniéndose los guantes con el ceño fruncido.

—Lleva toda la noche vomitando, ha soltado un poco de sangre esta mañana y


creo que le duele el costado derecho. —Informé mientras él intentaba palpar a
la pequeña, negando un poco.1

—Sólo será un virus. Déjala en observación. —Se quitó los guantes e hizo
ademán de irse por la puerta.1

—¡No! ¡Hay que hacerle pruebas! ¿Cómo vas a decir que es un simple virus
cuando está sangrando? —Vi cómo las enfermeras sostenían un cubo donde
Rachel vomitaba y la sujetaban, y la sangre iba a más. —Mira, me importa una
mierda quién seas, esas pruebas hay que hacerlas.

—¿Ah sí? Pues espera a que te echen del hospital. —Abrí las puertas para que
llevasen a Rachel en la camilla e hice un gesto con la cabeza para que
entrasen.1

—Si me echan por haber salvado una vida, tan mala doctora no seré.1

*2

Vi a Lauren sentada en la sala de espera con la pequeña chaqueta de su


hermana entre las manos, apretándola. Me acerqué a ella con pasos cautos, y
me senté a su lado. Ella no dijo nada, simplemente miraba al suelo.

—Tu hermana... Tiene problemas de riñón. Serios problemas de riñón. —


Murmuré en voz baja, poniendo mi mano en su rodilla.

—¿Qué? —Preguntó sin más, mirándome directamente a los ojos. Era duro
decirle aquello a una persona a la que la vida había tratado como a un pobre
perro abandonado.

—Agenesia renal unilateral. —Agaché la mirada y me humedecí los labios. —


Sólo tiene un riñón de nacimiento, y ese riñón le está fallando. Le lleva
fallando mucho tiempo pero nadie se ha dado cuenta.1

—¿Necesita diálisis? —Me encantaría decirle que sí, y que podría curarse y
seguir, pero negué agachando la cabeza.

—Necesita un riñón nuevo. Un trasplante. —Ella asintió apretando sus manos,


que tenía enlazadas, y se humedeció los labios.

—Vale. ¿Podría ser uno mío? —Me encogí de hombros.


—Si sois compatibles, sí. —Puse una mano en su espalda, acariciándola,
consolándola. —Y si tú no eres compatible, me haré las pruebas yo.14

—¿Harías eso por mí? —Negué poniéndome de pie, metiendo mis manos en la
bata.

—Ya te dije que quiero mucho a tu hermana, pero no me creíste. —Tomé una
bocanada de aire al darme cuenta de que Lauren ya no estaba conmigo de
verdad. —Tenemos que hacerte las pruebas ya, no podemos perder mucho
tiempo más.1

*2

—¿Cómo está Lauren? —Me senté en la mesa del comedor encogiéndome de


hombros.

—Jodida, cómo va a estar. —Respondí removiendo mi ensalada, sin hambre.

—Normal. Me da mucha pena Lauren, es como si el mundo le impidiera ser


feliz, ¿sabes? —Pinchó un poco de mi ensalada y se la llevó a la boca.

—Yo creía que la estaba haciendo feliz. —Abrí el cartón de zumo muy
lentamente con los dedos.

—Cariño, en la vida no todo es amor, y menos para Lauren. —Se llevó otro
bocado a la boca de su sándwich. —No quiero ofenderte, pero, ¿has tenido
algún problema en tu adolescencia o algo? —Negué. —Entonces sólo necesitas
amor para ser feliz, porque lo tienes todo. Lauren... Lauren necesitaría que su
madre estuviese viva, que su padre no fuese su padre, necesitaría entrar a la
universidad, que su hermana estuviese bien y te necesitaría a ti. Tú eres sólo
una parte de ella.5

—Entiendo. —Susurré sin dejar de mover la ensalada, asintiendo al final. —


Lauren nunca será feliz.
—Quizás... Con el paso de los años, si consigue hacer lo que le gusta, si
consigue salvar a su hermana, si tú sigues con ella, si todo sale bien... —Bebió
de su refresco ladeando la cabeza. —No te tortures, es normal que no todo seas
tú.

—No es por mí. Es porque lo único que puedo hacer por ella es intentar que su
hermana esté bien y ni siquiera eso puedo garantizarle.

CAPÍTULO 50

Camila's POV

—¡Buenas noticias! —Gritó Normani alzando los brazos con una sonrisa. —
Las pruebas dicen que Lauren es compatible.20

—Uf. —Lauren soltó un suspiro con la mano en el pecho, cerrando los ojos,
con alivio.

—Hollis ya ha vuelto así que... Le pediré que programe la operación para


mañana y reservaré un quirófano. —Asentí mirando a Normani, que señaló la
puerta y se fue para dejarnos a solas.

—Quiero que seas sincera conmigo, al cien por cien. —Tragó saliva. —¿Tiene
mucho riesgo esta operación para Rachel? —Negué lentamente, poniendo una
mano sobre la de ella.
—No. —Lauren asintió, pero su cara de preocupación no cesó.

—¿Estarás tú en la operación? —La verdad es que no tenía ni idea de qué


hacer. Tendría a mi no... A mi ex novia y a su hermana en la camilla, con su
vida pendiendo de mis manos. —Me quedaría mucho más tranquila si
estuvieses tú.

—Claro, claro que estaré. —Me incliné y besé su mejilla, separándome luego.
—Aunque yo en realidad no soy la que opera.

—Lo sé. Buenas noches. —Dijo mientras yo me iba.

—Buenas noches.

Después de despedirme de Lauren, decidí pasarme por la planta donde estaba


Rachel. En su habitación había una enfermera, y yo ni siquiera había reparado
en que estaría sola, porque Lauren no tenía a nadie. Le dije que me quedaría
con ella esa noche, así que se fue a su casa.

—Hola, bichito. —Me senté a su lado en la cama y la cogí de las manitas, pero
las retiró con un puchero. —¿Qué pasa? Soy Camila.9

—¿Amila? —Preguntó con la voz débil e inocente, dulce y adorable. No me


reconocía, así que me quité la bata y me solté el pelo que llevaba recogido en
una coleta.

—¿Me reconoces así? —Rachel me señaló con un dedo, sonriendo levemente.

—Amila. —Tomé su mano y besé su palma, tumbándome a su lado.

—Mañana vas a estar mucho mejor, te lo prometo, bichito. —Acaricié su


tripita con cuidado, y, poco a poco, con el calor de mi cuerpo, Rachel se fue
quedando adormilada en mi pecho. Jamás dejaría que le pasase algo a aquella
niña, estando con Lauren o no.
Llamaron a la puerta unos minutos después, y abrieron. Normani asomó la
cabeza y miró a Rachel.

—¿Tienes un momento? —Preguntó con unos documentos en la mano.

—Pasa. —Normani cerró la puerta y encendí la luz que había al lado de la


cama para poder ver lo que traía.

—Lauren y Rachel son hermanas de padre pero no de madre, ¿verdad? —


Asentí. La madre de Rachel ni siquiera miraba a su hija, o la cogía en brazos.
Era muy triste, porque esta niña se merecía una familia que la arropase y le
diese el cariño que ella y su hermana necesitaban.

—Sí, son hijas de George, pero no de la misma madre. —Normani me


extendió un folio, eran los resultados de las pruebas. Mis ojos corrían rápido
por la hoja, la examiné una, dos y tres veces. —Normani.

—Sí.

—Son hijas de la misma madre y del mismo padre. —Dije casi sin voz. —
¿Sabes lo que significa eso? —No contestó, intentando descifrar lo que yo
quería decir. —Que su madre no está muerta. —Hizo una mueca sin entender
nada. —Si Rachel tiene dos años y su madre se fue de casa hace 7, y murió
poco después, ¿cómo son hijas de la misma madre? ¿Cómo existe Rachel?91

—Mierda. —Susurró Normani.

—Tenemos que buscarla. —Dije yo dejando los documentos en sus manos.

—No, Camila. —Me detuvo Normani. —Imagínate que la encontramos y


vuelve. ¿Por qué se ha ido tanto tiempo? ¿Por qué tuvo una hija y se la dio al
hombre que maltrataba a su hija mayor? ¿Por qué no ha hecho nada por
ayudarla? —Sí, Normani tenía mucha razón en eso, y jamás podría quitársela.
—Busquémosla, hablemos con ella, y se lo decimos a Lauren. Normani, tiene
que saberlo. Me odiará toda la vida si no se lo digo. Vamos, ve a por el portátil.

*2

Normani y yo estuvimos toda la noche buscando por Facebook e internet


cualquier Clara Jauregui que existiese, pero eran demasiadas. Esa red social era
como una puerta al mundo donde podrías encontrarte a cualquiera. Había
gente de Latinoamérica, España, Estados Unidos, incluso en Londres había
Claras con ese apellido.4

—Mira, mira esta... —La señalé. —Es de California.

—Oye, ¿no tienes una foto de Clara? Seguro que Lauren tiene una en su
cartera. —Sonreí con malicia, y ella negó apretando los ojos. —Oh, no, no...

—Sí, te toca ir a por ella. Suerte con que no te pille.

Tardó unos diez minutos en volver con la foto en la mano.

—Oye, ¿por qué no buscamos también en Google? —Miré la foto de Clara y


sonreí. Era bastante guapa, no me imaginaba cuánto debía echar de menos
Lauren a su madre. Hice lo que Normani me dijo y lo puse en Google. Lo que
apareció nos dejó sin palabras.

—"Una madre es condenada a cinco años de cárcel por robar en un


supermercado y explotar a sus hijos." —Y la foto que aparecía era de Clara. La
Clara de la foto. El silencio nos invadió, ninguna se atrevía a decir nada. —No
me lo creo. —Fue lo primero que dije. —Lauren no tendría un buen recuerdo
de su madre si de verdad fuese así, no.

—Camila...
—¿Vas a seguir buscando conmigo o vas a decirme que es verdad? —Fui de
nuevo a Facebook y volví a buscar a Clara Jauregui ya con la foto.

No sé si pasó media hora hasta que la encontramos. Ambas enmudecimos, la


teníamos ahí, delante de nosotras.

—Vive en Nueva York. Tiene marido... —Susurré viendo a un hombre


bastante grande y con barba con ella. —Se llama Mike.2

—Mándale un mensaje. No es tarde aún. —Miré el reloj y eran las once de la


noche.

"Hola, señora Jauregui. Le llamo del Hospital General de Toronto, queríamos


hablar con usted, si no es molestia. Es urgente. Un saludo."14

Le mandamos en mensaje, y vimos cómo Clara se conectaba. Nos miramos,


nos cogimos de la mano y observamos cómo en la conversación el mensaje se
estaba escribiendo. Tras un minuto, nos llegó.

"Llamadme. Os paso el número."1

—Vale... Voy a llamarla. Quédate con Rachel. —Cogí mi móvil y abrí la


puerta de la habitación.

—Suerte.

Salí y caminé por el pasillo vacío, solo, donde el eco de mis pasos resonaba
hasta el final. Marqué el número y tomé aire llevándomelo a la oreja.

—¿Dígame? —Respondió ella. Su voz era dulce. Más dulce de lo que Lauren
me había contado. Me la imaginaba sosteniendo a Lauren en brazos y
hablándole así y me partía el alma.

—Hola, señora Jauregui, me llamo Camila Cabello, soy interna en el Hospital


de Toronto. No sé si le molesto.
—Hay pocas cosas que me molesten a estas alturas de mi vida, cielo. ¿En qué
puedo ayudarte?

—En nada, de hecho, quería ayudarla yo. —Caminé nerviosa arriba y abajo,
apretando mis dedos entre ellos. —No quiero que esto le suene raro, pero...
¿Usted tiene tres hijos? —Me aventuré a decir. Clara se quedó en silencio,
balbuceando.

—S—Sí... B—Bueno... Sí...

—Vale... ¿Dos de ellas se llaman Lauren y Rachel? —La voz de Clara cada vez
se iba quebrando más a medida que yo hablaba.

—S—sí... ¿C—Cómo sabes eso? ¿Están bien?

—Era... La novia de su hija, señora Jauregui. Su hija Lauren ha estado


cuidando de Rachel todos estos años, y ahora va a donarle uno de sus riñones,
por eso hemos descubierto que usted está viva.

—¿Creían que estaba muerta? —Me senté en uno de los bancos del pasillo
apoyando la cabeza en mi mano.

—George se lo dijo, sí. —Escuché cómo sollozaba a través del teléfono, y se


me estaba partiendo el alma. —Mañana operan a las dos, no es una operación
peligrosa.

—Estaré allí. Muchas gracias, Camila. —Y colgó.

*1

Lauren estaba en la camilla de al lado mirándome a mí, y cómo la anestesista


le ponía la mascarilla a Rachel para ponerle la anestesia.

—Shh, mírame Rachie. Soy Camila. —Ella negaba e intentaba soltarse de


todo. —Sí, mira. —Me bajé la mascarilla con cuidado. Entonces, al verme la
cara, se relajó un poco. Empezó a respirar más lentamente y, en pocos
segundos, cayó dormida. Me acerqué a Lauren cogiendo la mascarilla de la
anestesia que intentó ponerle la chica pero negué para que me dejase.

—¿Nos vemos luego? —Asentí con una sonrisa, poniendo la mascarilla en su


rostro.

—Te prometo que cuando te despiertes vas a ser muy feliz.24

*1

—¿Qué tal ha salido la operación? —Preguntó Dinah. Yo me eché encima de


ella abrazándola, dándole besos por toda la cara. —Eso es que muy bien.

—Sí. Me dejaron coser a Lauren así que le quedará una cicatriz bien bonita. —
Reí poniendo los pies en el suelo, chocando la mano que Michael había
levantado. Entonces, vi cómo por el pasillo llegaban dos personas. Clara
Jauregui y su marido.12

Ella llevaba unos jeans y unos botines altos con una blusa blanca con un bolso
en la mano, aunque su cara de preocupación era abismal.

—Esperad. —Caminé rápido hacia ellos, que pararon en seco al verme. —


Señora Jauregui, soy Camila. La operación ha salido muy bien, todo está bien.

—Muchas gracias, gracias por todo, gracias por encontrarnos. —Me abrazó
con fuerza, como si yo fuese su hija, pero lo respondí de igual manera. —
Llevábamos mucho tiempo buscándolas por todo Canadá, incluso por Estados
Unidos, pero parecía que se las había tragado la tierra.

—Bueno... Si me permite, hablaré con Lauren primero.

—Sí, claro.
Lauren estaba en la habitación algo confusa, adormilada, removía los labios
como si tuviese la boca pastosa, y al verme entrar sonrió.

—Eh... ¿Todo bien...? —Asentí sentándome a su lado.

—Perfecto. Rachel está bien.

—Guay... —Asintió levemente.

—Tengo que contarte algo. —Abrió un poco para mirarme y rio, negando.

—Cuando creo que mi vida puede mejorar, siempre llega algo que me hunde...
—Apretó los ojos por las molestias. —¿A quién le han detectado cáncer? ¿A
Rachel o a mí? —Solté una carcajada negando.41

—No, aunque no te lo creas, esto es... Esto es increíble. —Tomé su mano entre
las mías, acariciándola lentamente. —Ayer Normani se dio cuenta de que los
Haplotipos de tu hermana y tuyos son iguales, compartís los dos. —Lauren
apretó los ojos y sacudió la cabeza.

—En cristiano.30

—Que tu hermana y tú sois hermanas de la misma madre y del mismo padre.


—Me miró seria, sin saber qué decir, con los labios entreabiertos. Sus ojos
temblaron. —Lo que significaba que... Tu madre no estaba muerta. —Asintió
lentamente y sus labios se cerraron, apretados. —Normani y yo la buscamos,
y... La encontramos. Lo demás... Deberías hablarlo con ella.2

*1

Lauren's POV

Camila se levantó de la silla y abrió la puerta, y mi corazón no podía soportar


tanto. Me levanté de la cama incluso con el costado abierto y el efecto de la
anestesia aún en mi cuerpo. La vi allí, de pie, con lágrimas en los ojos y los
brazos abiertos.

Cuando me abrazó, olí a ella. Olí a infancia, olí a las sábanas limpias, a las
noches que dormía conmigo porque mi padre era un imbécil. Mi madre olía a
todo lo bueno que había en mi vida, y entonces, empecé a llorar sin consuelo.
Estaba entre sus brazos, estaba a salvo. Ya nadie podía hacerme daño, ya no
podía pasarlo mal. La tenía a ella y eso era todo lo que había querido en la
vida.39

—No, no, túmbate, tienes que tumbarte. —Negué sin despegarme de ella, por
mucho que me doliese, yo sólo quería abrazarla.

Me tranquilicé un poco cuando me quitó las lágrimas de la cara, me sentó en


la cama.

—Tengo que contarte muchas cosas. —Me dio un beso en la frente y acarició
mis mejillas. —Llevo tanto tiempo buscándote que ni te lo imaginas.

—Necesito saber por qué te fuiste. —Me limpié las lágrimas yo misma.

—Todo lo que voy a contarte es cierto, Lauren. —Asentí levemente a lo que


me decía. —¿Te acuerdas el día que cumpliste doce años? Te traje una tarta a
casa, ¿recuerdas? —Asentí haciendo pucheros, limpiándome las lágrimas. —
No podíamos permitirnos nada. Yo robaba cosas, y esa tarta la robé, junto con
un pequeño peluche de un pitufo, ¿lo recuerdas? —Cómo no iba a recordarlo,
se rompió por todos lados y al final quedó perdido entre la miseria y basura de
nuestra primera casa. —George lo sabía, y me denunció. Me denunció por eso
y por otros hurtos menores más, además dijo que os explotaba. Me cayeron
cinco años de cárcel y, no podía decirte que me iba a la cárcel, así que te dije
que me iba a buscar trabajo. —Mi madre pasó su dedo por mis mejillas. —
Entonces, llamé a Mike. —Señaló al hombre que estaba detrás de ella. —Él...
—Suspiró y agachó la cabeza. —Antes que George, yo estaba con él. Éramos
muy jóvenes, estudiaba derecho, y tuvo que irse a Nueva York a trabajar. ¿Y
sabes qué pasó justo después de que se fuese? —Miré a ese hombre, que era
grande, robusto, pero estaba llorando como un niño pequeño. —Estaba
embarazada de ti, pero si le decía eso a George, me mataría.

—¿Eres mi padre? —Le pregunté a Mike, y asintió con una sonrisa, empañada
por las lágrimas que caían de sus ojos por sus mejillas.61

—Cuando estuve en la cárcel, lo llamé a él para que fuese mi abogado, y...


Mientras estaba encarcelada tuvimos a Rachel. Pasó unos meses conmigo
dentro, pero yo seguía casada con George, entonces cuando la niña tuvo varios
meses, se la entregaron a él. Os buscamos, fuimos a Saskatoon, Montréal, a
todos sitios, pero en ninguno había rastro de vosotros. —Mike no podía
contener las lágrimas, mi madre y yo tampoco. —Lo siento mucho, Lauren.10

—Gracias por volver.

CAPÍTULO 51

Camila's POV12

—Señora Jauregui, pase por aquí. —Abrí la puerta de la habitación de Rachel,


y en cuanto la vio, casi se quedó en silencio sollozando. Me quité la bata, me
solté el pelo y me acerqué a Rachel, que estaba tumbada en la cama. —Hola
bichito. Alguien quiere verte. —Le hice un gesto a Clara para que se acercase,
y se sentó al otro lado de la cama.11
—Hola Rachie. Soy mamá. —Le acarició las mejillas con dos dedos y Rachel se
puso de morros frunciendo el ceño. No la reconocía. La cara de Clara me
partió en dos, aunque sonreía, tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Es normal que no se acuerde. —Dije con un susurro. —Pero no se apure,


conmigo no tardó mucho en familiarizarse. —Intenté tranquilizarla. Rachel
señaló el colgante que Clara llevaba en el cuello, y se estiró hacia él.

—¿Te gusta el collar? —Siguió señalándolo con el ceño fruncido, y luego


estiró los brazos hacia ella.

—No le gusta. La recuerda a usted, sabe que es su madre. —Me levanté de la


silla y las dejé allí, conociéndose de nuevo, encontrándose diría yo. Rachel no
tardaría mucho en darse cuenta de quién era, y de cómo iba a cambiar todo a
partir de ahora.

Lauren's POV

—Siento no haber estado ahí para vosotras, pero yo no sabía nada. No sabía
esto hasta que nos reencontramos y me lo contó. Habría hecho cualquier cosa
por vosotras. —Comentó Mike. Sus manos eran bastante grandes, y quizás, en
su forma de ser, me veía parecida. En la humildad, en cómo se arrepentía de
cosas de las que ni él mismo tenía la culpa.6

—¿En qué trabajas? —Quise saber.

—Tengo un bufete de abogados. —Asentí levemente. —Vamos a mudarnos


aquí a Toronto, no sé si te lo ha dicho tu madre.1

—¿Dónde?

—Hemos pensado alquilar un piso en el centro, o quizás una casa en las


afueras. —Asentí levemente con una pequeña sonrisa.
—Rachel vivirá muy bien allí. —Jugué con el borde de las sábanas,
enredándolas entre mis dedos.4

—¿Se puede? —La voz de mi madre sonó tras esos tres toques en la puerta y
sonreí al verla.

—Me ha dicho Mike que vais a alquilar una casa aquí. —Mi madre se sentó a
su lado, cruzándose de piernas. —Viviréis muy bien allí. —Mi madre torció el
gesto, sentándose a mi lado.

—¿No quieres vivir con nosotros? —Me acarició la mejilla y asentí con una
enorme sonrisa. —¿Entonces por qué no te incluyes? Viviremos en el centro,
así podrás seguir quedando con tus amigos y yendo a la universidad.

—Mmh... Yo no estudio. —Me rasqué la ceja negando. —No podía estudiar.


—Ambos se miraron entre sí, y luego a mí.

—¿Y qué quieres estudiar? —Por primera vez en mi vida me habían hecho esa
pregunta y me veía con posibilidades de entrar en la universidad.5

—Literatura. —Respondí asintiendo. —¿Podría estudiar en la universidad?

—Por supuesto. Tengo un amigo en la universidad, el año que viene estarás


estudiando Literatura. —Me pasé las manos por la cara con una sonrisa, sin
saber si creerme aquello. Sin saber si estaba soñando o no. Después de trabajar
en el restaurante, en el cáterin, en el supermercado y la empresa de Camila,
por fin podría dedicarme a estudiar.

—Bueno, Mike y yo tenemos que prepararlo todo para cuando salgáis del
hospital. Después de comer vendré de nuevo a veros.

Se fueron, y casi tuve miedo de que lo hiciesen por si era un sueño, o por si se
arrepentían y se iban. Pero no tuve tiempo de pensar en eso, porque Camila
llegó a la habitación.
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EL QUE ES UN TONTO ES JIMIN-SHI.
SI ESTÁIS DISPUESTO A SEGUIR LEYENDO, ERES BIENVENIDX ❤️
[Malos comentarios son eliminados, no vengas a provocar mi mal humor que pocas veces tengo]
«Jeon JungKook es el chico más mujeriego, estúpido, popular y guapo de la escuela.
Park JiMin es el chico más antisocial, nerd, de bajo perfil y extraño de la escuela.
Que ellos congeniaran sería como mezclar agua con aceite. Si ellos se hablaran sería que el tornado
conociera el volcán. Y que ellos estuvieran juntos sería simplemente imposible.
¿Pero qué pasará cuando JiMin se vaya a vivir con el chico más deseado entre las chicas? ¿Qué pasará
cuando JungKook tenga que compartir casa con un nerd antisocial? ¿Qué pasará cuando ellos tengan
que aprender a vivir... juntos?»
_________________________________
La primera temporada consta de 38 capítulos + Epilogo.
Aquí mismo agregue la Segunda temporada para una lectura mas fácil y rápida.
La segunda temporada se llama VOLANDO ALTO.
---------------------------------------------------------
"Highest Rank"
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#2, #57 & #58 - YAOI.
#1, #3 & #5 - ADAPTACIÓN.
#1 & #26 - GAY.
#102 & 111 - BTS.
#3 ¡FANFIC!
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_________________________________________
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Camila estudiando Magisterio infantil. Fiestas de fraternidades, animadoras y nuevas amistades que
tendrán que hacer en su nuevo entorno. Aunque, al principio no todo sea como las chicas esperaban.

—Hey, ¿cómo vas? —Señaló la cicatriz en el costado, y yo reí levemente


apretando los ojos.

—Podría tener todo el cuerpo en carne viva y te diría que bien. —Busqué su
mano y la cogí, apretándola un poco. —No debí haber cortado contigo. No por
lo que has hecho por mí, sino... Porque te necesito conmigo. —Suspiré,
negando. —¿Puedo retractarme de romper contigo?48

—Sí, sí que puedes. Es más, deberías. —Me señaló con el dedo y las cejas
alzadas.1

—Me retracto.6

*2

Pasaron unos días, y Rachel y yo salimos del hospital. No se separaba de


nuestra madre, quizás aún tenía ese recuerdo de ella de cuando era un bebé.
No un recuerdo, pero... El olor, el calor de sus brazos, la conexión con ella,
aún quedaba.

—¿Api? —Señaló a Mike con el ceño fruncido mientras bajábamos del coche.3

—Sí, ese es papi. —Le dijo mi madre. Era raro. Porque para mi hermana sí era
su padre, pero para mí... Era un extraño, un extraño que era mi padre.

La casa que alquilaron estaba justo en el centro de Toronto, no como mi


antiguo piso, que estaba a seis paradas de metro y diez minutos en coche.
Cuando entramos, no me imaginaba que todo fuese a ser así. Tenía dos plantas,
pude ver cómo la escalera subía, unos ventanales desde los que se veía la punta
de la torre CN de Toronto y el gran lago al que conocíamos como la bahía. Los
sofás eran grises, las paredes de un gris más claro y burdeos, y había un
televisor que casi parecía una pantalla de cine en la pared. En frente, la cocina.

—Vamos, sube a tu habitación. —Me invitó mi madre. —Es la puerta de la


izquierda.

Subí con cuidado, ya que no podía andar muy rápido con los puntos en el
costado. Abrí la puerta lentamente, y casi me echo a llorar. Había una
estantería entera de libros, de arriba abajo en la pared, ordenados por colores.

—No sabía lo que te gustaba, así que le dije al dependiente de la tienda que me
diera de todos los géneros. —Dijo Mike a mi espalda, encogiéndose de
hombros. —Camila nos dio tu portátil, dice que apenas lo has usado.

—Muchas... Muchas gracias, Mike. —Sonrió y siguió caminando para dejarme


a solas en mi habitación.

Me acerqué a la mesa y miré aquél Mac casi nuevo, color metálico, y lo abrí
lentamente. No había tenido tiempo de usarlo, ni tampoco ganas. Todas mis
historias estaban perdidas en servilletas de papel, libretas de instituto o en mi
pensamiento. Difuminadas y opacadas por todos mis problemas.

Mi madre me dio un beso en la cabeza y acarició mi pelo, haciendo que me


apoyase en su hombro.

—Siento no haber estado. Siento todo esto. —Su voz dulce me entristecía, me
hacía recordar todos los años que había pasado sin ella. Todo el sufrimiento
que había tenido que tragar porque aquél hijo de puta quiso.

—No es tu culpa, mamá. —Me acarició la espalda, mientras las dos mirábamos
la puesta de sol por la ventana del edificio. —Ahora todo está bien.6

*1
La luz del sol entraba por la ventana, a la vez que el olor a café y tostadas.
Recordé el día que soñé con esto mismo, pero no, esto no era un sueño. Este
olor a café no lo era. Abrí los ojos y vi a mi madre poniendo la bandeja en la
mesita de noche.5

—Lo siento, no quería despertarte, cielo. —Me acarició la mejilla con ternura
y se sentó al borde de la cama. —¿Cómo has dormido? Espero que te guste este
colchón.

—Bien, muy bien. —Murmuré algo somnolienta, bostezando.

—Te hice café, espero que te siga gustando. También unas tostadas con
mantequilla y mermelada y otras con jamón. Y un poco de fruta, necesitas
comer. —Besó mi frente y ladeó la cabeza. —Camila dice que vendrá para
curaros a ti y a Rachel, así no tenéis que ir al hospital.

—Te quiero mamá. —Dije sonriendo mientras bostezaba, riendo después. —


Lo siento. —Mi madre observó el libro que tenía por la mitad encima de la
mesa, era de esos que Mike había comprado para mí. En aquella estantería
habría... Unos trescientos dólares en libros, quizás más. —Mamá, ¿Mike se
siente cómodo conmigo?

—Sí, mucho. Le gustaría que le llamases papá, pero por desgracia ya no puede
serlo. —Me ayudó a incorporarme un poco, estaba bastante dolorida después
de aquella noche.

—Me cae muy bien.

—¿Lauren? Soy Camila, ¿puedo pasar? —Llamó a la puerta dos veces.

—Sí, pasa. —Mi madre se levantó de mi lado, y Camila abrió la puerta.


Llevaba unos jeans azules y esa camisa azul claro de cuello de pico del
hospital.
—Me he escapado un momento, Normani me está cubriendo. Hola, señora
Jauregui. —Dijo con su pequeño botiquín en la mano, acercándose a nosotras.

—Clara. Os dejo, si quieres desayunar, baja después y te llevas un poco para tu


amiga también. —Sonrió cerrando la puerta.

—Gracias, Clara. —Abrió la boca y los ojos a la vez. —Alucinante tu casa. Y tu


habitación.1

—Lo sé. No me puedo creer que Mike haya comprado todos esos libros para
mí. Es la primera vez que me leo un libro en mucho tiempo y mira. —Estiré la
mano y lo cogí. —La Catedral del Mar. Seiscientas páginas y voy por la
mitad.16

—No sabes lo feliz que me hace oírte decir eso. —Abrió el botiquín y lo dejó
en la cama, dándome la vuelta. —¿Te levantas la camiseta?

Camila me curó la herida, que sólo con mirarla daba miedo. Me dijo que me
había cosido ella, y a mi hermana Normani, así que me dejaba más tranquila.

—En dos semanas te los quitarán.

*1

Un mes después

Corrí por la playa hasta llegar a las toallas donde Camila, Dinah, Calum,
Normani y Michael estaban tumbados con la respiración agitada, moviendo el
sobre en la mano.

—¡Me han aceptado! ¡He entrado en la universidad!

—¿Qué? ¡ESO ES GENIAL! —Camila saltó hacia mí, después Dinah, Michael,
Normani y Calum con una cerveza en la mano.
—¡TENEMOS UNA UNIVERSITARIA! —Gritó Michael, abrazándome fuerte.
—Sabía que eras el futuro hasta de mi familia.29

—Qué idiota eres, habló el que trabaja para el tipo de Masterchef. —Arrugó la
nariz y sacudió la cabeza.

—Bueno, ya que estamos... ¿Y si lo celebramos? —Sugirió Camila mientras


todos caminábamos hacia la orilla, y dejé el sobre en mi toalla.

—¿Cómo? —Preguntó Calum antes de coger a Normani por la cintura y


meterse con ella en el agua, que gritaba por lo fría que estaba.

—Vámonos de viaje. ¡A México! —Sugirió Dinah, entrando de la mano de


Michael en el agua. —Tienen buenas playas y buena comida.35

—Y buenos hoteles. —Añadió Michael.7

—Y buenas mujeres. —Susurré yo, ganándome un golpe de Camila en el


brazo.15

—Entonces, ¿nos vamos a México? —Dijo Camila mirándonos a todos, y


asentimos a la vez.

—¡Las putas a México!48

*1

Camila's POV

Estaba sentada en la cama de Lauren mientras la veía escribir en su ordenador.


Pasaba bastante tiempo así cuando estaba en casa, y tenía una pequeña libreta,
que le regalé por su cumpleaños que había sido unos días antes, en la que
anotaba todas las ideas que tenía. Me gustaba verla así, entregada a lo que le
gustaba. A la lectura y a sus historias, y pronto, a la literatura.2

—Lauuur, ven conmigo. —Me puse al borde de la cama con un puchero.


—Un momeeeento. Termino este párrafo y voy. —Sus dedos escribían rápido
y seguro, así que me acerqué a ella por la espalda y besé su cuello mientras
escribía, rodeando este con mis brazos. —No...

—Sí, para... No tienes prisa. —Ella se separó del escritorio y yo me senté en su


regazo, besándola muy lentamente.3

—No, no tengo ninguna prisa.

ÚLTIMO CAPÍTULO

Lauren's POV49

Si me dijesen hace un año y medio que ahora estaría tumbada en una playa de
México, probablemente no me lo creería. Tampoco me creería a la chica que
tenía a mi lado, o que tenía amigos, o quizás, tampoco me creería no estar
pasando frío.

Camila, Dinah y Normani estaban de pie en la orilla mientras hablaban. Ally,


por desgracia, no pudo venir; se había enterado de que estaba embarazada una
semana antes y no sabía si era conveniente viajar. Me alegraba por ella, no era
tan joven como nosotros, tenía ya 25 años y le quedaba sólo un año para dejar
de ser interna.11

—Vaya. —Murmuró Calum. Estábamos los tres tumbados en las toallas,


mirándolas a ellas de espaldas.

—Sí... —Suspiré yo, observando cómo Camila se colocaba mejor el bikini.


—Yo no digo nada. —Murmuró Michael, haciéndonos reír a los dos. —¿Qué?
Miradla, por fin puede ir a la playa.

—¿Habláis de mí? —Dinah se giró con el ceño fruncido, y dio una patada al
agua para lanzárnosla.

—¡AH! ¡Que no hemos dicho nada! —Gritó Michael tapándose la cara. Yo me


levanté de la toalla, y caminé hasta la orilla, pero Calum fue más rápido y se
enganchó a Normani que estaba de espaldas.

—Esto es un novio lapa. —Era más bruto que Michael que simplemente
agarró de la cintura a Dinah con cuidado.

—Espérate a Lauren. —Oí que murmuraba Camila, y al llegar le di la vuelta y


la cogí en brazos, corriendo dentro del agua hasta que caímos. Al salir,
comencé a darle besos en la cara, y ella me apartó riéndose. —
YAAAAAAAAAAAAAA. Basta.

—¿Habéis visto que no me quiere? —Camila se enganchó a mi brazo al


escucharme, dándome un beso en el hombro.

—Cállate. —Dijo provocando mi risa y las de los demás.

—¿Os dais cuenta de lo que significa este momento? —Comentó Michael. Nos
miramos entre nosotros, sin saber qué quería decir. —Todos hemos superado
algo este año. Calum la enfermedad de su madre, Normani volvía a tener
ansiedad y malos pensamientos, Dinah malos tratos, yo una depresión, y
Lauren... —Se quedó en silencio mirándome. —Tú has superado demasiadas
cosas que no sé por dónde empezar.

—La única que no ha superado nada he sido yo. —Camila se encogió de


hombros, acariciándome la cicatriz del costado.1

—Has hecho mis problemas y los de ellos los tuyos propios.11


*1

Cuatro meses después

—¿Qué tal hoy en la universidad? —Preguntó mi madre mientras cortaba


unas zanahorias en la cocina.

—Muy bien. Dimos literatura española del siglo de oro. Alucinante. —Rachel,
que estaba en el salón jugando, corrió hacia mí con su muñeca en la mano. —
Oh no, ¿quieres que juegue contigo otra vez?

—Ti, tiene que juga. —Se agarró a mi mano y fruncí el ceño, sintiendo cómo
tiraba de ella. —Vamooo.9

—Rachel, quiero comer. Quiero dormir. No quiero jugar. —Dije poniéndome


de rodillas delante de ella, que no me hizo ni caso, porque aplastó la muñeca
contra mi cara.

—Juga. —Y salió corriendo de nuevo al salón.

—¿Eso era una amenaza? —Me levanté del suelo y escuché la risa de mi
madre, que asintió para darme la razón.

Subí a mi habitación y dejé el portátil en la mesa y la mochila en un rincón de


mi habitación. Reparé en todos los libros que había en la estantería, y ya casi
iba por la mitad. El que más me gustó fue un libro en el que una madre soltera
intenta cuidar de su hija sin apenas medios, eso me tocó bastante, me reflejaba
en él.74

—Jugaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. —Gritó Rachel entrando por el


pasillo, parándose en mi puerta y me señaló. —¿Tere juga comigo? —Movió su
peluche con el chupete en la boca.5

—Voy a jugar contigo, venga, vamos.


Bajamos al salón, donde, en mitad de los sofás colocados formando un
cuadrado, ella tenía todos sus juguetes. Mi madre la consentía mucho, sí que es
verdad. Al igual que a mí, para qué voy a mentir.

—A ver, a qué quieres jugar. —Sacó una caja de maquillaje y la abrió con
aquellas diminutas manitas. —No. —En menos de un segundo, tenía el
pintalabios en mis labios, mientras ella sonreía con el chupete en la boca. —
Yo no te di un riñón para esto. —Le dije sintiendo cómo apretaba el
pintalabios y se salía de la curva.66

—Mu bapa. —Cambió de utensilio y cogió una brocha que esparcía sombra de
ojos por toda mi cara. —Má bapa.11

—Basta. No. Me voy. —Me levanté pero Rachel seguía enganchada a mi


pierna y me perseguía al andar. —¿Quieres que juguemos a las espadas? Es más
divertido.

—¿Pada? —Le di una espada de corcho roja y yo me quedé con la verde. En


cuanto la tuvo en la mano, me dio un golpe en la pierna.3

—¿Puedes ser más bicho? —Dije cogiéndola en brazos, quitándole la espada de


la mano.1

—Lauren, límpiate la cara, vamos a cenar. —Dijo mi madre señalándome el


rostro con una risa.

—Te libras hoy, enana. Mañana sí que te mato. —La dejé en el suelo y ella
salió corriendo entre risas, enganchándose a la pierna de mi padre, que venía
hacia la cocina.2

—Una vez vi un Picasso así. —Él también me señaló y gruñí, subiendo a mi


habitación.19
Me duché, me cambié, y bajé a cenar con ellos. Al principio era extraño, sobre
todo por Mike, pero poco a poco, teniendo conversaciones, comiendo juntos,
nuestra relación se fue estrechando, hasta tal punto que ya lo llamaba papá.

—Y... ¿Qué quieres hacer cuando acabes la carrera? —Preguntó mi padre. Yo


me encogí de hombros.

—No lo sé, quizás siga estudiando y me doctore en literatura, pero... Me


gustaría ser escritora. Es difícil, lo sé, hay millones de personas mejores que
yo. —Corté un poco de pavo y me lo llevé a la boca.

—Bueno, ¿alguna vez has escuchado a algún artista cantar mal en directo o
pensar que no tiene una gran voz como para ser cantante? —Asentí. Una de
mis cantantes favoritas no tenía una de las mejores voces en directo. —¿Y por
qué crees que ha llegado hasta ahí?35

—¿Contactos? —Mi madre y él rieron, asintiendo.

—También, pero por lo que trasmiten. Puede no cantar como los ángeles, pero
si sus letras son buenas y llegan al público, es mucho mejor que tener una
buena voz. —No me quedaba claro el concepto relacionado conmigo, y él lo
supo. —Puedes no tener unas frases poéticas, herramientas literarias, pero, si
el contenido y el mensaje que quieres dar es bueno y trabajas en ello... —Se
encogió de hombros. —El mundo es tuyo.22

*1

Apagué las luces de mi habitación y se tiñó de azul. Recuerdo la primera vez


que se lo mostré a Camila en esa cafetería. Recuerdo que, en aquél momento,
era lo único que me gustaba de aquella ciudad, porque sólo me quedaba
refugiarme en aquél azul y esperar a que amaneciera.
Me tumbé en la cama, mi cabeza daba vueltas. Mi padre había dado en el clavo
con aquella pregunta, ¿qué iba a hacer después de la universidad? Necesitaba
un plan de futuro que me gustase, pero doctorarme no era lo que yo quería: yo
quería ser escritora. Pero eso no era fácil. No era fácil porque había mil como
yo en el mercado, había miles de escritoras que sus mensajes llegaban, y
además, escribían bien. Yo no tenía nada de eso, ni siquiera una buena
historia.

Me levanté de la cama y miré la bahía, miré aquél lago que se antojaba oscuro
y eterno, del que muchas veces quise escapar pero nunca pude. Miré los
edificios, aquella luz azul que nos envolvía y embriagaba, esa que me hizo
quedarme 'un poquito más' en Toronto.

Todo daba vueltas en mi cabeza, ¿qué debía hacer? Mi sueño siempre había
sido ir a la universidad para formarme, pero, ¿formarme para qué? Esa era la
pregunta del millón.13

Para qué quería formarme. Lo único que yo había querido todo este tiempo es
que alguien leyese mis historias, pero nunca nadie lo había hecho. Camila
recogía mis servilletas y las guardaba, decía que le servían de inspiración, y las
tenía puestas en su taquilla del hospital.

Desde que llegó mi madre a finales de mayo, había estado escribiendo sin
parar cuando tenía tiempo. Ahora, podía estar a solas en mi habitación
conmigo misma, sin preocuparme de nadie más. Ahora mi corazón no tenía
presión, lo único que quedaba era pena y resquemor por un pasado que me
había hundido durante mucho tiempo, y necesitaba deshacerme de él. Así que
empecé a escribir mi historia.

Abrí el portátil y miré el archivo con aquellas 565 páginas en Word, que
contaba mi historia desde el "volveré, te lo prometo", hasta el "has vuelto".
Contaba todas las noches que pasé en esas calles bajo la luz del skyline, aquella
luz azul que ahora yo contemplaba desde arriba, y no entre las callejuelas
como una rata sucia. Contaba todas las penurias, todas y cada una de ellas, bajo
la luz de las noches de Toronto.4

Por fin tuve el título para aquella novela. Lo escribí, y cerré el portátil con una
débil sonrisa de felicidad, sintiéndome realizada, completa, y vacía de malos
recuerdos. Así nació mi primer libro3

Blue Nighttimes.

EPÍLOGO

Lauren's POV19

La luz de Toronto por la noche me seguía pareciendo maravillosa, majestuosa


diría yo. Después de todos esos años, no dejaba de sorprenderme, incluso si me
iba tres meses a Europa, o cuatro a las playas de Venezuela. Cuando volvía a
Toronto, sabía que estaba en casa.108

—¿Qué tal el hospital hoy? —Le pregunté a Camila, que se tumbó en el sofá
poniéndome las piernas encima.

—No quieres saberlo. Me duelen toooodo. —Tomé su mano y le di un tierno


beso. —Esto está mejor. ¿Y tú? ¿Cómo va tu novela?

—Ahí va. —En realidad llevaba meses atascada. Había escrito tanto, que mi
mente se estaba quedando vacía de ideas. Me eché una copa de Martini y le di
un pequeño sorbo, mirando la tele. —Van a quitar literatura universal en los
institutos.

—¿En serio? Es horrible. —Asentí volviendo a beber. —¿Por qué no escribes


sobre eso?

—¿Sobre qué? —Repetí yo con el ceño fruncido. —No creo que mi editorial
quiera que escriba sobre niños rebelándose contra el sistema educativo. —Se
levantó del sofá y caminó hacia la habitación.

—Mi amor, tienes a la editorial en la mano, y tienes a más editoriales


suplicándote que publiques con ellos. Por eso me casé contigo, porque tienes
el poder. —Bromeó riendo. Fui tras ella con el ceño fruncido. La verdad es
que aquello pintaba bien. Siempre había escrito sobre historias de amor desde
que publiqué mi primer libro, y así me iba bien. —Eres una escritora de
sentimientos y no de historias superficiales y con tramas. —Nos asomamos a la
terraza, y las dos miramos la bahía. —Úsalo. —Y justo cuando dijo eso, la
bombilla de mi cabeza se encendió.33

—Una profesora de literatura que... Ha sufrido depresión pero lo superó


gracias a la literatura, intenta ayudar a sus alumnos en clases pero... Quieren
despedirla, pero sus alumnos la ayudan y... En mitad de todo eso, puede haber
una historia de amor. —Camila alzó las cejas con una risa, casi sorprendida.14

—Vaya, qué buena trama. ¿Así de rápido es? —Solté una risa.

—Cuando tengo inspiración sí. —La abracé por la espalda, colocando mis
manos en su vientre, algo abultado.76

—¿Y cuándo es eso? —Esbocé media sonrisa.

—Cuando ella y tú me la dais.


;

Lauren y Camila se casaron en una playa de Cuba, acompañadas de sus padres,


sus amigos, e incluso también estuvo Vero. Lauren se consagró como la mayor
escritora de literatura romántica lgbt en Canadá y Estados Unidos gracias a
aquella idea de Camila. Poco después, tuvieron una niña que se llamó Laila.
Dejaron su piso en el centro de Toronto y se mudaron a Blue Montain, donde
Camila iba a esquiar en su juventud. Allí, criaron a la pequeña entre ríos y
montañas, donde Lauren podía inspirarse cada mañana para escribir mientras
observaba el paisaje nevado del invierno con una buena taza de café. Camila
construyó el primer hospital del pueblo, el Hospital Central del Blue
Mountain. Por las tardes, Camila llegaba de trabajar, y ambas cuidaban de
Laila. La sacaban a la nieve, la montaban en trineos, y sí, era muy parecida a
Rachel.18

Mike y Clara se mudaron a las afueras después de que Lauren se mudase con
Camila. Rachel fue creciendo al lado de su hermana Lauren, y cuando se mudó
a la montaña ella se quedó algo desamparada aunque sólo tuviese diez años.
Entonces, Lauren se la llevaba con ella a Blue Mountain y la llevaba a clases de
esquí, incluso jugaba con ella y Laila. Para Camila, Rachel era como otra hija
más cuando estaba en su casa. Tenía a dos pequeñas revoloteando, y eso le
encantaba.

Cuando Rachel cumplió los 18 entró en la universidad de Toronto, y ahora


usaba la casa de su hermana Lauren para retirarse a estudiar en épocas de
exámenes y únicamente bajaba a Toronto los días de exámenes. Al final,
consiguió sacarse la carrera de medicina; aquello de que su hermana la salvase
con su propio riñón le había marcado de por vida, y ahora ocupaba aquél lugar
de interna que Camila había dejado años atrás.2

Por su parte, Michael y Dinah tuvieron problemas para tener hijos, no fueron
tan rápidos como Ally y Troy o Lauren y Camila. Cuando Laila ya tenía dos
años, nació su hija Tiffany. Dinah entró en el hospital en septiembre del
mismo año en el que Camila y Normani entraron. Al irse Camila, ella tomó el
sitio de cirujana jefa en el hospital.

Calum y Normani eran totalmente diferentes. Se dedicaron a viajar por el


mundo siempre que tenían tiempo. Cogían la moto de Calum y dormían en
hostales, desde Toronto hasta California. Por toda Italia hasta la Costa Brava
en España. Vivían la vida en maletas, hoteles de carretera, tiendas de campaña
en campings de Europa, montañas y playas, basílicas y calles adoquinadas,
ceviche y enchilada, arepas y empanadas, comida callejera y la piel tostada.

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