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Guerra de Marruecos y Dictadura de Miguel Primo de Rivera

El conflicto colonial de Marruecos:


A partir de 1900, España consolidó su penetración en el norte de África. La Conferencia
de Algeciras (1906) y el posterior Tratado hispano-francés (1912), establecieron un
protectorado franco-español en la zona de Marruecos. A España le correspondió el
territorio del Rif, una zona montañosa del norte, con la obligación de pacificarlo y
organizarlo.
La presencia española en esta área estuvo contestada por los continuos ataques de
rifeños, organizados en cabilas. En 1909, los rifeños infligieron una importante derrota
a las tropas españolas en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas bajas. Se
decidió entonces aumentar el número de soldados en el Rif con reservistas, y se
dispuso que partieran algunos regimientos desde Barcelona, lo cual provocó un
importante movimiento de protesta popular.
La Semana Trágica de Barcelona:
La movilización contra la guerra se inició en el puerto de Barcelona, durante el
embarque de tropas hacia Marruecos. Pocos días después se constituyó un comité de
huelga, que hizo un llamamiento a la huelga general. Pero esa huelga derivó en una
revuelta popular que desbordó el objetivo inicial de protesta contra la guerra de
Marruecos y acabó siendo un estallido espontáneo de todas las tensiones sociales
acumuladas.
Los incidentes en la calle se multiplicaron (barricadas, enfrentamientos con las fuerzas
de orden público, ataques a centros religiosos…). Las autoridades respondieron
declarando el Estado de guerra y enviando refuerzos para reprimir las manifestaciones.
El elevado número de muertos y heridos radicalizó el movimiento insurreccional.
La represión posterior fue muy dura por parte del gobierno de Maura. Esa represión
levantó una oleada de protestas por su virulencia y arbitrariedad. El gobierno
conservador de Maura tuvo que enfrentarse a duras críticas y los liberales y los
republicanos se unieron para exigir su dimisión. Finalmente, Alfonso XIII disolvió las
Cortes y traspasó el gobierno a los liberales.
El impacto de la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1917:
En el verano de 1914 se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial, estando al
frente del gobierno español el conservador Eduardo Dato. Este declaró de inmediato la
neutralidad española, manteniendo al país fuera del conflicto. Esta situación supuso
una oportunidad para la economía de España, ya que permitió exportar productos
industriales y agrarios. Sin embargo, al dedicarse gran parte de la producción a la
exportación, los precios interiores subieron muchísimo, sin ser acompañada esta
situación con subidas salariales, lo que supuso un gran problema para las clases
populares. El conflicto social, a causa del empeoramiento de las condiciones de vida de
la mayor parte de la población, fue creciendo de manera imparable y las
organizaciones obreras encabezaron una protesta cada vez mayor, que desembocó en
el movimiento huelguístico del verano de 1917.
Entre 1917 y 1923, la incapacidad de los gobiernos para reformar en profundidad el
sistema político, la fuerte conflictividad social y las tensiones políticas derivadas de la

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guerra de Marruecos hicieron imposible la supervivencia del régimen de la
Restauración.

El problema de Marruecos en Annual:


Al comenzar la década de 1920, en la zona oriental del protectorado de Marruecos, las
tribus rifeñas hostigaban al ejército español de forma permanente. En 1921 se
intentaron varias operaciones con el fin de controlar a los rebeldes. El general Silvestre
inició una ofensiva hacia el interior del territorio, que acabó en un verdadero desastre.
El ejército fue derrotado en Annual, se perdió todo el territorio ocupado y se
produjeron unas 13.000 bajas, incluida la de Silvestre.
En 1923, con gobiernos inestables y una grave tensión social, el anuncio de que sería
discutido en el Parlamento el caso de Annual y de que se iban a pedir
responsabilidades que podrían implicar al propio monarca, movilizó a sectores del
ejército y de la derecha, que desde hacía tiempo veían la solución a la crisis en una
dictadura militar.
La dictadura de Miguel Primo de Rivera:
En un contexto de crisis política y social, el 13 de septiembre de 1923, el general
Miguel Primo de Rivera se pronunció contra la legalidad constitucional, declaró el
Estado de guerra y se dirigió al monarca para exigir que el poder pasase a manos de los
militares. Alfonso XIII aceptó un Directorio Militar presidido por Primo de Rivera, quien
suspendió el régimen parlamentario constitucional.
La dictadura de Primo de Rivera atravesó dos fases sucesivas. Hasta 1925 gobernó un
Directorio Militar, cuyos miembros eran militares, pero a partir de ese año, se
incluyeron en el gobierno como ministros a personalidades civiles. Se pasó entonces al
Directorio Civil.
Las primeras medidas del Directorio militar mostraron su carácter dictatorial:
suspensión del régimen constitucional, disolución de las cámaras legislativas, cese de
las autoridades civiles, prohibición de las actividades de los partidos políticos y de los
sindicatos, etc.
En cuanto al conflicto de Marruecos, se produjo en 1925 el desembarco de
Alhucemas, que se saldó con gran éxito. En 1927, el ejército español dio por concluida
la ocupación efectiva de todo el protectorado en Marruecos.
A partir de 1926, se fue abandonando la idea de una dictadura transitoria tras la que se
volvería al régimen constitucional, y Primo de Rivera intentó institucionalizar su
régimen para darle continuidad y permanencia. Hubo una clara influencia del fascismo
italiano.
Para promover la adhesión al nuevo sistema se creó un partido único, que se llamó
Unión Patriótica.
La dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional, iniciada en
los “felices años veinte”, tras la Primera Guerra Mundial. Se llevó a cabo un tipo de
economía autárquica (nacionalización de importantes sectores de la economía,
aumento de la intervención estatal…). El Estado tuvo un protagonismo notable gracias
al fomento de las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, planes hidroeléctricos, etc.).

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En el terreno social, la dictadura puso en marcha un modelo de regulación del trabajo
que pretendía eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del Estado, la
integración de los sectores moderados del movimiento obrero y la represión de las
organizaciones más radicales. Con este fin se creó la Organización Corporativa
Nacional,
que agrupaba a patronos y obreros en grandes corporaciones (sindicalismo vertical).
La oposición a la dictadura estuvo integrada por algunos líderes de los partidos
dinásticos, los republicanos, los nacionalistas, los comunistas, los anarquistas,
determinados sectores del ejército y la casi totalidad de los intelectuales.
La creciente oposición a Primo de Rivera se intensificó cuando el rey y su camarilla se
convencieron de que la dictadura era un peligro para la permanencia de la monarquía.
En esta tesitura, el rey optó por retirar su confianza al dictador, quien acabó
dimitiendo el 30 de enero de 1930.
El general Berenguer fue el encargado de sustituirle, con la misión de celebrar unas
elecciones que permitieran retornar a la normalidad constitucional. La oposición
comenzó a organizarse y los republicanos, los catalanistas de izquierda y el PSOE
acordaron la firma conjunta del Pacto de San Sebastián, un programa para
presentarse a las elecciones y constituir un comité revolucionario que debería
convertirse en el gobierno provisional de la futura República.
En febrero de 1931, el general Berenguer (incapaz de preparar las elecciones), fue
sustituido por el almirante Aznar.
El gobierno decidió convocar en primer lugar las elecciones municipales para el 12 de
abril de 1931. Se intentaba volver a la normalidad, pero Alfonso XIII se había
comprometido excesivamente con la dictadura y las elecciones se presentaron como
un plebiscito a favor o en contra de la monarquía.
El resultado de las elecciones dio la victoria a las fuerzas republicanas en la mayoría de
las grandes ciudades. Ante esta situación, el rey Alfonso XIII renunció a la Corona,
abandonó España y el 14 de abril se proclamó la República.

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