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FACULTAD DE

FILOSOFÍA Y LETRAS.
UBA.
Maestría en
Antropología Social
Seminario: Taller de
tesis 3

Docentes:
Josefina Martinez
Lucía Petrelli
Gisela Gagliolo

Patricia Lizarraga
2 de abril de 2017
“El veneno que mató a
mi hijo vino con el viento”

Misiones y el modelo foresto-industrial


Un pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, comete suicidio (José Martí,
1975:356)

La aplicación de recetas económicas neoliberales en la Argentina con mayor


agresividad en la década del 90’ ha constituido una herramienta fundamental en
la implantación, durante los últimos años, de un modelo de desarrollo
agropecuario netamente productivista basado en la maximización de la ganancia
en el corto plazo. (Carrasco, Sánchez, Tamagno, 2012:24). En Misiones fue una
etapa fundamental para la afirmación de un modelo económico y social basado
en la actividad forestal; transformaciones productivas propias de la
globalización de la agricultura incidieron en la organización social del trabajo y
la transformación del territorio, con el afianzamiento de actores de poder y la
generación de nuevas marginalidades.

Históricamente Misiones fue una provincia agropecuaria de colonos productores


de yerba mate, té y tabaco. En las últimas décadas, principalmente por la
desregulación en la producción la provincia fue transformando el perfil
productivo como política de desarrollo dejando de lado la actividad
agropecuaria e impulsando los negocios forestales. A diferencia de lo que ha
ocurrido en los países limítrofes o en las otras provincias del país - donde el
avance del modelo de agronegocios fue a través fundamentalmente de
plantaciones de soja - se observa una reconversión productiva de otra
naturaleza: nuevos árboles vienen a reemplazar las especies originarias de la
selva paranaense, pero sus consecuencias ambientales son las mismas.
Actualmente funcionan en la provincia tres empresas dedicadas a la foresto-
industria (Alto Paraná, Celulosa Puerto Piray y Papel Misionero). Todas igual de
cuestionadas por su rol respecto al medio ambiente, las condiciones laborales y
el desalojo de campesinos e indígenas.
El Norte como polo forestal
Bienvenidos a Eldorado, ¿Ya comiste madera?

Este cartel, en la entrada norte de Eldorado, promocionando alfajores hechos con


madera, muestra el nivel de penetración de la actividad forestal en la vida
cotidiana de la gente en la zona. Ayer hice el viaje de rigor cada vez que una viene
a Misiones, que es el de ir a Foz y a Ciudad del Este. Desde Eldorado, eso implica
atravesar gran parte del Alta Paraná. El paisaje, habitual en algún momento de
mi vida, ahora me lleva a analizar la interacción de los pinos (como si los pinos
por sí mismos interactuaran) con la gente. En todo el camino, unos 100 km, el pino,
ha. de pinos y eucaliptos que aparecen como patios traseros de las casas, de los
clubes, con los negocios, y en las decenas de pequeños aserraderos que aparecen
en el camino. El pino y la actividad forestal aparece de manera cotidiana. En las
charlas, en los noticieros locales, en el paisaje. En la gran mayoría de las personas
con quienes hablo, el tema aparece en sus comentarios, pero de manera casual.
Por momentos intento no hacer comentarios acerca del interés que tengo en la
actividad, porque realmente veo en gran parte de las personas con quienes me
cruzo, en charlas informales, que esto aparece, pero justamente, como parte de
sus vidas.1

En la década de 1950 se instaló la planta Celulosa Argentina S.A. de Puerto Piray,


al norte de la provincia, y alrededor de ella se creó un pueblo con perfil
industrial. Esta fábrica monopolizó la demanda de materia prima de la región
hasta 1970. Con la fabricación de pasta celulósica se inició una fuerte demanda
por las plantaciones de especies de rápido crecimiento, es decir, de bosques
implantados con coníferas, especies exóticas (Elliotis y Taeda). La expansión de
la frontera agraria y de los bosques implantados trajo una merma de los bosques
nativos. Hubo una reducción de bosque nativo del 53% entre 1950 y 1977
(Ferrrero,2006: 73). Luego, en la década de 2000, ARAUCO se instala en el
municipio cuando compra tierras de empresas preexistentes e inaugura allí, en
primer lugar, el aserradero más grande de Argentina y, posteriormente, la planta
de tableros de fibra de mediana densidad (MDF). Actualmente, la firma se
denomina ARAUCO Argentina S.A., pero localmente se los conoce más como Alto
Paraná o ex Alto Paraná. La llegada de ARAUCO a Puerto Piray fue en su inicio

1
Fragmento registro de observación. 03 de enero de 2016.
esperada y bien vista por mucha gente que se entusiasmó frente a la posibilidad
de revivir “los años dorados” alrededor de Celulosa Argentina durante gran
parte del siglo XX. Pero rápidamente las ilusiones se convirtieron en
frustraciones colectivas, ya que, con el proceso de modernización tecnológica,
el desempleo y las marginalidades se fueron profundizando con los años.

Puerto Piray es un municipio a 190 kilómetros al norte de Posadas, la capital


provincial. En la zona urbana, las chimeneas humeantes de esta planta industrial
pueden verse prácticamente desde cualquier punto de esta pequeña ciudad.
Entre los impactos ambientales sobre los que dieron cuenta los vecinos de
Puerto Piray se ha mencionado la presencia de hollín en el aire, que se impregna
en la ropa y es notable en superficies claras. Ese hollín y los gases que emanan
las chimeneas de las fábricas se pueden sentir con mayor intensidad en los
momentos en que se cortan los pinos (Ferreira,2016:125)

En la zona rural, los parajes km. 18, Santa Teresa y Unión, son literalmente una
isla en un mar de pinos. En el kilómetro 18 de la antigua ruta nacional 12, camino
de tierra de difícil acceso. Viven ahí familias que hace generaciones están en esas
tierras. En los últimos años empezaron a verse “encerrados” por los pinos por
el vertiginoso crecimiento de las plantaciones de árboles implantados. Y el
encierro es literal. El fondo de cada parcela limita con pinos, una pared verde
que no deja pasar el sol, ni el viento, pero si los agroquímicos y el polen de los
árboles. De las 36 mil hectáreas que conforman el municipio de Puerto Piray,
el 63 por ciento (22.500) están en poder de la transnacional APSA,
completamente cubierto de pinos. Se estima que cada hectárea forestada insume
tres litros de agrotóxicos por año. Eso significa que, sólo en este pueblo, se
rocían cerca de 70 mil litros de agrotóxicos cada año. La mezcla de herbicidas
utilizada en los pinares es conocida con el nombre de “Arsenal”, una
combinación de glifosato con otros tóxicos, que elimina todo, excepto el pino.

Los monocultivos, sean estos de soja, árboles exóticos, maíz, caña de azúcar no
son capaces de reproducir las condiciones de su existencia. La ausencia de
rotaciones y asociaciones de cultivos determina la interrupción de flujos, ciclos
y relaciones que se dan en la naturaleza, y en la agricultura industrializada estos
procesos intentan ser reemplazados por el aporte de fertilizantes y plaguicidas.
En toda la Argentina, hay 28 millones de hectáreas de cultivos transgénicos (soja,
maíz y algodón) sobre los que se riegan 300 millones de litros de glifosato cada
año. El glifosato es el herbicida de mayor uso en el mundo, tanto en productos
de aplicación agrícola como en espacios urbanos y en el hogar. De acuerdo a
Javier Souza, investigador de la Facultad de Agronomía de la UBA, del análisis
de los datos de investigaciones realizadas en Argentina, surge que el principal
problema de la utilización de plaguicidas lo constituye el impacto sobre los seres
humanos expuestos directa o indirectamente a la acción de estos tóxicos. (Souza,
2010).

Cuerpos expuestos, cuerpos contaminados…


Antecedentes etnográficos

Existen etnografías que analizan la exposición de personas a la contaminación.


Por un lado, aquellas que relatan situaciones de contaminación crónica de
muchos años, como por ejemplo los estudios de Javier Auyero y Debora Swistun
(2008) en Villa Inflamable, estudios en Misiones que dan cuenta de la exposición
a agrotóxicos por parte de productores tabacaleros, o aquellos estudios que dan
cuenta de “eventos críticos”, como el trabajo de Adriana Petryna sobre Chernobil
(2002), Veena Das (1996) sobre el escape de gas en Bhopal, Telma Camargo Da
Silva sobre el desastre radioactivo en Goiânia en 1987, (1997).

Javier Auyero y Debora Swistun, realizaron durante varios años un trabajo


etnográfico en Villa Inflamable, que se encuentra en el Polo Petroquímico de
Dock Sud2, en dónde examinan las principales formas en las que las familias
viven el “sufrimiento ambiental”. Los autores plantean que realizar una
etnografía del sufrimiento ambiental, implica realizar una indagación sobre
“datos duros” de la contaminación, pero también, un examen de las experiencias
y los sentidos atribuidos a este sufrimiento; es realizar un análisis de las voces
de quienes la padecen y de las narrativas que aparecen alrededor de quienes la
padecen, de todos los intentos de darle sentido a ese sufrimiento, que son, actos
profundamente políticos. (Auyero y Swistun, 2008:218)

Las creencias tóxicas (o las experiencias tóxicas) se construyen en el tiempo.


El tiempo, da su forma y sentido a las experiencias de contaminación. (Auyero y
Swistun, 2006:37). Aparecen miedos acerca de los orígenes y diagnósticos de sus
enfermedades, incertidumbres acerca de su futuro, fundado fundamentalmente
en las contradicciones y descoordinaciones del Estado respecto a las
intervenciones en esta comunidad, la ambigüedad de los médicos, sospechas y
rumores acerca de la empresa (Shell). Los autores señalan una estrecha
interrelación entre el sufrimiento ambiental, la experiencia tóxica y la
dominación social. Este interminable tiempo de espera, “a que algo pase” es una
de las principales formas en que los habitantes experimentan la sumisión a una
realidad que los sobrepasa. Es un “tiempo controlado por otros”.

Retomo de este estudio una dimensión analizada que tiene que ver con el
“paradigma de la negación y culpabilización de la víctima”. En el año 2003
JICA3 realizó un estudio en el barrio, y si bien para técnicos y profesionales de
la salud y ambiente lo que arrojó como resultados el estudio fueron suficientes
para demostrar la necesidad de intervenir a nivel de control ambiental, en un
programa de salud y de relocalización para los habitantes del barrio, los
representantes de las empresas, así como funcionarios y médicos consideraron
“que los chicos de Inflamable se enfermaban porque sus madres los descuidaban,
y los dejaban jugar en los bañados y lagunas, las enfermedades detectadas eran
iguales que en otro lugar donde había pobreza”.

El paradigma de la “negación y la culpabilización de la víctima” no es exclusivo


de los que detentan el poder industrial sino también del modelo de “factores de
riesgo” que la medicina emplea a la hora de evaluar las conductas de sus
pacientes descontextualizadas de su entorno ambiental (Swistun, 2013).

En esta línea, en las producciones rurales, se toma la idea de “Buenas Prácticas


Agrícolas” (BPA) desde las empresas y el Estado, que refiere al “uso responsable”
de los agrotóxicos. En este sentido, en su tesis de Maestría: “Tabacaleros: salud
y padecimientos en el trabajo rural” (2014), Carolina Diez se interroga acerca de
las significaciones que los tabacaleros construyen sobre determinados
padecimientos que vivencian cotidianamente: intoxicaciones, accidentes y/o
dolores vinculados al trabajo rural que realizan. A partir del discurso de las BPA
se genera una confusión respecto a la toxicidad de los productos, de los cuales
se construye una representación tomada por los productores, en la que los
agrotóxicos son “remedios”, “banda verde”, “matayuyos”. Se consolida una idea

3
Agencia de Cooperación Internacional del Japón
de inocuidad (falaz) depositando la responsabilidad del daño que pueda
generarse en el aplicador.

Veena Das analiza el desastre industrial en Bhopal (India) en 1984, en el cual


hubo un escape 30 a 40 tn. de metil isocianato (MIC) en la fábrica Union Carbide.
En este hecho, en el que solo en los dos primeros días 2500 personas murieron,
funcionarios de la empresa atribuyeron la gran cantidad de muertes causadas
por esta sustancia química letal “al comportamiento de las víctimas” acentuando
que aquellos que corrieron o que no se cubrieron la cara enfrentaron un riesgo
mayor. Se decía desde el Estado, que la mayoría de las víctimas sufría de
desnutrición o de alguna enfermedad previa, como la tuberculosis; de esta
manera no era posible distinguir entre una enfermedad causada por la
inhalación de MIC de aquella que podría haber resultado de una combinación de
factores, como por ejemplo una historia de enfermedad pulmonar.

Esto era como decir que debido a que los humanos no son como animales
de laboratorio, la injuria tóxica a sus cuerpos producida por la inhalación
de metil isocianato –sobre la cual la ciencia no posee conocimiento
definitivo– no podía ser vinculada de manera decisiva a las enfermedades
encontradas. (Das, 1996:156)

La autora plantea que, a través de las ventanas de un desastre químico, uno


puede mirar a los procesos políticos y sociales no generalmente accesibles y
visibles. Muchas de las enfermedades producidas por la exposición a venenos
son vistas como una responsabilidad individual y no como el resultado de
procesos sociales y/o modelos de desarrollo. En este sentido, en el caso de los
pueblos fumigados o contaminados por actividades industriales, pese a la
cantidad de evidencias, de experiencias y narrativas que dan cuenta de
padecimientos, muertes, y transformaciones en la epidemiología de algunos
pueblos, e inclusive, pese a la existencia de evidencia científica, muchas veces,
el tema sigue siendo reducido, a una cuestión de “buenas prácticas” y
responsabilidad empresarial o individual en el uso de los agrotóxicos. Ahora
bien.

Veena Das (1996:152), a propósito de la catástrofe en la India comentada más


arriba, plantea que “Los productos químicos peligrosos siguen siendo utilizados
por la industria química, y una evaluación de su impacto en la salud humana solo
comienza después de que haya ocurrido un accidente, o después de un patrón de
enfermedad”. En este sentido, en el caso de comunidades que sufren
contaminación ambiental, pese a la cantidad de evidencias, de experiencias y
narrativas que dan cuenta de padecimientos, muertes, y transformaciones en la
epidemiología de algunos pueblos, e inclusive, pese a la existencia de evidencia
científica, el tema sigue siendo reducido, como se planteó más arriba, a una
cuestión de “buenas prácticas” y responsabilidad empresarial o individual en el
uso de los agrotóxicos.

Vale la pena retomar un relato del autor sobre el caso de “saturnismo” –


intoxicación por plomo – que se dio en Francia en la década del 80, afectando
fundamentalmente a inmigrantes en barrios y suburbios en las afueras de París.
Luego de la muerte de dos niños, el tema se hace público, y se comienza a ver
que el problema tenía una extensión mucho mayor de la pensada. Si bien emerge
al espacio público, su inclusión a la agenda política se topa con el obstáculo de
que se trataba principalmente de población migrante que no representaban
interés “electoral” a los funcionarios de ese momento. En los años 90´algunas
municipalidades comienzan a intervenir y en 1998 se vota una ley que incluye
la prevención del saturnismo. Con este ejemplo el autor muestra que los
estigmas físicos del orden social - en este caso, poblaciones víctimas de
segregación espacial y discriminación por ser inmigrantes – se marcan en los
cuerpos. Con este hecho, Fassin plantea una serie de cuestiones que me parecen
pertinentes retomar. En su trabajo “El hacer de la salud pública” analiza el
proceso del nacimiento de una epidemia. El saturnismo pasa de ser un hecho
individual a ser un problema colectivo

” Entre la observación de una enfermedad rara que se reporta en las revistas


especializadas y la constatación de un problema sanitario del que se habla en la
prensa, no es el saturnismo infantil lo que ha crecido. Es la mirada puesta en la
afección lo que se ha modificado” (Fassin: 19)

Se dio una combinación de una redefinición de objetos, herramientas y actores.


Se movilizaron nuevos objetos intelectuales. Se pasa de hablar de síntomas,
dosis y radiografías, a hablar de grupos, pesquisas, riesgo y medidas de higiene.
Se suman nuevas herramientas. No se contentan con los diagnósticos médicos,
sino que se hacen relevamientos de condiciones de vivienda, se construyeron
estudios comparativos, se empezó a calcular tasas de intoxicación. Y se
movilizaron los actores locales, y los actores sanitarios excedieron los límites de
la clínica. La enfermedad tuvo que salir del hospital. “Los problemas sanitarios
no son únicamente realidades biológicas que los especialistas traen a la luz, sino
que son además hechos epidemiológicos construidos. La salud pública no se
contenta con descubrir: ella inventa”

Recupero para el análisis la categoría desarrollada por Fassin (2004) de “Espacio


político de salud”. Para el autor, hacer antropología política de la salud implica
tener en cuenta tres elementos fundamentales: el control sobre la vida “el
gobierno de la vida”, la incorporación de la desigualdad en el análisis, es decir,
la inscripción del orden social en los cuerpos, y el poder de curar, es decir, los
saberes médicos.

Vivir rodeados de monocultivos


La complejidad de dar cuenta del padecimiento
[cuando las causas son ambientales]

Que lo conocido se vuelva una novedad y la cotidianidad una extraña.

Nací y crecí en Puerto Esperanza. Un pueblo al norte de la provincia de Misiones,


y a unos 60 km de Pto Piray. Una comunidad también inserta en medio de miles
de hectáreas de pinos y con una enorme fábrica de celulosa a un kilómetro de la
zona urbana. Crecí con un cotidiano olor nauseabundo. Cada vez que lo
sentíamos para muchos era un indicio de que iba a llover, pero generalmente era
más frecuente el olor que la lluvia. Jugaba todos los días en los pinares. En el
imaginario infantil, eran “bosques” misteriosos y frescos. Pinares porque
solamente había pinos. O eucaliptales, que me gustaban aún más. Nada,
absolutamente nada crecía alrededor. Además de los pinares, el lugar más
frecuente de juego eran los barrios construidos por Alta Paraná para sus
trabajadores. No solo el marido de mi mamá prestaba servicios a la empresa,
sino que todas las familias de mis amigos se vinculaban de una u otra forma a
la actividad agro-forestal. Se rumoreaba que a los trabajadores les daban tantos
sachet de leche por día para evitar la intoxicación. Se rumoreaba que la empresa
contaminaba, pero eran solo rumores.

Fui a estudiar Antropología a Posadas en 1997. Para ese entonces muchos padres
de mis compañeros habían sido despedidos, y mi familia pasaba por una
situación económica muy difícil, debido a que la empresa - desde hacía poco
tiempo en manos de capitales chilenos - , había tercerizado gran parte de sus
servicios. En algunas clases empecé a ver con una mirada más crítica no solo
como la empresa configuraba la cotidianeidad del pueblo, sino lo que provocaba
en relación a la expulsión de los campesinos de sus tierras, la concentración del
territorio en manos extranjeras y algo que no aparecía con tanta fuerza, peor
sobrevolaba, era lo que la manera en que la empresa estaba impactando en el
ambiente. Una vez recibida, en el 2002 decidí trabajar con organizaciones
campesinas de todo el norte de la provincia, productores de tabaco y familias
con problemas de tenencia de la tierra a causa de la presión de las grandes
empresas foresto-industriales. En esos años, las plantaciones de árboles exóticos
alcanzaban a 240.000 ha. Para tener una idea de la magnitud, en 1992 la
superficie de monocultivo forestal era de 7347 ha y en 1999 había crecido a
50.000 ha. Esto nos habla de la creciente concentración de tierra en manos de
las empresas foresto-industriales y la transformación del territorio misionero.

Trabajando con tabacaleros conocí el Roundup y muchos otros agrotóxicos. Y


vi, lo veíamos frecuentemente, sus efectos en los cuerpos y en las vidas de las
familias campesinas. Problemas respiratorios, labios leporinos, deformaciones,
cáncer. Para ese entonces, el efecto en la salud de los agrotóxicos estaba más
bien asociada a las plantaciones de tabaco. Sin embargo, en Misiones no
solamente los agrotóxicos contaminaban y tenían efectos directos sobre la salud.
El frecuente desmonte por la actividad forestal y por las represas, los desechos
vertidos por las dos papeleras en el río Paraná, fueron configurando un
problema ambiental grave.

Desarrollo del problema de investigación

Constantemente, las personas que viven en comunidades fumigadas o


contaminadas, que tienen parientes enfermos o ellas mismas padecen alguna
enfermedad, tienen que demostrar su sufrimiento, con muchas dificultades para
poder establecer la relación con el modelo de monocultivos. Y una de estas
dificultades se relaciona con el modelo médico hegemónico.

Para el paradigma científico de la medicina moderna, el conocimiento bio-


médico consiste en una representación objetiva del cuerpo enfermo (Good,
1994: 215). Es decir, de acuerdo a este modelo, existen entidades patológicas
que pueden ser identificadas y descritas a partir de referencias químicas,
biológicas u otra evidencia independientemente de los contextos individuales,
culturales y grupales en los que ocurren. La enfermedad está situada en el
cuerpo como un objeto físico o estado fisiológico, con independencia del estado
subjetivo de las mentes individuales de médicos y pacientes (Ibidem: 215). En el
caso de problemas de salud vinculados a factores ambientales o de
contaminación, y la determinación de las causas, Verzeñassi (2014: 33) plantea
que cuando un médico debe resolver o diagnosticar esto, se encuentra con una
serie de dificultades. Algunas de ellas son propias de cómo se estructura la
formación en las ciencias médicas, otras pueden relacionarse con complejidad
de las relaciones que participan en el desarrollo de los ciclos vitales, y una
tercera dificultad puede plantearse en relación a las limitaciones del modelo
“exposición-enfermedad”, el cual rige la “ciencia normal” y supone cuatro
elementos:

“La exposición a la substancia, tiene que ver con la intensidad y duración del
contacto de las personas con determinada sustancia o elemento físico; la dosis,
cuánto el sujeto ha absorbido en un determinado período de tiempo; el efecto
biológico de la dosis absorbida y de las relaciones de estos elementos, surgirá la
expresión del conjunto de signos y síntomas que constituirán la enfermedad
clínica. (Chivian, 1995 citado en Verzeñassi, 2014:34). El mismo autor plantea
que es necesario introducir el concepto de riesgo como amenaza potencial para
la salud y la vida, ya que el riesgo, sitúa la aparición de la enfermedad clínica en
el plano de las probabilidades y deja en evidencia las limitaciones del modelo
médico para dar cuenta de las consecuencias del uso de agrotóxicos y la
contaminación ambiental.

Para algunas enfermedades, la representación objetiva del cuerpo a servido a los


fines de construir un diagnóstico, pero para otros estados, tales como el dolor
crónico [o podemos pensar en este caso, padecimientos crónicos relacionados
con efectos del ambiente o de exposiciones a contaminación en los que es
complejo determinar las causas] la distinción entre los objetos clínicos y el de
los estados mentales oscurece tanto la comprensión del fenómeno, que lo
convierte prácticamente en inteligible. El dolor crónico desafía un supuesto
básico de la biomedicina: “que el conocimiento objetivo del cuerpo humano y de
la enfermedad son posibles al margen de la experiencia subjetiva” (Good,
1994:216).
En el marco de un Congreso 4 ocurrido este año, el Dr. Verzeñassi afirmó: [las
personas en los pueblos fumigados] “llevan en sus cuerpos las marcas de este
modelo”. Esta afirmación, refuerza la importancia de reconstruir las experiencias
de padecimientos, no con la idea de “cuerpo como texto” o portador de marcas,
sino que, tanto para el enfermo, al igual que para el médico, la enfermedad es
experimentada a través del cuerpo, pero para quien la padece, el cuerpo no es
solamente un objeto físico o un estado fisiológico, sino parte esencial de su yo.
El cuerpo es sujeto, la base misma de la subjetividad o experiencia en el mundo,
“el cuerpo es un desordenado agente de experiencia” (Good,1994:216)

La Antropología de la Salud propone una distinción analítica en torno a tres


palabras inglesas para pensar el fenómeno de la enfermedad: disease, es la
patología identificada por la medicina, ilness, refiere a la experiencia subjetiva
del paciente, y sickness como “el fenómeno social que produce el libreto del
enfermo y las expectativas de la sociedad” (ibídem:293). Poder diferenciar esto,
y centrar, o incluir en el análisis de la enfermedad la perspectiva de
padecimientos (illness) permite dar cuenta de la respuesta subjetiva del paciente,
su percepción y significados en torno al origen de los padecimientos y sus
efectos (en comportamientos y respuestas). Por ello, analizar la experiencia de
padecimientos de las personas pone en movimiento categorías de análisis y
formas de comprensión que desbordan el registro clínico. Es necesario, para
comprender que sucede, desvelar la tensión que existe entre la realidad
objetivada por los expertos, médicos, funcionarios, y su traducción subjetiva en
las representaciones y acciones. El problema, es que, tal como afirma Fassin “No
basta con que una patología, o muchas, existan, sean padecidas y narradas por
quienes las sufren para que constituya un problema de salud: primero falta que
la movilización de agentes le otorgue existencia social. Pero sin la objetivación
obtenida mediante las investigaciones toxicológicas, la subjetivación no toma
cuerpo: al punto que el problema del umbral de gravedad se vuelve un elemento
de discusiones científicas y políticas. (Ibidem: 302).

Analizar la experiencia, nos permite enfocar en el cuerpo vivido, fuente y


condición para la relación con el mundo de los objetos, y fundamento de nuestra
inserción de la cultura y punto de partida para la reconstrucción continua de ese
mundo (Alves y Rabelo, 1998: 13). Nombrar la causa del dolor es también dar

4
Jornadas FINCA de Soberanía Alimentaria. 6 de junio de 2016. En el marco del Festival Internacional de Cine
Ambiental. Facultad de Medicina. Buenos Aires.
un paso decisivo para reconstruir el mundo, para la legitimación de un yo
integrado. La incapacidad para localizar las causas de la enfermedad: “esto nos
viene pasando desde que…”,” el doctor dijo que no sabe de qué puede ser…”,
“mi hija nació así pero no saben por qué”, “el médico me dijo que puede ser
por los agrotóxicos, pero no me puede firmar nada” “lo que mató a mi hijo
vino por el aire”, provoca una crisis de objetivación y una especial necesidad de
estrategia narrativa” (Good:1994). La enfermedad, por supuesto, no es algo que
tiene lugar en el cuerpo, sino en la vida. No solo se produce en el cuerpo, sino
en el tiempo, en un ámbito, en la historia y en el contexto de la experiencia vivida
y del mundo social.

Volví a la zona, más precisamente a Km 18 en Piray en el 2014 por un trabajo


de investigación sobre género y ruralidad. Durante la realización de un grupo
focal con mujeres, surgió el tema de la salud en la comunidad, y nos decían que
“hay muchos niños enfermos a causa del polen de los pinos cuando florecen en
agosto”, “y por los agroquímicos”, “cuando hay floración no se puede respirar”
“mi bebé nunca se sana de la gripe por esa flor” “hay enfermedades a causa de
los agrotóxicos que usan en los pinos”. “Inclusive el agua está toda contaminada”.
La mayoría de los problemas comenzaron hace unos diez años, cuando Alto
Paraná taló árboles viejos y plantó pino muy cerca de las viviendas, a solo 70
metros. "Se usó mucho agrotóxicos, y desde entonces tenemos enfermedades”.

En ese entonces, nos contaron de un relevamiento sanitario que habían


realizado. Asesorados por médicos, armaron una encuesta y fueron casa por
casa, todos vecinos linderos a Alto Paraná. Relevaron 200 familias. En la última
década, en 70 familias hubo algún fallecido de cáncer (hay familias con hasta
dos y tres fallecidos) y veinte abortos espontáneos. En doce familias hay chicos
con discapacidades físicas, y hubo al menos 110 casos de problemas de
embarazos. En los últimos años hubo, siempre sobre 200 familias, 136 chicos
con infecciones urinarias y en 180 casos se detectaron enfermedades
respiratorias crónicas (Aranda, 2012)]. Además, en el 90 por ciento de las casas
hay personas con enfermedades respiratorias crónicas; y en el 60 por ciento se
registran casos de alergias gripales y dérmicas.

Y esta situación se repite en muchos pueblos del país. Vemos imágenes, datos,
y relatos que evidencian de que “algo grave” viene pasando en relación a la salud
y la vida cotidiana en los pueblos que se encuentran rodeados de monocultivos.
Testimonios (en los medios, en juicios, en congresos y asambleas) que dan
cuenta del sufrimiento (propio o de parientes) muertes y padecimientos
cotidianos por estar expuestos/as a fumigaciones aéreas. Cáncer, abortos
espontáneos, enfermedades renales, reumatológicas, malformaciones,
problemas endócrinos entre otros. En el caso de esta comunidad, los problemas
de contaminación, las enfermedades, la insuficiencia de agua potable y el estrés
cotidiano por la situación de marginación en la que viven, se agravan con la
desatención del sistema de salud. Si bien en la zona se cuenta con dos salitas de
atención primaria, que con esfuerzo los vecinos consiguieron construir, en estas
salas no hay enfermeras; un médico recurre una vez a la semana y atiende
precariamente sólo a diez pacientes. (Ramirez, 2016:131)

Sin embargo, tanto los relatos de padecimientos por parte de quienes padecen
estas enfermedades, o los estudios médicos - científicos que demuestran los
efectos de agrotóxicos en organismos vivos – muchos de ellos descalificados o
denunciados por su falta de “cientificidad” – no son suficientes para que se
ponga en cuestión el modelo de desarrollo, para que desde el Estado asuma la
existencia de un problema sanitario relacionado con el uso indiscriminado de
agrotóxicos sobre pueblos enteros. Entre la evidencia de que hay personas
enfermas en estas comunidades, y que el sistema médico debe hacer algo, la
situación, y la posibilidad de dar respuestas se complejiza cuando emerge un
tercer elemento que es el de un modelo económico de desarrollo hegemónico,
con enorme poder y con consenso explícito por parte del Estado y el Sistema
Científico, que aparece como amenaza sobre la salud.

PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN

• ¿Qué sentido da la gente a la contaminación generada por el modelo


foresto-industrial? ¿Aparece como algo significativo en el relato de su
vida cotidiana? ¿Cómo se representa en distintos momentos de la historia
de la comunidad - desde que se instaló la empresa - las ideas acerca del
impacto de la actividad foresto-industrial sobre la salud?

• ¿Cuáles son las maneras en que se experimenta la contaminación? ¿Qué


efectos tiene en los cuerpos vivir cotidianamente en esta zona?
• ¿Cómo se construye colectivamente la experiencia de vivir en una zona
contaminada por agrotóxicos y por la industria?

• ¿Qué tensiones aparecen entre la construcción comunitaria de la realidad


epidemiológica con otras formas de epidemiología, como la del modelo
médico hegemónico?

• ¿Cuáles son las respuestas, acciones y sentidos que se construye desde el


sistema sanitario local en relación a las demandas y realidades de las
familias de la comunidad?

• ¿Cuáles son los relatos y sentidos que da la empresa en relación a la


contaminación que provoca con la actividad que desarrolla en la
comunidad?

OBJETIVOS

General

Conocer y comprender la experiencia de vivir cotidianamente en esta zona,


explorando sus consecuencias en los cuerpos y los modos en que esos
padecimientos estructuran el día a día de familias

Específicos

Comprender las tensiones que aparecen en la comunidad de Piray - como


espacio político de salud - entre las familias, empresas y sistema de salud
alrededor de la experiencia de vivir cotidianamente en una zona contaminada.

Analizar los sentidos que las familias construyen sobre su cotidianeidad en una
zona contaminada por el uso de agrotóxicos y por la actividad industrial.

Relevar y analizar las acciones llevadas adelante por la comunidad en relación a


la contaminación ambiental y salud.

Reconstruir esos sentidos – tanto individuales y colectivos – introduciendo en el


análisis la dimensión temporal, fundamentalmente desde la instalación de la
empresa en la zona.
Analizar las respuestas y sentidos constuidos en torno a esta problemática del
sistema médico de salud local y zonal.

Revisar y analizar el posicionamiento que construye alrededor de este tema la


empresa, y las acciones implementadas vinculadas al impacto de su actividad en
el ambiente.

METODOLOGÍA

El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en


tener nuevos ojos. M. Proust

La definición del campo se me presenta con enorme complejidad, ya que surge


la pregunta acerca de ¿Cómo me posiciono, como antropóloga, cuando soy de la
zona? ¿Cuándo yo misma crecí - si bien en otra localidad – pero rodeada de
pinos y de una empresa foresto-industrial? ¿Cómo logro el proceso de
extrañamiento cuando yo, de niña, naturalicé el olor nauseabundo que
sentíamos todos los días, y la dominación que ejercía la empresa en nuestra vida
cotidiana?

Lins Ribeiro trae algo que me parece interesante para vincularlo con estas
preguntas. El extrañamiento es una experiencia socialmente vivida, básica en la
construcción de la perspectiva antropológica, que puede ser relacionada con la
noción de “conciencia práctica” (Lins Ribeiro 2010:195). Continúa diciendo q el
mismo autor, que el antropólogo, al insertarse en realidades sociales que no son
parte de su cotidianeidad, “desconoce” “la conciencia práctica”, importante para
la definición de los parámetros del flujo de la vida social de los agentes sociales
que intenta conocer. - y es este desconocimiento esencial para el extrañamiento
que tiene que hacer el antropólogo. Los supuestos de lo cotidiano, no lo son para
el investigador, y puede ver como sujeto, cosas que los otros no pueden ver.

Cuando aparece entonces, en el trabajo de campo, una "extrema" familiaridad


en torno a esa cotidianeidad que se está estudiando, se la debe tensionar, a partir
de una continua reflexión teórica que permita el distanciamiento y
extrañamiento de la situación observada. Ejercer la duda radical, en términos de
Bourdieu (1995), implica romper con el sentido común: el cientista social nunca
debe abandonar la reflexión sobre su propio pensamiento ya que si no sería sólo
un instrumento de lo que pretende conceptuar. No solo por la dificultad del
proceso de extrañamiento de una realidad que me es familiar, por tratarse de
una problemática conocida y sentida como propia, y por un posicionamiento
político en relación el tema, es que el proceso reflexivo sobre mi propia práctica
deberá ser permanente.

Etnografía de la experiencia

Pto Piray, tal como se desarrolló al inicio de este trabajo, es un pueblo ubicado
en el norte de la provincia de Misiones, sobre la Ruta 12, entre los departamentos
de Eldorado y Montecarlo. Una comunidad de 10000 habitantes que en la
provincia es centro de la actividad foresto-industrial. La zona rural y la zona
urbana se desarrollan como dos mundos separados. No hay conexión directa
con transporte público entre ambas. Las familias que viven en la zona rural, para
realizar algún trámite en su municipio, deben primero pasar por Eldorado, y
luego tomar otro colectivo interurbano para ir al centro de Piray. Pero ambas
zonas viven cotidianamente con la contaminación. Para comprender lo que
sucede en esta comunidad en relación a la contaminación y salud, por un lado,
es central re-construir y analizar esas relaciones y tensiones. Las familias,
médicos – sistema de salud, empresarios y Estado. Entender la cotidianeidad de
ese espacio, conocer las acciones de los sujetos, sus rutinas, comprender las
experiencias, implica trascender lo fenoménico “documentar lo no
documentado” de la vida social. Conocer la cotidianidad de los social no implica
separar lo cotidiano de su particularidad, sino que comprenderlo en tanto
atravesado por procesos históricos generales. Los sujetos sociales son sujetos
históricos y la cotidianidad es histórica. Retomando a Kleinman , parto de la idea
de que los significados de la enfermedad son compartidos y negociados, son una
dimensión integral de la vida junto a otros (…). La enfermedad está
profundamente enraizada en el mundo social, y consecuentemente es
inseparable de las estructuras y procesos que constituyen ese mundo. Para el
practicante de medicina, como para el antropólogo, un estudio de los
significados de la enfermedad es una travesía hacia las relaciones.

Por otro lado, para un abordaje etnográfico de la experiencia de los sujetos en


relación a la enfermedad y padecimiento (ilness), la narrativa de experiencias
resulta un método estratégico. Es decir, las narrativas como procesos por el cual
el mundo es reconstruido, permiten aprehender dimensiones importantes de la
experiencia: “Las narrativas representan un recurso valioso para un abordaje
etnográfico en cuestiones relativas a la constitución de la subjetividad,
particularmente en lo que se refiere a la identidad del self y las emociones”.
(traducción mía) (Alves, Rabelo, 1999: 190). La narrativización es un proceso
para situar el sufrimiento en la historia, para situar los acontecimientos en un
orden significativo a lo largo del tiempo. (Good, 1994: 236). Es por ello, que la
reconstrucción de narrativas individuales y colectivas será una estrategia central
en el trabajo de campo. La experiencia, en cuanto modo de estar en el mundo
nos remite directamente al cuerpo, como fundamento de nuestra inserción en el
mundo. Es por tener un cuerpo - o ser un cuerpo – que estamos situados, que
somos irremediablemente seres en situación” (Alves y Rabelo,1998:12).

En principio, se tomará la zona rural, a los fines de analizar la cotidianeidad en


relación a la actividad agroforestal y sus consecuencias en el ambiente y la salud,
y la marginalidad en la que viven. Planteo realizar reconstrucción de narrativas
de familias que viven en la zona y analizar las demandas, acciones y sentidos
construidos colectivamente en relación a la salud. Se realizarán entrevistas a
médicos, expertos en temas de salud y ambiente y responsables de las políticas
de salud en la zona. Se analizarán las respuestas, funcionamiento y acciones del
sistema de salud en relación a la demanda de la población de la comunidad a
través de entrevistas y observación participante. Asimismo, se entrevistarán a
actores de la empresa y de la actividad agroforestal.

INDICE
1. Introducción
Tema. El porqué del tema. Problema. Objetivos
Marco teórico. Otras etnografías sobre cuerpos expuestos y cuerpos
contaminados.

Metodología. Antropología nativa

Etnografía de la experiencia

2. Devenir del modelo foresto industrial en Misiones.


Piray (análisis del lugar desde la contaminación)
Piray como espacio político de salud.

3. Salud y contaminación. Los avatares del modelo médico hegemónico.


Disputas en torno al saber y la evidencia.
El sistema de salud en Misiones.
4. La Empresa y el sector forestal. Sentidos, contrasentidos y sin sentidos
acerca de la contaminación.

5. Vivir rodeados, vivir expuestos.

La cotidianeidad de la contaminación.
La temporalidad en la percepción acerca de la contaminación.
Cuerpos expuestos y cuerpos contaminados
Narrativas colectivas

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