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RESUMEN
La Vida consagrada, como argumento histórico nos lleva a descubrir las intervenciones de
Dios en la Iglesia, y a reconocer esta forma de vida peculiar que participa de su misma
vida, santidad y misión. La Vida consagrada, como argumento de la teología, debe situarse
en la llamada “eclesiología de comunión”, insertándose en ella como una dimensión
vocacionada, esto es, como un fragmento llamado a ser parte de un todo más amplio y más
grande que es la vida cristiana. La comparación de las legislaciones de 1917 y 1983 nos
lleva hacia una misma realidad de fondo que, sin embargo, puede presentar y acompañar de
diverso modo la Vida consagrada. Dado que el nacimiento de esta forma de vida cristiana
se produce por la irrupción del carisma, es preciso clarificar este término e identificar los
elementos que lo constituyen.
Durante el concilio se discutió mucho sobre el término que había que usar para
designar a aquellos de que se trataba en el capítulo VI de LG. En un borrador de
1962 se usaba el epígrafe tomista Los estados evangélicos para alcanzar la
perfección. El problema del mismo es que todos están llamados a la santidad por
medio del bautismo, y a todos conciernen en cierto modo los consejos
evangélicos. Se excluyeron por eso otros títulos, como Los que profesan los
consejos evangélicos o La vida consagrada. Al final se eligió Los religiosos, pero
dándole un significado más amplio que en el Código de Derecho canónico de
1917. Otra cuestión que se planteó fue la de si la vida religiosa era de la Iglesia
(es decir, era parte de su divina constitución), o estaba en la Iglesia (era un don no
institucional). Se decidió que, atendiendo a «la constitución divina y jerárquica de
la Iglesia», no se trataba de un «estado intermedio entre el de los clérigos y el de
los laicos», sino que «de uno y otro algunos cristianos son llamados por Dios para
poseer un don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión
salvífica de esta, cada uno según su modo». El derecho canónico insistirá más
tarde en que la vida consagrada, por su misma naturaleza, no es ni clerical ni laica,
sino que sus miembros proceden de ambos estados (CIC 588).
El resto del decreto se ocupa de todos los elementos clave de la vida religiosa; por
ejemplo: la actualización y renovación (PC 3-6); los distintos tipos de institutos
(PC 7-9); la necesidad de combinar la contemplación con la dedicación apostólica
(PC 10); los votos (PC 12-14); la vida comunitaria (PC 15); las distintas formas de
apostolado (PC 20).
La vida monástica es una faceta importante dentro del Oriente cristiano y, al igual
que otras formas de vida religiosa, tiene su propia legislación en las Iglesias
uniatas (CCEO cc. 410-553).