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LA VIDA CONSAGRADA EN LA IGLESIA:

PROXIMACIÓN HISTOTICA, TEOLÓGICA, CANÓNICA Y CARISMÁTICA

RESUMEN
La Vida consagrada, como argumento histórico nos lleva a descubrir las intervenciones de
Dios en la Iglesia, y a reconocer esta forma de vida peculiar que participa de su misma
vida, santidad y misión. La Vida consagrada, como argumento de la teología, debe situarse
en la llamada “eclesiología de comunión”, insertándose en ella como una dimensión
vocacionada, esto es, como un fragmento llamado a ser parte de un todo más amplio y más
grande que es la vida cristiana. La comparación de las legislaciones de 1917 y 1983 nos
lleva hacia una misma realidad de fondo que, sin embargo, puede presentar y acompañar de
diverso modo la Vida consagrada. Dado que el nacimiento de esta forma de vida cristiana
se produce por la irrupción del carisma, es preciso clarificar este término e identificar los
elementos que lo constituyen.

APROXIMACIÓN RELIGIOSA DESDE LA HISTORIA


La vida religiosa como concepto general se encuentra en diversas religiones bajo
nombres distintos. Se trata por lo general de una búsqueda contracultural de lo
trascendente por parte de un grupo de personas. En muchas religiones se les llama
monjes (del griego monos, solo). En el judaísmo los esenios se agruparon en torno
a Qumrán. En el cristianismo esta tendencia se manifestó en primer lugar en los
eremitas, muchos de los cuales se reunieron pronto en torno a líderes carismáticos
como san Antonio1 (251-356) o Pacomio (comienzos del siglo IV). Fue este
último el primero en redactar una regla primitiva y en reclamar obediencia. La
forma primitiva consistía en ermitaños que vivían en moradas separadas pero que
hacían vida monacal, o que vivían en comunidad; a ambos se les llamó cenobitas
(del griego koinobios, vida en común). Pronto empezaron a escribirse reglas,
siendo las más conocidas la de san Basilio (ca. 330-379) y la de san Benito (ca.
480-ca. 550). También san Agustín () Tras ellos se produjo un gran florecimiento
de la vida monástica, que en tiempos de san Bernardo (ca. 1090-1 153) andaba
muy necesitada de reforma.

Las órdenes religiosas se multiplicaron en la Edad media, adquiriendo particular


importancia los movimientos mendicantes de los frailes. Pero el incremento
llegó a ser tan grande que el Concilio de Letrán IV prohibió la fundación de
nuevas órdenes: las nuevas fundaciones tenían que adoptar la regla de alguna
orden ya aprobada. La rivalidad entre los frailes y el clero secular en las
universidades aguzó el pensamiento teológico sobre la significación de la vida
religiosa.

Santo Tomás se ocupó de la vida religiosa de su tiempo bajo el título de «estados


de perfección». Un estado de perfección es aquel en el que una persona se obliga
permanentemente y con cierta solemnidad a buscar lo propio de la perfección.
Quienes no están en un estado de perfección pueden ser perfectos, y no todos los
que están en un estado de perfección lo son. Los obispos y los religiosos se
1
Se le conoció como “Padre del Monacato”.
encuentran en un estado de perfección, los primeros por su dedicación pastoral a
los demás, los segundos por sus votos. Santo Tomás trata de los institutos
dedicados a las obras de la vida activa, a las acciones militares, a la predicación, a
la confesión y al estudio. Acerca de los institutos mixtos, es decir, los dedicados
tanto a la vida activa como a la contemplativa, dice: «Es un bien mayor dar a los
otros lo que se contempla que dedicarse sólo a la contemplación».

En la Edad media tardía se sintió constantemente la necesidad de reformar la vida


religiosa, tal como se refleja en los concilios medievales. En tiempos de la
Reforma muchos monasterios e instituciones religiosas habían degenerado
gravemente, y Trento tomó un gran número de disposiciones de cara a su reforma.
Durante los siglos siguientes la mayor parte de los institutos sufrieron importantes
reformas, y se produjo un incremento enorme en el número de congregaciones
religiosas, especialmente durante el siglo XIX.

En la época del Vaticano II había todavía un gran número de vocaciones a la vida


religiosa y una gran vitalidad interna. Pero muchas congregaciones se habían
apartado de la inspiración original de sus fundadores y, a veces por influencia de
la autoridad eclesiástica, se les habían agregado adherencias particularmente de la
vida monástica. El concilio hizo dos cosas: incluyó una declaración teológica
dentro de su documento principal (LG VI) y publicó el decreto sobre la
adecuada (accommodata) renovación de la vida religiosa (PC).

Durante el concilio se discutió mucho sobre el término que había que usar para
designar a aquellos de que se trataba en el capítulo VI de LG. En un borrador de
1962 se usaba el epígrafe tomista Los estados evangélicos para alcanzar la
perfección. El problema del mismo es que todos están llamados a la santidad por
medio del bautismo, y a todos conciernen en cierto modo los consejos
evangélicos. Se excluyeron por eso otros títulos, como Los que profesan los
consejos evangélicos o La vida consagrada. Al final se eligió Los religiosos, pero
dándole un significado más amplio que en el Código de Derecho canónico de
1917. Otra cuestión que se planteó fue la de si la vida religiosa era de la Iglesia
(es decir, era parte de su divina constitución), o estaba en la Iglesia (era un don no
institucional). Se decidió que, atendiendo a «la constitución divina y jerárquica de
la Iglesia», no se trataba de un «estado intermedio entre el de los clérigos y el de
los laicos», sino que «de uno y otro algunos cristianos son llamados por Dios para
poseer un don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión
salvífica de esta, cada uno según su modo». El derecho canónico insistirá más
tarde en que la vida consagrada, por su misma naturaleza, no es ni clerical ni laica,
sino que sus miembros proceden de ambos estados (CIC 588).

El concilio había desarrollado el tema de los consejos evangélicos en el capítulo V


(LG 42), pero en el siguiente los desarrolla aún más (LG43, 46). El capítulo VI,
dedicado a la vida religiosa, subraya algunos de los aspectos más importantes de
este don: el cristológico (LG 46); el eclesial (LG 43, 44, 45); como signo y
testimonio (LG 44); el escatológico (LG 44); la relación con la autoridad de la
Iglesia y la liturgia (LG 45).
Al urgir la aceleración de los procedimientos del concilio y reducir sus trabajos y
objetivos, lo que se elaboró fue un documento esquemático, más bien abstracto,
sobre la renovación de la vida religiosa; se debatió brevemente durante el tercer
período de sesiones, encontrando una recepción hostil por parte de algunos
obispos y cardenales clave. Fue reelaborado de raíz y obtuvo fácilmente la
aprobación del concilio el 11 de octubre de 1965. Su título es significativo:
«Decreto sobre la adecuada (apropiada, conveniente,
actualizada: accommodata) renovación de la vida religiosa» (PC). El
ultraconservador cardenal Ruffini ya advirtió en 1964 que el decreto invocaba lo
que él consideraba «extravagantes» deseos de reforma. La ambigüedad inherente
al título (accommodata) daba pie ciertamente a muy diversas interpretaciones
después del concilio.

El decreto es un documento de renovación que trata de cuestiones prácticas, pero


situándolas dentro de un rico contexto teológico. Después de una fuerte
afirmación del lugar ocupado en la Iglesia por la vida religiosa, el decreto observa
que ha de aplicarse, con el debido reconocimiento de su carácter específico, a las
sociedades de vida en común que no tienen votos (>Sociedades de vida
apostólica) y a los >institutos seculares. El importante segundo punto establece los
principios para la reforma. Algunos no tienen nada de excepcional: el seguimiento
de Cristo, los trabajos de la Iglesia en distintos campos, la sociedad humana, a la
que los religiosos tienen que servir, la renovación espiritual (PC 2). Pero la norma
que más ricos frutos habría de dar, y provocar ocasionalmente también confusión
y enfrentamiento de visiones, sería el «retorno constante a las fuentes de toda vida
cristiana y a la primigenia inspiración de los institutos (fontes primigeniamque
institutorum inspirationem)... Reconózcanse y manténganse fielmente el espíritu y
propósito propios de los fundadores, así como las sanas tradiciones, todo lo cual
constituye el patrimonio de cada instituto» (PC 2). Pablo VI reiteraría esta norma
en su exhortación posconciliar Evangelica testificatio.

El resto del decreto se ocupa de todos los elementos clave de la vida religiosa; por
ejemplo: la actualización y renovación (PC 3-6); los distintos tipos de institutos
(PC 7-9); la necesidad de combinar la contemplación con la dedicación apostólica
(PC 10); los votos (PC 12-14); la vida comunitaria (PC 15); las distintas formas de
apostolado (PC 20).

Los años posteriores al concilio fueron testigos de un serio, en algunas partes


catastrófico, descenso de las vocaciones y, al mismo tiempo, de un gran
incremento en las labores de renovación. Los religiosos estudiaron su carisma
vocacional y el modo en que este podía encarnarse en el mundo actual. El
planteamiento del cardenal Dópfner resultaría equívoco: ¿Cómo, en las distintas
circunstancias del mundo actual, responderían los fundadores si vivieran? La
confusión se produjo al no distinguirse suficientemente entre los carismas
personales de los fundadores y las instituciones carismáticas que llegaron a la
Iglesia
Se escribieron nuevas constituciones, para ser revisadas de nuevo a la luz
del Código de Derecho canónico de 1983. Dentro de la enorme cantidad de
literatura sobre la vida religiosa, hay algunas cuestiones recurrentes: todos los
aspectos de los votos; la fundamentación teológica de la vida religiosa; su relación
con la Iglesia y su papel dentro de ella"; su identidad frente a la vocación de los
laicos y su papel en el mundo"; la relación entre la doxología y el servicio, entre la
dimensión vertical y horizontal". Las revistas dedicadas a la vida consagrada han
publicado numerosos artículos sobre los distintos aspectos de la vida comunitaria.

Otra cuestión es la relación con la jerarquía, tratada en un documento de la


entonces Sagrada congregación para los religiosos y los institutos
seculares (Mutuae relationes, AAS 70 (1978) 473-506). Ha habido otros
importantes documentos de la Santa Sede en relación con la vida religiosa: sobre
la vida contemplativa (La dimensión contemplativa en la vida religiosa, 1980),
sobre los valores humanos (Religiosos y promoción humana, 1980), sobre los
institutos canónicos y religiosos (Elementos esenciales en la enseñanza de la
Iglesia sobre la vida religiosa aplicados a los institutos dedicados al apostolado,
1983) y sobre la formación (Directrices sobre la formación en los institutos
religiosos). El sínodo de obispos de 1994. dedicado al tema de la vida religiosa,
dio lugar a la exhortación possinodal Vita consecrata («Sobre la vida
consagrada», 1996) (>Vida consagrada)".

Cuando examinamos el derecho canónico en relación con la vida religiosa, una


diferencia muy importante que observarnos entre el Código de Derecho
canónico de 1917 y el de1983 es que el primero era muy detallado, dejando sólo
asuntos menores para los propios estatutos o constituciones, mientras que el
segundo establece por lo general principios más amplios y deja un margen de
actuación mucho mayor a las leyes propias o particulares de cada congregación.
El segundo título de la parte III, De los institutos de vida consagrada y de las
sociedades de vida apostólica, del libro II, Del pueblo de Dios, trata de los
institutos religiosos (CIC 607-709), empezando por la definición: «Un instituto
religioso es una sociedad en la que los miembros, según el derecho propio, emiten
votos públicos perpetuos o temporales (...) y viven vida fraterna en común» (CIC
607 § 2). La casa en la que vive la comunidad ha de ser además lugar de
celebración y reserva de la eucaristía (CIC 608). Aunque se establecen
firmemente la autoridad y deberes de los superiores (CIC 618-619), se insiste
también en la responsabilidad compartida, a través de consejos (CIC 627),
capítulos y órganos de participación (CIC 631-633). La teología de la vida
religiosa en el derecho canónico está fuertemente influenciada por el Vaticano II,
aunque mantiene también su carácter tradicional: «Los religiosos han de tener
como regla suprema de vida el seguimiento de Cristo tal y como se propone en cl
evangelio y se declara en las constituciones de su propio instituto» (CIC 662); «la
contemplación de las cosas divinas y la unión asidua con Dios en la oración debe
ser el primer y principal deber de todos los religiosos» (CIC 663 § 1); «el
apostolado de todos los religiosos consiste primeramente en el testimonio de su
vida consagrada, que han de fomentar con la oración y con la penitencia» (CIC
673); «los institutos de vida exclusivamente contemplativa tienen siempre una
parte relevante en el cuerpo místico de Cristo» (CIC 674); «en los institutos que se
dedican a obras de apostolado, la actividad apostólica forma parte de su propia
naturaleza» (CIC 675 § 1). Se mantiene la exención (CIC 591), pero hay
cuestiones importantes relativas a los derechos y la función del ordinario del lugar
(CIC 611, 678-679, 681, cf 394).

La vida monástica es una faceta importante dentro del Oriente cristiano y, al igual
que otras formas de vida religiosa, tiene su propia legislación en las Iglesias
uniatas (CCEO cc. 410-553).

Ha habido aspectos negativos en el período posconciliar: el descenso de


vocaciones, una insistencia a veces perjudicial en el desarrollo y los valores
humanos, en detrimento de la cruz; un activismo excesivo, inseguridad y crisis de
identidad. No obstante, ha habido también aspectos positivos en los últimos años:
el interés por las cuestiones relacionadas con la justicia y la paz en la mayor parte
de los institutos; una mayor atención a los auténticos valores humanos y cristianos
en las estructuras y en las relaciones interpersonales; la capacidad de adaptación
en la búsqueda de nuevas formas de apostolado; el enorme incremento de
vocaciones en las Iglesias jóvenes de África y Asia. Los planteamientos
feministas constituyen por lo general una aportación positiva, aunque a veces
resultan ambiguos. Un desarrollo de la mayor importancia es la búsqueda de
nuevas formas de vida comunitaria, de nuevas expresiones del carisma de cada
instituto, así como la idea de la asociación (Asociaciones de fieles) a un instituto
por parte de personas unidas a él pero no a través de los votos. La vida religiosa se
encuentra en un proceso de rápida transformación, en el que se hallan en tensión
nuevas concepciones y valores tradicionales". Los errores y las desviaciones son
inevitables, pero no hay que tenerles demasiado miedo; mucho mayores son los
peligros que se encierran en el estancamiento.

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