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El conductismo como explicación del aprendizaje, incluido el artístico

Juan Mayol - 2020

Vamos a plantear los conceptos de la perspectiva biogenética, que es la que


propone que el desarrollo es único, en el sentido d e que lo cultural, lo propiamente
humano, es sólo continuidad de lo natural, un aumento cuantitativo de lo mismo y por lo
tanto, sin una diferencia sustancial con el desarrollo biológico. En esta perspectiva se
enrolan distintas teorías y enfoques, como el conductismo, el innatismo y hasta cierto
punto algunas perspectivas cognitivas duras. Del innatismo no diremos mucho en la
medida que esta concepción plantea que todo lo que aparece en el desenvolvimiento de
lo humano ya está prescripto en su genoma, por lo tanto, lo que llamamos aprendizaje o
desarrollo sería una ilusión. Algo parecido a la idea de Platón, que suponía que ya
sabíamos todo porque el conocimiento estaba en nuestro interior, pero que lo habíamos
olvidado al nacer y al cruzar el río del olvido, el Alheteia. El cognitivismo duro, en
cambio, lo plantearemos un poco más adelante en el cronograma por su aparición
histórica posterior.

El contexto histórico de cada teoría representa las condiciones de producción de


la misma, y también refleja el tipo de problemas que intentaba resolver dicha teoría.
También, claro, el tipo de soluciones encontradas. La ilusión de construir un mundo
controlado y de una ingeniería humana que produzca sus bienes para la satisfacción de
todos, el cuento de las grandes bondades del capitalismo, no tuvo un buen momento
durante el nacimiento del conductismo allá por las primeras décadas del siglo pasado. El
crack económico del 29 puso en jaque a esa pretensión moderna y liberal, al igual que la
pandemia del coronavirus lo hace hoy con la salvaje depredación del neoliberalismo.
Me parece que la contextualización histórica de esta teoría, sumamente necesaria,
puede leerse sin problemas en el texto de Eduardo Corbo Zabatel “El conductismo y sus
paradojas”, y lo podrán inferir también del “discurso duro” de Watson, en el propio texto
“¿qué es el conductismo?”. No tenemos mucho tiempo para ello ahora. Solo diré que uno
de los argumentos centrales de su posicionamiento acerca del problema de explicar la
causa de la conducta es que esta explicación no puede basarse en especulaciones. Debe
desprenderse de todo misticismo y de enfoques filosóficos, porque la psicología debe ser
una ciencia como el resto de las otras, por lo cual tiene que seguir el método de producción
de conocimiento científico llamado método experimental, enfoque que necesita un
objeto de estudio concreto, observable, medible y controlable. De allí su insistencia en
plantear a la conducta como objeto científico abordable por esta joven ciencia.
Además de proponer al comportamiento como único objeto de estudio, entenderá
que, empíricamente, éste puede ser recortado en el continuo de la realidad como lo que
ocurre de modo observable en el organismo entre el estímulo que recibe y la respuesta
que aparece inmediatamente posterior a dicho estímulo. A lo que ocurre visiblemente con
el organismo dentro de ese espacio de tiempo le llamaremos la unidad de análisis de la
conducta, que representa la porción mínima del fenómeno a estudiar para entender el
objeto (la conducta).
La explicación única del conductismo aplica para todo tipo de organismos, para
todos los individuos de una especie, en cualquier momento de su vida, respecto de
cualquier contenido de aprendizaje (este es el principio de equipotencialidad). Se postula
además una relación causal entre los estímulos y la respuesta posterior que está sujeta a
leyes universales (el principio de asociación). Sobre estos dos conceptos nucleares se
monta todo el programa de investigación del conductismo, que no sólo se extendió en el
tiempo logrando la hegemonía de la teoría en la explicación del cambio animal y humano,
sino que también, y creo que es lo importante, sigue explicando muy bien determinadas
conductas.
Este es el núcleo del programa de investigación conductista frente al problema
acerca de ¿cuál es la causa de la conducta? Posición empirista que Watson opone a la
psicología de la conciencia de Wundt (primer laboratorio de psicología), al psicoanálisis
(cuyo objeto es el inconsciente) y a toda posición que no tenga por objeto un observable
ni el método experimental para producir conocimiento válido. El comportamiento
humano se explica por los estímulos externos, dado que estos mantienen una relación de
determinación (condicionamiento) con las respuestas del organismo, acorde a leyes
universales. Este es el postulado central del llamado condicionamiento clásico de Watson.
Este postulado innovador dentro del campo psicológico naciente, más bien
dualista o idealista por la preponderancia de la psicología europea, generó un quiebre en
el discurso psicológico mundial. Watson usó como evidencia de su hipótesis (posición)
un conjunto de filmaciones hechas sobre el caso del pequeño Albert, en donde se mostraba
el establecimiento sistemático de una reacción emocional condicionada. Albert era un
bebé de menos de un año que, entregado por el Estado para su proyecto, usó como sujeto
del experimento. Luego el autor muestra la posibilidad de re o des condicionar la reacción
emocional de miedo, por el mismo camino pero inverso como veremos enseguida, con
igual mecanismo pero con el valor de estímulo contrario. Esto generó un auge importante
también en la clínica, dado que funciona muy bien con las fobias.
La estructura lógica o silogística del razonamiento de Watson, apoyado por el
registro filmográfico (algo único en ese momento histórico), fue la siguiente:
Si… un organismo (Albert) no le teme en principio a un roedor
Y… al presentarle el roedor ante su vista, mientras producimos un sonido intenso y agudo
simultáneamente, el organismo reacciona con miedo (por el sonido innatamente asociado
al miedo).
Y si… al retirar el sonido agudo y presentar nuevamente el roedor el organismo
reacciona con igual miedo con el que antes reaccionó a la presentación de ambos
estímulos simultáneos (rata más sonido).
Entonces… el organismo ha aprendido algo, a reaccionar con miedo frente a aquello que
antes no le producía. Se ha aprendido una reacción emocional condicionada.
Este argumento (la demostración dentro del laboratorio) supone una apoyatura
irrefutable, la filmación, y también un sin número de experimentos posteriores lo
confirmaron. Es una demostración de la ley abstracta: hay una relación sujeta a leyes
universales entre los estímulos y las respuestas. Pero tiene también una cantidad de
posibilidades, como la idea (¿ilusión?) de que podríamos controlar a todos si
controlamos/administramos los estímulos dentro de una sociedad. Piensen en los medios
de comunicación.
Pero esta perspectiva tiene también sus limitaciones, que sería el tipo de
conductas que son susceptibles de explicar y de producir empíricamente. Podemos hacer
que un oso ande en bicicleta administrando estímulos aversivos y satisfactorios
convenientemente, como en el circo. Pero ¿es lo mismo con humanos?
Por lo tanto, lo que podemos plantear como primer interrogante es: ¿Puede el arte
reducirse a simplemente esto?
Como vemos también, estamos poniendo a prueba el principio de la simplicidad
(Morin), en la medida que tomamos una variable y reducimos toda la capacidad de
determinación a ese sólo aspecto.
Segunda cuestión: ¿Puede la enseñanza y el desarrollo del arte reducirse a eso?
Esto sería plantear que la educación y el aprendizaje es un tipo de adiestramiento
como el que necesitamos para hacer pasar un temible león a través de un aro en llamas.
Sólo se trata de castigar los intentos de rehuir y premiar las conductas que avanzan (a
través de un ingenioso y artesanal eslabonamiento de reacciones parciales) hacia el hábito
complejo que supone esa proeza. ¿Podría pensarse el arte así? De modo tal de entender
que el animal del circo es una artista, en la medida que genera una experiencia estética en
nosotros, cuando baila, o bien, y lo que es peor, que una persona que muestra habilidades
en un semáforo o en el Colón lo hace como una forma de conseguir comida, abrigo,
compañía y protección? Es difícil no admitir que, en algún aspecto, hasta cierto punto, en
un nivel de análisis, esto pueda ser en cierto modo así.
Como lo plantea el conductismo, el arte es un comportamiento más, recordemos
que dentro de la visión biogenética que planteamos al inicio, el desarrollo o aprendizaje
humano es igual al animal (principio de equipotencialidad). El arte es una respuesta más
y está asociada a ciertos estímulos, que serían la causa de esa conducta. Entonces, la
explicación del arte está en lo que lo rodea, en el ambiente. Es decir, está afuera del sujeto,
lo cual no es tan extraño para el arte, cuando atribuyó a las musas la inspiración de la
obra, o cuando en el medioevo se pensaba que Dios pintaba a través del artista, porque el
arte era pensado como la expresión de lo divino.
En términos educativos, con un buen programa de reforzamiento u otras
operaciones conductuales, pergeñamos el régimen de estímulos necesarios (quizás sean
diferentes para cada organismo) y tendremos asegurada la conducta artística. Es decir, la
enseñanza artística se reduciría a encontrar, organizar y administrar los estímulos
necesarios para que aparezca y se consolide una respuesta artística. Definida ésta por
la capacidad de generar en los otros vivencias o reacciones estéticas. Hasta es posible
prescindir del docente, en la medida que podemos administrar esos estímulos como
información desde un dispositivo computacional (no era otra cosa la “máquina de
Skinner”).
Esto, si bien es un tanto desolador como mirada acerca de qué es la actividad
artística, qué es ser una artista y cómo se desarrolla, tiene aún otros ángulos significativos:
Porque el segundo problema es que la enseñanza, la práctica y el desarrollo
artístico depende de cierto dominio físico del movimiento. Queda exceptuada un poco la
fotografía, porque la cámara hace casi todo, aunque igualmente no puede elegir el motivo,
el ángulo la toma, la distancia, la velocidad, el fondo/figura, la distribución de los
elementos visibles, etc. Ahí está el arte, en la mirada y la toma del artista. Pero imaginen
la danza clásica, por ejemplo, o algo más simple, el trazo en el dibujo, el movimiento
finamente controlado de la muñeca y el pulso. ¿Cómo no ver acá el producto de una
práctica, la coagulación de un hábito? condicionado por un ejercicio al principio hiper
conciente y luego cada vez más automático. Hay aspectos del complejo conjunto de
fenómenos humanos que llamamos arte, que suponen el adiestramiento técnico, el
dominio manual, la práctica que consolida el hábito. La postura en la danza, la digitación
en la música, la impostura en el canto, etc. Esto impone la idea de que en cierto nivel de
análisis motor, más básico y corporal, el conductismo funciona como explicación de lo
que ocurre. Claro que sólo en un nivel de análisis, ese es el reduccionismo operado por
la teoría. Vayamos entonces un poco más allá con los interrogantes:
¿Un mono que hace click en una cámara automática y saca una foto que hasta
puede generar estéticamente una vivencia que llamamos experiencia estética o artística
en nosotros, es un artista? O bien, un ejecutante que aprendió de memoria a hacer una
digitación compleja, y la realiza “gimnásticamente” perfecta, ya sin conciencia ninguna
como si realizara un trabajo más ¿está también involucrado en una actividad artística?
En resumidas cuentas, hay diferentes niveles de análisis dentro de la propia
práctica, la técnica manual, la organización o composición de esos movimientos en el
tiempo, que es difícil no pensarlos como facultad de la conciencia humana. Y por lo tanto,
dentro del modelo de “caja negra” que propone el conductismo (para dejar por fuera todo
lo que pueda ocurrir en la mente, por inasible o inmaterial), también hay un aspecto o una
variable particular en donde esta teoría se hace fuerte. El conductismo podría explicar el
condicionamiento de prácticas corporales, de movimiento en todas las disciplinas, pero
es más difícil que pueda explicar la elección del motivo, el ángulo elegido, tener en cuenta
lo que puede producir en el otro por lo que produce en uno. Desde ese punto de vista, el
mono no es un buen fotógrafo. Aunque su producto puede tener muy buena demanda
en el mercado del arte, y hasta pueda llamarse arte por ello.
El conductismo representa así un ejemplo de reduccionismo notable del intento
teórico e ideológico de reconducir toda la explicación de la conducta humana a una
variable o aspecto parcial: las relaciones entre los estímulos y las respuestas. Toda la idea
de causalidad puesta en la fuerza biológica del hábito, no tiene que dejar paso al
razonamiento contario e igual de reduccionista y parcial, de que el conductismo no
explica convenientemente un nivel de análisis particular. El error fue en realidad querer
promocionar ese aspecto animal y reactivo de los reflejos como el modelo del aprendizaje
y de la enseñanza, que llevó al ridículo de plantear que la teoría podría explicar todos los
niveles del aprendizaje y el desarrollo animal y humano. Y dentro de ellos a la capacidad
artística, quizás la conducta más alejada del mundo natural, la herramienta más sofistica
para producir algo en el otro.

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