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ANTINOMIAS FUNDAMENTALES DEL PARADIGMA EMERGENTE

¿Qué es antinomia?
Se conoce como antinomia a la contradicción, oposición real u aparente entre dos
leyes, principios, ideas, palabras, fenómenos, entre otros. La palabra antinomia es
de origen griego “antinomia”, formada por el prefijo “anti-” que significa “contra”,
“nomos” que expresa “leyes”, y el sufijo “-ia” que significa “cualidad”.
¿Qué es un paradigma emergente?
Los paradigmas emergentes son cambios o transiciones de un paradigma
(modelo) a otro, los cuales se dan a través de la revolución y constituyen el patrón
de desarrollo de las ciencias y de las sociedades en general.
Un paradigma es un grupo de conceptos, patrones, teorías o postulados que
representan una contribución para un campo del conocimiento. La palabra
«paradigma» proviene de dos términos griegos ‘para’, que quiere decir «junto» y
‘deiknumi’, que significa «mostrar, señalar»; asimismo, este término proviene del
griego paradigma que quiere decir «ejemplo, muestra o patrón».
Originalmente, el término «paradigma» fue empleado por los griegos en textos
como el Timaeus de Platón para hacer referencia al patrón que los dioses
siguieron para crear al mundo.
Los paradigmas emergentes tienden a aparecer debido a la presencia de
variaciones o anomalías. En este sentido, los paradigmas emergentes dan lugar a
la creación de nuevas teorías que son capaces de suplantar a las teorías
precedentes, a la vez que proponen explicaciones para las anomalías que
generaron su aparición.
En este sentido, los paradigmas son transformaciones que se dan cuando cambia
la forma usual de pensar o actuar y es reemplazada por una forma nueva y
diferente.
Son muchas las razones que nos llevan a pensar que se avanza decididamente,
en la ciencia occidental, hacia un paradigma que cambiará mucho nuestro
concepto de la realidad, en general, y de muchos aspectos de la naturaleza
humana, en particular. Existe una urgente necesidad de un cambio fundamental
de paradigma, que permita integrar, en un todo coherente y lógico, el creciente
flujo de conocimientos revolucionarios procedentes de las más diversas disciplinas
y que entran en un conflicto irreconciliable cuando son procesados e interpretados
con los viejos modelos.
El señalar y describir lo más claramente posible las antinomias básicas (al igual
que sus posibles paradojas y aporías: dificultades lógicas) que se dan en nuestro
proceso de conocer, así como el puntualizar sus aspectos problemáticos, pondrá
un fundamento sólido para comprenderlas mejor, ya que deben ser superadas con
el fin de establecer una firme teoría de la racionalidad. A continuación, describimos
brevemente las antinomias fundamentales.
SUJETO - OBJETO
Las dificultades que el estudio del conocimiento ha arrojado a lo largo de la
historia se deben a la posible y distinta perspectiva que se adquiere de la teoría
del conocimiento según que se considere prioritariamente de modo subjetivo, de
quien conoce, o de modo objetivo, lo que se conoce. Ambas perspectivas son
necesarias para que haya conocimiento, sujeto y objeto, ya que nada podría ser
conocido si no existiera un ser con capacidad de conocer, y nada podría ser
conocido si no existiera una realidad con objetos posibles de comunicarse como
seres cognoscibles.
La metafísica del ser y las filosofías idealistas han priorizado una u otra
perspectiva de la entidad del conocimiento adoleciendo de dar una respuesta
formalmente coherente de la múltiple implicación del sujeto y el objeto para
posibilitar el conocimiento, muy especialmente cuando han de versar sobre el
conocimiento intelectual, ya que el conocimiento sensible responde a un proceso
más simple y por tanto más accesible a definir. El conocimiento intelectual ofrece
la particularidad de que conoce que conoce, y por ello el propio acto de
conocimiento se manifiesta como sujeto y como objeto.
“Sólo conocemos la realidad física cuando la observamos, pues nunca podremos
saber lo que es o describir lo que sucede entre una observación y otra (Ibidem, p.
50). Como muy bien decía Weizsácker: "la naturaleza es anterior al hombre, pero
el hombre antecede a la ciencia sobre la naturaleza". La primera parte de esta
proposición justifica la ciencia clásica, con su ideal de una completa objetividad;
pero la segunda parte nos dice que no podemos eludir la antinomia sujeto-objeto.”
En una perspectiva más universal, diríamos que los datos varían de acuerdo con
el marco de referencia o teoría desde los cuales son considerados; que el
conocimiento o la ciencia brotan del entrejuego, de la interacción, de la dialéctica o
el diálogo entre la naturaleza y nosotros mismos; que dichos datos son la síntesis
conciliada de la relación sujeto-objeto; que nunca tenemos acceso a la "cosa en
sí" (Ding an sich, de Kant), tal como sería independientemente de nuestra
investigación. Merleau-Ponty lo resumió en una frase, ya citada: "estamos
condenados al significado". Podríamos añadir que... al significado que le damos o
le atribuimos nosotros a las cosas. En el campo de la psicología, por ejemplo, y
más concretamente, del
psicoanálisis, desde hace mucho
tiempo se le observó a Freud "que
también el psicoanalista tenía un
inconsciente" y, por tanto, al
analizar el inconsciente de un
paciente, podría ser víctima del
suyo propio. La ilusión de los
empiristas de ser "plenamente
1.Relación Sujeto - Objeto. objetivos", solamente podría realizarse saliéndonos
de nosotros mismos para poder contemplar, por un lado, a nuestra mente y, por el
otro, al objeto pensado.

LENGUAJE – REALIDAD
Esta antinomia es otra cara de la anterior "sujeto-objeto". El espíritu humano no
refleja el mundo: lo traduce mediante todo un sistema neurocerebral donde sus
sentidos captan un determinado número de estímulos que son transformados en
mensajes y códigos a través de las redes nerviosas, y es el espíritu-cerebro el que
produce lo que se llama representaciones, nociones e ideas por las que percibe y
concibe el mundo exterior. Nuestras ideas no son reflejos de lo real, sino
traducciones de lo real (Morin, 1984). Las cámaras fotográficas siempre registran
objetos, pero la percepción humana siempre es la percepción de papeles
funcionales.
Nuestra comprensión de la realidad la expresamos por medio de'
representaciones y conceptos con los cuales se puede captar una multitud de
fenómenos como unitariamente coherentes. El sentido es una red de relaciones
inteligibles. Un dato -como ya precisamos- sólo tiene sentido para nosotros
cuando lo captamos bajo una cierta relación, con una cierta/tinción, en tanto
significa algo dentro de una determinada estructura. Quien crea el contexto es el
receptor del dato. Esta es una capacidad y aptitud suya.
el lenguaje forma parte epistemológicamente del mismo conocimiento –del
transmitirlo-, o sea, si existe el conocimiento es porque sólo se transmite ya sea
por una vía primitiva del lenguaje o de otra en cuanto a que un ser vivo es receptor
de informaciones que les transmite –o inevitablemente le ofrece- el entorno; esto
es, el conocimiento no está sin el sujeto, sino está “dándose” al sujeto o el
conocimiento está haciendo al sujeto, por lo que está predispuesto para él.
Digamos que, del mismo modo que la autorregulación está predispuesta para un
ser vivo, el conocimiento es un resultado progresivo de una interacción de ese ser
vivo con el entorno; por ende, esa autorregulación se encuentra reglada en
coherencia comunicable con la existencia real del medio.
Al lado de esto, la mente
humana construye un sistema
propio a través de la cultura
que le favorece su
socialización; sin embargo, la
naturaleza también lo hace con
una “cultura natural o
evolutiva”. Más claro: todo
sistema depende –“subsiste”-
de lo que le ha permitido
trascender o… expresa su
pasado, puesto que tal es una
expresión que ha adquirido
“continuamente”, no que 2. Relación Lenguaje - Realidad.
“ahora” ya tiene desde la nada o irrealmente.

A razón de tal inherencia, es cierto, sí, que ningún saber puede pretenderse desde
un punto cero o “hacer tabla rasa” sin contar con lo anterior; luego el ser humano
no es un ser “arrojado ahí”, aunque sea un resultado único conceptualmente, sino
–en consecuencia- trascendido ahí. Pues el resultado único no es lo objetivo
(Dios, el monoteísmo, es un resultado único), más bien el resultado trascendido
por una coherencia o significación coherente. Y, ¡ya!, esto no implica la imposición
de un comienzo, únicamente la advertencia de causas coyunturales o cíclicas que
infieren al ser y a su lenguaje. Así, desde luego, la filosofía hermenéutica – o la
etnolingüística- puede considerar que representa o interpreta o “dibuja” la realidad
a partir de mitos, del arte o de los símbolos; pero eso denota demasiado,
demasiado o exagerado simplismo: el lenguaje no representa sino es, y es la
predisposición que le ha permitido esas opciones.

PARTES – TODO
La antinomia partes-todo es la tercera cara de la misma paradoja sujeto-objeto
(aquí objeto-sujeto). En efecto, nosotros sólo vemos o, en general, percibimos con
nuestros sentidos las partes o los elementos de una realidad. El todo es algo que
construye nuestra mente dándole un sentido o un significado que extrae de la
estructura cognitiva previa, es decir, de la masa aperceptiva de nuestra
experiencia anterior. Por tanto, siempre será válida la pregunta: ¿hasta dónde ese
todo que yo capto está allá afuera, en el objeto, y hasta dónde procede de mi
interior? Sabemos -y muchos psicólogos cognitivistas lo han demostrado-que en
un primer momento podemos percibir conjuntos ya estructurados y no elementos
que luego organizaría un proceso distinto de asociación o de síntesis; es decir,
que los factores estructurantes, conscientes e inconscientes, pueden actuar
"automáticamente" aun antes de tomar conciencia de los elementos.
La presunción reduccionista, de que el funcionamiento de un sistema cualquiera
puede ser explicado de una manera exhaustiva en función de las leyes que
gobiernan a las partes que lo componen, ya vimos que es negada por el principio
de exclusión de Pauli, aun en el mismo mundo subatómico, donde no tenemos,
por ejemplo, un electrón A y un electrón B, sino simplemente un patrón o un
sistema de dos electrones en los que se ha perdido toda identidad separada.

FILOSOFIA – CIENCIA
La filosofía (la filosofía del materialismo filosófico) podría definirse como la
disciplina constituida para el tratamiento de las Ideas y de las conexiones
sistemáticas entre ellas. Ideas que, en tanto brotan de las conceptualizaciones de
los procesos del mundo (de un mundo que, en la actualidad, y precisamente por la
acción del desarrollo tecnológico y científico, se nos ofrece como una realidad
conceptualizada en prácticamente todas sus partes, sin regiones vírgenes
mantenidas al margen de cualquier género de conceptualización mecánica,
zoológica, bioquímica, etológica, etc.), no son subjetivas, ni son eternas, aunque
son Ideas objetivas. La Idea de Dios, por ejemplo, no tiene más de 3.000 años de
antigüedad, y la Idea de Cultura objetiva no tiene más de 200 años. Y como, en
nuestros días, la mayor parte de las Ideas se van configurando a través de los
conceptos tallados por las ciencias positivas, el materialismo filosófico no puede
aceptar la concepción de la filosofía como “madre de las ciencias”. La filosofía
académica -es decir, la filosofía de tradición platónica- no antecede a las ciencias,
sino que presupone las ciencias ya en marcha (“nadie entre aquí sin saber
geometría”). Tampoco puede aceptar la concepción de la filosofía como una
“ciencia primera”, como una “reina de las ciencias”. La filosofía no es una ciencia,
porque las Ideas no constituyen una “categoría de categorías” susceptible de ser
reconstruida como un dominio cerrado. El entendimiento de la filosofía como
“geometría de Ideas” es sólo una norma regulativa del racionalismo materialista y
no debiera ser interpretado como denominación de una supuesta construcción
efectiva.
3. La filosofía como parte de la Ciencia.
Desde el tiempo de los griegos, se ha definido a la ciencia por su capacidad de
probar lo que afirma: "Scientia tantum valet quantum probat". Pero la paradoja se
descubre al tratar de responder a la pregunta: ¿cómo sé que las reglas de la
prueba, o de la verificación, son correctas?, ¿cómo se escogieron los criterios para
fijar esas reglas? Ciertamente, no por un proceso científico. Ello nos llevaría a un
círculo vicioso. Entonces, la ciencia apoya su base fuera de ella misma. El
majestuoso edificio lógico, por ejemplo, construido por Russell y Whitehead se
apoyaba sobre unos principios no lógicos, lo cual hacía inevitable remitirse a esta
paradoja, como pondrá de relieve Wittgenstein. En el fondo de sí mismo, el
hombre .es un ser metafísico y nace como tal, y no puede negar esta esencia
propia sino haciendo metafísica, es decir, confirmándola. Guando un científico no
filosofa explícitamente, lo hace implícitamente y entonces lo hace mal. Por esto,
cuando oímos decir, por ejemplo, a Hebb (un conductista contemporáneo) que "la
única esperanza de que la psicología siga siendo científica es suponer que el
hombre es básicamente un mecanismo" (1966, pp. 7-8), o cuando leemos en
Skinner que para convertirse verdaderamente en ciencia, la psicología debe
abstenerse por completo de todo acto mental (Japiassu, 1981, p. 73), nos
preguntamos por qué vías, lógica o procesos cognoscitivos fueron establecidos los
parámetros del paradigma de la ciencia que estos autores aceptan.
LIBERTAD – NECESIDAD
Este binomio nos señala otra antinomia que está en la base de una innata
condición humana, y es la necesidad de alojarse en cómodos compartimientos
conceptuales. Sigmund Koch (1981) nos ilustra bastante bien la naturaleza, la
dinámica y las consecuencias de esta antinomia: estas casillas conceptuales -
explica él- nos presentan la promesa de aliviar las penas de la incertidumbre
cognitiva o de suavizar nuestra tensión frente a la duda problemática. Pero esta
punzante necesidad humana, que busca un marco de referencia, un sistema, un
mapa o un conjunto de reglas a cualquier precio, y que parece ofrecernos un rayo
de esperanza en la solución de nuestra incertidumbre, nos hace gravemente
vulnerables -en mayor o menor grado- y nos obliga a aceptar las exigencias de lo
simplista, reductivo, excesivamente general o, en otros aspectos, de una
estructura que deforma la verdadera naturaleza de las cosas, en la medida en que
tiene la apariencia de "sistematicidad". Es más, habiéndonos introducido en
nuestro cofre o recinto conceptual, apoyándonos en una u otra base ocasional,
estamos preparados para defender nuestro feliz domicilio hasta la muerte, lo cual
significará, ordinariamente, nuestra muerte. El único medio que existe para
salvarse de esta situación es el intento de saltar fuera de estos encasillamientos
conceptuales y ver otro panorama: contemplando los linderos de nuestros
conceptos aceptados, de nuestras construcciones teoréticas, de nuestros sistemas
formales de creencias, etc., en una palabra, de la validez de nuestra teoría de la
racionalidad. Y, para ello, debemos asumir una actitud básica y esencialmente
crítica. En síntesis, podríamos decir que nuestros instrumentos conceptuales son
necesarios, e incluso indispensables, como puntos de llegada, pero que, al mismo
tiempo, tienen que ser puntos de punida hacia otras construcciones teoréticas que
los superen; es decir, que, como ilustra la filosofía de Hegel, nuestra mente parte
de una tesis o proposición, elabora después su antitesis u oposición y, finalmente,
se concilian ambas en la síntesis o integración, la cual a su vez, es un punto de
partida como una nueva tests. Esta dialéctica constituye el modo natural de ser de
nuestra mente. Ciertamente, el conflicto cognitivo que hemos comentado puede
ser, de por si, paralizante en el sentido de que de alguna manera "yo conozco que
no puedo conocer" con plena certeza; pero, al mismo tiempo, nos sentimos
impulsados desesperadamente a esforzarnos por conocer, por discernir, aunque
sólo sea algunas islas de orden en medio del océano de antinomias en que
podemos nadar. En el próximo capítulo veremos que estas islas de orden también
pueden crecer y formar amplios continentes.

4. ¿Libertad o Necesidad?
Los metafísicos contraponen habitualmente la libertad y la necesidad como
conceptos que se excluyen mutuamente, afirmando algunos que la voluntad es
absolutamente libre, es decir, que no está condicionada por nada. Otros creen que
no hay libre albedrío, que sólo existe la necesidad absoluta. Libre albedrío o
necesidad, así plantean los metafísicos. El punto de vista de los que consideran
que la voluntad humana es absolutamente libre e independiente de toda causa,
significa la negación completa de las leyes objetivas de la Naturaleza y de la
Sociedad. Tal punto de vista sobre la libertad no es científico, y en política,
conduce al aventurerismo, al voluntarismo (ver). Por ejemplo, los populistas rusos
se situaron completamente en las posiciones del voluntarismo; según su opinión,
el destino de la historia depende únicamente de la voluntad de las personalidades
ilustres. Pero si la voluntad de cada uno no es condicionada por nada y de nada
depende, no es posible en general ningún libre albedrío. El marxismo-leninismo
niega este planteamiento anticientífico del problema y lo resuelve de una manera
materialista y dialéctica. Desde el punto de vista del materialismo filosófico
marxista, la libertad consiste no en una independencia imaginaria respecto de las
leyes de la Naturaleza, sino en el conocimiento de dichas leyes, en la posibilidad
de utilizarlas para la actividad práctica. “Mientras no conocemos la ley de la
Naturaleza, ésta, al existir y actuar al margen de nuestro conocimiento, nos
convierte en esclavos de la ‘ciega necesidad’. Una vez conocida esta ley que
actúa (como miles de veces lo había repetido Marx) independientemente de
nuestra voluntad y de nuestra conciencia, nos hacemos los amos de la
Naturaleza” (Lenin). La necesidad, las leyes de la Naturaleza son lo primario, y la
voluntad y la conciencia del hombre son lo secundario. Mientras el hombre no
conoce la necesidad, se halla esclavo de ella; pero cuando el hombre adquiere
conocimiento de la necesidad, aprende a dominarla. Así la libertad sólo es posible
sobre la base de tener conciencia de la necesidad. El libre albedrío no es más que
la capacidad de adoptar las decisiones con conocimiento de causa. Es una
necesidad de la que se tiene conciencia. La libertad es un producto del desarrollo
histórico de la sociedad. Al comienzo de su historia, el hombre era un esclavo de
la Naturaleza. Más adelante se fue emancipando paulatinamente de esa
esclavitud. Pero en una época muy temprana, a la esclavitud natural del hombre
se asoció la esclavitud social. Con el desarrollo de la propiedad privada y el
nacimiento de la sociedad de clases, los hombres se convirtieron en esclavos de
sus propias relaciones sociales. La opresión de clase alcanza su grado supremo
en la sociedad capitalista. La revolución socialista emancipa a los hombres de esta
opresión. Las relaciones sociales dejan de gobernar sobre los hombres, dejan de
ser ya una fuerza extraña para ellos. “Los hombres, al convertirse finalmente
en dueños de su propia existencia social, se convierten por ello en dueños
de la Naturaleza, en dueños de sí mismos, se hacen libres” (Engels).

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