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Estudios Internacionales 180 (2015) - ISSN 0716-0240 • 11-45

Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile

El corpus ideológico del franquismo: principios origi-


narios y elementos de renovación
The ideological corpus of francoism:
initial principles and elements of renewal

Miguel Ángel Giménez Martínez 1*

Resumen

Dada su larga duración y la pluralidad de grupos en que se apoyó, resulta


complicado identificar una única ideología o un claro programa político
dentro de la dictadura de Franco. Al contrario que el fascismo italiano
o el nacionalsocialismo alemán, el franquismo levantó su repertorio
ideológico sobre la base de unos principios diversos, en cuya defensa
coincidieron las distintas «familias» del régimen. Estos fundamentos
doctrinales, sin embargo, no permanecieron inmutables, sino que se
adaptaron a las circunstancias de cada momento y evolucionaron al
compás de la necesidad del sistema por sobrevivir. El objetivo de este
trabajo es señalar los elementos de continuidad y transformación de
este corpus de ideas, recogiendo buena parte de la dispersa literatura
existente para generar una propuesta ordenada e integrada.

Palabras clave: España; dictadura de Franco; política; ideología.

*
Investigador del Departamento de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid.
miguelangelgimenezmartinez@gmail.com. Recibido el 5 de mayo de 2014; aceptado
el 26 de enero de 2015.

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Abstract

Due to its long duration and to the plurality of groups it relied upon, it
is hard to identify a single ideology or a clear political program within
Franco’s dictatorship. In contrast with Italian Fascism or German Na-
zism, Francoism based its ideological conglomerate on various principles,
the defence of which was agreed by regime «families». However, these
doctrinal grounds did not subsist unvaried, but adjusted to circumstances
and evolved according to the system’s survival needs. The aim of this
article is to point out the elements of continuity and change of this corpus
of ideas by gathering a good share of the dispersed existing literature so
as to generate an organized and integrated proposal.

Keywords: Spain; Franco’s dictatorship; politics; ideology.

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Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

Desde que Juan José Linz (1964: el franquismo ha sido subrayada por
295) señalara la existencia de una otros muchos autores, aunque no to-
«mentalidad peculiar» en el franquis- dos coincidentes en su caracterización.
mo en contraposición a la «ideología Como propiamente fascista fue definida
elaborada y directora» propia de los por Carme Molinero y Pere Ysàs (2003:
regímenes totalitarios, los estudiosos se 48), dados su nacionalismo radical con
han dividido en torno a la cuestión de si vocación imperialista, su antimarxismo,
había o no una «ideología franquista». su antiliberalismo y su anticapitalismo
En esta línea, Amando de Miguel (1975: formal, aunque no dejaron de apuntar
237-352) llegó a identificar hasta once la singularidad del fuerte peso del tra-
mentalidades ideológicas presentes en dicionalismo católico y el protagonismo
el régimen de Franco: autoritarismo militar. Más frecuente, incluso entre
básico, regeneracionismo corporati- aquellos que han afirmado el carácter
vista, conservadurismo nacionalista, fascista de la dictadura, es la atribución
tercerismo utópico, triunfalismo im- de una ideología no fascista. Así, Raúl
perial, nostalgia liberal, nacional-cato- Morodo (1985: 17-18) insistió en la
licismo, catastrofismo antropológico, importancia del nacionalismo católico
paternalismo elitista, tecnocratismo y reaccionario de Acción Española. Ya
desarrollista y populismo aperturista. antes, Fernando Urbina (1977) había
También Salvador Giner y Eduardo identificado en el franquismo «un con-
Sevilla Guzmán (1975) pensaban que glomerado ideológico», nacionalcatóli-
al franquismo le faltaba una «ideología co, que entrañaría una concepción esen-
oficial», e incluso hablaban, a este res- cialista de la nación española, en línea
pecto, de «analfabetismo ideológico». con una identidad católica y españolista
Ideología, comentaban, tenía Falange, que en última instancia remitía al siglo
pero tras su marginación del poder tras XVI como modelo histórico. De manera
la II Guerra Mundial se acabó su capa- similar, Alfonso Botti (1992: 149-194)
cidad para trasmitirla a la dictadura. ha localizado en el nacionalcatolicis-
Así que a la «ideología restringida» mo la esencia ideológica del régimen,
no le quedó otro remedio que asumir aunque subrayando los elementos
los segmentos ideológicos más tópicos, económicamente modernizadores de
es decir, el rechazo de los partidos, la ese pensamiento políticamente reaccio-
exaltación de la familia, el clericalismo, nario. En general, puede hablarse de la
la santidad de la propiedad privada, la existencia de un amplio consenso entre
glorificación de las Fuerzas Armadas, el los historiadores sobre los fundamentos
paternalismo tradicional católico y las nacionalcatólicos del discurso ideológi-
ideas corporativas a fin de acabar con co dominante en el franquismo. Sobre
la conflictividad. esta base y reconociendo la centralidad
En contraste, la existencia de una del ideario de Marcelino Menéndez
clara ideología, y no mentalidad, en Pelayo, primero, y de Acción Española,

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después, Pedro Carlos González Cuevas los representantes del capitalismo y


(1998: 157) ha subrayado lo que de del tradicionalismo en sus variadas
tradicional, católico y atávico había en manifestaciones, desde los grandes po-
la ideología franquista, mientras que seedores de tierras a la burguesía con-
Ismael Saz (2001: 153-161; 2004) ha servadora, pasando por los sectores más
incidido en la modernidad de la misma característicos del integrismo católico: a
y en su proximidad a las más renovadas estas fuerzas correspondió elaborar los
corrientes del pensamiento reaccionario postulados ideológicos fundacionales
y contrarrevolucionario europeo. que informaron los primeros pasos del
«Nuevo Estado» (Giménez Martínez,
2014: 64).
1. Postulados Sin embargo, lo heterogéneo del
fundacionales bloque de poder dejó clara su incapa-
cidad para elaborar por sí mismo una
Al igual que sucede con el debate ideología que, en conjunto, sirviera
sobre la naturaleza del régimen de Fran- para realizar la defensa común de
co, no se puede ofrecer una respuesta unos intereses concretos que eran los
unívoca y global a la pregunta sobre que mantenían la unión. Por un lado
cuál fue la ideología del franquismo: estaba el tradicional empobrecimiento
con el paso de los años y a tenor de las intelectual de la derecha española, pri-
circunstancias políticas, económicas, mitiva y apegada a sus incumbencias
sociales y culturales, esta experimentó inmediatas; por otro «la incapacidad de
una permanente evolución o adapta- los sectores más retardatarios de la bur-
ción. Así pues, más que una «ideología guesía para elaborar una ideología» que
del franquismo», solo resulta posible legitimara su dominación y fuera capaz
señalar los rasgos o elementos ideoló- de dar «una explicación mínimamente
gicos comunes válidos para todos estos convincente de la realidad presente»
años que, siendo capaces de asumir las (Bozal, 1975: 93). Así las cosas, las fuer-
matizaciones que dichas circunstancias zas dominantes necesitaron acudir a las
impusieron, concuerdan con la relación fuentes que en aquellos momentos y en
de fuerzas y el dominio ejercido por la los posteriores podrían suministrarles
«coalición reaccionaria» en el poder. un aparato ideológico, más o menos
El problema de la configuración ideo- sólido, con sedimento superestructu-
lógica del régimen lleva necesariamente ral. Cuatro eran esas fuentes: Falange,
al recuerdo de los momentos finales tradicionalismo, católicos integristas de
de la Guerra Civil, pues la ideología orientación monárquica y Asociación
modulada a partir de 1939 resultó de Católica Nacional de Propagandistas
la articulación de los intereses conve- (Díaz, 1973: 120). De ahí nació la ape-
nientes para los grupos triunfantes en lación y el contenido ideológico de un
el conflicto bélico. Vencedores fueron bloque de poder que pasó a justificar

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y a justificarse con elementos tomados el conglomerado ideológico franquista


de estas citadas fuentes. Lo abigarrado llenó casi cuatro decenios de la vida
de los sectores que integraban el régi- política española y sirvió para cumplir
men impidió clase alguna de «pureza» su función legitimadora.
o intención de fidelidad en el respeto
a las citadas fuentes, y obligó a una
1.1. Nacionalismo español y
interpretación acomodaticia de todas
ellas, sobre todo del falangismo, bajo
vocación imperial
el arbitraje político de Franco. El bando rebelde se hizo pronto con
Al servicio de este consensus que se el control del discurso nacionalista, fiel
trataba de crear estuvieron todas las a una visión conservadora del mismo.
herramientas de expresión ideológica Desde el primer momento, aunque no
del «Nuevo Estado». El control de la sin roces y disputas, convergieron en la
prensa y del sistema educativo; la apa- España franquista el nacionalismo re-
rición de revistas como Escorial, Arbor generacionista, el de tradición católica
o la Revista de Estudios Políticos, en y el fascista (Saz, 2003: 35-58; Galle-
las que curtieron sus armas los más go, 2014: 569-591). Fue significativa
destacados ideólogos del régimen; la igualmente la adhesión del catalanismo
utilización de los púlpitos; la creación conservador al «Alzamiento Nacional».
del Servicio Español de Magisterio; o Fracesc Cambó, por ejemplo, tildó la
las pretensiones iniciales del Consejo Guerra Civil de «Cruzada», y persona-
Superior de Investigaciones Científicas jes como Joan Estelrich, Fernando Valls
son muestras de este empeño de integra- Taberner, Josep Pla o Ignacio Agustí,
ción y transmisión de ideología. Como entre otros, colaboraron en los servicios
las luchas internas existieron (las de de propaganda del Gobierno instalado
falangistas y católicos no dejaron de por Franco en Burgos (Fontana Ta-
manifestarse en cuantas ocasiones cho- rrats, 1977: 175-244). Sin embargo,
caban sus intereses, solo resueltas por la la concepción nacionalista del nuevo
intervención o la apelación mediadora Estado no admitió hechos diferenciales,
del Jefe del Estado), el resultado no ni pluralidades lingüísticas en pie de
pudo ser un todo muy articulado. Y igualdad, ni descentralización de los
precisamente esa era una de las notas poderes estatales, ni concesiones de
que cualificaban más distintivamente autogobierno. Y es que el desenlace de
la estructura del aparato ideológico la Guerra Civil fue considerado por los
montado por el régimen. Así, con rasgos vencedores no solo como la victoria del
imprecisos, con escasa originalidad, orden católico-tradicional sobre los re-
con continuas mezclas de atención al volucionarios, sino de la unidad nacio-
pasado y llamadas al futuro, con mu- nal frente a los separatismos. El régimen
chos ingredientes de arma defensiva suprimió los estatutos de autonomía
frente a enemigos reales o inventados, y rescató la fraseología joseantoniana

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para definir a España como «unidad de religión comunes. Bajo la idea de la


destino en lo universal» y para advertir Hispanidad y de la «Raza», lo que no
a los separatistas de estar cometiendo dejaba de ser nostalgia por el imperio
«un pecado» imperdonable (Primo de perdido, Franco encuadraba a las nacio-
Rivera, 1976, I: 480). nes «que habían brotado de un mismo
Como reforzamiento del ingrediente tronco, unidas por una común historia,
nacionalista se apeló a la «voluntad de fundidas en una sola fe, vinculadas por
Imperio», la reclamación para España lazos de familia y lenguaje, y partícipes
de «un puesto preeminente en Euro- de una misma cultura y análoga idio-
pa» y, respecto de América Latina, «su sincrasia» (Franco Bahamonde, 1951:
condición de eje espiritual del mundo 260). La universalidad del castellano
hispánico como título de preeminencia y de «nuestra verdad» tendría como
en las empresas universales». La voca- especiales destinatarios a aquellos paí-
ción imperial del Estado franquista y su ses que, como la Argentina de Perón,
expansión más allá de las fronteras y del habían «entendido» y apoyado mejor
océano, entroncó con la necesidad de a la dictadura franquista. Para privile-
estrechar lazos con determinados países giar estas relaciones con las «hijas de
amigos, lo que disimulaba y sustituía la la madre patria» se creó, en noviembre
hostilidad de otros, cuyas estructuras de 1940, el Consejo de la Hispanidad.
políticas quedaban oficialmente con- Sin embargo, la pretendida influencia
denadas. Ya antes de la Guerra Civil, española chocó casi desde el principio
Ramiro Ledesma había propugnado, con las suspicacias de los propios países
en este sentido, una alianza con la iberoamericanos (especialmente, Méxi-
Alemania de Hitler, la recuperación co) y de Estados Unidos (Pardo Sanz,
de Gibraltar, la unificación de la Pe- 1994: 30-48).
nínsula Ibérica y la aproximación al La derrota del Eje en la II Guerra
«gran bloque hispánico de nuestra Mundial disolvió el sueño de un Estado
América» (Ledesma Ramos, 1968: totalitario y de un hipotético imperia-
65). Heredera de este planteamiento lismo español, pero exacerbó el nacio-
es la obra Reivindicaciones de España, nalismo «hacia el interior» debido a la
redactada por José María de Areilza y actitud adoptada por las potencias ven-
Fernando María Castiella (1941), que cedoras. El aislamiento al que fue so-
atribuía la decadencia nacional al papel metida la España de Franco tuvo como
de Francia e Inglaterra, y reclamaba efecto no deseado el fortalecimiento del
Gibraltar, Marruecos, Argelia, África sentimiento nacionalista del régimen,
occidental y territorios del Mar Rojo y que reaccionó al boicot internacional
de la Cochinchina. con aire de dignidad ultrajada. A la
El «Nuevo Estado» extendió igual- gran tradición histórica que alimentaba
mente sus miras hacia Latinoamérica, este recelo de cara al exterior, se unió
apelando al pasado, la lengua y la en no escasa medida la simpatía que

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algunos de estos países prodigaron a consideraban continuadores recientes


la II República durante su vigencia y de dicha tradición heroica. La nación
en la posterior contienda. Y a todo ello era, en resumen, una herencia «sacro-
se sumó, en fin, la conciencia histórica- santa» administrada por el régimen, y
mente labrada de un pueblo perdedor el nacionalismo una consecuencia de
de un imperio y de su correspondiente ese legado, que requería la defensa a
situación de primacía internacional. ultranza de «lo español» (Boyd, 2000:
Así, Ramón Serrano Súñer aludía con 206-236).
frecuencia al «grupo anglo-francés» Aunque nunca desapareció, el paso
que en la historia reciente «había del tiempo fue debilitando la impor-
despreciado a una nación desmesura- tancia del discurso nacionalista en el
damente orgullosa», sentenciándola régimen de Franco. Así, desde finales
a «ser un pueblo de tercer orden, un de los años cincuenta, se abrió paso
mero satélite, un mercado, una fuente una nueva ideología tecnocrática que
de contadas materias primas» (Serrano aspiraba a sustituir la vieja legitimidad
Súñer, 1947: 142-143). nacionalista, lo que entroncaba con una
Otra nota que igualmente cualifica- mayor permeabilidad al ideal europeís-
ba el nacionalismo español franquista ta materializado en el Mercado Común:
era la preocupación continua por el en 1952 se creó el Centro Europeo de
pasado y su diversa y acomodaticia Documentación e Información, como
interpretación en función del presente. plataforma del europeismo conserva-
El nacionalismo va a servir, de esta dor (González Cuevas, 1998). Hubo
forma, como aglutinante ideológico a igualmente que adecuarse al proceso
través del cual va a ser posible una re- descolonizador, dando la independencia
interpretación de la historia de España a Marruecos, a Guinea y, finalmente, al
que viniera a rescatar los aspectos que Sáhara; si bien los denodados esfuerzos
más interesaban al régimen: la unidad de la diplomacia española no consi-
nacional, la construcción del imperio, guieron dar una solución al contencio-
las gestas de los héroes y las hazañas so de Gibraltar. Permaneció en todo
patrióticas. Se pasará a sobreestimar momento, sin embargo, la enemiga a
unos elementos (Viriato, el Cid, los la tradición liberal-democrática y, más
Reyes Católicos) y a olvidarse de otros abiertamente, hacia los nacionalismos
aspectos que no convenían al discurso «periféricos». Una hostilidad al catala-
nacional. Una historia, así pues, obra nismo y al nacionalismo vasco que no
de genios, héroes y hombres provi- fue incompatible con el fracasado inten-
denciales cuyas gestas la habían con- to de reconstruir una idea de «España
figurado. Todo ello se conectará con regional» de conformidad con el influjo
el inmediato pasado y con la Guerra menendezpelayista (Calvo Serer, 1949:
Civil: José Calvo Sotelo, José Antonio 94; Pérez-Embid, 1953: 128-132). Du-
Primo de Rivera o el propio Franco se rante los últimos años de la dictadura,

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la oposición asoció mayoritariamente el a partir de una calidad esencialmente


nacionalismo español con el régimen de pragmática y se distinguen porque en
Franco y se solidarizó con los naciona- ellos no tiene cabida la utopía, aun
lismos subestatales, mientras que tras el cuando sus objetivos sean situaciones
Concilio Vaticano II gran parte del clero ideales. Así pues, el concepto de autori-
apoyó las reivindicaciones particularis- tarismo designa en primer lugar «lo que
tas de Cataluña y el País Vasco. A partir es», ofreciéndose implícitamente como
de la transición, las fuerzas procedentes una negación del «deber ser», que es la
de la derecha tuvieron gran interés en democracia (Loaeza, 2000: 7).
subrayar su ruptura con el pasado, se La concepción jerárquico-autorita-
instalaron en el concepto de «patriotis- ria de la vida política y social va a ser
mo constitucional» y reconstruyeron su una constante durante el franquismo,
discurso nacional sobre bases como la en buena medida como resultado de su
Constitución de Cádiz, el pensamiento antiliberalismo y de su propia identifi-
de Manuel Azaña o la Institución Libre cación con el «bien». Desde estos su-
de Enseñanza. El nacionalismo español, puestos, quienes mandaban en la fami-
identificado con el franquismo, vivió a lia, en la escuela o en el mundo laboral,
partir de entonces una etapa de fuerte en tanto que portavoces de esas parcelas
desconcierto (De Blas, 1989: 121-134). del «bien» y de la «verdad intrínseca»
universalmente comprendidas, hacían
derivar su indiscutible autoridad pre-
1.2. Autoritarismo cisamente de su presunta incapacidad
Un régimen autoritario ejerce el po- de error. La configuración de una visión
der público sin atender a la aprobación elitista de la sociedad comportaba,
que reciba por parte de los gobernados. igualmente, la estructuración de un
De ahí que su aplicación a un sistema universo fuertemente jerarquizado en
político sea sinónimo de dictadura y ex- el que algunos ordenaban y los demás
presión de su carácter antidemocrático, obedecían. La verdad política se volvió
potencialmente arbitrario y represivo absoluta y dogmática, de modo que
de la oposición política (Molina, 2011: frente a ello solo cupo la obediencia y la
12). A diferencia de las formas del go- participación entusiasta, entendida esta
bierno democrático, que se fundamen- última como simple cumplimiento de lo
tan en un modelo ideal construido a mandado (Ferrando Badía, 1980: 358).
partir de valores absolutos y universales El autoritarismo impide la validez de
como la libertad y la igualdad, el origen la discrepancia, sencillamente porque
de los regímenes autoritarios está en esta concepción la considera fruto de
situaciones concretas; por ejemplo, la la «maldad» o, todo lo más, del error.
agudización de conflictos políticos o el Los «cabezas de familia», los maestros
deterioro económico en una experiencia en las escuelas, los jefes de los talleres o
democrática fallida. Es decir, se definen los dueños de las empresas eran reflejos

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de esa aureola de posesión de la verdad peligroso libertinaje, acotamiento de


que comenzaba en los jefes políticos del la «libertad dentro de un orden», etc.),
régimen y se extendía a todo el contexto prolongada con pequeñas variaciones
social, porque ello era consecuencia de hasta las postrimerías del régimen, va a
un mundo de valores y creencias mono- dibujar el inconfundible marchamo del
líticamente estructurado. Se trataba de discurso autoritario franquista.
un universo que no podía tambalearse Es cierto que desde principios de
con concesiones a «la opinión de cada los años cuarenta las autoridades se
uno», porque se entendía que la única preocuparon por conocer la «opinión
opinión válida era la de quien mandaba latente» entre la población, para lo
y la de quien servía a lo mandado. La cual pusieron en marcha, en 1942, el
opinión pública se sustituía, así pues, Servicio Español de Auscultación de
por la opinión, hecha decisión, de la la Opinión Pública (antecedente inme-
jerarquía del régimen, sobre cuyos diato del Instituto de Opinión Pública),
hombros recaía la interpretación y el que llevó a cabo numerosas encuestas.
cumplimiento de «lo infaliblemente Pero el verdadero fin de tales sondeos
bueno» (Ramírez, 1978: 89-90). no era otro que dar una mayor eficacia
En ese ambiente, conceptos como a la propaganda del régimen y facilitar
libertad u opinión pública estaban ve- «la misión de los hombres superiores»
dados en el discurso oficial del franquis- de orientar y vertebrar a la masa (Se-
mo. Para el «Nuevo Estado» la libertad villano Calero, 2000: 25). A mediados
solo existía subordinada al bien común de los años cincuenta, el ministro de
magistralmente interpretado por las au- Información y Turismo, Gabriel Arias-
toridades del régimen, lo que imponía el Salgado, descalificaba frontalmente el
«sacrificio del interés particular al inte- concepto de opinión pública, afirmando
rés general, y de la liberad individual a que se trataba en realidad de una gran
la libertad colectiva». En 1946, el pro- falacia: «la triste verdad», afirmaba, «es
pio Franco consideraba que, dentro de que la opinión pública se ha mostrado
esta cosmovisión autoritaria, para los destructoramente equivocada en todas
españoles «las dos libertades principa- las coyunturas históricas importantes».
les» eran «la libertad contra la miseria Los esfuerzos de Arias-Salgado por
y la libertad contra el terrorismo»1. articular una «doctrina de la informa-
Desde entonces, la reiteración de un ción» de carácter autoritario pretendían
puñado de lugares comunes (execración transformar la vieja opinión pública en
de la libertad como muestra de «inso- «opinión popular» u «opinión nacio-
lidaridad» y de «egoísmo», distinción nal», entendida «como gran acumula-
estricta entre la verdadera libertad y el dor de afanes de cooperación», cuyos
pronunciamientos, en ningún caso,
1
Boletín Oficial de las Cortes Españolas podían dar lugar a la «crítica negativa»
(BOCE), nº 151, de 14 de mayo de 1946,
p. 2.982. ni a la oposición frontal al sistema.

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Así pues, los medios de comunicación e intransigencias y al mantenimiento


se entendían como «órganos de los de la esencia autoritaria del Estado, se
intereses de la sociedad», sometidos a toleraron las llamadas a la «apertura»
la «obediencia de la autoridad del Es- del régimen, incluyendo numerosas
tado» (Arias-Salgado, 1956: 301-306). tomas de posición a favor de ampliar
Pese a la voluntad inmovilista de sustancialmente la libertad, el plura-
una parte de sus ideólogos y dirigentes, lismo y la participación política (Soto
el régimen franquista conoció una evi- Carmona, 2005: 52). La relajación de
dente evolución a lo largo de los años, los instintos autoritarios del régimen
acelerada en la década de 1960 con las se hizo más patente conforme se apro-
grandes transformaciones socioeconó- ximaba la muerte del «Caudillo». Así,
micas bajo los llamados «Gobiernos los sectores ligados al franquismo que
tecnocráticos», las cuales llevaron al habían comenzado a evolucionar en un
ánimo de muchos españoles la convic- sentido democrático, recomendaban al
ción de que había que procurar a toda Gobierno que se abriera a las críticas
costa la homologación y la conver- y las discrepancias. El diario católico
gencia con Europa. La Ley de Prensa Ya aconsejaba el abandono de la «dic-
e Imprenta de 1966, más conocida tadura a ultranza» y la introducción
como «Ley Fraga» (por el nombre de de un «gran compromiso social» que
su promotor, Manuel Fraga, a la sazón otorgara legitimidad democrática al
ministro de Información y Turismo en- sistema y reconociera algunas «liber-
tre 1962 y 1969), en cuyo preámbulo ya tades básicas» (García Escudero, 1984:
se anunciaba que, entre los postulados 90-91). Hacia 1975, la demanda de
fundamentales del nuevo código legal, «mayores cotas de libertad» se hizo
estaban la «libertad de expresión» y la tan habitual en medios como Triunfo,
«libertad de empresa», supuso sin duda Cuadernos para el Diálogo, Madrid o
un importante, aunque insuficiente, Informaciones que esta expresión no
paso hacia la relajación del integrismo tardó mucho en convertirse en un lugar
autoritario. La menor intervención del común útil para el ensanchamiento de
Estado y la desaparición de la censura los viejos límites autoritarios impuestos
previa permitieron «empujar la legali- por el sistema. Las colaboraciones se-
dad del sistema hacia mayores cotas de manales en prensa del grupo de publi-
libertad y justicia» (Juliá, 2004: 403), cistas «Tácito» pueden ser vistas, en este
si bien la puesta en práctica de la Ley sentido, como una suerte de solución de
mostraría muy pronto los límites de una continuidad entre el tardofranquismo y
«libertad de expresión» tan restrictiva los primeros estadios de la transición
como precaria (Fuentes y Fernández democrática (Powell, 1990).
Sebastián, 1997: 296). Lo cierto es
que durante los últimos años de la
dictadura, pese a todas las dificultades

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1.3. Corporativismo Bajo la influencia de la Iglesia, el tra-


dicionalismo español incorporó en su
El corporativismo promueve el for-
corpus doctrinal la teoría corporativa.
talecimiento del Estado y el fomento de
En efecto, fueron los carlistas los que
corporaciones profesionales verticales
influyeron en la Organización Corpo-
subordinadas a él, donde se integran
rativa Nacional instaurada por Primo
trabajadores y empresarios. Frente a
lo propugnado por el marxismo, niega de Rivera para «estimular y favorecer
la posibilidad de lucha entre clases eco- la organización corporativa, hasta
nómicas y afirma la armonía entre ellas conseguir que todas las actividades
(lo que se ha dado en llamar «armoni- se agrupen por este sistema [...] como
cismo»), por lo que, para mantener tal medio de resolver armónicamente las
ficción, se hace necesaria la existencia diferencias y conflictos que susciten
de un Gobierno con mentalidad auto- en la vida social». Ya durante la II
ritaria. Lógicamente, en una sociedad República, en el «Manifiesto del Blo-
moderna de masas esta estrategia solo que Nacional» de 1934, se defendía la
puede adoptarse bajo regímenes dicta- necesidad de «encuadrar la vida econó-
toriales, y de hecho forma parte tanto mica en corporaciones profesionales»,
de los sistemas fascistas, que justifica- y en el programa de la Confederación
ban así la no celebración de elecciones Española de Derechas Autónomas, para
democráticas, como de las sociedades las elecciones de 1936, se postulaba
tradicionales donde domina una cultura una economía dirigida a través de la
jerárquica y organicista. El corporati- organización corporativa de la misma
vismo de veta tradicionalista y católica (Artola, 1975, II: 314 y 378-407). El
se puso como objetivo la restauración fascismo hispano incluiría igualmente
del orden social frente al comunismo una defensa cerrada del corporativis-
y al liberal-capitalismo. A la luz de las mo, si bien en este caso su principal
encíclicas Rerum Novarum de León fuente de inspiración se hallaba en la
XIII (1891) y Quadragesimo Anno de doctrina mussoliniana. Esta influencia
Pío XI (1931), las líneas principales se evidenciaba ya en el manifiesto polí-
de este pensamiento se resumen en tico de las Juntas de Ofensiva Nacional
cuatro elementos básicos: el conflicto Sindicalista de 1931, donde se abogaba
se resuelve siempre en la colaboración por robustecer las corporaciones dentro
entre patronos y obreros; tiene como de un Estado «nacionalsindicalista».
soporte legal un marco institucional Junto a la ilegalización de la lucha de
fijo; no hay opción libre a participar o clases, se proclamaba la «sindicación
no, pues patronos y obreros se integran obligatoria de productores» y se eleva-
necesariamente en las corporaciones; ron las corporaciones a la categoría de
y estas tienen carácter monopolista instituciones públicas (De Ávila, 1941:
respecto de los intereses de los afiliados 13-19). Asimismo, Falange defendió
(Pérez Yruela, 1997: 136). desde su fundación, en 1933, la supe-

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ración de la lucha de clases haciendo do, afirmaba que las diferencias entre
que todo trabajador se organizara en corporativismo y nacionalsindicalismo
sindicatos y gremios, como órganos eran sensibles: el primero sería una
directos del Estado. Su programa de solución parcial, exclusivamente eco-
Veintisiete Puntos giraba en torno a nómica, que diferenciaba además las
la creación de un Estado totalitario corporaciones del Estado, sin renunciar
formado, en lo económico, como un a la lucha de clases. Por el contrario, el
gigantesco sindicato vertical de produc- segundo sería una solución total, que
tores organizado corporativamente por iba más allá de la economía, que hacía
ramas de producción. Algunas de estas de las corporaciones parte del Estado y
ideas serían plasmadas en el Fuero del que superaba, además, la lucha de cla-
Trabajo, aprobado en enero de 1938, ses, considerando a patronos, obreros
cuyo párrafo XII declaraba que «la y técnicos una sola clase formada por
Organización Sindical se constituye elementos igualmente interesados en la
en un orden de sindicatos industriales, producción (Arrese, 1940: 15-34).
agrarios y de servicios, por ramas de ac- Consecuencia de la asunción de es-
tividades a escala territorial y nacional, tos planteamientos por el Estado fran-
que comprende a todos los factores de quista fue su concepción armónica de
la producción. Los sindicatos tendrán la realidad política, social y económica,
la condición de corporaciones de dere- y la difusión de una imagen del pueblo
cho público de base representativa [...]. español perfectamente vertebrado, en
Dentro de ellos se constituirán las aso- el que cada persona ocupaba su lugar
ciaciones respectivas de empresarios, no como individuo sino como miem-
técnicos y trabajadores». bro de las «entidades naturales de la
El nacionalsindicalismo, versión sociedad»: la familia, el municipio y el
española del corporativismo, afirmaba sindicato. Según este organicismo, cada
ir incluso más allá. José Antonio Primo cual tenía su función, sin cuestionar
de Rivera afirmaba que el Estado cor- las bases ni las consecuencias de esta
porativo era «otro buñuelo al viento», supuesta armonía. Dentro de ella, el
aduciendo que la práctica italiana capital tenía «el valor social» de promo-
dejaba intacta la herencia capitalista ver la prosperidad general, así como el
al no superar la brecha entre patronos trabajador se ennoblecía en la tarea de
y obreros y hacer del Estado el enlace con su esfuerzo contribuir «a la grande-
entre las federaciones de estos. A su za de la patria» y de la sociedad «como
juicio, «la única manera de resolver la esfuerzo común», lejos por lo tanto de
cuestión social es alterando de arriba las visiones dialécticas o conflictivas de
abajo la organización de la economía» la realidad. Como forma de mantener
(Primo de Rivera, 1971: 509-510). En unido este juego de intereses que sos-
el mismo sentido, José Luis Arrese, el tenían al régimen, fue implantándose y
economista falangista mejor prepara- divulgándose una concepción unitaria

22
Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

de la vida social, en la relación de las profusión desde los años treinta, para
regiones, en la noción de empresa y en definir el concepto: el comunismo era
la estructura sindical vertical (Fagoaga, el «terrible mal» de aquellos tiempos
1956). La perfecta armonía entre «las por su «carácter satánico», era «Luci-
tierras, los hombres y los pueblos» será, fer en la tierra», además de un «virus
a la vez, punto de partida y meta de corrosivo» del que España estaba «va-
llegada, y bajo ella quedarán ocultos cunada» (Franco Bahamonde, 1958:
los conflictos y las tensiones existentes 397). Tenía, por otro lado, un carácter
en la práctica. ajeno al ser nacional, que se «filtra-
ba», incluso «penetraba», a través de
las «quintas columnas comunistas», y
1.4. Anticomunismo y
«parasitaba» todas las organizaciones
antiliberalismo (Rodríguez Castillo, 1949: 11). Ade-
Puesto que el franquismo justificó la más, al «halagar tanto las pasiones»,
Guerra Civil como un enfrentamiento «captaba y atraía» con el fin de incitar
de España con el peligro comunista, este a la subversión, disfrazando y enmas-
desempeñaría durante toda la historia carando sus propósitos al ocultar su
del régimen una función clave como verdadera cara (Sima, 1975: 59). Por
chivo expiatorio utilizado como origen eso, la dictadura franquista constituía
de todo tipo de conflictos. Al pasar los «el castillo roquero más seguro», que
años, además, el empleo de sinónimos protegía a España de todo mal (Gómez
como «bolchevique» o, mucho más de Aranda, 1954: 31).
frecuente, «rojo», se fue reduciendo en Cuando se desataron los enfrenta-
beneficio de la palabra «comunista», mientos laborales de los años sesenta,
cuyo carácter radicalmente peyorativo como la gran huelga de la minería
ahorraba cualquier adjetivo. Por otro asturiana de 1962, las autoridades fran-
lado, el comunismo se asoció a un signi- quistas aplicaron a sus protagonistas la
ficado de conspiración, formando junto vieja teoría conspirativa anticomunista
al judaísmo y la masonería la tríada en torno a la cual venía girando el dis-
de ideologías enemigas a la sociedad curso oficial. Según esta, los comunis-
planeada por el franquismo (Álvarez tas se estaban infiltrando en todas las
Chillida, 2002: 317). Según el propio instituciones, como la Iglesia, y tenían
Franco, que transmitió su obsesión cómplices de todo tipo, incluidos los
anticomunista al Estado que dirigía, el católicos (Ysàs, 2005: 275). A los mili-
comunismo integraba tres aspectos fun- tantes de organizaciones de apostolado
damentales: la idea, la acción clandesti- seglar como la Hermandad Obrera de
na internacional y el Ejército soviético. Acción Católica (HOAC) o la Juventud
En torno a la amenaza conspirativa, Obrera Católica (JOC), la prensa del
surgió durante la dictadura un lenguaje Movimiento empezó a llamarles «filo-
específico, elaborado y difundido con comunistas», «paracomunistas», «pro-

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Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

comunistas», «compañeros de viaje» y discrepancia. Franco veía en los comu-


hasta «tontos útiles». Estos calificativos nistas una doble amenaza que unía «la
remitían en última instancia a la temida negación de la patria» a la «destruc-
capacidad de los comunistas para infil- ción del orden económico», poniendo
trarse en todo tipo de ambientes, hasta de manifiesto la mixtura de intereses
aquellos que en principio se podían que este anticomunismo comportaba
suponer más resistentes al contagio (Franco Bahamonde, 1951: 20). Incluso
(Castaño Colomer, 1978: 101). Con sus después de la muerte del «Caudillo» el
actividades reivindicativas en el mundo anticomunismo se mantuvo vivo entre
obrero, esos «compañeros de viaje» los legitimistas del régimen encuadra-
estaban modificando el concepto de dos bajo el denominado «búnker». Se
comunista, al colaborar con miembros subrayó la identificación del PCE con la
del Partido Comunista de España (PCE) Guerra Civil y con hechos dramáticos
en la lucha contra la dictadura. Antes como la matanza de Paracuellos del
de la II Guerra Mundial, las encíclicas Jarama, así como la «cara oculta» del
papales, como Divini Redemptoris de comunismo y su estrategia de penetra-
Pío XI (1937), abundaban en el carácter ción (De Santiago Guervós, 1992: 86).
perverso y amenazador del comunis- Los dirigentes comunistas, sin embargo,
mo y negaban cualquier colaboración respondieron a estas críticas y al lengua-
con sus seguidores. Pero a partir del je franquista con la renuncia explícita
Concilio Vaticano II, tanto Juan XXIII a la conquista insurreccional del poder,
como Pablo VI distinguieron entre la la aceptación de la Monarquía como
doctrina, que condenaba el comunismo forma de gobierno y la participación
por materialista y ateo, y la práctica del PCE en la competencia política
real, que podía dar lugar al diálogo electoral. De esta manera, el sentido
y la colaboración (Domínguez, 1985: del anticomunismo fue poco a poco
204-207). perdiéndose, pues nadie podía alegar
El anticomunismo será una idea vis- seriamente el «tan cacareado peligro
ceral predominante desde el principio y comunista» (Carrillo, 1976: 7).
hasta el final del régimen. Aunque esta Los vencedores de la Guerra Civil,
persecución se correspondía poco con herederos del antiliberalismo de veta
la fuerza real que el comunismo «ven- tradicionalista, católica y fascista, se
cido» había tenido en España durante propusieron barrer también cualquier
la II República, los ideólogos oficiales vestigio liberal que pudiera quedar en
agruparon bajo esta denominación España. Para Franco, el «sistema liberal
condenatoria un amplio espectro de parlamentario de partidos» no había
actitudes políticas que no tenían que traído más que inestabilidad política y
ver en realidad con el comunismo, divisiones entre los españoles, además
como el socialismo, el catalanismo, de la pérdida del imperio. El liberalis-
el republicanismo o, a veces, la mera mo era, según el «Caudillo», una farsa

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Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

extranjerizante que, controlada por tanto, es mucho más que una política»
unos cuantos oligarcas, había permiti- (Marañón, 1946: 9).
do «el reinado del materialismo» y la El recelo hacia «lo liberal» tenía
anarquía, agravada hasta el límite con una doble connotación en la ideología
la II República. Hacía falta, a su juicio, del régimen. En primer lugar, era una
«rectificar los errores de un siglo» con reacción contra las instituciones repu-
un régimen como el suyo, que había de blicanas a las que con la Guerra Civil se
beber en las fuentes de «nuestras tradi- había puesto fin. El sufragio universal y
ciones, nuestras instituciones, nuestra el parlamentarismo van a constituirse
alma [...], fuentes que habían sido en objetivos a atacar y desprestigiar. Se
perdidas o contaminadas por el libera- les denigra por ineficaces y consumido-
lismo», y retornar así a las grandezas de res estériles de energías, y se les contra-
la España imperial (Franco Bahamonde, pone con la imagen enérgica de la élite
1975, I: 77-83). En realidad, el liberalis- de la dictadura, pintada con aureola de
mo no era sino un eslabón más en una infalibilidad traducida en el «sacrificio
retahíla de males que se completaban por la patria» o en el «prestar servi-
con el comunismo o el separatismo. Los cios a España». No había otra visión
círculos nacionalcatólicos encontraban de España ni a esta se la podía servir
a los culpables de tanto desafuero en desde otros planteamientos políticos,
la masonería o, con mucha frecuencia, lo que incrementaba las perspectivas de
en la Institución Libre de Enseñanza, obediencia sin discusión al régimen. El
encarnación del «liberalismo escéptico «Caudillo», el «Generalísimo», nunca
y frívolo» que contradecía la esencia podía equivocarse al interpretar lo
católica de la patria (Villaronga, 1951: que convenía al pueblo, pues el error
12). No faltaba tampoco en los discur- se encontraba en la «mera suma de
sos del propio Franco la denuncia del opiniones» no cualificadas expresadas
«espantajo capitalista y liberal» que, a a través del sufragio. Los Parlamentos,
su entender, repugnaba al pueblo (Ci- fruto de este sufragio, se revelaban
llán Apalategui, 1970: 79). Los pocos campo de «manejos para los intereses
intelectuales que en aquel clima aún se torpes» y reflejo de ideas «disgregantes
atrevían a decirse liberales reducían el y envilecedoras» (Giménez Martínez,
significado del liberalismo a un cierto 2012: 94). La política en España pasa-
talante de tolerancia y generosidad con ba por las «diáfanas y trascendentales
el contrario. Como afirmaba Gregorio consignas» expresadas desde el poder,
Marañón, «ser liberal es, precisamente, para que en un futuro «el pueblo sea,
estas dos cosas: primero, estar dispuesto de verdad, uno y libre, porque no será
a entenderse con el que piensa de otro consultado, sino dirigido» (De Echarri,
modo; y segundo, no admitir jamás que 1975: 48-49). En el mundo alejado del
el fin justifica los medios [...]. El libera- ideal franquista, lleno de egoísmos,
lismo es, pues, una conducta y, por lo tradicional enemigo del bien que el

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Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

régimen suponía, se colocará junto al la preparación del golpe de Estado


liberalismo el peligro de la masonería, militar, lo recibió con alivio y, además,
a la que se acusará de seguir conspi- es innegable que sus protagonistas, en
rando contra España de por siempre, concreto los más influyentes, como el
como tantas veces recordara Franco general Franco, tenían muy interiori-
con pensamiento casi obsesivo (Valín zado el concepto de Iglesia tradicio-
Fernández, 2001). nal, por ende, rechazaban de plano la
La segunda connotación que el política religiosa de la II República. La
elemento antiliberal del franquismo ayuda de la Iglesia católica a los rebel-
suponía iba unida a la necesidad de des fue de gran importancia, no solo
distinguirse e impedir el eco de las lla- por el simbolismo de la declaración de
madas «nefastas democracias liberales» la Guerra Civil como «Cruzada santa
de la Europa circundante. Y ello por y justa» (Casanova, 2009: 47-49),
tres razones: se habían colocado junto a sino también porque proporcionó una
la II República durante la Guerra Civil, base ideológica cercana para amplios
habían aislado luego al régimen recién sectores del campesinado y de la bur-
nacido y lo seguían despreciando a pe- guesía urbana, quienes identificaron el
sar de ser un socio útil en el contexto mantenimiento de la Iglesia tradicional
de la Guerra Fría. En ellas, y concreta- y el carácter católico de España con el
mente en sus sistemas demoliberales, verdadero patriotismo. Las matanzas
estaba la maldad esencial. Los partidos de clérigos («mártires») y los atentados
políticos eran «intrínsecamente perver- a edificios y símbolos religiosos en las
sos», porque se consideraban partes que zonas fieles a la República proporcio-
intentaban destruir o poner en cuestión naron argumentos útiles adicionales
un «todo» que se presentaba indisolu- (Andrés-Gallego, 1997: 18).
blemente unido. Frente a ese posible La victoria de Franco, en 1939,
eco nacerá la necesidad de una forma abrió un nuevo tiempo de «recatoliza-
orgánica de configurar la realidad y la ción». Tal cosa se entendió, sobre todo,
vida política, forma de cuya originali- como la recuperación de los «derechos»
dad y de cuya mayor idoneidad para la de que había sido privada la Iglesia du-
idiosincrasia del pueblo español se hará rante el dominio del «ateísmo marxista
continuamente propaganda (Ferrando republicano», como se predicó con
Badía, 1984: 75-82). insistencia y sin matices. Se volvió al
programa de principios del siglo XX:
unión entre Iglesia y Estado, identifi-
cación de catolicismo y nacionalismo
1.5. Catolicismo y clericalismo
español, regeneración de la sociedad
bajo la moral católica y afirmación del
Aunque parece que la Iglesia como clericalismo. El Estado franquista no
institución no participó, en 1936, en solo dejó de ser enemigo de la Iglesia,

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Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

sino que se convirtió en una «sociedad e individuos eclesiásticos, se incrementó


perfecta» en su orden, con la que debía el número de curas, asociaciones reli-
actuar en «completa armonía» (Iglesia, giosas y devociones laicas, se garantizó
Estado y Movimiento Nacional, 1963: la obligatoriedad de la enseñanza reli-
75). El «Nuevo Estado», declarado giosa en todos los niveles educativos
católico, había sido establecido por y, en suma, la Iglesia recuperó todo
un «Caudillo», considerado hombre lo perdido (Andrés-Gallego y Pazos,
providencial destinado a salvar la fe y 1999: 52-63).
la nación frente al peligro comunista. En contrapartida, la Iglesia como
En consecuencia, la Iglesia se puso a institución adquirió un estrecho com-
su servicio. promiso con el régimen, lo cual tuvo
La unión de la espada y de la cruz, consecuencias importantes a medida
bajo la divisa «Santiago y cierra Espa- que este se prolongó. Desde una con-
ña», erigió al país en salvaguarda de cepción providencialista, se entendía
la civilización cristiana en una Europa que las fuerzas vencedoras en la Guerra
«corrompida» por la democracia y Civil eran las del «bien» y las perdedo-
amenazada por el «marxismo» y por ras las del «mal». Y dado que el «bien»
«aquellos que conspiraban histórica- era lo querido por Dios y lo que dog-
mente contra la patria» (Gomá To- máticamente se define e interpreta, el
más, 1936: 8-13): liberales, masones, poder representante de ese «bien» en
anarquistas, socialistas, racionalistas España había sido ayudado por la di-
y un largo etcétera, hasta completar vinidad para alcanzar el triunfo bélico.
todo el espectro ideológico contrario Ello comportaba que Estado y pueblo
al régimen de Franco. Este tiempo re- tenían, a su vez, que ser brazo armado
sultó especialmente favorable para la de la representación de Dios y de la
Iglesia entendida en sentido tradicional. Iglesia católica. Así quedó dibujada
Las autoridades civiles y eclesiásticas una unión indisoluble y permanente
cooperaron, pese a algún roce puntual, entre «trono y altar» (aunque el trono
para imponer los preceptos religiosos estuviera ahora ocupado por un dicta-
y obligar a individuos y asociaciones a dor), de la que se desprendía el mutuo
guardar la moral católica en todos los apoyo como indiscutible consecuencia.
actos públicos; los organismos estatales Surgió así el «nacionalcatolicismo», de-
concedieron todo tipo de facilidades fensa común de los intereses del nuevo
para recuperar los signos externos ca- régimen constituido, que eran también
tólicos y realizar actividades religiosas los del Estado, y los de la Iglesia. El
(ceremonias, misas, procesiones, fies- catolicismo, España y la dictadura se
tas), se reconstruyeron templos con el presentaban de esta forma como algo
presupuesto del Estado, mejoraron las intocable: los dos primeros por su
finanzas y fueron rescatados los privi- común caminar histórico; el «Nuevo
legios económicos de establecimientos Estado» por ser la expresión «actual,

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Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

vigorosa y fuerte» de esa unión (Torres, la calle, en la fábrica y en el cuartel, en


1968: 251-252). la Universidad y en los espectáculos,
Durante los años cuarenta, se incor- en las diversiones, en las costumbres y
poró a la jerarquía eclesiástica a la alta hasta en las relaciones íntimas (Botti,
asesoría de la dirección del Estado, por 1992: 171).
primera vez desde el fin del Antiguo Esta actitud provocó, en materia
Régimen. Los prelados ocupaban un teológica y pastoral, un evidente desfa-
lugar tanto en el Consejo de Estado se respecto de otras Iglesias europeas,
como en el nuevo Consejo de Regen- desarrolladas en sistemas políticos
cia, creado en 1947; otros habían sido democráticos y en contacto con otras
incorporados a las Cortes por Franco, creencias. También fue la causa de
y había dos sacerdotes también entre múltiples fisuras al interior de la Igle-
los procuradores elegidos por otros sia española y no pocas tensiones,
«tercios» en la I Legislatura de la incluso con el Vaticano, en especial al
Cámara (Giménez Martínez, 2012b: final del franquismo, hasta el punto
257). La más notable excepción entre de que, por primera vez en el siglo
los dirigentes de la Iglesia española de XX, ciertas actitudes de la jerarquía
la época que, por lo general, se mostra- eclesiástica española no contaron con
ban profundamente identificados con el beneplácito de la Santa Sede. Por
el régimen, fue el ultrarreaccionario otra parte, los sectores sociales más
cardenal Pedro Segura, arzobispo de críticos con la dictadura franquista se
Sevilla, muy crítico con Falange y con alejaron de la Iglesia. Esta situación
el propio Franco, que veía en la actitud de aislamiento doctrinal y pastoral, de
del régimen un intento de «regalismo» parálisis y de tensión con los sectores
o «supremacía del poder civil» (Segura, más dinámicos de la sociedad, quedó
1940: 279). El punto culminante del muy patente durante la celebración
«nacionalcatolicismo» se alcanzará del Concilio Vaticano II. Los obispos
con la firma del Concordato con la españoles llegaron al Concilio conven-
Santa Sede en junio de 1953 (Tusell, cidos de que la Iglesia española era un
1984: 215-231). Aunque, en verdad, ejemplo para el catolicismo universal:
el Concordato «había innovado pocas unidad católica, rechazo de las teorías
cosas» y se limitaba a «dar carácter democráticas, alianza con el poder civil
pacticio a las actitudes adoptadas por el para imponer la moral cristiana. Pero
Estado dentro de una línea católica y a quedaron desconcertados ante las de-
incorporar [...] los acuerdos celebrados cisiones conciliares, fundamentalmente
desde 1941 a 1950» (Martín Martínez, porque del Vaticano II surgió un nuevo
1961: 113), a partir de entonces se con- concepto de Iglesia, diferente de aquel
sagra la presencia de la Iglesia en todos de la «sociedad perfecta» defendido
los ámbitos de la vida española: en el durante tanto tiempo por la jerarquía
hogar y en la escuela, en la oficina y en española (Gómez Pérez, 1986: 93-114).

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Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

La reacción en España ante esta el Estado, libertad de cultos, autofi-


nueva forma de entender la Iglesia fue nanciación de la Iglesia, ausencia de
muy variada y provocó un auténtico los obispos en las instituciones políticas
conflicto en los medios católicos. Unos, del régimen, reducción de las distancias
pronto denominados «preconcilia- jerárquicas entre obispos y sacerdotes
res», se mostraron reticentes; otros, para alcanzar la democratización in-
los «progresistas», interpretaron la terna de la Iglesia, mayor papel para
doctrina conciliar como una forma los laicos o seglares, y reconocimiento
de legitimación de algunas ideas ex- del papel partidista desempeñado por
presadas hasta entonces casi de forma la Iglesia durante la Guerra Civil, entre
clandestina: compaginación de fe y otras (Montero, 2009: 223-239). Los
razón, ecumenismo, solidaridad con obispos que se atrevieron a asumir al-
los pobres, asunción de los valores gunas de estas reivindicaciones, como
humanos y, en particular, de la demo- el cardenal Vicente Enrique y Tarancón,
cracia (Chao Rego, 2007: 396). Con presidente de la Conferencia Episcopal,
el tiempo, se fue perfilando un tercer recibieron tantas invectivas del sector
grupo, radical, que desde una mentali- «preconciliar» y de los últimos reduc-
dad secularizadora negó la estructura tos del franquismo como los grandes
jerárquica y la capacidad normativa de enemigos anteriores, ateos y marxis-
la Iglesia y rechazó cualquier privilegio tas (se hicieron célebres los gritos de
(Díaz-Salazar, 2001: 33-133). La Iglesia «Tarancón al paredón» o «Fuera los
española sufrió, en definitiva, una com- obispos rojos», que pudieron oírse en
pleta convulsión y su división interna, el entierro de Luis Carrero Blanco, en
profunda, desmontó de facto el espíritu 1973). La convulsión subsiguiente al
dominante del nacionalcatolicismo. Ya Vaticano II produjo serias fracturas en
no existían argumentos para mante- el interior de la Iglesia española y pro-
ner la firme adhesión al franquismo; pició un cambio en las ideas teológicas
por el contrario, el Concilio abría un y pastorales de buena parte del clero,
camino para el diálogo con el mundo, así como en las costumbres y actitudes
incluidos los marxistas, y con las otras de los fieles, que tuvo como resultado
religiones para asumir abiertamente la una suerte de reconciliación entre la
democracia. Iglesia y los sectores más dinámicos de
Así pues, a partir de los años sesenta, la sociedad española. Gracias a ello, la
un sector de la Iglesia se unió al amplio Iglesia estuvo en condiciones de asumir
espectro de oposición al franquismo sin graves problemas el restablecimien-
y, al mismo tiempo que participó en to de la democracia tras la muerte de
la crítica a la dictadura, organizó Franco y, por primera vez en la historia
asociaciones, asambleas, conferencias, constitucional de España, acató una
etc., donde se formularon propuestas Constitución, la de 1978, que declaraba
novedosas: separación de la Iglesia y la no confesionalidad del Estado y la

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Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

libertad de cultos (Díaz-Salazar, 2006: desde este momento aspiraban a un


202). capitalismo aperturista y de desarrollo,
supusieron no poco lastre para el éxito
de la citada transformación ideológica
2. Renovación ideológica y produjeron tensiones como las del
«asunto Matesa» (Bozal, 1975b).
Durante la década de los años se- Esta compatibilización de lo viejo
senta se produjeron, dentro del sistema, y lo nuevo hará cambiar el panora-
importantes modificaciones en la es- ma político. El autoritarismo seguirá
tructura de relación entre las «familias» manifestándose tanto a nivel de las
del régimen. El proceso de consolida- estructuras del régimen cuanto a nivel
ción en las esferas de dominio de una del comportamiento real del mismo
nueva clase de expertos, el declinar de y, a pesar de ciertos momentos de
la élite tradicional y su sustitución por flexibilidad, aparecerá cuando las cir-
otra modernizadora, el paso a un se- cunstancias amenacen con poner en
gundo plano de la oligarquía agraria, el peligro los intereses dominantes o las
nuevo aire que el capitalismo comenzó «bases inalterables» del sistema. Junto a
a insuflar en la política de pervivencia esta realidad empezaron a introducirse
del régimen y, en fin, la inspiración de algunos cambios que interesaban al
una pujante clase media (pronto iden- desarrollo económico del país, el cual
tificada con la «mayoría silenciosa»), sentía la necesidad de nuevos mercados
supuso no solo una profunda evolución y más altas cotas de consumidores. Así
en la sociedad española, sino también, pues, trató de procurar eliminarse todo
un cambio en la estructuración ideo- aquello que condenaba al régimen ante
lógica del régimen. El aperturismo de la Europa democrática, lo que ponía
esta época y la búsqueda de nuevas en peligro el turismo en auge y lo que
legitimidades de ejercicio, van a forzar ahuyentaba la inversión del capital
a los grupos dominantes de la dictadura extranjero (Moya, 1975: 230-238).
a una empresa de supervivencia basada La aristocracia financiera, los nuevos
en la actualización de los ingredientes directores, los tecnócratas y los ejecuti-
ideológicos fundacionales de la dicta- vos, «grupo minoritario con un enorme
dura. A pesar de ello, la consistencia poder político» (Tezanos, 1975: 164),
de esta mutación siempre se mostrará influirán decisivamente en esta nueva
frágil, en parte por la subsistencia de etapa, atrayendo hacia el régimen a
los viejos aparatos de poder heredados los nuevos segmentos de clases medias,
de épocas anteriores, en parte por la que acabarán bebiendo de los nuevos
debilidad del nuevo convencionalismo ingredientes ideológicos elaborados por
ideológico a que se acudió. Así, la co- la dictadura.
existencia en la escena política de las En efecto, el empeño renovador iba
fuerzas del Movimiento y de las que dirigido fundamentalmente a imbuir

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Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

en la clase media «de ascenso inconte- conservación a ultranza de la situación


nible» las apetencias de una sociedad encarnada por el régimen.
de consumo y desarrollo (Murillo La combinación de aquellos ele-
Ferrol, 1959: 67). La esperanza de mentos ideológicos que al capitalismo
consolidar una mesocracia que «evite tecnocrático y desarrollista interesaba,
extremismos», que crea que se afirma a con el respeto al legado de «lo intoca-
sí misma afianzando el régimen político ble» heredado de las décadas anteriores,
y económico en el que se desenvuelve, mostrará, sin embargo, una complica-
será el ansiado señuelo de la ideolo- da tarea que terminaría revelando el
gía tecnocrática dominante. Todo un elevado grado de incoherencia de la
imaginario del tardofranquismo giró ideología resultante. El problema llegó
en torno al mito del triunfo mesocrá- a hacerse especialmente difícil cuando
tico, elemento de estabilidad social se enfrentó la visión rígida, paternalista
que permitía augurar el fin de la lucha y elitista del pasado con otra en la que
de clases, convertida en un atavismo las circunstancias exigían ilusionar a las
histórico definitivamente superado, lo clases medias con el reclamo del pro-
mismo que los radicalismos políticos tagonismo económico y social. Dejar
derivados de ella. El propio Franco se deliberadamente en una «permanente
vanagloriaba de que la clase media y su minoría de edad política» a estas clases
ensanchamiento habían sido obras de mesocráticas resultó una contradicción
su régimen a través del desarrollismo que pronto fue percibida y comenzó a
de la década de 1960: «la clase media manifestarse a diario, cuando la dicta-
llega a los puestos más encumbrados dura tuvo que frenar autoritariamente
de todas las profesiones [...]. Se ve en el las demandas democráticas que estos
Ejército, en la magistratura, en la medi- nuevos sectores comenzaron a expo-
cina, en la ingeniería. Todos los que han ner y defender (Ramírez, 1978: 99). El
sobresalido proceden de ella, y aun de la continuo juego de avanzar y retroceder
más modesta, o sea la pobre» (Franco propio del tardofranquismo terminó so-
Salgado-Araujo, 1976: 238). Este sector cavando la credibilidad misma sobre lo
«esencialmente conservador», al ser «el viable de la nueva ideología, contestada
más sensible a las alteraciones sociales por ambos lados: por el que procedía
y económicas que parecieran poner en del aparato institucional y político (el
peligro su grado relativo de bienestar llamado «búnker»), que se aferraba al
subjetivo», mostraría «una especial mismo, y por el que se encontraba fuera
sensibilidad para el orden público» y aspiraba a entrar en él. La crisis de
(Murillo Ferrol, 1974: 565). El anda- este dilema encontró su más evidente
miaje ideológico para ella montado expresión a comienzos de la década de
aspiraba precisamente eso: que uniera 1970, en los años que jalonaron el final
su preocupación por el orden público del régimen de Franco y lo dibujaron
con el riesgo de sus intereses y con la como un camino sin futuro.

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Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

2.1. Desarrollismo y tecnocracia En España, la locución «desarrollo


económico» comenzó a cobrar pro-
tagonismo en el lenguaje político de
El concepto de desarrollo, que in-
los años cincuenta, cuando el país dio
cluye los cambios sociales, políticos y
los primeros síntomas de crecimiento
culturales a que da lugar la prosperidad
después de la Guerra Civil, y particu-
material, comenzó a ser discutido tras
larmente desde 1957, cuando llegaron
la II Guerra Mundial y los años in-
al Ejecutivo algunos miembros del
mediatamente posteriores, cuando los
Opus Dei, los denominados ministros
países industrializados (ricos, desarro-
tecnócratas. Se produjo entonces un
llados) de Occidente se interesaron, ya
giro radical en la política económica
en el marco de la Guerra Fría, por las franquista, cuya manifestación más cla-
condiciones de pobreza, analfabetismo, ra fue el Plan de Estabilización de 1959,
enfermedad y alta mortalidad de los que abrió las puertas al intenso desa-
países atrasados (pobres, subdesarro- rrollo económico de los años sesenta y
llados), donde predominaba un sector primeros de los setenta. La influencia
agrario poco productivo. La búsqueda del Opus Dei, una suerte de doctrina
de caminos por los que los habitantes católica neocalvinista defensora de la
de estos países pudieran escapar de la sacralización de la riqueza económica
miseria y disfrutar de una prosperidad y, por tanto, promotora de una nueva
creciente, dio lugar a un cuerpo de di- visión del catolicismo español, tradi-
versas doctrinas con una fuerte carga cionalmente anti o precapitalista, fue
de controversia entre ellas (Bell, 1987: decisiva en este cambio, pues consiguió
818). Surgieron entonces expresiones imponer en la acción de los gobiernos
relacionadas, como «países en vías de franquistas principios de racionalidad
desarrollo» o como «desarrollismo», y eficiencia económicas que habían es-
que servirían para caracterizar la co- caseado hasta entonces (Rama, 1976:
rriente de pensamiento económico que 375-378). Dos de sus ideólogos más
ha hecho del desarrollo material el representativos, Gonzalo Fernández
centro de sus reflexiones, con eviden- de la Mora y Laureano López Rodó,
tes influencias sobre otras disciplinas trataron de fundamentar teóricamente,
sociales; pero también valdrían para de- en los años sesenta, este nuevo conser-
signar políticas aplicadas por gobiernos vadurismo autoritario basado en la
de diferente signo político en los países tecnocracia: el «Estado tecnoautorita-
atrasados al objeto de resolver sus rio». Ambos partieron de considerar el
problemas (Bobbio y Mateucci, 1982, desarrollo económico y su correlativa
I: 523), sin olvidar tampoco que con modernización social como necesidades
frecuencia han sido términos usados prioritarias del país, para lo que eran
con sentido peyorativo por sus críticos imprescindibles formas de organización
(Hodara, 1975). política y económica más racionaliza-

32
Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

das que las vigentes hasta entonces. El régimen franquista consiguió así
López Rodó, incluso, llegó a plantear una nueva legitimación, y su objetivo
una nueva forma de legitimidad para político de desarrollo a ultranza se con-
la figura carismática de Franco como virtió en una ideología, el «desarrollis-
catalizador de los impulsos endógenos mo», que sustituyó parcialmente a las
hacia el desarrollo económico (Gonzá- demás (De Miguel, 1972: 264). Incluso
lez Cuevas, 2005: 203-204). los falangistas, otrora defensores de la
Sobre estas bases, el Estado asumió «revolución nacionalsindicalista», se
la responsabilidad de favorecer el de- adhirieron a la misma: «La revolución
sarrollo económico español, y lo hizo se llama hoy desarrollo», sostenía
a través del modelo de planificación José Miguel Ortí Bordás, vicesecreta-
indicativa, tomado de Francia, país de rio general del Movimiento en 1969,
donde provino la principal influencia mientras que el propio Franco deseaba
teórica al respecto, la del economista aglutinar todas las «familias» políticas
François Perroux (Prados Arrarte, del régimen en la nueva «empresa na-
1965: 149). Entre 1964 y 1975, se es- cional», al decir un año antes que «el
tablecieron tres Planes de Desarrollo, desarrollo no puede ser obra exclusiva
pero, como paso previo, en los prime- de unos gobernantes o técnicos. Es
ros años sesenta hubo un aluvión de una empresa nacional» (Rebollo Torío,
publicaciones por parte de políticos y 1978: 148-149). En efecto, el «Caudi-
cuadros del régimen (Manuel Fraga, llo» introdujo en los sesenta el término
Alberto Ullastres, Higinio Paris Eguilaz desarrollo en sus discursos, aunque no
o Laureano López Rodó) defendiendo y solo con un sentido económico, sino
justificando la planificación económica también social y político. En 1961 ha-
como «la única posibilidad para lograr blaba de «acrecentar la prosperidad y
el desarrollo español», aunque hubo desarrollo material, cultural y moral de
también críticas procedentes de enti- la colectividad»2; en 1964 insistía en el
dades como las Cámaras de Comercio «esfuerzo de crear una gran obra de jus-
o la Organización Sindical (Perdices ticia social y de desarrollo económico»3,
de Blas y Reeder, 2000: 266-277). La y en 1967 asumía que «así como hay
importancia del desarrollo en el uni- un desarrollo económico y cultural,
verso ideológico del franquismo tuvo ha de haberlo correlativo y paralelo,
un claro reflejo en el organigrama del de tipo social y político», reconocien-
Estado: en 1967, la Comisaría del Plan do que «en los últimos tiempos se ha
de Desarrollo, adscrita hasta entonces hablado bastante, como una necesidad
a la Presidencia del Gobierno, adquirió del desarrollo político, de la oposición
rango de Ministerio, y en 1973 pasó a
denominarse Ministerio de Planifica- 2
BOCE, nº 700, de 3 de junio de 1961, p.
ción del Desarrollo. 14.624.
3
BOCE, nº 848, de 8 de julio de 1964, p.
18.047.

33
Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

institucionalizada» (Cillán Apalategui, régimen, facilitando lo que entonces


1970: 126-127). se llamó eufemísticamente «contraste
Verdaderamente, el desarrollo eco- de pareceres», pero en modo alguno
nómico trajo consigo profundas trans- tolerando la existencia de los grupos
formaciones en la sociedad española, políticos de oposición al régimen. De
que junto con otros cambios de orden ahí que para algunos estudiosos, el
general, como la secularización y la cri- decenio de 1960-1970 pudiese califi-
sis del catolicismo, sumieron al régimen carse como «de desarrollo económico
en una grave crisis de identidad. Desde y subdesarrollo político» (Díaz, 1974:
su interior, algunos de los políticos más 243) o que «el desarrollo económico
sensibles a estos cambios, como Ma- fuera muy por delante del desarrollo
nuel Fraga, trataron de definir el tipo político» (De Miguel, 1972: 244).
de desarrollo político que convenía al Muy ligado al concepto de desa-
desarrollo económico alcanzado por el rrollo, el término «tecnocracia» apa-
país, identificando una opción de «cen- reció en el ámbito político, primero en
tro» consistente en incorporar políticas Estados Unidos y después en Europa,
graduales y reformistas de evolución en los años treinta, para designar un
hacia la democracia, que era el régimen nuevo sistema y una nueva filosofía de
político más apropiado para la nueva gobierno que propugnaba desplazar a
clase social, la clase media, predomi- los políticos profesionales de los pues-
nante en España (González Cuevas, tos dirigentes de la Administración y los
2005: 220-223). De esta manera, desde Estados, y colocar en ellos a técnicos,
los últimos sesenta y hasta los años de científicos o expertos en sectores pro-
la transición, el desarrollo político –un ductivos o de conocimiento, a quienes
concepto que había tomado carta de se creía más capacitados para raciona-
naturaleza en la sociología política en lizar la actividad política y asegurar el
el decenio de 1960, entendido como un desarrollo social y económico (García-
proceso de aproximación gradual a la Pelayo, 1974: 32).
democracia occidental (Garcés, 1975)- La incorporación definitiva al len-
alcanzó en España tanta relevancia guaje político español del concepto
como el desarrollo económico. Pero tecnocracia se produjo durante la
en el desarrollo político de finales del dictadura franquista. Ello coincidió
franquismo no se pretendía llegar a una con el renovado predicamento que la
verdadera democracia, sino a la conso- «ideología tecnocrática» alcanzó en
lidación de la «democracia orgánica» el ámbito académico tras la II Gue-
que había consagrado la Ley Orgánica rra Mundial, particularmente en los
del Estado en 1967. Se trataba, así pues, años sesenta, cuando la prosperidad
de permitir un cierto pluralismo y de económica hizo que en algunos países
reconocer la capacidad de asociarse a pareciera posible erradicar definitiva-
las diferentes «familias» políticas del mente la miseria y atenuar los conflictos

34
Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

sociales (Meynaud, 1968: 11-18). En nocracia», y al año siguiente señalaba


esta ola se inscribe el libro El crepús- que «la tecnocracia es el gobierno de
culo de las ideologías (1965), donde el los expertos, pero sin el control de la
diplomático y futuro ministro de Obras democracia». Algo después, en 1971,
Públicas Gonzalo Fernández de la Mora el economista Funes Robert insistía en
afirmaba la progresiva superación de la revista Índice en que los gobiernos
las ideologías y de la política, como tecnocráticos eran aquellos que situa-
consecuencia del desarrollo económico ban «la capacidad de hacer y resolver
propiciado por la ciencia y la técnica. por encima de la capacidad de hablar y
Otros autores, en cambio, tildaron dialogar» (Lucas Verdú, 1973, I: 183).
estas tesis de «materialistas» desde una De esta época data, asimismo, la obra
perspectiva católica (Perea Morales, El desarrollo político de Manuel Fraga,
1966: 50-67; Vallet de Goytisolo, 1975: pródiga en críticas a «los excesos de la
75-77) o, reconociendo la incidencia del tecnocracia», «una tecnocracia fría y
fenómeno tecnocrático en la política, absolutamente absorbente», que había
propugnaron fórmulas más equilibra- llenado el lenguaje de «expresiones
das que hicieran compatible la demo- como ‘estructura’, ‘componente’, etcé-
cracia «con las exigencias de una socie- tera» (Fraga Iribarne, 1975: 40, 50 y
dad dominada por la técnica» (Marcos 74). La insistencia del ex ministro de
de la Fuente, 1968: 87). En el terreno Información y Turismo en sus críticas
directamente político, la definición de a la tecnocracia debe enmarcarse en su
tecnócratas se aplicó habitualmente al antagonismo personal y político con el
grupo de técnicos y políticos, la mayo- sector tecnócrata del Gobierno, que le
ría de ellos miembros de la organización había ganado claramente la batalla en
católica Opus Dei, que dirigieron la la crisis política de 1969, provocada
economía española entre finales de la por el «affaire Matesa». Tales fueron
década de los años cincuenta, a partir también las motivaciones del periodis-
de la entrada en el Gobierno en 1957 ta Emilio Romero, director del diario
de Alberto Ullastres y Mariano Navarro Pueblo, en su «ofensiva ideológica
Rubio como ministros de Comercio y contra la tecnocracia ascendente». Suya
Hacienda, respectivamente, hasta los sería una despiadada caracterización
primeros años del decenio de 1970. La de los tecnócratas fechada en 1970:
palabra «tecnócrata» llegó a convertir- eran «los solucionadores, los gerentes,
se en «palabra-testigo», clave en el vo- los muchachos que se han hecho estos
cabulario político español de la época últimos años en las Universidades», en
(Rebollo Torío, 1978: 26). La revista definitiva, «esa nueva clase de políticos
Cuadernos para el Diálogo afirmaba, que pediría urgentemente Stalin para
en 1964, que se había hecho presente hacer los planes quinquenales [...],
«en el mundo de la cultura occidental mientras purgaba a la vieja guardia de
un nuevo mito [...] de tecnócratas y tec- los retóricos» (Moya, 1984: 133).

35
Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

Más allá de la feroz diatriba de 2.2. Apoliticismo y


los «azules» contra los tecnócratas desmovilización
del régimen, el término, cargado con
La «política sin política» apadrina-
frecuencia de una connotación peyo-
da por los tecnócratas encajó a la per-
rativa, tendrá una utilización asidua
fección con la dictadura por cuanto esta
en los ambientes políticos contrarios a
quiso ser siempre, por encima de sus
la dictadura. Para la izquierda radical,
azares y avatares, un régimen antipo-
sería un instrumento al servicio del
lítico, cuyo ideal era la despolitización
capital en las sociedades industriales,
de los españoles. Franco identificaba a
dirigido a la despolitización de las ma-
la política y a los políticos con el libe-
sas y a asegurar el control del poder de
ralismo decimonónico, un siglo que el
los grupos económicos dominantes. A
dictador hubiera querido borrar de la
comienzos de los años setenta, el eco-
historia de España. Para él la política
nomista Juan Martínez Alier se refería
era prácticamente sinónimo de intrigas,
con frecuencia a los tecnócratas del
conspiraciones, corruptelas y charlata-
Opus Dei, ironizando sobre su escasa
nería. Una actitud que se resume bien
cualificación técnica y denunciando la
en la famosa anécdota en la que el
fragilidad del modelo económico que
«Caudillo» no dudaba en aconsejar a
promovían, basado a su juicio en la
un joven interlocutor preocupado por
acumulación de capital a expensas de
cierta situación delicada, potencial-
la clase obrera (Esteban de Vega, 2008:
mente conflictiva: «Haga como yo, no
1.133). Con sus eminentes aptitudes y
se meta en política» (Redondo, 1999:
el don de la eficacia, al tecnócrata se
80). Así pues, el régimen buscó, salvo
le otorgaba la capacidad de descubrir
en los momentos en los que por alguna
las soluciones a los problemas precisos
circunstancia interesaba la movilización
planteados por la práctica y ordenaba
de grandes sectores del país en algún
su remedio. Pero, en realidad, la tecno-
aspecto concreto y siempre en beneficio
cracia no decidía, sino que disponía de
de la política dominante (el problema
un campo de acción limitado: «inge-
de Gibraltar, campañas movilizadoras
nieros convertidos en administradores,
«contra Europa» durante la etapa de
ejecutan las órdenes del poder político
ostracismo internacional, manifesta-
que dispone de ‘estrategias variables’».
ciones «espontáneas» de lealtad en la
Así pues, el poder se imponía a la tecno-
Plaza de Oriente), el apoliticismo y la
cracia sin delegar las opciones decisivas.
apatía entre la sociedad. Ambas notas
Los tecnócratas «proponen soluciones a
acabaron originando en la mentalidad
los problemas oficialmente reconocidos
de los españoles no solo un rechazo a
y formulados, y el poder estatal elige
la política sino también un profundo
entre ellas» (Lefebvre, 1972: 20-21).
escepticismo hacia el mismo sistema
instituido.

36
Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

La despolitización, fruto de un que- sociedad hacia todo el régimen en sí


rido proceso de alienación basado en (mundo sindical, agencias de burocracia
aspectos y asuntos que abiertamente estatal, sistemas de selección). Llegaron
reforzaban el sistema, iba acompañado a ser buenas pruebas de ello los eleva-
de un cierto tinte de desprecio hacia los dos índices de abstención en gestiones
políticos-ideólogos. Rafael Calvo Serer, locales y provinciales, y las dudas sobre
perteneciente al sector liberal del Opus la utilización de la participación en con-
Dei, el lobby eclesiástico-político que sultas electorales a nivel municipal. Se
en la década de los años sesenta im- hizo cierta, durante los últimos años del
pulsaba desde el Gobierno una honda franquismo, la máxima según la cual
transformación de la sociedad española, «el grado de participación corre parejo
manifestaba que el político necesitaba al grado de creencia en la utilidad de
«ser en cierto modo técnico y científico la misma» (Lipset, 1960: 143). Y, claro
[...]. El progreso no se logra mediante está, la conciencia de la inutilidad fue
revoluciones, sino a través de tecnifica- muy grande en una estructura en la que
ción y de la aplicación de los avances las decisiones y las personas se daban
científicos». El tenor literal de estos y ya tomadas o designadas desde las ins-
otros escritos del momento generaban tancias superiores del poder.
una «no política», planteada como la Franco se sintió satisfecho con
consecuencia obligada de la «revolu- esta masiva despolitización que había
ción científica» que estaba afectando afectado, sobre todo, a la mentalidad
al mundo moderno y que suponía la de los trabajadores: «Hoy el obrero
definitiva superación del liberalismo [...] viste decentemente, va al cine, al
y el advenimiento de un nuevo tipo fútbol, a los toros, tiene televisión»
de hombre político (Díaz, 1983: 58). (Franco Salgado-Araujo, 1976: 622).
Eran tiempos en los que Fernández El consumo sirvió, en efecto, como
de la Mora aseguraba que «estamos sustitutivo de la política y como meta
en el orto de un entendimiento más colocada ante los ojos de los nuevos
humano y más racional de la política», beneficiados por el desarrollismo.
una racionalización que implicaba el Los medios de comunicación social
vaciado de contenido de la política y jugarán un papel muy importante,
su sustitución por la economía y las sobre todo la televisión, que «entrará
ciencias sociales (Fernández de la Mora, en los hogares» no con asepsia, sino
1965: 159). como firme sostén de lo establecido y
La provocada apatía, imprescindi- como herramienta consolidadora de la
ble para la pervivencia de las pautas ideología vigente (Palacio, 2012). De
políticas autoritarias, corrió mucho igual modo, el régimen instrumentó el
más allá del campo estrictamente po- deporte-espectáculo, y especialmente el
lítico, llegando a constituir un fondo fútbol, como elemento de legitimación
de escepticismo de gran parte de la del poder y de la desmovilización social.

37
Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

Convertido en símbolo de la rehabili- mucho interés por la política («poli-


tación internacional del régimen y de tizados») representaban solo el 5%.
los éxitos económicos de los sesenta, El número de ciudadanos sensibles a
el Real Madrid se convertiría en me- la política, con poco interés o regular
dio de propaganda a escala popular, alcanzaba un 31%, y aquellos absolu-
dentro y fuera del país. El ministro tamente despolitizados superaban el
secretario general del Movimiento, 55% de la población (Sastre García,
José Solís, afirmaba en 1959 que «el 1997: 76-77). La comparación de los
Madrid» había hecho «mucho más que resultados del sondeo con la informa-
muchas embajadas desperdigadas por ción respecto al interés por la política
esos mundos de Dios». El régimen se en otros países durante aquella época,
rindió, pues, a los enormes beneficios proporciona una idea de la dimensión
que le reportaba el deporte de masas, al de la despolitización inoculada a la
mismo tiempo como factor de cohesión sociedad española por la dictadura. El
social y válvula de escape de todo tipo porcentaje de los politizados era nueve
de frustraciones. Es por eso que afirma- veces menor que el que registraba Esta-
ba el escritor falangista Rafael García dos Unidos en 1963, ocho veces menor
Serrano en el diario Arriba: «¿No se que el que se daba en Inglaterra, once
adivina el espléndido porvenir de la veces inferior al que registraba Alema-
Hispanidad simplemente con pasar los nia, cinco veces inferior al de México
domingos un par de horas en cualquier y aproximadamente cuatro veces más
estadio?» (Shaw, 1997: 93). pequeño que el de Italia (Almond y
Así pues, apoliticismo, apego a los Verba, 1963: 276). Por consiguiente,
hábitos tradicionales, inmadurez políti- la transición política vino precedida
ca, confianza en las autoridades fuertes, de un estado anímico social que estuvo
superstición del orden público y estabi- dominado por la apatía política.
lidad (Rodríguez Ibáñez, 1987: 12-20)
hicieron del franquismo «una forma
de vida de los españoles [...] asociada 3. Conclusiones
a un curso histórico involutivo y una
política aberrante, caracterizada por Ya se apuntó al comienzo del ar-
el despotismo, [...] la obsesión por el tículo que resulta imposible definir
orden y el moldeamiento de la sociedad una cerrada «ideología franquista». A
a la propia imagen y semejanza como la vista del abanico ideológico que se
consecuencia» (López Pina y López acaba de desplegar no cabe más que
Aranguren, 1976: 213-214). Según un confirmar esta hipótesis. Sin embargo,
sondeo mensual realizado entre 1971 y esta primera conclusión no debe ha-
1973, el nivel medio general de interés cernos caer en el error de pensar que
por la vida política entre los españoles el franquismo careció por completo de
era casi nulo: los que confesaban tener ideología y se refugió en lo que Theo-

38
Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

dor Geiger (1932: 77-79) denominaba y coherencia a determinadas políticas


«mentalidades»: modos de pensar o conformadoras de la realidad pública.
sentir, más emocionales que raciona- En principio, cada una de las «fami-
les, «predisposiciones psíquicas» que lias» de la dictadura aportó al conjunto
proporcionan fórmulas generalmente la parte más característica de su credo.
estereotipadas de reaccionar ante di- Así, los militares se distinguían por el
ferentes situaciones. Es verdad que los autoritarismo, los monárquicos por el
elementos que acabamos de ver eran conservadurismo nacionalista, los fa-
plurales y ambiguos, a veces incluso langistas por el «tercerismo» anticomu-
contradictorios, pues surgieron de la nista y antiliberal, los tecnócratas por
confluencia de varias líneas de pen- el desarrollismo, etc. Si la correlación
samiento; y también lo es que todos hubiera sido perfecta o si no hubiese
ellos poseían un carácter de concepción existido esa pluralidad de familias y de
difusa, escasamente elaborada, orienta- versiones predominantes en cada una
da hacia el pasado, de tenue densidad de ellas, el régimen se habría deslizado
teórica, todo ello en la medida en que hacia una sola ideología totalitaria o
eran compartidos por un amplio grupo hacia una estructura muy mecánica en-
de «familias» políticas. Pero, a la vez, tre las diferentes líneas de pensamiento.
no puede obviarse la capacidad de co- En la práctica ocurrió que casi todos los
herencia que esos postulados ofrecieron componentes ideológicos que hemos
tras ser codificados por los ideólogos reseñado como fundamentales apare-
del sistema, a veces intelectuales bien cían en casi todas las familias; es decir,
asentados en las estructuras del poder, que las distintas familias se hallaban
de acuerdo con los intereses muy espe- ideológicamente emparentadas. Franco
cíficos de supervivencia y progreso de actuó como armonizador de todas ellas
ciertos grupos, y conforme a un esque- y la unificación en torno al Movimiento
ma teórico. La unión y sistemática de Nacional facilitó a los diversos grupos
todas las piezas que conformaban el su perpetuación en el poder. El hecho de
corpus ideológico del franquismo puede que los sucesivos Gobiernos de Franco
parecer floja o inexistente a un observa- fueran «de concentración» o «multico-
dor superficial, pero no es así cuando se lores» no era más que una consecuencia
las contempla desde un punto de vista obligada de ese planteamiento político.
científico. En definitiva, aunque a nivel Su supervivencia dependía de que tu-
de la base popular el régimen de Franco vieran representantes de las distintas
careció efectivamente de una ideología «familias» y que estos expresaran los
articulada, a nivel de élites de pensa- particulares elementos de su respectiva
miento –y sin que hagamos intervenir ideología. La tendencia monocolor de
la dimensión «originalidad»- sí hubo algunos gobiernos (como los falangis-
una minoría creadora de un reperto- tas de la inmediata postguerra o el de
rio de conceptos que dieron sentido 1969, de predominio tecnócrata) debe

39
Estudios Internacionales 180 (2015) • Universidad de Chile

ser consideraba como algo excepcional ralizada; tenía un algo de adaptación


e indicador de momentos de crisis. Un biológica que lo hizo particularmente
completo monopolismo ideológico escurridizo para ser analizado.
habría representado el fin conceptual Así pues, el sutil juego político del
del franquismo. régimen franquista consistió en la
Las tradicionales dificultades taxo- cooperación de una serie de intereses
nómicas en la materia han obedecido, ideológicos preocupados no tanto en
sobre todo, a la expresa oscuridad del poner en marcha, en implantar su pro-
propio objeto de investigación. De ahí pia concepción política, como en evitar
la tentación mostrada por algunos es- que se destacara el perfil de la ideología
tudiosos –como el propio Linz (1974)- contraria. Se trataba de un poder para
de agarrarse al concepto geigeriano de poner obstáculos a que triunfaran los
mentalidad, porque en la práctica hasta otros, en lugar de procurar llevar a cabo
los más notables ideólogos evitaban lo que se consideraba realizable. De ahí
atribuirse ese rol. No era tanto que las veces que en los discursos políticos
con el franquismo hubiera llegado el importantes se apelaba a la Guerra
«fin de las ideologías», como pretendía Civil, al enemigo, a los contrarios, los
Fernández de la Mora (1965), sino que traidores, los que se oponían a una
desaparecieron los ideólogos que se u otra medida, los que se desviaban
hicieran responsables de la definición de la unidad, los «tontos útiles» y los
de un sistema con cuyo credo no se «compañeros de viaje», casi siempre de
sentían por completo solidarios. Sirvan forma innominada.
a este respecto las ilustrativas palabras Otra manifestación paralela de ese
de Manuel Fraga a Porcel (1971): «Yo hecho era que las ideologías que hemos
nunca he sido un hombre de ideología estudiado solían afirmarse negando su
[...]. Yo nunca he creído que la solución contrario. Así, por ejemplo, se expresa-
de España ni la de ningún país esté en ban más contra la forma republicana
una ideología estrecha [...]. Más que en que en pro de la monarquía, contra
función de una ideología, he operado el sufragio universal que a favor del
en función de la realidad, y lo he hecho sistema orgánico, etc. Esto era así a
con optimismo, para mejorar». Si algu- pesar de que en muchas declaraciones
na ideología alcanzó su «crepúsculo» (típicamente las de José Antonio Pri-
durante el franquismo, esta fue la de mo de Rivera) se hacía una mención a
aceptar el factor común a todas ellas, el que «no somos anti-nada», «somos el
no situar ninguna posición en contra, el anti-partido», entre otras. En realidad,
sustituir con truismos la aceptación de este modo de proceder concordaba
políticas alternativas y el hilvanar las perfectamente con un corpus ideoló-
palabras que mejor sonaban. Habrá que gico ciertamente muy ambiguo (llama
repetir una vez más que el franquismo la atención la ausencia casi total de la
fue todo menos una ideología mine- palabra «programa») cuyas diferentes

40
Miguel Ángel Giménez Martínez
El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación

piezas debían cohabitar en un estrecho Arias-Salgado, Gabriel (2004), Textos de


espacio político, en obligada colabo- doctrina y política de la información.
Madrid: Secretaría General del Ministerio
ración y con el consiguiente peligro de de Información.
conflicto entre ellas. El rechazo de las Arrese, José Luis (1940), La revolución social
declaraciones afirmativas llegaba al del nacional-sindicalismo. Madrid: Edi-
extremo de la no identificación con la tora Nacional.
Artola, Miguel (1975), Partidos y programas
propia ideología, la que con mayor o
políticos (1808-1936), 2 vols. Madrid:
menor entusiasmo se apoyaba. Era muy Aguilar.
corriente la manifestación expresa de Bell, Clive (1987), «Development economics»,
los tradicionalistas que deseaban pasar en Eatwell, John, Murray Milgate & Peter
por falangistas, de los tecnócratas que Newman, The New Palgrave. A Dictionary
of Economics. Londres: The Macmillan
detestaban esa etiqueta, de los monár- Press, pp. 818-825.
quicos que se acogían al amplio amparo Bobbio, Norberto y Nicola Mateucci (1982),
del Movimiento, de los católicos que Diccionario de política, 2 vols. Madrid:
intentaban pasar por técnicos, etc. En Siglo XXI.
Botti, Alfonso (1992), Cielo y dinero. El na-
suma, todos estos mecanismos –no
cionalcatolicismo en España (1881-1975).
hace falta decirlo- hacen muy difícil la Madrid: Alianza.
labor de «entomología ideológica» del Boyd, Carolyn P. (2000), Historia patria.
franquismo que hemos ensayado en las Política, historia e identidad nacional en
España: 1875-1975. Barcelona: Pomares-
anteriores páginas. Distribuir etiquetas
Corredor.
en estas condiciones resulta una labor Bozal, Valeriano (1975), «Filosofía e ideología
harto desagradecida para el científico burguesas en España», Zona Abierta, nº3,
social, como ya habrá concluido el pp. 89-107.
lector. Bozal, Valeriano (1975b), «Cambio ideológico
en España (1939-1975)», Zona Abierta,
nº5, pp. 61-76.
Calvo Serer, Rafael (1949), España sin prob-
Bibliografía lema. Madrid: Rialp.
Carrillo, Santiago (1976), PCE, Partido Co-
Almond, Gabriel Abraham & Sydney Verba munista de España. Barcelona: Avance-
(1963), The Civic Culture. Political At- Mañana Editoriales.
titudes and Democracy in Five Nations. Casanova, Julián (2009), La Iglesia de Franco
Princeton (NJ): Princeton University Press. [2001]. Barcelona: Crítica.
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