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El Corpus Ideologico Del Franquismo
El Corpus Ideologico Del Franquismo
Resumen
*
Investigador del Departamento de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid.
miguelangelgimenezmartinez@gmail.com. Recibido el 5 de mayo de 2014; aceptado
el 26 de enero de 2015.
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Abstract
Due to its long duration and to the plurality of groups it relied upon, it
is hard to identify a single ideology or a clear political program within
Franco’s dictatorship. In contrast with Italian Fascism or German Na-
zism, Francoism based its ideological conglomerate on various principles,
the defence of which was agreed by regime «families». However, these
doctrinal grounds did not subsist unvaried, but adjusted to circumstances
and evolved according to the system’s survival needs. The aim of this
article is to point out the elements of continuity and change of this corpus
of ideas by gathering a good share of the dispersed existing literature so
as to generate an organized and integrated proposal.
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El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y elementos de renovación
Desde que Juan José Linz (1964: el franquismo ha sido subrayada por
295) señalara la existencia de una otros muchos autores, aunque no to-
«mentalidad peculiar» en el franquis- dos coincidentes en su caracterización.
mo en contraposición a la «ideología Como propiamente fascista fue definida
elaborada y directora» propia de los por Carme Molinero y Pere Ysàs (2003:
regímenes totalitarios, los estudiosos se 48), dados su nacionalismo radical con
han dividido en torno a la cuestión de si vocación imperialista, su antimarxismo,
había o no una «ideología franquista». su antiliberalismo y su anticapitalismo
En esta línea, Amando de Miguel (1975: formal, aunque no dejaron de apuntar
237-352) llegó a identificar hasta once la singularidad del fuerte peso del tra-
mentalidades ideológicas presentes en dicionalismo católico y el protagonismo
el régimen de Franco: autoritarismo militar. Más frecuente, incluso entre
básico, regeneracionismo corporati- aquellos que han afirmado el carácter
vista, conservadurismo nacionalista, fascista de la dictadura, es la atribución
tercerismo utópico, triunfalismo im- de una ideología no fascista. Así, Raúl
perial, nostalgia liberal, nacional-cato- Morodo (1985: 17-18) insistió en la
licismo, catastrofismo antropológico, importancia del nacionalismo católico
paternalismo elitista, tecnocratismo y reaccionario de Acción Española. Ya
desarrollista y populismo aperturista. antes, Fernando Urbina (1977) había
También Salvador Giner y Eduardo identificado en el franquismo «un con-
Sevilla Guzmán (1975) pensaban que glomerado ideológico», nacionalcatóli-
al franquismo le faltaba una «ideología co, que entrañaría una concepción esen-
oficial», e incluso hablaban, a este res- cialista de la nación española, en línea
pecto, de «analfabetismo ideológico». con una identidad católica y españolista
Ideología, comentaban, tenía Falange, que en última instancia remitía al siglo
pero tras su marginación del poder tras XVI como modelo histórico. De manera
la II Guerra Mundial se acabó su capa- similar, Alfonso Botti (1992: 149-194)
cidad para trasmitirla a la dictadura. ha localizado en el nacionalcatolicis-
Así que a la «ideología restringida» mo la esencia ideológica del régimen,
no le quedó otro remedio que asumir aunque subrayando los elementos
los segmentos ideológicos más tópicos, económicamente modernizadores de
es decir, el rechazo de los partidos, la ese pensamiento políticamente reaccio-
exaltación de la familia, el clericalismo, nario. En general, puede hablarse de la
la santidad de la propiedad privada, la existencia de un amplio consenso entre
glorificación de las Fuerzas Armadas, el los historiadores sobre los fundamentos
paternalismo tradicional católico y las nacionalcatólicos del discurso ideológi-
ideas corporativas a fin de acabar con co dominante en el franquismo. Sobre
la conflictividad. esta base y reconociendo la centralidad
En contraste, la existencia de una del ideario de Marcelino Menéndez
clara ideología, y no mentalidad, en Pelayo, primero, y de Acción Española,
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ración de la lucha de clases haciendo do, afirmaba que las diferencias entre
que todo trabajador se organizara en corporativismo y nacionalsindicalismo
sindicatos y gremios, como órganos eran sensibles: el primero sería una
directos del Estado. Su programa de solución parcial, exclusivamente eco-
Veintisiete Puntos giraba en torno a nómica, que diferenciaba además las
la creación de un Estado totalitario corporaciones del Estado, sin renunciar
formado, en lo económico, como un a la lucha de clases. Por el contrario, el
gigantesco sindicato vertical de produc- segundo sería una solución total, que
tores organizado corporativamente por iba más allá de la economía, que hacía
ramas de producción. Algunas de estas de las corporaciones parte del Estado y
ideas serían plasmadas en el Fuero del que superaba, además, la lucha de cla-
Trabajo, aprobado en enero de 1938, ses, considerando a patronos, obreros
cuyo párrafo XII declaraba que «la y técnicos una sola clase formada por
Organización Sindical se constituye elementos igualmente interesados en la
en un orden de sindicatos industriales, producción (Arrese, 1940: 15-34).
agrarios y de servicios, por ramas de ac- Consecuencia de la asunción de es-
tividades a escala territorial y nacional, tos planteamientos por el Estado fran-
que comprende a todos los factores de quista fue su concepción armónica de
la producción. Los sindicatos tendrán la realidad política, social y económica,
la condición de corporaciones de dere- y la difusión de una imagen del pueblo
cho público de base representativa [...]. español perfectamente vertebrado, en
Dentro de ellos se constituirán las aso- el que cada persona ocupaba su lugar
ciaciones respectivas de empresarios, no como individuo sino como miem-
técnicos y trabajadores». bro de las «entidades naturales de la
El nacionalsindicalismo, versión sociedad»: la familia, el municipio y el
española del corporativismo, afirmaba sindicato. Según este organicismo, cada
ir incluso más allá. José Antonio Primo cual tenía su función, sin cuestionar
de Rivera afirmaba que el Estado cor- las bases ni las consecuencias de esta
porativo era «otro buñuelo al viento», supuesta armonía. Dentro de ella, el
aduciendo que la práctica italiana capital tenía «el valor social» de promo-
dejaba intacta la herencia capitalista ver la prosperidad general, así como el
al no superar la brecha entre patronos trabajador se ennoblecía en la tarea de
y obreros y hacer del Estado el enlace con su esfuerzo contribuir «a la grande-
entre las federaciones de estos. A su za de la patria» y de la sociedad «como
juicio, «la única manera de resolver la esfuerzo común», lejos por lo tanto de
cuestión social es alterando de arriba las visiones dialécticas o conflictivas de
abajo la organización de la economía» la realidad. Como forma de mantener
(Primo de Rivera, 1971: 509-510). En unido este juego de intereses que sos-
el mismo sentido, José Luis Arrese, el tenían al régimen, fue implantándose y
economista falangista mejor prepara- divulgándose una concepción unitaria
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de la vida social, en la relación de las profusión desde los años treinta, para
regiones, en la noción de empresa y en definir el concepto: el comunismo era
la estructura sindical vertical (Fagoaga, el «terrible mal» de aquellos tiempos
1956). La perfecta armonía entre «las por su «carácter satánico», era «Luci-
tierras, los hombres y los pueblos» será, fer en la tierra», además de un «virus
a la vez, punto de partida y meta de corrosivo» del que España estaba «va-
llegada, y bajo ella quedarán ocultos cunada» (Franco Bahamonde, 1958:
los conflictos y las tensiones existentes 397). Tenía, por otro lado, un carácter
en la práctica. ajeno al ser nacional, que se «filtra-
ba», incluso «penetraba», a través de
las «quintas columnas comunistas», y
1.4. Anticomunismo y
«parasitaba» todas las organizaciones
antiliberalismo (Rodríguez Castillo, 1949: 11). Ade-
Puesto que el franquismo justificó la más, al «halagar tanto las pasiones»,
Guerra Civil como un enfrentamiento «captaba y atraía» con el fin de incitar
de España con el peligro comunista, este a la subversión, disfrazando y enmas-
desempeñaría durante toda la historia carando sus propósitos al ocultar su
del régimen una función clave como verdadera cara (Sima, 1975: 59). Por
chivo expiatorio utilizado como origen eso, la dictadura franquista constituía
de todo tipo de conflictos. Al pasar los «el castillo roquero más seguro», que
años, además, el empleo de sinónimos protegía a España de todo mal (Gómez
como «bolchevique» o, mucho más de Aranda, 1954: 31).
frecuente, «rojo», se fue reduciendo en Cuando se desataron los enfrenta-
beneficio de la palabra «comunista», mientos laborales de los años sesenta,
cuyo carácter radicalmente peyorativo como la gran huelga de la minería
ahorraba cualquier adjetivo. Por otro asturiana de 1962, las autoridades fran-
lado, el comunismo se asoció a un signi- quistas aplicaron a sus protagonistas la
ficado de conspiración, formando junto vieja teoría conspirativa anticomunista
al judaísmo y la masonería la tríada en torno a la cual venía girando el dis-
de ideologías enemigas a la sociedad curso oficial. Según esta, los comunis-
planeada por el franquismo (Álvarez tas se estaban infiltrando en todas las
Chillida, 2002: 317). Según el propio instituciones, como la Iglesia, y tenían
Franco, que transmitió su obsesión cómplices de todo tipo, incluidos los
anticomunista al Estado que dirigía, el católicos (Ysàs, 2005: 275). A los mili-
comunismo integraba tres aspectos fun- tantes de organizaciones de apostolado
damentales: la idea, la acción clandesti- seglar como la Hermandad Obrera de
na internacional y el Ejército soviético. Acción Católica (HOAC) o la Juventud
En torno a la amenaza conspirativa, Obrera Católica (JOC), la prensa del
surgió durante la dictadura un lenguaje Movimiento empezó a llamarles «filo-
específico, elaborado y difundido con comunistas», «paracomunistas», «pro-
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extranjerizante que, controlada por tanto, es mucho más que una política»
unos cuantos oligarcas, había permiti- (Marañón, 1946: 9).
do «el reinado del materialismo» y la El recelo hacia «lo liberal» tenía
anarquía, agravada hasta el límite con una doble connotación en la ideología
la II República. Hacía falta, a su juicio, del régimen. En primer lugar, era una
«rectificar los errores de un siglo» con reacción contra las instituciones repu-
un régimen como el suyo, que había de blicanas a las que con la Guerra Civil se
beber en las fuentes de «nuestras tradi- había puesto fin. El sufragio universal y
ciones, nuestras instituciones, nuestra el parlamentarismo van a constituirse
alma [...], fuentes que habían sido en objetivos a atacar y desprestigiar. Se
perdidas o contaminadas por el libera- les denigra por ineficaces y consumido-
lismo», y retornar así a las grandezas de res estériles de energías, y se les contra-
la España imperial (Franco Bahamonde, pone con la imagen enérgica de la élite
1975, I: 77-83). En realidad, el liberalis- de la dictadura, pintada con aureola de
mo no era sino un eslabón más en una infalibilidad traducida en el «sacrificio
retahíla de males que se completaban por la patria» o en el «prestar servi-
con el comunismo o el separatismo. Los cios a España». No había otra visión
círculos nacionalcatólicos encontraban de España ni a esta se la podía servir
a los culpables de tanto desafuero en desde otros planteamientos políticos,
la masonería o, con mucha frecuencia, lo que incrementaba las perspectivas de
en la Institución Libre de Enseñanza, obediencia sin discusión al régimen. El
encarnación del «liberalismo escéptico «Caudillo», el «Generalísimo», nunca
y frívolo» que contradecía la esencia podía equivocarse al interpretar lo
católica de la patria (Villaronga, 1951: que convenía al pueblo, pues el error
12). No faltaba tampoco en los discur- se encontraba en la «mera suma de
sos del propio Franco la denuncia del opiniones» no cualificadas expresadas
«espantajo capitalista y liberal» que, a a través del sufragio. Los Parlamentos,
su entender, repugnaba al pueblo (Ci- fruto de este sufragio, se revelaban
llán Apalategui, 1970: 79). Los pocos campo de «manejos para los intereses
intelectuales que en aquel clima aún se torpes» y reflejo de ideas «disgregantes
atrevían a decirse liberales reducían el y envilecedoras» (Giménez Martínez,
significado del liberalismo a un cierto 2012: 94). La política en España pasa-
talante de tolerancia y generosidad con ba por las «diáfanas y trascendentales
el contrario. Como afirmaba Gregorio consignas» expresadas desde el poder,
Marañón, «ser liberal es, precisamente, para que en un futuro «el pueblo sea,
estas dos cosas: primero, estar dispuesto de verdad, uno y libre, porque no será
a entenderse con el que piensa de otro consultado, sino dirigido» (De Echarri,
modo; y segundo, no admitir jamás que 1975: 48-49). En el mundo alejado del
el fin justifica los medios [...]. El libera- ideal franquista, lleno de egoísmos,
lismo es, pues, una conducta y, por lo tradicional enemigo del bien que el
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das que las vigentes hasta entonces. El régimen franquista consiguió así
López Rodó, incluso, llegó a plantear una nueva legitimación, y su objetivo
una nueva forma de legitimidad para político de desarrollo a ultranza se con-
la figura carismática de Franco como virtió en una ideología, el «desarrollis-
catalizador de los impulsos endógenos mo», que sustituyó parcialmente a las
hacia el desarrollo económico (Gonzá- demás (De Miguel, 1972: 264). Incluso
lez Cuevas, 2005: 203-204). los falangistas, otrora defensores de la
Sobre estas bases, el Estado asumió «revolución nacionalsindicalista», se
la responsabilidad de favorecer el de- adhirieron a la misma: «La revolución
sarrollo económico español, y lo hizo se llama hoy desarrollo», sostenía
a través del modelo de planificación José Miguel Ortí Bordás, vicesecreta-
indicativa, tomado de Francia, país de rio general del Movimiento en 1969,
donde provino la principal influencia mientras que el propio Franco deseaba
teórica al respecto, la del economista aglutinar todas las «familias» políticas
François Perroux (Prados Arrarte, del régimen en la nueva «empresa na-
1965: 149). Entre 1964 y 1975, se es- cional», al decir un año antes que «el
tablecieron tres Planes de Desarrollo, desarrollo no puede ser obra exclusiva
pero, como paso previo, en los prime- de unos gobernantes o técnicos. Es
ros años sesenta hubo un aluvión de una empresa nacional» (Rebollo Torío,
publicaciones por parte de políticos y 1978: 148-149). En efecto, el «Caudi-
cuadros del régimen (Manuel Fraga, llo» introdujo en los sesenta el término
Alberto Ullastres, Higinio Paris Eguilaz desarrollo en sus discursos, aunque no
o Laureano López Rodó) defendiendo y solo con un sentido económico, sino
justificando la planificación económica también social y político. En 1961 ha-
como «la única posibilidad para lograr blaba de «acrecentar la prosperidad y
el desarrollo español», aunque hubo desarrollo material, cultural y moral de
también críticas procedentes de enti- la colectividad»2; en 1964 insistía en el
dades como las Cámaras de Comercio «esfuerzo de crear una gran obra de jus-
o la Organización Sindical (Perdices ticia social y de desarrollo económico»3,
de Blas y Reeder, 2000: 266-277). La y en 1967 asumía que «así como hay
importancia del desarrollo en el uni- un desarrollo económico y cultural,
verso ideológico del franquismo tuvo ha de haberlo correlativo y paralelo,
un claro reflejo en el organigrama del de tipo social y político», reconocien-
Estado: en 1967, la Comisaría del Plan do que «en los últimos tiempos se ha
de Desarrollo, adscrita hasta entonces hablado bastante, como una necesidad
a la Presidencia del Gobierno, adquirió del desarrollo político, de la oposición
rango de Ministerio, y en 1973 pasó a
denominarse Ministerio de Planifica- 2
BOCE, nº 700, de 3 de junio de 1961, p.
ción del Desarrollo. 14.624.
3
BOCE, nº 848, de 8 de julio de 1964, p.
18.047.
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