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Libro: “Infancias.

Entre espectros y trastornos” Liora Stavchansky y Gisela


Untoiglich. (2017) Editorial Paradiso, México

Capítulo 3

Un niño que no puede parar en tiempos de “neuroliberalismo”

Gisela Untoiglich

La lógica epocal del “neuroliberalismo”

En la actualidad, nos encontramos con una exacerbación de las políticas neoliberales


que también se manifiesta en los modos de pensar y abordar la salud mental. Época en la cual
la economía de mercado, el individualismo, la supervivencia de los mejores y más brillantes,
se convierte en un “neodarwinismo social”1, predatorio, que no garantiza la existencia y
vuelve insignificante las luchas colectivas por los derechos. Así, se naturalizan las
diferencias, se biologizan las dificultades transformándolas en déficit neurobiológicos de
supuesto origen genético (incomprobado pero que tiene eficacia en el imaginario social).

Cuando problemas que están por fuera del área de la medicina son definidos en
términos de trastornos y abordados como problemas médicos, estamos ante un proceso de
medicalización de la vida. Esto trae como consecuencia que se exceptúen de responsabilidad
las instancias de poder, en cuyas entrañas son generadas y perpetuadas, las más de las veces,
tales dificultades. Observamos con preocupación cómo este fenómeno se ha elevado
exponencialmente en los últimos años en relación con la infancia, con un consecuente
aumento de consumo de psicofármacos en niños (Collares, Moysés y Untoiglich)2.

En este contexto cada individuo es artífice de su propio éxito y su propio fracaso, por
lo tanto hacen creer a los padres que es necesario proveer todos los recursos que garanticen

1
Bourdieu, P., Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Tr. Joaquín
Jorda, Barcelona, Anagrama, 1999.
2
Collares, Moysés, Untoiglich, “La maquinaria medicalizadora y patologizadora en la infancia”, en En la
infancia los diagnósticos se escriben con lápiz”, Buenos Aires, Noveduc, 2013.

1
el éxito de sus hijos, sin miramientos por los costos y, muchas veces, por los riesgos.
Predomina una lógica cortoplacista que se pone de manifiesto también en los modos de
construir diagnósticos. Aparecen los diagnósticos como mercancía consumible, un “hágalo
usted mismo” con cuestionarios y test autoadministrables accesibles en la web, que
transforma la psicopatología más compleja en una revista de autoayuda. Con esto se aplanan
los modos de pensar la complejidad y la manifestación de sufrimientos.
Fernández Peychaux y Biagini3 hacen referencia al sujeto que produce el
“neuroliberalismo” y describen un “trastorno narcisista neuroliberal” que despolitiza a la
sociedad, que la mercantiliza inmunizándola de cualquier proyecto transformador. Una “ética
gladiatoria de supervivencia”, en la cual los excluidos son el daño colateral de un sistema
que les dio a todos, supuestamente, las mismas oportunidades que algunos no supieron
aprovechar. El mérito es personal y voluntario, la “meritocracia” premia a los que llegan y
no revisa cuáles son las condiciones de partida, la mayoría de las veces, absolutamente
desiguales. La ideología neoliberal alimenta el status quo de una sociedad antropofágica en
la cual hay lugar para pocos.

No se trata de una crítica a la medicina o a las neurociencias, sino a un modo de


utilización de las mismas, producto de una pretendida lectura aparentemente a-política, a-
ideológica y a-histórica, como trata de hacernos creer el DSM (Manual estadístico de las
enfermedades mentales confeccionado por la Asociación Psiquiátrica Estadounidense),
cuando por otro lado es de público conocimiento la existencia de conflictos de intereses de
la mayoría de los que conformaron su staff de edición (Angell)4. Estas lecturas biopolíticas
de la vida originan un disciplinamiento social que transforma características inherentes a lo
humano en pretendidos déficits neurobiológicos. Por ejemplo, los adolescentes contestadores
y rebeldes se convierten en TOD (Trastorno oposicionista desafiante) o los despistados y
soñadores en TDA (Trastorno por déficit atencional) y para todos existe una medicación que

3
Fernández Peychaux, D. A.; Biagini, H. E., “¿Neoliberalismo o neuroliberalismo? Emergencia de la ética
gladiatoria” en Utopía y Praxis Latinoamericana, 18(13-34), 2013. Disponible en
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=27928910003 Accesible el 15 de agosto de 2016
4
Angell, M., Las ilusiones de la psiquiatría. Nueva York, New York Times Book Reviews, 14 de julio 2011,
disponible en: http://www.saludyfarmacos.org/lang/es/boletin-farmacos/boletines/may2012/las-ilusiones-de-
la-psiquiatria-the-illusions-of-psychiatry/

2
“elimina el trastorno”, chaleco químico a la medida de cada usuario. El uso de la sigla no es
un dato casual, ya que colabora en el desdibujamiento del sujeto, provocando que el nombre
propio quede reemplazado por un “código QR” que nos ilusiona con un acceso rápido al
“interior del sujeto”, es decir, “si conocemos su sigla, sabremos quién es”.

En estas primeras décadas del siglo XXI, estamos en un tiempo de predominancia del
cerebro y la genética creyendo que es desde allí de donde van a provenir las respuestas a los
enigmas de lo humano. Así los éxitos y fracasos son adjudicados a causas individuales de
origen neurogenético, perdiéndose las lecturas de interrelaciones complejas entre el
individuo, la sociedad, las condiciones político-sociales-económicas y su historia. Las
desigualdades entonces quedan biologizadas y las intervenciones que corrijan estos
“defectos” están exaltadas. Se aísla el cerebro identificándolo como el origen de todos los
males, se plantea el “capital mental” como una cuestión privada, se propone “educar al
cerebro”, que sea el cerebro el que vaya a la escuela. Aparecen términos como
“neuromarketing”, “neuroeconomía”, “neuroeducación”, “neurodidáctica”. Así, la sociedad
sería una suma de cerebros aptos en un mundo competitivo, en el cual hay que desarrollar al
máximo las estrategias de supervivencia personales. En esta trama, los docentes serían los
encargados de educar cerebros y los psicólogos “entrenadores de conducta y emociones para
lograr adaptaciones eficaces”5. Pero, ¿de esto tratan las intervenciones en salud mental?

Los diagnósticos como gatillo fácil

Nos han hecho creer que el “tiempo es dinero” y que cuanto más rápido y objetivo
sean los diagnósticos, mejor para todos. Así aparecen evaluaciones que emplean la realidad
virtual para “facilitar estos diagnósticos”.
Ahora tomaremos un modelo de análisis para pensar los paradigmas de época. AULA6
es un test de evaluación que emplea la realidad virtual para facilitar el diagnóstico del

5
Así lo expresa el documento del proyecto de reconversión del Hospital de emergencias psiquiátricas Torcuato
de Alvear en Hospital de Neurociencias Aplicadas, Torcuato de Alvear, (circular del 2016)
6
“AULA, Test que pretende evaluar los procesos atencionales y ayudar en el diagnóstico del TDA-H” en Revista
ACLPP, núm. 26, disponible en: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3871089.pdf

3
Trastorno por déficit de atención con/sin hiperactividad (TDA-H).
El sistema AULA analiza el comportamiento del niño o niña dentro de una clase escolar
virtual. La prueba es percibida inicialmente como un juego, en el que hay que realizar una
tarea mientras se presentan diferentes distractores típicos de un aula escolar. El test evalúa la
supuesta existencia de TDA-H focalizando en la atención sostenida, la impulsividad, la
actividad motora excesiva (hiperactividad) y la tendencia a la distracción. Como resultado
final, el sistema otorga un informe de evaluación que ayudará al clínico a realizar un
diagnóstico más preciso y seguro. En la publicidad de dicho test, se puede leer lo siguiente:
AULA constituye “una ventaja importante, ya que aporta una serie de medidas objetivas de
las funciones ejecutivas. ¿Se puede pedir más? Pues pongámonos a soñar para que la
tecnología y la investigación nos regalen esa precisión que necesitamos en la evaluación del
comportamiento”.
Es decir, se parte de la premisa que son las conductas manifiestas y cuantificables las
que nos darán el diagnóstico de un niño, sin tomar en cuenta que las mismas manifestaciones
clínicas pueden ser producto de múltiples causas. O sea, un niño puede estar desatento en lo
escolar porque la propuesta no es interesante, porque tiene problemas sociales con sus
compañeros, porque está viviendo situaciones de violencia y/o abusos, porque padece una
depresión, un estado psicótico, porque no oye o no ve bien, entre muchísimas razones, y que
solo en el encuentro con otro humano que tenga tiempo, disponibilidad y escucha, se
posibilitará un diagnóstico.
Cabe señalar que en este escrito no estamos poniendo en discusión la existencia de
cada vez más niños con problemas atencionales y/o hiperactividad, lo que se cuestiona es que
todos ellos puedan ser englobados en una única entidad diagnóstica, que este sea el modo de
realizar diagnósticos psicopatológicos y que se utilice, en niños que están constituyendo su
subjetividad y su cerebro, una estrategia terapéutica prioritariamente medicamentosa, aunque
en la mayoría de las investigaciones se señale que esto no debería ser así.
Ahora bien, ¿al servicio de qué está esta modalidad “gatillo fácil” en relación con los
diagnósticos?
En el año 2013, se lanzó al mercado de los diagnósticos el “Libro blanco sobre el
trastorno por déficit de atención con hiperactividad: propuestas políticas para abordar el

4
impacto social, el coste y los resultados a largo plazo en apoyo a los afectados”7. Los autores
son S. Young, M. Fitzgerald, M.J. Postma, sin embargo, no hay que dejar de mencionar que
en la misma portada (pero en letra notoriamente más pequeña), se lee que este proyecto ha
sido iniciado, impulsado y financiado por la compañía biofarmacéutica Shire AG. Este libro
se presenta como el “manual de las buenas prácticas en relación con el TDA-H y la medicina
basada en la evidencia”. Curiosamente, al mismo tiempo que se publicaba este libro en
España, Shire lanzaba al mercado español Equasym® (metilfenidato en cápsulas duras de
liberación modificada), para el tratamiento del TDA-H, diseñado para proporcionar niveles
plasmáticos terapéuticos durante un periodo de aproximadamente ocho horas, lo que coincide
con la jornada escolar (Redacción Madrid8, 2013).
El problema que se plantea cuando la salud y los diagnósticos son una mercancía
regulada por el mercado, es que muchas veces se terminan creando enfermedades para los
cuales ciertos medicamentos parecerían útiles. Con respecto al TDA-H, aparece una situación
curiosa, como no existe ninguna prueba de laboratorio que lo determine, se utiliza la supuesta
respuesta positiva al fármaco para diagnosticar “la enfermedad”. Es importante aclarar que
en relación con ninguna otra “enfermedad”, el diagnóstico se realiza por la respuesta al
medicamento, ya que eso desconoce, entre otras cosas, el factor de respuesta positiva al
placebo. Esto nos plantea un problema ético insoslayable que los profesionales de la salud
no podemos desconocer.
A diferencia de la época cuando I. Illich9 y M. Foucault10 construyeron el concepto
de medicalización, en el cual el Estado tenía un fuerte protagonismo en cuanto a las
decisiones ligadas a la salud pública, en la actualidad nos encontramos con que la expansión
de las áreas de incumbencia de la medicina se encuentra fomentada por una industria

7
Young, Fitzgerald, Postma, TDAH: hacer visible lo invisible. Libro Blanco sobre el trastorno por déficit de
atención con hiperactividad (TDAH): propuestas políticas para abordar el impacto social, el coste y los
resultados a largo plazo en apoyo a los afectados, 2013. Disponible en http://feaadah.org/medimg83
8
Redacción Madrid, “Shire lanza en España Equasym” en Periódico Redacción médica, 2013. Disponible en
http://www.redaccionmedica.com/noticia/shire-lanza-en-espana-equasym-5688
9
Illich, I., Némesis médica: la expropiación de la salud, Barcelona, Barral, 1975.
10
Foucault, M., “Historia de la medicalización” en La vida de los hombres infames, 1990.

5
creciente y poderosa, que está en manos de unos pocos privados, que ha dado lugar al proceso
de medicamentalización de la vida (Iriart11).
Aquí se combinan distintos factores, por una parte el corrimiento del Estado en cuanto
a garantizar educación y salud para todos, con un auge de las políticas neoliberales, un
negocio multimillonario en manos de los laboratorios y, por el otro, una sociedad que busca
la adaptación de los sujetos a las condiciones de exigencia actuales, sin medir costos, lo cual
lleva con frecuencia a introducir y naturalizar el aumento exponencial de consumo de
psicofármacos en la infancia, buscando la adaptación del niño a los requerimientos que le
impone la época, sin medir las consecuencias a largo plazo de dichas intrusiones.

Por ejemplo, en la Argentina fue registrado un aumento del consumo de metilfenidato


(la droga que se utiliza para el TDA-H) desde 1994 a 2005 en un 900%. En las zonas de mayor
poder adquisitivo hay colegios que tienen hasta un 30% de alumnos medicados con
psicoestimulantes. Estos psicoestimulantes tienen muchísimas contraindicaciones y efectos
adversos que no suelen ser tenidos en cuenta a la hora de priorizar los riesgos, como las
dificultades de crecimiento, el peso, el sueño, incluso el riesgo a problemas cardíacos, en
relación con el supuesto beneficio de que el niño se quede más quieto en el aula, se porte
bien o “produzca” mejor (en el corto plazo, ya que en el largo plazo las investigaciones
indican que los cambios no se sostienen).
La doctora Faraone y su equipo interdisciplinario12 (2010) realizaron una
investigación en todo el país. El Departamento de Psicotrópicos y Estupefacientes de la
Administración Nacional de Alimentos, Medicamentos y Tecnología médica (ANMAT)
proporcionó datos sobre importación de metilfenidato correspondientes al período 2005-
2008, donde se aprecia un significativo incremento, de 47,91 kg en 2007, a 81,75kg en 2008.

Así es como se va construyendo una subjetividad que responde a los mandatos


epocales, sin tomar en cuenta la singularidad, los contextos socio-políticos, los vínculos, la

11
Iriart, C., “Capital financiero versus complejo médico- industrial: los desafíos de las agencias regulatorias”
en Cienc. Saude Colet., núm. 5 (13), 2008, 1619-26. Disponible
en http://www.scielosp.org/pdf/csc/v13n5/25.pdf.
12
Faraone, S.; Barcala, A.; Torriccelli, F.; Bianchi, E.; Tamburrino, M. C., “Discurso médico y estrategias de
marketing de la industria farmacéutica en los procesos de medicación de la infancia en Argentina”, en Interface
- Comunic, Saude, Educ, núm. 14 (34), 2010, 485-497.

6
Historia. Sujetos transparentes que pueden ser diagnosticados por máquinas eficaces y
entrenados para producir más y mejor. Diagnósticos que no pueden parar porque así lo exige
la maquinaria.

UN NIÑO QUE NO PUEDE PARAR

Ahora presentaré una viñeta para que podamos pensar cómo estas cuestiones
atraviesan la clínica actual y tienen, indefectiblemente, consecuencias subjetivas. Conocí a
José cuando tenía seis años. Ya había pasado por tres mudanzas internacionales (de México
a Buenos Aires y viceversa, dos veces), cuatro cambios de colegio, un diagnóstico
psiquiátrico (TDA-H), una medicación psicofarmacológica (metilfenidato, Ritalina® en su
nombre comercial). Los padres estaban desesperanzados y llegan a mí porque me suponían
especialista en este trastorno.

Cuando los padres cuentan su historia y la de su hijo, todo es vértigo, futilidad,


instantaneidad. Lo único permanente es el cambio. Un padre viajando constantemente en una
acelerada carrera laboral y una madre siempre presente físicamente, pero con poca
disponibilidad libidinal. Me resultaba difícil imaginar cómo se arma subjetividad cuando
todas las coordenadas se mueven constantemente.

José entra a mi consultorio corriendo, le pide a la madre que se quede afuera. Se


mueve constantemente, saca juguetes, lanza preguntas al vacío y no escucha las respuestas,
se le caen las cosas, se rompen objetos, nada parece detenerlo, está desbordado, mi voz no lo
atraviesa, tampoco mi presencia. Sin dudas, cumplía con todos los indicadores para
diagnosticar TDA-H. Decido ponerme de pie frente a él, tomarlo suavemente por los hombros
y preguntarle: ¿de qué corrés? José me mira por primera vez a los ojos y responde: “Del
fantasma de mi abuelo”. Luego se sienta y comienza a pintar muy calmadamente distintos
tipos de cielos. La contestación de José podría parecer una respuesta loca, desatada, como él,
sin embargo, presumía que esa frase encerraba mucho más de lo que el propio niño sabía que
sabía.

7
Cito a los padres y les planteo mi extrañeza ante la actitud de José y hago referencia
a esta frase enigmática del niño, la madre empalidece y rompe en llanto y expresa que es
imposible que José sepa algo de esto ya que ella nunca lo había hablado con nadie. Relata
que cuando ella estaba embarazada, su padre (el abuelo del niño) muere en un “accidente”
poco claro. Su padre era fumigador de campos, trabajaba con su avioneta y era muy experto,
y cuando ella cursaba su quinto mes de embarazo le avisan que había muerto
inexplicablemente porque su avioneta se desmoronó sin tener ningún desperfecto técnico, ni
obstáculo natural que justifique el accidente. No hablaba a menudo con él, pero luego de su
muerte, por distintas conversaciones con amigos del padre, se dio cuenta de que él estaba
muy deprimido. Decide no indagar más para no hacerle daño a su bebé, con su tristeza. Sin
embargo, no puede dejar de sentirse culpable por no haber registrado el sufrimiento de su
padre. Resuelven llamar al hijo con el mismo nombre del abuelo fallecido. Es significativo
que su marido, recién en esta entrevista, se enterara de que su mujer sospechaba que su padre
se había suicidado. Ellos siempre se sorprendían por el parecido entre su hijo y el abuelo.

El diagnóstico de TDA-H y la posibilidad de que lo que le sucediera al niño fuera de


causa genética, por un lado aliviaba a la madre ya que no tenía que interrogarse acerca de
qué tenían que ver ellos, su historia, el contexto, con lo que le ocurría a su hijo, pero a su vez
la angustiaba extraordinariamente porque suponía que su hijo terminaría igual que su abuelo.
Fantasma de muerte que la corría/los corría desde siempre.

Lo mortífero en el cuerpo

J. Berges13 propone que, en algunos niños, la motricidad viene a reemplazar aquellas


palabras que no han tenido lugar, aquellos elementos que no han podido ser simbolizados a
través de la palabra, se muestran a través de la acción. Freud14 nos plantea en “Más allá del
principio del placer” (1920) que el niño, a partir de la repetición, intenta dominar lo

13
Bergès, J., “¿Acaso los niños hiperkinéticos tienen algo que ver con la psicomotricidad?”, 9 de julio, 2004,
disponible en www.freud-lacan.com/articles/article.php?id_article=00023
14
Freud, S., “Más allá del principio de placer”, “Psicología de las masas y análisis del yo” en Obras completas,
t. XVIII (1920), Buenos Aires, Amorrortu, 1982

8
displacentero, sin embargo, cuando la experiencia displacentera no puede ser ligada a otras
representaciones esto puede ocasionar un desborde pulsional.

Para que el niño pequeño pueda metabolizar esas cantidades de excitación que
irrumpen de modo insoportable, es necesaria la presencia de un Otro que opere como
intérprete, que oferte significantes para que lo displacentero pueda ser enlazado. Empero,
cuando el Otro falla en sus posibilidades de sostén, el pequeño queda desamparado ante esa
irrupción masiva de un displacer que no puede terminar de evacuar y de un sinsentido que
no le permite anudar lo corporal a lo simbólico, dejando el cuerpo desamarrado, loco. Es aquí
cuando se presentan los desbordes. Niños desbordados, padres excedidos, que no pueden
acotar, dejando a los pequeños sin contención, en estado de desamparo, en un más allá del
principio del placer15.

La madre de José se encontraba atravesando un duelo, sin darle lugar al dolor,


supuestamente para preservar a su hijo. ¿Es posible transitar un duelo sin que duela? Por otra
parte, la sombra de suicidio acechaba, así como la culpabilidad por no haber registrado el
sufrimiento de su padre. Marguerite Duras16 nos dice “el dolor necesita espacio”, y agrego
yo, y tiempo para la posibilidad de su tramitación. Cuando las coordenadas de tiempo y
espacio no están posibilitadas, a veces es el niño el que toma a su cargo este trabajo de intento
de elaboración de un fantasma que no le pertenece pero que su cuerpo encarna. Lacan17 en
su texto “Dos notas sobre el niño” planteaba que cuando el síntoma del niño compete a la
subjetivad de la madre, él mismo queda ubicado como correlato de su fantasma y se convierte
en objeto, pasando a ser su función revelar la verdad de ese objeto. En este caso una verdad
que se sabe pero se quiere desconocer y que a su vez se hace presente todo el tiempo ya que
el niño le da cuerpo a dicho fantasma.

Con esto no se está planteando que siempre la hiperactividad esté relacionada con el
vínculo parental, sino correríamos el riesgo de realizar un reduccionismo psicógeno que sería
tan nocivo como el reduccionismo biológico. Concretamente, en cambio, de lo que se trata

15
Untoiglich, G., Versiones actuales del sufrimiento infantil. Buenos Aires, Noveduc, 2011

16
Duras, M., El dolor. Barcelona, Alba, 1999.
17
Lacan, J., “Dos notas sobre el niño” en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1988.

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es de interrogarnos qué sucede caso por caso, dándole un espacio al niño, a los padres y en
muchas situaciones también a los docentes para que desplieguen las razones de su padecer.

Siempre es necesario indagar a qué está atento un niño que no está atento a lo escolar,
ya que partimos de la premisa de que no existen niños desatentos en lo absoluto, sino niños
que no pueden seguir el ritmo académico porque su atención está focalizada en aspectos más
relevantes de su vida o de su historia, como puede ser la violencia doméstica, aspectos no
develados de la historia del niño o de las figuras de sostén, abusos, problemáticas sociales,
económicas, etc.

Profesionales en tiempos de desborde

A diferencia de otros momentos históricos en los cuales los padres llegaban a la


consulta con interrogantes acerca del padecer de sus hijos y, con frecuencia, del suyo, en el
presente aparecen ciertos significantes amos promovidos por el discurso social, por el
discurso científico. Los niños son acusados de TDA-H, TOD, TEA (Stavchansky)18, portan
sentencias: “mi hijo es TDA-H”, “Juan es TOD”, y vienen a la entrevista a buscar los “tips”
para el manejo de las conductas que desean “extinguir” en el niño. Cada época histórica
determina modos de padecer y modalidades de abordaje de dicho sufrimiento.

Como psicoanalistas tenemos que encontrar los modos singulares en el que el


padecimiento se da a ver sin quedar entrampados en etiquetas diagnósticas que aplastan
cualquier armado subjetivo, ni aceptar el “gatillo fácil” del diagnóstico prediseñado, ya que
en la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz19.

José corría sin parar y la respuesta de “la medicina basada en la evidencia” era
acallarlo con psicofármacos, sin embargo, la subjetividad de José se rebelaba ante este intento
de encorsetamiento químico, hasta que pudo ser alojado y enlazado con su historia, hasta que

18
Stavchansky, L., Autismo y cuerpo, México, Paradiso, 2015.
19
Untoiglich, G., En la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz. Buenos Aires, Noveduc, 2013

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la tristeza materna pudo ser nombrada y albergada, hasta que el padre pudo mirar a este niño
desde su propio sufrimiento y armar un borde para este pequeño desbordado.

El psicoanálisis nos permite tomar esos hilos sueltos y retejer la trama que sostenga
al niño y sus padres en entramados singulares que posibiliten nuevos enlaces. Asimismo,
desde el psicoanálisis, tenemos que posibilitar los encuentros con profesionales de diferentes
disciplinas, ya que los desafíos que nos presenta la infancia, en la actualidad, no acepta
simplificaciones reduccionistas. Es en el armado de redes entre los profesionales de la salud,
la educación, las ciencias sociales que podremos producir novedades que alojen las
diversidades subjetivas y nos sostengan a todos en tiempos de desamparo. Como decía
Pichon Riviere20: “En tiempos de incertidumbre y desesperanza es imprescindible gestar
proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”.

20
Riviere, P., tomado de Héroes colectivos, 2016. Disponible en
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-301221-2016-06-08.html Accesible el 14 de agosto de 2016

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