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Toxicomanías.

Función tóxica
Autora: Gladys Saraspe

1. ¿Para qué sirve el tóxico?


Voy a hacer algunas puntuaciones sobre la función del tóxico y para comenzar
quiero presentar como propuesta lo que entiendo más como función tóxica que como
función del tóxico. Diferenciación que por otro lado se desprende, según mi entender,
del recorrido realizado en psicoanálisis sobre la cuestión de la toxicomanía.
Esta propuesta voy a enunciarla de la siguiente manera: Una función tóxica
puede ser desempeñada por un objeto cualquiera, capaz de captar a un sujeto como polo
de atracción del goce que le falta, cuando por una relación particular de adherencia que
el sujeto establece con él, lo eleva a la categoría de tóxico.
A este objeto cualquiera, lo llamamos objeto droga y respecto del sujeto, aunque
sabemos que la experiencia del goce toxicómano produce en su rechazo del inconsciente
un aplastamiento de la dimensión subjetiva, también lo suponemos implicado allí como
sujeto de la palabra y apostamos a su develamiento. Esta es una apuesta decisiva en la
práctica psicoanalítica con pacientes toxicómanos, pero no olvidamos que sólo se trata
de una suposición “a veces responde un sujeto” 1
La relación de adherencia con el objeto droga, que implica un goce exclusivo
aunque no fijeza, es lo que caracteriza a un adicto y es lo que señala la etimología de
esta palabra, que proviene del latín addictus, que significa dedicado, muy inclinado,
apegado, unido y no, sin discurso, como muchas veces se interpreta.
Es verdad que el toxicómano habla poco o no habla, se comprueba en la
práctica, pero esto no puede relacionarse con el origen de la palabra con que se lo
nombra y se nombra a sí mismo, sino con que goza de otra cosa que del sentido.
La conclusión que presento como propuesta no es la única que se desprende de
lo que los psicoanalistas han dicho hasta ahora sobre la toxicomanía, ya que en ella se
acentúa una sola acepción del término función, la que lo considera como sinónimo de
desempeño. Es un sentido finalista de la noción de función que surge de preguntarse,
como lo hizo Freud respecto de la angustia: ¿para qué sirve?
¿Para qué sirve el tóxico en la estructura? Es entonces la pregunta que me
orienta y encuentro en primer lugar que la función general de la droga para un sujeto,
aparece señalada con claridad en lo enunciado por Lacan en la sesión de clausura de las
1
Tarrab, M. Mírenlos como gozan en Sujeto, Goce y Modernidad. Fundamentos de la Clínica. Ed. Atuel-
TyA. Buenos Aires. 1995

1
jornadas de estudio de los carteles de 1975, en la Escuela Freudiana de París: La droga
es lo único que permite romper el matrimonio del cuerpo con el hace pipí, es decir, con
el goce fálico. Matrimonio del cuerpo que resulta de la captura del pene como órgano
por el significante, mediante la intervención del Nombre del Padre que metaforiza el
Deseo de la Madre, instaurando al falo como regulador de las significaciones y
articulador de la diferencia sexual.
Esta tesis lacaniana está en continuidad con lo que Freud enunciara en la carta
79 dirigida a su amigo Fliess, en la que indica que cualquier adicción, la morfinomanía,
el alcoholismo, el tabaquismo, etc, constituye una sustitución de otra adicción que
considera primordial, la masturbación.
Sustitución que no es de significante sino de un hacer por otro hacer, lo que
permite diferenciar la toxicomanía como patología del acto o neosíntoma de lo que en
psicoanálisis consideramos síntoma. En todo caso la toxicomanía sería un síntoma sin
envoltura formal, un puro núcleo de goce.
Digo que ambas tesis están en continuidad, ya que entiendo que la masturbación
de la que habla aquí Freud, es ese accionar puramente autoerótico que antecede a la
ensambladura con la fantasía, por lo que no habría allí relación alguna con el Otro sexo.
Se trata también aquí de una ruptura con el goce fálico, ya que el goce autoerótico es
por excelencia goce de órgano.
Cuando en mi propuesta me refiero al objeto droga como un objeto cualquiera,
se hace evidente una semejanza con el objeto contingente de la pulsión, pero hay que
recordar que Freud señala también una fijación de la pulsión al objeto y esto no se
encuentra en la relación de un sujeto con el objeto droga, ya que la mayor parte de los
verdaderos toxicómanos, “no quieren una cosa precisa” y tal como nos enseña Eric
Laurent 2 , están sujetos a las leyes del mercado, lo que les permite reemplazar un tóxico
por otro de acuerdo a la oferta disponible, llegando en ocasiones a la politoxicomanía.
En nuestra ciudad esto lo hemos visto en los últimos tiempos. Hasta hace menos
de cinco años atrás, encontrábamos a los que se llama “niños en situación de calle”
consumiendo en estaciones y plazas, “el poxi”, un pegamento industrial, que contiene
un solvente llamado tolueno que era su droga de elección.
Esos mismos chicos o los que en nuestros días se encuentran en la misma
situación de abandono, consumen ahora Paco, pasta base de cocaína, que es mucho más

2
Laurent, E. Tres observaciones sobre la toxicomanía en Sujeto, Goce y Modernidad II. Ed. Atuel.
Buenos Aires. 1997

2
dañina que el poxi, que también contiene solventes que son tóxicos en sí mismos, como
el kerosene, pero que se ha constituido en su nuevo objeto droga en razón de su precio,
mucho menor que el del pegamento (ley de oferta y demanda)
Esta variabilidad en el consumo, se relaciona con la segunda consecuencia que
extrae Laurent de la tesis lacaniana sobre la droga, la ruptura con el goce fálico implica
también la pérdida de la particularidad del goce. El goce de la toxicomanía es un goce
por fuera del fantasma, adherido y móvil a la vez.
Por eso Miller 3 dice claramente que el objeto droga no puede ser en ningún caso
considerado como causa de deseo y nos advierte sobre cierta tentación de ubicarlo como
plus de gozar, indicando que es en todo caso un plus de goce particular, ya que no se
trata de un retorno de goce localizado en las zonas erógenas y sostenido del significante,
sino de un goce adherido a un producto de la industria, producto al que llama: causa de
goce.

2. Tóxico y objeto droga


Si hablo de objeto cualquiera en la propuesta que enuncié al comienzo, no es
sólo porque el toxicómano “toma lo que hay”, sino porque quiero demarcar lo más
claramente posible que tóxico no es lo mismo que objeto droga y que el carácter de
tóxico es una atribución agregada a un objeto que no requiere ser ni siquiera material,
porque hablamos de adicciones al juego, al trabajo y últimamente también al sexo,
objetos cuyo carácter tóxico no va de suyo.
Por eso me parece pertinente hacer alguna delimitación de la noción de tóxico,
una aclaración en cuanto a qué es un tóxico para la ciencia y qué es para el
psicoanálisis, dado que hablamos de tóxico-manías.
El término tóxico tiene en las ciencias biológicas un significado preciso, es un
veneno, una sustancia que siempre es perjudicial para quien se expone a ella. Es decir,
que tiene una toxicidad en sí misma, más allá de quien la consuma y en el caso de
algunos de estos tóxicos, por ejemplo en el del cianuro, basta una ingesta muy pequeña,
incluso una inhalación accidental, para que funcione como veneno.
En el caso de otros tóxicos como el plomo, se requiere de una acumulación, de
una exposición repetitiva, es necesario que su nivel en sangre supere cierto mínimo,

3
Miller, J-A. Para una investigación sobre el goce autoerótico en Sujeto, Goce y Modernidad.
Fundamentos de la Clínica. Ed. Atuel-TyA. Buenos Aires. 1995

3
para que comience a tener un efecto de veneno. Y aquí ya nos acercamos un poco al
sentido psicoanalítico de lo tóxico, en tanto se trata de una acumulación, aunque todavía
en el plomo, hay una toxicidad per se, es venenoso para cualquiera.
Algunos tóxicos, como el veneno de ofidio y otros producidos por seres vivos
como bacterias, reciben el nombre de toxinas y permiten la elaboración de antitoxinas,
antídotos para evitar la muerte de quien haya sido afectado. Para el tóxico de la
toxicomanía en cambio, no existe la posibilidad de elaboración de antídotos, no por
parte de la ciencia por lo menos, pero tal vez podría pensarse al tratamiento sustitutivo,
metadona por heroína, como un intento de producción de los mismos.
Freud ha empleado en sentido biologista el término tóxico en algunas ocasiones,
pero en otras introduce ciertas sutiles diferencias respecto del saber médico acerca de la
toxicidad, por ejemplo en su escrito sobre el chiste donde señala que el vino es uno de
los modos, la vía tóxica y exógena de lograr un talante alegre y desinhibido diciendo
que “la alteración en el estado del talante es lo más valioso que el alcohol depara al
ser humano, y por eso no todos pueden prescindir de ese «veneno»” 4 La palabra
veneno aparece entrecomillada en el texto, lo que nos permite pensar que Freud
reconoce que el alcohol no es un tóxico en sí mismo y que ubica allí a un sujeto y su
elección de beber en exceso o hasta la embriaguez.
La consideración de ciertas drogas empleadas con fines de aturdimiento,
exaltación, éxtasis, apaciguamiento, etc., como tóxicas per se, hace recaer la causa de la
drogadicción en la sustancia misma, excluyendo de este análisis al sujeto y la
responsabilidad que le cabe por su goce y contribuyendo por otra parte, a mantener la
ignorancia acerca de lo que lo causa.
Esta ha sido la posición de la ciencia centrada en las características moleculares
de los diversos estupefacientes y en su interacción con receptores y neurotransmisores
cerebrales, considerando que es su mecanismo de acción típico lo que explica las
adicciones a las que pueden dar lugar. Pero tal como el mismo Freud lo señala en su
artículo sobre la etiología sexual de las neurosis y que por otra parte es un dato que
surge de la experiencia de muchos de nosotros, no todos los que consumen sustancias
consideradas adictivas en sí mismas, desarrollan una toxicomanía, lo que revela que
otros factores se ponen en juego allí.

4
Freud, S. El chiste y su relación con lo inconsciente en Freud, S Obras Completas Tomo VIII.
Amorrortu editores. Buenos Aires. 1997. pág. 122

4
Conviene entonces recordar aquí que el empleo más propiamente freudiano de la
noción de toxicidad, es el que relaciona lo tóxico con una acumulación, como en el caso
del plomo, pero no de un veneno externo sino de una tensión sexual física.
En este sentido Freud habla de toxicidad cada vez que se refiere a la etiología de
las neurosis actuales, para las que no acepta un origen psíquico, tal como expresa en su
artículo sobre el onanismo, en la que critica a Stekel su extensión exagerada de la
psicogenidad.
Para Freud la génesis de las perturbaciones neuróticas está ocasionada
mayormente en la abstinencia en el caso de la neurosis de angustia, en la masturbación
excesiva en el de la neurastenia y en el coitus interruptus en el de ambas neurosis
actuales, pero en definitiva se trata de una tensión sexual cuya descarga ha sido
interceptada y es la imposibilidad de su satisfacción, la que superado cierto límite,
resulta tóxica.
Toxicidad que se traduce en achaques corporales en el caso de las neurastenias y
se transforma en angustia en la neurosis de angustia.
Y entonces cabe preguntarse aquí, tomando en cuenta que el matrimonio con el
falo conlleva la angustia como signo del deseo del Otro y que es de esa angustia de la
que el toxicómano pretende huir con su hacer, si no será otro destino posible de lo
tóxico, tal como lo entiende Freud, el de ser desplazado, cuando la ocasión lo permite,
sobre un objeto cualquiera que funcionará desde entonces como polarizador de un goce
autoerótico extremo, como el goce cínico.

Bibliografía General

Freud, S. Carta 79 en Freud, S. Obras Completas Tomo I, Amorrortu editores, 5ª


reimpresión, Buenos Aires, 1996.

Freud, S. El chiste y su relación con lo inconsciente en Freud, S. Obras Completas


Tomo VIII, Amorrortu editores. 4ª reimpresión, Buenos Aires. 1997.

Freud, S. Etiología sexual de las neurosise en Freud, S. Obras Completas Tomo III,
Amorrotu editores, 4ª reimpresión, Buenos Aires, 1994

Freud, S. El malestar en la cultura en Freud, S. Obras Completas Tomo XXI, Amorrotu


editores, 5ª reimpresión, Buenos Aires, 1996

Freud, S. Contribuciones para un debate sobre el onanismo en Freud, S. Obras


Completas Tomo XII, Amorrotu editores, 6ª reimpresión, Buenos Aires, 1996

5
Lacan, J. Jornadas de estudio de los carteles en la Escuela Freudiana de París, abril
1975. Biblioteca de psicoanálisis. Oscar Masotta

Tarrab, M. Mírenlos como gozan en Sujeto, Goce y Modernidad. Fundamentos de la


Clínica. Ed. Atuel-TyA. Buenos Aires. 1995

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