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INTRODUCCIÓN
La Estética es la disciplina que ocupa la cuestión del arte y la belleza, aunque ese
terreno resulta decisivo también para el asunto de la verdad y la justicia. Nos centraremos en la
Estética como conexión entre las grandes fuerzas de la verdad, la justicia y la belleza,
especialmente en lo relativo a la relación entre estética y política. Pertenecemos a un mundo en
donde esas tres esferas se han desacoplado, sin embargo no siempre han estado tan separadas.
La historia del arte no ha sido seleccionada aleatoriamente, tiene que haber un sentido
objetivo en el estudio estético. Sin objetividad de ningún tipo en “el lugar de los poetas” (el
lugar donde se ponen nombres a las cosas, se conciben formas para la materia y se crean reglas
para el mundo), puede que se nos desplome también el orden mismo de la verdad y de la
justicia.
En cualquier caso, Platón nos recuerda que esta aversión entre filosofía y poesía no es
nueva. Siempre que se estudia la historia de la filosofía, se pone el foco de atención en la
fractura que enfrenta a filósofos y sofistas. Pero no se puede pasar por alto la lucha de filósofos
y sofistas con los poetas. Esta desavenencia viene de antiguo y continúa durante muchos siglos:
En Grecia aparece la escritura en el S. VIII a.C. aunque hasta mucho tiempo después se
limita a ser un saber gremial. En el S. V a.C. de Platón, la escritura sigue sin ser algo
generalizado; es una sociedad con una mentalidad oral, con unas reglas y una mentalidad
específicas.
Los poetas son los que, en el orden del conocimiento, recuerdan todo lo que debe ser
dicho (porque así lo dijeron los ancestros) y los que, en orden práctico, recuerdan lo que debe
ser hecho (porque así lo hicieron los ancestros). La poesía (especialmente la homérica)
constituía la enciclopedia tribal de los griegos, por tanto Homero representaba la institución
educativa en Grecia ya que no tenían más soporte material que la poesía.
La cuestión homérica
El camino privilegiado por el que se impuso esta preocupación por el mundo de la
oralidad, hasta su solución actual, fue la cuestión homérica. Hasta el S. XVII se ha puesto en
duda la existencia de Homero y la autoría de sus obras:
- ROBER WOOD (S. XVIII): Homero no sabía leer y fue la memoria tribal la que
conservó su poesía, por tanto la técnica homérica es mera mnemotécnica popular no
culta.
- ROMANTICISMO (S. XIX): es inconcebible que los dos poemas homéricos no fueran
obra de un único genio creador, ya que de lo contrario no presentaría una estructura tan
perfecta, genial y bella.
- MELMAN PARRY (1928): todo el aspecto característico de la poesía homérica se debe
a la economía que le impusieron los métodos orales de composición. Así, demostró una
dependencia en la selección de palabras y formas en la construcción del verso
hexámetro. En vez de un genio, teníamos un obrero del verso. Toda la obra de Homero
es predecible, una serie de recursos prefabricado. Aquí aparece el problema de la
originalidad, ¿cómo un texto tan perfecto carecía de originalidad? Aquí hay que
preguntarse si la originalidad misma era una cosa tan preciada en la cultura oral.
- HAVELOCK (S. XX): en Prefacio a Platón muestra que en una cultura oral se valora
sobre todo lo formulario, lo fácilmente recordable. Sólo en los textos de Platón
empezamos a ver que la introducción del texto escrito modifica esta situación. El texto
escrito permite la abstracción y la originalidad, al poderse sustituir el soporte
mnemotécnico del verso por la escritura. Pero en la época de Homero se cultivó todo lo
que ahora no consideramos “poético”: lo prefabricado, reglas predecibles, formulismos
repetitivos.
Pero, sin duda, hay que destacar la necesidad de engarzarlo todo en historias
apasionantes. A los razonamientos abstractos nunca les ocurre nada, y por ello, son difíciles de
recordar. La oralidad tiene que convertir cualquier tipo de dato en un suceso temporal.
Se espera que el artista aporte algo más que la mera ejecución solvente de un conjunto
de reglas dadas, algo relacionado con la espontaneidad creadora. Y es en ese algo más en lo que
ciframos la diferencia misma entre el arte y la artesanía.
La producción en cadena se basa en el principio de que hay un sistema de reglas dadas
que pueden descomponerse en elementos simples y articularlos en la correspondiente secuencia
mecánica para obtener la operación completa. Si resulta absurda la idea de una cadena de
montaje en el arte es porque lo que se exige del artista es que sea capaz de crear reglas nuevas
de la nada, sin copiarlas de ningún sitio. Un artista no es implemente un artesano excepcional
que todavía no ha sido superado por una máquina.
La poesía también tiene una serie de recursos técnicos con los que trabajar, pero nadie
se imaginará que un poeta se limita al ensamblaje de palabras según un sistema de reglas dado.
Esto es imposible por definición. Llamamos arte precisamente a algo que no se limita a la mera
ejecución de reglas dadas, sino que exige algo más que remite a la capacidad originaria de crear
reglas nuevas.
Pero incluso entonces surge un concepto de arte cuyas reglas están dadas por la belleza
natural, que es tomada como patrón de medida y que retoma el ideal griego pero que se
desconecta y se independiza de las exigencias de orden práctico. Se trata de artes que no
necesitan para justificarse nada más que ser bellas. Y sin embargo, se siguen concibiendo como
técnicas cuyas reglas vienen dadas por la imitación de la belleza de la naturaleza.
El Abate Betteuz establece que todas las artes tienen como objeto la naturaleza, ya sea
para resolver las necesidades que impone o para imitarla y reproducir su belleza. Y mientras
estas reglas se consideren dadas, no será posible hacer explícito el misterio que se esconde en
“el lugar de los poetas”.
4.- La mímesis:
La mímesis es el carácter mimético de la poesía que a Platón le resultaba intolerable. De
hecho, en la disciplina filosófica de la estética la mímesis ha desaparecido como concepto
central. La estética se encarga del problema de la capacidad originaria de concebir formas
originales para la materia.
En Grecia estaban obsesionados con la belleza ya que todo lo que quiera sobrevivir
necesita quedar incrustado en alguna obra bella. Se trata de una sociedad en donde todo gira
alrededor de la belleza y por ello la belleza siempre está al servicio de la conservación de todo
el entramado teórico y práctico. El arte está subordinado a la funcionalidad de la conservación
del conocimiento y las tradiciones, por tanto la belleza de las obras convierte a éstas en útiles
para otra cosa.
Pero hay un tercer sentido de la mímesis que es el que más preocupa a Platón y que
incumbe a los espectadores: un sistema educativo (paideia) íntegramente basado en la mímesis
condena a los hombres a una eterna minoría de edad. La principal vía de aprendizaje para los
menores de edad es la imitación. Platón denuncia que este sistema educativo se extienda a la
edad adulta, ya que exige disponer toda nuestra vida de acuerdo con lo que prescribe Homero.
Y es verdad, toda la conducta viene prescrito por el poeta e impuesto a través de una
presión de mímesis gregaria (algo así como la presión social). Lo que repugna a Platón de una
sociedad construida a través de un poema es que se trata de un cuerpo social sin individuos
libres. Esta es una de las características más destacadas de lo que podríamos llamar “sociedades
estéticamente conformadas”.
Para ello, la herramienta más eficaz para basar toda la educación es la “trúnica choreia”
que constituyen la poesía, la música y la danza. Esta herramienta hace que todos los miembros
de la sociedad se encuentren “mágicamente” pegados, tomando fuerza unos de otros hasta
quedar cohesionados como un único cuerpo. El espectador sería para Platón el último de los
anillos de una enorme cadena.
Platón y Aristóteles sabían que el teatro y la poesía es el lugar donde lo aprende todo la
gente corriente. Sin embargo, a Aristóteles le parece inevitable que esto sea así. Aristóteles
sostiene en la Política que hay dos causas que originaron la poesía y que ambas son naturales:
- La imitación es connatural a los hombres desde niños, nos diferencia de los animales.
Nuestros primeros conocimientos los adquirimos por imitación.
- El hecho de aprender es agradable para todas las personas por igual y por ello les agrada
la poesía y el teatro, porque al tiempo que las contemplan, aprenden y van deduciendo
qué es cada cosa.
La frontera que separa filosofía y poesía no es sólo la que separa a la ciencia y el mito
sino también la que enfrenta todo tipo de particularismos tribales (basados en la identificación
emotiva y la mímesis gregaria) y la aspiración a formar una comunidad que sea, en cierto modo,
la comunidad de todos pero de nadie en particular.
Para este fin, resulta decisivo cultivar la parte mejor y más noble que hay en cada uno
de nosotros, la parte racional, en vez de alimentar y fortalecer la parte más inflamable. Hay que
educar para la individualidad.
Sin embargo, las sociedades estéticamente conformadas lo que quieren conseguir es que
las normas “se cumplan solas”, sin recurrir a las instituciones. Estas sociedades, por lo tanto, se
caracterizan por un intento de conformar la sensibilidad misma para ajustarla al modelo de las
normas que tendrá que cumplir.
Las normas que se instalan en nuestro deseo a través de las fábulas pueden ser
enormemente injustas y opresivas, pero tienen siempre la aspiración de cumplirse
espontáneamente por medio de la conformación misma de la identidad. Pero, ¿cómo se logra
cerrar el círculo orgánico entre virtud y felicidad, que hagan felices esas normas injustas?
La única posibilidad es conseguir que las normas mismas sean las que configuren el
deseo y, por tanto, que el ajustarse a esas normas sea lo que proporcione satisfacción. En esta
sociedad, la propia identidad puede constituirse por medio de la identificación emotiva con los
personajes de los relatos.
Por ello, en una sociedad oral, tanto el orden del conocimiento como el orden de las
normas necesitan a vida o muerte de la belleza para poder conservarse. Todo lo que no vaya
incrustado en una historia apasionante y produzca una satisfacción escuchar y repetir una y otra
vez no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir al paso del tiempo.