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Ante esto miremos la experiencia del sembrador, que, tras una cansadora tarea
por cuidar y sembrar la tierra, no ve brotar ni siquiera una pequeña de las semillas
sembradas, pero si ve salir maleza.
La vida se vuelve compleja a veces y difícil también para quien decide u opta por
amar en el servicio a los demás. No faltan las pruebas, las tentaciones, porque no
podemos olvidar que el camino del amor es una rosa con muchas espinas.
Quien asume los cansancios que ya hemos mencionado, asume otros también,
como el desagradecimiento. Uno ha entregado lo mejor sí, ha tenido paciencia, ha
luchado contra la desesperanza propia y ajena, ha visto como el otro crece, tal
vez, en cierta parte con el apoyo que le ha dado uno, y como recompensa recibe
el no reconocimiento o el rechazo o la deslealtad. Aquí sin duda que la vocación
de servicio se vuelve cuestionable…y es que a veces solo basta un simple gracias
para sentirnos reconfortados y nos sentimos, al contrario, cansados. Ante eso uno
se siente víctima de la injusticia. Es claro que realizamos nuestra tarea de servir
sin buscar reconocimiento, pero los sentimientos están y son parte de uno. Nos
cansamos.
En el mismo pasaje del lavado de pies, Jesús agrega que “todo eso se los digo
para que participen de mi alegría y sean plenamente felices” (Jn. 15, 11) aquí está
la clave del llamado que Jesús nos hace a cada uno de nosotros para seguirlo:
que alcancemos la felicidad plena. El mandato del servicio y de la entrega hasta
dar la vida es exigente. Pero no nace de una obligación ética o moral, ni solo por
obedecer, sino que se trata de seguir el camino de la felicidad. Es Dios quien nos
llama a ser más que servidores: “ya no los llamo siervos, sino amigos” (Jn. 15 , 15)
No nos llamar en primer lugar a hacer cosas buenas, ni para hacer justicia, nos
llama para que seamos felices. Lo único que quiere es que seamos felices. Por
eso nos da lo que mejor tiene: su Espíritu Santo y su camino: el servicio al prójimo.
Sirvo por amor al otro, y solo así será un verdadero servicio, pero en primer lugar
estoy llamado a servir por amor a mí mismo, porque en el auténtico servicio
ambos amores, el propio y al amor al prójimo no se oponen, porque el amor a mí
mismo no es egoísta, sino que verdadero y por lo tanto es generoso. No uso al
otro, porque el otro realmente me interesa y a él le doy mi vida, esto es mientras
más entrego de mí, más me encuentro a mí mismo. Por eso al servir no busco
resultados, no persigo reconocimientos, no me persigo por mis propias
limitaciones, sino que busco servir, porque en el mismo hecho de servir soy feliz
en esa alegría serena y profunda que es capaz de vivirse incluso en la cruz. No es
alegría por haber hecho lo que debía, sino alegría por haber sido yo mismo, por
haber vivido de verdad, porque vivir de verdad es servir. Ese es el evangelio,
porque Dios mismo es feliz amando y ama sirviendo.
Así como decíamos que el servicio es el termómetro del amor verdadero, de igual
forma la alegría es el termómetro del verdadero servicio.
PREGUNTAS
Mateo 25, 31 – 40
¿Cuáles son las expresiones de servicio y amor, aquellas que hace visible el
Evangelio, que vives más intensamente?
¿Cuáles son las expresiones de servicio y amor, aquellas que hace visible el
Evangelio, que más te cuestan? ¿Por qué?