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Facultad de Teología

Licenciatura en Teología

Curso: Cristología

Semana No. 4
Nombre de la semana: Encarnación

Competencia:
Distingue las metodologías cristológicas como criterios del quehacer cristológico.

Indicador:
Argumenta sobre el propósito de la encarnación.

Introducción

Las controversias cristológicas iniciaron con el problema teológico de la


historicidad de Jesús y, a la vez, este asunto traía implícito el de la divinidad de
Cristo. El largo camino recorrido por la teología en su intento por esclarecer estos
aspectos se vio marcado por una tensión hacia dos polos. Uno de ellos resaltaba
la humanidad de Jesús, el otro lo hacía con la divinidad de Cristo.

Desde la teología no puede aceptarse esta división. Ubicarse en cada uno de los
extremos haría de Jesucristo un simple hombre divinizado o, una divinidad que
vino a este mundo disfrazado de ser humano.

Los concilios, tal como lo hemos visto en el curso de historia de la iglesia, lucharon
por resolver esta cuestión. Para acabar con la controversia se afirmó que en
Jesucristo convivían plenamente tanto su naturaleza humana como su divinidad.

Este aspecto es el que estudiaremos a continuación: la encarnación de Dios en el


hombre Jesús. Tal como veremos, afirmar que en Jesús Dios ha habitado entre
nosotros, es el camino para evitar la confusión entre un hombre divinizado o una
divinidad disfrazada como si fuera un ser humano.
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Contenido

1. ¿A qué nos referimos con encarnación?


1.1 ¿Qué es encarnación?
Este término se introduce en el contexto teológico por medio de Ignacio de
Antioquía (Carta a los Efesios, siglo II d.C.) e Ireneo (Contra los herejes, siglo II d.
C.). El segundo lo usa explícitamente, el primero solo de forma implícita.

Encarnación es sinónimo de humanización, pues bíblicamente (carne) se


refiere al ser humano entero en su caducidad y contingencia. Entonces, al hablar
de encarnación se hace referencia a que el Hijo se ha hecho humano.

El término se introdujo entre los debates relativos a la salvación. Con la


encarnación se enfrentaba la afirmación de que solo el alma necesitaba ser
salvada.

1.2 Amor del Padre - compromiso del Hijo


a. Amor y compromiso
En la encarnación se concreta el amor infinito del Padre, pues ha donado lo
más querido y amado por Él. No hay otra iniciativa más que la que viene del
Padre. La parábola de los viñadores, en Mc 1.1-12, muestra con claridad este
punto. También pueden servir como ejemplo 1 Jn 4.10 y Rom 8.32.

Incluso Jesús mismo, al anunciar su muerte, afirmó: es preciso, en alusión a la


dependencia a un plan divino ya trazado. Así, la encarnación es también
compromiso del Hijo.

Flp 2.6-8 expresa este compromiso: asumir la humanidad representó para


Cristo un despojo, aceptar la condición de siervo al ser igual a los demás seres
humanos. En la encarnación el Hijo no se ha “disfrazado” como si fuera un
humano, se ha rebajado a sí mismo, es algo que afecta a la persona divina
misma. Tal como lo afirma Jn 1.14: el Verbo se hizo carne.

En este sentido Sayés (2005) afirma que la encarnación es:

el acto del que, siendo eterno, entra en el devenir humano. Hacerse carne
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es más que asumir carne. El verbo hacerse implica compromiso de una


persona que comienza a ser diversa de como era antes (sin dejar lo que
antes era) … el término carne es el hombre entero en su aspecto débil y
mortal. He aquí el verbo que entra en la historia de la contingencia humana.
(p. 465-466)

b. Amor de Dios en Cristo


A una divinidad solamente trascendente se le puede intentar conocer por pura
especulación, ya sea filosófica o religiosa. Pero al confesar en Cristo al Dios
encarnado, podemos afirmar plenamente que Dios es con nosotros (Enmanuel).

Ya no hay especulación, a Dios le conocemos porque lo hemos visto en


Jesucristo. En su humanidad Cristo se solidariza con los seres humanos, padece
con ellos. Pero también su humanidad nos muestra que Dios es cercano. Dios
es con nosotros.

Dios ha habitado entre los seres humanos por medio del Hijo y, gracias a su
habitar con nosotros es en Él, con Él y por Él que somos amados por el
Padre.

Sayés (2005) afirma que “a través de la carne [encarnación] de Cristo, es Dios


mismo el que nos ama personalmente. Por Cristo, con y en él somos amados por
el Padre. La encarnación es la fuente de la gracia” (p. 468).

1.3 Kenósis
Si queremos explicar teológicamente la encarnación, un buen inicio será ubicarnos
dentro de dos extremos o polos. Estos están indicados por las flechas en la
siguiente ilustración.
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Es decir, dos alternativas extremas se utilizan para dar una explicación sobre
la encarnación. En Jesús Dios dejó completamente de ser Dios o, no dejó de ser
Dios, pero ocultó su divinidad en la figura humana de Jesús.

El concepto de kenósis se opone a entender la encarnación desde cualquiera


de ambos extremos. En Jesús, Dios ni ha dejado de ser Dios ni solamente ha
ocultado su divinidad detrás de una fachada humana.

La kenósis referida a Flp 2.7, quiere expresar la idea de vaciamiento o


despojarse a sí mismo del rango, potencia o autoridad. Entonces, bien
entendido este término indica que Dios, ser absoluto como tal, puede tomar la
no absolutez de la situación humana.

Así, al vaciarse o despojarse de si (kenósis) puede compartir y compadecerse


de la situación del hombre, pues es un hombre como todos los demás.

Dios, actuando kénoticamente en Cristo, ha sido puesto bajo los poderes del mal
(la humanidad pecadora) y, precisamente ahí, se revelan con más claridad su
majestad y misericordia absolutas.

En este sentido, González (2001) considera que:

la revelación y encarnación de Dios tienen que ser necesariamente


«kenóticas» para ser auténticamente divinas. Si Dios quiere aparecer
dentro del mundo, para poder ser percibido como Dios, y no como un trozo
más de mundo, tiene que mostrarse bajo los signos de la humildad que no
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violenta, de la pobreza que necesita y del amor que seduce en el


desvalimiento inocente. (p. 397)

2. Encarnación y salvación
a. Mediación
Afirmemos categóricamente que, mediante la encarnación ha sido posibilitado
el mediador por excelencia entre Dios y los hombres, tal como lo recita el texto
de 1 Tm 2.5-7. Que Jesucristo sea el único mediador también es afirmado en el
evangelio de Juan en 1.18-19.

Se entiende que no es un mediador más o uno entre muchos otros mediadores.


Es el único camino o acceso al Padre. ¿De dónde proviene esta exclusividad?
pues de la misma dignidad de Hijo.

En esta encarnación se afirma que Dios se ha hecho ser humano en Cristo,


entonces, gracias a que el Hijo ha tomado condición de ser humano la mediación
que realiza es superior a cualquier otra mediación.

Ya que el Hijo ha habitado entre la humanidad y es único mediador, ha abierto la


vía para que así como Él es Hijo, también lo sean los seres humanos. Así, en
Cristo no solamente se da la salvación del pecado, también se da la filiación
divina. Nadie viene al Padre si no es por mí, dice Jn 14.6. En Cristo todos
podemos llegar a ser Hijos de Dios.

Sayés (2005) afirma que:

Toda mediación religiosa establecida por iniciativa humana no deja de ser


un intento de suyo bueno y dotado de valores positivos (mediación
ascendente); pero solo por el don de Cristo (mediación descendente) nos
ha conferido Dios, de hecho, la filiación y la liberación del pecado y de la
muerte, la mediación que garantiza la salvación. (p. 472).

b. Salvación
Si en la encarnación Cristo obra como mediador, quiere decir que encarnarse no
es solo la condición para que haya salvación. Más bien debe considerarse la
encarnación ya como un acto de obediencia, de vaciamiento, de kenósis en el
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cual ya está implicado el acto redentor.

En la cruz se ha puesto punto final a la vida en sacrificio llevada a cabo por Cristo.
Desde el momento de la encarnación, desde la kenósis está obrando el
sacrifico asumido por Cristo. Con su sangre derramada en la cruz se ha sellado
o dado cumplimiento a la misión salvífica encarnacional (sic).

Siguiendo con esta línea de pensamiento podemos decir que la encarnación tiene
también un significado de redención o salvación. Esto es así, puesto que Cristo se
ha rebajado a sí mismo y esta rebajamiento está en línea con el plan salvífico
planteado por el Padre: Cristo responde en obediencia y en este obedecer puede
cumplir su misión de redimir a la humanidad pecadora.

3. Propósito de la encarnación
Para abordar este tema será necesario ir a Documentos de apoyo/adicionales y
descargar el documento El fin de la encarnación. La lectura de este texto servirá
también para realizar la actividad de esta semana.

Referencias

González, O. (2001). Cristología. Madrid: BAC.


Sayés, J. (2005). Señor y Cristo. Curso de cristología. Madrid: Palabra.

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