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Hegel y los monumentos

En esta ponencia mi objetivo es responder a la pregunta de ¿es justificable la intervención


ciudadana en los monumentos y la sustitución de estos a través de la filosofía de la historia
de Hegel? Mi respuesta es que sí, aunque, como veremos y como normalmente sucede, hay
que hacer muchas precisiones y matices.

Por la naturaleza de la exposición y para hacerla más amena, no mencionaré en voz alta las
referencias y autores que he consultado aunque están señaladas rigurosamente en el texto.
Quien desee consultarlas puede preguntarlas o pedirme el PDF.

Respecto del contenido, mi objetivo no es defender la filosofía hegeliana en su totalidad


sino recoger nociones que me ayuden a tratar el tema que me interesa. Mi uso de la filosofía
hegeliana se limita a la noción histórica de Geist o espíritu (que se mostrará como una
noción no metafísica). Si es posible aproximarse a la filosofía hegeliana de esta manera no
es objeto de esta exposición.

El esquema de la exposición es el siguiente: primero explicaré qué entiende Hegel por


filosofía,. Posteriormemte partiré de esta definición para explicar qué es la historia y cómo
siempre es necesario que se acompañen historia y filosofía, así como las conclusiones a las
que llega la filosofía sobre la historia, cuyo objetivo es la libertad. Además, en este
apartado intentaré aclarar qué entiende Hegel por libertad y cómo se relaciona con el
Estado. Finalmente, plantearé la pregunta que me interesa: ¿cómo podemos aplicar esta
teoría a las recientes consideraciones sobre qué monumentos y en qué condiciones
conservar en la vía pública? No llegaré a resolverla, pero enunciaré algunas preguntas que
podrían ayudarnos a hacerlo. Me enfocaré en el muro de Berlín y el monumento a Colón en
Reforma, ahora reemplazado por la antimonumenta.

Qué es la filosofía

Hegel define a la filosofía como [Biblio: 3, cf. pg. 1] la autoconciencia de una cultura
específica. Es consciente, es decir que conoce su propio desarrollo en el tiempo, pero
además es (o debería ser) auto-consciente, lo que significa que sabe que se evalúa a sí
misma a través de las ideas que se han desarrollado en el tiempo. Hegel piensa que estar
consciente de que la filosofía es producto de su tiempo implica reconocer [”,”] los orígenes,
contexto y desarrollo de las doctrinas. La filosofía es, pues, esencialmente histórica y tanto
ella como su objeto de estudia cambia constantemente. Además, si la filosofía debe ser
consciente de que su desarrollo depende del contexto histórico en el que se desarrolla,
entonces en esa misma conciencia y propiciando la filosofía futura [Biblio: 3, pg. 5] la tarea
del filósofo es hacer auto-consciente a cada nación sobre el espíritu que la subyace, sobre
los valores y creencias que le caracterizan, sobre las ideas que han formado su actualidad.
[”, cf. pg. 6] Dice Hegel que la tarea del filósofo consiste en reconocer y apropiarse de la
tradición para mantener su vitalidad. Creo entonces que la filosofía es esencial para
recuperar las lecciones del pasado y afrontar la realidad.
[”, pg. 3] Hegel critica a los filósofos por pretender que las ideas con las que trabajan son
producto de una “razón eterna o ideas innatas” cuando realmente son producto de la
actividad humana en un contexto cultural específico.
En su función histórica la filosofía no debe intentar ajustar la realidad a los conceptos con
los que pretende interpretarla sino dejar que estos conceptos se muestren. La explicación
del mundo no antecede al mundo sino que es descubierto en él.

¿Qué es el espíritu?

Uno de los conceptos más discutidos de la filosofía hegeliana es el de “espíritu”, geist en


alemán. La confusión sobre esta palabra se debe a que es posible utilizarlo en muchos
contextos, por lo que varía su significado. Por el momento podemos definirlo como: la
mente humana y sus productos1, es decir: el espíritu es un universal que abarca todos los
conceptos e ideas que se desarrollan en el tiempo, en la historia. Parece que es una entidad
metafísica, pero [Biblio: 3, pg. 21] Hegel insiste en que ningún universal puede existir más
allá de, o antecediendo a, las cosas particulares. Entiendo entonces que la idea de libertad
no está en una especie de mente supernatural o colectiva sino que se forma a partir de ideas
particulares, con lo que no se le puede acusar, [Biblio 3, cf. pg. 8] como Marx pretende, de
determinar y explicar al mundo con una idea fuera de él.

1
⚠️
Inwood, Michael (1992). A Hegel Dictionary.
Wiley-Blackwell. ISBN 978-0631175339.
Dejemos la filosofía un momento y ocupémonos de la historia.

Qué es y cómo transcurre la historia

Como la filosofía estudia el desarrollo del pensamiento en el tiempo y al desarrollo de esas


ideas en el tiempo y mundo material lo llamamos historia, y al desarrollo del pensamiento
lo equiparamos con el espíritu, podemos decir que la historia es el desarrollo del espíritu. El
objeto de la filosofía entonces es tanto la historia como el espíritu.

[Biblio: 3, pg. 14] Hegel concibe tres tipos de historia: original, reflexiva y filosófica. En la
original, el escritor de la historia narra eventos en los que ha participado. Carece de una
perspectiva universal. En la reflexiva, la perspectiva abarca una época entera pero se
imponen los puntos de vista del autor. En la filosófica hay una perspectiva universal sin
imponer las ideas del autor.

El problema es ¿cómo evitamos un recuento imparcial de la historia, empañado por las


nuevas concepciones? ¿Cómo hacemos para establecer a un evento X sin ningún
calificativo y, al mismo tiempo aprender algo de este si entonces debemos decir X es Y, lo
cual estará sesgado por la mentalidad con la que lo juzguemos?

Hay una oposición entre los principios de la filosofia original y la reflexiva: [”, “] Hegel
sabe que esto es un problema: hay una contradicción entre los métodos de la filosofía
activo, productor: [Biblio: 3, pg. 16] donde hay una dialéctica interna y una necesidad
lógica en la historia donde las contradicciones de una cultura son descubiertas y resueltas) y
la historia (empírica, libre de preconcepciones a priori: [Biblio: 3, pg. 16] renuncia a todos
los prejuicios y examina al sujeto en sí mismo)

Esto significa que, por un lado, la historia original tiene la ventaja de que uno está inmerso
en el contexto y, por lo tanto, no hay una distancia ni riesgo de anacronismos (o de un sesgo
tan grande, supone Hegel). La historia reflexiva es la inversión de esto: hay distancia y por
lo tanto se abarca más de los eventos, pero hay una mayor posibilidad de sesgo. La historia
filosófica debería ser la resolución de ambas. ¿Es del todo posible?
[Biblio: 3, pg. 21] Piensa Hegel que es a través del estudio y reflexión de la filosofía sobre
la historia que el humano puede alcanzar el autoconocimiento, con lo que descubre y aclara
su objetivo y las condiciones necesarias para realizarlo. Es una tarea difícil pues su base, la
historia filosófica, debe cumplir cabalmente con encontrar el punto medio entre la historia
objetiva y la reflexiva. Primero es necesario reconocer que hay que ser consciente de la
historia, luego reconocemos el peso de la misma y los sesgos que crea. Sólo entonces es
posible ser crítico y, en esa crítica, es posible descubrir cuál se muestra como el objetivo de
la nación, de la historia: la libertad.

La libertad y la relación con el Estado

Podemos pasar ahora a considerar qué entiende Hegel por libertad y por qué es tan
importante en mi exposición. Si bien todavía me hace falta investigar mucho, entiendo que
Hegel llega al concepto de libertad observando el desarrollo de la historia, a la que llama
“el progreso conceptual en la conciencia de la libertad”2: [cf. Biblio: 3, pg. 20] la descubre
como la esencia humana, pero no como diciendo que el ser humano nace libre sino que su
propósito o finalidad es realizar su libertad.

Hegel dice que la libertad se ve realizada particularmente en el Estado. [Lecciones de


filosofía] Pretende ejemplificar esto con las diferencias entre China, India y Prusia (ahora
Alemania). Mientras que caracteriza a China como una sociedad rígida y con autoridad
centralizada; y después habla de India como una sociedad tan religiosa que impide el
correcto desarrollo en el mundo material, Hegel describe a la Prusia de su tiempo con el
potencial de realizar la más elevada libertad gracias a su reconocimiento del individualismo
y libertades individuales (aunque Prusia en ese momento era una monarquía absolutista con
poca o nula participación ciudadana, ya no digamos con derechos o libertades reconocidas
para las mujeres, personas de color o minorías)

2
de Laurentiis, Allegra (2010). "Universal Historiography and World History According to
Hegel". In Peter Liddel and Andrew Fear (ed.). Historiae Mundi: Studies in Universal
History. Duckworth Press. | de Laurentiis 2010, 207 (quoting Hegel, her translation).
[Biblio: 3, pg. 18] Se acusa a Hegel no solo de etnocentrista, porque postula la superioridad
europea, sino también de violar sus propios ideales y postular la noción metafísica de
libertad como clave interpretativa de la historia.

Sobre lo segundo dijimos ya que la libertad realmente no es un principio metafísico, sin


embargo, sobre lo primero, es verdad es que, como buen hijo de su tiempo, Hegel cree en la
superioridad europea y por ello hace una interpretación sesgada de la China e India del
momento y llega a una conclusión falsa: la Prusia del siglo XVIII no es el ejemplo de una
sociedad donde predomina la libertad. A pesar de esto, no creo que la teoría hegeliana se
vuelva obsoleta o inútil sino que la objeción nos invita a reconsiderar si, actualmente, la
libertad es el parámetro con el que queremos evaluar y reglamentar nuestra realidad y
nuestras acciones.

[Biblio: 3, pg. 10] Hegel en su Filosofía del derecho, señala muy específicamente las
condiciones necesarias en un Estado para la realización de la libertad. Primero, debería
estipular la representación popular, debería tener una constitución escrita que limite los
poderes de la autoridad central y, entre varias otras cosas, debería permitir la libertad de
prensa y libertad de credo. Este no es un recuento exhaustivo de las características del
estado, pero funciona por el momento.

[”, “pg. 25] Estos ideales, sin embargo, no pueden conseguirse, según Hegel, a través de
disturbios civiles y, todavía menos, a través de la eliminación de las tradiciones o
instituciones locales. Las Ideas de la revolución, dice Hegel, deben ser establecidas a través
de reformas graduales desde el poder e irlas adaptando gradualmente a las condiciones
históricas prevalentes. Lo que no logran entender quienes pretenden revolucionar de un
momento a otro el momento en el que viven es la distinción que hicimos en el apartado de
la historia: ¿deberíamos observar la historia con absoluta imparcialidad? No. ¿deberíamos
olvidarla por completo e intentar comenzar con un lienzo en blanco? Ni es deseable ni es
posible. ¿Deberíamos renunciar al cambio? No. [Biblio: 3, pg. 25] El problema entonces es
que los radicales, los revolucionarios no comprenden que sus ideales deben ser adaptados al
momento histórico y que los reaccionarios, digamos los conservadores, se niegan a ver que
la historia cambia inevitablemente.
Finalmente llegamos a la parte en que todo se une. ¿Qué tienen que ver la filosofía, la
historia, la libertad, el Estado y los monumentos?

1. El trabajo de la filosofía es apropiarse de la historia para hacer autoconsciente a las


naciones de la libertad que les corresponde, así como de la tradición ideológica que
las forma.
2. 2. Se acusa a Hegel de imparcial al favorecer la libertad para explicar la historia,
pero creo que intentar aprender de la historia sin reconocer la sensibilidad del
momento desde el que se le juzga es un intento de hacer interpretación “al alto
vacío”. Los hechos históricos no pueden ser calificados en sí mismos como buenos
o malos a menos de que haya un punto objetivo o una meta a la luz de la cual
evaluarlos. En este caso, siguiendo a Hegel, sostengo que es el de la libertad.
Concedamos, a la luz de la experiencia occidental, que defender la libertad es una
buena causa. Es necesario entonces condenar como malos aquellos actos que nos
alejan de esta libertad. ¿Los personajes que las perpetraron son malos aunque en su
momento estuvieran justificados por el entorno y las ideas que imperaban? Si.
Quizás es razonable conceder las atenuantes correspondientes a sus acciones en
atención a las ideas que predominaban, pero eso no resulta en la neutralización del
valor moral de una acción. ¿Deberíamos celebrar actualmente a las personas que
representan estos ideales? No. ¿Deberíamos olvidarlas y borrarlas de la historia?
Tampoco. Pero pretender que sus acciones son neutras no es constructivo para las
sociedades; y equivale a ignorar los resultados de la experiencia.

Creo que un buen ejemplo es la usanza alemana, que no permite la reproducción de obras
nazis ni la celebración de figuras relacionadas con esta ideología, pero no por eso lo elimina
de su historia y lo borra de sus planes de estudio sino lo contrario. Se estudia la historia
para no repetirla, pero no se la celebra ni normaliza.

Concedo que podría ser cuestionado si la libertad debe ser el valor preponderante, cómo la
definimos, para quién, cómo la aplicamos, etc. pero me parece que históricamente hemos
comprobado que la libertad sí es uno de los principios más valiosos.
Dice Hegel, entonces, que el avance a la libertad se ve reflejado en el Estado y gobierno de
cada nación. Entre las características que describe Hegel, yo hago énfasis en la
representación popular y en la libertad de expresión.

Ahora, por fin y quizás un poco tarde, es oportuno preguntarse en qué constituye un
monumento. Si debe ser grande, si debe ser bello, si a las personas realmente les importa, si
es una celebración del personaje representado (monumento) o una manera de recordarlo
(memorial). Si no hay mejores maneras de evaluar la relación
pueblo-historia-Estado-libertad. Lamento informar que todavía no llego a esa parte de la
investigación en mi tesis y, por lo tanto, esta sección será más bien el planteamiento del
problema.

Además, platicando con el profesor Pippin me hizo notar que la ambición de universalizar
una regla para cada caso es poco realizable, como se verá por la diferencia de contextos,
historia e implicaciones en los ejemplos que mencionaré a continuación. Espero poder
resolver al menos uno de estos casos en una investigación más detallada, pero por el
momento me parece que es posible concluir, a partir de la explicación que he dado, que la
filosofía hegeliana de la historia justifica la reconsideración e incluso sustitución de los
monumentos en tanto que el cuestionamiento/intervención/protesta de los ciudadanos
respecto de los monumentos, o al menos de los símbolos históricos que se hallan en la
ciudad, denota la presencia de una autoconciencia que se da cuenta de su libertad o falta de
ella y se esfuerza en alcanzarla.

La atención ciudadana hacia los símbolos históricos de su entorno denota que no solo han
hecho conscientes estos símbolos, sus significados y parte de la historia que representan
(aunque quizás no en toda su profundidad). No solo eso, sino que, ya sea criticando o
defendiendo a los monumentos, la conversación alrededor de estos demuestra que es cada
vez más común la reflexión sobre estos, sobre lo que implica alguna parte de la historia
nacional y si vale la pena recuperarla y celebrarla en la actualidad, tomar nota de ella y
criticarla o recordarla y prevenirla. Ha tomado tanta importancia que el mismo Estado se ha
visto en la posición de pronunciarse sobre el asunto (posiblemente por conveniencias
políticas, pero hay que comenzar por algún lado con cualquier excusa).
Además, los monumentos son relevantes no solo por el periodo histórico que evocan sino
porque representan, normalmente, una imposición del estado en el espacio público; son un
ejercicio del poder institucional que decide preservar lo que supone relevante. Algún héroe
de la patria (no es lo mismo poner a Zapata que poner a Diaz), algún intelectual (no es lo
mismo poner a Marx que poner a Smith) o algún mártir (no es lo mismo poner a Malala
Yousafzai que poner a Rosa Parks). En tanto que es el Estado quien pone estos
monumentos en el espacio público y, en principio, el Estado es representante de la mayoría,
los monumentos son, también en principio, una expresión de lo que la mayoría considera
celebrable, conmemorable, notorio. Cuando esto no es el caso, la población tiene el derecho
y hasta el deber de hacérselo saber al Estado, de intervenir los monumentos, de protestar
por, alrededor y en ellos. No en un afán de borrar la historia y de ignorar el contexto, como
acusaba Hegel a los radicales, pero sí de expresar convicciones diferentes a las que
pretende el Estado.

Por el momento, en vez de intentar encontrar un común denominador y construir una


definición universal, utilicemos dos casos: el muro de Berlín y la estatua de Colón en
Reforma, ahora sustituída por la antimonumenta.

El muro de Berlín fue construido en 1961. Lo construyó el estado socialista “para


protegerse” en la Alemania del oeste. El muro “cayó” en 1989 tras muchas protestas por
parte de los habitantes de Alemania del este. Para entonces, muchos habían sido asesinados
intentando pasar de un lado a otro. Cuando los alemanes se enteraron de que las puertas
estaban abiertas, ambas alemanias se reunieron al pie del muro. Muchos lo treparon,
algunos otros lo golpearon hasta derribarlo. Durante el proceso de destrucción, artistas de
ambos lados abogaron por la conservación de un pedazo de muro para crear una galería de
arte urbano al aire libre que permanece ahí.

¿El muro de Berlín es un monumento o un memorial? Sí, está ahí como marca del evento
histórico, pero también está ahí, especialmente en la cultura alemana, como recuerdo de las
consecuencias del autoritarismo. Sí, es una advertencia para el futuro. Fue definitivamente
una imposición del estado (de Alemania del este) sobre la población de ambas Alemanias.
¿Importa la intención con la que se le erigió? ¿De no ser por la población que se lo apropió
y los artistas que lo resignificaron, percibiríamos este muro igual que como lo hacemos
ahora? ¿Hay algún otro sitio que simbolice de manera tan evidente el deseo y la
consecución de la libertad (de tránsito, de asociación, de ideas)? Sería una pérdida
lamentable deshacernos del muro de Berlín. ¿Por qué? ¿Qué función cumple todavía?
¿Quizás es que no sirve solamente como memorial para prevenir lo malo sino como
recuerdo y celebración (monumento) a la conquista de la libertad? ¿No es inspirador y
recuerdo de que es posible cambiar el status quo? ¿Qué logró la caída del muro sino los
disturbios civiles y las ideas revolucionarias?

Otro ejemplo

El monumento a Colón fue mandado por Maximiliano de Habsburgo para honrar a Colón,
pero terminó siendo patrocinado por un empresario ferrocarrilero criollo, partidario de
Maximiliano y del segundo Imperio Español.

En 1992, 12 de octubre, día de la raza, que es cuando se conmemora (antiguamente


“celebra”) la llegada de Colón a América, sucedió el primer intento de derribar la obra en
una protesta compuesta por grupos indigenistas, organizaciones sindicales y colectivos
punk. Finalmente, en 2020 fue convocada una marcha para derribar la estatua el 12 de
octubre. Dos días antes, el Gobierno retiró la escultura diciendo que había una restauración
programada por el INAH. Casi un año después, el 25 de septiembre de 2021 colectivas
feministas instalaron la “antimonumenta” y renombraron el sitio como “glorieta de las
mujeres que luchan”

¿Qué podemos decir de este caso? ¿Cómo calificamos moralmente a Colón? ¿Era bueno o
malo? ¿Pretendía o podía imaginar siquiera que la conquista se desarrollara como lo hizo?
La conquista forma ahora parte de nuestra identidad ¿deberíamos lamentarnos por ella,
librarnos de su peso? ¿O deberíamos celebrarla? Ahora somos más conscientes de las
consecuencias del colonialismo, de los abusos que se vivieron, de la explotación humana y
laboral que, en cierta medida permea todavía en nuestra cultura. Somos cada vez más
conscientes y al mismo tiempo ansiamos cada vez más (con justa razón) liberarnos de estas
consecuencias negativas. En un principio el objetivo del monumento era el de celebrar a
Colón. ¿Ese es el significado que le damos ahora? Si además existen días como “el día de la
raza”, ¿podríamos decir que el papel del monumento es ahora más bien de conmemoración?
¿de marca histórica pero no de festejo? ¿Cuál es el objetivo de un memorial? ¿Es una forma
de respeto o simplemente la marca imparcial de un acontecimiento? A diferencia del muro
de Berlín, ¿cumple algún papel preventivo? ¿Estamos preocupados, como con el
nacionalismo, de su inminencia o de la posibilidad de que regrese el colonialismo material?
¿Qué tal el colonialismo intelectual o económico? ¿El (si lo fuera) memorial de Colón
aporta algo a esa observación, discusión y prevención? ¿Quitar el monumento de la vía
pública nos permite, en verdad, acercarnos más a la libertad? ¿Qué hacemos con él? ¿Lo
destruimos, lo metemos a un museo?

Y sobre la antimonumenta, ¿no es el ejemplo perfecto del pueblo llamando la atención del
Estado sobre lo que es importante? ¿sobre lo que habría que pensar, y de hecho piensa
buena parte del pueblo, cada vez que sale a la calle? ¿no es el pueblo clamando que no es
libre de salir a la calle con tranquilidad? ¿no es el pueblo reconociendo que no puede
librarse de las atrocidades actuales y que el Estado debería trabajar para librarlo de ellas?
¿Cuántas personas se necesitan para legitimizar una protesta de ese tipo? ¿Todo el pueblo
debería estar de acuerdo, o sólo la mayoría o quizás es suficiente con que unos pocos no
sean libres como para descubrir que eso afecta la libertad de todos?

Temo que por el momento no puedo ofrecer una conclusión o respuestas. Tengo algunas
intuiciones pero para construir una respuesta clara necesitaría de hecho completar la tesis,
investigar en qué consiste la libertad, qué es un monumento, la diferencia entre estos y los
memoriales, etc. Lo que más me interesa ahora es la respuesta de mi replicante y, de ser
posible, sus comentarios e inquietudes.

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