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Georg Wilhelm Friedrich Hegel

Hegel es el último de los pensadores que pertenecen al movimiento filosófico que hemos llamado
idealismo alemán. El periodo histórico en que vivió le sugirió el objetivo que lo movió para iniciar sus
reflexiones filosóficas. Éstas, ab initio, 1 estuvieron encaminadas a proponer una realización más plena de
la libertad y la razón. En otras palabras, al constatar la falta de libertad, él quiso poner a la realidad en
consonancia con las exigencias de la razón.

Situación histórica

Los hechos que lo llevaron hacia el objetivo ya mencionado fueron principalmente cuatro: la situación de
su país, la polis griega, la presencia del cristianismo y la Revolución Francesa. La Alemania en que Hegel
vivió en la segunda mitad del siglo xviii no era un Estado moderno. La libertad estaba sometida: había
censura para la expresión, se atacaba la cultura y cualquier tipo de “ilustración”. Hegel sentía que su país
tenía la necesidad de convertirse en un Estado racional. Al mirar retrospectivamente en la historia, Hegel
encontró que la comunidad alemana contrastaba con la polis griega, en donde existía una armonización
plena del individuo con el todo. En las ciudades-Estado de Grecia el hombre vivía el espíritu de la polis,
era el espíritu del pueblo, que era el espíritu real. Hay, sin embargo, un pero: entre los griegos sólo
algunos eran realmente libres. El hombre en general no tenía conciencia de su libertad ni de su
individualidad. El cristianismo, según Hegel, trajo una variante sustancial a este respecto. La religión
cristiana refuerza la subjetividad y la libertad del individuo. Dondequiera que ella se presente establecerá
como principio racional la libertad humana; pero no logra formar el ambiente apropiado para que se
realice la armonía individuo-polis. Otro hecho que para Hegel tuvo muy especial importancia fue la
Revolución Francesa. Ella significó el triunfo de la razón, ya que uno de sus principios establecía que el
pensamiento debe gobernar la realidad. Según esto, solamente sería verdadera realidad aquella que
realizara las exigencias de la razón. Hegel reafirmó con esto uno de sus postulados, “todo lo racional es
real”, y en algún momento llegó a creer que con la Revolución Francesa se aunaría la libertad individual
con la vida social comunitaria. Sin embargo, sus ilusiones cayeron por tierra al presentarse la época del
Terror, la cual le hizo ver nuevamente la tremenda dificultad que existe para conjugar la subjetividad con
la vida del espíritu.

Marco filosófico

Además de los hechos históricos que influyeron a Hegel, también es necesario recordar las ideas que
formaban el marco filosófico del cual iba a partir. Dichas ideas pertenecían básicamente a los sistemas de
tres filósofos connacionales suyos: Kant, Fichte y Schelling. De Schelling aprendió la identidad entre lo
ideal y lo real, de manera que todo lo racional es real. Entre el yo y el no-yo no hay supremacía del uno
sobre el otro. Las teorías de Fichte también aparecieron después integradas en el sistema hegeliano,
sobre todo las que se referían a la marcha dialéctica de la realidad. En este aspecto, como ya vimos,
Fichte fue muy explícito cuando afirmó que la multiplicidad tiene lugar gracias a un proceso de tres
etapas (tesis, antítesis y síntesis) que se inicia con la puesta del yo, se continúa con la aparición del no-yo
y culmina con la conjugación del yo con el no-yo. Las aportaciones de Fichte y Schelling fueron de mucho
valor para Hegel; aunque lo que más le interesaba eran las escisiones que encontró al revisar la historia
de la filosofía en general y, especialmente, el sistema kantiano. En la historia de la filosofía descubrió
Hegel la presencia de dos conceptos que han caminado separados sin llegar a conciliarse: el concepto de
naturaleza y el concepto de espíritu. El primero fue el objeto principal de la filosofía griega. El segundo es
una aportación del cristianismo y ha servido de apoyo a la filosofía moderna. Según Hegel, ambos
conceptos conforman la realidad y es necesario elaborar una teoría unitaria. Antes de emprender la tarea
de la unificación, creyó conveniente hacer la crítica del sistema filosófico que, a su juicio, había alcanzado
la maduración máxima: el sistema kantiano. En esta filosofía hay varias escisiones; por ejemplo: la
separación que hay entre el entendimiento y la razón, pues mientras aquél busca lo limitado, los
fenómenos, ésta tiende a lo incondicionado y absoluto. Otra separación insuperable es la que se da entre
fenómeno y nóumeno; éste es incognoscible; por lo tanto, no es posible una teoría de la totalidad. Una
tercera división es la que se da entre el ser y el deber ser, entre la teoría y la praxis, entre pensamiento y
acción; esta división nos conduce a la imposibilidad de realizar el deber ser. Todas las separaciones
kantianas necesitaban teorías unificadoras que hicieran posible el conocimiento de la realidad total.
Advirtió Hegel que este conocimiento adolecía de una imposibilidad radical porque, en general, a la
filosofía se le había entendido como una tendencia a la sabiduría (Philos, amigo, y sophia, ciencia), o
bien, como una crítica, en el caso de Kant. Ya era tiempo de que la filosofía fuera no sólo tendencia a
saber, sino el saber mismo; y que, en lugar de crítica de conocimientos y de la razón, fuera un sistema
racional de la totalidad de lo real.

El sistema hegeliano

Se puede decir que el sistema hegeliano es la filosofía de la idea. En dicho sistema la idea tiene tres
formas: como pensamiento, como naturaleza y como espíritu (geist). De éstas, la principal es el espíritu, y
donde mejor se realiza éste es en la historia universal. El desarrollo de las tres formas de la idea y, de
manera especial, la concreción del espíritu en la historia universal, se hacen dialécticamente. Tenemos,
pues, tres temas estrechamente relacionados, cada uno dependiente de los otros dos. Los trataremos en
este orden: la dialéctica, el espíritu y la filosofía de la historia.

La dialéctica

Aunque en casi todos los sistemas filosóficos hay un empleo especial del término dialéctica, en el caso de
Hegel podríamos decir que su filosofía es en sí dialéctica, pues a través de todo su sistema la empleó para
efectuar su método de investigación. Si analizamos la dialéctica con atención, advertiremos que no es
solamente un método, sino que es la estructura misma de lo real. La dialéctica no se reduce a etapas de
tres pasos (tesis, antítesis y síntesis), sino que es un todo estructural regido por categorías, como las de
totalidad, superación, cambio, inmediatez, etcétera. Además, en el funcionamiento de ese complejo hay
tres momentos o aspectos: el abstracto o intelectual, el dialéctico o negativo-racional, y el especulativo o
positivo-racional. Mediante los tres momentos se pretende llegar a la realización de la libertad y de la
infinitud.

La realidad tiene estructura dialéctica. Esto significa que:

• La realidad es relacional, puesto que cada cosa es lo que es, por su relación con la totalidad.

• Los hechos son un precipitado o resultado de un juego de relaciones, algunas conocidas y otras no.

• La realidad es procesal, pues no es fija ni está determinada para siempre. El proceso general y los
procesos particulares están regidos por la contradicción, entendida ésta como oposición de contrarios.
De todo esto podemos concluir que cada cosa asume la realidad total; por eso decía Hegel que “lo
verdadero es el todo”. El conocimiento también tiene estructura dialéctica porque:

• Si la realidad es dialéctica, el conocimiento tiene que serlo para que la pueda configurar.
• El conocimiento esencialmente es relación sujeto-objeto. Cada uno existe por causa del otro. El
verdadero conocimiento se dará cuando se obtenga la reducción de los dos elementos a una identidad
absoluta.

El espíritu

La filosofía hegeliana es el estudio de la idea en sus tres formas: como pensamiento, como naturaleza y
como espíritu. Advirtió Hegel que “el conocimiento del espíritu es el más concreto de los conocimientos
y, por lo tanto, el más alto y difícil”. Cuando Sócrates pronunció su célebre precepto “Conócete a ti
mismo”, no se estaba refiriendo, según Hegel, a un conocimiento de aptitudes, de carácter, inclinaciones
o debilidades, sino al conocimiento de la verdad del hombre, de su esencia misma como espíritu. El
espíritu hace referencia a la autoconciencia como siendo para-sí, en oposición a los objetos naturales que
solamente son en-sí y nunca para-sí. El espíritu, por ser actividad, únicamente se conoce a través de las
manifestaciones en que se va realizando. El espíritu llega a ser lo que es a través de esas manifestaciones.
Como aproximaciones al espíritu empleamos estas palabras: yo, sujeto, infinito. Con el vocablo “yo” nos
referimos al espíritu en cuanto centro de atribución, pero cuando hablamos del espíritu como sujeto
estamos significando la subjetividad, es decir, la conciencia en cuanto conciencia de un objeto. El sujeto
siempre dice en relación con un objeto. El ser del objeto es un ser en sí, porque ya está terminado; el ser
del espíritu o de la conciencia es un ser-para-sí. Cuando hay identidad entre el sujeto y el yo, entonces el
espíritu es infinito. En este momento, la subjetividad es libre y se realiza como libertad. El espíritu tiene
tres formas básicas. Es subjetivo en su forma de relación consigo mismo. Es objetivo, si se le considera
como actividad; los productos de esa actividad también son espíritu objetivo. Si vemos al espíritu como
unidad de la objetividad y la subjetividad, entonces tenemos el espíritu absoluto.

Filosofía de la historia

Vimos antes que la forma principal de la idea es el espíritu. Lo opuesto a espíritu es la materia. En ambos
hay fuerza de gravedad, pues tienden hacia su centro; pero la materia tiene su centro en algo exterior a
ella, mientras que el espíritu tiende hacia sí mismo, él es su propio centro, en esto consiste su ser libre.
Por esto, según Hegel, la sustancia de la materia es la gravedad y la sustancia del espíritu es la libertad.
Siendo la libertad lo esencial del espíritu, y éste la forma principal de la idea, se puede afirmar que en el
sistema hegeliano el problema principal está relacionado con la realización de la libertad y, en último
término, con la historia universal, como escenario de la libertad. En otras palabras, los problemas que
más interesaron a Hegel fueron los que corresponden a la filosofía de la historia. Algunos de estos
problemas son los siguientes: ¿Cuál es la tarea de la filosofía de la historia? ¿Cuál es la naturaleza del
proceso histórico? ¿Cuál es el fin de la historia? ¿Cómo se realiza el fin de la historia? Veamos cómo
respondió Hegel a estas cuatro preguntas. Hegel distinguió la historia original o primaria, de la historia
filosófica. La primera se ocupa de describir los hechos contingentes; la segunda, que también puede
llamarse filosofía de la historia, es una consideración reflexiva de la primera. Decía Hegel: “En la historia
universal filosófica, el individuo es el espíritu de los pueblos. Lo principal para ella es el espíritu de los
acontecimientos, que hace surgir los acontecimientos”. La filosofía de la historia considera que la historia
universal es un proceso racional, pues, como ya quedó asentado, la razón lo gobierna todo, incluyendo el
proceso de la historia. La racionalidad también se manifiesta en el hecho de que a la historia la
interpretamos valiéndonos de categorías, como las de variación y finalidad, según las cuales los
individuos y los pueblos aparecen y desaparecen, aunque siempre actúan de acuerdo con el plan y los
fines de la razón. Otra característica del proceso histórico es su dialecticidad, la cual se da en los
individuos que participan en la historia; pero Hegel decía que, como estamos hablando de la historia
filosófica, no tenemos que considerar a los individuos particulares, sino al espíritu de los pueblos, que es
de naturaleza universal. El carácter dialéctico del proceso histórico se asienta en los pueblos, en los
Estados, que es donde se concreta el espíritu de esos pueblos. Un aspecto de lo dialéctico es la totalidad.
En los espíritus nacionales se cumple ese aspecto, porque cada uno es lo que es por su relación con el
espíritu universal. En cada uno está la totalidad; así, pues, de manera necesaria aparece también el
aspecto relacional, que es otro ángulo de lo dialéctico. La etapa de tres momentos (tesis, antítesis y
síntesis), que es característica de la dialéctica hegeliana, también se hace presente en el proceso
histórico. Esto se debe a que, cuando terminan su ciclo, las individualidades nacionales mueren, dan paso
a nuevas formas que no van a ser repeticiones, sino superaciones de las anteriores. En la renovación de
los pueblos hay cambio, antítesis, síntesis, superación, es decir, hay dialéctica. Para estudiar el tema del
fin de la historia y la realización de ese fin, vamos a partir de una de las definiciones (filosófica) de
historia que Hegel ofrece en sus Lecciones sobre filosofía de la historia universal: “La historia es un
conjunto de fases, de épocas históricas concretas, que se van sucediendo dialécticamente en un
progresivo avance de realización de la idea de la libertad a través del Estado”. En esta definición
encontramos: el fin general de la historia, el proceso de realización y los medios a través de los cuales se
obtiene dicho fin. El fin general de la historia es la libertad humana. En realidad, el hombre es libre por su
propia naturaleza, pero si él no sabe que es libre, entonces de hecho no lo es. El progreso hacia la
libertad consiste en avanzar en la conciencia de sí mismo. El hombre tiene que llegar a saber lo que es;
debe tener conciencia de su ser libre; si no progresa en este sentido, seguirá siendo esclavo.

Para confirmar lo anterior, Hegel hizo una rápida revisión de la historia en cuatro de sus momentos clave:
los pueblos orientales, el pueblo grecorromano, el cristianismo y el pueblo germánico. Entre los primeros
no hubo libertad, porque ellos tenían conciencia de que no eran libres; creían que sólo el déspota era
libre. En el pueblo grecorromano algunos eran libres, no todos, aun Platón y Aristóteles pensaron de esa
manera. Para el cristianismo todos los hombres son libres, pero hubo conflictos con el Estado. En los
pueblos germánicos sí se realizó la idea de libertad y se logró armonizar la objetividad con el Estado.
Según Hegel, para la realización del fin general de la historia intervienen los individuos particulares.
Éstos, por medio de sus pasiones e intereses, persiguen sus propios fines; pero la razón se vale de toda
esta actividad individual para englobarla dentro de un amplio plan que conduzca a los fines del espíritu
universal. En realidad, ese amplio plan de la razón no es otro que el plan de la providencia cristiana. La
historia universal es la realización de ese plan. Pero si nos expresamos únicamente en términos de
providencia, razón, planes universales, etcétera, todo queda muy abstracto. Hegel concretó diciendo que
el instrumento visible mediante el cual se realiza la libertad humana es el Estado. En él la libertad se hace
objetiva y se armonizan los ideales particulares de los individuos, para que éstos se conviertan en medios
para la obtención del fin general de la razón.
sis y síntesis.

1. Tesis: Representa una idea, concepto o situación inicial. Es la afirmación de algo. Por
ejemplo, "yo" podría representar la afirmación de la existencia del sujeto, la conciencia
individual o el ser en sí mismo.
2. Antítesis: Es la negación o contradicción de la tesis. Es una idea o concepto que se opone
a la tesis inicial. En este caso, "no-yo" sería la antítesis de "yo", representando lo opuesto
a la afirmación del sujeto individual, como el mundo externo o la realidad objetiva.
3. Síntesis: Es el resultado de la resolución de la tensión entre la tesis y la antítesis.
Representa una nueva idea o concepto que integra y supera las contradicciones entre
ambos. En el contexto de "yo" y "no-yo", la síntesis sería la "conjugación de yo y no-yo",
que implica la comprensión de que el sujeto individual y el mundo externo están
relacionados e interconectados.

Este proceso dialéctico se repite continuamente, y cada síntesis se convierte en una nueva tesis
que será confrontada con una nueva antítesis, lo que da lugar a un desarrollo progresivo y en
constante evolución del conocimiento y la realidad. Hegel creía que este proceso dialéctico era
fundamental en el progreso del pensamiento humano y en la comprensión de la verdad.

Es importante destacar que este enfoque filosófico ha sido interpretado y criticado por diversos
filósofos y pensadores a lo largo de la historia, y su aplicación puede variar en diferentes
contextos y campos del conocimiento.
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