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1

Eclesiástico (= Ben Sirá), el libro

El prólogo del traductor griego informa sobre el autor y la época (prol. vv. 7-14. 27-
30).
7
Mi abuelo Jesús, después de dedicarse intensamente
8
a leer la Ley,
9
los Profetas
10
y los restantes libros paternos,
11
y de adquirir un buen dominio de ellos,
12
se decidió a componer por su cuenta algo en la línea de la sabiduría e instrucción,
13
para que los deseosos de aprender, familiarizándose también con ello,
14
pudieran adelantar en una vida según la Ley.
27
El año treinta y ocho del reinado de Benefactor
28
vine a Egipto, donde pasé una temporada.
29
Y como tuve buena ocasión de aprender,
30
me pareció necesario aportar también mi trabajo y esfuerzo a traducir este libro,
31
y así dediqué muchas vigilias y todo mi saber,
32
durante este período,
33
a completar y publicar el libro,
34
en beneficio de los emigrantes deseosos de aprender
35
y predispuestos por sus costumbres
36
a vivir según la Ley. (BNP)

La Sabiduría de Jesús Ben Sirá fue un libro tan leído en la Iglesia antigua que
adquirió el título de Liber Ecclesiasticus. Jerónimo lo conoció en el hebreo y los rabinos lo
citaron. Los judíos y una parte de la Iglesia antigua no lo consideraban como canónico,
aunque se leía en la liturgia.
Cerca de dos tercios del texto hebreo fueron encontrados en 1896 entre los restos de
varios manuscritos de la Edad media procedentes de la geniza –bodega de antiguos
manuscritos– de la antigua sinagoga del Cairo. Fragmentos fueron descubiertos en una
cueva de Qumrán en 1964; se descubrió en Masada un texto que contiene Eclo 39,27-44,17
en escritura de comienzos del siglo I a.C. En la actualidad se dispone de un texto hebreo de
unos dos tercios del libro que fue conservado en manuscritos griegos y latinos. Las
variantes de estos testigos entre sí y en relación con las traducciones griega y siríaca
indican que el libro circulaba en varias recensiones. (La Iglesia reconoce como canónico el
texto griego.)
La versión griega se conservó desde el incio de la cristiandad. Se presenta en dos
recensiones, una versión más breve que la otra1. Esta (más breve) recensión es la que llegó
a constituir el textus receptus de las ediciones impresas (edición de Rahlfs de los Setenta).
La otra recensión, 134 versos más extensa, se conserva en varios manuscritos griegos así
como en citas de escritores eclesiásticos, ye en la edición hexaplar de Orígenes y en la
recensión de Luciano.
1
El texto breve está en los principales códices unciales (en letras mayúsculas) de la versión
de los Setenta (códices Vaticano, Sinaítico, Alejandrino, de los siglos IV-V d.C.) y en
algunos códices minúsculos de importancia.
2

En el siglo II d.C. se hizo una traducción al latín en Occidente, que formó parte de
la Vetus latina. Fue hecha a partir de la recensión larga del texto griego y presenta
añadiduras o glosas que no están en el griego. Jerónimo no tradujo el texto del Eclesiástico,
y aquella versión de la Vetus latina pasó a la Vulgata. De ella se sirvieron la liturgia latina,
los teólogos y Padres occidentales2. En la actualidad el oficial texto latín de la Iglesia, la
Neovulgata, ha tomado “como norma” la versión recogida en la Vulgata, retocándola de
acuerdo con la versión griega y a los fragmentos que restan del texto hebreo3.
La compleja historia de la transmisión de Eclesiasticus/Ben Sirá explica por qué el
texto es uno de los menos fijados de todo el Antiguo Testamento. Las discrepancias en las
traducciones no afectan a los sustancial del texto, pero sí generan diferencias en las
traducciones de algunos pasajes.

El título latino, Eclesiasticus (liber), una denominación reciente (Cipriano, 250


d.C.), recalca su uso oficial de la Iglesia, en distinción con la Sinagoga. En griego (cf. la
firma, 51,13-30), el libro se llamaba “Sabiduría de Jesús Ben Sirá” y el autor es nombrado
en 50,27/29. Los modernos lo llaman Ben Sirá o el Sirácida (según la forma griega). En un
prólogo (vv. 1-34) el nieto del autor explica que tradujo el libro cuando vino a residir en
Egipto el año 38 del rey Evergetés (v. 27, Tolomeo VII Evergetes); la fecha corresponde al
año 132 a.C. Entonces, su abuelo, Ben Sirá, escribió hacia el 190-180. Un argumento
interno confirma esta fecha. Ben Sirá elogia al sumo sacerdote Simón con recuerdos
personales (50,1-21). Se trata de Simón II, que no murió antes del 200.
En 198 Palestina estaba sumiso a los seléucidas. La helenización era favorecida por
una parte de la clase dirigente, y pronto Antíoco Epífanes (175–163) pretendería imponerla
por la fuerza, con el resultado de la rebelión macabeana. Ben Sirá, conservador de la
tradición, se opuso a estas novedades. Es un escriba que une el amor de la sabiduría al de la
Ley. Aprecia el templo y su liturgia, respeta al sacerdocio. Además, conoce a fondo los
libros sagrados, la Ley, los Profetas y los escritos. El autor mismo quería ofrecer la
instrucción de la sabiduría para todos los que la buscan (33,18; 50,27, cf. el prólogo del
traductor, vv. 7-14):

…mi abuelo Jesús, después de haberse dedicado por mucho tiempo a la lectura de la
Ley, de los Profetas, y de los otros libros de los antepasados, y una vez adquirida
una gran familiaridad con ellos, se propuso escribir él también algo que sirviera para
enseñanza y sabiduría, de modo que las poseyeran también los amantes del saber, y
pudieran progresar siempre más en una conducta de acuerdo con la Ley.

Jesús ben Sirá representa un ejercicio profesional del saber. El autor se confiesa
dedicado al estudio, a la enseñanza y la exposición de lo que se entiende como sabiduría,
2
Está contenida en muchos manuscritos y hay numerosas citas de ella.
3
En cualquier caso, la Neovulgata ha mantenido algunas palabras sueltas, frases y versículos, que no están en
los Setenta y que vienen a ser aclaraciones del texto griego, o pequeños ampliaciones del original desde la
visión de la fe cristiana presentes en la Vulgata. Nota, EUNSA, p. 900: La versión castellana está basada “en
la recensión más larga de los Setenta, teniendo a la vista los fragmentos recuperados del original hebreo, e
incluyendo las adiciones mantenidas en la Neovulgata. En nuestra traducción castellana hemos numerado los
versículos con arreglo a la numeración de la Neovulgata (que mantiene la habitual en las ediciones de la
antigua Vulgata latina), pero, en el margen […izquierda], hemos consignado la numeración usual en las
ediciones del texto griego de los Setenta”. (Las citas del texto son según la numeración de la Neovulgata.)
3

sensatez, prudencia o experiencia. El teólogo recalca el valor de la tradición y la necesidad


de la oración (39,5-8):
5 6
[…] muy de mañana dirige su corazón
al Señor que lo creó,
y suplica ante el Altísimo;
7
abre su boca para rezar,
e implora por sus propios pecados;
6 8
si el Señor, el Grande, lo quiere,
será colmado de espíritu de inteligencia;
9
como lluvia esparcirá las palabras de su sabiduría,
y en la oración alabará al Señor.
7 10
Enderezará su consejo y su ciencia,
y meditará en sus misterios.
8 11
Hará brillar la doctrina de su enseñanza,
y se gloriará en la Ley de la alianza del Señor.

Una característica de este teólogo es su estudio y comentario de textos bíblicos. A


sus alumnos y lectores les ofrece un resumen de la historia en forma de un tratado de
hombres ilustres (44,1-50,21), de Henoc a Pinjás (44,16-45-26), de Josué a Salomón (46,1-
47,22), de Salomón a Nehemías (47,23-49,13), y terminando con el sumo sacerdote Simón
(cap. 50).
El autor habla de su propósito y el modo de exponerlo (cf. 24,30-34; 33,16-19;
39,12-15.32-35; 50,27-29; 51,23-30). Después de haber estudiado atentamente las
Escrituras y participado en las reflexiones sobre la vida, se decide poner por escrito, en
imitación de los sabios predecesores (cf. Proverbios, como modelo). Apela a los maestros
para meditar sus enseñanzas y ponerlas en práctica. De este modo su lector encontrará
sabiduría y riqueza espiritual. El traductor en el prólogo insiste en la finalidad práctica del
libro, en particular en la ley divina en cuanto guía de la vida humana. Con este propósito
recoge series de sentencias acerca de la vida, y resume los frutos del estudio de las
Escrituras, de la experiencia y de la reflexión.
Si exceptuamos los últimos capítulos, la parte que celebra la gloria de Dios en la
naturaleza (42,15-43,33) y en la historia (44,1-50,21), el libro es así heterogénea que las
colecciones de los Proverbios. Los temas más diversos son abordados sin orden y con
repeticiones. Son tratados como pequeños agrupaciones de breves máximas. Se añaden al
libro dos apéndices: un himno de acción de gracias (51,1-12) y un poema sobre la búsqueda
de la sabiduría (51,13-30).4

LA DOCTRINA

La doctrina es tan tradicional como la forma de la colección. Ben Sirá predica que la
sabiduría viene de Dios, su principio es el temor de Dios que educa a la juventud y procura

4
El texto hebreo de este último trozo se ha encontrado en una cueva de Qumrán incluido en un manuscrito del
Salterio; este descubrimiento confirma que al principio existió por separado antes de su agregación al
Eclesiástico.
4

la felicidad. Tiene las mismas incertidumbres que Job y Qohélet sobre el destino humano.
Cree en la retribución, siente el peso trágico de la muerte pero no sabe aún cómo pagará
Dios a cada uno según sus obras. Sobre la naturaleza misma de la Sabiduría (24,1-22),
comparte las intuiciones de Proverbios 1-9 y de Job 28.

La innovación de Ben Sirá viene cuando identifica la sabiduría con la


Ley proclamada por Moisés (24,23-24)5. Más aún, ve la observancia de la ley
en una práctica de la liturgia (35,1-10).

Sabiduría y conducta moral. Ben Sirá presenta a la sabiduría: “Toda la


sabiduría viene del Señor y con él está eternamente” (Eclo 1,1). La sabiduría
humana viene de Dios; esta sabiduría es su criatura (Eclo 1,4): “La sabiduría
fue creada antes que todas las cosas y el entendimiento prudente existe desde
siempre”. La fuente de la sabiduría en Dios es incontestable (1,6-10):
6
La raíz de la sabiduría ¿a quién ha sido revelada?,
y sus designios secretos ¿quién los conoce?
7
La ciencia de la sabiduría ¿a quién ha sido manifestada?,
y la gran variedad de su arte ¿quién la ha comprendido?
8
Uno sólo es sabio, muy temible,
el que está sentado en su trono.
9
El Señor mismo creó la sabiduría,
la contemplo, la midió
10
y la ha infundido en todas sus obras,
en todo viviente, conforme a su generosidad,
y la ha comunicado a los que le aman.

Los esfuerzos humanos no alcanzan la sabiduría; es don de Dios para


todos los que le aman (1,10-15). Ben Sirá recalca la función educadora de la
sabiduría (4,11-19):6
11 12
La sabiduría exalta a sus hijos,
y cuida de los que la buscan.
12 13
Quien la ama, ama la vida,
y cuantos madrugan por encontrarla se colmarán de gozo.
13 14
El que la posee heredará la gloria,
y, en cualquier empresa, el Señor le bendecirá.
14 15
Los que la veneran darán culto al Santo,

5
También lo hará el poema sapiencial de Baruc (Ba 3,9-4,4).
6
Ésta, según el texto hebreo, pronuncia un discurso: hará pasar al discípulo a través de la prueba.
5

y el Señor ama a los que la aman.


15 16
El que la escucha juzga con equidad al pueblo,
y el que le presta atención vivirá seguro.
16 17
El que confíe en ella la obtendrá en herencia,
y sus descendientes mantendrán su posesión.
17 18
Porque al principio lo conduce por sendas tortuosas:
19
le traerá temor y miedo,
le hará sufrir con sus disciplina,
—hasta que tenga él confianza en sí mismo—
y le pondrá a prueba con sus prescripciones.
18 20
Luego le conducirá a él por el camino recto,
le llenará de alegría,
21
y le revelará sus misterios.
19 22
Pero si se aleja del recto camino, le abandonará
y le dejará a merced de su propia ruina.

El maestro recoge el tema de la educación (Eclo 6,24-31): el discípulo ha de


someterse al yugo de la sabiduría; o, mejor, debe perseguirla:
24 25
Mete tus pies en sus cadenas
y tu cuello en su yugo.
25 26
Arrima el hombro y cárgala,
no te irrites contra sus cadenas.
26 27
Acércate a ella con toda tu alma
y guarda sus caminos con toda tu fuerza.
27 28
Rastrea, investiga, búscala, y se te manifestará;
una vez agarrada, no la sueltes.
28 29
Al final hallarás descanso en ella
y se te convertirá en fuente de gozo.
29 30
Sus yugos te servirán de defensa poderosa,
y sus cadenas, de traje de gloria.
30 31
En ella hay ornato de oro,
sus cadenas son hilos de jacinto.
31 32
La llevarás como traje de gloria,
y te la ceñirás como corona de alegría.

“[…] una vez agarrada, no la sueltes. Al final hallarás descanso en ella y se te


convertirá en fuente de alegría” (6,28-29). Ben Sirá habla de relaciones amorosas entre la
sabiduría y el discípulo. No está lejos de lo que pronunciará Jesús de Nazaret (Mt 11,28-
30): “Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso.
Tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallarán descanso para sus almas (Sir 6,29) Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”
(Mateo cita Ben Sira).
Eclo 15,1 da la clave de lectura que desarrollará el capítulo 24: “El que abraza la
tôrah alcanza la sabiduría”. El capítulo 24, que falta en el hebreo, propone un discurso de la
sabiduría, en que ella recuerda que, habiendo salido de la boca de Dios como palabra
6

creadora y que reina sobre el universo, ha buscado una morada. El Señor le ha indicado
Jacob. A partir del templo de Sión, se ha ido desarrollando, como un árbol de vida, hasta
cubrir toda la tierra santa; ha echado ramas, ha dado flores y perfume e invita a todos sus
oyentes a gustar sus frutos.
Ben Sirá da la clave de este discurso:”Todo esto… es la ley” (24,23), es decir, la
revelación, más que los códigos de leyes o el mismo Pentateuco. Esta revelación de Dios ha
sido hecha a Israel, se ha desarrollado dentro de él, y todo hijo de Israel ha de nutrirse de
ella, según la invitación de Deuteronomio de alimentarse de la palabra de Dios. “Te humilló
y te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el maná que ni tu conocías ni habían
conocido tus padres, para hacerle saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que el
hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor” (Dt 8,3). En este caso, la sabiduría
venida de Dios es todo el patrimonio religioso y espiritual que Israel ha recibido de Dios
(cf. Dt 4,6; Esd 7,14.25).
Para Ben Sirá la liturgia es fundamental, pero más aún es la buena conducta. En la
ley se denuncian las prácticas rituales sin una vida virtuosa y las debidas disposiciones
internas (2,15-18; 7,10; 34,18-26; 35,16-18). Ben Sirá afirma una vida íntegra, que cultiva
las virtudes (1,22-24; 2,17-24) y la consideración por los pobres (3,30-4,10).

Sabiduría y vida interior. Todo individuo prudente, israelita o no, puede llevar una
conducta sabia en el campo moral. Pero al pueblo escogido donde la sabiduría mora como
en su casa le está reservado un fruto más selecto de sabiduría (24,8-12). La sabiduría es el
favor que Dios concede a algunos (33,7-13); Israel goza de una intimidad especial con Él.

Eclesiástico 24. La sabiduría: La Ley en Israel7

DIOS CONCEDE LA SABIDURÍA A QUIEN GUARDA LOS MANDAMIENTOS (ECLO 24,1-32,17)

La tercera parte, de las cinco en que se divide el libro, se muestra que el


cumplimiento de la Ley conduce a la sabiduría. Se distinguen dos secciones: una primera, a
modo de doctrina, sobre las relaciones entre sabiduría y fidelidad a la Alianza (24,1-47); y
la segunda, la doctrina, sobre diversos temas en la vida familiar y las relaciones sociales
(25,1-32,17).

EL CONTEXTO ANTERIOR
Al comienzo el libro ofrece unas fórmulas que se refieren a la sabiduría y la
relacionan con Dios: “Toda sabiduría está junto al Señor y con él permanecerá por siempre”
(1,1); menciona su origen: “Antes de todas las cosas fue creada la sabiduría y la inteligencia

7
Para esta exposición se consultó Daniel J. HARRINGTON, “Eclesiástico (o Ben Sira)”, en Comentario bíblico
internacional, 857; Xavier PIKAZA IBARRONDO, “Sabiduría” en Diccionario de la Biblia: Historia y palabra
(Verbo Divino, Estella 2007), 919-920; la versión de EUNSA; y M. GILBERT, “Sabiduría”, Nuevo Diccionario
de la Teología bíblica, 1724-1725.
7

prudente desde la eternidad” (1,4); solo el Señor la creó y la dio a todos los seres (cfr. 1,8-
9); para adquirirla o recibirla, el hombre debe tener el “temor del Señor” (1,11-20). Junto
con estas expresiones se leen meditaciones de la sabiduría y se mencionan los beneficios
que ella brinda al hombre. Estos pasajes tienen alguna semejanza con el comienzo del libro
de los Proverbios.
A continuación el lector encuentra una secuencia de temas sapienciales variados que
se refieren a la conducta humana, agrupados en temas o según lo que se espera de la vida y
el comportamiento de personas según sus funciones y circunstancias. Todo tiene un tono
exhortativo y se formula como instrucción, consejo, advertencia, reflexión de valores o
ventajas. De tanto en tanto se oyen expresiones que identifican o relacionan a la sabiduría
con la Ley: la relación de la sabiduría con Dios hace que judíos se relacionan con él en su
conducta definida por la misma Ley.
Hacia el final de la primera sección (cf. el capítulo 23), Ben Sirá enuncia la
necesidad de adquirir el dominio de sí mismo, presenta una oración en la que suplica a Dios
esta gracia; a continuación el maestro enseña a su discípulo acerca de los juramentos, del
peso que adquieren algunas palabras, de la sensualidad que puede conducir al pecado, y de
las consecuencias del adulterio. Estos temas preceden la presentación del elogio de la
sabiduría.

EL CONTEXTO POSTERIOR
A continuación del capítulo 24 se presentan materiales con características parecidas
a los primeros 23 capítulos: enseñanzas del sabio para varias situaciones, en especial para la
vida del creyente en su relación con Dios. Los desarrollos de los temas varían mucho;
algunos ofrecen una cierta longitud como el que se refiere a la mujer (cfr. 25,13-26,18). A
veces se intercala un texto como una oración (36,1-17).
Hacia el final se encuentra una sección que presenta un interés por sistematizar la
enseñanza: La sabiduría de Dios reflejada en las obras de la creación (42,15-43,33); y la
reflejada en la historia (los capítulos 44-50). En esta sección el autor presenta una galería de
personajes de la historia para instruir al lector de cultura griega: figuras emblemáticas que
aparecen como hitos de la historia del pueblo y como mediadores del obrar de Dios en la
misma.
Concluye el libro con una acción de gracias dirigida a Dios por lo que concedió a
este sabio; además, explica cómo adquirió la sabiduría y agrega exhortaciones para que sus
discípulos busquen la sabiduría y se acerquen a Dios (capítulo 51).
Conviene comparar el capítulo 24 con otros discursos de la sabiduría personificada
(Prov 1,20-33; 8,1-36; 9,1-6) y con los elogios de la sabiduría (Job 28; Bar 3,9-4,4). En este
capítulo central la sabiduría es presentada en su conjunto, con reminiscencias de los libros
anteriores. Más aún que en los Proverbios y Sabiduría, resuenan las expresiones que
anuncian una teología de la Trinidad: la sabiduría está a la vez unida a Dios y es distinta de
él, característica que más tarde se aplicará a la persona del Verbo o a la del Espíritu. Parece
que este pasaje inspiró el prólogo del evangelio de Juan que aplica al Logos varias de las
actividades y características de la sabiduría.
8

ALABANZA DE LA SABIDURÍA
En el capítulo central, la persona de la Sabiduría elogia a sí misma (24,1-22 [vv. 1-
31]) y Ben Sirá comenta al respecto (24,23-34 [vv. 32-47]). Ella habita en Jerusalén y se
identifica con la Ley. Su elogio (vv. 1-22) da eco literario de Prov 8,22-31, que la presenta
como una figura femenina8; ella fue el primer acto de la creación, por lo que tiene
preexistencia a la creacion y ella acompaña a Dios en su obra creadora.

24,3-7 [5-11]. El inicio se trata del origen y la actividad de la Sabiduría, una


creatura de Dios (“Yo salí de la boca del Altísimo”).
24,8-12 [vv. 12-16]. En la segunda unidad, la Sabiduría cuenta cómo Dios le asignó
una morada en Israel y en el templo de Jerusalén (contribución original). De este modo,
Ben Sirá consigue reunir los aspectos sapiencial, litúrgico y legal de la religión israelita.
24,13-17 [17-23] La comparación de la Sabiduría con distintos árboles y arbustos
recalca su atractivo y su poder revitalizador. Cf. Gn 2,9-17.
24,18-22 [24-31]. El final invita a comer los frutos de la Sabiduría, y observa que
quienes coman y beban de ellos querrán todavía más (compara Juan 6,35, “Yo soy el pan de
vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”; cf. Jn
4,13-14; 7,37-39.

Los cristianos apropiaron elementos de esta tradición de la Sabiduría


personificada en Prov 8 y Eclo 24 para hablar de Jesús (ver los himnos de Col
1,15-20 y Jn 1,1-18; cf. también Heb 1,1-4). En el Nuevo Testamento la figura
de la Sabiduría es masculina (Jesús). Pero las ideas de la preexistencia de la
Sabiduría, que actúa en la obra de la creación y busca un lugar donde residir (cf.
Jn 1,10-11), son afirmadas con relación a Jesús (ver Jn 1,14). Estas reflexiones
van unidas con la idea de Jesús como “Palabra” de Dios (un concepto
sapiencial), cuyo propio ser revela a su Padre del cielo: Jesús es la Sabiduría
encarnada. El autor del Prólogo del cuarto evangelio (Jn 1,1-18) representa estas
ideas cuando afirma que este recorrido de la sabiduría no acabó en la Ley sino
que el Verbo, la sabiduría de Dios, se ha hecho carne (Jn 1,14) en Jesucristo, lo
que significa que los hombres encuentran en él la plenitud (Jn 1,16) de la gracia
–de los dones de Dios—y de la verdad (Jn 1,17).

24,23-34 [32-47]. La siguiente sección de Ben Sirá va introducida por una


comparación de Sabiduría y la Torah: “Todo esto es el libro de la alianza del Dios altísimo,
la Ley que Moisés nos dio como herencia para la comunidad de Jacob” (24,23; cf. Deut
33,4). Se puede ver tres secciones:
a) 24,25-27 [35-37]. El teólogo compara a la Sabiduría con seis grandes ríos. La
estructura es armada por los verbos (“inunda … derrama… desborda”), los sustantivos

8
En la gramática “sabiduría” el hebreo (hokmāh) y el griego (sophia) usan sustantivos femeninos.
9

(“sabiduría… inteligencia… instrucción”) y las estaciones (“primeros frutos… cosecha…


vendimia”).
b) Tan grande es la Sabiduría que trasciende la comprensión humana y los límites
de la naturaleza (24,28-29 [38-39]):

28
El primero no ha acabado de conocerla,
ni el último la ha podido todavía descubrir.
29
Pues su pensamiento es más ancho que el mar,
y su consejo más grande que el gran abismo.

a) 24,30-34 [40-47]. En la última unidad Ben Sirá define su propio papel como maestro (“En
cuanto a mí”). Desarrolla las imágenes acuáticas (“como un canal… como una acequia”),
después las luminosas (“Haré brillar mi instrucción como la aurora”, v. 32 [44]) y proféticas
(“derramar la enseñanza”, v. 33 [46]). El maestro Ben Sirá es consciente de su función al
transmitir la tradición sapiencial a “las generaciones futuras” (v. 33 [46]) de buscadores de
la sabiduría (24,33b-34 [46b-47]).9

ECLESIÁSTICO 2410

1 1
La sabiduría se alaba a sí misma
y se gloría en medio de su pueblo.
2 2
En la asamblea del Altísimo abre su boca
y se gloría delante de su poder.
3
En medio de su pueblo será ensalzada,
en la totalidad de los santos será admirada,
4
en la multitud de los elegidos recibirá alabanza,
y entre los bienaventurados será bendita, y dirá:
3 5
“Yo salí de la boca del Altísimo,
primogénita antes que toda criatura.
6
Yo hice brotar en los cielos una luz indefectible,
y como niebla cubrí la tierra entera.
4 7
Puse mi tienda en las alturas,
y mi trono era una columna de nubes.
5 8
Yo sola recorrí la bóveda del cielo,
y me paseé por la profundidad del abismo.
6 9
Se extendía mi dominio sobre las olas del mar y sobre toda la tierra,
10
y sobre todos los pueblos y las naciones,
11
y pisé con mi fuerza los corazones de todos,
famosos y humildes.

9
El maestro Ben Sira añade otra reflexión autobiográfica en 33,16-19.
10
En algunos mss griegos aparece el título. En la traducción castellana los versículos siguen la numeración de
la Neo vulgata (que mantiene la habitual en las ediciones de la antigua Vulgata latina); en el margen izquierdo
y en cursiva, se indica la numeración usual en las ediciones del texto griego de los Setenta.
10

7
En todos ellos busqué un lugar de descanso:
una heredad donde instalarme.
8 12
Entonces, el creador del universo me dio una orden,
el que me había creado me hizo plantar mi tienda,
13
y me dijo: “¡Pon tu tienda en Jacob,
y toma como herencia a Israel!”.
9 14
Antes de los siglos, en el principio, él me creó,
y por los siglos no dejaré de existir.
10 15
En la tienda santo, en su presencia, ofrecí culto,
y así me instalé en Sión.
11
En la ciudad amada me hizo descansar,
y mi poder reside en Jerusalén.
12 16
Arraigué en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad,
en la reunión de los santos hago mi parada.
13 17
He crecido como cedro del Líbano,
como ciprés de los montes del Hermón.
14 18
He crecido como palmera en En-Guedí,
como jardín de rosas en Jericó,
19
como noble olivo en la llanura,
como plátano crecido junto al agua en las plazas.
15 20
Como canela y bálsamo aromático he exhalado perfume,
como mirra exquisita he esparcido suave olor,
21
como estoraque, gálbano, ónice y estacte,
como humo de incienso en la tienda.
16 22
Yo, como terebinto, he extendido mis ramas,
un ramaje hermoso y espléndido.
17 23
Yo, como vid, retoñé con gracia,
y mis flores son frutos hermosos y abundantes.
24
Yo soy la madre del amor hermoso y del temor,
del conocimiento y de la santa esperanza.
25
En mí está toda la gracia del camino y de la verdad;
en mí, toda esperanza de vida y de fuerza.
19 26
Vengan a mí los que me desean,
y sáciense de mis frutos,
20 27
que mi recuerdo es más dulce que la miel,
y el poseerme, más dulce que el panal.
28
Mi memoria durará por las generaciones de los siglos.
21 29
Los que comen de mí aún tendrán más hambre,
y los que de mí beben, aún sentirán más sed.
22 30
Quien me escucha no se avergonzará,
y los que obran conmigo no llegarán a pecar.
31
Los que me esclarecen tendrán la vida eterna”.

La sabiduría y la Ley
23 32
Todo esto es el libro de la alianza de Dios Altísimo,
33
la Ley que nos ordenó Moisés,
como herencia para la comunidad de Jacob.
34
Prometió a David, su siervo,
11

que de él suscitaría el rey fortísimo.


25 35
La Ley, como el Pisón, inunda de sabiduría,
y como el Tigres en la estación de los frutos nuevos.
26 36
Como el Éufrates, ella derrama inteligencia,
y como el Jordán en tiempo de cosecha.
27 37
Como el Nilo, desborda inteligencia,
y como el Guijón durante la vendimia.
28 38
El primero no ha acabado aún de conocerla,
y el último todavía no la ha podido descubrir.
29 39
Pues sus pensamientos son más grandes que el mar,
y sus consejos más profundos que el abismo.

La tarea del maestro de la Ley


30 40
Yo soy como canal que sale de río,
41
como cauce caudaloso de río,
como acequia que atraviesa un paraíso.
31 42
Me dije: “Regaré los plantíos de mi huerto
e inundaré los frutales de mi bancal”.
43
Pero el canal se me convirtió en un río,
y mi río en un mar:
32 44
Haré brillar mi enseñanza como la aurora,
y haré que resplandezca hasta lo lejos.
45
Penetraré en las partes inferiores de la tierra,
observaré a todos los que duermen,
e iluminaré a cuantos esperan en el Señor.
33 46
Derramaré mi enseñanza como una profecía,
la transmitiré a las generaciones futuras,
y no cesaré de anunciarla a sus descendientes
hasta la edad santa.
34 47
Fíjense que no he trabajado sólo para mí,
sino para todos aquellos que la buscan.

Comentario (Eclo 24)


La novedad de Ben Sirá: la sabiduría no se alcanza sólo por el temor de Dios; el
cumplimiento de la Ley ha de acompañarla. La sabiduría se ha expresado en lenguaje
humano en la Ley.
En el capítulo 24, el centro del libro desde el punto de vista literario y teologal, la
sabiduría elogia a sí misma; ella afirma que procede de la boca del Altísimo (v. 5 [3]),
busca un lugar donde plantar su morada en la tierra (v. 11 [7]) y lo encuentra en el templo
de Jerusalén (v. 15 [10]), donde arraigó (vv. 16-23 [12-17]) y desde donde mostró el
camino a seguir (vv. 24-31 [18-22]). Así se prepara la identidad de la sabiduría con la Ley
de Dios (vv. 32-33 [23]).
Esta noción amplía del concepto de la sabiduría que se iba manifestando en otros
libros sapienciales. El elogio recuerda en parte a Prov 8, 22-31; ahora se añaden a ella los
12

aspectos sapienciales, cultuales y legales que configuran la tradición religiosa de Israel.


Desde el comienzo del libro se observa una polarización desde la universalidad de la
creación del hombre a la elección del pueblo Israel, al que se ha dado la Alianza. El
esquema conceptual está configurado sobre todo por el Génesis: en ambas obras, Génesis y
Eclesiástico, hay un proceso de selección y delimitación que va desde la universalidad del
género humano, al pueblo de Israel. Por tanto, para el autor, la sabiduría de Dios se
descubre en la revelación a Israel contenida en los escritos sagrados (cfr. Prólogo 1-3): la
sabiduría de Dios se ha hecho Ley escrita.

ELOGIA DE LA SABIDURÍA (VV. 1-6)11


La Sabiduría ya no aparece como sana mujer para la gente en la plaza de la ciudad
(cf. Prov 8,1-3); tiene una cátedra más alta e influyente: habla desde Dios. Su palabra
revela el misterio. Así, el principio del texto (vv. 1-7 [1-4]) advierte a temas de Prov 8,22-
31, pero a su modo: en lugar del retrato de la Sabiduría engendrada por Dios (de forma
física, materna) y su juego y gozo ante el mismo Dios, Ben Sirá se limita a decir que la
Sabiduría brota de la boca del Altísimo, aparece como Palabra y Espíritu de Dios (cf. Gn
1,2); ella es al mismo tiempo niebla o nube sagrada, conforme a un motivo tradicional: ella
es la nube de Dios que guía al pueblo por el desierto y que llena el templo (cf. 1 Re 9,10-
11).
La Sabiduría habita en el cielo (v. 4) y da sentido y consistencia a todo lo que existe.
En contra de Prov 8,22-31, el texto no resalta la presencia cósmica de Dios, sino su acción
en la historia de Israel.

SABIDURÍA DEL PUEBLO, SABIDURÍA DE LA LEY (VV. 7-12)


(a) En el pueblo (vv. 12-14 [8-9]). La Sabiduría de Dios halla descanso en Jacob; la
terminología evoca la experiencia del Deuteronomio: Israel es pueblo portador de Dios,
quien se revela en Israel para siempre.
(b) En ciudad y templo (vv. 15 [10-11]). Los valores del pueblo (v. 4) se concentran
en el templo (“santa Morada”) que se simboliza por Sión, la ciudad, amada (ἠγαπημένῃ
ptc). Éstas son las señales del descanso de Dios: santuario y liturgia. Lo que Prov 8 había
presentado como identidad femenina (Dios y la amada), que sostiene y tranquiliza al ser
humano, se convierte en experiencia de identidad del pueblo. La Sabiduría se revela como
principio de elección y amor nacional: Dios se expresa en Sión, su Amada; allí encuentra su
gozo y su descanso. De esta forma se reinterpreta en clave israelita la experiencia del gozo
de Dios de Prov 8,22-31. Lo que era juego cósmico aparece ahora como sábado de liturgia
nacional. La última parte (vv. 23-31 [16-22]) ratifica lo anterior: la Sabiduría de Dios es
como un árbol de vida plantado en medio de su pueblo, en su propia heredad: las naciones
buscan otros valores (militares, políticos, raciales…); los israelitas cultivan el árbol de la
Sabiduría y así aparecen como vivientes paraísos (cf. Gn 2-3).
(c) En la Ley (vv. 32-39 [23-29]). El himno (cf. vv. 3-22 [5-31]) ha terminado.
Ahora el narrador añade: todo esto es el libro de la alianza (vv. 32-34 [23]). Antes (vv. 16-

11
Pikaza, 919-920.
13

22 [12-16]) la Sabiduría de Dios se vinculaba a las instituciones del pueblo (ciudad y


templo). Ahora se precisa en la ley (νόμος) de vida social y religiosa. El templo y la ciudad
pueden destruirse; mientras la ley mantenga su valor habrá pueblo israelita. Un pueblo
necesita principios de identificación e Israel los tiene en un libro sagrado, la ley que regula
su vida. Libro y Ley son señal y presencia de Dios sobre la tierra. La Sabiduría es palabra
de gozo, orden de la existencia. Ben Sirá ha dicho esa palabra: ha descubierto la verdad de
Dios en el libro de la Ley, compendio de la Sabiduría. Éste es la riqueza de Israel, su
distinción entre los pueblos. Estamos al comienzo de lo que será la esencia del futuro y
eterno judaísmo: son judíos aquellos que, sabiéndose elegidos por Dios como pueblo con
templo (cf. vv. 8-12 [12-16]), descubren la presencia de Dios en su libro de la Ley; en ella
meditan, de ella viven felices para siempre. Éste libro eterno equivale a la presencia de
Dios entre ellos.
En conclusión de la sección, el maestro habla de su tarea al buscar la sabiduría y
enseñarla a sus discípulos, una labor enriquecedora de la que no sólo se beneficia él mismo
sino todos los amantes del saber (vv. 30-34 [40-47]).
Las versiones latinas introdujeron “la sabiduría” (v. 30 [40]) con la intención de
aclarar el pasaje. Probablemente esa adición les indujo a añadir otra en el v. 31 [41] (“como
cauce caudaloso de río”). Con esas inserciones se cambia de matiz el sentido del pasaje. Sin
embargo, parece más congruente la tradición manuscrita griega, en la que el “Yo” inicial
del v. 30 [40] es el mismo autor del libro, que se explicita más en el v. 34 [47]. En el marco
geográfico de un desierto, en el que un oasis es como la mayor bendición, Ben Sira
considera que, si la sabiduría es como un inmenso río que inunda a Israel, él es un modesto
canal que riega una parcela. En efecto, la versión griega de los Setenta dice: “Yo soy como
canal que sale de un río, como acequia que atraviesa un jardín” (v. 30 [40]).

Leídos estos textos a la luz del Nuevo Testamento se aprecia, como en Prov
8,22-31, un avance hacia la manifestación de la Sabiduría en Cristo. Ella está
íntimamente unida a Dios pero es una persona distinta de él, que procede de su boca
—es su Palabra—. Se prepara así lo que se entenderá más a fondo en el contexto de
la teología de la Trinidad. El eco de estas palabras del Ecclesiástico resuena no sólo
en el prólogo del evangelio de Juan, sino en otros pasajes del mismo evangelio. Por
ejemplo, el lector de este texto recordará, al leer el v. 21 [29]: “Los que comen de
mí aún tendrán más hambre, y los que de mí beben, aún sentirán más sed”), las
palabras del Señor en el discurso sobre el “pan de vida”: “Jesús les respondió: Yo
soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no
tendrá nunca sed” (Jn 6,35; cfr. 4,14; 7,37).
Como en otros textos, la Sabiduría está personificada. Además, se describe
con rasgos que la presentan como un modelo ideal, inalcanzable para el esfuerzo
humano. Por eso, la tradición cristiana los ha aplicado a Jesucristo, y también a la
Virgen que es “llena de gracia”, y por tanto, don completo de Dios. De ahí que, la
devoción a la Virgen haya tomado la expresión del v. 18 [24]: “Madre del amor
hermoso”, como una advocación mariana.
14

Eclesiasticus 24
1
ἡ σοφία αἰνέσει ψυχὴν αὐτῆς
καὶ ἐν μέσῳ λαοῦ αὐτῆς καυχήσεται
2
ἐν ἐκκλησίᾳ ὑψίστου στόμα αὐτῆς ἀνοίξει
καὶ ἔναντι δυνάμεως αὐτοῦ καυχήσεται
3
ἐγὼ ἀπὸ στόματος ὑψίστου ἐξῆλθον
καὶ ὡς ὁμίχλη κατεκάλυψα γῆν
4
ἐγὼ ἐν ὑψηλοῖς κατεσκήνωσα
καὶ ὁ θρόνος μου ἐν στύλῳ νεφέλης
5
γῦρον οὐρανοῦ ἐκύκλωσα μόνη
καὶ ἐν βάθει ἀβύσσων περιεπάτησα
6
ἐν κύμασιν θαλάσσης καὶ ἐν πάσῃ τῇ γῇ
καὶ ἐν παντὶ λαῷ καὶ ἔθνει ἐκτησάμην
7
μετὰ τούτων πάντων ἀνάπαυσιν ἐζήτησα
καὶ ἐν κληρονομίᾳ τίνος αὐλισθήσομαι
8
τότε ἐνετείλατό μοι ὁ κτίστης ἁπάντων
καὶ ὁ κτίσας με κατέπαυσεν τὴν σκηνήν μου
καὶ εἶπεν ἐν Ιακωβ κατασκήνωσον
καὶ ἐν Ισραηλ κατακληρονομήθητι
9
πρὸ τοῦ αἰῶνος ἀπ᾽ ἀρχῆς ἔκτισέν με
καὶ ἕως αἰῶνος οὐ μὴ ἐκλίπω
10
ἐν σκηνῇ ἁγίᾳ ἐνώπιον αὐτοῦ ἐλειτούργησα
καὶ οὕτως ἐν Σιων ἐστηρίχθην
11
ἐν πόλει ἠγαπημένῃ ὁμοίως με κατέπαυσεν
καὶ ἐν Ιερουσαλημ ἡ ἐξουσία μου
12
καὶ ἐρρίζωσα ἐν λαῷ δεδοξασμένῳ
ἐν μερίδι κυρίου κληρονομίας αὐτοῦ
13
ὡς κέδρος ἀνυψώθην ἐν τῷ Λιβάνῳ
καὶ ὡς κυπάρισσος ἐν ὄρεσιν Αερμων
14
ὡς φοῖνιξ ἀνυψώθην ἐν Αιγγαδοις
καὶ ὡς φυτὰ ῥόδου ἐν Ιεριχω
ὡς ἐλαία εὐπρεπὴς ἐν πεδίῳ
καὶ ἀνυψώθην ὡς πλάτανος
15
ὡς κιννάμωμον καὶ ἀσπάλαθος ἀρωμάτων δέδωκα ὀσμὴν
καὶ ὡς σμύρνα ἐκλεκτὴ διέδωκα εὐωδίαν
ὡς χαλβάνη καὶ ὄνυξ καὶ στακτὴ
καὶ ὡς λιβάνου ἀτμὶς ἐν σκηνῇ
16
ἐγὼ ὡς τερέμινθος ἐξέτεινα κλάδους μου
καὶ οἱ κλάδοι μου κλάδοι δόξης καὶ χάριτος
17
ἐγὼ ὡς ἄμπελος ἐβλάστησα χάριν
καὶ τὰ ἄνθη μου καρπὸς δόξης καὶ πλούτου
18

19
προσέλθετε πρός με οἱ ἐπιθυμοῦντές μου
καὶ ἀπὸ τῶν γενημάτων μου ἐμπλήσθητε
20
τὸ γὰρ μνημόσυνόν μου ὑπὲρ τὸ μέλι γλυκύ
15

καὶ ἡ κληρονομία μου ὑπὲρ μέλιτος κηρίον


21
οἱ ἐσθίοντές με ἔτι πεινάσουσιν
καὶ οἱ πίνοντές με ἔτι διψήσουσιν
22
ὁ ὑπακούων μου οὐκ αἰσχυνθήσεται
καὶ οἱ ἐργαζόμενοι ἐν ἐμοὶ οὐχ ἁμαρτήσουσιν

23
ταῦτα πάντα βίβλος διαθήκης θεοῦ ὑψίστου
νόμον ὃν ἐνετείλατο ἡμῖν Μωυσῆς κληρονομίαν συναγωγαῖς Ιακωβ
24

25
ὁ πιμπλῶν ὡς Φισων σοφίαν
καὶ ὡς Τίγρις ἐν ἡμέραις νέων
26
ὁ ἀναπληρῶν ὡς Εὐφράτης σύνεσιν
καὶ ὡς Ιορδάνης ἐν ἡμέραις θερισμοῦ
27
ὁ ἐκφαίνων ὡς φῶς παιδείαν
ὡς Γηων ἐν ἡμέραις τρυγήτου
28
οὐ συνετέλεσεν ὁ πρῶτος γνῶναι αὐτήν
καὶ οὕτως ὁ ἔσχατος οὐκ ἐξιχνίασεν αὐτήν
29
ἀπὸ γὰρ θαλάσσης ἐπληθύνθη διανόημα αὐτῆς
καὶ ἡ βουλὴ αὐτῆς ἀπὸ ἀβύσσου μεγάλης

30
κἀγὼ ὡς διῶρυξ ἀπὸ ποταμοῦ
καὶ ὡς ὑδραγωγὸς ἐξῆλθον εἰς παράδεισον
31
εἶπα ποτιῶ μου τὸν κῆπον
καὶ μεθύσω μου τὴν πρασιάν
καὶ ἰδοὺ ἐγένετό μοι ἡ διῶρυξ εἰς ποταμόν
καὶ ὁ ποταμός μου ἐγένετο εἰς θάλασσαν
32
ἔτι παιδείαν ὡς ὄρθρον φωτιῶ
καὶ ἐκφανῶ αὐτὰ ἕως εἰς μακράν
33
ἔτι διδασκαλίαν ὡς προφητείαν ἐκχεῶ
καὶ καταλείψω αὐτὴν εἰς γενεὰς αἰώνων
34
ἴδετε ὅτι οὐκ ἐμοὶ μόνῳ ἐκοπίασα
ἀλλ᾽ ἅπασιν τοῖς ἐκζητοῦσιν αὐτήν

APÉNDICE. TEMOR. YARE’, NÔRA’ (HEBREO); φοβέω, φόβος (GRIEGO). TEMOR DE DIOS

Ante los fenómenos grandiosos, asombrosos, que se llegan a vivir, se surge el


presentimiento de una presencia que nos desborda y ante la cual nos hundimos en nuestra
pequeñez; es un presentimiento ambiguo en que lo desconocido o sagrado aparece bajo el
aspecto de lo tremendo sin revelar su naturaleza o su esencia. Las manifestaciones de lo
divino producen emociones fuertes que pueden llevar hasta el espanto. La divinidad fascina
y espanta al mismo tiempo, por lo que no hay encuentro con lo misterioso y lo sorprendente
de Dios sin una reacción de terror y respeto, admiración o reverencia.
16

Es la emoción instintiva y trémula que se experimenta frente a la tremenda


sublimidad de Dios, especialmente cuando se da cuenta de la propia pequeñez y sobre el
peligro de ser faltante frente a la presencia augusta, divina, como si fuera un juicio. El
temor religioso no equivale al miedo irracional, sino al sentido de reconocimiento,
responsabilidad y fidelidad a un orden superior a nuestras invenciones y razones, y la
sensación de la distancia que nos separa de lo divino. El temor de Dios se vincula con la
conducta y también con las actitudes ocultas de la persona. También tiene un sentido
realista. Dios es temible y temido.
La raíz yr’ (hebreo) abarca varias reacciones y actitudes ligadas a la admiración y al
miedo. La debilidad humana experimenta el temor cuando se enfrenta con algo
desconocido. Se inspira por la posible amenaza por una agresión o una presencia
desconocida.
Aplicada al terreno religioso se piensa en la “reverencia”, una actitud teñida de
respeto frente al misterio. El temor incluye el asombro ante la manifestación misteriosa,
fascinante y sorpresiva. Cuando se dice que Dios es “terrible en prodigios” (Ex 15,11; cf.
Sal 47,3), se resalta su poder que salva y protege.
Temor y jésed se relacionan (cf. Deut 10,12-13; Sal 25,10-14). De ahí el
tranquilizador “no temas”, repetido de parte de Dios (Gn 26,24; Jue 6,23; Dn 10,12; cf. Mt
1,20; 28,10; Lc 1,30). De ahí la consideración del temor de Dios como fuente de la
sabiduría y salvación (Eclo 1,11; Job 28,28); de ahí que “temer a Dios” ha sido traducido
por honrarlo, respetarlo, venerarlo, serle fiel, incluso por amarlo (Sal 25,12-14; 66,16; Eclo
2,5).
Delante una manifestación divina, se resuenen las palabras: “No tengan miedo”.
Aun cuando Dios aparece a las personas, no es para espantarlas o aterrorizarlas sino
tranquilizarlas: “No temas”. Igualmente, Dios anima a los profetas al confiarles su
excepcional misión. Tendrán que afrontarse con las personas pero no deben temerles (Jr
1,8; Ez 2,6; 3,9; 2 Re 1,15). Así la fe en Dios es la fuente de una seguridad que apaga hasta
el mismo miedo humano. Los creyentes, apoyados en su confianza en Dios, destierran de su
corazón todo temor (Sal 23,4; 27,1; 91,5-13).
El temor del Señor es el principio de la sabiduría; consiste en la atracción del deseo
consciente del peligro de acercarse a lo misterioso. El temor de Dios es la conmoción que
acompaña todo auténtico amor. Lo dice la Escritura: “Eres bella, amada mía, terrible como
ejército en orden de batalla” (Cant 6,4).
Los personajes bíblicos experimentan un sentido agudo de la distancia entre ellos
mismos y Dios: Él es Otro; es “santo” (qdš, la raíz verbal que también connota el separarse,
retirarse, apartar). En este sentido, el temor es una reacción normal y sana; equivale al
respeto con que se toma en serio su distinción, su alteridad y misterio. Lejos de lo que
conocemos como el miedo, es fuente de bendición y de felicidad: “Dichoso el hombre que
teme al Señor” (Sal 112,1; 128,1).
El sabio afirma que “Principio del saber es temer al Señor” (Sal 111,10; Prov 1,7;
9,10; Eclo 1,14). No se trata del “miedo de Dios” que induce a evitar pensar o recordarse de
él, como de algo o de alguno que espanta e inquieta. Este fue el estado de ánimo que
impulsó a los progenitores, después del pecado, a ocultarse de la vista de Dios entre los
árboles del jardín (Gn 3,8).
La reacción del temor es moderado por el conocimiento del Dios vivo, que
manifiesta su tremenda grandeza a través de los signos de su creación. El temor de Israel
ante la teofanía del Sinaí (Ex 20,18), tiene por causa primera la majestad del Dios único, al
17

igual que el temor de Moisés ante la zarza ardiente (Ex 3,6) y el de Jacob después del sueño
nocturno (Gn 28,17).

Temor de Dios y la Sabiduría. Donde más referencias hay al temor de Dios es en la


literatura sapiencial. Se traza una relación entre el temor de Dios y la sabiduría. Por
ejemplo, en Qohélet el temor de Dios significa la sensación reverencial del creyente ante la
majestad divina, percibida en una experiencia religiosa. Qohélet conseja: “Pero tú teme a
Dios” (Ecl 5,6). En este consejo está encerrado un mensaje o programa de vida, que no
excluye el modo de practicar la fe en una comunidad de creyentes israelitas (cf. 12,13).
En los salmos, a los que temen al Señor (traducidos “sus fieles” o “adeptos”) les
corresponde “guardar su alianza” y empeñarse de cumplir su voluntad (Sal 103,17-18).
“Los que temen al Señor” forman “la gran asamblea” de los fieles reunidos en el templo
para orar y celebrar la liturgia (Sal 22,26). En este contexto, el temor de Dios se aproxima
la práctica religiosa. Por eso ella enseña: “Vengan, hijos, escúchenme: les enseñaré el temor
del Señor” (Sal 34,12).
El temor de Dios ha de ser aprendido; radica en la instrucción. “El temor del Señor
es el principio del conocimiento” (Prov 1,7). Temer a Dios significa mirar hacia él antes
que a cualquier otro para seguir adelante y tomar las decisiones en la vida.
Relacionado con la instrucción para alcanzar el temor de Dios, el mismo temor
radica en el amor y en él halla su perfección. La prueba del amor a Dios está en la escucha
y la obediencia a sus consejos, en la confianza en sus promesas. Deuteronomio enseña: “Y
ahora, Israel, ¿qué te pide Yahvé tu Dios, sino que temas a Yahvé tu Dios con todo tu
corazón y con toda su alma, guardando los mandamientos de Yahvé y sus preceptos que yo
te prescribo hoy, para que te vaya bien?” (Deut 10,12).
El concepto se emplea en los salmos en la expresión “los que temen a Yahvé” (Sal
15,4; 22,24; 115,11; 118,4; 135,20) o “a Dios” (unas veintiún veces). El temeroso de Dios
es el creyente ideal, el que “sigue sus caminos” (Sal 127,1). El salmista suele emplear la
forma del estado constructo del plural, por ejemplo, yir’ê’ šĕmeka (Sal 61,6), o (lit.), “los
que veneran tu nombre”. Esta frase significa “los devotos o adeptos que pertenecen a
Yahvé”. Los “que veneren al Señor” designa la asamblea litúrgica en el templo (Sal 31,20,
traducida “adeptos”; ver 66,16) para glorificar a Dios: “Fieles [= temerosos] del Señor,
alábenlo… cumpliré mis votos delante de [lit.] los que le temen” (22,24-26). Parece ser que
en los salmos más recientes la expresión llegó a señalar la clase de los “fieles”, pero
siempre en el sentido de los que se reúnen para la liturgia: “El Señor se confía con [lit.] los
que le temen y les da a conocer su alianza” (Sal 25,14; cf. 33,18; 34,8-10; 103,11.13; 111,5;
119,74.79; 147,11).

San Hilario (comentario sobre el salmo 127; Liturgia de las Horas, II, 160-
161) escribe sobre la doble vertiente del temor: “El temor… es el miedo que
experimenta la debilidad humana cuando teme sufrir lo que no querría. Se
origina en nosotros por la conciencia del pecado, por la autoridad del más
poderoso, por la violencia del más fuerte, por la enfermedad, por el encuentro
con un animal feroz, por la amenaza de un mal cualquiera. Esta clase de temor
no necesita ser enseñado, sino que surge espontáneo de nuestra debilidad
natural. Ni siquiera necesitamos aprender lo que hay que temer, sino que las
mismas cosas que tememos nos infunden su temor.
18

En cambio, con respecto al temor del Señor, hallamos escrito: Venid, hijos,
escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Así, pues, el temor de Dios ha
de ser aprendido, ya que es enseñado. No radica en el miedo, sino en la
instrucción racional; ni es el miedo connatural a nuestra condición, sino que
consiste en la observancia de los preceptos, en las obras de una vida inocente, en
el conocimiento de la verdad.
Para nosotros, el temor de Dios radica en el amor, y en el amor halla su
perfección. Y la prueba de nuestro amor a Dios está en la obediencia a sus
consejos, en la sumisión a sus mandatos, en la confianza en sus promesas [aquí,
cita Ceut 10,12]”.

El Temor de Dios en el Antiguo Testamento es una actitud que nos lleva a estar
frente a él en admiración de su grandeza, lo cual nos lleva a darle la reverencia y el respeto
que se le debe. Esto produce en nosotros: confianza en Dios, un aprecio adecuado de
nosotros mismos y un odio real por ofender a Dios. Literalmente, significa tener aprecio de
quién es Dios y quiénes somos nosotros.

El Nuevo Testamento conoce el temor como una actitud religiosa: es una cosa
temible el caer en las manos del Dios vivo (Heb 10,31), que tiene el poder de salvar y de
perder (Sant 4,12; Mt 10,28). El temor del que habla 1 Jn 4,18, “No cabe temor en el
amor”, no es el mismo temor de Dios según el Antiguo Testamento; es más bien el temor
servil que teme el castigo; sin embargo, existe un temor que da al amor su autenticidad, en
tanto que no podría haber amor en la familiaridad excesiva y sin temor al menos de
desagradar.

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