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REPORTE 2: L OS ORÍGENES DE LA I NQUISICIÓN MEDIEVAL

Autor: José Sánchez Herrero


Alumno: Josué Torres Martínez

Introducción

Nos encontramos nuevamente ante un recorrido histórico que el autor José Sánchez
Herrero nos presenta respecto a este pasaje; que por muchos ha sido considerado como oscuro
respecto al pasado de la Iglesia y de la sociedad medieval. Aquí vemos sus orígenes y
motivaciones principales, así como sus personajes cruciales que llevaron a cabo la formación
de esta institución que pretendía responder ante las problemáticas heréticas, incluso de
crímenes comunes que amenazaban a la sociedad y a la doctrina misma. Desde luego con
algunos tintes políticos y tratando de ser justificada, la inquisición se presenta como un
movimiento legislativo y justiciero de este periodo.

Desarrollo

Sánchez Herrero quiere detenerse principalmente en la inquisición pontificia que nace


en respuesta a los herejes que representaban un peligro; si bien de carácter doctrinal, también
lo fue de carácter político. En su nacimiento se vieron involucrados no solo el Papa sino cada
miembro en la Iglesia y principalmente gobernantes y reyes.
Antes que nada, la Inquisición (del latín inquerere) trae su nombre del procedimiento
inaugurado por los papas Lucio III (1181-1185) e Inocencio III (1198-1216) y por el Concilio
IV de Letrán (1215), nos refiere el autor. Así tenemos que antes de la formación de la
inquisición como modo de tribunal eclesiástico el modo de llevar a cabo estos juicios era el
acusatorio romano que se debatía entre dos particulares como un asunto civil.
Fueron los papas Lucio III e Inocencio III quienes pasaron a manos de las autoridades
eclesiásticas este nuevo modo de aplicar la justicia.
El autor señala que la represión por herejía se da a partir del siglo XII principalmente
en Italia y Francia ya que representaban cierta amenaza a la cristiandad, aun así, no todos
estaban de acuerdo en imponer severas y rigurosas sanciones y proponían penas de carácter
más bien espiritual.
Con el concilio de Tours, prosigue, se dio pie para establecer nuevas legislaciones en
torno a esta problemática. Así con el concilio de Verona se promulga la constitución Ad
abolendam «contra los cátaros, los patarinos, los que se llaman falsamente humillados y los
pobres de Lyon, los josefinos, los arnaldistas». Las autoridades civiles brindaban a poyo en
esta represión y eran los obispos quienes poseían la facultad sobre toda cuestión herética.
Por otra parte, Sánchez Herrero distingue dos formas inquisidoras durante el siglo XII,
la episcopal y la legatina que es llevada a cabo por los legados en una extensión determinada.

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También se resalta la participación de Domingo de Guzmán y Guillermo Claret, que
participando en “cruzadas” debaten contra grupos heréticos en 1207 y forman comunidades
a partir de grupos conversos del catarismo.
En Toulouse por iniciativa del Papa Inocencio III se reprime la herejía a través de las
armas apoyado por el rey Felipe Augusto, a partir del 1208, y en 1215 la inquisición se
establece formalmente después del el Concilio IV de Letrán y se encarga a las ordenes
mendicantes.
Es Gregorio IX quien continuara con la aplicación de su antecesor; continua el artículo,
de hecho, él mismo será quien proclamara el derecho exclusivo de la Iglesia para juzgar a los
heréticos y confía la inquisición a cargo de la Orden de los predicadores. A partir de bulas
papales comenzara aquí persecuciones contra toda herejía. También a los franciscanos se les
encomendaría esta tarea. Pronto la autoridad civil se vería dispuesta a auxiliar a los poderes
eclesiásticos en esta faena, la cual se iría extendiendo en gran parte de Europa.
Posteriormente el autor nos refiere el período del papado de Inocencio IV en el que la
inquisición propiamente quedo establecida canónicamente. A pesar de introducir novedades
como el castigo durante el interrogatorio, no obstante, también busco ser menos severo en la
aplicación de este modo de enjuiciar.
Respecto al tribunal, lo componían, en primer lugar, los jueces delegados del Papa, de
cuya cualidad derivaban sus poderes, aunque sean religiosos designados por sus respectivos
provinciales.
Al mencionar a los justiciables Sánchez Herrero nos dice que primeramente los grupos
judíos tenían reguladas sus prácticas religiosas bajo la jurisdicción católica sin problema,
pero no podían realizar proselitismos.
Por otro lado, en 1317 el Papa Juan XXII ordena persecuciones contra cualquier grupo
herético organizado.
En el área de la brujería en realidad había más preocupación de descubrir que cierto
carácter herético y que dimensión de idolatría tenían estos actos para poder condenar. Y
Benedicto XIII dio pie a que se comenzara a juzgar crímenes de derecho común dentro de
este organismo.
El articulo nos muestra la manera de proceder del inquisidor por Gregorio IX, donde
el inquisidor tenia la tarea primeramente de invitar a los herejes a presentarse ante él y
también al sospechoso de herejía se extendía el modo de proceder en estos asuntos de
enjuiciamiento donde se presentaban ante un tribunal. Los testigos normalmente eran
acusadores, pero estos debían presentar pruebas contundentes, aunque por la complejidad de
la cuestión se abandonara este proceder. Los acusados tenían derecho a un abogado, sin
embargo.
A su vez, el autor destaca que la prisión preventiva era una forma de hacer confesar a
un acusado que negaba la culpabilidad a pesar de los testimonios contra él. La tortura ya era
practicada por las autoridades civiles medievales y después fue llevada a cabo por las
autoridades eclesiásticas. Inocencio IV autoriza su uso por la bula Ad extirpanda del 15 de
mayo de 1252, prosigue Sánchez Herrero.
En cuanto a la pena de muerte tanto el pueblo como las diversas autoridades tuvieron
que ver en su ejecución, también el derecho romano tomo parte para influenciar en ello
apoyado en el decreto de Graciano y algunas interpretaciones de San Agustín en relación a
las penas aplicadas a los herejes. Y con Gregorio IX se establece que el castigo se deje en
manos de la autoridad secular. Inclusive los teólogos de la época buscaran justificar esta
práctica entre ellos Sto. Tomas.
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Otros suplicios, nos dice el autor, fueron la prisión como medio de perdón de las faltas.
La penitencia publica, la peregrinación; principalmente a Tierra Santa, así como la
confiscación de bienes y la destrucción de las viviendas de los heréticos incluso la
exhumación de estos al morir era parte de la pena.
El articulo concluye reconociendo que la justificación de esta institución no puede
tener fundamento ni en la razón, ni en la tradición cristiana ni en el evangelio mismo. Aunque
algunos apologistas han pretendido enfocar la culpa a las autoridades civiles no se puede
negar la participación eclesiástica en este asunto penoso de la historia, sin embargo, hay que
entender esta práctica desde la concepción de justicia que tenia la mentalidad del hombre en
el mundo Medieval y lo grave que se consideraba el crimen de la herejía en una sociedad
religiosa monárquica y cristianizada.

Bibliografía

SÁNCHEZ HERRERO, José, «Los orígenes de la Inquisición medieval», Clío & Crímen, n. 2
(2005) 17-52, disponible en línea:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1364935 (22 de Febrero 2023)

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