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Capítulo 1

L
os olores nocivos de humo, sudor y spray corporal barato asaltan mis fosas
nasales, pero palidecen en comparación con la embestida de brillantina y
extensiones excesivamente exageradas que asaltan mis sentidos hasta que
mis ojos arden y la saliva se espesa en mi boca. Trago con fuerza, mi lengua agriándose
por el sabor de licor fuerte y arrepentimiento. Y aburrimiento. Tanto maldito
aburrimiento.
Otro jodido club de striptease en otro jodido pueblucho decadente.
Han pasado meses de esta penosa mierda: yo pretendiendo reunir un destello de
entusiasmo para aplacar la búsqueda de mi necesitado hermano sobreprotegido para
absorber la mayor cantidad de humanidad posible antes de que el mundo entero sea
destruido en nada más que una pequeña mota de polvo. 3
Uno pensaría que uno de los arcángeles más poderosos que existen preferiría
pasar el final de los días, oh, no sé, deteniendo el final de los días, pero ese viejo hijo de
puta es la razón por la cual la humanidad tiene los días contados. Bueno, lo admito, es
posible que haya contribuido cuando enojé a Padre y fui maldecido a una eternidad de
condena por el hermano que actualmente está montando unos 900cc de silicona. El
mismo hermano que me ayudó a organizar mi propia muerte para así poder salvar a una
chica híbrida ángel y dejarla vivir en paz con nuestro otro hermano que es un ángel-
caído-convertido-en-demonio-convertido-en-asesino buscando la salvación.
Sé que es mucho equipaje para comprender. Una familia grande, un equipaje aún
más grande. Puede ser confuso. Así que, déjame retroceder un poco.
Soy Lucifer. El Lucifer. Me han llamado por muchos nombres diferentes en cada
idioma que existe… Diablo, Satanás, Belcebú. Pero por favor, llámame Luc. Una vez
fui la más hermosa y talentosa de todas las creaciones de Dios, pero me atreví a
cuestionar los motivos de nuestro Padre e incluso convencí a mi hermano, ahora
conocido como Legion, de caer conmigo para que así pudiéramos construir algo nuevo,
algo mejor. Y eso es lo que hicimos…
Al principio.
Hasta que la sed de venganza de Legion creció demasiado más allá de mi control.
Lo admito, estaba allí para divertirme un poco perversamente. Fornicar sin
vergüenza, robar sin remordimiento, tal vez un poco de adulterio sin que papi respire en
nuestros cuellos. Demonios, hasta quedarse dormido y tener almuerzos cutres los
domingos habría valido la pena. Pero Legion tenía otros planes para saciar su sed de
venganza. Planes que terminaron en el derramamiento de sangre de inocentes. Planes
que ya no me involucraban.
Me sacudo de mi ensueño nostálgico justo a tiempo para atrapar a nuestro otro
hermano, Michael, metiendo un billete de veinte entre un conjunto de triples D. Aunque
el niño bonito rubio puede parecer más joven que un marica en una banda juvenil en
lugar de un general del ejército de Dios, no se equivoquen, Michael es tan implacable
como el resto de los Serafines. Debería saberlo… yo era uno, al igual que Legion. Y no
formas parte del equipo titular a menos que tengas una reputación por ser el más grande,
el más malo y el más jodidamente incontrolable de todos los ángeles. Y nosotros,
definitivamente, estábamos a la altura de las expectativas.
He sido testigo del surgimiento y caída de civilizaciones. He visto a los humanos
conquistar, evolucionar y perecer mil millones de veces. Fui la serpiente que tentó a Eva
a probar la fruta prohibida que desbloqueó los males de este mundo. Donde la voluntad
de Dios era la respuesta, yo era la pregunta… la duda revoloteando contra la conciencia
de la humanidad. Y reiné como gobernante de todo mal con fuego y sangre implacables.
Sin embargo, nada de eso se compara con los últimos siete jodidos meses de 4
auténtico infierno. Y conozco el infierno.
Mierda, hice del Infierno lo que es hoy. Y prefiero arder por la eternidad que
pasar una noche más de esta forma. Solo para poder sentir. Solo para poder liberarme
de la prisión de mi propia creación.
Verás, ¿esa chica Nephilim por la que me sacrifiqué? ¿La chica que ahora es el
centro del mundo de mi hermano demonio y el calor en su cama? La amo. Y no de la
manera en que un hombre ama a una mujer o incluso un padre ama a un niño. La amo
como ningún otro ser ha amado a otro. Lo suficiente como para abandonar mi trono y
todo lo que soy de modo que ella pueda conocer la felicidad que nunca podría darle.
Así que aquí estoy. Atrapado en un patrón de espera perpetua, incapaz de
aterrizar, incapaz de descansar. Incapaz de dejarla ir.
—Hola, Lucie —canturrea Michael desde su lugar cerca del escenario. Su cabeza
está inclinada hacia arriba, y sus ojos cerúleos están completamente abiertos llenos de
emoción a medida que observa a la stripper de piernas largas que acaba de subir al
escenario—. Esta tiene el cabello un poco plateado, ¿no te parece?
Pongo mis ojos violetas en blanco y dejo el vaso de whisky que he estado
aferrando durante los últimos cuarenta y cinco minutos. De todos modos, sabe a mierda.
No es que espere una malta única de primera categoría en esta ciudad de mierda. Ni
siquiera puedo llamar a este lugar la axila de la nación. Es simplemente un vello
grasiento y retorcido.
—Es rubia, Mikey —respondo, mi tono aburrido. Odia cuando lo llamo así.
Probablemente tanto como odio que me llamen Lucie. Por eso seguimos jodiéndonos
entre nosotros.
—¿Lo es? Me parece plateado.
—No. Rubia. —Y ese es un hombre. Casi le digo, pero podría venirme bien algo de
entretenimiento. Incluso podría esbozar una sonrisa.
Michael vuelve a comerse con la vista al bailarín principal y yo vuelvo a
preguntarme si veremos algún pene sorpresa más adelante. Esa es una ventaja de no
poder usar nuestros poderes. Como estamos fuera de la red sobrenatural, podemos volar
por debajo del radar. Junto con replegar nuestra omnipotencia, somos vulnerables a
cosas como el hambre, la fatiga y la polla imprevista de vez en cuando.
En circunstancias normales, no me opondría, pero últimamente mis gustos han
sido puramente singulares. Cabello plateado, ojos castaños, piel bronceada y un culo tan
dulce que quieres morder. Mujeres que se parecen a la que no puedo evitar desear.
Mujeres que se parecen a Eden.
Dado el color único de cabello, mis opciones son limitadas. Y aunque he 5
intentado establecerme, no puedo ver nada más allá de ella. Incluso con la doble
ocasional, no las miro. Las tomo por detrás y las follo duro y rápido solo para hacerlo
una y otra vez. Algo más, y la recordaré aunque ella no pueda recordarme. No era lo
que yo quería, pero en ese momento, me parecía la única manera.
La tarde continúa como siempre. A Michael le chupan la polla en el cuarto de
atrás y luego intenta deshacerse de la culpa que le llega hasta los huesos y lo ahoga al
momento en que la última gota de esperma gotea por la garganta de cualquier chica al
azar que ha elegido para el sucio acto. A pesar de toda su exuberancia y arrogancia,
todavía no se ha rendido a su verdadera naturaleza. No ha conciliado el hecho de que
no es mejor que los descarriados y aduladores a los que se pasó la vida imponiendo
justicia justa. Puedes sacar al ángel del cielo, pero no puedes sacar el cielo del ángel, y
Michael una vez fue juez, jurado y verdugo, el más talentoso en batalla y liderazgo. Y
después de irme, estuvo más que feliz de tomar mi lugar como el favorito de mi querido
padre.
Sin embargo, Michael descubrió rápidamente que ser el favor de Dios tenía un
precio: fe inquebrantable e incuestionable. Y mientras miraba hacia abajo desde su alta
posición de gloria y observaba cómo cambiaba el mundo, él también comenzó a
cambiar. Evolucionó junto con los humanos que una vez había encontrado no más
significativos que los gusanos en la tierra, invitando a pequeñas fisuras de duda a tomar
forma en su resolución. Y antes de hacer el último sacrificio y caer, se volvió hacia el
único ser que había hecho de la humanidad su perra: yo.
Así que eso es lo que he estado haciendo desde que salí del cementerio en Nueva
Orleans, con el hedor a muerte y demonios a mis espaldas. Había cumplido mi parte del
trato e intenté convencerme de que alejarme de Eden, de Legion y de mi puesto como
gobernante del mal era lo correcto.
Levanto el whisky barato y lo engullo. He estado atrapado en una maldita rueda
de hámster por lo que parece una eternidad. Pero esta noche… esta noche se siente como
el comienzo de algo nuevo.
—¿Listo para irnos? —Levanto la vista cuando Michael sale del Salón
Champaña, que probablemente se parece más al Armario de Licor de Malta.
Se ajusta reflexivamente, probablemente todavía sintiendo el dolor de su purga.
Hay un vacío en sus ojos como si los ecos de su remordimiento hubieran estado
atormentando sus sueños.
—Sí. Salgamos de aquí.
Dejo algunos billetes en la mesa, mucho más de lo que exige la cuenta. Pero he
aprendido que si mantienes a los humanos felices y bien pagados, es más probable que
guarden tus secretos, esperando que su silencio conduzca a una recompensa aún mejor.
Salimos a la oscuridad y las suelas de mis zapatos Berluti se encuentran con el
suave crujido de la nieve. Mi frente se frunce. Sabía que deberíamos haber seguido 6
conduciendo. ¿Quién carajo se detiene en West Virginia por un club de striptease?
—Está nevando —comenta Michael mirando hacia el cielo ceniciento. Gordos
copos de nieve caen sobre su piel luminosa.
—Mierda, no me digas. ¿Cuánto tiempo estuvimos allí? —pregunto, notando que
la nieve blanca casi nos llega a la altura de la espinilla. Está empezando a congelarse
debido a las temperaturas bajas, lo que no hará que las condiciones de manejo sean
excelentes.
Maravilloso.
—¿Una hora tal vez? No me di cuenta que había nieve en el pronóstico. ¿Cuándo
se detendrá?
Mis ojos se disparan sobre Michael pero no digo ni una palabra. La idea de no
confiar en su intuición angelical sigue siendo ajena a él, incluso después de todos estos
meses en el camino. Está acostumbrado a chasquear los dedos y estar en otro continente.
Me sorprende que haya durado tanto tiempo sin el lujo de conjurar una suite de cinco
estrellas a su antojo.
Nos dirigimos hacia el automóvil, un Bentley nuevo que no tengo por qué
conducir en este vecindario o en este clima. Y me hago aún más consciente de mi
pretenciosa elección de vehículo cuando vislumbramos una pelea ocurriendo a solo unos
metros en un callejón cercano. Cinco tipos, a principios de los veinte, y por su aspecto,
con una inclinación a la heroína. Hay una chica atrapada entre ellos, luchando por
liberarse de su agarre mientras cuatro de ellos la tocan bruscamente a tientas y el inútil
cabrón restante hurga en su bolso. Su rostro está devastado con marcas de viruela y su
cabello negro y grasiento parece pintado.
—¿Esto es todo lo que tienes? —gruñe, vaciando el contenido de su bolso en la
nieve.
—Te lo dije, idiota. Voy a conseguir el dinero. Solo necesito un poco de tiempo
—responde ella enojada.
—Tonterías. —El imbécil imprudente deja caer el bolso solo para recoger un
trozo de papel. Luego, al siguiente segundo, antes de que ella pueda siquiera prepararse,
él la abofetea en el rostro—. Estás intentando huir —sisea, desplegando unos dientes
amarillos y torcidos. Levanta el papel arrugado—. Este es un boleto de autobús a Las
Vegas. ¿En serio crees que puedes huir de nosotros, perra?
La chica ni siquiera derrama una lágrima. Incluso con el labio partido y
sangrando y la mejilla enrojecida con un hematoma formándose rápidamente, mantiene
la cabeza alta.
—¿Por qué carajo crees que voy a Las Vegas? Voy a conseguir el dinero como
dije que lo haría. Incluso puedes preguntarle a Butch. Y como no puedo hacer eso a
menos que me dejes ir, deberías dejarme jodidamente en paz para que pueda ir a tomar 7
mi autobús. Ya llego tarde.
—Puede que Butch caiga en esa mierda, pero te conozco. ¿Crees que voy a creer
que volverás y pagarás? ¿Qué tan estúpido crees que soy? —El imbécil de cabello
grasiento rasga el boleto de autobús en pedazos pequeños y deja que los trozos
revoloteen hasta sus pies como la nieve cayendo.
La chica esboza una sonrisa oscura antes de escupir sangre en sus mocasines
baratos de cuero falso. Tiene agallas.
—Es fue jodidamente estúpido. Gasté mi último centavo en ese boleto y era mi
única forma de llegar al oeste para conseguir dinero real. Ahora tendrás que explicarle a
Butch por qué su dinero llegará aún más tarde.
—Nah. —El cabrón grotesco pasa su lengua viperina sobre sus dientes
manchados—. Tal vez en lugar de salir de la ciudad, puedes ganar dinero aquí y ahora.
—¿De qué diablos estás hablando?
—Has estado trabajando en el club nudista de Butch durante unos meses.
La chica pone los ojos en blanco.
—Sí, pero sabes que limpiar el desastre de de sus chicas y servir como su perra
personal de la brillantina no paga mucho.
—Bueno, tal vez necesitamos actualizar la descripción de tus deberes.
Simplemente llamaremos a esto tu audición.
El horrendo hijo de puta acaricia la hebilla de su cinturón mientras sus ojos se
oscurecen con la promesa de depravación. Casi me atraganto en nombre de la joven.
Con los ojos muy abiertos con terror, lucha por liberarse, pero esos sucios
matones solo la agarran más fuerte, presumiblemente motivados por la posibilidad de
que ellos también puedan tener un turno.
—No. Por favor, no hagas esto. Conseguiré el dinero. Solo por favor…
Su mirada horrorizada nos encuentra al otro lado del estacionamiento cubierto
de nieve, y lo juro, un pequeño destello de esperanza infla su pecho. Sin embargo, un
segundo después de que nos ve a Michael y a mí, sus futuros violadores también lo
hacen.
—Oigan, ¿tienen algún problema? ¿Qué carajo están mirando? —El maldito
mocoso con la piel jodida busca algo en su espalda, enviándonos una amenaza.
Quiero reír hasta que grandes lágrimas saladas corran por mis mejillas. Oh, cómo
lo cabrearía eso. Tal vez lo suficiente como para hacerlo blandir su arma y apuntarla
hacia mí. Casi puedo saborear la emoción de la sangre contra la nieve blanca recién
caída, y casi puedo olerla en el aire. Me he ganado un poco de diversión, ¿no? 8
Pero, por desgracia, no. En cambio, sacudo la cabeza, negándome la oportunidad
de deleitarme con el simple deleite de la violencia. Lástima. Mes tras mes de pasar por
las mociones, y ni siquiera puedo echar mis sádicas canas al aire, por miedo a llamar
demasiado la atención sobre nosotros. Por mucho que eche de menos la carnicería, me
he abstenido.
—No, no. No hay problema en absoluto —respondo, levantando mis palmas en
señal de defensa. Miro a Michael, quien parece perplejo, y señalo con la cabeza hacia el
auto, apuntando silenciosamente que entre—. No vimos nada.
—Maldita sea, tienes toda la razón, no viste nada. Ahora váyanse de una jodida
vez de aquí, putos mariposones. —La jodida mierda en serio cree que es amenazante.
Como en, sinceramente. En realidad, piensa que nos ha intimidado lo suficiente como
para hacernos huir. Tengo que morderme el interior de las mejillas para evitar reír como
una hiena salvaje.
Llegamos al auto y no pierdo el tiempo arrancando el motor, ya aburrido con
este espectáculo de mierda. Pero antes de que pueda apretar el acelerador y echar un
vistazo a este basurero en mi retrovisor, Michael coloca su mano en el volante.
—¿No vamos a ayudarla?
Pongo los ojos en blanco y capto la escena desde mi visión periférica. Estos
imbéciles son atrevidos, les daré eso. Dos de ellos sostienen los brazos de la chica
mientras los otros le rasgan la ropa. Y ese horrible malnacido ya tiene su diminuta polla
en la palma de su mano. Ella se retuerce y pelea todo el tiempo, e incluso aterriza algunas
patadas duras, pero son cinco contra una, no hay competencia. Tendrá la boca llena de
pollas incluso antes de que salgamos del estacionamiento. Con suerte se lo arrancara de
un mordisco.
—No es nuestro problema —digo inexpresivo.
—Lucie… —Michael comienza, su tono amonestante—. Sabes lo que le harán.
No podemos irnos sin detenerlos.
Por supuesto, sé lo que harán. Violación, tortura, asesinato. Prácticamente escribí
el manual. Pero también sé que para volar bajo el radar paranormal, no podemos
arriesgarnos a ser reconocidos o implicados. Si no, por qué estaríamos en los barrios
bajos en Buttfuck, Virginia Occidental.
—Vamos, Luc. Tienes que extrañarlo. Si no lo harás en nombre de la decencia y
la moral, hazlo por la carnicería. Por la sensación de agarrar un corazón todavía latiendo
en tu palma. Por la sensación resbaladiza de la sangre cálida deslizándose sobre tu piel.
Por esa mirada de verdadero y terrible miedo, de puro horror reflejado en sus ojos
nublados justo antes de arrancarles la cabeza de los hombros. Sabes que quieres.
Seremos tan rápidos que nadie sabrá que estuvimos aquí.
Bueno, mierda. Esos son algunos puntos muy buenos, debo admitir. Como el 9
Diablo, mi deber principal era castigar a los culpables. Hacer que aquellos manchados
con la sangre de inocentes paguen por sus pecados. Y me encantaba mi trabajo. No solo
era bueno en eso, me deleitaba con ello. Disfrutaba impartiendo castigos crueles e
inusuales en nombre de la justicia y el placer de ver al malévolo retorciéndose en el caos.
Se necesita una mente creativa e inspirada para mantener las cosas interesantes después
de algunos milenios atrapados en un oscuro pozo de iniquidad, y tomaba cada caso,
cada alma corrupta, como un desafío personal.
Nunca había aspirado a hacer nada más que gobernar el Infierno con un puño
feroz. Hasta que una niña híbrida Serafín fue arrancada del útero de su madre humana
y forzada a este enfermo mundo cruel, y a mi vida. En muchos sentidos, no tuve más
remedio que enamorarme de Eden. No es solo la debilidad de Legion. Es la mía. Es la
encarnación de mi negro corazón sangrante, caminando por esta Tierra, latiendo por
alguien más.
Miro a mi hermano y sacudo la cabeza. Tiene razón. No puedo continuar así
durante otros siete meses. Demonios, no puedo continuar por otros siete días. Si no
aprovecho pronto y sacio al menos una de mis adicciones, no hay forma de saber qué
pasará si enloquezco.
Así que, no lo haré por esta chica humana. Ni siquiera lo haré por la emoción.
Lo haré por Eden. Porque esto es lo que ella querría.
E incluso si ella nunca fue mía, siempre seré suyo.
Mato el ronroneo del motor con un resoplido resignado.
—Bien. Pero por favor, abstente a hacer un desastre. Probablemente no hay una
tintorería decente a kilómetros y acabo de lavar el auto.
Michael alisa las solapas de la chaqueta de su traje. Gracias a Dios, ha cambiado
su atuendo blanquecino habitual por algo un poco menos llamativo.
—De acuerdo. Sabes que odio ensuciarme las manos.
Salimos del vehículo en sincronía. Para el momento en que el sonido de las
puertas cerrándose resuena en el estacionamiento, todo movimiento cesa a medida que
la alegre pandilla de imbéciles nos mira con sorpresa y desprecio.
—Pensé que les había dicho que se fueran, imbéciles. No soy marica, pero si no
se suben a su lujoso auto y se van de una jodida vez, serán los próximos a los que vamos
a joder.
La sonrisa se desliza sobre mi rostro tan perfectamente que parece que estoy
estirando una banda de goma muy gastada. Con los ojos bajos y las manos en los
bolsillos, avanzo casualmente hacia ellos como si estuviera dando un paseo dominical.
Michael se desliza a mi lado, sus pasos iguales sin prisas. Esto será divertido. 10
—Promesas, y más promesas. No, no creo que me folles a mí ni a nadie más esta
noche. Porque en unos tres minutos, te estarás comiendo tu propia polla.
—Hermano, ¿tres minutos? —interviene Michael, su voz divertida y boyante—.
Te estás volviendo lento en tu vejez. Puedo hacerlo en dos.
—Ah, pero ¿puedes empujar sus testículos por la garganta de su amigo primero?
—bromeo. Meros metros se interponen entre ellos y nosotros, y mi emoción aumenta
con cada paso.
—¿De qué carajo están hablando? Váyanse o mueran. No daré otra advertencia.
—El bastardo tiene el buen sentido de volver a meterse la verga en sus pantalones y
agarrar su arma, pero no le servirá de nada.
Necesitaría dedos para apretar el gatillo.
—¿Cuál amigo? —pregunta Michael, ignorando su amenaza vacía.
Nos detenemos frente a ellos, sin mostrar ni una sola indicación de que un peligro
mortal acaba de darles el beso de buenas noches en sus mugrientos rostros. Los hombres
se agachan en posiciones defensivas, sacando pistolas, cuchillos y lindos y pequeños
nudillos de bronce como si tuvieran la oportunidad de abalanzarse. Aunque han
abandonado a su compañera de la noche, la estúpida chica no huye al instante. En
cambio, se queda absolutamente inmóvil y nos mira, con una mezcla de conmoción y
emoción reflejada en sus grandes ojos verdes.
Levanto un solo dedo y señalo al imbécil a mi derecha.
—De tin marín, de do pingué —empiezo, dirigiendo mi mirada a cada uno de
ellos—. ¿Cuál de ustedes será el primero en ir?
Mi dedo señala directamente a un asqueroso flacucho que huele a que no se ha
lavado su putrefacto culo en una semana. Alza un cuchillo de caza como si fuera a hacer
otra cosa más que molestarme. Miro a Michael. Me devuelve la mirada, reflejando mi
sonrisa malévola y retorcida. Luego, tan rápido como las víboras, atacamos,
lanzándonos a una danza salvaje tan perfecta que casi parece ensayada. La escoria
humana ni siquiera se da cuenta de lo que sucede a medida que arrancamos las
extremidades de sus cuerpos como si simplemente estuviéramos rompiendo ramas de
los árboles. Ni siquiera tienen la oportunidad de gritar mientras nuestras manos trabajan
como lanzas rebanando sus entrañas para destriparlos en segundos. Excepto por uno de
ellos. El cabrón de cabello grasiento cuya piel parece salpicada con ácido. Lo guardamos
para el final. Y justo como sospechábamos, tiene demasiado miedo de pedir clemencia
o incluso moverse a medida que nos observa a Michael y a mí destrozar a sus amigos.
Todo lo que puede hacer es llorar en silencio y cagarse los pantalones.
—Tenías razón, Mikey. Me estoy volviendo lento. —Alcanzo un abrigo 11
descartado, lo único que no está completamente empapado de sangre y bilis, y lo uso
para limpiarme las manos—. Han pasado al menos tres minutos, y este imbécil todavía
tiene su polla en su lugar.
—Cierto —comenta Michael, usando su manga para quitar las manchas de rojo
carmesí ensuciando sus rasgos suaves—. Y su amigo tampoco se ahogará con los
testículos.
—¿Por qué no?
Él asiente hacia la pila de intestinos sangrientos que alguna vez fue su baboso
compañero maloliente.
—Parece que le falta la garganta. Y la cara.
Me encojo de hombros y mi boca se tuerce a un lado.
—Lástima. Bueno, parece que también se comerá sus propias bolas.
Doy un paso adelante, haciendo que el imbécil con olor a mierda retroceda hasta
que cae en la nieve sangrienta, con las palmas de las manos levantadas en defensa frente
a él.
—¡Por favor! —suplica, la saliva disparándose de sus labios blancos y
agrietados—. Puedo pagarte. Tengo dinero. Lo que quieras, es tuyo.
—¿Dinero? —Me llevo una mano al pecho, fingiendo estar impresionado por su
oferta patética. Podría comprar y vender a todos y cada uno de los que alguna vez
conoció. ¿Qué utilidad tendría para su escasa fortuna cuando todo lo que posee reside
en sus venas?
—Sí, lo juro. Y drogas. Hombre, puedo conseguirte drogas. Lo que quieras.
También chicas. O chicos, lo que sea que te guste. También jóvenes.
—¿Ah, sí? —Otro paso hacia él—. ¿Qué tan joven?
—Colega, niños. Apenas dejando los pañales si te gustan así. Incluso podría
conseguirte un bebé.
Tengo que luchar para evitar que el fuego se dispare en mis dedos cuando doy
otro paso hacia él.
El olor a brasas cae sobre nosotros, difuminando su hedor.
—¿Un bebé? ¿Podrías conseguirme un bebé para saciar mis perversos deseos
sexuales?
—¡Demonios, sí! Lo que quieras. Si me dejas ir, te conseguiré tantos bebés como
quieras. Niños, niñas… solo dime lo que quieres.
—Acceso ilimitado a niños… —reflexiono, agachándome ante él de modo que 12
estamos al mismo nivel visual. De modo que pueda ver la furia chispeando en mis ojos
violetas detrás de mi disfraz impasible—. Solo chasqueas los dedos y todo lo que quiero
está a tu disposición. Simplemente lo tomas. Incluso si estás arrancando bebés
directamente de sus cunas.
—Espera, espera. Un momento. Nunca dije… —tartamudea. Con lágrimas
cayendo por sus mejillas corroídas.
—No, acabas de decir que usas a los niños como nada más que moneda de
intercambio para los depravados e inmorales. Y en esta transacción en particular, te
gustaría comprar tu lamentable vida sin valor y, a cambio, me darás un niño que muy
bien podría estar amamantando el pecho de su madre. —Me acerco aún más, mi sonrisa
ensanchándose ampliamente para mostrar mis dientes—. Lamentablemente para ti, no
hay nada que odie más que un pedófilo. Ni siquiera salgo de la cama por tramposos y
mentirosos, e incluso un asesino puede ganarse un bostezo de mi parte. ¿Pero un
pedófilo? Ah, es como la mañana de Navidad.
Se ahoga con un sollozo.
—¿Quién… quién eres?
—Soy el jodido Diablo. —Mi máscara cae por un segundo, el tiempo suficiente
para que un miedo paralizante se apoderase de una arteria coronaria y le provoque un
paro cardíaco. Pero un ataque al corazón es demasiado amable para él; y no hay forma
de que lo deje salir tan fácilmente. Así que cumplo mi promesa y disfruto cada espantoso
segundo arrancándole los testículos de su cuerpo y empujando el tejido pulposo junto a
los tendones en su boca mientras el resto de su cuerpo lucha por bombear lo que queda
de su sangre a su corazón.
Está muerto antes de que la nieve debajo de su miserable cuerpo se derrita bajo
el enorme charco rojo a nuestros pies. Y aun así, no estoy satisfecho. Aunque su muerte
fue lo suficientemente sangrienta, no sació la necesidad profunda que retumba hasta en
la médula de mis huesos. Puede que me haya emocionado por un momento, pero ni
siquiera comenzó a llenar marginalmente el agujero con forma de Eden en mi pecho.
Me enderezo, tomando un puñado de nieve inmaculada para limpiar los pedazos
de piel y tejido sangriento de mis manos.
—Pensé que no haríamos un lío —comenta Michael sarcásticamente.
—Bueno, se lo merecía. —Me encogí de hombros, volviéndome para mirar la
escena del crimen—. Podemos comprar ropa nueva cuando…
Mierda.
—Oh. Mi. Jodido. ¡Dios! ¡Mierda! ¡Saaanta mieeerda!
La chica, esa maldita estúpida chica que ya debería haber estado a kilómetros de
distancia, todavía está aquí. Fue testigo de todo. Y en lugar de huir gritando, su rostro 13
se ilumina de emoción y admiración.
La miro realmente por primera vez. Cabello corto teñido de negro azabache, ojos
verdes con un delineador grueso, ropa oscura y aros en la nariz, ceja y labio. Excelente.
Nada más que otra fanática de Satanás. Esto no es lo que necesitamos.
—¿Qué sigues haciendo aquí? —pregunta Michael. Parece tan molesto y ansioso
como yo. No salvamos la vida de esta chica solo para tener que matarla. Maldición. Los
cabos sueltos eran mucho más fáciles de atar cuando podíamos confiar en nuestros
dones. Un chasquido de dedos, y podríamos simplemente borrarles la mente como esos
jodidos Hombres de Negro.
El duendecillo gótico da un paso adelante, maniobrando alrededor de las tripas
y partes corporales. Ni siquiera se inmuta.
—No iba a dejarlos simplemente, no después de que intervinieran para
ayudarme. Además, necesitaban a alguien que vigilara.
Asiento con rigidez.
—Cuídate, niña. —Me giro y vuelvo al auto. Michael toma mi ejemplo y me
alcanza.
—¡Espera! —grita la chica detrás de nosotros—. ¿Qué se supone que debo hacer
ahora? Mi ropa está arruinada y todas mis cosas están empapadas de sangre.
—Dúchate y ve a una lavandería —respondo, sin siquiera molestarme en
girarme.
Está justo detrás de nosotros. ¿Qué carajo? ¿Por qué no está asustada y llorando
histéricamente mientras corre en la dirección opuesta? ¿He perdido mi toque?
—No puedo. No tengo otro lugar a donde ir. Ni dinero, ni familia. ¿Y el tipo al
que acabas de castrar? Es el hermano menor de Butch. Y al segundo en que Butch
descubra lo que pasó esta noche, estoy muerta. Tiene hombres en todas partes y no sabes
de lo que son capaces estos imbéciles.
Aquí vamos de nuevo con los delirios mortales de grandeza. Pongo los ojos en
blanco.
—No es mi problema.
—¿No es tu problema? ¡Tengo un objetivo aún más grande en mi espalda, gracias
a ustedes dos, psicópatas!
La chica está justo detrás de nosotros. Incluso después de la masacre que acaba
de presenciar, aún no tiene sentido de autoconservación. Obviamente, salvarle la vida
fue un desperdicio de un buen traje.
—Esta es una forma extraña de decir gracias —se queja Michael—. ¿Preferirías
que hubiéramos dejado que esos ingratos te violaran y mutilaran? 14
Llegamos al auto, y si no lo supiera, diría que esta humana tonta cree que vendrá
con nosotros. Michael y yo nos giramos y la miramos expectantes, preguntándonos qué
demonios no está entendiendo de todo esto.
—Mira, en serio aprecio que me hayan ayudado…
—Mi intervención no tuvo nada que ver con ayudarte —respondo,
interrumpiéndola.
La realidad de que matar a esos bastardos fue más por mí que por ella le hace
detenerse, pero luego continúa.
—Oh. Bueno… aun así. Gracias. Lo aprecio, sin importar cuáles fueran tus
razones. Pero ahora estoy en aún más problemas. No solo por Butch; Butch es solo un
distribuidor. Tengo que llegar a Las Vegas. Hay un tipo para el que mi hermano
trabaja… lo llaman Casper. Dicen que es un fantasma porque ni siquiera el FBI puede
rastrearlo y muy pocas personas de hecho lo han visto. Ni siquiera Butch, que también
trabaja para él. Mi gemelo se metió en algo malo y ahora lo retienen como rehén,
probablemente siendo golpeado y torturado a diario. Y el trato es que, si voy a Las Vegas
a pagar su deuda en uno de los negocios de Casper, lo dejarán ir. Así que, ya ves…
necesito salir de aquí. Para salvar mi vida y la de mi hermano.
—No pregunté por la historia de tu vida y todavía no veo cómo eso es mi
problema —dije impasible.
—Solo necesito un aventón —insiste el pequeño duendecillo oscuro—. Por favor.
No tengo dinero y tuve que vender casi todo lo que tengo para pagar ese boleto de
autobús. Incluso si no pueden llevarme todo el camino, les agradecería que me sacasen
del estado y me dejaran en una parada de camiones, tal vez. Haré autostop el resto del
camino.
Unas sirenas resuenan a lo lejos, recordándonos que ya llevamos demasiado
tiempo a la intemperie. Los tres nos vemos como extras en una película de terror de bajo
presupuesto. Si no nos vamos ahora, me veré obligado a asesinar policías o tendré que
usar mis poderes para mantenerlos a raya. De cualquier manera, no pasaré ni un
segundo en la cárcel. Preferiría dejar que todo el estado arda en llamas.
Resoplo con un suspiro agravado. Todo lo que quería hacer era mirar algunas
tetas e intentar olvidar. Sin embargo, aquí estoy, atrapado en medio de la mierda
humana una vez más. Alcanzo mi billetera y saco algunos billetes.
—Toma. Ve a buscar otro boleto de autobús —le digo, ofreciendo más que
suficiente para llevar a la chica a su destino deseado. Pero en lugar de aceptar el efectivo
con exuberancia agradecida, sacude la cabeza.
—Este es un pueblo pequeño. No habrá otro autobús al menos hasta mañana. 15
Butch ya me habrá encontrado y entonces, estaré muerta a la hora del desayuno.
Quiero recordarle que: ese no es mi maldito problema. Pero la mirada de
desesperación en sus ojos que brilla a través de su orgullo obstinado y ese miserable
hedor a pobreza que la cubre de pies a cabeza… me recuerda a una chica que también
provino de medios escasos. Una chica que cavó y arañó su camino durante toda su vida
solo para mantener su cabeza apenas fuera del agua. Una chica que se sintió como una
carga desde el día en que el universo la escupió. Nadie tampoco quiso hacerla su
problema. Y efectivamente, demostró que ella no era el problema. Era la solución.
—¿Cuántos años tienes, niña? —pregunto, formándose grietas pequeñas en mi
resolución. Siento la mirada de Michael sobre mí. No sé si nace de la admiración o la
amonestación.
—Veintiuno —responde demasiado rápido.
—No tengo tiempo para juegos —suelto, abriendo la puerta de mi auto.
—¡Espera! —Da un paso adelante, con los hombros caídos—. Diecisiete. Pero
cumpliré dieciocho en unos días.
—¿Diecisiete? ¿Quieres que cruce las fronteras estatales con una menor?
Demonios, no. —Me quito la chaqueta manchada de sangre y la arrojo al suelo del
asiento trasero. Mierda. En serio me gustaba esa chaqueta.
—No representaré ningún problema. Estaré callada. No como mucho. Ni
siquiera sabrán que estoy cerca. ¿Quieres dinero? Te lo devolveré todo en cuanto llegue
a Las Vegas y gane algo de dinero, ¡lo prometo! —Sus ojos están muy abiertos y
suplicantes, su tono es igualmente lamentable. Creo que se supone que debería sentir
compasión, pero me siento tan insensible y distante como dentro del club de striptease.
—Luc —dice Michael. Ni siquiera tiene que terminar su pensamiento; sé a dónde
quiere llegar. En realidad, quiere que adopte a esta descarriada y la lleve por todo el país.
Las sirenas se acercan y sé que tenemos menos de un minuto antes de que este
lugar se inunde de patrullas. Miro a mi hermano, su expresión ilegible. Miro a la chica,
preguntándome si estoy a punto de cometer un grave error que nos hará explotar
nuestras cubiertas. Treinta segundos, y hay una gran posibilidad de que nos veamos
obligados a hacerlo.
—Entra —gruño, mi mandíbula apretada.
La pequeña gótica no pierde el tiempo saltando al asiento trasero. Ya estoy
saliendo del estacionamiento a toda prisa antes de que su puerta esté completamente
cerrada, con un destello azul y rojo en mi retrovisor.
—Entonces… soy Darling —dice la chica después de que hemos recorrido un
buen trecho entre nosotros y el montón de partes corporales todavía humeando en la
nieve derretida. Ni siquiera han pasado cinco minutos, y ya está rompiendo su promesa 16
de guardar silencio—. ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué son ustedes? ¿Mercenarios? ¿Fuerzas
especiales? He visto muchas mierdas locas, pero nunca antes he visto algo así.
Toda la verdad está definitivamente fuera de la mesa, pero después de la noche
que tuvimos, tal vez probar un poco de ella no hará daño. De todos modos, no es que
vaya a creernos.
—Soy Luc. Ese es Michael. Y, aparentemente, mascotita… somos tus malditos
ángeles guardianes.
Capítulo 2

C
onducimos toda la noche hasta que el hedor a sangre seca y tripas se
vuelve demasiado fuerte para soportar. Y dado que solo llegamos a una
trágica ciudad en Indiana, nuestras opciones de alojamiento y suministros
son tan patéticas que me tienta a simplemente decir a la mierda y continuar viajando
hasta llegar a la civilización. Creé cada reino del Infierno con mis propias manos. Sin
embargo, nada en el inframundo podría haberme preparado para el tormento eterno y
devastador de almas conocido como Walmart.
—Toma lo que necesites y reúnete aquí en cinco minutos —instruyo, haciendo
una mueca literalmente ante la idea de tocar algo en este lugar. Afortunadamente,
Michael y yo tenemos ropa en el maletero, pero necesitaremos artículos de tocador y
otros accesorios, especialmente porque estoy seguro que cualquier basurero en el que
nos alojaremos tendrá ofertas más que menos deseables. Todavía no estoy acostumbrado 17
a tener que ducharme ni usar el baño.
Antes de mi muerte falsa, siempre lo consideré como meras molestias humanas
de las que las criaturas envidiables como nosotras estaban exentas. Esta experiencia solo
acababa de reafirmar mi resentimiento por la humanidad. Nunca entenderé por qué
Padre insistió en crear bestias tan insignificantes y, además, esperar que nos importen
un carajo.
Michael parece extrañamente optimista para un arcángel de miles de millones de
años que acaba de entrar en lo que es más o menos un almacén de pura basura.
—¿Viste esto? —pregunta extasiado, levantando algunas baratijas de plástico que
probablemente hayan sido manoseadas más de mil veces esta noche.
—Baja eso. No sabes dónde ha estado. —Nota personal: comprar toallitas
antibacterianas.
Se va volando hacia el jabón y gel de baño, con los ojos celestes muy abiertos de
alegría.
—Oh, guau. ¿Puedes comprar todo esto por este precio? —Acuna un paquete de
seis jabones en sus brazos como si fuera un precioso bebé—. ¡Y mira! ¡Loofahs!
Intento no mostrar mi molestia; lo entiendo: ha estado protegido toda su
existencia. Pero esto no es Bergdorfs. Ni siquiera es un Nordstrom Rack. No era
exactamente lo que tenía en mente cuando le dije que le daría una probada de la
humanidad.
Después de que Michael ha llenado sus brazos con todo, desde champú con aceite
de coco hasta máscaras faciales a pesar de mis protestas, puedo acorralarlo hacia la caja,
que está prácticamente vacía a esta hora de la noche/temprano en la mañana. También
es algo bueno. Si bien la sangre es más difícil de ver en mí, es realmente una visión
impactante contra su cabello pálido. Eso, junto con nuestra joven pupila que está vestida
como si acabara de dejar una audición para un nuevo reinicio de Blade, y los tres nos
vemos más que un poco sospechosos.
Sin embargo, la cajera ni siquiera parpadea. Es como si dos hombres
asombrosamente hermosos vestidos con trajes de diseñador con costras de sangre
escondiendo a una mujer menor que parece sacada de un cliché de fines de la década de
1990 es solo una ocurrencia regular del turno nocturno. Me hace preguntarme qué otros
personajes interesantes atrae Walmart a estas horas de la noche.
Compramos nuestros productos sin incidentes, y aunque estoy molesto con toda
la situación, no digo nada acerca de tener que comprar ropa nueva y productos de aseo
personal para Darling. No es que rompiera la alcancía ni nada así; ni siquiera puedo
comprar una corbata con lo que costó su guardarropa nuevo. Además, perdió todo en
ese callejón: su teléfono, su efectivo, su ropa extra, su identificación…
18
—Mierda —maldigo, entrando en el estacionamiento de lo que se considera el
hotel más lujoso de la ciudad: un Best Western—. Por casualidad no recogiste toda esa
mierda que se salió de tu bolso, ¿verdad?
Darling frunce el ceño, pero solo le toma un segundo darse cuenta de lo que
quiero decir.
—Mierda —susurra, imitando mi sentimiento—. No era mucho, pero lo tienen
todo. La policía probablemente me está buscando.
—O alguien más te está buscando —interviene Michael, su tono casual como si
simplemente estuviera expresando una ocurrencia tardía. Tiene una Ring Pop en cada
dedo y alterna cada una entre lamidas. Qué infantil—. Estoy seguro que Butch tiene
policías sucios en su nómina. Cualquier cosa que sepan, él lo sabrá. No me sorprendería
que esos policías también detuvieran a sus compañeros oficiales de modo que Butch
pudiera enviar primero a sus matones. Sería una resolución mucho más limpia para él.
No puedo cuestionar lo que dice Michael porque es la verdad absoluta. Sabe de
estas mierdas. Y no hay forma de que esos bandidos pueblerinos sean remotamente más
estratégicamente sofisticados que el general del ejército de Dios.
—Tomemos una habitación y duchémonos —sugiero, soltando un suspiro
cansado—. No quiero estar en esta ciudad más tiempo del necesario. Tenemos que
seguir moviéndonos.
Si Michael tiene razón, y generalmente la tiene, estamos a punto de tener
compañía.

No es sorprendente que la suite de lujo que solicito es poco más que un dormitorio
deprimente y mal iluminado con una cama tamaño king, una cama queen, un sofá y una
vista fabulosa de un campo árido. Sin embargo, Darling parece más que impresionada
con los alojamientos mediocres a pesar de su exceso de poliéster y rayón.
Verla tan exuberante a la luz de todo lo que le sucedió en su corta vida y el trauma
que experimentó hace solo unas horas atrás es bastante novedoso para mí, de modo que
me guardo mis quejas y logro hacer una mueca solo tres veces.
—¡Mira! ¡Tienen cable! —chilla—. ¡Y mira este mini bar!
—Voy a ducharme primero —remarco, aunque nadie parece escucharme,
considerando que incluso Michael parece excesivamente interesado en los pretzels caros
y el vino barato. Lo juro, parece que he estado cuidando a un niño durante los últimos
19
siete meses y ahora ha encontrado una compañera de juegos.
El chorro de agua caliente de la ducha es lujoso en comparación con el resto de
nuestro entorno, de modo que me quedo mucho más tiempo de lo esperado,
permitiéndole eliminar los restos de carne muerta y costras de sangre. Bajo la vista y veo
como el agua teñida de rosa se escurre de mi pecho, sobre mis abdominales y forma
pequeños riachuelos por mi eje para gotear desde la punta de mi pene. Paso mis dedos
sobre mi saco pesado antes de envolverlos alrededor de mi raíz. Han pasado días desde
que me permití una liberación, pero parece que fueran meses. Ahora únicamente me
purgo de la aflicción de mi cuerpo por necesidad. La sensación de una piel caliente
contra la mía, la humedad, la tensión… es suficiente para masturbarme. Pero nunca es
suficiente para hacerme olvidar.
Aprieto la base de mi polla y ahogo un gemido roto a medida que aumento la
presión, haciéndome ponerme más duro y más grueso. Golpeo de arriba hacia abajo,
girando mi muñeca a un ritmo lento y sinuoso. Maldición, se siente bien, pero no es lo
mismo. Incluso cuando cierro los ojos con fuerza y siseo su nombre con los dientes
apretados, aun así, no puedo conjurar el fantasma de Eden. De modo que me acaricio
más rápido, aprieto más fuerte, llevándome a ese espacio entre el placer y el dolor. Mi
otra mano masajea por debajo, agregando otra capa de sensación autoinfligida que
reduce mi respiración a jadeos cortos. Mis rodillas se debilitan, doblándose bajo mi peso.
Mi espalda se tensa cuando el fuego rasga mi columna vertebral. Y con la lengua
presionada contra esas cuatro letras, dos sílabas, libero la oscuridad de mi alma rota en
mi palma.
Escurre fácilmente con el agua, como si nunca hubiera sucedido. Justo como dejé
a Eden en ese cementerio la noche de mi muerte. Sin recuerdo de las semanas anteriores,
como si nunca hubieran sucedido. Como si ella no se hubiera convertido en una deidad
en mi cama a la que adoré tan a fondo que lloró lágrimas doradas de gloria.
Parece que fue hace toda una vida. Parece que solo fue ayer. Si tan solo hubiera
podido robar mis propios recuerdos con nuestro último beso.
La puerta del baño se sacude con una explosión alarmante de golpes, y ya estoy
a dos segundos de atravesar la madera barata y arrancar el bazo de quien está al otro
lado.
—Oye, ¿eh, Luc? Solo me pregunto si vas a estar ahí más tiempo. Maldición,
tengo que orinar.
Mierda. ¿Cuánto tiempo estuve aquí? Cierro el grifo, me seco rápidamente antes
de envolver una toalla delgada y rasposa alrededor de mi cintura, luego abro la puerta.
Los ojos de Darling lucen brillantes y salvajes. Son de un extraño tono verde. Ni
esmeralda. Ni musgo, oliva o incluso caqui. Son jade. Un color tan único para una niña
humana, hecho aún más impactante por su cabello negro azabache y su pesado
delineador de ojos embarrado. 20
—Todo tuyo —murmuro, solo para hacerla parpadear. No me decepciona.
—Um, uh. Gracias… gracias. —Intenta no mirar mi cuerpo todavía mojado y
semidesnudo mientras pasa al baño, pero falla. Siempre fallan. Que es lo que se supone
que deben hacer.
—No deberías hacerle eso a esa chica —comenta Michael sin ningún sentido
particular de interés real. Su actitud descortés vuelve loca a la mayoría de las personas,
pero he aprendido que incluso sus ideas posteriores tienen peso.
—¿Hacer qué? —Cruzo la habitación para sacar la ropa de una pequeña maleta.
Atrás quedaron los días de mover un dedo y estar vestido y arreglado impecablemente.
—Seducirla.
Hago una mueca.
—No estoy seduciéndola. Básicamente es una niña.
—Oh, pero no lo es, ni parece una. Lo dejó muy claro cuando la conocimos. Una
niña simplemente buscando refugio no sentiría la necesidad de mentir sobre su edad,
especialmente después de que hicieras papilla a esa escoria humana. ¿No querría parecer
más joven, una simple mortal inocente, con la esperanza de que nosotros, sus vengativos
ángeles oscuros, tengamos lástima de sus pobres y patéticas circunstancias?
Miro hacia el baño justo cuando oigo que se abre la ducha. Por mucho que quiera
discutir, sé que tiene razón. Lo supe antes de que él incluso sintiera la necesidad de
explicarlo. Entonces, ¿por qué Darling, la duendecilla gótica, mintió sobre su edad? Y
más aún, ¿por qué se siente tan a gusto entre dos extraños asesinos, incluso llegando a
desnudarse a solo unos metros de distancia con solo centímetros de madera y yeso para
mantenerla alejada de nosotros?
—¿Qué crees que es? —murmuro solo para sus oídos.
Michael abre una bolsa de Skittles de 13 dólares y se encoge de hombros.
—Humana, pero… algo más. No nos tiene miedo, eso es jodidamente seguro.
Tampoco diría que Nephilim. Lo habríamos olido en ella.
Arrugo la frente.
—¿Bruja?
Michael niega con la cabeza.
—No habría dejado que esos bastardos llegaran tan lejos. Incluso a una bruja
humana se le enseñan hechizos de defensa personal cuando niño. Y si su magia es
verdadera, si nació de la Divinidad, no la atraparían ni muerta con los nuestros. Sabes
que los Oscuros y los de Luz no estarían hablando exactamente con nosotros si supieran
que sigues caminando por esta tierra. 21
Asiento. Si bien pude darle a Nikolai, el príncipe hechicero Oscuro y lo más
cercano que he tenido a un amigo, un último regalo de despedida antes de mi muerte
falsa, no estaría feliz de saber que estoy vivo.
He hecho muchas cosas jodidas en mis días. He tramado mentiras que llevaron
a la caída de naciones enteras. He rechazado guerras que dejaron más muertos que vivos.
He torturado, mutilado y asesinado sin una pizca de remordimiento o arrepentimiento.
Pero la amistad de Niko en realidad significaba algo para mí.
Después de vestirme, tomo el control remoto para desplazarme por los canales
de televisión, algo que no he hecho desde… el Hotel The Saint. Nueva Orleans. Una
suite revestida en rojo en honor al dueño del hotel. Una suite que compartí con Eden.
Vimos comedias románticas y pedimos servicio a la habitación. Se quedó dormida en
mi hombro, exhausta por los días de investigación y búsqueda de su amado que se había
vuelto oscuro. Fui su compañero, su amigo, su confidente. Y durante un tiempo que
solo está grabado en mis recuerdos, fui su amante.
Enciendo las noticias. Necesito algo sombrío, algo más deprimente que mi propia
mierda para ahogar el ruido en mi cabeza. Sin embargo, aunque no espero encontrar
nada más que tonterías sin sentido, algo nos detiene a Michael y a mí.
—¿Qué carajo?
La expresión de Michael se vuelve estoica, su piel bañada por el sol palidece a
alabastro.
—Tú también lo ves.
—Por supuesto que lo veo. Pero… ¿cómo? ¿Y por qué?
Para el ojo inexperto, parece que estamos viendo un típico noticiero nacional
matutino. Pero en la parte inferior de la pantalla, la barra de mensajes muestra algo
completamente alarmante. No solo los titulares desplazándose, sino… un código. Un
código demonio. Y no uno para convocar demonios. Está destinado a los humanos.
—Esa fue la mejor ducha que he tenido alguna vez —dice Darling detrás de
nosotros antes de que podamos especular más. Una bata de felpa oculta su delgado
cuerpo, y se seca el cabello con una toalla. Su rostro está limpio, desprovisto de la pintura
de guerra que una vez estuvo embarrada alrededor de sus ojos. Se ve más joven, más
dulce.
La forma en que se vería una jovencita si no hubiera sido testigo de una masacre
después de casi ser violada en grupo. Se ve… bonita.
Darling echa un vistazo a la televisión y su expresión cambia a una de disgusto.
—Ugh, no ella otra vez. Su rostro literalmente me revuelve el estómago. Lo juro,
se pone más fea todos los días. 22
No estoy seguro si la escuché correctamente; la presentadora de televisión sería
considerada hermosa por la mayoría de los estándares humanos.
—¿Quién? —preguntó, con un ceño incierto.
Darling asiente hacia la pantalla.
—Ella. Es jodidamente asquerosa. Las llagas supurantes, el pus, los dientes
podridos. Me dan ganas de vomitar.
Miro a Michael, su expresión ilegible, excepto por el ligero tic de su mandíbula.
Darling nota mi mirada perpleja.
—¿Qué? —Se toca la mejilla con la mano—. ¿Tengo algo en mi rostro?
La última palabra apenas sale de su lengua cuando su aliento queda ahogado en
su garganta a medida que la empujo contra la pared por el cuello, dejándola aturdida e
indefensa.
—Tienes segundos antes de que mis uñas arranquen tu jodido esófago. Dinos…
¿quién carajo eres? —La voz es tranquila, impasible, pero cada sílaba está destilando
arsénico. Mi agarre en su cuello es lo suficientemente firme como para hacerle saber que
podría romperlo fácilmente como una ramita, aun así, tengo mucho cuidado de no
aplastar su clavícula accidentalmente. La moderación drena más energía que el esfuerzo
real cuando se trata con humanos, especialmente aquellos tan frágiles como ella.
Le toma un momento darse cuenta de lo que sucede antes de que Darling tenga
el buen sentido de tener miedo. Desafortunadamente para ella, no le estoy dejando
suficiente oxígeno para siquiera explicarlo.
—Cuida el lenguaje, Lucie —advierte Michael en ese tono condescendiente que
usa para cabrearme—. ¿Y cuántas veces tengo que decírtelo? Atrapas más moscas con
miel que con vinagre. —Da un golpecito en mi brazo—. Afloja.
—Ella no es una mosca. Pero es algo, ¿cierto, mascota? —Me burlo, aunque
aflojo mi agarre solo un poco. Usar la fuerza bruta es tan impropio de mí… muy por
debajo de mí. Sin embargo, durante la mayor parte del año, lo único que me hizo sentir
vivo fue la violencia. No el sexo. Ni el juego o la bebida.
Era esto: saber que tenía el próximo aliento de alguien en mis manos.
—Ahora, cariño —comienza Michael, apoyándose contra la pared junto a
Darling, con el rostro enrojecido y lloroso, intentando conseguir una bocanada de aire
decente—. Como puedes ver, mi hermano es un poco irritable. Así que, si valoras tu
existencia, ahora sería un buen momento para decirnos quién y qué eres. —Me mira
fijamente, diciéndome silenciosamente que la suelte pero que esté listo para arrancarle
la cabeza en cualquier momento. 23
Darling farfulla y tose mientras su cuerpo se hunde en el suelo, evocando
desesperadamente lo que queda de su fuerza.
—¡Soy… soy como ustedes! —gruñe, su voz ronca.
—Tonterías —digo inexpresivamente, cerniéndome sobre su cuerpo abatido—.
Nadie es como nosotros. Inténtalo de nuevo.
Ella sacude la cabeza.
—Pensé que tal vez ya que no podía verlos así… pensé que podríamos ser lo
mismo. Lo juro, no estaba intentando engañarlos o mentir. Es solo que, nunca no he
visto. No desde que era una niña.
Michael se agacha hasta el nivel de Darling.
—¿Qué quieres decir con que no nos puedes ver? ¿Qué ves?
Darling toma una gran bocanada de aire dolorido.
—Puedo ver los verdaderos rostros de las personas. No su apariencia exterior,
sino lo que realmente hay dentro. La mierda que intentan esconder con productos de
belleza y cirugía plástica. Y cuanto más malvado y desagradable es alguien, más feos
son.
Cruzo los brazos frente a mi pecho y miro a Michael antes de mirar a Darling
nuevamente.
—Ves almas.
Ella asiente.
—Es una verdadera putada cuando solo quieres ser una adolescente normal y
tener citas como cualquier otra chica de secundaria.
—¿Cómo? —pregunta Michael, su voz urgente.
Darling se encoge de hombros.
—Cuando mi hermano y yo teníamos cinco años, ambos tuvimos lo que nuestra
madre pensó que era gripe. Una noche, un hombre entró en mi habitación. Era alto,
hermoso y fascinante. Se parecía mucho a ustedes dos. Dijo que nos iba a dar a mí y a
mi hermano un regalo, pero teníamos que mantenerlo en secreto. Pensé que estaba en
algún tipo de alucinación inducida por la fiebre, pero a la mañana siguiente, ambos ya
estábamos perfectamente sanos. Sin señales de enfermedad, ni siquiera una nariz
mocosa. Sin embargo, vi algo que me asustó muchísimo.
—¿Qué? —preguntamos Michael y yo al unísono.
—El novio de mi madre. Era un borracho cruel que engañaba a mi madre casi 24
semanalmente. También solía golpearnos hasta la mierda. Pero era conocido como
Pretty Rick. Se follaba cualquier cosa con falda y no podía mantener un trabajo estable
ni para salvar su vida. Pero esa mañana, Pretty Rick ya no era tan lindo. Era horrible.
—¿Y tu hermano tiene el mismo don? —pregunto, haciendo que Darling sacuda
la cabeza. Hace una mueca, llevándose los dedos para calmar el dolor en su cuello.
—Mi hermano no fue tan cuidadoso al ocultar su don. Poco después descubrí
que puede escuchar las cosas que las personas quieren decir pero que tienen demasiado
miedo hacerlo. La verdad real. Y cuando estaba aburrido, solía usar esas verdades en
contra de las personas para lastimarlas a ellos u otros. —Traga con fuerza—. Pensé que
quien sea o lo que sea ese extraño hermoso… pensé que nos había hecho como él.
—Este hombre que te visitó esa noche —comienza Michael, su tono gentil pero
ansioso—. ¿Cómo se veía?
—Como tú —dice antes de mirarme. Vacila—. Y como tú. Pero no como
ninguno de los dos. Es extraño. Es más una sensación de completa satisfacción y euforia.
Es esta sensación absolutamente profunda de saber que estás a salvo y que no hay nada
que temer. Quiero decir, seguro que era fascinante y tan atractivo que duele, pero me
hizo sentir… segura. Amada.
La cual es la reacción exacta que los humanos experimentan cuando entran en
contacto con un ángel. Pero eso no explica por qué no puede verme por quién soy. Si
sus dones fueron verdaderamente otorgados por un ser celestial, entonces debería poder
ver mi verdadero rostro. Debería ver la oscuridad de mi alma. O tal vez simplemente
miraría hacia la nada infinita ya que no tengo alma.
Me tomo un segundo para elegir mi próximo movimiento con cuidado. Tener a
esta chica en nuestra presencia podría ser peligroso para todos nosotros, especialmente
para ella. No parece saber lo que somos, pero obviamente puede decir que no somos
humanos típicos. Y si alguna vez se corre el rumor, su joven vida se vería truncada sin
pensarlo dos veces. Pero por ahora, extiendo una simple muestra de gracia.
Darling parece reacia a recibir mi mano extendida, pero al final, desliza sus dedos
temblorosos sobre mi palma para permitirme levantarla.
—Gracias —murmura, aferrando la bata contra su pecho para mantenerla unida.
No me mira.
Incluso si no puede verme por lo que realmente soy, sabe lo que es mejor. Con
Michael puede sentirse segura y contenta. Pero si estuviera sola conmigo, pensaría dos
veces antes de ser tan libre con su lengua para no perderla. Y aunque ese pensamiento
una vez me emocionó, ahora solo me hace sentir… incómodo. Casi triste.
—Deberías dormir un poco —murmuro, señalando con la cabeza hacia una de
las habitaciones—. Tenemos que salir a la carretera en unas pocas horas.
25
—Tienes razón. Gracias. —Darling asiente. Luego, una pequeña sonrisa tímida
curva sus labios suavemente, y honestamente, solo verlo me asusta. ¿Qué tipo de
psicópata podría encontrar una razón para sonreír después de las últimas doce horas?
¿Y por qué carajo me sonreiría cuando la estrangule hace unos minutos?
Abro la boca, y entonces la cierro rápidamente. Mierda. Estoy sin palabras.
Nunca me quedo sin palabras. Especialmente no por tontas chicas pecosas.
Michael y yo observamos mientras ella toma la habitación con la cama queen y
cierra la puerta detrás de ella.
Y tal como lo esperaba, Michael no pierde el tiempo.
—Guau, Lucie —reflexiona, dándome una palmada en mi hombro—. ¿Podría
haber sido compasión lo que acabo de ver? ¿Tal vez un poco de humildad? La
humanidad está empezando a contagiarte. ¿O tal vez es solo mi influencia positiva?
Me quito el agarre de mi hombro.
—No seas absurdo. Eso sugeriría que tengo alma. Y si no recuerdo mal, tomaste
la mía antes de desterrarme al Infierno por orden de Padre.
La esquina de la boca de Michael se curva en una sonrisa pícara.
—Pero ¿lo hice?
26
Capítulo 3

M
e muevo inquieto contra el asiento de cuero falso endurecido por el
tiempo y trato de estirar la espalda y el cuello por lo que parece ser la
centésima vez desde que nos sentamos en este restaurante en ruinas.
Junto con una experiencia de compra de primera clase y alojamiento de cinco estrellas,
también nos damos un poco de buena comida antes de salir a la carretera. Miro el menú
de plástico amarillento y trato de no vomitar con el especial del día festivo:
Pavopatopollo. ¿Qué carajo es un pavopatopollo?
Justo cuando estoy a punto de comprometerme con un ayuno, una camarera con
el impactante cabello rojo de Ronald McDonald se acerca para tomar nuestro pedido.
Una etiqueta con el nombre de Doris está clavada en su atuendo pasado de moda.
—¿Qué van a pedir, amigos? —pregunta Doris sin levantar la vista del lápiz y el 27
bloc de papel en sus manos.
Michael no pierde el tiempo lanzándose a su orden.
—Pediré la tortilla para los amantes de la carne, la hamburguesa de queso de lujo
con aros de cebolla, una pila pequeña a un lado de salchichas, los filetes de pollo con
papas fritas, un batido de chocolate y, oh, sí, el especial de hoy. Siempre he querido
probar el pavopatopollo.
Le lanzo una mirada fulminante a Michael, pero él me ignora. Hay algunas
facetas de la humanidad que seguramente lo emocionan, comer siendo una de ellas.
La camarera levanta su mirada sorprendida, conmocionada por la enorme orden
y el rubio Adonis con los impactantes ojos azules.
—Um, uh, ¿algo más?
Darling sonríe nerviosamente.
—Yo, uh, pediré jamón y queso a la parrilla con papas fritas, por favor. Y café.
—¿Y tú, dulzura?
Aunque mi cara está vuelta hacia la ventana, puedo sentir los ojos expectantes de
Doris sobre mí. Incluso con la falta de sueño debido a tener que compartir una cama con
mi hermano que acaparó las sábanas y las almohadas toda la noche, me niego a
desquitarme con esta mujer, que probablemente hará un doble turno para buscar
suficiente dinero en efectivo para poder comprar una caja de Marlboros y algunos
regalos de Navidad para sus nietos. Así que me vuelvo para mirarla, poniéndome la más
deslumbrante de todas mis sonrisas y la miro descaradamente, mis ojos violetas titilando
con calor y deseo oculto.
Su lápiz y libreta se deslizan de sus dedos y caen al suelo. Pero le toma unos
momentos recuperar el ingenio lo suficiente como para darse cuenta que los ha dejado
caer. Abre y cierra la boca como un pez, incapaz de hablar o incluso formular una
oración coherente. Michael tiene razón, en realidad no debería hacerle esto a los
humanos. Pero, ¿cómo puedo abstenerme de joder con sus sentidos cuando es tan
jodidamente divertido?
—Hola, Doris. Tengo un antojo por algo dulce y salado. ¿Qué sugieres?
Doris se apresura a recoger sus pertenencias olvidadas y luego alisa
nerviosamente el delantal sobre su vestido de poliéster.
—Um, um… nosotros, uh… tenemos panqueques.
—¿Algo más? —Mi voz es como la miel cálida y sedosa.
—¿Waffles? ¿Es lo suficientemente dulce para ti?
Me lamo el labio inferior, dándole la ilusión de que puedo saborear lo dulce que 28
es.
—Sí. Creo que lo es. —Luego cierro mi menú con un golpe sorprendente agudo
que rompe el hechizo y le paso el menú a nuestra camarera de ojos vidriosos—. Y café,
por favor.
Tiembla a medida que recoge las carpetas de plástico y se vuelve hacia el
mostrador. Michael sacude la cabeza.
—¿Qué?
—Oh, nada. Solo me pregunto si habrá suficiente espacio para nosotros en el
auto, ya que tu ego seguramente ocupará todo el asiento trasero.
Pongo los ojos en blanco y me vuelvo hacia la ventana, aun así, no paso por alto
a Darling riéndose en silencio desde el otro lado de la mesa.
Nuestra comida llega mucho antes de lo que esperaba, y supongo que Doris
apresuró nuestro pedido por delante de otros clientes. Curiosamente, a Michael no
parece importarle esa gratificación de mi ego desagradable y empieza a comer
ansiosamente.
—Entonces, Darling es un nombre interesante —comienza con un bocado de
panqueques y salchichas cubiertas con almíbar—. ¿Cómo lo conseguiste?
Darling muerde una papa frita.
—Mi verdadero nombre es Darleen. Mi gemelo, literalmente, pensó que mi
nombre era Darling, hasta que tuvimos diez, y en cierto modo simplemente funcionó.
Probablemente tuvo algo que ver con el novio de mamá, Rick. Siempre me llamaba así.
Me fijo en la forma en que mira su plato lleno mientras una vergüenza tranquila
y dolorosa pinta sus rasgos.
Él la había lastimado.
—¿Dónde está Rick ahora? —pregunto, mi tono helado. Michael me da un
vistazo, diciéndome en silencio que no presione.
Darling se encoge de hombros.
—Huyó con el tiempo. Probablemente se cansó de jugar a la casita con mi madre
y sus dos hijos raros. Es un poco difícil guardar secretos en un pueblo pequeño. Con
suerte, finalmente bebió hasta la muerte.
Quiero darle la comodidad y el cierre que necesita confirmando que está muerto,
pero no hay forma de que pueda saberlo. Al menos no ahora. Miro a Michael quien
sacude la cabeza ligeramente. Él tampoco lo sabe, pero dudo mucho que Pretty Rick se
haya ganado un viaje al ático dorado.
29
Terminamos, y Darling se excusa para ir al baño de mujeres antes de salir.
Cuando Doris nos trae la cuenta, ni siquiera me molesto en mirar. Saco dos billetes de
cien dólares y se los entrego, dejándola con una propina gorda y un guiño depravado.
Sus rodillas casi se doblan debajo de ella cuando regresa al mostrador.
—Hoy estás de buen humor —reflexiona Michael.
Tomo un sorbo de mi café.
—¿Por qué no lo estaría?
—Bueno, estamos en Indiana cuando deberíamos estar en Florida. Y estamos de
niñera con una vidente de almas creada por uno de nuestros hermanos. ¿Alguna idea de
quién estaría interesado en dos gemelos enfermizos, el suficiente interés para curar sus
cuerpos y dejar un pedazo de sí mismo en ellos?
—No sé. —Me encojo de hombros—. Tal vez deberíamos pedirle a Darling una
mejor descripción cuando regrese.
Segundos después de terminar mi pensamiento, Darling vuelve a la mesa
arrastrando los pies, pero en lugar de escabullirse junto a Michael, se desliza junto a mí,
apoyando su costado contra el mío.
—Esos tipos —susurra, con la cabeza baja e inclinada hacia mí—. No los vi antes
porque me daban la espalda. Son malos… realmente malos. Y no creo que estén aquí
por el pavopatopollo.
Miro sigilosamente a través del restaurante, y efectivamente, hay cuatro cabrones
horrendos con solo tazas de café frente a ellos. Humanos pero llenos de odio y malicia.
Me sorprende no haber notado su hedor.
Michael finge soltar un tenedor y echa un vistazo a medida que lo levanta. Su
expresión sin revelar nada.
—Se sentaron en la puerta a propósito. No tienen intención de dejarnos salir.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer? —pregunta Darling—. Hay tanta gente aquí…
gente inocente. Y a ellos no les importará ni mierda dispararles para llegar a mí.
Asiento lentamente, pensando. ¿Cómo matamos silenciosamente a cuatro
hombres sin alertar o dañar un restaurante lleno de clientes en el proceso?
—Los atraemos afuera —digo, respondiendo a mi propia pregunta.
Levanto mi taza de café, señalando en silencio a Doris que se apresure con una
jarra de café. Mientras ella rellena la taza, me acerco a ella y le susurro:
—Doris, amor, hay cuatro caballeros en una cabina junto a la puerta. Después 30
de que abandones esta mesa, me gustaría que esperes cinco minutos y luego les digas
que su automóvil está siendo remolcado.
Doris frunce el ceño, perpleja.
—¿En serio?
—Sí, cariño —contesto y asiento—. ¿Puedes hacer eso por mí, por favor? En serio
lo apreciaría.
Afortunadamente, Doris está demasiado ansiosa por hacer lo que le pido y ni
siquiera pregunta por qué le he pedido que espere. Y justo en el momento exacto, se
dirige a ellos para informarles de su desafortunada circunstancia ficticia. Todos les
disparan desagradables miradas de frustración y molestia en respuesta, pero con el
tiempo salen de su cabina y se dirigen afuera.
Con mis ojos todavía siguiendo su camino hacia el estacionamiento de atrás,
deslizo el llavero hacia Michael.
—Llévala al auto después de que me vaya.
—¿Estás seguro? Cuatro contra uno no parece justo.
Me vuelvo hacia mi hermano y sonrío diabólicamente.
—No lo es. Pero les daré una ventaja inicial.
Para el momento en que se dieron cuenta que no es una grúa, ya estoy detrás de
ellos, armado solo con un puñado de cubiertos de plata y una mirada perversa.
—Mis disculpas por la artimaña, caballeros. Este es mi último traje limpio y no
soñaría con dejarle a Doris un desastre para limpiar.
El primero de los cuatro da un paso al frente. No era el más grande pero
probablemente el más listo, lo que no era exactamente un cumplido considerando que
cada uno de estos tipos eran como dos pollos McNugget pequeños de una Cajita Feliz.
—Debes tener un jodido deseo de muerte —se burla. Noto su corte de cabello,
sus ropas, la forma en la que alcanza su pistolera. Es policía.
Miro hacia abajo casualmente al recubrimiento de mis uñas. Necesito
urgentemente una manicura y aunque el pensamiento de agarrar sus corazones
palpitantes en mi mano y arrancarlos de sus pechos me da una calidez confusa, en
realidad no tengo ganas de ensuciarme las manos hoy.
—¿Deseo de morir? No exactamente. Pero aparentemente, tu sí. Nos estás
31
siguiendo, ¿no?
El policía escupe. Un gesto tan sucio. Su falta de respeto solo aumenta mi
entusiasmo.
—Vi lo que le hiciste al hermano de Butch, hijo de puta. Jodiste con el equipo
equivocado. Danos a la chica y tal vez no te dejemos irreconocible, así tu novio puede
identificar tu cuerpo.
Sonrió, mostrando los dientes.
—Parece que la Navidad ha llegado más temprano. Por favor, dime lo que harás
si no coopero.
—¿Estás jodidamente loco? —El policía apunta su arma, instigando a los otros
tres a hacer lo mismo—. Vete al infierno, imbécil.
Ni siquiera me ven mover mi muñeca, mucho menos dar una vuelta antes de que
las horquillas de metal zumben a través del aire, incrustándose en medio de sus cráneos.
Todos los cuatro están muertos antes de que sus cuerpos inútiles incluso toquen el piso.
Lástima. Quería que doliera.
Atravieso el estacionamiento de tierra hasta que estoy parado sobre sus cuerpos,
sacudiendo la cabeza.
—Hoy no, chicos. Tal vez mañana. Y no puedo esperar a verlos allí.
Cuando me giro hacia el auto, Darling se ve como una sábana blanca mientras
una sonrisa de complicidad agracia los labios de Michael.
Fueron capaces de ver el intercambio completo, que duró menos de cinco
minutos. Por mucho que me guste jugar con mi presa, estoy seguro que habrán más de
donde vinieron estos.
Enciendo el auto y conducimos directamente a la interestatal. Aproximadamente
veinticuatro horas se interponen entre nosotros y nuestro destino así que, aparte de la
gasolina, la comida, y las necesidades del baño, las paradas no parecen ser la idea más
inteligente. No a menos que planeemos dejar un rastro de sangre y cuerpos desde
Louisville a Las Vegas.
Llegamos a Missouri al anochecer. Michael está desmayado en el asiento
delantero y sin siquiera sus comentarios corriendo sobre cualquier jodida cosa, incluso
la música en la radio no puede ahogar los pensamientos que corren a través de mi
cabeza. Y cada uno de ellos giran en torno a ella. Eden.
Mierda, soy patético. No puedo alejarla con la bebida. Maldita sea, no puedo
alejarla con el sexo. Y por más que lo intente jodidamente, no puedo matarla.
Cuando dejé el cementerio en Nueva Orleans, dejé atrás todo lo que era, todo lo 32
que tenía.
Excepto a Eden.
Era y es la única cosa que llevaría conmigo hasta el final de la tierra. Incluso si es
solo un recuerdo. Ardería en la eternidad si eso significara que el recuerdo de sus labios
en mi piel y sus dedos en mi cabello y sus muslos alrededor de mi cintura podían latir en
el hueco de mi pecho.
Sobre kilómetros y kilómetros de asfalto oscuro, repaso nuestros últimos
momentos juntos. ¿Es feliz? ¿Hay alguna parte de ella que me extrañe, incluso cosas que
despreciaba? ¿Alguna vez mira hacia el cielo y vislumbra la estrella más brillante de la
mañana y piensa en mí?
Sacudo la cabeza, respondiendo mis propias preguntas torturadoras. Por
supuesto que no recuerda nuestro tiempo juntos con cariño. La despojé de mi beso, mi
toque, incluso de mi voz. Solo recuerda lo que dejé de mí: el gobernante despiadado de
toda maldad que la robó de su precioso Legion.
Entonces la dejé mirarme caminar hacia mi muerte, sus labios todavía ardiendo
con la despedida. Pero ya me había ido.
—Oye, puedo conducir si estás cansado. —Darling bosteza detrás de mí,
sacudiéndome de mis pensamientos tristes. Ni siquiera me di cuenta que estaba
despierta, y me tomó un poco de esfuerzo evitar desviarme por la sorpresa.
Niego con la cabeza.
—Estoy bien.
—Has estado conduciendo por horas. Deberías dormir —insiste.
—No puedo dormir.
Un segundo de pesado silencio.
—Oh. Bueno… ¿por qué no te ayudo a pasar el tiempo?
—¿Cómo? —pregunto, mi tono plano.
—No lo sé. Podríamos hablar. No dices mucho. No como Michael. —Hace una
pausa, su curiosidad casi palpable—. Sé que dijiste que los dos son hermanos y todo, 33
pero… quiero decir… si no lo son, eso está totalmente bien. No tienes que mentir. Sé
que en algunas zonas del país…
—¿A dónde estás llegando? ¿Estás intentando preguntarme si Michael y yo
somos amantes?
Atrapo un vistazo de las mejillas teñidas de rosa de Darling en el retrovisor.
Ahora que me he permitido en realidad mirarla, encuentro que se sacó el delineador
oscuro y el pesado maquillaje pálido. Incluso su cabello oscuro está simplemente
estilizado, en cortas ondas naturales. Sus ojos verde audaces y sus pecas están en plena
exhibición, y… es bonita. No sexy. No glamorosa. Es una chica bonita y me doy cuenta
que no quiero dejar de mirarla.
—Um, bueno. Es solo que ustedes son realmente muy, muy apuestos. Quiero
decir, más bonitos que la mayoría de las mujeres. Y te vistes tan bien. Además, de que
no se parecen en nada.
Tengo que morder el interior de mi mejilla para evitar reír. Oh, amaría follar con
ella y solo seguir adelante, pero esta pobre chica ya ha pasado por suficiente.
—No, no es mi amante. Es mi hermano mayor.
—¿Mayor? Extraño. Se ve más joven que tú. No de una forma mala, pero… no
lo sé. Actúa como si todo fuera emocionante y nuevo. Y tú… tú actúas como si hubieras
visto y hecho todo, y ahora solo estás aburrido.
—Nuestro Padre fue un poco estricto —explico sinceramente—. Me rebelé y
encaré las consecuencias. Pero Michael siempre fue el bueno. Así que ha estado bastante
protegido hasta ahora.
El reflejo de Darling hace una mueca.
—¿No son un poco viejos para todavía ser controlados por su padre?
Sonrío.
—No podría estar más de acuerdo.
—¿Entonces cuántos años tienes? ¿Veinticinco? ¿Veintiséis? Es extraño como
lucen tan jóvenes, pero actúan y hablan como si tuvieran ochenta años.
Es un esfuerzo mantener la expresión seria. Si ochenta es viejo para ella, me
pregunto cómo reaccionaría si supiera que estábamos más cerca a los ocho millones de
años humanos.
—Hablando de edades —empiezo, cambiando de tema—. ¿No dijiste que tenías
un cumpleaños pronto? 34
Se inclina más cerca, llenando el espacio entre el respaldo de los asientos del
pasajero y conductor. El vello se eriza en la parte posterior de mi cuello. No es que no
haya estado así de cerca de una mujer en meses, considerando que he follado y
acariciado a cualquiera que incluso remotamente se pareciera a Eden. Pero esto se siente
más… íntimo. Y por primera vez, no me duele alejarme de ese sentimiento o querer
alejarla. En realidad, es agradable.
—Sí. Pasado mañana. Honestamente, nunca pensé que estaría pasándolo a miles
de kilómetros lejos de casa con dos tipos de los que no sé nada. Pero supongo que esto
es mejor que pasarlo en un autobús. O terminar desmayada en el club de Butch. O
muerta.
No entiendo por qué, pero el pensamiento de que ella preferiría pasar su
cumpleaños número dieciocho en la carretera con dos extraños solo para evitar ser
violada o asesinada me pone inquieto. Tal vez un poco triste. Se me retuercen las
entrañas con un sentimiento desconocido mientras reprimo la necesidad de decir algo,
o hacer algo.
—Estaremos en Las Vegas para tu cumpleaños. Serás capaz de pasarlo bajo las
brillantes luces de la avenida principal.
—Sí. —Asiente, su voz hueca. Su mirada se sumerge e inmediatamente quiero
retirar lo que sea que dije para esfumar la luz en sus ojos.
—¿Algo malo?
Niega con la cabeza, pero dice:
—No creo que pueda ver mucho de la avenida. O cualquier otra cosa que
importe.
Frunzo el ceño.
—Dudo que te obliguen a ser mesera las veinticuatro horas del día.
Darling levanta sus ojos estrechos para encontrarse con los míos en el espejo.
—Um, no estaré allí para ser mesera. Pensé que lo había mencionado. —Se agita
nerviosa detrás de mí y sus labios se retuercen con incertidumbre.
—Creo que no lo hiciste —digo rotundamente, listo para pensar lo peor—.
Ilumíname.
Darling traga antes de respirar profundamente.
—Casper es dueño de un burdel. Y él accedió a que, si trabajo por las deudas de
mi hermano allí, lo dejaría ir. Lo sé, lo se… es estúpido e inmoral. Pero ¿qué más puedo
hacer? No tengo habilidades, apenas una educación. Mi hermano es todo lo que me
queda. Tengo que hacer todo lo que pueda para ayudarlo.
35
Toma todo de mí para evitar detener este puto auto justo aquí en la autopista y
dar la vuelta.
—Vas a vender tu cuerpo.
—Es todo lo que puedo ofrecer. Y no es como si vaya a hacerlo por siempre.
Butch me dijo que Casper accedió a un año. Y considerando mi… situación… podría
ser capaz de ganar incluso más de lo que esperaba.
—¿Tú situación?
El rubor de sus mejillas es innegable, incluso en la oscuridad.
—Yo… uh, soy virgen. Escuché que algunos tipos estarían dispuestos a pagar por
ser el primero de una chica, así que espero que funcione a mi favor. —Intenta sonreír en
una demostración de falsa confianza, pero no paso por alto las lágrimas rodeando sus
ojos. Está asustada—. Para mi cumpleaños, le estaré dando mi virginidad a un extraño.
—No, no lo harás. —Las palabras dejan mis labios antes de que pueda
detenerlas. Es virgen. Y está hablando acerca de regalar su cuerpo a algún patético tipo
sin rostro, refiriéndose a su más preciado regalo como una situación, una mera ocurrencia
de último momento. Piensa que no tiene nada más de valor que dar, así que está
ofreciendo la única cosa que jamás podrá recuperar.
Mierda. No sé cómo me hace sentir eso, pero mierda.
—¿Qué?
Mis manos se aprietan en el volante.
—No. No lo harás —repito con la certeza que no tengo nada que hacer. Pero sé
que Darling no estará cambiando su tarjeta V a solo algún humilde extraño que pague
por unos pocos momentos de amor fabricado y aceptación. Su primera vez será siendo
violada por Casper o quienquiera que esté a cargo de su inmersión en la prostitución. Él
la llamará su audición, una prueba para asegurarse que su coño sea lo suficientemente
bueno para vender. Y cuando su temor e ingenuidad demuestren frustración o incluso
entusiasmo, él se la pasará al siguiente “juez” y después al siguiente, hasta que todo el
equipo tenga una probada de la nueva joven prospecto. La sangre de su sacrificio se
habrá secado por mucho tiempo, y el dolor inicial de su inocencia desgarrada será
reemplazada por el dolor de horas de abuso. Intentará pretender que las lágrimas
corriendo por sus mejillas y sobre su almohada son meras lágrimas de placer, pero
nacerán del luto. Porque lo que iba a ser apreciado le sería robado. Será usada,
descartada, y olvidada, al igual que probablemente se haya sentido toda su vida. Y ese…
es un pensamiento demasiado triste para que incluso yo lo acepte.
Sorbe un poco, pero no deja que vea que está llorando, así que no lo reconozco.
En cambio, Darling se coloca una dolorosa sonrisa en su rostro y cambia de tema.
—Si te digo algo, ¿prometes no enojarte? —pregunta, su voz ronca. 36
Levanto una ceja escéptica a través del retrovisor.
—¿Qué?
—No es malo, no realmente. Pero solo prométeme que no te molestarás, ¿de
acuerdo?
Una respuesta sarcástica está en la punta de mi lengua, pero me la trago. No
tengo ganas de ser insensible con ella. No cuando estoy básicamente siendo chofer de su
destino peor que la muerte.
—Claro.
Darling se muerde el labio nerviosamente antes de respirar profundamente.
—Mentí.
—¿Acerca de qué?
—Acerca de lo que vi cuando te miré. Dije que no podía ver tu alma ni la de
Michael. Pero sí vi algo.
Y aquí estamos.
El momento cuando su salvador será forzado a convertirse en su peor pesadilla.
No quiero lastimar a Darling. No merece mi ira. Pero si una chica humana a la
que nadie extrañará o buscará debe morir a fin de guardar mi secreto, manteniendo así
a Eden a salvo, lo haré. Mataré a esta pequeña flor marchita antes de que siquiera haya
tenido la oportunidad de florecer completamente.
—Podrás ser el más hermoso hombre que haya visto nunca —establece,
inconsciente de que nunca podrá ver la edad de dieciocho—. Pero hay una oscuridad
que te vela. Se aferra a ti, casi como si te escudara. Tristeza. Demasiada tristeza y dolor.
La usas como una armadura. —Hace un sonido y sacude su cabeza—. Supongo que casi
como yo con el maquillaje negro. Nos protegemos de la mejor manera que conocemos.
Porque aislarnos al usar ese dolor es muchísimo mejor que darle a alguien más la
capacidad de lastimarnos.
Y entonces Darling hace algo que casi me hace desviar al siguiente carril. Me
toca. Solo es su pequeña mano en mi hombro, pero está allí. Su calor filtrándose a través
de la tela de mi chaqueta y susurrando sobre mi piel.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que alguien fue lo suficientemente valiente
como para hacer eso. Incluso las mujeres que he follado… me admiraban desde una
distancia segura. Me ofrecieron sus bocas y cálidos agujeros resbaladizos ansiosamente.
Pero nunca me tocaron, como si supieran que con un movimiento incorrecto, rompería
cada hueso de sus manos con un simple chasquido de mi dedo. Y esa era la forma en la
que lo quería. Esa era la manera en la que tenía que ser. 37
Hasta ahora.
No me había dado cuenta de lo mucho que había deseado el contacto de alguien
hasta este mismo momento. Y por primera vez en mucho tiempo, quise devolver el
toque.
—Espero que no te importe que te pregunte esto, pero… ¿alguien rompió tu
corazón? —No respondo. En cambio, trago una inexplicable opresión en mi garganta.
Mierda. Mi corbata debe estar muy apretada—. Sé que no tengo derecho a preguntar —
continúa combatiendo mi silencio—. Y no es como si tenga algo de experiencia con las
relaciones, pero pensé que…
—No puede —digo finalmente, mi tono bajo.
—¿Qué?
—Dije, que no puede.
—¿Qué quiere decir con que no puede? ¿Estás diciendo que tu corazón no puede
ser roto?
—Sí.
Sacude su cabeza, sin creer mi tontería.
—Eso es tonto. No sé mucho acerca del mundo, pero sé que cualquier puede
tener el corazón roto. Incluso los tipos que lucen como tú.
—No puedo.
—¿Y por qué no? —pregunta con una exhalación, poniendo los ojos en blanco.
Y entonces dejo que tenga una pizca más de la verdad, de un alma olvidada a
otra.
—Porque no tengo un corazón para romper.

38
Capítulo 4

E
n algún lugar entre Colorado y Utah, finalmente me rendí con el volante
y cedí al cansancio después de conducir casi un día seguido. Es
jodidamente frustrante admitir que mi cuerpo debe sucumbir al sueño
justo como lo hace un humano, pero por primera vez en meses, mi mente se acalla el
tiempo suficiente para permitir que mis párpados descansen. Y entonces… sueño.
Al principio, es el mismo sueño en una espiral constante, como si una fuerza
invisible me castigara por mi debilidad al hacerme imaginar a la única persona que
nunca podré tener. Y en mi sueño, elige a Legion cada vez, dejándome disipar en el
olvido. Luego me veo obligado a verlos vivir sus días en la dicha, siempre desde el
exterior, sin poder hacer contacto. Sin embargo, esta vez, cuando estoy golpeando la
barrera invisible que me impide irrumpir, ella se da vuelta. Se da vuelta y me mira, pero
no puede verme. Pero sabe que hay alguien allí. Recuerda. Y no solo al idiota narcisista 39
que la engañó para que fuera al Infierno. No el sádico que la hizo ver violaciones en vivo
y torturas acompañados de vinos finos y comidas gourmet. Me recuerda. El hombre que
sostuvo su cuerpo roto y tembloroso cuando sus visiones de Legion la atormentaron. El
hombre que quería mostrarle el mundo y darle solo las mejores y más hermosas cosas
porque para él, era la mejor y más hermosa cosa.
Me recuerda.
Despierto como si acabara de recibir una inyección de adrenalina en mi pecho.
Michael me observa, notando mi mirada salvaje y mi mandíbula floja.
—¿Dormiste bien? Pensé que estabas muerto.
Me froto el rostro con la mano mientras recobro el juicio y recuerdo que estamos
en compañía mixta.
—No seas absurdo —gruño, mirando de reojo a Darling y encontrando su
expresión expectante—. ¿Dónde estamos?
—Casi llegamos. Has estado dormido durante horas.
Miro por la ventana y noto la seca tierra plana sin siquiera una capa de escarcha.
Debemos habernos detenido porque Darling se cambió y Michael se quitó su camisa
abotonada por algo más informal. Eso solo me hace sentir más sucio y me paso la lengua
por los dientes, frustrado por mi estado desaliñado. Esta vida como una mierda humana
está muy sobrevalorada.
Decidimos cambiar de conductor ya que Michael no tiene idea de a dónde vamos.
Afortunadamente, él y Darling pudieron navegar hasta aquí con GPS, pero una vez que
lleguemos a la ciudad, el tráfico será una bestia completamente diferente. Es después del
anochecer cuando vemos el primero de muchos casinos en la distancia.
La vista es como un espejismo en el desierto, y aunque hay un destino cruel más
allá, Darling no podría estar más cautivada por las brillantes luces centelleantes y la
energía palpable que vibra a nuestro alrededor.
—Vaya —jadea, su rostro pegado a la ventana—. ¡Esto es irreal!
Sonrío ante su exuberancia juvenil a través del espejo retrovisor. Ni siquiera me
quejo de las manchas.
—¿Por tu reacción imagino que es tu primera vez en Las Vegas?
Darling asiente, negándose a apartar sus ojos de las luces neón de los hoteles y
casinos avecinándose a nosotros. Señala a la pantalla que está mostrando un anuncio de
Britney Spears, luego en el siguiente parpadeo, está haciendo señas hacia la montaña
rusa.
—¡Este lugar es impresionante! ¿Por qué alguien se iría de aquí? 40
—Porque se quedan sin dinero —contesto.
Michael está igual, o más emocionado que Darling, y honestamente no puedo
culparlo.
Hemos estado conduciendo por veinticuatro horas seguidas, y la necesidad de
estirar nuestras piernas y respirar algo de aire fresco nos tiene ansiosos.
—Lucie, ¿eso era un… hombre? —pregunta, señalando a una drag queen de más
de dos metros quien podría ser una copia muerta de Rihanna—. ¡Y mira! ¡Un buffet de
todo lo que puedas comer!
Admiro su entusiasmo a pesar de que no lo comparto. No puedo. Apostar, la
glotonería, promiscuidad, adicción… hay una razón por la que la llaman la Ciudad del
Pecado. Porque es mi ciudad. Es un caldero natural para la depravación, y eso significa
que está atestado de demonios. Y por lo cual hice mi punto en mantenernos lo más
alejados posible de Las Vegas, junto con otras de las ciudades más grandes. Aun así,
aquí estamos, llegando a un complejo vacacional de cinco estrellas en un Bentley,
pidiendo ser vistos. Y no hay nada que pueda hacer siquiera para ocultar nuestra
identidad sin emitir una batiseñal supernatural que atraerá a cada criatura de otro mundo
en al menos un radio de veinticinco kilómetros a la redonda.
Michael y Darling todavía están babeando y diciendo ohhh y ahhh incluso después
de bajar del auto y ser acompañados al vestíbulo para registrarnos. Lo admito, Livéd es
espectacular. Debería saberlo. Me pertenece. Esa información no sería de conocimiento
público, por supuesto, pero es el único centro vacacional y casino en la calle principal
con una custodia mística a su alrededor. No se permiten demonios, justo como en el
hotel The Saint en Nuevo Orleans. Así que, aunque sea por una noche, seremos capaces
de respirar.
La mujer en el escritorio de recepción sonríe radiantemente a medida que nos
acercamos, como si pudiera oler la riqueza emanando de Michael y de mí. De cualquier
forma, cuando ve a Darling, frunce sus labios y dirige su saludo solo a los varones. Eso
simplemente no servirá.
—Necesito la suite 999… —Me asomo para ver la etiqueta con su nombre—,
Teresa.
Teresa frunce el ceño, confundida.
—Lo siento, señor, pero debe estar equivocado. No hay ninguna habitación 999.
—Tienen una. Es un ático secreto al que solamente una persona puede tener
acceso además de un equipo selecto. —Teresa abre su boca para intervenir, pero
continúo—: Y no, no vas a pedir nuestras identificaciones porque si conoces tu trabajo,
el cual estoy asumiendo no haces, entonces sabrías que hay un escáner biométrico detrás 41
del escritorio que me dará acceso. Y ¿sabes por qué tengo acceso?
Teresa está tan conmocionada que le toma un minuto darse cuenta que la
pregunta era para ella.
—Oh, um… no, señor. No sé.
Me acerco y hablo solo para sus oídos.
—Porque todo lo que tienes es solamente porque lo permito. Verás, Teresa, no
solo poseo este hotel, poseo tu alma. Espero que te hayas mantenido fuera de problemas
desde que atropellaste a ese pobre hombre sin hogar con tu auto hace seis años. Rogaste
esa noche. Puedo hacerte rogar de nuevo, si así lo deseas.
Endereza su espalda, alejándose, tomando su valor con ella. Una simple lágrima
escapa de su ojo.
—Yo… lo siento tanto, señor —tartamudea, su voz temblando—. Conseguiré
esas llaves justo ahora.
Trabaja frenéticamente para conseguir tener nuestra habitación lista a pesar de
sus manos temblorosas. De cualquier forma, no he terminado con ella.
—¿Y Teresa? Quiero que organices personalmente para que nuestros mejores
masajistas y técnicos en uñas y cabello vengan mañana por la mañana y le den servicio
a la señorita Darling, junto con cualquiera de sus otros requerimientos. Y si no se ve
como otra cosa menos que absolutamente deslumbrante, las cabezas rodarán.
Específicamente, tu cabeza. ¿Entendido?
Teresa asiente, intentando y fallando contener su terror.
—Sí, señor.
—Espléndido.
—¿Hay... hay algo más en lo que pueda ayudarle?
Sonrío, un pequeño bálsamo en su herida. Tiembla. No sabe si estar asustada o
excitada.
—Nos las arreglaremos por ahora, amor. Pero cuando llame, vienes. Y llamaré.
Me alejo sin decir una palabra más y llevo a Michael y Darling al ascensor en el
otro extremo. Permanecen callados detrás de mí hasta que entramos en el cubículo y
presiono el único botón en el panel. Sin números, solo un botón negro.
—¿Estás seguro que es una buena idea? —pregunta Darling dócilmente—. Sé que
querías mantener un perfil bajo. ¿Y si alguien nos encuentra aquí?
—No lo harán —respondo con un borde de finalidad.
42
Michael se acerca sigilosamente a mi lado.
—¿999? —susurra.
Saco las tarjetas especiales diseñadas solo para mi suite, negra con tres dígitos
rojos, y la pongo al revés.
—No quería ser demasiado descarado.
Las puertas se abren para revelar una enorme suite envuelta en tonos carmesí,
negro y plateado.
Dos pisos, tres habitaciones, tres baños y medio, una sala de estar con televisor
de 75 pulgadas, una cocina y bar completamente abastecidos, una sala de juegos con
mesa de billar y sala de cine, y un balcón con piscina privada y jacuzzi. Sin embargo,
incluso con una opulencia abrumadora a su disposición, Michael está ansioso por
bañarse, vestirse y bajar a disfrutar del casino y los clubes.
—En serio no estás considerando ir solo, ¿verdad?
Me apoyo en el marco de la puerta de su habitación a medida que Michael
termina de vestirse. No hace mucho tiempo, Michael era considerado mi adversario más
feroz. Fue quien me encarceló en el Infierno por orden de Padre, y estuvo muy feliz de
hacerlo. Solía odiarlo, no porque fuera el general del ejército de Dios. Sino porque
Michael era el mejor lameculos de la existencia. Encarnaba todo lo que repele a las
personas de la religión. Sentía que su fe inquebrantable lo hacía superior, cuando en
realidad, lo debilitaba. Había vida más allá del alcance limitado de sus creencias, y se
negaba a sí mismo de placeres inexplorados. Y ahora que se había liberado de los
grilletes de su ignorancia, quería experimentar tanta vida como pudiera. Y
normalmente, estaría encantado de ser su ayudante.
Michael ajusta su corbata frente al espejo hasta el suelo.
—Estoy seguro. Quédate. Descansa. Estoy seguro que a Darling no le importará
la compañía.
Pongo los ojos en blanco.
—Es curioso cómo se me ha otorgado la responsabilidad de ella mientras eres
libre de jugar y apostar. ¿Sabes lo que estás haciendo?
—No. —Sonríe. Evalúa su cabello perfectamente peinado para asegurarse que
no haya ni un mechón fuera de lugar. Luego hace algo que incluso me sorprende: pasa
una mano por él y lo arruina—. Pero estoy seguro que encontraré una señorita agradable
que me enseñe.
Me guiña un ojo, y no puedo evitar reírme y sacudir la cabeza. Mi una vez rígido,
juicioso y mojigato hermano se ha convertido en mi amigo. Y nunca tuvimos ese tipo
de relación. Ni siquiera antes de caer de la gracia. 43
Michael agarra su chaqueta y palmea mi hombro antes de pasar rozándome.
—No me esperes despierto, hermanito.
Suelto una risa.
—¿Estás seguro que estás listo para tomar mi ciudad solo?
—¿Tu ciudad? —Sonríe con una ceja levantada—. Para el final de la noche,
podría ser mi ciudad.
Justo cuando Michael sube al ascensor y desciende al libertinaje, Darling sale de
su habitación vistiendo solamente una bata. Parece que tiene algo con las batas de hotel,
aunque tengo que admitir que, estas son de mejor calidad. De cualquier forma, sabiendo
que está probablemente desnuda debajo del algodón turco y ya no está el amortiguador
de mi hermano, bien podría haber salido aquí en una bata transparente.
—¿Tienes hambre? —pregunto, señalando el buffet en la cocina, cubierto con
todo, desde papas fritas hasta caviar, cortesía de nuestro conserje personal las 24 horas.
Los ojos de Darling se amplían dos veces más y se lame los labios reflexivamente.
Cuando me mira, noto un sonrojo evidente en sus mejillas.
—¿Qué? —pregunto, mi boca se curva hacia un lado. Su mirada sigue el
movimiento.
—Solo estoy… guau. Estoy impresionada. Todo esto… —dice, señalando la
habitación—, es mucho más de lo que podría haber soñado. Michael y tú han sido tan
buenos conmigo, y no sé cómo podré agradecerles.
Sacudo la cabeza.
—Eso no es necesario. Michael ha estado ansioso por venir al oeste. Nos diste
una excusa.
Asiente, pero puedo decir que no me cree.
—Bueno, gracias por dejarme acompañarlos. Podrían haberme dejado en una
parada de camiones y habría estado agradecida. Eso es más de lo que cualquier otra
persona hubiera hecho.
—No lo menciones —digo, diciéndolo en serio. Lo último que necesito es una
larga y extraña muestra de gratitud cuando estaba más que dispuesto a dejarla aturdida
y semidesnuda en la nieve en un estacionamiento de Virginia Occidental. Sin mencionar
que estaba preparado para romperle el cuello si hubiese admitido que conocía nuestras
verdaderas identidades.
No necesito la gratitud de Darling porque no la merezco. Hace menos de
veinticuatro horas, no estaba completamente convencido de que incluso la dejaría vivir
una vez que nos separáramos. Pero entonces me tocó. Y no evocó recuerdos tristes de 44
un período de tiempo robado. No me repulsó ni me enojó.
Y no se sintió como Eden. Se sintió como una mujer joven que había visto
demasiado y había sido herida tan profundamente, pero aun así encontró en su corazón
la amabilidad suficiente como para consolar a un extraño volátil. Había vislumbrado la
fea verdad de este mundo, pero aun así logró mirar más allá del monstruo y ver al
hombre.
—¿Comemos? —dice, dirigiéndose al buffet—. Nunca he oído hablar de la
mayoría de estos platos, y mucho menos comerlos. ¿Quieres ser mi guía gourmet?
Asiento.
—Pero primero… debo hacerte una pregunta.
Entrecierra sus ojos verdes con escepticismo.
—¿Qué será?
Cruzo la habitación en cinco largas zancadas para detenerme frente a ella.
Después, extiendo mi mano y dejo salir las palabras que están tatuadas en mi lengua
permanentemente.
—¿Te importaría hacer un trato?
***

—¡Oh, Dios mío, no puedo! ¡No puedes obligarme!


—Sí, puedes. Recuerda lo que prometiste. Sería una pena que tengas que
enfrentar las consecuencias.
Darling resopla.
—Bueno. Está bien. Solo hazlo realmente rápido. A la cuenta de tres. Uno…
dos…
Inclino la concha y dejo que la ostra se deslice en su boca a la mitad del conteo.
—Tres.
Darling tiene arcadas y hace muecas entre mascadas tortuosas.
—¿Qué… qué demonios fue eso?
—¿Puedes adivinar?
—No lo sé. ¿Moco? ¿Caracoles? —Estira la mano para quitarse la venda de los
ojos, pero agarro su mano antes de que haga contacto.
45
—Ah, ah, ah. Sin hacer trampa. Eso va en contra de las reglas.
—¡Eso fue antes de que intentaras envenenarme con gotas gigantes de moco!
—Oh, no es tan malo. Piensa en el sabor. ¿No es salado y espumoso como el
océano?
Darling se encoge de hombros.
—Sí, supongo que sí. Hmmm… ¿es una ostra?
—Correcto. Toma. —Le llevo una copa a los labios para darle un sorbo de
champán y limpiar su paladar—. Me agradecerás por el siguiente. Créeme.
Darling tuerce la boca con el ceño fruncido.
—Confiar en ti es lo que me metió en este lío en primer lugar.
Me rio.
—¿Qué esperas cuando haces un trato con el Diablo?
Le doy a Darling un bocado a ciegas de cada plato individual hasta que los ha
probado todos. Y una vez que ha reducido sus favoritos, nos instalamos frente al
televisor y terminamos nuestra comida viendo la película de navidad más vainilla que
existe. Es cursi, tan cursi que me dan ganas de ahogarme con mi bocadillo de carne
Kobe, pero a Darling parece que le encanta, y acepté ver lo que quisiera mientras probara
todo. Mira la televisión con esperanza brillando en sus ojos, sus manos juntas frente a
su pecho. No podría arruinarle esto, incluso si lo intentara. Y no soñaría con robar la
última belleza que le queda en este mundo.
—¿No fue genial? —Suspira después de terminar con el héroe y la heroína
besándose bajo el muérdago. Eso no lo vi venir.
—Oh, definitivamente fue algo.
—La odiaste, ¿no? —Incluso cuando no lo discuto, aun así sonríe—. También mi
hermano. Ver cursis películas navideñas es mi pequeño secreto sucio. La gente me mira
y ve el maquillaje, los piercings, la ropa, y esperan que sea una persona oscura y hastiada.
Y sí, tal vez lo soy. Tal vez quiero que crean lo peor de mí porque eso es lo que se espera.
Pero sinceramente, me encantan las fechas especiales. Es la única época del año en la
que es aceptable ser feliz solo porque sí.
Un largo momento se extiende entre nosotros. No sé qué me sucede, pero antes
de que pueda analizar todas las razones por las que estoy jugando con fuego, extiendo
la mano para acunar su rostro y pasar el pulgar sobre la galaxia de pecas en su pómulo.
—No necesitas una excusa para ser feliz. Simplemente todavía no has tenido a
alguien que te dé una razón.
46
Sus labios se separan, su respiración es superficial, sus ojos están vidriosos. Sé
que no debería hacerle esto. Es joven e impresionable. Soy viejo y diabólico. No me
importa tocarla, pero es casi imposible no hacerlo, especialmente cuando gira su rostro
hacia mi toque y acaricia mi palma.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que hueles a flores? —susurra, su voz tan ligera
y aireada como una pluma. Inhala otra bocanada de mi aroma a belladona letal, y antes
de que pueda detenerla, besa mi muñeca suavemente.
Me alejo, conmocionado e impresionado por su osadía. Ha visto lo que hago,
podría incluso saber lo que soy. Pero no tiene miedo. Y eso la hace peligrosa.
—Es media noche —dice rápidamente—. Es mi cumpleaños.
Asiento. Entonces, en un intento de traer algo de normalidad al momento, me
levanto y me dirijo a la cocina. Cuando regreso, estoy sosteniendo un pequeño pastel
iluminado por dieciocho velas.
—Me conseguiste… —Lágrimas llenan sus ojos—. ¿Me conseguiste un pastel de
cumpleaños?
No quiero que esto sea un asunto más grande de lo que ya es.
—Se lo mencioné al conserje. Es de parte de Michael y mío.
—Gracias. —Sonríe radiantemente—. No puedo recordar la última vez que
alguien me consiguió algo por mi cumpleaños.
Coloco el pastel en la mesita frente a la televisión.
—Pide un deseo.
Y mientras cierra sus ojos y pone sus tontas esperanzas en un año al que podría
no sobrevivir, una sensación sin nombre presiona contra mis sienes y baja a la base de
mi cráneo. No es exactamente doloroso, pero hay una presión distintiva. Como si su
oración silenciosa hubiera sido escuchada… por mí.
Cuando Darling abre sus ojos, el tono verde de sus iris se ha calentado a un
esmeralda. Muerde su labio inferior. Yo lamo el mío en respuesta. Y luego, se inclina
hacia mí y me besa.
Me permito una dulce probada de la punta de su lengua antes de agarrar sus
hombros suavemente y alejarla.
—¿Qué estás haciendo?
—Casper va a poseer mi cuerpo en cuestión de horas. Y después de eso, me veré
obligada a rendirme a cualquiera que esté dispuesto a pagarlo. Pero no quiero rendirme
a esto, sin importar cuánto valga. Quiero que mi primera vez sea bajo mis términos.
Quiero tener eso, no hacerlo con un desconocido. Y quiero dártelo. Eso es lo que deseé. 47
Que mi primera vez sea contigo.
Sacudo la cabeza.
—No sabes lo que estás pidiendo.
—En realidad… lo hago. Después de irme de aquí, seré conocida como una puta.
Y es posible que nunca tenga una relación sana porque eso es lo que la gente siempre
verá. Verán a una prostituta que vendió su cuerpo. Y solo por una vez, quiero que me
vean como una chica normal. Quiero que alguien vea mi cuerpo y no se pregunte cuántas
personas han estado dentro de él. —Sus dedos temblorosos son la única indicación de
nervios cuando encuentra el nudo de su bata y comienza a desatarlo—. Sé que soy joven
e inexperta y no tengo atractivo sexual en comparación con las mujeres con las que has
estado. Pero soy tuya, si me quieres.
La bata cae de sus hombros hasta su cintura, dejando al descubierto una piel
suave y cremosa, senos flexibles y curvas sutiles. Darling es joven, pero es una mujer de
principio a fin. Se acerca y toma mi mano para ponerla sobre su pecho, y maldición, su
piel es tan suave como el satén. Un pezón rosado se frota contra mi palma sobre ella
como si su cuerpo estuviera hecho para responder a mi toque.
Trago, incapaz de negarme este contacto y alejarme. ¿Qué clase de bastardo sería
para tomar su posesión más preciosa y mancillarla con mi semilla malévola? Sin
embargo, ¿cómo podría dejar que un jodido depravado la viole en un momento tan
importante en su joven vida?
—No puedo amarte —digo, más para mí que para ella.
—Lo sé. —Asiente—. No te estoy pidiendo que lo hagas. Pero tal vez solo por
esta noche, podrías fingir. Finge que soy ella, quienquiera que sea. Y ámame como la
amarías si ella estuviera aquí.
Abro la boca para decirle que nunca podría hacer eso. Nunca la trataría como
una reposición de Eden porque se merece algo mejor. Pero antes de que pueda encontrar
las palabras, cierra la distancia entre nosotros, hasta que mi mano queda atrapada entre
nuestros cuerpos y su pecho está al ras contra el mío, y me besa.
Y esta vez, no solo me permito disfrutar de la fruta madura y prohibida.
Levanto mi mano para agarrarle el costado de su cuello y mandíbula a medida
que la otra la rodea de modo que puedo atraerla sobre mi regazo y besarla lentamente,
profundamente. La bata cae por completo, dejando solo mis pantalones interponiéndose
entre su hermoso y apretado coño. Darling envuelve sus brazos alrededor de mi cuello,
y aunque puedo sentirla temblar bajo las yemas de mis dedos, encuentra con hambre
cada golpe de mi lengua contra la de ella.
Con los labios aún en los del otro, me pongo de pie con muy poco esfuerzo 48
mientras aferro el culo de Darling y nos llevo a mi habitación. No soy de los que
rechazan una follada en el suelo, pero no se trata de mí. Se trata de adorar el cuerpo
terso de Darling de adentro hacia afuera. De modo que cuando salga de esta habitación
y se adentre en la oscuridad desconocida, al menos tendrá el recuerdo del primer hombre
en reclamarla iluminando su camino.
Me alejo solo para acostar a Darling en la cama. Me mira con ojos ansiosos que
brillan contra la luz de la luna entrando por la ventana.
—¿Tienes miedo? —susurro.
Niega con la cabeza.
—No. He estado esperando por esto toda mi vida.
—¿Esperando qué?
—A ti.
Mi mirada caliente pasa por su cuerpo y mi boca se hace agua. Darling tiene un
cuerpo hermoso. Kilómetros de piel suave e impecable solo con una ligera línea de vello
dorado cerca de su montículo. Es rubia natural. Me pregunto si sabe a rayos de sol y
miel.
—Quiero que estés segura. Porque una vez que comience, no me detendré.
Asiente.
—Estoy segura. No te pediré que te detengas. Quiero esto.
Mi rodilla golpea el pie de la cama, justo entre sus piernas. Agarro sus caderas
esbeltas y la deslizo más arriba en la cama hasta que su cabeza golpea la almohada.
Entonces comienzo a desabotonar mi camisa, dejándola ver mientras me revelo ante
ella, centímetro a tortuoso centímetro.
Darling jadea cuando libero mi polla endurecida de mis pantalones de vestir, y se
levanta sobre sus codos.
—¿Puedo… puedo tocarlo?
Sonrío.
—Lo harás. Más tarde.
Después de dejar mis ropas en el suelo, gateo hacia ella y reclamo su boca a
medida que la recuesto planamente sobre su espalda. Sus piernas se abren para mí
reflexivamente y deslizo mi mano entre nosotros para acariciar sus pliegues sedosos. Se
retuerce y gime ante el primer roce en su clítoris con la yema de mi dedo, pero no me
detengo. La froto una y otra vez, revolviendo ese pequeño manojo de nervios hasta que
su coño tiembla con la esperanza de que algo lo llene. No es hasta que dejo sus labios
para lamer sus pezones que puede gemir libremente. Ronronea como un gatito, 49
asombrada y asustada por la reacción de su cuerpo cuando le doy un golpecito y le chupo
los pechos y acaricio su clítoris, llevándola al borde del clímax. Y justo cuando se
tambalea al borde, deslizo un solo dedo dentro de su agujero ajustado.
Se aprieta alrededor de mi dedo, ordeñándolo mientras su cuerpo convulsiona
con oleadas de placer.
Aferra el edredón y arquea la espalda de la cama, maldiciendo y llorando a
medida que sus paredes se vuelven más resbaladizas y calientes. Pero justo antes de que
pueda bajar, inserto otro dedo y comienzo a moverlos de adentro hacia afuera en un
ritmo devastador. La necesito tan mojada que empape las sábanas. Tan mojada que
pueda tomarme hasta la empuñadura.
Sin reducir mi ritmo, bajo aún más la cabeza hasta que sus muslos están sobre
mis hombros y cubro su sexo con mi boca. Mis dedos follan su coño mientras mi lengua
folla su clítoris hasta que jadea, llorando porque volverá a correrse otra vez. Pero antes
de permitir su liberación, cambio, sumerjo mi lengua dentro de ella de modo que mis
dedos puedan acariciar su hinchazón.
Tenía razón. Sabe a rayos de sol y miel. Sabe a juventud, belleza y felicidad. Sabe
a una segunda oportunidad.
Cuando lamo su clítoris, agrego un tercer dedo para estirar su tensión. Darling se
retuerce una y otra vez, pero la sostengo en su lugar. No quiero lastimarla, pero tampoco
quiero partirla en dos.
Al menos no esta noche.
—Por favor —suplica Darling, sus rodillas temblando sobre mis hombros—. No
puedo aguantar más. Por favor… solo hazlo.
—No —gruño contra su carne sensible—. Todavía no, mascota.
Me siento y extiendo sus piernas para que esté completamente abierta para mí.
Uno, dos, tres dedos entran en su coño mojado. Mi otra mano alterna entre mover y
frotar sus pezones y su pequeño y tembloroso botón que está tan hinchado que tiene sus
propios latidos. La miro mientras la follo con los dedos, veo las sombras del éxtasis que
provoco con solo mis manos. Incluso sin mis dones, su cuerpo está completamente bajo
mi hechizo.
Se viene una vez más a medida que grita y solloza mi nombre, y la humedad
brota de ella como un géiser. Maldita sea, es de las que chorrea. Esta virgen de apenas
dieciocho años es una jodida chica que chorrea. Mierda, Casper no la merece. Nadie lo
hace. No después de que termine con ella.
No puedo aguantar más. Si no entro en ella en este momento, puede que eyacule 50
sobre su pierna como un maldito adolescente. Miro hacia abajo mientras deslizo mis
dedos fuera de ella y noto que están teñidos de rosa.
—Estás lista —digo roncamente. Luego acerco mis dedos a mis labios y los lamo
uno a uno, saboreando el sabor picante de su carne ligeramente lastimada. Tal vez si
tengo suerte, podré chupar los remanentes de su himen roto en mi lengua y tomar
comunión con su inocencia.
Soy un jodido enfermo. Y Darling ha despertado al monstruo que había
permanecido inactivo dentro del hombre.
Darling levanta la mirada hacia mí y asiente, sus ojos caídos y apasionados.
Muerde su labio inferior.
—¿Ahora estás asustada?
Asiente nuevamente, y un pequeño sonido escapa de su garganta.
—Bien. Deberías estarlo.
Con mis manos agarrando los costados de su trasero y sus piernas sobre mis
antebrazos, alineo su sexo con el mío. Mi cabeza hinchada sondea su entrada y deslizo
mi pene a través de sus pliegues hasta que está empapado y lubricado. Luego presiono
adelante, lentamente, apenas rompiendo la barrera de su castidad.
—Oh… oh Dios mío… oh Dios mío —grita, a medida que la abro para dejar
espacio para el resto de mí.
Me quedo inmóvil, dejando que el dolor disminuya solo un poco.
—Respira, mascota. Sé que duele. Tienes que superar el dolor para llegar al
placer.
Empujo un poco más, y la resistencia da paso a la sumisión como delicadas
rasgaduras de tejido para acomodar mi tamaño. Y cuando finalmente la lleno hasta el
punto de estallar y su virginidad es una corriente carmesí que gotea sobre la cama, me
inclino y beso sus lágrimas. Después, me muevo.
Hace una mueca a través de los primeros empujes, pero pronto, sus gemidos de
dolor se convierten en gemidos de placer.
Ahora que he olido sangre, voy a matar. Necesito follarla tan bien que el recuerdo
de mí quedará marcado en su útero, sirviendo como una maldición para cada hombre
que alguna vez esté dentro de ella a partir de hoy. Necesito follarla tan bien que jamás
pueda olvidarme, incluso si se lo digo. Incluso si nunca sabe quién soy realmente, su
cuerpo sin duda sabrá a quién sirve.
Mi pequeño duendecillo oscuro se vuelve audaz y se inclina hacia adelante sobre
sus codos. Nos besamos profunda y violentamente, rechinando dientes y chupando 51
lenguas. Mis manos agarran sus caderas con tanta fuerza que estoy seguro que tendrá
moretones durante semanas. Bien. Que todo hombre perverso mire esas marcas como
evidencia de que yo estuve aquí. Que se encojan de miedo cuando vean que lleva la
marca de la bestia.
Sus paredes temblorosas se tensan a mi alrededor y aprieta sus tobillos sobre mi
trasero para hundir mi polla aún más. Su aliento sale en jadeos cortos y sus ojos están
cerrados con fuerza. Está muy cerca, y aunque no estoy muy lejos, saco y reemplazo mi
polla con mi boca. Su orgasmo inunda la parte posterior de mi garganta y me deleito
con cada onza de su liberación rosada hasta que termina limpia.
Cuando me pongo de rodillas, ella mira su cuerpo y luego hacia mi palpitante
polla, resbaladiza y veteada de rojo.
—También quiero probar —dice, sentándose.
Una sonrisa malvada juega en mis labios. Está aprendiendo muy rápido.
—Y así lo harás.
Me recuesto y Darling no pierde el tiempo cubriendo mi polla con su boca y
chupándome profundamente.
Mierda, si no hubiera visto y lamido la sangre, juraría que no era virgen. Sin
embargo, aquí está, probando la evidencia de su propia virtud perdida.
Agujas de fuego se clavan en mi espalda y tengo que aferrar las sábanas mientras
una ráfaga furiosa se dispara en mi torrente sanguíneo. Me saborea cuando me corro,
tragando y succionando hasta que cada gota de locura se purga de mi cuerpo. Luego se
derrumba a mi lado, saciada, exhausta y dichosa sin medida.
—Feliz cumpleaños, mascota —susurro en su cabello, luego beso su frente
suavemente.
Darling sonríe y después acaricia mi pecho desnudo.
—Hiciste mi deseo realidad.
—Lo hice.
—Supongo que en realidad eres mi ángel guardián. —Bosteza y sus ojos se
cierran mientras se acurruca más cerca como una gatita adormilada.
Me quedo quieto el tiempo suficiente para escuchar su respiración tranquilizarse
y profundizarse. Entonces levanto su cuerpo dormido para llevarla a su cama y meterla
debajo de las sábanas.
Ahora, sé lo que debo hacer.
Rebusco entre mis cosas sigilosamente para sacar un fajo de billetes, lo suficiente
para alejarla de aquí y de cualquier otra mierda rencorosa. Luego le escribo una nota, 52
diciéndole que se quede en la suite todo el tiempo que quiera. Pasarán horas antes de
que despierte y lo lea, y para entonces, ya me habré ido sin dejar rastro aparte de las
sábanas manchadas de sangre y el dolor entre sus muslos. Y el recuerdo de su triste y
oscuro ángel guardián.
Después de ducharme y cambiarme, salgo de mi habitación para encontrar a
Michael descansando en el sofá. No me sorprende. Lo sentí cuando llegó, justo cuando
sintió que mi resolución se rompía en un millón de pedazos, tal como lo había planeado.
Se pone de pie, con una sonrisa de complicidad en sus labios.
—Eso no tardó mucho.
Agarro mi abrigo y me giro hacia la puerta.
—Nos vamos. Solo necesito ocuparme primero de algo.
—¿Ah, sí? —comienza, su tono divertido. Se detiene a mi lado—. ¿Y a dónde
vas?
Mi dedo presiona el botón del ascensor y las puertas se abren, dándonos la
bienvenida a nuestro descenso final.
—A hacerlo mi puto problema.
Capítulo 5

E
l bar está fuera de la avenida, ubicado entre casinos y restaurantes viejos.
No fue difícil de encontrar, especialmente porque sabía dónde estaba solo
oliendo el aire. Puedo estar oxidado por estar fuera del juego durante los
últimos siete meses, pero siempre puedo encontrar a mi calaña. Y Casper es uno de los
míos.
Nos sentamos afuera en el auto, rastreando cada sonido y movimiento con
nuestro oído amplificado. Mierda, olvidé lo fácil que era sacar la basura con el uso de
nuestros poderes. Maldita sea, dudo que siquiera sudemos, mucho menos nos
ensuciemos, gracias a eso.
—Lo encontramos —señala Michael, su tono casi aburrido—. Y a los otros.
—Bien. 53
—¿Necesitas una mano?
Niego con la cabeza.
—No. Te veré en un momento.
Sin otra palabra más, se desvanece, dejando un penacho de plumas blancas a su
paso que se disuelven antes de siquiera tocar el cuero del asiento. Presumido.
Salgo del auto, guardando lo dramático para el evento principal. El edificio lucía
como una mierda por fuera, pero soy lo suficientemente listo como para saber que es
toda una fachada para ocultar su propósito real. Drogas, armas, prostitución. Este es el
cuartel general de Casper.
Hay dos malnacidos musculosos vigilando la puerta que se ponen de pie
inmediatamente cuando me acerco. Les doy mi mejor sonrisa diabólica, suavizo las
solapas de mi chaqueta, y extiendo una palma.
—Buenas noches, caballeros. Estoy aquí por Casper.
—¿Quién carajo eres tú? —gruñe el malnacido número uno.
Exhalo fuertemente.
—Tsk, tsk. Qué palabras tan groseras. —Levanto un dedo y su cabeza hace un
giro de trecientos sesenta, medio rasgándose de su cuello—. ¿Nadie tiene modales estos
días? Ahora, como iba diciendo…
—¡Está adentro! —chilla el otro cretino más listo antes de tener el buen juicio de
huir.
—Bueno, eso es más apropiado —le digo a mi semi decapitado montón de mierda
en el concreto.
Solo por el placer de hacerlo, presiono mis labios en un círculo apretado y soplo,
como si estuviera extinguiendo una vela. Las puertas se abren con vientos de fuerza de
huracán, casi arrancándolas de las bisagras. Y justo como esperaba, cada amplio, y
furioso ojo está sobre mí cuando entro a una habitación llena de matones.
—Ay, chicos, no tenían que venir por un pequeño anciano como yo. Me siento
como la belleza del baile —canturreo, casualmente avanzando hasta el umbral. Con las
manos en los bolsillos, ropa y cabello meticulosamente arreglado, no hay duda de que
no pertenezco aquí.
—¿Quién carajo crees que eres? —se burla un gordo de mierda con botas de cuero
falso.
Sacudo la cabeza. 54
—Tu amigo afuera me hizo la misma pregunta. No terminó bien para él. Pero ya
que me estoy sintiendo cortés, eres bienvenido de ir a verificarlo ahora o puedes
continuar diciéndome obscenidades. Tu elección.
—Tú, maldita perra de mierda…
Eso es todo lo que le permito decir antes de arrancar su lengua de su boca,
llevándose la mayor parte de su garganta junto con ella. Honestamente, podía haberlo
hecho mucho antes, pero estaba curioso de ver si se volvería creativo. No. Solo un simple
“maldita perra de mierda”. Qué original.
—Ahora —empiezo, inspeccionando mis cutículas a medida que el caos explota
alrededor de la habitación—. Como estaba diciendo. Estoy aquí por Casper. No quiero
matarlos a todos, pero… ¿a quién estoy engañando? Sí quiero matarlos a todos.
Los distintivo clics de las pistolas, el chasquido de los cuchillos, y ¡Oh mira! Un
bate de béisbol, y otras armas hechas por el hombre sonaron alrededor de mí. Suspiro.
—¿En serio? Me acaban de ver arrancarle la lengua a su amigo sin siquiera mover
un solo músculo, y ¿piensan que las balas me detendrán? Les digo algo. Les ahorraré el
problema.
Doy un paso adelante y levanto una palma, haciendo que cada arma se
descargue. Sin embargo, todas las balas aterrizan en mi mano abierta con suaves
tintineos resonando en el viento. Un tenso silencio cae sobre la habitación antes de que
gritos y aullidos retumben por todos lados, desde fantasmas hasta maleficios de brujas.
—En serio, ¿por qué todos los demás se llevan todo el crédito? ¿Un fantasma?
¿Puede un fantasma hacer esto? —Pateo al tipo más cercano a mí y su fémur se rompe
en dos—. ¿Una bruja? ¿Me veo como una bruja para ti? —Abajo va otro imbécil mientras
me abro paso al centro del lugar. Técnicamente, ya no necesita los dos brazos—. ¿Por
qué nadie puede darme mi crédito como se debe?
—Maestro —grita alguien detrás de la refriega. La multitud se aparta y
finalmente, sale el descomunal y antinaturalmente pálido hombre llamado Casper,
también conocido como el demonio Asmodeus. Usa un traje costoso, que aun así no
encaja bien sobre su porte de gorila y sus mocasines Tom Ford. Maldición. Me gustan
sus zapatos.
—¡As! ¿Eres tú? Oh, vaya… todo tu tiempo en la Tierra realmente te está
desgastando. ¿Has probado los bronceadores en aerosol? Escuché que son como la cosa
real.
Asmodeus avanza lentamente hasta el centro del lugar donde estoy parado. Está
asustado, pero no va a demostrarlo frente a sus hombres. No cuando no son conscientes
de que han sido guiados por el demonio de la lujuria y el lujo.
—¿Por qué…? —empieza antes de reevaluar su tono—. Esta es toda una sorpresa. 55
¿Qué te trae a mi ciudad?
—¿Tu ciudad? —Me carcajeo—. Oh querido, dulce Asmodeus.
Mira alrededor ansiosamente, visiblemente perturbado por los susurros
cuestionando su verdadera identidad.
—Oh, no te preocupes, As. No importa si saben quién eres. De todas formas,
pronto estarán muertos.
Como disparar una ronda de balas en una manada de antílopes africanos con
moho y olor a cerveza, el resto del grupo de Asmodeus finalmente encuentra el buen
sentido y trata de huir corriendo en estampida hacia la salida. Pero pronto descubren
que es inútil cualquier intento de escape.
—No se molesten en huir. Como han descubierto, las puertas y las ventanas están
selladas. No obstante, ¡están de suerte! Todos están invitados a mi pequeña velada. Y
créanme, mis fiestas siempre son para morirse. —Camino hacia un hombre tembloroso
sentado en una mesa raquítica de madera. No es como el resto de los demás. No
pertenece aquí. Fue forzado a esto—. Excepto por ti. Tú puedes irte.
El joven está demasiado aturdido para reaccionar al principio, y cuando lo hace,
mira a su alrededor para ver si me estoy refiriendo a alguien más.
—Sí, tú. Ve. Y lleva a las mujeres contigo. Y nunca, jamás, menciones lo que
viste aquí o regreses.
El chico empieza a llorar lágrimas gruesas y agradecidas.
—Sí, señor. Gracias, señor. Gracias.
Las mujeres medio vestidas en la habitación, más probablemente strippers y
prostitutas de los otros ajetreos de Casper, se apresuran a la puerta para unirse al chico.
Se abre, otorgándoles acceso. Pero como cualquier otro debilucho egoísta, los otros
hombres intentan pisotearlos para conseguir la libertad. Y esos cobardes de mierda caen
muertos uno por uno al segundo que llegan al umbral.
—Dije él y las mujeres. Eso es todo. Ahora a menos que sientan que han
cometido un grave error, por favor tomen asiento y esperen hasta que los llame.
¿Estamos claros? —pregunto, sonando más como Michael de lo que me siento cómodo.
Me estremezco internamente.
—Maestro —empieza Asmodeus. Ahora está visiblemente conmocionado y sabe
muy bien que es inútil intentar jugar al tipo duro por sus amigos—. No entiendo. Pensé
que estarías satisfecho.
—Y normalmente lo estaría. Pero olvidaste una cosa: No abuso de niños.
Asmodeus frunce el ceño. 56
—¿Niños?
—Un chico intentó robarte y tú decidiste que vender el cuerpo de su hermana
gemela era un intercambio razonable. Y hasta hace unas pocas horas, ambos eran
menores. Ahora, si tuviera que adivinar, has permitido que algunas cosas terribles le
pasen a ese chico en el transcurso de su encarcelamiento. Cosas que estoy seguro que no
aprobaría. ¿Estoy en lo correcto? Por favor, sé honesto. Sabes cómo me siento acerca de
que me mientan.
Asmodeus frunce el ceño.
—Todo eso… ¿es por ese chico? Excusaré su deuda en este momento. Lo dejaré
ir. Lo juro.
Niego con la cabeza.
—No hay necesidad. Ya se ha ido.
—Entonces ¿por qué estás aquí? ¿Por qué estás matando a mis hombres?
Doy un paso cerca, haciendo que caiga de rodillas como el cobarde sin carácter
que es.
—Porque esta no es la primera vez que cruzas la línea. Has estado traficando con
niños, permitiendo que sean violados, abusados y asesinados como deporte. Y estaba
demasiado distraído para que me importe una mierda. Ahora… me importa una mierda.
Y todos en esta habitación, cada uno de los que sabía, quienes lo facilitaron, quienes
están comprometidos en estos actos enfermos, pagarán.
Las paredes empiezan a escurrir como una hemorragia de caliente sangre espesa,
de corrientes roja oscura fluyendo por el suelo y la superficie. Luego con el chasquido
de mis dedos, la sangre se enciende con fuego del infierno para quemarlo todo con su
toque.
Los gritos y llantos resuenan al otro lado de la habitación y el olor de carne
quemada llena mis fosas nasales, sin embargo, no rompo mi mirada. Mis ojos, violentos
depósitos amatistas que se agitan con la agonía de millones de almas, permanecen fijos
en Asmodeus. Él es incapaz de apartar la vista a medida que robo la esencia de su
patética existencia y lo arrojo a la nada, dejando nada atrás más que una cáscara sin
vida. Su cuerpo estará muerto, pero su alma… su alma sufrirá por la eternidad. Y tengo
un lugar especial en el Infierno para aquellos que lastiman a los niños.
—Tú… —grita, mientras lo que fue por millones de años es despojado de él—.
Tú no ganarás. Hay un nuevo… rey. Una nueva orden. No ganarás. Los caídos reinarán.
Esas últimas tres palabras pintan mi visión de rojo y sin siquiera pensarlo, la
habitación completa termina engullida en llamas, convirtiendo a todos y todo en
cenizas. 57
Salgo del bar dilapidado sacudiéndome unas cuantas brasas rebeldes de las
mangas de mi chaqueta de traje.
¿O eso era una persona? Eh. Le pertenece a una urna en este punto.
—¿Por lo menos adentro era mejor? —pregunta Michael. Está de regreso en el
asiento de pasajero con un teléfono celular entre sus dedos. Ni siquiera levanta la vista.
Está demasiado ocupado recolectando pequeños rayos de sol para poder comprar
plantas mata zombis para su césped.
Doy un vistazo hacia el edificio que una vez fue el cuartel general del más grande
operativo de tráfico de niños en el estado. El bar todavía luce mediocre y abandonado
por afuera. Nadie sabrá lo que pasó aquí, al menos por un par de días más. Para entonces
cualquiera que no ardiera a cenizas empezará a descomponerse y a apestar.
—Un basurero.
—¡Oh! Debería haberte pedido que me trajeras una Coca antes de convertirlos en
carbón. Estoy sediento. Maldición.
Sonrío, sacudiendo la cabeza, y doy reversa al Bentley.
—Nos detendremos en una estación de gasolina de camino.
—Entonces, ¿ahora a dónde vamos, hermano? —pregunta, justo antes de que un
zombi pase sus defensas y se coma sus cerebros. Gruñe decepcionado.
—Colorado Springs.
Eso llama su atención, y me echa una rápida mirada antes de reiniciar el nivel.
—¿Ah, sí? ¿Finalmente vas a dejar de sentir pena por ti mismo y vas a ir por tu
chica?
—Tengo un amigo que me debe un favor —respondo, maniobrando fuera del
estacionamiento para dirigirme hacia la I-15N, el camino que me llevará a la vida y al
amor que dejé atrás—. Y sí… eso también.

Fin 58
Sobre la autora

S .L. Jennings es la orgullosa esposa militar


de su amor de secundaria, mamá de tres
revoltosos chicos, y autora de romance
contemporáneo y paranormal en la lista de los más
vendidos en New York Times y USA Today.
Cuando no está obsesionada por sus novios
literarios, puedes encontrarla pasando el rato con
algunos épicos amores de la ficción en librerías
independientes o bebiendo un Bloody Mary en su lugar favorito en Spokane,
Washington.
Es una autoproclamada esnob de la comida, adicta del maquillaje y amanta de 59
todas las cosas brillantes, relucientes y cursis.
Serie Se7en Sinners:
1. Born Sinner
2. End of Eden
3. Wicked Ruin
4. Fallen Reign
5. Devil’s Darling
6. Próximamente
Créditos

LizC y Mariela

ElenaTroy
LizC
Mariela
60

Lieve
Mariela

Indiehope, LizC y Mariela

Tolola
61

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