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Keila Lodetti
Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires
Teoría y Técnica de Grupos II
Comisión 17
Prof. Luciano Neiman
16 de mayo de 2023
1) La clínica clinamen toma su nombre de un concepto empleado por los epicúreos,
hedonistas de la antigua Grecia. El concepto “clinamen” se refiere a la desviación azarosa de
un átomo de su trayectoria predestinada. Este movimiento genera el nacimiento, produce la
irrupción de nuevas e inesperadas causalidades. Antes de este concepto, los griegos dejaban
todo en manos del destino. Un solo destino incapaz de admitir cambios en su camino.
Rolón (2014), nos propone ésta clínica que nos habla de la disposición a permitir esa
desviación, escuchar lo imprevisto para alojar lo inconveniente, el sinsentido, aquello que
excede y aún, no puede devenir en relato. Permite que el desvío, la fuga, lo inesperado, lo
indeterminado se nos presente como un escenario de nacimiento, permite aceptar el nuevo
camino y hacer de esto nuestra clínica. Esta clínica no cuenta con un destino predeterminado,
no tiene una meta a la cual llegar, inventa en lo dado, hace uso de ese imprevisto que se le
presenta y sigue su curso.
“La vida no tiene sentido, dirección, meta. No sabe de logros, hazañas, derrotas.
Tampoco tiene que hacerse valer” (Percia, 2022, 38). Si la vida no tiene una meta, ¿Qué meta
puede tener una clínica para una existencia?
Todo lo que surge de una técnica, surge gracias a la técnica. No hay lugar para el azar,
por eso es repetible. No atienden a la infinita diversidad de modos de vida y a todas las
posibilidades que existen en ellos.
Sabiendo la vida incalculable, la técnica pretende calcular sus resultados. ¿Cómo es
posible controlar lo azaroso? ¿Cómo se pretende que todas las existencias sigan el mismo
curso?
2) La soledad como forma de transitar la vida buscando un con quienes. Con quienes
vivir, acompañado pero en soledad al mismo tiempo. Un conjunto de relaciones entre nuestra
soledad y la de otros. “Soledades necesitan tener con quienes la soledad” (Percia, 2022, 192)
porque una soledad sin compañía sería más un aislamiento, desamparo, sería angustiante. La
soledad es una elección, cuando se está cómodo, cuando se está contento, cuando se está
seguro, en compañía.
En “La capacidad para estar a solas” (Winnicot, 1958), el autor plantea la paradoja de
estar a solas cuando otra persona se halla presente como una vivencia necesaria para el
desarrollo de la capacidad para estar solo. Una buena maternalización da como resultado la
creencia de un ambiente benigno para el niño. Al estar con la madre real o sustituta, el niño
puede estar solo, lo que para los adultos sería “relajarse”. Puede alienarse, obrar torpemente,
desorientarse, puede existir sin ser reactor de los estímulos exteriores porque sabe que está
con su madre, que está seguro.
Por eso, es muy importante que alguien esté disponible para ese niño, alguien que esté
presente, si bien sin exigir nada.
La cuestión de una soledad que busca un con quienes la soledad, es una necesidad de
cercanía con otro que nos haga sentir seguros, no solo con confianza para hablar si no
también para callar, para hacer y no hacer. Buscar ese ambiente benigno que nos impulsó por
primera vez a poder estar solos.
Tal vez sea en este punto que puede situarse esa idea del común vivir que plantea
Marcelo Percia: “cercanías que no mandan ni prescriben, que no sancionan ni castigan, que
no recompensan ni condecoran” (Percia, 2022, 23). Es en presencia de estas cercanías cuando
podemos permitirnos estar solos con plenitud, así como Winnicott habla de una madre
presente que no exija, cuya presencia se sienta como seguridad, como promesa de que no nos
va a pasar nada en nuestra soledad.
Fisher, M. (2013): “Bueno para nada” y “No hay romance sin finanzas”, en Los fantasmas de
mi vida.