Está en la página 1de 8

Ensayo: “Lo que no se nombra”

Ximena Varela García


Ximena.varela@universidad-uic.com.mx

Perspectiva Freudiana e Inglesa del Desarrollo

Dr. Vanessa Arcos

Noviembre 2022
Resumen

Uno de los retos más grandes a los que nos enfrentamos como psicoanalistas es definir y compartir
qué es patología en la contemporaneidad. Vivimos inmersos en una sociedad de control, de
exigencias, de imperativos de felicidad – se feliz, disfruta, vive- que nos deja frente a la tarea de
deconstrucción de la idea de felicidad como único e indispensable valor que puede dotar de sentido
a la vida. Abordar la patología en la actualidad es entender ese yo que conecta lo externo con lo
interno, ese puente entre lo que somos y no-somos, conceptualizando al yo como “[…] un órgano de
cumplimiento de deseos […], los deseos de uno son satisfechos con el fin de hacer que el dolor de
la insatisfacción desaparezca” (Eigen, 2007). Y en este sentido desdoblar el término de insatisfacción
en una cultura que rechaza a la tristeza o cualquier oscilación de emociones que no estén ligadas al
constructo de felicidad actual, una personalidad que no se amolde, que no concuerde, que no encaje
es rechazada, pero ese sentir ¿no es acaso lo más propio? La paradoja de la tristeza es que quien
puede estar triste no es arrastrado por la tristeza; la tristeza vivida, no es triste.

Podemos hablar de un yo debilitado, que le resulta menos angustiante escindirse que vivir en un
espacio que le demanda sentirse totalmente feliz. Una patología fundamentada en la dualidad; la
disociación del yo ante una ansiedad persecutoria excesiva, reflejada en depositar la culpa en el Otro
para no tener que reconocerse fuera de los estándares positivistas que imprime la cultura. Y por otro
lado un objeto idealizado que ayuda a protegerse de la angustia, creando una dependencia a los
objetos en las que se proyectaron estos aspectos buenos para seguir recibiéndolos, para no
perderlos.

Comprender que no hay felicidad plena es poder incorporar lo fallido, lo imperfecto, resaltando que
nunca va a existir una corresponsabilidad entre las aspiraciones y el resultado final, siempre habrá
algo que no cierre como se esperaba. Y esta ambivalencia a veces resulta difícil de transitar; pues
ante cualquier falla diría Fairbairn, podemos caer en una frustración de objeto.  
Lo que no se nombra
“Dolencias son palabras no dichas”
Lacan

El mundo contemporáneo es un entorno lleno de datos, artículos, teorías, leyes y estatutos que
buscan explicar al ser humano, al mundo, la vida, los afectos, lo que deberíamos o no ser y con ello
cómo deberíamos comportarnos. Ya no hay experiencias, ni vivencias, hay información. Ya no
construimos saberes, accedemos a ellos, la mayoría de las veces siempre a través de un clic. No
interesa la verdad diría Bion, interesa la solución para todo, para estar en pareja, para hacer amigos,
para vivir, para enamorarse, para ser feliz. El problema radica en creer que todo puede ser resuelto
bajo la estandarización de la vida en procesos, y sí todo es tan sencillo, sí todo ya está escrito y aun
así no se logra, entonces uno es el culpable por no conseguirlo, pues detrás de grandes manuales
se esconden grandes exigencias.

La época sostiene que el sufrimiento se vive por no encontrarse suficientemente bien adaptados al
contexto social, a la cultura, al mundo, cuando en verdad esa es justamente la causa por la que
sufrimos: por estar excesivamente bien adaptados. Sacrificamos nuestra individualidad en pro del
cumplimiento de un ideal social, y en esta tarea, enfermamos. Enfermamos por no darnos cuenta de
todo lo que hacemos y dejamos de hacer por mantenernos adaptados. Y se genera un pensamiento
mágico, diría Bion, en este supuesto básico generado a partir de la experiencia en grupo, “un lugar
ideal y a la vez una pesadilla, donde nadie puede aprender ni crecer en un presente estático, eterno
y sin dirección”.

Esta adaptación incluye una feroz exigencia de amarse a sí mismo, sostenido en el “ser la mejor
versión de uno”, de sumar a nuestra lista millones de éxitos, y añadirle la dosis de felicidad diaria, la
cual no solo niega el dolor y la angustia, también las anula. Y es que el discurso de la superación
vende; vende libros, pláticas, carreras, medicinas, pero el de la angustia no. Es la época del
imperativo de la madurez emocional como ideal donde proliferan productos que prometen cambiar
la vida de las personas en muy poco tiempo; nadie quiere saberse diferente, nadie quiere esperar,
nadie quiere estar triste, se sufren las pausas, no se soporta la incertidumbre, no hay una tolerancia
para no saber, diría Bion.  Y entre tantos mensajes positivos, tips para todo tipo de malestar y el estar
bien todo el tiempo se vulnera el derecho a sufrir, a poder angustiarse, a procesar el dolor con los
recursos que se tienen. Las personas están deseantes de quitarse el dolor e inmiscuirse en una
cultura que oculta y rechaza lo ajeno a la felicidad, una sociedad que bajo esta pulsión de vida que
mata, uno muere también en su búsqueda. Una sociedad deprimida, angustiada por ser feliz,
dispuesta a ceder deseos y fantasías verdaderas, para buscar lo que el ambiente dicta como ideal,
alejándose de su verdadero self diría Bion, para buscar una anormalidad normal, sostendría Bollas.
Una cultura que pide una felicidad plena, una gratificación constante siempre insatisfecha, que
disocia excesivamente las emociones dolorosas, restringe la personalidad y provoca síntomas. Y
quizá hablemos de una sociedad partida en dos, obstruida por los procesos de integración,
necesarios para la salud mental.  Y nos encontramos ante personas que oscilan entre la libido y
agresión de forma extrema, individuos que utilizan la defensa maníaca de la que habla Klein, en esta
negación omnipotente de dominar objetos para no enfrentar las pérdidas; del pecho materno, de un
amor, de un trabajo, de una persona. Saber perder y aceptar es lo que nos permite seguir deseando
sostendría Lacan no obstante, transitamos en una cultura que pide una felicidad plena, una
gratificación constante siempre insatisfecha. Y en esta triada entre un triunfo a través del sustituir la
ausencia que implica el dolor, un control omnipotente y un desprecio en las relaciones de objeto que
evita el sentimiento, terminamos en una sociedad disociada. Y quizá sea fácil ser feliz desde una
posición esquizoparanoide, donde la eternidad dura segundos.

El mundo contemporáneo aloja una incapacidad de observar una realidad desde todos los puntos
de vista, una paleta de colores, un contacto con objetos dulces, amargos y ácidos, para abstraer
dulzura, amargura y acidez, diría Bion. Porque a veces pareciera que el mundo no es capaz de
sostener este contenido, y el asumirse ignorante resulta contradictorio en un mundo lleno de
información. Empero, es esta búsqueda de la verdad la que facilita la elaboración del dolor diría Bion,
por medio de la capacidad de transitar las experiencias emocionales a través de la digestión, de la
asimilación, pero ¿cómo acercarnos a la verdad en un mundo ajeno a la misma? ¿cómo pensarnos
como individuos sí constantemente estamos unificados con un otro? ¿cómo encontrar nuestra
verdad si siempre la confrontamos con la verdad del otro por medio de la tecnología?

En el Siglo XXI el uso de redes sociales es una obligación para pertenecer al mundo, para estar en
el mundo, para no perder un lugar dentro de la sociedad o figurar fantasmático, siempre estar
presente y no perder el vínculo o al objeto, en una realidad que pareciera estar siempre lista para
hacer holding. Pero es este mismo contacto continuo el que puede prestarse con facilidad al
desarrollo de un falso self del que habla Winnicott, en donde no sólo puede alejar al sujeto de lo que
le satisface en esta búsqueda de un lugar dentro de la sociedad, sino también en esta ganancia de
la mirada del Otro, en donde se forma y fortalece una coraza que va alejando al individuo del núcleo
del verdadero self. Este recinto, a la vez, ofrece la ilusión de tener cerca siempre al Otro y a la vez
tan lejos; lejos de lo que realmente puede estar aconteciendo y sintiendo la persona. Y quizá se
encuentre sostenida a su vez en una falta de la aptitud para estar solos como lo plantea Winnicott,
lo cual constituye uno de los signos más importantes para la madurez del desarrollo emocional de la
persona. De esta manera, si me alejo lo suficiente evito que el otro descubra mi falso self, expresado
conductualmente en esta falta de autenticidad, una renuncia a los deseos personales remplazados
por la admisión a un mundo digital que deja, en esta transición, una sensación de incompletitud.
No obstante, Lacan menciona que somos seres incompletos, en tanto que hay un objeto que se ha
perdido para siempre, abriendo paso al deseo en un intento de recuperar aquel objeto que nunca se
tuvo, pero que pensamos nos completaría. Sin embargo, cuando este llega, resulta que no era eso
lo que nos faltaba y el deseo queda insatisfecho. De esta forma el autor sostiene que para que el
deseo se produzca es necesario que exista una falta, lo cual se opone completamente a la época
actual, una época transitoria, efímera, que se propone gozar para ser feliz, tapar, encubrir la falta.
Michael Balint hizo referencia a una falta básica con la que todos, en mayor o menor medida, lidiamos
en el transcurso de la vida, traducida en un sentirse incompleto. Hay personas que sienten ese vacío,
esa incompletud, personas que se sienten sin camino, sin guía, sin respuesta. Se anhela tanto sin
saber qué, se siente tanto, pero sin saber para qué y se vive lo mismo, siempre igual, como una
sentencia del vacío.

El vacío, por tanto, implica trabajar con un material psíquico que, al no poder nombrarse, al
permanecer en los estados más arcaicos se torna en acto. De esta forma, explica Bollas que existe
una “transferencia de un estado anímico subjetivo sobre un objeto externo material”, lo cual nos lleva
a un funcionamiento normático, en donde las personas sostienen relaciones con los objetos
buscando abundancia material para darle sentido a su existencia, “vidas pletóricas sin sentido”. Nos
encontramos entonces ante una sociedad que aloja a personas con un vacío que el consumo de
objetos promete llenar. De acuerdo con Bollas esta forma de vivir implica un vaciamiento de la
subjetividad para depositarla en los objetos, materializando el intento de convertirse en un objeto
más, dentro del mundo material. Un funcionamiento que gira en torno a evitar el displacer, el malestar
psicológico, centrarse en esta búsqueda de llenar el vacío en una dualidad: por un lado, en la
presencia social que le brinda estatus, pero no un vínculo afectivo, y en otra la ausencia respecto a
su vida interior, que no le interesa conocer. Sin embargo, esta tendencia a eliminar o llenar la falta
impulsa a las personas a buscar soluciones de adaptación inmediatas, para llenar este vacío, en
lugar de buscar su significación. Llenamos el vacío, pero nunca lo exploramos, lo transitamos, lo
sentimos, lo significamos, lo penetramos, diría Guntrip.

Intentar colmar el vacío desde lo exterior, lleva al rodeo interminable de nunca poder alcanzar lo que
se quiere, porque la enseñanza que nos trae el vacío es que no importa con qué lo intentemos tapar,
nunca se llena. Quizá lo que sea necesario, es vivir el vacío, nombrarlo, reconocerlo, construir un
continente, buscar al objeto transformacional y memorar esa experiencia objetal temprana, diría
Bollas, no recordar cognitivamente sino existencialmente. Tendríamos que trabajar sobre los
elementos K de Bion, donde el pensar no es un acto meramente cognitivo, sino un proceso emocional
que implica darle sentido a las experiencias humanas. Es un camino que se basa en tolerar la verdad,
la frustración y su consecuente dolor mental, por lo que es necesario que el individuo no experimente
las situaciones en blanco y negro, sino que visualice todo el panorama transitando la gama afectiva,
es decir que sea capaz de saberse amable pero también envidioso, reconocerse generoso, pero
también egoísta. No obstante, en el mundo contemporáneo podemos visualizar el uso recurrente de
elementos beta en lugar de alfa, constantes ataques de pensamiento como los nombra Bion, como
la arrogancia de ciertas personas respecto al sentir una superioridad intelectual, la falta de
creatividad en esta constante imitación reflejada en redes sociales, la unificación de pensamiento
que no permite saberse diferente, las ideas del fanatismo que enmarcan rigidez de pensamiento
promoviendo la agresividad y justificándose bajo una causa, la imposibilidad de transitar objetos
ausentes al siempre estar rodeado de objetos presentes, la incapacidad de observar al otro con
compasión.

El trabajo de Guntrip (2007), nos vislumbra este camino de ver al objeto en su totalidad, con sus
faltas y sus virtudes, “estar en condiciones de correr riesgo de nuevas tensiones emocionales para
lograr mayor crecimiento emocional”. Dice Winnicott que existe una “necesidad urgente de
comunicarse y la aún más urgente necesidad de no ser descubierto”, porque el ser descubierto
implica la muestra de un verdadero self, uno vulnerable, uno que siente, uno que quizá no está
acorde al mundo perfecto y colorido de las redes sociales. Agrega Winnicott que, “se disfruta estando
oculto, pero no ser descubierto es un desastre”. Un desastre porque se vive bajo el imperativo de
demostrar la vida perfecta, un mundo de ideales, donde el estatuto de sentir, de saberse vulnerable
no tiene cavidad. Quizá debamos aprender, transmitir, guiar y enseñar que darle lugar al malestar
es salud mental, nombrar los dolores, fracasos, vivir los duelos y tristezas, ser fieles a los
sentimientos y pensarnos en términos de Bion, el pensar y sentir cómo aspectos inseparables.
Reconocer que lo universal queda caduco cuando se trata de sentir, que no hay dos yo idénticos, y
que tenemos una tendencia a amar y odiar, nos permite mantenernos en equilibrio, teniendo la fuerza
dar lugar al dolor y poder manejarlo. Dice Freud que “una forma singular de sufrimiento implica
también una forma singular de cura”, por ello debemos nombrar cada síntoma, cada dolor, cada
experiencia y darle su lugar, en el encuentro con el otro.

La contemporaneidad demanda al psicoanálisis trabajar sobre la paradoja de que lo que “no está
también necesita ser pensado, que el silencio comunica tanto como la palabra, de que el no-ser
también es una forma de existir” (Velasco, 2020). No olvidar que quizá el problema en la actualidad
no reside en el desarrollo de un número extendido de teorías, creencias o ideologías, quizá el
problema radica en que hay tantas teorías que las personas se olvidan de ver a las personas, de
actuar con compasión, con creatividad, con imaginación, de verse a sí mismos, fuera de ellas y no a
causa de estas. Dice Winnicott que “[..] dentro de cada niño existe una historia que necesita ser
contada, una historia que nadie más ha tenido tiempo de escuchar”, el presagio que dejan los ideales
de las redes sociales es de una inminente fragilidad, donde el verdadero self permanece en un
estado de profundidad. Y entonces los pacientes llegan a terapia bajo el discurso de “no me pasa
nada”, “todo está bien”, y mediante la transferencia, un entorno de confianza, van descubriéndose
en una vida de malestares diversos, que en el setting pueden ser descubiertos, expresados, a través
del encuentro con un analista suficientemente bueno. Dice Ricardo Velasco (2020) que “el fantasma
del vacío generado en los orígenes psíquicos solo se revierte con la mirada de otro ser vivo pensante
y sintiente que fue pensado y sentido una vez: lo que el humano impidió, solo otro humano puede
construir”, esto es el psicoanálisis, y esto es atravesar el vacío en una relación dual, sin memoria y
sin deseo, sostendría Bion, porque una forma singular de sufrimiento requiere también una forma
particular de cura.

Referencias

Bollas, C. (1987). La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado. Buenos


Aires: Amorrortu
Bleichmar, N. y Leiberman, C. (2017). El psicoanálisis después de Freud: Teoría y clínica.
Buenos Aires: Editorial Paidós.
Camelo, J. (2019). Autencidad y sentimiento de sí, una expliración psicoanalítica. Trabajo
de grado. Universidad Pontificia Javeriana. Colombia.
Daurella, N. (2017). Falla básica y relación terapéutica: la aportación de Michael Balint a la
concepción relacional del psicoanálisis. Temas de psicoanálisis 13. Encuentro de Investigadores
en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos
Aires.
Fromm, E. (1941). El miedo a la libertad. Buenos Aires: Editorial Paidós.
Freud, S. Sobre la dinámica de la transferencia Obras Completas, Vol. XXII, Buenos Aires:
Amorrortu Editores.
Guntrip, H. (2007). Mi experiencia analítica con Fairbairn y con Winnicott. Revista de
psicoanálisis LXIV (3).
Mont, A. (2021). Christian Dunker, autor de "Una biografía de la depresión": "Las personas
miran su propia vida como si fuera una empresa". BBC. News.
Poblete, D. (2009). Primeras conceptualizaciones de W.R. Bion sobre la problemática de la
verdad. Sus implicancias en el crecimiento mental. I Congreso Internacional de Investigación y
Práctica Profesional en Psicología XVI Jornadas de Investigación Quinto
Quintana, S. (2021). Retos virales en redes sociales. facebook y tiktok como plataformas
de expresión-constitución del falso self. Revista Letra en Psicoanálisis 7 (1).
Tabbia, C. (28 marzo 2009). El fanatismo, la identidad y el pensamiento. Grupo de
psicoterapia analítica de Bilbao. Conferencia escrita. https://gpab.org/wp-
content/uploads/2014/09/El_Fanatismo_la_Identidad_y_el_Pensamiento.pdf
Thomas H. Ogen, M.D. Bions four principles of mental functioning.
Velasco, R. (2020). El encuentro psicoanalítico como experiencia estética. México: ETM.
Velasco, R. (2020). Un fantasma llamado vacío.
http://www.psychoanalysis.today/PDF_Articles/IPA_Article_Un-fantasma-llamado-
vac%C3%ADo_Ricardo-Velasco-Rosas.pdf
Winnicott, D. (1960). La teoría relación paterno-filial. Paidós.

También podría gustarte