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Clase 2. Escatología 2023
Clase 2. Escatología 2023
El cristiano posee una conciencia viva del carácter dinámico de la realidad -desde la
creación hasta la consumación- por medio de la Revelación, que se despliega en un
acontecer viviente que es la historia. El creyente no vive ni concibe la vida ni el tiempo
como un acontecer circular, sino como un caminar (caminante que hace camino), como
peregrinación hacia un destino.
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Pero el cristiano sabe que peregrina hacia una meta, que sus pasos tienen un sentido y
un Oriente, y que no está abandonado a una suerte ciega (“pathos”?) sino que su vida
esté en manos de un Dios que es Amor y Padre.
Esta confianza vital permite al cristiano, imbuido por la esperanza en el plan divino,
descansar en una visión optimista y esperanzada de la realidad a la que ve como historia
de salvación, con una visión sobrenatural que le proporciona la fe y que no se queda en la
cáscara -en los aspectos solamente físicos, sociales, políticos, etc. de la historia-, sino que
es capaz de calibrar el sentido de las cosas (del cosmos y la historia) según las ve Dios.
Pero el cristiano no es capaz de gozar en esta vida de una visión cabal del gran cuadro de
la historia salutis. Sin embargo, gracias a la Revelación posee ya un conocimiento
suficiente del plan divino como para que, animado por la esperanza, pueda conformar la
propia vida con el proyecto de Dios.
El cristiano descubre la llamada divina a participar en la historia de la salvación desde
el ejercicio de su libertad, lo que le convierte en co-protagonista, junto a Dios, de la
pequeña historia de su propia vida, a la vez y dentro de la gran historia de la humanidad.
En definitiva, la escatología cristiana es meditación creyente del derroche de Amor de
Dios sobre el hombre y el cosmos. La escatología cristiana es meditación sobre el futuro
trascendente y, a la vez, reflexión práctica sobre su influencia en la vida terrena presente
que colma de esperanza y sentido la vida del cristiano, animándolo a implicarse
plenamente en el proyecto salvífico.
son iguales, ni todos tienen la misma fluencia; son cuantitativamente idénticos, pero
cualitativamente distintos.
Una segunda diferencia consiste en que, en el tiempo vivido, el tiempo adquiere
consistencia; así, el tiempo pasado no queda anulado, sino que queda asumido y conservado en mi
presente. No puedo renunciar a mi pasado. Mi presente, en cierta forma, es fruto de mi pasado, y
el futuro es en cierto modo virginal o está virtualmente contenido en el presente. El presente es
fruto del pasado y anticipación del futuro.
Si el pasado apunta al presente y éste al futuro, hay que concluir que tanto el pasado
como el presente están en función del futuro, reafirmando así el primado de la dimensión futura.
El futuro se le presenta al hombre en un doble nivel:
- futuro proyectable: está contenido en el presente, y en esa medida puede ser
proyectado y objeto de manipulación.
- futuro absoluto o improyectable: conjuga los factores imprevisibles de la historia;
no se puede programar, ya que el futuro no es una causa física y se escapa al
determinismo, puesto que el hombre es libre, con una capacidad creadora, y en la
historia no sólo interviene el hombre sino también Dios.
Si lo anterior fuera totalmente cierto, el futuro no sería una novedad sino un
desvelamiento de lo que ya existe. Por eso hay que hablar del futuro imprevisible, por dos
razones:
el hombre vive el tiempo en libertad, y esencialmente en libertad creadora resistiéndose
totalmente a ser planificado.
en la historia también interviene Dios, y si el hombre es libre, Dios lo es aún más y por ser
soberanamente libre es absolutamente imprevisible. A Dios no se le puede manejar.
Por estas dos razones el futuro no es sólo lo que hacemos (tarea), sino que también es lo que
nos es dado (don). Por consiguiente, el futuro humano está integrado por dos factores:
continuidad entre presente y futuro: proyectable por el hombre.
novedad: se trata de un don que para nosotros ya se ha cumplido en la Resurrección de
Jesucristo, y es garantía de nuestra futura resurrección.
El concepto de Escatología.
1. No hay que oponer antinómicamente los dos niveles, planificación del futuro y
esperanza, sino más bien integrarlos, entendiendo que el futuro proyectable sería la
mediación creada del futuro absoluto (cf. GS 21-39).
proyectable --------------------------planificación
imprevisible-don---------------------esperanza
De aquí se deduce el concepto genuino de escatología cristiana. Versa sobre el
futuro del hombre, pero no de cualquier futuro, sino de su futuro absoluto y último. Por
eso la escatología es la reflexión creyente sobre la promesa aguardada por la esperanza
cristiana.
2. No es lo mismo “el saber escatológico” que “la curiosidad por el futuro”. No se trata de
un reportaje indiscreto de sucesos futuros, sino que la escatología contempla el futuro
desde el presente, en cuanto que el futuro da sentido al presente y es plenitud de ese
presente (O. Cullmann).
3. La escatología es un sector ineludible de la antropología teológica. El hombre ha de
tener estas tres dimensiones:
pasado ------------ presente----------------- futuro
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Reducciones de la Escatología.
Reducciones intramundanas de la escatología:
Son una versión secularizada de la escatología cristiana, reduciéndola o
refiriéndola a un futuro meramente intramundano. El primer exponente de la escatología
secularizada lo tenemos a finales del siglo XVIII. Se trata de la revolución del progreso, de
un oportunismo racionalista, una fe en el progreso, filosofía del progreso, todo esto en
conexión con la Revolución Francesa y la Revolución industrial, así como con la
Ilustración. El principal ejemplo es Kant: "la humanidad avanza inexorablemente hacia un
estado de perfección; el hombre por una tendencia innata está orientado hacia el
progreso no sólo científico sino también moral”; Kant llama a esa suma perfección “el
Reino de Dios”; este reino es el desarrollo del ideal humano, pero de ningún modo se trata
de la implantación de una trascendencia (cf. Fichte, Lesing, Hegel).
El segundo exponente de la escatología secularizada estaría representado por el
materialismo dialéctico. Marx cree tener la clave para cambiar el curso de la historia. Por
eso el tema del futuro en el marxismo adquiere especial relevancia.
Ernest Bloch (marxista y judío): “el mundo tiene un carácter dinámico, teleológico,
finalista”. Está marcado por el "todavía no". La manera de ver al mundo la encuentra
reflejada en la Biblia, en el mito del Éxodo, que no sería otra cosa que la lucha del hombre
por la libertad, y esto conducirá al hombre a la patria de la identidad; esto no es otra cosa
que la sociedad comunista de Marx en la que el hombre sería plenamente humano.
Bloch sustituye el concepto de Reino de Dios por el de reino del hombre, con lo
que obtiene una escatología secular. Este estado final no es descrito, sino que
simplemente lo esboza con imágenes. Esta meta final no es algo ilusorio, sino que se va
alcanzando poco a poco por medio de las utopías concretas y de las esperanzas, como lo
demuestran las revoluciones socialistas. El camino para llegar a esta meta no es el
liberalismo, sino la implantación de la dictadura del proletariado. De modo semejante, la
conciencia del hombre (=pura inmanencia) logra su expresión en las utopías sociales,
económicas y religiosas.
Valoración crítica.
Ante todo, hay que señalar la distancia entre estas visiones intramundanas y la
visión trascendente de la Biblia. Esta escatología secular no es otra cosa que una
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reducción de la fe bíblica, del mismo modo como han tomado en préstamo diversos
elementos bíblicos (linealidad del tiempo, finalidad, etc.).
Lo que ocurre es que al ser ideólogos ateos prescinden del término Dios,
amputando con ello la parte esencial del proceso. Ocurre así que, al prescindir de Dios:
difícilmente se podrá garantizar la marcha del proceso. Como Dios no interviene en la
historia, el motor entonces es el hombre; y no se puede asegurar que el hombre dirija la
historia hacia el bien. Pero, claro, es que estas personas no tienen en cuenta (no aceptan)
la existencia del pecado.
la consumación del proceso, ese reino, no alcanzaría a todos los hombres. Entonces, ¿qué
sentido tiene mi vida? ¿qué sentido tiene luchar por una sociedad futura de la que no voy
a disfrutar?
Por tanto, estas escatologías secularizadas se revelan incapaces de armonizar el
triple interés de la condición humana, correspondiente a las tres dimensiones que posee
el hombre: es un yo, un ser social y un ser mundano.
El tema de la filosofía marxista contempla al hombre en las dos últimas
dimensiones, mientras que la Sagrada Escritura y la escatología cristiana contempla al
hombre en las tres dimensiones. El tema de la muerte en el marxismo no tiene respuesta.
Marx sólo dice que es una victoria de la especie sobre el individuo. Cada individuo que
muere es como el abono para la planta que es la especie.
Bloch banaliza también el tema de la muerte con el sofisma de Epicuro “cuando yo
soy, la muerte no es; si la muerte viene, yo ya habré dejado de ser”. En este sentido toda
esperanza cae. Sólo la esperanza cristiana en la resurrección propone un fin universal y
común, donde la sociedad y el individuo alcanzan su plenitud.
Valoración crítica.
La doctrina de Bultmann es sugestiva, pero puede ser de consecuencias fatales. Por
eso conviene tener presente una serie de principios hermenéuticos bien fundados que nos
permitan ver adecuadamente las afirmaciones de la Biblia y del Magisterio acerca de la
resurrección y de la vida futura.
Todo conocimiento humano tiene dos polos: abstracto y concreto. Nadie tiene un
concepto puro. Necesitamos de unas imágenes para realizar nuestra representación
mental. Por tanto, podremos reconocer que la expresión gráfica resulte inadecuada, pero
lo que no podemos hacer es eliminarla por completo.
¿Qué pasa en la teología? En la teología se puede emprender una crítica de los elementos
descriptivos empleados por la Biblia y el dogma. Eso es lo que ha hecho la teología
moderna, pero esta crítica ha de hacerse con prudencia, porque en la teología, en muchos
casos, el teólogo y el predicador deben atenerse al modo de hablar de la Escritura y del
Magisterio, con lo cual queda garantizado el lenguaje.
La Biblia utiliza numerosas imágenes cósmicas, en la protología y en la escatología.
Estas imágenes tienen tal desproporción que no se pueden pensar ni argüir a partir de
ellas, ni tampoco se deben hacerse ironías, preguntándose, pongamos un caso, cómo
oirán los muertos el sonido de las trompetas, etc. Éstas son meramente imágenes, pero de
las que hay que extraer todo su significado (por ejemplo: la omnipotencia de Dios que es
capaz de sacar vida de donde no la hay, y puede todo lo demás…).
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Escatología y Apocalíptica.
Cullmann se enfrenta con la interpretación que da Bultmann a la escatología, como
una “adjetivación” de lo escatológico y que no hace referencia a la fe. Para Cullmann la
interpretación que da Bultmann no es sostenible, exegéticamente hablando, ya que no se
puede renunciar al sentido temporal de futuro que va implícito en la etimología de la
palabra “escatología”.
La palabra escatología se refiere al tiempo final, a un futuro final. Pero supuesto
esto, lo escatológico también se refiere al tiempo presente. Más aún, en el NT lo típico es
que el tiempo final es simultáneamente futuro y presente. Por tanto, tiempo final es
tiempo último, pero un tiempo futuro íntimamente ligado al presente. La clave es lo que
Cullmann ha llamado “historia de la salvación”.
A esta idea se aproxima otra más antigua, plasmada en la mitología griega. En que
el hombre aparece a merced del azar o de una voluntad impredecible. La historia, también
en esta concepción, carece de un designio razonable y positivo.
La visión judía, más simple, incluye en su esperanza en el Día Final o Día del Señor
todos los elementos que cabría anhelar como plenitud: la llegada del Reino de Dios con el
Mesías; la resurrección de los muertos y el juicio universal y la vida inmortal.
La visión cristiana del «fin», en cambio, está hondamente marcada por Jesucristo,
el Hijo de Dios, con cuya Encarnación ha comenzado el tiempo nuevo, el nuevo eón, la era
de salvación y de plenitud. Ya con esta primera venida Él implanta el Reino de Dios y da
comienzo, aunque de forma incoada, a la Vida Eterna..., dejando para el Día de su Retorno
la consumación de la historia salvífica y la manifestación definitiva de su Reino. Aparecen
así dos «venidas» del Salvador: una primera, donde el Reino es incoado, y la segunda y
definitiva, donde el Reino es consumado.
Es importante subrayar cómo en la visión cristiana de la historia aparece ya un
tiempo intermedio entre ambas venidas de Jesucristo. Este tiempo intermedio es un
tiempo de «anticipación» y «expectación»; no es el «fin de los tiempos» según la
concepción judía, sino más bien del «tiempo del fin» o «los últimos días»: la era de
salvación sustancialmente inaugurada por Cristo, pero aún no consumada. Es este un
tiempo de tensión entre el «ya» pero «todavía no» que constituye un aspecto definitorio
del ser cristiano (NOTA: Cf. Oscar CULLMANN, Cristo y el tiempo, Barcelona 1968; SAN
AGUSTÍN, La Iglesia camina actualmente «entre las persecuciones del mundo y los
consuelos de Dios», De civitate Dei, XVIII, 51,2) en que el creyente puede ya gozar de
salvación incoada, pero anhela a la vez su plenitud.