Está en la página 1de 9

Lección 1

INTRODUCCIÓN A LA ESCATOLOGÍA O EL MÁS ALLÁ

En Cristo brilla
la esperanza de nuestra feliz resurrección;
y así, aunque la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor,
no termina, se transforma;
y al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo

Prefacio de Difuntos.
LECCIÓN 1: INTRODUCCIÓN

Y usted, ¿sabe cómo va a pasar su eternidad?

El título de esta introducción no es de quien escribe. La frase “Y usted… ¿sabe cómo va a pasar
su eternidad”? la encontré escrita, tal cual, sobre el costado de una camioneta estacionada al
lado de la carretera. Estaba apenas comenzando mi viaje y el slogan se me quedó grabado un
buen rato. Tengo que confesar que al principio me molestó. Resultaba un tanto violento
cuestionar aquello: ¿con qué derecho hacen esta pregunta? Además, ¿quién la hace,
refugiándose en el anónimo de un vehículo, sin dar la cara? ¿Por qué en un lugar y de un
modo tan inesperado? En medio del campo, una mañana cualquiera, alguien me interroga
sobre el modo en que habrá de transcurrir mi eternidad.

Como tenía tiempo –a mi viaje le restaban un par de


horas más- comencé a pensar que en realidad no resulta del
todo inusual que nos pregunten sobre nuestro futuro. No
sólo las compañías de seguros o los proyectos más
favorables para invertir a largo plazo, sino también las
líneas aéreas y las agencias de viajes. Éstas últimas se
parecen más a la pregunta de la camioneta. Nos invitan a
discurrir sobre el modo de pasarnos lo más gratamente
posible unos días o unas semanas de vacaciones.

Sí. Definitivamente. Tiene lógica la cuestión sobre el


modo más feliz y placentero de nuestra vida post-mortem. Sí.
Es bueno preguntarse si ya previmos cómo habrá de
transcurrir el eterno proyecto de nuestra eternidad. Sí, era
una pregunta oportuna, quizá muy oportuna, conveniente y necesaria. No resultaba sensato
soslayarla, sino que era preciso afrontarla decididamente. Porque ese período no sólo podría
resultar como un tiempo permanente de felices vacaciones –en la eternidad ‘vacaremos’,
descansaremos, como se lo deseamos a nuestros difuntos al pedir para ellos el descanso
eterno-, sino que además cualquier proyecto vacacional, por muy grato que resultara, no
sería ni una pálida sombra de lo que podría resultar la felicidad en la eternidad. Valdría,
pues, la pena tratar de ofrecer, como cualquier agencia de viajes, el elenco completo de los
programas posibles.

Este es el interés de encuentra.com al presentar, dentro de sus cursos, éste de


escatología. Ha sido elaborado en base a textos de estudiosos de la materia, todos
sacerdotes: Juan Gustavo Ruiz, Ricardo Sada Fernández, Justo Luis R. Sánchez de
Alva y Pablo Arce Gargollo.

Quizá con esto textos se pueda tener alguna luz sobre los modos en que podría
transcurrir nuestra eternidad y la de los demás. Cómo será, cuáles son las alternativas, en
qué consiste cada una...

Pero más allá de la estructura de curso, y más allá de la palabra revelada, todo lo que
podamos decir de nuestra eternidad es una persona, una persona que ha resucitado y es
nuestro paradigma de lo que seremos.

Más allá del contenido de su palabra, Jesucristo ha cumplido con su propia persona el ciclo
completo del proyecto eterno. Verdadero hombre, ha resucitado de la muerte con su cuerpo
glorioso, y nos revela que nuestra eternidad será como la suya, pues para eso resucitó y para
eso nos incorpora a Él. El proyecto del eterno descanso –de las vacaciones interminables- no
tendrá, pues, mejor modo de explicarse que partiendo de Él.
Los Novísimos o postrimerías, llamados también Escatología (del griego: eskata = cosas
últimas y logos = tratado) es el estudio de las realidades últimas que han de suceder a la vida
terrena del hombre, a la humanidad y al mundo. Se estudian esas realidades últimas a la luz
de los datos que aporta la Revelación cristiana.

La escatología es la plenitud de la Redención


entendida como realización acabada de la obra
redentora de Jesús. Si la vida y obra del Señor tienen
como finalidad el incorporar al hombre a su vida
sobrenatural, entonces los acontecimientos del
Calvario y la Resurrección adquieren su plenitud, en el
hombre, en la medida que la libertad humana no lo
impida.

Ello no significa que la obra de Cristo sea


incompleta en sí misma, lo que queremos subrayar es
que dicha plenitud alcanza todo su sentido en nosotros
cuando participamos plenamente de la muerte y
resurrección de Cristo; dicha participación se inicia en
el bautismo, se desarrolla con el crecimiento de la vida cristiana y culmina en la
bienaventuranza del cielo. Sólo el hombre tiene capacidad de futuro porque tiene capacidad
de esperanza; sólo el hombre puede encaminarse al futuro en razón de su estructura
histórico-temporal y de su espiritualidad. Las doctrinas materialistas y existencialistas que
niegan su espiritualidad o su trascendencia le niegan su capacidad de futuro y,
consiguientemente, su capacidad de esperanza.
El Concilio Vaticano II recoge las preguntas que conmueven el corazón de las gentes en
todas las épocas y lugares: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte
que, a pesar de tantos progresos hechos, subsiste todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a
tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay
después de esta vida temporal?1. Las preguntas fundamentales de cuya respuesta depende la
orientación de la vida entera de cada persona y de la sociedad misma encuentran cabal
cumplimiento en la revelación que Dios mismo ha querido hacernos y la Iglesia nos enseña.

Recogiendo los datos de la Revelación se distinguen dos fases, una posterior a la vida
terrena del hombre y otra posterior a la historia misma de la humanidad y del mundo.

Ahora bien, si queremos dar una definición real del término, por escatología se entiende la
rama de la Teología Dogmática que constituye el “tratado de la consumación y plena realización
del hombre y del mundo en Cristo”.

De acuerdo a esta definición real, podemos dividir la escatología en dos grandes apartados:
la escatología del hombre y escatología del mundo. También podría decirse que hay una
escatología individual y otra general, o bien una escatología intermedia y otra consumada.

Escatología particular o individual. Se refiere a los novísimos del hombre: su muerte,


su juicio y su premio o castigo (muerte, juicio, infierno y gloria).

Escatología general o colectiva. Se refiere a los novísimos del mundo. También la


humanidad tiene sus postrimerías, su juicio final, su salvación o condena colectivas, sus
nuevos cielos y sus nuevas tierras.

1
Conc. Vat. II; Const. past. Gaudium et spes, n. 10.
Escatología final. La que trata de las cosas posteriores a la conclusión de la historia de
la humanidad.

Escatología intermedia. Aquella que se extiende para cada


hombre desde su propia muerte hasta el final de los tiempos, es
decir, hasta la resurrección de los muertos.

Hay que tener en cuenta que en la teología protestante hay una


clara tendencia a suprimir la fase intermedia y a concebirla
sobre la base de una fase única. Por ejemplo: O. Cullmann habla
más bien de: ¿supervivencia o resurrección? ¿Inmortalidad del
alma o resurrección de los muertos? C. Stange y H. Thielicke
dicen que: con la muerte, muere todo el hombre y la
resurrección es una nueva creación o re-creación de todo el
hombre. K. Barth y Brunner afirman que al colocarse el hombre
fuera del tiempo por la muerte ya no hay distancia con respecto
a la Parusía y, por ello, puede decirse que para cada hombre la
resurrección sucede en el momento de la propia muerte.

En resumen:
Definición. La escatología se puede definir como la reflexión
creyente acerca del contenido último de la esperanza cristiana o
quizá mejor: el tratado de la consumación y plena realización del hombre y
del mundo en Cristo.

Etimología. El término escatología viene del griego eskata que


significa: las cosas últimas, y logos = tratado.
Objeto. La escatología es un estudio teológico que trata sobre las realidades últimas,
es decir, posteriores a la vida terrena del hombre y posteriores al final de la historia de la
humanidad.

Una escatología equilibrada tiene que incluir en primer plano las realidades últimas,
pero debe, a la vez, esforzarse por subrayar la actitud que esas realidades últimas exigen
existencialmente de nosotros, sobre todo en cuanto que son objeto de nuestra esperanza.

Lo escatológico es «ya» realidad en Cristo resucitado y tiene «ya» un comienzo en nosotros


por la misma vida de la gracia, a la que, como vida que es, corresponde un determinado
tipo de actitud; sin embargo, en nosotros «todavía no» ha llegado lo escatológico a su
cumplimiento. Esta dialéctica está perfectamente expresada en estas palabras: «Queridos, ya
somos ahora hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que, cuando se
manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como es» (1 Jn 3,2).

Cristo es ‘la realidad última’ (el novísimo) de la creatura. Vale la pena leer y releer la frase
siguiente:

Cristo, como alcanzado es cielo;


como perdido, infierno;
como examinante, juicio;
como purificante, purgatorio.

Cristo es aquel donde lo finito muere y aquel por lo que para Él y en Él resucita. Los
«estados» que constituyen el más allá se definen por una diversa relación a Cristo. De este
modo, todo el tratado tiene que tener, inevitablemente, una fuerte orientación cristológica.
Cristo debe ser el centro de toda reflexión sobre la escatología.
Como ocurre a lo largo de la historia de la teología,
también en esta ciencia ha variado su planteamiento
a partir del Concilio Vaticano II2 y de otros
documentos posteriores del Magisterio3.

Anteriormente el esquema partía de la escatología


del hombre en orden secuencial (muerte, juicio
particular, infierno, purgatorio y cielo), para continuar
con el estudio de las verdades de la escatología
general (parusía, resurrección de los muertos, juicio
universal, cielos nuevos y tierra nueva). Actualmente se
prefiere tomar como punto de referencia para todas
las verdades el hecho central de la resurrección de Cristo. Si Jesús resucitado es la causa
ejemplar y la causa eficiente de nuestra resurrección, y si en Él se ha de restablecer el
mundo futuro, entonces ese hecho prodigioso será la luz que ilumine todas las verdades
escatológicas.
2
La escatología del Vaticano II está recogida principalmente en las Constituciones Lumen gentium y Gaudium et spes. El n. 48 de la primera trata de
la índole escatológica de nuestra vocación en la Iglesia; el n. 49 de la comunión de la Iglesia celeste con la Iglesia peregrinante; el n. 50 de la
comunión de la Iglesia peregrinante con la Iglesia celeste, y el n. 51 establece disposiciones pastorales al respecto. La enseñanza escatológica de la
Gaudium et spes aparece principalmente al tratar del misterio de la muerte en el n. 18; del ateísmo y el problema del más allá en el n. 21; en los nn.
20 y 21 resuelve el aparente conflicto entre la esperanza escatológica y la ‘alienación’ de las tareas terrestres. Por último, en el n. 39 recuerda la
doctrina sobre los cielos nuevos y la tierra nueva.
3
La Carta Recentiores episcoporum Synodi, 2: AAS 71(1979) y, principalmente, el Catecismo de la Iglesia Católica. (los pasajes más a propósito sobre la
escatología son los referentes a la resurrección de Cristo -nn. 638-658; al Juicio Final -nn. 668-682; a la resurrección de los muertos -nn. 988-1019; y
los que tratan de la vida eterna -nn. 1020-1060).En la elaboración sistemática de la nueva forma de presentar la ciencia escatológica es importante el
documento de la Comisión Teológica Internacional del año 1990 llamado Algunas cuestiones actuales de escatología (Documentos CETE, Toledo 1992),
elaborado por los obispos B. Kloppenburg, J. Medina Estévez y Ch. Von Schönborn, y los profesores J. Ambaum, J. Gnilka, J. M. Ibáñez Langois, M.
Ledwith, St. Nagy y C. Peter. Todos estos planteamientos han sido recogidos y sistematizados en la excelente obra del padre Cándido Pozo, S. J.,
titulada La venida del Señor en la gloria, (EDICEP, Valencia 1993). Existen traducciones de esta obra en italiano (Jaca Book, Milán), francés (Desclée,
París), inglés (Ignatius Press, San Francisco), polaco (Pallottinum, Poznam) y alemán (Bonifatius, Paderborn).
Con este nuevo planteamiento resulta claro que la virtud estructurante de toda la
escatología es la virtud de la esperanza. Se trata de la esperanza de llegar un día, como
resucitados, al encuentro con Cristo resucitado. “Sé el que serás”, es la fórmula última del
ideal moral que acuña J. Moltmann4, y que nos ayuda a no perder de vista la realidad final
que, de modo misterioso, se da ya en el cristiano desde ahora.

El plan de estudios de la teología anterior al Vaticano II concluía con la escatología.


Era como una analogía: si la vida del hombre termina en las verdades escatológicas,
la teología también. Con ello nuestra ciencia venía a ser como el remate del edificio.
Hoy podría decirse que la escatología ha pasado a ser algo así como el diseño
general del edificio. El tratado de la creación, por ejemplo, subraya el aspecto
evolucionista de un mundo orientado a su consumación. El tratado de la gracia
estudia lo que en ella hay de germen de gloria y resurrección. La eclesiología analiza
los caracteres de una Iglesia peregrina en marcha hacia el reino de los cielos. La
teología de los sacramentos recalca su condición de signos premonitorios. La
teología de las llamadas realidades terrenas es teología acerca de la ‘nueva tierra’
que hará su aparición al fin de los tiempos.

La palabra clave de la escatología es, pues, resurrección. En realidad, es la palabra clave


del cristianismo. Tan es así que algunos, como J. T. Ramsey, llegan a afirmar que el
cristianismo es fundamentalmente resurreccionismo.

4
Theologie der Hoffnung, 5ª. ed. (München 1966) 146-147

También podría gustarte