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SEMINARIO MAYOR SAN OSCAR ARNULFO ROMERO

Universidad Don Bosco


Facultad de ciencias y humanidades

Ensayo:
“El tiempo de Dios y el tiempo de los hombres”

Cátedra: Liturgia de las horas y año litúrgico

Catedrático: Pbro. Juda García

Educando: José Osmel Vigil Colato

San Miguel, 21 de Mayo de 2021


Introducción

Hay una frase hasta cierto punto poética que versa: “juventud divino tesoro, que te vas
para nunca volver”. En ella se muestra una realidad para todo ser humano y es que
somos presa de la temporalidad, nos desarrollamos en el tiempo y en el espacio, y, por
ende, nuestra constitución natural, experimenta el detrimento del flujo continuo del
tiempo, sea lineal, cíclico, cósmico, astronómico. Claro esta que esta realidad es parte
de la esencia misma de la naturaleza, que se ve afectada por su irrupción en la existencia.
Es por ello, que a continuación, se presenta un breve desarrollo interpretativo el cual
pretende desglosar la relación existente entre el tiempo de Dios y el tiempo de los
hombres, para ello, partiendo de una tesis inicial, desarrollaremos de primera mano
como se puede concebir el tiempo de los hombres y posteriormente el significado del
tiempo de Dios en esta realidad, culminando con un breve cierre de dichas ideas.
1. El tiempo de Dios y el tiempo de los hombres

Una de las nociones, difíciles de explicar es el tiempo, es una pregunta que es mejor
no hacer, siempre ha estado inserto en una categoría incomprensible, o para algunos una
realidad inexistente, una experiencia antropológica, un acontecimiento sagrado…No
obstante, provoca en el ser humano un interés profundo, en la vorágine de la
cotidianeidad que el mismo experimenta, viendo los “estragos” que se recrean en su
misma existencia, como un deleite constante de exquisitez y desagrado. Ante tal
incertidumbre que resulta quejosa para la existencia misma del hombre, que no logra
delimitar o comprender los alcances que el tiempo genera o categorizar la noción de su
reloj vital, diremos que, los misterios del tiempo del hombre solo se esclarecen a la luz
del tiempo de Dios.

El tiempo del hombre es un misterio, este uno de los modos más adecuados de
definir el tiempo que abarca una diversidad de dimensiones: cósmica, metafísica,
psicológica... lo que lo convierte en un panorama complejo para la vida misma del
hombre. Los griegos lo llamaban Cronos, algunos filósofos como Kant lo arguyen como
una categoría meramente subjetiva1, que facilita al hombre el modo de conocer la
realidad externa a la conciencia. El hombre sabe que al nacer empezó la influencia del
tiempo en su vida y pretende que su fin llegue con la muerte; esto se vuelve un camino
de incertidumbre su humanidad es consciente de que lo vivido se categoriza como
pasado, y experimenta en sí mismo un continuo presente, o como diría Miguel García-
Baro: “el hombre no puede salir de un ahora permanente”2, por su parte, el futuro se
convierte en algo incognoscible pero que da la pauta para que el hombre valla
construyendo su tiempo. La sucesión de los minutos, las horas, los días, las semanas, los
meses y los años muestra que el devenir del tiempo no se puede manipular, este fluye
casi ignoto, pues su obrar se comprueba solo en la existencia misma del hombre que
como la hierva del campo florece por la mañana y por la tarde se seca (cf. Sal 103, 15-
16). Así, el tiempo que paso se vuelve un cumulo, buenas experiencias o de errores que
marcan el continuo presente del ser humano fragmentando su vida y muchas veces
hundiéndolo en un letargo de dolor fruto de la culpa por aquello realizado que no pudo
hacer bien. Podríamos pensar que el tiempo en el hombre además de ser un misterio se

1
Desarrollo propuesto por Kant en la “Critica de la razón pura”, respecto al papel del tiempo y el espacio
en la aprensión de la realidad objetiva.
2
Teológico Franciscano, (04/03/2016), M. Garcia- Baro, Pensar a Dios en español, XXIX Jornada de
Teologia, instituto teologico de Murcia, en: youtube,
convierte en un drama para la existencia humana que se ve confrontada por dudas e
incertezas que solo le hacen presa de una aparente finiquitad. Ahora bien, el tiempo del
hombre no es una realidad hermética e infranqueable, sino que, dentro de la noción
misma del tiempo del hombre con todo su poder y complejidad mistérica, irrumpe otra
noción temporal, el tiempo sagrado o de Dios.

La irrupción de Dios en la historia o en el tiempo esclarece y da sentido al misterio


mismo del tiempo del hombre, ese devenir continuo cargado de incertidumbre se ve
colmado de un sentido no simplemente humano, sino que traspasa los limites naturales
y se convierte en un tiempo sobrenatural, este es el Kairós o el tiempo de Dios, este
tiempo sagrado redime e tiempo del hombre, las horas, los días y los años, asumen un
sentido y una experiencia que se ve colmada de respuestas a la vida mismas, esto lo
podemos constatar en la revelación de Dios que se realiza en el tiempo y lo santifica,
haciendo que se convierta en un tiempo de gracia. Ahora bien, no podemos ver una
simple yuxtaposición del tiempo de Dios con el de los hombres, sino que, debemos
observarles como dos nociones que se entrelazan en la vida del hombre cargando de
significado todas sus acciones y experiencias que vividas en el tiempo del hombre
carecen de significado y se abandonan en un drama estéril de la existencia. Esta
santificación del tiempo de Dios sana el pasado dando oportunidad de regenerar las
rupturas del hombre experimentadas en el tiempo. Ahora bien, San Juan Pablo II da una
clave importante para comprender esta santificación del tiempo y es: Cristo, pues, es el
misterio mismo de Cristo el que hace que el tiempo del hombre se vuelva tiempo de
Dios3, conduciendo el obrar del hombre en el tiempo no desde un caminar incierto sino
que con un sentido salvífico, que se abre a una esperanza futura, es en este punto en el
que el misterio del futuro se esclarece y adquiere una nueva expectativa. De igual
manera, el pasado cargado muchas veces de dolor en el tiempo de Dios no se vuelve una
realidad que delimita el presente, sino que, da la pauta para un continuo y nuevo
comienzo, es decir, el tiempo de Dios renueva el tiempo del hombre y le otorga la
posibilidad de reconstruirse sobre los escombros como un nuevo ser. Por ello, El tiempo
de Dios da esperanza al tiempo del hombre, es así que, el tiempo providencial presente
se abre a la perspectiva del futuro; pero no sin una tensión y una ruptura con las
experiencias humanas que lo caracterizan. La liturgia misma demuestra este modo
salvífico que tiene el tiempo de Dios de manifestarse en el tiempo de los hombres en la

3
Juan Pablo II, Carta Apostólica, Tertio Millennio Adveniente, 1994.
sucesión misma del tiempo, marcando, anualmente, semanal y diariamente la vida del
hombre, con la presencia misma de Cristo mediante cualquier acción sacramental que
llena de esperanza y de gracia a la vida del hombre en todas sus dimensiones.

En este sentido, es claro que el tiempo es un aspecto de difícil comprensión para el


ser humano, el cual arremete en su vida totalmente, provocando constantes tenciones en
su existencia o michas veces desinterés de la vida misma. En este sentido, para el
hombre cristiano, el tiempo no sigue su curso, pero con un sentido y una meta, que el
hombre carente de la experiencia de Dios no posee, viviendo aturdido por el vacío de su
existencia temporal siendo presa del misterio del tiempo. Por otro lado, El haber llegado
al conocimiento del futuro o el saber hacia dónde se orienta su temporalidad y haber
experimentado los valores y el equilibrio más profundo no debe hacer que el hombre
cristiano esté ausente del tiempo del hombre pues pertenece a él, el haber conocido
esclarecido las dudas le tienen que llevar a volver sagrado el tiempo, reconociéndose
inserto en el mismo. El tiempo de dios hace santo cada momento que toca lo revitaliza y
provoca un hoy continuo de salvación en el hoy permanente del hombre, el cual se abre
al misterio de Cristo que prorrumpe sobre el tiempo del hombre iluminándolo con su
pascua salvífica volviéndose camino, verdad y vida (Jn 14, 6).
Conclusión

Resulta inverosímil querer negar el tiempo, es parte de nuestra vida, lo hemos


calendarizado, hemos marcado zonas horarias diferentes en todo el planeta, así como, la
creación de instrumentos que puedan facilitar su medición, pareciere que somos dueños
del tiempo, aunque esta formación resulta una falacia de tamaño colosal. Claro esta que,
los misterios tiempo del hombre solo se esclarecen mediante el tiempo de Dios. He ahí
el meollo del asunto. Es improbable domar el tiempo, no es un corcel, es decir, no
podemos controlarlo o manipularlo a nuestro antojo, el sigue su curso, no obstante, lo
que si podemos es santificarlo, esa es la salvedad del hombre cristiano. Muchas veces el
tiempo del hombre es banalizado o vivido de formas hedonistas o pecaminosas,
podríamos decir: tiempo tirado a la basura, ya lo decía aquel viejo adagio: “el tiempo
perdido hasta los santos lo lloran. Es pues este uno de los motivos que más genera
preocupación haber malgastado el tiempo y no haberlo aprovechado al máximo.

Es pues en la santificación del tiempo, es decir, en el convertir el tiempo del hombre


en tiempo de Dios, en donde el hombre aprovecha al máximo cada una de las
experiencias que encuentro que puede experimentar, es la libertad plena de la existencia
que no se ve encadenada por las limitaciones de una temporalidad desprovista de
sentido y cargada de vivencias malsanas. Es así que, entre mas irrumpe en nuestra vida
la vivencia del misterio el Dios que se revela en la historia mediante Cristo, nuestro
ahora permanente, se convierte en el hoy de Dios, un presente pascual, que nos guía y
nos da una esperanza sobrenatural.

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