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Ana Estrada es una psicóloga de profesión que a los 12 años fue diagnosticada de polimiositis,

una enfermedad degenerativa que ataca principalmente a los músculos y genera dolores
insufribles en una etapa avanzada. Con 20 años empezó a desplazarse en silla de ruedas. En
2015 fue ingresada por una neumonía durante 6 meses en cuidados intensivos del Hospital
Rebagliati. Durante esa etapa los músculos de su garganta fallaron y tuvieron que practicarle
una traqueotomía y una gastrostomía. A raíz de su tan dolorosa enfermedad, ella alegó en el
contenido de su demanda que la aplicación del artículo 112 del cuerpo normativo vulnera y
lesiona su derecho a una muerte digna, así como sus derechos fundamentales a la dignidad, a la
vida digna, al libre desarrollo de la personalidad y a no ser sometido a tratos crueles e
inhumanos.

En enero del 2020, el Defensor del Pueblo presenta demanda de Acción de Amparo a favor de
Ana Estrada, solicitando la inaplicación del artículo 112 del Código Penal Peruano y que se
brinden las condiciones para el ejercicio del “derecho a la muerte digna”. Sus argumentos se
fundamentaban en la libre determinación de la personalidad y la invocación del principio de
dignidad humana. La Defensoría del Pueblo (2020) solicitó que se permita a Ana Estrada optar
por la aplicación de la eutanasia y poner fin a su vida y sus dolores insufribles cuando ella lo
desee y sin que los profesionales médicos sean sancionados por ello.

Las instituciones demandadas y emplazadas fueron el Ministerio de Salud (MINSA), el Seguro


Social de Salud (ESSALUD) y el Ministerio de Justicia (MINJUS) quienes respondieron a la
demanda cuestionando la procedencia de esta, mas no presentaron argumentos sobre el fondo de
la controversia.

A inicios de 2021, el Décimo Primer Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de


Lima emitió el 22 de febrero la Sentencia recaída en al Exp. N° 00573-2020-0-1801-JR-DC-11,
declarando fundada en parte la demanda de amparo, solicitando: la inaplicación del artículo 112
del Código Penal, referido al “homicidio culposo”. Además, instó a que MINSA y ESSALUD
respeten la decisión y conformen Comisiones Médicas interdisciplinarias para cumplir dicho
objetivo. No obstante, la referida sentencia declaró improcedente el extremo en que se solicitaba
ordenar al Ministerio de Salud que cumpla con emitir una Directiva que regule el procedimiento
médico para la aplicación de la eutanasia para situaciones similares (Corte Superior de Justicia
de Lima Décimo Primer Juzgado Constitucional, 2021).

El juez fundamentó su fallo estableciendo que Ana Estrada tiene derecho a decidir cuándo poner
fin a su vida mediante el procedimiento de eutanasia, en virtud de su derecho a la dignidad, a la
muerte digna y a la libertad, en tanto ella considere que su vida ya no es digna de ser vivida.
Emitida la sentencia de primera instancia, ninguna de las partes presentó algún recurso de
impugnación, razón por lo que la sentencia quedó firme y Ana Estrada exigió su cumplimiento
y solicitar la eutanasia cuando lo considere.

La Constitución Política del Perú en su artículo 200 inciso 2, señala que el Amparo no procede
sobre normas legales ni resoluciones judiciales emanadas de procedimiento regular; sin
embargo, el Tribunal Constitucional ha determinado que sí puede proceder en el caso de normas
autoaplicativas, las mismas que no necesitan de un desarrollo normativo adicional para que
surtan efectos jurídicos, pues una vez en vigencia, sus efectos resultan inmediatos e
incondicionados.

La posición de la Defensoría del Pueblo (2020) sobre el artículo 112 del Código Penal, referido
a homicidio piadoso, es que se trataría de una norma autoaplicativa que por su sola existencia
estaría afectando derechos fundamentales de la señora Ana Estrada. Sin embargo, su vigencia
no configura efecto pernicioso alguno en contra de derechos amparados en la Constitución,
como el supuesto derecho a morir que tendría la señora Ana Estrada, ya que sobre éste no existe
ninguna referencia en el ordenamiento jurídico peruano, ni explícita ni tácitamente, ni en vía de
interpretación del principio de dignidad humana, ni como derecho independiente del derecho a
la vida, ni deducido de otros derechos, ni amparado en normas de carácter internacional porque
ningún instrumento dentro del sistema interamericano o del sistema universal de los derechos
humanos consagra el derecho a morir o el derecho a la eutanasia. Por el contrario, estos
instrumentos manifiestan en sus articulados y siguiendo una visión integradora, el
reconocimiento de la dignidad de toda persona más allá de sus condiciones particulares, así
como el derecho legítimo del que goza toda persona sobre protección de la vida y la libertad, en
aras del desarrollo de la personalidad. Asimismo, la demanda cae dentro de una de las causales
de improcedencia recogidas en el Código Procesal Constitucional ya que en este caso, el
derecho a morir, o siendo más explícitos, el derecho a que otros inflijan la muerte a una persona
aunque fuera por pedido de ésta, no es un derecho reconocido por nuestro ordenamiento, por lo
que debería ser improcedente o rechazada liminarmente, de acuerdo al artículo 47 de este
código procesal.

También, el artículo 37 del referido Código Procesal establece los derechos protegidos por la
acción de amparo, alcanzando a aquellos enumerados en el artículo 2 y todos los demás
reconocidos por la Constitución; entre los cuales no se encuentra el derecho a que se practique
la eutanasia por un tercero.

Considero que la Acción de Amparo no es la vía procedimental correcta. Sin embargo, se utilizó
esta vía para inaplicar una norma que en su momento no fue objeto de un proceso de
inconstitucionalidad, y que aparentemente, ante un cambio de escenario político y jurídico, hoy
sí estaría atentando contra un derecho innominado, que buscaría más que ser reconocido, ser
“creado” a través del pronunciamiento de un órgano judicial no colegiado, con todas las
implicancias negativas de índole jurídico y social.

En ese sentido, el parlamento es el único órgano que cuenta con los mecanismos democráticos y
representativos que garantizan un debate público, amplio y necesario en este tema; frente a los
mecanismos establecidos para la toma de decisión en el ámbito judicial (más aún cuando no se
trata de un órgano colegiado). Resultando necesario la participación multisectorial de los
Ministerios involucrados directamente y los demás órganos del Estado para una atención
integral de esta situación con relevancia para la sociedad.

Con respecto a la demanda, el juez advirtió que Ana Estrada no pretendía la derogación de la
norma y tampoco la declaración de inconstitucionalidad, sino que su pretensión es individual.
Razón por la cual, los efectos deberán ser inter partes.
Respecto al primer extremo del petitorio, el juez ha señalado que el Tribunal Constitucional, en
reiterada jurisprudencia, ha reconocido la existencia de derechos innominados, derechos nuevos
o derechos derivados de aquellos expresamente reconocidos en la Constitución (STC Exp. Nº
02488-2002-HC/TC). Por tanto, se puede determinar la protección de un nuevo derecho siempre
y cuando se cumplan con los requisitos que advierte el Tribunal Constitucional. Asimismo, el
juez ha identificado que el principio de inexcusabilidad obliga al operador de justicia resolver
un conflicto aún no haya un texto normativo que pueda subsumirse en la pretensión.

Ahora bien, respecto a los derechos invocados, el juez advirtió que Ana Estrada para la sociedad
y el sistema jurídico goza del derecho a la dignidad, afirma que seguirá siendo digna si luego,
no puede expresar su voluntad y lo seguirá siendo si, pierde el uso de su razón. Sin embargo,
sostiene que la autopercepción de Ana Estrada sin dignidad y sin autonomía debe estar
reconocida por el ordenamiento jurídico, como un derecho, ya que la medida de su propia
percepción de su dignidad es aquella que expresa en el momento de lucidez y razonabilidad.

Sus sueños frustrados y trucados construyen en Ana una percepción de pérdida de su dignidad y
de vida digna, entonces con lo poco que le queda, precisamente de esa libertad que está
perdiendo, solicita justicia, lo que para ella significa poner fin a esa paulatina pérdida de
dignidad.

Luego de señalar ello, el juez concluye que existe el derecho a una vida digna, que tiene como
base a la libertad y autonomía, empero, la misma validez de este concepto, implica que exista el
derecho a proyectar su vida y en ese proyecto pensar en su final, lo que la demandante
considera, una muerte digna. Algunos podrían entenderla, como una muerte natural, una muerte
heroica, una muerte trascendente, tal vez sólo una muerte sin sufrimientos de cualquier tipo. El
mismo derecho que sostiene la libertad de vivir o de vivir con libertad, sostiene el derecho a
concluirla, si la vida carece de dignidad, de morir cuando aún la vida es digna o de no pasar una
situación de indignidad que arrastre a la muerte indefectiblemente.

Existe un derecho a una vida digna y consecuentemente a una muerte digna; sin embargo, no
puede considerarse un derecho fundamental. El suicidio, no es un derecho, es más bien una
libertad fáctica. La muerte digna, es un derecho, es evidente que puede derivarse del propio
derecho a la dignidad; pero, siendo un derecho derivado, que asimismo su nacimiento está
supeditado al nacimiento de la vida misma, que no es un bien jurídico absolutamente disponible,
que configurado como lo ha expuesto por la propia demandante y como lo entiende esta
judicatura, tiene límites intrínsecos y que en gran parte de los casos, el Estado está obligado a
proteger este derecho, pero no a promoverlo; debe considerarse que el derecho a la muerte
digna, sin ser un derecho fundamental, da lugar a que exista una excepción legítima, de no
punibilidad, bajo ciertas condiciones, de la protección estatal de la vida.

A la vez, no podríamos catalogarlo como homicidio piadoso, como lo denomina el tipo penal, lo
que Ana pretende es permitir que la naturaleza humana concluya con su trabajo. Ello en razón a
que si no se le hubiera aplicado tratamiento, tal vez, ya habría fallecido. Si bien estos
tratamientos fueron aceptados, ha llegado un momento en que ofende a su propia dignidad y le
impide morir dignamente, advierte que la prohibición absoluta del suicidio asistido anula
derechos como la dignidad, la autonomía y la libertad, los mismos que deben incluirse en la
mensura de la proporcionalidad, considerando además que no existe.
Asimismo, refiere que el sujeto activo del delito de homicidio piadoso es cualquier persona,
pero este tipo penal se debe desagregar, porque no es lo mismo que lo haga un familiar que un
tercero ajeno. En ese sentido, se debe considerar que el acto realizado por cualquier persona es
ilegal, debido a que no se garantiza la autenticidad y firmeza del pedido de la paciente. Sin
embargo, si se acredita, de manera previa y mediante un mecanismo o protocolo legal el
permiso es correcto.

En virtud de que el procedimiento de muerte digna es un derecho que genera excepción a la


aplicación del artículo 112 del Código Penal, es razonable que se estime un establecimiento de
un mecanismo y criterios de aplicabilidad del derecho a la muerte digna. Los médicos que
acepten realizar este procedimiento no deben ser obligados y los nombres de estos serán
reservados.

Por otro lado, al no contar con una norma emanada del Congreso de la República, el Ministerio
de Salud no puede elaborar planes, directivas u otros documentos.

Por lo expuesto, la Corte Suprema aprobó el fallo que reconoce el derecho a una muerte digna
de Ana Estrada Ugarte, el juez resolvió declarar fundada en parte la demanda; en consecuencia,
lo siguiente:
1. La inaplicación del artículo 112° del Código Penal vigente, para el caso de doña Ana
Estrada Ugarte.
2. Se ordene al Ministerio de Salud y a EsSalud respetar la decisión de doña Ana Estrada
Ugarte, de poner fin a su vida a través del procedimiento técnico de la eutanasia.
3. La Comisión Médica Interdisciplinaria de EsSalud, que elabore el plan y el protocolo,
deberá presentar con su informe, en el plazo de 30 días después de su formalización,
ante la Comisión Médica del Ministerio de Salud, la que procederá a su aprobación, en
el plazo de 15 días.
Asimismo, declaró improcedente la pretensión de que se ordene al Ministerio de Salud que
cumpla con emitir una Directiva que regule el procedimiento médico para la aplicación de la
eutanasia para situaciones similares a las de la Sra. Ana Estrada Ugarte, del derecho
fundamental a la muerte en condiciones dignas y derechos conexos.

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