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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL

DE LOS LLANOS OCCIDENTALES


“EZEQUIEL ZAMORA”
VICERRECTORADO DE PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO SOCIAL
PROGRAMA DE CIENCIAS SOCIALES
SUBPROGRAMA: DERECHO
SUBPROYECTO: DERECHO HUMANOS

DERECHO HUMANOS

Guasdualito, octubre de 2021

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INTRODUCCIÓN

El derecho a la justicia es un derecho fundamental de primer orden, cuya


regulación exige un detalle muy minucioso, para garantizar de manera efectiva su
ejercicio. Un concepto jurídico tan general como el de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, que dispone: “toda persona tiene derecho a un recurso
efectivo, ante tribunales nacionales competentes, que le ampare, contra actos que
violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o por la ley”.
Así también para permitir y perfeccionar el desenvolvimiento de la persona
humana; en este sentido La Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, artículo 2 establece que “Venezuela se constituye en un Estado
democrático y social de Derecho y de justicia, propugna como valores superiores
de su ordenamiento jurídico a la justicia, la vida, la libertad, la igualdad, la
solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general la preeminencia
de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
La necesidad de defender a la sociedad y al individuo contra todo exceso o
abuso de poder, de fuerza o quebrantamiento del orden jurídico es lo que ha dado
origen a la idea institucional de garantía que, en principio, supone la posibilidad de
una fricción o un rozamiento entre la autoridad y la libertad.

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1. La justicia como derecho humano.

La justicia es definida como un supremo ideal: la voluntad firme y


constante de dar a cada uno lo suyo. Luis María Olaso la define como “…
igualdad, proporcionalidad, armonía, medida de cambio y distribución y ha
sido apreciada como el valor jurídico por excelencia”. La justicia es uno de los
fines próximos o inmediatos del Derecho, junto con el bien común y la seguridad
jurídica. Es decir, es el derecho que tiene toda persona de recibir lo que le
corresponde, y de tener en su vida igualdad, proporcionalidad y armonía. Así
mismo como el derecho a obtener una tutela judicial efectiva, y de acuerdo con
González Pérez consiste en “…el acceso a órganos imparciales e
independientes en demanda de justicia frente a otro, cualquiera que sea la
materia sobre que verse y la persona frente a que se pide. Supone un
proceso con las garantías debidas de defensa. Y supone que la decisión del
órgano judicial sea llevada a efecto. En definitiva, hacer justicia: juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado”.
2. Los derechos asociados a la justicia .

o Derecho a la tutela jurisdiccional efectiva:

La justicia, además de garantizar el ejercicio de otros derechos, se


encuentra conectado con un conjunto de derechos humanos. Al respecto, el
derecho que primera y fundamentalmente debe ser considerado es el derecho a la
tutela jurisdiccional efectiva o derecho a un juicio justo, consagrado en los
Artículos XVIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 8 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos. Conviene reproducir el Artículo 10 de la Declaración
Universal, que resume muy bien el alcance de este derecho:
“Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a
ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e
imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o

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para el examen de cualquier acusación contra ella en materia
penal”.
Por consiguiente, este derecho comprende la protección judicial, con las
debidas garantías, del conjunto de los derechos, o intereses legítimos, de una
persona, no sólo de sus derechos humanos. Adicionalmente, sus principios y
exigencias no se circunscriben a un instrumento judicial específico, sino son
aplicables a todos los medios procesales tendientes al establecimiento de la
responsabilidad penal de una persona o a la determinación de sus obligaciones
civiles, laborales, fiscales, administrativas o de otra naturaleza.
o Derecho a un recurso efectivo
El acceso a la justicia se relaciona con el derecho a un recurso efectivo
reconocido en los Artículos XVIII de la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre, 8 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 25 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 2.3 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos. El Artículo XVIII de la Declaración Americana
enuncia de manera certera el alcance de este derecho, después de referirse al
derecho (genérico) a la justicia:
“Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus
derechos. Asimismo, debe disponer de un procedimiento sencillo y
breve por el cual la justicia lo ampare contra actos de la autoridad
que violen, en perjuicio suyo, alguno de los derechos
fundamentales consagrados constitucionalmente”.
El derecho al recurso efectivo al cual aluden los preceptos citados es una
expresión del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva antes examinado y, por
tanto, una forma de acceso a la justicia. Una importante diferencia entre ambos
derechos radica, sin embargo, en que el segundo se aplica a controversias
relacionadas con toda clase de derechos, mientras que el primero se limita a la
protección de los “derechos fundamentales” reconocidos por los respectivos
instrumentos internacionales, por la Constitución o por la ley, según establece la
Convención Americana, o de los derechos proclamados en el tratado
correspondiente, como señala el Pacto de Derechos Civiles y Políticos.

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Además, el derecho a un recurso efectivo implica una garantía especial o
más expedita de ciertos derechos, que también la distingue de la protección
general ofrecida por el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva. Para explicar la
significación del derecho mencionado es útil acudir a la categoría de la tutela
judicial reforzada de los derechos fundamentales, acuñada en el plano
constitucional para diferenciar la garantía judicial proporcionada por mecanismos
como el amparo de la brindada por el derecho general a la tutela jurisdiccional
efectiva.
o Otros derechos humanos
Se relacionan con la temática del acceso a la justicia, tales como el
derecho a la igualdad que, como ya dijimos, repercute en el ámbito del derecho a
la tutela jurisdiccional efectiva. Así lo dispone expresamente no sólo el Artículo 14
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y los Artículos
correspondientes de la Declaración Universal y de la Declaración Americana, sino
también disposiciones de instrumentos internacionales especiales, como la
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la
mujer (Art. 2, c), entre otros.
Adicionalmente, el acceso a la justicia está contemplado en la regulación
de derechos específicos, como se establece en materia de libertad y seguridad
personal, al prever el derecho a un recurso judicial ante privaciones de la libertad
(Arts. 7.6 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 9.4 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Algo similar ocurre en relación con
los derechos humanos de ciertas categorías subjetivas, como lo pone de
manifiesto la Convención sobre los Derechos del Niño en sus Artículos 37.d y
40.2.b.iii), relativos al derecho al recurso judicial en caso de privación de libertad y
al derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, respectivamente.
En el ámbito de los derechos de los pueblos o comunidades indígenas, el
Artículo 12 del Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales en
Países Independientes les garantiza el acceso a procedimientos legales

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adecuados para la protección de sus derechos, y los Artículos 8 y 9 amparan sus
formas tradicionales de justicia.
3. El papel de juez en la protección de los derechos humanos.

Considerando la función representativa que tienen los jueces, y que los


inviste como órganos de la administración de justicia; conociendo la realidad de
quienes cumplen con la función encargada y conscientes de la necesidad de la
autenticidad humana, personal y profesional que debe demostrar el juez o la juez;
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela se preocupó por la
obtención de aquellos niveles necesarios para lograr y mantener administradores
de justicia aptos, tanto técnica como éticamente.
En la CRBV en el artículo 255, establece que el ingreso a la carrera
judicial será por concurso de oposición públicos que aseguren la idoneidad y
excelencia de los participantes. Esto no es otra condición que el de ser
competente, apto, traslúcido, etc. Se impone el principio iura novit curia. La
laboriosidad del juzgador se entroniza en su aspecto personal- ético profesional,
olvidando la indolencia para velar por la eficacia y la atención al justiciable.
Por consiguiente, el Código de Procedimiento Civil en el artículo 14
establece: lo idóneo es que ingresen jueces que sean la simbiosis entre la
sociedad y el estado que tutelen los derechos e intereses legítimos individuales o
colectivos. Citando la sentencia supra. Esta nueva concepción de Estado de
justicia trae consigo no tan solo una transformación orgánica del sistema judicial
(Artículos 253 y 254 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela),
sino también un cambio en la razón íntima que cada ciudadano, y especialmente
el juez, debe tener con el fin de lograr que la justicia.
Pero el ser jueces garantes, más que un propósito, es hoy un mandato
constitucional que se encuentra consagrado en diversas disposiciones de la Carta
Magna. Significa, como se ha señalado, que en cada acto de una autoridad
pública y del juez como parte de ellas, debe estar presente la Constitución Política
y los tratados internacionales de que Venezuela forme parte. Con una vocación

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coercitiva, en la medida en que genera consecuencias expresas, esta jurisdicción
especial constituye una garantía institucional de protección de los derechos
humanos.
se instituye con el objeto de hacer posible el ejercicio del derecho
fundamental de todas las personas a la integridad y primacía de la constitución al
mismo tiempo que la tutela es concebida como mecanismo privilegiado para
garantizar, como fin del estado mismo, la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución. Por lo tanto, la función del juez penal,
como garante del respeto a los derechos humanos, dentro de su alcance y
competencia, no debe limitarse a la tarea de la comprobación de la comisión de un
delito y a la identificación de un responsable a quien se dará una pena, se trata de
observar que, en todos los aspectos de un hecho particular, siempre se hayan
respetado los derechos humanos.
4. El derecho internacional de los derechos humanos y su aplicación
por los jueces nacionales.
El juez como director del proceso y siendo el proceso instrumento
fundamental para la realización de la justicia, es el primero a respetar los lapsos
procesales que forman parte de las garantías procesales de rango constitucional e
incluso supranacional, así lo estipula La Convención Americana sobre Derechos
Humanos " Pacto de San José de Costa Rica", sobre las Garantías Judiciales,
Artículo 1: "Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías
y dentro de un plazo razonable..."
5. La formación del derecho internacional de los derechos humanos.

El Derecho Internacional de los Derechos Humanos ha tenido un importante


papel a partir de su surgimiento. Como parte de diversos tratados internacionales
en materia de derechos humanos, los cuales forman parte del sistema jurídico
venezolano. Diversos países del orbe han comenzado a darles un lugar especial a
los tratados internacionales en materia de derechos humanos.

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En algunos casos se ha optado por criterios de interpretación que armonizan
el ordenamiento constitucional y los tratados internacionales jurídicamente
vinculantes. En Venezuela, la tendencia anterior no ha sido ajena, pues con la
reforma constitucional se optó por incorporar los tratados internacionales en
general. Además del principio pacta sunt servanda, tanto en el Sistema Universal
como en los sistemas regionales, se sigue el criterio de adecuación de la
normativa interna a los compromisos establecidos en los tratados de derechos
humanos. La jurisprudencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos ha
reiterado que es un principio del derecho de gentes el criterio indicado, en
particular a la Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros tratados
de la misma materia.
6. Fuentes del derecho internacionales de los derechos humanos.

o Los tratados internacionales: son una fuente prioritaria de derecho


internacional. La Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969, en
vigor a partir de 1980, en su artículo 2o. señala: “a. se entiende por ‘tratado’ un
acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho
internacional, ya consté en un instrumento único o en dos o más instrumentos
conexos y cualquiera que sea su denominación particular”. Por su parte, en
México, la Ley sobre la Celebración de Tratados, de 1992, en su artículo 2o., I,60
define los tratados en términos similares, pero agrega: “uno o varios sujetos de
derecho internacional público”.
o La costumbre internacional: es la fuente más antigua de derecho
internacional y, junto con los tratados, ha sido interpretada como una fuente
prioritaria en el marco del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. La
costumbre internacional es referida por el artículo 38 del Estatuto como “prueba de
una práctica generalmente aceptada como derecho”. La costumbre, desde el
derecho romano, se ha identificado como “inveterata consuetudo et opinio juris
seu necessitatis”. De ello, se pueden derivar dos componentes que contempla el

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referido artículo 38: 1) la inveterata consuetudo, es decir, una práctica reiterada, y
2) la opinio juris, la convicción de ser jurídicamente obligatoria.
En estos términos, se identifica con el cumplimiento repetido de los
Estados de una norma consuetudinaria por considerarla obligatoria. En relación
con la generalidad de la práctica no es requerida una universalidad, pero el
problema real es determinado por la protesta de un número sustancial de Estados
frente a la práctica que siguen otros. Se conoce como objetor persistente al estado
que se opone de manera constante a las prácticas que se tornan obligatorias y se
exime de su cumplimiento y aceptación, pero tiene la carga de la prueba.
Sobre la naturaleza de la costumbre, señala López Bassols, “no
necesariamente son comportamientos activos o pasivos de los Estados, sino que
pueden ser manifestaciones de opinión acerca de un problema. El transcurso del
tiempo no necesariamente debe ser largo para que se admita la costumbre
internacional”.
o Los principios generales de derecho: El Estatuto de la Corte
Internacional de Justicia, en su artículo 38-1, inciso c, establece “los principios
generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas”. Ian Brownlie
señaló que en el comité de juristas que preparó el Estatuto no hubo un consenso
muy definido en la precisión del significado de la frase. Agregó que una de las
posturas más aceptadas es la que indica que la intención fue autorizar a la Corte
Internacional de Justicia para aplicar los principios generales de derecho local, en
particular del derecho privado, en la medida en que ellos fueran aplicables a las
relaciones de los Estados. Ello conlleva una gran dificultad; no obstante, señala
que lo que ocurre en los tribunales internacionales es que emplean razonamientos
legales y analogías de derecho privado, a fin de hacer un sistema viable. Un
tribunal internacional elige, edita y adapta elementos para el mejor desarrollo del
sistema: el resultado es un nuevo elemento de derecho internacional que es
influenciado histórica y lógicamente por el derecho local. La Corte Internacional de
Justicia ha utilizado esta fuente con moderación y normal mente aparece sin una formal
referencia, como una parte del razonamiento judicial.

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La función principal de esta fuente es la subsidiariedad para la solución
de controversias cuando existan lagunas o para ayudar a la interpretación de
normas convencionales o consuetudinarias. En materia de derechos humanos, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha referido a los principios
generales de derecho en el Caso Aloeboetoe y otros vs. Surinam en la sentencia
de 1993,89 relativa a reparaciones y costas, que en su punto 62 señala:
Es una regla común en la mayoría de las legislaciones que los
sucesores de una persona son sus hijos. Se acepta también
generalmente que el cónyuge participa de los bienes adquiridos
durante el matrimonio y algunas legislaciones le otorgan además un
derecho sucesorio junto con los hijos. Si no existen hijos ni cónyuge,
el derecho privado común reconoce como herederos a los
ascendientes. Estas reglas generalmente admitidas en el concierto de
las naciones deben ser aplicadas, a criterio de la Corte, en el presente
litigio a fin de determinar los sucesores de las víctimas en lo relativo a
la indemnización.
o La doctrina: El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia señala como medio auxiliar para la determinación de las reglas de
derecho internacional “las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de
las distintas naciones”. La doctrina ha sido usada tanto en sentencias, como en
opiniones separadas o disidentes de jueces por la Corte Internacional de Justicia.
Se considera como fuente análoga a las publicaciones de la Comisión de Derecho
Internacional de Naciones Unidas. El Derecho Internacional de los Derechos
Humanos encuentra en la doctrina una fuente auxiliar, porque en este espacio
suelen desarrollarse reflexiones que contribuyen a su perfeccionamiento.
Me parece pertinente la cita de Carlos Santiago Nino, quien señala que
“los juristas académicos no están urgidos en la necesidad de resolver el caso
presente y pueden detenerse a analizar diferentes justificaciones de los principios
relevantes, explorando sus consecuencias en distintas situaciones reales o
hipotéticas”. Derivado de lo anterior, la relevancia de la doctrina como fuente
auxiliar del DIDH radica en las aportaciones que pueda brindar para la solución de
problemas concretos, realizada con la reflexión y el análisis oportunos.

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o Las decisiones judiciales: El Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia se refiere a las decisiones judiciales como medios auxiliares para la
determinación de las reglas de derecho internacional. La Corte Internacional de
Justicia tuvo que ajustarse a que entre los países parte de Naciones Unidas se
tenían distintos sistemas jurídicos, como el Common Law en los países
anglosajones, en donde la ratio decidendi de las sentencias están sujetas a las
previamente dictadas que obligan a fallar de la misma manera o de forma similar,
o a un sistema neoromanista o de derecho legislado, en países de Europa y de
Latinoamérica. En esos términos no siguió un sistema de precedentes, pero se ha
esforzado por mantener una consistencia judicial en sus fallos. En este punto me
parece preciso distinguir entre: 1) la interpretación realizada en el fallo, como
fuente del Derecho Internacional, para el Tribunal Internacional, y 2) la naturaleza
vinculante de la sentencia para los Estados parte. El numeral 59 del Estatuto
establece que las decisiones de la Corte sólo son obligatorias para las partes en
litigio y respecto del caso que ha sido decidido. En este sentido, no son
obligatorias para terceros Estados ni pueden ser aplicadas de manera análoga
para casos similares. En el Derecho Internacional de los Derechos Humanos sólo
a nivel regional se han consolidado, hasta el momento, tres tribunales. Me referiré
en este momento al interamericano.
7. Tratamiento a las víctimas.

Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad.,


tendrán derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta
reparación del daño que hayan sufrido, según lo dispuesto en la legislación
nacional. Se establecerán y reforzarán, cuando sea necesario, mecanismos
judiciales y administrativos que permitan a las víctimas obtener reparación
mediante procedimientos oficiales u oficiosos que sean expeditos, justos, poco
costosos y accesibles. Se informará a las víctimas de sus derechos para obtener
reparación mediante esos mecanismos.

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Se facilitará la adecuación de los procedimientos judiciales y
administrativos a las necesidades de las víctimas:
a) Informando a las víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo
cronológico y la marcha de las actuaciones, así como de la decisión de sus
causas, especialmente cuando se trate de delitos graves y cuando hayan
solicitado esa información.
b) Permitiendo que las opiniones y preocupaciones de las víctimas sean
presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las actuaciones siempre que
estén en juego sus intereses, sin perjuicio del acusado y de acuerdo con el
sistema nacional de justicia penal correspondiente.
c) Prestando asistencia apropiada a las víctimas durante todo el
proceso judicial.
d) Adoptando medidas para minimizar las molestias causadas a las
víctimas, proteger su intimidad, en caso necesario, y garantizar su seguridad, así
como la de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto de
intimidación y represalia.
e) Evitando demoras innecesarias en la resolución de las causas y en la
ejecución de los mandamientos o decretos que concedan indemnizaciones a las
víctimas.
Se utilizarán, cuando proceda, mecanismos oficiosos para la solución de
las controversias, incluidos la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia
consuetudinaria o autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la reparación en
favor de las víctimas.
Resarcimiento. Los delincuentes o los terceros responsables de su
conducta resarcirán equitativamente, cuando proceda, a las víctimas, sus
familiares o las personas a su cargo. Ese resarcimiento comprenderá la
devolución de los bienes o el pago por los daños o pérdidas sufridos, el reembolso
de los gastos realizados como consecuencia de la victimización, la prestación de
servicios y la restitución de derechos.

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Los gobiernos revisarán sus prácticas, reglamentaciones y leyes de
modo que se considere el resarcimiento como una sentencia posible de los casos
penales, además de otras sanciones penales. En los casos en que se causen
daños considerables al medio ambiente, el resarcimiento que se exija
comprenderá, en la medida de lo posible, la rehabilitación del medio ambiente, la
reconstrucción de la infraestructura, la reposición de las instalaciones comunitarias
y el reembolso de los gastos de reubicación cuando esos daños causen la
disgregación de una comunidad.
Cuando funcionarios públicos u otros agentes que actúen a título oficial o
cuasi oficial hayan violado la legislación penal nacional, las víctimas serán
resarcidas por el Estado cuyos funcionarios o agentes hayan sido responsables de
los daños causados. En los casos en que ya no exista el gobierno bajo cuya
autoridad se produjo la acción u omisión victimizadora, el Estado o gobierno
sucesor deberá proveer al resarcimiento de las víctimas.
Indemnización. Cuando no sea suficiente la indemnización procedente
del delincuente o de otras fuentes, los Estados procurarán indemnizar
financieramente:
a) A las víctimas de delitos que hayan sufrido importantes lesiones
corporales o menoscabo de su salud física o mental como consecuencia de delitos
graves.
b) A la familia, en particular a las personas a cargo de las víctimas que
hayan muerto o hayan quedado física o mentalmente incapacitados como
consecuencia de la victimización.
c) Se fomentará el establecimiento, el reforzamiento y la ampliación de
fondos nacionales para indemnizar a las víctimas. Cuando proceda, también
podrán establecerse otros fondos con ese propósito, incluidos los casos en los que
el Estado de nacionalidad de la víctima no esté en condiciones de indemnizarla
por el daño sufrido.
Asistencia. Las víctimas recibirán la asistencia material, médica,
sicológica y social que sea necesaria, por conducto de los medios

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gubernamentales, voluntarios, comunitarios y autóctonos. Se informará a las
víctimas de la disponibilidad de servicios sanitarios y sociales y demás asistencia
pertinente, y se facilitará su acceso a ellos.
Se proporcionará al personal de policía, de justicia, de salud, de servicios
sociales y demás personal interesado capacitación que lo haga receptivo a las
necesidades de las víctimas y directrices que garanticen una ayuda apropiada y
rápida. Al proporcionar servicios y asistencia a las víctimas, se prestará atención a
las que tengan necesidades especiales por la índole de los daños sufridos o
debido a factores como los mencionados en el párrafo 3 supra.
8. Concepto de víctima.

Se entenderá por “víctimas”, las personas que, individual o


colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales,
sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus
derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen
la legislación penal vigente en los Estados Miembros, incluida la que proscribe el
abuso de poder.
También podrá considerarse “víctima” a una persona, con arreglo a la
presente Declaración, independientemente de que se identifique, aprehenda,
enjuicie o condene al perpetrador e independientemente de la relación familiar
entre el perpetrador y la víctima. En la expresión “víctima” se incluye, además, en
su caso, a los familiares o personas a cargo que tengan una relación inmediata
con la víctima y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a
la víctima en peligro o para prevenir la victimización.
9. Procesos de victimización.
a) Victimización Primaria: la sufrida por la víctima a consecuencia de
la originaria agresión o injusticia criminal. Estudiamos aquí entre otros factores:
o La interacción víctima-victimario, la “pareja penal”, y sus relaciones
de complementariedad, las relaciones de poder, la actitud de la víctima, la

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retroalimentación o escalada de las situaciones victimizantes, el impacto de los
llamados ciclos de victimización.
o Identificación y evaluación de factores de riesgo y desamparo
victimal. Hablaremos, así, de vulnerabilidad personal (referida a riesgos
individuales psico-bio-sociales, así: la falta de habilidades sociales, la diferencia
cultural, el analfabetismo, la inmadurez o la minusvalía), vulnerabilidad relacional
(debida a un acentuado diferencial de poder) o vulnerabilidad contextual (es un
contexto victimógeno el factor de desamparo).
o En los últimos estudios se identifican carreras de victimización. En
estas vidas poli-victimizadas (Finkelhor) la acumulación de adversidades genera
auténticas escaladas de abuso e injusticia.  
b) Victimización Secundaria: victimización añadida, subsecuente a la
primaria, que padece la víctima normalmente al ser estigmatizada, culpada o
rechazada en contacto con las instituciones (policía, operadores jurídicos,
asistentes) o con el marco social de reacción (medios de comunicación,
comunidad, entorno de la víctima). Aquí la víctima sufre fundamentalmente por
dos factores:
o Porque es instrumentalizada al cumplimento de otros fines que
transcienden su humanidad (la enloquecedora lógica judicial, la no menos utilitaria
lógica de las audiencias en pos de la víctima noticiable).
o Porque se activan mecanismos soterrados de inculpación y rechazo
social: la víctima comporta el valor simbólico de recordarnos nuestra propia
fragilidad; si la culpa reside en ella (su actitud fue reprochable, ella se lo buscó),
puede neutralizarse la percepción de amenaza personal, como bien lo estudiara
Lerner. En ocasiones, la excusa viene servida por la condición o conducta no
convencional de la víctima: si esta no se adecua a unos patrones de idealidad
(Christie) será fácil condenarla y estigmatizarla. Es el caso de víctimas
toxicómanas, prostitutas, de culturas que nos resultan ajenas, etc.
c) Victimización terciaria, que ha sido relacionada con tres temáticas
distintas:

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o La victimización del penado, objeto de excesos punitivos y erosión
prisionalizadora.
o La que se sufre de modo vicarial o indirecto (mediante imágenes
televisivas o cuando se es testigo de una victimización violenta).
o La que sufre la víctima al construir obsesivamente su identidad en
torno a la victimización. Este aspecto es de extrema relevancia para los asistentes
de víctimas, cuya delicada labor es orientar a la “desvictimización”, o mejor aún, a
una constructiva “reinserción social de la víctima” (García Pablos de Molina).
Ahora bien, se trata de un proceso gradual que en absoluto debe convertirse en un
procedimiento formulario y maquinal donde haya de satisfacerse la forzada
obligación de “dejar de ser víctima”. Este proceso asistencial debe generar
resiliencia (capacidad y fuerza restauradora) y debe contribuir a la potenciación
(“empoderamiento”) de la víctima para que trascienda de un posible nivel de
desamparo.   

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Conclusión

Como argumento de principio no se puede admitir una interpretación o


aplicación de una norma relativa a derechos humanos que resulte en una
disminución de su goce, ejercicio y protección efectivos; y, además, que en caso
de que existan varias previsiones reguladoras de derechos, la que debe aplicarse
con prelación es la que disponga la regulación más favorable.
Tal como lo había resuelto la antigua Corte Suprema de Justicia de
Venezuela, “el principio jurídico de progresividad envuelve la necesidad de aplicar
con preferencia la norma más favorable a los derechos humanos, sea de Derecho
Constitucional, de Derecho Internacional o de derecho ordinario”. En
consecuencia, la interpretación de las leyes relativas a derechos humanos siempre
debe guiarse por el principio de progresividad, en el sentido de que siempre debe
resultar una interpretación más proyectiva en relación con los mismos.
Por todo lo antes señalado, podemos decir que la tarea de los jueces en
materia penal, es basta e incrementada, pues al igual que las demás autoridades
en el país, tendrán en sus manos la posibilidad de velar por el cuidado y respeto
de los derechos de las personas, aún en contra de las barreras que se impongan
para lograr su cometido. Ese sentido, y entendida la función del juez como garante
del respeto a los derechos humanos, se pueden enumerar los factores que
pueden entorpecer dicha función, a fin de llegar a la búsqueda de posibles
soluciones.

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