Está en la página 1de 234

1

Mírate
En mis
Ojos

3º trilogía
Phartian

Mary shepherd
2
DEDICATORIAS

Para mi familia, por animarme, apoyarme y acompañarme en esta


aventura. Por sus ideas, sus comentarios y por hacer suyas mis
ilusiones.
Para mis dos primeras lectoras, Berta y Lucía V. sin vosotras toda
esta aventura sería imposible. Gracias por creer en mí.
Para mi grupo de facebook, sois los mejores compañeros de viaje, los
que, día a día, me animáis y hacéis que Mary siga adelante. Os necesito
y os quiero.
A mis tres amigas, Lucía Calafell, Raquel Juárez y Rita Barrios. Ellas
son la columna central de Mary, sí, porque con su apoyo, aliento,
consejos y correcciones hacen que las historias salgan adelante.
Siempre estáis ahí para darme el empujón que me hace falta, para
darme aliento cuando a mí me falta. Gracias por apoyarme en mis
locuras, pero sobre todo, gracias por ser parte de ellas y por regalarme
vuestra amistad.
Y lo prometido es deuda, Lucía Calafell aquí tienes a tu Celik, tú,
antes siquiera de tener nombre y forma, le diste su “personalidad”. Lo
escribí con tus ideas, poniendo en él mi toque y mi corazón, pero el
alma se la diste tú. Gracias por darme la oportunidad de crearlo y poder
disfrutar de él, me enamoró.

3
INTRODUCCIÓN

En el año 3114 la Tierra está totalmente desolada. Después de la


Tercera guerra mundial, en el año 2446, donde todo fue prácticamente
arrasado y hubo que empezar una reconstrucción masiva y desde los
mismísimos cimientos, con una población bajo mínimos, con exiguos
recursos y un mundo en ruinas, una nueva forma de vivir y de hacer
leyes se estableció. La Tierra pasó a estar gobernada por un consejo
central, formado por ciento cincuenta personas, hombres y mujeres;
ingenieros, científicos, médicos y economistas. Las leyes fueron
estrictas y restrictivas, entre ellas, la más importante, quedó
totalmente prohibida cualquier arma de destrucción masiva.
La gran mayoría de las tierras se dieron por perdidas, totalmente
devastadas. Con una gran cantidad de los acuíferos secos o
contaminados.
Millones y millones de personas muertas. Un minúsculo grupo de
personas, apenas unos miles, sobrevivieron a aquella masacre,
buscaron un lugar donde asentarse, donde poder vivir y dos pequeños
asentamientos humanos fueron creados. Uno en lo que fue el centro de
Europa y el segundo entre Norteamérica y Canadá. El resto fue
abandonado, nada crecía allí, era desperdiciar esfuerzos y los pocos
recursos que se tenían.
Durante más de quinientos años, la población apenas creció, es más,
se redujo drásticamente. Abortos, malformaciones, niños que morían
sin llegar a la edad adulta, jóvenes y adultos que apenas podían
procrear, hambruna y escasez de agua.
Pero poco a poco se alcanzó una estabilidad gracias a los pequeños
guetos y comunas que se crearon. Y los niños, al fin, empezaron a llegar
de forma natural. La intimidad se había perdido; las personas vivían
en grandes edificios, los solteros en pequeños habitáculos de un
dormitorio, cocina y baño. Las familias optaban a un hogar de dos
dormitorios. En los baños no había ni duchas ni bañeras. Estas,
estaban situadas en unos baños comunes, donde una vez a la semana

4
se abastecía de agua durante unas horas. Para esos baños había que
utilizar el pase que todos los ciudadanos tenían. Todo perfectamente
controlado para no despilfarrar ni una sola gota del líquido más
preciado y escaso: el agua.
El agua era cortada cada noche hasta el día siguiente, cada gota era
valiosa. Se crearon máquinas especiales para reciclar una y otra vez
todo el líquido posible. La salinidad del mar había crecido tanto que era
inútil depurarla. Se perdió la flora y fauna marina.
Pero la Tierra seguía, a pesar de que empezaron a recuperar
pequeñas parcelas, muriendo lentamente. Apenas unos centenares de
miles de acres servían para plantación.
Se invirtió mucho tiempo y recursos a la investigación espacial y se
consiguió conocer otras vidas y planetas, pero todos desconfiaban de
la Tierra, conocían sus antecedentes y preferían mantenerse apartados
de ellos. A penas conseguían comerciar, dados los escasos recursos,
con algún que otro planeta.
Vista la situación y dado que la población empezaba a crecer y
seguían los problemas de abastecimiento, se pensó en buscar otros
lugares donde vivir y sobre todo, apartarse de todas aquellas tierras
“viciadas”.
Seiscientos años después de la gran guerra, habían avanzado tanto,
que se hicieron colonias en la luna y en Marte y desde allí consiguieron
establecer un pequeño, pero constante, flujo de comercio con el resto
de planetas.
¿Pero quién se estableció allí? Por supuesto, las personas ricas e
influyentes, los eruditos y el mismísimo consejo, que salían huyendo
de un planeta desgastado, pobre y abusado.
La Tierra pasó a ser la despensa de esas colonias.
Los que no tenían ni el dinero ni el poder suficiente, se quedaron a
trabajar la tierra, las granjas, en las que ahora, por fin, crecía el
número de animales, las pocas minas que aún seguían regalando sus
minerales y la sal extraída al mar.
Y a pesar de seguir haciendo conexiones y comercio con otros
planetas, estos no quisieron agotar sus existencias por un planeta que
se moría lentamente. Todo era más caro para la Tierra y era casi

5
imposible que aquellas gentes quisieran mezclarse con los terrestres,
por eso, era mínimo el mestizaje entre ellos.
Se crearon dos portales dimensionales, uno más grande en Marte,
que comunicaba con el resto de planetas y otro pequeño en la luna,
que comunicaba con Marte. La Tierra no estaba preparada para tener
y mantener la energía suficiente para esos portales. Para trasladarse
de la Tierra a la luna, el consejo facilitaba el transporte, unas pequeñas
naves custodiadas en pequeños hangares y en puntos estratégicos de
los cuales solo tenían información un pequeño grupo de hombres, a
parte del consejo. El viaje a la luna era de apenas seis horas.
Los pases estaban restringidos y eran casi imposibles de conseguir,
debías tener un coeficiente muy alto o haber hecho un importante
trabajo para el consejo, si no, eras un simple obrero, un número y un
productor para las colonias.
Pero había que controlar a esos “obreros” y se establecieron unas
normas básicas y rígidas, muy rígidas:
1ª A todas las personas se le implantarán chips con todos los idiomas
conocidos.
2ª Las niñas serán vacunadas para controlar la natalidad.
Para poder ser madre se tiene que convivir, al menos, un año con el
mismo hombre. Entonces se procederá a revertir el efecto de la vacuna.
Una mujer sólo podrá ser madre una sola vez en su vida.
Las mujeres no podrán ser madres en solitario; si el padre fallece
antes de nacer el feto, se procederá a una interrupción del embarazo.
Si muere siendo el niño menor de edad, la madre deberá pasar a
convivir con otro hombre, elegido por el consejo, con características
similares al padre.
3ª Prohibido manifestarse, organizar mítines y revueltas.
Cualquier desorden, caos, manifestación, evasión, robo, asalto u
homicidio, será castigado con la cárcel. No hay pena de muerte, pero
si, trabajos forzados y nada de privilegios. Al salir de prisión, el
ciudadano será altamente vigilado, durante un periodo no inferior a
dos años.

6
4ª No se podrá acceder a las colonias sin un pase exclusivo, expedido
por el consejo. Sólo el consejo tiene el poder para decidir quién es
residente de las colonias. Y el puesto apto para cada persona.
5ª El consejo abastecerá de agua, alimentos, ropa, vivienda y
medicinas a la población.
Y más importante, dada la escasez del agua, esta estará controlada
por el consejo. Los baños serán comunitarios y una vez semanales,
pudiendo quedar restringidos en periodos de máxima carencia, siendo
su único uso el alimentario.
Ahora, casi cien años después de establecerse en las colonias, la
Tierra sigue agonizando, el agua ha pasado de escasear a
prácticamente ser inexistente, la gente tiene sed, y las tierras empiezan
a quedar yermas.
El consejo busca y pide ayuda a todos los planetas conocidos en
mayor o menor profundidad, pero nadie quiere ayudar, nadie “tiene”
agua para la Tierra, nadie quiere compartir sus recursos con un
planeta tan consumido.
Solo uno contesta a la petición desesperada de la Tierra: Phartian.
Pero solo quiere una cosa a cambio.
¿Oro? ¿Cobre? ¿Alimentos?
No.
Algo que la Tierra posee y en Phartian es tan escaso que es más
hermoso y valioso que todo eso, mujeres.

Estamos en el año 3115. Ha transcurrido ya un año desde el


primer intercambio y seis meses desde el segundo. Un nuevo
intercambio está a punto de hacerse pero este es especial, en él
llegaran dos científicas, impuestas por la Tierra para descubrir los
secretos de las piedras Airean y sobre todo, que esconden estos
phartianos, ¿por qué seis meses?, ¿por qué todas las mujeres se
emparejan? Y lo más importante, ¿qué tienen estos hombres que
los hace “diferentes”?.

7
CAPÍTULO 1

Kelyne miró a su alrededor y suspiró con fuerza. ¡Al fin estaba en


Phartian! Durante los últimos dos meses pensó que no lo lograría, la
última semana había sido la peor, todas esas miradas, todos esos
susurros a sus espaldas y lo más difícil, los interrogatorios de los
miembros del Consejo, pero todo eso había quedado atrás y estaba
donde quería, en el lugar por el que había suspirado los seis meses
anteriores.
Las había recibido el phartok, un hombretón de unos dos metros de
altura, con larga melena en color negro y unos ojazos azules con unas
pestañas kilométricas, tanto que, cuando parpadeaba se movía el aire
de la habitación, ¡coño! Cualquier mujer mataría por unas así.
El hombre había sido agradable hasta con las dos “espías”, como él
las había llamado y eso iba por ella, la geóloga del grupo y por Candy,
la psicóloga. Habían sido enviadas por el Consejo, aquellos prepotentes,
gilipollas e idiotas con más cabeza que seso y con menos sentido común
que un mosquito en una fábrica de insecticidas.

8
Y la verdad es que el hombre hacia bien en no fiarse. A ver, ella no
estaba allí para investigar por mucho que aquella panda de anfibios sin
charca del Consejo le hubieran estando comiendo el tarro y dando
indicaciones durante los dos meses anteriores... ¡anda y que les untaran
mantequilla en la rabadilla con un serrucho! Esperaba haberlos
engañado, porque ella no estaba allí para hacer una investigación para
hundir al planeta, ni muchísimo menos, ella había investigado y sabía
que no los habían engañado, que habían hecho el trato de buena fe,
además algo dentro de ella se conmovió hacía ya seis meses.
Había visto a Kurt-Aiman y a Tracy, su compañera, cuando estuvieron
en el último intercambio. Las dos horas que estuvieron en la luna ella
los había espiado, si, lo admitía sin pudor, pero es que se quedó
alucinada cuando vio aquel muro encofrado, alto, enorme, con aquella
melena en color miel y esos ojos verdes azulados. Pero más que su físico,
lo que le había impresionado era su trato hacia su mujer, dulce, tierno,
atento, ¿aquello era posible? Después de estar rodeada de ineptos,
cazurros, sosos, dominantes y zafios, ver a un hombre ser capaz de
comportarse, ante todo el mundo como un hombre enamorado le hizo
temblar hasta las varillas del sostén. ¿Aquello podía ser real? ¿Un
hombre capaz de ser tan sumamente dulce, atento y cariñoso con su
pareja?
Cuando se enteró de que buscaban a un par de mujeres para
investigar el planeta y a las mujeres de la Tierra que había participado
en los dos anteriores intercambios, se ofreció voluntaria. Rellenó
innumerable documentación, pasó tropecientos test, hubiera pateado
bolas, hincado codos en costillas y hasta arrancado la yugular a
cualquiera por conseguir el maldito puesto.
Tuvo que soportar las cejas alzadas de todos y cada uno de los
componentes del Consejo. Ella, la hija del gran Kenneth Cooper, el
admirado y venerado miembro del susodicho grupo, pidiendo ir a aquel
planeta de mierda que les estaba jodiendo y traicionando.
La opinión de ella sobre su “querido papá” era diferente. Para ella era
el mayor hijo de puta de este mundo y parte del otro. Un asqueroso
manipulador y controlador, un endemoniado asesino encubierto en su
papel de hombre que lucha por un futuro mejor, eso sí, pisando y ya
puestos, matando por tener su maldito minuto de gloria.
Ella había querido a su padre, lo había casi mitificado. Era serio, sí;
recto, también, pero siempre pensó que era por su trabajo. Era miembro

9
del Consejo, una persona influyente, una persona que velaba por los
intereses de todo el mundo, un gran hombre, sí señor.
Ella se había educado con profesores particulares y siempre se había
relacionado con hijos de otros miembros del Consejo, su círculo de
amistades era muy elitista.
Cuando entró en la universidad descubrió otro mundo. Empezó a
relacionarse con otra gente nueva. Personas que sabían la realidad de
lo que pasaba fuera de los límites de Marte.
La Tierra no era ese planeta donde, alegremente, trabajaban sus
gentes para la prosperidad de todos, no. Vivían prácticamente
esclavizados y ahogados por un sistema autocrático. Descubrió que se
revelaban, que existía un grupo de personas capaces de luchar, con el
mínimo de armas pero con mucha fuerza de voluntad, por un futuro
digno e igualitario.
Y cuando se lo contó a su padre este se cabreó y le habló de lo
desagradecidos que eran las gentes de la Tierra, que eran rebeldes por
naturaleza y de que siempre había clases. Discutió con él y por primera
vez descubrió que su papá no era tan perfecto, le dijo que si seguía con
semejantes sandeces le prohibiría volver a la universidad.
Por eso prefirió callar pero no por eso dejó de investigar, pero con lo
que no contó fue con la astucia de su padre. Viendo que su “niñita” se
revelaba, tomó el mando, como siempre hacía. Fue lo suficientemente
inteligente como para meter a un infiltrado sin que ella lo sospechara.
Un hombre joven capaz de adularla, de enamorarla y cuando descubrió
el engaño ya estaba casada con él.
Dominic era un esbirro de su padre y pasó a controlarle la vida. Entre
los dos quisieron “llevarla por el buen camino” y al principio, tan
enamorada y tonta, cayó de narices y en su mundo rosa todo era
perfecto.
Pero todo estalló cuando, investigando para un nuevo proyecto,
descubrió la realidad. Su padre y su marido trabajan en conjunto.
Dominic era el brazo ejecutor, el que se infiltraba en la resistencia y
capturaba a los cabecillas. Con todo eso ganaba renombre y las
palmaditas en la espalda de todo el Consejo. Vamos, que era todo un
trepa. Había nacido en la Tierra y conocía bien su forma de vida, destacó
en los estudios y con una beca estudió en la luna. De allí, y por ser un
maldito traidor, terminó relacionándose con los del Consejo y desde

10
entonces vivía sumando puntos, tantos que su papaíto decidió
premiarlo con ella y ella, tonta y crédula, había caído como una total
gilipollas.
Desde ese momento decidió investigar y todo lo que descubrió hizo
que se le revolvieran las tripas y entonces tomó las riendas de su vida,
se divorció y se fue de casa. Todo eso derivó en una enorme pelea; su
padre renegó de ella, le dio totalmente la espalda y afirmó no tener hija
desde ese día.
Se marchó a la luna y allí empezó una nueva vida.
No supo nada de su padre en años y se enteró de su muerte por el
grandioso funeral de estado que le hicieron y al cual le prohibieron ir y
ese fue el punto y final con su pasado.
Siguió trabajando en la luna y con el paso del tiempo consiguió un
empleo en el centro de investigación del Consejo y desde allí y de forma
anónima, siguió ayudando a la resistencia.
Y seis meses atrás su vida cambió cuando se quedó atrapada, cual
mosca en la red de una araña, por los phartianos. Ya los admiraba por
su fuerza, por su lealtad y su honradez, pero verlos “en toda su salsa”
interactuando con su compañera y prodigándole toda clase de
atenciones y afecto hizo que su reloj biológico despertara. Estaba tan
necesitada de ternura, de amor y de felicidad que ver a Tracy con su
hombre hizo que saltaran todas las alarmas de su cuerpo. Por un
machote así estaría más que dispuesta a creer en el amor.
Cuando se enteró de que el Consejo pretendía meter a científicas, para
espiar claro, en Phartian, se partió hasta los morros para conseguir el
puesto y ¡ea, allí estaba! Le importaba una aceituna deshuesada que el
phartok la mirara suspicazmente y que los demás, tal vez por eso del
apoyo al jefazo, hicieran lo mismo. Ella les dejaría claro por qué estaba
allí. Primero, para poder convencerlos de que no rompieran el trato con
la Tierra; hablaría con las mujeres para que la ayudaran a su causa, no
podían pagar justos por pecadores y segundo, ya puestos por no
desperdiciar el viaje, no renunciaba a un revolcón con un macho
competente, a ser posible muy machote, haciendo hincapié en esto
último.
No era su objetivo principal, desde luego, pero sí que estaba en su
punto de mira y convencería a aquellos hombres de que ella ni espiaba
ni pasaba información ni leches. Si había engañado a los ineptos,

11
corruptos e imbéciles del Consejo que iba allí para todo lo contrario, ¿no
iba a poder con los phartianos? Mirando la cara del jefe se diría que no,
pero por arte de magia una sonrisa dulce apareció en los labios del
hombre. ¿Qué cojones había pasado? Todo quedó claro cuando lo
escuchó hablar.
—Dreena, cielo ¿qué haces aquí?
No había que ser adivino para saber que la mujer era su compañera,
si sus palabras no le habían dado la pista desde luego que lo hizo y, de
forma contundente, el morreo que pegó a la mujer frente a todos y sin
que nadie se inmutase, como si aquello fuese algo que ocurría muy a
menudo. Estuvo a punto de hacer palmas hasta con los lóbulos de las
orejas, ¡eso, justo eso era lo que quería ella de un hombre! Ejem, bueno,
tampoco era necesario pasarse... el beso había pasado a ser una revisión
estomacal vía bucal y con sonda lingual, había médicos que no eran tan
exhaustivos en sus reconocimientos.
Cuando al final la boca del phartok se apartó de la Dreena la mujer
estaba sonrosada pero no mostraba la cara de una mujer feliz, ¿se había
perdido algo?
—Te dije que quería estar presente cuando llegaran las mujeres. Te
dije también que no quería ver un maldito ceño en tu cara y creo
recordar que también te comenté que primero escucharas, escuchar no
oír, a las dos científicas y ¿qué me encuentro nada más entrar? Tu
jodido ceño y a un par de mujeres mirándote asustadas y atónitas.
Tanto como asustadas no, pero si un pelín acojonadas, por lo menos
ella. Pero era fascinante ver como aquella mujer, bellísima, de larga
melena negra y ojos violetas, era capaz de hacer enrojecer al mastodonte
aquel de hombre, mmm, interesante. Esperó la réplica, el enfado o la
molestia pero la respuesta del hombre le hizo, definitivamente, animarse
con la idea de acaparar a un phartiano para ella.
—Lo siento, amor, no quería interrumpirte…
—Cierra la bocaza y no tengas el descaro de mentirme, sé
perfectamente que querías apabullarlas con tus palabras e intimidarlas
con esas miraditas tipo “yo soy el jodido amo de este planeta”. A partir
de ahora me encargo yo de la bienvenida.
El hombre dio dos pasos atrás y le indicó a su mujer que procediera,
pero ella lo miró sonriente, demasiado tranquila y sonriente.

12
—No, no te quiero aquí mientras hablo con ellas, ¡fuera! Ya me
encargo yo a partir de ahora.
El hombre se fue, refunfuñando pero se largó por patas, eso sí, no sin
antes echarle una miradita a su señora compañera advirtiéndole de
algo, que vete tú a saber que sería, pero que hizo enrojecer a la mujer y
no precisamente de miedo. Aquello prometía.
Dreena se volvió hacia ellas y las miró sonriendo.
—No os preocupéis, Arnoox ladra mucho pero muerde poco.
—¡Te estoy oyendo, compañera!
La mujer ni se alteró, resopló sonoramente pero siguió mirándolas
tranquila y con la sonrisa en los labios.
Les dio la bienvenida, las recibió con los brazos abiertos y las
acompañó, una por una, a sus habitaciones, dejando para el final las
de ella y Candy, la psicóloga que la había acompañado en este
intercambio, una mujer muy alta, de cerca de un metro noventa, de
complexión atlética, una cara llena de ángulos, unos ojos muy pequeños
en color negro y una boca que, de tan grande, parecía la boca de un
túnel.
A ella, no sabía muy bien por qué, le daba mala espina la señora,
hablaba poco y observaba mucho y además, parecía mirar por encima
del hombro a todo el mundo, eso sí, cuando hablabas con ella era todo
sonrisitas, pero que la sacaban de quicio, parecía que tenía hipo más
que risa.
Al final se quedó a solas con Dreena, no sabía si era el momento
oportuno ni si sería correcto informarla de lo que realmente quería con
su viaje, tal vez fuese demasiado osada y sería como quedar con el culo
al aire, pero sentía que la compañera del phartok era una mujer en la
que confiar, así que decidió darle una versión resumida y “light” de su
verdad. Pero antes de contarle nada quiso “tantear el terreno”.
—Me encanta Phartian, Dreena, tenéis un hermoso planeta.
La mujer le sonrió.
—¿Y qué es lo que más te ha sorprendido?
¿Era una pregunta trampa? Decidió que si lo era, mejor contestar con
honestidad.

13
—No sabría ni por dónde empezar. ¿Los colores anaranjados de sus
plantas y árboles? ¿Las dos lunas azules? ¿El cielo y el agua malva? Sí,
todo eso me ha sorprendido junto con la limpieza y tranquilidad que se
respira en el ambiente, pero lo que realmente me gusta de este planeta
son sus gentes y más aún, sus hombres.
Dreena rio más abiertamente.
—¿Te gustan nuestros hombres, verdad?
Ella asintió y tuvo que frenarse porque poca más y se descoyunta el
cuello de tanta efusividad.
—Los que he conocido son espectaculares, maravillosos, unos
cuerpazos de vértigo, pero no es solo eso…es…su forma de tratar a las
mujeres, ¿son todos así?
Dreena clavó su mirada en ella.
—¿A qué te refieres en particular?
Tomó aire y tuvo que dejar de hacerlo porque sus pulmones no
admitieron más, se hincharon como globos y apuntito estuvieron de
explotar.
—Son enormes, parecen intimidantes pero a la hora de dirigirse a las
mujeres, sobre todo a sus compañeras, son dulces, tiernos y no…no
tienen miedo de expresar sus sentimientos frente a nadie, ¿son todos
igual o solo Kurt-Aiman y tu compañero?
La mirada de Dreena se clavó en la de ella de forma directa.
—Nuestros hombres son guerreros, fuertes y dominantes, pero
también son protectores con las mujeres y cuando encuentran a su
compañera su afán de protección se cuadruplica, pasamos a ser su
prioridad, no hay nada ni nadie más importante para ellos que su mujer.
Estuvo tentada a hacer unos cuantos pasos de ballet por la habitación
aunque no tuviera ni repajolera idea de como hacerlos. ¿Existía el
planeta perfecto? Pues ese era Phartian o por lo menos se le acercaba
un huevo.
Dreena le dio una sonrisa afectuosa.
—Sé que luchaste mucho para venir al planeta, fuiste muy insistente,
pasaste todos los test y no te rendiste en ningún momento. Eso nos hace
sospechar, ¿lo comprendes, verdad?

14
Se ruborizó un poco, sí, lo suyo había sido persistencia y un
machaque puro y duro. Las caras de los examinadores eran todo un
poema cuando la veían entrar a diario en las salas de control, más de
uno había asegurado que terminaría cortándose las venas con una de
las tarjetas identificativas antes que volver a examinarla.
—Sí, lo fui, es cierto y no me arrepiento. Cada aprobado me alejaba
de la luna y me acercaba a vosotros. Puedes pensar que estoy bien
adiestrada y preparada para traicionaros, pero te juro que es todo lo
contrario, espero ganarme vuestra confianza. Sé lo que hace el Consejo
con la Tierra y sé que vosotros respetáis el tratado y que en todo
momento habéis sido sinceros.
Dreena la miró fijamente como intentando “leerla”.
—Pareces sincera, Kelyne. Pero lo seas o no, eres bienvenida al
planeta.
Clavó sus ojos en los de la mujer intentando que viera que era sincera,
sobre todo con lo que iba a decir en ese momento.
—Sé que es cuestión de confianza, pero déjame decirte algo. Yo fui
una de las encargadas de analizar las piedras desde el primer momento
y sé que es imposible, no hay manera ni de estudiar el polvo en el que
se convierten.
La mujer negó con la cabeza.
—Siempre hemos dicho la verdad, ni nosotros lo hemos logrado.
Kelyne tragó con fuerza y decidió seguir adelante.
—La razón principal de que quisiera venir aquí es que quiero saber el
motivo por el que no queréis seguir haciendo tratos con la Tierra y poder
convenceros de que siguierais adelante con él.
Dreena arrugó la frente.
—No nos hemos negado a hacer tratos, lo único es que ahora, la
Tierra, tendrá que pagar. No volveremos a hacer intercambio con
mujeres, pero si alguna quiere venir será bienvenida.
—¡Pedazo de mulos sin sentimientos! Tendrían que pegarle una coz
en sus pelotas por manipuladores. Nos dijeron que no queríais tratar
con nosotros, que ya habíais conseguido lo que queríais y ahora nos

15
dabais la espalda. No sé ni cómo pude creerles conociéndolos como los
conozco.
Dreena le acarició una mano.
—¿Y qué, según ellos, hemos conseguido?
Resopló con fuerza.
—Conocer todos los secretos de la Tierra gracias a la manipulación
que hacéis de nuestras mujeres.
La mujer la miró extrañada.
—¿Manipular a las mujeres? ¿Cómo?
Volvió a resoplar.
—Creo que esto va a ser divertido. Al parecer leéis sus mentes y luego
borráis todos sus recuerdos. Parece ser que también las “embrujáis”,
algo así como hacerlas bailar desnudas, darles algún brebaje y
dominarlas con dosis de buen sexo.
Dreena empezó a reír a carcajadas.
—Lo que está claro es que tienen una gran imaginación. Aunque en
lo del sexo no van desencaminados, nuestros hombres nos tienen bien
entretenidas, Kelyne, pero te juro que nosotras nos dejamos embrujar
de forma voluntaria y cambiando de tema, ¿cuándo te gustaría visitar
las cuevas de las piedras Airean?
Puso los ojos en blanco.
—Cuando quieras, aunque dudo que vaya a poder analizarlas o
conseguir algo con ellas. En este último año hemos destrozado más
piedras investigándolas de las que hemos usado para agua y los muy
cazurros siguen pensando que hay algo que se nos escapa y es cierto,
sus cerebros por las orejas, eso es lo único que se pierde.
La mujer sonrió.
—Está bien, prepararé tu visita para dentro de un par de días. Y en
cuanto a tu opinión del Consejo, creo que deberías contrastar tu juicio
con las mujeres de la Tierra, en especial con Tracy y Evelyn, parece ser
que el veredicto es unánime.
—No me extraña, suelen dejar una huella persistente e imborrable.

16
Dreena le aconsejó descansar y se marchó sonriendo.

17
CAPÍTULO 2

Estaba cansado, destrozado físicamente, le dolían las pestañas, es


más, estaba casi seguro de que si ponía sus dedos en el scanner, sus
huellas dactilares también le dolerían. Llevaba tres días de
entrenamientos de alto nivel, ¿y por qué se había apuntado voluntario?
Porque era idiota. Y estaba convencido de que terminarían por darle la
medalla honorifica del club de los imbéciles. No tenía otra explicación.
De repente le dieron una palmada en la espalda que seguramente, no
lo dudaba, pretendía ser de compañerismo pero que, en ese momento
que hasta parpadear le producía agujetas hasta en la abertura de la
uretra o como diría su querida y deslenguada hermana Metzera, en el
ojito bizco de la polla, no le quedó otro remedio que maldecir y eso que
sabía quién era el causante de que sus vertebras estuvieran
aferrándose, unas a las otras, intentando estabilizarse después del
“espaldarazo”
—Criex-Thiar juro por todas las lunas que, en cuanto me recupere,
tus testículos formaran parte del arsenal de fogueo del próximo
entrenamiento.
Su amigo rio de forma escandalosa.

18
—Eso te pasa por voluntarioso. Ya te dije que esa no es la mejor
manera de congraciarse con la panda de idiotas. Además, son ellos los
que tienen que venir arrastrándose hasta a ti no tú a ellos. No voy a
sacar punta de ti en la vida.
Hizo una mueca ante las palabras de su amigo.
—Por lo menos me saludan y hasta me hablan y el otro día me
invitaron a ir con ellos a tomar unas copas.
—¿En serio? ¡Joder! ¿Y no lo publicaste en el boletín informativo del
estado? ¡Veinte años, Celik! Veinte malditos años pasando de ti como de
un bote de crema de moong caducado y ahora te hablan y hasta te han
invitado a tomar una copa. No seas tan malditamente condescendiente,
hazlos arrastrarse y, si puede ser, por encima de piedras, vidrios y algún
que otro excremento.
Miró fijamente a Criex, habían sido amigos desde pequeños. Habían
crecido juntos y cuando ocurrió el cambio en sus ojos fue el único,
aparte de su familia, que se mantuvo a su lado. Habían entrado, los dos
a la vez, a formar parte de los Guerreros Airean. Los dos eran igual de
altos, mientras que él tenía el pelo castaño oscuro su amigo lo tenía
rojo, los ojos de él eran de color azul mientras que los suyos, los suyos
habían sido verdes hasta los trece años, entonces, de repente, un buen
día amaneció con el izquierdo en color ámbar, justo la misma semana
que las mujeres del planeta empezaron a enfermar y a morir. Y por si
todo aquello no fuese ya de por sí “extraño”, ni su madre ni hermanas
enfermaron, así que los phartianos sumaron dos más dos y se ve que
hicieron alguna raíz cuadrada de paso, pero el caso es que les salió
culpar al idiota de Celik y después ya que estamos, ignorarlo. Y lo
habían hecho de vicio durante veinte años, hasta aproximadamente
unos cinco meses atrás que se descubrió que él no estaba maldito ni
había hecho ningún pacto con algún bicho raro ni leches, los culpables
eran los trioghanos.
—Sé que me han ignorado y tratado mal, pero desde lo que ocurrió
hace casi cinco meses…
—Es verdad, en cinco meses has conseguido que algunos te saluden
y hablen. Vas bien tío, en serio, tu sigue así y lo mismo en unos…
¿veinte años más? Si, en veinte más lo mismo te invitan a cenar y todo.
Tú eres gilipollas.
—Vale, me rindo, además necesito una ducha y descansar.

19
—Hablaremos en la cena y si no vienes te sacaré de la cama
arrastrándote de un pie, ¿entendido?
Asintió, era eso o lo más seguro es que Criex se dedicará a seguirlo e
incordiarlo hasta en la ducha.
Cuando llegó a su pequeña habitación asignada dentro de las cuevas
se quitó la ropa y desnudo se dirigió al baño. Era casi ridículo de lo
pequeño que era, una ducha, el lavabo y el wáter. Este,
estratégicamente “escondido” detrás de la puerta, con lo cual tenías que
rogar que no apareciera nadie y la abriera porque lo más probable es
que tus rodillas dejaran una huella perdurable, por los siglos de los
siglos, en la maldita puerta.
Una ducha después sus músculos seguían quejándose, sus
articulaciones sonaban como bisagras oxidadas y los huesos parecían
susurrarle; ¡joder, joder! Pero por lo menos podía caminar derecho y sin
tener que apretar los dientes. Totalmente desnudo se dirigió hacia la
habitación y tomó una toalla para secarse el pelo, luego se pondría unos
calzoncillos y a descansar, al menos, un par de horas... pero la puerta
de su habitación decidió abrirse en ese momento. Pidió calma, paciencia
y que no volvieran sus fuerzas porque si no iba a terminar metiéndole,
por el culo, la pata de la silla al “visitante”, que seguro que no era otro
que el idiota de su amigo.
—Tienes suerte de que ahora mismo no tenga fuerzas porque si no, te
juro que te encajaría la pata hasta el fondo, ¿lo sabes, verdad?
—Por el tamaño es más que evidente que sí, que es toda una “pata”.
Levantó la cabeza y se quedó mirando pasmado, ¡mierda!, pues no, no
era su amigo, frente a él estaban Tracy y Evelyn, se ruborizó
intensamente y se dio la vuelta para envolverse en la toalla.
—Pues si la “pata” está bien ni te cuento el “asiento”, menudo pedazo
culo.
Su rubor se intensificó, se miró y si, podía considerarse que estaba
“correctamente…cubierto”, se dio la vuelta y miró nerviosamente a las
mujeres.
—Pen…pensé que era otra per…persona, lo siento, ¿necesitáis algo?
Las mujeres lo miraron sonriendo.
—Que tierno, si encima tartamudea.

20
Su sonrojo se intensificó más aún y las mujeres, percibiéndolo tal vez,
se dieron la vuelta.
—Te esperamos en la sala de juntas, Celik-Mohn, tenemos que hablar
contigo.
Cerraron la puerta, pero aun así pudo escuchar a Evelyn ¿o era Tracy?
—¿Pero tú has visto lo que he visto yo? ¡Por todos los planetas! Ese
hombre necesitará una transfusión después de un polvo, es imposible
tener la sangre suficiente para empinar todo “eso” y no desmayarse
después.
-Ese hombre debería ser declarado el “presidente honoris causa de la
asociación perpetua del trípode andante”.
Su sonrojo se incrementó un par de tonos más. Él no solía escuchar
semejantes descripciones de sí mismo y mucho menos de “esa parte” de
su anatomía.
Cinco minutos después y totalmente vestido con el uniforme
reglamentario, entró en la sala. Las dos mujeres, sentadas en sendas
sillas, lo miraron fijamente y él volvió a sonrojarse, no sabía que tenían
aquellas mujeres que lo desconcertaban. Tal vez su forma de mirarlo o
su forma de hablar descarada, fresca y directa.
Tracy y Evelyn llevaban los vestidos originales de Phartian, el de Tracy
era en un tono rojo oscuro, su larga melena color miel brillaba y sus
ojos verdes azulados resplandecían. El vestido de Evelyn era en color
marrón claro, el mismo tono que sus ojos y llevaba, su melena en color
negro sujeta, con un lazo del mismo tono que el vestido, en una cola de
caballo alta.
—Bueno, Celik-Mohn, te preguntarás que hacemos aquí, ¿verdad?
Él iba a contestar a Tracy pero antes de hacerlo, la otra mujer cortó
cualquier atisbo de respuesta por parte de él.
—Por supuesto que se lo preguntará, lo mejor es que empecemos por
el principio. Verás, Celik-Mohn, ayer llegó, seguramente, el último
intercambio de mujeres de la Tierra.
¿Último? No pudo hacer la pregunta, antes siquiera de abrir la boca
Evelyn siguió con su monologo.

21
—Porque es el último, ¿verdad, Tracy? Ya nos costó un ovario y parte
del otro convencer a Arnoox para que siguiera adelante con este.
—En realidad, no creo que fueran nuestros ovarios los que
convencieron a Arnoox, estoy por afirmar rotundamente, que fue una
barriga de mujer y el alelamiento que acompaña al phartok desde que
Dreena se quedó embarazada, y que se ha visto incrementado al cubo
con la llegada al mundo de la pequeña Mereein.
Las dos mujeres rieron con fuerza. Él, como todos, se había enterado
del nacimiento de la pequeña y sabía que el hombre estaba orgulloso,
feliz y emocionado con el acontecimiento.
—¿Y por qué el último intercambio?
Las dos dejaron de reír y lo miraron fijamente.
—Desde que la Alianza otorgó a Phartian más poderes en el tratado,
las puertas de todos los planetas se han abierto de par en par; todo el
mundo quiere negociar con nosotros, confraternizar... de hecho, se han
producido varios emparejamientos con mujeres de otros planetas.
Tracy asintió vigorosamente y recogió el testigo de la conversación.
—Efectivamente, este último intercambio, tal vez, no fuera necesario,
pero para no fomentar mayor desconfianza de la Tierra contra nosotros,
se decidió seguir adelante. Queremos dar la imagen de un planeta que
no tiene nada que esconder. Pero a partir de ahora la Tierra, si quiere
nuestras piedras, tendrá que pagar con dinero, como el resto de los
planetas.
Las miró extrañado. Vale, lo entendía, pero entonces ¿para qué
narices lo necesitaban? No tuvo que esperar mucho, Evelyn contestó su
pregunta no realizada.
—Este intercambio es especial. Se les ha dado permiso a dos
“expertas” para que nos analicen, una psicóloga y una geóloga, a que
vengan a investigar las piedras y a nosotras. Se ve que en la Tierra
piensan que nos estáis metiendo algo por la nariz, en vena o vete tú a
saber por dónde, que nos tiene aleladas y nos impide razonar
correctamente, porque no se explican cómo vosotros habéis conseguido
emparejarse con todas y cada una de nosotras.
Tracy la miró sonriendo y guiñó un ojo.

22
—¡Si supieran en realidad que nos meten y por dónde, sí que les daría
algo!
Las carcajadas de las dos mujeres no se hicieron esperar. Él seguía
mirándolas fascinado, eran unas mujeres extraordinarias y actuaban
ante él con naturalidad, sin mirar hacia otro lado, algo que solían hacer
la gran mayoría de habitantes del planeta.
—Pero, ¿yo qué tengo que ver con todo esto?
La mirada de Tracy se clavó en él, con tal fijeza que algo dentro de él
se estremeció. Uh, uh, se olía algo raro, muy raro.
—Tú eres un guardián de las piedras, uno de los que más tiempo ha
estado en ese puesto y, por si eso no fuera suficiente, sabemos que eres
todo un experto en las piedras Airean, por eso te llevaras
estupendamente con la geóloga.
¡Oh, oh! Y ahí estaba, ¿no? Porque, ¿estaban sugiriendo lo que él
pensaba que sugerían? ¿Guiar a la mujer? Se estremeció con fuerza, él
no era apto para ese trabajo. Pero antes siquiera de presentar ni una
queja, Evelyn siguió, como si él no estuviera allí, con la conversación.
—Además, eres un hombre sensato, muy dulce y, para que lo vamos
a negar, tienes una voz especial; cautivas cuando hablas, así que no te
será difícil encandilar a la mujer. Eres el candidato perfecto, ¡qué
narices! Eres el único capaz de hacer que esa mujer se centre a lo que
ha venido y punto.
¿Él? ¿Encandilar? No, él ni encandilaba ni seducía ni nada de nada,
a las mujeres. Abrió la boca para expresar su negativa y esta se quedó
incrustada en el fondo de su garganta. Las mujeres se levantaron a la
vez, como si un resorte las hubiera obligado a ello y se lanzaron hacía
él. Retrocedió dos pasos espantado, pero ellas siguieron andando hasta
llegar a su nivel.
—Sabemos que lo harás perfectamente. Pasado mañana vendremos
con ella para presentártela y a partir de ese momento, ella será tu única
misión. Y gracias Celik, por tu ayuda y colaboración.
Abrió la boca de nuevo pero se quedó con las malditas palabras
encerradas en ella.
Tracy se sumó a los agradecimientos de Evelyn.

23
—Eres estupendo y tan majo. Nos sentimos orgullosas de que hayas
accedido a ayudar.
¿Acceder? Pero ¡si no había abierto la boca! Cuando intentó
expresarlo, aquellas mujeres lo besaron en la mejilla. A él, las dos... dos
besos, sí. A él, el único apestado de todo el planeta al que rehuía el
noventa y nueve por ciento de la población. Se quedó pasmado en la
puerta, acariciando sus mejillas, tan sumamente concentrado que no
se dio cuenta que las dos mujeres se habían ido y le habían dejado con
un maldito embrollo entre las manos.
Se dirigió andando lentamente, intentando entender como se había
visto envuelto en semejante lío, hacia el comedor. Cuando llegó allí solo
un par de mesas, de la docena que llenaban el salón, estaban ocupadas.
Se dirigió a la que estaba sentado su amigo, que desde que había
entrado, no hacía nada más que llamarlo a base de movimientos de
manos y silbidos. La discreción era algo que no solo desconocía Criex,
es que se la pasaba por el forro…de los pantalones y no tenía forro, los
pantalones... Eso, los pantalones no tenían forro, ¡mierda! Estaba
demasiado nervioso.
Cuando se sentó frente a Criex este empezó a hablar con la boca llena,
estaba claro que no solo ignoraba la discreción, también la educación a
la hora de comer.
—Me he enterado que has tenido visitas femeninas, ¡joder, Celik! ¿Has
decidido ligártelas a pares?
Lo miró cabreado.
—¿Quieres cerrar la maldita boca? Eran Tracy y Evelyn.
Su amigo silbó.
—¡Mierda, Celik! Veo que te gusta jugar duro, ¿eh? Sabes, que si se
enteraran sus compañeros, tus pelotas serán usadas para jugar con
ellas al billar, ¿verdad?
Lo miró cabreado.
—¿Y tú sabes que eres idiota? Han venido a verme para que guie y
acompañe en su visita a las cuevas a la geóloga de la Tierra.
—¡Wow! Está claro que confían en ti, lo cual no me sorprende, pones
a todas esas mujeres en estado de efervescencia cuando te miran, es

24
asqueroso ir recogiendo las babas que dejan y encima, tienes que ir con
cuidado para no pisarles la lengua.
—¡Vete a la mierda!
Criex-Thiar le guiñó un ojo.
—Es verdad por mucho que tú lo niegues. Entonces, ¿qué les has
dicho a las mujeres?
Negó con la cabeza.
—Nada.
—¿Nada? Entonces, ¿a quién piensan endilgarle la misión?
Se sonrojó un poco y lo miró a la cara.
—A mí.
La carcajada de Criex no se hizo esperar.
—Celik, no es no, deberías ensayar frente al espejo y luego soltarlo de
vez en cuando, ¿cuándo piensas espabilar? Siempre terminan
enredándote.
—Lo he intentado, te lo juro pero no me han dejado decir ni una
maldita palabra. Cuando me he dado cuenta me estaban agradeciendo
que hubiera “accedido” a colaborar en la misión.
Su amigo siguió riendo durante la cena, cuando terminaron y al
despedirse.
—Yo de ti me mantendría apartado del personal por un tiempo, con
tu disposición a ayudar lo mismo terminas haciendo de blanco móvil
para las prácticas de tiro.
No pudo evitar enseñarle el dedo medio de su mano derecha.

25
CAPÍTULO 3

Durante los tres días que llevaba en el planeta se había dedicado a


pasear y conocerlo mejor, pero sobre todo, había charlado, y mucho,
con Dreena, Tracy y Evelyn. Les había contado su vida por encima y qué
era lo que la había motivado a pedir con tanta insistencia el puesto para
venir al planeta y estaba segura de que las había sumado a su “causa”
y la ayudarían a convencer al phartok y al resto de hombres de sus
verdaderas intenciones.
El día anterior Tracy le comentó que hoy irían a las cuevas. Estaba
deseando ver las piedras en su ambiente, aunque estaba más que
segura de que no conseguiría nada. Pero a ver cómo les metías, en el
cabezón, a los del Consejo que no se podían “manipular” ni “alterar”
unas piedras. Más de una vez estuvo tentada en darle con ellas en todo
el cogote para ver si lo entendían, pero seguro que ellos se quedaban
tan panchos y la pobre piedra quedaba convertida en arenisca.
Después de un buen baño y de haberse depilado hasta la pelusilla del
ombligo, por cierto, pedazo invento el de las tarjetitas depilatorias, sin
dolor, sin tirones, sin calentamiento…mmm, ni que tuviera acciones en
la empresa, pero es que la habían sorprendido.
Pues eso, después del baño se vistió, lo de vestir era un decir. Tenía
el armario repleto de vestidos y los jodidos enseñaban más que tapaban,

26
pero eso sí, en una variedad enorme de colores y con diferentes escotes,
desde el más discreto, llamado por ella el del “canalillo”, que se te veía
media teta y parte de la otra, hasta el “umbilical”, ese que no enseñabas
los pelos del pubis porque te los habías depilado antes con la tarjeta de
marras. Y según Tracy debía agradecer los nuevos modelos a Amy, una
de las mujeres de la Tierra que la había acompañado en el primer
intercambio, la mujer había decidido abrir una boutique donde
intentaba innovar e introducir nuevas prendas. Pero estaba claro que el
modelos estrella era el maldito vestido con cordones, eso sí, en
diversidad de escotes.
Llegó al comedor, que en ese momento estaba prácticamente vacío.
En una de las puntas de la enorme mesa estaban media docena de
mujeres de la Tierra del último intercambio. Hasta ellas se sentían
incómodas en su compañía y la de la psicóloga y prácticamente ni les
hablaban.
Tomó una bandeja y se sirvió varios dulces y un gran vaso de zumo
de durlan. Se sentó frente a Candy que la miró frunciendo el ceño.
—¿Te pasa algo?
La mujer resopló con fuerzas.
—Pues sí, no sé tú, Kelyne, pero lo que es yo me estoy encontrando
un montón de obstáculos para poder realizar mi trabajo.
Si iba con esa alegría y optimismo no le extrañaba, la verdad.
—No puedo quejarme, Candy. He hablado con mujeres de la Tierra,
pero sobre todo con Tracy y Evelyn y debo decirte que están siendo
bastante cooperativas. Me siento cómoda y ellas también.
La mujer miró a un lado y a otro, después se inclinó y la miró con
fijeza.
—¿Te has enterado de que tres mujeres ya han encontrado pareja?
Alzó la cabeza y miró a Candy... ¿tres? ¿Y que habían hecho? ¿Pasear
desnudas? ¿Lanzar las bragas al aire y el que las pillara se lleva el
premio gordo?
—No, no me he enterado. He estado conociendo el planeta que es para
lo que he venido.

27
“Ya, claro. Tú y yo sabemos, chata, que no descartas la posibilidad de
pillarte un mozo de estos para que al mismo tiempo que te susurra al oído,
te empotre contra el fregadero de la cocina.”
Cierto, pero eso sólo le importaba a ella y al “empotrador susurrante”.
—Pues desde que se emparejaron no se les ha visto el pelo. Pero lo
que realmente me asombra es el cortejo.
Ahora la intrigada era ella. ¿Qué había de extraño en el cortejo? Miró
expectante a Candy esperando que siguiera hablando.
—La verdad es que solo he visto a una pareja, pero fue todo muy
extraño. El hombre se inclinó hacia ella, me atrevería a decir que la olió
y luego la miró sonriendo para terminar dándole un beso en el que tuvo
que repasarle hasta las molares.
¿La “olió”?
—¿No se había duchado? ¿Le “atufaba el alerón”?
Candy la miró como si fuese idiota.
—¿Con la cantidad de agua que hay aquí tú crees que no van a
ducharse? Por eso te digo que es raro, ¡si aquí hasta los poros relucen!
Entonces, ¿qué cojones hacía él husmeándola?
Eso, ¿qué husmeaban? ¡Ah, mierda! Debería hablar con Tracy y
Evelyn, lo mismo tenía que utilizar algún perfume especial o untarse
con alguna crema. Ella estaba más que dispuesta a intentar ponerse,
untarse o bañarse en cualquier cosa…bueno, cualquiera no, debería
excluir un par de cosillas... pero si decidía tener un rollete con algún
fornido muchachote de aquellos. Estaba dispuesta a utilizar hasta “eau
de caca full de Phardook”.
Dreena entró en el comedor y la miró sonriendo.
—Estaba buscándote, Kelyne. Tracy y Evelyn te esperan en la puerta
principal del Gumnarium para acompañarte a las cuevas.
Se levantó de un salto, se despidió de Candy y salió, con la compañera
del phartok, hasta la puerta.
Se instalaron en un komag, un enorme pero cómodo vehículo
escoltado por guerreros phartianos montados en sus kioos. Ella miró
por la ventana a la veintena de hombres y después miró a sus
compañeras de viaje.

28
— ¿No es algo exagerada la protección?
Las dos mujeres bufaron y Tracy se acarició el vientre.
—No, es más, te diría que se han quedado cortos. Nuestros hombres
son muy, pero que muy protectores y si a eso sumamos que ya nos han
atacado en una visita a las cuevas y en que una de las mujeres está
embarazada lo raro es que no haya venido todo el maldito ejército y un
centenar de naves espaciales.
Miró el, todavía plano, vientre de Tracy.
—¿Estás feliz por tu embarazo?
La cara de la mujer fue todo un poema.
—Mucho, sobre todo porque ahora sé que si perdiera a mi bebé sería
cosa del destino y no por culpa de una ley o por un gilipollas malnacido.
Tracy había sido obligada a abortar cuando murió su marido en la
Tierra, pero lo peor de todo es que el culpable de la muerte de su
compañero y la pérdida de su bebé había sido su padrastro, un idiota
obsesionado con ella y que decidió castigarla de aquella manera por su
rebelión, por pertenecer a la resistencia, por querer un mundo mejor
para los habitantes del planeta.
En Phartian no se limitaba el número de hijos que quería tener una
pareja y si el compañero fallecía no se obligaba a la mujer a perder su
hijo, punto para ellos.
—Y Kurt-Aiman, ¿cómo se siente con el tema del bebé?
Las risas de las mujeres lo dijeron todo pero Tracy se lo terminó de
confirmar.
—Pues como si el embarazado fuese él, de hecho sufre vómitos y
mareos. Le da un ataque de pánico si levanto algo más pesado que una
hoja de papel, anda todo el día colocándome cojines en la espalda y
llama, como unas siete veces a la hora, para saber cómo estoy. Un
verdadero coñazo.
Evelyn le acarició la mano.
—¡Y eso es tan tierno!
Tracy resopló con fuerza.

29
—Tiernísimo vamos, estoy empachada de tanto dulzor, es más, como
sigan siendo iguales de tiernos todo el embarazo voy a parir un maldito
tarro de mermelada.
¿Sigan? ¿En plural? ¿A qué venía eso?
—¿Quiénes?
Las dos mujeres se miraron algo alarmadas.
—Uf, ya no se ni lo que me digo, quería decir que Kurt es el tierno.
Las miró extrañada, ¿ocultaban algo? Pero ¿el qué?
Juzgó que aquel era un momento tan bueno como cualquiera y
recordando la conversación con Candy decidió liarse la manta a la
cabeza y preguntar sobre el tema de los emparejamientos, sobre todo
aquello del “husmeo”.
—He estado hablando con Candy y me ha dicho que ya se han
producido tres emparejamientos…
—Cuatro.
Puso los ojos en Evelyn.
—¿Cuatro? ¡Qué eficacia! Bueno, el caso es que me ha comentado que
ha visto algo raro en eso. Ya sé que no soléis utilizar ni perfumes ni
jabones ni desodorantes, nada que “oculte” algún olor…eh…corporal y
tal vez eso sea un problema. Candy dice que los hombres husmean
alrededor de las mujeres, por eso quería preguntaros, ¿no sería posible
fabricar algo con un leve olorcito a flores, a especies o a pepinillos, por
decir algo?
Las dos mujeres empezaron a reír de forma descontrolada.
—Vale, a lo mejor el aroma del pepinillo no es una buena idea. Pero a
pesar de todos estos lavados y de que mi axila no destila efluvios
hediondos, me gustaría atraer a un hombre y no que saliera en
estampida o cayera a mis pies porque mi olor es “irresistible”.
Las lágrimas caían por las mejillas de las mujeres.
—Pues nada, vosotras seguir carcajeándose pero no me hago
responsable si al final de la semana me rodea un halo de emanaciones
altamente ponzoñosas, ¡joder!
Tracy se limpió las lágrimas y la miró sonriendo.

30
—Cielo te juro y no me preguntes porqué, simplemente porque no
tengo ni repajolera idea, que aquí no apesta nadie, tal vez sea algún
elemento químico de las piedras o yo que sé, pero aún después de sudar
como cerdos te pegas un baño y listo. El tema de que no haya perfumes
ni que nada se fabrique con fragancia es porque los phartianos
identifican a su pareja por el aroma.
¿En serio? Mmm, sonaba interesante estaba dispuesta, a partir de ese
día, a darse unas siete duchas diarias, haciendo hincapié en sus “partes
más odoríferas”
—¡Oh! entonces ¿por eso olisquean a nuestro alrededor?
—¡Exacto! No te alteres ni preocupes si los ves alzar la nariz a tu lado,
no es porque pesquen algún olor desagradable, todo lo contrario y
cuando veas venir a uno hacia a ti con cara de querer comerse hasta el
número de tu celltop y resoplando como un toro en celo date por
emparejada. A partir de ese momento dejan de pensar con el cerebro y
son dominados por su entrepierna y se convierten en una máquina de
follar.
Miró a Evelyn con la boca abierta, se recordó cerrarla pero la muy
obtusa siguió emperrada en continuar abierta.
“¡Ciérrate de una maldita vez, leñe! Como sigas así van a pensar que
eres idiota o alguna mosca decidirá que al final ha encontrado el túnel
del tiempo”
Quiso seguir preguntando pero en aquel momento llegaron a las
cuevas.
Allí les recibió el capitán Demon-Lisx, un impresionante hombretón
de unos dos metros, con larga melena en tonos castaños y unos
brillantes ojos de color ámbar.
—¡Bienvenidas, chicas! Celik-Mohn estará con vosotras en un
momento, he mandado a uno de nuestros hombres a llamarlo.
Tracy y Evelyn se miraron y se guiñaron un ojo.
—Si hasta pareces contento de vernos, Demon.
El hombre centró la mirada en Tracy.
—Algunas veces hasta me caes bien, sobre todo si no tienes un arma
en la mano.

31
La mujer resopló.
—¡Que graciosillo, hombre! ¿Y vosotros todavía seguís ignorando al
pobre de Celik?
El capitán se sonrojó levemente.
—Celik es un buen muchacho y tengo que reconocer que nos
equivocamos con él.
Miró a Evelyn y Tracy que resoplaron sonoramente, ¿qué pasaba con
el tal Celik?
—Vaya, ¡qué barbaridad! Y eso solo os ha costado veinte años y la
guerra con otro planeta, ¡uf! Que agilidad y velocidad mental, en serio.
Tenemos suerte de que la vacuna contra la incontinencia urinaria esté
ya inventada porque con vuestra celeridad lo mismo seguíamos llevando
pañales y rogando a que no nos diera un ataque de estornudos y poder
morir por un enfriamiento en “los bajos fondos”.
El ceño del capitán se hizo más profundo con las palabras de Tracy y
las risas de Evelyn solo hicieron que se agudizara aún más.
¿Quién cojones era Celik? ¿Es que nadie iba a contestarle?... ¡Ah, sí!
Cierto, no lo había dicho en voz alta.

32
CAPÍTULO 4

El día anterior se lo habían dado libre. Fue a su casa, lo puso todo en


orden y hasta le dio tiempo de visitar a sus padres.
Hacia un rato que había llegado y después de cambiarse y ponerse el
uniforme se dirigió al comedor para desayunar.
Quedaban pocos guerreros allí pero aún se sorprendía de ver que no
salían cagando leches cuando él aparecía. Estaba tan habituado a ver
solo la estela que dejaban sus cuerpos o que se recolocaran una docena
de ellos en una mesa de ocho, que ahora se sentía casi peor que antes.
Tomó la bandeja con su desayuno y la fuerza de la costumbre le hizo
sentarse en una de las mesas que estaba vacía. Antes del primer trago
a su zumo un soldado se sentó frente a él.
—¡Buenos días!
Lo miró fijamente antes de echar la vista a todos los lados. Pues sí, el
saludo era para él y contestó con educación. Pensó que tras eso el
hombre lo ignoraría pero de nuevo volvió a equivocarse, estaba visto que
se había empeñado en mantener conversación con él, al final iba a
desear que todavía le dieran la espalda. No es que no le gustara
conversar ni tener amistades pero después de veinte años manteniendo
la lengua, casi a tiempo total, en dique seco y las conversaciones

33
banales y corteses totalmente en el olvido, ahora le costaba un huevo,
parte del otro y hasta un pedacito de pene, meterse en vereda.
—Me he enterado de que te han endilgado la misión de custodiar a la
científica esa de la Tierra. Pensé que ya les caías mejor y van y te dan
esa mierda de misión. ¿Ha sido cosa del capitán o las órdenes vienen de
más arriba? ¿La has visto? ¿Tienes que estar mucho tiempo haciendo
de niñera? ¿Algún encargo en especial? No sé, después de mucho
pensar creo que a lo mejor quieren que la ahogues en la laguna.
Un puto minuto y ya le dolía la cabeza. Mejor que el soldado en
cuestión no pensara, ¿ahogarla en la laguna? ¡Joder! imaginación
estaba visto que tenía.
—No tengo que ahogar a nadie y no creo que la misión sea para
“castigarme”, simplemente pienso que me la han dado porque soy uno
de los guardianes que más tiempo llevo aquí.
—¿En realidad crees eso?
Antes de poder contestar vio que un soldado entraba por la puerta y
después de echar un vistazo por el comedor plantó su mirada en él y
empezó a andar, de forma decidida, hasta llegar frente a la mesa donde
estaba sentado junto al soldado “pensante”.
—Celik-Mohn, el capitán quiere que te presentes en la sala de
reuniones inmediatamente, para ser correctos sus palabras fueron: “Lo
quiero aquí antes de que yo siente el culo en una de las sillas” y
contando que estaba a punto de hacerlo, creo que hace cinco minutos
que deberías estar allí.
Las órdenes del capitán solían ser siempre así, quería las cosas para
antes de que la última de las palabras terminara de salir por su boca,
por eso dejó el desayuno a medias y echó a correr hacia la sala.
Intentó frenar al llegar a la puerta pero estaba abierta y no le dio
tiempo a parar, entró patinando por toda la sala, ¡malditos robots
enceradores! Si tuviera a uno entre las manos ahora mismo le iba a
meter la cera por el culo... y eso es lo que hizo él; meterse la cera por el
culo cuando cayó todo despatarrado en medio de la sala, lo que se dice
una entrada triunfal y nada desapercibida. Cuando levantó la cabeza
tenía ante él cuatro pares de ojos, ¡viva la discreción!
Tracy y Evelyn se inclinaron hacia él.

34
—¿Te has hecho daño, Celik?
Más en su orgullo que en las posaderas pero tampoco era el momento
de soltarlo.
—No, estoy bien.
¡Mierda! ¿Qué cojones les pasaba a las mujeres de la Tierra con su
voz? Nada más soltar las palabras el sonido de tres gemiditos llegó a sus
oídos. Miró a la “nueva” y fue como si de repente alguien hubiera
golpeado su pecho, su vientre y sus pelotas al mismo tiempo. Era…era…
¿era una niña? La miró mejor, por la altura diría que sí, pero cuando
vio su larga melena marrón, sus enormes ojos negros y esa boca de
labios gruesos y carnosos, comprendió que estaba equivocado, ¡era una
mujer! Y en lo único que podía pensar era en esos gloriosos labios
adornando…su polla y la muy ladina se ofreció a rellenar currículos
para dicho puesto, empezó a erguirse y dado el vestuario que llevaba
quedaría expuesto en unos segundos. Tragó saliva y decidió mirar para
otro lado y… ¿aquello era natural? ¿Posible? ¿Real? ¡Menudos pedazos
de moong! Y en tamaño gigante.
Mega gigante.
Ultra gigante.
Empezó a salivar ante aquellas tetas y su pene se lio a hostias con
sus pelotas para ponerse en primera fila y hacer una presentación oficial
y una candidatura formal para “desfilar entre el túnel mamario”
No supo si las mujeres se percataron del abultamiento pero el capitán
si o se lo imaginó al ver la cara de idiota que debía lucir en aquel
momento.
—¿Piensas pasarte toda la mañana en el suelo y babeando como un
maalin destetado?
De un salto se puso en pie.
Esquivó la mirada de la mujer y se centró en Tracy y Evelyn. Lo malo
es que tenía memoria fotográfica y hasta holográfica y el par de tetas no
se le olvidaban. Y a su verga, tampoco.
Pero si había pensado que su impresión al verla no sería superada se
equivocaba de punta a punta. Cuando Tracy se la presentó y ella le tomó
la mano para saludarlo…todo a su alrededor empezó a agitarse.

35
¡No!
¡No podía ser!
¡Qué no, cojones! Era imposible, ¿no?
Pues sí, parecía que sí, ella…ella ¿era su compañera?
Ahora sí que estaba en un gran problema. Grande. Del maldito
tamaño de todo el planeta como mínimo.
Respiró absorbiendo lentamente el aire de su alrededor y allí estaba
de nuevo ese sutil aroma que fue filtrándose por su nariz y apropiándose
de todo su cuerpo. Se filtró por los poros de su piel y su cuerpo empezó
a calentarse. Intentó calmarse, respirar lentamente, tal vez si dejaba de
oler…
“— ¡Joder! ¡Qué bien se siente! ¡Hola compañero!, ya estoy aquí, ¿a qué
es toda una sorpresa para ti? Pues ya puedes alegrarte porque aquí llega
el alma de la fiesta, el señor del sexo, el tío más caliente de todo el
espacio, el amo de los polvos a gogó”
Pregunta respondida. Efectivamente era su compañera. Ahora sí que
estaba jodido. ¿Por qué tenía que ocurrir en aquel momento? “¡Me cago
en mi estampa, en mi holograma y hasta en mi imagen esculpida en
piedra! Ahora sí que tengo un problema y gordo entre las manos”
“—Realmente, Celik, lo “gordo” está entre las piernas no entre las
manos, ¿te perdiste las clases de anatomía?”
Y mientras se ocupaba de él, de su oiyu y de la, cada vez más evidente,
“pirámide” entre sus piernas, se dio cuenta del silencio a su alrededor,
alzó la cabeza y se encontró con los ojos de todos fijos en él, salvo que
el capitán lo miraba fastidiado y a la cara y las mujeres, fascinadas y a
su entrepierna. ¡Jodidamente fantástico! Solo faltaba un rótulo
luminoso y una flecha invitando a observar el “alzamiento insurrecto”.
—¿Va…vamos a observar la piedra?
La “nueva”, su compañera… ¿Cómo había dicho que se llamaba? ¡Ah,
sí! Kelyne, mmm, precioso nombre…pues eso, Kelyne alzó la cabeza, lo
miró sonriendo y le guiñó un ojo.
—No nos hemos perdido detalle pero estoy más que dispuesta a hacer
una revisión más exhaustiva.
Se sonrojó violentamente ante las palabras irónicas de la mujer.

36
“—¡Joder, macho! Nuestra compañera no es de las que se achantan.
¡Me encanta!”
Gimió interiormente.
“—¿No nos encanta? Hijo que sosainas, pues yo estoy contento y mira
que, dada tu situación, no veía futuro en nuestra relación. Me había
resignado a que no tuvieras nunca el placer de conocerme, pero hoy es tu
día de suerte, muchachote”
Demon le dio un golpe en la espalda y salió del semi-atontamiento en
el que estaba sumido.
—¿Crees que antes de que termine el día podrás guiarlas a las piedras
o te harán falta un par de día más?
¡Mierda! Sacudió la cabeza para despejarse y les pidió que lo
acompañaran.
El trayecto por el pasillo hasta llegar a la gran sala central, donde
estaba ubicada la piedra madre Airean, fue una tortura. El aroma de
Kelyne, su compañera, lo tenía enloquecido y el saborear la palabra
“compañera” lo estaba poniendo a mil.
“—Hombre, puestos a saborear yo optaría por la boca y ya, después de
calentar motores, enterramos la jeta entre esas piernas y eso sí que va a
ser “el menú degustación”, compañero”
¡Maldita sea! le había tocado el oiyu ocurrente.
“—Escucha, guapote de cara, te recuerdo que soy tu otro yo, mejorado
y totalmente perfecto, así que si yo soy el ocurrente imagina lo que eres
tú, ¿saco el diccionario de antónimos?”
—Entonces, ¿todas las piedras son parte de “ella”?
Volvió a tragar saliva, a ese paso terminaría metiendo la cara en la
pequeña laguna que rodeaba a las piedras y bebería hasta reponer los
líquidos que estaba perdiendo.
No pensaba que el conocer a su compañera, aparte de las erecciones,
el calentamiento sexual, muchas más erecciones y endurecimiento de
sus pelotas, traería esas lagunas mentales y el atontamiento que lo
acompañaba en ese momento. Respiró con fuerza…mal, muy mal,
porque su aroma se filtró por sus fosas nasales y en lo único que podía
pensar era en follarla contra la piedra, contra el muro o en medio de la

37
laguna y sin importarle la presencia de las dos mujeres tras ellos y que
ahora mismo lo miraban sonriendo irónicamente. ¿Se habían percatado
de lo que le ocurría?
“—¿Por qué? Si has disimulado de puta madre. Solo te ha faltado un
cartel colgando de tu lengua babeante que pusiera “mía”. Por lo demás
has sido discretísimo, el rey del juego del despiste, tu tranquilo, machote”
Kelyne seguía mirándolo fijamente y esperando su respuesta.
—Sí, todas las piedras crecen pegadas a ella. Algunas se desprenden
antes y otras después, no sabemos las causas ni cuál es el motivo que
las impulsa a soltarse. Resbalan lentamente por entre las demás y caen
a la laguna.
—Y el agua ¿de dónde procede?
—De ella. Según los antiguos libros de la historia de Phartian cuando
descubrieron las cuevas ya estaba así, entonces las piedras crecían más
lentamente y en menor tamaño, con el paso de los años ha ido creciendo
la cantidad y dimensión de ellas.
La mujer se acercó más a él y no tuvo más remedio que recular,
porque si seguía acercándose a él de ese modo no respondía de sus
actos.
“—Yo no pienso preguntarte, es más, te animo a que cometas muchos
actos sin respuesta, ya te echo yo una mano en cuanto cometas el
primero. Estoy más que ansioso”
—¿Y no sabéis a que es debido esa exuberancia?
“—¿Ha dicho exuberante? Ella sí que es exuberante. Tiene
superabundancia, copiosidad, es un total derroche de tetas. ¡Gracias
madre naturaleza! Estoy más que seguro que podríamos meter las dos
pollas entremedias de ellas y todavía sobrarían tetas, ¿te has dado
cuenta?”
“—Mohn, deja de hablar maldita sea, pues claro que me ha dado
cuenta, pero si sigo fijándome más me van a reventar las costuras del
uniforme por la entrepierna”
“—Me he dejado llevar, lo siento, pero hazme un solo favor, ¡tíratela!
Tengo la polla más dura que la madre de las piedras y todas las hijas
juntas. Y respóndele, ya nos mira rarito, lo mismo piensa que somos
tontos del culo”

38
¿Responder?… ¡ah, sí! La exuberancia, justo ahí se habían quedado.
—No, no lo sabemos, pero creemos que puede estar ligado al
crecimiento del planeta. Nuestros campos de cultivo son mejores y más
fértiles y hemos prosperado muchísimo.
“—¡Mierda! no es por meterte presión, muchachote, pero si sigues
utilizando palabrejas como esas en lo único que puedo pensar es en
fertilizarla yo a ella, así que o te la follas o hablas del tiempo o de los
gases nobles... o de las cacas de los donkg, pero evita los vocablos que
empiecen por F, o por J o por C o…bueno, evita toda referencia al sexo,
¿entendido?”
Intentó mantenerse lo más lejos posible de ella, respondiendo a todas
sus preguntas…a distancia. Si ella daba dos pasos hasta él, reculaba
cuatro. Se veía a la entrada de las cuevas y rodando pendiente abajo
pero es que estaba asustado, terriblemente asustado.
“—Reconócelo, compañero, estás acojonado y te entiendo, de verdad.
Triste vida la tuya y por ende la mía, solos, apartados, sin hueso que
roer, sin pulga que nos pique…uf, espera que me he hecho la picha un lío.
Lo que quería decir es que ya nos habíamos resignado y comprado un
abono perpetuo y a fondo perdido al soliloquio de un pene y su mano.”
Fue una hora, dos o más pero para él fue toda una tortura. Deseando
tomarla, hacerla suya... absorbiendo el dulce aroma de su cuerpo. Por
eso cuando Tracy anunció que era la hora de irse respiró aliviado, hasta
que el cálido olor de ella volvió a abofetearle el corazón. Se había
despistado de tal manera que no la había visto llegar a su lado, casi
pegada a su cuerpo.
—Mañana vendré temprano y empezaremos a tomar notas, porque
¿serás tú el que me acompañe, verdad?
“—Como un cromo nos vamos a pegar a ti ¿a qué si muchachote?”
No podía ni respirar mucho menos pensar o hablar.
Se despidió de forma automática de las mujeres pero cuando Kelyne
volvió a pegarse a él, sus neuronas se hicieron papilla y pensó que
saldrían rodando por su piel en forma de sudor.
—Celik, ¿te caigo mal?
Tragó saliva.

39
—No.
¡Wow! Que expresividad y grandilocuencia la suya, tendría que
repasar sus libros de lenguaje porque estaba visto que o había
desaparecido de su mente o había salido rodando por el maldito pasillo
de las cuevas y se escondía bajo alguna piedra, el lenguaje, no el libro,
¡maldita sea! estaba perdiendo la sesera.
—Pues no lo parece. Huyes cuando me acerco. Saltas, como si te
hubiera picado una chinche en tus pelotas cada vez que te hablo,
llámame desconfiada, pero ni cosa más parecida.
Venga, ¡más saliva! ¿Alguien al mando de su cerebro que pudiera
mandarle un par de litros?
—Si te toco, ¿saldrás en estampida o te pondrás a gritar como un
loco? ¿Por qué me rehúyes así, Celik?
Le puso la mano en el pecho y fue como si se hubiera producido una
descarga. Hasta ella se dio cuenta y la retiró con celeridad y se quedó
mirando embobada a su estela, sí. Justo la que dejó cuando salió con
los talones golpeando los cachetes de su culo no sin antes soltarle tres
palabras que la dejaron con la boca abierta.

40
CAPÍTULO 5

—¡Eres mi compañera!
Bien, vale, estupendo, magnifico. Y, si eso era así, ¿no se suponía que
el hombre en cuestión se ponía a bufar como un toro en celo y te
arrastraba hasta su “cueva” para ponerte mirando el color de tus
calcetines y darte “estopa”?
Pues allí había algo que fallaba, a la cueva sí que se había ido pero
solo y a ella la habían dejado sin estopa. ¡Vaya un exitazo el suyo! Y no
es que ella estuviera interesada en encontrar a un hombre de buenas a
primeras, ese había sido su objetivo terciario, ¿o secundario?
Desde que había puesto los ojos en Celik todo su cuerpo empezó a
tararear una melodía de deseo. ¡Dios! El hombre era impresionante.
Casi dos metros de altura de puro macho, ancho, lleno de músculos, un
cuerpo fibroso, unos labios generosos que le dieron ganas de morder,
apretujar y estirar entre sus dientes. ¡Y los ojos! Debería estar prohibido
tener unos ojos así, uno verde como la hierba y el otro en color ámbar,
mmm, pecaminosos. Pero por lo que sus óvulos entonaron toda una
letanía de ¡oe, oe, oe! Fue por ese bulto entre sus piernas. ¡Allí había
relleno! El hombre estaba utilizando un “push-up pelotero”, no podía
ser de otra forma. Pero cuando “aquello” empezó a crecer y crecer y
superar todas sus expectativas en cuanto a tamaños, comprendió que

41
era todo suyo, natural, auténtico y estuvo tentada de seguir mirando
para ver hasta donde era capaz de llegar. Hasta su cerebro empezó a
hacer apuestas, “¿un minuto?, no, yo creo que revienta las costuras en
diez segundos más y termina sacándonos un ojo con esa cachiporra que
tiene entre las piernas, ¿qué te juegas?”
Se mordió la uña del dedo índice. Se recreó. Estaba nerviosa, muy
nerviosa y tres minutos después descubrió que se había hecho la
manicura en plan rústico. ¡Maldita sea!
—¿Nerviosilla, verdad?
Miró fijamente a Evelyn.
—¿Tu qué crees? Después de todo lo que me habéis contado me siento
engañada y estafada y que conste que no tengo como misión encontrar
a un hombre, pero claro, me soltáis todo eso de los olores, del sexo
descontrolado y toda esa mierda y una se hace preguntas, la verdad.
Las dos mujeres se miraron y empezaron a sonreír. Pues a ella ni puta
gracia le hacía todo aquello.
Mientras las mujeres seguían sonriendo ella miró por una de las
ventanas del komag, suspiró y volvió de nuevo la vista a ellas.
—¡Pues yo no le veo la gracia! Me dijisteis que cuando un phartiano
encuentra a su compañera se vuelve loco de deseo y la reclama. El mío
ha salido corriendo… pero para el lado contrario, como si le persiguieran
mil demonios o no pudiera llegar lo bastante rápido al baño. ¿Esto es
alguna bromita para la tonta de la Tierra? Y vuelvo a repetir que no es
que esté interesada, bueno, un poquito sí.
Tracy suspiró con resignación.
—Celik-Mohn es diferente, Kelyne.
Abrió los ojos con sorpresa, ¡mierda, no me jodas! Con su suerte no le
extrañaba, la verdad.
—¿Es gay?
Las dos mujeres negaron con rapidez y contundencia. Evelyn se
inclinó hacia ella y la tomó de la mano.
—No, no es gay. ¿Has visto sus ojos?

42
Mmm, sí, los había visto y se había recreado en ellos, magníficos.
Asintió.
—Bien, pues verás, Celik no ha tenido siempre los ojos así. Al llegar a
la pubertad cambiaron, con tan mala suerte que coincidió con la
epidemia que acabó con la gran mayoría de mujeres y por si todo eso no
fuese suficiente, ni su madre ni sus dos hermanas enfermaron.
¿Y? Miró a Evelyn y luego a Tracy. Esta respondió la pregunta que
formuló con la mirada.
—Como nunca había pasado algo así se sintieron desconcertados y
en un alarde de inteligencia o por inspiración divina decidieron sumar
dos más dos y les salió cinco; culparon a Celik. Empezaron a pensar
que era un ser maldito y le dieron la espalda. Durante veinte años ha
vivido marginado.
Bufó sonoramente.
—Imbéciles.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo, Kelyne, pero sus mentes
obtusas no dieron para más. Creo que todo eso ha influido para que
Celik sea reservado, para mí que se ha asustado al descubrir que tú
eres su compañera —Tracy se volvió hacia Evelyn — ¿Opinas lo mismo?
—Totalmente de acuerdo. —Se volvió hacia ella —Tendrás que tener
un poquito de paciencia, Kelyne, pero ten por seguro que ahora mismo
estará deseándote como un loco y no aguantará mucho en reclamarte.
Hizo una mueca de fastidio.
—Siempre y cuando no haya decidido salir pitando.
Las mujeres rieron y negaron con la cabeza.
—En cuanto se calme te reclamará, Kelyne.
Miró a Tracy con desconfianza. No las tenía todas con ella, no. En
temas de amor no había tenido suerte y viendo la reacción de Celik
estaba más que segura de que ella iba a ser la excepción a la regla; iba
a ser la única compañera sin reclamar, seguro, tiempo al tiempo.
Aunque la verdad, ¿quería ser reclamada?
“Sí, nena, queremos ser reclamadas, ¿pero tú has visto bien a ese
hombre? Serías una idiota si lo dejaras escapar.”

43
Pero su misión no era esa, ella no estaba allí para eso.
“Subconscientemente sí, o sea, yo sí que quiero. Yo te metí la idea en tu
linda cabecita y yo quiero ser reclamada, por consiguiente, tú quieres ser
reclamada. Yo quiero a ese hombretón, así que hazte a la idea, guapa.”
¡Maldita conciencia de las narices! No le quedaba más remedio que
preguntar, pero sólo por su conciencia no por ella.
“No te lo crees ni tú.”
—¿Y cuánto tiempo crees que necesita, un mes, tres, seis? Porque ese
es el tiempo máximo que puedo permanecer aquí.
Las dos se inclinaron hacia ella y Tracy tomó muy fuerte de la mano
y empezó a hablarle.
—Punto uno, Kelyne, solo tienes tiempo mínimo para estar aquí no
máximo, aunque no encontraras compañero y si te sientes feliz podrás
quedarte toda tu vida, no estás obligada a volver y no les debes nada a
los tipos del Consejo. Punto dos, ¿un mes? ¿Estás loca? Ahora mismo
Celik debe de andar por ahí con una erección enorme. Estará duro por
horas, no se calmará ni aunque se descarne la mano de tanto
masturbarse y cada instante que esté cerca de ti parecerá una maldita
olla a presión de lujuria.
Respiró con dificultad, atropelladamente.
—¿Olla a presión de lujuria?
Evelyn se acercó más a ella.
—Ahora mismo ese hombre es como paja…bueno tal vez la palabreja
no sea la idónea, mejor diremos que es como hierba seca, una sola
chispa y se encenderá, estallará, será todo un volcán de sexo
desenfrenado, salvaje, caliente y pegajoso.
Tanto Tracy como ella se la quedaron mirando fijamente.
—¿Me he pasado, no? ¡Dios! Es algo que no puedo resistir, cuando
hablo de emparejamientos recuerdo la primera vez que Josk me tomó y
se centran las hormonas en un solo punto. ¿Tú te quejas de que Celik
se ha largado? El pedazo bestia del mío me reclamó “sin querer” y
después de haber “viajado en primera” el muy imbécil no quería pagar
el “billete”. Kelyne, no te lo tomes como algo personal, simplemente está

44
asustado. Descansa esta noche y mañana ve a por él con uñas, dientes,
brazos y piernas, aférrate a él.
Tracy la miró negando.
—Y tú date un buen revolcón con Josk o mete el coñ...culo en un
congelador.
Las tres mujeres rieron con ganas.
Después de cenar quería ir a buscar a algún libro para informarse del
tema del emparejamiento pero Candy la pilló antes de llegar a su
objetivo.
—¿Has visto las cuevas? ¿Has podido ver las piedras? ¿Cómo es todo
aquello?
Estaba cada vez más convencida de que la psicóloga tenía el cerebro
lavado y enjuagado y que tenía muy clara su misión. Le habló de lo que
había visto y le confirmó que lo que habían dicho los phartianos sobre
las piedras era verdad, pero que de todas formas tenía permiso y
autorización para investigar, recolectar y analizar todas las que hicieran
falta, no le habían puesto ni límites ni prohibiciones. Ante esas palabras
la mujer pareció relajarse.
—Y sobre los emparejamientos ¿has podido descubrir algo?
Pues si hombre, ¡anda y que le hicieran la pedicura con una
amoladora! Ese era su trabajo, si no había sabido ganarse la confianza
de las gentes de Phartian no era su problema.
—No. Y tampoco he preguntado, Candy, mi trabajo no es ese, pero
tranquila que si me entero de algo te lo comentaré.
Pues podía sentarse, no, mejor que se tumbara por si terminaban
saliendo callos en el culo de esperar su comentario.
A la mañana siguiente y antes de ir a las cuevas y después de
desayunar, fue a la biblioteca en busca del libro que la noche anterior
se quedó con ganas de leer. Algo para que le aclarara el tema del
emparejamiento. Cierto que Tracy y Evelyn le habían estado contando
cómo era, pero allí había algo que no encajaba.
Y para que constara en acta estaba haciendo aquello sólo por su
conciencia, ella no estaba todavía muy segura de que fuese una buena
idea.

45
“Si te lo sigues repitiendo lo mismo te lo crees y todo. Recuerda que a
mí, chata, no me puedes engañar.”
“No hemos venido a buscar compañero, ¿te acuerdas?”
“Sí, lo sé, pensamos que los tipos son interesantes, que nos follaríamos
a unos cuantos, pero qué quieres que te diga, reina, después de ver al
maromo en cuestión que nos ha tocado yo creo que es la mejor idea del
espacio espacial. Piensa que sería sólo nuestro, todito entero y los cuernos
no relucirían nunca en nuestra linda cabecita. Mmm, suena, como
mínimo, muy tentador, ¿a que sí? Polvos a discreción y fidelidad
asegurada, ¿qué más quieres, atontada?”
Cuando entró uno de los soldados a llamarla estaba totalmente
sumergida en la lectura, aquello era tan interesante y tan caliente, se
sentía como una nave espacial después de hacer la carrera
interespacial, ronroneando y pasada de revoluciones. ¡Por todos los
puntos de meta! Aquello era fascinante.
Mientras se dirigía a las cuevas pensó en todo lo que había leído.
Las parejas eran para toda la vida. ¡Sí!
Los phartianos eran muy sexuales. ¡Extraordinario!
Tenían una época de celo. Esto, debía de reconocerlo, la había
descolocado un poco... ¿celo? ¿Qué tipo de celo? ¿Cuándo, dónde, por
qué? ¿Cómo los animales? Eso era raro y necesitaba leerlo con más
tranquilidad.
Había un oiyu. Ese no sabía quién era. Parece ser que era alguien que
los visitaba o algo así pero que tenía un papel bastante relevante. De
hecho, parece ser que el tipo en cuestión era “imprescindible y
totalmente necesario” para la relación de pareja y más rarito aún...
estaba involucrado en el tema del celo y de los bebés. ¿Pero quién
cojones era el oiyu de las narices?
No había podido leer nada más que la introducción, aún no había
llegado a los capítulos y apartados donde lo explicaban todo más
exhaustivamente. Salvo el primer capítulo, ese sí que lo había leído con
puntos, comas y sin saltarse ni una palabra y le quedó bastante claro
que él, después de descubrir que era su compañera, la debería haber
arrastrado hasta una cama, una pared o un sillón acolchado y follarla,
reclamarla, hacerla suya totalmente. Normalmente solía suceder así,

46
porque cuanto más tiempo pasara sin reclamarla, más sufriría y más
enloquecido estaría él.
Pues como le tocara las narices iba a sufrir mucho, tanto, que se lo
veía tomando antiinflamatorios para su verga y haciendo masajes
paliativos a la susodicha.
“Pero, ¿no habías dicho que tú no querías un compañero?”
Le levantó mentalmente el dedo medio a su conciencia.
“Reconócelo, te follarías a uno de estos hasta dejarle el pene como una
uva pasa, pero en especial a nuestro compañero. El tío está para repasar
el abecedario con él, desde la A de acariciar hasta la Z de zumbar. A mí
no me engañas, este nos pone todas guarras.”
¡Mierda! La verdad es que la idea estaba arraigando, cada vez más
fuerte en su cabeza.
“¿Solo en tu cabeza?”
¿Y desde cuando su conciencia se había vuelto tan sumamente
cachonda?
La llevaron a una pequeña habitación, situada al lado de la sala de
reuniones, para que esperara allí a Celik. Las paredes estaban pintadas
en color melocotón, el suelo, muy pulido, era de color café, había una
pequeña mesa estaba a un lado con un par de sillas tapizadas en
marrón, dos sillones enormes estaban en la pared de enfrente de la
mesa, eran de color granate. Se dirigió hasta ellos y se dejó caer en uno.
A pesar de la conversación mantenida con Tracy y Evelyn y de todo lo
que había leído no se sentía cómoda con el tema de los olores, echando
un discreto vistazo a su alrededor levantó un brazo y se olisqueo el
“sobaquillo”. Nada, ni un leve rastro a flores, pero, y eso era un alivio,
nada que le hiciera recordar un plantío de cebollas. Echó otra miradita,
no fuese que la pillaran con la nariz en el cuerpo del delito. Sola, bien.
Puso su mano derecha frente a ella y soltó el aliento, mmm, dulce,
aromático, con unos matices delicados y… ¿estaba empezando a perder
la cabeza?
Podía respirar tranquila. Olía a… nada, ni flores ni hierbas ni porras,
pero tampoco atufaba. Por eso, si Celik salía en estampida de nuevo, le
iba a refregar la cara en un campo de caquitas de vaca… bueno, allí no
había vacas pero estaba segura que algún bicho enorme y que hiciera

47
aún más enormes sus deposiciones habría y por todos los malditos
campos estercolados que iba a saber diferenciar entre aroma y tufo.

48
CAPÍTULO 6

Estaba terminando de desayunar cuando se sentó a su lado Criex.


—Ayer ya no te vi en todo el día, ¿cómo te fue con la científica esa?

Miró a su alrededor, el comedor estaba prácticamente vacío.


Gruñó y su amigo lo miró fijamente abriendo desmesuradamente sus
ojos azules.
—¿Eso es bueno o malo?

Volvió a gruñir.
—¡Que expresividad! ¿Podrías, si no es mucha molestia, claro,
intercalar entre gruñido y gruñido alguna palabra? Es que no sé leer
entre líneas, ¿qué cojones te pasa, Celik?
—¡Es mi compañera!

Nada más que por ver la cara de Criex merecía la pena todo lo sufrido
la noche pasada. Al pobre se le había abierto la boca de tal manera que
ahora mismo podía hacerle una revisión dental completa, los ojos
parecían querer salirse de su sitio y con el vaivén de su cabeza se le
había deshecho el lazo que sujetaba su rojizo pelo.

49
—La científica, ¿es tu compañera?

Asintió.
—Por eso no se te había visto el pelo, ¿cómo ha ido todo?

Suspiró resignado, mejor contarle a su amigo lo que “no” había


pasado, porque conociéndole seguro que se dedicaba todo el día a
seguirlo y acosarlo. Segurísimo también que le iba a importar una
mierda que estuviera solo o acompañado y conociendo su grado de
discreción haría las preguntas a gritos y sin pelos en la lengua. Sí,
mejor explicárselo y que la suerte lo acompañara y decidiera dejarlo en
paz.
—No hay mucho que contar; capté su aroma y cuando me vine a dar
cuenta estaba envuelto y capturado, sólo podía olerlo y dejar que mi
cuerpo disfrutara de él. Y después... pues... me fui.
Ahora, aparte de las muelas, podía divisarle la úvula, las amígdalas
y en vista panorámica, el paladar.
—¿No la reclamaste?

Negó con la cabeza.


—Eres gilipollas, ¿a qué esperas? Te recuerdo que la espiral de deseo
va a ir creciendo y va a ser dolorosa. En unas horas el peso de tus
pelotas te hará andar inclinado, la dureza de tu polla será tal que si no
te masturbas, te dolerá y si te masturbas, será peor. Puedes pelarte la
mano hasta salirte ampollas, macho, pero será una idea pésima,
malísima y sé de lo que te hablo.
Criex había conocido a June, su compañera, en el primer intercambio
con la Tierra y fue muy difícil para él llegar a ella. La mujer había
sufrido maltratos y violaciones tanto de su padre como de su pareja.
Cada vez que su amigo intentaba tocarla, June se encogía, se retraía.
La impaciencia y la desesperación de Criex crecían al no poder
emparejarse ni hacerla olvidar.
Al final, él fue el que le dio la idea para intentar convencerla. Para
que ella estuviera relajada, Criex se dejó maniatar, solo con su boca
pudo hacerle el amor. Lo del oiyu fue otro problemilla. Pero no quería

50
saber cómo logró convencerla, él ya había hecho más que bastante con
darle la ideíta de las cuerdas.
—¿Crees que no lo sé? Pero me asusté. Todo esto es nuevo para mí y
para ella, no nos conocemos, no sabemos nada el uno del otro.
—¿Crees que June vino con un manual? Todos ignoramos cómo es
nuestra compañera, pero el calor es más fuerte. Primero el revolcón, el
reclamarla; lo de hablar lo puedes hacer después. Te recuerdo que
tendréis toda una vida por delante, así que no te preocupes por eso
ahora.
—¿Te recuerdo yo a ti que a ella la han enviado aquí a investigar? Y
no tengo ni idea de qué tipo de información quiere obtener, ¿las piedras
o algo más? ¿Te imaginas que decide traicionarnos? ¿O inventarse
alguna conspiración? ¿O decir que les estamos engañando? Llevo
veinte años aguantando que me traten como un apestado, ¿no es
irónico que ahora que empiezan a ver que existo mi compañera sea la
científica que viene a investigarnos y todos vuelvan a hacerme el vacío?
Criex iba a replicarle cuando apareció por la puerta el capitán.
—La mujer lleva aquí diez minutos, Celik-Mohn, ¿necesitas que te diga
lo que tienes que hacer o lo descubres tú solito? Levanta el maldito culo
y ve con ella.
—Lo siento, señor, no sabía que ella estaba aquí.

Se dirigió a grandes zancadas hasta la sala de reuniones pero ella no


estaba allí. Cuando iba a girarse un sutil aroma le llenó las fosas nasales
y el deseo empezó a crecer de nuevo en él.
“—Una pequeña corrección, Celik, junto al deseo crece y, de forma muy
poco sutil, la polla y ni te cuento lo de las pelotas. ¿Qué narices ocurre
ahí? Es como si cada uno de los pequeños duendes cabezones estuviera
aporreando un tambor, no paran de temblar, tío y juraría que los siento
burbujear.”
“—¿Burbujear? ¿Tú estás seguro de que estamos hablando de tus
pelotas? Lo mismo ha sido el sonido de la cafetera para el desayuno.”
“—Lo mismo eres idiota y todavía no te has enterado. Estoy caliente y
listo para follar, ¿te lo deletreo?”

51
“—No me lo vas a poner fácil, ¿verdad?”

“—Define fácil y te lo aclaro. ¿Sabes lo que es tener que vivir las


erecciones en silencio?”
“—Estás de broma, ¿no? ¿Silencio? Desde que apareciste no has
parado de darle lustre a la lengua, Mohn.”
—¿Estabas buscándome?

Y allí estaba ella, hermosa, bellísima, menuda, con una cintura


pequeña, unos pechos enormes y suya... y todo su cuerpo se tensó.
Todo. Un “completito”.
“—Y ahora llega la fiesta de la lujuria y la hora feliz de las erecciones,
dos al precio de una. Una preguntita, ¿tú crees que antes de que las
pelotas pasen a ser estudiadas por los paleontólogos, follaremos? Me
gustaría echar un maldito polvo en la vida antes de que mi verga pase a
ser un fósil digno de estudio.”
Con dos frentes abiertos y todo un cuestionario de preguntas, su
cerebro amenazaba con cambiar del estado sólido al líquido y cuando
Kelyne se paró a menos de un metro de él, juraría que lo notó licuarse.
—Sí, estaba buscándote. El capitán me ha dicho que habías llegado
hace varios minutos pero a mí nadie me había avisado, lo siento, si
hubiera sabido que estabas aquí habría venido antes…
Dos pasos más y ella estuvo pegadita a él y haciendo que tuviera que
respirar por la boca para no oler su aroma.
“—Pues te aviso que no es una buena decisión, colega, me lo estoy
tragando yo enterito y si antes estaba caliente, ahora tengo un puto
volcán entre las piernas. Con la consiguiente calentura tuya, vas a arder
de dentro hacia fuera. Advertido quedas, machote”
— ¿Estás nervioso, Celik?

Tragó con fuerza y ella siguió fascinada el movimiento de su nuez.


—¿Es porque somos compañeros? ¿O simplemente porque tu
compañera soy yo, la espía?
Aire, necesitaba aire. Pero mucho más que eso necesitaba espacio, a
ser posible todo el planeta de por medio.

52
—Yo no creo… bueno, sé que has venido a investigar pero quiero
pensar que tu misión no es espiar, pero aun así, yo no… yo no podría
resistirme a ti.
Ella lo miró extrañada.
—¿No? ¿Tan fuerte es la atracción?

Asintió porque no había manera de decir una palabra. Su garganta


parecía cerrada a cal y canto por una enorme bola que no hacía más
que crecer y crecer.
—Mira, Celik, yo no he venido aquí en busca de compañero, quiero
que entiendas eso. Mi misión tampoco es investigar las piedras, sé que
es imposible hacerlo. El motivo principal de mi estancia aquí era
convenceros de que no rompierais el trato con la Tierra, algo que he
descubierto que es falso y que los del Consejo nos la han vuelto a jugar.
Pero ya que parece que somos compañeros, me gustaría que pudiéramos
conocernos mejor.
Su oiyu gimió y dio una patada dentro de él, alcanzando su bazo, el
estómago y parte del intestino.
“—Yo quiero follar, lo de conocernos lo dejamos para después. ¡Joder!
Celik, si me pongo más caliente voy a incendiar media cueva con una sola
sacudida de mi pene. Díselo”
—Está bien, Kelyne, conozcámonos mejor.

“—Eso, y ya de paso verás cómo arde un tío de dentro para afuera y


cómo perfora la pared con la verga. Empiezo a pensar que lo tuyo es
masoquismo puro y duro, pero no me hagas mucho caso, ya sabes que el
“rarito” soy yo. ¡Me cago en mi puta suerte!
Nunca había pasado tanto calor. Se sentía arder. Fueron juntos hasta
la sala de las piedras, intentando, por todos los medios, respirar lo
menos posible y rozarse con ella aún menos. Por eso se mantuvo dos
pasos atrás, lo que tampoco era buena idea porque no podía apartar la
mirada de sus caderas y de ese culo respingón y de su larga melena
castaña y de ese maldito vestido adaptado que no dejaba nada a la
imaginación ni al suspense. Y empezó a sudar y sudar.

53
Jamás había respondido a tantas preguntas, ¿tenía un cuestionario?
Estaba visto que si que iban a conocerse bien, mucho, tal vez
demasiado. ¿Es que no podía dejar nada para después? ¿Dónde
quedaba eso del sorprenderse cada día? ¿Y el descubrir esos pequeños
detalles? Evidentemente Kelyne ni quería sorpresas ni dejar nada a la
total ignorancia.
—¿Viven tus padres, Celik?

—Sí, ¿y los tuyos?

Ella alzó los ojos al cielo y luego lo miró.


—Están muertos los dos, pero no acepto condolencias, los quise en su
momento, hasta que me di cuenta de cómo eran realmente.
Ella siguió mirando las piedras, golpeando una y viendo cómo se
volatilizaba el polvo, justo lo que ocurría siempre que hacías eso. Pero
claro, a ver cómo les explicas a los listos del Consejo que no había
narices a estudiarlas y que eso ocurría en la Luna, en Marte, en Phartian
o en la otra punta del espacio ¡Mamarrachos!
—¿Tienes hermanos?
La miró asombrado, ella era capaz de mezclar dos conversaciones en
una.
—Cuatro, dos chicas y dos chicos, yo soy el menor de todos.

Kelyne sonrió.
—¡Wow! Cuatro hermanos, nuestro Consejo sólo nos permiten un hijo,
pero me encanta la idea de una familia numerosa.
Durante unos diez minutos le habló de su familia, de las bromas
compartidas, de sus juegos, de sus sueños y esperanzas. La miraba
asombrado. Ella no paraba de analizar piedras, de tomar imágenes de
la cueva y al mismo tiempo no paraba de preguntar y sonreír
entusiasmada.
—Sabes, me pregunto cómo has aceptado que tu compañera sea una
mujer de la Tierra, ¿estás sorprendido, emocionado, disgustado?

54
Estaba empezando a tranquilizarse un poco cuando ella lo asaltó con
esa pregunta. De nuevo su “periscopio” alzó la cabeza totalmente
interesado en el tema.
—No estoy disgustado. Me alegra saber que tengo una compañera, ya
había perdido toda esperanza.
Kelyne dejó la pequeña cámara en el suelo y se acercó hasta él. Su
cerebro empezó a mandar señales combinadas de peligro y deseo.
Ella no paró de andar hasta quedar a menos de un metro de él.
— ¿Por la opinión que tienen de ti por lo que pasó con tus ojos?

Asintió, las palabras había vuelto abandonarle y dejarlo con el culo al


aire y como un completo idiota.
—Pero ahora empiezan a aceptarte, aunque déjame decirte que son
todos unos idiotas. Tienes unos ojos preciosos.
“—Hoy es nuestro día de suerte, Celik, vamos a follar a tiempo completo
y con horas extra, ¿te querrás creer que estoy nervioso? Se me saltan las
lágrimas de la emoción.”
Kelyne, (¿cómo cojones lo había hecho?) estaba justo frente a él, con
un leve estremecimiento estarían pegados. Su aroma entró a
quemarropa por su nariz y por todos los poros de su piel. De nuevo
empezó la calentura y todo el proceso de emparejamiento, o la tomaba
ya, allí mismo, o la arrastraba hasta su cuarto o se iba en estampida.
Tres opciones, dos eran las recomendables y las que su oiyu y cuerpo le
reclamaban, pero la otra era la opción correcta si quería darle el tiempo
a ella para conocerse.
—Kelyne no es buena idea que te acerques tanto.

Ella sonrió y posó una mano, ni maldita idea de la que era, sobre su
pecho.
—Esta es otra manera tan buena de conocernos como cualquiera.

Dio un paso atrás pero ella lo avanzó y dio otro más de regalo que la
posicionó pegada a su cuerpo. Su erección creció, se veía con todo al
aire; las costuras no dejaban de hacer soniditos raros y estaban tan
tensas que amenazaban con reventar de un momento a otro.

55
—Podemos jugar un poquito, besarnos, acariciarnos, ¿no te apetece?

“—Para jueguecitos estamos nosotros. Venga, ataca machote, métele de


todo menos miedo. Necesito salir ya, si tengo que aguantar un minuto
más voy hacer paté con tu hígado.”
Cerró los ojos y tomó aire muy despacio, no quería más fuego del que
podía manejar, y lo soltó lentamente. Tomó las manos de ella entre las
suyas, depositó un beso suave en ellas y las dejó caer.
—Kelyne, si te toco voy a perder el poco control que tengo. Quieres que
nos conozcamos mejor y lo respeto, pero mi cuerpo no está en
consonancia con mi mente. Si vuelves a acercarte a mí no me va
importar donde, solo el cómo y el cuándo.
Ella alzó una de sus cejas y lo miró muy seria y él no se encontraba
en posición de pensar mucho, bueno, no podía pensar nada más que en
una cosa.
—El cuándo es ahora y el cómo es contra la maldita pared. No tengo
más resistencia, si sigo un segundo más a tu lado, te follaré.
Ella inspiró con fuerza.
—Me atrae la idea, Celik y no voy a poner ni una pega. Pero tengo que
preguntarte algo... ¿qué sucederá después? Es decir, yo estaré aquí
unos meses, podemos disfrutar, pero cuando se me acabe el tiempo,
tendré que volver a la Tierra, entonces, ¿qué sucederá?
La miró con tristeza.
—Eres mi compañera, no tienes que volver a la Tierra.

—Quiero ayudar a mi planeta.

Celik suspiró con pesar.


—Puedes hacerlo desde aquí.

Ella miró al vacío antes de volver los ojos a él.


—No lo sé, tendré que ver cómo van sucediendo las cosas. Pero
mientras tanto propongo que nos divirtamos tú y yo.
Empezó a negar con la cabeza antes de hablar.

56
—No, Kelyne. Si piensas en irte, no te reclamaré. Prefiero vivir
preguntándome cómo será el sabor de tu boca, la suavidad de tu piel y
el tacto de tus manos. No viviré sin ti si he saboreado la humedad de tu
coño, el calor de tus besos y las caricias de tus manos. Lo siento, pero
si no quieres estar a mi lado, prefiero vivir sufriendo pero ignorando
todo lo que me he perdido.
La cogió suavemente del brazo y la llevó por el pasillo hasta la entrada
de la cueva. Ella lo miró alzando la ceja.
—Presiento que me voy, ¿no?
Se inclinó hacia ella.
—Es lo mejor, Kelyne, en mi estado te tomaré y no quiero presionarte,
tienes que ser tú la que decidas.
—¡Qué fuerte! Me despachas tan ricamente porque quiero “catar el
producto” sin pasar antes por “caja”. En serio, Celik, que sepas que esto
es una mierda.
Miró a uno de los soldados y le dio la orden de acompañarla hasta su
vehículo.
Su oiyu se removió inquieto, sintió su desilusión y su tristeza.
“—¿No podía ser todo tan bonito, verdad? Aunque se me parte el alma
y se me endurecen las pelotas, te entiendo, pero ¿por qué no podemos
convencerla? Tío, vamos a darle toda una fiesta de orgasmos, sexo
salvaje y polvos a discreción y seguro que no nos abandona”.
“—No pienso arriesgarme a perderla después de tenerla, Mohn”.

“—Hombre, no te estoy diciendo que la ates a la pata de la cama y te la


folles del derecho y el revés, aunque la idea me atrae cada vez más, pero
¿qué me dices de la ternura, el cariño, el amor? Sería cuestión de tiempo”.
“—Mohn, déjalo estar, ella sabe que es nuestra, el siguiente paso
deberá darlo ella”.
“—Pues esperemos que se dé prisa y que venga en la dirección correcta,
Celik, porque como toda esta calentura no pase pronto me veo con el culo
dentro de la laguna día sí y día también. Vamos a producir agua caliente
en cantidades industriales”.

57
CAPÍTULO 7

Había vuelto de nuevo al Gumnarium, se había dado un buen baño y


ya más tranquila se puso a recordar todo lo vivido esa mañana.
Había descubierto que Celik era un hombre dulce, familiar y también
que estaba más nervioso que un pavo escuchando una pandereta.
Se había sentido excitada y emocionada a partes iguales. Cualquier
mujer se sentiría así sabiendo que todo ese hombre era suyo, que le
pertenecería por toda la eternidad, que serían uña y carne y fiel (menudo
pedazo de bono).
Y también había descubierto, bueno más que descubrir lo había visto,
que él era magnifico, un cuerpo de infarto, una mirada capaz de
derretirte, pero lo más impresionante era su erección. Sí, estaba
excitado, mucho, nada como echarle un vistazo a esa tienda de
campaña... ¡que tienda de campaña ni leches! Aquello era la carpa del
“gran circo espacial” con sus cinco pistas y un aeródromo de naves
espaciales, a cada instante que pasaba “aquello” crecía más y más y
dado el tamaño impresionante del bulto en cuestión estaba convencida
de que podría utilizarlo como barra y hacer un baile exótico colgada de
él y seguro que la dichosa cosa resistiría un sinfín de piruetas por ella.

58
“Y déjame puntualizarte algo, hemos descubierto que tú eres idiota, eso
se te ha olvidado. ¿Has dejado escapar a ese hombre por la Tierra?
Pedazo excusa barata, chata, estoy más que segura de que dentro de seis
meses habrás convencido a todo el planeta para ayudarnos, así que ¿por
qué cojones desperdicias la oportunidad de ventilarte al maromo en
cuestión?”.
“Habrá otros”.

“Y mañana lloverán melones, habrá que avisar para que no se pierdan


el espectáculo. Estás pensando con el culo, guapa. Las chicas ya saben
que él es tu pareja, será cuestión de tiempo que se entere hasta el vigía
de la puerta astral, ¿crees entonces que los tíos sacarán número para
meterse en tu cama? Ponte cómoda, chata y empieza a seleccionar.
Pánfila”
Decidida se dirigió a hablar con Tracy o Evelyn, hasta Dreena le
vendría bien para una charla, cuando estaba a punto de llegar al
comedor vio, al otro lado del pasillo a Candy y decidió darle esquinazo,
no pensaba hablar con ella ni darle ni siquiera una pista de que estaba
a punto de emparejarse. Dado el carácter de la mujer se veía sometida
al tercer grado y ni de coña pensaba permitírselo, seguro que saldría
disparada a contárselo todo a los del Consejo y a aquellos ni pan, porque
agua ya le daban más que suficiente.
Buscó por varias habitaciones hasta encontrar a Dreena en una
pequeña salita decorada en color dorado, con grandes sillones y una
enorme mesa de madera con unos bellos tallados. La mujer estaba
sentada y repasando unos papeles pero cuando la vio la miró extrañada.
—¿Estás aquí? Pensaba que a estar alturas estarías encerrada con
Celik en su casa.
Su conciencia empezó a mandarle mensajes de “Ya te lo decía yo”.
—Precisamente de eso quería hablarte.

Se sentó frente a ella.


—Verás, quería preguntarte un par de cosas sobre el tema del
emparejamiento.

59
—¿Solo un par? La gran mayoría de las mujeres tienen cientos de
preguntas pero dime qué quieres saber.
Se lamió los labios, los sentía secos y además estaba algo nerviosa.
—¿Sabes qué pasa si un compañero no reclama a su mujer?

La cara de Dreena era todo un poema.


“La has dejado muda, si es que te lo estaba diciendo, lo tuyo no es
normal, mona, que eres muy tonta, no se puede renunciar a semejante
macizo ¡Como si estuvieras sobrada! Se nos ha caducado el carnet unas
tres veces desde la última vez que “te picaron el billete”, chata”.
“¿Quieres dejar de tocarme las narices? Se supone que debes de estar
de mi parte”.
“Y lo estoy, pero ahora la “parte” que más me interesa no es
precisamente tu cabeza, guapa”.
—Kelyne, eso no ha pasado nunca, todos los hombres reclaman a sus
compañeras.
“¡Hala! Y llegas tú y mandas a la mierda todas las estadísticas”.

—¿Nunca?

La mujer negó con la cabeza.


—Bien, entonces te haré la otra pregunta…

Antes de poder formularla la puerta de la habitación se abrió y entró


por ella el phartok.
—Mi amor, ¿sabes si ha vuelto de las cuevas la geóloga esa de los
cojones?
Dreena la miró sonriendo y ella no pudo evitar dejar salir su enojo y
gritar de pura frustración.
—¡Pues sí, la geóloga de los cojones está aquí y se pregunta si es que
no es posible mantener una condenada conversación sin que nadie la
interrumpa!
El hombre se volvió hacia ella mirándola ceñudo, sorprendido y
molesto a la vez.

60
—Y yo me pregunto si alguna vez lograré tener calma, ¿y sabes por
qué? Porque estoy hasta las mismísimas pelotas de la Tierra y en
especial, del Consejo.
¡Ups! Ahora entendía el cabreo del hombre, si había estado hablando
con ellos lo raro es que no le explotaran las venas del enfado. Enfado
que caló en ella, ¿Qué habían hecho ahora la panda de borregos
esquilados?
—¿Y ahora que huevo les pica a esos?

Las cejas alzadas de Dreena y Arnoox y las sonrisas eran casi


idénticas.
—Pues les pica que, según ellos, te tengamos secuestrada dado que
no has mandado ni un solo informe cuando la, cito textualmente,
competente, eficaz y leal psicóloga ya les ha mandado dos.
¿Dos? Menuda bruja sin escoba, estaba claro que era una lameculos
de primera.
—Bueno, pues diles que en un par de días les mandaré el jodido
informe y que volverá a ser el mismo de siempre. Me duelen hasta las
encías de explicarles que no hay manera de estudiar las dichosas
piedras, pero ¿me creen? No, ni se molestan en escucharme.
Arnoox le sonrió y la invitó a salir, con una señal de su mano, delante
de él.
—Puedes decírselo tu misma, están esperando tu informe ya mismo.
No se han desconectado porque quieren respuestas en este mismo
instante.
Se levantó cabreada y empezó a andar al lado del phartok. Durante
todo el trayecto no dejó de murmurar y mandar maldiciones a los del
Consejo bajo la atenta e irónica mirada de Arnoox.
Cuando llegó al centro de comunicaciones había allí varios soldados
que la miraron extrañados al verla entrar con pasos airados. El que
estaba frente a la pantalla se levantó y le cedió el sitio.
Miró a la pantalla y vio a Morgan Hunt. ¡Vaya! No se andaban con
chiquitas, la habían puesto en contacto con una de las manos derechas
del Consejo, un “lector” de personalidad. ¡Menudo idiota!

61
—Kelyne, buenas tardes. ¿Estás bien?

Sus ojos se clavaron en los de él.


—Estoy perfectamente y no creo que todo este lío sea para saber cómo
estoy. ¿Qué quieres, Morgan?
El hombre arrugó el ceño.
—¿Cómo que qué quiero? En todos los días que llevas ahí no hemos
recibido ni un solo informe tuyo cuando la doctora Clarck ya nos ha
hecho llegar dos. ¿Tienes algún problema con los phartianos? ¿Se
niegan a cooperar? ¿No te han llevado a ver las piedras?
La sutileza del hombre brillaba por su ausencia. ¿No se daba cuenta
de que tras ella había al menos una decena de “esos phartianos”?
—Han colaborado en todo momento, Hunt, he visitado, visto y hasta
estudiado las piedras en su lugar de origen.
—¿Entonces?

Intentó contar hasta diez pero en el dos toda su mala leche saltó por
los aires, ¡a la porra toda la discreción y la precaución!
—Entonces nada, todo es igual a los informes que os presenté. Da
igual el tamaño de las piedras, se desintegran en cuanto intentas
golpearlas y el polvo resultante se volatiliza. No hay manera de
estudiarlas, es imposible, ¿está lo suficiente claro para ti o te lo
deletreo? Y si no he mandado ningún informe es porque no hay nada
nuevo que añadir.
—Pero…

—Los phartianos, muy amablemente por cierto, me van a llevar a sus


laboratorios, voy a tener a mi disposición más piedras que dientes tienen
todo el conjunto del Consejo, pero ni ellos pueden estudiarlas, ¿crees,
sinceramente, que si ellos no han podido lo voy a lograr yo? Pues para
que tu minúsculo cerebro no se canse en buscar la respuesta te la daré
yo, no, no voy a encontrar nada nuevo, pero tranquilos, pienso
mandaros todas las malditas imágenes de las piedras rompiéndose y
convirtiéndose en polvo. ¿Algo más?
El hombre había enrojecido, pero no de vergüenza no, de pura cólera.

62
—Informaré al Consejo de tu mala disposición e insolencia, Kelyne.

—Por mí como si quieres mandarles una tarjeta de Navidad con una


serigrafía de tu culo. Mañana mismo tendrás tu maldito informe,
buenas tardes Morgan.
Se levantó y al darse la vuelta se encontró con las caras sorprendidas
de un buen puñado de machotes despampanantes. Clavó la mirada en
el phartok.
—Y ahora y, si no es mucha molestia, me gustaría seguir con la
conversación que tú, tan agradablemente por cierto, interrumpiste.
Buenas tardes señores.
A su salida le siguió una tanda de silbidos y la frase del phartok.
—¡Menudo carácter!

Cuando llegó a la sala dónde había estado hablando con Dreena


descubrió que la mujer seguía aún allí y respiró tranquila.
—Bueno, todo solucionado, ya podemos seguir donde lo dejamos.

Dreena alzó la cabeza y la miró intrigada.


—¿Ya les has mandado el informe?

Resopló con fuerza.


—No, le he dicho que se lo mandaré mañana pero que no iba a
encontrar nada nuevo, seguro que el phartok te hace toda una
descripción completa de lo que ha pasado. Yo lo que quiero es charlar
contigo de lo que hablábamos antes de que nos interrumpieran.
La mujer alzó la ceja y esperó a que ella siguiera hablando.
—Me has dicho que todos los hombres cuando encuentran a su pareja
la reclaman. Bien, dicho eso, ¿qué pasa si un compañero reclama a su
compañera y ella, digamos en unos seis meses, se va del planeta?
La cara de la mujer fue de espanto.
—¿Vas a abandonar a Celik? ¿Volverás a la luna?

¡Uf! Por la forma de decirlo aquello sonaba a que eso estaba muy, pero
que muy mal.

63
—Dreena, yo solo vine aquí para convenceros de que no rompáis el
tratado y la única forma de hacerlo era presentándome como la
científica loca, mala y vengativa que os iba a joder el culo investigando
a las piedras. Tengo una vida y aunque Celik está para comérselo a pelo
no me veo yo emparejada y además, ¿qué haría yo aquí? Mi vida está en
la luna.
¡La leche! La cara de espanto de Dreena no tenía pago, estaba segura
que mandaría sacarla de Phartian a patadas y atada a una de las
dichosas piedras y a poder ser, la de mayor tamaño.
—No puedes hacer eso, Kelyne. Lo matarías.

¡Coño! Aquello iba de mal en peor. ¿Matarlo? ¡Hombre, pretendía


follarlo no cargárselo! Vale que una andaba en periodo de sequía
extrema pero de ahí a dejar al hombre más seco que la suela de esparto
de un zapato, iba un abismo.
—¿No crees que estás exagerando, Dreena?

Si las miradas matasen, ahora mismo ella estaría despatarrada en el


suelo y ahogándose en su propia sangre.
—No, no exagero nada. Tú no entiendes lo fuerte que es un
emparejamiento, Kelyne. No comprendes los lazos que unen a una
pareja. Si no quieres a Celik lo mejor sería que no volvieras a las
cuevas… no, lo mejor sería que te fueras ya mismo del planeta, antes
de hacerle más daño. Bastante ha sufrido ya.
¡Joder! La iban a despachar a cajas destempladas por no… joder. ¡Me
cago en todos las ollas quemadas! No podía irse, no podían obligarla y
no podía emparejarse, ¡narices!
“—Pueden, chata, es su planeta, pero para que conste en acta te diré
que eres una idiota de tomo y lomo. Ese hombre está buenísimo, parece
un buen muchachote y tiene entre las piernas todo un “parque de
atracciones sexuales” y tú decides darle la patada, ¡anda y que te zurzan
con hilo dental!”.
—Dreena, ¿no estaremos sacando las cosas de quicio? Celik me gusta,
mucho además, pero ¿emparejarme? No sé, me da un poco... ¡qué
mierda! Me da mucho miedo, estás hablando de algo para toda la vida.
—Es como nosotros somos, Kelyne. No nos divorciamos, solo la
muerte nos separa y créeme, cuando uno de los dos lo hace, el otro

64
apenas puede subsistir. No puedes tener sexo con Celik si piensas
abandonarlo.
—¿Ni un polvete? —La mirada asesina de Dreena le dio la respuesta—
No te sulfures, lo entiendo, nada de polvos si no pienso quedarme con
él. Bien, necesito tiempo para pensar.
Abandonó la sala y se dirigió a su habitación.
“—Con las prisas, mona, se te ha olvidado preguntarle un millón de
cosas. Pero como sé que con lo que te digo te haces un sombrero de paja,
no te lo diré, solo comentaré que el hombre está tan bueno, pero tan, tan,
tan bueno y ya con eso haces lo que te salga del moño”.

65
CAPÍTULO 8

Le habían comunicado que ella no vendría ese día a las cuevas. Se


sentía defraudado y al mismo tiempo aliviado, por lo menos no tendría
que verla, ni olerla, ni sentirla.
“—¿Se supone que eso es un alivio? Pues díselo a mis pelotas, a este
paso las voy a tener que llevar apuntaladas, ¡como pesan las
condenadas! ¿Qué vamos a hacer, Celik?”
No tenía respuesta a la pregunta de Mohn, por primera vez en la
historia del planeta, lo pondrían en todos los libros, un phartiano
emparejado no podría reclamar a su compañera y mira tú qué suerte,
era él el elegido. Aunque no debería extrañarle dada su “suerte”.
Estaba haciendo su ronda por uno de los pasillos cuando se tropezó
con su amigo Criex-Thiar.
—Vaya un careto, Celik. ¿Aún sin reclamar a tu compañera?

Él suspiró resignado.
—No la reclamaré.

Su amigo lo miró con la boca abierta, luego su mano salió disparada


a su brazo y lo arrastró hasta una de las salas de descanso, echó un

66
vistazo y cuando se aseguró de que estaban solos, se plantó ante él con
los brazos en jarras.
—Repite lo que acabas de decirme.

—Me has oído perfectamente.

—¿Tú estás idiota o qué? No puedes “no” reclamarla. Eso es imposible,


Celik. ¿Qué cojones te pasa?
Agachó la cabeza, se sentía avergonzado y derrotado a partes iguales.
—Ella no piensa quedarse en el planeta, Criex.

Su amigo paseó por la sala a pasos agigantados y tirándose del pelo.


—Pues convéncela. Además, ¡que mierda! En cuanto la hagas tuya se
olvidará de la Tierra, de su nombre y hasta de su número de
identificación.
—No la voy a obligar.

“—Este sentimentalismo y tu afán de hacer lo correcto es,


contradictoriamente proporcional, a las ganas de enfundar el “machete”
en su “vaina”. ¡No es justo, joder! Lo de joder sí, lo de ser tan tonto, no”.
Criex detuvo su paseo y se plantó ante él.
—¡Mierda, Celik! No es necesario que seas tan “justo”. Búscala, llévala
a tu casa y hazle el amor. Únela a ti. Tienes seis meses por delante para
convencerla, para que ella sienta la fuerza de vuestro emparejamiento.
Se dio la vuelta y empezó a andar hacia la salida.
—No puedo hacerle eso, Criex.

—Me parece perfecto... que digo perfecto, me parece una soberana


gilipollez. Celik, no quiero perderte y si no te emparejas a ella puedes…
no sé, morirte o volverte loco. Hazme caso, fóllatela, es así de simple.
Era así de simple pero él no interferiría en su decisión.
“—Algunas veces me gustaría que pensaras como un puto calaam en
celo, por lo menos tendríamos el sexo asegurado. Esto no es sano y te
juro que si esta noche hay campeonato de masturbaciones no pienso
participar, aunque se me caigan las pelotas al suelo y tenga que
recogerlas con un maldito levantador de piedras, he dicho”.

67
*****

Durante toda la mañana estuvo en el laboratorio, rodeada de


científicos impresionantes y no precisamente por su inteligencia, que la
tenían, no. Lo verdaderamente impresionante eran todos esos
cuerpazos; anchos, llenos de músculos, vigorosos, viriles y “follables” al
cien por cien. Pero lo más “gracioso” es que ellos no le habían hecho ni
puto caso y mira que llevaba uno de esos vestidos etiquetados con “estoy
como un bombón de chocolate, ¿quieres lamerme, chuparme o
devorarme?” pero ni con esas, solo uno se había atrevido a husmear a
su lado, pero a los dos segundos se había apartado y siguió hablando
como si tal cosa.
Lo único que había podido hacer era escuchar sus explicaciones y ver
una cantidad abrumadora e incontable de archivos de imágenes y
hologramas sobre las dichosas piedras. Comprobó lo que ya sabía y no
una, si no, cientos, miles de veces. Le dolía la cabeza y como ya estaba
hasta el mismísimo cruce de piernas de ver más de lo mismo decidió
abandonar el laboratorio. Se dirigió al centro de comunicaciones para
mandar el condenado informe y como sabía de sobras que pasaría,
después de echarle un vistazo le dijeron que aquello era, palabras
literales, “una bazofia, un maldito engaño y que les estaban tomado el
pelo”. Después de mandarlos a hacerse un sudoku con los intestinos
decidió darse un baño y hablar con el phartok y explicarle una idea que,
tal vez, podría acabar con la desconfianza de la Tierra. Después iba a ir
al salón social, necesitaba ver, estar y charlar con algunos hombres y
ya de paso encontrar a alguno que la hiciera sentirse deseada.
“—Para eso ya tenemos a nuestro machote, ¿pero te importa? No. Estás
decidida a mantener tu celibato y todo por no dar tu bracito a torcer, eres
más terca que toda una manada de burros. Pues sigue así, guapa y vas
a conseguir que declaren nuestra vagina “ruta inhóspita”. Empiezas a
cansarme, monina”.
La verdad es que había pasado toda la noche pensando en él y seguro
que todo había sido cosa de su conciencia. No podía quitarse de la mente
a Celik, ese cuerpo, esa cara, sus ojos...

68
“—Y recuerda que es un banco de tres patas. Hija, yo no sé que más
quieres. En realidad, ¿me puedes decir qué coño nos espera a nosotras
en la luna?”.
“—¿Nuestra vida?”

“—¡Uy, es verdad! Mira que soy pava. Tenemos una vida tan
espectacular; trabajo, noches de sofá e imágenes proyectadas y ya la
repera, las noches maratonianas de sexo desenfrenado con un maldito
vibrador o la mierda esa de androide sexual que nos compramos en las
rebajas y que solo tiene grabada una frase: “ya, ya, me corro, mmm, ah,
uh” con esa voz fría y monótona que hace que chirríen nuestras neuronas.
Insuperable, estoy que me tiemblan las piernas de la emoción”.
Pasó de su conciencia y se dirigió al despacho de Arnoox. Cuando le
dieron permiso para entrar se encontró con el phartok, Kurt-Aiman y un
mocetón que le habían presentado el día de su llegada. ¿Cómo se
llamaba? ¡Ah, sí! Brenck-Vayr. El hombre era un paredón de dos metros
de alto y poco menos de ancho, con los ojos en color verde y el pelo en
color chocolate. Pues mira, ahí estaba el que le iba a hacer perder los
cordones de su vestido, era un buen mozo así que decidió pasar al
“ataque” con él.
—¿Hay algún problema, Kelyne?

Sonrió, parpadeó un par de veces al musculitos, que la miró como si


ella fuera una mosca disecada y después miró a Arnoox.
—Pues sí, hay un problema. Como me imaginaba los idiotas del
Consejo siguen sin creerse lo de las piedras, ya sabes que son una
panda de mulos con el cerebro mustio. Pero se me ha ocurrido una idea
para que dejen de dar el tostón.
Los tres hombres se miraron fijamente y luego clavaron las miradas
en ella que volvió a hacerle ojitos a Brenck. Este arrugó el entrecejo. No
le estaba yendo muy bien con su papel de seductora, la verdad.
—¿Y qué idea has tenido? Porque si es que venga alguno de ellos a
hacer una ruta turística ya puedes sacártelo de la cabeza.
—No, ni se me ocurriría. He pensado que como tenéis un gran poder
en la Alianza podríais invitar a algunos científicos, a ser posible algún
geólogo más y un químico.

69
—No pienso tener a hombres pavoneándose por el planeta mientras
estéis aquí vosotras. No quiero que interfieran en los posibles
emparejamientos.
Lo miró alzando la cabeza.
—Me imagino que el resto de planetas no será tan obtuso como erais
vosotros antes y tendrán mujeres cualificadas, así os ahorraríais que se
pavonee nadie.
Los hombres la miraron ceñudos y cabreados. La verdad es que estaba
haciendo pocos puntos para caerles bien y menos aún para conseguir
que Brenck quisiera hacerle una visita a su “hangar”.
—Sé que no nos debéis nada y no tenéis porque hacerlo, pero sería
una manera de callarles la boca a estos idiotas, de otra manera los
tendréis pegados al culo como garrapatas todo el tiempo.
El phartok les preguntó a los otros dos hombres que les parecía la idea
y cuando estos contestaron, a regañadientes, que estaban de acuerdo,
Arnoox aceptó.
Antes de irse quiso jugar su última baza con el hombretón de Brenck.
—¿Estarás esta noche en el salón cívico?

Él la miró extrañado.
—¿Para qué?

—Para hacer una competición de halterofilia, no te jode. Para charlar


contigo, hasta prometo dejarme husmear y todo eso.
Mientras que los hombres se miraban y prorrumpían en una risotada,
su conciencia decidió darle de nuevo una parrafada.
“—Yo alucino contigo, guapa, ¿para qué narices quieres que te huela
este? Ya tenemos a nuestro husmeador personal, ¿tú crees que aquí los
compañeros salen como las setas en el campo? ¿Lo tuyo es natural o te
estás entrenando para las olimpiadas de “tontilandia”?”.
La reunión en el centro cívico fue aburrida, un desastre total. Apenas
se le acercaron un par de phartianos y ni la husmearon siquiera, es más,
actuaron como si fuese transparente, mirando a través de ella pero sin
fijarse. Resopló cansada y hastiada.

70
Cuando vio entrar a Brenck decidió acercarse al hombre, pero este
salió por patas cuando la vio ir hacia él, ¿qué narices le pasaba? Y
cuando vio entrar a Candy la que salió en desbandada fue ella. Solo le
faltaba una conversación con la meapilas aquella para que terminara
luciendo nuevo look; su cabeza monda y lironda porque acabaría
arrancándose hasta el cuero cabelludo si tenía que mantener una
conversación ella.
Por la mañana, cuando se levantó después de una noche de insomnio
y de calentón sexual, estaba decidida a darse un banquete con Celik.
¡Anda y que les dieran mantequilla por toda la axila a aquellos idiotas!
Solo quería un revolcón, no era justo que la colocaran cerca de aquellos
tíos tan macizos, musculosos y calientes para dejarla a dos velas. Solo
sería eso, un revolcón. Sexo de alivio. Un maldito calentón. Aquello no
significaba emparejarse, pues claro que no. Lo que pasaba es que
Dreena no quería que él sufriera y por eso le había denegado el pase a
una ruta virtual por el cuerpo del macizo. Entonces, ¿por qué sentía que
aquello podía írsele de las manos?
Cuando llegó a las cuevas preguntó por él y le dijeron que estaba
patrullando por la laguna y se dirigió hasta allí.
¡Oh Dios! Aquella visión la volvió loca.
Él estaba inclinado hacia adelante, con ese culo musculoso vuelto
hacia ella, apretado, firme... y se le hizo la boca agua.
Solo un mordisquito, una probada, se prometió.
“—Ya, claro, como en cuanto que le pongamos la zarpa encima no vamos
a querer más, ¡anda y que te depilen con una piedra pómez! Tira para él
y démonos un banquetazo con ese cuerpo y déjate de boberías”.
“—Pero en cuánto le demos una probadita a ese cuerpazo estaremos
emparejados de por vida, ya sabes lo que dijo Dreena, no podremos irnos
de aquí. Pero es que está tan bueno el condenado y con ese culito. ¡Dios!
No creo que pueda resistirme”.
“—Pues no te resistas, chata, imagina todo lo que podríamos hacer con
todo ese cuerpo a nuestra disposición. Yo de ti me afilaría las uñas y se
las clavaría en la espalda mientras se dedica a hacernos un “tour húmedo
por nuestra gruta del deseo” Recuerda que el muchachote es todo un
experto en cuevas. Si cambias aquí al mozo este por el “machoman” de
circuitos que nos espera en la luna te juro que, en cuanto lleguemos le

71
arranco los malditos chips y me hago un collar con ellos, ya estás
avisada, guapa”.
¡Mierda! Esta perdida, lo sabía y más cuando lo vio mover frente a sus
morros ese culo, aquello fue como ponerle un vaso de agua frente a un
sediento y como una autómata se dirigió hasta él. Por su mente no
paraban de desfilar imágenes de todo ese corpachón debajo de ella
mientras le llenaba el cuerpo de filigranas hechas con su lengua.

72
CAPÍTULO 9

No había preguntado si ella vendría, no quería saber la respuesta,


fuese negativa o afirmativa.
El no verla no era, directamente proporcional, a que su deseo, su
hambre por ella disminuyera. Sabía que necesitaría tiempo y espacio
para poder olvidarla.
“—Sí, claro, tu apuesta por eso, Celik y vas a quedarte en bancarrota.
No la vamos a olvidar nunca, ni en mil años. Claro, que tampoco los vamos
a vivir lo cual es un consuelo, por lo menos para mis bolas. Tú que eres
tan listillo, ¿pueden estallar por el exceso de acumulación de cabezones
en miniatura?”.
No era fácil vivir en un estado permanente de excitación y
acompañado de un cachondo “mental” que se dedicaba todo el día a
joderlo con preguntas sexuales y a terminar las frases con un: “moriré
sin echar un puto polvo”.
Su amigo Criex también le había advertido que aquello era una guerra
perdida, que no podía “no” reclamarla, era imposible y por mucho que
se empeñara no podría instaurar semejante moda.

73
Estaba intentando poder ocupar su cuerpo y su mente con su trabajo.
Llevaba ya varias horas recorriendo los interminables pasillos, solo,
aburrido…
“—Y excitado, cachondo, acalorado, agitado y duro, que no se nos olvide
eso. Que conste que intento entenderte y, a pesar de que no lo consigo,
respeto tu decisión, pero chico, que quieres que te diga, mis bolas y polla
han decidido revelarse y se han pasado al planeta del “duro por siempre
jamás”, ¿no podrías reconsiderar tu decisión? Aunque solo sea por la
solidificación de mis atributos colgantes, lo de colgantes es un decir,
ahora mismo están tiesos y expectantes”.
—¡Hola, Celik!

Todo su cuerpo se tensó y su oiyu empezó a dar saltos de alegría


plantando sus piernas en sus riñones.
“—¡Ha venido! ¡Ha venido! ¡Nuestra compañera está aquí!”.

“—¿Y crees que era necesario reventarme los riñones por eso? Me he
dado cuenta, Mohn, pero tampoco cantes victoria ni te frotes las manos,
está aquí para investigar no porque tú o yo le importemos”.
“—Desde luego sabes como chafarle a uno el ánimo, ¿eh? Está aquí,
aprovecha la ocasión, Celik, muéstrale lo que la necesitamos. Por ti, por
mí y por mis malditas bolas”.
Se volvió lentamente y la miró, estaba preciosa, su menudo cuerpo
envuelto en uno de aquellos vestidos, hoy en color chocolate, igual que
sus ojos.
—Hola, Kelyne.

Ella se había acercado hasta él, quedándose solo a un par de pasos


de su cuerpo.
—Ayer estuve en el laboratorio y hablé con los químicos y el geólogo
de allí, me confirmaron lo que ya sabía y les mandé el informe a los del
Consejo. He estado hablando con el phartok y ha accedido a mandar un
mensaje a la Alianza para que vengan otros especialistas de diferentes
planetas, vamos a hacer un informe exhaustivo y con eso esperamos
zanjar de una buena vez este tema.
Ella parecía nerviosa, hablaba de forma atropellada y no apartaba la
mirada de él.

74
—Me parece una buena idea.

Se tuvo que morder la boca. Quería preguntarle si con eso se sentiría


satisfecha ella también y decidiría irse o si, por el contrario, había
alguna posibilidad de que decidiera quedarse. No quería hacerse
ilusiones, no quería presionarla, pero se moría por emparejarla con él y
tenía miedo de la respuesta a su pregunta.
—¿Sabes? También estuve hablando con Dreena sobre el tema de los
compañeros.
La miró fijamente, entre esperanzado y asustado.
“—Yo diría que más bien acojonado, conociéndote como te conozco como
ella diga que se larga nos veo haciendo “flexiones manuales con nuestras
pollas” y que quieres que te diga, machote, pero prefiero hacer
“incursiones vaginales”. Yo solo aporto las ideas, tú ya si eso ve haciendo
las prácticas, ¿eh?”.
Apenas respiraba esperando que ella continuara explicando que es lo
que había sucedido en esas charlas.
—Y, bueno, después intenté hacer un experimento por mi cuenta.
Cuando vosotros encontráis a vuestra compañera ¿las marcáis o algo
así? ¡Joder! me dejé husmear, hice todo lo posible para parecer
“dispuesta”, pero no me hizo caso ni uno. ¿Me has hecho algo?
Él quiso patear a todos los que se atrevieron a husmear a su mujer y
luego arrastrarla a ella hasta su cuarto y follarla a gusto, todo un
maratón de sexo, era impensable que teniéndolo a él como compañero
hubiera intentado buscar a otro hombre.
—No, no te he hecho nada, Kelyne.

—Pues es exasperante estar frente a todos esos tipos macizos y que


todos te ignoren, ¿sabes?
Dio un leve gruñido.
—Eres mi compañera, Kelyne, mía, solo mía. Me duele e indigna que
no quieras nada conmigo y estés buscando a otros hombres.
Ella se ruborizó un poco.
—Tampoco es que me haya puesto un cartel de busco macho para
polvos indiscriminados, simplemente intenté ligar un poco. Además, tú
y todos los habitantes de este planeta aseguráis que, una vez

75
emparejados, no podemos separarnos sin el riesgo de caer fulminados,
¡coño! Y que conste que he visto a varias personas que han perdido a
sus parejas y siguen tan ricamente, así que no, no entiendo una mierda
de todo esto.
Se apartó un par de pasos de ella, intentando no absorber más su
aroma, pero era imposible, es como si se hubiera pegado a su piel.
—No se trata de eso, simplemente que cuando un compañero pierde a
su pareja pierde las ganas de vivir, es como si le faltara algo vital.
Lentamente la apatía se adueña de nosotros y llega un momento en el
que mueres, no hay causas físicas que dictaminen esa muerte. Nuestros
corazones y cuerpos se niegan a vivir sin nuestra pareja. No hay tiempo
mínimo ni máximo.
—Entonces, si tú y yo nos emparejamos no podremos separarnos uno
del otro, ¿no?
Asintió.
—¡Mierda! Eso no es justo, Celik. No sé qué va a pasar dentro de unos
meses, pero ahora, ahora te deseo, ¿no podemos simplemente
acoplarnos y ver donde nos lleva?
“—Escucha, muchachote, yo voto por el sí, tengo mayoría absoluta. ¿Por
qué no la reclamas? En cuanto sea nuestra, cuando le hagamos el amor,
recuerda que soy el señor de los orgasmos y el desenfreno, todo
cambiará, ¿qué, moción aprobada?”.
“—¿Cómo cojones sabes tú que eres el “señor de los orgasmos” si no
has dado ninguno, gilipollas”.
“—Pues de la misma forma que sé cómo hacer mis necesidades yo solito
a pesar de tener todos mis conductos de evacuación inmaculados y sin
estrenar, idiota.”
—Puede que para ti no sea justo, máxime cuando vienes de un planeta
donde os separáis, donde el amor muere todo los días. Aquí no, nosotros
nos ligamos a nuestros compañeros de por vida. Cada día crece la fuerza
de nuestra unión, somos complementarios el uno del otro y no hay
nada, salvo la muerte, que nos pueda separar.
Ella soltó el aire lentamente.
—¿Y tú estás seguro que no hacéis nada de nada? ¿No tenéis algo en
el aire? Tal vez sea el agua de las piedras o yo que sé, pero no es justo

76
estar rodeada de tanto tío bueno y que solo me apetezca tener sexo
contigo y tampoco es muy normal que después de un revolcón no podáis
vivir ya el uno sin el otro. ¿Qué pasa, que aquí no se puede tener sexo
sin compromiso?
—Por supuesto, pero siempre que no seas compañero.

—¿Y qué narices pasa la primera vez para que se desate toda esa
mierda?
Dio otro paso atrás, aquello estaba poniéndose cada vez más caliente,
él no podría resistir mucho más sin tenerla y si ella no estaba
convencida no iba a obligarla.
“—Tienes dos hostias a mano abierta, Celik y alguna más de propina.
¡Joder! vaya un tostón me estás dando conque no piensas obligarla, pues
no la obligues, ¡convéncela, coño!”.
—Te lo explicaría, Kelyne, pero preferiría mostrártelo. Además, si no
piensas quedarte es mejor que lo ignores.
Ella dio dos pasos y se plantó ante él, quedándose tan solo a un metro
de su cuerpo.
—Entonces, muéstramelo Celik, enséñame que ocurre, convénceme
de que valdría la pena abandonarlo todo y tener un futuro aquí, contigo.
Tragó con fuerza.
“—No quiero sonar chulito pero la verdad es que eso ya se me ha
ocurrido a mí, enséñale, muéstrale, átala a nosotros, que descubra, por
sí misma y con nuestra ayuda lo que significa ser compañera. ¡Adelante
machote!”.
—No habría vuelta atrás si te hago mía, Kelyne.

—No te lo pienses más, ¡cojones! ¿Es que no te has dado cuenta de


que me atraes? ¿O voy a tener que ser yo quien te arrastre a la cama
más cercana?
“—Y yo te ayudo, nena. Venga, ve a por ella, hazla nuestra, ¿no irás a
rajarte ahora, verdad? Porque si lo haces te juro que vamos a llevar una
vida de lo más entretenida, yo sin aparecer por este mundo pero tú bien
jodido y no sexualmente, avisadito quedas”.
Cuando ella se pegó a él, su aroma lo golpeó encendiendo su sangre
y haciendo que sus tatuajes se calentaran y empezaran a agitarse. Su

77
cuerpo empezó a hormiguear y cuando ella posó la mano en el centro
de su pecho supo, sin ninguna duda, que estaba perdido. La tomaría,
la haría suya y si al final ella se marchaba valdría la pena morir
lentamente con tal de haberla saboreado, de haber amado su cuerpo.
La miró fijamente y deslizó la mano por su mejilla.
—Quiero que seas mía, Kelyne y prometo que haré todo lo posible por
hacerte feliz y que desees quedarte a mi lado, pero si dentro de seis
meses quieres irte, no te retendré.
“—Eso, tú dale munición. Naces más tonto y vuelves a entrar por donde
saliste porque te pierdes en el “conducto”. ¡Qué hartito me tienes,
muchachote!”.
Kelyne se levantó hacia él, poniendo las dos manos en su pecho.
—Llévame a tu habitación, Celik y muéstrame lo que me estoy
perdiendo.
Tragó con fuerza, esperaba no fallar ahora, porque mostrar lo que se
dice mostrar, tenía poco.
“—¿No te estarás refiriendo a la “tubería sensualmente erótica” que
tenemos entre las piernas, no? Porque deja que te diga, compañero, que
de esa vamos sobrados”.

78
CAPÍTULO 10

Bien, cinco minutos y ya estaban en su habitación, estaba claro que


el muchachote estaba impaciente.
“—Claro, chata, como que nosotras no, ¿o es que pretendes enseñarle a
hacer punto de cruz? ¡Anda y que te zurzan con hilo de esparto!”.
Sí, estaba impaciente, ardiendo de deseo por él, había algo en Celik
que la descolocaba. Esas miradas ardientes y al mismo tiempo,
inocentes, como si no pudiera controlarse y al mismo tiempo como sin
saber muy bien por dónde empezar con ella.
Mientras él cerraba la puerta ella echó un vistazo a la habitación. Era
pequeña, pintada en tonos claros y con escaso mobiliario, un pequeño
armario, un escritorio y una cama estrecha, muy estrecha. No se
imaginaba el corpachón de Celik allí, seguro que no podría darse la
vuelta sin caer despatarrado al suelo.
Se giró hacia él, que se había quedado parado junto a la puerta. La
miraba con deseo, impaciencia y al mismo tiempo con dudas.
Se acercó lentamente hasta él y apoyó sus manos en el centro de su
pecho, notó el ligero estremecimiento bajo las palmas de sus manos y el
calor. A pesar de estar vestido sentía el ardor traspasando la prenda y
calentando sus manos.

79
—Estás muy caliente, Celik, ¿es algo de tu raza?

Él se aclaró la garganta.
—Te deseo, Kelyne, eres mi compañera y con cada instante que pasa
sin hacerte mía mi cuerpo te anhela y arde por ti. Es una especie de
calentura que no se calmará hasta que no estemos acoplados.
Siguió frotando su pecho con las manos y tomando las solapas del
mono tiró de ellas y dejó su torso al desnudo, ¡madre de todas las medias
de rejilla! Era duro y musculoso y sus papilas gustativas se hicieron
agua deseando probar su sabor.
—Quiero besarte.

Le sonrió.
—¿Tengo que firmar un documento permitiéndotelo?

Él tembló bajo sus manos.


—Es que quiero hacerte tantas cosas a la vez, besarte, acariciarte,
lamerte, morderte…
Le dio un ligero mordisco a su tetilla.
—Bueno, guapetón, como todo a la vez es imposible, ¿por qué no
pruebas a besarme primero y ya después seguimos con lo demás?
Celik bajó sus labios hasta los de ella. Lo esperó con la boca abierta,
deseando sentir su lengua dentro, pero él mordisqueó sus labios,
tirando del inferior entre sus dientes, deslizó su lengua hasta su boca,
acariciando el interior con leves toques.
Deslizó sus manos hasta los hombros de él y fue despojándolo de su
ropa. Le costaba despegarla de su cuerpo de tan ajustada, pero al final
lo consiguió mientras que él seguía lamiendo su boca.
Colocó sus manos en su culo, apretando con fuerza sus nalgas. Él
gimió dentro de su boca y deslizó su lengua más adentro. ¡Joder! Le iba
a hacer una revisión de amígdalas.
Las manos de él no estaban precisamente moviéndose mucho, la
tenían sujeta de las caderas y ella estaba ansiosa por sentirlas por su
cuerpo. Soltó su culo, con pena, ¡era tan duro! Y guio las manos de él
hasta los cordones de su vestido y él… él hizo un maldito embrollo con
ellos, gemía ansioso intentando deshacer el barullo que había formado.

80
Estaba nerviosillo o ansioso o una combinación de ambos, así que
decidió ayudarlo. Se soltó lentamente de su boca.
—Déjame a mí, Celik.

Él la miró abochornado.
—Lo siento, estoy muy excitado y me siento torpe.

Ella le sonrió tiernamente mientras se quitaba el vestido por completo,


se quedó solo con las minúsculas bragas y Celik soltó un jadeo.
—Eres preciosa. Tan hermosa.

Extendió sus manos hasta sus costillas, justo debajo de sus pechos y
las fue deslizando lentamente, subiendo sus pechos hacia arriba y
amansándolos con suavidad.
—Son tan grandes, enormes, colosales.

¿Qué narices les pasaba a los hombres con las tetas? Era una
obsesión.
—¿Y te fascinan, no?

Él asintió mientras tomaba los pezones con sus dedos y empezó a


frotarlos entre ellos, mirando ensimismado como se endurecían. Unas
ligeras descargas se centraron en ellos y bajaron hasta el centro de su
vagina, haciéndola contraerse y mojarse.
—Son una obra de arte, Kelyne, algo digno de admirar, tan bellos y
formidables y sumamente inmensos.
—Ya, pues aprovéchate, guapo, los he sacado hoy del museo para
hacer una tournée, luego volverán a su expositor.
Celik levantó la cabeza y la miró sonriendo con timidez.
—Me he entusiasmado demasiado, ¿verdad?

Ella resopló, pero sonó más a un quejido porque en ese momento él


retorcía y tiraba de sus pezones con un poquito más de fuerza.
—Pues la verdad es que sí, cielo y encima pareces decidido a cambiar
de “frecuencia” con tanta rotación, Celik, quiero tu boca en ellos.
Más le habría valido cerrar la bocota, él se entusiasmó demasiado con
su petición. Abrió la boca todo lo que pudo y tomó también, todo lo que
cabía en ella de su pecho, aferrándose a él como si fuera un bebé,

81
apretando su pezón entre la lengua y el paladar y chupando con fuerza.
¡Por todos los colores del arco iris! Su boca parecía una bomba
succionadora, su pezón se sentía enormemente largo y crecía con cada
nueva succión y apretón. Se retorció contra él.
—Celik, va…vamos a la cama. ¡Wow! ¿Cómo haces eso?

Estaba segura de que su pezón había tocado el fondo de su garganta


y un estremecimiento la recorrió de arriba abajo. Él no parecía
escucharla, estaba entusiasmado así que tiró de él para ir a la cama,
sus piernas ya no la podrían sostener más.
—¡Te necesito, Celik!

Él pareció escucharla y soltó su pezón con suavidad. Nunca lo había


visto así, tan largo, duro y húmedo.
Se tumbó en la cama y empezó a deslizar las bragas por sus piernas
mientras lo miraba fijamente.
—Desnúdate, cielo.

Cuando terminó de quitarse las bragas las lanzó a lo lejos y lo miró


fascinada. Estaba intentando quitarse el mono sin haberse quitado
antes las botas y daba saltos intercambiando sus piernas para
sostenerse.
—¿Por qué no te sientas y te quitas las botas?

Él la miró confundido, hasta que se dio cuenta de que la dichosa


prenda no saldría hasta que no se sacara las botas, se apresuró a
quitárselas y luego deslizó el mono por su cuerpo. ¡Por todos los
condenados elefantes! ¿Es que él pertenecía a esa especie? Sus ojos se
abrieron desorbitados cuando vio el tamaño de su pene. Era largo y
grueso, surcado de pequeñas venitas azules y una que destacaba por
su dimensión, nacía en la base de su polla y subía por ella, marcándose
con fuerza.
Estaba tumbada, con los ojos y piernas abiertas y él se arrodilló frente
a ella. Miraba fijamente su vulva, totalmente hechizado. Extendió su
mano derecha y le abrió los labios, acercó su cara y olfateó.
—Hueles para comerte, tu aroma me vuelve loco, Kelyne.

Esperaba que él pusiera su boca en ella pero Celik seguía abriendo su


vulva y mirándola fascinado.

82
—Es tan preciosa, tan sonrosada y húmeda, con ese perfume adictivo.

Levantó la cabeza y lo miró fijamente.


—¿Estás hablando de mi vulva, Celik?

—Sí, es que es hermosa, con estos labios gorditos, hinchados y


húmedos y tu clítoris está erguido, exigiendo caricias, expresando su
necesidad, tus jugos resbalan por tus pliegues, humedeciéndolos.
Resopló fastidiada.
—Celik, estudié anatomía ¿sabes? Sé cómo es mi coño, ahora lo que
quiero es que me folles.
La miró y volvió de nuevo los ojos a su vulva, deslizó un dedo por ella
y lo insertó en su canal.
—Puedo verlo y sentirlo, cielo, pero… es que estoy tan indeciso. Me
gustaría chuparla hasta que te corrieras en mi boca, me gustaría
amamantarme de tus jugos hasta que resbalaran por mis labios. Pero
al mismo tiempo quiero que te corras abrazando mi polla, sentir las
contracciones de tu coño acariciando a mi pene.
Volvió a resoplar.
—Hay cosas, Celik, que son físicamente imposibles, ¿lo sabes no?
Además, tampoco pensarás que me voy a poner ahora a hacerte un
croquis, guapo.
Y por si no se decidía, acercó su pelvis a su boca unos centímetros,
mmm… solo necesitaba que él sacara esa preciosa lengua y la deslizara
por toda su raja.
—Pero quiero hacerte feliz, que tengas el mejor orgasmo de tu vida.
Quiero tener la resistencia necesaria para darte lo que nadie te ha dado,
quiero que conmigo sientas lo que no has sentido con nadie, mi cielo.
No quiero que olvides nunca este momento. Quiero ser lo mejor que
hayas tenido en tu vida, Kelyne, ser mejor, superarme, pero no sé ni por
dónde empezar.
Lo miró muy fijamente.
—¿Necesitas indicaciones, guapo?

Él la miró con mucha seriedad.


—No estarían de más, preciosa.

83
—Vale, iré indicándote el “camino” como si fueras novato.

Le sonrió con picardía pero vio que él se ruborizaba. Se incorporó y lo


miró fijamente, intentó sonreír, ¡por Dios! ¡Qué imaginación la suya,
pues no que estaba pensando que él… ejem! ¡Qué idiotez!, ¿verdad?
-—Estás jugando conmigo, ¿verdad, Celik?
Él se ruborizó y se apartó un poco de su coño necesitado.
—No, Kelyne, no estoy jugando, estoy más bien nervioso dada mi
inexperiencia.
¡Me cago en todos los muros desconchados! No podía creérselo.
—Eso es imposible, Celik, tú no puedes…no eres…tú…esto, ¿eres
virgen?
Él asintió ruborizado.
¡La madre que parió a todos los equinos! ¿Virgen? ¿Nunca había
follado?
“—¡La leche en polvo, nena, un virgen! ¿Hemos echado a la lotería y no
nos hemos enterado? Porque nos ha tocado el premio gordo. Lo que nos
vamos a divertir enseñándole todo. ¡Mierda! Se nos olvidó el manual de
“El abecedario de los polvos a diario”.
Se levantó y le tomó la cara entre sus manos.
—No entiendo cómo ninguna mujer te ha arrastrado hasta su cama,
Celik.
—Nadie quería acercarse a mí, mucho menos compartir cama
conmigo.
—Ellas se lo han perdido, cariño. Pero ahora me tienes a mí, soy tu
compañera y te juro que te encuentro de lo más apetecible, que sepas
que te voy a devorar enterito. Déjame que te guie, Celik. Túmbate en la
cama, por favor.
Él se dejó caer y ella se arrodilló a su lado, extendió la mano y acarició
sus tetillas, se inclinó y lamió una de ella, mordisqueándola, tenía la
piel muy caliente y era tan suave, es como si lamiera seda cálida.
—No me puedo creer que nadie haya acariciado tu cuerpo.

84
La respuesta de él fue un gemido, siguió mordisqueando sus pezones
mientras que con sus manos acariciaba sus hombros, cuando lo sintió
retorcerse varias veces y gemir con más fuerza decidió “torturarle” otras
partes de su cuerpo. Bajó su boca por su pecho hasta llegar a sus
marcados abdominales y los lamió, ¡Dios! Estaba tan duro, los pinceló
con su lengua y los delineó con sus dedos, los gemidos roncos de él la
estaban poniendo a mil, sentía la humedad entre sus piernas y el calor
del cuerpo de él la traspasaba.
—No entiendo como ninguna mujer ha querido lamerlos, están tan
definidos. Y ¡Oh! ¿Esta cosita? Bueno, más bien “cosota”, ¿cómo
ninguna mujer la ha tenido en su boca?
Le acarició el pene, él cerró los ojos, agarró con fuerza la sábana
debajo de él y arqueó las caderas.
—¡Por todas las malditas lunas, Kelyne! Eso se siente tan bien.

—Pues espera que ponga mi boca en ella, Celik.

El pobrecito gimió con más fuerza y susurro un “creo que moriré”. De


eso nada, lo necesitaba vivito y coleando.
Lamió su glande, bailando con su lengua alrededor de él, acarició sus
testículos con una mano y con la otra masajeó la base de su polla
mientras ponía su boca en la punta y acariciaba, con la lengua, aquella
vena impresionante.
—Es mara…villoso, tie…nes una boca mágica, compañera.

Colocó una de sus manazas en su cabeza y la acarició con suavidad,


enredando los dedos en su pelo.
El pene de él empezó a gotear y ella lamió esas gotas con avidez, su
sabor era salado con un toque dulzón. Su líquido pre-seminal era espeso
y adictivo, algo suave se filtraba, era como si su olor se pegara a su
lengua y esta, mojada con esos jugos, ardiera y la empujara a devorarlo,
quería más de él, paladearlo y siguió chupando con fuerza mientras
movía arriba y abajo su mano por toda la longitud. Él gemía sin parar y
se estremecía, había echado la cabeza hacia atrás y su cuello estaba
tenso, destacándose con fuerza su prominente nuez. Se le hizo la boca
agua pensando en deslizar la lengua por ella.
—Kelyne, no…no puedo aguantar mucho más y quiero tocar…te.

Se estiró sobre se cuerpo y se restregó contra él como una gata al sol.

85
—¿Quieres estar arriba tú, Celik?

¡Coño! Fue más rápido que el viento, aún no había terminado de


hablar y estaba tumbada de espaldas con él encima y empezó a hacerle
el mismo recorrido que ella le había hecho antes a su cuerpo. Besó sus
pechos, los acarició y amamantó, lentamente bajo a su vientre,
lamiendo todo el trayecto.
Cuando llegó entre sus piernas volvió a abrirle los labios de su vulva
y puso su boca allí después de aspirar con fuerza, pasó su lengua por
ella, recogiendo su humedad y sorbiéndola entre sus labios.
—Sabes tan bien, me encanta tu sabor y adoro tener mis labios
mojados de tu humedad, quiero beberte entera, Kelyne.
Sentía todo su cuerpo arder, Celik chupaba su clítoris con el mismo
entusiasmo que había chupado sus pezones y cuando deslizó dos dedos
en su interior, se arqueó hacia ellos. Sentía como si su corazón estuviera
entre sus piernas, su vagina se estremecía y su pequeña protuberancia
latía entre los labios de él.
—Celik, te necesito, te quiero dentro ya, por favor…¡Dios! Qué forma
de chupar. Den…dentro, quiero que me llenes, por favor.
Él tomó su polla con la mano y la guio hasta su entrada frotándola
arriba y abajo y acariciando su clítoris con el glande.
Si no entraba ya en ella era muy capaz de voltearlo y follarlo hasta
dejarlo seco.
—¡Celik!

Entró en ella suavemente. Su vagina se contraía atrayéndolo a su


interior. Él gimió cuando se enterró hasta sus bolas dentro de ella, la
cabeza de su polla le alcanzó la cérvix y dejó escapar un pequeño grito.
—¿Te he hecho daño, Kelyne?

¿Daño? Estaba en el séptimo cielo, que digo en el séptimo, en el ático


de todos los áticos, en lo más alto.
—¡Muévete, Celik, por Dios!

Él empezó a moverse, primero con lentitud pero después con más


rapidez.

86
—Te siento tan bien a mi al…rededor, Kelyne. Me encanta có…mo
agarras mi polla con tu coño, cómo la acaricias. Abrázame con tus
piernas y no me dejes solo, acompáñame en este viaje.
¿Viaje? Ella estaba volando desde que él había entrado en su cuerpo,
se sentía llena, totalmente poseída, ¿virgen? Si, podría ser, pero estaba
claro que tenía unos instintos de primera.
—¡Oh! ¡Oh Dios! ¡No pa…res, Celik! Mmm, ¡Dios!

Él empezó a empujar con más fuerza, friccionándose de tal manera


que su orgasmo llegó con una fuerza arrolladora. Sintió las
contracciones de su vagina y un calor que la abrasaba, jadeó, mordió el
cuello de él y al final soltó un grito qué, seguro, llegó sin interferencias
al mismísimo Gumnarium. Aún seguía temblando cuando sintió el calor
volver de nuevo, Celik no dejaba de empujar cada vez con más fuerza,
moviéndose acelerado, le cogió una pierna y la subió hasta su hombro
cambiando el ángulo de entrada. ¡Por Dios! ¿Es que no se cansaba
nunca? Parecía un maldito martillo percutor, entrando y saliendo de su
coño con una velocidad vertiginosa, haciéndolo arder.
—Ce…lik, ¡joder! no se trata de sacar fue…go de mi vagina, tie…nes
que aflojar.
Pues no, no aflojó, al contrario, siguió empujando con fuerza, el
cabezal de la cama golpeaba con fuerza contra la pared, a ese ritmo
terminarían al otro lado y saludando a los inquilinos. Pero todo
pensamiento salió disparado cuando otro orgasmo empezó a crecer
dentro de ella.
—¡Me co…rro otra vez! ¡Oh Ce…lik!

—Sí, sí, Kelyne, córrete con…migo.

Un rugido salió de su garganta antes de que clavara sus dientes en


su muslo y se vaciara en ella, disparando su semen en fuertes chorros
y mientras él no dejaba de gemir y empujar ella se corrió con fuerza y
gimoteando.
“—Si fuésemos robots y tuviéramos chips, chata, te diría que nos los ha
fundido todos. ¡Qué manera de empujar, por Dios! ¿Tú crees que este tío
es normal o le han recargado la batería?”.
Celik le bajó la pierna de su hombro, después de haber soltado sus
dientes, claro, y se tumbó a su lado abrazándola con fuerza.

87
—¡Gracias por este regalo, Kelyne! Me has hecho el hombre más feliz.

Lo abrazó con ternura.


—Tú sí que me has hecho feliz, Celik, como nadie.

—Pues imagínate lo feliz que vas a estar ahora que ha llegado el señor
de todos los putos orgasmos.
Celik gimió a su lado y ella levantó la cabeza para encontrarse, a los
pies de la cama, a una réplica de Celik totalmente desnudo y con una
enorme erección como tarjeta de presentación.
—Y este, ¿quién cojones es?

—¿Quién soy, compañera? Pero si te lo acabo de decir, yo soy el que


te volverá loca de deseo, el que hará cada noche de sexo en una noche
imposible de olvidar, el que…
—¿Aquí el exaltado este me ha llamado compañera? ¿Qué narices está
pasando aquí, Celik?
—Él es Mohn, mi oiyu.

Lo miró pasmada.
—¿”Eso” es tu oiyu?

Y su conciencia se quedó igual de pasmada que ella.


“—¡Joder, chata! Nos vienen a pares, esto es como las colecciones de
cromos, los tenemos “repes”. Hija, en la luna sin comernos una anchoa y
aquí tenemos la pescadería a rebosar”.

88
CAPÍTULO 11

Mohn se envaró ante las palabras de Kelyne y miró fijamente a Celik.


—¿Me acaba de llamar “eso"? Yo no soy un “eso” soy su compañero
también, ¡joder! me siento muy ofendido.
Miró a Kelyne.
—Yo soy parte de este emparejamiento, soy vital, indispensable.
¡Mierda, preciosa! Que sepas que yo soy todo lo que él no es, soy su
complemento y esto no estará finalizado hasta que yo, el “eso” te tome.
He dicho.
Kelyne lo miró asombrada y luego clavó sus ojos en él.
—¿Qué cojones ha querido decir con toda esa parrafada? ¿Y por qué
es igual a ti? ¿Por qué anda desnudo y con el “poste” enhiesto? ¿Y por
qué dice que me va a tomar y que es vital? ¿Me puede explicar alguien
qué mierda pasa aquí?
¡Uf! La verdad es que él intentaba hablar y explicárselo pero Kelyne
hablaba a mil revoluciones por minuto. Ella lo miró fijamente, tal vez
esperando las respuestas a sus preguntas pero de repente abrió los ojos
y la boca todo lo que daba de sí.
—¡Oh, Dios! ¿He roto la “maldición”? ¿Por qué tus ojos son verdes, los
dos, ambos, uno y el otro? ¿Dónde coño se ha ido el ámbar?

89
—Los ojos ámbar son míos, preciosa.
Ella miró a Mohn y después volvió la vista de nuevo a él y alzó sus
cejas. Carraspeó, era mejor empezar a hablar y esperar que después de
todo lo que tenía que decir, rogar que ella no saliera en estampida,
porque no sabía cómo iba a tomarse que iba a tener que compartir sus
vidas con él y, de vez en cuando, con el idiota aquel.
—Mis ojos siempre han sido verdes, Kelyne. Mmm, esto... todos los
phartianos tenemos un oiyu, pero este no aparece hasta que
encontramos a nuestra compañera, pero conforme fui creciendo sentí
que él se acercaba mucho a mi piel, no podía escucharlo, evidentemente,
pero sí notarlo. Es raro, algo anormal en mi raza pero Mohn se hizo muy
presente y por eso mis ojos cambiaron.
—¿Así que “eso” está dentro de ti?
Mohn soltó un gruñido.
—Empiezo a sentirme ofendido, compañera.
Kelyne se volvió hacia él.
—¿En serio? Tal vez sea porque lo he dicho para eso. Mantente al
margen mientras aquí “mi compañero” me aclara este galimatías.
Cruzó los brazos bajo sus pechos y entonces, muy indignada, se dio
cuenta que estaba desnuda y se cubrió con la sábana.
—Sigo esperando, Celik.
Suspiró con fuerza.
—Cuando él aparece tenemos que…que tomarte los dos a la vez y así
se forma el vínculo entre nosotros.
Ella abrió la boca, la cerró, volvió a abrirla y él esperaba verla salir en
estampida de un momento a otro, pero entonces miró a Mohn y luego a
él.
—Es decir, ¿me folláis los dos a la vez?
Asintió.
—¿Y vivirá con nosotros?
Mmm, eso no era del todo exacto.

90
—En realidad él vivirá dentro de mí y salvo hoy, que aparece sin ser
reclamado, las próximas veces tendrás que reclamarlo tú, si quieres.
—¡Ah! Entonces, es algo así como un complemento sexual, ¿no?
—¡Y una mierda! Yo no soy un juguetito sexual, soy él, parte de él,
pienso como él y vivo como él. Sin mí es imposible, repito, imposible, de
ahí mi importancia, el emparejarnos y el procrear, ese soy yo, el “macho
indispensable”.
Ella abrió la boca, mucho, haciendo una O perfecta.
—Y hechas las presentaciones, preciosa, como verás estoy listo para
empezar con el “tema”.
Ella seguía con la boca abierta mientras que Mohn se acariciaba su
erección.
—¿Vais a…a follarme los dos a la vez, ahora?
—“El mal trago” pasarlo pronto, compañera. No, en serio, Kelyne,
tenemos que hacerlo, es vital, sobre todo para mis pelotas que parecen
dos pedruscos, nena, estoy tan caliente por ti que mi polla va a empezar
a disparar rayos como si fuera un puto láser.
Celik cogió su cara entre las manos.
—Cielo, mírame. Sé que es difícil para ti entendernos, pero piensa en
esto, por favor, somos uno mismo. Mohn te desea y te necesita como yo
lo hago, nos morimos por ti y ahora mismo, con el aroma de tu piel en
la mía estamos aún más ansiosos por hacerte nuestra. Confía en mí y
déjanos amarte y completar nuestra unión.
La besó en los labios, lamiéndolos con suavidad, Mohn se acercó
hasta la cama y se acomodó detrás de ella, apartó a un lado su pelo y
empezó a mordisquear su cuello y a impregnarlo con su saliva. El aium
empezó a empaparlo y la piel de ella lo empezó a absorber. Gimoteó
contra su boca y él deslizó su lengua en el interior, sus lenguas se
cruzaron, se mezclaron.
La boca de su oiyu bajó por la columna de Kelyne, empapando la piel
de ella, haciendo que los pezones se endurecieran. Sintió el ardiente
deseo de Mohn mezclarse con el suyo, multiplicándolo.
Dejó su boca con pereza y empezó a deslizarse hasta sus pechos y
tomando uno de sus pezones entre sus labios, lo succionó y apretó

91
contra ellos, mientras que Mohn hacía lo propio con el otro, regándolo
con su saliva. Kelyne gimió con fuerza.
—¡Wow! Esto es…es…mmm…no tengo palabras.
Soltó su pezón y acarició su vientre.
—Sólo siente, cielo, esto es para ti.
Se tumbó en la cama y la extendió sobre su cuerpo, bocarriba.
Mordisqueó su cuello y con sus manos acarició sus pechos,
amasándolos con suavidad. Mohn se posicionó entre las piernas de
ellos, abriendo con sus manos los labios de la vulva y pegando su boca
a su clítoris, lo chupó con fuerza y descargó más saliva sobre él.
—Sabes tan bien, eres una delicia, me muero por estar enterrado en
ti, compañera.
La lengua de su oiyu se dirigió más abajo, llegando hasta su ano y lo
humedeció, con lentas pasadas, con el aium. Ella abrió más sus piernas
facilitándole el trabajo a Mohn, rindiéndose al calor de sus compañeros.
Estuvo a punto de lanzar un grito de orgullo y triunfo, ella se entregaba
por completo y no había nada más hermoso que eso, la entrega de la
compañera era lo más sagrado de su planeta. Como phartiano, como
hombre y como compañero ese era el momento de mayor orgullo.
Mientras seguía jugueteando con sus senos lamía y mordisqueaba su
cuello, sintió cuando ella se tensó sobre su cuerpo cuando su oiyu clavó
la lengua dentro de su vagina y el aium se filtró por ella, todo el cuerpo
de Kelyne empezó a vibrar y la intensidad de sus gemidos creció.
—No sé qué narices hace y cómo lo hace pero es bueno, muy bueno.
Mohn levantó la cara y se la quedó mirando.
—Ya te lo dije, nena, soy el señor de todos los señores orgasmos y voy
a hacer que te corras como nunca lo has hecho.
Su compañera giró la cara y lo miró, bizqueando.
—Es un prepotente, un chulo y en otro momento y condiciones le diría
dónde se puede meter todo ese engreimiento, pero ahora
mismo….¡mierda! lo va a conseguir…¡wow!…si paras soy capaz de
matarte con un…¡oh!...un…¡ah!...jodido matamoscas…¡Dios!
—Me encanta sentirte sobre mí, cielo. Ahora te tomaremos los dos a
la vez.

92
El sudor de Kelyne se filtraba por piel, sentía sus pelotas a punto de
explotar y su pene palpitaba y goteaba líquido pre-seminal
constantemente.
—¿Los dos? Mmm, Celik, creo que olvidas que ¡oh, sí!...esto, hasta
hace unos minutos eras virgen, ¿no estarás abarcando más de lo que
puedes?
La lengua de Mohn jugueteó con la roseta del ano de ella, la saliva
goteó hasta su recto y su esfínter empezó a contraerse. El oiyu levantó
la cabeza y la miró con fijeza.
—Nena, seríamos vírgenes pero tenemos vastos conocimientos.
Tenemos matrícula de honor en teoría y estamos más que dispuestos a
ganarla en práctica.
Le tomó sus duros pezones entre los dedos y tiró de ellos girándolos
al mismo tiempo, haciendo que ella gimoteara y se estremeciera con
violencia.
—Soy inexperto, lo sé, pero nuestra máxima prioridad y
responsabilidad es hacerte feliz y te juro que lo conseguiremos. Deja que
te poseamos, que enterremos nuestras pollas dentro de ti, que
lleguemos donde nadie ha llegado y que te demos lo que, nunca, nadie
te ha dado.
Ella gimió cuando, con la cabeza de su pene, jugueteó con su ano,
empujó con suavidad y este entró con facilidad gracias al aium, siguió
presionando hasta estar profundamente enterrado dentro de ella. Mohn
se arrodilló frente a ellos y deslizó su polla por toda su vulva,
empapándola de la saliva y los jugos de Kelyne. Con delicadeza fue
introduciéndose dentro de su vagina, llenándola por completo, gimieron
al unísono los tres y ella se estremeció con violencia cuando, después
de prácticamente salirse de ella, empujó y se clavó con fuerza su verga
en su recto.
—Retiro lo dicho, es más, me lo como con patatas, es…tá claro que
tenéis un buen “arsenal armamentístico” y sabéis ha…cer un buen uso
de él.
Mohn sonrió con suficiencia y repitió el mismo movimiento que él,
sintió cómo estaba a punto de explotar, de vaciarse en ella y a pesar de
que sus movimientos eran muy limitados no dejó de hundirse, una y
otra vez en su canal, los gemidos, por parte de ella y los gruñidos de

93
ambos se incrementaron, el sudor bañó sus cuerpos y pronto estuvieron
jadeando.
—Celik, es el momento.
Apartando la larga melena de ella del lado de su cuello, la mordió con
fuerza mientras que Mohn hacía lo mismo con el otro lado de su cuello,
el aium se filtró por los colmillos de su oiyu y entró con fuerza en el
cuerpo de Kelyne, mojando los suyos propios y haciendo que el orgasmo
creciera, se multiplicara y los barriera por completo como una fuerza
enorme. Gritó, escuchó el chillido de ella y el gruñido de Mohn, se vació
por completo dentro de su recto, calentándolo y sintió el calor de la
semilla de su oiyu bañando el coño de ella.
Respiró con fuerza.
—Está hecho, ahora eres nuestra, Kelyne, nuestra compañera.
Un hondo gemido salió de la boca entreabierta de ella.
—Sí.

94
CAPÍTULO 12

Se despertó e intentó desperezarse, pero sintió como si tuviera sobre


ella una apisonadora, abrió los ojos lentamente y se encontró con la
cara de Celik entre sus pechos y una erección enorme plantada en su
culo, esta era la de Mohn. Se estremeció recordando el día anterior, su
compañero y su oiyu podían ser vírgenes, inexpertos, novatos pero
estaba claro que, superado el “ataque de nervios”, del principio habían
aprendido a marchas forzadas y estaban más que dispuestos a
recuperar el tiempo perdido.
Después de “emparejarse” los dos se habían encargado de ella, con el
semen de ellos deslizándose con sus propios jugos por las piernas, la
habían levantado entre sus brazos y le dieron un baño para volver de
nuevo a la cama y empezar una sesión maratoniana de sexo. Aquí, los
mozos, parecían recargarse constantemente y el “señor de los orgasmos”
se rio a carcajadas cuando tuvo que pedir clemencia, ¡la madre que los
despachó al mundo! Eran insaciables. Y por último habían cumplido,
según ellos, su “sueño”. Utilizaron sus pechos para masajearse y
correrse en ellos y después de un nuevo baño se durmieron, totalmente
rendidos, abrazados.
Ahora le dolían hasta las pestañas, sus músculos, sobre todo los
vaginales, protestaban ante su uso y abuso, pero se sentía satisfecha,
saciada, aunque aún tenía dudas.

95
“—¿Dudas? Mira, chata, no entiendo toda esa gilipollez. Tenemos a un
hombre y su “cosa” esa, prepotente, sí, pero muy competente para
ponernos del revés hasta el talón y tú ¿tienes dudas? Que conste que me
quejaré enérgicamente si decides darles la patada y volverte a la luna
con tu hombre de hojalata. Juro que me haré el haraquiri con una de tus
costillas.”
“—No es de hojalata, tiene piel, sintética vale, pero muy parecida a la
humana y su “apéndice”, aunque escaso es muy…”
No, se negaba a seguir conversando con la idiota de su conciencia, no
iba a entrar de nuevo en un debate con ella, ni de coña y aunque le
costara reconocerlo es porque alguna vez, bueno alguno no, la gran
mayoría de las veces tenía razón y luego era un coñazo soportarla.
“—Y eso es lo que te jode, mona, pero antes de que me des el
“esquinazo”, te recuerdo que anoche tú, sí tú, gritabas hasta sacarle
desconchados a las paredes, chata.”
Y cuando tenía razón, la tenía, de nuevo. Había gritado como una
posesa, tanto que le dolía hasta la garganta.
En ese momento la mano de Celik apretujó el seno que tenía en ella,
le dio un ligero beso a su pezón y después alzó la cabeza y la miró,
fijamente, con sus ojos, totalmente verdes.
—¡Buenos días, compañera!
Le contestó muy bajito, en realidad estaba deseando escaparse de sus
brazos y pensar, pensar mucho. Él la miró extrañado y después emitió
un hondo suspiro.
—¿Te arrepientes, Kelyne?
No, tanto no, pero, ¡maldita sea! estaba empezando a ponerse
nerviosa. Celik era maravilloso, tan dulce, pero ella…ella tenía un sitio
donde volver, un trabajo, una vida.
“—Y esa vida tan “maravillosa” que estás dejando atrás es para
cagarse, literalmente, chata. ¡Coño! Deja ya de darle vueltas que
parecemos una maldita peonza. Vale, me callo.”
—Ahora mismo tengo tantas dudas y cosas en la cabeza, Celik —
aparte de su maldita conciencia.
Notó el abrazo de Mohn.

96
—Nosotros podemos quitarte todas esas dudas, preciosa.
La mirada de Celik a su oiyu fue asesina.
—Cierra la boca y déjala hablar.
Mohn le sacó el dedo de en medio pero cerró la boca.
—¿Qué dudas tienes, Kelyne?
—¿Qué voy a hacer? ¿Cómo va a ser mi vida aquí?
Él se sentó y apoyó la espalda en el cabezal de la cama.
—No voy a interponerme en nada de lo que quieras hacer. Puedes
trabajar en el laboratorio si quieres o si te apetece estudiar, puedes ir a
nuestra universidad o buscar un trabajo que te guste. Kelyne, no eres
una prisionera, no pretendo tenerte encerrada entre cuatro paredes.
Resopló con fuerza.
—Esa es otra, Celik, no quiero vivir en esta habitación destartalada,
fría, sin personalidad. No quiero herir tus sentimientos pero “esto” no
es la casa de mis sueños.
Él sonrió.
—Tengo una casa en la capital, Kelyne.
Abrió los ojos y lo miró fijamente.
—¿Tienes una casa? Entonces, ¿cómo puedes vivir enclaustrado en
este cubículo?
—Porque no tenía nada ni nadie que me motivara a volver a ella,
porque por lo menos aquí hay vida, en mi casa me siento más solo aún.
Se derritió por él escuchándolo. La vida de él había sido dura, temido
y repudiado y ahora ella venía a quejarse y a ponerle todo patas arriba.
¡No! ella iba a llenar su vida de “vida”.
—Entonces, ¿qué hacemos aquí? Quiero ver dónde vamos a vivir.
Se levantó clavando los codos en el abdomen de Mohn.
—Y aquí se acaba la idea de una mañana de sexo salvaje y es cuando
el señor de los orgasmos tiene que volver de donde salió. A no ser...
¿follamos antes de la visita arquitectónica?

97
Su cara lo dijo todo porque el oiyu empezó a refunfuñar y a hablar
consigo mismo.
—Pues no, Mohn, no eres necesario, ya te han exprimido, usado como
un puto complemento de esos con los que nos ha comparado, desechado
como un papel higiénico y te mandan derechito a casa de una patada
en el culo, sí señor. ¡Maldita sea!
Se volvió hacia ella y la miró con intensidad.
—Espero que por lo menos vuelvas a reclamarme pronto, recuerda
que yo soy el señor…
—¡Oh, venga! Deja de hacerte el indignado. Estás aquí, ¿no? Pues te
vienes con nosotros, si eres peor que una garrapata o ¿no hay de eso
aquí?
La carcajada de Celik no logró ocultar el grito indignado de Mohn.
—¿Garrapata? No, no hay de “eso” aquí, pero por cómo suena
presiento que no me estás llamando “el amo de los orgasmos
descomunales” ¿a qué no? Menuda opinión tienes de mí, mejora por
momentos.
Le sonrió tiernamente y le dio un beso en la mejilla.
—Si estuvieras calladito serías más majo pero te pierde esa bocaza,
guapo.
Y el oiyu la besó intensamente antes de despedirse, según él porque
el “puto complemento no era necesario e iba a coserse la boca para no
molestar y ser más majo.”
Dos horas después, tras un baño con meneo sexual por medio,
estaban en la casa de Celik y se sorprendió. Viendo el cuchitril que tenía
por habitación se esperaba una casa aburrida, pintada en una
maravilloso blanco nuclear y con los muebles a juego. Pero no, la casa
estaba pintada en tonos cálidos, amarillo anaranjado el salón, con
muebles blancos y cortinas a juego con el tono de la pared, todo el suelo
de la casa era de madera. ¡Menudo lujazo! ¿Madera? En la luna para
conseguir un suelo así había que pisar hígados, dejarse un riñón y el
otro hipotecado y arrastrarse de rodillas ante todo el Consejo y al final
te daban un cuarto de kilo de listones y cómo máximo podías hacer un
marco para un cuadro.

98
—Tienes una casa preciosa, Celik. ¡Me encanta el suelo! ¿Quién te lo
ha decorado?
Él se sonrojó.
—Lo he decorado yo. El suelo lo hice yo. Soy un tallador.
Lo miró extrañada.
—¿No eres un Guardián de las Piedras?
—Sí. La verdad es que todos los muchachos pasamos por el Kunn para
prepararnos como guerreros. Después escogemos oficio. Yo me hice
tallador, me gusta trabajar la madera. Pero…con lo de mis ojos, nadie
quiso contratarme, así que me preparé, junto a mi amigo Criex, para ser
un Guardián.
—De donde yo vengo apesta, pero vosotros también tenéis mucha
mierda que limpiar.
Él frunció la frente.
—Solemos mantener el planeta limpio, Kelyne, creemos en la
higiene…
Ella empezó a reír, llegó hasta él y le acarició la mejilla.
—No me refería a tu ciudad si no a la forma de tratar a las personas.
Él le sonrió.
—Ven, quiero enseñarte toda la casa, espero que te guste.
Gustar era decir poco, Celik había decorado toda la casa con mucho
gusto y mimo pero, aparte del baño que era enorme, lo que más le
fascinó fue su habitación. Estaba pintada en color anaranjado, con
muebles de madera y una gran, pero gran cama, allí podía dormir todo
un regimiento.
—¿Esperamos invitados? ¡Por Dios, Celik! Esa cama es gigantesca.
El sonrojo de él le llegó hasta las orejas.
—Es…mmm…es para que estemos có…cómodos los tres.
¡Ah, sí! Se había olvidado del “gran señor de los orgasmos”. De
repente se giró hasta él.
—¡Maldita sea! Tengo que ir al Gumnarium, tengo toda mi ropa allí.

99
¿Se podía poner aun más rojo? Pues parecía que sí, el rubor de Celik
se incrementó varios tonos.
—Antes de venir hablé con mi capitán, le comenté que había
encontrado a mi compañera y me dio dos días libres.
Arqueó sus cejas.
—Pues me alegro, pero la verdad, no sé qué tiene eso que ver con mi
ropa, Celik.
Él se acercó hasta ella y le tomó la cara entre sus manos acariciando
sus mejillas con los pulgares.
—Estos dos días son para nosotros, Kelyne. Quiero recorrer cada
centímetro de tu piel con mis manos y mi boca, quiero hacerte mía y
que tú me hagas tuyo de todas las formas posibles. Quiero que sientas
la fuerza y la pasión de nuestro acoplamiento, compañera.
¡Ah, mierda! Eso sí que era desestabilizarla por completo, estaba claro
que había “desatado a la bestia” que él llevaba dentro y estaba más que
dispuesta a disfrutarlo, sí señor, toda una bacanal, un total desenfreno,
mmm, sexo a tutiplén.
Interesante.
Fascinante.
Y ella estaba dispuesta a disfrutarla.

100
CAPÍTULO 13

¡Dos días! Dos intensos días viviendo con él, bueno, más que vivir lo
suyo había sido follar, dormir, vuelta al sexo, baños, más polvos a
discreción y comer.
Celik era toda una maquina percutora, no se cansaba, estaba visto
que se había dispuesto a recuperar todos esos años de abstinencia y
batir algún record. Si sus manos eran prodigiosas, su lengua debería
tener el status de “peligro eléctrico”, era capaz de provocarle cargas y
descargas de forma infinita. Y si a todo eso le sumas el muy endiosado
“señor de los orgasmos” te encuentras con que cerrar tus piernas es
imposible y sentir el roce de tus bragas te produce escozor y quemazón
a partes iguales.
Era toda una tortura andar hasta el Gumnarium, sus muslos
necesitaban un celltop para comunicarse uno con el otro, los labios de
su vulva parecían murmurar y las contracciones de su vagina
intentando, más que retener, expulsar a los “invasores” o lo que es lo
mismo, los dos descomunales penes de aquellos pervertidos y obsesos,
le hacían andar como un mono borracho.
Y para suma, a la primera persona que se encontró, nada más llegar,
fue a Candy, ¡venga juerga y alegría! Pues ahora mismo no tenía ella la
vagina para festejos y verbenas.
—¿Dónde te has metido?

101
Más bien, por dónde no le habían metido, mmm, ¿en serio? ¿se iba a
poner cachonda a pesar de todo lo que se habían quejado y protestado
sus malditas hormonas? Si hasta su conciencia había agarrado una
mochila y se había largado a meter el culo en un congelador.
—¿Estás sorda o qué? ¿Dónde has estado estos dos días, Kelyne?
—Fui a las cuevas a investigar las piedras…
—No me cuentes milongas, por aquí no se ha parado de murmurar
que te has emparejado, ¿es cierto?
¡Joder! ¿Es que allí nadie sabía lo que significaba la palabra
discreción?
—Pues sí, he encontrado a mi compañero…
—Nosotras no hemos venido aquí para eso.
Ya, lo sabía, pero fíjate tú que ella se había tropezado con uno y
encima con réplica y estaban más que encantados con ella.
—Lo sé, Candy, la primera sorprendida he sido yo, pero resulta que…
¿Es que no podía dejarla terminar una frase?
—¿Cómo fue? ¿Quién es él? Tienes que contármelo todo, debemos
informar al Consejo.
Sí, hombre y al tipo del tiempo y al Cónsul honorario, ¡no te jode!
Aquello era un tema personal, no tenía por qué informar a nadie.
—Para un momento, Candy, esto no le importa a nadie más que a mí
misma y mi pareja.
—No, esto nos interesa a todos. Aquí pasa algo raro, no es normal que
aparezca un tío de estos y de repente, ¡pum! Estés emparejada y
desaparezcas. ¿Ponen algo en nuestras bebidas? ¿Cómo reconocen a
sus mujeres? ¿Qué te han hecho, Kelyne?
Pues menos una operación de apendicitis, le habían hecho casi de
todo. Celik la había “reconocido y explorado” por completo.
—No seas paranoica, Candy. No ponen nada en nuestras bebidas y
ellos reconocen a sus parejas por el aroma. Y ahora quiero hablar con
el phartok, déjame pasar.

102
La mujer se paró ante ella, achicó sus pequeños ojos y arrugó su
enorme boca.
—Tienes que contármelo todo y después contactaremos con el
Consejo.
Pasó rodeando su cuerpo.
—No hay nada más que contar. Él me reconoció por el aroma y nos
hemos emparejado, punto.
—Kelyne, le debes tu trabajo y lealtad a la Tierra.
Se volvió y la miró furiosa.
—Te equivocas, Candy, solo me debo lealtad a mí misma y ahora, a
mi compañero. Mi trabajo me lo gané yo con mi esfuerzo y estudios. Yo
vine aquí a investigar las piedras y es lo que estoy haciendo. Lo que pase
en mi vida personal me pertenece a mí, ¿está claro?
La mujer entrecerró aún más los ojos. Como siguiera haciéndolo
parecerían dos pequeñas rajas bajo su frente.
—Ya veremos, Kelyne, ya veremos.
¡Idiota! ¡Lameculos!
Se dirigió hasta el despacho del phartok, los dos soldados apostados
en la puerta la miraron fijamente.
—Quiero hablar con Arnoox, ¿puedo?
Uno de los hombres golpeó la puerta y tras escuchar un ¡pasa! Entró,
unos segundos después salió y la invitó a entrar.
El phartok estaba sentado tras su mesa y Kurt-Aiman estaba de pie a
un lado.
—¡Buenos días, Kelyne!
—¡Buenos días! ¿Has pensado en lo que te dije?
Los dos hombres se miraron y luego, sonriendo, Arnoox la miró a ella.
—Veo que no te andas por las ramas y me imagino que te refieres a lo
de dejar que vengan más científicos a investigar.
Asintió a las palabras del hombre.

103
—Debo decirte que no estoy muy de acuerdo en convertir a Phartian
en una base de experimentaciones para nadie. Y la verdad, si llego a
saber el follón que se armaría haciendo tratos con la Tierra me hubiera
metido la lengua en el culo y la hubiera dejado ahí invernando. Pero
entiendo tu punto de vista y ya me he puesto en contacto con la Alianza,
en unos días nos contestaran y nos presentaran a los candidatos para
que hagamos nuestra selección.
—Bien, me alegro. Y no creas que no comparto tu opinión, pero dado
que ya está hecho, os toca apechugar con nosotros y te compadezco.
Aclarado esto, tengo un par de cositas más que hablar contigo.
El hombre alzo la vista al cielo y luego la miró, francamente, molesto.
—No, no pienso invitar a nadie más, no voy a dejar que nadie de tu
“querido” Consejo meta una pezuña en mi planeta. No pienso hacer
tours guiados ni voy a aceptar más intercambios y ya puestos, me estoy
pensando en poneros frente al portal y mandaros de vuelta a ti y a la
machacona esa de la psicóloga, me tiene hasta las pelotas con tanta
preguntita.
Bufó.
—Y yo te ayudo, pero a mí me dejas quietecita. No sé si te has
enterado, pero estoy emparejada.
—Sí, lo sé.
Ahora la que miró al techo fue ella.
—¿Tenéis algún radar que os avise o qué?
Los dos hombres sonrieron y el que habló en ese momento fue Kurt-
Aiman.
—Cuando se forma una pareja, el hombre nos avisa. Hay que hacer
varios cambios cuando uno encuentra a su compañera.
—¿Cómo qué?
Ahora fue el turno de responder del phartok. El hombre clavó sus ojos
azules en ella.
—Pues las parejas quedan inscritas en el censo de Phartian. Se les
provee de un vehículo especial para que puedan viajar juntos, hay
algunos cambios a efectuar, sobre todo laborales y cosas así.

104
—Creo que lo capto. En fin, quería avisaros de algo y es sobre la
psicóloga. ¿Le habéis dejado leer los libros del planeta?
—Los libros están a disposición de todo el mundo, Kelyne, pero hasta
ahora, la mujer solo se ha dedicado a ir detrás de cada mujer de la Tierra
emparejada y bombardearla a preguntas.
—No me fio de ella.
Arnoox miró a Kurt y luego a ella.
—Menuda novedad.
—No, en serio, hay algo en ella que me da mala espina. Está muy
decidida a saber qué pasa con los emparejamientos.
Kurt la miró serio.
—Aunque no es un secreto de estado, sí que es verdad que
mantenemos el tema de nuestro oiyu, oculto. Es una peculiaridad de
nuestra raza y no sabemos cómo reaccionarían el resto de planetas. Pero
ahora que se están produciendo emparejamientos con otros planetas,
creemos que pronto será un secreto a voces.
—Ya. Entonces, un tema menos del que preocuparme. Y ahora el
siguiente.
Los dos hombres resoplaron con fuerza.
—Que no os voy a pedir que me deis las llaves de vuestros arsenales,
joder. Es sobre mi emparejamiento, parece ser que después de
acoplarnos, no puedo abandonar el planeta y me pregunto ¿Qué cojones
puedo hacer yo aquí? Porque si creéis que me voy a dedicar al delicado
arte de la policromía, el troquelado o la pasamanería, debo deciros que
por mi os podéis freír las pelotas en aceite y a fuego lento.
Kurt silbó con fuerza.
—Me encanta la delicadeza con la que os expresáis las mujeres de la
Tierra.
—Puedo ser todavía más delicada y decirte por donde te tienes que
meter la lengua después de hacerle un repujado en bronce, ¿qué te
parece?
El phartok tomó el mando de la conversación después de ver la mirada
extrañada de Kurt.

105
—No tenemos ni idea de lo que nos estás hablando, pero sobre qué
puedes hacer, eso está en tu mano, Kelyne. Las mujeres tenéis libre
acceso a todos los trabajos, excepto en temas políticos o ingresar en el
Kunn, nuestro Comisionado se niega a ello.
—¡Wow, qué liberales!
Kurt dio dos pasos y la miró fijamente.
—Dado que hace un año nuestras mujeres no trabajaban ese es un
gran paso adelante y ha sido gracias a mi compañera y a las mujeres
que la acompañaron en el primer intercambio. Por lo menos nosotros
estamos dispuestos a escuchar, comprender y dar un paso adelante,
¿crees que la Tierra lo haría?
—Punto para el machote. Está bien, entonces ¿puedo solicitar un
puesto de trabajo?
—Por supuesto, Kelyne.
Miró fijamente a Arnoox.
—¿Y a quien se lo tengo que pedir?
El hombre volvió a mirar al techo, ¡joder! ni que allí tuviera un manual
de “como entender a las mujeres de la Tierra en tres malditos pasos”.
—Dado que yo soy el phartok puedes considerarte contratada…en lo
que sea.
—¡Toma ya! Eso sí que es eficacia, ¿no tenéis oficina de empleo, no?
Los dos hombres sonrieron.
—Creo que eso es un no. Está bien, ahora solo tengo que hablarlo con
Celik, si me deja hablar, claro. Muchachos, vosotros no tenéis ni puta
idea del flirteo y el encantador mundo de las citas, ¿eh? En cuanto ese
hombre me metió mano ya no me dejó hablar, deberíais miraros eso,
que sepáis que no es que sea una queja formal pero bastante parecida,
el emparejamiento no debería ser solo darle “aceite al pistón”. Aunque
debo decir que manejáis con mucho éxito, por cierto, ese “arte” en
concreto.
Arnoox la miró fijamente y después volvió la vista a Kurt.
—Creo que está intentando decirnos que somos algo así como unas
máquinas sexuales.

106
Los dos hombres rieron.
¡Hombres!

107
CAPÍTULO 14

Cuando salió del despacho del phartok fue en busca de Tracy o Evelyn.
Se encontró con la segunda en la guardería donde trabajaba. Llevaba
su larga melena negra recogida en una cola de caballo y vestía uno de
aquellos vestidos impúdicos que tanto estaban empezando a gustarle,
la verdad es que eran cómodos y sobre todo, prácticos, con dos tirones
a los cordones te quedabas lista y preparada para una sesión
maratoniana de sexo.
—Hola Kelyne, ¿me buscabas?
—Sí, ¿estás ocupada?
La mujer se volvió y le dijo algo a su ayudante, una mujer phartiana,
pelirroja y bastante pecosa, llamada Coimx.
Evelyn se acercó hasta ella, enlazó el brazo con el suyo y salieron
andando por un pasillo del hospital hasta un pequeño jardín lleno de
árboles y plantas en varios tonos anaranjados.
—¿Qué ocurre?
La mujer se sentó en un pequeño banco y ella lo hizo a su lado.
—Pues, verás, tengo la cabeza hecha un lío, Evelyn.
La mujer le sonrió.

108
—Te entiendo, muchas cosas en poco tiempo, ¿verdad? Mira, sé que
no viniste a emparejarte como lo hice yo y a pesar de eso, todo ocurre
tan rápido que es como si te engullera un tornado y te llevara de lado a
lado.
—Sí, es justo esa sensación. Me gusta Celik y, a pesar de que tengo
dudas, la verdad es que ya no me asusta tanto la idea de quedarme.
Pero, ¡tengo que tomar tantas decisiones!
Evelyn la tomó con fuerza de la mano.
—Kelyne, no hay prisa, no te agobies, vive día a día, haz lo que has
venido a hacer y disfruta de tu vida con Celik. Con el paso del tiempo y
conforme te adaptes a esta vida, verás lo que quieres hacer.
Suspiró suavemente.
—Tienes razón. Pero como todo ha sido tan intempestivo, estoy
agobiada. Además, en estos dos días apenas hemos hablado, en cuanto
Celik me tuvo en su casa, ¡madre mía! Es como si le hubieran dado el
pistoletazo de salida e intentara ganar alguna maratón.
Evelyn empezó a reír.
—Pues espera a que llegue el celo.
¿Celo? ¿Qué celo? ¿En serio era cierto lo del celo? ¡Y una mierda! Ella
no podía tragarse eso.
—¿El de los Phardook? Sé que es el ave emblema del planeta, pero
¿qué cojones tienen que ver su celo con Celik?
La sonrisa de la mujer fue más amplia.
—Ya veo que habéis hablado poco. El celo es el de él.
Su boca se quedó abierta durante algunos segundos, tragó con fuerza
y miró con fijeza a Evelyn.
—¿Es verdad lo del celo? ¡Joder! Leí algo de eso, pero aún no me lo
puedo creer, ¡celo! ¿Como si fuesen animales o algo así? ¿Y en que
consiste el puto celo ese?
—Una vez al año, durante tres días, los hombres entran en celo. Es el
único momento en el que puedes quedarte embarazada, por cierto.
Recuperó la voz.

109
—¡Ah! por eso no se ha preocupado de ponerse preservativos. Pensé
que llevaban algún dispositivo para no dejar embarazadas a las mujeres,
por eso no me preocupé, aunque la verdad, no me dio mucho tiempo a
pensar.
—Pues no, no hay ningún dispositivo. Es sólo durante ese período de
tiempo cuando ellos son fértiles.
—¿Sólo tres días al año?
La mujer sonrió.
—Créeme, cielo, son suficientes. No sabes lo que dan de si esos tres
días. Se ponen cachondos, muy cachondos.
—¿Más?
—Lo de ahora podría ser considerado como un precalentamiento para
lo que pasa durante esos días.
¡Por todas las mariposas de colores! ¿Un precalentamiento? Entonces,
¿qué narices pasaba en esos días?
—Me estás acojonando a propósito, ¿no? No pueden ponerse aún más
calientes, Evelyn, eso es imposible.
—Te juro que sí, además, te aconsejaría que reclamaras al oiyu el
primer y tercer día, si lo haces en el segundo, es preñado seguro, reina.
—Vamos por puntos. Me estás diciendo que, en período de celo, vamos
a follar más y encima, ¿tiene que aparecer el “asistente polvero mayor
del reino”? Y después de esos tres días, ¿cómo mierda se anda? ¿Con
los lóbulos de las orejas? ¡Venga ya!
Evelyn se puso de pie.
—Sólo te estoy avisando. En esos tres días vas a hacer más el amor
que en toda tu vida pasada y alguna reencarnación, si la tuvieras. Te
digo que es sorprendente la manera en que se recuperan. Te diré algo
más, hasta que no se han corrido una media docena de veces, la
erección no se les pierde.
—Venga, que sí, que me lo creo y luego los antiinflamatorios os los
tomáis vía vaginal, ¿no?
La mujer empezó a andar hacia la puerta sonriendo.

110
—Tengo que volver a la guardería, Kelyne, pero recuerda lo que te he
dicho, primer y tercer día si no quieres preñarte, guapa.
¿Qué coño les pasaba a las mujeres de la Tierra cuando llegaban allí?
Estaba visto que era imposible mantener una conversación lógica con
ellas, ¡ja! ¡Celo!, ¡por Dios, qué tontería!

*****

Llevaba todo el día silbando y dando saltos de un lado para otro,


parecía un calaam recién destetado, sus compañeros, antes mudos y
hoscos con él, le habían estado tomando el pelo. Se sentía vivo, eufórico
y esperaba que nadie rompiera esa burbuja de felicidad en la que ahora
vivía.
Había pedido hablar con el capitán Demon-Lisx, ahora tenía una
compañera y no estaba dispuesto a seguir doblando turnos o a cargarse
con todas las guardias nocturnas. Ahora tenía un motivo para vivir y
volver a casa cada día.
Dio un par de toques en la puerta del despacho y el hombre tras ella
lo invitó, bueno más que invitar le ladró un “entra” y es que había que
reconocer que el capitán era un hombre que acojonaba y mucho y si lo
pillabas en un buen día era capaz de dedicarte un saludo pero como lo
pillaras en un día en que los calzoncillos le apretaran las pelotas, era
preferible que te hiciera una revisión de próstata un endox con callos en
las patas antes de plantarte ante él.
—Señor, necesito hablar con usted.
El hombre alzó su cabeza y clavó sus ojos color ámbar en él.
—¿Qué pasa, Celik?
Carraspeó un poco nervioso.
—Verá, señor, como ya le comenté he encontrado a mi compañera y
quería, bueno, como debe comprender quiero estar más tiempo con ella,
yo no…no quiero hacer más guardias dobles o tomar guardias
nocturnas, excepto las estrictamente necesarias. Capitán, sé que

111
siempre me he ofrecido voluntario, pero ahora…ahora quisiera tener
más tiempo, no es que…
El hombre se echó para atrás en la silla en la que estaba sentado e
interrumpió su monólogo.
—Lo entiendo y desde ahora harás tus guardias correspondientes,
pero quiero preguntarte algo, Celik. Sé que no podemos evitar
emparejarnos con la compañera elegida, pero, ¿confías en ella? Piensa
que ha venido a investigarnos.
—“Pues la verdad, machote, no me fío ni de los calzoncillos que
llevamos, bueno, que llevas, son capaces de reventar las gomas y
dejarnos con el culo al aire, pero creo que nuestra compañera es de fiar y
harías bien en decirle al idiota este que antes de hablar de ella debería
hacerse un enjuague bucal con pis de calaam, ¡me cago en toda su puta
arrogancia!”
—Señor, es cierto que ella ha venido a hacer un informe sobre las
piedras, pero es una mujer íntegra y sincera, no dirá nada que no sea
verdad, hablé con nuestro phartok y él confía en ella también, si no
quiere creer en mí, debería hablar con él.
El capitán lo miró fijamente.
—¿Sabes? Siento mucho todo lo que ha pasado contigo, y por una vez
y sin que sirva de precedente y lo negaré todo si esto sale de estas cuatro
paredes, coincido con Tracy, deberían de habernos dado con una piedra
en la cabeza y de las grandes, cuando hicimos lo que hicimos contigo.
Se sintió nervioso y avergonzado.
—No son necesarias las disculpas, capitán.
Demon-Lisx se levantó, se acercó a él y le colocó una mano sobre el
hombro.
—Son necesarias y deberíamos dártelas todos, Celik-Mohn. Eres un
gran hombre, pero ha sido necesario que vinieran estas mujeres y que
sucediera lo de Trioghan para darnos cuenta y si antes no nos
disculpamos fue por nuestro puto orgullo y, emulando a Dreena, diría
que nos lo podíamos haber comido con excremento de Phardook y a palo
seco.
Sonrió ante las palabras del hombre.

112
—Está bien, Celik, puedes marcharte y espero que todo te vaya bien.
“—¡Joder, machote!, he estado a puntito de hacérmelo encima cuando
nos ha mirado con esa cara de: me como tu hígado sin cocer ni nada, pero
luego va y suelta toda esa palabrería y ¡mierda! uno no es de piedra y
me emocionado, tío.”
“—No me lo esperaba del capitán, no es un hombre dado a los
momentos emocionales.”
“—Ya te digo, eso me ha hecho temblar más que cuando pone su cara
de malote. Y ahora a lo nuestro, ¿vamos a por otra ronda de sábanas
revueltas y sudadas? Estoy a punto de reventar los pantalones.”
“—Bruto como tú solo, además, te recuerdo que tú no llevas
pantalones”
“—¡Joder, tío! Le quitas toda la gracia a esto. Vale, pues estoy a punto
de correrme sólo de pensar en el sabor de nuestra compañera. ¿Es esto
más a gusto del señor? Puto estirado de las narices.”
Su aroma, sí, en ese momento lo sintió en su lengua, en su cuerpo,
fue como si se empapara de él y su erección, a la que apenas había
podido contener todo el día, volvió en todo su esplendor y gloria. No
sabía lo que podría aguantar a probarla cuando llegaran a casa.
“—¿Hacemos una apuesta? Yo diría que no pasamos del sofá. ¿Qué me
dices, compañero?”
Pues que se daba por satisfecho si no le arrancaba las bragas en el
mismo dayinr y la follaba con su lengua mientras se empachaba de ella.
“—Y luego el bruto soy yo, por lo menos yo pensaba en tenerla con las
piernas abiertas en nuestra casa.”

113
CAPÍTULO 15

Había recibido la llamada de él en el celltop que le había dado, la


esperaba a las puertas del Gumnarium.
Cuando salió lo vio apoyado contra el vehículo. ¡Dios! Debería estar
prohibido estar tan bueno. Era tan alto, tan hermoso, con esos ojos que
la radiografiaban cada vez que la miraban. Tuvo que recordarse cerrar
la boca porque estaba segura que iba a empezar a babear en unos
segundos.
Cuando él la vio, se acercó hasta ella en unas zancadas, le tomó la
cara entre las manos y acercó la boca a la suya, sí, eso, necesitaba un
buen morreo.
—He extrañado tu sabor, me muero por probarte, cariño.
Su corazón se puso a bombear como loco y su conciencia lanzó un
gemido y se abanicó con fuerza.
El beso llegó de forma suave, un roce de labios y un ligero
deslizamiento de su lengua por ellos, ¡menuda decepción! Ella
esperaba… ¡wow! Eso, eso justo esperaba. La lengua de él se deslizó
dentro de su boca, lamiendo su interior y enredándola con la suya,
había colocado las manos cruzadas bajo su culo y la empujaba contra
su pelvis y notó su erección, más que erección aquello parecía una barra

114
de acero. Gimió dentro su boca y él gruñó. Con lentitud separó sus
bocas.
—Estoy deseando llegar a casa, compañera. No he podido apartar ni
un segundo mi mente de ti, te deseo con locura.
Y ella, de verdad, y si no tuviera ahora mismo la lengua pegada al
paladar y las neuronas pasadas por la freidora, se lo diría.
La llevó hasta el coche cogida por la cintura. Suerte que recordaba
como andar, porque en ese momento sólo pensaba en él y en su boca y
en su cuerpo y en sus manos y… ¡vale! Certificado, estaba cachonda.
Pues gracias que ella era la “experta” y él el virgen. ¡Madre del corchete
colorado! Se sentía como jamás se había sentido, ansiosa, caliente y
totalmente descolocada, ¿qué narices le había hecho Celik? Tuvo que
sacarle el dedo corazón a su conciencia cuando le gritó.
“—Chata, nos ha hecho lo que no nos había hecho nadie. Este si es un
hombre y no el maniquí de chips ese.”
Y tenía razón.
Se subió al vehículo y cuando él lo hizo a su lado, lo puso en marcha.
Aún estaba intentando reagrupar y enfriar a sus hormonas y encontrar
las palabras perdidas, las muy cochinas se le habían fugado en ese
momento, cuando él extendió la mano y enredó los dedos con los suyos,
un latigazo de deseo la recorrió de arriba abajo e hizo un centrifugado a
sus sesos.
—¿Tú me has echado de menos, Kelyne?
Mucho, más de lo que hubiera podido imaginar.
—Sí, Celik, te echado de menos, nunca me había sentido así y en tan
poco tiempo.
Él seguía acariciando sus dedos y ella se sentía cada vez más caliente,
tenía que hacer algo, distraerlo, o mejor dicho, distraerse ella.
—He estado hablando con el phartok.
Celik la miró enarcando una ceja.
—Me ha dicho que la Alianza ha aceptado mandar a los científicos y
en unos días los tendremos aquí.

115
—Me alegro de que haya seguido tu consejo, Kelyne, eso es bueno,
quiere decir que confían en ti.
Hizo una mueca.
—Yo creo que más que confiar lo que está es harto de la Tierra, de la
psicóloga y de mí. Creo que el pobre preferiría tener una orquitis antes
de ver asomar mi semblante por la puerta de su oficina.
—No creo eso, cielo, eres una mujer maravillosa y estás intentando
demostrar la veracidad de nuestras palabras ante tu Consejo.
—No te vayas a pensar que va a ser tan fácil…
—Me estoy volviendo loco, compañera, el aroma de tu excitación
invade mis fosas nasales, la siento en mi piel.
Se estremeció ante sus palabras.
—Estoy deseando entrar en casa, Kelyne, ¿me perdonarás si soy
brusco contigo? Estoy muy ansioso.
—La verdad, compañero, es que inten…intentaba hablar contigo, pero
lo haces muy difícil cuando me dices esas cosas, así, sin previo aviso y
las rematas con esas miradas. Siento que voy a terminar con mi vagina
más transitada que la sala de firmas de la Alianza el día del Tratado.
Él sonrió y se sonrojó. Es que de verdad le daban ganas de abrazarle
hasta los cachetitos del culo, era tan tierno, tan dulce, tan... ¡joder! sí
que estaba ansioso, sí.
Apenas habían entrado por la puerta de la casa y no le dio tiempo ni
de preguntar qué cojones pasaba, tal vez ¿urgencia por llegar al baño?
No, evidentemente no. La única prisa era revisarle la boca.
Deslizó la lengua dentro de su boca antes del primer suspiro,
acariciándole el interior con suaves toques y para el segundo le había
succionado la lengua, deslizándola entre sus colmillos, raspándola
apenas entre ellos y sorbiéndola al interior, enredándola con la suya,
batiéndose en un pequeño duelo, se estremeció con fuerza cuando la
sintió acariciarla por debajo, apretándola contra su paladar, tragó su
gemido, bebiéndoselo y dejando que él conquistara y ganara aquella
pequeña batalla, rindiendo el aliento al suyo cuando siguió chupando y
lamiéndola. Celik tenía una manera de besar que le freía hasta los
cierres del sujetador…si hubiese llevado.

116
Sintió las manos de él soltar los lazos del vestido y en dos segundos
estuvo ante él con sus braguitas.
—Eres tan hermosa, tan bella.
Le acarició suavemente los senos, trazando con sus dedos índices una
circunferencia, siguió el sentido de las agujas del reloj, una vez, dos,
perdió la cuenta. Sus pezones eran dos pequeñas protuberancias duras
y ansiosas de las manos o la boca de él; pero esta besaba su cuello y lo
acariciaba con su lengua. Cada sacudida de su lengua mandaba
pequeñas descargas a su coño, que fue humedeciéndose más y más.
Gimió con fuerza cuando Celik raspó su cuello con sus colmillos.
—Celik, deja de jugar, necesito tu boca en mis pezones, por favor.
Bajó lentamente de su cuello a su pecho, succionando levemente la
piel durante todo el trayecto, mientras, una de sus manos, colándose
por dentro de sus bragas, llegó a los pliegues de su vulva, los abrió con
suavidad y deslizó dos dedos por ellos, llegando hasta su perineo y
volviendo hacia arriba, empapó sus dedos con los jugos que rezumaban
su coño y frotó su clítoris cuando su boca, al fin, llegó hasta su pezón,
mamándolo con suavidad.
Sentía sus piernas flojas, apoyada contra la puerta, su espalda fría y
todo el frente de su cuerpo ardiendo, dispuesto a explosionar como un
volcán.
—Quiero sentir tu aroma en mi nariz mientras bebo tu esencia,
cariño, lo necesito.
Él fue deslizando su boca por su vientre, se dejó caer frente a ella de
rodillas y pegó la nariz a su pelvis.
—Me vuelve loco tu olor, Kelyne, pero ¿sabes que me vuelve aún más
loco?
¿En serio? ¿Iban a ponerse a jugar a las preguntitas? Si su cerebro
era, ahora mismo, mono función, lo único que ordenaba era respirar y
ya lo hacía con dificultad, como para ponerse ella ahora a resolver
enigmas o jodidas ecuaciones.
—No, no lo sé, pero ¿por qué no me das una pista?
Él acercó la boca a su pelvis, enganchó, con los dedos, sus braguitas
y las deslizó por sus piernas. Mejor que las dejara ahí, enredadas en sus
tobillos porque no podía levantar sus pies, sus huesos habían decidido

117
solidarizarse con las piedras del planeta y se habían desintegrado al
primer contacto de la lengua de Celik en su cuerpo. Esa condenada
lengua que ahora lamía toda su raja, ¡madre de las camisas a cuadros!
¿Es que había doblado su tamaño o su coño había encogido? La sintió
cubrirlo por entero, lamiendo con fruición sus jugos.
—Tu sabor, cielo. Tu sabor en mi lengua, bajando lentamente por mi
garganta y haciendo que mi cuerpo se ponga duro solo con recordarlo.
Las palabras de él, susurradas contra su vulva (¿había desarrollado
la condenada, oídos?, porque juraría que escuchaba sus palabras por
“ahí”, como si le subieran desde su coño hasta el resto de su cuerpo) la
hicieron estremecer.
—Pues no recuerdes. Date un banquete con ellos.
Él se aplicó en el “asunto”. Tomó sus piernas y las pasó sobre sus
hombros.
-—Agárrate a mi cabeza, cariño, puedes tirar de mi pelo todo lo que
quieras.
Posó las manos entre su melena, agarrándolo con suavidad. Celik
llegó de nuevo con su boca a su coño y empezó a lamerla de arriba abajo,
hacía un giro con la lengua cada vez que llegaba a su vagina y la clavaba,
apenas un centímetro, en su canal. Respiraba agitadamente mientras
que él seguía lamiendo su vulva, con las manos sujetando sus nalgas y
afirmándolas a su cara. Sentía su aliento sobre su clítoris, calentándolo
y haciendo que se pusiera duro y temblara con cada respiración de él.
—Celik, nece…necesito correrme, yo, mmm, te necesito den…tro,
¡Dios, Celik!
Él no contestó, solo siguió lamiendo, pegó su boca, como una ventosa,
contra los labios de su vulva y deslizó su lengua por su vagina, empezó
a entrar por su canal, llegando lo más dentro posible para luego salir
lentamente. Se estremeció y gritó cuando el orgasmo la barrió por
completo. Intentaba tomar aire mientras que él seguía lamiéndola y
follándola con su lengua, sus dedos se habían enterrado y enredado en
el pelo de él y tironeaba con fuerza, dejó caer la cabeza hacía atrás
totalmente saciada y agotada, pero él seguía lamiendo, intentando
conseguir más de sus jugos, como si ellos fuesen indispensables para
vivir, su único alimento.
—Más, Kelyne, dame más.

118
¿Más? Pero si la había dejado totalmente seca, ¿pensaba que su
vagina era una maldita máquina expendedora de jugos?
—No…no puedo, Celik.
Le dio otra pasada con su lengua, lamiendo (vete tú a saber qué,
porque la había rebañado por completo) y acariciando su clítoris con
ella.
—Sí puedes tesoro, empápame de nuevo.
Pues como no lloviera y tuviera goteras, lo veía imposible.
Diez minutos después gritaba como una posesa, estaba visto que más
que lengua, él tenía un exprimidor por boca.

119
CAPÍTULO 16

Se despertó con ella en sus brazos, había sido una noche más de
pasión, de locura, aún no podía creerse que ella fuese totalmente suya.
“—Un inciso, guapetón: nuestra, ella es nuestra y, por si también lo has
olvidado, te recuerdo que tú eras el de la maravillosa idea de dejarla
escapar. Suerte que me tienes a mí, el sumo y supremo señor de todos los
orgasmos y conseguí, no sólo quedar a un nivel superior, sino, que logré
convencerte de que tu decisión era una idiotez y de las gordas.”
No, ni Mohn iba a hacerlo bajar de esa nube de felicidad en la que
estaba subido.
“—Será gilipollas el tío. Si tienes esa sonrisita tonta en la boca es
gracias a mí, bueno, a ella pero yo soy el camino directo, sin curvas ni
baches, que logró meterla en nuestras vidas. Porque si por ti fuera, aún
estaríamos agitando el “pilar” de arriba abajo.”
Kelyne abrió sus preciosos ojos negros y lo miró fijamente.
—¡Buenos días, Celik!
—¡Buenos días, cariño!
Ella le besó los labios con suavidad.
—¿Crees que si me levanto para ir al baño me sostendrán las piernas?

120
Sonrió ante sus palabras, sabía que era pretencioso pero no pudo
evitarlo.
—¿Quieres que te lleve yo en brazos?
Kelyne sonrió, le dio un beso y salió andando, algo vacilante, hacia el
baño.
—¡Uf! Me falta el caballo entre las piernas porque la posición para
montar ya la tengo.
Cuando, cinco minutos después, volvió, andaba mucho mejor, se
acostó de nuevo a su lado y metió una pierna entre las de él y con un
dedo delineó sus pectorales.
—Mmm, Celik, quería decirte algo.
La abrazó con más fuerza.
—Dime, cariño.
—Tal vez suene pretencioso, pero me siento orgullosa y honrada de
ser tu primera mujer.
Él se sonrojó con violencia.
—Yo…yo también me siento orgulloso de que seas tú—carraspeó un
poco—aunque reconozco que me daba un poco de miedo no…no estar a
la altura.
Ella puso los ojos en blanco.
—Créeme, Celik, has puesto el nivel muy, muy alto. Ni con una pértiga
podría nadie superarlo, pero no te lo creas, ¿vale? E intenta practicar
bastante a menudo, ya sabes lo que dicen, la práctica hace la perfección.
Y le dio un pícaro guiño. La miró un poco nervioso.
—Y aunque jamás esperé que mi compañera fuese virgen, sí que me
hubiera gustado ser el primero que te besó y sintió tu aliento. Querría
haber sido el primero que acarició tu piel de seda con mis manos y mi
lengua descubriendo que te gustaba y dártelo. Me hubiera gustado ser
el primero que entró en tu cuerpo, sentir tu barrera y profanarla
lentamente, llenarte con mi polla y que mi semen hubiera sido el
primero que mojara tu coño. Quisiera para mí tu primer gemido y
orgasmo. ¿Suena un poco...machista?
Ella le dio un pequeño tirón a su pezón.

121
—¿Un poco? Cielo, eso ha sonado muy machista, troglodita diría yo.
Pero semejante declaración me ha puesto cachonda. —Le acarició las
tetillas con suavidad—¿Eso es lo que pretendías, mi osado caballero?
Qué te parece si yo actúo como una virgen desvalida y tú como un
completo salvaje dispuesto a comerse “mi pastelito de canela”.
Él la miró extrañado.
—¿Pastelito de canela?
—No, no te hagas el sorprendido, veo que te gusta y que tienes oscuras
intenciones, quieres profanar “mi canal de miel”.
¿Se había vuelto loca? Esto debía ser alguna cosa de esas raras de la
Tierra, ¿no? Lo mismo tendría que ir a que le revisaran el chip de
idiomas porque no entendía nada de lo que ella estaba diciendo, ¿Qué
tenía que ver aquí la comida con la virginidad? Y luego, su amigo Criex,
decía que él era rarito. La miró pasmado, lo mismo tenían que acudir al
centro médico o a una tienda de alimentos, dada la rara conversación.
—Kelyne, ¿qué cojones estás intentado decirme?
Ella clavó un dedo en su ombligo, mientras deslizaba la otra mano
hasta su pene.
Loca no sé, pero estaba claro que decidida sí. Su polla se puso a dar
brincos de felicidad cuando vio dónde iba su mano y se olvidó de qué
narices estaban hablando...porque estaban hablando, ¿no?
—¡Qué descaro el tuyo! Aquí estoy yo, una dulce y desvalida virgen a
tu merced, tratando de proteger mi virtud y tú haciéndote el despistado.
Que sepas que te tengo calado, machote. Estás tentándome con tu
“palito de caramelo”.
Por fin entendió lo que ella quería decir, por un momento se había
visto como chef de un restaurante. Lo que lo jodió fue la comparativa de
su “poste” con el “palito” de las narices.
—¿Mi palito de caramelo? Perdona, tímida doncella, pero creo que,
quizás, hay aquí un dulce demasiado grande para tu “receta”.
—Eso es todo un reto, caballero, tendrás que demostrarlo, no
entregaré mi “ingrediente secreto” a cualquier pastelero de tres al
cuarto, ¿te crees capaz de fundir mi “miel” con tu “caramelito”?

122
¿Capaz? La siguiente hora fue todo un reto y descubrieron que podían
escribir todo un libro de recetas de pastelería. Consiguió fundir la “miel”,
empaparse de ella, pero su “caramelo”…su caramelo se quedó
convertido en un triste palito, eso sí, bastante chupado.
—Ahora que te he arrebatado tu “virginidad” sabes que estás obligada
a vivir eternamente conmigo.
—Creo que me lo pensaré. Lo mismo me gusta probar otros sabores
de “caramelos”
Gruñó ante las palabras de ella.
—Está bien, troglodita, nada de probar. Soy toda tuya.
—Lo siento, cariño, sé que suena como a un hombre posesivo, pero
es que lo quiero todo de ti. Aunque estoy tranquilo y feliz porque sé que,
a partir de ahora, seré el único en tenerte.
Ella tragó con fuerza y entrecerró la mirada.
—Eso último suena un poquito presuntuoso, ¿no, “caramelito”?
Acarició sus labios con el pulgar.
—No es presunción, cariño, es la realidad. Sé que no soportarás ni
necesitarás la caricia de otro hombre. Sé que yo seré el único en gozar
de tu cuerpo y que todos tus orgasmos serán míos.
Ella se escabulló de sus brazos y lo miró muy seria.
—¿Y por qué estás tan seguro? ¿Por qué no necesitaré a otro hombre?
¿Qué me has hecho Celik?
Se sentó en la cama y la miró preocupado.
—Pensé que lo sabías, cielo. Cuando nos emparejamos nuestra unión
es para siempre.
—Eso lo sé, pero lo que no entiendo es eso de que no podré soportar
la caricia de otro hombre ¿Cómo es eso posible?
“—Esto me da mala espina, Celik, se está mosqueando. Ahora, que no
sé qué me preocupa más, si el cabreo o que le joda que otro hombre no
pueda meterle mano. ¿No somos suficiente para ella? Que conste que yo
soy el señor de…”

123
“—¿Quieres dejar de repetir la misma cantinela? Estoy intentando
conversar con nuestra compañera.”
“—¿Sí? Pues yo lo único que saco en claro de toda esta charla es que
ella esta cabreada porque quiere pasarse por el “paso de aduanas” más
de una polla empalmada y permite que no me ría, estoy cabreado, muy
cabreado.”
—Kelyne, una vez emparejados, el deseo del uno por el otro es cada
vez mayor, sólo los compañeros son capaces de darse placer.
—¡Mierda! Sabía que me la habías jugado. Repito, Celik, ¿qué cojones
me has dado para que sólo quiera follar contigo?
—No te he dado nada, simplemente que al mezclar el aium con
nuestra sangre nuestros cuerpos sólo sienten deseo por nuestra pareja,
el resto no nos atrae, nos deja frío el contacto con otro cuerpo, es más,
sentirás hasta asco de que otro te toque.
Ella se levantó, totalmente desnuda y empezó a dar paseos por la
habitación.
—¡Lo sabía! Sabía que me habías hecho algo. Quieres tenerme
amarrada a ti, que no me vaya, por eso me has dicho todo eso tan bonito
de que no te importa. Quieres una puta esclava, Celik y no lo voy a
consentir.
Se levantó y se acercó a ella en dos zancadas.
—Sigues sin entenderlo. Nuestro emparejamiento no es una
esclavitud, al contrario, nos hace libres de ser y vivir juntos todo y cada
uno de nuestros deseos. Cuando mezclamos nuestras sangres con el
aium nos hacemos uno y nos aseguramos de que nadie pueda romper
este vínculo.
—Lo que viene siendo un contrato irrompible. Os aseguráis de que
otro macho no pueda follar a vuestra compañera. Eso, para que lo
sepas, Celik, es puro machismo.
—Yo tampoco podré tocar a otra mujer, Kelyne, esto funciona en las
dos direcciones. Ninguna podrá darme lo que tú me das, ni lo querré ni
lo necesitaré. Somos uno, cariño, tú y yo.
“—¡Venga y a tomar por culo otra vez el oiyu!, al final voy a pensar que
soy un puto “eso” como me llamó nuestra compañera. Por lo menos, una
sola vez, podrías incluirme en el lote ¿no?”

124
—Mira, Celik, no es que me interese otro hombre, pero que sepas que
la letra menuda de vuestro contrato es una mierda. ¿Digo menuda? No,
ni siquiera la ponéis, entramos en esto con los ojos cerrados y cuando
nos venimos a dar cuenta estamos ligadas a vosotros sin vuelta atrás.
Podríais dar la jodida información antes de “sellar” el contrato entre
nuestras piernas. Sería un detalle.
Se acercó tanto a ella que apenas corría el aire entre los dos.
—¿Pensabas engañarme, tener relaciones con otros hombres?
Kelyne resopló con fuerza.
—No se trata de eso, Celik, es que lo hacéis sonar todo tan definitivo.
¿Qué sucedería si tú y yo no nos llevásemos bien? ¿O si yo descubriese
que quiero volver a la Luna? ¿Jamás podríamos volver a tocar a otra
persona? Esas son informaciones importantes y no me has dicho nada
de eso.
Se pasó las manos por el pelo tirando con fuerza de él y se alejó unos
pasos de ella.
—El vínculo que se establece entre los compañeros es irrompible, cada
vez que nos amamos y que mezclamos nuestros fluidos se hace más
fuerte. La necesidad de vernos, de tocarnos, de hacer el amor crece cada
día más. No hay obstáculo ni problemas que puedan separar a una
pareja. Para nosotros es primordial mantener a nuestra compañera feliz.
No hay nada ni nadie más importante.
—Pues ahí está el problema, vosotros, pero yo no soy phartiana.
Volvió hasta ella y le acarició la mejilla.
—No tiene nada que ver, cielo, al mezclar nuestras esencias sentirás
lo que yo siento, lo que necesito, igual que yo percibiré todo de ti.
Ella lo miró con fijeza.
—Entonces, ¿por qué no lo siento? No he notado nada diferente en
mí.
—Sí lo has notado lo que pasa es que lo confundes con el deseo. Pero
cada vez que esté lejos de ti sentirás mi falta. Cada vez que huelas mi
aroma en tu piel, me desearás con más fuerza. Llegará el momento en
que cuando yo esté pensando en ti, me sientas y tendrás la necesidad
de volver a mí, de estar en mis brazos y de que te haga mía.

125
—¿Todo se reduce al sexo?
Le tomó la cara entre sus manos.
—No, todo se reduce a necesidad, a confianza, a estar completos, a
tener nuestros corazones unidos, mezclados. Tú y yo no existirá,
dejaremos de serlo para ser un nosotros.
“—Y como siempre el imbécil del oiyu es apartado de la ecuación. Sí
señor y date con un canto en los dientes, Mohn, si te reclaman. ¡Oh, sí!
Todavía tendrás que estar agradecido, porque, total ¿qué eres si no un
complemento más?”
“—¿Quieres dejar de quejarte y concentrarte en los sentimientos de
nuestra compañera?”
“—¡Ah! ¿Ahora sí que es nuestra? Hace un momento era tú, yo, yo, tú
y ni mi nombre ni mi persona ha sido mencionado ni una sola vez. ¿Sabes
que te digo? Que te den cera por la rabadilla y luego que te empujen por
un barranco.”
Kelyne se soltó y empezó a dar pequeños pasos por el dormitorio.
—Entonces, si no todo es sexo ¿Qué cojones es el celo?
Tragó con fuerza.
“—¡Chúpate esa, chaval! A ver como sales ahora de esto y ni se te
ocurra pedirme ayuda, yo voy a limarme las uñas con tus costillas y a
ver cómo andan nuestras funciones digestivas, total, como no soy
necesario.”
“—¡Maldita sea, Mohn! Esto es cosa de los dos”
“—¿Perdona? ¿Es broma, verdad? Apáñatelas tu solito, lo estabas
haciendo de vicio antes, así que puedes seguir con tu monólogo y
explicarle aquí a tu compañera lo que es el jodido celo.”
Volvió a tragar con fuerza, ¿lo entendería Kelyne?
Escuchó, perfectamente, una carcajada dentro de él.

126
CAPÍTULO 17

Le temblaban hasta las pestañas, ¿no todo era sexo? ¡Y una mierda
como un piano!
Cuando le soltó la preguntita de marras, a Celik se le iba un color y
le venía otro, se atragantó varias veces y hasta tuvo que tomarse unos
cuantos vasitos de agua antes de soltarle toda la maldita parrafada. Lo
cierto es que a ella todo aquello la intrigó, ¡qué cojones calvos! Aquello
la hizo ponerse más caliente que el suelo de una plancha, porque vamos,
le quedó claro que la época del celo era algo así como pegar el pistoletazo
de salida a unas rebajas de sexo por el sexo, un “tres por dos” o mejor
dicho, “llévese todo lo que pueda abarcar a dos manos, pies u otras
partes del cuerpo”.
No podía quitarse de la mente la explicación entrecortada, con
suspiros, atragantamientos y carraspeos varios de Celik, si es que el
pobre era virgen y… y ¡porras! Sería muy nuevo todavía pero estaba
claro que se manejaba, estupendamente, en cuanto ella estaba frente a
él, en menos de dos minutos la tenía despatarrada, desnuda y follándola
como un poseso y si encima se sumaba el chulito “polla alzada” del oiyu
terminaba más “transitada” que un portal dimensional el día de
confraternización.

127
Pero enternecida o no, excitada o no, la verdad es que las
explicaciones de Celik seguían resonando en su cabeza de forma
constante.
“—El celo es…es la manera de perpetuar nuestra raza.
—Vale, de forma clara, es para dejarme preñada, si eso lo capto, pero
digo yo, ¿es necesario follar hasta que los tendones se te fundan con los
huesos? Porque, por lo que me dijo Evelyn son tres putos días sin parar
de dale que te pego al “encajonamiento de caderas”
Él se puso un poco…¡vale! Muy colorado.
—Sé que es algo diferente a vosotros.
—Eso es decirlo muy fino, Celik. Nosotros no tenemos celo, no nos
quedamos encerrados por tres días solamente para follar, ¿entendido?
Es raro, tienes que reconocerlo. Y a todo eso, ¿Cómo aparece? No sé, de
repente un día te levantas con la “antena en plena conexión” ¿y no hay
manera de “cortar las ondas” en tres días?
El rubor de Celik subió un par de tonos más, a ese paso más que
colorado iba a terminar morado.
—Un par de día antes se empiezan a notar los cambios.
Ella lo miró alzando una ceja.
—¿Qué cambios? No sé, ¿te aparecen escamas en la piel? ¿Se te pone
la cara de color azul? O tal vez ¿Tu pene emite sonidos intermitentes? La
verdad, Celik es que te explicas como un libro abierto…en blanco.
Él tragó saliva, se empinó de nuevo el vaso del agua y se lo bebió de
un tirón, deshidratado no se iba a quedar, la verdad.
—Los cambios son otros. Primero empieza como una especie de
cosquilleo por el cuerpo, te empieza a molestar la ropa, la temperatura
corporal asciende y…esto…se producen “pérdidas involuntarias”.
–¿De qué? ¿De la lista de la compra? ¿O de tu maldito holograma? ¿Qué
cojones se pierde, Celik?
—Semen, se pierde semen, yo…tu…bueno, lo cierto es que los dos
estaremos bastante, mmm, mojados.
—Vale, lo capto, es decir que voy a tener que llevar pañales para no ir
dejando “humedades” en todas las sillas que me siente, fantástico…

128
¿fantástico? ¡Y un huevo colorado! Yo no soy phartiana, así que esos
“síntomas” me los evitaré.
—No es así realmente, cielo.
—¡Hala, venga alegría! ¿Qué más me estoy perdiendo? Otra sorpresita
más, en serio, Celik, lo tuyo es la magia. ¿Qué nuevo truco te queda en la
chistera, majo?
Su compañero la miró un poco perdido, pero siguió hablando.
—Como Mohn te impregnó con el aium, pues, ehm, que sentirás lo
mismo que nosotros.
—Esto es la repera montada en nave espacial, es decir, que aquí “el
puto señor de los orgasmos” me babosea y ahora resulta que voy a sentir
lo mismo. Jodida por un puñado de saliva, esto mejora por momentos.
Dime, Celik ¿te guardas algo más? No sé, lo mismo de un momento a otro
me sale a mí un maldito oiyu y podemos montar una orgía.
—Solo los phartianos tenemos oiyu, cariño.
—Pues me quedo más tranquila, hijo. Pero que sepas que esto es
machismo puro y duro, imagínate el jolgorio que podríamos montar si
fuésemos cuatro. Resumiendo, que cuando nos entre la vena
calenturienta tendremos que encerrarnos en casa y follar como conejos y
todavía va el tío, con todo su morro y me dice que no todo es sexo, anda
y que te den aceite con un cepillo de púas en el cogote, majo.”
Así que esa mañana estaba decidida a leer todo lo concerniente al
condenado celo. Eso es lo que tenía en mente cuando entraba por las
puertas del Gumnarium, pero estaba claro que había días que uno
pensaba una cosa y los astros o satélites se aliaban para hacer lo que
les salía del mismo polvo de estrellas. Nada más entrar por la puerta se
encontró a Brenck-Vayr dando zancadas de un lado a otro del pasillo y
cuando la vio, se acercó a ella en dos pasos, no le extrañaba con
semejante piernas, debían de medirle metro y medio cada una,
exagerado, cierto, pero se acercaba mucho a la realidad. La tomó del
codo con fuerza y ella sintió una especie de ramalazo…de disgusto, ¡me
cago en todas las cabezas calvas y libres de piojos! Al final iba a ser
cierto que el toque de otro hombre ¿le revolvía el estómago? ¡Mierda!
—Arnoox te busca, tenemos un pequeño problema.

129
—Pues que me arrastres por todo el pasillo y haciéndome trotar como
una mula desgarbada no va a solucionar el problema, Brenck. Además,
quítame las zarpas de encima.
El hombre la miró sin parar de andar y arrastrarla.
—Pues yo diría que hace unos pocos días andabas detrás de mí
deseando que te metiera mano por todos lados, ¿ahora no quieres que
te sobe?
Intentó frenar pero aquella nave espacial disfrazada de hombre
parecía un proyectil lanzado y con un objetivo fijo.
—Yo no quería que me metieras mano…bueno, un poco quizás sí…no,
no quería, sólo intentaba…
—Te entiendo, en serio, ¡vaya si te entiendo! Pero ahora resulta que
estás descubriendo y de forma contundente, que has caído y que no
puedes soportar el tacto de otro hombre.
—A ti sí que te van a caer andanadas de tortas por todos los lados
como no cierres el pico y dejes de remolcarme de esta manera.
Brenck siguió andando sin mirarla siquiera.
—No tengo tiempo que perder, las cosas se están poniendo algo
difíciles, ¿qué cojones os pasa a los de la Tierra?
Hizo una mueca.
—Ahora entiendo las prisas, ¿qué tripa se les ha roto ahora a estos?
El hombre ni contestó, tal vez, quiso darle ese voto de confianza,
porque en ese momento habían llegado frente al despacho del phartok y
Brenck abrió la puerta y entró sin llamar, estaba claro que quería
deshacerse de ella cuanto antes.
Arnoox levantó la cabeza y se la quedó mirando fijamente.
—Vamos a la sala de comunicaciones, nos están esperando para
hablar en digamos…¡ya!
—¿Tan mal están las cosas?
—Deberían haberme arrancado las pelotas con una cucharilla de
postre el día que decidí hacer tratos con vosotros.

130
El hombre andaba a pasos acelerados, su larga melena negra flotaba
detrás de él, sus ojos azules parecían echar chispas y su generosa boca
estaba fruncida.
—¡Eh, guapetón! Un par de correcciones, los tratos lo hiciste con los
burros del Consejo así que las quejas a ellos, que bueno, no te van a
servir de mucho y lo segundo, cabrearte conmigo y llevarme trotando
como una mula coja detrás de ti ni va a solucionar el problema y te juro
que me va a cabrear y tú, repito, tú, no quieres verme cabreada.
La sala en aquel momento era algo así como un cementerio, una
decena de hombres enormes en estado de mutismo y petrificación,
hombres de casi dos metros, llenos de músculos y mirando acojonados
y cabreados una de las enormes pantallas donde se veía a, dos
cejijuntos, consejeros de la Tierra que miraban de hito en hito a aquellos
hombretones.
—¿Se puede saber qué cojones pasa?
Los dos consejeros dejaron de mirar a los phartianos para mirarla a
ella y la verdad, si ella no los conociera y encima no tuviera las narices
de mirarlos frente a frente sin que se le moviera un pelo del flequillo,
seguro que estaría debajo de alguna de aquellas enormes mesas llenas
de dispositivos, acojonada, temblando, mordiéndose las uñas y pidiendo
clemencia, pero los conocía, para desgracia tanto de ella como de ellos.
—Eso es lo que queremos saber, Kelyne, ¿por qué no nos has
informado de que tienes pareja?
Miró al hombre que había hablado y entrecerró sus ojos.
—Ya veo que estáis bien informados. Candy ¿es psicóloga o una puta
urraca con la lengua muy larga?
—¿Qué te han hecho? No entiendo cómo en unos días has encontrado
pareja. Tú has ido a investigar las piedras, Kelyne, no ha emparejarte,
¿Qué te han dado? ¿Usan el poder de la mente? ¿Te han dado algo de
beber? Necesitamos que nos digas que os hacen.
Escuchó una decena de jadeos y gruñidos detrás de ella. La verdad es
que la sutileza era algo que los del Consejo utilizaban como papel
higiénico, se la pasaban por todo el culo.
—Cuando tengo dudas de porque los demás planetas no quieren
relaciones con nosotros se me quitan cuando os escucho hablar. Sabéis

131
que detrás de mi están los phartianos y os atrevéis a preguntar, sin
ninguna delicadeza, que nos hacen, ¿me podéis decir con que mierda
pensáis?
—Déjate de sandeces, queremos respuestas, Kelyne.
Resopló cabreada, se acercó, con dos zancadas, a la pantalla.
—Sois idiotas. No, sois asnos, perdón, los pobres animales no tienen
la culpa de que vosotros seáis así de majaderos. Y sí, tengo pareja y no
creo que deba de informaros de eso y ¿sabéis por qué? Porque lo que yo
haga con mi vida no os importa.
Los dos hombres bufaron y la miraron aún más cabreados, ella iba a
contestar pero antes de abrir la boca la causante de todo aquel jaleo
apareció corriendo y jadeando por la puerta de la sala.
—Habéis empezado sin mí.
Se volvió y la miró con fijeza, alzó la cabeza para poder clavar sus ojos
en los de ella, unos ojillos negros que la miraban con odio.
—¿Tan triste y vacía es tu vida, Candy? Cómprate un maldito
consolador o tírate a un calaam de esos pero deja de joderles la vida a
los demás, ¿o es que tienes envidia? Eres una perra frígida.
Vio las sonrisas en las bocas de los phartianos, envalentonada se giró
y miró a los dos hombres que había en la pantalla.
—Sí, tengo pareja, un hombre de pies a cabeza, un hombre que no
tiene miedo a mostrar ternura, dulzura y pasión, un hombre que es
capaz de hacerme sentir la mujer más hermosa de todas las condenadas
galaxias, un hombre que me valora y respeta, algo que vosotros,
señores, no tenéis ni puta idea de lo que es.
Los hombres abrieron y cerraron la boca una decena de veces antes
de que el mayor de ellos, un hombre de pelo entrecano y aguileña nariz,
decidiera tomar la palabra.
—Queremos un informe completo, Kelyne, queremos saber qué os
hacen para conseguir emparejarse con vosotras con esa celeridad. ¿Qué
utilizan?
—Vuestro jodido encanto, no. Y no pienso hablar de mi vida.
—Nos lo debes.

132
Vio rojo, bueno, más que rojo vio negro, intentó contar, vaya que si lo
estaba intentando, pero la sutileza no valía con aquellos patanes.
—En eso os equivocáis, no os debo nada. Vine aquí a estudiar las
piedras y es lo que estoy haciendo, aparte de eso, si encuentro pareja o
no, no es de vuestra incumbencia.
—La equivocada eres tú, queremos el informe…en persona, vas a
volver a la Luna hoy mismo.
¿Qué? Sí, claro y ya que estaban que le pasaran la lista de la compra
que iba ella y se la hacía.
—¿Tenéis por ahí algunos sillones?
Los dos hombres la miraron extrañados.
—Es para que os pongáis cómodos. Y ahora leer mis labios: “Y una
mierda”, no pienso volver ni hoy ni mañana ni nunca. Voy a mandaros
el condenado informe de las piedras pero, aparte de eso, no pienso
informaros de nada más. Buenos días señores.
Anda y que les dieran lustre con una piedra pómez impregnada de
gasolina y luego les pegaran fuego. ¡La madre que los parió!, pedazos
inútiles, idiotas, imbéciles.
—¡Kelyne!
Se volvió y vio a Arnoox detrás de ella. ¿Y ahora qué?
—¿Se me ha olvidado algo?
El hombre sonrió y le guiñó un ojo.
—Has estado maravillosa. Debo decir que los hombres de la Tierra son
unos idiotas, pero sus mujeres… sus mujeres, como diría Tracy, sois la
leche.
Le sonrió y siguió andando por el pasillo. Ahora mismo se sentía
inmensa, grande, fuerte y… y con ganas de echarle algún vistazo al
maldito libro del celo de las narices o a hablar con Tracy o Evelyn o
Dreena, necesitaba información de primera mano o de primer celo.
Pero, ¡cómo no! lo de estudiar el libro era aún más condenadamente
difícil que estudiar las piedras, además, tenía que pensar en la actitud
de Candy, había algo en ella que, desde el principio, no le gustó,

133
ocultaba algo y temía que pudiera hacer algo para perjudicar, no solo
su relación, a todo el planeta.
En cuanto entró en la biblioteca apareció el estirado muro encofrado
de Brenck.
—¿Y ahora qué? Mira, si los de la Tierra quieren seguir conversando
diles que me ha caído encima un rayo, la mitad de las piedras Airean o
un jodido bicho de esos que pululan por vuestro planeta, pero no pienso
volver a la maldita sala.
El hombre sonrió de oreja a oreja.
—No, no son los de tu planeta. La Alianza ha contactado con nosotros,
parece ser que, cuando pidieron geólogos y químicos, se apuntaron más
de la cuenta, así que las cosas se han salido de madre y para evitar que
nadie se sienta ofendido han decidido hacer una selección a base de
exámenes y no sé qué jodidas cosas más. Sugieren hablar contigo y que
les orientes un poco.
Resopló con fuerza, ¡a la mierda lo de estudiar a fondo el tema del
“celo”! ¿Quién cojones estaba decidido a tocarle las nalgas de aquella
manera?

134
CAPÍTULO 18

Estaba parado en medio de la sala principal de las cuevas, mirando


al vacío cuando su amigo Criex-Thiar le dio un golpe en la espalda.
—¿Qué te pasa, Celik? Estás alelado, ¿se te han fundido los sesos de
tanto “ejercicio pélvico”?
Se volvió y miró la cara sonriente de su amigo, el idiota aquel no hacía
más que guiñar sus ojos azules y hacer movimientos obscenos con sus
caderas.
—Algunas veces me pregunto qué narices tienes metido entre oreja y
oreja, ¿estás seguro de que hay algo?
“—Como no deje de hacer esos movimientos se va a desgraciar la pelvis
y a ver cómo le explicamos a su compañera lo que estaba haciendo el muy
imbécil”
Criex se retiró un mechón de pelo rojo que le había caído sobre los
ojos con tanto meneíto y le sonrió.

135
—Algunas veces hasta yo mismo me lo pregunto. En serio, Celik, ¿qué
te pasa? Estás demasiado pensativo y serio, me preocupas. ¿No van bien
las cosas con tu compañera?
Apartó la vista del hombre para clavarla en las piedras.
—No lo sé, Criex, ella es distinta a nuestras mujeres.
Su amigo resopló con fuerza.
—Un poco sí, pero fuera de eso, el resto es igualito, como ya te habrás
dado cuenta…bueno, echando mano a tu historial sexual, lo mismo ni
te has dado cuenta.
Le sacó el dedo medio de su mano.
“—Está hecho un lumbreras la criatura. Tiene una chispa, el idiota,
aunque debemos reconocer que ha dado de pleno. ¿Qué cojones te pasa,
Celik? Hasta yo estoy empezando a preocuparme.”
—No es eso, Criex, así que deja de comportarte como un completo
imbécil. Kelyne es una mujer independiente, con carácter y yo, yo
simplemente me encuentro en desventaja con ella.
—¿Estamos hablando de tu experiencia sexual? ¡Joder, Celik! Ya sé
que, hasta que llegó ella, era nula, pero chico, pensaba que sabías lo
que tenías que hacer, ¿quieres algún manual?
Le echó una mirada cabreada.
—Mira, si vas a estar riéndote de mí mejor lo dejamos.
Su amigo le puso la mano en el hombro.
—Eres mi amigo, Celik y tú fuiste el que me ayudaste cuando June
llegó a mí. Así que estoy aquí para ti, te escucho.
—No se trata de mi inexperiencia, aunque algunas veces eso me da
un poco de miedo, es…es todo, Criex, quiero hacerle mil cosas que no
sé si la asombraran o no, estando con ella apenas puedo pensar, sólo
quiero…ya sabes.
Su amigo le sonrió.
—Te entiendo y no tengas miedo, estas mujeres de la Tierra suelen
asustarse un poco cuando descubren a nuestro oiyu y nuestro fuerte
apetito sexual, pero después, te juro que lo disfrutan y aún más que
nuestras mujeres.

136
Criex alzó sus cejas de forma significativa.
“—¿En serio estás pidiéndole consejo a este pedazo polla sin cerebro?
Si lo que querías era adiestramiento, guaperas, habérmelo dicho a mí,
estoy más que capacitado, tío, si soy el puto…”
“—Cierra la bocaza Mohn, por si no lo sabes tienes la misma maldita
experiencia que yo. Pero no se trata de eso, mantente calladito y
escucha, si es que sabes, claro.”
“—Pues nada, majo, tú mismo, ¡hala! A tomar clases con el atontado
este que yo creo que lo que aprendió fue por putos hologramas y a base
de machacársela a base de bien”
Resopló, interiormente, a su oiyu y clavó la mirada en Criex.
—Kelyne tiene…no sé si miedo o más bien repugnancia al tema del
celo, ¡joder, Criex! Nos trató como si fuésemos bastante raritos o unos
malditos animales. Y…y lo peor no es eso.
El hombre lo miró fijamente y en silencio durante unos treinta
segundos.
—Pues si lo peor no es que os compare con putos calaam
empalmados, ¿qué es?
—Creo…mmm….creo….
Su amigo lo miró cabreado.
—¿Qué cojones crees? Mira Celik no te puedo aconsejar si no abres la
nave espacial que tienes por boca, no leo mentes, idiota.
Se ruborizó y bajó el tono de voz.
—Creo que se acerca mi celo.
Criex empezó a negar con la cabeza.
—Eso es imposible, Celik, apenas estáis juntos unos días, ¿Qué
síntomas tienes? A ver si vas a tener una puta gastritis y la estás
confundiendo, que tú estás muy verde en estos temas.
“—Es majo el hombre, ¿gastritis? El sí que tiene una “acidez mental” y
no me refiero a su humor, no, si no a la cantidad de gases acumulados
en su jodido cerebro que no lo dejan pensar. Menudo idiota, ¿gastritis?,
¡los huevos!”.

137
—¡Vete a la mierda, Criex! Puedo estar verde, pero sé reconocer los
síntomas, ¿sabes? Te recuerdo que lo estudiamos en las clases de
anatomía. No sé ni para que me molesto en hablar contigo, cada día
estás peor, lo tuyo es idiotez pura y dura, espero que no sea contagiosa
porque si no voy listo.
Criex le hizo un gesto por donde podía meterse su opinión.
—Pero…pero es imposible, Celik. Normalmente el celo no suele
aparecer en los primeros meses y muy pocas veces antes de…la
ceremonia de la laguna de Canneia, ¿lo recuerdas? Parece ser que como
es el último paso del emparejamiento…
—Pues creo que me voy a saltar el maldito paso, Criex. Esta mañana
me he levantado ardiendo, mis tatuajes no paran de moverse y…y
tengo…ya sabes…”escapes”.
La cara de su amigo fue todo un poema, había valido la pena soltarle
todo con tal de verlo así de pasmado.
—¿Por qué no vas al hospital? Tío, esto es muy fuerte. Al final sí que
vas a ser rarito de cojones.
“—¿Nos ha mandado al hospital? Será majadero, ¿Qué narices quiere
que nos haga el médico, meternos una lavativa por el culo?”
“—No sé quién es más idiota, yo diría que en este momento estáis
empatados.”
—¿Y si es el celo?
El hombre empezó a reír.
—Pues nada, machote, así le dejarás claro a tu compañera y de
primera mano lo que se le viene encima, debajo y por todos los lados.
—¿Por qué nos hicimos amigos tú y yo?
Criex resopló.
—Porque soy el tío más majo de todo el planeta. Ve al hospital, Celik,
que te hagan las pruebas y si es el celo ya sabrás a lo que atenerte.
—Al final Kelyne tendrá razón, me convertiré en un puto animal
sediento de sexo ¡joder!
—De eso te vas a hinchar, compañero.

138
Dos horas después miraba asombrado, junto al médico, el resultado
de sus pruebas, efectivamente su celo, acababa de empezar, hasta al
pobre hombre se le quedaron los ojos como platos y la boca haciendo
oes perfectas, mientras susurraba, una y otra vez, que aquello era
imposible.
“—Si ya te lo decía yo, el puto amo, tío, el puto amo. Somos auténticas
máquinas de sexo. Tarde pero acertados”
¡Mierda! él no se sentía tan contento. Él quería tiempo para conocerla
mejor, pero sobretodo, para que Kelyne lo conociera. Quería
conquistarla, seducirla, enamorarla. Y ahora lo único que iba a conocer
era a un Celik con ganas de meterse entre sus piernas y no salir de ellas,
¡a la mierda la seducción y la conquista! Aquello iba a ser la hostia, se
lo veía venir y cuando ella empezara a notar los síntomas…tembló tan
solo de pensarlo.
“—¡Chist! ¡Eh, guapo! Esto… ¿te has olvidado de mí? Aquí el “percutor
phartiano” va incluido en el paquete, ¿te acuerdas?”
¡Y las cosas mejoraban por momentos!
Después de semejante descubrimiento decidió aprovechar el poco
tiempo que tenía antes de que “estallara todo” y tratar de seducir a
Kelyne, demostrarle todo lo que realmente era ella para él.
“—Pero y esto es un consejo desinteresado que te doy, aparte de tratar
no cagarlo todo a lo grande, ni se te ocurra entonarle alguna cancioncilla,
macho, seremos muy buenos en la cama, pero lo que es para el canto,
para eso no estamos muy dotados. Un calaam con las pelotas pilladas en
un cepo suena mejor que nosotros. Algún defectillo tendríamos que tener
¿no?
Suspiró resignado, era muy cierto, a pesar de que, según Dreena, su
madre y hasta sus hermanas, tenía una preciosa voz, cuando se ponía
a tararear, ni te cuento ya el cantar, había una estampida generalizada
a su alrededor y era capaz de hacer perder el rumbo a las pobres aves
del planeta.

139
CAPÍTULO 19

Ella le dijo que volvería un poco más tarde y que la acompañaría a


casa Tracy o Evelyn, así que, después de un buen baño, se dedicó a
preparar una cena y, sobre todo, un ambiente romántico.
“—Podrías echarle un vistazo a esos libros de poesía que tienes metidos
por ahí y así darles utilidad. Recuerda alabar sus muslos de alabastro,
sus tetas de marfil, sus pezones de rubí…”
“—¡Maldita sea, Mohn! ¿Con eso quieres que la conquistemos? Me
parece que el que debe revisar los libros eres tú. Lo tuyo parece un
maldito inventario de todo a lo que quieres meterle mano.”
“—¿Entonces que cojones sugieres?”
“—Kelyne es una mujer bellísima, inteligente, no podemos alabar sus
pechos o sus muslos…”
“—¡Ya está! Alabemos su coño, tengo los versos justos: un manantial
de leche tibia, dulce y especiada, que nos empapa con su fina lluvia y que
nos deja la polla ordeñada. Nazco más romántico y meloso y me declaran
no apto para el consumo de diabéticos. Soy el jodido amo de la poesía”
Resopló con fuerza, ¿cómo se podía ser tan idiota?

140
“—Tú mejor limítate a aparecer cuando se te llame, porque creo que
aparte de follar no estás dotado con otras “artes”, ¿entendido?”
“—Soy un incomprendido, tanto arte dentro, tanta lírica. En fin, me iré
a escribir una elegía a la falta de reconocimiento a mi maestría e ingenio”
Mucho mejor, ojalá el muy imbécil se quedara callado el resto de la
noche. Él quería tiempo para poder demostrarle a ella todo lo importante
que era y que el deseo no era lo único que los unía.
Un par de horas después el salón estaba preparado. Había apagado
las luces y había activado, a través de la computadora central de la casa,
un holograma que recreaba una puesta de sol, de fondo se podía
escuchar un leve susurro de viento y el murmullo del agua de un
manantial. Había puesto la mesa con un enorme mantel dorado que
caía, en suaves pliegues, hasta el suelo, un pequeño centro de mesa
decorado con flores y la mejor…bueno, la única vajilla que tenía en la
casa. Sobre el plato de ella había colocado una flor de alphiv que él
mismo había tallado en madera de karni, unas copas de tallo largo y con
un Phardook esculpido en ellas. El ambiente era perfecto… tan perfecto
como la mujer que en esos momentos entraba por la puerta y que lo
miraba asombrada.
—¿Celebramos algo?
Se acercó hasta ella y le acarició la mejilla.
—Sí, celebramos que estás aquí, junto a mí y que me has devuelto la
vida, Kelyne.
Ella se pegó a él y juntó su boca a la de él, besándolo con suavidad.
—Mmm, eres tan dulce, Celik.
Bueno, él quería ser dulce con ella, pero también apasionado, salvaje,
quería ser todo lo que no había sido hasta entonces.
Ella tembló y se sintió satisfecho, feliz de ver como se entregaba a él
y lo bien que encajaba en su vida, en su casa y sobre todo, entre sus
brazos.
—Espero disfrutar de todo lo que has preparado, Celik, aunque debo
decir que no me encuentro muy bien.
Se estremeció, bueno, tal vez se estaba preocupando de más, lo mismo
el malestar de ella no tuviera nada que ver con lo de su celo, ¿verdad?

141
“—Sigue soñando, guaperas, pregúntale los síntomas y te veo
cagándote piernas abajo”
—¿Qué te pasa, cariño?
Ella se separó un poco de él y extrañó su calor.
—No sé, tal vez es algo que me ha sentado mal. Tengo el cuerpo como
afiebrado y me siento cansada y al mismo tiempo como si toda mi sangre
hirviera. ¿Tenéis alguna enfermedad rara por aquí? No parece que sea
gripe.
“—¿Enfermedad rara? Lo único “raro” es que su cuerpo se está
preparando para toda una vorágine de sexo. ¡Bienvenida al celo,
preciosa!”
“—¿No me lo vas a poner fácil, verdad Mohn?”
“—¿Yo? A mí ni me mires majo, el rarito eres tú, yo me limito a dejarme
llevar por las circunstancias. ¿Qué culpa tengo yo que hayas puesto el
turbo antes de tiempo?”
Miró con ternura a Kelyne.
—¿Por qué no te das un baño? Tómate el tiempo que necesites,
relájate, ya te he preparado la bañera y mientras tú disfrutas de tu baño
yo terminaré de prepararlo todo, ¿Te parece bien, cielo?
Ella volvió a besar sus labios.
—Lo que yo te diga, Celik, eres un dulce, un encanto de hombre.
“—Pues veremos a ver que piensa del “pastelito” cuando la pongas a
cuatro patas y la folles hasta dejarte los sesos en el “proceso”.
“—Mohn, las cosas ya están un poquito complicadas, no necesito que
me las compliques más. Se trata de hacer que nuestra compañera se
sienta bien, cómoda y en esto, tanto tú como yo, tenemos que estar
unidos.”
“—¡Ahí le has dado, guapito de cara! Unidos sí que vamos a estar, como
un gajo de moong a otro, pegaditos…los tres”
Resopló con fuerza y decidió dedicarse a terminar de preparar la cena.
Cuando, una media hora después, Kelyne apareció en el salón le pareció
la mujer más hermosa del mundo, sus ojos negros impresionantes, su
larga melena marrón reluciente, sus labios jugosos, su rubor…¡mierda!

142
esperaba que el dichoso tono sonrosado de su cara…al completo, fuese
por el baño y no por lo “otro”, pero cuando deslizó la mirada por su
cuerpo volvió a maldecir, los pezones de ella estaban totalmente duros
y se marcaban en la camisa de él que vestía en ese momento, se veían
arrugaditos, dispuestos a ser chupados, mordidos, lamidos y se calentó
como si estuviera dentro de un horno.
Se acercó hasta ella, la tomó de la mano y la guio a la mesa, le apartó
la silla y la ayudó a sentarse. Kelyne lanzó una exclamación de júbilo
cuando vio la flor tallada sobre su plato.
—¿La has hecho tú, Celik?
Asintió suavemente.
—Es preciosa, ¡Dios! Si parece de verdad, podría jurar que hasta tiene
el aroma de una flor calentada al sol.
Lo tomó de la camisa y lo acercó hasta ella, besando sus labios con
ternura y gimiendo al contacto de ellos. ¡Uh, uh! Aquello iba rápido, muy
rápido, su propio cuerpo recalentado empezó a agitarse y su pene se
endureció, casi totalmente. Se separó, con pesar, lentamente de su
boca.
—¿Te encuentras mejor?
“—¡Vaya unos santos cojones los tuyos, Celik, ¿se encuentra mejor?
¿Tú que crees, idiota? Está caliente, excitada o, aparte del cerebro,
¿tampoco te funciona el olfato? ¿No hueles su aroma, su calor?”
Kelyne sonrió.
—Creo que sí, aunque debo decir que estoy empezando a
preocuparme un poco, la verdad, me siento como una mujer
menopaúsica, parece que me han metido en un horno con la
temperatura al máximo y encima estoy muy tensa, nerviosa, ¿te querrás
creer que me molesta hasta la ropa? Por eso he cogido esta camisa tuya.
Carraspeó con suavidad.
—Puedes utilizar mi ropa cada vez que quieres, cariño, además, te
sienta a ti mejor que a mí.
—Bueno, en realidad parece que me he encogido dentro de ella. Tú
eres enorme y yo soy tan pequeña.
Resopló fastidiada.

143
—Tienes el tamaño justo para mí, Kelyne. Me encanta como te sientes
en mis brazos, puedo abrazarte por entero, cubrirte con mi cuerpo,
sentir cada parte de tu piel pegada a la mía…en las partes más vitales.
Se sonrojó un poco al decir lo último.
—¿Tú crees? Celik, te tienes que doblar totalmente para llegar a mi
boca y a mi vagina cada vez que hacemos el amor, a este paso vas a
quedar tan encorvado que podrás rascarte la nariz con las pantorrillas.
Rio ante las palabras de ella.
—No seas exagerada, cariño.
Cenaron hablando animadamente y…calurosamente. Los pezones de
ella competían en dureza con su propia polla, a ese ritmo podría tallar
la madera con ella. Su cuerpo ardía y un ligero sudor lo cubría, miró
fijamente a Kelyne y se dio cuenta de que ella también estaba acalorada
y se movía inquieta en la silla.
—¿Te sigues encontrando…mal?
Ella asintió levemente, como si hasta ese leve movimiento la
molestara.
—No sé lo que me sucede, estoy acalorada y tan…tan tensa.
Se levantó de la silla y se acercó hasta ella, la tomó de la mano y la
ayudó a levantarse.
—Ven, te daré un masaje.
Kelyne alzó una ceja.
—¿Un masaje? Suena maravilloso.
La llevó hasta la habitación, le dio un beso en la frente y le pidió que
se desnudara y se acostara en la cama, bocabajo.
—¿Estás seguro de que es un masaje lo que quieres darme?
La mirada de ella fue pícara.
—Te lo juro, necesitas relajarte, yo no…no pretendo nada más, de
verdad, cielo, solo quiero que…que te sientas mejor.
Kelyne le acarició la mejilla con suavidad.
—Eres tan dulce, no me canso de repetírtelo.

144
Mientras ella se desnudaba fue hasta el baño a por el aceite de
masaje.
“—¡Eres tan dulce, Celik! ¡Tan sumamente dulce, mi cielo! Vamos a ver,
pasmado, ¿en serio piensas darle un masaje? Lo que realmente necesita
ella es que le demos toda una clase de geografía por su cuerpo y sin
saltarnos ni un puto punto. ¿A qué coño estás jugando?”
“—No estoy jugando a nada. Sabes que apenas nos queda tiempo,
mañana noche, a más tardar, todo se habrá desencadenado. Hasta ese
momento haré todo lo posible para que ella esté relajada y tranquila y
acepté el celo como algo natural.”
“—Pues nada, tío, sigue con tu curso intensivo de dulzura y empalago
y espero que no se nos caigan los malditos dientes de las caries como
pedruscos que nos van a salir. Un completo idiota es lo que estás hecho.”
“—En unas horas vamos a tener más sexo que pelos tenemos en la
cabeza, Mohn, ¿no puedes esperar?”
“—Sí, claro, a no ser que antes me dé un ataque de hiperglucemia y
terminé vomitando pastelitos y galletas varias.”
Kelyne estaba acostada en el centro de la cama, su precioso y
redondeado culo vuelto hacia él y su cuerpo respondió de manera
inmediata, su erección creció de forma vertiginosa y empezaron a
temblarle las manos.
“—Venga, bizcochito, si solo es un maldito masaje, además, mañana
vamos a tener más sexo que en la jodida casa de Lux, todo un despiporre.
Así que ahora “enjaula a la bestia” esa que tienes entre las piernas y
empáchate.”
La idea del masaje, ahora mismo, no le parecía tan buena como hacía
unos minutos. Tragó con fuerza, se recolocó a la “bestia” y se acercó,
con resolución, a la cama y a Kelyne.
Diez minutos después estaba comprobando, de primera mano o
dureza, que aquella era la peor idea que había tenido en su vida. Kelyne
no hacía más que gemir y retorcerse bajo sus manos y lo peor eran sus
grititos, si, esos tipo: ¡Qué bien!, ¡que manos más prodigiosas!, ¡más
fuerte! Y la mejor de la mejor: ¡sigue, no pares, es tan bueno, tan, tan
bueno! Estaba sudando más que en una maldita clase de entrenamiento
y la ropa se le pegaba al cuerpo, pero todo valió la pena cuando, unos
quince minutos después, su compañera se quedó dormida. Sí, merecía

145
la pena tener a la “bestia” acariciándole el ombligo y a sus pelotas
compitiendo, en dureza, con las mismísimas piedras Airean por verla a
ella relajada y satisfecha.
“—Y si participáramos en una maldita competición de dureza
ganábamos, tío, pero por puta goleada. Es más, miedo me da que te las
golpees, lo mismo terminan como las dichosas piedras, convertidas en
polvo y no precisamente “polvo”…de explosión de cabezones. Mira que
eres estúpido, dulcecito.”
Hasta él tuvo que darle la razón a su oiyu, ¡como pesaban las
condenadas!

146
CAPÍTULO 20

La verdad es que había sido un masaje relajante, se había sentido


maravillosamente bien, estupenda. Había desaparecido esa tensión que
había tenido el día anterior y se encontraba muy relajada esa mañana.
Tres horas después el puto relajamiento se había ido a hacer una ruta
a lugares inhóspitos y se había quedado, totalmente, incomunicado y
volvió, de forma impetuosa, la tensión, acompañada del calor y de una
dureza inusitada de sus pezones, pero lo que la volvió loca era la
fricción, ¡oh sí! No podía dar dos pasos sin estremecerse, los labios de
su vulva parecían haber crecido, estaban gordezuelos y extra-mega
sensibles, parecía tener el corazón latiéndole ahí “abajo” y encima, no
paraba de “rezumar”, ¡joder! ni que tuviera goteras en el “sótano” y lo
peor eran las ganas de follar, era pensar en Celik y se ponía cachonda,
más que cachonda, burra. Interminables imágenes de él, ella y el
prepotente del oiyu rebotando por toda la casa aparecían en su mente.
Quería estar arriba, abajo, de lado, empotrada contra una pared,
¡maldita sea! si hasta echar un polvo colgada de esa barra que había
descubierto en el baño y se preguntaba para que cojones servía y
emparedada entre esos dos corpachones, la estaban poniendo más
caliente que un huevo en pleno desierto.

147
¿Qué narices me está pasando? En mi vida me he sentido así. Me
siento tan caliente, tan…ardiente, solo puedo pensar en hacer el amor,
¡Dios, parezco una perra en celo!... ¿perra? ¿celo? ¡La madre que lo
parió! Así le diera una urticaria en sus “partes nobles” y tuviera que
rascarse con un maldito erizo.
Una hora después y tras pasarla metida en la bañera de su antigua
habitación en el Gumnarium seguía…peor. Tomó su celltop y llamó a
Celik, cuando él le contestó no lo dejó ni terminar la frase.
—¡Maldito idiota! ¡Pedazo de cabrón! ¿Un masaje, verdad? ¡Tú lo
sabías, imbécil! Te quiero aquí antes de acabar la maldita llamada.
—Kelyne, cielo…
—Ni cielo ni chocolate con churros. Estoy que me subo por las
paredes. No puedo dar un condenado paso sin estremecerme y tengo las
hormonas abanicándose con las puertas del Kunn.
—Lo siento, cariño.
—Más lo vas a sentir como no aparezcas aquí antes de que estalle
como una caldera a presión. ¡Me duele, Celik!
Lo oyó gemir.
—Estaré ahí en unos minutos.
Colgó con violencia, ¡a la mierda el botoncito de apagado! ¡Estaba
desesperada! Y el muy idiota le decía que estaría en unos minutos allí,
¡como si ella no supiera que tenía por delante, por lo menos, una hora
más de frustración!
Se paseó nerviosa por la habitación, necesitaba sexo… ¡no!, sexo no,
necesitaba a Celik, ¿y si se masturbaba? ¡y un cuerno desmochado! Ella
no quería un orgasmo con sus dedos, ella lo quería a él y…la puerta se
abrió de repente y allí estaba Celik, ¿Cómo cojones había llegado tan
rápido?
—¿Es que el maldito celo, aparte de ponerte cachondo, te da alas?
¡Maldita sea! Aquello había sonado como uno de aquellos antiguos
anuncios de compresas de la Tierra.
—Lo siento, tesoro, sé que estás necesitada…

148
—¡Lo siento, lo siento! ¡Deja de decir eso, maldito arrogante! Tú sabías,
perfectamente, lo que me ocurría anoche y no hiciste nada por
repararlo.
Él la miró desconsolado.
—Lo sabía, sí, pero todavía no estabas…mmm, esto…todavía no
estabas preparada.
Lo miró entrecerrando los ojos.
—¿Y tú?
Él se ruborizó, estaba tan mono cuando hacía eso, ¿mono? Era un
completo idiota, nada de mono.
—Yo…sí, estaba preparado pero no iba a…a hacer nada hasta que tú
estuvieras en el punto más álgido del celo.
No era mono, era imbécil perdido, ¿había estado excitado, necesitado
y sufriendo solo porque ella no estaba aún “madura”? Lo miró de arriba
abajo y se fijó, ¡como para no verla! en el tamaño de su erección, ¡joder!
el maldito uniforme no dejaba nada a la imaginación.
—¿Y necesitas algún pase especial para empezar a hacerme el amor?
Celik sonrió tímidamente, se acercó a ella y la tomó de la mano, un
latigazo la recorrió de arriba abajo y él la soltó rápidamente.
—Tenemos que llegar a la casa, estás…estamos a punto de explotar,
ven conmigo, Kelyne, deja que cuide de ti.
Echó a andar decididamente hacia la puerta y empezó a refunfuñar.
—¡Cuidaré de ti, cuidaré de ti!—resopló con fuerza—No necesito que
cuides de mí, cachondo supe hormonado, lo que necesito es un buen
polvo.
Escuchó el gemido de él, se volvió y miró sus ojos, verde y ámbar,
totalmente velados por el deseo, sonrió, volvió sobre sus pasos y le echó
mano al “paquete”, Celik soltó un gruñido.
—Me alegro de que “esto” te esté jodiendo tanto como a mí.
Escuchó las palabras que salieron entre sus dientes.
—Todavía no estamos jodiendo.
Apretó un poco más.

149
—No, pero en cuanto lleguemos a nuestra casa voy a llamar al
incompetente ese que tienes por “compañero de juegos” y espero que el
idiota cumpla de lo que tanto presume. ¿Señor de los orgasmos? ¡Ja! Ya
veremos, chulito, ya veremos.
En apenas un minuto estaban en el vehículo y circulaban, a gran
velocidad, hasta la casa.
—Aún no has contestado a mi pregunta, Celik, ¿Cómo narices has
llegado tan rápido?
Él se giró y la miró suavemente.
—Hay unos túneles secretos que comunican las cuevas y los centros
más importantes de la ciudad con el Kunn y el Gumnarium, se utilizan
tan solo, en caso de emergencia.
Alzó su ceja y se lo quedó mirando.
—¿En caso de emergencia? ¡No me jodas, Celik! ¿Los has usado para
venir?
Él asintió con fuerza.
—¡Vaya, fantástico! Ahora resulta que follar como conejos se ha vuelto
una emergencia. Y luego vas y me dices que lo vuestro no es sexual, no,
¡que va!
—Estabas sufriendo, cariño, no lo iba a permitir. Kelyne, eres mi
compañera y mi máxima prioridad es que tú seas feliz y satisfacerte en
todo lo posible y un poco más aún. Tienes que entender que el celo es
muy importante para nosotros. Y desde nuestra escasez de mujeres,
aún mucho más. De eso depende el futuro de nuestro planeta.
Lo miró de arriba abajo.
—Que te quede claro una cosa, Celik, eres mi compañero, lo acepto,
igual que acepto semejante calenturón pero no pienso quedarme
preñada ni hoy ni mañana, ¿está claro?
Él se ruborizó y la miró triste.
—¿No quieres tener hijos míos?
Le acarició la mano con suavidad y el maldito trallazo volvió con más
fuerza, sus pezones se endurecieron mucho más, a ese paso terminarían
taladrando el vestido y exhibirse sin ningún pudor.

150
—Sí, por supuesto que quiero hijos. Pero bastantes vueltas está dando
ya mi vida. Prefiero esperar al próximo calenturón, ¿lo entiendes?
Celik asintió.
—Te entiendo, Kelyne. Por eso tendrás que reclamar a Mohn hoy
mismo, porque si lo haces mañana, no podremos evitar embarazarte, el
segundo día es im…imposible contenerse.
Asintió con vehemencia.
Cuando llegaron frente a la casa fue casi cómico verse bajar del
vehículo, en apenas unos segundos estaban en la sala y el dulce, “mono”
y cariñoso Celik, dio paso a un hombre muy desesperado. Le arrancó la
ropa del cuerpo, la tomó en brazos y entró en la habitación dando una
patada a la puerta.
—Reclama a Mohn, cielo.
Apenas dijo las palabras él apareció. Celik la dejó en medio de la
cama, se arrancó su propia ropa y dos pares de ojos se clavaron en
ella…mmm, bueno, en su coño, su muy húmedo y goteante coño.
Los dos se miraron con fijeza.
—¡Quiero comérmelo!
Los dos gritaron la misma frase y a ella se le escapó un gemido. ¡Oh
Dios! Aquello prometía, ¡maldita sea! Parecían dispuestos a devorarla,
dieron dos pasos, se subieron a la cama, le abrieron las piernas y la
miraron extasiados.
—¡Es lo más hermoso y apetitoso que he visto en mi vida!
¡Joder! Ahora lo decían todo a la vez…¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! Hablaban
y hacían todo a la vez, las lenguas de ellos empezaron a lamerla de
arriba abajo, ¿Cómo narices podían hacerlo? Era imposible que
pudieran estar “allí” los dos a la vez ¿no?, pues si, era posible…mmm,
muy posible y…y…y ya no pudo pensar en nada más, solo sentir.

151
CAPÍTULO 21

Desde que había recibido la llamada de ella todo su cuerpo empezó a


arder, la noche había sido eterna y llevaba toda la mañana con su pene
totalmente erecto. La necesitaba, todos sus instintos le gritaban que le
hiciera el amor, que la poseyera como su cuerpo lo necesitaba, pero le
dio tiempo, decidió esperar a que ella estuviera preparada.
Corrió por los túneles como un poseso y cuando llegó frente a ella
gimió, su cuerpo necesitado clamaba por su compañera y Mohn se
agitaba dentro de él, tan ansioso como él mismo por poseerla.
En cuanto llegaron a su casa el deseo se apoderó de él y actuó como
un loco, la desnudó arrancando sus prendas y cuando reclamó a Mohn
y él mismo se desnudó ya no pudo pensar, todo su cuerpo se incendió
por completo. Los labios de la vulva de ella estaban hinchados,
sonrosados y brillantes por la humedad que resbalaba por ellos.
Mohn y él le abrieron las piernas ampliamente, metieron sus cabezas
entre ellas y totalmente acompasados empezaron a lamerla. Tomó su
clítoris entre los dientes y lo mordisqueó, Kelyne gemía sin parar y
retorcía su cuerpo, levantaba las caderas y acercaba su coño a sus
bocas. Succionó con delicadeza su clítoris mientras que Mohn seguía
bañando la vagina de ella con el aium, la follaba con la lengua y pronto

152
se vieron recompensados con el orgasmo de su compañera. Cuando ella
dejó de temblar se separaron de su entrepierna con un tierno beso.
Mohn se deslizó por su cuerpo, lamiéndolo, hasta llegar a su boca,
donde la devoró en un beso profundo. Él guio sus manos hasta sus
pechos, acunándolos entre ellas y pellizcando sus pezones. Se metió uno
en la boca y empezó a succionarlo con fuerza mientras retorcía el otro
entre sus dedos. Su lado más salvaje estaba liberado y cuando Mohn se
acercó a lamer el otro pezón lo soltó con pereza. Kelyne pidió más, había
clavado los talones en la cama y levantaba sus caderas con fuerza.
—Os quiero dentro, a los dos, Celik... Mohn... necesito teneros dentro.
Su pene goteaba sin parar, estaba más que preparado para adentrarse
en el coño de su compañera. Tomó a Kelyne de la cintura y la obligó,
con delicadeza, a ponerse de rodillas, se posicionó detrás de ella y
deslizó su polla a la entrada de su vagina, roció los labios de su vulva
con su liquido pre seminal y empapó su verga con la humedad de ella,
colocó su glande a la entrada de su vagina y de una contundente
estocada se adentró en su cuerpo, haciéndolos gemir alto. Se perdió en
ella y empezó a empujar con fuerza, sujetándola de las caderas y
pegando su pecho a la espalda de su mujer, levantó la cabeza y se
encontró con los ojos de su oiyu que tenía la verga dentro de la boca de
ella.
—Estoy a punto, Celik, tócala para que se corra con nosotros.
Deslizó su mano hasta el clítoris de ella y lo pellizcó entre sus dedos
mientras seguía impulsándose dentro de su canal, sus pelotas se
apretaron y su pene se engrosó, aún más, dentro de ella, enloquecido
empujó con fuerza, envainándose una y otra vez, escuchó el rugido de
Mohn y sintió las contracciones del coño de ella, succionándolo y
atrayéndolo a su interior. Su orgasmo llegó y lo barrió por completo,
dejándolo laxo, vacío y totalmente erecto dentro de su estrecho canal.
Mohn se levantó de la cama y se puso a un lado de ella, tomó el cuerpo
de Kelyne y lo deslizó hasta el mismo borde de la cama. Le abrió las
piernas con las suyas y embistió contra su coño, enterrándose dentro
de él. Ella gimió y empezó a moverse, saliendo al encuentro de las
embestidas de Mohn. Se acercó hasta su compañera, le alzó la cara y le
dio un ligero beso en los labios.
—¿Me tomarás en tu boca como a Mohn?

153
Ella gimió y abrió su boca, le acercó el pene a sus labios y ella empezó
a lamerlo, primero el glande y después deslizando su lengua por todo él,
hasta sus testículos, volviendo a subir de nuevo hasta la punta. Lo tomó
entre sus labios y lo chupó con suavidad, cada vez un poquito más
adentro, escuchó los gemidos de Mohn y sintió los de ella vibrar sobre
su polla, ella abrió más la boca y lo tragó por entero. Aquello era
demasiado para su necesitado cuerpo y empezó a empujar sus caderas,
entrar y salir, entrar y salir, se sentía a punto de explotar, quería
aguantar un poco más, pero cuando ella empezó a mover su cabeza con
rapidez, tragándolo y chupándolo con avaricia, se dejó ir y se corrió de
nuevo. Los tres cayeron a la cama respirando con dificultad. Kelyne alzó
la cabeza y los miró a los dos y cuando sus ojos se posaron en sus penes,
abrió sus ojos de forma muy expresiva y se lamió los labios pícaramente.
—No me lo puedo creer. ¿Cómo narices, después de haberos corrido
dos veces, estáis así de duros?
Se ruborizó ante las palabras de su compañera.
—Es el celo, cielo, hasta que nosotros no… nos corramos alguna vez
más no bajaran, yo siento… Kelyne, siento haber sido tan rudo, no... no
soy yo ahora mismo, esta fiebre se apodera de mi cuerpo y no puedo
controlarme, ¿te hemos hecho daño?
Ella sonrió y Mohn pegó su cuerpo al de ella y la abrazó con fuerza.
—Lo que aquí, el lumbreras este está intentando decir es que cuando
nos encontramos bajo el influjo del celo nos volvemos más… digamos,
desinhibidos.
—Mmm, me gusta, suena bien. Pero te haré una pequeña corrección,
señor de los orgasmos, ese título no te pertenece a ti solito, majo, aquí,
el lumbreras, es todo un experto en ellos.
Sonrió ante las palabras de su compañera, se levantó de la cama y la
tomó en sus brazos.
—Necesitas un baño, el agua caliente relajará tus músculos y te hará
sentir mejor.
—Y estaré preparada, de nuevo, para una nueva ronda de orgasmos,
¿es eso lo que estás intentando decir, Celik?
Su rubor creció. Mohn preparó el baño mientras que él seguía, con su
mujer, en sus brazos.

154
—Deja que te meta en la bañera.
Ella resopló con fuerza.
—Eso es un maldito eufemismo, Celik, el trasto este parece más un
lago, dado su tamaño, que una bañera. ¿Qué día dais clases de
submarinismo?
Mohn dejó escapar una carcajada.
—Cariño, tienes que comprender que todo y recalco lo de todo, está
preparado para nuestro placer y debe dar cabida a tres personas, dos
de ellas enormes, bien dotados, tipos musculosos, bien formados…
Ella alzó la mirada hasta él.
—¿No se calla nunca?
Ahora el turno de la carcajada fue para él, Mohn empezó a refunfuñar.
—¡Maldita sea! Empiezo a cansarme de que él sea siempre el tipo
dulce, bueno y que acapara todas tus miradas. Te recuerdo, compañera,
que yo soy esa parte juguetona, la excitante, caliente, pícara…
—Y desde luego, nada charlatán y fanfarrón. Pero me caes bien,
Mohn, bastante si he de decir la verdad, aunque me gustaría más si
utilizaras esa lengua, digamos, en otras tareas más excitantes.
—Eso me gusta más, mucho más, compañera.
Ella, de repente, los miró con fijeza.
—¡No me habéis mordido! Eh…¿eso es normal?
Ellos se miraron avergonzados.
—Creo… yo creo que estábamos demasiado impacientes, ¡joder!.
Ella sonrió antes de sumergirse en el agua.
—Sí, eso sí que lo habéis hecho.
Mohn soltó una sonrisita de esas chulas que solía poner, pero Celik
se ruborizó.
—En serio, chico, no entiendo como siendo los dos el mismo, tú te
ruborizas y él —señaló al “señor de los orgasmos”— tiene siempre esa
sonrisita prepotente en los labios.

155
Celik sonrió con ternura y se sentó frente a ella, mientras que Mohn
lo hizo detrás y la atrajo a sus brazos.
—Eso es porque él pilló la parte más empalagosa, debo decir que
algunas veces es un asco sentir tanta dulzura viajando por sus venas.
Mientras hablaba le enjabonó el cuerpo, acariciando su vientre y
bajando su mano entre sus piernas, ella las abrió y dejó que deslizara
sus dedos por su vulva, Celik le acarició los pechos, llenándolos de
espuma y haciendo pequeñas montañitas de ella sobre sus pezones,
Kelyne gimió y arqueó la espalda, acercándolos a sus dedos que
jugueteaban con ellos.
—¡Dios! Esto es una tortura, vuelvo a estar ardiendo de nuevo.
Ella echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de Mohn,
abrió la boca y empezó a gemir. Él tomó sus pezones y los tironeó entre
sus dedos girándolos con delicadeza y dándole pequeños pellizcos.

*****

Kelyne no podía ni imaginar aquella sensación, todo su cuerpo ardía


y los deseaba, los quería dentro, enterrados en su cuerpo. A pesar de
haber tenido varios orgasmos, rogaba y necesitaba más, sentía el pene
erecto de Mohn clavado entre sus nalgas y podía ver la erección de Celik,
las manos de ellos acariciaban y encendían su cuerpo. Los labios de su
vulva estaban hinchados, su vagina latía y sentía un nuevo orgasmo
crecer dentro de ella, pero no quería correrse así, no.
—Os quiero dentro, chicos, a los dos, dejar de juguetear y pasar a la
maldita acción ya, además, quiero que me mordáis, os necesito, ¡coño!.
Celik la enjuagó con delicadeza, se levantó y la sacó de la bañera, le
secó el cuerpo, acariciando entre sus piernas y haciéndola estremecer,
lo miró enfurruñada y él le sonrió. Mohn la tomó en brazos y la llevó
hasta la cama, acostándola atravesada en ella, se arrodilló en el suelo,
la tomó de las piernas y las colocó sobre sus hombros. Sintió el cálido
aliento de él entre los pliegues de su vulva, se acercó despacio hasta

156
ella, sacó la lengua y lamió con suavidad, empapándola con el aium,
arqueó la espalda y acercó sus caderas a él, apretando su coño contra
su cara, él la recompensó posando su boca sobre su clítoris y lo mamó
con delicadeza.
Celik se había arrodillado al lado de ella y le acariciaba los pechos,
sus duros pezones le dolían y él los sujetó entre sus dedos, girándolos
y aprisionándolos. Tenía la mirada clavada en ellos y una sonrisa
maravillada en su boca. Estaba claro que adoraba sus senos, los miraba
como si fuesen la obra más maravillosa de todo el universo.
—Kelyne, me gustaría…quiero hacer… desde que vi tus pechos hay
algo que quiero hacer.
Lo miró y vio que seguía sin apartar la vista de sus tetas y a ella no le
hizo falta tener un master en psicología ni leer mentes, estaba claro lo
que Celik quería, sonrió para sí
—¿Y qué es lo que te gustaría, Celik?
Él apartó la mirada de sus pechos para clavarla en ella. Tragó con
fuerza, eso sí, sin parar de acariciar sus senos mientras que Mohn
seguía emperrado en lamer su vulva y follarla con la lengua, ¡por todos
los chips! ¿Cómo narices se suponía que podía hablar, ni te cuento ya,
pensar, teniendo semejante “calentamiento global” en su cuerpo?
—Me gustaría hacerle el amor a tus tetas.
¡Qué fino que le había quedado! Vamos, que lo que quería era frotarse,
restregarse contra ellas y ella, sonrió.
—¡Lo tuyo es fijación, cielo!
Él sonrió con timidez.
—Me encantan, son tan hermosos, una obra de arte, me tienen loco,
cariño.
Mohn clavó los dientes en su clítoris, no pudo controlar el gemido que
escapó entre sus labios entre abiertos y sus caderas se alzaron, con
fuerza, de la cama, ¡Dios! Sentía los jugos y el aium resbalar por sus
pliegues, los labios de su vulva parecían haber triplicado su tamaño,
cada pasada de lengua la hacía temblar. Sus pezones parecían dos
pequeñas piedras y necesitaba conseguir un orgasmo ya, o dos, ¡pero
ya!.

157
—Por favor, Celik, hazlo, quiero ver tu pene entre mis pechos, quiero
ver como lo deslizas entre ellos, pero lo que más quiero es que me folléis
de una buena vez, os necesito, ¿tengo que deletrearlo?... ¡Mierda, qué
bueno!
Mohn había entrado, de una fuerte estocada, dentro de su cuerpo,
estaba metido en ella hasta la misma raíz, sus pelotas rebotaban contra
su culo de la fuerza con la que la había embestido.
Celik colocó una pierna a cada lado de su abdomen y con las manos
tomó sus pechos, los juntó, pegándolos unos a otro, los amasó con
suavidad y acercó su verga a ese estrecho, más bien inexistente canal y
deslizó el pene por él, centímetro a centímetro. Su glande estaba
sonrosado y húmedo, no paraba de gotear líquido pre seminal. Se movió
con suavidad y soltó un gruñido.
—Esto… esto es maravilloso, me encanta, toda esta suavidad
alrededor de mi polla… ¡oh, por todas las piedras airean, no voy a poder
aguantar mucho!
Le piel de su pene estaba caliente y suave, se friccionaba con fuerza
entre sus senos y los marcaba como a fuego, el canal estrecho que había
formado con ellos estaba siendo bien rozado y mezclado con el apretón
a sus pezones, la hacían arder. Celik jugueteaba con sus pezones,
tirando de ellos, apretando y girándolos, mientras que Mohn seguía
empujando su verga por su vagina, sintió su cuerpo temblar,
estremecerse.
Celik apretó con fuerza sus pechos, al día siguiente seguro que luciría
todo un catálogo de sus huellas dactilares en ellos, pero no le importó,
apenas podía respirar, solo sentir. Mohn la agarraba con fuerza de las
caderas mientras entraba y salía de ella con ímpetu y Celik empezó a
empujar con la misma energía entre sus pechos. ¡Dios! Aquello era algo
que no se podía describir, los dedos de sus pies se encogieron, los de
sus manos agarraron con fuerza las sábanas y estaba segura de que
acabaría haciendo algún que otro agujero en ellas, su cabeza parecía
las aspas de un ventilador, girando constantemente. Iba a explotar, su
cuerpo estaba tenso, vibrante. Escuchaba los gruñidos de ellos que
competían con sus gemidos. Sintió el semen caliente de Mohn en sus
entrañas mientras sus pechos eran bañados con el de Celik y entonces
ella alcanzó su orgasmo gritando como una posesa, notó cuando Mohn
salió de ella, notó cuando sus propios jugos, combinados con los de él,
se deslizaron por los pliegues de su vulva y notó los dientes de sus

158
compañeros clavarse en su cuello, consiguiendo con eso prolongar su
orgasmo, deslizó las manos hasta sus pechos y los impregnó con el
semen de Celik, su piel lo absorbía con avaricia y notó el gruñido
orgulloso de él cuando vio lo que hacía, pero aquello no había
terminado, a pesar de que acababan de correrse, ellos seguían estando
duros. Mohn la subió sobre su cuerpo, extendiéndola y abriéndole las
piernas con las suyas, guio su pene hasta su ano y entró en él mientras
que Celik poseía su vagina, tomándola al asalto. Los dos embestían con
vigor dentro de ella y otro nuevo orgasmo la barrió de arriba abajo,
dejándola agotada y, por primera vez, sintió los penes de ellos…semi
erectos. ¡Madre mía! ¿Es que no se cansaban nunca? Sintió las lenguas
de ellos acariciarle el cuello, cerrando las pequeñas incisiones de sus
dientes. Tomó aire y los miró con fijeza.
—¿Tres días? ¡Maldita sea! Vamos a necesitar una puta piedra en esta
cama, nos vamos a deshidratar.
Aquí, el prepotente, rio a mandíbula abierta y el “virgen” tuvo el
maldito descaro de sonrojarse, ¡si hombre! ¿Ahora? ¿Después de
haberle pedido que lo dejara desfilar su “cañón” entre sus tetas? Si es
que era tan mono, un mono caliente y lujurioso, pero mono.

159
CAPÍTULO 22

Debería estar dolorida, al menos, sentir alguna quemazón, pero no,


allí estaba ella, más fresca que una lechuga. Lo cierto es que estaba
tentada a patentar el aium, meterlo en frascos y venderlo por un
condenado pastizal, según Celik, aparte de excitar, lubricar y hacer que
el lazo de su unión fuese indestructible, la jodida saliva era algo así
como una especie de relajante muscular. Y tenía que ser verdad, porque,
a pesar de haber hecho el amor unas tropecientas mil veces en aquellos
tres días, no le dolía nada, bueno, un poquillo sí, pero dadas las veces
que aquellos dos habían desfilado, no solo por su “arco del triunfo”,
también por el “túnel oscuro” y el “canal mamario”, podía contraer sus
músculos vaginales y anales como si por allí no hubiera pasado nada.
Tres días, unos ¿treinta o treinta y cinco orgasmos?, la verdad es que
había perdido la cuenta en el veintidós, besos a granel, mordidas a gogó
y chupeteos a diestro y siniestro y todavía seguía caliente. ¡Por Dios!
Aquello debería estar penalizado… ¿con unos cuantos orgasmos más?
Estaba empezando a pensar que se había vuelto ninfómana.
Aquella misma mañana, justo la penúltima vez que habían hecho el
amor, el semen de Mohn había vuelto a su color habitual, ya no era
azulado, lo que quería decir que el celo había terminado, pero el deseo
no y antes de despedirse, el “señor de los orgasmos” y los “polvos

160
astrales” se había emperrado en hacer el amor como, según sus
palabras: “como deberíamos haber estado jodiendo estos días, con
nuestras vergas en tu coño y derramándonos en ti”. La sutileza no era
lo suyo, estaba claro. Pero, la verdad, después de haberlos tenido a los
dos enterrados dentro de su vagina, abriéndola y llenándola por
completo, empujando como si les fuera la vida en ello y corriéndose de
tal manera que empaparon la cama con los jugos que se deslizaron por
los pliegues de su vulva y sus muslos, debía darle la razón. Aquello era
magnifico, sublime y de aquí en adelante se declaraba adicta al doble
empalamiento.
Después de un tórrido y dulce beso, Celik la había dejado en el
Gumnarium y él se había marchado a las cuevas. Nada más entrar por
las, enormes, puertas, se encontró con Dreena, vestida con un conjunto
de casaca y pantalón en tonos morados, que conjuntaban con sus ojos,
un poco más claros y con la larga melena suelta, paseaba de lado a lado
y solo se paró al verla entrar. La mujer se acercó hasta ella sonriendo
con picardía.
—¡Bien, ya has vuelto! Te preguntaría como ha ido todo, pero viendo
tu cara y todos esos tonos morados que se ven en tu cuello, creo que
Celik-Mohn ha estado a la altura de las circunstancias y, me imagino,
que habrá disipado y aclarado cualquier duda que tuvieras con respecto
al celo, ¿me equivoco?
Se ruborizaría, pero, ¿por qué? Tenía toda la razón.
—Sí, todo… todo bien.
—¿Y ya no piensas que el celo nos convierte en… animales?
Ahora sí que se ruborizó.
—Lo siento, Dreena, pero la verdad es que todo esto me estaba
superando, estas diferencias entre nosotros… para qué negarlo, me
tenían un poco acojonada. Pero puedes creerme, si todas las
“diferencias” son esas, vais a tener lista de espera para venir al planeta.
Se miraron fijamente y empezaron a reír.
—Me alegro de que te encuentres feliz, Kelyne. Porque lo eres,
¿verdad?
Asintió con fuerza, tanto que se escaparon algunos mechones, de su
larga melena marrón, de la cola alta con la que se había peinado.

161
—Y me alegro mucho por Celik, se merecía encontrar a su compañera,
es un gran hombre. Pero eso ya lo sabes, ¿no?
—Sí, Dreena, es un gran hombre. Es dulce, atento, cariñoso,
apasionado… bueno, al que algunas veces me dan ganas de ahorcar con
su propia lengua, es a Mohn, pero tiene su puntito.
Dreena volvió a reír.
—Normalmente el oiyu suele causar esos sentimientos. La verdad,
Kelyne, es que te estaba esperando.
—¿Ha pasado algo?
La mujer la cogió del brazo y echaron a andar.
—Ayer llegaron los científicos aprobados por la Alianza. En total son
cinco, tres geólogos, un químico y hasta un arqueólogo, dada la
antigüedad de la piedra madre.
—¿Y han empezado ya a investigar?
Dreena sonrió.
—Sí, ayer se pasaron todo el día en los laboratorios, pero, como ya
sabes, nunca hemos mentido sobre las piedras. Los pobres están
frustrados, creo que alguno se ha cargado más de una piedra a base de
cabezazos.
—Es frustrante no poder analizar e investigarlas, pero por lo menos
todos comprenderán que nunca se les ha mentido sobre ellas. Ahora,
eso sí, convencer a los idiotas de la Tierra, va a ser todavía un fracaso
mayor. No sé, ¿hay piedras de sobra? Podríamos lanzárselas con un
tirachinas gigante en toda la cocorota a ver si así lo pillan de una maldita
vez.
Dreena la miró como si estuviera sopesando la idea.
—¿Crees que así se convencerían?
Soltó una carcajada.
—No, pero íbamos a disfrutar muchísimo.
La mujer sonrió.
—Algunas veces me cuesta reconocer vuestra ironía, pero seguro que
Tracy estaría más que dispuesta a utilizar uno de esos ¿tirachinas?

162
—No creo que estuviera sola, todas y cada una de las mujeres de la
Tierra lo harían gustosas.
Llegaron a los laboratorios y, evidentemente, todos y cada uno de los
hombres de la Alianza estaban frustrados, cabreados y deprimidos. No
hacía falta más que verles las caras, pero el vocabulario era aún mucho
más explícito.
—¡Esto es una puñetera pérdida de tiempo!
—¿De qué cojones están hechas estas piedras?
–¡A la mierda! Renuncio, esto es imposible.
—¿Me podéis recordar quién tuvo la maravillosa idea de mandarnos
aquí? ¡Ah, sí! Fue la Alianza con la ferviente recomendación de la Tierra.
¿Algún candidato para meterle unas cuantas de estas por el culo a esos
idiotas?
Abrió la boca asombrada y no por los comentarios, si no por el grupo
tan variopinto de personas que había allí. Dreena la miró y le hizo un
guiño de complicidad.
—¿Son impresionantes, verdad?
Esa tal vez no era la palabra que ella habría utilizado.
—¿Reconoces las razas?
Negó con la cabeza.
—Solo reconozco a un par de ellas que han mantenido tratos con
nosotros, escasos eso sí, ya conoces lo peculiares que somos.
Dreena bufó con ironía.
Reconoció al krestya, era muy parecido a los humanos, aunque era
muy alto, alrededor de los dos metros treinta, su piel era negrísima, ojos
enormes y extremidades…mmm, largas, muy largas. Otro que pudo
reconocer fue al dromas, sin un pelo y no de tonto, no, no tenían pelo
ni en el cuerpo, cabeza y cara, ni pestañas ni cejas, cero patatero,
desprovistos de pelo, pelusilla o vello, delgado y con unos ojos saltones
enormes, si hubieran sido de piel verde, pasarían perfectamente, por
primos carnales de una rana, suerte que fuesen de piel blanca.
—¿Son todos del sexo masculino? Pensé que no admitíais más que
mujeres.

163
—Bueno, no podíamos ponernos exigentes con la Alianza. Además,
solo una raza ha demostrado ser compatible con nosotros y el macho
que ha venido está emparejado, así que no hay problema.
Miró a los tres científicos que estaban en la sala y Dreena se los señaló
y le fue dando información.
—El que tiene esas pequeñas protuberancias en la cabeza es un
meeso.
¿Protuberancias? Aquello eran cuatro cuernos bien puestos, ¡que
narices!, era alto, de ojos redondos y muy negros y unas pequeñas
orejas pegadas a la cabeza. A su lado estaba la única hembra, tenía la
piel anaranjada, ojos grises y con escasas pestañas, orejas alargadas,
boca chiquitita y toda la cara tatuada.
—¿Y ella?
—Es una mya-nork, son bastante, ¿Cómo te diría yo? ¡peculiares!, en
su planeta gobiernan ellas y los hombres, pues—Dreena bajó el tono de
voz— los utilizan solamente como reproductores, no se emparejan,
buscan al más fuerte y se aparean con ellos y en cuanto se quedan
embarazadas, los mandan a los campos a trabajar.
Abrió la boca asombrada.
—Creo que a todos los phartianos les habrá dado un vahído cuando
la vieron aparecer.
Dreena soltó una carcajada.
Miró al último… ¡la madre que lo procreó! ¡menudo pedazo macho! El
hombre era alto, con una larga melena dorada, nariz chata, pómulos
muy marcados, una boca sensual, de labios gordos, con colmillitos, pero
lo que lo hacía espectacular eran sus ojos, grandes, rasgados y con las
pupilas verticales, parecía un felino, ¡que ojazos! Eran cautivadores,
intrigantes. Estaba empezando a preocuparse, lo suyo con los ojos era
de estudio, primero su compañero, con aquella particularidad de ellos y
ahora este macizorro.
—¿Quién… quién es el último?
—Es un valcary. Es una de las pocas razas con las que nos hemos
podido emparejar. ¿Es impresionante, verdad?
Logró apartar la mirada del macizo y la clavó en ella.

164
—¿Es impresionante el que se hayan podido emparejar con vosotros?
Dreena negó con la cabeza.
—No, lo que es impresionante es él. Aparte de ser un hermoso
espécimen, esos ojos, ¡uf! Son seductores.
—¡Ya te digo! Te pone cachonda solo mirarlo.
¡Mía!
Movió la cabeza de lado a lado. ¿Quién cojones había dicho eso?
¡Eres mía, Kelyne!
¡Oh, ya!, estaba en problemas, sí, su machote se había puesto celoso,
sí, no le quedaba dudas de quien era esa voz que le había taladrado el
cerebro. Su dulce Celik estaba mandándole un mensajito de posesión y
estaba más que segura de que en cuanto entrara en la casa, la pondría
a revisar el suelo de madera mientras él la embestía como un loco, ¡oh,
sí! Se lo estaba viendo venir y ni te cuento “el profesional de los
orgasmos”, ese se pondría más burro aún.
Trató de apartar de su mente el rugido de su compañero mientras
hablaba con todos los científicos; los pobres estaban desalentados,
totalmente frustrados con las piedras. No había nada que hacer, era
imposible estudiarlas.
Al día siguiente irían a las cuevas para verlas e intentar hacer un
estudio más detallado allí, o por lo menos, verlas en su ambiente,
porque estaban convencidos que allí, en la luna o en cualquier otro
punto era inviable el poder estudiarlas.
Por lo menos fue un día interesante, el poder intercambiar ideas y
estudios y escuchar al valcary era todo un gustazo, tenía una voz que
cautivaba, grave y parecía llegar a tus entrañas. Lo que le valió tener
todo el día a su “rugiente” compañero destrozándole los tímpanos.
Cuando salió, a última hora de la tarde, del centro se encontró con la
“encantadora” Candy. La mujer, vestida con pantalones y casaca en
tonos oscuros, la miró echando chispas por los ojos. Al final le saldría
una maldita úlcera en el estómago, no era sano tener esa cara agría y
esa mala leche en cantidades industriales, todo el tiempo. Tenía la
enorme boca apretada, la mandíbula encajada y sus ojillos negros
parecían querer fundirla, ¿qué moscón le habría picado a esa?

165
—¡Lo sé todo!
¡Qué dulzura de mujer! La saliva que le salió entre los labios poco más
y le hace un lavado de arriba abajo, solo le faltaba echar espuma por la
boca para parecer un perro rabioso.
—Pues me alegro por ti, Candy. Debe ser maravilloso saberlo todo,
aunque de verdad, tienes que tener el cerebro hecho un puto lío, pero
en fin, ya sé a quién tengo que consultar cuando yo no sepa algo.
Se le pusieron los ojos rojos, ¡coño! ¿iba a empezar a mutar o algo así?
—No te hagas la lista conmigo, Kelyne.
—Perdona, enciclopedia con patas, te recuerdo que has sido tú la que
has dicho que lo sabes todo, yo soy una simple mujer y bastante
ignorante en muchas cosas.
—Lo sé todo sobre este obsceno planeta. Sé quién es el maldito oiyu y
porque has estado desaparecida durante tres días, sé que estás siendo
follada por dos tíos, sé que este planeta controla a las mujeres con el
sexo y que os vuelven unas cerdas lujuriosas. Os tratan como putas y
lo aceptáis.
¡Dios! Aquello pintaba mal, más que pintar, atufaba, ya se olía que
habría desembuchado todo al Consejo de la Tierra y como habría
“pintado el cuadro”. ¡Mierda!

166
CAPÍTULO 23

Después de cambiarse de ropa en su habitación y de haber hablado


con el capitán Demon, que lo había mandado llamar para comunicarle
que él, como compañero de la geóloga y uno de los que mejor conocía
las cuevas, piedras y su historia, sería el encargado de acompañar a la
expedición de científicos, que el día siguiente vendría allí, enfiló hasta
el comedor en busca de su amigo y compañero Criex-Thiar. Por el
camino se encontró con varios guardas más que lo saludaron con
bastante efusividad, nada como descubrir que no eras el culpable de la
“maldición” y el haber encontrado compañera, para que todo el mundo
olvidara todos esos años de silencios, desprecios y vueltas de espaldas.
Por un lado se sentía feliz, por otro… por otro le daban ganas de hacer
con ellos lo mismo que le habían hecho, pero en el fondo nunca había
sido rencoroso y era mucho lo que había ganado para perderlo ahora
por su orgullo, honor o dolor.
—Hola, machote. Es un gusto verte el pelo después de tu
desaparición.
Resopló ante las palabras de Criex.
—No estaba desaparecido, idiota.
Su amigo rio con ganas.

167
—No, cierto, estabas haciendo todo un cursillo intensivo de sexo
desenfrenado.
Algunas veces, su amigo, era un total incordio.
“—¿Solo algunas veces? Macho, que benevolencia la tuya, el tío es un
imbécil graduado con honores. El pobre no da más de sí, tiene las
neuronas contadas para pasar el día… escasamente.”
—Entonces, ¿pudiste convencer a tu compañera que no somos
animales? Estarías a la altura de las circunstancias, ¿no? ¿Todo
aclarado entre vosotros? ¿Respondió como una verdadera phartiana?
No, mejor aún, ¿respondió como toda una mujer de la Tierra?
Puso los ojos en blanco y terminó por darle un puñetazo en el
estómago.
—Cuando pienso que eres un idiota total, te superas a ti mismo y
subes otro maldito peldaño.
—Y eso es lo que recibo por preocuparme de mi mejor amigo. La
próxima vez que tengas dudas vas y le preguntas a tu jodido culo, lo
mismo él es más inteligente. ¡Menudo imbécil estás hecho!
Criex podía ser un obtuso total, pero era su amigo, el mejor y el único.
“—Y el peor, que quieres que te diga, compañero, algunas veces es
mejor tener como amigo un Phardook, que sí, vale, si está cabreado puede
sacarte un ojo de un picotazo, pero es mucho menos indoloro que tener
que escuchar al majadero este y eso que hoy parece que no es de sus
peores días.”
Él estaba bien servido, un amigo bocazas e idiota y un oiyu chulo,
prepotente y fanfarrón. Con semejantes camaradas no le extrañaba que
lo tildaran de rarito.
—¿Piensas responderme o qué? ¿Todo bien con tu compañera?
—Todo bien, Criex, tenías razón, Kelyne lo aceptó bien… muy bien.
Sus dudas han sido despejadas y ya no opina que somos poco más que
animales cuando llega el celo. Ella… ella estuvo a la altura, hasta diría
que me superó y está satisfecha, sí, muy satisfecha.
“—¡Me cago en todas las piedras pulverizadas! ¿Satisfecha? ¡Y un
cuerno! Ella está admirando, babeando, Celik... y puedo jurarte que no
es ni por un maldito cuadro, ni por un jarrón ni un jodido poema; está

168
salivando por un tío cachas. Y tú presumiendo que está satisfecha.
Guaperas, eres un puto fracaso como compañero. ¡Maldita sea mi suerte!”
Todo su cuerpo se estremeció con violencia, sintió la admiración de
ella por otro, ¡otro! Ella era suya, solo suya.
“—Te recuerdo, idiota, que en esto vamos de la manita, si yo soy un
fracaso, ¿Qué cojones eres tú, señor de los malditos orgasmos?”
“—¿Me estás echando a mí la culpa? ¡¿A mí?! Yo soy el amo, ¿me oyes?
El sumo señor de los…”
“—Tú eres un maldito bocazas, ¿entendido? Con más polla que
cerebro. Incapaz de enamorar a nuestra compañera, solo piensas en
sexo, no te has preocupado de sus sentimientos... yo en cambio amo,
no solo su cuerpo, también su corazón, sus risas, sus bromas, su
picardía, su inocencia…”
“—Pues sigue amando su “inocencia” mientras se enciende por otro tío
que no somos ninguno de los dos, señor de los sentimientos. Y en vez de
darme una charla sobre pasión y emoción entre las piernas de nuestra
compañera, menea el culo y haz algo, anda, poetastro. Lecciones a mí, el
líder de todos los clímax, el maestro del éxtasis”
Gimió con fuerza cuando sintió retorcerse sus tripas, cuando sus
tatuajes vibraron con fuerza y sus celos le hicieron arder hasta las
pelotas.
¡Mía!
¡Eres mía, Kelyne!
“—Escucha, trovador de las piedras, creo que necesitamos darle una
clase extra a nuestra compañera. Parece ser que los tres días del celo no
han sido suficientes y tu delicadeza no nos ha servido de mucho. Sugiero
que la colguemos de esa barrita que tienes en el baño y nos encarguemos
de empalarla, los dos, hasta dejarla más seca que su maldito planeta.”
“—Tú siempre tan dulce, Mohn.”
“—Para lo que te ha servido a ti. En serio, Celik, es nuestra, la amamos,
la necesitamos y debe comprender, de una vez por todas, que solo a
nosotros puede desear. Así que déjate de cursilerías y haz el favor de
menear más las nalgas de delante atrás, créeme, funcionar no sé si
funcionará, pero le vamos a quitar las ganas de babear por otro”

169
¿Cuándo había pasado de necesitarla a amarla? ¿Cuándo, todo ese
deseo, se había convertido en amor? Tal vez se había enamorado desde
el primer instante en que la vio. Todo en él se había desatado de una
forma precipitada, hasta su celo, que debería haber empezado mucho
después, llegó abruptamente y de forma arrolladora. Kelyne había
llegado a su vida de forma repentina y de la misma manera se había
apropiado de todos sus sentidos, haciéndolo adicto a ella, a su olor, a
su sabor, a su tacto. Ella era suya y así se lo diría y demostraría.

*****

Kelyne miraba alterada a Candy. Lo sabía todo pero, o no había


entendido el idioma o el viento silbaba entre oreja y oreja libremente por
el vacío que tenía en la cabeza. No lo había entendido, nada, ni una
maldita palabra y si eso ya era malo de por sí, no quería ni imaginarse
cómo, con semejante vacío craneal, se lo explicaría a los del Consejo, ¿o
se lo habría dicho ya?
—Mira, Candy, no sé qué sabes, ni de qué manera, pero creo que las
neuronas se te deben haber fundido o cruzado, ellos no son animales,
¿sabes?
La mujer se apartó un mechón de pelo que le había caído a los ojos y
la miró muy fríamente.
—¿Y tú que vas a decir, perra?
Se le estaban hinchando las narices, aquí la psicóloga no sabía que
se estaba rifando una andanada de tortas a dos manos con colleja
incluida y que tenía todos los malditos números.
—Haces otra referencia a animalitos, Candy y te juro que te depilo las
ingles con un erizo. No has entendido una mierda lo que has oído o
leído, no nos comparten con nadie, no nos controlan con el sexo y no
somos unas cerdas lujuriosas. Yo creo, maja, que estás celosa porque
no hay tío que se arrime a ti ni con una pértiga.
La mujer soltó una risotada.

170
—Eres idiota. ¿Por qué crees que me mandaron a mí? Ya sospechaban
que pasaba algo raro.
Parpadeó y la miró extrañada.
—¿Y qué quieres decir con eso? ¿eres un detector de oiyus? ¿o eres
un androide?
—No, soy lesbiana, ¿lo entiendes ahora?
¡Oh, sí! Ahora todo empezaba a encajar, ¡malditos imbéciles!. No le
extrañaba que casi nadie quisiera hacer tratos con ellos, si lo raro es
que aún permanecieran en la Alianza, con una triste representación,
vale, pero ahí estaban. Eso sí, en cuanto el resto de planetas se enterara
de lo que habían planeado, no le extrañaba que los sacaran de ella, sin
recomendaciones y con un pase vip a la mismísima mierda.
—El Consejo sospechó de todas esas parejas, les extrañaba que todas
las mujeres estuvieran emparejadas y en tan poco tiempo.
Comprendieron que había algo en sus varones, por eso tomaron la
decisión de mandar a alguien que no estuviera interesada en ellos y me
eligieron a mí. También pensaron que tú, al ser hija de un antiguo
miembro del Consejo, serías leal a la causa, pero está claro que estás
más que dispuesta a traicionarnos por unos cuantos revolcones.
Tomó aire, intentó calmarse y sobre todo, procuro alejar toda la mala
leche que le estaba entrando, hasta, en un alarde de buena voluntad,
quiso contar y mantener su ira a raya, ¡pero que mierda! ¿Ellos habían
tenido alguna deferencia o respeto? ¡No!, pues a la porra todas las
consideraciones.
—¿Causa? ¿Qué causa, Candy? Phartian hizo un trato de buena fe
con la Tierra. Nos han recibido con los brazos abiertos y nos están dando
la oportunidad de una vida mejor. Desde que viniste tu única misión
era descubrir que había de malo en este planeta y ahora, te enteras de
algo que, ni entiendes ni comprendes y piensas manipular esa
información y hacer que parezca que son bichos raros. Pues déjame
decirte que estás equivocada, no tienes ni idea qué y quien es el oiyu,
no sabes a que se refiere el celo y tienes, aún menos idea, de lo que pasa
entre compañeros y déjame decirte algo más, es una pena que no
puedas ver y sentir el lazo que nos une. Espero que cuando le pases tu
jodido informe a los del Consejo, te mantengas fiel a la realidad.

171
¡Uy, uy, uy! Que mala espina le dio la sonrisita irónica de aquí la
cacatúa desplumada aquella.
—¿Qué has hecho, Candy?
—He mandado mi informe esta mañana. El Consejo va a exigir, ante
la Alianza, la vuelta de las mujeres y que Phartian sea expulsado de ella
por el abuso y explotación de nuestras mujeres.
¡Hija de una cabra destetada!
—Eres una maldita idiota, Candy. No sabes lo que has hecho, no te
das ni puta idea. Solo espero que lo podamos solucionar. Te daría de
tortas hasta quedarme sin manos, pero sería una pérdida de tiempo,
solo espero que se te quede el “conejito” igual de frío que el corazón y
que lo más cerca que estés de un orgasmo sea el espasmo que te dé
cuando se te meta un insecto debajo de la ropa.
—No soy la idiota de las dos, Kelyne, te recuerdo que eres tú la que
está siendo dominada y sometida por ellos, ¿no te das cuenta?
—De lo único que me doy cuenta, maja, es que deben de apretarte
mucho las costuras de las bragas para tener esa cara de estreñida.
Deberías mirarte eso, Candy, porque das más repelús que una bandada
de gaviotas planeando sobre el personal con el vientre descompuesto.
La miró cabreada y se dio la vuelta, no podía ni mirarla a la cara sin
que se le soltara la mano ¡Madre mía! ¡Tenía que hacer algo! Entró
corriendo al Gumnarium, debía advertir al phartok de lo que se les venía
encima.
Cuando llegó frente a la puerta del despacho de él no pidió permiso
para entrar, abrió la puerta de un golpe ante la atónita mirada de los
dos guardias que estaban ante ella y a los que no le dio tiempo a actuar.
Detrás de la mesa del despacho estaba Arnoox, que levantó la cabeza
y se la quedó mirando… pasmado sería la palabra y con aquellos
enormes ojos azules más abiertos que la entrada a un túnel.
—¡Tenemos un problema, un problema del tamaño de todo el planeta
y de alguno más de los alrededores!
El hombre la miró resignado, el pobre debería estar hasta las molares
de ella, de la Tierra y de los malditos problemas y no le extrañaba,
seguro que maldecía el instante en que decidió hacer tratos con ellos.

172
—Y apuesto mis pelotas que tu encantador planeta está detrás de él,
¿las pierdo o voy a poder seguir con ellas en su sitio?
Tenía la mano ganadora, por lo menos sabía cuándo, cómo y que
apostar. Puso cara de fastidio cuando la vio hacer una mueca de
desagrado.
—No está pagado lo que tengo que aguantar con el maldito planeta de
los cojones.
Se miró las uñas con disimulo, el pobre hombre parecía vencido y eso
que no sabía lo que se le venía encima.

173
CAPÍTULO 24

Cuando llegó a la puerta del Gumnarium su compañera no estaba allí,


¿dónde estaría?
“—La única pista que puedo darte es que por lo menos ha dejado de
babear, pero debo decir que el cambio en su estado no es muy
reconfortante. Está cabreada, muy cabreada. Yo, en estos momentos, no
intentaría decirle nada sobre el… digamos, “pequeño calentamiento
global”, temo por todos nuestros miembros que no están dentro del torso,
en especial, los que penden, esos sí que me preocupan.”
Pasó de los comentarios de Mohn y empezó a buscar a Kelyne, cuando
llegó frente al despacho del phartok les preguntó a los dos guardias
apostados a cada lado de la puerta y ellos le confirmaron que ella estaba
allí y le invitaron a pasar.
Había estado nervioso, celoso, preocupado, pero lo que no se esperaba
era escuchar las palabras de su compañera y todo su cuerpo se
tensionó.
—Y ahora, los muy idiotas del Consejo van a hablar con la Alianza y
a exigir que, todas las mujeres, regresemos a la Tierra…
—¡No!
Kelyne se volvió.

174
—Celik, cielo…
Se acercó, en dos pasos, a ella y la tomó con delicadeza de los hombros
atrayéndola a su pecho y abrazándola con fuerza.
—No voy a consentir que nos separen, cariño, nada ni nadie puede
hacerlo, eres mía, mi compañera, mi vida.
Ella lo besó en el centro del pecho.
—Celik, escúchame, debemos estar preparados, la Tierra va a exigir
nuestra vuelta, pero…
La apretó con más fuerza.
—Lucharé contra quien tenga que luchar, mataré a quien se atreva,
siquiera, a sugerirlo. No voy a separarme de ti, nunca y eso no es ni
discutible ni negociable.
Arnoox se había levantado y lo miró con fijeza.
—Es lo que me encanta de mis hombres, primero matar, destripar,
descuartizar y luego, si os viene bien y alguna puta neurona os
funciona, pensáis.
Podría ser el phartok del planeta, pero Kelyne era su compañera y no
había nada ni nadie más importante para él.
—Si amenazan con separarme de mi compañera es comprensible que,
los primeros pensamientos que vengan a mi mente, sean protegerla y
evitarlo.
Arnoox lo miró con fijeza.
—Y así debe ser, proteger a Kelyne es tu prioridad, pero debemos
pensar con la cabeza fría. Voy a reunir al Comisionado y les informaré
de lo que está pasando, así estaremos preparados cuando la Alianza se
comunique con nosotros. Por ahora, vamos a continuar como si no
pasara nada, no podemos alertar a todo el mundo.
Su compañera seguía pegada a su pecho y él seguía abrazándola con
fuerza.
—Id a casa. Mañana acompañarás a Kelyne y al resto de científicos a
las cuevas. No creo que descubráis nada nuevo, pero si lo hacéis, espero
que sirva para poder ayudarnos. Y Celik, ninguna mujer abandonará

175
Phartian si no quiere hacerlo, son libres para decidir que quieren hacer
con su vida, ¿entendido?
Miró a Arnoox que le devolvió la mirada con confianza y seguridad,
pero también con preocupación.
No podía ni respirar, le faltaba el aire, condujo con una sola mano
mientras que con la otra sujetaba la de su compañera, no iba a perderla.
Nunca. No podría vivir sin ella.
Cuando llegaron a casa quiso tomarla entre sus brazos y sujetarla con
fuerza, pero ella entró con paso firme y empezó a andar, de lado a lado,
por el inmenso salón.
—No entiendo como pueden ser así. Los machacaría, les arrancaría
los ojos, los descuartizaría... ¡Son un atajo de mierda acumulada sobre
más mierda!
Ella estaba enfada, furiosa.
—Kelyne, cariño…
Fue como si no lo oyera, siguió paseando de lado a lado, sus pechos
se agitaban con cada paso, su pelo giraba alrededor de ella y su vestido
se enredaba entre sus piernas en cada vuelta.
—¿Tú sabes la historia de Tracy y de todas las mujeres que vinieron
en el primer intercambio? Bueno, yo tampoco las sé todas, pero sí la de
ella y algunas más. Eran presas, casi todas políticas. Para ellos fue como
quitarse un peso de encima, les estorbaban y, en su codicia, las
obligaron a venir aquí, su único anhelo era el agua y desprenderse de
ellas, fue un dos por uno. Y ahora se quieren hacer los dignos y
reclamarlas. ¡Dios! Les deseo lo peor, no sé, algo así como que le
crecieran las uñas, unos veinte centímetros al día y que luego les
picaran las pelotas, eso sería digno de verse.
Intentó acercarse a ella, pero lo esquivó y siguió paseando.
—Y ese pobre hombre, ¡por todos los demonios sin tridente! No sabe
ni que hacer, está totalmente hundido, devastado y aun así nos protege
y quiere que nos quedemos aquí. Es admirable.
“—Esto… ¿está hablando del phartok?”
“—Creo que sí”

176
A pesar de hablar “mentalmente” con Mohn, sus palabras salieron
como si tuviera las mandíbulas encajadas.
“—¡Joder! Ahora el estirado este ha pasado a ser ¿su héroe? ¿Qué, en
nombre de todas las piedras Airean, tenemos que hacer para, por una
maldita vez, ser nosotros los héroes?”
“—¿Y a mí que me dices? ¿No eras tú el maldito señor de los
orgasmos?”
“—Una pequeña aclaración, poeta de los vírgenes guardianes de las
cuevas, orgasmos, ¿entendido? Soy un as en el tema del sexo, una puta
máquina engrasada y lista para funcionar, pero en el tema de heroísmos,
altas pasiones y bajos amores, tú eras el que te metías, entre pecho y
espalda, toda esa parafernalia. Odas, sonetos y poemas sobre el negro
azabache de una noche sin lunas y estrellas que opaquen la belleza de
tu cutis de bla, bla, bla. Que daño le ha hecho eso a nuestras mentes,
guaperas.”
—Estoy preocupada, la verdad, sé que Arnoox va a hacer hasta lo
imposible para evitar que nos vayamos. Tengo que encontrar la manera
de ayudarle, tiene que haber algo con lo que taparle la boca de una
jodida vez a la Tierra, no puedo fallarle al phartok.
Se quedó con la boca abierta, ¿ayudar al phartok... no fallarle? Era su
emparejamiento lo que peligraba; ella, él, su futuro... ¿y su única
preocupación era Arnoox?
“—Pues ya me está tocando a mí los cojones el temita del phartok,
Celik, solo te lo voy a decir una vez, alto, claro y muy conciso, y como
hagas que me repita, voy a dejarte, lo que viene siendo el tubito de
desagüe de residuos líquidos no apto para el emparejamiento, ¿captado?
Pues bien, coge a Kelyne, apóyala contra una maldita pared, follátela,
oblígala a reclamarme, nos la follamos, le dejamos claro que es nuestra,
que su única preocupación es nuestro vínculo y luego… nos la ventilamos
otra vez. Uf, que a gusto me he quedado, ¡hala, a la acción!”
Se acercó hasta ella, la tomó con fuerza de los brazos y paró, de golpe,
tanto paseíto machacante.
—Kelyne, cariño, necesito que me expliques, primero, que ha pasado
y luego intentaremos buscar soluciones, pero quiero dejarte algo muy
claro; eres mía, mi mujer, mi compañera, la única que tendré. Eres mi
presente y mi futuro, nada ni nadie es más importante que tú en mi

177
vida y no voy a dejar que te separen de mí, ¡nunca! No importa quién lo
intente, tú me perteneces como yo te pertenezco a ti, somos
inseparables, ¿entendido?
“—Eso y mis recomendaciones, de nuevo, en la última carpeta, del
último archivo de toda la jodida galaxia. No me valoras una mierda. Lo
nuestro, como no cambies de actitud, no tiene futuro, no me escuchas, no
me entiendes, no soy para ti más que un cero a la izquierda… ¡me cago
en todas las placas base! Ya se me ha pegado la vena tonta”
Kelyne le acarició la cara con ternura.
—Lo sé, cielo, sé que harás todo lo que esté en tu mano para que no
nos separen. Por eso quiero encontrar algo para ayudar a Arnoox…
Clavó sus dedos en los brazos de ella.
—¡No! Es a nosotros a quien tienes que ayudar, es a mí, porque sin
ti…sin ti me moriría, no querría ver un nuevo día ni pasar ni un solo
instante sin verte, sin sentir tu aroma, ¿no lo entiendes? Eres todo para
mí.
Su compañera gimió.
—Yo tampoco podría vivir ya sin ti, Celik, por eso quiero ayudar,
porque, ayudando al phartok, nos ayudo a nosotros y a todas esas
parejas que tampoco podrían vivir separadas, ¿lo entiendes, tesoro?
Asintió, inclinó su cara y acercó los labios a los suyos, acariciándolos
con dulzura, lamiéndolos con suavidad, mezclando, una y otra vez, su
saliva con la de ella, impregnándola con su aroma y empapándose del
suyo.
—Cuéntame todo lo que está pasando, dímelo y luego... luego quiero
hacerte el amor hasta que nuestros cuerpos se fundan uno con el otro,
hasta que los latidos de nuestros corazones latan al unísono y no
podamos respirar nada más que nuestros alientos.
“—Eres un fenómeno, compañero. Lo tuyo es lo lírico, tío, si es que se
me caen los calzoncillos cada vez que abres la boca. Yo también quiero
mi aliento con el tuyo, mi cuerpo entregado al tuyo…”
“—Mira que eres idiota.”
“—A la porra la poesía, pero que arisco eres conmigo, ¡con lo que yo
quiero a mi piquito de oro.”

178
Ignoró a su oiyu y prestó toda su atención a su compañera y después,
después le haría el amor durante toda la noche, tenía que hacerle
comprender todo lo que sentía por ella.

179
CAPÍTULO 25

Debería haberle dicho que lo amaba, sí, debería haberlo hecho, pero
tenía miedo, ella que se había revelado contra su propio padre y, que
dicho sea de paso, daba un miedo horrible, porque a ver, enfrentarse a
un hombre con las ideas más fijas que el punto de ataque de un misil
tele-dirigido, era o ser tonto o tener un par de huevos, en su caso
ovarios, ella había demostrado que tonta del todo no era, así que se
decantaba por lo de los ovarios y con eso demostraba que tenía valor,
¿verdad?. Pero decirle a Celik que lo amaba la había acojonado y no por
ella, si no, por él. Era un hombre maravilloso, dulce, tierno y le había
complicado la vida, lo sabía, ¿Cómo decirle te amo si no sabía como iba
a acabar todo? No es que dudara del phartok, ni mucho menos, pero
temía la reacción de la Alianza a las quejas de la Tierra. ¿Y si las
obligaban a volver? ¿Querría Arnoox iniciar una guerra por ellas contra
el resto de planetas? Y ¿cómo se quedaría Celik si le decía que lo amaba
y luego lo abandonaba? No, era mejor dejar las cosas como estaban y
cuando todo pasara y si seguía a su lado, se lo diría.
Pero al llegar frente a las cuevas y ver a su compañero, tan alto, tan
hermoso, con su larga melena marrón oscura sujeta en una cola, con
esos preciosos ojos, verde y ámbar, sus brazos cruzados al frente, sus
largas piernas abiertas y con su mirada llena de deseo y ternura hacia
ella, sintió que había cometido un error. Debería haberle dicho que lo
amaba, sujetarlo fuerte de la mano y luchar como una leona junto a él

180
y ya de paso, comérselo de arriba abajo, porque cada vez que lo miraba,
solo pensaba “este hombre es mío, solo mío” y su boca se llenaba de
saliva y sus neuronas se achicharraban pensado en todo lo que hacer
con ese cuerpo. ¡Dios! Si es que estaba para tenerlo tumbado de
espaldas y hacer diabluras con él, lamerlo y morderlo, ¡qué pedazo de
hombre!
Cuando llegó a su altura él la tomó de la cintura y le dio un largo y
profundo beso. Su conciencia se relamió y soltó una risotada.
“—Míralo ahí, marcando territorio, solo le falta levantar la pierna, mear
a nuestro alrededor y decir: “Mía”, ¡que sutileza la de nuestro hombre”.
Escuchó los carraspeos detrás de ella y con lentitud se soltó de su
boca y su abrazo y lo miró alzando una ceja.
—¿Estás desesperado por verme o intentas demostrar algo, Celik?
Le había susurrado las palabras a su pecho, la desventaja de tener la
altura de un huevo acostado y estar emparejada con el gallo más alto
de todo el maldito gallinero.
—Eres mía, compañera.
Sutil, lo que se dice sutil, no había sido. Semejante frase había sido
dicha en voz tan alta que seguro se oiría hasta en la capital del planeta.
—Y tú mío, compañero, pero no por eso voy por ahí haciendo
ostentación de ello, Celik. La próxima vez ¿me pondrás un sello en la
frente?
Le acarició la mejilla y le guiñó un ojo.
—Condúcenos hasta las piedras.
Él la tomó de la mano, clavó su mirada en el valcary y soltó un
gruñido. Lo siguiente seguro que era aporrearse el pecho y trepar al
árbol más alto o trepar sobre ella. Los hombres eran hombres aquí, en
la Tierra o en la otra punta del espacio, bufó fastidiada.
Cuando entraron en la laguna, todos los científicos se quedaron con
la mirada clavada en ella y la boca abierta. La hembra mya-nork fue la
primera en hablar.
—Es fascinante, ¿oís los susurros? Es como si tuviera vida.

181
Entrecerró los ojos, ¡mierda! ¿Podía ser? Eso mismo es lo que le había
llamado la atención la primera vez que estuvo en esa sala, pero lo había
descartado. Era imposible ¿verdad? Pero, ¿Qué es lo que le había dicho
Celik? Intentó recordarlo, de repente vino a su mente:
“Según los antiguos libros de la historia de Phartian cuando
descubrieron las cuevas ya estaba así, entonces las piedras crecían más
lentamente y en menor tamaño, con el paso de los años ha ido creciendo
la cantidad y dimensión de ellas.”
Se acercó, despacio, a la orilla de la laguna y miró con fijeza, se volvió
y miró a Celik.
—¿Habéis estudiado, alguna vez, el agua que la rodea?
Se agachó y la tocó, estaba templada.
—Creo que no, no recuerdo nada de eso.
Desde la misma posición y sin volver la cabeza le soltó la siguiente
pregunta.
—¿Y la roca madre, la habéis estudiado?
Se volvió y vio la mirada extrañada de su compañero.
—¿Para qué? Cuando empezamos a investigar y vimos lo que ocurría
con ellas no creímos necesario hacer lo mismo con la roca madre, ¿y si
se desintegraba igual que las otras?
—¿Sabes si en algún momento de la historia se hicieron pruebas de
radiación electromagnética o sismográficas?
Celik negó con la cabeza.
El meeso se acercó hasta ella con una enorme sonrisa en la boca.
—Creo, mujer, que entiendo dónde quieres ir a parar y sería
interesante hacer esas pruebas. Llamemos al laboratorio y que traigan
todos los aparatos, tenemos que hacer un estudio a fondo.
Miró, un poco mosqueada, al “hombre-cornamenta”
—Está bien, pero una aclaración, “hombre”, tengo un nombre, cuando
te dirijas a mi haz el favor de usarlo, ¿entendido? Porque como me
vuelvas a llamar “mujer” y en ese tonito, te sierro los cuernos a la altura
del ombligo, ¿lo captas?

182
El “bóvido de dos patas” pareció captarlo, alzó sus manos, como
pidiendo tregua y le sonrió.
—Entendido… Kelyne.
—Eso está mejor, mucho mejor.
Se levantó y se acercó a Celik.
—Tengo que llamar al laboratorio para pedir todo el instrumental que
me hace falta. Si lo que pienso es verdad, esto es muy importante.
Él asintió con vehemencia y en ese momento sonó su celltop.
—Es el phartok, tengo que contestar.
La cara de su compañero fue cambiando mientras escuchaba lo que
Arnoox le estuviera diciendo, pasó de tranquilo a nervioso, después a
enojado para terminar en francamente cabreado, con mirada asesina y
escupiendo las palabras entre las mandíbulas encajadas.
—Está bien, phartok, pero me importa una mierda todos los tratados,
la Alianza y la Tierra, ella no se va a ir, así tenga que matar, uno a uno,
a todos y cada uno de ellos.
Lo miró angustiada.
—¿Qué pasa, Celik?
Su compañero la miró con tristeza y al mismo tiempo con una gran
seguridad.
—Tu planeta ha exigido a la Alianza la vuelta de todas las mujeres, ha
mandado un informe…degradante. Dice que os violamos, compartimos
y dominamos sexualmente. Se sienten engañados. Han solicitado una
compensación por todo lo que os hemos hecho y reclaman que Phartian
sea expulsada de la Alianza.
Un nudo se formó en el centro de su pecho y toda su rabia explotó.
—Y ya puestos, ¿por qué no han reclamado un análisis del líquido
cefalorraquídeo por vía anal, para ellos? Llegan a ser más imbéciles y
no se encuentran las narices para sonárselas.
Él se acercó hasta ella y la abrazó con fuerza.
—No voy a dejar que nos separen, Kelyne, aunque para eso tengamos
que huir y vivir como prófugos toda la vida, ¿entendido?

183
—Tranquilo, si alguno va a vivir y esa es la palabra, vivir, como un
fugitivo van a ser ellos, cuando acabe con esas escorias no les va a
quedar ganas de meterse donde no los llaman. Te juro, Celik, que si lo
que creo es cierto, más de uno va a tener que cambiarse los pantalones
cuando suelte “la bomba”. Se van a cagar, literalmente.
Él la besó en los labios con suavidad.
—Si hay alguien capaz de hacerlo eres tú, mi vida. Haz todo lo que
tengas que hacer. Tienes solamente hoy para poder conseguirlo,
mañana tendrá la reunión con la Alianza.
¿Mañana? Pues que se apretaran bien los cinturones todos esos
idiotas, porque al día siguiente, más de uno iba a terminar con ellos a
la altura de los tobillos. Lo sentía por su planeta, pero tal vez, era hora
de que, la tan aclamada y venerada Alianza, tomara cartas en el asunto
y pusiera a la Tierra firme.

184
CAPÍTULO 26

El día había sido frenético, carreras, golpes, más carreras, unos


cuanto mazazos más, máquinas por aquí, por allá y un poco más allá,
científicos ceñudos, luego más ceñudos, un poco de relajación, más
ceños, más máquinas de punta a punta de la laguna, el meeso, maldito
fuesen él, sus protuberancias y aquella mierda de piel que osaba
llamarse oreja, pegado a su mujer, su mujer y por si fuese poco el idiota,
prepotente e imbécil del valcary que parecía haber desarrollado alguna
especie de pegamento especial y que, más que pegarse, se empecinaba
en soldarse con su compañera. Cuando empezaba a quemarle la piel, a
moverse sus tatuajes y a crecer su instinto asesino, Kelyne se acercaba
hasta él, lo acariciaba, le daba un beso o le hacía un guiño y él, como
una jodida mascota, se calmaba.
Al anochecer estaba cansado y no físicamente, bueno, físicamente
también, le dolían las encías de tanto apretar las mandíbulas, estaba
seguro que los dientes se le habían debido incrustar a la altura de las
sienes; las uñas habían traspasado, como unas tres horas atrás, la
palma de la mano y ahora parecía tener jorobas en el dorso, tenía la
columna tensa, si le ponían una cuerda en los abdominales podrían
utilizarla de arco, así que sí, estaba cansado físicamente, pero lo que lo
tenía agotado eran sus celos, su deseo, sus nervios y el hijo de un
calaam bizco y cojo de su oiyu, ¡que día! ¡y que monomanía obsesiva-

185
compulsiva por limarle los putos colmillos al maldito valcary! Se había
encargado de gritárselo a cada minuto.
Volvió a calmarse cuando ella se acercó hasta él, apresurada y con
una sonrisa nerviosa y emocionada en los labios. Su mujer era capaz de
transmitirle esa paz, ella era todo su mundo, con una sonrisa lo llenaba
de luz, con una caricia era capaz de volverlo loco y con una mirada le
hacía sentir poderoso y al mismo tiempo, lo hincaba de rodillas a sus
pies.
—Celik, necesito tu ayuda.
Se sintió crecer unos cuántos centímetros más, su mujer lo
necesitaba, podía estar rodeada de toda una panda de eruditos pero era
a él a quien buscaba cuando precisaba algo.
—Dime, cariño.
—¿Podrías hablar con un médico y pedir que nos traigan un aparato
de ondas ultrasónicas con láser incorporado o algo parecido si tenéis
aquí?
Venga, otros dos centímetros más de crecimiento exprés, por
supuesto que movería Phartian entero y todos los planetas, si fuese
necesario, por ella.
—Hablaré con Evelyn, su compañero es médico, seguro que puede
conseguirnos uno. Pero, ¿necesitas eso para estudiar las piedras? No ha
funcionado nunca, Kelyne.
Ella sonrió y le acarició la mejilla.
—Es para la piedra madre.
Asintió e hizo la llamada. Una hora después, Josk-Darc apareció con
el dichoso aparato. El hombre llevaba su larga melena marrón suelta,
en sus ojos azules había una chispa de extrañeza y en sus labios una
sonrisa, vale, estaba claro que era un hombre feliz y a pesar de que lo
conocía poco, siempre que se había encontrado con él en su boca sólo
lucía una mueca de cansancio o fastidio y parecía dispuesto a gruñir o
morder a cualquiera. Cuando te cruzabas con él lo primero que te
apetecía era ponerte la antirrábica y anti-tetánica juntas y en dosis
triple por si acabas con sus colmillos en la yugular como nuevo tatuaje,
pero todo había cambiado desde que se había emparejado con Evelyn,
desde entonces parecía ser, estar y conocer un solo estado, el de la

186
felicidad, grande, mucho más grande que todo el planeta, vamos que no
cabía en sí, como siguiera siendo tan, pero tan feliz, se desbordaría por
todo él.
—¿Para qué cojones necesitas esto?
Se sobresaltó ante las palabras, dichas en un tono algo mosqueado,
de Josk-Darc.
—Yo para nada, seguro que no sabría ni como conectarlo, pero mi
compañera lo necesita para estudiar las piedras.
—¿Las piedras? Pues es una pérdida de tiempo, te lo aviso. No va a
descubrir nada, nosotros ya lo hemos hecho en varias ocasiones y no
aparece nada.
—Quiere estudiar la piedra madre con ella.
Josk ensanchó la sonrisa.
—Eso es nuevo, no lo habíamos intentado nunca, pero creo que va a
ser como darse cabezazos con la susodicha.
Kelyne se acercó hasta ellos, cuando aspiró su aroma todo su cuerpo
se tensó y el deseo lo invadió con fuerza, pero aquel no era el momento
de ponerse cachondo, por eso tuvo que mandarle un mensaje, mental,
a su polla y ordenarle que mantuviera la posición de descanso, pero
vigilante y atenta, no fuese a ser que su compañera decidiera darse un
banquete con él entre golpe, análisis y examen.
Josk decidió quedarse para ver el fracaso, dudaba y de forma enorme,
que hubiera éxito.
Unos minutos después todos miraban fascinados el “descubrimiento”,
aunque, era evidente que él apenas podía entender nada, pero estaba
claro que ellos sí, porque enseguida empezaron a alzarse los gritos y
frases de asombro y exclamación:
“—¿Esto es…lo que parece?
—¡No puede ser verdad!
—¡Esto sí que no me lo esperaba!
—Habrá que documentarlo todo con imágenes y hologramas, estoy más
que seguro que no nos creerán si no lo ven”
Su compañera los miró a todos sonriendo y resoplando.

187
—Yo sé de algunos que ni con esas se lo van a creer, suerte que todos
estáis aquí para verlo con vuestros propios ojos y aunque parezca
inaudito e increíble, esto es real.
Pues que alguien le explicase qué cojones se suponía que era “la
increíble realidad”, él no atinaba a ver más que rayas, puntos y, hasta
juraría, alguna interrogación.
Se volvió hacia Josk.
—¿Qué es lo que habéis descubierto?
El hombre se volvió y clavó sus ojos azules, más abiertos que la boca
de un buwck a punto de lanzarse a por la teta de su madre.
—Tu compañera, ¡joder! Es asombroso lo que ha descubierto, debes
estar orgulloso de ella. Voy a avisar a Arnoox, tiene que ver esto con sus
propios ojos, igual que nosotros. Es maravilloso, ¿verdad?
Asintió por hacer algo, pero la verdad es que no entendía nada de
nada, ¿Qué había descubierto Kelyne? Como el phartok entendiera lo
mismo que él, o sea, una puta mierda, se iba a quedar igual, en las
nubes. ¿Es que nadie podía explicarle que habían descubierto?
Su compañera tenía unas ojeras enormes, no había descansado, ni
mucho menos dormido, en todo el día y hacia horas que la noche se
había adentrado.
—Kelyne, mi cielo, tienes que descansar.
Ella le sonrió y le dio un tierno beso.
—No puedo, Celik, esto es muy importante y tenemos que
documentarlo todo, además, va a venir Arnoox y parte del Comisionado,
quiero estar presente. ¿No te parece maravilloso este descubrimiento?
Pues sí, si supiera que narices se había descubierto.
—La verdad, cariño, no logro…
—Mañana, los de la Tierra van a flipar, qué digo flipar, se le van a
encoger las pelotas y van a quedar más desinflados que un soufflé. Voy
a decirle a todos que mantengamos esto en secreto hasta el final, quiero
darles el golpe de gracia y ver como corren a limpiarse el culo, se lo van
a hacer encima, te lo juro.
—Sí, será así, porque es muy importante ¿verdad?

188
Los ojos negros de su compañera se clavaron en él y lo miraron
extrañados.
—Celik, tesoro, ¿es que no has entendido nada?
—Mmm, digamos que yo solo he vislumbrado rayas y… poco más.
Vamos, que no, que no he pillado nada.
La sonrisa de su compañera fue de oreja a oreja, lo tomó de la mano
y lo llevó a un rincón.
—Entonces, déjame que te explique este milagro.
Una hora después, rodeado de científicos, el phartok, medio
Comisionado, Tracy, Dreena y Evelyn todavía no podía creer lo que
Kelyne le había dicho. ¿Podría resultar todo tan fácil? ¿Aquello era
posible? Y lo más importante, ¿qué pasaría ahora? Con semejante
descubrimiento, todos los planetas iban a rechinar los dientes. La
Tierra, iba a aquedar mal, como el puto culo, palabras de su compañera.
Y ¿en qué lugar quedaría ahora Phartian?
Arnoox se volvió hacia ellos, en su papel de líder del planeta mandó
callar a todos y empezó a explicar la “actuación” del día siguiente.
—La Alianza pide que nos reunamos en la nave central. Solo se
permitirá la entrada de nueve phartianos. Conmigo viajarán Kurt-
Aiman, Tracy, Brenck-Vayr, Kion-Derve, Josk-Darc, Evelyn y tú, Celik-
Mohn.
El phartok se volvió hacia Kelyne.
—Sólo me queda una plaza y debo hacerte esta pregunta, ¿viajarás
con nosotros como una mujer de la Tierra o como phartiana?
Su compañera le echó una mirada intensa y su cuerpo tembló, ¿qué
elegiría? Una sonrisa tierna y al mismo tiempo decidida, se dibujó en
sus labios.
—Como phartiana.
Tomó aire, se sintió marear, su compañera elegía, por encima de todo,
su planeta.
“—¿Y yo me creo el señor y el puto amo? ¡Joder! Ella, ella es la puta
ama. He tenido que hacer algo muy bien para tener semejante
recompensa”

189
“—¿Te recuerdo de quien es compañera y quien inició esto?”
“—Eso, guapito, es solo una maldita casualidad, por que mira que, con
lo rarito que eres, ya había pensado que estábamos destinados a formar
parte de “la guardia del perpetuo falo precintado”, pero mira tú por dónde,
debe ser porque con lo majo que soy se me debía recompensar de una
maldita vez, llegó ella y puso patas arriba nuestra vida y a sus pies
nuestro corazón.”
“—¿En serio acabas de decir lo que he oído? Sabía que, en el fondo,
no eras tan imbécil.”
“—Y si haces un maldito comentario sobre lo que yo podría haber dicho,
lo negaré aunque me depilen las ingles una manada de Phardook
hambrientos, ¿entendido?”
Estaba claro que, no hablaba en serio y que sentía cada una de las
palabras que había dejado escapar: Mohn amaba a Kelyne justo como
él la amaba, no había otra manera, eran la misma persona, el mismo
corazón, los mismos sentimientos… duplicados.

190
CAPÍTULO 27

Estaba nerviosa, le temblaban hasta los cordones del vestido en color


tierra que llevaba puesto, cierto que sabía que con el descubrimiento
que habían hecho de las piedras tenían una enorme ventaja, pero lo que
le preocupaba era la petición de la Tierra de la vuelta de las mujeres.
Había hablado con Tracy y Evelyn y les preocupaba lo mismo, no iban
a volver, eso lo tenían claro, pero sabía que si, tanto como la Alianza y
la Tierra se emperraban en exigirlo, todo podía saltar por los aires. Las
mujeres no querían volver y los phartianos no estaban dispuestos a
perder a sus compañeras, conclusión, se podía liar parda, ¡que digo
parda, pardísima!.
Los phartianos estaban imponentes, vestidos con aquellos monos
negros pegados al cuerpo, ¡que viva la naturaleza que decidió premiarlos
con aquellos cuerpazos! Con todo un arsenal armamentístico sobre ellos
y esas miradas de: ¡cómo te pases un pelo y solo uno, vas a terminar
montándote la dentadura como un puzle! Iban a hacer sudar tinta,
chips y bits a todo el que, siquiera, hiciera una pequeña sugerencia
sobre ellas.
Y encima, Candy había decidido pasar a tocarles los ovarios sin tener
el puto título de ginecólogo. Aparte de las amenazas y de las miradas
asesinas, se había dedicado a insultarlas, vamos que les había hecho

191
una comparación zoológica, desde perras a zorras, pasando luego por
todos y cada uno de los sinónimos de ramera. Se estaba ganado a pulso
una operación estética y remodelación corporal sin pasar por el
quirófano, le estaba colmando los nervios la idiota aquella.
“—Chica, pues tienes más paciencia que el santo Job, yo de ti le
arrancaría los pelos y me haría una escoba para recoger…
esto…excrementos de mascotas.”
Hasta su conciencia estaba más cabreada que un mono depilado con
tanta mierda que escupía la dichosa psicóloga por la boca, si vomitara
fuego con tanta pasión como palabras ofensivas, sería una dragona de
primera.
Sus nervios se pusieron a cien cuando llegaron a la nave de la Alianza.
Arnoox, como el phartok del planeta, encabezaba la comitiva. Tras él,
Kion-Derve al ser el miembro más anciano del Comisionado. Detrás,
Kurt-Aiman y Brenck-Vayr, justo detrás iban ellas, altas, erguidas y
nerviosas y tras ellas, cerrando la comitiva, Josk-Darc y Celik, su Celik
que se había desvivido por tranquilizarla, la había besado, acariciado y
susurrado al oído que estaba dispuesto a matar, mutilar y despedazar
y no en ese orden precisamente, a cualquiera que intentara separarla
de su lado y todo eso multiplicado por dos, porque, el señor de todos los
orgasmos, se había unido al “club de los desmembradores a cuchillo
desdentado”. Eran tan monos, tan adorables, tan dulces y ella los
amaba…y se lo había vuelto a callar, ¡mierda! Y ahora no era el momento
de decirle todo lo que sentía por él, por ellos.
Entraron en una enorme sala en color plateado, más sosa que un
bolígrafo sin tinta y con lleno al completo.
Una enorme mesa, que más que mesa parecía el escenario de un
teatro, estaba colocada en el centro de la habitación y tras ella había
sentados una decena de, seguro que altos mandos, de diversos planetas.
Una treintena de soldados, de casi todas las razas, estaban ubicados
alrededor de la inmensa sala.
Los cinco científicos, que habían estado al lado de ella en la
investigación, estaban sentados en unos enormes sillones plateados, al
lado izquierdo de la sala y en el otro, ¡tachán, tachón! los nueve
representantes de la Tierra, y hasta ellos se dirigió Candy. Desde allí,
diez pares de ojos la miraron y casi retaron para que fuese hasta ellos.

192
Pues lo llevaban claro, ya podían seguir sentados porque ella no
pensaba moverse de donde estaba.
Escuchó un jadeo a su lado y se volvió para ver quien había sido. La
cara de Tracy estaba pálida.
—¡Hijo de puta!
Kurt se volvió hacia su compañera y le acarició la mejilla.
—No dejes que te vea así, pequeña, mírame, sabes que ha venido para
hacerte daño, no consientas que te lo haga, ¿entendido, mi amor?
Sabíamos que esto no iba a ser fácil, tú estás por encima de él y de todos
ellos, demuéstraselo.
Miró al hombre que había desestabilizado de aquella manera a Tracy.
¿Aquel era su padrastro? ¿Hijo de puta? Seguro que, a todos ellos, los
debía haber parido la misma madre. ¿Cómo podían jugar tan sucio y
con los sentimientos de los demás de aquella manera? ¿Y cómo ella
podía ser tan crédula sabiendo cómo eran realmente los idiotas
aquellos?. Estaba claro que habían venido a por todas y con los
argumentos más bajos y rastreros.
El presidente de la Alianza, un krestya impresionante que debía medir
unos dos metros de alto y…mejor ni pensar lo que medía a lo ancho y
con unos ojos del tamaño de un cráter de la luna, se levantó en ese
momento sobrecogiendo a toda la sala. Ella estuvo a punto de
desembarazarse de todo el “lastre” interior nada más verlo en pie y
estaba más que segura que a más de uno se le había debido atragantar
el desayuno del mes anterior cuando abrió la boca y los mandó guardar
silencio. Después pasó a presentarse, pero la verdad, menudo nombre,
era difícil de pronunciar, ¿difícil? ¡Imposible! Sin hacerte la lengua un
lío, claro, ella lo intentó, pero al final terminó con más enredos en ella
que un catálogo de “nudos a la marinera y lazos a la sal”. Suerte que el
hombre decidió dejarlo en un:” Como presidente de la mesa y en
representación de los krestya”, mucho mejor, oye, simplificando que es
gerundio. Y luego empezó a hacer un extracto de las causas por las que
estaban allí todos citados.
—Estamos aquí por petición de la Tierra, tienen información de que,
las mujeres de los intercambios, están siendo utilizadas como esclavas
sexuales y compartidas sin el expreso consentimiento de ellas porque,
según ellos, sus mentes están siendo manipuladas.

193
¿En serio? Estos tíos eran aún más imbéciles de lo que aparentaban,
estaba claro que el refrán de “las apariencias engañan” no iba con ellos,
se habían superado.
El krestya siguió hablando.
—Por otra parte, se sienten engañados, creen que las piedras que les
han mandado están “defectuosas” o algo así. Aquí disiento de ellos,
nosotros hemos hecho tratos con Phartian por las piedras y ellos mismos
nos avisaron de la peculiaridad de las mismas, siempre que abandonan
el planeta, el tiempo de durabilidad de las mismas se reduce justo a la
mitad.
Venga, a sacar toda la artillería pesada. Estaba visto que los pobres
no tenían ni jodida idea de por donde atacar.
—Escucharemos a la Tierra y después a los científicos que, durante
estos días, han estado investigando. Después será el turno de Phartian
y por expreso deseo de su phartok escucharemos también a la geóloga
de la Tierra.
El krestya miró a todos los congregados en la sala con una mirada
seria y firme.
—¿Estáis de acuerdo?
Todo el mundo asintió.
—Está bien. Entonces, escucharemos, en primer lugar, al delegado
del Consejo de la Tierra.
Donovan Curtis, delegado de la Tierra, un hombre bajito, canoso,
rechoncho, en realidad eso era decirlo suave, estaba segura de que si el
hombre caía al suelo, dado el voluminoso tamaño de su barriga,
terminaría girando como una peonza, con unos ojos negros más
pequeños que una chincheta dio unos pasos y se colocó en medio de la
sala mirando altivamente a la delegación de Phartian y con una sonrisa
de “aquí estoy yo y os voy a dejar los pantalones atados y anudado a los
tobillos” , cruzó los brazos y se dispuso a soltar por la “vía de escapes
tóxicos” que tenía por boca una sarta de, estaba más que segura, quejas,
lamentos, acusaciones y derivaciones de la realidad para “intentar
llevarse al huerto” a toda la Alianza. ¿Lo conseguiría? Esperaba que no
lograra engañar a nadie, experiencia tenían, de eso no tenía dudas, pero
dado el historial de su planeta rezó para que, la bola de mentiras que
dijera, no hiciera mella en nadie, ¿no podían ser tan crédulos, verdad?

194
—Hemos pedido esta reunión para informar del abuso que se está
cometiendo con nuestras mujeres. Unas mujeres que debo decir, de
forma voluntaria e ilusionada, accedieron viajar a Phartian a cambio de
una vida mejor para su planeta, dispuestas a salvarlo de la desolación
y al mismo tiempo, accediendo al pedido desesperado de los phartianos
que veían su futuro peligrar por la falta de hembras de su raza.
Los jadeos de Tracy y Evelyn se unieron al suyo.
Pues ya está, el circo montado y con el payaso en la pista central. ¡Que
Dios los pillara a todos confesados!

195
CAPÍTULO 28

¿Qué podía esperar? Estaba claro que los hombres de la Tierra


estaban dispuestos a joder y no en el sentido literal de la palabra.
Tuvo que morderse el interior de la boca para no gritar, tuvo que
apretar las manos en forma de puños, por no lanzarse contra aquél…
digamos “hombre” y entrenarse con su abultado vientre, seguro que se
le quedarían los puños hundidos en el maldito tonel de grasa. Era
humillante, no, humillante no, era ridículo, ofensivo que pensaran que
ellos compartían a sus mujeres, lo que aquel simulacro de hombre
estaba diciendo era algo así como que hacían orgías con sus mujeres,
que se las pasaban unos a los otros. Su mandíbula se encajó, se sentía
a punto de explotar y tal vez su phartok, intuyendo el estado de ellos,
no hacía más que echar miradas furtivas a sus compañeros y negar con
la cabeza, hasta hizo un gesto con la mano pidiendo calma.
“—¿Lo de este tío es normal? Yo creo que el que lo creó ese día había
debido perder la brújula y le colocó las neuronas en la parte final de la
columna, pero por abajo. Imbécil.”
Su oiyu no iba mal encaminado, porque él estaba pensando lo mismo.
No se podía ser más idiota ni entrenando, este debía haberse
matriculado con honores en la universidad de la idiotez más absurda y
la imbecilidad al cuadrado.

196
Estaba visto que no los conocían y si, Candy era la informadora estaba
claro que se había matriculado en la misma universidad y se había
ganado a pulso la investidura de “doctor honoris causa”.
Pero si pensaba que aquello era malo, lo peor vino cuando se posicionó
en medio de la sala otro de aquellos hombres, el que había alterado
tanto a Tracy y por lo que, unos días atrás, le había contado Kelyne,
podía asegurar que aquel idiota era Jason, el padrastro de la mujer. En
cuanto abrió la boca la indignación creció de forma masiva en las
mujeres de la Tierra y se multiplicó por diez en él y sus compañeros. No
podía dar crédito a lo que oía.
—Estoy aquí, no solo como representante de la Tierra, también como
padre —la verdad es que el hombre tenía un morro que se lo pisaba,
sabía lo que ese supuesto “padre” había hecho con Tracy y no pudo
sentirse más identificado con el gruñido de ella y el de Kurt-Aiman ante
la desfachatez del tipo aquel—. Me siento indignado —se estaba
ganando a pulso una andanada de tortas a dos manos, se lo estaba
viendo venir si continuaba por ese camino, pero estaba visto que el
individuo había tomado carrerilla y no había quien lo parara… bueno
sí, la andanada, pero debían de guardar las “formas”—. Mi querida hija
—resoplido indignado de fondo ante estas palabras de la “querida hija”
y suma y sigue de puntos para la andanada para el hombre— decidió
participar en el intercambio llena de buenos deseos y voluntad. Pero al
enterarme de lo están haciendo con ella mi sangre hierve, es una
vergüenza.
El krestya lo miró muy serio y lo mandó callar.
—Tenemos entendido que su hija participó en el primer intercambio
y por los informes que se nos han facilitado sabemos que estaba, en
esos momentos, en prisión. Todas las mujeres fueron, prácticamente
obligadas, a aceptar. Pero aun así sabemos que es una mujer feliz y que
está satisfecha con su vida y su compañero.
El susodicho miró con ternura a Tracy y esta le sonrió embelesada,
no quedaban dudas de que sí, que estaba feliz. Pero Jason ni se inmutó,
siguió con su cara de palo y continuó con su “razonamiento”.
—Tienen que comprender que ella estaba pasando por un mal
momento, había perdido a su bebé —la andanada acababa de ser
sobrepasada por una ráfaga láser o un cuchillo incrustado en el vientre,
la mirada de Tracy no auguraba nada menos y mucho más— y ahora

197
estos phartianos han conseguido darle lo que más ansía, un nuevo hijo,
no está pensando con claridad. Además, estamos más que seguros que
hacen algo con sus mentes.
—¿Y tú hablas de hacer algo con las mentes? Pedazo de mierda con
patas, has estado dominando la de mi madre desde que entraste en su
vida e intentaste hacerlo conmigo pero no te resultó. Y ni se te ocurra
volver a nombrar al hijo que perdí, mula desorejada, tú estabas detrás
de todo eso.
El krestya, con mucho tacto, se dirigió al phartok y pidió, con mucha
amabilidad, guardar los turnos. Tracy se mordió la lengua o eso parecía,
pero lo que no ocultó fue el odio y el desprecio que sentía por su
padrastro, porque si las miradas matasen, ahora mismo Jason sería un
montón de tripas desparramadas en el suelo.
—¿Tiene algo más que decir?
Jason miró al krestya y a todos los componentes de la Alianza como
si estuviera abatido, hundido.
—Solo me queda añadir que, tanto mi esposa como yo, estamos
dolidos, tristes y sufriendo. No sé si es padre, pero si lo es comprenderá
el dolor que se siente cuando te dicen que tu hija está siendo abusada
y manipulada. Mi esposa, desde que se enteró de lo que sucedía, está
en cama y solo quiere el regreso de su hijita.
Fue un murmullo… ¡eh, no! Fue todo un gruñido el de Tracy.
—¡Me cago en todo lo que se mueve, lo inerte y lo estático! ¡Dame el
arma, Kurt, a este le quito yo, de un golpe, toda la idiotez!
Las carcajadas fueron casi unánimes, salvo para el grupo de la Tierra,
a ellos no le hizo ni una pizca de gracia el comentario, entre dientes
apretados, de la mujer.
Cuando todo el mundo se calmó, el hombre que tomó el relevo del
“afligido papá” empezó con un muy aprendido discurso sobre las
piedras. En los cinco minutos que duró, más o menos, su alegato se
quejó con amargura del engaño al que habían sido sometidos por parte
de Phartian. Las piedras “caducaban” en seis meses, algo que en el
planeta de origen no era así. Se desintegraban y era imposible
estudiarlas. Se sentían estafados y dado el “descomunal” engaño exigían
la vuelta de sus mujeres y que fuesen recompensados, al parecer de por
vida, con una remesa constante de piedras.

198
Después le tocó el turno a la psicóloga, eso sí que valía la pena ser
escuchado, a ver por donde salía la mujer. En cuanto empezó a hablar
quedó constancia de que, efectivamente, ella era la que se había
despachado a gusto contando todo lo que ocurría en Phartian y no se
había enterado de nada; o tenía le mente muy sucia o tenía un motivo
oculto para, según su compañera, “joder la marrana” cosa mala. Miró a
Kelyne que le sonrió con nerviosismo mientras escuchaba a Candy
hablar.
—Hablé con ellas y todas me dijeron lo mismo, que estaban felices,
satisfechas, que vivían mucho mejor y que sus compañeros eran
estupendos, magníficos, que eran tiernos, considerados y las hacían
sentir valoradas, mimadas y queridas. Para mi quedó claro, desde el
primer momento, que aquello era un discurso bien aprendido. Era como
si les hubieran lavado el cerebro y obligado a decir a todas lo mismo.
—Pues para mí, chata, que la que ha venido con el discurso aprendido
y el cerebro lavado eres tú, vamos pero que te lo han lavado con un
champú de oferta y después ni te lo han enjuagado.
El krestya tuvo que mandar, de nuevo callar a todas las personas allí
reunidas tras las palabras de Evelyn y los miró a todos muy serio.
—Si no somos capaces de mantener el orden de turno tendré que pedir
que se suspenda esta sesión y entrevistarnos con todos uno a uno, con
el considerable retraso, ¿entendido?
Todas las cabezas asintieron y Candy volvió a hablar.
—Pero lo peor no era eso, no; lo peor fue cuando, por medio de un
libro que habla de la vida del planeta, me enteré de la verdad. Los
phartianos tienen un… no se qué, otro ser dentro de ellos que aparece
cuando encuentran a su compañera, las toman ambos, compartiéndola,
conviven con ella por siempre, su lazo es indestructible y encima son
ellos los que regulan el tema de los embarazos. Una vez al año entran
en una especie de vorágine salvaje y durante tres días se encierran, a
cal y canto, en sus casas para dedicarse al sexo con la finalidad de
procrear, las obligan a mantener relaciones sexuales con los dos para
asegurarse el futuro de su raza. Y si con eso no es suficiente, las fuerzan
a una especie de ceremonia donde, a base de ciertos rituales como
mezclar sangre, saliva, algo realmente asqueroso y escandaloso, las
enlazan aún más a ellos, haciendo imposible que puedan separarse. Las
condenan a una muerte segura si se separan de ellos.

199
La mujer se volvió y clavó los ojos en las mujeres “obligadas y
dominadas” y después miró, de nuevo, a los delegados de la Alianza.
—¿Y eso no es manipularlas?
Puesto así, ellos eran unos calaam salidos, empalmados todo el
tiempo, capaces de seguir a su compañera con el pene en alto y por
partida doble y dispuestos a montarlas hora si y hora también y que
durante tres días se desgastaban las pelotas intentando preñar a sus
mujeres y que encima las “ligaban” más a ellos con, vete tú a saber que
extraños “rituales”, con semejante perspectiva hasta él mismo sacaría
del maldito planeta, a cajas destempladas, a sus mujeres. ¿Qué cojones
había leído aquel pedazo de loca?
Encajó los dientes y miró a sus compañeros, todos estaban serios,
tensos y humillados, aquello no era verdad, bueno, sí, algo había, pero
no era así. Candy se había olvidado unas cuantas cosas en el tintero.
Como que ellos respetaban, amaban y protegían a sus compañeras, que
nada ni nadie era más importante para ellos y que sí, vale, ellas estaban
ligadas a ellos para toda la vida, pero estaban en igualdad de
condiciones, aquello funcionaba en las dos direcciones.
Si uno tenía que decidirse por el resultado de toda aquello mirando
las caras de los miembros de la Alianza no pintaba bien. Estaban serios.
Claro que tampoco el tema era para reírse, pero no, no pintaba bien. Y
viendo el panorama allí se podía liar una muy gorda, porque lo que
estaba clarísimo es que ellos no iban a renunciar a sus mujeres, aunque
tuvieran que pelear, abandonar la Alianza y atrincherarse en Phartian
de por vida.
¿Mal? No, peor. Aquello se veía mal y se olía peor, ¿o no?
En ese mismo instante el que se levantó, dispuesto a hablar, fue el
condenado valcary. El mismo que había puesto a Kelyne caliente. El
mismo que se pavoneó hasta el centro de la sala, luciendo bíceps y
presumiendo de ellos, sacando pectorales y echando una sonrisita
pícara a las mujeres e incluyendo un guiño de ojo hacia ellas, lo que
provocó un coro de gruñidos de parte de todos los phartianos. El tío
tenía que tener un par de pelotas del tamaño de la piedra madre, porque
jugarse el tipo así era o ser muy tonto o tenerlos bien puestos y el tipo,
había que reconocerlo, lo de tonto no lo aparentaba, lo otro ni lo sabía,
ni quería saberlo.

200
Pero, con semejante sonrisita y guiño, ¿qué quería conseguir? ¿Qué
iría a decir aquel presuntuoso saturado de músculos y colmado de
engreimiento? ¡Mierda! Se tuvo que morder los lados de la boca, clavar
los colmillos en el labio y apretar los puños... el idiota aquel se estaba
ganando ver su aparato digestivo desde fuera y espachurrado en medio
de la sala.
“—Este tío es idiota, en serio, que conste que se nota un huevo y parte
del otro que todos esos músculos son a base chupar hasta el acero de las
espadas. Si quieres mi opinión…”
“—Tu opinión, Mohn, estimula las glándulas sudoríparas de mi
miembro viril, ¿te enteras, tío?”
“—Vamos, que te la suda, ¿no? Pues podrías escucharme alguna
maldita vez, que sepas que me siento ignorado y en estos momentos,
guapito, con todo lo que se nos viene encima estoy muy necesitado de
cariño, de comprensión, ¿unos mimitos?”
“—¿Quieres cerrar la puta boca?”
“—Pues no, va a ser que no hay mimitos. En serio, Celik, eres un borde.
No me escuchas, no me haces caso, me siento utilizado e ignorado. Que
sepas que si no cambias tu actitud, esta relación no va a ir a ningún lado”
Resopló mentalmente, Mohn o tenía el día tonto, más de lo normal, o
estaba intentando aligerar el momento. Algo que, a pesar de la tensión,
era de agradecer.

*****

Lo de Donovan Curtis la había cabreado.


Lo de Jason… ¡uf! Lo de ese tipo no tenía nombre, bueno sí, lo tenía y
en mayúsculas; era un pedazo de cabrón, una mierda seca, un
asqueroso cerdo manipulador y si dieran premios a la mejor
interpretación no solo estaría nominado, es que arrasaría, se llevaría
hasta los premios del resto de participantes y los de consolación. Ahora
entendía a Tracy, no sabía ni como se había contenido, ella hubiera ido

201
hasta él, le hubiera cortado las orejas y se hubiera hecho un abanico
con ellas.
Pero lo que la había terminado de alterar era la interpretación libre e
independiente que había hecho Candy de lo leído. No quería ni
imaginarse que hubiera sacado en claro si leyera los artículos de la
Constitución del Consejo, hubiera terminado poniendo la vacuna de
control de natalidad entre alimentos prohibidos y desaconsejada a
varones mayores de cuarenta años.
Durante el tiempo que duró la “interpretación” de la psicóloga, había
notado la tensión en los phartianos. Había llegado hasta ella el dolor de
su compañero, la tensión... hasta la vergüenza, quiso acercarse a él,
acariciarlo, decirle que ella no se sentía dominada, obligada, todo lo
contrario. Era insultante para ellos, pero mucho más para ellas.
Estaban dejándolas como idiotas, como mujeres sin voluntad,
incapaces de decidir o resistirse a un abuso. ¿Y los phartianos eran los
“animales”, insensibles y dominantes? ¡Anda y que les hicieran una
limpieza dental con un martillo neumático!
Terminada la ronda de escuchar a los desprovistos de cerebro y
carentes de inteligencia de los habitantes de la Tierra, el que se acercó
a hablar fue el valcary.
Había que reconocer que era un bombón, tenía un cuerpo de infarto
y encima lo remarcaba con la ropa que llevaba, una especie de pantalón
de piel en color chocolate con camiseta a juego y más ceñida al cuerpo
que un chicle a la suela del zapato. Mirarlo a la cara era casi imposible
sin tomar antes alguna pastilla para el mareo y si tenías la santísima
audacia de mirarlo a los ojos, mejor atarse con una cuerda y añadir
unos treinta nudos marineros por seguridad y tranquilidad en las
piernas porque las muy jodidas no te aguantaban el peso y terminabas
imprimiendo el suelo con todo el físico. Y tuvo la osadía de sonreírles y
guiñarle un ojo, lo que le valió toda una sinfonía de gruñidos por parte
de los phartianos, ¡que huevos los suyos! Aunque se estaba jugando que
se los cortaran al nivel del esternón.
¡Ah, que voz! No era justo, con ese tono era capaz de convencer hasta
a un piojo para mudarse a vivir en la “azotea” de un calvo.
—Sé que están esperando que hable sobre las piedras y el
descubrimiento que se ha hecho, pero no soy yo el que debe hacerlo,
eso le corresponde a la persona que lo ha hecho posible. Así que dejaré

202
que Kelyne, la geóloga de la Tierra y compañera de Celik-Mohn, de
Phartian, les explique que ha sido desvelado.
¡Hala! Todos descolocados, si que los tenía bien puestos, sí.
—Tampoco pienso hablar de lo que la Tierra considera un engaño.
Todos y cada uno de los que estamos aquí hemos hecho tratos por las
piedras Airean. Fuimos advertidos de sus peculiaridades y de lo que
ocurría con ellas al salir de su planeta. Así que creo que es más que
evidente quien dice la verdad aquí sobre ese tema.
Entonces, ¿de qué coño pensaba hablar? Tal vez ¿de las fases de la
luna o del “fascinante” mundo de los mosquitos disecados?
—¿De qué pienso hablar?
Eso, que lo diga que los tenía a todos despistados, sobre todo a ella,
vete tú a saber por dónde iba a salir el machoman aquel. Esos
pensamientos le valieron un gruñido de su compañero, mira que era
celosillo.
—Está claro. Cada planeta tiene su forma de vida. Cada raza sus
peculiaridades y hasta ahora jamás habían sido cuestionadas. ¿Acaso
nosotros le hemos exigido a la Tierra que nos aclare por qué obligan a
sus mujeres a emparejarse con un hombre cuando muere su
compañero? ¿O por qué las obligan a abortar? No, porque a pesar de
que no estemos de acuerdo y sin una denuncia clara de sus mujeres,
no podemos intervenir, ¿cierto?
Miró a la delegación de la Tierra, si seguían apretando las mandíbulas
se les saltaría algún diente y terminarían dejando tuerto a cualquiera.
Pero el valcary todavía no había terminado.
—Cada raza es diferente, pero no por eso mejor o peor. Hay hembras
de mi especie emparejadas con phartianos y sabéis que nuestras
mujeres no se dejan avasallar, no, antes les cortarían las pelotas a su
compañero. Son hembras felices, muy felices, igual que las mujeres de
la Tierra y trabajando, codo con codo, con Kelyne, he descubierto que
es una mujer fuerte, inteligente, no se dejaría dominar, eso lo puedo
asegurar. Además, he visto como la trata, la cuida y la mira su
compañero.
Al final se iba a ganar un beso en todos los morros… no, mejor no,
porque su compañero acababa de gruñir como si tuviera las pelotas
pilladas en un cepo.

203
—No creo que debamos ni estemos en posición de discutir las
relaciones entre compañeros y sus peculiaridades aquí. Porque, ¿a
quién puede importarle lo que son capaces de hacer, por ejemplo, los
meesos, con sus protuberancias?
A ella, ahora mismo a ella y no es que fuese una cotilla, no, es que
¡coño, ya! Lo que se empieza se debe terminar. Era asqueroso dejar a
las personas con la miel en los labios. ¿Qué narices hacían con esos
bultitos? ¿¡Qué!? Miró al meeso en cuestión y tenía sonrojadas hasta las
jodidas protuberancias, mmm, la de ideas que le estaban viniendo a la
cabeza.
Después de semejante discurso se notaba algo tenso el ambiente, tal
vez, como había dicho el valcary, el que más o el que menos tenía unos
cuantos secretillos y algunas peculiaridades que no querían que fuesen
desveladas; aunque ella, ahora mismo o unos días después tampoco era
necesario agobiarse, estaría encantada de descubrirlas todas. Volvió la
vista a su compañero cuando este volvió a gruñir. Si es que era
monísimo el condenado.

204
CAPÍTULO 29

Si no hubiera sido porque había hablado en beneficio de Phartian,


hubiera saltado hacia él y le hubiera metido por el culo el maldito
piercing que le atravesaba el tabique nasal, sin quitárselo siquiera, nariz
y todo. Menudo idiota de músculos sin cerebro. Exhibiéndose ante sus
compañeras y ella, ella lo miraba igual de embobada que las otras y con
una sonrisa que era de él, para él y solo para él.
“—Lo mismo si te das unos golpes en el pecho, gruñes, levantas la
pierna y meas a su alrededor la enamoras de un golpe… de asco o el que
te vas a llevar por esa actitud machista y prepotente”
“—¿Y quién era el que, hace un minuto, exigía que le ataran, al
imbécil, una cuerda a los colmillos y el otro extremo a un Phardook?”
Su oiyu resopló con fuerza.
“—Un pequeño lapsus. Pero conociendo a nuestra compañera, si
hacemos algo así, un extremo de la cuerda, efectivamente, estará atado
al Phardook, pero el que me preocupaba es el otro, ese seguro que nos lo
ataba a las pelotas. Y oye, como resulta que mis cabezones azules aún
no han “dado en el blanco” me gustaría comprobar si son putos rayos
láser o una mierda de munición de fogueo. Sensible que es uno.”
Clavó la mirada en el centro de la sala. Después de que el valcary se
hubiera vuelto a su sillón el que ocupó su sitio fue Arnoox. Había que

205
reconocerle que a pesar de la tensión del momento sabía disimular su
enfado y sus ganas de liarse a tortas con la delegación de la Tierra.
“—El tío es un chulo, pero tiene la entrepierna bien ubicada, eso es
cierto y hasta algunas veces es majo y todo. Además, tiene un no sé qué
y un vete tú a saber que me tiene indeciso entre, o soltarle una patada en
sus “primas esféricas” o un abrazo… a distancia”
“—Mohn, te agradecería que te mantuvieras callado, porque si no, las
que van a recibir la patada serán tus “primitas dispensadoras de
cabezudos azules”.
Su oiyu, por una vez y seguro de que sin que sirviera de precedente,
se quedó callado.
Arnoox habló de forma tranquila, pausada, explicando, la verdad es
que solo le faltaron gráficos y hologramas, la originalidad de las piedras,
pero a lo que no quiso contestar fue al tema de los emparejamientos,
echando mano de la quinta enmienda, párrafo… ¡que porras! Echó
mano del discurso de valcary con toda la jeta y todo el morro, dejó claro
que él hablaría de las mujeres y los oiyus cuando la Tierra encontrara
agua en medio del desierto o peces en el fondo de un volcán y se largó
el tío tan tranquilo dejando tras de sí por un lado, las sonrisas irónicas
de la Alianza, soldados y demás y por el otro, una colección de ceños,
algunos con más de siete u ocho arrugas, por parte de los terrícolas.
Después de Arnoox el que debería hablar era Kurt-Aiman, pero su
compañera pasó junto a él, frotando su pequeña barriga contra su
compañero y se instaló en medio de la sala, lo que le valió un gruñido…
no, seamos sinceros, aquello era todo un rugido, del hombre y unas
cuantas cejas alzadas del resto del personal.
—Soy Tracy, compañera de Kurt-Aiman, phartiano. Soy de la Tierra,
participé en el primer intercambio… de forma obligatoria. Fui
amenazada, junto a mis compañeras, de que o aceptaba o se me
doblaría mi castigo en la cárcel.
Los representantes de la Alianza se miraron unos a otros mientras
que los de la Tierra soltaron gritos indignados. La voz de Jason se oyó
alta y clara.
—Como se nota que estás siendo manipulada, hija.
¡Uf! Más que la tragedia lo que se empezó a mascar allí fue el
despachurramiento de órganos blandos y sensibles a la presión.

206
—Tú tienes de padre lo que yo de huevo de gallina. Y si hay alguna
mente manipulada es la de mi madre, de la cual has abusado y
maltratado y ni siquiera voy a tratar de explicar lo que me hiciste a mí.
Pero oye, si mi madre y tú sois felices en vuestra burbuja de color
naranja con tintes de deposiciones de vaca, yo me alegro.
Mientras todo el mundo murmuraba, Tracy se miraba las uñas como
si aquello no fuese con ella. Cuando todo se calmó decidió seguir
hablando.
—¿Puedo continuar?
El presidente de la mesa asintió con una sonrisita en los labios.
—En fin, no voy a aburrirles con toda la basura de la Tierra, que la
hay y no en los vertederos precisamente. Solo voy a decir que si alguien
pretende faltar al trato, es la Tierra. Phartian nos recibió con los brazos
abiertos, cierto que son un poquito… digamos, machistas — ¡joder, con
Tracy!, bufó, junto a sus compañeros, ante las palabras de ella, si seguía
por ese lado iban a perder todo lo que el valcary y el phartok habían
ganado— pero hay que reconocerles que están haciendo un gran
esfuerzo enorme.
Se volvió y le guiñó un ojo a su compañero. Durante unos cinco
minutos más explicó todo lo que habían “conseguido”, los cambios
logrados, las puertas que se les habían abierto. Para terminar su alegato
con un:
—¡Ah! antes de irme, sobre el temita este del sexo y los compañeros.
Se escuchó… el silencio, la nada de la nada durante los cinco
segundos de pausa que hizo.
—Pues que si las mujeres supieran cual es el verdadero tesoro de
Phartian habría lista de espera y no, no nos manipulan, pero nos hacen
disfrutar como locas al mismo tiempo que nos hacen vivir y sentir el
verdadero amor. ¿Alguna pregunta?
—¡Te has vuelto una zorra!
Tracy se volvió hacia su “padre”.
—Hace un año lo detuve, hoy no —se giró hacia Kurt que en ese
instante llegaba hasta ella—. Mi amor, que conste que puedo hacerlo
yo, pero dado que las leyes de mi planeta, Phartian, prohíbe de forma

207
expresa luchar a las mujeres, te cedo los honores. ¡Pártele los morros y
pisotéale las entrañas!
Kurt la besó en los labios.
—Será un placer, pequeña.
En dos pasos estuvo ante Jason, lo cogió de la especie de camisa que
llevaba y estrelló su puño en la boca, algo salió rodando, al parecer solo
era un diente, podía haber sido peor, podía haber perdido la dentadura
al completo.
El representante de la Tierra dio un grito y se separó de ellos, se acercó
a la enorme mesa y le exigió al krestya que parara aquello, que era un
ultraje al honor o algo así, un atentado al principio de no sé quién y un
ataque a no se qué integridad o alguna prima suya, la verdad es que
seguir los comentarios del hombre con tanto aullido era imposible.
El presidente de la mesa tocó una especie de timbre que hizo rechinar
los dientes de todos, el silencio ganó por goleada, salvo por los ruidos
de la pelea, bueno, pelea no, era una paliza en toda regla, el tal Jason
solo tenía tiempo, entre mamporro, patada, hostia y puñetazo, a escupir
sangre, protegerse las pelotas e intentar rescatar algún diente. Y todo
eso jaleado por Tracy, tenía motivos, cierto. En la puta vida iba a hacer
algo él para cabrear a esa mujer.
—¡Dale! ¡Joder, Kurt! El otro ojo aún no está morado, todavía le
quedan dientes y te recuerdo que tiene dos orejas, puede vivir sin una.
Su compañera y Evelyn fueron a por ella y en cuanto sintió los brazos
a su alrededor, se derrumbó, empezó a llorar y Kurt paró toda la pelea
para tomar a su mujer en brazos y sacarla de la sala.
Arnoox intentó explicar por qué habían actuado así Kurt y Tracy, el
delegado de la Tierra exigía la vuelta de las mujeres y Jason seguía
despatarrado en el suelo, respirando con agitación e intentando
recuperar algún diente más antes de que nadie lo aplastara.
La Alianza quitó importancia al asunto. Habían insultado a la
compañera de Kurt, era justo que este la defendiera, fin de la discusión,
pero cuando el tal Donovan volvió a insistir, el krestya se pasó la sutileza
por el forro de la túnica.
—He dicho que fin de la discusión. ¿Lo captas ahora?

208
El hombre agachó la cabeza y volvió a su sitio. El presidente de la
mesa miró a su alrededor para, al final, detener la vista en Kelyne.
Su cuerpo tembló, estuvo a punto de cogerla en brazos y sacarla de
allí, era suya, su compañera, no iba a permitir que nadie la separa de
él, antes prefería morir. Perderla a ella equivalía a lo mismo, salvo que
sería una muerte lenta y muy dolorosa.

*****

El ambiente se había caldeado bastante. La delegación de la Tierra no


las tenía todas con ellos. Estaban perdiendo puntos y paciencia y eso
podía ser peligroso porque jugaban sucio y podían hacer mucho daño.
Cuando vio la reacción de todos los presentes a las palabras de Jason y
sobre todo, a la defensa que “pidió” Tracy a su compañero, respiró un
poco, pero solo un poco.
Pero ahora estaba nerviosa de nuevo y sentía, muy dentro de ella, la
frustración, la angustia de Celik. Esta conexión era una bendición y una
maldición a la vez, no quería sentirlo así, tan derrotado. Ella no lo iba a
abandonar. Nunca.
El krestya le hizo una señal para que se adelantara. Tomó aire, miró
a Celik, le hizo un guiño y dio los pasos que necesarios para llegar al
centro de la sala. Pues hala, allí estaba, tomando aire y dispuesta a
“decir la verdad, toda la verdad y…” ¡joder! Cuanto le había perjudicado
ver antiguas series de “televisión”, un aparato que fue la leche allá por
el siglo XX y casi todo el XXI y que ahora estaba en el museo de reliquias.
—Kelyne, nos gustaría que nos explicaras que es lo que has
descubierto sobre las piedras Airean.
Primero les contó los estudios que había hecho en la luna, luego, así,
como el que va por pescado y en vez de una sardina se lleva un salmón
pagando lo mismo, les dijo que el Consejo las había mandado a Phartian,
no solo a investigar las piedras y a comprobar el bienestar de las
mujeres, lo que en realidad querían era saber cada “oscuro secreto”, que
fíjate tú quien fue a desconfiar, como si ellos llevaran aureolas en la

209
cabeza y alas en la espalda, en fin, pues eso, que lo único que les
importaba era averiguar algo para perjudicarlos o chantajearlos. Y toda
su declaración estaba siendo acompañada de cejas alzadas, esto por
parte de la Alianza, ¿eso era malo o bueno? Porque los tipos no soltaban
ni una mueca. Miradas de ánimo, esto ya era por parte de su
compañero, el resto de phartianos y casi la totalidad del “aforo” y luego
ya estaba lo que venía siendo el fondo norte, que eran los integrantes de
la Tierra, que a cada palabra de ella la acompañaban de bufidos,
gruñidos, gritos indignados, palabras malsonantes y algún que otro,
“mentira”.
—Kelyne, ¿vas a contarnos lo que has descubierto o piensas seguir
hablando de tu vida y obra en capítulos?
¡Joder, que sosainas! No es que ella hablara tanto, ¡leñe! Pero quería
ser muy descriptiva, clara y concisa.
“—A otro perro con ese hueso, guapa, llevo toda mi vida a tu lado y lo
tuyo no es hablar, es que no dejas meter baza, tomas la palabra y ni
pidiéndote tiempo muerto cierras la boca.”
Pero que pedazo de borde que era su conciencia. Pues ¡ea! A soltarlo
todo de forma escueta… si podía.
—Ya, ya voy. Resumiendo, las piedras no hay pelotas a analizarlas,
imposible. Pero, en una de las conversaciones que tuve con mi
compañero, él me explicó que las primeras referencias que se tienen
sobre ellas hablan de una cantidad menor de piedras y de tamaño. Eso
me hizo pensar que era como si crecieran al igual que el planeta. Luego,
Celik me dijo que, coincidiendo con el virus, hace unos veinte años,
hubo una disminución de piedras, una especie de parón.
Todos la miraban intrigados y, como presidente de la mesa, fue el
krestya el que preguntó.
—¿A que fue debido? ¿Qué relación tenía?
Tomó aire con fuerza.
—La verdad es que en ese momento no lo relacioné, no sume dos más
dos y me dio cuatro, vamos que ni sumé ni se me pasó por la cabeza y
aunque lo hubiera hecho seguro que me hubiera dado quince, por decir
una cifra así a ojo, tal vez…
—¿Vas a darnos una clase de matemáticas?

210
Este, el día que repartieron la simpatía, se saltó la clase y la del día
siguiente por si se le pegaba algo.
—Estoy un poquito nerviosa y la verdad es que usted tampoco ayuda
mucho.
Varias risitas se escucharon de fondo, pero ella estaba dispuesta a
terminar antes de que aquel bruto le tocara, de nuevo, las narices.
—No volví a pensar en aquello hasta que la mya-nork, en la primera
visita a las cuevas, hizo un comentario que disparó mis alertas.
—¿Qué comentario hizo?
¡Ahora sí que estaba bien atento el idiota aquel!
—Dijo que era como si tuvieran vida.
—Pero, eso es imposible, ¿no?
—Que quiere que le diga, con todo lo que he visto y vivido en mi vida,
descubrir lo de mi compañero y tener, entre ceja y ceja, saber que
cojones hacen las protuberancias del meeso, me lo creo todo.
La carcajada fue general.
—En fin, hicimos todas y cada una de las pruebas posibles, utilizamos
toda la maquinaría a nuestro alcance, las mejores y más cualificadas y
empezamos a descubrir cosas asombrosas.
Todos y cada uno de los presentes estaban pendientes de lo que tenía
que decir.
—El agua de la laguna se mantiene a una temperatura constante de
treinta y ocho grados, intentamos subirla y bajarla de forma acelerada,
pero cuando variaba un par de grados, ¡pum! volvía de nuevo a su
temperatura. Entonces decidimos averiguar cuál era la profundidad a
la que estaba enterrada la piedra madre y eso sí que fue todo un desafío.
Tuvimos que cambiar varias veces la frecuencia en el sismógrafo y al
final descubrimos que llegaba al centro del planeta, al mismísimo
núcleo.
—¿En serio?
—Si, como se lo estoy contando, anonadados nos quedamos, igualito
que usted y toda la compañía, pero tranquilos todos que podrán verlo,

211
está todo documentado, pero como todos me han metido tanta prisa
pues voy soltando las cosas a marcha exprés.
Sintió el calor de su compañero, su apoyo y fue como si lo tuviera
pegado a ella, con una mano en su hombro y, con el pulgar,
acariciándole la clavícula, estuvo a punto de gemir de placer.
—Continúo. Con todo lo que teníamos, estábamos casi seguros
que…que la piedra tenía vida, pero lo terminamos de confirmar con un
ecógrafo. ¡Van a alucinar cuando lo vean! Toda la parte enterrada es
como un gran… cerebro y toda la parte exterior es una especie de, mmm,
corazón. Tiene ramificaciones que nacen en el pico más alto y llegan a
la parte más profunda de ella.
—¡Eso es imposible!
Se giró para mirar a Donovan que era el que había abierto la bocaza.
—Pues lo es. La piedra está viva.
—Pues habrá que estudiarla, analizarla, cortarla…
Lo miró sonriendo con ironía.
—Estoy disfrutando como un pato en un estanque, en serio. Todo lo
que tengo que decir ahora va a hacer que se haga pipí encima y que ni
se entere.
El hombre la miró como un búfalo a punto de embestir.
—La piedra morirá si se corta. Y no solo eso, si la piedra muere,
Phartian lo hará con ella. Airean es la verdadera madre del planeta, crece
con él, muere con él. Por eso, conforme se desarrollaba todo a su
alrededor, crecían ella y por consiguiente, la cantidad de hijas. Si en su
entorno todo prospera y hay felicidad, ella lo es, pero cuando hay una
catástrofe, ella lo sufre también, de ahí que, hace veinte años,
disminuyeran la cantidad y tamaño de las piedras.
—Como si nos importara una mierda Phartian, investigaremos esa
jodida roca.
Él solito se estaba cavando la tumba, así, a dos manos y sin pala ni
nada. Pero antes de que la Alianza se le echara encima decidió clavar la
puntilla hasta el mismo centro y luego retorcer un poquito, no era
venganza, era mala leche pura y dura.

212
—La verdad es que cuando pienso que son tontos, me sorprenden, se
superan y alcanzan un estatus que únicamente ustedes pueden
conseguir. En fin, que sí, que pueden destruir la piedra y el planeta,
pero déjeme decir algo que, tal vez, sólo tal vez, se debería considerar
antes de liarse a formar parte de la comunidad de los picapedreros.
Se paseó, con las manos en la espalda, por el centro de la sala, quería
darle más dramatismo y énfasis a la escena, pero cuando el krestya
gruño tres veces consecutivas supo que había apretado suficiente las
tuercas, se paró frente a la Alianza, pasando de Donovan y toda la
maldita representación de la Tierra.
—Creo que no se ha comprendido el concepto de “mamá”. Ella es la
única, repito, la única capaz de “crear” a las pequeñas, sus hijas, sí,
pero ellas no están capacitadas para, digamos, reproducirse.
Todos los integrantes de la mesa se inclinaron hacia ella, esperando
sus siguientes palabras.
—Con lo cual, si mami muere, muere Phartian y mueren todas y cada
una de sus hijas. Así que se acabaría el chollo, ya no habría más piedras
y por consiguiente, tampoco agua. ¿Van captando toda la magnitud del
descubrimiento? No hay piedras, no hay agua y dado que la gran
mayoría de los planetas andan escasos de ella no creo que se puedan
permitir el lujo de acabar con la principal fuente de abastecimiento,
¿no? No se puede destruir a la piedra madre, es vital y no, no se regenera
ni se puede plantar como un pino. ¿Y saben por qué? Porque si se corta,
se volatiliza. Ella es única.-Se volvió hacia la delegación de la Tierra.-Así
que, Donovan, por mucho que le joda, no puede tocar la piedra y punto
pelota ya, hombre, que no lo capta ni aunque le dé con un palo en la
cabeza.
—¡Estás mintiendo! Nos estás engañando a todos. Te han lavado el
puto cerebro, eres una traidora.
Miró a Donovan con fijeza y viendo lo que los demás veían, desprecio,
odio, egoísmo. Tomó aire y lo soltó despacio.
—¿Piensa que hubiera dicho lo que he dicho sin venir preparada,
documentada y respaldada por otros científicos? Ya respondo yo para
que no se le diluyan los sesos. ¡No! ¿Y sabe por qué? Porque mis
investigaciones no están hechas al azar, siempre me preparo bien antes
de hablar de los resultados. ¿Cree que le tocaría las pelotas sin haberme
puesto antes unos guantes? Y que conste que el acercarme a sus bolitas

213
solo sería para retorcérselas. Pues eso es lo mismo, idiota. Y ahora,
mientras ven, leen y se empapan de toda la información, me voy con mi
compañero y mis amigos a esperar el veredicto.
¡Dios, que a gusto se había quedado! Tal vez le había faltado lo de
retorcerle las bolas, pero es que se había olvidado los guantes, pero por
lo demás, punto para ella.
“—Lo has hecho de puta madre, nena, eres la mejor”
Hasta su conciencia, por una maldita vez, estaba totalmente rendida
a sus pies.

214
CAPÍTULO 30

¿Magnífica? ¿Insuperable? ¿Única? No tenía palabras para


describirla, su compañera era… maravillosa. Se sentía orgulloso de ella,
enamorado, totalmente loco y rendido a Kelyne.
Había conseguido dejar con la boca abierta a la Alianza, pero se había
superado al cargarse a la Tierra. Los había dejado con el culo al aire y
sin posibilidad de encontrar un maldito calzón para cubrírselo.
Cuando salieron de la sala, la abrazó con fuerza y la besó con ansias,
la devoró, paladeó su sabor, bebió de su boca y confraternizó con su
lengua, hasta que empezaron los silbidos y tuvo que separarse de ella.
Habían esperado, por unas tres horas, “el veredicto” de la Alianza.
Este fue claro, contundente.
La Tierra no tenía nada que reclamar. Las mujeres habían ido de
forma voluntaria y de la misma forma debían elegir si permanecer en
Phartian o regresar.
Tierra, cero, Phartian, uno.
El tema del emparejamiento quedó claro cuando todos y cada uno de
los delegados de la Alianza aseguró que nada ni nadie, salvo denuncia
de alguno de los implicados, tenía nada que decir de cómo, cuándo y de
qué forma se “acoplaba” una pareja. La verdad es que su compañera no
estaba muy de acuerdo con ese punto, se emperraba en saber, al menos,

215
que cojones pasaba con las protuberancias del meeso. Lo que le valió
una mirada altiva del individuo en cuestión y una buena ronda de
carcajadas.
Tierra, cero. Phartian, dos.
Revelada la importancia de las piedras y a pesar de las protestas de
la Tierra, se resolvió mantener siempre una pequeña flota de naves
protegiendo Phartian. Custodiar y defender la piedra era la máxima
prioridad.
Tierra, cero. Phartian, tres.
Después del éxito de la reunión solo les quedaba volver a casa. En
cuanto aterrizaron se dirigieron al Gumnarium. Allí, Arnoox, explicó al
Comisionado y todos los phartianos congregados, el resultado de la
entrevista. Evidentemente ninguna mujer accedió a irse, todas se
quedaban allí, con sus compañeros y con la nueva vida que estaban
viviendo.
Arnoox decretó dos días de asueto. Se merecían descansar y disfrutar,
celebrar el éxito, la importancia y el verdadero valor de las piedras y
sobre todo, la suerte de tener a mujeres tan maravillosas como ellas
como compañeras. Y más que nadie, él. Él que tenía a la mejor, a la
única capaz de darle vida, sueños, ilusiones.
Estaba deseando llegar a casa y decirle todo lo que sentía y esta vez
no iba a perder ni un solo minuto.
“—Y digo yo, ¿por qué no follamos antes y hablamos después? Es que
me ha puesto igual de duro que las jodidas piedras ver como se ha metido
bajo el brazo a todo el personal”
No, ni caso a su oiyu.
Cuando llegaron a la casa, Kelyne se volvió, le rodeó el cuello… más
bien se colgó de él y empezó a mordisqueárselo.
“—¡Joder, Celik! Solo un polvete, ¿pero tú estás viendo lo que está
haciendo con nosotros? Le damos un poco de cera al fusil y luego te
puedes pelar la lengua hablando, ¿vale?”
Ignorando en dos, uno… ¡ya!
“—¿Por qué no te vas a hacerle una visita guiada a la retaguardia de
un buwck? Qué manera de cortar el rollo. ¿Tiene que ser precisamente

216
ahora lo de hablar? Tampoco es que se vaya a ir. ¡Venga! Te lo voy a
poner más fácil, empujón, te quiero. Lamer, te amo. Mordisco, no puedo
vivir sin ti. Correrse, me muero… ¡fácil! ¿Lo ves? Solo hay que poner un
poquito de interés e imaginación, ¿vale?”
No, no iba a poner ni interés ni imaginación… ahora mismo, eso
después... ahora... ahora tenía que decirle todo lo que la hacía sentir.
Besó su cuello, lamiéndolo, llegando hasta el lóbulo y dándole un tierno
mordisco.
—Tenemos que hablar, Kelyne.
Ella se frotó contra él.
—Luego, ahora solo quiero tu boca entre mis piernas y tu lengua
follándome.
Tragó con fuerza y su polla se alzó con fiereza.
“—Dos contra uno, machote. Moción aprobada por mayoría… es un
asco ser tu oiyu, tío, de verdad. Venga, habla”
—Después, ahora tenemos que hablar, cariño mío.
Kelyne fue deslizando las palmas de las manos por su pecho y cuando
llegó a la cintura alzó la cabeza y lo miro con fijeza.
—¿Es imprescindible?
“—Eso, Celik, ¿es imprescindible? Que digo yo, ¿no podemos echar un
rapidito? Tú te relajas, que te veo muy tenso. Yo, a la espera de que me
reclame nuestra compañera, me desfogo un poco y ya de paso dejo de
darte la tabarra y ella se queda saciada y después, tú te trabajas el tema
de la declaración, porque perdona que te diga, guapito, que esto no te lo
has currado y la improvisación no es lo tuyo. Yo que sé ¿Qué te parecen
unas velas, una música, un ambiente romántico, me entiendes, no?”
Tomó aire, ¡joder! era cierto. Acarició la mejilla de su compañera.
—Kelyne, cielo, dame dos minutos y cierra los ojos, por favor.
“—¿Esto es un nuevo juego? Al final se te ha pegado algo de mí, el señor
de todos los orgasmos. ¿Qué, ahora no te quejarás de tenerme como oiyu,
verdad?”
Se acercó al panel de mandos y después de buscar unos segundos
encontró lo que buscaba. Proyectó en la habitación una imagen de las

217
cabañas de la laguna de Canneia, con una inmensa chimenea con un
fuego encendido y un enorme ventanal desde el que se contemplaba la
magnificencia de la laguna y su entorno, montañas y un pequeño
bosque.
“—¿En serio, Celik? De todo lo que te he dicho, ¿solo te has quedado
con lo último? De aquí en adelante empiezo las putas frases por el final.
¿Ves como no me escuchas?”
“—Mohn, ahora mismo estoy muy ocupado, ¿decías algo?”
“—Sí ¿Qué te parece esto?: ojalá te caigas de espaldas y se inserte en
el culo un maldito palo de acero con púas en la punta, ¡idiota!”
Sonrió ante las palabras de su oiyu. Se acercó hasta Kelyne, que
seguía con los ojos cerrados, la tomó de las manos y la llevó al centro
de la sala, tiró varios almohadones a la alfombra y la ayudó a sentarse,
acomodándose frente a ella y cruzando las piernas con su compañera.
—Abre los ojos, cariño.
Ella los abrió y parpadeó asombrada.
—¡Wow! Esto es precioso, ¿dónde se supone que estamos?
Le tomó las manos con las suyas y entrelazó los dedos.
—En una cabaña de la laguna de Canneia.
—Sí, leí sobre ella, ¿no es ahí donde las parejas formalizan su unión?
Asintió con la cabeza.
—Voy a pedir que nos preparen una lo más pronto posible. Pero ahora
quiero decirte algo, Kelyne.
Ella apretó sus dedos con fuerza.
—¿Qué, Celik?
—Desde que te vi por primera vez todo ha sido muy rápido.
—Ya, claro, todo eso del aroma.
Empezó a negar con la cabeza.
—No, no fue solo eso. Nada más verte me hipnotizaste, una primera
mirada y llegaste muy dentro de mí. Sin sentir tu aroma, ya me
enamoraste, me hiciste tuyo y me excitaste.

218
Ella empezó a sonreír.
—Créeme, me di cuenta, esos monos no dejan mucho a la
imaginación.
Se sonrojó, no pudo evitarlo.
—Fue como si atraparas toda la luz y supe que eras la mujer que
había estado esperando toda mi vida. Todo empezó a encajar y cuando
sentí tu aroma y supe que eras mi compañera, mía para siempre, me
volví loco.
—Sobre todo por el tema… mmm, tetas, ¿no?
¡Mierda! Sonrojo sobre sonrojo.
—Me gustaría que te vieras con mis ojos, Kelyne. Cuando te miro no
solo veo tu hermosura, ni tu sonrisa, ni… bueno, ese par de… tetas, que
me vuelven loco, cierto. Veo a una mujer fuerte, decidida, valiente,
única. Sé que podrías perderme y seguir adelante.
Ella apretó con más fuerza sus dedos.
—No digas eso, Celik. No te imaginas siquiera todo lo que siento por
ti. No vuelvas a repetirlo, por favor. Yo…yo te quiero, estoy enamorada
de ti, hasta amo al chulo ese de oiyu que tienes.
Mohn gruñó.
—Yo también te amo, por eso te pido que me entiendas, que te mires
en mis ojos y que comprendas que eres más de lo que esperaba. Te
necesito en todo momento. Cuanto estoy separado de ti no puedo pensar
en nada más que volver a tenerte en mis brazos, en besarte, en hacerte
el amor. Y si pienso que puedo perderte, me vuelvo loco porque sé que
no viviría sin ti. No podría ni querría.
Las lágrimas se agolparon en los ojos de ella.
—Yo tampoco podría. Nunca pensé en amar así, cariño. Me haces
falta, me completas, a tu lado, la vida, se ve y se siente diferente, mejor,
llena de esperanza, de ilusión.
Le soltó las manos y la atrajo a su regazo, abrazándola con fuerza.
—Te amo tanto, Kelyne, que me duele respirar, las palabras se atoran
en mi garganta y apenas puedo decirte todo lo que me haces sentir y es
tanto y tan fuerte.

219
Ella se movió sobre su regazo, notando su gruesa y dura erección.
—Creo que lo estoy sintiendo.
Sonrió con la boca pegada a su cuello, la tomó de la barbilla, le alzó
la cabeza, la miró con pasión y con todo el amor que tenía, única y
exclusivamente, guardado para ella.
—Ahora mírame fijamente y dime si no ves todo lo que te amo. Dentro
de mí hay un corazón que late por ti, con dos cuerpos dispuestos a
amarte, a hacerte feliz. Dos hombres que te pertenecen por completo y
que están locos por ti, ansiosos. Dos hombres que, si te perdieran,
tendrían un corazón muerto, cuatro ojos para llorarte y cuatro brazos
vacíos de ti.
“—¡La madre que te parió!. Pues no que el muy idiota este está
haciéndome llorar. ¡Mierda de poesía, tío! Esto no se me hace.”
—Reclama a Mohn, mi amor y deja que te amemos, deja que te
demostremos porque estaríamos dispuestos a luchar contra todos por
tener el privilegio de tenerte, de besar tus labios y de acariciar tu cuerpo.
Deja que te poseamos y que a cambio te entreguemos todo lo que somos
y hemos guardado para ti.
—Mohn, maldito señor de los orgasmos, ¿piensas aparecer y dejar que
os reclame como míos?
—Mi amor, solo tenías que pedirlo. Yo seré el maldito señor de los
orgasmos, cariño, pero tú eres la dueña de nuestro corazón y nuestras
vidas.
Ella le guiñó un ojo.
—Añade a eso, campeón, “dueña de vuestros cuerpos y única
proveedora de vuestros orgasmos” y sellamos el acuerdo.
Su oiyu se sentó detrás de ella, fijó su boca a su cuello y empezó a
chupárselo. Él pegó su boca a su mejilla y fue bajando, con suavidad,
hasta sus labios.
—Eso no hay ni que decirlo, mi vida. Todos han sido y serán tuyos.
Hasta nuestro último aliento te pertenecerá. Todo lo que somos es tuyo,
por siempre.

220
—Os quiero, a los dos, amo tu timidez y su desvergüenza. Amo tu
ternura y su locura. Amo a mis phartianos con todo lo que soy y con
todo lo que tengo.
Mohn le dio un pequeño mordisco en el cuello antes de contestar.
—Y nosotros te amamos, Kelyne. Tienes al chulo este rendido a tus
pies, cariño.
Él la besó con pasión, entregándose en ese beso, dando todo lo que
era y agradeciendo tenerla a su lado.
Siempre había sentido que su vida no tenía sentido, que estaba vacía,
fría, hasta que ella llegó. Desde ese momento supo que había
encontrado el motivo para vivir, el calor que le faltaba.
Mohn le había acompañado cerca de su piel, muy cerca, tal vez
buscando ansioso a su compañera, deseando mostrarse a ella, llegar
con más facilidad y entregarse.
No sabía que le deparaba el futuro, pero de algo sí que estaba seguro,
que su futuro tenía un nombre y ese era el de su compañera.

FIN

221
EPÍLOGO

Seis años, tres meses, dos semanas, cinco días y unas doce horas
después.

“¡Maldita sea, Kelyne, muévete más rápido, coño!”, —se azuzó


mentalmente.
Pero por muy rápido que anduviera no había manera de alcanzar a
Tracy. Ella quería ser la primera en entrar al despacho y soltarle cuatro
palabras bien dichas al idiota aquel, pero lo único que alcanzó a ver es
a su amiga abrir la puerta del despacho del phartok y estrellarla con
violencia contra la pared haciendo que los dos hombres que había en la
habitación levantaran las cabezas sobresaltados.
—¡Eres un cabrón, Arnoox, pero con todas las letras!
El susodicho y su acompañante, Kurt-Aiman, abrieron la boca
haciendo una “O” gigante con ellas y mirando asombrados a Tracy.
Bramó cabreada cuando no pudo dar un paso dentro del despacho.

222
—¡Joder, maldita sea! Pues no que me he quedado atrancada. —clavó
los ojos en los dos guerreros que estaban apostados a cada lado de la
puerta y que la miraban… intentando contener una carcajada— ¡Dejad
de mirarme como dos inútiles pasmarotes y abrid la otra hoja de la
puerta, coño!
Todos se volvieron a observarla mientras que ella miraba ceñuda a los
hombres al lado de la puerta que se afanaban por “desatrancarla”. Tracy
hizo una mueca de disculpa.
—¿Y tú no puedes ir un poquito más despacio? Te recuerdo que
parezco una maldita nave espacial de costado.
Los dos guerreros al lado de la puerta habían conseguido abrirla y ella
entró en el despacho.
—¿Alguno piensa ayudarme a sentarme?
Tracy se acercó y la ayudó a… derrumbarse en el enorme sofá que
pareció encogerse en cuanto ella se sentó. Miró enfurruñada al phartok
y repitió, de forma casi idéntica, las palabras que había dicho su amiga
Tracy.
—¡Eres un cabrón, Arnoox, con todas las letras, con mayúsculas y
con tilde en la o!
El hombre miró a Kurt y después a ellas. En ese momento entraron,
apelotonadas unas a otras, Dreena, Evelyn, Coimx y Misrte, ¡ya estaba
allí, al completo, la sección femenina del Comisionado!
Misrte entró gritando a viva voz.
—¡Eres un maldito cab…!
—Sí, lo sé, me lo acaban de decir, por dos veces para ser más exactos.
Dreena se acercó a la mesa, se inclinó y lo miró muy seria.
—Anoche no me dijiste nada, escudándote en que no era justo
decirme qué votarías. Eres un cobarde.
—¡Dreena!
Antes de que nadie pudiera contestar, ella se hizo cargo de la
situación.
—Estoy con tu compañera. Eres un cobarde, tú y los otros seis
miembros del Comisionado. ¡Vamos a votar, vamos a votar! —aquello

223
intentaba sonar como una parodia de la voz del hombre— Malditos
imbéciles, los siete habéis votado en contra.
Arnoox arrugó la frente.
—¿De verdad esperabais que votáramos a favor?
Soltó un bufido.
—Macho, tienes un morro que te lo pisas y más cara que un dado.
¿Aun tienes las santas pelotas de preguntarlo? Sí, claro que
pensábamos que ibais a votar a favor.
Tracy dio un paso adelante y apoyó las manos en la mesa, junto a las
de Dreena.
—Si no pensáis dejarnos formar parte del ejército, ¿para qué cojones
nos dejáis entrenar?
Kurt se acercó, despacio, a su compañera, como temiendo alguna
“reacción violenta” por parte de su mujer y ella, conociéndola como la
conocía, apostaría que el hombre no se iba a ir de rositas.
—Pequeña, tienes que entender…
No logró terminar la frase, algo que ella ya se estaba viendo venir.
—Tú mantén la boca cerrada, cerdo troglodita. A ver cómo le explicas
luego a Meenhia y Driaera que su papá votó que no. Tus hijas están
como locas por ser Guardianas de las piedras, idiota.
A partir de ese momento la cosa se complicó, puyas por un lado,
recriminaciones por otro, miradas asesinas a discreción y algún que otro
¡que os jodan! Sí, un buen inventario de la discusión que se estaba
manteniendo ahora mismo.
Sonrió interiormente, en el fondo se esperaba el voto negativo. En
todos estos años los phartianos había accedido a todo, cierto que no les
quedó otra a los pobres, su insistencia había sido machacona,
constante, una tortura.
Unos tres años atrás se disolvió el Comisionado y se formó uno nuevo.
Por primera vez en la historia de Phartian, seis mujeres se presentaron
para acceder a él y para su sorpresa, el pueblo votó en mayoría, casi
absoluta, apoyándolas. Las mujeres habían sustituido a los integrantes
más ancianos.

224
El camino había sido largo y algunas veces, complicado, pero ahora,
las mujeres gozaban de los mismos derechos que ellos, sin
restricciones… salvo el temita de marras: no había manera de
convencerlos de que las dejaran formar parte de los guerreros y
guardianes. En eso se mantenían firmes y mira que ellas estaban ahí,
día sí, día también y hasta alguna que otra noche, dando el tostón.
Arnoox dio una fuerte palmada en la mesa.
—¡Ya está bien! La votación ya ha terminado y, por mucho que os
moleste, ha salido negativa.
Miró, alzando una ceja, al phartok.
—Mientras vosotros seáis seis más uno, seréis mayoría y seguiréis
votando en contra.
Él alzó los ojos al cielo y sonrió.
—¡Al fin lo habéis pillado!
—Entonces, ¿para qué cojones hemos votado?
—Porque vosotras pedisteis la votación y como estáis en vuestro
derecho, nuestro deber era aceptar, pero en ningún momento dijimos
que votaríamos que sí.
Intentó levantarse del sillón, pero dado su peso, masa, volumen y
tamaño, que recordaba al de una manada de elefantes, el maldito trasto
parecía haberla absorbido y sólo podía moverse de lado a lado
intentando que el armatoste aquel dejara de succionarle el culo y la
“escupiera” o por lo menos, dejara de actuar como ventosa. Evelyn se
giró y la miró.
—¿Necesitas ayuda, Kelyne?
—Si el chupóptero este suelta mis nalgas, no, pero como parece
haberse encariñado con ellas, necesito que me levéis como si fuera una
jodida ancla.
Misrte y Coimx la levantaron… con bastante esfuerzo por parte de
ellas. Se acercó, con ese paso característico que últimamente le
acompañaba, bamboleándose como una campana de lado a lado.
—¿Y puedes explicarnos por qué os negáis?
Arnoox suspiró con fuerza.

225
—Porque, os guste o no, nuestro deber es proteger a nuestras mujeres
y niños. Lo siento, sé que os suena… machista, pero ¡por todas las
malditas piedras, joder, está en nuestra naturaleza!
Evelyn se acercó hasta él, lo habían acorralado entre las seis.
—Entonces, señor protector, ¿para qué cojones nos dejáis entrenar?
El phartok volvió a suspirar.
—Queremos que sepáis defenderos, lo comprendemos y lo
respetamos. Pero no vamos a permitir que estéis en primera línea si hay
un ataque. No, lo sentimos pero por ahí sí que no pasamos. ¿Por qué no
podéis entenderlo?
Se giró y miró a su compañera.
—Tú deberías entenderlo mejor, amor, no puedo verte enfrentarte al
peligro, lo sabes. ¡Maldita sea! Si me he desmayado durante tus dos
partos porque no puedo verte sufrir. ¿Cómo mierda crees que me
sentiría viéndote luchar, cuerpo a cuerpo, contra hombres más grandes
que tú? No puedo. No podemos. Lo siento, en esto nos mantendremos
firmes.
Dreena acarició la mejilla de su compañero.
—Te entiendo, pero también sabes que vamos a seguir insistiendo,
¿verdad?
Él la besó en los labios con suavidad.
—Lo sé, ¡vaya si lo sé!
Una ronda de gritos los dejó paralizados.
—¡Kelyne! ¡Kelyne! ¡Como descubra quién ha sido el que ha alterado
a mi mujer de esta manera le cortaré las pelotas!
Suspiró y alzó, como momentos antes Arnoox, los ojos al cielo.
—¡Por Dios! El que faltaba.
Celik entró como un búfalo en el despacho, sus ojos brillaban, tenía
una mirada asesina en ellos pero cuando se cruzó con la suya cambió
totalmente, se volvió tierna, dulce.
—¿Qué te pasa, mi amor?

226
La abrazó con fuerza. Si es que era más mono. Un león a la hora de
protegerla y un suave osito cuando la tenía en sus brazos, salvo cuando
hacían el amor, entonces se volvía todo un tigre, él y el señor de todos
los malditos orgasmos.
—Estoy bien, cariño.
Las manos de Celik fueron a su vientre.
—¿Y las pequeñas?
Resopló con fuerza. Hacía cuatro años habían tenido un niño, Gyoenn
y siete meses atrás, cuando ellos tuvieron un nuevo celo, decidieron
aumentar la familia. La sorpresa vino después, ¡gemelas! El primer
embarazo doble en toda la historia de Phartian. Si es que al final iba a
ser verdad eso de que él era… “rarito”. Y si en el primer embarazo fue
protector, en este era un verdadero coñazo, no podía emitir ni un
pequeño gemido sin que él apareciera y se empeñara en tumbarla y
mimarla. Su conexión era especial; lo sentían todo, un simple cambio
de humor, un leve dolor, un frágil pensamiento, todo. Y la amaba,
bueno, la amaban, se sentía totalmente querida, mimada, feliz. Siempre
tenía una caricia, un beso para ella y siempre estaba preparado para
una buena dosis de sexo. Era inagotable, incansable, así que ella se
había vuelto una adicta a sus besos y a su cuerpo, ejem, cuerpos.
—¿Vais a dejar de haceros arrumacos? Os recuerdo que estáis en mi
despacho. Así que si todo está aclarado, ¿podríais dejarnos, por favor, a
Kurt y a mí para que revisemos las nuevas solicitudes de
emparejamiento?
Miró a Arnoox y le sonrió. Esa era otra, Phartian recibía, casi a diario,
peticiones de mujeres que querían viajar para buscar compañeros entre
ellos. La Tierra batía records, era la primera en el ranking de: “busco
marido phartiano y no aceptaré un no como respuesta”. Tal vez les habían
llegado las informaciones de lo especiales que eran sus hombres o tal
vez era por la importancia que tenía el planeta, pero el caso es que, como
siguieran así, pronto habría más mujeres terrícolas allí, que en la Tierra.
Iban a volverse para irse cuando se escuchó una sarta de juramentos
y gritos.
—¡Me cago en mi puta vida! Lo que no consiguió la madre lo va a hacer
la hija, eres un peligro, Neeris y vuelvo a repetírtelo: no, no pienso

227
entrenarte y no vas a acercarte nunca a una maldita arma ni aunque
sea un jodido tenedor, ¿entendido?
—Tito Benc, ha sido un acci… accidente, yo no quero hacerte pupa.
Por la puerta entró Brenck-Vayr con la pequeña Neeris en brazos, la
niña tenía el pelo negro, igual que el de Evelyn, su madre y los ojos azul
claro de Josk-Darc, el papá de la criatura, el mismo que los seguía muy
de cerca, sonriendo.
—No seas exagerado, Brenck, prácticamente ni te ha rozado, eres un
quejica.
La mujer se volvió y tomó a su hija de los brazos de Brenck y Josk, su
compañero, se acercó hasta ellas y las abrazó a las dos, Evelyn lo miró,
primero a él y después al enfurruñado phartiano.
—¿Qué ha pasado?
—¿Qué ha pasado? Pues qué va a pasar, que la niña ha salido a la
madre, es una puta arma de destrucción masiva de… mí, es como si me
tuviera en su centro de mira. ¡Joder! Me ha disparado en el culo.
Josk sonrió y lo miró con fijeza.
—La cura te la he hecho yo y debo decir que el que debería estar
protestando en este caso sería yo, que he tenido que ver tu asqueroso
culo. Brenck, deja de quejarte, la quemadura es leve, minúscula y lo
sabes.
Los ojos de Neeris se llenaron de lágrimas.
—Yo no quería hacer daño al tito Benc, mami, lo quero mucho —la
pequeña se volvió hacia Brenck— ¿me pedonas tito Benc?
El hombre soltó un taco y cogió en brazos, de nuevo, a la pequeña, le
dio un beso en la mejilla y le enjuagó las lágrimas.
—¡Maldita sea! Haces conmigo lo que quieres, pequeñina. Yo también
te quiero. Pero no vas a tocar un arma… nunca, jamás. Está
terminantemente prohibido.
Neeris acarició la mejilla de Brenck y soltó una pequeña risita.
—¿Ni la espada de madera que me regaló el tito Celik? Esa no hace
pupa, tito Benc.
—Estoy perdido. Mutilado. Muerto.

228
Se volvió hacia Evelyn.
—Ni una palabra, ¿entendido? Pero eso sí, si vuelves a parir, por
compasión, ten otro Soiren. Niños, solo niños, con una de estas ya tengo
suficiente.
Y salió por la puerta con la pequeña abrazada a su cuello, que guiñó
un ojo a todos y soltó un:
—Lo tengo co…cogido por…por las bolitas ¿verdad que sí, mami?
—¡Lo que me faltaba por oír! ¡Joder, Evelyn! Haz el favor de cuidar lo
que sale de tu boca delante de tus hijos
La carcajada fue general.
Sintió las manos de Celik acariciando su vientre, las niñas parecían
conocer su tacto, porque en cuanto lo sentían daban pequeñas
pataditas.
—Vamos a casa, mi amor, necesitas descansar.
Puso los ojos en blanco.
—¡Por Dios, Celik! Hace apenas cuatro horas que me he levantado de
la cama, ¿crees que quiero estar de nuevo tumbada?
Acercó la boca a su cuello y empezó a darle pequeños besos. ¡Joder!
estaba perdida, sus pezones se endurecieron en cuanto él le dio el
primer beso y el calor se concentró en su vagina.
—Te prepararemos un baño y te daremos un masaje, lo necesitas, solo
hay que ver lo atentamente que me están saludando esas dos.
Bufó, un bufido muy poco elegante.
—Por si no te entusiasmaban bastante, ahora que tienen el tamaño
de dos globos sonda no puedes quitarles las zarpas de encima. A veces,
cielo, creo que solo estás interesado en mi por “ellas”.
Celik la abrazó con fuerza.
—A veces, cariño mío, tengo dudas de que realmente te mires en mis
ojos.
Sonrió. ¿Mirarse? Siempre. Y lo que veía la volvía loca, no había amor
más profundo e intenso. Celik y Mohn vivían por y para ella. Con
palabras, con hechos, con su vida y su cuerpo se lo demostraban a

229
diario, porque su amor era generoso y todos y cada uno de los días que
habían compartido juntos no le faltó ni un te quiero, ni un te amo ni un
te deseo.
Abrazados abandonaron el despacho del phartok y fueron superados
por una Misrte que salió murmurando:
—¡Por todas las piedras Airean!, por lo menos podríais buscaros una
maldita cama
Se volvió y vio a Arnoox, Kurt y Josk abrazando y besando, de forma
apasionada, a sus compañeras. Sonrió feliz.
Todo había empezado con un intercambio, algunas fueron obligadas
a venir, otras vinieron de forma voluntaria y otras, como ella, a
investigar. Pero todas y cada una de ellas habían encontrado, no solo
un sitio mejor donde vivir, también un hogar y el amor, un amor al
cuadrado.

230
GLOSARIO

Airean: Son unas piedras que se extraen del fondo de una


grandes cuevas custodiadas constantemente. Es la gran riqueza del
planeta. Estas piedras, puestas en cauces de ríos, en estanques, pozos,
etc… manan agua constantemente durante un año. Transcurrido ese
periodo se desintegran. Fuera de Phartian apenas “viven” unos 6 meses.
No se pueden cortar o golpear porque se desintegran, por eso nadie
puede saber realmente de que están hechas, ni investigarlas.
Aium: Saliva del oiyu. Es altamente lubricante para facilitar la
penetración conjunta o anal. Tiene un ligero toque frutal y es distinto
en cada varón, justo con el mismo aroma que compartirán el oiyu, el
phartiano y su compañera.
Alphiv: Planta de tamaño medio, es una gran planta medicinal, base
de casi todas las medicinas del planeta.
Ankya: Vehículo utilizado para el transporte de enfermos.
Aysy: Vehículo de transporte de mercancías.
Buwck: animal de granja muy parecido a una vaca. Tiene el pelaje
más largo y es de color amarillo.

231
Calaam: Animal equino, de fuertes patas, antes muy utilizado para
el transporte y ayuda en las granjas. Es terco y cuesta mucho de domar,
pero cuando lo consigues, es un animal leal y dócil.
Celltop: es un aparato electrónico parecido a un móvil con el que se
comunican en Phartian.
Comisionado: Está formado por trece personas, el phartok y doce
comisionados. Seis de ellos son elegidos junto con el phartok, en las
mismas votaciones. El resto son ancianos sabios, ex presidentes o ex
comisionados.
Darig: Planta de gran tamaño, de la cual se extrae un hilo para hacer
chalecos y prendas para los guerreros. Altamente resistente, muy
elástica, impermeable e impenetrable.
Dayinr: pequeña nave, biplaza, muy veloz, de forma muy parecida a
la Kayla.
Donkg: Es una pequeña mascota, de apenas unos veinticinco cm de
alzada. Grandes orejas y bigotes, ojitos pequeños y suele ronronear
Dork: Es la moneda del planeta.
Dork-eann: Capital del planeta.
Durlan: Pequeños frutos en tonos ámbar, de exquisito sabor e intenso
aroma.
Endox: Animal de gran tamaño, vive en las montañas, tiene una
bellísima piel, que va cambiando cada dos años, esta piel es utilizada
para las prendas de abrigo de los Phartinianos. Vive en pequeñas
manadas, de un solo macho y varias hembras.
Grikse: animal de granja parecido a un cerdo. Es de color blanco y
tienen dos rabos alargados.
Gumnarium: - Es el centro gubernamental y residencia del phartok
y es el único edificio de dos plantas.
Hunk: animal doméstico parecido a un perro.
Karni: Árbol parecido al manzano.
Kayla: Gran nave de forma oval.
Kioo: Pequeño transporte para una sola persona, totalmente
descubierto.

232
Komag: Transporte para varias personas, de forma rectangular y
amplios asientos colocados de forma de U para poder conversar al
mismo tiempo que se viaja.
Kunn: cuartel de entrenamiento de los soldados.
Maalin: Pequeña mascota, de apenas unos veinticinco cm de alzada,
grandes orejas y bigotes, ojitos pequeños. El maalin no emite sonidos.
Moong: Frutos rojos de gran tamaño, sin pepitas, dulces y con un
toque ácido.
Oiyu: Cada hombre phartiano tiene dentro de él un oiyu. Es una
especie de doble. De ahí el nombre compuesto de los varones, el segundo
nombre es el del oiyu. El oiyu se manifiesta por primera vez dentro del
phartiano, cuando detecta el aroma de su compañera. Sus tatuajes se
calientan, agitan y cambian de color. El reclamo es entonces inevitable
y apresurado por la marcada carga sexual del phartiano. El oiyu
aparecerá la primera vez que mantengan relaciones sexuales, para
reclamar conjuntamente a su compañera, utilizando el aium, tanto para
facilitar la doble penetración como para morder a su compañera con los
colmillos e introducir el aium dentro de ella y reforzar, aún más si cabe,
la unión. Después de esta primera vez en que aparece de forma
espontánea, solo aparecerá cuando lo reclame su compañera o cuando
ella esté en peligro, que podrá reclamarlo su phartiano.
El oiyu es necesario para la procreación. El phartiano solo tiene un
periodo fértil al año, durante ese periodo, el color del esperma del oiyu
cambiará a un tono azulado, mezclado con el esperma del phartiano en
una doble penetración vaginal, se producirá el embarazo.

Phardook: Es el ave emblema del país, una hermosa ave, de plumaje


color oscuro y cabeza en tonos anaranjados, se asemeja a un águila.
Phartok: Presidente del planeta, elegido por votación popular.
Tia-nee: Planta de tamaño mediano, de ella se extrae la tinta para los
tatuajes y las prendas de vestir.

233
234

También podría gustarte