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gramática y variación
Autores:
Alicia Avellana
Andrea Bohrn
Lucía Brandani
Laura Kornfeld
Romina Trebisacce
Inés Kuguel
ISBN 978-987-4916-14-3
Impreso en Argentina
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
1. Introducción
1. Al respecto, Di Tullio & Malcuori (2012: 26) observan: “A la gramática no le concierne el significado
de las unidades simples (que es arbitrario y no motivado), pero sí el de las unidades más complejas que
se forman a partir de estas”.
sociales. Por eso, el lunfardo atraviesa actualmente todas las capas sociales del
español rioplatense, sin distinción etaria (si bien, como veremos, no todos los
procesos de formación de palabras tienen la misma vitalidad o productividad
en las diferentes franjas de edad). A su vez, esa expansión cultural y social, su-
mada a la propagación de las formas lingüísticas a través de los medios masivos
de comunicación y de las redes sociales ha permitido la expansión geográfica
del lunfardo, que hoy excede el área original del Río de la Plata (así, existen
trabajos sobre los lunfardismos –palabras provenientes del lunfardo– en Salta o
en Córdoba). En consecuencia, en la actualidad, el lunfardo y el léxico del habla
coloquial rioplatense (y de otras áreas de la Argentina) son conceptos que se
superponen.
Este proceso de cambio diacrónico tiene su correlato gramatical. El lunfardo de
principios del siglo xx (o “lunfardo clásico”) se asoció fuertemente a los prés-
tamos. Así, entre el amplio conjunto de palabras que provienen de los dialectos
del italiano podemos mencionar birra, manyar, mishiadura (Di Tullio 2014b).
Conde (2011), asimismo, registra unidades que se incorporaron del francés
(fifí, mishé, marote, ragú), del inglés (espiche, luquear, a full), del alemán (caput,
lumpen), del idish (meshígine, tuje) y del portugués (tamango, chumbo, mango,
bondi). De las lenguas bantués provienen capanga, tongo y matungo, mientras que
chucho o cancha son de origen quechua. Por su parte, el lunfardo de principios
de la segunda mitad del siglo xx y del siglo xix se nutre de procesos creativos
y productivos de formación de palabras a partir de los aportes de la variedad
juvenil (Kuguel 2014), pero también de vocabularios específicos como los del
fútbol (estar orsai, ponerse la camiseta), la psicología (paranoiquear, psicopatear),
entre otros (Conde 2011).
Los procesos de formación de nuevas palabras del lunfardo son sumamente
variados. Entre los procedimientos morfológicos, es posible reconocer casos de
derivación (botón> botonear, flash> flashear) y de composición (chupamedias, tra-
galibros). También se observan diversos procesos semánticos, que implican la (re)
lexicalización y el listado de una palabra ya existente, como ocurre, por ejemplo,
con los casos de metaforización en sentido amplio (por ejemplo, bagre por ‘persona
fea’, quincho por ‘peluquín’).
En este capítulo abordaremos (sin afán de exhaustividad) un conjunto de procesos
de formación de palabras del lunfardo, de naturaleza morfológica y sintáctica. En la
primera sección, nos centraremos en ciertos procedimientos que se pueden asociar
a la morfología apreciativa, como la creación o resignificación de morfemas (cfr.
2.1), incluyendo la no concatenativa (i.e., que no resulta del agregado de un afijo a
una raíz o de la combinación de dos bases): el “vesre” o inversión silábica (feca por
café), la paranomasia (durazno por duro), el acortamiento (depre por depresión, pi
por pibas), la reducción de compuestos (traga por tragalibros, tinto por vino tinto,
tecno por tecnológico) y el cruce léxico (tarúpido, bagarto). En relación con estos
procesos, tendremos en cuenta cuál es la información apreciativa presente, qué
clases de palabras se ven involucradas, qué sucede con los morfemas flexivos nece-
sarios para la concordancia (cfr. 2.2).
En la segunda sección, haremos referencia a mecanismos sintácticos de ex-
pansión del vocabulario, vinculados con la lexicalización (cfr. 3.1) y con la
gramaticalización (cfr. 3.2). En el primer caso, nos referiremos a la aparición
de nuevos significados y configuraciones sintácticas en el español rioplatense,
a partir de verbos del español general, como sucede con rescatarse, caretearla
o pintar. En el segundo caso, retomaremos la noción de gramaticalización (cfr.
Kornfeld en este volumen), a partir de la cual una palabra de clase léxica se reca-
tegoriza como una palabra gramatical o funcional, para describir escuetamente
la formación de vocativos (jefe, bolú, bichi), de adjetivos elativos (alto/zarpado/
tremendo tema) y de marcadores de modalidad (capaz que, Magoya, ni ahí) en
el español rioplatense.
2. Procedimientos morfológicos
Los sufijos que analizaremos aquí son privativos (o exclusivos) del lunfardo. Por
privativos nos referimos al hecho de que no son compartidos con otras variedades
(1) a. -eli (bigoteli, cansadeli), -oni (cortoni, zonzoni), -ato (avivato, azonzato),
-ani (escasani), -eri (baratieri), -oti (guisoti)
b. El muerteli ese nunca pasa la pelota.
c. El pibe es un poco robusteli/sacadeli/taradeli/dureli.
d. Si podés explicarlo te agradezco, perdón si soy medio cortoni o ando dor-
mido todavía.
e. Sos un avivato / ¡qué le vas a hacer! / Estás en la ola / nunca hacés la cola.
(Lino Palacio, “Avivato”, 1950)
f. baratieri y ordinario… muy feo lugar… baños asquerosos
g. ¡Gracias loquini por el apoyo!
2. Feierstein (1993: 109) reconoce que, entre 1889-1914, ingresaron al país un promedio de 8000 in-
migrantes judíos askenazis anualmente. Entre los apellidos vinculados con estas oleadas inmigratorias,
aquellos terminados en -ovsky o en sus variantes ocuparon un lugar destacado dado que superaron
los mil doscientos patronímicos, lo que nos permite conjeturar que eran formas accesibles al oído del
hablante promedio que utilizaba el lunfardo.
Si tenemos presente que ambos conjuntos de formantes cumplen con las propieda-
des que Varela Ortega (2005) atribuye a los sufijos (i.e., presentan una asociación
sistemática entre un significado y una forma fonológica, cuentan con una paráfra-
sis semántica asociada, poseen su propia acentuación y son selectivos, al adjuntarse
exclusivamente a bases nominales), podemos afirmar con claridad que se trata de
morfemas apreciativos. Al respecto, Meo Zilio (1989) observa que los elementos de
(1.a) no son morfemas del italiano que se incorporen al sistema del español, sino
que parecen relacionarse o imitar las terminaciones de apellidos. En este sentido,
Di Tullio (2014) propone que, en la situación de contacto, los apellidos italianos
sufrieron un proceso de reanálisis, lo que implicó que los hablantes rioplatenses
los interpretaran como unidades de estructura compleja. Así, apellidos como Loc-
(at-)elli, Barat-ieri, Escas-ani fueron reanalizados como una raíz con un significado
léxico en español (‘loco’, ‘barato’, ‘escaso’), mientras que las terminaciones italianas
(-elli, -ieri, -ani) se gramaticalizaron como sufijos apreciativos, capaces de aplicarse
a nuevas bases del español3.
Este mismo proceso de reanálisis motivó el origen de -o(w/v)sky/i, a partir de seg-
mentación de la secuencia final de apellidos de Europa del Este, también con valor
apreciativo4, como hemos visto en (2).
Un caso diferente es el de ciertos sufijos de valor diminutivo o despectivo que
pertenecen al español general, pero que, en la variedad rioplatense, adquieren
otros matices apreciativos. Así, Lázaro Mora (1999) reconoce en –ucho un sufijo
despectivo (como en casucha o pueblucho), pero, en el Río de la Plata, este valor
3. En ese sentido, se produce cierta ambigüedad con el proceso de la paranomasia (cfr. sección 2.2),
ya que el primer paso de la creación de los formantes italianísticos implica la utilización del apellido
Escasany, por escaso. Es, entonces, a partir de la paranomasia que se desarrollará el reanálisis propuesto
por Di Tullio (2014b).
4. En El conventillo de la Paloma, de Alberto Vacarezza (1929), encontramos un primer testimonio de
-o(v/w)sky/i como elemento lúdico-apreciativo vinculado a un apellido, que se usa como verbo (Ascon-
dosky con valor de escondió), por lo que también aquí se produce cierta ambigüedad con la paranomasia
(cfr. nota anterior).
De esta manera, mientras que en el español general solo se verifica el valor des-
pectivo del sufijo, los hablantes de la variedad rioplatense lo usan también con
valor afectivo, como en los ejemplos de (4). A partir de algunos de los casos
mencionados (Ivancho, Cristinucha, peronacho), vemos que hay alomorfia moti-
vada por las propiedades fonológicas de la base o por decisiones estilísticas de los
hablantes (cfr. la alternancia entre caloracho, calorcho, calorucho). La utilización
de –ucho/-cho/-acho, con las características aquí presentadas, constituye, así, un
rasgo propio de la variedad rioplatense.
Otro sufijo existente en español general que parece tener otra extensión y
otros significados en español rioplatense es –ng–, que es la representación de
una serie de formas de alta variabilidad en términos de la vocal inicial y la
final: -ango/a, -engo, -ingo/a, -ongo/a, -unga, -e/ingue/i. En el lunfardo, Conde
(2011: 293) le atribuye un origen africano y un valor peyorativo (en chinonga,
minonga, vedetonga) o “festivo” (bailongo y mistongo). Ejemplos contemporá-
neos, como los de (5), nos permiten señalar cierto grado de productividad en
la utilización de este morfema.
5. Algunas formas hipocorísticas con -cho pueden estar sujetas a otros procesos apreciativos, como el
acortamiento: (Mar)Tincho, (Ig)Nacho.
c. D
ios...¡si será boludanga eh!
d. A
cá estoy yo, tomando una birringa en la calle.
e. C
ámara y trípode en mano, para hacer alguna fotonga que mereciera
la pena.
Aun si asumimos la vinculación del afijo -ongo/a con las lenguas africanas (como
hace Conde 2011), resulta complejo determinar su desarrollo en función de la
ausencia de investigaciones detalladas sobre la situación y el tipo de contacto del
español con las lenguas bantúes. De momento, podemos considerar que se trata
de un morfema con un significado fácilmente segmentable, vinculado con valores
apreciativos y que selecciona bases sustantivas.
En suma, a diferencia de los formantes italianísticos o de –ovsky, lo que resulta
exclusivo del lunfardo, en los casos de –ucho (–cho y –acho) y de –ng–, es el valor
afectivo que pueden expresar.
2.2.1. El vesre
(6) Nombres6
a. Patrón 1: ca-fé> fe-ca (sílaba 1 - sílaba 2> sílaba 2 - sílaba 1)
a. b roli, lleca, ispa, gotán, ofri, rioba, rope, sope, trompa, tapuer, telo, zapi,
zapán, etc.
(7) Verbos
afanar> anafar, cagar> garcar, caminar> namicar, pasar> sarpar, apolillar>
yolipar, dije> jedi (solamente en la locución nominal el/ la que te jedi)
(apud Conde 2011: 335)
(8) Adverbios
adentro> atroden, abajo> ajoba, afuera > arafue
Puede asumirse, al ver los ejemplos, que el vesre es sensible al tipo de categoría
involucrada, de forma tal que se aplica a palabras de clase léxica, con contenido
descriptivo, con predominio de las formas simples (pero cfr. cheronca, jeropa), al
tiempo que excluye a las palabras de clase funcional, como las preposiciones o
los determinantes.
Un conjunto acotado de unidades vésricas se especializa semánticamente tras la
inversión, lo que determina que no siempre sean sinónimos de las palabras a par-
tir de las cuales se gestaron. Ejemplos de esta especialización son jermu (mujer>
jermu, ‘esposa’), jabru (bruja> jabru, ‘esposa’) y, el más lexicalizado, telo (hotel>
6. Existen también diversos patrones de formación para palabras de cuatro sílabas, como por ejemplo
solsillonca, ñorecompa, yotibenco o yorugua.
7. En esta línea, en relación con la recategorización entre nombres contables y no contables (cfr. Bos-
que 1999), observamos que el nombre no contable café (i.a) puede recategorizarse como contable, si
aparecen disponibles lecturas de porción (pocillo, taza, etc., cfr. (i.b)) o de lugar (i.c). Sin embargo, feca
no comparte todos estos contextos de aparición, ya que no puede aparecer en contexto de nombre de
masa (ii.a) y queda asociado únicamente al nombre contable (ii.b) y al establecimiento donde se toma
la infusión (ii.c).
(i) a. mucho café
b. un café cortado
c. en el café de la esquina
(ii) a. *mucho feca
b. un feca cortado
c. en el feca de la esquina
Si bien el repertorio de nombres de masa es limitado y se refiere al ámbito alimenticio principalmente
(carne> nerca, vino> novi, tinto> totín, cariño> ñorica, frío> ofrí, queso> soque, jamón> monja), pare-
ciera que el vesre tiende a privilegiar (aunque de manera no consistente) la variante contable por sobre
la no contable, aun cuando otro tipo de modificaciones semánticas sean posibles, como su aplicación
metafórica a una entidad humana (como se observa en ejemplos del tipo Aclaro que soy un soque en
electricidad).
CUADRO 1
Formación de plural en unidades vésricas
FORMACIÓN DEL PLURAL FORMACIÓN DE PLURAL
EN EL ESPAÑOL GENERAL EN EL VESRE
En relación con la flexión de género, los nombres con género inherente, es decir,
aquellos nombres con asignación de género arbitraria y que no lo manifiestan
mediante un morfema particular, establecen correctamente la concordancia con
sus respectivos determinantes y/o adjetivos (cfr. 12). Lo mismo ocurre con los
nombres animados no flexivos, con raíces léxicas diferenciadas (cfr. 13):
(13) a. mujer> jermu, madre> drema, padre> drepa, macho> choma, marido>
dorima
b. todas las jermus hinchas del club
c. Feliz día a todos los drepas, a los que son, los que van a ser y a los que
quieren serlo.
d. ¿Sus dorimas/novios/concubinos etc., se hicieron también el análisis?
En cambio, los nombres animados que manifiestan flexión de género, como los de
(14), presentan un comportamiento diferenciado para los sufijos flexivos: mientras
el plural sigue realizándose en posición final y está condicionado por el contexto
fonológico de la palabra (tras la inversión), el morfema flexivo de género participa
de la inversión, por lo que se ubica en el interior de la palabra.
La formación del vesre de este tipo de unidades implica que se lleva a cabo la flexión
de género, luego la inversión y, finalmente, la realización del morfema del plural,
como ilustramos en (15). Las relaciones de concordancia no se ven afectadas por
esta modificación del orden visible de la información flexiva.
(15) a. v iej- + [masculino]> viej- + -o> viejo> aplicación del vesre> jovie + [plu-
ral]> jovies
b. v iej- + [femenino]> viej- + -a> vieja> aplicación del vesre> javie + [plu-
ral]> javies
Si bien a simple vista podría pensarse que el vesre responde al acto individual
y espontáneo de un hablante que intenta conscientemente introducir un efecto
lúdico o jocoso en su discurso, se trata de un procedimiento de formación de pa-
labras en el lunfardo. Como proceso regular y sistemático, el vesre tiene patrones
específicos de restructuración de las sílabas, se aplica a palabras simples con con-
tenido léxico y establece una diferencia entre la realización del morfema flexivo
de género (cfr. 15 y 16) y el morfema de plural (cfr. cuadro 1). Por consiguiente,
entendemos que las palabras vésricas no son ítems listados en el diccionario
mental de los hablantes rioplatenses (como sí sucede con las locuciones), sino
que responden a un mecanismo de formación que responde a las propiedades
gramaticales de la variedad rioplatense.
2.2.2. La paranomasia
una indicación de esa clase de palabra. A su vez, al igual que sucede en el español
general, las unidades de tipo adjetival se pueden recategorizar como nombres (20),
posibilidad que, como observamos en el apartado previo, no se verifica con el vesre
(cfr. ejemplos de 9 y 10):
En el caso de que los dos nombres involucrados tengan diferente género (21.a-
b), prevalece el género del nombre que aporta el significado. De esta manera, en
la combinación del nombre femenino tragedia con el nombre masculino traje, el
ítem paranomástico (tragedia) tendrá género masculino, por lo que constituirá una
secuencia gramatical con el determinante definido el, como se observa en (21.c).
(23) a. H ace fiestas en la casa con cada billiken… (billiken por villero).
b. E stá bien que sea nuevo en el foro y todo, pero están re confite y confianza
no le di a nadie (confite por confianzudo).
c. T engo todo el cuello durán barba (durán barba por duro).
d. H ojaldre, que no se te pasen las fechas (hojaldre por ojo).
e. H oy sale jirafa con las pibas (jirafa por gira).
f. ¡ Alto temaiken el de Wos! (temaiken por tema musical).
g. N o vino la de historia… Zafaroni del examen… (zafaroni por zafar).
h. M e estoy tomando unos re matarazos (matarazos por mate).
e dejaron solapa (solapa por solo).
i. M
El acortamiento puede tomar como base palabras simples (abu, celu, ma, pe, pi),
pero también unidades léxicas con mayor complejidad interna, como en (25). Aun
La reducción del número de sílabas a raíz del acortamiento, lejos de ser aleatoria
o irregular, responde al patrón silábico y acentual más frecuente en español. En
este sentido, de acuerdo con Gil Fernández (2005), la combinación silábica más
productiva del español está constituida por una consonante y una vocal (CV, como
va, pe, mi), seguida de secuencias del tipo CVC (con, de, par), CCV (tra, bla) y solo
una vocal (a, o). Asimismo, el patrón para asignar el acento está dado por la es-
tructura de la palabra grave, es decir, por una unidad fonológica compuesta de dos
sílabas, en la que la primera es fuerte y recibe el acento y la segunda sílaba es débil
o menos prominente. El acortamiento, entonces, reduce un ítem léxico nominal a
una unidad de dos sílabas del tipo CV y le asigna una acentuación grave, más allá
de si las palabras de base son agudas, como en (27), o esdrújulas, como en (28).
epresión
(27) a. d depre
b. f acultad facu
rofesor
c. p profe
d. p eluquería pelu
La única excepción a este patrón regular son las palabras bisílabas que, tras el acor-
tamiento, se comportan como monosílabos (papá, mamá, tía, piba, peso).
Siguiendo a Bohrn & Kornfeld (2018), un caso distinto del acortamiento está
representado por la reducción de compuestos propios (tragalibros> traga),
de compuestos impropios (cerveza rubia> rubia) y de compuestos cultos (ci-
bercafé> ciber). Los compuestos propios reducidos, ejemplificados en (30),
presentan un valor afectivo y se corresponden con el patrón bisílabo grave,
pero se diferencian de los casos previos de acortamiento en que las unidades
resultantes (traga, pianta, rompe, etc.) coinciden con el tema verbal del com-
puesto. Esa coincidencia permite suponer que no se trataría de un proceso
puramente fonológico.
Por último, vale la pena hacer una mención al cruce léxico, que forma nuevas
palabras combinando la secuencia inicial de una palabra con la parte final de
otra (Varela Ortega 2005). De este modo, puede considerarse que se trata de una
intersección entre el fenómeno del acortamiento y de la composición. De allí
que lo mencionemos aquí pese a que, al tener valor referencial, no se trata de un
fenómeno estrictamente apreciativo.
10. La elipsis se entiende, en la gramática generativa, como un fenómeno de discordancia entre lo que se
interpreta desde un punto de vista semántico y lo que se pronuncia desde un punto de vista fonológico.
Así, en Compré una remera verde y una roja, no es necesario que se pronuncie la segunda ocurrencia
de remera, a pesar de lo cual se puede reponer esa información semántica. Bohrn & Kornfeld (2018)
establecen que el tipo de elipsis más pertinente para los datos analizados aquí es la elipsis nominal,
que puede tener un antecedente lingüístico (=si el nombre ha sido mencionado previamente, p.ej., Las
almohadas son todas lindas, pero me gustan las rojas grandes) o discursivo (=si hay un señalamiento o
un contexto que puede reponerse en el momento de la enunciación).
3. Procedimientos sintácticos
lexicalización, como limar o fisurar, que en sus acepciones del español rioplatense
presentan un cambio semántico que puede ser descripto a partir de modificaciones
en su estructura argumental o temática original.
Por su parte, la gramaticalización, siguiendo a Kornfeld (en este volumen), hace
referencia a un conjunto de procedimientos responsables de la ampliación del re-
pertorio de las palabras de clases funcionales de la lengua. Implica que una palabra
de clase léxica pierda su significado denotativo y adquiera propiedades y funciones
gramaticales, o bien que una forma funcional ya existente se gramaticalice aún más,
con nuevos significados o nuevas funciones sintácticas. En el segundo apartado,
recuperaremos, brevemente, fenómenos asociados a la ampliación del repertorio
funcional en la variedad rioplatense (i.e. formación de vocativos, gramaticalización
de adjetivos elativos y creación de marcadores de modalidad), que responden a
estos procesos de gramaticalización.
Algunos de los significados nuevos de los verbos que amplían el vocabulario del
español rioplatense pueden ser descriptos en términos de la reducción de la valen-
cia argumental del verbo. En el caso del lunfardo actual, Kuguel (2014) se detiene
en numerosos fenómenos que marcan el carácter innovador y creativo del habla
juvenil (así refuta una serie de prejuicios en torno a esa variedad). En particular,
recupera el cambio sintáctico y semántico de limar y fisurar, en el que la reducción
de argumentos permite la lectura de ‘enloquecer, estar exaltado’ para limar, mien-
tras que fisurar se asocia con ‘quedar agotado’.
También arrugar, arreglar, aflojar, entre otros verbos, han perdido su argumento
interno, generando significados especializados que no siempre mantienen una
relación sistemática con la base.
Un caso particular es el del verbo pintar, estudiado por Kornfeld & Kuguel (2013).
En su acepción prototípica se trata de un verbo diádico que requiere un agente y
un paciente, pero sufre una clara simplificación de su estructura argumental en
casos como (39). Vemos allí que puede tomar un único argumento-paciente si se
transforma en un verbo inacusativo que puede presentar diversos significados:
‘aparecer’ (cfr. 39.a), ‘ocurrir’ (=verbo de acaecimiento), con el paciente como
sujeto pospuesto (cfr. 39.b), o ‘parecer’ (=verbo de ascenso, cfr. 39.c). A su vez,
también puede dar lugar a una interpretación psicológica, en que el verbo es equi-
parable a gustar, con un experimentante dativo y un sujeto en infinitivo (39.d):
Una mención aparte merecen diversos casos de verbos del lunfardo en los que
la presencia del se señala alguna clase de modificación (productiva o no) de la
estructura argumental. Si tenemos presente la clasificación de tipos de construc-
ciones con se de Trebisacce (en este volumen), basada a su vez en Di Tullio (2014a),
podemos identificar diferentes tipos de comportamientos. Por un lado, se encuen-
tran los verbos acompañados por un se anticausativo. Un grupo significativo está
constituido por verbos transitivos del español general que, en el lunfardo, se com-
portan como verbos psicológicos del tipo de preocuparse (e.g., Juan se preocupa
por la inflación / La inflación preocupa a Juan). En efecto, verbos como embalar
o acelerar, en su significado general, implican un sujeto-agente y un argumento
diferentes. Por un lado, los verbos inacusativos como morir, desaparecer o llegar
pueden incorporar un argumento externo que se interpretará como el agente o la
causa del evento, tal como se observa en (44-46.b).
urió Juan.
(44) a. M
Juan lo murieron unos encapuchados.
b. A
esapareció Pedro.
(45) a. D
Pedro lo desaparecieron los militares.
b. A
legó Tévez.
(46) a. L
o llegaron a Tévez al hospital.
b. L
(ejemplos adaptados de Pujalte & Zdrojewski 2013)
que nada tienen que ver con el significado original de los verbos. De hecho, Pujalte
& Zdrojewski (2013) determinan que no hay una relación sistemática entre los
significados literales del español general para los verbos inergativos y los valores
propios del lunfardo para esos mismos verbos transitivizados. En consecuencia, el
incremento argumental de los verbos inergativos no implica que el evento incor-
pore una causa, como sucedía con la transitivización de los verbos inacusativos,
en (44-46). Por consiguiente, en el caso de los verbos inergativos transitivizados
de (47-49), tanto la acepción inergativa como la transitiva deberán estar listadas
en el léxico de los hablantes, con sus propias selecciones argumentales y temáticas.
Es posible reconocer otra serie de unidades verbales en las que el nuevo significado
no implica que varíe la cantidad de argumentos, pero sí el tipo de papel temático
asignado a los argumentos. El patrón más productivo parece obedecer a la sustitu-
ción del argumento interno paciente (u objeto afectado) por un paciente animado,
como se observa en (50-52). El primer ejemplo de cada par mínimo recupera la
acepción del español general, en la que el verbo transitivo tiene significado de pro-
ceso físico y presenta un objeto directo no animado, mientras que, en el segundo
ejemplo, el argumento interno se corresponde con un paciente humano (me, todos
los dirigentes de FIFA y los comerciantes de la zona) y la interpretación es propia de
los llamados “verbos de relaciones humanas” (‘robar’, ‘echar’, ‘amenazar’).
11. Debemos observar, no obstante, que si bien la formación de esos verbos en -ear es regular, las bases
tomadas como punto de partida para la derivación presentan un alto grado de lexicalización; así, la
interpretación de panquequearla como ‘tener comportamientos propios de un panqueque’ remite (solo)
a la acepción lexicalizada de panqueque como ‘persona que cambia de convicciones rápidamente’.
Entre los vocativos, Resnik menciona los que se utilizan en relaciones de parentesco
(bicho/bichi, gorda/a, mami/ papi), de amistad (negra/a, bolú, loco, nena/a), otro
tipo de relaciones: tratamiento de confianza, trato superficial o primer contacto
(campeón, capo/a, chicos/as, gato, linda, loco, ñeri, pibe/a, vieja/a, papá/pa), con
unos pocos utilizados solo para un primer contacto, como forma de tratamiento
respetuosa (jefe, maestro). Se trata, en todos los casos, de nombres que han perdido
su contenido denotativo y, consecuentemente, sus contextos sintácticos de apari-
ción (cfr. 64). Como se advierte fácilmente, estas unidades son variables dialectal,
social y etariamente, y en el vocabulario rioplatense coloquial deberían agregarse
nuevas entradas (o subentradas) que reflejen estos usos gramaticalizados.
Otro caso de gramaticalización estudiado por Resnik (2013) es el de los adjetivos
elativos gramaticalizados, como alto, bruto, tremendo y zarpado. Cuando funcio-
nan como adjetivos calificativos, se ubican en posición postnominal y pueden
ser cuantificados (una escalera sumamente alta, una persona bastante bruta, un
problema muy tremendo, un comentario muy zarpado). Por el contrario, en la va-
riedad rioplatense y como primera instancia de gramaticalización, se comportan
como elativos, es decir, adjetivos que denotan una propiedad en grado máximo,
de acuerdo con la definición de Demonte (1999). Esto los vuelve incompatibles
con adverbios de grado, en tanto no se puede cuantificar una propiedad que ya ha
alcanzado su punto más elevado.
(66) a. Tocamos alto tema en el ensayo (cfr. *Tocamos tema alto en el ensayo).
b. Tiene bruta casa (cfr. *Se compró casa bruta/tremenda).
c. Jugó zarpado partido (cfr. *Jugó partido zarpado).
(ejemplos adaptados de Resnik 2013)
Por su parte, Di Tullio & Kornfeld (2013) estudian operadores de modalidad epis-
témica del español rioplatense, que se originan a partir de la gramaticalización
de elementos léxicos. Reconocen diferentes valores semánticos asociados a estos
operadores: duda (capaz, por ahí), certeza (posta, clavado, re-), negación polémica,
en la que se cancela una suposición previa, (-iola, magoya, otra que) y negación
enfática (ma qué, minga, ni ahí, ni por las tapas) (cfr. también Avellana & Kornfeld
en este volumen).
12. Nótese, además, que zarpado es un caso de vesre, mientras que entre los vocativos encontramos
acortamientos y otros procedimientos apreciativos (bolú, bichi, ñeri).
4. Conclusiones
5. Bibliografía