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EL ROSTRO HUMANO DEL TRIBUTO

Autor: Ramón Chumán Rojas

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DEDICATORIA

A DIOS, NUESTRO PADRE CELESTIAL

“La fe es el fundamento de lo que se espera y la prueba de lo que no se ve”

Hebreos 11, 1

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AGRADECIMIENTO

A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA

A LOS COLABORADORES DE MI LABOR PROFESIONAL Y DOCENTE

A MI FAMILIA POR SU AMOR, COMPRENSIÓN Y APOYO PARA EL


DESARROLLO DE MIS INICIATIVAS AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD

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¿POR QUÉ EL ROSTRO HUMANO DEL TRIBUTO?

El artículo 1° de la Constitución Política (en adelante la Constitución)


prescribe: “La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin
supremo de la sociedad y del Estado”, una frase que resume el objetivo de la
organización política de la nación. En este libro explicaremos la problemática de la
política peruana con respecto a la vulneración de este artículo en el campo de la
tributación. Solo me corresponde indicar que para que se cumpla este mandato
constitucional se requiere de la eficiencia del Estado en la doble función
constitucional del tributo (recaudación justa y productividad tributaria) y la conducta
del ciudadano en el deber de contribuir. En este contexto debemos entender a la
persona humana como el centro de la sociedad y del Estado.

Para el cristianismo, la dignidad de la persona humana tiene como


fundamento el haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, en esto radica la
diferencia con los demás seres creados.

Otro aspecto relevante es que el ser humano es un ser racional. Este atributo
le permite enfrentarse a su realidad y resolver problemas. Por otra parte, la
naturaleza humana está unida al valor de la Libertad cuyo fin es su propia
perfección.

Victor García Toma (GARCÍA TOMA, 1999) en su libro Teoría del Estado y
Derecho Constitucional sostiene: “El ser humano tiene como características
esenciales y fundamentales el concebirse como un fin, en sí mismo y el poder
realizarse plenamente como persona.” Agrega que el hombre posee dignidad no por
libre determinación, sino por serle connatural a su esencia creada.

Como ser social, el hombre tiende a comunicarse (PUELLES, 1973). La


convivencia es parte de su vida y no es el simple hecho físico de que estemos cerca
los unos a los otros, sino “una realidad mucho más profunda e importante de que
cada cual haga su vida teniendo que contar de alguna forma con las vidas de los
demás”.

Por nuestra naturaleza social tenemos como deber servir a los demás, esta
es nuestra verdadera esencia, que no es independiente del resto de la naturaleza.
Una vez escuché en una homilía a un sacerdote, quien decía: “Los ríos traen agua,
pero ellos no se la beben, es para los que la necesitan, los arboles dan frutos, pero
ellos no se los comen, es para los que necesitan saciar el hambre, el sol no brilla
para sí mismo, es para alumbrar a la naturaleza”. De la misma manera, el ser
humano debe prepararse y producir para entregar su fruto a los demás y,
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mutuamente, satisfacer sus necesidades. Este es el mundo que Dios creó y el mal
desordenó.

Según el ECLESIÁSTICO, la imagen se interpreta como participación del


hombre en la creación: “Y dioles también poder sobre las cosas de la tierra. De una
fuerza como la suya los revistió a su imagen los hizo” (ECCO 17, 2, 3). El ser
humano es imagen de Dios, pero no es Dios.

“Un aspecto del hombre considerado en estado de naturaleza creada se


encuentra en la misión dada por Dios al hombre para que domine (Genesis1, 16) a
todas las cosas del mundo. En este punto desarrolla su dignidad de modos diversos,
inventando las artes, técnicas o bellas, la ciencia, las culturas, las filosofías, etc. En
este punto también está presente la solidaridad de los derechos humanos, porque
todas las actividades deben regularse según la justa consideración dada igualmente
a todos en cuanto a la distribución de sus responsabilidades, esfuerzos y frutos”.
(Com. Teológica Interamericana OC: 95.)

Todo ello explica por qué las Constituciones de los países democráticos
consagran al ser humano como el centro de la sociedad y del Estado. Este último
necesita de fuentes de financiamiento para invertir en su defensa y respeto de su
dignidad, promoviendo bienestar general y garantizando su desarrollo integral, por
lo que el tributo se convierte en la principal fuente de financiamiento de la actividad
del Estado y la productividad tributaria su mayor responsabilidad.

Por la relevancia del tributo para garantizar el desarrollo humano, la doctrina


lo estudia en el marco del principio del deber de contribuir.

En El rostro humano del tributo señalamos la importancia de la doble función


del Estado: la recaudación justa y equitativa y la producción eficiente y eficaz. El
sistema tributario de un país debe tener como principal objetivo el equilibrio
económico y social; en lo económico, no afectar la economía de los contribuyentes;
y en lo social, no afectar el derecho a la satisfacción de sus necesidades básicas.

Desde este enfoque de análisis, el tributo tiene un solo propósito: contribuir


al desarrollo integral de la persona humana. En su obra El Mito del Desarrollo,
Oswaldo de Rivero sostiene: “Para muchos Estados Naciones subdesarrollados, la
opción en los próximo decenios del siglo XXI no será ingresar en un proceso de
desarrollo, sino más bien, sobrevivir a los retos de la revolución tecnológica, agrega
que muchos países mal llamados en desarrollo, no se están desarrollando”.
(RIVEIRO, 2006)

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Lo que presenta De Riveiro, no cabe duda, es la verdadera realidad
problemática del mundo, sin embargo es necesario explicar las causas que han
originado este estado de cosas y proponer acciones que nos permitan cambiar de
rumbo. Los organismos internacionales cuyos objetivos son el desarrollo humano
como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), señalan,
según De Riveiro, que los ingresos entre las personas ricas y pobres son cada vez
más abismales. Por el lado del conocimiento, en la página 159 señala: “el 75% de
la humanidad tienen sólo el 7% del total mundial de científicos e ingenieros..”; luego
agrega en la página 195: “el ser humano es un depredador de su propia especie,
tendencia que se ha manifestado con mayor o menor intensidad en los últimos 10
mil años de civilización”.

En este contexto, no es fácil desarrollar una investigación que tenga como


objeto de estudio el rostro humano del tributo. Y es que la mayoría de personas,
cuando se habla de desarrollo, se refieren en este término a riqueza económica sin
pensar que esta no es más que un medio y no un fin de la humanidad. De otro lado,
el desarrollo humano está referido a la satisfacción de las necesidades básicas,
orgánicas, espirituales e intelectuales, los tres componentes de su constitución, la
organización de los Estados Nación, como los denomina De Riveiro, y tienen que
tener como objetivo el desarrollo integral de los ciudadanos. Por un lado, está, la
garantía de una buena alimentación, sin admitir comidas que enferman el organismo
(comidas chatarra), alimentos que vienen de los países desarrollados e ingresan a
los países pobres con mucha facilidad, por la aceptación de los funcionarios
públicos encargados de su autorización. Y por otro lado, la garantía de un buen
sistema educativo que incluya la práctica de valores humanos y un modelo
instructivo que oriente al estudiante a una formación cuya productividad intelectual
la aplique a la solución de sus propios problemas.

Una reflexión sobre lo dicho debe llevarnos a encontrar precisiones


conceptuales sobre el significado del desarrollo humano asociado al desarrollo país
o Estado Nación. Antiguamente, cuando un país no tenía producción científica ni
tecnológica se le conocía como atrasado; luego, debido a su baja producción
económica, como sub desarrollado; posteriormente como país en vía de desarrollo
y finalmente como país emergente. No obstante, desde que surgieron las ideologías
políticas como el capitalismo, al hombre pobre se le reconoce como un instrumento
para generar riqueza para los ricos. En el sistema comunista, se considera al Estado
como el dueño de la riqueza nacional. Es necesario que los investigadores
científicos propongan modelos de desarrollo que garanticen al ser humano el
desarrollo que le corresponde respetando su naturaleza, objetivo que solo se podría
lograr con la satisfacción de sus necesidades básicas en su componente biológico,
espiritual e intelectual. El modelo debe partir reconociendo a los países con
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necesidad de desarrollo y con una estructura que involucre los tres componentes
de la persona humana ya mencionados.

Un censo nacional para identificar el porcentaje de ciudadanos ricos y pobres


espiritualmente determinaría, sin temor a equivocarme, que el 90% de la población
está aquejado de una pobreza espiritual extrema.

Mientras esto ocurre en las grandes potencias mundiales y en países como


el nuestro, al sur de Asia existe un país pequeño, Butan, con no más de un millón
de habitantes, monárquico - democrático, en el que su rey, Jigme Signe, cambió
desde 1980 el rumbo de su gobierno privilegiando el crecimiento de la FELICIDAD
BRUTA INTERNA (FBI) sobre el crecimiento de PBI. En ese país, la actividad del
Estado se basa en cuatro grandes pilares: el desarrollo socio económico
igualitario, la preservación y promoción de la cultura, la conservación del
medio ambiente y el buen gobierno.

La educación es un derecho del ciudadano y un deber del Estado; es gratuita


y garantiza el desarrollo integral de las personas; esto es, prepara a un ciudadano
para servir a su país y a su sociedad para la práctica de valores, fundamental para
el proceso educativo así como para un buen gobierno, el cual garantiza la eficiencia
de los funcionarios públicos y la honestidad en sus actuaciones. El producto bruto
interno tiene como principal objetivo la distribución equitativa de la riqueza entre
toda la población. La entidad encargada de medir el crecimiento económico y
desarrollo social (el INEI de Butan) prepara encuestas para medir el nivel de vida
de la población; las preguntas son: ¿Es muy feliz?, ¿Es feliz?, ¿No es feliz? En el
2005, el 45 % respondió: muy feliz; el 52 %, feliz; y sólo el 3% dijo no ser.

Como se puede observar, los indicadores económicos no son suficientes


para medir el bienestar general de una sociedad. La felicidad bruta interna, en
cambio, mide la calidad de vida, no posee una definición cuantitativa sino cualitativa.
El rey de Bután entendió el verdadero destino del ser humano: la felicidad. En mérito
a ello orientó su política de gobierno, por eso los gobernantes de todos los países
del mundo deben darle valor al crecimiento económico en la medida en que
conduzca a la felicidad de sus ciudadanos y cambie el rumbo de la globalización:
de lo económico a lo social.

Y en nuestro país, ¿alguna vez tendremos un sistema de gobierno eficiente


como el de BUTAN?

El triste escenario político que nos ha tocado vivir en el 2017 y el 2018, un


escenario caracterizado por la corrupción política de los gobernantes fue otra de las
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razones por la que decidí ocuparme de este tema, que espero pueda servir a las
nuevas generaciones de buena voluntad para recuperar al país de las manos de los
corruptos, quienes llegaron al poder con la finalidad de beneficiarse con gran parte
de los tributos que los ciudadanos pagamos todos los días a través de nuestras
actividades económicas.

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