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dad humana. Por estas razones se postulaba que la Iglesia era una institu-
ción que había que liquidar necesariamente porque se oponía al progre-
so. Sin embargo, una vez que empezaron a aparecer los partidos de masas
de izquierda, los políticos burgueses se dieron cuenta de que la mayor
parte de los pobres también eran religiosos. Por esta razón, a partir de la
década de 1860 la burguesía buscó el respaldo de la Iglesia Católica, que
modificó su férrea posición anterior de censura al capitalismo, preocu-
pada gravemente también ante la perspectiva cierta de un proceso gene-
ralizado de emancipación social que pusiera fin a sus tradicionales privi-
legios. Así, el papado pasó a plantear que si bien el capitalismo era una
forma de explotación del hombre por el hombre (tal como afirmaba hasta
entonces), había una forma de organización social posible todavía peor,
el socialismo, que hundía al hombre bajo la dictadura de la masa.
Para combatir esta amenaza, la Iglesia impulsó la formación de sindi-
catos católicos por toda Europa, destinados a cumplir un papel muy
destacado en la lucha contra la difusión del socialismo. En primer lugar,
encuadraron a porciones de obreros equivalentes a las que lograban mo-
vilizar los partidos clasistas. En segundo lugar, cuando los sindicatos
clasistas decretaban huelgas, los católicos proveían a los patrones de es-
quiroles (rompehuelgas) para que ocuparan sus lugares sin detener la
producción. Esta injerencia de la Iglesia, sumada a las estrategias educa-
tivas y a la aplicación de una exitosa ingeniería electoral, permitieron
garantizar que la burguesía, siendo numéricamente inferior a las clases
obreras y proletarias, mantuviera en todas partes el control político.
1. La prensa escrita
No menor fue la importancia que adquirió el medio de comunicación
característico de la época: la prensa escrita. En realidad, la prensa escrita
no era una novedad para la época, pero sí el alcance e influencia que
alcanzó a lo largo de todo el tejido social. Para graficar la magnitud de
este cambio, resulta de interés analizar brevemente los procesos de for-
mación de opinión pública antes y después de 1870.
Durante la etapa previa, caracterizada por la política de notables,
quienes intervenían en política no necesariamente lo hacían a través de
los derechos políticos. En realidad, en todas partes existían clubes y aso-
ciaciones compuestas, fundamentalmente, por sectores medios y altos de
la población. Esos clubes eran ámbitos de discusión que incorporaban a
personas que se consideraban pares entre sí. Casi todos estos clubes te-
nían un periódico en el cual expresaban sus ideas y tomaban posición
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2. De miles a millones
Antes de 1870, la actividad política sólo ocupaba a unos pocos miles
de personas en cada Estado. Después, pasó a ser una política de millo-
nes. En este contexto de escenario político ampliado, donde entraron en
juego intereses heterogéneos, empezaron a surgir partidos políticos mu-
cho más burocratizados. A partir de 1870, surgieron partidos por todas
partes que tenían inserción a nivel nacional, y que para ello, debían
contar con una burocracia que permitiera administrarlos adecuadamen-
te. La creación de burocracias partidarias demandó que las agrupaciones
políticas de masas –más allá de las contribuciones de sus afiliados– recla-
maran la provisión de recursos de la tesorería del Estado para financiar-
se. Para conseguir estos fondos, los partidos necesitaban ganar elecciones
o, al menos, obtener bancas legislativas que les permitieran negociar la
entrega de fondos públicos a cambio de votos.
En este aspecto, los partidos de masas eran muy similares a los actua-
les. En el caso de la izquierda, la cuestión era más compleja. El anarquis-
mo evitaba por definición cualquier relación con el Estado, ya que su
objetivo era la liquidación de cualquier forma de Estado, concebida como
una herramienta de dominación. Por lo tanto, su andamiaje se mantenía
exclusivamente con los aportes de sus afiliados, y sus recursos siempre
resultaban insuficientes. En el caso de los partidos socialistas, en cambio,
las posiciones se radicalizaron. El gran debate que debieron afrontar los
socialistas europeos a partir de 1870 consistía en definir si debían apun-
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