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Gutiérrez y Romero - “La construcción de la ciudadanía, 1912-1955”, en Sectores populares, cultura y política.

Buenos
aires en la entreguerra.

La construcción de la ciudadanía, 1912-1955

La debilidad de la ciudadanización suele ser atribuida a las recurrentes interrupciones del orden institucional, sin las
cuales el país podría haberse ajustado al paradigma clásico del desarrollo de los países europeos cuyas etapas se
caracterizan por:
- La constitución de los derechos civiles en el siglo 18.
- La constitución de los derechos políticos en el siglo 19.
- La constitución de los derechos sociales en el siglo 20.
En la Argentina este proceso se habría dado en forma mas apretada:
- La constitución de 1853 consagro los derechos civiles.
- La ley Sáenz Peña de 1912 los derechos políticos.
- El advenimiento del peronismo en 1945 significo la conquista de los derechos sociales.
Esta versión canónica debe ser revisada.
¿De qué hablamos exactamente con “ciudadanía”?
Por una parte, de procesos políticos-institucionales generales, que se desarrollan en el marco del Estado. Pero además,
desde la perspectiva de los protagonistas populares, hablamos de la formación de una cultura política especifica
cimentadas en practicas políticas, desarrollada en ámbitos variados.
Estas prácticas deberían expresarse en forma plena a través de partidos políticos; pero otras prácticas se canalizaron por
otros ámbitos, como por ejemplo las “sociedades de fomento” en las que se advierte una compleja relación entre
prácticas políticas y otras que no lo son.
Nos limitaremos al caso de la ciudad de Buenos Aires, en la primera mitad de este siglo. Es la época en que la ciudad se
expande y se desarrolla en sus periferias barriales y su cinturón urbano. Simultáneamente se reconstituyen su sociedad y
sus sectores populares. Se define tanto por aspirar a participar en el gobierno como a disfrutar de los bienes materiales y
culturales. En Buenos Aires se recibe y distribuye la riqueza, la diversificación de las actividades es muy grande. La
movilidad social es muy fuerte, los actores sociales se forman y se transforman con rapidez. Pero además, es una ciudad
capital, gobernada por el poder político central.
Analizaremos algunas dimensiones del proceso de constitución de la ciudadanía política y social en Buenos Aires entre
1912 y 1955. En la primera parte se considerara el proceso de conformación y maduración de una nueva sociedad
popular en Buenos Aires y de definición de un conjunto de prácticas que dan sustancia y contenido a la ciudadanía
política formalmente definida por la Ley Sáenz Peña.
En la segunda parte se mostraran algunas de las bases de un fenómeno que se produce con el peronismo y que aparece
como novedoso: la redefinición de los sectores populares, sus formas de participación y su idea misma de la política.

1. 1912-1945: La ciudadanía como gestión y construcción de la ciudad

En los estudios sobre la evolución política argentina se ha considerado que el radicalismo lucho por la ampliación de la
ciudadanía, asegurando la representación de los sectores hasta entonces excluidos. En parte esa representación se
concreto por vías orgánicas, como la red de comités y los organismos de segundo grado, como la Convención.
La interpretación de la Ley Sáenz Peña de 1912 la considera como la conquista de un vasto movimiento social de clases
medias, cuyas aspiraciones a la participación se veían bloqueadas por el régimen oligárquico. Una versión
complementaria pone el acento en el proyecto de las clases altas de legitimar al régimen a través de esta ley creando
una válvula de escape a estas presiones.
En ambas interpretaciones, se pone el acento en el carácter universal y secreto del sufragio, considerado como un
derecho de los ciudadanos, y no se reflexiona en su simultaneo carácter de deber, expresado en la clausula de
obligatoriedad. Esa obligatoriedad está indicando la limitación y la debilidad de la ciudadanía política así constituida. Lo
cierto es que los dirigentes percibieron la necesidad de un elemente coactivo para construir a los habitantes en
ciudadanos, obligándolos a votar. Las cosas no cambiaron luego de 1912, la ley excluía a las mujeres y a los extranjeros.
Si en 1912, la ciudadanía política es mas una forma que una realidad, en las tres décadas siguientes cobra profundidad
entre los sectores populares de Buenos Aires, entre los cuales se observan avances reales de ciudadanía.
Entre esos cambios puede observarse en primer lugar una consolidación y estabilidad de la economía del Estado. Tanto
entre los sectores populares como los sectores dirigentes, se paso de contestación frontal al Estado, a la aceptación
global y búsqueda de reformas. La declinación del anarquismo y el ascenso del sindicalismo testimonian este cambio.
La población de la ciudad se argentiniza paulatinamente: al tiempo que se va disolviendo la masa de extranjeros no
ciudadanos. El crecimiento de la riqueza del país, y su concentración en Buenos Aires, provoca la difusión de
prosperidad entre la población e impulsa una amplia movilidad, con el consiguiente efecto sobre las identidades sociales,
que al principio estaban fuertemente polarizadas. La sociedad se constituye sobre la pauta de la integración.
Una expresión de estos cambios es la expansión urbana y la formación de sucesivos cinturones de nuevos barrios. En
estos barrios se constituyen sociedades nuevas, que en términos ocupacionales son variadas y heterogéneas, pero que
inicialmente se manifiestan como igualitarias y homogéneas. En estos nuevos ámbitos se dan formas de vida originales,
la casa propia, la separación entre residencia y ocupación.
Nuevas formas de vida y nuevas prácticas definieron una identidad que puede definirse como popular. Uno de sus
rasgos es la importancia que tuvo el tiempo libre en esta identidad, al que distintos actores e instituciones, procuraron de
dotar sentido.

Asociaciones y ciudadanía política

En esas sociedades barriales impulsadas por muchas necesidades urgentes surgieron espontáneamente “las sociedades
de fomento”, que atendían los problemas vinculados con el mejoramiento de los barrios. Los fomentistas fueron
asaciones voluntarias e igualitarias. Cumplieron diversas funciones en la formación de la nueva sociedad popular y su
cultura: junto con la dimensión fomentista hubo siempre una dimensión cultural en la infaltable biblioteca y otra dimensión
recreativa en los bailes familiares. Allí se constituyeron nuevas redes de interacción y practicas nuevas.
Entre esas practicas, interesan aquí las que tienen que ver con la política, que apuntan a una experiencia primaria de la
democracia. En estas sociedades se elegía y se era elegido, se expresaban opiniones y se escuchaban otras, se
aprendió a dialogar con el poder municipal.
Ciertamente, no era ese el ámbito principal de la práctica política, que se desarrollaba más bien en los comités
partidarios, que también tenían una fuerte capacidad de gestión, sobre todo cuando el caudillo podía hacer valer sus
influencias. Estos comités barriales expresaban la otra forma de hacer política. Pero la oposición no es absoluta.
Las sociedades de fomento tuvieron múltiples vínculos con los comités políticos. Pero cuando en 1930 se clausuró la
etapa democrática, esa negociación con el poder se mantuvo a través de los funcionarios del gobierno.

Surgidas para atender en primer lugar las necesidades materiales del barrio, estas sociedades se convirtieron en
órganos de gestión y mediación ante las autoridades publicas. De la eficacia con que desempeñaban su tarea, derivo la
legitimidad que se les reconocían. Su acción tuvo carácter de mediación ante el poder público. Pero existía igualmente el
reconocimiento de que esas mejoras debían ser realizadas por el Estado, con el que había que dialogar y negociar.

En buena medida, esa acción consistió en una apropiación de algunos espacios urbanos, convertidos en forma real o
simbólica en públicos: plazas, calles, bibliotecas o escuelas. De ese modo, los habitantes fueron transformando el
espacio urbano en ciudad y a la vez por su gestión en la conformación de un espacio público, integrado e igualitario, se
hicieron ellos mimos ciudadanos. En el ámbito de estas sociedades barriales se definió un modelo de ciudadano: el del
ciudadano educado. Prueba de estas empresas fue el papel que los libros tuvieron en las sociedades barriales, no había
institución que no organizara una biblioteca pública. Fue en las conferencias donde se moldeo al ciudadano educado,
tanto por su acceso al mundo de la cultura erudita a través de la conferencia (la asistencia con ropa adecuada, el silencio
respetuoso) que no solo obraba como educador sino como diferenciador de quienes asistían y el resto que los reconocía.

Los cambios en las condiciones de vida permitieron a los sectores populares un progresivo acceso a los bienes de la
sociedad. Hubo una creciente apropiación de los vienes materiales que empieza por la vivienda, la ropa y elementos de
confort domestico. Pero también hubo una apropiación de bienes culturales. Estos estuvieron relacionados con el
desarrollo de la esfera de la recreación.
El fomentismo implicaba la colaboración solidaria y análisis de los problemas de la sociedad y de aquello que podía ser
modificado. Pero también la acción de las autoridades. Así se fue elaborando el concepto novedoso de justicia social,
surgido en parte por esta practicas espontaneas de las sociedades barriales, pero en buena mediada de distintas
tradiciones ideológicas.
El espíritu democrático y participativo que animo a los barrios en su primera etapa fue declinado con el correr del tiempo;
en parte se debió a la desaparición de las motivaciones básicas, a medida que las necesidades iban siendo satisfechas.
Estos procesos indicaban con claridad la constitución de una ciudadanía política en términos clásicos, no limitada
meramente a la posibilidad y obligación del sufragio, sino apoyada en una red de instituciones que articula demandas
hacia la cúpula y a la vez controla la acción de los gobernantes.

2. 1945-1955. Peronismo y ciudadanía

Un nuevo actor social

Desde 1930, los avances de la industrialización y las migraciones internas que la acompañaron, que afectaron solo
tangencialmente a la ciudad de Buenos Aires, modificaron profundamente su zona periférica. En suma, se daban las
condiciones para la conformación de un nuevo tipo de identidad de los sectores populares, más definidamente obrera.
La interpretación de este fenómeno elaborada por Gino Germani relaciono el carácter migratorio de los nuevos
habitantes del conurbano, su pertenencia originaria a una sociedad de rasgos tradicionales, su difícil integración en la
urbana y moderna, su falta de experiencia política o sindical, con lo que llamó la “disponibilidad” de las masas, prestas a
ser seducidas y dominadas por un líder carismático.
Irrumpieron reclamando el ejercicio pleno de su ciudadanía política, no por la vía de los partidos políticos, sino de un
modo nuevo: la movilización en el centro mismo del poder. Reclamando sus derechos sociales y también su derecho a la
ciudad.
El estado colocaba nuevos actores en el centro de la escena política: los sindicatos primero y un poco después a nuevas
capas populares, subsumidos finalmente en el “pueblo trabajador” o “pueblo peronista”. Por otra parte, la sanción del voto
femenino completo el proceso de ciudadanización política. El estado completo su política de redistribución de ingresos y
seguridad social, coronada con la reforma de la Constitución y la consagración de los derechos sociales, que sin
embargo no incluyeron el derecho a huelga.
Culminaba el largo proceso de conquista de los derechos políticos y sociales, pero el remate mostraba la debilidad: el
Estado concedía pero a la vez, desmontaba las organizaciones creadas por quienes eran los beneficiados por esta
política, desde el partido laborista hasta la CGT, de la cual se eliminaron todos los dirigentes con aspiración a la
independencia.

La nueva ciudadanía

Así, la constitución de un nuevo actor social acompaña la fusión de dos procesos hasta entonces separados: el de la
ciudadanía política y social, así como su amplia extensión a sectores muy vastos de la sociedad.
Si se requiere continuar explorando la relación entre experiencia urbana y ciudadanía, debe mirarse simultáneamente por
lo menos a la ciudad y el conurbano, no solo porque el conurbano transcurre lo mas novedoso del periodo sino porque la
relación entre ambos espacios sociales constituye un problema relevante en la definición de la nueva ciudadanía.
Lo esencial de la nueva ciudadanía se encuentra en la fuerte interpelación desde el Estado y en la utilización de medios
masivos, y en general en la espectacularización de la práctica política. La acción del Estado benefactor altero totalmente
los procesos de gestión urbana. Surgieron las unidades básicas que sus funciones políticas fueron nulas y servían a lo
sumo para controlar las afiliaciones obligatorias u organizar las concentraciones. En cambio, probablemente tuvieron un
papel importante las agencias de acción social directa, remplazando así una de las clásicas funciones de los caudillos de
barrio.
Perón refunde el problema total de la ciudadanía en un molde nuevo, de carácter social.
En primer termino, ciudadanía fue sinónimo de igualdad. Consistió inicialmente en la obtención para los trabajadores de
beneficios derivados de lo laboral y luego en el derecho a acceder a bienes y consumos anteriormente vedados.
En segundo termino, ciudadanía significo justicia social. La función del estado no era igualar ni tampoco abatir la
iniciativa individual, sino ayudar a los más rezagados para alcanzar un piso mínimo de satisfacción de necesidades.

Ya no se trata del ciudadano educado de la etapa anterior [ideal de ciudadano]. El peronismo tenía un contenido plebeyo
demasiado fuerte y había surgido con una oposición demasiado definida al mundo de la cultura establecida.
Centralmente se trata de un ciudadano integrado, con acceso a bienes y valores de la sociedad establecida y con
derecho a consumirlos en una clave propia, popular.
El voto fue una forma indiscutible de participación. Pero sobre todo lo fue la movilización callejera celebrada en las
fechas establecidas y ordenada en formas más o menos ritualizadas. Porque lo característico de esta politización fue su
estricto control y regulación por parte del Estado. Desde allí se designaban y vigilaban las cúpulas sindicales y políticas.
Los efectos que ello tuvo sobre la ciudadanía política fueron profundos: el adoctrinamiento remplazo a la elaboración
crítica de ideas y propuestas. El espíritu de facción remplazo una verdadera convivencia democrática, situación que a su
vez era alimentada por una oposición igualmente facciosa. En esos términos, la politización se transformaba en una
despolitización. El ciudadano peronista fue un ciudadano integrado igualitariamente y despolitizado.

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