Colotlán, Jalisco. 13 noviembre del 2023 En la primera situación descrita, la comprensión de las enfermedades mentales se vinculaba al “pensamiento mágico”, donde la explicación intuitiva las asociaba a factores no científicos como la religión. La perspectiva orgánica, en contraste, las equiparaba a otras enfermedades, fundamentando su explicación en procesos anatómicos y fisiológicos regidos por las leyes de la física y la química. Por último, la visión psicosocial atribuía la causalidad de estas enfermedades a procesos mentales, tanto conscientes como inconscientes, y a la interacción con eventos biográficos y vitales. Alexander, en calidad de psicoanalista, abogaba por esta última concepción como la más avanzada, capaz de profundizar en las causas reales de estas patologías. A lo largo de la historia, estas tres tendencias han coexistido, y en la actualidad, vemos pacientes que combinan medicación psicofarmacológica con visitas a psicólogos, creando un tándem terapéutico integral. Este enfoque se conecta con el Corpus Hipocraticum, que influyó en la medicina hasta el siglo XVIII.
En el siglo XIX, la psiquiatría estableció fundamentos para la clasificación y
nosología psiquiátrica, allanando el camino para los actuales sistemas DSM e ICD. Griesinger, en ese periodo, postuló que las enfermedades mentales surgían del funcionamiento morboso del cerebro, incluso cuando la anatomía patológica no revelaba lesiones evidentes. Este cambio conceptual representó un hito después de 24 siglos de localización de las enfermedades mentales en el organismo. Posteriormente, la psiquiatría se centró en la clínica, evitando debates etiológicos y compitiendo con las perspectivas psicoanalíticas y sociales durante la primera mitad del siglo XX.
La psicopatología, como ciencia que estudia la mente y el comportamiento enfermo,
y la psiquiatría, como disciplina médica aplicada, actualmente reflejan fuertemente la concepción organicista centrada en el cerebro como el órgano responsable de la mente y el comportamiento. Sin embargo, la psicología clínica, por definición, no se orienta hacia terapias biológicas, manteniendo su foco en las intervenciones mentales y psicosociales. Las neurociencias, agrupando conocimientos, técnicas de investigación y modelos de intervención, se centran en el sistema nervioso central y sus productos. No obstante, no deben confundirse con la concepción organicista en general. La investigación organicista de las enfermedades mentales se nutre principalmente de la genética y la bioquímica, especialmente con avances significativos en el estudio de neurotransmisores y su aplicación a la psicofarmacología desde la década de los cincuenta. Recientemente, se exploran conexiones prometedoras entre la genética y las neurociencias puras, como la relación de marcadores genéticos con respuestas neuropsicológicas y la terapéutica en enfermedades del estado de ánimo. La esquizofrenia, paradigmática en esta nueva concepción, absorbe una porción importante de recursos y literatura en este ámbito, destacando su historia como un ejemplo ilustrativo del cambio de enfoque en las enfermedades mentales.
Bibliografía
Ramos Zuniga, R. (2014). Guía básica en Neurociencias (2a ed.). Elsevier.