Está en la página 1de 11

Facultat d’Economía i Empresa

Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1


Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

LECCIÓN 7. LAS SOCIEDADES MERCANTILES.

1. Caracterización y estructura del contrato de sociedad.

Llamamos contrato de sociedad a cualquier agrupación voluntaria de personas que


se obligan entre sí a contribuir para la consecución de un fin común (art. 1665 CC).
La sociedad, como institución jurídico privada, puede analizarse desde diversas
perspectivas. En primer lugar, se trata de un contrato que, vinculado a varios socios,
permite agrupar trabajo y capital para realizar una actividad que normalmente
escapa a las posibilidades individuales de cada uno de ellos.

En segundo lugar, se trata de una figura que permite crear una empresa con las
aportaciones de los socios, cuya titularidad corresponde a la persona jurídica que
nace de la sociedad, y que funcionalmente se destina a la consecución del objeto
social. En tercer lugar, la sociedad actúa de causa determinante del posterior
nacimiento de una persona jurídica (empresario social o empresario mercantil
colectivo) distinta de los socios, cuya perfección difiere según el tipo social de que
se trate.

Limitándonos a la calificación de la sociedad como contrato, tal afirmación ha sido


objeto de críticas por la doctrina. En tal sentido, mientras los códigos afirman
abiertamente la naturaleza contractual del negocio constitutivo de la sociedad (arts.
116 CdC y 1665 CC), existen argumentos que podrían hacer dudar de ello. Así se ha
señalado:

i) a diferencia de lo que ocurre en los contratos bilaterales o sinalagmáticos,


en el contrato de sociedad no existen prestaciones de las partes que se crucen
como contraprestación sino prestaciones que salen de la esfera patrimonial
de cada una de ellas y que concurren a la formación de un patrimonio social,

ii) igualmente, en el negocio constitutivo de la sociedad no existen dos partes


con intereses contra puestos que intentan armonizarse a través de un
consentimiento perfeccionador, sino una sola parte caracterizada por la
persecución de un mismo interés,

iii) asimismo, se afirma la imposibilidad de aplicar al negocio constitutivo de


la sociedad gran parte del régimen jurídico de los contratos bilaterales,

iv) finalmente, se le niega naturaleza contractual, porque a diferencia de lo


que ocurre en los contratos bilaterales, del contrato de sociedad nace una
persona jurídica distinta de los socios.

Por eso, en lugar de acudir a la teoría del contrato para explicar el negocio
constitutivo de la sociedad, se afirma en ocasiones que este es un acuerdo colectivo,
un negocio jurídico unilateral, caracterizado por venir formado por varias personas

1
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

que, poseyendo el mismo interés, actúan como una sola parte, a diferencia de la
dualidad de partes que integran todo contrato (GARRIGUES).

Otro sector de la doctrina mantiene que el negocio constitutivo de la sociedad es un


verdadero contrato, pero un contrato plurilateral, entendido como negocio jurídico
perteneciente a la categoría de los contratos y caracterizado por la existencia de dos
o más partes que poseen intereses contra puestos y una comunidad de fin
(ASCARELLI).

Cabe asimismo señalar, que el contrato de sociedad no solo es un contrato


plurilateral, sino que lo es de organización, lo que implica que el contrato de
sociedad se dirige igualmente la creación de una esfera patrimonial autónoma y
separada de la de los socios (dotada de su propio patrimonio y su personalidad
jurídica).

Del referido concepto de sociedad del artículo 1665 CC cabe inferir los tres
elementos esenciales de la sociedad y que vienen a ser los propios todo contrato
(art. 1261 CC): a) el consentimiento manifestado de la voluntad de asociarse, b) el
objeto, consistente en la aportación que hacen los socios, y c) la causa, esto es el fin
común que se persigue con la sociedad. En efecto toda sociedad se constituye para
conseguir un fin común, que normalmente será la obtención por la sociedad de un
beneficio económico a repartir entre los socios (arts. 116.1 CdC y 1665 CC).
Finalmente, el contrato de sociedad exige que todos los socios contribuyan a la
consecución del fin común, lo que se traduce en que todos ellos deban obligarse a
realizar una aportación idónea para alcanzarlo.

Por último, en cuanto a la forma, no es elemento del contrato de sociedad la


observancia de una forma concreta. De acuerdo con el principio general del artículo
1278 CC, el contrato de sociedad no precisa para su existencia de ninguna forma
especial. La forma solo será necesaria para la validez del contrato (forma ad
solemnitatem) cuando la ley lo exija para algún tipo especial (por ejemplo, para las
sociedades de capital -art. 33 LSC-).

2. Los tipos de sociedades.

2.1. Sociedades civiles y mercantiles.

La mercantilidad de la sociedad, es decir, la determinación de la naturaleza civil o


mercantil de una concreta sociedad, es una cuestión compleja que presenta dos
vertientes. La mercantilidad objetiva y la mercantilidad subjetiva. En cuanto a la
primera, en principio se puede decir que es mercantil cualquier contrato de sociedad
celebrado “con arreglo a las formalidades del CdC” (art. 116 CdC) de modo que toda
sociedad mercantil, constituida como tal tendrá naturaleza mercantil.

En cuanto a la mercantilidad subjetiva, se refiere a la atribución de la condición de


comerciante. Dicha atribución se sujeta al ejercicio de la actividad mercantil. Así,
dispone el artículo 1 CdC que “son comerciantes las sociedades constituidas con

2
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

arreglo a un tipo mercantil”. Si no se ejercita una actividad mercantil no se puede


constituir una sociedad mercantil, aunque se adopte una forma societaria mercantil.
Se desprende pues, que la mercantilidad objetiva o mercantilidad del tipo está
vinculada a la mercantilidad subjetiva o mercantilidad del sujeto. Se infiere de lo
anterior que:

i) Una sociedad que se dedique una actividad mercantil, por ejemplo, la


distribución de bebidas refrescantes, tiene que adoptar necesariamente
una forma o tipo mercantil (mercantilidad objetiva). El sujeto que nace de
ese contrato de sociedad siempre un comerciante, pues desarrolla una
actividad mercantil de forma habitual (mercantilidad subjetiva).

ii) Una sociedad que se dedique a una actividad civil, por ejemplo, una
explotación artesanal, puede adoptar bien una forma civil, o bien una
forma mercantil1. El sujeto que nace de ese contrato no será en ningún
caso un comerciante.

iii) No obstante lo anterior, serán siempre comerciantes, con independencia


de cual sea su actividad objeto, las personas jurídicas que nazcan de los
siguientes tipos societarios: sociedad anónima, sociedad de
responsabilidad limitada, agrupación de interés económico, social de
garantía recíproca y sociedad comanditaria por acciones (mercantilidad
por razón de la forma).

2.2. Las sociedades personalistas.

Las sociedades personalistas son aquellas sociedades en las que la personalidad de


los socios reviste una gran importancia. En ellas, lo importante es la persona del
socio, con independencia de la aportación económica realizada y a los socios
corresponde la administración de la sociedad siendo su régimen de responsabilidad
personal, ilimitada, solidaria y subsidiaria por todas las operaciones de la sociedad.

Subsidiaria, puesto que para satisfacer las deudas de la sociedad es preciso proceder
contra el patrimonio de la sociedad primero y, a falta de éste, se procederá contra el
de los socios. Ilimitada, dado que los socios responden con todo su patrimonio.
Solidaria, puesto que a cualquiera de socios se le exigirá la integridad de la deuda de
modo tal que, frente al acreedor, cada socio se comprita como si fuera el único

1 A las sociedades civiles con forma mercantil se las denomina sociedades mixtas. Éstas se rigen por
las reglas de los tipos societarios del código de comercio que adopten. Se han acogido la forma de
sociedad colectiva le será de aplicación la regla de este tipo societario. Ahora bien, las sociedades
mixtas son sujetos civiles y por ello, deberán quedar sustraídos del estatuto del comerciante y, por
tanto, no vendrán obligadas a inscribirse en el registro mercantil, ni deberán observar el deber de
llevanza de contabilidad, etc.

3
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

deudor sin perjuicio del derecho de repetición que tiene todo deudor solidario que
paga contra los demás deudores solidarios.

2.2.1. La sociedad colectiva.

La sociedad colectiva se regula en los arts. 125 y ss. CdC y es la forma más simple y
más antigua de sociedad mercantil. La sociedad colectiva es el prototipo de sociedad
personalista. En su régimen jurídico están presentes todas las características típicas
de esta clase de sociedades:

a) Responsabilidad personal, ilimitada, solidaria y subsidiaria de los socios por


las deudas sociales (art. 127 CdC).

b) Administración de la sociedad vinculada a la condición de socio (art. 129


CdC),

c) Sujeción de la transmisión de la condición de socio al consentimiento de


todos los demás socios (art. 143 CdC).

El contrato de sociedad colectiva debe constar en escritura pública e inscribirse en


el registro mercantil. El CdC exige que el nombre o razón social esté formada
únicamente por el nombre de todos o parte de los socios y prohíbe incluir el nombre
de las personas que no pertenezcan a la sociedad. La sociedad está obligada a
modificar la razón social cuando una persona cuyo nombre figura en ella pierda por
cualquier causa esa condición de socio (art. 401.4 RRM).

La persona que, no perteneciendo a la compañía, incluya su nombre en la razón


social, responderá solidariamente de las deudas sociales (art. 126 CdC). Esto se
explica porque la garantía que los terceros tienen en una sociedad colectiva radica
en la responsabilidad de los socios y en que la constancia del nombre de un no socio
en la razón social produce una apariencia que debe ser tutelada mediante la sujeción
de los socios al régimen de responsabilidad de los socios.

a) Derechos y obligaciones de los socios.

La primera obligación del socio es aportar bienes (dinero, cosas muebles o


inmuebles y derechos) o trabajo a la sociedad no es necesario que se forme un
patrimonio inicial de la sociedad colectiva dado que ésta puede fundarse
exclusivamente por socios industriales, que son los que únicamente aportan su
trabajo o servicios a la sociedad. El patrimonio de la sociedad es un patrimonio
separado del patrimonio personal de los socios y, por ello, los socios no pueden
disponer individualmente de aquel (art. 139 CdC). También pesa sobre el socio el
deber de no competencia con la sociedad.

Como derechos, al socio colectivo le corresponde, en primer lugar, el derecho a


participar en la gestión social. El CdC establece un régimen de administración de la
sociedad de carácter dispositivo (aplicable cuando nada se haya pactado al

4
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

respecto) que atribuye a todos los socios la administración conjunta o


mancomunada. También le corresponde al socio colectivo el derecho de
información, que goza de gran amplitud como medida de control de la gestión social.

Asimismo, tiene el derecho a participar en las ganancias y en el patrimonio


resultante de la liquidación. La aportación de cada socio sirve para determinar tanto
su participación en el patrimonio social como su participación en las pérdidas y
ganancias de la sociedad que serán proporcionales a dicha aportación. Los socios
industriales participan en la misma proporción que corresponde al socio que haya
realizado la aportación menor de capital, pero no le son imputables las pérdidas,
salvo pacto expreso en contra (arts. 140 y 141 CdC).

b) Adopción de acuerdos sociales.

Tanto la transmisión de las partes sociales como el resto de acuerdos sociales se


adoptan por unanimidad. El riesgo que asumen los socios colectivos lo justifica. Así,
no les resulta indiferente que sea un socio una persona poco solvente porque frente
a terceros habrán de suplir su insolvencia llegando a comprometer sus patrimonios.
Otra manifestación del carácter personalista de la sociedad colectiva es que la
muerte de un socio produce la disolución de la sociedad, salvo que en el contrato de
sociedad se haya previsto otra cosa.

2.2.2. La sociedad comanditaria simple.

La sociedad comanditaria, que se regula en los arts. 145 y ss. CdC, se diferencia de la
colectiva en que, junto a la existencia de socios colectivos a quienes aplica el mismo
estatuto jurídico de los socios de la sociedad colectiva, hay otros socios que no
responden de forma ilimitada, sino solo con las aportaciones que realizan de la
sociedad. Éstos se denominan socios comanditarios, y a diferencia de los colectivos,
no pueden gestionar la sociedad ni tan siquiera ser apoderados de un socio gestor
(art. 148 CdC).

La prohibición de gestión se justifica, precisamente, en su régimen de


responsabilidad limitada lo que han aportado. Si se les permitiese gestionar la
sociedad, podrían comprometer el patrimonio de los colectivos acometiendo
operaciones más arriesgadas que las que acometerían estos.

La escritura social de la sociedad en comandita debe incorporar las mismas


circunstancias que la colectiva, constar en escritura pública e inscribirse en el
registro mercantil. La presencia de los socios comanditarios conlleva la necesaria
existencia de un patrimonio social inicial, aunque todos los colectivos fueran socios
industriales. Asimismo, en la razón social, nunca pueden incluirse los nombres de
los socios comanditarios. Si algún comanditario incluyese su nombre o consintiese
su inclusión en la razón social, quedará sujeto, respecto a los terceros, a las mismas
responsabilidades que los gestores, sin adquirir más derechos que los que le
corresponden como comanditario.

5
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

Sus derechos de contenido económico (participación en beneficios y cuota


resultante de la liquidación) son, salvo pacto en contra, proporcionales a su
aportación. En cuanto a la adopción de los acuerdos sociales, deberán adoptarse
contando también con la voluntad de todos los socios comanditarios.

2.2.3. Cuentas en participación.

Por este contrato, una parte (cuenta partícipe) aporta un dinero, y otra (gestor) lo
invierte con la finalidad de repartirse las ganancias posteriormente. Lo
característico de este contrato es la separación de funciones (las cuenta partícipes
solo aportan, no gestionan, y viceversa) y, sobre todo, que frente a terceros, los
gestores actúan como si el negocio fuese suyo, sin hacer constar que en realidad
gestionan un patrimonio de otra persona. Las cuentas en participación se regulan en
los artículos 239 y siguientes del CdC.

Su naturaleza es discutida. Así, un sector doctrinal entiende que no se trata de un


contrato de sociedad sino de un contrato de colaboración sui generis. Así, se ha
señalado que se trata de una fórmula asociativa entre empresarios individuales o
sociales que hace posible el concurso de uno (partícipe) en el negocio o empresa del
otro (gestor), quedando los dos a resultas del éxito o fracaso del último. No se crea
un patrimonio común entre los partícipes, y lo aportado pasa al dominio del gestor2.

El partícipe, por eso, no dispone de un crédito de restitución del capital aportado,


sino que se le atribuye el derecho a las ganancias en la proporción que se establezca.
En contra del carácter societario de la figura, se argumenta la falta de personalidad
jurídica, al no poder adoptar una razón social común (art. 241 CdC), y la ausencia de
un patrimonio común, dado que el gestor adquiere la titularidad plena del capital
aportado por el participe.

2.3. Las sociedades de capital.

Con la expresión sociedades de capital se hace referencia a tres clases de sociedades


mercantiles que, sin perjuicio de poseer cada una identidad propia, responden todas
ellas a una caracterización común frente a las denominadas sociedades
personalistas o sociedades de personas. Todas son sociedades capitalistas, en el
sentido de que en principio no interesan las condiciones personales de los socios
sino las aportaciones que estos hagan a la sociedad y que determinan el grado de su
participación en el capital social.

Todas las sociedades de capital tienen su capital dividido en partes alícuotas que
atribuyen a su titular la condición de socio y que, según la clase social de que se trate,
reciben una determinada denominación -acciones o participaciones sociales-.
Asimismo, todas son sociedades de responsabilidad limitada, en el sentido de que el
socio se obliga a aportar el importe de las partes alícuotas del capital social, pero sin

2 SSTS de 20 de julio de y 4 de diciembre de 1992.

6
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

asumir ninguna responsabilidad personal por las deudas sociales (excepto en el caso
de los socios administradores de la sociedad comanditaria por acciones).

En consecuencia, los acreedores de la sociedad no pueden dirigirse contra los socios


y solo pueden contar con el patrimonio de la propia sociedad para la satisfacción de
sus créditos. De este modo, esa responsabilidad limitada permite que los socios que
invierten en la sociedad no arriesguen más que el importe de las aportaciones.

Las sociedades de capital son sociedades mercantiles cualquiera que sea el objeto al
que se dediquen lo que impide que pueden existir sociedades civiles con cualquiera
de las formas de sociedades de capital. Las tres clases de sociedades de capital son
la sociedad anónima (incluida la sociedad anónima europea), la Sociedad de
responsabilidad limitada (con su variante denominada sociedad nueva empresa) y
la sociedad comanditaria por acciones y, habiendo recibido tradicionalmente una
regulación autónoma, todas ellas se regulan en el Texto Refundido de la Ley de
Sociedades de Capital aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio -
LSC en adelante-.

2.3.1. Sociedad anónima.

La sociedad anónima se presenta como el modelo de sociedad predispuesto por el


ordenamiento para atender a las peculiares exigencias organizativas y funcionales
de las grandes empresas. En particular, la sociedad anónima es la forma
característica de la sociedades cotizadas o bursátiles, que agrupan en su seno a
grandes cantidades de accionistas y que, por lo general, comprenden a las empresas
de mayor tamaño y relevancia económica3.

El legislador se aproxima a una definición de esta clase de sociedad mercantil en el


artículo 1.3 LSC cuando señala que “en la sociedad anónima el capital, que estará
dividido en acciones, se integrará por las aportaciones de todos los socios, quienes
no responderán personalmente de las deudas sociales”. Como sociedad de capital,
participa de la caracterización común a todas las de esta categoría: sociedad
capitalista, capital dividido en partes alícuotas, responsabilidad limitada y
naturaleza mercantil.

Pero además, posee una peculiaridad tipológica consistente en que esa división del
capital en partes alícuotas se materializa en acciones, que son susceptibles de
representación “por medio de títulos o por medio de anotaciones en cuenta” (art.
92.1 LSC), que en principio son libremente transmisibles (lo que explica la habitual
caracterización de la anónima como una sociedad abierta) y que tiene la

3 De este modo, para conocer con mayor detalle el marco jurídico de las sociedades anónimas, se
deberá tener en cuenta la existencia de muchas otras disposiciones normativas de carácter sectorial
que se ocupan de tipos concretos de esta clase de sociedades (sociedades anónimas de seguros,
bancos, sociedades anónimas deportivas, sociedades de inversión colectiva, sociedades de capital
riesgo, etc.) y que las someten, por la índole específica de su actividad o por operar en mercados
intensamente regulados, a determinadas especialidades de régimen jurídico más o menos
sustantivas respecto del régimen general, al que en todo caso quedan sometidas de forma supletoria.

7
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

consideración legal de valores mobiliarios (art. 92.1 LSC) o valores negociables, lo


que las diferencia de forma significativa de las participaciones de la sociedad de
responsabilidad limitada.

Esto explica la idoneidad de la sociedad anónima para agrupar cantidades ingentes


de recursos de una multitud de inversores, pues la consideración de las acciones
como valores mobiliarios junto a la ausencia de responsabilidad de los accionistas
por las deudas sociales la convierte en el tipo idóneo para operar y financiarse a
través de los mercados de valores4.

2.3.2. Sociedad de responsabilidad limitada.

La sociedad de responsabilidad limitada surge en la segunda mitad del siglo XIX


como una forma social esencialmente orientada a proporcionar a las empresas de
pequeña o mediana dimensión económica un modelo societario alternativo en el
que, con mayor simplicidad y flexibilidad organizativa, se mantuviera inalterado el
principio de responsabilidad limitada de los socios.

Conforme al art. 1.2 LSC “en la sociedad de responsabilidad limitada el capital, que
estará dividido en participaciones sociales, se integrará por las aportaciones de
todos los socios, quienes no responderán personalmente de las deudas sociales”. La
sociedad limitada, aún participando de las características comunes a toda la
sociedad de capital, presenta una mayor consideración a la figura del socio, -reflejo
de las sociedades personalistas-.

Ello se manifiesta en la exigencia de que su capital está dividido en partes alícuotas,


denominadas participaciones sociales que no tienen la condición de valores
mobiliarios y que “no podrán estar representadas por medio de títulos o de
anotaciones en cuenta, ni denominarse acciones, y en ningún caso tendrán el
carácter de valores” (art. 92.2 LSC). Las participaciones carecen así, a diferencia de
las acciones, de la idoneidad para ser objeto de negociación de los mercados de
valores.

2.3.3. Sociedad comanditaria por acciones.

Conforme al artículo 3.2 LSC “las sociedades comanditarias por acciones se regirán
por las normas específicamente aplicables a este tipo social y, en lo que no esté en
ellos previsto, por lo establecido en esta ley para las sociedades anónimas”. El
legislador considera a la sociedad comanditaria por acciones como una sociedad
anónima especial que, con independencia de alguna distinción menor (p. ej., en
materia de denominación, art. 6.3 LSC), solamente se distingue de la anónima

4 Así ocurre en particular cuando las acciones sean admitidas a negociación en un mercado
secundario oficial de valores, como sería el caso de las bolsas de valores, en cuyo caso la sociedad
tendría la consideración legal de sociedad cotizada (art. 495.1 LSC) Y quedaría sometida al régimen
especial previsto para estas sociedades.

8
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

ordinaria por el peculiar estatuto jurídico al que quedan sometidos sus


administradores.

Por esta razón, dispone el art. 1.4 LSC que “en la sociedad comanditaria por acciones,
el capital, que estará dividido en acciones, se integrará por las aportaciones de todos
los socios, uno de los cuales, al menos, responderá personalmente de las deudas
sociales como socio colectivo”. Aunque ese último inciso pueda inducir a pensar que
en estas sociedades existen, como en las comanditarias simples, dos clases de socios,
a saber: comanditarios y colectivos, ello no es así.

Lo que sucede es que en la sociedad comanditaria por acciones la ley exige que a los
socios que sean, a su vez, administradores, se les atribuya la condición legal de
socios colectivos lo que se traduce, básicamente, en la asunción de una
responsabilidad personal e ilimitada por las deudas sociales. Para contrarrestar ese
agravamiento de la responsabilidad, los administradores de la sociedad
comanditaria por acciones disfrutan de unas facultades y poderes mucho más
extensos que los de una sociedad anónima (art. 294 LSC), así como una mayor
estabilidad en el cargo (art. 252.2 LSC).

2.3.4. La sociedad anónima europea.

La sociedad anónima europea se crea por el Reglamento 2157/2001, de 8 de


octubre, por el que se aprueba el estatuto de la sociedad anónima europea,
concibiéndose legalmente como una genuina sociedad anónima, con todos los
caracteres que definen esta dentro del sistema de la sociedad de capital (división del
capital en acciones, responsabilidad limitada de los accionistas, etc.), pero creada y
regida por el propio Derecho comunitario. La sociedad está obligada a registrarse y
domiciliarse un Estado miembro, cuyo ordenamiento interno se declara de
aplicación supletoria en relación con aquellas materias que no estén reguladas en el
Reglamento.

No existe, por tanto, un régimen jurídico unitario y completo que se aplique por igual
a todas las sociedades anónimas europeas, pues ese régimen se integra tanto con
normas de naturaleza comunitaria como con las normas nacionales de los distintos
estados miembros que serán de aplicación numerosas materias. Dada la finalidad a
que responde, la sociedad anónima europea solo puede constituirse por empresas
que no limiten su actividad al territorio de un Estado miembro lo cual se traduce en
los diversos procedimientos previstos para la constitución de la sociedad que se
vinculan de una u otra forma a la existencia de ese elemento transnacional.

2.3.5. La sociedad nueva empresa.

Con el propósito de configurar, dentro del marco tipológico de la sociedad limitada,


una especie societaria que por la mayor singularidad y agilidad en su proceso
constitutivo pudiera servir para estimular la creación de pequeñas y medianas
empresas la Ley 7/2003, de 1 de abril, creó la sociedad nueva empresa actualmente
regulada en los arts. 434 a 454 LSC.

9
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

No se trata de un nuevo tipo social, sino de una variante o modalidad singular de


sociedad de responsabilidad limitada caracterizada por ciertas peculiaridades en su
régimen jurídico relativas no solo aspectos relacionados con la constitución de la
sociedad sino también con su régimen de funcionamiento.

2.4. Las sociedades de base mutualista. Las cooperativas.

Al lado de las formas sociales contempladas, cabe hablar también de las


tradicionalmente consideradas como sociedades de base mutualista. El CdC no
regula estas entidades, pero si se refiere a los viejos tipos de sociedades de base
mutualista: las sociedades cooperativas y las mutualidades de seguros. Junto a ellas
cabe incluir también la Sociedad de garantía recíproca.

Estas sociedades ofrecen unos rasgos comunes: el ejercicio y desarrollo de la


empresa tiene como finalidad la satisfacción de determinadas necesidades comunes
a todos los socios. Sus reglas de funcionamiento vienen determinadas por unos
principios orientadores que responden a la primacía de la persona y del objeto social
sobre el capital, la adhesión voluntaria y abierta, el control democrático por sus
integrantes, aplicación de los principios de solidaridad y responsabilidad y el
destino de los excedentes a la consecución de fines de interés social.

Prototipo de sociedad de base mutualista es la sociedad cooperativa regulada en la


Ley 27/1999, de 16 de julio que en su art 1.1 la define como “sociedad constituida
por personas que se asocian, en régimen de libre adhesión y baja voluntaria, para la
realización de actividades empresariales, encaminadas a satisfacer sus necesidades
y aspiraciones económicas y sociales, con estructura y funcionamiento democrático,
conforme a los principios formulados por la alianza cooperativa internacional en los
términos resultantes de la presente ley”.

Tres son los principios fundamentales que caracterizan a la sociedad cooperativa: i)


el principio de “puertas abiertas” que supone el principio de libre adhesión y baja de
los socios, con la consiguiente variación del capital, sin que ello implica modificación
estatutaria, ii) el principio de fundamentación no capitalista de la condición de socio
y, iii) el principio de autogobierno, gestión y control democrático.

3. Sociedades Profesionales.

La Ley 2/2007, de 15 de marzo, de sociedades profesionales define, en su art. 1.1 a


la sociedad profesional como aquella que tienen por objeto “el ejercicio en común
de una actividad profesional “. Ante la indeterminación que ello supone, el legislador
se ha visto forzado a determinar qué debe entenderse por “actividad profesional”,
así como qué debe entenderse por “ejercicio en común de una actividad
profesional”.

En cuanto a la actividad profesional, lo es toda aquella actividad para cuyo


desempeño se requiera titulación universitaria oficial, o titulación profesional para
cuyo ejercicio sea necesario acreditar una titulación universitaria oficial, inscripción

10
Facultat d’Economía i Empresa
Asignatura: Derecho Mercantil. Grupo T1
Professor: Dr. Jordi Piedra Arjona

del correspondiente colegio profesional. Son dos requisitos (la titulación y la


colegiación) cumulativos.

En cuanto a lo que debe entenderse por ejercicio en común de una actividad


profesional, se presume que existe ese ejercicio en común cuando los actos propios
de la actividad sean ejecutados directamente bajo la razón o denominación social y
les sean atribuidas a la sociedad los derechos y obligaciones inherentes al ejercicio
de la actividad profesional como titular de la relación jurídica establecida con el
cliente (art. 1.1).

4. La personalidad jurídica de las sociedades mercantiles: significado y


límites.

Las sociedades de capital, como todas las demás sociedades, dan nacimiento a una
persona jurídica, con capacidad para mantener sus propias relaciones jurídicas y
para operar como sujeto de derecho. La sociedad se constituye mediante escritura
pública, que deberá inscribirse en el registro mercantil (art. 20 LSC), y con esa
inscripción, como establece el art. 33 LSC, adquirirá la personalidad jurídica que
corresponda al tipo social elegido.

La adquisición de personalidad jurídica y la consiguiente imputación a ellas de las


relaciones jurídicas que se generen con ocasión del desarrollo de las actividades
propias de su objeto social determina que se atribuya a las sociedades la
consideración legal de empresarios y que queden sometidas a su estatuto jurídico.

También, como cualquier persona jurídica, las sociedades de capital tienen una
nacionalidad y un domicilio que pueden ser, y de hecho suelen serlo, diferentes de
los de los socios. En relación a ello, las sociedades de capital que tengan su principal
establecimiento o explotación en España han de fijar su domicilio en territorio
español y constituirse de acuerdo con la ley nacional, española (arts. 8 y 9 LSC).

Por último, las sociedades de capital pueden disponer igualmente de una página web
corporativa (arts. 11 bis y 11 ter LSC), a los efectos de difundir determinada
información societaria (convocatoria de juntas, etc.). Con carácter general se trata
de una simple facultad, salvo en el caso de las sociedades cotizadas que legalmente
están obligadas a disponer de una página web que además ha de tener un contenido
determinado.

11

También podría gustarte