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PRIMER PARCIAL:

 INTRODUCCION:

1. CONCEPTO DE LA SOCIEDAD:

Artículo 1 - Concepto. Habrá sociedad si una o más personas en forma organizada conforme a uno
de los tipos previstos en esta ley, se obligan a realizar aportes para aplicarlos a la producción o
intercambio de bienes o servicios. Participando de los beneficios y soportando las pérdidas.

La sociedad unipersonal solo se podrá constituir como sociedad anónima.

La sociedad unipersonal no puede constituirse por una sociedad unipersonal.

El hecho de celebrar este contrato da vida a una nueva persona, de existencia ideal o jurídica, de
suerte que la enorme aptitud —dada por la ley— de generar un sujeto distinto del de sus
otorgantes le da al contrato una potencialidad mayúscula que justifica estudiarlo en todas sus aristas
como seguidamente se hace.

a) Pluralidad de socios:

Para que exista sociedad debe concurrir desde el inicio —y mantenerse— al menos una persona —
física o jurídica— que brinde su consentimiento para constituir el nuevo ente al que se dará vida.

La ley 26.994, que sanciono el Código Civil y Comercial, desdibujo este añejo requisito basado en la
contractualidad y autoriza que se funden sociedades unipersonales bajo la forma de una sociedad
anónima, la cual se denominara “sociedad anónima unipersonal” (SAU).

Esta tendencia a la admisión de la unilateralidad congénita de las sociedades se ha intensificado a


través de la sanción de la ley 27.349 (llamada de apoyo al capital emprendedor), cuyo título III
introdujo un nuevo tipo social denominado sociedad por acciones simplificada (SAS), pasible también
de ser constituida por voluntad de un solo sujeto.

b) Organización y tipicidad:

Siempre siguiendo las previsiones del transcripto art. l°, hallamos que la organización y la adopción
de los tipos que la ley aporta son elementos indispensables para que exista sociedad y para que ella
logre los atributos más preciados, que son la personalidad y la limitación de responsabilidad.
Así pues, la constitución del ente debe someterse a uno de los tipos adoptados por la ley y
obtener de ellos la estructura organizativa que la propia ley planteo y regulo en cada caso.

c) Obligación de aportes comunes:

Los celebrantes del contrato (socios a partir de su firma) realizan —o se comprometen a realizar—
aportes de naturaleza patrimonial. Si es un solo socio, aporta únicamente una parte específica de
su patrimonio. Con ello se forma un fondo común que será la herramienta para procurar el objetivo
económico y lucrativo que se prefiguraron los contratantes al celebrar el acuerdo de constitución.

Ese fondo común recibe el nombre de capital social (que equivale al activo, en el momento inicial
de la sociedad naciente) y permitirá no solo encarar los negocios proyectados, sino también extraer
de su expresión numérica la participación que tiene cada socio mediante una regla de tres simple
(en el que el 100 % es la suma de los aportes y de cuyo importe surge la proporción de cada socio
—p.ej., si el capital es de $ 800.000 y mi aporte es de $ 200.000, mi participación es del 25 %—).

d) Distribución de las ganancias y las perdidas:

El mencionado capital social tiene como fin la realización de negocios previstos de antemano,
aunque sea genéricamente, por los socios en el contrato. Pues bien, ese objetivo de desarrollo
negocial puede aparejar ganancias o pérdidas, al cabo de cierto tiempo. Se trata, en efecto, de un
proyecto de los contratantes (o socios) caracterizado por el riesgo. No existe en el caso posibilidad
de garantizar el éxito. Por eso, la ley impone que ese riesgo no puede ser ajeno al contrato y debe
ser asumido por los socios. Es una consecuencia del fin común que se propusieron los socios al
contratar.

e) “Affectio societatis”:

Esta expresión latina refiere al compromiso de los socios de obrar condicionadamente en pos del
negocio o actividad que van a encarar. Supone que cada uno de los integrantes de la sociedad se
compromete a poner como prioridad los intereses del emprendimiento común, en vez de
privilegiar el propio interés. Se advierte que este recaudo es inexistente cuando la sociedad es
unipersonal y su referencia atañe solo al caso de las sociedades de dos o más personas.

A título de conclusión de este acercamiento inicial al concepto de sociedad comercial, se puede


afirmar que cuando se produce la confluencia de todos los elementos antes descriptos se da
nacimiento a un nuevo ente de derecho (la sociedad). Es decir que un grupo de personas de
manera organizada, que realizan aportes comunes a los efectos de la producción y consecución de
su objeto, y adecuan su estructura conforme a uno de los tipos previstos en esta ley, participando
de las ganancias y soportando las pérdidas, estarán dando nacimiento a una sociedad.

Lo cierto es que si falta alguno de estos elementos —en particular, los aportes y la participación en
los beneficios y en las perdidas— no habrá sociedad, sino otro negocio jurídico.

2. ORIGEN Y EVOLUCION:

Como es sabido, el derecho comercial surge en la Edad Media, en la época de los municipios y las
corporaciones, cuando cesa la actividad benéfica del pretor y los barbaros importan normas
rudimentarias e insuficientes para satisfacer las necesidades de la actividad comercial floreciente.

El derecho mercantil aparece y va configurándose en la Edad Media como un derecho de clase,


como una categoría histórica de carácter profesional, que tiene su nacimiento en la época de las
corporaciones, y las decisiones de los cónsules, inspiradas en la equidad y los usos mercantiles, a
las que se sometían los comerciantes para resolved sus conflictos. Pero con la Revolución Francesa,
que abatió a las corporaciones, se produjo un cambio radical; el derecho mercantil dejo de ser
un derecho de los comerciantes y paso a ser el derecho de los actos de comercio, concepción
objetiva del Código napoleónico de 1807, que restó importancia al sujeto que los celebraba.

3. IMPORTANCIA ACTUAL:

El hombre no solo tiene la necesidad de asociarse para brindar servicios a gran escala, sino que la
propia comunidad reclama que esas prestaciones se brinden de manera eficaz.

Ambos factores han determinado que las sociedades se conviertan en imprescindibles en las
comunidades modernas y sean, a la vez, fuentes de riqueza y de generación de empleos (no puede
dejar de decirse que el trabajo ha pasado a ser una prioridad del hombre actual, que enraíza en
dignidad precisamente en este desempeño laboral).

Es así que en estos tiempos se requiere imperiosamente de la comunión de capitales y fuerzas de


trabajo, que de modo organizado puedan materializar proyectos a gran escala, indispensables para
el abastecimiento de la economía y la sociedad actual. Bienes y servicios que serían imposibles de
ejecutar con trabajos individuales y aislados, sin la conjunción de esfuerzos múltiples, el capital y la
organización de los factores de producción, posibilidades que brindan actualmente las sociedades
comerciales.

A partir del Código Civil y Comercial, a la sociedad la puede usar incluso un individuo empresario sin
siquiera contratar con otro socio, sino simplemente acudiendo al tipo de la sociedad anónima
unipersonal, creada precisamente para el incentivo de las actividades empresariales, incluso no
colectivas, sino solo individuales.

4. SOCIEDAD Y EMPRESA:

La ley 19.550 (ley general de sociedades, como la llama la ley 26.994) incorpora la noción de empresa
en su art. 1°, al hacer referencia a la “producción o intercambio de bienes o ser vicios”, texto en el
que aparecen claramente las ideas contemporáneas sobre la empresa, en las que fue de amplia
preponderancia el concepto de empresario. El concepto de empresa surge como contraste respecto
de la actividad individual simple de la persona. El acto individual sin cooperación de terceros
resultaba, de acuerdo con el derecho positivo, un acto civil. Pero ese mismo acto, realizado entre
varios de manera solidaria, o por uno con la cooperación de otros, se convertía en empresa. Así
resultaba tomando aisladamente un acto considerado como empresa en el derecho comercial.

La organización, la estructura o la forma de su realización era la que le otorgaba al acto su calidad de


comercial, y de tal modo lo definía y determinaba su sometimiento a la legislación comercial. Es
así que actualmente el término empresa no es usado en el derecho positivo exclusivamente como
exteriorización de profesionalidad —aunque esto es lo más frecuente—, sino también para dar
cuenta de una organización de bienes y actividades.

El concepto de empresa es único y amplio; esto es, la organización de los factores de la


producción y del intercambio, con el propósito de obtener un resultado económico. La clave es
el solo hecho de la organización, estructura o forma de su realización o exteriorización del ente
del que emanan.

La sociedad constituye la forma jurídica y la estructura que reviste la empresa, en cuanto así es
admitida por la legislación vigente, tan sola referida a los tipos previstos por ella (ley general de
sociedades 19.550, arts. 1, 13, 16 y concordantes). Y esa sociedad es un sujeto de derecho con el
alcance fijado por la misma normativa (art. 2°). Esto es, gozara de personalidad jurídica como sujeto
distinto, diferenciado de sus integrantes (socios comunes u accionistas, en su caso).

En el régimen de las sociedades, la adopción de uno de los tipos otorga esa calidad (conf. art. 1°,
LGS).

5. DESCENTRALIZACION:

a) Sucursal: Es la dependencia con limitada autonomía jurídica para celebrar negocios, al frente
de la cual se halla un gerente o factor. Lleva su propia contabilidad, aunque luego se vuelque en la
administración central; tiene domicilio especial para la ejecución de las obligaciones contraídas (art.
152, Cod. Civil y Comercial), y puede ser llevada a juicio por el cumplimiento de esas obligaciones.
No tiene personalidad jurídica independiente de la sociedad a la que corresponde, aunque
económicamente depende de esta.
b) Agencia: Es una mera oficina administrativa, sin atribuciones para celebrar negocios
directamente, sino que se establece para administrar los ya celebrados (v.gr., entregar
mercaderías, cobrar, recibir pedidos) o para facilitar su celebración.
c) Establecimiento: Respecto de este otro vocablo la terminología ha sido bastante amplia e
imprecisa: “casas de comercio”, “establecimiento mercantil”, “fondo de comercio”, “explotación
mercantil”, “empresa”, “hacienda comercial”, fueron las expresiones sucesivamente utilizadas en las
legislaciones, sin que sus respectivos ámbitos de referencia fueran medianamente determinados con
precisión.
En una interpretación amplia, la expresión establecimiento tiene varios significados, todos correctos,
a nuestro juicio: 1) la ley 11.867 la utiliza como sinónimo de fondo de comercio; 2) está prevista en
el art. 152 del Cod. Civil y Comercial, como sinónimo de sucursal 3 ) para parte de la doctrina es el
lugar geográfico en el que se halla la sede de la empresa y donde está establecida, y 4) más
limitadamente, en orden a la organización de una empresa, se trata de una unidad económica o
técnica ale producción. Con lo que se indica que quien este a su cargo no tiene autonomía jurídica
para celebrar negocios con terceros —supuesto en el que se trataría de una sucursal— aun cuando
se acepta que pueda contratar empleados y obreros para realizar adquisiciones secundarias (gastos
menores).
d) Filial: Esta forma de descentralización plantea problemas jurídicos especiales, porque —a
diferencia de las anteriores— se constituye con independencia jurídica y se presenta con un capital
propio, como una persona jurídica autónoma, una organización para sí misma, y además suele
generalmente tener un objeto propio cuando actúa en la sede de la entidad madre (v.gr., para la
comercialización de la producción), y uno común —en todo o en parte— cuando lo hace en otra
sede, general mente en el extranjero. o en otra región, teniendo una independencia formal más
acentuada cuando aparece o funciona como sociedad independiente.

6. REGIMEN LEGAL:

Está plasmado en la ley 19.550, que rige —con algunas reformas— desde 1972 y ha sido
modificada con la sanción del Código Civil y Comercial, por medio de la ley 26.994 y más
recientemente por las leyes 27.349 y 27.444.

a) Principios orientadores:
Son principios orientadores o basilares de la ley positiva, cuyo desarrollo tiene la virtud (o la
pretensión) de brindar apoyo interpretativo en las cuestiones que indefectiblemente generan
debates o disensos entre los operadores jurídicos. Estos principios básicos tienen, a la vez, la
cualidad de expresar las ideas y conceptos que inspiraron a los proyectistas, quienes brindan un
aporte de gran valor. Algunos son:

I. El acto constitutivo como contrato plurilateral de organización: Esta definición rotunda de


la ley no constituye una mera adopción de un criterio doctrinal sino —en lo principal— su
derivación en consecuencias específicas como, por ejemplo, en lo relativo a nulidades de las
sociedades.
II. El principio de la tipicidad: La adopción de ciertos tipos sociales, establecidos ad
solemnitatem y con un número reducido, fue para el legislador argentino un pilar para la
seguridad jurídica. La pretensión va en el camino de cerrar a la voluntad de los particulares
la utilización de otras formas societarias, más flexibles, originales o en cualquier caso
diversos de las que suministra la ley.
III. La personalidad societaria: Es central para el legislador la calidad de sujeto de derecho de la
sociedad, si bien ello no tiene un alcance absoluto, sino el que la propia ley le concede
(art. 2°, LGS).
El art. 2° de la ley 19.550 se vincula siempre con el art. 54. 3° de ese cuerpo legal, del que
surge que “la actuación de la sociedad que encubra fines extra-societarios”, implica la
inoponibilidad de la personalidad jurídica del ente consagrada. Esa preceptiva supone la
introducción exprés al texto legal de los principios y doctrina del disregard of legal entit y
del derecho inglés, de cuyas resultas, en caso de abuso de la sociedad o de la personalidad
concedida por el art. 2° de la LGS, se producen como consecuencias la imputación directa a
los socios de los actos fraudulentos o frustratorios comentados y la responsabilidad
solidaria e ilimitada por los daños y perjuicios irrogados a terceros, los que asumirán
quienes hicieron posibles tales inconductas.
Es esta la teoría conocida también como de la penetración en la realidad societaria que
encubre a los verdaderos hacedores de esas imposturas que se hallaban pretendidamente
protegidos por el “velo societario”, cuyo corrimiento produce esta doctrina de profunda
raíz moral.
El concepto central que se halla en juego en la personalidad societaria es que si se la utiliza
ilícitamente debe ser desestimada, desechada, para propagar los actos (o imputarlos) a sus
autores, que abusaron del instrumento que la ley puso a sus disposición, pero con fines
ilícitos.
La personalidad y la limitación de responsabilidad son, en efecto, herramientas valiosas y
muy apreciables en la búsqueda del desarrollo empresario y económico.
IV. El administrador como buen hombre de negocios: La ley brinda una pauta muy general pero
a la vez muy severa para calificar al administrador de una sociedad, imponiéndole los
deberes de “un buen hombre de negocios”. Cualquier desvió de los deberes de diligencia y
fidelidad que se esperan de un estándar como el perfilado en tal definición, supone
responsabilizar al administrador torpe no solo por sus acciones, sino también por su
omisión.
Esta solución se extiende a los representantes sociales y a los integrantes del órgano de
fiscalización (p.ej., sindicatura), de quienes se espera también ese patrón en sus conductas.
V. La igualdad de trato a las sociedades constituidas en el extranjero: el legislador, afirmando
el principio constitucional de igualdad ante la ley, ha querido evitar cualquier trato
peyorativo de estas sociedades, a la vez de conceder preferencias a las sociedades locales,
que entren en contradicción con el apuntado régimen que garantiza la carta magna.
VI. La incorporación de formas contractuales de colaboración empresarial como manera de
propender a la ampliación de las actividades comerciales: En cualquier caso es plausible
que en uno u otro cuerpo legal se impulse la asociación o la conjunción de esfuerzos y
capitales. Siempre cualquier iniciativa que ayude al desenvolvimiento económico, del cual
depende una comunidad para mejorar su calidad de vida, crear empleo y riqueza, será
bienvenida.
VII. La conservación de la empresa: En línea con todo anterior, el legislador ha tendido, en
normas diversas, a que en caso de duda interpretativa prevalezca el principio que apunta a
preservar las empresas, y a evitar que se destruya el valor que ella supone para la sociedad
como actividad útil, merecedora de especial tutela.

b) Aplicación supletoria del código civil:

Con relación a las personas jurídicas reconocidas por nuestra ley, recordamos que el Código Civil y
Comercial establece en art. 141 que “.son personas jurídicas todos los ente s a los cuales el
ordenamiento jurídico le confiere aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el
cumplimiento de su objeto y los fines de su creación”.

El mismo Código Civil y Comercial, en sus arts. 145, 146 y 148, distingue cuales son las personas
jurídicas de carácter público y cuales las de carácter privado, en las que incluye expresamente a las
sociedades (art. 148, inc. 1°).

7. CARACTERIZACION LEGAL (ART 2 – LEY 19.550):

La sociedad constituye la forma jurídica y la estructura que reviste la empresa, en cuanto así es
admitida por la legislación vigente. Esto en la medida en que adopte y se adecue a algunos de los
tipos previstos por la ley (arts. 1°, 13, 16 ss. y concordantes), y esa sociedad será un sujeto de
derecho con el alcance fijado por ella (art. 2°). Esto es, gozara de personalidad jurídica como sujeto
distinto, diferenciado de sus integrantes (socios comunes u accionistas, en su caso), aun cuando se
trate de la sociedad unipersonal ahora receptada en la flamante legislación sancionada junto con el
Código Civil y Comercial.

La sociedad siempre implica la existencia de un contrato (social) que le da origen, y si reúne los
requisitos legales exigidos por la ley, esa sociedad es un sujeto de derecho distinto de los socios
que la integran. La LGS lo permite en la medida en que se ajusten a los “tipos legales” previstos por
ella e incluso en situaciones de imperfección o atipicidad de su constitución.

El art. 2° de la LGS establece que “la sociedad es un sujeto de derecho con alcance fijado en esta
ley”.

8. NATURALEZA DEL ACTO CONSTITUTIVO:

Se ha venido hurgando y discutiendo muchísimo, desde hace bastante tiempo, acerca de la primera
cuestión, polemizándose acerca de si la sociedad es una ficción o una “realidad”, coincidiendo en
esto con Halperin, aunque sin llegarse a conclusiones definitivamente aceptadas por la mayoría de
los autores, que han mantenido sus posiciones.

Está claro, sin embargo y sin entrar en mayores detalles, que también hay cierta coincidencia
generalizado en que la sociedad es un recurso tecnico-juridica al que se someten voluntariamente
sus participantes, quienes aceptan esta discipline especial, a fin de poder imputar al nuevo sujeto
creado por ellos las consecuencias jurídicas diferenciadas de sus actos.

a) Doctrina contractualita:

Contrato plurilateral de organización: Con esta visión se comienza a diferenciar doctrinalmente al


contrato de sociedad del contrato de cambio, como poseedor de una estructura distinta, en razón
de la cual no deben ser aplicables los principios de estos últimos, que parten de la bilateralidad.
Se dice que las características de la sociedad se adaptan mejor en esta construcción, porque según
explica Halperin: a) en los contratos generalmente hay dos partes con intereses distintos y cuando
aparecen varias personas se alinearan con algunas de las preexistentes: en cambio, en los
plurilaterales esto no sucede, porque son todas partes distintas del contrato; b) cada una de esas
partes es titular de derechos y obligaciones, lo que determine una pluralidad de prestaciones a
cargo de cada una de ellas y no solamente de dos, como en los contratos de cambio (v.gr., la ya
referida “cosa por precio”); esto es asumido primero frente a los demás participes y después
hacia la sociedad, una vez que fue constituida, para alcanzar los fines que los socios se
propusieron alcanzar; d ) no hay contraposición de prestaciones sino que cada una de ellas
responde a la naturaleza de la participación del socio y es independiente de las demás; la
prestación de cada socio no es contraprestación de otro, y en conjunto conforman el medio para
alcanzar esos fines; e ) la cuantía de la prestación de cada socio no depende de la de los restantes
ni debe ser económicamente equivalente a la de ellos, sino que solamente ser relevante para
establecer la parte que recibirá el socio al distribuirse las ganancias o para determinar su poder
político dentro de la sociedad; f) la nulidad por vicios de la voluntad o el incumplimiento de alguno
de los partícipes no afectan en principio a todo el contrato, porque la influencia de la relación del
socio sobre este se determina en función de la posibilidad de lograr el fin perseguido con él. Es
decir que, si afectan el aporte necesario o esencial para el cumplimiento del objeto, entonces
esto afectara a todo el contrato. Si no fuera así, solamente afectara el vínculo del afectado o
incumplidor; g ) mientras el contrato de cambio se agota con el cumplimiento de las obligaciones,
en el plurilateral esto es una premisa, pues a partir de ese cumplimiento se producirá la actividad
ulterior de las partes y la función organizativa que lo caracteriza; h) todas las partes tienen los
mismos derechos en cuanto a calidad (v.gr., al dividendo), aun cuando puedan diferir en su
cantidad o medida, e i) es posible el ingreso o egreso de nuevas partes, esto que no ocurre en el
contrato de cambio, salvo en el caso en que se acepte una novación.

Ante todo esto, la doctrina nacional ha reconocido la raíz contractual de la creación de una
sociedad.

9. COMPARACION CON OTRAS FIGURAS:

a) Asociaciones: Hay sujetos de derecho que no son personas físicas pero tampoco son
sociedades, como las fundaciones, las asociaciones, los sindicatos o las mutuales, entre
otras.

La ley de sociedades 19.550 hace expresa referencia al tema en su art. 3°, según el cual “las
asociaciones, cualquiera fuere su objeto, que adopten la forma de sociedad bajo algunos de
los tipos previstos, quedan sujetas a sus disposiciones”.

La asociación será considerada una sociedad comercial, aun cuando sea de beneficencia, si
adopta uno de los tipos de la LGS. Si no lo hace estaremos ante el caso de las asociaciones
civiles ahora reguladas en el art. 168 y ss. Cód. Civil y Comercial.

b) Los ya superados conceptos de sociedad comercial y civil: El método de unificación, que es la


impronta de este nuevo cuerpo normativo, determino esa derogación y la lisa y llana
subsunción de la ajena figura de la sociedad civil en el microsistema de las sociedades, en
general regulado por la ley 19.550. Esta ley, a la vez, ha dejado de llamarse “de sociedades
comerciales” para dar paso a su nuevo nombre, “ley general de sociedades”. En esta ley,
que conserva los contornos preexistentes de la ley 19.550, se contemplan y regulan las
sociedades todas sin distinción de su comercialidad o no.

10. PERSONALIDAD DE LAS SOCIEDADES (ART 3 – LEY 19.550):


 La sociedad es un sujeto de derecho licito (art. 2°, LGS, y arts. 141 y 143, Cod. Civil y
Comercial) y tiene por tanto los atributos de la personalidad (nombre, domicilio, patrimonio
y capacidad). En cuanto a esta, se trata de una capacidad propia en las relaciones internas y
externa dado que actúa en el tráfico a su propio nombre y con capacidad para contratar —
para algunos autores se trata de legitimación sustancial-, que deriva de los elementos
contemplados en el objeto de su propio contrato o estatuto.

 En el mercado aparece y se la individualiza como un comerciante más, distinto de los


miembros que la componen, quienes incluso pueden ser desconocidos.

 Con relación a los socios la sociedad es un sujeto distinto, con derechos y obligaciones
propios; por ende, los terceros no pueden actuar sobre sus bienes en razón de deudas de los
socios.

 Tiene patrimonio propio al efecto de la consecución de su fin, puesto que los aportes de los
socios se incorporan y pertenecen a ella.

 Consecuentemente y junto con la separación de su personalidad jurídica, posee autonómica


patrimonial, la que se extiende aun a las sociedades disueltas y en liquidación (en el caso, a
este fin; es decir, de modo muy limitado, pero con personería hasta su cancelación).

Hay entonces sociedad cuando dos o más personas se obligan a poner algo en común (aportes),
ya sea dinero, trabajo, cosas, etc., para desarrollar una actividad económica lícita con la
finalidad de obtener una ganancia y repartírsela, o soportar entre ellos las pérdidas (art. 1°,
LGS).

No hay, pues, semejanza entre la empresa y la sociedad, dado que esta, en nuestro derecho,
tiene a dirigirse en el sujeto empresario. Y además, desde este angulo jurídico, bien podría
incluso ocurrir que las personas decidan elaborar sus productos o prestar ser vicios por si
mismos, sin ayuda de terceros. Es decir, sin constituir sociedad.

En definitiva, al ser muy clara la diferencia entre sociedad y empresa, la única vinculación
cierta susceptible de encontrarse entre ellas deviene de la circunstancia de que quienes
deciden formar una sociedad se abocan inmediatamente a organizar los recursos con que
cuentan para desarrollar la actividad elegida.

a) Atributos de la personalidad:

Como todo contrato, que lo es inicialmente, en la sociedad deben concurrir los recaudos de la
forma, la causa (fin) y el objeto (lícito, posible, preciso y determinado). Pero una vez formada
legalmente la sociedad, a través del camino o iter constitutivo que difiere según el tipo de
que se trate, el nuevo sujeto de derecho que ha nacido gozara de los siguientes atributos
derivados de su personalidad, que son susceptibles de compararse con los requisitos
generales del acto constitutivo (fijados en el art. 11, LGS, sin perjuicio de los establecidos para
cada tipo de sociedad), y cuya omisión puede determinar la ineficacia de la sociedad, si han
faltado los requisitos tipificantes (conf. art. 17, LGS), aun cuando subsista como sociedad en los
términos de los arts. 22 a 26.

A. Nombre y denominación: Tal denominación se fija en el contrato social y otorga a la sociedad


el derecho a su utilización exclusiva y excluyente de terceros que la pretendieran.

Art. 151. — Nombre. La persona jurídica debe tener un nombre que la identifique como taI, con
el aditamento indicativo de la forma jurídica adoptada. La persona jurídica en liquidación debe
aclarar esta circunstancia en la utilización de en nombre. El nombre debe satisfacer recaudos
de veracidad, novedad y aptitud distintiva, tanto respecto de otros nombres, como de marcas,
nombres de fantasía y otras formas de referencia a bienes o ser vicios, se relacionen o no con el
objeto de la persona jurídica.

No puede contener términos o expresiones contrarios a la ley, el orden público o las buenas
costumbres ni inducir a error sobre la clase u objeto de la persona jurídica. La inclusión en el
nombre dc la persona jurídica dcl nombre de personas humanas requiere la conformidad de
estas, que se presume si son miembros. Sus herederos pueden oponerse a la continuación del
uso, si acreditan perjuicios materiales o morales.

B. Capacidad: Las sociedades, como personas jurídicas, tienen capacidad de derecho (art. 141,
Cod. Civil y Comercial).
Art. 141. – Definición. Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento
jurídico les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el
cumplimiento de su objeto y los fines de en creación.

C. Domicilio: Art. I52. — Domicilio. Sede oficial. El domicilio de la persona jurídica es el


fijado en sus estatutos o en la autorización que se le dio para funcionar. La persona
jurídica que posee muchos establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial
en el lugar de dichos establecimientos solo para la ejecuci6n de las obligaciones allí
contraídas. El cambio de domicilio requiere modificación del estatuto. El cambio de
sede, si no forma parte del estatuto, puede ser resuelto por el órgano de
administración.

D. Patrimonio: Es claramente otro atributo de la personalidad jurídica de la sociedad y este


constituido por el conjunto de sus bienes, la totalidad de los activos y pasivos que lo
integran, debiéndose adecuar su concepto a lo dispuesto por el art. 1882 y ss. del Cód. Civil
y Comercial.

b) Alcance de la personalidad jurídica:

La sociedad debe desarrollar una actividad tendiente a lograr el cumplimiento de su objeto


social, pero sin llegar de constituirse en un medio destinado a eludir los fines para los que fue
creada, ni un instrumento utilizado por los socios para evadir la ley o realizar a través suyo
conductas abusivas, antijurídicas o ilícitas.

En este sentido, nuestra legislación ha admitido la doctrina angloamericana del “corrimiento de


la personalidad” societaria, o de su prescindencia, para sancionar los llamados “abusos de la
personalidad jurídica”, los cuales, en caso de producirse, resultaran imputables a los socios, a
quienes se responsabiliza, sin perjuicio de la subsistencia del ente societario, según esta
normativa.

Art. 54. - Dolo o culpa del socio o del contratante. El daño ocurrido a la sociedad por dolo o
culpa de socios o de quienes no siéndolo la controlen, constituye a sus autores en la obligación
solidaria de indemnizar, sin que puedan alegar compensación con el lucro que su actuación
haya proporcionado en otros negocios.

El socio o control ante que aplicare los fondos o efectos de la sociedad a uso negocio de
cuenta propia o de tercero está obligado a traer a la sociedad las ganancias resultantes,
siendo las pérdidas de en cuenta exclusiva.
Inoponibilidad de Ia personalidad jurídica: La actuación de la sociedad que encubra la
consecución de fines extra societarios, constituya un mero recurso para violar la ley, el
orden público o la buena fe o para frustrar derechos de terceros, se imputara directamente
a los socios o los controlantes que la hicieron posible, quienes responderán solidaria e
ilimitadamente por los perjuicios causados.

Dicho de otra manera, al ser la personalidad jurídica un recurso técnico jurídico al que se
someten voluntariamente los miembros de un grupo para ser regidos en sus actividades por una
disciplina especial (lo cual es ampliamente aplicable a las sociedades, a las asociaciones y
fundaciones), la imputación de sus actos a estos entes debe tener límites.

11. CLASIFICACION DE LAS SOCIEDADES:

a) Sociedades de personas (o personalistas):

Son aquellas en las que la persona del socio es especialmente relevante, no solo al tiempo de la
celebración del contrato de sociedad sino a lo largo de su actividad, sobre todo porque en
estos casos dichas personas asumen una responsabilidad plena (ilimitada, solidaria, pero
subsidiaria) con el ente societario.

En esta subespecie se encuentran, en la LGS, la sociedad colectiva, la sociedad de capital e


industria y la sociedad en comandita simple.

En las dos últimas concurren dos clases de socios; en una de estas no tienen tal plenitud de
responsabilidad. En concreto, el socio industrial, en la de capital e industria, y el socio
comanditario, en la comandita simple, no tienen responsabilidad plena. Y si la tienen sus
consocios (el capitalista y el comanditado).

b) Sociedades de capital:

En esta clase de sociedades el elemento personalista cede su protagonismo; la persona de los


socios, ya sea al tiempo de la constitución de la sociedad como en su desenvolvimiento ulterior,
es claramente secundaria. El centro de estas sociedades es el capital aportado y se limita la
responsabilidad a ese esfuerzo del socio: es decir, su desembolso pecuniario, efectivo o
prometido.

Se aprecian en estos tipos sociales la facilidad de la transmisión de las partes sociales que se
representan en títulos (acciones) que circulan con el endoso y su inscripción en los libros
sociales, sin que el resto de los socios pueda objetar esas modificaciones en el elenco de
accionistas. En esta segundo categoría encuadramos la novedosa sociedad por acciones
simplificada (SAS).

c) Sociedades mixtas (de personas y capital):

La LGS contiene un tercer tipo —mixto— de sociedad, la de “responsabilidad limitada” (SRL, en


su conocida sigla), que ya había sido motivo de regulación en décadas anteriores.

La SRL conjuga elementos personalistas como los que permiten a los socios establecer cláusulas
que impidan el ingreso de quienes no logren la conformidad de los restantes o erigir en
administradores (gerentes) a quienes indefectiblemente deben serlo (como condición del
contrato), con elementos de las sociedades de capital, como la limitación de responsabilidad de
los socios y la representación en cuotas del capital.

12. TIPICIDAD:

Según las distintas clases de sociedades, en función de la tipicidad y los tipos societarios de ellas,
a veces importa más el elemento personal (en el caso de la sociedad colectiva) y en otras
oportunidades predomina el capital (en la sociedad por acciones), aunque existen también
situaciones intermedias (la sociedad de responsabilidad limitada), donde se combinan ambos
factores con la intención de otorgar un equilibrio entre ellos. Todo ello está pensado para servir
del mejor modo posible al desarrollo de un negocio en común.

Actualmente, la infracción a la tipicidad no genera la nulidad de la sociedad, sino su regulación


como sociedad imperfecta (arts. 22 a 24, LGS).

Respecto de los tipos legales argentinos, la LGS contempla y regula distintos tipos societarios,
que se desarrollaran a lo largo de este libro.

a) Sociedad colectiva (art. 125 y siguientes).


b) Sociedad en comandita simple (art. 134 y siguientes).
c) Sociedad de capital e industria (art. 141y siguientes).
d) Sociedad de responsabilidad limitada (art. 146 y siguientes).
e) Sociedad anónima (art. 163 y ss.)
f) Sociedad en comandita por acciones (art. 315 y siguientes).
g) Sociedad por acciones simplificada (arts. 33 a 59, ley 27.349).

13. NACIONALIDAD DE LAS SOCIEDADES – DOCTRINA IRIGOYEN:

La nacionalidad que se atribuye a las sociedades no es asimilable ni es la misma que se postula


respecto de una persona física o de existencia real.

Es que la nacionalidad de las personas refiere en principio a sus derechos como ciudadanos (p.ej.,
a elegir gobernantes de su país, o a ser elegidos para ello).

Por tal razón se sostiene que es impropio conceder o adjudicar nacionalidad a personas jurídicas
como las sociedades; en cambio, es correcto distinguir entre ellas fueron constituidas en el país o
en el extranjero, lo cual permite discernir o aplicar reglas diversas (argentinas o de otro país) a
ciertos aspectos de su realidad jurídica.

En definitiva, y enfocándonos en la ley argentina, se debe enfatizar que ella no atribuye


nacionalidad a las sociedades. Esquiva ese concepto asumiendo la trascendencia del asunto (se
halla en juego la inversión de capitales externos, vitales para nuestro país) y esforzándose por
poner en situación de puridad a las sociedades que distingue tan solo por el lugar de constitución,
discriminándolas únicamente con esa referencia y señalándolas como aquellas constituida en el
país y las constituidas en el extranjero. Evita así caer en un trato peyorativo para estas últimas, o
en un trato preferencial para las primeras que contradiga el precepto constitucional de la igualdad
ante la ley.

El expositor de esta doctrina fue Bernardo de Irigoyen (canciller del presidente Nicolás
Avellaneda), que en función de su roI ministerial puso fin a un conflicto suscitado con el gobierno
inglés, sosteniendo el lema de que “el capital no tiene patria”, negando así la nacionalidad que se
le pretendía atribuir el Banco de Londres para escapar de la jurisdicción argentina, de sus leyes
y de sus jueces.

El diferendo ceso frente a la negociación de las partes y sobre la base de la exposición de


Irigoyen, quien dijo que “las personas jurídicas deben exclusivamente su existencia a la ley del
país que las autoriza y por consiguiente ellas no son ni nacionales ni extranjeras. La sociedad
anónima es una persona jurídica distinta de los individuos que la forman y aunque ella sea
exclusivamente formada por ciudadanos extranjeros no tiene derecho a la protección
diplomática”.

Esta doctrina ha ido perdiendo vigencia, pues los temas allí tratados (la protección diplomática
e incluso militar de un sujeto, físico o jurídico) no son ya un tema actual, pero se la sigue
invocando como negación de la nacionalidad societaria, en especial cuando ella persigue
privilegios, como ocurría en aquel episodio de nuestra historia.

 ELEMENTOS Y CONSTITUCION:

1. PLURALIDAD DE SOCIOS:

La legislación argentina dio siempre por sentado que la sociedad debía tener dos o más socios;
así pues, establecía algo más que un elemento o requisito del contrato, al cual llamamos un
presupuesto. Es decir que la pluralidad de socios aparecía en la ley positiva como un motivo o
causa por el cual se utilizaba este contrato de organización. Los celebrantes, en efecto,
acuden a la constitución de la sociedad haciendo sus aportes, cada uno sabiendo que si no los
ponen en común, no lograran sus objetivos.

La pluralidad entonces, como todo presupuesto, tenía y aún conserva una razón de ser, en el
caso, el deseo de limitar la responsabilidad de cada socio, toda vez que quien se obligue ser el
nuevo ente (la sociedad) y no ellos.

De allí también que la actuación de dos o más socios debía ser sustancial y la destacable
exigencia de que los celebrantes tengan cierta importancia, no aceptándose aquellos socios que
hagan aportes insignificantes.

La pluralidad era, en definitiva, indispensable y sin ella sencillamente no había sociedad. El


pretendido acto constitutivo era inexistente como tal y semejante tacha no era subsanable por
ningún remedio ulterior.

Pero esta realidad normativa cedió, y a partir de la sanción del Código Civil y Comercial de la
Nación es posible dar vida a sociedades unipersonales que, en tal caso, deben adoptar la forma
de la sociedad anónima (art. 1, LGS) o la de una sociedad por acciones simplificada (SAS),
conforme a la ley 27.349.

La sociedad unipersonal es un avance en dicha mirada realista de los negocios y en la senda


apropiada para evitar ficciones y a la vez dar movilidad a las inversiones y a los negocios
generando un clima de transparencia y confianza que apunte a un florecimiento del comercio y
de la riqueza como fuente de trabajo y progreso social.

a) Reducción sobreviniente:

La ley, a partir de la innecesaridad de la pluralidad de socios, ha impuesto cierto arbitrio que


resuelve la cuestión conforme al siguiente esquema: configurada tal excepcional situación,
establece que la sociedad se transforma de pleno derecho en una sociedad anónima
unipersonal, a menos que se decida lo contrario dentro de los tres meses (art. 94 bis, LGS).

En tal caso, la pluralidad habrá sido resuelta y la sanción legal que conducía a la extinción de la
sociedad habrá sido evitada, pudiendo ella continuar su actividad sin secuela alguna, reducida a
una sociedad de un solo socio.
b) La sociedad anónima unipersonal:

En lo que aquí concierne apunta a dar vida a la sociedad anónima unipersonal (que se identifica
con las iniciales SAU), recogiendo aquellas ideas que impulsaron los proyectos con el pretendido
beneficio de los acreedores de la empresa individual de un sujeto con actividad empresarial
múltiple.

Este cambio mezcla la idea de la simplificación de las formas societarias (de favorable acogida)
con los temores de una abusiva limitación de la responsabilidad, imponiéndoles controles
excesivos.

Se admitió la constitución de una SAU con solo un director y un síndico, corrigiendo de esta
manera el criterio del legislador adoptado en la ley 26.994.

2. ELEMENTOS GENERALES DEL CONTRATO:

Entre los elementos generales comunes para la constitución de la sociedad se cuentan: a) el


consentimiento y la capacidad de los socios, puesto que se trata de un contrato y la voluntad de
los celebrantes debe estar libre de vicios que la puedan afectar; b) el objeto social (distinto del
objeto del contrato), que los socios deberán fijar como una descripción de las actividades
futuras y que, de modo preciso, determinado y especifico, delimitara la capacidad del nuevo
ente; c) la causa del contrato, que en las sociedades concierne a la finalidad de los celebrantes
tenida en mira al constituir la sociedad, y d) la forma del acto constitutivo, que es el conjunto
de solemnidades que deben observarse para que el contrato societario pueda considerarse
como tal.

a) Consentimiento y capacidad: Las sociedades (cualquiera de sus tipos) pueden ser socias de
otras sociedades y, por cierto, pueden ser parte del instrumento de constitución de una
sociedad. Pero hay un límite que impone la ley 19.550 en el art. 30, al impedirse a las
sociedades anónimas y a las comanditas por acciones que sean socias de sociedades que no
sean por acciones o de responsabilidad limitada. Se trata de una incapacidad de derecho
que se les impone, restringiéndole su accionar por cuanto se estimó que por esa vía las
sociedades por acciones podían escapar del control estatal establecido en el art. 299 de la
actual LGS, o incluso sus administradores podrían conducir a la quiebra societario si
integrasen una sociedad donde la responsabilidad es solidaria.

De todas maneras existen otros límites a la capacidad de ser socia de una sociedad, por
más que lo sea de una sociedad por acciones o una SRL. No pueden, en efecto, tomar
participaciones que excedan sus reservas libres y la mitad de su capital y sus reservas
legales, salvo que sean sociedades cuyo objeto sea solo financiero. Estas limitaciones surgen
de los arts. 31 y 32 de la LGS, a los que cabe remitirse.

b) Objeto del contrato: Se exige que el objeto sea determinado, posible y conforme a la moral,
a lo que se agrega que sea susceptible de valoración económica y corresponda a un interés
de las partes aunque no sea patrimonial. El art. 156 del Cód. Civil y Comercial exige a todas
las personas jurídicas que su objeto sea “preciso y determinado”.

En el ámbito de las sociedades el objeto cobra una especial significación respecto a la


capacidad del ente que no puede ser plena sino, como veremos, circunscripta precisamente
a su objeto.

Es por eso que la ley 19.550 dedica una especial consideración al tema del objeto, sin
perder de vista aquella referencia insoslayable del Código Civil y Comercial, de resultas de
lo cual el objeto no puede ser prohibido, ni vulnerar las buenas costumbres ni afectar la
libertad de las personas o de cualquier modo perjudicar los derechos de terceros, a la vez
que debe ser preciso y determinado (art. 156).
En el contrato de sociedad el objeto, entonces, permite una distinción: el objeto del
contrato en sí mismo y, por otro lado, el objeto social. Este último es incluido como
requisito del contrato de sociedad en el art. 11, inc. 3° de la ley 19.550

El objeto del contrato —en general— está formado por el esfuerzo económico de los
socios. Es lo que ellos aportan o prometen aportar. En este punto puede afirmarse que el
objeto del contrato de sociedad se asimila al objeto de las obligaciones asumidas por los
celebrantes en el momento fundacional de dicha sociedad y en beneficio de ellos.

En cambio, objeto social es el conjunto de actividades que los socios, al celebrar el contrato,
eligen desarrollar a través de la nueva persona jurídica que confluyen a crear. Así pues,
decimos que el objeto social delimita la actividad de la sociedad, enmarca la competencia
de sus órganos, fija las facultades de los representantes y permite definir el interés social.

El objeto social está destinado a influir en el orden interno (porque es la voluntad


originaria de los socios la que están definiendo límites al describir la actividades que lo
conformaran), pero también en el orden externo, respecto de terceros (como determinante
de la capacidad de la sociedad y legitimación de sus representantes) y con relación al
interés general, dado que tales limites despejan, por sí mismos, las sospechas de su
utilización para maniobras económicas ilícitas.
c) La causa del contrato: En esta materia societaria la causa a la que aludimos es la denominada
causa fin. Esa causa fin es concebida por el derecho moderno como la base o causa del
negocio, traducida en la intención que llevo al contratante a celebrar el contrato; es en todo
caso el fin perseguido con la celebración del contrato. O, dicho de otro modo, la justificación
económico-social del acto emanado de la autonomía de la voluntad.
La ley 19.550 no tiene una regulación especifica en la cuestión de la causa, de modo que
cualquier conflicto a su respecto debe resolverse conforme a los principios generales,
especialmente los referidos que se encuentran en el Código Civil y Comercial, que opera
supletoriamente, e ilumina al microsistema societario. Ello es así especialmente en las
sociedades, gobernadas por el principio de la tipicidad, dado que esas sociedades ya tienen
una causa (una causa que es a la vez típica) y su función o justificación económica esté
resuelta de antemano y presuntivamente por la ley.

En definitiva la causa es, en esta materia, la decisión de los socios de encarar una actividad
lucrativa; es la finalidad económica que los ha impulsado a encontrar y a adoptar un medio
técnico tipificado por la ley con esos objetivos.

d) La forma del acto constitutivo: La ley 19.550 regula la cuestión en el art. 11, de cuyo análisis
surge lo siguiente:
Debe ser por documento escrito, que materializa el referido contrato constitutivo; es decir, el
instrumento público o privado que establece el art. 4° de la LGS, salvo que para las sociedades
anónimas, las sociedades anónimas con participación estatal mayoritaria y en comandita por
acciones se requiere el primero de ellos, el instrumento público (arts. 165, 166, 308 y 316,
respectivamente), el cual debe contener todos los requisitos del citado art. 11.
Para concluir este aspecto, cabe señalar a modo de síntesis que la ley 19.550 exige una forma
específica, que es la escrita (las sociedades no alcanzan el requisito de la tipicidad sin
documento escrito), y que esa exigencia formal, dado que la sociedad no instrumentada por
escrito es una sociedad de hecho, la cual tiene un régimen particular en los arts. 22 a 26 de la
LGS.

3. ELEMENTOS ESPECIFICOS:
a. Fondo común:

Para la consecución del objeto social los socios deben hacer aportes que, en su conjunto,
denominamos fondo común. Ese fondo es pues, el patrimonio de la sociedad que nace
(inicialmente sin pasivos, solo con ese conjunto de aportes que son el activo) y que proviene del
esfuerzo de los socios. Ellos, tal como to puntualiza el art. 1° de la LGS, hacen (o se obligan a
hacer) esos aportes “para aplicarlos a la producción o intercambio de bienes y ser vicios”.

Sin ese fondo común no puede existir sociedad, ni nadie puede ser socio si no concreta, o se
obliga a concretar, la prestación debida, ya sea de dar (la más frecuente es la de aportar dinero
o la propiedad de una cosa) o de hacer (es decir, la aportación de trabajo o industria)
especificado en el art. 38 de la LGS.

1) Conceptos: capital y patrimonio:

El capital social es una cifra; un dato aritmético que se obtiene con la sumatoria de los valores
económicos asignados a los aportes que forman el fondo común. Es la cifra monetaria atribuida
en el contrato social a la totalidad de los aportes que los socios se obligaron a realizar, salvo los
aportes de industria, que no integran la mencionada cifra. Esa cifra monetaria o aritmética es en
principio invariable (puede modificarse solo por procedimientos reglados para proteger a socios
y terceros). Se dice incluso que es intangible y la ley refirma su carácter estático, precisamente
para medir la responsabilidad y solvencia de la sociedad comparada con el patrimonio.

En efecto, el concepto de patrimonio social tiene un perfil más dinámico: es, el conjunto de
derechos y obligaciones del ente colectivo (la sociedad). Es en activo y también es en pasivo, es
decir, las obligaciones asumidas por la sociedad. Es esencialmente variable porque refleja la
permanente evolución de los negocios de la sociedad.

Capital y patrimonio social coinciden solo en el momento de constitución de la sociedad. Luego,


la evolución de los negocios hace desaparecer esa inicial coincidencia, de suerte que el capital
permanece intacto (en la ya referida cifra aritmética que fue la suma de los aportes) y el
patrimonio registra el dinamismo de las operaciones que se realicen para la consecución del
objeto.

2) Bienes aportables:

Las prestaciones posibles de los socios son, como establecen los arts. 38, 40 y 41 de la LGS, las
obligaciones de dar y las obligaciones de hacer. El criterio es amplio y la ley apunta, en tal
sentido, a favorecer la conjunción de esfuerzos de los socios en pos de la obtención de sus
logros que no pueden hacer u obtener de modo individual, pero si aspiran a hacerlo de modo
colectivo, o en conjunto con otros que pasan a ser sus socios.

Las prestaciones (u obligaciones) deben transferirse a la sociedad naciente, cediéndole su


dominio o solo su uso. Pueden tener como objeto una cosa o un derecho, y en este caso,
necesariamente deben ser susceptibles de ejecución forzada (es decir, embargados y rematados
para utilizar su producido como elemento de solvencia de la sociedad). Las cosas aportadas
pueden ser muebles o inmuebles.

Cuando no son dinerarias, es decir que son aportes en especie, deben ser objeto de una
valuación. Ese recaudo impuesto por la ley es imprescindible para adjudicarle al bien aportado
un valor que será la medida de su participación, esto es, la parte que significa económicamente
del fondo común formado por el conjunto de los aportes.
La cuestión es de crucial importancia al punto que la ley (art. 51) concede cinco años a los
acreedores que resulten damnificados por la eventual quiebra de la sociedad, por la eventual —
y falsa— sobrevaluación de los bienes sobre cuya base resultaron engañados al exhibirse una
solvencia inexistente.

La ley autoriza también que los aportes sean crediticios. Conforme al art. 41, el socio puede
transferir a la sociedad, en propiedad, créditos contra otro sujeto, no solamente de objeto
dinerario sino también cualquier bien fungible o consumible (o susceptible de ejecución
forzada).

En cualquier caso prevé la ley (art. 38) que la propiedad del aporte debe ajustarse a los
requisitos de transmisión del bien de que se trate de modo que el dominio o uso y goce
prometidos se consoliden o perfeccionen en cabeza de la sociedad.

b. Participación en las unidades y en las perdidas:

En el marco de esa finalidad la participación en las ganancias y la soportacion de las pérdidas son
de la esencia de la sociedad. Sobre todo lo de las pérdidas, alude al riesgo empresario que se
asume al encararse la producción de bienes y ser vicios. Se trata de elementos inherentes a la
calidad de socio y son aspectos que permiten distinguir a la sociedad de otras figuras jurídicas
afines.

Estos autores definen a la vez la idea de las utilidades identificándolas como “beneficios”. Con
ellos no solo se hace referencia a un incremento patrimonial, sino también a situaciones que
pueden obtener ventajas o evitar gastos.

La utilidad refiere, en cambio, a un criterio más técnico, ya que se denomina tal a la que surge
de un balance que abarca un periodo anual y no una operación aislada. El dividendo, por fin,
es la parte de la utilidad que se asigna a los socios y que se les transfiere cuando aquellas
ganancias liquidas y realizadas son objeto de una decisión del respectivo órgano social. Las
utilidades, en cambio, una vez asignadas a los socios, salen del patrimonio societario y
corresponden en propiedad a cada uno de los socios.

El ya referido art. 11, inc. 7°, de la LGS establece que el contrato social debe prever el modo y
reglas para el reparto de las utilidades (y las pérdidas, por cierto), aclarando que en caso de no
haberse hecho ninguna precisión al respecto se acudirá a la proporción de sus aportes.

Para concluir debe destacarse que la contribución a las pérdidas depende del tipo societario
adoptado. Así pues, estamos frente a sociedades anónimas o de responsabilidad limitada, los
socios comprometieron solo los aportes prometidos y no deben acrecentar su esfuerzo. En
cambio, en las sociedades restantes (especialmente en la colectiva) los socios tienen que hacer
mayores desembolsos si el fondo común no alcanza para satisfacer los pasivos, porque ello
deviene de haber asumido una responsabilidad ilimitada y solidaria.

c. La affectio societatis:

Se trata de un elemento no mencionado por la ley de modo expreso, pero que se ha señalado
igualmente como esencial y que surge implícitamente de varios artículos (como los arts. 13, 91 y
100, entre otros). Sin embargo, una mirada moderna de este concepto tornado del derecho
romano arroja una vigencia escasa en la actualidad.

La definición que adoptamos, con los alcances referidos, es la de Halperin que la perfilo como
“la voluntad de colaboración activa jurídicamente igualitaria e interesada”, a lo que puede
agregarse el aporte de Nissen, que repara especialmente en la predisposición de los socios de
actuar coordinadamente en pos del interés común, postergando los intereses individuales de
cada integrante.

Insistimos en que, aun percibiéndose como esencial este elemento, ello apunta al comienzo de
la sociedad, en orden a lo cual se ha señalado que su desaparición ulterior, es decir, a lo largo de
la vida social y de los negocios, no puede invocarse para destituir de eficacia a la sociedad o para
disolverla. Mucho menos puede ser relevante ese extremo de desaparición de la affettio
societatis en las sociedades de capital en las que incluso sus integrantes personalmente ni se
conocen. En cambio, en las sociedades personalistas, la enemistad o desinterés de un socio
respecto del resto puede generar una hipótesis de exclusión del nombrado si ella concrete en
una perturbación irremediable de la marcha de los negocios, por aplicación del art. 91 de la LGS.

4. ITER SOCIETATIS:

Identificamos al iter (que en latín significa “camino”) societario como el conjunto de los
elementos instrumentales que nacen con la celebración del contrato de sociedad y que
terminan con su inscripción en el registro estatal respectivo, de resultas de lo cual concluye la
constitución de un ente regular (la sociedad) que cuenta con personalidad propia y diferenciada
de sus otorgantes.

Esta definición describe un proceso que comienza con la celebración de un contrato y concluye
con su registración. El producto es una sociedad regular cuyas previsiones pasan a ser
plenamente eficaces en los términos previstos en cada tipo social contemplado en la ley. Se
conjugan en este iter aspectos contractuales (en los cuales los socios expresan su
consentimiento y voluntad), de publicidad y de controles legales (a cargo del órgano estatal de
registración), y de transferencias de los aportes efectuados que culminan dando plenitud a un
negocio (el societario), cuyos designios son la realización de otros negocios contemplados en el
objeto social.

a) Periodo constitutivo: El lapso y el recorrido que insume este tránsito entre la celebración del
contrato y su perfeccionamiento (con la inscripción) es, a veces, dilatado (puede insumir
algunos meses, dependiendo de la jurisdicción donde se tramite).
En lo esencial el legislador discrimina acerca de si los actos cumplidos por la sociedad en
esta etapa formativa están o no vinculados a las tareas de inscripción en curso y si
estuvieron autorizados en el contrato constitutivo. En estas hipótesis salvaguarda la
responsabilidad de los directores y la ley imputará sus consecuencias patrimoniales a la
sociedad no bien se la inscriba. En cambio, responsabiliza personalmente a los directores si
alguna actividad excedió tales situaciones.
La razón de ser de ese riesgo se ubica en la pretensión de proteger a los terceros que
contraten con estos entes cuya inscripción está pendiente, en un periodo que puede
prolongarse por desidia y que, esto es destacable, la ley con su rigurosidad quiere acotar
impulsando a la celeridad a quienes tienen la posibilidad de cerrar este iter, concretando la
inscripción pendiente.

b) Cláusulas del estatuto: El art. 11 apunta a vertebrar la sociedad, darle en estructura


organizacional tanto en la relación interna entre los socios, así como su modo de vincularse
con terceros, la responsabilidad ante ellos, etcétera.
El dato que atraviesa los diversos incisos del art. 11 es que para su indefectible
cumplimiento debe mantenerse la correcta aplicación de las disposiciones aplicables al tipo
elegido por los socios. Es un dato crucial: una vez que los celebrantes seleccionan uno de
los tipos societarios legales deben acomodar cada uno de los requisitos del art. 11 a esos
elementos concernientes al tipo escogido.
El nuevo art. 17 (impuesto por la ley 26.994) no sanciona el vicio del tipo con la nulidad sino
con la privación de los efectos normales del tipo. De allí que lo que modifique o
desnaturalice el tipo elegido (p.ej., limitar la responsabilidad de un socio de la sociedad
colectiva, o suprimir la asamblea de la sociedad anónima) conduce a la irregularidad del
contrato, por mucho que pueda luego subsanarse el vicio si fue involuntario.
Estos requisitos esenciales pero “no tipificantes” son: 1) el nombre social; 2) el objeto social;
3 ) el capital social; 4 ) la mención del aporte de uno o varios de los socios, y 5) el plazo de
duración.

c) Publicidad e inscripción: La cuestión este regulada en el art. 10 de la LGS, que exige la


publicación de un edicto en el boletín oficial (o diario de publicaciones legales) del lugar
donde se inscriba la sociedad, por un solo día.
El requisito se refiere exclusivamente a las sociedades de responsabilidad limitada y a las
sociedades por acciones (la ley en el punto obviamente alude a las sociedades anónimas y a
las sociedades en comandita por acciones).
Y se vincula precisamente con esa idea de que cuando hay una limitación a la
responsabilidad de los socios, por el tipo adoptado, los terceros deben conocer esa
situación, lo cual no deja de generar un sentimiento que lamenta la irrealidad en la que
incurre el legislador al suponer que en estos tiempos, se logra una difusión eficiente con una
publicación en un diario legal al que nadie accede ni recurre, salvo en homenaje a ciertas
formalidades.
La inscripción del contrato constitutivo de la sociedad tiene la virtualidad de concederle
regularidad y por ello la enorme importancia de este pasó final del “iter societario”. Algunos
elementos dispersos en la ley 19.550 (art. 5°) permiten visualizar los requisitos de este
trámite:
A. Legitimados para la petición de la inscripción: Es usual que en eI contrato social se
incluyan postreramente las personas autorizadas al efecto. Va de suyo que lo están
también los representantes legales instituidos en el propio estatuto y los apoderados
especiales que se designen en el propio contrato o en escritura pública separada (art.
167. LGS).
B. Plazo: El instrumento constitutivo debe presentarse ante el registro público
(desempeñado por la IGJ en la Ciudad de Buenos Aires) dentro de los quince días de su
otorgamiento. Transcurrido ese plazo la inscripción no procede si mediare oposición de
terceros.
C. Ratificación de firmas de los socios: Como es sabido, solo las sociedades por acciones
requieren su celebración en instrumento público, de suerte tal que las que han
recurrido al instrumento privado deben tener su firma autenticada. Si no existiera tal
recaudo (por no haberse certificado notarialmente la firma de alguno de los otorgantes),
la autoridad del registro puede citar a ratificar su firma a los que no la hayan
autenticado previamente.
D. Lugar de inscripción: El inc. 2° del art. 11 de la LGS exige que los socios en eI acto
constitutivo de la sociedad fijen un domicilio del ente. Pues bien, corresponderá que se
presente el contrato en la jurisdicción correspondiente a ese domicilio. Pero si se
establecen sucursales en el propio acto constitutivo, la inscripción debe hacerse
también en todas las jurisdicciones donde se instalen esas sucursales.

El Registro Público este llamado a efectuar un control formal del estatuto social que se
somete a su inscripción. Y, en tal sentido, por aplicación del art. 6° de la LGS, el registrador
debe comprobar el cumplimiento de todos los requisitos legales y fiscales que
correspondan al tipo social adoptado.
La ley ya no le otorga al registrador facultades para objetar normas imperativas que los
celebrantes hayan dejado de lado, lo que no obsta que señale las deficiencias para su
subsanación previa a la continuidad del procedimiento de inscripción.

d) Efectos de la inscripción: La decisión del órgano encargado del registro público de inscribir la
sociedad es lo que genéricamente se llama, en la praxis societaria, “toma de razón”.
Su efecto jurídico es muy relevante, pues crea una presunción absoluta de conocimiento,
para el cual pasa a ser indiferente la buena fe del tercero o el dolo del socio, sobre la base
de la presunción —o ficción— de que el carácter público del registro y de la inscripción hace
conocidos por todos los actos objeto de la toma de razón. Sin embargo, la inscripción tiene
efectos solo declarativos y supone dar publicidad registral de actos cuya validez estuvo
dada, o no, en actos cumplidos fuera del registro. Por ello la inscripción no tiene efectos
convalidantes ni sancionatorios de vicios preexistentes.
Por otra parte, la inscripción otorga fecha cierta al acto constitutivo, a la par de conceder
una presunción iuris tantum de legalidad a dicho acto.
La inscripción es la conclusión del iter constitutivo de suerte que, conforme a la letra
expresa del art. 7° de la LGS, la sociedad se considerara, a partir de allí, regularmente
constituida, lo que equivale a decir que surtirán pleno efecto las cláusulas contractuales
previstas por los socios, así como serán también plenamente aplicables las normas atinentes
al tipo societario al que acudieron los socios.

e) Modificaciones posteriores al estatuto: Para ello los socios pueden acudir a modificaciones
del estatuto de diversa índole y de temática muy diferente (se puede ampliar o reducir el
capital, o cambiar el domicilio a otra provincia, o cambiar autoridades orgánicas, entre
muchas otras).
En tales casos el legislador prevé que esos cambios deban ser objeto de publicación y de
inscripción, para que sean conocidos por terceros.
El legislador ha dispuesto en el art. 12 de la LGS que las modificaciones, obviamente, deben
ser inscriptas (previa publicidad, en su caso; recordemos la necesidad de hacerlo en las SRL y
en las SA). Y ha previsto también que en caso de no cumplirse con tal inscripción, las
modificaciones igualmente obligan o son oponibles a los socios (naturalmente a los que lo
eran —o teman tal calidad— al momento de decidirse la modificación por el órgano de
gobierno societario). Pero son inoponibles a los terceros. Estos, no obstante con lo
anterior, pueden alegarlas contra la sociedad y contra los socios.
La asimetría que emerge de la letra del art., a favor de los terceros debe entenderse como
un método protectivo de los intereses de los terceros de buena fe; pero también como un
incentivo (o inducción) a que los socios y administradores actúen prudentemente y lleven a
cabo en tiempo y forma la conducta exigible de inscribir las modificaciones que realicen.

5. SOCIEDADES IMPERFECTAS:

Estas sociedades, a las cuales les concede un trato benigno y casi auspicioso, favoreciendo la
subsanación de sus imperfecciones si así lo deciden sus socios y dándoles eficacia a las reglas
internas pactadas entre ellos.
Se trata de una mutación auspiciosa pues a través de estas sociedades simples (porque los
socios las constituyen sin sujeción a formas preestablecidas) o imperfectas (porque quisieron
darle cierta formalidad o regularidad que luego no lograron).
De la mano de estos cambios ha desaparecido de nuestra legislación societaria cualquier
referencia a las denominaciones de “sociedades irregulares” y a las “sociedades de hecho” que
eran categorías muy difundidas en nuestra economía y que dieron lugar a una extensa
jurisprudencia para resolver la conflictividad que aparejaba su relación con terceros e, incluso,
la interna entre los socios.
a) Clases:

En estas sociedades simples o imperfectas el art. 21 de la LGS incluye los siguientes casos:

1) Las sociedades que no se constituyen con las formas típicas (sociedad anónima,
sociedad colectiva, etcétera).
2) Las que omitan requisitos esenciales.
3) Las que tengan defectos formales (entre las que consideramos incluidas las que
derechamente no tienen forma más que la relación fáctica).

b) Personalidad:

La ley en los citados arts. 21 a 26 no duda en concederles personalidad diversa de la de sus


socios, de suerte que les otorga los efectos medulares de una sociedad; esto es, tener una
personalidad diferenciada de la de sus socios. O lo que es igual, un centro de imputación de
normas distinto, novedoso y de claros efectos entre los socios mismos y los terceros. En el art.
26 se visualiza la fuerza que la ley otorga ahora a la personalidad de estos entes, toda vez que
determina que no hay confusión entre los acreedores de los socios y los acreedores de la
sociedad y que tales casos se tratarían como la sociedad estuviera “regularmente constituido”.

c) Oponibilidad:

Estas sociedades pueden invocarse como tales, es decir, como personas jurídicas
independientes, ante terceros, requiriéndose para ello tan solo que los terceros hayan conocido
su existencia at tiempo de contratar o relacionarse con estas sociedades.

d) Relaciones entre los socios:

El contrato social puede ahora ser objeto de invocación en los conflictos intra societarios. No
ocurría así anteriormente, lo cual refuerza la idea del cambio copernicano operado en estas
sociedades. Los socios, además, deben someterse obligatoriamente a las reglas que hayan
pactado para administrar y gobernar la sociedad. Es pues, el pacto entre los integrantes de la
sociedad el que determine quien administra (o quienes) y bajo que reglas.

e) Representación:

Cualquiera de los socios representa a la sociedad ante terceros con la exhibición del contrato
(art. 23, LGS). Pero lo que se haya determinado o pactado en este aspecto entre los socios en
el contrato puede ser opuesto por los terceros (p.ej., si se exigía un ejercicio plural de la
representación) esto esto era conocido al tiempo del nacimiento de la relación jurídica con
dichos terceros (art. 23, LGS).

f) Responsabilidad de los socios:

Los integrantes de estas sociedades tienen una responsabilidad simplemente mancomunada y


por partes iguales por los pasivos sociales (art. 24, LGS).

g) Subsanación:

De la mano de estas novedades legislativas, estas sociedades no están ya a merced de la


decisión de cualquier socio que podía pedir a su antojo la disolución o liquidación. Antes bien, el
nuevo art. 25 de la LGS permite subsanar los defectos que impidieron la regularidad plena del
ente y esto hace de un modo que aporta facilidad y sencillez al trámite, a saber: 1) pueden
pedir la subsanación la sociedad todos los socios; 2) pueden hacerlo en cualquier tiempo
durante el plazo de duración previsto en el contrato; 3) la solicitud por los socios debe ser, en
principio, unánime, pero aun en defecto de esa unanimidad el juez puede disponer la
subsanación, siempre que no se imponga —ni siquiera judicialmente— una mayor
responsabilidad en el tipo regularizado a los socios que no hayan prestado su consentimiento a
este procedimiento de regularización en los términos del art. 7°, y 4) el socio disconforme puede
ejercer el derecho de receso (o retiro de la sociedad) dentro de los diez días de dispuesta la
subsunción por el juez.

h) Disolución y liquidación:

Según se dijo, en los textos precedentes la disolución podía pedirse por cualquier socio y en
cualquier momento, lo cual le daba precariedad al ente. En cambio, ese derecho extintivo ahora
aparece limitado en el nuevo art. 25, pues no puede ejercerse si mediaba un pacto de duración
de la sociedad. En los casos de ausencia de ese pacto impeditivo de la disolución anticipada, ella
puede solicitarla cualquier socio, pero los restantes pueden impedirla pagando una cuota de
salida (“su parte social” dice el referido art. 25) al que requirió tal disolución.

i) Bienes registrables:

El actual art. 23 de la LGS permite la adquisición de bienes registrables (inmuebles,


automotores, etc.) a estas sociedades, lo cual era objeto —antes— de una clara restricción.

j) Prueba de la sociedad:

La existencia de la sociedad puede acreditarse por cualquier medio de prueba (art. 23 in fine,
LGS).

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